[Resuelto]FanFic Brittana: Nunca II (Adaptada) Epílogo

Prólogo

Mi vida no era diferente a la tuya o la de tu mejor amiga o la chica que vive al lado.

Mi vida era casi perfecta, las fiestas y los amigos están en segundo lugar—Aunque ellos quedaron atrás—Pero entonces te preguntarás qué está en primer lugar en mi vida o quizás en la tuya.

Bueno, en primer lugar está mi familia y mi carrera, al menos eso pensé hasta que lo conocí a ella y así como sus grandes ojos oscuros me recordaban a la noche, cabello largo, mirada desafiante y voz enronquecida se convirtió en mi peor enemiga cada vez que me iba a la cama.

¿Por qué?

Lo sabrás más adelante, quizás esta historia no tenga un final feliz o tal vez sí, pero lo irónico es que no creo en los finales felices.

Pregúntenle a ella.

Al menos en eso coincidimos.

Pero volvamos al inicio, mi vida no estaba de cabeza, y no es que todo sea perfecto, es que la carrera que elegí me da la libertad de poder analizar y entender todo a mi alrededor, pero lo divertido es que no me daba cuenta de lo dañino que tenía a mi alrededor, y no estoy hablando de fiestas o nuevos amigos y mucho menos la relación con mi novio de dos años.

¿Novio?

Pero si está enamorada de un “ella”

La respuesta es fácil, no me fijo si es hombre o mujer, a mi me gustan las personas.

Su sexo no es relevante.

Pero sigamos con lo que íbamos.

¿Por qué?

Te adelanto un poco, es gracias a ella nuevamente.

Ya no puedo decirte más, no es que espere un final feliz, no te puedo prometer eso, solamente espero que nunca me dejes tú también y no podamos descubrir juntos por qué en mi vida ya no existe un primer y segundo lugar de prioridades… cuando lo pierdes todo simplemente ya no te queda ninguna.

Capitulo 1

La vida en ciudad no es lo que siempre soñé, pero no me puedo quejar tampoco al estar en una de las mejores facultades de psicología de Toronto.

Dejamos Holanda cuando todavía estaba en secundaria por el nuevo trabajo de mi papá.

Es muy bueno en lo que hace, aunque no he sido una genia en el diseño o gusto peculiar por los grandes y lujosos rascacielos, mi papá y mi hermana lo son.

Mi papa es uno de los mejores arquitectos de la ciudad según la Building Design.

No nos opusimos, no dejamos nada atrás, ni familiares ni amigos, milagrosamente los pocos familiares vivían ya aquí.

¿Cómo ocurrió eso?

La firma de arquitectos Pierce Architects.

Mi papá era el socio mayoritario y mi hermana mayor, su mano derecha.

Con apenas veintidós años muchas veces me siento como si fuese una vieja joven.

Soy demasiado aburrida como para tomarme el tiempo en hacer una lista de las cosas que me gustan y no hacer.

Pero empezaré a decir que no me gusta conducir, no puedo, me aterra.

Después de ver a mi hermana que estuvo a punto de perder su vida al volante en una de sus carreras clandestinas con sus amigos hace algunos años atrás, es algo que aunque no lo admita, me marcó.

He tenido las peores pesadillas donde soy yo la que va al volante y simplemente los frenos desaparecen del suelo del auto y me estrello.

Mi doctor en ese tiempo dijo que algunos sueños se convierten en episodios tan surrealistas que no podemos ni imaginar de dónde ha sacado nuestra mente esas imágenes. Y otras veces, nuestros sueños nos aterran, alteran y angustian llegando a desarrollar pánico al dormir; se trata de las pesadillas.

Por lo tanto mi pesadilla tiene su propio origen y no soy precisamente yo la que va al volante en la vida real.

Tenía quince años, y mi hermana veintiuno, su grupo de amigas de una u otra forma también eran los míos, pero era porque estaba enamorada secretamente de uno de ellos, ella específicamente, la más extraña, guapa y silenciosa.

Además de campeona, la que siempre ganaba todas las carreras a las cuales asistía a escondidas de mis padres en compañía de mi hermana.

Quinn, mi hermana, es mi mejor amiga, siempre he dicho que tengo suerte en poder tener una mejor amiga y a la vez que sea tu hermana. No es que tenga muchos, en realidad era de las más populares de la escuela en Holanda, pero de nuevo años después me convertí en la nueva y a veces creo que lo sigo siendo.

—¿Britty?—llama mi mamá a la ventana—¿Cuántas veces te he dicho que no salgas aquí? Es peligroso.

—¿Y cuántas veces te he dicho que nada malo va a pasar?—protesto sobre mi hombro—Ojalá dejaras de aparecerte así, lo único que vas a conseguir es que me dé un infarto.

—¡Jesucristo, Brittany!—masculla casi riéndose, pero sé que ha entendido el punto—Deja de decir esas cosas y ven aquí.

Resoplo y me pongo de pie mientras camino a paso sigiloso por encima del techo que da fuera de mi habitación.

