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Finalizado [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Nov 15, 2016 2:39 am

BRITTANA: DESAHOGO (ADAPTACIÓN)

SINOPSIS


La explicación de Brittany y Santana:

Me llamo Santana López, y estaba a un paso de quedarme de patitas en la calle cuando Brittany S. Pierce entró en mi vida. Quiero odiarla debido a mi pasado, pero en lugar de eso acabaré haciendo un pacto con la diabla de mirada azul,  con la joven y arrogante millonaria. En realidad, no tengo opción. Es aceptar el trabajo que me ofrece o pasar hambre, y ya he pasado hambre durante bastante tiempo.

No pensaba que ser su prometida falsa durante las vacaciones fuera a ser un trabajo difícil, pero resultará ser más complicado de lo que jamás podría imaginar, y veré una cara completamente nueva de Brittany una vez que baje la guardia. Su pasado la acecha, igual que el mío, pero hay cosas que no puedo contarle nunca, secretos que no me atrevo a revelar.

Finalmente, me encontraré en una situación difícil debido a nuestra mutua atracción volátil que no se puede negar. ¿Debería decirle la verdad o terminar el trabajo por el que me paga y alejarme con mis secretos todavía ocultos y mi orgullo intacto? Me pagará bastante por este trabajo como para cuidar de mí misma una vez que haya terminado. Siempre he estado sola, y siempre creí que lo prefería hasta que… hasta que conocí a Brittany. Tendría que arriesgarlo todo para ser sincera con ella, pero podría ser la primera por la que merece la pena correr ese riesgo. Francamente, pondría en peligro algo más que mi orgullo. Podría soportar sentirme como una perdedora, porque me he sentido más o menos así durante toda mi vida. Lo que me aterra realmente es ser vulnerable y la posibilidad de terminar con el corazón destrozado…


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Sáb Dic 10, 2016 1:51 am, editado 15 veces
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Nov 15, 2016 2:53 am

DESAHOGO
PROLOGO
BRITTANY


Hace seis años… por favor, Dios! Deja que viva». Estaba tan excitada por el café que no podía pensar con claridad. Mientras observaba a mi hermano pequeño, Dane, en una cama de hospital, seguía deseando que aquello fuera una pesadilla. «¡Si estoy soñando, necesito levantarme ya, joder!». Aferrándome con los puños a la barandilla de su cama, quería llorar a lágrima viva, pero no lo haría. No podía. Mi padre había muerto. Karen había muerto. Todo lo que me quedaba eran Sebastian y Dane. La vida del último pendía de un hilo, y no pensaba dejar que se me fuera mi hermanito.

Ya había perdido demasiado, y mi cordura no soportaría otra muerte. De no haber sido por el hecho de que Sebastian y yo teníamos exámenes finales, también habríamos estado en el avión privado cuando se estrelló. Sin embargo, habíamos salido de Las Vegas tres días antes. Yo sólo había tenido tiempo de asistir a las nupcias y después me fui directo a la universidad para los finales, al igual que mi hermano mediano, Sebastian. Recién graduado de bachillerato, Dane se había quedado atrás durante unos días con un amigo que vivía en Sin City antes de volver a Texas con mi padre y su nueva esposa, Karen. La pena intentaba consumirme mientras pensaba en mi padre, pero no lo permitiría. En ese preciso instante, necesitaba control.

A la edad avanzada de veintiún años, acababa de graduarme en la universidad, lista para dar el siguiente paso y terminar el máster en Administración de Empresas. Inesperadamente, también me había convertido en la cabeza de la familia Pierce, empujada a una posición que no creía estar lista para asumir. Pero al ser la mayor, ¿qué otra opción me quedaba?.

Ahora todo el mundo se dirigía a mí para tomar decisiones, y necesitaba apretarme los machos. Recé a un Dios de cuya existencia había dudado mucho en el pasado, dispuesta a intentar lo que fuera con tal de mantener a Dane con vida. Los médicos dijeron que aunque saliera de esa, Dane estaría lleno de cicatrices. ¡Como si me importara una mierda! Sólo quería que respirara por sí mismo, libre del respirador que insuflaba cada aliento de Dane de manera mecánica. Apenas podía verle los ojos, pero al inspeccionar más de cerca, me di cuenta de que seguían cerrados. «¡Joder!». Empecé a respirar superficialmente; el corazón me latía a mil por hora. «¿Qué pasa si no sale de esta? ¿Qué pasa si también lo pierdo a él?». El equipo de protección que llevaba puesto para mantener la habitación libre de gérmenes y minimizar el riesgo de infección de las quemaduras de Dane me estaba sofocando. «¡Mierda! ¡Contrólate! ¡Contrólate! Tengo que enterrar mis emociones, enterrarlas en lo más profundo. Ahora mismo hay gente que depende de mí, incluyendo Dane».

Me negaba a perder la esperanza. Los médicos no me habían dado buenas noticias precisamente, pero mi hermano pequeño era un luchador. Saldría adelante. Me habían preparado desde primaria para ocupar el lugar de mi padre cuando llegara la hora, pero no sabía que llegaría tan pronto, joder. De manera vaga, sabía que tendría que sustituirlo y terminar el máster mientras ocupaba su lugar. Me resistía a la idea de que mi padre hubiera muerto. No lo había asimilado del todo. De repente, oí una voz en mi cabeza; era la voz de mi padre: «Hija, si te desmoronas y pierdes el control, todo y todos los que te rodean también lo harán».

Tenía razón. En el pasado, siempre tuvimos a Papá para apoyarnos en él, y era el hombre más fuerte que había conocido. Si tenía debilidades, yo nunca las había visto. Tal vez pensara que nunca iba a morir, que ostentaba demasiado poder como para que la vida le fuera arrebatada. La idea me hizo sentir vulnerable de repente, pero no había tiempo para ser una gallina. Ahora tendría que hacerlo sola, dejar que todos se apoyaran en mí. No importaba si estaba lista o no. Capté una sombra fuera de la puerta del hospital y vi a Sebastian preparándose para entrar. «Ya está aquí». Sabía que estaba de camino, pero me sorprendí de lo rápido que había llegado. El gesto de mi hermano era sombrío mientras se ponía un par de guantes.

Una enfermera guapa dio un paso al frente para ayudarlo a ajustarse la mascarilla. Sebastian todavía tenía que terminar la universidad, y Dane ni siquiera había empezado. Sería yo la que se dirigieran en busca de apoyo. Aunque Sebastian sólo era algo más de un año menor que yo, nunca había recibido la misma orientación que mi padre me había dado a mí porque era más joven y tenía objetivos diferentes. «Mis dos hermanos me necesitan». De súbito, algo se quebró en mi interior cuando me encontré con la mirada de Sebastian a través del cristal de la puerta de la habitación. Parecía tan traumatizado, exhausto y desesperanzado como me sentía yo en ese mismo momento. «¡No lo demuestres! No puedo dejar que sepa que estoy abrumada y que me está costando lidiar con todo lo que está ocurriendo ahora mismo. Me necesita, y Dane va a necesitarme tanto como él».

Me obligué a asentir a Sebastian, intentando indicarle en silencio que todo saldría bien, pero me di cuenta de que no se lo creía del todo. Ambos sabíamos que nuestras vidas habían cambiado profundamente en cuestión de minutos, y que nada volvería a ser lo mismo.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Nov 15, 2016 3:20 am

CAPÍTULO 1
SANTANA
En el presente…



La Srita. Pierce está lista para verla. —La voz femenina de desaprobación estaba unida a un cuerpo y a una cara que bien podrían pertenecer a una supermodelo. Miré a la mujer, inclinando la barbilla solo un poco al levantarme. Era pobre, estaba hambrienta y estaba desesperada. Pero ni loca iba a dejar que doña Perfecta lo supiera. Tal vez resultara obvio que no era rica, pero nunca le permitiría saber que me intimidaba mi falta de recursos. Los millonarios no me impresionaban tanto como a mi madre, y nunca había anhelado la riqueza. Lo único que siempre había querido era vivir una vida feliz, una existencia sin miedo. Hasta entonces, no había llegado a eso… de momento. Pero me negaba a desistir. «Las personas son personas, y los ricos pueden ser tan malos como una persona estancada en la pobreza».

Le hice un gesto de asentimiento.

—Gracias. —No es que me sintiera agradecida de que me hubiera mantenido a la espera durante horas solo para hablar con su jefa, pero dije esas palabras porque estaba acostumbrada a ser educada. Mi padre me había enseñado buenos modales desde el momento en que empecé a hablar. Siempre decía que recibes lo que das. Con el paso de los años desde su muerte, me pareció que su teoría era un poco imperfecta, pero creía que tenía razón en casi todo. De modo que intentaba recordar sus palabras y ser cordial con todo el mundo. Por desgracia, mi vena latina no era siempre tan paciente como lo había sido mi padre. Llevaba esperando prácticamente todo el día en un rascacielos del centro de Denver que pertenecía en su totalidad a Pierce Enterprises sólo para verla a ella.
Brittany S. Pierce era una mujer por la que me inclinaba a sentir aversión, pero era mi única esperanza en ese momento, y yo era una superviviente. Intentando actuar como si perteneciera a la planta superior de aquel elegante edificio, que no era el caso, crucé la oficina de unos pasos hasta alcanzar a la rubia perfectamente arreglada. Me esforcé en aparentar dignidad en un par de vaqueros rotos y una camiseta que había visto tiempos mejores. Yo llevaba el pelo oscuro y rizado recogido con cuidado en una coleta baja en la nuca. Aun así, sabía que probablemente parecía lo que era: una mujer pobre que no tenía ni un centavo.

Algunos de los más amables me llamaban «café con leche», o «spicy cracker», que significa «tostada picante». Mitad mexicana y mitad caucásica, yo era lo que las personas no tan amables llamaban «chucha» o «perra callejera». Tal y como una perra de raza mixta, no sabía dónde encajaba en el mundo ni quién era exactamente. Todo lo que sabía era que me había rebajado tanto como para buscar a un Pierce, lo cual quería decir que no tenía a nadie más a quien recurrir. Doña Perfecta abrió la puerta al santuario de Brittany S. Pierce como si se tratara de una ocasión solemne. Me pregunté si sonreía alguna vez y, de hacerlo, ¿qué ocurriría? Lo más probable era que se le resquebrajara el rostro. Su gesto ceñudo, estirado y estoico no había cambiado en todo el día, a pesar de que me mostré cortés con ella constantemente. Resultaba obvio que no le preocupaba mucho lo que daba… ni lo que recibía a cambio. Al menos, no en cuando se trataba de una mujer como yo.

Pasé junto a ella sin hacer ruido, intentando no volver a vislumbrar su gesto altanero. Durante horas, me había estado observando como si fuera una cucaracha a la que había que aplastar, y me estaba cansando. Mi afabilidad tenía un límite. Cuando por fin entré en el despacho de Brittany S. Pierce, no me percaté de la decoración elegante y contemporánea ni del caro arte moderno en la pared. No vi los impresionantes ventanales que iban del suelo al techo y dejaban al descubierto una vista increíble de la ciudad desde el último piso. No se debía a que su despacho no abarcara todo eso y más. Simplemente, yo… no podía. Fijé la mirada en ella de inmediato y fui incapaz de apartarla. Intenté recordarme que ni podía ni debía gustarme, y me acerqué lentamente hacia su escritorio descomunal, incapaz de ignorar las hormonas que parecían emanar de su figura.

Había oído historias de que era formidable y tenía gran dominio de sí misma. Despreocupada, hice caso omiso de la información. ¿Cuánto miedo podía dar una tía de veintisiete años, aunque fuera asquerosamente rica? Ahora empezaba a pensar que las historias que había oído sobre ella probablemente fueran ciertas. Por alguna razón, la gente se sentía atraída por ella; su presencia era magnética. Y ni siquiera había dicho ni una sola palabra. Me senté en la silla lujosa frente a su escritorio, contemplándola, intentando medirle las fuerzas mientras escuchaba el discreto clic que hizo su secretaria al cerrar la puerta.

Ella era todo dinero y clase… todo lo que yo no era. Sus dedos largos y femeninos volaban a través del teclado sobre el escritorio. Ella miraba fijamente la pantalla del ordenador; parecía disgustada. Incluso enfadada, Brittany S. Pierce era con toda probabilidad la mujer mas bella que había visto en mi vida. Su pelo era largo, espeso y grueso; una mezcla de varios tonos de rubio. Al estudiarla desde mi posición sentada, no conseguí distinguir el color de sus ojos, pero tenía unas pestañas por las que algunas mujeres probablemente matarían. El hecho de que fuera ataviada con un traje elegante que estaba convencida de que estaba hecho por encargo, también resultaba bastante intimidante. La hacía menos accesible para una mujer vestida con harapos. «¿En qué estaba pensando cuando me las ingenié para llegar hasta el ático del edificio Pierce para hablar con la mismísima Brittany?».

Era imponente, poderosa y claramente controlaba ese dominio en particular, independientemente de lo joven que pudiera ser. Quería levantarme de la silla y correr de vuelta a mi apartamento con el rabo entre las piernas. Siempre podía recurrir a mi plan B, que era viajar por ahí con mis pocas pertenencias, ir a algún sitio para empezar de nuevo… ¿o iba a empezar a vivir por primera vez? «Pero, ¿a quién estoy engañando? Nunca podré dejar atrás mi pasado». Cuando decidí aventurarme en esa valiente misión, mi plan A, decididamente no estaba preparada para él.

Su voz imponente me impidió actuar.

—¿Qué quieres?

La voz me sobresaltó, así que tardé un momento en hablar.

—Necesito un trabajo.
Me resultó difícil no tartamudear, pero lo conseguí. No era el tipo de mujer que se sentía intimidada por alguien con dinero, pero lo que me ponía nerviosa no era el hecho de que Brittany S. Pierce fuera asquerosamente rica. Era ella. El aire de la habitación prácticamente echaba chispas con su energía, con su presencia, con su tono de voz imponente y controlado. Dios, era intimidante para ser una mujer cuatro años mayor que yo, pero también teníamos muy pocas cosas en común, excepto una.

—Ah, ¿eres la amiga que me envía Marley?
Giró lentamente en su silla. Por fin me miró, y los ojos azules que de repente apuntaban hacia mí me pusieron los pelos de punta. Su mirada era intensa, evaluadora, y tenía la sensación de que su examen rápido, que parecía penetrar hasta mi alma, me había encontrado deficiente de alguna manera.

—¿Marley? —no tenía ni idea de quién era la mujer a la que había mencionado, pero obviamente me había tomado por alguien que no era.

—Marley es la mujer de mi primo. ¿No lo sabías?

Negué con la cabeza. No sabía quién era Marley, y mucho menos con quién se había casado. Prosiguió:

—Me dijo que tenía una amiga en Denver a la que tal vez le vendría bien un trabajo temporal, una mujer que quizás trabajase en el puesto que necesito. Supongo que eres esa mujer.

