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[Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
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marthagr81@yahoo.es
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
JVM escribió:Como dijiste desde la muerte de su madre todo se le complicó, que feo que su papa no la haya apoyado a cumplir sus sueños o al menos intentarlo.
Y pues empezara a bailar pero el fin al menos lo vale cumplir su sueño de tener una carrera.
Sip tienes razon pero ese baile le puede traer consecuencias, o lograr ayudarla o hundirla...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
monica.santander escribió:Hola!!!! Que linda historia.!! Espero actualices pronto!!
Saludos
Hola Monica... Que bien que te halla gustado la historia. aca la actualizacion....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
CAPITULO 6
Cierro mis ojos con fuerza y rezo, pero luego me siento culpable por ello, Dios no aprobaría lo que estoy a punto de hacer, eso es malditamente seguro. Aprieto mis puños para que dejen de temblar, pero tiemblan como hojas en una tempestad de truenos de Georgia.—Gracie, sales en 5.
—Puckerman asoma su cabeza por la puerta del vestidor, y ciertamente no pierdo de vista la manera en que sus pequeños ojos brillantes rastrillan sobre mí. Me asusto y quiero regañarlo, pero no puedo. Después de todo, estoy a punto de conseguir todo un lote examinándome en unos cinco minutos. Estoy casi vestida, al menos hasta donde estoy acostumbrada. Crecí usando vestidos hasta los tobillos y faldas con camisetas sueltas. Nada escotado, nada por encima de la rodilla. Nada revelador o exagerado. Nada sexy o sensual. Nada vergonzoso o irreverente. Ahora mismo, tengo un par de cortes en los shorts vaqueros, los dobladillos deshilachados en hilos blancos. De vuelta en Macon, ellos habrían llamado a estos shorts Daisy Dukes, ya en que la parte inferior son tan cortos que mis nalgas están fuera. Quiero decir, casi literalmente. Mi culo está en realidad colgando por la parte inferior de los pantalones cortos. Son ajustados, también, apretando mis gruesos muslos de bailarina como la Lycra.
Estoy usando una camisa de franela, pero no son—quiero decir, no es—mucho mejor en cuanto al pudor. Está desabrochada hasta mi escote, que no está contenido por ninguna cosa en absoluto. Hay solamente cuatro botones abrochados, y mis pechos se tensan en esos cuatro botones ajustándose al punto de estallar. Ese es el punto, después de todo. Los botones se suponen que deben estallar. Hay una fila entera de camisas similares a esta en la Shorts Daisy Dukes: Shorts de mezclillas realmente cortos y ajustados, casi a las nalgas, usado por mujeres jóvenes en la esquina del vestuario, ya que parte del acto es hacer estallar los botones cuando arranque la camisa abierta.
—Se supone que es sexy —dice Puckerman—. Los conducirá a lo salvaje.
Él es el experto, supongo. El resto de la camisa de franela está atado en la parte frontal justo debajo de mis pechos, por lo que la mayor parte de mi estómago está desnudo. El último pedazo del atuendo—el traje—es un grueso cinturón de cuero con una gran hebilla brillante, y un par de botas hasta la rodilla. Botas de Putas, he oído que las llamaban. Parecen apropiadas, supongo, ya que papá llamaría prostituirse a lo que estoy por hacer. Son botas de gamuza, de material suelto y arrugado, con un tacón de aguja delgado de tres pulgadas que me hace quedar en un total de seis pies de altura. Mi cabello oscuro está bien cepillado hasta estar tan brillante que Candy me preguntó si estaba usando una peluca. Mi cara está cubierta con una cantidad llamativa de maquillaje.
Maquillaje de Prostituta, el abuelo lo llamaría así. Yo nunca usaba más que un poco de brillo labial y un poco de sombra de ojos que te hace mayor, así que toda la base y el lápiz labial y la máscara de pestañas y todo eso se siente como una máscara. Lo que ayuda, en cierto modo, como si la máscara de maquillaje pudiera ocultarme. Tomo una respiración profunda y me obligo a pararme, balanceándome sobre los desconocidos talones.
Puckerman empuja la puerta abierta y la sostiene para mí, pero no es por ser un caballero. Él se pone de pie en la puerta, así que tengo que pasar con dificultad pegada a él al salir. Ahogo el impulso de derribarlo cuando palmea "accidentalmente" mi trasero.
—No hagas eso, Puckerman —digo, orgullosa de lo estable y calmada que está mi voz. No es la primera vez que le he pedido que no me toque.
—¿Hacer qué?
Lo repongo con el fulgor que aprendí de papá, el que hace que la mayoría de los hombres se estremezcan en sus botas. O, en el caso de Puckerman, puntiagudas piel de serpiente.
—Sólo porque estoy haciendo esto no quiere decir que puedes ir a tocarme cuando quieras, Noah Puckerman. Mantén tus patitas pegajosas fue de mí. No me gusta el sonido vibrante, pero estoy nerviosa y molesta, y forma parte de mi 'Gracie' personal.
Puckerman soslaya hacia mí.
—Escucha, Gracie. Suenas como una belleza sureña. Me encanta. Mantén esa actitud, que es buen material. Ahora sal de allí y haz lo que te estoy pagando para que hagas.
—Tú no me pagas, los clientes lo hacen —replico.
Sus ojos se endurecen y su voz se debilita.
—No vuelvas a hablarme de esa manera otra vez o te despediré.
Él me golpea en el trasero con tanta fuerza que mis ojos lagrimean, pero no le doy la satisfacción de una respuesta. Puede que sea acoso sexual, pero necesito el trabajo demasiado como para discutir. Él se pasea por delante de mí, dejándome reunir mi ingenio y mi coraje. Cuando está fuera de vista, froto mi trasero donde él golpeó, dándome cuenta con espanto que él bien puede despedirme si quiere. Entonces yo sería un arroyo sin remos. Camino a través de la zona de bastidores, subo los tres pequeños pasos hacia el escenario, y me coloco detrás de la cortina. Mi corazón está golpeando como un martillo, mi garganta se cerró tan fuerte que apenas puedo respirar, y estoy al borde de las lágrimas. No quiero hacer esto. Mi "sesión de entrenamiento" con Candy fue incómoda y horrible. Girar alrededor en el poste es mucho más difícil de lo que parece. Me caí varias ocasiones antes de que llegara el truco de envolver mi rodilla alrededor del frío metal y girar a su alrededor. No había nadie mirando, sino Candy, pero aun así lloré cuando me quité la camisa, por primera vez.
Candy vio mis lágrimas, pero no dijo nada. Ella sólo criticó la forma en que pavoneaba desde el poste hasta el final de la etapa. No tengo elección, sin embargo. No si quiero terminar mi carrera y conseguir mi trabajo de ensueño como productora cinematográfica. Tengo la pasantía, y comienzo la próxima semana, pero necesito ropa adecuada. Los genéricos de la música pop se desvanece de los altavoces de la casa, y el zumbido de la conversación se calma. Seguramente parte de la multitud de hombres del otro lado de la cortina puedan escuchar mi corazón, ya que está latiendo tan fuerte.
—Señores, ¿están listos? La voz de Puckerman resuena sobre el sistema PA7, chillona y entrecortada e insinuante—. Tengo un muy, muy especial regalo para ustedes esta noche. Un flamante acto nuevo. Ella es fresca procedente de Macon, Georgia, una auténtica chica sureña alimentada con maíz, y chicos... ella... es... caliente.
Abucheos y silbidos aumentan a un ensordecedor estruendo, hasta que Puckerman los tranquiliza.
—Permítanme presentarle a... ¡Gracie!
Por lo menos Puckerman me hizo un nombre artístico. La chica de pie con su espalda en un tubo de striptease, su cadera apareció en un lado, las manos envueltas alrededor del frío metal muy por encima de su cabeza... esa chica es Gracie, una artista. Una stripper. Ella no es yo. Mi nombre es Santana López. Excepto que Santana, no existe aquí, en este agujero fangoso, lleno de humo, nublado de sexo. Aquí, soy Gracie. La cortina se arrastra abierta, cegándome con el resplandor de las luces del escenario, blanco y rojo y púrpura, y tanto calor que empiezo a sudar inmediatamente. No me muevo en un principio. Los dejo ver. Es por eso que ellos están aquí, después de todo. Para verme. Para que me miren fijamente... para que me quieran. Me han asegurado que ellos no me pueden tocar, pero eso es poco consuelo. Nunca he sido deseada, no por cualquier persona. Papá siempre quiso que fuera un hijo, por lo que podría jugar al fútbol e ir al seminario que papá hizo. Si yo fuera un hijo, podría haber tomado el púlpito de la Iglesia Bautista Contemporánea de Macon. Pero yo nací niña, así que no podía hacer nada de eso—sólo los chicos hacen eso.
Me enseñaron a ser vista y no escuchada, sentarme adecuadamente y ser recatada. Ser una dama, ser adecuada. Sentarme con la espalda recta, cuidar mis modales, y obedecer a mis mayores. Ninguna música Sistema PA: Es un sistema de refuerzo de sonido o megafonía empleado para dirigir el sonido principal de una actuación o concierto al público asistente en la sala. 66 rock, ni maquillaje, ni chicos. Esto último fue en lo que él se centró más estrictamente. Nunca he tenido una cita, nunca he sido besada (excepto por Puckerman, y él-no-cuenta). Pero, por alguna razón, Puckerman pensaba que tenía algún tipo de "sensualidad innata" que haría a los hombres perder la cabeza, y me contrató. Quizás sólo olió la desesperación en mí. Los hombres del público superan su sorpresa y comienzan a silbar y aplaudir y gritar.
—Quítatelo —grita un hombre en una mesa junto al escenario. Rodeo el poste, aferrándome a ello con una mano, hago tiempo, haciendo pasos traviesos, los pasos de baile de Broadway, y camino en la pista de pasarela. Les muestro mis piernas, dejándoles ver que tengo estilo. No simplemente voy a ir quitándome la ropa y balancearme alrededor del poste. No, si voy a hacer esto, voy a hacerlo con una cierta clase de estilo.
Candy me ayudó a coreografiar mi rutina. Candy es una esbelta, chica de pelo negro, un par de años mayor que yo, pero con una dureza de calle que nunca tendré. Ella no es exactamente hermosa, no de cerca, pero con suficiente maquillaje y el cuerpo que tiene, pensarías que lo era. Además, puede hacer trucos en el poste que enloquece a los chicos. Lo he visto. No me atrevo a probar las cosas que ella hace, giros complicados y vueltas al revés. Candy era brusca y del tipo empresarial cuando me mostró cómo moverse, cómo balancearse y menear los hombros, cómo girar alrededor del poste y deslizarse hacia abajo. Ella y Puckerman me observaron practicar la rutina antes de que las puertas se abrieran esta noche. Vi la evidencia de mi éxito en su cremallera abultada. Salto en el aire y giro mi cuerpo alrededor del poste, enganchando mi rodilla derecha alrededor de él, inclinando mi cabeza hacia atrás para que mi abundante cabello oscuro cuelgue detrás de mí. Mi corazón martillea como un tambor cuando doy vueltas alrededor del poste varias veces, y luego aterrizo en un pie, el otro todavía envuelto alrededor del polo. Siento que me meneo y el revelador traje rebota. Estoy luchando contra las lágrimas de culpa, el remordimiento y la vergüenza, pero tengo que no solamente mantenerlos a raya, sino cubrirlos en una falsa sonrisa. Me acerco más y más cercana a los vómitos con cada movimiento. He coreografiado esta danza para mantenerme vestida el mayor tiempo posible, pero el momento viene muy pronto. Me he girado y colgado hacia arriba y hacia abajo, he deslizado mi espina dorsal por la barra, así que estaba agachada con mis rodillas extendidas, dándoles una visión tentadora de mi entrepierna. Ahora...
Ahora tengo que empezar realmente el estriptis. Trago saliva, disfrazando mis nervios con una media vuelta de coreografía alrededor del poste, y luego aterrizo de pie como estaba cuando se abrió el telón: mi espalda al poste, las piernas al ancho de hombros, las manos sobre mi cabeza. Luego, con dedos temblorosos, deslizo el botón superior por el orificio, paso adelante hacia el centro del escenario, desato el nudo de la parte inferior. Ahora la camiseta está suelta, y el interior de mi escote está expuesto. Entonces, sólo para burlarme de ellos, abrocho el botón inferior. Los hombres gimen y me inclino hacia delante, y puedo ver el hambre y la lujuria en la mirada lasciva de sus ojos. Entonces, cuando la música de club se eleva a un crescendo, agarro las solapas de la camisa y lo desgarro abierto, dispersando los botones con un gesto dramático. Mis pechos rebotan libres, y me coloco en topless en frente de ciento cincuenta hombres.
Una sola lágrima se escurre libre para mezclarse con el sudor de mi labio superior. Soy oficialmente una stripper.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
CAPITULO 7
Me vestí con una ajustada falda tubo color azul marino, una blusa abotonada de un simple color marfil, y un par de tacones para combinar con la blusa. Mi cabello está atado en un moño, y tengo el maquillaje al mínimo. Nunca he usado mucho maquillaje, pero ahora he estado usando inclusive menos desde que empecé a bailar en el club.Bailar.
Sí, he comenzado a pensarlo de esa manera. He estado allí por tres meses, y soy la bailarina más popular por mucho. Todos los espacios VIP me solicitan. Hago cinco shows cada noche, y siempre embolso al menos cientos de dólares por show. Cobro veinte dólares por bailar sobre las mesas, cinco por bailar sobre los regazos, y cincuenta por cada habitación VIP.
Todavía me siento mal antes de cada función, y algunas noches todavía lloro hasta dormirme. Odio ser una stripper. Una “bailarina exótica”. No es bailar, es una provocación obscena. Es actuar para hacer que los hombres me deseen. He sido manoseada más veces de las que quiero contar, e inclusive me han hecho más proposiciones que eso. Me han ofrecido miles de dólares para “entretener” a una celebridad por una hora en privado. Las he rechazado.
Ahora estoy yendo a mi primera asignación real como interna en Fourth Dimension. He estado aprendiendo el manejo hasta ahora, presentando documentos, trabajando en la oficina, obedeciendo órdenes, siguiendo a los verdaderos productores por todo el lugar. Trabajé muy duro para conseguir el internado, y trabajé inclusive más duro en Fourth Dimensión como asistente de oficina, esperando ser notada y ser asignada en un proyecto de verdad. Aparentemente funcionó.
John Kazantzidis es un productor importante, conocido por tener buen ojo para guiones sólidos y convincentes. Ha trabajado en algunas de las películas más vendidas en los últimos diez años. Incluyendo la reciente adaptación cinematográfica taquillera de The Sun Also Rises. Él siempre ha sido amable conmigo, y parece tomarme en serio como estudiante de producción. Es socio del estudio, por lo que trabajar directamente con él es una gran oportunidad. Mis compañeros están locos de envidia.
Espero fuera de su oficina hasta que Leslie, su secretaria, contesta el intercomunicador y me deja entrar. El señor Kazantzidis, o Kaz, como le gusta ser llamado, es alto y ancho con espeso cabello negro y oscuros ojos marrones. Exuda autoridad, poder y riqueza, a pesar de todo no es ostentoso. Para un hombre mayor, es atractivo y encantador.
Se mueve en la gran silla de cuero en frente de su escritorio, el teléfono presionado en su oído. Escucha por unos momentos, luego interrumpe en griego antes de colgar.
—Mis disculpas, Santana. Era mi madre. —–Me sonríe, mostrando sus dientes blancos.
—No hay problema señor. Creo que es lindo que hable con su madre.
Él asiente.
—Las madres son importantes. ¿Estás en contacto con tu familia?
Me encojo de hombros. He tratado de evitar hablar sobre mi misma o mi familia.
—En realidad no. Mi mama murió, y mi padre y yo… bueno, desafortunadamente, no nos llevamos bien.
El frunce el ceño.
—Siento oír lo de tu madre. ¿Cómo murió?
—Tumor cerebral. —Saco mi nuevo iPad, pagado por la compañía, de mi bolso y abro Pages, lista para tomar notas—. ¿Cuál es mi asignación, señor?
Kaz se inclina hacia atrás y juega con una pluma.
—Puedes guardar eso. —Señala hacia el iPad—. Es muy simple. Estarás trabajando como enlace directo entre Fourth Dimensión y el actor principal de nuestra película más reciente. Somos socios en la nueva producción de Lo Que el Viento se Llevó. Y no sé cómo decirte cuán importante es este proyecto. La versión original es una parte icónica de la cultura Americana.
—Sí, señor. —Guardo mi tableta en mi bolso y cruzo mi pierna sobre mi rodilla, escuchando cuidadosamente.
—Te he enviado vía e-mail todos los archivos pertinentes a la película, incluyendo la biografía de su asignación. Antes de que vengas mañana, estudia todos los aspectos del proyecto. Las filmaciones comienzan el próximo mes, así que no habrá mucho que hacer hasta entonces, pero tu asignación comienza ahora —Kaz se inclina hacia adelante y coloca el bolígrafo a un lado—. Santana, te has probado a ti misma hasta ahora, me agradas, si haces bien esta asignación, te contrataré a tiempo completo cuando te gradúes. Hasta entonces, recibirás el salario mínimo.
Trato de no chillar. Hasta ahora este ha sido un internado sin salario. Si me pagan, puedo dejar de hacer striptease.
—¡Gracias, señor! No lo defraudaré, lo prometo. —No pude evitar sonreír.
—Sé que no lo harás Santana. —Se recuesta de nuevo y desliza su teléfono fuera del bolsillo de su chaqueta, tecleando un mensaje—. Creo que Leslie tiene algún papeleo para que llenes, y luego podrás irte.
El papeleo para la asignación solo tomó unos pocos minutos, lo cual es bueno, ya que tengo que volver a mi dormitorio, terminar un trabajo para mi clase de literatura, y luego cambiarme para trabajar esta noche. Este internado es un regalo de Dios, pero me mantiene más ocupada que nunca. Trabajo cuatro noches a la semana con cinco clases cada semestre y treinta horas por semana en el internado. Apenas como, apenas duermo, y no he tenido tiempo para bailar para mi propio disfrute en semanas.
Todo valdrá la pena si puedo ser contratada a tiempo completo por el estudio.
Regreso al dormitorio y termino el trabajo tan rápido como me es posible. Comienzo a revisar los archivos que Kaz me envió. Fourth Dimensión es el estudio de producción primaria para el proyecto, junto con Orbit Sky Films y Long Acre Productions. Jeremy Allan Erskine está dirigiendo, y gasté el tiempo restante de mi estudio en las notas de Kaz sobre el equipo de trabajo del señor Erskine y todas sus ideas para el proyecto. Él es mejor conocido por Red Sky, un drama post-apocalíptico que ganó seis Oscars, incluyendo Mejor Fotografía. Trabajó con Fourth Dimensión y mi jefe Kaz en The Sun Also Rises, así que una adaptación cinematográfica no es algo nuevo para él. La intención con esta nueva versión, según las notas del señor Erskine en mi archivo, es mantenerse fiel a la novela y rendir homenaje a la película del año 1939, mientras se rejuvenece con una estética más moderna.
Kaz no está tratándome como a una asistente, porque sé que no es normal que una humilde asistente de internado tenga este tipo de archivo de proyecto de un actor principal. Él en realidad entiende mi pasión por el cine, y espero me esté entrenando para trabajar con él en proyectos futuros. De todas maneras, tiene que responder al espíritu del internado, lo que significa una asignación de bajo nivel para completar la nota.
No tengo tiempo para llegar a la lista del reparto antes de tener que irme. Me deshago de mi falda y blusa, me pongo unos pantalones de yoga y una camisa, y me dirijo a atrapar el autobús que llega al club. Una vez allí me cambio a mi traje, los shorts y camisa de franela. Me aplico maquillaje, alboroto mi cabello en ondas de color miel brillante y luego me compruebo en el espejo.
Como siempre, apenas me reconozco a mí misma. Mi cabello es enorme, colgando hacia abajo más allá de la mitad de mi espalda y cepillado para tener el máximo volumen. El maquillaje convierte mis ojos marrones en algo tempestuoso, y si lo admito, hipnotizantes. Lápiz labial rojo brillante, colorete, base espesa, mascara…
Había esperado perder peso, dado lo infrecuente que me alimento y como me la paso correteando, pero todavía sigo siendo yo. Todavía soy gruesa alrededor de las caderas y pecho. Veo mi cuerpo de otra manera ahora. No soy solo una mujer con ropa puesta. Veo el cuerpo debajo de la ropa, que nunca miré antes. No realmente. No soy solo una persona, como todo el mundo lo es. Soy un objeto, una cosa para ser deseada. Estoy consciente de mis senos y de mi trasero y del hecho que los hombres disfrutan de esas partes de mí.
Suspiro mientras desato un poco el lazo de la camisa, ajusto mis senos y rehago el nudo para que mi escote esté más acentuado. Aplico un poco de base sobre mi cadera donde me golpeé con el escritorio en mi dormitorio. Los hombres no quieren ver moretones.
Estoy demorándome. Siempre me demoro. Nunca quiero ir allá afuera. Creí que me acostumbraría pero no lo he hecho. Mi corazón todavía martillea y aún me siento avergonzada. Todavía me siento con nauseas. Cuando llega el momento en que tengo que quitarme la camisa y mostrar mis senos desnudos, siempre quiero meterme dentro de un agujero y arrojar tierra sobre mí. Odio las miradas lascivas, las manos sobando, los silbidos y las sugestiones.
Estoy a punto de abrir la puesta del vestidor cuando Puckerman entra.
—Santana. Que bien que estés aquí temprano. —Sus ojos brillan con emoción, lo que me preocupa—. Hoy es tu noche de suerte, Santana. ¡Un pez gordo de actriz rentó todo el club! ¿Y adivina qué? Quiere un baile privado en la habitación VIP, solo tú y ella. Le dije que tú no haces nada más, así que no tienes que preocuparte acerca de eso. Pero esto es bastante Santana, bastante, bastante dinero.
Asiento y trato de calmar mis nervios, es solo otra noche. He bailado para celebridades en las habitaciones VIP antes. Somos un pequeño club fuera de lo común, y la mayoría de nuestra clientela son hombres trabajadores de clase media a baja, y algunas veces unos pocos sujetos de segunda de Hollywood. Pero una que otra vez, se aparece algún actor, actriz o estrellas deportiva de ambos sexos, esperando tener una noche libre de paparazzi.
Una cosa sobre la cual Puckerman es firme es que no se aceptan ni fotógrafos ni periodistas. Nunca.
Retoco un poco mi maquillaje, compruebo el nudo en mi camisa, asegurándome que mi escote se vea bien y luego salgo afuera. Lydia está en el escenario ahora, bailando al son de una canción de Ludacris. Ella es una pequeña chica Iraquí de grandes senos, haciendo su camino a través de la escuela de enfermería. Lydia es dulce, y una buena bailarina, y me agrada que se niegue a hacer fiestas privadas fuera del club, y nunca hace ningún extra de ningún tipo. Camino por el club, evaluando a los hombres. Todos son atractivos, elegantes, y tienen el carisma pulido de Hollywood. Ya la mayoría están ebrios, y hago media docena de bailes de regazo antes de siquiera llegar a un extremo del club al otro. Aún no he visto a la actriz que rentó el lugar, pero ella está en una habitación VIP. Estos solo son los parásitos, los aduladores y los asistentes. Hago algunos bailes de mesa, y luego mi turno en el escenario. Parte de mi atractivo es que la única vez en la que estoy mostrando mis senos es durante los bailes. En las mesas y en el suelo estoy en mi traje. A los chicos les gusta supongo. Les gusta el misterio. Por supuesto, la camisa de franela está lo suficientemente abierta, así que prácticamente los estoy mostrando, lo que los vuelve locos.
Hago mi rutina básica, girando y contorsionándome alrededor del poste, jugando mientras desabotono mi camisa pero no dejándoles ver nada, y luego reabotonando y sacando los botones. Casi he conseguido desensibilizarme cuando tengo que mostrar mis senos. Casi. Lo que significa que en realidad no comienzo a llorar hasta que me toca quitarme los shorts, lo que viene ahora. Como son ajustados, es todo un reto quitármelos con soltura.
Entonces estoy bailando con nada más que una minúscula tanga. Todo el tiempo estoy cerca de las lágrimas. Ellos pueden ver todo mi trasero. Todo. La tanga es solo un poco más que un minúsculo triangulo sobre mis partes privadas, y apenas me cubre lo suficiente. Cuando bailo y me deslizo por el escenario, ellos pueden ver todo.
Termino mi show y me retiro tras bastidores para calmar mis emociones. Los chicos en el club están emocionados, y dando propinas como locos. Guardo ciento cincuenta del primer show en el escenario, y tengo otros ochenta de los bailes de mesa y de regazo. Y ni siquiera he estado en las habitaciones VIP aún. Pero el show en el escenario… oh, Dios. Los silbidos y las sugestiones fueron peores de lo que nunca han sido. Las manos estirándose, lo cual técnicamente es en contra de las reglas del club, pero realmente depende de cada bailarina rechazarlos… me agarran y me tocan, tratando de bajar la tanga. Me piden que vaya a casa con ellos. Vociferan todo lo que me harán con crudos detalles. Me sonrojo cuando gritan esas cosas. No puedo evitarlo. No creo que vean el sonrojo debajo de mi maquillaje, pero está allí. Me sonrojo y me encojo apartando las manos juguetonamente pero de manera firme, y evito sus ojos.
Cuando estoy tras bastidores e Inez está en su show, siento mi estómago revolverse. Me apresuro al vestidor y apenas llego al pequeño baño donde mi estómago vacío sufre arcadas. Lágrimas se mezclan con el sudor de mi rostro. Cuando termino de dar arcadas, me desplomo en el piso frío y descanso mi rostro en la fría porcelana, me permito sollozar un momento. Me permito a mí misma desear estar de vuelta en mi hogar en Macon. No puedo evitar imaginar el rostro de mamá si supiera lo que estoy haciendo para sobrevivir.
Un puño golpea la puerta, entonces se abre.
—¡Santana, rayos, no tienes tiempo para esto! —Puckerman me aleja del baño y da toquecitos a mi boca con una toalla de papel—. Te quieren en la habitación VIP, ahora. Habitación tres. ¡Cepilla tus dientes y ve! —Él no muestra sentimientos esta vez, solo me empuja al baño y una vez que estoy lista, fuera del vestidor y a través de la puerta que lleva a las habitaciones VIP.
Recupero mi equilibrio y mi respiración, y envío a Puckerman lejos.
Mi corazón martillea y mi piel hormiguea. Me paro fuera de la habitación tres con mi mano en la perilla, pero titubeo. Algo dentro de mí se está rebelando, diciéndome que corra, que vuelva atrás, que me vaya. Pero no puedo. Perdería el trabajo, y no tengo garantizado el puesto de tiempo completo en Fourth Dimensión, no aún.
Giro la perilla y abro la puerta. Un sofá de cuero rojo de forma semicircular está en la habitación, iluminada por un par de lámparas a tono con el sofá. Las paredes son negro mate, y unas mesas laterales cubren los extremos del sofá. Una botella de Jhonny Walker Blue Label reposa en una de las mesas, rodeadas por botellas de Coors y Bud Light, algunas vacías, algunas llenas. La habitación es brumosa con humo de cigarrillos, y debajo de eso está la acre esencia de marihuana. Una de las mesas tiene una pila de polvo blanco, con algo de eso dividido en gruesas líneas.
Hay tres hombres y una chica en la habitación. Tres de ellos son asombrosamente hermosos. ¿La chica? Es una diosa de la pantalla grande.
Tres de los hombres están en un lado, cerca de la pila de cocaína. Reconocí a los tres. Uno es Armand Larochelle, quien ganó el premio de Mejor Actor por su papel en Name of Heaven. Armand es alto y delgado, con cabello rubio a la altura de los hombros y rasgos esculpidos. El segundo es Adam Trenton, un actor de calidad y actor secundario en películas de acción. Recientemente hizo un papel en una película de ciencia ficción y aventura que lo llevo a su primer papel principal. El tercero es Nate Breckner, mejor conocido como el actor principal de comedias románticas, pero ha estado trabajando en papeles para salir de ese encasillamiento.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
La chica es Brittany S. Pierce. Mi corazón se detiene y mi respiración queda atrapada. He visto fotos de ella, la he visto en sus últimas películas. Pero ninguna le hace justicia. Ni un poco. En la pantalla es asombrosa. Rasgos fuertes, penetrantes ojos azules, cabello rubio. Alta y ridículamente sexy, con brazos esculpidos. Ella es Brad Pitt y Henry Cavill, y Josh Duhamel y mucho más en versión mujer.
Así es como ella se ve en la pantalla.
En persona… está más allá de la perfección. No puedo mirar a otro lado, pero su belleza me quema, es como mirar al sol. Y ahora está en mi club, y me está mirando expectante, y no me puedo mover. Sus ojos son mercurio, un azul cambiante. Ella es muy hermosa para ponerlo en palabras, y no estoy segura de que hacer. Mi cuerpo no funciona.
Retumba música desde los altavoces, una canción de Jay-Z. Armand me está observando, con un pequeño tubo entre sus dedos, cabeceando con la música. Los otros dos hombres tienen cervezas en sus manos y están mirando sus teléfonos. Se ven borrachos. Me dan una mirada y me descartan mirando a otro lado.
—¿Vas a bailar o qué? —Pregunta Brittany. Su voz es oscuridad, profunda y envolvente.
La canción termina, y comienza un ritmo de baile techno. No puedo apartar mis ojos de Brittany, pero obligo a mis caderas moverse. Dejo que la música se apodere y fluya a través de mí. Me pierdo a mí misma en sus ojos, los cuales parecen oscurecerse a medida que me balanceo más cerca de ella. Sé que hay otros hombres en la habitación, pero solamente puedo enfocarme en Brittany Pierce y esperar llegar al final de esta noche.
Estoy en frente de ella ahora, cerca. Ella separa sus rodillas y sus manos vienen a mis caderas, sus palmas acariciando la piel desnuda sobre mis shorts. Jamás he permitido que un cliente me toque antes, pero no puedo encontrar la fuerza para apartar sus manos. Mi piel quema donde me toca. Sus ojos están en los míos, a pesar de mi escote en su rostro.
Estoy oscilando con la música, con ligeros y pequeños temblores de mis caderas, lo suficiente para que mis pechos reboten. Mis brazos están sobre mi cabeza en esa incómoda posición que los hombres parecen amar. Su mirada parpadea a mis pechos saltando y luego retorna a mis ojos. No puedo leer su expresión. Los hombres siempre tienen el deseo en su rostro, en sus ojos. No Brittany. Pero sus manos están enroscadas en mi cintura, posesivamente. Debería hacer que me suelte. Pero no lo hago.
Nunca he sido tocada de esta manera, nunca he tenido en mi cuerpo las manos de un cliente, o de otra persona, en ningún lugar. No como esto. Siempre ha habido toques robados, roces en mi trasero, o dedos como garras en mis senos mientras bailo en el escenario.
Esto… es una conexión. Soy absorbida por sus manos tocándome, y por un momento, no soy una stripper. Estoy vestida, y ella me está viendo. A mí. Casi como si estuviera viendo a Santana en vez de a Gracie, aunque ella no podría ver la diferencia.
La canción cambia a “Just Give Me a Reason” de Pink y Nate Ruess. No estoy segura de porque la canción se filtra a través de mi conciencia. Me obligo a mí misma a soltarme de su agarre y a ir al centro de la habitación. Bailo. Y me encuentro bailando más como una bailarina que como una stripper. Sé que tengo que quitarme la ropa. No puedo irme solo bailando para ellos. Ese no es mi trabajo. Pero ahora más que nunca. No quiero hacer eso. Quiero hablar con esta chica. No porque sea una celebridad. No porque el año pasado fue The Sexiest Woman Alive de la revista People. No porque es una actriz fenomenal, aunque ciertamente lo es. Hay algo en sus ojos que me atrae hacia ella.
Hago que mis dedos desabotonen el botón superior de mi camisa, y veo a Armand y a los otros cambiar de posición en el sofá. Los ignoro, giro en su lugar, doblo la cintura de espaldas a ellos, me enderezo, giro de nuevo, deshago el nudo y desabotono mis shorts. Brittany no deja de mirar en mis ojos. Me pregunto que ve en mi mirada.
Siento las náuseas explotar dentro de mí a medida que desabotono otro botón de mi camisa. Odio esta parte. Mi corazón golpea con la familiar sensación de vergüenza. Ahora la camisa está abierta, y mis movimientos son sinuosos, suaves como de serpiente. Ruedo mi hombro y la franela se resbala, bajándose en un lado. Otra suave oscilación y movimiento de mis hombros y la franela cae alrededor de mi espalda.
Mis brazos mantienen la camisa en su lugar, pero la cima de mis senos está expuesta, mis brazos cruzados cubriendo mis pezones. Mis caderas se mueven y balancean al ritmo de la música.
Estoy atrapada por su mirada otra vez. Y todo se desvanece excepto sus ojos.
Y luego me obligo a apartar mis brazos, dejando caer la franela al suelo. Armand aspira una profunda bocanada de aire, y escucho a alguno de los otros hombres gruñir en apreciación. Brittany no se mueve, su expresión no cambia a excepción del agrandamiento de sus ojos. Su mirada rastrilla sobre mí, desde la cabeza hasta los pies y otra vez. Vuelvo a bailar, acentuando el rebote de mis pechos, pasando mis manos sobre ellos, levantándolos y posando, todas las cosas que he aprendido para obtener propinas.
Esto es más difícil que los shows, que los bailes de regazo u otros trabajos en las habitaciones VIP.
Esto es personal. Otros hombres me observan y claramente me desean, pero algo en la mirada de Brittany habla de algo más que deseo. Hay posesividad en sus ojos.
Jugueteo con el cierre de mis shorts, mirando de mí misma a Brittany, con la calculada mirada tímida que no siento. Bajo el cierre y empujo los bordes mostrando el triángulo de tela roja y la pálida piel debajo.
Soy golpeada entonces, sin saber cómo, por el recuerdo de Candy, en mi primer día, diciéndome que debo tener mis partes privadas depiladas. Dolió, y casi muero de vergüenza.
La canción cambia de nuevo, a otro ritmo sin nombre, y comienzo el balanceo oscilante que hace que mis shorts se deslicen hacia abajo. Sin embargo, antes de que pueda retirar la tela de mi trasero, la voz de Brittany llena la habitación.
—Está bien, chicos. Fuera.
—Aw. Vamos Brittany. Se está poniendo bueno. —dice Nate.
Brittany no responde, solo le da una larga y dura mirada a Nate, quien suspira con frustración.
—Está bien. Joder. —Se levanta y los otros dos hombres lo imitan.
Cuando la puerta se cierra detrás de ellos, Brittany se levanta lentamente. Es como observar a un león alzarse de la hierba, con energía envolvente y gracia sedosa. Se mueve hacia mí, sus ojos ardientes y azules tormentosos, de alguna manera casi del mismo color tormentoso de los míos pero los mios marrones. Toma mi muñeca en manos grandes y poderosas.
—Déjalos puestos.
No lucho contra su agarre, y no estoy bailando. Todo el tiempo en el trabajo, estoy bailando. Cada movimiento es un baile. De mesa a mesa, cabina a cabina, dentro y fuera del escenario, es un baile. Inclusive si es solo el balanceo exagerado de mis caderas y el rebotar de mí andar, es un baile. Nunca estoy quieta.
Pero ahora estoy congelada por el calor en los ojos de Brittany mientras me mira. Tengo las botas de tacón alto que me hacen de seis pies de alto, pero Brittany fácilmente está a cuatro pulgadas sobre mí.
—¿Por qué? —pregunto.
