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[Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
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micky morales
marthagr81@yahoo.es
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[Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Hola chicas, aqui dejo una nueva adaptacion, las primeras actualizaciones no tendrán separación de capítulos porque creen??? me las comi jajajajaj. Espero disfruten la Historia, que con mucho cariño les comparto. Aqui para ustedes... OBSERVACION: ES UNA HISTORIA GP. SANTANA TIENE UN AMIGUITO OK,
BASTARDA ARROGANTE (GP)
Ella era alguien que pertenecía en mis fantasías más salvajes en lugar de a una parada de descanso en el centro de Nebraska.
Una atractiva y arrogante Latina llamada Santana es la última persona que esperaba encontrarme en mi viaje en auto a través del país. Cuando mi auto se averió, hicimos un trato.
Lo siguiente que supe es que estábamos viajando juntas, pasando noches llenas de tensión sexual en hoteles y tomando desvíos no planificados. Mi ordinario viaje por carretera se convirtió en la aventura de mi vida. Todo fue diversión y juegos hasta que las cosas se pusieron intensas.
La deseaba, pero Santana no hacía ningún movimiento. Pensé que me deseaba también, pero algo le estaba frenando. No tenía que enamorarme de esa bastarda arrogante, especialmente cuando sabía que estaríamos yendo por caminos separados. Todas las cosas buenas deben llegar a su fin, ¿no? Excepto que nuestro final fue uno que no vi venir.
Una atractiva y arrogante Latina llamada Santana es la última persona que esperaba encontrarme en mi viaje en auto a través del país. Cuando mi auto se averió, hicimos un trato.
Lo siguiente que supe es que estábamos viajando juntas, pasando noches llenas de tensión sexual en hoteles y tomando desvíos no planificados. Mi ordinario viaje por carretera se convirtió en la aventura de mi vida. Todo fue diversión y juegos hasta que las cosas se pusieron intensas.
La deseaba, pero Santana no hacía ningún movimiento. Pensé que me deseaba también, pero algo le estaba frenando. No tenía que enamorarme de esa bastarda arrogante, especialmente cuando sabía que estaríamos yendo por caminos separados. Todas las cosas buenas deben llegar a su fin, ¿no? Excepto que nuestro final fue uno que no vi venir.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Vie Dic 23, 2016 12:57 am, editado 9 veces
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
BRITTANY
Me pregunté si la vibración se sentiría bien entre mis piernas. El sol captó el cromo de una Harley Davidson estacionada a algunos lugares más, brillando en el sofocante sol del mediodía. Esperé hasta que Maroon Five terminó de sonar en la radio, extrañamente obsesionada con el juguete-de-dos-ruedas-de-hombre mientras buscaba el celular dentro de mi bolso.
La motocicleta era simple, alta, brillante, negra y plata, alforjas de cuero desgastado con un cráneo en relieve debajo de las iniciales E.B. ¿Qué tan bueno se sentiría montarla? El viento soplando a través de mi cabello largo, envolver los brazos en torno a un hombre o mujer con un apodo que sonara duro, el ronroneo del motor debajo de mis muslos con jeans.
¿Horse? ¿Drafter? ¿Guns? Espera. Pres. Mi motorista imaginario definitivamente se llamaría Pres. Y se parecería a Charlie Hunnam. Miré hacia abajo a mi iPhone y encontré media docena de mensajes nuevos de Harrison. Interiormente, sonreí. Ciertamente, uno llamado Harrison nunca montó una Harley. Lanzando mi teléfono en mi bolso, apagué el motor de mi repleto BMW y miré detrás al asiento trasero. Las cajas apiladas hasta el techo estaban empezando a hacer que mi gran auto se sintiera claustrofóbico.
Un autobús lleno de viajeros se detuvo en la parada de descanso. Excelente. Será mejor que me vaya ahora y consiga mi almuerzo, de lo contrario nunca saldría de aquí. Diez horas en un viaje por el país desde Chicago a Temecula, California, estaba en algún lugar en medio de Nebraska con otras veinte y tantas horas para llegar.
Después de esperar quince minutos dentro de Pepsi and Popeyes por los trozos de pollo frito que había planeado comer en el auto, me detuve en una pequeña tienda de regalos. Estaba tan cansada y realmente no me sentía como para conducir las otras cinco horas que tenía por delante antes de encontrar un lugar para dormir por la noche. Bostezando, decidí detenerme y echar un vistazo por unos minutos. Revisando algunas baratijas, finalmente levanté una figura de Barack Obama y la sacudí sin pensar, viendo su sonrisa maníaca mientras la cabeza rebotaba arriba y abajo.
—Cómpralo. Sabes que lo quieres —dijo una voz profunda, ronca detrás de mí.
Sorprendiéndome, eso causó una reacción instintiva que resultó en el muñeco deslizándose de mis dedos y cayendo al suelo. La cabeza se desprendió del cuello y cayó rodando. La mujer en la registradora gritó:
—Lo siento, señorita. Tendrá que pagar por eso. Veinte dólares.
—¡Maldita sea! —grité, siguiendo el camino de la cabeza rodante.
Mientras me agachaba para recogerla, ahí estaba de nuevo la voz detrás de mí.
—Y pensar que hay gente que dice que tiene una buena cabeza sobre sus hombros.
Parecía tener acento latino.
—¿Crees que esto es gracioso, idiota? —pregunté antes de darme la vuelta y tener mi primera mirada de la mujer detrás de la voz. Me quedé helada. Oh. Mierda.
—No tienes que ser una maldita perra al respecto.
Su boca se curvó en una sonrisa maliciosa mientras me daba la mitad inferior de Obama.
—. Y para que conste, creo que fue muy divertido, sí.
Tragué y parecí perder la capacidad de hablar cuando tomé a la Diosa de pie ante mí. Quería golpear y sacar esa sonrisa arrogante directo de su rostro, sin embargo, era un magnífico, cincelado, rostro desaliñado, enmarcado por una espesa mata de cabello negro. No me jodas. Esta mujer era increíblemente caliente, no alguien que esperaras que viniera por aquí. Esto era el medio de ninguna parte de EE.UU., no el interior de Australia por el amor de Cristo. Me aclaré la garganta.
—Bueno, no pensé que fuera divertido en absoluto.
—Entonces, necesitas quitar el palo de tu trasero y aligerarte.
Alargó una mano.
—. Dámelo, Princesa. Voy a pagar por la maldita cosa.
Antes de que pudiera responder, agarró los dos pedazos, y me maldije por el escalofrío que me recorrió la columna por el breve contacto de su mano acariciando la mía.
Por supuesto, para rematar ella tenía que oler increíble. La seguí hasta la caja registradora mientras buscaba en mi bolso por el sucio dinero, pero ella fue demasiado rápido y ya lo había pagado. Me entregó una bolsa de plástico que contenía el muñeco roto.
—Hay algo de cambio en la bolsa. Cómprate sentido del humor.
Joder. Ese acento. Mi boca se abrió mientras ella se alejaba y salía de la tienda. Qué idiota. Lo fue. Una buena. Una morena, estilizada, sexy, jugosa, idiota con culo redondo abrazado con fuerza por sus vaqueros. Dios, realmente necesitaba echar un polvo, porque no parecía importar que esta chica me hubiera insultado en mi cara; mis bragas estaban prácticamente mojadas.
La motocicleta era simple, alta, brillante, negra y plata, alforjas de cuero desgastado con un cráneo en relieve debajo de las iniciales E.B. ¿Qué tan bueno se sentiría montarla? El viento soplando a través de mi cabello largo, envolver los brazos en torno a un hombre o mujer con un apodo que sonara duro, el ronroneo del motor debajo de mis muslos con jeans.
¿Horse? ¿Drafter? ¿Guns? Espera. Pres. Mi motorista imaginario definitivamente se llamaría Pres. Y se parecería a Charlie Hunnam. Miré hacia abajo a mi iPhone y encontré media docena de mensajes nuevos de Harrison. Interiormente, sonreí. Ciertamente, uno llamado Harrison nunca montó una Harley. Lanzando mi teléfono en mi bolso, apagué el motor de mi repleto BMW y miré detrás al asiento trasero. Las cajas apiladas hasta el techo estaban empezando a hacer que mi gran auto se sintiera claustrofóbico.
Un autobús lleno de viajeros se detuvo en la parada de descanso. Excelente. Será mejor que me vaya ahora y consiga mi almuerzo, de lo contrario nunca saldría de aquí. Diez horas en un viaje por el país desde Chicago a Temecula, California, estaba en algún lugar en medio de Nebraska con otras veinte y tantas horas para llegar.
Después de esperar quince minutos dentro de Pepsi and Popeyes por los trozos de pollo frito que había planeado comer en el auto, me detuve en una pequeña tienda de regalos. Estaba tan cansada y realmente no me sentía como para conducir las otras cinco horas que tenía por delante antes de encontrar un lugar para dormir por la noche. Bostezando, decidí detenerme y echar un vistazo por unos minutos. Revisando algunas baratijas, finalmente levanté una figura de Barack Obama y la sacudí sin pensar, viendo su sonrisa maníaca mientras la cabeza rebotaba arriba y abajo.
—Cómpralo. Sabes que lo quieres —dijo una voz profunda, ronca detrás de mí.
Sorprendiéndome, eso causó una reacción instintiva que resultó en el muñeco deslizándose de mis dedos y cayendo al suelo. La cabeza se desprendió del cuello y cayó rodando. La mujer en la registradora gritó:
—Lo siento, señorita. Tendrá que pagar por eso. Veinte dólares.
—¡Maldita sea! —grité, siguiendo el camino de la cabeza rodante.
Mientras me agachaba para recogerla, ahí estaba de nuevo la voz detrás de mí.
—Y pensar que hay gente que dice que tiene una buena cabeza sobre sus hombros.
Parecía tener acento latino.
—¿Crees que esto es gracioso, idiota? —pregunté antes de darme la vuelta y tener mi primera mirada de la mujer detrás de la voz. Me quedé helada. Oh. Mierda.
—No tienes que ser una maldita perra al respecto.
Su boca se curvó en una sonrisa maliciosa mientras me daba la mitad inferior de Obama.
—. Y para que conste, creo que fue muy divertido, sí.
Tragué y parecí perder la capacidad de hablar cuando tomé a la Diosa de pie ante mí. Quería golpear y sacar esa sonrisa arrogante directo de su rostro, sin embargo, era un magnífico, cincelado, rostro desaliñado, enmarcado por una espesa mata de cabello negro. No me jodas. Esta mujer era increíblemente caliente, no alguien que esperaras que viniera por aquí. Esto era el medio de ninguna parte de EE.UU., no el interior de Australia por el amor de Cristo. Me aclaré la garganta.
—Bueno, no pensé que fuera divertido en absoluto.
—Entonces, necesitas quitar el palo de tu trasero y aligerarte.
Alargó una mano.
—. Dámelo, Princesa. Voy a pagar por la maldita cosa.
Antes de que pudiera responder, agarró los dos pedazos, y me maldije por el escalofrío que me recorrió la columna por el breve contacto de su mano acariciando la mía.
Por supuesto, para rematar ella tenía que oler increíble. La seguí hasta la caja registradora mientras buscaba en mi bolso por el sucio dinero, pero ella fue demasiado rápido y ya lo había pagado. Me entregó una bolsa de plástico que contenía el muñeco roto.
—Hay algo de cambio en la bolsa. Cómprate sentido del humor.
Joder. Ese acento. Mi boca se abrió mientras ella se alejaba y salía de la tienda. Qué idiota. Lo fue. Una buena. Una morena, estilizada, sexy, jugosa, idiota con culo redondo abrazado con fuerza por sus vaqueros. Dios, realmente necesitaba echar un polvo, porque no parecía importar que esta chica me hubiera insultado en mi cara; mis bragas estaban prácticamente mojadas.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Después de varios minutos de mirar fijamente al espacio en un estante de camisetas de Nebraska Cornhuskers, me di una patada mental en el trasero. Mi reacción al incidente demostraba que la fatiga había conseguido lo mejor de mí; no estaba por lo general de mal humor. Era el momento de sacudirse el extraño encuentro y empezar a moverse.
Mi estómago estaba gruñendo, y estaba deseando comer el pollo frito una vez que saliera a la carretera. Saqué un pedazo de la caja en la bolsa mientras salía del edificio. Mi masticación se detuvo cuando me di cuenta de ella a dos lugares de mi auto, sentada en la moto con la que había estado fantaseando con anterioridad.
Acercándome poco a poco, esperaba que no me notara. No tuve esa suerte. En cambio, cuando me vio, me dirigió una sonrisa exagerada y saludó. Frenéticamente en busca de las llaves, puse mis ojos en blanco y murmuré:
—Tú otra vez.
Ella se rió.
—¿Terminaste comprándote sentido del humor?
—Utilicé el cambio para comprar algo refinado en su lugar.
Riéndose, negó hacia mí. Pasándose la mano por su cabello, se coloca el brillante casco negro y luego posa su mano en el manillar de la Harley. El estruendo me sacudió hasta el centro. Entrando en el auto cerré la puerta, no pude evitar dar una última mirada hacia ella, a pesar de que nunca volvería a ver a esta tipa de nuevo en mi vida.
Ella me guiña un ojo a través del casco, y mi corazón revolotea patéticamente. Miré a través del espejo retrovisor cuando se retiró del lugar. Esperaba que despegara como un murciélago del infierno, pero después de alejarse poco a poco, se detuvo abruptamente. Se mantuvo tratando de acelerar la moto para conseguir que se moviera, pero nada sucedió. Eventualmente apagando el motor, se quitó el casco y se pasó la mano por el cabello en señal de frustración antes de bajarse a inspeccionar las cosas. Debería haberme ido, pero no podía apartar los ojos de ella mientras luchaba para conseguir que arrancara. Dios, eso apesta. Sumergí uno de los trozos de pollo en la salsa de mostaza y miel y lo metí en mi boca, sin dejar de ver eso como un espectador de deportes durante varios minutos. En un momento, ella sacó su teléfono e hizo una llamada telefónica mientras se paseaba de un lado a otro. Poniendo su teléfono lejos, miró en mi dirección y me vio. Atrapada en el acto de observarla, dejé escapar una risa nerviosa. No era mi intención reírme de la situación, pero simplemente salió.
Ella levantó su frente, y eso me hizo carcajear más fuerte. Lentamente caminó hacia mí, poniendo el casco a su lado. Tocó a mi ventana, y la bajé.
—¿Crees que esto es divertido, Princesa?
—En realidad no... tal vez.
Solté un bufido.
—Bueno, me alegro de que finalmente te las arreglaras para encontrar tu sentido del humor.
Rayos. Dios, su acento era sexy. Arqueó el cuello para mirar al asiento trasero y se dio cuenta de todas las cajas.
—¿Eres de las personas sin hogar o algo así? ¿Vives en tu auto?
—No. Estoy en medio de mudarme a través del país.
—¿A dónde vas?
—A Temecula.
—California.
Asintió.
—. Yo también.
Miré hacia su Harley.
—Bueno, parece que no te dirigirás exactamente a ningún lado pronto. Supongo que es una venganza por llamarme perra.
—Bueno, ese parece ser el caso.
—¿Es una venganza?
—No, eres una perra.
—Muy divertida.
—¿Sabes lo que es aún mejor que recuperar tu inversión? —preguntó inclinándose hacia la ventana, su colonia me embriagó.
—¿Qué? Movió sus cejas. —El karma.
—¿De qué estás hablando?
Da la vuelta y echa un vistazo a la parte posterior de tu BMW.
Diablos. Salí y me dirigí a la parte trasera de mi auto para encontrar mi neumático trasero derecho completamente desinflado. ¿Qué? Esto no puede estar pasando. Con la mano en la frente, miré su expresión petulante.
—¿Bromeas? ¿Supiste que mi neumático estaba desinflado todo este tiempo?
—Me di cuenta de eso justo en el momento en que tomaste ese trozo de pollo y te reíste de mí, sí.
Fue muy duro para mí mantener una cara seria en ese punto. No sabía cómo cambiar un neumático para salvar mi vida. No podía creer lo que estaba a punto de pedirle.
—¿Sabes cómo cambiar un neumático?
—Por supuesto que sí. ¿Qué clase de conductora sería si no supiera cómo cambiar un neumático?
—¿Me ayudarás? Sé que no tienes ninguna razón para querer... después de nuestro pequeño altercado, pero estoy seriamente desesperada. No quiero quedar atrapada aquí sola en la noche.
—Déjame hacerte una pregunta.
—Bien…
Se frotó la barbilla.
—¿Qué tanto quieres que tu neumático sea cambiado?
Me aparté de ella.
—¿A qué quieres llegar exactamente?
—No seas malpensada, cariño. No te estoy lanzando proposiciones que si es lo que piensas. No eres mi tipo.
—¿Y cuál es exactamente tu tipo?
—Normalmente voy por las mujeres que no tienen la personalidad de una perilla de puerta.
—Gracias.
—De nada.
—Entonces, ¿cuáles son tus condiciones?
—Bueno, como sabes claramente por tu ataque de risa, mi Harley está experimentando un mal funcionamiento técnico en este momento. Necesita una parte que no tengo. Acabo de llamar a una compañía de remolque. Pero estoy en una fecha límite, e igual que tú, tengo que llegar a California.
—No estás sugiriendo...
—Sí. Sí lo hago. Si cambio tu neumático, me dejarás montar contigo.
—¿Montar conmigo?
—Montar, sí.
—¿Qué acabas de decir?
—Estás oyendo.
Negué para eliminar las imágenes ahora intermitentes de eso. ¿Mi cansada mente acababa de imaginar que había dicho eso, o estaba jugando conmigo?
—No puedo conducir cientos de kilómetros con una total desconocida —le dije.
—Es una mierda mucho más segura que conducir sola.
—¡No, si eres una asesina en serie!
—Mira quién habla. Tú eres la que decapitó a un presidente de Estados Unidos.
No pude evitar reír. Esta situación era en serio loca.
—Mierda, Princesa, ¿es esa una risa a tus expensas, la que veo?
—Creo que me estás haciendo delirar.
Ella extendió la mano.
—Entonces, ¿Sí?
Crucé los brazos en lugar de tomarla.
—¿Qué opción tengo?
Bueno, siempre puedes contar con ella para cambiar tu neumático. Hizo un gesto a un hombre grande y de apariencia de miedo que parecía estar viendo hacia nosotras. Ese tipo parecía Herman Monster de carne y hueso. Dejando escapar un profundo suspiro, cedí.
—Estoy dentro. ¡Estoy dentro! Sólo tienes que sacarme de aquí.
—Pensé que podrías decir eso. Por favor, dime que tienes una de repuesto.
—Sí. Pero tengo que mover algunas de mis cajas para poder llegar a él.
Comenzó a quejarse cuando observó un poco de la situación dentro de mi portaequipajes.
—Maldita sea, ¿qué demonios es toda esta mierda? La miré a los ojos y respondí honestamente. —Toda mi vida.
Apilé temporalmente los contenidos de la cajuela sobre el pavimento. Ella sacó el repuesto y de inmediato se puso a trabajar. Mientras estaba cambiando el neumático, su camiseta blanca se subió un poco, dejando al descubierto sus bronceados abdominales duros-como rocas y rastro de camino que se encontraba con su línea de ropa interior. Tensión no deseada creció entre mis piernas. Necesitaba una distracción, así que me acerqué a su moto y me senté en ella, agarrando los mangos e imaginando cómo sería viajar en el viento. Pero todo lo que podía imaginar ahora estaba delante de mí, y no estaba ayudando. Ella deslizó su cuerpo desde debajo de mi auto.
—Ten cuidado, niña.
Eso no es un juguete. Salté y pasé mi dedo por las letras estampadas en las alforjas.
—¿Por qué es E. B. de todos modos?
—Esas son mis iniciales.
—Déjame adivinar... ¿Engreída Bastarda?
—Mira... te diría mi nombre, pero ya que eres tan lista, creo que sólo te dejaré adivinar.
—Lo que sea, Engreída.
Ella se recostó en el suelo.
—Sólo endureceré estas tuercas, y estaremos listos para irnos.
—¿Tuercas?
—Tuercas... en la llanta, chica sucia.
—Oh.
Levantándose, se subió un poco la camisa y la usó para secarse la frente.
—Todo listo.
Maldita sea.
—Eso fue rápido. ¿Estás segura de que está bien?
—Tengo un par de tornillos sueltos, cariño, como pronto descubrirás, pero ninguno de ellos están en tu llanta.
Me guiñó un ojo y, por primera vez, me di cuenta de sus hoyuelos.
—. Probablemente deberíamos detenernos mañana y conseguir un nuevo neumático. Este repuesto realmente no es para uso a largo plazo. Mañana.
Guau. Esto realmente estaba sucediendo.
—Debemos seguir —le dije—. Yo voy a conducir. Tengo que estar en control de la situación.
—Lo que quieras —dijo.
Podía sentir la tensión en mi cuello mientras me retiraba del lugar. Esto iba a ser muy interesante por decir lo menos. Ella no perdió tiempo metiendo la mano en mis trozos de pollo. Le golpeé juguetonamente la mano.
—Hey, deja mi comida.
—¿Miel y mostaza? Prefiero barbacoa.
Lamió su pulgar, y yo me humillé a mí misma por excitarme un poco. Este iba a ser un largo viaje. Sonrió y levantó la bolsa de plástico de la tienda de regalos.
—¿Ni siquiera lo abriste?
—No. ¿Cuál era el punto de hacerlo? Es sólo un muñeco roto.
Me lo entregó, diciendo:
—¿Lo es?
Con una mano en el volante, saqué el muñeco que estaba... en una sola pieza.
—Qué en el... ¿cómo lo hiciste?
—Parecía gustarte, así que pagué por el otro y te compré uno diferente. Estabas demasiado ocupada mirando en tu cartera para notarlo.
No pude evitar sonreír y sacudir la cabeza.
—Bueno, ahí la tienes. Una sonrisa genuina.
Extendió la mano.
—. Aquí... dame.
Cuando se la entregué, quitó una tira adhesiva de la parte inferior y la metió en una guía. La cabeza de Obama estaba ahora moviéndose arriba y abajo con cada movimiento del auto. Estallé en carcajadas ante la ridiculez, pero tampoco pude evitar la sensación de calor que se apoderó de mí con ese gesto dulce. Tal vez no era realmente una bastarda en absoluto. Nos quedamos en silencio por un rato mientras ella movía la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos. En algún lugar a lo largo de I-76 después de la puesta de sol en un brillo de color naranja brillante que iluminó el horizonte en la distancia, se volvió hacia mí. Su voz fue atontada.
—Soy Santana.
Después de varios segundos de silencio, dije:
—Brittany.
—Brittany —repitió en un susurro entrecortado, pareciendo contemplar mi nombre antes de cerrar los ojos otra vez y volver la cabeza hacia otro lado.
—¿Sólo vas a seguir permitiendo que vaya al correo de voz?
Entrecierra los ojos a mi celular zumbando en la parte superior de la consola central. La maldita cosa sonaba cada media hora más o menos, pero ahora la pausa entre llamadas se había reducido a diez minutos.
—Sí.
Dejó de vibrar, y no le ofrecí ninguna otra explicación. Había pensado que quizá lo dejaría ir. Por supuesto que no. Cinco minutos más tarde, sonó de nuevo, y Santana lo agarró antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo.
—Llamada de Harry.
Colgó el teléfono entre el pulgar y el índice, balanceándolo atrás y adelante y atrás hasta que lo arrebaté de su mano.
—Es Harrison. Y no es asunto tuyo.
Mi estómago estaba gruñendo, y estaba deseando comer el pollo frito una vez que saliera a la carretera. Saqué un pedazo de la caja en la bolsa mientras salía del edificio. Mi masticación se detuvo cuando me di cuenta de ella a dos lugares de mi auto, sentada en la moto con la que había estado fantaseando con anterioridad.
Acercándome poco a poco, esperaba que no me notara. No tuve esa suerte. En cambio, cuando me vio, me dirigió una sonrisa exagerada y saludó. Frenéticamente en busca de las llaves, puse mis ojos en blanco y murmuré:
—Tú otra vez.
Ella se rió.
—¿Terminaste comprándote sentido del humor?
—Utilicé el cambio para comprar algo refinado en su lugar.
Riéndose, negó hacia mí. Pasándose la mano por su cabello, se coloca el brillante casco negro y luego posa su mano en el manillar de la Harley. El estruendo me sacudió hasta el centro. Entrando en el auto cerré la puerta, no pude evitar dar una última mirada hacia ella, a pesar de que nunca volvería a ver a esta tipa de nuevo en mi vida.
Ella me guiña un ojo a través del casco, y mi corazón revolotea patéticamente. Miré a través del espejo retrovisor cuando se retiró del lugar. Esperaba que despegara como un murciélago del infierno, pero después de alejarse poco a poco, se detuvo abruptamente. Se mantuvo tratando de acelerar la moto para conseguir que se moviera, pero nada sucedió. Eventualmente apagando el motor, se quitó el casco y se pasó la mano por el cabello en señal de frustración antes de bajarse a inspeccionar las cosas. Debería haberme ido, pero no podía apartar los ojos de ella mientras luchaba para conseguir que arrancara. Dios, eso apesta. Sumergí uno de los trozos de pollo en la salsa de mostaza y miel y lo metí en mi boca, sin dejar de ver eso como un espectador de deportes durante varios minutos. En un momento, ella sacó su teléfono e hizo una llamada telefónica mientras se paseaba de un lado a otro. Poniendo su teléfono lejos, miró en mi dirección y me vio. Atrapada en el acto de observarla, dejé escapar una risa nerviosa. No era mi intención reírme de la situación, pero simplemente salió.
Ella levantó su frente, y eso me hizo carcajear más fuerte. Lentamente caminó hacia mí, poniendo el casco a su lado. Tocó a mi ventana, y la bajé.
—¿Crees que esto es divertido, Princesa?
—En realidad no... tal vez.
Solté un bufido.
—Bueno, me alegro de que finalmente te las arreglaras para encontrar tu sentido del humor.
Rayos. Dios, su acento era sexy. Arqueó el cuello para mirar al asiento trasero y se dio cuenta de todas las cajas.
—¿Eres de las personas sin hogar o algo así? ¿Vives en tu auto?
—No. Estoy en medio de mudarme a través del país.
—¿A dónde vas?
—A Temecula.
—California.
Asintió.
—. Yo también.
Miré hacia su Harley.
—Bueno, parece que no te dirigirás exactamente a ningún lado pronto. Supongo que es una venganza por llamarme perra.
—Bueno, ese parece ser el caso.
—¿Es una venganza?
—No, eres una perra.
—Muy divertida.
—¿Sabes lo que es aún mejor que recuperar tu inversión? —preguntó inclinándose hacia la ventana, su colonia me embriagó.
—¿Qué? Movió sus cejas. —El karma.
—¿De qué estás hablando?
Da la vuelta y echa un vistazo a la parte posterior de tu BMW.
Diablos. Salí y me dirigí a la parte trasera de mi auto para encontrar mi neumático trasero derecho completamente desinflado. ¿Qué? Esto no puede estar pasando. Con la mano en la frente, miré su expresión petulante.
—¿Bromeas? ¿Supiste que mi neumático estaba desinflado todo este tiempo?
—Me di cuenta de eso justo en el momento en que tomaste ese trozo de pollo y te reíste de mí, sí.
Fue muy duro para mí mantener una cara seria en ese punto. No sabía cómo cambiar un neumático para salvar mi vida. No podía creer lo que estaba a punto de pedirle.
—¿Sabes cómo cambiar un neumático?
—Por supuesto que sí. ¿Qué clase de conductora sería si no supiera cómo cambiar un neumático?
—¿Me ayudarás? Sé que no tienes ninguna razón para querer... después de nuestro pequeño altercado, pero estoy seriamente desesperada. No quiero quedar atrapada aquí sola en la noche.
—Déjame hacerte una pregunta.
—Bien…
Se frotó la barbilla.
—¿Qué tanto quieres que tu neumático sea cambiado?
Me aparté de ella.
—¿A qué quieres llegar exactamente?
—No seas malpensada, cariño. No te estoy lanzando proposiciones que si es lo que piensas. No eres mi tipo.
—¿Y cuál es exactamente tu tipo?
—Normalmente voy por las mujeres que no tienen la personalidad de una perilla de puerta.
—Gracias.
—De nada.
—Entonces, ¿cuáles son tus condiciones?
—Bueno, como sabes claramente por tu ataque de risa, mi Harley está experimentando un mal funcionamiento técnico en este momento. Necesita una parte que no tengo. Acabo de llamar a una compañía de remolque. Pero estoy en una fecha límite, e igual que tú, tengo que llegar a California.
—No estás sugiriendo...
—Sí. Sí lo hago. Si cambio tu neumático, me dejarás montar contigo.
—¿Montar conmigo?
—Montar, sí.
—¿Qué acabas de decir?
—Estás oyendo.
Negué para eliminar las imágenes ahora intermitentes de eso. ¿Mi cansada mente acababa de imaginar que había dicho eso, o estaba jugando conmigo?
—No puedo conducir cientos de kilómetros con una total desconocida —le dije.
—Es una mierda mucho más segura que conducir sola.
—¡No, si eres una asesina en serie!
—Mira quién habla. Tú eres la que decapitó a un presidente de Estados Unidos.
No pude evitar reír. Esta situación era en serio loca.
—Mierda, Princesa, ¿es esa una risa a tus expensas, la que veo?
—Creo que me estás haciendo delirar.
Ella extendió la mano.
—Entonces, ¿Sí?
Crucé los brazos en lugar de tomarla.
—¿Qué opción tengo?
Bueno, siempre puedes contar con ella para cambiar tu neumático. Hizo un gesto a un hombre grande y de apariencia de miedo que parecía estar viendo hacia nosotras. Ese tipo parecía Herman Monster de carne y hueso. Dejando escapar un profundo suspiro, cedí.
—Estoy dentro. ¡Estoy dentro! Sólo tienes que sacarme de aquí.
—Pensé que podrías decir eso. Por favor, dime que tienes una de repuesto.
—Sí. Pero tengo que mover algunas de mis cajas para poder llegar a él.
Comenzó a quejarse cuando observó un poco de la situación dentro de mi portaequipajes.
—Maldita sea, ¿qué demonios es toda esta mierda? La miré a los ojos y respondí honestamente. —Toda mi vida.
Apilé temporalmente los contenidos de la cajuela sobre el pavimento. Ella sacó el repuesto y de inmediato se puso a trabajar. Mientras estaba cambiando el neumático, su camiseta blanca se subió un poco, dejando al descubierto sus bronceados abdominales duros-como rocas y rastro de camino que se encontraba con su línea de ropa interior. Tensión no deseada creció entre mis piernas. Necesitaba una distracción, así que me acerqué a su moto y me senté en ella, agarrando los mangos e imaginando cómo sería viajar en el viento. Pero todo lo que podía imaginar ahora estaba delante de mí, y no estaba ayudando. Ella deslizó su cuerpo desde debajo de mi auto.
—Ten cuidado, niña.
Eso no es un juguete. Salté y pasé mi dedo por las letras estampadas en las alforjas.
—¿Por qué es E. B. de todos modos?
—Esas son mis iniciales.
—Déjame adivinar... ¿Engreída Bastarda?
—Mira... te diría mi nombre, pero ya que eres tan lista, creo que sólo te dejaré adivinar.
—Lo que sea, Engreída.
Ella se recostó en el suelo.
—Sólo endureceré estas tuercas, y estaremos listos para irnos.
—¿Tuercas?
—Tuercas... en la llanta, chica sucia.
—Oh.
Levantándose, se subió un poco la camisa y la usó para secarse la frente.
—Todo listo.
Maldita sea.
—Eso fue rápido. ¿Estás segura de que está bien?
—Tengo un par de tornillos sueltos, cariño, como pronto descubrirás, pero ninguno de ellos están en tu llanta.
Me guiñó un ojo y, por primera vez, me di cuenta de sus hoyuelos.
—. Probablemente deberíamos detenernos mañana y conseguir un nuevo neumático. Este repuesto realmente no es para uso a largo plazo. Mañana.
Guau. Esto realmente estaba sucediendo.
—Debemos seguir —le dije—. Yo voy a conducir. Tengo que estar en control de la situación.
—Lo que quieras —dijo.
Podía sentir la tensión en mi cuello mientras me retiraba del lugar. Esto iba a ser muy interesante por decir lo menos. Ella no perdió tiempo metiendo la mano en mis trozos de pollo. Le golpeé juguetonamente la mano.
—Hey, deja mi comida.
—¿Miel y mostaza? Prefiero barbacoa.
Lamió su pulgar, y yo me humillé a mí misma por excitarme un poco. Este iba a ser un largo viaje. Sonrió y levantó la bolsa de plástico de la tienda de regalos.
—¿Ni siquiera lo abriste?
—No. ¿Cuál era el punto de hacerlo? Es sólo un muñeco roto.
Me lo entregó, diciendo:
—¿Lo es?
Con una mano en el volante, saqué el muñeco que estaba... en una sola pieza.
—Qué en el... ¿cómo lo hiciste?
—Parecía gustarte, así que pagué por el otro y te compré uno diferente. Estabas demasiado ocupada mirando en tu cartera para notarlo.
No pude evitar sonreír y sacudir la cabeza.
—Bueno, ahí la tienes. Una sonrisa genuina.
Extendió la mano.
—. Aquí... dame.
Cuando se la entregué, quitó una tira adhesiva de la parte inferior y la metió en una guía. La cabeza de Obama estaba ahora moviéndose arriba y abajo con cada movimiento del auto. Estallé en carcajadas ante la ridiculez, pero tampoco pude evitar la sensación de calor que se apoderó de mí con ese gesto dulce. Tal vez no era realmente una bastarda en absoluto. Nos quedamos en silencio por un rato mientras ella movía la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos. En algún lugar a lo largo de I-76 después de la puesta de sol en un brillo de color naranja brillante que iluminó el horizonte en la distancia, se volvió hacia mí. Su voz fue atontada.
—Soy Santana.
Después de varios segundos de silencio, dije:
—Brittany.
—Brittany —repitió en un susurro entrecortado, pareciendo contemplar mi nombre antes de cerrar los ojos otra vez y volver la cabeza hacia otro lado.
Santana.
—¿Sólo vas a seguir permitiendo que vaya al correo de voz?
Entrecierra los ojos a mi celular zumbando en la parte superior de la consola central. La maldita cosa sonaba cada media hora más o menos, pero ahora la pausa entre llamadas se había reducido a diez minutos.
—Sí.
Dejó de vibrar, y no le ofrecí ninguna otra explicación. Había pensado que quizá lo dejaría ir. Por supuesto que no. Cinco minutos más tarde, sonó de nuevo, y Santana lo agarró antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo.
—Llamada de Harry.
Colgó el teléfono entre el pulgar y el índice, balanceándolo atrás y adelante y atrás hasta que lo arrebaté de su mano.
—Es Harrison. Y no es asunto tuyo.
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
—Es un viaje largo, Princesa. Sabes que hablaremos de ello con el tiempo.
—Confía en mí, no lo haremos.
—Ya veremos. Sólo unos minutos más pasaron, y mi teléfono estaba sonando una vez más. Antes de que pudiera detenerlo, ella lo tenía en la mano una vez más. Sólo que esta vez, me lo quitó y se lo acercó a la boca.
—Hola.
Mis ojos se desorbitaron de mi cabeza. Casi me salí de la carretera, sin embargo, me quedé allí como una muda.
—Harry. ¿Cómo te va, Amigo?
El toque de acento latino que había en el fondo fue de repente de frente y al centro. La voz de Harrison se levantó a través del celular, aunque no pude distinguir las palabras. Miré el rostro arrogante de Santana. Ella se encogió de hombros hacia mí, sonrió y se recostó en su asiento, bastante divertida. En ese momento, decidí que nuestro pequeño viaje por carretera había terminado.
Tan pronto como llegáramos a la próxima salida, la tarada sería enviada a patadas a la acera. Esa masa perfectamente redonda de músculo y culo podía caminar a través de la maldita Nebraska por todo lo que me importaba.
—Si seguro. Ella está aquí. Pero estamos un poco ocupadas en este momento.
Escuché la siguiente pregunta en voz alta y clara. Santana puso el receptor lejos de su oreja mientras Harrison rugía:
—¿Quién carajos eres?
—Mi nombre es Santana. Santana López. Algunos de mis amigos me llaman Engreída —dijo con la perfecta melodía de entonación que yo visualizaba haciendo que la vena en el cuello de Harrison palpitara a una profunda sombra de color púrpura.
—Pon. A. Brittany. En. El. Jodido. Teléfono.
Cada palabra era una corta ráfaga de voz italiana llena de ira. De repente, ya no estaba enojada con Santana por contestar el teléfono. Estaba lívida de que Harrison tuviera la audacia de estar enojado con lo que estaba haciendo.
—No puedo, Harry. Ella está... indispuesta en este momento.
Otro gruñido de improperios llegó a través del teléfono.
—Escucha, Harry. Te diré esto de Bastarda a hombre, porque suenas como un buen tipo. Brittany ha estado evitando tus llamadas siendo cortés. La verdad es que simplemente no quiere hablar contigo.
Mi enojo rebotó rápidamente entre los dos ellos. Sin embargo...
AH-BRITT.
Quería estrangular a Santana, aunque al mismo tiempo, realmente quería que dijera mi nombre de nuevo. ¿Qué demonios estaba mal conmigo? Perdí la respuesta de Harrison, ocupada en repetir el sonido de mi nombre pronunciado con acento latino. La forma en que salía de esa engreída lengua bastarda hacía que mi estómago tuviera un pequeño alboroto. Podría haber tenido un lapsus momentáneo en el tiempo mientras imaginaba que me susurraba al oído con un compás gutural. AH-BRITT.
Parpadeé de regreso a la realidad mientras Santana lanzaba un suspiro exagerado en el teléfono.
—Está bien, entonces, Harry. Pero tendrás que parar ahora. Estamos teniendo un buen viaje largo, y tu constante zumbido es un giro de bragas para nuestra chica. Así que sé un buen compañero y frena las interrupciones por un tiempo. ¿Sí?
Nuestra chica. Esa vena tenía que estar lista para explotar en el cuello de Harrison. Santana no esperó una respuesta antes de desconectar la llamada. Por un total de cinco minutos, ninguna de las dos dijo una palabra. Debió de haber estado esperando que la diatriba llegara.
—¿No vas a venirte contra mí sobre mi charla con Harry?
Mis nudillos se volvieron blancos en el volante.
—Estoy procesándolo.
—¿Procesándolo?
Su voz era casi divertida.
