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[Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
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monica.santander
JVM
Tati.94
micky morales
23l1
9 participantes
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Página 2 de 4. • 1, 2, 3, 4
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
espero que san se aclare,.. o mejor dicho que se ubique en su eje,..
ademas britt no creo que este todo el tiempo enamorada de san,.. no???
mientas ella anda tonteando con dani,..
nos vemos!!!
espero que san se aclare,.. o mejor dicho que se ubique en su eje,..
ademas britt no creo que este todo el tiempo enamorada de san,.. no???
mientas ella anda tonteando con dani,..
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
JVM escribió:Pues entiendo la parte de que San no quiere una relación seria ahora por lo que vivió con Elaine, pero eso de la edad y mil excusas se me hace tonto. Creo que podría explicarle a Britt su situación, pero en fin parece que mientras esta cómoda con lo fácil, osea Daño jajajaja. Sin embargo no puede sacar a la rubia de su cabeza, haber como le va!
Hola, mm si, si lo vemos de ese punto si q lo es =/ Si, eso tmbn ¬¬ q son cinco añitos¿? o q fuera mas, da igual si es amor! Deberia! deberia! JAjajajajajaja que vaya con la rubia equivocada por el momento hasta que se de cuenta de su error ¬¬ Aaaaaahh bn ai!!! ajajajaaj sabe que esta con la rubia equivocada jajajajaajaj, todo su cuerpo lo sabe ajajajaj. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
espero que san se aclare,.. o mejor dicho que se ubique en su eje,..
ademas britt no creo que este todo el tiempo enamorada de san,.. no???
mientas ella anda tonteando con dani,..
nos vemos!!!
Hola lu, si ¬¬ espero lo mismo ¬¬ jajajajaaj osea! q se compre el gps entonces ¬¬ boba de ella ¬¬ =O osea de q puede puede, pero q la espere =/ Nah ¬¬ esa dani ¬¬ no ayuda ¬¬ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Cap 6
Capitulo 6
Unos días más tarde, Santana estaba revisando todo el trabajo en su escritorio.
Era abril y Artie se había tomado una semana de vacaciones, esperando poder disfrutar de los últimos días de calor.
Había supuesto que serían unos días tranquilos, pero parecía que, de repente, todos los clientes necesitaban campañas nuevas.
Santana había contratado un redactor publicitario free-lance para que le ayudara y ahora necesitaba ayuda en el diseño del material gráfico.
Por lo menos, Sugar había demostrado ser muy útil: aprendía rápido y se podía confiar en ella.
Hablaron sobre los chicles y Santana le pidió que no hiciera globos cuando estuviera en recepción o atendiera a los clientes. La solución de Sugar fue sencilla: escondía un chicle en la boca cuando Santana se acercaba. Nunca volvió a verla mascar chicle, pero se acostumbró a escuchar los estallidos y chasquidos cuando estaba cerca pero fuera de la vista.
Santana ya no estaba tensa con Sugar, y podía valorar la parte cómica de esto.
Algunas veces, incluso, se divertía intentando sorprender a Sugar y se le acercaba muy sigilosamente, pero Sugar parecía tener un sexto sentido y, hasta entonces, Santana no había conseguido ver ni un sólo globo.
Y lo mejor era que parecía gustar a todos los clientes, lo más importante en lo que a Santana concernía.
Santana llamó a Sugar a recepción y le pidió que se pusiera en contacto con Brittany Pierce, de fotocomposición y que concertaran una cita para discutir los nuevos cambios.
Antes, Santana habría llamado a Brittany ella misma, pero ahora se sentía extraña e intentaba que las cosas entre ellas parecieran más profesionales.
Cuando Brittany llegó, la puerta del despacho de Santana estaba abierta y se quedó ahí por un momento, embelesada, mirando cómo Santana dibujaba en su bloc de notas al mismo tiempo que hablaba por teléfono con un cliente, con el auricular apoyado en el hombro.
Dios, es preciosa—pensó Brittany, y notó que una dolorosa descarga de deseo recorría su cuerpo.
Brittany había estado fuera diez días, en la casa de su mamá en la playa.
Le quedaban unos días de vacaciones y se había dejado convencer por su mamá de que necesitaba un descanso: en las últimas semanas, desde que su interés por Santana se había transformado prácticamente en una obsesión, dormía mal y apenas comía.
Fue con una amiga, se relajó y se lo pasaron bien.
Pudo analizar sus sentimientos hacia Santana de un modo más objetivo y, a pesar de que su amiga le aconsejó que se alejara de aquella mujer, Brittany había decidido tomar las riendas de la situación: quería a Santana y estaba dispuesta a intentarlo todo para conseguirla.
Si al final no lo lograba, ya buscaría el modo de solucionarlo.
Pero tenía que intentarlo.
Así que se sentía corno nueva y segura de sí misma cuando Sugar la llamó.
—Estate tranquila—se dijo a sí misma—, Y no balbucees como una idiota.
Santana colgó el teléfono, miró a Brittany con una sonrisa tan encantadora que casi la deshizo y le dijo:
—Tienes buen aspecto. Parece que has estado disfrutando de unos días libres mientras el resto de nosotros trabajábamos como burros. Bonito bronceado.
Santana parecía un poco nerviosa cuando Brittany se le acercó con una sonrisa confiada.
Puede notar que hay algo diferente en mí—pensó Brittany.
No apartaba los ojos de los de Santana. Ésta le explicó los diversos trabajos que había que hacer, pero parecía desconcentrada, como si la mirada de Brittany le desestabilizase.
—¿Queda claro, Britt?—jugueteaba con su anillo, haciéndolo girar en el dedo de atrás a adelante y de adelante a atrás.
—Todo es muy sencillo—respondió Brittany—Tendré algunos diseños dentro de un par de días, pero tengo una pregunta.
—¿Sí?—parecía agradecida, como si la tensión fuera a disminuir si discutían sobre algo.
—¿Quieres cenar conmigo mañana por la noche?
Santana parecía completamente desconcertada, como si fuera la última cosa con la que esperaba que saliese Brittany.
Por unos momentos perdió su aplomo habitual.
—¡Oh!, ah..., no creo que pueda—tartamudeó.
—¿Por qué no?—preguntó Brittany con descaro.
No tenía nada que perder.
—La verdad, Britt, no creo que sea una buena idea. Me halagas, pero hay mucha diferencia de edad y bueno... que no es una buena idea—hacía girar el anillo sin parar, esquivando la mirada de Brittany.
La más alta estaba envalentonada y no iba a dejar que Santana se le escapara:
—¿No te lo pasaste bien el otro día cuando fuimos a comer?, ¿o no te lo pasaste bien conmigo? Yo creo que sí, San y también creo que te gustó besarme. No eres del tipo de mujer que devuelve un beso a cualquiera que se lo dé, pero me besaste. ¿Por qué?
Santana agitó la cabeza.
Su tono de voz era despreocupado, como intentando quitar importancia al asunto.
—Britt, fue una de esas cosas... Tú eres muy atractiva y, bueno... No sé por qué te besé.
—San, me he sentido atraída por ti desde que te conocí—dijo decidida a mantener el control—Esa atracción aumentó aquel día que pasé contigo y ese beso lo cambió todo para mí. Te deseaba muchísimo entonces, y no puedo dejar de pensar en ti. Por favor, cena conmigo.
Santana hizo una mueca, cogió un cigarrillo, lo encendió y dio una honda calada. Volvió a mirar a Brittany. Parecía titubeante e insegura, agitó la cabeza de nuevo.
¿Iba a cambiar de opinión?—se preguntaba Brittany.
—Creo que una cena puede estar bien, así podrás explicarme cómo va lo de la galería. Pero, Britt—añadió con firmeza—, Cualquier otra cosa entre nosotras está fuera de lugar. Sólo cenar, ¿de acuerdo?
Brittany se estremeció de felicidad.
Había conseguido que Santana fuera a salir con ella y apenas podía creérselo.
Quedaron en encontrarse la noche siguiente en el departamento de Santana. Irían caminando hasta alguno de los muchos restaurantes que había frente a la playa, cerca de ahí.
A las siete y media en punto de la tarde siguiente, Brittany llamó al interfono.
Santana estaba preciosa—pensó Brittany.
Llevaba unos sencillos pantalones negros de corte sastre y una chaqueta a juego, larga y holgada y con las mangas un poco arremangadas. Debajo se había puesto una camisola blanca.
Santana conseguía que este conjunto blanco y negro pareciera al mismo tiempo informal y elegante. Brittany también se fijó en que llevaba las mismas discretas joyas de oro que de costumbre.
Absolutamente sofisticada—pensó Brittany, que prácticamente tenía que pellizcarse para creerse que iba a salir con esa mujer tan bella.
—Entra—dijo Santana con una sonrisa—Y echa una ojeada al piso. Sólo tengo que subir a coger el bolso.
Brittany se quedó en la sala, maravillada.
La vista era impresionante, pero lo más impresionante de aquel momento era el simple hecho de estar en el departamento de Santana. Estar ahí le resultaba extrañamente erótico y no podía evitar imaginarse arriba, en la cama, con la morena.
Se sobresaltó un poco cuando Santana volvió, rodeada por una suave nube de perfume embriagador.
—¿Qué te parece?—le preguntó Santana.
—Es fantástico. Me encanta la vista—respondió Brittany—Debe de ser maravilloso vivir aquí.
Santana asintió, y se fueron a cenar.
Anduvieron unas cuantas manzanas y se decidieron por un restaurante italiano. Se sentaron en una mesa cerca de la ventana desde donde podían ver a la gente que paseaba a lo largo del bulevar jalonado de palmeras.
—¿Qué vino prefieres, blanco o tinto?—preguntó Santana.
Brittany se encogió de hombros y sonrió.
—Me da lo mismo. Elige tú.
—Bueno, un Beaujolais ligero puede estar bien—dijo Santana—, Y ¿qué te parece si nos partimos un plato de antipasto, para empezar?
Brittany estuvo de acuerdo y se lo encargaron al camarero y sonreía alegremente:
—Tengo que darte muy buenas noticias. Fui a ver a la mujer de la galería y le gustaron mis pinturas. Casi no me lo creo, quiere exhibirlas en una nueva exposición en Junio.
—¡Es fabuloso, Britt!—dijo entusiasmada—Aunque no me sorprende, tu trabajo es realmente bueno.
—Bueno, todo te lo debo a ti—dijo—De veras te agradezco que me hayas ayudado.
Santana rió.
—Estoy segura de que, de todos modos, algo parecido te hubiera ocurrido pronto, pero me alegro de haber sido útil y me muero de ganas de ver expuestas tus pinturas.
Llegaron la comida y el vino.
Santana dio un sorbo de vino y miró a Brittany, que estaba cogiendo un trozo de alcachofa y un poco defritatta de la bandeja.
Llevaba el pelo algo despeinado a causa del viento del paseo por la playa y esto, sumado al saludable color de sus mejillas, le daba un aspecto un tanto salvaje. El top de punto amarillo limón que llevaba realzaba su color pálido.
—¿Y dónde has pasado las vacaciones?—preguntó Santana.
—Fui a la casa que tiene mi mamá en la costa. Me encanta. Me llevé a una amiga y fue muy relajante. Hice algunos esbozos en los que me gustaría seguir trabajando—se pasó los dedos por el cabello, peinándolo, al tiempo que se metía una oliva en la boca.
Le destellaban los ojos mientras aguantaba la mirada de Santana.
Llegó el plato fuerte: las dos habían pedido ensalada y escalopines de ternera con salsa de vino y setas.
—Debe de ser fantástico poder disponer de una casa en la playa—dijo Santana—¿Te llevas bien con tu mamá?
Le fascinaba oír hablar a los demás de sus mamás, para ver si eran tan extrañas como la suya.
—¿Sabe que eres lesbiana?—continuo la morena.
—Sí, claro que lo sabe—dijo Brittany—Nos llevamos muy bien. Cuando se lo dije, se asustó un poco, pero lo hablamos y ahora lo lleva bien.
—No sabes la suerte que tienes de que tu mamá sea así; en este sentido, la mía es una pesadilla—dijo Santana con una media sonrisa—Pero supongo que mi mamá será bastante mayor que la tuya y tendrá opiniones más anticuadas.
A medida que avanzaba la cena, Santana volvió a sentirse muy a gusto con la interesante y animada conversación de Brittany.
Para su pesar, se dio cuenta de que cada vez le atraía más.
Cuando acabaron de cenar, el restaurante estaba muy lleno y había demasiado ruido.
Santana quería salir de ahí, pero no tenía ganas de que acabara aún la noche, ya que se lo estaba pasando bien.
Aunque sabía que no.
Era una opción muy inteligente dadas las circunstancias, sugirió que podían ir a su casa a tomar café.
Santana abrió la puerta:
—Ve poniendo música mientras yo preparo café—se quitó la chaqueta y la dejó caer sobre una silla.
Brittany la estaba mirando y Santana era consciente de que bajo la suave tela de la camisola de seda se adivinaban claramente sus pechos.
La morena se dirigió a la cocina, hizo café y sirvió una copa de Frangélico con hielo para cada una.
—El problema de esta delicia es lo difícil que es tomar sólo uno—dijo Santana riendo.
Se sentaron en los cómodos sillones, una frente a la otra. Brittany había elegido un álbum de Anita Baker que estaba sonando de fondo.
La pelinegra intentó ignorar la tensión sexual que lo impregnaba todo y, finalmente, alrededor de la media noche, Brittany se levantó para irse.
Santana la acompañó hasta la puerta:
—Gracias por pedirme que fuéramos a cenar, Britt, me lo he pasado muy bien. Me alegro de que me convencieras.
—Yo también me alegro de que aceptases—respondió Brittany—¿Podemos repetir dentro de poco?
Como Santana pensaba que aquella noche todo había estado satisfactoriamente bajo control, estuvo de acuerdo:
—Supongo que sí.
De repente, sin previo aviso, Brittany dio un paso hacia ella y la besó en la boca. Santana no estaba preparada para eso y se quedó parada durante un momento, abrumada por la sensación de la suave boca de Brittany contra la suya y de los pechos de la rubia contra los suyos.
Percibió la respuesta sensual de su cuerpo y empezó a apartarse de la ojiazul, pero ella la rodeó con sus brazos y la acercó más.
Santana sintió una oleada de deseo que recorría todo su cuerpo, a medida que los labios de Brittany se iban abriendo para besarla con más intensidad.
Santana, como en sueños, empujó la puerta de la calle para cerrarla y pasó sus brazos por la cintura de Brittany. Entonces respondió plenamente al beso.
Se besaban cada vez más apasionadamente.
Santana tenía la sensación de estar cayendo al vacío, en un lugar cálido lejos de la razón. Sin poder pensar en nada más, se veía absorbida por la creciente lujuria que le despertaba la deseable mujer que tenía entre sus brazos.
Brittany depositó un enternecedor beso, ligero como una pluma, en el cuello de la pelinegra, y la hizo gemir de placer. Las manos exploraban la cintura y las caderas de Brittany, con el anhelo de sentir su piel.
Deseaba a Brittany con desesperación.
Se besaron profundamente.
Entonces Brittany susurró:
—Llévame a la cama, San, por favor.
A pesar del estado en que se encontraba, sonó la alarma en la cabeza de Santana.
Bajó de las nubes de golpe, con el cuerpo ansioso y temblando de deseo. Se separó de Brittany suavemente y la miró.
El estado de Brittany no era bueno: estaba sonrojada y parecía muy inestable apoyándose en Santana para no caerse. Sus dulces ojos azules estaban oscurecidos por el deseo.
Santana se asustó.
¿Cómo podía haber dejado que esto sucediera?—pensó.
No podía acostarse con esta chica, la quería demasiado, le importaba demasiado: se enamoraría de ella.
Santana se iba alterando.
Y es demasiado joven... No puedo.
Estos pensamientos se agolpaban en su cerebro.
Con gran dificultad, dio un paso para separarse de Brittany y la cogió de la mano. La llevó hasta una silla.
—Voy a tomar un vaso de agua, ¿quieres?—le preguntó.
Brittany se había quedado sin habla y simplemente la miraba.
—No puedo hacerlo, Britt—dijo suavemente—No puedo empezar una relación contigo y no sería sólo una historia de una noche, me gustas demasiado para eso. Lo siento mucho.
Brittany se pasaba los dedos por el pelo y se iba concentrando en Santana más claramente, como si estuviera volviendo a la realidad.
—Es imperdonable—dijo Santana—Que haya dejado que las cosas llegaran tan lejos cuando no estaba preparada para seguir adelante.
—No me lo creo—dijo Brittany, que parecía sinceramente confundida—Sientes lo mismo que yo y no estás con nadie: ¿cuál es el problema?—no sabía qué decir, era obvio que no había contado con que Santana tuviera otros problemas.
Santana empezaba a recuperar la compostura:
—Sí, es evidente que siento lo mismo que tú; no puedo negarlo. Pero soy lo bastante mayor como para saber cuándo algo es un error. No quiero empezar una relación contigo y si dormimos juntas, lo haré. Te aseguro que es tremendamente difícil para mí.
Brittany permaneció en silencio, mirándola. Intentaba mantener la dignidad pero Santana podía ver cómo las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
Se sintió fatal: sabía que Brittany no entendería sus objeciones y que le estaba haciendo mucho daño. Quería tomarla entre sus brazos y decirle que lo sentía; ¡ansiaba tanto hacer el amor con ella!
Pero en vez de eso, se armó de valor y le dijo:
—Estoy segura de que pensarás que soy idiota, Britt, pero espero que con el tiempo podamos volver a ser amigas. Ahora mismo, tengo que pedirte que te vayas a casa y sería una buena idea que no nos viéramos durante un tiempo.
Era evidente que Brittany no podía pensar con claridad, buscaba en vano algo a lo que aferrarse:
—Pero tengo que enseñarte aquellos diseños—dijo Brittany.
—Enviaré a un mensajero a recogerlos a tu oficina—dijo Santana calmadamente.
Completamente aturdida, Brittany caminó hacia la puerta. Sus ojos se encontraron: Santana se quedó paralizada por la intensidad de la mirada de la rubia y pudo reconocer la primera señal de ira en sus ojos.
Cuando cerró la puerta a su espalda, le abrumaban los remordimientos.
Santana estuvo sentada horas y horas pensando en lo que acababa de suceder.
Sólo una vez en la vida había estado en una situación tan apurada.
Fue con Alex, hacía unos quince años.
Entonces, ella y Alex tenían la edad de Brittany. Alex mantenía una relación que había empezado a los diecinueve años con una mujer diez años mayor que ella. A esa edad, Alex era demasiado joven para adquirir un compromiso tan serio como el que la unía a aquella mujer, pero como era la primera amante de Alex, ésta se había involucrado plenamente en la relación.
Entonces conoció a Santana y para ambas fue amor a primera vista.
Pero ni Alex quería herir a la mujer con la que vivía ni Santana quería provocar una ruptura, así que durante meses, se trató de un amor complicado y no correspondido.
Una noche, Alex y ella se encontraron a solas y se besaron, igual que con Brittany. Poco después de aquello, Alex dejó a la otra mujer porque ella y Santana estaban desesperadamente enamoradas.
La atracción que sentía por Brittany era lo más fuerte que había sentido por nadie desde que perdiera a Alex, hace cinco años.
Había similitudes entre Brittany y Alex: Brittany le recordaba a Alex cuando tenía su edad; se parecían en el pelo largo y rubio, en los ojos claros, y en que ambas transmitían el mismo tipo de seguridad en sí mismas, inusual en personas tan jóvenes.
Esto le preocupaba.
¿Estaba reviviendo el pasado?
No podía saberlo, pero de lo que sí estaba segura era de que si seguía viendo a Brittany, era muy probable que se enamorase de ella.
También sabía que Brittany era demasiado joven para ella y que esa relación no podría durar.
No quería que le volvieran a partir el corazón.
Al final, se fue a la cama y decidió que al día siguiente lo hablaría con Quinn.
Brittany, por su parte, estuvo cerca de una hora sentada en su coche frente al departamento de Santana.
No sabía qué pensar.
Lo único que podía hacer era dejar correr las lágrimas, ahora que estaba sola.
Al rato, su rabia en aumento le ayudó a hacerse fuerte.
Santana estaba siendo injusta y poco razonable.
La gente puede elegir quién le atrae o de quién se enamora ¿no?.
¿Cómo podía Santana ser tan estrecha de miras?
¿Y por qué le preocupaba tanto su diferencia de edad?
¿Qué importancia tenía?
Solo eran cinco años.
Lo único que importaba, pensaba, era lo que sentían la una por la otra.
Así de sencillo.
Y no pensaba abandonar tan fácilmente.
No podía perder a Santana ahora.
Era abril y Artie se había tomado una semana de vacaciones, esperando poder disfrutar de los últimos días de calor.
Había supuesto que serían unos días tranquilos, pero parecía que, de repente, todos los clientes necesitaban campañas nuevas.
Santana había contratado un redactor publicitario free-lance para que le ayudara y ahora necesitaba ayuda en el diseño del material gráfico.
Por lo menos, Sugar había demostrado ser muy útil: aprendía rápido y se podía confiar en ella.
Hablaron sobre los chicles y Santana le pidió que no hiciera globos cuando estuviera en recepción o atendiera a los clientes. La solución de Sugar fue sencilla: escondía un chicle en la boca cuando Santana se acercaba. Nunca volvió a verla mascar chicle, pero se acostumbró a escuchar los estallidos y chasquidos cuando estaba cerca pero fuera de la vista.
Santana ya no estaba tensa con Sugar, y podía valorar la parte cómica de esto.
Algunas veces, incluso, se divertía intentando sorprender a Sugar y se le acercaba muy sigilosamente, pero Sugar parecía tener un sexto sentido y, hasta entonces, Santana no había conseguido ver ni un sólo globo.
Y lo mejor era que parecía gustar a todos los clientes, lo más importante en lo que a Santana concernía.
Santana llamó a Sugar a recepción y le pidió que se pusiera en contacto con Brittany Pierce, de fotocomposición y que concertaran una cita para discutir los nuevos cambios.
Antes, Santana habría llamado a Brittany ella misma, pero ahora se sentía extraña e intentaba que las cosas entre ellas parecieran más profesionales.
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Cuando Brittany llegó, la puerta del despacho de Santana estaba abierta y se quedó ahí por un momento, embelesada, mirando cómo Santana dibujaba en su bloc de notas al mismo tiempo que hablaba por teléfono con un cliente, con el auricular apoyado en el hombro.
Dios, es preciosa—pensó Brittany, y notó que una dolorosa descarga de deseo recorría su cuerpo.
Brittany había estado fuera diez días, en la casa de su mamá en la playa.
Le quedaban unos días de vacaciones y se había dejado convencer por su mamá de que necesitaba un descanso: en las últimas semanas, desde que su interés por Santana se había transformado prácticamente en una obsesión, dormía mal y apenas comía.
Fue con una amiga, se relajó y se lo pasaron bien.
Pudo analizar sus sentimientos hacia Santana de un modo más objetivo y, a pesar de que su amiga le aconsejó que se alejara de aquella mujer, Brittany había decidido tomar las riendas de la situación: quería a Santana y estaba dispuesta a intentarlo todo para conseguirla.
Si al final no lo lograba, ya buscaría el modo de solucionarlo.
Pero tenía que intentarlo.
Así que se sentía corno nueva y segura de sí misma cuando Sugar la llamó.
—Estate tranquila—se dijo a sí misma—, Y no balbucees como una idiota.
Santana colgó el teléfono, miró a Brittany con una sonrisa tan encantadora que casi la deshizo y le dijo:
—Tienes buen aspecto. Parece que has estado disfrutando de unos días libres mientras el resto de nosotros trabajábamos como burros. Bonito bronceado.
Santana parecía un poco nerviosa cuando Brittany se le acercó con una sonrisa confiada.
Puede notar que hay algo diferente en mí—pensó Brittany.
No apartaba los ojos de los de Santana. Ésta le explicó los diversos trabajos que había que hacer, pero parecía desconcentrada, como si la mirada de Brittany le desestabilizase.
—¿Queda claro, Britt?—jugueteaba con su anillo, haciéndolo girar en el dedo de atrás a adelante y de adelante a atrás.
—Todo es muy sencillo—respondió Brittany—Tendré algunos diseños dentro de un par de días, pero tengo una pregunta.
—¿Sí?—parecía agradecida, como si la tensión fuera a disminuir si discutían sobre algo.
—¿Quieres cenar conmigo mañana por la noche?
Santana parecía completamente desconcertada, como si fuera la última cosa con la que esperaba que saliese Brittany.
Por unos momentos perdió su aplomo habitual.
—¡Oh!, ah..., no creo que pueda—tartamudeó.
—¿Por qué no?—preguntó Brittany con descaro.
No tenía nada que perder.
—La verdad, Britt, no creo que sea una buena idea. Me halagas, pero hay mucha diferencia de edad y bueno... que no es una buena idea—hacía girar el anillo sin parar, esquivando la mirada de Brittany.
La más alta estaba envalentonada y no iba a dejar que Santana se le escapara:
—¿No te lo pasaste bien el otro día cuando fuimos a comer?, ¿o no te lo pasaste bien conmigo? Yo creo que sí, San y también creo que te gustó besarme. No eres del tipo de mujer que devuelve un beso a cualquiera que se lo dé, pero me besaste. ¿Por qué?
Santana agitó la cabeza.
Su tono de voz era despreocupado, como intentando quitar importancia al asunto.
—Britt, fue una de esas cosas... Tú eres muy atractiva y, bueno... No sé por qué te besé.
—San, me he sentido atraída por ti desde que te conocí—dijo decidida a mantener el control—Esa atracción aumentó aquel día que pasé contigo y ese beso lo cambió todo para mí. Te deseaba muchísimo entonces, y no puedo dejar de pensar en ti. Por favor, cena conmigo.
Santana hizo una mueca, cogió un cigarrillo, lo encendió y dio una honda calada. Volvió a mirar a Brittany. Parecía titubeante e insegura, agitó la cabeza de nuevo.
¿Iba a cambiar de opinión?—se preguntaba Brittany.
—Creo que una cena puede estar bien, así podrás explicarme cómo va lo de la galería. Pero, Britt—añadió con firmeza—, Cualquier otra cosa entre nosotras está fuera de lugar. Sólo cenar, ¿de acuerdo?
Brittany se estremeció de felicidad.
Había conseguido que Santana fuera a salir con ella y apenas podía creérselo.
Quedaron en encontrarse la noche siguiente en el departamento de Santana. Irían caminando hasta alguno de los muchos restaurantes que había frente a la playa, cerca de ahí.
A las siete y media en punto de la tarde siguiente, Brittany llamó al interfono.
Santana estaba preciosa—pensó Brittany.
Llevaba unos sencillos pantalones negros de corte sastre y una chaqueta a juego, larga y holgada y con las mangas un poco arremangadas. Debajo se había puesto una camisola blanca.
Santana conseguía que este conjunto blanco y negro pareciera al mismo tiempo informal y elegante. Brittany también se fijó en que llevaba las mismas discretas joyas de oro que de costumbre.
Absolutamente sofisticada—pensó Brittany, que prácticamente tenía que pellizcarse para creerse que iba a salir con esa mujer tan bella.
—Entra—dijo Santana con una sonrisa—Y echa una ojeada al piso. Sólo tengo que subir a coger el bolso.
Brittany se quedó en la sala, maravillada.
La vista era impresionante, pero lo más impresionante de aquel momento era el simple hecho de estar en el departamento de Santana. Estar ahí le resultaba extrañamente erótico y no podía evitar imaginarse arriba, en la cama, con la morena.
Se sobresaltó un poco cuando Santana volvió, rodeada por una suave nube de perfume embriagador.
—¿Qué te parece?—le preguntó Santana.
—Es fantástico. Me encanta la vista—respondió Brittany—Debe de ser maravilloso vivir aquí.
Santana asintió, y se fueron a cenar.
Anduvieron unas cuantas manzanas y se decidieron por un restaurante italiano. Se sentaron en una mesa cerca de la ventana desde donde podían ver a la gente que paseaba a lo largo del bulevar jalonado de palmeras.
—¿Qué vino prefieres, blanco o tinto?—preguntó Santana.
Brittany se encogió de hombros y sonrió.
—Me da lo mismo. Elige tú.
—Bueno, un Beaujolais ligero puede estar bien—dijo Santana—, Y ¿qué te parece si nos partimos un plato de antipasto, para empezar?
Brittany estuvo de acuerdo y se lo encargaron al camarero y sonreía alegremente:
—Tengo que darte muy buenas noticias. Fui a ver a la mujer de la galería y le gustaron mis pinturas. Casi no me lo creo, quiere exhibirlas en una nueva exposición en Junio.
—¡Es fabuloso, Britt!—dijo entusiasmada—Aunque no me sorprende, tu trabajo es realmente bueno.