Los hombres siempre quieren que me los quite. Soy una stripper, así que lo hago. Pero esta chica está deteniéndome, y no la entiendo. No me atrevo a pensar en el crudo poder de sus ojos, la fácil fuerza de sus manos, la posesividad de su toque.
Brittany no responde. Solo coloca sus manos en mi caderas comienza a moverme al ritmo de la música. Ella se mueve conmigo. Esta bailando conmigo, balanceándose al ritmo. Le permito hacerlo. No debería, pero lo hago. Algo en la vitalidad de su presencia liquida mi capacidad para resistirlo.
Luego sus manos empujan la tela, y el miedo me golpea como una tonelada de ladrillos.
—No, no puedes —Balbuceo. Con mis nervios, el acento de Georgia es espeso.
—Sí, sí puedo. Quieres que lo haga. —Su voz se envuelve y se desliza sobre mí como agua tibia.
Sacudo la cabeza. Todavía estamos bailando juntas, moviéndonos con la música. La miro, perdida.
—Yo… yo no hago extras. No puedes tocarme.
—Sin embargo estoy aquí. Tocándote. —Sus manos suben por mi cintura, abarcando el espacio entre mis senos y la tela. Sus manos son poderosas y aun así increíblemente gentiles.
Su toque es fuego. Estoy temblando, titiritando. Jadeo cuando sus manos se deslizan hacia abajo de nuevo, y sus dedos se enganchan en las trabillas y tira hacia abajo. Ella tira de la tela, y la estira otra vez, entonces se deslizan y colapsan alrededor de mis tobillos. Camino fuera de ellos y trato de respirar.
Sus palmas son como lava sobre mi cintura y caderas desnudas y estoy temblando, asustada, aterrorizada. Consumida. Ella está tocándome. Nadie jamás me ha tocado así. Ver el deseo en los ojos de ella es una cosa. Sentir su deseo en la cruda fuerza de su agarre en mi piel, eso es otra cosa. El toque de Brittany es la hipnosis hecha carne. No puedo resistirlo. No sé lo que me está pasando, pero me aterroriza. No quiero querer esto, pero ella tiene razón. Quiero que lo haga. Soy devorada por sus manos en mis caderas. No ha tocado mi trasero, no ha tocado mis senos. Solo mi cintura y mis caderas. Y que el señor me ayude, es como algo consumiéndome desde adentro, empujando alguna necesidad desesperada a través de mí.
No sé qué es lo que necesito, excepto que tiene que ver con esta chica en frente de mí, que me ha quitado mi ropa, mi fuerza y mi confianza en un movimiento suave. Estoy desnuda frente a ella. La tanga no es cobertura. No por la manera en que sus ojos ven a través de mí.
—No estés asustada. —Su voz es cálida, casi tierna.
Me encojo.
—Yo no… quiero decir, no lo estoy.
Ella ríe, una sola exhalación.
—Mientes, Gracie.
—¿De qué es lo que estoy asustada entonces? —De alguna manera encuentro mi voz, y pretendo la indiferencia que casi no siento.
—De mí —Ella acaricia mis caderas. —De esto.
Inhalo en un largo, y profundo aliento.
—No me toques. Por favor. Déjame bailar.
Ella se retira, dejando caer sus manos, y colapsando en el sofá, agarra la botella de whiskey tirando de ella.
—Entonces baila.
Así que bailo. Desnuda, asustada y humillada de alguna manera, tensa por algún tipo de deseo que no entiendo, bailo. No como una stripper. No para provocar lujuria. Bailo. Bailo, como Santana.
Bailo, con todo el movimiento, poder y confianza. Me pierdo a mí misma en el movimiento y la música, sin pensar en mi cuerpo desnudo. Cuando paro, Brittany sigue en el sofá, la botella olvidada. Sus ojos están oscuros y en conflicto, pero el bulto en el cierre de su entrepierna, en sus costosos pantalones me muestra el efecto de mi baile. Ella baja la botella y se incorpora. Resisto la urgencia de retroceder lejos de ella, pero no me toca de nuevo, aunque está cerca de mí.
—Tú no perteneces aquí. —Cautelosamente extiende su mano y aparta un mechón de cabello lejos de mi boca. Es un gesto tierno, y me confunde, me asusta. Me golpea en algún lugar dentro de mí.
Su boca desciende a la mía, sus labios rozan los míos, cálidos, húmedos y suaves. No estoy respirando. ¿Cómo podría?
Ella me está besando. ¿Por qué? Mi corazón está detenido. Mi sangre es un río abrasador de fuego en mis venas, y estoy temblando. La seda negra de su camisa de vestir esta tensa sobre su pecho, y mientras me está besando me atrae hacia ella. La seda es fría contra mi piel, pecaminosamente suave, acariciando mi pezones desnudos, volviéndolos duros. Su lengua se desliza sobre el borde de mis labios y sus dedos se enroscan en los músculos de mi espalda, enviando estremecimientos de calor a través de mí.
Dura un mero momento, y luego se acaba. Se separa de mí abruptamente, se marcha dando un portazo, y quedo blanda. Vaciada del todo, jadeando para respirar y temblando.
¿Qué acaba de pasar? Colapso en el sofá y lucho por respirar.
Cuando regreso a la planta principal del club, ella no está.
Y yo he cambiado, totalmente.
Así es como ella se ve en la pantalla.
En persona… está más allá de la perfección. No puedo mirar a otro lado, pero su belleza me quema, es como mirar al sol. Y ahora está en mi club, y me está mirando expectante, y no me puedo mover. Sus ojos son mercurio, un azul cambiante. Ella es muy hermosa para ponerlo en palabras, y no estoy segura de que hacer. Mi cuerpo no funciona.
Retumba música desde los altavoces, una canción de Jay-Z. Armand me está observando, con un pequeño tubo entre sus dedos, cabeceando con la música. Los otros dos hombres tienen cervezas en sus manos y están mirando sus teléfonos. Se ven borrachos. Me dan una mirada y me descartan mirando a otro lado.
—¿Vas a bailar o qué? —Pregunta Brittany. Su voz es oscuridad, profunda y envolvente.
La canción termina, y comienza un ritmo de baile techno. No puedo apartar mis ojos de Brittany, pero obligo a mis caderas moverse. Dejo que la música se apodere y fluya a través de mí. Me pierdo a mí misma en sus ojos, los cuales parecen oscurecerse a medida que me balanceo más cerca de ella. Sé que hay otros hombres en la habitación, pero solamente puedo enfocarme en Brittany Pierce y esperar llegar al final de esta noche.
Estoy en frente de ella ahora, cerca. Ella separa sus rodillas y sus manos vienen a mis caderas, sus palmas acariciando la piel desnuda sobre mis shorts. Jamás he permitido que un cliente me toque antes, pero no puedo encontrar la fuerza para apartar sus manos. Mi piel quema donde me toca. Sus ojos están en los míos, a pesar de mi escote en su rostro.
Estoy oscilando con la música, con ligeros y pequeños temblores de mis caderas, lo suficiente para que mis pechos reboten. Mis brazos están sobre mi cabeza en esa incómoda posición que los hombres parecen amar. Su mirada parpadea a mis pechos saltando y luego retorna a mis ojos. No puedo leer su expresión. Los hombres siempre tienen el deseo en su rostro, en sus ojos. No Brittany. Pero sus manos están enroscadas en mi cintura, posesivamente. Debería hacer que me suelte. Pero no lo hago.
Nunca he sido tocada de esta manera, nunca he tenido en mi cuerpo las manos de un cliente, o de otra persona, en ningún lugar. No como esto. Siempre ha habido toques robados, roces en mi trasero, o dedos como garras en mis senos mientras bailo en el escenario.
Esto… es una conexión. Soy absorbida por sus manos tocándome, y por un momento, no soy una stripper. Estoy vestida, y ella me está viendo. A mí. Casi como si estuviera viendo a Santana en vez de a Gracie, aunque ella no podría ver la diferencia.
La canción cambia a “Just Give Me a Reason” de Pink y Nate Ruess. No estoy segura de porque la canción se filtra a través de mi conciencia. Me obligo a mí misma a soltarme de su agarre y a ir al centro de la habitación. Bailo. Y me encuentro bailando más como una bailarina que como una stripper. Sé que tengo que quitarme la ropa. No puedo irme solo bailando para ellos. Ese no es mi trabajo. Pero ahora más que nunca. No quiero hacer eso. Quiero hablar con esta chica. No porque sea una celebridad. No porque el año pasado fue The Sexiest Woman Alive de la revista People. No porque es una actriz fenomenal, aunque ciertamente lo es. Hay algo en sus ojos que me atrae hacia ella.
Hago que mis dedos desabotonen el botón superior de mi camisa, y veo a Armand y a los otros cambiar de posición en el sofá. Los ignoro, giro en su lugar, doblo la cintura de espaldas a ellos, me enderezo, giro de nuevo, deshago el nudo y desabotono mis shorts. Brittany no deja de mirar en mis ojos. Me pregunto que ve en mi mirada.
Siento las náuseas explotar dentro de mí a medida que desabotono otro botón de mi camisa. Odio esta parte. Mi corazón golpea con la familiar sensación de vergüenza. Ahora la camisa está abierta, y mis movimientos son sinuosos, suaves como de serpiente. Ruedo mi hombro y la franela se resbala, bajándose en un lado. Otra suave oscilación y movimiento de mis hombros y la franela cae alrededor de mi espalda.
Mis brazos mantienen la camisa en su lugar, pero la cima de mis senos está expuesta, mis brazos cruzados cubriendo mis pezones. Mis caderas se mueven y balancean al ritmo de la música.
Estoy atrapada por su mirada otra vez. Y todo se desvanece excepto sus ojos.
Y luego me obligo a apartar mis brazos, dejando caer la franela al suelo. Armand aspira una profunda bocanada de aire, y escucho a alguno de los otros hombres gruñir en apreciación. Brittany no se mueve, su expresión no cambia a excepción del agrandamiento de sus ojos. Su mirada rastrilla sobre mí, desde la cabeza hasta los pies y otra vez. Vuelvo a bailar, acentuando el rebote de mis pechos, pasando mis manos sobre ellos, levantándolos y posando, todas las cosas que he aprendido para obtener propinas.
Esto es más difícil que los shows, que los bailes de regazo u otros trabajos en las habitaciones VIP.
Esto es personal. Otros hombres me observan y claramente me desean, pero algo en la mirada de Brittany habla de algo más que deseo. Hay posesividad en sus ojos.
Jugueteo con el cierre de mis shorts, mirando de mí misma a Brittany, con la calculada mirada tímida que no siento. Bajo el cierre y empujo los bordes mostrando el triángulo de tela roja y la pálida piel debajo.
Soy golpeada entonces, sin saber cómo, por el recuerdo de Candy, en mi primer día, diciéndome que debo tener mis partes privadas depiladas. Dolió, y casi muero de vergüenza.
La canción cambia de nuevo, a otro ritmo sin nombre, y comienzo el balanceo oscilante que hace que mis shorts se deslicen hacia abajo. Sin embargo, antes de que pueda retirar la tela de mi trasero, la voz de Brittany llena la habitación.
—Está bien, chicos. Fuera.
—Aw. Vamos Brittany. Se está poniendo bueno. —dice Nate.
Brittany no responde, solo le da una larga y dura mirada a Nate, quien suspira con frustración.
—Está bien. Joder. —Se levanta y los otros dos hombres lo imitan.
Cuando la puerta se cierra detrás de ellos, Brittany se levanta lentamente. Es como observar a un león alzarse de la hierba, con energía envolvente y gracia sedosa. Se mueve hacia mí, sus ojos ardientes y azules tormentosos, de alguna manera casi del mismo color tormentoso de los míos pero los mios marrones. Toma mi muñeca en manos grandes y poderosas.
—Déjalos puestos.
No lucho contra su agarre, y no estoy bailando. Todo el tiempo en el trabajo, estoy bailando. Cada movimiento es un baile. De mesa a mesa, cabina a cabina, dentro y fuera del escenario, es un baile. Inclusive si es solo el balanceo exagerado de mis caderas y el rebotar de mí andar, es un baile. Nunca estoy quieta.
Pero ahora estoy congelada por el calor en los ojos de Brittany mientras me mira. Tengo las botas de tacón alto que me hacen de seis pies de alto, pero Brittany fácilmente está a cuatro pulgadas sobre mí.
—¿Por qué? —pregunto.
Los hombres siempre quieren que me los quite. Soy una stripper, así que lo hago. Pero esta chica está deteniéndome, y no la entiendo. No me atrevo a pensar en el crudo poder de sus ojos, la fácil fuerza de sus manos, la posesividad de su toque.
Brittany no responde. Solo coloca sus manos en mi caderas comienza a moverme al ritmo de la música. Ella se mueve conmigo. Esta bailando conmigo, balanceándose al ritmo. Le permito hacerlo. No debería, pero lo hago. Algo en la vitalidad de su presencia liquida mi capacidad para resistirlo.
Luego sus manos empujan la tela, y el miedo me golpea como una tonelada de ladrillos.
—No, no puedes —Balbuceo. Con mis nervios, el acento de Georgia es espeso.
—Sí, sí puedo. Quieres que lo haga. —Su voz se envuelve y se desliza sobre mí como agua tibia.
Sacudo la cabeza. Todavía estamos bailando juntas, moviéndonos con la música. La miro, perdida.
—Yo… yo no hago extras. No puedes tocarme.
—Sin embargo estoy aquí. Tocándote. —Sus manos suben por mi cintura, abarcando el espacio entre mis senos y la tela. Sus manos son poderosas y aun así increíblemente gentiles.
Su toque es fuego. Estoy temblando, titiritando. Jadeo cuando sus manos se deslizan hacia abajo de nuevo, y sus dedos se enganchan en las trabillas y tira hacia abajo. Ella tira de la tela, y la estira otra vez, entonces se deslizan y colapsan alrededor de mis tobillos. Camino fuera de ellos y trato de respirar.
Sus palmas son como lava sobre mi cintura y caderas desnudas y estoy temblando, asustada, aterrorizada. Consumida. Ella está tocándome. Nadie jamás me ha tocado así. Ver el deseo en los ojos de ella es una cosa. Sentir su deseo en la cruda fuerza de su agarre en mi piel, eso es otra cosa. El toque de Brittany es la hipnosis hecha carne. No puedo resistirlo. No sé lo que me está pasando, pero me aterroriza. No quiero querer esto, pero ella tiene razón. Quiero que lo haga. Soy devorada por sus manos en mis caderas. No ha tocado mi trasero, no ha tocado mis senos. Solo mi cintura y mis caderas. Y que el señor me ayude, es como algo consumiéndome desde adentro, empujando alguna necesidad desesperada a través de mí.
No sé qué es lo que necesito, excepto que tiene que ver con esta chica en frente de mí, que me ha quitado mi ropa, mi fuerza y mi confianza en un movimiento suave. Estoy desnuda frente a ella. La tanga no es cobertura. No por la manera en que sus ojos ven a través de mí.
—No estés asustada. —Su voz es cálida, casi tierna.
Me encojo.
—Yo no… quiero decir, no lo estoy.
Ella ríe, una sola exhalación.
—Mientes, Gracie.
—¿De qué es lo que estoy asustada entonces? —De alguna manera encuentro mi voz, y pretendo la indiferencia que casi no siento.
—De mí —Ella acaricia mis caderas. —De esto.
Inhalo en un largo, y profundo aliento.
—No me toques. Por favor. Déjame bailar.
Ella se retira, dejando caer sus manos, y colapsando en el sofá, agarra la botella de whiskey tirando de ella.
—Entonces baila.
Así que bailo. Desnuda, asustada y humillada de alguna manera, tensa por algún tipo de deseo que no entiendo, bailo. No como una stripper. No para provocar lujuria. Bailo. Bailo, como Santana.
Bailo, con todo el movimiento, poder y confianza. Me pierdo a mí misma en el movimiento y la música, sin pensar en mi cuerpo desnudo. Cuando paro, Brittany sigue en el sofá, la botella olvidada. Sus ojos están oscuros y en conflicto, pero el bulto en el cierre de su entrepierna, en sus costosos pantalones me muestra el efecto de mi baile. Ella baja la botella y se incorpora. Resisto la urgencia de retroceder lejos de ella, pero no me toca de nuevo, aunque está cerca de mí.
—Tú no perteneces aquí. —Cautelosamente extiende su mano y aparta un mechón de cabello lejos de mi boca. Es un gesto tierno, y me confunde, me asusta. Me golpea en algún lugar dentro de mí.
Su boca desciende a la mía, sus labios rozan los míos, cálidos, húmedos y suaves. No estoy respirando. ¿Cómo podría?
Ella me está besando. ¿Por qué? Mi corazón está detenido. Mi sangre es un río abrasador de fuego en mis venas, y estoy temblando. La seda negra de su camisa de vestir esta tensa sobre su pecho, y mientras me está besando me atrae hacia ella. La seda es fría contra mi piel, pecaminosamente suave, acariciando mi pezones desnudos, volviéndolos duros. Su lengua se desliza sobre el borde de mis labios y sus dedos se enroscan en los músculos de mi espalda, enviando estremecimientos de calor a través de mí.
Dura un mero momento, y luego se acaba. Se separa de mí abruptamente, se marcha dando un portazo, y quedo blanda. Vaciada del todo, jadeando para respirar y temblando.
¿Qué acaba de pasar? Colapso en el sofá y lucho por respirar.
Cuando regreso a la planta principal del club, ella no está.
Y yo he cambiado, totalmente.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
andale!!!!
britt la diviso la verdad de san en el primer momento que la vio!!!
a ver que pasa ahora??? va a volver birtt???
britt la diviso la verdad de san en el primer momento que la vio!!!
a ver que pasa ahora??? va a volver birtt???
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
CAPITULO 8
Llegué a casa después de las tres de la mañana, así que no tengo tiempo en hacer los archivos del proyecto antes de mis clases el día siguiente. Mi primera clase es a las ocho, y ya que tengo que estar en la oficina de Fourth Dimension inmediatamente después de clases, me visto en mi atuendo de trabajo después de dejar la residencia de estudiantes. No hay tiempo entre clases para otra cosa sino para apurarse para la siguiente clase. Ni siquiera tengo tiempo para almorzar, como la mayoría de días. Cuando salgo de mi clase —Historia Europea de 1700—, mi estómago ha estado gruñendo por horas. Llevo mi mochila a mis hombros, llena de libros de texto y cuadernos, deslizo mi bolso sobre mi cuerpo y mis tacones de tres pulgadas hacen clic hacia la parada del autobús.
Mi estómago es un desastre, gruñendo y revuelto, vacilando entre estar hambriento y con náuseas. Hoy es el primer día que el equipo de Fourth Dimension reúne al elenco de la película. El proyecto ha pasado por el desarrollo y preproducción, y ahora estamos listos para comenzar. No sé qué esperar. Debería, pero no lo hago. Debería tener todos los aspectos del proyecto memorizados por ahora, pero ni siquiera sé quién es el líder. Estoy nerviosa, emocionada y asustada. En mis clases de cine he pasado por todo el proceso en realizar películas en miniatura, desde el desarrollo de sonido y eléctrico, cámara de audiciones para la postproducción. Pero todo eso ha sido un modelo de prueba. Esto es de verdad. Voy a estar trabajando con un actor o actriz de verdad, lidiar con montaje y otros requisitos.
El estacionamiento del Fourth Dimension está lleno de coches caros. Hay un Ferrari, un Bentley, una limusina y un surtido de Mercedes y BMW. Y luego, en la parte de atrás del mismo, hay un automóvil deportivo de baja altura pintado con una especie de plata-cromada que es casi un espejo. El coche parece que vale más que todos los otros coches combinados, aunque no podría decir qué marca es. Y aquí estoy yo, llegando a pie desde la parada de autobús.
Entro en la habitación de damas antes de ir a la sala de conferencias. He traído una blusa fresca para cambiarme, a sabiendas de que había sudado sobre la que estoy usando. Me puse desodorante, mi nueva blusa, retoco mi maquillaje y arreglo mi cabello. Me vestí con mi ropa más conservadora. Es una falda de lino gris claro que cae sobre, un par de zapatos de tacón negros y una blusa blanca sin revelar. Luzco profesional, como una mujer de negocios. No hay ni un ápice de sexy en mi aspecto en absoluto, y eso es exactamente lo que quiero.
Subo en el elevador y sigo el sonido de las voces de la sala de conferencias. La reunión está en pleno apogeo, pero Kaz sabe que vengo de clase. Me detengo en la puerta, fuera de la vista, y aspiro una respiración profunda, manteniéndola durante un conteo de diez. Cruzando esa puerta se sientan algunos de los hombres y las mujeres más poderosas e influyentes de Hollywood. Y luego estoy yo, la hija de un pastor conservador de Georgia, una estudiante de cine, stripper para pagar la universidad.
No sé por qué este pensamiento me golpea ahora. Nadie sabe lo que hago. Lizzie apenas reconoce mi presencia, Kaz piensa que trabajo en un bar (que es una especie de verdad), y no hay nadie más a quién le importe. No soy amiga de ninguno de mis compañeros de clase. Marley está ocupada con su propia vida en Auburn, y mi padre no quiere saber que estoy viva. Es mejor así. No estoy sola, estoy demasiado ocupada para los amigos.
Entonces ¿por qué parpadeo por la vista borrosa a la sal mojada en mis ojos? La alfombra de color beige claro bajo mis pies se ondea. Respiro hondo, largo y lento y estabilizante. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Parpadeo fuerte, buscando un Kleenex del bolso y secándome mis ojos, luego, compruebo mi maquillaje en un espejo.
Empujo la puerta, con una tensa sonrisa en mi cara. Una docena de cabezas giran. Kaz me sonríe desde su lugar a la cabeza de la larga mesa ovalada, y con un gesto me señala la mesa. Hace un gesto para que tome una silla vacía. Estoy demasiado nerviosa para registrar quiénes están en la habitación. Tomo asiento y me concentro en respirar. Oigo a Kaz hablando a mi oído, y me doy cuenta que me está presentando.
Olvido varios de los nombres, pero sé la mayoría de ellos. Reconozco a Bill Henderson, el asistente del directo; Francine James, el director del casting, Ollie Muñiz, director de la unidad. Algunos otros nombres que se pierden, pero que se mostrarán en los archivos. Fuerzo mi atención en Kaz.
—...Erskine, nuestro director. Frente a ti, Santana, está Rose Garret, que actuará de Scarlett. Junto a Rose está Dawes Carrie, actuando de Melanie. Armand Larochelle a tu izquierda, que actuará de Ashley Wilkes... —Mi aliento se atrapa dolorosamente en mi pecho cuando escucho el nombre de Armand. Él me miraba fijamente, con una pequeña sonrisa en sus labios. Pero Kaz no termina con las presentaciones todavía—. Y, por último pero no menos importante, a la cabeza de la mesa está Brittany, quien tiene el papel de actriz principal.
Estoy mareada, el mundo está girando, mi corazón choca en mi pecho. No. No puede ser. Me obligo a subir mis ojos hasta Brittany. Su rostro está en blanco y cuidadosamente inexpresivo, pero su boca se volvió ligeramente hacia abajo, firme en las esquinas.
Kaz es claramente ajeno a la tensión repentina.
—Estoy seguro de que estás familiarizada con el trabajo de Brittany, Santana. Serás su asistente durante la duración de la película. Cualquier cosa que necesite, lo conseguirás. Lo que sea. —Los ojos de Kaz se quedaron mirando en los míos, y me obligo a respirar antes de desmayarme. Kaz se dirige hacia Brittany—. Santana es la mejor practicante que he tenido, señorita Pierce. Tengo fe en sus habilidades.
Brittany roza el labio superior con el dedo.
—Santana, ¿eh? ¿Tiene un apellido, señorita Santana?
Trago saliva.
—Soy... López. Santana López.
Estoy a dos asientos de distancia de Brittany, pero podríamos ser las dos únicas personas en la sala. Me miraba fijamente, como si pudiera ver mis secretos a través de mis ojos.
Sólo que ella ya conoce mi secreto.
Retrocedo a la noche anterior, con su ardiente mirada en la mía, sus manos sobre mi piel, sus ojos barriendo sobre mi cuerpo desnudo. Siento sus labios contra los míos. Me pongo de pie y me tambaleo hacia la puerta.
—Lo siento —murmuro a Kaz—. No me estoy sintiendo bien. Fue algo... que comí. —Puse mi mano sobre mi boca y corro hacia el baño de chicas, donde me inclino sobre el retrete y vómito, el ácido quemándome.
Esto no puede estar pasando. No es real. Sé que es un hecho de que Kaz me va a despedir en un latido del corazón si él sabe que soy una stripper. Lo vi despedir una subsecretaria cuando descubrió que había sido stripper en la universidad. La despidió, no por haber sido una bailarina de striptease, sino por haber mentido al respecto. He mentido al respecto. No directamente, pero por omisión. Es suficiente. No puedo trabajar con Brittany. Ahora no. Ella sabe mi oscuro secreto. Tiene poder sobre mí.
No importa todo eso. Brittany en sí misma es el problema. La forma en que me mira, la forma en que me toca. Incluso en el ambiente empresarial público de la sala de conferencias, sus ojos ardían en los míos, azules e hipnóticos. Su sola presencia pone mi sangre a correr y a mi cuerpo temblar.
Oigo que la puerta del baño se abre y un par de tacones hace clic en el azulejo. Carrie Dawes empuja la puerta del baño abierta y toca mi espalda, y luego sujeta mi pelo.
—¿Santana? ¿Estás bien? —Carrie es joven y hermosa, con el pelo natural de color rojo y la piel clara, y ha tenido un montón de propuestas recientemente por sus papeles protagónicos en algunas de las películas dramáticas más crítica de los últimos tres años.
Asiento con la cabeza y me obligo a enderezarme.
—Sí, estoy bien. —Me limpio la boca y paso a Carrie dirigiéndome al fregadero—. Gracias. Algo que comí no me cayó bien.
Carrie se apoya contra el mostrador, y veo su duda.
—Ah. Me pareció como si hubieras visto un fantasma.
—Tuve una larga noche y un poco de mala comida. Estoy bien. —Tengo una botella pequeña de enjuague bucal en el bolso, y me enjuago la boca con ella.
Carrie pone lo ojos en blanco.
—Si tú lo dices. —Se aleja entonces, y estoy sola otra vez.
Enciendo el grifo y sumerjo mis manos bajo el agua fría, enjuago mi boca y escupo varias veces para sacar el sabor de la bilis de mi boca. Estoy retocando mi labio cuando se abre la puerta del baño. Brittany pasea por la puerta, y no puedo respirar de nuevo. Está vestida con pantalones vaqueros de color azul oscuro y una ceñida camiseta gris claro que luce más suave que las nubes. Su pelo rubio está artísticamente despeinado. Sus ojos concuerdan con su camisa, el color de un cielo nublado. Ella no se detuvo, sino que atraviesa el cuarto de baño deteniéndose apenas una pulgada de distancia.
No puedo mirarla a los ojos. Mis mejillas se sienten como si hubieran sido incendiadas.
—Señorita Pierce. ¿Qué puedo hacer por usted?
—Puedes explicar. —Su voz es como un terremoto que se sintió a kilómetros de distancia, un ruido sordo.
Me alejo de ella, pero todavía puedo sentir el calor emanando de su enorme cuerpo fuerte como si fuera un horno. Me encojo de hombros, girando un hombro.
—No hay nada que explicar, señorita.
—Deja eso. Incluso si fueras simplemente una asistente interna no me llamarías señorita. ¿Cómo llegaste aquí?
—Tomé un autobús.
Brittany gruñe de irritación y se frota las manos por la cara.
—No te hagas la tonta.
Trato de respirar, pero no puedo. Tengo su reflejo en el espejo, y la realidad cegadora de su presencia frente a mí. Es demasiado hermosa para describirla con palabras. Demasiado mujer para ser real. Sus mejillas son altas y afiladas, su mandíbula como una escultura de mármol. Sus brazos son gruesos y largos y ondulantes. La camiseta es una segunda piel sobre su cuerpo. Sus vaqueros ahuecan sus muslos y su trasero, y simplemente no puedo apartar la mirada de ella. Cierro los ojos y trato de respirar. Estoy mareada de nuevo.
—Voy a hacer esto fácil —dice Brittany—. Estabas en el club anoche. Eras Gracie. Ahora que estás aquí y eres Santana.
Siento una oleada de pánico y sale como ira.
—¡No hay nada que explicar! Lo tienes todo planeado, ¿no? Ya viste lo que hago. ¿Qué más quieres que te diga?
Me alejo de la encimera, pero mis tacones se resbalan y me tropiezo. Unos brazos fuertes me atrapan y me detienen, levantándome.
—No me toques —espeto, empujándola.
—Santana, está bien. No me importa.
—No está bien. A mí sí me importa. —Estoy frente a la puerta, con Brittany detrás de mí.
Sus dedos tocan mi hombro y sin esfuerzo me giran. Agacho la cabeza para evitar su mirada, porque su mirada es con demasiada intención, demasiado conocimiento. Sólo el roce de sus dedos en mi hombro es suficiente para poner mi corazón desbocado. Me estaba alejando, estaba caminando, pero no me puedo mover. No puedo alejarme. Ella me atraía a la órbita de su intensidad. Su toque es una corriente de aguas turbulentas. Tragándome. Es un catalizador, encendiendo el fuego de la necesidad. Lo que necesito.
Ella, su toque, algo. Cualquier cosa. Ni siquiera lo sé. Sólo a ella.
Entro en pánico y lucho contra ella.
—Me tengo que ir.
—¿Dónde?
—Lejos. No lo sé. —Abro de un tirón la puerta, pero su mano toma mi muñeca y me detiene. Tiro para liberarme—. ¡Dije que no me toques! Esto no funcionará, señorita Pierce. Tengo a Kaz. Quiero decir, el señor Kazantzidis asignará otro interno para usted.
—No lo creo.
No contesto. La discusión es inútil. No puedo hacer esto. Es demasiado. Ella lo sabe. Trabajar con ella profesionalmente, cuando sabe lo que soy... no. No puedo.
Vuelvo a la sala de conferencias y todo el mundo me pregunta si estoy bien.
—Estoy bien —digo—. Kaz, ¿puedo hablarle un momento en privado?
Frunce el ceño, pero me acompaña a su oficina. Me siento en el sillón grande de cuero frente a su escritorio y espero a que se siente.
—¿Está todo bien, Santana?
Niego con la cabeza en una negativa.
—No, señor. Yo... no puedo aceptar este trabajo.
—Santana, no entiendo. Esto es de vital importancia. Esta es posiblemente la película más grande que éste estudio nunca ha trabajado. Se podrían recaudar miles de millones. ¿Cuál es el problema?
No sé qué decir, cómo explicar sin explicar todo.
—Yo... no puedo trabajar con Brittany Pierce.
Kaz se inclina hacia atrás en su silla.
—Dios. Me preguntaba si esto sería un problema. —Suspira y juguetea con su pluma, girándola alrededor de sus dedos—. Sé que Brittany tiene una... reputación. Pero me ha asegurado que su tiempo lejos de Hollywood lo ha madurado.
No tengo ni idea de lo que está hablando al principio, pero luego recuerdo haber leído una serie de artículos en diversas revistas sobre Brittany. Tenía fama de ser una playboy fiestera, mujeriega, por ser algo de lo que no hay una mujer con miembro masculino. Hubo un escándalo que involucraba a una asistente casada, y luego otro con una famosa actriz, también ya casada. Y ni siquiera toqué sobre el interminable desfile de novias con las que había sido fotografiada. Tenía una mujer diferente en su brazo en cada fotografía, varias de los cuales vendieron historias a los medios de comunicación sobre sus predilecciones en el dormitorio. Le gustaba el sexo sucio, de acuerdo a las historias. Y mucho de ello. Los escándalos se acumulaban y se arremolinaban a su alrededor como un huracán, pero a pesar de todo se mantenía actuando, y cada función era mejor que la anterior, por lo que ella conseguía cada vez más roles. Luego hubo una denuncia de violación, y fue entonces cuando Brittany desapareció de la vista del público durante los últimos años. Este papel sería su gran regreso, el reinicio de su carrera y su imagen.
—¿Ella te hizo algo? —pregunta Kaz
Quiero decir que ella lo hizo. Quiero ponerlo todo en Brittany, dejar su reputación ganar la pelea para mí. Pero no puedo. Niego con la cabeza.
—No, no es eso.
—Bueno, entonces, confieso que no entiendo. ¿Cuál es el problema?
Estoy a punto de llorar. Respiro y trato de concentrarme.
—Es... simplemente que no puedo, Kaz. Lo siento. Es que... no puedo.
Kaz se pellizca el puente de la nariz.
—Santana, me gustas. Eres muy trabajadora, eres inteligente, y realmente parece que te encanta el negocio. Quiero contratarte a tiempo completo. De verdad. Creo que podrías llegar lejos. Pero... si te niegas a esto, tengo las manos atadas. A menos que tengas acusaciones contra Brittany, necesitas hacer esto. Esta es la oportunidad más grande de tu vida. Podría ayudar tu carrera, pero si no lo haces, acabarás con ella. Estoy siendo honesto contigo.
Lloro entonces, unas cuantas lágrimas se escapan.
—Lo entiendo.
—¿Por qué no te vas a casa y piensas en ello?
Asiento con la cabeza.
—Lo haré, señor. Gracias.
La inestabilidad de mis pies aumenta, dejo su oficina, tomo el ascensor y camino las dos cuadras y media hacia la parada de autobús. No la escucho detrás de mí hasta que es demasiado tarde.
—¿A dónde vas? —Su voz está justo detrás de mí, zumbando íntimamente en mi oído.
Salto, y luego me encorvo hacia adelante, lejos de ella, lejos de su intensa presencia.
—A casa.
—¿De qué tienes miedo... Gracie?
Giro y tengo que frenar el impulso de darle una bofetada.
—Ese no es mi nombre. No me que llames así y no me toques.
Doy un paso hacia atrás. Si me toca, estoy perdida. Algo malo va a pasar. Sé lo que va a pasar. Cierra el espacio entre nosotras, y a pesar del calor abrasador de la noche, está perfectamente serena. Su pelo es perfecto, su ropa está seca. Mis axilas están sudorosas y mi frente está salpicada de humedad y me tiemblan las manos. Son más de las siete de la noche, y no he comido nada desde las seis de la mañana y estoy mareada. Pero todo esto es irrelevante a su proximidad. Ni siquiera está un centímetro lejos. Mis pechos chocan contra sus pecho. Recuerdo cómo sus ojos me miraban, cómo me devoraba con los ojos. Ella me quería. Pero ella me vio. Me vio, vio dentro de mí.
No perteneces aquí, dijo.
Y luego me besó. Está tan cerca otra vez, y me estoy ahogando. Si presiona su boca con la mía, no voy a ser capaz de detenerla. Mi estómago gruñe a continuación, y una ola de mareo me aplasta. Me balanceo sobre mis pies, y me caería si no fuera por un brazo alrededor de mi cintura sosteniéndome.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste?
Me sacudo para liberarme.
—Estoy bien. Sólo tengo que regresar a mi dormitorio. —Tropiezo de nuevo mientras trato de alejarme de ella. Me apoyo en la señal de parada, y lucho por estar firme y por respirar.
—No estás bien. Deja que te lleve a casa —dice.
Me gustaría que fuera a casa. Es sólo una habitación de la residencia, no es casa. No tengo un hogar. Niego con la cabeza y me aferro a la señal.
Me mira, aparentemente ofendida por mi terquedad.
—Vas a perder el conocimiento.
—Voy a estar bien.
Sacude la cabeza y gira sobre sus talones.
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
La oigo murmurar en voz baja:
—Culo estúpido.
—Oí eso —murmuro.