Es mi lugar favorito de la casa, es un techo fuerte—gracias a mi papá y su diseño—Por lo tanto, es un secreto entre él y yo que haya hecho para mí éste pequeño espacio al aire libre para poder leer y estudiar, aunque lo que más haga sea apreciar las vistas y de vez en cuando broncear mi pálida piel, algo que rara vez cambia si de vivir en Canadá se trata.

Meto primero una pierna y después otra y mi mamá sigue observándome cruzada de brazos y viendo mis movimientos que hasta podría hacerlo con los ojos cerrados.

—Ya puedes respirar—bromeo—Estoy dentro.

Casi se ríe cuando dice:

—Es increíble que pases casi todo el día en ese techo, Britt.

—Basta, mamá—la abrazo como si necesitara confortación en vez de su represalia—Mejor dime qué necesitas.

—Tu hermana llega mañana—me avisa—Necesito que me ayudes a ir de compras.

—¿Compras?

De acuerdo, no es que sea algo del otro mundo, pero ir de compras solamente porque mi hermana venga a casa después de su curso de verano sobre arquitectura oriental, que vayamos de compras solamente significa una cosa.

—Parece que no viene sola—dice muy entusiasmada—Creo que viene con una chica, no quiso darme ningún tipo de detalles.

Sí, a mi hermana también les gustan las mujeres y mis padres lo tomaron muy bien.

Mi papá mejor, porque evitara embarazos inesperados, por lo que dice que debo fijarme solo en chicas.

Eso no me lo creo por nada del mundo, mi hermana siempre ha estado enamorado de «una chica» y dudo mucho que la quiera traer a casa, ya que es nuestra vecina, una chica dulce y muy bella, aunque un poco tímida, pero muy habladora, es una lástima que no pueda decir lo mismo de la zorra de su hermana menor que lastimosamente también es mi vecina y además tenemos la misma edad.

—¿Y para qué me necesitas a mí?—me mofo—¿Acaso necesitas saber mi talla de tampones para que compre una caja extra para su estadía aquí o que revise las de Q?

—¡Britty!—me da una nalgada cuando empiezo a reírme—Siempre tan chistosa, espero que te comportes mañana, sea quien sea, no quiero problemas… no otra vez.

Mi sonrisa de borra con ese recuerdo de la última vez que Quinn vino de su viaje, todavía me duelen los nudillos después de la golpiza que le propiné a mi adorada ya mencionada vecina.

Si no fuese por Quinn, y por el estúpido de mi novio, creo que hubiese salido de casa, pero no graduada ni casada, sino en una bolsa negra, pero eso sí, no sola, ella iba a venir conmigo.

Por otro lado mi hermana y sus largos viajes de trabajo o cursos que papá la hace tomar, ha hecho que pase en casa menos tiempo, solamente somos mi mamá y yo por largas temporadas, por lo que no he querido mudarme de casa y seguir con mi carrera de psicóloga por mi cuenta, mis padres insisten en que no estamos en la cultura donde a los dieciocho años; hay que armar las maletas y emprender nuestro propio viaje, no, al contrario, tengo que armar mis maletas prácticamente siendo una profesional y casada.

Yo digo que eso es tener suerte.

—De acuerdo.

Tomo mi chaqueta y peino mi cabello rubio con mis dedos, me veo al espejo por última vez y le dedico una sonrisa traviesa a mi mamá, de nuevo ha ganado.

Solamente espero que sea una chica amiga o de esos amores de un verano, es difícil la relación a larga distancia, aunque no estoy segura de lo que Quinn y Rachel tengan en realidad, pero de algo estoy segura, sé que el regreso de mi hermana este año, no será igual que los otros.

¿Cómo lo sé?

Quizás se deba a ese sexto sentido que de la nada aparece y rara vez se equivoca, sino pregúntenle a mi novio, Sam Evans, ya olvidé cuántas veces lo he atrapado en sus engaños, pero lo más irónico de todo es que no lo amo, y a pesar de que no lo amo, tampoco puedo dejarlo.

Simplemente porque su papá y el mío son grandes amigos, pero a pesar de eso los Evans, pueden acabar con tu reputación en un abrir y cerrar de ojos.

No es que importe, respetan y le deben mucho a mi papá, es solamente que hay algo más… el oscuro secreto que Sam guarda y que sólo yo he sido testigo de ello.

Siento que es mi deber estar ahí y poder ayudarlo.

Después de eso, viene lo demás y casi normal en la vida de una chica de veintidós años.

La maldita rutina de mi vida.

Levantarme e ir a la universidad.

Pasar cinco horas—o a veces más— en clases sumamente entretenidas o tutorías de las tardes para los de primer año.

Cortesía de mi mamá que es una de las rectoras en la misma universidad, consejera estudiantil y además psicóloga.

Regresar a casa, cenar con mi mamá y tener largas charlas de mejores amigas mientras peina mi cabello en su regazo.

Visitas de mi novio o mensajes de texto con una patética excusa sobre reunión o cena familiar.

