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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 9

Mensaje por 23l1 Vie Nov 18, 2016 7:16 pm

Capitulo 9


Primeras Citas y Sonrisas…




Brittany


—¿Tienes una cita?—preguntó Tina, mientras ella y Hanna yacían en mi cama.

Observaron mi reflejo en el espejo.

Observaron a medida que colocaba mis pendientes de infinito. Miraron mientras aplicaba una capa final de rímel.

—Sí, una cita—respondí.

Hanna y Tina se miraron, con los ojos muy abiertos. Hanna se volvió a verme.

—¿Con Santana? ¿ Santana López?

Esta vez, me volví hacia ellas. El asombro en sus caras era inquietante.

—Sí, con San. ¿Por qué están tan sorprendidas?

Tina se sentó con las manos apoyadas en el colchón.

—Porque, la Santana López de la que todo el mundo ha estado hablando, no tendría citas. La Santana que fuma y bebe en el campo. La que no habla, la que frunce el ceño en lugar de sonreír. La chica mala que volvió como una persona diferente Puerto Rico. Esa Santana.

Me quedé mirando a Tina y contemplé la preocupación en su rostro.

Mi estómago se revolvió, escuchando lo que la gente, obviamente, había estado diciendo sobre Santana.

—Sí, pero le gusta a todas las chicas—agregó Hanna, mostrándome una sonrisa—La gente estaba celosa de ti cuando estabas con ella antes de irse. ¡Van a morirse ahora!

A medida que esas palabras salieron de sus labios, vi a Hanna perder lentamente su sonrisa. Miró hacia abajo, y luego volvió a levantar la mirada.

—¿Ella lo sabe?

Ahora Tina tenía el mismo aspecto triste.

Tan triste que tuve que darle la espalda.

No podía soportar esa expresión en sus rostros.

—¿Britty?—dijo Tina.

—Lo sabe.

—¿Cómo se lo tomó?—preguntó Hanna tentativamente.

Sonreí por el destello de dolor en mi corazón.

Me enfrenté a mis hermanas, ambas mirándome como si fuera a desaparecer de sus ojos de un momento a otro. Me encogí de hombros.

—No muy bien.

Los ojos de Tina comenzaron a brillar.

—Lo siento, Britty.

—No debí haberlo apartada—declaré—Es por eso que está tan enojada todo el tiempo. Por eso que está tan distante. La lastimé, profundamente. Cuando se lo dije, pareció destruirla, pero entonces me pidió una cita. Mi Santana, finalmente me lleva a una cita, después de todos estos años.

Hanna se limpió rápidamente la mejilla.

—¿Mamá y papá lo saben?

Hice una mueca, y luego negué.

Tina e Hanna se miraron, luego a mí y en cuestión de segundos todas estábamos riendo.

Hanna rodó sobre su espalda, sosteniendo su estómago.

—¡Oh por Dios, Britty! ¡Papá enloquecerá! De lo único que ha hablado, desde que los López regresaron, es de lo mucho que ha cambiado Santana para peor, la forma en que les falta el respeto porque fuma y le grita a su papá—girando, se sentó—No va a dejarte ir.

Mi risa se detuvo.

Sabía que mamá y papá estaban preocupados por la actitud de Santana, pero no sabía lo mal que la habían juzgado.

—¿Vendrá a nuestra puerta?—preguntó Tina.

Negué, aunque no estaba segura de lo que haría.

De repente sonó el timbre de la puerta.

Nos miramos unas a otras, con los ojos abiertos.

Fruncí el ceño.

—Esa no puede ser Sanny—exclamé sorprendida.

Siempre venía a mi ventana.

Nunca era formal; Simplemente no éramos nosotras.

Definitivamente no era ella.

Tina leyó el reloj en mi mesita de noche.

—Son las seis. ¿No es esa la hora en la que iba a venir?

Con una última mirada en el espejo, agarré mi chaqueta y corrí a través de la puerta de mi habitación, con mis hermanas en mis talones. Al doblar el pasillo, vi a mi papá abrir la puerta, su rostro cayendo cuando vio quién estaba ahí.

Me detuve en seco.

Tina y Hanna se detuvieron a mi lado.

Hanna agarró mi mano cuando oímos una voz conocida decir:

—Señor Pierce.

Al escuchar el sonido de su voz, mi corazón tartamudeó a mitad de un latido. Vi que mi papá echaba la cabeza hacia atrás, confundido.

—¿San?—preguntó—¿Qué estás haciendo aquí?

Mi papá estaba tan cortés como siempre, pero pude oír la desconfianza en su tono. Podía escuchar un ligero tono de preocupación, tal vez incluso una preocupación más profunda.

—Estoy aquí por Britt—le dijo Santana a mi papá.

La mano de mi papá se tensó sobre el pomo de la puerta.

—¿Por Britty?—aclaró.

Me asomé alrededor de la pared, con la esperanza de echar un vistazo a Santana.

Hanna me apretó el brazo.

Miré a mi hermana.

—¡Oh por Dios!—articuló de manera dramática.

Negué, mientras que en silencio, me reí de ella. Reorientó su atención a mi papá, pero miré su cara emocionada por una fracción más de tiempo. Eran momentos como éste, los momentos relajados donde éramos sólo tres hermanas chismeando sobre citas, los que me golpeaban más duro.

Sintiendo un par de ojos mirándome, volví la cabeza hacia Tina.

Sin palabras, me dijo que entendía.

La mano de Tina presionó mi hombro, a medida que escuché a Santana explicar.

—Saldré con ella, señor—se detuvo—En una cita.

La cara de mi papá palideció y seguí hacia adelante. Mientras avanzaba hacia la puerta para rescatar a Tina, Hanna susurró en mi oído:

—Britty, eres mi nueva heroína. ¡Mira la cara de papá!

Puse los ojos en blanco y me reí.

Tina agarró a Hanna y tiró de ella hacia atrás, fuera de la vista. Pero todavía estarían mirando.

No se lo perderían por nada del mundo.

Una oleada de nervios me atravesó mientras me acercaba a la puerta. Vi a mi papá comenzar a negar. Luego, su mirada se fijó en mí. Sus ojos confundidos observaron mi vestido, el lazo en mi pelo y el maquillaje en mi
rostro.

Se volvió un tono más pálido.

—¿Brittany?—preguntó mi papá.

Levanté la cabeza en alto.

—Hola, papá—respondí.

La puerta seguía bloqueando a Santana, pero pude ver su borrosa figura oscura a través del panel de cristal de colores. Podía oler su aroma fresco flotando, en la brisa fresca que se filtraba a través de la casa.

Mi corazón se aceleró en anticipación.

Papá señaló a Santana.

—Santana parece pensar que saldrá contigo—lo dijo como si no pudiera ser cierto, pero oí la duda en su voz.

—Sí—confirmé.

Oí los susurros de mis hermanas viniendo desde atrás. Vi a mi mamá, mirando desde la sombra de la sala de estar.

—Brittany…—papá fue a hablar, pero di un paso hacia adelante, interrumpiéndolo.

—Está bien—aseguré—Voy a estar bien.

Parecía que mi papá no podía moverse.

Utilicé este incómodo momento para caminar alrededor de la puerta y saludar a Santana.

Sentí que mis pulmones y mi corazón se detuvieron en seco.

Santana estaba vestida toda de negro: camiseta, vaqueros, tacones, y una chaqueta de cuero de motociclista.

Llevaba el pelo suelto.

Saboreé el momento en que levantó la mano y la empujó por su pelo.

Estaba apoyada en la puerta, con un aire de arrogancia irradiando de su postura casual.

Cuando sus ojos, brillantes bajo las cejas fruncidas color oscuro, cayeron sobre mí, vi un destello de luz en su mirada. Sus ojos siguieron lentamente sobre mi cuerpo, por encima de mi vestido amarillo de manga larga, por mis piernas y de regreso hasta el lazo blanco sosteniendo un lado de mi pelo.

Sus fosas nasales dilatadas y sus pupilas agrandándose, fueron la única prueba de que le gustaba lo que veía.

Sonrojándome bajo su pesada mirada, respiré.

El aire estaba denso y lleno.

La tensión entre nosotras era palpable.

En ese momento, me di cuenta que era posible extrañar a alguien con ferocidad, a pesar que habían pasado pocas horas desde que habíamos estado juntas.

Mi papá, aclarándose la garganta, me devolvió a la realidad. Miré hacia atrás.
Poniendo una mano tranquilizadora en su brazo, le dije:

—Volveré más tarde, papá, ¿de acuerdo?

Sin esperar su respuesta, me agaché bajo su brazo, que estaba apoyado en la puerta, y salí al porche. Santana apartó lentamente su cuerpo del marco de la puerta y se volvió para seguirme.

Cuando llegamos al final del camino me volví hacia ella.

Su intensa mirada ya estaba en mí, apretando su mandíbula mientras esperé a que hablara. Mirando por encima de su hombro, vi a mi papá viéndonos irnos, esa expresión preocupada aún estropeando su rostro.

Santana miró hacia atrás, pero no reaccionó.

No dijo una sola palabra.

Metiendo la mano en el bolsillo, sacó un juego de llaves. Movió su barbilla hacia el Range Rover de su mamá.

—Tengo el auto—fue todo lo que dijo, mientras avanzábamos.

La seguí, con mi corazón latiendo silencioso, mientas caminaba hacia el auto.

Me concentré en el suelo para calmar mis nervios.

Al levantar la vista, Santana había abierto la puerta del pasajero para mí. De repente, todos mis nervios se escabulleron.

Ahí estaba de pie, como un ángel oscuro, mirándome, esperando a que subiera.

Sonriéndole al pasar, me subí al auto, sonrojándome de felicidad mientras suavemente cerró la puerta y se metió en el lado del conductor.

Santana puso en marcha el motor sin una palabra, su atención fija en mi casa a través del parabrisas. Ahí estaba mi papá, inmóvil como una piedra, observando mientras nos íbamos.

La mandíbula de Santana se apretó una vez más.

—Sólo es protector, eso es todo—expliqué, mi voz rompiendo el silencio.

Santana me echó una mirada de soslayo. Con una mirada oscura a mi papá, salió de la calle, un silencio espeso intensificándose progresivamente cuanto más nos desplazamos.

Las manos de Santana agarraron con fuerza el volante, los nudillos blancos.

Podía sentir la ira emanando de ella en olas.

Me hizo sentir tan triste.

Nunca antes había visto a nadie albergar tanta rabia.

No podía imaginar vivir así todos los días.

No podía imaginar la sensación de esa bobina de púas para siempre en mi estómago, ese dolor del corazón.

Inhalando, me giré hacia Santana y tentativamente pregunté:

—¿Estás bien?

Santana exhaló con dureza por la nariz. Asintió una vez y luego echó hacia atrás su pelo. Mis ojos se posaron en su chaqueta de motociclista y sonreí.

Santana arqueó la ceja derecha.

—¿Qué?—preguntó, el sonido de su voz retumbó a través de mi pecho.

—Sólo tú—respondí evasivamente.

Santana desvió su mirada a la carretera y luego de nuevo a mí. Cuando lo repitió varias veces más, me di cuenta que era porque estaba desesperada por saber lo que estaba pensando.

Extendiendo la mano, la pasé sobre el cuero envejecido en el brazo de su chaqueta. Los músculos de Santana se movieron bajo mi palma.

—Puedo ver por qué todas las personas de la ciudad tienen un enamoramiento por ti—dije—Hanna estaba contándome al respecto esta noche. Cómo, todas ellas, estarían celosas porque tenía una cita contigo.

Las cejas de Santana bajaron. Me reí, realmente me reí, de las líneas en su frente. Frotó sus labios uno contra el otro mientras me reía más fuerte, pero pude ver el brillo en sus ojos.

Podía verla ocultando su diversión.

Suspirando ligeramente, me sequé los ojos. Me di cuenta que las manos de Santana habían disminuido un poco su agarre en el volante. Su mandíbula no estaba tan tensa y sus ojos no estaban tan estrechos.

Aprovechando la oportunidad mientras podía, expliqué.

—Desde que me enfermé, papá se volvió más protector. Él no te odia, San. Simplemente no conoce a la nueva tú. Ni siquiera sabía que habíamos estado hablando de nuevo.

Santana se quedó inmóvil, sin decir nada.

Esta vez no traté de hablar.

Estaba claro que Santana había vuelto a caer en un mal estado de ánimo. Pero hoy en día, no estaba segura de cómo sacarlo de ello.

Si es que podía.

Me di la vuelta para ver el mundo exterior mientras pasábamos. No tenía idea de a dónde íbamos, la emoción haciendo imposible que me quedara quieta.

Repentinamente, odiando el silencio en el auto, me incliné hacia la radio y la encendí.

Cambié el dial a mi estación favorita; las armonías de mi banda de chicas favorita llenaron el auto.

—Me encanta esta canción—dije felizmente, sentada en mi asiento mientras la lenta melodía de piano comenzó a llenar todos los rincones del auto.

Escuché los primeros compases, cantando en voz baja a la despojada versión acústica de la canción.

Mi versión favorita.

Cerré los ojos, dejando que las letras desgarradoras fluyeran en mi mente y hacia afuera a través de mis labios. Sonreí cuando la sección de cuerdas empezó a tocar en el fondo, profundizando la emoción con sus sonidos melodiosos.

Esta era la razón por la que me encantaba la música.

Sólo la música tenía la capacidad de robar el aliento y dar vida a la historia de la canción de forma tan impecable.

Tan profundamente.

Abrí los ojos y encontré que el rostro de Santana había perdido toda la ira.

Sus ojos me observaban tanto como podían. Sus manos estaban más apretadas sobre el volante, pero había algo más en su expresión.

Mi boca se secó mientras me miraba otra vez, con su cara ilegible.

—Se trata de una chica que ama desesperadamente, con todo su corazón. Mantienen su amor en secreto, pero ella no quiere que sea de esa manera. Ella quiere que el mundo sepa que es suyo y ella de él.

Entonces, para mi total sorpresa, Santana dijo con voz áspera:

—Sigue cantando.

Lo vi en su rostro; vi su necesidad de oírme.

Así que lo hice.

No era una gran cantante.

Así que la canté suave, canté de verdad. Canté las letras, abrazando cada palabra. Mientras cantaba la canción sobre el amor correspondido, la cantaba con el corazón. Estas letras, estas súplicas apasionadas, que había vivido.

Aún vivía.

Eran Santana y yo.

Nuestra separación.

Mi tonto plan: para mantenerlo fuera de mi vida, para salvarlo del dolor, de forma inesperada hiriendo a ambos en el proceso.

Amarla desde aquí en América, ella amándome desde Santo Domingo, a su vez, en secreto.

Cuando la última letra se desvaneció, abrí los ojos, mi pecho dolorido por la crudeza de las emociones.

Otra canción empezó a sonar, una que no conocía.

Podía sentir la mirada vigilante de Santana clavada en mí, sin embargo, no podía levantar la cabeza.

Algo lo estaba haciendo imposible.

Apoyé la cabeza contra el respaldo y miré por la ventana.

—Me encanta la música—dije, casi para mí.

—Lo sé—respondió Santana.

Su voz era firme, fuerte y clara.

Pero en ese tono, noté un toque de ternura.

De algo amable.

Cariñoso.

Giré la cabeza para mirarla.

No dije nada cuando nuestros ojos se encontraron.

Simplemente sonreí.

Era tímida, pero Santana dejó escapar una respiración lenta al igual que yo.


Doblamos a la izquierda dos veces, llevándonos por un oscuro camino rural.

Mis ojos nunca dejaron a Santana. Pensé en lo verdaderamente hermosa que era.

Me permití imaginar cómo se vería en diez años.

Sería más linda, estaba segura. Me preguntaba si su pelo aún sería largo; qué estaría haciendo con su vida.

Rogaba que tuviera algo que ver con la fotografía.

La fotografía le traía la misma paz, que a mí me traía el chelo. Sin embargo, desde que regresó, no había visto su cámara ni una vez. Ella misma lo dijo, ya no sacaba fotos.

Eso era lo que me ponía más triste.

Entonces, hice lo único que me había prometido, hace mucho tiempo, que nunca haría: imaginé cómo nos veríamos en diez años, juntas.

Casadas, viviendo en un departamento en Soho, Nueva York. Cocinaría en nuestra pequeña cocina. Bailaría con la música de la radio en el fondo. Y Santana estaría sentada en el mostrador mirándome, sacando fotos mientras documentaba nuestras vidas. Y se estiraría, detrás de la lente, para
pasar su dedo por mi mejilla. Alejaría su mano juguetonamente y me reiría.

Ese sería el momento cuando presionara el botón de la cámara. Esa sería la foto que vería más tarde esa noche, esperándome en la almohada.

Su momento perfectamente capturado en el tiempo.

Su segundo perfecto.

Amor aún en vida.

Una lágrima cayó de mis ojos mientras me aferraba a esa imagen. La imagen que nunca podríamos ser.

Me permití un momento para sentir dolor, antes de enterrarlo.

Entonces me permití ser feliz porque iba a tener la oportunidad de cumplir con su pasión y convertirse en fotógrafa.

La estaría observando desde mi nuevo hogar en el cielo, sonriéndole.


Mientras Santana se concentraba en el camino, susurré:

—Te he extrañado... Te he extrañado tanto.

Santana se congeló, cada parte de su cuerpo se quedó inmóvil. Luego, puso la señal y estacionó en el borde de la carretera. Me enderecé, preguntándome qué estaba pasando. El motor ronroneaba debajo de nosotras, pero las manos de Santana dejaron el volante.

Sus ojos estaban desconsolados; sus manos en su regazo. Agarró momentáneamente sus pantalones, y luego volvió la cabeza hacia mí.

Su expresión era torturada.

Desgarradora.

Pero se suavizó cuando fijó su mirada en mí, y dijo en un susurro áspero:

—También te he extrañado. Malditamente demasiado, Mi Britt-Britt.

Mi corazón dio un vuelco, tomando mi pulso junto con él.

Ambos estaban acelerados, mareándome, mientras bebía la honestidad en su voz.

La hermosa expresión en su cara.

Sin saber qué más decir, puse la mano en la consola. Mi palma estaba hacia arriba con los dedos estirados. Después de varios segundos de silencio, Santana colocó lentamente su mano en la mía y entrelazamos fuertemente nuestros dedos.

Escalofríos pasaron por mi cuerpo al sentir su gran mano sosteniendo la mía.

Ayer fue confuso, ninguna de las dos sabía qué hacer, adónde ir, cómo encontrar el camino de vuelta a nosotras.

Esta cita era nuestro comienzo.

Estas manos unidas, un recordatorio de que éramos Brittany y Santana.

En algún lugar, debajo de todo el daño y el dolor, debajo de todas las nuevas capas que habíamos adquirido, todavía estábamos aquí.

Enamoradas.

Dos mitades de un corazón.

Y no me importaba lo que dijeran los demás.

Mi tiempo era valioso, pero me di cuenta que no era tan valioso para mí como lo era Santana.

Sin soltarnos, Santana llevó el auto a la carretera y seguimos nuestro camino.

Después de un momento, pude ver a dónde íbamos.

Al arroyo.

Sonreí ampliamente cuando nos detuvimos en el antiguo restaurante, su cubierta estaba adornada con guirnaldas de luces azules y grandes calefactores calentando las mesas al aire libre.

El auto se detuvo y me volví hacia Santana.

—¿Me trajiste al arroyo para nuestra cita? ¿A la Cabaña de Tony?

Mi Abuela nos traía a Santana y a mí aquí cuando éramos niñas.

Un domingo por la noche.

Como ahora.

Ella moría por los cangrejos.

Felizmente viajaba hasta aquí para obtenerlas.

Santana asintió.

Traté de alejar mi mano, y frunció el ceño.

—Sanny—bromeé—, Tenemos que salir del auto en algún momento. Para hacer eso, tenemos que soltarnos.

Me soltó de mala gana y sus cejas se suavizaron. Agarré mi abrigo, y salí del auto. Tan pronto como cerré la puerta, Santana estaba a mi lado. Estiró el brazo, sin pedir permiso, y me agarró de la mano de nuevo.

Por su agarre, estaba convencida de que nunca me dejaría ir.

Una ráfaga de viento sopló desde el agua mientras caminábamos hacia la entrada. Santana se detuvo. En silencio, tomó el abrigo de mi mano y separó nuestros dedos enlazados. Sacudiendo el abrigo, me lo ofreció para que me lo pusiera.

Empecé a protestar, pero una mirada oscura pasó por su rostro y suspiré.

Me di vuelta, metí mis brazos en mi abrigo, girándome cuando el brazo de Santana me guío delante de ella. Centrándose intensamente en la tarea, subió la cremallera de la chaqueta hasta que retuvo el aire frío de la bahía.

Esperé que las manos de Santana dejaran mi cuello, pero en su lugar, se demoraron. Su aliento mentolado flotó sobre mis mejillas. Levantó la vista momentáneamente, capturando mis ojos. Mi piel chispó con el destello de timidez en esos ojos.

Luego, sosteniendo su mirada con la mía, se acercó más y dijo en voz baja:

—¿Te dije lo hermosa que luces esta noche?

Mis dedos se curvaron en mis botas ante su marcado acento. Santana podía parecer tranquila y distante, pero la conocía.

Cuando su acento era más notable, estaba nerviosa.

Negué.

—No—susurré y Santana apartó la mirada.

Cuando volvió a mirarme, sus manos presionaron mi cuello, atrayéndome más cerca. Dejando su cara a centímetros de la mía, dijo:

—Bueno, lo estás. Verdaderamente hermosa.

Mi corazón dio un vuelco.

En respuesta, sólo pude sonreír.

Pero parecía suficiente para Santana.

De hecho, parecía todo para ella.

Moviéndose un poco más, los labios de Santana rozaron mi oreja.

—Mantente caliente, Mi Britt-Britt. No podría soportar que te enfermes más.

Su acto de ponerme el abrigo de repente tenía sentido. Me estaba protegiendo.

Manteniéndome a salvo.

—Está bien—susurré—Por ti.

Respiró rápido, cerrando los ojos un poco demasiado para que fuera un parpadeo.

Dio un paso atrás y tomó mi mano entre las suyas. Sin hablar, me llevó a la Cabaña de Tony y pidió una mesa para dos. La anfitriona nos dirigió al patio con vista al arroyo.

No había estado aquí en años, pero no había cambiado ni un poco.

El agua estaba tranquila y quieta, un pedazo de cielo se escondía entre los árboles.

La anfitriona se detuvo en una mesa en la parte trasera del patio lleno. Sonreí, a punto de tomar mi asiento, cuando Santana dijo:

—No.

Mis ojos fueron a Santana, al igual que los de la anfitriona. Señaló a la mesa
más alejada, una justo en el borde del agua.

—Esa—exigió, de manera cortante.

La joven anfitriona asintió.

—Por supuesto—respondió, un poco nerviosa y nos dirigió a través del patio hacia la mesa.

Santana tomó el liderazgo, con su mano aún agarrando la mía. Mientras caminábamos pasando las mesas, noté chicos mirándola. En lugar de molestarme por su atención, seguí sus miradas, tratando de observarlo con nuevos ojos.

Era difícil.

Estaba tan incrustada en cada uno de mis recuerdos, tan profundo en lo que yo era, que lo hacía casi imposible.

Pero traté y traté, hasta que vi lo que debieron haber visto.

Misteriosa y amenazante.

Mi propia chica mala.

La anfitriona dejó los menús en la mesa de madera y se dirigió a Santana.

—¿Esto está bien?

Santana asintió, con el ceño fruncido aún en su cara.

Ruborizándose, la anfitriona nos dijo que nuestro mesero no tardaría en llegar, y rápidamente nos dejó solos. Miré a Santana, pero sus ojos estaban mirando el arroyo. Solté su mano para poder tomar asiento, y tan pronto como lo hice, su cabeza giró bruscamente con el ceño fruncido.

Sonreí por su mal humor.

Santana se sentó en la silla con vista al agua, y yo en el asiento de enfrente. Pero tan pronto como me senté, Santana se estiró y agarró el brazo de la silla. Grité cuando corrió la silla hacia ella. Me sacudí en el asiento mientras se movía, agarrándome a los brazos hasta que la reposicionó.

Junto a ella.

Justo a su lado, así que mi silla ahora tenía vista al agua también.

Santana no reaccionó ante el ligero rubor en mis mejillas, mientras mi interior se animaba con este simple gesto.

De hecho, ni siquiera pareció notarlo.

Estaba demasiado ocupada volviendo a tomar posesión de mi mano.

Demasiado ocupada entrelazando nuestros dedos.

Demasiado ocupada en nunca dejarme ir.

Se estiró hacia adelante, y ajustó el calefactor por encima de nosotras a su ajuste más alto, sólo relajándose en su silla cuando las llamas crecieron al tope detrás del protector de hierro.

Mi corazón se derritió cuando llevó nuestras manos unidas a su boca, el dorso de mi mano frotando hacia atrás y adelante sus labios en un movimiento hipnótico.

Los ojos de Santana estaban fijos en el agua. A pesar que adoraba los árboles que abrazaban el agua en una cobija protectora, por más que me encantaba ver nadar a los patos, sólo podía ver a Santana.

Algo había cambiado en ella desde anoche.

No sabía qué.

Todavía era brusca y malhumorada.

Había oscuridad en su personalidad; su aura cubría casi todo.

Pero ahora había un nuevo borde de posesión con respecto a mí.

Podía ver la ferocidad de esa posesión en su mirada.

Podía sentirlo en su agarre.

Y me gustaba.

Por mucho que extrañaba a la Santana que conocía, veía a esta Santana con una renovada fascinación.

En este momento, sentada a su lado, en un lugar que significaba mucho para
ambas, estaba perfectamente feliz de estar en compañía de esta Santana.

Más que feliz.

Me hacía sentir viva.

El mesero llegó: un chico de tal vez en sus veintes. El agarre de Santana se hizo más fuerte.

Mi corazón se hinchó.

Estaba celosa.

—Hola a todas. ¿Les puedo traer algunas bebidas para empezar?—peguntó el mesero.

—¿Podría traerme un té dulce, por favor?—respondí, sintiendo a Santana tensarse a mi lado.

—Cerveza de raíz—gruñó Santana.

El mesero se retiró rápidamente y cuando estaba fuera del alcance del oído, Santana espetó:

—No podía apartar los ojos de ti.

Negué y reí.

—Estás loca.

La frente de Santana se arrugó de frustración. Esta vez fue su turno de negar.

—No tienes ni idea.

—¿Sobre qué?—pregunté, moviendo mi mano libre para trazar un par de nuevas cicatrices en los nudillos de Santana.

Me preguntaba de dónde eran.

La escuché contener la respiración.

—Sobre lo hermosa que eres—contestó.

Miró mi dedo mientras lo decía. Cuando detuve mi dedo alzó la vista.

La miré fijamente, sin palabras.

Finalmente, el labio de Santana subió de un lado en una media sonrisa y se movió más cerca de mí.

—Veo que todavía bebes té dulce—recordó.

Empujando suavemente su lado, dije:

—Veo que todavía bebes cerveza de raíz.

Santana se encogió de hombros.

—No la conseguía en Santo Domingo. Ahora que estoy de vuelta, no me canso de esta cosa—le sonreí y empecé a volver a trazar su mano—Resulta que no me canso de algunas cosas que no pude tener en Santo Domingo.

Mi dedo dejó de moverse.

Sabía exactamente de lo que estaba hablando: de mí.

—Sanny—dije, la culpa yacía dentro de mí.

Miré hacia arriba para tratar de disculparme, pero mientras lo hacía, el mesero llegó, y colocó las bebidas en la mesa.

—¿Están listas para ordenar?

Sin dejar mi mirada, Santana dijo:

—Dos cangrejos hervidos.

Sentí al mesero esperando, pero después de unos tensos segundos, dijo:

—Voy a conseguir eso en la cocina entonces—y se alejó.

Los ojos de Santana fueron de mi cara a mis orejas, donde la señal de una sonrisa apareció. Me preguntaba qué le había causado este momento de felicidad.

Santana se inclinó hacia delante, y con los dedos apartó el pelo de mi cara, metiéndolo detrás de mi oreja. La punta de su dedo trazó el contorno de mi oreja, y luego dejó escapar un suspiro reconfortante.

—Todavía los usas.

Los pendientes

Los pendientes de infinito.

—Siempre—confirmé. Santana me miró con ojos intensos—Para siempre.

Santana dejó caer su mano, pero agarró las puntas de mi pelo entre el dedo índice y el pulgar.

—Te cortaste el pelo.

Sonó como una declaración, pero sabía que era una pregunta.

—Mi pelo volvió a crecer—dije.

La vi ponerse rígida.

Sin querer romper la magia de esta noche con la charla de la enfermedad o el tratamiento, cosas a las que ya no prestaba atención, me incliné y presioné mi frente con la suya.

—Perdí mi pelo. Afortunadamente, crece—retrocediendo, juguetonamente lo moví—Además, me gusta. Creo que me queda. El Señor sabe que es más fácil de manejar que el pelo largo con el que luché todos esos años.

Supe que había funcionado cuando resopló una única risa silenciosa.

Continuando con la broma, añadí:

—Además, sólo las mujeres latina y hermosas deberían llevar el pelo largo. Las latinas hermosas y motociclistas—arrugué la nariz mientras pretendía estudiarla—Desafortunadamente no tienes una moto...—me detuve, riéndome de la mirada severa en la cara de la Santana.

Todavía estaba riendo cuando me jaló a su pecho, y con su boca en mi oreja, dijo:

—Podría conseguir una moto, si eso es lo que quieres. Si es lo que se necesitaría para recuperar tu amor.

Lo dijo como una broma.

Sabía que lo hizo.

Pero me detuvo en seco.

Tan en seco que me inmovilicé, el humor desvaneciéndose de mí.

Santana notó el cambio.

Se tragó lo que sea que iba a decir.

Dejando a mi corazón controlar mis acciones, levanté mi mano y deje caer mi palma para descansarla sobre su rostro. Asegurándome que tenía toda su atención, susurré:

—No haría falta una moto para hacer eso, Sanny.

—¿No?—preguntó con voz ronca.

Negué con la cabeza.

—¿Por qué?—preguntó con nerviosismo.

Un enrojecimiento floreció en sus mejillas. Podía ver que esa pregunta le había costado su orgullo fuertemente fortificado.

Pude ver que Santana ya no preguntaba nada.

Cerrando la brecha entre nosotros, dije en voz baja.

—Porque estoy bastante segura de que nunca lo perdiste.

Esperé.

Esperé conteniendo el aliento para ver lo que iba a hacer después.

No estaba esperando ternura y suavidad.

No me esperaba que mi corazón cantara y mi alma suspirara hasta derretirse.

Santana, con el más cuidadoso de los movimientos, se adelantó y me dio un beso en la mejilla, sólo retrocediendo un centímetro para arrastrar sus labios al otro lado de los míos.

Contuve la respiración esperando un beso en los labios.

Un beso de verdad.

Un beso que anhelaba.

Pero en cambio, paso por alto mi boca hasta mi otra mejilla, dándole el beso que mis labios anhelaban ganar.

Cuando Santana retrocedió, mi corazón latía como un tambor.

Un bajo fuerte en mi pecho.

Santana se recostó, pero su mano, en mi mano, se había apretado una fracción. Una sonrisa secreta se refugió detrás de mis labios.

Un sonido sobre el arroyo tiró de mi atención, un pato retomando el vuelo en el cielo oscuro. Cuando miré a Santana, vi que también estaba viéndolo.

Cuando volvió a mirar en mi dirección, bromeé:

—Ya eres una hermosa latina. No es necesaria ninguna moto.

Esta vez Santana sonrió. Mostró el mero indicio de sus dientes. Sonreí con orgullo.

El mesero se acercó, llevando nuestros cangrejos, y colocó los cubos sobre la mesa cubierta con papel. Santana liberó a regañadientes mi mano, y empezamos a devorar la montaña de mariscos. Cerré los ojos cuando probé la jugosa carne en mi lengua, una ráfaga de limón impactando mi garganta.

Gemí de lo buena que estaba.

Santana negó con la cabeza, riéndose de mí.






Tiré una pequeña concha rota en su regazo y frunció el ceño. Limpiando mi mano en la servilleta, incliné mi cabeza hacia el cielo nocturno.

Las estrellas eran brillantes en su manta de nubes negras.