No responde, sólo camina. No puedo dejar de mirarla, se mueve como una depredadora, como una pantera al acecho a través de la hierba. Aprieto mis ojos al cerrarse. Algo en ella me habla, me llama. No es sólo porque es tan hermosa. Es algo en ella. Algo de la atracción magnética en sus ojos y su presencia me arrastra hacia ella.
Neumáticos chillan, y un coche de plata elegante, el que yo había visto en el estacionamiento, ruge hacia mí. No. No. Tengo que resistir.
Patina hasta pararse en el medio de la pista, Abre la puerta y sale, sin prestar atención al tráfico acumulado detrás de ella, sin pensar en las bocinas y los gritos. A medida que se mueve hacia mí, sus ojos son diferentes. Un azul-gris ahora, y enojados. Abre de un tirón la puerta del pasajero, envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me empuja con facilidad y sin cuidado hacia el coche. La puerta se cierra y luego entra al lado del conductor, y estoy abrumada por su olor, perfume y sudor.
El coche está frío, chorreado por el aire acondicionado. El rock resuena de los altavoces, algo duro y pesado. Estoy mareada, tan mareada. El mundo gira, y todo lo que veo es a Brittany junto a mí, una gota de sudor corría por su cuello blanco y bajo el cuello de la camisa. Todo lo que sé es el movimiento de balanceo de Brittany y el golpeteo de los tambores del heavy metal. Soy consciente de la potencia de este vehículo, la velocidad sin esfuerzo. Miro en el marcador, y está a ciento sesenta, zigzagueando entre el tráfico con habilidad loca y temeraria. Recuerdo que hizo una película en la que interpretó una conductora especialista, y los rumores eran que casi todos los trucos de conducción lo hizo ella misma. Cierro los ojos mientras pasamos a través de una intersección, soplando una luz roja y casi provoca un accidente detrás de nosotras. Me apreté contra el asiento, luchando por respirar.
Este coche vale más de lo que voy a ver en mi vida, y está manejando con un desprecio absoluto por él y nuestra seguridad. Me lancé hacia adelante mientras derrapamos en una parada. Mi puerta está abierta, y el cinturón no recuerdo haberlo abierto. Me levanté del coche por los poderosos brazos de Pierce. La huelo, una especie de colonia débil pero embriagadora de sudor y mujer. Reconozco la forma en que mi cuerpo reacciona a su presencia.
Empujo contra ella. —Déjame en el suelo.
—No.
Miro a mi alrededor. Estamos en el campus de la USC, y se siente que todo el cuerpo estudiantil está mirando. Oigo susurros. Veo a la gente que sostienen los teléfonos celulares y toma fotos.
—¿Qué edificio? —Su voz es suave e íntima, casi amable. Casi.
Señalo, y hace una línea recta hacia él. No soy nada en sus brazos. Se mueve como si no pesara.
—Por favor. Déjame en el suelo. Puedo caminar.
—No. —Ella empuja abriendo la puerta y se detiene.
—Segundo piso. Doscientos dieciséis.
Ha corrido la voz, y las puertas se abren a medida que ascendemos. Oigo susurros, escucho el click electrónico de las cámaras de teléfonos celulares.
Oigo el grito de una voz femenina.
—¡Esa es Brittany Pierce! ¡Oh mi Dios, es Pierce! ¿Puedo tener su autógrafo? ¿Por favor? ¿Quieres entrar?
Ella la ignora, rozándola bruscamente al pasar.
—No ahora, señoritas. Voy a firmar algunos autógrafos cuando me vaya. —Algo en su voz no admite argumentos.
Está en mi puerta, de alguna manera gira la perilla sin soltarme. Oigo los gemidos reveladores de Quinn y su último novio. — juguetes sexuales — como ella los llama. Son juguetes para ella, también, ella pasa a través de los chicos más rápido de lo que hace con los trajes. La puerta se abre de golpe, golpeando contra la pared y estremeciéndose ruidosamente ya que se balancea hacia el marco.
—Oh mi Dios, qué demonios. —Oigo el principio de Quinn, y luego ella reconoce por quién esto se mueve—. ¿Brittany Pierce? ¡Oh mi Dios, eres aún más magnífica en persona, Srita. Pierce! Santana, ¿qué está pasando? ¿Qué está haciendo aquí?
Siento que Brittany se tensa alrededor de mí, con las manos girando como acero alrededor de mis hombros y en las rodillas.
—Ahora no, Quinn. No me siento bien. ¿Me puede dar un minuto?
—Déjanos. Ahora. —Brittany gruñe, y el sonido es pura amenaza.
Estoy girando en los brazos de Brittany para ver a Quinn hurgar debajo de la sábana para tomar sus bragas al lado de la cama. Su actual chico-juguete hace lo mismo, pero accidentalmente patea la sábana, y se quedan desnudos. Quinn chilla, lo golpea en el brazo, y se apresura en sus bragas, cubriendo sus pechos con un brazo. Brittany no me ha echado, a pesar de que soy un sólido ciento cuarenta, me sostiene completamente con poco esfuerzo. Sólo espera impasible mientras Quinn tira de su ropa.
El niño ─que en realidad es un niño, un estudiante de primer año rubio guapo con una gran constitución, que no ha crecido por completo─ atascados sus pies en sus vaqueros y saltando con la camisa en una mano y las sandalias deportivas ADIDAS en la otra. Es una danza torpe la que hace con la suficiente familiaridad que me hace pensar que ha hecho muchas veces. Cuando se van, Brittany mira alrededor de la habitación por un lugar donde meterme. Pateo mis pies, y de mala gana me deja en pie, pero sus manos no abandonan mis brazos.
Me retuerzo en su agarre y me alejo a sentarme en mi silla de escritorio.
—Estoy bien, Brittany. En serio.
Mi estómago gruñe de nuevo, y frunce su ceño.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Exige de nuevo.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. ¿Esta mañana?
No miento bien, o con facilidad, y Brittany levanta una ceja. Suspiro, y murmuro
—: ¿Antes de la clase? ¿A las seis?
La cara de Brittany se contorsiona.
—¿No has comido en doce horas? ¿Y caminabas cuántas cuadras a la oficina?
Busco una barra de energía de mi escritorio y la desenvuelvo, sosteniéndola por la envoltura.
—Estoy bien. ¿Ves? Cena. Está bien. Estoy bien. Estoy acostumbrada a ella.
—¿Es lo que usas para ello? ¿Lo que significa que vas habitualmente doce horas entre las comidas? —Cuando me encojo de hombres otra vez, ella gruñe—. Eso no es saludable. Y una barra energética no es la cena.
Ella hurga en la mini-nevera, pero la detengo.
—Eso es de Quinn. Nada allí es mío.
Abro el cajón de mi aperitivo en mi escritorio, donde guardo barras energéticas, barras de granola, una bolsa de rosquillas, y algunos Stacy’s Simply Naked Pita Chips.
Brittany se me queda mirando.
—¿Dónde está el resto?
—El resto de qué —pregunto entre bocado y bocado.
—Tu comida. ¿Qué comes?
Me encojo de hombros otra vez, y determino no hacerlo de nuevo. Me parece que me encojo demasiado a menudo en torno a Brittany, y sólo la he conocido durante dos horas, como mucho.
—Yo como. Pero no aquí. Tengo un bagel en la mañana, y a veces tomo un refrigerio de una máquina expendedora de clases. Ceno en el trabajo.
—¿Y el almuerzo?
Me estoy irritando. Arrugo la envoltura y la echo en el pequeño zafacón redondo blanco debajo de mi escritorio, que está lleno de envolturas.
—¿Por qué estás tan interesada en mis hábitos alimenticios?
Brittany se me queda mirando. Sus ojos era de un tono claro de azul cuando estaba enojada, en la calle. Ahora están de nuevo en un silencioso azul claro. No puedo mirar hacia otro lado, no puedo apartar los ojos de ella. Fuera de ella. Su mandíbula se desplaza, y me doy cuenta de que está apretando los dientes, pensando. Busca un teléfono celular de su bolsillo, y estoy un poco desconcertada al darme cuenta de que es un iPhone. Después del coche deportivo caro, yo esperaba que tuviera algún tipo de aparato de la era espacial de una película de ciencia-ficción, no un iPhone 5 negro. Golpea en el un par de veces y luego lo sujeta a la oreja.
—Oye, Greg. Sí, veo que estoy en el campus de la USC, y necesito que me entreguen un poco de alimento. —Se vuelve a mirarme—. ¿Eres vegetariana o algo raro?
Niego con la cabeza.
—No, pero…
Ella mira lejos de mí y habla en el teléfono una vez más.
—Sólo una variedad de comida, supongo. Sándwiches, hamburguesas, lo que sea. Sí, en los alojamientos en el campus — Ella da instrucciones básicas para mi dormitorio—. Ah, y Greg, lleva el Rover y el juego de llaves de repuesto. Te llevaré de vuelta en el Bugatti. Genial, adiós.
Bugatti. Ese debe ser el coche plateado. Mete la parte posterior del teléfono en el bolsillo y se desploma en la silla del escritorio de Quinn. Antes de que yo sepa lo que está pasando, me ha quitado los zapatos y pone mis piernas en sus rodillas. Sus manos y dedos están amasando en mi pie derecho. Es sorprendentemente íntimo, sensual, y da un poco de miedo. Quiero llevar mi pie hacia atrás, pero no lo deja ir. Tiene mi pie por el tobillo y clava en el arco de mi pie con el pulgar. Se siente tan bien que no puedo detener que un gemido se escape. Es un sonido vergonzoso, fuerte, y pongo mi mano sobre mi boca.
Brittany sólo sonríe, y la pequeña, sonrisa de satisfacción en los labios le hace tan hermosa que mi aliento se atrapa en mis pulmones. Su contacto en el pie es como... es pecaminoso. Me hace sentir cosas que no entiendo, hace que se enturbie mi estómago, hace que las cosas giren. Algo sucede abajo, cerca de mi núcleo. No sé si esto es una reacción inusual a un masaje en los pies o no. Tal vez tengo los pies sensibles. Tal vez es simplemente increíble frotando los pies. Todo lo que sé es que se siente increíble y no puedo ayudar pero puedo relajarme en la silla mientras ella masajea mi pie. Y entonces me doy cuenta de que he estado de pie todo el día, y probablemente apesto. Tiro mis pies y los meto debajo de mi pierna, manteniendo la tela de mi falda ligeramente cubierta sobre mis rodillas.
—¿No te gustan los masajes de pies? —Luce divertida
—No, Yo sólo… apestan. Eso es asqueroso.
—Tus pies no apestan. —Se inclina hacia delante y agarra el pie. Su mano está en mi muslo, cerca de mi trasero, mientras ella tira de mis pies hacia fuera—. Ahora, déjalos aquí. No había terminado.
—¿Por qué?
—¿Por qué que? —Ella vuelve a su lento masaje profundo de mi pie derecho.
Empiezo a encogerme de hombros otra vez y luego se detiene, terminando en un rollo raro de mi hombro.
—¿Por qué estás aquí ? ¿Por qué... por qué estás haciendo esto?
Sus ojos son intensos, volviéndose oscuros y tormentosos cuando ella me mira y considera su respuesta.
—Porque quiero.
—Pero ¿por qué?
Ella no responde, sino que vuelve a su propia pregunta.
—¿Por qué estás preguntando eso?
—Porque no debes. No debes estar aquí. No debes estar frotando mi pie. Debes ir a casa y dejarme en paz.
—Pero eso no es lo que quieres. Y no es lo que quiero.
Maldita sea, tiene razón. La quiero aquí. Quiero este masaje de pies. Su presencia es... embriagadora. Estoy borracha en su proximidad. Todo esto es un sueño del que voy a despertar, estoy segura. Pero no quiero.
—Tú no sabes lo que quiero —digo. Es una mentira, y soy una pésima mentirosa.
Ella no responde de nuevo, sólo me pone el pie derecho sobre el muslo y recoge mi pie izquierdo, y sus dedos se deslizan por mi pantorrilla, el pulgar se enrolla en mi arco, provocando otro gemido de mí. Y luego sus dedos se deslizan un poco más arriba, hacia la parte inferior de la rodilla, y es demasiado, demasiado íntimo. Demasiado sexual.
Tiro mi pie, y no lo deja ir, pero el movimiento trae la pierna lejos de su toque.
—No, Brittany.
—¿Por qué?
—Porque... por favor, simplemente no lo hagas.
Sólo me mira, y ahora el único contacto es su mano alrededor de mi tendón de Aquiles, el pulgar en mi arco y los dedos justo por encima de los pies. El silencio reina entonces, mientras lucho conmigo misma. Quiero llevar mi pie hacia atrás y pedirle que se vaya. Ella ve demasiado, sus ojos perforan mi alma y ven lo que quiero cuando no lo sé ni yo misma. Pero también quiero deslizarme de la silla y en su regazo, y quiero volver a besarla. La idea me aterra. No debería desearla. Ella es... mala. Quererla está mal. El sexo es malo. Eso ha sido perforado en mí desde que era una niña pequeña. El matrimonio pasa de casto, amor divino, y los niños nacen fuera de algún tipo de acto puro y santo. Pero esto es lo que quiero y es pecaminoso y sexual.
Es una guerra dentro de mí, y me congelo en la quietud. La miro, miro sus brazos flexionándose en la camisa gris ajustada, miro que sus ojos se mueven y deambulan.
Mi falda se ha elevado hasta las rodillas y las piernas se presionan entre sí para presentar un ligero atisbo de la pantorrilla y nada más, pero siento que sus ojos ven a través de mi ropa. Me mira como si me viera como estaba en la sala VIP de Noches Exóticas.
—Brittany, escucha… —Comienzo.
—No. Ahora no. Hablaremos de eso más tarde. Greg estará aquí con la comida en un minuto.
—Eso no es necesario. No estoy hambrienta —digo, justo cuando gruñe mi estómago, mostrando mi mentira.
Sólo mueve la cabeza, perpleja. Cierro los ojos e inclino mi cabeza hacia atrás para descansar en mi escritorio, con las piernas estiradas en la silla y en el regazo de Brittany. Estoy tan cansada de repente. La prensa y el rodar y el frote de sus manos sobre mis pies es calmante, increíble, relajante. Me siento a la deriva y no puedo detenerla.
El teléfono de Brittany suena, y luego la puerta se abre. Me esfuerzo hacia la vigilia, me obligo a sentarme y parpadear el sueño lejos. Un hombre de mediana edad, que supongo que es Greg, está en mi dormitorio, con la cabeza rapada tan suave como un huevo. Es grueso y corpulento, con patas de gallo alrededor de sus ojos marrón oscuro y fuertemente inteligentes. Sus brazos se extienden en las mangas de su camisa con cuello marca Lacoste, y tiene un teléfono celular recortado a un cinturón de cuero negro delgado. Trae una pila de contenedores Carry-Out, que pone en el escritorio delante de mí. El olor de las hamburguesas a la parrilla y papas fritas rompe mi decisión y rasgo abriendo el recipiente superior. Doy tres mordeduras en la hamburguesa con tocino y queso gigante antes de darme cuenta de que Greg y Brittany ni se ha movido. Sólo están viéndome comer.
—¿Qué?
Brittany sólo tapa su sonrisa con una palma, entonces coge el contenedor por debajo del que estoy comiendo.
—Nada. Simplemente... es que en Los Ángeles, no se ve a menudo chicas que se entierren en una hamburguesa así por aquí.
Trago, de pronto superada por la vergüenza. Pegué un atracón como que me estaba muriendo de hambre, me doy cuenta.
—Oh. Yo. Tengo hambre. Sólo... Lo siento.
Frunce el ceño.
—No te disculpes. Da gusto.
Me obligo a tomar bocados más pequeños. No he comido una hamburguesa tan buena desde que me mudé a Los Ángeles, y es deliciosa. Quiero devorarla, pero reduzco la velocidad en su lugar. No quiero que Brittany me vea como una pueblerina.
Miro hacia el hombre que trajo la comida.
—Gracias... Greg, ¿correcto? —Greg asiente—. Gracias.
—No lo menciones. —Su voz es ronca, rasposa de fumar. Tiene un tatuaje en el cuello, –No Me Pises– una serpiente en el lado de la garganta. Veo los bordes de más tatuajes asomando por debajo de la camisa, y luego registro la gran cantidad de cicatrices en los brazos, la cara y los nudillos. De repente, me doy cuenta de la realidad de Greg, y me doy cuenta de que es un hombre enorme, duro y amenazante, más del tipo motorista Ángel del Infierno metido en la ropa informal de negocios. Es un guardaespaldas, se evidencia en la forma en que se traslada a pie, de espaldas a la puerta, con las manos cruzadas delante de él en la forma que sólo los guardias de seguridad pueden hacer y no se ven estúpidos.
Brittany está devorando una carne en lata reuben, y me siento mejor acerca de mi propio apetito. Echa un vistazo a Greg y le dice
—: ¿Por qué no esperas fuera? Nos iremos en un minuto.
—Tiene una cena con Uri Ivanovich en media hora —dice Greg.
Brittany frunce el ceño.
—¿La tengo? ¿Sobre qué?
—Quiere lanzar un script para usted. Es un thriller, creo.
—No me acuerdo de estar de acuerdo con esto.
Los labios de Greg se aprietan en una sombra de una sonrisa.
—No estoy sorprendido. Se encontró con él la otra noche. Estaba bastante saturado en ese punto.
—Cancélala —dice.
Greg levanta una ceja.
—¿Segura? Uri es un jugador de mucho dinero. Él no va con mandar las cosas a la mierda.
—Sólo le enviare mis disculpas y hágalo enviarme por correo expreso la escritura. Las leeré rápidamente más tarde. No voy a ir a la cena, sin embargo. —Brittany mastica, traga, y continúa —no estoy segura de querer hacer una película de suspenso, para ser honesta contigo.
Mi mente de negocios da patadas.
—No creo que un thriller sea un buen paso para ti —digo, antes de que pueda reconsiderar mis intenciones—. Quieres reinventar tu imagen, entonces es necesario atenerse a los papeles dramáticos más serios. Uri Ivanovich hace guiones de mucho dinero, pero son éxitos de taquilla de verano, no serios proyectos para el Oscar.
Frunce el ceño.
—De veras. —No es una pregunta, pero sus ojos me invitan a seguir.
—Antes de que dejaras Hollywood, la mayoría de tus papeles eran suspenso y acción, algunos rom-com aquí y allá. Lo Que El Viento se Llevó es un gran papel de retorno para ti. Envía el mensaje de que eres seria.
—¿Seria acerca de qué? —pregunta.
—Rejuvenecer tu imagen. Tu reputación.
—¿Qué sabes acerca de mi imagen y reputación? —Es un reto.
Me encojo de hombros.
—Sólo lo que se ha escrito acerca de ti.
—Sólo porque lo escribieron… —Brittany corta, pero hablo sobre ella.
—Si es cierto o no es irrelevante. Los escándalos por sí solos, merecidos o no, te daban una imagen negativa. Y sí, sé que dicen que la publicidad negativa es mejor que nada, pero no estoy segura cómo de exacto es. Para volver, tienes que presentarte como más madura.
Necesito una distracción para mantenerme lejos de caer en lo sexy que es. Pensando cosas que no debería. Incluso comiendo, es hermosa. femenina y divina. Sus cambios de la mandíbula y los destellos de la luz de la tarde cuando come. Se lame aderezo de su labio, y recuerdo la forma en que sus labios tocaron los míos, la forma en que su lengua trazó mi labio inferior.
Me sacudo, y me concentro en mi hamburguesa, medio ida, me centro en la veta de la madera falsa de mi mesa de trabajo, concentrándome en nada más que ella.
Greg sale, y oigo las voces charlando fuera, veo algunos flashes de las cámaras, y su bajo gruñido mientras empuja a la multitud. Brittany lanza una mirada tensa en la puerta. Una multitud espera a Brittany para salir. Ella está aquí conmigo, comiendo carne en conserva, y fuera hay decenas de personas esperando, que claman por una simple visión de ella. Mi cabeza gira un poco. Termino la hamburguesa, ahogo un eructo embarazoso, que trae una sonrisa de Brittany, y me limpio la boca con una servilleta. Las voces en el exterior crecen en volumen, y la expresión de Brittany se torna sería una vez más.
—Lo siento —digo, haciendo un gesto hacia la puerta, y por ende, a la multitud más allá de ella—. Ahora tienes que lidiar con eso.
—Tomé la decisión. Es parte del trato. —Se encoge de hombros, actuando indiferente—. No es tu problema.
Frunzo el ceño.
—¿Van a escribir sobre mí?
—Probablemente. Ellos crean mentiras. Simplemente ignóralos. Van a desaparecer.
Las posibilidades y opciones potenciales revolotean por mi cabeza, y el pánico comienza a avecinarse.
—Pero... ¿y si me siguen?
Brittany se encoge de hombros.
—No respondas. Haz lo que tengas que hacer e ignóralos.
Ella no lo entiende.
—No soy una actriz famosa, Brittany. Soy una estudiante. Una interna. —Mantengo mi mirada hacía el suelo—. Sabes dónde trabajo. Lo que hago. ¿Y si me siguen ahí? Las personas se enteraran.
Brittany cierra la tapa de espuma de poliestireno y se limpia las manos y la boca, y luego coloca mis pies en el suelo, se inclina hacia adelante y toma mis manos entre las suyas.
—¿Y eso es un problema?
—¡Sí!
—¿Te avergüenzas de lo que haces?
No respondo, no la miro. Halo mis manos para liberarme y me levanto.
—Tienes que irte.
Se pone de pie también, pero sólo por encima de mí, su cuerpo cerca del mío. Su dedo índice toca mi barbilla y me obliga a mirar hacia ella. Lo hago, y estoy sin aliento. Sus ojos son gris azulado, como su malestar actual, intenso y conflictivo.
—Santana.
—¿Qué? —Es un soplo, un susurro silencioso.
—¿Por qué lo haces, si te avergüenzas? —Su mirada quema dentro de mí, y sé que ella puede ver mis secretos, ver mi vergüenza, ver a mi necesidad y mi miedo. Su dedo y el pulgar sujetan suavemente mi barbilla, así que no puedo darle la espalda.
Me niego a contestar.
—Por favor, sólo tienes que irte.
—Está bien. —Deja mi barbilla y se vuelve hacia la puerta. Mi piel quema en el lugar que ha tocado—. Te veré en la oficina mañana.
—No.
Se detiene y se da vuelta.
—¿Qué? No, ¿qué?
—No lo puedo hacer.
—Santana, ¿de qué estás hablando? —Frunce el ceño.
—No puedo trabajar contigo. No puedo hacerlo.
—Tenía la impresión de que tenías qué, si querías terminar tu pasantía. —Se rasca la mandíbula—. No sé a qué le tienes tanto miedo. A pesar de mi reputación, no soy tan mala.
Niego con la cabeza.
—No es eso.
—¿Entonces qué? Explícalo.
—No lo entenderías. No puedes.
—Te sorprenderías de lo que yo puedo entender —dice Brittany. Sus ojos tienen la intención de los míos, no vacilan, quiero atreverme a mirar hacia otro lado, por supuesto no puedo hacerlo.
—Tú sabes —le susurro—. Me viste. Viste a Gracie. Nunca verás nada más ahora.
—¿Te estoy tratando como a una stripper? —dice la palabra casualmente, como si la verdad no hiciera un agujero en mí.
—No. —Apenas puedo susurrar la respuesta.
—¿Crees que eres la primera chica que se desnuda para ir a la universidad? Eres jodidamente increíble, Santana. Debes saberlo. Y eso no te tiene que definir.
—Pero lo hace.
—Entonces, ése es tu problema. ¿Vas a dejar que se arruine tu carrera antes de que comience? ¿En serio? Si estás de acuerdo, no se lo diré a nadie. Y voy a hablar con Armand y me aseguré de que no sea así, tampoco. Adán y Nate dudo que sean capaces de salir de una rueda de prensa. Solo tienes que venir a trabajar mañana.
—Sólo... vete. Por favor. —Estoy a punto de llorar, de nuevo desesperadamente.
Brittany mueve la cabeza lentamente, como si estuviera confundida e irritada.
—Maldita sea, Santana. Sólo déjame…
—¿Dejarte qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Cambiar la realidad?
Suspira con exasperación.
—Joder, está bien. —Se vuelve hacia la puerta y pone la mano en el pomo, se detiene como si recordara algo. Tirando de un juego de llaves del bolsillo, cruza la pequeña habitación en dos zancadas, toma mi mano en la suya, y coloca las llaves en la palma de mi mano—. Aquí. No debes estar caminando por todas partes sola.
Miro hacia abajo y veo un emblema Land Rover, la llave doblada, un óvalo de plata en el plástico negro con las letras verdes.
—¿Qué? Yo puedo… Quiero decir... ¿qué?
—Es mi Rover. Está en el aparcamiento. Esas son las claves. Quiero que lo conduzcas.
—Pero... no. Quiero decir, ni siquiera me conoces. Nos hemos reunido dos veces. No puedo conducir el coche.
—Sí, puedes. Y lo harás. Eres mi ayudante para este proyecto, lo que significa que tienes que hacer lo que te diga. Tu trabajo es mantenerme feliz. Así que conduce mi coche.
—Pero... ¿y si me estrello?
Resopla.
—Cariño, soy Brittany Pierce. Podría comprar una docena de ellos con mi tarjeta de débito. No me podría importar menos si te estrellas, excepto por que te lastimes, claro está.
—¿Tienes una tarjeta de débito? —Le pregunto. Parece una cosa tan común para una celebridad de la talla de Brittany.
Parece perpleja.
—No, tengo una cuenta bancaria, por lo tanto, sí, tengo una tarjeta de débito. También tengo tarjetas de crédito. Y la licencia de conducir. —Su tono cambia a la burla—. ¿Sabes qué más? Soy una chica. Hago pis y popo en el inodoro. Tomo mierdas. Como hamburguesas con queso. Miro béisbol y bebo cerveza.
Evito mirarla.
—Eso no es... quiero decir, yo…
Se ríe, y pasa un dedo por las líneas de expresión en su frente.
—Relájate. Te estoy tomando el pelo. Mi punto es, yo sólo soy una chica.
—No lo eres, sin embargo. Acabas de decirlo tú misma. Eres Brittany Pierce.
—¿Eso te intimida? —Ella se está cerrando, y su boca está a centímetros de la mía, su aliento en mi mejilla y sus ojos en mí.
Podría chasquear los dedos, y cualquier mujer en el mundo saltaría a hacer lo que quisiera. Sin embargo, aquí está, en mi pequeña habitación de la residencia, actuando como si le gustara, al igual que ella ve algo especial en mí, más allá del hecho de que soy lo suficientemente bonita. Esto no es vanidad sino más bien lo que soy. No soy el tipo de chica a la que está acostumbrada. No soy una chica de Los Ángeles. No soy una actriz o alguien sexy y confiada y segura de sí mima. Soy un desastre. Ah, vergüenza, confusión vergonzosa, confusión.
Y ella es la diosa de Hollywood.
Es el rostro de una hermosa heroina de la trilogía Mark of Hell, una serie de libros de acción-aventura-romance paranormales que vendió más que Harry Potter y Crepúsculo. Esas películas hicieron la carrera de Brittany. Su cara está en los libros ahora. Hay un espacio de Mark of Hell en Universal Studios, con la cara de Brittany pegada por todas partes. Hay juguetes con su imagen, clubs de fans y los trajes de cosplay y parodias y sketches de SNL que se ríen de ella.
Su interpretación era oscuramente sexual. Las mujeres se desmayaban sobre su personaje, fantaseaban con ella. Lo que hace a Brittany aún más famosa es el hecho de que parece emular en su propia vida el personaje que interpretó en la película. Las mujeres no sólo se desmayaban sobre el personaje de ficción, sino también con Brittany Pierce, muy real y salvaje, sexy elegante- playboy con más dinero que Dios.
Veo a esta oscura y sensual Brittany Pierce en el modo en que sus ojos me devoran. Están quemando en este momento, y me doy cuenta que el color de su mirada es algo mutable, cambiante con sus emociones y sus ropas. Sus manos se depositan en la cintura, y no voy a respirar, incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Siento su aliento en mis labios, siento el poder de sus manos sobre mi piel, y recuerdo el sabor de su beso, el hipnotismo de su boca en la mía. Mis pulmones se queman con el aliento contenido, mis ojos vacilan y se desenfocan y el calor de su cuerpo irradia sobre mi piel y la quiero. Quiero volver a besarla. Quiero perderme en sus caricias como lo hice en ese momento en el club. En ese instante brevísimo de tiempo, yo era una mujer besada, no una niña que experimenta su primer roce con la pasión, nada importaba, nada existía, solo Brittany y su boca y sus manos y sus ojos y su calor y apetecible cuerpo.
La quiero en este momento.
Tengo que parar esto. Tengo que darle la espalda. Besarl sería un error. Si tengo que trabajar con ella, no puedo darle un beso. No puedo pensar en esa noche en el club, su camisa de seda contra mi piel desnuda y sus manos en mi espalda.
Excepto que quiero que me posea. Quiero que haga lo que quiera. Quiero darle mi propia necesidad y tiemblo de deseo. Quiero que me muestre lo que nunca he conocido.
Sus labios son suaves y húmedos contra los míos, y estoy respirando su aliento, agarrando su camisa y desesperadamente aferrándome para salvar nuestras vidas, dejando que ella me bese de nuevo. El beso... Dios, el beso. Me reprendí por tomar el nombre del Señor en vano, y entonces recuerdo que no me preocupo por eso nunca más, y luego su lengua se desliza entre la ligera separación de mis labios y mis dientes, toca mi lengua. No puedo respirar, no puedo empezar a pensar, no puedo hacer otra cosa que agarrar su camiseta en mis puños y besarla, mover mi boca contra la suya y tocar su lengua con la mía. Y ahora nunca voy a volver a este lugar, porque sé el sabor de la tentación. He pecado, he caído.
—Culo estúpido.
—Oí eso —murmuro.
No responde, sólo camina. No puedo dejar de mirarla, se mueve como una depredadora, como una pantera al acecho a través de la hierba. Aprieto mis ojos al cerrarse. Algo en ella me habla, me llama. No es sólo porque es tan hermosa. Es algo en ella. Algo de la atracción magnética en sus ojos y su presencia me arrastra hacia ella.
Neumáticos chillan, y un coche de plata elegante, el que yo había visto en el estacionamiento, ruge hacia mí. No. No. Tengo que resistir.
Patina hasta pararse en el medio de la pista, Abre la puerta y sale, sin prestar atención al tráfico acumulado detrás de ella, sin pensar en las bocinas y los gritos. A medida que se mueve hacia mí, sus ojos son diferentes. Un azul-gris ahora, y enojados. Abre de un tirón la puerta del pasajero, envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me empuja con facilidad y sin cuidado hacia el coche. La puerta se cierra y luego entra al lado del conductor, y estoy abrumada por su olor, perfume y sudor.
El coche está frío, chorreado por el aire acondicionado. El rock resuena de los altavoces, algo duro y pesado. Estoy mareada, tan mareada. El mundo gira, y todo lo que veo es a Brittany junto a mí, una gota de sudor corría por su cuello blanco y bajo el cuello de la camisa. Todo lo que sé es el movimiento de balanceo de Brittany y el golpeteo de los tambores del heavy metal. Soy consciente de la potencia de este vehículo, la velocidad sin esfuerzo. Miro en el marcador, y está a ciento sesenta, zigzagueando entre el tráfico con habilidad loca y temeraria. Recuerdo que hizo una película en la que interpretó una conductora especialista, y los rumores eran que casi todos los trucos de conducción lo hizo ella misma. Cierro los ojos mientras pasamos a través de una intersección, soplando una luz roja y casi provoca un accidente detrás de nosotras. Me apreté contra el asiento, luchando por respirar.
Este coche vale más de lo que voy a ver en mi vida, y está manejando con un desprecio absoluto por él y nuestra seguridad. Me lancé hacia adelante mientras derrapamos en una parada. Mi puerta está abierta, y el cinturón no recuerdo haberlo abierto. Me levanté del coche por los poderosos brazos de Pierce. La huelo, una especie de colonia débil pero embriagadora de sudor y mujer. Reconozco la forma en que mi cuerpo reacciona a su presencia.
Empujo contra ella. —Déjame en el suelo.
—No.
Miro a mi alrededor. Estamos en el campus de la USC, y se siente que todo el cuerpo estudiantil está mirando. Oigo susurros. Veo a la gente que sostienen los teléfonos celulares y toma fotos.
—¿Qué edificio? —Su voz es suave e íntima, casi amable. Casi.
Señalo, y hace una línea recta hacia él. No soy nada en sus brazos. Se mueve como si no pesara.
—Por favor. Déjame en el suelo. Puedo caminar.
—No. —Ella empuja abriendo la puerta y se detiene.
—Segundo piso. Doscientos dieciséis.
Ha corrido la voz, y las puertas se abren a medida que ascendemos. Oigo susurros, escucho el click electrónico de las cámaras de teléfonos celulares.
Oigo el grito de una voz femenina.
—¡Esa es Brittany Pierce! ¡Oh mi Dios, es Pierce! ¿Puedo tener su autógrafo? ¿Por favor? ¿Quieres entrar?
Ella la ignora, rozándola bruscamente al pasar.
—No ahora, señoritas. Voy a firmar algunos autógrafos cuando me vaya. —Algo en su voz no admite argumentos.
Está en mi puerta, de alguna manera gira la perilla sin soltarme. Oigo los gemidos reveladores de Quinn y su último novio. — juguetes sexuales — como ella los llama. Son juguetes para ella, también, ella pasa a través de los chicos más rápido de lo que hace con los trajes. La puerta se abre de golpe, golpeando contra la pared y estremeciéndose ruidosamente ya que se balancea hacia el marco.
—Oh mi Dios, qué demonios. —Oigo el principio de Quinn, y luego ella reconoce por quién esto se mueve—. ¿Brittany Pierce? ¡Oh mi Dios, eres aún más magnífica en persona, Srita. Pierce! Santana, ¿qué está pasando? ¿Qué está haciendo aquí?
Siento que Brittany se tensa alrededor de mí, con las manos girando como acero alrededor de mis hombros y en las rodillas.
—Ahora no, Quinn. No me siento bien. ¿Me puede dar un minuto?
—Déjanos. Ahora. —Brittany gruñe, y el sonido es pura amenaza.
Estoy girando en los brazos de Brittany para ver a Quinn hurgar debajo de la sábana para tomar sus bragas al lado de la cama. Su actual chico-juguete hace lo mismo, pero accidentalmente patea la sábana, y se quedan desnudos. Quinn chilla, lo golpea en el brazo, y se apresura en sus bragas, cubriendo sus pechos con un brazo. Brittany no me ha echado, a pesar de que soy un sólido ciento cuarenta, me sostiene completamente con poco esfuerzo. Sólo espera impasible mientras Quinn tira de su ropa.
El niño ─que en realidad es un niño, un estudiante de primer año rubio guapo con una gran constitución, que no ha crecido por completo─ atascados sus pies en sus vaqueros y saltando con la camisa en una mano y las sandalias deportivas ADIDAS en la otra. Es una danza torpe la que hace con la suficiente familiaridad que me hace pensar que ha hecho muchas veces. Cuando se van, Brittany mira alrededor de la habitación por un lugar donde meterme. Pateo mis pies, y de mala gana me deja en pie, pero sus manos no abandonan mis brazos.
Me retuerzo en su agarre y me alejo a sentarme en mi silla de escritorio.
—Estoy bien, Brittany. En serio.
Mi estómago gruñe de nuevo, y frunce su ceño.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Exige de nuevo.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. ¿Esta mañana?
No miento bien, o con facilidad, y Brittany levanta una ceja. Suspiro, y murmuro
—: ¿Antes de la clase? ¿A las seis?
La cara de Brittany se contorsiona.
