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[Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
+2
micky morales
marthagr81@yahoo.es
6 participantes
Página 3 de 4.
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Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Pues es triste pero en esos dos años Britt avanzó y ahora tiene una relación estable y el regreso de San la confundió, solo esperó que no le ilusione a la morena si no esta segura de lo que quiere, aunque eso lo sabrá con el tiempo. Mientras haber como les va con la amistad que la veo un poco complicada con los sentimientos que tienen, pero ya veremos!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Tati.94 escribió:Que bien san no se fue, y a britt darle tiempo,aunque no se si aguante tenerla cerca digo todavia tienen esa tension entre ellas
Hola, sip menos mal que Santana supo que hacer, e hizo lo correcto.... vamos a ver como siguen....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
claudia1988 escribió:Me encanta la historia, no he podido comentar hasta ahora porque desde mi cel tengo problemas para iniciar sesión (╯︵╰,)
Hola, que bueno que has podido esta vez. Gracias.....
Saludos..
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
JVM escribió:Pues es triste pero en esos dos años Britt avanzó y ahora tiene una relación estable y el regreso de San la confundió, solo esperó que no le ilusione a la morena si no esta segura de lo que quiere, aunque eso lo sabrá con el tiempo. Mientras haber como les va con la amistad que la veo un poco complicada con los sentimientos que tienen, pero ya veremos!
Bueno no es facil, dos años...... las dos tienen posiciones muy validas.... sip no veo aqui espacio para amistad.... continuamos....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 22
Me quedé hasta la mitad de la noche tratando de llegar a algún gran esquema para hacer que Brittany confiara en mí de nuevo. Habían pasado dos largos años, y la quería tanto de regreso, tanto en sentido figurado como literalmente, que sentía como que podía explotar. Pero al final, sabía que no había gran esquema. Tenía que suceder de la forma en que sucedería. Sólo éramos nosotras, un poco a la vez.
Ahora, eso no significaba que no fuera a tratar de utilizar todas las ventajas disponibles que pudiera. Simplemente significaba que tendría que espolvorear esas ventajas ligeramente con el tiempo. En la ducha, me acordé de las cosas que hacían que los ojos de Brittany brillaran. La primera vez que vi sus ojos vidriosos, estábamos en un restaurante y la había alimentado de mi plato. Los huevos y las salchichas grasientas goteaban de Sriracha, y lo único en lo que podía pensar era en cómo alguna vez podría disfrutar de una comida de nuevo solo después de verla comer de mis manos. También estaba muy segura de que tenía afinidad por mi acento.
Con esas dos pequeñas cosas en mi mente, mi ducha podría haber sido un poco más de lo que esperaba. Pero estaba lista para mi cita para desayunar. Y maldita sea estaba hambrienta de Brittany.
Me detuve en una tienda local y recogí algunas cosas, preparándome para mi desayuno Latino. Antes de salir de mi casa, me robé un poco de mis favoritos de la despensa de mi hermana. Me dirigí a Starbucks temprano con una gran bolsa marrón, queriendo aclarar mi desayuno con Melanie antes de que Brittany llegara.
—Llegas tarde esta mañana.
Melanie sacó una taza y comenzó a escribir en ella con un marcador para el barista detrás.
—¿Podrías hacer que esos sean dos? Quedé con alguien para el desayuno.
Mi sonrisa arrogante fue suficiente para decirle a Melanie quién era ese alguien. Los ojos de Melanie se agrandaron. Realmente parecía emocionada por mí.
—¿Quieres decir que vas a compartir tu café con ella esta mañana, en vez de pagar su cuenta?
—Lo haré.
Ella juntó las manos.
—¡Lo sabía! Richard es un buen tipo y todo. Pero no es lo mismo. Tú sacas un lado de Brittany que nunca habíamos visto.
Tenía la esperanza de que ese lado fuera la verdadera Brittany y todavía lo mantuviera oculto de mí. Me pregunté si el bueno de Dick sabía que a mi chica le gustaba pelear y que tenía una veta sucia en ella. Confiaba en el hecho de que no tuviera ni puta idea.
—Escucha, Melanie. ¿Te importa si traigo algo para desayunar esta mañana? Traje algunas cosas para compartirlas con Brittany.
—Desde luego que no. Por supuesto. Haz lo que sea necesario.
—Gracias, Melanie.
Escogí los asientos más acogedores que pude encontrar. Estaban en la esquina, dos sillas de cuero marrón con una pequeña mesa entre ellas. Puse las sillas más juntas antes de acomodar nuestro desayuno. Brittany apareció justo a las nueve. Me puse de pie cuando llegó a nuestra mesa. Hubo un momento incómodo al principio. Quería inclinarme y besarla, aunque fuera sólo en la mejilla. Pero su lenguaje corporal era rígido, casi nervioso.
—Buenos días.
Asentí.
Ella forzó una sonrisa tímida.
—Hola.
Hice un gesto hacia la mesa detrás de mí.
—Ya nos dieron café y conseguí algo para desayunar. Ella se sentó.
—¿Qué es todo esto?
—Es un desayuno Latino.
—¿Un desayuno Latino? ¿Aquí en Starbucks?
—En cierto modo yo lo traje. Melanie fue buena al permitírmelo.
Brittany miró por encima del hombro a la caja registradora. Melanie y otras dos personas estaban mirándonos descaradamente con enormes sonrisas en sus rostros. Puso los ojos en blanco cuando me miró a mí.
— Dime con lo que me estarás alimentando.
Sonreí. Ella frunció el ceño.
—Tenemos que establecer algunas reglas básicas.
—Me estás preparando para fallar entonces.
—¿De qué estás hablando?
—Sabes que si estableces reglas, no podré evitarlo. Tendré que romperlas.
—Regla número uno. No romper las reglas.
—Eso es un poco exagerado, ¿no? Si rompo la regla número cuatro entonces me seguiré y romperé dos reglas más. Estás siendo difícil ya.
—Podría irme.
—¿Porque harías eso? Me gustas mejor cuando eres difícil.
—En serio.
—¿Por qué no te conseguimos algo? Creo que estás de muy mal humor porque no has comido todavía.
—Bien.
Ella miró la comida en la mesa y se lamió los labios. No me jodas. Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Levanté la tostada para mostrársela.
—Esta es moronga o morcilla como quieras llamarlo. Es un favorito.
Mi hermana y yo podríamos haber dejado detrás Puerto Rico, pero había ciertas cosas de las que no nos podíamos separar.
—Parece que es algo como... asqueroso.
—Si lo comes solo, podría ser. Pero cuando la o acompañas será jodidamente fantástico.
Le ofrecí un bocado. Ella trató de tomarla de mi mano. Yo tiré de ella quitándola de su alcance.
—La tradición latina, es alimentarse mutuamente. Es una especie de ofrenda de paz entre los nuevos amigos.
Está bien, por lo menos esa parte, la estaba inventado totalmente. Pero me salté el beso de hola, así que necesitaba algo. Ella negó, pero pareció divertida.
—Bien.
Brittany abrió su boca y cerró los ojos. Jesucristo. Esta mujer sería la muerte para mí. Dos años. Ahora tenía que mirar a la mujer con la que había estado soñando durante todo ese tiempo con los labios abiertos, pintados y los ojos cerrados esperándome. Y pensé que la cárcel era una prueba de moderación. A diferencia de la mayoría de los estadounidenses, a Brittany le gustó lo que le di. Por alguna extraña razón, sabía que lo haría. Juntas devoramos todo lo que traje mientras íbamos alrededor de una conversación real con una pequeña charla. Sabía que con el fin de empezar a recuperar su confianza, ella tenía que ver lo que Adele significaba para mí. También quería abrirme a ella, la transparencia invitaba a la confianza.
El Dr. Phil era uno de los espectáculos aprobados en la prisión.
—Cuando Adele y yo éramos niñas, me gustaba jugarle bromas. Envolvía su cuerpo en la cama mientras dormía. Envolvía la taza del inodoro para que hiciera pis en el suelo. Me ocultaba debajo de su cama hasta que se metía en ella y apagaba la luz. Entonces saltaba y la asustaba como la mierda.
—Y yo que me sentía en desventaja por no tener un hermano.
—Sí, bueno. Ella se puso a mano conmigo una vez.
Le ofrecí el último bocado del pan tostado, y no dudó en abrir la boca. ¿Por qué me encantaba que pidiera ensaladas con Dick y me dejara a mí llenarla de hidratos de carbono y calorías vacías?
—¿Qué hizo?
—Tenía tal vez ocho o nueve años, así que yo tendría probablemente diez o pronto cumpliría once. Acababa de encontrar tanto el fútbol como las chicas. Había una chica a la que había notado y ella parecía haberme notado también. Izzy. Estaba mirando mi práctica un día, y yo estaba alardeando... rebotando la pelota por mi rodilla y cabeza. Izzy estaba impresionada. La tenía justo donde la quería. Hasta que me di la vuelta.
—¿Qué hizo Adele?
—Había pintado el fondo de mi uniforme blanco de fútbol con Vegemite. Izzy perdió el interés y yo me convertí en Santana pantalones sucios. Las dos nos reímos.
—Y pensar que, años más tarde, esos pantalones sucios volverían famoso tu trasero.
—Sabes, ese poster tiene mi rostro, también. Es sólo un poco de mi trasero el que se muestra.
—Confía en mí. El trasero es lo que vende.
—¿Estás diciendo que te gusta mi trasero más que mi cara?
Ella negó y no contestó, pero sus mejillas se colorearon un poco.
— Entonces, ¿cómo te vengaste de Adele?
—No lo hice. —Me encogí de hombros—. Estaba orgullosa de ella, en realidad.
Hablamos durante dos horas más. De nada. De todo. Me podría haber sentado allí por días. Cuando el teléfono de Brittany zumbó sobre la mesa, nuestros ojos captaron el nombre parpadeando antes de que nuestras miradas se encontraran. Richard. Dick.
—Debería irme. No puedo creer que hayamos estado sentadas aquí por cerca de dos horas y media. Ni siquiera dije en mi oficina que iba a llegar tarde.
Se puso de pie, y yo me uní a ella.
—. ¿Cuáles son tus planes para hoy?
—Llevar a pasear algunos perros, quitar una cama de flores de mi abogada. Lo normal.
Ella buscó en su bolso y sacó un juego de llaves. Deslizando una llave del llavero me lo ofreció.
—Aquí. En caso de que tengas que usar el baño o cualquier cosa mientras estás en el trabajo.
Significaba mucho más que sólo un lugar para hacer mis necesidades. Tomé la llave de su mano, entonces entrelacé mis dedos con los suyos.
— Gracias.
Di un paso más cerca. Joder, ella olía bien.
—Colección Privada de Nardos Gardenia —murmuré.
El propio Pavlov hubiera babeado por cómo el olor me había condicionado. Me llevó de regreso a la primera noche en nuestras habitaciones de hotel. El olor impregnaba su cuarto de baño y aquella ropa interior negra de encaje que estaba en el mostrador. Mierda. Cuidar de mí misma no hacía nada para saciar la sed que tenía a su alrededor. Mis pantalones estaban volviéndose incómodos.
—Recuerdas el nombre de mi perfume.
No pude evitarlo esta vez. Envolví mi brazo alrededor de su cuello y la atraje contra mí con fuerza para darle un abrazo.
—Recuerdo todo de ti —le susurré al oído.
Ella estaba al ras cuando nos separamos, pero su rostro se puso carmesí cuando miró hacia abajo para escapar de mi mirada y vio el evidente bulto en mis pantalones.
—Han pasado más de dos años —ofrecí en silencio como explicación.
—Tú no has…
—No he estado dentro de una mujer en dos años.
Entonces pensé mejor en mi fraseo.
—. No he tocado a otra mujer desde que te conocí. Y no pienso hacerlo.
La vi mover la garganta antes de hablar.
—Gracias por el desayuno.
—¿Cuándo te veré de nuevo, Princesa?
—Tengo que salir de la ciudad mañana por la mañana. Probablemente estaré en camino temprano y volveré tarde. Te enviaré un texto el día después de mañana, tal vez.
Odié esa respuesta. Pero la tomé.
—Que tengas un viaje seguro.
Paseé algunos perros, fui al gimnasio y decidí saltarme a Brittany hoy. Después de mi tiempo con ella esta mañana, no quería arruinar las cosas acechando cuando llegara de vuelta a casa. Y no había duda, una vez que entrara en el interior de su casa, haría una investigación completa. Así que en vez de eso, me duché y me dirigí a un tiempo de calidad con mi chica-dela-barra favorita. El lugar siempre estaba vacío en ese momento.
—Te ves particularmente hermosa hoy, Carla Bubis.
Llevaba una camisa roja con grandes lunares blancos que estaba atada un poco menos que sus amplios pechos, revelando un montón de piel lisa. Su cabello estilo modelo estaba atado con un pañuelo rojo. Me sirvió una copa.
—Estás de un buen humor hoy. ¿Finalmente tuviste algunas bolas y fuiste tras de esa mujer?
—Estoy trabajando en ello.
—Has estado trabajando en ello durante dos semanas.
—Es un maratón, no un sprint.
Sorbí un poco de mi bebida.
—¿Quién eres, el Dalai Lama?
—Estoy empezando a sentirme como un monje budista. No se acuestan con nadie, ¿verdad?
—Déjame preguntarte algo. ¿Por qué no vas a un bar y recoges a una mujer dispuesta y haces el trabajo sucio de una vez? Ha pasado un largo tiempo. Sólo ten sexo. Sudoroso, con bofetadas en el cuerpo, tipo sexo sucio. Puede que te sientas mejor.
Honestamente, había notado algunas mujeres últimamente. Tendría que estar muerta para no hacerlo. Sin embargo, mi cuerpo no tenía el deseo de estar con nadie más.
—Me sentiría como si estuviera engañándola.
—¿A pesar de que ella se está acostando con alguien más?
Eso malditamente dolió.
—Gracias, Carla.
—Lo siento. —Sonrió—. Pero quiero saber si cambias de opinión.
Miré el anillo en mi dedo. Es posible que hayan sido votos hablados delante de Elvis con entusiasmo, pero estaba comprometida con ellos. Eso me hizo preguntarme si ella recordaría nuestros votos, ahora que estaba de vuelta en su vida de nuevo.
Ahora, eso no significaba que no fuera a tratar de utilizar todas las ventajas disponibles que pudiera. Simplemente significaba que tendría que espolvorear esas ventajas ligeramente con el tiempo. En la ducha, me acordé de las cosas que hacían que los ojos de Brittany brillaran. La primera vez que vi sus ojos vidriosos, estábamos en un restaurante y la había alimentado de mi plato. Los huevos y las salchichas grasientas goteaban de Sriracha, y lo único en lo que podía pensar era en cómo alguna vez podría disfrutar de una comida de nuevo solo después de verla comer de mis manos. También estaba muy segura de que tenía afinidad por mi acento.
Con esas dos pequeñas cosas en mi mente, mi ducha podría haber sido un poco más de lo que esperaba. Pero estaba lista para mi cita para desayunar. Y maldita sea estaba hambrienta de Brittany.
Me detuve en una tienda local y recogí algunas cosas, preparándome para mi desayuno Latino. Antes de salir de mi casa, me robé un poco de mis favoritos de la despensa de mi hermana. Me dirigí a Starbucks temprano con una gran bolsa marrón, queriendo aclarar mi desayuno con Melanie antes de que Brittany llegara.
—Llegas tarde esta mañana.
Melanie sacó una taza y comenzó a escribir en ella con un marcador para el barista detrás.
—¿Podrías hacer que esos sean dos? Quedé con alguien para el desayuno.
Mi sonrisa arrogante fue suficiente para decirle a Melanie quién era ese alguien. Los ojos de Melanie se agrandaron. Realmente parecía emocionada por mí.
—¿Quieres decir que vas a compartir tu café con ella esta mañana, en vez de pagar su cuenta?
—Lo haré.
Ella juntó las manos.
—¡Lo sabía! Richard es un buen tipo y todo. Pero no es lo mismo. Tú sacas un lado de Brittany que nunca habíamos visto.
Tenía la esperanza de que ese lado fuera la verdadera Brittany y todavía lo mantuviera oculto de mí. Me pregunté si el bueno de Dick sabía que a mi chica le gustaba pelear y que tenía una veta sucia en ella. Confiaba en el hecho de que no tuviera ni puta idea.
—Escucha, Melanie. ¿Te importa si traigo algo para desayunar esta mañana? Traje algunas cosas para compartirlas con Brittany.
—Desde luego que no. Por supuesto. Haz lo que sea necesario.
—Gracias, Melanie.
Escogí los asientos más acogedores que pude encontrar. Estaban en la esquina, dos sillas de cuero marrón con una pequeña mesa entre ellas. Puse las sillas más juntas antes de acomodar nuestro desayuno. Brittany apareció justo a las nueve. Me puse de pie cuando llegó a nuestra mesa. Hubo un momento incómodo al principio. Quería inclinarme y besarla, aunque fuera sólo en la mejilla. Pero su lenguaje corporal era rígido, casi nervioso.
—Buenos días.
Asentí.
Ella forzó una sonrisa tímida.
—Hola.
Hice un gesto hacia la mesa detrás de mí.
—Ya nos dieron café y conseguí algo para desayunar. Ella se sentó.
—¿Qué es todo esto?
—Es un desayuno Latino.
—¿Un desayuno Latino? ¿Aquí en Starbucks?
—En cierto modo yo lo traje. Melanie fue buena al permitírmelo.
Brittany miró por encima del hombro a la caja registradora. Melanie y otras dos personas estaban mirándonos descaradamente con enormes sonrisas en sus rostros. Puso los ojos en blanco cuando me miró a mí.
— Dime con lo que me estarás alimentando.
Sonreí. Ella frunció el ceño.
—Tenemos que establecer algunas reglas básicas.
—Me estás preparando para fallar entonces.
—¿De qué estás hablando?
—Sabes que si estableces reglas, no podré evitarlo. Tendré que romperlas.
—Regla número uno. No romper las reglas.
—Eso es un poco exagerado, ¿no? Si rompo la regla número cuatro entonces me seguiré y romperé dos reglas más. Estás siendo difícil ya.
—Podría irme.
—¿Porque harías eso? Me gustas mejor cuando eres difícil.
—En serio.
—¿Por qué no te conseguimos algo? Creo que estás de muy mal humor porque no has comido todavía.
—Bien.
Ella miró la comida en la mesa y se lamió los labios. No me jodas. Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Levanté la tostada para mostrársela.
—Esta es moronga o morcilla como quieras llamarlo. Es un favorito.
Mi hermana y yo podríamos haber dejado detrás Puerto Rico, pero había ciertas cosas de las que no nos podíamos separar.
—Parece que es algo como... asqueroso.
—Si lo comes solo, podría ser. Pero cuando la o acompañas será jodidamente fantástico.
Le ofrecí un bocado. Ella trató de tomarla de mi mano. Yo tiré de ella quitándola de su alcance.
—La tradición latina, es alimentarse mutuamente. Es una especie de ofrenda de paz entre los nuevos amigos.
Está bien, por lo menos esa parte, la estaba inventado totalmente. Pero me salté el beso de hola, así que necesitaba algo. Ella negó, pero pareció divertida.
—Bien.
Brittany abrió su boca y cerró los ojos. Jesucristo. Esta mujer sería la muerte para mí. Dos años. Ahora tenía que mirar a la mujer con la que había estado soñando durante todo ese tiempo con los labios abiertos, pintados y los ojos cerrados esperándome. Y pensé que la cárcel era una prueba de moderación. A diferencia de la mayoría de los estadounidenses, a Brittany le gustó lo que le di. Por alguna extraña razón, sabía que lo haría. Juntas devoramos todo lo que traje mientras íbamos alrededor de una conversación real con una pequeña charla. Sabía que con el fin de empezar a recuperar su confianza, ella tenía que ver lo que Adele significaba para mí. También quería abrirme a ella, la transparencia invitaba a la confianza.
El Dr. Phil era uno de los espectáculos aprobados en la prisión.
—Cuando Adele y yo éramos niñas, me gustaba jugarle bromas. Envolvía su cuerpo en la cama mientras dormía. Envolvía la taza del inodoro para que hiciera pis en el suelo. Me ocultaba debajo de su cama hasta que se metía en ella y apagaba la luz. Entonces saltaba y la asustaba como la mierda.
—Y yo que me sentía en desventaja por no tener un hermano.
—Sí, bueno. Ella se puso a mano conmigo una vez.
Le ofrecí el último bocado del pan tostado, y no dudó en abrir la boca. ¿Por qué me encantaba que pidiera ensaladas con Dick y me dejara a mí llenarla de hidratos de carbono y calorías vacías?
—¿Qué hizo?
—Tenía tal vez ocho o nueve años, así que yo tendría probablemente diez o pronto cumpliría once. Acababa de encontrar tanto el fútbol como las chicas. Había una chica a la que había notado y ella parecía haberme notado también. Izzy. Estaba mirando mi práctica un día, y yo estaba alardeando... rebotando la pelota por mi rodilla y cabeza. Izzy estaba impresionada. La tenía justo donde la quería. Hasta que me di la vuelta.
—¿Qué hizo Adele?
—Había pintado el fondo de mi uniforme blanco de fútbol con Vegemite. Izzy perdió el interés y yo me convertí en Santana pantalones sucios. Las dos nos reímos.
—Y pensar que, años más tarde, esos pantalones sucios volverían famoso tu trasero.
—Sabes, ese poster tiene mi rostro, también. Es sólo un poco de mi trasero el que se muestra.
—Confía en mí. El trasero es lo que vende.
—¿Estás diciendo que te gusta mi trasero más que mi cara?
Ella negó y no contestó, pero sus mejillas se colorearon un poco.
— Entonces, ¿cómo te vengaste de Adele?
—No lo hice. —Me encogí de hombros—. Estaba orgullosa de ella, en realidad.
Hablamos durante dos horas más. De nada. De todo. Me podría haber sentado allí por días. Cuando el teléfono de Brittany zumbó sobre la mesa, nuestros ojos captaron el nombre parpadeando antes de que nuestras miradas se encontraran. Richard. Dick.
—Debería irme. No puedo creer que hayamos estado sentadas aquí por cerca de dos horas y media. Ni siquiera dije en mi oficina que iba a llegar tarde.
Se puso de pie, y yo me uní a ella.
—. ¿Cuáles son tus planes para hoy?
—Llevar a pasear algunos perros, quitar una cama de flores de mi abogada. Lo normal.
Ella buscó en su bolso y sacó un juego de llaves. Deslizando una llave del llavero me lo ofreció.
—Aquí. En caso de que tengas que usar el baño o cualquier cosa mientras estás en el trabajo.
Significaba mucho más que sólo un lugar para hacer mis necesidades. Tomé la llave de su mano, entonces entrelacé mis dedos con los suyos.
— Gracias.
Di un paso más cerca. Joder, ella olía bien.
—Colección Privada de Nardos Gardenia —murmuré.
El propio Pavlov hubiera babeado por cómo el olor me había condicionado. Me llevó de regreso a la primera noche en nuestras habitaciones de hotel. El olor impregnaba su cuarto de baño y aquella ropa interior negra de encaje que estaba en el mostrador. Mierda. Cuidar de mí misma no hacía nada para saciar la sed que tenía a su alrededor. Mis pantalones estaban volviéndose incómodos.
—Recuerdas el nombre de mi perfume.
No pude evitarlo esta vez. Envolví mi brazo alrededor de su cuello y la atraje contra mí con fuerza para darle un abrazo.
—Recuerdo todo de ti —le susurré al oído.
Ella estaba al ras cuando nos separamos, pero su rostro se puso carmesí cuando miró hacia abajo para escapar de mi mirada y vio el evidente bulto en mis pantalones.
—Han pasado más de dos años —ofrecí en silencio como explicación.
—Tú no has…
—No he estado dentro de una mujer en dos años.
Entonces pensé mejor en mi fraseo.
—. No he tocado a otra mujer desde que te conocí. Y no pienso hacerlo.
La vi mover la garganta antes de hablar.
—Gracias por el desayuno.
—¿Cuándo te veré de nuevo, Princesa?
—Tengo que salir de la ciudad mañana por la mañana. Probablemente estaré en camino temprano y volveré tarde. Te enviaré un texto el día después de mañana, tal vez.
Odié esa respuesta. Pero la tomé.
—Que tengas un viaje seguro.
Paseé algunos perros, fui al gimnasio y decidí saltarme a Brittany hoy. Después de mi tiempo con ella esta mañana, no quería arruinar las cosas acechando cuando llegara de vuelta a casa. Y no había duda, una vez que entrara en el interior de su casa, haría una investigación completa. Así que en vez de eso, me duché y me dirigí a un tiempo de calidad con mi chica-dela-barra favorita. El lugar siempre estaba vacío en ese momento.
—Te ves particularmente hermosa hoy, Carla Bubis.
Llevaba una camisa roja con grandes lunares blancos que estaba atada un poco menos que sus amplios pechos, revelando un montón de piel lisa. Su cabello estilo modelo estaba atado con un pañuelo rojo. Me sirvió una copa.
—Estás de un buen humor hoy. ¿Finalmente tuviste algunas bolas y fuiste tras de esa mujer?
—Estoy trabajando en ello.
—Has estado trabajando en ello durante dos semanas.
—Es un maratón, no un sprint.
Sorbí un poco de mi bebida.
—¿Quién eres, el Dalai Lama?
—Estoy empezando a sentirme como un monje budista. No se acuestan con nadie, ¿verdad?
—Déjame preguntarte algo. ¿Por qué no vas a un bar y recoges a una mujer dispuesta y haces el trabajo sucio de una vez? Ha pasado un largo tiempo. Sólo ten sexo. Sudoroso, con bofetadas en el cuerpo, tipo sexo sucio. Puede que te sientas mejor.
Honestamente, había notado algunas mujeres últimamente. Tendría que estar muerta para no hacerlo. Sin embargo, mi cuerpo no tenía el deseo de estar con nadie más.
—Me sentiría como si estuviera engañándola.
—¿A pesar de que ella se está acostando con alguien más?
Eso malditamente dolió.
—Gracias, Carla.
—Lo siento. —Sonrió—. Pero quiero saber si cambias de opinión.
Miré el anillo en mi dedo. Es posible que hayan sido votos hablados delante de Elvis con entusiasmo, pero estaba comprometida con ellos. Eso me hizo preguntarme si ella recordaría nuestros votos, ahora que estaba de vuelta en su vida de nuevo.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 23
Dicen que la tasa de reincidencia de los delincuentes es más de un cincuenta por ciento. Yo estaba convirtiéndome en una maldita estadística. Aunque tenía una llave y no era técnicamente una criminal, mi pequeño guante de espionaje me hacía sentir como la delincuente que era. Comencé inocentemente. Me dejé ir al baño; luego Pixy estaba viéndose sedienta. Así que fui a través de la mitad de los gabinetes de la cocina para encontrar un tazón. Nada incriminatorio tampoco allí. Algunas copas de vino de lujo, tazas de café con bufetes de abogados grabados en ellas, productos enlatados con las etiquetas mirando hacia el frente.
Sonreí cuando vi dos botellas de la salsa roja con el pomposo gallo mostrándose con orgullo en la parte delantera. A mi chica le gustó la salsa de pene. A partir de ahí, me moví a una investigación más visible. El cuarto de baño tenía un solo cepillo de dientes de color rosa. La bañera estaba llena de basura femenina solamente. Podría haber abierto el frasco de crema en la encimera y tomado una bocanada gigante. Olía a Brittany.
Estaba sonriendo como una idiota otra vez. Hasta que abrí el armario del baño con espejo. Tylenol, desodorante, máquinas de afeitar, extra de esto y aquello y... píldoras anticonceptivas. Abrí el pequeño recipiente ovalado y vi que lunes, martes y miércoles ya estaban fuera de la hoja plateada esta semana. La necesidad de eliminar los restos del mes por el inodoro era poderosa. Pero las consecuencias de hacer eso era algo que ni siquiera podía permitirme pensar. Me aventuré por el pasillo más allá. En el interior de su dormitorio, abrí las puertas corredizas del armario. Una de las puertas estaba fuera de pista y casi se vino abajo sobre mi cabeza. El hijo de puta de mi Princesa no repara nada, ya veo.
No había ni rastro de ropa de hombre en el armario, lo que me hizo sentir un poco reivindicada después del hallazgo del botiquín del baño. Encima de la cómoda, había algunas fotografías enmarcadas, una de ellas asumí era de Brittany y su papá en su graduación del colegio de abogados. Ella lo miraba mientras él miraba a la cámara con orgullo. Me acordé de que era abogado, también. Había algunas otras. Una de ella y un amigo en la adolescencia. Otra de una mujer mayor y Brittany. Se veían iguales; debía haber sido su abuela.
La última foto causó una sensación aplastante en mi pecho. Era de ella y Dick... con Pixy sentada entre ellos. Mutton, maldita traidora. Tanto como me dolía mirarla, no pude evitar mirarla por un total de cinco minutos. Brittany estaba sonriendo ampliamente. Se veía... feliz. Esa debería haber sido yo. Había visto casi todo lo que podía tomar y estaba a punto de salir de su habitación, cuando me detuve frente a los últimos cajones de la cómoda. Mis ojos fijos en el cajón de arriba, que era cuadrado como para contener su ropa interior. Viendo que ya era una pendeja hoy, lo abrí.