Por último y no menos importante, subir al techo que da fuera de la ventana de mi habitación y ver las estrellas, recordando el pasto y la brisa de Holanda y del campo de cuando era niña.

A veces sueño con el amor, pero así como hay cosas imposibles como es regresar a Holanda, así se ha convertido el tema del amor para mí.

Es demasiado cursi para mi gusto, no me mal entiendan, no estar enamorada en una relación de dos años, es mejor a estar soñando despierta con amores imposibles… o con el pasado.

Capitulo 2

No tengo un corazón roto y espero nunca tenerlo, en realidad las fechorías que ha hecho Sam nunca me han hecho derramar una lágrima, más sí molerlo a golpes, pero tengo la mala suerte que alguien siempre me separa de él, ya perdí la cuenta de cuántas veces lo ha hecho mi papá o Quinn.

Por supuesto que cuando estoy frente a sus padres él es todo un actor, y por más que le pregunte qué demonios hace conmigo, su respuesta es la misma.

—Eres la número uno.

Maldito imbécil, por supuesto que soy «la número uno», la idiota quizás, y seguramente el número de chicas no me ajustará a contarlos con los dedos de las manos.

¿Qué hago con él?

La maldita compasión, quizás mi buen corazón cuando veo que derrama sus lágrimas de cocodrilo y se comporta como un verdadero príncipe azul cuando quiere y me hace olvidar todos sus defectos —que son muchos—e intente de nuevo—que ésas me están empezando a cansar. Aunque me cueste un poco admitir, fuera de su personalidad casanova y problema es un buen chico, inteligente, apuesto y caballeroso, aunque cuando su entrepierna saltona amenaza con asomarse de vez en cuando diga todo lo contrario.

—¿Qué se supone que tenemos que comprar, mamá?—le pregunto, mientras empujo de mala gana la carretilla de compras del supermercado.

—Quizás algo de pollo y verduras—dice sobre su hombro, mientras coloca un par de cervezas dentro y eso llama mi atención.

—¿Piensas emborracharte?—pregunto en forma de broma—Solamente compras cervezas cuando papá y Q tienen una de sus charlas en el jardín mientras preparan el asado.

—Tendremos un asado mañana.

Eso es extraño, solamente hacemos asado una vez al año y definitivamente la de este año ya la hicimos antes de la partida de Quinn hacia Japón.

—Ni siquiera voy a preguntar—dejo caer mi cabeza sobre la manilla de la carreta y veo mis pies por debajo de ésta.

Mis zapatillas rosa que combinan con mi chaqueta también rosa fue un regalo de Quinn de Australia, uno de sus tantos viajes.

La extraño mucho y solamente espero que su regreso sea al menos esta vez permanente. Odiamos cuando se va de viaje, y espero que tarde mucho en volver a irse, o al menos me lleve con ella.

—Ve por la bolsa pequeña de carbón al final del pasillo—me ordena, y me obligo a levantar mi cabeza y ya están esos ojos verdes fulminándome con la mirada y negando con la cabeza—Y ponte derecha, Britty.

—Sí, señora.

Me encamino hasta el final del pasillo, no sin antes pasar por los bocadillos y aderezos dulces, no lo pienso dos veces y como si me llamara, tomo el frasco grande de Nutella, recordando que el último lo terminé en el techo fuera de mi habitación hace dos días.

Cuando pienso que mi día no puede ser más entretenido mi querida vecina—la buena— se encuentra conmigo cerca de las bolsas de carbón.

—Hola, Britt—me saluda, sonriéndome.

Vivimos una enfrente de la otra, pero siempre nos saludamos como si viviéramos a veinte calles de distancia.

—Hola, Rachel—observa la bolsa de carbón y como si leyera mi mente—¿Parrillada familiar?

—Parrillada familiar—confirmo guiñando un ojo—Quinn viene mañana, así que parece que serán dos parrilladas este año.

—¿Quinn?—se sonroja cuando hace la pregunta—No sabía que venía mañana.

Oh, diablos.

—Lo siento—me doy cuenta de mi error—Seguramente Quinn quería sorprenderte.

Ni siquiera sé, por qué le estoy diciendo esto, seguramente piensa que soy una loca igual a Quinn.

Se gustan en secreto—al menos es lo que creo—desde hace mucho tiempo, apenas y puedo recordarlo y todavía no sé por qué el idiota de mi hermana no da su movida con ella, por lo menos una decente.

Cuando veo que Rachel estalla en una carcajada, me confunde tanto que veo a mi alrededor sosteniendo aun la bolsa de carbón.

—Es una broma—me toca el brazo por un momento—Sé que viene mañana, de hecho hablé con ella hoy.

—¿Hablaron?

Vuelve a sonrojarse.

—En realidad hemos estado hablando… mucho.

—¿Mucho?

De acuerdo, tengo que dejar de hacer preguntas, pero en realidad es sorprendente.

¡Demonios!

Tenía que irse a Japón para poder conquistarla.

Prácticamente han crecido juntos y hasta ahora hace su maldita movida con ella.