—¿No has comido en doce horas? ¿Y caminabas cuántas cuadras a la oficina?
Busco una barra de energía de mi escritorio y la desenvuelvo, sosteniéndola por la envoltura.
—Estoy bien. ¿Ves? Cena. Está bien. Estoy bien. Estoy acostumbrada a ella.
—¿Es lo que usas para ello? ¿Lo que significa que vas habitualmente doce horas entre las comidas? —Cuando me encojo de hombres otra vez, ella gruñe—. Eso no es saludable. Y una barra energética no es la cena.
Ella hurga en la mini-nevera, pero la detengo.
—Eso es de Quinn. Nada allí es mío.
Abro el cajón de mi aperitivo en mi escritorio, donde guardo barras energéticas, barras de granola, una bolsa de rosquillas, y algunos Stacy’s Simply Naked Pita Chips.
Brittany se me queda mirando.
—¿Dónde está el resto?
—El resto de qué —pregunto entre bocado y bocado.
—Tu comida. ¿Qué comes?
Me encojo de hombros otra vez, y determino no hacerlo de nuevo. Me parece que me encojo demasiado a menudo en torno a Brittany, y sólo la he conocido durante dos horas, como mucho.
—Yo como. Pero no aquí. Tengo un bagel en la mañana, y a veces tomo un refrigerio de una máquina expendedora de clases. Ceno en el trabajo.
—¿Y el almuerzo?
Me estoy irritando. Arrugo la envoltura y la echo en el pequeño zafacón redondo blanco debajo de mi escritorio, que está lleno de envolturas.
—¿Por qué estás tan interesada en mis hábitos alimenticios?
Brittany se me queda mirando. Sus ojos era de un tono claro de azul cuando estaba enojada, en la calle. Ahora están de nuevo en un silencioso azul claro. No puedo mirar hacia otro lado, no puedo apartar los ojos de ella. Fuera de ella. Su mandíbula se desplaza, y me doy cuenta de que está apretando los dientes, pensando. Busca un teléfono celular de su bolsillo, y estoy un poco desconcertada al darme cuenta de que es un iPhone. Después del coche deportivo caro, yo esperaba que tuviera algún tipo de aparato de la era espacial de una película de ciencia-ficción, no un iPhone 5 negro. Golpea en el un par de veces y luego lo sujeta a la oreja.
—Oye, Greg. Sí, veo que estoy en el campus de la USC, y necesito que me entreguen un poco de alimento. —Se vuelve a mirarme—. ¿Eres vegetariana o algo raro?
Niego con la cabeza.
—No, pero…
Ella mira lejos de mí y habla en el teléfono una vez más.
—Sólo una variedad de comida, supongo. Sándwiches, hamburguesas, lo que sea. Sí, en los alojamientos en el campus — Ella da instrucciones básicas para mi dormitorio—. Ah, y Greg, lleva el Rover y el juego de llaves de repuesto. Te llevaré de vuelta en el Bugatti. Genial, adiós.
Bugatti. Ese debe ser el coche plateado. Mete la parte posterior del teléfono en el bolsillo y se desploma en la silla del escritorio de Quinn. Antes de que yo sepa lo que está pasando, me ha quitado los zapatos y pone mis piernas en sus rodillas. Sus manos y dedos están amasando en mi pie derecho. Es sorprendentemente íntimo, sensual, y da un poco de miedo. Quiero llevar mi pie hacia atrás, pero no lo deja ir. Tiene mi pie por el tobillo y clava en el arco de mi pie con el pulgar. Se siente tan bien que no puedo detener que un gemido se escape. Es un sonido vergonzoso, fuerte, y pongo mi mano sobre mi boca.
Brittany sólo sonríe, y la pequeña, sonrisa de satisfacción en los labios le hace tan hermosa que mi aliento se atrapa en mis pulmones. Su contacto en el pie es como... es pecaminoso. Me hace sentir cosas que no entiendo, hace que se enturbie mi estómago, hace que las cosas giren. Algo sucede abajo, cerca de mi núcleo. No sé si esto es una reacción inusual a un masaje en los pies o no. Tal vez tengo los pies sensibles. Tal vez es simplemente increíble frotando los pies. Todo lo que sé es que se siente increíble y no puedo ayudar pero puedo relajarme en la silla mientras ella masajea mi pie. Y entonces me doy cuenta de que he estado de pie todo el día, y probablemente apesto. Tiro mis pies y los meto debajo de mi pierna, manteniendo la tela de mi falda ligeramente cubierta sobre mis rodillas.
—¿No te gustan los masajes de pies? —Luce divertida
—No, Yo sólo… apestan. Eso es asqueroso.
—Tus pies no apestan. —Se inclina hacia delante y agarra el pie. Su mano está en mi muslo, cerca de mi trasero, mientras ella tira de mis pies hacia fuera—. Ahora, déjalos aquí. No había terminado.
—¿Por qué?
—¿Por qué que? —Ella vuelve a su lento masaje profundo de mi pie derecho.
Empiezo a encogerme de hombros otra vez y luego se detiene, terminando en un rollo raro de mi hombro.
—¿Por qué estás aquí ? ¿Por qué... por qué estás haciendo esto?
Sus ojos son intensos, volviéndose oscuros y tormentosos cuando ella me mira y considera su respuesta.
—Porque quiero.
—Pero ¿por qué?
Ella no responde, sino que vuelve a su propia pregunta.
—¿Por qué estás preguntando eso?
—Porque no debes. No debes estar aquí. No debes estar frotando mi pie. Debes ir a casa y dejarme en paz.
—Pero eso no es lo que quieres. Y no es lo que quiero.
Maldita sea, tiene razón. La quiero aquí. Quiero este masaje de pies. Su presencia es... embriagadora. Estoy borracha en su proximidad. Todo esto es un sueño del que voy a despertar, estoy segura. Pero no quiero.
—Tú no sabes lo que quiero —digo. Es una mentira, y soy una pésima mentirosa.
Ella no responde de nuevo, sólo me pone el pie derecho sobre el muslo y recoge mi pie izquierdo, y sus dedos se deslizan por mi pantorrilla, el pulgar se enrolla en mi arco, provocando otro gemido de mí. Y luego sus dedos se deslizan un poco más arriba, hacia la parte inferior de la rodilla, y es demasiado, demasiado íntimo. Demasiado sexual.
Tiro mi pie, y no lo deja ir, pero el movimiento trae la pierna lejos de su toque.
—No, Brittany.
—¿Por qué?
—Porque... por favor, simplemente no lo hagas.
Sólo me mira, y ahora el único contacto es su mano alrededor de mi tendón de Aquiles, el pulgar en mi arco y los dedos justo por encima de los pies. El silencio reina entonces, mientras lucho conmigo misma. Quiero llevar mi pie hacia atrás y pedirle que se vaya. Ella ve demasiado, sus ojos perforan mi alma y ven lo que quiero cuando no lo sé ni yo misma. Pero también quiero deslizarme de la silla y en su regazo, y quiero volver a besarla. La idea me aterra. No debería desearla. Ella es... mala. Quererla está mal. El sexo es malo. Eso ha sido perforado en mí desde que era una niña pequeña. El matrimonio pasa de casto, amor divino, y los niños nacen fuera de algún tipo de acto puro y santo. Pero esto es lo que quiero y es pecaminoso y sexual.
Es una guerra dentro de mí, y me congelo en la quietud. La miro, miro sus brazos flexionándose en la camisa gris ajustada, miro que sus ojos se mueven y deambulan.
Mi falda se ha elevado hasta las rodillas y las piernas se presionan entre sí para presentar un ligero atisbo de la pantorrilla y nada más, pero siento que sus ojos ven a través de mi ropa. Me mira como si me viera como estaba en la sala VIP de Noches Exóticas.
—Brittany, escucha… —Comienzo.
—No. Ahora no. Hablaremos de eso más tarde. Greg estará aquí con la comida en un minuto.
—Eso no es necesario. No estoy hambrienta —digo, justo cuando gruñe mi estómago, mostrando mi mentira.
Sólo mueve la cabeza, perpleja. Cierro los ojos e inclino mi cabeza hacia atrás para descansar en mi escritorio, con las piernas estiradas en la silla y en el regazo de Brittany. Estoy tan cansada de repente. La prensa y el rodar y el frote de sus manos sobre mis pies es calmante, increíble, relajante. Me siento a la deriva y no puedo detenerla.
El teléfono de Brittany suena, y luego la puerta se abre. Me esfuerzo hacia la vigilia, me obligo a sentarme y parpadear el sueño lejos. Un hombre de mediana edad, que supongo que es Greg, está en mi dormitorio, con la cabeza rapada tan suave como un huevo. Es grueso y corpulento, con patas de gallo alrededor de sus ojos marrón oscuro y fuertemente inteligentes. Sus brazos se extienden en las mangas de su camisa con cuello marca Lacoste, y tiene un teléfono celular recortado a un cinturón de cuero negro delgado. Trae una pila de contenedores Carry-Out, que pone en el escritorio delante de mí. El olor de las hamburguesas a la parrilla y papas fritas rompe mi decisión y rasgo abriendo el recipiente superior. Doy tres mordeduras en la hamburguesa con tocino y queso gigante antes de darme cuenta de que Greg y Brittany ni se ha movido. Sólo están viéndome comer.
—¿Qué?
Brittany sólo tapa su sonrisa con una palma, entonces coge el contenedor por debajo del que estoy comiendo.
—Nada. Simplemente... es que en Los Ángeles, no se ve a menudo chicas que se entierren en una hamburguesa así por aquí.
Trago, de pronto superada por la vergüenza. Pegué un atracón como que me estaba muriendo de hambre, me doy cuenta.
—Oh. Yo. Tengo hambre. Sólo... Lo siento.
Frunce el ceño.
—No te disculpes. Da gusto.
Me obligo a tomar bocados más pequeños. No he comido una hamburguesa tan buena desde que me mudé a Los Ángeles, y es deliciosa. Quiero devorarla, pero reduzco la velocidad en su lugar. No quiero que Brittany me vea como una pueblerina.
Miro hacia el hombre que trajo la comida.
—Gracias... Greg, ¿correcto? —Greg asiente—. Gracias.
—No lo menciones. —Su voz es ronca, rasposa de fumar. Tiene un tatuaje en el cuello, –No Me Pises– una serpiente en el lado de la garganta. Veo los bordes de más tatuajes asomando por debajo de la camisa, y luego registro la gran cantidad de cicatrices en los brazos, la cara y los nudillos. De repente, me doy cuenta de la realidad de Greg, y me doy cuenta de que es un hombre enorme, duro y amenazante, más del tipo motorista Ángel del Infierno metido en la ropa informal de negocios. Es un guardaespaldas, se evidencia en la forma en que se traslada a pie, de espaldas a la puerta, con las manos cruzadas delante de él en la forma que sólo los guardias de seguridad pueden hacer y no se ven estúpidos.
Brittany está devorando una carne en lata reuben, y me siento mejor acerca de mi propio apetito. Echa un vistazo a Greg y le dice
—: ¿Por qué no esperas fuera? Nos iremos en un minuto.
—Tiene una cena con Uri Ivanovich en media hora —dice Greg.
Brittany frunce el ceño.
—¿La tengo? ¿Sobre qué?
—Quiere lanzar un script para usted. Es un thriller, creo.
—No me acuerdo de estar de acuerdo con esto.
Los labios de Greg se aprietan en una sombra de una sonrisa.
—No estoy sorprendido. Se encontró con él la otra noche. Estaba bastante saturado en ese punto.
—Cancélala —dice.
Greg levanta una ceja.
—¿Segura? Uri es un jugador de mucho dinero. Él no va con mandar las cosas a la mierda.
—Sólo le enviare mis disculpas y hágalo enviarme por correo expreso la escritura. Las leeré rápidamente más tarde. No voy a ir a la cena, sin embargo. —Brittany mastica, traga, y continúa —no estoy segura de querer hacer una película de suspenso, para ser honesta contigo.
Mi mente de negocios da patadas.
—No creo que un thriller sea un buen paso para ti —digo, antes de que pueda reconsiderar mis intenciones—. Quieres reinventar tu imagen, entonces es necesario atenerse a los papeles dramáticos más serios. Uri Ivanovich hace guiones de mucho dinero, pero son éxitos de taquilla de verano, no serios proyectos para el Oscar.
Frunce el ceño.
—De veras. —No es una pregunta, pero sus ojos me invitan a seguir.
—Antes de que dejaras Hollywood, la mayoría de tus papeles eran suspenso y acción, algunos rom-com aquí y allá. Lo Que El Viento se Llevó es un gran papel de retorno para ti. Envía el mensaje de que eres seria.
—¿Seria acerca de qué? —pregunta.
—Rejuvenecer tu imagen. Tu reputación.
—¿Qué sabes acerca de mi imagen y reputación? —Es un reto.
Me encojo de hombros.
—Sólo lo que se ha escrito acerca de ti.
—Sólo porque lo escribieron… —Brittany corta, pero hablo sobre ella.
—Si es cierto o no es irrelevante. Los escándalos por sí solos, merecidos o no, te daban una imagen negativa. Y sí, sé que dicen que la publicidad negativa es mejor que nada, pero no estoy segura cómo de exacto es. Para volver, tienes que presentarte como más madura.
Necesito una distracción para mantenerme lejos de caer en lo sexy que es. Pensando cosas que no debería. Incluso comiendo, es hermosa. femenina y divina. Sus cambios de la mandíbula y los destellos de la luz de la tarde cuando come. Se lame aderezo de su labio, y recuerdo la forma en que sus labios tocaron los míos, la forma en que su lengua trazó mi labio inferior.
Me sacudo, y me concentro en mi hamburguesa, medio ida, me centro en la veta de la madera falsa de mi mesa de trabajo, concentrándome en nada más que ella.
Greg sale, y oigo las voces charlando fuera, veo algunos flashes de las cámaras, y su bajo gruñido mientras empuja a la multitud. Brittany lanza una mirada tensa en la puerta. Una multitud espera a Brittany para salir. Ella está aquí conmigo, comiendo carne en conserva, y fuera hay decenas de personas esperando, que claman por una simple visión de ella. Mi cabeza gira un poco. Termino la hamburguesa, ahogo un eructo embarazoso, que trae una sonrisa de Brittany, y me limpio la boca con una servilleta. Las voces en el exterior crecen en volumen, y la expresión de Brittany se torna sería una vez más.
—Lo siento —digo, haciendo un gesto hacia la puerta, y por ende, a la multitud más allá de ella—. Ahora tienes que lidiar con eso.
—Tomé la decisión. Es parte del trato. —Se encoge de hombros, actuando indiferente—. No es tu problema.
Frunzo el ceño.
—¿Van a escribir sobre mí?
—Probablemente. Ellos crean mentiras. Simplemente ignóralos. Van a desaparecer.
Las posibilidades y opciones potenciales revolotean por mi cabeza, y el pánico comienza a avecinarse.
—Pero... ¿y si me siguen?
Brittany se encoge de hombros.
—No respondas. Haz lo que tengas que hacer e ignóralos.
Ella no lo entiende.
—No soy una actriz famosa, Brittany. Soy una estudiante. Una interna. —Mantengo mi mirada hacía el suelo—. Sabes dónde trabajo. Lo que hago. ¿Y si me siguen ahí? Las personas se enteraran.
Brittany cierra la tapa de espuma de poliestireno y se limpia las manos y la boca, y luego coloca mis pies en el suelo, se inclina hacia adelante y toma mis manos entre las suyas.
—¿Y eso es un problema?
—¡Sí!
—¿Te avergüenzas de lo que haces?
No respondo, no la miro. Halo mis manos para liberarme y me levanto.
—Tienes que irte.
Se pone de pie también, pero sólo por encima de mí, su cuerpo cerca del mío. Su dedo índice toca mi barbilla y me obliga a mirar hacia ella. Lo hago, y estoy sin aliento. Sus ojos son gris azulado, como su malestar actual, intenso y conflictivo.
—Santana.
—¿Qué? —Es un soplo, un susurro silencioso.
—¿Por qué lo haces, si te avergüenzas? —Su mirada quema dentro de mí, y sé que ella puede ver mis secretos, ver mi vergüenza, ver a mi necesidad y mi miedo. Su dedo y el pulgar sujetan suavemente mi barbilla, así que no puedo darle la espalda.
Me niego a contestar.
—Por favor, sólo tienes que irte.
—Está bien. —Deja mi barbilla y se vuelve hacia la puerta. Mi piel quema en el lugar que ha tocado—. Te veré en la oficina mañana.
—No.
Se detiene y se da vuelta.
—¿Qué? No, ¿qué?
—No lo puedo hacer.
—Santana, ¿de qué estás hablando? —Frunce el ceño.
—No puedo trabajar contigo. No puedo hacerlo.
—Tenía la impresión de que tenías qué, si querías terminar tu pasantía. —Se rasca la mandíbula—. No sé a qué le tienes tanto miedo. A pesar de mi reputación, no soy tan mala.
Niego con la cabeza.
—No es eso.
—¿Entonces qué? Explícalo.
—No lo entenderías. No puedes.
—Te sorprenderías de lo que yo puedo entender —dice Brittany. Sus ojos tienen la intención de los míos, no vacilan, quiero atreverme a mirar hacia otro lado, por supuesto no puedo hacerlo.
—Tú sabes —le susurro—. Me viste. Viste a Gracie. Nunca verás nada más ahora.
—¿Te estoy tratando como a una stripper? —dice la palabra casualmente, como si la verdad no hiciera un agujero en mí.
—No. —Apenas puedo susurrar la respuesta.
—¿Crees que eres la primera chica que se desnuda para ir a la universidad? Eres jodidamente increíble, Santana. Debes saberlo. Y eso no te tiene que definir.
—Pero lo hace.
—Entonces, ése es tu problema. ¿Vas a dejar que se arruine tu carrera antes de que comience? ¿En serio? Si estás de acuerdo, no se lo diré a nadie. Y voy a hablar con Armand y me aseguré de que no sea así, tampoco. Adán y Nate dudo que sean capaces de salir de una rueda de prensa. Solo tienes que venir a trabajar mañana.
—Sólo... vete. Por favor. —Estoy a punto de llorar, de nuevo desesperadamente.
Brittany mueve la cabeza lentamente, como si estuviera confundida e irritada.
—Maldita sea, Santana. Sólo déjame…
—¿Dejarte qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Cambiar la realidad?
Suspira con exasperación.
—Joder, está bien. —Se vuelve hacia la puerta y pone la mano en el pomo, se detiene como si recordara algo. Tirando de un juego de llaves del bolsillo, cruza la pequeña habitación en dos zancadas, toma mi mano en la suya, y coloca las llaves en la palma de mi mano—. Aquí. No debes estar caminando por todas partes sola.
Miro hacia abajo y veo un emblema Land Rover, la llave doblada, un óvalo de plata en el plástico negro con las letras verdes.
—¿Qué? Yo puedo… Quiero decir... ¿qué?
—Es mi Rover. Está en el aparcamiento. Esas son las claves. Quiero que lo conduzcas.
—Pero... no. Quiero decir, ni siquiera me conoces. Nos hemos reunido dos veces. No puedo conducir el coche.
—Sí, puedes. Y lo harás. Eres mi ayudante para este proyecto, lo que significa que tienes que hacer lo que te diga. Tu trabajo es mantenerme feliz. Así que conduce mi coche.
—Pero... ¿y si me estrello?
Resopla.
—Cariño, soy Brittany Pierce. Podría comprar una docena de ellos con mi tarjeta de débito. No me podría importar menos si te estrellas, excepto por que te lastimes, claro está.
—¿Tienes una tarjeta de débito? —Le pregunto. Parece una cosa tan común para una celebridad de la talla de Brittany.
Parece perpleja.
—No, tengo una cuenta bancaria, por lo tanto, sí, tengo una tarjeta de débito. También tengo tarjetas de crédito. Y la licencia de conducir. —Su tono cambia a la burla—. ¿Sabes qué más? Soy una chica. Hago pis y popo en el inodoro. Tomo mierdas. Como hamburguesas con queso. Miro béisbol y bebo cerveza.
Evito mirarla.
—Eso no es... quiero decir, yo…
Se ríe, y pasa un dedo por las líneas de expresión en su frente.
—Relájate. Te estoy tomando el pelo. Mi punto es, yo sólo soy una chica.
—No lo eres, sin embargo. Acabas de decirlo tú misma. Eres Brittany Pierce.
—¿Eso te intimida? —Ella se está cerrando, y su boca está a centímetros de la mía, su aliento en mi mejilla y sus ojos en mí.
Podría chasquear los dedos, y cualquier mujer en el mundo saltaría a hacer lo que quisiera. Sin embargo, aquí está, en mi pequeña habitación de la residencia, actuando como si le gustara, al igual que ella ve algo especial en mí, más allá del hecho de que soy lo suficientemente bonita. Esto no es vanidad sino más bien lo que soy. No soy el tipo de chica a la que está acostumbrada. No soy una chica de Los Ángeles. No soy una actriz o alguien sexy y confiada y segura de sí mima. Soy un desastre. Ah, vergüenza, confusión vergonzosa, confusión.
Y ella es la diosa de Hollywood.
Es el rostro de una hermosa heroina de la trilogía Mark of Hell, una serie de libros de acción-aventura-romance paranormales que vendió más que Harry Potter y Crepúsculo. Esas películas hicieron la carrera de Brittany. Su cara está en los libros ahora. Hay un espacio de Mark of Hell en Universal Studios, con la cara de Brittany pegada por todas partes. Hay juguetes con su imagen, clubs de fans y los trajes de cosplay y parodias y sketches de SNL que se ríen de ella.
Su interpretación era oscuramente sexual. Las mujeres se desmayaban sobre su personaje, fantaseaban con ella. Lo que hace a Brittany aún más famosa es el hecho de que parece emular en su propia vida el personaje que interpretó en la película. Las mujeres no sólo se desmayaban sobre el personaje de ficción, sino también con Brittany Pierce, muy real y salvaje, sexy elegante- playboy con más dinero que Dios.
Veo a esta oscura y sensual Brittany Pierce en el modo en que sus ojos me devoran. Están quemando en este momento, y me doy cuenta que el color de su mirada es algo mutable, cambiante con sus emociones y sus ropas. Sus manos se depositan en la cintura, y no voy a respirar, incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Siento su aliento en mis labios, siento el poder de sus manos sobre mi piel, y recuerdo el sabor de su beso, el hipnotismo de su boca en la mía. Mis pulmones se queman con el aliento contenido, mis ojos vacilan y se desenfocan y el calor de su cuerpo irradia sobre mi piel y la quiero. Quiero volver a besarla. Quiero perderme en sus caricias como lo hice en ese momento en el club. En ese instante brevísimo de tiempo, yo era una mujer besada, no una niña que experimenta su primer roce con la pasión, nada importaba, nada existía, solo Brittany y su boca y sus manos y sus ojos y su calor y apetecible cuerpo.
La quiero en este momento.
Tengo que parar esto. Tengo que darle la espalda. Besarl sería un error. Si tengo que trabajar con ella, no puedo darle un beso. No puedo pensar en esa noche en el club, su camisa de seda contra mi piel desnuda y sus manos en mi espalda.
Excepto que quiero que me posea. Quiero que haga lo que quiera. Quiero darle mi propia necesidad y tiemblo de deseo. Quiero que me muestre lo que nunca he conocido.
Sus labios son suaves y húmedos contra los míos, y estoy respirando su aliento, agarrando su camisa y desesperadamente aferrándome para salvar nuestras vidas, dejando que ella me bese de nuevo. El beso... Dios, el beso. Me reprendí por tomar el nombre del Señor en vano, y entonces recuerdo que no me preocupo por eso nunca más, y luego su lengua se desliza entre la ligera separación de mis labios y mis dientes, toca mi lengua. No puedo respirar, no puedo empezar a pensar, no puedo hacer otra cosa que agarrar su camiseta en mis puños y besarla, mover mi boca contra la suya y tocar su lengua con la mía. Y ahora nunca voy a volver a este lugar, porque sé el sabor de la tentación. He pecado, he caído.
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Sus labios se alejan, y me quedo vacía. Me recargo hacía adelante y descanso mi frente contra su pecho, y luego sollozo, me envían espasmos temblorosos, tensas sacudidas, lanzando más sollozos.
—¿Santana? Jesús, ¿qué tiene de malo? —Su voz está claramente confundida.
—Vaya. Sólo... vete. Por favor, vete. —Apenas puedo hablar.
—¿Por qué lloras? ¿Fue tan malo el beso?
Está tratando de bromear, pero cae al vacío. La mueca de dolor en su rostro muestra que lo sabe. Sólo puedo sacudir la cabeza. Me tropiezo lejos de su hipnótico calor, lejos de su toque, sus labios.
—¡Vete! Dios... por favor, ¡déjame en paz! No puedo... no puedo hacer esto contigo. Tienes que irte. —Subo mi escalera a la litera de arriba, sintiéndome como una niña tratando de esconderse de su castigo.
Me siento allí sé que está de pie, mirándome. Estoy de espaldas a ella, así que lo único que puede ver es la curva de mi cintura y de la gran campana de mis caderas y mi trasero. Mi falda de lino gris se enreda debajo de mí, tensa a través de mis caderas, y siento su mirada sobre mi cuerpo. Quiero cambiar y ajustar la falda, pero soy muy consciente de sus ojos en mí. Escucho un tintineo de llaves y luego el sonido de metal contra la madera mientras las pone en mi escritorio. La oigo empujando los envases vacíos de comida para llevar en una bolsa de papel, y luego el sonido. Voces emocionadas crecen más fuertes cuando se abre la puerta. Greg gruñe un mandato de calmarse.
—Santana, Yo… —Por primera vez desde que la conocí, Brittany suena segura. Casi me vuelvo a mirarla, pero no lo hago.
Entonces la voz arrogante está de vuelta.
—Estarás allí mañana. Conduce el coche.
Se va entonces, y el clamor que emerge desde mi habitación es ensordecedor. Hay gritos y chillidos. Oigo una voz femenina que le dice a Brittany que quiere tener sus bebés. Otra le pide casarse con ella. Un coro de voces que pide autógrafos y fotos, y oigo a Brittany que dice que ella va a firmar autógrafos durante diez minutos, y luego se tiene que ir. Tranquiliza el ruido, y puedo escuchar el murmullo de la voz de Brittany mientras habla a las mujeres a las que les está firmando.
Finalmente, el ruido se desvanece, y a lo lejos oigo el ronroneo gutural de su coche. Quinn llega después de unos minutos.
—Mierda, Santana —Se sube y se cuelga en la escalera—. ¿Sabes quién era? ¿Por qué estaba aquí? ¿Ella te jode?
Quiero hacer caso omiso de ella, pero no puedo, porque es demasiado fuerte, demasiado en mi espacio y odiosa. Ruedo, y no tengo que fingir la expresión atormentada en mi cara.
—Ella es mi jefa, Quinn. Es mi misión para mi práctica. Así que sí, ya sé quién es. Y no, quiero decir, yo no.
—Oh por Dios, ¿por qué no? —Ella me agarra del brazo y me sacude—. ¡Es la mujer más sexy en todo el jodido planeta! ¿Cómo no puedes?
No sé qué decir. Me encojo de hombros.
—Trabajo para ella. No podía... Quiero decir, mi nota, mis prácticas, mi carrera, todo está montado en esto.
Es la cruda verdad y por eso no puedo dejar que pase nada. ¿Por qué tengo que resistir la atracción hipnótica?
—Jesús, Santana. Es Brittany puta Pierce. Es la mejor actriz, ¡por el amor de dios! Es un crimen contra todas las mujeres rectas no conseguir un pedazo de eso. Y no me digas que no estás interesada. He visto la forma en que la mirabas.
Que se calle, sólo eso.
—Dios, Quinn, ¿te estás escuchando? No es un trozo de carne. Ella no es un objeto para mí ' conseguir un pedazo de eso. 'Es una chica. Una persona. Y yo... Ella me trajo porque me desmayé. Eso es todo.
No sé por qué estoy mintiendo. Pero sé que es lo mejor.
Quinn frunce el ceño ante mi arrebato.
—Eres más tonta de lo que pensaba. Envíala a mí, si no estás interesada.
Ella se desvanece hacia la puerta entonces, y por fin estoy sola.
Trato de dormir, y fallo durante más tiempo. Cuando me duermo, sueño con Brittany. Son sueños eróticos, sueños tortuosos, en los que me toca en lugares que me hacen sudar y retorcerme y jadear. Ella me besa en los sueños, y la dejo, y le devuelvo el beso, y se convierte en más que un beso. Se convierte en algo que me hace doler entre mis piernas.
Me despierto en la maraña sudorosa y me quedo mirando el techo, incapaz de olvidar los sueños. Vuelvo a caer dormida, y de inmediato los sueños comienzan de nuevo. Las manos de Brittany en mi cintura, deslizándose por mis caderas. Acariciando la curva de mi trasero. Luego debajo de mis pechos. Profundizando abajo y abajo y abajo entre mis piernas para tocarme de la manera más pecaminosa.
Veo sus ojos, azul-gris, como las nubes de tormenta, y oigo su voz susurrándome
—: No te puedes resistir, Santana. Eres mía, Santana.
Me levanto al amanecer, al oír sus palabras susurradas de ensueño, y me debato entre desear que sean verdaderas y estoy aterrorizada porque lo son.
—¿Santana? Jesús, ¿qué tiene de malo? —Su voz está claramente confundida.
—Vaya. Sólo... vete. Por favor, vete. —Apenas puedo hablar.
—¿Por qué lloras? ¿Fue tan malo el beso?
Está tratando de bromear, pero cae al vacío. La mueca de dolor en su rostro muestra que lo sabe. Sólo puedo sacudir la cabeza. Me tropiezo lejos de su hipnótico calor, lejos de su toque, sus labios.
—¡Vete! Dios... por favor, ¡déjame en paz! No puedo... no puedo hacer esto contigo. Tienes que irte. —Subo mi escalera a la litera de arriba, sintiéndome como una niña tratando de esconderse de su castigo.
Me siento allí sé que está de pie, mirándome. Estoy de espaldas a ella, así que lo único que puede ver es la curva de mi cintura y de la gran campana de mis caderas y mi trasero. Mi falda de lino gris se enreda debajo de mí, tensa a través de mis caderas, y siento su mirada sobre mi cuerpo. Quiero cambiar y ajustar la falda, pero soy muy consciente de sus ojos en mí. Escucho un tintineo de llaves y luego el sonido de metal contra la madera mientras las pone en mi escritorio. La oigo empujando los envases vacíos de comida para llevar en una bolsa de papel, y luego el sonido. Voces emocionadas crecen más fuertes cuando se abre la puerta. Greg gruñe un mandato de calmarse.
—Santana, Yo… —Por primera vez desde que la conocí, Brittany suena segura. Casi me vuelvo a mirarla, pero no lo hago.
Entonces la voz arrogante está de vuelta.
—Estarás allí mañana. Conduce el coche.
Se va entonces, y el clamor que emerge desde mi habitación es ensordecedor. Hay gritos y chillidos. Oigo una voz femenina que le dice a Brittany que quiere tener sus bebés. Otra le pide casarse con ella. Un coro de voces que pide autógrafos y fotos, y oigo a Brittany que dice que ella va a firmar autógrafos durante diez minutos, y luego se tiene que ir. Tranquiliza el ruido, y puedo escuchar el murmullo de la voz de Brittany mientras habla a las mujeres a las que les está firmando.
Finalmente, el ruido se desvanece, y a lo lejos oigo el ronroneo gutural de su coche. Quinn llega después de unos minutos.
—Mierda, Santana —Se sube y se cuelga en la escalera—. ¿Sabes quién era? ¿Por qué estaba aquí? ¿Ella te jode?
Quiero hacer caso omiso de ella, pero no puedo, porque es demasiado fuerte, demasiado en mi espacio y odiosa. Ruedo, y no tengo que fingir la expresión atormentada en mi cara.
—Ella es mi jefa, Quinn. Es mi misión para mi práctica. Así que sí, ya sé quién es. Y no, quiero decir, yo no.
—Oh por Dios, ¿por qué no? —Ella me agarra del brazo y me sacude—. ¡Es la mujer más sexy en todo el jodido planeta! ¿Cómo no puedes?
No sé qué decir. Me encojo de hombros.
—Trabajo para ella. No podía... Quiero decir, mi nota, mis prácticas, mi carrera, todo está montado en esto.
Es la cruda verdad y por eso no puedo dejar que pase nada. ¿Por qué tengo que resistir la atracción hipnótica?
—Jesús, Santana. Es Brittany puta Pierce. Es la mejor actriz, ¡por el amor de dios! Es un crimen contra todas las mujeres rectas no conseguir un pedazo de eso. Y no me digas que no estás interesada. He visto la forma en que la mirabas.
Que se calle, sólo eso.
—Dios, Quinn, ¿te estás escuchando? No es un trozo de carne. Ella no es un objeto para mí ' conseguir un pedazo de eso. 'Es una chica. Una persona. Y yo... Ella me trajo porque me desmayé. Eso es todo.
No sé por qué estoy mintiendo. Pero sé que es lo mejor.
Quinn frunce el ceño ante mi arrebato.
—Eres más tonta de lo que pensaba. Envíala a mí, si no estás interesada.
Ella se desvanece hacia la puerta entonces, y por fin estoy sola.
Trato de dormir, y fallo durante más tiempo. Cuando me duermo, sueño con Brittany. Son sueños eróticos, sueños tortuosos, en los que me toca en lugares que me hacen sudar y retorcerme y jadear. Ella me besa en los sueños, y la dejo, y le devuelvo el beso, y se convierte en más que un beso. Se convierte en algo que me hace doler entre mis piernas.
Me despierto en la maraña sudorosa y me quedo mirando el techo, incapaz de olvidar los sueños. Vuelvo a caer dormida, y de inmediato los sueños comienzan de nuevo. Las manos de Brittany en mi cintura, deslizándose por mis caderas. Acariciando la curva de mi trasero. Luego debajo de mis pechos. Profundizando abajo y abajo y abajo entre mis piernas para tocarme de la manera más pecaminosa.
Veo sus ojos, azul-gris, como las nubes de tormenta, y oigo su voz susurrándome
—: No te puedes resistir, Santana. Eres mía, Santana.
Me levanto al amanecer, al oír sus palabras susurradas de ensueño, y me debato entre desear que sean verdaderas y estoy aterrorizada porque lo son.
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Capitulo 9
Hago muy buen dinero en el club, pero financieramente, apenas logro mantenerme. Mis propinas sólo cubren la matrícula, mi alojamiento, comida y libros. Apenas. Tengo que escatimar para comer y comprar ropa nueva para el internado. Si tengo que dejar el campus, iré caminando tanto como sea posible. Inclusive el pasaje de autobús es muy caro y necesito cada centavo. No me gusta, porque USC está en un mal vecindario, y una chica sola —incluso a pleno día— no es seguro.
De pie en el estacionamiento fuera de mi dormitorio, observo una Range Rover nueva de paquete. Es blanca con ventanas tintadas negras. Las llaves están en mi mano, y estoy en guerra conmigo misma. Tengo mi licencia de conducir pero no he manejado desde que dejé Georgia. Busqué en internet las Range Rover y este modelo vale $137,000.00. No puedo ni imaginar tal cantidad de dinero. Y simplemente lo posicionó aquí en el estacionamiento de la universidad, para que yo lo maneje, por un capricho. Y luego dijo que podría comprar una docena si quisiera.
Leer o escuchar sobre un acuerdo por veinte millones de dólares es una cosa, pero comprender que una persona tenga esa cantidad de dinero, ver la evidencia de ello, es otra cosa. Esta Range Rover, esta SUV de $137,000.00, vale centavos para ella. Hasta el Bugatti, que probablemente costó cerca de dos millones de dólares, es nada. Brittany hizo cuatro millones en la primera Mark of Hell y dieciséis más entre las dos secuelas restantes. Desde entonces ha hecho otras cuatro películas de alto presupuesto, ninguna de ellas pagadas a menos de diez millones de dólares cada una.