—Sí. Procesándolo.
—¿Qué demonios significa eso?
—Significa que no digo lo primero que se me viene a la mente. A diferencia de algunas personas, pienso acerca de lo que diré y lo verbalizaré adecuadamente.
—Filtras tu mierda.
—No.
—Sí, lo haces. Si estás enojada, dilo. Grita si es necesario. Sé una perra de una vez y supéralo, y deja de ser una perra todo el tiempo.
El camino era bastante estéril, así que no fue difícil pisar el freno y estacionar al lado de la carretera. Crucé tres carriles y me detuve. Estaba oscuro, la única luz eran de mis faros y del paso de autos de vez en cuando. Me bajé y caminé hacia el lado del pasajero del auto y esperé a que se uniera a mí. Con las manos en mis caderas.
—Tienes un montón de coraje. Salvé tu trasero en la parada de descanso y tú procedes a entrar en mi auto, a comerte la mitad de mi comida, a cambiar de emisora de radio y, por si fuera poco, contestas mi teléfono.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
—No salvaste mi trasero, me comí una pieza de pollo, tu gusto por la música es una mierda, y Harry tiene un palo en el trasero y te estaba molestando.
La miré. Me miró de vuelta. Oh Dios mío. La luz de un auto que pasaba iluminó su rostro, y allí estaba. El número trece. Sus ojos furiosos eran exactamente del color del número trece. Solía tener que quitar del papel del Blue Cadet en el paquete de sesenta y cuatro Crayolas antes que los otros lápices de colores, incluso perdieran sus puntas. Me gustaba tanto, que no era sólo el color que me protegía desde el cielo. Hubo un año entero de mi vida cuando todas las caras de mis libros para colorear eran de ese hermoso color caramelo con un misterioso toque gris. Nunca había visto el color en la vida real en nada, sobre todo, no en unos ojos. Estaba medio ida. Y entonces tomó la otra mitad.
—Brittany.
Dio un paso adelante AH-BRITT. Maldita sea. No dije una palabra. Estaba ocupada... procesándolo.
—Estaba tratando de ayudar. Harry necesitaba eso. No sé qué es de ti, pero sea quien sea, obviamente hace que te equivoques. Y no quieres escuchar más sus disculpas. Son una mierda, y lo sabes. Deja que se cocine en la idea de que haces un viaje con otra persona por un tiempo. Con una mujer como tú, debe saber que los hombres y las chicas estarán dándote vueltas. No debería necesitar recordártelo.
¿Una mujer como yo? Traté de mantener la fachada enojada, pero no me sentía más así.
—Bien, no toques mi teléfono de nuevo.
—Sí, señorita.
Asentí, necesitando sentir cierta sensación de victoria. No podía dejar de lado mi enojo porque tenía una voz sexy y el número trece en los ojos. ¿Verdad?
—¿Qué tal si conduzco por un tiempo?
Mi visión en la noche no era muy buena para empezar, y estaba empezando a tener los ojos un poco borrosos.
—Bien.
Ella abrió la puerta del lado del pasajero y esperó a que entrara, luego la cerró y trotó hacia el otro lado. Antes de caer en el asiento del conductor, se agachó y recogió algo de la calle, dejándolo caer en el bolsillo trasero antes de ajustar el asiento donde lo quería.
—¿Qué tomaste?
—Nada.
Evitó mi pregunta.
—. El que maneja escoge la música.
Nos alejamos de la rampa.
—Cambiaste de estación cada cinco minutos mientras yo conducía.
Se encogió de hombros y sonrió.
—Es una nueva regla. Estar en el asiento del copiloto me dio la oportunidad de estudiarlo.
Dios esos hoyuelos eran profundos. Y funcionaban para mí. Realmente funcionaban. Había una buena posibilidad de que estuviera conduciendo una barbaridad. Tres horas más tarde, era casi medianoche cuando decidimos parar por el día. Habíamos llegado tan lejos como había planeado, incluso habíamos perdido un par de horas consiguiendo un neumático nuevo. La mujer en el mostrador de recepción del hotel estaba ocupada jugando algo en su teléfono y apenas nos miró cuando nos acercamos.
—¿Nos gustaría una habitación para esta noche, por favor? —dijo Santana.
—Ummm... dos habitaciones, por favor —aclaré.
—¿Qué? Iba a conseguir una con dos camas.
—No compartiré habitación contigo.
Se encogió de hombros.
—Haz lo que quieras.
Y volvió su atención de nuevo a la recepcionista.
—. Tiene miedo de que si estamos en una habitación juntas, no podrá mantener sus manos fuera de mí.
Le guiñó un ojo. Ella tenía la piel oscura, pero podía ver su rubor de todos modos. Puse los ojos en blanco, demasiado cansada para pelear con ella de nuevo y hablé con la recepcionista.
—¿Puede darme mi habitación mirando hacia el oeste, no a la planta baja, y que sea número impar, si es posible?
—Me gusta la mía con una cama, baño y televisión, si es posible.
Sonrió, burlándose.
—Les puedo dar las habitaciones 217 y 218. Están justo al lado de la otra.
—Perfecto. A ella le gusta estar cerca de mí.
No estaba segura de sí su sentido del humor ególatra crecía conmigo o si era sólo una palmada feliz por tantas horas en el auto, pero en realidad me reí un poco. Parecía contenta. La recepcionista nos dio las llaves junto con una galleta con chispas de chocolate a cada una. En nuestro camino hasta el ascensor, le ofrecí la mía.
—¿Quieres mi galleta? No voy a comerla.
—Claro. Te comeré.
—¿Qué acabas de decir?
—Dije que me comeré la tuya. Realmente necesitaba dormir un poco. Y tal vez una buena ducha fría.
Ella cargó las dos maletas a nuestras habitaciones durante la noche, y no pasó desapercibido para mí que me dejó entrar y salir del ascensor antes que ella.
Engreída Bastarda tenía modales para ir con su arrogancia.
—Buenas noches, Princesa.
—Buenas noches, Engreída.
Me alegré de que no dijera mi nombre; me molestaba lo suficiente sólo dormir a su lado. Quince minutos más tarde, había terminado mi rutina para dormir y me metí en la cama. Tomé un profundo respiro y lo dejé salir, y me dejé hundir en la suavidad del colchón. Un golpe en la puerta me hizo saltar. Con un resoplido, me levanté de la cama y me puse de puntillas para mirar por la mirilla. ¿Por qué esas cosas siempre eran tan altas en la puerta de todos modos? Me sorprendí al no encontrar a nadie de pie al otro lado. Tal vez lo había imaginado. Otro golpe. Encendí las luces. El sonido no venía de la puerta de entrada. Venía de una puerta interior que ni siquiera había notado antes. La puerta de Santana. Quité el bloqueo de la parte superior y la abrí lo suficiente como para poder ver lo que quería. Y allí estaba. Sin camisa. Usando sólo un Bra deportivo y calzoncillos bóxer gris oscuro que la abrazaban como una segunda piel.
Me tomó un minuto entender lo que estaba haciendo allí, a pesar de que estaba sosteniendo un cepillo de dientes en pregunta.
—Pensé que habíamos establecido que no era una asesina en serie ya.
Abrí la puerta. Ella sonrió. Oh Señor ayudame. Deja de hacer eso. Ahora mismo.
—Debo haber dejado mi pasta de dientes en mi alforja en el auto.
Tragué.
—Eh, ajá.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado, y sus cejas se levantaron.
—¿Me prestas la tuya?
—Oh. Sí seguro.
Pasó junto a mí y fue a mi cuarto de baño. Esperé en la puerta.
—Tienes un montón de porquería femenina aquí para una noche — dijo con una boca confusa llena de pasta de dientes en el baño.
—. Colección Privada Nardo Gardenia.
Estaba leyendo mi botella de perfume de Estée Lauder.
La oí enjuagarse y escupir. Luego hubo un sonido de gárgaras. Usó mi enjuague bucal, también. Claro, sírvete. Salió y apagó la luz del baño.
—¿Es nardo de rosa?
Negué, todavía confundida por toda la situación.
—Es por eso —murmuró.
—¿Por eso qué?
—No podía entender a lo que olí todo el día. No estoy segura de que hubiera olido a nardo antes.
Se encogió de hombros y volvió a su habitación, pero no antes de volverse.
—. Incluso en esa pequeña ropa interior de encaje negro hueles a nardo.
Mis ojos se desorbitaron. Había tomado el sujetador y bragas que dejé en el mostrador del baño.
—Tú... Tú…
—Relájate. Estoy bromeando. ¿Me veo como una oledora de ropa interior para ti?
Sí. No. ¿Puede ser?
—Buenas noches, Brittany.
Me honra con un hoyuelo y desaparece.
—Confía en mí, no lo haremos.
—Ya veremos. Sólo unos minutos más pasaron, y mi teléfono estaba sonando una vez más. Antes de que pudiera detenerlo, ella lo tenía en la mano una vez más. Sólo que esta vez, me lo quitó y se lo acercó a la boca.
—Hola.
Mis ojos se desorbitaron de mi cabeza. Casi me salí de la carretera, sin embargo, me quedé allí como una muda.
—Harry. ¿Cómo te va, Amigo?
El toque de acento latino que había en el fondo fue de repente de frente y al centro. La voz de Harrison se levantó a través del celular, aunque no pude distinguir las palabras. Miré el rostro arrogante de Santana. Ella se encogió de hombros hacia mí, sonrió y se recostó en su asiento, bastante divertida. En ese momento, decidí que nuestro pequeño viaje por carretera había terminado.
Tan pronto como llegáramos a la próxima salida, la tarada sería enviada a patadas a la acera. Esa masa perfectamente redonda de músculo y culo podía caminar a través de la maldita Nebraska por todo lo que me importaba.
—Si seguro. Ella está aquí. Pero estamos un poco ocupadas en este momento.
Escuché la siguiente pregunta en voz alta y clara. Santana puso el receptor lejos de su oreja mientras Harrison rugía:
—¿Quién carajos eres?
—Mi nombre es Santana. Santana López. Algunos de mis amigos me llaman Engreída —dijo con la perfecta melodía de entonación que yo visualizaba haciendo que la vena en el cuello de Harrison palpitara a una profunda sombra de color púrpura.
—Pon. A. Brittany. En. El. Jodido. Teléfono.
Cada palabra era una corta ráfaga de voz italiana llena de ira. De repente, ya no estaba enojada con Santana por contestar el teléfono. Estaba lívida de que Harrison tuviera la audacia de estar enojado con lo que estaba haciendo.
—No puedo, Harry. Ella está... indispuesta en este momento.
Otro gruñido de improperios llegó a través del teléfono.
—Escucha, Harry. Te diré esto de Bastarda a hombre, porque suenas como un buen tipo. Brittany ha estado evitando tus llamadas siendo cortés. La verdad es que simplemente no quiere hablar contigo.
Mi enojo rebotó rápidamente entre los dos ellos. Sin embargo...
AH-BRITT.
Quería estrangular a Santana, aunque al mismo tiempo, realmente quería que dijera mi nombre de nuevo. ¿Qué demonios estaba mal conmigo? Perdí la respuesta de Harrison, ocupada en repetir el sonido de mi nombre pronunciado con acento latino. La forma en que salía de esa engreída lengua bastarda hacía que mi estómago tuviera un pequeño alboroto. Podría haber tenido un lapsus momentáneo en el tiempo mientras imaginaba que me susurraba al oído con un compás gutural. AH-BRITT.
Parpadeé de regreso a la realidad mientras Santana lanzaba un suspiro exagerado en el teléfono.
—Está bien, entonces, Harry. Pero tendrás que parar ahora. Estamos teniendo un buen viaje largo, y tu constante zumbido es un giro de bragas para nuestra chica. Así que sé un buen compañero y frena las interrupciones por un tiempo. ¿Sí?
Nuestra chica. Esa vena tenía que estar lista para explotar en el cuello de Harrison. Santana no esperó una respuesta antes de desconectar la llamada. Por un total de cinco minutos, ninguna de las dos dijo una palabra. Debió de haber estado esperando que la diatriba llegara.
—¿No vas a venirte contra mí sobre mi charla con Harry?
Mis nudillos se volvieron blancos en el volante.
—Estoy procesándolo.
—¿Procesándolo?
Su voz era casi divertida.
—Sí. Procesándolo.
—¿Qué demonios significa eso?
—Significa que no digo lo primero que se me viene a la mente. A diferencia de algunas personas, pienso acerca de lo que diré y lo verbalizaré adecuadamente.
—Filtras tu mierda.
—No.
—Sí, lo haces. Si estás enojada, dilo. Grita si es necesario. Sé una perra de una vez y supéralo, y deja de ser una perra todo el tiempo.
El camino era bastante estéril, así que no fue difícil pisar el freno y estacionar al lado de la carretera. Crucé tres carriles y me detuve. Estaba oscuro, la única luz eran de mis faros y del paso de autos de vez en cuando. Me bajé y caminé hacia el lado del pasajero del auto y esperé a que se uniera a mí. Con las manos en mis caderas.
—Tienes un montón de coraje. Salvé tu trasero en la parada de descanso y tú procedes a entrar en mi auto, a comerte la mitad de mi comida, a cambiar de emisora de radio y, por si fuera poco, contestas mi teléfono.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
—No salvaste mi trasero, me comí una pieza de pollo, tu gusto por la música es una mierda, y Harry tiene un palo en el trasero y te estaba molestando.
La miré. Me miró de vuelta. Oh Dios mío. La luz de un auto que pasaba iluminó su rostro, y allí estaba. El número trece. Sus ojos furiosos eran exactamente del color del número trece. Solía tener que quitar del papel del Blue Cadet en el paquete de sesenta y cuatro Crayolas antes que los otros lápices de colores, incluso perdieran sus puntas. Me gustaba tanto, que no era sólo el color que me protegía desde el cielo. Hubo un año entero de mi vida cuando todas las caras de mis libros para colorear eran de ese hermoso color caramelo con un misterioso toque gris. Nunca había visto el color en la vida real en nada, sobre todo, no en unos ojos. Estaba medio ida. Y entonces tomó la otra mitad.
—Brittany.
Dio un paso adelante AH-BRITT. Maldita sea. No dije una palabra. Estaba ocupada... procesándolo.
—Estaba tratando de ayudar. Harry necesitaba eso. No sé qué es de ti, pero sea quien sea, obviamente hace que te equivoques. Y no quieres escuchar más sus disculpas. Son una mierda, y lo sabes. Deja que se cocine en la idea de que haces un viaje con otra persona por un tiempo. Con una mujer como tú, debe saber que los hombres y las chicas estarán dándote vueltas. No debería necesitar recordártelo.
¿Una mujer como yo? Traté de mantener la fachada enojada, pero no me sentía más así.
—Bien, no toques mi teléfono de nuevo.
—Sí, señorita.
Asentí, necesitando sentir cierta sensación de victoria. No podía dejar de lado mi enojo porque tenía una voz sexy y el número trece en los ojos. ¿Verdad?
—¿Qué tal si conduzco por un tiempo?
Mi visión en la noche no era muy buena para empezar, y estaba empezando a tener los ojos un poco borrosos.
—Bien.
Ella abrió la puerta del lado del pasajero y esperó a que entrara, luego la cerró y trotó hacia el otro lado. Antes de caer en el asiento del conductor, se agachó y recogió algo de la calle, dejándolo caer en el bolsillo trasero antes de ajustar el asiento donde lo quería.
—¿Qué tomaste?
—Nada.
Evitó mi pregunta.
—. El que maneja escoge la música.
Nos alejamos de la rampa.
—Cambiaste de estación cada cinco minutos mientras yo conducía.
Se encogió de hombros y sonrió.
—Es una nueva regla. Estar en el asiento del copiloto me dio la oportunidad de estudiarlo.
Dios esos hoyuelos eran profundos. Y funcionaban para mí. Realmente funcionaban. Había una buena posibilidad de que estuviera conduciendo una barbaridad. Tres horas más tarde, era casi medianoche cuando decidimos parar por el día. Habíamos llegado tan lejos como había planeado, incluso habíamos perdido un par de horas consiguiendo un neumático nuevo. La mujer en el mostrador de recepción del hotel estaba ocupada jugando algo en su teléfono y apenas nos miró cuando nos acercamos.
—¿Nos gustaría una habitación para esta noche, por favor? —dijo Santana.
—Ummm... dos habitaciones, por favor —aclaré.
—¿Qué? Iba a conseguir una con dos camas.
—No compartiré habitación contigo.
Se encogió de hombros.
—Haz lo que quieras.
Y volvió su atención de nuevo a la recepcionista.
—. Tiene miedo de que si estamos en una habitación juntas, no podrá mantener sus manos fuera de mí.
Le guiñó un ojo. Ella tenía la piel oscura, pero podía ver su rubor de todos modos. Puse los ojos en blanco, demasiado cansada para pelear con ella de nuevo y hablé con la recepcionista.
—¿Puede darme mi habitación mirando hacia el oeste, no a la planta baja, y que sea número impar, si es posible?
—Me gusta la mía con una cama, baño y televisión, si es posible.
Sonrió, burlándose.
—Les puedo dar las habitaciones 217 y 218. Están justo al lado de la otra.
—Perfecto. A ella le gusta estar cerca de mí.
No estaba segura de sí su sentido del humor ególatra crecía conmigo o si era sólo una palmada feliz por tantas horas en el auto, pero en realidad me reí un poco. Parecía contenta. La recepcionista nos dio las llaves junto con una galleta con chispas de chocolate a cada una. En nuestro camino hasta el ascensor, le ofrecí la mía.
—¿Quieres mi galleta? No voy a comerla.
—Claro. Te comeré.
—¿Qué acabas de decir?
—Dije que me comeré la tuya. Realmente necesitaba dormir un poco. Y tal vez una buena ducha fría.
Ella cargó las dos maletas a nuestras habitaciones durante la noche, y no pasó desapercibido para mí que me dejó entrar y salir del ascensor antes que ella.
Engreída Bastarda tenía modales para ir con su arrogancia.
—Buenas noches, Princesa.
—Buenas noches, Engreída.
Me alegré de que no dijera mi nombre; me molestaba lo suficiente sólo dormir a su lado. Quince minutos más tarde, había terminado mi rutina para dormir y me metí en la cama. Tomé un profundo respiro y lo dejé salir, y me dejé hundir en la suavidad del colchón. Un golpe en la puerta me hizo saltar. Con un resoplido, me levanté de la cama y me puse de puntillas para mirar por la mirilla. ¿Por qué esas cosas siempre eran tan altas en la puerta de todos modos? Me sorprendí al no encontrar a nadie de pie al otro lado. Tal vez lo había imaginado. Otro golpe. Encendí las luces. El sonido no venía de la puerta de entrada. Venía de una puerta interior que ni siquiera había notado antes. La puerta de Santana. Quité el bloqueo de la parte superior y la abrí lo suficiente como para poder ver lo que quería. Y allí estaba. Sin camisa. Usando sólo un Bra deportivo y calzoncillos bóxer gris oscuro que la abrazaban como una segunda piel.
Me tomó un minuto entender lo que estaba haciendo allí, a pesar de que estaba sosteniendo un cepillo de dientes en pregunta.
—Pensé que habíamos establecido que no era una asesina en serie ya.
Abrí la puerta. Ella sonrió. Oh Señor ayudame. Deja de hacer eso. Ahora mismo.
—Debo haber dejado mi pasta de dientes en mi alforja en el auto.
Tragué.
—Eh, ajá.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado, y sus cejas se levantaron.
—¿Me prestas la tuya?
—Oh. Sí seguro.
Pasó junto a mí y fue a mi cuarto de baño. Esperé en la puerta.
—Tienes un montón de porquería femenina aquí para una noche — dijo con una boca confusa llena de pasta de dientes en el baño.
—. Colección Privada Nardo Gardenia.
Estaba leyendo mi botella de perfume de Estée Lauder.
La oí enjuagarse y escupir. Luego hubo un sonido de gárgaras. Usó mi enjuague bucal, también. Claro, sírvete. Salió y apagó la luz del baño.
—¿Es nardo de rosa?
Negué, todavía confundida por toda la situación.
—Es por eso —murmuró.
—¿Por eso qué?
—No podía entender a lo que olí todo el día. No estoy segura de que hubiera olido a nardo antes.
Se encogió de hombros y volvió a su habitación, pero no antes de volverse.
—. Incluso en esa pequeña ropa interior de encaje negro hueles a nardo.
Mis ojos se desorbitaron. Había tomado el sujetador y bragas que dejé en el mostrador del baño.
—Tú... Tú…
—Relájate. Estoy bromeando. ¿Me veo como una oledora de ropa interior para ti?
Sí. No. ¿Puede ser?
—Buenas noches, Brittany.
Me honra con un hoyuelo y desaparece.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
BRIT--TANY.
Maldita sea. Cerré la puerta y la revisé dos veces, no estando clara si fue por mi seguridad o la de ella. Su voz diciendo mi nombre estaba en reproducción dentro de mi cabeza, volviéndose más y más suave mientras un calmante arrullo con cada respiración me llevaba a la tierra de los sueños. Hasta que llamaron de nuevo. Creo que podría haberme quedado dormida durante tres segundos antes de levantarme para abrir la puerta. De nuevo.
—¿Quieres ver una película?
Mi habitación estaba a oscuras; ella tenía todas las luces de su habitación encendidas. Le tomó a mis ojos un minuto ajustarse. Y cuando lo hicieron, se enfocaron directo en su ropa interior. En lugar de decir que no y cerrar la puerta, discutí con ella. De nuevo.
—No veré una película contigo en ropa interior. Ella miró hacia abajo y hacia mí.
—¿Qué? No es como si tuviera una erección.
Mis ojos se abrieron a lo inapropiado de su comentario, Santana no tenia filtro, pero mencionar que tuviese una erección me dejo pasmada, pero luego empecé a imaginarla en su ropa interior ridículamente estrecha con una erección, cosa raras pasaban por mi mente.
De repente, no tenía lugar para ver. Si miraba hacia abajo, estaba mirando su paquete, en ese momento me di cuenta de que Santana si tenia un paquete, y no era algo raro para mi, ya sabia de mujeres con esa condición, pero nunca me paso que Santana, fuera asi y si la miraba, seguramente vería lo que estaba pensando.
Se rió entre dientes.
—Voy a ponerme unos pantalones cortos.
No tenía idea de por qué estaba negociando, cuando realmente no tenía ganas de ver una película.
Desapareció y regresó un minuto después con un pantalón corto que le colgaban sueltos. Todavía podía ver el borde de su banda de ropa interior de Calvin Klein sobresaliendo. Y ahora que había calzoncillos ajustados para centrarse en ellos, me di cuenta que los shorts en realidad lo hacían peor. Colgaban del valle en sus estrechas caderas, donde se tallaban en una profunda V. Encubriendo sus bollos apretados únicamente para hacer que prestara más atención a los detalles de sus pechos. Y a sus ridículos abdominales.
—Tu turno —dijo.
Mis ojos pidieron aclaraciones.
—Si no puedo estar en ropa interior, tú tendrás que cambiarte esa camiseta de dormir.
—¿Qué pasa con mi camiseta?
Mi voz era defensiva. Sus ojos cayeron a mi pecho y las comisuras de sus labios se curvaron con una deliciosa sonrisa maliciosa.
—Nada de nada. Por todos los medios, mantenla puesta.
Miré hacia abajo, después de haber olvidado que llevaba una camisa blanca delgada sin sujetador. Mis pezones estaban de pie en toda atención, tratando de perforar a través de la tela transparente. Discutimos sobre qué alquilar durante veinte minutos antes de decidir sobre una película de terror que realmente no quería ver. Cinco minutos más tarde, vestida con una sudadera encima de mi camiseta, me quedé dormida con Santana sentada en la cama doble junto a mí. A la mañana siguiente, ella estaba de regreso en su habitación cuando me desperté, la interconexión de puertas estaba abierta en ambos lados. La escuché en su teléfono diciéndole a alguien sus planes para el día.
Claramente, todo el día de actividades era una mentira, ya que estaba bastante segura de que no se mantendría dentro del Condado de Los Ángeles durante todo el día.
Decidimos parar en un restaurante en la misma calle del hotel para desayunar. Puse mi orden de bebidas primero.
—Tomaré café con leche de vainilla sin grasa con tres recargas, espuma baja y extra caliente.
Santana entrecierra sus ojos hacia mí y se vuelve hacia la camarera.
—¿Captaste todo eso? Ella tomará un café con dos rellenos calientes con crema extra.
Bertha, como su tarjeta de identificación indica, no parece ni un poco divertida.
—Sólo tenemos café, descafeinado o regular —dijo monótonamente, sosteniendo una jarra.
—Tomaré café negro, entonces.
—Asegúrate de que sean dos —dijo ella.
Ella sirvió nuestras tazas.
—Vuelvo para tomar su pedido.
Santana estaba riéndose de mí mientras sacudía un paquete de azúcar. Me crucé de brazos.
—¿Qué es tan gracioso?
—Tú.
—¿Qué hay de mí?
—¿De verdad crees que podrías pedir tu bebida tan elaborada en un lugar como este?
—¿Quién no tiene lattes? ¡Incluso McDonald los tiene!
—Te conseguiremos un latte y una Cajita Feliz para la cena entonces con un pequeño juguete dentro. ¿Será que eso te hará feliz?
Sacudiendo la cabeza, examinamos el menú. Aquí no había nada que pudiera comer.
—Todo es tan grasiento.
—Mmm. Tocino. Un poco de grasa de vez en cuando no te va a matar.
—Ya he tenido mi asignación mensual de grasa... los bocaditos de pollo de ayer.
—¿Asignación mensual?
—Sí. Una comida chatarra al mes. Suspiré.—. No hay ni una cosa sana aquí. En serio, no sé qué ordenar.
—No te preocupes. Yo pediré por ti.
—¿Qué? No.
Santana levantó su dedo.
—Bertha, ¿nena? Estamos listas.
Dios, incluso tenía la capacidad de hacer ruborizar a la camarera.
—¿Qué van a pedir?
Señaló el menú.
—Yo pediré este plato que se llama ataque al corazón en una bandeja. Ella simplemente tendrá una orden de tostadas de centeno, sin mantequilla.
—Marchando.
—¿Todo lo que voy a tener es una tostada?
—No. Comerás de mi plato en cualquier momento. Simplemente no te has dado cuenta todavía. La tostada es simplemente mi forma de mostrarte que realmente no quieres las cosas que dices que quieres. Y muchas de las cosas que consideras malas son realmente las que más quieres en el fondo.
—Oh en serio…
—Veo a través de ti. Entre más duro trates de ser buena, más te estarás muriendo de hambre y siendo mala. No sólo vas a comer un poco de mi comida grasosa, sino que la vas a comer con mi salsa de pene por todas partes y te encantará.
—¿Discúlpame? ¿Con tu qué?
Santana inclinó la cabeza hacia atrás con carcajada antes de abrir el bolsillo de su chaqueta. Dejó una pequeña botella de plástico sobre la mesa. Tenía un gallo en la parte frontal.
—Salsa Pene1. También conocido como Sriracha, una salsa de chile tailandesa. Nunca viajo a ninguna parte sin ella.
Bertha trajo un plato ovalado con una pila de huevos revueltos, patatas fritas caseras, salchichas en trozos, tocino, jamón canadiense y picadillo de carne en conserva. Lo colocó delante de Santana antes de entregarme el pequeño plato de tostadas. Ella no perdió tiempo poniendo líneas de chorros de salsa roja en la parte superior de su comida. Comenzó, observándome mientras yo la miraba.
Ella miró hacia abajo, yo mordí mi tostada de una manera exagerada, decidida a evitar querer nada de eso. Es cierto, estaba hambrienta. Para evitar mirar su plato, moví mis ojos hacia arriba, centrándome en su gorra de béisbol. La había comprado en la tienda de regalos del hotel y la llevaba hacia atrás. Era una buena apariencia, funcionaba muy bien para ella con su cabello sobresaliendo de los lados. Un rayo de sol pasaba a través de la ventana de nuestro stand, lo que acentuaba de nuevo el caramelo número trece. Maldita sea. Su voz me sacó de mis pensamientos.
—Sabes que lo deseas, Brittany.
¿Eh? ¿Me atrapó registrándola, o estaba hablando de la comida? Ella cortó un trozo de salchichas por la mitad y trató de darme de comer con el tenedor mientras me dirigía una sexy sonrisa.
—Vamos. Sólo una pieza. Olía picante... y deliciosa.
Incapaz de resistirme, abrí mi boca y dejé que me alimentara.
—Mmm —dije mientras masticaba el jugoso trozo lentamente, cerrando los ojos y saboreando cada pedazo.
Cuando abrí los párpados, la mirada de Santana estaba fija en mis labios.
—¿Quieres más? —susurró con voz ronca. La saliva se reunió en mi boca.
—Sí.
Esta vez, levantó un pedazo de tocino y me alimentó con la mano. Odiaba admitirlo, pero tenía razón sobre esa salsa. Era tan buena en todo.
—¿Más?
Lamí mis labios.
—Sí.
Santana me dio de comer tres bocados más. Cuando dejé escapar un gemido, ella dejó caer su tenedor, que hizo un sonido de tintineo fuerte.
—Jesucristo. La comida está buena. Pero no tan buena. Mi boca estaba asquerosamente llena.
—¿Qué quieres decir?
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste muy bien atendida?
—¿Atendida? ¿Qué?
—Penetrada, princesa. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo correctamente?
—¿Qué tiene eso que ver con esto?
—No hay manera de que pudieras tener ese tipo de reacción con la comida a menos que estuvieras completamente excitada.
Movió sus cejas.
—. El príncipe Harry no supo hacértelo muy bien, ¿verdad?
—Eso no es asunto tuyo.
—Tu cara se está volviendo más roja que esta salsa.
Santana se inclinó y susurró
—: Brittany... ¿cuándo fue la última vez que tuviste un orgasmo durante el sexo?
—No importa.
Su tono se hizo más insistente.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Desde la Universidad.
Prácticamente tosí. ¿Qué diablos acabo de admitir?.
—. No puedo creer que acabo de decirte eso. Ahora, me da vergüenza.
Dejó escapar un profundo suspiro.
—No lo estés. Pero no voy a mentir. Estoy verdaderamente sorprendida. Una mujer como tú debe estar con alguien que sabe lo que está haciendo.
—¿Por qué te importa? Sigues diciendo eso, una 'mujer como yo’. — Ni siquiera creo gustarte mucho.
Santana se recostó en la cabina y miró por la ventana antes de mirarme a los ojos.
—Por mucho que seas un dolor en el trasero... me gustas, Brittany. Eres divertida. Eres graciosa, no de ja, ja... sino divertida. Eres consciente. Eres perspicaz. Eres inteligente. Eres toda linda...
Miró hacia abajo casi hasta detenerse de ir más lejos.
—. ¿Qué pasó de todos modos?
—¿Con qué?
—¿Por qué estás huyendo de ese tonto de Harrison?
Cuando dudé, le hizo señas a Bertha.
—. ¿Podemos tener más café, por favor, preciosa?
No sé qué me pasó. Tal vez fue la salsa caliente. Una parte de mí sólo quería dejar salir todo. Después de que Bertha sirvió dos tazas nuevas, empecé a abrirme a ella.
—Harrison era socio de la firma de abogados en la que trabajé de regreso en Chicago. Yo era asociada. Patentes y derecho de marcas. Él y yo fuimos pareja por poco más de un año. Nos mudamos juntos. Hace unos dos meses, me enteré de que me engañaba con una de sus pasantes. Así que sí…
—Entonces, ¿te mudaste y te fuiste?
—Sí. También dejé mi trabajo. Harrison ha pasado cada día de las últimas semanas tratando de convencerme de que estoy cometiendo un error, que estoy tirando mi carrera porque él me habría hecho socia antes de lo que pudiera hacerlo por mi cuenta. Dejé todo atrás, tomé la primera posición que conseguí, pasé a estar en una pequeña firma iniciando en Temecula. Estoy asustada. No conozco a nadie en el Oeste, y no sé si estoy tomando la decisión correcta. Ni siquiera estoy segura de sí ser abogada es lo que aún quiero ya. Me siento muy perdida.
Admitir la última parte me hizo empezar a romperme un poco. Los ojos de Santana sostenían una intensidad seria que no había visto anteriormente en ella.
—¿Qué te apasiona, princesa?
Pensando un poco, sólo había una cosa que realmente me vino a la mente.
Dejé escapar una risa nerviosa.
—No mucho, excepto los animales... Me encanta tener que ver cualquier cosa con ellos. Hubiera querido ser veterinaria, pero mi padre era abogado, y me presionó para seguir sus pasos.
—Probablemente sientas como que te relacionas con ellos mejor que con los humanos, ¿eh?
—A veces me siento así, también.
Ella se rascó la barbilla y sonrió.
—Vas a encontrar tu camino. Lo harás. La mierda que pasó de regreso en Chicago está todavía demasiado fresca para que puedas pensar con claridad. Al llegar a California, el cambio de ambiente te hará bien. Podrás tomarte tu tiempo, mirar dentro de ti misma y decidir qué es lo que realmente quieres, después, hacer un plan para llegar allí. Estarás en control de tu destino, excepto en las próximas veinticuatro horas. Yo estaré en control de eso por ahora.
Guiñó un ojo y mostró una sonrisa taimada.
— . Estás atrapada conmigo, te guste o no.
—Supongo que lo estoy. —Sonreí.
Esta chica estaba empezando a gustarme, y eso me ponía realmente incómoda. Ni siquiera sabía algo de ella.
—Es tu turno. ¿Quién eres, Santana López? ¿Cuánto tiempo has estado en EE.UU.?
—Nací en Puerto Rico, en realidad. Pero soy ciudadana. Me mudé a Australia cuando tenía cinco años. Mi padre fue reclutado en el fútbol profesional de Australia para jugar y fue entrenador finalmente. Crecí en ese mundo.
—Eso es realmente genial.
—Lo fue por un tiempo... hasta que no lo fue más.
Tragó, su expresión se volvió hosca.
—¿Qué quieres decir?
—Es una pequeña larga historia.
Mi teléfono sonó, interrumpiendo la conversación. Era Harrison. Mierda. Mierda. Mierda. Se lo pasé para mostrarle a Santana el identificador de llamadas. Ella lo tomó de mis manos y respondió:
—¡Harry! ¡Tarado!
La voz de Harrison fue amortiguada.
—Pon a Brittany en el teléfono.
—¡Brittany y yo estábamos hablando de ti! Estamos fuera desayunando, y ella recoge una de estas pequeñas salchichas y dice: “¿Ves está de aquí? Es del tamaño de Harry”.
Parecía furioso a través del teléfono.
—Tú maldita idiota. Dile a Brittany que si sigue con una basura como tú…
Santana cuelga el teléfono.
—¿Lista para irnos?
—Eso fue impresionante.
Choco las palmas después de que levanta la mano.
—Sí, estoy lista.
—¡Adiós, Bertha!
Santana le hace un guiño a la camarera.
—Adiós, cosita caliente.
Poniendo los ojos en blanco, negué con una risa mientras seguía su trasero caliente por la puerta. Era una hermosa, tarde clara. Le dije a Santana que quería conducir esta vez. Con toda honestidad, necesitaba un descanso de mirar fijamente sus ojos y su rastrojo durante un tiempo. Mi atracción no deseada hacia ella realmente estaba empezando a hacerme sentir incómoda. Tener el control de la radio era también un plus de estar en el asiento del conductor.
—¿Michael Bolton? ¿Realmente, Princesa? ¿Vas a hacer que me siente y escuche eso?
—¿Qué? ¡Es bueno! Su voz es abundante... ¡robusta!
Santana comenzó a cantar en alto la letra de When a Man Loves a Woman. Sonaba horrible. El dúo improvisado entre Santana y Michael era suficiente para hacer que cambiara a otra canción. Poco después, nos detuvimos por gasolina, y Santana entró al minisupermercado para conseguir algunos bocadillos después de que terminó de llenar el combustible. Cuando volvió a entrar en el auto con una gran bolsa de papel, la miré y me quedé helada mientras ella estaba a punto de accionar el encendido. Tenía polvo debajo de la nariz. ¡Mierda! ¿Era una consumidora de coca? ¿Había ido al baño para aspirarla?
—¿Vas a encender el auto en algún momento de hoy? —me reprendió.
Mi respiración se volvió difícil mientras me preparaba a mí misma para una gran decepción.
—Dime la verdad.
—Está bien...
—¿Estabas drogándote en el baño?
Sus ojos se oscurecieron.
—¿Qué demonios?
Estaba enojado.
—. ¿Por qué me preguntas eso?
—¡Tienes polvo debajo de la nariz!
Ella cerró los ojos y de repente estalló en carcajadas que duraron por lo menos un minuto. Nunca se había reído tanto en el tiempo que la conocía. Santana se mantenía tratando de hablar, pero no podía, teniendo que agarrarse el pecho. Se miró en el espejo retrovisor y quitó el polvo de encima de su labio. Prácticamente metiendo su dedo en mi boca, dijo:
—Prueba.
La empujé.
—¡No!
—¡Pruébalo!
Estiré con vacilación la punta de mi lengua por su dedo. Sabía a KoolAid de uva o algo.
—Es dulce.
Ella abrió la bolsa de papel y sacó uno de los Pixy Stix con azúcar en polvo del interior y lo lanzó hacia mí.
—Su cocaína, señorita.
El alivio se apoderó de mí. También me sentí estúpida.
—¿Pixy Stix? ¿Te gusta eso?
—Me encantan, en realidad.
—Eso es puro azúcar. No he comido uno de ellos desde que era niña.
—No tenían Fun Dip, por lo que estas tenían que ser.
Miró hacia abajo.
—. No puedo creer que hayas pensado que estaba aspirando coca. No soy perfecta, de cualquier manera, pero nunca he usado drogas en mi vida.
Santana se veía seriamente herida por mi suposición. Todavía no había encendido el auto.
—Siento llegar a conclusiones. Es que... realmente no te conozco.
—Entonces, conóceme —dijo en voz baja.
Nos quedamos en silencio por un rato antes de hablar.
—¿Por qué te diriges a California?
—Vivo allá.
Sabía lo que realmente quería preguntar, pero no estaba segura de por qué le importaba tanto. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
—¿Con quién hablaste por teléfono esta mañana?
Pareció sorprendida por mi pregunta.
—¿Qué?
—Escuché la conversación desde mi habitación. Estabas diciéndole a alguien tus planes para el día. Mentiste y dijiste que estabas en Los Ángeles.
Le tomó un tiempo responder.
—Es complicado, Brittany.
Entonces, pareció cerrarse y se volvió hacia la ventana.