El interior estaba lleno de encajes. Y una nota. Engreída, ya que no tienes nada mejor que hacer, ¿qué hay de arreglar las puertas del armario?
Me reí durante cinco minutos. Nos conocíamos tan bien. Entonces arreglé las puertas del armario. No había oído de ella desde ayer por la mañana. Tenía la esperanza de que tal vez mañana hubiera un texto, me puse emocionada como el infierno cuando en mi teléfono apareció su nombre casi a las nueve de la noche.
Brittany: Gracias por haber arreglado las puertas, pervertida.
Santana: Cualquier cosa por ti.
Pasaron unos minutos. No estaba segura de si debía disculparme por mi obvio fisgoneo o no.
Brittany: No te pusiste ninguna, ¿verdad?
Santana: Soy más una metiche. Además, me gusta tu trasero en encaje, no el mío.
Brittany: Muy graciosa.
Santana: No estaba bromeando acerca de gustarme tu trasero en encaje.
Mi teléfono se quedó en silencio. Claramente, había movido esta conversación del territorio de amigo. Me imaginé que había presionado mi suerte un demasiado.
Santana: Te echo de menos. ¿Cuándo puedo volver a verte?
Brittany: ¿Qué tal llevar a pasear a los perros mañana por la tarde? Mi última cita en la oficina debe ser a las 4.
Santana: Nos encontraremos en el refugio a las 4:30
Brittany: OK.
Santana: Buenas noches, Princesa.
Brittany: Buenas noches, Santana.
A la tarde siguiente, nos encontramos en el refugio. Brittany llegó después de mí, viéndose tan hermosa como siempre en su traje elegante. Pero cuando desapareció en el cuarto de baño y salió vistiendo pantalones vaqueros, una camiseta blanca, chanclas y una cola de caballo, se veía jodidamente fenomenal. No podía dejar de mirarla mientras cada uno de nosotros tomaba dos perros y nos dirigíamos hacia el parque.
—¿Qué? Me estás mirando como si algo anduviera mal.
—Sólo te miraba. No estoy segura de si es posible, pero creo que te ves más bella cada vez que te veo.
Ella se quedó callada, mientras entramos en el parque. Caminamos por un tiempo y luego nos sentamos en un banco.
—¿Te puedo preguntar algo?
—Cualquier cosa.
—¿Cómo fue? ¿Estar en la cárcel, quiero decir? .
Supongo que tenía sentido para ella preguntar qué había estado haciendo los últimos dos años en realidad. Dado que lo único que yo había hecho durante dos años era preguntar qué había estado haciendo ella. Se estaba actualizando.
—Fue... degradante. Hacinada, pero solidario al mismo tiempo.
—¿Tenías alguna visita?
—Adele iba a verme, cada sábado.
—¿Y tu mamá? ¿Sigue cuidando de tu abuela enferma?
—No, ella murió.
Brittany me miró. Su cara cayó.
—Lo siento. Eso fue irreflexivo. Tu abuela estaba enferma. Debería haberme dado cuenta.
—No podrías haberlo sabido. — Me aclaré la garganta. —Ambas ya se me fueron, en realidad. Mamá murió de un aneurisma en mi primer año en la cárcel.
—Oh, Dios mío, Santana. Lo siento.
—Gracias.
Abrí la botella de agua que llevaba y le di una a los perritos jadeantes. Brittany seguía mirándome cuando la botella estuvo vacía. Así que le di toda mi atención y esperé a oír lo que estaba pensando. Una lágrima rodó por su rostro antes de hablar.
—Has perdido tanto.
Se la limpié y tomé su mejilla. Ella se inclinó hacia mi toque. Apenas podía respirar recordando todo lo que había perdido.
—Sí. Lo hice.
Cerré los ojos un instante para reponerme. Cuando los abrí, Brittany seguía mirándome. Así que continué:
—A veces, se necesitas perder todo para darte cuenta de lo que realmente necesitas.
Ella entrelazó mis dedos con los suyos y los apretó. Nos sentamos en el banco como por otra hora antes de que los cuatro perros que estábamos sacando a pasear decidieran que era hora de volver a levantarse. Le conté acerca de la clínica de fútbol que empecé en la cárcel. Ella me habló de todo lo que hizo para tener el refugio de animales en funcionamiento. Su empresa le permitía hacer una cantidad considerable de trabajo pro bono, lo que la hacía feliz. Sonaba como si hubiera encontrado el tipo de equilibrio que yo todavía estaba averiguando que quería hace dos años.
Después de regresar a los perros al refugio, no estaba dispuesta a dejarla ir. Estábamos de pie en el frente, y se sentía como un fin incómodo para una primera cita.
—¿Podríamos ir a buscar algo de comer? —le pregunté.
Ella se mordió el labio inferior.
—En cierto modo tengo planes para esta noche. Dick.
Asentí y miré hacia abajo.
—Pero…
Miré hacia ella con esperanza. No estaba más allá de poner ojos de cachorro.
—Eran una especie de planes informales. Tal vez podría cambiarlos.
Le respondí con honestidad:
—Me encantaría eso. No estoy dispuesta a regresarte esta noche todavía.
Ella asintió y se excusó por un minuto, alejándose para hacer una llamada telefónica. Cuando regresó, dejó caer su teléfono en el bolso.
— ¿Para qué estás de humor? Tengo que ir a casa y cambiarme para donde quiera que vayamos. Los perros me dejaron toda sucia y no quiero volver a ponerme el traje del trabajo.
—¿Qué tal si pedimos servicio a domicilio?
Ella lo pensó por unos segundos.
—No creo que sea una buena idea, Santana.
Levanté tres dedos.
—Tendré mi mejor comportamiento. Promesa de Boy Scout.
Ella me miró de soslayo mientras consideraba la idea.
—Está bien.
Mi otra mano estaba a mis espaldas con dos dedos cruzados. Pedimos espaguetis carbonara y chuleta de pollo parmesana del restaurante italiano a pocas cuadras de su casa. Compartiéndolos, ambas comimos tan pronto como llegó. Ella mojó un pedazo de pan en la salsa después de limpiar ambos platos.
—Veo que levantaste tu prohibición de carbohidratos. Me parece recordar que sólo te permitías hacer una comida chatarra una vez al mes.
—Decidí que me gustaba demasiado la comida. Así que cambié el pan y la pasta por un régimen estricto en el gimnasio. Richard me metió a correr y me di cuenta que podía quemar un trozo de tarta en menos de treinta minutos. Merece la pena la media hora.
Aparté la vista. Oírla hablar de él y todo lo bueno que había hecho por ella, me dejaba en conflicto. Estaba feliz de que estuviera disfrutando de las cosas, pero me ponía triste, porque no fui la persona que la ayudó a aprender a disfrutar de lo que la vida tenía que ofrecer. Si era veraz, escuchar su nombre de sus labios también me hacía sentir confundida.
—Lo siento.
Ella captó mi cara larga y ofreció sinceramente.
—Estoy siendo una idiota. Me alegro de que estés comiendo y haciendo ejercicio.
Necesitaba un minuto, así que me levanté y llevé nuestros platos al fregadero. Brittany limpió la mesa mientras yo cargaba y encendía el lavaplatos. Se sentía tan... doméstico. Tan correcto. Me pregunté si se sentiría así con él, también. No fue hasta las ocho cuando terminó la cena. No quería alargar mi bienvenida, sin embargo, no quería irme. Miré hacia abajo al piso de la cocina. Había algunas grietas en el piso, un proyecto para otro día.
—¿Quieres que me vaya?
Mi cabeza todavía estaba gacha, pero mis ojos la miraron de lleno con esperanza. Ella negó y habló en voz baja.
—¿Qué tal si vemos una película?
Pixy se unió a nosotras en la sala de estar. En el momento en que nos sentamos en el sofá, la maldita saltó en el sofá de dos plazas contiguas. Apoyó la cabeza en el brazo y miró hacia nosotras
. —Es como su asiento — ofreció ella.
Discutimos acerca de lo que queríamos ver antes de que finalmente nos decidiéramos por una serie de Netflix de la que Brittany escuchó. Era un espectáculo sobre una pandilla de motociclistas con la madre de ese viejo programa de televisión, Married with Children. Teníamos una televisión en la sala de día en la cárcel, pero no había ninguna manera de que un espectáculo sobre motociclistas estuviera en la lista de los programas aprobados. Me quedé un par de años atrás incluso de cosas sin sentido como los programas de televisión.
—Sabes, cuando vi por primera vez tu motocicleta ese día en el estacionamiento, me imaginé a mí misma montada en la parte posterior, con mis brazos alrededor de ese tipo. —Señaló un hombre rubio en la televisión, montando una Harley con brillantes tenis—. Me pregunté qué se sentiría montar.
—¿Ah, sí?
Ella levantó las piernas en el sofá y las estiró. Sus rodillas estaban dobladas, pero sus pies llegaban a mi muslo. Sin pensarlo, tomé uno de sus pies en mis manos y comencé a frotarlo. Ella me miró pensativa al principio, pero sus hombros se relajaron rápidamente.
—. ¿Te sientes bien?
—Mmmm... hmmm.
—Supongo que haré un viaje de vuelta a Hermosa Beach.
—¿Porqué?
—Para traer mi moto. Te debo un paseo.
Ella cerró los ojos mientras yo amasaba sus pies.
—Me gustaría eso. A mí también, Princesa. A mí también.
—¿Quieres saber lo que pensé la primera vez que te vi?
Ella se rió.
—Probablemente no.
—No podía quitar mis ojos de ti. Eras magnífica, pero algo en la forma en que sonreíste mientras jugabas con ese muñeco acabó por hacerme algo.
—Pensé que me odiabas.
—Me pregunté qué se sentiría montar, también. Sólo que no estaba pensando en la moto ni un poco.
Nuestros ojos se encontraron, y me vieron mientras sus pupilas se dilataban en realidad. Mierda. Estaba excitada. Apreté los pulgares en el arco de uno de sus pies, y ella cerró los ojos y dejó escapar un pequeño gemido.
—Dios, me encanta ese sonido—. Escuché la gravedad de mi propia voz.
Mi pene estaba creciendo para alcanzarla. Mientras frotaba, sentí la tensión de sus músculos huir. Pero fue reemplazado por un diferente tipo de tensión. Una energía sexual cruda llenó el aire que nos rodeaba. Ella estaba disfrutando de mi toque, cediendo poco a poco por la forma en que la hacía sentir. Mis manos en sus pies se movieron hasta su pantorrilla. Su respiración se volvió irregular entre masajes. Dios, extrañé la sensación de su piel debajo de mis dedos. Quería tanto su cuerpo bajo el mío, era casi doloroso contenerme para no empujar demasiado rápido. Mi mano se deslizó hasta la parte posterior de su rodilla y me acerqué más a ella. Su cuerpo era tan sensible al tacto.
—Santana —gimió con los ojos cerrados.
Me incliné hacia ella lentamente.
—Britt…
El sonido del timbre fue el equivalente a tirar un cubo de agua helada sobre Brittany. Sus ojos se abrieron y sobresalieron de su cabeza y su cuerpo se puso rígido. No hacía falta ser una lumbrera para averiguar quién pensaba que estaba en la puerta.
—¿Y si es... Richard?
—¿Entonces qué? No hicimos nada malo.
—Pero... no le he dicho acerca de nosotras. Tú apareciste la otra noche en mi puerta y dijiste que te irías de la ciudad. Estoy bastante segura de que levantaste la suficiente sospecha. Si te encuentra aquí, pensará que algo está pasando entre nosotras.
De repente estaba a la defensiva. Me levanté.
—Hay algo entre nosotras.
—Sabes a lo que me refiero.
El timbre sonó de nuevo. No quería nada más que pisotear hacia la puerta principal, abrirla y decirle a Dick ¡lárgate! Pero Brittany estaba entrando en pánico. Yo pasé mis dedos por mi cabello.
—¿Qué quieres que haga? ¿Escurrirme por la puerta de atrás?
Estaba siendo sarcástica. Aunque, por la forma en que me miró me decía que era exactamente lo que quería.
—Tienes que estar bromeando.
—Lo siento. Realmente lo hago. Yo... yo... simplemente no puedo dejar que te encuentre aquí.
Nos miramos una a la otra durante un largo momento. Irme así se sentía monumental para mí. Como que yo era la otra. Me dolió como el infierno, pero hice lo que quería. Sin otra palabra, salí por la puerta trasera. Esperé junto a la ventana de atrás hasta que lo vi en el interior, luego se dirigió a la parte delantera. No podía ver desde afuera hacia adentro de nuevo. Me mataría. Y no había manera en el infierno que pudiera quedarme para ver posiblemente su auto pasar la noche. Así que me fui. Podría haber marcas de neumáticos en la calle fuera de su casa, pero me fui. Fastidiada, fui a la carretera y me dirigí de regreso hacia Hermosa Beach. Era eso o revolcarme en mi propia autocompasión con Carla y no confié en mí misma como para quedarme en ese momento.
Pasó alrededor de una hora antes de que la luz de la gasolina comenzara a parpadear. Haciendo una parada por gasolina, estacioné y apoyé mi cabeza en el volante durante unos minutos. ¿Qué estaba haciendo? Brittany era feliz. Al menos lo era antes de que yo egoístamente me presentara de vuelta en su vida. Quería tanto que me quisiera de vuelta, que me pregunté si estaría viendo algo que ya no estaba allí. La hora de manejo me tenía brincando de ida y vuelta entre estar segura de que sólo necesitaba tiempo para aprender a confiar en mí y estar segura de que era malo quedarme. Justo cuando estaba a punto de salir del auto, el cielo se abrió. La lluvia comenzó a rebosar, rebotando fuera del asfalto caliente de California por lo que empezó a vaporizar como hielo seco. Era extraño de ver, de verdad.
Sola, prácticamente. Tal vez era una señal. Corrí hacia la parada de descanso. Incapaz de sacudir las gotas de lluvia, mis ropas estaban empapadas mientras me dirigía al cuarto de baño. Me eché un poco de agua en la cara, miré el espejo y traté de darme una charla. Ni siquiera pude convencer a mi propio lamentable trasero de que todo iba a salir bien, pero estaba tratando de convencer a Brittany. Mi teléfono sonó en mi bolsillo y, por un segundo, dejé que mis esperanzas se elevaran. Era un mensaje de mi operadora que decía que casi había llegado al final de mi plan de datos. Ahora, ahí hay una maldita señal. Me estaba quedando sin tiempo. Gruñendo para mí misma, salí del baño y decidí comer antes de llenar el tanque y volver al camino. Me reí cuando vi mis opciones: Starbucks o Popeyes Chicken. Era irónico, de verdad. Tal vez, me detendría en la pequeña tienda de regalos y buscaría un muñeco de Obama con la cabeza movible a mi salida. Me reprimí internamente a mí misma por ser tan patética perdedora. Deseosa de salir pitando de allí, pedí un poco de pollo y metí la mano en el bolsillo por mi billetera para pagar. Algo cayó del bolsillo y resonó con fuerza en el suelo. Era la llave que Brittany me había dado. La recogí y cerré la palma de mi mano, mientras pagaba por mi comida.
Me di cuenta entonces. Estaba buscando una estúpida señal, cuando todo el tiempo había tenido la llave.
Dick tocó el timbre. Habían estado juntos siete meses, y ella no le había dado al hijo de puta una llave. Yo no era una tipa cualquiera. Ella no lo había admitido para sí misma. Ahora eso era algo en lo que podría echarle una mano.
Sonreí cuando vi dos botellas de la salsa roja con el pomposo gallo mostrándose con orgullo en la parte delantera. A mi chica le gustó la salsa de pene. A partir de ahí, me moví a una investigación más visible. El cuarto de baño tenía un solo cepillo de dientes de color rosa. La bañera estaba llena de basura femenina solamente. Podría haber abierto el frasco de crema en la encimera y tomado una bocanada gigante. Olía a Brittany.
Estaba sonriendo como una idiota otra vez. Hasta que abrí el armario del baño con espejo. Tylenol, desodorante, máquinas de afeitar, extra de esto y aquello y... píldoras anticonceptivas. Abrí el pequeño recipiente ovalado y vi que lunes, martes y miércoles ya estaban fuera de la hoja plateada esta semana. La necesidad de eliminar los restos del mes por el inodoro era poderosa. Pero las consecuencias de hacer eso era algo que ni siquiera podía permitirme pensar. Me aventuré por el pasillo más allá. En el interior de su dormitorio, abrí las puertas corredizas del armario. Una de las puertas estaba fuera de pista y casi se vino abajo sobre mi cabeza. El hijo de puta de mi Princesa no repara nada, ya veo.
No había ni rastro de ropa de hombre en el armario, lo que me hizo sentir un poco reivindicada después del hallazgo del botiquín del baño. Encima de la cómoda, había algunas fotografías enmarcadas, una de ellas asumí era de Brittany y su papá en su graduación del colegio de abogados. Ella lo miraba mientras él miraba a la cámara con orgullo. Me acordé de que era abogado, también. Había algunas otras. Una de ella y un amigo en la adolescencia. Otra de una mujer mayor y Brittany. Se veían iguales; debía haber sido su abuela.
La última foto causó una sensación aplastante en mi pecho. Era de ella y Dick... con Pixy sentada entre ellos. Mutton, maldita traidora. Tanto como me dolía mirarla, no pude evitar mirarla por un total de cinco minutos. Brittany estaba sonriendo ampliamente. Se veía... feliz. Esa debería haber sido yo. Había visto casi todo lo que podía tomar y estaba a punto de salir de su habitación, cuando me detuve frente a los últimos cajones de la cómoda. Mis ojos fijos en el cajón de arriba, que era cuadrado como para contener su ropa interior. Viendo que ya era una pendeja hoy, lo abrí.
El interior estaba lleno de encajes. Y una nota. Engreída, ya que no tienes nada mejor que hacer, ¿qué hay de arreglar las puertas del armario?
Me reí durante cinco minutos. Nos conocíamos tan bien. Entonces arreglé las puertas del armario. No había oído de ella desde ayer por la mañana. Tenía la esperanza de que tal vez mañana hubiera un texto, me puse emocionada como el infierno cuando en mi teléfono apareció su nombre casi a las nueve de la noche.
Brittany: Gracias por haber arreglado las puertas, pervertida.
Santana: Cualquier cosa por ti.
Pasaron unos minutos. No estaba segura de si debía disculparme por mi obvio fisgoneo o no.
Brittany: No te pusiste ninguna, ¿verdad?
Santana: Soy más una metiche. Además, me gusta tu trasero en encaje, no el mío.
Brittany: Muy graciosa.
Santana: No estaba bromeando acerca de gustarme tu trasero en encaje.
Mi teléfono se quedó en silencio. Claramente, había movido esta conversación del territorio de amigo. Me imaginé que había presionado mi suerte un demasiado.
Santana: Te echo de menos. ¿Cuándo puedo volver a verte?
Brittany: ¿Qué tal llevar a pasear a los perros mañana por la tarde? Mi última cita en la oficina debe ser a las 4.
Santana: Nos encontraremos en el refugio a las 4:30
Brittany: OK.
Santana: Buenas noches, Princesa.
Brittany: Buenas noches, Santana.
A la tarde siguiente, nos encontramos en el refugio. Brittany llegó después de mí, viéndose tan hermosa como siempre en su traje elegante. Pero cuando desapareció en el cuarto de baño y salió vistiendo pantalones vaqueros, una camiseta blanca, chanclas y una cola de caballo, se veía jodidamente fenomenal. No podía dejar de mirarla mientras cada uno de nosotros tomaba dos perros y nos dirigíamos hacia el parque.
—¿Qué? Me estás mirando como si algo anduviera mal.
—Sólo te miraba. No estoy segura de si es posible, pero creo que te ves más bella cada vez que te veo.
Ella se quedó callada, mientras entramos en el parque. Caminamos por un tiempo y luego nos sentamos en un banco.
—¿Te puedo preguntar algo?
—Cualquier cosa.
—¿Cómo fue? ¿Estar en la cárcel, quiero decir? .
Supongo que tenía sentido para ella preguntar qué había estado haciendo los últimos dos años en realidad. Dado que lo único que yo había hecho durante dos años era preguntar qué había estado haciendo ella. Se estaba actualizando.
—Fue... degradante. Hacinada, pero solidario al mismo tiempo.
—¿Tenías alguna visita?
—Adele iba a verme, cada sábado.
—¿Y tu mamá? ¿Sigue cuidando de tu abuela enferma?
—No, ella murió.
Brittany me miró. Su cara cayó.
—Lo siento. Eso fue irreflexivo. Tu abuela estaba enferma. Debería haberme dado cuenta.
—No podrías haberlo sabido. — Me aclaré la garganta. —Ambas ya se me fueron, en realidad. Mamá murió de un aneurisma en mi primer año en la cárcel.
—Oh, Dios mío, Santana. Lo siento.
—Gracias.
Abrí la botella de agua que llevaba y le di una a los perritos jadeantes. Brittany seguía mirándome cuando la botella estuvo vacía. Así que le di toda mi atención y esperé a oír lo que estaba pensando. Una lágrima rodó por su rostro antes de hablar.
—Has perdido tanto.
Se la limpié y tomé su mejilla. Ella se inclinó hacia mi toque. Apenas podía respirar recordando todo lo que había perdido.
—Sí. Lo hice.
Cerré los ojos un instante para reponerme. Cuando los abrí, Brittany seguía mirándome. Así que continué:
—A veces, se necesitas perder todo para darte cuenta de lo que realmente necesitas.
Ella entrelazó mis dedos con los suyos y los apretó. Nos sentamos en el banco como por otra hora antes de que los cuatro perros que estábamos sacando a pasear decidieran que era hora de volver a levantarse. Le conté acerca de la clínica de fútbol que empecé en la cárcel. Ella me habló de todo lo que hizo para tener el refugio de animales en funcionamiento. Su empresa le permitía hacer una cantidad considerable de trabajo pro bono, lo que la hacía feliz. Sonaba como si hubiera encontrado el tipo de equilibrio que yo todavía estaba averiguando que quería hace dos años.
Después de regresar a los perros al refugio, no estaba dispuesta a dejarla ir. Estábamos de pie en el frente, y se sentía como un fin incómodo para una primera cita.
—¿Podríamos ir a buscar algo de comer? —le pregunté.
Ella se mordió el labio inferior.
—En cierto modo tengo planes para esta noche. Dick.
Asentí y miré hacia abajo.
—Pero…
Miré hacia ella con esperanza. No estaba más allá de poner ojos de cachorro.
—Eran una especie de planes informales. Tal vez podría cambiarlos.
Le respondí con honestidad:
—Me encantaría eso. No estoy dispuesta a regresarte esta noche todavía.
Ella asintió y se excusó por un minuto, alejándose para hacer una llamada telefónica. Cuando regresó, dejó caer su teléfono en el bolso.
— ¿Para qué estás de humor? Tengo que ir a casa y cambiarme para donde quiera que vayamos. Los perros me dejaron toda sucia y no quiero volver a ponerme el traje del trabajo.
—¿Qué tal si pedimos servicio a domicilio?
Ella lo pensó por unos segundos.
—No creo que sea una buena idea, Santana.
Levanté tres dedos.
—Tendré mi mejor comportamiento. Promesa de Boy Scout.
Ella me miró de soslayo mientras consideraba la idea.
—Está bien.
Mi otra mano estaba a mis espaldas con dos dedos cruzados. Pedimos espaguetis carbonara y chuleta de pollo parmesana del restaurante italiano a pocas cuadras de su casa. Compartiéndolos, ambas comimos tan pronto como llegó. Ella mojó un pedazo de pan en la salsa después de limpiar ambos platos.
—Veo que levantaste tu prohibición de carbohidratos. Me parece recordar que sólo te permitías hacer una comida chatarra una vez al mes.
—Decidí que me gustaba demasiado la comida. Así que cambié el pan y la pasta por un régimen estricto en el gimnasio. Richard me metió a correr y me di cuenta que podía quemar un trozo de tarta en menos de treinta minutos. Merece la pena la media hora.
Aparté la vista. Oírla hablar de él y todo lo bueno que había hecho por ella, me dejaba en conflicto. Estaba feliz de que estuviera disfrutando de las cosas, pero me ponía triste, porque no fui la persona que la ayudó a aprender a disfrutar de lo que la vida tenía que ofrecer. Si era veraz, escuchar su nombre de sus labios también me hacía sentir confundida.
—Lo siento.
Ella captó mi cara larga y ofreció sinceramente.
—Estoy siendo una idiota. Me alegro de que estés comiendo y haciendo ejercicio.
Necesitaba un minuto, así que me levanté y llevé nuestros platos al fregadero. Brittany limpió la mesa mientras yo cargaba y encendía el lavaplatos. Se sentía tan... doméstico. Tan correcto. Me pregunté si se sentiría así con él, también. No fue hasta las ocho cuando terminó la cena. No quería alargar mi bienvenida, sin embargo, no quería irme. Miré hacia abajo al piso de la cocina. Había algunas grietas en el piso, un proyecto para otro día.
—¿Quieres que me vaya?
Mi cabeza todavía estaba gacha, pero mis ojos la miraron de lleno con esperanza. Ella negó y habló en voz baja.
—¿Qué tal si vemos una película?
Pixy se unió a nosotras en la sala de estar. En el momento en que nos sentamos en el sofá, la maldita saltó en el sofá de dos plazas contiguas. Apoyó la cabeza en el brazo y miró hacia nosotras
. —Es como su asiento — ofreció ella.
Discutimos acerca de lo que queríamos ver antes de que finalmente nos decidiéramos por una serie de Netflix de la que Brittany escuchó. Era un espectáculo sobre una pandilla de motociclistas con la madre de ese viejo programa de televisión, Married with Children. Teníamos una televisión en la sala de día en la cárcel, pero no había ninguna manera de que un espectáculo sobre motociclistas estuviera en la lista de los programas aprobados. Me quedé un par de años atrás incluso de cosas sin sentido como los programas de televisión.
—Sabes, cuando vi por primera vez tu motocicleta ese día en el estacionamiento, me imaginé a mí misma montada en la parte posterior, con mis brazos alrededor de ese tipo. —Señaló un hombre rubio en la televisión, montando una Harley con brillantes tenis—. Me pregunté qué se sentiría montar.
—¿Ah, sí?
Ella levantó las piernas en el sofá y las estiró. Sus rodillas estaban dobladas, pero sus pies llegaban a mi muslo. Sin pensarlo, tomé uno de sus pies en mis manos y comencé a frotarlo. Ella me miró pensativa al principio, pero sus hombros se relajaron rápidamente.
—. ¿Te sientes bien?
—Mmmm... hmmm.
—Supongo que haré un viaje de vuelta a Hermosa Beach.
—¿Porqué?
—Para traer mi moto. Te debo un paseo.
Ella cerró los ojos mientras yo amasaba sus pies.
—Me gustaría eso. A mí también, Princesa. A mí también.
—¿Quieres saber lo que pensé la primera vez que te vi?
Ella se rió.
—Probablemente no.
—No podía quitar mis ojos de ti. Eras magnífica, pero algo en la forma en que sonreíste mientras jugabas con ese muñeco acabó por hacerme algo.
—Pensé que me odiabas.
—Me pregunté qué se sentiría montar, también. Sólo que no estaba pensando en la moto ni un poco.
Nuestros ojos se encontraron, y me vieron mientras sus pupilas se dilataban en realidad. Mierda. Estaba excitada. Apreté los pulgares en el arco de uno de sus pies, y ella cerró los ojos y dejó escapar un pequeño gemido.
—Dios, me encanta ese sonido—. Escuché la gravedad de mi propia voz.
Mi pene estaba creciendo para alcanzarla. Mientras frotaba, sentí la tensión de sus músculos huir. Pero fue reemplazado por un diferente tipo de tensión. Una energía sexual cruda llenó el aire que nos rodeaba. Ella estaba disfrutando de mi toque, cediendo poco a poco por la forma en que la hacía sentir. Mis manos en sus pies se movieron hasta su pantorrilla. Su respiración se volvió irregular entre masajes. Dios, extrañé la sensación de su piel debajo de mis dedos. Quería tanto su cuerpo bajo el mío, era casi doloroso contenerme para no empujar demasiado rápido. Mi mano se deslizó hasta la parte posterior de su rodilla y me acerqué más a ella. Su cuerpo era tan sensible al tacto.
—Santana —gimió con los ojos cerrados.
Me incliné hacia ella lentamente.
—Britt…
El sonido del timbre fue el equivalente a tirar un cubo de agua helada sobre Brittany. Sus ojos se abrieron y sobresalieron de su cabeza y su cuerpo se puso rígido. No hacía falta ser una lumbrera para averiguar quién pensaba que estaba en la puerta.
—¿Y si es... Richard?
—¿Entonces qué? No hicimos nada malo.
—Pero... no le he dicho acerca de nosotras. Tú apareciste la otra noche en mi puerta y dijiste que te irías de la ciudad. Estoy bastante segura de que levantaste la suficiente sospecha. Si te encuentra aquí, pensará que algo está pasando entre nosotras.
De repente estaba a la defensiva. Me levanté.
—Hay algo entre nosotras.
—Sabes a lo que me refiero.
