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Mensaje por 3:) Dom Nov 20, 2016 1:51 am

Que vida de mierda tuvo san despues que murio su papa... y con la zorra de madre que le toco... para que uno quiere enemigos...
Era impocible que esten mucho tiempo sin llegar a nada... jajaja
A ver como reacciona britt al saber eso de san????
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Mensaje por JVM Dom Nov 20, 2016 2:08 am

Pues vaya sorpresas que va soltando poco a poco San, cosas que jamas me pasaron por la cabeza.... Porque habrá estado en prisión y habrán terminado los secretos o aun guarda más????
Y bueno desde el momento en que se conocieron hubo química entre ellas y aunque San se resistía y trato de alejarse de Britt al final gano la atracción que sentían. Y el que haya perdido su virginidad con ella fue sorpresivo, porque las cosas se están dando rápido entre ellas, pero el que lo haya hecho segura y totalmente deseándolo, fue lo mejor. Además esta la posesividad de Britt con la morena jajajaja, ambas están descubriendo cosas nuevas, espero que las coasrsigan bien entre ellas, y falta que platiquen no creo que Britt piense mal de San sabiendo la vida que le ha tocado vivir.
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Mensaje por micky morales Dom Nov 20, 2016 5:19 pm

Bueno, haberle entregado su virginidad a brittany fue un gran paso para santana, espero que britt no la juzgue por haber estado en la carcel, ahora solo queda saber que le dira cuando logre sacarla del baño!!!!
micky morales
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Mensaje por monica.santander Lun Nov 21, 2016 4:14 pm

Sorpresas sorpresas y más sorpresas tiene esta historia!!!
Muy buena!!!
Saludos
monica.santander
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Nov 23, 2016 11:43 pm

3:) escribió:Que vida de mierda tuvo san despues que murio su papa... y con la zorra de madre que le toco... para que uno quiere enemigos...
Era impocible que esten mucho tiempo sin llegar a nada... jajaja
A ver como reacciona britt al saber eso de san????

Asi es debio vivir su padre ya que a su madre le valio m... su vida...
Esta pasando todo a la velocidad de la luz...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Nov 23, 2016 11:45 pm

JVM escribió:Pues vaya sorpresas que va soltando poco a poco San, cosas que jamas me pasaron por la cabeza.... Porque habrá estado en prisión y habrán terminado los secretos o aun guarda más????
Y bueno desde el momento en que se conocieron hubo química entre ellas y aunque San se resistía y trato de alejarse de Britt al final gano la atracción que sentían. Y el que haya perdido su virginidad con ella fue sorpresivo, porque las cosas se están dando rápido entre ellas, pero el que lo haya hecho segura y totalmente deseándolo, fue lo mejor. Además esta la posesividad de Britt con la morena jajajaja, ambas están descubriendo cosas nuevas, espero que las coasrsigan bien entre ellas, y falta que platiquen no creo que Britt piense mal de San sabiendo la vida que le ha tocado vivir.

Nop, no las pensamos creo...... y creo que sip aun guarda mas.....
Me sorprende el sentimiento tan fuerte que ha nacido en Brittany... saludos..
marthagr81@yahoo.es
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Nov 23, 2016 11:46 pm

micky morales escribió:Bueno, haberle entregado su virginidad a brittany fue un gran paso para santana, espero que britt no la juzgue por haber estado en la carcel, ahora solo queda saber que le dira cuando logre sacarla del baño!!!!

Sip fue un gran paso lo bueno del asunto es que parece que se lo entrego a la persona correcta....
ya vamos a saber que piensa Britt. saludos.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Nov 23, 2016 11:47 pm

monica.santander escribió:Sorpresas sorpresas y más sorpresas tiene esta historia!!!
Muy buena!!!
Saludos

quue buenoo que te guste.... saludos...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Nov 23, 2016 11:49 pm

CAPITULO 7
SANTANA


A la mañana siguiente, me quedé destrozada cuando me azotó la enormidad de lo que había hecho y dicho la noche anterior. Me senté en la cama, intranquila, y me aparté el pelo rebelde de la cara.

—Ay, Dios —gemí mientras me frotaba la cara con una mano.

«Le hablé a Brittany de mi pasado después de los momentos más trascendentales de mi vida».

Todo lo que me había hecho a mí y a mi cuerpo era tan condenadamente perfecto; cada minuto, surrealista. «¿Por qué lo he estropeado así?».

—Porque hay algo en ella que no me deja mentirle —susurré para mis adentros.

En algún momento de la noche, me levanté del suelo, desnuda, y me puse un pijama. Las lágrimas por fin se habían secado; los sollozos se habían apagado. Me sentía agotada, tierna y más vulnerable de lo que me había sentido en toda mi vida.

Brittany había llamado a la puerta la noche anterior, pero sofoqué mis lamentos de dolor mientras estaba en el pasillo; me obligué a no emitir ni un sonido. Finalmente se marchó; probablemente supuso que estaba dormida. Por desgracia, no había dormido mucho y estaba muy despierta cuando aporreó la puerta. Simplemente estaba demasiado asustada como para responder.

—Es Acción de Gracias. ¿Cómo voy a hacerle frente?

Me desplomé sobre la espalda y me tapé la cara con una almohada. Iba a tener que hacerle frente y vivir con el hecho de que conocía mi historia, y de que no la había aceptado bien. La noche anterior había ira en su voz cuando vino a mi puerta y, en realidad, ¿podía culparla? Yo no había sido sincera antes de que me pusiera las manos encima, y ella había tenido relaciones íntimas con una delincuente sin saberlo; con alguien a quien ni siquiera debería conocer, y mucho menos follarse.

—¡Santana!

Me incorporé de golpe hasta quedar sentada cuando oí su voz de barítono a mi puerta.

—Sé que estás ahí. Anoche me fui para darte tiempo, pero no voy a volver a marcharme. Abre la puerta o la echo abajo.

Su puño golpeó con fuerza la pesada barrera de madera.Resignada, salí de la cama y fui hasta la puerta, abrí el pestillo y di la vuelta para volver andando hasta la cama y sentarme.

Ella entró casi de inmediato, y yo tenía la certeza de que había estado escuchando para oír el clic del pestillo. Por supuesto, yo iba a abrirlo. Primero: ni de coña iba a permitirle destrozar una puerta de madera pulida tan bonita. Segundo: no podía huir de la verdad eternamente. No servía de nada seguir posponiéndolo.

Agaché la cabeza y me concentré en el estampado elegante de la alfombra de color crema que había en el suelo; no quería establecer contacto visual con ella. Mi pelo revuelto me ocultaba la cara, y esperé. Y esperé. Y después, seguí esperando.

Todos los músculos de mi cuerpo se pusieron en tensión, y supe que estaba en la habitación. No solo porque le había oído entrar, sino porque podía sentirla. Brittany S. Pierce emitía una energía tan irresistible con el mero hecho de entrar a una habitación que no podía ser ignorada.

Justo cuando estaba a punto de ceder y alzar la mirada, me encontré de repente sobre la espalda, clavada por el significativo peso de su cuerpo.

—¿Qué haces? —Mi voz era trémula mientras ella me sujetaba las manos por encima de la cabeza.

—No vuelvas a hacer eso nunca —exigió con voz áspera.

—¿Hacer qué? —No pude evitar mirarla a los ojos puesto que me retiró el pelo de la cara.

—Marcharte —gruñó—. Huir de mí. No vuelvas a hacerlo. Lo odié, joder.

Me dio un vuelco el corazón cuando miré su gesto sombrío. Había sombras oscuras bajo sus ojos, y me pregunté si había dormido.

—Pareces cansada.

—No he dormido mucho. Me costó dormirme después de descubrir que me había follado a una virgen sin saber que era su primera. Y sabía de sobra que estabas llorando.

«¿Cómo lo supo? Intenté no hacer ruido. Lo último que quería era su compasión».

—No estaba llorando —le dije con obstinación.

—¡Y una mierda! —Frunció el ceño y trazó lo que me pareció una línea invisible de lágrimas

—. Se te ha corrido el maquillaje.

«¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Puñetera Claudette y su varita mágica de rímel».

Suponía que la señal delatora de mis lágrimas se había corrido por mis mejillas en una línea negra de maquillaje que antes llevaba en las pestañas. De ahora en adelante rechazaría el rímel.

—Vale, lloré. Lo admito. Estaba disgustada. No es para tanto.

Intenté minimizar el mar de lágrimas que había llorado la noche anterior, y el desahogo de la pena que llevaba acumulando en mi interior durante años.

Al percatarme de que su gesto pasaba del enfado a la furia más absoluta, me pregunté si tenía impulsos violentos. Parecía que se controlaba, muy segura de sí misma. Aquella era una cara de Brittany que me asustaba solo un poco.

—Sí que es para tanto. Te hice daño. Lo siento.

Su gesto seguía siendo de enfado, pero su mirada estaba llena de remordimiento.

—No me hiciste daño. En realidad, no.

No luché contra su abrazo. El peso de su cuerpo manteniéndome prisionera resultaba extrañamente cálido y reconfortante, y solo me agarraba las muñecas con la fuerza suficiente para impedir que volviera a huir otra vez.

Yo no merecía su sentimiento de culpa por quitarme la virginidad. Se la había dado voluntariamente porque deseaba aquella experiencia con codicia, con desesperación. Quería alguien a quien aferrarme durante un breve periodo de tiempo. Quería sentirme como si le importase a alguien. Y lo que más deseaba de todo era el placer que podía ofrecerme.

—Entonces, ¿por qué coño saliste disparada?

Inspiré profundamente.

—Te dije que soy ex convicta. Te sentías asqueada de haberte acostado conmigo. Admítelo.

No quería oírle decir las palabras, pero necesitaba oírlas. Mis momentos de placer se habían terminado y era hora de hacer frente a la realidad.

—No estaba disgustada contigo. Estaba enfadada conmigo misma, Santana. Debería haberlo sabido; debería haberme percatado de que eras inexperta. No lo hice. Te deseaba y no podía pensar más allá de eso. Sí, me sorprendiste. Estaba enfadada, pero no contigo.

Se detuvo durante un minuto antes de continuar.

—. ¿Quién te tendió la trampa? Fue tu madre, ¿no es así?

La miré boquiabierta.

—¿Crees que era inocente?

Levantó una ceja con arrogancia.

—¿No lo eras?

—Sí.

Sentí una presión en el pecho al darme cuenta de que ella había dado por sentado que no era culpable de cometer el delito por el que me habían encerrado durante la mayor parte de mi vida adulta.

Ella se encogió de hombros.

—Te creo.

«¿Así? ¿Tan fácil? ¿Cree que soy inocente?».

—¿Por qué?

Lentamente fue soltándome las muñecas, como si se hubiera asegurado de que no yo no me iba a ninguna parte.

—Porque no me has dado ninguna razón para dudarlo. Has trabajado casi toda tu vida y viniste a mí suplicando que te diera trabajo para poder ganarte la vida. Fuiste sincera cuando no tenías por qué serlo. No creo que seas capaz del delito que supuestamente cometiste, sea cual sea.

Me ayudó a sentarme, pero mantuvo una mano de apoyo detrás de mi espalda.

—Apenas me conoces —discutí, atónita de que pareciera no tener ninguna duda.

Nadie me había creído nunca, ni siquiera un jurado formado por mis compañeros.

—¿Qué ocurrió?

Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas, y apreté las palmas de las manos porque estaba temblando. Brittany era la primera persona que dudaba de mi culpabilidad, y su exculpación me llegó al alma.

—No entiendo por qué me crees.

—Créelo. No tienes por qué entenderlo. Solo cuéntame qué pasó, Santana.

Ahora su voz era baja y tranquilizadora, y sentí que mi cuerpo finalmente se relajaba. Una de sus manos se extendió y cubrió mis dedos, cruzados.

—Para quieta. Si no hiciste nada malo, no hay razón para que te sientas culpable.

No era todo culpa lo que me ponía nerviosa. Era ella. Brittany me ponía incómoda, pero no de una manera que diera miedo.


—Nadie me ha creído nunca. Y no me gusta hablar de ello.

Odiaba recordar lo aterrorizada que me sentía, cómo me había tendido una trampa una madre a la que yo no le importaba una mierda. Ella sabía lo que me había pasado. La llamé, y negó tener nada que ver con el delito, pero me di cuenta de que me había dejado deliberadamente para que cargara con la culpa si se descubría el robo.

—Cuéntamelo —dijo Brittany con insistencia.

Tragué saliva; sabía que le debía una explicación.

—Mi madre no trabajaba mucho, pero consiguió un puesto temporal con una tal Sra. Mitchell como asistente y acompañante, justo antes de conocer a tu padre. De hecho, conoció a tu padre precisamente porque trabajaba para la familia Mitchell. Eran ricos. Probablemente no tanto como tu familia, pero estaban bien acomodados.

Lo que quería decir realmente era que la familia Mitchell probablemente solo tenía millones en lugar de miles de millones, pero aun así eran increíblemente ricos.

—. La Sra. Mitchell le presentó a tu padre durante una fiesta.

Volví la cabeza y vi que asentía, pero permanecía en silencio, esperando a que continuara.

—Mi madre robó unas piezas de joyería muy caras a su empleadora justo antes de que terminase su trabajo temporal, durante un evento que celebraba la Sra. Mitchell por el cumpleaños de su hijo. Yo fui a la fiesta a trabajar con mi madre. La Sra. Mitchell me había ofrecido una cantidad decente de dinero para trabajar aquella noche como empleada. Servía comida y formaba parte del equipo de limpieza. No podía rechazar el sobresueldo por una noche de trabajo. Fue una decisión de la que al final me arrepentí.

—¿Cómo te culparon? —preguntó Brittany con curiosidad.

Me encogí de hombros.

—Mi madre dejó las joyas en nuestro apartamento cuando se dio cuenta de que tu padre iba a tomarse la relación en serio muy rápido. No iba a arriesgarse a que la pillaran con los bienes robados, así que los dejó atrás cuando se fue a Texas con tu padre. Para cuando la Sra. Mitchell dio la alarma y se empezó a investigar el robo, mi madre ya se había ido. Encontraron los artículos en nuestro apartamento y yo era la única que estaba viviendo allí.