—Bueno, esta era una buena conversación. Me alegro de que lo preguntaras —dije con amargura cuando encendí el auto y fui hacia la carretera.
Nos sentamos en silencio durante un largo rato. Santana parecía tensa y siguió chupando su Pixy Stix uno por uno. Después de cerca de media hora, decidí romper el hielo.
—¿Cómo puedes mantener un cuerpo como ese consumiendo de la forma en que lo haces?
—¿Es esa tu forma de decir que te gusta mi cuerpo? ¿Te gusta lo que ves?
—No dije eso exactamente.
—No exactamente, pero lo diste a entender.
—Idiota.
—Montones y montones de sexo, Brittany. Así es como lo hago.
—¿En serio? ¿Eso es?
—No. Sólo quería ver tu cara volverse esa sombra bonita de rosa cuando estás avergonzada.
Se rió.
—. En respuesta a tu pregunta, trabajo mucho, y no como así todos los días. Pero en los viajes por carretera, todas las reglas dietéticas se van por la ventana. Necesitas poder comer lo que quieres para mantener la cordura.
—Bueno, por lo que veo, estás loca, por lo que no está funcionando.
Me sonrió, y se la devolví. Las secuelas de nuestra conversación tensa de antes finalmente parecían haber desaparecido.
—Dame uno de los paquetes de galletas, por favor.
Tomó uno de la bolsa de papel y me lo entregó y luego miró detrás de su hombro a mi asiento trasero lleno.
—¿Qué tienes en todas estas bolsas, de todos modos?
—No toques mis cosas.
—Apuesto a que hay algunos tesoros en esta basura que me dirían todo lo que siempre he necesitado saber de ti.
Empezó a tomar ciegamente las cosas de mi equipaje.
—Oh, ¡un libro! Perra feliz: La guía correcta de la novia para perder el equipaje y buscar diversión, hasta quedar fabulosa por dentro.
—¡Pon eso atrás y no toques esa bolsa de nuevo!
—Está bien. Pero, ¿qué escondes en esto que es tan malo?
Mierda. Santana se mantuvo excavando.
—¿Qué es esto?
¡Oh no! Sacó mi vibrador color piel real.
—Princesa... ¿Este gran pene de silicona en un estuche enjoyado? No es de extrañar por qué no te importa que Harry no pueda hacértelo. Lo estabas tomando en tus propias manos y en tu propia…
—¡Dame eso!
Ella lo sacó de la caja.
—Oh... esto es patético. Podríamos hacerlo mucho mejor que esto.
—Santana... en serio, no estoy bromeando. Entrégamelo... ¡ahora!
—No hay nada de qué avergonzarse. Todas nos complacemos a nosotras mismas.
Los acontecimientos que siguieron parecieron ocurrir en rápida sucesión. Ella siguió agitando el vibrador alrededor mientras yo trataba de agarrarlo. Un conductor de camión que se dio cuenta, nos tocó el claxon. El auto se desvió. Entonces, lo vi. Estaba de pie en medio de la carretera con ojos asustados, congelado como un ciervo ante los faros de un auto. De repente di un duro giro a la derecha con el volante, directo a un terraplén, sin saber si lo había matado.
—¿Está respirando?
Mantengo mi propia respiración cerniéndose sobre Santana hasta que veo el ascenso y caída de su pequeño estómago. Tenía el pelo largo peludo y se veía como una vaca, pero sus ojos estaban hinchados en su cabeza más como una rana. La pobre cabra no era más que un bebé. Una que acababa de estrellarse contra mi auto mientras estaba peleando por un maldito vibrador. Al principio, en realidad no creí haberla golpeado. Pero entonces vi con horror mientras caía otra vez, con las cuatro patas de pie hacia arriba rígidas, como algo salido de una mala película. Ahora ambas estábamos de pie junto a él, esperando que algo sucediera, ninguna de las dos muy seguras de qué hacer.
Sin previo aviso, la cabra se giró sobre sí misma y de pronto se puso de pie sobre las cuatro patas. Sorprendidas, las dos retrocedimos. Los brazos de Santana se hicieron amplios como para protegerme de una bestia asesina. El bebé cabra dio unos pasos cautelosos, y luego procedió a caminar directamente a mi BMW, como si la masa de dos toneladas de acero ni siquiera estuviera allí.
—Oh Dios mío. Debo haberle lastimado la cabeza. Mira cuan confundida está la pobre.
Me acerqué para tocar al animal herido, y Santana me agarró del brazo, deteniéndome.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a recogerla. Mírala. Está herida. Le pasé por encima.
Bordeé alrededor de Santana y me apoyé en una rodilla, extendiendo mi mano a la pequeña dulce cabra.
—. Y todo es tu culpa.
—¿Mi culpa?
—Sí, es culpa tuya. Si no me hubieras estado distrayendo, habría estado poniendo más atención a la carretera, y esto nunca hubiera sucedido.
La cabra acarició mi mano.
—. Oh Dios mío. Mira qué linda es.
Acaricié la parte superior de su cabeza, y la acurruqué aún más cerca.
—No fue mi culpa. Si no estuvieras tan tensa acerca de tu sexualidad, habrías estado calmada cuando encontré tu varita mágica. Dejé de acariciar la cabeza de la cabra.
—No estoy tensa acerca de mi sexualidad.
Santana cruzó los brazos sobre su pecho.
—Admite que te complaces a ti misma entonces. Quiero escucharte decirlo.
—No haré tal cosa.
—Tensa.
—Pervertida.
—Una pervertida es alguien que tiene un comportamiento sexual que está mal o que es inaceptable. Ese es tu problema. Crees que complacerte a ti misma es erróneo. A mí me parece perfectamente aceptable. De hecho, me gusta la idea de ti usando tu varita mágica.
Estaba bastante segura de que mis ojos se parecían a los de la pobrecabra, abultados en mi cabeza.
Justo en ese momento, un camión pasó zumbando junto a nosotras. Uno de los dobles remolques que siempre me ponían nerviosa pasó cerca. Un silbido del viento a su paso me recordó lo cerca que estábamos de la carretera en realidad.
—Vamos. Es peligroso aquí —dijo Santana.
—¿Qué vamos a hacer con Esmeralda?
—¿Con quién?
—Con ella.
Rasqué detrás de la oreja de la cabra, y ella hizo un ruido bajo de zumbido que sonó como que decía mamáaaaaa.
—Que se vaya.
Santana agitó el brazo en dirección a la zona boscosa detrás de ella.
—. De vuelta a donde vino. Estará bien.
—No está bien.
—Se ve bien para mí.
—Creo que tiene una lesión en la cabeza.
Santana negó.
—Está bien. Mira.
Dio una palmada e hizo sonidos como si estuviera llamando a un perro.
—. Vamos amiga. Por aquí. Esmeralda no hizo ningún esfuerzo para moverse, muy contenta con la cabeza presionada contra mi pecho y su cuerpo entre mis piernas.
—Tienes que dejarla ir.
—No la estoy sosteniendo aquí.
—No físicamente. Pero tiene la cabeza enterrada entre tu escote y su cuerpo entre tus muslos. Ningúna persona se alejaría de eso intencionalmente.
—Ves. Te lo dije. Eras un pervertida.
Otro camión pasó volando. Esta vez hizo sonar su claxon mientras pasaba campante, y pasé de estar en cuclillas a caer de nuevo sobre mi trasero. La cabra... bueno, dio un paso y cayó otra vez, con las cuatro patas de pie hacia arriba en el aire. No podía creer que hubiera lastimado a tan adorable cabrito.
—Ves. Está herida. No podemos dejarla aquí.
—¿Qué esperas que hagamos por ella? ¿Ponerle el cinturón en el asiento trasero del auto y llevarla a un veterinario como buena obra?
Dos horas más tarde, finalmente salimos de la carretera en Sterling, Colorado para llevar a nuestro pasajero al Hospital Animal Sterling. Le había costado a Santana casi media hora desempacar y volver a empacar la parte trasera de mi auto para hacer espacio. No estaba feliz por eso.
—¿Copo de nieve?
—No.
—Es de un libro de niños...
—Heidi. Sí. Lo sé.
—¿Lo conoces?
—¿Qué? ¿Acabas de asumir que soy ignorante porque no ando por ahí con un palo en mi trasero como tu Harrison?
—Eso no es lo que quise decir.
—¿Oh si? Entonces, ¿qué hizo que asumieras que no supiera de una historia de literatura clásica?
—No lo sé. Simplemente no pareces de ese tipo.
—Bueno, tal vez deberías dejar de encasillar a las personas. No todo el mundo cabe en pequeño compartimento aseado, sabes.
Las dos estuvimos en silencio por un tiempo, con la única voz de la mujer de mis GPS interrumpiendo de vez en cuando para dirigirnos a girar.
—Mutton.
—¿Discúlpame?
—Para la cabra. Un nombre.
—¡No lo llamaremos cordero! Eso es sádico.
Hemos estado discutiendo sobre los nombres para ella en la pasada hora o así. Yo favorezco nombres de la mitología griega o de la literatura clásica, mientras Santana quería nombrarla como una de las muchas cenas en las que el pobre bebé podría convertirse. Llegamos al hospital de animales, estacionando en un lugar abierto justo enfrente de la puerta.
Hago que Santana cargue al pequeño, a pesar de que la puerta estaba sólo a unos diez pies de distancia. Sosteniendo a Esmeralda Copo de nieve, se veía... atractiva. ¿Estaba demente? Porque realmente pensé que era aún más sexy llevando a una cabra.
En el interior, las mujeres en la recepción confirmaron que no era sólo yo. Sus ojos se deleitaron con el abultamiento de sus bíceps mientras llevaba a nuestra pasajera lesionada a la recepción. Santana era toda una visión. Empecé a sonreír. Hasta que ella habló.
—Mi amiga estrelló su BMW contra este pequeño individuo, mientras estaba tratando de tener control sobre su vibrador.
Me sonrió y le guiñó un ojo a la recepcionista. Ella se sonrojó. Yo quería golpearla.
—Me gustaría conseguir que lo revisaran. No creo que le pegara, pero él parece... raro.
Santana rió disimuladamente y murmuró en voz baja:
—No es la única.
Quince minutos más tarde, finalmente vimos a un médico. Revisó a la cabra como si se tratara de un hecho cotidiano. Una mano la sujetó a la mesa de examen, la otra pulsando en su vientre, comprobado sus ojos, y moviéndole las cuatro patas. Parecía un examen físico completo para mí.
—Todo parece estar muy bien. Tiene los síntomas miotónicos congénitos habituales, y probablemente sufrió de una deficiencia de tiamina en algún momento. Pero esas condiciones no vienen de un accidente de auto. De hecho, no veo ninguna señal de que este pequeño individuo incluso fuera golpeado. Probablemente fue sólo un desvanecimiento.
—¿Desvanecimiento? El médico se rió en voz baja. —Esto aquí es lo que se conoce comúnmente como una cabra desmayada. Es un trastorno genético. Popular por estos lugares. Algunos agricultores incluso los muestran. Se desmayan cuando se ponen nerviosos. Todos los músculos de su cuerpo se congelan, y básicamente sólo se caen. Dura sólo unos diez segundos. No causa ningún dolor, pero es raro verlo la primera vez.
—Pero... está confundida, también. Cuando se levantó, caminó directamente hacia mi auto. Y estuvo golpeando cosas durante el viaje aquí.
—Bueno, eso es probablemente porque es ciega, también.
—¿Ciega?
—La deficiencia de tiamina, supongo. Por desgracia, se está convirtiendo en un problema más común. La alimentación inadecuada, sobre todo de granos y de demasiado poco forraje. Algún agricultor codicioso tratando de engordar al animal rápidamente. Uno de los efectos secundarios de la deficiencia es la ceguera.
—Déjeme ver si lo entiendo —dijo Santana con tono escéptico—. Nosotras no golpeamos la cabra, sino que se desmayó porque estaba asustada y es ciega.
—Eso es correcto.
Santana estalló en risas. Era la segunda vez que la había visto perder el control en las últimas veinticuatro horas. Su pecho se movía, y un sonido profundo y gutural resonó en la habitación. No pude evitarlo. Llegó a mí. Lo siguiente que supe, es que me estaba riendo histéricamente. También.
Nos reímos tan fuerte, que las lágrimas corrieron por nuestros rostros.
—¿Qué se supone que debemos hacer con ella?
Santana se mientras hablaba con el médico.
—Lo que quieran, supongo.
—¿A dónde la llevamos?
—¿La llevamos?
—¿Hay, como, un refugio para animales al que podamos llevarla?
—¿Para cabras? No que yo sepa. Aunque hay un buen número de agricultores alrededor. Probablemente pueden conseguir que uno de ellos la tome como parte de su rebaño.
—¿El mismo tipo que la trató de engordar para hacer dinero rápido y cegando a la pobre cosa? —le pregunté.
—Bueno, hay buenos y malos agricultores por ahí. Igual que cualquier otra cosa.
—¿Y cómo diferenciamos a los buenos de los malos?
El médico se encogió de hombros.
—No pueden hacerlo.
Maldita sea. Cerré la puerta y la revisé dos veces, no estando clara si fue por mi seguridad o la de ella. Su voz diciendo mi nombre estaba en reproducción dentro de mi cabeza, volviéndose más y más suave mientras un calmante arrullo con cada respiración me llevaba a la tierra de los sueños. Hasta que llamaron de nuevo. Creo que podría haberme quedado dormida durante tres segundos antes de levantarme para abrir la puerta. De nuevo.
—¿Quieres ver una película?
Mi habitación estaba a oscuras; ella tenía todas las luces de su habitación encendidas. Le tomó a mis ojos un minuto ajustarse. Y cuando lo hicieron, se enfocaron directo en su ropa interior. En lugar de decir que no y cerrar la puerta, discutí con ella. De nuevo.
—No veré una película contigo en ropa interior. Ella miró hacia abajo y hacia mí.
—¿Qué? No es como si tuviera una erección.
Mis ojos se abrieron a lo inapropiado de su comentario, Santana no tenia filtro, pero mencionar que tuviese una erección me dejo pasmada, pero luego empecé a imaginarla en su ropa interior ridículamente estrecha con una erección, cosa raras pasaban por mi mente.
De repente, no tenía lugar para ver. Si miraba hacia abajo, estaba mirando su paquete, en ese momento me di cuenta de que Santana si tenia un paquete, y no era algo raro para mi, ya sabia de mujeres con esa condición, pero nunca me paso que Santana, fuera asi y si la miraba, seguramente vería lo que estaba pensando.
Se rió entre dientes.
—Voy a ponerme unos pantalones cortos.
No tenía idea de por qué estaba negociando, cuando realmente no tenía ganas de ver una película.
Desapareció y regresó un minuto después con un pantalón corto que le colgaban sueltos. Todavía podía ver el borde de su banda de ropa interior de Calvin Klein sobresaliendo. Y ahora que había calzoncillos ajustados para centrarse en ellos, me di cuenta que los shorts en realidad lo hacían peor. Colgaban del valle en sus estrechas caderas, donde se tallaban en una profunda V. Encubriendo sus bollos apretados únicamente para hacer que prestara más atención a los detalles de sus pechos. Y a sus ridículos abdominales.
—Tu turno —dijo.
Mis ojos pidieron aclaraciones.
—Si no puedo estar en ropa interior, tú tendrás que cambiarte esa camiseta de dormir.
—¿Qué pasa con mi camiseta?
Mi voz era defensiva. Sus ojos cayeron a mi pecho y las comisuras de sus labios se curvaron con una deliciosa sonrisa maliciosa.
—Nada de nada. Por todos los medios, mantenla puesta.
Miré hacia abajo, después de haber olvidado que llevaba una camisa blanca delgada sin sujetador. Mis pezones estaban de pie en toda atención, tratando de perforar a través de la tela transparente. Discutimos sobre qué alquilar durante veinte minutos antes de decidir sobre una película de terror que realmente no quería ver. Cinco minutos más tarde, vestida con una sudadera encima de mi camiseta, me quedé dormida con Santana sentada en la cama doble junto a mí. A la mañana siguiente, ella estaba de regreso en su habitación cuando me desperté, la interconexión de puertas estaba abierta en ambos lados. La escuché en su teléfono diciéndole a alguien sus planes para el día.
Claramente, todo el día de actividades era una mentira, ya que estaba bastante segura de que no se mantendría dentro del Condado de Los Ángeles durante todo el día.
Decidimos parar en un restaurante en la misma calle del hotel para desayunar. Puse mi orden de bebidas primero.
—Tomaré café con leche de vainilla sin grasa con tres recargas, espuma baja y extra caliente.
Santana entrecierra sus ojos hacia mí y se vuelve hacia la camarera.
—¿Captaste todo eso? Ella tomará un café con dos rellenos calientes con crema extra.
Bertha, como su tarjeta de identificación indica, no parece ni un poco divertida.
—Sólo tenemos café, descafeinado o regular —dijo monótonamente, sosteniendo una jarra.
—Tomaré café negro, entonces.
—Asegúrate de que sean dos —dijo ella.
Ella sirvió nuestras tazas.
—Vuelvo para tomar su pedido.
Santana estaba riéndose de mí mientras sacudía un paquete de azúcar. Me crucé de brazos.
—¿Qué es tan gracioso?
—Tú.
—¿Qué hay de mí?
—¿De verdad crees que podrías pedir tu bebida tan elaborada en un lugar como este?
—¿Quién no tiene lattes? ¡Incluso McDonald los tiene!
—Te conseguiremos un latte y una Cajita Feliz para la cena entonces con un pequeño juguete dentro. ¿Será que eso te hará feliz?
Sacudiendo la cabeza, examinamos el menú. Aquí no había nada que pudiera comer.
—Todo es tan grasiento.
—Mmm. Tocino. Un poco de grasa de vez en cuando no te va a matar.
—Ya he tenido mi asignación mensual de grasa... los bocaditos de pollo de ayer.
—¿Asignación mensual?
—Sí. Una comida chatarra al mes. Suspiré.—. No hay ni una cosa sana aquí. En serio, no sé qué ordenar.
—No te preocupes. Yo pediré por ti.
—¿Qué? No.
Santana levantó su dedo.
—Bertha, ¿nena? Estamos listas.
Dios, incluso tenía la capacidad de hacer ruborizar a la camarera.
—¿Qué van a pedir?
Señaló el menú.
—Yo pediré este plato que se llama ataque al corazón en una bandeja. Ella simplemente tendrá una orden de tostadas de centeno, sin mantequilla.
—Marchando.
—¿Todo lo que voy a tener es una tostada?
—No. Comerás de mi plato en cualquier momento. Simplemente no te has dado cuenta todavía. La tostada es simplemente mi forma de mostrarte que realmente no quieres las cosas que dices que quieres. Y muchas de las cosas que consideras malas son realmente las que más quieres en el fondo.
—Oh en serio…
—Veo a través de ti. Entre más duro trates de ser buena, más te estarás muriendo de hambre y siendo mala. No sólo vas a comer un poco de mi comida grasosa, sino que la vas a comer con mi salsa de pene por todas partes y te encantará.
—¿Discúlpame? ¿Con tu qué?
Santana inclinó la cabeza hacia atrás con carcajada antes de abrir el bolsillo de su chaqueta. Dejó una pequeña botella de plástico sobre la mesa. Tenía un gallo en la parte frontal.
—Salsa Pene1. También conocido como Sriracha, una salsa de chile tailandesa. Nunca viajo a ninguna parte sin ella.
Bertha trajo un plato ovalado con una pila de huevos revueltos, patatas fritas caseras, salchichas en trozos, tocino, jamón canadiense y picadillo de carne en conserva. Lo colocó delante de Santana antes de entregarme el pequeño plato de tostadas. Ella no perdió tiempo poniendo líneas de chorros de salsa roja en la parte superior de su comida. Comenzó, observándome mientras yo la miraba.
Ella miró hacia abajo, yo mordí mi tostada de una manera exagerada, decidida a evitar querer nada de eso. Es cierto, estaba hambrienta. Para evitar mirar su plato, moví mis ojos hacia arriba, centrándome en su gorra de béisbol. La había comprado en la tienda de regalos del hotel y la llevaba hacia atrás. Era una buena apariencia, funcionaba muy bien para ella con su cabello sobresaliendo de los lados. Un rayo de sol pasaba a través de la ventana de nuestro stand, lo que acentuaba de nuevo el caramelo número trece. Maldita sea. Su voz me sacó de mis pensamientos.
—Sabes que lo deseas, Brittany.
¿Eh? ¿Me atrapó registrándola, o estaba hablando de la comida? Ella cortó un trozo de salchichas por la mitad y trató de darme de comer con el tenedor mientras me dirigía una sexy sonrisa.
—Vamos. Sólo una pieza. Olía picante... y deliciosa.
Incapaz de resistirme, abrí mi boca y dejé que me alimentara.
—Mmm —dije mientras masticaba el jugoso trozo lentamente, cerrando los ojos y saboreando cada pedazo.
Cuando abrí los párpados, la mirada de Santana estaba fija en mis labios.
—¿Quieres más? —susurró con voz ronca. La saliva se reunió en mi boca.
—Sí.
Esta vez, levantó un pedazo de tocino y me alimentó con la mano. Odiaba admitirlo, pero tenía razón sobre esa salsa. Era tan buena en todo.
—¿Más?
Lamí mis labios.
—Sí.
Santana me dio de comer tres bocados más. Cuando dejé escapar un gemido, ella dejó caer su tenedor, que hizo un sonido de tintineo fuerte.
—Jesucristo. La comida está buena. Pero no tan buena. Mi boca estaba asquerosamente llena.
—¿Qué quieres decir?
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste muy bien atendida?
—¿Atendida? ¿Qué?
—Penetrada, princesa. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo correctamente?
—¿Qué tiene eso que ver con esto?
—No hay manera de que pudieras tener ese tipo de reacción con la comida a menos que estuvieras completamente excitada.
Movió sus cejas.
—. El príncipe Harry no supo hacértelo muy bien, ¿verdad?
—Eso no es asunto tuyo.
—Tu cara se está volviendo más roja que esta salsa.
Santana se inclinó y susurró
—: Brittany... ¿cuándo fue la última vez que tuviste un orgasmo durante el sexo?
—No importa.
Su tono se hizo más insistente.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Desde la Universidad.
Prácticamente tosí. ¿Qué diablos acabo de admitir?.
—. No puedo creer que acabo de decirte eso. Ahora, me da vergüenza.
Dejó escapar un profundo suspiro.
—No lo estés. Pero no voy a mentir. Estoy verdaderamente sorprendida. Una mujer como tú debe estar con alguien que sabe lo que está haciendo.
—¿Por qué te importa? Sigues diciendo eso, una 'mujer como yo’. — Ni siquiera creo gustarte mucho.
Santana se recostó en la cabina y miró por la ventana antes de mirarme a los ojos.
—Por mucho que seas un dolor en el trasero... me gustas, Brittany. Eres divertida. Eres graciosa, no de ja, ja... sino divertida. Eres consciente. Eres perspicaz. Eres inteligente. Eres toda linda...
Miró hacia abajo casi hasta detenerse de ir más lejos.
—. ¿Qué pasó de todos modos?
—¿Con qué?
—¿Por qué estás huyendo de ese tonto de Harrison?
Cuando dudé, le hizo señas a Bertha.
—. ¿Podemos tener más café, por favor, preciosa?
No sé qué me pasó. Tal vez fue la salsa caliente. Una parte de mí sólo quería dejar salir todo. Después de que Bertha sirvió dos tazas nuevas, empecé a abrirme a ella.
—Harrison era socio de la firma de abogados en la que trabajé de regreso en Chicago. Yo era asociada. Patentes y derecho de marcas. Él y yo fuimos pareja por poco más de un año. Nos mudamos juntos. Hace unos dos meses, me enteré de que me engañaba con una de sus pasantes. Así que sí…
—Entonces, ¿te mudaste y te fuiste?
—Sí. También dejé mi trabajo. Harrison ha pasado cada día de las últimas semanas tratando de convencerme de que estoy cometiendo un error, que estoy tirando mi carrera porque él me habría hecho socia antes de lo que pudiera hacerlo por mi cuenta. Dejé todo atrás, tomé la primera posición que conseguí, pasé a estar en una pequeña firma iniciando en Temecula. Estoy asustada. No conozco a nadie en el Oeste, y no sé si estoy tomando la decisión correcta. Ni siquiera estoy segura de sí ser abogada es lo que aún quiero ya. Me siento muy perdida.
Admitir la última parte me hizo empezar a romperme un poco. Los ojos de Santana sostenían una intensidad seria que no había visto anteriormente en ella.
—¿Qué te apasiona, princesa?
Pensando un poco, sólo había una cosa que realmente me vino a la mente.
Dejé escapar una risa nerviosa.
—No mucho, excepto los animales... Me encanta tener que ver cualquier cosa con ellos. Hubiera querido ser veterinaria, pero mi padre era abogado, y me presionó para seguir sus pasos.
—Probablemente sientas como que te relacionas con ellos mejor que con los humanos, ¿eh?
—A veces me siento así, también.
Ella se rascó la barbilla y sonrió.
—Vas a encontrar tu camino. Lo harás. La mierda que pasó de regreso en Chicago está todavía demasiado fresca para que puedas pensar con claridad. Al llegar a California, el cambio de ambiente te hará bien. Podrás tomarte tu tiempo, mirar dentro de ti misma y decidir qué es lo que realmente quieres, después, hacer un plan para llegar allí. Estarás en control de tu destino, excepto en las próximas veinticuatro horas. Yo estaré en control de eso por ahora.
Guiñó un ojo y mostró una sonrisa taimada.
— . Estás atrapada conmigo, te guste o no.
—Supongo que lo estoy. —Sonreí.
Esta chica estaba empezando a gustarme, y eso me ponía realmente incómoda. Ni siquiera sabía algo de ella.
—Es tu turno. ¿Quién eres, Santana López? ¿Cuánto tiempo has estado en EE.UU.?
—Nací en Puerto Rico, en realidad. Pero soy ciudadana. Me mudé a Australia cuando tenía cinco años. Mi padre fue reclutado en el fútbol profesional de Australia para jugar y fue entrenador finalmente. Crecí en ese mundo.
—Eso es realmente genial.
—Lo fue por un tiempo... hasta que no lo fue más.
Tragó, su expresión se volvió hosca.
—¿Qué quieres decir?
—Es una pequeña larga historia.
Mi teléfono sonó, interrumpiendo la conversación. Era Harrison. Mierda. Mierda. Mierda. Se lo pasé para mostrarle a Santana el identificador de llamadas. Ella lo tomó de mis manos y respondió:
—¡Harry! ¡Tarado!
La voz de Harrison fue amortiguada.
—Pon a Brittany en el teléfono.
—¡Brittany y yo estábamos hablando de ti! Estamos fuera desayunando, y ella recoge una de estas pequeñas salchichas y dice: “¿Ves está de aquí? Es del tamaño de Harry”.
Parecía furioso a través del teléfono.
—Tú maldita idiota. Dile a Brittany que si sigue con una basura como tú…
Santana cuelga el teléfono.
—¿Lista para irnos?
—Eso fue impresionante.
Choco las palmas después de que levanta la mano.
—Sí, estoy lista.
—¡Adiós, Bertha!
Santana le hace un guiño a la camarera.
—Adiós, cosita caliente.
Poniendo los ojos en blanco, negué con una risa mientras seguía su trasero caliente por la puerta. Era una hermosa, tarde clara. Le dije a Santana que quería conducir esta vez. Con toda honestidad, necesitaba un descanso de mirar fijamente sus ojos y su rastrojo durante un tiempo. Mi atracción no deseada hacia ella realmente estaba empezando a hacerme sentir incómoda. Tener el control de la radio era también un plus de estar en el asiento del conductor.
—¿Michael Bolton? ¿Realmente, Princesa? ¿Vas a hacer que me siente y escuche eso?
—¿Qué? ¡Es bueno! Su voz es abundante... ¡robusta!
Santana comenzó a cantar en alto la letra de When a Man Loves a Woman. Sonaba horrible. El dúo improvisado entre Santana y Michael era suficiente para hacer que cambiara a otra canción. Poco después, nos detuvimos por gasolina, y Santana entró al minisupermercado para conseguir algunos bocadillos después de que terminó de llenar el combustible. Cuando volvió a entrar en el auto con una gran bolsa de papel, la miré y me quedé helada mientras ella estaba a punto de accionar el encendido. Tenía polvo debajo de la nariz. ¡Mierda! ¿Era una consumidora de coca? ¿Había ido al baño para aspirarla?
—¿Vas a encender el auto en algún momento de hoy? —me reprendió.
Mi respiración se volvió difícil mientras me preparaba a mí misma para una gran decepción.
—Dime la verdad.
—Está bien...
—¿Estabas drogándote en el baño?
Sus ojos se oscurecieron.
—¿Qué demonios?
Estaba enojado.
—. ¿Por qué me preguntas eso?
—¡Tienes polvo debajo de la nariz!
Ella cerró los ojos y de repente estalló en carcajadas que duraron por lo menos un minuto. Nunca se había reído tanto en el tiempo que la conocía. Santana se mantenía tratando de hablar, pero no podía, teniendo que agarrarse el pecho. Se miró en el espejo retrovisor y quitó el polvo de encima de su labio. Prácticamente metiendo su dedo en mi boca, dijo:
—Prueba.
La empujé.
—¡No!
—¡Pruébalo!
Estiré con vacilación la punta de mi lengua por su dedo. Sabía a KoolAid de uva o algo.
—Es dulce.
Ella abrió la bolsa de papel y sacó uno de los Pixy Stix con azúcar en polvo del interior y lo lanzó hacia mí.
—Su cocaína, señorita.
El alivio se apoderó de mí. También me sentí estúpida.
—¿Pixy Stix? ¿Te gusta eso?
—Me encantan, en realidad.
—Eso es puro azúcar. No he comido uno de ellos desde que era niña.
—No tenían Fun Dip, por lo que estas tenían que ser.
Miró hacia abajo.
—. No puedo creer que hayas pensado que estaba aspirando coca. No soy perfecta, de cualquier manera, pero nunca he usado drogas en mi vida.
Santana se veía seriamente herida por mi suposición. Todavía no había encendido el auto.
—Siento llegar a conclusiones. Es que... realmente no te conozco.
—Entonces, conóceme —dijo en voz baja.
Nos quedamos en silencio por un rato antes de hablar.
—¿Por qué te diriges a California?
—Vivo allá.
Sabía lo que realmente quería preguntar, pero no estaba segura de por qué le importaba tanto. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
—¿Con quién hablaste por teléfono esta mañana?
Pareció sorprendida por mi pregunta.
—¿Qué?
—Escuché la conversación desde mi habitación. Estabas diciéndole a alguien tus planes para el día. Mentiste y dijiste que estabas en Los Ángeles.
Le tomó un tiempo responder.
—Es complicado, Brittany.
Entonces, pareció cerrarse y se volvió hacia la ventana.
—Bueno, esta era una buena conversación. Me alegro de que lo preguntaras —dije con amargura cuando encendí el auto y fui hacia la carretera.
Nos sentamos en silencio durante un largo rato. Santana parecía tensa y siguió chupando su Pixy Stix uno por uno. Después de cerca de media hora, decidí romper el hielo.
—¿Cómo puedes mantener un cuerpo como ese consumiendo de la forma en que lo haces?
—¿Es esa tu forma de decir que te gusta mi cuerpo? ¿Te gusta lo que ves?
—No dije eso exactamente.
—No exactamente, pero lo diste a entender.
—Idiota.
—Montones y montones de sexo, Brittany. Así es como lo hago.
—¿En serio? ¿Eso es?
—No. Sólo quería ver tu cara volverse esa sombra bonita de rosa cuando estás avergonzada.
Se rió.
—. En respuesta a tu pregunta, trabajo mucho, y no como así todos los días. Pero en los viajes por carretera, todas las reglas dietéticas se van por la ventana. Necesitas poder comer lo que quieres para mantener la cordura.
—Bueno, por lo que veo, estás loca, por lo que no está funcionando.
Me sonrió, y se la devolví. Las secuelas de nuestra conversación tensa de antes finalmente parecían haber desaparecido.
—Dame uno de los paquetes de galletas, por favor.
Tomó uno de la bolsa de papel y me lo entregó y luego miró detrás de su hombro a mi asiento trasero lleno.
—¿Qué tienes en todas estas bolsas, de todos modos?
—No toques mis cosas.
—Apuesto a que hay algunos tesoros en esta basura que me dirían todo lo que siempre he necesitado saber de ti.
Empezó a tomar ciegamente las cosas de mi equipaje.
—Oh, ¡un libro! Perra feliz: La guía correcta de la novia para perder el equipaje y buscar diversión, hasta quedar fabulosa por dentro.
—¡Pon eso atrás y no toques esa bolsa de nuevo!
—Está bien. Pero, ¿qué escondes en esto que es tan malo?
Mierda. Santana se mantuvo excavando.
—¿Qué es esto?
¡Oh no! Sacó mi vibrador color piel real.
—Princesa... ¿Este gran pene de silicona en un estuche enjoyado? No es de extrañar por qué no te importa que Harry no pueda hacértelo. Lo estabas tomando en tus propias manos y en tu propia…
—¡Dame eso!
Ella lo sacó de la caja.
—Oh... esto es patético. Podríamos hacerlo mucho mejor que esto.
—Santana... en serio, no estoy bromeando. Entrégamelo... ¡ahora!
—No hay nada de qué avergonzarse. Todas nos complacemos a nosotras mismas.
Los acontecimientos que siguieron parecieron ocurrir en rápida sucesión. Ella siguió agitando el vibrador alrededor mientras yo trataba de agarrarlo. Un conductor de camión que se dio cuenta, nos tocó el claxon. El auto se desvió. Entonces, lo vi. Estaba de pie en medio de la carretera con ojos asustados, congelado como un ciervo ante los faros de un auto. De repente di un duro giro a la derecha con el volante, directo a un terraplén, sin saber si lo había matado.
—¿Está respirando?
Mantengo mi propia respiración cerniéndose sobre Santana hasta que veo el ascenso y caída de su pequeño estómago. Tenía el pelo largo peludo y se veía como una vaca, pero sus ojos estaban hinchados en su cabeza más como una rana. La pobre cabra no era más que un bebé. Una que acababa de estrellarse contra mi auto mientras estaba peleando por un maldito vibrador. Al principio, en realidad no creí haberla golpeado. Pero entonces vi con horror mientras caía otra vez, con las cuatro patas de pie hacia arriba rígidas, como algo salido de una mala película. Ahora ambas estábamos de pie junto a él, esperando que algo sucediera, ninguna de las dos muy seguras de qué hacer.
Sin previo aviso, la cabra se giró sobre sí misma y de pronto se puso de pie sobre las cuatro patas. Sorprendidas, las dos retrocedimos. Los brazos de Santana se hicieron amplios como para protegerme de una bestia asesina. El bebé cabra dio unos pasos cautelosos, y luego procedió a caminar directamente a mi BMW, como si la masa de dos toneladas de acero ni siquiera estuviera allí.
—Oh Dios mío. Debo haberle lastimado la cabeza. Mira cuan confundida está la pobre.
Me acerqué para tocar al animal herido, y Santana me agarró del brazo, deteniéndome.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a recogerla. Mírala. Está herida. Le pasé por encima.
Bordeé alrededor de Santana y me apoyé en una rodilla, extendiendo mi mano a la pequeña dulce cabra.
—. Y todo es tu culpa.
—¿Mi culpa?
—Sí, es culpa tuya. Si no me hubieras estado distrayendo, habría estado poniendo más atención a la carretera, y esto nunca hubiera sucedido.
La cabra acarició mi mano.
—. Oh Dios mío. Mira qué linda es.
Acaricié la parte superior de su cabeza, y la acurruqué aún más cerca.
—No fue mi culpa. Si no estuvieras tan tensa acerca de tu sexualidad, habrías estado calmada cuando encontré tu varita mágica. Dejé de acariciar la cabeza de la cabra.
—No estoy tensa acerca de mi sexualidad.
Santana cruzó los brazos sobre su pecho.
—Admite que te complaces a ti misma entonces. Quiero escucharte decirlo.
—No haré tal cosa.
—Tensa.
—Pervertida.
—Una pervertida es alguien que tiene un comportamiento sexual que está mal o que es inaceptable. Ese es tu problema. Crees que complacerte a ti misma es erróneo. A mí me parece perfectamente aceptable. De hecho, me gusta la idea de ti usando tu varita mágica.
Estaba bastante segura de que mis ojos se parecían a los de la pobrecabra, abultados en mi cabeza.
Justo en ese momento, un camión pasó zumbando junto a nosotras. Uno de los dobles remolques que siempre me ponían nerviosa pasó cerca. Un silbido del viento a su paso me recordó lo cerca que estábamos de la carretera en realidad.
—Vamos. Es peligroso aquí —dijo Santana.
—¿Qué vamos a hacer con Esmeralda?
—¿Con quién?
—Con ella.
Rasqué detrás de la oreja de la cabra, y ella hizo un ruido bajo de zumbido que sonó como que decía mamáaaaaa.
—Que se vaya.
Santana agitó el brazo en dirección a la zona boscosa detrás de ella.
—. De vuelta a donde vino. Estará bien.
—No está bien.
—Se ve bien para mí.
—Creo que tiene una lesión en la cabeza.
Santana negó.
—Está bien. Mira.
Dio una palmada e hizo sonidos como si estuviera llamando a un perro.
—. Vamos amiga. Por aquí. Esmeralda no hizo ningún esfuerzo para moverse, muy contenta con la cabeza presionada contra mi pecho y su cuerpo entre mis piernas.
—Tienes que dejarla ir.
—No la estoy sosteniendo aquí.
—No físicamente. Pero tiene la cabeza enterrada entre tu escote y su cuerpo entre tus muslos. Ningúna persona se alejaría de eso intencionalmente.
—Ves. Te lo dije. Eras un pervertida.
Otro camión pasó volando. Esta vez hizo sonar su claxon mientras pasaba campante, y pasé de estar en cuclillas a caer de nuevo sobre mi trasero. La cabra... bueno, dio un paso y cayó otra vez, con las cuatro patas de pie hacia arriba en el aire. No podía creer que hubiera lastimado a tan adorable cabrito.
—Ves. Está herida. No podemos dejarla aquí.
—¿Qué esperas que hagamos por ella? ¿Ponerle el cinturón en el asiento trasero del auto y llevarla a un veterinario como buena obra?
Dos horas más tarde, finalmente salimos de la carretera en Sterling, Colorado para llevar a nuestro pasajero al Hospital Animal Sterling. Le había costado a Santana casi media hora desempacar y volver a empacar la parte trasera de mi auto para hacer espacio. No estaba feliz por eso.