—Bueno, todo te lo debo a ti—dijo—De veras te agradezco que me hayas ayudado.
Santana rió.
—Estoy segura de que, de todos modos, algo parecido te hubiera ocurrido pronto, pero me alegro de haber sido útil y me muero de ganas de ver expuestas tus pinturas.
Llegaron la comida y el vino.
Santana dio un sorbo de vino y miró a Brittany, que estaba cogiendo un trozo de alcachofa y un poco defritatta de la bandeja.
Llevaba el pelo algo despeinado a causa del viento del paseo por la playa y esto, sumado al saludable color de sus mejillas, le daba un aspecto un tanto salvaje. El top de punto amarillo limón que llevaba realzaba su color pálido.
—¿Y dónde has pasado las vacaciones?—preguntó Santana.
—Fui a la casa que tiene mi mamá en la costa. Me encanta. Me llevé a una amiga y fue muy relajante. Hice algunos esbozos en los que me gustaría seguir trabajando—se pasó los dedos por el cabello, peinándolo, al tiempo que se metía una oliva en la boca.
Le destellaban los ojos mientras aguantaba la mirada de Santana.
Llegó el plato fuerte: las dos habían pedido ensalada y escalopines de ternera con salsa de vino y setas.
—Debe de ser fantástico poder disponer de una casa en la playa—dijo Santana—¿Te llevas bien con tu mamá?
Le fascinaba oír hablar a los demás de sus mamás, para ver si eran tan extrañas como la suya.
—¿Sabe que eres lesbiana?—continuo la morena.
—Sí, claro que lo sabe—dijo Brittany—Nos llevamos muy bien. Cuando se lo dije, se asustó un poco, pero lo hablamos y ahora lo lleva bien.
—No sabes la suerte que tienes de que tu mamá sea así; en este sentido, la mía es una pesadilla—dijo Santana con una media sonrisa—Pero supongo que mi mamá será bastante mayor que la tuya y tendrá opiniones más anticuadas.
*******
A medida que avanzaba la cena, Santana volvió a sentirse muy a gusto con la interesante y animada conversación de Brittany.
Para su pesar, se dio cuenta de que cada vez le atraía más.
Cuando acabaron de cenar, el restaurante estaba muy lleno y había demasiado ruido.
Santana quería salir de ahí, pero no tenía ganas de que acabara aún la noche, ya que se lo estaba pasando bien.
Aunque sabía que no.
Era una opción muy inteligente dadas las circunstancias, sugirió que podían ir a su casa a tomar café.
Santana abrió la puerta:
—Ve poniendo música mientras yo preparo café—se quitó la chaqueta y la dejó caer sobre una silla.
Brittany la estaba mirando y Santana era consciente de que bajo la suave tela de la camisola de seda se adivinaban claramente sus pechos.
La morena se dirigió a la cocina, hizo café y sirvió una copa de Frangélico con hielo para cada una.
—El problema de esta delicia es lo difícil que es tomar sólo uno—dijo Santana riendo.
Se sentaron en los cómodos sillones, una frente a la otra. Brittany había elegido un álbum de Anita Baker que estaba sonando de fondo.
La pelinegra intentó ignorar la tensión sexual que lo impregnaba todo y, finalmente, alrededor de la media noche, Brittany se levantó para irse.
Santana la acompañó hasta la puerta:
—Gracias por pedirme que fuéramos a cenar, Britt, me lo he pasado muy bien. Me alegro de que me convencieras.
—Yo también me alegro de que aceptases—respondió Brittany—¿Podemos repetir dentro de poco?
Como Santana pensaba que aquella noche todo había estado satisfactoriamente bajo control, estuvo de acuerdo:
—Supongo que sí.
De repente, sin previo aviso, Brittany dio un paso hacia ella y la besó en la boca. Santana no estaba preparada para eso y se quedó parada durante un momento, abrumada por la sensación de la suave boca de Brittany contra la suya y de los pechos de la rubia contra los suyos.
Percibió la respuesta sensual de su cuerpo y empezó a apartarse de la ojiazul, pero ella la rodeó con sus brazos y la acercó más.
Santana sintió una oleada de deseo que recorría todo su cuerpo, a medida que los labios de Brittany se iban abriendo para besarla con más intensidad.
Santana, como en sueños, empujó la puerta de la calle para cerrarla y pasó sus brazos por la cintura de Brittany. Entonces respondió plenamente al beso.
Se besaban cada vez más apasionadamente.
Santana tenía la sensación de estar cayendo al vacío, en un lugar cálido lejos de la razón. Sin poder pensar en nada más, se veía absorbida por la creciente lujuria que le despertaba la deseable mujer que tenía entre sus brazos.
Brittany depositó un enternecedor beso, ligero como una pluma, en el cuello de la pelinegra, y la hizo gemir de placer. Las manos exploraban la cintura y las caderas de Brittany, con el anhelo de sentir su piel.
Deseaba a Brittany con desesperación.
Se besaron profundamente.
Entonces Brittany susurró:
—Llévame a la cama, San, por favor.
A pesar del estado en que se encontraba, sonó la alarma en la cabeza de Santana.
Bajó de las nubes de golpe, con el cuerpo ansioso y temblando de deseo. Se separó de Brittany suavemente y la miró.
El estado de Brittany no era bueno: estaba sonrojada y parecía muy inestable apoyándose en Santana para no caerse. Sus dulces ojos azules estaban oscurecidos por el deseo.
Santana se asustó.
¿Cómo podía haber dejado que esto sucediera?—pensó.
No podía acostarse con esta chica, la quería demasiado, le importaba demasiado: se enamoraría de ella.
Santana se iba alterando.
Y es demasiado joven... No puedo.
Estos pensamientos se agolpaban en su cerebro.
Con gran dificultad, dio un paso para separarse de Brittany y la cogió de la mano. La llevó hasta una silla.
—Voy a tomar un vaso de agua, ¿quieres?—le preguntó.
Brittany se había quedado sin habla y simplemente la miraba.
—No puedo hacerlo, Britt—dijo suavemente—No puedo empezar una relación contigo y no sería sólo una historia de una noche, me gustas demasiado para eso. Lo siento mucho.
Brittany se pasaba los dedos por el pelo y se iba concentrando en Santana más claramente, como si estuviera volviendo a la realidad.
—Es imperdonable—dijo Santana—Que haya dejado que las cosas llegaran tan lejos cuando no estaba preparada para seguir adelante.
—No me lo creo—dijo Brittany, que parecía sinceramente confundida—Sientes lo mismo que yo y no estás con nadie: ¿cuál es el problema?—no sabía qué decir, era obvio que no había contado con que Santana tuviera otros problemas.
Santana empezaba a recuperar la compostura:
—Sí, es evidente que siento lo mismo que tú; no puedo negarlo. Pero soy lo bastante mayor como para saber cuándo algo es un error. No quiero empezar una relación contigo y si dormimos juntas, lo haré. Te aseguro que es tremendamente difícil para mí.
Brittany permaneció en silencio, mirándola. Intentaba mantener la dignidad pero Santana podía ver cómo las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
Se sintió fatal: sabía que Brittany no entendería sus objeciones y que le estaba haciendo mucho daño. Quería tomarla entre sus brazos y decirle que lo sentía; ¡ansiaba tanto hacer el amor con ella!
Pero en vez de eso, se armó de valor y le dijo:
—Estoy segura de que pensarás que soy idiota, Britt, pero espero que con el tiempo podamos volver a ser amigas. Ahora mismo, tengo que pedirte que te vayas a casa y sería una buena idea que no nos viéramos durante un tiempo.
Era evidente que Brittany no podía pensar con claridad, buscaba en vano algo a lo que aferrarse:
—Pero tengo que enseñarte aquellos diseños—dijo Brittany.
—Enviaré a un mensajero a recogerlos a tu oficina—dijo Santana calmadamente.
Completamente aturdida, Brittany caminó hacia la puerta. Sus ojos se encontraron: Santana se quedó paralizada por la intensidad de la mirada de la rubia y pudo reconocer la primera señal de ira en sus ojos.
Cuando cerró la puerta a su espalda, le abrumaban los remordimientos.
Santana estuvo sentada horas y horas pensando en lo que acababa de suceder.
Sólo una vez en la vida había estado en una situación tan apurada.
Fue con Alex, hacía unos quince años.
Entonces, ella y Alex tenían la edad de Brittany. Alex mantenía una relación que había empezado a los diecinueve años con una mujer diez años mayor que ella. A esa edad, Alex era demasiado joven para adquirir un compromiso tan serio como el que la unía a aquella mujer, pero como era la primera amante de Alex, ésta se había involucrado plenamente en la relación.
Entonces conoció a Santana y para ambas fue amor a primera vista.
Pero ni Alex quería herir a la mujer con la que vivía ni Santana quería provocar una ruptura, así que durante meses, se trató de un amor complicado y no correspondido.
Una noche, Alex y ella se encontraron a solas y se besaron, igual que con Brittany. Poco después de aquello, Alex dejó a la otra mujer porque ella y Santana estaban desesperadamente enamoradas.
La atracción que sentía por Brittany era lo más fuerte que había sentido por nadie desde que perdiera a Alex, hace cinco años.
Había similitudes entre Brittany y Alex: Brittany le recordaba a Alex cuando tenía su edad; se parecían en el pelo largo y rubio, en los ojos claros, y en que ambas transmitían el mismo tipo de seguridad en sí mismas, inusual en personas tan jóvenes.
Esto le preocupaba.
¿Estaba reviviendo el pasado?
No podía saberlo, pero de lo que sí estaba segura era de que si seguía viendo a Brittany, era muy probable que se enamorase de ella.
También sabía que Brittany era demasiado joven para ella y que esa relación no podría durar.
No quería que le volvieran a partir el corazón.
Al final, se fue a la cama y decidió que al día siguiente lo hablaría con Quinn.
******
Brittany, por su parte, estuvo cerca de una hora sentada en su coche frente al departamento de Santana.
No sabía qué pensar.
Lo único que podía hacer era dejar correr las lágrimas, ahora que estaba sola.
Al rato, su rabia en aumento le ayudó a hacerse fuerte.
Santana estaba siendo injusta y poco razonable.
La gente puede elegir quién le atrae o de quién se enamora ¿no?.
¿Cómo podía Santana ser tan estrecha de miras?
¿Y por qué le preocupaba tanto su diferencia de edad?
¿Qué importancia tenía?
Solo eran cinco años.
Lo único que importaba, pensaba, era lo que sentían la una por la otra.
Así de sencillo.
Y no pensaba abandonar tan fácilmente.
No podía perder a Santana ahora.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
Que tonteria, Santana se comporta como una anciana, ahora yo estoy furiosa, si tanto quiere apartar a Brittany, pues que le pase a la Dani por el frente y listo!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
esta claro que britt va a ir a pie de guerra con san y conquistarla,.. a ver si gana!!!
en serio san sale con esa pendejada de la edad,... espero que no se arrepienta de lo que hizo y mas si sigue alejando a britt!! un artista en acenso joven y exitosa es tentación para cualquiera
nos vemos!!
esta claro que britt va a ir a pie de guerra con san y conquistarla,.. a ver si gana!!!
en serio san sale con esa pendejada de la edad,... espero que no se arrepienta de lo que hizo y mas si sigue alejando a britt!! un artista en acenso joven y exitosa es tentación para cualquiera
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:Que tonteria, Santana se comporta como una anciana, ahora yo estoy furiosa, si tanto quiere apartar a Brittany, pues que le pase a la Dani por el frente y listo!!!!!
Hola, si ¬¬ sii!! :@ y yo tmbn :@ SI!... por un tiempo noma hasta q vea la luz jajajaja. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
esta claro que britt va a ir a pie de guerra con san y conquistarla,.. a ver si gana!!!
en serio san sale con esa pendejada de la edad,... espero que no se arrepienta de lo que hizo y mas si sigue alejando a britt!! un artista en acenso joven y exitosa es tentación para cualquiera
nos vemos!!
Hola lu, jajajjaajaj y eso es mas que bueno, no¿? jajajjaja. ¬¬ esk q tiene ¬¬ esta loca, elaine la dejo mal ¬¬ Esta san esta dejando ir a su amor de la vida ¬¬ esperemos y se de cuenta rápido ¬¬ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Cap 7
Capitulo 7
El día siguiente era sábado y Santana se encontró con Quinn en el mercado.
Una vez sentadas en el café, tras haber hecho la compra, Santana le explicó a Quinn lo sucedido la noche anterior.
—¡Pobre chica!—dijo Quinn cuando Santana le describió su triste marcha.
—¿Qué?—exclamó Santana—Sé que es duro para ella, pero es joven y me olvidará bastante rápido. Sobre todo, porque lo he cortado antes de que empezara. ¿No crees que tendrías que sentirlo por mí? En estos momentos no puedo quitármela de la cabeza, pero sé que sería un error enrollarme con ella. Por eso tengo que ser fuerte.
Quinn le dijo:
—Tienes miedo de dejarte llevar, y buscas excusas para justificarlo.
Santana se sintió frustrada.
Estaba segura de que, cuando Quinn entendiera lo cerca que estaba de enamorarse de esta mujer menor que ella, comprendería y apoyaría sus objeciones a dejar que las cosas fueran más lejos.
Encendió un cigarrillo.
—Q, ¿cuánto crees que duraría una relación con ella? ¡Tengo veintiocho años! Y no quiero que me rompa el corazón cuando, dentro de un par de años, ella conozca a alguien de su edad con quien comparta más intereses. No creo que vaya a estar preparada para asumir este riesgo nunca más. Cuando conocí a Elaine no fue así, no tenía esta sensación de estar jugándomelo todo. La atracción que siento por Brittany se parece más a la que sentí cuando conocí a Alex, y ya sabes cuánto la amé. No creo que resistiera otra pérdida así. Y sé que no puede durar.
Quinn sonrió mientras se tocaba la oreja:
—¿No crees que estás yendo un poco demasiado lejos? ¿Por qué no tienes una aventura con ella? Puede que se convierta en algo más y puede que no.
Santana dio una calada a su cigarrillo y sacudió la cabeza.
—Sé lo que quieres decir, Quinn, pero créeme: para mí se convertiría en algo más, incluso si para ella no. Tengo la sensación de estar viendo el futuro en una bola de cristal y de tener la oportunidad de esquivar los problemas antes de que las cosas se descontrolen.
Quinn se encogió de hombros y dio un sorbo a su café.
—Entonces, ¿qué es lo que piensas hacer? Vas a seguir viéndola en el trabajo, lo que va a hacer un poco más difícil que la olvides, ¿no?
Santana bajó los ojos y clavó la mirada en sus manos, girando el anillo hacia delante y hacia atrás.
—Bueno, voy a seguir saliendo con Dani y estoy segura de que me ayudará a sacarme a Brittany de la cabeza—contempló a ojiverde, esta suspiró, parecía escéptica.
—Si ya sientes eso por Brittany, creo que es demasiado tarde. Que sabiendo lo peligrosos que eran tus sentimientos, salieras ayer con ella, me demuestra que no puedes resistirte a ella—hizo una pausa y la miró.
Santana evitó encontrarse con la mirada directa de Quinn, jugueteando con su encendedor de oro, en la mesa.
—Y que pierdas el tiempo con Dani—siguió Quinn—, Cuando una mujer maravillosa y por la que realmente sientes algo te quiere, me parece absurdo. Puedo entender tus reticencias en lo que respecta a la edad, pero yo que tú no me preocuparía. Te imaginas problemas que podrían no llegar a aparecer, en vez de estar pasándotelo bien ahora.
No era eso lo que Santana quería oír.
Quería que su mejor amiga le dijera que había tomado una decisión inteligente.
Para Quinn era fácil tomárselo tan a la ligera, ella no estaba en su situación y lo que estaba sugiriendo implicaba asumir grandes riesgos y exigía mucho valor.
—Créeme, Q, todo va a salir bien—murmuró de forma poco convincente.
Artie la llamó a la mañana siguiente.
Acababa de regresar de su viaje a Sydney y durante las vacaciones había conseguido algunos encargos.
Preguntó a Santana si podían encontrarse en la oficina el lunes a primera hora, para empezar a planear estrategias de marketing para sus dos nuevos clientes.
Las presentaciones tenían que estar listas a la semana siguiente.
A Santana, le resultaba de lo más oportuno: había descubierto que sumergirse en el trabajo le ayudaba a enfocar los demás problemas desde otro punto de vista o por lo menos, los hacía retroceder a un segundo plano; no iba a tener demasiado tiempo para pensar en Brittany.
Había pasado la noche del domingo con Dani, y el sexo había sido tan fantástico como siempre. A esto siguió un día muy ocupado y creativo en la oficina, así que la noche del lunes, Santana se encontraba mejor.
Había superado rápidamente esa pequeña complicación emocional —que no problema, decidió— con Brittany.
De todos modos, no podía evitar que la imagen de los ojos de la rubia, llenos de dolor y de lágrimas, invadiera su mente en los momentos más inesperados.
Ojalá Brittany hubiera empezado a olvidarse de ella.
El resto de la semana pasó volando mientras Artie y Santana trabajaban juntos, creando nuevas ideas para las presentaciones de la semana siguiente.
La noche del viernes, Santana tenía ganas de salir con sus amigas y relajarse.
Se encontró con Quinn y unas cuantas amigas en The Three Sisters para cenar y decidieron quedarse luego en el bar: los viernes y sábados se llenaba de gente y acostumbraba a ser divertido.
Fue en ese mismo lugar algo más tarde, cuando la música de Melissa Etheridge sonaba bien fuerte, donde, en medio de un montón de mujeres, Santana se tropezó con Dani.
Salió de entre la multitud y depositó un beso, ligero como una pluma, en el cuello de Santana seguido de un sensual rugido: una oleada de lujuria invadió a la morena.
Dani se quedó un rato con el brazo alrededor de la más alta mientras hablaban y coqueteaban la una con la otra y se daban algunos besos breves.
Dani iba a una fiesta y luego se iba fuera el fin de semana. Hicieron planes para verse a la semana siguiente.
Por supuesto, Quinn lo vio todo y apartó la mirada con disgusto, pero a Santana le era indiferente.
Brittany había llegado al café sobre las nueve.
Pasó cerca de la mesa de Santana cuando se dirigía hacia la barra, pero la morena estaba enfrascada en la conversación y no la vio.
La rubia no podía relajarse, no hacía más que echar vistazos hacia Santana.
La semana pasada había sido tremendamente difícil para ella. Pensó en cien maneras de acercarse a la morena y en cientos de cosas que decirle, pero no creía que fueran a servir para nada.
Santana parecía haber tomado una decisión y era evidente que era muy obstinada.
La morena estaba de pie al lado de la barra cuando una mujer rubia con pantalones de cuero negro y camiseta de rayas blancas y rojas se le acercó, la rodeó con su brazo y la besó.
Brittany se quedó ahí paralizada, contemplando la escena entre Santana y la otra mujer.
¿Quién sería?—se preguntaba Brittany.
Santana le había dicho que no salía con nadie.
Quizás ahora sí.
Brittany tenía los puños apretados y el corazón le latía con fuerza.
Tenía ganas de gritar.
Al final la otra mujer se fue y, por lo menos, Santana no se fue con ella. Quizás era sólo una amiga haciendo el tonto, imaginó esperanzada.
De todos modos, tenía todo el aspecto de ser algo más que eso.
Había pensado que le sentaría bien salir por la noche, pero ahora estaba destrozada y decidió marcharse. No quería irse a casa, pero no podía quedarse ahí más tiempo, mirando a Santana y más cuando tenía prohibido hablar con ella o tocarla.
Dio algunas vueltas con el coche hasta que encontró un bar, se tomó un café, y al cabo de un par de horas, decidió lo que haría.
Santana llegó a casa a las once y media.
Se lo había pasado bien y no quería estropearlo quedándose hasta muy tarde, tras una semana de tanto trabajo.
Puso música.
Los relajantes compases de los Conciertos para Piano de Chopin sonaban bien después de la machacona música disco del bar.
Se dio una ducha caliente, se prepararse para ir a dormir y estaba tomando un vaso de agua cuando sonó el interfono.
¿Quién podía ser?—pensó, mientras iba a contestar.
No podía ser Dani.
El corazón le dio un vuelco cuando oyó:
—San, soy Brittany. Tengo que verte.
Santana se puso muy nerviosa.
Durante la semana había logrado convencerse a sí misma de que este problema desaparecería.
Contestó con suavidad:
—Britt, sabes cuál es la situación. Quedamos en que no nos veríamos durante un tiempo.
Brittany respondió con firmeza:
—No, San. Tú quedaste en que no teníamos que vernos. Yo no estaba de acuerdo.
Santana empezaba a estar preocupada:
—Por favor, Britt, vete a casa. Lo siento, pero no puedo invitarte a entrar. Es lo mejor, créeme.
Pero Brittany obviamente no tenía nada que perder, sino todo por ganar y estaba resuelta a no ceder terreno.
—San—dijo con la voz tensa por la rabia—, Si no me dejas entrar, pienso pasarme la noche apretando este timbre. Y lo digo en serio.
Santana sabía que lo decía en serio.
Pensó, con poca convicción, que quizás podría hacerla entrar en razón.
Apretó el botón de la puerta del edificio, y luego abrió la puerta del departamento y esperó a que Brittany subiera las escaleras.
Cuando apareció en el umbral, a Santana le dio un vuelco el corazón.
Llevaba el cabello trenzado y Santana pensó que estaba preciosa. Su piel estaba radiante y la determinación hacía relampaguear sus ojos de un modo que la intranquilizaba pero que al mismo tiempo la impulsaba a cogerla entre sus brazos y besarla.
Brittany la miró y Santana, dándose cuenta de que estaba semidesnuda, se ajustó el cinturón de la bata de seda. Apartó los ojos de la intensa mirada de la rubia y se dirigió hacia la cocina.
—¿Quieres un café?—le gritó por encima del hombro, intentado ocultar su nerviosismo.
—Sí, por favor—Brittany cerró la puerta y la siguió.
Mientras preparaba la cafetera y colocaba las tazas en el mármol, Santana intentaba pensar con rapidez en qué decir, cuando Brittany sin previo aviso le espetó:
—¿Quién era la mujer del bar?
Santana estuvo a punto de dejar caer el azucarero. Se dio cuenta al instante de que la rubia había estado en el Sisters y había visto a Dani.
—¿Estabas en el bar? ¿Por qué no viniste a saludarme?
Obviamente hacer esta pregunta era jugar sucio.
Se hubiera muerto si Brittany la hubiera saludado.
—Me pareció que estabas muy ocupada—dijo Brittany con amargura—Me dijiste que no había nadie en tu vida en estos momentos, y que querías que siguiera siendo así. ¿Era solamente una amiga?
Santana era honesta por naturaleza y, en cualquier caso, tenía en demasiada estima a Brittany como para mentirle.
—No Britt. Dani es algo más que una amiga, pero, de hecho, no tengo una relación con ella, es decir, que no estoy implicada emocionalmente. Ya sabes, ese tipo de cosas.
Pero Brittany no tenía ni idea:
—¿Qué quieres decir? —le preguntó.
Santana miró la expresión transparente y cándida de la más alta y por primera vez, su relación con Dani, puramente sexual, le pareció de mal gusto.
Estaba extrañamente avergonzada de tener que explicarlo.
—Mira, Dani y yo nos atraemos físicamente la una a la otra. Ninguna de nosotras quiere una relación en estos momentos, no tenemos ese tipo de sentimientos, es informal, sin ataduras... ya sabes.
Brittany la miraba boquiabierta, como si no pudiera creer que Santana prefiriera acostarse con una mujer a la que no quería a acostarse con ella.
Se quedó callada durante unos minutos, sin duda, enfrentándose a la imagen de Santana con aquella mujer.
La morena había preparado el café y lo tenía todo en una bandeja sobre la barra, para llevarlo al salón. Pasó por detrás de Brittany, que estaba en medio del paso entre la cocina y el salón.
Brittany había estado mirando fijamente al suelo y cuando levantó la mirada, tenía los ojos llenos de lágrimas. Santana no lo pudo resistir: como por instinto, la rodeó con los brazos y la estrechó contra ella.
—Me sabe tan mal, Britt.
—¿Y por qué no puede ser conmigo?—la voz de Brittany era grave, a causa de la emoción.
Santana cerró los ojos.
Dios mío, ayúdame—rezaba en silencio.
—Porque eres demasiado especial, Britt-Britt—respondió de modo poco acertado—, Y yo no podría ser así contigo.
Los brazos de Brittany la rodeaban con fuerza y tenía la cara apoyada en el hombro de Santana:
—Es porque crees que soy una niña. Crees que no soy lo bastante madura para ti.
Santana era dolorosamente consciente de la fuerza, la suavidad y del atractivo de la mujer que tenía entre sus brazos y respondió con énfasis:
—Creo que eres muy joven para mí, pero te aseguro que no creo que seas una niña.
De repente, Brittany la besó.
Fue un beso urgente y Santana perdió el mundo de vista. De lo único que era consciente era de un deseo abrumador, absolutamente irresistible.
Estaba perdiendo irremediablemente el control.
Le palpitaba con fuerza el corazón y la ansiedad que sentía en su cuerpo era casi dolorosa.
La compasión por Brittany le había hecho cruzar la línea y ya no podía echarse atrás.
Estrechó los brazos alrededor de la ojiazul y le devolvió el beso profunda y apasionadamente. Pasaron algunos minutos antes de que se apartara con suavidad de la ávida boca de Brittany.
Miró a la rubia durante un momento y, sin mediar palabra, la cogió de la mano y la llevó hacia arriba, al dormitorio.
Quizás más tarde—pensó Santana de manera imprecisa, lograría encontrar un modo de mantener esta relación bajo control.
Santana tendió a Brittany en la cama y se recostó a su lado, quedándose apoyada en un codo.
Miraba a la rubia y, con un dedo, recorría desde su mejilla hasta el cuello. Se inclinó y la besó sensualmente por toda la cara, rozándola apenas delicadamente con la lengua.
Brittany alargó la mano e hizo caer de un hombro la bata de Santana, dejándole un seno descubierto. Emitió un pequeño sonido inarticulado, mientras deslizaba los dedos a lo largo del hombro de Santana, y los bajaba hacia el pecho acariciándola como con una pluma:
—No sé qué he de hacer.
Santana la besó, se apartó un poco y le sonrió:
—Yo creo que sí lo sabes—dijo con voz baja y ronca.
—De verdad que no, San... No había hecho esto nunca.
Santana estaba absolutamente desconcertada, Brittany nunca había mencionado ninguna relación o aventura anterior, pero suponía que incluso a su tierna edad tendría alguna experiencia.
Llevaba un estilo de vida abiertamente lésbico y parecía tener muchas amigas lesbianas. Si no hubiera sido Brittany quien estaba ahí con ella, a la rubia a quien tanto quería, Santana se habría puesto de pie y le habría sugerido educadamente que sería mejor que fuera a experimentar a otra parte.
Pero era ella, y su dulzura y vulnerabilidad le partían el corazón.
Miró sus transparentes ojos claros y se sintió invadida por un ardiente deseo hacia ella que la debilitaba. Tragó saliva para eliminar el nudo que tenía en la garganta.
—No tienes que hacer nada, Britt-Britt.
Le desabrochó la camisa y admiró sus pechos abundantes y firmes. Llevó la boca a uno de sus pezones, pequeño y rosado, y lo excitó con la lengua, haciéndola estremecerse de placer.
Luego le quitó los tejanos y las bragas y, tras dejar caer su bata, se tendió sobre Brittany, para poder sentir todo su cuerpo contra la piel: los pechos contra sus pechos, los muslos contra sus muslos, los montículos de vello suave apretados el uno contra el otro.
Su respiración era rápida, sus corazones palpitaban y los suaves gemidos sólo eran interrumpidos por besos largos y lentos.
Brittany no se había sentido así en toda su vida.
Apenas podía creer esas sensaciones tan exquisitas.
Santana apartó sus labios de la boca de Brittany para dibujar un círculo alrededor de un pezón erecto, rodeándolo con la lengua; luego alrededor del otro, explorando y saboreando.
Con un leve quejido, Brittany se movió debajo de Santana. De repente, sintió cómo la urgencia de su deseo aumentaba dolorosamente y se humedeció aún más.
—¡Oh, San...!—gimió.
Santana alargó una mano para acariciar la piel sedosa del interior de los muslos de Brittany, esta estaba desesperada, necesitaba que la morena la acariciase más profundamente.
No pudo esperar más y adelantó sus caderas, ofreciéndose.
Santana fue cubriendo de besos todo su vientre, de pequeñas y electrificantes caricias de su lengua, hasta alcanzar el lugar húmedo y sedoso que Brittany ansiaba darle a probar.