El pulso empezó a latirme aceleradamente. Un trabajo, un trabajo muy necesario que quería conseguir desesperadamente. Sabía que aquello estaba mal, pero respondí:

—¿Qué tipo de trabajo?
Me temblaba la voz, y lo odiaba. La cobardía nunca había sido uno de mis atributos, y no me proporcionaría el trabajo que necesitaba tan desesperadamente. Pero aquella situación estaba fuera de mi experiencia vital.

—¿No te lo explicó?
Subió las cejas mientras seguía mirándome fijamente.

—No.
Dejé que mis respuestas fueran sencillas. Así sería más fácil. Me miró de arriba abajo, examinándolo todo, desde mi pelo hasta los agujeros en mis zapatillas desgastadas. Me hizo sentir como una muestra bajo un microscopio, pero hice fuerza de voluntad para no avergonzarme ante su mirada de poca admiración.

—No eres lo que me esperaba —farfulló cruzando los brazos sobre el escritorio—. Pero tengo poco tiempo. Se acercan las vacaciones y necesito resolver esta situación.

Era brusca, seria, y me sentí como si le estuviera haciendo perder el tiempo. Por lo visto necesitaba ayuda, pero le molestaba tener que pasar tiempo buscándola.

—Puedo envolver regalos —le dije apresuradamente—. Sé cocinar, y tengo experiencia en limpieza y trabajo doméstico.

Resultaba obvio que necesitaba a alguien que la ayudara durante las vacaciones.

—. Incluso puedo ser su asistente de compras. Dígame qué necesita y lo encontraré.

Una ligera sonrisa empezó a formarse en su rostro.

—Realmente Marley no te ha contado nada, ¿verdad? Por desgracia, tampoco me ha hablado mucho de ti. Solo dijo que tenía una amiga que tal vez podría ayudarme. ¿Cómo diablos te llamas?

Mi nombre completo era un detalle: Santana Marie López. Decidí responder:
—Santana.
—No necesito una criada ni una asistente de compras.
Se le borró la sonrisa y de repente se le iluminaron los ojos con un fuego y una intensidad que resultaba ligeramente alarmante.
— Necesito una prometida.
«Vale». Por primera vez en mi vida, me quedé prácticamente muda. Solo conseguí musitar dos palabras.

—¿Por qué?

—Mis razones son personales, y el puesto es temporal. Necesito estar prometida durante las vacaciones. Después de eso, ya no necesitaré tus servicios.
Me miró con gravedad.

—. Tienes que resultar convincente. Las primeras prioridades serán un fondo de armario y un cambio de imagen si decides que puedes aceptar el trabajo sin exigir nada más que lo que estoy dispuesto a pagar. Recibirás órdenes directas de mí y las cumplirás. Nadie más sabrá la verdad. ¿Entendido?.

Oh, lo entendía perfectamente. Alguien le había hecho daño y quería que esa persona creyera que ya no le importaba, que había pasado página. Me percataba de que aquello no era un negocio para ella. Tenía que aparentar estar comprometida porque era personal. «No debería hacer esto. No puedo hacerlo». Pero la oferta de dinero por limitarme a representar un papel durante un breve periodo de tiempo era increíblemente tentadora.

—¿De cuánto es la paga? —solté la pregunta antes de poder detenerme. Una mujer hambrienta es una mujer desesperada.

—Cincuenta mil. Veinticinco mil por adelantado y la otra mitad cuando se haya completado el encargo.
Su voz era seria y brusca. Tragué con fuerza para intentar librarme del nudo que tenía en la garganta.

—¿Cincuenta mil dólares?
Me salió un graznido; probablemente se debía a la intensa conmoción que estaba experimentando. Una mujer como yo no veía tanto dinero junto en toda su vida. ¿Quién en sus cabales pagaba tanto dinero sólo para ajustar cuentas con una antigua amante?

—. No puedo aceptar ese dinero.
Por desgracia, tuve que declinar su oferta. No era la amiga de Marley, y tarde o temprano lo descubriría. Además, no podía aprovecharme de alguien a quien habían hecho tanto daño, aunque fuera un Pierce. Tal vez estuviera hambrienta, pero mi maldita conciencia iba a dejar que pasara hambre.

—¿Cuánto?

Su respuesta fue sucinta y ligeramente enfadada. Nuestros ojos se encontraron cuando ladró la pregunta, haciendo que me sintiera desnuda, expuesta, y tal y como la impostora que era.

—Solo quería un trabajo —respondí sin respiración—. Quiero algo permanente. Esperaba poder conseguir un puesto en uno de sus complejos hoteleros. Trabajo duro y tengo algo de experiencia en trabajo doméstico.

No era mentira. Tenía experiencia en trabajo doméstico, hasta que perdí el trabajo poco después de empezar. Todo lo que quería era escapar de mi vida pasada, trabajar en un empleo que pudiera proporcionarme unos ingresos estables y no volver a tener miedo. Brittany me miró como si no me entendiera en absoluto. Sus cejas se fruncieron y vi que el músculo de la mandíbula se le tensaba. Finalmente, preguntó con voz ronca:

—¿Sólo quieres un trabajo de limpiadora?

Asentí lentamente. Quería un trabajo. Cualquier trabajo que fuera permanente. Brittany S. Pierce era la dueña de la empresa de complejos hoteleros más grande del mundo. Los Pierce Escapes se conocían por ser magníficos; ofrecían una experiencia de lujo sin tener precios prohibitivos. Se habían deshecho de mí en mi último puesto hacía un mes. No podía pagar el alquiler, y estaba a un corto paso de volver a verme sin techo… otra vez. Un trabajo, cualquiera que fuera capaz de llevar a cabo, era lo que buscaba desesperadamente. Había acudido a Brittany S. Pierce por una razón, pero no era porque quisiera ser su prometida temporal.

Me contempló con cautela antes de responder.

—Podría enviarte a cualquier parte del mundo. Tengo complejos en todos lados.

—Lo sé. No me importa. Solo necesito trabajar, Srita. Pierce. Por favor.

El tono de súplica en mi voz me molestaba, pero había superado el orgullo y estaba en modo de supervivencia. Mi futuro dependía de cómo saliera aquella reunión.

—¿No tienes familia? —sus ojos observaron si se producía alguna reacción.

—No.
Estaba siendo fiel a la verdad. «Si tuviera familia, no estaría aquí». Cuanto más tiempo permanecía en silencio ella, más nerviosa me ponía yo. Mi respiración se tornó rápida y superficial, y me dolía el pecho porque el corazón me latía tan rápido que temía que se detuviera por el esfuerzo. Brittany se reclinó en su silla y se pasó una mano por el cabello.
—Puedo conseguirte un trabajo. Siempre y cuando seas una buena empleada, tendrás estabilidad laboral en uno de mis complejos. Si me ayudas, te ayudaré. La mitad del dinero por adelantado, y después te colocaré donde haya una vacante cuando el encargo termine.

¿Tendría estabilidad laboral? Era algo que no había experimentado nunca. En cada trabajo, en todo momento en realidad, estaba preocupada. Incluso cuando tenía un puesto, me sentía desesperadamente temerosa de perderlo si alguien averiguaba mi pasado. ¿Estabilidad? No conocía el significado de esa palabra. Me sentía tentada, muy tentada. Podría tener dinero en el banco sin temer un descubierto en la cuenta corriente. Podría comer, respirar. Sin embargo, sabía que no podía aceptar el acuerdo.

—No soy la amiga de Marley —admití en bajo, tristemente. Me había hecho ilusiones y estas se habían desplomado. No podía mentirle. Quería la huidiza protección de un trabajo estable, pero no sería posible si ella no sabía la verdad. Una pequeña sonrisa dividió su rostro.

—Lo sé. Me alegro de que lo admitieras tú misma. Por lo menos sé que eres honesta.

Me quedé boquiabierta de la sorpresa.

—¿Cómo lo sabías?

Brittany se encogió de hombros.

—Marley me dijo que su amiga era una asistente ejecutiva que posiblemente pudiera ayudarme durante las vacaciones. No creo que necesite un trabajo fijo. Sólo quería el dinero extra. —Hizo una pausa antes de añadir—: Tengo que reconocer que tienes coraje para acudir a mí directamente. De haber sabido que buscabas otro trabajo, te habría mandado a Recursos Humanos. Creía que eras la amiga de Marley.

Fuera quien fuera Marley, probablemente no salía con mujeres como yo.

—No tengo pinta de parecerme a alguien que pudiera ser su amiga, estoy segura.

—No, no la tienes. Ella nunca dejaría de ayudar a una amiga si la viera desesperadamente necesitada. Marley es una antigua Colter. La miré sorprendida.

—¿La familia Colter de Colorado? ¿La familia del senador Colter?
No me interesaba mucho mantenerme al día de la actualidad, pero probablemente no había ni una sola persona en Colorado que no conociera al acaudalado clan de los Colter-

—. Definitivamente, no sería amiga de una multimillonaria —farfullé en voz baja. Tal vez viviera en el mismo estado que la familia Colter, pero estaba a un mundo de gente como ellos.

—¿Vas a aceptar mi oferta? —la voz de Brittany volvió a sonar formal. Me detuve durante un momento. A pesar de que necesitaba el dinero desesperadamente, la verdad era que debería contarle todo, pero la idea de aquella estabilidad laboral tan huidiza me detuvo. El anhelo excedió mi sentido común. ¿Qué importaba ahora? Había conseguido lo que había ido a buscar. Si llegaba la hora en que tuviera que contárselo todo, al menos habría hecho un trabajo por el que me pagarían. Y me había hecho la promesa silenciosa de no decepcionarla.

—Haré lo que quiera si me promete que me mandará a un puesto de jornada completa después. Tal vez necesite ayuda para elegir ropa un poco mejor si quiero ser convincente como su interés amoroso.
No tenía ni idea de qué llevaban actualmente los ricos. Tenía unas ganas locas de reír ante la idea de significar algo para aquella mujer magnética, atractiva a más no poder e increíblemente rica. ¿Una rata callejera mestiza con una historia como la mía? ¡No podía estar pasando!

—Necesitarás algo más que ropa —observó de manera crítica—. Y tendrás que aceptar todo el dinero que te he ofrecido y el trabajo. Lo necesitarás para empezar en un puesto nuevo.

Su tono autoritario hizo que un escalofrío me recorriera la columna. Por desgracia, tenía razón. Tendría que encontrar un sitio nuevo donde vivir y cubrir los gastos del viaje.

—La mitad por adelantado y el trabajo. —Haría una concesión. —Todo —exigió tercamente, casi con enfado.

Mirarla era peligroso, pero me enfrenté a su mirada fulminante e imponente con la misma determinación, para lo que me iba a servir… No iba a doblegarse. El tozudo tic del músculo de su mandíbula me decía que no iba a ceder. No quería discutir y arriesgarme a perder mi oportunidad. Suspiré.

—Vale.
Si accedía, siempre podría coger lo que necesitara realmente y devolver el resto después, si el trabajo daba resultado.

—. ¿Es realmente tan importante para usted?

Asintió bruscamente, haciendo que un mechón de pelo cayera sobre su frente.

—Mucho.

—¿Podría decirme por qué, al menos?

—¿Tienes hambre?

Brittany ignoró mi pregunta. El estómago me rugió en el momento justo.
—Estoy hambrienta.
Decidí que ser sincera en casi todo suavizaría la situación con esa mujer. Quizás estuviera increíblemente buena, pero era todo negocios. Además, parecía valorar la honestidad.
—Te llevaré a comer algo. Podemos hablar.
Apagó su ordenador de manera eficiente y se puso de pie. Me quedé sin aire al contemplar su altura, su fuerza, y la figura femenina que llenaba tan bien su traje a medida. «¿En qué estaba pensando? Nunca conseguiré hacerme pasar por la prometida de una mujer como ella».

—Creo que eso no es buena idea.
Me puse en pie, pero sentía los pies clavados al suelo.

—Ambas tenemos que almorzar. Quiero comida —insistió—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que comiste?

—Cuatro días, cinco horas y unos diez minutos —respondí automáticamente, porque en ese preciso momento sentía cada minuto de privación.

—¿Lo dices en serio?
La pregunta sonó a gruñido de disgusto.

—Totalmente.

—Vámonos —respondió bruscamente, rodeando el escritorio para sostenerme ligeramente por el brazo—. Caray, estás delgada, y parece que acabas de terminar el instituto. ¿Cuántos años tienes?
Resoplé.
—Tengo veintitrés años, difícilmente edad de instituto.

—Pareces una chavalilla —respondió Brittany secamente.

—Puedo enseñarte mi carnet.

Sabía que parecía joven con el pelo recogido y sin maquillaje. Los cortes de pelo y el maquillaje eran lujos que no me podía permitir.

—No es necesario. Te creo. Pero vamos a cambiar tu aspecto.

Me empujó hacia fuera amablemente. Yo me encogí de hombros. No me importaba lo que tuviera que hacer para representar el papel. Solo quería el trabajo prometido.

—Bueno.

Dejé que me condujera hacia fuera y me percaté aliviada de que doña Perfecta ya se había ido; probablemente había acabado por ese día.

—Vas a comer —respondió autoritariamente.

Mi primera reacción fue rebelarme porque me estaba dando órdenes, pero la reprimí. Ahora era mi jefa, así que tendría que hacer lo que quisiera durante una temporada. Como me gruñía el estómago, sabía que en realidad no tendría ningún problema con esa orden en concreto.
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Mensaje por micky morales Mar Nov 15, 2016 7:09 pm

se ver super interesante, estoy segura de que ya me encanta!!!!! [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087
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Mensaje por 3:) Mar Nov 15, 2016 9:13 pm

Yo también quiero ser prometida de britt así... Aunque después tenga que ir a limpiar pisos en timbictu jajajaja
Me gusta tu nueva historia
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Mensaje por JVM Miér Nov 16, 2016 1:21 am

Pobre Britt se tuvo que hacer responsable de sus hermanos y de los negocios de la familia a una edad muy pequeña, y supongo que eso es lo ajeola hizo tener el carácter que ahora tiene además de los consejos de su padre de que debía ser fuerte y que no podía derrumbarse aunque la situación fuera la peor.
Y San es un misterio, mas bien su pasado que es lo que no quiere contarle a Britt?? Además parece que ha tenido una vida muy difícil :/
Esperó que este nuevo trabajo le deje muchas cosas buenas!
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Mensaje por monica.santander Miér Nov 16, 2016 1:47 am

Interesante como siempre!!!
Veremos como sigue!!
Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Nov 17, 2016 8:18 pm

micky morales escribió:se ver super interesante, estoy segura de que ya me encanta!!!!! [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2145353087

Me alegro que te haya gustado.... [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 1206646864
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Nov 17, 2016 8:19 pm

3:) escribió:Yo también quiero ser prometida de britt así... Aunque después tenga que ir a limpiar pisos en timbictu jajajaja
Me gusta tu nueva historia

jajjaja yo tambien quiero una prometida asi jajaja.... me alegre que te guste.... [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 1206646864
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Nov 17, 2016 8:21 pm

JVM escribió:Pobre Britt se tuvo que hacer responsable de sus hermanos y de los negocios de la familia a una edad muy pequeña, y supongo que eso es lo ajeola hizo tener el carácter que ahora tiene además de los consejos de su padre de que debía ser fuerte y que no podía derrumbarse aunque la situación fuera la peor.
Y San es un misterio, mas bien su pasado que es lo que no quiere contarle a Britt??  Además parece que ha tenido una vida muy difícil :/
Esperó que este nuevo trabajo le deje muchas cosas buenas!