—¿Copo de nieve?
—No.
—Es de un libro de niños...
—Heidi. Sí. Lo sé.
—¿Lo conoces?
—¿Qué? ¿Acabas de asumir que soy ignorante porque no ando por ahí con un palo en mi trasero como tu Harrison?
—Eso no es lo que quise decir.
—¿Oh si? Entonces, ¿qué hizo que asumieras que no supiera de una historia de literatura clásica?
—No lo sé. Simplemente no pareces de ese tipo.
—Bueno, tal vez deberías dejar de encasillar a las personas. No todo el mundo cabe en pequeño compartimento aseado, sabes.
Las dos estuvimos en silencio por un tiempo, con la única voz de la mujer de mis GPS interrumpiendo de vez en cuando para dirigirnos a girar.
—Mutton.
—¿Discúlpame?
—Para la cabra. Un nombre.
—¡No lo llamaremos cordero! Eso es sádico.
Hemos estado discutiendo sobre los nombres para ella en la pasada hora o así. Yo favorezco nombres de la mitología griega o de la literatura clásica, mientras Santana quería nombrarla como una de las muchas cenas en las que el pobre bebé podría convertirse. Llegamos al hospital de animales, estacionando en un lugar abierto justo enfrente de la puerta.
Hago que Santana cargue al pequeño, a pesar de que la puerta estaba sólo a unos diez pies de distancia. Sosteniendo a Esmeralda Copo de nieve, se veía... atractiva. ¿Estaba demente? Porque realmente pensé que era aún más sexy llevando a una cabra.
En el interior, las mujeres en la recepción confirmaron que no era sólo yo. Sus ojos se deleitaron con el abultamiento de sus bíceps mientras llevaba a nuestra pasajera lesionada a la recepción. Santana era toda una visión. Empecé a sonreír. Hasta que ella habló.
—Mi amiga estrelló su BMW contra este pequeño individuo, mientras estaba tratando de tener control sobre su vibrador.
Me sonrió y le guiñó un ojo a la recepcionista. Ella se sonrojó. Yo quería golpearla.
—Me gustaría conseguir que lo revisaran. No creo que le pegara, pero él parece... raro.
Santana rió disimuladamente y murmuró en voz baja:
—No es la única.
Quince minutos más tarde, finalmente vimos a un médico. Revisó a la cabra como si se tratara de un hecho cotidiano. Una mano la sujetó a la mesa de examen, la otra pulsando en su vientre, comprobado sus ojos, y moviéndole las cuatro patas. Parecía un examen físico completo para mí.
—Todo parece estar muy bien. Tiene los síntomas miotónicos congénitos habituales, y probablemente sufrió de una deficiencia de tiamina en algún momento. Pero esas condiciones no vienen de un accidente de auto. De hecho, no veo ninguna señal de que este pequeño individuo incluso fuera golpeado. Probablemente fue sólo un desvanecimiento.
—¿Desvanecimiento? El médico se rió en voz baja. —Esto aquí es lo que se conoce comúnmente como una cabra desmayada. Es un trastorno genético. Popular por estos lugares. Algunos agricultores incluso los muestran. Se desmayan cuando se ponen nerviosos. Todos los músculos de su cuerpo se congelan, y básicamente sólo se caen. Dura sólo unos diez segundos. No causa ningún dolor, pero es raro verlo la primera vez.
—Pero... está confundida, también. Cuando se levantó, caminó directamente hacia mi auto. Y estuvo golpeando cosas durante el viaje aquí.
—Bueno, eso es probablemente porque es ciega, también.
—¿Ciega?
—La deficiencia de tiamina, supongo. Por desgracia, se está convirtiendo en un problema más común. La alimentación inadecuada, sobre todo de granos y de demasiado poco forraje. Algún agricultor codicioso tratando de engordar al animal rápidamente. Uno de los efectos secundarios de la deficiencia es la ceguera.
—Déjeme ver si lo entiendo —dijo Santana con tono escéptico—. Nosotras no golpeamos la cabra, sino que se desmayó porque estaba asustada y es ciega.
—Eso es correcto.
Santana estalló en risas. Era la segunda vez que la había visto perder el control en las últimas veinticuatro horas. Su pecho se movía, y un sonido profundo y gutural resonó en la habitación. No pude evitarlo. Llegó a mí. Lo siguiente que supe, es que me estaba riendo histéricamente. También.
Nos reímos tan fuerte, que las lágrimas corrieron por nuestros rostros.
—¿Qué se supone que debemos hacer con ella?
Santana se mientras hablaba con el médico.
—Lo que quieran, supongo.
—¿A dónde la llevamos?
—¿La llevamos?
—¿Hay, como, un refugio para animales al que podamos llevarla?
—¿Para cabras? No que yo sepa. Aunque hay un buen número de agricultores alrededor. Probablemente pueden conseguir que uno de ellos la tome como parte de su rebaño.
—¿El mismo tipo que la trató de engordar para hacer dinero rápido y cegando a la pobre cosa? —le pregunté.
—Bueno, hay buenos y malos agricultores por ahí. Igual que cualquier otra cosa.
—¿Y cómo diferenciamos a los buenos de los malos?
El médico se encogió de hombros.
—No pueden hacerlo.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
muy buena y divertida la historia, se que este viaje va a ser el mejor en la vida de esas chicas, se llevaran a esmeralda???????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Jajajajaja me encanto la historia...
Realmente todo lo contrario, pero la forma en que se llevan me da mucha risa, San haciendo enojar a Britt y poniéndola nerviosa ....
Además que experiencias les están tocando pasar jajaja
Espero que siga el viaje igual de bien pero sin interrupciones del tal Harry !!!
Realmente todo lo contrario, pero la forma en que se llevan me da mucha risa, San haciendo enojar a Britt y poniéndola nerviosa ....
Además que experiencias les están tocando pasar jajaja
Espero que siga el viaje igual de bien pero sin interrupciones del tal Harry !!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Me divierte la historia!!!
Sobre todo san y sus frases al viento ja ja ja
Definitivamente entre la cabra y el vibrado de britt no ahí nada fuera de lo normal a un viaje jajajaja
Sobre todo san y sus frases al viento ja ja ja
Definitivamente entre la cabra y el vibrado de britt no ahí nada fuera de lo normal a un viaje jajajaja
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Si una historia tiene gp santana obvio que la voy a leer,jajja. Ha esta santana el titulo la describe perfectamente.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
micky morales escribió:muy buena y divertida la historia, se que este viaje va a ser el mejor en la vida de esas chicas, se llevaran a esmeralda???????
muy satisfecha con que les haya gustado.....
jjajajajaj copo de nieve esmeralda, ese es su nombre completo, Britt de verdad que esta media loca
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
3:) escribió:Me divierte la historia!!!
Sobre todo san y sus frases al viento ja ja ja
Definitivamente entre la cabra y el vibrado de britt no ahí nada fuera de lo normal a un viaje jajajaja
muy complacida que les haya gustado, y que la disfruten porque si es muy divertida la verdad.
jajajajja esa ssituacion cabra y vibrador jajajajajaj
saludos.....
dentro de poco actualizo
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
JVM escribió:Jajajajaja me encanto la historia...
Realmente todo lo contrario, pero la forma en que se llevan me da mucha risa, San haciendo enojar a Britt y poniéndola nerviosa ....
Además que experiencias les están tocando pasar jajaja
Espero que siga el viaje igual de bien pero sin interrupciones del tal Harry !!!
super satisfecha entonces por que les gusto. Espero que nos divirtamos mucho con esta historia.......
saludos
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Tati.94 escribió:Si una historia tiene gp santana obvio que la voy a leer,jajja. Ha esta santana el titulo la describe perfectamente.
que bien,,,,, tambien esta Perfecta es una GP Santana, que estoy actualizando vamos por media historia, puedes verla . saludos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
ACTUALIZADO 8 DIC 16
Habíamos estado en el auto casi diez horas ya. Santana conducía, y nuestra nueva acompañante estaba profundamente dormida en el asiento trasero, en realidad roncando. Ni siquiera sabía que las cabras roncaban.
—Deberíamos detenernos pronto. Nos podría tomar un tiempo encontrar un hotel que permita mascotas.
Las cejas de Santana se dispararon.
—¿Mascotas? ¿Crees que vamos a encontrar un hotel en el centro de alguna parte que acepte cabras?
—¿Qué otra opción tenemos?
—Se quedará en el auto esta noche, Brittany.
—Ciertamente no lo hará. —Crucé los brazos sobre mi pecho—. No puede permanecer encerrada en un auto de la noche a la mañana.
—¿Por qué no?
—Porque...
Estaba enojada y ella estaba lista para dejar a la cabra en el auto sin siquiera un abrir y cerrar de ojos.
—. ¿Qué tal si se asusta?
—Entonces se va a desmayar.
Santana se rió.
—Eso no es divertido.
—Claro que lo es. Vamos, Brittany. Aligérate. El que hayas estado tensa es lo que nos metió en este lío en primer lugar.
No tenía ni idea de dónde vino; la confesión simplemente salió de mis labios:
—Me complazco a mí misma. ¿Está bien? ¿Eso te hace feliz?
Santana sonrió.
—De hecho, lo hace. —Se encogió de hombros—. Yo también me complazco, Brittany. De hecho, la próxima vez que me frote, voy a imaginarte.
¿No acababa de decir eso? Me horroricé. Pero también como que me excité. Abrí la boca para decir algo de regreso a ella, luego la cerré. Entonces la abrí. Santana me miró y luego de nuevo a la carretera.
—Bien, bien, bien. Brittany, nena. Ya lo sabes. Me apeteces para darme placer a mí misma con tu cara bonita.
—Yo no.
—Tú también lo haces.
—No lo hago.
Totalmente lo hago. Sorprendentemente, Santana lo deja ir. Se detuvo al lado de la carretera en un estacionamiento de lo que parece una versión más bonita de Wal-Mart. Era un almacén grande de una tienda, sólo que en el frente tenía una fachada de piedra. Cabela’s The World’s Foremost Outfitters.
—¿Por qué nos detenemos?
—Por suministros.
Estacionó el auto.
—. Regresaré en diez minutos. Puedes quedarte con Billy the Kid para que nadie se la robe.
Yo estaba fuera del auto estirándome cuando Santana regresó, con ambos brazos llenos de bolsas. Estaba doblada por la cintura, terminando una rotación de extremidad y me incliné a mi derecha para saludarla.
—¿Qué es todo eso?
Ella no respondió durante un minuto. Yo subía y bajaba ligeramente, apoyándome en mi curva y luego mirando su rostro para encontrar lo que la había hecho quedarse en silencio. Estaba mirando mi camisa. No era su culpa; estaba básicamente poniéndome en exhibición ante sus ojos. Mi camisa estaba en frente dándole una imagen de mi escote. Dejé de rebotar. Finalmente, sus ojos se levantaron y encontraron los míos observándola. Nuestros ojos se encontraron. Conocía esa mirada. La había visto antes. En el espejo después de haber tenido un vistazo de su trasero.
Sacudió la cabeza y parpadeó un par de veces.
—Equipo.
—¿Qué tipo de equipo?
—Tiendas de campaña, linternas, estacas de madera, sacos de dormir. —Se encogió de hombros—. Suministros básicos para acampar.
—¿Para qué?
—Para acampar.
—¿Te irás a acampar?
Sacudió la cabeza y empujó las bolsas donde quiera que pudo encontrar algún espacio libre. La cajuela y el asiento trasero estaban llenos hasta el borde cuando empecé este viaje. Y ahora tenía una extra de pasajeros, una cabra... y equipo aparentemente para acampar.
—Iremos a acampar.
—Ummm... yo no acampo.
—Entonces quédate aquí. —Señaló el asiento trasero—. Dormirás en el auto.
Santana cerró el maletero, y sus manos fueron a sus caderas.
—. ¿Qué será, Brittany? ¿Acampar o dormir en el auto sola?
Al parecer, iría a acampar. Hay una primera vez para todo.
—¿Supongo que has hecho esto antes?
Sólo habíamos estado en el campamento por una media hora, y Santana ya había iniciado una fogata y estaba casi a punto de alzar la primera tienda.
—Todos los veranos con mi familia. Mi padre nos llevaba a mi hermana y a mí a acampar cada año en Outback. Los mejores recuerdos de mi vida. No era una falsa acampada como ésta, tampoco.
—¿Falsa?
—No había campamentos numerados, baños ni seguridad. Hacíamos verdadero campamento. ¿Qué pasa contigo? ¿Qué te arruinó acampar?
—Nada. Nunca lo he hecho antes.
Santana terminó la colocación de la primera tienda de campaña y dio un paso atrás, admirando su trabajo.
— . Esa es una enorme tienda de campaña.
—No es la primera vez que oigo eso.
Se rió. Negué.
—¿Por qué compraste este tipo de gran tienda de campaña?
—¡Maldita sea! —gritó Santana mientras daba un manotazo a un mosquito en la cara.
La súbita diatriba bulliciosa asustó a la pobre Esmeralda Copo de Nieve, y se congeló en el lugar y procedió a volcarse y desmayarse. Tuvimos una buena risa con eso. Santana echó más leña al fuego y se sentó.
—¿Qué pasa con la otra tienda? —pregunté, mirándola por encima del fuego.
Realmente esperaba que no pretendiera intentar que la armara yo misma.
—¿Cuál otra tienda?
—¿Sólo compraste una tienda?
Ella sacó un Pixy sobresaliendo de su bolsillo trasero y echó la cabeza hacia atrás, vaciando algo del polvo de azúcar en su boca.
—La tienda de campaña cuenta con dos habitaciones. Hay un divisor. Tú y tu hija pueden dormir en un lado. Yo voy a dormir en el otro.
Realmente no tenía derecho a quejarme, ya que ella estaba haciendo todo el trabajo y pagado todos los suministros. Así que no lo hice, para variar. Comimos lo que normalmente sería el suministro de un mes de carbohidratos para mí y nos sentamos alrededor de la fogata. Santana peló un palo con una navaja y metió un malvavisco en el extremo antes de ofrecérmelo. Realmente era buena en estas cosas.
—Entonces, voy a compartir una tienda de campaña contigo esta noche, adoptamos una mascota, juntas ¿y ni siquiera sé lo que haces para ganarte la vida?
—Supongo que se puede decir que soy jubilada.
—¿Jubilada? ¿A los qué? ¿Veintiséis, veintisiete años?
—Veintiocho —corrigió.
—Oh. Bueno, eso lo hace mejor.
Estaba oscuro, incluso con la luz del fuego. Levanté el malvavisco asado para comprobarlo. El color estaba bien dorado por un lado, el otro lado todavía era blanco.
—. Entonces, ¿De qué te jubilaste?
—Del soccer.
—¿Jugaste profesionalmente?
—En Australia. Sí. Bueno, no por mucho tiempo.
—¿Qué pasó?
—Doble lesión ACL.
—¿No pudo ser reparada?
—Tuve un par de cirugías. Pero comenzó de nuevo.
—Lo siento. ¿Cuánto llegaste a jugar?
—Uno de los juegos.
—¿Uno de los juegos? ¿Quieres decir que te lo rompiste en tu primer partido profesional?
—Sí. En mi primer y último partido profesional, ambos en el mismo día.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Me quedé en la lista de mi contrato de tres años. Tuve unas cirugías... en realidad nunca pude ir de nuevo al nivel que necesitaba. Retirada a los veinticuatro años.
—Guau. Eso es una mierda.
Sonrió.
—Pero, ¿qué haces ahora?
—Aún recibo regalías, así que no tengo que trabajar de nueve a cinco, ni nada. Pero paso los días haciendo arte basura.
—¿Arte basura?
—Algunas personas lo llaman arte de reciclaje.
—Fui a una exposición de esas en el Guggenheim. Me encanta. Me encantaría ver tu trabajo en algún momento.
Asintió. Muy evasiva.
—¿Puedo ser entrometida?
—¿Quieres decir más entrometida?
—Tú eres la que me dijo que llegara a conocerte. Antes de que me hicieras chocar contra la pobre Esmeralda Copo de Nieve, eso es.
—Ni siquiera te estrellaste en esa cosa. Y su nombre no es Esmeralda Copo de Nieve.
Mi malvavisco estaba en llamas. Lo soplé, entonces lo deslicé fuera del palo y tomé un bocado. Estaba casi licuado.
—Mmmmm.
Me di cuenta de que Santana me observaba con atención.
—¿Quieres un poco?
Negó lentamente.
—¿Por qué no? Eres adicta al azúcar.
—Disfruto más en verte comerlo, que comerlo yo misma.
Tragó. La vista de su garganta trabajando me puso caliente, y no tenía nada que ver con el fuego.
—De todos modos. ¿Cómo se puede estar viviendo de regalías si tu contrato fue de sólo de tres años?
Miró hacia otro lado.
—Publicidad y esas cosas.
—¿Publicidad? ¿Quieres decir de ti?
—¿No hemos hablado de mí lo suficiente? Harry ha estado callado hoy, ¿no?
—Ni de casualidad, Engreída. Me plantaste una vez, y te lo he perdonado.
Resultó, que no era la única que pensaba que Santana López era ridículamente caliente. Incluso años después de retirarse del deporte profesional, legiones de mujeres en Australia seguían conservando sus posters y ventas de camisetas activas lo suficiente para que viviera de eso. Había algo muy entrañable en que estuviera un poco avergonzada de todo el asunto. Después de unas cuantas horas de sentarnos alrededor de la fogata, decidimos terminar la noche. Santana armó mi saco de dormir y luego subió la cremallera del divisor de nuestra tienda de dos habitaciones. Me dejó con la linterna, así podría cambiarme primero. Mi ropa olía a fogata, así que me quité todo. Había algo emocionante en estar de pie desnuda con sólo una pieza frágil de nylon entre nosotras.
Podría haberme demorado un minuto más antes de ponerme el sujetador y bragas de nuevo. Cuando terminé, abrí la esquina de la tienda y le entregué la linterna a Santana. Ella me dio una sonrisa socarrona y subió la cremallera del divisor de nuevo en su lugar. Mi lado de la tienda estaba oscuro, pero mientras me metía en mi saco de dormir, me di cuenta de que ahora podía ver todo de su lado. Era una sombra, pero una sombra muy detallada. Ella me estaba enfrentando, de pie muy quieta. No estaba segura, pero se sentía como si estuviera mirando directamente hacia mí. Era imposible para mí ver realmente a través del divisor de vinilo, pero sentía sus ojos en mí, no obstante. Ella llegó hasta el borde de su camisa y lentamente la levantó por encima de su cabeza. La sombra de su cuerpo era ancha en los hombros, pero estrecha en la cintura. A pesar de que no podía ver el detalle, me imaginaba lo que sabía que estaba allí. Las ondulaciones de sus musculosos abdominales, las duras llanuras de esa tallada V. Tenía la boca seca de repente. Ella se quedó allí de nuevo durante un largo rato y luego comenzó a despojarse de sus pantalones. El sonido de la lenta apertura de sus vaqueros hizo que el cabello en la parte de atrás de mi cuello se levantara.
Sus muslos eran sorprendentes; sus calzoncillos bóxer abrazaban sus piernas como una segunda piel. Contuve mi respiración cuando sus pulgares se engancharon en la parte superior de sus bóxer, y comenzó a quitarlos fuera de su cuerpo. Se inclinó para deslizarse y retirarlos y luego se puso de pie.
Santa madre de todos los hijos de puta engreídos. Le estaba colgando, algo, ahora estaba segura de que Santana en broma decía verdades sobre su condición.
La cosa estaba colgando hasta más de medio camino a sus rodillas. Tomé una respiración fuerte, comprendí que era audible, y di una palmada rápidamente con mi mano sobre mi boca. Seguí así hasta que ella estuvo completamente vestida, con miedo de que un gemido pudiera salírseme.
Cuando finalmente terminó, la vi entrar a su saco de dormir. Rodó sobre su lado y se enfrentó a mi dirección. Eso me hizo preguntarme si me estaba mirando. Luego apagó la luz.
—Buenas noches, Brittany.
.
[/justify]—Deberíamos detenernos pronto. Nos podría tomar un tiempo encontrar un hotel que permita mascotas.
Las cejas de Santana se dispararon.
—¿Mascotas? ¿Crees que vamos a encontrar un hotel en el centro de alguna parte que acepte cabras?
—¿Qué otra opción tenemos?
—Se quedará en el auto esta noche, Brittany.
—Ciertamente no lo hará. —Crucé los brazos sobre mi pecho—. No puede permanecer encerrada en un auto de la noche a la mañana.
—¿Por qué no?
—Porque...
Estaba enojada y ella estaba lista para dejar a la cabra en el auto sin siquiera un abrir y cerrar de ojos.
—. ¿Qué tal si se asusta?
—Entonces se va a desmayar.
Santana se rió.
—Eso no es divertido.
—Claro que lo es. Vamos, Brittany. Aligérate. El que hayas estado tensa es lo que nos metió en este lío en primer lugar.
No tenía ni idea de dónde vino; la confesión simplemente salió de mis labios:
—Me complazco a mí misma. ¿Está bien? ¿Eso te hace feliz?
Santana sonrió.
—De hecho, lo hace. —Se encogió de hombros—. Yo también me complazco, Brittany. De hecho, la próxima vez que me frote, voy a imaginarte.
¿No acababa de decir eso? Me horroricé. Pero también como que me excité. Abrí la boca para decir algo de regreso a ella, luego la cerré. Entonces la abrí. Santana me miró y luego de nuevo a la carretera.
—Bien, bien, bien. Brittany, nena. Ya lo sabes. Me apeteces para darme placer a mí misma con tu cara bonita.
—Yo no.
—Tú también lo haces.
—No lo hago.
Totalmente lo hago. Sorprendentemente, Santana lo deja ir. Se detuvo al lado de la carretera en un estacionamiento de lo que parece una versión más bonita de Wal-Mart. Era un almacén grande de una tienda, sólo que en el frente tenía una fachada de piedra. Cabela’s The World’s Foremost Outfitters.
—¿Por qué nos detenemos?
—Por suministros.
Estacionó el auto.
—. Regresaré en diez minutos. Puedes quedarte con Billy the Kid para que nadie se la robe.
Yo estaba fuera del auto estirándome cuando Santana regresó, con ambos brazos llenos de bolsas. Estaba doblada por la cintura, terminando una rotación de extremidad y me incliné a mi derecha para saludarla.
—¿Qué es todo eso?
Ella no respondió durante un minuto. Yo subía y bajaba ligeramente, apoyándome en mi curva y luego mirando su rostro para encontrar lo que la había hecho quedarse en silencio. Estaba mirando mi camisa. No era su culpa; estaba básicamente poniéndome en exhibición ante sus ojos. Mi camisa estaba en frente dándole una imagen de mi escote. Dejé de rebotar. Finalmente, sus ojos se levantaron y encontraron los míos observándola. Nuestros ojos se encontraron. Conocía esa mirada. La había visto antes. En el espejo después de haber tenido un vistazo de su trasero.
Sacudió la cabeza y parpadeó un par de veces.
—Equipo.
—¿Qué tipo de equipo?
—Tiendas de campaña, linternas, estacas de madera, sacos de dormir. —Se encogió de hombros—. Suministros básicos para acampar.
—¿Para qué?
—Para acampar.
—¿Te irás a acampar?
Sacudió la cabeza y empujó las bolsas donde quiera que pudo encontrar algún espacio libre. La cajuela y el asiento trasero estaban llenos hasta el borde cuando empecé este viaje. Y ahora tenía una extra de pasajeros, una cabra... y equipo aparentemente para acampar.
—Iremos a acampar.
—Ummm... yo no acampo.
—Entonces quédate aquí. —Señaló el asiento trasero—. Dormirás en el auto.
Santana cerró el maletero, y sus manos fueron a sus caderas.
—. ¿Qué será, Brittany? ¿Acampar o dormir en el auto sola?
Al parecer, iría a acampar. Hay una primera vez para todo.
—¿Supongo que has hecho esto antes?
Sólo habíamos estado en el campamento por una media hora, y Santana ya había iniciado una fogata y estaba casi a punto de alzar la primera tienda.
—Todos los veranos con mi familia. Mi padre nos llevaba a mi hermana y a mí a acampar cada año en Outback. Los mejores recuerdos de mi vida. No era una falsa acampada como ésta, tampoco.
—¿Falsa?
—No había campamentos numerados, baños ni seguridad. Hacíamos verdadero campamento. ¿Qué pasa contigo? ¿Qué te arruinó acampar?
—Nada. Nunca lo he hecho antes.
Santana terminó la colocación de la primera tienda de campaña y dio un paso atrás, admirando su trabajo.
— . Esa es una enorme tienda de campaña.
—No es la primera vez que oigo eso.
Se rió. Negué.
—¿Por qué compraste este tipo de gran tienda de campaña?
—¡Maldita sea! —gritó Santana mientras daba un manotazo a un mosquito en la cara.
La súbita diatriba bulliciosa asustó a la pobre Esmeralda Copo de Nieve, y se congeló en el lugar y procedió a volcarse y desmayarse. Tuvimos una buena risa con eso. Santana echó más leña al fuego y se sentó.
—¿Qué pasa con la otra tienda? —pregunté, mirándola por encima del fuego.
Realmente esperaba que no pretendiera intentar que la armara yo misma.
—¿Cuál otra tienda?
—¿Sólo compraste una tienda?
Ella sacó un Pixy sobresaliendo de su bolsillo trasero y echó la cabeza hacia atrás, vaciando algo del polvo de azúcar en su boca.
—La tienda de campaña cuenta con dos habitaciones. Hay un divisor. Tú y tu hija pueden dormir en un lado. Yo voy a dormir en el otro.
Realmente no tenía derecho a quejarme, ya que ella estaba haciendo todo el trabajo y pagado todos los suministros. Así que no lo hice, para variar. Comimos lo que normalmente sería el suministro de un mes de carbohidratos para mí y nos sentamos alrededor de la fogata. Santana peló un palo con una navaja y metió un malvavisco en el extremo antes de ofrecérmelo. Realmente era buena en estas cosas.
—Entonces, voy a compartir una tienda de campaña contigo esta noche, adoptamos una mascota, juntas ¿y ni siquiera sé lo que haces para ganarte la vida?
—Supongo que se puede decir que soy jubilada.
—¿Jubilada? ¿A los qué? ¿Veintiséis, veintisiete años?
—Veintiocho —corrigió.
—Oh. Bueno, eso lo hace mejor.
Estaba oscuro, incluso con la luz del fuego. Levanté el malvavisco asado para comprobarlo. El color estaba bien dorado por un lado, el otro lado todavía era blanco.
—. Entonces, ¿De qué te jubilaste?
—Del soccer.
—¿Jugaste profesionalmente?
—En Australia. Sí. Bueno, no por mucho tiempo.
—¿Qué pasó?
—Doble lesión ACL.
—¿No pudo ser reparada?
—Tuve un par de cirugías. Pero comenzó de nuevo.
—Lo siento. ¿Cuánto llegaste a jugar?
—Uno de los juegos.
—¿Uno de los juegos? ¿Quieres decir que te lo rompiste en tu primer partido profesional?
—Sí. En mi primer y último partido profesional, ambos en el mismo día.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Me quedé en la lista de mi contrato de tres años. Tuve unas cirugías... en realidad nunca pude ir de nuevo al nivel que necesitaba. Retirada a los veinticuatro años.
—Guau. Eso es una mierda.
Sonrió.
—Pero, ¿qué haces ahora?
—Aún recibo regalías, así que no tengo que trabajar de nueve a cinco, ni nada. Pero paso los días haciendo arte basura.
—¿Arte basura?
—Algunas personas lo llaman arte de reciclaje.
—Fui a una exposición de esas en el Guggenheim. Me encanta. Me encantaría ver tu trabajo en algún momento.
Asintió. Muy evasiva.
—¿Puedo ser entrometida?
—¿Quieres decir más entrometida?
—Tú eres la que me dijo que llegara a conocerte. Antes de que me hicieras chocar contra la pobre Esmeralda Copo de Nieve, eso es.
—Ni siquiera te estrellaste en esa cosa. Y su nombre no es Esmeralda Copo de Nieve.
Mi malvavisco estaba en llamas. Lo soplé, entonces lo deslicé fuera del palo y tomé un bocado. Estaba casi licuado.
—Mmmmm.
Me di cuenta de que Santana me observaba con atención.
—¿Quieres un poco?
Negó lentamente.
—¿Por qué no? Eres adicta al azúcar.
—Disfruto más en verte comerlo, que comerlo yo misma.
Tragó. La vista de su garganta trabajando me puso caliente, y no tenía nada que ver con el fuego.
—De todos modos. ¿Cómo se puede estar viviendo de regalías si tu contrato fue de sólo de tres años?
Miró hacia otro lado.
—Publicidad y esas cosas.
—¿Publicidad? ¿Quieres decir de ti?
—¿No hemos hablado de mí lo suficiente? Harry ha estado callado hoy, ¿no?
—Ni de casualidad, Engreída. Me plantaste una vez, y te lo he perdonado.
Resultó, que no era la única que pensaba que Santana López era ridículamente caliente. Incluso años después de retirarse del deporte profesional, legiones de mujeres en Australia seguían conservando sus posters y ventas de camisetas activas lo suficiente para que viviera de eso. Había algo muy entrañable en que estuviera un poco avergonzada de todo el asunto. Después de unas cuantas horas de sentarnos alrededor de la fogata, decidimos terminar la noche. Santana armó mi saco de dormir y luego subió la cremallera del divisor de nuestra tienda de dos habitaciones. Me dejó con la linterna, así podría cambiarme primero. Mi ropa olía a fogata, así que me quité todo. Había algo emocionante en estar de pie desnuda con sólo una pieza frágil de nylon entre nosotras.
Podría haberme demorado un minuto más antes de ponerme el sujetador y bragas de nuevo. Cuando terminé, abrí la esquina de la tienda y le entregué la linterna a Santana. Ella me dio una sonrisa socarrona y subió la cremallera del divisor de nuevo en su lugar. Mi lado de la tienda estaba oscuro, pero mientras me metía en mi saco de dormir, me di cuenta de que ahora podía ver todo de su lado. Era una sombra, pero una sombra muy detallada. Ella me estaba enfrentando, de pie muy quieta. No estaba segura, pero se sentía como si estuviera mirando directamente hacia mí. Era imposible para mí ver realmente a través del divisor de vinilo, pero sentía sus ojos en mí, no obstante. Ella llegó hasta el borde de su camisa y lentamente la levantó por encima de su cabeza. La sombra de su cuerpo era ancha en los hombros, pero estrecha en la cintura. A pesar de que no podía ver el detalle, me imaginaba lo que sabía que estaba allí. Las ondulaciones de sus musculosos abdominales, las duras llanuras de esa tallada V. Tenía la boca seca de repente. Ella se quedó allí de nuevo durante un largo rato y luego comenzó a despojarse de sus pantalones. El sonido de la lenta apertura de sus vaqueros hizo que el cabello en la parte de atrás de mi cuello se levantara.
Sus muslos eran sorprendentes; sus calzoncillos bóxer abrazaban sus piernas como una segunda piel. Contuve mi respiración cuando sus pulgares se engancharon en la parte superior de sus bóxer, y comenzó a quitarlos fuera de su cuerpo. Se inclinó para deslizarse y retirarlos y luego se puso de pie.
Santa madre de todos los hijos de puta engreídos. Le estaba colgando, algo, ahora estaba segura de que Santana en broma decía verdades sobre su condición.
La cosa estaba colgando hasta más de medio camino a sus rodillas. Tomé una respiración fuerte, comprendí que era audible, y di una palmada rápidamente con mi mano sobre mi boca. Seguí así hasta que ella estuvo completamente vestida, con miedo de que un gemido pudiera salírseme.
Cuando finalmente terminó, la vi entrar a su saco de dormir. Rodó sobre su lado y se enfrentó a mi dirección. Eso me hizo preguntarme si me estaba mirando. Luego apagó la luz.
—Buenas noches, Brittany.
.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Jue Dic 08, 2016 11:44 pm, editado 1 vez
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Tal vez podría haber estado imaginándolo, pero su voz sonaba tan gruesa y necesitada como yo me sentía.
—Buenas noches, Santana.
Respiré hondo y cerré los ojos, tratando de recuperar mi ingenio. Entonces caí en la cuenta de que por primera vez... acababa de ver el mismo espectáculo que yo le di ¿y me habría devuelto el favor? ¿Dónde estoy? Ese fue el primer pensamiento que me vino a la mente cuando desperté. Después de unos pocos segundos, todo se registró. La luz del sol intentaba penetrar en la tienda. Me estiré suavemente en mi cama antes de que mi mano tocara en el suelo volviéndome frenética. ¿Dónde estaba la cabra? Salté de mi saco de dormir.
—¡Santana!
—Hmm —gimió atontada detrás del divisor.
—¡La cabra! Se fue.
Una oleada de pánico rasgó a través de mí.
—. ¡Se fue!
Bajé la cremallera del divisor sin un segundo pensamiento.
—Relájate. Está aquí conmigo.
—Baa.
La cabra dejó escapar ese sonido único como para confirmar que había reaccionado de manera exagerada. Mi pulso inmediatamente se ralentizó mientras sostenía mi mano sobre mi corazón latiendo con fuerza.
—Oh, gracias a Dios.
Santana sentó y pasó las manos por su cabello desordenado. Parpadeando cuando levantó la vista, pareció congelarse.
—Jesucristo. ¿Estás tratando de matarme?
Me miré a mí misma y crucé los brazos sobre mi pecho. Me había levantado tan rápido que no había pensado en el hecho de que sólo había dormido en mi sujetador y bragas.
—Mierda. Lo siento. Tenía tanto pánico. No estaba pensando correctamente y no me puse nada.
Totalmente avergonzada, regresé a mi lado y hablé a través del divisor cerrado mientras comenzaba a vestirme.
—Entonces, ¿cómo es que terminó allí contigo?
—Te apagaste como una luz. Empezó a susurrar alrededor, tratando de abrirse paso hacia mi lado. La cabra no se calmó hasta que la dejé entrar aquí. Durmió junto a mí el resto de la noche. La peor puta respiración que olí en mi vida.
No pude evitar desternillarme de risa con eso.
—Crees que es divertido, ¿eh, Princesa?
—Realmente lo creo.
Después de lanzar mi última prenda de ropa, desabroché la barrera de nuevo. Santana estaba de pie delante de mí semidesnuda solamente llevando sus Bra deportivos y calzoncillos bóxer ajustados. Miró hacia mí.
—¿Mucha privacidad? ¿Qué pasa si hubiera entrado como tú hace unos segundos?
Nunca se había visto tan sexy, con su cabeza fuera de la cama y esa mirada casi enojada. Mis ojos sin pedir disculpas se arrastraron a lo largo de su torso, bajando hasta llegar a la línea que llevaba a su ropa interior y se detenía en su... enorme erección. Oh Dios. Ahora, tenía sentido por qué de repente es tan modesta.
Aclarándome la garganta, dije:
—Tú... estás...
—Dura.
—Sí.
—Se llama erección de la mañana, como veras no soy normal, soy Intersexual, tengo pene, que sorpresa, verdad?, además, no puedo ser responsable de cómo me despierto... especialmente bajo estas condiciones.
—Dormir al lado de una cabra. ¿Te calienta?
Me reí.
—Me refería a tu striptease improvisado hace unos segundos. Y ahora, irrumpes aquí de nuevo antes de que tenga la oportunidad de calmarla de una puta vez.
—Oh.
—Sólo puedo soportarlo por un rato.
Santana se deslizó sus pantalones. Su mirada estaba ardiendo en la mía. Parecía aún más sexy con su excitación esforzándose a través de sus vaqueros. Por mucho que me había sentido incómoda por ponerla en esa situación, me encantaba la idea de ser la responsable de su erección.
De hecho, mi capacidad para manejar mi atracción por ella estaba disminuyendo bastante rápido. Con cada segundo que pasaba, los músculos entre mis piernas se apretaban sólo por la forma en que me miraba. Esos eran momentos cuando estaba agradecida de ser una mujer, sin la pieza extra que tenia Santana, porque, al menos, mi emoción podría estar oculta. Sin embargo, este no era un buen predicamento. Necesitaba romper el hielo. Me aclaré la garganta.
—¿Cuáles son los planes para hoy?
Se colocó una camisa.
—Tenemos que comer.
—Entonces, ¿vamos a salir a desayunar? —pregunté estúpidamente.
—Sí, el desayuno. ¿De qué más podría estar hablando?
Eh. Ahogada por mis palabras, le digo:
—No. El desayuno está bien. Estoy hambrienta. ¿Y tú?
—Muriéndome de hambre.
La mirada en sus ojos implica que no se estaba refiriendo necesariamente a la comida. Yo me estaba muriendo de hambre, también.
—Bien, entonces —le dije mientras me retiraba a mi lado de la tienda de campaña para refrescarme.
Nos llevó alrededor de una hora desarmar nuestro campamento y empacar todo de nuevo en mi auto. Optamos por dejar el desayuno para ir a un lugar de comida rápida que estaba justo antes de la rampa de la autopista. Santana había entrado en la casa para pedir nuestro desayuno de burritos de huevos rancheros y café. Utilicé la oportunidad de tomar mi teléfono y escribí en Google: Santana López Australia. Allí estaba. Una plétora de imágenes apareció. Había una en particular, en la que ella estaba sin camisa, vestida sólo con una camiseta blanca envuelta alrededor de su cuello, y podías ver simplemente algo de la parte superior de su jugoso trasero. La fotografía mostraba su firma de sonrisa sexy que me hizo retorcerme en mi asiento. Esa sonrisa arrogante. Maldita sea, era bella.
Esa misma foto parecía ser en la que estaba más cerca. También era la que estaba siendo vendida como poster por unos buenos $ 19.99 más gastos de envío. Había incluso una imagen de una chica de pie junto al cartel en la pared simulando morder su trasero. Sospeché que había otras personas allí con sus propias versiones retorcidas de ponerle la cola a Santana.
Sabiendo que estaría de vuelta en cualquier momento, leí los artículos viejos y los tablones de anuncios tan rápido que me dolieron los ojos. Definitivamente era evidente que Santana era más conocida por su lesión en su juego de debut y su apariencia que otra cosa. No pude evitar sentir una sensación de orgullo por cómo había convertido limones en limonada, sin embargo. Moviéndome hacia abajo, encontré algunas fotos de ella en varios eventos con la misma modelo rubia atractiva. Piper Ramsey. Una punzada, bueno, tal vez un bote lleno de celos se desplegó en la boca de mi estómago. Un golpe en la ventana me sobresaltó. Arrojé el teléfono a un lado, y este cayó en el asiento del conductor. Bueno, más bien lo lancé ahí.