La más alta respiraba entrecortadamente y arqueaba las caderas a medida que la caricia de Santana la hacía enfebrecer.
Era una experiencia absolutamente nueva para Brittany.
Sus anteriores experiencias con un hombre, insatisfactorias, no incluían este tipo de intimidad sensual y nunca, en ninguna de sus fantasías sobre mujeres, ni más concretamente sobre Santana, había imaginado que pudiera sentirse así: flotaba sobre sí misma, todo su cuerpo parecía estar lleno de miel y sólo sus caderas se movían levemente al ritmo de las caricias de Santana.
Cuando al mismo tiempo la pelinegra la penetró, sintió que, de golpe, los músculos de su estómago se tensaban y todo su ser se convertía en una concentración de sensualidad.
Pocos momentos después, se vio arrastrada por el poderoso momento del clímax y su cuerpo temblaba extasiado.
Brittany se estremecía y jadeaba.
Santana le besó la cara y los ojos con tanta dulzura que estuvo a punto de hacerla llorar y la rubia extendió la mano hacia ella:
—San...—fue todo lo que consiguió decir y la miró maravillada.
Santana tomó su mano y la besó.
No pasó mucho tiempo antes de que Brittany volviera a desearla. Su ansia era aún mayor que antes, incrementada por la agudizada sensualidad. La indecisión inicial había desaparecido: se sentó y con seguridad empujó suavemente a Santana hasta tumbarla.
Sabía qué hacer.
La besó en la boca apasionadamente, reconociendo su propio sabor en los labios de ella. Movió la lengua y los labios sobre la boca de Santana, del mismo modo en que había sentido la boca de la morena entre sus muslos.
Era erótico y excitante y Santana gemía en una dulce agonía de lujuria, al tiempo que atraía a Brittany hacia sí sujetándola por las caderas para apretarse contra ella.
—Quiero hacerte sentir como me has hecho sentir—dijo Brittany—Quiero hacerte feliz.
—Dios mío, ya lo has hecho—jadeó Santana.
Parecía estar cerca del orgasmo y cogió la mano de Brittany y la llevó donde su necesidad era más acuciante. La rubia quedó impresionada por la increíble humedad de Santana, y movió los dedos con cuidado, aprendiendo por sus respuestas a darle lo que quería.
Observó la hermosa cara de Santana: tenía los ojos cerrados, los carnosos labios húmedos y entreabiertos, la piel enrojecida y perlada por gotitas de sudor.
Brittany, en un momento revelador, experimentó una nueva sensación: se sentía poderosa al ser capaz de proporcionar a Santana tanto placer y felicidad.
Santana vio cómo la rubia bajaba la cabeza hasta alcanzar sus pechos. Le lamió un pezón con la lengua y luego lo succionó con firmeza. Empujó las caderas hacia arriba, arrastrada por la potente fuerza de un orgasmo que la dejó estremeciéndose y jadeando para recuperar el aliento.
Mientras los temblores seguían cruzando todo su cuerpo, notó el cabello de Brittany sobre su vientre y luego la húmeda calidez de la boca de la rubia entre sus piernas, su lengua enviándole nuevas corrientes de placer que recorrían cada centímetro de su piel.
Santana sintió que el cuerpo se le deshacía y la mente se le nublaba cuando volvió a correrse.
Había sido incluso mejor que antes.
Hacía muchos años que no se sentía así, desde Alexandra.
Se quedó tumbada, estremeciéndose, mientras Brittany se acercaba a ella y escondía la cara junto a su cuello. Tenía la vaga sensación de que lo que sentía por la más joven se parecía terriblemente al amor.
Contuvo las lágrimas que amenazaban con escapársele y abrazó a Brittany con fuerza.
—Me encanta tu sabor—le murmuró Brittany al oído, mientras con la mano continuaba explorando el cuerpo de la morena, ávida de más.
Santana estuvo un rato sin poder decir nada y se queda tumbada, acariciando el cabello de Brittany. Aunque, muy pronto, las sensuales caricias de la ojiazul y el calor del cuerpo que tenía entre sus brazos hicieron que la volviera a desear.
Miró a Brittany a los ojos y le dijo con una sonrisa:
—¡Y decías que no sabías lo que tenías que hacer!
Hicieron el amor horas y horas.
Durante mucho rato fue delicado, mientras se exploraban la una a la otra; pero luego se volvió más apasionado, urgente y emocional.
Brittany era insaciable y Santana estaba absolutamente cautivada por ella.
Finalmente, de madrugada, cayeron dormidas exhaustas y satisfechas una en brazos de la otra.
Una vez sentadas en el café, tras haber hecho la compra, Santana le explicó a Quinn lo sucedido la noche anterior.
—¡Pobre chica!—dijo Quinn cuando Santana le describió su triste marcha.
—¿Qué?—exclamó Santana—Sé que es duro para ella, pero es joven y me olvidará bastante rápido. Sobre todo, porque lo he cortado antes de que empezara. ¿No crees que tendrías que sentirlo por mí? En estos momentos no puedo quitármela de la cabeza, pero sé que sería un error enrollarme con ella. Por eso tengo que ser fuerte.
Quinn le dijo:
—Tienes miedo de dejarte llevar, y buscas excusas para justificarlo.
Santana se sintió frustrada.
Estaba segura de que, cuando Quinn entendiera lo cerca que estaba de enamorarse de esta mujer menor que ella, comprendería y apoyaría sus objeciones a dejar que las cosas fueran más lejos.
Encendió un cigarrillo.
—Q, ¿cuánto crees que duraría una relación con ella? ¡Tengo veintiocho años! Y no quiero que me rompa el corazón cuando, dentro de un par de años, ella conozca a alguien de su edad con quien comparta más intereses. No creo que vaya a estar preparada para asumir este riesgo nunca más. Cuando conocí a Elaine no fue así, no tenía esta sensación de estar jugándomelo todo. La atracción que siento por Brittany se parece más a la que sentí cuando conocí a Alex, y ya sabes cuánto la amé. No creo que resistiera otra pérdida así. Y sé que no puede durar.
Quinn sonrió mientras se tocaba la oreja:
—¿No crees que estás yendo un poco demasiado lejos? ¿Por qué no tienes una aventura con ella? Puede que se convierta en algo más y puede que no.
Santana dio una calada a su cigarrillo y sacudió la cabeza.
—Sé lo que quieres decir, Quinn, pero créeme: para mí se convertiría en algo más, incluso si para ella no. Tengo la sensación de estar viendo el futuro en una bola de cristal y de tener la oportunidad de esquivar los problemas antes de que las cosas se descontrolen.
Quinn se encogió de hombros y dio un sorbo a su café.
—Entonces, ¿qué es lo que piensas hacer? Vas a seguir viéndola en el trabajo, lo que va a hacer un poco más difícil que la olvides, ¿no?
Santana bajó los ojos y clavó la mirada en sus manos, girando el anillo hacia delante y hacia atrás.
—Bueno, voy a seguir saliendo con Dani y estoy segura de que me ayudará a sacarme a Brittany de la cabeza—contempló a ojiverde, esta suspiró, parecía escéptica.
—Si ya sientes eso por Brittany, creo que es demasiado tarde. Que sabiendo lo peligrosos que eran tus sentimientos, salieras ayer con ella, me demuestra que no puedes resistirte a ella—hizo una pausa y la miró.
Santana evitó encontrarse con la mirada directa de Quinn, jugueteando con su encendedor de oro, en la mesa.
—Y que pierdas el tiempo con Dani—siguió Quinn—, Cuando una mujer maravillosa y por la que realmente sientes algo te quiere, me parece absurdo. Puedo entender tus reticencias en lo que respecta a la edad, pero yo que tú no me preocuparía. Te imaginas problemas que podrían no llegar a aparecer, en vez de estar pasándotelo bien ahora.
No era eso lo que Santana quería oír.
Quería que su mejor amiga le dijera que había tomado una decisión inteligente.
Para Quinn era fácil tomárselo tan a la ligera, ella no estaba en su situación y lo que estaba sugiriendo implicaba asumir grandes riesgos y exigía mucho valor.
—Créeme, Q, todo va a salir bien—murmuró de forma poco convincente.
Artie la llamó a la mañana siguiente.
Acababa de regresar de su viaje a Sydney y durante las vacaciones había conseguido algunos encargos.
Preguntó a Santana si podían encontrarse en la oficina el lunes a primera hora, para empezar a planear estrategias de marketing para sus dos nuevos clientes.
Las presentaciones tenían que estar listas a la semana siguiente.
A Santana, le resultaba de lo más oportuno: había descubierto que sumergirse en el trabajo le ayudaba a enfocar los demás problemas desde otro punto de vista o por lo menos, los hacía retroceder a un segundo plano; no iba a tener demasiado tiempo para pensar en Brittany.
Había pasado la noche del domingo con Dani, y el sexo había sido tan fantástico como siempre. A esto siguió un día muy ocupado y creativo en la oficina, así que la noche del lunes, Santana se encontraba mejor.
Había superado rápidamente esa pequeña complicación emocional —que no problema, decidió— con Brittany.
De todos modos, no podía evitar que la imagen de los ojos de la rubia, llenos de dolor y de lágrimas, invadiera su mente en los momentos más inesperados.
Ojalá Brittany hubiera empezado a olvidarse de ella.
El resto de la semana pasó volando mientras Artie y Santana trabajaban juntos, creando nuevas ideas para las presentaciones de la semana siguiente.
La noche del viernes, Santana tenía ganas de salir con sus amigas y relajarse.
Se encontró con Quinn y unas cuantas amigas en The Three Sisters para cenar y decidieron quedarse luego en el bar: los viernes y sábados se llenaba de gente y acostumbraba a ser divertido.
Fue en ese mismo lugar algo más tarde, cuando la música de Melissa Etheridge sonaba bien fuerte, donde, en medio de un montón de mujeres, Santana se tropezó con Dani.
Salió de entre la multitud y depositó un beso, ligero como una pluma, en el cuello de Santana seguido de un sensual rugido: una oleada de lujuria invadió a la morena.
Dani se quedó un rato con el brazo alrededor de la más alta mientras hablaban y coqueteaban la una con la otra y se daban algunos besos breves.
Dani iba a una fiesta y luego se iba fuera el fin de semana. Hicieron planes para verse a la semana siguiente.
Por supuesto, Quinn lo vio todo y apartó la mirada con disgusto, pero a Santana le era indiferente.
*****
Brittany había llegado al café sobre las nueve.
Pasó cerca de la mesa de Santana cuando se dirigía hacia la barra, pero la morena estaba enfrascada en la conversación y no la vio.
La rubia no podía relajarse, no hacía más que echar vistazos hacia Santana.
La semana pasada había sido tremendamente difícil para ella. Pensó en cien maneras de acercarse a la morena y en cientos de cosas que decirle, pero no creía que fueran a servir para nada.
Santana parecía haber tomado una decisión y era evidente que era muy obstinada.
La morena estaba de pie al lado de la barra cuando una mujer rubia con pantalones de cuero negro y camiseta de rayas blancas y rojas se le acercó, la rodeó con su brazo y la besó.
Brittany se quedó ahí paralizada, contemplando la escena entre Santana y la otra mujer.
¿Quién sería?—se preguntaba Brittany.
Santana le había dicho que no salía con nadie.
Quizás ahora sí.
Brittany tenía los puños apretados y el corazón le latía con fuerza.
Tenía ganas de gritar.
Al final la otra mujer se fue y, por lo menos, Santana no se fue con ella. Quizás era sólo una amiga haciendo el tonto, imaginó esperanzada.
De todos modos, tenía todo el aspecto de ser algo más que eso.
Había pensado que le sentaría bien salir por la noche, pero ahora estaba destrozada y decidió marcharse. No quería irse a casa, pero no podía quedarse ahí más tiempo, mirando a Santana y más cuando tenía prohibido hablar con ella o tocarla.
Dio algunas vueltas con el coche hasta que encontró un bar, se tomó un café, y al cabo de un par de horas, decidió lo que haría.
*****
Santana llegó a casa a las once y media.
Se lo había pasado bien y no quería estropearlo quedándose hasta muy tarde, tras una semana de tanto trabajo.
Puso música.
Los relajantes compases de los Conciertos para Piano de Chopin sonaban bien después de la machacona música disco del bar.
Se dio una ducha caliente, se prepararse para ir a dormir y estaba tomando un vaso de agua cuando sonó el interfono.
¿Quién podía ser?—pensó, mientras iba a contestar.
No podía ser Dani.
El corazón le dio un vuelco cuando oyó:
—San, soy Brittany. Tengo que verte.
Santana se puso muy nerviosa.
Durante la semana había logrado convencerse a sí misma de que este problema desaparecería.
Contestó con suavidad:
—Britt, sabes cuál es la situación. Quedamos en que no nos veríamos durante un tiempo.
Brittany respondió con firmeza:
—No, San. Tú quedaste en que no teníamos que vernos. Yo no estaba de acuerdo.
Santana empezaba a estar preocupada:
—Por favor, Britt, vete a casa. Lo siento, pero no puedo invitarte a entrar. Es lo mejor, créeme.
Pero Brittany obviamente no tenía nada que perder, sino todo por ganar y estaba resuelta a no ceder terreno.
—San—dijo con la voz tensa por la rabia—, Si no me dejas entrar, pienso pasarme la noche apretando este timbre. Y lo digo en serio.
Santana sabía que lo decía en serio.
Pensó, con poca convicción, que quizás podría hacerla entrar en razón.
Apretó el botón de la puerta del edificio, y luego abrió la puerta del departamento y esperó a que Brittany subiera las escaleras.
Cuando apareció en el umbral, a Santana le dio un vuelco el corazón.
Llevaba el cabello trenzado y Santana pensó que estaba preciosa. Su piel estaba radiante y la determinación hacía relampaguear sus ojos de un modo que la intranquilizaba pero que al mismo tiempo la impulsaba a cogerla entre sus brazos y besarla.
Brittany la miró y Santana, dándose cuenta de que estaba semidesnuda, se ajustó el cinturón de la bata de seda. Apartó los ojos de la intensa mirada de la rubia y se dirigió hacia la cocina.
—¿Quieres un café?—le gritó por encima del hombro, intentado ocultar su nerviosismo.
—Sí, por favor—Brittany cerró la puerta y la siguió.
Mientras preparaba la cafetera y colocaba las tazas en el mármol, Santana intentaba pensar con rapidez en qué decir, cuando Brittany sin previo aviso le espetó:
—¿Quién era la mujer del bar?
Santana estuvo a punto de dejar caer el azucarero. Se dio cuenta al instante de que la rubia había estado en el Sisters y había visto a Dani.
—¿Estabas en el bar? ¿Por qué no viniste a saludarme?
Obviamente hacer esta pregunta era jugar sucio.
Se hubiera muerto si Brittany la hubiera saludado.
—Me pareció que estabas muy ocupada—dijo Brittany con amargura—Me dijiste que no había nadie en tu vida en estos momentos, y que querías que siguiera siendo así. ¿Era solamente una amiga?
Santana era honesta por naturaleza y, en cualquier caso, tenía en demasiada estima a Brittany como para mentirle.
—No Britt. Dani es algo más que una amiga, pero, de hecho, no tengo una relación con ella, es decir, que no estoy implicada emocionalmente. Ya sabes, ese tipo de cosas.
Pero Brittany no tenía ni idea:
—¿Qué quieres decir? —le preguntó.
Santana miró la expresión transparente y cándida de la más alta y por primera vez, su relación con Dani, puramente sexual, le pareció de mal gusto.
Estaba extrañamente avergonzada de tener que explicarlo.
—Mira, Dani y yo nos atraemos físicamente la una a la otra. Ninguna de nosotras quiere una relación en estos momentos, no tenemos ese tipo de sentimientos, es informal, sin ataduras... ya sabes.
Brittany la miraba boquiabierta, como si no pudiera creer que Santana prefiriera acostarse con una mujer a la que no quería a acostarse con ella.
Se quedó callada durante unos minutos, sin duda, enfrentándose a la imagen de Santana con aquella mujer.
La morena había preparado el café y lo tenía todo en una bandeja sobre la barra, para llevarlo al salón. Pasó por detrás de Brittany, que estaba en medio del paso entre la cocina y el salón.
Brittany había estado mirando fijamente al suelo y cuando levantó la mirada, tenía los ojos llenos de lágrimas. Santana no lo pudo resistir: como por instinto, la rodeó con los brazos y la estrechó contra ella.
—Me sabe tan mal, Britt.
—¿Y por qué no puede ser conmigo?—la voz de Brittany era grave, a causa de la emoción.
Santana cerró los ojos.
Dios mío, ayúdame—rezaba en silencio.
—Porque eres demasiado especial, Britt-Britt—respondió de modo poco acertado—, Y yo no podría ser así contigo.
Los brazos de Brittany la rodeaban con fuerza y tenía la cara apoyada en el hombro de Santana:
—Es porque crees que soy una niña. Crees que no soy lo bastante madura para ti.
Santana era dolorosamente consciente de la fuerza, la suavidad y del atractivo de la mujer que tenía entre sus brazos y respondió con énfasis:
—Creo que eres muy joven para mí, pero te aseguro que no creo que seas una niña.
De repente, Brittany la besó.
Fue un beso urgente y Santana perdió el mundo de vista. De lo único que era consciente era de un deseo abrumador, absolutamente irresistible.
Estaba perdiendo irremediablemente el control.
Le palpitaba con fuerza el corazón y la ansiedad que sentía en su cuerpo era casi dolorosa.
La compasión por Brittany le había hecho cruzar la línea y ya no podía echarse atrás.
Estrechó los brazos alrededor de la ojiazul y le devolvió el beso profunda y apasionadamente. Pasaron algunos minutos antes de que se apartara con suavidad de la ávida boca de Brittany.
Miró a la rubia durante un momento y, sin mediar palabra, la cogió de la mano y la llevó hacia arriba, al dormitorio.
Quizás más tarde—pensó Santana de manera imprecisa, lograría encontrar un modo de mantener esta relación bajo control.
Santana tendió a Brittany en la cama y se recostó a su lado, quedándose apoyada en un codo.
Miraba a la rubia y, con un dedo, recorría desde su mejilla hasta el cuello. Se inclinó y la besó sensualmente por toda la cara, rozándola apenas delicadamente con la lengua.
Brittany alargó la mano e hizo caer de un hombro la bata de Santana, dejándole un seno descubierto. Emitió un pequeño sonido inarticulado, mientras deslizaba los dedos a lo largo del hombro de Santana, y los bajaba hacia el pecho acariciándola como con una pluma:
—No sé qué he de hacer.
Santana la besó, se apartó un poco y le sonrió:
—Yo creo que sí lo sabes—dijo con voz baja y ronca.
—De verdad que no, San... No había hecho esto nunca.
Santana estaba absolutamente desconcertada, Brittany nunca había mencionado ninguna relación o aventura anterior, pero suponía que incluso a su tierna edad tendría alguna experiencia.
Llevaba un estilo de vida abiertamente lésbico y parecía tener muchas amigas lesbianas. Si no hubiera sido Brittany quien estaba ahí con ella, a la rubia a quien tanto quería, Santana se habría puesto de pie y le habría sugerido educadamente que sería mejor que fuera a experimentar a otra parte.
Pero era ella, y su dulzura y vulnerabilidad le partían el corazón.
Miró sus transparentes ojos claros y se sintió invadida por un ardiente deseo hacia ella que la debilitaba. Tragó saliva para eliminar el nudo que tenía en la garganta.
—No tienes que hacer nada, Britt-Britt.
Le desabrochó la camisa y admiró sus pechos abundantes y firmes. Llevó la boca a uno de sus pezones, pequeño y rosado, y lo excitó con la lengua, haciéndola estremecerse de placer.
Luego le quitó los tejanos y las bragas y, tras dejar caer su bata, se tendió sobre Brittany, para poder sentir todo su cuerpo contra la piel: los pechos contra sus pechos, los muslos contra sus muslos, los montículos de vello suave apretados el uno contra el otro.
Su respiración era rápida, sus corazones palpitaban y los suaves gemidos sólo eran interrumpidos por besos largos y lentos.
Brittany no se había sentido así en toda su vida.
Apenas podía creer esas sensaciones tan exquisitas.
Santana apartó sus labios de la boca de Brittany para dibujar un círculo alrededor de un pezón erecto, rodeándolo con la lengua; luego alrededor del otro, explorando y saboreando.
Con un leve quejido, Brittany se movió debajo de Santana. De repente, sintió cómo la urgencia de su deseo aumentaba dolorosamente y se humedeció aún más.
—¡Oh, San...!—gimió.
Santana alargó una mano para acariciar la piel sedosa del interior de los muslos de Brittany, esta estaba desesperada, necesitaba que la morena la acariciase más profundamente.
No pudo esperar más y adelantó sus caderas, ofreciéndose.
Santana fue cubriendo de besos todo su vientre, de pequeñas y electrificantes caricias de su lengua, hasta alcanzar el lugar húmedo y sedoso que Brittany ansiaba darle a probar.
La más alta respiraba entrecortadamente y arqueaba las caderas a medida que la caricia de Santana la hacía enfebrecer.
Era una experiencia absolutamente nueva para Brittany.
Sus anteriores experiencias con un hombre, insatisfactorias, no incluían este tipo de intimidad sensual y nunca, en ninguna de sus fantasías sobre mujeres, ni más concretamente sobre Santana, había imaginado que pudiera sentirse así: flotaba sobre sí misma, todo su cuerpo parecía estar lleno de miel y sólo sus caderas se movían levemente al ritmo de las caricias de Santana.
Cuando al mismo tiempo la pelinegra la penetró, sintió que, de golpe, los músculos de su estómago se tensaban y todo su ser se convertía en una concentración de sensualidad.
Pocos momentos después, se vio arrastrada por el poderoso momento del clímax y su cuerpo temblaba extasiado.
Brittany se estremecía y jadeaba.
Santana le besó la cara y los ojos con tanta dulzura que estuvo a punto de hacerla llorar y la rubia extendió la mano hacia ella:
—San...—fue todo lo que consiguió decir y la miró maravillada.
Santana tomó su mano y la besó.
No pasó mucho tiempo antes de que Brittany volviera a desearla. Su ansia era aún mayor que antes, incrementada por la agudizada sensualidad. La indecisión inicial había desaparecido: se sentó y con seguridad empujó suavemente a Santana hasta tumbarla.
Sabía qué hacer.
La besó en la boca apasionadamente, reconociendo su propio sabor en los labios de ella. Movió la lengua y los labios sobre la boca de Santana, del mismo modo en que había sentido la boca de la morena entre sus muslos.
Era erótico y excitante y Santana gemía en una dulce agonía de lujuria, al tiempo que atraía a Brittany hacia sí sujetándola por las caderas para apretarse contra ella.
—Quiero hacerte sentir como me has hecho sentir—dijo Brittany—Quiero hacerte feliz.
—Dios mío, ya lo has hecho—jadeó Santana.
Parecía estar cerca del orgasmo y cogió la mano de Brittany y la llevó donde su necesidad era más acuciante. La rubia quedó impresionada por la increíble humedad de Santana, y movió los dedos con cuidado, aprendiendo por sus respuestas a darle lo que quería.
Observó la hermosa cara de Santana: tenía los ojos cerrados, los carnosos labios húmedos y entreabiertos, la piel enrojecida y perlada por gotitas de sudor.
Brittany, en un momento revelador, experimentó una nueva sensación: se sentía poderosa al ser capaz de proporcionar a Santana tanto placer y felicidad.
Santana vio cómo la rubia bajaba la cabeza hasta alcanzar sus pechos. Le lamió un pezón con la lengua y luego lo succionó con firmeza. Empujó las caderas hacia arriba, arrastrada por la potente fuerza de un orgasmo que la dejó estremeciéndose y jadeando para recuperar el aliento.
Mientras los temblores seguían cruzando todo su cuerpo, notó el cabello de Brittany sobre su vientre y luego la húmeda calidez de la boca de la rubia entre sus piernas, su lengua enviándole nuevas corrientes de placer que recorrían cada centímetro de su piel.
Santana sintió que el cuerpo se le deshacía y la mente se le nublaba cuando volvió a correrse.
Había sido incluso mejor que antes.
Hacía muchos años que no se sentía así, desde Alexandra.
Se quedó tumbada, estremeciéndose, mientras Brittany se acercaba a ella y escondía la cara junto a su cuello. Tenía la vaga sensación de que lo que sentía por la más joven se parecía terriblemente al amor.
Contuvo las lágrimas que amenazaban con escapársele y abrazó a Brittany con fuerza.
—Me encanta tu sabor—le murmuró Brittany al oído, mientras con la mano continuaba explorando el cuerpo de la morena, ávida de más.
Santana estuvo un rato sin poder decir nada y se queda tumbada, acariciando el cabello de Brittany. Aunque, muy pronto, las sensuales caricias de la ojiazul y el calor del cuerpo que tenía entre sus brazos hicieron que la volviera a desear.
Miró a Brittany a los ojos y le dijo con una sonrisa:
—¡Y decías que no sabías lo que tenías que hacer!
Hicieron el amor horas y horas.
Durante mucho rato fue delicado, mientras se exploraban la una a la otra; pero luego se volvió más apasionado, urgente y emocional.
Brittany era insaciable y Santana estaba absolutamente cautivada por ella.
Finalmente, de madrugada, cayeron dormidas exhaustas y satisfechas una en brazos de la otra.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
Bueno Santana ahora a ver que haces, ya diste el paso y supongo no vas a utilizar a Brittany como a la tal Dani!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
san ya cruzo la linea,... y no ahi vuelta a tras!!!
espero que ahora san no la aleje,.. o salga con alguna pendejada,..
nos vemos!!!
san ya cruzo la linea,... y no ahi vuelta a tras!!!
espero que ahora san no la aleje,.. o salga con alguna pendejada,..
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
Ojala san no se acueste mas con dani despues de esto
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:Bueno Santana ahora a ver que haces, ya diste el paso y supongo no vas a utilizar a Brittany como a la tal Dani!!!!
Hola, jjajajaja quedarse xfin con la rubia correcta jajajaajja... espero xD Esperemos y tengas razón en lo que dices ai, osea con dani siempre se supo que era un "juego", pero con britt jamas se dijo eso, por ende se asume q es mas serio ¬¬ Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
san ya cruzo la linea,... y no ahi vuelta a tras!!!
espero que ahora san no la aleje,.. o salga con alguna pendejada,..
nos vemos!!!
Hola lu, sip ajajajaj nones!!!!! ajjajaajajajajajajajaja. No, osea no puede ¬¬ menos con eso ¬¬ osea, con dani siempre se supo que era para pasarlo bn y con britt todo es mas serio, es obvio ¬¬ Saludos =D
Tati.94 escribió:Ojala san no se acueste mas con dani despues de esto
Hola, nooo!!!!!! ni digas eso q pasa ajjaajajaja, no san tiene q tener clara las cosas ¬¬ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Cap 8
Capitulo 8
A la mañana siguiente, Santana se despertó tarde.
Contempló el sereno rostro de Brittany, que seguía durmiendo, y su cuerpo respondió instantáneamente a las imágenes sensuales que le vinieron a la cabeza.
También podía notar que sus sentimientos se desbordaban y tuvo que resistir la necesidad de inclinarse y besarle los párpados.
Con mucho cuidado, para no molestarla, le apartó de la cara un grueso mechón de pelo brillante. Durante la noche había deshecho la trenza de Brittany y ahora su cabello se extendía por toda la almohada, acariciando el hombro de Santana.
Mientras la miraba, Santana se dio cuenta de lo peligroso que era lo que sentía por ella.
La noche anterior había perdido absolutamente el control.
Hacía semanas que sabía que si dejaba que las cosas llegaran hasta este punto, corría el riego de enamorarse de Brittany, y esto era lo que intentaba evitar.
Pero, a pesar de que el miedo al futuro seguía ahí, estaba exultante de felicidad.
Si soy prudente, puedo impedir que esto vaya demasiado lejos—decidió, así ninguna de las dos tendrá que sufrir.
Brittany se movió, pero siguió dormida.
Santana se deslizó sigilosamente fuera de la cama y se dio una ducha.
Cuando salió del baño poco después, Brittany ya estaba despierta y en cuanto vio a la morena sonrió y extendiendo los brazos le dijo incitante:
—Ven aquí.
Santana miró el bello cuerpo de Brittany que casi se mimetizaba con las sábanas y no pudo resistirse: dejó caer la toalla en el suelo y se tendió sobre Brittany.
Dejó escapar un suspiro de placer cuando todo su cuerpo entró en contacto con la piel de la rubia.
La mano de Brittany se dirigió inmediatamente hacia el vello de entre las piernas de Santana, aún mojado de la ducha. Los dedos fueron rápidamente hacia el lugar cálido y ya humedecido que esperaba ansioso sus caricias y enseguida se deslizaron en su interior.