—¡Sí!—casi chilla emocionada—Ojalá pudiera verte más a menudo, así poder platicar como en los viejos tiempos tú y yo, eres la única chica decente por aquí… o de todo el mundo.

—Creo que pensamos igual—me mofo—Digo… ya sabes, eres mi vecina, y además tú y mi hermana… son amigas.

Quiero pensar que no fui tan obvia al referirme a su hermana, aunque Rachel ya sabe que no podemos respirar el mismo aire ella y yo.

—Esperemos que eso cambie dentro de poco—me hace guiño y seguramente estoy saltando en un pie para mis adentros.

Maldita Lucy, la mataré cuando regrese.

No me había dicho nada al respecto sobre su al fin conquista con nuestra vecina Rachel.

—Supongo que te veré entonces mañana en mi casa.

—Por supuesto—me da un beso en la mejilla cuando se despide—Seguramente ésta será una parrillada especial para ti también.

De acuerdo, ahora sí estoy confundida.

¿A quién demonios traerá Quinn mañana?

Si no es una chica, ¿Entonces quién?

Solamente espero que si es un chico, sea gay y si es una chica sea hetero.

De esos que te ayudan a cambiar tu peinado o color de cabello para lucir más radiante, y sino, al menos que su cara esté cubierta de acné, sobrepeso y definitivamente un nerd de la arquitectura.

De otra forma estoy arruinada.

No me gustan los amigos de Quinn, en realidad nunca me han gustado, son peligrosos en cuestiones del corazón para algunas chicas, y además ¿Por cuánto tiempo se quedará?





Después de regresar del supermercado con mi mamá, estaba tan nerviosa que apenas y toqué mi comida.

No podía dejar de pensar en lo que Rachel me dijo, la chica era extraña algunas veces, o en realidad siempre, pero es parte de su encanto, ella al igual que yo, tiene ese sexto sentido—pero en ella es extraño—por lo tanto estaba preocupada por esas últimas palabras.

Seguramente ésta será una parrillada especial para ti también.

Quizás harán su relación formal, qué sé yo.

—Sí eso debe ser.

—¿El qué?—pregunta Sam sosteniendo mi mano mientras vemos una película en la sala de mi casa.

—¿He dicho eso en voz alta?—pregunto, cuando sé que es obvio, a juzgar por su cara y cejo fruncido tengo que pensar en algo inteligente.

—Sí, chiquita—vuelven sus ojos a la pantalla y sigue trazando círculos en mi brazo.

De acuerdo, estoy segura que perdí la sensibilidad en esa parte de mi piel.

—¿El qué debe de ser?—vuelve a preguntar.

—Estaba pensando en que mañana viene Quinn—miento más o menos.

—¿Y?

—Mis padres estaban muy emocionados hoy—continúo con mi mentira—Quizás sea que Quinn ya no volverá a viajar por tanto tiempo.

—Ya—parece que mi mentira ha funcionado porque deja de preguntar—Me gusta que sólo seas tú, tu hermana me odia. El sentimiento es casi mutuo entre Quinn y yo.

—No te odia, quizás sólo odia cuando te comportas como un idiota.

—¿Disculpa?—su mirada desafiante regresa a mí, su cabello desordenado y ojos verdes lo hacen lucir lindo esta noche, pero sólo es una fachada la mayoría de veces, solamente yo soy la única que ha visto la parte oscura de él.

Y a veces estoy segura que es por eso que estoy con él.

Para que no caiga… de nuevo.

—Estás disculpado—me burlo—Por los momentos.

—Nunca me vas a perdonar ¿Cierto?

—¿Quieres tener esa conversación ahora?—ataco ahora un poco molesta—Porque no estoy segura que quieras escucharla un día antes de la llegada de mi hermana mayor.

Se da por vencido cuando dice:

—Fue error, Britt.

—Los errores se cambian—señalo ahora yo fulminándolo con la mirada—No se cometen una y otra vez y luego pides perdón por ello... además no sé de qué te disculpas, ambas cosas son graves.

—Ella no significó nada.

—Eso no fue lo que ella dijo—y antes de que me interrumpa—O lo que todos dicen.

—Ella es una zorra.

—Eso ya lo sé—digo riendo por lo bajo—Pero tú eres mi novio, se supone que tu novio no te engaña… y mucho menos con la vecina.

Sí, es por eso que odio a Brenda, la que seguramente será la nueva cuñada de Quinn.

—Ella me besó—se defiende como lo ha venido haciendo muchas veces.

—Supongo que ella también te obligó a que le agarraras el trasero.

No dice nada, sabe que cometió un error, uno muy grave, porque desde ese momento la poca esperanza que tenía con él, murió.

Ahora me veo obligada a permanecer a su lado por razones menos doloras y más bien médicas o humanitarias.

—¿Cuándo vas a perdonarme?—pregunta y en sus ojos veo ese mismo brillo de arrepentimiento de siempre, cuando promete que no volverá a hacer otras cosas, además de serme infiel.

No es que me haya sido infiel muchas veces, pero las dos—que al menos vi—fueron con mi maldita vecina zorra.