—Abre para tu café.
Le oí decir a través de la ventana. Tomé mi taza de ella mientras caminaba alrededor y se metía en el asiento del conductor.
— . ¿Qué estabas mirando?
—Um, nada. Sólo estaba…
Mierda. Antes de que tuviera la oportunidad de explicarme, ella levantó el teléfono, moviéndose a través de las fotos con el pulgar. Luego lo arrojó en la consola central.
—Bueno, ahora lo viste todo, ¿no es así?
—Sí... y es... bastante increíble.
Ella dejó escapar una sola risa enojada.
—Increíble, ¿eh?
—¡Sí!
—Y dime, Brittany, ¿qué es exactamente lo sorprendente de trabajar prácticamente la totalidad de tu vida por un solo momento y ver que todo se quema en el fuego al primer intento? ¿Qué es tan increíble acerca de ser más famosa por tu falta de éxito? ¿Sabes que era lo bueno de este viaje contigo hasta ahora? Que no me veías como la chica que todo el mundo piensa que conoce, y ahora lo haces también.
Mierda. Realmente se había disgustado.
—Lo siento, pero no estaba pensando en esas cosas en absoluto.
—¿Qué estabas pensando entonces?
—Estaba pensando en lo maravilloso que era que pudieras defender con orgullo la cara de la adversidad y seguir haciéndote un nombre por ti misma solo con tu imagen. También estaba pensando en lo sorprendente que eres, si realmente quieres saberlo. Y me preguntaba quién es esa chica Piper.
Tenía curiosidad por todo, sí, pero no en el mal sentido. Ni una sola vez se me ocurrió algo negativo. Santana dejó escapar un largo y profundo suspiro y murmuró:
—Vamos.
Me sentí tan horrible por molestarla y aunque el internet era público, de alguna manera sentí que había invadido su privacidad. Más que nada, sentía como si la hubiera lastimado, y eso me dolió, porque si quería admitirlo o no, había un dolor no deseado en mi pecho. Podía sentir cómo me enamoraba de ella, y eso me asustaba.
Un silencio incómodo nubló el aire la mayor parte de una hora. La única vez que movió sus manos del volante fue para alimentar a Esmeralda Copo de Nieve con piezas de hachís marrón mojado en salsa de pene.
Incluso a la cabra le gustaba la salsa de pene. En un momento dado, por fin me miró.
—Siento haberlo tomado contra ti.
—Está bien. Siento haberte hecho sentir incómoda.
—Probablemente yo habría hecho lo mismo si fuera tú. Es sólo que... con todas esas cosas en línea, todo es mentira. Esa no es la manera de llegar a conocerme. Si quieres saber algo, pregúntamelo. Aquellas personas que publican mierda realmente no me conocen.
—Siento que conozco a tu verdadero yo.
—Probablemente sabes más que la mayoría de la gente. He sido más yo misma contigo desde el momento en que nos conocimos. A pesar de que te doy una mierda, me siento a gusto contigo, y eso es raro para mí.
Ahí estaba esa sensación en mi pecho de nuevo.
—Yo siento lo mismo por ti, y realmente no lo entiendo. Sólo sé que estoy muy contenta de que hayamos cruzado nuestros caminos. Golpeó el muñeco.
—Sólo piensa... si nunca hubieras recogido a Obama aquí, ¿sabes dónde estaríamos ambas en este momento?
Señaló el asiento trasero-
—. ¿Dónde estaría esa bestia en este momento?
—Probablemente desmayada al lado de la carretera.
Santana miró a la cabra.
—En cambio, está comiendo nuestra comida y durmiendo con las dos. No, gracias a mí. Eso es.
Lanzó una mirada de lado sexy y me sorprendió cuando puso su mano en mi rodilla, lo que provocó una oleada repentina de deseo.
—Eres dulce. Tienes buen corazón. Ese pinchazo, Harrison, algún día lo sentirá.
Cuando quitó su mano, anhelé que la devolviera. Lo que había dicho también envió escalofríos por todo mi cuerpo. Una sensación indescriptible me abrumó. No sabía cómo responder, así que encendí la radio. Good Vibrations de los Beach Boys estaba tocándose. Santana subió el volumen.
—¡Mira eso! Están cantando sobre ti y tu varita mágica, Princesa.
Me tapé la boca de risa, y las dos reímos. Finalmente había roto la tensión anterior, y eso me dio una sensación de alivio. Después de que paramos para almorzar y condujimos durante varias horas más, Santana se volvió hacia mí.
—¿Tienes prisa por llegar a Temecula en un cierto tiempo?
—No comienzo en mi nuevo puesto por una semana más, y la casa que alquilaré está totalmente amoblada, así que en realidad no. ¿Por qué?
—¿Te importaría tomar un pequeño desvío antes de que caiga la oscuridad?
—Claro que no. Estaría dentro para eso. ¿Qué tienes en mente?
—Algún lugar de rock duro y profundo.
Guiñó un ojo. Bueno, eso despertó mi curiosidad. Estacionamos el auto cerca del lugar perfecto con vista a las paredes rocosas escarpadas del Gran Cañón. Su belleza era abrumadora.
—Oh, Dios mío, Santana. No puedo creer que no hubiera pensado en parar aquí mismo. Siempre he querido verlo en persona.
No se me había ocurrido hasta que estuvimos en camino. Es tan impresionante. Miré y vi que había estado mirándome en vez de hacia los majestuosos picos.
—Sí. Es muy hermoso —dijo en voz baja.
—Vamos a tomar una foto.
Con el cañón como telón de fondo, Santana hizo una selfie de nosotras con su teléfono. Después, me envió un mensaje así yo también la tendría. La instantánea salió tan bien. El sol brillaba en el chocolate de sus ojos, y las dos parecíamos tan felices y en paz. Me hizo desear que este momento pudiera durar para siempre, que nunca tuviéramos que dejar este lugar.
Cuando nos sentamos mirando hacia un resplandor de color rojo, mientras la puesta de sol estaba sobre el panorámico paisaje, Santana dijo de repente:
—Háblame de tu familia.
—Mi madre vive en Chicago. No estuvo feliz, en absoluto, cuando me mudé. Soy hija única. Pero debido a que se volvió a casar, siento como que no me ha necesitado tanto. Mi padre murió un año después de que me gradué en derecho, por lo que, al menos, llegó a verme vivir su sueño, que era que me convirtiera en abogada como él.
—Era su sueño, pero no el tuyo... —dijo con comprensión.
—No. En realidad no es lo que yo quería.
—¿Cuál es tu sueño?
—Solo quiero ser feliz y estar satisfecha, pero no tengo ni idea de lo que eso incluso significa o de cómo llegar allí. Hay tanto en el aire en este momento para mí. Me siento como si estuviera en una encrucijada en mi vida.
—Eso no es lo peor del mundo. Suena como un buen momento para encontrarte a ti misma, sobre todo porque nadie te está atando.
—Sí, supongo.
—Hablando de eso, creo que sin duda asustaste a Harry hasta las bolas y para siempre.
Nuestra risa por su comentario provocó un eco. Estiré mis brazos y miré hacia el cielo.
—¿Sabes qué? Definitivamente estoy feliz ahora. Ésta, nuestra pequeña aventura, ha sido buena para mi alma.
Ella esbozó una sonrisa sincera.
—Tienes un alma buena. Pude ver eso en ti desde la distancia a pesar de tu pequeña fachada de perra. ¿Sabes por qué eres feliz?
—¿Por qué?
—Debido a que finalmente te estás soltando.
—¿Supongo que quitaste el palo de mi trasero mientras estaba durmiendo en la carpa anoche, entonces?
—Sip. Lo quemé en la fogata.
Me dio un codazo en el hombro. Sonreí y cambié de tema.
—¿Qué pasa con tu familia? ¿Dónde están?
Santana hizo una pausa y se rascó la barbilla.
—Igual que tú, también perdí a mi padre. Murió de cáncer de páncreas pocos años después de mi lesión.
—Lo siento mucho.
—Solo tengo una hermana, Adele. Es dos años más joven. Con papá muerto, mi madre y ella decidieron volver a Estados Unidos, pero yo me quedé en Melbourne. Nunca planeé venir aquí con ellas, pero Adele se metió en alguna mierda realmente mala. Me necesitaba. No tuve ninguna opción más y dejé todo atrás para venir a manejar las cosas aquí.
—¿Qué pasó?
—Es una larga historia, pero básicamente, se involucró con un traficante de drogas y comenzó a usarlas también. Fue una maldita pesadilla.
—Dios, eso es horrible.
—Sentí mucha culpa, porque con mi padre lejos, se suponía que debía ser la cabeza de la familia, cuidándola. Tenía mi cabeza metida hasta el momento en mi trasero en Melbourne y no sabía lo mal que estaban las cosas con Adele.
—¿Dónde está ahora?
—En Hermosa Beach... vive cerca de mí.
—¿Está bien?
—Se enderezó mucho, a pesar de que sigue siendo un trabajo en progreso. Ya no está con ese hijo de puta. Eso es lo principal.
—¿Y tu madre?
—Iba volviendo de visitarla cuando me encontré contigo, en realidad. Está viviendo en Iowa temporalmente ahora para estar más cerca de su madre. Mi abuela se está muriendo. Pero mi madre también vivía en California cerca de nosotros antes de que la abuela enfermara.
—Lamento lo de tu abuela.
—Gracias.
—Creo que fue muy desinteresado de ti que dejaras todo y te mudaras aquí por tu hermana.
—Bueno, mi vida había sido más que egoísta hasta entonces. Nada debe estar alguna vez antes que la familia. Me enteré de eso de la manera más difícil. Adele y mi madre significan todo para mí.
—Tienen suerte de tenerte. Me gustaría tener una familia más grande.
—Tendrás la tuya propia algún día.
—Me gustaría, pero no estoy segura de que esté en las cartas para mí. No he tenido la mejor suerte con los hombres.
—¿No me digas que no había imbéciles para golpear más grandes que Harrison?
Me reí.
—En el mismo sentido.
—Déjame adivinar. Después de que rompiste, apuesto a que todos vinieron corriendo. ¿Estoy en lo cierto?
Haciendo una pausa, dije:
—Ahora que lo pienso... sí. Solo he tenido un par de novios serios, pero todos regresaron en un momento u otro pidiendo una segunda oportunidad. ¿Cómo hiciste para darte cuenta de eso?
—Conjetura salvaje.
—No entiendo.
—Las chicas como tú son difíciles de encontrar.
—¿Las chicas como yo? Explícate.
—Bueno. No es difícil encontrar a una mujer hermosa, ¿no? Definitivamente no es difícil encontrar a una mujer inteligente. Y definitivamente hay algunas mujeres de buen corazón. Pero en mi experiencia, es extremadamente raro encontrar todo el paquete.
—Ni siquiera trates de decir que tienes problemas para encontrar mujeres, Santana López. Podrías tener a quien quiera que quisieras.
Me entrecerró los ojos.
—¿Es eso lo que piensas?
—¿Me equivoco? ¿No eres un imán para las pollitas?
—Imán de las perras psico locas, tal vez.
—¿Nunca encontraste al paquete entero?
—La única vez que pensé que lo había hecho, resultó que estaba totalmente equivocada. Pensé que era amor, pero mirando hacia atrás, no fue más que enamoramiento.
—¿Con esa Piper?
Su expresión se volvió sombría mientras miraba hacia abajo.
—Sí.
—¿Qué pasó?
—Piper era mi prometida.
—Guau. ¿Te ibas a casar con ella?
—Sí. Le propuse matrimonio a los tres meses de relación. No muy inteligente.
—Es hermosa.
—Tú eres más bonita —dijo sin dudarlo.
—Y tú eres una mentirosa de mierda.
—No tengo ninguna razón para mentir. La he visto sin maquillaje. Te he visto sin maquillaje. Te lo digo eres más bonita.
Por las fotos que había visto, Piper era rubia, delgada y convencionalmente hermosa. Con mis ingobernables olas rubias y castañas y figura con curvas, no me parecía en nada a ella.
—¿Cómo puedes decir eso? Ella es una maldita supermodelo. ¿Cómo es posible competir con eso?
—Tu belleza es más natural. No necesitas una gota de maquillaje. Tu cabello está fuera de lugar y salvaje. Sexy. Las pecas esparcidas por tu nariz te dan carácter. Juego mentalmente a conectarlas como puntos. Cuando te mueves, tus pechos se mueven contigo porque no son falsas. Y no hablemos de tu trasero. ¿Debo continuar?
Sintiéndome repentinamente tímida, sonreí nerviosamente y brevemente miré hacia otro lado antes de preguntar:
—¿Qué pasó con ella?
—Bueno, como sabes por haberme espiado, Piper es una pequeña celebridad por propio derecho. La conocí en un club nocturno de regreso en la época en que firmé por primera vez con el equipo. Se quedó conmigo por un tiempo después de la lesión. Realmente disfrutó de la fama que llegó junto con mi repentina y extraña fama. Pero a medida que pasaron los meses, su entusiasmo comenzó a desaparecer. Yo no era suficiente ya. Cuando pasé por una pequeña depresión, dejé de querer salir. Ella siguió adelante y, finalmente, comenzó a salir con uno de mis compañeros de equipo a mis espaldas. Está casada con él ahora con dos niños.
—Guau. Qué zorra.
Santana inclinó la cabeza hacia atrás de risa.
—Princesa, ¿acabas de usar la palabra Z?
—Sip. Por primera vez en mi vida, pero valió la pena.
—No sabía que tenías una boca tan sucia.
—Yo tampoco, pero maldita sea, se sintió bien decirlo.
—Me gustó oírtela decir. Creo que deberías gritarla en el gran cañón de par en par de hecho.
—¿Eso crees?
—Sí. Hazlo. ¡Hazlo! Grítala.
—¡Zorra!
—¡Dila otra vez más fuerte!
—¡Zorra!
—Mi voz se hizo eco.
—De nuevo.
—¡Zorra! —grité con todos mis pulmones.
Oímos un golpe contra la ventana que venía del auto estacionado justo detrás de nosotras. Santana saltó para ver las cosas.
—Ah, mierda. Asustaste como la mierda a Mutton. Acaba de caer.
—Oh no.
—Eso no es todo.
—¿Qué sucede?
Me levanté y corrí hacia ella.
—Cuando digo miedo como la mierda... Ahora me refiero literalmente. Bugger hizo un vertedero de todo el asiento de atrás.
—¿Qué?
Después de que Santana hizo todo lo posible para limpiar el lío con algunas toallitas húmedas, el estado de ánimo de nuestra excursión al Gran Cañón oficialmente se había arruinado. Se estaba poniendo demasiado oscuro para disfrutarla de todos modos.
—¿Te importa si no acampamos esta noche? —le pregunté—. Me gustaría una ducha y dormir en una cama.
—Qué dices de ir a buscar un hotel cerca de aquí, tener una buena cena, duchas de agua caliente y terminar la noche. Me gustaría dormir en tu cama, también.
—¿Qué dijiste?
—Dije que me gustaría dormir en una cama, también.
—Oh.
—¿Qué pasa si no podemos encontrar un hotel que nos permita llevarla dentro?
—Definitivamente no lo permitirá. Por lo tanto, vamos a tener que colarla.
Santana se detuvo en una farmacia en el camino hacia el hotel mientras yo esperaba en el auto. Cuando regresó, me entregó una bolsa de plástico que contenía botellas de agua, aperitivos, cinta adhesiva y... pañales.
—¿Compraste pañales?
—Sí. Huggies Pull Ups. Ya pensaremos cómo poner uno en ella, sobre todo si tiene diarrea, y nos registramos en un buen hotel.
—No puedo creer que no hubiera pensado en ese problema antes. ¿No ha ido al baño todo este tiempo?
Santana señaló detrás de nosotras.
—¿Has visto la mucha mierda justo ahora? ¡Se vació por días!
Las dos estallamos en una risa histérica, secándonos las lágrimas de nuestros ojos. Cuando finalmente nos calmamos, Santana puso en marcha el auto y se dirigió hacia la carretera. En algún lugar en medio de Arizona, Santana se detuvo en el estacionamiento de un Hotel muy alto a cerca de diez minutos de la interestatal. Después de que me dieron llaves de la habitación, se nos ocurrió un plan dónde iba a distraer a la recepcionista mientras Santana colaba a la cabra. Envolviéndola en uno de mis edredones aceleró más allá del escritorio y fue al ascensor. Santana tenía la puerta contigua de nuestras habitaciones separadas abierta cuando llegué arriba. Ya había logrado ponerle dos pañales a Esmeralda Copo de Nieve, envolviendo un poco de cinta alrededor de la parte superior para asegurarlos. Santana no me había notado, y vi como la cabra saltaba en sus brazos y le lamía el rostro.
—Muy bien, amigo. Cálmate. Eres un buen amigo, ¿lo sabías? Un buen compañero.
—Estás siendo tan dulce con ella.
Santana volvió la cabeza hacia mí de repente, sorprendida de verme allí de pie.
—El cabrón está llegándome a gustar.
—Conozco el sentimiento. Debido a que tú estás empezándome a gustar.
—Estaba pensando que me gustaría salir y comprarnos algo bueno para comer. ¿Te gusta el vino?
—Sí. De hecho, he estado muriéndome por una copa.
—¿Qué tipo te gusta?
—Cualquier tipo de blanco.
—Me gusta el rojo. Compraré ambos.
—Eso suena muy bien. —Sonreí—. ¿Sabes a dónde irás?
—Este mapa aquí dice que hay una franja de restaurantes y una tienda de licores cerca de tres kilómetros por el camino.
—Está bien. Creo que voy a tomar una ducha mientras te vas.
—Bien. ¿Alguna petición especial de cena?
—Sorpréndeme.
Ella se fue, y yo me retiré al cuarto de baño de lujo. A medida que el agua caliente se vertía sobre mí, todas las emociones con las que había estado luchando en los últimos días me llegaron todas de golpe y de una vez. Me di cuenta de que estábamos en el tramo final de este viaje ahora. Todavía no tenía ni idea de si Santana y yo nos limitaríamos a ir por caminos separados una vez que llegáramos a su parada o si estaría interesada en algo más. Con base en esa llamada telefónica que había oído, claramente, no era algo que estuviera escondiendo de mí. Nunca de plano le pregunté si había alguien más, cuando admitió una situación ‘complicada’. Aun sabiendo que era una oportunidad, no pude evitar mis sentimientos por ella.
Santana era la única que se sentía bien en mi vida en este momento, la única cosa que se sentía como en casa durante todo el tiempo que podía recordar. Me puse una camiseta con unos shorts de algodón y traté de ver un poco de HBO, mientras esperaba a Santana. Esmeralda Copo de Nieve se subió a la cama junto a mí. Pasó una hora, pero Santana no regresó. Con cada minuto que pasaba, una sensación de inquietud creció en mis entrañas. ¿Y si nunca regresaba? Era una idea tonta. No me había dado ninguna razón para creer eso. Aun así, mi reacción fue de un ligero pánico de repente. Tal vez solo estaba agotada por el viaje, un poco delirante.
Cuando pasó otra media hora, llamé a su teléfono. No hubo respuesta. Con cada minuto, el pánico crecía, y mis ojos comenzaron a hincharse. No pude evitarlo. Sabía que probablemente era una reacción exagerada, pero ya había perdido el control de mis emociones en la ducha, y que no regresara estaba añadiendo más leña al fuego.
La puerta se abrió de repente, y me apresuré a limpiar mis lágrimas.
—Dios mío, eso fue una mierda —gimió.
Santana estaba sosteniendo dos bolsas y las dejó caer sobre el escritorio en mi habitación cuando notó que frenéticamente me estaba limpiando los ojos.
—Brittany, ¿estás llorando? ¿Pasó algo?
—No. No estoy bien. No es nada.
Caminó hacia mí.
—No se ve como si nada. ¿Qué diablos está pasando?
—Te fuiste tanto tiempo. Llamé a tu teléfono, y no hubo respuesta. Empecé a pensar que podría ser…
Mierda. Parpadeó varias veces.
—¿Pensaste que no iba a volver?
—Fue solo un pensamiento fugaz. En el fondo, sabía que era ridículo, pero no pude evitarlo. Ha sido un largo viaje, y creo que estoy cansada.
Santana limpió suavemente las lágrimas de mis ojos con su pulgar.
—Siento que tuvieras miedo.
Tomó mi barbilla en sus manos y volvió mi rostro para que la mirara a los ojos.
—No te haría eso.
Mi corazón se aceleró mientras me atraía hacia ella. Mi cuerpo pareció fundirse con su sólida y cálida figura. Su corazón tronó contra el mío mientras me abrazaba con fuerza. No quería que me dejara ir.
No dejes que me vaya.
Cuando se retiró, el aire frío reemplazó al calor de su cuerpo.
— ¿Podemos borrar esto de la memoria? —le pregunté—. Fue un lapso en la cordura.
Me limpié lo último de mis lágrimas y sollocé.
—¿Qué te tomó tanto tiempo, sin embargo?
No contestó. Solo estaba mirándome con una expresión seria mientras examinaba mi rostro. Parecía estar contemplando algo. No podía recordar haberla visto tan seria antes. Finalmente, dijo:
—Tuve que ir a dos restaurantes diferentes. El primero me dijo que sería una hora de espera, y el segundo no fue mejor.
Levantó su teléfono de su bolsillo y lo conectó a un cargador.
—. Mi teléfono murió. Es por eso que no me pudiste localizar.
Negué, murmurando para mí misma, sintiéndome tan estúpida por reaccionar exageradamente. Me entregó una taza.
—Vamos a olvidar esto y a tener una buena cena, ¿eh?
Tratando mi mejor intento de una sonrisa sincera, dije:
—Eso suena bien.
Nos sentamos una frente a la otra en la pequeña mesa en mi habitación mientras comíamos en silencio. Santana había ordenado tres platos de un restaurante italiano: lasaña de berenjena, pollo parmesano y pasta primavera. Sirvió vino en dos vasos de papel.
—Sé que es una gran cantidad de comida, pero me di cuenta de que ella querría comer también —dijo, poniendo un plato de comida en el suelo para Esmeralda Copo de nieve.
La tensión en el aire nunca se fue durante la cena. Yo seguía vertiendo más Chardonnay para adormecer mis sentimientos. Santana fue directamente a su habitación después de haber limpiado. Eso me dejó con una sensación de vacío y confusión, como si tal vez la hubiera asustado con mi episodio de llorar. Habiendo tenido demasiado vino, me acosté en mi cama y me quedé mirando al techo, que parecía estar girando un poco.
Con mi zumbido concediéndome falsa valentía, me levanté y abrí la puerta contigua. La ducha estaba abierta mientras la cabra esperaba fuera de la puerta del baño cerrada. Acostada en la cama de Santana, me acurruqué en la gruesa almohada de plumas. Cuando salió del cuarto de baño, se detuvo cerca de la cama. Estaba envuelto en nada más que una toalla blanca. Su grueso cabello estaba mojado y peinado hacia atrás. Las gotas de agua lentamente corrían por sus pechos. Así que me abrumé con reprimido deseo, lamiendo mis labios. Mi corazón estaba latiendo fuera de mi pecho.
—¿Qué estás haciendo aquí, Brittany?
Me senté de repente.
—¿No me quieres aquí?
Cerró los ojos un momento y luego dijo:
—Es tarde. Creo que es mejor si vas de regreso a tu habitación.
Eso no es propio de ella. Mi estómago cayó. Humillada ni siquiera podía empezar a describir cómo me sentía cuando dije:
—Oh. Sí. Está bien. No me di cuenta de lo tarde que era.
Se quedó allí, por encima de mí con sus grandes manos agarrando sus lados mientras caminaba más allá de ella. Volví a mi habitación sola, dando vueltas mientras rumiaba sobre por qué, de repente, se había vuelto fría. Santana me había enviado tantas señales hoy de que me deseaba. Nos habíamos abierto la una con la otra. Habíamos reído. Me dijo que era bonita. Tal vez leí mal todo. Tal vez solo estaba siendo amable. Tal vez se sentía atraída por mí, pero en realidad no me quería para sí misma.
Tal vez el llanto la asustó. Estaba más confundida que nunca. De lo único que parecía segura: al final de este viaje, iba a terminar lastimada
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
A la mañana siguiente fue incómodo, pero no del tipo de emocionante incomodidad que había encontrado ayer en la tienda. Me dormí como una mierda, y el rechazo de anoche que me dejó triste se había transformado en ira. Nos sentamos en The Waffle House lleno de camioneros y jubilados. Revolví mi café y dejé que el ruido metálico de la cuchara sonara alto sobre la mesa.
—¿Todo bien, Princesa?
—Bien.
Evité el contacto visual y miré por la ventana mientras bebía mi café. Era amargo... y así me sentía yo. Santana se apoyó en la cabina y extendió los brazos a lo largo de la parte superior del asiento.
—Puedo no ser experta en mujeres, aunque sea una, pero sé lo suficiente sobre ellas para saber qué bien definitivamente es no malditamente bien.
—Bueno, al parecer no me conoces. Porque bien significa bien.
No me hizo caso y continuó con su análisis de una simple palabra.
—Y la velocidad a la que sale bien es directamente proporcional a tu nivel de enojo.
Bebió su café e inclinó la taza en mi dirección.
—. Y tu bien salió muy, muy rápido.
La camarera interrumpe mientras nos miramos.
—¿Todo bien aquí?
—Bien —espeté.
Mi respuesta fue tan rápida y fuerte, que la camarera se sorprendió.
—Lo siento. Es su momento del mes, y se pone así.
Se encogió de hombros, y la camarera miró en tono de disculpa. Creo que en realidad sintió pena por ella. Esperé hasta que se fue.
—¿Podrías no hacer eso?
—¿No hacer qué?
—Inventar historias acerca de mí.
—No estoy segura de que realmente fuera una historia inventada. Estás toda maldita perra esta mañana. Tal vez ese es tu problema. ¿Es tu momento del mes, Brittany? ¿Es eso lo que te molesta?
—No soy una perra y no... eso no es lo que me está molestando.
—¿Así que admites que algo te está molestando, entonces?
—¿Qué es esto, una declaración? ¿Eres abogada ahora? Pensé que eras una modelo de trasero.
Santana me miró; la miré de vuelta. Por lo menos la había hecho enojar lo suficiente para que se cerrara el resto de nuestra comida. Comimos en un silencio infeliz y luego Santana tomó a la cabra para dar un paseo antes de volver a la carretera. Tomó el primer turno de conducción. A los cinco minutos de viaje, mi teléfono estaba a tope. El nombre de Harrison apareció en la pantalla.
—¿No vas a hablar con el amoroso? —preguntó en broma, pero respondí con honestidad.
—No. Hice un punto para ser la idiota una vez. Me mostró quién es realmente con sus acciones. No importa lo que diga con palabras ahora.
Sus ojos brillaron en los míos y luego de nuevo a la carretera. Nos quedamos en silencio durante una hora después de eso.
—¿Qué piensas acerca de otro desvío? ¿La Ciudad del Pecado por una noche o dos?
Me puso triste responder, pero pasar dos noches más con ella no era una buena idea. Ya estaba sintiendo algo que no era; poner un poco de distancia entre las dos era lo que había que hacer.
—Probablemente debería llegar a California.
En realidad pareció triste por mi respuesta, lo que me confundió aún más.
—Bien. Si eso es lo que quieres.
Horas más tarde, sabiendo que sería nuestro último día completo en conjunto, un sentimiento de melancolía se asentó en mí. Nos detuvimos para llenar el tanque y, como siempre, Santana estaba chupando una paleta Pixy cuando regresó al auto.
—¿Quieres uno para chupar?
Sacó un puñado de palos púrpuras largos de su bolsillo trasero.
—No, gracias.
—¿Estás segura? Parece que te vendría bien una buena chupada.
Me guiñó un ojo.
—¿Por qué haces eso?
—¿Comer azúcar?
Entramos de nuevo en el auto. Santana conduciría de nuevo.
—No. Hacer comentarios con insinuaciones sexuales todo el tiempo.
—Supongo que mi cabeza está siempre llena de ideas sucias cuando estoy cerca de ti.
Se apartó del surtidor y se dirigió por el estacionamiento.
—Menos ayer por la noche —murmuré en voz baja, al parecer más fuerte de lo que pretendía.
—¿Que se supone que significa eso?
—¿Podemos no revivir lo de anoche? Me sentí como una idiota, es suficiente. No tienes que fingir estar atraída por mí para hacerme sentir mejor hoy. Soy una chica grande.
—¿Qué? —Sus cejas se unieron—. ¿Es eso lo que piensas? ¿Qué no me siento atraída por ti?
Me encogí de hombros y puse los ojos en blanco. Santana masculló una sarta de maldiciones y salió al arcén de la carretera. Incluso no habíamos recorrido un kilómetro desde la parada de la estación de gasolina. A este ritmo, nunca me alejaría de ella. Puso el auto en parqueo y salió, cerrando la puerta detrás de ella con fuerza. Todo el auto se sacudió con la fuerza de su ira. Miré desde el interior mientras se paseaba. Tiró de su cabello mientras caminaba atrás y adelante en la tierra, refunfuñando algo para sí misma.
No podía distinguir lo que estaba diciendo, pero no necesitaba hacerlo para estar segura de que era un montón de palabras de cuatro letras. ¿Por qué demonios estaba enojada? ¿Porque la llamé mierda? ¿Porque la había hecho sentirse mal por rechazarme? Me alegré de que estuviera enojada... porque yo también lo estaba. Después de unos minutos, salí del auto, también.
—Sabes qué, supéralo. Alguien finalmente te engañó con el pequeño juego que jugabas. Ser rechazada apesta —me burlé—. Aunque, estoy segura de que no conoces la sensación en absoluto.
Santana se detuvo y me miró fijamente. El músculo de su mandíbula brincó y pareció que estaba cerca de explotar. Quería que explotara.
—¿Sabes qué más? Muchos hombres me encuentran atractiva. Ni siquiera me importa que tú no lo hagas. No eres diferente a Harrison. Dices una cosa y haces otra.
Bueno, eso lo hizo. La explosión vino. Aunque, definitivamente no fue la que vi venir. Santana se acercó hacia mí. Se veía tan enojada. Retrocedí hasta que estuve en el auto sin otro lugar a donde ir. Luego invadió mi espacio personal. Un brazo se acercó a ambos lado de mí, enjaulándome entre ella y el auto. Bajó su rostro al mío y habló con nuestras narices a solo centímetros de distancia.
—Tienes razón en una cosa, Princesa. No me siento atraída por ti.
Me negué a darle la satisfacción de ver mis lágrimas, aunque por dentro mi corazón lentamente se estaba rompiendo. Luego, continuó:
—Atraída fue como estuve cuando te vi ese primer día en la tienda. Jugando con ese pequeño muñeco. Pensé que eras hermosa. Preciosa incluso. Pero ahora, no me atraes más. Ahora que llegué a conocerte, no es atracción.
Quería decirle que se fuera al diablo. Pero así como me estaba diciendo cosas terribles, estaba hipnotizada por ella. La forma en que sus ojos se volvieron de color negro con un toque de gris cuando se enojaba. La forma en que su pecho se movía arriba y abajo y maldita si no olía bien, también. Me quedé allí y esperé el resto de su diatriba. Porque, seamos sinceros, no podía hacer nada.
—Ahora que veo lo que hay realmente detrás de esa fachada de mujer perra, fuiste lastimada de gravedad sin embargo, aún estás dispuesta a quedarte ahí porque en el fondo eres una romántica, la atracción no se acerca a lo que siento cuando te miro. ¿De verdad quieres saber lo que siento cuando te miro ahora?
De alguna manera, me las arreglé para asentir.
—Atracción es la forma demasiado sosa de decir lo que sucede cuando te miro. Quiero putamente conquistarte. Observar tu hermoso rostro mientras me hundo profundamente dentro de ti con tanta fuerza que limite con el dolor. Quiero sumergirme hasta el momento de que no puedas caminar durante días. La única cosa que posiblemente pudiera ser más hermosa que tu rostro cuando me sonríes, es tu rostro conmigo dentro de ti.
Cerró los ojos y apoyó la frente contra la mía.
—Así que sí, tienes razón. No me siento atraída por ti. Es más como que estoy cautivada por ti.
Estaba bastante segura de que tenía que sentir mi corazón tronando en mi pecho, a pesar de que nuestros pechos no se estaban tocando.
—No lo entiendo entonces.
Santana levantó una mano a mi rostro y acarició mi mejilla. Acarició mi rostro tiernamente antes de que su mano se deslizara hasta mi garganta. Por un buen rato en silencio. Mi ritmo cardíaco estaba bajo su pulgar cuando por fin habló.
—Desearía que las cosas fueran diferentes.
Las siguientes horas del trayecto, mis emociones estuvieron en crisis. Las dos estábamos calladas, aunque ya no había una tensión enojada en el aire. Estaba confundida, por decir lo menos. Cuando empezamos a ver los anuncios de Las Vegas, lo único que estaba claro en mi confusa cabeza era que no estaba preparada para que este viaje terminara.
—Si la oferta sigue abierta, me gustaría tomar el desvío.
Mi voz era tranquila, casi vacilante. Santana me miró con una expresión solemne en su rostro al principio, luego una sonrisa se extendió lenta y ampliamente.
—¿Quieres pecar conmigo, Princesa?
Siempre. No podía creer que hubiéramos encontrado un centro de alojamiento con animales que recibiera a una cabra. La mujer en la recepción ni siquiera se inmutó cuando preguntamos si podíamos mantener a nuestro acompañante por una noche o dos. Algo me decía que habían visto un montón de cosas mucho más extrañas en Las Vegas.
Estacionamos en el extremo de la zona y decidimos caminar a lo largo de Las Vegas Boulevard hasta que encontramos un hotel que nos llamó la atención. El sol abrasador era caliente mientras caminábamos a lo largo de la vía que iba desde un extremo de la infame zona a la otra. Me quité mi camiseta blanca, quedándome en mi top sin mangas de color piel. No solía caminar alrededor expuesta así, pero el sudor ya estaba rebordeando mi espalda.
Riendo, puse la camiseta alrededor de mi cuello y fui por delante de Santana, mirándola hacia atrás por encima del hombro.
—¿Recordando algo? —bromeé, posando exactamente cómo estaba ella colocada en el poster que había encontrado a la venta en todo Internet.
—Linda.
Negó y se rió. Mi estado de ánimo estaba mejorando mientras caminábamos. El mimo callejero me sorprendió mientras pasábamos y tomó mi mano. Sacó una flor de arriba de su manga y me la regaló, llevando mi mano a su boca para un beso. Santana me agarró la mano y jaló alejándola antes de que sus labios pudieran llegar a mi piel.
—Oye. ¿Por qué hiciste eso?
—Estamos en Las Vegas, no en Kansas. No dejas que chicos extraños pongan sus labios sobre ti.
Mi reacción inicial fue estar molesta. Entonces me di cuenta que Santana no me había soltado la mano después de agarrarla. Estábamos caminando de la mano, así que pensé por qué discutir si te gusta el resultado final. En el Mirage, visitamos los tigres blancos, en el Bellagio, vimos el espectáculo de agua junto con la música. Caminamos por lo que parecieron kilómetros en el sol caliente antes de toparnos con el Monte Carlo. Un enorme cartel en The Pub en el Monte Carlo colgaba a un lado del imponente hotel.
Bastarda arrogante. Se trataba de una cerveza, y teníamos calor y sed. ¿Qué otra señal realmente necesitaba conocer para saber que habíamos entrado en donde deberíamos estar? El aire acondicionado frío dentro del pub golpeó mi piel sudorosa provocando que un escalofrío sacudiera su camino a través de mi cuerpo, dejando un pequeño temblor atrás. Piel de gallina estalló en mis brazos y piernas, y no tuve que mirar hacia abajo para saber que no era lo único que sobresalía de mi piel. Los ojos de Santana se detuvieron en mis pezones como guijarros por un momento, pero luego subieron para encontrarse con los míos. Yo arqueé una ceja, pero no dije nada.
—¿Puedes poner esas cosas lejos?
Negó y obligó a sus ojos hacia el menú del bar.
—No puedo evitarlo. Tienen mente propia. Se destacan con atención cada vez que quieren.
—Conozco la sensación —gruñó mientras se movía en su asiento.
—¿Qué puedo traerles a ustedes dos? —preguntó la camarera con poca ropa.
Santana no levantó la vista, pero respondido rápidamente.
—Dos bastardas arrogantes, por favor. Me gustó que ella ni siquiera notara a la camarera.
—Entonces. ¿Qué quieres hacer esta noche?
—Lo normal. Blackjack, pechos y alcohol.
—¿Perdón?
—Cuando vienes a Las Vegas, vienes a tres cosas: jugar a las cartas, mujeres semidesnudas y salir de fiesta como una estrella de rock.
Un ayudante de la camarera nos trajo cubiertos y me sonrió. Santana lo notó.
—Ya tenemos a la mujer semidesnuda cubierta —se quejó.
—Entonces déjame ver si lo entiendo. Te gustan las mujeres semidesnudas. ¿Simplemente no cuando una de ellas soy yo?
La camarera trajo la cerveza, y Santana se bebió la mitad del gran jarro de un largo trago. Dios, ¿qué sucede conmigo y qué pasa con ella? Mirándola, la sentí flotando en el pozo de mi estómago.
—Me gustas semidesnuda. Solo... en el auto o en una carpa cerrada. No haciendo cabriolas alrededor de la ciudad para que todos los demás te vean.
—¿Estabas saliendo con Piper cuando ese póster llegó a las tiendas?
Entrecerró los ojos.
—Eso es diferente.
—¿Oh si? ¿Cómo?
—Yo desnuda de la cintura para arriba, no tiene el mismo efecto que tú caminando con esa pequeña camiseta sin mangas de color carne con tus enormes pechos saltando arriba y abajo.
Tomé un sorbo de mi cerveza.
—¿Quieres apostar?
Las cejas de Santana se dispararon.
—Princesa. ¿Estás siendo descarada de nuevo?
—¿Te gusto descarada? —le pregunté con una sonrisa siniestra.
Se rió y negó.
—Estás tratando de matarme. Lo sabía.
Ambas comimos hamburguesas ridículamente grandes y nos las pasamos con jarras de cerveza aún más grandes. Iba a necesitar muchos meses de dieta después de este viaje.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer esta noche? —preguntó Santana mientras nos dirigimos a la recepción para reservar nuestros cuartos.
—Lo que quieras.