Santana gimió complacida y empezó a besar el cuello de Brittany, su cara, su boca; no tenía bastante. Alargó una mano hacia el liso vientre de la más joven y descubrió que sus muslos, separados, la esperaban.
Acariciaba y excitaba el sexo húmedo y sedoso de Brittany, entraba en él, luego volvía a acariciarlo. Cada una se movía contra las manos de la otra en perfecta sincronía, despacio al principio y luego con creciente urgencia hasta que en un momento de éxtasis, se corrieron.
Santana se desplomó junto a Brittany y así estuvieron tendidas con los corazones latiendo al unísono y rodeándose estrechamente con los brazos.
No pasó mucho tiempo antes de que Brittany empezara a cubrir los hombros de Santana de eróticos mordisquitos y a susurrarle que quería más. Con grandes esfuerzos, se escabulló de entre sus brazos, la besó y le suplicó que dejara de tentarla.
—Por favor, cariño—dijo Santana—Tengo que encontrarme con mi amiga Quinn en el mercado, esta mañana. Irá a buscarme dentro de media hora.
Brittany la volvió a mirar con sus límpidos ojos azules desenfocados por la pasión:
—Quédate un poco más, me muero de deseo.., por favor...—le suplicó.
—Dios—se quejó Santana cuando sintió que su excitación volvía a dispararse. Salió de la cama y recogió la toalla del suelo—Britt, has de ayudarme—dijo con una sonrisa—Sal de la cama, ponte mi bata para que no pueda ver ese cuerpo tuyo tan espléndido y ve a hacer café para las dos. Tengo que prepararme para salir—sin esperar la respuesta de la rubia, desapareció en el vestidor.
El olor a café recién hecho era tentador.
Santana bajó las escaleras y encontró a Brittany en la cocina, sirviendo el café y haciendo tostadas.
—Muchas gracias. Es justo lo que necesitaba—dijo y aceptó la taza que le ofrecía Brittany.
—No te importa que haya hecho tostadas, ¿verdad?—preguntó Brittany—Pensé que tendrías hambre.
—Claro que no—sonrió Santana—Mejor que coma algo. Gracias.
Cuando Brittany se giró para sacar la tostada, Santana recorrió con la mirada su cuerpo bien formado que se veía claramente a través de la bata de seda.
No se podía negar que era encantadora y era muy difícil resistirse a dejar el café y volver a tomar a Brittany entre los brazos.
Sin pensarlo dos veces, le preguntó:
—¿Quieres venir conmigo? Tendrás que darte prisa.
—Me encantaría—respondió algo desilusionada—, Pero le prometí a mi mamá que quedaríamos para comer e ir de compras.
Santana se acabó el café y cogió las llaves y el bolso. Pensó que Brittany parecía algo preocupada, corno si no tuviera claro cómo iban a ser las cosas a partir de entonces.
—¿Haces algo esta noche?—le preguntó.
Brittany miró a Santana con expresión de alivio.
—¿Es una broma?
Santana le dedicó una sonrisa.
—¿Por qué no te pasas por aquí hacia las siete? Te llevaré a cenar a un sitio muy especial.
Brittany envolvió a Santana con los brazos.
—No tenernos porque ir a ninguna parte—susurró contra el cuello de Santana—Podemos quedarnos aquí toda la noche y hacer el amor. Podremos empezar más pronto que ayer.
—Suena fantástico—dijo Santana—, Pero creo que sería bonito que antes fuéramos a cenar, ¿no?—y la besó en la boca.
Las manos de Brittany empezaron a descender provocativamente por el cuerpo de la más baja y ésta tuvo que hacer un esfuerzo para escapar de su abrazo.
—Tengo que irme... Quinn debe de estar preguntándose dónde estoy. Te veo esta noche—acarició la cara de Brittany con la punta de los dedos y le dio un último beso rápido antes de irse.
Aproximadamente una hora más tarde, Brittany estaba lista para irse del departamento de Santana.
Cerró la puerta con llave, como le habían pedido, y estaba a punto de deslizar las llaves por debajo de la puerta cuando cambió de idea.
Las llaves que tenía en la mano eran algo más que las llaves de una puerta, eran las llaves a la vida de Santana; le daban sensación de seguridad; sensación de un futuro con su morena.
Si dejaba las llaves, se quedaría en la delicada posición en la que estaba la noche anterior. No tenía malas intenciones, se dijo a sí misma mientras se guardaba las llaves en un bolsillo de la chaqueta.
Sentirlas ahí, la ponía en contacto con Santana y suponían una prueba tangible de que lo que había sucedido entre ellas era real, y no un sueño.
—Bueno, ya ha ocurrido—dijo Santana. Quinn, expectante, la miraba—Brittany se presentó en mi casa ayer por la noche y, bueno, todas mis decisiones se fueron al traste. Perdí el control.
Era un día cálido y luminoso, Santana y Quinn estaban sentadas en una mesa al sol, en la terraza del café del mercado, en la acera.
La calle estaba llena de gente que hacía sus compras y las mesas de la terraza estaban abarrotadas de gente que hablaba y reía animadamente. Se oía de fondo a los vendedores que competían a gritos unos con otros cantando con voz recia las ofertas de sus productos y animaban así a los compradores a dejar vacíos sus puestos antes de que recogieran para el fin de semana.
Santana se sentía extrañamente desorientada y un poco sobrepasada.
Tenía sensación de satisfacción y felicidad, el tipo de sentimientos que siempre había asociado con Alex. Pero era consciente que no podía controlar sus emociones en esta situación con Brittany y eso la intranquilizaba.
Durante los últimos cinco años, se había acostumbrado a las concesiones mutuas, pero sólo hasta cierto punto. De hecho, había mantenido su corazón atado con rienda corta, como medida de protección, pero con Brittany podía sentir que se liberaba, se desenfrenaba.
Encendió un cigarrillo y lanzó a Quinn una sonrisa lánguida y resignada.
Quinn le devolvió una cálida sonrisa, mientras se estiraba del lóbulo de la oreja.
—Suena increíblemente romántico. ¿Y cómo te sientes ahora?
Santana apartó la mirada y se quedó mirando, sin verlo, a un músico callejero que sentado en una caja de madera ofrecía una mala interpretación de una canción de Bob Dylan.
Hizo girar el anillo alrededor del dedo y, tras una larga pausa, suspiró:
—Estoy muerta de miedo, Quinn.
Entonces apareció el camarero y dejó frente a ellas dos tazas humeantes de café con leche.
Quinn trató de tranquilizarla:
—Puedo entender que no quieras precipitarte, Tana, pero la verdad es que no sé por qué tienes tanto miedo. Quizás Brittany sea tu segunda oportunidad.
Santana levantó la mirada bruscamente:
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que quizás con Brittany puedas volver a tener el tipo de relación que tenías con Alex—respondió Quinn.
Santana agitó la cabeza quitándole importancia:
—Eso es imposible—dijo con firmeza.
Le parecía inaceptable cualquier comparación con su amor por Alex; ya era bastante malo que tantas cosas en Brittany se la recordaran.
—¿No has pensado que quizás te sientas culpable de enamorarte de otra mujer?—le preguntó Quinn con delicadeza—Quiero decir que puede que la idea te haga sentir como si, en cierto modo, no fueras fiel a Alex, como si fueras infiel a su memoria.
Esto era algo que aún no se le había ocurrido a Santana y la idea la hizo sentir incómoda.
Dio una calada a su cigarrillo y jugueteó con la cuchara en el plato.
Respondió en un tono vago:
—Sería ridículo.., hace cinco años que murió.
Quinn se encogió de hombros.
—Bueno, creo que deberías dejarte llevar por la corriente. ¡Y dejar de ver a la maldita Dani Johannson, por el amor de Dios!—dio un trago de café y añadió—Me gustaría conocer a Brittany, debe de tener un algo especial para que te afecte tanto.
Santana suspiró y sonrió:
—Te aseguro que sí que tiene algo. Y saldremos juntas dentro de poco. Pero, Q, te olvidas de lo de la edad. Es demasiado joven para mí. Cualquier relación está condenada al fracaso. ¿No te das cuenta?
—Sigo pensando que eso no es lo más importante, querida—después de unos minutos, le preguntó—Así, ¿qué es lo que piensas hacer?
Santana bebió un poco de café.
—Bueno, lo que puedo decirte es lo que no pienso hacer—empezó con mucho énfasis—No voy a consentir que toda mi vida gire alrededor de Brittany, no quiero pasarme todo el día preguntándome dónde está y qué está haciendo; no voy a esperar desesperadamente a que suene el teléfono, ni nada parecido—hizo una pausa mientras pensaba en lo que iba a decir— Y Dani sigue gustándome y me siento cómoda en una relación tan abierta. Dani y yo significamos una agradable diversión la una para la otra y justo ahora es lo que necesito.
Quinn parecía horrorizada:
—¿De verdad crees que follar con Dani hará que dejes de pensar en Brittany?—le preguntó con incredulidad.
A Santana le divirtió la expresión escandalizada de su cara.
—No conoces a Dani—le contestó con una sonrisa.
Quinn apartó la mirada despectivamente.
—¿Y qué pasa con Brittany? ¿Cómo crees que se sentirá?
—Ya sabe lo de Dani; me vio con ella—contestó Santana—Pero si la conozco, no me volverá a preguntar. Puede que suponga que no la voy a volver a ver... No lo sé. Pero, si he de serte sincera, Quinn, eso no es asunto suyo.
A Santana le estaba costando tanto convencerse a sí misma como convencer a Quinn, pero Dani significaba una red de protección y tenía previsto aferrarse a ella.
Quinn suspiró resignada.
—Espero estar equivocada, San, pero esto tiene todos los números para convertirse en un desastre y aunque puede que al final no te hagas daño, Brittany seguro que sí se lo hará.
Santana bajó las escaleras y entró en la cocina.
Sacó la botella de champán del congelador donde la había puesto hacía un rato, y la colocó en el cubo de hielo, al lado de dos copas altas de cristal, en la mesita del salón.
Había cerrado las puertas de la terraza porque la noche estaba refrescando, pero, incluso a través de los cristales, la vista del mar plateado a la luz del anochecer era impresionantemente nítida.
Eran casi las siete y Santana acababa de vestirse para la cena con Brittany.
Había optado por un vestido oscuro de tono gris azulado, ceñido, con un amplio escote y tirantes estrechos, que le llegaba justo por encima de la rodilla.
Llevaba zapatos negros de tacón alto y, cuando salieran, se iba a echar por encima una chaquetilla negra ligera.
Se había puesto un poco de sombra de ojos oscura además del maquillaje habitual: rímel y lápiz de labios rosa pálido.
Había reservado una mesa en un restaurante selecto; sabía que Brittany estaba locamente enamorada de ella, y quería hacerla sentirse especial.
Quería encontrar un buen momento para hablar con ella acerca de los términos de la relación que parecía que habían establecido.
Miró al mar mientras encendía un cigarrillo.
Recientemente, había intentado fumar menos, pero la agitación emocional de los últimos tiempos lo iba retrasando.
Estaba temblando y quería tranquilizarse, aunque no sabía si temblaba porque iba a volver a ver a Brittany y a abrazarla, o por las cosas que tenía que explicarle.
Justo entonces, el sonido del timbre interrumpió sus pensamientos y la visión de Brittany la dejó sin respiración durante unos segundos.
La rubia también se había arreglado: llevaba pantalones negros y una elegante chaqueta color crema sobre un top de seda negro. Llevaba el pelo suelto y su adorable cabellera, rubia y espesa, resplandecía y, cuando con los dedos se echó el pelo hacia atrás, Santana pudo ver el destello de unos pendientes pequeños.
Sonrió a Santana y sus ojos azules brillaron.
A la morena le pareció algo cambiada: había más seguridad en sus gestos y miraba, llena de adoración, a los ojos con una sensualidad tan profunda que una oleada de deseo recorrió el cuerpo de Santana.
—Estás guapísima—dijo Santana.
Sin apartar sus ojos de los de la pelinegra, Brittany cayó entre sus brazos, que la estaban esperando, y la besó apasionadamente. Como no parecía tener intención de acabar con este abrazo, Santana, a su pesar, se soltó de sus brazos y la llevó hasta el sofá.
Ahí sirvió el champán.
—Es muy difícil resistírsete, cariño—dijo—, Pero tenemos mucho tiempo.
Brittany la miró como si apenas pudiera creerse que Santana era su amante.
—Pensé que antes de ir a cenar teníamos que hacer un brindis—dijo Santana maliciosamente—Un brindis por la consumación de tu lesbianismo.
Brittany dejó escapar una risita, hicieron tintinear las copas y probaron el Dom Perignon frío.
Brittany dijo:
—Creo que también tendríamos que brindar por nosotras. Por el principio de algo que creí que no empezaría nunca.
Santana se sintió algo incómoda al contestar:
—Bueno, sin duda ha empezado algo, Britt, pero tendríamos que hablar de cómo van a ser las cosas a partir de ahora, para que sepamos cuál es la situación.
—¿Qué quieres decir?—de pronto, Brittany parecía preocupada.
Santana estaba nerviosa, no quería inquietar a Brittany ni disgustarla, así que sonrió con dulzura:
—No pongas esa cara de preocupada—dijo—Es sólo que, de repente, tenemos una historia y como ya sabes, he intentado por todos los medios que esto no sucediera porque quería evitar las complicaciones. Pero tú eres una mujer resuelta y al final no me he podido resistir.
—Pero no te estoy complicando la vida, ¿verdad?—preguntó Brittany—¿No eres tan feliz como yo?
Santana no quería estropear la noche entrando en detalles sobre los que nunca se iban a poner de acuerdo. Sabía que Brittany no entendería que con veintiocho años necesitaba ir con más cuidado en estos asuntos que alguien de veintitrés.
Así que simplemente respondió:
—Claro que me siento feliz, pero obviamente ahora mi vida es más complicada. Todo lo que te estoy pidiendo es que dejes que avance a mi propio ritmo. Necesito ir poco a poco y quiero que tú intentes tomarte las cosas por lo que son y no te dejes llevar por el entusiasmo. Por favor, no esperes demasiado de mí, Britt.
Brittany, trastornada, echó el cabello hacia atrás. Parecía algo insegura, como si tuviera miedo de que todo fuera a desaparecer tan rápido como había aparecido.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer?—preguntó con ansiedad.
—Bueno, después de lo de anoche, he pensado que podríamos llegar a un acuerdo para vernos cada cierto tiempo. No sé... quizás dos veces a la semana o algo así.
Brittany la contempló con sus dulces ojos y le recordó a Alex. Santana apartó la mirada mientras la rubia protestaba:
—Pero yo pienso en ti constantemente, San y ahora las cosas son diferentes. Ahora somos amantes y me moriré si no te veo cada día.
Santana tenía que mantener los ojos apartados mientras decía, con toda la firmeza que podía reunir:
—Britt, esto es demasiado serio para mí. No me presiones. Estarás de acuerdo en que has avanzado mucho conmigo, y estoy contenta de que lo hayas hecho, pero tengo que mantener el control sobre mi propia vida y en este momento así es como quiero que sea—observó la expresión de disgusto de Brittany, y le sonrió cariñosamente—Vamos a divertirnos juntas esta noche, cariño, y mañana ya decidiremos cuándo volveremos a vernos, ¿vale?
—Vale—contestó Brittany con una valiente sonrisa.
Santana dejó el vaso y se acercó al sofá. Acarició la cara de Brittany y se inclinó para besarla.
—Entonces, lo mejor será que sellemos el pacto con un beso.
Santana volvió a tener la misma sensación de caída, de impotencia, que tenía cada vez que besaba a Brittany.
El deseo que sentían la una por la otra se iba inflamando a medida que se besaban apasionadamente.
Después de unos minutos, Santana se apartó de Brittany y mirándola con lujuria, murmuró:
—Me pregunto cuándo seré capaz de besarte sin que me den ganas de arrastrarte inmediatamente hasta la cama.
—Quedémonos en casa—dijo Brittany, sin aliento.
Santana se puso en pie.
—He reservado una mesa para dos en un restaurante maravilloso y vamos a ir a cenar—dijo con una sonrisa.
La moderada música de fondo era un blues instrumental, y la atmósfera en ese elegante restaurante era más bien silenciosa.
En la mesa había puesto un blanco mantel almidonado, servilletas y cubertería de plata.
Brittany contempló a Santana: estaba despampanante con ese vestido que dejaba al descubierto los brazos y los hombros, dorados y satinados. El vestido también ofrecía una panorámica provocativa del escote y Brittany no podía evitar que se le fiera la mirada con frecuencia.
Los ojos de Santana, de color marrones oscuros, refulgían seductores a la luz de las velas y sostenían la mirada de Brittany de un modo que la hacía estremecerse.
Ofreciéndole la carta de vinos, Santana le dijo:
—Esta vez te toca a ti elegir el vino, cariño. No me importa cuál sea.
Brittany pidió un Chardonnay y lo saborearon sin apenas hablar, mirándose a los ojos con intensidad erótica.
Como entrantes, habían pedido una tarrina de ternera con pistachos y una crepe de marisco, seguido de pollo a la mousse de setas y costillas de cordero asadas con miel.
La comida era excelente, pero estaban demasiado absortas en la otra para comer demasiado y, haciendo caso omiso del postre o del café, se fueron temprano hacia casa.
Cuando llegaron al departamento, cayeron inmediatamente la una en los brazos de la otra y muy pronto estaban las dos arriba, en la cama, haciendo el amor.
Contempló el sereno rostro de Brittany, que seguía durmiendo, y su cuerpo respondió instantáneamente a las imágenes sensuales que le vinieron a la cabeza.
También podía notar que sus sentimientos se desbordaban y tuvo que resistir la necesidad de inclinarse y besarle los párpados.
Con mucho cuidado, para no molestarla, le apartó de la cara un grueso mechón de pelo brillante. Durante la noche había deshecho la trenza de Brittany y ahora su cabello se extendía por toda la almohada, acariciando el hombro de Santana.
Mientras la miraba, Santana se dio cuenta de lo peligroso que era lo que sentía por ella.
La noche anterior había perdido absolutamente el control.
Hacía semanas que sabía que si dejaba que las cosas llegaran hasta este punto, corría el riego de enamorarse de Brittany, y esto era lo que intentaba evitar.
Pero, a pesar de que el miedo al futuro seguía ahí, estaba exultante de felicidad.
Si soy prudente, puedo impedir que esto vaya demasiado lejos—decidió, así ninguna de las dos tendrá que sufrir.
Brittany se movió, pero siguió dormida.
Santana se deslizó sigilosamente fuera de la cama y se dio una ducha.
Cuando salió del baño poco después, Brittany ya estaba despierta y en cuanto vio a la morena sonrió y extendiendo los brazos le dijo incitante:
—Ven aquí.
Santana miró el bello cuerpo de Brittany que casi se mimetizaba con las sábanas y no pudo resistirse: dejó caer la toalla en el suelo y se tendió sobre Brittany.
Dejó escapar un suspiro de placer cuando todo su cuerpo entró en contacto con la piel de la rubia.
La mano de Brittany se dirigió inmediatamente hacia el vello de entre las piernas de Santana, aún mojado de la ducha. Los dedos fueron rápidamente hacia el lugar cálido y ya humedecido que esperaba ansioso sus caricias y enseguida se deslizaron en su interior.
Santana gimió complacida y empezó a besar el cuello de Brittany, su cara, su boca; no tenía bastante. Alargó una mano hacia el liso vientre de la más joven y descubrió que sus muslos, separados, la esperaban.
Acariciaba y excitaba el sexo húmedo y sedoso de Brittany, entraba en él, luego volvía a acariciarlo. Cada una se movía contra las manos de la otra en perfecta sincronía, despacio al principio y luego con creciente urgencia hasta que en un momento de éxtasis, se corrieron.
Santana se desplomó junto a Brittany y así estuvieron tendidas con los corazones latiendo al unísono y rodeándose estrechamente con los brazos.
No pasó mucho tiempo antes de que Brittany empezara a cubrir los hombros de Santana de eróticos mordisquitos y a susurrarle que quería más. Con grandes esfuerzos, se escabulló de entre sus brazos, la besó y le suplicó que dejara de tentarla.
—Por favor, cariño—dijo Santana—Tengo que encontrarme con mi amiga Quinn en el mercado, esta mañana. Irá a buscarme dentro de media hora.
Brittany la volvió a mirar con sus límpidos ojos azules desenfocados por la pasión:
—Quédate un poco más, me muero de deseo.., por favor...—le suplicó.
—Dios—se quejó Santana cuando sintió que su excitación volvía a dispararse. Salió de la cama y recogió la toalla del suelo—Britt, has de ayudarme—dijo con una sonrisa—Sal de la cama, ponte mi bata para que no pueda ver ese cuerpo tuyo tan espléndido y ve a hacer café para las dos. Tengo que prepararme para salir—sin esperar la respuesta de la rubia, desapareció en el vestidor.
El olor a café recién hecho era tentador.
Santana bajó las escaleras y encontró a Brittany en la cocina, sirviendo el café y haciendo tostadas.
—Muchas gracias. Es justo lo que necesitaba—dijo y aceptó la taza que le ofrecía Brittany.
—No te importa que haya hecho tostadas, ¿verdad?—preguntó Brittany—Pensé que tendrías hambre.
—Claro que no—sonrió Santana—Mejor que coma algo. Gracias.
Cuando Brittany se giró para sacar la tostada, Santana recorrió con la mirada su cuerpo bien formado que se veía claramente a través de la bata de seda.
No se podía negar que era encantadora y era muy difícil resistirse a dejar el café y volver a tomar a Brittany entre los brazos.
Sin pensarlo dos veces, le preguntó:
—¿Quieres venir conmigo? Tendrás que darte prisa.
—Me encantaría—respondió algo desilusionada—, Pero le prometí a mi mamá que quedaríamos para comer e ir de compras.
Santana se acabó el café y cogió las llaves y el bolso. Pensó que Brittany parecía algo preocupada, corno si no tuviera claro cómo iban a ser las cosas a partir de entonces.
—¿Haces algo esta noche?—le preguntó.
Brittany miró a Santana con expresión de alivio.
—¿Es una broma?
Santana le dedicó una sonrisa.
—¿Por qué no te pasas por aquí hacia las siete? Te llevaré a cenar a un sitio muy especial.
Brittany envolvió a Santana con los brazos.
—No tenernos porque ir a ninguna parte—susurró contra el cuello de Santana—Podemos quedarnos aquí toda la noche y hacer el amor. Podremos empezar más pronto que ayer.
—Suena fantástico—dijo Santana—, Pero creo que sería bonito que antes fuéramos a cenar, ¿no?—y la besó en la boca.
Las manos de Brittany empezaron a descender provocativamente por el cuerpo de la más baja y ésta tuvo que hacer un esfuerzo para escapar de su abrazo.
—Tengo que irme... Quinn debe de estar preguntándose dónde estoy. Te veo esta noche—acarició la cara de Brittany con la punta de los dedos y le dio un último beso rápido antes de irse.
Aproximadamente una hora más tarde, Brittany estaba lista para irse del departamento de Santana.
Cerró la puerta con llave, como le habían pedido, y estaba a punto de deslizar las llaves por debajo de la puerta cuando cambió de idea.
Las llaves que tenía en la mano eran algo más que las llaves de una puerta, eran las llaves a la vida de Santana; le daban sensación de seguridad; sensación de un futuro con su morena.
Si dejaba las llaves, se quedaría en la delicada posición en la que estaba la noche anterior. No tenía malas intenciones, se dijo a sí misma mientras se guardaba las llaves en un bolsillo de la chaqueta.
Sentirlas ahí, la ponía en contacto con Santana y suponían una prueba tangible de que lo que había sucedido entre ellas era real, y no un sueño.
—Bueno, ya ha ocurrido—dijo Santana. Quinn, expectante, la miraba—Brittany se presentó en mi casa ayer por la noche y, bueno, todas mis decisiones se fueron al traste. Perdí el control.
Era un día cálido y luminoso, Santana y Quinn estaban sentadas en una mesa al sol, en la terraza del café del mercado, en la acera.
La calle estaba llena de gente que hacía sus compras y las mesas de la terraza estaban abarrotadas de gente que hablaba y reía animadamente. Se oía de fondo a los vendedores que competían a gritos unos con otros cantando con voz recia las ofertas de sus productos y animaban así a los compradores a dejar vacíos sus puestos antes de que recogieran para el fin de semana.
Santana se sentía extrañamente desorientada y un poco sobrepasada.
Tenía sensación de satisfacción y felicidad, el tipo de sentimientos que siempre había asociado con Alex. Pero era consciente que no podía controlar sus emociones en esta situación con Brittany y eso la intranquilizaba.
Durante los últimos cinco años, se había acostumbrado a las concesiones mutuas, pero sólo hasta cierto punto. De hecho, había mantenido su corazón atado con rienda corta, como medida de protección, pero con Brittany podía sentir que se liberaba, se desenfrenaba.
Encendió un cigarrillo y lanzó a Quinn una sonrisa lánguida y resignada.
Quinn le devolvió una cálida sonrisa, mientras se estiraba del lóbulo de la oreja.
—Suena increíblemente romántico. ¿Y cómo te sientes ahora?
Santana apartó la mirada y se quedó mirando, sin verlo, a un músico callejero que sentado en una caja de madera ofrecía una mala interpretación de una canción de Bob Dylan.
Hizo girar el anillo alrededor del dedo y, tras una larga pausa, suspiró:
—Estoy muerta de miedo, Quinn.
Entonces apareció el camarero y dejó frente a ellas dos tazas humeantes de café con leche.
Quinn trató de tranquilizarla:
—Puedo entender que no quieras precipitarte, Tana, pero la verdad es que no sé por qué tienes tanto miedo. Quizás Brittany sea tu segunda oportunidad.
Santana levantó la mirada bruscamente:
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que quizás con Brittany puedas volver a tener el tipo de relación que tenías con Alex—respondió Quinn.
Santana agitó la cabeza quitándole importancia:
—Eso es imposible—dijo con firmeza.
Le parecía inaceptable cualquier comparación con su amor por Alex; ya era bastante malo que tantas cosas en Brittany se la recordaran.
—¿No has pensado que quizás te sientas culpable de enamorarte de otra mujer?—le preguntó Quinn con delicadeza—Quiero decir que puede que la idea te haga sentir como si, en cierto modo, no fueras fiel a Alex, como si fueras infiel a su memoria.
Esto era algo que aún no se le había ocurrido a Santana y la idea la hizo sentir incómoda.
Dio una calada a su cigarrillo y jugueteó con la cuchara en el plato.
Respondió en un tono vago:
—Sería ridículo.., hace cinco años que murió.
Quinn se encogió de hombros.
—Bueno, creo que deberías dejarte llevar por la corriente. ¡Y dejar de ver a la maldita Dani Johannson, por el amor de Dios!—dio un trago de café y añadió—Me gustaría conocer a Brittany, debe de tener un algo especial para que te afecte tanto.
Santana suspiró y sonrió:
—Te aseguro que sí que tiene algo. Y saldremos juntas dentro de poco. Pero, Q, te olvidas de lo de la edad. Es demasiado joven para mí. Cualquier relación está condenada al fracaso. ¿No te das cuenta?
—Sigo pensando que eso no es lo más importante, querida—después de unos minutos, le preguntó—Así, ¿qué es lo que piensas hacer?
Santana bebió un poco de café.
—Bueno, lo que puedo decirte es lo que no pienso hacer—empezó con mucho énfasis—No voy a consentir que toda mi vida gire alrededor de Brittany, no quiero pasarme todo el día preguntándome dónde está y qué está haciendo; no voy a esperar desesperadamente a que suene el teléfono, ni nada parecido—hizo una pausa mientras pensaba en lo que iba a decir— Y Dani sigue gustándome y me siento cómoda en una relación tan abierta. Dani y yo significamos una agradable diversión la una para la otra y justo ahora es lo que necesito.
Quinn parecía horrorizada:
—¿De verdad crees que follar con Dani hará que dejes de pensar en Brittany?—le preguntó con incredulidad.
A Santana le divirtió la expresión escandalizada de su cara.
—No conoces a Dani—le contestó con una sonrisa.
Quinn apartó la mirada despectivamente.
—¿Y qué pasa con Brittany? ¿Cómo crees que se sentirá?
—Ya sabe lo de Dani; me vio con ella—contestó Santana—Pero si la conozco, no me volverá a preguntar. Puede que suponga que no la voy a volver a ver... No lo sé. Pero, si he de serte sincera, Quinn, eso no es asunto suyo.
A Santana le estaba costando tanto convencerse a sí misma como convencer a Quinn, pero Dani significaba una red de protección y tenía previsto aferrarse a ella.
Quinn suspiró resignada.
—Espero estar equivocada, San, pero esto tiene todos los números para convertirse en un desastre y aunque puede que al final no te hagas daño, Brittany seguro que sí se lo hará.