—Tienes suerte de que mis padres, tus padres o Quinn no sepan lo que realmente has hecho, Sam.

—¿Engañarte o a…

—Ambas cosas—le ayudo a decir, sé que para es difícil siquiera pronunciarlo.

—Lo sé.

Me rio por lo bajo y eso lo confunde.

—Acabas de admitir que me engañaste, Sam Evans.

Abre los ojos como platos y como si nada hubiese pasado, vuelvo a darle reproducir a la película, no quiero tener la conversación ahora, no la quiero tener nunca.

Pero tratándose de Sam, sé que cometerá un error, todo es cuestión de tiempo.

Pero juro que la próxima vez, lo dejaré—Si me engaña— pero si es sobre lo otro… realmente no lo sabré.

Capitulo 3

Abro los ojos y veo el reloj que descansa en la mesita de noche a la par de mi cama y marca las nueve de la mañana.

Quisiera quedarme a dormir hasta más tarde y aprovechar mi fin de semana, pero luego recuerdo que Quinn viene hoy, su vuelo aterrizaba a las nueve, por lo tanto tiene que estar aquí más o menos… en cualquier momento.

—¡Demonios!—grito levantándome del suelo, después de caer al enredarse mis pies en las sábanas.

—¿Britty?—toca mi mamá a la puerta—¿Estás bien, cariño?

—¡Sí, mamá!—Le grito como puedo—Me caí de la cama.

De nuevo.

Y puedo escuchar que ríe detrás de la puerta, si no es saliendo de la cama de manera triunfal, es tropezando en el último escalón de la escalera.

De igual forma mi encuentro con el suelo es de dos veces por semana, él y yo tenemos un romance extraño que ni yo misma lo sé.

Me voy directo a la ducha para prepararme, Quinn no tarda en llegar junto a su acompañante.

De repente siento aquella no tan desconocida sensación de pinchazo en el estómago y piernas de gelatina.

Antes de que mi trasero toque el frío mosaico del suelo, me apresuro a lavar mi cabello y salgo de la ducha.

No me toma mucho tiempo secarlo y terminar de vestirme. Me decido por una falda un poco corta de flores lila, una blusa blanca ajustada y mi chaqueta rosa, quizás me vea como una pequeña muñeca de porcelana como me llama muchas veces mi papá cuando me ve vistiendo de esta manera tan delicada y sencilla.

Me veo al espejo antes de salir de mi habitación y cuando escucho la puerta principal y el chillido de mi mamá cada vez que Quinn o mi papá regresan de un largo viaje, salgo corriendo en busca de mi mejor amiga.

—¡Quinny, Quinny, Quinny!—y más que exclamar su nombre, sueno como una campana distorsionada.

Al momento de llegar al último escalón mis pies me piden tregua y como lo mencioné anteriormente se cumple de nuevo y tropiezo como siempre lo hago, pero esta vez alguien o algo detiene que mi pálido y pequeño trasero caiga al suelo.

Levanto la mirada y si mis ojos pudieran abrirse más estoy segura que abarcaría toda mi frente por lo que estoy viendo en estos momentos.

—¡Britty!—grita mi mamá enseguida—¡Por Dios santo! ¿Estás bien?

Estoy segura que la voz de mi mamá la pueden escuchar hasta Holanda en estos momentos, pero me importa poco que me esté gritando preocupada por salir corriendo nuevamente bajando las escaleras.

¿Cómo iba a saberlo?

Y además, ¿cómo iba a saber que iba a ser rescatada esta vez?

—Creo que está bien, señora Pierce—responde por mí.

Como si su tacto me quemara y mis ojos recuperan su estado normal, me separo de ella y veo a mi hermana, no sé qué otra cosa hacer, así que me lanzo en sus brazos y la abrazo porque seguramente sí me caí al suelo y nadie lo evitó.

Solamente estoy alucinando.

—Hola, Britty—me abraza, y mis pies dejan de tocar el suelo—Mi pequeña torpe y saltarina hermana—se burla y me deposita de nuevo en el suelo.

No quiero girarme y darme cuenta que no estaba soñando y que es una pesadilla lo que estoy viviendo en estos momentos.

—¿Por qué siempre tienes que darte de narices en todos lados?—pregunta divertida negando con la cabeza.

Me encojo de hombros.

—Sabes que es mi marca.

—Gracias por salvarla esta vez—agradece mi mamá.

No estoy segura a quién se lo dice, seguramente también lo estoy imaginando, pero cuando Quinn me toma de las manos y hace que me gire, en realidad me doy cuenta que no estoy soñando.

Oh, diablos.

—Britt—dice mi hermana—¿Recuerdas a San… Santana?

¿Cómo olvidarla?

—¿Santana?—pregunto cómo una idiota, por supuesto que sé quién es, pero ni loca actuaré como si la recordara, aunque recuerdo cada maldita palabra que me dijo, las primeras y únicas que me dijo.

5 palabras, cinco malditas palabras.

—Santana López.