Se detuvo en seco.
—Esa es una oferta peligrosa, Princesa. Es posible que desees modificar tu respuesta antes de que te lleve arriba.
Entre su admisión el día de hoy, la cerveza y yo sintiéndome un poco borracha, estaba excitada. Entré en el espacio personal de Santana y sonreí.
—Lo que quieras. Soy tuya para hacer lo que te plazca esta noche.
Gimió, y fingí que no había notado que se había ajustado sus pantalones cortos un par de veces, mientras nos registrábamos en el hotel. Me tomó menos tiempo para prepararme para el baile de graduación que para salir esa noche. Normalmente, trataba de domar mi cabello naturalmente ondulado, pero en cambio me animé a ser salvaje. Ojos azules delineados y labios brillantes se correspondía con el atractivo sexual de mis dedos de los pies al aire con los zapatos de tacón alto, y el vestido negro sencillo mostraba mi figura en todos los lugares correctos. Finalmente, moverme alrededor era toda la ventaja que tenía.
Mi apariencia no era realmente yo, y sin duda no era la forma en que normalmente saldría por la noche. Pero cuando Santana llamó y abrí la puerta, cualquier temor que hubiera sentido salió por la ventana.
—Mierda.
Se pasó los dedos por el cabello. Interiormente, mis plumas de pavo real se desplegaron.
—Solo tengo que agarrar mi bolso. Adelante.
—No, gracias. Esperaré aquí afuera.
Si no la tenía, estaba malditamente segura de que iba a asegurarme de frotar en su rostro lo que se estaba perdiendo. Un grupo que parecía que podría haber estado en una despedida de soltero tropezó en el ascensor mientras esperábamos. En cierto modo me encantó cuando Santana puso la mano en la parte baja de mi espalda en un gesto posesivo subestimado.
Realmente me encantaba cuando no se alejaba, incluso cuando salimos a la zona de abajo.
—¿A dónde vamos?
Santana paró un taxi y abrió la puerta para mí. Le dio la dirección al conductor:
—Spearmint Rhino, por favor.
Cinco minutos más tarde, estábamos entrando en un estacionamiento. El letrero de neón decía Spearmint Rhino. Debajo de él explicaba más: Club de Caballeros.
—¿Vamos a un club de striptease?
—Así es. Dijiste que era mi elección toda la noche.
Me da un guiño. Curiosamente, a pesar de que nunca había estado en el interior de uno, estaba más intrigada de lo que había imaginado. El interior no era nada parecido a lo que había imaginado. Supongo que esperaba oscuridad y suelos pegajosos. En cambio, me sorprendió encontrar dos plantas, un gran escenario y decoración opulenta. Al principio, parecía más como un club nocturno elegante que un lugar donde las mujeres se quitaban la ropa. El escenario principal tenía asientos a su alrededor, y había una sección con sofás largos para fiestas mayores. Otras áreas estaban cerradas con cortinas de privacidad. Algunas de las cortinas estaban cerradas; otras abiertas y acogedoras. Vi como dos atractivas mujeres llevaban a un hombre de la mano a una zona privada detrás de una puerta. Mis ojos tomaron todo a mi alrededor, pero cuando miré a Santana, solo estaba mirándome.
—¿Has estado aquí antes?
Ella asintió.
—En la despedida de soltero de un compañero el año pasado.
—¿Quieres decir que no frecuentas este lugar con tus citas?
Santana rió y tomó mi mano.
—Solo contigo, nena. Todavía piensas que soy una mujeriega, ¿no?
Dejé que me llevara a un stand en una esquina. Era tranquilo, casi privado, pero no se quedó así por mucho tiempo. Una bailarina vestida solo con una tira, con un cuerpo que solo podía soñar, sonrió mientras se acercaba.
—¿A tu cita le gustaría un baile?
Santana me miró, captando mis ojos abiertos y declinó amablemente.
—No todavía. Creo que tendremos una copa primero. Volvió su atención hacia mí.
—¿Todavía estás bien con que escoja lo que haremos toda la noche?
Me levanté con desafío.
—Claro.
Compartimos una botella de vino que era demasiada caro, y en realidad me olvidé de donde estábamos por un tiempo. Miré a mi alrededor y suspiré.
—¿De dónde sacan a todas estas mujeres perfectas?
Santana vació su copa.
—Solo veo una.
—Eso es dulce. Pero no puedo levantar mi pierna por encima de mi hombro así.
Señalé a una mujer que tendría que haber tenido doble articulación.
—. Así que creo que definitivamente me derrotarían.
—Gracias a Dios.
—¿Gracias a Dios, porque me ganarían?
—No. Gracias a Dios que no puedes levantar la pierna por encima de tu hombro. Hay solo algunas cosas que una mujer puede soportar antes de que se rompa.
Había una intensidad en sus ojos que me hizo sentir como que si presionaba un poco más fuerte, pudiera quebrarla. Solo, que no quería romperla. Quería todo de ella.
—Entonces. ¿Pasé la prueba ya? ¿O tenemos que pagar cien dólares por otra botella de vino de nueve?
—Solo una cosa más.
Luego podemos irnos. Casi tenía miedo de preguntar.
—¿Qué?
—Voy a comprarte un baile erótico.
—¿Y eso va a demostrar que no estoy tensa de una vez por todas?
—No. Pero seguro como el infierno harás mi noche.
El baile no fue como esperaba. De alguna manera... me excitó, y no sabía cómo procesar eso. Me gustaban los hombres y las mujeres, era bisexual, cosa que Santana nunca pensaría. Nunca había manifestado en público ningún interés en las mujeres, por lo que me dio la sensación de estar un poco confundida en el camino de vuelta al hotel.
—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya, Brittany?
La zona estaba abarrotada como si fueran las nueve de la mañana en el centro de Manhattan, incluso aunque era casi la una de la mañana en Las Vegas. Había tenido un demasiado de suero de la verdad... quiero decir de vino. Apoyé la cabeza en el hombro de Santana en la parte posterior de la cabina y tomé un audible respiración.
—Di mi nombre otra vez, Engreída.
—Princesa.
—No, mi nombre real.
—Oh. Princesa Tensa.
Le clavé mi codo en el pecho y me reí.
—No realmente. Me gusta la forma en que suena cuando dices Brittany.
—¿Oh sí?
—Sí.
—Muy bien, Brittany.
—Envolvió su brazo alrededor de mi hombro y me acerca.
Acurrucada fuertemente al lado de Santana, me quedé dormida durante unos minutos en el auto. Su voz ronca diciendo mi nombre con ese increíble acento, me hacía calentarme por todas partes. Se sentía tan bien, que casi dolía pensar que no sería así todo el tiempo, pronto.
—¿Todo bien, Princesa?
—Bien.
Evité el contacto visual y miré por la ventana mientras bebía mi café. Era amargo... y así me sentía yo. Santana se apoyó en la cabina y extendió los brazos a lo largo de la parte superior del asiento.
—Puedo no ser experta en mujeres, aunque sea una, pero sé lo suficiente sobre ellas para saber qué bien definitivamente es no malditamente bien.
—Bueno, al parecer no me conoces. Porque bien significa bien.
No me hizo caso y continuó con su análisis de una simple palabra.
—Y la velocidad a la que sale bien es directamente proporcional a tu nivel de enojo.
Bebió su café e inclinó la taza en mi dirección.
—. Y tu bien salió muy, muy rápido.
La camarera interrumpe mientras nos miramos.
—¿Todo bien aquí?
—Bien —espeté.
Mi respuesta fue tan rápida y fuerte, que la camarera se sorprendió.
—Lo siento. Es su momento del mes, y se pone así.
Se encogió de hombros, y la camarera miró en tono de disculpa. Creo que en realidad sintió pena por ella. Esperé hasta que se fue.
—¿Podrías no hacer eso?
—¿No hacer qué?
—Inventar historias acerca de mí.
—No estoy segura de que realmente fuera una historia inventada. Estás toda maldita perra esta mañana. Tal vez ese es tu problema. ¿Es tu momento del mes, Brittany? ¿Es eso lo que te molesta?
—No soy una perra y no... eso no es lo que me está molestando.
—¿Así que admites que algo te está molestando, entonces?
—¿Qué es esto, una declaración? ¿Eres abogada ahora? Pensé que eras una modelo de trasero.
Santana me miró; la miré de vuelta. Por lo menos la había hecho enojar lo suficiente para que se cerrara el resto de nuestra comida. Comimos en un silencio infeliz y luego Santana tomó a la cabra para dar un paseo antes de volver a la carretera. Tomó el primer turno de conducción. A los cinco minutos de viaje, mi teléfono estaba a tope. El nombre de Harrison apareció en la pantalla.
—¿No vas a hablar con el amoroso? —preguntó en broma, pero respondí con honestidad.
—No. Hice un punto para ser la idiota una vez. Me mostró quién es realmente con sus acciones. No importa lo que diga con palabras ahora.
Sus ojos brillaron en los míos y luego de nuevo a la carretera. Nos quedamos en silencio durante una hora después de eso.
—¿Qué piensas acerca de otro desvío? ¿La Ciudad del Pecado por una noche o dos?
Me puso triste responder, pero pasar dos noches más con ella no era una buena idea. Ya estaba sintiendo algo que no era; poner un poco de distancia entre las dos era lo que había que hacer.
—Probablemente debería llegar a California.
En realidad pareció triste por mi respuesta, lo que me confundió aún más.
—Bien. Si eso es lo que quieres.
Horas más tarde, sabiendo que sería nuestro último día completo en conjunto, un sentimiento de melancolía se asentó en mí. Nos detuvimos para llenar el tanque y, como siempre, Santana estaba chupando una paleta Pixy cuando regresó al auto.
—¿Quieres uno para chupar?
Sacó un puñado de palos púrpuras largos de su bolsillo trasero.
—No, gracias.
—¿Estás segura? Parece que te vendría bien una buena chupada.
Me guiñó un ojo.
—¿Por qué haces eso?
—¿Comer azúcar?
Entramos de nuevo en el auto. Santana conduciría de nuevo.
—No. Hacer comentarios con insinuaciones sexuales todo el tiempo.
—Supongo que mi cabeza está siempre llena de ideas sucias cuando estoy cerca de ti.
Se apartó del surtidor y se dirigió por el estacionamiento.
—Menos ayer por la noche —murmuré en voz baja, al parecer más fuerte de lo que pretendía.
—¿Que se supone que significa eso?
—¿Podemos no revivir lo de anoche? Me sentí como una idiota, es suficiente. No tienes que fingir estar atraída por mí para hacerme sentir mejor hoy. Soy una chica grande.
—¿Qué? —Sus cejas se unieron—. ¿Es eso lo que piensas? ¿Qué no me siento atraída por ti?
Me encogí de hombros y puse los ojos en blanco. Santana masculló una sarta de maldiciones y salió al arcén de la carretera. Incluso no habíamos recorrido un kilómetro desde la parada de la estación de gasolina. A este ritmo, nunca me alejaría de ella. Puso el auto en parqueo y salió, cerrando la puerta detrás de ella con fuerza. Todo el auto se sacudió con la fuerza de su ira. Miré desde el interior mientras se paseaba. Tiró de su cabello mientras caminaba atrás y adelante en la tierra, refunfuñando algo para sí misma.
No podía distinguir lo que estaba diciendo, pero no necesitaba hacerlo para estar segura de que era un montón de palabras de cuatro letras. ¿Por qué demonios estaba enojada? ¿Porque la llamé mierda? ¿Porque la había hecho sentirse mal por rechazarme? Me alegré de que estuviera enojada... porque yo también lo estaba. Después de unos minutos, salí del auto, también.
—Sabes qué, supéralo. Alguien finalmente te engañó con el pequeño juego que jugabas. Ser rechazada apesta —me burlé—. Aunque, estoy segura de que no conoces la sensación en absoluto.
Santana se detuvo y me miró fijamente. El músculo de su mandíbula brincó y pareció que estaba cerca de explotar. Quería que explotara.
—¿Sabes qué más? Muchos hombres me encuentran atractiva. Ni siquiera me importa que tú no lo hagas. No eres diferente a Harrison. Dices una cosa y haces otra.
Bueno, eso lo hizo. La explosión vino. Aunque, definitivamente no fue la que vi venir. Santana se acercó hacia mí. Se veía tan enojada. Retrocedí hasta que estuve en el auto sin otro lugar a donde ir. Luego invadió mi espacio personal. Un brazo se acercó a ambos lado de mí, enjaulándome entre ella y el auto. Bajó su rostro al mío y habló con nuestras narices a solo centímetros de distancia.
—Tienes razón en una cosa, Princesa. No me siento atraída por ti.
Me negué a darle la satisfacción de ver mis lágrimas, aunque por dentro mi corazón lentamente se estaba rompiendo. Luego, continuó:
—Atraída fue como estuve cuando te vi ese primer día en la tienda. Jugando con ese pequeño muñeco. Pensé que eras hermosa. Preciosa incluso. Pero ahora, no me atraes más. Ahora que llegué a conocerte, no es atracción.
Quería decirle que se fuera al diablo. Pero así como me estaba diciendo cosas terribles, estaba hipnotizada por ella. La forma en que sus ojos se volvieron de color negro con un toque de gris cuando se enojaba. La forma en que su pecho se movía arriba y abajo y maldita si no olía bien, también. Me quedé allí y esperé el resto de su diatriba. Porque, seamos sinceros, no podía hacer nada.
—Ahora que veo lo que hay realmente detrás de esa fachada de mujer perra, fuiste lastimada de gravedad sin embargo, aún estás dispuesta a quedarte ahí porque en el fondo eres una romántica, la atracción no se acerca a lo que siento cuando te miro. ¿De verdad quieres saber lo que siento cuando te miro ahora?
De alguna manera, me las arreglé para asentir.
—Atracción es la forma demasiado sosa de decir lo que sucede cuando te miro. Quiero putamente conquistarte. Observar tu hermoso rostro mientras me hundo profundamente dentro de ti con tanta fuerza que limite con el dolor. Quiero sumergirme hasta el momento de que no puedas caminar durante días. La única cosa que posiblemente pudiera ser más hermosa que tu rostro cuando me sonríes, es tu rostro conmigo dentro de ti.
Cerró los ojos y apoyó la frente contra la mía.
—Así que sí, tienes razón. No me siento atraída por ti. Es más como que estoy cautivada por ti.
Estaba bastante segura de que tenía que sentir mi corazón tronando en mi pecho, a pesar de que nuestros pechos no se estaban tocando.
—No lo entiendo entonces.
Santana levantó una mano a mi rostro y acarició mi mejilla. Acarició mi rostro tiernamente antes de que su mano se deslizara hasta mi garganta. Por un buen rato en silencio. Mi ritmo cardíaco estaba bajo su pulgar cuando por fin habló.
—Desearía que las cosas fueran diferentes.
Las siguientes horas del trayecto, mis emociones estuvieron en crisis. Las dos estábamos calladas, aunque ya no había una tensión enojada en el aire. Estaba confundida, por decir lo menos. Cuando empezamos a ver los anuncios de Las Vegas, lo único que estaba claro en mi confusa cabeza era que no estaba preparada para que este viaje terminara.
—Si la oferta sigue abierta, me gustaría tomar el desvío.
Mi voz era tranquila, casi vacilante. Santana me miró con una expresión solemne en su rostro al principio, luego una sonrisa se extendió lenta y ampliamente.
—¿Quieres pecar conmigo, Princesa?
Siempre. No podía creer que hubiéramos encontrado un centro de alojamiento con animales que recibiera a una cabra. La mujer en la recepción ni siquiera se inmutó cuando preguntamos si podíamos mantener a nuestro acompañante por una noche o dos. Algo me decía que habían visto un montón de cosas mucho más extrañas en Las Vegas.
Estacionamos en el extremo de la zona y decidimos caminar a lo largo de Las Vegas Boulevard hasta que encontramos un hotel que nos llamó la atención. El sol abrasador era caliente mientras caminábamos a lo largo de la vía que iba desde un extremo de la infame zona a la otra. Me quité mi camiseta blanca, quedándome en mi top sin mangas de color piel. No solía caminar alrededor expuesta así, pero el sudor ya estaba rebordeando mi espalda.
Riendo, puse la camiseta alrededor de mi cuello y fui por delante de Santana, mirándola hacia atrás por encima del hombro.
—¿Recordando algo? —bromeé, posando exactamente cómo estaba ella colocada en el poster que había encontrado a la venta en todo Internet.
—Linda.
Negó y se rió. Mi estado de ánimo estaba mejorando mientras caminábamos. El mimo callejero me sorprendió mientras pasábamos y tomó mi mano. Sacó una flor de arriba de su manga y me la regaló, llevando mi mano a su boca para un beso. Santana me agarró la mano y jaló alejándola antes de que sus labios pudieran llegar a mi piel.
—Oye. ¿Por qué hiciste eso?
—Estamos en Las Vegas, no en Kansas. No dejas que chicos extraños pongan sus labios sobre ti.
Mi reacción inicial fue estar molesta. Entonces me di cuenta que Santana no me había soltado la mano después de agarrarla. Estábamos caminando de la mano, así que pensé por qué discutir si te gusta el resultado final. En el Mirage, visitamos los tigres blancos, en el Bellagio, vimos el espectáculo de agua junto con la música. Caminamos por lo que parecieron kilómetros en el sol caliente antes de toparnos con el Monte Carlo. Un enorme cartel en The Pub en el Monte Carlo colgaba a un lado del imponente hotel.
Bastarda arrogante. Se trataba de una cerveza, y teníamos calor y sed. ¿Qué otra señal realmente necesitaba conocer para saber que habíamos entrado en donde deberíamos estar? El aire acondicionado frío dentro del pub golpeó mi piel sudorosa provocando que un escalofrío sacudiera su camino a través de mi cuerpo, dejando un pequeño temblor atrás. Piel de gallina estalló en mis brazos y piernas, y no tuve que mirar hacia abajo para saber que no era lo único que sobresalía de mi piel. Los ojos de Santana se detuvieron en mis pezones como guijarros por un momento, pero luego subieron para encontrarse con los míos. Yo arqueé una ceja, pero no dije nada.
—¿Puedes poner esas cosas lejos?
Negó y obligó a sus ojos hacia el menú del bar.
—No puedo evitarlo. Tienen mente propia. Se destacan con atención cada vez que quieren.
—Conozco la sensación —gruñó mientras se movía en su asiento.
—¿Qué puedo traerles a ustedes dos? —preguntó la camarera con poca ropa.
Santana no levantó la vista, pero respondido rápidamente.
—Dos bastardas arrogantes, por favor. Me gustó que ella ni siquiera notara a la camarera.
—Entonces. ¿Qué quieres hacer esta noche?
—Lo normal. Blackjack, pechos y alcohol.
—¿Perdón?
—Cuando vienes a Las Vegas, vienes a tres cosas: jugar a las cartas, mujeres semidesnudas y salir de fiesta como una estrella de rock.
Un ayudante de la camarera nos trajo cubiertos y me sonrió. Santana lo notó.
—Ya tenemos a la mujer semidesnuda cubierta —se quejó.
—Entonces déjame ver si lo entiendo. Te gustan las mujeres semidesnudas. ¿Simplemente no cuando una de ellas soy yo?
La camarera trajo la cerveza, y Santana se bebió la mitad del gran jarro de un largo trago. Dios, ¿qué sucede conmigo y qué pasa con ella? Mirándola, la sentí flotando en el pozo de mi estómago.
—Me gustas semidesnuda. Solo... en el auto o en una carpa cerrada. No haciendo cabriolas alrededor de la ciudad para que todos los demás te vean.
—¿Estabas saliendo con Piper cuando ese póster llegó a las tiendas?
Entrecerró los ojos.
—Eso es diferente.
—¿Oh si? ¿Cómo?
—Yo desnuda de la cintura para arriba, no tiene el mismo efecto que tú caminando con esa pequeña camiseta sin mangas de color carne con tus enormes pechos saltando arriba y abajo.
Tomé un sorbo de mi cerveza.
—¿Quieres apostar?
Las cejas de Santana se dispararon.
—Princesa. ¿Estás siendo descarada de nuevo?
—¿Te gusto descarada? —le pregunté con una sonrisa siniestra.
Se rió y negó.
—Estás tratando de matarme. Lo sabía.
Ambas comimos hamburguesas ridículamente grandes y nos las pasamos con jarras de cerveza aún más grandes. Iba a necesitar muchos meses de dieta después de este viaje.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer esta noche? —preguntó Santana mientras nos dirigimos a la recepción para reservar nuestros cuartos.
—Lo que quieras.
Se detuvo en seco.
—Esa es una oferta peligrosa, Princesa. Es posible que desees modificar tu respuesta antes de que te lleve arriba.
Entre su admisión el día de hoy, la cerveza y yo sintiéndome un poco borracha, estaba excitada. Entré en el espacio personal de Santana y sonreí.
—Lo que quieras. Soy tuya para hacer lo que te plazca esta noche.
Gimió, y fingí que no había notado que se había ajustado sus pantalones cortos un par de veces, mientras nos registrábamos en el hotel. Me tomó menos tiempo para prepararme para el baile de graduación que para salir esa noche. Normalmente, trataba de domar mi cabello naturalmente ondulado, pero en cambio me animé a ser salvaje. Ojos azules delineados y labios brillantes se correspondía con el atractivo sexual de mis dedos de los pies al aire con los zapatos de tacón alto, y el vestido negro sencillo mostraba mi figura en todos los lugares correctos. Finalmente, moverme alrededor era toda la ventaja que tenía.
Mi apariencia no era realmente yo, y sin duda no era la forma en que normalmente saldría por la noche. Pero cuando Santana llamó y abrí la puerta, cualquier temor que hubiera sentido salió por la ventana.
—Mierda.
Se pasó los dedos por el cabello. Interiormente, mis plumas de pavo real se desplegaron.
—Solo tengo que agarrar mi bolso. Adelante.
—No, gracias. Esperaré aquí afuera.
Si no la tenía, estaba malditamente segura de que iba a asegurarme de frotar en su rostro lo que se estaba perdiendo. Un grupo que parecía que podría haber estado en una despedida de soltero tropezó en el ascensor mientras esperábamos. En cierto modo me encantó cuando Santana puso la mano en la parte baja de mi espalda en un gesto posesivo subestimado.
Realmente me encantaba cuando no se alejaba, incluso cuando salimos a la zona de abajo.
—¿A dónde vamos?
Santana paró un taxi y abrió la puerta para mí. Le dio la dirección al conductor:
—Spearmint Rhino, por favor.
Cinco minutos más tarde, estábamos entrando en un estacionamiento. El letrero de neón decía Spearmint Rhino. Debajo de él explicaba más: Club de Caballeros.
—¿Vamos a un club de striptease?
—Así es. Dijiste que era mi elección toda la noche.
Me da un guiño. Curiosamente, a pesar de que nunca había estado en el interior de uno, estaba más intrigada de lo que había imaginado. El interior no era nada parecido a lo que había imaginado. Supongo que esperaba oscuridad y suelos pegajosos. En cambio, me sorprendió encontrar dos plantas, un gran escenario y decoración opulenta. Al principio, parecía más como un club nocturno elegante que un lugar donde las mujeres se quitaban la ropa. El escenario principal tenía asientos a su alrededor, y había una sección con sofás largos para fiestas mayores. Otras áreas estaban cerradas con cortinas de privacidad. Algunas de las cortinas estaban cerradas; otras abiertas y acogedoras. Vi como dos atractivas mujeres llevaban a un hombre de la mano a una zona privada detrás de una puerta. Mis ojos tomaron todo a mi alrededor, pero cuando miré a Santana, solo estaba mirándome.
—¿Has estado aquí antes?
Ella asintió.
—En la despedida de soltero de un compañero el año pasado.
—¿Quieres decir que no frecuentas este lugar con tus citas?
Santana rió y tomó mi mano.
—Solo contigo, nena. Todavía piensas que soy una mujeriega, ¿no?
Dejé que me llevara a un stand en una esquina. Era tranquilo, casi privado, pero no se quedó así por mucho tiempo. Una bailarina vestida solo con una tira, con un cuerpo que solo podía soñar, sonrió mientras se acercaba.
—¿A tu cita le gustaría un baile?
Santana me miró, captando mis ojos abiertos y declinó amablemente.
—No todavía. Creo que tendremos una copa primero. Volvió su atención hacia mí.
—¿Todavía estás bien con que escoja lo que haremos toda la noche?
Me levanté con desafío.
—Claro.
Compartimos una botella de vino que era demasiada caro, y en realidad me olvidé de donde estábamos por un tiempo. Miré a mi alrededor y suspiré.
—¿De dónde sacan a todas estas mujeres perfectas?
Santana vació su copa.
—Solo veo una.
—Eso es dulce. Pero no puedo levantar mi pierna por encima de mi hombro así.
Señalé a una mujer que tendría que haber tenido doble articulación.
—. Así que creo que definitivamente me derrotarían.
—Gracias a Dios.
—¿Gracias a Dios, porque me ganarían?
—No. Gracias a Dios que no puedes levantar la pierna por encima de tu hombro. Hay solo algunas cosas que una mujer puede soportar antes de que se rompa.
Había una intensidad en sus ojos que me hizo sentir como que si presionaba un poco más fuerte, pudiera quebrarla. Solo, que no quería romperla. Quería todo de ella.
—Entonces. ¿Pasé la prueba ya? ¿O tenemos que pagar cien dólares por otra botella de vino de nueve?
—Solo una cosa más.
Luego podemos irnos. Casi tenía miedo de preguntar.
—¿Qué?
—Voy a comprarte un baile erótico.
—¿Y eso va a demostrar que no estoy tensa de una vez por todas?
—No. Pero seguro como el infierno harás mi noche.
El baile no fue como esperaba. De alguna manera... me excitó, y no sabía cómo procesar eso. Me gustaban los hombres y las mujeres, era bisexual, cosa que Santana nunca pensaría. Nunca había manifestado en público ningún interés en las mujeres, por lo que me dio la sensación de estar un poco confundida en el camino de vuelta al hotel.
—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya, Brittany?
La zona estaba abarrotada como si fueran las nueve de la mañana en el centro de Manhattan, incluso aunque era casi la una de la mañana en Las Vegas. Había tenido un demasiado de suero de la verdad... quiero decir de vino. Apoyé la cabeza en el hombro de Santana en la parte posterior de la cabina y tomé un audible respiración.
—Di mi nombre otra vez, Engreída.
—Princesa.
—No, mi nombre real.
—Oh. Princesa Tensa.
Le clavé mi codo en el pecho y me reí.
—No realmente. Me gusta la forma en que suena cuando dices Brittany.
—¿Oh sí?
—Sí.
—Muy bien, Brittany.
—Envolvió su brazo alrededor de mi hombro y me acerca.
Acurrucada fuertemente al lado de Santana, me quedé dormida durante unos minutos en el auto. Su voz ronca diciendo mi nombre con ese increíble acento, me hacía calentarme por todas partes. Se sentía tan bien, que casi dolía pensar que no sería así todo el tiempo, pronto.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Amo el viaje... sobre todo a la cabra ja ja ja ja ja
Buenos britt ya sabe la.condicion de san... no hace la diferencia la atracción esta...
A ver como les va en la ciudad del pecado? ?.
A ver si britt consigue que san caiga en la tentación??
Buenos britt ya sabe la.condicion de san... no hace la diferencia la atracción esta...
A ver como les va en la ciudad del pecado? ?.
A ver si britt consigue que san caiga en la tentación??
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
No puedo creer que esten cruzando de ciudad en ciudad con una cabra como si fuese un perrito, y que a esta le guste dormir con santana!!!! ahora a esperar el desenlace de esa noche!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Si ,Perfecta es la primera que sigo cuendo me meto al foro
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Jajajaja no pense que llevarían a la cabra con ellas!!
Y bueno el viaje esta haciendo que se conozcan poco a poco. Aunque ha tendido sus problemillas por ahí, espero que ahora que saben que se atraen ambas aprovechen la oportunidad de estar juntas. Como le dijo San a Britt es la ciudad del pecado, pecara con ella???
Además me da risa San de posesiva y celosa con Britt, no queriendo que nadie vea lo que puede ser suyo ;) jajaja
Y bueno el viaje esta haciendo que se conozcan poco a poco. Aunque ha tendido sus problemillas por ahí, espero que ahora que saben que se atraen ambas aprovechen la oportunidad de estar juntas. Como le dijo San a Britt es la ciudad del pecado, pecara con ella???
Además me da risa San de posesiva y celosa con Britt, no queriendo que nadie vea lo que puede ser suyo ;) jajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
ACTUALIZADO 1O DE DICIEMBRE
El golpe en mi puerta llegó a las ocho de la mañana. Estaba despierta pero definitivamente no despierta lo suficiente como para ir a un gimnasio. ¿En qué estaba pensando cuando estuve de acuerdo en ir? Estaba demasiado susceptible anoche. El alcohol había suavizado mis bordes temporalmente, pero esta mañana me sentía agotada de nuevo.
—Es demasiado temprano —gemí después de encontrar a Santana ya vestida con su ropa de ejercicios.
Se veía sexy como el infierno en sus bajos pantalones cortos de correr colgando y tenis, pero incluso eso no era suficiente para ayudar a mi arrastrado trasero. Atrapó la puerta mientras volvía a mi cama y me deslizaba de nuevo bajo la cubierta. Santana arrancó la manta de mí.
—¿Qué demonios?
—Levántate y brilla, Princesa.
—No tengo ganas de levantarme.
—Te sentirás mejor después de que lo hagamos.
Levanté una ceja y ella sonrió.
—Ah. Creo que te corrompí. ¿Quién es la pervertida ahora?
—Una pervertida es alguien que tiene un comportamiento sexual que está mal o que es inaceptable.
Palabra por palabra, recité la definición que me había dado cuando estábamos discutiendo sobre que no admitía masturbarme. Se rió entre dientes. Pero también me levantó de la cama y me llevó al cuarto de baño.
—¿Viste el tamaño de la hamburguesa que te comiste ayer? Tengo que ir al gimnasio, y tú vendrás conmigo.
Hice un puchero.
—¿Me estás diciendo que estoy gorda?
—De ningún modo. Te estoy diciendo que me gusta mirar ese trasero bien formado tuyo y que soy egoísta. Quiero que siga siendo así.
Puse los ojos en blanco, pero fui al baño y me lavé. Cuando salí, Santana estaba acostada en mi cama, con ambas manos detrás de la cabeza mientras miraba tranquilamente un partido de fútbol europeo.
—¿Echas de menos jugar? —le pregunté.
Era una pregunta estúpida. Me arrepentí en el minuto que salió de mi boca.
—Sí.
—¿Podrías volver de alguna manera? No me refiero a jugar. ¿Tal vez a entrenar o a manejar un equipo o algo así?
—He pensado en eso.
—Y…
—En realidad nunca terminé mi educación. Fui profesional en mi segundo año de universidad. La mayoría de las universidades e incluso las secundarias quieren que sus entrenadores tengan educación. Establece un ejemplo para los estudiantes.
—Así que volverás a la universidad.
—Supongo que podría hacerlo. Podría mantenerme ocupada durante los próximos dos años más o menos.
Me acerqué a la maleta y saqué mis pequeños juegos de leggins de entrenamiento y mi top de spandex.
—Volveré en un minuto. Necesito cambiarme.
En el interior del cuarto de baño, agarré mi cabello hacia atrás y me vestí en mi traje de entrenamiento. Le grité a Santana a través de la puerta del baño mientras me lavaba los dientes:
—¿Que haremos? Me gusta el yoga.
—El yoga no es un entrenamiento real. Suelo levantar peso y correr en la cinta durante cuarenta y cinco minutos para mi cardio.
—Bueno. Tal vez el gimnasio tenga ambos y podamos hacer nuestras propias cosas.
Abrí la puerta del baño y salí, lista para irnos.
—¿Eso es lo que llevas puesto al gimnasio?
Miré hacia abajo. Mi estómago estaba mostrándose, pero no pensé que se viera demasiado sugerente o extraño.
—¿Qué hay de malo con esto?
—Nada.
Apagó el televisor y me agarró la mano de camino a la puerta.
—. Supongo que haré yoga hoy, también.
En realidad nos comprometimos en el gimnasio. Santana tomó una clase de yoga conmigo, y luego corrió de lado a lado en las cintas de correr por una media hora. Después, las dos estábamos hambrientas. Ayer por la noche, hablamos acerca de quedarnos otra noche, así que abordé el tema de camino hacia el desayuno.
—¿Hablaste en serio sobre desear que nos quedáramos esta noche?
—Me quedaría para siempre si pudiéramos.
Esas pequeñas cosas que decía me daban esperanza, a pesar de que había hecho todo menos que escribir las palabras nunca pasará en mi frente.
—Bueno, entonces esta noche es mi noche. Tienes que escoger lo que haremos. Ahora será mi turno.
Santana entrecerró los ojos y me sostuvo la mirada por un instante demasiado largo.
—Estoy en el juego.
—Grandioso. —Sonreí—. Quiero ir a visitar a Esmeralda Copo de Nieve esta mañana. Probablemente debe estar asustada.
—Estamos pagando un lugar para la mimada mascota de ochenta dólares al día por cuidar a esa cosa. Le dieron un espacio de seis metros, y duerme con aire acondicionado, cuando normalmente vive fuera y camina delante de acelerados BMWs. ¿Y te preocupa que tenga miedo esta mañana?
—Es mi día. ¿Me quejé cuando tú elegiste lo que haríamos?
—Solo tuve una noche. ¿Por qué estás contando con todo el día y la noche?
—Porque sí.
Se rió.
—Buena respuesta, Consejera. ¿Discutes así en la corte?
—Cállate.
Agarré algo.
—. Tengo todo el día y la noche porque me hiciste ir a un club de striptease y tuve un baile en el regazo.
—Mesa para dos —dijo Santana cuando llegamos a la estación de la anfitriona del buffet. Luego volvió su atención hacia mí.
—. Te gustó. Creo que incluso te excitó un poco.
—No lo hizo.
Mi rostro enrojeció. Santana habló con la anfitriona mientras nos sentábamos. La mujer estaba probablemente a finales de sus sesenta, no es que importara.
—Tuvo un baile erótico de una stripper anoche y no admite que le gustó.
La mujer sonrió y negó. Su acento jamaicano fue grueso cuando habló:
—No hay vergüenza aquí, cariño. Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Disfruta de una pequeña sacudida si quieres. Podrás volver a ser tú la conservadora el lunes. Les traeré un poco de café, y podrán servirse del buffet cuando estén listas.
Se alejó.
—Vamos. Admítelo. Te gustó. El trasero de esa mujer girando en ti.
Santana se encogió de hombros.
—. Sé que me gustó a mí.
—¿Por qué te gusta hacer que reconozca lo que es vergonzoso?
Ya había confesado una cosa vergonzosa; no tenía la intención de ofrecerle algo más.
—¿Quieres decir que admitiste que te complaces a ti misma?
Sentí la temperatura subir en mi rostro. Me puse a la cabeza de la línea del buffet, a pesar de que me acababa de sentar. Pero Santana agarró mi muñeca y me detuvo.
—Nunca te avergüences de complacerte a ti misma o de disfrutar de un baile erótico. Es hermoso, y tú también.
Tomando un paseo temprano por la tarde, acabábamos de regresar de visitar a la cabra. La dulce niña se había emocionado mucho y saltó sobre todo Santana, lamiendo su rostro cuando llegamos. La pobre cosa probablemente pensó que nunca regresaríamos.
—Esmeralda Copo de Nieve fue tan linda cuando te vio.
—Mi rostro está todavía pegajoso de ese ataque.
—Sabes que la extrañaste.
Me reí.
—¿Qué vamos a hacer con esa cosa de todos modos?
—¿Esa cosa? No te refieras a ella así. Es como nuestra hija adoptiva.
Santana se detuvo y miró hacia el cielo, riendo a carcajadas.
— ¿Nuestra hija?
—¡Sí! No tiene más que a nosotras en este mundo.
—En serio, sin embargo, Brittany. Después de que nos separemos, ¿qué vas a hacer con ella? No puedes mantenerla.
Mi corazón de repente cayó. Después de que nos separemos. Mi mente estaba tratando de lidiar con el hecho de que implicaba que este viaje era definitivo para nosotras. En la manera típica de Santana, me acababa de dar un poco de esperanza de que algo se estaba desarrollando entre nosotras, y lo había arruinado. Me quedé en silencio por un momento antes de obligarme a hablar.
— Trataré de encontrar una granja de confianza. La mantendré conmigo de alguna manera hasta que esté segura de que es el sistema más adecuado.
—Suficientemente justo. Tiene suerte de tenerte.
Estaba buscando mi rostro, tratando de leer mi hosca expresión.
—. ¿Has pensado en lo que quieres hacer el resto de la tarde?
—¿Sabes qué? Realmente no me importa. Tú decide.
Santana dejó de caminar de nuevo y se volvió hacia mí.
—Espera. ¿Quieres renunciar a tu capacidad de elegir lo que haremos hoy? ¿Por qué en la Tierra harías eso?
Debido a que básicamente admitiste que significo nada para ti, y realmente no quiero estar cerca de ti en todo momento.
—No estoy en un estado de ánimo decisivo.
—Hay una nube oscura en el aire, Princesa. No sé lo que hice o dije esta vez, pero siento que te conozco lo suficientemente bien como para saber que algo de repente te molestó.
—Déjalo, Santana, ¿de acuerdo? No queda mucho tiempo aquí. No lo desperdicies tratando de leerme. A veces las personas tienen mal humor. Fin de la historia. Solo tienes que elegir algo.
Su rostro se puso serio.
—¿Estás bien?
—Sí. Lo prometo.
—Sé que estabas bromeando sobre ello antes... pero ¿es el momento del mes?
—¡No!
Se rascó la barbilla mientras nos parábamos frente a la otra en el paseo marítimo lleno de gente.
—Creo que tengo la idea de lo que necesitas, algo que aliviará toda la tensión que ha estado creciendo en el interior de ti en los últimos días.
—Oh ¿en serio?
Movió sus cejas.
—Oh sí. Espera aquí.
Se alejó para hacer una llamada de teléfono. Mientras estaba allí, en medio del calor seco, me prometí tratar de mantener mi estado de ánimo en jaque de avanzar. Tenía que aceptar esta situación como lo que realmente era: un viaje por carretera, nada más y nada menos. Necesitaba disfrutar de estas últimas horas con ella y dejar de reaccionar exageradamente. A su regreso, su boca estaba extendida en una amplia sonrisa. Esos hoyuelos. Un recordatorio de mi nueva postura no iba a ser fácil. Agarrando mi mano, dijo:
—Vamos.