El timbre sonó de nuevo. No quería nada más que pisotear hacia la puerta principal, abrirla y decirle a Dick ¡lárgate! Pero Brittany estaba entrando en pánico. Yo pasé mis dedos por mi cabello.
—¿Qué quieres que haga? ¿Escurrirme por la puerta de atrás?
Estaba siendo sarcástica. Aunque, por la forma en que me miró me decía que era exactamente lo que quería.
—Tienes que estar bromeando.
—Lo siento. Realmente lo hago. Yo... yo... simplemente no puedo dejar que te encuentre aquí.
Nos miramos una a la otra durante un largo momento. Irme así se sentía monumental para mí. Como que yo era la otra. Me dolió como el infierno, pero hice lo que quería. Sin otra palabra, salí por la puerta trasera. Esperé junto a la ventana de atrás hasta que lo vi en el interior, luego se dirigió a la parte delantera. No podía ver desde afuera hacia adentro de nuevo. Me mataría. Y no había manera en el infierno que pudiera quedarme para ver posiblemente su auto pasar la noche. Así que me fui. Podría haber marcas de neumáticos en la calle fuera de su casa, pero me fui. Fastidiada, fui a la carretera y me dirigí de regreso hacia Hermosa Beach. Era eso o revolcarme en mi propia autocompasión con Carla y no confié en mí misma como para quedarme en ese momento.
Pasó alrededor de una hora antes de que la luz de la gasolina comenzara a parpadear. Haciendo una parada por gasolina, estacioné y apoyé mi cabeza en el volante durante unos minutos. ¿Qué estaba haciendo? Brittany era feliz. Al menos lo era antes de que yo egoístamente me presentara de vuelta en su vida. Quería tanto que me quisiera de vuelta, que me pregunté si estaría viendo algo que ya no estaba allí. La hora de manejo me tenía brincando de ida y vuelta entre estar segura de que sólo necesitaba tiempo para aprender a confiar en mí y estar segura de que era malo quedarme. Justo cuando estaba a punto de salir del auto, el cielo se abrió. La lluvia comenzó a rebosar, rebotando fuera del asfalto caliente de California por lo que empezó a vaporizar como hielo seco. Era extraño de ver, de verdad.
Sola, prácticamente. Tal vez era una señal. Corrí hacia la parada de descanso. Incapaz de sacudir las gotas de lluvia, mis ropas estaban empapadas mientras me dirigía al cuarto de baño. Me eché un poco de agua en la cara, miré el espejo y traté de darme una charla. Ni siquiera pude convencer a mi propio lamentable trasero de que todo iba a salir bien, pero estaba tratando de convencer a Brittany. Mi teléfono sonó en mi bolsillo y, por un segundo, dejé que mis esperanzas se elevaran. Era un mensaje de mi operadora que decía que casi había llegado al final de mi plan de datos. Ahora, ahí hay una maldita señal. Me estaba quedando sin tiempo. Gruñendo para mí misma, salí del baño y decidí comer antes de llenar el tanque y volver al camino. Me reí cuando vi mis opciones: Starbucks o Popeyes Chicken. Era irónico, de verdad. Tal vez, me detendría en la pequeña tienda de regalos y buscaría un muñeco de Obama con la cabeza movible a mi salida. Me reprimí internamente a mí misma por ser tan patética perdedora. Deseosa de salir pitando de allí, pedí un poco de pollo y metí la mano en el bolsillo por mi billetera para pagar. Algo cayó del bolsillo y resonó con fuerza en el suelo. Era la llave que Brittany me había dado. La recogí y cerré la palma de mi mano, mientras pagaba por mi comida.
Me di cuenta entonces. Estaba buscando una estúpida señal, cuando todo el tiempo había tenido la llave.
Dick tocó el timbre. Habían estado juntos siete meses, y ella no le había dado al hijo de puta una llave. Yo no era una tipa cualquiera. Ella no lo había admitido para sí misma. Ahora eso era algo en lo que podría echarle una mano.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 24
Adele estaba sentada en el sofá con las piernas cruzadas.
— ¿Entonces, vas a volver esta noche?
Asentí.
—No tengo tiempo que perder. Cada segundo que esté aquí, él está teniendo más la sartén por el mango. Sólo volví para poner mi moto en la parte posterior de mi camioneta. —Fruncí la frente—. Ella quiere que la lleve a dar un paseo.
—Eso está muy bien y todo. Sólo espero que no te esté llevando a ti a dar un paseo.
—Eso es algo que he estado esperando, hermanita.
—¡Sabes a lo que me refiero! Que te este engañando. El hecho de que tenga un novio que parece un buen tipo hace que sea complicado. Ella no va a querer lastimarlo.
—Soy consciente de que eso no es lo ideal. Pero aquí está la llave de lo que necesitaba saber.
Metí la mano en mi bolsillo trasero, sacando llave de la casa de Brittany.
—. Justo aquí.
—Esa es, literalmente, una llave.
—Exactamente.
Le guiñé un ojo.
—. Él no tiene una. Ella me la dio a mí. De acuerdo, era para poder usar el baño a mi antojo mientras estoy trabajando su césped. Pero ¿qué dice el hecho de que él no tiene una?
—Que él no está cortando su césped. Se echó a reír—. Créeme, quiero pensar que vas a conseguir a la chica al final, pero la alternativa me pone nerviosa. Eso es todo. ¿Qué sucederá entonces?
—Entonces, el querido viejo corazón de tu hermana se habrá quebrado y me quedaré en el sofá comiendo un montón de Tim Tams todo el día en pijama. Ella me lanzó una almohada.
—Eso es lo que me asusta.
—Estás preocupada por mí. —Le tiré la almohada de regreso—. Eso es lindo, pero innecesario.
—Realmente espero que tengas razón.
De vuelta en Temecula, con mi moto llena de gasolina, estaba ansiosa por verla. Era viernes por la tarde, así que todavía estaba en el trabajo. Incapaz de contener mi emoción, le envié un texto.
Santana: ¿Con el estado de ánimo de subirte a horcajadas sobre mí?
Brittany: ¿Perdón?
Santana: Saca tu mente de la alcantarilla, chica sucia. Traje la Harley de regreso de Hermosa Beach. ¿Te importaría vivir tu pequeña fantasía motorista conmigo?
Brittany: ¿Quieres salir conmigo?
Santana: Entre otras cosas, sí.
Brittany: ¿Cuándo?
Santana: Este fin de semana en algún momento si estás libre. Estaba pensando que podríamos hacer un pequeño viaje.
Brittany: La última vez que lo hice contigo, me metiste en problemas.
Santana: Vamos, Princesa. Voy a dejar que me llames Charlie Hummer.
Brittany: Hunnam. LOL. ¡Charlie Hunnam!
Santana: me gusta más Hummer.
Brittany: Estoy segura de eso, pervertida.
Santana: ¿Quién es la pervertida? Yo estaba hablando sobre el vehículo. ¿De qué estabas hablando tú? Mejor aún... ¿puedes demostrármelo?
Brittany: Eres increíble.
Santana: ¿Estás sonriendo?
Brittany: Tal vez.
Santana: Bien. ¿Entonces, qué dices?
Brittany: No puedo mañana. ¿Qué tal el domingo?
Como no quería esperar todo un día para pasar tiempo con ella, la decepción llegó.
Santana: Sucede que estaré disponible el domingo.
Brittany: ¿Tengo que llevar algo?
Santana: Ya me encargué yo.
Brittany: Eso me asusta.
Santana: LOL. Debería.
Brittany: Nos vemos el domingo entonces.
Santana: ¿A qué hora te recojo?
Brittany: ¿Al mediodía?
Santana: Suena bien.
Ella no respondió. No pude evitar enviarle un último texto.
Santana: No puedo esperar.
Pasé el resto de la tarde del viernes y la noche preparándome para nuestro viaje el domingo. Primera orden del día: comprarle un casco a Brittany. En la tienda, casi me muero de la risa cuando vi uno que se suponía era similar a la cáscara verde de una sandía. Había sido cortado en triángulo lo que lo hacía parecer como que un trozo había sido cortado. Me imaginé que me mataría si la hacía usar ese. Me decidí por uno diferente que era perfecto para ella. No estoy acostumbrada a viajar con alguien, así que también ajusté la suspensión trasera de la moto como parte de los preparativos para mi acompañante. De regreso en el motel, fui directo a buscar una ruta que pudiéramos tomar y de un buen lugar donde pudiéramos detenernos. Encontré un pueblo llamado Julian que estaba a cerca de ciento veintidós kilómetros de distancia. Eso significaría un paseo de alrededor de dos horas. Era una zona montañosa a cerca de una hora al este de San Diego y aparentemente conocida por sus pasteles de manzana. La tarta de manzana para mi chica con fondo de manzana. Julian será entonces. Seguí fantaseando sobre buscar una cama y desayuno allí donde pudiéramos pasar la noche pero sabía que nunca aceptaría eso. Por lo tanto, nuestro destino tenía que ser fácilmente factible de ida y vuelta, volveríamos a Temecula a una hora decente. El domingo finalmente llegó. Me aseguré de apuntar todas las paradas cada poco como el tipo motorista de la fantasía de Brittany.
Vestida con chaqueta de cuero marrón, jeans y mi brillante casco negro, estaba dispuesta a reclamar a la única mujer que siempre quise en la parte posterior de mi motocicleta. Será mejor que Charlie Hummer tenga cuidado. En lugar de ir a su puerta, aceleré el motor de la moto justo en frente de su casa, lo que provocó que saliera al exterior. Todo el barrio ahora consciente de mi llegada. Brittany salió y mi corazón se calentó al ver su sonrisa. Llevaba una corta chaqueta ajustada de cuero negro que abrazaba sus pechos. No me jodas. Tenía el cabello hacia abajo y llevaba botas altas de cuero negro sobre sus pantalones vaqueros. Mientras le daba su casco, mi boca se extendió en una enorme sonrisa.
—Dios, te ves putamente atractiva.
Ella se cubrió la boca con su risa cuando bajó la vista hacia el casco de color rosa que tenía las palabras Princesa de la motorista grabadas en el lateral.
—¿Princesa de la motorista? ¿Tú lo mandaste hacer?
—No. Lo tenían en la tienda de motos. ¿Qué tan perfecto es eso? Fue el destino.
—Lo que sería realmente perfecto es si el tuyo dijera Bastarda Engreída.
—Guiñó un ojo. Estaba emocionada por ver la versión de hoy de la Brittany luchadora. Mi pene estaba aún más emocionado.
—¿Lista para rodar, Princesa?
—Honestamente, estoy un poco asustada. Nunca he estado en una de estas en mi vida.
—¿Conoces la sensación que se tiene cuando se está montando en un convertible?
—¿Sí?
—Bueno, multiplica eso por diez. Así es cómo será. Jodidamente increíble, Brittany.
Ella todavía se veía nerviosa.
—¿Estás nerviosa, nena?
—No puedo evitarlo.
—No tengas miedo. Eso sí, no me sueltes. Eso es lo más importante que tienes que recordar. Por favor, no vuelvas a dejarme ir.
—Créeme. No lo haré —dijo ella.
—¿Es una promesa? Ella se sonrojó sabiendo lo que realmente estaba preguntándole y me ignoró.
—Esta es mi primera vez también, sabes —le dije.
—¿Qué quieres decir? Has estado en un montón de motos muchas veces.
—Sí, pero tú eres la primera mujer que ha montado detrás de mí.
—¿En serio?
—En serio.
Puse el casco sobre su cabeza.
—. Aquí, déjame ayudarte.
Ajustando la correa, miré sus hermosos ojos, y le dije
—: Ahora, voy a enseñarte algunas cosas antes de que salgamos. Leí algunas cosas de seguridad.
—Está bien.
Se veía adorable con ese enorme casco de color rosa en la cabeza. Yo me senté en la moto.
—Súbete detrás de mí.
Ella hizo lo que le dije.
—Pon tus brazos alrededor de mi cintura. Me quedé quieta por un momento al sentirlos envolviéndose alrededor de mí con fuerza.
—¿Ves lo que estás haciendo ahora? Sólo sigue haciéndolo. Apóyate en mí, tan bien como puedas.
—Bien.
Miré detrás de ella.
—Ahora bien, esto es muy importante. Cuando dé vuelta a la esquina, simplemente relaja tu cuerpo. No te apoyes en la vuelta. Ese va a ser tu impulso, pero no lo hagas. ¿Está bien?
—Está bien.
—La otra cosa es, que va a ser difícil escucharnos una a la otra a menos que realmente gritemos. Por lo tanto, si no quieres gritar y por cualquier motivo me tienes que detener, sólo tócame en el hombro. Pero esa es la única vez que te soltarás.
Mis reglas con respecto a sostenerse para salvar su vida eran un poco exageradas. Pero iba a sacar todo el partido a la experiencia de estar cerca de ella al máximo.
—Vámonos. ¿Lista?
Ella se encogió de hombros.
—Tan lista como puedo llegar a estar.
Encendí el motor y nos fuimos por algunas calles secundarias antes de entrar a la autopista. Brittany nunca se soltó. Ni una sola vez. Nunca me imaginé lo bien que se sentiría tener a alguien detrás de mí. Bueno, supongo que fue porque era ella detrás de mí. Había olvidado lo mucho que echaba de menos montar en moto también, esa sensación de moverte a través de los engranajes, del viento golpeando mi cara y la sobrecarga sensorial. Era lo más parecido al sexo, un sentimiento de poder absoluto.
Estar concentrada intensamente en la carretera y todo a mi alrededor me provocaba una extraña sensación de calma. Tan divertido como era, era muy consciente de lo cuidadosa que tenía que ser con la vida de Brittany en mis manos. Estar en una moto te hace demasiado consciente de tu propia mortalidad, especialmente cuando estás en la autopista. Nuestra ruta alternaba la carretera y los caminos rurales abiertos que estaban rodeados de montañas. A pesar de que el paisaje era impresionante, me perdía su hermoso rostro. No podía esperar a verla toda quemada por el viento con su cabello desordenado. Una de las partes más divertidas del viaje para mí era tratar de comunicarme con Brittany. Ella no podía realmente oír lo que estaba diciendo. Así que, gritaba las cosas que deseaba poder decirle. Estábamos en el camino, casi en nuestro destino cuando grité:
—No puedo esperar a que te sientes en mi cara.
—¿Qué?
—Dije, que no puedo esperar a mostrarte este lugar. Otra vez fue:
—Creo que deberíamos casarnos de verdad.
—¿Qué?
—¿Qué pasó con el capitán y Tennille?
Cuando llegamos a Julian, Brittany estaba exactamente como esperaba que estuviera. Tenía la cara roja del viento, su cabello salvaje. Tomó todo de mí no aplastar mis labios en los de ella. Sacudiendo su cabello, ella preguntó:
—¿Qué haremos primero?
Estaba tan obsesionada con ella, que la pregunta no se registró en mí inmediatamente.
—¿Eh?
Ella repitió:
—¿A dónde iremos?
—He oído que este lugar es conocido por su tarta de manzana. ¿Por qué no vamos a buscar alguno? Brittany se rió.
—¿Viajamos casi dos horas en moto por pastel de manzana?
—Más o menos, sí.
—Sólo tú harías eso. Esa es una de las cosas que más me gusta de ti. Todo puede parecer de alguna manera como una aventura. Incluso conseguir pastel de manzana.
—¿Eso es un cumplido?
—Lo es.
Ella me dio la sonrisa más dulce.
—. Y nada me gustaría más que comer pastel de manzana contigo.
Algo sin duda la había suavizado. Tal vez fue el viaje. Toda esa experiencia era muy íntima, especialmente para el pasajero, dado que estabas poniendo tu vida en manos de otra persona. Supongo que la impresionó. Un punto, López. Dick... Cero.
Caminamos hasta el Café Julian donde se decía tenían la mejor tarta de manzana en toda la ciudad. Las dos nos sentamos en un rincón acogedor en una mesa contra una pared de ladrillo. Nos sirvieron generosas rodajas de manzanas al horno caliente con canela en una costra crujiente con cucharadas de crema de vainilla en la parte superior. No era broma; era la mejor que había probado. Por lo menos este día incluiría algo orgásmico.
Nuestra conversación comenzó bastante fácil. Hablamos más sobre el refugio, sus planes de convertir su dormitorio de invitados en una oficina, un nuevo tipo de yoga que estaba intentando. Tenía la esperanza en Dios de poder cosechar los beneficios de eso algún día.
Le hablé de mi breve visita de regreso en Hermosa Beach y de mis planes para poner un pequeño cobertizo en su propiedad para guardar mi equipo de jardinería. Entonces, en cierto modo me fui y arruiné el estado de ánimo.
—Entonces, ¿Dónde Dick... eh... Richard cree que estás hoy?
—Encontrándome con un amigo. Dejé escapar una risa sarcástica.
—Bueno. Estiraste la verdad un poco.
—¿Por qué es tan gracioso? ¿No estamos supuestamente tratando de ser amigas? Esa fue tu idea.
—Yo uso el término amiga muy libremente. Algo así como, oh, no sé, novia.
—No soy tu novia.
—No, eres mi jodida esposa.
—Santana...
—Relájate. Estoy bromeando. —En realidad no—. Mira, mi punto es, que puedes convencerte de que esto es inocente por ahora, pero dudo que Dick quiera que pases tiempo con una supuesta amiga cuyo objetivo final es robarte. Soy una amiga que también pasa a tener llave de tu casa cuando él no la tiene. No creas que no entendí eso. No nos equivoquemos al respecto, Brittany. Alejarte de él es mi motivo ulterior en caso de que no hubiera dejado eso claro. Soy tu amiga, por ahora, pero eso no es suficiente para mí. Nunca lo será. Te quiero debajo de mí cada noche y frente a mí cada mañana en la mesa del desayuno. Al diablo con eso, te quiero a ti para desayunar. No estaré satisfecha hasta que sea dueña de toda tú.
Enojada conmigo misma por la pérdida de mi compostura en lo que se suponía iba a ser un viaje tranquilo por tarta, tiré de mi cabello y miré hacia abajo a mi plato vacío. Mi voz bajó.
—. Lo siento. No puedo fingir como la mierda.
Desconcertada, ella estaba callada, pero asintió con comprensión.
— Está bien.
Después de mi torpe exabrupto, necesitábamos un cambio de escenario. Me levanté de mi asiento.
—¿Quieres dar un paseo alrededor, ver los lugares de interés, antes de regresar por el camino?
—Me encantaría.
Nos fuimos a dar un paseo y terminamos dentro de una pequeña librería que también vendía baratijas. Brittany estaba viendo una pulsera que tenía algún símbolo de paz budista. Cuando se sumergió en un libro de Deepak Chopra, llevé una de las pulseras a la caja y la compré. Una vez que estuvimos fuera, se la di.
—Aquí. Quería que tuvieras algo para que recordaras tu primer viaje en motocicleta. Espero que no sea el último.
—Como si alguna vez pudiera olvidar este día —dijo—. Pero fue muy dulce de tu parte. Gracias. Me encanta.
—Lo sé. Te vi mirarla. Estaba mirándote, porque no puedo quitar mis ojos de ti. Así que...
Puse mis manos en mis bolsillos y miré alrededor mientras mis palabras se desvanecían. Ella la colocó en su pequeña muñeca.
—Tal vez esto ayude a canalizar un poco de paz tan necesaria en mi vida.
Mientras estábamos allí en la acera, lo que realmente me golpeó es que esta situación era igual de dura para ella. Pasé tanto tiempo sumergida en mis propios miedos que tenía tendencia a olvidar lo que todo esto podría haber sido para Brittany. Que regresara prácticamente de entre los muertos justo cuando estaba poniendo su vida en orden. Volteó su mundo al revés. Estaba tan tentada a tomarla de la mano, que apreté los dientes y me abstuve. En su lugar, le dije:
—El senderismo es grandioso por aquí. Si hubiéramos tenido más tiempo, nos hubiéramos quedado en una de las cabañas, por un fin de semana. Sé que tienes que volver.
—Tal vez en otro momento. —Sonrió.
—Sí.
Alrededor de una hora más tarde, estábamos en la carretera abierta. Algo en el tono de la carrera a casa era muy diferente al primer viaje. Cuando el rojizo sol se puso en el horizonte, su agarre en mí definitivamente se había relajado un poco. Las dos estábamos calladas y cerca de la mitad del camino, Brittany apoyó la barbilla en mi espalda. Fue un pequeño gesto, pero envió lo que se sintió como electricidad a través de mí. Significaba todo. Era fácil imaginarnos haciendo viajes como éste cada fin de semana.
No había nada como la sensación de tener a tu mujer en la parte posterior de tu moto. Ella era mi mujer. Independientemente de si yo era su mujer que era la pregunta que quedaba.
Cuando llegamos a su búngalo, el sonido de los grillos reemplazó al motor rugiente de la moto cuando la apagué. Las dos nos sentamos en silencio. Ella no se bajó y no había soltado mi cintura, así que no me moví. Finalmente, habló. Su voz era tranquila.
—No te encadenaré por siempre, Santana. Te lo prometo. No es justo. Tengo que resolver esto.
Levanté sus manos que todavía estaban envueltas alrededor de mi cintura y las agarré fuertemente alrededor de mi pecho.
—No iré a ninguna parte en el corto plazo, Princesa.
Ella dejó escapar un profundo suspiro y saltó de la moto y yo me quedé arriba. Pude ver a Pixy en la ventana mirándonos. Cabra ciega, mi trasero.
Tiré de la parte frontal de su chaqueta de cuero con coquetería.
—¿Cuándo voy a verte de nuevo?
—No estoy segura.
—Piensa en ello.
—Gracias por hoy. Nunca lo olvidaré.
Su último comentario no cayó bien en mi estómago. Nunca lo olvidaré.
—Lo hiciste muy bien, Princesa. No puedo esperar a hacer esto otra vez.
En el viaje a casa esa noche, tomé una decisión difícil. Me frenaría un poco, le daría espacio. Dicen que si dejas que algo se vaya y no regrese a ti, es que nunca realmente fue tuyo para empezar. Pero teniendo en cuenta que fui la que inicialmente dejó esta situación, todas las apuestas estaban pagadas.
— ¿Entonces, vas a volver esta noche?
Asentí.
—No tengo tiempo que perder. Cada segundo que esté aquí, él está teniendo más la sartén por el mango. Sólo volví para poner mi moto en la parte posterior de mi camioneta. —Fruncí la frente—. Ella quiere que la lleve a dar un paseo.
—Eso está muy bien y todo. Sólo espero que no te esté llevando a ti a dar un paseo.
—Eso es algo que he estado esperando, hermanita.
—¡Sabes a lo que me refiero! Que te este engañando. El hecho de que tenga un novio que parece un buen tipo hace que sea complicado. Ella no va a querer lastimarlo.
—Soy consciente de que eso no es lo ideal. Pero aquí está la llave de lo que necesitaba saber.
Metí la mano en mi bolsillo trasero, sacando llave de la casa de Brittany.
—. Justo aquí.
—Esa es, literalmente, una llave.
—Exactamente.
Le guiñé un ojo.
—. Él no tiene una. Ella me la dio a mí. De acuerdo, era para poder usar el baño a mi antojo mientras estoy trabajando su césped. Pero ¿qué dice el hecho de que él no tiene una?
—Que él no está cortando su césped. Se echó a reír—. Créeme, quiero pensar que vas a conseguir a la chica al final, pero la alternativa me pone nerviosa. Eso es todo. ¿Qué sucederá entonces?
—Entonces, el querido viejo corazón de tu hermana se habrá quebrado y me quedaré en el sofá comiendo un montón de Tim Tams todo el día en pijama. Ella me lanzó una almohada.
—Eso es lo que me asusta.
—Estás preocupada por mí. —Le tiré la almohada de regreso—. Eso es lindo, pero innecesario.
—Realmente espero que tengas razón.
De vuelta en Temecula, con mi moto llena de gasolina, estaba ansiosa por verla. Era viernes por la tarde, así que todavía estaba en el trabajo. Incapaz de contener mi emoción, le envié un texto.
Santana: ¿Con el estado de ánimo de subirte a horcajadas sobre mí?
Brittany: ¿Perdón?
Santana: Saca tu mente de la alcantarilla, chica sucia. Traje la Harley de regreso de Hermosa Beach. ¿Te importaría vivir tu pequeña fantasía motorista conmigo?
Brittany: ¿Quieres salir conmigo?
Santana: Entre otras cosas, sí.
Brittany: ¿Cuándo?
Santana: Este fin de semana en algún momento si estás libre. Estaba pensando que podríamos hacer un pequeño viaje.
Brittany: La última vez que lo hice contigo, me metiste en problemas.
Santana: Vamos, Princesa. Voy a dejar que me llames Charlie Hummer.
Brittany: Hunnam. LOL. ¡Charlie Hunnam!
Santana: me gusta más Hummer.
Brittany: Estoy segura de eso, pervertida.
Santana: ¿Quién es la pervertida? Yo estaba hablando sobre el vehículo. ¿De qué estabas hablando tú? Mejor aún... ¿puedes demostrármelo?
Brittany: Eres increíble.
Santana: ¿Estás sonriendo?
Brittany: Tal vez.
Santana: Bien. ¿Entonces, qué dices?
Brittany: No puedo mañana. ¿Qué tal el domingo?
Como no quería esperar todo un día para pasar tiempo con ella, la decepción llegó.
Santana: Sucede que estaré disponible el domingo.
Brittany: ¿Tengo que llevar algo?
Santana: Ya me encargué yo.
Brittany: Eso me asusta.
Santana: LOL. Debería.
Brittany: Nos vemos el domingo entonces.
Santana: ¿A qué hora te recojo?
Brittany: ¿Al mediodía?
Santana: Suena bien.
Ella no respondió. No pude evitar enviarle un último texto.
Santana: No puedo esperar.
Pasé el resto de la tarde del viernes y la noche preparándome para nuestro viaje el domingo. Primera orden del día: comprarle un casco a Brittany. En la tienda, casi me muero de la risa cuando vi uno que se suponía era similar a la cáscara verde de una sandía. Había sido cortado en triángulo lo que lo hacía parecer como que un trozo había sido cortado. Me imaginé que me mataría si la hacía usar ese. Me decidí por uno diferente que era perfecto para ella. No estoy acostumbrada a viajar con alguien, así que también ajusté la suspensión trasera de la moto como parte de los preparativos para mi acompañante. De regreso en el motel, fui directo a buscar una ruta que pudiéramos tomar y de un buen lugar donde pudiéramos detenernos. Encontré un pueblo llamado Julian que estaba a cerca de ciento veintidós kilómetros de distancia. Eso significaría un paseo de alrededor de dos horas. Era una zona montañosa a cerca de una hora al este de San Diego y aparentemente conocida por sus pasteles de manzana. La tarta de manzana para mi chica con fondo de manzana. Julian será entonces. Seguí fantaseando sobre buscar una cama y desayuno allí donde pudiéramos pasar la noche pero sabía que nunca aceptaría eso. Por lo tanto, nuestro destino tenía que ser fácilmente factible de ida y vuelta, volveríamos a Temecula a una hora decente. El domingo finalmente llegó. Me aseguré de apuntar todas las paradas cada poco como el tipo motorista de la fantasía de Brittany.
Vestida con chaqueta de cuero marrón, jeans y mi brillante casco negro, estaba dispuesta a reclamar a la única mujer que siempre quise en la parte posterior de mi motocicleta. Será mejor que Charlie Hummer tenga cuidado. En lugar de ir a su puerta, aceleré el motor de la moto justo en frente de su casa, lo que provocó que saliera al exterior. Todo el barrio ahora consciente de mi llegada. Brittany salió y mi corazón se calentó al ver su sonrisa. Llevaba una corta chaqueta ajustada de cuero negro que abrazaba sus pechos. No me jodas. Tenía el cabello hacia abajo y llevaba botas altas de cuero negro sobre sus pantalones vaqueros. Mientras le daba su casco, mi boca se extendió en una enorme sonrisa.
—Dios, te ves putamente atractiva.
Ella se cubrió la boca con su risa cuando bajó la vista hacia el casco de color rosa que tenía las palabras Princesa de la motorista grabadas en el lateral.
—¿Princesa de la motorista? ¿Tú lo mandaste hacer?
—No. Lo tenían en la tienda de motos. ¿Qué tan perfecto es eso? Fue el destino.
—Lo que sería realmente perfecto es si el tuyo dijera Bastarda Engreída.
—Guiñó un ojo. Estaba emocionada por ver la versión de hoy de la Brittany luchadora. Mi pene estaba aún más emocionado.
—¿Lista para rodar, Princesa?
—Honestamente, estoy un poco asustada. Nunca he estado en una de estas en mi vida.
—¿Conoces la sensación que se tiene cuando se está montando en un convertible?
—¿Sí?
—Bueno, multiplica eso por diez. Así es cómo será. Jodidamente increíble, Brittany.
Ella todavía se veía nerviosa.
—¿Estás nerviosa, nena?
—No puedo evitarlo.
—No tengas miedo. Eso sí, no me sueltes. Eso es lo más importante que tienes que recordar. Por favor, no vuelvas a dejarme ir.
—Créeme. No lo haré —dijo ella.
—¿Es una promesa? Ella se sonrojó sabiendo lo que realmente estaba preguntándole y me ignoró.