—Eso no basta…

La interrumpí antes de que pudiera decir nada más.

—La Sra. Mitchell juró que mi madre nunca le robaría nada. Tampoco hacía daño que tu padre ya le hubiera pedido matrimonio a mi madre y que ella se hubiera marchado a vivir su feliz para siempre en Texas. —No pude contener el tono amargo de mi voz—. No creo que la Sra. Mitchell quisiera creer que había juntado a tu padre con una ladrona, y no quería que algo así se hiciera público. Además, había pruebas grabadas en vídeo.

—¿Te grabaron?

Negué con la cabeza.

—A mí, no. Tuvo que ser mi madre. Las dos empezamos llevando el mismo uniforme por la tarde, pero ella se cambió de ropa poco después de llegar a la mansión porque tu padre iba a asistir a la fiesta. No quería que la vieran como a una de las empleadas. No creo que la familia Mitchell llegara a verla en uniforme. No estaban por allí cuando empezamos a montarlo todo.

—¿Lo hizo a propósito? —la voz de Brittany empezaba a sonar enojada.

—Probablemente.

—Así que, ¿planeó cargarte el mochuelo?

—No creo que realmente hubiera planeado que la pillaran. No intentó vender las joyas inmediatamente. Estaban escondidas en su habitación, en el apartamento. Ya había robado antes, y nunca la habían pillado. Cosas pequeñas. Robos en tiendas y pequeños hurtos. Pero aquella vez fue a lo grande, aunque creo que tenía demasiado miedo de llevarse las joyas cuando se fue a Texas para estar con tu padre.

—¿Cómo coño la confundieron contigo en el vídeo?

—Nadie recordaba haberla visto en uniforme, y la calidad del vídeo era mala. Solo se percibía el peso aproximado, la altura y el color de pelo de la persona que se llevó las joyas. Esa descripción… encajaba conmigo. También encajaba con mi madre. ¿De quién crees que sospecharon cuando yo tenía los artículos y mi madre separada iba a casarse con un hombre muy rico?

—¿Te enfrentaste a tu madre?

Asentí.

—Solo por teléfono. Juró que no sabía nada del tema, y me dijo que tenía que pagar por mis delitos justo antes de decirme que no quería volver a hablar conmigo nunca y colgar. Mis supuestos delitos no eran robos de joyas; solo era culpable de un delito: haber nacido.

—¡Zorra! —explotó Brittany.

No podía discutírselo. Mi madre era pura maldad. No era algo que no supiera a esas alturas.

—El jurado me condenó por unanimidad. Me habían pillado con los bienes robados, era pobre, estaba allí y llevaba el uniforme, y encajaba con la descripción del vídeo de la perpetradora. Me condenaron a cuatro años. Salí en tres por buena conducta, pero pasé un tiempo en libertad condicional.

—Dios, Santana. ¿Cómo coño se comete un error así? —Su tono era de perplejidad, pero principalmente sonaba enfadada.

—Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Prácticamente había afrontado lo que ocurrió en el pasado. No podía cambiar mi pasado ni mi destino. Solo podía esperar tener un futuro.

—¿Cómo sobreviviste?

Yo sabía a qué se refería. Quería saber cómo había aguantado estar en prisión.

—Fue difícil al principio. Pero empecé a trabajar en la cocina de las instalaciones. Me mantuve calladita y no me metí en problemas. En realidad no hablaba con nadie. Leía mucho cuando podía hacerme con libros. El tiempo pasó.

No quería admitir que cada momento que había pasado en prisión parecía una eternidad, y que encerrarme en mí misma provocó tensiones con las otras mujeres. Cuando al final salí de la cárcel, juré que no volvería nunca. Antes la muerte.

—¿Y cuando saliste? —urgió.

—Acepté cualquier trabajo que encontraba. Mentía en las solicitudes de empleo, o estiraba la verdad. Perdí muchos puestos porque averiguaban que era una delincuente de uno u otro modo. Cuando podía, trabajaba bajo mano. Hacía lo que podía para sobrevivir. Me agarró de los hombros y me volvió hacia ella.


—¿Por qué no te pusiste en contacto con nosotros, Santana? ¡Dios! Te habríamos ayudado.

La miré a los ojos y pregunté abiertamente:

—¿Lo habríais hecho? ¿Lo habríais hecho, de veras? Ni siquiera sabías que tenías una hermanastra, y lo último que se me habría ocurrido a mí era que ibas a creerme. Nadie más lo ha hecho. Mi madre y tu padre ya habían muerto para cuando empezó mi juicio. ¿Por qué ibais a querer ayudarme? No soy nadie para ninguno de vosotros, y estabas lidiando con el dolor y con la pérdida de vuestro padre. ¿Sabes lo difícil que fue simplemente ir a tu despacho para tener oportunidad de hablar contigo? Si no me hubieras confundido con otra persona, ni siquiera podría haber mantenido una conversación contigo.

Brittany se puso de pie y metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros.

—Tenía que haber alguna manera de encargarse de esto y de librarte de ir a prisión por un delito que no cometiste.

Sonreí al ver su frustración, su preocupación por el hecho de que en mi caso no se hubiera hecho justicia.

—Quieres pensar que el sistema de la justicia es infalible. Yo también quería pensarlo.

Por desgracia, había aprendido lo impredecible que podía llegar a ser.

—. Mis ilusiones se hicieron añicos desde el momento en que se leyó el veredicto.

—Solo tenías diecisiete años, ¿verdad?

—Los tenía cuando las joyas fueron robadas, pero encontraron los artículos robados en el apartamento al día siguiente de cumplir yo los dieciocho. Mi madre murió con tu padre no mucho después de que me arrestaran, así que estaba sola. Me juzgaron como a una adulta.

—¡Joder! —Brittany se pasó una mano frustrada por el pelo, cosa que la hacía parecer aún más bella, con ese estilo revuelto. Sabía que estaba intentando encontrarle el sentido a una situación completamente injusta.

Reconocía esa mirada, pero Brittany no podía cambiar lo ocurrido, aunque fuera una Pierce.

—Es Acción de Gracias. Deja que me vista y nos prepararé una comida increíble. Podemos olvidarnos de lo ocurrido durante un ratito —sugerí, levantándome para ir a darme una ducha.

A pesar de que me conmoviera que Brittany tuviera fe en mí, yo seguía sin tener fe en mí misma. No quería hablar de mi pasado.
Brittany me cogió del brazo al pasar y me dio media vuelta.

—Yo nunca lo olvidaré, Santana. Juro que arreglaré esto.

Mirando su gesto enfurecido, casi le creí. Pero después de tantos años y tantos fracasos, sabía que no podía huir de mi pasado.

—No importa.

Soltó mi brazo de mala gana.

—Y una mierda que no importa —gruñó.

Le sonreí mientras me zafaba de su apretón encogiéndome de hombros. Ella no podía cambiar mi pasado, pero yo deseaba poder hacerle comprender cuánto significaba para mí realmente que creyera que yo era inocente. Puesto que era imposible explicarlo, me limité a seguir sonriéndole débilmente y me dirigí a la ducha.
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Finalizado Re: [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Nov 24, 2016 12:09 am

CAPITULO 8
SANTANA


Ha sido increíble, Santana. Es la mejor comida que he probado nunca —dijo Brittany sinceramente mientras daba un sorbo a un capuchino en el salón.

Me froté el estómago, deseando haber podido comer más. El festín de Acción de Gracias había salido bien, y era la mejor comida que había probado en mi vida. No creía que se debiera tanto a mis dotes culinarias como a la cocina fabulosa de Brittany. Tenía todas las comodidades y los electrodomésticos más sofisticados que había usado nunca. Suponía que sería difícil arruinar una comida en esa cocina.

—Gracias por dejarme cocinar. Tienes una cocina alucinante.

Subió una ceja mientras se llevaba la taza a la boca.

—Dices eso como si te estuviera haciendo un favor en lugar de lo contrario.

En efecto, me había hecho un favor. Me encantaba cocinar, y sus instalaciones eran el sueño de cualquier cocinero.

—Me ha gustado hacerlo.

Me sorprendí bastante cuando echó una mano para limpiar y recoger la mesa mientras yo cargaba el lavavajillas. La tarea parecía demasiado doméstica para ella, pero hizo que ella me
gustara aún más porque no parecía importarle ayudar, aunque fuera un trabajo que no acostumbraba a hacer.

—Creo que deberías descartar la idea de trabajar en uno de los resorts e ir a la escuela de cocina. Obviamente es tu pasión. Deberías perseguirla como una carrera —farfulló Brittany con
expresión atenta.

—No puedo. Necesito este trabajo, Brittany.

Cocinar era mi pasión, pero yo era realista. Necesitaba trabajar para sobrevivir.

—Puedo ayudarte a conseguir lo que deberías haber tenido, Santana. Quiero hacerlo.

Negué con la cabeza.

—No. Ya me has ayudado bastante.

—Nada de lo que haga será suficiente para deshacer el pasado.

—No es tu responsabilidad intentar arreglarlo —le dije
tranquilamente.

—Soy tu hermanastra —discutió.

Se me escapó una risa entre dientes. Si iba a jugar la carta de que era su familia, sabía que estaba desesperada. Normalmente prefería no reconocer que estábamos emparentadas por matrimonio.

«Probablemente porque me folló anoche».

—¿Qué? Soy tu familia —dijo obstinadamente.

—No tenemos lazos, Brittany. Y lo sabes. No me debes nada y, aunque lo hicieras, me has hecho un gran favor dándome trabajo.

El hecho de que mi madre se hubiera casado con su padre no quería decir absolutamente nada.

Ella ni siquiera había conocido a mi madre, así que no era como si pudiera sostener que estuviéramos conectadas a través de ella.

—No te lo estoy ofreciendo por nuestros lazos. Quiero hacerlo porque tienes un talento real, Santana. Deberías ser capaz de hacer lo que quieres hacer.

—¿De verdad? —pregunté con dudas.

Brittany era joven cuando murió su padre, demasiado joven como para hacerse cargo de las responsabilidades del mundo de la manera en que lo hacía ahora. Se encogió de hombros.

—Principalmente. Siempre supe que algún día ocuparía el lugar de Papá. Sebastian no estaba interesado en los negocios, y Dane es un artista increíble. Yo no creía que ninguno de los dos tuviera deseos de ser el sucesor de Papá.

—¿Nunca quisiste algo diferente?

—Quería que las cosas hubieran salido de manera diferente. Quería que Papá se hubiera quedado conmigo mucho más tiempo del que vivió, joder. Y quería que Dane nunca hubiera tenido que experimentar tanto dolor como experimentó. Quería tomarme un tiempo para sacar el máster de Dirección de Empresas y trabajar un poco para perfeccionar mis habilidades de artes marciales mixtas. Competí un poco en la universidad, pero… quería más.

—¿Haces MMA? —Vale, estaba sorprendida, pero tal vez no debería haberlo estado. La rubia se movía a la velocidad del rayo, y resultaba evidente que entrenaba.

—Solo como pasatiempo.

—¿Terminaste el máster?

—Por supuesto. Tardé un poco porque estaba ocupando el cargo de Papá en la empresa,pero terminé.

«¡Claro que lo hiciste!».

¿Había algo que Brittany S. Pierce no pudiera hacer? Obviamente, lo único que no podía conseguir era dirigir las vidas de sus hermanos.

—Así que, ¿ahora tus hermanos no forman parte de la empresa?

Sentía curiosidad.

—No. Solo yo. Compré sus partes porque no querían las mismas cosas. Ambos son hombres increíblemente ricos, pero ya no forman parte del conglomerado Pierce. No es lo que querían.

—¿Qué quieren? ¿Qué quieres tú?

—Creo que más o menos están haciendo lo que quieren —dijo Brittany con sarcasmo—.Sebastian hace lo mínimo posible cuando se trata de trabajar, y Dane vive fuera de la sociedad, en una isla privada. Su trabajo es por encargo, pero no hace apariciones personales.

—¿Tan malas son sus lesiones? —Me preguntaba qué había hecho que Dane se separase por completo.

—No lo sé. Es mi hermano. Nunca lo he mirado como nada más que mi familia. Supongo que ya no me doy cuenta de sus cicatrices.

—Estás preocupada —observé.

—Sí. —Brittany sonaba reacia a admitir su inquietud.

—No eres responsable de sus situaciones actuales, al igual que no eres culpable de que se estrellara el avión.

Brittany cargaba todo el peso del bienestar de sus hermanos, pero tenía que soltarlo. Sus hermanos eran adultos y tenían que encontrar su propio camino.

—Soy su hermana mayor —discutió bruscamente.

—Exacto. No eres su padre. —Necesitaba entender que incluso aunque hubiera ocupado el papel de su padre en la empresa, sus hermanos nunca iban a verla como nada más que su hermana mayor. De hecho, tal vez terminaran resentidos con ella por intentar arreglarlos.

Yo veía esos problemas con facilidad porque era ajena al asunto. Sé que, para Brittany, dejarlos ir era una lucha. Intentaba actuar como si no le importara, pero le importaba mucho. Tal vez demasiado. Para mí era fácil decirlo, supongo, teniendo en cuenta que yo no tenía a nadie. Pero me dolía el alma por el sufrimiento que había pasado esa familia. Y a juzgar por lo poco que contaba Brittany, la familia seguía rota.

Permanecimos en silencio durante unos minutos. Brittany parecía perdida en sus pensamientos. Terminé mi café y posé la taza con cuidado en la mesita que había junto a mi asiento. Ella terminó el suyo unos instantes después y puso su taza usada en la mesita de café que había frente a ella.

—Decididamente, lo de Sidney es culpa mía —confesó con una expresión estoica—. Fue detrás de Dane específicamente porque yo la dejé.

—Es una víbora venenosa —farfullé—. No es tu culpa que buscara a Dane. Eso es por ella.

El estómago me daba vueltas al pensar que una mujer podía hacer presa de un hombre tan vulnerable como Dane.

—Haces que suene como si nada fuera culpa mía. —Había humor en la voz de Brittany.

—Estoy segura de que eres culpable de muchas cosas, pero no de los problemas de tus hermanos. Ambos son adultos, ricos y pueden elegir lo que quieren hacer.

—Entonces, ¿de qué soy culpable yo? —Hablaba en tono de broma.