Hoy se encontraba inusualmente cálido afuera, y aquí estoy sudando, debatiendo conmigo misma. Sería prudente conducir la Rover. Presiono el botón de desbloqueo y abro la puerta. Me deslizo en el asiento del conductor, jadeando ante el calor abrasador del cuero calentado debajo de mis piernas y contra mi espalda. Enciendo el motor, que zumba a la vida con un ronroneo bajo y poderoso. En segundos, el aire acondicionado ventila aire frio. Inhalo y exhalo, cuidadosamente. Estoy aterrorizada del auto. Aterrorizada de lo que significa. De que en realidad voy a hacer lo que ella me dijo que hiciera. Voy a terminar el internado, y voy a pasar los próximos meses trabajando con Brittany profesionalmente.
Me ha visto desnuda. Tocado mi piel desnuda. Me ha besado, dos veces. Mi cuerpo responde a ella de una manera que no logro entender. Mientras retraso el momento de manejar el vehículo, juego con el tablero hasta que se enciende. Metal pesado explota tan alto de los altavoces que del auto se sacuden. Me muevo para apagarlo, y me las arreglo para encender la radio. Cambio de estaciones hasta encontrar la 102.7 FM, la estación de pop. “Can’t Hold Us” de Macklemore comienza a sonar, y le subo un poco el volumen. De ninguna forma tan cerca de ruidoso como Brittany lo tenía, pero suficiente para bailar en mí asiento, y darme confianza. Respiro profundamente y coloco la SUV en retroceso, saliendo del estacionamiento lentamente.
El viaje a la oficina es horrible, soy una conductora terrible. O voy muy lento y me dan bocinazos, o se me olvida cuan potente es la Rover y sobrepaso por veinte el límite de velocidad. Cuando cambio de carril, les cortó el paso a varias personas y casi pierdo mi giro, forzándome a atravesar varias líneas de tráfico. Estuve cerca de causar dos accidentes. Para cuando estoy sentada en el estacionamiento fuera del edificio de oficinas, mis nervios están destrozados, dejándome temblando y a punto de llorar.
Y ahora tengo que ir a enfrentar a Brittany. Su Bugatti está aparcado sobre tres líneas paralelas de puestos en la parte de atrás del estacionamiento. Dejo el motor a ralentí, en un intento de tranquilizarme a mí misma. Casi me siento calmada, cuando se abre la puerta del pasajero y Brittany entra. Lleva una camisa Billabong naranja descolorida y un pantalón caqui corto con unas chancletas negras de Old Navy. Unas RayBans cubren sus ojos, y su cabello tiene pinchos. Quiero pasar mis manos sobre su mejilla, sentir las cosquillas en mi palma. Aprieto mis puños sobre el cuero del volante y trato de respirar a través de la necesidad de tocarla.
—Te ves tensa —se recuesta sobre la puerta del auto, sus piernas estiradas frente a ella. Está calmada y completamente serena. Una pequeña sonrisa agracia su hermosa, expresiva boca.
Lamo mis labios y aprieto más mis manos sobre el volante.
—Estoy bien.
Resopla.
—Nena, no me mientas.
—No me llames así. No soy tu nena. No soy la nena de nadie.
—¿Ves? Tensa. Es sólo una palabra —arrastra el cinturón de seguridad sobre su torso y lo coloca en su lugar. Apunta hacia el norte—. Tenemos que hacer diligencias. Conduce.
—¿Conducir a dónde? —Miro a Brittany, quien tiene su nariz enterrada en su teléfono.
—Primero, a mi casa. Tenemos que recoger mi libreto. Lo olvidé. Luego a una reunión con una de las firmas de producción secundarias… uh… Orbit algo.
—OrbitSky. —Corregí.
—Sí, ellos. Y después de regreso aquí. Jeremy quiere repasar algunas cosas conmigo y Rose. Y desde que eres mi asistente para el proyecto, vas conmigo.
—¿Así que vamos a ir a las oficinas de OrbitSky? —pregunto.
Sacude su cabeza.
—No, es una reunión para almorzar. En Spago.
Inclusive sé que es Spago.
—¿Estoy vestida para eso? —Recorro a Brittany con la mirada—. ¿Tú lo estás?
Se encoge de hombros.
—¿Importa? Te ves genial. Vamos a parar en mi casa, así me pondré pantalones o algo. Tú sabes, no es como si me vayan a decir que no puedo entrar.
—¿Así que donde vives?
—Simplemente dirígete hacia Beverly Hills —me dice sin quitar los ojos del teléfono.
Cuando vacilo, mira hacia mí.
—¿Qué ocurre?
—Nunca… Nunca he manejado por aquí. O en… ningún otro lugar, realmente, antes de hoy.
—¿Tú qué? —Brittany me frunce el ceño—. ¿Cómo nunca has manejado antes? ¿Tienes licencia cierto?
Asiento.
—Sí, tengo mi licencia, pero no manejo, nunca tuve o quise hacerlo, depende de cómo lo veas. Mi Mamá o Papá solo me llevaban a donde tenía que ir. Aquí tomo el bus, o camino.
Parece como si Brittany estuviera luchando contra la risa.
—¿Y yo te di una Range Rover Autobiography?
—¿Una qué?
Entonces ríe. Sus dientes son blancos, la risa transforma su rostro, hace lo que ya es hermoso algo casi insoportable. —¿Esto? Esto es una Range Rover Autobiography 2013. Es… —suspira y sacude su cabeza—. ¿Sabes qué? No importa. Es sólo un auto. Ven.
Se estira sobre mí y quita las llaves del encendido. Su antebrazo roza mi pecho, y electricidad corre a través de mí al contacto. No se da cuenta, únicamente sale del auto y va a su Bugatti. Busqué sobre su auto esta mañana durante la clase. Es un Bugatti Veyron 16.4 Grand Vitesse, y por todo lo que dicen es el auto más caro del mundo, particularmente porque el ordenó algunas características especiales que lo hacen único.
Hay un artículo completo en una revista sobre el hecho de que Brittany compró uno, y también otro sobre sus demás autos, ya que aparentemente tiene varios carros deportivos súper lujosos, incluyendo un Aston Martin Vanquish, un Bentley y un Maserati. Tuve que buscar cada uno de ellos para ver cuáles eran.
Tomo mi bolso y la sigo a su auto. Espera por mí, sosteniendo la puerta. Me deslizo en el asiento de cuero, y cierra la puerta para mí. Es un gesto gentil y educado que me confunde. Me coloco el cinturón y aseguro mi bolso en mi regazo, negándome a mirar a Brittany mientras dobla su cuerpo en el asiento y enciende el auto. Nos vamos con un chillido de neumáticos y una sacudida de mi estómago. Introduce el auto en el tráfico, sin tener en cuenta las normas a la derecha y a la izquierda. Se salta al menos una luz roja, girando los neumáticos a la derecha para evitar por poco a una camioneta. Estoy sin aliento, aterrorizada.
Parece que un montón de tiempo me lo paso aterrorizada con esta chica. Ella aprieta el auto entre carriles, cabiendo dentro de espacios que no habría creído que podría caber un auto. Habiendo viajado por las calles de L.A. por mi cuenta, noto la habilidad que posee sobre su vehículo. Lo hace parecer fácil, como si precipitarse por el tráfico congestionado de Hollywood a sesenta millas por hora fuera totalmente normal.
Su teléfono suena y lo saca, pasándomelo a mí.
—¿Puedes ver quién es?
Sostengo el extraño teléfono en mi mano y lo miro. No tengo teléfono, ya que no puedo permitirme uno y no tengo a quien llamar. Tengo un iPad que uso para el internado, y pienso, que es como eso. Deslizo el pequeño icono verde a través de la pantalla.
—Es de… Ashley M. —comienzo a leer el texto en voz alta—. Ella dice—: “Deberías venir esta noche. Tengo una bola ocho y Blue Label”
Su expresión se retuerce.
—Mierda, creí que era de Jeremy.
—¿Quién es Ashley M.? —un pensamiento me golpea—. ¿Y por qué sólo la primera letra de su apellido? ¿Conoces a tantas Ashleys que tienes que diferenciarlas entre sí?
—Mierda —dice nuevamente—. Ella es… una amiga mía.
—Una amiga —no es una pregunta.
Ella toma el teléfono sin mirarme y lo empuja entre sus muslos.
—Sí. Una amiga. Y sí, conozco un montón de Ashleys. Y un montón de Jens. Los apellidos… usualmente no son necesarios.
—¿Debería responderle por ti? —sé exactamente lo que significa el mensaje. Bueno, quizá no sé lo que signifique una bola ocho, pero Blue Label es un whiskey de calidad. Supongo que una bola ocho son drogas de algún tipo, lo que significa sexo. Probablemente Ashley M. es glamorosamente hermosa, sofisticada y sabe cómo complacerla de formas que yo no.
Mi corazón se aprieta. Me obligo a recordarme que ella es mi jefa. Trabajo para ella. Puede drogarse y tener sexo con quien desee. Esto no tiene nada que ver conmigo.
Ella cambia de velocidad, y agarra el teléfono, girándolo ociosamente entre su pulgar e índice. Luego me lo entrega.
—Sí, respóndele por mí.
Tomo el teléfono y abro el mensaje de Ashley M.
—¿Qué quieres que le diga?
—Únicamente di que no, gracias, que ya tengo planes.
Tecleo el mensaje en su teléfono y lo envío. Segundos después, aparece una respuesta en la burbuja gris. Ella dice
—: “Awww, ¿Estás segura?” —Me atraganto un poco y coloco el teléfono en su regazo—. No leeré el resto.
Mi corazón se aprieta, y mi estómago salta. No es mi asunto. No me interesa. No me interesa. Pero… por más que digo que no me interesa, lo hace. No debería, y no hay razón de sentirme posesiva con respecto a Brittany, sin embargo lo hago. El resto del mensaje decía, si vienes, puedes meterlo en mi trasero otra vez.
Mis ojos se empañan. Brittany detiene el auto en una luz roja, y en un impulso me quito el cinturón, abro la puerta y salgo. Uso tacones altos, así que no puedo correr, pero tiro la puerta detrás de mí y camino tan rápido como me permite mi precario sentido del balance. No visualizo a donde voy y en dónde estoy. No importa. Oigo la voz molesta de Brittany detrás de mí, llamando mi nombre. No sé lo que siento. Enojo, enferma mi estómago, celosa, confundida. Extraviada. Pérdida, como si algún tipo de posibilidad ha sido tomada. A ella le gusta el sexo anal. Tiene mujeres al azar, cuyos apellidos ni siquiera saben o le importan, escribiéndole por una noche de sexo sin sentido, drogas y borracheras.
Es una estrella. Una celebridad. Vive una vida de celebridad, y conozco nada sobre ello. Oigo bocinazos y gritos a mi espalda, los ignoro. Sigo caminando, luchando contra las estúpidas lágrimas y la perdida. Y ni siquiera sé porque estoy tan molesta acerca de esto. Soy levantada de la tierra, girada en el lugar, y fijada contra la ventana de vidrio de una tienda. Los brazos de Brittany están a mí alrededor, debajo de mi trasero. Una de sus manos en mi mejilla forzando mi cara hacia ella. Esta respirando con dificultad, sudor brillando en su frente y labio superior. Sus ojos están gris azulado, su color cuando está enojada.
—Maldición, Santana. No es lo que crees.
Me retuerzo en su agarre. Esto es demasiado. Estoy envuelta por ella, sostenida en el lugar por ella. No puedo escapar, no puedo moverme, ni respirar nada excepto por su esencia y fortaleza.
—Déjame ir.
—No.
—¿Por qué?
—Porque no lo entiendes.
—No hay nada que entender —susurro—. Puedes hacer lo que quieras, con quien desees. Y es exactamente lo que creo.
—Ella es…
—Ella quería que fueras por sexo. Es simple —aspiro un profundo aliento, cierro mis ojos para bloquearla. Ella me baja y la empujo, fuerte—. Soy una interna. Eso es todo. No me debes explicaciones.
—Pero que sí quiero…
—¡No importa! —estoy gritando, y llorando igual, por alguna razón. Lucho por calmarme, especialmente porque se forma una multitud—. Sólo… Dios, sólo para, Brittany. Sólo detente.
—No puedo. Lamento que hayas leído eso, pero… mira, tienes razón, no importa. He terminado con ella. Lo he hecho. Fue cosa de una sola vez. Eso es todo.
Comienzo a caminar de nuevo, y se pone a mi altura. Estamos siendo seguidas por clics y flashes de cámaras.
—No sé de lo que intentas convencerme. No importa.
—Sigues diciendo eso, pero eres la que está llorando. —Su mano atrapa la mía y la otra mano va alrededor de mi cintura, acercándome a ella. Una vez más, con un simple toque, siento como si le perteneciera. Está mal, y está bien, y es confuso
—. Sólo deja de correr.
—No estoy corriendo.
Ella ríe.
—Eres una mala mentirosa, Santana.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
La empujo y trato de salir de su agarre. Lucho contra mí misma también, ya que se cómo se siente ser sostenida por ella. Estoy perdida, desorientada. ¿Por qué estoy peleando con esto? Claramente me quiere de alguna manera. Pero no sé lo que espera, y no sé qué hacer con su deseo, o como sentirme, o que siento. Todo lo que sé es sobrevivir, trabajar y estudiar. No conozco a las mujeres u hombres en esta etapa.
Giro y regresamos por el camino que vinimos, pero me detengo por la multitud de paparazzi. Hay docenas de ellos, y me fotografían.
—Señorita López, ¿Son Ud. y Brittany pareja? ¿Cuánto tiempo han estado juntas? ¿La atrapaste con otra mujer? —un hombre de mediana edad, con cabello marrón espeso y lentes cuadrados acerca una grabadora de voz y me dispara un tren de preguntas.
¿Cómo saben mi nombre? Eso me asusta más que nada.
Una delgada mujer como un palillo con rasgos demacrados y cabello oscuro rizado habla sobre él.
—Señorita López, ¿Por qué Brittany la cargó a su dormitorio ayer? ¿Eres estudiante de la USC? ¿Es verdad que Ud. y Brittany sorprendieron a su compañera de cuarto teniendo sexo? ¿Cómo es Brittany en la cama?
Mi boca se abre y cierra. Me siento obligada a responder sus preguntas. Fui criada para ser amable, responder cuando me hablan. No sé qué decir. No quiero ser noticia.
—Yo… yo… nosotras no, um… yo no…
—¿Puedes hablar sobre tu relación con Brittany Pierce?
—¿Qué edad tienes? ¿Tienes esposo?
—¿Santana, has pensando en modelar?
—¡Mira hacia acá, Santana!
—¡Santana, por aquí!
—Santana, ¿Alguna vez Brittany te ha pedido que hicieras algo que no quieres hacer en la cama?
Miro de una voz a otra, abriendo y cerrando mi boca, parpadeando ante los flashes. Siento el brazo de Brittany rodear mi cintura, halarme hacia atrás, y luego se encuentra parada delante de mí, escudándome.
—Santana no va a hablar esta vez, chicos —avanza un poco, y la siento cambiar, volviéndose rígida y formal, como si estuviera colocándose una armadura—. ¿Qué tal si contesto unas pocas preguntas acerca de la película?
El hombre que hizo la primera pregunta avanza, buscando espacio.
—Brittany, hemos oído rumores de que estarás en la nueva versión de Lo Que El Viento se Llevó. ¿Puedes confirmar eso?
Brittany dirige su atención al hombre.
—Hey, Bill, ¿Cómo estás? Sí, puedo confirmarlo. Estoy interpretando al papel principal femenino. Empezaremos a filmar el próximo mes. Casi estamos listos con la pre—producción y el desarrollo.
—¿Santana es parte del proyecto? —no consigo ver quien pregunta eso.
—Es una interna trabajando para John Kazantzidis en Fourth Dimension.
—¿Acerca de qué estaban discutiendo? No me pareció una discusión sobre trabajo. ¿Están juntas?
Los hombros de Brittany se flexionan y tensan.
—No voy a hablar sobre eso, simplemente para decir, no, no estamos juntas, y jamás lo hemos estado. Es una interna del proyecto. Era una discusión de trabajo.
La misma voz habla, una voz masculina joven.
—No pareció así para mí, Brittany, y todos sabemos tu historia con las internas y asistentes. Vamos, danos algo.
La voz de Brittany se endurece.
—Te estoy dando algo. No seas imbécil, Tom. Deja fuera de esto a Santana. Hablaré sobre la película, pero eso es todo. Cualquier otra pregunta sobre Santana, y se acabó.
Todo lo que puedo ver es la espalda de Brittany, la camisa naranja estirándose sobre sus hombros, y la parte de atrás de su cabeza, el cabello curvándose en la base del cuello. Necesita un corte allí. Quiero pasar mis manos sobre la expansión de sus hombros, pero no lo hago.
—¿Por qué la proteges, si no están juntas? —habla la misma voz, a quien Brittany llamó Tom.
—Ella nunca ha lidiado con ustedes antes. Son unas jodidas barracudas.
Tom nuevamente.
—¿Segura no hablarás de ella? Es atractiva, Brittany. Se ven bien juntas.
Brittany envuelve su brazo sobre mis hombros, me atrae cerca a medida que atravesamos la multitud, ignorando los cegadores flashes de las cámaras y el bombardeo de preguntas. No habla, y todo lo que puedo hacer es trotar en mis tacones altos para mantenerme a su paso. Su brazo es un escudo alrededor de mis hombros, un show para los periodistas, paparazzi, lo que sea que son. Mi corazón martillea. Ya han captado que hay algo sucediendo. Saben quién soy. Averiguarán que soy una stripper. Kaz se enterará, y me despedirá. Todos sabrán que soy una stripper, y es lo que seré para todo el mundo. Una chica dispuesta a quitarse la ropa.
Hemos caminado tres cuadras y todavía no hemos llegado a la intersección donde me bajé del auto de Brittany. No tenía idea de que había corrido tanto. Después de media cuadra, vemos una multitud reunida alrededor de un policía, y un camión de remolque preparándose para cargar el auto de Brittany. Brittany maldice por lo bajo.
—Hey, no necesitas remolcarlo.
El policía se vuelve, reconoce a Brittany y se ve intimidado.
—Lo siento, señorita Pierce. No puede dejar su auto estacionado así en medio de la calle.
—No hay problema. Pero ahora estoy aquí, así que está bien.
—Pero… —el policía parece nervioso.
Brittany se acerca un paso más al policía, es un hombre mayor con un abdomen redondo y cabello salpicado de canas.
—¿Ud. tiene una hija, Oficial… O’Hare?
—Yo… sí, pero…
Brittany toma del oficial la libreta de tickets, y saca un Sharpie negro y grueso del bolsillo de sus shorts.
—¿Cuál es su nombre, Oficial O’Hare?
—Jill, pero eso no…
Brittany le da al hombre una gentil, sonrisa encantadora, y escribe horizontalmente sobre la libreta. Leo que escribe: Para Jill, porque tu Papá es un héroe. Tu amiga, Brittany Pierce. El nombre es escrito en un dramático garabato inclinado, la escritura impresa pulcramente. Devuelve la libreta al policía y guarda el marcador, luego palmea al hombre mayor en el hombro.
—Escuche, Oficial O’Hare. Fue una pequeña emergencia. No pasará de nuevo. Estoy segura que Ud. entiende. —Brittany camina en la calle, halándome de la mano. El oficial se desplaza también como si fuera un imán, escupiendo y fanfarroneando.
—Señorita Pierce, aprecio el autógrafo, porque mi hija es una gran fan suya, pero no puedo dejar que Ud. simplemente se vaya.
Brittany abre la puerta del pasajero y me insta a entrar, luego va al lado del conductor, y entra, presionando el botón de encendido para que el motor brame a la vida. Pisa el acelerador y el motor ruge.
—Entonces deme una multa. No tiene sentido intentar remolcarlo, ya que estoy aquí ahora. Escríbame una multa por lo que usted quiera. Sólo hágalo rápido, si puede. Tengo una reunión importante con mis productores en una hora.
El Oficial O’Hare está claramente perplejo. Sus ojos parpadean a la gran multitud de Brittany, a mí, al auto —que vale más de lo que el hará en toda su vida. Vacila, y Brittany se impacienta. Saca una tarjeta de su billetera y se la entrega al oficial.
—¿Qué tal esto? Realmente me tengo que ir. Aquí está la tarjeta de mi abogado. Puedes enviarle la multa o lo que quieras a él —estoy conmocionada por sus agallas.
—Supongo que podría… quiero decir… —el Oficial O’Hare mira a la multitud, y de vuelta a mí por alguna razón.
Me siento silenciosamente en el asiento de pasajeros, me abrocho, esperando, tratando de ser invisible.
—Bien. Me alegra que lo hayamos resuelto —Brittany cierra su puerta, retrocede el Bugatti cerca de una pulgada del auto de policía estacionado diagonalmente detrás de ella, y se mete en el tráfico rodeando el camión de remolque, cortando un convertible Bentley blanco. Se pasa una luz amarilla y lleva el auto a cincuenta y cinco en cuestión de segundos. Zigzagueando alrededor del tráfico lento, golpeando los frenos cuando no puede encontrar un espacio. En un punto hasta cruza los carriles dobles amarillos y se desvía bruscamente en sentido contrario.
Estoy sin aliento, apretando el reposabrazos con nudillos blancos a medida que Brittany acelera a fondo, presionándome contra el asiento mientras que el potente auto viaja sobre cien millas por hora, y entonces soy arrojada a la izquierda mientras Brittany regresa al carril apropiado, frenando y haciendo algo con las velocidades para hacer que el auto desacelere drásticamente.
La escena del incidente con el oficial de policía ya está varias millas detrás de nosotras, y sólo van minutos desde que dejamos la acera. Mi corazón tamborilea en mi pecho, y no por las dementes habilidades de manejo de Brittany. Mientras cambia velocidades, su mano reposa en mi pierna, su dedo trazando patrones en mi rodilla. Miro su mano. Es agradable, suave, las yemas de sus dedos callosas y ásperas en mi piel.
—¿Siempre manejas así? —me las arreglo para preguntar.
—Sí —me mira con una sonrisa rápida—. ¿Por qué?
—Es aterrador. ¿Y si chocamos?
—No lo haremos.
—¿Pero cómo lo sabes?
—Porque se lo que hago. No soy solo una cabeza hueca rica con un carro rápido.
—¿Entonces que eres? —pregunto.
—Um. Un montón de cosas. Antes de que fuera en serio con la actuación, era una corredora callejera. ¿Has visto Rápido y Furioso? Excepto que no éramos pandillas ni chicos de la calle. Éramos mocosos ricos y privilegiados con mucho dinero y nadie que nos dijera que no fuésemos idiotas. Recorrimos Sunset de arriba a abajo a medianoche, o en las áreas pobres donde los policías no les gusta ir. Llevábamos los Ferraris y Lamborghinis de nuestros padres al desierto y competíamos. Íbamos y corríamos en las curvas de las montañas. Así que manejar era lo que hacía. Y luego tuve el papel en Red light Gods, y ellos querían que tomara, como, clases de manejo de autos de carrera. Como, con instructores del gobierno de manejo ofensivo y defensivo, chicos de NASCAR y eso. Lo más gracioso fue cuando querían que tomara este curso de carreras callejeras con un corredor supuestamente reformado que decidió convertirse en un asesor de Hollywood o algo así. Y resulta que era un tipo con el que competí —y vencí— media docena de veces por años —habla mientras maneja, y noto que ha reducido la velocidad y maneja más calmadamente. ¿Por mi bien?—. Por lo tanto sí, se cómo manejar. No tienes que preocuparte.
—¿Alguna vez has estado en un accidente?
Brittany ríe.
—Por supuesto. No puedes correr por las calles sin tener un accidente. Destruí totalmente este NSX que tuve. Ósea, completamente destruido. Era la clase de accidente en la cual no esperas que nadie salga vivo, pero salí caminando sin un rasguño. Estaba por las orillas de South Central compitiendo contra este tipo llamando Johnny Liu. Creo que su papa era Triad, pero, nunca estuve ciertamente segura. Eran como, las tres de la mañana y el ganador tendría el auto de su competidor (PINK SLIPS). Era una cosa usual, un gran circuito de cuatro millas. Tenía la delantera, a punto de hacer este gran giro a la izquierda. La tenia justo derrapando, ¿Sabes? Neumáticos humeando, motor rugiendo. Johnny se hallaba detrás de mí y acercándose rápidamente. Tenía este jodido matador Charger negro y rojo del 68 con un enorme Hemi. Era tan loca. Ahí estaba manejando el Acura NSX, que es un auto japonés, y este chico asiático manejando este auto clásico americano de los 60. De todas maneras, aceleraba a la izquierda hacia Washington. Ni siquiera sé lo que paso, excepto que de repente mi carro está en el aire, girando. Como que, debo de haber girado treinta veces. Creo que fui golpeada desde el asiento de pasajeros. Dios, eso dolió tanto. Rodé, rodé y rodé, supongo que fui afortunada de no golpear un poste de luz, un edificio o algo. Fui afortunada de cualquier manera en que lo pongas, en serio. No tengo idea de cómo no salí herida. Quiero decir, el auto era una bola arrugada de basura, y sólo me retorcí fuera de el, golpeado pero sin heridas.
—Dijiste, antes de que tomaras en serio la actuación. ¿A qué te refieres?
Ella mira los espejos, y entonces, sin advertencia, sale del tráfico y entra en una calle lateral, pasando de derecha a izquierda, de vuelta a la conducción errática y locamente rápida. De nuevo aprieto el reposabrazos y contengo la respiración a medida que recorre calles secundarias a cincuenta millas por hora, y a continuación de regreso a la vía principal, apresurándose sobre todos los carriles y en la autopista. Ya vamos a noventa, apenas evitando desastre tras desastre, y luego saliendo con una velocidad más normal.
—¿Qué fue eso? —respiro.
Brittany me sonríe.
—Tenía una pelusa detrás. Lo perdimos.
—¿Pelusa?
—¿Policía? ¿Policía del tráfico?
Le hago una mueca.
—¿Realmente quién dice pelusa?
—Yo, al parecer.
—Así que, ¿Acabas de evadir a un policía?
—Sip —mira detrás de nosotras mientras maneja, pero parece confiada de que los perdimos. Sus ojos se hallan trabados en los míos mientras esperamos en una luz roja—. Entonces. ¿Qué opinas sobre tu primer encuentro con los pop?
—¿Pop? —pregunto.
—Paparazzi.
—Oh —respondo—. Fue… espantoso. No tienen miedo de preguntar nada, ¿Verdad?
Ríe.
—No, y son implacables. Notaste que, aunque no respondimos ninguna de sus preguntas acerca de ti, y dijimos que no estamos juntas, ellos aún van a imprimir cualquier cosa que venderá copias. Este es probablemente uno de esos momentos “no te desanimes”, pero no te recomendaría que leyeras alguna revista de chismes. No te gustará.
No me siento segura sobre qué pensar o decir. Probablemente iré a buscar mi nombre en internet ahora. Me quedo en silencio por largos minutos, evitando sus ojos, manteniendo mis rodillas a un lado así no me puede tocar. Su toque me hace perder la cordura. No puedo continuar siendo succionada en su órbita.
Atravesamos una comunidad cercada de Beverly Hills, pasando haciendas gigantescas que valen millones de dólares, onduladas expansiones de césped verde, arbustos esculpidos y calzadas amplias y curvas. A medida que avanzamos a un paso sorprendentemente tranquilo en el vecindario, veo a una muy conocida actriz recogiendo su correo, y después a un famoso basquetbolista de L.A. lavando su auto deportivo. Brittany mira hacia mí como para medir mi reacción al vecindario.
—Manejas como una persona normal —remarco.
Se encoge de hombros.
—Esta es mi comunidad. Conozco a esta gente. Tienen niños —señala a L.A. a lo lejos—. ¿Allá afuera? Es una zona de guerra. Fui nacido y criado en L.A., y conozco esta ciudad al derecho y al revés. Conozco el tráfico, se dónde están las trampas de velocidad, y donde los vecindarios son realmente peligrosos. ¿Aquí? Vivo aquí. No manejaré como una idiota.
—Nunca respondiste a mi pregunta. Dijiste antes que te volviste seria con la actuación. ¿Cómo lo hiciste?
No responde. Lleva el Bugatti a una larga entrada y debajo de un arco y entra a un patio. La casa es una mansión enorme tipo hacienda española, con balcones que dan al patio, que en el centro tiene una fuente arrojando agua. Un lado del patio es una enorme pared de puertas de garaje, unas cuantas abiertas, mostrando las colas de varios tipos de autos. El Bugatti es estacionado cerca de la puerta principal, detrás de un clásico convertible rojo cereza. Quisiera decir que es un Ford Mustang, pero no estoy segura.
Brittany me ve observándolo.
—Ese en un Ford Mustang Boss 429 de 1969 —debo verme desconcertada—. Son muy raros, en términos de ese estilo en particular y el año.
—¿Tu lo construiste?
Asiente.
—Sí. Bueno, reconstruirlo es más preciso. Compré el chasís de un tipo en Mendocino, y luego encontré un motor Boss 429 y lo limpié. Tiene la radio original, asientos de cuero, todo el interior está en perfecto estado y casi completamente original.
Giro y regresamos por el camino que vinimos, pero me detengo por la multitud de paparazzi. Hay docenas de ellos, y me fotografían.
—Señorita López, ¿Son Ud. y Brittany pareja? ¿Cuánto tiempo han estado juntas? ¿La atrapaste con otra mujer? —un hombre de mediana edad, con cabello marrón espeso y lentes cuadrados acerca una grabadora de voz y me dispara un tren de preguntas.
¿Cómo saben mi nombre? Eso me asusta más que nada.
Una delgada mujer como un palillo con rasgos demacrados y cabello oscuro rizado habla sobre él.
—Señorita López, ¿Por qué Brittany la cargó a su dormitorio ayer? ¿Eres estudiante de la USC? ¿Es verdad que Ud. y Brittany sorprendieron a su compañera de cuarto teniendo sexo? ¿Cómo es Brittany en la cama?
Mi boca se abre y cierra. Me siento obligada a responder sus preguntas. Fui criada para ser amable, responder cuando me hablan. No sé qué decir. No quiero ser noticia.
—Yo… yo… nosotras no, um… yo no…
—¿Puedes hablar sobre tu relación con Brittany Pierce?
—¿Qué edad tienes? ¿Tienes esposo?
—¿Santana, has pensando en modelar?
—¡Mira hacia acá, Santana!
—¡Santana, por aquí!
—Santana, ¿Alguna vez Brittany te ha pedido que hicieras algo que no quieres hacer en la cama?
Miro de una voz a otra, abriendo y cerrando mi boca, parpadeando ante los flashes. Siento el brazo de Brittany rodear mi cintura, halarme hacia atrás, y luego se encuentra parada delante de mí, escudándome.
—Santana no va a hablar esta vez, chicos —avanza un poco, y la siento cambiar, volviéndose rígida y formal, como si estuviera colocándose una armadura—. ¿Qué tal si contesto unas pocas preguntas acerca de la película?
El hombre que hizo la primera pregunta avanza, buscando espacio.
—Brittany, hemos oído rumores de que estarás en la nueva versión de Lo Que El Viento se Llevó. ¿Puedes confirmar eso?
Brittany dirige su atención al hombre.
—Hey, Bill, ¿Cómo estás? Sí, puedo confirmarlo. Estoy interpretando al papel principal femenino. Empezaremos a filmar el próximo mes. Casi estamos listos con la pre—producción y el desarrollo.
—¿Santana es parte del proyecto? —no consigo ver quien pregunta eso.
—Es una interna trabajando para John Kazantzidis en Fourth Dimension.
—¿Acerca de qué estaban discutiendo? No me pareció una discusión sobre trabajo. ¿Están juntas?
Los hombros de Brittany se flexionan y tensan.
—No voy a hablar sobre eso, simplemente para decir, no, no estamos juntas, y jamás lo hemos estado. Es una interna del proyecto. Era una discusión de trabajo.
La misma voz habla, una voz masculina joven.
—No pareció así para mí, Brittany, y todos sabemos tu historia con las internas y asistentes. Vamos, danos algo.
La voz de Brittany se endurece.
—Te estoy dando algo. No seas imbécil, Tom. Deja fuera de esto a Santana. Hablaré sobre la película, pero eso es todo. Cualquier otra pregunta sobre Santana, y se acabó.
Todo lo que puedo ver es la espalda de Brittany, la camisa naranja estirándose sobre sus hombros, y la parte de atrás de su cabeza, el cabello curvándose en la base del cuello. Necesita un corte allí. Quiero pasar mis manos sobre la expansión de sus hombros, pero no lo hago.
—¿Por qué la proteges, si no están juntas? —habla la misma voz, a quien Brittany llamó Tom.
—Ella nunca ha lidiado con ustedes antes. Son unas jodidas barracudas.
Tom nuevamente.
—¿Segura no hablarás de ella? Es atractiva, Brittany. Se ven bien juntas.
Brittany envuelve su brazo sobre mis hombros, me atrae cerca a medida que atravesamos la multitud, ignorando los cegadores flashes de las cámaras y el bombardeo de preguntas. No habla, y todo lo que puedo hacer es trotar en mis tacones altos para mantenerme a su paso. Su brazo es un escudo alrededor de mis hombros, un show para los periodistas, paparazzi, lo que sea que son. Mi corazón martillea. Ya han captado que hay algo sucediendo. Saben quién soy. Averiguarán que soy una stripper. Kaz se enterará, y me despedirá. Todos sabrán que soy una stripper, y es lo que seré para todo el mundo. Una chica dispuesta a quitarse la ropa.
Hemos caminado tres cuadras y todavía no hemos llegado a la intersección donde me bajé del auto de Brittany. No tenía idea de que había corrido tanto. Después de media cuadra, vemos una multitud reunida alrededor de un policía, y un camión de remolque preparándose para cargar el auto de Brittany. Brittany maldice por lo bajo.
—Hey, no necesitas remolcarlo.
El policía se vuelve, reconoce a Brittany y se ve intimidado.
—Lo siento, señorita Pierce. No puede dejar su auto estacionado así en medio de la calle.
—No hay problema. Pero ahora estoy aquí, así que está bien.
—Pero… —el policía parece nervioso.
Brittany se acerca un paso más al policía, es un hombre mayor con un abdomen redondo y cabello salpicado de canas.
—¿Ud. tiene una hija, Oficial… O’Hare?
—Yo… sí, pero…
Brittany toma del oficial la libreta de tickets, y saca un Sharpie negro y grueso del bolsillo de sus shorts.
—¿Cuál es su nombre, Oficial O’Hare?
—Jill, pero eso no…
Brittany le da al hombre una gentil, sonrisa encantadora, y escribe horizontalmente sobre la libreta. Leo que escribe: Para Jill, porque tu Papá es un héroe. Tu amiga, Brittany Pierce. El nombre es escrito en un dramático garabato inclinado, la escritura impresa pulcramente. Devuelve la libreta al policía y guarda el marcador, luego palmea al hombre mayor en el hombro.
—Escuche, Oficial O’Hare. Fue una pequeña emergencia. No pasará de nuevo. Estoy segura que Ud. entiende. —Brittany camina en la calle, halándome de la mano. El oficial se desplaza también como si fuera un imán, escupiendo y fanfarroneando.
—Señorita Pierce, aprecio el autógrafo, porque mi hija es una gran fan suya, pero no puedo dejar que Ud. simplemente se vaya.
Brittany abre la puerta del pasajero y me insta a entrar, luego va al lado del conductor, y entra, presionando el botón de encendido para que el motor brame a la vida. Pisa el acelerador y el motor ruge.