—Esta es mi primera vez también, sabes —le dije.
—¿Qué quieres decir? Has estado en un montón de motos muchas veces.
—Sí, pero tú eres la primera mujer que ha montado detrás de mí.
—¿En serio?
—En serio.
Puse el casco sobre su cabeza.
—. Aquí, déjame ayudarte.
Ajustando la correa, miré sus hermosos ojos, y le dije
—: Ahora, voy a enseñarte algunas cosas antes de que salgamos. Leí algunas cosas de seguridad.
—Está bien.
Se veía adorable con ese enorme casco de color rosa en la cabeza. Yo me senté en la moto.
—Súbete detrás de mí.
Ella hizo lo que le dije.
—Pon tus brazos alrededor de mi cintura. Me quedé quieta por un momento al sentirlos envolviéndose alrededor de mí con fuerza.
—¿Ves lo que estás haciendo ahora? Sólo sigue haciéndolo. Apóyate en mí, tan bien como puedas.
—Bien.
Miré detrás de ella.
—Ahora bien, esto es muy importante. Cuando dé vuelta a la esquina, simplemente relaja tu cuerpo. No te apoyes en la vuelta. Ese va a ser tu impulso, pero no lo hagas. ¿Está bien?
—Está bien.
—La otra cosa es, que va a ser difícil escucharnos una a la otra a menos que realmente gritemos. Por lo tanto, si no quieres gritar y por cualquier motivo me tienes que detener, sólo tócame en el hombro. Pero esa es la única vez que te soltarás.
Mis reglas con respecto a sostenerse para salvar su vida eran un poco exageradas. Pero iba a sacar todo el partido a la experiencia de estar cerca de ella al máximo.
—Vámonos. ¿Lista?
Ella se encogió de hombros.
—Tan lista como puedo llegar a estar.
Encendí el motor y nos fuimos por algunas calles secundarias antes de entrar a la autopista. Brittany nunca se soltó. Ni una sola vez. Nunca me imaginé lo bien que se sentiría tener a alguien detrás de mí. Bueno, supongo que fue porque era ella detrás de mí. Había olvidado lo mucho que echaba de menos montar en moto también, esa sensación de moverte a través de los engranajes, del viento golpeando mi cara y la sobrecarga sensorial. Era lo más parecido al sexo, un sentimiento de poder absoluto.
Estar concentrada intensamente en la carretera y todo a mi alrededor me provocaba una extraña sensación de calma. Tan divertido como era, era muy consciente de lo cuidadosa que tenía que ser con la vida de Brittany en mis manos. Estar en una moto te hace demasiado consciente de tu propia mortalidad, especialmente cuando estás en la autopista. Nuestra ruta alternaba la carretera y los caminos rurales abiertos que estaban rodeados de montañas. A pesar de que el paisaje era impresionante, me perdía su hermoso rostro. No podía esperar a verla toda quemada por el viento con su cabello desordenado. Una de las partes más divertidas del viaje para mí era tratar de comunicarme con Brittany. Ella no podía realmente oír lo que estaba diciendo. Así que, gritaba las cosas que deseaba poder decirle. Estábamos en el camino, casi en nuestro destino cuando grité:
—No puedo esperar a que te sientes en mi cara.
—¿Qué?
—Dije, que no puedo esperar a mostrarte este lugar. Otra vez fue:
—Creo que deberíamos casarnos de verdad.
—¿Qué?
—¿Qué pasó con el capitán y Tennille?
Cuando llegamos a Julian, Brittany estaba exactamente como esperaba que estuviera. Tenía la cara roja del viento, su cabello salvaje. Tomó todo de mí no aplastar mis labios en los de ella. Sacudiendo su cabello, ella preguntó:
—¿Qué haremos primero?
Estaba tan obsesionada con ella, que la pregunta no se registró en mí inmediatamente.
—¿Eh?
Ella repitió:
—¿A dónde iremos?
—He oído que este lugar es conocido por su tarta de manzana. ¿Por qué no vamos a buscar alguno? Brittany se rió.
—¿Viajamos casi dos horas en moto por pastel de manzana?
—Más o menos, sí.
—Sólo tú harías eso. Esa es una de las cosas que más me gusta de ti. Todo puede parecer de alguna manera como una aventura. Incluso conseguir pastel de manzana.
—¿Eso es un cumplido?
—Lo es.
Ella me dio la sonrisa más dulce.
—. Y nada me gustaría más que comer pastel de manzana contigo.
Algo sin duda la había suavizado. Tal vez fue el viaje. Toda esa experiencia era muy íntima, especialmente para el pasajero, dado que estabas poniendo tu vida en manos de otra persona. Supongo que la impresionó. Un punto, López. Dick... Cero.
Caminamos hasta el Café Julian donde se decía tenían la mejor tarta de manzana en toda la ciudad. Las dos nos sentamos en un rincón acogedor en una mesa contra una pared de ladrillo. Nos sirvieron generosas rodajas de manzanas al horno caliente con canela en una costra crujiente con cucharadas de crema de vainilla en la parte superior. No era broma; era la mejor que había probado. Por lo menos este día incluiría algo orgásmico.
Nuestra conversación comenzó bastante fácil. Hablamos más sobre el refugio, sus planes de convertir su dormitorio de invitados en una oficina, un nuevo tipo de yoga que estaba intentando. Tenía la esperanza en Dios de poder cosechar los beneficios de eso algún día.
Le hablé de mi breve visita de regreso en Hermosa Beach y de mis planes para poner un pequeño cobertizo en su propiedad para guardar mi equipo de jardinería. Entonces, en cierto modo me fui y arruiné el estado de ánimo.
—Entonces, ¿Dónde Dick... eh... Richard cree que estás hoy?
—Encontrándome con un amigo. Dejé escapar una risa sarcástica.
—Bueno. Estiraste la verdad un poco.
—¿Por qué es tan gracioso? ¿No estamos supuestamente tratando de ser amigas? Esa fue tu idea.
—Yo uso el término amiga muy libremente. Algo así como, oh, no sé, novia.
—No soy tu novia.
—No, eres mi jodida esposa.
—Santana...
—Relájate. Estoy bromeando. —En realidad no—. Mira, mi punto es, que puedes convencerte de que esto es inocente por ahora, pero dudo que Dick quiera que pases tiempo con una supuesta amiga cuyo objetivo final es robarte. Soy una amiga que también pasa a tener llave de tu casa cuando él no la tiene. No creas que no entendí eso. No nos equivoquemos al respecto, Brittany. Alejarte de él es mi motivo ulterior en caso de que no hubiera dejado eso claro. Soy tu amiga, por ahora, pero eso no es suficiente para mí. Nunca lo será. Te quiero debajo de mí cada noche y frente a mí cada mañana en la mesa del desayuno. Al diablo con eso, te quiero a ti para desayunar. No estaré satisfecha hasta que sea dueña de toda tú.
Enojada conmigo misma por la pérdida de mi compostura en lo que se suponía iba a ser un viaje tranquilo por tarta, tiré de mi cabello y miré hacia abajo a mi plato vacío. Mi voz bajó.
—. Lo siento. No puedo fingir como la mierda.
Desconcertada, ella estaba callada, pero asintió con comprensión.
— Está bien.
Después de mi torpe exabrupto, necesitábamos un cambio de escenario. Me levanté de mi asiento.
—¿Quieres dar un paseo alrededor, ver los lugares de interés, antes de regresar por el camino?
—Me encantaría.
Nos fuimos a dar un paseo y terminamos dentro de una pequeña librería que también vendía baratijas. Brittany estaba viendo una pulsera que tenía algún símbolo de paz budista. Cuando se sumergió en un libro de Deepak Chopra, llevé una de las pulseras a la caja y la compré. Una vez que estuvimos fuera, se la di.
—Aquí. Quería que tuvieras algo para que recordaras tu primer viaje en motocicleta. Espero que no sea el último.
—Como si alguna vez pudiera olvidar este día —dijo—. Pero fue muy dulce de tu parte. Gracias. Me encanta.
—Lo sé. Te vi mirarla. Estaba mirándote, porque no puedo quitar mis ojos de ti. Así que...
Puse mis manos en mis bolsillos y miré alrededor mientras mis palabras se desvanecían. Ella la colocó en su pequeña muñeca.
—Tal vez esto ayude a canalizar un poco de paz tan necesaria en mi vida.
Mientras estábamos allí en la acera, lo que realmente me golpeó es que esta situación era igual de dura para ella. Pasé tanto tiempo sumergida en mis propios miedos que tenía tendencia a olvidar lo que todo esto podría haber sido para Brittany. Que regresara prácticamente de entre los muertos justo cuando estaba poniendo su vida en orden. Volteó su mundo al revés. Estaba tan tentada a tomarla de la mano, que apreté los dientes y me abstuve. En su lugar, le dije:
—El senderismo es grandioso por aquí. Si hubiéramos tenido más tiempo, nos hubiéramos quedado en una de las cabañas, por un fin de semana. Sé que tienes que volver.
—Tal vez en otro momento. —Sonrió.
—Sí.
Alrededor de una hora más tarde, estábamos en la carretera abierta. Algo en el tono de la carrera a casa era muy diferente al primer viaje. Cuando el rojizo sol se puso en el horizonte, su agarre en mí definitivamente se había relajado un poco. Las dos estábamos calladas y cerca de la mitad del camino, Brittany apoyó la barbilla en mi espalda. Fue un pequeño gesto, pero envió lo que se sintió como electricidad a través de mí. Significaba todo. Era fácil imaginarnos haciendo viajes como éste cada fin de semana.
No había nada como la sensación de tener a tu mujer en la parte posterior de tu moto. Ella era mi mujer. Independientemente de si yo era su mujer que era la pregunta que quedaba.
Cuando llegamos a su búngalo, el sonido de los grillos reemplazó al motor rugiente de la moto cuando la apagué. Las dos nos sentamos en silencio. Ella no se bajó y no había soltado mi cintura, así que no me moví. Finalmente, habló. Su voz era tranquila.
—No te encadenaré por siempre, Santana. Te lo prometo. No es justo. Tengo que resolver esto.
Levanté sus manos que todavía estaban envueltas alrededor de mi cintura y las agarré fuertemente alrededor de mi pecho.
—No iré a ninguna parte en el corto plazo, Princesa.
Ella dejó escapar un profundo suspiro y saltó de la moto y yo me quedé arriba. Pude ver a Pixy en la ventana mirándonos. Cabra ciega, mi trasero.
Tiré de la parte frontal de su chaqueta de cuero con coquetería.
—¿Cuándo voy a verte de nuevo?
—No estoy segura.
—Piensa en ello.
—Gracias por hoy. Nunca lo olvidaré.
Su último comentario no cayó bien en mi estómago. Nunca lo olvidaré.
—Lo hiciste muy bien, Princesa. No puedo esperar a hacer esto otra vez.
En el viaje a casa esa noche, tomé una decisión difícil. Me frenaría un poco, le daría espacio. Dicen que si dejas que algo se vaya y no regrese a ti, es que nunca realmente fue tuyo para empezar. Pero teniendo en cuenta que fui la que inicialmente dejó esta situación, todas las apuestas estaban pagadas.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 25
Dos días después, empecé a poner todo en el nuevo cobertizo de la propiedad de Brittany. Sería agradable poder mantener todo mi equipo de jardinería en un solo lugar sin tener que transportarlo de ida y vuelta.
Tenía que admitir, que Brittany debía tener el jardín más hermoso de todos en Temecula ahora. Era un día particularmente caluroso, y se hizo necesario refrescarse. Empezando a sentirme deshidratada, estaba pensando en terminar el día aquí. Usando mi llave, entré en la casa para tomar una bebida y usar el baño antes de salir. Pixy estaba tan acostumbrada a oírme venir ahora, que ya ni siquiera se estremeció cuando entré en el interior. No le había enviado mensajes de texto a Brittany en absoluto desde nuestro viaje por carretera y no tenía idea de donde estaba su cabeza. Parecía que había pasado una eternidad desde que habíamos hablado. Mis únicas pistas habían estado en el interior de esta casa, pero fisgonear siempre me hacía sentir como una mierda.
Afortunadamente, no había evidencia obvia de que Dick hubiera estado aquí en el último par de días, así que era bueno. La casa estaba sin, Dick, justo de la manera en que me gustaba. El sudor goteaba de mi cuerpo mientras la cabra me seguía a todas partes. Me pregunté si a Brittany le importaría si me daba una ducha rápida en su cuarto de baño. En vista de que a pesar de que hice un voto de no ponerme en contacto con ella, enviarle un mensaje de texto para checarlo no era una opción. No podía ver por qué sería un problema, sin embargo.
—No se lo dirás, ¿verdad, Mutton?
—Baa.
—Buen chico.
Me desnudé y puse mi ropa sucia en una pila justo fuera del baño. Bajo el agua tibia, mis pensamientos, por supuesto, volvieron a ella. Enjabonarse con sus jabones afrutados y con su champú sobre mí era como bañarse en un mar de Brittany. Dulce, dulce tortura. Agarré mi pene y comencé a masturbarme pero me detuve después de pensarlo mejor. A pesar de que el impulso era intenso, no había manera de que pudiera venirme en la ducha. Con mi suerte, accidentalmente dejaría un rastro de semen detrás.
¡Bien-Venida, Brittany! Ella sabría que fui yo. Eso no iba a ayudar a mi causa. Caliente como el infierno, sin embargo, sin duda era necesario que me masturbara en el motel. Mientras salía de la ducha, el baño se llenó de vapor. Limpiándome a mí misma, miré en el espejo mi cuerpo escultural y doblé mis músculos. Mierda, me veía bien. Con todo el tiempo en el sol y mis entrenamientos, mi cuerpo estaba realmente en la mejor forma de mi vida. Lamentablemente, ni siquiera podía usarlo con alguien en este momento. Frotando la toalla enérgicamente sobre mi cabello mojado, caminé de vuelta a la habitación de Brittany. Una pintura en la pared que mostraba a una mujer con los pechos expuestos captó mi mirada. No estaba allí la última vez que estuve aquí. Debía ser nueva. Mierda. Era elegante pero incluso no algo que esperaría que tuviera. Mientras miraba hacia ella, pensé en todas las cosas que nunca tuve la oportunidad de averiguar acerca de ella.
Brittany era sin duda un ser sexual y me entristecía nunca haber tenido la oportunidad para aprovechar más de ese lado, para empujar los límites con ella y llevarla a lugares sexuales en los que nunca había estado. Todo lo que podríamos haber hecho en estos dos años. Mierda. Me estaba poniendo dura otra vez. Una gota de líquido pre seminal se formó en la punta de mi pene. Estaba muy dura. Mi cuerpo se estremeció ante el sonido de su voz. Ella gritó:
—¡Oh Dios mío!
Me di la vuelta exponiendo totalmente mi pene duro en toda su gloria.
—¡Mierda!
Envolví rápidamente la toalla alrededor de mi cuerpo para cubrir mis partes íntimas. Ella no sólo había visto mi trasero mientras había entrado sino también tuvo la experiencia frontal completa cuando me di la vuelta.
Ella sonó sin aliento.
—¿Qué estás haciendo?
—Yo… eh... está bien... es que, tenía mucho calor. Necesitaba refrescarme. Me di una ducha. —Me reí nerviosamente—. No creí que te importaría.
—Supongo que no me importa, pero Jesús, ¿Normalmente te quedas ahí parada en medio de la habitación desnuda viendo la pared?
—Estaba mirando tu hermosa pintura, en realidad.
Mis ojos se perdieron a lo largo de su cuerpo. Ella llevaba ropa de entrenamiento, un sujetador deportivo de color púrpura que aplastaba sus hermosos pechos juntos y era de spandex apretado. Vestida así, claramente no esperaba que estuviera aquí a estas horas de la tarde. Normalmente no me quedaba aquí tanto tiempo, pero ya que había estado construyendo el cobertizo, perdí la noción del tiempo. Ella nunca llegaba a casa tan temprano.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunté.
—¿No debería yo estar preguntando eso? Esta es mi casa.
—Lo sé, pero normalmente no estás en casa hasta después de las cinco en algún momento.
—Tenía una cita médica, por lo que no fui a la oficina. Fui al gimnasio en su lugar y llegué a casa temprano para ducharme.
—Sólo te perdí entonces. Podríamos haber hecho eso juntas.
Ella puso los ojos en blanco, pero esbozó una pequeña sonrisa. No había nada más caliente que la vista de Brittany sudorosa. Mi erección era imposible de controlar. Igual que mis sentimientos. Mientras estaba allí todavía envuelta en la toalla con mi pene sobresaliendo a través de ella, poco a poco me acerqué a donde estaba parada. Su cuerpo se tensó y entró en una especie de modo de protección.
—Te he echado de menos, Brittany. Probablemente se podría decir que he estado tratando de darte espacio.
Su pecho subía y bajaba.
—Sé que lo has hecho. Pero no en este momento, al parecer.
—Eso es correcto. No ahora.
Sus ojos bajaron a mis abdominales y regresaron de nuevo. No acababa de echar un vistazo hacia mí. Sino que descaradamente me examinó. Sus pupilas incluso parecían haberse dilatado. Avanzando lento aún más cerca de ella, no pude evitar decirle cómo me sentía.
—Querías saber por qué estaba mirando a la pared. ¿Sabes lo que estaba pensando cuando entraste?
—¿Qué?
—Estaba pensando en cómo te presentas como una chica formal y correcta, pero secretamente eres un poco descarada. Esa foto en la pared lo demuestra. Eres de naturaleza sexual, alguien que nunca será plenamente satisfecha por cosas vainilla. Eres alguien que, lo admitas o no, quieres probar todo, empujar los límites. Sé que si estuviéramos juntas, me dejarías hacerle todas las cosas que quiero a tu cuerpo. Y jodidamente te encantaría.
—¿Qué tipo de cosas? —susurró ella.
Su pregunta me sorprendió. Buena chica. Juega conmigo, nena.
—Vamos a hablar de lo que quiero hacer ahora mismo si pudiera. Quiero lamer lentamente hasta la última gota de sudor salado de tu cuerpo, empezando por esos hermosos senos. Te limpiaría con mi lengua y te penetraría con fuerza hasta venirme aún más duro con cada gota de mi semen en el interior de ti donde pertenece.
Ella pareció retorcerse.
—¿Qué más? —preguntó mientras se alejaba de mí, haciéndome caminar hacia ella hasta que mi rostro estuvo sólo a centímetros de la suya.
—Entonces, te penetraría de nuevo con mi boca. Me encantaría tratar de comerte mientras tú tomabas mi pene en tu garganta. Creo que te gustaría eso. Quiero tenerte en todos sentidos; encima de mí, debajo de mí y sobre mis rodillas con las marcas rosa de mi mano en tu hermoso y pálido trasero. No puedo esperar a penetrarte de nuevo. Cuando digo penetrarte, me refiero a hacer el amor duro, porque eso es todo lo que nunca podría ser entre nosotras, amor duro y estocadas duras.
—Oh Dios —murmuró, cerrando los ojos.
Capitalizando su debilidad, apreté mi boca hambrienta en la de ella y tomé sin pudor lo que había estado muriendo de ganas por degustar durante dos años. Ella se abrió a mí mientras mi lengua invadía su boca, en busca de ella. El gemido que dejó escapar pareció viajar por mi garganta en un tiro recto a mi pene. Ella pasó los dedos por mi cabello mojado mientras yo la apoyaba en la pared, casi tirando su lámpara al lado de la mesita de noche. Todavía con nada más que una toalla, sabía que necesitaba dar marcha atrás, pero no sabía cómo. Finalmente, Brittany se alejó de mí.
—Por favor. Detente.
Entre respiraciones jadeantes, grité:
—¿No puedes ver cómo reaccionas a mí? ¿No es obvio que debemos estar juntas?
Ella caminó hacia el lado opuesto de la habitación y comenzó a pasearse.
—Las relaciones no son todo sobre química sexual, Santana.
—Tonterías. Es extremadamente importante. No me importa lo bonito que sea Dick, si no sabe cómo utilizar su pene para complacerte, no te mantendrá feliz para siempre. Ese no es el punto de todos modos. Sabes muy bien que tenemos química en todos los sentidos. Es mucho más que lo físico. De hecho, la conexión emocional entre nosotras es lo que me asusta más. Entonces, ¿qué es lo que falta aquí? ¿Confianza? Porque daría mi brazo izquierdo en este momento por demostrarte que puedes confiar en mí.
Ella levantó las manos y negó.
—Esto es demasiado en este momento. No estaba esperando que estuvieras aquí.
—¿Cuándo no será demasiado? ¿Alguna vez habrá un momento adecuado? —grité y de inmediato me arrepentí de haber levantado la voz. Pixy dejó escapar un ruido. La cabra estaba sentada en la esquina viendo esto como en una película.
—La estás asustando —dijo ella.
—Si no se ha desmayado, está bien.
Ella se dirigió hacia el baño y me arrastró tras de sí.
—Deja de huir de mí tan pronto como empiezas a sentir algo.
Puse mis manos sobre sus hombros para detenerla.
—. Mírame, Princesa.
Ella se dio la vuelta, viéndose como si estuviera a punto de llorar.
— ¿Qué?
Aquí estaba. Sabía que era ahora o nunca. Cerré los ojos y luego los abrí antes de tomar una respiración profunda.
—Te amo, Brittany. ¿No te das cuenta? Estoy loca y putamente enamorada de ti. Te amo más que a nada en este mundo. Cuando te miro a los ojos, no sólo te veo a ti, veo a mis hijos. Caray, veo una granja entera de niños y a cabras sordas, mudas y ciegas. Veo todo mi futuro. Sin ti, no veo nada. Nada. Incluso en esos dos años de encierro, los recuerdos de ti eran lo que me daban la fuerza para seguir adelante cada día. Sé que tienes que resolver las cosas con él y no espero una confirmación en este momento conmigo aquí en esta toalla. Esperaré. Mientras tanto, estaré aquí. Me entiendes. La pregunta es, ¿quieres que me quede, o me vas a alejar?
Cuando abrió la boca, lo que salió fue lo último que esperaba.
—Richard me dijo hace algún tiempo que la empresa se está disolviendo y que cerrará sus puertas a finales de año. Le ofrecieron un puesto en una firma de abogados de patentes en Boston como socio. Me acabo de enterar de eso ayer. Él quiere tratar de contratarme. De cualquier manera, me pidió que me fuera con él.
La adrenalina corrió a través de mí mientras mi cuerpo estaba preparando una pelea. Me tragué el enorme nudo en mi garganta.
—¿Cuándo se irá?
Una lágrima cayó por su mejilla.
—En dos semanas.
Tenía que admitir, que Brittany debía tener el jardín más hermoso de todos en Temecula ahora. Era un día particularmente caluroso, y se hizo necesario refrescarse. Empezando a sentirme deshidratada, estaba pensando en terminar el día aquí. Usando mi llave, entré en la casa para tomar una bebida y usar el baño antes de salir. Pixy estaba tan acostumbrada a oírme venir ahora, que ya ni siquiera se estremeció cuando entré en el interior. No le había enviado mensajes de texto a Brittany en absoluto desde nuestro viaje por carretera y no tenía idea de donde estaba su cabeza. Parecía que había pasado una eternidad desde que habíamos hablado. Mis únicas pistas habían estado en el interior de esta casa, pero fisgonear siempre me hacía sentir como una mierda.
Afortunadamente, no había evidencia obvia de que Dick hubiera estado aquí en el último par de días, así que era bueno. La casa estaba sin, Dick, justo de la manera en que me gustaba. El sudor goteaba de mi cuerpo mientras la cabra me seguía a todas partes. Me pregunté si a Brittany le importaría si me daba una ducha rápida en su cuarto de baño. En vista de que a pesar de que hice un voto de no ponerme en contacto con ella, enviarle un mensaje de texto para checarlo no era una opción. No podía ver por qué sería un problema, sin embargo.
—No se lo dirás, ¿verdad, Mutton?
—Baa.
—Buen chico.
Me desnudé y puse mi ropa sucia en una pila justo fuera del baño. Bajo el agua tibia, mis pensamientos, por supuesto, volvieron a ella. Enjabonarse con sus jabones afrutados y con su champú sobre mí era como bañarse en un mar de Brittany. Dulce, dulce tortura. Agarré mi pene y comencé a masturbarme pero me detuve después de pensarlo mejor. A pesar de que el impulso era intenso, no había manera de que pudiera venirme en la ducha. Con mi suerte, accidentalmente dejaría un rastro de semen detrás.
¡Bien-Venida, Brittany! Ella sabría que fui yo. Eso no iba a ayudar a mi causa. Caliente como el infierno, sin embargo, sin duda era necesario que me masturbara en el motel. Mientras salía de la ducha, el baño se llenó de vapor. Limpiándome a mí misma, miré en el espejo mi cuerpo escultural y doblé mis músculos. Mierda, me veía bien. Con todo el tiempo en el sol y mis entrenamientos, mi cuerpo estaba realmente en la mejor forma de mi vida. Lamentablemente, ni siquiera podía usarlo con alguien en este momento. Frotando la toalla enérgicamente sobre mi cabello mojado, caminé de vuelta a la habitación de Brittany. Una pintura en la pared que mostraba a una mujer con los pechos expuestos captó mi mirada. No estaba allí la última vez que estuve aquí. Debía ser nueva. Mierda. Era elegante pero incluso no algo que esperaría que tuviera. Mientras miraba hacia ella, pensé en todas las cosas que nunca tuve la oportunidad de averiguar acerca de ella.
Brittany era sin duda un ser sexual y me entristecía nunca haber tenido la oportunidad para aprovechar más de ese lado, para empujar los límites con ella y llevarla a lugares sexuales en los que nunca había estado. Todo lo que podríamos haber hecho en estos dos años. Mierda. Me estaba poniendo dura otra vez. Una gota de líquido pre seminal se formó en la punta de mi pene. Estaba muy dura. Mi cuerpo se estremeció ante el sonido de su voz. Ella gritó:
—¡Oh Dios mío!
Me di la vuelta exponiendo totalmente mi pene duro en toda su gloria.
—¡Mierda!
Envolví rápidamente la toalla alrededor de mi cuerpo para cubrir mis partes íntimas. Ella no sólo había visto mi trasero mientras había entrado sino también tuvo la experiencia frontal completa cuando me di la vuelta.
Ella sonó sin aliento.
—¿Qué estás haciendo?
—Yo… eh... está bien... es que, tenía mucho calor. Necesitaba refrescarme. Me di una ducha. —Me reí nerviosamente—. No creí que te importaría.
—Supongo que no me importa, pero Jesús, ¿Normalmente te quedas ahí parada en medio de la habitación desnuda viendo la pared?
—Estaba mirando tu hermosa pintura, en realidad.
Mis ojos se perdieron a lo largo de su cuerpo. Ella llevaba ropa de entrenamiento, un sujetador deportivo de color púrpura que aplastaba sus hermosos pechos juntos y era de spandex apretado. Vestida así, claramente no esperaba que estuviera aquí a estas horas de la tarde. Normalmente no me quedaba aquí tanto tiempo, pero ya que había estado construyendo el cobertizo, perdí la noción del tiempo. Ella nunca llegaba a casa tan temprano.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunté.
—¿No debería yo estar preguntando eso? Esta es mi casa.
—Lo sé, pero normalmente no estás en casa hasta después de las cinco en algún momento.
—Tenía una cita médica, por lo que no fui a la oficina. Fui al gimnasio en su lugar y llegué a casa temprano para ducharme.
—Sólo te perdí entonces. Podríamos haber hecho eso juntas.
Ella puso los ojos en blanco, pero esbozó una pequeña sonrisa. No había nada más caliente que la vista de Brittany sudorosa. Mi erección era imposible de controlar. Igual que mis sentimientos. Mientras estaba allí todavía envuelta en la toalla con mi pene sobresaliendo a través de ella, poco a poco me acerqué a donde estaba parada. Su cuerpo se tensó y entró en una especie de modo de protección.
—Te he echado de menos, Brittany. Probablemente se podría decir que he estado tratando de darte espacio.
Su pecho subía y bajaba.
—Sé que lo has hecho. Pero no en este momento, al parecer.
—Eso es correcto. No ahora.
Sus ojos bajaron a mis abdominales y regresaron de nuevo. No acababa de echar un vistazo hacia mí. Sino que descaradamente me examinó. Sus pupilas incluso parecían haberse dilatado. Avanzando lento aún más cerca de ella, no pude evitar decirle cómo me sentía.
—Querías saber por qué estaba mirando a la pared. ¿Sabes lo que estaba pensando cuando entraste?
—¿Qué?
—Estaba pensando en cómo te presentas como una chica formal y correcta, pero secretamente eres un poco descarada. Esa foto en la pared lo demuestra. Eres de naturaleza sexual, alguien que nunca será plenamente satisfecha por cosas vainilla. Eres alguien que, lo admitas o no, quieres probar todo, empujar los límites. Sé que si estuviéramos juntas, me dejarías hacerle todas las cosas que quiero a tu cuerpo. Y jodidamente te encantaría.
—¿Qué tipo de cosas? —susurró ella.
Su pregunta me sorprendió. Buena chica. Juega conmigo, nena.