«Eres culpable de partirme el corazón por una familia que ni siquiera he conocido. Eres culpable de hacer que me importe que volváis a estar unidos, a pesar de que siempre he odiado el nombre de Pierce en el pasado. Eres culpable de hacerme cosas y hacerme sentir emociones que nunca he tenido antes. Y eso está empezando a hacerme un lío».

Respiré hondo.

—Me pareces increíblemente mandona, y odias que las cosas no vayan exactamente como quieres. Creo que tener el control es tan importante para ti porque, si lo pierdes, te haría parecerte menos a tu padre. Tal y como tú lo ves, eso sería casi imperdonable. Creo que te preocupas por el bienestar de tus hermanos más de lo que quieres reconocer. Y creo que eres una chica extraordinariamente generosa, pero esa es una cara de ti que no permites ver a nadie.

—Creo que estás loca. —Brittany fruncía el ceño en ese momento.

Subí una ceja, imitando su gesto de enfado.

—¿Tú crees?

Asintió secamente.

—Yo soy una gilipollas porque tengo que serlo. Los negocios se ponen desagradables.

—Eres distante porque tienes que serlo. ¿Crees que no lo entiendo?

Había pasado años siendo distante, con los libros como únicos amigos mientras miraba las mismas paredes de cemento y barrotes todos los días. Lo entendía. Obviamente, ella no. Para ella, la distancia no era deliberada. Era la manera en que vivía su vida para protegerse.

—Tal vez sí que lo entiendas —dijo de mala gana. Brittany se puso de pie y me extendió una mano—. Ven conmigo.

Sabía que estaba cambiando de tema porque no se sentía cómoda hablando de sí misma, pero la dejé escapar. Joder, a veces había cosas con las que yo tampoco quería lidiar. Dejé que tirara de mí y seguí sus pasos mientras se abría camino hacia el despacho de su casa.

—Me preguntaste por el teléfono móvil. He hecho que te traigan unas cuantas cosas, cosas que sabía que necesitarías.

«¿Y cree que es una gilipollas?». Se me escapó el aire de los pulmones con un soplido cuando Brittany llegó a su destino y señaló una pila de artículos que ocupaba la mitad del suelo de su despacho.

—¿Qué has hecho? —pregunté sin aliento.

Ya me había proporcionado un nuevo fondo de armario para representar mi papel.


¿Realmente necesitaba todo aquello?

—Tu teléfono nuevo. —Desenchufó el último modelo de iPhone del cargador y me lo dio—. Creo que tiene instalado todo lo que necesitarás.

Le cogí el teléfono de manera automática, aún boquiabierta ante la tonelada de cosas que le parecía necesario que tuviera. Un ordenador portátil nuevo; una cámara digital; ¿un lector Kindle?

Extendí el brazo y toqué el maravilloso dispositivo que era capaz de traerme algo que adoraba profundamente: libros ilimitados.

—Pensé que te gustaría. Te he abierto una cuenta y lo he cargado con fondos de una tarjeta regalo. Puedes comprarte tantos libros como quieras.

«¡Oh, Dios mío!». Había tirado la casa por la borda sobre lo que realmente necesitaba, pero me conmovió que me hubiera estado escuchando cuando le dije que me encantaba leer.

—Brittany, no necesito todas estas cosas. No son necesidades.

—Algunas mujeres discutirían eso —respondió secamente.

—Yo, no. Sé exactamente lo que necesito para sobrevivir. —Cogí otra caja—. ¿Qué es esto?

Se encogió de hombros.

—Joyas. Si estamos prometidas, obviamente te habré dado cosas. Regalos.

Dejé caer la caja al instante, repugnada al pensar en joyas.

—No las quiero.

—No, Santana. Sé cómo te sientes sobre el pasado, pero son regalos.

—Joyas, no. —Sacudí la cabeza y me alejé de la plétora de aparatos electrónicos, joyas y regalos.

—Sí. Si estuviéramos juntas, te haría aceptar cada condenada cosa que quisiera darte.

Giró y dio unos pasos hasta su escritorio para traer de vuelta una pequeña caja que no parecía nueva. Me la ofreció.

—. Es tu anillo de compromiso.

Tragué saliva con dificultad e intenté respirar. No podía llevar joyas caras.

—No puedo.

Se me quebraba la voz de la emoción, y los ojos se me llenaron de lágrimas. Brittany abrió la caja de terciopelo negro y sacó el anillo.

—Sí, puedes.

Tomó mi mano y me puso el anillo en el dedo lentamente.

—. Es necesario.

Extendí la mano cuando terminó, percatándome de que estaba temblando. El anillo era deslumbrante. De corte princesa y probablemente de varios quilates, resplandecía con un fuego que era casi cegador.

—Es precioso, pero es enorme. ¿Qué pasa si lo pierdo?

«Mierda, voy a estar aterrorizada todos los puñeteros días con esta piedra en el dedo».

—Pertenecía a mi madre, así que preferiría que no te lo quites —respondió con voz áspera.

Alcé la vista hacia ella, boquiabierta.

—Dios mío. ¿No podemos coger otra cosa?

El diamante gigante tenía valor sentimental para ella, y no quería responsabilizarme de perder algo que había pertenecido a su madre.

Me sonrió.

—No. Soy la primogénita. Se esperaría que mi prometida lo llevara, excepto si lo detestas.

—No lo detesto —me apresuré a asegurárselo—. Es impresionante.

Estaba diciendo la verdad. El anillo era magnífico, aunque me aterraba llevarlo en el dedo.

—. Pero significa algo para ti, y no quiero que le pase nada.

—No va a pasar nada. Y se ve mejor en tu dedo. Encaja casi a la perfección.

Sí, encajaba. Su madre debía haber tenido prácticamente la misma talla.

—Esa no es la cuestión.

—Tienes que llevar el anillo, y espero que lleves las otras cosas que te he comprado. Esas joyas son todas tuyas. Las he comprado.

Intenté respirar profundamente para controlar el pánico. No podía creer que le confiara una reliquia familiar que no tenía precio, además de un montón de piedras preciosas carísimas, a una mujer que había estado en la cárcel por robar joyas caras. «¿En qué estaba pensando?

Sí, ha dicho que confía en mí, pero no me había percatado de cuánto… hasta ahora. Brittany realmente cree que nunca podría robar nada».

Se sentó en un sillón de cuero marrón cerca de la pila de regalos, y después me cogió la mano y me sentó en su regazo de un tirón.

Intenté mantener el equilibro, y al final me enderecé con el abrazo protector de Brittany a la cintura y mis brazos envolviéndole el cuello.

La miré desde mi posición elevada sobre sus muslos, suspirando al ver la mirada hambrienta en su cara.

—No estoy segura de poder hacer esto.

—¿Te estás retirando de nuestro acuerdo? —gruñó endureciendo su apretón.

Negué con la cabeza.

—No. Pero todo esto es abrumador, Brittany. Y por razones obvias, odio la joyería.

—Esto es distinto, Santana. Y me encanta ver el anillo de mi madre en tu dedo.

—¿Por qué? —pregunté con curiosidad.

—Porque significa que, por ahora, me perteneces.

No tuve tiempo para mascullar una respuesta antes de que su mano serpentease por detrás de mi nuca tirando sin cuidado de mis labios para capturar mi boca.
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Mensaje por monica.santander Jue Nov 24, 2016 1:21 am

Al fin una buena para San!!!!!
Saludos
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Mensaje por 3:) Jue Nov 24, 2016 2:26 pm

Le estan saliendo las cosas bien a san de una ves por todas....
Me encanta cuando estan juntas
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Mensaje por micky morales Jue Nov 24, 2016 9:01 pm

Asi se hace britt!!!!! por ahora eres la que manda ja! [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 1202786940 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 1202786940 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 210293833 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 210293833 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 210293833 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 2323098122 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 2323098122 [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO - Página 2 3750214905
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Mensaje por JVM Vie Nov 25, 2016 1:35 am

Britt se portó súper linda con San confiando en ella y escuchándola.
Ambas han pasado por cosas muy fuertes que se están compartiendo, y es bonito porque normalmente con cualquier persona no lo harían.
Y bueno Britt consintiendo a San con todo, y aprovechando que en este momento como dice es suya
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Dic 04, 2016 2:54 am

CAPITULO 9
BRITTANY

Desde el momento en que vi el anillo de mi madre en su dedo supe que estaba jodida. Todas las buenas intenciones de mantener las manos lejos de San se desvanecieron por completo de mi mente. Sí, sabía que no debía volver a tocarla. Era virgen, y me sentía bastante mal por la manera en que me la había tirado, pero eso ya no importaba. «Es mía, joder». Mi mano se desplazó hasta su pelo sedoso, y lo empuñé tratando de recobrar el control mientras reclamaba su boca con tanta vehemencia como podía, mientras mi cuerpo exigía estar junta al de ella.

El corazón me latía rápido y con fuerza contra el pecho mientras ella gemía pegada a mis labios; era música para mis oídos. Quería volver a follármela, esta vez despacio y con suavidad como debería haberlo hecho la última vez. El problema era que no estaba segura de cómo mantener el control con Santana. Quería poseerla en corazón, cuerpo y alma. Quería estar tan dentro de ella y hacer que se sintiera tan bien que nunca deseara a otra persona hombre o mujer. En cierto modo, estaba realmente jodida desde que me di cuenta de que era virgen.

Entonces me inundaron emociones primitivas que luchaban cuerpo a cuerpo con mi sentido común. Lo único en lo que podía pensar era en que ni siquiera quería que se tirase a otra persona… excepto a mí. Joder, probablemente me habría sentido de la misma manera si no hubiera estado intacta. Estaba así de obsesionada con ella. Rompí el beso y carraspeé contra la piel suave de su cuello.

—No voy a volver a hacer esto. No puedo follarte otra vez.

Dios, odiaba que las emociones más nobles y elevadas se interpusieran en mi camino a la hora de conseguir lo que quería. Preferiría rendirme a las más bárbaras y coger lo que quería.

—¿Por qué?

La decepción en su voz por poco me destrozó.

—No es justo para ti. Fui una cabrona avariciosa, y ni siquiera se me ocurrió preguntarte si eras virgen. Debería haber sido diferente para ti.

«Debería haber ocurrido con una persona a la que quisieras, con alguien quien pudiera hacerte sentir especial».

Después de todo por lo que había pasado, se merecía eso y más.

—Ocurrió tal y como yo quería. Nadie me ha hecho sentir nunca como tú, Brittany. Por favor, no te arrepientas —suplicó.

Ese era el problema. En realidad, no me arrepentía. Me deleitaba en el hecho de ser la única condenada que había estado con ella, y eso me volvía posesiva. No me gustaba sentirme así, pero parecía incapaz de detenerme cuando se trataba de Santana.

—No me arrepiento —admití a regañadientes—. Y va a ser un infierno cuando tengamos que dormir en la misma cama.

—¿Por qué íbamos a hacerlo? —preguntó ella con voz distraída, un tono que me hacía darme cuenta de que se sentía sexualmente frustrada. De inmediato, quise satisfacer su necesidad.

—Eres mi prometida. ¿No crees que sería un poco extraño si no dormimos juntas?

Sabía que sería una señal de alarma para mis hermanos.

—Supongo —respondió melancólicamente.

—Nos las apañaremos —dije de súbito, apartándola lentamente de mi regazo antes de poder actuar siguiendo los impulsos que me bombardeaban y el instinto de volver a reclamarla. Se contoneó al ir a levantarse, y tuve que reprimir un gemido cuando su culo exquisito se movió sobre mi entrepierna. «¡Dios!». Me costó la vida no desnudarla y hacer locuras hasta la extenuación ahí mismo, en el sillón.

Observando mientras jugueteaba con las manos, revolviéndose el pelo nerviosamente y después alisando arrugas imaginarias en los vaqueros y el suéter, sentí la necesidad súbita de protegerla. San ya había sufrido bastante daño en su corta vida, y no necesitaba más dolor de mi parte.

—Vamos a llevar algo de esto a tu habitación —sugerí con voz ronca mientras me ponía de pie. Necesitaba una distracción o iba a perder la cabeza.

—Es demasiado, Brittany. Entiendo que tengo que llevar el anillo, pero las otras cosas… — hizo aspavientos en el aire.

Sonreí porque tenía que hacerlo. ¿Qué clase de mujer no quería aceptar regalos? «Solo Santana». ¿Y se preguntaba por qué confiaba en ella? De acuerdo, era más un instinto que una prueba, pero apostaría mi vida a que no era culpable de sus supuestos delitos. Mi instinto nunca me fallaba. Por desgracia, no podía borrar el dolor que había sufrido en el pasado. Pero iba a darle un mejor futuro, aunque tuviera que pelearme con ella para hacerlo. Yo ganaría. Siempre lo hacía.

—Vas a aceptarlo o estás despedida. —Intenté que mi tono fuera firme.

Era adorable cuando se llevaba las manos a las caderas y levantaba la barbilla con obstinación.

—No vas a despedirme.

No. No iba a hacerlo. Me mataría no saber dónde estaba ni qué tal le iba. Pero no dije eso.

—No me tientes —refunfuñé.

—Mañana me gustaría ir de compras. Quiero comprarle algo a tus hermanos por Navidad. ¿Puedo tomar prestado uno de tus elegantes coches?

No me importaba un bledo que cogiera cualquiera que quisiera, y no se me escapó que no había accedido a aceptar mis regalos, pero lo haría. Me parecía bien que hiciera cualquier cosa que la hiciera feliz. Excepto que aquello significaba que estaría sola en casa, y la idea no me atraía en absoluto. Había planeado ir a la oficina temprano por las mañanas y volver a casa a media tarde. Ya había movido ficha para investigar por qué había estado San en la cárcel exactamente y para visionar las supuestas pruebas. Iba a hacer lo que hiciera falta para corregir los males que le habían hecho tan pronto como fuera posible.

—Iré contigo —respondí, resignada—. Yo tampoco he comprado cosas para mis hermanos.

«¡Joder!». Odiaba ir de compras. Normalmente dejaba los regalos de Navidad a mis empleados.

—¿Dónde está tu árbol? —San me miró esperanzada.

—Mis empleados no lo han montado todavía.