Creo que este trabajo de hecho le dara cosas buenas y malas, vamos a descubrir los misterios de Santana......
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Nov 17, 2016 8:22 pm

monica.santander escribió:Interesante como siempre!!!
Veremos como sigue!!
Saludos

oh si, creo que esta relación se desarrollara de manera muy interesante...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Nov 17, 2016 8:25 pm

CAPÍTULO 2
Santana


Este sitio es un antro —gruñó Brittany mientras cogía una pinchada de una pila de comida mexicana de un enorme y rebosante plato de papel.

Dejé de engullir durante el tiempo suficiente como para mirarla. Prácticamente había atacado mi burrito en el momento en que me lo pusieron delante, y desde entonces no había parado para coger aire. Mirando alrededor hacia las paredes vistosas del pequeño
restaurante, tenía que reconocer que Brittany S. Pierce llamaba la atención como un pulgar dolorido. Me había preguntado dónde quería comer, y le conduje de vuelta a mi vecindario, una zona que no tenía los mejores restaurantes y estaba situada en uno de los barrios con mayores tasas de delincuencia de la ciudad. No pude evitar sonreír mientras observaba a la maravillosa mujer frente a mí con su traje a medida, sentada en una mesa desvencijada cubierta con un mantel de plástico muy usado. No pertenecía a aquel lugar. Pero yo sí.

—Es la mejor comida mexicana de la ciudad.

Era un restaurante familiar, y la comida era fantástica. ¿Qué importaba si no había porcelana fina ni muebles elegantes? La observé mientras prácticamente inhalaba el plato del día, con una mirada apreciativa en la cara. Asintió.

—Es buena. ¿Cómo has encontrado este sitio?

Me encogí de hombros.

—Vivo justo a la vuelta de la esquina.

Brittany frunció el ceño y dejó su tenedor en el plato prácticamente vacío.

—¿En este barrio? Es peligroso, sobre todo por la noche.

Yo no reconocería la diferencia entre un barrio bueno y uno malo. Aquello era mi hogar.

—No está tan mal.

Sabía que sonaba a la defensiva, pero me fastidiaba que fuera una engreída con respecto a un barrio donde yo había vivido durante años.

—Te vienes a casa conmigo. Tu trabajo empieza ahora.

Me lanzó una mirada que decía que no cambiaría de opinión. Yo suspiré.

—Bien puedo hacerlo. De todas formas me van a desahuciar.

Mi situación era grave, y no me gustaba contarle a una mujer como Brittany S. Pierce lo perdedora que era, pero ésa era la verdad. Su expresión era tormentosa cuando cogió el tenedor y empezó a comer de nuevo.

—Llamaré a una empresa de mudanzas para que vayan a por tus cosas.

—No hace falta. Puedo subir un momento a recogerlas. No tengo gran cosa.

Aquello era un eufemismo, pero intenté mostrarme desenfadada. Todo lo que tenía cabía en una mochila. Vivía en un estudio escasamente amueblado con cosas que había conseguido gratis. La ropa que tenía entraba en mi mochila andrajosa.

—¡Dios! ¿Quién cuida de ti, Santana? ¿Dónde están tus padres? ¿Cuánto tiempo llevas por tu cuenta?

—Nadie cuida de mí. Soy adulta y estoy sola desde que tengo diecisiete años. Mi padre era un jornalero nacido en México que murió cuando yo tenía catorce años, y mi madre volvió a casarse y se mudó cuando yo tenía diecisiete. Ahora está muerta.

No quería pensar en mis padres, en mi familia. Todavía echaba de menos a mi padre, a pesar de que hacía prácticamente una década desde que faltaba. Mi madre era otra historia. La odiaba y el sentimiento era mutuo antes de que muriera. Tenía bastantes razones para albergar resentimiento y rabia contra mi madre. Haber hecho que mi padre y yo nos sintiéramos como una mierda en su zapato era solo una de ellas.

Brittany posó el tenedor en su plato, ahora vacío.

—¿Así que eres mexicana?

—Mitad —corregí—. Mi madre era estadounidense y blanca. Yo nací aquí.


Para ser sincera, habíamos viajado mucho en Estados Unidos hasta que mi padre murió. Él iba donde había trabajo en las granjas, y mi madre y yo íbamos con él. Mamá se quejaba constantemente de la vida sucia y miserable que le proporcionaba mi padre, pero él siempre había trabajado largas y duras jornadas en el campo para alimentarnos.

A veces me preguntaba por qué mi madre se había casado con mi padre. Mi infancia no fue más que escucharla criticándole por su pobreza. Sin embargo, mi padre nunca dejó de intentar complacerla.
Por desgracia, él nunca la hizo feliz, ni siquiera cuando murió intentando mantener a nuestra familia intacta. Ella estaba amargada porque mi existencia la mantenía atrapada en el mismo lugar, hasta el día en que se marchó buscando una vida diferente y dejándonos atrás a mí y, por lo visto, todos aquellos malos recuerdos.

Mi padre me había querido. Mi madre me había odiado. Tal vez yo hubiera hecho las paces con el hecho de que no era responsable de la infelicidad de mi madre. Pero, en ocasiones, sus palabras amargas todavía me acosaban.

—¿Por qué te dejaron sola cuando tu madre volvió a casarse?

La pregunta de Brittany hizo que me sintiera incómoda.

—Yo ya era adulta, iba a graduarme del instituto. Ella ya había cumplido sus obligaciones conmigo.

Los ojos de Brittany se volvieron glaciales.

—Una chavala de diecisiete años viviendo aquí no está preparada aún para vivir su vida.

Por lo que parecía, mi madre pensaba de otro modo. Me había dejado con algo más que facturas pendientes y una notificación de desahucio. Miré a la mujer que me defendía, y toda la rabia mal dirigida que había sentido hacia los Pierce se desvaneció. Lo que había ocurrido no tenía nada que ver con la familia Pierce, sino que todo tenía relación con una sola persona: mi madre.

—Salí adelante. No importa. —Nadie se había preocupado nunca lo suficiente por mí como para enfadarse realmente porque mi vida hubiera sido difícil. Sin embargo, por alguna razón, no quería la lástima de Brittany.

—A duras penas —farfulló Brittany mientras se levantaba—. Vámonos de aquí.

Me metí en la boca lo que quedaba de mi burrito mientras observaba cómo pagaba la cuenta y le ofrecía a la camarera una propina generosa y una sonrisa carismática.

«Dios, es encantadora cuando no está gruñendo». Miré cómo hacía cumplidos a la camarera hispana en un español fluido, haciéndole saber lo mucho que había disfrutado de la comida. De alguna manera, no me sorprendió que hablara una lengua extranjera a la perfección. Parecía la tipa de tía que lo hacía todo bien.

Aunque, al ver su plato vacío frente a mí, pensé que probablemente estuviera diciendo la verdad sobre gustarle la comida, a pesar de que obviamente no quedó impresionada con el ambiente.

Me lanzó una mirada mientras yo seguía masticando el último bocado de mi burrito. Estaba llena, pero no iba a dejar un pedazo de comida en el plato ni de broma. Cuando una persona no sabe cuándo volverá a comer, dejar comida cuando la hay parece casi criminal. Tragué con fuerza mientras sus brillantes ojos azules me instaban a moverme. Brittany extendió la mano y dudé durante un instante antes de estirar el brazo y agarrarme. Me puso en pie con un solo tirón de su  brazo, que estaba unido a un cuerpo muy duro.

Me quedé sin respiración al sentir su palma acariciando la mía y haciendo que me estremeciera de ansias por todo el cuerpo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que tuve la intimidad de un simple roce? ¿Cuánto había pasado desde que alguien me mirase con toda su atención?

Me sentí aliviada y decepcionada cuando apartó la mirada y empezó a tirar suavemente de mí hacia la puerta. De vuelta en su elegante deportivo negro, le indiqué la dirección hacia mi casa, avergonzada
cuando le conduje por la escalera ruinosa hasta mi apartamento en el segundo piso.

No hizo ningún comentario mientras yo recogía mi ropa y dejaba la llave en la pequeña encimera de la cocina.

—Más tarde arreglaré cuentas con el casero —recalcó con el brazo apoyado contra el marco de la puerta, esperando.

—Vas a pagarme. Yo me encargaré.

Soné a la defensiva, pero no podía evitarlo. No quería que se encargara de mi casero ni de ninguna de mis otras responsabilidades.

—Ahora estas trabajando. ¿No he dicho que sigues mis órdenes?

Su voz era ronca y firme.

—No cuando se trata de mi vida personal.

Estaba empezando a enojarme.

—Este trabajo es personal.

Me colgué la mochila sobre el hombro y la fulminé con la mirada.

—Mira, quiero este trabajo. Lo necesito. Pero tú misma has dicho que esto eran estrictamente negocios. Aparte de un trabajo y la paga, no tienes derecho a meterte en mi vida. Enséñame lo que quieres que sepa, cómo quieres que actúe, cómo quieres que vista, y lo haré. Pero dirigir el resto de mi vida no forma parte del trato.

—¿Y si pienso que necesitas que alguien dirija tu vida? —Su pregunta era hosca—. Parece que hasta el momento no te ha ido tan bien haciéndolo por tu cuenta.

La rabia afloró a la superficie cuando pensé en cada trabajo sucio y difícil que había tenido en mi corta vida laboral. Sobreviví como pude.

—¿Y tú que coño sabes de supervivencia? —escupí—. Como si realmente entendieras cómo es ser una mujer como yo. Me he dejado el culo desde que tenía edad para trabajar. ¿Crees que quiero ser así? ¿Crees que quiero tener que suplicar trabajo y comida? —Inspiré profundamente, agitada, intentando controlar la rabia—. No cabe duda de que a ti te dieron todo lo que necesitabas y de que fuiste a una universidad de la Ivy League. Estoy segura de que empezaste con al menos un par de miles de millones de dólares; un comienzo muy difícil para ti. —Mi voz fue en aumento y desbordaba sarcasmo—. Estoy segura de que nunca te has preguntado si sería mejor estar muerta que seguir intentando sobrevivir.


Ya había ido por ese camino tantas veces que no recordaba cuántas había sopesado el hecho de que ni un alma me echaría de menos si yo dejara de existir. Brittany se movió tan rápido que no la vi venir. Me agarró por los hombros y tiró mi mochila al suelo, para después sujetarme contra la pared junto a la puerta.

—¿Alguna vez te has preguntado eso, Santana?

No hablé. Seguía impresionada por el susto de sus movimientos rápidos como el rayo.

—Dímelo, joder. ¿Has pensado en eso?

Sus ojos parecían un ardiente jade líquido cuando se clavaron en los míos.


Hiperventilando, la miré desafiante, y de repente me atraganté con un sollozo de cansancio.


Estaba agotada, agotada de matarme solo para seguir con vida, pero la superviviente que había en mí nunca dejaría de luchar. Cogió un puñado de mis rizos negros; se me había soltado el pelo durante la disputa.

—Te lo has planteado —concluyó con mi falta de respuesta—. No vuelvas a pensar así. Nunca. No me gusta oírte hablar así.

Al responder se me escapó una lágrima solitaria.

—Lo siento, Srita. Pierce, pero no todo gira alrededor de lo que le gusta ni de lo que quiere. La vida es dura, y así sigue siendo.

Había aprendido que aunque fuera posible sobrevivir, la felicidad podía ser huidiza y fugaz. Cuando mi padre vivía, fui feliz durante las raras ocasiones que tuvimos juntos, solo nosotros dos. Había probado un pedacito de felicidad durante aquellas salidas. Aparte de eso, tenía poca experiencia con la alegría.


—Nunca debería haber sido tan difícil para ti, Santana. Tienes razón; nací privilegiada, pero la satisfacción puede ser igual de difícil para todo el mundo. La vida es dura, independientemente de cuánto dinero tengas. —El tono de Brittany era plano mientras seguía mirándola fijamente, pero la ira seguía ahí—. Simplemente, los problemas son distintos.


Medité un momento sobre sus palabras al bajar la cabeza jadeando con ansiedad contra su pecho, preguntándome si no había algo de cierto en ellas. Era verdad que Brittany Pierce no tenía que luchar para conseguir dinero, pero distaba mucho de ser feliz. Detrás de su ira, sentí su dolor. Tal vez tuviera razón. Tal vez la vida no fuera perfecta solo porque tuviera comida que llevarse a la boca, vehículos increíbles que conducir y ropa a medida que ponerse. Aun así, ella nunca se había puesto en mi lugar, con mis zapatillas desgastadas, ni yo había estado en el suyo, con sus tacones a medida.

—Hagamos una tregua —dije sin aliento—. Venimos de dos mundos distintos. Nunca nos entenderemos.


Necesitaba zafarme de su abrazo. Empezaba a embriagarme con su aroma y a embelesarme con su mirada feroz. Era alta, delgada, estilizada pero fuerte, y yo tenía que inclinar la cabeza para mirarla a la cara.

Se echó atrás ligeramente, sólo para poner una mano dulcemente a cada lado de mi rostro antes de decir con voz ronca:

—Creo que podemos comunicarnos a la perfección.

Abrí la boca para pedirle que me soltara, pero fue demasiado sigilosa y rápida, y bajó la cabeza para capturar mi boca en un encuentro exigente que me dejó indefensa y aturdida.

Ladeó mi cabeza para obtener mejor acceso a mi boca, donde su lengua ganó la entrada fácilmente y exigió más.
«Más. Más. Más».
Mi corazón titubeaba mientras rodeaba su cuello con los brazos. Mi cuerpo despertaba a medida que ella se apretaba contra mí y empujaba más profundamente en un beso ardiente y arrasador. Sentí que empezaba a sumergirme en su aroma, en su sabor; quería acercarme más, sentir que invadía mis sentidos hasta lo más profundo.

Apartó la boca de un tirón, maldiciendo.

—¡Joder! No debería haber hecho eso.

Brittany sonaba más enfadada consigo misma que conmigo. Apoyó la frente en mi hombro, con la respiración entrecortada. Mi corazón siguió latiendo a la carrera al darme cuenta de que tenía su mano en el culo, presionando mi sexo contra ella, y de que su otro brazo me rodeaba la espalda.

No se movió para soltarme ni yo intenté zafarme. Saboreé la sensación de ella, con mi cuerpo apretado firmemente contra su figura, más grande. Inspiré y dejé que su perfume fluyera en mi interior como un bálsamo calmante para mi alma.

Finalmente, pregunté:

—¿Por qué has hecho eso?

—Porque no he podido controlarme. ¡Joder! —Se echó atrás y soltó su abrazo—. Yo no pierdo el control. Nunca.


Sonaba enojada y, tras esa rabia, ligeramente confundida. Yo nunca había sido objeto de deseo de ningún  hombre o mujer, y era un poco embriagador. Aun así, no llegaba a entender qué había visto en mí. Probablemente, Brittany tenía a la mayor parte de la población femenina a su disposición. ¿Por qué iba a perder el tiempo conmigo cuando podía follarse a una supermodelo?