—¿Alguna vez has visto algo tan hermoso como este pequeño arroyo?—pregunté.

Santana miró hacia arriba, luego a lo largo de la tranquila cala, con el reflejo de las luces azules destellando hacia nosotras.

—Yo diría que sí—respondió en un tono preciso, y luego me señaló—Pero
entiendo lo que estás diciendo. Incluso cuando estaba en Santo Domingo, a veces imaginaba este lugar, preguntándome si habías vuelto.

—No, esta es la primera vez. Mamá y papá no son verdaderos grandes fans de los cangrejos; siempre lo era Abuela—sonreí, imaginándola sentada junto a nosotros en esta mesa, después de escabullirnos—¿Recuerdas…—me reí—, Que traía su petaca llena de bourbon con ella, para ponerle a su té dulce?—me reí más fuerte—La recuerdas poner su dedo sobre sus labios y decir “Ahora no le vayan a decir a sus padres sobre esto. Tuve la buena voluntad de traerlos aquí, rescatándolos de la iglesia. ¡Así que nada de bocas sueltas!”.

Santana también estaba sonriendo, pero sus ojos estaban viéndome reír.

—La extrañas—dijo.

Asentí.

—Cada día. Me pregunto en qué otras aventuras podríamos haber estado juntas. A menudo me pregunto si hubiéramos ido a Italia para ver a Asís como lo habíamos hablado. Me pregunto si hubiéramos ido a España, a correr con los toros—ante ese pensamiento me reí de nuevo. Una paz se apoderó de mí, entonces añadí—Pero, la mejor parte de todo esto es que pronto la veré de nuevo—me encontré con los ojos de Santana—Cuando vuelva a casa. Como mi abuela me había enseñado, nunca jamás pensé en lo que me sucedería al morir. El fin. Era el comienzo de algo grande. Mi alma estaría volviendo a casa donde pertenecía.

No me había dado cuenta que había alterado a Santana, hasta que se levantó de la silla para caminar a lo largo del pequeño muelle al lado de nuestra mesa, el muelle que conducía a la mitad del arroyo.

El mesero se acercó.

Vi a Santana encender un cigarrillo mientras desaparecía en la oscuridad, solamente una nube de humo delatando dónde se encontraba.

—¿Debería limpiar, señorita?—preguntó el mesero.

Sonreí y asentí.

—Sí, por favor—me puse de pie, y él se quedó perplejo, viendo a Santana en el muelle—¿Podría traernos la cuenta, también, por favor?

—Sí, señorita—respondió.

Salí al muelle a reunirme con Santana, siguiendo la pequeña mancha de su cigarrillo encendido. Cuando llegué a su lado estaba apoyada sobre la barandilla, mirando distraídamente a la nada.

Un ligero pliegue estaba estropeando su frente. Su espalda estaba tensa; se tensó aún más cuando me detuve a su lado. Tomó una larga calada del cigarrillo y lo lanzó a la suave brisa.

—No puedo negar lo que me está pasando, San—dije con cautela.

Ella permaneció en silencio.

—No puedo vivir en una fantasía. Sé lo que viene. Sé cómo va a pasar.

La respiración de Santana era cansada y dejó caer la cabeza. Cuando levantó los ojos, con voz entrecortada dijo:

—No es justo.

Mi corazón lloró por su dolor.

Pude verla retorciendo su cara, en el anudamiento de sus músculos. Inclinándome hacia adelante en la barandilla, inhalé el aire fresco.

Cuando la respiración de Santana se había nivelado, dije:

—Hubiera sido muy injusto si no nos hubieran otorgado los próximos preciosos meses.

La frente de Santana cayó lentamente para descansar sobre sus manos.

—¿No ves la imagen más grande para nosotras, aquí, San? Volviste a Lima, Ohio sólo unas pocas semanas después de haber sido enviada a casa para vivir el resto de mi vida. Para disfrutar de los pocos meses limitados otorgados por los medicamentos—miré las estrellas de nuevo, sintiendo la presencia de algo más grande sonriendo sobre nosotras—Para ti es injusto. Yo pienso lo contrario. Volvimos a unirnos por una razón. Tal vez es una lección que podamos tener dificultades para aprender hasta que sea aprendida.

Me di la vuelta y empujé hacia atrás el pelo largo cubriendo su cara. En la luz de la luna, bajo las estrellas brillando, vi una lágrima caer por sus mejillas.

La limpié con un beso.

Santana se giró hacia mí, metiendo la cabeza en el hueco de mi cuello. Envolví mi mano alrededor de su cabeza, sosteniéndolo cerca.

La espalda de Santana se levantó con una inhalación profunda.

—Te traje aquí esta noche para recordarte cuando fuimos felices. Cuando éramos inseparables, mejores amigas y mucho más. Pero…

Interrumpió sus palabras.

Empujé suavemente hacia atrás su cabeza para mirarlo a la cara.

—¿Qué?—pregunté—Por favor dime. Te prometo que estoy bien.

Buscó en mis ojos, y luego se quedó mirando al agua tranquila. Cuando su mirada se volvió hacia mí, preguntó:

—Pero, ¿y si esta es la última vez que logramos hacer esto?

Empujándome entre ella y la barandilla, tomé el cigarrillo de su mano y lo arrojé en el arroyo. Tomé sus mejillas en mis manos.

—Entonces tendremos esta noche—afirmé.

La cara de Santana hizo una mueca ante mis palabras.

—Tendremos este recuerdo. Tendremos este valioso momento—incliné mi
cabeza hacia un lado y una sonrisa nostálgica tiró de mis labios—Solía conocer a una chica, una chica que amaba con todo mi corazón, que vivía por solo el momento. Me dijo que un solo momento podría cambiar el mundo. Podría cambiar la vida de alguien. Que un momento podría hacer la vida de alguien, en ese breve instante, infinitamente mejor o infinitamente peor.

Cerró los ojos, pero seguí hablando.

—Esto, esta noche, estando en este arroyo contigo otra vez—dije, sintiendo una sensación de paz llenar mi alma—, Recordando a mi abuela y el por qué la amaba tanto… ha hecho mi vida infinitamente mejor. Este momento, que tú me has dado, lo recordaré siempre. Lo llevaré conmigo a… donde sea que vaya.

Los ojos de Santana se abrieron.

La atraje aún más.

—Tú me diste esta noche. Has regresado. No podemos cambiar los hechos, no podemos cambiar nuestro destino, pero todavía podemos vivir. Podemos vivir con tanta fuerza y tan rápido como sea posible mientras tenemos estos días ante nosotras. Podemos ser nosotras de nuevo, Brittany y Santana.

No pensé que diría nada en respuesta, por lo que me sorprendió y me llenó de esperanza increíble cuando dijo.

—Nuestra aventura final.

La forma perfecta de expresarlo, pensé.

—Nuestra aventura final—susurré en la noche, una alegría sin precedentes llenando mi cuerpo.

Los brazos de Santana se deslizaron alrededor de mi cintura.

—Con una corrección—dije.

Santana frunció el ceño.

Alisando la arruga de su frente, le dije:

—La aventura final de esta vida. Porque sé, con fe inquebrantable, que vamos a estar juntas de nuevo. Incluso cuando esta aventura haya terminado, una mayor nos espera en el otro lado. Y Sanny, no habría cielo si no estuvieras de vuelta en mis brazos algún día.

Santana López se aferró a mí con fuerza. Y la sostuve. La sostuve hasta que se calmó. Cuando se retiró, le pregunté:

—Por lo tanto, Santana López, latina de Puerto Rico, ¿estás conmigo?

A pesar de sí misma, Santana rió.

Reí cuando extendí la mano para que la sacudiera.

Santana, mi chica mala latina con una cara hecha por los ángeles, deslizó su mano en la mía y sellamos nuestra promesa.

Dos veces.

Como mi abuela me enseñó.

—Estoy contigo—dijo.

Sentí su voto hasta el final de mis dedos de los pies.

—¿Señoritas?—miré por encima del hombro de Santana para ver al mesero
sosteniendo nuestra cuenta—Estamos cerrando—explicó.

—¿Estás bien?—pregunté a Santana, indicando al mesero que ya íbamos.

Santana asintió, sus cejas espesas empujando su cara de nuevo a su familiar ceño fruncido. Imité la forma en que se veía arrugando la cara. Santana, incapaz de resistir, me dio su sonrisa de buen humor.

—Sólo tú—dijo, más para sí mismo que para mí—, Mi Britt-Britt—deslizando su mano en la mía, me guío lentamente hacia el frente de la cabaña.


Cuando estábamos de vuelta en el auto, Santana encendió el motor y dijo:

—Tenemos un lugar más al que ir.

—¿Otro momento memorable?

Mientras nos incorporamos a la carretera, Santana tomó mi mano en la suya al otro lado de la consola y respondió:

—Eso espero, Mi Britt-Britt. Eso espero.



Nos tomó un tiempo conducir de vuelta a la ciudad.

No hablamos mucho.

Había llegado a comprender que Santana era más callada de lo que solía ser. No es que fuera exactamente extrovertida antes. Siempre era introvertida y tranquila. Encajaba muy bien en la imagen del artista melancólico, con la cabeza siempre jugando con lugares y paisajes que quería capturar en una fotografía.

Momentos.

Habíamos viajado sólo un kilómetro, más o menos, cuando Santana encendió la radio. Me dijo que escogiera cualquier estación que quisiera. Y cuando canté en voz baja, sus dedos se cerraron sólo un poco más en los míos.

Un bostezo escapó de mi boca cuando nos acercamos al borde de la ciudad, pero luché para mantener los ojos abiertos.

Quería saber a dónde me estaba llevando.


Cuando paramos fuera del Teatro Dixon, mi pulso se dio a la fuga.

Este era el escenario en el que siempre había soñado actuar. Era el teatro en el que siempre había querido volver cuando fuera mayor, como parte de una orquesta profesional.

Santana apagó el motor, y se quedó mirando el impresionante teatro de piedra.

—Sanny, ¿que estamos haciendo aquí?

Santana soltó mi mano y abrió su puerta.

—Ven conmigo.

Con el ceño fruncido, pero mi corazón latiendo tan imposiblemente fuerte, abrí mi puerta para seguirlo. Santana tomó mi mano y me llevó a la entrada principal.

Era tarde en un domingo por la noche, pero nos llevó directamente a través de las puertas delanteras. Tan pronto como entramos en el vestíbulo oscuro, oí los sonidos débiles de Puccini tocando en el fondo.

Mi mano se apretó en la de Santana. Miró hacia mí, con una sonrisa en los labios.

—Sanny—dije en voz baja, mientras me conducía a la lujosa escalera—¿A dónde vamos?

Santana presionó su dedo sobre mis labios, señalándome que estuviera callada. Me pregunté por qué, pero luego me guío a una puerta… La puerta que conducía a la platea del teatro.

Santana abrió la puerta, y la música pasó sobre mí como una onda. Jadeando ante la gran cantidad de sonido, seguí a Santana a la primera fila de asientos. Más abajo había una orquesta, su director guiándolos.

Los reconocí al instante: La Orquesta de Cámara de Savannah.

Estaba paralizada, mirando fijamente a los músicos que se centraban tan intensamente en sus instrumentos, balanceándose al tiempo que el ritmo.

Volteando mi cabeza hacia Santana, le pregunté:

—¿Cómo hiciste esto?

Santana se encogió de hombros.

—Estaba buscando cómo llevarte a ver su presentación apropiadamente, pero viajarán al extranjero mañana. Cuando le expliqué al director lo mucho que los amabas, dijo que podíamos dejarnos caer en su ensayo.

Ninguna palabra pasó a través de mis labios.

Estaba sin palabras.

Completa y totalmente sin palabras.

Al no poder expresar adecuadamente mis sentimientos, mi enorme gratitud por esta sorpresa, descansé mi cabeza en su hombro y me acurruqué en su brazo. El olor a cuero llenó mi nariz mientras mis ojos se centraban en la orquesta abajo.

La vi con fascinación.

La vi mientras el director, con pericia, guío a los músicos a través de su ensayo: los solos, los pasajes decorativos, las intrincadas melodías.

Santana me abrazó, mientras me sentaba, hipnotizada. De vez en cuando, sentía sus ojos en mí: Ella observándome, yo observándolos.

Pero no pude apartar mis ojos.

Especialmente de la sección del chelo. Cuando los tonos profundos sonaron claros y verdaderos, dejé que mis ojos se cerraran.

Era hermoso.

Puede imaginarme, con tanta claridad, sentada entre los compañeros músicos, mis amigos, mirando fijamente en este teatro, lleno de personas que conocía y amaba.

Santana, sentada, observando con su cámara alrededor de su cuello.

Era el sueño más perfecto.

Este había sido mi mayor sueño durante todo el tiempo que podía recordar.

El director llamó a los músicos para silenciarlos. Vi el escenario. Vi como todos, menos el violinista principal, bajaban sus instrumentos. La mujer, que parecía ser de unos treinta años, puso la silla en el centro del escenario. Sin público aparte de nosotras.

Se posicionó, su arco en equilibrio con la cuerda, para empezar. Se concentró en el director. Cuando levantó su bastón de mando, dándole instrucciones para comenzar, oí tocar la primera nota. Y mientras lo hacía, me quedé completamente inmóvil.

No me atrevía a respirar.

No quería escuchar más que la melodía perfecta en la existencia.

El sonido de “The Swan” de Carnival of the Animals flotaba hasta nuestros asientos. Vi a la violonchelista perderse en la música, sus expresiones faciales traicionando sus emociones con cada nota.

Quería ser ella.

En ese momento, quería ser la violonchelista tocando esta pieza con tanta perfección. Quería ser dotada de esa confianza, la confianza de dar esta actuación.

Todo se desvaneció mientras la observaba.

Entonces cerré mis ojos.

Cerré mis ojos y dejé que la música tomara el control de mis sentidos. Dejé que me llevara en su viaje. A medida que el ritmo subió, el vibrato haciendo eco maravillosamente en las paredes del teatro, abrí mis ojos.

Y llegaron las lágrimas.

Las lágrimas brotaron, mientras la música demandaba.

La mano de Santana se tensó en la mía y sentí su mirada en mí. Podía sentir que estaba preocupado de que estuviera molesta.

Pero no estaba molesta.

Estaba remontando vuelo.

El corazón elevándose en la melodía de felicidad.

Mis mejillas se humedecieron, pero permití que las lágrimas fluyeran. Esta era la razón por lo que la música era mi pasión. Desde la madera y la cuerda y arco, se había podido crear está melodía mágica, removiendo la vida en el alma.

Y me quedé así.

Me quedé así hasta que la última nota se desvió hacia el techo. La violonchelista levantó el arco. Sólo entonces abrió sus ojos, dirigiendo su espíritu a su lugar de descanso en su interior. Porque eso es lo que estaba sintiendo, lo sabía. La música la había transportado a un lugar lejano, en algún lugar que sólo ella conocía.

La había movido.


Durante un tiempo, la música había honrado con su poder.

El director asintió y la orquesta se dirigió detrás del escenario, dejando que el silencio ocupara el escenario que quedaba vacío.

Pero no giré mi cabeza.

No fue sino hasta que Santana se inclinó hacia delante, con una mano colocada suavemente sobre mi espalda.

—¿Mi Britt-Britt?—susurró, su voz vigilante e insegura—Lo siento—dijo en voz baja—Pensé que esto te haría fel…

Me enfrenté a ella, juntando sus manos en las mías.

—No—dije, interrumpiendo su disculpa—No—reiteré—Estas son lágrimas de alegría, Sanny. Absoluta alegría.

Exhaló, liberando una de sus manos para limpiar mis mejillas. Me reí, mi voz
haciendo eco a nuestro alrededor. Me aclaré la garganta, ahuyentando el exceso de emoción y expliqué:

—Esa es mi pieza favorita, Santana. “The Swan” de Carnival of the Animals. La violonchelista principal, ella acaba de tocar mi pieza favorita. Hermosamente. Perfectamente—tomé una respiración profunda—Es la pieza que estaba planeando tocar cuando hiciera la prueba en Julliard. Siempre ha sido la pieza que imaginé que iba a tocar en el Carnegie Hall. La conozco desde adentro. Conozco cada nota, cada cambio de ritmo, cada crescendo… todo—sorbí y sequé mis ojos—Escucharla esta noche—dije, apretando su mano—, Sentada a tu lado… fue un sueño hecho realidad.

Santana, también sin palabras, puso su brazo alrededor de mis hombros y me atrajo hacia ella. Sentí su beso en mi cabeza.

—Prométeme, Sanny—le dije—Prométeme que cuando estés en Nueva York, cuando estudies en Tisch, irás a ver la Filarmónica de Nueva York. Prométeme que cuando lo hagas, pensarás en mí. Imaginándome tocar en ese escenario, cumpliendo mi sueño—respiré profundamente, contenta con esa imagen—Porque eso sería suficiente para mí ahora—expliqué—Simplemente saber que yo, al menos, llegué a vivir ese sueño incluso si es sólo a través de tus ojos en la mente.

—Britt—dijo Santana, dolorosamente—Por favor, bebé…

Mi corazón saltó cuando me llamó “bebé”. Sonaba tan perfecto como la música para mis oídos.

Levantando mi cabeza, levanté su barbilla con mi dedo e insistí.

—Prométemelo, Sanny.

Apartó su mirada de mí.

—Britt, si no vas a estar en Nueva York conmigo, ¿por qué diablos iba a ir alguna vez?

—Debido a tu fotografía. Porque al igual que este sueño era mío, el tuyo era estudiar fotografía en la Universidad de Nueva York.

La preocupación cortó a través de mí cuando la mandíbula de Santana se apretó.

—¿San?—pregunté.

Después de un largo momento, se volvió lentamente hacia mí. Busqué en su hermoso rostro. Me dejé caer en mi asiento por lo que vi en su expresión.

Negativa.

—¿Por qué ya no tomas más fotografías, San?—pregunté.

Santana apartó la mirada.

—Por favor, no me ignores.

Suspiró en derrota.

—Porque sin ti, no vi al mundo de la misma manera nunca más. Nada era igual. Sé que sólo éramos jóvenes, pero sin ti, nada tenía sentido. Estaba enojada. Me estaba ahogando. Así que renuncié a mi pasión, porque la pasión dentro de mí había muerto.

Fuera de todo lo que podría haber hecho o dicho, esto me entristeció más que nada. Debido a que la pasión había sido tan fuerte dentro de ella. Y sus fotos, incluso a los quince años, no se parecían a nada que hubiera visto.

Me quedé mirando los rasgos de Santana, con los ojos perdidos en un trance mientras miraba fijamente al escenario vacío.

Su pared estaba nuevamente arriba y la tensión en su mandíbula estaba de vuelta. La expresión hosca había regresado.

Necesitando dejarla estar, sin presionarla demasiado.

Apoyé la cabeza en su hombro y sonreí. Sonreí, todavía escuchando esa pieza derivando en mis oídos.

—Gracias—dije en voz baja, cuando las luces en el escenario se desvanecieron.

Levantando la cabeza, esperé a que Santana me mirara. Finalmente lo hizo.

—Sólo tú podrías saber que eso…—hice un gesto hacia el auditorio—…Significaría mucho para mí. Sólo mi Santana.

Santana me dio un suave beso en la mejilla.

—Eras tú en mi recital la otra noche, ¿verdad?

Santana suspiró, luego, finalmente asintió.

—Nunca iba a perderme verte tocando, Mi Britt-Britt. Nunca lo haré.

Se puso de pie. Se quedó en silencio, mientras extendía su mano. Se quedó en silencio mientras le daba la mano y nos llevaba hacia el auto.


Se quedó en silencio mientras viajábamos a casa.

Pensé que le había hecho daño de alguna manera. Me preocupaba que
hubiera hecho algo malo.


Cuando llegamos a casa, Santana dejó el auto y se dirigió alrededor del capó para abrir mi puerta.

Tomé su mano extendida mientras saltaba hacia abajo. Seguí sosteniéndola fuerte mientras Santana me llevaba de vuelta a mi ventana. Fruncí el ceño cuando vi la mirada de frustración en su rostro.

Necesitando saber lo que estaba mal, pase mi mano por su cara. Pero mientras mi dedo se posaba en su mejilla, algo en ella pareció romperse. Me apoyó contra la pared de mi casa. Su cuerpo apretado contra el mío y tomó mi cara en sus manos.

Estaba sin aliento… sin aliento por su cercanía.

Sin aliento ante la intensidad de su expresión oscura. Sus ojos buscaron todas las partes de mi cara.

—Quería hacer esto bien—dijo—Quería tomar esto lento. Esta cita. Nosotras. Esta noche—negó, su frente arrugándose mientras combatía con lo que estaba luchando en su interior—Pero no puedo. No lo haré.

Abrí la boca para contestar, pero su pulgar se deslizó para pasar por mi labio inferior, su atención en mi boca.

—Eres mi Brittany. Mi Britt-Britt. Me conoces. Sólo tú me conoces—tomando mi mano, la apoyó sobre su corazón—Me conoces, incluso bajo esta ira, tú me conoces—suspiró, acercándose tanto que compartimos el mismo aire—Y yo te conozco—palideció—Y sólo tenemos un tiempo limitado, no voy a desperdiciarlo. Eres mía. Yo soy tuya. Al diablo con todo lo demás.

Mi corazón se agitó como un arpegio en mi pecho.

—Sanny—fue todo lo que pude decir.

Quería gritar que sí, que yo era de ella.

Que ella era mía.

Nada más importaba.

Pero mi voz me falló.

Estaba demasiado superada por la emoción.

—Dilo, Mi Britt-Britt—exigió—Sólo di que sí.

Santana dio un paso final, atrapándome, su cuerpo al ras del mío, los latidos de su corazón en conjunto con los míos.

Me arrastré en un soplo.

Los labios de Santana cepillando contra los míos, flotando, esperando, preparados para poseerlos por completo.

Mientras miraba dentro de los ojos de Santana, sus pupilas negras, la dejé ir y susurré:

—Sí.

Cálidos labios de repente chocaron con los míos, la boca familiar de Santana
tomándolos con resuelta determinación. Su calidez y sabor a menta ahogaron mis sentidos.

Su pecho me mantenía clavada a la pared, atrapada, mientras me poseía con su beso.

Santana me estaba mostrando a quién pertenecía. No me estaba dando otra opción más que someterme a ella, entregarme de nuevo a ella después de haberse ido durante demasiados años.

Las manos de Santana se enroscaron en mi pelo, manteniéndome en el lugar. Gemí cuando su lengua se abrió paso para encontrar la mía, suave, caliente y desesperada.

Levanté mis manos por su espalda, aterrizando en su pelo. Santana gruñó en mi boca, besándome más profundo, llevándome más y más lejos de cualquier miedo o temor que albergaba con su regreso.

Me besó hasta que no hubo una parte de mí que no supiera a quién pertenecía.

Me besó hasta que mi corazón otra vez se fusionó con el de ella… Dos mitades de un todo.

Mi cuerpo comenzó a debilitarse bajo su tacto. Sintiéndome completamente
entregada a ella, el beso de Santana se desaceleró a caricias suaves y gentiles.

Luego se separó, nuestra respiración pesada, un arco de tensión por encima de nosotras.

Los carnosos labios hinchados de Santana besaron mis mejillas, mi mandíbula, y mi cuello. Cuando finalmente se retiró, sus respiraciones rápidas volaron contra mi cara. Sus manos aflojaron su agarre en mí.

Y esperó.

Esperó, observándome con su intensa mirada.

Entonces mis labios se separaron y susurré:

—Beso trescientos cincuenta y siete. Contra la pared de mi casa… cuando San tomó posesión de mi corazón. —

Santana se quedó inmóvil, sus manos tensas y finalicé con:

—Y mi corazón casi estalló.

Entonces vino.

La sonrisa pura de Santana.

Era brillante, era amplia y era real.

Mi corazón se elevó ante la vista.

Mi Britt-Britt —susurró.

Agarrando su camisa, le susurré de vuelta.

Mi Sanny.

Los ojos de Santana se cerraron mientras decía estas palabras, un suspiro suave cayendo de su boca. Sus manos se aflojaron poco a poco de su agarre en mi pelo y dio un paso reacio hacia atrás.

—Será mejor que entre—susurré.

—respondió.

Pero no apartó la mirada.

En su lugar, se apretó contra mí de nuevo, tomando mi boca de forma rápida y suavemente, antes de retroceder. Luego, retrocedió varios pasos, poniendo una buena distancia entre nosotras.

Alcé mis dedos a mis labios y dije:

—Si me sigues besando así, voy a llenar mi frasco en nada de tiempo.

Santana se dio la vuelta para caminar a su casa, pero se detuvo para mirarme por encima del hombro.

—Esa es la idea, bebé. Mil besos de mí.

Santana se apresuró a regresar a su casa, dejándome para observarlo irse, y dejándome con una vertiginosa ligereza fluyendo a través de mí como un rápido.

Cuando mis pies finalmente se movieron, entre a mi casa y directamente a mi habitación. Saqué el frasco de debajo de mi cama y limpié el polvo. Abriendo el frasco, tomé la pluma de mi mesilla de noche y escribí el beso de esta noche.



Una hora más tarde estaba acostada en la cama, cuando oí abrirse la ventana.

Sentándome, vi mi cortina ser apartada a un lado. Mi corazón saltó a mi boca cuando Santana saltó dentro.

Sonreí mientras avanzaba hacia adelante, descaradamente sacándose la camisa y tirándola al suelo. Mis ojos se abrieron cuando bebí la vista de sus pechos casi desnudos.

Entonces mi corazón casi estalló cuando pasó la mano por su pelo, apartándolo de su cara.

Santana se acercó lentamente a la cama, de pie esperando a un lado. Arrastrando los pies hacia atrás, levanté el cobertor y subió, envolviendo inmediatamente sus brazos alrededor de mi cintura.

Cuando mi espalda se acunó perfectamente contra su frente. Suspiré de satisfacción.

Cerré mis ojos.

Santana me dio un beso justo debajo de mi oído y susurró:

—Duerme, bebé. Te tengo.

Y lo hizo.

Me tenía.

Al igual que yo lo tenía a ella.




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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Vie Nov 18, 2016 9:36 pm

Hola morra....

A vivir los momentos.....
Me encanta san todo lo que hace por britt y su primera cita!!
Pobre el padre de britt... Vuelve los celos macivos en contra de britt jajajaj...
A ver como van las cosas???

Nos vemos!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por vhere pao Vie Nov 18, 2016 10:37 pm

siempre que leo un nuevo capitulo lloro hay no es triste que a veces te vuelvas a encontrarte con el amor de tu vida y sepas que la vas a tener por poco tiempo porque ella esta muriendo, pero esa es la vida son momentos que hay que apreciar valorar y sobre todo amar a nuestros seres querido y decirle siempre cuanto los amas honjala y haiga un milagrito y britt no se muera.

nos vemos en un nuevo capitulo
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Vie Nov 18, 2016 11:39 pm

3:) escribió:Hola morra....

A vivir los momentos.....
Me encanta san todo lo que hace por britt y su primera cita!!
Pobre el padre de britt... Vuelve los celos macivos en contra de britt jajajaj...
A ver como van las cosas???

Nos vemos!!!



Hola lu, si... es lo que ai q hacer siempre en vrdd! Aiii si fue, es y sera un amor la vrdd! Jajaajaajjajaaj tendrá que aguantarse noma, britt es de san jajajajaajajaj. Aquí el siguiente cap para saber mas! Saludos =D



vhere pao escribió:siempre que leo un nuevo capitulo lloro hay no es triste que a veces te vuelvas a encontrarte con el amor de tu vida y sepas que la vas a tener por poco tiempo porque ella esta muriendo, pero esa es la vida son momentos que hay que apreciar valorar y sobre todo amar a nuestros seres querido y decirle siempre cuanto los amas honjala y haiga un milagrito y britt no se muera.

nos vemos en un nuevo capitulo



Hola, si, es una historia triste la vrdd =/ Si, es muy triste la vrdd cuando pasa eso, pero tu tienes mucha razón, y ai que vivir los dias con todo y diciendo lo que sentimos antes de que sea tarde y arrepentirse =/ Aquí dejo otro! Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 10 P I

Mensaje por 23l1 Vie Nov 18, 2016 11:44 pm

Capitulo 10 - Parte I




Manos Juntas y Sueños Despiertos…




Santana



Desperté y vi a Brittany mirándome.

—Hola—dijo Brittany.

Sonrió y se enterró en mi pecho. Dejé que mis manos vagaran por su pelo, antes de meter las manos debajo de sus brazos, para agarrarla hasta que quedara encima de mí, con la boca frente a la mía.

—Buenos días—respondí, luego presioné mis labios contra los suyos.

Brittany suspiro en mi boca cuando sus labios se separaron y se movieron contra los míos. Cuando me alejé, miró por la ventana y dijo:

—Nos perdimos ver el amanecer.

Asentí.

Pero cuando volvió a mirarme, su expresión no mostraba ninguna tristeza. En cambio, me dio un beso en la mejilla, y admitió:

—Creo que cambiaría todos los amaneceres si eso significa que voy a despertar así, contigo.

Mi pecho se hinchó al oír esas palabras.

Tomándola por sorpresa, la di vuelta sobre su espalda, y me puse encime de ella. Brittany se rió cuando atrapé sus manos en la almohada por encima de su cabeza.

Fruncí el ceño.

Brittany intentó, sin éxito, detener su risa.

Tenía las mejillas rosas por la excitación. Necesitando besarla más que respirar, eso hice.

Solté las manos de Brittany y ella me agarró del pelo. Su risa comenzó a desvanecerse cuando el beso se hizo más profundo, y luego hubo un fuerte golpe en la puerta.

Nos quedamos inmóviles, nuestros labios aún estaban unidos y teníamos los ojos bien abiertos.

—¡Britty! ¡Es hora de levantarse, amor!—la voz del papá de Brittany flotó en la habitación.

Podía sentir el corazón acelerado de Brittany, haciendo eco a través de mi pecho, ya que estaba presionado contra ella.

Brittany movió la cabeza hacia un lado, rompiendo el beso.

—¡Estoy despierta!—respondió con un grito.

No nos atrevimos a movernos hasta que oímos a su papá alejándose de la puerta.

Los ojos de Brittany estaban enormes cuando me enfrentó de nuevo.

—¡Oh, Dios mío!—susurró, estallando en una nueva serie de risitas.

Sacudiendo la cabeza, me di vuelta a un lado de la cama, agarrando mi camisa del suelo. Mientras tiraba de la tela negra por encima de mi cabeza, las manos de Brittany se posaron en mis hombros desde atrás.

Suspiró.

—Dormimos hasta muy tarde esta mañana. Casi nos atrapan.

—No va a suceder de nuevo—dije; no quería que tuviera ninguna excusa para ponerle fin a esto.

Tenía que estar con ella por la noche.

Tenía que hacerlo.

No pasaba nada, solo nos besamos, dormimos.

Eso era suficiente para mí.

Brittany asintió, pero cuando apoyó la barbilla en mi hombro y pasó sus brazos alrededor de mi cintura, dijo:

—Me gustó.

Se rió de nuevo y volteé un poco la cabeza, viendo justo esa brillante mirada en su cara.

Asintió, divertida.

Brittany se echó hacia atrás, tomó mi mano y la apretó sobre su corazón.

Estaba latiendo rápidamente.

—Me hizo sentir viva.

Riéndome de ella, sacudí la cabeza.

—Estás loca.

Levantándome, me puse las zapatos y Brittany se sentó sobre su cama.

—Ya sabes, nunca antes he hecho algo travieso o malo Sanny. Soy una buena chica, supongo.

Fruncí el ceño ante la idea de corromperla. Pero Brittany se inclinó hacia delante, y dijo:

—Fue muy divertido.

Me saqué el pelo de la cara y me incliné sobre la cama para darle un último beso, suave y dulce.

—Santana López, puede que tal vez me vaya a gustar este lado de chica mala tuyo. Seguro de que vas a hacer los próximos meses bien divertidos—suspiró dramáticamente—Besos dulces y travesuras que causen problemas… ¡me apunto!

Mientras me dirigía a la ventana, oí a Brittany moverse detrás de mí. Justo cuando iba a salir por la ventana, miré hacia atrás. Brittany estaba llenando dos corazones en blanco del frasco.

Me permití observarla.