Pero lo harían. Porque venía mi familia, con el tiempo acabaría teniendo un árbol de Navidad. Era otra de esas cosas que aparecían sin yo siquiera pensarlo. Su expresión horrorizada fue casi divertida.

—No puedes permitir que sean tus empleados los que monten el árbol. Debería ser una tradición —respondió efusivamente.


—Estoy sola. ¿Qué más da?

La mayor parte de los años ni siquiera me molestaba en poner un árbol en casa.

—Importa. Yo siempre he tenido árbol, aunque tuviera que encontrar uno que hubieran tirado y montarlo con adornos caseros.


Me dio un vuelco el estómago al pensar en una Santana menor de edad más sola que la una, hambrienta y asustada. Si su madre no hubiera estado muerta, me habría sentido tentado de matarla yo misma.

—Pondrán el árbol al final.

—O podríamos escoger uno y montarlo nosotras
.
Su tono era tan condenadamente esperanzado que me destrozó. Le daría cualquier cosa que necesitara y más.

—Si quieres —accedí.

Nada me había hecho sentir mejor en la vida que San arrojándose sobre mí y rodeándome el cuello con los brazos, apretando todo su cuerpo adorable contra el mío. Mis brazos la envolvieron automáticamente para que recuperase el equilibrio después de su precaria inmersión en mi cuerpo, más duro.

—Gracias, Brittany —dijo con lágrimas en los ojos—. Sería alucinante montar un árbol en esta casa. Se verá increíble. De verdad, no he podido decorar un árbol normal desde hace tanto
tiempo, desde que Papá murió.

Un gesto tan pequeño frente una respuesta tan grande. Era casi una lección de humildad lo sencillo que resultaba hacerla feliz. También era perturbador. Si un simple árbol de Navidad podía hacerla feliz, también contaba la historia de lo difícil que había sido su vida en realidad.

—Comparemos un árbol muy grande —gruñí, frotándole la espalda con la mano. No estaba segura de si trataba de consolarla o de calmar mi enfado.

—Todo lo que merece la pena no tiene porqué ser grande. —Retrocedió ligeramente hacia atrás y sonrió.

«Sí, soy una gilipollas, pero no me puedo resistir». Le sonreí con picardía.

—A veces es mucho más placentero si es lo bastante grande.

Lo entendió de inmediato, tal y como yo sabía que lo haría. Dándome un golpecito en el hombro, respondió descaradamente mientras ponía los ojos en blanco.

—Pervertida. ¿Contigo todo se trata de echar un polvo?

«Claro, joder». Era así desde que la conocí. Nunca he conocido a una mujer que consiga excitarme todo el puto tiempo. Sí… Más o menos, lo único en lo que podía pensar era en volver a estar sudando con ella.

—Más o menos.

La risa encantada de San llenó la habitación, y sentí que el corazón me latía de forma irregular contra el pecho. ¡Dios! No había nada mejor que oírla sonar tan joven y despreocupada. Deseaba poder hacer que todo fuera así para ella todo el tiempo. Era joven, pero nunca había tenido mucho por lo que sonreír. Y aun así, podía reírse con cosas pequeñas, cosas en las que yo ni siquiera pensaba.

—¿Te traen el periódico a casa?

Todavía había risa en su voz. Me encogí de hombros.

—Probablemente. —Aparecía cuando lo quería, así que suponía que me lo llevaban a casa.

—¿No lo sabes?

—No. Suele estar en la mesa por la mañana, así que supongo que lo traen a domicilio. ¿Por qué lo quieres?

Se separó lentamente de mí, y mi cuerpo gritaba como protesta.

—Por las ofertas del viernes negro. Quería ver los cupones.

—¿Quién va de compras el viernes negro?

No es como si yo no supiera que había unas rebajas enormes el día después de Acción de Gracias. Pero nunca merecía la pena que la pisotearan a una para conseguir un producto en rebajas. Joder, ni siquiera dejaba que mis empleados fueran a comprar para mí hasta que se calmara la locura.

—Yo —respondió en voz baja—. Nunca he tenido mi propio dinero. Quiero conseguir buenas ofertas para los regalos.

Sonaba tan seria que no me atreví a reírme de ella.

—Hay gente que muere por conseguir esas rebajas. —No me entusiasmaba la idea de que una estampida la aplastara, y de repente me alegré inmensamente de ir con ella.

—La gente muere haciendo prácticamente cualquier cosa —se mofó—. Tal vez sea una locura, pero me parece que será divertido ir de compras mañana durante las rebajas.


«¿Divertido? ¿En serio?». ¡Mierda! Si aquello significaba que sonreiría y reiría, estaba jodida. Iría de tiendas el día más loco imaginable para comprar con tal de verla feliz.

—Bien. Pero nada de rebajas con horario fijo.

Se tapó la sonrisa con la mano, pero de todas formas sabía que se estaba riendo de mí. La brujilla. ¿Sabía que estaba haciendo cosas que normalmente no haría, sólo para verla actuar como cualquier otra chica de su edad? Bueno, tal vez no como chicas que conociera personalmente, pero probablemente la mayoría de las veinteañeras normales. Sinceramente, no creía que tuviera ni idea de lo mucho que quería hacer que las cosas mejoraran para ella.

Santana no era del tipo que manipulaba ni se aprovechaba. Simplemente se sentía alegre sobre cosas cotidianas que nunca había tenido.

—Vale. Tampoco nada de ir a las cuatro de la mañana o antes —accedió—. ¿Qué te parece ir a las rebajas de las seis o las siete en punto?

Miré su gesto suplicante, y terminó conmigo. Sus ojos oscuros eran condenadamente expresivos, condenadamente entusiastas. Me rendía a su mirada cautivadora con tanta facilidad que daba bastante miedo.

—A las ocho en punto.

Haría concesiones y esperaba que lo peor de la locura hubiera terminado a las tantas de la madrugada. Nadie me echaría de menos en la oficina puesto que toda la empresa tenía el día libre. Era la única que iba a ir a la oficina al día siguiente, y probablemente habría sido una jornada productiva. Pero de pronto no importaba.

—Vale —accedió rápidamente—. ¿Puedo usar el ordenador? Puedo ver las rebajas en línea.

—Por supuesto. Es tu ordenador. —Iba a aceptarlo quisiera o no.


—Me refería al tuyo de sobremesa.

—Usa el tuyo.

Quería que se acostumbrara a tener sus propias cosas.

—Yo no tengo.

Cogí el ordenador portátil nuevo del suelo y se lo di.

—Vamos a buscar las rebajas.

Aquellas palabras me eran ajenas incluso al rodarme por la lengua. Nunca había mirado artículos en rebajas en toda mi vida.

—Brittany, no puedo aceptar todo esto…

—Claro que puedes —insistí, enfadándome porque no quería aceptar lo que le había dado por voluntad propia.

—He herido tus sentimientos —observó en voz baja—. Por favor, entiende cómo me siento. No estoy acostumbrada a esto.

—Pues acostúmbrate —le dije con un tono malhumorado que reservaba para la gente obstinada, lo cual se ajustaba perfectamente a Santana.

Asegurándome de que había agarrado bien el ordenador, di rienda suelta a mis instintos de ser de las cavernas, la cogí en volandas y la llevé fuera de la habitación antes de que pudiera emitir otra protesta. Yo iba a ganar. Siempre gano.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Dic 04, 2016 2:58 am

CAPITULO 10
SANTANA

Las semanas siguientes que pasé sola con Brittany fueron algunos de los mejores días de mi vida. El árbol de Navidad era precioso. Una vez que la convencí de comprar un árbol de verdad, pasamos una tarde maravillosa decorándolo… después de que Brittany averiguara cómo encender las luces. Ese proceso en particular estuvo plagado de palabrotas que me hicieron reír mientras observaba cómo se peleaba con las cadenas de luces. Seguía sorprendiéndome que nunca hubiera decorado un árbol ella misma, incluso de niña.

Conseguí acceso ilimitado a su cocina, y sus empleados estaban más que dispuestos a traer cualquier cosa que quisiera del supermercado. Tomé su coche prestado unas cuantas veces para ir yo misma, y nunca parpadeó al darme las llaves de uno de sus carísimos vehículos. Yo solo deseaba que tuviera un Chevy o un Ford en su colección, algo que no me pusiera como un manojo de nervios al conducir. Por desgracia, me tocó conducir un Ferrari.

Brittany insistió en que era el menos caro de la colección, pero yo estaba demasiado estresada como para preguntar cuánto valía exactamente. Estaba segura de no querer saberlo. Pocos días antes de la llegada de Dane con la trapera de Sidney, estaba sentada en el salón contemplando el enorme árbol que habíamos montado juntas. Brittany estaba en el sofá, devorando las galletas de Navidad cubiertas de glaseado que yo había preparado antes aquel día. A juzgar por los gruñidos eufóricos que emitía entre mordiscos, le estaban gustando.

Nos preparé un café para acompañar las galletas, muy consciente de que la felicidad que había encontrado durante las últimas semanas estaba a punto de finalizar. Una vez que llegaran sus hermanos, la parte de actuación del trabajo iba a empezar. Por extraño que pareciera, no iba a resultarme difícil fingir que me importaba Brittany. Sinceramente, me estaba volviendo tan adicta a ella que era patética. Al sentirme tan atraída hacia ella de maneras extrañas y misteriosas, la tensión sexual siempre estaba ahí, pero también… me gustaba. Me encantaba estar con ella. Hacía que me sintiera importante, como si fuera especial de alguna manera.

—Dios, San. No me dejes nunca. Estas son las mejores galletas que he comido en mi vida—dijo mientras se incorporaba de su orgía de galletas para coger aire.

Le sonreí por encima de la taza de café que tenía en la mano, desde mi sitio al otro lado del sofá.— Eso también lo dijiste del tofe y de las otras galletas. —«Dios, me encanta eso de ella».

Adoraba la manera en que no se lo pensaba dos veces antes de hacerme un cumplido por algo de lo que disfrutara. O de lo guapa que estaba, sin importar lo descuidadamente vestida que fuera. No pasaba un solo día sin que recibiera ánimos de Brittany por una u otra razón, y no estaba acostumbrada a que me elogiaran. Me llenaba de cariño como nada lo habría hecho. Ella asintió.

—Esas también estaban increíbles.

Puse los ojos en blanco, pero en secreto estaba encantada con sus halagos.

—Bueno, háblame de Dane. Estará aquí el lunes.

Era viernes por la noche, y todavía sabía poquísimo sobre su familia. Sebastian también llegaría la semana próxima, y me sentía como si no tuviera los detalles que una prometida sabría sobre la familia de Brittany.

Brittany y yo hablamos de pequeñas cosas, y compartió historias de su niñez sobre ella y sus dos hermanos. Sonaban como tiempos felices, pero me interesaba saber qué había ocurrido desde entonces.

—Él nunca saldría de su isla si pudiera. Tuve que convencerlo de que tenía que venir aquí por Navidad.

La voz de Brittany era estoica, pero había una inflexión triste en su tono que no era capaz de ocultar.

—Dijiste que ya no notas sus cicatrices, pero ¿cómo son para alguien que viene de fuera?

No me preocupaban las cicatrices de Dane. Había visto gente bastante machacada, y dudaba que muchas cosas pudieran sorprenderme. Pero quería saber si lo habían rechazado o ridiculizado.


—Supongo que son desagradables —dijo Brittany de mala gana—. Ha tenido más operaciones de las que puedo contar, pero aun así son perceptibles. Sufrió quemaduras en un gran porcentaje de su cuerpo, y se rompió muchos huesos de la cara. Está curado, pero las cicatrices siguen ahí.

—¿Habla de ello?

Negó con la cabeza.

—Nunca.

«Vale. Nota mental: no mencionar el accidente ni las cicatrices de Dane».

—Me aseguraré de que no salga el tema. ¿De qué le gusta hablar?

—Dane no es muy hablador, pero siempre está dispuesto a conversar sobre cualquier tipo de arte.

—No estoy precisamente versada en el mundo del arte —dije pensativa.

—No importa. No es como si no pudiera mantener una conversación cortés. Creció en el mundo de los ricos y superficiales.

Brittany me estaba sonriendo, y le devolví la sonrisa.

—Supongo que quiero encontrar algún interés común con tus hermanos. Quiero gustarles.

—No seas nada más que tú misma y les gustarás —farfulló Brittany, despreocupada.

—¿Quieres decir una delincuente convicta que no sabe nada sobre conversaciones corteses con los súper ricos?

Después de todo, era una impostora. Brittany y yo acordamos nuestra historia en que nos habíamos conocido durante una fiesta donde yo estaba ayudando con el catering. El resto era un poco vago.

—No eres una delincuente convicta —gruñó, posando su café y el plato vacío en la mesita para fulminarme con la mirada.

—Haz una verificación de antecedentes —repliqué malhumoradamente.

—Vale —accedió sin reparos—. Dejaré que la hagas tú.

La miré boquiabierta, confusa, pero me levanté de un salto y la seguí hasta su despacho. Me sentó en su enorme silla mientras enredaba con el ordenador frente a mí, encerrándome entre sus brazos, que estaban extendidos sobre el teclado.

«Dios, qué bien huele». Cerré los ojos e inhalé, a sabiendas de que nunca olvidaría su aroma. Podía percibir un ligero olorcillo a sándalo, pero lo demás era únicamente su aroma, y se me hacía la boca agua por bebérmelo completamente.

—¿San?

Abrí los ojos de golpe y me volví para mirarla.

—Lo siento. Mi cabeza… estaba divagando.

—Mete tus datos. Esta es la verificación de antecedentes previa para los candidatos a un puesto de trabajo. Recoge archivos públicos. Hacemos una verificación más exhaustiva si esta sale limpia. Si fueras una delincuente, lo sabríamos.

Entornando los ojos hacia la letra minúscula de la pantalla, rellené la información requerida rápidamente.

—Ejecútalo —insistió.

Presioné el botón para que empezara la verificación; el corazón me latía tan rápido que no podía respirar. Sabía qué iba a mostrar, y odiaba verlo por escrito.

—Sabes que va a salir.

Ella permaneció callada, concentrada en la pantalla. Tan pronto como salió el informe, extendió el brazo por delante de mí y presionó el botón de imprimir. Cogió el informe de la impresora y lo ojeó rápidamente. Después lo lanzó frente a mí.