—El sexo no forma parte de este acuerdo —le dije con voz temblorosa; parte de mí deseaba que sí formara parte.

Pero estaría mal por muchísimas razones. Me gustara o no, aquello tenía que limitarse a un negocio para mí. Cualquier otra cosa podría resultar un desastre, y ya había tenido suficientes sueños rotos e ilusiones hechas añicos.

Pasándose una mano frustrada por el pelo, respondió:

—Ya lo sé. No estoy buscando a una prostituta, joder.

Reculé como si me hubiera dado un golpe.

—Nunca he hecho… eso.

Su mirada feroz se cruzó con la mía, y sus ojos me devoraron.


—Sé que no lo has hecho.

El tono de Brittany era seco y ligeramente dolido.

—. No voy a contratar a una puta para que sea mi prometida. Independientemente de lo bien que representara el papel, mis hermanos averiguarían la verdad. Como he dicho, necesito a alguien convincente.

—Tengo un papel que representar, pero no voy a acostarme contigo.


Oh, pero vaya si quería hacerlo. Si eso no era más que una pequeña muestra de Brittany, yo quería un festín. Por desgracia, no podía atiborrarme. No de ella.

Una media sonrisa engreída se formó en sus labios.


—Vale, pero aun así voy a intentar hacer que me desees. Te lo garantizo.


Yo ya la deseaba. Era físicamente imposible que mi cuerpo no respondiera a una mujer como ella.


Me llevé las manos a las caderas.

—¿Por qué?

—Porque te deseo, Santana. Quiero follarte tan jodidamente bien que no te acuerdes ni de tu nombre, y que me supliques que te haga correrte.

Habló con un tono directo, pero sus ojos seguían siendo fuego azul.


Cerré los ojos con fuerza; no quería visualizar esa escena. Mi esfuerzo fue infructuoso.


—Eso no va a suceder. —Volví a abrir los ojos.


—Ya veremos. —Brittany seguía sonriendo. Su gesto era decididamente petulante.


—Besa mi culo —se me escapó un insulto en español antes de poder evitarlo.


—Desnúdate y te besaré algo más que ese precioso culo —prometió peligrosamente en inglés.


«¡Joder!». Ni siquiera podía insultarla en español porque entendería cada palabra. Al recordar su fuerte apretón sobre mi trasero me puse colorada cuando el sexo se me contrajo con fuerza, como si el cuerpo me suplicara que le dejara tomarme. Ella esta exicitada se notaba  por su postura y la forma de sus piernas en sus inmaculados pantalones de traje.


—Eso no va a suceder.

Intenté sonar firme, pero a mis oídos, resulté incluso menos convincente que la última vez que había dicho esas mismas palabras. La verdad era que no estaba segura de que haría si me sacaba de mis casillas. Por suerte, no tuve que averiguarlo. Se echó mi mochila al hombro con facilidad; una carga que casi me había hecho desmoronarme bajo el peso. Brittany no dijo ni una palabra más mientras me indicaba que saliera por la puerta de mi apartamento.


—¿Tienes otra llave? —me miró de manera inquisitiva.


Rebusqué en el bolsillo del mechero de la mochila, saqué la llave de repuesto y cerré la puerta del apartamento. Después puse la llave en el bolsillo trasero de mis vaqueros.


—Voy a divertirme sacándola de ahí para ajustar cuentas con tu casero —dijo Brittany con una sonrisa en la voz.


Al instante, volví a meterme la mano en el bolsillo, cogí la llave y la metí por debajo de la puerta de inmediato.


—No, no lo harás. —Le sonreí con superioridad.


—Eso no va a detenerme, pero se carga toda la diversión —dijo encogiéndose de hombros.


La mirada de Brittany era seductora, y me costó trabajo resistirme a una Brittany sonriente. Tenía la sensación de que era algo que no hacía a menudo.


—Si lo haces, renunciaré.


—No, no lo harás. —La certeza en su tono de voz era irritante.


«¡No!». Probablemente no lo haría. Ahora que había perdido el apartamento, necesitaba un trabajo para sobrevivir. Me limité a levantar la nariz y puse los ojos en blanco. Me alejé dando pisotones al bajar por la escalera decrépita. Ella iba justo detrás de mí.

—Tu temperamento de latina es muy caliente. —Habló con voz áspera.


Resoplé alzando la nariz aún más en el aire.


—Todavía no has visto lo caliente que puedo llegar a arder.

No solía perder los estribos a menudo. No podía permitirme darles rienda suelta cuando me daba la gana. Pero cuando estaba verdaderamente enfadada, podía montar en cólera con mucho más temperamento de lo que acababa de ver.

Debería haberme esperado su réplica; debería haber sabido que aprovecharía cualquier oportunidad para hacer de mi comentario desafiante algo sexual. Tendría que medir más mis palabras cuando estuviera cerca de ella.


—No puedo esperar —respondió en voz baja.


Puesto que no tenía respuesta, me apresuré a bajar las escaleras; el sonido de la risa malvada de Brittany me seguía.

«¡Cabrona!».


Parte de mí disfrutaba con sus provocaciones y con la tensión sexual que fluía pesadamente entre nosotras. Pero no podía permitir que continuara. Yo sabía algo que ella no, algo que detendría al instante aquella parte en ciernes de nuestra relación que ninguna de las dos parecía capaz de controlar.

«Tiene derecho a saberlo».

Giré sobre mis talones al llegar al final de la escalera; casi choqué con Brittany cuando llegó a la planta baja.


—No podemos hacer esto. —Mi voz sonó triste e inflexible.


—Me siento atraída por ti, Santana —respondió sinceramente.


—No deberías estarlo.


—¿Por qué no? Eres una mujer atractiva.


Inspiré profundamente, incapaz de mirarla a los ojos. Miré la pared sucia con pintura blanca desconchada que había detrás de ella.


—Hoy he ido a verte para pedirte un favor. Estaba desesperada. No me conoces, pero yo sí sé de ti. Mi madre me dejó para casarse con tu padre. Aunque no volví a verla nunca ni jamás nos encontramos, seguimos estando emparentados por matrimonio. Técnicamente, eres mi hermanastra.
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Mensaje por 3:) Jue Nov 17, 2016 10:27 pm

Me estas jodiendo??? Hermanastras??? A ver como reacciona britt al saber la verdad... Por lo menos san fue sincera al decirle lo de sus padres....
A ver si pueden aguantar la tentación una por la otra si empiezan con ese juegito!!
Independientemente de como reaccione britt!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Nov 18, 2016 4:19 am

3:) escribió:Me estas jodiendo??? Hermanastras??? A ver como reacciona britt al saber la verdad... Por lo menos san fue sincera al decirle lo de sus padres....
A ver si pueden aguantar la tentación una por la otra si empiezan con ese juegito!!
Independientemente de como reaccione britt!!

jjajajaj nop, no estoy jodiendo,, asi va la historia, pero no hay de que preocuparse no hay vinculo de sangre alguno..
El juegoo esta a punto de empezar...
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Nov 18, 2016 4:23 am

CAPÍTULO 3
Brittany


Debería haber sabido desde el momento en que puse los ojos sobre ella que Santana López era problemática. No, corrijo… De hecho, se llamaba Santana Marie López, algo de lo que me había enterado por los papeles que firmé para su casero. Se cabreó bastante cuando se enteró de que había pagado su alquiler y, por lo que yo sabía, seguía enfadada. Yo estaba sentada en el despacho de mi casa, investigando después de que se marchara echando humo en dirección a su habitación más o menos una hora antes, con la nariz erguida y humo prácticamente palpable saliéndole por las orejas.


Ya he reconocido para mis adentros que me gustaba enfadarla sólo para ver sus intensas reacciones. Pero hacía maravillas con mi coño. Tal vez fuera retorcido y enfermizo, pero cuanto más se acaloraba, más quería subyugarla y utilizar aquella pasión que albergaba de una manera mucho mejor y más satisfactoria para ambas.

«¿Que si me importa que se enfade? No».

Me había acostumbrado a conseguir lo que quería y, por alguna razón que desconocía, necesitaba cuidar de ella. No se debía a que nos hubiéramos encariñado tontamente porque se suponía que su madre se había casado con mi padre. Lo que estaba más claro que el agua era que alguien tenía que ayudar a Santana a dirigir su vida, y yo ya había decidido que esa persona iba a ser yo. Mi deseo de hacerla sentirse feliz y a salvo distaba mucho de ser fraternal. Era una necesidad primitiva, mucho más íntima y desgarradora, una que ni yo misma entendía del todo.


Por mi vida, no conseguía adivinar qué me atraía de ella, pero tenía el coño pulsando desde el momento en que la atisbé por primera vez, y así había seguido. Ella se había puesto una fachada valiente, pero el día anterior, en mi oficina, pude captar su incomodidad y sentir su vulnerabilidad. El deseo de desnudarla y clavarla contra la pared, en mi mesa o en cualquier otra superficie sólida me golpeó casi de inmediato. Sin embargo, a pesar de lo mucho que quería follármela, todos mis instintos insistían en que también debía… mantenerla a salvo.


Aquellos dos deseos primitivos libraban una guerra en mi interior, y ni siquiera estaba segura de cuál ganaría. El hecho de que técnicamente fuera mi hermanastra no había atenuado mi deseo de follármela hasta que gritase mi nombre durante el clímax, en absoluto. Tal vez aquello demostrase que era una perfecta gilipollas, pero no me importaba. No estábamos ni remotamente emparentadas por sangre, y yo no sabía que mi madrastra tenía una hija viva. Claro que, ¿cuánto sabíamos ninguno de nosotros acerca de Karen? Había muerto casi de inmediato, junto a mi padre, después de su boda. El avión privado que llevaba a mi hermano Dane, a mi padre y a su nueva esposa, la madre de Santana, se había estrellado.

Dane, mi hermano pequeño, fue el único sobreviviente. Dane apenas salió con vida del accidente, y mi preocupación por él era la única razón por la que tenía que, por la que necesitaba, estar comprometida con una mujer para Navidades. Mi hermano más pequeño todavía tenía cicatrices, tanto por dentro como por fuera, del casi fatal accidente. No había mucho que no estuviera dispuesta a hacer por él para impedir que cayera por el abismo.

El timbre de un teléfono sobre la mesa me sacó de un susto de mis pensamientos. Mi mirada se dirigió al identificador de llamadas.
«Sebastian».

El cabrón no me había llamado desde hacía más de un mes, probablemente para evitar la bronca que sabía que le echaría si llamaba. Mi hermano mediano estaba desatado y salía con una panda de perdedores. Había intentado darle tiempo para encontrar su propio camino después del accidente que mató a nuestro padre, pero aunque hacía varios años que había terminado la universidad, parecía que no tenía sentido de la moral.

Levanté con impaciencia el teléfono que sonaba.

—¿Dónde coño has estado?


—Bueno, joder, yo también te hecho de menos, hermana —respondió Sebastian con sarcasmo.


«¡Mierda!». Me daba perfecta cuenta de que estaba borracho o fumado, más allá del punto donde podía siquiera hablar con él.


—Trabajando. Algo por lo que tú no pareces sentir ninguna inclinación.

Mi tono era cortante y de enfado. Estaba cabreada, y ya me había hartado de poner excusas por Sebastian. Tenía que crecer de una puta vez.


—¿Por qué debería hacerlo cuando te tengo a ti para ser la hermana perfecta y responsable que lo tiene todo bajo control? Eres la puta ama, hermana. No hace falta que haya dos en la familia. —La voz de Sebastian sonaba ligeramente pastosa y llena de un sarcasmo hostil.


Sebastian no siempre había sido así, pero las ocasiones en las que parecía inclinado a irritarme se estaban volviendo cada vez más frecuentes.


—¿Cuándo vienes para las vacaciones? Dane estará aquí la semana antes de Navidad. — No me apetecía enzarzarme con él en una batalla verbal, no cuando estaba así. Era inútil. Mi hermano pareció espabilarse un poco.


—Llegaré más o menos a la vez. Hace tiempo que no veo a Dane.


Relajando el puño tenso que apretaba con fuerza sobre el escritorio, recordé que hubo un tiempo en que los tres estábamos muy unidos. Después del accidente, las cosas nunca volvieron a ser iguales. Dane era profundamente distinto, Sebastian se había alejado de todos en la familia, y yo me había convertido en una auténtica gilipollas porque tenía que dirigir el negocio de mi padre, algo para lo que no había estado preparada a una edad tan temprana.


—¿Vas a traer a alguien? —Tenía que hacer arreglos para dormir, pero principalmente sentía curiosidad sobre si Sebastian iba en serio con alguna mujer. Teniendo en cuenta las compañías con las que se juntaba últimamente, esperaba que no lo fuera.


—No. Vuelo en solitario. —Sebastian se detuvo durante un momento antes de preguntar—: ¿Y tú? ¿Has encontrado a una mujer que aguante tu cara malhumorada durante más de una hora?


Hacía no demasiado tiempo, le habría contado todo a Sebastian. Ahora, no confiaba en él. Aquellos días estaba muy voluble, y lo último que necesitaba era que Dane se enterase de la verdad.


—De hecho, sí. Felicítame. Me he comprometido recientemente.


Esperé porque la línea seguía en silencio. Sabía que Sebastian seguía al teléfono, pero no hablaba. Finalmente, respondió.


—¿Te has comprometido? ¿Y no has dicho nada? Ni siquiera sabía que estabas viendo a alguien.


«¡Joder!». Ahora me sentía culpable porque había un dolor latente en la voz de mi hermano. Aquello me hizo sentir como una completa imbécil, pero había más en juego que los sentimientos de Sebastian.

«No puedo decírselo. Es demasiado impredecible».


—Ha sido una relación relámpago. Te gustará —le dije incómoda, a sabiendas de que era una mentirosa de mierda cuando se trataba de cuentos con mis hermanos. La mayor parte de la gente no conocía a la yo detrás de mi actitud profesional. Joder, yo ya casi ni me reconocía.


—¿Cómo es? ¿Dónde la conociste? ¿La conozco? —Sebastian se estaba espabilando enseguida.


—Simpática. No. Y no, no la conoces. —Respondí a sus preguntas con rapidez, deseando que dejara estar el tema.


—¿Cómo se llama? —insistió Sebastian.


—Santana. —Decidí mantenerlo sencillo. Iba a conocerla pronto, y me sentía incómoda hablando de ella.


¿Importaba si técnicamente Santana era su hermanastra? ¿Deberían saber la verdad? Yo no veía por qué tendrían que saberla. Nunca lo habían sabido y nunca la había conocido. No era de nuestra sangre, así que no haría mucho daño mantener en secreto nuestros endebles lazos.

Hostia, aún ni siquiera había comprobado su declaración, pero ya estaba trabajando en eso. Lo que sí sabía era que aunque tuviera pruebas de que realmente era nuestra hermanastra, no se lo diría. Dane nunca podía saber la verdad.


—¿La quieres? —Sebastian sonaba desconcertado.