Como si pronunciar todo su nombre me sirviera de algo, solamente sintoniza el ESPN o en google el nombre Santana López, corredora profesional de la NASCAR. Y rápidamente saldrá su nombre como Santana “Snixx” López, piloto campeona ganador de cinco copas consecutivas de la NASCAR.

Esa Santana López.

¿Dije que nadie había roto mi corazón?

Bueno, quizás olvidé recordar ese pequeño detalle, Santana López, la «Snixx López.»

Ella rompió mi corazón cuando tenía trece años.

—Lo siento—finjo una sonrisa—No la recuerdo.

Me estudia con la mirada como si supiera que estoy mintiendo, ni siquiera le doy las gracias por haberme salvado de caer por las escaleras, aunque no iba a caer de todas maneras, solamente era el último escalón.

¿Qué tan doloroso puede ser?

—San—dice mi hermana como si se disculpara por mi insolencia—Ella es mi hermana menor, Britt, Brittany.

—Mucho gusto, Britt—me tiende la mano ahora arrogante y además seria.

No tiene derecho a llamarme Britt, solamente mis amigos y mi familia me llaman así.

De todas maneras, me obligo a tenderle la mano.

—Mucho gusto, Santana.

Me aprieta—un poco fuerte—mi mano y hago una mueca para mis adentros.

¿A qué ha venido eso?

Y como si la situación ya no es lo bastante incómoda escucho cuando mi mamá dice:

—Britt, da las gracias—me ordena suave, pero ese tono se debe a que me está prácticamente obligando a hacerlo.

—¿De qué?—digo sin más—Ya le agradeciste tú.

Escucho la risa por detrás de mi hermana y me pilla las costillas.

—Tengo hambre—dice y estoy segura que es solamente para que nos desplacemos al jardín a preparar la parrillada.

—Vengan, mis hijas mayores—dice mi papá en un tono demasiado familiar hacia Santana y me sorprende—Vamos al jardín a preparar todo para nuestra parrillada.

—Bien—responde mi hermana, su amiga Santana sigue viéndome de pies a cabeza, pero cuando veo que se detiene en mis zapatillas me siento ofendida.

—Lindas zapatillas—dice al momento en que desaparece con mi papá y Quinn.

—Britt, compórtate—me reprende mi mamá cuando se dirige a la cocina—Y ve a cambiarte esas zapatillas por el amor de Dios.

Veo mis zapatillas y maldigo por todo lo alto.

—¡Maldita sea!

Me he puesto una zapatilla color rosa y la otra blanca.

¡Fantástico!

Una vez he pasado uno de los momentos más vergonzosos de mi vida, bajo de nuevo y me reúno con mi mamá en la cocina.

Hubiese sido un poco menos incómodo haber caído en el último escalón de la escalera, a que viera mi ausencia de moda, seguro piensa que soy una rara, pero, ¿Por qué me importa?

En realidad no tiene que importarme lo que Santana piense de mí, no me conoce, y por los cielos que jamás la conocí.

Ese amorío es el típico que toda niña de trece años tiene, en especial cuando se trata de los amigos de tu hermana mayor, hubiese sido igual con cualquier otro, todos los amigos de mi hermana son ridículamente atractivos, pero Santana…oh, demonios.

Santana es una chica extraña y eso era lo que más me gustaba de ella.

Creo que ahí fue cuando me di cuenta que me gustaban las mujeres.

—¿Qué hace ella aquí?—le pregunto a mi mamá mientras le ayudo a preparar las bebidas y llevarlas al jardín.

—Es Santana—me ve por un segundo como si preguntar por ella es ofensa—Ha sido la mejor amiga de Lucy, no puedo creer que hayas dicho que no la recuerdas, la hemos visto en la televisión.

Me rio por lo bajo.

—Compórtate, Britty.

—De acuerdo—me rindo—Es solamente que es raro que una celebridad como ella esté visitándonos.

Ahora ella se ríe por lo bajo y eso me confunde.

—¿Verdad?

—Mejor ayúdame a llevarles las bebidas—cambia de pronto el tema.

—¿Mamá?—la veo esperando una respuesta—Es solamente una visita de cortesía porque Q ha regresado ¿No?

—Ve y lleva las bebidas, Britty.

—¡¿Mamá?!—empiezo con mi rabieta.

En ese momento entra Quinn y me sorprende cuando me toma del codo y hace que lo vea.

—¿Qué demonios sucede contigo?—pregunta un poco molesta—«No la recuerdo» ¿En serio? Sabes que Tana es la mejor amiga de tu hermana desde que llego de Puerto Rico a Holanda con sus padres.

Vuelvo a reírme.

—En realidad no sabía que era ella, ya sabes, es una celebridad.

—Bueno ya no lo es—dice ahora muy seria—Al menos por los momentos.

—¿Por qué?—pregunto de inmediato—¿Acaso atropelló a alguien?

—En las carreras no atropellas a nadie—escucho esa voz ronca detrás de mí y me congelo—En realidad te vuelcas, explotas o estrellas, pero las posibilidades que atropelles a alguien son muy pocas, niña.

¿Niña?