Santana bajó las escaleras y entró en la cocina.
Sacó la botella de champán del congelador donde la había puesto hacía un rato, y la colocó en el cubo de hielo, al lado de dos copas altas de cristal, en la mesita del salón.
Había cerrado las puertas de la terraza porque la noche estaba refrescando, pero, incluso a través de los cristales, la vista del mar plateado a la luz del anochecer era impresionantemente nítida.
Eran casi las siete y Santana acababa de vestirse para la cena con Brittany.
Había optado por un vestido oscuro de tono gris azulado, ceñido, con un amplio escote y tirantes estrechos, que le llegaba justo por encima de la rodilla.
Llevaba zapatos negros de tacón alto y, cuando salieran, se iba a echar por encima una chaquetilla negra ligera.
Se había puesto un poco de sombra de ojos oscura además del maquillaje habitual: rímel y lápiz de labios rosa pálido.
Había reservado una mesa en un restaurante selecto; sabía que Brittany estaba locamente enamorada de ella, y quería hacerla sentirse especial.
Quería encontrar un buen momento para hablar con ella acerca de los términos de la relación que parecía que habían establecido.
Miró al mar mientras encendía un cigarrillo.
Recientemente, había intentado fumar menos, pero la agitación emocional de los últimos tiempos lo iba retrasando.
Estaba temblando y quería tranquilizarse, aunque no sabía si temblaba porque iba a volver a ver a Brittany y a abrazarla, o por las cosas que tenía que explicarle.
Justo entonces, el sonido del timbre interrumpió sus pensamientos y la visión de Brittany la dejó sin respiración durante unos segundos.
La rubia también se había arreglado: llevaba pantalones negros y una elegante chaqueta color crema sobre un top de seda negro. Llevaba el pelo suelto y su adorable cabellera, rubia y espesa, resplandecía y, cuando con los dedos se echó el pelo hacia atrás, Santana pudo ver el destello de unos pendientes pequeños.
Sonrió a Santana y sus ojos azules brillaron.
A la morena le pareció algo cambiada: había más seguridad en sus gestos y miraba, llena de adoración, a los ojos con una sensualidad tan profunda que una oleada de deseo recorrió el cuerpo de Santana.
—Estás guapísima—dijo Santana.
Sin apartar sus ojos de los de la pelinegra, Brittany cayó entre sus brazos, que la estaban esperando, y la besó apasionadamente. Como no parecía tener intención de acabar con este abrazo, Santana, a su pesar, se soltó de sus brazos y la llevó hasta el sofá.
Ahí sirvió el champán.
—Es muy difícil resistírsete, cariño—dijo—, Pero tenemos mucho tiempo.
Brittany la miró como si apenas pudiera creerse que Santana era su amante.
—Pensé que antes de ir a cenar teníamos que hacer un brindis—dijo Santana maliciosamente—Un brindis por la consumación de tu lesbianismo.
Brittany dejó escapar una risita, hicieron tintinear las copas y probaron el Dom Perignon frío.
Brittany dijo:
—Creo que también tendríamos que brindar por nosotras. Por el principio de algo que creí que no empezaría nunca.
Santana se sintió algo incómoda al contestar:
—Bueno, sin duda ha empezado algo, Britt, pero tendríamos que hablar de cómo van a ser las cosas a partir de ahora, para que sepamos cuál es la situación.
—¿Qué quieres decir?—de pronto, Brittany parecía preocupada.
Santana estaba nerviosa, no quería inquietar a Brittany ni disgustarla, así que sonrió con dulzura:
—No pongas esa cara de preocupada—dijo—Es sólo que, de repente, tenemos una historia y como ya sabes, he intentado por todos los medios que esto no sucediera porque quería evitar las complicaciones. Pero tú eres una mujer resuelta y al final no me he podido resistir.
—Pero no te estoy complicando la vida, ¿verdad?—preguntó Brittany—¿No eres tan feliz como yo?
Santana no quería estropear la noche entrando en detalles sobre los que nunca se iban a poner de acuerdo. Sabía que Brittany no entendería que con veintiocho años necesitaba ir con más cuidado en estos asuntos que alguien de veintitrés.
Así que simplemente respondió:
—Claro que me siento feliz, pero obviamente ahora mi vida es más complicada. Todo lo que te estoy pidiendo es que dejes que avance a mi propio ritmo. Necesito ir poco a poco y quiero que tú intentes tomarte las cosas por lo que son y no te dejes llevar por el entusiasmo. Por favor, no esperes demasiado de mí, Britt.
Brittany, trastornada, echó el cabello hacia atrás. Parecía algo insegura, como si tuviera miedo de que todo fuera a desaparecer tan rápido como había aparecido.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer?—preguntó con ansiedad.
—Bueno, después de lo de anoche, he pensado que podríamos llegar a un acuerdo para vernos cada cierto tiempo. No sé... quizás dos veces a la semana o algo así.
Brittany la contempló con sus dulces ojos y le recordó a Alex. Santana apartó la mirada mientras la rubia protestaba:
—Pero yo pienso en ti constantemente, San y ahora las cosas son diferentes. Ahora somos amantes y me moriré si no te veo cada día.
Santana tenía que mantener los ojos apartados mientras decía, con toda la firmeza que podía reunir:
—Britt, esto es demasiado serio para mí. No me presiones. Estarás de acuerdo en que has avanzado mucho conmigo, y estoy contenta de que lo hayas hecho, pero tengo que mantener el control sobre mi propia vida y en este momento así es como quiero que sea—observó la expresión de disgusto de Brittany, y le sonrió cariñosamente—Vamos a divertirnos juntas esta noche, cariño, y mañana ya decidiremos cuándo volveremos a vernos, ¿vale?
—Vale—contestó Brittany con una valiente sonrisa.
Santana dejó el vaso y se acercó al sofá. Acarició la cara de Brittany y se inclinó para besarla.
—Entonces, lo mejor será que sellemos el pacto con un beso.
Santana volvió a tener la misma sensación de caída, de impotencia, que tenía cada vez que besaba a Brittany.
El deseo que sentían la una por la otra se iba inflamando a medida que se besaban apasionadamente.
Después de unos minutos, Santana se apartó de Brittany y mirándola con lujuria, murmuró:
—Me pregunto cuándo seré capaz de besarte sin que me den ganas de arrastrarte inmediatamente hasta la cama.
—Quedémonos en casa—dijo Brittany, sin aliento.
Santana se puso en pie.
—He reservado una mesa para dos en un restaurante maravilloso y vamos a ir a cenar—dijo con una sonrisa.
La moderada música de fondo era un blues instrumental, y la atmósfera en ese elegante restaurante era más bien silenciosa.
En la mesa había puesto un blanco mantel almidonado, servilletas y cubertería de plata.
Brittany contempló a Santana: estaba despampanante con ese vestido que dejaba al descubierto los brazos y los hombros, dorados y satinados. El vestido también ofrecía una panorámica provocativa del escote y Brittany no podía evitar que se le fiera la mirada con frecuencia.
Los ojos de Santana, de color marrones oscuros, refulgían seductores a la luz de las velas y sostenían la mirada de Brittany de un modo que la hacía estremecerse.
Ofreciéndole la carta de vinos, Santana le dijo:
—Esta vez te toca a ti elegir el vino, cariño. No me importa cuál sea.
Brittany pidió un Chardonnay y lo saborearon sin apenas hablar, mirándose a los ojos con intensidad erótica.
Como entrantes, habían pedido una tarrina de ternera con pistachos y una crepe de marisco, seguido de pollo a la mousse de setas y costillas de cordero asadas con miel.
La comida era excelente, pero estaban demasiado absortas en la otra para comer demasiado y, haciendo caso omiso del postre o del café, se fueron temprano hacia casa.
Cuando llegaron al departamento, cayeron inmediatamente la una en los brazos de la otra y muy pronto estaban las dos arriba, en la cama, haciendo el amor.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
mmmm espero que el jueguito tonto de san de querer estar con dani por una salvación divina que cree ahora no le salga mal!!!
a ver si pueden estar mas de 12 hs sin estar juntas!!!
nos vemos!!!
mmmm espero que el jueguito tonto de san de querer estar con dani por una salvación divina que cree ahora no le salga mal!!!
a ver si pueden estar mas de 12 hs sin estar juntas!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
solo puedo decir "NO ME GUSTA" que le pasa a santana ya me esta hartando con lo de la edad!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
mmmm espero que el jueguito tonto de san de querer estar con dani por una salvación divina que cree ahora no le salga mal!!!
a ver si pueden estar mas de 12 hs sin estar juntas!!!
nos vemos!!!
Hola lu, ¬¬ esk la morena lo de elaine la dejo mas q mal ¬¬ Espero y no, y mas por parte de la morena ¬¬ Saludos =D
micky morales escribió:solo puedo decir "NO ME GUSTA" que le pasa a santana ya me esta hartando con lo de la edad!!!!!
Hola, ni a mi la vrdd ¬¬ si ¬¬ creo que lo de elaine ya la dejo mal, pero muy mal ¬¬ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Cap 9
Capitulo 9
Tarde, a la mañana siguiente, estaban sentadas en la cama acurrucadas una contra otra, con dos tazas de café mientras miraban por la ventana las bandadas de gaviotas que volaban en círculos sobre la playa.
Santana se sentía llena de vida y fresca, a pesar de la falta de sueño de las dos últimas noches.
—¿Por qué no llamo a mi amiga Quinn y vamos a comer?—sugirió—A menos que tengas otros planes, claro.
Brittany sonrió:
—No tengo otros planes, y éste suena fantástico.
—Bien—dijo Santana, saliendo de la cama—Voy a llamarla ahora.
Quinn estaba libre para comer, así que un par de horas más tarde, Santana y Brittany pasaron a recogerla, de camino hacia el restaurante.
Cruzaron la ciudad hasta un área llamada Little Saigon, donde las calles estaban llenas de mercadillos, tiendas y restaurantes vietnamitas.
Como de costumbre, la calle principal estaba abarrotada de gente y con frecuencia tenían que andar por la calzada, para esquivar las multitudes que se agolpaban alrededor de los puestos de verdura de las aceras.
Algunos de los restaurantes eran propiedad de descendientes de chinos y escogieron uno de éstos para su comida.
Tras abrirse paso por entre las mesas llenas de gente y los chirriantes carritos con comida, encontraron sitio junto a la ventana.
En seguida, una mujer dirigió un carrito hacia su mesa y recitó, a la velocidad de la luz, los nombres de todos los platos humeantes, mientras iba levantando las tapas para que los inspeccionaran.
Santana sugirió que tomaran uno de cada.
—Genial—dijo Quinn—, Excepto patas de pollo—arrugó la nariz—No quiero ni verlas.
Santana y Brittany rieron y estuvieron de acuerdo en hacer esa excepción y pronto por encima de la mesa se esparcieron cestitas humeantes apiladas unas sobre otras y platitos con salsas y chile recién picado.
Quinn desmontó las pilas de cestas, para mostrar el surtido de bolitas de color blanco nacarado y las empanadillas de cerdo, todo cocinado al vapor.
Mientras Brittany y Quinn empezaban a servirse, Santana rompió la hoja de loto que envolvía un arroz pegajoso, liberando así su delicioso olor en medio de una nube de vapor perfumado.
—Mmrnm. Esto es el paraíso—dijo Brittany, cuando se disponía a comerse un ligero y esponjoso bollito de cerdo.
Antes de que pudieran responder, una angelical carita china asomó por un lado de la mesa. Un niño pequeño, de unos dos o tres años, presumiblemente el hijo de los dueños, las estaba mirando, a ellas y a la comida, con gran interés.
—¿Quieres un poco?—le preguntó Brittany.
El niño bajó la mano y se llevó un puñado de patatas fritas a la boca. Quinn miró por encima de la mesa para ver qué era lo que agarraba.
—Creo que se pregunta por qué no estamos comiendo verdadera comida australiana—dijo con una sonrisa.
En ese momento, el niño levantó con orgullo una arrugada bolsa del Mc Donald's, antes de salir corriendo entre risitas y provocar las carcajadas de todas.
Santana estaba contenta de ver que Brittany y Quinn parecían haberse gustado inmediatamente.
Se enfrascaron, en un momento en una conversación sobre arte; Quinn tenía algunos conocimientos sobre el tema y parecía estar muy interesada en el trabajo de Brittany.
Santana se bebió el té a sorbos, contemplándolas, y no pudo evitar sonreír al ver la animada expresión de Quinn, y sus ojos chispeantes.
Era evidente que se sentía halagada y encantada por el auténtico interés de Brittany y las preguntas que le hacía acerca de ella.
La rubia más alta las dejó para ir al lavabo y Quinn miró a Santana con una sonrisa radiante:
—Es maravillosa, Tana.
Santana Sonrió:
—Sí que lo es.
—Y está perdidamente enamorada de ti—añadió Quinn.
Santana sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió.
—No soy más que capricho pasajero.
Quinn movió la cabeza lentamente y suspiró.
—Hacía años que no te veía así. El modo en que la miras, cómo le hablas...—hizo una pausa y se tocó suavemente el lóbulo de la oreja mientras miraba a Santana—Está claro que tú también estás enamorada, querida.
Santana clavó la mirada en sus manos, mientras hacía girar el anillo de un lado a otro en su dedo.
—Sólo la deseo.
Justo cuando Brittany se acercaba a la mesa para reunirse con ellas, Quinn dijo rápidamente entre dientes:
—Te estás engañando, Tana.
Aquella misma tarde, ya de vuelta en el departamento, Santana sugirió a Brittany que podrían volver a encontrarse el jueves por la noche.
Vio la expresión desencantada de Brittany, pero le agradeció que lo aceptara sin discutir.
Tenía trabajo que preparar para la mañana siguiente e intentaba, con dificultad, convencerla para que se fuera a casa.
Estaban de pie cerca de la puerta, arrebatadas, besándose apasionadamente cuando las interrumpió el agudo timbre del teléfono. Los músculos de Santana se tensaron el mismo instante en que oyó la voz de la persona que llamaba.
—Hola, cariño. Te he echado de menos. ¿Cuándo nos vemos?—dijo Dani con voz acariciante.
Dani no podía haber estado menos presente en los pensamientos de Santana.
—!Oh!... Hola—contestó nerviosa Santana—¿Puedo llamarte dentro de un momento?
Dani pareció algo sorprendida por el tono inquieto de Santana, pero contestó:
—De acuerdo. Hablamos luego.
Cuando Santana volvió con Brittany, su humor había cambiado.
—Lo siento, cariño, me temo que ahora sí que hemos de despedirnos por hoy. Tengo cosas que hacer.
—¿Algo va mal?—preguntó Brittany.
Santana esbozó una sonrisa tranquilizadora.
—No, ningún problema.
Y dio a Brittany un último abrazo mientras prometía llamarla antes del jueves.
Cuando cerró la puerta detrás de Brittany, los pensamientos de Santana volvieron a Dani, con cierta ansiedad.
Se daba cuenta de que cambiar sus sentimientos de una a otra no iba a ser tan fácil como creía. Seguía convencida de que el mejor modo de protegerse emocionalmente de la rubia era continuar su historia con Dani, pero había un problema: Brittany ocupaba toda su mente y su cuerpo sólo deseaba a Brittany.
Así que cómo iba funcionar, se preguntaba.
Debe de ser porque hace algún tiempo que no veo a Dani, decidió, ya que la rubia más bajita seguía siendo la misma mujer sensual y atractiva que antes.
Durante un rato fue de aquí para allá por el departamento, ordenando, y preparó sus nota para la campaña de uno de los nuevos clientes de Adworks en la que quería empezar a trabajar. todo ese rato estuvo posponiendo el momento de devolver la llamada a Dani.
Después de casi una hora, cogió el teléfono.
No seas idiota—masculló para sus adentros, mientras marcaba el número de Dani.
—Has tardado bastante—dijo Dani—¿He interrumpido algo importante? O quizás debería decir alguien importante...—el tono de Dani era ligeramente burlón.
—Lo siento. Antes no podía hablar—respondió sin alterarse, y sin dar tiempo a que Dani pudiera hacer más preguntas dijo—¿Cuándo quedamos?
—¿Por qué no esta noche? Te he echado de menos.
Santana dudó.
Después de pasar el fin de semana con Brittany, dormir con Dani aquella noche le parecía incuestionable.
—Mmmm, esta noche no es muy buena idea—dijo Santana—, Tengo que acabar un trabajo. ¿Qué te parece mañana por la i noche?
—De acuerdo, amor—contestó Dani—Me pasaré mañana sobre las nueve.
—Te espero—dijo Santana, intentando ignorar sus propias dudas.
El lunes Santana estuvo muy ocupada trabajando con Artie en la nueva campaña.
Era para uno de los clientes con los que había contactado recientemente en Sydney, Furniture King, que tenía sucursales en todos los estados. Había mucho que hacer para preparar la presentación de la semana siguiente y, como siempre que estaba muy ocupada, sus problemas personales parecían quedar relegados a un segundo plano.
Por la tarde, se había auto convencido de que tenía muchas ganas de ver a Dani aquella noche, y de que no estaba tan obsesionada con Brittany.
Estaba profundamente concentrada en un diseño, cuando sonó el teléfono.
—Cariño, no puedo dejar de pensar en ti. Tenía que oír tu voz.
En el mismo momento en que Santana oyó la voz de Brittany, su corazón se desbocó y notó que le inundaba una oleada de deseo.
Inmediatamente, se sintió desorientada; todo lo demás, la imagen de los límpidos ojos de Brittany y de su deliciosa boca, se esfumó de su mente, y su cuerpo se estremeció con el recuerdo de sus caricias.
—¿Estás ahí?—preguntó Brittany al no recibir ninguna respuesta de Santana.
—Sí, estoy aquí—la respuesta era apenas un murmullo—Me has tomado por sorpresa, como haces siempre, y me he quedado sin respiración por unos segundos.
—San, no te enfades conmigo, pero no creo que pueda esperar hasta el jueves. Te echo tanto de menos.
Esto era demasiado para Santana:
—Por favor, Britt—dijo con la voz ronca—, No sabes lo que me estás haciendo—hizo una pausa para ordenar sus pensamientos—Mira, te veré mañana aquí; necesito que eches una ojeada a unos diseños que hay que maquetar urgentemente, es decir, si me dejas acabarlos—añadió con una sonrisa en la voz.
—¿Estás ocupada esta noche?—preguntó Brittany esperanzada.
—Si, cariño, pero mañana nos vemos, ¿de acuerdo?
Cuando colgó el teléfono, Santana estaba impresionada.
Hablaba de mantener sus sentimientos por Brittany bajo control, pensó, y bastaba con que oyera su voz para que se quedara hecha un flan.
Se preguntaba cómo diablos iba a hacerlo para dejar de pensar en Brittany esa noche, cuando llegara Dani.
Justo entonces, Artie llamó a la puerta y entró en el despacho y ella agradeció la distracción.
Comentaron otra presentación para el día siguiente; ésta para una cadena de tiendas de moda femenina.
—¡Dios mío!, supongo que tendré que rebuscar hasta encontrar algún vestidito glamoroso que ponerme—protestó Santana.
—Eso me temo, socia—dijo Artie—Has de estar jodidamente elegante para esa dienta tan estirada.
En ese preciso instante, Santana oyó un estallido familiar, incluso reconfortante a esas alturas, al otro lado de la puerta entreabierta.
—¿Sí, Sugar?—la llamó.
Sugar se asomó por la puerta:
—Acaba de llegar esto para ti—anunció, al tiempo que entraba con una caja con flores—Rosas rojas de tallo largo.
—¡Por Dios!, esto habrá costado una pasta—hizo notar Artie.
A pesar de que no había tarjeta, Santana sabía que eran de Brittany.
—Las trajo un mensajero—explicó Sugar, antes de regresar a su mesa.
Santana se había quedado sin habla y Artie decidió que era una buena oportunidad para irse a casa. Se sentó en la mesa, contemplando las preciosas flores, y los ojos empezaron a llenársele de lágrimas.
Durante el poco tiempo que habían pasado juntas, todo en el comportamiento de Brittany parecía indicar que estaba enamorada o, por lo menos, que creía estarlo y las flores eran una señal más.
Santana deseó que Brittany fuera capaz de resistirse a pronunciar esas palabras.
Le aterrorizaba pensar en oírlas.
Ya era bastante difícil tener que mantener sus sentimientos bajo control para además tener que soportar la idea de que Brittany sufriera.
Miró el reloj y se dio cuenta de que era mejor que acabara el trabajo que tenía delante o se pasaría ahí toda la noche.
Y más tarde, aquella misma noche, tenía que ver a Dani.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al pesar cómo se sentiría Brittany si supiera que seguía viéndose con Dani; hasta entonces, tal como había supuesto, Brittany no le había preguntado.
Santana puso las flores en una mesa auxiliar y centró su atención en cómo colocar el encabezado en el diseño de impresión de Furniture King.
Aquella tarde Santana llegó a casa sobre las ocho.
Colocó las rosas en un jarrón alto de cristal tallado que puso sobre la mesa, luego se preparó un bocadillo vegetal y se dio una ducha.
Se había acostumbrado a esta rutina cuando esperaba a Dani: tomaban algo juntas y hablaban, se ponían al día con las novedades de la otra.
Pero básicamente se encontraban para mantener relaciones sexuales y Santana solía vestirse para la ocasión.
Las veces anteriores esperaba con ganas la visita de Dani, pero aquella noche Santana dudó acerca de quedarse en albornoz después de la ducha.
De repente, no llevar nada más que el albornoz le parecía una clara invitación sexual; pero era lo que había hecho hasta entonces, así que ¿por qué preguntárselo ahora?
Decidió que necesitaba una copa, le hacía falta relajarse.
Mientras se dirigía hacia abajo, vio la cama. Notó una tensión en el cuello al recordar la noche anterior, cuando estaba durmiendo sola y el dulce aroma de Brittany se hacía levemente perceptible en las sábanas y con un suspiro contenido, hundió la cara en la almohada que aún retenía la fragancia del cabello de la ojiazul.
Cada vez tenía más recelos sobre esa noche, y se dio cuenta de que tendría que cambiar las sábanas.
Empezó a albergar un penetrante sentimiento de culpa.
Se reprendió en silencio por eso, mientras hacía la cama.
¿Qué es lo que me pasa?—pensó—, Soy absolutamente libre, no tengo compromisos con nadie. Estoy siendo demasiado sentimental—decidió—Es la inocencia de Brittany lo que me hace sentir culpable.
Cerca de las nueve, sonó el timbre de la puerta, cuando Santana se estaba acabando un vodka con tónica bien cargado.
Pulsó el botón de la puerta del edificio y abrió la puerta del departamento.
Dani se sentía en forma y tenía muchas ganas de ver a Santana, así que subió corriendo las escaleras. Santana sonrió, dándole la bienvenida y Dani sintió una oleada de pasión cuando sus ojos se posaron en los de la pelinegra.
Esta historia estaba durando más que la mayoría.
Santana era perfecta: estaba soltera, por lo que no era una de las breves citas clandestinas a las que Dani estaba acostumbrada, y no tenía exigencias emocionales.
Era maravilloso poder pasar toda la noche con ella y, lo mejor de todo era que Santana era sencillamente preciosa.
De un solo movimiento, tan ágil como un gato, Dani entró, cerró la puerta con el pie y estrechó a Santana entre sus brazos.
—Ven aquí—le pidió, antes de cubrirle la boca con un beso ansioso y ardiente.
Normalmente, llegadas a este punto, Santana sucumbía a la pasión, pero aquella noche algo en ella era diferente, pensó Dani.
No parecía que hubiera el mismo ardor que de costumbre.
Santana se apartó de ella con suavidad.
—¿No estás yendo demasiado deprisa?—le preguntó con una sonrisa.
Dani le devolvió la Sonrisa:
—Siempre tengo prisa cuando te veo, ya lo sabes.
—¿Por qué no tomamos una copa y me cuentas las novedades?—sugirió Santana—Hace cerca de una semana que no nos vemos—tras esto, se dirigió a la cocina.
Dani siguió con la mirada la adorable figura que se alejaba.
—Muy bien. Tomaré un whisky con soda.
Entonces vio las impresionantes rosas sobre la mesa.
No eran el tipo de flores que una compra para sí misma. Y le había sorprendido ligeramente la relativa frialdad de Santana hacía un momento: normalmente la respuesta de Santana era tan urgente corno la suya.
Aquellas rosas rojas eran, sin duda, de otra admiradora; obviamente, una mujer corno Santana debía de tener un montón de admiradoras.
Pero quizás, se le ocurrió de repente, era algo más que eso, quizás Santana tenía otra amante.
Se encogió de hombros para sus adentros.
No me importa, mientras no afecte a nuestra relación—pensó.
Santana le había dicho que no estaba interesada en una relación seria con nadie, pero Dani estaba algo desconcertada; percibía la sombra de una amenaza sobre ese acuerdo tan conveniente.
—Y bien, ¿qué has estado haciendo esta semana?—preguntó Dani mientras aceptaba la bebida que le tendía Santana.
—He estado ocupadísima en el trabajo con algunas campañas nuevas—Santana dio un trago de vodka con tónica.
Parece que se trata de la segunda copa—pensó Dani.
Dani le explicó su fin de semana de camping con unas amigas, cerca del río Murray, en la frontera con Nueva Gales del Sur y luego, tranquilamente, le preguntó:
—¿Me has echado de menos?
Santana apuró su vaso, y se dispuso a servirse otro.
—Sí, claro que sí.
Dani se dio cuenta de que Santana evitaba mirarla al responder. Normalmente, la hubiera mirado seductora e incluso podría haber añadido «Ven conmigo arriba y te demostraré cuánto».
Hubo un inquietante silencio.
Santana encendió un cigarrillo y jugueteó con el encendedor, haciéndolo girar en la mano. Dani decidió que prefería aclarar las cosas y descubrir qué era lo que estaba pasando con Santana.
—¿Hay alguien más?
Obviamente, había tomado a Santana por sorpresa.
Era como si hubiera esperado que Dani no se diera cuenta de su extraño comportamiento.
Se bebió de un trago la mitad de la copa y se relajó visiblemente.
Parece que el alcohol ha empezado a hacer efecto—pensó Dani.
Santana la miró directamente y le preguntó:
—¿Qué quieres decir?
Dani le sonrió.
—Esto no se te da demasiado bien, ¿verdad?—dijo sosegadamente.
Santana apartó la mirada y se bebió lo que quedaba en el vaso. Dani se levantó de la silla, se acercó a ella y la rodeó con los brazos. Le besó suavemente el cuello y la cara y acarició sus caderas por encima de la bata de seda.
—Está bien, querida. Mientras podamos seguir con lo nuestro, a mí no me importa. Quiero decir que... después de todo, tú no harías algo tan estúpido como enamorarte, ¿verdad? Nosotras no somos tan tontas—siguió besando a Santana en el cuello.
—¿Cómo lo has sabido?
Dani rió suavemente
—Bueno... el beso en la puerta, tus titubeos, las rosas de la mesa, pero sobre todo, te delatan los ojos. He visto muchos ojos delatores en mi vida.
—Tienes razón—dijo Santana—, No se me da demasiado bien. De verdad que quería que vinieras, pero ahora me siento rara. Debo de tener una vena puritana profundamente arraigada en mi interior que me hace estar un poco insegura esta noche.
—En ese caso, será mejor que vaya poco a poco—dijo Dani con tono insinuante—Y que vea si puedo hacer que desaparezca esa vena puritana. Propongo que vayamos arriba, te quitaré la bata y te tenderé cómodamente...—le rozó el cuello con los labios y se apretó suavemente contra su cuerpo—Entonces, te besaré despacio desde la cabeza hasta los pies, muy, muy lentamente.
Notaba que Santana, por fin, empezaba a responder.
La morena besó el lóbulo de la oreja de Dani y susurró:
—Sí.
Para entonces, Dani deseaba desesperadamente a Santana, pero quería que ella estuviera tan receptiva como lo había estado las otras veces, así que no quiso precipitar las cosas y continuó haciéndole proposiciones eróticas:
—Y entonces, morena, cuando me necesites de veras, bajaré y te excitaré con la lengua, me tomaré mucho tiempo... hasta hacerte gritar pidiendo piedad. ¿Te parece un buen principio?
Finalmente, Santana se giró de cara hacia Dani y la besó sensualmente.
—Ven arriba conmigo—le susurró.
Arriba, a la tenue luz de una vela, Santana respondía a Dani con el entusiasmo y el ardor de sus mejores tiempos.
Una vez hubieron empezado, Santana tenía la suficiente experiencia sexual para ser capaz de bloquear los demás pensamientos y concentrarse en el momento.
No fue hasta más tarde, cuando estaban tumbadas, húmedas y temblorosas, entre las sábanas revueltas, la una en los brazos de la otra, y Dani se empezaba a dormir, que los demás pensamientos empezaron a invadir el cerebro de Santana.