—Está limpio —anunció con suficiencia.

Mi palma sudorosa agarró los papeles y rebuscó entre las pocas páginas que había imprimido. Mis antiguas direcciones estaban anotadas, así como mi empleo del instituto.

«No está aquí».

—El informe no es lo bastante extenso —razoné.

—Y una mierda. Recoge cualquier antecedente criminal registrado. El tuyo está limpio.

Sacudí la cabeza, desconcertada al pensar por qué no aparecía.

—No es posible.

—No está aquí porque los han eliminado.

Volví la cabeza para mirarla boquiabierta.

—¿Cómo?

—Después de limpiar el vídeo, resultaba evidente que era tu madre y no tú. Era un vídeo de mierda que no demostraba nada, pero tengo la tecnología para hacer que se vea con más claridad. También tuve una charla con la Sra. Mitchell, y una discusión con la fiscalía. Sabía que no querías pasar por un proceso largo, así que… lo eliminaron de tu ficha.

«¿Eliminado? ¿Cómo es posible que años de mi vida adulta desaparezcan sin más?».

—Lo has hecho tú.

Dudaba que la fiscalía fuera a eliminarlo sin más de mis antecedentes.

—¿Acaso importa cómo haya ocurrido? Ya no está.

«No, no importa realmente». Tanto si Brittany había realizado el milagro ella solo como si había tenido ayuda, me había librado del pasado.

—No. No, no importa.

—Nunca borrará lo que tuviste que soportar, San. Pero es justo que no tengas que vivir con el delito en tu ficha.

—Soy libre —farfullé maravillada—. No tengo que preocuparme de volver a perder un trabajo por mi historial delictivo.

—No. Te prometo que los antecedentes no volverán a aparecer nunca en ningún sitio.

Se me llenaron los ojos de lágrimas que empezaron a caer por mis mejillas. ¿Cómo podía una persona agradecerle a otra el haber hecho algo así?

—No sé qué decir. No sé cómo darte las gracias.

—Puedes empezar por no volver a mencionar este tema nunca, y por no menospreciarte por tener antecedentes. No los tienes. Ya, no.

Mientras seguía observándola a ella y la feroz luz azul en sus ojos, empecé a sollozar. No fue delicada ni atractiva. Los sonidos torturados que escapaban de mi boca suponían un desahogo del dolor que llevaba atrapado en mí durante mucho tiempo. Resultaba casi doloroso liberar aquella angustia de su confinamiento.

Brittany no dijo una sola palabra. Se limitó a levantarme de la silla y caminar al salón, dejando que me liberara de la agonía del pasado.
Todo mi miedo. Todo el dolor insoportable. Sentirme traicionada. Mi terror al encontrarme en prisión. Mi profundo sentimiento de soledad. Aferrada a ella, aquellos sentimientos realmente pasaron a formar parte del pasado, un pasado que no tenía cabida interfiriendo en mi futuro.

—No puedo creer que hayas hecho esto por mí —lamenté contra su hombro.

—Créelo. Volvería a hacerlo una y otra vez si hiciera falta. —Sus brazos se apretaron mientras mecía el cuerpo, haciendo que me balanceara con ella.

—Gracias. No habría sido capaz de hacer esto sin ti —dije atragantándome con las lágrimas.

—Siempre estaré aquí para ti, San. Ya no estás sola —respondió con voz ronca.

Lo que Brittany no sabía era que ella tampoco estaría sola. Me había robado un pedazo del alma y del corazón, y supe en ese mismo instante que nunca los recuperaría. Aquella noche me costó dormir. Me levanté de la cama y deambulé hasta la cocina para coger unas galletas y un vaso de leche. Permanecí de pie en la cocina tenuemente iluminada, engullendo galletas en la encimera; mi pasado sin tacha parecía demasiado surrealista como para asimilarlo.

Añoraba sentir los brazos de Brittany rodeándome, su cuerpo fuerte refugiándome. Me había abrazado durante lo que parecieron horas antes de que finalmente nos diéramos las buenas noches, y ahora me sentía sola.

«Sé que voy a tener que acostumbrarme a estar sola en breve».

Racionalmente, lo entendía, pero no podía sofocar el anhelo de mi cuerpo y de mi mente en ese momento. Tragué lo que quedaba de mi galleta y lo regué con leche antes de poner la taza en el lavavajillas.

Cogí el teléfono que acababa de cargar en la encimera y busqué el número de Mercedes. Por fin le había dicho la verdad durante una larga conversación telefónica unos días antes aquella semana. Había estado evitándola porque me avergonzaba el hecho de que hubiéramos arreglado que yo fuera a la escuela de cocina pero en lugar de eso terminara en prisión. La vergüenza había hecho que no la llamara antes, pero Brittany me instó a que me pusiera en contacto con ella. Desde que había borrado mis antecedentes y demostrado mi inocencia, mi bochorno por fin se había desvanecido.

Mercedes me consoló y me dejó hablar de mis inseguridades. También me animó a seguir con mis planes de ir a la escuela de cocina puesto que Brittany me había dado suficiente dinero para empezar. Yo no sabía exactamente qué iba a hacer, pero Mercedes se había ofrecido a estar ahí para cualquier cosa que necesitara, y planeamos quedar a comer después de las vacaciones.

Ella lo sabía todo, incluso que sentía algo por Brittany. No había admitido que me había acostado con ella, pero ella adivinó la verdad.

«¿Estás levantada?». Le envié un mensaje corto. Se estaba haciendo tarde, pero supuse que, si estaba dormida, no respondería.

Mi teléfono sonó segundos después.

—¿Todo bien? —preguntaba Mercedes con inquietud.
—Todo bien. No quería molestarte.

—No me molestas. Estoy esperando a Sam levantada. Ha tenido una emergencia en el trabajo.

Se me llenó el corazón. Mercedes parecía increíblemente feliz.

—Lo quieres.

—Con todo mi corazón —admitió Mercedes con alegría—. ¿Qué tal está Brittany?».

—Está bien. En la cama. Yo no podía dormir.

Charlamos de cosas sin importancia durante un tiempo, poniéndonos al día de lo que habíamos hecho durante la última semana.

—Suenas como si estuvieras loca por Brittany —observó Mercedes.

—Creo que lo estoy.

—Entonces no la dejes escapar, San —dijo con firmeza.

—Tengo que hacerlo, Mercedes. No tenemos futuro, y no me quiere para siempre.

Ella suspiró al teléfono.

—En algunos casos, hay que tomarse las cosas día a día. Yo tampoco creía que Sam y yo tuviéramos futuro, pero un día nos dimos cuenta de que no queríamos separarnos. No ocurrió de la noche a la mañana. A veces tienes que estar abierta a dejar que las cosas crezcan de manera natural.

Con Brittany, no estaba segura de que las cosas no hubieran crecido hasta convertirse en una selva para mí.

— Ella es una multimillonaria, y yo una mujer que ha estado en prisión. ¿Qué clase de combinación demencial es esa?

—Sam es rico y yo soy una chica del lado equivocado de las vías —me recordó Mercedes.

—Pero tú te has superado a ti misma…

—Exactamente igual que lo harás tú. Sé paciente, San. Date un respiro. Brittany sería afortunada de tenerte. No hay muchas mujeres a las que no vaya a preocuparles únicamente su dinero.

—Su dinero no importa —admití—. Es sólo… ella.

—Entonces lucha por lo que quieres. Dios sabe que eres lo bastante obstinada. Ya has aguantado tu infancia y un mal comienzo como adulta. Te mereces un poco de felicidad. Hablamos un poco más, y entonces concretamos planes para quedar tras las vacaciones.

Después de colgar, pensé en nuestra conversación, preguntándome si tenía que ser atrevida y vivir el momento para variar.

«Ve. Búscala. Llévate todo el placer que puedas conseguir por ahora. Disfruta de la fantasía, porque la realidad caerá sobre ti demasiado pronto».

Yo no era del tipo de mujer que vivía para el presente. Pero ya había planeado mi futuro una vez, y todos aquellos sueños nunca se realizaron. Tal vez debería aprender a vivir el presente, a coger lo que quisiera.

«Ahora mismo, Brittany es todo lo que necesito».

Me preguntaba si seguía deseándome, pero estaba bastante segura de que nuestra atracción era mutua y ardiente. La tensión entre nosotras se palpaba cada vez que estábamos juntas, y nos estaba fastidiando a ambas. Mi cuerpo reclamaba satisfacción a gritos, y yo no me sentiría saciada sin ella.

En silencio, me moví por la casa y encontré mi camino hasta su habitación en la oscuridad casi total. Había unas cuantas luces nocturnas encendidas, pero la mayor parte de la casa estaba a oscuras.

—No sé si puedo hacer esto —susurré para mis adentros al llegar a la puerta del dormitorio de Brittany.

«Oh, sí, sí que puedo hacerlo. Quiero hacerlo». Necesitaba estar cerca de Brittany en ese preciso instante, y si tenía que exponer mi anhelo por ella para que me concediera mi deseo, no me importaba un comino.

Giré el picaporte y abrí la puerta de un empujoncito, aliviada al encontrarla abierta. Sus persianas no estaban bajadas, y la luz de la luna iluminaba su forma durmiente a medida que me acercaba a la cama.

«Dios, es preciosa». Sobre su espalda, la sábana y la colcha hasta la cintura; mi sexo palpitó ferozmente al entrever el pecho escultural de Brittany. Parecía más relajada mientras dormía, pero tan atractiva como siempre. Un mechón de pelo le había caído sobre la frente, y tuve que apretar el puño para contenerme de colocarlo en su sitio con suavidad. Parecía una estatua perfectamente esculpida sin una sola imperfección, y el corazón casi se me salió del pecho como un cohete.

Aparté la vista de ella, incapaz de ocultar mi deseo ni mis pensamientos carnales. Deseaba a Brittany Pierce de una manera muy elemental y confusa. Era imposible negarlo. Deseaba tocarla desesperadamente, dejar que me reclamara de la misma manera en que lo había hecho unas pocas semanas antes.

Antes de tener oportunidad de pensar, me deslicé en la cama junto a ella.

—¿San?

Tuve que responder.
—Sí.

—¿Por qué estás aquí? ¿Pasa algo? —Su tono era bajo y ronco de sueño, pero su preocupación se hizo presente de inmediato.

—Al final tendremos que dormir juntas. Pensé que… —«Dios, ni siquiera sé qué estoy pensando».

Mi cuerpo quedó aprisionado con rapidez cuando ella dijo:

—No puedo tenerte en mi cama y no follarte, San. No es posible.

—No puedo estar aquí y no desear que lo hagas —admití con voz trémula.

Brittany rodó en la cama hasta ponerse sobre mí, haciéndome cautiva con el peso de su cuerpo. No le veía los ojos, pero podía distinguir su gesto torturado.

—No tengo nada que hacer contigo, Santana. Pero, puesto que has venido hasta aquí, dudo que pueda echarte. Te deseo demasiado, joder.

Sonaba como una amenaza, pero me lo tomé como quise. Ella me deseaba, y eso era todo lo que me preocupaba.

—Quiero estar contigo, Brittany. No estaría aquí si no quisiera.

—Supongo que te has cuidado. Tu sabes verdad?

—De hecho, sí.

Aun siendo virgen pero no estúpida comencé a cuidarme y tomar anticonceptivos aunque estaba con una mujer bien podría ser un hombre y lo último que necesitaba era un embarazo no deseado. A pesar de que estaba cómoda allí, había vivido en un barrio peligroso. Me habían dado la píldora tanto para protegerme de lo impensable como para ayudar con mis reglas irregulares.

—¡Dios! Espero que confíes en mí, y que sepas que no te lo haría si no estuviera en las mismas condiciones de higiene, quiero que sepas que me he hecho revisiones y que estoy limpia.

—Te creo —contesté sin respiración. Confiaba plenamente en ella.

—Bien. Pensé que si me deshacía de todos los juguetes y lubricantes y demás, no volvería a sentir tentación de follarte otra vez. Pero no estás de suerte —advirtió.

Sonreí en la oscuridad y rodeé su cuello con los brazos, acariciándoselo con los dedos.

—Tal vez quiera sellar mi propia perdición —bromeé.

—Entonces has tenido éxito. —Se abalanzó y cubrió mi boca con la suya.
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Finalizado Re: [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Dic 04, 2016 3:21 am

CAPITULO 11
SANTANA


Me regodeé en el perfume y la sensación de Brittany, negándome a sentirme culpable por coger lo que quería. Sabía que no me arrepentiría de estar con ella. De hecho, era lo que quería, o de lo contrario no estaría allí. Había sido virgen durante demasiado tiempo, y estaba impaciente por elevarme hasta donde sólo Brittany podía llevarme.

Nuestras lenguas se batían en duelo y se enredaban, y sentía la subida y bajada rápidas de su pecho sobre mí mientras su cuerpo descansaba en el mío. Odiaba el sencillo camisón de algodón que separaba nuestros cuerpos, y quería que desapareciera. Mis pechos estaban duros y sensibles, y todo lo que deseaba era sentir a Brittany piel con piel.

Su boca salvaje me consumía, y le devolví exactamente lo mismo que me estaba proporcionando ella: pasión, desesperación y el increíble deseo de unir nuestros cuerpos para calmar la necesidad acuciante de mi cuerpo y de mi alma.

Finalmente, liberó mis labios y trazó una línea de besos ardientes con lengua por la piel sensible de mi cuello.

Levanté las caderas, tensándome mientras gemía:

—Te necesito, Brittany. Fóllame.

—Más despacio esta vez, cariño —exigió.

—Rápido. Duro. Y tan profundamente como puedas —argumenté, sabiendo lo que necesitaba mi cuerpo.

—No. Antes no pude saborearte. Pero esta vez voy a hacerlo aunque me mate —respondió con convicción contra mi piel.

Yo no quería que me saboreara. Quería que me follara. Dejé que mi mano se deslizara por su espalda, percatándome de que estaba completamente desnuda. La tentación de tocarla hizo que intentara meter una mano a la fuerza entre nuestros cuerpos.

—Necesito tocarte.

—No puedes, cariño—ordenó—. Nunca aguantaría. Relájate, San. Deja que te enseñe lo buena que puede ser.