«¡Dios!». Odiaba mentirle, a pesar de que llevaba tiempo siendo una puta imbécil.


—Sí. —La palabra se escapó de mi boca con facilidad, una completa mentira con una sola palabra.


—Joder, tiene que estar buena.


—Es inteligente, buena y honesta. —Dije aquellas palabras sin siquiera pensar, a sabiendas de que era la verdad. Santana era todo lo que muchas mujeres de nuestros círculos no eran. Tal vez por eso sentía aquel instinto de mil demonios de follármela y protegerla a la vez.


—Me doy cuenta de que no has dicho que está buena —farfulló Sebastian.


—Como la toques, te juro que te dejo en el hospital —gruñí, incapaz de detener visiones de Sebastian actuando de manera impropia con Santana.


—Hostias, hermana. Creo que de verdad estás enamorada. Y debe de ser realmente guapa. Puede que sea un gilipollas, pero sabes que nunca tocaría a la mujer de otro, especialmente a la de mi hermana.

Había algo de ira en la voz de Sebastian. Sí, lo sabía. Sebastian tenía buenas razones para ponerse irritable con el tema.


—Lo sé. —«Pero cuando estás intoxicado, eres una persona diferente del hermano que conocía y en el que confiaba». No añadí aquel pensamiento a nuestra conversación.


—¿Va a traer Dane a Sidney?


Me sentí asqueada cuando mencionó su nombre, no porque significara una mierda para mí, sino porque, de hecho, Dane iba a traer a la mujer que una vez me había importado. Ninguno de mis hermanos sabía que habíamos sido íntimos, en el sentido bíblico, ni por qué ahora fingía estar locamente enamorada de Dane. Yo sabía que no quería a mi hermano porque era incapaz de amar. Sidney era una aprovechada y una manipuladora.


—Va a traerla —respondí llanamente.


—Esa si que es una mujer sexy. —Sebastian silbó con admiración. Sidney era guapa, pero ahora era tan atractiva para mí como una serpiente venenosa.


—En la superficie, tal vez.


—¿Estás celosa? —la voz de Sebastian sonaba más incrédula que burlona.


—No. Pero no confío en que esté con Dane por las razones adecuadas. —Quería que Sebastian viera la verdad por sí mismo, puesto que yo no podía contársela.


—¿Crees que lo está embaucando? ¿Que sólo le importa su dinero? —La voz de Sebastian se volvió más clara y ligeramente dubitativa.


—Supongo que lo averiguaremos con el tiempo. —Fui evasiva porque tenía que serlo—. Pero no me fío de ella.


—Brittany, ¿sabes algo que yo no sepa?


—No. Es sólo un instinto —mentí.


—Lo último que necesita Dane es más dolor —farfulló Sebastian—. Pero tiene sentido.

Dane está lleno de cicatrices, hará falta una buena mujer que mire más allá de eso para ver quién es realmente. Deseaba que Sebastian no estuviera diciendo la verdad, pero sí que lo estaba haciendo. Y Dane necesitaba una mujer mucho mejor que la chupasangres de Sidney.


—Ya veremos qué pasa. —Mi hermano más pequeño era mucho mejor persona que yo y que Sebastian. Más amable, más dulce, o al menos lo había sido en el pasado.


Mi plan era sacar a Sidney de la vida de Dane sin causarle ninguna pena, pero no estaba segura de que eso fuera posible.


—Tengo que irme, hermana. Me he escapado de una fiesta, pero hay un buen whisky que me llama.


«¡Mierda!». Haría lo que fuera para evitar que Sebastian bebiera hasta el olvido. Me invadió una sensación de impotencia por la distancia física y emocional que había entre nosotros. No quería que condujera; no quería que se matara. Sí, era adulto y un gilipollas la mayor parte del tiempo, pero seguía siendo mi hermano.


—Sebastian, no tienes por qué hacerlo. ¿Dónde estás?


—No empieces con esas mierdas esta noche, Brittany. Solo quería oír tu voz.


Lo último que quería era ser la voz de la conciencia de mi hermano o su guía moral. Joder, sabía que no era la más indicada. Solo quería que estuviera bien. Quería que todos estuviéramos bien.
La verdad era que yo también quería oír su voz y quería recuperar a mi condenada familia.


—Nos vemos en unas semanas. —Sebastian colgó y me quedé con muy pocas opciones aparte de esperar poder inculcarle un poco de sentido común cuando viniera.


Después de colgar el teléfono en el cargador con un golpe, frustrada, me levanté justo cuando sonaba el timbre. Sonreí al caminar hacia la puerta, a sabiendas de que habían llegado más entregas; sabía que iba a volver a cabrear a Santana, si es que se había recuperado de la primera vez.


«Pensándolo mejor, no me importa. Prefiero verla enfadada que perdida, sola o asustada».

Estaba más que dispuesta a preocuparme por Santana y sus protestas. Básicamente, sabía que ganaría yo. Siempre lo hacía.__
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Mensaje por micky morales Vie Nov 18, 2016 7:17 am

una familia llena de secretos y una chica que merece una vida mejor, es demasiado interesante como para no esperar la actualizacion lo mas pronto posible. hasta pronto!!!!
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Mensaje por 3:) Vie Nov 18, 2016 10:52 pm

Mmmmmm britt no tiene solo el se timiento de protejera sana toda costa...
Después del accidente cada uno sobrellevó el dolor como pudo parece..
A ver cuando se encuentren los 4 hermanitos y le diga britt lo de san...
Aver que hizo traer britt para cabrear mas a san jajaja...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 12:55 am

micky morales escribió:una familia llena de secretos y una chica que merece una vida mejor, es demasiado interesante como para no esperar la actualizacion lo mas pronto posible. hasta pronto!!!!

muy interesante, ambas tienen secretos, pero quien mas secretos guarda creo que es Santana por la forma de expresarse en pensamientos.... y claro que ella merece una vida mejor, pero creo que hay algo mas que ese simple interes de trabajo. y por que paso tiempos dificiles,,,,, esperemos no esperar mucho para poder saber que oculta....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 12:57 am

3:) escribió:Mmmmmm britt no tiene solo el se timiento de protejera sana toda costa...
Después del accidente cada uno sobrellevó el dolor como pudo parece..
A ver cuando se encuentren los 4 hermanitos y le diga britt lo de san...
Aver que hizo traer britt para cabrear mas a san jajaja...


No son hermanastras eso nos quedo claro, amor todavia no hay, pura atraccion si, pero ese sentimiento de proteccion desarrollado por Brittany tan pronto?????

Sera todo un acontecimiento cuando presente a Santana ante el resto del mundo , y mas como su prometida....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 1:00 am

CAPÍTULO 4
Santana


Me molestaba de veras que Brittany S. Pierce pensara que no era capaz de cuidar de mí misma. De acuerdo, tal vez lo pareciera desde su punto de vista, pero ahora que iba a tener un trabajo y la oportunidad de una vida mejor, estaría bien.

«Siempre y cuando no se entere…».

Desterré el pensamiento negativo de mi cabeza bruscamente. «Ha hecho una promesa, y no la romperá. Espero». Me disgusté cuando me dijo que se había encargado de mi casero después de haberle
pedido que no lo hiciera. Ahora tenía dinero, con su cheque depositado con total seguridad en mi cuenta corriente. Era perfectamente capaz de resolver mis propios problemas.

También habíamos discutido por el dinero, pero ella insistió en que cogiera la paga de veinticinco mil que me había ofrecido por adelantado, y finalmente decidí aceptarla. Podría devolverle lo que no necesitara una vez que aquella farsa hubiera terminado.

«De un modo u otro, ¡tengo que encontrar la manera de dejar de discutir con ella! Tal vez si no fuera una gilipollas despótica tan arrogante, podríamos llevarnos bien».

Sonreí solo un poco, admitiendo para mis adentros que su arrogancia avivaba a mi temperamento. No era como si no hubiera conocido a personas presuntuosas antes, pero ninguna exactamente como ella. Incluso en sus momentos más pretenciosos y atrevidos, pensaba en mi bienestar. Aquello no me desanimaba precisamente, pero hacía que resultara condenadamente difícil odiarla.

Brittany S. Pierce estaba acostumbrada a que la obedecieran. Obviamente llevaba en los genes ser una mandóna.

—Estás increíble, cielo —canturreó una voz de mujer, la voz de mi nueva estilista.

«Por Dios, si es que hasta tengo una estilista».

Claudette era superficial, pero bastante agradable para tenerla cerca. Supuse que probablemente tenía unos sesenta años, pero iba perfectamente arreglada, ni un pelo oscuro fuera de descolocado. Lucía una apariencia de empresaria elegante que yo esperaba poder lograr algún día.

Dejó de manosear el vestido rojo de cóctel que estaba probándome, y giré para mirarme en el espejo de cuerpo entero de la habitación que me había asignado; seguía sin acostumbrarme a estar en un lugar tan inmenso y elegante. Había pasado la primera noche en la extensa casa de Brittany deambulando deslumbrada, casi perdiéndome en el proceso, antes de por fin caer rendida en la bonita cama trineo de aquella habitación, espacio que Brittany me había asignado con indiferencia como mi dormitorio de momento.

Me quedé inmóvil cuando capté mi reflejo, mirando una imagen que apenas reconocía. Me habían cortado el pelo con un estilo arreglado que dejaba que se rizara a la altura del hombro. Claudette había hecho algún truco de magia con maquillaje cuidadosamente aplicado, y me explicó cómo hacerlo yo misma. El vestido, que terminaba con un vuelo sofisticado por debajo de la rodilla, era de manga larga ajustada que se pegaba a mis brazos como una segunda piel, y dejaba mi espalda prácticamente desnuda. No era un estilo que estuviera acostumbrada a llevar, y nunca me había sentido tan desnuda con algo de manga larga.

—Es… bonito.

Apenas podía contenerme de quedarme boquiabierta. Parecía una mujer distinta; me sentía como una mujer distinta.

—Estás preciosa, Santana.

Brittany habló con un tono grave y ronco desde la puerta de mi habitación. Me volví hacia ella; mis ojos se encontraron con los suyos después de que me hubiera examinado cuidadosamente. Mi cuerpo empezó a arder bajo su mirada intensa.

—Gracias. Pero en realidad no creo que necesite tanta ropa.

Por poco me tropecé con los tacones altos a juego al alejarme del espejo para mirarla de frente. Me habían comprado un armario completo. Claudette iba a llevarse las cosas que no le habían gustado; por desgracia, le habían gustado demasiadas.

Brittany miró a Claudette.

—Gracias. Creo que ya ha terminado aquí.

La mujer mayor asintió y empezó a caminar hacia la puerta, rodeando a Brittany.

—Haré que mi personal recoja el equipo y la ropa que no sea adecuada más tarde, Srita. Pierce.

Se fue a toda prisa, comprendiendo que la habían despachado. Brittany alzó una ceja.

—La ropa es parte del trato.

Apoyé las manos sobre las caderas.

—No tanta. ¿Dónde voy a llevar esta clase de vestido?

Ella se encogió de hombros.

—A fiestas. Tengo una fiesta corporativa de Navidad a la que acudir este año, y necesito que vengas. Ya te dije que esto tiene que ser creíble.

Se me aceleró el corazón ante la idea de ir del brazo de Brittany a cualquier evento. Solo estar en su compañía me ponía tensa.

—Todavía no me has dicho por qué.

Dejé ir mi rabia de antes, diciéndome que necesitaba tratar aquello como un trabajo. Brittany pasó a mi habitación que, quisiera añadir, era el doble de grande que mi estudio, y se sentó en la repisa extra grande de la ventana. Me quité los zapatos de tacón por la punta de los dedos y me moví hasta la cama. Me senté en el centro de la colcha beige floral y crucé las piernas, tapándolas con la falda. Sentía que iba a decirme algo importante y permanecí en silencio.
Brittany apoyó un hombro fuerte contra la pared.

—¿Sabes que tu madre y mi padre murieron en un accidente de avión?

Asentí. Sabía cómo había encontrado mi madre la muerte poco después de su boda con el padre de Brittany.

—Mi hermano pequeño también iba a bordo del avión privado y sobrevivió… por poco. Estaba quemado y marcado, e incluso con cirugía plástica aún tiene cicatrices, por dentro y por fuera. —Se detuvo durante un momento y después continuó—. Se suponía que yo debía ir en ese avión con ellos, pero tenía exámenes finales. Iba a graduarme en la universidad. Tuve que marcharme tan pronto como terminó la ceremonia. Al igual que mi hermano mediano, Sebastian. Dane era el único que había terminado las clases y los exámenes porque estaba en otro colegio, así que iba a quedarse unos días más.

«Ay, Dios». Se me hizo un nudo en el estómago ante la idea de que Brittany podría estar muerta en lugar de vivita y coleando. La miré boquiabierta, aún capaz de sentir su vitalidad y su energía vibrando en la habitación. También sentía su tensión.

—Te molesta no haber ido en ese avión. Te sientes culpable.

Brittany no mostró las manos con su gesto, pero estaba lo bastante cerca como para ver un breve destello de dolor en su mirada.


—No deseo estar muerta —espetó—. Pero el hecho de que debería haber sido yo se me ha pasado por la cabeza.

Era tan responsable, estaba tan puñeteramente dispuesta a comerse el mundo.

—No habría marcado la diferencia.

Se le cerraron los puños y me lanzó una mirada irritada.

—¿Cómo lo sé? Tal vez podría haber sacado a Dane de los restos más rápido; tal vez podría haber evitado las cirugías a las que ha tenido que someterse, tantísimas que he perdido la puñetera cuenta.

Mi corazón lloraba por la mujer que creía que podía evitar todos los males del mundo. Yo había aprendido a elegir mis batallas. Obviamente, ella no lo había hecho.

—Y tal vez estarías muerta. Quizá hubieras bloqueado el paso a las personas que lo sacaron. Todos los demás que iban en el avión murieron aquel día, incluyendo el piloto. ¿Crees que eres invencible? —le espeté en respuesta, intentando hacer que viera lo que seguramente era cierto: hubiera estado o no en ese avión, no habría cambiado el resultado.

Torció los labios, probablemente por mi tono enfadado, pero no estaba segura.

—Así que crees que mi cuerpo muerto también lo habría matado, ¿no?

Me encogí de hombros.

—Podría haber entorpecido el paso.

—Es una idea reconfortante. —Su tono era sarcástico, pero en él también había un rastro de diversión.

Sin querer pensar en que podría no estar viva, insté:

—Sigue.

Brittany dejó escapar un suspiro bajo, resignada.

—Dane ha sufrido mucho, emocional y físicamente. Recientemente ha empezado a salir con una mujer a la que conozco bien. Ella está saliendo con él para vengarse de mí, y espera que yo vuelva con ella. Terminé nuestra relación hace más de un año porque no estaba satisfecha solo conmigo. Iba de cama en cama con todos los hombres ricos de Colorado.


—Qué estúpida —dije sin pensar. Pero, en serio, por qué iba a necesitar una mujer a un hombre cuando tenía a Brittany S. Pierce—. Lo siento. Estoy segura de que tú le eras fiel.