—Vamos a hablar de lo que quiero hacer ahora mismo si pudiera. Quiero lamer lentamente hasta la última gota de sudor salado de tu cuerpo, empezando por esos hermosos senos. Te limpiaría con mi lengua y te penetraría con fuerza hasta venirme aún más duro con cada gota de mi semen en el interior de ti donde pertenece.
Ella pareció retorcerse.
—¿Qué más? —preguntó mientras se alejaba de mí, haciéndome caminar hacia ella hasta que mi rostro estuvo sólo a centímetros de la suya.
—Entonces, te penetraría de nuevo con mi boca. Me encantaría tratar de comerte mientras tú tomabas mi pene en tu garganta. Creo que te gustaría eso. Quiero tenerte en todos sentidos; encima de mí, debajo de mí y sobre mis rodillas con las marcas rosa de mi mano en tu hermoso y pálido trasero. No puedo esperar a penetrarte de nuevo. Cuando digo penetrarte, me refiero a hacer el amor duro, porque eso es todo lo que nunca podría ser entre nosotras, amor duro y estocadas duras.
—Oh Dios —murmuró, cerrando los ojos.
Capitalizando su debilidad, apreté mi boca hambrienta en la de ella y tomé sin pudor lo que había estado muriendo de ganas por degustar durante dos años. Ella se abrió a mí mientras mi lengua invadía su boca, en busca de ella. El gemido que dejó escapar pareció viajar por mi garganta en un tiro recto a mi pene. Ella pasó los dedos por mi cabello mojado mientras yo la apoyaba en la pared, casi tirando su lámpara al lado de la mesita de noche. Todavía con nada más que una toalla, sabía que necesitaba dar marcha atrás, pero no sabía cómo. Finalmente, Brittany se alejó de mí.
—Por favor. Detente.
Entre respiraciones jadeantes, grité:
—¿No puedes ver cómo reaccionas a mí? ¿No es obvio que debemos estar juntas?
Ella caminó hacia el lado opuesto de la habitación y comenzó a pasearse.
—Las relaciones no son todo sobre química sexual, Santana.
—Tonterías. Es extremadamente importante. No me importa lo bonito que sea Dick, si no sabe cómo utilizar su pene para complacerte, no te mantendrá feliz para siempre. Ese no es el punto de todos modos. Sabes muy bien que tenemos química en todos los sentidos. Es mucho más que lo físico. De hecho, la conexión emocional entre nosotras es lo que me asusta más. Entonces, ¿qué es lo que falta aquí? ¿Confianza? Porque daría mi brazo izquierdo en este momento por demostrarte que puedes confiar en mí.
Ella levantó las manos y negó.
—Esto es demasiado en este momento. No estaba esperando que estuvieras aquí.
—¿Cuándo no será demasiado? ¿Alguna vez habrá un momento adecuado? —grité y de inmediato me arrepentí de haber levantado la voz. Pixy dejó escapar un ruido. La cabra estaba sentada en la esquina viendo esto como en una película.
—La estás asustando —dijo ella.
—Si no se ha desmayado, está bien.
Ella se dirigió hacia el baño y me arrastró tras de sí.
—Deja de huir de mí tan pronto como empiezas a sentir algo.
Puse mis manos sobre sus hombros para detenerla.
—. Mírame, Princesa.
Ella se dio la vuelta, viéndose como si estuviera a punto de llorar.
— ¿Qué?
Aquí estaba. Sabía que era ahora o nunca. Cerré los ojos y luego los abrí antes de tomar una respiración profunda.
—Te amo, Brittany. ¿No te das cuenta? Estoy loca y putamente enamorada de ti. Te amo más que a nada en este mundo. Cuando te miro a los ojos, no sólo te veo a ti, veo a mis hijos. Caray, veo una granja entera de niños y a cabras sordas, mudas y ciegas. Veo todo mi futuro. Sin ti, no veo nada. Nada. Incluso en esos dos años de encierro, los recuerdos de ti eran lo que me daban la fuerza para seguir adelante cada día. Sé que tienes que resolver las cosas con él y no espero una confirmación en este momento conmigo aquí en esta toalla. Esperaré. Mientras tanto, estaré aquí. Me entiendes. La pregunta es, ¿quieres que me quede, o me vas a alejar?
Cuando abrió la boca, lo que salió fue lo último que esperaba.
—Richard me dijo hace algún tiempo que la empresa se está disolviendo y que cerrará sus puertas a finales de año. Le ofrecieron un puesto en una firma de abogados de patentes en Boston como socio. Me acabo de enterar de eso ayer. Él quiere tratar de contratarme. De cualquier manera, me pidió que me fuera con él.
La adrenalina corrió a través de mí mientras mi cuerpo estaba preparando una pelea. Me tragué el enorme nudo en mi garganta.
—¿Cuándo se irá?
Una lágrima cayó por su mejilla.
—En dos semanas.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
La verdad, quien le diria que no a san, todo lo que ha echo por ella, para que confie en ella otra vez.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Ok dare mi opinion aqui: Esto no me parece justo para santana, ella solo quiso proteger a brittany cuando estuvo presa, tal vez no fue la mejor manera pero lo hizo, brittany esta siendo muy egoista al tener dos frentes sin decidirse por uno, asi que estoy furiosa con ella por eso, ahora a ver que decide y listo de una vez!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Pobre Santana, creo q Brittany se está pasando, si no va a darle una oportunidad debería dejarla ir!
(╯︵╰,)
(╯︵╰,)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Tati.94 escribió:La verdad, quien le diria que no a san, todo lo que ha echo por ella, para que confie en ella otra vez.
La verdad que nadie, poniendo tanto esfuerzo en recuperar la relación... que la verdad Brittany deberia de pensarla....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
micky morales escribió:Ok dare mi opinion aqui: Esto no me parece justo para santana, ella solo quiso proteger a brittany cuando estuvo presa, tal vez no fue la mejor manera pero lo hizo, brittany esta siendo muy egoista al tener dos frentes sin decidirse por uno, asi que estoy furiosa con ella por eso, ahora a ver que decide y listo de una vez!!!!
Sip, no es Justo tienes mucha razón en eso... pero para Brittany imaginate... pero no creo que sea tan asi... creo que le ha movido el piso desde la primera vez que se vieron.... continuamos...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
.claudia1988 escribió:Pobre Santana, creo q Brittany se está pasando, si no va a darle una oportunidad debería dejarla ir!
(╯︵╰,)
Dejarse ir.... o no...... continuamos...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 26
Apenas dormí después de la bomba que Brittany dejó caer anoche. Sabía que estaba empezando a llegar a ella, aunque todavía luchaba. Dos semanas no era mucho tiempo para recuperar su confianza. Pero ¿qué otra opción tenía en este momento? Trece días. Tomé mi celular y miré la hora. Los malditos minutos parecían pasar más rápido de lo que alguna vez lo hicieron. En la cárcel, esperar que pasara un día parecía como una eternidad. Sin embargo, ahora, sentía como que las manecillas del reloj giraban a toda velocidad. Fui a Starbucks, tomé un café y pagué por el de Brittany. También pedí un pastel de manzana y le di a Melanie instrucciones para que lo calentara para mi chica antes de que se lo diera.
Esperaba subliminalmente recordarle nuestra excursión en moto con el pastel de manzana. Mi cerebro todavía estaba agotado, y tenía que trabajar para apagar el creciente sentimiento de frustración, por lo que me dirigí al gimnasio. Era mediodía cuando finalmente hice que mis músculos se quemaran lo suficiente para pensar en algo más que en trece días. Sin saber qué hacer conmigo misma, me dirigí a la casa de Brittany con unos ramos de flores. Era un trabajo para mantenerme ocupada, y en sólo dos semanas, alguien más apreciaría el jardín. Pero no podía permitirme pensar en eso ahora. Iba al patio trasero con una carretilla llena de estiércol cuando vi a Dick parado afuera de la casa de Brittany. Él miró hacia mí, y no tenía ningún deseo de ocultarme más de todos modos. Tal vez el hijo de puta de mi Princesa no me reconociera descamisada usando solo un sostén deportivo en la parte superior y sudorosa. Continué por el camino mientras él se acercaba.
—¿Srita. López?
Entrecerró los ojos, claramente confundido por mi apariencia.
—Esa soy yo. ¿Qué puedo hacer por ti?
—¿Qué está haciendo aquí?
Miré hacia abajo a la carretilla y de nuevo a Dick con una cara que decía '¿no puedes imaginar esa mierda tú mismo?'
—Plantando flores. —Me encogí de hombros.
—Puedo ver eso. Pero ¿por qué está aquí plantando flores?
—Supongo que sería porque a Brittany le gustan las flores. —Algo que obviamente no sabías ni dabas una mierda por cómo se veía el lugar cuando llegué por primera vez.
Dick cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Pensé que se iría a Australia o a Puerto Rico?
Mi mandíbula se apretó. Me debatí entre enojarme con el tarado por no cuidar de la propiedad de Brittany y darle un puñetazo en el rostro por tratar de llevarse lejos a la mujer que amaba. Sólo entonces, el auto de Brittany dobló la esquina. No importaba lo mucho que quisiera arruinar las cosas no podía hacerlo por ella.
—Ohhh —Asentí, como si algo me ocurriera—. Debes pensar que soy mi hermana, Santana.
—¿Discúlpeme?
—Santana. Es la hermana con mejor apariencia, eso es seguro. Pero somos gemelas idénticas. Yo soy Samy. —Extendí la mano.
Él fue escéptico por un momento, pero el tonto cayó en mi línea de mierda bastante fácil. Mi mano estaba caliente, sudorosa y sucia. El snob en traje se vio como que quería encontrar un lugar para limpiar su mano después de que la estrechamos. No estás acostumbrado a las manos trabajadoras ¿verdad, Dick?
—Bueno, eso lo explica entonces. Su hermana era una cliente de Brittany. La conocí en la oficina.
—Sí. Yo le recomendé ir con Brittany. No hay nadie más a la que las hermanas López le permitirían tocar su cosa. Excepto Brittany.
—¿Perdón?
—Cosa; es un término Latino para documentos importantes, su asunto sabe.
Él asintió y miró hacia la acera mientras Brittany estacionaba. Joder tonto. Chupa mi cosa. Ahora que no se suponía que sabía quién era, podía jugar con el chico un poco.
—Entonces ¿Qué piensas del lugar? Está muy bien, ¿no te parece? El lugar era un verdadero lío cuando llegué aquí. Me sorprende que Brittany no tuviera un hombre en la casa para cuidar bien de las cosas.
Dick se aclaró la garganta.
—Lo tiene. Pero no uno que tenga el tiempo o la inclinación para hacer este tipo de trabajo.
—Es una pena. Brittany podría utilizar a un hombre que se encargara de todas sus necesidades.
Dick entrecerró sus ojos hacia mí, mientras Brittany salía corriendo de su auto. Estaba pálida y agotada.
—No me dijiste que la hermana de la Srita. López era tu jardinera. —le dijo Dick a Brittany.
—¿Hermana?
Brittany me miró y me sonrió.
—Pensé que Samy aquí era Santana cuando llegué.
Entonces el idiota añadió
—: Ahora puedo ver la diferencia, por supuesto. Las mellizas siempre tienen una mirada diferente en torno a los ojos.
—¿Samy? —La cara de pánico de Brittany esbozó una pequeña sonrisa. Hablé con Dick.
—Brittany me llama Samy y para molestarme a veces me llama Harrison. Es una purista de los nombres propios, ¿verdad?
Él hizo caso omiso de mi comentario. Me dio la sensación de que este tonto ignoraba a cualquier persona que no llevara traje. En su lugar, dijo:
—Estaba a punto de decirle a Samy que sus servicios ya no iban a ser necesarios. En vista de que nos iremos a Boston muy pronto. Brittany habló en voz baja.
—Eso no está decidido todavía.
—Te lo dije. Es sólo una formalidad. Ya hablé con los socios. Te quieren con ellos.
Dick puso su mano en la parte baja de la espalda de Brittany. Yo apenas fui capaz de detenerme físicamente para no retirarlo.
—Encantado de conocerla, Srita López.
No se molestó en mirarme.
—Será mejor que agarremos ese archivo, cariño. O vamos a llegar tarde para el depósito. Brittany asintió. Miró por encima del hombro dos veces antes de desaparecer en la casa. Unos minutos más tarde, salieron juntos de nuevo. Dick asintió hacia mí, y Brittany observo hacia abajo a medida que pasaban. Yo había empezado a cavar un hoyo para poner flores cuando fueron dentro, pero me había olvidado de parar. Ahora tenía un profundo cráter hasta la cintura. No pude mirar por encima, mientras se metían en sus autos. Mi moderación estaba colgando de un hilo. Un auto se alejó. No escuché el segundo comenzar, eventualmente me asomé a la calle. Dick se había ido, pero Brittany seguía sentada en su auto. Tenía la cabeza apoyada en el volante. Me acerqué y me metí en el asiento del pasajero. Ninguna de las dos dijo una palabra durante un minuto.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurró ella finalmente.
Solté una fuerte respiración.
—Haz lo que está en tu corazón, Brittany. Si eso no es estar conmigo —lo que apestaría— no voy a mentir. Pero quiero que seas feliz. Es por eso que estoy segura de que estoy enamorada de ti. Si la elección es que seas feliz o yo... no hay otra opción. Tú estás primero.
Ella negó.
—Te creo, sabes.
Tomé su mano del volante y la llevé a mis labios, besando la parte superior.
—Deberías hacerlo. Porque lo digo en serio. No hay nada que no hiciera por ti, Princesa.
Ella sonrió. Era un paso en la dirección correcta. Me creía.
—Mejor me voy. Tenemos una declaración en quince minutos al otro lado de la ciudad, y he estado tan preocupada, que ni siquiera me di cuenta de que el archivo estaba en casa.
Abrí la puerta del auto. Si hubiéramos tenido más tiempo, habría preferido dejar las cosas por hoy. Pero, trece días. Tuve que preguntar.
—¿Vendrás conmigo a casa este fin de semana?
—Santana...
—Lo sé. Pero no tengo más el lujo del tiempo. Tienes que tomar una decisión. Y Dick te tiene todo el tiempo. Quiero llevarte a casa conmigo. Mostrarte lo que puede ser nuestra vida. Sin viajes locos por la ruta. Sin interrupciones. Solo tú y yo. Dame una oportunidad justa si tomarás esta decisión.
—Te lo dije. No puedo estar contigo así. Richard es un buen hombre. No sería justo engañarlo. Nuestro beso de la otra noche fue bastante malo.
—¿Malo? Pensé que había sido jodidamente fenomenal.
—Eso no es lo que quise decir, y lo sabes.
—Bien. No voy a tocarte. Sexualmente me refiero. No lo haré.
Ella me miró como si no creyera que mis intenciones eran genuinas.
—Confía en mí. Tienes mi palabra. No voy a poner un dedo sobre ti de una manera sexual.
Parecía que lo estaba considerando. Probablemente debería simplemente haber mantenido la boca cerrada. Pero, no sería yo si lo hiciera.
—Y cuando hagas un movimiento hacia mí, lo refutaré.
Sus cejas saltaron.
—¿Cuándo?
—Eso es correcto. Cuándo.
—Eres bastante segura de ti misma, ¿no es así, Engreída?
No tenía ni idea de lo mucho que oírla llamarme Engreída, hacía en mí.
—Lo soy. Suena como que la única que no puede controlarse a sí misma eres tú.
—Yo puedo controlarme totalmente alrededor tuyo.
Me incliné.
—Entonces ven conmigo. Dame un fin de semana antes de decidir. Por favor.
Ella lucía indecisa.
—Déjame pensar en ello. Eso era mejor que un no.
—Está bien.
—Realmente será mejor que me vaya ahora.
Salí del auto y me puse a su lado mientras ella encendía el motor. Justo antes de alejarse, bajó la ventanilla.
—Bonito nombre, por cierto.
Luego, desapareció. Era el final del segundo día desde que había hablado con Brittany en su jardín delantero, y todavía no había oído de ella. Once días. El tiempo estaba pasando, y no había una mierda que pudiera hacer al respecto. Excepto emborracharme. Había una clara posibilidad de que bebiera más sentada en ese pequeño bar al otro lado de la calle del hotel, que en los últimos cinco años de mi vida.
—Carla Bubis. Sírveme de nuevo.
—¿No crees que has tenido suficiente, cosita caliente?
Mi cerebro todavía estaba trabajando.
—Nop. Ni siquiera cerca. —Levanté el vaso e hice sonar el hielo alrededor.
Ella lo tomó, lo llenó, como lo que sospechaba por el color era puro refresco, y luego procedió a ir al otro lado de la barra y se sentó a mi lado. Era casi la hora de cerrar, y me había sentado en ese taburete por cerca de seis horas. Éramos las únicas en el bar. Carla esperó a que la mirara directamente a los ojos antes de hablar.
—Ella es una idiota. Eres una gran chica. Ni siquiera tengo que conocer a Dick con el fin de tener la certeza de que ella está cometiendo un gran error. Y no es sólo porque eres atractiva como la mierda y tienes un cuerpo que estoy bastante segura coincide con tu cara perfecta. Es porque estás comprometida.
Me burlé.
—Debería estar comprometida, muy bien.
—Lo digo en serio, Santana. Si un chico pusiera la mitad del esfuerzo que tú has puesto, yo estaría impresionada. Estás dispuesta a ponerlo todo ahí día tras día, aun sabiendo que ella podría muy bien pisar fuerte sobre tu corazón.
—Gracias, Carla Bubis.
—No hay problema. Pero es la verdad. Además... he visto a una docena de mujeres tratar de llamar tu atención en este lugar, y nunca ni una vez incluso les diste algún pensamiento real. Teniendo en cuenta que no has tenido sexo en más de dos años, esa una hazaña en sí misma.
—Once días. Supongo que tendré que encontrar la manera de volver a la base después de todo si las cosas no funcionan.
—Te diré algo. La hora de cierre es en once días. Si las cosas no funcionan. Me encuentras aquí. Sería un honor ayudarte con eso. Sin plática. Sin compromisos. Caminaremos al otro lado a tu habitación, y te dejaré montar para alejar todas tus frustraciones, vaquera.
—¿Harías eso por mí, Carla Bubis?
—¿Por ti? He pensado en hacerte eso a ti, desde el día que entraste por la puerta.
Me dio un rápido beso en los labios y me envió de vuelta.
Esperaba subliminalmente recordarle nuestra excursión en moto con el pastel de manzana. Mi cerebro todavía estaba agotado, y tenía que trabajar para apagar el creciente sentimiento de frustración, por lo que me dirigí al gimnasio. Era mediodía cuando finalmente hice que mis músculos se quemaran lo suficiente para pensar en algo más que en trece días. Sin saber qué hacer conmigo misma, me dirigí a la casa de Brittany con unos ramos de flores. Era un trabajo para mantenerme ocupada, y en sólo dos semanas, alguien más apreciaría el jardín. Pero no podía permitirme pensar en eso ahora. Iba al patio trasero con una carretilla llena de estiércol cuando vi a Dick parado afuera de la casa de Brittany. Él miró hacia mí, y no tenía ningún deseo de ocultarme más de todos modos. Tal vez el hijo de puta de mi Princesa no me reconociera descamisada usando solo un sostén deportivo en la parte superior y sudorosa. Continué por el camino mientras él se acercaba.
—¿Srita. López?
Entrecerró los ojos, claramente confundido por mi apariencia.
—Esa soy yo. ¿Qué puedo hacer por ti?
—¿Qué está haciendo aquí?
Miré hacia abajo a la carretilla y de nuevo a Dick con una cara que decía '¿no puedes imaginar esa mierda tú mismo?'
—Plantando flores. —Me encogí de hombros.
—Puedo ver eso. Pero ¿por qué está aquí plantando flores?
—Supongo que sería porque a Brittany le gustan las flores. —Algo que obviamente no sabías ni dabas una mierda por cómo se veía el lugar cuando llegué por primera vez.
Dick cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Pensé que se iría a Australia o a Puerto Rico?
Mi mandíbula se apretó. Me debatí entre enojarme con el tarado por no cuidar de la propiedad de Brittany y darle un puñetazo en el rostro por tratar de llevarse lejos a la mujer que amaba. Sólo entonces, el auto de Brittany dobló la esquina. No importaba lo mucho que quisiera arruinar las cosas no podía hacerlo por ella.
—Ohhh —Asentí, como si algo me ocurriera—. Debes pensar que soy mi hermana, Santana.
—¿Discúlpeme?
—Santana. Es la hermana con mejor apariencia, eso es seguro. Pero somos gemelas idénticas. Yo soy Samy. —Extendí la mano.
Él fue escéptico por un momento, pero el tonto cayó en mi línea de mierda bastante fácil. Mi mano estaba caliente, sudorosa y sucia. El snob en traje se vio como que quería encontrar un lugar para limpiar su mano después de que la estrechamos. No estás acostumbrado a las manos trabajadoras ¿verdad, Dick?
—Bueno, eso lo explica entonces. Su hermana era una cliente de Brittany. La conocí en la oficina.
—Sí. Yo le recomendé ir con Brittany. No hay nadie más a la que las hermanas López le permitirían tocar su cosa. Excepto Brittany.
—¿Perdón?
—Cosa; es un término Latino para documentos importantes, su asunto sabe.
Él asintió y miró hacia la acera mientras Brittany estacionaba. Joder tonto. Chupa mi cosa. Ahora que no se suponía que sabía quién era, podía jugar con el chico un poco.
—Entonces ¿Qué piensas del lugar? Está muy bien, ¿no te parece? El lugar era un verdadero lío cuando llegué aquí. Me sorprende que Brittany no tuviera un hombre en la casa para cuidar bien de las cosas.
Dick se aclaró la garganta.
—Lo tiene. Pero no uno que tenga el tiempo o la inclinación para hacer este tipo de trabajo.
—Es una pena. Brittany podría utilizar a un hombre que se encargara de todas sus necesidades.
Dick entrecerró sus ojos hacia mí, mientras Brittany salía corriendo de su auto. Estaba pálida y agotada.
—No me dijiste que la hermana de la Srita. López era tu jardinera. —le dijo Dick a Brittany.
—¿Hermana?
Brittany me miró y me sonrió.
—Pensé que Samy aquí era Santana cuando llegué.
Entonces el idiota añadió
—: Ahora puedo ver la diferencia, por supuesto. Las mellizas siempre tienen una mirada diferente en torno a los ojos.
—¿Samy? —La cara de pánico de Brittany esbozó una pequeña sonrisa. Hablé con Dick.
—Brittany me llama Samy y para molestarme a veces me llama Harrison. Es una purista de los nombres propios, ¿verdad?
Él hizo caso omiso de mi comentario. Me dio la sensación de que este tonto ignoraba a cualquier persona que no llevara traje. En su lugar, dijo:
—Estaba a punto de decirle a Samy que sus servicios ya no iban a ser necesarios. En vista de que nos iremos a Boston muy pronto. Brittany habló en voz baja.
—Eso no está decidido todavía.
—Te lo dije. Es sólo una formalidad. Ya hablé con los socios. Te quieren con ellos.
Dick puso su mano en la parte baja de la espalda de Brittany. Yo apenas fui capaz de detenerme físicamente para no retirarlo.
—Encantado de conocerla, Srita López.
No se molestó en mirarme.
—Será mejor que agarremos ese archivo, cariño. O vamos a llegar tarde para el depósito. Brittany asintió. Miró por encima del hombro dos veces antes de desaparecer en la casa. Unos minutos más tarde, salieron juntos de nuevo. Dick asintió hacia mí, y Brittany observo hacia abajo a medida que pasaban. Yo había empezado a cavar un hoyo para poner flores cuando fueron dentro, pero me había olvidado de parar. Ahora tenía un profundo cráter hasta la cintura. No pude mirar por encima, mientras se metían en sus autos. Mi moderación estaba colgando de un hilo. Un auto se alejó. No escuché el segundo comenzar, eventualmente me asomé a la calle. Dick se había ido, pero Brittany seguía sentada en su auto. Tenía la cabeza apoyada en el volante. Me acerqué y me metí en el asiento del pasajero. Ninguna de las dos dijo una palabra durante un minuto.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurró ella finalmente.
Solté una fuerte respiración.
—Haz lo que está en tu corazón, Brittany. Si eso no es estar conmigo —lo que apestaría— no voy a mentir. Pero quiero que seas feliz. Es por eso que estoy segura de que estoy enamorada de ti. Si la elección es que seas feliz o yo... no hay otra opción. Tú estás primero.
Ella negó.
—Te creo, sabes.
Tomé su mano del volante y la llevé a mis labios, besando la parte superior.
—Deberías hacerlo. Porque lo digo en serio. No hay nada que no hiciera por ti, Princesa.
Ella sonrió. Era un paso en la dirección correcta. Me creía.
—Mejor me voy. Tenemos una declaración en quince minutos al otro lado de la ciudad, y he estado tan preocupada, que ni siquiera me di cuenta de que el archivo estaba en casa.
Abrí la puerta del auto. Si hubiéramos tenido más tiempo, habría preferido dejar las cosas por hoy. Pero, trece días. Tuve que preguntar.
—¿Vendrás conmigo a casa este fin de semana?
—Santana...
—Lo sé. Pero no tengo más el lujo del tiempo. Tienes que tomar una decisión. Y Dick te tiene todo el tiempo. Quiero llevarte a casa conmigo. Mostrarte lo que puede ser nuestra vida. Sin viajes locos por la ruta. Sin interrupciones. Solo tú y yo. Dame una oportunidad justa si tomarás esta decisión.
—Te lo dije. No puedo estar contigo así. Richard es un buen hombre. No sería justo engañarlo. Nuestro beso de la otra noche fue bastante malo.
—¿Malo? Pensé que había sido jodidamente fenomenal.
—Eso no es lo que quise decir, y lo sabes.
—Bien. No voy a tocarte. Sexualmente me refiero. No lo haré.
Ella me miró como si no creyera que mis intenciones eran genuinas.
—Confía en mí. Tienes mi palabra. No voy a poner un dedo sobre ti de una manera sexual.
Parecía que lo estaba considerando. Probablemente debería simplemente haber mantenido la boca cerrada. Pero, no sería yo si lo hiciera.
—Y cuando hagas un movimiento hacia mí, lo refutaré.
Sus cejas saltaron.
—¿Cuándo?
—Eso es correcto. Cuándo.
—Eres bastante segura de ti misma, ¿no es así, Engreída?
No tenía ni idea de lo mucho que oírla llamarme Engreída, hacía en mí.
—Lo soy. Suena como que la única que no puede controlarse a sí misma eres tú.
—Yo puedo controlarme totalmente alrededor tuyo.
Me incliné.
—Entonces ven conmigo. Dame un fin de semana antes de decidir. Por favor.
Ella lucía indecisa.
—Déjame pensar en ello. Eso era mejor que un no.
—Está bien.
—Realmente será mejor que me vaya ahora.
Salí del auto y me puse a su lado mientras ella encendía el motor. Justo antes de alejarse, bajó la ventanilla.
—Bonito nombre, por cierto.
Luego, desapareció. Era el final del segundo día desde que había hablado con Brittany en su jardín delantero, y todavía no había oído de ella. Once días. El tiempo estaba pasando, y no había una mierda que pudiera hacer al respecto. Excepto emborracharme. Había una clara posibilidad de que bebiera más sentada en ese pequeño bar al otro lado de la calle del hotel, que en los últimos cinco años de mi vida.
—Carla Bubis. Sírveme de nuevo.
—¿No crees que has tenido suficiente, cosita caliente?
Mi cerebro todavía estaba trabajando.
—Nop. Ni siquiera cerca. —Levanté el vaso e hice sonar el hielo alrededor.
Ella lo tomó, lo llenó, como lo que sospechaba por el color era puro refresco, y luego procedió a ir al otro lado de la barra y se sentó a mi lado. Era casi la hora de cerrar, y me había sentado en ese taburete por cerca de seis horas. Éramos las únicas en el bar. Carla esperó a que la mirara directamente a los ojos antes de hablar.
—Ella es una idiota. Eres una gran chica. Ni siquiera tengo que conocer a Dick con el fin de tener la certeza de que ella está cometiendo un gran error. Y no es sólo porque eres atractiva como la mierda y tienes un cuerpo que estoy bastante segura coincide con tu cara perfecta. Es porque estás comprometida.
Me burlé.
—Debería estar comprometida, muy bien.
—Lo digo en serio, Santana. Si un chico pusiera la mitad del esfuerzo que tú has puesto, yo estaría impresionada. Estás dispuesta a ponerlo todo ahí día tras día, aun sabiendo que ella podría muy bien pisar fuerte sobre tu corazón.
—Gracias, Carla Bubis.
—No hay problema. Pero es la verdad. Además... he visto a una docena de mujeres tratar de llamar tu atención en este lugar, y nunca ni una vez incluso les diste algún pensamiento real. Teniendo en cuenta que no has tenido sexo en más de dos años, esa una hazaña en sí misma.
—Once días. Supongo que tendré que encontrar la manera de volver a la base después de todo si las cosas no funcionan.
—Te diré algo. La hora de cierre es en once días. Si las cosas no funcionan. Me encuentras aquí. Sería un honor ayudarte con eso. Sin plática. Sin compromisos. Caminaremos al otro lado a tu habitación, y te dejaré montar para alejar todas tus frustraciones, vaquera.