Suspiré y moví una mano caprichosa por su espalda.

—No me siento relajada. Me siento desesperada —gimoteé.

—Lo sé. Pero me ocuparé de eso.

—¿Cuándo? —Mi voz era exigente.

La oí reírse entre dientes al quitarme el camisón, dejándome completamente expuesta porque no llevaba bragas.

—Pronto, mi dulce Santana.

Tiró al suelo la prenda que me había quitado. Recorrió mi piel con la lengua, probándome a medida que se abría camino hacia abajo por mi cuerpo. Cuando cubrió uno de mis pechos con la palma de la mano, perdí la respiración. Gemí mientras su pulgar acariciaba el pezón hinchado a la vez que su boca descendía sobre el otro. Mi cuerpo palpitaba, y su roce me abrasaba. No estaba segura de sobrevivir su paladeo.

—Por favor, Brittany. Te necesito.

—Yo también te necesito, cariño. Pero deja que te satisfaga.

Se deslizó más abajo, y su lengua jugueteó sin prisa con mi ombligo, para después dejar un sendero de llamas que descendían hasta mi bajo vientre. Mis dedos se aferraron a un trozo de la sábana bajera cuando su aliento cálido sopló sobre mi coño.

—Dios. Sí. —Apenas podía pronunciar las palabras.

Separó más mis piernas, alejándolas una de otra. Cogió una almohada y la colocó debajo de mi culo, llevando su cara a la altura la parte de mí que más necesitaba su atención. Después, sin dudas, me devoró. Su lengua se lanzaba entre mis pliegues y mi sexo saturado, lamiendo mis jugos como si no pudiera saciarse.

—Brittany. Oh, Dios. Por favor. —Necesitaba el desahogo, y me aferré a las sábanas con más fuerza; necesitaba agarrarme a algo para mantenerme anclada.

Su lengua rodeó el palpitante haz de nervios varias veces juguetonamente, antes de coger mi clítoris dilatado entre los dientes y moverlo sin cesar con la lengua, una y otra vez. Grité cuando usó la otra mano para sumergirse en mi canal con un dedo, y después añadió otro. La sensación de estiramiento ardía, pero no dolía. De alguna manera, encontró ese punto sensible que había dentro de mí y acarició mi punto G con cada puto roce de sus dedos. Mi espalda se arqueó; mi cuerpo estaba sobrecargado de sensaciones mientras me follaba con los dedos y me calentaba el clítoris con su lengua pérfida.

El clímax empezó en mi vientre, con los músculos tensándose y relajándose mientras empezaba a sentirme abrumada. La necesitaba a ella; necesitaba aquello.

—Sí —gemí en voz alta cuando mi clímax inminente se convirtió en un torbellino de sensaciones asombrosas. Cerré los ojos, deleitándome en el orgasmo inminente.

Brittany no aflojó. Me folló más fuerte con los dedos, estimulando mi clítoris con una fuerza que me dejó pasmada.

—¡Brittany! —grité cuando el clímax me golpeó de lleno, sacudiendo mi cuerpo con intensidad.

Me estremecí al llegar a la cresta, arqueando la espalda desde la cama mientras Brittany mantenía el ritmo, sin darme otra opción que correrme intensamente. Respiré entrecortadamente mientras descendía en una espiral, sin aliento cuando ella lamió la prueba de mi desahogo como si estuviera desesperada por degustar hasta la última gota.

No tuve tiempo de reponerme. Rodó sobre sí misma y al instante me encontré encima de ella, montándola a horcajadas mientras mi sexo, aún palpitante y húmedo, presionaba contra sus abdominales definidos.

—Coge lo que desees Santana —carraspeó Brittany—. Pero, por Dios, hazlo ya.

—Te deseo a ti. —La respiración seguía entrando y saliendo de mis pulmones a un ritmo rápido. No se debía a que no me hubiera recuperado, sino a que seguía jodidamente necesitada, desesperada por que Brittany me penetrara.

—Entonces, hazlo. No puedo esperar mucho más.

El deseo feroz en su voz me espoleó. No tenía ni idea de cómo hacer eso, pero iba a encontrar la manera.

—No estoy segura de qué estoy haciendo.

No es que quisiera recordarle que era bastante inexperta, pero necesitaría su cooperación.

Sus manos me agarraron del culo bruscamente.

—Guíame junto a ti, une nuestros centros, y mécete hacia delante y hacia atrás.

Hice lo que pedía, mientras nos conducía hacia mi vagina. La solté cuando ella tomó el control, moviéndome con la presión que ejercía sobre mi trasero y empujándome hacia abajo con fuerza. La sensación al dilatarse mi sexo fue sublime cuando bajé mi cuerpo con su ayuda, jadeando cuando se situó totalmente en mi interior.

—Sí. —Lancé la cabeza hacia atrás e hice rodar las caderas.

—Ahora, fóllame —dijo Brittany con voz áspera.

Empecé a moverme, mientras ella me guiaba con su firme sujeción sobre mi trasero.

—¡Ah, Dios! —Roté las caderas, probando la sensación de tenerla en esa postura, deleitándome con el placer que sentía solo con tener nuestros cuerpos conectados. Me deshice en ella mientras me sostenía firme y empezaba a embestir hacia delante y hacia atrás, una y otra vez.

Cada golpe de sus caderas me reclamaba, me consumía hasta que no podía pensar en nada más que en saciar nuestros deseos. Incliné el tronco, dejando que mi piel se deslizara contra la suya. Tenía los pezones duros y apretados, e inspiré bruscamente al estimularlos hasta la agonía mientras los deslizaba contra su pecho húmedo.

Puse las manos a ambos lados de su cabeza, mirándola mientras mantenía su ritmo castigador en mi coño. La expresión en su rostro parecía contenida. No le distinguía los ojos, pero sabía que, si fuera posible, los vería echando fuego.

—Eres jodidamente una diosa —gruñó.

Teniendo en cuenta que era prácticamente virgen, aquello era muy posible.

—¿Te estoy haciendo daño? —su interrogante fue agudo y torturado.

—No. Te siento a la perfección.

Incliné la cabeza y la besé, probando mi sabor en sus labios. Fue erótico, sensual; cada movimiento que hacíamos realizado con fuego carnal.

Su mano se hundió entre nosotras y sus dedos rasguearon sobre mi clítoris, haciendo que empezara otro orgasmo que pensé iba a matarme.

—No puedo. Otra vez, no.

—Otra vez —insistió, gimiendo mientras mi vagina palpitaba y empezaba a apretarle su coño.

—Joder. ¡Eva!

Caímos juntas por el abismo, nuestros cuerpos aún conectados mientras se desahogaba en mi interior.

—Jodidamente bueno —escupió Brittany con voz gutural.


Mi corazón y mi cuerpo se hicieron eco de sus palabras, pero yo no podía hablar. No importaba que Brittany me estuviera dando tutorías, literalmente, ni me importaba que la técnica no fuera perfecta. Lo único que era realmente importante era el placer rebosante que se derramó de mi cuerpo y encontró su camino hasta mi corazón.

Dejé descansar mi peso sobre Brittany, ambas dando bocanadas de aire. En mi corazón, supe desde el momento en que me metí en su cama que había sellado mi destino, pero mi atracción por Brittany era demasiado feroz, demasiado fuerte para resistirme. Quería creer que podía vivir para el presente, pero sabía que mañana llegaría y que pagaría por las cosas que habíamos hecho con un corazón roto.

Me estaba enamorando de Brittany Pierce. Tal vez nunca hubiera estado enamorada, pero sabía lo que no era, y la manera en que me sentía por ella era distinta de nada que hubiera experimentado antes. Era como el crack, una adicción de la que no podría alejarme si pudiera volver a echarle mano.

Dejé que mi cabeza descansara en su hombro húmedo mientras mi cuerpo subía y bajaba con su respiración dificultosa.

—Debería moverme.

Ella respiraría mucho mejor si me limitara a mover el culo. Sus brazos se estrecharon en torno a mí, su agarre como una prensa de acero.

—No te muevas. Estás exactamente donde te necesito ahora mismo —insistió con voz ronca.

Suspiré y me relajé en su cuerpo, sintiéndome más segura de lo que me había sentido en toda mi vida. Brittany se había convertido en la única cosa estable de mi vida, una mujer a la que le importaba. No es que me hubiera convencido de que me amaba, pero su abrazo posesivo sobre mi cuerpo gritaba que me deseaba, que le importaba. Me aferré a eso con fuerza, intentando no pensar en el día en que tuviera que alejarme de ella. Sus labios rozaron mi frente con ligereza.

—Eh, ¿estás bien, corazón? —preguntó adormilada.

—Estoy bien —le aseguré. Y no mentía. Me sentía feliz, contenta. Siempre y cuando no pensara en el futuro.

—No siento que estés aquí. Quería que vinieras a mí, San. Pero tengo que saber por qué.

Dejó que me moviera a su lado, pero acurrucó mi cuerpo contra el suyo, manteniéndome apretada contra su costado mientras añadía:

—No me dejes nunca.

Enterró su rostro en mi pelo, agarrada a mi cuerpo fuerte y posesivamente. Su voz sonó ligeramente desconcertada y vulnerable. Se me encogió el corazón en el pecho al pensar en el hecho de que Brittany tenía sus propias debilidades. Todos a los que había querido en su vida la habían dejado. Su padre, su madre y, hasta cierto punto, sus hermanos. Dane se había retirado de la vida, y Sebastian seguía intentando averiguar quién era mientras Brittany intentaba hacer que creciera más rápido de lo que ella quería. En realidad, Brittany estaba tan sola como yo, a pesar de que ella tenía el dinero para hacer lo que quisiera. «No es feliz».

Había sido capaz de sentir su intensidad y su inquietud desde el momento en que nos conocimos. Tal vez porque me identificaba con cómo se sentía.

—Se supone que esto es temporal —susurré para mí, en voz lo bastante baja como para que no me oyera, mientras me embriagaba del aroma almizclado de Brittany y de la alegría que experimentaba entre sus brazos—. No voy a ninguna parte —le dije en tono más alto.

—Bien.

Suspiré y me olvidé del futuro. Gracias a Brittany, tenía cosas por las que entusiasmarme, cosas que nunca pensé que tendría debido a mi pasado. No quería estropear la perfección del ahora pensando en un mañana apocalíptico.

Me acurruqué contra ella y me regodeé en la novedad de sentirme a salvo y protegida. Me deleité en el hecho de que me quisiera junto a ella en ese momento. En cierto modo, ella me necesitaba tanto como yo a ella.

Me juré a mí misma que, antes de irme, me aseguraría de que Brittany volvía a reír, de que volvía a conectar con su familia. Quería hacerla tan feliz como ella me había hecho durante las últimas semanas. Se lo merecía, y todo lo que yo tenía para darle era a mí misma, mi corazón.

Su respiración se tornó relajada y regular, y supe que se había dormido. Ladeando la cabeza, besé su mandíbula y me dejé seguirla hacia un sueño apacible, nuestros cuerpos entrelazados como si nunca fueran a volver a separarse.
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Finalizado Re: [Resuelto]BRITTANA: DESAHOGO (adaptación). EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Dic 04, 2016 3:42 am

CAPITULO 12
BRITTANY


«Ella». ¡Zas! «Es». ¡Zas! «Mía». ¡Zas! «¡Joder!». ¡Zas, zas, zas! Paré; llevaba más de una hora dándole una paliza a mi saco de boxeo. Por desgracia, aquello no ayudó a aplacar la posesividad rampante que llevaba aporreándome desde que me tiré a Santana la noche anterior.

Estaba jodida, completamente adicta a ella, y estaría condenada si se marchaba algún día. Era como una luz para mi alma oscura, y estaba disfrutando de la iluminación y del calor. Ahora la necesitaba y no podía dejarla marchar.

Me pasé una mano enguantada por la frente. Estaba sudando como un pollo, pero no quería dejar de descargar mis frustraciones sobre mi pseudocontrincante. Si lo hiciera, temía perder la cabeza por completo.

—Tengo que irme —gruñí irritada mientras cogía una toalla al dirigirme hacia la ducha.

Santana y yo teníamos que irnos de casa en breve. Ya me había comprometido a asistir a la fiesta de Navidad de la empresa, y no quedaría bien que la jefa no hiciera una aparición.

Sinceramente, preferiría quedarme en casa, llevarme a Santana a la cama y follármela hasta entrar en razón.

—No puedo.

Mi voz era áspera y baja al abrir el agua fría de la ducha del gimnasio mientras hablaba sola. «¡Dios! En serio, estoy hablando sola, sin cesar, como si fuera una histérica».

Me metí bajo el agua fría sin siquiera hacer una mueca. Me estaba acostumbrando. Nunca había necesitado una ducha de agua fría hasta que la conocí. Ahora, me estaba convirtiendo en una desconocida de la sensación del agua caliente.

Meneándome el coño, todo lo que quería era correrme, pero ya sabía que eso no ayudaría. El desahogo nunca duraba más de un par de minutos. Todo lo que tenía que hacer era verla y se me ponía el cuerpo caliente como olla de vapor, como si no me hubiera corrido nunca.

—¡Joder! —froté mi cuerpo sin piedad, intentando sacarme su perfume de los poros. No funcionó.

No era que no me gustase Santana. Dios, estaba obsesionada con ella. Pero no me gustaba necesitar a nadie, y desde luego que no quería sentir que necesitaba estar con ella para poder respirar. Era una situación condenadamente desamparada en la que encontrarse, y también odiaba eso, joder.

Por primera vez en mucho tiempo, mis emociones estaban fuera de control. Había intentado mantenerme alejada de ella ese día, segura de que sería capaz de recomponerme. Después de sacar algo de trabajo en el despacho, llamé a Dane y a Sebastian para ver a qué hora llegaban. Finalmente, bajé allí, al único lugar que se me ocurría donde intentar dejar de pensar en Santana.

Al terminar, cerré el grifo, salí de la ducha y cogí una toalla. Mientras me secaba el cuerpo velozmente, me pregunté que había en ella que no me dejaba pensar una sola cosa que no nos incluyera a las dos desnudas.

«No es solo sexo».