Me sonrió y se me derritió el corazón. Asintió y dijo:


—Lo era. No estaba preparada para comprometerme demasiado, pero llevábamos saliendo bastante tiempo como para que ella me convenciera finalmente de llevar una relación monógama. Es una pena que se refiriera solo a mí.


—¿Todavía la quieres?

Me sudaban las palmas y el corazón empezó a martillearme. No
estaba segura de querer su respuesta.


—En ningún momento he dicho que la quisiera. Solo he dicho que se suponía que teníamos una relación exclusiva. Yo no amo, Santana. Satisfago una necesidad física con las mujeres con las que salgo.

Resultaba bastante obvio que hacía mucho más que eso. Vaya, tal vez no hubiera estado enamorada nunca, pero la manera en que se preocupaba por su hermano me decía que era capaz de amar.


—Así que, ¿me necesitas como señuelo?


—Te necesito para mantenerla lejos de mí. Dane quedaría devastado si supiera que todo lo que Sidney quiere son las cosas que puede comprarle con su dinero, y que se está vengando de mí.


—Tal vez ahora le importe de verdad. Quizás las cosas hayan cambiado —dije, esperando que Sidney hubiera tenido una epifanía. ¿Cómo podía una mujer tener tan poco corazón como para utilizar hermano contra hermana, especialmente a uno que había sufrido tanto como Dane?


—Me llamó hace unas semanas para decirme que esperaba recuperarme en Navidad. No ha cambiado. —Su tono de voz era llano y desesperanzado—. Quiero que Dane la deje. Es una víbora. Pero no por haberme tirado los trastos. No quiero que se resienta conmigo ni que se entere de que yo me la follé primero.


Odiaba aquel pensamiento, la idea de que Brittany pudiera haber bailado el mambo horizontal con cualquier fémina. Por desgracia, estaba segura de que había bailado muchos bailes de habitación.


—Haré lo mejor posible —le prometí—. Pero vas a tener que ayudarme. Fingir que te importo.


—No tendré que fingir, Santana. Si no quisiera que tuvieras una vida mejor, no te habría elegido a ti. Podría haber encontrado a alguien más, pero eras condenadamente perfecta. Eres muy guapa.


Se equivocaba. Era una perdedora con un vestido precioso.


—Me siento como Cenicienta —farfullé antes de poder detenerme.

La habitación quedó en silencio durante un minuto antes de que añadiera

—: ¿Qué hacemos aquí juntas si no van a venir hasta Navidad? Mañana es Acción de Gracias.


—Soy muy consciente de ello. Pensaba llevarte a cenar. No será un tiempo perdido. Puedo hacerte pasar nuestro proceso de preselección y ponerte al corriente de los detalles.


—Cocino yo. Me apetece —dije con entusiasmo. Habían pasado años desde que participara en una cena de Acción de Gracias.

Me observó fijamente, penetrándome con una mirada intensa.


—¿En serio quieres cocinar?


—Tienes una cocina impresionante. Y sí, me encanta cocinar. Simplemente no he tenido oportunidad desde hace mucho tiempo.

Nunca había tenido dinero. Últimamente, ni siquiera tenía un bocado en el apartamento.

—. ¿Tienes suministros?

Frunció el ceño.

—Probablemente no. Y le he dado los días libres al personal hasta el lunes. Pero puedo hacer que venga mi asistente.

Levanté una mano.

—No. ¿No tienes coche?

Sonrió con suficiencia.

—Tengo varios.

—Puedes llevarme. No voy a conducir uno de esos coches caros y elegantes que tienes.

Sabiendo la suerte que tenía, me estrellaría.

—¿A un supermercado? —parecía horrorizada.

—¿En serio? Te comportas como si nunca hicieras la compra.
Se encogió de hombros.

—No la hago. Tengo empleados para eso.

—Entonces será una aventura, ¿verdad? —No podía concebir que a alguien le hicieran la compra, pero lo único que necesitaba era que me llevaran—. Sé qué hay que comprar. Miraré en la cocina a ver qué tienes ya.


Bajé de la cama, lista para quitarme el sofisticado vestido que llevaba puesto. Me hacía sentir guapa, pero también como alguien que no era realmente… yo.

Brittany se levantó.


—No tienes que hacer esto, Santana. No me importa meter algo en el microondas o salir.


—Es Acción de Gracias. No puedes cenar comida congelada. —De no haber sido por Brittany, ni siquiera comería. Quería hacer eso por ella—. Dame unos minutos para cambiarme. —La empujé hacia la puerta.


—¿Puedo mirar? —preguntó con picardía.

Su mirada de azul líquido me acarició, y juraría que sentí su mirada hasta los dedos de los pies. Se me contrajo el sexo de manera atroz al captar su aroma.

—Vete, pervertida —insistí.

Se volvió hacia mi, deteniéndose mientras decía:

—Estaré abajo.


—Bajo en unos minutos. Solo tengo que quitarme este vestido.


Juraría que la oí gemir antes de estrecharme entre sus brazos, una mano en la parte baja de mi espalda y la otra envolviéndome la nuca.


—Me estás matando, Santana.

Su boca se encontró con la mía con una determinación decidida que nunca había experimentado antes. Su beso era ardiente, arrasador, y sentí que me hundía y me rendía a ella casi de inmediato.


Algo en Brittany me atraía, y le devolví el beso, abriéndome a su boca exigente mientras su lengua exigía paso. Suspiré contra sus labios y puse los brazos alrededor de su cuello, permitiendo que cogiera lo que quería porque sabía que yo quería lo mismo.


El deseo atravesó mi cuerpo como una corriente eléctrica cuando Brittany bajó la mano hasta mi culo y tiró de mi sexo húmedo contra su entrepierna caliente.

«La quiero junto a mí. La necesito dentro de mí». Resentía la ropa que separaba nuestros cuerpos.


Ella no sabía nada sobre mí, pero me deseaba. Yo me estaba embriagando de pasión, perdida en la manera en que me besaba como si tuviera que hacerlo, como si la necesitara, o no podría volver a respirar.


Acceder a la necesidad de Brittany resultó ser una sensación eufórica; el hecho de que una mujer como yo pudiera hacer que alguien como ella me besara con esa clase de deseo era de lo más embriagador.


Sabía que teníamos que parar. Se me endurecieron los pezones cuando me atrajo hacia ella; mis pechos sensibles rozaban la chaqueta de su traje. Aun así, ella siguió tocándome; la mano que previamente estaba detrás de mi cuello ahora empuñaba mi cabello.
Hablé sin aliento, los ojos cerrados cuando su boca dejó de devorar la mía y pasó a la piel sensible del cuello.


—Ah, Dios. Brittany. Por favor, para. —Sabía que yo no podía separarme de ella ni de coña.


Quería esperar, dejar que me llevara tan lejos como pudiera.


—Santana, te deseo muchísimo —me dijo al oído con voz ronca.


—Yo también te deseo. Pero no puedo hacer esto.

Era mi hermanastra, pero no era esa certeza lo que me detenía. Apenas nos conocíamos; lo único que teníamos en común era una
química increíble. Por fin, me soltó.


—Sí podemos hacer esto, pero esperaré hasta que estés preparada.


Brittany sonaba incómoda. «Estoy preparada. Condenadamente preparada». Se echó atrás y abrí los ojos con un parpadeo; el dolor de perder el contacto con ella era insoportable.

—¿De qué tienes miedo, Santana? —preguntó con aspereza.

La miré a ella, el fuego líquido de sus ojos.

«Tengo miedo de que me odies algún día. Tengo miedo de volverme adicta a ti, y no puedo hacerlo. Tengo miedo de que una vez que seamos íntimas, no querer dejarte ir».


—No voy por ahí acostándome con cualquiera, especialmente con mi hermanastra.

Quería bromear con ella, pero mi voz se quebraba por la emoción.
Cogió mi barbilla y la levantó.


—Lo último que siento por ti es cariño fraternal —me dijo enfadada—. Tengo tantas ganas de follarte que casi no puedo respirar. Y tú tienes tantas ganas de que te folle que casi no puedes respirar.


Yo era lo bastante sincera como para admitir que quería lo mismo, pero no podía suceder.


—Por favor, apenas te conozco.

No estaba segura de si estaba suplicándole que me lo hiciera o pidiéndole que me dejara en paz. Al final, ella decidió por mí.


—Me voy. Pero vamos a conocernos durante los próximos días. Te lo garantizo, intentaré hacer que te desnudes. Y lo conseguiré.


Me estremecí ante la idea, observándola mientras mi cuerpo seguía temblando, cada músculo tenso de deseo sin consumir. Cuando empezó a bajar las escaleras, cerré la puerta de la habitación antes de permitirme llamarle para que volviera a mí.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 3:22 am

[Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO 2884812151 lo siento aqui hubo un impace..


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Sáb Nov 19, 2016 6:53 pm, editado 1 vez
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Mensaje por micky morales Sáb Nov 19, 2016 7:07 am

aqui paso algo raro, se entrecruzaron las historias?????????

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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 6:51 pm

micky morales escribió:aqui paso algo raro, se entrecruzaron las historias?????????


Sip disculpa por eso, es que actualice en la madrugada y el sitio me estaba dando problemas pero ya lo arregle........ sorry en verdad.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 8:47 pm

CAPÍTULO 5
Brittany


zas!
¡Zas!
¡Zas, zas, zas!

—Me está volviendo loca, joder —me dije con voz áspera mientras mis guantes acolchados y mis pies desnudos golpeaban satisfactoriamente el pesado saco de boxeo que colgaba frente a mí.

Llevaba años perfeccionando mi destreza en MMA, pero nadie lo diría. Mi técnica daba asco en ese momento, y en realidad no estaba practicando. Había cogido los guantes y me había puesto un par de pantalones de pelea. No me había molestado en vendarme las manos. Lo único que quería realmente era desfogarme de un montón de energía sexual de la que parecía no poder librarme de otro modo. Para mí, aquello quería decir que necesitaba darle puñetazos a algo.

¡Zas, zas, zas!

Llevaba quince minutos golpeando el saco con todas mis fuerzas.
Pero seguía teniendo el coño necesitado.

¡Zas!

La respiración cortaba al entrar y salir de mis pulmones, y mi rostro goteaba sudor que aterrizaba en mis pechos empapado, pero aún no me había agotado. Un solo vistazo a Santana con ese vestido que decía «fóllame» me había dejado muerta.

Había faltado poco para que saliera de su habitación sin levantarle el dobladillo del vestido por encima del culo para clavarla contra la pared. Normalmente, eso era exactamente lo que haría. Pero la manera en que me sentía cuando la miraba desafiaba mi razonamiento habitual.

La deseaba, pero también sentía que la necesitaba. Experimentar emociones como esa me era ajeno, y no me gustaba. Yo follaba. Enviaba regalos bonitos. Y se acabó.

Sidney era la única mujer con la que había tenido una relación monógama en mi vida, y mira la mierda que había resultado ser. No volví a darle exclusividad a nadie, ni antes ni después de mi experiencia con la novia del demonio.

Por extraño que parezca, nunca había sido posesiva ni con Sidney ni con ninguna otra mujer. Creía que no lo llevaba en los genes. La única razón por la que había aceptado la exclusividad con Sidney era porque ella lo había querido, y por aquel entonces yo era bastante ambivalente. No había nadie más con quien quisiera follar, y me parecía bien que ella fuera la única. Una pena que ella no sintiera lo mismo, a pesar de haber sido ella la que insistió en ser la única chica para mí.

Ahora, no solo quería follar a Santana hasta que no pudiera andar, sino que además estaba ávida de ella, posesiva por primera vez en mi vida.

—¡Dios! ¡Soy patética!

gruñí lanzando puñetazos y patadas aleatorios al saco que había frente a mí, respirando con fuerza cuando por fin paré.

Desenvainándome los guantes mientras me dirigía a la ducha del gimnasio de mi casa, sabía que Santana probablemente estuviera lista y esperándome arriba para que la llevara a la tienda.

Me sentía sólo un poco mejor al vestirme después de tocarme en la ducha hasta el orgasmo fantaseando que hacía correrse a Santana de formas variadas.

«¿Qué cojones me está pasando?». Podía llamar a cualquier mujer, pero no era eso lo que quería, y no iba a satisfacerme más de lo que ya lo había hecho mi propia mano. Subí las escaleras con unos vaqueros y una sudadera, casi segura de que estaba perdiendo la cabeza por completo.

Ver a Santana comprando ataviada con unos vaqueros de pitillo y un suéter, que obviamente formaban parte de su nuevo armario, a juzgar por la etiqueta de marca en el bolsillo trasero del pantalón, fue una experiencia casi sensual.

Se aferraba a la comida con reverencia, como si fuera un bien precioso. Cuando acarició el condenado pavo como si fuera una especie de gran premio, quise correrme justo allí, en el puto pasillo del supermercado.


—¿Es ese?

pregunté impaciente, ansiosa por alejarla de los pavos.
Ella suspiró, y quise absorber el sonido de satisfacción poniendo mi boca sobre la suya.


—Creo que servirá. Solo somos nosotras dos. Comeremos sobras durante días, incluso con este.

Levantó lo que me pareció un pájaro enorme, aunque no es como si supiera nada acerca de la manera de encontrar el pavo adecuado para Acción de Gracias. A ella se le veía feliz, y tan condenadamente guapa llevando a cabo una tarea tan corriente que quise embotellar su entusiasmo para después emborracharme de él.

Di un paso adelante e intenté coger el pesado artículo, pero se negó. Hice un gesto para que se diera prisa y lo echara al carro.


—Mételo en el carro. —«Y sácame de aquí ahora mismo, joder».

Santana no lo echó al carro. Lo puso en el fondo con cuidado, moviendo los otros artículos para hacer sitio. Después le dio una palmadita al ave rolliza.

—Creo que eso es todo. Deberíamos haber terminado. Tus armarios están bien surtidos. Lo único que no tenías eran unas cuantas cosas que necesitábamos para una cena de Acción de Gracias.

Yo no cocinaba. Mis empleados lo sabían. Casi todas mis cenas eran por encargo o fáciles de recalentar. Hasta que conocí a Santana, nunca me había preguntado siquiera quién me hacía la compra ni cómo, justo lo que quería aparecía como por arte de magia en mis armarios. Estaba lo bastante cerca de ella como para oler su aroma delicado y embriagador. Cuando me miró y sonrió, decidí que quería hacer feliz a esa mujer sin importar lo que tuviera que hacer.

«Mía».

Sentí la palabra en lo más profundo de mis entrañas. Santana no lo sabía todavía, pero me pertenecía. Al menos durante un tiempo.

—¿Santana?

Llamó una voz de mujer desde el final del pasillo. Vi a Santana volverse mientras una sonrisa aún más grande invadía su rostro.

—¡Mercedes! —Corrió a encontrarse con mujer a mitad de camino; las dos colisionaron en una maraña incómoda de brazos mientras se abrazaban felices.

—¿Dónde has estado? Me quedé muy preocupada cuando no pude ponerme en contacto contigo.