Las noches ya eran más frías y los lastimeros cantos nocturnos de los grillos y demás insectos de verano, habían cesado.
Santana se acercó a la vela en la mesita de noche y la apagó de un soplido. El resplandor oscilante en las paredes y el techo se vio reemplazado por el inquietante blanco de la luz de la luna.
De golpe, Santana se estremeció.
Alcanzó el edredón y lo estiró hasta taparse con él. Dani se acurrucó junto a ella, la besó en un hombro con ternura y, en seguida, se quedó dormida.
Santana estaba tumbada, muy quieta, mirando la cuchillada de luz de luna que partía el techo en dos. El departamento estaba en silencio, excepto por la respiración rítmica de Dani.
Un sentimiento frío y desolador, como una sombra que no presagiara nada bueno, se fue apoderando lentamente de Santana. Sintió cómo se le iba formando un nudo en el estómago; su cuerpo, bajo el edredón, estaba helado; el corazón le empezó a palpitar y fue presa del pánico.
Hacía años que no se sentía así.
A pesar del calor de la mujer que dormía a su lado, Santana se sentía completamente sola.
Mientras estaba ahí tumbada, con el cuerpo en tensión, su mente empezó a llenarse de imágenes inquietantes y fragmentadas.
Vio los ojos azules de Brittany llenos de lágrimas: «Y por qué no puede ser conmigo?». Oyó la voz de Brittany: «Hazme el amor, San...».
Entonces reapareció en su mente el cuerpo sin vida de Alex y Santana recordó sus labios contra su piel fría como el hielo «Alex, no me dejes... no me dejes».
Se encontró pronunciando en voz alta las palabras «No me dejes» en la oscuridad como si reviviera con horror aquel momento en que su propia vida parecía escapársele.
Se secó la cara, húmeda por las lágrimas y dándose la vuelta, lejos de Dani, cayó finalmente en un sueño inquieto y agitado.
Santana se sentía llena de vida y fresca, a pesar de la falta de sueño de las dos últimas noches.
—¿Por qué no llamo a mi amiga Quinn y vamos a comer?—sugirió—A menos que tengas otros planes, claro.
Brittany sonrió:
—No tengo otros planes, y éste suena fantástico.
—Bien—dijo Santana, saliendo de la cama—Voy a llamarla ahora.
Quinn estaba libre para comer, así que un par de horas más tarde, Santana y Brittany pasaron a recogerla, de camino hacia el restaurante.
Cruzaron la ciudad hasta un área llamada Little Saigon, donde las calles estaban llenas de mercadillos, tiendas y restaurantes vietnamitas.
Como de costumbre, la calle principal estaba abarrotada de gente y con frecuencia tenían que andar por la calzada, para esquivar las multitudes que se agolpaban alrededor de los puestos de verdura de las aceras.
Algunos de los restaurantes eran propiedad de descendientes de chinos y escogieron uno de éstos para su comida.
Tras abrirse paso por entre las mesas llenas de gente y los chirriantes carritos con comida, encontraron sitio junto a la ventana.
En seguida, una mujer dirigió un carrito hacia su mesa y recitó, a la velocidad de la luz, los nombres de todos los platos humeantes, mientras iba levantando las tapas para que los inspeccionaran.
Santana sugirió que tomaran uno de cada.
—Genial—dijo Quinn—, Excepto patas de pollo—arrugó la nariz—No quiero ni verlas.
Santana y Brittany rieron y estuvieron de acuerdo en hacer esa excepción y pronto por encima de la mesa se esparcieron cestitas humeantes apiladas unas sobre otras y platitos con salsas y chile recién picado.
Quinn desmontó las pilas de cestas, para mostrar el surtido de bolitas de color blanco nacarado y las empanadillas de cerdo, todo cocinado al vapor.
Mientras Brittany y Quinn empezaban a servirse, Santana rompió la hoja de loto que envolvía un arroz pegajoso, liberando así su delicioso olor en medio de una nube de vapor perfumado.
—Mmrnm. Esto es el paraíso—dijo Brittany, cuando se disponía a comerse un ligero y esponjoso bollito de cerdo.
Antes de que pudieran responder, una angelical carita china asomó por un lado de la mesa. Un niño pequeño, de unos dos o tres años, presumiblemente el hijo de los dueños, las estaba mirando, a ellas y a la comida, con gran interés.
—¿Quieres un poco?—le preguntó Brittany.
El niño bajó la mano y se llevó un puñado de patatas fritas a la boca. Quinn miró por encima de la mesa para ver qué era lo que agarraba.
—Creo que se pregunta por qué no estamos comiendo verdadera comida australiana—dijo con una sonrisa.
En ese momento, el niño levantó con orgullo una arrugada bolsa del Mc Donald's, antes de salir corriendo entre risitas y provocar las carcajadas de todas.
Santana estaba contenta de ver que Brittany y Quinn parecían haberse gustado inmediatamente.
Se enfrascaron, en un momento en una conversación sobre arte; Quinn tenía algunos conocimientos sobre el tema y parecía estar muy interesada en el trabajo de Brittany.
Santana se bebió el té a sorbos, contemplándolas, y no pudo evitar sonreír al ver la animada expresión de Quinn, y sus ojos chispeantes.
Era evidente que se sentía halagada y encantada por el auténtico interés de Brittany y las preguntas que le hacía acerca de ella.
La rubia más alta las dejó para ir al lavabo y Quinn miró a Santana con una sonrisa radiante:
—Es maravillosa, Tana.
Santana Sonrió:
—Sí que lo es.
—Y está perdidamente enamorada de ti—añadió Quinn.
Santana sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió.
—No soy más que capricho pasajero.
Quinn movió la cabeza lentamente y suspiró.
—Hacía años que no te veía así. El modo en que la miras, cómo le hablas...—hizo una pausa y se tocó suavemente el lóbulo de la oreja mientras miraba a Santana—Está claro que tú también estás enamorada, querida.
Santana clavó la mirada en sus manos, mientras hacía girar el anillo de un lado a otro en su dedo.
—Sólo la deseo.
Justo cuando Brittany se acercaba a la mesa para reunirse con ellas, Quinn dijo rápidamente entre dientes:
—Te estás engañando, Tana.
Aquella misma tarde, ya de vuelta en el departamento, Santana sugirió a Brittany que podrían volver a encontrarse el jueves por la noche.
Vio la expresión desencantada de Brittany, pero le agradeció que lo aceptara sin discutir.
Tenía trabajo que preparar para la mañana siguiente e intentaba, con dificultad, convencerla para que se fuera a casa.
Estaban de pie cerca de la puerta, arrebatadas, besándose apasionadamente cuando las interrumpió el agudo timbre del teléfono. Los músculos de Santana se tensaron el mismo instante en que oyó la voz de la persona que llamaba.
—Hola, cariño. Te he echado de menos. ¿Cuándo nos vemos?—dijo Dani con voz acariciante.
Dani no podía haber estado menos presente en los pensamientos de Santana.
—!Oh!... Hola—contestó nerviosa Santana—¿Puedo llamarte dentro de un momento?
Dani pareció algo sorprendida por el tono inquieto de Santana, pero contestó:
—De acuerdo. Hablamos luego.
Cuando Santana volvió con Brittany, su humor había cambiado.
—Lo siento, cariño, me temo que ahora sí que hemos de despedirnos por hoy. Tengo cosas que hacer.
—¿Algo va mal?—preguntó Brittany.
Santana esbozó una sonrisa tranquilizadora.
—No, ningún problema.
Y dio a Brittany un último abrazo mientras prometía llamarla antes del jueves.
Cuando cerró la puerta detrás de Brittany, los pensamientos de Santana volvieron a Dani, con cierta ansiedad.
Se daba cuenta de que cambiar sus sentimientos de una a otra no iba a ser tan fácil como creía. Seguía convencida de que el mejor modo de protegerse emocionalmente de la rubia era continuar su historia con Dani, pero había un problema: Brittany ocupaba toda su mente y su cuerpo sólo deseaba a Brittany.
Así que cómo iba funcionar, se preguntaba.
Debe de ser porque hace algún tiempo que no veo a Dani, decidió, ya que la rubia más bajita seguía siendo la misma mujer sensual y atractiva que antes.
Durante un rato fue de aquí para allá por el departamento, ordenando, y preparó sus nota para la campaña de uno de los nuevos clientes de Adworks en la que quería empezar a trabajar. todo ese rato estuvo posponiendo el momento de devolver la llamada a Dani.
Después de casi una hora, cogió el teléfono.
No seas idiota—masculló para sus adentros, mientras marcaba el número de Dani.
—Has tardado bastante—dijo Dani—¿He interrumpido algo importante? O quizás debería decir alguien importante...—el tono de Dani era ligeramente burlón.
—Lo siento. Antes no podía hablar—respondió sin alterarse, y sin dar tiempo a que Dani pudiera hacer más preguntas dijo—¿Cuándo quedamos?
—¿Por qué no esta noche? Te he echado de menos.
Santana dudó.
Después de pasar el fin de semana con Brittany, dormir con Dani aquella noche le parecía incuestionable.
—Mmmm, esta noche no es muy buena idea—dijo Santana—, Tengo que acabar un trabajo. ¿Qué te parece mañana por la i noche?
—De acuerdo, amor—contestó Dani—Me pasaré mañana sobre las nueve.
—Te espero—dijo Santana, intentando ignorar sus propias dudas.
El lunes Santana estuvo muy ocupada trabajando con Artie en la nueva campaña.
Era para uno de los clientes con los que había contactado recientemente en Sydney, Furniture King, que tenía sucursales en todos los estados. Había mucho que hacer para preparar la presentación de la semana siguiente y, como siempre que estaba muy ocupada, sus problemas personales parecían quedar relegados a un segundo plano.
Por la tarde, se había auto convencido de que tenía muchas ganas de ver a Dani aquella noche, y de que no estaba tan obsesionada con Brittany.
Estaba profundamente concentrada en un diseño, cuando sonó el teléfono.
—Cariño, no puedo dejar de pensar en ti. Tenía que oír tu voz.
En el mismo momento en que Santana oyó la voz de Brittany, su corazón se desbocó y notó que le inundaba una oleada de deseo.
Inmediatamente, se sintió desorientada; todo lo demás, la imagen de los límpidos ojos de Brittany y de su deliciosa boca, se esfumó de su mente, y su cuerpo se estremeció con el recuerdo de sus caricias.
—¿Estás ahí?—preguntó Brittany al no recibir ninguna respuesta de Santana.
—Sí, estoy aquí—la respuesta era apenas un murmullo—Me has tomado por sorpresa, como haces siempre, y me he quedado sin respiración por unos segundos.
—San, no te enfades conmigo, pero no creo que pueda esperar hasta el jueves. Te echo tanto de menos.
Esto era demasiado para Santana:
—Por favor, Britt—dijo con la voz ronca—, No sabes lo que me estás haciendo—hizo una pausa para ordenar sus pensamientos—Mira, te veré mañana aquí; necesito que eches una ojeada a unos diseños que hay que maquetar urgentemente, es decir, si me dejas acabarlos—añadió con una sonrisa en la voz.
—¿Estás ocupada esta noche?—preguntó Brittany esperanzada.
—Si, cariño, pero mañana nos vemos, ¿de acuerdo?
Cuando colgó el teléfono, Santana estaba impresionada.
Hablaba de mantener sus sentimientos por Brittany bajo control, pensó, y bastaba con que oyera su voz para que se quedara hecha un flan.
Se preguntaba cómo diablos iba a hacerlo para dejar de pensar en Brittany esa noche, cuando llegara Dani.
Justo entonces, Artie llamó a la puerta y entró en el despacho y ella agradeció la distracción.
Comentaron otra presentación para el día siguiente; ésta para una cadena de tiendas de moda femenina.
—¡Dios mío!, supongo que tendré que rebuscar hasta encontrar algún vestidito glamoroso que ponerme—protestó Santana.
—Eso me temo, socia—dijo Artie—Has de estar jodidamente elegante para esa dienta tan estirada.
En ese preciso instante, Santana oyó un estallido familiar, incluso reconfortante a esas alturas, al otro lado de la puerta entreabierta.
—¿Sí, Sugar?—la llamó.
Sugar se asomó por la puerta:
—Acaba de llegar esto para ti—anunció, al tiempo que entraba con una caja con flores—Rosas rojas de tallo largo.
—¡Por Dios!, esto habrá costado una pasta—hizo notar Artie.
A pesar de que no había tarjeta, Santana sabía que eran de Brittany.
—Las trajo un mensajero—explicó Sugar, antes de regresar a su mesa.
Santana se había quedado sin habla y Artie decidió que era una buena oportunidad para irse a casa. Se sentó en la mesa, contemplando las preciosas flores, y los ojos empezaron a llenársele de lágrimas.
Durante el poco tiempo que habían pasado juntas, todo en el comportamiento de Brittany parecía indicar que estaba enamorada o, por lo menos, que creía estarlo y las flores eran una señal más.
Santana deseó que Brittany fuera capaz de resistirse a pronunciar esas palabras.
Le aterrorizaba pensar en oírlas.
Ya era bastante difícil tener que mantener sus sentimientos bajo control para además tener que soportar la idea de que Brittany sufriera.
Miró el reloj y se dio cuenta de que era mejor que acabara el trabajo que tenía delante o se pasaría ahí toda la noche.
Y más tarde, aquella misma noche, tenía que ver a Dani.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al pesar cómo se sentiría Brittany si supiera que seguía viéndose con Dani; hasta entonces, tal como había supuesto, Brittany no le había preguntado.
Santana puso las flores en una mesa auxiliar y centró su atención en cómo colocar el encabezado en el diseño de impresión de Furniture King.
Aquella tarde Santana llegó a casa sobre las ocho.
Colocó las rosas en un jarrón alto de cristal tallado que puso sobre la mesa, luego se preparó un bocadillo vegetal y se dio una ducha.
Se había acostumbrado a esta rutina cuando esperaba a Dani: tomaban algo juntas y hablaban, se ponían al día con las novedades de la otra.
Pero básicamente se encontraban para mantener relaciones sexuales y Santana solía vestirse para la ocasión.
Las veces anteriores esperaba con ganas la visita de Dani, pero aquella noche Santana dudó acerca de quedarse en albornoz después de la ducha.
De repente, no llevar nada más que el albornoz le parecía una clara invitación sexual; pero era lo que había hecho hasta entonces, así que ¿por qué preguntárselo ahora?
Decidió que necesitaba una copa, le hacía falta relajarse.
Mientras se dirigía hacia abajo, vio la cama. Notó una tensión en el cuello al recordar la noche anterior, cuando estaba durmiendo sola y el dulce aroma de Brittany se hacía levemente perceptible en las sábanas y con un suspiro contenido, hundió la cara en la almohada que aún retenía la fragancia del cabello de la ojiazul.
Cada vez tenía más recelos sobre esa noche, y se dio cuenta de que tendría que cambiar las sábanas.
Empezó a albergar un penetrante sentimiento de culpa.
Se reprendió en silencio por eso, mientras hacía la cama.
¿Qué es lo que me pasa?—pensó—, Soy absolutamente libre, no tengo compromisos con nadie. Estoy siendo demasiado sentimental—decidió—Es la inocencia de Brittany lo que me hace sentir culpable.
Cerca de las nueve, sonó el timbre de la puerta, cuando Santana se estaba acabando un vodka con tónica bien cargado.
Pulsó el botón de la puerta del edificio y abrió la puerta del departamento.
Dani se sentía en forma y tenía muchas ganas de ver a Santana, así que subió corriendo las escaleras. Santana sonrió, dándole la bienvenida y Dani sintió una oleada de pasión cuando sus ojos se posaron en los de la pelinegra.
Esta historia estaba durando más que la mayoría.
Santana era perfecta: estaba soltera, por lo que no era una de las breves citas clandestinas a las que Dani estaba acostumbrada, y no tenía exigencias emocionales.
Era maravilloso poder pasar toda la noche con ella y, lo mejor de todo era que Santana era sencillamente preciosa.
De un solo movimiento, tan ágil como un gato, Dani entró, cerró la puerta con el pie y estrechó a Santana entre sus brazos.
—Ven aquí—le pidió, antes de cubrirle la boca con un beso ansioso y ardiente.
Normalmente, llegadas a este punto, Santana sucumbía a la pasión, pero aquella noche algo en ella era diferente, pensó Dani.
No parecía que hubiera el mismo ardor que de costumbre.
Santana se apartó de ella con suavidad.
—¿No estás yendo demasiado deprisa?—le preguntó con una sonrisa.
Dani le devolvió la Sonrisa:
—Siempre tengo prisa cuando te veo, ya lo sabes.
—¿Por qué no tomamos una copa y me cuentas las novedades?—sugirió Santana—Hace cerca de una semana que no nos vemos—tras esto, se dirigió a la cocina.
Dani siguió con la mirada la adorable figura que se alejaba.
—Muy bien. Tomaré un whisky con soda.
Entonces vio las impresionantes rosas sobre la mesa.
No eran el tipo de flores que una compra para sí misma. Y le había sorprendido ligeramente la relativa frialdad de Santana hacía un momento: normalmente la respuesta de Santana era tan urgente corno la suya.
Aquellas rosas rojas eran, sin duda, de otra admiradora; obviamente, una mujer corno Santana debía de tener un montón de admiradoras.
Pero quizás, se le ocurrió de repente, era algo más que eso, quizás Santana tenía otra amante.
Se encogió de hombros para sus adentros.
No me importa, mientras no afecte a nuestra relación—pensó.
Santana le había dicho que no estaba interesada en una relación seria con nadie, pero Dani estaba algo desconcertada; percibía la sombra de una amenaza sobre ese acuerdo tan conveniente.
—Y bien, ¿qué has estado haciendo esta semana?—preguntó Dani mientras aceptaba la bebida que le tendía Santana.
—He estado ocupadísima en el trabajo con algunas campañas nuevas—Santana dio un trago de vodka con tónica.
Parece que se trata de la segunda copa—pensó Dani.
Dani le explicó su fin de semana de camping con unas amigas, cerca del río Murray, en la frontera con Nueva Gales del Sur y luego, tranquilamente, le preguntó:
—¿Me has echado de menos?
Santana apuró su vaso, y se dispuso a servirse otro.
—Sí, claro que sí.
Dani se dio cuenta de que Santana evitaba mirarla al responder. Normalmente, la hubiera mirado seductora e incluso podría haber añadido «Ven conmigo arriba y te demostraré cuánto».
Hubo un inquietante silencio.
Santana encendió un cigarrillo y jugueteó con el encendedor, haciéndolo girar en la mano. Dani decidió que prefería aclarar las cosas y descubrir qué era lo que estaba pasando con Santana.
—¿Hay alguien más?
Obviamente, había tomado a Santana por sorpresa.
Era como si hubiera esperado que Dani no se diera cuenta de su extraño comportamiento.
Se bebió de un trago la mitad de la copa y se relajó visiblemente.
Parece que el alcohol ha empezado a hacer efecto—pensó Dani.
Santana la miró directamente y le preguntó:
—¿Qué quieres decir?
Dani le sonrió.
—Esto no se te da demasiado bien, ¿verdad?—dijo sosegadamente.
Santana apartó la mirada y se bebió lo que quedaba en el vaso. Dani se levantó de la silla, se acercó a ella y la rodeó con los brazos. Le besó suavemente el cuello y la cara y acarició sus caderas por encima de la bata de seda.
—Está bien, querida. Mientras podamos seguir con lo nuestro, a mí no me importa. Quiero decir que... después de todo, tú no harías algo tan estúpido como enamorarte, ¿verdad? Nosotras no somos tan tontas—siguió besando a Santana en el cuello.
—¿Cómo lo has sabido?
Dani rió suavemente
—Bueno... el beso en la puerta, tus titubeos, las rosas de la mesa, pero sobre todo, te delatan los ojos. He visto muchos ojos delatores en mi vida.
—Tienes razón—dijo Santana—, No se me da demasiado bien. De verdad que quería que vinieras, pero ahora me siento rara. Debo de tener una vena puritana profundamente arraigada en mi interior que me hace estar un poco insegura esta noche.
—En ese caso, será mejor que vaya poco a poco—dijo Dani con tono insinuante—Y que vea si puedo hacer que desaparezca esa vena puritana. Propongo que vayamos arriba, te quitaré la bata y te tenderé cómodamente...—le rozó el cuello con los labios y se apretó suavemente contra su cuerpo—Entonces, te besaré despacio desde la cabeza hasta los pies, muy, muy lentamente.
Notaba que Santana, por fin, empezaba a responder.
La morena besó el lóbulo de la oreja de Dani y susurró:
—Sí.
Para entonces, Dani deseaba desesperadamente a Santana, pero quería que ella estuviera tan receptiva como lo había estado las otras veces, así que no quiso precipitar las cosas y continuó haciéndole proposiciones eróticas:
—Y entonces, morena, cuando me necesites de veras, bajaré y te excitaré con la lengua, me tomaré mucho tiempo... hasta hacerte gritar pidiendo piedad. ¿Te parece un buen principio?
Finalmente, Santana se giró de cara hacia Dani y la besó sensualmente.
—Ven arriba conmigo—le susurró.
Arriba, a la tenue luz de una vela, Santana respondía a Dani con el entusiasmo y el ardor de sus mejores tiempos.
Una vez hubieron empezado, Santana tenía la suficiente experiencia sexual para ser capaz de bloquear los demás pensamientos y concentrarse en el momento.
No fue hasta más tarde, cuando estaban tumbadas, húmedas y temblorosas, entre las sábanas revueltas, la una en los brazos de la otra, y Dani se empezaba a dormir, que los demás pensamientos empezaron a invadir el cerebro de Santana.
Las noches ya eran más frías y los lastimeros cantos nocturnos de los grillos y demás insectos de verano, habían cesado.
Santana se acercó a la vela en la mesita de noche y la apagó de un soplido. El resplandor oscilante en las paredes y el techo se vio reemplazado por el inquietante blanco de la luz de la luna.
De golpe, Santana se estremeció.
Alcanzó el edredón y lo estiró hasta taparse con él. Dani se acurrucó junto a ella, la besó en un hombro con ternura y, en seguida, se quedó dormida.
Santana estaba tumbada, muy quieta, mirando la cuchillada de luz de luna que partía el techo en dos. El departamento estaba en silencio, excepto por la respiración rítmica de Dani.
Un sentimiento frío y desolador, como una sombra que no presagiara nada bueno, se fue apoderando lentamente de Santana. Sintió cómo se le iba formando un nudo en el estómago; su cuerpo, bajo el edredón, estaba helado; el corazón le empezó a palpitar y fue presa del pánico.
Hacía años que no se sentía así.
A pesar del calor de la mujer que dormía a su lado, Santana se sentía completamente sola.
Mientras estaba ahí tumbada, con el cuerpo en tensión, su mente empezó a llenarse de imágenes inquietantes y fragmentadas.
Vio los ojos azules de Brittany llenos de lágrimas: «Y por qué no puede ser conmigo?». Oyó la voz de Brittany: «Hazme el amor, San...».
Entonces reapareció en su mente el cuerpo sin vida de Alex y Santana recordó sus labios contra su piel fría como el hielo «Alex, no me dejes... no me dejes».
Se encontró pronunciando en voz alta las palabras «No me dejes» en la oscuridad como si reviviera con horror aquel momento en que su propia vida parecía escapársele.
Se secó la cara, húmeda por las lágrimas y dándose la vuelta, lejos de Dani, cayó finalmente en un sueño inquieto y agitado.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
Se la complica solita San!!!
saludos
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
De verdad que no entiendo pq alguien que quiere ser querida se resiste a ello de forma tan estupida!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Se la complica solita San!!!
saludos
Hola, si ¬¬ y no se si es de mala o que, pero se lo merece por indecisa ¬¬ Saludos =D
micky morales escribió:De verdad que no entiendo pq alguien que quiere ser querida se resiste a ello de forma tan estupida!!!!!
Hola, ni yo la vrdd ¬¬ osea ya quisieramos muchos que alguien nos quisiera como britt a san ¬¬ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Cap 10
Capitulo 10
A la mañana siguiente, Santana se despertó a la seis.
Estaba cansada y le dolía la cabeza.
Miró a Dani, que seguía durmiendo, se deslizó fuera de la cama sigilosamente y fue al piso de abajo. Se preparó un café y se sentó mirando al mar a través de los ventanales.
Sólo unos pocos coches pasaban por el paseo marítimo a esa hora tan temprana.
Caía una fina llovizna y el cielo estaba encapotado.
El mar plomizo se levantaba en olas a cámara lenta, como si fuera de aceite.
Santana encendió un cigarrillo y contempló las volutas de humo gris azulado que subían en círculos, mientras se bebía un café bien cargado.
En cuanto abrió los ojos aquella mañana, su primer pensamiento había sido para Brittany.
Se sentía frustrada y furiosa consigo misma.
Lo había intentado todo para evitar que Brittany se convirtiera en una obsesión, excepto, por supuesto, dejar absolutamente de verse: eso sería imposible.
También era culpa de Brittany, se indignó en silencio.
¿Por qué no se había conformado con un «no» por toda respuesta?
No tenía ninguna necesidad de complicarse la vida.
Santana se sentía abrumada por la culpa: estaba traicionando la confianza de Brittany y se saldría con la suya sólo porque la ojiazul era demasiado dulce y demasiado inocente para pensar que seguía viéndose con Dani.
Pero, por muchas vueltas que le daba a la situación, no se le ocurría otra solución.
El hecho era que, a pesar de sus miedos, le encantaba tener a Brittany en su vida. Únicamente tendría que esforzarse más para dar a esa atracción su justo valor.
Era la primera amante de verdad de Brittany y lo estaba disfrutando, y eso era lo que contaba.
Por ahora.
Pero a su debido tiempo, seguiría su camino y Santana estaba decidida a que, cuando llegara ese momento, pudiera continuar con su vida tal cual, como antes.
Gracias a Dios, existe Dani—pensó Santana——Sin ella sí que tendría un problema.
Otro pensamiento le rondaba por la cabeza, pero no tenía ganas de considerarlo en aquel momento: tanto la mañana del sábado como la del domingo se había despertado con Brittany a su lado y se sentía de maravilla.
Esta mañana se había despertado sintiéndose desolada.
Oyó que Dani entraba en el baño y se daba una ducha; preparó más café y dirigió sus pensamientos a la presentación que tenía que hacer ese día en la oficina.
En seguida Dani bajó las escaleras, lista para trabajar, ya vestida con la muda limpia que había llevado.
—Buenos días, preciosa—pasó sus brazos alrededor de Santana y la besó.
La morena la abrazó estrechamente y le devolvió el beso.
La noche anterior, antes de verse invadida por la tristeza, había sido maravillosa.
Ojalá Dani hubiera olvidado sus reticencias iniciales.
—Te he preparado café—dijo, tendiéndole una taza—¿Cuándo nos volveremos a ver?—añadió con una sonrisa.
—Bueno, me ha sabido mal que estuvieras levantada cuando me he despertado—dijo Dani insinuantemente—, Porque tenía prevista una emboscada matinal.
—¿Ah, si? —se burló Santana.
—Te dije hace algún tiempo que había pensado irme quince lías de vacaciones a Cairns, y me voy mañana—dijo Dani.
—Es verdad —murmuró Santana, al recordarlo.
Dani bebió un poco de café.
—Voy a echarte de menos, amor, aunque tú probablemente no me eches de menos a mí. Estoy segura de que estarás muy ocupada con tu nueva novia—y le dirigió una sonrisa irónica.
Santana apartó la mirada rápidamente, diciendo evasivamente:
—Yo también estoy segura de que alguna preciosidad en bikini, te tendrá distraída en Cairns.
Dani se miró las puntas de los pies, mientras hundía las manos en los bolsillos.
—No sé. Quizás me hayas dejado inútil para las demás mujeres.
A Santana le sorprendió oír esas palabras en boca de Dani, sugerían una actitud posesiva poco típica de ella. Se preguntó si Dani se arrepentiría del momento que había escogido para irse de vacaciones, justo cuando otra mujer había aparecido en la vida de Santana.
Le alivió que Dani levantara la mirada hacia ella, con su habitual sonrisa de seguridad en sí misma, y pusiera fin a ese incómodo momento.
Dani cogió su taza y se bebió lo que quedaba de café.
—¿No vas a darme un beso de despedida?
Se abrazaron y se besaron y Santana le deseó unas buenas vacaciones.
Una vez Dani se hubo marchado, Santana no pudo evitar sentirse algo preocupada: sin Dani durante dos semanas, ¿qué iba a utilizar como red de seguridad?
Una hora y media más tarde, Santana llegaba a la oficina lista para la presentación.