—Entonces deme una multa. No tiene sentido intentar remolcarlo, ya que estoy aquí ahora. Escríbame una multa por lo que usted quiera. Sólo hágalo rápido, si puede. Tengo una reunión importante con mis productores en una hora.
El Oficial O’Hare está claramente perplejo. Sus ojos parpadean a la gran multitud de Brittany, a mí, al auto —que vale más de lo que el hará en toda su vida. Vacila, y Brittany se impacienta. Saca una tarjeta de su billetera y se la entrega al oficial.
—¿Qué tal esto? Realmente me tengo que ir. Aquí está la tarjeta de mi abogado. Puedes enviarle la multa o lo que quieras a él —estoy conmocionada por sus agallas.
—Supongo que podría… quiero decir… —el Oficial O’Hare mira a la multitud, y de vuelta a mí por alguna razón.
Me siento silenciosamente en el asiento de pasajeros, me abrocho, esperando, tratando de ser invisible.
—Bien. Me alegra que lo hayamos resuelto —Brittany cierra su puerta, retrocede el Bugatti cerca de una pulgada del auto de policía estacionado diagonalmente detrás de ella, y se mete en el tráfico rodeando el camión de remolque, cortando un convertible Bentley blanco. Se pasa una luz amarilla y lleva el auto a cincuenta y cinco en cuestión de segundos. Zigzagueando alrededor del tráfico lento, golpeando los frenos cuando no puede encontrar un espacio. En un punto hasta cruza los carriles dobles amarillos y se desvía bruscamente en sentido contrario.
Estoy sin aliento, apretando el reposabrazos con nudillos blancos a medida que Brittany acelera a fondo, presionándome contra el asiento mientras que el potente auto viaja sobre cien millas por hora, y entonces soy arrojada a la izquierda mientras Brittany regresa al carril apropiado, frenando y haciendo algo con las velocidades para hacer que el auto desacelere drásticamente.
La escena del incidente con el oficial de policía ya está varias millas detrás de nosotras, y sólo van minutos desde que dejamos la acera. Mi corazón tamborilea en mi pecho, y no por las dementes habilidades de manejo de Brittany. Mientras cambia velocidades, su mano reposa en mi pierna, su dedo trazando patrones en mi rodilla. Miro su mano. Es agradable, suave, las yemas de sus dedos callosas y ásperas en mi piel.
—¿Siempre manejas así? —me las arreglo para preguntar.
—Sí —me mira con una sonrisa rápida—. ¿Por qué?
—Es aterrador. ¿Y si chocamos?
—No lo haremos.
—¿Pero cómo lo sabes?
—Porque se lo que hago. No soy solo una cabeza hueca rica con un carro rápido.
—¿Entonces que eres? —pregunto.
—Um. Un montón de cosas. Antes de que fuera en serio con la actuación, era una corredora callejera. ¿Has visto Rápido y Furioso? Excepto que no éramos pandillas ni chicos de la calle. Éramos mocosos ricos y privilegiados con mucho dinero y nadie que nos dijera que no fuésemos idiotas. Recorrimos Sunset de arriba a abajo a medianoche, o en las áreas pobres donde los policías no les gusta ir. Llevábamos los Ferraris y Lamborghinis de nuestros padres al desierto y competíamos. Íbamos y corríamos en las curvas de las montañas. Así que manejar era lo que hacía. Y luego tuve el papel en Red light Gods, y ellos querían que tomara, como, clases de manejo de autos de carrera. Como, con instructores del gobierno de manejo ofensivo y defensivo, chicos de NASCAR y eso. Lo más gracioso fue cuando querían que tomara este curso de carreras callejeras con un corredor supuestamente reformado que decidió convertirse en un asesor de Hollywood o algo así. Y resulta que era un tipo con el que competí —y vencí— media docena de veces por años —habla mientras maneja, y noto que ha reducido la velocidad y maneja más calmadamente. ¿Por mi bien?—. Por lo tanto sí, se cómo manejar. No tienes que preocuparte.
—¿Alguna vez has estado en un accidente?
Brittany ríe.
—Por supuesto. No puedes correr por las calles sin tener un accidente. Destruí totalmente este NSX que tuve. Ósea, completamente destruido. Era la clase de accidente en la cual no esperas que nadie salga vivo, pero salí caminando sin un rasguño. Estaba por las orillas de South Central compitiendo contra este tipo llamando Johnny Liu. Creo que su papa era Triad, pero, nunca estuve ciertamente segura. Eran como, las tres de la mañana y el ganador tendría el auto de su competidor (PINK SLIPS). Era una cosa usual, un gran circuito de cuatro millas. Tenía la delantera, a punto de hacer este gran giro a la izquierda. La tenia justo derrapando, ¿Sabes? Neumáticos humeando, motor rugiendo. Johnny se hallaba detrás de mí y acercándose rápidamente. Tenía este jodido matador Charger negro y rojo del 68 con un enorme Hemi. Era tan loca. Ahí estaba manejando el Acura NSX, que es un auto japonés, y este chico asiático manejando este auto clásico americano de los 60. De todas maneras, aceleraba a la izquierda hacia Washington. Ni siquiera sé lo que paso, excepto que de repente mi carro está en el aire, girando. Como que, debo de haber girado treinta veces. Creo que fui golpeada desde el asiento de pasajeros. Dios, eso dolió tanto. Rodé, rodé y rodé, supongo que fui afortunada de no golpear un poste de luz, un edificio o algo. Fui afortunada de cualquier manera en que lo pongas, en serio. No tengo idea de cómo no salí herida. Quiero decir, el auto era una bola arrugada de basura, y sólo me retorcí fuera de el, golpeado pero sin heridas.
—Dijiste, antes de que tomaras en serio la actuación. ¿A qué te refieres?
Ella mira los espejos, y entonces, sin advertencia, sale del tráfico y entra en una calle lateral, pasando de derecha a izquierda, de vuelta a la conducción errática y locamente rápida. De nuevo aprieto el reposabrazos y contengo la respiración a medida que recorre calles secundarias a cincuenta millas por hora, y a continuación de regreso a la vía principal, apresurándose sobre todos los carriles y en la autopista. Ya vamos a noventa, apenas evitando desastre tras desastre, y luego saliendo con una velocidad más normal.
—¿Qué fue eso? —respiro.
Brittany me sonríe.
—Tenía una pelusa detrás. Lo perdimos.
—¿Pelusa?
—¿Policía? ¿Policía del tráfico?
Le hago una mueca.
—¿Realmente quién dice pelusa?
—Yo, al parecer.
—Así que, ¿Acabas de evadir a un policía?
—Sip —mira detrás de nosotras mientras maneja, pero parece confiada de que los perdimos. Sus ojos se hallan trabados en los míos mientras esperamos en una luz roja—. Entonces. ¿Qué opinas sobre tu primer encuentro con los pop?
—¿Pop? —pregunto.
—Paparazzi.
—Oh —respondo—. Fue… espantoso. No tienen miedo de preguntar nada, ¿Verdad?
Ríe.
—No, y son implacables. Notaste que, aunque no respondimos ninguna de sus preguntas acerca de ti, y dijimos que no estamos juntas, ellos aún van a imprimir cualquier cosa que venderá copias. Este es probablemente uno de esos momentos “no te desanimes”, pero no te recomendaría que leyeras alguna revista de chismes. No te gustará.
No me siento segura sobre qué pensar o decir. Probablemente iré a buscar mi nombre en internet ahora. Me quedo en silencio por largos minutos, evitando sus ojos, manteniendo mis rodillas a un lado así no me puede tocar. Su toque me hace perder la cordura. No puedo continuar siendo succionada en su órbita.
Atravesamos una comunidad cercada de Beverly Hills, pasando haciendas gigantescas que valen millones de dólares, onduladas expansiones de césped verde, arbustos esculpidos y calzadas amplias y curvas. A medida que avanzamos a un paso sorprendentemente tranquilo en el vecindario, veo a una muy conocida actriz recogiendo su correo, y después a un famoso basquetbolista de L.A. lavando su auto deportivo. Brittany mira hacia mí como para medir mi reacción al vecindario.
—Manejas como una persona normal —remarco.
Se encoge de hombros.
—Esta es mi comunidad. Conozco a esta gente. Tienen niños —señala a L.A. a lo lejos—. ¿Allá afuera? Es una zona de guerra. Fui nacido y criado en L.A., y conozco esta ciudad al derecho y al revés. Conozco el tráfico, se dónde están las trampas de velocidad, y donde los vecindarios son realmente peligrosos. ¿Aquí? Vivo aquí. No manejaré como una idiota.
—Nunca respondiste a mi pregunta. Dijiste antes que te volviste seria con la actuación. ¿Cómo lo hiciste?
No responde. Lleva el Bugatti a una larga entrada y debajo de un arco y entra a un patio. La casa es una mansión enorme tipo hacienda española, con balcones que dan al patio, que en el centro tiene una fuente arrojando agua. Un lado del patio es una enorme pared de puertas de garaje, unas cuantas abiertas, mostrando las colas de varios tipos de autos. El Bugatti es estacionado cerca de la puerta principal, detrás de un clásico convertible rojo cereza. Quisiera decir que es un Ford Mustang, pero no estoy segura.
Brittany me ve observándolo.
—Ese en un Ford Mustang Boss 429 de 1969 —debo verme desconcertada—. Son muy raros, en términos de ese estilo en particular y el año.
—¿Tu lo construiste?
Asiente.
—Sí. Bueno, reconstruirlo es más preciso. Compré el chasís de un tipo en Mendocino, y luego encontré un motor Boss 429 y lo limpié. Tiene la radio original, asientos de cuero, todo el interior está en perfecto estado y casi completamente original.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
A britany no parece importarle nada, y a llegado a la vida de santana en el mejor momento, se ha dado cuenta que es una buena chica y quiere ayudarla, solo que santana es algo dificil, pero quien pde culparla?????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Jajaja se esta poniendo muy bueno!!!
Le afecta y demasiado britt a san....
Dan tendría que bajar un poco la guardia y dejarce ayudar por britt aunque sea una sola ves!
Le afecta y demasiado britt a san....
Dan tendría que bajar un poco la guardia y dejarce ayudar por britt aunque sea una sola ves!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
micky morales escribió:A britany no parece importarle nada, y a llegado a la vida de santana en el mejor momento, se ha dado cuenta que es una buena chica y quiere ayudarla, solo que santana es algo dificil, pero quien pde culparla?????
Hey!!, creo que cada una ve la oportunidad de renovarse en la otra, de que manera pues cada quien con sus particularidades, para Brittany todo es ganancia con Santana y creo que hasta refrescante en cuanto a lo normal a lo que esta acostumbrada.
Santana por su parte aun tiene arraigada la mentalidad de la religión a la cual fue forzada a creer y creo que eso le impedira muchas cosas o por lo menos la detendra por un tiempo de involucrarse con Brittany o de recibir ayuda de cualquier manera...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
3:) escribió:Jajaja se esta poniendo muy bueno!!!
Le afecta y demasiado britt a san....
Dan tendría que bajar un poco la guardia y dejarce ayudar por britt aunque sea una sola ves!
sip, ya va en camino algo, ya actuan Santana hasta como novia celosa.... ojala que la morena se deje ayudar.....ojala----
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Su expresión se ilumina a medida que habla del auto, y salgo para seguirla hasta el auto. Es un auto lindo, creo. Más para hombres que para ella. Pero le queda a Brittany perfectamente. Si la imaginara manejando, sería en este auto. Pienso que, el Bugatti es un símbolo de status. Ella tiene el capo abierto, y apunta a varias partes del motor, recitando hechos, números, nombres, y no puedo seguirla ni entender nada de lo que habla, pero Dios, es lindo verla emocionada. Es una Brittany totalmente diferente, hablando sobre su carro. Sus ojos son más azules, el tono luminoso del liquen sobre piedra. Y entonces me doy cuenta que aún no ha respondido mi pregunta. Parece que la evade. Lo dejo pasar y la observo hablar, escuchando y tratando de no ser absorbida en su órbita otra vez. Es una batalla constante. Su cara está animada e infantil y, Dios, tan hermosa. Las líneas y ángulos de su cara esculpidas como si fuesen hechas por un artista. Ya no creo en Dios, pero si lo hiciera, Brittany seria la prueba de su trabajo.
Eventualmente Brittany nota que no sigo nada de lo que comenta y se detiene a mitad de frase, ruborizándose. Frota la parte de atrás de su cuello y me sonríe tímidamente.
—Rayos, me puse en modo hombre, ¿Cierto? —cierra el capo, toma mi mano y me lleva a la puerta principal—. Lo siento. Los carros son mi cosa, y me pongo todo nerd cuando hablo de ellos.
No puedo evitar sonreírle.
—Fue tierno.
—Genial. “Fue tierno”. Ese es el beso de la muerte para mi.
—¿Qué se supone que signifique eso? Fue tierno. No es algo malo. —La sigo a través de la puerta y dentro de un vestíbulo espacioso con un elaborado candelabro de imitación de velas.
—Santana, a ninguna chica le gusta ser llamada “tierna”. Tierna es la oposición diametral de sexy.
Me siento enrojecer furiosamente, y me da esa mirada de nuevo, esa que dice que no entiende como no puedo saber de lo que habla.
—Te ruborizas fácilmente, ¿Sabes? —toca mi mejilla con sus dedos, y mi piel arde donde me toca. Quiero apartarme, pero no puedo. Mi clara incomodidad la divierte aún más—. ¿Dónde creciste que eres tan inocente?
Suspiro.
—Crecí en Macon, Georgia —me da una mirada de… ¿yyy? Giro lejos de ella y me ocupo en examinar un traje de armadura que descansa entre las dos alas de la escalera curva—. Fui sobreprotegida, ¿Okay? Sólo… déjalo así —de ninguna manera estoy lista para decirle sobre mi crianza.
—Sobreprotegida, ¿Huh? —Se mueve para estar detrás de mí y aunque no puedo verla ni sentirla, y no me toca, puedo sentir su presencia como un infierno—. ¿Entonces cómo pasaste de una chica sobreprotegida en Macon a una stripper en L.A.?
Casi me las arreglé para olvidar, por medio segundo, como me gano la vida. Es jueves, el ultimo de mis tres días libres; trabajo desde viernes a lunes. Los martes estoy aliviada de no tener que trabajar, que sólo puedo ser yo y no tener que bailar. Los miércoles, el horrible hecho de lo que hago se ha desvanecido un poco, yéndose a la parte de atrás de mi mente mientras me enfoco en la escuela y en el internado. Para el jueves casi puedo olvidar. Casi puedo pretender que sólo soy Santana, una estudiante universitaria normal. Y luego llega el viernes, y soy forzada de vuelta a la realidad: soy una stripper.
Me quito la ropa por dinero, para la fantasía y deseo de los hombres.
Los jueves son mis días de oro. Es mi único día para ser Santana, simplemente Santana. Y ahora Brittany viene y me lo recuerda. Estoy llena de una rabia irracional. Giro y grito:
—Desesperación, ¿Bien? —empujándola hacia atrás, no para hacerle daño, pero por pura rabia y frustración—. ¡No tuve opción! Era el único trabajo disponible que pude encontrar, y busque por meses. ¡Meses! No tenía experiencia laboral en nada. No tengo… No tengo a nadie a quien acudir. Yo… yo no tengo ningún sitio a donde ir. No puedo y no iré de vuelta a Georgia. Mi beca se agotó, y cubría desde clases a alojamiento, comida y libros. Lo odio. Lo odio. Lo odio… ¡Lo odio! —en mi arrebato se filtra el acento de Georgia.
Estoy sollozando, y no puedo parar. Giro lejos de ella, trastabillo, y me hundo en el frio piso de mármol. Todo sale afuera, las emociones que he mantenido embotelladas por meses. La soledad, nostalgia, vergüenza y culpa. No vienen como palabras, sino sollozos fuertes y rotos.
La siento arrodillarse a mi lado, sus brazos van a mí alrededor. La empujo, pero no tengo fuerzas y es muy fuerte, cálida y reconfortante.
—Ya no estás sola, Santana —es la peor cosa que podría haber dicho. Si antes estaba sollozando, se convierte en una tormenta de lágrimas, se convierte en lo que sea que viene después de sollozar.
No dice nada más. Sólo me sostiene, allí en el piso de su recibidor, y me deja llorar. Desearía decir que la explosión es catártica, pero no lo es. Sólo es necesario. Una crisis de autocompasión. No ayuda. No cambia nada.
—Déjame ir —digo, luchando contra ella.
—No —su voz es amable pero firme, y sus brazos inexorablemente firmes.
—Por favor. Sólo déjame ir. Estoy bien.
—Mientes.
—¿Qué quieres de mí? —dejo de luchar y me ablando, pero estoy tensa.
—¿La verdad acerca de ti misma?
Es la única cosa que no puedo dar, no daré. No sé cuál es la verdad, y aunque la supiera, no es a Brittany a quien se la podría explicar. Ella es Brittany Pierce, la estrella de Hollywood. Sólo soy Santana de Macon, Georgia.
Su teléfono suena en su bolsillo, y aunque no se mueve para contestarlo, es un recordatorio de la realidad. Sus brazos están a mi alrededor, cálidos, cómodos, y quiero quedarme aquí por siempre, justo así, porque casi… casi olvido quien soy, quien es ella y la realidad que aguarda por mí. Casi.
Sus labios rozan el arco de mi oreja, tiemblo, sorprendida por la ternura y lo íntimo del momento. Pero no puedo dejarme creer que esto significa algo. Ese mensaje de Ashley M. me recordó un hecho importante; Brittany Pierce y yo venimos de mundos completamente diferentes. Fui absorbida e hipnotizada por la intensidad y belleza femenina que es Brittany. Pero entonces, no solamente soy yo, ¿Verdad? Le pagan millones de dólares para que sea así. Honra la pantalla grande y hace actuaciones dignas de un Oscar gracias a esa habilidad, esa seducción innata. Está en ella, es parte de ella. Seduce sin intentarlo siquiera. Es un incubo accidental. Sus ojos de mercurio te atraen a ella, un momento son azul cielo, un verde gris azul turbio y sereno, y luego se emociona y son verdosos, o molesto y son azules. Su cuerpo seduce igualmente, el ángulo de sus hombros y la línea de su mandibular, el levantamiento exótico de sus mejillas, el poder de sus manos y la expansión de sus hombros y la afilada dureza de su cintura. Su gracia ligera y letal es hipnótica, también, la manera en la que se mueve como una leona en la sabana africana, incluso cuando está caminando por una acera.
Fui absorbida por todo esto, pero no puedo permitir que pase de nuevo. No me conoce, ni yo a ella. No somos amigas. Ni amantes. Me besó, pero eso no significa nada. Para una mujer como Brittany, un beso no es más que un apretón de manos. Está acostumbrada a noches de sexo y luego una rápida despedida. Es un intercambio de placer para ella. Nada más.
Para mí, el sexo es un misterio. Una fantasía. Un sueño. El futuro. Siempre ha sido el futuro. Algún día conoceré a la persona correcta; esa era mi filosofía como adolescente. Ahora, sólo quiero graduarme y encontrar un trabajo y ser capaz de dejar Noches Exóticas. Quiero dejar de ser stripper. No pienso en el futuro, excepto por una vaga idea esperanzadora de que todo mejorará. Brittany no es el futuro. Es mi presente, nada para mí. Ni yo para ella. No soy un objeto de deseo, excepto que me ha visto desnuda y me quiere para una noche de placer.
Y yo quiero más. Quiero un futuro.
Me sacudo y respiro profundamente. Cuando he logrado un sentido de equilibrio, me levanto, y Brittany me lo permite. Siento sus ojos sobre mí mientras enderezo mi falda y aprieto mi cola de caballo.
—Gracias.
Ella se levanta, y sus manos van a mi cintura. Ni siquiera pienso por varios segundos, porque se siente tan… correcto. Pero entonces recuerdo y me alejo.
—¿Estás bien? —pregunta. Sus ojos son un azul apagado, pero su expresión muestra preocupación.
Asiento.
—Sí.
—Eres una mujer. “Bien” tiene muchos significados.
En algún lugar el tañido de un reloj, marca la media hora.
—Estoy bien. Perfectamente. Perdona que haya perdido la compostura así —digo con un profesionalismo forzado—. Tu reunión es en media hora. Deberías cambiarte.
—Santana… —se acerca.
Tiro del dobladillo de mi camisa.
—¿Dónde está tu baño? Debería acomodarme si vamos a Spago.
—No me interesa la reunión. Toma un trago conmigo. Háblame.
—¿Hablar sobre qué? —me encuentro con sus ojos brevemente—. No es algo de lo que tengas que preocuparte.
—Pero me preocupo —dice y puedo decir que está siendo sincera.
—Bueno… no. No importa —me giro y voy más adentro de la casa suponiendo que encontraré un baño por mí misma. Tengo que alejarme de ella. Es muy fácil creer que en verdad se preocupa.
—Maldita sea, Santana. Detente. No soy estúpida; es obvio que no estás bien —todavía está de pie en el recibidor cerca del traje de armadura.
Encuentro un medio baño y me detengo en la puerta, miro hacia ella, y sonrió. Es falsa, y lo sabe.
—Quizás no, pero no es tu problema. Sólo soy la interna. Mi vida privada no es parte de la asignación.
—Tú no eres solo una asignación. No te conocí como Santana la interna. Te conocí como Gracie la stripper. Pero esa no eres tú, y no perteneces allí —se mueve hacia mí, grande e intimidante, sus ojos congelándome en el lugar—. Lo sabía entonces, y lo sé ahora. No puedo… no puedo ni imaginarte allí. Eres mucho más que ese club de porquería.
—Pero esa es mi realidad. Esta toda allí. Tú… apenas nos conocemos. Sólo… deja de confundirme, ¿Sí? ¿Por favor? —Me estoy alejando de ella, regresando al baño. Cuando esta así de cerca, a pulgadas con sus ojos en mí, azules e inescrutables, no puedo pensar y recordar porque se supone que tengo que mantenerme lejos de ella.
—¿Confundirte? ¿Cómo te confundo?
—Sólo lo haces. Todo sobre ti. Me hablas y actúas como si me conocieras. Como… si fuéramos algo —mi espalda golpea el lavabo, y ella está justo allí y no tengo a donde ir
—¿Por qué eso te confunde?
—¿Por qué no es verdad? —odio que salga en forma de pregunta, como si tuviera dudas.
—¿Pero que sí lo es? ¿Qué sí te conozco? ¿Qué sí somos algo… o podríamos serlo? —su mano se alza para descansar en mi cadera, y me siento atraída de vuelta hacia ella, cerca y más cerca.
Su boca se aproxima, sus ojos a centímetros de los míos. No, esto no puede suceder otra vez. Pierdo más de mi misma cada vez que me besa. Pero eso no es verdad. Es lo que debería ser verdad. La realidad es que gano más de mi misma cuando me besa. Como si las capas de mentiras, confusión y vergüenza se caen, y solo somos ella y yo, nuestras bocas y la sensación de su beso. Sucede.
Sus labios tocan los míos, y todo lo demás se desvanece. Soy poseída por ella. Me besa con la misma fácil destreza con la que maneja su auto. Saca un gemido de mí, atrae mi cuerpo hacia ella, me moldea y me guía a un lugar de aquiescencia, con su boca y manos.
No sólo dejo que me bese; la estoy besando de vuelta. Mi boca se mueve, mis labios saborean los suyos, mis manos descansan en sus pechos entre nosotras curvándose en su camisa, y me presiono contra ella, aplastando mis curvas contra sus ángulos. Estoy participando, alentando.
Su mano se desliza de la parte alta de mi cadera hacia abajo para rodear mi trasero, y una chispa se enciende dentro de mí. Es un toque prohibido, un familiar, posesivo, erótico, y provocativo gesto. Es un paso hacia algo más.
Un beso es s un beso, pero su mano en mi trasero, sosteniéndome y adueñándose así… es más.
Me gusta. El calor se construye en mi vientre por su agarre en mi trasero. Una mano, y entonces, cuando no la detengo… dos. Ambas manos en mi trasero. Solo sosteniéndome al principio. Luego explorando y acariciando en lentos, y expansivos círculos. Sus dedos se clavan, empujando en el musculo, agarrando fuertemente, soltando, y agarrando otra vez. Acaricia suavemente, en círculos y me sostiene. Me acerca a ella. Siento su deseo. Gimo en su beso. Me levanta más y me sienta en el borde del lavabo. Por su propia voluntad, mis traidoras piernas se curvan alrededor de su cintura. Me levanta en alto y su boca está consumiéndome. Me pone de vuelta en el mostrador y el borde del lavabo golpea mi coxis, despertándome de mi trance.
Rompo el beso, empujándola débilmente.
—No, para. Para. No puedo… no podemos.
No me deja ir, y no me muevo.
—¿Por qué? —pregunta, su voz un susurro áspero y afilado.
—No puedo. No podemos —no sé cómo formular una razón porque no logro recordar la razón.
No sé qué espera después de los besos. Intelectualmente, sé que viene el sexo. Pero es una tierra desconocida. Un mito. Una idea irreal. Un concepto terrorífico de cuerpos desnudos e intrusión, vulnerabilidad y embarazo. Pecado. Y no estoy lista para eso, pero no le debo decir eso a Brittany. No sé cómo decir nada de esto en palabras.
—No estamos… esto no es… —me aferro a cualquier cosa para decirle, inclusive baratas medias verdades que no son razones verdaderas—. Somos de mundos diferentes. No funcionará. Soy tu empleada.
Retrocede, y veo el conocimiento de mis mentiras en su cara, en la dureza de sus ojos.
Eventualmente Brittany nota que no sigo nada de lo que comenta y se detiene a mitad de frase, ruborizándose. Frota la parte de atrás de su cuello y me sonríe tímidamente.
—Rayos, me puse en modo hombre, ¿Cierto? —cierra el capo, toma mi mano y me lleva a la puerta principal—. Lo siento. Los carros son mi cosa, y me pongo todo nerd cuando hablo de ellos.
No puedo evitar sonreírle.
—Fue tierno.
—Genial. “Fue tierno”. Ese es el beso de la muerte para mi.
—¿Qué se supone que signifique eso? Fue tierno. No es algo malo. —La sigo a través de la puerta y dentro de un vestíbulo espacioso con un elaborado candelabro de imitación de velas.
—Santana, a ninguna chica le gusta ser llamada “tierna”. Tierna es la oposición diametral de sexy.
Me siento enrojecer furiosamente, y me da esa mirada de nuevo, esa que dice que no entiende como no puedo saber de lo que habla.
—Te ruborizas fácilmente, ¿Sabes? —toca mi mejilla con sus dedos, y mi piel arde donde me toca. Quiero apartarme, pero no puedo. Mi clara incomodidad la divierte aún más—. ¿Dónde creciste que eres tan inocente?
Suspiro.
—Crecí en Macon, Georgia —me da una mirada de… ¿yyy? Giro lejos de ella y me ocupo en examinar un traje de armadura que descansa entre las dos alas de la escalera curva—. Fui sobreprotegida, ¿Okay? Sólo… déjalo así —de ninguna manera estoy lista para decirle sobre mi crianza.
—Sobreprotegida, ¿Huh? —Se mueve para estar detrás de mí y aunque no puedo verla ni sentirla, y no me toca, puedo sentir su presencia como un infierno—. ¿Entonces cómo pasaste de una chica sobreprotegida en Macon a una stripper en L.A.?
Casi me las arreglé para olvidar, por medio segundo, como me gano la vida. Es jueves, el ultimo de mis tres días libres; trabajo desde viernes a lunes. Los martes estoy aliviada de no tener que trabajar, que sólo puedo ser yo y no tener que bailar. Los miércoles, el horrible hecho de lo que hago se ha desvanecido un poco, yéndose a la parte de atrás de mi mente mientras me enfoco en la escuela y en el internado. Para el jueves casi puedo olvidar. Casi puedo pretender que sólo soy Santana, una estudiante universitaria normal. Y luego llega el viernes, y soy forzada de vuelta a la realidad: soy una stripper.
Me quito la ropa por dinero, para la fantasía y deseo de los hombres.
Los jueves son mis días de oro. Es mi único día para ser Santana, simplemente Santana. Y ahora Brittany viene y me lo recuerda. Estoy llena de una rabia irracional. Giro y grito:
—Desesperación, ¿Bien? —empujándola hacia atrás, no para hacerle daño, pero por pura rabia y frustración—. ¡No tuve opción! Era el único trabajo disponible que pude encontrar, y busque por meses. ¡Meses! No tenía experiencia laboral en nada. No tengo… No tengo a nadie a quien acudir. Yo… yo no tengo ningún sitio a donde ir. No puedo y no iré de vuelta a Georgia. Mi beca se agotó, y cubría desde clases a alojamiento, comida y libros. Lo odio. Lo odio. Lo odio… ¡Lo odio! —en mi arrebato se filtra el acento de Georgia.
Estoy sollozando, y no puedo parar. Giro lejos de ella, trastabillo, y me hundo en el frio piso de mármol. Todo sale afuera, las emociones que he mantenido embotelladas por meses. La soledad, nostalgia, vergüenza y culpa. No vienen como palabras, sino sollozos fuertes y rotos.
La siento arrodillarse a mi lado, sus brazos van a mí alrededor. La empujo, pero no tengo fuerzas y es muy fuerte, cálida y reconfortante.
—Ya no estás sola, Santana —es la peor cosa que podría haber dicho. Si antes estaba sollozando, se convierte en una tormenta de lágrimas, se convierte en lo que sea que viene después de sollozar.
No dice nada más. Sólo me sostiene, allí en el piso de su recibidor, y me deja llorar. Desearía decir que la explosión es catártica, pero no lo es. Sólo es necesario. Una crisis de autocompasión. No ayuda. No cambia nada.
—Déjame ir —digo, luchando contra ella.
—No —su voz es amable pero firme, y sus brazos inexorablemente firmes.
—Por favor. Sólo déjame ir. Estoy bien.
—Mientes.
—¿Qué quieres de mí? —dejo de luchar y me ablando, pero estoy tensa.
—¿La verdad acerca de ti misma?
Es la única cosa que no puedo dar, no daré. No sé cuál es la verdad, y aunque la supiera, no es a Brittany a quien se la podría explicar. Ella es Brittany Pierce, la estrella de Hollywood. Sólo soy Santana de Macon, Georgia.
Su teléfono suena en su bolsillo, y aunque no se mueve para contestarlo, es un recordatorio de la realidad. Sus brazos están a mi alrededor, cálidos, cómodos, y quiero quedarme aquí por siempre, justo así, porque casi… casi olvido quien soy, quien es ella y la realidad que aguarda por mí. Casi.
Sus labios rozan el arco de mi oreja, tiemblo, sorprendida por la ternura y lo íntimo del momento. Pero no puedo dejarme creer que esto significa algo. Ese mensaje de Ashley M. me recordó un hecho importante; Brittany Pierce y yo venimos de mundos completamente diferentes. Fui absorbida e hipnotizada por la intensidad y belleza femenina que es Brittany. Pero entonces, no solamente soy yo, ¿Verdad? Le pagan millones de dólares para que sea así. Honra la pantalla grande y hace actuaciones dignas de un Oscar gracias a esa habilidad, esa seducción innata. Está en ella, es parte de ella. Seduce sin intentarlo siquiera. Es un incubo accidental. Sus ojos de mercurio te atraen a ella, un momento son azul cielo, un verde gris azul turbio y sereno, y luego se emociona y son verdosos, o molesto y son azules. Su cuerpo seduce igualmente, el ángulo de sus hombros y la línea de su mandibular, el levantamiento exótico de sus mejillas, el poder de sus manos y la expansión de sus hombros y la afilada dureza de su cintura. Su gracia ligera y letal es hipnótica, también, la manera en la que se mueve como una leona en la sabana africana, incluso cuando está caminando por una acera.
Fui absorbida por todo esto, pero no puedo permitir que pase de nuevo. No me conoce, ni yo a ella. No somos amigas. Ni amantes. Me besó, pero eso no significa nada. Para una mujer como Brittany, un beso no es más que un apretón de manos. Está acostumbrada a noches de sexo y luego una rápida despedida. Es un intercambio de placer para ella. Nada más.
Para mí, el sexo es un misterio. Una fantasía. Un sueño. El futuro. Siempre ha sido el futuro. Algún día conoceré a la persona correcta; esa era mi filosofía como adolescente. Ahora, sólo quiero graduarme y encontrar un trabajo y ser capaz de dejar Noches Exóticas. Quiero dejar de ser stripper. No pienso en el futuro, excepto por una vaga idea esperanzadora de que todo mejorará. Brittany no es el futuro. Es mi presente, nada para mí. Ni yo para ella. No soy un objeto de deseo, excepto que me ha visto desnuda y me quiere para una noche de placer.
Y yo quiero más. Quiero un futuro.
Me sacudo y respiro profundamente. Cuando he logrado un sentido de equilibrio, me levanto, y Brittany me lo permite. Siento sus ojos sobre mí mientras enderezo mi falda y aprieto mi cola de caballo.
—Gracias.
Ella se levanta, y sus manos van a mi cintura. Ni siquiera pienso por varios segundos, porque se siente tan… correcto. Pero entonces recuerdo y me alejo.
—¿Estás bien? —pregunta. Sus ojos son un azul apagado, pero su expresión muestra preocupación.
Asiento.
—Sí.
—Eres una mujer. “Bien” tiene muchos significados.
En algún lugar el tañido de un reloj, marca la media hora.
—Estoy bien. Perfectamente. Perdona que haya perdido la compostura así —digo con un profesionalismo forzado—. Tu reunión es en media hora. Deberías cambiarte.
—Santana… —se acerca.
Tiro del dobladillo de mi camisa.
—¿Dónde está tu baño? Debería acomodarme si vamos a Spago.
—No me interesa la reunión. Toma un trago conmigo. Háblame.
—¿Hablar sobre qué? —me encuentro con sus ojos brevemente—. No es algo de lo que tengas que preocuparte.
—Pero me preocupo —dice y puedo decir que está siendo sincera.
—Bueno… no. No importa —me giro y voy más adentro de la casa suponiendo que encontraré un baño por mí misma. Tengo que alejarme de ella. Es muy fácil creer que en verdad se preocupa.
—Maldita sea, Santana. Detente. No soy estúpida; es obvio que no estás bien —todavía está de pie en el recibidor cerca del traje de armadura.
Encuentro un medio baño y me detengo en la puerta, miro hacia ella, y sonrió. Es falsa, y lo sabe.
—Quizás no, pero no es tu problema. Sólo soy la interna. Mi vida privada no es parte de la asignación.
—Tú no eres solo una asignación. No te conocí como Santana la interna. Te conocí como Gracie la stripper. Pero esa no eres tú, y no perteneces allí —se mueve hacia mí, grande e intimidante, sus ojos congelándome en el lugar—. Lo sabía entonces, y lo sé ahora. No puedo… no puedo ni imaginarte allí. Eres mucho más que ese club de porquería.
—Pero esa es mi realidad. Esta toda allí. Tú… apenas nos conocemos. Sólo… deja de confundirme, ¿Sí? ¿Por favor? —Me estoy alejando de ella, regresando al baño. Cuando esta así de cerca, a pulgadas con sus ojos en mí, azules e inescrutables, no puedo pensar y recordar porque se supone que tengo que mantenerme lejos de ella.
—¿Confundirte? ¿Cómo te confundo?
—Sólo lo haces. Todo sobre ti. Me hablas y actúas como si me conocieras. Como… si fuéramos algo —mi espalda golpea el lavabo, y ella está justo allí y no tengo a donde ir
—¿Por qué eso te confunde?
—¿Por qué no es verdad? —odio que salga en forma de pregunta, como si tuviera dudas.