No. No lo era. Si mi atracción por Santana fuera meramente carnal, a esas alturas ya se estaría menguando. En lugar de eso, estaba empeorando. Incluso en ese momento me preguntaba en qué estaría pensando, qué estaría haciendo. Más que nada, quería estar cerca de ella, respirar el mismo aire que respiraba ella.

Tiré la toalla en el cesto abierto.

—Tengo que estar loca, joder —carraspeé, temiendo por mi cordura.

No podía alejarla; no podía estar cerca de ella sin que mis emociones se sobrecargaran. Disgustada conmigo misma, corrí escaleras arriba hasta mi habitación, sin saber si estaba decepcionada o aliviada cuando me encontré la habitación vacía. Quería que Santana estuviera allí. Quería que invadiera mi vida de la manera en que solo una mujer podía hacerlo. Me vestí rápidamente después de mirar el reloj y percatarme de que ya debería estar saliendo por la puerta. Aunque no era como si importara. Ninguno de mis empleados necesitaba que me lo pasara bien en el club de campo de postín donde se estaba celebrando la fiesta.

Pero odiaba llegar tarde. Nunca llegaba tarde. Me puse mi vestido y tacones negros con rapidez, y me preparé en un tiempo récord. Salí de la habitación sin mirar atrás; no quería que mi mirada se posara sobre la enorme cama de dos metros de ancho donde me había follado a Santana la noche anterior como si mi vida dependiera de ello.

Saliendo con prisas, casi choqué con ella al entrar al vestíbulo. La sujeté desde el momento en que su cuerpo se estrelló contra el mío.

—Siento llegar tarde —dijimos los dos al unísono.

No pude evitar sonreírle cuando dio un paso atrás. Extendí el brazo para poder tirar del cuello del vestido; de repente tenía calor. Mis ojos devoraron a San, su cuerpo curvilíneo y femenino envuelto en el mismo vestido rojo que gritaba «¡fóllame!» que me había perseguido desde que puse los ojos sobre él hacía unas semanas.

—¿Vas a llevar… eso?

Se le cayó la cara.

—Sí. Dijiste que era formal. ¿Me queda mal?

—No.

Se la veía increíblemente sensual; el material sedoso se pegaba a su cuerpo en zonas que probablemente deberían ser ilegales. Para los estándares de hoy en día, el vestido era modesto, pero yo sabía que dejaba su espalda al desnudo y mostraba la delicada línea de su cuello. Dejaba expuesta demasiada piel cremosa, y yo lo odiaba.

—. Estás guapísima.

Se había recogido el pelo con un estilo elegante, sujeto en la parte superior de la cabeza. Su maquillaje era perfecto, y no había ni una sola cosa fuera de lugar.

—Gracias. —Jugueteaba nerviosa con su vestido.

—No. Estás perfecta.

Dejó de jugar con la prenda para mirarme; los ojos le brillaban con inseguridad.

—¿Eso crees? No parecías muy segura.

—Estoy celosa. No quiero que ningún otro ser vivo te vea con este vestido. Temo que alguien te lleve.

Era sincera. No quería que se sintiera incómoda justo cuando empezaba a encontrar su autoconfianza. Su sonrisa valió la pena por mi confesión.

—Eres una mentirosa de mierda —me dijo riéndose—. Pero me encanta.

Cogió el brazo que le ofrecía y la conduje escaleras abajo, sin admitir que hablaba completamente en serio de mis miedos. Si hubiera sentido preocupación sobre si Santana sería capaz de relacionarse con mis empleados, cosa que en realidad yo nunca hacía, todo rastro de duda se disipó al observarla desde su lugar junto a mí en la cena. Su sonrisa era genuina, y su interés por la gente era sincero. Era como si mis conocidos sintieran que realmente le interesaban sus vidas. Y no tenían ningún problema para hablar de sí mismos. No había nada ensayado ni falsamente cordial en Santana. La gente se sentía atraída por su sonrisa de manera natural.

Podía sentirme identificada con eso. Mi coño esta palpitando constantemente porque esa sonrisa me afectaba tanto como a ellos. Después de cenar, la gente se agrupó; la mayor parte eran amigos de la misma zona del trabajo, o empleados que trabajaban en el mismo departamento.

Yo intentaba parecer interesada en lo que me estaba diciendo el vicepresidente de Pierce Corp., pero no quería oír hablar de trabajo. «Es una puñetera fiesta de Navidad, por Dios». ¿No era capaz de cerrar la boca durante cinco minutos y dejar de hablar de asuntos de trabajo? Finalmente, subí una mano para silenciarlo.

—Es una fiesta de vacaciones, Turner. ¿No podemos dejar los negocios al margen durante una noche?

—Por supuesto, señorita —respondió nervioso—. Pensaba que quería los números sobre este acuerdo.

Sacudí la cabeza y observé la expresión sincera en el rostro del hombre. Trabajaba duro, y era un ejecutivo en mi empresa. ¿Cómo es que sabía tan poco acerca de su vida?

—¿Dónde está tu mujer, Turner?

—No estoy seguro. Creo que está hablando con algunas de las otras mujeres.

—Te sugiero que vayas a buscarla y le lleves una copa.

En realidad no era una sugerencia. Mi tono era bastante insistente.

—. Podemos hablar de asuntos de negocios la semana que viene. Diviértete, Turner. Y relájate durante un rato, tío. Tómate un tiempo para apreciar a tu familia.

Sabía que tenía dos hijos y una mujer hermosa que haría cualquier cosa por él. Era un tipo con suerte. Asintió bruscamente. «Chico listo». No era de extrañar que lo hubiera hecho vicepresidente.

—Gracias, señorita.

Dudó antes de añadir.

—. Feliz Navidad, Srita. Pierce.

«Joder, este hombre está casi tartamudeando. ¿Suelo ser una Scrooge así?».

—. Feliz Navidad, Turner.

Observé pensativa mientras Turner salía en desbandada para buscar a su mujer. Conocía cada detalle de lo que hacían mis empleados y de qué se encargaban en el trabajo. Me pareció extraño no saber siquiera cuántos años tenían los niños de Turner. «Ahora que lo pienso, no sé casi nada personal de ninguno de mis ejecutivos». Tal vez porque nunca me había molestado en preguntar. Mi negocio funcionaba como un barco firmemente dirigido, y yo era la capitana gilipollas. Por lo general, aquello no me importaba, pero al observar a Santana enterarse de más cosas personales de mis empleados durante una cena de lo que yo había descubierto durante años de trabajo, resultaba bastante patético.

No se trataba de que no me importase la gente que trabajaba para mí. Pero me había consumido tanto preocupada por lo eficientemente que funcionaba la empresa que en mi vida no quedaba sitio para nada más. O tal vez tuviera miedo de hacerme amiga de alguno de ellos. «Oh, diablos, no sé por qué soy una gilipollas; sólo sé que lo soy».

Di un sorbo a mi whisky escocés con hielo y miré fijamente a San. Estaba en el lado opuesto de la sala, y ella estaba enfrascada en una conversación con varias mujeres que eran secretarias del Departamento de Contratación. No me estaba prestando la más mínima atención, pero aun así sentía que me hacía señas de manera inconsciente, atrayéndome más cerca de ella con cada movimiento animado de su cuerpo, cada gesto adorable de su cara.

Santana había nacido para ser así: feliz, expresiva y amistosa con todo el mundo que se relacionaba con ella. Era como debería haber sido su vida… pero no lo había sido.

Supe a quién había visto desde el minuto en que vi cambiar su gesto. Sus brazos, que acababan de hacer movimientos expresivos, cayeron a los lados, y su rostro se volvió receloso, el cuerpo tenso al mirar a su derecha, al lado opuesto de la sala.


«Tal vez no debería haberla invitado. Quizás haya sido un error».

Me mató ver apagarse el brillo en la mirada de Santana, pero había cosas que merecía saber, y yo había invitado a la Sra. Mitchell con ese propósito en concreto. Ella me había suplicado que le permitiera hablar con Santana en persona, pero ni de coña iba a dejar que invadiera mi intimidad, ni la de Santana, en mi casa. Santana estaba a salvo, y quería que siguiera sintiéndose de ese modo en mi casa.

Pero después de averiguar los detalles del parentesco de Santana también comprendí que tenía que saber toda la verdad.

—¡Mierda! Espero no arrepentirme de esto —dije con aspereza en voz tan baja que nadie a mi alrededor pudiera oírlo.

Di otro trago de whisky, observando a las dos mujeres de cerca mientras la mujer mayor se abría paso a través de la gente hacia Santana. La apartó lentamente de las mujeres con las que estaba hablando y vi un destello obstinado de temperamento en el rostro de mi dulce niña que me hizo sonreír.

«Puede cuidarse sola».

Sí, sabía que Santana podía defenderse, pero quería ir con ella porque sabía que ver a su acusadora iba a hacer que se sintiera vulnerable. Sin embargo, le había prometido a Nora Mitchell que podía pasar unos minutos a solas con Santana si venía a verla allí esa noche. Quería que Santana tuviera un lugar neutral, un sitio donde no importara si tenía malos recuerdos de su discusión con Nora.

Me di cuenta de que la confrontación inicial no estaba yendo bien. Santana parecía realmente cabreada, y Nora Mitchell estaba al borde de las lágrimas. Dejé escapar una bocanada que ni siquiera sabía que estaba aguantando cuando Nora cogió el brazo de Santana ligeramente y la miró suplicante, haciendo que Santana se volviera y la siguiera.

Prometí que si le hacía daño a Santana, o decía una palabra que la molestase siquiera, Nora Mitchell se arrepentiría de ello durante el resto de su vida.

Inquieta, crucé la sala, buscando inconscientemente a Santna con la mirada. No la vi y supe que las dos mujeres habían encontrado un sitio donde hablar en privado. «Esperaré. Prometí que le daría tiempo a Nora».

Sinceramente, no me importaba una mierda mi promesa a la mujer mayor, pero esperaba que la discusión le permitiera a Santana cerrar con el pasado. En última instancia, para mí todo aquello trataba de Santana, y esperaba en silencio haber hecho lo correcto.
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Mensaje por micky morales Dom Dic 04, 2016 7:57 am

Por un momento pense que nadie volveria a actualizar pq a parte de Bambalinas, nadie parece hacerlo, asi que me alegra que hayas vuelto y con varios capitulos, me encanta la dependencia que esta teniendo Brittana con San pq eso hara mas facil que reconozca que ya no pde estar sin ella, hasta pronto, espero!!!!!
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Mensaje por 3:) Dom Dic 04, 2016 8:58 pm

Me encanta como britt cuida a san....
Espero y san siga el consejo de Mercedes y siga el momento dure mientras dure..... aunque britt lo quiere eterno ja ja ja
A ver que pasa en la fiesta y con la.vieja???
3:)
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Mensaje por JVM Lun Dic 05, 2016 2:15 am

Pues creó que ambas se están dando cuenta que ya no pueden estar la una sin la otra y que lo que sienten es algo fuerte porque ya no pueden imaginar la vida sin que estén juntas,o si lo ven seria muy triste y vacío.
Britt tratando de resarcir el daño que San sufrió, porque el que ya no aparezca en su historial que estuvo en carcelada es un gran alivio para San y su futuro.
Y bueno ellas simplemente dejándose llevar por lo que sienten y pues como piensa San tienen que aprovechar al máximo el tiempo que estén juntas, lo que pase después ya se vera mas adelante, ahora solo a ser felices.
Ahora haber que tal le va a San con Mitchell, por mas disculpas y todo lo que le diga le jodió la vida y ese tiempo y lo vivido nadie se lo va a quitar a la morena.
Así que haber como siguen las cosas en casa mientras!
Gracias por actualizar! Bonita semana :)
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Dic 05, 2016 2:43 am

micky morales escribió:Por un momento pense que nadie volveria a actualizar pq a parte de Bambalinas, nadie parece hacerlo, asi que me alegra que hayas vuelto y con varios capitulos, me encanta la dependencia que esta teniendo Brittana con San pq eso hara mas facil que reconozca que ya no pde estar sin ella, hasta pronto, espero!!!!!

Hola, Micky, no nunca podria dejar el foro asi por asi, mil disculpas creo que solo fueron unos 8 dias de ausencia, y fue debido a que el trabajo, obligaciones familiares y la dependencia de mi hermana por mi tiempo no me han dejado tiempo para nada, mis dias son demasiados cortos, y este mes es mas ajetreado por las fiestas, las compras, hay no quiero pensar, ademas les cuento tengo mas de un trabajo, asi que no es fácil estoy que me vuelvo loca. quiero actualizar otro cap.. y actualizar perfecta mi otra adaptacion que he dejado abandonada. Mil disculpas, pero no me he ido.... Saludos a todas y espero su comprension chicas.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Dic 05, 2016 2:45 am

3:) escribió:Me encanta como britt  cuida a san....
Espero y san siga el consejo de Mercedes y siga el momento dure mientras dure..... aunque britt lo quiere eterno ja ja ja
A ver que pasa en la fiesta y con la.vieja???

Vamos a ver como va la fiesta, pero Britt no creo que permita que pase nada malo.
Mil disculpas por mi ausencia, pero no me he ido... ok..... solo entiendanme pero hare lo posible por subir aunque sea un cap. diario.....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Dic 05, 2016 2:47 am

JVM escribió:Pues creó que ambas se están dando cuenta que ya no pueden estar la una sin la otra y que lo que sienten es algo fuerte porque ya no pueden imaginar la vida sin que estén juntas,o si lo ven seria muy triste y vacío.
Britt tratando de resarcir el daño que San sufrió, porque el que ya no aparezca en su historial que estuvo en carcelada es un gran alivio para San y su futuro.
Y bueno ellas simplemente dejándose llevar por lo que sienten y pues como piensa San tienen que aprovechar al máximo el tiempo que estén juntas, lo que pase después ya se vera mas adelante, ahora solo a ser felices.
Ahora haber que tal le va a San con Mitchell, por mas disculpas y todo lo que le diga le jodió la vida y ese tiempo y lo vivido nadie se lo va a quitar a la morena.
Así que haber como siguen las cosas en casa mientras!
Gracias por actualizar! Bonita semana :)


Hola, gracias por tu comentario y tus buenos deseos, aunque creo que sera una semana muy cansada, no ha comenzado y ya estoy cansada.. pero bueno olvidemonos de eso. Bueno tambien por que me traume por el divorcio repentino de Naya, esa notificia me dolio en serio parece que fuera yo.....