Para su consternación, se encontró con que el cliente, de Furniture King, había llegado antes de tiempo y estaba charlando amablemente con Sugar.
Santana saludó al señor King y le aseguró que, en breve, empezarían la reunión. Justo en cuanto llegó a su despacho, Sugar apareció con café recién hecho.
Era precisamente lo que Santana necesitaba:
—Eres una bendición, Sugar—le dijo Santana, mientras aceptaba el café—¿Cómo lo llevas con Furniture King?
—Bueno, es un poco gilipollas, pero no está mal. Puedo apañármelas—contestó con un pequeño estallido del chicle.
Como estaba un poco distraída, se había olvidado de esconderlo, pero aquel día a Santana no le importaba. Había visto lo bien que trataba Sugar a los clientes y estaba contenta de que estuviera ahí para atender al señor King.
—Sugar, estás haciendo un buen trabajo. Estoy muy satisfecha de cómo marchan las cosas—dijo Santana.
—No hay de qué preocuparse—contestó Sugar quitándole importancia y encogiéndose de hombros, pero parecía complacida.
Santana encontró a Artie al borde de un ataque.
—Ese desgraciado se ha presentado esta mañana con un montón de cambios en la campaña. Hay cambios hasta en las fechas de ventas y en las líneas de productos, ¡por de amor de Dios!—siseó Artie.
—Mierda—se quejó Santana—Estará mal todo el material gráfico. La presentación va a ser una pérdida de tiempo.
—Odio a este jodido cliente... Es una pesadilla—Artie se lamentaba en tono frustrado.
Raras veces se alteraba por este tipo de cosas, tan habituales en el negocio.
Santana intentó consolarle.
—Mira, todo el trabajo de diseño puede salvarse y es la parte más complicada. Podemos mostrarle todo eso y revisar los cambios en el texto. Puedo hacer que las modificaciones estén introducidas en el material gráfico hoy a última hora y hacérselas llegar para que dé el visto bueno. Con un poco de suerte, cumpliremos con los plazos de imprenta—sonrió tranquilizadora y Artie se relajó un poco.
—Sí, tienes razón—dijo—Bueno venga, vayamos a esa mierda de reunión.
Había recuperado una pizca de su habitual buen humor.
Funcionaban bien como equipo porque se apoyaban el uno al otro. Siempre que uno perdía los nervios, el otro mantenía la sangre fría.
A pesar de sentirse exhausta y agotada aquella mañana, Santana tuvo una buena actuación y se desenvolvió bien en la presentación.
El cliente aprobó los elementos esenciales de la campaña pero los cambios significaban un par de días de mucho trabajo para Santana.
Dejó que Artie se encargara de las modificaciones en los costes y volvió a su despacho; además de todos aquellos cambios, tenía otros muchos trabajos.
Decidió telefonear a Brittany y ver si podía ir inmediatamente y empezar con todo aquello.
Dudó un momento antes de coger el teléfono, pero volvía a sentirse culpable.
Se reprendió para sus adentro y, respirando profundamente, descolgó el teléfono y marcó el número directo de Brittany.
—Hola, habla Brittany Pierce.
Santana se ablandó instantáneamente al oír la voz de la ojiazul; cualquier intento de mantener una actitud profesional era inútil así que su respuesta fue automática:
—Soy yo, mi Britt-Britt—dijo tiernamente.
—¡Oh, Sanny! He estado pensando en ti.
—Gracias por las rosas, son preciosas—dijo Santana—Ya las verás el jueves. He pensado que podría cocinar algo y podríamos pasar la noche en casa. ¿Qué te parece?
—Lo único malo del plan, es que tengo que esperar otras dos noches. No sé cómo voy a poder.
Santana imaginó la hermosa cara de Brittany y cerró los ojos en un intento de reprimir el deseo que la invadía.
Parecía que hubiera pasado una eternidad desde que la tuvo entre sus brazos.
Tragó saliva y recuperó la compostura.
—No falta mucho—contestó—Además, necesito que vengas ahora mismo, si puedes, para que repasemos algunos cambios urgentes en el material gráfico. Así podrás decirme lo que quieres cenar el jueves.
—Estaré ahí en una hora—dijo Brittany—Pero no es la cena lo que me interesa.
Tras la conversación, Santana necesitó unos minutos para poner orden en sus pensamientos y volver al trabajo.
Estaba decidida a comportarse con profesionalidad cuando llegara Brittany y se sumergió de lleno en el trabajo.
En menos de una hora, Santana se levantó de la silla para abrirle la puerta a Brittany.
Su anterior determinación se hizo añicos en cuanto la vio.
Ninguna de las dos hablaba, mientras se miraban a los ojos como hipnotizados.
Santana cerró la puerta y tras apoyar firmemente la espalda en ella tomó a Brittany entre sus brazos y la besó.
No pudo evitarlo.
Brittany parecía derretirse con su abrazo.
Deslizó la mano bajo la falda de Santana y cuando sus caricias alcanzaban la parte más alta de los muslos de Santana, ésta le cogió la mano.
—No lo hagas—murmuró, y la abrazó con fuerza.
Sus corazones palpitaban.
—Por favor, déjame pasar la noche contigo, Sanny—le suplicó Brittany—No puedo soportarlo.
Santana miró a los ojos de Brittany y la vio embargada por el mismo deseo, pasión y necesidad que ella.
—De acuerdo. Pasaremos la noche juntas—contestó. Y con suavidad se deshizo del abrazo de Brittany y continuó—Ahora intentemos ser profesionales y hacer algo del trabajo porque, si no nos damos prisa, nos pasaremos toda la noche trabajando.
Más tarde, una vez Brittany se hubo ido, Santana tuvo que admitir que quería pasar más tiempo con su rubia de ojos azules del que había previsto.
Con una mezcla de alivio y aprensión, recordó que Dani estaría fuera dos semanas.
En cualquier caso, era necesario que se quitara esas ideas de la cabeza y continuara con el trabajo; tenía muchísimas ganas de llegar a casa esa noche.
Trabajó rápido y delegó en los trabajadores free-lance gran parte del trabajo que tenía que acabar aquel día, así que se las apañó para salir del trabajo a tiempo de pasar por el mercado, de camino a casa.
Estaba demasiado cansada para pensar en ir a cenar fuera con Brittany; de lo que tenía ganas era de quedarse en casa con ella y relajarse.
Compró algunas verduras asiáticas, pollo y fideos frescos para hacer un salteado.
Llegó a su casa al mismo tiempo que Brittany y entre las dos llevaron dentro las bolsas con la compra.
La rubia le explicó que aquella tarde había completado en un tiempo récord el material gráfico que le había encargado, y Santana recordó una vez más lo eficiente y responsable que era Brittany.
Llegar a casa juntas había sido tan agradable como si lo hubieran hecho siempre.
Normalmente, por la noche a Santana le gustaba tener un poco de tiempo para sí misma: cuando vivía con Elaine, intentaba pasar una hora o así sin hablarle, mientras se relajaba.
Pero esta noche le parecía fantástico que Brittany estuviera ahí.
Descargaron la comida en el mármol de la cocina y se abrazaron: No había nada que pidiera parar la pasión que crecía entre ellas.
Brittany empujó a Santana contra la barra y al tiempo que la besaba, volvió a deslizarle una mano bajo la falda.
Apartó su boca de la de Santana lo suficiente para murmurar:
—¿Y ahora tengo permiso para hacer esto?—mientras sus dedos avanzaban por entre los muslos de Santana.
Como única respuesta, Santana gimió, mientras sus bragas se iban humedeciendo a cada caricia.
Santana corría el peligro de que le cedieran las piernas, así que sacó la mano de debajo de su falda y llevó a Brittany arriba, a la habitación.
Un poco después, a la luz de los últimos rayos dorados del sol poniente, sus cuerpos se entrelazaron sobre las sábanas blancas, e hicieron el amor con urgencia e intensidad.
Radiantes por la mutua excitación, volvieron abajo y mientras Brittany abría una botella de vino, Santana empezó a preparar la cena.
Se sorprendían continuamente mirándose la una a los ojos de la otra y se acariciaban y besaban a la menor oportunidad.
Brittany se sentó en un taburete alto al otro lado de la barra y Santana empezó a remover el polio en el wok. La más joven probé el vino y preguntó:
—¿Supongo que habrás tenido relaciones anteriores, qué pasó?
—Bueno—empezó Santana—, Estaba con alguien justo antes de que lo nuestro empezara, pero en bastantes sentidos, era más un acuerdo que una relación, y cuando se acabó, no me quedé precisamente desconsolada. La relación más importante que he tenido, fue con Alexandra.
Santana hizo una pausa para beber más vino y también añadió más ingredientes al wok, que crepitaba.
—¿Y por qué rompiste con ella?
—No rompimos—contestó Santana— Alex murió en un accidente—le sorprendía lo mucho que le costaba hablar de eso incluso después de tantos años.
Frunció el ceño.
—¡Oh, Sanny, lo siento, es terrible!—dijo Brittany con ternura—¿Qué ocurrió?
Santana bebió un poco más de vino y negó con la cabeza:
—Es una historia muy larga. Sé que es estúpido, pero aún me resulta muy difícil.
Inmediatamente, Brittany dejó el taburete, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. Santana miró a los transparentes ojos azules, preocupados, que volvieron a recordarle dolorosamente a Alex, y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.
Brittany la abrazó estrechamente.
—Debes de haberla querido muchísimo—dijo Brittany.
Santana estaba sorprendida por aquella inesperada exposición de sus sentimientos; había algo en Brittany que la debilitaba.
No quería que la rubia se sintiera excluida, pero había un límite hasta el que podía llegar.
—La quería desesperadamente y a veces, cuando pienso en cómo murió, tan de repente, todavía me asusta. Pensarás que después de cinco años no debería preocuparme—parpadeó, tratando de contener las lágrimas, besó a Brittany en la mejilla y se giró hacia la cocina.
Mientras la más alta ponía los boles y los palillos en la mesa, le preguntó:
—Cariño, ¿qué has querido decir con lo de que todavía te asusta?
Santana llevó la comida a la mesa y empezó a servir a Brittany. Se encogió de hombros:
—Es sólo que cuando pierdes a alguien a quien quieres, tan de golpe, bueno, es aterrador. Toda tu vida se hace pedazos sin previo aviso y... hace que uno se sienta inseguro, supongo. Te vuelves cauteloso.
Brittany asintió pensativa.
Durante un rato hubo un silencio entre ellas, mientras Brittany asimilaba la información.
—¿Y qué hay de ti?—sonrió Santana—¿Cómo es que aún nadie le había echado la zarpa a una mujer tan joven y bonita como tú?
Brittany se pasó los dedos por el pelo apartándoselo de la cara.
—Bueno, en el instituto estaba loca por una chica, pero a lo más que llegamos fue a besarnos—dijo mientras se servía más fideos—Solíamos besarnos mucho, me volvía loca, pero ella nunca pasó de ahí. No llegué a descubrir si simplemente tenía demasiado miedo o si no sentía lo mismo que yo. De todos modos, más tarde intenté que me gustaran los chicos. En el primer año de Universidad, salí algún tiempo con un tío y, obviamente, tuvimos relaciones sexuales. Pero durante todo el tiempo, me sentía desesperadamente atraída, de hecho, un poco obsesionada, por una de las personas que me daban clases: una mujer, por supuesto.
Santana sirvió más vino para las dos.
—Así que empezaste a hacerte a la idea de que debías de ser una lesbiana—dijo sonriendo.
Brittany rió:
—Sí. Tenía cerca de veinte años y no lo podía negar. Afortunadamente, conocí a un grupo de lesbianas y empecé a ir con ellas y el resto ya es historia.
—¿Y saben tus amigos que ya no eres una lesbiana virgen?—bromeó Santana.
Brittany asintió, sonriente.
—Sí, tenía que decírselo. ¡Estaba tan orgullosa de ti!
Santana contempló a Brittany y admiró, y no por primera vez su franqueza, y generosidad.
No es que fuera cándida, sino que carecía absolutamente de malicia.
Santana empezó a recoger los platos vacíos para llevarlos a la cocina y la rubia se levantó para ayudarla y le preguntó en tono serio:
—San, ¿verdad que no te molestó que fueras la primera?
Santana dejó lo que estaba haciendo para mirarla.
—Quiero decir—siguió Brittany—, Que sé que desde tu punto de vista hubiera sido mejor si yo hubiera tenido experiencia, pero que no soportaría que sintieras una tremenda responsabilidad o algo parecido.
Santana se quedó muda.
Dejó los platos, se acercó a Brittany, la rodeó con los brazos y la besó tiernamente en la boca:
—Puedo asegurarte que no me molestó en absoluto, querida, y créeme si te digo que no podía haber sido mejor—movió la cabeza con incredulidad y sonrió—¡Qué idea más absurda! ¿Cómo iba a sentirme sino profundamente halagada?—soltando a Brittany añadió—, Venga, recojamos esto y miremos si ponen alguna película que podamos ver.
Cuando fueron arriba, a la cama, hicieron el amor con una extremada sensibilidad hacia la otra.
Habían compartido muchas cosas en su conversación de aquella noche y Santana sentía por Brittany incluso más ternura de la que sentía antes.
Su dulzura, su sinceridad y su calidez le estaban calando hondo, bajo la piel, en la sangre.
Por primera vez Brittany llevó toda la iniciativa y Santana, indefensa, abandonó todo control, cediendo totalmente a la pasión y la intensidad de la más joven.
Después, Santana quedó tendida entre los brazos de Brittany, con la cara húmeda por los restos de lágrimas y el cuerpo aún tembloroso.
La rubia la besó dulcemente en la frente.
—Sanny—le susurró—Estoy enamorada de ti.
Santana cerró los ojos para contener las lágrimas que amenazaban con desbordarla y con dificultad ahogó los sollozos que le subían por la garganta.
Con el corazón desbocado por una mezcla de temor y felicidad, replicó con un susurro apenas audible:
—Lo sé, mi Britt-Britt, lo sé.
Pasaron juntas también la noche del jueves, como habían previsto de entrada, e hicieron más planes para pasar juntas casi todo el fin de semana.
Santana ya había organizado una cena para un grupo de amigas el viernes en su casa.
Pensó seriamente en invitar a Brittany; una de las cosas de estar soltera que le disgustaba eran los momentos de después de la cena, cuando todo el mundo se había ido.
Era tan bonito sentarse y tomarse un café con alguien, comentar los detalles de la velada y recoger juntas antes de irse a la cama.
Era más divertido.
Pero tenía que luchar contra esta tendencia de querer compartirlo todo con Brittany.
Necesitaba mantener su independencia y, por supuesto, no presentarse como pareja.
Santana agradeció que llegara la noche del viernes: había sido una semana muy intensa en el trabajo y haber pasado dos noches con Brittany, durmiendo poco, había aumentado su fatiga.
Aunque tampoco se quejaba.
Tenía muchas ganas de dar esa cena.
Estaba cansada y le dolía la cabeza.
Miró a Dani, que seguía durmiendo, se deslizó fuera de la cama sigilosamente y fue al piso de abajo. Se preparó un café y se sentó mirando al mar a través de los ventanales.
Sólo unos pocos coches pasaban por el paseo marítimo a esa hora tan temprana.
Caía una fina llovizna y el cielo estaba encapotado.
El mar plomizo se levantaba en olas a cámara lenta, como si fuera de aceite.
Santana encendió un cigarrillo y contempló las volutas de humo gris azulado que subían en círculos, mientras se bebía un café bien cargado.
En cuanto abrió los ojos aquella mañana, su primer pensamiento había sido para Brittany.
Se sentía frustrada y furiosa consigo misma.
Lo había intentado todo para evitar que Brittany se convirtiera en una obsesión, excepto, por supuesto, dejar absolutamente de verse: eso sería imposible.
También era culpa de Brittany, se indignó en silencio.
¿Por qué no se había conformado con un «no» por toda respuesta?
No tenía ninguna necesidad de complicarse la vida.
Santana se sentía abrumada por la culpa: estaba traicionando la confianza de Brittany y se saldría con la suya sólo porque la ojiazul era demasiado dulce y demasiado inocente para pensar que seguía viéndose con Dani.
Pero, por muchas vueltas que le daba a la situación, no se le ocurría otra solución.
El hecho era que, a pesar de sus miedos, le encantaba tener a Brittany en su vida. Únicamente tendría que esforzarse más para dar a esa atracción su justo valor.
Era la primera amante de verdad de Brittany y lo estaba disfrutando, y eso era lo que contaba.
Por ahora.
Pero a su debido tiempo, seguiría su camino y Santana estaba decidida a que, cuando llegara ese momento, pudiera continuar con su vida tal cual, como antes.
Gracias a Dios, existe Dani—pensó Santana——Sin ella sí que tendría un problema.
Otro pensamiento le rondaba por la cabeza, pero no tenía ganas de considerarlo en aquel momento: tanto la mañana del sábado como la del domingo se había despertado con Brittany a su lado y se sentía de maravilla.
Esta mañana se había despertado sintiéndose desolada.
Oyó que Dani entraba en el baño y se daba una ducha; preparó más café y dirigió sus pensamientos a la presentación que tenía que hacer ese día en la oficina.
En seguida Dani bajó las escaleras, lista para trabajar, ya vestida con la muda limpia que había llevado.
—Buenos días, preciosa—pasó sus brazos alrededor de Santana y la besó.
La morena la abrazó estrechamente y le devolvió el beso.
La noche anterior, antes de verse invadida por la tristeza, había sido maravillosa.
Ojalá Dani hubiera olvidado sus reticencias iniciales.
—Te he preparado café—dijo, tendiéndole una taza—¿Cuándo nos volveremos a ver?—añadió con una sonrisa.
—Bueno, me ha sabido mal que estuvieras levantada cuando me he despertado—dijo Dani insinuantemente—, Porque tenía prevista una emboscada matinal.
—¿Ah, si? —se burló Santana.
—Te dije hace algún tiempo que había pensado irme quince lías de vacaciones a Cairns, y me voy mañana—dijo Dani.
—Es verdad —murmuró Santana, al recordarlo.
Dani bebió un poco de café.
—Voy a echarte de menos, amor, aunque tú probablemente no me eches de menos a mí. Estoy segura de que estarás muy ocupada con tu nueva novia—y le dirigió una sonrisa irónica.
Santana apartó la mirada rápidamente, diciendo evasivamente:
—Yo también estoy segura de que alguna preciosidad en bikini, te tendrá distraída en Cairns.
Dani se miró las puntas de los pies, mientras hundía las manos en los bolsillos.
—No sé. Quizás me hayas dejado inútil para las demás mujeres.
A Santana le sorprendió oír esas palabras en boca de Dani, sugerían una actitud posesiva poco típica de ella. Se preguntó si Dani se arrepentiría del momento que había escogido para irse de vacaciones, justo cuando otra mujer había aparecido en la vida de Santana.
Le alivió que Dani levantara la mirada hacia ella, con su habitual sonrisa de seguridad en sí misma, y pusiera fin a ese incómodo momento.
Dani cogió su taza y se bebió lo que quedaba de café.
—¿No vas a darme un beso de despedida?
Se abrazaron y se besaron y Santana le deseó unas buenas vacaciones.
Una vez Dani se hubo marchado, Santana no pudo evitar sentirse algo preocupada: sin Dani durante dos semanas, ¿qué iba a utilizar como red de seguridad?
Una hora y media más tarde, Santana llegaba a la oficina lista para la presentación.
Para su consternación, se encontró con que el cliente, de Furniture King, había llegado antes de tiempo y estaba charlando amablemente con Sugar.
Santana saludó al señor King y le aseguró que, en breve, empezarían la reunión. Justo en cuanto llegó a su despacho, Sugar apareció con café recién hecho.
Era precisamente lo que Santana necesitaba:
—Eres una bendición, Sugar—le dijo Santana, mientras aceptaba el café—¿Cómo lo llevas con Furniture King?
—Bueno, es un poco gilipollas, pero no está mal. Puedo apañármelas—contestó con un pequeño estallido del chicle.
Como estaba un poco distraída, se había olvidado de esconderlo, pero aquel día a Santana no le importaba. Había visto lo bien que trataba Sugar a los clientes y estaba contenta de que estuviera ahí para atender al señor King.
—Sugar, estás haciendo un buen trabajo. Estoy muy satisfecha de cómo marchan las cosas—dijo Santana.
—No hay de qué preocuparse—contestó Sugar quitándole importancia y encogiéndose de hombros, pero parecía complacida.
Santana encontró a Artie al borde de un ataque.
—Ese desgraciado se ha presentado esta mañana con un montón de cambios en la campaña. Hay cambios hasta en las fechas de ventas y en las líneas de productos, ¡por de amor de Dios!—siseó Artie.
—Mierda—se quejó Santana—Estará mal todo el material gráfico. La presentación va a ser una pérdida de tiempo.
—Odio a este jodido cliente... Es una pesadilla—Artie se lamentaba en tono frustrado.
Raras veces se alteraba por este tipo de cosas, tan habituales en el negocio.
Santana intentó consolarle.
—Mira, todo el trabajo de diseño puede salvarse y es la parte más complicada. Podemos mostrarle todo eso y revisar los cambios en el texto. Puedo hacer que las modificaciones estén introducidas en el material gráfico hoy a última hora y hacérselas llegar para que dé el visto bueno. Con un poco de suerte, cumpliremos con los plazos de imprenta—sonrió tranquilizadora y Artie se relajó un poco.
—Sí, tienes razón—dijo—Bueno venga, vayamos a esa mierda de reunión.
Había recuperado una pizca de su habitual buen humor.
Funcionaban bien como equipo porque se apoyaban el uno al otro. Siempre que uno perdía los nervios, el otro mantenía la sangre fría.
A pesar de sentirse exhausta y agotada aquella mañana, Santana tuvo una buena actuación y se desenvolvió bien en la presentación.
El cliente aprobó los elementos esenciales de la campaña pero los cambios significaban un par de días de mucho trabajo para Santana.
Dejó que Artie se encargara de las modificaciones en los costes y volvió a su despacho; además de todos aquellos cambios, tenía otros muchos trabajos.
Decidió telefonear a Brittany y ver si podía ir inmediatamente y empezar con todo aquello.
Dudó un momento antes de coger el teléfono, pero volvía a sentirse culpable.
Se reprendió para sus adentro y, respirando profundamente, descolgó el teléfono y marcó el número directo de Brittany.
—Hola, habla Brittany Pierce.
Santana se ablandó instantáneamente al oír la voz de la ojiazul; cualquier intento de mantener una actitud profesional era inútil así que su respuesta fue automática:
—Soy yo, mi Britt-Britt—dijo tiernamente.
—¡Oh, Sanny! He estado pensando en ti.
—Gracias por las rosas, son preciosas—dijo Santana—Ya las verás el jueves. He pensado que podría cocinar algo y podríamos pasar la noche en casa. ¿Qué te parece?
—Lo único malo del plan, es que tengo que esperar otras dos noches. No sé cómo voy a poder.
Santana imaginó la hermosa cara de Brittany y cerró los ojos en un intento de reprimir el deseo que la invadía.
Parecía que hubiera pasado una eternidad desde que la tuvo entre sus brazos.
Tragó saliva y recuperó la compostura.
—No falta mucho—contestó—Además, necesito que vengas ahora mismo, si puedes, para que repasemos algunos cambios urgentes en el material gráfico. Así podrás decirme lo que quieres cenar el jueves.
—Estaré ahí en una hora—dijo Brittany—Pero no es la cena lo que me interesa.
Tras la conversación, Santana necesitó unos minutos para poner orden en sus pensamientos y volver al trabajo.
Estaba decidida a comportarse con profesionalidad cuando llegara Brittany y se sumergió de lleno en el trabajo.
En menos de una hora, Santana se levantó de la silla para abrirle la puerta a Brittany.
Su anterior determinación se hizo añicos en cuanto la vio.
Ninguna de las dos hablaba, mientras se miraban a los ojos como hipnotizados.
Santana cerró la puerta y tras apoyar firmemente la espalda en ella tomó a Brittany entre sus brazos y la besó.
No pudo evitarlo.
Brittany parecía derretirse con su abrazo.
Deslizó la mano bajo la falda de Santana y cuando sus caricias alcanzaban la parte más alta de los muslos de Santana, ésta le cogió la mano.
—No lo hagas—murmuró, y la abrazó con fuerza.
Sus corazones palpitaban.
—Por favor, déjame pasar la noche contigo, Sanny—le suplicó Brittany—No puedo soportarlo.
Santana miró a los ojos de Brittany y la vio embargada por el mismo deseo, pasión y necesidad que ella.
—De acuerdo. Pasaremos la noche juntas—contestó. Y con suavidad se deshizo del abrazo de Brittany y continuó—Ahora intentemos ser profesionales y hacer algo del trabajo porque, si no nos damos prisa, nos pasaremos toda la noche trabajando.
Más tarde, una vez Brittany se hubo ido, Santana tuvo que admitir que quería pasar más tiempo con su rubia de ojos azules del que había previsto.
Con una mezcla de alivio y aprensión, recordó que Dani estaría fuera dos semanas.
En cualquier caso, era necesario que se quitara esas ideas de la cabeza y continuara con el trabajo; tenía muchísimas ganas de llegar a casa esa noche.
Trabajó rápido y delegó en los trabajadores free-lance gran parte del trabajo que tenía que acabar aquel día, así que se las apañó para salir del trabajo a tiempo de pasar por el mercado, de camino a casa.
Estaba demasiado cansada para pensar en ir a cenar fuera con Brittany; de lo que tenía ganas era de quedarse en casa con ella y relajarse.
Compró algunas verduras asiáticas, pollo y fideos frescos para hacer un salteado.
Llegó a su casa al mismo tiempo que Brittany y entre las dos llevaron dentro las bolsas con la compra.
La rubia le explicó que aquella tarde había completado en un tiempo récord el material gráfico que le había encargado, y Santana recordó una vez más lo eficiente y responsable que era Brittany.
Llegar a casa juntas había sido tan agradable como si lo hubieran hecho siempre.
Normalmente, por la noche a Santana le gustaba tener un poco de tiempo para sí misma: cuando vivía con Elaine, intentaba pasar una hora o así sin hablarle, mientras se relajaba.
Pero esta noche le parecía fantástico que Brittany estuviera ahí.
Descargaron la comida en el mármol de la cocina y se abrazaron: No había nada que pidiera parar la pasión que crecía entre ellas.
Brittany empujó a Santana contra la barra y al tiempo que la besaba, volvió a deslizarle una mano bajo la falda.
Apartó su boca de la de Santana lo suficiente para murmurar:
—¿Y ahora tengo permiso para hacer esto?—mientras sus dedos avanzaban por entre los muslos de Santana.
Como única respuesta, Santana gimió, mientras sus bragas se iban humedeciendo a cada caricia.
Santana corría el peligro de que le cedieran las piernas, así que sacó la mano de debajo de su falda y llevó a Brittany arriba, a la habitación.
Un poco después, a la luz de los últimos rayos dorados del sol poniente, sus cuerpos se entrelazaron sobre las sábanas blancas, e hicieron el amor con urgencia e intensidad.
Radiantes por la mutua excitación, volvieron abajo y mientras Brittany abría una botella de vino, Santana empezó a preparar la cena.
Se sorprendían continuamente mirándose la una a los ojos de la otra y se acariciaban y besaban a la menor oportunidad.
Brittany se sentó en un taburete alto al otro lado de la barra y Santana empezó a remover el polio en el wok. La más joven probé el vino y preguntó:
—¿Supongo que habrás tenido relaciones anteriores, qué pasó?
—Bueno—empezó Santana—, Estaba con alguien justo antes de que lo nuestro empezara, pero en bastantes sentidos, era más un acuerdo que una relación, y cuando se acabó, no me quedé precisamente desconsolada. La relación más importante que he tenido, fue con Alexandra.
Santana hizo una pausa para beber más vino y también añadió más ingredientes al wok, que crepitaba.
—¿Y por qué rompiste con ella?
—No rompimos—contestó Santana— Alex murió en un accidente—le sorprendía lo mucho que le costaba hablar de eso incluso después de tantos años.
Frunció el ceño.
—¡Oh, Sanny, lo siento, es terrible!—dijo Brittany con ternura—¿Qué ocurrió?
Santana bebió un poco más de vino y negó con la cabeza:
—Es una historia muy larga. Sé que es estúpido, pero aún me resulta muy difícil.
Inmediatamente, Brittany dejó el taburete, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. Santana miró a los transparentes ojos azules, preocupados, que volvieron a recordarle dolorosamente a Alex, y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.
Brittany la abrazó estrechamente.
—Debes de haberla querido muchísimo—dijo Brittany.
Santana estaba sorprendida por aquella inesperada exposición de sus sentimientos; había algo en Brittany que la debilitaba.
No quería que la rubia se sintiera excluida, pero había un límite hasta el que podía llegar.