—¿Pero que sí lo es? ¿Qué sí te conozco? ¿Qué sí somos algo… o podríamos serlo? —su mano se alza para descansar en mi cadera, y me siento atraída de vuelta hacia ella, cerca y más cerca.
Su boca se aproxima, sus ojos a centímetros de los míos. No, esto no puede suceder otra vez. Pierdo más de mi misma cada vez que me besa. Pero eso no es verdad. Es lo que debería ser verdad. La realidad es que gano más de mi misma cuando me besa. Como si las capas de mentiras, confusión y vergüenza se caen, y solo somos ella y yo, nuestras bocas y la sensación de su beso. Sucede.
Sus labios tocan los míos, y todo lo demás se desvanece. Soy poseída por ella. Me besa con la misma fácil destreza con la que maneja su auto. Saca un gemido de mí, atrae mi cuerpo hacia ella, me moldea y me guía a un lugar de aquiescencia, con su boca y manos.
No sólo dejo que me bese; la estoy besando de vuelta. Mi boca se mueve, mis labios saborean los suyos, mis manos descansan en sus pechos entre nosotras curvándose en su camisa, y me presiono contra ella, aplastando mis curvas contra sus ángulos. Estoy participando, alentando.
Su mano se desliza de la parte alta de mi cadera hacia abajo para rodear mi trasero, y una chispa se enciende dentro de mí. Es un toque prohibido, un familiar, posesivo, erótico, y provocativo gesto. Es un paso hacia algo más.
Un beso es s un beso, pero su mano en mi trasero, sosteniéndome y adueñándose así… es más.
Me gusta. El calor se construye en mi vientre por su agarre en mi trasero. Una mano, y entonces, cuando no la detengo… dos. Ambas manos en mi trasero. Solo sosteniéndome al principio. Luego explorando y acariciando en lentos, y expansivos círculos. Sus dedos se clavan, empujando en el musculo, agarrando fuertemente, soltando, y agarrando otra vez. Acaricia suavemente, en círculos y me sostiene. Me acerca a ella. Siento su deseo. Gimo en su beso. Me levanta más y me sienta en el borde del lavabo. Por su propia voluntad, mis traidoras piernas se curvan alrededor de su cintura. Me levanta en alto y su boca está consumiéndome. Me pone de vuelta en el mostrador y el borde del lavabo golpea mi coxis, despertándome de mi trance.
Rompo el beso, empujándola débilmente.
—No, para. Para. No puedo… no podemos.
No me deja ir, y no me muevo.
—¿Por qué? —pregunta, su voz un susurro áspero y afilado.
—No puedo. No podemos —no sé cómo formular una razón porque no logro recordar la razón.
No sé qué espera después de los besos. Intelectualmente, sé que viene el sexo. Pero es una tierra desconocida. Un mito. Una idea irreal. Un concepto terrorífico de cuerpos desnudos e intrusión, vulnerabilidad y embarazo. Pecado. Y no estoy lista para eso, pero no le debo decir eso a Brittany. No sé cómo decir nada de esto en palabras.
—No estamos… esto no es… —me aferro a cualquier cosa para decirle, inclusive baratas medias verdades que no son razones verdaderas—. Somos de mundos diferentes. No funcionará. Soy tu empleada.
Retrocede, y veo el conocimiento de mis mentiras en su cara, en la dureza de sus ojos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
CAPITULO 10
No puedo respirar. Estoy detrás de la cortina en Noches Exóticas, esperando para salir a mi primer baile en el escenario de viernes por la noche. Mi corazón está palpitando, late tan fuerte que juro que veo los golpes debajo de mi piel. Mi estómago está agitándose con náuseas, tan fuerte que no estoy segura que pasaré a través de este número sin vomitar. Me obligo a respirar profundamente. Puedo hacer esto. Nada ha cambiado. Nada es diferente.Pero es una mentira. Tal mentira. Todo es diferente. Yo soy diferente.
La respiración profunda se convierte en un quejumbroso gemido en la parte posterior de mi garganta. Candy está terminando su baile, y ahora Puckerman me presenta. La multitud de hombres se vuelve loca. Incluso oigo algunas voces femeninas. Todavía me resulta extraño que mujeres visiten clubes de striptease como este.
—… Por favor ayúdenme a darle la bienvenida a… ¡Gracie! —Puckerman grita en el micrófono.
Mi señal. Paso mis manos sobre mi estómago como si eso lo fuera a calmar, y luego por mis caderas. Tengo que obligar a mis pies a moverse, me esfuerzo por entrar al escenario. Los silbidos, aplausos y gritos obscenos aumentan a un crescendo. Las luces me ciegan. Tengo que parpadear varias veces, y miro detenidamente el mar de rostros. No veo a nadie conocido, gracias a Dios.
Cierro los ojos, haciendo lo mejor para desagotar mis nervios y luego comenzar mi rutina. Los abro y miro la media distancia, sin mirar ninguna cara. Como de costumbre, al final, tengo más de cien dólares en billetes de uno, cinco, y algunos de diez. Las lágrimas se mezclan con el sudor en mi cara.
Corro de nuevo a los vestuarios y al pequeño cuarto de baño, dejando caer el puñado de billetes en el tocador cuando paso. Cierro la tapa del inodoro y me siento en ella, dejando que las lagrimas fluyan.
La cara de Brittany surge en mi mente.
No perteneces aquí. Eres mucho más que este club de mierda.
Todo lo que puedo ver, sin embargo, es la dureza bloqueada en sus ojos mientras nos sentamos en la cena de negocios. Tomé notas, intervine con algunas ideas, y fingí no ver el dolor persistente tras la expresión cerrada de Brittany. Hizo que Greg me llevara a casa y me acompañara hasta mi puerta.
Antes de irse, Greg me entregó una tarjeta de negocios.
—Si necesitas algo, llámame. —Se secó la frente con los nudillos—. Esto es de mi parte, no de ella.
Cuando me levanté a la mañana siguiente, el Rover estaba de vuelta en el estacionamiento, y las llaves estaban en mi buzón de correo con una nota.
Tenía dos palabras:
Mantente a salvo.
Estaba firmada con una casualmente teatral letra “B” y nada más. Sigo caminando a clase, pero conduzco al trabajo, estoy agradecida por su consideración, incluso en nuestra situación incómoda.
Un puño golpea la puerta del vestuario.
—Vamos, Santana —Puckerman grita—. Tiempo de trabajar en el suelo. Es un viernes animado y no tenemos tiempo para tus tonterías emocionales.
Me salpico agua en la cara, retoco mi maquillaje, y trabajo. Odio esta parte tanto como bailar en el escenario. Estoy cara a cara con la lujuria cruda.
Gano una fortuna, lo cual es bueno, porque la matricula debe de pagarse pronto. Hago dos números más en el escenario, y lloro después de cada uno.
Dejo el escenario después de mi último baile, lloro, retoco mi maquillaje, y golpeo el suelo por algunas ultimas mesas y bailes. Son casi las tres de la mañana, y el club está casi vacío, a excepción de unos pocos tipos esparcidos por sí solos o en pequeños grupos. Estoy a punto de marcar mi salida cuando un hombre hace gestos hacia mí. Es joven y guapo, vestido con lo que era un traje de lujo, excepto que ahora la chaqueta está arrugada, su camisa desabrochada y la corbata sacada. Su torso está desnudo entre los bordes de su camisa cara, moreno y de aspecto duro y ondulante de músculos. Sus ojos están vidriosos y desenfocados, está sudando y la mano que sostiene la cerveza tiembla ligeramente. Me observa ávidamente, su mirada fija permanece en mis pechos y mis caderas.
Inconscientemente ato de nuevo el nudo en mi camisa para asegurarme de que mis pechos permanezcan en su lugar, y su mirada se estrecha en el gesto.
Me detengo a pocos metros de él.
—Cinco dólares por un table dance, diez por un baile.
Él saca un billete de veinte, doblado en cuatro partes, y lo extiende entre el índice y el dedo medio.
—Solo baila para mí. Ven para acá. —Sus palabras se arrastran, pero su mirada es aguda y de aspecto peligroso.
Un escalofrío recorre mi columna mientras me obligo a acercarme a él. Tomo oxigeno y me muevo un poco. Observa, levantando la botella de cerveza a sus labios a intervalos frecuentes. Lo hago más sexy, balanceando mis caderas, doblando la cintura para dar un vistazo de mi escote. Me esfuerzo más, y él sonríe.
—Da la vuelta —dice.
Me doy la vuelta y agito el trasero hacia él al mismo tiempo, al ritmo de la canción pop de los altavoces internos. Arqueo mi espalda y me inclino hacia delante, empujando mi trasero hacia su cara. Siento sus manos tocarme, y me alejo de él.
—Ah-ah. No toques.
Él no responde, sólo sonríe con una mueca lasciva de sus labios.
—Quítate la camisa, nena.
Sonrío hacia él.
—Eso es solo para los bailes del escenario. Esto es lo que hay en el piso. ¿Quieres que traiga a Candy o Mónica para ti?
Él busca en su bolsillo y saca un fajo de billetes de cien dólares y cuenta diez. Los enrolla, y los mete en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos, empujando el otro fajo en el bolsillo de su pantalón.
—Dije… quítatela —susurra la última parte con claridad y lucidez, y mi piel se eriza por la amenaza de la violencia en su voz, por el furor de su mirada.
Retiro el dinero enrollado y se lo devuelvo.
—Lo siento, señor, pero eso no es lo que hago.
Él me mira con desprecio, luego saca el fajo de dinero nuevo. Lo empuja todo hacia mí.
—Eres ambiciosa, ¿eh, perra? Son casi cuatro de los grandes allí. Ahora. Enséñame tus pechos.
Retrocedo ante él.
—No lo creo.
Dejo mi voz endurecerse, y miro alrededor por Hank, el gorila. Él está mirando desde la silla junto a la entrada y se levanta cuando muevo mis dedos hacia él.
El cliente mira a Hank de pies a cabeza, todo su metro ochenta, y luego de regreso hacia mí.
—¿Qué clase de maldita stripper eres tú, perra? ¿Ni siquiera te quitas la camisa por un baile? Mierda. No es como si te hubiera pedido que me lo chuparas o alguna mierda. Vengo a un bar de striptease esperando ver algunos pechos. ¿Vas a rechazar cuatro mil dólares para hacer lo que haces de todos modos? Perra estúpida.
Asciende tambaleándose a sus pies mientras apura su cerveza. Busca a tientas el fajo de dinero, entonces maldice en voz baja y lo tira sobre la mesa.
—Joder, joder, y jódete. —Se tambalea hacia la puerta, con Hank detrás de él. Se detiene, vacilante, se da vuelta y mira hacia mí, y algo en su mirada me da miedo. Hank le da un pequeño empujón hacia la puerta, y luego se había ido.
Recojo el dinero de la mesa, lo cuento y hay tres mil novecientos en billetes de cien y de cincuenta. Echo un vistazo a Candy, Mónica, e Iris, que cuentan sus propias ganancias en el bar, mientras que beben margaritas. Candy está todavía desnuda excepto por su tanga, sus enormes pechos rebosan con brillo de algún tipo. Mónica e Iris están en batas abiertas hasta sus ombligos. Yo soy la única de las chicas que trabaja en el club que se queda vestida... excepto cuando estoy bailando en el escenario. No es que la camisa cuente como vestida, necesariamente, ya que mis pechos están al descubierto, básicamente.
Las tres mujeres fingen no verme. Candy está trabajando para mantener un techo sobre su cabeza y de su hijo adolescente, Mónica tiene un hijo autista con necesidades médicas especiales, e Iris es como yo, trabajando su camino a través de la escuela. Todas ellas están tan desesperadas por dinero en efectivo como yo.
Cuento el dinero, añadiendo cientos de mis propinas, dividiéndolas uniformemente en cuatro partes, luego, deposito las pilas de miles de dólares frente a cada una de las otras chicas.
—Realmente no hice nada para ganar esto —digo—. Es justo que lo reparta.
Candy me lanza una mirada de agradecimiento.
—No tenías que hacer eso, cariño. Era tu mesa.
Me encojo de hombros.
—Está bien. En realidad él no quería dejarlo, estaba demasiado ido para regresarlo en su bolsillo.
Las chicas se ríen, aunque hemos visto a todos los hombres irse demasiado borrachos como para siquiera saber su nombre. Generalmente, sin embargo, no dejan miles de dólares por ahí. Todas las chicas me abrazan como agradecimiento, terminan sus bebidas, y cuentan sus propinas. Me siento en la barra, pero Brad me trae una Sprite, él sabe que no bebo. Con el gran extra, he sacado más de mil quinientos esta noche, lo que significa que tendré lo suficiente para pagar la universidad y todavía comprar el nuevo par de zapatos de tacón que he estado necesitando para la pasantía. Puck se había ido alrededor de la medianoche, dejando a Brad y Hank cerrar.
Las chicas salen antes que yo, así que el Explorer de Brad, el F-350 de Hank, y mi Rover prestado son los únicos autos en el aparcamiento.
Me vestí con pantalones de yoga, sandalias, y una camiseta de color rosa suelta que se desliza alrededor de un hombro. Estoy agradecida de tener un sostén de nuevo, pasar tantas horas sin uno se siente incómodo, dado el tamaño y el peso de mis pechos. Hank sale conmigo porque me estacioné cerca de la parte posterior del lote. Se dio cuenta al otro lado que había olvidado las llaves y regresó.
El estacionamiento está vacío y estoy a sólo veinte metros de donde he aparcado, así que no espero. Una farola ilumina con un naranja enfermizo el borde del lote, echando sombras largas y profundas. He hecho esto docenas de veces, pero por alguna razón, mi piel se eriza.
Me detengo en el centro, pensando en regresar y esperar a Hank a acompañarme hasta mi auto, pero está justo ahí. Hago clic en el botón, desbloqueo, en la tecla del mando del Rover y las luces parpadean y se encienden. Mientras me acerco, el pelo en la parte de atrás de mi cuello se levanta. Mi corazón está pronto martilleando. Entro en las sombras, apretando las llaves hasta que mis nudillos se vuelven blancos. Me digo que no hay nada que temer.
Entonces, cuando llego a la manija de la puerta del auto, me doy cuenta de que hay algo que temer. Una mano fría y húmeda se cierra en mi muñeca y me sacude hacia atrás en un pecho masculino duro. Aliento caliente en mi oído huele a cerveza. Crueles dedos se clavan en mis costillas, moviéndose hacia arriba, agarran mi pecho izquierdo lo suficiente para robarme el aliento.
—Ahora... ahora los mostraras. —Su voz es un murmullo de maldad en mi oído.
Él agarra el cuello de mi camisa donde se cierne sobre mi hombro y tira de ella hacia abajo, casi con suavidad al principio, luego con una fuerza cada vez mayor hasta que comienza a bajarla y tirar de mi cuello. Deja ir mi muñeca para poner una mano sobre mi boca. Su otra mano vaga por el frente de mi camisa. Sus dedos se clavan en mi pecho, pellizcando y amasando. Lloriqueo, y luego encuentro mi voluntad. Levanto el pie y golpeo su empeine. No me suelta, pero salta en un pie, maldiciendo. No tengo tiempo para darle una patada de nuevo antes de que su mano salga de mi boca y se enrede alrededor de mi garganta con una fuerza brutal.
Mi suministro de aire se corta, y no puedo gritar. Él me empuja hacia adelante contra la puerta fría del auto, su mano alrededor de mi garganta. Su otra mano tira de mis pantalones de yoga, empujando hacia abajo de un lado y luego del otro. Mi ropa interior se va con ellos. Pataleo y me revuelco, pero estoy de espaldas y no puedo respirar. Su apretón en mi garganta se intensifica.
Oigo el zzzzzrrrhhriiip de la cremallera bajando, y luego algo duro pero suave y cálido empuja contra mi muslo. No puedo tomar aire. Mi visión es borrosa. Lo siento tocar mi pierna. Trato de gritar, y me revuelco, aún más fuerte, el pánico brota de mí. Su apretón en mi garganta implacable. Estoy viendo manchas oscuras, bailando ante mis ojos.
—Quieres esto —susurra en mi oído, su aliento caliente y nauseabundo—. Sé que lo quieres.
Un pensamiento lúcido me golpea: Estoy siendo violada.
Otro pensamiento: Voy a morir.
Sus manos rasgan mi camisa, y se ha ido. Arranca mi sujetador, liberando mis pechos. Está agarrando mis pechos, aplastándolos y la cosa dura y gruesa en mi piel punza y empuja, y estoy tratando de gritar, tratando de luchar, pero estoy mareada y no puedo respirar. Mis pantalones están alrededor de mis rodillas, y un par de muslos entre los míos, forzando mis rodillas a separarse.
No.
No.
No.
No puedo evitar que suceda.
Y luego se ha ido, simplemente desapareció de repente, y estoy fuera de balance, aspirando el dulce aire fresco, dando tras pies. Me caigo, tropezando con mis pantalones enredados. Me golpeo la cabeza contra la puerta del coche con tanta fuerza que veo estrellas. Oigo sonidos detrás de mí. Latidos. Golpes, gemidos. Gruñidos de dolor. Carne contra carne.
No puedo más que retorcerme en agonía y tratar de respirar, viendo estrellas, mi cabeza palpita.
Una voz por encima de mí
—: Mierda. ¡Mierda! ¿Santana?
Es Brittany.
Ni siquiera puedo gemir. Estoy sin aliento, mi garganta en carne viva y palpitante. Toso, succiono oxígeno.
Siento las suaves manos de Brittany tocándome. Ella tira de mis pantalones, subiéndolos. A pesar de que es ella, me encojo lejos de su toque.
—Ssshh. Está bien. Soy yo. Soy Brittany. Estoy aquí. Estás bien. —Pone una mano debajo de la parte baja de mi espalda y me levanta un poco del suelo, tirando de mis pantalones en su lugar—. Te tengo. Voy a ponerte mi camisa, ¿de acuerdo?
Hace algo, y los restos de mi sostén, que me doy cuenta se rompió de alguna manera, se apartan. Sollozo más, una temblorosa respiración contenida, y la palma de Brittany recorre mi mejilla, limpiando las lágrimas que me doy cuenta estoy derramando.
—Está bien, Santana. Estás bien.
Mi cabeza palpita, y hay algo húmedo y pegajoso en la parte posterior.
—Mi cabeza... —me quejo—. Creo que estoy... sangrado.
Brittany maldice, oigo crujir tela, y luego algo suave que huele a Brittany se posa encima de mi cabeza. Toma mi mano y guía suavemente mi brazo por el agujero, como si fuera una niña, hace lo mismo con el otro lado. Estoy vestida, ahora, cubierta, y alivia el terror golpeando en mis entrañas. Brittany me salvó.
Sollozo entonces, y la mano de Brittany toca mi frente, quitando mis lágrimas. Dedos se curvan tiernamente debajo de mi cuello y me ayudan a sentarme, y oigo un “mierda” susurrado por Brittany cuando ve la sangre. La veo agarrar el trozo rasgado de mi camiseta rosa y presionarla a la parte posterior de mi cabeza, y luego el brazo va por debajo de mis piernas y me levanta fácilmente.
La puerta de su Mustang está abierta, el motor en marcha con un rugido animal ruidoso. Me pone en el asiento del copiloto, se inclina sobre mí para apagar la radio, que está tocando heavy metal que he llegado a asociar con Brittany. Estoy mareada, veo doble, y estoy cansada. Miro hacia el estacionamiento, y veo un bulto en el asfalto, pantalones oscuros y una camisa blanca manchada de rojo. Un grupo de líquidos oscuros alrededor de un extremo de la forma. Es él, el violador.
No se mueve.
Brittany tiene su teléfono en su oreja y está murmurando en él.
—...Pedazo de mierda... sí, está bastante jodido.... No sé, ¿tal vez? Sólo encárgate, ¿de acuerdo? Lo tengo. Adiós.
Mete el teléfono en su bolsillo y vuelve al Mustang, doblando su cuerpo alto en el asiento del conductor. La mirada en su rostro me asusta. Se ha perdido en una furia asesina, tiene las pupilas dilatadas, la mandíbula apretada y sus dientes rechinan, todo ángulos e ira. Sus ojos capturan los míos y se suavizan. Mira por la ventana, alcanza a ver a mi agresor, y mueve la palanca de cambios en reversa, las armas del motor, y gira en círculos hacia atrás. Otra sacudida violenta de la palanca de cambios, y estamos dirigiéndonos de la playa de estacionamiento a la calle desierta.
Me pregunto si soy la razón de su enojo. Tenía que salvarme a las tres de la mañana, cuando la rechacé.
Está conduciendo con loca precisión, llegando a más de noventa y cien kilómetros por hora en los tramos rectos de carretera, pasando las luces rojas y tomando grandes giros, desviándose, chillando haciendo arcos. Las luces rojas y azules destellan detrás de nosotras, pero Brittany las ignora. Se mueve a través de una serie vertiginosa de izquierdas y derechas en una subdivisión al azar, rechina al detenerse, y retrocede repentinamente en un estrecho callejón, apagando sus luces delanteras.
El auto de policía pasa volando, la sirena aullando. Sólo puedo apretar el reposabrazos con los nudillos blancos y tratar de respirar. Brittany sigue hirviendo, inhalando largos suspiros profundos, como si estuviera tratando de contenerse y apenas tuviera éxito.
—Brittany, lo siento. —No puedo mirarla—. Me puedes llevar a casa ahora. Estoy bien. —Presiono la camisa en la parte posterior de mi cabeza, y la presión duele, pero cuando retiro el algodón, está ligeramente manchado con sangre. Pulso de nuevo, y sale limpio.
Me mira en una total confusión.
—¿Cómo? ¿Qué? —Ella me mira fijamente durante un largo momento antes comprender—. Oh, Jesús. ¿Crees que estoy enojada contigo?
Me encojo de hombros.
—Supongo. Quiero decir... no lo sé. Me estás asustando, sin embargo.
Se acerca y coloca su mano sobre mi rodilla.
—Cariño, estoy enojada por ti, no contigo.
—Yo no... No lo entiendo.
Frunce el ceño, y luego suspira.
—Te voy a llevar a casa. Mi casa. Hablaremos allí.
—Pero... estoy bien. Prefiero ir a mi dormitorio.
—Es una lástima.
Saca el Mustang por el callejón hacia la calle principal, y de ahí a la carretera. Una vez que estamos en la autopista, pone el auto en movimiento, acelerando constante, pero uniformemente hasta que la aguja está al tope. Ir a un centenar o más en un Bugatti es como estar en un jet, la sensación de velocidad es contenida y humedecida por los choques de autos y cualquier otra cosa. Ir a ciento veinte en un clásico de 1960 es aterrador. Sientes cada pedacito de la velocidad. Te sientes más cerca de la carretera, como si estuvieras atado a un cohete que podría tambalearse fuera de curso en cualquier momento.
—¿Puedes desacelerar un poco, por favor? —pregunto.
Me lanza un segundo vistazo, tal vez al ver que mis manos se aferran desesperadamente a los apoyabrazos y el salpicadero, lo siento desacelerar inmediatamente.
—Lo siento.
Puedo sentir las preguntas en ella. Tengo muchas propias.
Quiero mi cama. Quiero el entorno familiar de mi dormitorio. No es mucho, pero es todo lo que tengo.
Sin embargo, no me está llevando allí. Estamos acercándonos a la verja y Brittany le hace señas al guardia uniformado de mediana edad en la caseta de vigilancia, y después estamos debajo del arco y frenando suavemente hasta detenernos en frente de la puerta. Apenas tengo tiempo para registrar que nos hemos parado antes de que el coche se apague y Brittany esté a mi lado desabrochando el cinturón y sacándome del coche. Debería protestar, pero estoy mareada, y mi cuello no soporta mi cabeza.
Estoy muy cansada. Apoyo la cabeza en su hombro y dejo que mis ojos se cierren.
Brittany me mira, y su voz me despierta.
—Santana, no. Tienes que estar despierta para mí, ¿de acuerdo? Es posible que tengas una conmoción. No puedes dormir aún, ¿de acuerdo? —me deja brevemente en el suelo, me balanceo en su contra mientras abre la puerta principal y la empuja para abrirla, entonces me levanta de nuevo a través de la entrada y le da una patada a la puerta para cerrarla.
Nunca llegué más allá del pasillo con el aseo la última vez que estuve aquí. Sus pasos resuenan en el mármol del vestíbulo, y veo a través de mis parpados entreabiertos que estamos pasando por una cocina americana y por una enorme, pero confortable, sala de estar. Ella me deja suavemente en un sofá de cuero oscuro.
No puedo dejar de mirarla mientras se cierne sobre mí. Su mandíbula está apretada tan fuerte, haciéndola lucir un poco más vieja y un poco más dura. Me doy cuenta de que tiene puntos de costra carmesí en la frente y los pómulos, y en su camisa. Sin pensar rasco la sangre de su mejilla con mi pulgar.
Brittany se aparta, frotando su cara y mirándose la mano, a las motas de sangre seca.
—Mierda. Tengo su sangre sobre mí.
—Está él…
Brittany me interrumpe.
—Él no es de tu incumbencia.
Va a la cocina y vuelve con una botella de peróxido, un rollo de papel de cocina, y una bolsa de hielo. Examina mi cabeza con algo parecido a la ternura profesional, limpiando el corte con un poco de papel humedecido con peróxido. Me estremezco por el dolor, pero sólo dura un momento.
—¿Qué va a hacer Greg con él?
Brittany se encoge de hombros.
—Esa no es una pregunta de la que quieras saber la respuesta. Contraté a Greg porque él me asusta como la mierda. Solía ser el presidente de una banda de motociclistas que hace que Los Ángeles del Infierno parezcan un montón de coños bebiendo té. Excepto que Greg también tiene un título en negocios de la universidad de Brown. Así que es mejor no molestarlo.
Tengo que preguntar.
—¿Crees que está muerto? ¿El hombre que intentó… que me atacó?
—¿Te importa?
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Yo sólo…
—Escucha, nena. Trató de violarte. Te habría matado. Casi lo hizo, y tienes moretones en el cuello para demostrarlo. No pienses en ese pedazo de mierda, ¿de acuerdo? Se ha ido, y nunca te hará daño a ti o a alguien nunca más. Eso es todo lo que importa. Su sangre está en mí, y en Greg. No en ti.
—Pero no puedes simplemente…
—Santana. —Brittany se sienta a mi lado, y quiero acurrucarme contra ella. Dejar que me abrace. Me quedo quieta y trato de mantener mis sentimientos turbulentos bajo control—. Deja de preocuparte por ese maldito montón de escoria. ¿De acuerdo? ¿Por favor? No merece tu lastima. Sí está muerto es demasiado bueno para él. Merece sufrir. —La vehemencia en su voz y en sus ojos me hace temblar.
Aparto la mirada y me concentro en respirar, dentro y fuera. Brittany es una enorme, caliente, y confusa presencia a mi lado, y estoy llena de recuerdos sensoriales de sus brazos a mi alrededor y sus labios sobre mi…y entonces la memoria cambia abruptamente, y siento otra vez la mano tapándome la boca y oigo el sonido de su voz, y me dan arcadas.
Brittany me tira en su regazo mientras me pongo a temblar y llorar, sus brazos me rodean. Me tenso al principio, segura de que el sentimiento de brazos sujetándome activará el horror de nuevo, pero no lo hace. Me siento segura con Brittany. Ella me protegió.
—Está bien, Santana. Ahora estás a salvo. —Su boca está al lado de mi oído, susurrando.
Entonces, algo extraño sucede: Brittany presiona un suave beso en mi sien. Es... tierna. Es un beso diseñado para calmar, consolar. No es para encender el deseo o la pasión. Eso me confunde, y eso me hace sentir… amada. Cuidada.
Y eso es algo que no puedo manejar.
Mi instinto es huir, pero no puedo moverme. Simplemente no puedo abandonar el capullo protector del abrazo de Brittany, y no quiero hacerlo. Mi confusión y miedo no son lo suficientemente fuertes como para empujarme fuera de sus brazos. Es un mal sueño, una pesadilla, y se está desvaneciendo rápidamente.
Dejo de llorar después de un tiempo, y me permito estar segura en los brazos de Brittany. Su boca roza mi sien de nuevo, y luego la curva de mi oreja. Ella pone una manta sobre mí, y sus manos suben y bajan por mis brazos y a través de mi espalda y hombros, manteniéndome tranquila y calmada.
Bostezo, y Brittany se coloca debajo de mí, sus brazos por debajo de mis rodillas y hombros y se levanta conmigo. Estoy medio dormida y emocionalmente, mentalmente, y físicamente agotada. La suave camisa de algodón de Brittany huele a ella. Es cálida, y sus músculos se mueven bajo mis manos mientras me aferro a ella, como piedras cubiertas por seda. Dejo que mi cabeza se apoye en sus pechos y absorbo la sensación de comodidad, de ser atendida. Es muy poco familiar. Desde que mamá murió, me he sentido sola. Sin amor, inadvertida.
Me lleva por las escaleras, por un largo pasillo y tres escaleras más, a través de un par de puertas francesas abiertas y dentro de un cavernoso dormitorio principal. La cama es el único mueble, además de un televisor enorme de pantalla plana en la pared de enfrente y un par de mesillas a ambos lados de la cama. Me lleva allí, se inclina, y me deja.
Mi corazón se detiene, y mi respiración se atasca en mi garganta. Me tenso completamente. Y ahora aquí está Brittany, esta diosa, este icono del cine, esta mujer “todo demasiado real”, y me está prestando atención. Como si significara algo para ella. Como si quisiera algo de mí que no se cómo darle. Honestamente, no sé ni qué es lo que quiere.
Bueno, eso no es cierto. Lo sé. Ella quiere sexo. Se eso. La veo y la siento. Está en la forma en que me toca, en la forma en la que me besa. Lo sé, porque eso es lo que las personas quieren de mí. Es lo que ella quiere de mí. Y no sé cómo dárselo. Pero tengo la sensación de que también puede ser que desee algo más de mí. Algo más. Pero ese no es su estilo. Nada de lo que he oído de ella dice que quiera algo más con las mujeres con las que se involucra aparte de sexo.
Todo esto pasa por mi mente mientras quita la montaña de cojines bien colocados de la cama y los tira de dos en dos al suelo. Después coge las sabanas y las desliza hacia abajo hasta que chocan contra mi cuerpo.
—Deslízate debajo —dice.
Meto mis piernas debajo de las sabanas y me tumbo contra las almohadas, mirando como un halcón a Brittany. ¿Es aquí donde ocurre? ¿Ahora? ¿En su habitación? Mi corazón late con fuerza, pero todavía estoy apenas respirando.
Mis dedos se agarran al borde de la sabana. Brittany se mueve por la habitación hacia un par de puertas francesas cerradas, las cuales abre para revelar un armario más grande que dos de las habitaciones de la USC juntas. Hay una isla en el centro con una encimera de mármol, y un área para sentarse con una silla de cuero oscuro.
Brittany se quita la camisa y la lanza a una cesta cercana, y después sus pantalones cortos. Está únicamente en un par de ajustados boxers negros. Mi garganta se cierra, y mis dedos se contraen en puños al verla. Ella es…nada menos que gloriosa. Los músculos de su espalda están claramente definidos, ondulándose cuando se mueve. Sus hombros son como losas de granito, y sus brazos. Simplemente no puedo quitar mis ojos de ella cuando abre un cajón, saca un par de pantalones cortos de gimnasia, y se vuelve hacia mí mientras mete un pie y luego el otro. Tira de los pantalones hacia arriba, pero no antes de que vea su parte delantera. O el bulto en su ropa interior. Mis ojos se dirigen allí, casi instintivamente.
Me sonrojo y miro hacia otro lado rápidamente, pero ella me vio mirando. La esquina de su boca se inclina y surge el principio de una sonrisa, aunque se va rápidamente. Se mueve hacia mí, y me tenso una vez más, mirando el campo elevado de sus abdominales y su estrecha cintura, el corte hacia el interior del músculo donde sus caderas guían hacia el interior de su ingle. Tengo la boca seca mientras se acerca. No estoy respirando, no me muevo, no pienso. Estoy totalmente en pánico.
Ella lo ve en mi cara, y levanta las manos.
—Relájate, Santana. —Su voz es un murmullo suave y bajo—. Tienes que dormir. Sólo voy a abrazarte. Sí prefieres que no lo haga, puedo dormir en una de las habitaciones vacías.
Solo va a abrazarme. Nunca he dormido en una cama con alguien. Nunca, en toda mi vida. Mi padre solía hacerlo cuando era pequeña, pero eso paró cuando tenía alrededor de nueve o diez. No sé qué decir, qué pensar, ni siquiera lo que quiero. Estoy asustada, cansada, y nerviosa.
—No quiero estar sola —murmuro.
Es lo único cierto que sé ahora. Se desliza con cuidado en la cama junto a mí, entonces maldice cuando se da cuenta de que la luz está encendida. Se levanta y la apaga, y la habitación está repentinamente envuelta en sombras. Una pequeña rendija de luz entra desde la puerta, pero todo lo demás es completamente negro. No le tengo miedo a la oscuridad. Tengo miedo de mi confuso lio de emociones hacia esta chica.
La cama se hunde y siento el calor de su cercanía. La oigo respirar. Su mano toca la mía, y nuestros dedos se enredan.
—¿Estás bien? —pregunta—. ¿De verdad?
No respondo de inmediato. Es una pregunta seria.
—No lo sé. No sé cómo sentirme. Fue… aterrador, y repentino. Él estaba en el club. Fue el último cliente allí, y preguntó por mí. Estaba… demasiado borracho. Quizás drogado. No lo sé. Fue espeluznante. Quería un baile, y se puso como loco cuando no me quite la camisa. Yo… no suelo hacer eso, lo sabes. Si estoy en el suelo, llevo la camisa. Solo me la quito cuando hago bailes en el escenario. Es básicamente nada, esa camisa, así que eso hace que los clientes actúen locamente. De cualquier modo, ellos pueden ver, pero no totalmente, y eso es diferente.
No estoy segura de por qué le estoy diciendo esto, pero las palabras están saliendo, y no puedo detenerlas.
—No puedo hacerlo, estando totalmente en topless durante toda la noche. Lo odio suficientemente como es, pero… ¿el turno entero? Ugh. No puedo. Simplemente no puedo. A los clientes les gusta el misterio, así que Puckerman me deja llevarla. Es mi cosa, y yo cumplo. Sólo me quito la ropa en el escenario o en las salas VIP. No es que eso haga que me sienta mejor siendo una stripper, pero… ayuda, supongo.
No poder verla hace las cosas más fáciles, que no pueda ver lo difícil que es para mí hablar de ello, aunque estoy segura de que puede oírlo en mi voz.
—¿Así que lo odias? ¿Ser una stripper?
—Dios, si. Demasiado. Cada… cada vez que lo hago, lo odio. —Me estremezco, y sus dedos aprietan los míos—. Yo... yo vomito, después de cada baile en el escenario.
—¿Vomitaste después de me marchara, esa primera vez que nos conocimos?
Niego, después me doy cuenta de que no puede ver el gesto.
—No. Tú… eso fue diferente de alguna manera. No sé por qué.
Ella no dice nada durante un largo tiempo.
—¿Así que se volvió loco porque no te quitaste la ropa para él, y después se fue y te esperó afuera?
—Supongo que sí. Hank le obligó a marcharse cuando se enfadó demasiado. Pensé que se había ido. Fui a mi coche… tu coche, quiero decir. —Me estremezco de nuevo, recordando—. Debí… debí haber escuchado a mi instinto. Tuve un mal presentimiento, pero lo ignoré. No quería parecer tonta.
—Escucha a tu instinto —dice Brittany—. Escucha siempre esos sentimientos.
Un incomodo silencio la sigue. No quiero seguir hablando de lo sucedido, simplemente quiero olvidarlo.