No tenía ni idea de a dónde me llevaba. No podría haber dicho si era por helados o a su dormitorio. Después de un paseo de cinco minutos, terminamos en el hotel. Siguiéndola al ascensor, me di cuenta de que apretaba el botón de un piso diferente de donde estaban ubicadas nuestras habitaciones.
—¿Qué hay en el tercer piso?
Me guiñó un ojo.
—Ya verás.
Cuando las puertas se abren, veo el cartel: Spa Tranquil Waters.
—¿Iremos al spa?
—Bueno, recibirás un masaje.
Antes de que pudiera pedirle que se explicara, se acercó a la recepcionista.
—Cita para un masaje de parejas a nombre de López.
No pude evitar reír y mover la cabeza.
—¿Masaje de parejas?
—Sí. Recibiremos uno juntas. Me vendrá bien un poco de alivio de tensión también.
Una atractiva mujer se acercó y movió sus pestañas hacia Santana.
—Por aquí.
Perra. La seguimos por un largo pasillo y a una habitación con luz tenue.
—Quítense todo menos su ropa interior y se envuelven en estas toallas —dijo—. Sus masajistas estarán aquí en breve.
Estaba completamente callado excepto por el sonido de la relajante música instrumental. La habitación olía a menta, y velas eléctricas parpadeaban de manera dispersa alrededor del espacio. Normalmente la hallaría como una experiencia relajante si no fuera por…
—La escuchaste. Quítate la ropa —dijo Santana bruscamente.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar el tono dominante de su voz.
—¿De verdad crees que simplemente voy a desnudarme en frente de ti en este momento?
En lugar de responder a mi pregunta, agarró la tela de su camisa. Veía todos los movimientos de sus ondulantes músculos abdominales mientras lentamente se la levantaba. Si esa visión fuera un gif en tumblr, lo habría repetido una y otra vez. Abrió la cremallera de sus pantalones vaqueros y los deslizó hacia abajo antes de tirarlos en una silla. Se levantó delante de mí en nada más que el Bra y calzoncillos bóxer azul marino mientras descaradamente se quedaba mirando mi pecho.
—Tu turno.
—Date la vuelta entonces —dije en voz baja.
—¿Tengo que hacerlo? —bromeó y esbozó una sonrisa irónica antes de moverse de cara a la pared.
Sacándome la camiseta, me quedé mirando los músculos definidos de su espalda y luego hacia abajo a su trasero. Estaba de pie justo debajo de uno de los focos de la iluminación empotrada. Brillaba sobre su delicioso trasero como un centro de atención. La apertura en medio de ella estaba perfectamente esbozada a través de la tela. Tenía el trasero más fenomenal. Quise morderlo. Cuando me desabroché el sujetador y lo tiré encima de donde estaban esparcidos sus vaqueros, su respiración se atoró.
Me envolví en la toalla blanca de felpa y me acosté sobre mi estómago primero en mi mesa. Se suponía que sería una experiencia relajante, pero definitivamente me sentía un poco nerviosa.
—Te puedes dar la vuelta.
—No eres divertida —dijo mientras se acostaba en la mesa junto a mí.
—¿Qué esperas que esté de pie en frente de ti completamente desnuda?
—Uno puede soñar.
Las dos estábamos sobre nuestros estómagos con nuestras cabezas vueltas hacia la otra. Sus ojos ocasionalmente viajaban a lo largo de mi cuerpo.
Susurró:
—¿Estás bien, Princesa?
Algo en el tono de su pregunta tiró de mis fibras sensibles. Mentalmente las corté con unas tijeras imaginarias. Mantendría mi promesa de tener mis sentimientos bajo control aún si me mataban.
—Sí. Estoy bien.
Cuando levantó la ceja con escepticismo, sonreí.
—. En serio. Lo. Estoy. Esta fue una buena idea. Gracias.
—Me alegro de que estés contenta.
Después de diez minutos de espera, me estaba empezando a preguntar si se habían olvidado de nosotras cuando la puerta crujió lentamente. Una pequeña mujer asiática llamada Anna rodeó al otro lado de Santana. A mi izquierda había un hombre grande y musculoso que se parecía al actor Joe Manganiello.
Los ojos de Santana se oscurecieron, y se volvió a la mujer.
—¿Él se lo hará a ella?
—Por lo menos alguien me lo hará —murmuré en voz baja.
—Sí. Nos parece que funciona mejor de esa manera. Si nuestras clientas realmente disfrutan de James. ¿Hay algún problema?
Santana solo estaba mirando hacia mí, con la boca abierta.
—No. No hay problema en absoluto —contesté, mirando directamente los ojos de Santana.
—. Prefiero a un hombre.
La voz de James era baja y profunda.
—Por favor, quítese su toalla y deslícela. Puede quedarse sobre tu estómago.
Esto era demasiado bueno para ser verdad. El plan de Engreída salió totalmente contraproducente. Los ojos de Santana estaban pegados a cada movimiento mientras quitaba la toalla de debajo de mí. Luego, su mirada se posó en el frente de mis pechos desnudos presionados contra la mesa. Anna puso aceite caliente a lo largo de la espalda de Santana. Tendría que haber estado cerrando sus ojos y relajándose. En cambio, estaba mirando directamente a James vertiendo el mismo aceite en mí.
Podía ver su espalda subiendo y bajando mientras su respiración se aceleraba. James empezó a frotar el aceite en mi piel. En un momento, sus manos estaban masajeando la parte inferior de mi espalda y prácticamente estaban amasando la parte superior de mi trasero. La mirada de Santana continuó convertida en más como una mirada de muerte. Estaba seriamente molesta, pero no pude evitar sentirme feliz sobre eso. Ver a la mujer tocando a Santana de la misma manera también me estaba sacando de quicio, pero estaba demasiado preocupada con ella observándome para averiguar si estaba celosa o excitada. Probablemente ambas cosas. Después de varios minutos de ver a Santana seguir cada movimiento de las manos de James, no pude evitar preguntarle:
—¿Estás bien?
Su voz fue ronca
. —No.
Estaba seriamente ardiendo de celos. No la podía entender. Si hubiera sabido eso todo el tiempo, seguiría imaginando que era ella la que me tocaba. Quería eso más que nada.
—¿Cuánto tiempo más? —le preguntó Santana a la mujer.
—Trate de relajarse, señora. Está muy tensa.
Cuarenta minutos más tarde, nuestros masajes terminaron. Santana no había quitado los ojos de las manos de James todo el tiempo. Supongo que la única razón por la que sabía que lo había hecho era porque no había quitado mis ojos de ella mirándome. Las cosas se quedaron muy calladas cuando Anna y James nos dejaron solas para vestirnos.
La espalda de Santana estaba hacia mí cuando le pregunté:
—¿Cómo te sientes?
—Más tensa que cuando entré.
—¿Porqué?
—Debido a que pagué 350 dólares para ver a un hombre tocarte durante una hora.
—¿Está bien que una mujer te toque, pero no está bien que un hombre me toque?
De repente se dio la vuelta antes de que me vistiera, llevándome a cubrir mis pechos con mi camisa.
—No está bien que un hombre te toque cuando yo como la mierda no puedo —espetó antes de girar, lo que me permitió terminar de vestirme.
Después de varios segundos de silencio, finalmente dijo:
—Lo siento, Princesa. Actué como una maldita idiota.
Realmente me encantaron tus celos.
—Tienes suerte de que esté atraída por los pendejos. Por los Bastardos Arrogantes, también.
Pasando mis brazos a través de mi camisa, dije
: —Date la vuelta, idiota.
—Debido a mi buena voluntad, me gustaría darle la espalda a tu pase de elegir lo que haremos el resto del día.
—Lo tomo. Creo que las dos necesitamos refrescarnos. Además, estamos todas pegajosas del aceite. ¿Por qué no acabamos de pasar el rato en la piscina?
—Estoy de acuerdo con eso.
—Espera... no tenemos trajes de baño.
—Los compraremos en la tienda de la planta baja. Yo lo pagaré si puedo elegir el tuyo.
Me guiñó un ojo.
—Hecho.
—¿De verdad?
Me miró sorprendida.
—. ¿Confías en mí?
—Sí. —Sonreí—. Lo hago.
Esta era la nueva Brittany. Libre. No me quedaría atada. Me aflojaría y me divertiría con ella.
—Está bien.
Santana me sorprendió con su elección de bikini. Había uno muy escaso con solo algunos lazos, pero eligió uno con un modesto sostén deportivo y un fondo que cubría la mayor parte de mi trasero. Era blanco con pequeños lunares negros y tenía una pequeña colmena en el respaldo del fondo. También compró un elegante traje de baño negro para sí misma que abrazaba su trasero maravillosamente. Encontramos dos sillones blancos juntos, y habíamos traído bocadillos y revistas. Era tarde en la tarde, por lo que la zona de la piscina no estaba tan llena de gente. Ambas habíamos tomado un baño juntas, antes de regresar a nuestro lugar para relajarnos. Hasta el momento, esta podría haber sido mi parte favorita del viaje.
—¿Qué quieres beber? —preguntó.
—Algo helado y afrutado.
Santana se levantó para ir al bar. Algunas chicas se la estaban comiendo con los ojos mientras se dirigía hacia el otro lado de la piscina. No parecía darse cuenta con qué frecuencia la gente la checaba. Podría ser que no se diera cuenta, pero simplemente no se veía afectada por ello. Después de que regresó con dos daiquiris, bebimos en silencio. Jugando con el paraguas de papel de mi bebida, la miré.
—Esto es bonito.
Sonrió.
—Estoy bastante segura de que si hubiera algo que pudiera elegir a estar haciendo en el mundo en este momento, sería esto.
—Esta piscina es hermosa.
—No es solo el lugar. Es la compañía.
Mientras me miraba en ese momento, sus ojos me estaban diciendo una historia. Me decían que había querido decir realmente lo que dijo. Creía que Santana me deseaba, que quería estar conmigo, pero que realmente no podía. Fuera lo que fuese lo que la estaba sujetando era algo fuera de su control. Esos sentimientos molestos que había estado tratando de suprimir se empezaron a arrastrar hacia arriba otra vez, así que enterré mi rostro en una revista Weekly InTouch. Santana estaba chupando una paleta de Pixy rojo cuando me dio un repentino antojo de azúcar y le pregunté:
—¿Tienes algunos más de esos?
—Tal vez sí —dijo, guiñándome un ojo mientras metía la mano en la bolsa de plástico que había traído y me entregaba uno.
Empecé a chuparlo y apenas salía algo. Entonces, miré hacia abajo y noté que había un agujero en el extremo inferior del palito. El polvo de color naranja se había derramado sobre mi estómago. Santana rió.
—Chica sucia.
—¿Tienes una servilleta?
—No la necesitas —dijo—. Permíteme.
Más rápido que un parpadeo, Santana se inclinó sobre mí y bajó la cabeza a mi estómago. Lentamente pasó la lengua por mi ombligo, lamiendo en línea recta a solo centímetros de mis pechos. Me retorcí debajo de ella, sintiendo una pérdida total de control mientras lamía todo el polvo.
—Mmm —gimió mientras chupaba lo último de azúcar de mi piel y se humedecía los labios.
Mi respiración era entrecortada, cuando regresó a su lugar en el sillón. Me había dejado sentada allí, completamente excitada, pero en estado de shock. No hablamos acerca de lo que había hecho. Dijo que tenía que usar el baño un momento y desapareció por un rato. Igual que toda la determinación que había construido hasta que fue borrada. Debido a que la ventaja en la elección de nuestras actividades seguía siendo mía, decidí que quería probar un muy buen restaurante para la cena.
Terminamos en el Foundation Room, que tenía una vista asesina que estaba a sesenta y tres pisos de altura, con vista a la zona. Tenía una temática como de una vieja casa de campo con un ambiente acogedor. Después de que devoramos el pastel de cangrejo, Santana optó por el bistec mientras yo pedí mero. Esforzarme para no pensar en cómo me sentí cuando lamió el azúcar de encima de mí antes, fue en vano. Cada vez que miraba sus labios, todavía podía sentirlos en mí. Habíamos pedido dos botellas de vino, que parecieron fluir sin cesar junto con la conversación.
Hablamos bien durante al menos dos horas. Santana me habló sobre las experiencias de su niñez en Australia y habló más acerca de sus años entrenando para una carrera de fútbol que nunca sucedió. Compartimos historias sobre las batallas de nuestros padres con el cáncer. Le divulgué un montón de detalles de mi ruptura con Harrison. Me sentía aún más cerca de Santana.
Al final de la noche, era como si supiera todo lo que había que saber sobre ella, excepto donde estaba su vida ahora. Ese parecía ser el gran agujero negro. Además de añadir a mí angustia, que había recibido una llamada telefónica en medio de la cena, que causó que se levantara de la mesa. Estaba bastante segura de que tenía algo que ver con quien hacía que se estuviera frenando conmigo. Cuando regresó a su asiento, mi corazón latía mientras le pregunté:
—¿Quién era ese?
Me miró a los ojos como a la muerte, su tono grave.
—Nadie importante, Brittany.
En lugar de presionarla, me serví más vino. Con cada sorbo, un falso sentido de felicidad anulaba mis inseguridades. Me ponía más y más feliz. En el momento en que dejamos el restaurante, Santana tuvo que poner su brazo alrededor de mí solo para mantenerme equilibrada. No diría que estaba borracha como para hacerme pipí encima, pero definitivamente estaba en estado de embriaguez. Igual que Santana. Nos reíamos de nada. En un momento dado, nos topamos con una capilla. Había un cartel que decía, Bodas Falsas aquí. Santana me detuvo en medio de la acera. Los vapores del alcohol en su aliento se infiltraron en mi nariz mientras hablaba cerca de mi rostro.
—Cásate conmigo, Princesa.
—¿Qué?
—Tenemos una cabra de hija falsa ilegítima juntas.
Se rió.
—. Es justo que participemos en una ceremonia de boda falsa para hacerte una mujer honesta.
—¡Estás loca!
—Mierda, podemos enviarle una foto por texto a Harry. ¿Qué jodidamente increíble sería?
Su sonrisa pícara hizo temblar el deseo en mí.
—. Vamos, será divertido.
Me llevó de la mano a la pequeña capilla blanca. Un gran hombre disfrazado de Elvis estaba solo en la entrada.
—Es una buena noche para una boda —saludó monótonamente.
—¿Necesitamos una reserva? —preguntó Santana.
—Estamos muy tranquilos esta noche. Podemos hacerla ahora si quiere.
Santana me miró, con los ojos semi-borrachos y vidriosos.
—¿Qué dices?
Me encogí de hombros.
—No hay licencia. No es real. Por lo tanto, no hará ningún daño, ¿verdad?
Cada una de nosotras llenamos un formulario con algo de nuestra información básica. Por la friolera de ciento noventa y nueve dólares, pedimos la experiencia completa de boda que incluía ceremonia, cinco fotografías digitales, anillos de regalo, un ramo de seda y mi elección de vestido prestado. Antes de darme cuenta, estaba siendo llevada lejos por una mujer llamada Zelda con una mata de cabello rojo rizado. Me llevó a un cuarto trasero donde había un estante de vestidos blancos surtidos en diferentes formas y tamaños. Me hizo probarme algunos, y terminé seleccionando uno sin tirantes, de estilo sirena de encaje que era un poco demasiado largo. Mis senos también se derramaban fuera de la parte superior. Fue el único vestido que me gustó, sin embargo. Zelda me ayudó a recoger mi cabello con zarcillos que enmarcaban mi rostro. No tenía ni idea de qué esperar cuando caminé de vuelta por ahí. La música comenzó a sonar.
—¿Están empezando? —le pregunté.
—Tu novia debe haber escogido una canción, así que sí.
—¿Se supone que debemos escoger la canción?
—Tenemos una biblioteca de música, y por lo general dejamos que una de las novias, en su caso por ser ambas chicas la elija mientras la otra novia se viste.
Ese es el mejor uso del tiempo. La reconocí como Marry Me de Train. A pesar de que todo el asunto era una puesta en escena, no pude evitar las mariposas que pululaban dentro de mí mientras la música se reproducía.
Por mucho que sabía que esto era falso, mis nervios parecían iguales que si hubiera estado en una boda real. ¡Esto es ridículo! ¿Por qué estoy tan nerviosa?
Zelda me entregó mi pequeño ramo de lirios de seda.
—¿Lista?
Una respiración profunda se me escapó.
—Claro.
De repente, pude sentir cómo empezaba a recuperar la sobriedad. Este no era el momento para perder mi elevado nivel de alcohol. Cuando aparecí en el umbral que conducía al pequeño pasillo, Santana me estaba esperando con una mano cruzada sobre la otra. Todavía llevaba la misma camisa equipada de botones negros que tenía en la cena, excepto por una pequeña flor en el ojal que ahora estaba clavada en la parte delantera. Se veía tan bella y... nerviosa, también.
Esta era la experiencia más extraña. A medida que la música se reproduce, doy pasos muy lentos hacia ella. Mi corazón late a través de la tela de encaje apretado abrazando mis pechos. A mitad de camino por el pasillo, me tropecé con mi vestido y casi caí. Santana resopló y comenzó a resquebrajarse, y no pude evitar reír, también. Eso definitivamente aligeró el estado de ánimo por el resto de mi viaje por el pasillo.
Zelda hizo un gesto a mi ramo mientras se colocaba en diagonal detrás de mí. Al parecer, era mi dama de honor, también. Elvis empezó a hablar.
—Queridos hermanos, estamos reunidos aquí hoy para presenciar la unión de Santana Marie López y Brittany Susan Pierce en santo matrimonio...
—¿Marie? Guiñó un ojo y susurró:
—En realidad no.
Elvis continuó:
—Que es el estado honorable y que no están entrando imprudentemente o a la ligera, sino con reverencia y seriedad.
—No exactamente sobrios —interrumpió Santana.
—Si alguien puede demostrar una justa causa por la que no puedan estar legalmente unidas, que hable ahora o calle para siempre.
Ambas miramos atrás a los asientos vacíos. Podrías haber oído caer un alfiler.
—¿Quién entrega a esta mujer para casarse con esta mujer?
Zelda habló desde detrás de mí:
—Yo.
—¿Van a utilizar los votos estándar, o tienen por su cuenta?
Respondimos al mismo tiempo.
—Estándares —dije mientras Santana espetaba:
—Yo tengo los míos.
—¿Tienes los tuyos? —le susurré.
—Sí. —Sonrió.
—Vamos a empezar con la novia rubia entonces.
Elvis recitó el juramento estándar, y yo repetí palabra por palabra después de él. Luego, llegó el momento de Santana de hablar. Hizo una pausa, cerró los ojos por un momento y luego me miró a los ojos mientras tomaba mis manos entre las suyas.
—Brittany, desde el momento en que abriste esa boca inteligente y me llamaste idiota en los primeros segundos que nos conocimos, supe que eras una listilla. Al principio, pensé que era el palo en tu trasero. Más tarde me di cuenta de que era solo un mecanismo de protección. Fuiste lastimada, y no querías dejar entrar a nadie. A veces, esos que ponen grandes escudos son los que están protegiendo los corazones más grandes. Mi abuela solía decir siempre, que si quieres saber el tamaño del corazón de una persona, mira la forma en que trata a los animales o a los que no pueden ofrecerle nada a cambio. Por alguna razón, decidiste confiar en una tipa al azar el tiempo suficiente para que supiera que tienes el corazón más grande que hay. Eres tan bella por dentro como en el exterior. Convertiste lo que comenzó como un viaje miserable en la aventura de una vida. No puedes empezar a entender lo mucho que este tiempo contigo ha significado para mí. Si no recuerdas nada más de esto, por favor recuerda que mereces ser feliz.
Las lágrimas picaron mis ojos. Oh. Dios. Mío. Me había pillado con la guardia baja con ese discurso que me sorprendió en el silencio. Fue hermoso, pero también sonaba terriblemente como un adiós críptico. No había ni rastro de humor en su expresión. Había querido decir cada palabra. No escuché nada más que a Elvis decir:
—Por el poder que me confiere el estado de Nevada, ahora puedes besar a la novia.
No estaba viendo más a Santana. Solo sacudí la cabeza varias veces para dejar que Elvis supiera que se debía saltar esa parte, y que Santana y yo no haríamos eso.
—No vamos a besarnos.
Lo siguiente que supe es que las manos cálidas de Santana habían tomado mi rostro mientras se inclinaba y gruñía sobre mi boca:
—Como la mierda que no lo haremos.
En un instante, sus labios devoraron los míos. Mis piernas se volvieron casi totalmente flácidas. Mi corazón estaba latiendo fuera de control mientras presionaba su cuerpo en mí. Dio un empujón a mi boca abriéndola descaradamente con su lengua, mientras iba en busca de la mía. No pudiendo obtener el suficiente dulce sabor de su aliento, la abrí más, dejándola entrar. Gimió en mi boca mientras yo movía mis manos hacia arriba para tirar de su cabello sedoso. Dejó de besarme el tiempo suficiente para morder ligeramente mi labio inferior antes de soltarlo.
El beso se volvió más hambriento. No tenía idea de cuánto tiempo duró ya que el sentido del tiempo no existía para mí. Elvis tosió.
—Está bien. Eso es bueno. Tenemos otra pareja ahora esperando ser casados.
Santana se apartó. Completamente aturdida, me miró a los ojos. Su cabello estaba todo desordenado por mis dedos corriendo a través de él. Su mirada era penetrante, y parecía tan desconcertada como yo. ¿Qué diablos había pasado? El estado de ánimo cambió mientras salíamos de la capilla y encontrábamos a dos parejas esperando en el vestíbulo. La primera pareja parecía que podría omitir la boda e ir directamente a la luna de miel, allí mismo, en el vestíbulo. El novio estaba vestido con un traje de la bandera americana que consistía en pantalones rojos, chaqueta azul manchada con las estrellas, camisa blanca y una corbata a rayas roja y blanca. Cuando soltó su beso como-de-aspiradora del rostro de su futura esposa falsa, la levantó en sus brazos, y vi que ella tenía un traje a juego, solo que el suyo era un bikini de la bandera americana.
—¿Hablas ruso? —le preguntó a Elvis, que nos había seguido hasta el vestíbulo acompañado por Zelda. Elvis negó.
—Los servicios bilingües son extras. Necesitan una cita.
—¿Cuánto más?
—Ciento cincuenta dólares. Tenemos que pagarle al traductor.
El novio patriótico metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeño fajo de billetes. Frunció el ceño, y su novia falsa empezó a gritar algo que solo pude presumir era ruso. Golpeó el suelo con el pie y agitó los brazos mientras despotricaba. Santana se rió y se inclinó hacia mí.
—Y yo que pensaba que eras una perra.
—Hey.
Golpeé sus abdominales. Sonrió, y me debatí entre estar triste porque la tensión sexual había disminuido y estar aliviada de que parecíamos estar de vuelta a nuestra versión normal. Santana me tendió la mano.
—¿Sra. López?
Mierda. Me gustaba el sonido de eso. Mucho. Puse mi mano en la suya, y Zelda corrió.
—¿Les gustarían las fotos de su boda dentro o fuera? Tenemos un mirador precioso y un estanque atrás. Incluso hay un cisne en el estanque. Tiene un ala herida, pero se ve hermoso en el fondo de las fotografías.
—Las haremos dentro —respondió Santana rápidamente.
—Pero el cisne suena bien.
—No tenemos espacio para otra mascota. No te voy a dejar cerca de esa cosa.
Puse los ojos en blanco.
—Solo podemos saltarnos las fotografías.
—Ni por casualidad, Princesa. Harry necesita uno de esos bebés.
Una sonrisa sucia tentó la comisura de sus labios mientras sus ojos caían a mi pecho. Tuve serios problemas tratando de que mis pechos no salieran del escote de este ajustado vestido.
—. Además. Tú... en ese vestido... encima del tanque del inodoro allí.
—Pervertida.
Nos tomamos cuatro fotos; que era una reminiscencia de terribles fotos de fiesta. En la última foto, Zelda hizo una sugerencia.
—¿Qué tal algo romántico ahora?
Incliné mi cabeza y desafié a Santana, riendo.
—Sí, dulce habladora, ¿qué tal algo romántico?
Zelda cambió el fondo frente al que estábamos paradas. Ya no estábamos de pie frente a la famosa antigua señal, de neón de Las Vegas. Ahora nos transportaron a una Suite de luna de miel de algún tipo. El fondo tenía una foto de una gran cama llena de pétalos de rosa y velas estaban encendidas por toda la habitación. Era tan ridículamente cursi, que no pude evitar reír.
—Vamos. Es nuestra noche falsa de luna de miel. Ahí está nuestra cama. ¿No tienes algo romántico qué decir?
Santana miró hacia atrás, vio la escena y se volvió hacia mí.
—No soy exactamente del tipo romántico.
—Qué sorpresa.
Las cejas de Santana se levantaron y luego me miró por un segundo antes de inclinarse para susurrar en mi oído:
—Qué tal esta para la noche de bodas romántica. Si esa fuera nuestra cama, y tuviera la suerte de que fueras mi esposa.
Hizo una pausa y respiró, exhalando calor en mi cuello.
—. Si tuviera la suerte de llegar a tenerte, de poseer cada centímetro de ese cuerpo. Por primera vez en tu vida, dejarías ese control al que te aferras con tanta fuerza. Te lo exigiría, y tú de buena gana me lo darías.
Prácticamente gruñó el resto.
—. En esa cama. Te follaría llena de romance.
Tiró la cabeza hacia atrás para mirarme. Nuestras narices se tocaban, pero ninguna de nosotras se inclinó para formalizar la conexión. No era necesario. Zelda interrumpió,
—Hermoso. Creo que capturé el momento. Supongo que es una romántica después de todo, señora López.
Santana sonrió. Yo me quedé de pie en el lugar, sin poder moverme.
—Por suerte para mí, parece que a mi novia le gusta mi estilo de romanticismo después de todo.
Las dos estábamos sobrias en el momento en que llegamos a nuestro hotel, aunque una gran parte de mí todavía se sentía desequilibrada. Estaba borracha, pero no ya por el alcohol. Las dos estábamos todavía con las bandas de metal baratas que eran recuerdos de nuestra boda falsa, y cuando llegamos a la puerta de mi hotel, Santana me levantó de mis pies.
—Tengo que cargar a mi novia para atravesar el umbral.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me hundí en su pecho mientras abría la puerta con una mano.
—Me pregunto cuál será la historia de esto. ¿Así Santana puede mostrar lo fuerte que es?
—Creo que se inició porque la esposa estaba nerviosa de perder su virginidad.
Solté un bufido.
—Bueno, al menos no tenemos que preocuparnos por eso.
Los ojos de Santana se clavaron en mí. Ni siquiera trató de ocultar sus celos. Me dio una idea.
—¿Deseas casarte algún día? —le pregunté.
—¿Algún día? Pensé que acababa de hacerlo.
Me puso justo en el interior de mi habitación.
—Quiero decir de verdad. Me pregunto quién me cargará por el umbral cuando sea mi verdadera boda.
Los ojos de Santana eran serios.
—No quiero pensar en ello.
Seguí empujando.
—Tal vez mi nueva firma esté llena de solteros.
—¿Te refieres como a Harrison?
Me encogí de hombros y me senté para quitarme los tacones de diez centímetros.
—Decidí que no voy a dejar que me mantenga triste por más tiempo. He estado abatida por dos meses. Cuando me instale en California, voy a volver al caballo.
Miré hacia arriba y sonreí. Santana todavía estaba de pie cerca de la puerta.
—. ¿Qué, no hay comentarios sucios sobre qué voy a estar de nuevo en el caballo y a dar una buena montada? Estás decayendo, Engreída. Su mandíbula se tensó.
—Tal vez deberías tomar esa varita mágica de nuevo, en lugar de precipitar las cosas.
Me puse de pie y caminé hacia ella, dándole la espalda y tirando de mi cabello hacia un lado.
—¿Puedes desabrocharme?
La habitación se quedó en silencio durante un largo rato antes de sentir las manos de Santana tocándome. Una mano se apoderó de mi cadera con firmeza, casi como si tuviera que mantenerme apretada para seguir en su lugar. La otra llegó a mi cremallera. El sonido que hizo cuando abrió la cremallera lentamente fue positivamente erótico. En serio, ¿qué es lo que me pasa? Ninguna de las dos se movió. Nos quedamos allí con la tensión gruesa arremolinándose a nuestro alrededor.
—¿Santana?
Respiré. Ni siquiera reconocí mi propia voz; era tan baja y ronca. Sus dedos se clavaron profundamente en mi cadera. Casi me dolió, pero me excitó al mismo tiempo. Esperé a que dijera algo. Cualquier cosa. Seguí esperando. Ninguna de las dos se movió. Aún nada.
—¿Santana?
Traté de darme la vuelta y enfrentarla, pero sus manos me mantuvieron en mi lugar.
—No lo hagas. Tengo que irme, Brittany.
Hizo una pausa y dejó escapar un profundo suspiro.
—. El tipo que te cargue para atravesar ese umbral de verdad, será un bastardo con suerte.
No me doy la vuelta hasta que escucho la puerta de mi habitación hacer clic cerrándose detrás de ella. No quería dejar que viera mis lágrimas.
Pasó un buen par de horas antes de que la oyera volver. La puerta entre nuestras habitaciones contiguas estaba lo suficientemente abierta como para que pudiera escucharla moverse. La cabeza me daba vueltas, y la idea de no volver a verla de nuevo pasado mañana en serio me hizo sentirme mal del estómago. Había pasado más de un año desde Harrison, y el día que me mudé no me dolió ni la mitad que esto. Acostada en mi propia cama, sabiendo que Santana está tan físicamente cerca, que la podría tocar, me vuelve loca. Seguía repitiendo sus palabras una y otra vez en mi mente, diseccionando cada una y cada conversación que pude recordar. Me había dicho que era hermosa. Me había explicado las cosas con la que había fantaseado hacerme con gran detalle. Había dicho que el hombre con el que terminaría tendría suerte. Sus palabras me decían que me deseaba. Sus ojos me decían que me deseaba. Su cuerpo, su respiración, la forma en que miraba mi cuerpo como si se aferrara a su último hilo de control. Estaba malditamente segura de que me deseaba, eso finalmente lo había aceptado.
Simplemente... no podía. No podía eran las palabras que había usado en realidad. Como si estuviera mal que se lo permitiera a sí misma. Sabía que estaba tratando de protegerme de lo que sea que la estaba frenando. Pero no quería ser protegida ya. Lo que quería, era ser penetrada hasta el olvido. Y ya era hora de que tomara el control de la situación. Soy una mujer, maldita sea. Escúchenme rugir.
Con la adrenalina a través de mis venas, me metí en el baño, me lavé el rostro y me agarré el cabello en una cola de caballo. Pasé mi camisa de dormir sobre mi cabeza y me miré a mí misma en el espejo. La ropa interior que llevaba puesta era linda, un sujetador de encaje rosa pálido con shorts a juego. Pero había terminado de caminar por las ramas.
Acomodé mi ropa interior, abrí mi sujetador y observé mi reflejo. Grrrr. Mis mejillas estaban rojas, mi cuerpo entonado, y por primera vez en mucho tiempo, me gustó lo que vi. No había tiempo. Tenía que hacerlo ahora antes de que me acobardara. Con cada subida y caída de mi pecho, el valor estaba empezando a desaparecer. Me miré por última vez, respiré hondo y me dirigí a la puerta que nos separaba. Aquí va la leona.
Santana estaba saliendo del baño, cuando entré. No tenía nada más que una toalla blanca envuelta alrededor de su cuerpo. Estaba oscuro, pero las luces procedentes del anuncio de Las Vegas fuera de las ventanas de la habitación la iluminaban lo suficiente para que pudiera ver. Las gotas de agua brillaban en su pecho. Estaba literalmente impresionante, porque mi corazón latía salvajemente en mi pecho, y sentí como todo el oxígeno era succionado fuera de mis pulmones cuando me vio.
Nos miramos la una a la otra en silencio por un momento. La tensión de su mandíbula mientras trataba de sostener mis ojos era un testimonio de lo duro que trataba de resistirse. Pero perdió la batalla interna que había librado cuando sus ojos cayeron. Vi todos y cada uno de los segundos mientras me observaba. Primero, mis turgentes pechos —mis pezones tensos y en espera—que la saludaron.
Su pecho se movía arriba y abajo. Sentí la caricia de su toque en mi piel mientras sus ojos continuaban su descenso más abajo. Se tomó su tiempo en apreciar mi estrecha cintura, la curva de mi cadera y la llanura de mi estómago. Nuestras respiraciones eran poco profundas y rápidas cuando sus ojos alcanzaron aún más abajo, cayendo sobre la delgada línea. Entre mis piernas estaba empapada, y ni siquiera me había tocado aún. Casi me perdí cuando pasó la lengua por sus labios.
—Brittany —gimió en señal de advertencia.
Sonaba como si tuviera en dolor físico real.
—. Yo…
Estaba a punto de rechazarme de nuevo, y no había manera de que pudiera evitarlo. La deseaba desesperadamente, incluso sabiendo que solo conseguiría un poco. Presioné mi dedo en sus labios y la silencié. El shock se registró en su rostro cuando mi otra mano tiró de la toalla alrededor de sus pechos. La sostuve en frente de su rostro y ceremoniosamente la dejé caer al suelo.
Santana estaba gloriosamente dura, y la deseé más de lo que había querido nada en mi vida.
—Tenemos que consumar nuestro matrimonio.
—Es demasiado temprano —gemí después de encontrar a Santana ya vestida con su ropa de ejercicios.
Se veía sexy como el infierno en sus bajos pantalones cortos de correr colgando y tenis, pero incluso eso no era suficiente para ayudar a mi arrastrado trasero. Atrapó la puerta mientras volvía a mi cama y me deslizaba de nuevo bajo la cubierta. Santana arrancó la manta de mí.
—¿Qué demonios?
—Levántate y brilla, Princesa.
—No tengo ganas de levantarme.
—Te sentirás mejor después de que lo hagamos.
Levanté una ceja y ella sonrió.
—Ah. Creo que te corrompí. ¿Quién es la pervertida ahora?
—Una pervertida es alguien que tiene un comportamiento sexual que está mal o que es inaceptable.
Palabra por palabra, recité la definición que me había dado cuando estábamos discutiendo sobre que no admitía masturbarme. Se rió entre dientes. Pero también me levantó de la cama y me llevó al cuarto de baño.
—¿Viste el tamaño de la hamburguesa que te comiste ayer? Tengo que ir al gimnasio, y tú vendrás conmigo.
Hice un puchero.
—¿Me estás diciendo que estoy gorda?
—De ningún modo. Te estoy diciendo que me gusta mirar ese trasero bien formado tuyo y que soy egoísta. Quiero que siga siendo así.
Puse los ojos en blanco, pero fui al baño y me lavé. Cuando salí, Santana estaba acostada en mi cama, con ambas manos detrás de la cabeza mientras miraba tranquilamente un partido de fútbol europeo.
—¿Echas de menos jugar? —le pregunté.
Era una pregunta estúpida. Me arrepentí en el minuto que salió de mi boca.
—Sí.
—¿Podrías volver de alguna manera? No me refiero a jugar. ¿Tal vez a entrenar o a manejar un equipo o algo así?
—He pensado en eso.
—Y…
—En realidad nunca terminé mi educación. Fui profesional en mi segundo año de universidad. La mayoría de las universidades e incluso las secundarias quieren que sus entrenadores tengan educación. Establece un ejemplo para los estudiantes.
—Así que volverás a la universidad.
—Supongo que podría hacerlo. Podría mantenerme ocupada durante los próximos dos años más o menos.
Me acerqué a la maleta y saqué mis pequeños juegos de leggins de entrenamiento y mi top de spandex.
—Volveré en un minuto. Necesito cambiarme.
En el interior del cuarto de baño, agarré mi cabello hacia atrás y me vestí en mi traje de entrenamiento. Le grité a Santana a través de la puerta del baño mientras me lavaba los dientes:
—¿Que haremos? Me gusta el yoga.
—El yoga no es un entrenamiento real. Suelo levantar peso y correr en la cinta durante cuarenta y cinco minutos para mi cardio.
—Bueno. Tal vez el gimnasio tenga ambos y podamos hacer nuestras propias cosas.
Abrí la puerta del baño y salí, lista para irnos.
—¿Eso es lo que llevas puesto al gimnasio?
Miré hacia abajo. Mi estómago estaba mostrándose, pero no pensé que se viera demasiado sugerente o extraño.
—¿Qué hay de malo con esto?
—Nada.
Apagó el televisor y me agarró la mano de camino a la puerta.
—. Supongo que haré yoga hoy, también.
En realidad nos comprometimos en el gimnasio. Santana tomó una clase de yoga conmigo, y luego corrió de lado a lado en las cintas de correr por una media hora. Después, las dos estábamos hambrientas. Ayer por la noche, hablamos acerca de quedarnos otra noche, así que abordé el tema de camino hacia el desayuno.
—¿Hablaste en serio sobre desear que nos quedáramos esta noche?
—Me quedaría para siempre si pudiéramos.
Esas pequeñas cosas que decía me daban esperanza, a pesar de que había hecho todo menos que escribir las palabras nunca pasará en mi frente.
—Bueno, entonces esta noche es mi noche. Tienes que escoger lo que haremos. Ahora será mi turno.
Santana entrecerró los ojos y me sostuvo la mirada por un instante demasiado largo.
—Estoy en el juego.
—Grandioso. —Sonreí—. Quiero ir a visitar a Esmeralda Copo de Nieve esta mañana. Probablemente debe estar asustada.
—Estamos pagando un lugar para la mimada mascota de ochenta dólares al día por cuidar a esa cosa. Le dieron un espacio de seis metros, y duerme con aire acondicionado, cuando normalmente vive fuera y camina delante de acelerados BMWs. ¿Y te preocupa que tenga miedo esta mañana?
—Es mi día. ¿Me quejé cuando tú elegiste lo que haríamos?
—Solo tuve una noche. ¿Por qué estás contando con todo el día y la noche?
—Porque sí.
Se rió.
—Buena respuesta, Consejera. ¿Discutes así en la corte?
—Cállate.
Agarré algo.
—. Tengo todo el día y la noche porque me hiciste ir a un club de striptease y tuve un baile en el regazo.
—Mesa para dos —dijo Santana cuando llegamos a la estación de la anfitriona del buffet. Luego volvió su atención hacia mí.
—. Te gustó. Creo que incluso te excitó un poco.
—No lo hizo.
Mi rostro enrojeció. Santana habló con la anfitriona mientras nos sentábamos. La mujer estaba probablemente a finales de sus sesenta, no es que importara.