—La quería desesperadamente y a veces, cuando pienso en cómo murió, tan de repente, todavía me asusta. Pensarás que después de cinco años no debería preocuparme—parpadeó, tratando de contener las lágrimas, besó a Brittany en la mejilla y se giró hacia la cocina.
Mientras la más alta ponía los boles y los palillos en la mesa, le preguntó:
—Cariño, ¿qué has querido decir con lo de que todavía te asusta?
Santana llevó la comida a la mesa y empezó a servir a Brittany. Se encogió de hombros:
—Es sólo que cuando pierdes a alguien a quien quieres, tan de golpe, bueno, es aterrador. Toda tu vida se hace pedazos sin previo aviso y... hace que uno se sienta inseguro, supongo. Te vuelves cauteloso.
Brittany asintió pensativa.
Durante un rato hubo un silencio entre ellas, mientras Brittany asimilaba la información.
—¿Y qué hay de ti?—sonrió Santana—¿Cómo es que aún nadie le había echado la zarpa a una mujer tan joven y bonita como tú?
Brittany se pasó los dedos por el pelo apartándoselo de la cara.
—Bueno, en el instituto estaba loca por una chica, pero a lo más que llegamos fue a besarnos—dijo mientras se servía más fideos—Solíamos besarnos mucho, me volvía loca, pero ella nunca pasó de ahí. No llegué a descubrir si simplemente tenía demasiado miedo o si no sentía lo mismo que yo. De todos modos, más tarde intenté que me gustaran los chicos. En el primer año de Universidad, salí algún tiempo con un tío y, obviamente, tuvimos relaciones sexuales. Pero durante todo el tiempo, me sentía desesperadamente atraída, de hecho, un poco obsesionada, por una de las personas que me daban clases: una mujer, por supuesto.
Santana sirvió más vino para las dos.
—Así que empezaste a hacerte a la idea de que debías de ser una lesbiana—dijo sonriendo.
Brittany rió:
—Sí. Tenía cerca de veinte años y no lo podía negar. Afortunadamente, conocí a un grupo de lesbianas y empecé a ir con ellas y el resto ya es historia.
—¿Y saben tus amigos que ya no eres una lesbiana virgen?—bromeó Santana.
Brittany asintió, sonriente.
—Sí, tenía que decírselo. ¡Estaba tan orgullosa de ti!
Santana contempló a Brittany y admiró, y no por primera vez su franqueza, y generosidad.
No es que fuera cándida, sino que carecía absolutamente de malicia.
Santana empezó a recoger los platos vacíos para llevarlos a la cocina y la rubia se levantó para ayudarla y le preguntó en tono serio:
—San, ¿verdad que no te molestó que fueras la primera?
Santana dejó lo que estaba haciendo para mirarla.
—Quiero decir—siguió Brittany—, Que sé que desde tu punto de vista hubiera sido mejor si yo hubiera tenido experiencia, pero que no soportaría que sintieras una tremenda responsabilidad o algo parecido.
Santana se quedó muda.
Dejó los platos, se acercó a Brittany, la rodeó con los brazos y la besó tiernamente en la boca:
—Puedo asegurarte que no me molestó en absoluto, querida, y créeme si te digo que no podía haber sido mejor—movió la cabeza con incredulidad y sonrió—¡Qué idea más absurda! ¿Cómo iba a sentirme sino profundamente halagada?—soltando a Brittany añadió—, Venga, recojamos esto y miremos si ponen alguna película que podamos ver.
Cuando fueron arriba, a la cama, hicieron el amor con una extremada sensibilidad hacia la otra.
Habían compartido muchas cosas en su conversación de aquella noche y Santana sentía por Brittany incluso más ternura de la que sentía antes.
Su dulzura, su sinceridad y su calidez le estaban calando hondo, bajo la piel, en la sangre.
Por primera vez Brittany llevó toda la iniciativa y Santana, indefensa, abandonó todo control, cediendo totalmente a la pasión y la intensidad de la más joven.
Después, Santana quedó tendida entre los brazos de Brittany, con la cara húmeda por los restos de lágrimas y el cuerpo aún tembloroso.
La rubia la besó dulcemente en la frente.
—Sanny—le susurró—Estoy enamorada de ti.
Santana cerró los ojos para contener las lágrimas que amenazaban con desbordarla y con dificultad ahogó los sollozos que le subían por la garganta.
Con el corazón desbocado por una mezcla de temor y felicidad, replicó con un susurro apenas audible:
—Lo sé, mi Britt-Britt, lo sé.
Pasaron juntas también la noche del jueves, como habían previsto de entrada, e hicieron más planes para pasar juntas casi todo el fin de semana.
Santana ya había organizado una cena para un grupo de amigas el viernes en su casa.
Pensó seriamente en invitar a Brittany; una de las cosas de estar soltera que le disgustaba eran los momentos de después de la cena, cuando todo el mundo se había ido.
Era tan bonito sentarse y tomarse un café con alguien, comentar los detalles de la velada y recoger juntas antes de irse a la cama.
Era más divertido.
Pero tenía que luchar contra esta tendencia de querer compartirlo todo con Brittany.
Necesitaba mantener su independencia y, por supuesto, no presentarse como pareja.
Santana agradeció que llegara la noche del viernes: había sido una semana muy intensa en el trabajo y haber pasado dos noches con Brittany, durmiendo poco, había aumentado su fatiga.
Aunque tampoco se quejaba.
Tenía muchas ganas de dar esa cena.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
Bueno esperemos a ver si por lo menos le da algun lugar de importancia a Brittany en esa cena!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
en serio santana a veces me da ganas de abrirle la cabeza,.. pero bueno!!
la presentación oficial de britt a la amistad de san!!!
mmm no ahí vuelta atrás,..
nos vemos!!!
en serio santana a veces me da ganas de abrirle la cabeza,.. pero bueno!!
la presentación oficial de britt a la amistad de san!!!
mmm no ahí vuelta atrás,..
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:Bueno esperemos a ver si por lo menos le da algun lugar de importancia a Brittany en esa cena!!!!!
Hola, esperemos y si y que tengas toda la razón ¬¬ san no esta haciendo del todo bn las cosas ¬¬ Saludos =D
3:) escribió:hola morra,..
en serio santana a veces me da ganas de abrirle la cabeza,.. pero bueno!!
la presentación oficial de britt a la amistad de san!!!
mmm no ahí vuelta atrás,..
nos vemos!!!
Hola lu, si a mi tmbn la vrdd =/ Y será de lo mejor, osea, a quien no le cae bn esa rubia¿? jajajajajajajajajaj. Nop, y eso es bueno jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Cap 11
Capitulo 11
Era una noche fría y ventosa; y el aguacero golpeaba con fuerza contra las puertas de la terraza de Santana.
En el interior del departamento, acogedor y confortable, las amigas de Santana estaban sentadas alrededor de la mesa a la tenue luz de algunas lámparas y velas colocadas en el aparador.
Un sensual blues de jazz apenas podía oírse bajo la animada conversación del grupo.
Santana estaba poniendo en la mesa una bandeja de brochetas mientras Quinn abría una botella de vino tinto cuando Kitty le preguntó:
—¿Sigues viéndote con Dani, Santana?
Quinn suspiró ruidosamente y levantó los ojos hacia el cielo.
—Sí..., de un modo muy informal—Santana miró hacia Quinn y sonrió ante su predecible reacción al oír el nombre de Dani.
—Ya hace unos cuantos meses desde que empezasteis a veros, ¿no?—preguntó Rachel—Por lo que he oído, es todo un récord tratándose de Dani.
—Bueno, yo no te culpo—dijo Marley—, Siempre he pensado que Dani era muy atractiva.
Su pareja, Kitty, puso mala cara.
—Tendré que andarme con cuidado, creo que eres precisamente del tipo de Dani.
Todas se rieron de la preocupación fingida de Kitty ya que ella y Marley estaban muy unidas.
En aquel preciso instante, Quinn dejó caer el cuchillo en el plato y, al oír el fuerte ruido, todas se giraron y la miraron. Parecía bastante malhumorada y tenía los labios apretados.
—¿Qué te pasa, Quinn?—preguntó Rachel.
Tras un momento de silencio, Santana contestó en su lugar:
—Quinn está enfadada conmigo por todo esto de Dani. Cree que me estoy equivocando.
—¿Por qué, Quinn?, ¿cuál es el problema?—preguntó Marley.
Quinn continuó callada y miró a Santana. Está claro que esperaba que fuera ella quien contara toda la historia.
Santana suspiró resignada:
—Bien, además del desprecio irracional que siente Quinn por Dani—dijo, mirando a rubia mas alta—, Hay otra parte de la historia—sintió un súbito alivio por no haber invitado a Brittany aquella noche.
Le alegraba disponer de la oportunidad de conocer la opinión de sus amigas sobre la situación con Brittany; estaba convencida de que apoyarían su decisión de mantener las cosas bajo control.
Así que mientras las demás mordían la brocheta de tomate y albahaca, les habló de Brittany.
Escucharon con atención, luego Rachel preguntó:
—Hay algo que no entiendo, ¿cómo encaja Dani en todo esto?
—Bueno, sigo viéndola porque no quiero involucrarme demasiado con Britt—respondió Santana tan despreocupadamente como pudo.
—¡Dios, debes de estar exhausta!—exclamó Rachel.
Siguió un gran gruñido de Quinn y las risitas de las demás.
Santana se levantó de la mesa y fue a la cocina para añadir crema de leche a la salsa de setas. Al tratarse de una cocina americana, el salón y el comedor seguían a la vista, así que, mientras removía la salsa, la conversación continuó.
—Tendrían que verlas juntas, Dios mío—dijo Quinn—Tienen todo el aspecto de estar perdidamente enamoradas la una de la otra.
Santana saltó:
—Venga, Quinn, estás dando demasiadas cosas por supuestas.
—Muy bien, dime que Brittany no está enamorada de ti—la desafió.
Santana miró hacia otro lado y no respondió.
Kitty parecía desconcertada:
—¿Y por qué intentas que no se convierta en una relación seria, Santana?
La morena removió por última vez la salsa y comprobó el punto de picante. Le pareció correcto y empezó a verterla sobre una gran bandeja de humeantes fettuccini.
Marley estaba al otro lado de la barra cortando pan crujiente.
—Porque ¡es tan joven!, y porque soy su primera amante de verdad, y porque no hay ninguna posibilidad de que vaya a durar. Si dejo que las cosas evolucionen, no habrá medias tintas por mi parte y no quiero entregarme en cuerpo y alma a una relación que estoy convencida de que está condenada al fracaso.
Quinn negó con la cabeza y miró a Kitty.
—¿No crees que hay para matarla?—murmuró mientras se levantaba para abrir otra botella de vino.
Santana vertió la cremosa salsa de setas sobre los tortellini y llevó las dos bandejas a la mesa entre los grititos de alegría de sus invitadas.
Rachel había estado removiendo la ensalada en la cocina y la colocó en el centro de la mesa.
Todo el mundo empezó a servirse y Rachel preguntó:
—¿Qué edad tiene?
—Sólo veintitrés—contestó Santana.
—Mierda—exclamó Kitty.
—Ahora ya pueden entender por qué voy con tanto cuidado.
—No, no necesariamente. Depende de cómo sea ella—sugirió Marley.
Santana sonrió:
—Es absolutamente maravillosa. Es muy inteligente y pinta cuadros en su tiempo libre. Tengo que admitir que me sorprenden constantemente todas las cosas que tenemos en común, especialmente dada la diferencia de edad—hizo una pausa y acercó la copa a Quinn para que le sirviera más vino—Parece madura para su edad.
—Por Dios, entonces ¿qué es lo que tiene de malo?—preguntó Rachel.
Santana comió un poco de pasta, que se le estaba quedando fría en el plato, y sonrió a Rachel:
—Simplemente que opino que es demasiado joven para contraer un compromiso a largo plazo con nadie. Y no estoy preparada para tener una relación con alguien que creo que no va a estar mucho tiempo conmigo.
—Me parece razonable—dijo Rachel, asintiendo con la cabeza—Pero, yo no lo sé, cariño—dijo Rachel—Cuando empezamos a salir con mi Quinny hace seis años, no sabíamos si iba a durar. ¿Quién puede saberlo?
Kitty había estado pensativa observando a Santana. Hacía unos diez años que eran amigas.
—Creo que me he perdido algo, Santana. Has dejado muy claras tus dudas y parecen bastante razonables—dijo—, Pero lo que quiero saber es lo que de verdad sientes por ella.
Santana se miró a las manos e hizo girar el anillo en su dedo.
—Kitty, si no ando con cuidado, voy a enamorarme perdidamente de ella; apenas consigo mantener el control sobre mí misma; me cuesta horrores. La echo muchísimo de menos cuando no la veo, y cuando estoy con ella es una lucha constante para mantenerme centrada—hizo una pausa y todas siguieron en silencio, esperando que continuara. Encendió un cigarrillo y dio una larga calada—Después de menos de una semana y de haber pasado tan sólo tres noches juntas, me dijo que estaba enamorada de mí. Se me está escapando de las manos: es demasiado para mí y va demasiado deprisa—cogió su vaso y dio un largo trago.
Kitty le preguntó con delicadeza:
—¿Cuánto tardaste en enamorarte de Alex?
Santana miró hacia otro lado y murmuró:
—Aquello era diferente.
Quinn rellenó la copa de Santana.
—Y no te olvides, querida, hace mucho tiempo que Brittany se siente atraída por ti. No ha sido algo repentino y es evidente que no se trata de un capricho pasajero.
Rachel preguntó:
—Has dicho que eras la primera mujer con la que hacía el amor, ¿verdad?—soltó una risita—¿Y aprende rápido?
Santana sonrió y se sonrojó ligeramente:
—Bueno la verdad es que sí, muy rápido—se levantó de la silla y empezó a recoger los platos para el postre.
Quinn le ayudó a llevarlos a la cocina y le dio un abrazo.
—Ya te lo he dicho antes, Tana, pero me parece que te has enamorado de ella y que deberías dejar de luchar contra eso.
Santana volvió a la mesa con el pastel, mientras Rachel y Marley colocaban los platos y las tazas de café.
Rachel dijo:
—Bueno yo creo que San está siendo muy sensata. Es verdad que Brittany parece maravillosa en todo, pero con solo veintitrés años es un poco joven para estar segura de lo que quiere y podría acabar siendo un desastre para Santana.
Quinn intervino desde la cocina, donde estaba moliendo el café.
—Rach, por el amor de Dios, San tenía veintitrés años cuando se enamoró de Alex y no me cabe ninguna duda de que si no hubiera muerto, todavía seguiría enamorada de ella.
Marley intervino:
—Bueno a mí me parece que te estás tomando muchas molestias para evitar que vuelvan a hacerte daño, pero ¿contenerte así no está también haciéndote daño? ¿Por qué no te dejas ir?
Rachel acababa de levantarse para cambiar la música y Constant Cravín de K. D. Lang empezó a llenar la sala. Los ojos chispeaban divertidos.
—¿Qué quiere decir esto?—le preguntó Santana con ironía—, ¿Es mi vida en música?
Todas rieron.
Santana se acercó al aparador para servir el brandy y los licores y Quinn volvió con el café.
En respuesta al comentario de Marley, Santana dijo:
—Hace unos años, hubiera dicho lo mismo que estás diciendo, pero desde que Alex murió me siento diferente. No puedo evitar pensar que también perderé a Brittany, o a cualquier otra persona, en realidad—miró a las caras de sus amigas y añadió—Sé que suena estúpido, pero un día la vida parece perfecta y al día siguiente, de repente, todo se ha acabado. Y parece más fácil evitar que ocurra. Nunca esperé volver a querer a alguien como quise a Alex—empezó a notar que las lágrimas le escocían en los ojos.
—No tiene nada de estúpido, Santana—dijo Kitty cariñosamente—Todas recordamos perfectamente por lo que tuviste que pasar.
Quinn dijo:
—Creo que hay una parte de ti que se siente culpable de amar a una mujer que no sea Alex.
Santana se echó una cucharada de azúcar en el café y lo removió lentamente.
—Ella querría que volvieras a encontrar un amor de ese tipo. Querría que fueras feliz—dijo Kitty.
Santana se concentró en la taza de café, al tiempo que luchaba por mantener el control de sus emociones. Sabía que las palabras de sus amigas encerraban muchas verdades: había envuelto su corazón en el preciado y reconfortante recuerdo de Alex y lo enterró al enterrarla a ella.
Durante los últimos cinco años, mantuvo vivo ese amor como una parte separada de ella misma que había permanecido inalterada hasta aquel momento.
Entregarse a Brittany, darle su corazón, no sólo suponía volver a exponerse a todos los riesgos que aquello conllevaba, sino que le parecía la máxima traición a Alex.
Rachel le preguntó:
—¿Y el ver a Dani te ayuda a mantener la distancia emocional con Brittany?
Santana tomó un sorbo de coñac.
—Hasta cierto punto. Pero cada vez me siento más culpable de verla, y me horroriza que Brittany pueda llegar a enterarse.
—Bueno, ya sabes lo que has de hacer—dijo Quinn con vehemencia—deshazte de esa zorra.
Todas, incluso Santana, se rieron de la furiosa expresión de Quinn, reforzada por un puñetazo en la mesa.
La conversación y las risas continuaron y, como era viernes, se quedaron hasta bien entrada la noche.
Eran cerca de las dos cuando finalmente se fueron.
Mientras Santana subía las escaleras hacia la cama, pensaba en Brittany: se preguntó si estaría.
En el interior del departamento, acogedor y confortable, las amigas de Santana estaban sentadas alrededor de la mesa a la tenue luz de algunas lámparas y velas colocadas en el aparador.
Un sensual blues de jazz apenas podía oírse bajo la animada conversación del grupo.
Santana estaba poniendo en la mesa una bandeja de brochetas mientras Quinn abría una botella de vino tinto cuando Kitty le preguntó:
—¿Sigues viéndote con Dani, Santana?
Quinn suspiró ruidosamente y levantó los ojos hacia el cielo.
—Sí..., de un modo muy informal—Santana miró hacia Quinn y sonrió ante su predecible reacción al oír el nombre de Dani.
—Ya hace unos cuantos meses desde que empezasteis a veros, ¿no?—preguntó Rachel—Por lo que he oído, es todo un récord tratándose de Dani.
—Bueno, yo no te culpo—dijo Marley—, Siempre he pensado que Dani era muy atractiva.
Su pareja, Kitty, puso mala cara.
—Tendré que andarme con cuidado, creo que eres precisamente del tipo de Dani.
Todas se rieron de la preocupación fingida de Kitty ya que ella y Marley estaban muy unidas.
En aquel preciso instante, Quinn dejó caer el cuchillo en el plato y, al oír el fuerte ruido, todas se giraron y la miraron. Parecía bastante malhumorada y tenía los labios apretados.
—¿Qué te pasa, Quinn?—preguntó Rachel.
Tras un momento de silencio, Santana contestó en su lugar:
—Quinn está enfadada conmigo por todo esto de Dani. Cree que me estoy equivocando.
—¿Por qué, Quinn?, ¿cuál es el problema?—preguntó Marley.
Quinn continuó callada y miró a Santana. Está claro que esperaba que fuera ella quien contara toda la historia.
Santana suspiró resignada:
—Bien, además del desprecio irracional que siente Quinn por Dani—dijo, mirando a rubia mas alta—, Hay otra parte de la historia—sintió un súbito alivio por no haber invitado a Brittany aquella noche.
Le alegraba disponer de la oportunidad de conocer la opinión de sus amigas sobre la situación con Brittany; estaba convencida de que apoyarían su decisión de mantener las cosas bajo control.
Así que mientras las demás mordían la brocheta de tomate y albahaca, les habló de Brittany.
Escucharon con atención, luego Rachel preguntó:
—Hay algo que no entiendo, ¿cómo encaja Dani en todo esto?
—Bueno, sigo viéndola porque no quiero involucrarme demasiado con Britt—respondió Santana tan despreocupadamente como pudo.
—¡Dios, debes de estar exhausta!—exclamó Rachel.
Siguió un gran gruñido de Quinn y las risitas de las demás.
Santana se levantó de la mesa y fue a la cocina para añadir crema de leche a la salsa de setas. Al tratarse de una cocina americana, el salón y el comedor seguían a la vista, así que, mientras removía la salsa, la conversación continuó.
—Tendrían que verlas juntas, Dios mío—dijo Quinn—Tienen todo el aspecto de estar perdidamente enamoradas la una de la otra.
Santana saltó:
—Venga, Quinn, estás dando demasiadas cosas por supuestas.
—Muy bien, dime que Brittany no está enamorada de ti—la desafió.
Santana miró hacia otro lado y no respondió.
Kitty parecía desconcertada:
—¿Y por qué intentas que no se convierta en una relación seria, Santana?
La morena removió por última vez la salsa y comprobó el punto de picante. Le pareció correcto y empezó a verterla sobre una gran bandeja de humeantes fettuccini.
Marley estaba al otro lado de la barra cortando pan crujiente.
—Porque ¡es tan joven!, y porque soy su primera amante de verdad, y porque no hay ninguna posibilidad de que vaya a durar. Si dejo que las cosas evolucionen, no habrá medias tintas por mi parte y no quiero entregarme en cuerpo y alma a una relación que estoy convencida de que está condenada al fracaso.
Quinn negó con la cabeza y miró a Kitty.
—¿No crees que hay para matarla?—murmuró mientras se levantaba para abrir otra botella de vino.
Santana vertió la cremosa salsa de setas sobre los tortellini y llevó las dos bandejas a la mesa entre los grititos de alegría de sus invitadas.
Rachel había estado removiendo la ensalada en la cocina y la colocó en el centro de la mesa.
Todo el mundo empezó a servirse y Rachel preguntó:
—¿Qué edad tiene?
—Sólo veintitrés—contestó Santana.
—Mierda—exclamó Kitty.
—Ahora ya pueden entender por qué voy con tanto cuidado.
—No, no necesariamente. Depende de cómo sea ella—sugirió Marley.
Santana sonrió:
—Es absolutamente maravillosa. Es muy inteligente y pinta cuadros en su tiempo libre. Tengo que admitir que me sorprenden constantemente todas las cosas que tenemos en común, especialmente dada la diferencia de edad—hizo una pausa y acercó la copa a Quinn para que le sirviera más vino—Parece madura para su edad.
—Por Dios, entonces ¿qué es lo que tiene de malo?—preguntó Rachel.
Santana comió un poco de pasta, que se le estaba quedando fría en el plato, y sonrió a Rachel:
—Simplemente que opino que es demasiado joven para contraer un compromiso a largo plazo con nadie. Y no estoy preparada para tener una relación con alguien que creo que no va a estar mucho tiempo conmigo.
—Me parece razonable—dijo Rachel, asintiendo con la cabeza—Pero, yo no lo sé, cariño—dijo Rachel—Cuando empezamos a salir con mi Quinny hace seis años, no sabíamos si iba a durar. ¿Quién puede saberlo?
Kitty había estado pensativa observando a Santana. Hacía unos diez años que eran amigas.
—Creo que me he perdido algo, Santana. Has dejado muy claras tus dudas y parecen bastante razonables—dijo—, Pero lo que quiero saber es lo que de verdad sientes por ella.
Santana se miró a las manos e hizo girar el anillo en su dedo.
—Kitty, si no ando con cuidado, voy a enamorarme perdidamente de ella; apenas consigo mantener el control sobre mí misma; me cuesta horrores. La echo muchísimo de menos cuando no la veo, y cuando estoy con ella es una lucha constante para mantenerme centrada—hizo una pausa y todas siguieron en silencio, esperando que continuara. Encendió un cigarrillo y dio una larga calada—Después de menos de una semana y de haber pasado tan sólo tres noches juntas, me dijo que estaba enamorada de mí. Se me está escapando de las manos: es demasiado para mí y va demasiado deprisa—cogió su vaso y dio un largo trago.
Kitty le preguntó con delicadeza:
—¿Cuánto tardaste en enamorarte de Alex?
Santana miró hacia otro lado y murmuró:
—Aquello era diferente.
Quinn rellenó la copa de Santana.
—Y no te olvides, querida, hace mucho tiempo que Brittany se siente atraída por ti. No ha sido algo repentino y es evidente que no se trata de un capricho pasajero.
Rachel preguntó:
—Has dicho que eras la primera mujer con la que hacía el amor, ¿verdad?—soltó una risita—¿Y aprende rápido?
Santana sonrió y se sonrojó ligeramente:
—Bueno la verdad es que sí, muy rápido—se levantó de la silla y empezó a recoger los platos para el postre.
Quinn le ayudó a llevarlos a la cocina y le dio un abrazo.
—Ya te lo he dicho antes, Tana, pero me parece que te has enamorado de ella y que deberías dejar de luchar contra eso.
Santana volvió a la mesa con el pastel, mientras Rachel y Marley colocaban los platos y las tazas de café.
Rachel dijo:
—Bueno yo creo que San está siendo muy sensata. Es verdad que Brittany parece maravillosa en todo, pero con solo veintitrés años es un poco joven para estar segura de lo que quiere y podría acabar siendo un desastre para Santana.
Quinn intervino desde la cocina, donde estaba moliendo el café.
—Rach, por el amor de Dios, San tenía veintitrés años cuando se enamoró de Alex y no me cabe ninguna duda de que si no hubiera muerto, todavía seguiría enamorada de ella.
Marley intervino:
—Bueno a mí me parece que te estás tomando muchas molestias para evitar que vuelvan a hacerte daño, pero ¿contenerte así no está también haciéndote daño? ¿Por qué no te dejas ir?
Rachel acababa de levantarse para cambiar la música y Constant Cravín de K. D. Lang empezó a llenar la sala. Los ojos chispeaban divertidos.
—¿Qué quiere decir esto?—le preguntó Santana con ironía—, ¿Es mi vida en música?
Todas rieron.
Santana se acercó al aparador para servir el brandy y los licores y Quinn volvió con el café.
En respuesta al comentario de Marley, Santana dijo:
—Hace unos años, hubiera dicho lo mismo que estás diciendo, pero desde que Alex murió me siento diferente. No puedo evitar pensar que también perderé a Brittany, o a cualquier otra persona, en realidad—miró a las caras de sus amigas y añadió—Sé que suena estúpido, pero un día la vida parece perfecta y al día siguiente, de repente, todo se ha acabado. Y parece más fácil evitar que ocurra. Nunca esperé volver a querer a alguien como quise a Alex—empezó a notar que las lágrimas le escocían en los ojos.
—No tiene nada de estúpido, Santana—dijo Kitty cariñosamente—Todas recordamos perfectamente por lo que tuviste que pasar.
Quinn dijo:
—Creo que hay una parte de ti que se siente culpable de amar a una mujer que no sea Alex.
Santana se echó una cucharada de azúcar en el café y lo removió lentamente.
—Ella querría que volvieras a encontrar un amor de ese tipo. Querría que fueras feliz—dijo Kitty.
Santana se concentró en la taza de café, al tiempo que luchaba por mantener el control de sus emociones. Sabía que las palabras de sus amigas encerraban muchas verdades: había envuelto su corazón en el preciado y reconfortante recuerdo de Alex y lo enterró al enterrarla a ella.
Durante los últimos cinco años, mantuvo vivo ese amor como una parte separada de ella misma que había permanecido inalterada hasta aquel momento.
Entregarse a Brittany, darle su corazón, no sólo suponía volver a exponerse a todos los riesgos que aquello conllevaba, sino que le parecía la máxima traición a Alex.
Rachel le preguntó:
—¿Y el ver a Dani te ayuda a mantener la distancia emocional con Brittany?
Santana tomó un sorbo de coñac.
—Hasta cierto punto. Pero cada vez me siento más culpable de verla, y me horroriza que Brittany pueda llegar a enterarse.
—Bueno, ya sabes lo que has de hacer—dijo Quinn con vehemencia—deshazte de esa zorra.
Todas, incluso Santana, se rieron de la furiosa expresión de Quinn, reforzada por un puñetazo en la mesa.
La conversación y las risas continuaron y, como era viernes, se quedaron hasta bien entrada la noche.
Eran cerca de las dos cuando finalmente se fueron.
Mientras Santana subía las escaleras hacia la cama, pensaba en Brittany: se preguntó si estaría.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Seducción (Adaptada) Epílogo
hola de nuevo!!!
enserio santana necesita un golpe en la cabeza,..
en cierto punto puede llegar a ser entendible en miedo por lo que e paso a alex,.. pero a todos no les va a pasar!!!
espero que britt no se entere por otro lada que san sigue con dani!!!
nos vemos!!!
enserio santana necesita un golpe en la cabeza,..
en cierto punto puede llegar a ser entendible en miedo por lo que e paso a alex,.. pero a todos no les va a pasar!!!
espero que britt no se entere por otro lada que san sigue con dani!!!
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3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
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