Ver como sonreía a lo que fuera que estuviera escribiendo.

Era tan hermosa.

Mientras colocaba los corazones ya escritos en su jarro, se dio la vuelta y se detuvo.

Me había atrapado viéndola.

Su mirada se suavizó.

Abrió la boca para decir algo, cuando el pomo de la puerta empezó a girar. Sus ojos se agrandaron e hizo señas con las manos para que me fuera. Justo cuando salté de su ventana y salí corriendo de la casa, oí su risa detrás de mí.

Sólo algo tan puro podía ahuyentar la oscuridad en mi corazón.

Apenas había llegado a tiempo de entrar por la ventana antes de tener que entrar a la ducha para ir a la escuela.


El vapor llenó todo el baño mientras estaba de pie bajo el chorro caliente.

Me incliné hacia delante, los potentes chorros caían sobre mi cabeza. Mis manos descansaban contra los azulejos lisos enfrente de mí.

Cada día al despertar, la ira me consumía. Tanto, que casi podía saborear su amargura en mi lengua, sentía el fuego corriendo por mis venas.

Pero esta mañana era diferente.

Por Brittany.

Levantando la cabeza del agua, la cerré y agarré una toalla.

Me puse la ropa interior y una bata y abrí la puerta del baño. Mi papá estaba de pie en la puerta de mi habitación.

Cuando me oyó detrás de él, se volvió hacia mí.

—Buenos días, Santana—saludó.

Pasé a su lado para entrar a mi armario. Agarré un pantalón y una camiseta blanca y me los puse. Cuando agarré mis zapatos, me di cuenta de que mi papá seguía parado en la puerta.

Deteniéndome en seco, lo miré a los ojos y grité:

—¿Qué?

Se acercó a la habitación, sosteniendo un café en la mano.

—¿Cómo fue tu cita con Britt anoche?

No respondí.

No le había dicho nada al respecto, lo que significaba que mi mamá lo había hecho.

Yo no le respondería.

El imbécil no merecía saber.

Se aclaró la garganta.

—Santana, después de que saliste anoche, el señor Pierce vino a vernos.

Y luego volvió, corriendo a través de mí como un torrente.

La ira.

Recordé la cara del señor Pierce mientras abría la puerta anoche. A medida que nos alejamos de la calle.

Él estaba enojado.

Me di cuenta que no había querido que Brittany saliera conmigo.

¡Demonios!, parecía estar a punto de prohibírselo.

Pero cuando Brittany salió, pude ver que no iba a decirle no a nada.

¿Cómo podría hacerlo?

Estaba perdiendo a su hija.

Era lo único que me detuvo de decir exactamente lo que pensaba de su objeción a que estuviera conmigo.

Mi papá se acercó hasta estar delante de mí. Mantuve los ojos en el suelo cuando dijo:

—Está preocupado, Santana. Está preocupado de que Britt y tú vuelvan a estar juntas, piensa que no es una buena idea.

Apreté los dientes.

—¿No es bueno para quién? ¿Él?

—Britt, Santana. Ya sabes... sabes que no tiene mucho…

Giré mi cabeza hacia arriba, la ira quemándome el estómago.

—Sí, lo entiendo. No es demasiado difícil de olvidar. Ya sabes, el hecho de que la chica que amo se esté muriendo.

Mi papá palideció.

—James sólo quiere que los últimos días de Britt no tengan problemas. Que sean pacíficos. Agradable. Sin estrés.

—Y déjame adivinar, yo soy un problema, ¿no? ¿Estrés?

Suspiró.

—Me ha pedido que te alejes. Simplemente vete sin causar una escena.

—Eso no va a pasar—grité, agarrando mi mochila del suelo.

Me puse la chaqueta de cuero y caminé.

—Santana, piensa en Brittany—me rogó.

Me detuve en seco y lo miré.

—Ella es en todo lo que estoy pensando. No tienes idea de lo que es para nosotras, así que, ¿por qué no te metes en tus propios asuntos? James Pierce también.

—¡Ella es su hija!—argumentó mi papá, su voz más dura que antes.

—Sí—discutí—, Y ella es el amor de mi vida. Y no voy a alejarme de ella, ni siquiera por un segundo. Y no hay nada que ninguno de los dos puede hacer al respecto.

Salí hecha una furia del dormitorio, cuando mi papá gritó:

—No eres bueno para ella, Santana. Así no. No con todo el fumar y beber. Tu actitud. El chip en su hombro sobre toda tu vida. Esa chica te adora, siempre lo ha hecho. Pero es una buena chica. No seas su ruina.

Parando en seco, la miré por encima del hombro y dije:

—Bueno, tengo de buena fuente que quiere una chica mala en su vida.

Con eso, salí de la cocina, mirando brevemente a mi mamá y a Ricardo, quien me saludó al pasar. Cerré la puerta y bajé los escalones, encendiendo un cigarrillo tan pronto como pisé la hierba. Me apoyé en la barandilla de nuestro porche.

Mi cuerpo era como un cable de alta tensión por lo que mi papá había dicho.

Por lo que había hecho el señor Pierce.

Alejándome de su hija.

¿Qué demonios creía que iba a hacer con ella?

Sabía lo que todos pensaban de mí, pero nunca le haría daño a Brittany. Ni en un millón de años.

La puerta principal de la casa de Brittany se abrió. Tina y Hanna salieron corriendo, Brittany siguiéndolas.

Todas estaban hablando a la vez.

Entonces, como si sintiera mi mirada, los ojos de Brittany se desviaron hacia el lado de mi casa y se enfocaron en mí.

Tina y Hanna miraron a ver qué le había llamado la atención. Cuando me vieron, Hanna se rió y saludó. Tina, al igual que su papa, se me quedó mirando preocupada.
´
Moví la cabeza, diciéndole a Brittany que viniera. Se dirigió a mí poco a poco,
Hanna y Tina siguiéndole los talones. Ella se veía hermosa, como siempre.

Su falda roja le llegaba a la mitad del muslo, medias de color negro cubrían sus piernas, pequeñas botas de duendecillo en sus pies. Su abrigo azul marino estaba cubriendo su mitad superior, pero yo sólo podía ver su camisa blanca debajo, un lazo negro alrededor del cuello.

¡Era tan bonita!

Las hermanas de Brittany se alejaron cuando se paró frente a mí.

Necesitando tranquilizarme a mí misma de que la tenía, que ella me tenía a mí, me alejé de la barandilla, tirando el cigarrillo al suelo. Ahuecando las mejillas de Brittany con mis manos, la empujé hacia mis labios, estrellando mi boca contra la suya.

Este beso no fue suave.

No había planeado que lo fuera.

La estaba marcando, marcándola como mía.

Y marcándome a mí como suya.

Este beso era como mostrarle el dedo medio a cualquier persona que tratara de ponerse en nuestro camino.

Cuando me alejé, las mejillas de Brittany estaban rojas y sus labios húmedos.

—Ese beso mejor que vaya a tu frasco—advertí.

Brittany asintió, helada.

Risitas vinieron de detrás de nosotras. Cuando miré, las hermanas de Brittany se reían. Al menos Hanna, Tina prácticamente sólo estaba boquiabierta.

Agarré la mano de Brittany.

—¿Estás lista?

Brittany se quedó mirando nuestras manos.

—¿Vamos a ir a la escuela así?

Fruncí el ceño.

—Sí. ¿Por qué?

—Entonces todo el mundo lo sabrá. Van a hablar y...

Aplasté mis labios contra los de ella otra vez, y, cuando me alejé de nuevo, dije:

—¿Y?, deja que hablen. Nunca antes te ha importado. No comiences ahora.

—Ellos creerán que somos novias otra vez.

Fruncí el ceño.

—Lo somos—dije con toda claridad.

Brittany parpadeó y volvió a parpadear. Entonces, apagando por completo mi enojo, sonrió y caminó a mi lado. Tenía la cabeza apoyada en mi bíceps.
Mirando hacia arriba, dijo:

—Entonces, sí, estoy lista.

Sostuve la mirada de Brittany por un par de segundos más de lo normal. Nuestro beso pudo haber sido un dedo medio a cualquier persona que no nos quisiera juntos, pero su sonrisa era un dedo medio a la oscuridad en mi alma.

Las hermanas de Brittany corrieron a nuestro lado y se unieron a nosotras cuando empezamos a caminar hacia nuestras escuelas.

Justo antes de doblar en el bosque de la arboleda, miré por encima del hombro. El señor Pierce nos observaba.

Me puse rígida cuando vi la mirada tormentosa en su cara. Pero apreté los dientes.

Esta era una pelea que, definitivamente, iba a perder.


Hanna habló durante todo el camino a su escuela, Brittany le reía cariñosamente a su hermana más joven.

Entendí por qué.

Hanna era una Brittany en miniatura. Incluso hasta el color de ojos y de su pelo.

Tina era una personalidad totalmente diferente.

Era más introvertida, una pensadora profunda. Y claramente protectora de la felicidad de la Brittany. Y se parecía su papá, tenía los mismos rasgos asiáticos.


Con un rápido gesto de despedida, Tina nos dejó al entrar en la escuela.

Mientras se alejaba, Brittany dijo:

—Estuvo demasiado callada.

—Soy yo—contesté.

Brittany me miró, sorprendida.

—No—argumentó—Ella te ama.

Mi mandíbula se tensó.

—Ama a la mujer que solía ser—me encogí de hombros—Lo entiendo. Está
preocupada de que vaya a romper tu corazón.

Brittany me detuvo al lado de un árbol cerca de la entrada de la escuela.

Aparté la mirada.

—¿Qué pasó?—preguntó.

—Nada—contesté.

Se puso justo enfrente de mí.

—No me vas a romper el corazón—afirmó cien por ciento convencida—La chica que me llevó al arrollo y después a escuchar a una orquesta, nunca podría romper mi corazón.

Me quedé en silencio.

—Además, si mi corazón se rompe, también el tuyo, ¿recuerdas?

Resoplé ante el recuerdo.

Brittany me empujó hasta que mi espalda quedó contra el árbol. Vi a los estudiantes empezar a entrar a la escuela, la mayoría nos miraba. Los susurros ya estaban comenzando.

—¿Me lastimaras, San?—preguntó Brittany.

Derrotada por su tenacidad, puse una mano en su nuca y le aseguré:

—Nunca.

—Entonces, al diablo con lo que piensen los demás.

Me reí por su intensidad. Sonrió y puso la mano en su cadera.

—¿Qué te pareció esa actitud? ¿Digno de una chica mala?

Tomándola por sorpresa, la hice girar hasta que su espalda quedó contra el árbol. Antes de que tuviera la oportunidad de discutir, me acerqué y la besé.

Nuestros labios eran lentos, el beso era profundo, los labios de Brittany se separaron dejando entrar a mi lengua.

Llegué a probar su dulzura antes de alejarme.

Brittany estaba sin aliento.

Acariciándome el pelo húmedo con los dedos, dijo:

—Te conozco, San. No me lastimarías—arrugó la nariz y bromeó—Apostaría mi vida.

Un dolor se formó en mi pecho.

—Eso no fue gracioso.

Puso la mano haciendo un gesto: el dedo índice y el pulgar apenas separados un par de centímetros.

—Sí lo fue. Un poquito.

Negué con la cabeza.

—Sí me conoces, Mi Britt-Britt. Sólo tú. Para ti. Solo para ti.

Brittany me estudió.

—Y tal vez ese es el problema—concluyó—Tal vez si dejas entrar a más personas. Tal vez si les mostraras a tus seres queridos que todavía eres tú debajo de todas las ropas oscuras, no te juzgarían tan duramente. Ellos te amarían, independientemente de quien elijas ser, porque verían tu verdadera alma.

Me quedé en silencio y luego dijo:

—Como Ricardo. ¿Cómo es tu relación con Ricardo?

—Es un niño—contesté, sin entender lo que quería decir.

—Es un niño pequeño que te adora. Un niño pequeño que está triste porque no le hablas, ni haces nada con él.

Sentía esas palabras cavar un hoyo en mi estómago.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque me lo dijo—contestó—Está triste.

Me imaginé a Ricardo llorando, pero rápidamente alejé la imagen. No quería pensar en ello.

Puede que no tenga mucho que ver con él, pero no quería verlo llorar.

—Hay una razón por la que intenta dejarse el pelo largo, ¿sabes? Hay una razón por la que le gusta parecerse tanto a ti. Es muy lindo.

—Quiere tener el pelo largo por costumbre.

Brittany rodó sus ojos.

—No, no todos los chicos les gusta tener el pelo largo San. No seas estúpida. Él tiene quiere tener su pelo largo porque quiere ser como tú. Imita tus hábitos, tus idiosincrasias, porque quiere ser como tú. Quiere que le notes. Él te adora.

Mi cabeza bajó para mirar el suelo. Brittany la subió con sus manos. Buscó mis ojos.

—¿Y tú papá? ¿Por qué no?

—Basta—escupí, duramente, negándome a hablar de él.

Nunca le perdonaría por llevarme lejos. Este tema estaba fuera de los límites, incluso para Brittany.

Ella no pareció dolida u ofendida por mi comportamiento. En vez de eso, todo lo que vi fue simpatía en sus ojos.

Tampoco podía soportar eso.

Tomando su mano, y sin otra palabra, le empujé hacia la escuela. Brittany agarró mi mano fuertemente cuando otros estudiantes se pararon y empezaron a mirarnos.

—Déjales mirar—dije mientras entrabamos por las puertas.

—Está bien—respondió y se acercó más a mí.

Cuando caminamos por la entrada vi a Marley, Quinn, Rachel, Dani y Kitty todas juntas cerca de sus casilleros.

No había hablado con ninguna de ellas desde la fiesta.

Ninguna de ellas sabía sobre este desarrollo.

Rachel fue la primera en darse la vuelta, sus ojos ampliándose cuando vio nuestras manos unidas. Ella debió de susurrar algo porque en segundos todas se dieron la vuelta para mirarnos.

La confusión estaba por todas sus caras.

Volviéndome a Brittany, le dije:

—Vamos, será mejor que hablemos con ellas.

Empecé a moverme hacia ellas cuando Brittany me empujó hacia atrás.

—Ellos no saben sobre…—susurró, para que solo yo la oyese—, Nadie sabe aparte de nuestras familias y los profesores. Y tú.

Asentí suavemente. Luego dijo:

—Y Rachel. Rachel también lo sabe.

Esa poca información me golpeó en mis entrañas. Brittany debió de haber visto el dolor en mi cara, porque ella se explicó.

—Necesitaba a alguien San. Ella era mi amiga más cercana aparte de ti. Ella me ayudó con los deberes y cosas así.

—Pero le dijiste a ella y no a mí—dije, luchando contra la urgencia de salir fuera y tomar algo de aire.

Brittany se agarró fuertemente a mí.

—Ella no me amaba como tú lo hacías. Y yo no la amo como te amo a ti.

Cuando Brittany dijo esas palabras mi enfado se desvaneció… Y no la amo como te amo a ti…

Quedándome cerca de Brittany, pasé un brazo alrededor de su espalda.

—Ellos van a descubrirlo en algún momento.

—Pero todavía no—dijo firmemente.

Sonreí a la determinación en sus ojos.

—Pero todavía no.

—¿Santana? ¡Ven aquí, tienes alguna explicación que dar!—la voz de Marley resonó por encima de los bulliciosos pasillos.

—¿Estás preparada?—pregunté a Brittany.

Ella asintió.

Nos dirigí hacia nuestro grupo de amigas. El brazo de Brittany envuelto firmemente alrededor de mi cintura.

—Así que, ¿están juntas de nuevo?—preguntó Marley.

Asentí, mi labio encrespándose con asco viendo como la cara de Dani se llenaba de celos. Claramente viendo que la veía, rápidamente cambió a su habitual máscara cínica.

No me importaba; ella nunca fue nada para mí.

—¿Entonces, son Brittany y Santana, juntas de nuevo?—aclaró Kitty.

—Sí—confirmó Brittany sonriéndome.

Le di un beso en la cabeza agarrándola fuertemente.

—Bueno, parece que el mundo ha sido restaurado nuevamente—anunció Rachel, agarrando el brazo de Brittany—No estaba bien, ustedes sin estar juntas. El universo se sintió… apagado.

—Gracias Rach—dijo Brittany, y se abrazaron por un segundo, comunicándose en silencio.

Noté que los ojos de Rachel se humedecían. Mientras lo hacían exclamó:

—Bueno, tengo que ir a clase. Las veré después.

Rachel se fue.

Brittany se movió hacia su casillero.

Ignoré todas las miradas.

Cuando mi rubia tuvo fuera todos sus libros la empujé hacia la puerta cerrada y dije:

—¿Ves? No fue tan malo.

—No tan malo—repitió, pero la vi mirando mis labios.

Moviéndome presioné mi frente contra la suya y mis labios contra los suyos. Brittany suspiró cuando pasé mi mano por su pelo, alisándolo. Cuando volví hacia atrás sus ojos brillaban y sus mejillas estaban sonrojadas.

—Beso trescientos sesenta. Contra mi casillero en la escuela. Enseñándole al mundo que estamos juntos otra vez... y mi corazón casi estalló.

Me moví lejos, dejándole a Brittany tomar aire.

—¿San?—llamó mientras me dirigía a mi clase de mate. Me di la vuelta—Voy a necesitar más de esos momentos para llenar mi jarro.

Calor me recorrió el cuerpo con el pensamiento de besarla cada vez que podía.

Brittany se sonrojó con la intensidad de mi mirada. Justo cuando me volví a  dar la vuelta ella me llamo:

—¿Y San?

Sonreí y respondí:

¿Sí?

—¿Cuál es tu sitio favorito al que ir aquí en Lima, Ohio?

No pude descifras la expresión de su cara, pero algo estaba pasando por esa cabeza suya.

Estaba planeando algo.

Lo sabía.

—El bosque de la flor cuando es primavera—respondí, sintiendo mi cara calmada solo con el pensamiento.

—¿Y cuando no lo es?—investigó.

Pensé en ello.

—La playa probablemente, ¿por qué?

—Por nada—respondió y luego avanzó en la dirección opuesta.

—Te veré en la comida—grité.

—Tengo que practicar con mi violonchelo—gritó de vuelta.

—Entonces estaré mirando—respondí.

Su cara se ilumino y repitió gentilmente:

—Entonces estarás mirando.

Nos mantuvimos de pie, en partes contrarias del pasillo, simplemente mirándonos.

Brittany articuló:

—Hasta el infinito.

Articulé de vuelta:

—Para siempre.





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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 10 P II

Mensaje por 23l1 Vie Nov 18, 2016 11:47 pm

Capitulo 10 - Parte II



La semana pasó rápidamente.

Nunca me había preocupado del tiempo, de si este pasaba rápido o lento.

Ahora lo hice.

Ahora quería que un minuto durara una hora, una hora durara un día. Pero, a pesar de mi silencioso pedido a quien quiera que estuviese ahí arriba, el tiempo estaba pasando muy rápido.

Todo estaba cambiando malditamente rápido.

En la escuela.

El interés colectivo sobre Brittany y yo estando de vuelta se disipo después de unos días. La mayoría de la gente no lo entendía, pero no me importaba.

En nuestra pequeña ciudad, sabía que la gente hablaba.

La mayoría de los cotilleos eran sobre por qué y cómo habíamos vuelto juntas.

También me importaba una mierda eso.

El timbre sonó mientras estaba tumbada en la cama, me moví para levantarme, agarrando mi chaqueta de la silla.

Brittany me estaba llevando fuera.

Me estaba llevando a mí.

Esta mañana cuando dejé su cama me dijo que estuviese lista para las diez.

No me dijo por qué.

O qué estaríamos haciendo.

Pero hice lo que me pidió.

Sabía que lo haría.

Mientras salía por la puerta de mi habitación y bajaba por el pasillo, escuché la voz de Brittany.

—Hola, pequeño hombre, ¿Cómo lo estás haciendo?

—Bien—respondió Ricardo tímidamente.

Rodeando la esquina, me paré cuando vi a Brittany agachada para ver los ojos de Ricardo.

Ricardo movía nerviosamente sus manos… justo como yo. Me acordé de las palabras de Brittany de la semana pasada.

Él quiere ser como tú. Imita tus hábitos, tus idiosincrasias, porque quiere ser como tú. Quiere que le notes. Te adora…

Vi a mi hermano mecerse tímidamente sobre sus pies. No pude evitar rizar mi labio en diversión.

Él era tan tranquilo, como yo. No hablaba a no ser que le hablasen primero.

—¿Qué vas a hacer hoy?—Brittany le preguntó.

—Nada—respondió Ricardo hoscamente.

La sonrisa de Brittany cayó. Ricardo preguntó:

—¿Vas a salir con Tana de nuevo?

—Sí, bebé—respondió tranquilamente.

—¿Ella habla contigo ahora?—preguntó Ricardo.

Y lo escuché.

Escuché el tono de tristeza en su tranquila voz, de la que Brittany me había hablado.

—Sí, lo hace—dijo Brittany, y como lo hizo conmigo, pasó su mano por su mejilla.

Ricardo bajó su cabeza avergonzado, pero vi una pequeña sonrisa. Brittany miró hacia arriba y me vio apoyada en la pared, mirando intensamente. Se enderezó despacio y vino hacia mí, agarrando mi mano y tirando para un beso.

—¿Estás preparada?—preguntó.

Sacudí mi cabeza, mirándola sospechosamente.

—¿Todavía no vas a decirme a dónde estamos yendo?

Brittany juntó sus labios y agitó su cabeza. Agarró mi mano en la suya y me empujó hacia la salida.

—¡Adiós, Ricardo!—dijo, volteando.

—Adiós, Britt-Britt—escuché decir en respuesta.

Me pare mientras escuchaba mi mote para Brittany dejar sus labios. Las manos de Brittany fueron a su boca, y la vi prácticamente derritiéndose en ese momento.

Ella se me quedó mirando, y con esa mirada sabía que quería que yo le dijese algo a mi hermano. Suspirando, me di la vuelta hacia Ricardo y él dijo:

—Adiós, Tana.

La mano de Brittany exprimió la mía, animándome a responder.

—Adiós Ricky—respondí, embarazosamente.

La cabeza de Ricardo subió y una gran sonrisa adorno su boca. Todo porque había dicho adiós. Esa sonrisa que iluminó toda su cara hizo que algo se apretase en mi pecho.

Llevé a Brittany hacia el auto de su mamá. Mientras subíamos al auto, se negó a soltar mi mano hasta que la miré. Cuando lo hice, ella ladeó la cabeza hacia un lado y declaró:

—Santana López, estoy jodidamente orgullosa de ti ahora mismo.

Miré lejos, nada cómodo con ese tipo de alabanza. Con un suspiro pesado, Brittany finalmente soltó mi mano y subimos en el auto.

—¿Vas a decirme a dónde nos vamos?—pregunté.

—Nop—dijo mientras sacaba el auto—Aunque lo averiguaras enseguida.

Sintonicé la radio en la estación habitual de Brittany y me senté en mi asiento. La voz de Brittany empezó a llenar el auto, cantando otra canción pop que no sabía. No pasó mucho tiempo antes de que dejara de mirar la carretera y simplemente la miré.

Como cuando tocaba el violonchelo, el color de sus ojos se profundizaron cuando cantó a lo largo de sus canciones favoritas, sonriendo a través de las letras que amaba.

Su cabeza y su cuerpo moviéndose al ritmo de la música.

Mi pecho se apretó.

Era una batalla constante.

Ver a Brittany tan despreocupada y feliz me llenó de las más brillantes de las luces, pero sabiendo que estos momentos estaban limitados, finitos, agotándose, trajo sólo oscuridad.

Como si viera que me estaba rompiendo levantó su mano y la puso en mi muslo.

Cuando miré hacia abajo su mano estaba abierta, sus dedos preparados para juntarse con los míos. Dejé escapar un gran suspiro y agarré su mano con la mía.

No la podía mirar.

No le podía hacer eso.

Sabía cómo se sentía.

A pesar de que era el cáncer el que estaba vaciando su vida, fue el dolor de sus familiares y de quienes la amaban lo que estaba matándola.

Cuando estaba tranquila, cuando estaba molesta, eran la única vez que se atenuaban sus brillantes ojos.

Cuando dejaba que la rabia me consumiera, podía ver el cansancio en su
rostro.

Estaba cansada de ser la causa de tanto dolor.

Manteniendo firmemente su mano en la mía, volví a mirar por la ventana. Nos desplazamos a lo largo de las vueltas y fuera de la ciudad. Nuestras manos se unieron en mi boca, apreté besos en la piel de Brittany.

Cuando pasamos un cartel de la costa, el peso fue levantado de mi pecho y me volví a Brittany.

Estaba sonriendo.

—Estas llevándome a la playa—dije.

Brittany asintió.

—¡Síp! Tu segundo sitio preferido.

Pensé en las flores de cerezo en la arboleda. Nos imaginaba bajo nuestro árbol favorito. Y, envié una oración de que ella durara ese tiempo. Brittany tenía que ver los árboles en su plena flor.

Ella simplemente tenía que aguantar ese tiempo.

—Lo haré—susurró de repente Brittany.

Miré sus ojos y ella agarró mi mano como si estuviera escuchando mi silenciosa oración.

—Las veré. Estoy decidida.

El silencio se extendió entre nosotras.

Un bulto se alojó en mi garganta mientras conté silenciosamente los meses que faltaban para que estuviesen los árboles en flor.

Unos cuatro meses.

Ningún tiempo en absoluto.

La mano de Brittany se había puesto rígida. Cuando miré su cara vi dolor de nuevo. El dolor silenciosamente diciéndome que estaba dañándola otra vez, porque estaba dañándome.

Forzando el bulto a un lado, dije:

—Entonces lo harás. Dios sabe no interponerse en tu camino cuando estás decidida.

Y como un interruptor, su dolor se desvaneció y pura felicidad brillaba a través de ella.

Me acomodé de vuelta en mi asiento, mirando el mundo pasar. Me perdí en mis pensamientos cuando escuché:

—Gracias.

Era un sonido pequeño, apenas una fracción de un susurro. Pero cerré los ojos, sintiendo la mano de Brittany relajarse.

No respondí.

Ella no hubiese querido.

Otra canción comenzó en la radio y como si nada hubiese sucedido, su voz suave llenó el auto.


El resto del viaje sostuve su mano mientras ella cantó.

Asegurándome de que saboreara cada nota.

Cuando llegamos a la costa, lo primero que vi fue el faro alto, blanco, en el borde del acantilado. El día era cálido, el frío parecía haber pasado, y el cielo era brillante.

Había apenas una nube en el cielo, solo el sol alto, irradiando sus rayos sobre el agua.

Brittany estacionó el auto y apagó el motor.

—Estoy de acuerdo, es mi segundo lugar favorito—dije.

Asentí, mirando varias familias dispersadas en la suave arena. Había niños jugando; aves marinas a la espera de alimentos desechados. Algunos adultos desplomados contra las dunas leyendo. Algunos estaban relajados, con los ojos cerrados, tostándose de calor.

—¿Te acuerdas de venir aquí en verano?—preguntó Brittany, con alegría en su voz.

—respondí.

Ella apuntó debajo del muelle

—Y ahí, el beso setenta y cinco—se giró hacia mí y ríe del recuerdo—Nos escapamos de nuestras familias para pararnos debajo del muelle, solo así pudiste besarme—tocó sus labios, sus ojos desenfocados, perdida en sus pensamientos—Sabías a sal del océano—dijo—¿Te acuerdas?

¡Sí!—respondí—Teníamos nueve años. Llevabas puesto un traje de baño amarillo.

—¡Sí! —dijo riendo.

Brittany abrió la puerta. Miró hacia atrás. Con emoción en su cara, preguntó:

—¿Estás lista?

Salí del auto. La brisa cálida voló mi pelo sobre mi cara. Tomando una banda elástica de mi muñeca, quité el pelo de mi cara, lo até en un moño desordenado y caminé hacía el maletero para ayudar a Brittany con lo que sea que había traído.

Cuando di un vistazo dentro del largo maletero vi que había traído una cesta de picnic y otra mochila.

No tenía ni idea de lo que había dentro de esta.

Me estiré para quitarle las cosas cuando intentó llevar todo por sí misma. Las liberó para que las llevara luego, se detuvo, inmóvil. Su inmovilidad me hizo mirar a los alrededores.

Fruncí el ceño, viéndola como me estudiaba.

—¿Qué pasa?—pregunté.

—San—murmuró.

Tocó mi cara con la punta de sus dedos. Los arrastró por mis mejillas y a lo largo de mi frente. Finalmente, rompió en una enorme sonrisa.

—Puedo ver tu cara—alegremente toqueteó mi pelo, capturando mi moño—Me gusta esto—declaró y sus ojos exploraron una vez más en mi cara. Luego suspiró—Santana Marie López ¿te das cuenta de cuán absolutamente hermosa eres?

Agaché mi cabeza.

Sus manos descendieron hacia mi pecho. Cuando alcé la mirada agregó:

—¿Te das cuenta de cuán profundos son mis sentimientos por ti?

Sacudí mi cabeza lentamente, esperando que me dijera.

Colocó mi mano sobre su corazón y la mía sobre el suyo. Sentí su latido constante debajo de mi palma. El latido constante que se volvió más rápido mientras mis ojos se trabaron con los de ella.

—Es como música—explicó—Cuando te miro, cuando me tocas, cuando veo tu cara… cuando nos besamos, mi corazón toca una canción. Canta que te necesita como necesito el aire. Me canta que te adoro. Canta que he encontrado su perfecta parte faltante.

Mi Britt-Britt—dije suavemente y ella presionó un dedo sobre mis labios.

—Escucha, Sanny—dijo y cerró sus ojos.

Cerré los míos también.

Y lo escuché.

Lo escuché tan fuerte como si su corazón estuviese presionado contra mi oreja. Los latidos constantes, el ritmo de nosotras.

—Cuando estás cerca, mi corazón no suspira, se eleva—susurró como si no quisiera interrumpir el sonido—Creo que los latidos son un ritmo, como una canción. Creo que son como música. Fuimos atraídos por una melodía particular. Escuché la canción de tu corazón y tú escuchaste la mía.

Abrí mis ojos.

Brittany permaneció en la misma posición. Sus hoyuelos se hicieron más profundos mientras sonreía y se balanceaba al ritmo de los latidos.

Cuando sus ojos se abrieron una dulce risa salió de sus labios. Me abalancé hacia adelante y aplasté mis labios en los de ella. Las manos de Brittany fueron a mi cintura sosteniendo fuertemente mi camiseta mientras movía mis labios lentamente contra los de ella.

Nos empujé hasta que ella estaba presionada contra el auto, mi pecho alineado con su cuerpo. Sentí el eco de su latido en mi pecho. Brittany suspiró cuando deslicé mi lengua contra la de ella. Sus manos se presionaron en mi pecho.

Cuando retrocedí, susurró:

—Beso número ciento treinta dos. En la playa con mi Sanny. Mi corazón casi estalló.

Respiré pesadamente mientras intentaba componerme. Las mejillas de Brittany estaban sonrojadas y estaba respirando tan fuerte como yo.

Permanecimos de esa forma, simplemente respirando. Hasta que Brittany se empujó fuera del maletero y presionó un beso en mi mejilla. Volteándose, tomó la mochila y la puso sobre su hombro. Fui a tomarla de ella pero dijo:

—No soy tan débil todavía, bebé. Puedo seguir cargando algo de peso.

Sus palabras tenían un doble sentido. Sabía que no estaba hablando solo de la mochila sino acerca de mi corazón.

La oscuridad dentro de mí con la que ella estaba incesantemente tratando de pelear.

Cuando nos detuvimos, reconocí el lugar donde la había besado todos estos años.

Un sentimiento extraño se extendió por mi pecho y sabía que antes de que regresáramos a casa la iba a besar ahí otra vez.

Besarla como una chica de diecisiete años.

Otro beso para su frasco.

—¿Está bien aquí?—Brittany preguntó.

¡Sí!—respondí.

Colocando las cosas en la arena.

Viendo la sombrilla, preocupada en que Brittany no debería tomar mucho sol, rápidamente la planté en la arena y la abrí para darle un poco de sombra.

Tan pronto como la sombrilla y la manta estuvieron extendidas en la arena, moví mi barbilla hacia Brittany indicándole para que se sentara debajo de la sombrilla. Lo hizo, besando mi mano rápidamente cuando pasó a mi lado.