Quinn carraspea su garganta un poco incómoda y mi mamá sigue sirviendo más bebidas a pesar de que ya estamos completos.

Me giro hacia la morena sin sentirme intimidada y la enfrento.

—Todos los días aprendemos algo nuevo, y hoy he aprendido que en las pistas de carrera te estrellas y te vuelcas, algo que prácticamente es lo mismo.

—En realidad el sinónimo de estrellarse es colisionar, chocar y pegar, pero supongo que a tu edad no lo sabías, por lo tanto hoy has aprendido dos cosas, Britt.

Como si la sangre me hirviera la fulmino con la mirada y antes de que pueda explotar, estallar y detonar.

Quinn me toma nuevamente del codo.

—Supongo que ya te recuerdo—le sonrío como una actriz fingiendo que me cae bien.

—Yo no te había olvidado—se cruza de brazos elevando sus pechos y me hace verlos por unos segundos.

Me doy una bofetada para mis adentros y niego con la cabeza.

—¿Ah, sí?

—Sí, eres la misma niña Pierce—atisbo un poco de sarcasmo en sus palabras—La princesa de hielo.

—¡Idiota!—chillo roja como un tomate.

—¡Britt!—me reprenden al unísono mi mamá y Quinn.

—Ella empezó.

Entonces me doy cuenta de algo, estoy actuando como la «niña» que conoció años atrás.

—Tienes suerte de que seas la visita—la señalo—No soportaría estar rodeada de ti más de veinticuatro horas.

—¡Britt!—dicen de nuevo y pongo los ojos en blanco, tomo el té frío de mi papá y me reúno con él en el jardín.

No puedo creer que reaccionen así cuando la morena también me atacó de la misma forma.

Estúpida idiota, sigue siendo la misma egocéntrica y chica soy la reina del mundo de siempre.

—¿Qué fue todo eso?—pregunta mi papá.

De inmediato lo abrazo y hundo mi cabeza para aspirar su aroma a tabaco y jabón.

—No lo sé.

—Mi pequeña muñeca siempre metiéndose en problemas.

—Ella empezó—me defiendo.

—¿Quién?

—Tu otra hija mayor—me mofo.

Siento que tiembla riéndose por mi sarcasmo y una pisca de celos.

—Es un buena chica—acaricia mi cabello—Como tú.

—Jamás seré como ella, es un arrogante y tiene complejo de celebridad, ¿Por qué está aquí de todos modos?

—Acostúmbrate, Britty.

—¿A qué me tengo que acostumbrar?—esa pregunta hace que me aleje de su pecho y lo vea.

Cuando veo una pequeña sonrisa muy familiar de los Pierce asomarse me agito.

—De ahora en adelante la verás más seguido.

Capitulo 4

Todavía sigo sin entender, mi mamá evadió la pregunta y ahora él.

—Explícate.

Mi papá acaricia mi cabello y ha cambiado el té que le di por una cerveza fría, toma un sorbo y me dice:

—Vivirá con nosotros.

—¡¿Qué!?—chillo.

Pero fallo en el momento en que el susodicho viene en compañía del resto de mi familia y disimulo mi locura y de lo que acaba de decir mi papá.

Tiene que ser una broma, una muy mala por haber sido un poco malcriada con él.

—Ve a ayudar a tu mamá—me ordena amablemente—Y compórtate, muñeca.

Estoy demasiado agotada para seguir discutiendo, no vale la pena, y además Quinn no se merece eso.

Seguramente es una mala broma de mi papá.

¿Cómo va a vivir con nosotros?

Aquí en nuestra casa, no es que no tengamos espacio, tenemos de sobra por su ridículo tamaño, pero es una celebridad después de todo.

—Ven aquí—le digo a Quinn por lo bajo y fingiendo de nuevo mi sonrisa de niña buena.

—Vamos, Britt—se queja—Dame un respiro, acabo de pasar más de diez horas con mi culo dentro de un avión.

—¿Por qué no me dijiste que tú y Rachel han estado hablando?

Veo esa perfecta sonrisa y esos ojos verdes deslumbrarse por mi pregunta.

¡Demonios!

Ojalá yo pudiera hacer sonreír a alguien de esa manera. Pero vamos, tengo que concentrarme en la realidad.

Estoy demasiado lejos de ello.

—Se reunirá con nosotros dentro de poco—y no me deja decir nada cuando de inmediato dice lo siguiente—Y vendrá con su hermana, así que más te vale que te comportes.

Tengo que fingir además de que nuestra vecina me cae bien—después de nuestro “mal entendido”—delante de mis padres y los suyos y eso no es todo, también tengo que tolerarla en la universidad.

Es compañera de la facultad de psicología por lo que además de soportar que me haya engañado mi novio con ella, mi familia no sabe que ella es una de las protagonistas de mis peleas con Sam.

—Sabes que no me cae bien.

—Espero que Sam no tenga nada que ver con eso, Britt.

Veo hacia otro lado ignorando los ojos de sentencia de mi hermana, pero me toma del mentón y hace que la vea.