La voz de la mujer bajó después de ese comentario, y me acerqué casualmente dando unos pasos para escuchar su conversación.
Mercedes, fuera quien fuera esa persona para Santana, era absolutamente imponente. Era un poco más alta y robusta que Santana, pero más o menos de la misma edad. Santana se volvió para presentarme a su amiga.

—Mercedes, ésta es Brittany Pierce, mi… —parecía estar buscando las palabras.

—Su prometida —terminé yo, sonriendo a la guapa mujer morena que estaba junto a Santana.

No iba a permitir ni de coña que ninguna de las amigas de Santana supiera la verdad. Joder, si ni mi hermano iba a saberlo.

—Brittany, ésta es mi amiga, Mercedes Jones. Nos perdimos la pista durante un tiempo. Se fugó después de casarse.

Mercedes le dio un puñetazo juguetón en el brazo a Santana.

—No me fugué. Te mudaste y no lo sabía. —Extendió la mano—. Encantada de conocerte. He oído hablar mucho de ti en los medios.

La mujer tenía un apretón de manos fuerte y con confianza, y me miró directamente a los ojos. Me gustaba eso. No era ninguna sorpresa que supiera de mí. Parecía que yo era el blanco preferido de todo el mundo para las columnas y las revistas de cotilleos. Odiaba saber que el nombre de los Pierce era infame, y que gente a la que no conocía sabía mi nombre y seleccionaba información que yo elegía dar a conocer. Esa parte de ser rica nunca había dejado de molestarme. Prefería que mi vida privada siguiera siendo privada, pero eso no iba a suceder. Era algo que había aceptado con el paso de los años como una de las desventajas de tener mucho dinero. No tenía opción. Nací con la proverbial cuchara de plata en la boca, y al dejarme el culo trabajando, mi fortuna sólo crecía.

—El placer es mío. —Puse una sonrisa encantadora en mi cara.

Dando un paso atrás, Mercedes preguntó:

—¿Cuánto tiempo lleváis juntas?

Al ver su mirada discreta al dedo anular de Santana, supe que esa situación había que rectificarla cuanto antes. Necesitaba un anillo.

—Llevamos… años conectadas —dijo Santana con cuidado—. Pero acabamos de comprometernos. Ni siquiera hemos tenido tiempo de comprar un anillo.

Santana era buena, tan buena que casi la creí hasta yo. Podía decir toda la verdad, pero haciéndola vaga sin que nadie sospechara que había más de lo que decía.
«¿Llevamos… años conectadas? Técnicamente es mi hermanastra, así que supongo que es verdad».

El sentimiento de culpa me golpeó por las terribles circunstancias que había sufrido Santana. Sí, tal vez yo no hubiera sabido que tenía una hermanastra, pero nunca se me ocurrió preguntar. Hasta donde yo tenía entendido, mis hermanos tampoco tenían ni idea de que Santana existía. Mi padre tenía hijos mayores, y la madre de Santana no era mucho más joven que mi padre. Tenía sentido que hubiera tenido una hija… ahora.

Extendí el brazo y agarré la mano de Santana sólo para descubrir que sus dedos estaban como témpanos.

—¿Tienes frío? —pregunté.

Ella me apretó la mano.

—No. Estoy bien.

Me parecía natural mantenerla a mi lado. No averigüé mucho más sobre Santana, pero durante la conversación descubrí que Mercedes estaba casada con un hombre al que yo conocía y admiraba, un rico genio de la tecnología.

Mercedes volvió a abrazar a Santana.

—Por favor, no perdamos el contacto. Te he echado de menos y me preguntaba qué tal habían salido tus planes de formación.

Me pregunté qué había estado planeando Santana, pero no pregunté. De alguna manera, sentía que estaba incómoda hablando de ello con Mercedes. Agachó la cabeza y ya no miraba a su amiga a los ojos. Su lenguaje corporal gritaba que se sentía angustiada.

—¿Tienes teléfono móvil? —le pregunté a Mercedes, cambiando el tema de conversación.

Era fácil de suponer, por la mirada en los ojos de Santana, que ella también había echado de menos a Mercedes, pero que simplemente no quería hablar de los planes que tuviera en ese preciso instante.

Mercedes rebuscó en el bolso y sacó su teléfono.

—Te apuntaré el número nuevo de Santana.

Yo ya me lo sabía de memoria, cosa que era a la vez patética y normal en mí. Por naturaleza, era buena con los números, y tenía una memoria perfecta si los números eran lo bastante importantes como para recordarlos. El hecho de que mi cerebro hubiera memorizado de manera subconsciente el número del móvil que le había comprado a Santana era bastante triste. Había muy pocos números que yo considerara importantes, y todos ellos ya estaban grabados en mi teléfono, incluido el suyo. Lo había apuntado tan pronto como compré el teléfono y lo configuré. Resultaba extraño que, por alguna razón, hubiera pensado que el número era lo bastante importante como para ocupar sitio en mi cabeza, ya de por sí abarrotada.

Le devolví el móvil a Mercedes después de apuntarle el número de Santana. Las mujeres volvieron a abrazarse, con la promesa de que se llamarían para ponerse al día.

—Era importante para ti. Todavía lo es —adiviné mientras caminábamos hacia la caja.

—Sí. —El tono de Santana era reservado.

—¿Una amiga? Parece más mayor que tú.

—Era profesora asistente en mi instituto. Supongo que probablemente sea profesora ahora. Estaba terminando el máster de Educación cuando nos conocimos.

Hizo una pausa antes de preguntarme

—: ¿Desde cuándo tengo teléfono móvil?

Ignoré su pregunta. Le había comprado bastantes cosas que aún no había visto.

—¿Cómo terminó casándose con Jones? —Una profesora asistente y un mogol de la tecnología era una combinación interesante.

Santana se encogió de hombros.

—Ya estaba saliendo con él cuando la conocí, así que no estoy segura de cómo se conocieron. Pero se la ve contenta.

—Bueno, y ¿cuáles eran tus planes? —En realidad, aquello me hacía sentir más curiosidad, y alcé una ceja en dirección a Santana después de descargar la compra en la cinta de caja. Ella estaba silenciosa.

—A veces los planes no salen bien —respondió bruscamente.

Algo andaba mal; podía sentirlo y reconocí el hilo de tristeza en su voz, mezclado con su actitud defensiva.

—Me lo contarás cuando lleguemos a casa.

Se lo sonsacaría de alguna manera. Borraría todas las sombras de su pasado porque me irritaban. Santana era el tipo de mujer que estaba hecha para ser feliz por naturaleza, pero de algún modo le habían robado la oportunidad.

«La jodió una madre egoísta a la que no le importaba una mierda».
Cuanto más pensaba en ello, más me cabreaba. Mi padre tenía expectativas para todos sus hijos. Era un hombre de negocios espabilado, y era formidable, pero no era del tipo que no aceptaría a una hija nueva si la madre de Santana hubiera decidido traerla a la familia.

Santana estaba callada cuando salimos de la tienda, y eso me molestó aún más. Tenía que saber por qué su madre la había dejado olvidada cuando se marchó a Texas para casarse con mi padre. Joder, obviamente ni siquiera se había quedado para la graduación del instituto de Santana. ¿Qué clase de progenitor era esa?

Ver su apartamento y cómo había vivido Santana me dio dolor de estómago. De acuerdo, no sabía casi nada de Karen López, pero iba a poner empeño en averiguarlo.

El control era algo que valoraba, y lentamente lo estaba perdiendo por completo en lo que respectaba a Santana. Necesitaba averiguar qué iba mal para poder arreglarlo. Codiciaba su completa atención para cuando me la follara.

No quería gratitud. No quería que se sintiera como si me debiera algo. Todo lo que quería era su placer, y esos momentos de clímax me pertenecerían a mí y solo a mí.

Si aquello me convertía en una cabrona egoísta, no me importaba, pero la haría mía. No dudaba que ganaría. Siempre lo hago.
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Finalizado Re: [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 19, 2016 8:51 pm

CAPÍTULO 6
Santana


Reparé la salmuera para marinar el pavo; se me hacía la boca agua ante la idea de nuestro festín de Acción de Gracias del día siguiente. No había comido un almuerzo normal desde hacía tanto tiempo que la idea de comer un festín enorme parecía casi decadente.

Sabía que Brittany me estaba esperando, ya que quería retomar la conversación donde la habíamos dejado en el supermercado. Ahora que había guardado el ave rolliza en la nevera, tenía pocas razones para evitarla. Excepto el hecho de que en realidad no quería hablar de Mercedes ni de los sueños que tenía justo antes de graduarme del instituto. Hacía tanto tiempo de eso y las cosas habían cambiado más de lo que nunca habría soñado que fuera posible… y no para bien.

«Desahógate. Olvídalo».

No había nada que pudiera hacer para cambiar mi pasado, pero ahora podía decidir mi propio futuro.

Llevaba más tiempo de lo necesario lavándome las manos cuando oí una voz justo a mi lado.

—¿Vino? —preguntó, mostrándome una bonita copa parcialmente llena de vino blanco.

Al no ser una gran bebedora, no tenía ni idea de qué me gustaba cuando se trataba de alcohol. Sin embargo, pensé que me vendría bien una copa. Me percaté de que ella sostenía un vaso lleno de algo que parecía más fuerte que el vino que le cogí de la mano.

—Gracias —respondí agradecida, dando un sorbo con cuidado al líquido pálido—. Está bueno.

—No estaba segura de qué te gusta.

Le sonreí débilmente.

—Pues ya somos dos. Yo tampoco estoy segura. En realidad no bebo mucho alcohol.

—Ven a sentarte conmigo. ¿Has terminado?

Había terminado, pero en realidad quería decirle que tenía un montón de cosas que hacer en la cocina. Pero, por alguna razón, no podía mentirle.

—Sí.

Asintió señalando el salón con la cabeza, y yo la seguí. Encendió la enorme chimenea de gas, y la sala era muy apetecible. Había descubierto que, aunque a Brittany le gustaba la calidad, no era una persona que hiciera ostentación de su riqueza descaradamente. Los
colores neutros eran encantadores, el cuero de los muebles suave como la seda, pero la sala seguía siendo confortable.

Tomé asiento en uno de los sillones abatibles de cuero. Ella extendió su larga figura en un sofá a juego frente a mí. Seguía llevando los mismos vaqueros negros que se abrazaban a su cuerpo, y una sudadera azul que hacía juego con sus ojos. Dios, era guapísima, el pelo rubio un poco revuelto le daba una apariencia que era prácticamente… agradable al tacto.

Menos mal que Brittany estaba sentada lo bastante lejos como para que yo no pudiera oler su aroma único, pero el corto espacio de separación no ayudaba demasiado. Aún deseaba desnudarla, gatear por su cuerpo y rogarle que me follara.

—Ahora, dime, Santana. ¿Cuáles eran tus planes cuando salieras del instituto?

Su tono barítono era rico y suave, y fluía hacía mí como terciopelo. Di un trago de vino, a sabiendas de que tendría que hablarle un poco de mi pasado.

—Cuando tenía dieciséis años, conseguí un trabajo en un restaurante. Aprendí mucho trabajando en la cocina. Quería hacer carrera en las artes culinarias, e Mercedes me ayudó a encontrar un programa de formación. Podría trabajar y estudiar a la vez. Hizo muchas cosas que no tenía por qué hacer, como ayudarme a arreglar una asistencia financiera y a solicitar becas. Pero tan pronto como me gradué, las cosas cambiaron.

«Por favor, no me preguntes más». Ya le había contado todo lo que quería revelar.


—¿Cómo cambiaron?

Me encogí de hombros.

—Mi madre se fue, y tenía facturas que pagar.

—¿Sus facturas?

—El alquiler estaba atrasado, y me iban a desahuciar. Por aquel entonces, no tenía ni idea de dónde se había ido. Tuve que renunciar a cada centavo que había ahorrado para mantener un techo sobre mi cabeza.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué no te lo dijo ni te llevó con ella? Mi padre era estricto, pero te habría acogido con los brazos abiertos. No habría querido que te quedaras sola con diecisiete años. ¡Dios! Te abandonó sin más.

Mi madre había hecho mucho más que eso, pero no iba a decirle lo desalmada que se había mostrado. ¿De qué serviría?

—Odiaba a mi padre y me despreciaba a mí. Yo le recordaba cada fracaso de su vida. Su matrimonio con mi padre fue uno de los grandes, o eso decía ella. Creo que tuvo que casarse con mi padre porque la dejó embarazada. Mis abuelos no lo aceptaban a él… ni a mí.

Bien sabía Dios que yo había oído cómo había arruinado la vida de mi madre bastante a menudo; la hija mestiza que sus padres nunca aceptarían.

—¿Por qué?

—Era jornalero y siempre estábamos sobreviviendo a duras penas. Pero nos alimentaba y puso un techo sobre nuestras cabezas.

Brittany me miró marcadamente.

—Te importaba. Lo echas de menos.

Asentí.

—Todos los días desde que murió. Lo quería, y él me quería a mí.

No había conocido la calidez del amor paterno desde el día en que mi padre dejó este mundo, y creía que siempre lo echaría de menos.

—Nunca conocí a Karen realmente —farfulló Brittany con enfado—. Ninguno sabíamos de tu existencia, Santana, o de lo contrario habríamos ido a buscarte. Sinceramente, solo vi una vez a tu madre, y fue en la boda. Todos nos sorprendimos cuando nos enteramos de que Papá se casaba. Sebastian y yo estábamos en la universidad, y Dane también se estaba preparando para marcharse. Supongo que Papá se sentía solo.

—¿Por qué iban a sentirse obligados a ayudarme? En realidad no sois familia.

Los Pierce no tenían ninguna razón para rescatarme. De acuerdo, había albergado resentimiento contra cualquiera que se apellidara Pierce, pero tenían tan poca culpa como yo.

—Porque ninguno de nosotros somos como tu difunta madre —gruñó mientras posaba su bebida sobre la mesa y se ponía de pie.

Me cogió la mano y me llevó al sofá con ella. Con la copa de vino equilibrada en la mano, me senté a regañadientes y dejé que tirara de mí hacia su cuerpo. Quería estar allí, pero no quería. Su aroma llenaba mis sentidos; su cercanía me hacía desear cosas que nunca podría tener.

Suspiré cuando me quitó la copa de vino y la puso sobre la mesa junto a su vaso vacío. Durante un momento, dejé que mi cuerpo se hundiera en su figura más grande, permitiéndome creer que me habría ayudado, que me habría protegido después de que mi madre marchara. Sus brazos se apretaron en torno a mí y apoyé la cabeza en su hombro. Se me escapaban las lágrimas por el rabillo del ojo porque se sentía tan condenadamente bueno. Hacía muchísimo tiempo desde que alguien se preocupaba realmente por mí.

—Gracias. No es tu culpa que no lo supieras.

—No pregunté, y me odio por eso.

Ladeé la cabeza y miré la expresión turbada en sus ojos.

—No lo hagas —dije con firmeza, apoyando una mano en su rostro y deleitándome con la sensación de su cara, su piel bajo los dedos.—. No es tu culpa, y ahora estoy a salvo.

Tengo un trabajo y un futuro gracias a ti.

—No me lo agradezcas —dijo con voz ronca, utilizando el peso de su cuerpo para tumbarme en el sofá.