Y mi corazón no suspiró.

Se elevó.

Mis ojos fueron atraídos por las tranquilas olas del océano. Brittany se sentó, cerrando sus ojos, inhaló profundamente. Viendo a Brittany aceptar a la naturaleza fue como estar viendo a la respuesta de una oración. La satisfacción en su expresión parecía ilimitada, la paz en su humilde espíritu.

Me senté en la arena inclinado hacia adelante con mis brazos alrededor de mis piernas dobladas.

Viendo fijamente hacia el océano.

Viendo fijamente a los botes en la distancia, preguntándome a dónde estaban yendo.

—¿A qué aventura piensas que van?—Brittany preguntó, leyendo mis pensamientos.

—No lo sé—respondí honestamente.

Brittany rodó sus ojos y dijo:

—Creo que están dejando todo atrás. Creo que despertaron un día y decidieron que había más de la vida. Creo que decidieron, una pareja enamorada, que querían explorar el mundo. Vendieron todo lo que tenían y compraron un bote—sonrió y acunó su barbilla en su mano, su codo descansando sobre su rodilla flexionada—La rubia ama tocar música y la morena ama capturar los momentos en películas.

Sacudí mi cabeza y le di un vistazo por el rabillo de mi ojo. A ella no le importó y continuó:

—Y el mundo es bueno. Viajarán a lugares lejanos creando música, arte y pinturas. Y a lo largo del camino se besarán. Se amarán, se besarán y serán felices—parpadeó mientras la suave brisa sopló a través de nosotras.

Cuando me miró otra vez, preguntó:

—¿No te suena como la aventura más perfecta?

Asentí.

No podía hablar.

Brittany miró a mis pies y sacudiendo su cabeza se arrastró a lo largo de la manta hasta que estaba al final de mis piernas. Levanté una ceja en duda.

—Tienes los zapatos puestos, San. Es un maravilloso día soleado y tú tienes zapatos puestos—quitándolas cada una.

Enrolló mis pantalones hasta mis tobillos y asintió.

—Ahí—dijo orgullosamente—Eso es una ligera mejoría.

Sin poder evitar encontrar gracioso el hecho de que estuviera ahí sentada tan arrogantemente, me estiré y la tiré sobre mí, acostándome de manera que quedara recostada encima de mí.

—Ahí—repetí—Eso es una ligera mejoría.

Brittany rio, dándome un suave beso.

—¿Y ahora?

—Una gran mejoría—bromeé con indiferencia—Una enorme, del tamaño de un asteroide, mejoría.

Brittany rió más fuerte.

La rodé sobre mí así podía estar a mi lado. Su brazo permaneció en mi pecho y recorrí mis dedos sobre su suave piel expuesta. Miré al cielo silenciosamente.

Brittany también estaba tranquila.

Hasta que repentinamente dijo:

—No fue mucho después de que te fuiste que comencé a sentirme cansada, tan cansada que no podía levantarme de la cama.

Permanecí en silencio.

Finalmente me estaba diciendo lo que sucedió.

Diciéndomelo todo.

—Mi mamá me llevó al doctor y realizaron algunas pruebas—sacudió su cabeza—Para ser honesta, todos pensaron que estaba actuando diferente porque te habías ido—cerré mis ojos e inhalé—Lo hice—agregó, sujetándome más fuerte—Los primeros días, pude pretender que solo te habías ido de vacaciones pero después de varias semanas, el vacío que dejaste dentro de mí comenzó a doler demasiado. Mi corazón estaba completamente roto. Además de eso, mis músculos dolían. Dormía demasiado, incapaz de encontrar algo de energía.

Brittany permaneció en silencio. Luego, continuó:

—Terminamos teniendo que ir a Atlanta para hacer más pruebas. Nos quedamos con la tía Holly mientras ellos descubrían qué andaba mal—levantó su cabeza, y con una mano en mi mejilla, hizo que mis ojos se encontraron con los de ella—Nunca te lo dije, San. Seguí pretendiendo que estaba bien porque no podía soportar herirte más. Podía ver que no lo estabas haciendo muy bien. Cada vez que video-chateamos pude ver que te enojabas más y más por estar de vuelta en Santo Domingo. Las cosas que dijiste solo no fueron tú.

—Así que esa visita a la casa de tu tía Holly—la interrumpí—Fue porque estabas enferma. ¿No fue solo una visita como me dijiste?

Brittany asintió y vi la culpa en sus ojos.

—Te conocía, San. Y vi que te estabas escurriendo. Siempre fuiste de actitud
sombría. Siempre fuiste de naturaleza más oscura pero cuando estabas conmigo, no lo eras. Solo podía pensar en qué te convertirías cuando descubrieras que estaba enferma—colocó su cabeza sobre mi pecho—No mucho tiempo después recibí mi diagnóstico: linfoma de Hodgkin avanzado. Sacudió a mi familia. Al principio, me impactó. ¿Cómo no podría?—la sostuve más cerca pero ella se empujó hacia atrás—San, sé que nunca he mirado el mundo como nadie. Siempre he vivido cada día al máximo. Sé que siempre he aceptado aspectos del mundo que nadie más acepta. Creo que, de alguna manera, fue porque sabía que no tendría el tiempo para experimentarlos como los demás. Creo que, en el fondo, mi espíritu sabía. Porque cuando el doctor nos dijo que tendría solo un par de años de vida, incluso con tratamientos y medicamentos, estaba bien.

Los ojos de Brittany comenzaron a brillar con lágrimas. Los míos también.

—Todos nos quedamos en Atlanta; vivimos con la tía Holly. Hanna y Tina
comenzaron en nuevas escuelas. Mi papá viajó para su trabajo. Yo estudiaba en casa o era monitoreada en el hospital. Mis padres oraron por un milagro pero sabía que no había ninguno que cumplir. La quimioterapia fue dura al igual que perder todo mi pelo—parpadeó para aclarar su visión. Luego confesó—Pero distanciarme de ti casi me mató. Fue mi decisión. Vi lo que le estaba haciendo a mi familia pero podía protegerte. Podía darte lo que mi familia no pudo conseguir: vida. Libertad. La oportunidad de seguir adelante sin dolor.

—No funcionó—me las arreglé para decir.

Brittany bajó su mirada.

—Sé eso ahora pero créeme, San. Pensé en ti todos los días. Te dibujé y oré por ti esperando que la oscuridad que vi creciendo dentro de ti se hubiese desvanecido con mi ausencia—colocó su mejilla en mi pecho otra vez—Dime, San. Dime ¿qué te pasó?

Apreté mi mandíbula, no quería permitirme sentir lo que sentí en ese momento pero no podía decirle no a mi chica.

Era imposible.

—Estaba enojada—dije empujando su pelo fuera de su linda cara—Nadie podía decirme dónde habías ido. Por qué me apartaste. Mis padres no me dejaban solo. Mi papá me enojaba todos los días a todas horas. Lo culpé por todo. Todavía lo hago—Brittany abrió su boca para hablar pero sacudí mi cabeza—No—la detuve—No lo hagas—cerró su boca y yo cerré mis ojos obligándome a continuar—Fui a la escuela pero no mucho tiempo después empecé a salir con las personas que estaban tan enojadas con el mundo como yo. No mucho tiempo después empecé a ir a fiestas, a beber y fumar… a hacer todo lo contrario que mi papá me dijo.

—San—dijo tristemente.

No dijo nada más.

—Eso se convirtió en mi vida. Tiré mi cámara. Luego empaqué todo lo que me hacía recordarte—solté una carcajada—Lástima que no pude sacar mi corazón y empacarlo también porque esa idiota no me dejaba olvidarte, no importa cuánto haya intentado. Y cuando volvimos aquí y te vi en los pasillos de la escuela toda la ira que todavía llevaba en mis venas se convirtieron en una marea tranquila—rodé sobre mi lado, abrí mis ojos y con mi mano acaricié su rostro—Porque lucías tan hermosa. Cada imagen que tenía en mi cabeza de como lucirías con diecisiete años fue totalmente destruida. Al minuto en que vi este pelo rubio y estos grandes ojos azules fijos en los míos supe que todos los esfuerzos que había hecho los últimos dos años de empujarte lejos estaban arruinados. Con una sola mirada. Arruinados—tragué—Luego cuando me dijiste sobre…—comencé pero Brittany sacudió su cabeza.

—No—dijo—Suficiente. Has dicho suficiente.

—¿Y tú?—pregunté—¿Por qué volviste?

—Porque estaba harta—dijo con un suspiro—Nada estaba funcionando. Cada nuevo tratamiento no hacía ninguna diferencia. El oncólogo nos dijo sin rodeos que nada funcionaría. Eso fue todo lo que necesite para decidirme. Quería volver a casa, quería vivir mis días restantes en casa, con mis tratamientos para el dolor, con los que más amo—se movió más cerca, besando mi mejilla, mi cabeza y finalmente mi boca—Y ahora te tengo. Sé ahora a dónde estaba destinada a estar. Aquí es donde estábamos destinados a estar, en este preciso momento… en casa.

Sentí una lagrima caer de mi ojo. Brittany rápidamente la limpió con su pulgar. Se inclinó sobre mi pecho y dijo:

—He llegado a entender que la muerte, para los enfermos, no es tan dura de superar. Para nosotros, eventualmente el dolor termina, vamos a un lugar mejor. Pero para esos que dejamos atrás, el dolor solo aumento—tomó mi mano y la sostuvo contra su mejilla—Realmente creo que los cuentos sobre perdidas no necesariamente tienen que ser tristes o lamentables. Quiero que la mía sea recordada como una gran aventura que traté de vivir lo mejor que pude. Porque, ¿cómo nos atrevemos a malgastar un solo respiro? ¿Cómo nos atrevemos a malgastar algo tan valioso? Deberíamos esforzarnos por todos esos valiosos respiros y gastarlos en muchos momentos valiosos mientras nos escurrimos de este corto tiempo en la tierra. Ese es el mensaje que quiero dejar. Y que hermoso legado he dejado a todos los que he amado.

Si, como Brittany cree, un latido fuera una canción, entonces justo ahora, en este momento, mi corazón estaría cantando con orgullo… por la completa admiración que tengo por la chica que amo, en la forma en que ve la vida, en la forma en que ella trató de hacerme creer… hacerme creer que podía haber vida después de su partida.

Estaba segura que ese no era el caso pero podía ver que Brittany era determinada.

Esa determinación que nunca fallaba.

—Así que ahora ya sabes—dijo y descansó su cabeza en mi pecho—Bueno,
no hablaremos más sobre eso. Tenemos nuestro futuro por explorar. No seremos esclavos del pasado—cerré mis ojos y suplicó—¿Prométemelo, San?

Encontrando mi voz, susurré:

—Lo prometo—luché contra las emociones que se deslizaban en mi interior.

No le mostraría ninguna señal de que estaba triste.

Hoy, ella vería solo felicidad de mí.

Las respiraciones de Brittany se tranquilizaron mientras acariciaba su pelo.

La brisa cálida se derramó sobre nosotros llevándose la pesadez que nos rodeaba.

Comencé a quedarme dormida, pensando que Brittany también cuando murmuró:

—¿Cómo crees que será el cielo, San?

Me tensé, pero las manos de Brittany comenzaron a acariciarme el pecho, liberándome del peso que me había dado su pregunta.

—No lo sé—dije.

Brittany no dijo nada, solo se quedó quieta donde estaba. Dándome vuelta lentamente para abrazarla más fuerte, dije:

—Un lugar hermoso. Pacifico. El lugar donde te volveré a ver.

Sentí que Brittany sonreía contra mi camisa.

—Yo también—concordó, suavemente y se giró para darme un beso en el pecho.

Esta vez estaba seguro de que Brittany se había quedado dormida. Miré a la arena y observé a una pareja sentándose cerca de nosotras.

Estaban tomados de las manos. Antes de que la mujer pudiera sentarse, el hombre puso una manta sobre la arena. Le besó la mejilla y la ayudó a sentarse.

Me sentí celosa.

Porque nosotras nunca tendremos eso.

Brittany y yo nunca envejeceremos juntas.

Nunca tendremos hijos.

Nunca nos casaremos.

Nada.

Pero cuando miré el pelo rubio de Brittany y sus delicadas manos sobre mi pecho, me conformé con estar agradecida de al menos tenerla ahora.

No sabía qué depararía el futuro.

Pero ahora la tenía.

La había tenido desde los cinco años.

Ahora me daba cuenta de porqué la había amado tanto desde tan pequeña.

Para poder pasar este momento con ella.

Brittany creía que su espíritu siempre supo que moriría joven.

Estaba comenzando a creer que el mío también.





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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 10 P III

Mensaje por 23l1 Vie Nov 18, 2016 11:51 pm

Capitulo 10 - Parte III



Pasó más de una hora.

Brittany todavía estaba dormida. La levanté suavemente de mi pecho y me incorporé. El sol se había movido; las olas rompían contra la orilla.

Tenía sed, así que abrí la canasta de picnic y saqué una de las botellas de agua que Brittany había guardado. Mientras bebía, miré la mochila que Brittany había sacado del maletero.

Preguntándome qué había adentro, la agarré y abrí el cierre. Al principio, lo único que vi fue otro bolso negro.

Este bolso estaba acolchonado.

Lo saqué y mi corazón comenzó a latir fuerte cuando me di cuenta de lo que estaba sosteniendo.

Suspiré y cerré los ojos.

Dejé el bolso en la manta y me pasé las manos por la cara. Cuando levanté la cabeza, abrí los ojos y miré al agua. Observé los botes a la distancia, las palabras de Brittany resonando en mi mente:

Creo que están dejando todo. Creo que se levantaron un día y decidieron que había más cosas en la vida. Creo que decidieron, una pareja enamorada, que querían explorar el mundo. Vendieron sus posesiones y compraron un bote… A la rubia le encanta poner música y a la morena le encanta capturar momentos en una filmación…

Mis ojos dejaron la bolsa de la cámara que conocía tan bien.

Sabía de dónde venía su teoría sobre los botes.

A la morena le encanta capturar momentos en una filmación...

Traté de estar enojada con ella.

Dejé de sacar fotos hace dos años, esa ya no era yo.

Ya no era mi sueño.

La universidad de Nueva York no estaba en mis planes.

No quería volver a agarrar la cámara.

Pero mis dedos comenzaron a temblar, y, a pesar de estar enojada conmigo misma, levanté la tapa de la caja y miré adentro.

La vieja Canon vintage negra y plateada que había adorado me miraba de frente. Sentí mi cara palidecer, la sangre moviéndose a mi corazón quien golpeaba fuertemente contra mis costillas.

Había tirado esta cámara.

La había descartado, a ella y a todo lo que representaba.

No tenía ni idea cómo la había encontrado Brittany. Me pregunté si había encontrado otra y la había comprado. La agarré del bolso y la volteé.

Sí, rayado en la parte de atrás estaba mi nombre.

Lo había escrito en mi cumpleaños trece, cuando mi mamá y mi papá me dieron esta cámara.

Era esta misma.

Brittany había encontrado mi cámara.

Volviéndole a dar vuelta, vi que tenía un rollo puesto. En el bolso estaban las lentes.

Aquellas que conocía tanto.

A pesar de los años, todavía sabía instintivamente cuál sería la mejor para cada toma; paisajes, retratos, para la noche, el día, luz natural, estudio…

Al oír un suave susurro detrás de mí, miré por encima del hombro. Brittany estaba sentada, mirándome. Miró la cámara. Acercándose nerviosa, dijo:

—Le pregunté a tu papá. Me dijo que la habías tirado—inclinó la cabeza—Nunca lo supiste, y él nunca te lo dijo, pero él la encontró. Vio que la habías tirado. Habías roto varias partes. Las lentes estaban estrelladas y otras cosas.

Estaba apretando la mandíbula tan fuerte que ya dolía.

Brittany comenzó a acariciar el dorso de mi mano con sus dedos.

—Hizo que la repararan sin que te enteraras. La guardó estos últimos años. Esperaba que algún día decidieras volver a la fotografía. Sabía cuánto te gustaba. También se culpa a sí mismo por el hecho de que la hayas abandonado.

Mi instinto era abrir la boca para espetar que era su culpa.

Todo era su culpa.

Pero no lo hice.

Por alguna razón, el dolor en mi estómago me dejó callado.

Los ojos de Brittany brillaron.

—Deberías haberlo visto anoche, cuando le pregunté sobre la cámara. Estaba tan emocionado, San. Incluso tu mamá no sabía que la había guardado. Incluso tenía rollos preparados. Solo en caso de que alguna vez la quisieras de nuevo.

Aparté la mirada de Brittany, y volví a centrarme en la cámara.

No sabía cómo sentirme sobre todo esto.

Traté de enojarme.

Pero, para mi sorpresa, no lo logré.

Por alguna razón no podía sacarme la imagen de mi cabeza, de mi papá limpiando la cámara y arreglándola, él solo.

—Incluso tiene el cuarto oscuro preparado, esperándote en tu casa.

Cerré los ojos cuando Brittany añadió la última parte.

Me quedé en silencio.

Completamente callada.

Mi cabeza estaba corriendo con demasiados pensamientos, demasiadas imágenes.

Y yo estaba en conflicto.

Había jurado no volver a tomar otra foto.

Pero prometerlo había sido una cosa.

Sostener el objeto de mi adicción en mis manos ponía en peligro mi juramento: luchar, rebelarme, destruir, justo como mi papá había hecho con mis sentimientos cuando optó regresar a Santo Domingo.

El calor en mi estómago comenzó a extenderse.

Esta era la ira que esperaba.

Esta era la ráfaga de fuego que estaba esperando.

Aspiré profundamente, preparándome para que la oscuridad me abrumara, cuando, de repente, Brittany se puso de pie.

—Voy al agua—anunció y pasó a mi lado sin decir nada más.

La vi alejarse.

La vi hundir sus pies en la suave arena, la brisa agitando su pelo corto. Me quedé, hipnotizada, cuando saltó a la orilla del agua, permitiendo que las olas rompieran sobre sus pies.

Se sostuvo el vestido más alto en las piernas para evitar salpicarse. Inclinó la cabeza hacia atrás para sentir el viento en su cara. Entonces, miró de nuevo hacia donde estaba sentado.

Miró hacia atrás y se rió.

Libre, con total abandono, como si no tuviera preocupaciones más importantes del mundo.

Estaba paralizada, más aún cuando un rayo de sol reflejado en el mar le daba un brillo dorado en el lado de su cara, sus ojos eran más azules en esta nueva luz.

Me quedé sin aliento, tuve que pelear literalmente para poder respirar por lo hermosa que se veía. Antes incluso de pensarlo bien, tuve la cámara en mi mano.

Sentí el peso en mis manos, y, cerrando los ojos, dejé que las ganas ganaran.

Abriendo los ojos, levanté la cámara hasta mi ojo. Destapando la lente, encontré el ángulo más perfecto de mi chica bailando en las olas.

E hice clic.

Hice clic en el botón de la cámara, mi corazón tartamudeando cada vez que
disparaba; estaba seguro de que estaba capturando a Brittany en este momento: feliz.

La adrenalina se apoderó de mí cuando pensé cómo se desarrollarían estas fotos.

Era por eso que usaba una cámara vintage. La anticipación del cuarto oscura, la demora en la gratificación de ver la maravilla que había atrapado.

La habilidad que se debía tener cuando se trabajaba con una cámara para lograr la toma perfecta.

Un segundo de serenidad.

Un momento mágico.

Brittany, en su propio mundo, corría a lo largo de la orilla, con las mejillas rosas por el calor del sol.

Levantando sus manos en el aire, Brittany soltó el dobladillo de su vestido
dejando que se mojara con el agua. Luego se volvió para mirarme. Mientras lo hacía, se quedó completamente inmóvil, igual que mi corazón en mi pecho.

Mi dedo esperaba, suspendido sobre el botón, esperando disparar la foto.

Y entonces apareció.

Parecía pura felicidad en su rostro.

Apareció cuando cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, como si fuera un alivio, como si felicidad sin censura la poseyera.

Bajé la cámara.

Brittany me tendió la mano. Sintiéndome eufórico por volver a sentir mi pasión, me levanté y caminé por la arena.

Cuando tomé la mano de Brittany, me acercó y presionó sus labios sobre los míos.

Dejé que hiciera todo ella.

La dejé mostrarme lo mucho que esto significaba para ella.

Este momento.

Y me permití sentirlo también.

Me permití, por este breve momento, hacer a un lado la pesadez que siempre llevaba a modo de escudo.

Me permití perderme en el beso, levantando la cámara en alto. Incluso con los ojos cerrados y sin dirección, estaba convencida de que había capturado la mejor imagen del día.

Brittany dio un paso atrás y en silencio me guío de vuelta a la manta, sentándonos, descansando su cabeza en mi hombro. Levanté mi brazo sobre sus hombros cálidos, bañados por el sol y la acerqué a mi lado.

Brittany miró cuando perezosamente le di un beso en la cabeza. Cuando me encontré con sus ojos, suspiré y presioné mi frente contra la suya.

—De nada—susurró mientras miraba hacia el mar.

No me había sentido así en mucho tiempo.

No había sentido esta paz interior, desde antes de separarnos. Y estaba agradecida con Brittany.

Más que agradecida.

De repente, un jadeo asombrado escapó de la boca de la Brittany.

—Mira, Sanny—susurró señalando en la distancia.

M e preguntaba que quería que viera, luego dijo:

—Nuestras huellas en la arena—levantó la cabeza y esbozó una sonrisa radiante—Dos pares. Cuatro huellas. Igual que el poema.

Arqueé las cejas, confundida. La mano de Brittany yacía sobre mi rodilla doblada. Su cabeza metida bajo el refugio de mi brazo, explicó:

—Es mi poema favorito, San. Era el favorito de mi abuelita también.

—¿Qué dice?—pregunté, sonriendo ligeramente al pequeño tamaño de mí huella junto a la de ella.

—Es hermoso. Y espiritual, así que no estoy segura de qué pensaras—me
miró burlona.

—Cuéntamelo de todos modos—la insté, sólo para escuchar su voz.

Sólo para escuchar la reverencia en su tono cuando compartía algo que le encantaba.

—En realidad es más una historia. Acerca de alguien que tiene un sueño. En el sueño, están en una playa igual a esta. Pero están caminando al lado del Señor.

Mis ojos se estrecharon y Brittany puso los ojos en blanco.

—¡Te dije que era espiritual!—dijo, riendo.

—Lo hiciste—contesté, y le levanté la cabeza con la barbilla—Sigue.

Brittany suspiró, y con su dedo, hizo trazos vagos en la arena. Mi corazón se agrietó cuando vi que era otro símbolo de infinito.

—Mientras caminan por la playa, en el cielo oscuro, comienza a proyectarse la vida de la persona, para que ellos la vean. A medida que pasa cada escena, como un rollo de película, la persona se da cuenta de que dos pares de huellas fueron dejadas en la arena detrás de ellos. Y a medida que continuaban, cada nueva escena traía consigo un rastro de sus huellas—su atención estaba enfocada en nuestras huellas—Cuando se han reproducido todas las escenas, la persona mira hacia atrás en el rastro de las huellas y se da cuenta de algo extraño. Se dan cuenta de que durante los momentos más tristes, o la mayor parte de desesperación de su vida, sólo había un par de huellas. Durante los tiempos más felices siempre había dos pares.

Mis cejas se fruncieron, preguntándome hacia dónde se dirigía la historia.

Brittany levantó la barbilla y parpadeó en la luz brillante del sol. Con los ojos llorosos, me miró y continuó.

—La persona está realmente preocupado por esto. El Señor dijo que, cuando una persona dedica su vida a él, él volvería a caminar con ellos a través de todos los altibajos. La persona entonces le preguntó al Señor: ¿por qué, en los peores puntos de su vida, Él los abandonó? ¿Por qué se fue?

Una expresión de profunda comodidad lavó el rostro de la Brittany.

—¿Y qué?—pregunté—¿Qué dice el Señor?

Una lágrima cayó de su ojo.

—Le dice a la persona que sí había caminado con ellos toda su vida. Pero, explica, que en los momentos en los que hay un único par de huellas no era cuando estaba caminando a su lado, sino cuando los estaba cargando—sollozó y dijo—No me importa si no eres religiosa, San. El poema no es sólo para los creyentes. Todos tenemos personas que nos cargan a través de los peores momentos, de los más tristes, esos momentos que parecen imposibles de superar. De una forma u otra, ya sea a través del Señor o de un ser querido, o ambos, cuando sentimos que no podemos caminar más, alguien aparece y nos ayuda… Alguien que nos carga.

Brittany apoyó la cabeza en mi pecho, metiéndose en mis brazos abiertos, que la esperaban.

Mis ojos se perdieron en una neblina borrosa mientras miraba nuestras huellas en la arena. En ese momento, no estaba segura de quién estaba ayudando a quién.

Porque a pesar de que Brittany insinuaba que era yo quien la estaba ayudando en sus meses finales, estaba empezando a creer que de alguna manera ella me estaba salvando.

Un único par de huellas en mi alma.

Brittany se giró para mirarme, sus mejillas húmedas por las lágrimas.

Lágrimas de felicidad.

Lágrimas de asombro...

Lágrimas de Brittany.

—¿No es hermoso, Sanny? ¿No es la cosa más hermosa que hayas escuchado?

Solo asentí.

Este momento no era para hablar.

No podía competir con lo que acababa de recitar, ¿por qué iba a intentarlo?

Dejé que mi mirada fuera a la deriva por la playa. Y me pregunté… Me pregunté si alguien más en este momento había oído algo así tan movilizante que los sacudiera hasta su propio centro.

Me pregunté si la persona que amaba más que a nadie más en el planeta se
había abierto a ellos con tanta pureza, con tanta emoción.

—¿San?—dijo en voz baja a mi lado.

—¿Sí, nena?—contesté en voz baja.

Volvió su cara bonita y me dirigió una débil sonrisa.

—¿Estás bien?—pregunté, acariciando su cara con mi mano.

—Estoy cansada —admitió a regañadientes.

Mi corazón se rompió.

Durante la última semana, había empezado a ver el cansancio aparecer de a poco en su rostro cuando hacía demasiado.

Y lo que es peor, pude ver lo mucho que lo odiaba. Porque le impedía disfrutar de aventuras de toda la vida.

—Está bien estar cansada, Mi Britt-Britt. No es una debilidad.

Los ojos de Brittany se cerraron, derrotados.

—Lo odio. Siempre he pensado que dormir es una pérdida de tiempo.

Me reí del puchero bonito que había formado en sus labios. Brittany me observaba, esperando que hablara. Aleccionadoramente, dije:

—La forma en que lo veo es: si duermes cuando lo necesitas, podremos hacer más cosas cuando recuperes fuerzas—acaricié la punta de su nariz con la mía y dije—Nuestras aventuras serán mucho más especiales. Y sabes que te gusta dormir en mis brazos. Siempre he pensado que te ves demasiado perfecta ahí.

Brittany suspiró, y con una última mirada al mar, susurró:

—Sólo tú, Santana López. Sólo tú podías darle una razón a mi mayor odio de una manera tan bella.

Besando su mejilla cálida, me levanté y recogí nuestras cosas.

Cuando todo estuvo listo, miré por encima del hombro al muelle, luego otra vez a Brittany. Estirando la mano, dije:

—Vamos, dormilona. ¿Por los viejos tiempos?

Brittany miró el muelle y una risa desenfrenada salió de su garganta. La puse de pie, y caminamos lentamente, de la mano, debajo del muelle. Los sonidos hipnóticos de las olas suaves rompiendo contra las antiguas vigas de madera donde nos paramos.

Sin perder tiempo, acorralé a Brittany contra el poste de madera, ahuecando sus mejillas y juntando nuestros labios. Mis ojos se cerraron mientras la piel cálida de sus mejillas se calentaba bajo mis palmas. Mi pecho jadeó, sin aliento, mientras nuestros labios se besaron, de manera lenta y profunda, mientras que la brisa fresca se precipitó por el pelo de Brittany.

Apartándome, rodé mis labios, saboreando el sabor de las cerezas y el sol estallando en mi boca.

Los ojos de Brittany se abrieron. Al ver lo cansada que aparecía, susurré para ella:

—Beso cuatrocientos treinta y tres. Con Mi Britt-Britt bajo el muelle.

Brittany sonrió con timidez, a la espera de lo que tenía que venir a continuación.

—Mi corazón casi estalló.

El atisbo de sus dientes mostrándose bajo su sonrisa casi lo hizo estallar, haciéndolo el momento perfecto para añadir:

—Porque la amo. La amo más de lo que jamás podría explicar. Mi único par de huellas en la arena.

Los hermosos ojos azules de Brittany se abrieron ante mi confesión. Inmediatamente brillaron, y las lágrimas se derramaron hacia abajo por sus mejillas. Traté de limpiarlas con mis dedos mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Pero Brittany agarró mi mano, frotando suavemente su mejilla en mi palma. Manteniendo mi mano en el lugar, se encontró con mis ojos y susurro:

—Te amo demasiado, Santana López. Nunca, nunca dejaré de hacerlo—llevo mi cara para quedar frente a la suya—Mi alma gemela. Mi corazón…

Una calma se apoderó de mí.

Una tranquilidad, mientras Brittany cayó en mis brazos, su respiración ligera filtrándose a través de mi camisa.

La abracé.

La sostuve cerca, abrazando esta nueva sensación, hasta que Brittany bostezó. Incliné su cabeza hacia arriba, a la mía y dije:

—Vamos a llevarte a casa, hermosa.

Brittany asintió, plegándose a mi lado, permitiéndome encaminarla de regreso a nuestras cosas, y luego hasta el auto. Metiendo la mano en el bolsillo de su bolso, tomé las llaves del auto y abrí la puerta del lado del pasajero.

Colocando ambas manos en su cintura, la levanté hasta el asiento, extendiéndome a través de ella para hacer clic, asegurando el cinturón de seguridad. Mientras retrocedí, coloqué un suave beso en la cabeza de Brittany. La oí contener la respiración ante mi tacto.

Iba a enderezarme, cuando Brittany se apoderó de mi brazo, y con lágrimas en sus mejillas plenas, susurró:

—Lo siento, Sanny. Lo siento mucho.

—¿Por qué, bebé?—pregunté, mi voz se quebró ante lo triste que sonaba.

Me apartó el pelo de la cara, mientras decía:

—Por alejarte.

Mi estómago se hundió.

Los ojos de Brittany buscaron algo en los míos, antes de que su rostro se contrajera de dolor. Gruesas lágrimas corrían por su rostro pálido y su pecho
se estremeció mientras intentaba calmar su respiración repentinamente errática.

—Oye—dije, colocando las manos en sus mejillas.

Brittany miró hacia mí.

—Podríamos haber estado así si no hubiera sido una tonta. Podríamos haber
encontrado una forma para que regresaras. Podrías haber estado conmigo todo el tiempo. Conmigo. Sosteniéndome... amándome. Tú amándome y yo amándote con tanta fuerza—su voz tartamudeó, pero logró terminar—Soy una ladrona. Robé nuestro valioso tiempo, dos años de ti y de mí, por nada.

Sentí como si mi corazón se rompiera físicamente mientras Brittany lloraba, aferrada fuertemente a mi brazo como si estuviera asustada de que le diera la espalda.

¿Cómo es que no se ha dado cuenta hasta ahora de que nada podía alejarme?

—Shh—la tranquilicé, moviendo la cabeza para descansar contra la de ella—Respira, bebé—dije en voz baja y puse la mano de Brittany sobre mi corazón, mientras fijaba su mirada en la mía—Respira—repetí y sonreí mientras seguía el ritmo de mi corazón para calmarse.

Sequé sus mejillas húmedas con las manos, derritiéndome cuando sorbió, su pecho sacudiéndose de vez en cuando por los sollozos que había liberado. Al ver que tenía su atención, le dije:

—No voy a tomar la disculpa, porque no hay nada de qué disculparse. Me dijiste que el pasado ya no importa. Que son estos momentos los que son importantes ahora—afiance mis emociones, para decir—Nuestra aventura final. Yo, dándote besos que casi hagan estallar tu pecho para completar tu frasco. Y tú... tú sólo siendo tú. Tú amándome. Yo amándote. Por la eternidad...—mi voz se apagó.