—¿Harías eso por mí, Carla Bubis?
—¿Por ti? He pensado en hacerte eso a ti, desde el día que entraste por la puerta.
Me dio un rápido beso en los labios y me envió de vuelta.
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Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 27
A la mañana siguiente, me quedé dormida y tuve que apresurarme a Starbucks. Eran casi las nueve cuando llegué allí, y la línea era más larga de lo habitual. Todavía no había revisado mi teléfono, así que seguí mientras esperaba mi turno para ordenar. La maldita cosa empezó a zumbar en mi mano. Me emocioné cuando vi que un nuevo texto llegó.
Brittany: OK. El viernes a las 6:00. Soy tuya por el fin de semana.
Dejé escapar un profundo suspiro. Sentía como si hubiera estado conteniéndolo durante días. Melanie dijo mi nombre mientras yo seguía mirando mi teléfono.
—¿Dos cafés?
No pude evitar sonreír.
—Ya lo creo. ¿Y qué tendrá Brittany para el desayuno esta mañana?.
Me eché hacia atrás y miré el mostrador.
—Tomaré dos de esas magdalenas de chocolate, medio kilo de tarta helada de limón, tres de esas cosas con nueces y caramelo salado, una galleta de avena y uno de esos parfait de yogur de lujo que tienes allí.
Melanie me miró como si estuviera loca. En ese momento, casi había perdido la cabeza, por lo que no estaba demasiado lejos.
—¿Quieres todos en una caja? ¿Todos son para Brittany?
—Sí.
Pagué y miré en ese momento mi teléfono. Por lo general ella no venía hasta las nueve y media.
—. Mel, detén un poco mi café. Ya vuelvo. ¿Está bien?
Arrastré mi trasero a la florería que había estado mirando a unas puertas y volví con un ramo gigantesco; que bordeaba lo ridículo. Pero no me importaba. Brittany sería mía por un fin de semana. Eso era motivo de una celebración. Melanie me sonrió tan grande, que pude ver su boca llena de dientes de arriba a abajo.
—¿Podrías darle éstas con el desayuno hoy?
—Claro.
Estacioné mi camioneta a la vuelta de la esquina y me quedé en la puerta a un par de tiendas del Starbucks. Si no estuviera ya en el punto de no retorno, esta nueva técnica de acecho podría haberse sentido un poco espeluznante. Justo a las nueve y media, Brittany salió de Starbucks con una caja y las flores gigantes. Lucía su sonrisa más enorme. Me quedé allí durante otros diez minutos. Finalmente, otro texto entró.
Brittany: ¿Estaba especialmente hambrienta esta mañana?
Santana: Lo siento. Me dejé llevar. Estamos celebrando.
Brittany: ¿Qué estamos celebrando?
Santana: Tú. De regreso a casa conmigo este fin de semana.
Mi teléfono se quedó en silencio. Unos minutos más tarde, sonó de nuevo.
Brittany: Estoy nerviosa. No estoy segura de que sea una buena idea.
Yo también, pero no estaba dispuesta a admitirlo. Las consecuencias de esto arruinándose eran demasiadas para siquiera considerarlas.
Santana: Confía en mí. Por favor.
Unos minutos más tarde, un texto final entró.
Brittany: OK
Llegué a su casa el viernes a las seis, lista para nuestro fin de semana. Llamé, y ella salió a la puerta viéndose casi exactamente como una fantasía recurrente que había tenido de ella durante los últimos dos años. Llevaba una camiseta blanca ajustada, diminutos pantalones cortos blancos y tenía un par de sandalias plateadas. Era un día particularmente húmedo, y su cabello estaba más suelto y salvaje de lo habitual. ¿Confías en mí? Esa fue la promesa que le había hecho a ella. Diaaaaablos.
—¿Qué pasa?
Ella notó la preocupación en mi rostro.
—. ¿Estaremos llevando la motocicleta después de todo? ¿Tengo que cambiarme?
—No. Sí. No.
Sus cejas se levantaron, por lo que me expliqué.
—No. No nos llevaremos la motocicleta. Sí, necesitas cambiarte. Ella miró su atuendo.
—¿Qué hay de malo en lo que llevo puesto?
—Absolutamente nada. Es perfecto.
—Pero… Pasé mis dedos por mi cabello. Excepto que tenía esta fantasía recurrente de que te vistieras toda de blanco. Ella sonrió.
—Eso es dulce. ¿Cómo si fuera un ángel?
Mi boca se extendió en una sonrisa maliciosa.
—No exactamente.
Sus mejillas se sonrojaron.
—Oh.
Me reí.
—No tienes que cambiarte. Pero debes saber, que si estoy callada en el camino a mi casa, es porque estoy repitiendo la fantasía una y otra vez en mi mente. Le guiñé un ojo.
Había una maleta roja al lado de la puerta, así que la agarré.
—Sólo tengo que conseguir mi bolso.
Mutton estaba frotando mi pierna, queriendo atención.
—Y la correa de Mutton. No tengo un gran patio que le guste. Vamos a tener que sacarla a caminar.
Brittany se dio la vuelta.
—¿Quieres llevar a Pixy?
—Claro. Somos una familia.
Era como si la maldita cabra entendiera de lo que estábamos hablando. Acarició mis manos y dejó escapar un suave
—Baaaa.
—Así es, amiga. Sólo seremos tú y yo y mamá.
Rasqué la parte superior de su cabeza.
—. Si te gusta eso, así es.
—Todo listo.
Brittany regresó con su bolso y la correa.
—. Sólo tengo que parar con Philomena y decirle que no necesita cuidar a Pixy.
—¿Con Philomena?
—Mi vecina. Ella se encarga de Pixy cuando trabajo tarde a veces. Cuando me acerqué a pedirle que cuidara de ella ayer, elogió mis jardines. Me dijo que le encantaría robarte. Luego se fue a una diatriba sobre el cartero entregándole cuatro Balas Mágicas que no ordenó e insistió en que trajera una a casa conmigo.
Brittany señaló una caja sin abrir en el mostrador.
—. Ella está un poco en el lado oscuro, pero es muy agradable.
—¿Bala Mágica? ¿Cómo tu varita mágica? ¿Todavía juegas con eso?
—¡No! Es una licuadora... para los batidos. Normalmente tomaba dos horas en auto desde Temecula a Hermosa Beach, pero en la hora punta del tráfico significaba casi el doble.
Me importaba una mierda, sin embargo. El sol brillaba, era libre, y mi chica venía a mi casa por el fin de semana. Como no podía hacer lo que realmente quería hacer con ella, decidí mostrarle a Brittany cómo sería un fin de semana normal con nosotras juntas. Ambas sabíamos que teníamos química, pero algo me decía que una de las cosas que la retenía, además de la confianza, era que no estaba convencida de que teníamos algo más que química. Adele aún estaba en mi casa cuando llegamos. Fingió haber estado retrasada, pero sabía que realmente quería conocer a Brittany.
—Lo siento. Tenía la esperanza de estar en la casa de Harry en el momento en que llegaran a casa. Estaba limpiando un poco.
Brittany me miró con incredulidad.
—¿Harry?
—Y que lo digas. El primer día, llego a casa y encuentro a un tipo en calzoncillos sobre la encimera de la cocina. Me dice que su nombre es Harry.
Brittany y yo nos reímos. Adele no captó la broma, pero estaba sonriendo de oreja a oreja de todos modos. Mi hermana le tendió la mano.
—Estoy tan contenta de conocerte, Brittany. He oído hablar mucho acerca de ti.
Brittany y Adele se miraron fijamente durante un largo momento. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero algo extraño parecía estar teniendo lugar. Entonces las dos prácticamente chocaron, envolviéndose una a la otra en sus brazos para un abrazo. Era como si fueran mejores amigas perdidas. No se dejaron ir durante mucho tiempo. Verlo, me hizo tener un pequeño nudo en la garganta. Ambas mujeres tenían lágrimas en los ojos cuando se separaron. Escuché a mi hermana susurrar:
—Las dos perdimos mucho. Estoy encontrando mi camino de regreso. Espero que tú también lo hagas.
Me aclaré la garganta y abracé a mi hermana en un adiós unos pocos minutos más tarde. Llevaba una bolsa de viaje para pasar el fin de semana con Harry.
—Abastecí los armarios con lo esencial.
—¿Botanas, Tim Tams y Palos Pixys?
—Claro. Y algunas golosinas, también.
Le dio a Pixy una buena frotada antes de irse. Cuando quedamos sólo nosotras dos, le di a Brittany un tour. Mi casa era un antiguo almacén convertido. Tenía techos altos y piso abierto. Había tres dormitorios, pero había convertido uno en estudio de arte. Mi hermana estaba usando el otro desde que llegó a quedarse conmigo. Cuando le dije que Brittany se quedaría en la habitación, sonó como que no me creyó, pero la preparó para un invitado, sin embargo. Me detuve en mi habitación primero.
—Este es nuestro dormitorio.
—Santana…
—Lo sé. No esta noche. Pero si decidimos vivir aquí, cerca de la playa, esta será nuestra habitación.
Lo jodido era que ya pensaba en él como nuestro dormitorio.
—Es muy bonito. ¿Esa es una pintura de Klimt?
Sonreí. Amo a mi muchacha sucia.
—Lo es. Son las tres edades de la mujer. Verás, tenemos mucho en común. A los dos nos gustan los pechos de las mujeres en las pinturas. Aunque cuando estemos aquí, no me daré cuenta de nada, excepto de esos bebés.
Mis ojos apuntaron a su gran par de tetas.
—Eres una pervertida.
—Y te encanta.
Le di el resto del tour, lamentablemente dejando caer la bolsa en la habitación de invitados. La última habitación en el tour era mi estudio de arte. No había hecho nada en mucho, mucho tiempo. Cubiertas de lona cubrían la mayoría de los proyectos en los que estaba trabajando antes de que mi vida se convirtiera en un desastre. Encendí la luz y quise pasar la habitación, pero Brittany caminó dentro.
—¿Tú hiciste eso?
Señaló una gran motocicleta hecha de piezas recicladas. Había estado en un par de exposiciones de arte, pero ahora había una pulgada de polvo cubriéndola.
—Sí.
—Guau. Es... increíble.
Ella caminó alrededor, inspeccionándola cuidadosamente.
— ¿Todo aquí es basura?
—No uso todos los materiales comprados. Sólo objetos reciclados que encuentro.
—Eres muy buena. No estoy segura de lo que esperaba. Pero esto parece contar una historia.
—Sonreí. Por supuesto, ella totalmente lo captó. Siempre sentía que cada pieza individual que recogía podía contar una historia diferente. La forma en que todos se mezclaban era algo así como la lectura de un libro para mí.
Caminé al otro lado de la moto y señalé algunas cosas diferentes, diciéndole de donde había venido cada pieza. Si fuera posible, la sentí un poco más en ese momento. Esa noche, pedimos comida china y comimos directamente de las cajas de cartón. Brittany cayó dormida con la cabeza en mi regazo mientras veíamos una película. Manteniendo mi palabra, la cubrí con una manta y me fui a mi propia cama a dormir. A la mañana siguiente, ella seguía durmiendo cuando salí para llevar a Pixy a dar un paseo. Pero estaba despierta cuando entré llevando dos cafés y un surtido de mierda excesivamente cara de Starbucks.
—Buenos días.
Ella estaba sentada en el sofá y estiró los brazos por encima de su cabeza. Su camisa se levantó, exponiendo su hermosa piel suave. Yo quería malditamente morderla. Tenía que irme en la otra dirección.
—Consigues algunas extrañas miradas cuando sacas a pasear a una cabra.
Brittany se rió.
—Sí. Lo sé.
Entró en la cocina y se sentó en un taburete al otro lado de la isla.
—Déjame preguntarte algo. Esta promesa que estúpidamente hice. Sólo incluye toque. Puedo decir lo que sea que quiera, ¿no? Ella bebió un sorbo de café.
—Tengo miedo de decir que sí. Pero sí. Supongo que las palabras no están fuera de los límites.
—Bien. Porque tengo que decirte. Tus senos saludándome son mejor que ver la salida del sol en la mañana.
Ella negó.
—Tienes una lengua malvada, Srita. López.
—Oh, si tan sólo pudiera mostrártelo, señora Pierce López.
—Sra. Pierce López, ¿eh?
—Bueno, eres mi esposa. Pensé que te gustaría mantener tu nombre, también. Viendo cómo eres una mujer que trabaja y todo.
—Me haces sonar como una puta.
—Prostituta... abogada. Sonreí—. La misma cosa.
—Muy bonito. Y pensar... que iba a renunciar al apellido Pierce y a llevar el de mi esposa. Ahora no estoy tan segura.
—¿Oh si? Te hubiera tomado por una revoltosa.
Ella deslizó la bolsa sobre el mostrador hacia ella y cavó dentro.
—Nah. No lo soy. Soy de la vieja escuela. Planeo darle todo a mi esposa.
—Me alegro de oír eso señora López. Porque tengo la intención de tomarlo todo. Diariamente.
Quería mostrarle el área. Ahora que su firma estaba cerrando, quizás viviríamos en Hermosa Beach. Estar cerca del agua era importante para mí. Aunque viviría en el desierto si eso significaba estar con Brittany. Después del almuerzo, caminamos hasta el paseo marítimo. Era un día magnífico, y ella no se apartó cuando tomé su mano en la mía.
—¿Qué tal un baño?
Me alegré de decirle que se pusiera un traje cuando salimos esta mañana. Hacía calor como el infierno.
—Bueno.
Caminamos hasta el borde del agua, y yo me saqué la camisa. Siguiendo mi ejemplo, Brittany se deslizó fuera de ella, y mis ojos casi se desorbitaron de mi cabeza. Mierda. Tal vez esta no era tan buena idea después de todo. Llevaba un pequeño top rojo de bikini, y sus fantásticos pechos se veían como que anhelaban derramarse. Cuando salió de sus pantalones cortos, estaba descaradamente lasciva por ella y me importaba un comino. Si no podía tocarla, sin duda iba a llenar mi vista de ella.
—Casi me siento mal por ti.
—¿Por mí? ¿Por qué?
—Por cuando finalmente me dejes tenerte. Moví mis ojos arriba y abajo de su voluptuoso cuerpo. —. Seré como una salvaje para recuperar el tiempo perdido.
Necesitaba refrescarme, y Brittany vendría conmigo. Sorprendiéndola, me agaché y la levanté, sacudiéndola sobre mi hombro estilo bombero antes de ir al agua. Ella gritó y pateó todo el tiempo, pero me di cuenta de que su tono era sonriente. Golpeé su trasero duro antes de lanzarnos a ambas al agua. Juntas nadamos y caminamos por la playa hasta la puesta de sol. No quería que el día terminara.
—Debemos volver —dijo ella—. Pixy probablemente necesitará salir.
—Hijos. Siempre están arruinando un buen momento —bromeé.
En el camino de regreso, nuestra conversación dio un giro serio.
—¿Quieres hijos?
Le respondí con honestidad:
—Nunca había pensado en eso. Hasta que te conocí. Pero ahora. Quiero nada más que tú lleves a mi engendro.
Ella rió.
—¿Cuantos quieres?
—Seis —respondí rápidamente.
—¿Seis?
Ella se detuvo en seco.
—No tengo ni idea de por qué. Pero la idea de embarazarte me hace algo. Me excito sólo de pensar en ello.
—Realmente necesitas ayuda. Creo que podrías ser una adicta al sexo.
—Sería la primera adicta al sexo que no ha conseguido algo en unos pocos años.
Ella me miró con sinceridad.
—Lo siento. Eso debe ser duro.
—Cuando te miro en ese traje de baño. Seguro que lo es.
—¿Tú no has... ya sabes…
—¿Qué?
—Ya sabes.
—No, no lo sé.
Ciertamente lo sabía.
—Ya sabes. Encargarte de ti misma.
—Te refieres a ducharme y tener cortes de cabello. Sí. Me cuido. Incluso hago ejercicio. Ella rió.
—¿Quieres que lo diga, no?
—Harías mi día totalmente, Princesa.
Llegamos a mi cuadra. Yo estaba sosteniendo su mano izquierda, pero volví y caminé hacia atrás, tomando las mías en la de ella. Brittany inclinó la cabeza hacia un lado cuando habló.
—¿Te masturbas, Santana?
Malditamente sí. Me encantaba escucharla incluso decir la palabra.
—Lo hago. Con frecuencia, de hecho, últimamente. Todo lo que tengo que hacer es olerte, y mi pene se levanta. Estaría caminando por ahí con un desagradable caso de bolas azules si no lo hiciera.
—Lo siento.
La atraje hacia mí.
—¿Quieres saber algo más?
Ella se mordió el labio, pero asintió.
—Todo valdrá la pena cuando esté de vuelta dentro de ti, Princesa.
Entramos en la casa, y le ofrecí a Brittany la ducha primero. Después de nuestro día en la playa, tenía arena en lugares que no debería tener. Mientras estaba en la ducha, manipulé la música, puse dos cervezas en el congelador para enfriarse, y podría haber bailado con una cabra. Oí el débil sonido de la voz de Brittany entre versos.
—¿Santana?
El baño completo estaba en el dormitorio principal. Respondí a través de la puerta entreabierta.
—¿Todo bien?
—Me olvidé de traer una toalla. ¿Hay alguna aquí? El agua de la ducha seguía corriendo.
—No. Están en el armario aquí. Te daré una.
Tomé la toalla de chicas que se veía más esponjosa que pude encontrar. Sin pensarlo, abrí la puerta. La ducha tenía controles deslizantes de cristal. Había niebla con vapor, pero todavía podía ver su sexy silueta. Su espalda estaba frente a mí, dándome una vista malditamente fantástica de su suculento trasero. No me podía mover. Mi moderación se deslizaba rápidamente a través de mis dedos. Cuando se dio la vuelta y me pilló mirando, no hizo un esfuerzo por cubrirse. En cambio, se acercó y comenzó a lavar sus pechos. Malditamente increíble. Di un paso hacia la ducha, pero me detuve de ir más lejos. Con la puerta abierta detrás de mí y el aire fresco que soplaba dentro, la niebla se estaba poniéndose más pesada en las puertas de la ducha.
—Princesa
La palabra salió en un cruce entre gemido y súplica.
—. Prometí no tocarte.
Apenas podía oír sus palabras susurradas sobre la lluvia de la ducha.
—Lo sé. Pensé que tal vez... que te gustaría si... yo...
Hizo una pausa. Las paredes de mi chica se desmoronaban. Estaba empujando las fronteras. Y era la cosa más sexy que jamás había visto en mi vida. Dijo la última oración más fuerte y con más convicción.
—. Pensé que tal vez te gustaría verme tocarme a mí misma.
Ahí está ella. Mi hermosa, chica dulce y sucia.
—Oh, nena. Podría quedarme ciega después de verte así y nunca sentir como que me he perdido de ver algo. ¿Vas a dejar que te ayude? Te diré lo que quiero hacerte, y lo que tú podrías hacer por mí. De esa manera lo haremos juntas. ¿Está bien?
Ella asintió.
—Bien, nena. Tan jodidamente bien. ¿Te gustaría que me acariciara mientras te miro hacerlo a ti?
—Sí.
Me saque la camisa y sostén deportivo. Luego dejé caer mis pantalones cortos y me paré frente a ella. Incluso si no estaba erecta ya plenamente, lo habría estado después de ver la forma en que me miraba. Sus ojos estaban pegados a mi pene. La vi seguir mi mano mientras me acariciaba pausadamente arriba y abajo.
—Esto es lo que me haces. Cada día. Sueño con estar muy dentro de ti. En tu corazón y en tu cuerpo. Quiero chupar esos hermosos pezones que estás tocando. Tirar de ellos entre mis dientes hasta que un dolor dulce se dispare a través de todos los nervios de tu cuerpo perfecto.
La cabeza de Brittany retrocedió un poco atrás cuando empezó a relajarse con mi voz y su propio toque. Sus manos arremolinadas suavemente alrededor de sus pezones desaceleraron, y la vi agitarse.
—Más fuerte. Una pizca más duro.
Ella lo hizo, y sus labios se abrieron cuando sintió eso viajar al sur.
—Abre las piernas un poco.
Sin dudarlo, ella hizo lo que le pedí.
—. Quiero extenderte en mi cama y lamer cada pulgada de ti hasta que apenas puedas respirar. Entonces quiero oírte rogar por mi pene. ¿Harías eso, Brittany? ¿Me rogarías?
—Lo haría. Te rogaría por él.
—Hazlo. Hazlo ahora. Dime qué quieres mi pene, y te dejaré poner tus dedos en el interior de ti misma.
Su mano comenzó a viajar con esmero lentamente por su cuerpo. Tuve que esforzarme para escuchar su voz.
—Sueño contigo dentro de mí otra vez. La forma en que te entierras a ti misma y que no puedo tener suficiente profundidad. Por favor. Te extraño dentro de mí.
Su voz era desigual, y su mano tembló mientras se cernía sobre su dulce vagina.
—Frota tus dedos a lo largo de tu clítoris. Pero no los pongas dentro todavía. Yo te diré cuándo.
Su cuerpo era el sol besando la playa hoy, y sus mejillas eran de color rosa por la excitación. La imagen ante mí era mejor que cualquier cosa que posiblemente pudiera haber imaginado. Sobé mi pene duro y más rápido. Se estaba haciendo difícil hablar. Di dos pasos más cerca de la puerta de la ducha. Me tomó cada gramo de fuerza de voluntad no abrirla. Pero necesitaba al menos estar más cerca para oír el borde irregular de su respiración.
—Por favor, Santana.
Me volvía salvaje saber que estaba dispuesta a rogarme. Que me quería dentro de ella tanto como yo deseaba hundirme en ella.
—Desliza dos dedos dentro. Mantén los ojos cerrados y finge que soy yo. Siente mi pene dentro de ti.
Cuando sus dedos desaparecieron, no pude aguantar más. En menos de dos minutos, ella estaba bombeando dentro y fuera tan rápido como yo estaba tirando de mi pene. Su boca se separó, y supe que estaba empezando.
—Santana...
—Vamos nena. Juntas.
Fue la vista más espectacular en el mundo mientras ella se venía justo enfrente de mis ojos. El sonido de ella gimiendo mi nombre mientras se llevaba a sí misma a su propio clímax era puramente erótico. Me tomó un tiempo después de que ambas terminamos recuperar el control de nuestras respiraciones jadeantes. Finalmente, el cuerpo de Brittany se aflojó, y se apoyó en la pared de azulejos de la ducha. No abrió los ojos mientras yo metí la mano y cerré el agua. La tomé en mis brazos y la llevé a la cama. Subiendo detrás de ella, me deslicé debajo de la sábana, con cuidado de no presionarme a mí misma en su contra. Eso sería romper las reglas. Y curiosamente, estaba saciada por el momento. Ni quince minutos más tarde, ella murmuró las palabras:
—Lo siento.
Justo antes de escuchar el ligero sonido de su sueño. Me quedé dormida poco después de eso, sintiéndome aliviada y contenta de que la mujer que amaba durmiera a mi lado en la cama. Desafortunadamente, la sensación se fue a la mañana siguiente, cuando me desperté, y no me tomó mucho tiempo averiguar por qué.
Brittany: OK. El viernes a las 6:00. Soy tuya por el fin de semana.
Dejé escapar un profundo suspiro. Sentía como si hubiera estado conteniéndolo durante días. Melanie dijo mi nombre mientras yo seguía mirando mi teléfono.
—¿Dos cafés?
No pude evitar sonreír.
—Ya lo creo. ¿Y qué tendrá Brittany para el desayuno esta mañana?.
Me eché hacia atrás y miré el mostrador.
—Tomaré dos de esas magdalenas de chocolate, medio kilo de tarta helada de limón, tres de esas cosas con nueces y caramelo salado, una galleta de avena y uno de esos parfait de yogur de lujo que tienes allí.
Melanie me miró como si estuviera loca. En ese momento, casi había perdido la cabeza, por lo que no estaba demasiado lejos.
—¿Quieres todos en una caja? ¿Todos son para Brittany?
—Sí.
Pagué y miré en ese momento mi teléfono. Por lo general ella no venía hasta las nueve y media.
—. Mel, detén un poco mi café. Ya vuelvo. ¿Está bien?
Arrastré mi trasero a la florería que había estado mirando a unas puertas y volví con un ramo gigantesco; que bordeaba lo ridículo. Pero no me importaba. Brittany sería mía por un fin de semana. Eso era motivo de una celebración. Melanie me sonrió tan grande, que pude ver su boca llena de dientes de arriba a abajo.
—¿Podrías darle éstas con el desayuno hoy?
—Claro.
Estacioné mi camioneta a la vuelta de la esquina y me quedé en la puerta a un par de tiendas del Starbucks. Si no estuviera ya en el punto de no retorno, esta nueva técnica de acecho podría haberse sentido un poco espeluznante. Justo a las nueve y media, Brittany salió de Starbucks con una caja y las flores gigantes. Lucía su sonrisa más enorme. Me quedé allí durante otros diez minutos. Finalmente, otro texto entró.
Brittany: ¿Estaba especialmente hambrienta esta mañana?
Santana: Lo siento. Me dejé llevar. Estamos celebrando.
Brittany: ¿Qué estamos celebrando?
Santana: Tú. De regreso a casa conmigo este fin de semana.
Mi teléfono se quedó en silencio. Unos minutos más tarde, sonó de nuevo.
Brittany: Estoy nerviosa. No estoy segura de que sea una buena idea.
Yo también, pero no estaba dispuesta a admitirlo. Las consecuencias de esto arruinándose eran demasiadas para siquiera considerarlas.
Santana: Confía en mí. Por favor.
Unos minutos más tarde, un texto final entró.
Brittany: OK
Llegué a su casa el viernes a las seis, lista para nuestro fin de semana. Llamé, y ella salió a la puerta viéndose casi exactamente como una fantasía recurrente que había tenido de ella durante los últimos dos años. Llevaba una camiseta blanca ajustada, diminutos pantalones cortos blancos y tenía un par de sandalias plateadas. Era un día particularmente húmedo, y su cabello estaba más suelto y salvaje de lo habitual. ¿Confías en mí? Esa fue la promesa que le había hecho a ella. Diaaaaablos.
—¿Qué pasa?
Ella notó la preocupación en mi rostro.
—. ¿Estaremos llevando la motocicleta después de todo? ¿Tengo que cambiarme?
—No. Sí. No.
Sus cejas se levantaron, por lo que me expliqué.
—No. No nos llevaremos la motocicleta. Sí, necesitas cambiarte. Ella miró su atuendo.
—¿Qué hay de malo en lo que llevo puesto?
—Absolutamente nada. Es perfecto.
—Pero… Pasé mis dedos por mi cabello. Excepto que tenía esta fantasía recurrente de que te vistieras toda de blanco. Ella sonrió.
—Eso es dulce. ¿Cómo si fuera un ángel?
Mi boca se extendió en una sonrisa maliciosa.
—No exactamente.
Sus mejillas se sonrojaron.
—Oh.
Me reí.
—No tienes que cambiarte. Pero debes saber, que si estoy callada en el camino a mi casa, es porque estoy repitiendo la fantasía una y otra vez en mi mente. Le guiñé un ojo.
Había una maleta roja al lado de la puerta, así que la agarré.
—Sólo tengo que conseguir mi bolso.
Mutton estaba frotando mi pierna, queriendo atención.
—Y la correa de Mutton. No tengo un gran patio que le guste. Vamos a tener que sacarla a caminar.
Brittany se dio la vuelta.
—¿Quieres llevar a Pixy?
—Claro. Somos una familia.
Era como si la maldita cabra entendiera de lo que estábamos hablando. Acarició mis manos y dejó escapar un suave
—Baaaa.
—Así es, amiga. Sólo seremos tú y yo y mamá.
Rasqué la parte superior de su cabeza.
—. Si te gusta eso, así es.
—Todo listo.
Brittany regresó con su bolso y la correa.
—. Sólo tengo que parar con Philomena y decirle que no necesita cuidar a Pixy.
—¿Con Philomena?
—Mi vecina. Ella se encarga de Pixy cuando trabajo tarde a veces. Cuando me acerqué a pedirle que cuidara de ella ayer, elogió mis jardines. Me dijo que le encantaría robarte. Luego se fue a una diatriba sobre el cartero entregándole cuatro Balas Mágicas que no ordenó e insistió en que trajera una a casa conmigo.
Brittany señaló una caja sin abrir en el mostrador.
—. Ella está un poco en el lado oscuro, pero es muy agradable.
—¿Bala Mágica? ¿Cómo tu varita mágica? ¿Todavía juegas con eso?
—¡No! Es una licuadora... para los batidos. Normalmente tomaba dos horas en auto desde Temecula a Hermosa Beach, pero en la hora punta del tráfico significaba casi el doble.
Me importaba una mierda, sin embargo. El sol brillaba, era libre, y mi chica venía a mi casa por el fin de semana. Como no podía hacer lo que realmente quería hacer con ella, decidí mostrarle a Brittany cómo sería un fin de semana normal con nosotras juntas. Ambas sabíamos que teníamos química, pero algo me decía que una de las cosas que la retenía, además de la confianza, era que no estaba convencida de que teníamos algo más que química. Adele aún estaba en mi casa cuando llegamos. Fingió haber estado retrasada, pero sabía que realmente quería conocer a Brittany.