Mi cabeza dio con uno de los cojines, y subí la mirada hacia su gesto furioso, a solo unos centímetros del mío.


—Estoy agradecida. ¿Cómo no iba a estarlo? Probable estaría en algún albergue para indigentes de no haber ido a su despacho mendigando un trabajo.

—No me lo merezco. No siento lástima por ti, Santana. Quiero follarte.

Sabía que rodear su cuello con los brazos me traería problemas, pero lo hice de todas formas. Las llamas me consumían, arrasando todo a su paso hasta mi sexo.

—Entonces hazlo, porque lo último que quiero es que sientas lástima por mí —susurré, cansada de luchar contra la atracción rampante que había entre nosotras.


El futuro no importaba en ese preciso instante. Todo lo que deseaba era a Brittany. Sabía que únicamente estaba allí para hacer un trabajo, pero nunca antes me había sentido así por una mujer. ¡Carpe diem! Aquella expresión nunca había significado más para mí que en ese instante. Quería aprovechar la oportunidad que tenía en ese momento y no pensar en el mañana.

Vi un destello de algo parecido a la satisfacción cuando inclinó su boca hacia la mía.


Después, me perdí en un mundo de deseo loco mientras nuestras lenguas y nuestras bocas se fundían en un torbellino desesperado y una necesidad demencial.


Besaba como una mujer poseída por una furia salvaje que no podía controlar. Aguantó la mayor parte de su peso, pero yo le habría dado una cálida bienvenida. Quería trepar a su interior, sentir nuestros cuerpos fundirse y fusionarse de la manera más elemental.
No me cansaba de ella, y quizás una vez con Brittany no saciara mi necesidad, pero no pensé en eso. Todo lo que podía hacer era… sentir.

Jadeé cuando apartó su boca de la mía. Quería protestar cuando su peso se alejó de mi cuerpo, deseosa de sentirla otra vez desde el momento en que se alejó.

Lamiéndome los labios, seguía notando el sabor de su abrazo al observar cómo se quitaba la sudadera por encima de la cabeza y la arrojaba al suelo.

«¡Santo Dios!». Era perfecta. Cada músculo flexionado parecía tallada en piedra. Sus bíceps se flexionaron mientras se liberaba de la camisa, y sus abdominales estaban tan definidos que veía cada espléndido músculo de su estómago y de sus pechos. Se reveló una piel suave que yo moría por tocar, y extendí una mano hacia ella con un anhelo reflexivo. Estaba desesperada por ver si su piel era tan cálida como parecía, y me moría por trazar la feliz de piel que, lamentablemente, desaparecía en la cintura de sus vaqueros.

—No, Santana —ladró—. Si me tocas, voy a perder el control.

Yo quería que lo perdiera; vivía para verla fuera de control en ese momento.

—Quiero tocarte.

Ella ignoró mi súplica y me incorporó para quitarme el suéter, que se unió a su camisa en el suelo. Yo daba las gracias a Claudette mientras ella me quitaba el sujetador rosa de encaje que llevaba, soltando el broche frontal con pericia. Me estremecí cuando el aire fresco rozó mis pezones endurecidos, dejando que ella deslizara la sedosa prenda interior por mis brazos con lentitud antes de desecharla en la creciente pila de ropa que había en el suelo.

—Preciosa —gruñó posándome de nuevo sobre el cojín.

Gemí en alto cuando su boca caliente se encontró con mi pezón sensible, succionando hasta que la punta se puso durísima.

—Sí —susurré, incapaz de encontrar mi voz.

Cerró los dedos alrededor del otro nódulo duro, tirando con la presión justa para provocar un violento espasmo en mi sexo.

—Mía —dijo Brittany con voz exigente mientras llevaba la cabeza de mi pecho.

En ese momento, poseía mi cuerpo, podía hacerme lo que quisiera siempre y cuando satisficiera el acuciante anhelo que sentía en mi interior.

—Sí —accedí.

Lentamente, su boca exploró el valle entre mis pechos, y se abrió camino con la lengua por mi vientre. Hinqué las manos en su pelo bruscamente, tirando de los mechones a la vez que se levantaban mis caderas, frustradas por la tela vaquera que había entre nosotras mientras yo intentaba conseguir fricción donde más la necesitaba.

Sus manos bajaron la cremallera de mis pantalones de un tirón, como si estuviera desesperada por dejarme desnuda ante sus ojos hambrientos.

Levanté el culo mientras ella tiraba de mis pantalones, bajándome las braguitas rosas por las piernas junto con los vaqueros.

—Dios, Santana. Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida —dijo con voz ronca, con reverencia.


Yo nunca me había considerado guapa. Como mucho, pensaba que conseguía ser medianamente atractiva. Pero, durante un segundo, durante un instante, me permití creerle.

Me sumergí en su mirada salvaje y se me cortó la respiración en los pulmones, mientras yo permanecía atrapada en sus ojos intensamente bellos, deseando no poder liberarme nunca.

Se me escapó un gemido de los labios cuando me abrió las piernas a lo ancho y colocó una de mis pantorrillas sobre el respaldo del sofá y la otra hacia el suelo. Cuando estuve completamente abierta para ella, sus dedos trazaron los labios de mi coño.

—Estás húmeda —rugió.

—Sí. —No era como si pudiera negarlo. La humedad que cubría las yemas de sus dedos era prueba irrefutable de cuánto la necesitaba.

—Me encanta verte así. Me necesitas. Se te ve en los ojos.

Resultaba obvio que ella también me necesitaba. Su mirada se apartó de la mía y bajó la vista hacia donde sus dedos jugueteaban.

—Te necesito. Fóllame, Brittany. Por favor. —No me importaba suplicar.

Sus dedos ahondaron en mi caverna, y su pulgar trazó un círculo prometedor alrededor de mi clítoris.

—Eso estoy planeando, cariño. Pero me estoy volviendo adicta a ver tu cara. Quiero verla cuando te corras.

Sus palabras encendieron mi cuerpo como si de un petardo se tratase, ondas eléctricas candentes salían desde cada terminación nerviosa.

—Tócame. —Necesitaba que dejara de ponerme cachonda.

—Puedo hacer más que eso. Tengo que probarte.

En el momento que tardé en procesar lo que estaba diciendo, se deslizó por el sofá e inclinó su boca sobre mi sexo para que se uniera a sus dedos juguetones.

Incapaz de contenerme, grité su nombre cuando su boca voraz invadió mi coño, lamiendo, succionando ávidamente como si no quisiera parar nunca.

—Ay, Dios. Ay, Dios.

Cantaba el mismo mantra, atónita por la sensación de su boca dándose un banquete de mí cuando su lengua reemplazó a su dedo sobre mi clítoris.

Oía el sonido de mi propia humedad cuando enterró labios, nariz y lengua en mi sexo. Lo probó, jugando, y después movió con rapidez el pequeño haz de nervios que necesitaba su atención, llevando mi deseo hasta el punto de la locura.

—Brittany. Ay, Dios. Por favor. Haz que me corra ya.

Me agarré a su pelo y luego apremié su cara hacia mi coño, para hacerle saber lo desesperada que estaba.

Mi cuerpo se tensó de manera insoportable, y arqueé la espalda en agonía.

Llegué al clímax con un gemido lastimero, agudo, incoherente, farfullando lo bien que me hacía sentir. Oleadas de éxtasis inundaban mis sentidos, y no tuve más opción que cogerlas cuando Brittany lamió mi orgasmo como si estuviera intentando saborear hasta la última gota.

Empuñé su pelo con las manos mientras me mantenía en suspenso, indefensa ante los espasmos que explotaban en mi cuerpo mientras Brittany escurría hasta la última gota de placer que pudo sacar de mí.

Yo me había desahogado, pero no estaba saciada. Observé cómo se levantaba y se arrancaba los vaqueros y las bragas ajustadas.

Me quedé un poco intimidada al mirarla, pero la quería más de lo que había deseado nada en toda mi vida.

Bajó entre mis muslos separados y me besó. Suspiré en su boca cuando nuestra piel desnuda se tocó por fin, deslizándose, creando una sensación de intimidad que puso mi cuerpo a cien otra vez.

Noté mi sabor en sus labios, y eso me espoleó. En ese momento, era mía. Me encantaba el hecho de que mi aroma estuviera por todo su cuerpo.

Arrancando sus labios de los míos, empezó a trazar una serie de besos con lengua por mi cuello.

—Rodéame con las piernas —exigió bruscamente.

Yo obedecí; me encantaba la sensación de tenerla atrapada entre mis piernas.

La sensación de su coño presionando con el mío me consumía. Me estremecí cuando empujó con más fuerza. Y me estremecí aun mas cuando empujo dos dedos con fuerza en mi vagina.

—¡Joder! Tienes el canal tan estrecho como una virgen, Santana —dijo con voz áspera y desesperada.

—Brittany, soy virgen.

Tal vez debería habérselo dicho antes, pero no quería que parase.

—¡Mierda! ¿Por qué coño no me lo has dicho? —Su gesto era fiero; su mirada, acusadora.

—Fóllame. No importa.

Alcé las caderas, deseando tenerla enterrada dentro de mí.

—Importa, y mucho. Agárrate a mí. No puedo parar.

Yo ya estaba deslizando las manos por su piel húmeda, acariciándole la espalda. Paré y me aferré a sus hombros.

—Hazlo. Por favor.

Empujando hacia delante con un gemido, se abrió camino a través de cualquier barrera que pudiera mantenernos separadas y se enterró dentro de mí. El dolor fue momentáneo y ligero comparado con la plenitud y la satisfacción que sentí al saber que estaba tan íntimamente conectada conmigo. Mis músculos se resistieron, y después abrieron paso a sus largos y blancos dedos, relajándose al envolverla con cariño como un guante.

—Tan estrecha. Tan húmeda. Tan caliente, joder —dijo Brittany con voz ronca—. Nunca voy a querer dejarte ir.

Yo sabía que me dejaría ir, pero ya me preocuparía por eso más adelante. En ese preciso momento, todo lo que quería era experimentar mi primera degustación de la pasión con Brittany.
Era la mujer a la que había estado esperando para darle mi cuerpo no probado, la mujer que podía hacerme sufrir de deseo.

—Fó-lla-me.

Ella estaba apretando los dientes; el músculo de la mandíbula le temblaba. Yo sabía que estaba intentando recobrar el control, y no quería que lo hiciera. Apreté mi abrazo con las piernas y me clavé contra ella.

—Espera, Santana. No puedo hacértelo así. Tengo que ir con calma.

—A tomar por culo la calma —sollocé—. Te necesito, Brittany. Por favor.

Mis palabras parecieron motivarla, y sus dedos salieron casi totalmente de mi vagina antes de volver a martillearme.

—No tengo ni una puta pizca de control contigo —gruñó.

Me folló duro, después más duro, como si su vida dependiera de darme placer. Me deleité en el dolor, en poner a prueba mis músculos mientras se ceñían a ella.

—Sí. Sin control. Sin piedad —insté, deseándola tan ruda e indómita como pudiera ser.

—No puedo esperar —dijo con un gemido de urgencia.

Bombeaba dentro y fuera de mí tan rápido y tan duro que mis cortas uñas se clavaron en la piel suave de su espalda. Sentía que mi orgasmo se acercaba, que borboteaba impaciente por liberarse.

—No esperes —supliqué, necesitada de verla correrse.

Me sorprendió cuando unió mas nuestros centros, nuestros cuerpos, buscando el hermoso orgasmo.

Implosioné cuando hizo presión sobre mi clítoris, forzándome hasta un clímax explosivo.

Una oleada de calor recorrió mi cuerpo, mientras yo cogía las olas del éxtasis que fluían a través de mi cuerpo. Vi su reacción cuando se corrió, con la cabeza hacia atrás, emitiendo gemidos de placer que se escapaban de sus labios con tanta naturaleza como el aliento que respiraba.

—Te sientes tan bien, Santana. No quiero dejarte nunca, joder.

Yo no quería que se fuera nunca, pero sabía que estaba viviendo el momento. No había otra persona a la que habría querido entregarle mi cuerpo nunca, y mi primera experiencia había sido divina. No había estado esperando a nadie en particular, solo a alguien que me hiciera sentir como lo hacía Brittany.

Permanecimos conectadas, su cuerpo pesado pero bienvenido mientras respirábamos con dificultad en las secuelas de una cima impresionante que nunca antes había alcanzado.

Acariciando la piel húmeda de su espalda, perdí la noción del tiempo. La cabeza todavía me daba vueltas cuando finalmente empezó separarse con un beso rápido pero apasionado en mi boca antes de liberarse de mis brazos aferrados a ella.

Se quitó de encima lentamente y dio unos pasos hasta el cuarto de baño; supongo que para lavarse. Yo me quedé allí tumbada, observándola, incapaz de moverme, incapaz de pensar. Mi mente estaba tan agotada como mi cuerpo.

Se movió con elegancia, sin una pizca de timidez corporal. Aunque no es como si tuviera ninguna razón para sentirse cohibida.

Momentos después, había vuelto, y la respiración constante que yo había recuperado se volvió irregular una vez más.

Se sentó y arrastró mi cuerpo desnudo y vulnerable sobre su regazo.

—Cuéntame. Explícame por qué ibas a dejarme tomar tu cuerpo cuando nunca se lo has entregado a nadie.

—No había ninguna persona a la que quisiera entregárselo —expliqué sin respiración—. No es como si estuviera reservándome por alguna razón, simplemente nunca había deseado estar con alguien de esa manera.

Me miró con una ceja levantada.

—¿Nadie en todos estos años? ¿Dónde coño has estado?

Contemplé su expresión pensativa, a sabiendas de que tendría que contarle la verdad. Me sentía vulnerable, desnuda de una manera que nunca antes había experimentado.

—¿Santana? —Su mirada era inquebrantable, a la espera.

Me sentí como si estuviera mirándome directamente al alma. «Dios me ayude, no puedo mentir».

—Estaba en prisión. Hace un año terminé la libertad condicional. Cuando tenía dieciocho años, fui a un correccional de mujeres durante tres años. Lo siento. Debería habértelo dicho. Acabas de follarte a una delincuente.

No había pensado en cómo se sentiría con respecto a follarse a una delincuente convicta. Todo lo que quería era un momento para vivir un sueño. Luché por zafarme de ella al ver la mirada de asombro en su cara y, durante solo un segundo, lo que pensé que probablemente era repugnancia.

«Soy una criminal. ¿Qué esperaba?».

Nadie iba a pasar por alto el hecho de que había sido presidiaria durante la mayor parte de mi vida adulta. Nadie lo hacía nunca.
Tropecé con mis pies, giré y salí corriendo hacia mi habitación, sin siquiera molestarme en recoger la ropa. Con dedos temblorosos, cerré la puerta con pestillo, me volví y me deslicé contra ella hasta que mi culo desnudo tocó la alfombra.

Entonces, y solo entonces, me desahogué de la angustia que encerraba en mi interior, sollozando como una niña pequeña mientras me abrazaba el tronco desnudo y dejaba que empezara el torrente de lágrimas.
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El mundo de Brittany

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