Miré fijamente con atención y paciencia en los ojos de Brittany, con una gran sonrisa cuando añadió:

—Para siempre por siempre.

Cerré los ojos, sabiendo que había atravesado su dolor. Luego, cuando mis ojos se abrieron, Brittany se rió con voz ronca.

—Ahí está ella—presioné un beso en cada una de las manzanas de sus mejillas.

—Aquí estoy—repitió—, Tan completamente enamorada de ti.

Brittany levantó la cabeza y me besó. Cuando se echó hacia atrás en el asiento, con los ojos cerrados, llamada por el sueño. La miré por un segundo, antes de moverme para cerrar la puerta. Justo cuando se cerró la puerta, atrapé a Brittany susurrando:

—Beso número cuatrocientos treinta y cuatro, con mi Sanny en la playa... cuando su amor volvió a casa.

Podía ver a través de la ventana que Brittany ya se había dormido. Sus mejillas estaban rojas de tanto llorar, pero, incluso dormida, sus labios estaban inclinados hacia arriba, dando la apariencia de una sonrisa.

No estaba segura de cómo alguien tan perfecto incluso existía.

Moviéndome alrededor del auto, saqué mis cigarrillos del bolsillo trasero de mis pantalones y accioné el encendedor. Aspiré una calada muy necesaria.

Cerré los ojos mientras el golpe de nicotina me calmó. Abrí los ojos y me quedé mirando la puesta de sol. El sol se desvanecía en el horizonte, destellos de color naranja y rosa a su paso. La playa estaba casi vacía, salvo por la pareja de ancianos que había visto antes.

Sólo que esta vez, cuando los veía, todavía tan enamorados después de todos estos años, no me permití sentir dolor. Al mirar hacia atrás a Brittany durmiendo en el auto, sentí una… felicidad.

Yo.

Me sentí feliz.

Me permití sentir feliz, incluso a través de todo este dolor.

Porque... aquí estoy... tan completamente enamorada de ti...

Ella me amaba.

Mi Britt-Britt.

Mi chica.

Ella me amaba.

—Es suficiente—dije al viento—Eso es suficiente por ahora.

Lanzando la colilla de cigarro al suelo, en silencio me deslicé en el asiento del conductor y le di la vuelta a la llave. El motor volvió a la vida y conduje lejos de la playa, seguro que estaríamos aquí de nuevo.

Y si no lo hacíamos, como Brittany dijo, habíamos tenido este momento.

Teníamos este recuerdo.

Ella tenía su beso.

Y yo tenía su amor.




Cuando me detuve en el camino de entrada, la oscuridad había caído, las estrellas comenzando a despertar.

Brittany había dormido todo el camino a casa, su respiración ligera y rítmica como un sonido reconfortante mientras nos llevé por los caminos oscuros hacia la casa.

Estacionando el auto, salí y caminé hacia su lado. Abrí la puerta tan silenciosamente como pude, desbloqueando el cinturón de seguridad y recogiendo a Brittany en mis brazos.

Se sentía como si no pesara nada mientras instintivamente se acurrucó en mi pecho, su cálido aliento deslizándose sobre mi cuello. Caminé hasta la puerta. Al llegar al escalón más alto, la puerta principal se abrió. El señor Pierce estaba de pie en el pasillo.

Seguí adelante y se movió fuera de mi camino, permitiéndome llevar a Brittany a su dormitorio. Vi a la mamá y las hermanas de Brittany sentadas en la sala de estar, viendo la televisión.

Su mamá se puso de pie.

—¿Está bien?—susurró.

Asentí.

—Sólo cansada.

La señora Pierce se inclinó y besó la frente de Brittany.

—Que duermas bien, bebé—susurró.

Mi pecho se apretó ante la vista, luego asintió y me señaló para que llevara a Brittany a su habitación.

La llevé por el pasillo y a su dormitorio. Tan suavemente como pude, la puse en su cama, sonriendo cuando el brazo de Brittany, naturalmente, me buscó en el lado de la cama en el que dormía.

Cuando la respiración de Brittany se niveló una vez más, me senté en el borde de la cama y pasé la mano por su cara. Inclinándome hacia adelante, besé su mejilla suave y susurre:

—Te amo, Mi Britt-Britt. Por siempre para siempre.

Levantándome de la cama, me quedé helada cuando vi al señor Pierce en la puerta, observando... escuchando.

Mi mandíbula se apretó mientras él me miró fijamente. Tomando una respiración calmante por la nariz, caminé en silencio pasándole, por el pasillo y de regreso al auto para conseguir mi cámara.

Regresé a la casa para dejar las llaves del auto sobre la mesa en el pasillo.

Cuando entré, el señor Pierce salió de la sala de estar. Me detuve, balanceándome con torpeza hasta que extendió la mano para recibir las llaves. Las dejé caer en su mano y me giré para alejarme. Antes de que pudiera, preguntó:

—¿Pasaron un buen momento?

Mis hombros se tensaron. Obligándome a responder, lo miré a los ojos y asentí.

Ondeando la mano a la señora Pierce, Hanna y Tina, salí por la puerta y bajé los escalones. Al llegar al último escalón, oí:

—Ella te ama también, sabes.

La voz del señor Pierce detuvo mis pies, y sin mirar hacia atrás, respondí:

—Lo sé.

Crucé el césped a mi casa. Me fui directamente a mi habitación y tiré la cámara sobre la cama.

Tenía la intención de esperar las próximas horas antes de ir a Brittany. Pero cuanto más miraba fijamente la bolsa de la cámara, más quería ver cómo habían salido las fotos.

Las imágenes de Brittany bailando en el mar.

Sin darme la oportunidad de alejarme, cogí la cámara y me escabullí hasta el cuarto oscuro en el sótano. Al llegar a la puerta y girar el picaporte, encendí la luz. Suspiré, una extraña sensación afianzándose dentro de mí.

Porque Brittany había tenido razón.

Mi papá había preparado esta habitación para mí.

Mi equipo estaba exactamente donde habría estado hace dos años. Las líneas y las pinzas estaban listas y esperando.

El proceso de revelar las imágenes se sentía como si nunca lo hubiera dejado.

Disfruté la familiaridad de cada paso.

Nada fue olvidado, como si hubiera nacido con la capacidad de hacer esto.

Como si se me hubiera dado este don.

Brittany reconoció que había necesitado esto en mi vida, cuando estaba demasiado cegado por el pasado para verlo.

El olor de los productos químicos golpeó mi nariz.



Pasó una hora, y finalmente di un paso atrás, las fotos en sus pinzas moldeando en formas, segundo a segundo, revelando el momento capturado en la película.

La luz roja no me impidió ver las maravillas que había capturado. Mientras caminaba a lo largo de las líneas de imágenes colgando, de la vida en todo su esplendor, no pude evitar la emoción ardiendo en mi pecho.

No podía detener la sonrisa, por este trabajo, jugando en mis labios.

Entonces me detuve.

Me detuve en una imagen que me mantuvo cautiva.

Brittany, aferrando el dobladillo de su vestido, bailando en el agua poco profunda. Brittany, con una sonrisa despreocupada y el pelo mecido por el viento, riendo con todo corazón. Sus ojos brillantes y su piel sonrojada mientras miraba por encima del hombro, hacia mí. El sol iluminando su cara en un ángulo tan puro y hermoso que era como si se tratara de un proyector de su felicidad, atraído por su alegría magnética.

Levanté la mano, manteniéndola a un centímetro de la imagen, y tracé mi dedo sobre su rostro radiante, sobre sus labios suaves y sus mejillas rosadas.

Y la sentí.

Sentí la pasión abrumadora para esta destreza estallar de nuevo a la vida dentro de mí.

Esta imagen.

Ésta imagen consolidó lo que había sabido en secreto todo el tiempo.

Estaba destinada a hacer esto con mi vida.

Tenía sentido que esta imagen trajera este mensaje a casa, era de la chica que era mi hogar.

Llamaron a la puerta, y sin retirar la mirada de la foto, respondí:

—¿?

La puerta se abrió lentamente.

Sentí quién era antes de que verlo.

Mi papá entró en el cuarto oscuro, sólo unos pocos pasos. Lo miré, pero tuve que girar de nuevo ante la expresión de su cara, mientras absorbía todas las fotografías colgando de las pinzas a través del cuarto.

No quería hacer frente a lo que esa sensación en el estómago significaba.

Aún no.


Pasaron unos minutos en silencio, antes de que mi papá dijera suavemente:

—Ella es absolutamente hermosa, hija.

Mi pecho se contrajo cuando vi sus ojos en la foto ante la que todavía estaba de pie.

No respondí.

Mi papá permaneció torpemente en la puerta, sin decir nada más. Por último, se movió para salir. A medida que fue cerrando la puerta, me obligué a decir un afilado:

—Gracias... por la cámara.

En mi visión periférica, vi a mi papá detenerse. Oí una inhalación lenta e irregular en su respiración, entonces respondió:

—No tienes nada que agradecerme, hija. Nada en absoluto.

Con eso me dejó en mi cuarto oscuro.

Me quedé más tiempo de lo que pensaba, reproduciendo la respuesta de mi papá en mi mente.

Agarrando dos fotografías en mis manos, subí los escalones del sótano y me dirigí a mi habitación. Al pasar por la puerta abierta de la habitación de Ricardo, lo vi sentado en su cama, viendo la televisión.

No me había visto, de pie en su puerta, y continué hacia mi habitación. Pero,
mientras lo oí reírse de lo que estaba viendo, mis pies se pegaron al suelo, y me obligué a volver atrás.

Al entrar a su habitación, Ricardo se volvió hacia mí, y en un movimiento que me hizo sentir una grieta en mi pecho, la más grande sonrisa se dibujó en su linda cara.

Hola Tana—dijo en voz baja, y se sentó más arriba en la cama.

Hola—respondí y caminé hacia su cama y señale hacia el televisor— ¿Qué estás viendo?

Ricardo miró el televisor, y luego de nuevo a mí.

—Los monstruos del pantano—su cabeza se inclinó hacia un lado, y luego acercándose minuciosamente a mi y algo en mi estómago dio un tirón mientras lo hizo—¿Quieres ver conmigo por un rato?—preguntó con nerviosismo, luego dejó caer la cabeza.

Podía decir que pensaba que iba a decir que no.

Sorprendiéndonos a ambos, respondí:

—Seguro.

Los ojos oscuros de Ricardo se abrieron hasta el tamaño de los platos. Se recostó con rigidez en su cama. Cuando di un paso hacia delante, arrastró los pies hacia un lado del estrecho colchón. Me acosté a su lado, levantando mis pies. Entonces Ricardo se recostó contra mi lado y siguió observando a su programa.

Lo vi con él, sólo mirando a otro lado cuando lo sorprendí mirándome.

Cuando me encontré con sus ojos, con sus mejillas sonrojadas dijo:

—Me gusta que veas esto conmigo, Tana.

Respirando a través del sentimiento poco familiar que sus palabras trajeron, revolví su pelo y respondí:

—A mí también, Ricky. Me gusta también.

Ricardo se apoyó en mi lado. Se quedó ahí hasta que se durmió, el temporizador en su TV golpeando y hundiendo la habitación en la oscuridad.

Levantándome de la cama, pasé a mi mamá, que había estado observando en silencio desde el pasillo. Asentí hacia ella cuando entré en mi habitación, girando y cerrando la puerta detrás de mí. Bloqueando la cerradura, coloqué una de las fotos en el escritorio, y trepé a través de mi ventana y corrí hacia Brittany.

Cuando entré en su habitación, Brittany todavía estaba durmiendo. Quitándome la camisa, caminé alrededor de la cama donde dormía. Puse la foto de nosotras besándonos cerca del agua sobre su almohada, para que la viera tan pronto como se despierte.

Me metí en la cama, con Brittany encontrándome de forma automática en la oscuridad, poniendo su cabeza en mi pecho y envolviendo su brazo alrededor de mi cintura.

Cuatro huellas en la arena.






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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Las letras en cursiva son por que están dichas en Español. Mientras que las que estén en negrita son por que están dichas en holandés

Pd2: Se que solo es un cap, pero como se pudieron dar cuenta, es el mas largo que he adaptado hasta ahora, contando todas mis adaptaciones. Es por eso que me tomo más tiempo y decidí que fuera contado como maratón. Está bn, no¿?xD



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Mensaje por mayre94 Sáb Nov 19, 2016 1:20 am

Enserio.... los capítulos son hermosos..... pero de verdad cada ves que los leo me deshidrato un poco... jamas un fics me había hecho llorar en cada capitulo... me imagine su día en la playa y se me hace algo ÉPICO!! imagine a San tomando fotos espectaculares y capturando esos momentos para siempre... dicen que una foto es un momento congelado en el tiempo y que tiene el poder de hacer feliz o romper un corazón... Creo que ambas son el bálsamo para sus heridas, y la felicidad de sus almas.. sin embargo sigo lamentando enormemente lo que el tiempo volvió a San y el destino que Britt ya tiene aceptado... es INJUSTO ya te lo había dicho? creo que si ... espero que algo en el universo conspire en su favor :).... en fin... Muchas gracias por el maratón... me encanto... muchos saludos,... que estés bien :)
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Mensaje por 3:) Sáb Nov 19, 2016 3:17 am

Hola morra....

Esta empezando a hacer mella la enfermedad de britt.....
Me gusta todo lo que hacen...una especie de "recuperar el tiempo" y para britt una especie de resurrección para su antigua san...
Es bueno que el padre de britt no se meta... Y que san se este acercando a la suya...

Nos vemos!!!
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Mensaje por JVM Sáb Nov 19, 2016 1:54 pm

Pues están recuperando el tiempo...y Britt recuperando a San que sigue ahí solo que por lo que pasaron levanto un muro contra los demás.
Mientras, ambas disfrutando cada segundo juntas y Britt siguiendo enseñándole a San a vivir y a apreciar cada cosa que damos por hecha o insignificante.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Sáb Nov 19, 2016 7:39 pm

mayre94 escribió:Enserio.... los capítulos son hermosos..... pero de verdad cada ves que los leo me deshidrato un poco... jamas un fics me había hecho llorar en cada capitulo... me imagine su día en la playa y se me hace algo ÉPICO!! imagine a San tomando fotos espectaculares y capturando esos momentos para siempre... dicen que una foto es un momento congelado en el tiempo y que tiene el poder de hacer feliz o romper un corazón... Creo que ambas son el bálsamo para sus heridas, y la felicidad de sus almas.. sin embargo sigo lamentando enormemente lo que el tiempo volvió a San y el destino que Britt ya tiene aceptado... es INJUSTO ya te lo había dicho? creo que si ... espero que algo en el universo conspire en su favor :).... en fin... Muchas gracias por el maratón... me encanto... muchos saludos,... que estés bien :)



Hola, si que lo son, pero tienen ese efecto =( Esk esta historia es tan linda y triste a la vez =( Aiii siii, cada cosa que cuento me la imagino yo tmbn xD SIp, tmbn lo creo, ambas calman a la otra y le dan lo que necesitan. Si, pero sigo pensando lo mismo también y esta bn decirlo otra vez. Yo tambn kiero eso =/ De nada, gracias a ti por leer y comentar. Gracias, tu tmbn! Saludos =D




3:) escribió:Hola morra....

Esta empezando a hacer mella la enfermedad de britt.....
Me gusta todo lo que hacen...una especie de "recuperar el tiempo" y para britt una especie de resurrección para su antigua san...
Es bueno que el padre de britt no se meta... Y que san se este acercando a la suya...

Nos vemos!!!



Hola lu, sip =/ A mi tmbn, si son tan lindas! Ambas al estar juntas están completando algo que les falto =/ Xfin esta entendiendo que se pertenecen sea como sea ¬¬ Como digo... todo lo malo tiene algo bueno. Saludos =D





JVM escribió:Pues están recuperando el tiempo...y Britt recuperando a San que sigue ahí solo que por lo que pasaron levanto un muro contra los demás.
Mientras, ambas disfrutando cada segundo juntas y Britt siguiendo enseñándole a San a vivir  y a apreciar cada cosa que damos por hecha o insignificante.



Hola, si eso es bueno. Ambas estan recuperando a la otra y eso es bueno, y si no las entienden bienvenido sea el muro, no¿? xD Aiii si son tan tiernas hasta en estos momentos... nose como sentirme la vrdd =/ Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 11

Mensaje por 23l1 Sáb Nov 19, 2016 7:41 pm

Capitulo 11


Alas Remontando y Estrellas Deterioradas…




Brittany



Tres Meses Más Tarde



—¿Dónde está mi niña Britt?

Quité el sueño de mis ojos, sentándome en mi cama, la excitación recorriéndome ante el sonido de una voz que adoraba.

—¿Tía Holly?—susurré.

Intenté escuchar más, asegurándome que realmente había oído su voz.

Voces amortiguadas venían del pasillo, entonces repentinamente la puerta se abrió. Me alcé sobre mis brazos, las malditas cosas temblando después que empujé a mis debilitados músculos demasiado lejos.

Me volví a recostar mientras tía Holly aparecía en el marco de la puerta. Su rubio pelo estaba estirado en un moño, y llevaba su uniforme de azafata de avión. Su maquillaje estaba perfectamente en su lugar, al igual que su contagiosa sonrisa.

Sus ojos azules se suavizaron cuando aterrizaron en mí.

—Ahí está—dijo cariñosamente, caminando hacia mi cama. Se sentó en borde del colchón y se inclinó para envolverme en sus brazos.

—¿Qué estás haciendo aquí, Holly?

Mi tía alisó mi pelo hacia atrás por el desorden producto del sueño y susurró en tono conspirativo:

—Sacarte de este tugurio.

Mis cejas se juntaron con confusión. La tía Holly había pasado Navidad y Año Nuevo con nosotros, y luego otra semana entera con nosotros, hacia solo dos semanas atrás.

Yo sabía que tenía una agenda muy ocupada durante el mes siguiente. Por eso es por lo que estaba tan confundida que estuviera de regreso ahora.

—No lo entiendo—dije, sacando mis piernas del colchón.

Los días pasados había estado mayormente metida en la cama.

Después de mi revisión en el hospital al principio de la semana, encontramos que el recuento de mis células blancas era demasiado bajo. Me habían dado sangre y medicación para ayudar.

Y me había ayudado un poco, pero me hizo sentir cansada por unos cuantos días.

Me mantenía dentro para que así las infecciones se mantuvieran a raya. Mis doctores habían querido que me quedara en el hospital, pero me había negado.

No iba a perder ni un segundo de mi vida quedándome en ese lugar.

No ahora que podía ver que mi cáncer iba incrementando su agarre sobre mí.

Cada segundo se iba convirtiendo en algo más y más valioso.

Casa era mi lugar feliz.

Tener a Santana junto a mí, besándome dulcemente, era mi seguridad.

Era todo lo que necesitaba.

Mirando al reloj, vi que eran casi las cuatro de la tarde. Santana pronto estaría por aquí.

La había obligado a ir a clases estos últimos días. Ella no quería ir si yo no podía.

Pero éste era su último año de instituto.

Necesitaba las notas para entrar en la universidad. Aunque ahora protestaba que eso no le importaba.

Y eso estaba bien.

Porque a mí me importaba por las dos.

No la dejaría dejar su vida en espera por mí.

Tía Holly se puso de pie de un salto.

—De acuerdo, niña Britt, métete en la ducha. Tenemos una hora antes de partir—miró hacia mi pelo—No te molestes lavando tu pelo, tengo a una chica que puede ocuparse de ello cuando lleguemos ahí.

Sacudí mi cabeza, a punto de hacer más preguntas, pero mi tía salió rápidamente de mi habitación. Me puse de pie, estirando mis músculos.

Tomando una profunda respiración, cerré mis ojos y sonreí. Me sentía mejor de lo que lo había hecho los días anteriores.

Me sentía un poco más fuerte.

Lo suficientemente fuerte para salir de casa.

Cogiendo mi toalla, hice un rápido trabajo tomando una ducha. Me apliqué una ligera capa de maquillaje. Até mi pelo sin lavar en un moño lateral, mi lazo blanco favorito atado firmemente en su sitio. Me vestí con un vestido verde militar, poniéndome un suéter blanco sobre la parte superior.

Estaba poniéndome mis pendientes de infinito en mis orejas cuando la puerta de mi dormitorio se abrió de repente. Pude oír un zumbido de voces alzadas, la voz de mi papá en particular.

Girando mi cabeza, sonreí cuando Santana entró, sus ojos encontrándose inmediatamente con los míos. Buscando, revisando, antes de iluminarse con alivio.

Santana silenciosamente cruzó la habitación, solo deteniéndose cuando había enredado sus brazos alrededor de mis hombros y tirado de mí hacia su pecho. Dejé que mis brazos tomaran su cintura y respiré su fresco aroma.

—Te ves mejor—dijo por encima mí.

La agarré un poco más fuerte.

—Me encuentro mejor.

Santana dio un paso atrás y puso sus manos sobre mi rostro. Buscó mis ojos, antes que sus labios se curvaran hacia arriba y presionó el más dulce de los suaves besos en mi boca. Cuando nos separamos, suspiró.

—Me alegro. Estaba preocupada que no fuéramos capaces de ir.

—¿A dónde?—pregunté, mi corazón golpeando en un rítmico compás.

Esta vez Santana sonrió y, moviendo su boca hacia mi oreja, anunció:

—Por otra aventura.

Mi corazón acelerado empezó a galopar.

—¿Otra aventura?

Sin más explicaciones, Santana me guío fuera de mi dormitorio. Su mano, agarrando fuertemente la mía, era la única indicación que daba de cuán preocupada había estado los días anteriores.

Aunque yo lo sabía.

Veía el miedo en sus ojos cada vez que me movía en la cama y me preguntaba si estaba bien.

Cada vez que se sentaba conmigo después de la escuela, mirándome, estudiándome… esperando.

Esperando para ver si esto era todo.

Estaba petrificada.

La progresión de mi cáncer no me asustaba. El dolor y el futuro cercano no me asustaban. Pero ver a Santana mirarme de esa manera, tan desolada, tan desesperada, había empezado a asustarme.

La amaba tanto, y podía ver que me amaba sin medida. Pero este amor, esta conexión de almas, había empezado a anclar al corazón que yo había liberado de esta vida.

Nunca había temido a la muerte.

Mi fe era fuerte; sabía que había una vida después de esto. Pero ahora el miedo había empezado a reptar en mi conciencia.

Miedo a dejar a Santana.

Miedo de su ausencia… miedo a no sentir sus brazos a mi alrededor y sus besos en mis labios.

Santana miró atrás como sintiendo que mi corazón empezaba a desgarrarse.

Asentí.

No estaba segura si había sido convincente; todavía detectaba preocupación en su expresión.

—¡No va a ir!—la voz alta de mi papá se podía oír por el pasillo.

Santana me tiró hacia su costado, levantando su brazo hasta que estuve segura debajo de ella.

Cuando llegamos a la puerta, mi mamá, papá y tía Holly estaban de pie en la entrada del salón.

El rostro de mi papá estaba rojo.

Mi tía tenía sus brazos cruzados sobre su pecho.

Mi mamá pasaba su mano por la espalda de mi papá, intentando tranquilizarlo. Mi papá levantó su cabeza. Forzó una sonrisa.

—Britty—dijo él y se acercó.

Santana no me dejo ir.

Mi papá se dio cuenta y le dirigió una mirada que la debería haber desintegrado ahí mismo.

Santana ni se inmutó.

—¿Qué pasa?—pregunté, estirándome para tomar la mano de mi papá.

Mi toque pareció dejarlo sin palabras.

Miré hacia mi mamá.

—¿Mamá?

Mamá dio un paso adelante.

—Esto ha sido planeado desde que tu tía vino hace unas semanas—miré hacia la tía Holly, la cual sonrió maliciosamente.

—San planeó llevarte lejos. Le pidió a tu tía que le ayudara a planearlo—suspiró mamá—Nosotros no esperábamos que tus niveles cayeran tan pronto—puso su mano sobre el brazo de mi papá—Tu papá cree que no deberías ir.

—¿Ir a dónde? —pregunté.

—Es una sorpresa—anunció Santana junto a mí.

Papá dio un pequeño paso atrás y encontró mis ojos.

—Britty, el nivel de tus células blancas ha caído. Significa que el riesgo de infección es alto. Con tu sistema inmunológico en riesgo, no creo que debas volar en un avión…

—¿Un avión? —interrumpí y levanté la mirada hacia Santana—¿Un avión? —repetí.

Asintió una vez cortantemente, pero no dio más explicaciones.

Mamá puso su mano en mi brazo.

—Le pregunté a tu especialista y dijo—aclaró su garganta—, Dijo que, en este punto de tu enfermedad, si quieres ir, entonces deberías ir.

Escuché la corriente oculta de sus palabras.

Ve antes que sea demasiado tarde para viajar a algún lugar.

—Quiero ir—dije con certeza inquebrantable, agarrándome a la cintura de Santana.

Quería que supiera que quería esto.

La miré; encontró mis ojos. Sonriendo, dije:

—Estoy contigo.

Santana, sorprendiéndome, pero al mismo tiempo sin sorprenderme en absoluto, me besó.

Me besó fuerte y rápido frente a mi familia.

Santana se separó de mí y se movió junto a mi tía. Al lado de Holly estaba una maleta. Sin más palabras, llevó la maleta hacia el auto. Mi corazón estaba latiendo con un ritmo staccato por la emoción.

Papá apretó mi mano. Su toque me devolvió a su preocupación, su miedo.

—Brittany—dijo severamente.

Antes de que pudiera decir nada más, me incliné hacia delante y lo besé en la mejilla.

Lo miré a los ojos.

—Papi, entiendo los riesgos. He estado peleando contra esto por mucho tiempo. Sé que estás preocupado. Sé que no quieres que me haga daño. Pero permanecer atrapada en mi habitación como si fuera un pájaro en una jaula un día más… eso es lo que me hará daño. Nunca he sido de las que se quedan dentro. Quiero esto, papi. Necesito esto—sacudo mi cabeza, sintiendo una fina película de agua llenando mis ojos—No puedo gastar lo que me quede de tiempo encerrada por miedo a empeorar. Necesito vivir…
necesito esta aventura.

Tragó un aliento entrecortado. Pero, eventualmente, asintió.

Una luz mareante flotó a través de mí.

¡Iba a ir!

Dando un saltito, envolví mis brazos alrededor de cuello de mi papi. Me abrazó de vuelta.

Besé a mi mamá, luego miré a mi tía. Tenía su mano estirada. La cogí, justo mientras mi papá decía:

—Estoy confiando en ti para que la cuides, Holly.

Mi tía suspiró.

—Tú sabes que esta niña es mi corazón, James. ¿Crees que dejaría que le pasara algo?

—¡Y estarán en habitaciones separadas!

Simplemente rodé mis ojos ante eso.

Mi papá empezó a hablarle a mi tía. Pero no lo escuché. No escuché nada mientras mi mirada iba a través de la puerta abierta, y hacia la chica vestida toda de negro que estaba apoyada contra el barandal de nuestro porche.

La chica con una chaqueta de piel que casualmente se estaba llevando un cigarrillo a la boca, mirándome todo el rato. Sus ojos no se apartaron de mí ni una vez.

Santana exhaló una nube de humo. Tirando el cigarrillo casualmente al suelo, levantando su barbilla y estirando su mano.

Liberando la mano de tía Holly, cerré mis ojos por un segundo, comprometiéndome a memorizar como lucía ella, justo en este momento.

Mi chica mala latina.

Mi corazón.

Abriendo mis ojos, me apresuré a cruzar la puerta. Llegué al escalón superior, y luego salté a los brazos abiertos de Santana. Me envolvió con su abrazo. Me reí, sintiendo la brisa en mi rostro. Apretándome fuertemente, mis pies seguían separados del suelo, Santana preguntó:

—¿Estás lista para esa aventura, Mi Britt-Britt?

—Sí —contesté sin aliento.

Santana presionó su frente contra la mía y cerró sus ojos.

—Te amo —susurró después de una larga pausa.

—Yo también te amo —dije, en el mismo tono bajo.

Fui recompensada con una rara sonrisa.

Cuidadosamente me bajó hasta el suelo, cogió mi mano y preguntó de nuevo:

—¿Estás lista?

Asentí, luego me giré hacia mis padres, que estaban de pie en el porche. Les dije adiós con la mano.

—Vamos, chicas—dijo Holly—Tenemos que tomar un vuelo.

Santana me llevó hacia el auto, tomando mi mano como siempre. Mientras nos acomodábamos en el asiento trasero, miré por la ventanilla mientras nos alejábamos. Miré fijamente a las nubes, sabiendo que pronto estaría volando por encima de ellas.

En una aventura.

Una aventura con mi Santana.




—Nueva York—dije sin aliento, leyendo la pantalla de nuestra puerta de embarque.

Santana sonrió.

—Siempre planeábamos ir. Solo será más corto de lo que siempre habíamos pensado.

Completamente sin habla, envolví mis brazos alrededor de su cintura y apoyé mi cabeza en su pecho.

Tía Holly volvió de hablar con la mujer del mostrador.

—Vamos, ustedes dos—dijo, moviendo su mano hacia la entrada del avión—Vamos a ponerlos a bordo.

Seguimos a Holly. Mi boca se abrió cuando nos mostró los dos asientos delanteros en primera clase. La miré y se encogió de hombros.

—¿Cuál es el punto de estar a cargo de la cabina de primera clase si no puedo usar mis beneficios para malcriar a mi sobrina favorita?

Abracé a Holly. Ella me sostuvo un poco más de tiempo de lo normal.

—Vamos, ahora—dijo y me movió hacia mi asiento.

La tía Holly desapareció rápidamente detrás de la cortina de la sección de la tripulación. Me quedé de pie, viéndola irse. Santana tomó mi mano.

—Estará bien—me tranquilizó, luego apuntó hacia el asiento junto a la ventanilla—Para ti—añadió.

Sin poder detener la risita emocionada que salía de mi garganta, me senté y miré por la ventanilla hacia la gente trabajando en el suelo debajo. Los miré hasta que el avión estuvo totalmente lleno y empezamos a movernos.

Suspirando felizmente, me giré hacia Santana, quien me estaba mirando. Envolviendo sus dedos en los míos, dije:

—Gracias.

—Quería que vieras Nueva York—se encogió sus hombros—Quería verlo contigo.

Santana se inclinó para besarme. Detuve sus labios con mis dedos.

—Bésame a doce mil metros de altura. Bésame en el cielo. Bésame entre las nubes.

El aliento mentolado de Santana rozó mi rostro. Luego silenciosamente se recostó de nuevo en su asiento. Me reí mientras el avión de repente ganaba velocidad y nos alzábamos en el aire.


Cuando el avión se equilibró, repentinamente encontré mis labios siendo arrastrados hacia los de Santana. Sus manos agarraron mi cabeza mientras tomaba mi boca con la suya.

Necesitando algo que me mantuviera en el suelo, me agarré a su camisa.

Suspiré contra su boca mientras su lengua peleaba ligeramente contra la mía.

Cuando se hizo hacia atrás, su pecho agitándose y su piel caliente, susurré:

—Beso ochocientos ocho. A doce mil metros de altura. Con mi Sanny… mi corazón casi estalló.


Para el final del viaje tenía un montón de besos nuevos que añadir a mi frasco.




—¿Esto es para nosotras?—pregunté incrédulamente.

Miré fijamente hacia el último piso del hotel ridículamente costoso en Manhattan al que mi tía nos había traído.

Miré hacia Santana y pude decir que, a pesar de su siempre neutral expresión, también estaba sin palabras.

Tía Holly se paró junto a mí.

—Britt, tu mamá no sabe esto todavía. Pero bueno, he estado saliendo con alguien por un tiempo ya—una sonrisa amorosa se extendió por sus labios y continuó—Digamos que esta habitación es un regalo de él para ambas.

Me le quedé mirando con asombro.

Pero luego una calidez me llenó.

Siempre me había preocupado por la tía Holly. A menudo estaba sola. Podía ver en su rostro lo feliz que este hombre la había hecho.

—¿Él pagó por esto? ¿Para nosotras? ¿Para mí?—pregunté.

Holly hizo una pausa, luego explicó:

—Técnicamente, en realidad no tiene que pagar por ello. Es el dueño del lugar.

Mi boca, si es posible, cayó más, hasta que Santana juguetonamente la cerró poniendo su dedo bajo mi barbilla. Me quedé mirando fijamente a mi novia.