—Espero que Sam no tenga nada que ver con tu silencio—me advierte seria—Todavía no sé por qué pasan discutiendo tanto y dudo mucho que sean por celos. No quiero ni imaginarme lo que ha pasado en mi ausencia.

—No ha pasado nada.

Al menos no me ha hecho nada malo a mí, sino a sí mismo.

—Voy a confiar en ti, pero tarde o temprano lo averiguaré y sé que no me gustará.

—Mejor dime—cambio el tema—¿Por qué papá dice que tu amiga celebridad vivirá con nosotros?

Tiene que ser una broma.

Me rio, pero cuando veo que Quinn no se ríe conmigo, ahora sí me dará algo.

—¿Verdad?

—Britt—suspira por un momento y ve hacia Santana que de inmediato ha empezado a conversar con mi papá y parece que tienen una de esas pláticas, casi de papá e hija—San está pasando por un momento difícil, por lo que pasar un tiempo con nosotros no le vendría mal.

—¿Tiempo difícil?—empiezo a preguntar desconcertada—Es Santana López, estoy segura que puede comprarse su propia casa en cada maldito país que quiera para sus momentos difíciles, Quinn.

—¿Por qué la odias tanto?—su pregunta suena desesperada—Sigo sin entender por qué desde que corríamos juntas, tomaste esa actitud arrogante con ella.

—No lo odio—más o menos—Solamente ya lo has oído, se cree muy lista, además cuando éramos chicas siempre fue un poco tosca conmigo.

—No era tosca—discrepa defendiendo a su amiga—Respetaba y respeta que seas mi pequeña hermana, eras tú la que siempre quería ir a las carreras con nosotras y dale gracias a Dios que nuestros padres nunca lo supieron.

Por supuesto, desde ese momento Santana se convirtió en una celebridad clandestina para años después ser una corredora profesional de la NASCAR.

Mi hermana no siguió los mismos pasos, solamente fue una etapa y luego se convirtió en una genia de la arquitectura como mi papá en Pierce Architects.

—Entonces ve y recuérdaselo, solamente espero que durante este fin de semana luego de que se haya ido volvamos a la normalidad.

Cuando veo que Quinn muerde su labio inferior me alarmo y esta vez es de verdad.

—¿Dos semanas?—pregunto de nuevo—¿Tres semanas?

Sigue sin responder.

—Si me dices que es por tiempo indefinido y que ahora cambiará su apellido a Pierce o Fabray te voy a matar, Lucy.

—Solamente será por tres o cuatro meses.

—¡¿Meses?!—reclamo fulminando con la mirada a todos.

—Ni siquiera la notarás, vivirá en la casa del jardín porque no quiere incomodar viviendo dentro de la casa, por lo que no te toparás con ella muy a menudo, solamente durante las comidas, a menos que arreglen su mierda y actúen como los adultos que son y lleven la fiesta en paz.

Dejo hablando a Quinn sola.

—Britty—dice detrás de mí, pero la ignoro.

Voy directamente hacia la morena, aprovechando que mis padres no están en nuestra presencia.

Le quito la cerveza que está a punto de abrir de las manos y le advierto furiosa.

—Mantén la fiesta en paz—la señalo con el dedo de mi mano libre—Que mis padres y Quinn te adoren es una cosa pero conmigo no será igual, así que más te vale que te mantengas al margen, celebridad.

Mi cercanía la toma por sorpresa y sus ojos se detienen en todo mi rostro como si lo estuviera estudiando, cuando soy yo quien estudia a las personas no al revés.

—¿Eso es todo, niña?

—Sí—continúo—No me llames niña, ni tampoco Britt. Mi nombre es Brittany y si quieres llevar las cosas en paz y que tu estadía de “momento difícil” sea grata para ti y para todos, cierra el pico la próxima vez que quieras darme clases de español sobre sinónimos y antónimos.

Se ríe.

—¿Has terminado, niña?

—Vuelve a llamarme niña una vez más—la reto y abro la cerveza, soy capaz de estampársela en la cabeza.

Se acerca demasiado hasta que puedo sentir su aroma y mis mejillas arder, como también mis rodillas débiles cuando dice:

—¿Qué te hace pensar que haré lo que una niña malcriada quiere?

Me doy cuenta que veo sus labios carnosos de una manera prohibida, la comisura de sus labios se levanta, formando una sonrisa arrogante, entonces me doy cuenta… nada de ella ha cambiado.

Las imágenes y palabras de nueve años atrás vienen en cámara lenta, cobrándome cada segundo que se la he puesto difícil.

El corazón se me va a salir del pecho y la pesadez de mis ojos también no ayuda en este momento.

—Es lo que pensé—dice sin más y me quita suavemente la cerveza de mis manos y se va.

Ahora lo entiendo, sigo odiando a Santana López por haber roto mi corazón de la peor manera en que alguien pueda rompérselo a una niña.

Esas cinco palabras no las puedo olvidar, parece que fue ayer y siguen haciéndome daño como dagas clavándose dentro de mi pecho.

Cinco palabras.

—Eres una niña para mí.