—Lo siento. Tenía la esperanza de estar en la casa de Harry en el momento en que llegaran a casa. Estaba limpiando un poco.
Brittany me miró con incredulidad.
—¿Harry?
—Y que lo digas. El primer día, llego a casa y encuentro a un tipo en calzoncillos sobre la encimera de la cocina. Me dice que su nombre es Harry.
Brittany y yo nos reímos. Adele no captó la broma, pero estaba sonriendo de oreja a oreja de todos modos. Mi hermana le tendió la mano.
—Estoy tan contenta de conocerte, Brittany. He oído hablar mucho acerca de ti.
Brittany y Adele se miraron fijamente durante un largo momento. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero algo extraño parecía estar teniendo lugar. Entonces las dos prácticamente chocaron, envolviéndose una a la otra en sus brazos para un abrazo. Era como si fueran mejores amigas perdidas. No se dejaron ir durante mucho tiempo. Verlo, me hizo tener un pequeño nudo en la garganta. Ambas mujeres tenían lágrimas en los ojos cuando se separaron. Escuché a mi hermana susurrar:
—Las dos perdimos mucho. Estoy encontrando mi camino de regreso. Espero que tú también lo hagas.
Me aclaré la garganta y abracé a mi hermana en un adiós unos pocos minutos más tarde. Llevaba una bolsa de viaje para pasar el fin de semana con Harry.
—Abastecí los armarios con lo esencial.
—¿Botanas, Tim Tams y Palos Pixys?
—Claro. Y algunas golosinas, también.
Le dio a Pixy una buena frotada antes de irse. Cuando quedamos sólo nosotras dos, le di a Brittany un tour. Mi casa era un antiguo almacén convertido. Tenía techos altos y piso abierto. Había tres dormitorios, pero había convertido uno en estudio de arte. Mi hermana estaba usando el otro desde que llegó a quedarse conmigo. Cuando le dije que Brittany se quedaría en la habitación, sonó como que no me creyó, pero la preparó para un invitado, sin embargo. Me detuve en mi habitación primero.
—Este es nuestro dormitorio.
—Santana…
—Lo sé. No esta noche. Pero si decidimos vivir aquí, cerca de la playa, esta será nuestra habitación.
Lo jodido era que ya pensaba en él como nuestro dormitorio.
—Es muy bonito. ¿Esa es una pintura de Klimt?
Sonreí. Amo a mi muchacha sucia.
—Lo es. Son las tres edades de la mujer. Verás, tenemos mucho en común. A los dos nos gustan los pechos de las mujeres en las pinturas. Aunque cuando estemos aquí, no me daré cuenta de nada, excepto de esos bebés.
Mis ojos apuntaron a su gran par de tetas.
—Eres una pervertida.
—Y te encanta.
Le di el resto del tour, lamentablemente dejando caer la bolsa en la habitación de invitados. La última habitación en el tour era mi estudio de arte. No había hecho nada en mucho, mucho tiempo. Cubiertas de lona cubrían la mayoría de los proyectos en los que estaba trabajando antes de que mi vida se convirtiera en un desastre. Encendí la luz y quise pasar la habitación, pero Brittany caminó dentro.
—¿Tú hiciste eso?
Señaló una gran motocicleta hecha de piezas recicladas. Había estado en un par de exposiciones de arte, pero ahora había una pulgada de polvo cubriéndola.
—Sí.
—Guau. Es... increíble.
Ella caminó alrededor, inspeccionándola cuidadosamente.
— ¿Todo aquí es basura?
—No uso todos los materiales comprados. Sólo objetos reciclados que encuentro.
—Eres muy buena. No estoy segura de lo que esperaba. Pero esto parece contar una historia.
—Sonreí. Por supuesto, ella totalmente lo captó. Siempre sentía que cada pieza individual que recogía podía contar una historia diferente. La forma en que todos se mezclaban era algo así como la lectura de un libro para mí.
Caminé al otro lado de la moto y señalé algunas cosas diferentes, diciéndole de donde había venido cada pieza. Si fuera posible, la sentí un poco más en ese momento. Esa noche, pedimos comida china y comimos directamente de las cajas de cartón. Brittany cayó dormida con la cabeza en mi regazo mientras veíamos una película. Manteniendo mi palabra, la cubrí con una manta y me fui a mi propia cama a dormir. A la mañana siguiente, ella seguía durmiendo cuando salí para llevar a Pixy a dar un paseo. Pero estaba despierta cuando entré llevando dos cafés y un surtido de mierda excesivamente cara de Starbucks.
—Buenos días.
Ella estaba sentada en el sofá y estiró los brazos por encima de su cabeza. Su camisa se levantó, exponiendo su hermosa piel suave. Yo quería malditamente morderla. Tenía que irme en la otra dirección.
—Consigues algunas extrañas miradas cuando sacas a pasear a una cabra.
Brittany se rió.
—Sí. Lo sé.
Entró en la cocina y se sentó en un taburete al otro lado de la isla.
—Déjame preguntarte algo. Esta promesa que estúpidamente hice. Sólo incluye toque. Puedo decir lo que sea que quiera, ¿no? Ella bebió un sorbo de café.
—Tengo miedo de decir que sí. Pero sí. Supongo que las palabras no están fuera de los límites.
—Bien. Porque tengo que decirte. Tus senos saludándome son mejor que ver la salida del sol en la mañana.
Ella negó.
—Tienes una lengua malvada, Srita. López.
—Oh, si tan sólo pudiera mostrártelo, señora Pierce López.
—Sra. Pierce López, ¿eh?
—Bueno, eres mi esposa. Pensé que te gustaría mantener tu nombre, también. Viendo cómo eres una mujer que trabaja y todo.
—Me haces sonar como una puta.
—Prostituta... abogada. Sonreí—. La misma cosa.
—Muy bonito. Y pensar... que iba a renunciar al apellido Pierce y a llevar el de mi esposa. Ahora no estoy tan segura.
—¿Oh si? Te hubiera tomado por una revoltosa.
Ella deslizó la bolsa sobre el mostrador hacia ella y cavó dentro.
—Nah. No lo soy. Soy de la vieja escuela. Planeo darle todo a mi esposa.
—Me alegro de oír eso señora López. Porque tengo la intención de tomarlo todo. Diariamente.
Quería mostrarle el área. Ahora que su firma estaba cerrando, quizás viviríamos en Hermosa Beach. Estar cerca del agua era importante para mí. Aunque viviría en el desierto si eso significaba estar con Brittany. Después del almuerzo, caminamos hasta el paseo marítimo. Era un día magnífico, y ella no se apartó cuando tomé su mano en la mía.
—¿Qué tal un baño?
Me alegré de decirle que se pusiera un traje cuando salimos esta mañana. Hacía calor como el infierno.
—Bueno.
Caminamos hasta el borde del agua, y yo me saqué la camisa. Siguiendo mi ejemplo, Brittany se deslizó fuera de ella, y mis ojos casi se desorbitaron de mi cabeza. Mierda. Tal vez esta no era tan buena idea después de todo. Llevaba un pequeño top rojo de bikini, y sus fantásticos pechos se veían como que anhelaban derramarse. Cuando salió de sus pantalones cortos, estaba descaradamente lasciva por ella y me importaba un comino. Si no podía tocarla, sin duda iba a llenar mi vista de ella.
—Casi me siento mal por ti.
—¿Por mí? ¿Por qué?
—Por cuando finalmente me dejes tenerte. Moví mis ojos arriba y abajo de su voluptuoso cuerpo. —. Seré como una salvaje para recuperar el tiempo perdido.
Necesitaba refrescarme, y Brittany vendría conmigo. Sorprendiéndola, me agaché y la levanté, sacudiéndola sobre mi hombro estilo bombero antes de ir al agua. Ella gritó y pateó todo el tiempo, pero me di cuenta de que su tono era sonriente. Golpeé su trasero duro antes de lanzarnos a ambas al agua. Juntas nadamos y caminamos por la playa hasta la puesta de sol. No quería que el día terminara.
—Debemos volver —dijo ella—. Pixy probablemente necesitará salir.
—Hijos. Siempre están arruinando un buen momento —bromeé.
En el camino de regreso, nuestra conversación dio un giro serio.
—¿Quieres hijos?
Le respondí con honestidad:
—Nunca había pensado en eso. Hasta que te conocí. Pero ahora. Quiero nada más que tú lleves a mi engendro.
Ella rió.
—¿Cuantos quieres?
—Seis —respondí rápidamente.
—¿Seis?
Ella se detuvo en seco.
—No tengo ni idea de por qué. Pero la idea de embarazarte me hace algo. Me excito sólo de pensar en ello.
—Realmente necesitas ayuda. Creo que podrías ser una adicta al sexo.
—Sería la primera adicta al sexo que no ha conseguido algo en unos pocos años.
Ella me miró con sinceridad.
—Lo siento. Eso debe ser duro.
—Cuando te miro en ese traje de baño. Seguro que lo es.
—¿Tú no has... ya sabes…
—¿Qué?
—Ya sabes.
—No, no lo sé.
Ciertamente lo sabía.
—Ya sabes. Encargarte de ti misma.
—Te refieres a ducharme y tener cortes de cabello. Sí. Me cuido. Incluso hago ejercicio. Ella rió.
—¿Quieres que lo diga, no?
—Harías mi día totalmente, Princesa.
Llegamos a mi cuadra. Yo estaba sosteniendo su mano izquierda, pero volví y caminé hacia atrás, tomando las mías en la de ella. Brittany inclinó la cabeza hacia un lado cuando habló.
—¿Te masturbas, Santana?
Malditamente sí. Me encantaba escucharla incluso decir la palabra.
—Lo hago. Con frecuencia, de hecho, últimamente. Todo lo que tengo que hacer es olerte, y mi pene se levanta. Estaría caminando por ahí con un desagradable caso de bolas azules si no lo hiciera.
—Lo siento.
La atraje hacia mí.
—¿Quieres saber algo más?
Ella se mordió el labio, pero asintió.
—Todo valdrá la pena cuando esté de vuelta dentro de ti, Princesa.
Entramos en la casa, y le ofrecí a Brittany la ducha primero. Después de nuestro día en la playa, tenía arena en lugares que no debería tener. Mientras estaba en la ducha, manipulé la música, puse dos cervezas en el congelador para enfriarse, y podría haber bailado con una cabra. Oí el débil sonido de la voz de Brittany entre versos.
—¿Santana?
El baño completo estaba en el dormitorio principal. Respondí a través de la puerta entreabierta.
—¿Todo bien?
—Me olvidé de traer una toalla. ¿Hay alguna aquí? El agua de la ducha seguía corriendo.
—No. Están en el armario aquí. Te daré una.
Tomé la toalla de chicas que se veía más esponjosa que pude encontrar. Sin pensarlo, abrí la puerta. La ducha tenía controles deslizantes de cristal. Había niebla con vapor, pero todavía podía ver su sexy silueta. Su espalda estaba frente a mí, dándome una vista malditamente fantástica de su suculento trasero. No me podía mover. Mi moderación se deslizaba rápidamente a través de mis dedos. Cuando se dio la vuelta y me pilló mirando, no hizo un esfuerzo por cubrirse. En cambio, se acercó y comenzó a lavar sus pechos. Malditamente increíble. Di un paso hacia la ducha, pero me detuve de ir más lejos. Con la puerta abierta detrás de mí y el aire fresco que soplaba dentro, la niebla se estaba poniéndose más pesada en las puertas de la ducha.
—Princesa
La palabra salió en un cruce entre gemido y súplica.
—. Prometí no tocarte.
Apenas podía oír sus palabras susurradas sobre la lluvia de la ducha.
—Lo sé. Pensé que tal vez... que te gustaría si... yo...
Hizo una pausa. Las paredes de mi chica se desmoronaban. Estaba empujando las fronteras. Y era la cosa más sexy que jamás había visto en mi vida. Dijo la última oración más fuerte y con más convicción.
—. Pensé que tal vez te gustaría verme tocarme a mí misma.
Ahí está ella. Mi hermosa, chica dulce y sucia.
—Oh, nena. Podría quedarme ciega después de verte así y nunca sentir como que me he perdido de ver algo. ¿Vas a dejar que te ayude? Te diré lo que quiero hacerte, y lo que tú podrías hacer por mí. De esa manera lo haremos juntas. ¿Está bien?
Ella asintió.
—Bien, nena. Tan jodidamente bien. ¿Te gustaría que me acariciara mientras te miro hacerlo a ti?
—Sí.
Me saque la camisa y sostén deportivo. Luego dejé caer mis pantalones cortos y me paré frente a ella. Incluso si no estaba erecta ya plenamente, lo habría estado después de ver la forma en que me miraba. Sus ojos estaban pegados a mi pene. La vi seguir mi mano mientras me acariciaba pausadamente arriba y abajo.
—Esto es lo que me haces. Cada día. Sueño con estar muy dentro de ti. En tu corazón y en tu cuerpo. Quiero chupar esos hermosos pezones que estás tocando. Tirar de ellos entre mis dientes hasta que un dolor dulce se dispare a través de todos los nervios de tu cuerpo perfecto.
La cabeza de Brittany retrocedió un poco atrás cuando empezó a relajarse con mi voz y su propio toque. Sus manos arremolinadas suavemente alrededor de sus pezones desaceleraron, y la vi agitarse.
—Más fuerte. Una pizca más duro.
Ella lo hizo, y sus labios se abrieron cuando sintió eso viajar al sur.
—Abre las piernas un poco.
Sin dudarlo, ella hizo lo que le pedí.
—. Quiero extenderte en mi cama y lamer cada pulgada de ti hasta que apenas puedas respirar. Entonces quiero oírte rogar por mi pene. ¿Harías eso, Brittany? ¿Me rogarías?
—Lo haría. Te rogaría por él.
—Hazlo. Hazlo ahora. Dime qué quieres mi pene, y te dejaré poner tus dedos en el interior de ti misma.
Su mano comenzó a viajar con esmero lentamente por su cuerpo. Tuve que esforzarme para escuchar su voz.
—Sueño contigo dentro de mí otra vez. La forma en que te entierras a ti misma y que no puedo tener suficiente profundidad. Por favor. Te extraño dentro de mí.
Su voz era desigual, y su mano tembló mientras se cernía sobre su dulce vagina.
—Frota tus dedos a lo largo de tu clítoris. Pero no los pongas dentro todavía. Yo te diré cuándo.
Su cuerpo era el sol besando la playa hoy, y sus mejillas eran de color rosa por la excitación. La imagen ante mí era mejor que cualquier cosa que posiblemente pudiera haber imaginado. Sobé mi pene duro y más rápido. Se estaba haciendo difícil hablar. Di dos pasos más cerca de la puerta de la ducha. Me tomó cada gramo de fuerza de voluntad no abrirla. Pero necesitaba al menos estar más cerca para oír el borde irregular de su respiración.
—Por favor, Santana.
Me volvía salvaje saber que estaba dispuesta a rogarme. Que me quería dentro de ella tanto como yo deseaba hundirme en ella.
—Desliza dos dedos dentro. Mantén los ojos cerrados y finge que soy yo. Siente mi pene dentro de ti.
Cuando sus dedos desaparecieron, no pude aguantar más. En menos de dos minutos, ella estaba bombeando dentro y fuera tan rápido como yo estaba tirando de mi pene. Su boca se separó, y supe que estaba empezando.
—Santana...
—Vamos nena. Juntas.
Fue la vista más espectacular en el mundo mientras ella se venía justo enfrente de mis ojos. El sonido de ella gimiendo mi nombre mientras se llevaba a sí misma a su propio clímax era puramente erótico. Me tomó un tiempo después de que ambas terminamos recuperar el control de nuestras respiraciones jadeantes. Finalmente, el cuerpo de Brittany se aflojó, y se apoyó en la pared de azulejos de la ducha. No abrió los ojos mientras yo metí la mano y cerré el agua. La tomé en mis brazos y la llevé a la cama. Subiendo detrás de ella, me deslicé debajo de la sábana, con cuidado de no presionarme a mí misma en su contra. Eso sería romper las reglas. Y curiosamente, estaba saciada por el momento. Ni quince minutos más tarde, ella murmuró las palabras:
—Lo siento.
Justo antes de escuchar el ligero sonido de su sueño. Me quedé dormida poco después de eso, sintiéndome aliviada y contenta de que la mujer que amaba durmiera a mi lado en la cama. Desafortunadamente, la sensación se fue a la mañana siguiente, cuando me desperté, y no me tomó mucho tiempo averiguar por qué.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
CAPITULO 28
Hablando acerca de ir desde tu máximo más alto a tu mínimo más bajo. Por primera vez, me di cuenta exactamente de cómo Brittany podría haberse sentido en el momento en que se despertó y encontró que la había abandonado en el hotel en Las Vegas. Ella se fue. Y también Pixy. El sol de la mañana entraba en el desván. Mi corazón se aceleró mientras un trozo de papel blanco en la encimera de la cocina me llamó la atención. Abriéndolo, me froté los ojos atontada con el fin de leer cada una de las palabras con claridad.
Santana, Ayer fue más que increíble. Pero me dejé llevar. Eso demostró una vez más que no tengo fuerza de voluntad contra mi atracción por ti. Mientras esté con Richard, ceder así no será justo para él. No quiero arriesgar a que las cosas fueran más lejos quedándome un día más. Estoy bastante segura de que no podría resistir más físicamente. Lo siento. Sé que te prometí todo el fin de semana. Sólo estoy tratando de hacer lo correcto.
Arrugando la carta y tirándola por el cuarto, grité:
—Mierda.
Mi voz resonó en la cocina vacía. Así que, ¿eso fue todo? Ayer fue mi última oportunidad de hacer algún tipo de impresión duradera en ella antes de que tomara una decisión, y lo último que hice fue sacudírmela antes de desmayarme. Después de todo, ¿eso era en lo que iba a terminar? Bien jugado, López. ¿Cómo diablos incluso había conseguido transporte rápido de vuelta a Temecula con una cabra? Debe haber investigado un plan de salida antes de aceptar el viaje. Brittany probablemente tenía una empresa de automóviles en estado de alerta.
¡Santana sacó su pene, así que puede venir a recogerme ahora! Con un sentimiento de desesperanza, apoyé los codos sobre el mostrador y me froté las sienes. Debatí si llamarla y decidí no hacerlo por el momento. Era la primera vez desde que había re-entrado en su vida que no tenía ninguna estrategia. Sinceramente, no sabía qué hacer desde aquí. Un par de horas más tarde, Adele vino después de que la llamé para decirle que Brittany se había ido. Caminando a través de la buhardilla, me pasé las manos por el cabello.
—Estoy pensando en volver a esta noche a Temecula.
—No lo hagas.
—¿No?
—No lo hagas.
Ella puso sus manos en mis brazos para que dejara de caminar.
—. Mira, ella me gusta mucho. Espero que funcione, pero ya hiciste todo lo posible para mostrarle cómo te sientes. Es hora de dar un paso atrás y darle el espacio que necesita para llegar con suerte a la conclusión correcta de que eres la única para ella. Pude ver en sus ojos lo mucho que todavía le importas. Estaba llorando, por el amor de Cristo. La única cosa que la retiene es el miedo a salir lastimada.
—¿Y si deja que el miedo gane y termina con ese tarado?
—Entonces, tendrás que seguir adelante. ¿Podría seguir adelante?
No podía imaginar desear a nadie de la misma manera o tanto otra vez en mi vida. Pero si ella lo elegía, sabía que tendría que seguir adelante con mi vida finalmente, salir con otras mujeres y, finalmente, terminar mis dos años de celibato. Ella abrió un paquete de Tim Tams y sirvió dos porciones abundantes de leche. Puesto que no podías conseguir esa marca de galletas en América, Adele tenía un amigo de Melbourne que se las enviaba en gran cantidad. Metí una de las obleas cubiertas de chocolate en mi vaso y tomé un bocado mientras hablaba con la boca llena.
—¿Cómo diablos voy a quedarme aquí consumiéndome en Hermosa Beach, sabiendo que nunca podré volver a verla si decide irse con él? Será sólo cuestión de días.
Adele parecía confundida.
—¿A qué velocidad podría posiblemente mudarse a Boston? ¿No tendría que vender su casa, deshacerse de toda su mierda?
—Alquila la casa y mencionó que la mayoría de los muebles estaban allí cuando se mudó. El mayor problema será el transporte de nuestra cabra.
—Te das cuenta de que dijiste nuestra cabra, ¿verdad? ¿Cómo que es tu cabra, también?
—Mierda. Me refería a su cabra. Adele sonrió con simpatía.
—No, no lo hiciste.
—Estás bien. No lo hice.
Más tarde esa noche, después de que Adele volvió a casa de Harry, la ira comenzó a anular a todas las demás emociones. Le envié un texto a Brittany.
Santana: La persecución terminó. Te voy a dar el espacio que deseas. Si me necesitas sabes dónde encontrarme.
Ella envió una simple respuesta.
Brittany: Gracias.
Estuve muy, muy orgullosa de mí misma los primeros días de esa semana siguiente. No llamé ni le envié un texto a Brittany y me mantuve ocupada en la casa en Hermosa Beach, trabajando en un nuevo proyecto de arte reciclado y haciendo algunas reparaciones desatendida en la casa. A pesar de que me mantenía ocupadaa, en el fondo, me sentía miserable. Era difícil no ponerse en contacto con ella, pero había tomado el consejo de mi hermana, manteniendo mi distancia con la esperanza de que Brittany tomara la decisión correcta por su cuenta. A medida que el final de la semana se acercaba, me estaba empezando a impacientar. Una noche, mientras intentaba sin éxito, distraerme con un episodio de Top Gear, impulsivamente rompí mi voto y le envié un mensaje.
Santana: ¿Estás ahí?
Brittany: Estoy aquí.
Santana: Hola
Brittany: Lo siento, no he estado en contacto.
Santana: Está bien. Me he quedado intencionadamente lejos para que puedas ordenar tu cabeza.
Brittany: ¿Estás de regreso en Temecula?
Santana: No. No hay nada para mí ahí que no seas tú, y te estoy dando espacio. Mi casa está aquí. Aunque, ahora que has estado aquí, no parece completa sin ti.
Brittany: Siento que te arrepientas de llevarme a casa.
Santana: Lo único que lamento es no haber abierto esa puerta de la ducha, Princesa.
Ella no respondió de inmediato. Unos minutos más tarde, mi teléfono vibró.
Brittany: Gracias por no hacerlo.
Santana: Todavía estarías aquí si lo hubiera hecho.
Brittany: ¿En serio?
Santana: Es posible que tuvieras problemas para caminar, pero todavía estarías aquí.
Brittany: Ya veo.
Ella nunca envió un mensaje de vuelta, así que le escribí de nuevo.
Santana: ¿Estás bien?
Brittany: Sí. No puedo enviarte más textos. Prometo llamarte este fin de semana.
Santana: ¿Él está allí contigo?
Brittany: Sí
Los celos me golpearon como una tonelada de ladrillos. Había esa voz otra vez que sonaba muy similar a la de mamá:
—¡Deja de lloriquear y consigue a tu mujer de regreso!
De repente, hizo clic. ¿Qué me mantenía aquí? ¿El orgullo? A la mierda el orgullo. Ella era todo lo que importaba. Traerla de regreso era más importante. No estaba bien. Esto no estaba bien. Sabía en mi corazón que me amaba. Lo podía ver en sus ojos. Estaba asustada de ser nuevamente herida. Resignarme sólo lo daba ventaja a él. Si iba a dejarla ir, es seguro como el infierno que no sería sin pelear. Necesitaba estar cerca de ella. Cambio de planes. Agarrando mis llaves, me metí en mi camioneta y fui a la carretera hacia Temecula. El camino era desolado, así que iba a cerca de ciento treinta kilómetros por hora. El plan era pasar la noche en el hotel y estar lista muy temprano para cualquier cosa que deparara el día. No estaba segura de lo que la mañana traería. Sólo sabía que estaría allí con ella hasta el final, sin importar la forma en que resultara. Estoy en esto a largo plazo, Princesa.
Giré la radio a un canal instrumental para todo el trayecto. Mis nervios no podían parecen manejar cualquier otra cosa. Era tarde cuando por fin llegué al hotel. Por algún milagro, me quedé dormida. Quería estar estacionada en Jefferson muy temprano en la mañana para conseguir su desayuno. Mañana no podía llegar lo suficientemente rápido. El día siguiente comenzó con normalidad. El bullicio de la ciudad afuera del edificio de las oficinas de Brittany era como de costumbre. Cuando entré a Starbucks para colocar su orden de desayuno, se hizo muy claro que esta no era una mañana cualquiera.
—Buenos días, Melanie.
—Santana. Pensé que te habías ido de la ciudad.
—Ya estoy de vuelta.
—Estoy sorprendida.
—¿Por qué dices eso?
—¿No lo sabes?
—¿Saber qué?
—El último día de Brittany fue ayer. Vino a despedirse de nosotros.
¿Qué?
—¿Ella no está aquí?
—No. Lo siento. Pensé que ustedes eran amigas ahora. Entonces, me imaginé que sabrías que ella renunció a su trabajo.
—Amigas. Sí. Lo somos. Debe haber olvidado mencionar ese pequeño pedazo de información, sin embargo. ¿Dijo a dónde se iba?
—Sólo dijo que renunció y que no nos vería nunca más todas las mañanas.
Rascándome la barbilla, me quedé en el espacio tratando de asimilar la noticia. Melanie interrumpió mi proceso de pensamiento.
—¿Puedo darte algo?
Sin ni siquiera prestar atención, le dije:
—Claro. Un café con leche sin grasa con tres bombas de vainilla, espuma baja y extra caliente.
—¿Tomarás la bebida de Brittany?
—Eh... sí. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo había pedido—. ¿Por qué no? —Me encogí de hombros—. Por los viejos buenos tiempos.
Mientras estaba sentada en la mesa de la esquina, girando la leche espumosa en mi taza, traté de convencerme a mí misma de que el que hubiera dejado su trabajo y no me lo dijera no significaba necesariamente que había elegido mudarse a Boston con Dick. Podría haber enviado mensajes de texto, pero una parte de mí no estaba preparada para responder. Tal vez sólo decidió renunciar, ya que la firma cerraría de todos modos. De cualquier manera, este sería probablemente mi último suspiro en Starbucks que serviría de telón de fondo de mi tiempo aquí con Brittany.
No iba a pasar más mañanas acosándola en Jefferson si no trabajaba más aquí. Vacié mi billetera del efectivo dentro y rellené más de cien dólares en el tarro de propinas.
—Gracias, compañera. Aprecié tu ayuda todas estas semanas. Los ojos de Melanie se agrandaron.
—Guau gracias. ¿No regresarás?
—Me temo que no.
Cuando llegué a la casa de Brittany, un cartel blanco y azul en el jardín delantero fue la primera cosa que llamó mi atención. Mi corazón empezó a latir con furia. ¿Qué en el infierno? A medida que iba lo suficientemente cerca para leerlo, vi que decía, En Renta. Mi corazón pareció caer a mi estómago. Tomando mi llave, corrí a la puerta y la abrí. El tazón de agua de Mutton todavía estaba en la cocina, pero estaba vacío. No había señales de la cabra en ningún lugar. Todo el mobiliario estaba todavía en su lugar, pero parecía que todas las pertenencias personales de Brittany se habían ido. Estaba prácticamente volando por toda la casa. Un barrido de su dormitorio también confirmó lo peor. Hasta el último artículo de ropa en su armario también se había ido. Sentada en su cama y mirando alrededor de la habitación, la realidad estaba empezando a calar en mí.
La adrenalina bombeó a través de mí. Cálmate, Santana. En un sueño, volví fuera al sol cegador. Abrí el cobertizo y comencé a empacar mi equipo de césped en la parte trasera de la camioneta. Fue entonces cuando escuché un silbido. Dándome la vuelta, me di cuenta de que era la vecina loca de Brittany, Philomena. Había corrido fuera para encontrarse con el tipo de UPS y llevaba una caja marrón. Caminó hacia mí, arrastrando sus zapatillas en el pavimento. Tenía tubos en su cabello, y sus labios estaban descuidadamente pintados con brillo de color rosa brillante, pero sin barra de labios.
—Hey, cosita caliente.
Tratando de actuar amable a pesar de mi mal humor, le dije:
—Es bueno verte de nuevo, Philomena. ¿Qué hay en la caja?
—¿Quién sabe? Ordeno cosas mientras estoy dormida y ni siquiera recuerdo. —resopló.
—Ah, eso es correcto. Las cuatro Balas Mágicas. Le diste una a Brittany.
—¿Quieres una? Te la cambio por un paseo sobre la segadora.
—Está bien. Estoy retirada del negocio de cuidado de césped a partir de hoy.
—¿Quieres decir ahora que ella se fue? Mis ojos se dirigieron hacia los de ella. —¿Sabes a dónde se fue?
—No tuve la oportunidad de hablar con ella, la vi salir con su novio ayer. Ella estaba dentro empacando. Le pregunté qué estaba pasando, y él me dijo que ella se estaba mudando a Boston con él. Lo siguiente que supe, es que había un cartel en el frente esta mañana.