—¿Lo sabías?

Se encogió de hombros.

—Ella me ayudó a planear todo esto.

—Entonces, ¿lo sabías?—repetí yo.

Santana sacudió su cabeza hacia mí, luego cargó nuestras maletas hacia la habitación principal que estaba a la derecha.

Claramente estaba ignorando las instrucciones de mi papá sobre habitaciones separadas.

Mientras Santana desaparecía a través de la puerta, mi tía dijo:

—Esa chica caminaría sobre vidrios rotos por ti, Britt.

Mi corazón se llenó con luz.

—Lo sé—susurré.

Pero ese pequeño borde de miedo que había comenzado a sentir me penetró un poco más.

El brazo de la tía Holly me rodeó. Mientras la apretaba de vuelta, dije:

—Gracias.

Ella besó mi cabeza.

—No hice nada, Britt. Todo lo hizo Santana—hizo una pausa—No creo, en toda mi vida, que haya visto alguna vez a dos personas quererse tanto siendo tan jóvenes, y e incluso más, siendo adolescentes—tía Holly me giró para encontrar mis ojos—Disfruta este tiempo con ella, Britt. Esa chica, te quiere. Tienes que ser ciega para no verlo.

—Lo haré —susurré yo.

Holly se movió hacia la puerta.

—Estaremos aquí por dos noches. Estaré con Carl en su suite. Llámame al móvil si necesitan algo. Estaré a unos minutos de distancia.

—De acuerdo—contesté.

Girándome, absorbí el esplendor de la habitación. Los techos eran tan altos que tenía que doblar mi cabeza hacia atrás solo para ver el dibujo en la escayola blanca. La habitación era tan grande que haría parecer enana a la mayoría de las casas de la gente.

Caminé hacia la ventana y contemplé una vista panorámica de todo Nueva York.

Y respiré.

Respiré mientras mi vista caía sobre las imágenes familiares que solo había visto en fotos o en películas: el Empire State Building, el Central Park, la Estatua de la Libertad, el Flatiron Building, la Freedom Tower…

Había tanto que ver que mi corazón se aceleró con anticipación. Esto era donde debería haber vivido mi vida.

Aquí hubiera estado como en casa.

Lima, Ohio habría sido mis raíces; Nueva York habría sido mis alas.

Y Santana López habría sido por siempre mi amor. A mi lado a través de todo.

Notando una puerta a mi izquierda, caminé hacia ella y bajé la manija. Jadeé cuando una brisa fresca me golpeó, luego verdaderamente me dejé llevar por la vista.

Un jardín.

Una terraza exterior con flores de invierno, bancos e, incluso mejor, la vista.

Cerrando la cremallera de mi abrigo para mantenerme caliente, salí hacia el frio. Ráfagas de ligeros copos de nieve se asentaron en mi pelo. Necesitando sentirlos sobre mi rostro, eché mi cabeza hacia atrás. Fríos copos aterrizaron en mis pestañas, haciendo cosquillas en mis ojos.

Me reí mientras mi rostro se humedecía. Luego caminé hacia adelante, pasando mis manos sobre las relucientes hojas verdes hasta que estuve de pie ante el muro que ofrecía el panorama de Manhattan en bandeja.

Aspiré, dejando que el aire frío llenara mis huesos. De repente, cálidos brazos estaban alrededor de mi cintura y la barbilla de Santana descansaba sobre mi hombro.

—¿Te gusta, nena?—preguntó Santana suavemente. Su voz era poco más que un susurro como para no molestar nuestro pequeño refugio de tranquilidad.

Sacudí mi cabeza con incredulidad y me giré ligeramente hasta estar de cara a ella.

—No puedo creer que hayas hecho todo esto—contesté—No puedo creer que me hayas dado esto—señalé hacia la ciudad esparcida debajo—Me has dado Nueva York.

Santana besó mi mejilla.

—Es tarde y tenemos un montón de cosas que hacer mañana. Quiero estar segura que estés los suficientemente bien descansada para ver todo lo que he planeado.

Un pensamiento me vino a la cabeza.

—¿Sanny?

—¿?

—¿Puedo yo también llevarte mañana a un lugar?

Se puso seria, frunciendo su frente.

—Por supuesto—aceptó.

Podía verla buscando en mis ojos, tratando de descubrir lo que estaba planeando.

Pero no hizo preguntas.

Y estuve feliz por eso.

Se negaría si lo supiera con antelación.

—Bien—dije orgullosamente y sonreí para mí misma.

Sí, me había dado este viaje.

Sí, tenía cosas planeadas.

Pero yo quería enseñarle algo, recordarle sus sueños.

Sueños que todavía podría conseguir incluso después que yo me hubiera ido.

—Necesitas dormir, Mi Britt-Britt—dijo y bajó su boca para besar mi cuello.

Enredé mis manos a través de las suyas.

—Contigo junto a mí en la cama.

Lo sentí asentir contra mi cuello, antes de besarlo una vez más.

—Te he preparado un baño y he pedido comida. Te bañas, luego comeremos, luego dormiremos.

Me giré entre sus brazos y me alcé sobre los dedos de mis pies para poner mis manos en sus mejillas.

Estaban frías.

—Te amo, Sanny—dije suavemente.

Lo decía a menudo.

Y siempre lo sentía con todo mi corazón.

Quería que supiera, todas las veces, lo mucho que la adoraba.

Santana suspiró, y me besó lentamente.

—Yo también te amo, Mi Britt-Britt—dijo contra mis labios, apenas separándose.

Luego me llevó dentro donde me bañé.

Comimos.

Y luego dormimos.

Me acosté entre sus brazos en el centro de una cama gigante de cuatro postes. Con su cálido aliento flotando a través de mi rostro. Sus brillantes ojos mirando cada uno de mis movimientos.

Me quedé dormida, acurrucada en su abrazo, con una sonrisa tanto en mi corazón como en mis labios.





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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por vhere pao Sáb Nov 19, 2016 8:42 pm

omg que capitulo hermoso san llevando a britt-britt a la ciudad de sus sueños y lastimosamente la enfermedad esta avanzado solos espero el milagrito de que britt se sane y pueda cumplir su sueño de vivir con san en nueva york

gracias por este nuevo capitulo

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Sáb Nov 19, 2016 10:54 pm

Hola morra...

Al fin san y una nueva aliada.. jajaja
Me encanta que las dos esten en NY!!!!... que se cumpla en parte el sueño de britt!!!!
A ver como van los dias y a donde van???

Nos vemos!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por JVM Dom Nov 20, 2016 2:28 am

Pues el tiempo se esta pasando rapidísimo :( como había dicho San quisiera que el tiempo fuera lo mas lento posible pero no se puede hacer nada :/
Y pues Britt poco a poco va deteriorándose mas por su enfermedad. Ahora a disfrutar de la nueva aventura a la que la llevó San y espero que sepan aprovechar bien este tiempo juntas !
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Mensaje por micky morales Dom Nov 20, 2016 4:52 pm

Sera que abra una sola vez que no derrame mis lagrimas como un dique con cada capitulo?????? yo me llevaria a britt con un juez y me casaria con ella!!!!! bueno, soñar no cuesta nada!!!!! gracias por el maraton y hasta pronto!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Nov 20, 2016 7:10 pm

vhere pao escribió:omg que capitulo hermoso san llevando a britt-britt a la ciudad de sus sueños y lastimosamente la enfermedad esta avanzado solos espero el milagrito de que  britt se sane y pueda cumplir su sueño de vivir con san en nueva york

gracias por este nuevo capitulo




Hola, aii siiii!!! Si esa morena es un amor! lo repito y lo vuelvo a repetir!!! =( si, no las deja disfrutar al 100% no¿? Pero ni eso las deprime del todo! bn ai por ellas! De nada, pero gracias a ti por leer y comentar! Saludos =D





3:) escribió:Hola morra...

Al fin san y una nueva aliada.. jajaja
Me encanta que las dos esten en NY!!!!... que se cumpla en parte el sueño de britt!!!!
A ver como van los dias y a donde van???

Nos vemos!!!!



Hola lu, si! xfin! estaba luchando sola contra el mundo xD Y a mi! jaajajajajajjaja. Algo es algo, no¿? y mejor si es con san jajajajaja. Aquí el siguiente cap para saber mas. Saludos =D





JVM escribió:Pues el tiempo se esta pasando rapidísimo :( como había dicho San quisiera que el tiempo fuera lo mas lento posible pero no se puede hacer nada :/
Y pues Britt poco a poco va deteriorándose mas por su enfermedad. Ahora a disfrutar de la nueva aventura a la que la llevó San y espero que sepan aprovechar bien este tiempo juntas !



Hola, si =/ mmm ojala se pudiera o devolverlo al menoes =/ Si, eso tmbn es vrdd =/ Pero como tu dices, a disfrutar de todo el tiempo que les queda! y san lo esta haciendo muy bn! Saludos =D





micky morales escribió:Sera que abra una sola vez que no derrame mis lagrimas como un dique con cada capitulo?????? yo me llevaria a britt con un juez y me casaria con ella!!!!! bueno, soñar no cuesta nada!!!!! gracias por el maraton y hasta pronto!!!!



Hola, mmmmm la vrdd lo veo difícil, esk es tan linda y tierna ala vez =/ Eso mismo pense yo xD jajajaajajaj osea xq no¿? jajajaja. No, la vrdd esk no xD jajajajajajaj. De nada, gracias a ti por leer y comentar! Saludos =D




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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 12

Mensaje por 23l1 Dom Nov 20, 2016 7:13 pm

Capitulo 12


Canciones del Corazón y Belleza Encontrada…




Brittany



Pensé que había sentido una brisa en mi pelo antes.

Pero nada se comparaba con la brisa que pasaba por mis trenzas en la cima del Empire State Building.

Pensé que me habían besado de todas las maneras en las que se puede besar.

Pero nada se comparaba a los besos de Santana bajo el castillo de cuento en Central Park. A su beso en la corona de la Estatua de la Libertad. En el centro de Times Square, las brillantes luces iluminando mientras la gente se apresuraba a nuestro alrededor como si no tuvieran tiempo en el mundo.

La gente estaba siempre apresurándose pese a que tenían mucho tiempo.

A pesar de que yo tenía muy poco, me aseguraba de que todo lo que hacía fuera lento.

Medido.

Significativo.

Me aseguraba de saborear cualquier experiencia nueva.

Tomé una profunda respiración y bebí cada nueva vista, olor y sonido.

Para simplemente parar.

Respirar.

Abrazar.

Los besos de Santana variaban.

Eran lentos y suaves, gentiles y como el toque de una pluma. Después eran duros, fuertes y deslumbrantes.

Ambos me dejaban sin aliento.

Ambos se iban al jarrón.

Más besos cosidos a mi corazón.

Después de comer en el Stardust Diner, un sitio que decidí que quizás podría ser mi tercer sitio favorito del planeta, llevé a Santana fuera y alrededor de la esquina.

—¿Es mi turno ahora?—pregunté, mientras Santana tomaba mi collar y lo ponía más cerrado alrededor de mi cuello.

Miró su reloj.

La miré curiosa, preguntándome por qué seguía comprobaba la hora.

Santana me vio mirándole con sospecha. Envolviendo sus brazos a mi alrededor, replicó:

—Tienes el próximo par de hora, después volvemos a mi horario.

Arrugué mi nariz ante su estricta actitud y juguetonamente saqué mi lengua. El calor apareció en los ojos de Santana mientras lo hacía. Se inclinó hacia adelante y presionó su boca contra mis labios, su lengua inmediatamente acariciando contra la mía. Chillé y me agarré fuerte antes de romper el beso.

—No me tientes —me dijo burlonamente.

Pero aún vi el calor en sus ojos.

Mi corazón se saltó un latido.

Desde que Santana había vuelto a mi vida, no habíamos hecho más que besarnos.

Besarnos y hablar, y abrazarnos la una a la otra lo más cerca posible.

Nunca me presionaba por más, pero mientras las semanas pasaban, había empezado a querer entregarme a ella de nuevo.

Los recuerdos de nuestra noche, dos años atrás, corrieron como una grabación en mi mente. Las escenas eran tan vívidas, tan llenas de amor, que mis pulmones se hinchaban.

Porque aún recordaba la mirada en sus ojos cuando se movió encima de mí.

Todavía recordaba la manera en que sus ojos miraban a los míos. La manera en que el calor flotó a través de mí mientras le sentía, tan caliente, en mis brazos.

Y recuerdo sus gentiles caricias en mi cara, mi pelo y mis labios. Pero lo mejor de todo, recordaba su cara después del éxtasis.

La incomparable expresión de adoración.

La mirada que me dijo que, a pesar de que éramos jóvenes, lo que habíamos hecho nos había cambiado para siempre.

Unió nuestros cuerpos, mentes y almas.

De verdad nos hizo infinitos.

Por siempre y para siempre

—¿Dónde vamos, Mi Britt-Britt?—preguntó sacándome de mi ensoñación y sostuvo el dorso de su mano contra mi mejilla caliente—Estás caliente—dijo, su acento fuerte, el sonido perfecto pasando a través de mí como una fría brisa.

—Estoy bien—repliqué tímidamente.

Tomando su mano, intenté llevarle calle abajo. Santana cogió mi mano y me hizo confrontar su preocupación.

—Britt…

—Estoy bien—interrumpí, apretando mis labios para que supiera que lo decía de verdad.

Gruñendo con desesperación, Santana pasó su brazo alrededor de mi cintura y llevó hacia adelante. Busqué por el nombre de la calle y el bloque, viendo a dónde ir desde aquí.

—¿Vas a decirme lo que vamos a hacer?—preguntó Santana.

Asegurándome que íbamos en la dirección correcta, sacudí mi cabeza. Santana presionó un beso en el lado de mi cabeza mientras encendía un cigarro. Mientras fumaba, aproveché la oportunidad para mirar a mi alrededor.

Amaba Nueva York.

Amaba todo sobre ella.

Gente ecléctica, artistas, abogados y soñadores, todos tejidos en la gigante colcha de retales de la vida. Las calles concurridas, los cláxones de los autos y gritos la perfecta banda sonora sinfónica para la ciudad que nunca duerme.

Respiré la fresca esencia de la nieve en el crujiente aire frío y me abracé más contra el pecho de Santana.

—Haremos esto—dije y sonreí, brevemente cerrando mis ojos.

—¿Qué?—preguntó, el ahora familiar olor del humo de su cigarro humeando
delante de nosotras.

—Esto—dije—Nosotras, caminando por Broadway. Caminaríamos por la ciudad, yendo a ver a unos amigos, a nuestros colegios o nuestro departamento—empujé el brazo que tenía sobre mi—Me tomarías de esta manera y caminaríamos. Me contarías acerca de tu día y yo te contaría acerca del mío—sonreí ante la normalidad de la imagen.

Porque no necesitaba grandes gestos o cuentos de hadas; una vida normal con la chica que amaba siempre habría sido suficiente.

Incluso en este momento, lo valía todo.

Santana no dijo nada.

Había aprendido que cuando hablaba así, tan cándidamente acerca de cosas que nunca podrían pasar, Santana se encontraba más cómoda no diciendo nada.

Y estaba bien con ello.

Entendía que tenía que proteger su corazón que ya se estaba rompiendo.

Si pudiera protegerlo por ella lo haría, pero yo era la causa.

Simplemente rezaba, por todo lo bueno, que yo también pudiera ser el remedio.

Viendo el letrero en el viejo edificio, miré hacia Santana y dije:

—Estamos casi ahí.

Santana miró alrededor con confusión y estaba agradecida.

No quería que viera dónde estábamos.

No quería que se enfadara por un gesto hecho con bondad.

No quería que le doliera al ser forzado a ver un futuro que podría ser suyo.

La conduje a la derecha hacia el edificio. Ella lanzó su cigarrillo acabado al suelo y tomó mi mano en la suya. Caminando al registro, pedí nuestros tickets.

Santana apartó mi mano de mi bolso cuando trate de pagar. Pago, todavía sin saber dónde estábamos. Me levanté y le di un beso en la mejilla:

—Toda educada—bromeé y la miré mientras rodaba sus ojos.

—No estoy segura que tu papá piense así de mí.

No pude contener mi risa.

Mientras me reía libremente, Santana se paró y me miró, alargando su mano. Puse la mía en la suya y le dejé que me acercara a ella. Su boca aterrizó justo encima de mi oreja y dijo:

—¿Por qué cuando ríes así necesito desesperadamente hacerte una foto?

La miré, mi risa desvaneciéndose.

—Porque captas todos los aspectos de la condición humana. Lo bueno, lo malo, la verdad—me encogí de hombros y añadí—Porque a pesar de lo mucho que protestas y el aura de oscuridad que exudas, te esfuerzas por ser feliz, quieres ser feliz.

—Britt—giró su cabeza.

Como siempre, no quería reconocer la verdad, pero estaba ahí, encerrada profundamente en su corazón.

Todo lo que siempre había querido era ser feliz, sólo ella y yo.

Para mí, quería que aprendiera a ser feliz por sí sola. Incluso aunque caminaría a su lado cada día en su corazón.

—San—urgí suavemente—Por favor ven conmigo.

Santana miró a mi mano extendida, antes de ceder y apretar nuestras manos
fuertemente juntas. Incluso entonces contempló nuestras manos unidas con un poco de dolor detrás de sus precavidos ojos.

Atrayendo esas manos a mis labios, besé la parte de atrás de su mano y las traje a mis mejillas. Santana exhaló a través de su nariz. Finalmente, me empujó debajo de la protección de su brazo. Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, le llevé a través de las puertas dobles, revelando el espectáculo en el otro lado.

Fuimos recibidas por un vasto espacio abierto, imágenes famosas enmarcaban las altas paredes.

Santana se paró, y miré hacia arriba justo a tiempo para ver su sorprendida, aunque desapasionada reacción al ver su sueño delante de ella.

Una exhibición de las imágenes que había dado forma a nuestro tiempo.

Imágenes que habían cambiado el mundo.

Momentos perfectamente capturados en el tiempo.

El pecho de Santana se expandió lentamente mientras inhalaba profundamente, después exhaló con una calma controlada. Miró hacia mí y abrió sus labios.

Ningún sonido salió.

Ni una simple palabra formada.

Acariciando su pecho con mi mano, por debajo de la cámara que colgaba de su cuello, dije:

—Vi que esta exhibición estaba abierta la noche pasada y quería que la vieras. Estará aquí durante todo el año, pero quería estar aquí contigo, en este momento. Yo… yo quería compartir esto contigo.

Santana parpadeó, su expresión neutral. La única reacción que tuvo fue apretar su mandíbula.

No estaba segura de sí era una cosa buena o mala.

Saliendo de debajo de su brazo, entrelacé nuestros dedos sin apretar. Consultando la guía, nos llevé a la primera imagen de la exhibición. Sonreí, viendo el marinero en el centro de Times Square inclinando a la enfermera para besarla en los labios.

“Ciudad de Nueva York. 14 de agosto de 1945. V-J Day en Times Square por Alfred Eisenstaedt” leí.

Y sentí la luz y la excitación de la celebración a través de la imagen expuesta delante de mí.

Sentí que estaba ahí, compartiendo ese momento con todos los que estuvieron ahí.

Miré a Santana y la vi estudiando la imagen. Su expresión no había cambiado, pero vi su mandíbula aflojarse mientras su cabeza se inclinaba un poco hacia un lado.

Sus dedos se movieron entre los míos.

Sonreí nuevo.

No era inmune.

Y sin importar cuánto se resistiera, lo amaba.

Lo podía sentir tan fácilmente como podía sentir la nieve contra mi piel afuera.

La llevé a la siguiente imagen.

Mis ojos se abrieron mientras observaba la dramática vista. Los tanques yendo hacia adelante en convoy, un hombre parado justo en su camino. Rápidamente leí la información, mi corazón latiendo fuerte.

“Tiananmen Square, Beijing. 5 de junio de 1989. Esta imagen captura la protesta de un hombre para parar la supresión militar sobre las continuas protestas contra el gobierno chino”.

Me acerqué más a la imagen.

Tragué.

—Es triste—dije.

Y asintió.

Cada nueva imagen parecía evocar una emoción diferente. Mirando esos momentos capturados entendí de verdad por qué Santana amaba tomar fotografías.

Esta exhibición demostraba cómo el capturar estas imágenes impactaban a la sociedad. Mostraban a la humanidad en su mejor y peor momento.

Realzaban la vida en toda su desnudez y en su forma más pura.

Cuando paramos en la siguiente imagen, inmediatamente aparté la mirada, incapaz de mirar bien. Un buitre esperando pacientemente, dando vueltas por encima de un niño demacrado.

Esta imagen inmediatamente me llenó de dolor.

Me moví para alejarme, pero Santana se acercó a la imagen. Mi cabeza se movió y la miré. La vi estudiando cada parte de la imagen. Miré mientras sus ojos se encendían y sus manos se apretaban a su lado.

Si pasión ha aparecido.

Por fin.

—Esta imagen es una de las fotografías más controversiales que se han hecho nunca—me informó tranquilamente, todavía enfocado en la imagen—El fotógrafo estaba haciendo un reportaje sobre la hambruna en África. Mientras estaba haciendo fotos, vio al niño caminando para pedir ayuda, y este buitre esperando encima, sintiendo la muerte—tomó una respiración—Esta fotografía enseñaba, en una imagen, la extensión de la hambruna más que todos los reportajes escritos previos que había hecho—me miró—Hizo que la gente se sentara y prestara atención. Les enseñaba, en toda su brutal
severidad, cuánto había crecido la hambruna—se volvió para señalar al niño, agazapado en el suelo—Por esta imagen, la ayuda creció, la prensa cubrió más los problemas de la gente—tomó una profunda respiración—Cambió su mundo.

No queriendo parar su momento, caminamos a la siguiente:

—¿Sabes de qué va ésta?

Con la mayoría de las fotografías, luchaba por mirarlas. La mayoría era de dolor, la mayoría eran de sufrimiento. Pero para un fotógrafo, a pesar de que la visión era gráfica y te rompía el corazón, tenían cierto tipo de gracia poética. Tenían un mensaje profundo y sin fin, todo capturado en una sola imagen.

—Era una protesta, la guerra de Vietnam. Un monje budista se prendió fuego a sí mismo—su cabeza se agachó e inclinó a un lado, estudiando los ángulos—Nunca se acobardó. Tomó el dolor para hacer una declaración acerca de que la paz debía ser conseguida. Realzaba la difícil situación y la futilidad de esa guerra.

Y el día siguió, Santana explicando casi cada imagen. Cuando alcanzamos la última fotografía, era una imagen en blanco y negro de una mujer joven.

Era antigua; su pelo y su maquillaje parecían de los sesenta. Parecía tener alrededor de veinticinco en la imagen. Y estaba sonriendo.

Me hizo sonreír también.

Miré a Santana.

Se encogió de hombros, silenciosamente diciéndome que tampoco conocía la imagen. El título sólo decía, “Esther”. Busqué en la guía por información, mis ojos inmediatamente rebosando con agua cuando leí la inspiración.

Cuando leí por qué esta imagen estaba aquí.

—¿Qué?—preguntó Santana, sus ojos brillando con preocupación.

—Esther Rubenstein. La última mujer del patrón de esta exhibición—parpadeé y finalmente conseguí terminar—Murió a la edad de veintiséis, de cáncer—tragué la emoción en mi garganta y me acerqué al retrato de Esther—Puesto en esta exhibición por su esposo, el cual nunca se volvió a casar. Hizo esta fotografía y la colgó en esta exhibición. Dice que, aunque esta imagen nunca cambió el mundo, Esther cambió el suyo.

Lentas lágrimas caían por mis mejillas. El sentimiento era hermoso; el honor te quitaba el aliento.

Secándome las lágrimas, miré de nuevo a Santana, quién se había alejado de la imagen.

Mi corazón se hundió.

Me moví delante de ella.

Su cabeza hacia abajo.

Aparté el pelo de su cara.

La torturada expresión que me recibió me rompió en dos.

—¿Por qué me trajiste aquí?—preguntó, con la garganta espesa.

—Porque esto es por lo que te amo—señalé alrededor de la habitación—San, ésta es tu NYU Tisch. Aquí es donde quieres estudiar. Quería ver lo que puedes llegar a hacer algún día. Quería que vieras lo que el futuro aún te puede dar.

Sus ojos se cerraron.

Cuando se abrieron, vio mi sofocado bostezo.

—Estás cansada.

—Estoy bien—discutí, queriendo hablar de esto ahora.

Pero estaba cansada.

No estaba segura de poder hacer mucho más sin algo de descanso.

Santana pasó su mano a través de la mía y dijo:

—Vamos a descansar antes de esta noche.

—Sanny—intenté discutir, para hablar más sobre esto, pero se giró y tranquilamente dijo:

Mi Britt-Britt, por favor. No más—podía oír la tensión en su voz—Nueva York era nuestro sueño. No hay Nueva York sin ti. Así que por favor…—su voz se apagó, después susurró tristemente—Para.

No queriendo verla tan rota, asentí.

Santana besó mi frente.

Este beso era suave.

Era para darme las gracias.

Dejamos la exhibición y Santana llamó a un taxi. En minutos estábamos de camino de vuelta al hotel.

Tan pronto como entramos en la habitación, Santana se estiró conmigo en sus brazos.

No habló mientras me dormía.

Me dormí con la imagen de Esther en mi mente, preguntándome cómo su marido pudo recuperarse después de que ella volviera a casa.

Me pregunté si se había recuperado en absoluto.




—¿Mi Britt-Britt?

La suave voz de Santana me llamó desde mi sueño. Parpadeé en la oscuridad de la habitación, sólo para sentir el gentil dedo de Santana pasando por mi mejilla.

—Hola, bebé—dijo tranquilamente, cuando me giré para verla.

Alargándome, encendí la lámpara. Cuando la luz se encendió, me enfoqué en ella.

Una sonrisa tiró de mis labios.

Llevaba una apretada camiseta blanca que marcaba sus pechos debajo de una chaqueta marrón. Sus tejanos negros apretados estaban en sus piernas, las familiares tacones negros de ante en sus pies.

Tiré de las solapas de su chaqueta:

—Te ves muy inteligente, bebé.

Los labios de Santana se moldearon en una media sonrisa. Se inclinó hacia adelante y tomó mi boca lentamente con la suya. Cuando se alejó, me di cuenta de que su pelo estaba recién lavado y secado.

—¿Cómo te sientes?—preguntó.

Estiré mis brazos y piernas.

—Un poco cansada y dolida por toda la caminata, pero estoy bien.

La frente de Santana se arrugó con preocupación:

—¿Estás segura? No tenemos que ir esta noche si no te sientes bien.

Moviéndome más adelante de mi cojín, me paré justo a un centímetro delante de la cara de Santana y dije:

—Nada podría alejarme de esta noche—pasé mi mano por su suave chaqueta marrón—Especialmente contigo viéndote tan elegante. No tengo ni idea de lo que tienes planeado, pero si ha hecho que te quites tu chaqueta de cuero, tiene que ser algo realmente especial.

—Eso creo—replicó Santana después de una pausa avergonzada.

—Entonces estoy definitivamente bien—dije con confianza, dejando que me
ayudase a sentarme cuando esta simple tarea fue demasiado difícil.

Aún agachada, Santana buscó en mi cara.

—Te amo, Mi Britt-Britt.

—También te amo, cariño—repliqué.

Mientras me levantaba, con la ayuda de Santana, no pude evitar sonrojarme.

Se estaba haciendo más guapa con cada día que pasaba, pero viéndose de esta manera, hacía que mi corazón se pusiera al galope en mi pecho.

—¿Qué debería ponerme?—pregunté.

Me llevó a la sala de estar de la suite. Una mujer estaba sentada en el centro de la habitación, instrumentos para el pelo y maquillar desperdigados alrededor de ella.

Asombrada, miré hacia Santana. Nerviosamente apartó el pelo de su rostro.

—Tu tía lo organizó todo—se encogió de hombros—Para que te nos viéramos perfectas. No es que tu no lo hagas de todos modos.

La señora en el cuarto ondeó la mano y tocó el asiento frente a ella. Santana llevó mi mano a su boca y la besó.

—Ve, debemos irnos en una hora.

—¿Qué me pongo?—pregunté, sin aliento.

—Organizamos eso también—me llevó al asiento y me senté en este, brevemente deteniéndome para presentarme con la estilista.

Santana se fue a un sofá al otro lado del cuarto. Fui llenada con felicidad cuando sacó su cámara de su bolso a un lado de la mesa. La observé llevar la cámara a su ojo mientras Unique, la estilista, comenzaban a trabajar en mi pelo.

Y por los siguientes cuarenta minutos, capturó esos momentos.

No podría haber estado más feliz si lo intentaba.

Unique se inclinó, mirando mi cara, y, con un último toque de la brocha en mi mejilla, se echó hacia atrás y sonrió.

—Ya estamos, chica. Todo listo—dio un paso hacia atrás y comenzó a empacar sus cosas. Cuando hubo terminado, me besó en la mejilla—Que tengas una buena noche, señorita.

—Gracias—contesté y la acompañé a la puerta.

Cuando me di vuelta, Santana estaba de pie frente a mí. Levantó su mano a mi pelo recién rizado.

Mi Britt-Britt—jadeó—Te ves hermosa.

Agaché la cabeza.

—¿Sí?

Levantó la cámara y presionó el botón. Bajándola de nuevo, asintió.

—Perfecta.

Santana buscó mi mano y me llevó hasta la habitación. Colgado de la puerta había un vestido negro con cintura de corte imperio. Zapatos de tacón bajos estaban sobre la alfombra de felpa acolchada.

—San—susurré mientras pasaba mi mano sobre la suave tela—Es muy bonito.

Santana levantó el vestido y lo colocó sobre la cama.

—Vístete, cariño, luego debemos irnos.

Asentí, todavía sorprendida.

Salió de la habitación y cerró la puerta.


En minutos estuve vestida y deslicé mis pies en los tacones. Fui hacia el espejo del baño, y un jadeo atónito dejó mi boca cuando miré a la chica en el reflejo.

Mi pelo estaba rizado y ni una sola hebra estaba fuera de lugar. Mi maquillaje alardeaba con unos ojos ahumados, y, lo mejor de todo, mis pendientes de infinito estaban brillando.

Un golpe sonó en la puerta de la habitación.

—¡Entra!—grité.

No podía apartarme de mi reflejo.

Santana se puso detrás de mí, y mi corazón se derritió cuando vi su reacción en el espejo… La mirada anonadada en su apuesto rostro.

Colocó sus manos en mis brazos. Una mano subió para echar mi pelo hacia atrás mientras besaba el punto justo bajo mi oreja. Me sentí sin aire ante su toque, ante sus ojos todavía fijos en los míos en el espejo.

Mi vestido negro se hundía ligeramente en la parte delantera, mostrando mi pecho y cuello, tirantes anchos se extendían en el borde de mis hombros.

Santana me besó bajando por mi cuello, antes de mover su mano a mi barbilla y girar mi boca a la suya. Sus cálidos labios se derritieron contra los míos y suspiré, de pura felicidad, contra su boca.

Santana estiró la mano hacia el tocador y levantó el lazo blanco en sus manos. Lo deslizó en mi pelo. Mostrándome una tímida sonrisa, dijo:

—Ahora estás perfecta. Ahora eres mi Britt.

Mi estómago dio un vuelco por la profundidad de su voz, entonces dio una vuelta por completo cuando tomó mi mano y me llevó al cuarto. Abrigo para el vestido esperando en el cuarto, lo sostuvo y lo pasó sobre mis hombros.

Girándome para mirarla, preguntó:

—¿Estás lista?

Asentí y le permití a Santana llevarme hacia el elevador y luego afuera. Una limosina estaba esperando por nosotros, el chofer vestido elegantemente abrió la puerta para que entráramos.

Me giré hacia Santana para preguntarle cómo había arreglado todo, pero antes de que siquiera pudiera, respondió:

—Holly.

El conductor cerró la puerta. Me aferré con fuerza a la mano de Santana mientras entrabamos a las atestadas calles. Observé a Manhattan como un borrón pasar por la ventana, entonces nos detuvimos.

Vi el edificio antes de que saliéramos de la limosina, mi corazón martilleó de
emoción. Giré mi cabeza hacia Santana, pero ella ya se había bajado.