Tengo una intriga por que Santana siempre piensa en el feliz por el momento pero no a largo plazo, como si estuviera obligada a dejar a Britt????? se han fijado....??????
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Dic 05, 2016 3:03 am

CAPITULO 13
SANTANA


En realidad no debería haberme sorprendido ver a la mujer a la que odiaba más que a ninguna otra fémina viva presentándose en la fiesta de un Pierce. Lo que me conmocionó fue que se acercara a mí y me pidiera hablar conmigo en privado. Todo lo que podía pensar era que iba a advertirme que me delataría si volvía a ver mi cara en su círculo social.

Me abracé para esperar su sermón cuando me condujo hasta una sala pequeña y vacía que era exactamente igual de lujosa que el resto del club de campo.

—Por favor, siéntate —dijo la mujer mayor.

—Preferiría quedarme de pie —respondí con rigidez mientras me zafaba de su ligero agarre. Dudaba que aquello fuera a alargarse demasiado.

—Es una historia bastante larga, Santana Marie. Por favor.


Se sentó en un sofá dorado e hizo un gesto hacia el sillón a juego que había frente a ella. Nadie me llamaba nunca por mi nombre completo, de modo que captó mi atención. Me posé incómoda sobre el borde del sillón, lista para escabullirme de la habitación si empezaba a arengarme.

¿A quién estaba engañando? Aquel encuentro solo consiguió que me diera cuenta de que aunque mi historial estuviera limpio, nunca me libraría de mi pasado.

El tiempo pasado en prisión tenía una manera de pasar factura a una persona, fuera culpable o no. A ojos de algunos, yo siempre sería una ladrona, una delincuente convicta.

Mis ojos ascendieron desde su posición anterior, es decir, hacia el suelo. Yo no era culpable de nada, y ya no tenía ninguna razón para temer a aquella mujer. Aun así, nuestra confrontación me hizo sentir náuseas.

Apenas conocía a Nora Mitchell; solo la vi una vez brevemente antes de la fiesta de cumpleaños de su hijo. Nunca vino a mi juicio, pero entregó una declaración por escrito. Supuestamente, por aquel entonces estaba demasiado enferma como para ir en persona. Era
atractiva para una mujer de su edad, que suponía eran probablemente unos sesenta y pocos.

Al contrario que algunas mujeres ricas, no intentaba cubrir su edad con tintes de pelo, y su peinado corto era rizado y de un gris plateado atractivo. Su vestido era de un bonito azul pastel, más elegante que llamativo, y lucía algunas de las piezas de joyería que faltaron una vez, cosa que hizo que me encogiera al reconocer las piedras preciosas.

—Lo primero: quiero pedirte disculpas. Te condené sin conocer todos los hechos.

«Vale». Me dejó conmocionada, y tenía la certeza de que estaba boquiabierta mientras la miraba en silencio. Prosiguió.

—No quería creer que Karen pudiera robarme, cuando debería haber sido perfectamente evidente que lo había hecho. Lo único en lo que podía pensar era en protegerla. Todo lo que intenté hacer siempre fue protegerla.

—No entiendo.

¿Por qué iba a importarle mi madre a Nora Mitchell? Había sido una acompañante temporal durante un periodo de tiempo muy corto.

—Karen era mi única hija, Santana. Tu madre era mi hija.

Me llevé una mano al estómago cuando empezó a revolvérseme como protesta.

—Eso es imposible. Mi madre dijo que sus padre no la habían aceptado a ella ni que estuviera embarazada de mí. Dijo que sus padres se habían lavado las manos.

La Sra. Mitchell negó con la cabeza, con un gesto de remordimiento en el rostro.

—Tu abuelo era un hombre severo, y no era un hombre con el que vivir resultara fácil. Es verdad que repudió a Karen y que nunca volvió a hablarle, y tampoco me permitía verla a mí. Os busqué a ti y a tu madre cuando murió y yo volví a casarme, esta vez con un marido más amable. Pero no conseguí localizarla. Con el tiempo, me convencí de que no saberlo era mejor para mí.

Aquella afirmación dolió porque yo no entendía cómo alguien podía olvidar tan fácilmente que tenía una hija y una nieta en algún lugar del mundo, pero dejé que pasara la emoción. Ya no importaba, y todavía estaba intentando hacerme a la idea de sus declaraciones.

—¿Sabía quién eras cuando fui a trabajar para ti?

Nora asintió.

—Lo sabía, pero dijo que no quería que le diera nada. Que estaba allí buscando un trabajo. Como no podía conectar con ella de ninguna otra manera, dejé que se quedara con el puesto. Quería conocerte, razón por la que te llevó a trabajar en la fiesta de cumpleaños de mi hijastro.

—¿Hijastro? —No sabía que no era su hijo biológico.

—Tengo tres hijastros. Dos chicos y una chica. Los quiero como si fueran míos. Pero nunca olvidé a tu madre.

Empezó a levantárseme el resentimiento en la boca del estómago, aunque lo reprimí.

—Pero por lo visto olvidaste que tenías una nieta —respondí secamente.

—No lo hice, Santana. Incluso después de convencerme a mí misma de que eras culpable, nunca iba a decir ni una palabra, pero tuve que hacerlo.

Bueno, aquello explicaba por qué le había llevado cierto tiempo a la Sra. Mitchell percatarse de que las joyas habían desaparecido.

—¿Ibas a encubrirme?

Asintió; su cabeza gris se movía de arriba abajo con nerviosismo.

—Exactamente igual que hice siempre con tu madre.

—¿A qué te refieres?

—Tu madre nunca fue una niña fácil, y se volvió una adolescente incluso más salvaje. Si se metía en problemas, yo la ayudaba y nunca se lo decía a su padre. Más tarde, después de que ella se fuera y su padre hubiera fallecido, empecé a leer mucha literatura sobre salud mental. Yo diría que probablemente era bipolar, y tenía otros problemas como consecuencia de haberse criado con mi primer marido. Era agresivo, tanto mental como físicamente. Me
culpo por eso. Yo seguí con él, y Karen tuvo que vivir con el abuso.

—¿Estás poniendo excusas por ella? —pregunté amargamente, a sabiendas de que no había lugar en mi corazón para perdonar a mi madre.

—Ya no. Sólo quiero que entiendas lo que le ocurrió.

—Mi padre era un buen hombre. Trabajaba muchas horas para poner un techo sobre nuestras cabezas. Tal vez no tuviéramos todas las cosas materiales que tenía ella cuando vivía en casa, pero mi padre la quería, incluso cuando lo trataba como una basura.


Principalmente, esa era la única manera en que mi madre había tratado a mi padre en su vida.

—Yo nunca lo conocí, aunque estoy segura de que era un buen hombre. Pero el padre de tu madre era un hombre muy consciente de su imagen, y se negó a tenerla en casa embarazada y soltera. Sé que no estuvo bien, y me sentí totalmente inútil cuando la echó y ella estaba embarazada, pero tal vez yo esperase que estuviera mejor fuera de casa.

Lo que la Sra. Mitchell no mencionó era el hecho de que yo era una niña mestiza. Pero no hacía falta que lo hiciera. Resultaba obvio que, de haber sido yo de mejor pedigrí, habría sido aceptada sin más reparos.

—Nunca cambió. Estaba tan loca fuera de tu casa como cuando vivía allí. Puede que fuera bipolar, pero también era una sociópata. Todo se trataba de ella, y si las cosas no salían a su manera, hacía miserables a todos los que la rodeaban.

—Lo averigüé después de cierto tiempo en su compañía como mi acompañante —coincidió la Sra. Mitchell—. Le supliqué que se pusiera en tratamiento para sus problemas de salud mental, pero se negó.

—¿Por qué narices dejaste que se liara con el padre de Brittany?


Ningún hombre se merecía a mi madre, y por lo que contaba Brittany, su padre era un buen hombre.

—Me sentía culpable por la vida que había vivido Karen cuando era joven. Pensé que, tal vez, si se casaba bien, mejoraría —dijo la Sra. Mitchell con tono arrepentido.

—Era una egoísta, una ladrona y una mentirosa. El padre de Brittany no se merecía que le juntaran con alguien así sin saber exactamente dónde se estaba metiendo.

—Ya sé todas esas cosas, pero eso no borraba el hecho de que fuera mi niña, mi única hija. Puse excusas por ella cuando era más joven. Creo que seguía intentando convertirla en mejor persona de lo que era realmente. De todas las personas, sabía que ella no estaba bien de la cabeza. Pero no quería admitirlo.

Lágrimas de remordimiento caían por el rostro de Nora Mitchell, pero al pensar en el miedo frío como el hielo con el que había vivido la mayor parte de mi vida adulta, tuve muy poco tiempo para sentir compasión por ella.

—De modo que, ¿yo podía ser sacrificada para salvarla a ella? —pregunté llanamente.

—No. Y no deberías haber sido sacrificada. Pero me costó mucho tiempo ser sincera conmigo misma.

Apreté los dientes.

—¿Cuándo? ¿Cuándo decidiste ver la verdad?

Nora metió la mano en el gran bolso que llevaba y sacó algo del interior.

—Cuando Brittany vino buscando respuestas, finalmente leí su diario. Lo dejó en mi casa cuando se fue para casarse con tu padre. Brittany me enseñó el vídeo, y me dijo lo que pensaba que era la verdad. Tenía razón.

Miré fijamente el cuaderno negro liso. Me lo estaba ofreciendo, pero yo no estaba segura de querer aceptarlo. Lo dejó caer sobre la pequeña mesa de café que nos separaba.

—Lo siento muchísimo, Santana. Siempre debí haber sabido que fue Karen. Pero pensaba que iba a casarse con el padre de Brittany y que todo le iría bien.

—¿Y qué pasa conmigo?

—Me convencí de que eras culpable y de que merecías pasar tiempo en prisión.

—Yo no lo hice. Nunca he robado nada en mi vida excepto alimentos desechados, ocasionalmente.

Había hecho lo necesario para sobrevivir, pero siempre lo odié. Incluso si era basura, sabía que no era mi basura y que no debía coger nada que no me perteneciera. Pero la supervivencia era un instinto demasiado fuerte al que enfrentarse.

—Lo entiendo. No espero que me perdones, pero quería que supieras que lo siento.

La mujer rompió en llanto, una de sus manos cerrada en un puño sobre su boca, como si quisiera ocultar el hecho de que estaba llorando. Observé mientras los lagrimones le caían por las mejillas, y mi corazón empezó a sangrar. Me puse de pie y caminé hasta su asiento. Me acuclillé y tomé la mano que descansaba sobre su pierna.

—Ella no merece la pena, sabes.

—¿Quién? —la voz de la Sra. Mitchell era entrecortada.

—Mi madre. No merece el dolor que llevas dentro. Probablemente nunca lo mereció.

—No lloro por ella —respondió llorosa—. Estoy triste por ti.

Yo no quería la lástima de aquella mujer.

—No lo hagas. Ahora estoy a salvo. Brittany me ha ayudado de maneras en que nadie podría ni lo haría. Confió en mí.

—Brittany Pierce es una buena mujer, Santana, Evangelina.

Acarició el diamante sobre mi dedo,

—.Me alegro de que vayas a ser feliz. Me pareció evidente que te quiere.

Me tragué una negación, percatándome de que Brittany no le había llegado a decir la verdad sobre nuestro compromiso. No me quería, pero sí le importaba.

—Es una mujer intensa —respondí sin comprometerme.

Nora se sorbió la nariz.

—A veces esas son la mejor clase. Ya he enterrado a dos maridos. Y sé la diferencia entre una relación buena y una mala.

—¿Organizó Brittany este encuentro?

Estaba casi convencida de que Nora allí era más que una simple coincidencia.

—Sí. No le gustó, pero estaba de acuerdo en que deberías saber la verdad.

—La verdad os hará libres —murmuré, dudando lo correcta que la cita bíblica resultaba en mi situación—. Me alegro de que me lo hayas contado.

Me levanté y volví a colocarle la mano sobre su muslo con delicadeza.

—Lo siento —farfulló otra vez.

Bajé la mirada hacia ella y me percaté de que ella era una víctima tanto como lo había sido yo. Aunque sus motivación era sesgada, estaba intentando enmendar sus errores. No tenía por qué estar allí diciéndome la verdad. Podría haber seguido negándolo durante el resto de su vida y dejar que yo cargara para siempre con las culpas en su cabeza. Habría sido una manera más fácil y más amable para su psique.

—Está bien —le dije en voz baja—. Sobreviví.

—Deberías haber tenido mucho más que supervivencia.

Cogí el diario de mi madre, a sabiendas de que tenía que leerlo.

—Lo tuve. Tuve a mi padre durante catorce años. Él fue más que suficiente.

—Lo querías de veras —afirmó la Sra. Mitchell.

Yo asentí.

—Sí. Gracias por decirme la verdad.

—Me gustaría formar parte de tu vida algún día, Santana. Has crecido hasta convertirte en una mujer impresionante.

En otro tiempo, habría dado cualquier cosa por oír eso viniendo de mi familia. Pero entonces, mi cabeza estaba repleta de información y yo seguía intentando procesar los datos que me habían proporcionado.

—Necesito tiempo para pensar.

La mujer mayor asintió con la cabeza una vez.

—Por supuesto. Llámame cuando hayas tenido tiempo para pensártelo. Lo entenderé si no lo haces.

Señaló el diario de mi madre con un gesto de la cabeza.

—. Va a ser duro leerlo. Estaba muy enfadada.

Anduve hasta la puerta y giré el picaporte.

—No es nada a lo que no esté acostumbrada —le informé, después salí por la puerta.

Brittany estaba allí para mostrarme apoyo, su brazo alrededor de mi cintura.

—¿Estás bien?

Su expresión era ilegible, pero sabía que me estaba preguntando si podía aceptar lo que acababan de decirme.

—No lo sé.

Me acompañó hasta el ascensor, sin decir una palabra ni a mí ni a nadie más de camino a la salida. Esperé hasta que las puertas del ascensor nos dejaron a solas antes de arrojarme en sus brazos y llorar.
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