Mis oídos se sentían como si estuvieran ardiendo.
—En serio...
—Sí.
No puedo recordar lo que le dije a Philomena después de eso. Ni siquiera tengo un recuerdo del viaje de regreso al hotel. Habría esperado sentirme enojada o confundida, pero estaba toda entumecida. Sosteniendo mi teléfono en mis manos cuando me senté en la cama, quería enviarle un texto, pero cuanto más pensaba en ello, menos me parecía una buena idea. Si realmente se había mudado a Boston, y ni siquiera se molestó en decirme que había tomado su decisión. ¿Ya estaría allá? ¿Incluso me llamaría este fin de semana como había prometido? De repente, el adormecimiento estaba desapareciendo, reemplazado por pura rabia. Agarrando mi billetera, caminé hacia el bar. No quería sentir las emociones de perderla. No quería sentir nada esta noche. Las palabras salieron de mi lengua con amargura.
—Dame un trago, Carla Bubis.
Carla parecía absolutamente sorprendida al verme sentada en mi lugar habitual.
—No creí alguna vez verte de nuevo, Latina hermosa.
—Bueno, vine a decir adiós. Me voy a casa mañana, y no regresaré.
Ella sirvió mi bebida más rápido que nunca, sintiendo que la necesitaba mucho.
—¿Qué pasó?
Tomé un trago y golpeé la copa en la barra.
—Se acabó.
—¿En serio? ¿Se terminó? ¿Brittany se quedó con Dick? Me agradó que ella también hubiera adoptado mi apodo para él.
—Sí. Fui a su casa hoy, y todo estaba limpio. Había un cartel fuera delante el lugar para alquilarlo. El imbécil le dijo a la vecina de Brittany que se iría a Boston con él.
—¿Estás jodidamente bromeando?
—Fin de la historia.
—Por lo tanto, ¿ella ni siquiera tuvo la decencia de decírtelo por sí misma?
—La decencia o el coraje, no estoy segura.
—¿Cómo dejaste las cosas con ella?
—Había vuelto a Hermosa Beach por un tiempo. Ella cree que todavía estoy allí. Se suponía que me llamaría este fin de semana. Decidí volver de todos modos y comprobar las cosas. Ahora sé lo que planeaba decirme cuando me llamara.
—Lo siento mucho.
—No es tu culpa.
—Estaba realmente esperando que las cosas salieran bien para ti. Merecías tener un final feliz.
—¿Podemos no hablar más de esto? ¿Sobre ella?
Tragué como si fuera doloroso.
—Bueno. Lo que quieras. Carla colocó tranquilamente copa tras copa frente a mí. Sabía que no estaba de humor para charla, así que me dejó ser. En un momento, me cortó, negándose a servirme más. Yo puse mi cabeza sobre el mostrador mientras ella limpiaba las mesas. El bar estaba a punto de cerrar. No tenía ningún concepto de la hora que era, incluso. El sonido de la televisión y unos pocos clientes hablando lo habían amortiguado. Ella me dio un golpecito en el hombro.
—Vamos, morena. Te llevaré al otro lado de la calle.
Me metí en el Prius rojo de Carla y apoyé la cabeza hacia atrás en el asiento con los ojos cerrados. Todavía estaba un poco borracha, pero empezaba a recuperar la sobriedad. Probablemente debí haber tenido que beber hasta la muerte para llegar al nivel de embriaguez para olvidar este día. Así que, en cierto sentido, estaba enojada con Carla por negarse a servirme más alcohol, pero agradecida con ella por cuidar de mí. Ella me acompañó a mi habitación y en silencio me siguió dentro. Recostada en mi cama, me crucé de brazos y cerré los ojos. Cuando los abrí, Carla había desaparecido. El agua estaba corriendo, y me di cuenta que estaba en el baño. Cerré los ojos otra vez. Esta vez, cuando los abrí, Carla estaba de pie junto a mi cama. Se había recogido su cabello, que por lo general estaba en un estilo retro. Se había lavado el pesado lápiz labial rojo que llevaba. Lo más notable era el hecho de que se había quitado toda su ropa a excepción de su sujetador de encaje rojo y ropa interior a juego. Sus pechos se derramaban fuera de la tela y las bragas apenas cubrían su parte inferior con curvas. Mi voz sonaba soñolienta.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Recuerdas lo que hablamos? La oferta sigue en pie. Déjame hacerte olvidar todo. Sin ataduras, Santana. Sólo tú y yo y un muy buen polvo.
Mi pene tembló, mi cuerpo no pudo controlar la reacción natural a esa proposición.
—Carla Bubis, no tienes que hacerlo.
—Quiero hacerlo. Dios, Santana lo deseo tanto. No tienes idea de lo que me haces. Mierda.
Antes de que pueda formar palabras, ella se subió a horcajadas sobre mis jeans, girando contra mi medio-duro pene.
—Creo que estás listo para mí —murmuró sobre mis labios. Me besó y sin ganas se lo devolví, sin saber si debía aceptar su oferta o empujarla fuera de mí.
—¿Tienes un condón? —susurró.
—No.
—Está bien. No tienes que preocuparte. Estoy tomando la píldora, y estoy limpia. Carla levantó mi camisa sobre mi cabeza mientras yo cerraba los ojos otra vez. Ella estaba besando mi pecho mientras mi intoxicada mente imaginaba que era Brittany.
Brittany.
Brittany.
Brittany.
Carla me empujó suavemente hacia atrás aún más en la cama. Empezó a abrir la hebilla de mi cinturón mientras yo seguía acostada. Cuando mi pene saltó libre en el aire frío y ella comenzó a acariciarme, sabía que estaba a punto de tomarme con su boca. Algo dentro de mí gritó
—No lo hagas.
Deslicé mi cuerpo de repente antes de tirar de mi ropa interior. Poniéndome de pie, subí la cremallera de mis pantalones. Moviendo los dedos por mi cabello, miré hacia el suelo y sacudí la cabeza.
—No puedo hacer esto.
Agarrando mi camisa y deslizándola de nuevo por encima de mi cabeza, le dije:
—Lo siento mucho.
Con las manos en las caderas, Carla se mordió el labio inferior y asintió con comprensión.
—Está bien, Aussie.
—No eres tú... es sólo…
—Ella. Lo sé. Es ella.
—No estoy lista… Ella habló más fuerte.
—No tienes que explicarte, Santana.
Carla se veía triste. Odiaba herir sus sentimientos, pero estar con ella así no se sentía bien en absoluto.
—Me vestiré y me iré, ¿de acuerdo?
—No tienes que irte.
—Realmente debería hacerlo.
Después de que se puso su ropa, Carla se acercó a donde estaba y me dio un beso suave en la mejilla.
—Un día ella va a despertar y lo lamentará. Espero que en ese momento, hayas encontrado con la que realmente estás destinada a estar. Porque no es ella.
—Gracias, Carla Bubis. Gracias por todo.
—Por favor, vuelve algún día, cuando tengas tu cabeza bien de nuevo, ¿Está bien, Aussie? Quiero saber que eres feliz.
—Lo haré. Te lo prometo.
Así Carla se alejó en la noche. Yo me quedé con un caso menor de bolas azules, retirándome a la ducha. Dejando correr el agua caliente sobre mí, rocié un poco de champú en mi palma y duramente masajee mi pene con mi mano, haciéndolo ásperamente. A pesar de los esfuerzos por bloquear mi mente, todo lo que podía pensar era en Brittany mientras me acariciaba a mí misma. Visiones de ella frotando su clítoris mientras nos masturbábamos juntas en mi cuarto de baño se infiltraron en mi cerebro. Tiré de mí misma más duro e imaginé venirme dentro de ella en lugar de en mi mano. Cuando terminé, mis pensamientos estaban fuera de control.
Me apoyé en la pared de azulejos, vencida por la emoción mientras el orgasmo me sacudía. Vete a la mierda, Brittany.
Vete a la mierda.
Te odio.
Te amo.
Te odio.
Te amo.
Mierda.
Todavía te amo tanto.
Santana, Ayer fue más que increíble. Pero me dejé llevar. Eso demostró una vez más que no tengo fuerza de voluntad contra mi atracción por ti. Mientras esté con Richard, ceder así no será justo para él. No quiero arriesgar a que las cosas fueran más lejos quedándome un día más. Estoy bastante segura de que no podría resistir más físicamente. Lo siento. Sé que te prometí todo el fin de semana. Sólo estoy tratando de hacer lo correcto.
Arrugando la carta y tirándola por el cuarto, grité:
—Mierda.
Mi voz resonó en la cocina vacía. Así que, ¿eso fue todo? Ayer fue mi última oportunidad de hacer algún tipo de impresión duradera en ella antes de que tomara una decisión, y lo último que hice fue sacudírmela antes de desmayarme. Después de todo, ¿eso era en lo que iba a terminar? Bien jugado, López. ¿Cómo diablos incluso había conseguido transporte rápido de vuelta a Temecula con una cabra? Debe haber investigado un plan de salida antes de aceptar el viaje. Brittany probablemente tenía una empresa de automóviles en estado de alerta.
¡Santana sacó su pene, así que puede venir a recogerme ahora! Con un sentimiento de desesperanza, apoyé los codos sobre el mostrador y me froté las sienes. Debatí si llamarla y decidí no hacerlo por el momento. Era la primera vez desde que había re-entrado en su vida que no tenía ninguna estrategia. Sinceramente, no sabía qué hacer desde aquí. Un par de horas más tarde, Adele vino después de que la llamé para decirle que Brittany se había ido. Caminando a través de la buhardilla, me pasé las manos por el cabello.
—Estoy pensando en volver a esta noche a Temecula.
—No lo hagas.
—¿No?
—No lo hagas.
Ella puso sus manos en mis brazos para que dejara de caminar.
—. Mira, ella me gusta mucho. Espero que funcione, pero ya hiciste todo lo posible para mostrarle cómo te sientes. Es hora de dar un paso atrás y darle el espacio que necesita para llegar con suerte a la conclusión correcta de que eres la única para ella. Pude ver en sus ojos lo mucho que todavía le importas. Estaba llorando, por el amor de Cristo. La única cosa que la retiene es el miedo a salir lastimada.
—¿Y si deja que el miedo gane y termina con ese tarado?
—Entonces, tendrás que seguir adelante. ¿Podría seguir adelante?
No podía imaginar desear a nadie de la misma manera o tanto otra vez en mi vida. Pero si ella lo elegía, sabía que tendría que seguir adelante con mi vida finalmente, salir con otras mujeres y, finalmente, terminar mis dos años de celibato. Ella abrió un paquete de Tim Tams y sirvió dos porciones abundantes de leche. Puesto que no podías conseguir esa marca de galletas en América, Adele tenía un amigo de Melbourne que se las enviaba en gran cantidad. Metí una de las obleas cubiertas de chocolate en mi vaso y tomé un bocado mientras hablaba con la boca llena.
—¿Cómo diablos voy a quedarme aquí consumiéndome en Hermosa Beach, sabiendo que nunca podré volver a verla si decide irse con él? Será sólo cuestión de días.
Adele parecía confundida.
—¿A qué velocidad podría posiblemente mudarse a Boston? ¿No tendría que vender su casa, deshacerse de toda su mierda?
—Alquila la casa y mencionó que la mayoría de los muebles estaban allí cuando se mudó. El mayor problema será el transporte de nuestra cabra.
—Te das cuenta de que dijiste nuestra cabra, ¿verdad? ¿Cómo que es tu cabra, también?
—Mierda. Me refería a su cabra. Adele sonrió con simpatía.
—No, no lo hiciste.
—Estás bien. No lo hice.
Más tarde esa noche, después de que Adele volvió a casa de Harry, la ira comenzó a anular a todas las demás emociones. Le envié un texto a Brittany.
Santana: La persecución terminó. Te voy a dar el espacio que deseas. Si me necesitas sabes dónde encontrarme.
Ella envió una simple respuesta.
Brittany: Gracias.
Estuve muy, muy orgullosa de mí misma los primeros días de esa semana siguiente. No llamé ni le envié un texto a Brittany y me mantuve ocupada en la casa en Hermosa Beach, trabajando en un nuevo proyecto de arte reciclado y haciendo algunas reparaciones desatendida en la casa. A pesar de que me mantenía ocupadaa, en el fondo, me sentía miserable. Era difícil no ponerse en contacto con ella, pero había tomado el consejo de mi hermana, manteniendo mi distancia con la esperanza de que Brittany tomara la decisión correcta por su cuenta. A medida que el final de la semana se acercaba, me estaba empezando a impacientar. Una noche, mientras intentaba sin éxito, distraerme con un episodio de Top Gear, impulsivamente rompí mi voto y le envié un mensaje.
Santana: ¿Estás ahí?
Brittany: Estoy aquí.
Santana: Hola
Brittany: Lo siento, no he estado en contacto.
Santana: Está bien. Me he quedado intencionadamente lejos para que puedas ordenar tu cabeza.
Brittany: ¿Estás de regreso en Temecula?
Santana: No. No hay nada para mí ahí que no seas tú, y te estoy dando espacio. Mi casa está aquí. Aunque, ahora que has estado aquí, no parece completa sin ti.
Brittany: Siento que te arrepientas de llevarme a casa.
Santana: Lo único que lamento es no haber abierto esa puerta de la ducha, Princesa.
Ella no respondió de inmediato. Unos minutos más tarde, mi teléfono vibró.
Brittany: Gracias por no hacerlo.
Santana: Todavía estarías aquí si lo hubiera hecho.
Brittany: ¿En serio?
Santana: Es posible que tuvieras problemas para caminar, pero todavía estarías aquí.
Brittany: Ya veo.
Ella nunca envió un mensaje de vuelta, así que le escribí de nuevo.
Santana: ¿Estás bien?
Brittany: Sí. No puedo enviarte más textos. Prometo llamarte este fin de semana.
Santana: ¿Él está allí contigo?
Brittany: Sí
Los celos me golpearon como una tonelada de ladrillos. Había esa voz otra vez que sonaba muy similar a la de mamá:
—¡Deja de lloriquear y consigue a tu mujer de regreso!
De repente, hizo clic. ¿Qué me mantenía aquí? ¿El orgullo? A la mierda el orgullo. Ella era todo lo que importaba. Traerla de regreso era más importante. No estaba bien. Esto no estaba bien. Sabía en mi corazón que me amaba. Lo podía ver en sus ojos. Estaba asustada de ser nuevamente herida. Resignarme sólo lo daba ventaja a él. Si iba a dejarla ir, es seguro como el infierno que no sería sin pelear. Necesitaba estar cerca de ella. Cambio de planes. Agarrando mis llaves, me metí en mi camioneta y fui a la carretera hacia Temecula. El camino era desolado, así que iba a cerca de ciento treinta kilómetros por hora. El plan era pasar la noche en el hotel y estar lista muy temprano para cualquier cosa que deparara el día. No estaba segura de lo que la mañana traería. Sólo sabía que estaría allí con ella hasta el final, sin importar la forma en que resultara. Estoy en esto a largo plazo, Princesa.
Giré la radio a un canal instrumental para todo el trayecto. Mis nervios no podían parecen manejar cualquier otra cosa. Era tarde cuando por fin llegué al hotel. Por algún milagro, me quedé dormida. Quería estar estacionada en Jefferson muy temprano en la mañana para conseguir su desayuno. Mañana no podía llegar lo suficientemente rápido. El día siguiente comenzó con normalidad. El bullicio de la ciudad afuera del edificio de las oficinas de Brittany era como de costumbre. Cuando entré a Starbucks para colocar su orden de desayuno, se hizo muy claro que esta no era una mañana cualquiera.
—Buenos días, Melanie.
—Santana. Pensé que te habías ido de la ciudad.
—Ya estoy de vuelta.
—Estoy sorprendida.
—¿Por qué dices eso?
—¿No lo sabes?
—¿Saber qué?
—El último día de Brittany fue ayer. Vino a despedirse de nosotros.
¿Qué?
—¿Ella no está aquí?
—No. Lo siento. Pensé que ustedes eran amigas ahora. Entonces, me imaginé que sabrías que ella renunció a su trabajo.
—Amigas. Sí. Lo somos. Debe haber olvidado mencionar ese pequeño pedazo de información, sin embargo. ¿Dijo a dónde se iba?
—Sólo dijo que renunció y que no nos vería nunca más todas las mañanas.
Rascándome la barbilla, me quedé en el espacio tratando de asimilar la noticia. Melanie interrumpió mi proceso de pensamiento.
—¿Puedo darte algo?
Sin ni siquiera prestar atención, le dije:
—Claro. Un café con leche sin grasa con tres bombas de vainilla, espuma baja y extra caliente.
—¿Tomarás la bebida de Brittany?
—Eh... sí. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo había pedido—. ¿Por qué no? —Me encogí de hombros—. Por los viejos buenos tiempos.
Mientras estaba sentada en la mesa de la esquina, girando la leche espumosa en mi taza, traté de convencerme a mí misma de que el que hubiera dejado su trabajo y no me lo dijera no significaba necesariamente que había elegido mudarse a Boston con Dick. Podría haber enviado mensajes de texto, pero una parte de mí no estaba preparada para responder. Tal vez sólo decidió renunciar, ya que la firma cerraría de todos modos. De cualquier manera, este sería probablemente mi último suspiro en Starbucks que serviría de telón de fondo de mi tiempo aquí con Brittany.
No iba a pasar más mañanas acosándola en Jefferson si no trabajaba más aquí. Vacié mi billetera del efectivo dentro y rellené más de cien dólares en el tarro de propinas.
—Gracias, compañera. Aprecié tu ayuda todas estas semanas. Los ojos de Melanie se agrandaron.
—Guau gracias. ¿No regresarás?
—Me temo que no.
Cuando llegué a la casa de Brittany, un cartel blanco y azul en el jardín delantero fue la primera cosa que llamó mi atención. Mi corazón empezó a latir con furia. ¿Qué en el infierno? A medida que iba lo suficientemente cerca para leerlo, vi que decía, En Renta. Mi corazón pareció caer a mi estómago. Tomando mi llave, corrí a la puerta y la abrí. El tazón de agua de Mutton todavía estaba en la cocina, pero estaba vacío. No había señales de la cabra en ningún lugar. Todo el mobiliario estaba todavía en su lugar, pero parecía que todas las pertenencias personales de Brittany se habían ido. Estaba prácticamente volando por toda la casa. Un barrido de su dormitorio también confirmó lo peor. Hasta el último artículo de ropa en su armario también se había ido. Sentada en su cama y mirando alrededor de la habitación, la realidad estaba empezando a calar en mí.
La adrenalina bombeó a través de mí. Cálmate, Santana. En un sueño, volví fuera al sol cegador. Abrí el cobertizo y comencé a empacar mi equipo de césped en la parte trasera de la camioneta. Fue entonces cuando escuché un silbido. Dándome la vuelta, me di cuenta de que era la vecina loca de Brittany, Philomena. Había corrido fuera para encontrarse con el tipo de UPS y llevaba una caja marrón. Caminó hacia mí, arrastrando sus zapatillas en el pavimento. Tenía tubos en su cabello, y sus labios estaban descuidadamente pintados con brillo de color rosa brillante, pero sin barra de labios.
—Hey, cosita caliente.
Tratando de actuar amable a pesar de mi mal humor, le dije:
—Es bueno verte de nuevo, Philomena. ¿Qué hay en la caja?
—¿Quién sabe? Ordeno cosas mientras estoy dormida y ni siquiera recuerdo. —resopló.
—Ah, eso es correcto. Las cuatro Balas Mágicas. Le diste una a Brittany.
—¿Quieres una? Te la cambio por un paseo sobre la segadora.
—Está bien. Estoy retirada del negocio de cuidado de césped a partir de hoy.
—¿Quieres decir ahora que ella se fue? Mis ojos se dirigieron hacia los de ella. —¿Sabes a dónde se fue?
—No tuve la oportunidad de hablar con ella, la vi salir con su novio ayer. Ella estaba dentro empacando. Le pregunté qué estaba pasando, y él me dijo que ella se estaba mudando a Boston con él. Lo siguiente que supe, es que había un cartel en el frente esta mañana.
Mis oídos se sentían como si estuvieran ardiendo.
—En serio...
—Sí.
No puedo recordar lo que le dije a Philomena después de eso. Ni siquiera tengo un recuerdo del viaje de regreso al hotel. Habría esperado sentirme enojada o confundida, pero estaba toda entumecida. Sosteniendo mi teléfono en mis manos cuando me senté en la cama, quería enviarle un texto, pero cuanto más pensaba en ello, menos me parecía una buena idea. Si realmente se había mudado a Boston, y ni siquiera se molestó en decirme que había tomado su decisión. ¿Ya estaría allá? ¿Incluso me llamaría este fin de semana como había prometido? De repente, el adormecimiento estaba desapareciendo, reemplazado por pura rabia. Agarrando mi billetera, caminé hacia el bar. No quería sentir las emociones de perderla. No quería sentir nada esta noche. Las palabras salieron de mi lengua con amargura.
—Dame un trago, Carla Bubis.
Carla parecía absolutamente sorprendida al verme sentada en mi lugar habitual.
—No creí alguna vez verte de nuevo, Latina hermosa.
—Bueno, vine a decir adiós. Me voy a casa mañana, y no regresaré.
Ella sirvió mi bebida más rápido que nunca, sintiendo que la necesitaba mucho.
—¿Qué pasó?
Tomé un trago y golpeé la copa en la barra.
—Se acabó.
—¿En serio? ¿Se terminó? ¿Brittany se quedó con Dick? Me agradó que ella también hubiera adoptado mi apodo para él.
—Sí. Fui a su casa hoy, y todo estaba limpio. Había un cartel fuera delante el lugar para alquilarlo. El imbécil le dijo a la vecina de Brittany que se iría a Boston con él.
—¿Estás jodidamente bromeando?
—Fin de la historia.
—Por lo tanto, ¿ella ni siquiera tuvo la decencia de decírtelo por sí misma?
—La decencia o el coraje, no estoy segura.
—¿Cómo dejaste las cosas con ella?
—Había vuelto a Hermosa Beach por un tiempo. Ella cree que todavía estoy allí. Se suponía que me llamaría este fin de semana. Decidí volver de todos modos y comprobar las cosas. Ahora sé lo que planeaba decirme cuando me llamara.
—Lo siento mucho.
—No es tu culpa.
—Estaba realmente esperando que las cosas salieran bien para ti. Merecías tener un final feliz.
—¿Podemos no hablar más de esto? ¿Sobre ella?
Tragué como si fuera doloroso.
—Bueno. Lo que quieras. Carla colocó tranquilamente copa tras copa frente a mí. Sabía que no estaba de humor para charla, así que me dejó ser. En un momento, me cortó, negándose a servirme más. Yo puse mi cabeza sobre el mostrador mientras ella limpiaba las mesas. El bar estaba a punto de cerrar. No tenía ningún concepto de la hora que era, incluso. El sonido de la televisión y unos pocos clientes hablando lo habían amortiguado. Ella me dio un golpecito en el hombro.
—Vamos, morena. Te llevaré al otro lado de la calle.
Me metí en el Prius rojo de Carla y apoyé la cabeza hacia atrás en el asiento con los ojos cerrados. Todavía estaba un poco borracha, pero empezaba a recuperar la sobriedad. Probablemente debí haber tenido que beber hasta la muerte para llegar al nivel de embriaguez para olvidar este día. Así que, en cierto sentido, estaba enojada con Carla por negarse a servirme más alcohol, pero agradecida con ella por cuidar de mí. Ella me acompañó a mi habitación y en silencio me siguió dentro. Recostada en mi cama, me crucé de brazos y cerré los ojos. Cuando los abrí, Carla había desaparecido. El agua estaba corriendo, y me di cuenta que estaba en el baño. Cerré los ojos otra vez. Esta vez, cuando los abrí, Carla estaba de pie junto a mi cama. Se había recogido su cabello, que por lo general estaba en un estilo retro. Se había lavado el pesado lápiz labial rojo que llevaba. Lo más notable era el hecho de que se había quitado toda su ropa a excepción de su sujetador de encaje rojo y ropa interior a juego. Sus pechos se derramaban fuera de la tela y las bragas apenas cubrían su parte inferior con curvas. Mi voz sonaba soñolienta.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Recuerdas lo que hablamos? La oferta sigue en pie. Déjame hacerte olvidar todo. Sin ataduras, Santana. Sólo tú y yo y un muy buen polvo.
Mi pene tembló, mi cuerpo no pudo controlar la reacción natural a esa proposición.
—Carla Bubis, no tienes que hacerlo.
—Quiero hacerlo. Dios, Santana lo deseo tanto. No tienes idea de lo que me haces. Mierda.
Antes de que pueda formar palabras, ella se subió a horcajadas sobre mis jeans, girando contra mi medio-duro pene.
—Creo que estás listo para mí —murmuró sobre mis labios. Me besó y sin ganas se lo devolví, sin saber si debía aceptar su oferta o empujarla fuera de mí.
—¿Tienes un condón? —susurró.
—No.
—Está bien. No tienes que preocuparte. Estoy tomando la píldora, y estoy limpia. Carla levantó mi camisa sobre mi cabeza mientras yo cerraba los ojos otra vez. Ella estaba besando mi pecho mientras mi intoxicada mente imaginaba que era Brittany.
Brittany.
Brittany.
Brittany.
Carla me empujó suavemente hacia atrás aún más en la cama. Empezó a abrir la hebilla de mi cinturón mientras yo seguía acostada. Cuando mi pene saltó libre en el aire frío y ella comenzó a acariciarme, sabía que estaba a punto de tomarme con su boca. Algo dentro de mí gritó
—No lo hagas.
Deslicé mi cuerpo de repente antes de tirar de mi ropa interior. Poniéndome de pie, subí la cremallera de mis pantalones. Moviendo los dedos por mi cabello, miré hacia el suelo y sacudí la cabeza.
—No puedo hacer esto.
Agarrando mi camisa y deslizándola de nuevo por encima de mi cabeza, le dije:
—Lo siento mucho.
Con las manos en las caderas, Carla se mordió el labio inferior y asintió con comprensión.
—Está bien, Aussie.
—No eres tú... es sólo…
—Ella. Lo sé. Es ella.
—No estoy lista… Ella habló más fuerte.
—No tienes que explicarte, Santana.
Carla se veía triste. Odiaba herir sus sentimientos, pero estar con ella así no se sentía bien en absoluto.
—Me vestiré y me iré, ¿de acuerdo?
—No tienes que irte.
—Realmente debería hacerlo.
Después de que se puso su ropa, Carla se acercó a donde estaba y me dio un beso suave en la mejilla.
—Un día ella va a despertar y lo lamentará. Espero que en ese momento, hayas encontrado con la que realmente estás destinada a estar. Porque no es ella.
—Gracias, Carla Bubis. Gracias por todo.
—Por favor, vuelve algún día, cuando tengas tu cabeza bien de nuevo, ¿Está bien, Aussie? Quiero saber que eres feliz.
—Lo haré. Te lo prometo.
Así Carla se alejó en la noche. Yo me quedé con un caso menor de bolas azules, retirándome a la ducha. Dejando correr el agua caliente sobre mí, rocié un poco de champú en mi palma y duramente masajee mi pene con mi mano, haciéndolo ásperamente. A pesar de los esfuerzos por bloquear mi mente, todo lo que podía pensar era en Brittany mientras me acariciaba a mí misma. Visiones de ella frotando su clítoris mientras nos masturbábamos juntas en mi cuarto de baño se infiltraron en mi cerebro. Tiré de mí misma más duro e imaginé venirme dentro de ella en lugar de en mi mano. Cuando terminé, mis pensamientos estaban fuera de control.
Me apoyé en la pared de azulejos, vencida por la emoción mientras el orgasmo me sacudía. Vete a la mierda, Brittany.
Vete a la mierda.
Te odio.
Te amo.
Te odio.
Te amo.
Mierda.
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Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
(T_T) Que cruel (ToT)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Ay :/ pues Britt en su confusión le dio esperanzas a San y a pesar de que la morena hizo todo por recuperar a su rubia supongo que solo llego tarde. Britt ya tenia su vida hecha y se veía feliz.
Y si Britt ya se mudo con su querido, debió ser honesta con San y aunque hubiera sido doloroso merecía que le dijera su desicion.
Ahora haber como sigue adelante San porque como dice odia y ama a la rubia.
Espero que Britt le marque pronto y le de explicaciones.
Y si Britt ya se mudo con su querido, debió ser honesta con San y aunque hubiera sido doloroso merecía que le dijera su desicion.
Ahora haber como sigue adelante San porque como dice odia y ama a la rubia.
Espero que Britt le marque pronto y le de explicaciones.
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
como pudiste dejarlo ahi????? no es justo, me sentare aqui a esperar la actualizacion y a llorar en silencio, ahora si odio a brittany!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Pobre san, y la carla esa aprovechandose de la situacion
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
Todo el dia he estado revisando actualizacion y nada (个_个)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]BASTARA ARROGANTE GP (BRITTANA). cap. 29 y Epilogo
claudia1988 escribió:(T_T) Que cruel (ToT)
Si, tienes toda la razon es una crueldad la que ha hecho Brittany con Santana, pero creo que ya estan a mano.
Vamos a ver como termina todo esto...
Por que ya estamos en el final......
A todas gracias por comentar....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
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