Apareció en mi puerta, abriéndola por mí y extendiendo su mano Salí a la calle y alcé la mirada hacia el gigante edificio frente a nosotras.

—Sanny—susurré—Carnegie Hall—mi mano se deslizó sobre mi boca.

Santana cerró la puerta y la limosina se alejó. Me acercó más y dijo:

—Ven conmigo.

Mientras caminábamos a la entrada, traté de leer todas las señales para obtener alguna indicación sobre la presentación. Pero sin importar qué tanto busqué, no pude descubrir quién estaba tocando esta noche.

Santana empujó las grandes puertas, y un hombre nos saludó en el interior y apuntó el camino a seguir. Me guío hasta que habíamos parado por el vestíbulo y entramos en el auditorio principal.

Si estaba sin aliento antes, no era nada comparado por como me sentí en ese momento, pararme en el auditorio había sido mi sueño desde que era una pequeña niña.

Cuando observé el vasto e impresionante espacio, los balcones dorados, el acolchado rojo de las sillas y las alfombras, fruncí el ceño, dándome cuenta que estaba completamente vacío.

No había audiencia.

No había orquesta.

—¿Sanny?

Santana se movía nerviosamente sobre sus pies y apuntó al escenario. Seguí su mano. En el centro del gran escenario había una sola silla, y un chelo descansaba a un lado con su arco encima.

Traté de imaginar lo que estaba viendo, pero no podía comprenderlo. Este era Carnegie Hall. Una de las salas de conciertos más famosas de todo el mundo.

Sin una palabra, Santana me hizo caminar por el pasillo hacia el escenario,
deteniéndome en un juego de escaleras temporales. Me giré para mirarla, y Santana me miró a los ojos.

Mi Britt-Britt, si las cosas hubieran sido diferentes…—tomó aire, pero se las arregló para controlarse a sí mismo, lo suficiente para continuar—Si las cosas hubieran sido diferentes, habrías tocado aquí como una profesional algún día. Habrías tocado aquí como parte de una orquesta, la orquesta de la has soñado ser parte—apretó mi mano—Habrías tocado el solo que siempre quisiste tocar en este escenario—una lágrima se deslizó por su mejilla—Pero como eso no puede pasar, porque la vida es malditamente injusta… Todavía quise que tuvieras esto. Que supieras qué se hubiera sentido este sueño. Quería que tuvieras tu oportunidad bajo las luces del escenario. Una luz que, en mi opinión, te mereces, no sólo como la persona que más amo en todo el mundo, sino como la mejor chelista. La música más talentosa.

La comprensión se asentó.

La magnitud de lo que había hecho por mí comenzó a aclararse, moviéndose lentamente hasta descansar sobre mi corazón expuesto.

Sintiendo mis ojos llenarse de agua, di un paso más cerca de Santana, extendiendo mis manos en su pecho. Parpadeé hacia ella, tratando de deshacerme de las lágrimas de mis ojos.

Sin ser capaz de contener mis emociones, intenté preguntar.

—¿Has… cómo… hiciste esto?

Santana me hizo avanzar y me hizo subir los escalones hasta que estuve en el escenario que había sido mi mayor ambición en la vida. La mano de Santana apretó la mía de nuevo, en lugar de hablar.

—Esta noche tienes el escenario, Mi Britt-Britt. Lo siento, soy la única que va a ver tu presentación, pero sólo quería que tuvieras este sueño cumplido. Quería que tocaras en este escenario. Quería que tu música llenara este auditorio. Quería que tu legado quedara impregnado en estas paredes.

Acercándose más a mí, Santana colocó sus manos sobre mis mejillas y limpió mis lágrimas con las yemas de sus dedos. Presionando su frente contra la mía, susurró:

—Te mereces esto, Britt. Deberías de tener más tiempo para ver este sueño hacerse realidad, pero… pero…

Agarré mis manos alrededor de las muñecas de Santana mientras luchaba por terminar. Mis ojos se apretaron con fuerza, sacando las lágrimas restantes de mis ojos.

—No—dije y levanté la muñeca de Santana para besar su pulso acelerado. Colocándola sobre mi pecho, añadí—Está bien, cariño—inhalé y una sonrisa llorosa se extendió en mis labios.

El aroma a madera llenaba mi nariz.

Si cerraba mis ojos con suficiente fuerza, se sentía como si pudiera escuchar el eco de todos los músicos que se habían subido a este escenario de madera, el maestro de música que había adornado este escenario con pasión e ingenio.

—Estamos aquí ahora—terminé y di un paso lejos de Santana.

Abriendo mis ojos, parpadeé ante la visión del auditorio desde mi posición elevada. Lo imaginé lleno de personas, todos vestidos para un concierto.

Hombres y mujeres que amaban sentir la música en sus corazones. Sonreí, viendo la imagen muy vivida en mi mente.

Cuando me giré de regreso a la chica que había arreglado este momento para mí, estuve sin palabra.

No tenía palabras para expresar de manera correcta lo que este gesto había hecho en mi alma.

El regalo que Santana me había dado tan pura y dulcemente… mi sueño más grande hecho realidad.

Así que no hablé.

No podía.

En cambio, solté sus muñecas y caminé hacia el solitario asiento que esperaba por mí. Pasé mi mano sobre el cuero negro, sintiendo la textura bajo las yemas de mis dedos.

Caminé hacia el chelo, el instrumento siempre se había sentido como una extensión de mi cuerpo. Un instrumento que me llenaba con una alegría que uno nunca podía explicar hasta que se hubiera experimentado de verdad.

Una alegría que lo abarcaba todo y lo llevaba como una forma más elevada de paz, tranquilidad, una serenidad; un delicado amor como ningún otro.

Desabotonándome el abrigo, lo deslicé por mis brazos, sólo para que dos manos familiares lo tomaran y lo deslizaran suavemente de mi piel. Miré hacia atrás a Santana, quien en silencio dejó un beso sobre mi hombro desnudo, luego salió del escenario.

No vi donde se sentó, porque cuando salió del escenario, la luz directamente sobre el asiento pasó de un tenue brillo a uno potente. Las luces de la sala fueron apagadas.

Miré a la silla brillantemente iluminada con una pesada mezcla de nerviosismo y excitación.

Un pie fue hacia adelante, los tacones de mis zapatos hicieron un eco que rebotó en las paredes. El sonido estremeció mis huesos, incendiando mis huesos frágiles, rejuveneciéndolos con vida.

Inclinándome, levanté el chelo y el sentir su cuello me hizo jadear. Sostuve el arco en mi mano derecha, su delgada madera encajaba perfectamente en mis dedos.

Me senté, inclinando el chelo para mover la columna para mi altura perfecta.

Acomodando el chelo, el chelo más hermoso que había visto alguna vez, cerré mis ojos y llevé mis manos a las cuerdas, tocando cada una para ver si estaba afinado.

Por supuesto, estaba perfecto.

Me moví al borde del asiento, plantando mis pies en el suelo de madera hasta que me sentí lista y preparada.

Entonces me permití alzar la mirada. Incliné mi barbilla hacia la luz como si fuera el sol. Inhalando profundamente, cerré mis ojos, luego conecté el arco con la cuerda.

Y toqué.

Las primeras notas del Preludio de Bach fluyeron de mi arco a la cuerda y hacia el auditorio, avanzando hasta llenar el gran cuarto con los sonidos celestiales.

Me moví cuando la música se apoderó de mí en su abrazo, derramándose de mí, exponiendo mi alma a todo el que quisiera escuchar.

Y en mi cabeza el auditorio estaba lleno. Cada asiento estaba ocupado mientras los aficionados me escuchaban tocar. Escuchaban la música que demandaban escuchar. Toqué tales melodías que ningún ojo seco podría haber sido encontrado en la sala.

Exudé tal pasión que todos los corazones estarían llenos y los espíritus serían tocados.

Sonreí bajo el calor de la luz, la cual estaba calentando mis músculos y extinguiendo su dolor.

La pieza se acercó al final.

Luego fui directamente a otra.

Toqué y toqué hasta que hubo pasado tanto tiempo que pude sentir mis dedos comenzar a doler.

Levanté el arco, un silencio enorme rodeaba el auditorio. Dejé que una lágrima cayera mientras pensaba en qué tocar después.

Lo que sabía que debía tocar a continuación.

Lo que debía tocar a continuación.

La única pieza de música que soñé que tocaría en este prestigioso lugar.

La única canción que mostraba mi alma como ninguna otra.

La única pieza que tendría presencia aquí mucho tiempo después de que me fuera.

La que tocaría como despedida a mi pasión.

Después de escuchar su perfecto eco en este magnífico auditorio, no lo haría, no podría, tocarla nunca más.

No habría más chelo para mí.

Este tendría que ser el lugar donde dejara esta parte de mi corazón. Aquí es donde diría adiós a la pasión que me había mantenido fuerte, que había sido mi salvación en los momentos donde me sentía perdida y sola.

Aquí sería donde las notas serían dejadas para bailar en el aire por la eternidad.

Sentí un temblor en mis manos cuando me detuve antes de comenzar.

Sentía lágrimas fluyendo pesadas y rápido, pero no eran de tristeza. Eran por dos rápidos amigos, la música y la vida que la creaba, diciéndole una a la otra que tenían que separarse, pero que un día, algún día, estarían juntos de nuevo.

Contando interiormente, coloqué el arco sobre la cuerda y dejé que “The Swan” de Carnival of Animals comenzara.

Cuando mis manos ahora estables comenzaron a crear la música que adoraba tanto, sentí un nudo llenar mi garganta. Cada nota era una oración
susurrada, y cada crescendo era un himno cantado en voz alta, al Dios que me dio este don.

Que me dio el don de tocar música y sentirla en mi alma.

Y estas notas eran mi agradecimiento al instrumento por permitir tocar su gloria con tanta gracia.

Permitiéndome amarlo tanto que se convirtió en parte de lo que era, la misma tela de mi ser.

Y finalmente, mientras los delicados compases de la pieza fluían tan suavemente en el cuarto, indicación mi eterno agradecimiento a la chica sentada en silencio en la oscuridad.

La chica tan entregada a la fotografía como yo a la música.

Ella era mi corazón.

El corazón entregado libremente a mí de niña.

El corazón que lo hacia la mitad del mío propio.

La chica que, aunque rota por dentro, me amaba tan profundamente que me dio esta despedida.

Me dio, en el presente, el sueño que mi futuro jamás podría.

Mi alma gemela que capturaba estos momentos.

Mi mano tembló cuando la nota final sonó, mis lágrimas se extendían por la madera.

Sostuve mi mano en el aire, el final de la pieza suspendida hasta que el eco final de su nota susurrada más alta voló hacia los cielos para tomar su lugar entre las estrellas.

Me detuve, dejando que la despedida se asentara.

Luego tan en silencio como fue posible, me puse de pie. Y sonriendo, imaginé a la audiencia y su aplauso. Incliné mi cabeza y bajé el chelo al suelo del escenario, dejando el arco sobre este justo como lo había encontrado.

Incliné mi cabeza hacia atrás hacia el túnel de luz sobre mí una última vez, luego fui hacia las sombras. Mis tacones crearon un tenue ritmo de tambor mientras dejaba el escenario.

Cuando llegué al último escalón, las luces de la sala se encendieron, dejando atrás los resquicios de mi sueño.

Tomé aire profundamente mientras pasaba mi mirada sobre los asientos rojos vacíos, luego miré de nuevo hacia el chelo todavía posicionado exactamente como estaba en el escenario, esperando pacientemente por el próximo músico para ser bendecido con su gracia.

Estaba hecho.

Santana lentamente se puso de pie. Mi estómago dio un vuelco cuando vi sus mejillas enrojecidas por la emoción. Pero mi corazón latió un ritmo más que necesitado cuando vi la expresión en su apuesto rostro.

Ella me entendía.

Entendía mi verdad.

Entendía que era la última vez que tocaría.

Y podía ver, perfectamente claro como el agua, la mezcla de tristeza y orgullo, en sus ojos.

Cuando llegó hasta mí, Santana no tocó las manchas de lágrimas en mis mejillas, así como yo no toqué las suyas. Cerrando sus ojos, Santana tomó mi boca en un beso.

Y en este beso sentí la efusión de su amor.

Sentí un amor, que a los diecisiete, fui bendecida al haber recibido.

Un amor que no conocía límites.

La clase de amor que inspira música que dura a través de los años.

Un amor que debería ser sentido, querido y atesorado.

Cuando Santana se apartó y me miró a los ojos, supe que este beso sería escrito en un pedazo de papel rosa en forma de corazón, con más devoción que ninguno de esos que habían sido escritos antes.

Beso ochocientos noventa fue el beso que lo cambió todo.

Un beso que demostró que una chica de pelo negro y largo de Puerto Rico y una chica de pelo rubio y largo, extraña de Holanda podrían encontrar un amor que rivalizara con los grandes.

Demostraba que el amor era simplemente la tenacidad con la que te aseguraban que la otra mitad de tu corazón supiera que él, o ella, eran adorados de cada forma.

En cada minuto del día.

El amor era ternura en la forma más pura.

Santana inhaló profundamente, luego susurró.

—No tengo palabras ahora mismo… En ninguno de mis idiomas.

Le ofrecí una débil sonrisa en respuesta.

Porque yo tampoco tenía.

El silencio era la perfección.

Era de lejos mucho mejor que las palabras.

Tomando la mano de Santana, la llevé hacia el pasillo y fuera hacia el vestíbulo. La fría brisa del viento de febrero en Nueva York fue un alivio bienvenido del calor del interior del edificio.

Nuestra limosina estaba esperando en la acera; Santana debió haber llamado al conductor.

Nos deslizamos en el asiento trasero. El conductor salió al tráfico y Santana me atrajo a su lado. Me dejé caer de buen agrado, respirando el aroma fresco de en su chaqueta.

Con cada curva que el conductor tomó, el ritmo de mi corazón aumentó.


Cuando llegamos al hotel, tomé la mano de Santana y caminé al interior.

Ni una sola palabra había sido pronunciada de camino aquí, ni un solo sonido fue hecho mientras el elevador llegaba al piso de arriba.

El sonido de la tarjeta abriendo la cerradura electrónica se escuchó como un trueno en el silencioso pasillo. Abrí la puerta, nuestros pasos repicaban en el piso de madera y caminé dentro hasta la sala de estar.

Sin detenerme, caminé hacia la puerta del dormitorio, solamente mirando hacia atrás para asegurarme de que Santana me seguía. Se paró en la puerta, mirándome salir.

Nuestras miradas chocaron, y necesitándola más que el aire, lentamente levanté mi mano.

La quería.

La necesitaba.

Tenía que amarla.

Vi a Santana inhalar una respiración profunda, luego dio un paso hacia mí. Caminó con cuidado a donde yo esperaba. Deslizó su mano en la mía, su toque enviando llamaradas de luz y amor a través de mi cuerpo.

Los ojos de Santana estaban oscuros, casi negros, con las pupilas dilatadas. Su necesidad era tan fuerte como la mía, su amor y confianza demostrados tan completamente.

La calma fluyendo a través de mí como un río. Le permití entrar y conduje a Santana al dormitorio y cerré la puerta.

La atmósfera espesa alrededor de nosotras, los intensos y evaluadores ojos de Santana observando cada uno de mis movimientos.

Sabiendo que tenía su completa atención, liberé su mano y di un paso atrás.
Levantando mis dedos temblorosos, empecé a desabrochar los botones grandes de mi abrigo, nuestras miradas se encontraron nunca dudando mientras el abrigo se abría y lentamente lo dejé caer al suelo.

La mandíbula de Santana se tensó mientras observaba, sus dedos abriéndose y cerrándose a sus costados.

Me quité los zapatos, mis pies descalzos hundiéndose en la alfombra de felpa.

Tomando una fortificante respiración, di un paso a través de la alfombra hacia donde Santana estaba de pie, esperando. Cuando me detuve delante de ella, levanté los ojos, los párpados pesados con la avalancha de sentimientos dentro de mí.

El pecho de Santana subió y bajó, la apretada camiseta blanca debajo de su
chaqueta mostrando sus pechos. Sintiendo una capa de rubor en mis mejillas, puse suavemente mis manos sobre su pecho.

Santana se quedó inmóvil cuando mis cálidas manos la tocaron. Luego, manteniendo mis ojos fijos, deslicé mis manos hasta sus hombros, liberándolo de su chaqueta. La chaqueta cayó al piso, a sus pies.

Inhalé tres veces, luchando por controlar los nervios repentinamente corriendo a través de mí. Santana no se movió. Permaneció completamente inmóvil, dejándome explorar; pasé mi mano por encima de su estómago, a lo largo de su brazo y tomé su mano con la mía. Levanté nuestras manos unidas hacia mi boca, y en un movimiento tan familiar para ambas, besé nuestros dedos entrelazados.

—Así es como ellos deberían estar siempre—susurré, mirando a nuestros dedos entrelazados.

Santana tragó y asintió en acuerdo silencioso.

Mis pies retrocedieron y retrocedieron otra vez. Conduciéndonos hacia la cama. El edredón estaba retirado, desechado por el servicio de limpieza. Y cuanto más me acercaba a esa cama, mis nervios se asentaron más y la paz se estableció dentro de mí.

Porque esto estaba bien.

Nada, ni nadie, podía decirme que esto estaba mal.

Haciendo una pausa antes del borde de la cama, Liberé nuestras manos. Impulsada por el deseo, tomé el dobladillo de la camisa de Santana y lentamente la saqué por su cabeza. Ayudándome, arrojó la camiseta al piso, y luego se quitó el sujetador dejándola de pie con el torso desnudo y a la vista su perfecto cuerpo.

Santana dormía sin sujetador todas las noches, pero verla otra vez sin el había algo sobre la estática acumulada en la atmósfera y la manera en que me había hecho sentir con la sorpresa de esta noche que hizo esto diferente.

Era diferente.

Era conmovedor.

Pero éramos nosotras.

Levantando las manos, presioné mis palmas en su piel y pasé los dedos sobre sus pezones y estomagó. La piel de Santana sacudiéndose con mi atención, la respiración dificultosa siseando a través de sus labios entreabiertos.

Mientras mis dedos exploraban sus pechos, me incliné hacia adelante y presioné mis labios sobre su corazón. Este corría como las alas de un colibrí.

—Eres perfecta, Santana López—susurré.

Los dedos de Santana se elevaron para acariciar mi pelo. Dirigió mi cabeza hacia arriba. Mantuve mis ojos abajo hasta el último segundo, cuando finalmente levanté la mirada y me encontré con su mirada.

Sus ojos brillaban.

Los labios llenos de Santana se abrieron y susurró:

Te amo..

Ella me amaba.

Asentí para demostrar que la había escuchado. Pero mi voz había sido robada por el momento.

Por lo precioso de su toque.

Retrocedí, los ojos de Santana siguiendo cada uno de mis movimientos.

La quería.

Levantando la mano al tirante sobre mi hombro, armé de valor a mis nervios y la dejé caer por mi brazo. La respiración de Santana entrecortada cuando liberé el otro tirante, el vestido de seda agrupándose a mis pies. Forcé mis brazos a mis lados, la mayor parte de mi cuerpo puesta al descubierto a la chica que amaba más allá de cualquier otra cosa en el mundo.

Estaba desnuda, mostrando las cicatrices que había obtenido en el transcurso de dos años. Mostrándole todo de mí, la chica que ella siempre había conocido y las cicatrices de la batalla de mi lucha inquebrantable.

La mirada de Santana se redujo a correr por encima de mí. Pero no había ningún disgusto en sus ojos.

Sólo vi la pureza de su amor brillando a través de ellos.

Sólo vi deseo y necesidad y por encima de todo… Todo su corazón expuesto.

Solo para mis ojos.

Como siempre.

Santana se acercó más y más, hasta que su pecho caliente se presionó contra el mío.

Con un toque ligero como una pluma, apartó mi pelo detrás de mi oreja y luego llevó sus dedos bajo mi cuello desnudo y sobre mi lado.

Mis ojos revolotearon por la sensación.

Escalofríos recorrieron mi espalda.

El olor del aliento a menta de Santana llenó mi nariz mientras se inclinaba hacia adelante y arrastró sus labios suaves a lo largo de mi cuello, salpicando delicados besos en mi piel expuesta.

Me aferré a sus fuertes hombros, anclándome a mí misma al piso.

Mi Britt-Britt—susurró con voz ronca mientras su boca pasaba por mi oreja.

Inhalando profundamente, susurré:

—Hazme el amor, Sanny.

Se quedó inmóvil por un momento y luego, moviéndose hasta que su rostro se cernió por encima del mío, ella brevemente captó mis ojos, antes de poner sus labios contra los míos.

Ese beso fue tan dulce como esta noche, tan suave como su toque.

Este beso fue diferente, era la promesa de lo que me esperaba, el compromiso de Santana de ser gentil... su promesa de amarme como yo la amaba.

Las manos de Santana yacían en mi nuca mientras su boca se movía lentamente contra la mía. Luego, cuando estaba sin aliento, sus manos cayeron a mi cintura y con cuidado me levantó sobre la cama.

Mi espalda golpeó el suave colchón y observé desde el centro de la cama que Santana se despojaba del resto de su ropa, sin apartar sus ojos de los míos mientras se arrastraba en la cama para acostarse a mi lado.

La intensidad en el hermoso rostro de Santana me derritió, provocando un estampido de mi corazón con un ritmo entrecortado.

Rodando sobre mi lado para enfrentarlo, pasé mis dedos por su mejilla y le susurré:

—Yo también te amo.

Los ojos de Santana se cerraron como si necesitara escuchar esas palabras más que su próxima respiración. Se movió por encima de mí, su boca tomando la mía. Mis manos recorrieron su espalda firme y hacia arriba por su largo pelo.

Las manos de Santana corrieron por mi lado, luego me liberó del resto de ropa y las dejó caer en el suelo para unirse al resto.

Estaba jadeando cuando Santana se elevó sobre mí. Sin aliento cuando encontró mis ojos y preguntó:

—¿Estás segura, Mi Britt-Britt?

Incapaz de contener mi sonrisa, respondí:

—Más de lo que he estado de algo en mi vida.

Mis ojos revolotearon cerrados cuando Santana me besó de nuevo, mientras sus manos exploraban mi cuerpo, todas las partes familiares.

Y yo hice lo mismo.

Con cada toque y cada beso, mis nervios desaparecieron, hasta que fuimos Brittany y Santana, ahí no había un principio para nosotras y ningún final.

El aire se volvió pesado y caliente cuanto más nos besamos y exploramos, hasta que finalmente, Santana se movió por encima de mí.

Ni una sola vez rompiendo el contacto, me llevó a los suyos de nuevo.

Mi cuerpo lleno de luz y vida cuando ella nos hizo una.

Mi corazón se llenó con tanto amor que me temía que no contendría toda la felicidad que se desbordaba.

La sostuve cuando regresamos nuevamente a tierra, sosteniéndola fuertemente en mis brazos.

La cabeza de Santana estaba en el hueco de mi cuello, su piel brillante y cálida.

Mantuve mis ojos cerrados, poco dispuesta a romper con este momento.

Este momento perfecto.

Finalmente, Santana levantó su cabeza. Viendo la expresión vulnerable en su rostro, la besé suavemente.

Tan suavemente como ella me había tomado.

Tan suavemente como ella manejó mi frágil corazón.

Sus brazos acunaron mi cabeza, manteniéndome segura. Cuando rompí el beso, me encontré con su mirada amorosa y susurré:

—Beso número ochocientos veinte. Con mi Sanny, en el día más increíble de mi vida. Después de que hicimos el amor... Mi corazón casi estalló.

La respiración de Santana se enganchó en su garganta. Con un breve beso final, rodó a mi lado y me envolvió en sus brazos.

Mis ojos se cerraron y me quedé dormida en un sueño ligero.

Tan ligero que sentí a Santana darme un beso en la cabeza y luego moverse de la cama.

Cuando la puerta del dormitorio se cerró, parpadeé en la oscura habitación, captando el sonido de la puerta de la terraza deslizándose al abrir.

Empujé el edredón a un lado, me puse la bata que estaba colgando en la parte posterior de la puerta y las zapatillas que puse cuidadosamente en el piso.

Mientras caminaba a través de la habitación, sonreí, todavía oliendo el aroma de Santana en mi piel.

Entré en la sala de estar, en dirección de la puerta exterior, pero inmediatamente me detuve en mi camino. Porque a través de la amplia ventana pude ver a Santana en el piso, sentada de rodillas.

Derrumbándose.

Sentí como si mi corazón se partiera físicamente en dos cuando la vi, en el frío de la noche, vestida solo con una polera Lágrimas se derramaban de sus ojos mientras su espalda se sacudía con dolor en su tembloroso cuerpo.

Lágrimas nublaron mi visión mientras la miraba fijamente.

Mi Santana.

Tan quebrada y sola, mientras se sentaba en la nieve cayendo suavemente.

—Sanny. Bebé—susurré para mí mientras me obligué a caminar hacia la puerta, cuando mi mano giró la manija, le ordené a mi corazón prepararse para el dolor que causaría esta escena.

Mis pies crujían sobre la fina y crujiente capa de nieve bajo mis pies. Santana parecía no escuchar.

Pero la escuché.

Escuché su respiración desenfrenada.

Peor aún, escuché sus sollozos.

Escuché el dolor abrumarlo.

Vi la forma en que se tambaleó hacia delante, con las palmas plantadas en el suelo debajo de ella.

Fallando en contener mi llanto, me precipité hacia adelante y envolví mis brazos alrededor de ella. Se dejó caer en mi regazo, buscando la comodidad de mis brazos.

Y se rompió.

Santana se desmoronó completamente: un mar de lágrimas corría por sus mejillas, gruesas respiraciones esbozando bocanadas de humo blanco al chocar con el aire helado.

La mecí hacia atrás y adelante, sosteniéndola cerca.

—Shh—la calmé, tratando seriamente de respirar a través de mi propio dolor.

El dolor de ver a la chica que amaba desmoronarse.

El dolor de saber que yo tenía que fallecer pronto, sin embargo, queriendo resistirme al llamado a casa con todo mi corazón.

Había llegado a un acuerdo con mi deteriorada vida.

Ahora quería luchar para seguir con Santana, por Santana, aun sabiendo que era inútil.

Yo no estaba en control de mi destino.

—Sanny—susurré, mis lágrimas perdiéndose en los largos mechones de su pelo en mi regazo.

Santana levantó la mirada, su expresión devastada, y preguntó con voz ronca:

—¿Por qué? ¿Por qué tengo que perderte?—sacudió su cabeza, su rostro desencajado por el dolor—Porque no puedo, Mi Britt-Britt. No puedo verte marchar. No puedo soportar la idea de no tenerte así por el resto de nuestras vidas—ahogó un sollozo, pero logró decir—¿Cómo puede un amor como el nuestro romperse? ¿Cómo puedes ser llevada tan joven?

—No lo sé, bebé—susurré, mirando a lo lejos, en un esfuerzo por controlarme.

Las luces de Nueva York brillaban en mi línea de visión.

Ahuyenté el dolor que vino de hacerme esas preguntas.

—Solo es, Sanny—dije con tristeza—No hay ninguna razón por la que sea yo. ¿Por qué no yo? Nadie se merece esto, pero tengo que...—mi voz se apagó, pero me las arreglé para añadir—Tengo que confiar en que hay una razón más grande o yo me desmoronaría por el dolor de dejar todo atrás—aspiré una bocanada de aire y dije—Por dejarte, sobre todo después de hoy. Especialmente después de hacer el amor contigo esta noche.

Santana se quedó mirando a mis ojos llenos de lágrimas. Recuperando algo de compostura, se puso de pie y me levantó en sus brazos. Me alegré, porque me sentía demasiado débil para moverme.

No estaba segura que podría haberme levantado del piso frío y húmedo, si lo hubiera intentado.

Enlazando mis brazos alrededor del cuello de Santana, apoyé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos mientras me llevaba hacia el interior y de nuevo a la habitación.

Empujando el edredón hacia atrás, me colocó debajo, siguiéndome detrás y envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura mientras nos enfrentamos la una a la otra en mi almohada.

Los ojos de Santana estaban rojos, su largo pelo estaba húmedo de la nieve y su piel estaba manchada con la profundidad de su tristeza. Levantando mi mano, la pasé por su rostro.

Su piel estaba helada.

Santana giró su rostro en mi palma.

—La última noche en ese escenario, sabía que estabas diciendo adiós. Y yo...—su voz se atascó, pero tosió y terminó—Lo hizo todo tan real—sus ojos brillando con nuevas lágrimas—Me hizo comprender, que esto realmente estaba sucediendo.—sostuvo mi mano y la llevó a su pecho. La apretó con fuerza—Y no puedo respirar. No puedo respirar cuando trato de imaginar la vida sin ti. Lo intenté una vez, y no salió bien. Pero... pero al menos estabas viva, por ahí, en alguna parte. Pronto… pronto…—cortó sus palabras mientras las lágrimas caían.

Volteó su cabeza de mi mirada.

Agarré su mejilla en retirada. Santana parpadeó.

—¿Tienes miedo, Mi Britt-Britt? Porque yo estoy aterrada. Estoy aterrada de lo que será mi vida de mierda sin ti.

Hice una pausa.

Pensando realmente en su pregunta.

Y me permití sentir la verdad.

Me dejé ser honesta.

—Sanny, no tengo miedo de morir—agaché mi cabeza, y el dolor que no había aceptado antes repentinamente llenó cada una de mis células.

Dejé caer mi cabeza hacia la suya y susurré:

—Pero desde que te tengo otra vez, desde que mi corazón recuperó su latido, a ti, he estado sintiendo todo tipo de cosas que no había sentido antes. Rezo por más tiempo, para poder vivir más días en tus brazos. Rezo por más minutos para que puedas regalarme más besos—arrastrando una necesaria respiración, añadí—Pero lo peor de todo, es que estoy empezando a sentir miedo.

Santana se acercó un poco más, apretando su brazo alrededor de mi cintura. Levanté mi temblorosa mano a su rostro.

—Siento miedo por dejarte. No tengo miedo de morir, San. Pero estoy aterrada de ir a cualquier lugar nuevo sin ti.

Los ojos de Santana cerrados y siseando a través del dolor.

—No me reconozco sin ti—dije en voz baja—Incluso cuando estabas en Santo Domingo, imaginaba tu rostro, recordaba cómo se sentía tu mano sosteniendo la mía. Tocaba tus canciones favoritas y leía los besos en mi frasco. Justo como mi abuelita me dijo. Y cerraba los ojos y sentía tus labios sobre los míos—me permití sonreír—Recordaba la noche en que por primera vez hicimos el amor y el sentimiento en mi corazón en ese momento… realizada... en paz—sorbí y rápidamente limpié mis mejillas húmedas—A pesar de que no estabas conmigo, estabas en mi corazón. Y eso fue suficiente para sostenerme, a pesar de que yo no estaba contenta—besé su boca simplemente para saborear su gusto—Pero ahora, después de este tiempo juntas de nuevo, me ha vuelto temerosa. Porque, ¿quiénes somos la una sin la otra?

—Britt—dijo Santana con voz áspera.

Mis lágrimas cayeron con desenfreno temerario y grité:

—Te he lastimado por amarte tanto. Y ahora tengo que continuar una aventura sin ti. Y no puedo soportar cuánto te duele. No puedo dejarte tan sola y sufriendo.

Santana me atrajo hacia su pecho.

Yo lloré.

Ella lloró.

Compartimos nuestros temores de pérdida y amor.

Mis dedos se apoyaron sobre su espalda y me consoló con su calor.


Cuando nuestras lágrimas habían disminuido, Santana suavemente me empujó hacia atrás y buscó mi rostro.

—Britt—dijo con voz ronca y preguntó—¿Cómo se ve el cielo para ti?

Pude ver en su rostro que desesperadamente quería saber. Reuniendo mi
compostura, declaré:

—Un sueño.

—Un sueño—repitió, y vi su labio levantarse en la esquina.

—Una vez leí que cuando sueñas cada noche, es en realidad una visita a casa. Casa, Sanny. Cielo—empecé a sentir el calor que esa visión llevó a mis pies. Y comenzó a viajar por todo mi cuerpo—Mi cielo será, tú y yo en la arboleda. Como siempre. Eternamente diecisiete.

Tomé un mechón de pelo de Santana entre mis dedos, estudiando el color oscuro.