—Tuvo un baile erótico de una stripper anoche y no admite que le gustó.
La mujer sonrió y negó. Su acento jamaicano fue grueso cuando habló:
—No hay vergüenza aquí, cariño. Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Disfruta de una pequeña sacudida si quieres. Podrás volver a ser tú la conservadora el lunes. Les traeré un poco de café, y podrán servirse del buffet cuando estén listas.
Se alejó.
—Vamos. Admítelo. Te gustó. El trasero de esa mujer girando en ti.
Santana se encogió de hombros.
—. Sé que me gustó a mí.
—¿Por qué te gusta hacer que reconozca lo que es vergonzoso?
Ya había confesado una cosa vergonzosa; no tenía la intención de ofrecerle algo más.
—¿Quieres decir que admitiste que te complaces a ti misma?
Sentí la temperatura subir en mi rostro. Me puse a la cabeza de la línea del buffet, a pesar de que me acababa de sentar. Pero Santana agarró mi muñeca y me detuvo.
—Nunca te avergüences de complacerte a ti misma o de disfrutar de un baile erótico. Es hermoso, y tú también.
Tomando un paseo temprano por la tarde, acabábamos de regresar de visitar a la cabra. La dulce niña se había emocionado mucho y saltó sobre todo Santana, lamiendo su rostro cuando llegamos. La pobre cosa probablemente pensó que nunca regresaríamos.
—Esmeralda Copo de Nieve fue tan linda cuando te vio.
—Mi rostro está todavía pegajoso de ese ataque.
—Sabes que la extrañaste.
Me reí.
—¿Qué vamos a hacer con esa cosa de todos modos?
—¿Esa cosa? No te refieras a ella así. Es como nuestra hija adoptiva.
Santana se detuvo y miró hacia el cielo, riendo a carcajadas.
— ¿Nuestra hija?
—¡Sí! No tiene más que a nosotras en este mundo.
—En serio, sin embargo, Brittany. Después de que nos separemos, ¿qué vas a hacer con ella? No puedes mantenerla.
Mi corazón de repente cayó. Después de que nos separemos. Mi mente estaba tratando de lidiar con el hecho de que implicaba que este viaje era definitivo para nosotras. En la manera típica de Santana, me acababa de dar un poco de esperanza de que algo se estaba desarrollando entre nosotras, y lo había arruinado. Me quedé en silencio por un momento antes de obligarme a hablar.
— Trataré de encontrar una granja de confianza. La mantendré conmigo de alguna manera hasta que esté segura de que es el sistema más adecuado.
—Suficientemente justo. Tiene suerte de tenerte.
Estaba buscando mi rostro, tratando de leer mi hosca expresión.
—. ¿Has pensado en lo que quieres hacer el resto de la tarde?
—¿Sabes qué? Realmente no me importa. Tú decide.
Santana dejó de caminar de nuevo y se volvió hacia mí.
—Espera. ¿Quieres renunciar a tu capacidad de elegir lo que haremos hoy? ¿Por qué en la Tierra harías eso?
Debido a que básicamente admitiste que significo nada para ti, y realmente no quiero estar cerca de ti en todo momento.
—No estoy en un estado de ánimo decisivo.
—Hay una nube oscura en el aire, Princesa. No sé lo que hice o dije esta vez, pero siento que te conozco lo suficientemente bien como para saber que algo de repente te molestó.
—Déjalo, Santana, ¿de acuerdo? No queda mucho tiempo aquí. No lo desperdicies tratando de leerme. A veces las personas tienen mal humor. Fin de la historia. Solo tienes que elegir algo.
Su rostro se puso serio.
—¿Estás bien?
—Sí. Lo prometo.
—Sé que estabas bromeando sobre ello antes... pero ¿es el momento del mes?
—¡No!
Se rascó la barbilla mientras nos parábamos frente a la otra en el paseo marítimo lleno de gente.
—Creo que tengo la idea de lo que necesitas, algo que aliviará toda la tensión que ha estado creciendo en el interior de ti en los últimos días.
—Oh ¿en serio?
Movió sus cejas.
—Oh sí. Espera aquí.
Se alejó para hacer una llamada de teléfono. Mientras estaba allí, en medio del calor seco, me prometí tratar de mantener mi estado de ánimo en jaque de avanzar. Tenía que aceptar esta situación como lo que realmente era: un viaje por carretera, nada más y nada menos. Necesitaba disfrutar de estas últimas horas con ella y dejar de reaccionar exageradamente. A su regreso, su boca estaba extendida en una amplia sonrisa. Esos hoyuelos. Un recordatorio de mi nueva postura no iba a ser fácil. Agarrando mi mano, dijo:
—Vamos.
No tenía ni idea de a dónde me llevaba. No podría haber dicho si era por helados o a su dormitorio. Después de un paseo de cinco minutos, terminamos en el hotel. Siguiéndola al ascensor, me di cuenta de que apretaba el botón de un piso diferente de donde estaban ubicadas nuestras habitaciones.
—¿Qué hay en el tercer piso?
Me guiñó un ojo.
—Ya verás.
Cuando las puertas se abren, veo el cartel: Spa Tranquil Waters.
—¿Iremos al spa?
—Bueno, recibirás un masaje.
Antes de que pudiera pedirle que se explicara, se acercó a la recepcionista.
—Cita para un masaje de parejas a nombre de López.
No pude evitar reír y mover la cabeza.
—¿Masaje de parejas?
—Sí. Recibiremos uno juntas. Me vendrá bien un poco de alivio de tensión también.
Una atractiva mujer se acercó y movió sus pestañas hacia Santana.
—Por aquí.
Perra. La seguimos por un largo pasillo y a una habitación con luz tenue.
—Quítense todo menos su ropa interior y se envuelven en estas toallas —dijo—. Sus masajistas estarán aquí en breve.
Estaba completamente callado excepto por el sonido de la relajante música instrumental. La habitación olía a menta, y velas eléctricas parpadeaban de manera dispersa alrededor del espacio. Normalmente la hallaría como una experiencia relajante si no fuera por…
—La escuchaste. Quítate la ropa —dijo Santana bruscamente.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar el tono dominante de su voz.
—¿De verdad crees que simplemente voy a desnudarme en frente de ti en este momento?
En lugar de responder a mi pregunta, agarró la tela de su camisa. Veía todos los movimientos de sus ondulantes músculos abdominales mientras lentamente se la levantaba. Si esa visión fuera un gif en tumblr, lo habría repetido una y otra vez. Abrió la cremallera de sus pantalones vaqueros y los deslizó hacia abajo antes de tirarlos en una silla. Se levantó delante de mí en nada más que el Bra y calzoncillos bóxer azul marino mientras descaradamente se quedaba mirando mi pecho.
—Tu turno.
—Date la vuelta entonces —dije en voz baja.
—¿Tengo que hacerlo? —bromeó y esbozó una sonrisa irónica antes de moverse de cara a la pared.
Sacándome la camiseta, me quedé mirando los músculos definidos de su espalda y luego hacia abajo a su trasero. Estaba de pie justo debajo de uno de los focos de la iluminación empotrada. Brillaba sobre su delicioso trasero como un centro de atención. La apertura en medio de ella estaba perfectamente esbozada a través de la tela. Tenía el trasero más fenomenal. Quise morderlo. Cuando me desabroché el sujetador y lo tiré encima de donde estaban esparcidos sus vaqueros, su respiración se atoró.
Me envolví en la toalla blanca de felpa y me acosté sobre mi estómago primero en mi mesa. Se suponía que sería una experiencia relajante, pero definitivamente me sentía un poco nerviosa.
—Te puedes dar la vuelta.
—No eres divertida —dijo mientras se acostaba en la mesa junto a mí.
—¿Qué esperas que esté de pie en frente de ti completamente desnuda?
—Uno puede soñar.
Las dos estábamos sobre nuestros estómagos con nuestras cabezas vueltas hacia la otra. Sus ojos ocasionalmente viajaban a lo largo de mi cuerpo.
Susurró:
—¿Estás bien, Princesa?
Algo en el tono de su pregunta tiró de mis fibras sensibles. Mentalmente las corté con unas tijeras imaginarias. Mantendría mi promesa de tener mis sentimientos bajo control aún si me mataban.
—Sí. Estoy bien.
Cuando levantó la ceja con escepticismo, sonreí.
—. En serio. Lo. Estoy. Esta fue una buena idea. Gracias.
—Me alegro de que estés contenta.
Después de diez minutos de espera, me estaba empezando a preguntar si se habían olvidado de nosotras cuando la puerta crujió lentamente. Una pequeña mujer asiática llamada Anna rodeó al otro lado de Santana. A mi izquierda había un hombre grande y musculoso que se parecía al actor Joe Manganiello.
Los ojos de Santana se oscurecieron, y se volvió a la mujer.
—¿Él se lo hará a ella?
—Por lo menos alguien me lo hará —murmuré en voz baja.
—Sí. Nos parece que funciona mejor de esa manera. Si nuestras clientas realmente disfrutan de James. ¿Hay algún problema?
Santana solo estaba mirando hacia mí, con la boca abierta.
—No. No hay problema en absoluto —contesté, mirando directamente los ojos de Santana.
—. Prefiero a un hombre.
La voz de James era baja y profunda.
—Por favor, quítese su toalla y deslícela. Puede quedarse sobre tu estómago.
Esto era demasiado bueno para ser verdad. El plan de Engreída salió totalmente contraproducente. Los ojos de Santana estaban pegados a cada movimiento mientras quitaba la toalla de debajo de mí. Luego, su mirada se posó en el frente de mis pechos desnudos presionados contra la mesa. Anna puso aceite caliente a lo largo de la espalda de Santana. Tendría que haber estado cerrando sus ojos y relajándose. En cambio, estaba mirando directamente a James vertiendo el mismo aceite en mí.
Podía ver su espalda subiendo y bajando mientras su respiración se aceleraba. James empezó a frotar el aceite en mi piel. En un momento, sus manos estaban masajeando la parte inferior de mi espalda y prácticamente estaban amasando la parte superior de mi trasero. La mirada de Santana continuó convertida en más como una mirada de muerte. Estaba seriamente molesta, pero no pude evitar sentirme feliz sobre eso. Ver a la mujer tocando a Santana de la misma manera también me estaba sacando de quicio, pero estaba demasiado preocupada con ella observándome para averiguar si estaba celosa o excitada. Probablemente ambas cosas. Después de varios minutos de ver a Santana seguir cada movimiento de las manos de James, no pude evitar preguntarle:
—¿Estás bien?
Su voz fue ronca
. —No.
Estaba seriamente ardiendo de celos. No la podía entender. Si hubiera sabido eso todo el tiempo, seguiría imaginando que era ella la que me tocaba. Quería eso más que nada.
—¿Cuánto tiempo más? —le preguntó Santana a la mujer.
—Trate de relajarse, señora. Está muy tensa.
Cuarenta minutos más tarde, nuestros masajes terminaron. Santana no había quitado los ojos de las manos de James todo el tiempo. Supongo que la única razón por la que sabía que lo había hecho era porque no había quitado mis ojos de ella mirándome. Las cosas se quedaron muy calladas cuando Anna y James nos dejaron solas para vestirnos.
La espalda de Santana estaba hacia mí cuando le pregunté:
—¿Cómo te sientes?
—Más tensa que cuando entré.
—¿Porqué?
—Debido a que pagué 350 dólares para ver a un hombre tocarte durante una hora.
—¿Está bien que una mujer te toque, pero no está bien que un hombre me toque?
De repente se dio la vuelta antes de que me vistiera, llevándome a cubrir mis pechos con mi camisa.
—No está bien que un hombre te toque cuando yo como la mierda no puedo —espetó antes de girar, lo que me permitió terminar de vestirme.
Después de varios segundos de silencio, finalmente dijo:
—Lo siento, Princesa. Actué como una maldita idiota.
Realmente me encantaron tus celos.
—Tienes suerte de que esté atraída por los pendejos. Por los Bastardos Arrogantes, también.
Pasando mis brazos a través de mi camisa, dije
: —Date la vuelta, idiota.
—Debido a mi buena voluntad, me gustaría darle la espalda a tu pase de elegir lo que haremos el resto del día.
—Lo tomo. Creo que las dos necesitamos refrescarnos. Además, estamos todas pegajosas del aceite. ¿Por qué no acabamos de pasar el rato en la piscina?
—Estoy de acuerdo con eso.
—Espera... no tenemos trajes de baño.
—Los compraremos en la tienda de la planta baja. Yo lo pagaré si puedo elegir el tuyo.
Me guiñó un ojo.
—Hecho.
—¿De verdad?
Me miró sorprendida.
—. ¿Confías en mí?
—Sí. —Sonreí—. Lo hago.
Esta era la nueva Brittany. Libre. No me quedaría atada. Me aflojaría y me divertiría con ella.
—Está bien.
Santana me sorprendió con su elección de bikini. Había uno muy escaso con solo algunos lazos, pero eligió uno con un modesto sostén deportivo y un fondo que cubría la mayor parte de mi trasero. Era blanco con pequeños lunares negros y tenía una pequeña colmena en el respaldo del fondo. También compró un elegante traje de baño negro para sí misma que abrazaba su trasero maravillosamente. Encontramos dos sillones blancos juntos, y habíamos traído bocadillos y revistas. Era tarde en la tarde, por lo que la zona de la piscina no estaba tan llena de gente. Ambas habíamos tomado un baño juntas, antes de regresar a nuestro lugar para relajarnos. Hasta el momento, esta podría haber sido mi parte favorita del viaje.
—¿Qué quieres beber? —preguntó.
—Algo helado y afrutado.
Santana se levantó para ir al bar. Algunas chicas se la estaban comiendo con los ojos mientras se dirigía hacia el otro lado de la piscina. No parecía darse cuenta con qué frecuencia la gente la checaba. Podría ser que no se diera cuenta, pero simplemente no se veía afectada por ello. Después de que regresó con dos daiquiris, bebimos en silencio. Jugando con el paraguas de papel de mi bebida, la miré.
—Esto es bonito.
Sonrió.
—Estoy bastante segura de que si hubiera algo que pudiera elegir a estar haciendo en el mundo en este momento, sería esto.
—Esta piscina es hermosa.
—No es solo el lugar. Es la compañía.
Mientras me miraba en ese momento, sus ojos me estaban diciendo una historia. Me decían que había querido decir realmente lo que dijo. Creía que Santana me deseaba, que quería estar conmigo, pero que realmente no podía. Fuera lo que fuese lo que la estaba sujetando era algo fuera de su control. Esos sentimientos molestos que había estado tratando de suprimir se empezaron a arrastrar hacia arriba otra vez, así que enterré mi rostro en una revista Weekly InTouch. Santana estaba chupando una paleta de Pixy rojo cuando me dio un repentino antojo de azúcar y le pregunté:
—¿Tienes algunos más de esos?
—Tal vez sí —dijo, guiñándome un ojo mientras metía la mano en la bolsa de plástico que había traído y me entregaba uno.
Empecé a chuparlo y apenas salía algo. Entonces, miré hacia abajo y noté que había un agujero en el extremo inferior del palito. El polvo de color naranja se había derramado sobre mi estómago. Santana rió.
—Chica sucia.
—¿Tienes una servilleta?
—No la necesitas —dijo—. Permíteme.
Más rápido que un parpadeo, Santana se inclinó sobre mí y bajó la cabeza a mi estómago. Lentamente pasó la lengua por mi ombligo, lamiendo en línea recta a solo centímetros de mis pechos. Me retorcí debajo de ella, sintiendo una pérdida total de control mientras lamía todo el polvo.
—Mmm —gimió mientras chupaba lo último de azúcar de mi piel y se humedecía los labios.
Mi respiración era entrecortada, cuando regresó a su lugar en el sillón. Me había dejado sentada allí, completamente excitada, pero en estado de shock. No hablamos acerca de lo que había hecho. Dijo que tenía que usar el baño un momento y desapareció por un rato. Igual que toda la determinación que había construido hasta que fue borrada. Debido a que la ventaja en la elección de nuestras actividades seguía siendo mía, decidí que quería probar un muy buen restaurante para la cena.
Terminamos en el Foundation Room, que tenía una vista asesina que estaba a sesenta y tres pisos de altura, con vista a la zona. Tenía una temática como de una vieja casa de campo con un ambiente acogedor. Después de que devoramos el pastel de cangrejo, Santana optó por el bistec mientras yo pedí mero. Esforzarme para no pensar en cómo me sentí cuando lamió el azúcar de encima de mí antes, fue en vano. Cada vez que miraba sus labios, todavía podía sentirlos en mí. Habíamos pedido dos botellas de vino, que parecieron fluir sin cesar junto con la conversación.
Hablamos bien durante al menos dos horas. Santana me habló sobre las experiencias de su niñez en Australia y habló más acerca de sus años entrenando para una carrera de fútbol que nunca sucedió. Compartimos historias sobre las batallas de nuestros padres con el cáncer. Le divulgué un montón de detalles de mi ruptura con Harrison. Me sentía aún más cerca de Santana.
Al final de la noche, era como si supiera todo lo que había que saber sobre ella, excepto donde estaba su vida ahora. Ese parecía ser el gran agujero negro. Además de añadir a mí angustia, que había recibido una llamada telefónica en medio de la cena, que causó que se levantara de la mesa. Estaba bastante segura de que tenía algo que ver con quien hacía que se estuviera frenando conmigo. Cuando regresó a su asiento, mi corazón latía mientras le pregunté:
—¿Quién era ese?
Me miró a los ojos como a la muerte, su tono grave.
—Nadie importante, Brittany.
En lugar de presionarla, me serví más vino. Con cada sorbo, un falso sentido de felicidad anulaba mis inseguridades. Me ponía más y más feliz. En el momento en que dejamos el restaurante, Santana tuvo que poner su brazo alrededor de mí solo para mantenerme equilibrada. No diría que estaba borracha como para hacerme pipí encima, pero definitivamente estaba en estado de embriaguez. Igual que Santana. Nos reíamos de nada. En un momento dado, nos topamos con una capilla. Había un cartel que decía, Bodas Falsas aquí. Santana me detuvo en medio de la acera. Los vapores del alcohol en su aliento se infiltraron en mi nariz mientras hablaba cerca de mi rostro.
—Cásate conmigo, Princesa.
—¿Qué?
—Tenemos una cabra de hija falsa ilegítima juntas.
Se rió.
—. Es justo que participemos en una ceremonia de boda falsa para hacerte una mujer honesta.
—¡Estás loca!
—Mierda, podemos enviarle una foto por texto a Harry. ¿Qué jodidamente increíble sería?
Su sonrisa pícara hizo temblar el deseo en mí.
—. Vamos, será divertido.
Me llevó de la mano a la pequeña capilla blanca. Un gran hombre disfrazado de Elvis estaba solo en la entrada.
—Es una buena noche para una boda —saludó monótonamente.
—¿Necesitamos una reserva? —preguntó Santana.
—Estamos muy tranquilos esta noche. Podemos hacerla ahora si quiere.
Santana me miró, con los ojos semi-borrachos y vidriosos.
—¿Qué dices?
Me encogí de hombros.
—No hay licencia. No es real. Por lo tanto, no hará ningún daño, ¿verdad?
Cada una de nosotras llenamos un formulario con algo de nuestra información básica. Por la friolera de ciento noventa y nueve dólares, pedimos la experiencia completa de boda que incluía ceremonia, cinco fotografías digitales, anillos de regalo, un ramo de seda y mi elección de vestido prestado. Antes de darme cuenta, estaba siendo llevada lejos por una mujer llamada Zelda con una mata de cabello rojo rizado. Me llevó a un cuarto trasero donde había un estante de vestidos blancos surtidos en diferentes formas y tamaños. Me hizo probarme algunos, y terminé seleccionando uno sin tirantes, de estilo sirena de encaje que era un poco demasiado largo. Mis senos también se derramaban fuera de la parte superior. Fue el único vestido que me gustó, sin embargo. Zelda me ayudó a recoger mi cabello con zarcillos que enmarcaban mi rostro. No tenía ni idea de qué esperar cuando caminé de vuelta por ahí. La música comenzó a sonar.
—¿Están empezando? —le pregunté.
—Tu novia debe haber escogido una canción, así que sí.
—¿Se supone que debemos escoger la canción?
—Tenemos una biblioteca de música, y por lo general dejamos que una de las novias, en su caso por ser ambas chicas la elija mientras la otra novia se viste.
Ese es el mejor uso del tiempo. La reconocí como Marry Me de Train. A pesar de que todo el asunto era una puesta en escena, no pude evitar las mariposas que pululaban dentro de mí mientras la música se reproducía.
Por mucho que sabía que esto era falso, mis nervios parecían iguales que si hubiera estado en una boda real. ¡Esto es ridículo! ¿Por qué estoy tan nerviosa?
Zelda me entregó mi pequeño ramo de lirios de seda.
—¿Lista?
Una respiración profunda se me escapó.
—Claro.
De repente, pude sentir cómo empezaba a recuperar la sobriedad. Este no era el momento para perder mi elevado nivel de alcohol. Cuando aparecí en el umbral que conducía al pequeño pasillo, Santana me estaba esperando con una mano cruzada sobre la otra. Todavía llevaba la misma camisa equipada de botones negros que tenía en la cena, excepto por una pequeña flor en el ojal que ahora estaba clavada en la parte delantera. Se veía tan bella y... nerviosa, también.
Esta era la experiencia más extraña. A medida que la música se reproduce, doy pasos muy lentos hacia ella. Mi corazón late a través de la tela de encaje apretado abrazando mis pechos. A mitad de camino por el pasillo, me tropecé con mi vestido y casi caí. Santana resopló y comenzó a resquebrajarse, y no pude evitar reír, también. Eso definitivamente aligeró el estado de ánimo por el resto de mi viaje por el pasillo.
Zelda hizo un gesto a mi ramo mientras se colocaba en diagonal detrás de mí. Al parecer, era mi dama de honor, también. Elvis empezó a hablar.
—Queridos hermanos, estamos reunidos aquí hoy para presenciar la unión de Santana Marie López y Brittany Susan Pierce en santo matrimonio...
—¿Marie? Guiñó un ojo y susurró:
—En realidad no.
Elvis continuó:
—Que es el estado honorable y que no están entrando imprudentemente o a la ligera, sino con reverencia y seriedad.
—No exactamente sobrios —interrumpió Santana.
—Si alguien puede demostrar una justa causa por la que no puedan estar legalmente unidas, que hable ahora o calle para siempre.
Ambas miramos atrás a los asientos vacíos. Podrías haber oído caer un alfiler.
—¿Quién entrega a esta mujer para casarse con esta mujer?
Zelda habló desde detrás de mí:
—Yo.
—¿Van a utilizar los votos estándar, o tienen por su cuenta?
Respondimos al mismo tiempo.
—Estándares —dije mientras Santana espetaba:
—Yo tengo los míos.
—¿Tienes los tuyos? —le susurré.
—Sí. —Sonrió.
—Vamos a empezar con la novia rubia entonces.
Elvis recitó el juramento estándar, y yo repetí palabra por palabra después de él. Luego, llegó el momento de Santana de hablar. Hizo una pausa, cerró los ojos por un momento y luego me miró a los ojos mientras tomaba mis manos entre las suyas.
—Brittany, desde el momento en que abriste esa boca inteligente y me llamaste idiota en los primeros segundos que nos conocimos, supe que eras una listilla. Al principio, pensé que era el palo en tu trasero. Más tarde me di cuenta de que era solo un mecanismo de protección. Fuiste lastimada, y no querías dejar entrar a nadie. A veces, esos que ponen grandes escudos son los que están protegiendo los corazones más grandes. Mi abuela solía decir siempre, que si quieres saber el tamaño del corazón de una persona, mira la forma en que trata a los animales o a los que no pueden ofrecerle nada a cambio. Por alguna razón, decidiste confiar en una tipa al azar el tiempo suficiente para que supiera que tienes el corazón más grande que hay. Eres tan bella por dentro como en el exterior. Convertiste lo que comenzó como un viaje miserable en la aventura de una vida. No puedes empezar a entender lo mucho que este tiempo contigo ha significado para mí. Si no recuerdas nada más de esto, por favor recuerda que mereces ser feliz.
Las lágrimas picaron mis ojos. Oh. Dios. Mío. Me había pillado con la guardia baja con ese discurso que me sorprendió en el silencio. Fue hermoso, pero también sonaba terriblemente como un adiós críptico. No había ni rastro de humor en su expresión. Había querido decir cada palabra. No escuché nada más que a Elvis decir:
—Por el poder que me confiere el estado de Nevada, ahora puedes besar a la novia.
No estaba viendo más a Santana. Solo sacudí la cabeza varias veces para dejar que Elvis supiera que se debía saltar esa parte, y que Santana y yo no haríamos eso.
—No vamos a besarnos.
Lo siguiente que supe es que las manos cálidas de Santana habían tomado mi rostro mientras se inclinaba y gruñía sobre mi boca:
—Como la mierda que no lo haremos.
En un instante, sus labios devoraron los míos. Mis piernas se volvieron casi totalmente flácidas. Mi corazón estaba latiendo fuera de control mientras presionaba su cuerpo en mí. Dio un empujón a mi boca abriéndola descaradamente con su lengua, mientras iba en busca de la mía. No pudiendo obtener el suficiente dulce sabor de su aliento, la abrí más, dejándola entrar. Gimió en mi boca mientras yo movía mis manos hacia arriba para tirar de su cabello sedoso. Dejó de besarme el tiempo suficiente para morder ligeramente mi labio inferior antes de soltarlo.
El beso se volvió más hambriento. No tenía idea de cuánto tiempo duró ya que el sentido del tiempo no existía para mí. Elvis tosió.
—Está bien. Eso es bueno. Tenemos otra pareja ahora esperando ser casados.
Santana se apartó. Completamente aturdida, me miró a los ojos. Su cabello estaba todo desordenado por mis dedos corriendo a través de él. Su mirada era penetrante, y parecía tan desconcertada como yo. ¿Qué diablos había pasado? El estado de ánimo cambió mientras salíamos de la capilla y encontrábamos a dos parejas esperando en el vestíbulo. La primera pareja parecía que podría omitir la boda e ir directamente a la luna de miel, allí mismo, en el vestíbulo. El novio estaba vestido con un traje de la bandera americana que consistía en pantalones rojos, chaqueta azul manchada con las estrellas, camisa blanca y una corbata a rayas roja y blanca. Cuando soltó su beso como-de-aspiradora del rostro de su futura esposa falsa, la levantó en sus brazos, y vi que ella tenía un traje a juego, solo que el suyo era un bikini de la bandera americana.
—¿Hablas ruso? —le preguntó a Elvis, que nos había seguido hasta el vestíbulo acompañado por Zelda. Elvis negó.
—Los servicios bilingües son extras. Necesitan una cita.
—¿Cuánto más?
—Ciento cincuenta dólares. Tenemos que pagarle al traductor.
El novio patriótico metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeño fajo de billetes. Frunció el ceño, y su novia falsa empezó a gritar algo que solo pude presumir era ruso. Golpeó el suelo con el pie y agitó los brazos mientras despotricaba. Santana se rió y se inclinó hacia mí.
—Y yo que pensaba que eras una perra.
—Hey.
Golpeé sus abdominales. Sonrió, y me debatí entre estar triste porque la tensión sexual había disminuido y estar aliviada de que parecíamos estar de vuelta a nuestra versión normal. Santana me tendió la mano.
—¿Sra. López?
Mierda. Me gustaba el sonido de eso. Mucho. Puse mi mano en la suya, y Zelda corrió.
—¿Les gustarían las fotos de su boda dentro o fuera? Tenemos un mirador precioso y un estanque atrás. Incluso hay un cisne en el estanque. Tiene un ala herida, pero se ve hermoso en el fondo de las fotografías.
—Las haremos dentro —respondió Santana rápidamente.
—Pero el cisne suena bien.
—No tenemos espacio para otra mascota. No te voy a dejar cerca de esa cosa.
Puse los ojos en blanco.
—Solo podemos saltarnos las fotografías.
—Ni por casualidad, Princesa. Harry necesita uno de esos bebés.
Una sonrisa sucia tentó la comisura de sus labios mientras sus ojos caían a mi pecho. Tuve serios problemas tratando de que mis pechos no salieran del escote de este ajustado vestido.
—. Además. Tú... en ese vestido... encima del tanque del inodoro allí.
—Pervertida.
Nos tomamos cuatro fotos; que era una reminiscencia de terribles fotos de fiesta. En la última foto, Zelda hizo una sugerencia.
—¿Qué tal algo romántico ahora?
Incliné mi cabeza y desafié a Santana, riendo.
—Sí, dulce habladora, ¿qué tal algo romántico?
Zelda cambió el fondo frente al que estábamos paradas. Ya no estábamos de pie frente a la famosa antigua señal, de neón de Las Vegas. Ahora nos transportaron a una Suite de luna de miel de algún tipo. El fondo tenía una foto de una gran cama llena de pétalos de rosa y velas estaban encendidas por toda la habitación. Era tan ridículamente cursi, que no pude evitar reír.
—Vamos. Es nuestra noche falsa de luna de miel. Ahí está nuestra cama. ¿No tienes algo romántico qué decir?
Santana miró hacia atrás, vio la escena y se volvió hacia mí.
—No soy exactamente del tipo romántico.
—Qué sorpresa.
Las cejas de Santana se levantaron y luego me miró por un segundo antes de inclinarse para susurrar en mi oído:
—Qué tal esta para la noche de bodas romántica. Si esa fuera nuestra cama, y tuviera la suerte de que fueras mi esposa.
Hizo una pausa y respiró, exhalando calor en mi cuello.
—. Si tuviera la suerte de llegar a tenerte, de poseer cada centímetro de ese cuerpo. Por primera vez en tu vida, dejarías ese control al que te aferras con tanta fuerza. Te lo exigiría, y tú de buena gana me lo darías.
Prácticamente gruñó el resto.
—. En esa cama. Te follaría llena de romance.
Tiró la cabeza hacia atrás para mirarme. Nuestras narices se tocaban, pero ninguna de nosotras se inclinó para formalizar la conexión. No era necesario. Zelda interrumpió,
—Hermoso. Creo que capturé el momento. Supongo que es una romántica después de todo, señora López.
Santana sonrió. Yo me quedé de pie en el lugar, sin poder moverme.
—Por suerte para mí, parece que a mi novia le gusta mi estilo de romanticismo después de todo.
Las dos estábamos sobrias en el momento en que llegamos a nuestro hotel, aunque una gran parte de mí todavía se sentía desequilibrada. Estaba borracha, pero no ya por el alcohol. Las dos estábamos todavía con las bandas de metal baratas que eran recuerdos de nuestra boda falsa, y cuando llegamos a la puerta de mi hotel, Santana me levantó de mis pies.
—Tengo que cargar a mi novia para atravesar el umbral.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me hundí en su pecho mientras abría la puerta con una mano.
—Me pregunto cuál será la historia de esto. ¿Así Santana puede mostrar lo fuerte que es?
—Creo que se inició porque la esposa estaba nerviosa de perder su virginidad.
Solté un bufido.
—Bueno, al menos no tenemos que preocuparnos por eso.
Los ojos de Santana se clavaron en mí. Ni siquiera trató de ocultar sus celos. Me dio una idea.
—¿Deseas casarte algún día? —le pregunté.
—¿Algún día? Pensé que acababa de hacerlo.
Me puso justo en el interior de mi habitación.
—Quiero decir de verdad. Me pregunto quién me cargará por el umbral cuando sea mi verdadera boda.
Los ojos de Santana eran serios.
—No quiero pensar en ello.
Seguí empujando.
—Tal vez mi nueva firma esté llena de solteros.
—¿Te refieres como a Harrison?
Me encogí de hombros y me senté para quitarme los tacones de diez centímetros.
—Decidí que no voy a dejar que me mantenga triste por más tiempo. He estado abatida por dos meses. Cuando me instale en California, voy a volver al caballo.
Miré hacia arriba y sonreí. Santana todavía estaba de pie cerca de la puerta.
—. ¿Qué, no hay comentarios sucios sobre qué voy a estar de nuevo en el caballo y a dar una buena montada? Estás decayendo, Engreída. Su mandíbula se tensó.
—Tal vez deberías tomar esa varita mágica de nuevo, en lugar de precipitar las cosas.
Me puse de pie y caminé hacia ella, dándole la espalda y tirando de mi cabello hacia un lado.
—¿Puedes desabrocharme?
La habitación se quedó en silencio durante un largo rato antes de sentir las manos de Santana tocándome. Una mano se apoderó de mi cadera con firmeza, casi como si tuviera que mantenerme apretada para seguir en su lugar. La otra llegó a mi cremallera. El sonido que hizo cuando abrió la cremallera lentamente fue positivamente erótico. En serio, ¿qué es lo que me pasa? Ninguna de las dos se movió. Nos quedamos allí con la tensión gruesa arremolinándose a nuestro alrededor.
—¿Santana?
Respiré. Ni siquiera reconocí mi propia voz; era tan baja y ronca. Sus dedos se clavaron profundamente en mi cadera. Casi me dolió, pero me excitó al mismo tiempo. Esperé a que dijera algo. Cualquier cosa. Seguí esperando. Ninguna de las dos se movió. Aún nada.
—¿Santana?
Traté de darme la vuelta y enfrentarla, pero sus manos me mantuvieron en mi lugar.
—No lo hagas. Tengo que irme, Brittany.
Hizo una pausa y dejó escapar un profundo suspiro.
—. El tipo que te cargue para atravesar ese umbral de verdad, será un bastardo con suerte.
No me doy la vuelta hasta que escucho la puerta de mi habitación hacer clic cerrándose detrás de ella. No quería dejar que viera mis lágrimas.
Pasó un buen par de horas antes de que la oyera volver. La puerta entre nuestras habitaciones contiguas estaba lo suficientemente abierta como para que pudiera escucharla moverse. La cabeza me daba vueltas, y la idea de no volver a verla de nuevo pasado mañana en serio me hizo sentirme mal del estómago. Había pasado más de un año desde Harrison, y el día que me mudé no me dolió ni la mitad que esto. Acostada en mi propia cama, sabiendo que Santana está tan físicamente cerca, que la podría tocar, me vuelve loca. Seguía repitiendo sus palabras una y otra vez en mi mente, diseccionando cada una y cada conversación que pude recordar. Me había dicho que era hermosa. Me había explicado las cosas con la que había fantaseado hacerme con gran detalle. Había dicho que el hombre con el que terminaría tendría suerte. Sus palabras me decían que me deseaba. Sus ojos me decían que me deseaba. Su cuerpo, su respiración, la forma en que miraba mi cuerpo como si se aferrara a su último hilo de control. Estaba malditamente segura de que me deseaba, eso finalmente lo había aceptado.
Simplemente... no podía. No podía eran las palabras que había usado en realidad. Como si estuviera mal que se lo permitiera a sí misma. Sabía que estaba tratando de protegerme de lo que sea que la estaba frenando. Pero no quería ser protegida ya. Lo que quería, era ser penetrada hasta el olvido. Y ya era hora de que tomara el control de la situación. Soy una mujer, maldita sea. Escúchenme rugir.
Con la adrenalina a través de mis venas, me metí en el baño, me lavé el rostro y me agarré el cabello en una cola de caballo. Pasé mi camisa de dormir sobre mi cabeza y me miré a mí misma en el espejo. La ropa interior que llevaba puesta era linda, un sujetador de encaje rosa pálido con shorts a juego. Pero había terminado de caminar por las ramas.
Acomodé mi ropa interior, abrí mi sujetador y observé mi reflejo. Grrrr. Mis mejillas estaban rojas, mi cuerpo entonado, y por primera vez en mucho tiempo, me gustó lo que vi. No había tiempo. Tenía que hacerlo ahora antes de que me acobardara. Con cada subida y caída de mi pecho, el valor estaba empezando a desaparecer. Me miré por última vez, respiré hondo y me dirigí a la puerta que nos separaba. Aquí va la leona.
Santana estaba saliendo del baño, cuando entré. No tenía nada más que una toalla blanca envuelta alrededor de su cuerpo. Estaba oscuro, pero las luces procedentes del anuncio de Las Vegas fuera de las ventanas de la habitación la iluminaban lo suficiente para que pudiera ver. Las gotas de agua brillaban en su pecho. Estaba literalmente impresionante, porque mi corazón latía salvajemente en mi pecho, y sentí como todo el oxígeno era succionado fuera de mis pulmones cuando me vio.
Nos miramos la una a la otra en silencio por un momento. La tensión de su mandíbula mientras trataba de sostener mis ojos era un testimonio de lo duro que trataba de resistirse. Pero perdió la batalla interna que había librado cuando sus ojos cayeron. Vi todos y cada uno de los segundos mientras me observaba. Primero, mis turgentes pechos —mis pezones tensos y en espera—que la saludaron.
Su pecho se movía arriba y abajo. Sentí la caricia de su toque en mi piel mientras sus ojos continuaban su descenso más abajo. Se tomó su tiempo en apreciar mi estrecha cintura, la curva de mi cadera y la llanura de mi estómago. Nuestras respiraciones eran poco profundas y rápidas cuando sus ojos alcanzaron aún más abajo, cayendo sobre la delgada línea. Entre mis piernas estaba empapada, y ni siquiera me había tocado aún. Casi me perdí cuando pasó la lengua por sus labios.
—Brittany —gimió en señal de advertencia.
Sonaba como si tuviera en dolor físico real.
—. Yo…
Estaba a punto de rechazarme de nuevo, y no había manera de que pudiera evitarlo. La deseaba desesperadamente, incluso sabiendo que solo conseguiría un poco. Presioné mi dedo en sus labios y la silencié. El shock se registró en su rostro cuando mi otra mano tiró de la toalla alrededor de sus pechos. La sostuve en frente de su rostro y ceremoniosamente la dejé caer al suelo.
Santana estaba gloriosamente dura, y la deseé más de lo que había querido nada en mi vida.
—Tenemos que consumar nuestro matrimonio.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
por Dios, van a consumar su "matrimonio" que buen capitulo!!!! solo espero que se sepa pronto pq santana se resiste tanto!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
No imagino que podria ser lo que frena a san
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Que tanto frena a san de no estar con britt???
Se va a consumar el matrimonio de una vez???
Se va a consumar el matrimonio de una vez???
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
San aun es un misterio no se que esconde que no la deja estar con Britt...
Espero que se hayan equivocado y que la boda sea real !!!! Al fin la consumación lo sera, no? ;)
Espero que se hayan equivocado y que la boda sea real !!!! Al fin la consumación lo sera, no? ;)
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
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