—¿Has tenido alguna vez un sueño tan vívido, que cuando despiertas crees que es real? ¿Se siente como verdadero?

—dijo Santana calmadamente.

—Es porque lo fue, Sanny, en cierto sentido. Así que, por la noche, cuando cierres tus ojos, voy a estar ahí, encontrándonos en nuestra arboleda—acercándome un poco más, añadí—Y luego, cuando sea el momento para que vengas a casa también, voy a ser yo quien te reciba. Y no habrá ninguna preocupación, miedo o dolor. Sólo amor—suspiré felizmente—Imagínate eso, Sanny. Un lugar donde no hay dolor o daño—cerré mis ojos y sonreí—Cuando lo pienso de esa manera, no estoy tan asustada.

Los labios de Santana rozaron los míos.

—Suena perfecto—dijo, su acento marcado, la voz rasposa—Quiero que tengas eso, Mi Britt-Britt.

Mis ojos revolotearon abiertos y vi la verdad y la aceptación en el hermoso rostro de Santana.

—Va a ser así, Sanny—dije, con firme certeza—Nosotras no vamos a terminar. Nunca lo haremos.

Santana me hizo rodar hasta que estaba echada en su pecho. Cerré mis ojos, arrullada por el ritmo hipnótico de la profunda respiración de Santana.

Cuando estaba a punto de quedar dormida, Santana preguntó:

—¿Mi Britt-Britt?

—¿Sí?

—¿Qué quieres hacer el tiempo que queda?

Pensé en su pregunta, pero solo algunas cosas vinieron a mi mente.

—Quiero ver los cerezos florecer por última vez—sonreí contra su pecho—Quiero bailar en la fiesta de graduación contigo—eché la cabeza hacia arriba y la atrapé sonriéndome—, Contigo en un lindo vestido y tu pelo peinado.

Santana sacudió su cabeza divertido al escuchar eso.

Suspirando por la pacífica felicidad que nosotras habíamos encontrado ahora, dije:

—Quiero ver un amanecer perfecto al final—enderezándome, me encontré con los ojos de Santana y terminé—Pero más que nada, quiero regresar a casa con tus besos sobre mis labios. Quiero pasar a la siguiente vida todavía sintiendo tus cálidos labios sobre los míos—recostándome de nuevo sobre su pecho, cerré los ojos y susurré—Estoy rezando mucho por eso. Durar lo suficiente para lograr esas cosas.

—Son perfectas, nena—susurró, acariciando mi pelo.

Y así es como me quedé dormida, bajo la protección de Santana.

Soñando que vería todos mis deseos cumplidos.

Feliz.




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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Lun Nov 21, 2016 12:20 am

Hola morra....

Amo todo lo que hace san para cumplir un sueño tras otro de britt!!!
Obviamente para san es difícil de aguantar perder a britt y todavía no se esta.o intenta hacerse a la idea....
A ver como van esos últimos deceos de britt???

Nos vemos!
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Mensaje por JVM Lun Nov 21, 2016 4:02 am

Pues San haciendo feliz a Britt, cumpliendo cada uno de sus sueños :)
Pero es triste ver como van aceptando la partida de Britt y que poco a poco se van despidiendo, aprovechando cada segundo al máximo... Y bueno nadie sabe como les ira cuando ya no estén juntas. Así que ahora solo les queda el presente y seguir viviendo como lo han estado haciendo
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Mensaje por micky morales Lun Nov 21, 2016 8:40 am

Se volvio a romper el dique, a este paso al final de la historia ya no tendra mas agua que derramar, que hermoso momento en el Carnegie Hall, de verdad que santana es una novia de oro!!! hasta pronto. [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo - Página 3 2824147739 [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo - Página 3 3718790499 [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo - Página 3 2236703817
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Mensaje por monica.santander Lun Nov 21, 2016 1:58 pm

No recuerdo haber lagrimeado tanto por una historia.
Esta es maravillosamente triste!!!!!
No quiero saber como llega el beso número 1000!!!
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Nov 21, 2016 10:59 pm

3:) escribió:Hola morra....

Amo todo lo que hace san para cumplir un sueño tras otro de britt!!!
Obviamente para san es difícil de aguantar perder a britt y todavía no se esta.o intenta hacerse a la idea....
A ver como van esos últimos deceos de britt???

Nos vemos!



Hola lu, aiii yo tmbn! si es tan tierna!!!! Mmm si que lo es, osea como no¿? =/ y aunk intente con todo su ser sera más q difícil =/ Esperemos y si salga todo bn... no puede ser peor, no¿? =/ Saludos =D




JVM escribió:Pues San haciendo feliz a Britt, cumpliendo cada uno de sus sueños :)
Pero es triste ver como van aceptando la partida de Britt y que poco a poco se van despidiendo, aprovechando cada segundo al máximo... Y bueno nadie sabe como les ira cuando ya no estén juntas. Así que ahora solo les queda el presente y seguir viviendo como lo han estado haciendo



Hola, si esta haciendo mas que lo posible para que sus días sena los mejores... es tan linda! Si que lo es =/ osea como se puede aceptar algo así¿? y como dices solo les queda el consuelo de vivir todos los días al máximo! Ufff y tampoco quiero saberlo =( Eso eso, solo vivir el día a día y listo! Saludos =D





micky morales escribió:Se volvio a romper el dique, a este paso al final de la historia ya no tendra mas agua que derramar, que hermoso momento en el Carnegie Hall, de verdad que santana es una novia de oro!!! hasta pronto. [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo - Página 3 2824147739 [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo - Página 3 3718790499 [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo - Página 3 2236703817



Hola, jajajajaaja, me rio xq nose q hacer =/ Esk son tan lindas juntas, sacan lo mejor de la otra! Si que lo es! Saludos =D





monica.santander escribió:No recuerdo haber lagrimeado tanto por una historia.
Esta es maravillosamente triste!!!!!
No quiero saber como llega el beso número 1000!!!
Saludos




Hola, Ufff si que es triste al vrdd =/ o tampoco creo estar tan triste por una =( Si... sentimientos encontrados, no¿? triste, pero feliz a la vez =/ Mmm ni yo, pero si uyyy q dolor! Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Cap 13

Mensaje por 23l1 Lun Nov 21, 2016 11:02 pm

Capitulo 13


Nubes Oscuras y Cielos Azules…




Santana



Dibujé perezosos círculos en mi papel mientras el profesor seguía hablando
acerca de compuestos químicos.

Mi mente estaba ocupada con Brittany.

Siempre lo estaba, pero hoy era diferente. Habíamos regresado de Nueva York hace cuatro días y cada día que pasaba se había vuelto más callada.

Constantemente me preguntaba qué le pasaba. Siempre me decía que no era nada.

Pero sabía que había algo.

Esta mañana, fue peor.

Su mano se sentía demasiado débil en la mía mientras caminábamos a la escuela. Su piel estaba demasiado caliente al tacto. Le había preguntado si se sentía enferma, pero había negado y sonreído.

Pensó que esa sonrisa podría dejarme anonadada.

Normalmente podía hacerlo, pero no hoy.

Algo se sentía raro.

Mi corazón caía cada vez que pensaba en el almuerzo, cuando nos habíamos sentados con nuestras amigas y había estado en mis brazos.

Nunca habló, en su lugar sólo pasó la punta del dedo sobre mi mano.



La tarde llegó y cada instante estaba llena con preocupación de que ella no se encontrara bien.

Que el tiempo que le quedaba estuviera llegando a su fin.

Enderezándome rápidamente, intenté mantener a raya el pánico que la imagen traía.

Pero no sirvió de nada.

Cuando sonó la campana final, señalando la terminación de la jornada escolar, salté de mi asiento y me precipité al pasillo, yendo rápidamente al casillero de Brittany.

Cuando llegué, Rachel estaba de pie ahí.

—¿Dónde está?—pregunté de manera cortante.

Rachel dio un paso atrás y, sorprendida, señaló la puerta de atrás. Mientras iba a la salida lo más rápido que podía, Rachel gritó:

—No parecía encontrarse demasiado bien en clase, Santana. Estoy muy preocupada.

Escalofríos bajaron por mi espina dorsal cuando irrumpí en el aire caliente. Mis ojos recorrieron el patio hasta que encontré a Brittany de pie en un árbol en el parque que estaba enfrente.

Pasé junto a mis compañeros y corrí hacia ella.

No me notó mientras miraba hacia el frente, aparentemente sumida en un trance. Una ligera capa de sudor cubría su rostro y la piel de sus brazos y piernas parecía más pálida.

Me puse directamente frente a ella. Los ojos apagados de Brittany parpadearon y se centraron en los míos lentamente. Forzó una sonrisa.

—Sanny—susurró, débilmente.

Presioné mi mano contra su frente, mis cejas se juntaron con preocupación.

—¿Britt? ¿Qué pasa?

—Nada—dijo de manera poco convincente—, Estoy cansada.

Mi corazón latió contra mis costillas cuando me di cuenta de su mentira.

Sabiendo que tenía que llevarla con sus padres, la puse bajo mi brazo. Cuando su nuca casi quemó mi brazo, reprimí una maldición.

—Vamos a casa, nena—dije en voz baja.

Brittany envolvió sus brazos alrededor de mi cintura. Su agarre era débil, pero me di cuenta de que estaba usando mi cuerpo para sostenerse recta.

Sabía que iba a protestar si trataba de cargarla.

Cerré los ojos por un momento mientras caminábamos por la senda del parque.

Traté de calmar el miedo que se apoderó de mi interior.

El temor de que estuviera enferma.

De que esto fuera...

Brittany estaba en silencio, pero su respiración se hizo más profunda y más ajetreada mientras caminábamos.

Al entrar en la arboleda, los pasos de Brittany fallaron. Miré hacia abajo, sólo para sentir su cuerpo perder toda su fuerza.

—¡Britt!—grité y la atrapé justo antes de que cayera al suelo. Mirándola en mis brazos, aparté con una caricia el pelo húmedo de su rostro—¿Britt? Britt, nena, ¿qué pasa?

Los ojos de Brittany comenzaron a ponerse en blanco, perdiendo la concentración, pero sentí su mano sujetar la mía y sostenerla tan fuerte como podía.

Fue apenas un apretón.

—Sanny—intentó decir, pero su respiración se hizo demasiado rápida; se esforzó por mantener el aire suficiente para hacer salir su voz.

Metiendo la mano en el bolsillo, saqué mi teléfono y llamé al 911. Tan pronto como respondió el operador, le di la dirección de Brittany y le informé de su enfermedad.

Recogiendo a Brittany en mis brazos, estaba a punto de ponerme a correr cuando la débil palma de Brittany aterrizó en mi rostro. Miré hacia abajo, sólo para ver una lágrima caer por su mejilla.

—Estoy... estoy... no estoy lista…—se las arregló para decirme, antes de que su cabeza cayera hacia atrás y luchara con la conciencia.

A pesar de que el espíritu roto y el cuerpo debilitado de Brittany desgarraban mi corazón, eché a correr.

Impulsándome más fuerte y rápido que nunca antes.

Cuando pasé por mi casa, vi a mi mamá y a Ricardo en la calzada.

—¿Tana?—gritó mamá, entonces susurró—¡No!—cuando vio a Brittany colgando sin fuerzas en mis brazos.

El sonido de la sirena de la ambulancia sonó en la distancia. Sin perder tiempo, di una patada a la puerta principal de la casa de Brittany. Corrí a la sala de estar; nadie se hallaba ahí.

—¡Ayuda!—grité tan fuerte como pude.

De repente, oí pasos corriendo en mi dirección.

—¡Brittany!—su mamá llegó disparada rodeando la esquina mientras bajaba a Brittany al sofá—¡Oh, Dios mío! ¡Brittany!—se puso en cuclillas a mi lado, poniendo su mano sobre la cabeza de Brittany—¿Qué sucedió? ¿Qué va mal? —preguntó.

Negué.

—No lo sé. Simplemente se derrumbó en mis brazos. Llamé una ambulancia.

Mientras esas palabras salían de mi boca, oí el sonido de la ambulancia dando la vuelta en la calle.

La mamá de Brittany salió corriendo de la casa. La vi irse, el hielo sustituyó
la sangre en mis venas.

Pasé las manos por mi pelo, sin saber qué hacer.

Una fría mano se posó en mi muñeca.

Moví los ojos de nuevo a Brittany y la vi luchando por respirar. Mi rostro cayó ante la vista. Acercándome más, besé su mano y susurré:

—Vas a estar bien, Mi Britt-Britt. Lo prometo.

Brittany jadeaba por respirar, pero se las arregló para colocar su mano en mi rostro y dijo, casi inaudible:

—No... vayas a casa... todavía...

Asentí y le besé la mano, apretándola firmemente con la mía. De repente, el sonido de los camilleros que entraban en la casa vino de detrás de mí y me puse de pie para dejarlos pasar. Pero mientras lo hacía, la mano de Brittany apretó la mía.

Las lágrimas escaparon de sus ojos.

—Estoy aquí, nena—susurré—No te dejaré.

Los ojos de Brittany me mostraron su agradecimiento.

El sonido del llanto provenía de detrás de mí. Al darme la vuelta, vi a Hanna y a Tina de pie a un lado, observando, llorando en brazos de la otra.

La señora Pierce se movió al otro lado del sofá y besó la cabeza de Brittany.

—Vas a estar bien, cariño—susurró, pero cuando me miró, pude ver que no creía sus propias palabras.

También pensaba que había llegado el momento.

Los técnicos de emergencias pusieron una máscara de oxígeno sobre el rostro de Brittany y la pusieron sobre una camilla.

La mano de Brittany aún sostenía la mía; se negaba a soltarme.

A medida que los paramédicos la trasladaban fuera de la casa, nunca aflojó su agarre en mi mano, sus ojos no dejaron de mirarme mientras luchaba por mantenerlos abiertos.

La señora Pierce corrió detrás, pero cuando vio la mano de Brittany sujetando la mía con tanta fuerza, dijo:

—Ve con Britt, San. Los seguiré con las chicas.

Pude ver el conflicto en su rostro.

Quería estar con su hija.

—Yo las llevaré, Whitney, tú ve con Britt y Tana—oí a mi mamá decir detrás de mí.

Me metí en la parte trasera de la ambulancia. La señora Pierce se unió a mí.
Incluso cuando los ojos de Brittany se cerraron en el camino al hospital, no soltó mi mano. Y, cuando se derrumbó en lágrimas junto a mí, le di mi otra mano a la señora Pierce.



Me quedé al lado de Brittany mientras era llevada a una sala de oncología.

Mi corazón latía tan rápido como los médicos y las enfermeras se movían… como un borrón, una masa de actividad.

Luché contra el bulto oprimiendo mi garganta. Mantuve en entumecimiento en mi interior a raya.

Brittany fue ingresada y pinchada… sangre, temperatura, demasiadas cosas
para contar.

Y mi rubia peleó.

A medida que su pecho se volvía errático con su incapacidad para respirar adecuadamente, se quedó en calma.

Cuando la inconsciencia trató de tomarla, obligó a sus ojos a permanecer abiertos... obligó a sus ojos a permanecer fijos en los míos, pronunciando mi nombre cada vez que casi se deslizaba lejos.

Me mantuve fuerte para Brittany.

No la dejaría verme caer.

Necesitaba que fuera fuerte.

La señora Pierce estaba a mi lado, tomando mi mano.

El señor Pierce entró corriendo, maletín en mano, con la corbata desaliñada.

—Whitney—dijo con voz apresurada—, ¿Qué pasó?

La señora Pierce dejó las lágrimas bajar por sus mejillas y tomó la mano de su marido.

—Colapsó sobre San de camino a casa desde la escuela. Los médicos creen que se trata de una infección. Su sistema inmunológico está tan bajo que no puede luchar contra ella.

El señor Pierce me miró, mientras la señora Pierce añadía:

—San cargó a Britt en sus brazos todo el camino a casa. Corrió y llamó a una ambulancia. La salvó, James. San salvó a nuestra chica.

Tragué al oír las palabras de la señora Pierce.

El señor Pierce asintió, asumí que en agradecimiento, y luego corrió hacia su hija. Lo vi apretar su mano, pero los médicos lo quitaron rápidamente del camino.


Pasaron cinco minutos antes de que un médico nos hablara.

Se quedó quieto, con el rostro en blanco.

—Señor y señora Pierce, el cuerpo de Brittany está tratando de luchar contra una infección. Como saben, su sistema inmunológico está gravemente comprometido.

—¿Es esto?—apuntó la señora Pierce, con la garganta tensa por el dolor.

Las palabras del médico se filtraron en mi cerebro. Volví la cabeza lejos de él mientras sentía un par de ojos mirándome.

Los médicos habían despejado un espacio y, a través de éste, vi el lindo rostro de Brittany cubierto por una máscara, con vías intravenosas en sus brazos. Pero sus ojos azules, esos ojos azules que adoraba, estaban sobre mí.

Su mano colgaba hacia un lado.

—Haremos todo lo que podamos. Le daremos un momento antes de dormirla.

Oí decir al médico que la pondrían en coma inducido para ayudarla a tratar de combatir la infección.

Y que teníamos que verla antes de que lo hicieran.

Pero mis pies ya se estaban moviendo.

Su mano se extendió hacia mí.

Tan pronto como tomé la mano de Brittany, vi sus ojos en busca de los míos y negó débilmente. Cerré brevemente los ojos, pero cuando los abrí, no pude detener la lágrima que escapó por mi mejilla.

Brittany hizo un ruido debajo de su máscara de oxígeno y no tuve que quitársela para saber lo que había dicho.

No me iba a dejar todavía.

Podía ver la promesa en sus ojos.

—San, hija—dijo el señor Pierce—¿Podemos tener un momento con Britty, besarla y hablar con ella un poco?

Asentí e iba a moverme a un lado, cuando Brittany hizo un sonido y negó de nuevo. Me apretó la mano otra vez.

Porque no quería que me fuera.

Inclinándome hacia adelante, presioné un beso en su cabeza, sintiendo su calor en los labios, inhalando su dulce aroma.

—Voy a estar justo allí, Mi Britt-Britt. No te dejaré, lo prometo.

Los ojos de Brittany me buscaron cuando me alejé. Vi como el señor y la señora Pierce hablaban en voz baja con su hija, besándola y tomándola de la mano.

Me apoyé en la pared de la pequeña habitación, apretando los puños mientras luchaba por mantener control sobre mí.

Tenía que ser fuerte para ella.

Odiaba las lágrimas.

Odiaba ser una carga para su familia con todo esto.

No me vería rompiéndome.

La señora Pierce desapareció de la habitación. Cuando volvió, Hanna y Tina la seguían.

Tuve que alejarme cuando vi el dolor en los ojos de Brittany. Adoraba a sus
hermanas, no le gustaba que la vieran así.

—Britt—gritó Hanna y corrió a su lado.

La débil mano de Brittany se movió por el rostro de su hermana menor. Hanna besó a Brittany en la mejilla y luego dio un paso atrás a los brazos de la señora Pierce.

Tina fue la siguiente.

Tina se derrumbó al ver a su hermana, su heroína, de esa manera. Brittany le tomó la mano y Tina susurró:

—Te quiero, Britty-Britt. Por favor... no te vayas, por favor, todavía no.

Brittany negó, luego me miró, con su mano luchando para moverse en mi dirección.

Me acerqué, sintiendo que cada paso era un kilómetro. Dentro de mí había una tormenta de oscuridad, pero tan pronto como mi mano se deslizó en la de ella, la tormenta se calmó.

Brittany parpadeó hacia mí, sus largas pestañas oscuras agitándose en sus mejillas. Sentada en el borde de la cama, me incliné y le aparté el pelo del rostro.

Hola, mi Britt-Britt—dije en voz baja, con toda la fuerza que pude reunir.

Los ojos de Brittany se cerraron al oír mis palabras. Sabía que bajo la máscara estaba sonriendo.

Cuando sus ojos se fijaron en los míos, dije:

—Tienen que dormirte durante un tiempo para ayudarte a luchar contra esta infección—Brittany asintió comprendiendo—Tendrás la oportunidad de soñar, nena—dije, y me sonrió—Ve a visitar a tu abuela un tiempo, mientras reúnes la fuerza para volver a mí—Brittany suspiró, una lágrima escapó de sus ojos—Tenemos cosas que quieres hacer antes de ir a casa, ¿recuerdas?

Brittany asintió ligeramente y besé su mejilla.

Cuando me retiré, susurré:

—Duerme, nena. Me quedaré aquí, esperando a que vuelvas a mí.

Acaricié el pelo de Brittany hasta que sus ojos se cerraron y supe que había aceptado dormir.

El médico entró un momento más tarde.

—Si esperan en la sala de estar, les daré una actualización cuando la tengamos instalada.

Oí a su familia saliendo, pero mientras miraba su mano en la mía, no quise soltarla.

Una mano se posó en mi hombro y levanté la vista para encontrar al médico mirándome.

—Cuidaremos de ella, hija, lo prometo.

Poniendo un beso final en su mano, me obligué a soltarla y a salir de la habitación.

Cuando las puertas se cerraron detrás de mí, miré hacia arriba para ver la sala de estar opuesta.

Pero no podía entrar.

Necesitaba aire.

Necesitaba…

Corrí hacia el pequeño jardín en la parte final del pasillo y salí por la puerta.

El viento cálido sopló sobre mi rostro y, al ver que estaba solo, me tambaleé hacia el banco en el centro del jardín. Dejándome caer en el asiento, dejando que la tristeza se apoderara de mí.

Mi cabeza cayó hacia adelante y en mis manos. Las lágrimas bajaron por mi rostro.

Oí el sonido de la puerta abriéndose.

Al levantar la vista, mi papá merodeaba cerca de la puerta.

Esperé a que la cólera de costumbre me llenara cuando vi su rostro. Pero debió haber estado enterrada bajo una masa de dolor.

Mi papá no dijo nada.

En cambio, se adelantó y se sentó a mi lado. No hizo ningún movimiento para consolarme.

Sabía que no le daría la bienvenida a su toque.

En su lugar, sólo se sentó ahí mientras me venía abajo. Una parte de mí se alegró.

Nunca se lo diría.

Pero, aunque no lo admitiera, no quería estar sola.



No estoy segura de cuánto tiempo pasó, pero al final me enderecé y aparté el pelo de mi rostro y me lo limpié con la mano.

—San, ella…

—Estará bien—dije, cortando todo lo que estaba tratando de decir.

Miré hacia abajo la mano de mi papá en su rodilla, abriéndose y cerrándose como si estuviera debatiendo la posibilidad de extender la mano y tocarme.

Mi mandíbula se tensó.

No quería eso.

El tiempo con Brittany se estaba acabando y era su culpa que sólo hubiera tenido... El pensamiento se desvaneció.

No sabía cuánto tiempo tenía con mi chica.

Antes de que mi papá pudiera hacer algo, la puerta se abrió de nuevo y, esta vez, el señor Pierce salió.

Mi papá se puso de pie y le dio la mano.

—Lo siento, James—dijo mi papá.

El señor Pierce le dio una palmada en el hombro y luego preguntó:

—¿Te importa si hablo con Santana un momento?

Me puse rígida, todos los músculos en mí preparándose para su ira.

Mi papá miró hacia mí, pero asintió.

—Los dejaré solos.

Papá dejó el jardín y el señor Pierce se dirigió lentamente a donde estaba sentada, y luego se sentó en el banco junto a mí. Contuve la respiración, esperando que hablara.

Cuando no lo hizo, dije:

—No voy a dejarla. Ni siquiera me pida que la deje porque no iré a ninguna parte.

Sabía que sonaba enojada y agresiva, pero mi corazón latía contra mis costillas ante la idea de que me dijera que me fuera.

Si no estaba con Brittany, no tenía a dónde ir.

El señor Pierce se tensó, luego preguntó:

—¿Por qué?

Sorprendido por su pregunta, me volví hacia él y traté de leer su rostro. Me miraba tenso.

Realmente quería saber.

Sin romper su mirada, le dije:

—Porque la amo. La amo más que a nada en el mundo—mi voz salió a través de mi garganta oprimida.

Inhalando profundamente, me las arreglé para decir:

—Le hice la promesa de que nunca iba a alejarme de su lado. E incluso si ese no fuera el caso, no podría irme. Mi corazón, alma, todo, está conectado a Britt—mis manos estaban en puños a los lados—No puedo dejarla ahora, no cuando más me necesita. Y no voy a dejarla hasta que ella así lo quiera.

El señor Pierce suspiró y se pasó la mano por el rostro. Se sentó en el banco.

—Cuando volviste a lima, Ohio, Santana, te di un vistazo y no pude creer lo que habías cambiado. Me sentí decepcionado—admitió.

Sentí que mi pecho se apretaba con ese golpe.

Negó.

—Vi el tabaquismo, la actitud, y asumí que no tenías ningún parecido con la chica que habías sido antes. El que amaba tanto a mi hija como ella la amaba. La chica que, habría apostado mi vida, caminaría a través de fuego por mi niña. Pero lo que eres ahora, nunca habría esperado que la amaras de la manera en que merece—su voz se volvió ronca por el dolor. Se aclaró la garganta y dijo—He luchado contra ti. Cuando vi cómo las dos conectaban de nuevo, traté de advertírselo. Pero ustedes dos siempre han sido como los imanes, unidos por una fuerza desconocida—resopló una risa—La abuela de Britty dijo que estaban juntas por un mayor significado. Uno que nunca sabría hasta que se presentara. Dijo que los grandes amores siempre están destinados a estar juntos por alguna buena razón—se detuvo y se volvió hacia mí, declarando—Y ahora lo sé.

Lo miré directamente a los ojos.

La firme mano del señor Pierce se posó en mi hombro.

—Estaban destinadas a estar juntas, así podrías ser su luz de guía a través de todo esto. Fuiste creada perfectamente para ella, para hacer este tiempo especial para mi niña. Para asegurarte de que los días que le quedaran estuvieran llenos de cosas que su mamá y yo nunca podríamos haberle dado.

El dolor me desgarró y cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo, el señor Pierce dejó caer la mano, pero me hizo mirarlo aún.

—Santana, estaba en contra de ti. Pero pude ver lo mucho que ella te amaba. Simplemente estaba asegurándome de que la amaras también.

—Sí—dije con voz ronca—Nunca dejé de hacerlo.

Asintió.

—No lo supe hasta ese viaje a Nueva York. No quería que se fuera—inhaló y dijo—Pero cuando regresó me di cuenta que había una nueva paz en su interior. Entonces, me dijo lo que hiciste por ella. ¿Carnegie Hall?—negó—Le diste a mi chica su sueño más grande, por la única razón de que querías que lo consiguiera. Para hacerla feliz... porque la amabas.

—Ella me da más—repliqué y agaché la cabeza—Sólo estar con ella, me da eso por diez.

—Santana, si Britty sale de esto…

—Cuando—lo interrumpí— Cuando salga de esto.

Levanté la cabeza para ver al Señor Pierce mirándome.

—Cuando lo haga—dijo con un suspiro de esperanza—No me interpondré en tu camino—se inclinó hacia delante para apoyar su rostro en sus manos—Ella nunca fue igual después de que te fuiste, Santana. Sé que luchaste al no tenerla en tu vida. Y tendría que ser un tonto para no ver que culpas a tu papá por todo eso. Deja de hacerlo. A veces la vida no pasa de la forma esperada. No esperaba perder a mi hija antes de morir. Pero Britty me ha enseñado que no puedo estar enojado. Porque, hija—dijo y me miró—, Si Britty no está enfadada por tener una vida corta, ¿cómo nos atrevemos cualquiera de nosotros a estar enojados por eso?

Lo miré también, en silencio.

Mi corazón latió más rápido con sus palabras.

Imágenes de Brittany girando en la arboleda llenaron mi mente, su sonrisa amplia mientras respiraba el aire perfumado.

Vi la misma sonrisa al recordar su baile en el agua poco profunda en la playa, con las manos en el aire mientras el sol besaba su rostro.

Brittany estaba contenta.

Incluso con ese diagnóstico, incluso con todo el dolor y la decepción de su tratamiento, estaba feliz.

—Me alegro de que volvieras, hija. Estás haciendo los últimos días de Britty, en sus palabras, “tan especiales como especiales pueden ser”.

El señor Pierce se puso de pie. En un movimiento que sólo había visto en su hija Brittany, inclinó el rostro hacia el sol poniente y cerró los ojos.

Cuando bajó la cabeza, se dirigió hacia la puerta, mirando hacia atrás para decir:

—Eres bienvenida aquí tanto como gustes, San. Creo que contigo a su lado, Britty saldrá de esto. Va a salir de esto sólo para poder pasar unos días extra contigo. Vi esa mirada en sus ojos cuando se acostó sobre la cama; no irá a ninguna parte todavía. Sabes tan bien como yo, que si está decidida a algo, entonces lo atravesará.

Mis labios se levantaron en una pequeña sonrisa.

El señor Pierce me dejó sola en el jardín.

Metiendo la mano en los bolsillos, saqué mis cigarrillos. Mientras llevaba el encendedor al final, me detuve. Mientras la sonrisa de Brittany llenaba mi cabeza, su desaprobación arrugando su nariz cada vez que fumaba, me hizo sacar el cigarrillo de la boca y tirarlo al suelo.

—Basta—dije en voz alta—No más.

Tomando una larga bocanada de aire fresco, me puse de pie y fui hacia el interior. Al entrar en la sala para la familia, la de Brittany estaba sentada en un lado y, en el otro, mi mamá, papá y Ricardo.

an pronto como mi hermanito me vio, levantó la cabeza y me saludó. Haciendo lo que Brittany hubiera querido que hiciera, me senté a su lado.

Hola, amigo—dije, y casi me derrumbé cuando se subió a mi regazo y me rodeó el cuello con los brazos.

Sentí la espalda de Ricardo agitarse. Cuando movió la cabeza hacia atrás, sus mejillas estaban mojadas.

—¿Britt-Britt está enferma?

Aclarando mi garganta, asentí.

Su labio inferior tembló.

—Pero la amas—susurró, rompiendo mi corazón en el proceso.

Asentí de nuevo y puso su cabeza en mi pecho.

—No quiero que Britt-Britt vaya a ninguna parte. Hizo que me hablaras. Hizo que fueras mi mejor amiga—sorbió—No quiero que te enfades de nuevo.

Sentí cada una de sus palabras como una daga en mi pecho. Pero esas dagas solamente dejaban pasar la luz cuando pensaba en cómo Brittany me había guiado a Ricardo.

Pensé en lo decepcionada que estaría si no le hiciera caso ahora.

Sosteniendo a Ricardo más cerca, dije en voz baja:

—No te ignoraré de nuevo, amiga. Lo prometo.

Ricardo levantó la cabeza y se secó los ojos, no pude evitar sonreír. Ricardo sonrió en respuesta y me abrazó con más fuerza. No me soltó hasta que el médico entró en la habitación.

Nos dijo que podíamos ir a verla dos a la vez.

El señor y la señora Pierce entraron primero y luego fue mi turno. Abrí la puerta y me congelé en seco.

Brittany yacía en una cama en medio de la habitación. Las máquinas estaban
conectadas a su alrededor.

Mi corazón se rompió.

Se veía tan rota acostada ahí, tan callada.

Sin la risa o sonrisa en su rostro.

Caminé hacia delante y me senté en la silla junto a la cama. Sosteniendo su mano, la llevé a mis labios y presioné un beso.

No podía soportar el silencio.

Así que empecé a contarle a Brittany la primera vez que la había besado. Le hablé de cada beso que podía recordar desde que teníamos ocho, de cómo me hizo sentir, sabiendo que si me podía oír, le encantaría cada palabra de lo que tenía que decirle.

Volviendo a vivir cada beso que le era tan preciado.

Los novecientos dos que habíamos tenido hasta ahora.

Y el noventa y ocho que queríamos guardar todavía.

Cuando se despertara.

Porque lo haría.

Teníamos una promesa que completar.




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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Besos (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Lun Nov 21, 2016 11:31 pm

Hola morra....

Ya esta haciendo mella la enfermedad en britt!!
Es buenos que el papa de britt admitiera lo bien que le hace san en esta etapa a britt y el sueño que le cumplio... y sobre todo que ya no se meta mas....
Ammm ojala y britt tenga una especie de "bono"... por un tiempo mas y no muera tan rapido!!!

Nos vemos!!!
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