—¿Por qué estabas allí? —pregunto—. Quiero decir, ¿cómo hiciste para estar allí, justo en ese momento?
Una vez más, Brittany hace una pausa antes de responder.
—Quería hablar contigo. Pensé que podía encontrarte después de tu turno.
—¿De qué querías hablar?
Me doy cuenta, quizás tardíamente, que la pausa antes de contestar es algo que Brittany hace. Piensa antes de responder, pone juntos sus pensamientos y la forma en los que los va a decir.
—Me confundes.
Esto no es lo que esperaba que dijera.
—¿Yo… qué? ¿Qué quieres decir con que te confundo?
—Eres una contradicción, Santana. No puedo entenderte.
Rueda hacia mí, y mis ojos se han adaptado suficientemente a la oscuridad por lo que puedo distinguir sus características y las sugerencias brillantes en sus ojos.
Sus dedos trazan mi mano, mi muñeca, sus caricias son gentiles y de exploración lenta. Apenas noto como su tacto se desliza con cuidado por mi brazo, o cuando se desplaza más cerca con cada aliento.
—No soy tan difícil de entender —susurro.
Ella se ríe.
—Para ti, tal vez. Tú eres tú. Tú sabes todo acerca de ti. Pero para mí, eres una contradicción. Me haces un lio.
Está rozando mi bíceps superior, y ahora mi hombro sobre la camiseta, frotando mi espalda. Me gusta esto. Demasiado. No podría detenerla si lo intentara.
—Pareces... inocente de alguna manera. Mencionaste crecer protegida, pero te cerraste cuando te pregunté al respecto. Desprendes sensualidad sin esfuerzo, pero es… no sé, no es sexual, de alguna manera. De algún modo, debería serlo, teniendo en cuenta lo que haces, pero no lo es. Es sensual, esta extraña mezcla de inocencia y belleza natural. Es que… no lo estoy explicando bien. Pero luego, eres una stripper, y lo odias. Puedo verlo. Ese sucio club no es tu lugar. Y… tu y yo. Esa es la parte más confusa. No sé cómo manejarte. Te deseo, eso no es un secreto a estas alturas, o eso pienso. Te deseo tanto que puedo saborearlo. Puedo probar tu piel. Te he visto, y he tenido esas pequeñas oportunidades para tocarte. Pero… lo quiero todo de ti. Sin embargo, cada vez que nos acercamos a que pase algo, te cierras.
Su mano está masajeando los músculos de mi espalda, alrededor de mi columna vertebral, hasta mi cintura. Mi corazón empieza a latir con fuerza mientras su toque va bajando por la parte baja.
—Eres un misterio —dice, acercando su cuerpo al mío. Puedo olerla. Puedo sentir su aliento en mí, íntimo—. Creo que me deseas, pero no puedo decirlo con seguridad. Y si me deseas, tengo la sensación de que no quieres desearme. Y, no es por sonar arrogante o algo de eso, pero probablemente hay millones de mujeres a las que les encantaría tener incluso cinco minutos conmigo, y tú siempre te apartas. No sé lo que quieres, y no sé cómo averiguar qué es lo que quieres, porque estas cerrada, sensible y no contestas a mis preguntas. —Dice todo esto con cuidado, como si yo pudiese ofenderme.
Y honestamente, es difícil no hacerlo.
—No intento ser difícil, es solo…
—Dime una cosa que sea verdad.
—Te deseo, y tienes razón en que no quiero desearte. Me asustas.
—¿Por qué?
—Porque tú eres… demasiado. Eres Brittany Pierce. Eres… eres esa estrella famosa. Eres la chica espectacular y rara con cuerpo agraciado al que desean todas las mujeres de América. Eres la chica que no importando tu condición o partes corporales que desean ser todos los hombres de este país. —Estoy demasiado agradecida por la oscuridad. Puedo decir la verdad en la oscuridad—. Te deseo, y eso me asusta, porque no sé qué hacer con eso. Cómo manejarlo. No sé cómo estar a tu alrededor.
—Simplemente se tu misma.
—No es tan fácil. No se… no sé quién soy. No sé lo que soy. —Mi voz se atrapa, y me cuesta tragar. He llorado demasiado, y no lo haré de nuevo. Me niego.
Brittany no contesta, pero esto no es una pausa, esto es el silencio de una chica que sabe que nada de lo que diga la hará mejor, por lo que no dice nada. Es perfecta.
Después de un largo momento, se pega a mí y murmura
—: Déjame abrazarte.
Sigo totalmente tensa.
—¿Abrazarme?
—Sí. Sólo abrazarte. Sin presión. Eso no va a ninguna parte. Sólo pasa este momento conmigo.
—Está bien… —No sé lo que quiere decir. Nunca he sido abrazada, excepto cuando ella me consolaba por llorar. Lo cual, al parecer, es la mayor parte de nuestra relación hasta el momento.
La siento sonreír, de alguna manera siento como mi indecisión le divierte. Desliza su brazo debajo de mí, me acerca, y ahora estoy acunada contra su semi desnudo y cálidos pechos. Mi cabeza está apoyada en el hueco donde el brazo se convierte en pecho, y puedo escuchar vagamente los latidos de su corazón, y su mano está pasando por mis hombros y hacia abajo, donde su enorme camiseta se ha arrugado y deja al descubierto piel en mi espalda. Estoy presionada contra toda la longitud de su cuerpo. Me encuentro trazando los surcos entre sus abdominales con el dedo, y solo estoy respirando. No pienso, no intento no llorar, no me preocupo por las facturas, no hago deberes, no me quito la ropa. Yo sólo estoy… aquí.
Esto es el cielo. Mis ojos pican y mi pecho se contrae, pero puedo respirar.
—Esto está bien, ¿no? —murmura en mi pelo.
Asiento. No puedo hacer que salgan las palabras, por lo que no lo intento. Estoy abrumada por la paz que siento. Ella me abraza, y no trata de besarme o tocarme.
El sueño me lleva, y es el mejor he tenido desde que mi madre murió.
—Sí, de acuerdo. No eres tú, soy yo. Somos muy diferentes —da vuelta sobre sí misma—. Lo que sea.
Y a continuación ya no está y estoy parcialmente dentro del lavabo, un pie entalonado colgando sobre el piso de mármol, la rodilla de mi otra pierna doblada sobre el mostrador. Giro y atrapo un vistazo de mi misma en el espejo; mi maquillaje está manchado y corrido, mi cabello despeinado, mis ropas arrugadas y fuera de lugar. Mis ojos se ven tristes, y mis labios hinchados.
Me veo perdida.
Exactamente como me siento.
Me fuerzo a mí misma a moverme para acomodarme, y entonces Brittany se halla fuera del baño, vestida en un par de pantalones de algodón prensado y una camisa polo blanca.
—Vamos, señorita López. Hora de trabajar. Vamos tarde. —Su tono es duro y formal.
La sigo, obteniendo lo que pedí.
No dice una palabra en todo el camino al restaurante.
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
que bueno que apareció britt en ese momento,..
es cuestión de paciencia,.. a ver cuanto aguanta britt antes de que san llegue a decir todo y no a cuenta gotas,..
bueno cada una ya dijo lo que siente por ahora por cada una!!!
es cuestión de paciencia,.. a ver cuanto aguanta britt antes de que san llegue a decir todo y no a cuenta gotas,..
bueno cada una ya dijo lo que siente por ahora por cada una!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
3:) escribió:que bueno que apareció britt en ese momento,..
es cuestión de paciencia,.. a ver cuanto aguanta britt antes de que san llegue a decir todo y no a cuenta gotas,..
bueno cada una ya dijo lo que siente por ahora por cada una!!!
Uff si menos mal que aparecio no me hubiera gustado el resultado si no ha aparecido de repente....
Actuan como novias celosas y amorositas sin serlo aun... veremos que mas pasa.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
CAPITULO 11
El olor del café me despierta. La luz del sol es brillante en mis párpados cerrados, y estoy caliente. En paz. Adoro dormitar en la comodidad. No hay que preocuparse. No soy nadie, sólo una mancha conteniendo calor, flotando en la nada. Suspendida en el tiempo donde nada importa. Y luego más ráfagas de café llegan a mí, y derivo para despertar. Por fin abro los ojos y veo el espacio en blanco de la habitación de Brittany, la pantalla negra de un billón de pulgadas, una puerta corrediza de vidrio larga con las persianas abiertas que dejan entrar un día gloriosamente brillante y una impresionante vista de Los Ángeles.
Y luego la vista más gloriosa de todas: Brittany en nada más que un par de pantalones cortos y un top deportivo. Sus piernas se curten con una cicatriz en diagonal a través de la pantorrilla izquierda, una línea arrugada de piel más clara. La cicatriz le humaniza de alguna manera. No está pulida, como una piedra perfecta.
Dios, tengo una visión de su cuerpo la noche anterior, pero ahora se está moviendo con gracia felina a través de su dormitorio con una gran taza de café en la mano, y ondulando su cuerpo con cada movimiento.
La visión de su cuerpo casi desnudo, envía escalofríos corriendo a través de mí, envía temblorosas lanzas de fuego en mi vientre. Me hace sentir... caliente, en el interior. Hace que me sienta totalmente femenina. Brittany se sienta en la cama cerca de mi rodilla y sonríe. Ella tiene una charola en la otra mano, un bagel tostado con una generosa cantidad de queso crema. Me incorporo, y mi estómago ruge cuando huelo el bagel.
Me trajo el desayuno. En la cama. Y lo ha hecho sin camisa. Todas las mujeres de América debían estar celosas de mí.
Arranco la mitad del panecillo e inhalo, doy tragos de café. Me quemo la lengua, pero no se siente. Quemo mi lengua en mi café cada día. Brittany está mirando con una expresión un poco aturdida y desconcertada.
—¿Estás apresurada?
Dejo el panecillo abajo lentamente, limpio la esquina de mi labio con el pulgar, y luego lamo el queso crema de este. Me encuentro con Brittany mirando mi boca, y me sonrojo.
—No —le digo, luchando contra la vergüenza—. Yo sólo... siempre he comido así, supongo. Especialmente en la mañana.
—Es lindo. Actúas como si el bagel fuera a huir de ti —Se ríe de mí aumentando mi vergüenza—. No reduzcas la velocidad por mí. Sólo relájate.
—¿Relajarme? —Es un concepto extraño.
—Sí —Me quita la taza y bebe un poco de café, luego me lo devuelve—. Sólo... tranquila. Tomate el día y pásalo conmigo. Hagamos lo que sea. Simplemente pasar el rato
Estoy desorientada.
—¿Qué día es hoy?
—Es sábado. Es un poco más de las once. Nos dormimos de más. Normalmente me levanto a las seis.
Suspiro.
—¿Las once? —No he dormido así en los últimos siete años—. No pueden ser las once. Tengo un trabajo que terminar antes de trabajar esta noche.
Sus ojos se oscurecen y se endurecen. Habían sido como una suave ola silenciada por su buen estado de ánimo y al instante se desplazan hacia la tormenta casi azul a la construcción de la ira.
—¿Cuándo es la fecha límite?
—Martes. Pero tengo otro para el miércoles, y una prueba el lunes, y trabajo todo el fin de semana, así que tengo que lograr que funcione.
Ella me empuja la otra mitad del panecillo.
—Claro, no. ¡Ya no estás trabajando ahí! —Su voz tiene una nota de mandato que me eriza la piel.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir, con que he terminado de trabajar ahí? —Estoy hablando con la boca llena de panecillos, trago y dejo de lado el resto—. No me gusta, pero no tengo otra opción. Ese es mi trabajo. Es cómo voy a sobrevivir. Si esto se resuelve, Kaz me va a contratar a tiempo completo, pero no puedo dejarlo hasta entonces. Tengo clases... miércoles, en realidad, además de alojamiento y comida en mi dormitorio y un plan de alimentación. No puedo... no puedo dejarlo.
—Sí, se puede. ¿Qué tal si hacemos una condición de las prácticas? Que sea ¿más fácil?
—No.
Me apresuro fuera de la cama, lejos de ella, poniendo la enorme cama King-Size entre nosotras. Soy un lío de emociones, no puedo empezar a resolverlo, no con ella allí mismo, viéndome, tranquila, decidida, hermosa, todo lo que una persona quiere ver. Ella me distrae de mi propia ira.
—No puedes exigir que renuncié a mi trabajo. No funciona de esa manera. ¿Qué, tendrás que pagar mis cuentas hasta el final de las prácticas, y luego qué?, ¿Qué pasa si las cosas en Fourth Dimensión no funcionan?, ¿Se supone que sea justo que dependa de ti? No lo creo, Brittany. No.
—¿No quieres salir de ahí? —Ella está totalmente en calma.
—Sí. Más de lo que podrías posiblemente comprender. Pero no puedo. Salir. No puedo.
—Claro que puedes. Puedes tomar la decisión de confiar en mí. Que alguien te ayude.
—No soy un caso de caridad. Puedo cuidar de mí misma.
Se pone de pie y camina lejos. Incluso su espalda es sexy, seductora e hipnótica.
—Ya lo sé, Santana. Maldita sea. Sólo estoy tratando de…
—¿Para qué?, ¿Atarme a ti? Hazme entonces solo una de tus calientes llamadas.
Se gira, y antes de que yo pueda parpadear, ella está al otro lado de la habitación, alrededor de la cama, clavándome en la pared con su cuerpo. Sus ojos son de color azul, enojado, caliente. Su cuerpo es duro y está respirando pesadamente, y sus manos están en mis brazos y su boca está a pulgadas de distancia.
—Estoy tratando de ser amable —Ella susurra las palabras. —Se llama generosidad. Odias lo que haces, y odio que tengas que hacerlo. Puedo llevarme tus problemas, Santana. Sólo tienes que dejarme.
—No puedo.
Tengo que apartar la mirada de ella. No puedo soportar la idea de mirarla a los ojos, no puede tener tanta intensidad.
Miro su boca, sus labios, la punta rosada de su lengua recorriendo su labio inferior, y sé cómo se sienten esos labios, su sabor, y yo... yo quiero eso de nuevo. Estoy revolcándome en medio de un lio de emociones, no puedo evitar el deseo confuso que siento por ella.
—Puedes. Simplemente no lo harás. Hay una gran diferencia, nena.
—No... No me llames… nena —digo—. No soy tu chica.
—Podrías serlo. —Deja caer esta bomba con calma.
—Yo... ¿qué? —Mis ojos van directo a los suyos, estoy aturdida.
—Dije: “podrías serlo”.
—¿Qué significa eso? —Me gustaría tener la fortaleza para alejarme de ella, de su abrazo, lejos de su toque.
No lo hago.
Mira hacia mí, en mí.
—¿Tengo que explicarlo?
—Sí.
—Se mía. Quédate conmigo. —Está susurrando. Sus manos, firmes como una roca, pero sus ojos van de ida y vuelta, la única señal de nervios.
—Tener relaciones sexuales contigo, quieres decir, un rollo de una noche.
Ella gruñe.
—No. Diablos. No, Santana. Quiero decir, sí, quiero estar contigo. Pero... en todos los sentidos. Contigo.
Ella pasa las manos por mis brazos, la cintura, a mis caderas, y me levanta. Mis piernas instintivamente van alrededor de su cintura y sus manos en mi espalda, y se abrazan a mí alrededor, así, tan cerca.
—Quiero darte un beso cada vez que me dé la gana. Quiero decirte cuando estás haciendo el ridículo. Quiero hacer el amor contigo. Quiero joder contigo. Quiero abrazarte. Quiero ser tuya. No sé tú, en absoluto, pero quiero todo esto. Es la locura total. Siento como si tuviera que pedir permiso por decir esto. Joder, yo debería tener mi tarjeta de Femenina revocada por ser toda emocional y femenina y contarte mis sentimientos. Pero... no soy nada si no soy honesta. Así que ahí está.
No puedo respirar. No estoy hiperventilando, siento todo lo contrario a ello. Mis pulmones se queman porque estoy literalmente sin respiración. Estoy mirándola a los ojos y escucho sus palabras, estoy completamente perdida. No puedo creerlo.
—Di algo, Santana. Jesús. Acabo de poner mi maldito corazón sobre una cuerda floja por ti, y tú no estás diciendo nada. —Su voz es un susurro ronco.
—¿Quieres eso? —Trago—. ¿Conmigo? Pero... No sabes nada sobre mí. No hagas esto, no haces esto. No tienes novias
Frunce el ceño.
—No, no tengo, he tenido muchas. Son una moneda de diez centavos por docena. Puedo chasquear los dedos y tener seis, una para cada día de la semana y el domingo libre. No quiero eso. He tenido eso. Es aburrido. Te quiero —Sus ojos van a nubarrón gris, oscuro, amenazante—. No sé nada de ti. Pero ese es el punto: que quiero saber.
Todo lo que puedo hacer es darle un beso. Es necesario, más que respirar. Me besa de nuevo tentativamente, como si no estuviera del todo segura de qué estoy realmente haciendo. Pero lo hago. La estoy besando, porque es la única respuesta que tengo. Mis piernas se contraen alrededor de su cintura, y mi mano traza la parte posterior de su cabeza y tiro de ella hacia mí, y estoy más que desesperada.
Éste chica me quiere.
Gira en el lugar, y de repente estoy en la cama con Brittany encima de mí. Es tan justo como esto. Es delicioso. Ella sabe como café y bagel, y el leve rastro de pasta de dientes. Su lengua se desliza entre mis labios y mis dientes y toca mi lengua. Me estoy aferrando a ella para salvar mi vida y la besó con todo lo que tengo, dejándola capturar mi boca con la suya, dejando que posea mi lengua.
Se aparta con suavidad, y estoy perdida brevemente, en una espiral con la necesidad de tener su beso, y luego con los dientes muerdo su labio inferior. Su mano roza mi pelo, y sus ojos son mil tonos de gris, azul, verde y marrón, indefinible, indescriptible y me miraba como si yo tuviera la respuesta a cada pregunta en su mente. Sus palmas rozan mi nuca, y sus pulgares van sobre mi mandíbula, y luego hacia abajo.
Enreda mi camisa hasta bajo mis pechos, dejando al descubierto la mayor parte de mi vientre, me toca la cadera, su mano caliente y callosa contra mi piel suave y blanca. Me quita el aliento mientras toca mis costillas. Sus nudillos rozan la parte inferior de mi pecho derecho, y dejo que mis ojos se cierren, pero no toma mi pecho con su mano. Ella sólo empuja la camisa un poco, y mira hacia mí.
Mis ojos están cerrados, pero siento su mirada. Dejo que me vea. No es como en el escenario, sin embargo, su mirada es tierna. Es demasiado, y tengo que besarla otra vez, antes de que me pierda completamente en ella. Me besa, y luego se aleja y baja la boca para plantar un beso entre mis pechos. Estoy aterrorizada, mi corazón latiendo. Su boca es cálida y húmeda en mi piel, y ahora su lento beso se está moviendo por la pendiente de un seno y mi corazón late violentamente contra mis costillas.
Seguramente puede sentirlo golpeando, Pero no muestra signos de notar mi terror, ella sólo lentamente y con cuidado continúa con sus pequeños besos por todo mi pecho derecho, hasta que mi pezón está latiendo por sus besos. Mi pezón está erecto, duro, casi como si le rogara plantar un beso ahí.
Y luego lo hace, y el gemido que estalla de mí es fuerte, entrecortado, y erótico. Siento que me sonrojo al gemir, pero no tengo ni tiempo, ni pensamiento, ni espacio para cualquier otra cosa mientras chupa el pezón duro, aplastándolo. Me quejo de nuevo, jadeando, retorciéndome debajo de ella.
Nunca, nunca he sentido nada como esto. Es inmenso, como si temblara la tierra. Me agarra la parte posterior de la cabeza mientras libera el pezón con un pop, rozándolo con los dientes. El calor y la acumulación de presión dentro de mí, se centran en mi bajo vientre, en mi interior. Es una presión desesperada, una necesidad volcánica, y no sabía qué hacer.
Mientras que su boca está ocupada con mi pezón derecho, la mano izquierda está haciendo cosas similares en mi seno izquierdo, y estoy jadeando y sin aliento, haciendo todo tipo de ruidos embarazosos.
Sé, muy dentro de mí, que no debería estar haciendo esto. La mojigata dentro de mí, está lanzando culpa, diciéndome que estoy pecando con esta rubia. Hago lo que puedo para hacer caso omiso de esa pequeña voz, esa semilla sobrante de vergüenza.
Ella mueve su boca a mi pezón izquierdo, y su mano derecha se mueve a mis costillas, por encima de mi vientre, a la cadera, y siento sus dedos deslizarse bajo la cintura de mis pantalones de yoga, y luego se detiene, sus ojos en los míos.
Estoy indefensa. No tengo derecho, ni capacidad de resistir sus caricias, sin posibilidad de detener esto. Sé que debería, pero no puedo. Soy tan débil. Tan débil. Ella está por encima de mí, besando mi boca, besando mi cuello, ajustando mis pezones entre sus dedos, manteniéndome sin aliento y me inquieto y me retuerzo, y la presión está creciendo dentro de mí, en mi interior. Estoy húmeda allí, lista. Aprieto mis muslos juntos en un vano intento de aliviar la presión, pero no hace nada.
Mis pantalones de yoga negros ajustados ruedan hacia abajo lo suficiente para que la parte superior de mi ropa interior se esté mostrando, una tira de algodón rojo. Mis ojos se están cerrando y abriendo, fijándome en el rostro de Brittany, sus ojos cuando me mira, su boca mientras succiona el pezón y lo estira, haciéndome gemir y retorcerme y jadear ya que el calor y la presión aumentan a un nivel insoportable. Y luego sus dedos rozan la línea elástica de la ropa interior y se detiene.
Estoy completamente a su merced. Sé que no debo dejar que esto suceda, que estoy cruzando alguna línea que no debería pasar, pero no voy a parar. Me está tocando, es mi dueña. Ella sabe exactamente lo que necesito, lo que quiero, incluso si no lo hago.
Y ahora, oh, Dios. Sus dedos, sólo su medio y anular están cayendo bajo el elástico por el tacto hacia la piel rasurada, suave, y estoy temblando. Quiero esto. Quiero que me toque.
Nunca me he tocado a mí misma ahí. Nunca. Era un pecado tácito, vergonzoso y repugnante. Y entonces, como adulta, no tenía motivos ni tiempo. Nunca he conocido el deseo, nunca conocí la necesidad de tocarme a mí misma como ella me está tocando.
Sus ojos son de color verdoso ahora, un color que nunca había visto en ella antes. Me mira cuando mueve sus dedos, oh, tan gradualmente, cuidadosa hacia abajo. Mis muslos están apretados juntos, pero se aflojan para dar la bienvenida a su tacto, como si mi cuerpo quisiera esto, aunque mi mente, corazón y alma están en guerra.
Mi cuerpo responde. Su dedo medio está a punto de llegar a la parte superior de la apertura, y luego la punta de su dedo se desliza dentro de mí. Dejo escapar un gemido, un sonido de necesidad y miedo.
—Dime que pare —murmura. Sus ojos están sobre mí, y sé que ella está leyendo mis emociones.
Abro la boca, pero las palabras no salen. Acabo de mirarla a los ojos, y otra vez mi cuerpo toma mi decisión por mí. Su dedo se hunde más profundo dentro de mí, y ahora una palabra finalmente escapa de mis labios.
Su nombre.
—Brittany... —Es una súplica susurrada, pero no sé si estoy pidiendo más o pidiendo que se detuviera.
Estoy temblando. Mis rodillas tiemblan, mis manos tiemblan. Mis labios tiemblan y mis ojos no se pueden enfocar. Siento su dedo entre mis labios, un sentimiento extraño, una sensación de saciedad y entonces ella está profundizando. Su mano y el dedo se mueven más profundos aún.
Y luego su dedo me toca de una manera determinada, y golpea rápido. Un gemido se arranca de mi garganta como una bala de placer a través de mí. Ella me mira, y yo la veo mirarme. Estoy acostada parcialmente de su lado, y mi camisa arrugada sobre mis pechos, pesados y cayendo a ambos lados de mi cuerpo, mis huesos de la cadera son visibles mientras me arqueo bajo su tacto. No puedo evitar los gemidos, mientras me toca de nuevo, y el calor y la presión dentro de mí se construyen y construyen y construyen en algo insostenible, algo violento y en el filo de la navaja de la detonación. Algo tiene que romperse.
—¡Oh, dios, Brittany! —He oído las palabras salir de mi boca, y nunca, nunca soné tan necesitada, tan eróticamente entrecortada y femenina.
—Santana... dios, Santana. Eres tan hermosa. Eres perfecta. — Su voz es un murmullo en mi oído.
Y entonces su toque se convierte en movimiento, uno suave dando vueltas alrededor de ese punto, y estoy levantando mis caderas al ritmo de sus caricias, me sonrojo, estoy caliente de la misma forma que mi cuerpo, pero no puedo evitarlo. Nunca me he sentido de esta manera, no puedo evitarlo y no quiero, aunque esté mal.
Su boca desciende a chupar mi pezón izquierdo y las ráfagas de placer van con ello, se convierte en una serie de pulsaciones de dispersión de las explosiones en mi pecho y mi centro, mi corazón es un tambor tribal salvaje en mi pecho, y mi respiración es todo gemidos y jadeos, y su nombre en voz baja.
Sus dedos se mueven rápidamente ahora, y las detonaciones dentro de mí se están construyendo, no sé qué hacer. Voy a perderme en esto, voy a estar perdida en un huracán de sensaciones, pero ella no se arrepiente. Muerde mi pezón y me oigo a mí misma hacer un ruido que es casi un grito, y luego sus dedos dentro de mí encuentran ese lugar perfecto y su boca chupa mi otro pezón entre sus labios y se preocupa por ello y ahora me he ido...
Todo dentro de mí se deshace. Estoy gritando, chillando en realidad. Estoy destrozada, convulsionando, totalmente incapaz de detener la forma en que mis caderas se levantan de la cama, buscando su contacto, necesitando más, y ella me da más, mucho más. Me besa en la boca mientras me hago añicos bajo su tacto, y su lengua se encuentra dentro de mi boca y sus labios poseen los míos.
Estoy tomando todo de ella, arañándola, mis músculos se aprietan y sueltan. Mi cabeza gira y mi respiración se va errática. Escucho mis propios gemidos de pura sensualidad y desesperación.
Retira su mano, su boca se presiona contra mi mejilla, y me sostiene contra ella, tiemblo sin control.
Cuando soy capaz de hablar, levanto la cabeza para mirarla a los ojos.
—¿Qué... qué me has hecho?
Ella no se da cuenta que lo digo en serio.
—Te di una probada, nena.
No protesto por el término.
—¿Una probada de qué? —Me pregunto si debería decirle que nunca he hecho nada ni remotamente parecido. Si sus dedos habían ido hasta lo más profundo dentro de mí, si habría sentido la prueba de mi inocencia.
—Una probada de nosotras.
No sé qué decir. Una parte de mí espera que me pida que haga algo por ella, ya que una inexperta como yo, sé un poco cómo funcionan las cosas. Pero no lo hace. Sólo me sostiene hasta que desaparecen los temblores. Es entonces cuando el sentido de la vergüenza y la culpa me superan.
Técnicamente, todavía soy virgen, pero le di más de mí de lo que nadie ha tenido jamás. Y todavía no sé lo que es esto o dónde va. Sé lo que dijo, que ella me quiere, pero... ¿No ha dicho lo mismo a las demás? Ha habido decenas delante de mí. Decenas de mujeres, y que sabían lo que le dan, la forma de tocarla, de cómo agradarle, y sabían a qué atenerse. ¿Le susurró las mismas palabras que dijo para mí?
Sólo sé que una cosa es segura: Quiero más. Lo que acaba de hacer para mí... necesito más. Veo lo que es el gran problema ahora, y eso fue sólo una muestra. Nunca voy a ser capaz de obtener lo suficiente, pero no puedo tener más. No puedo. Porque necesito más de ella. Sé que mis sentimientos hacia ella se van fuera de control. Sé a dónde están conduciendo.
Y no puedo darme el lujo de enamorarme. ¿Cómo puedo dejar que eso suceda? ¿Cómo puedo confiar en ella? Cómo puedo entregarme a ella cuando sólo la conozco desde hace unos días, y si me enamoro, ¿entonces qué?, ¿Me mudo con ella?, ¿Querrá casarse conmigo?
¿Me quiero casar?, ¿Es cierto?, ¿Es ahí donde va esto?
No por ella, sin duda. ¿Y qué acerca de sus películas? Tienen sexo en ellas. Lo que significa que tiene relaciones sexuales, con las actrices, en la pantalla que millones de personas ven. Y sin embargo, llegaría a mi casa y yo le daría un beso y ¿la tocaría sabiendo que otra mujer acaba de hacer todo eso, incluso si se trataba de una película y no la emoción real? Incluso sin emoción, sería besos reales, sexo real.
Estoy hiperventilando ya que estos pensamientos van a través de mí a mil por hora.
Dejé que me tocara. Dejé que me diera un orgasmo. Tenía los dedos dentro de mí. Su boca estaba en mis pezones. Básicamente tuve relaciones sexuales con ella, y apenas la conozco. Ella puede hacer que me despidan y asegurarse que no trabaje en Hollywood de nuevo. Ella puede hacer lo que quiera y salirse con la suya.
Me tocó. Me besó. Me hizo sentir mucho, mucho.
Las lágrimas se filtran bajo mis ojos, lágrimas de confusión, la desesperación y el miedo.
Ella las ve.
—¿Santana? Qué... ¿qué pasa?
—Yo... lo siento. Yo no... No puedo... —Huyo de ella, de la cama y entro en el baño.
Mi estómago se levanta entonces, la confusión de emociones que dan vuelta a la náusea, como siempre lo hace. No voy vomitar, sin embargo. Brittany está en el otro lado de la puerta cerrada, la siento ahí. Sé que tengo que mirarla. Abro la puerta y ahí está, esbelta y preciosa y claramente molesta.
—Santana, ¿qué pasa? Pensé, nosotras…
Niego con la cabeza.
—Brittany, yo... Dios, me equivoqué —Quiero sus brazos alrededor de mí, porque incluso cuando ella es quien me molesta, también me consuela. No puedo dejar que eso suceda porque voy a perderme en su toque de nuevo.
—. Estoy tan confundida, y no sé lo que es, lo que somos... no sé nada.
—No… ¿no quieres estar conmigo?
—¡No lo sé! ¡Haces que me sea tan difícil pensar! Si me tocas, no puedo dar sentido a nada. Podrías tener a cualquiera, varias personas, y no puedo competir con eso. Y eres una estrella de cine. Vas a estar en Lo Que El Viento se Llevó. O bien, sé cómo dirige Jeremy, tendrás una escena de amor con ella. Y entonces ¿qué pasa con nosotras?, ¿Se supone que debo estar de acuerdo con eso?, ¿A dónde va esto? Y lo que hicimos... fue... increíble, pero no pude evitarlo. Fue muy, muy rápido, no sabía que podía…
—¿Estás diciendo que se sentía como si te estuviera forzando? —Hay un borde afilado en su voz.
—¡No! Estoy diciendo que era yo... quería, pero no debía... No fue... —No quiero admitir que soy virgen. No sé cómo va a reaccionar o lo que va a decir o hacer. ¿Qué significaría para nosotras?, o sea lo que pasa entre Brittany y yo. Paso por su lado—. Sólo... tengo que ir a casa. Tengo que pensar. Todo esto sucede tan rápido, y estoy muy confundida…
—Estás huyendo otra vez. —En partes iguales está enojada, resignada y triste.
—¡No!
—Entonces, ¿Cómo lo llamarías? —Sus ojos son de color azul grisáceo, y está paseando lejos de mí.
—No lo sé. Sólo digo que necesito un poco de tiempo.
—¿Tiempo para qué? O me quieres o no lo haces.
—No es tan simple, Brittany…
—Entonces explícalo —Ella se vuelve hacia mí encontrándose por encima de mí y mira hacia abajo, dentro de mi alma—. Dime una cosa verdadera.
—Te quiero tanto que me asusta. —No puedo mirarla.
—¿Por qué te asusta tanto?
—Debido a que es mucho, y no sé cómo manejarlo. No sé lo que es esto entre nosotras.
—Es una relación romántica, Santana. No es tan complicado. Me gustas, te gusto, pasamos tiempo juntas. Hacemos el amor. Nos decimos cosas verdaderas sobre nosotras mismas.
—Entonces dime una cosa verdadera sobre ti.
Se frota la mano por el rostro, y luego por el cabello.
—Está bien, está bien. Todavía no me has dicho nada real, nada profundo. Sé que tienes miedo, no es ningún secreto. Pero te voy a mostrar lo que quiero decir cuando digo algo verdadero. Soy la hija de Jimmy Pierce. Mi madre es Amy Pierce. Estas en la película, por lo que debes saber estos nombres.
Sabía esto. Por supuesto que sí. Que Brittany era la hija de Jimmy era de conocimiento público. Pero de alguna manera nunca pensé en el efecto que tendría sobre Brittany. Jimmy Pierce era, y sigue siendo, uno de los directores más queridos de todos los tiempos. Era muy difícil de trabajar, exigente y peculiar, pero era brillante. Está mayormente retirado ahora, y es famoso y solitario. Nadie sabe dónde vive, pero que a veces va a consultar sobre una película de su casa, por correo electrónico y teléfono.
Amy Pierce era una actriz del romanticismo de los años setenta y ochenta. Tenía fama de ser una chica salvaje, y su relación con Jimmy fue un gran escándalo en la época, ya que él tenía más de cuarenta años y se casó con una niña. Amy tenía apenas veintiún años. Jimmy dejó a su esposa e hijos por Amy, y los dos permanecieron juntos durante casi veinte años tumultuosos. Los tabloides registran todas las acusaciones de fraude por parte de Jimmy y cada visita que llevó a Amy a rehabilitación.
Finalmente Amy murió de una sobredosis de cocaína a mediados de los años noventa. La última película de Jimmy salió el año en que Amy murió, y él no ha dirigido desde entonces.
Brittany suspira.
—Así que sí. Crecí en Hollywood. Era un extra en películas de mi padre a partir de la edad de cuatro años. Él me consiguió mi primer papel real cuando tenía seis años. Montaña de la Luna. Después de eso, tuve mis propios papeles. Mamá y papá me manejaban —Sus ojos se oscurecen, con dolor, recordando—. ¿Quieres otra cosa verdadera? Encontré a mamá. Cuando tuvo la sobredosis, quiero decir. Estaba en su cuarto de baño. Estaba desnuda en su bañera. La bañera estaba vacía, no la llenó de agua. Estaba tumbada en ella, cubierta de vómito. Yo era sólo una niña. Fue en el noventa y seis, así que tenía como... ocho, supongo. El vómito estaba todo ensangrentado. No hablé seis meses después de eso. Estaba en el medio de la filmación de mi segunda película y cuando terminó, tuvieron que reformular y volver a disparar.
Puse mi mano sobre mi boca, tratando de imaginar lo que debe haber sido eso para una niña pequeño. No puedo.
—Mi mamá murió de cáncer. Cuando estaba en mi último año de la escuela secundaria —Estoy apenas susurrando—. Ella era mi mejor amiga. Mi todo. Era la única que me entendía o me apoyó. Mi padre... nunca me he llevado bien con él. Vamos a dejar las cosas así. Luego de su muerte, y vi cómo sucedía. Día tras día la veía pelear y pelear, pero perdió, y murió y... ella, ¡ella me dejó! Murió, y me dejó sola, y Dios no la detuvo.
Brittany envuelve sus brazos alrededor de mí, y me hundo en ella, absorbo su olor, la sensación de su piel contra mi mejilla. Me estoy perdiendo a mí misma en ella, poco a poco.
Me alejo.
—Tengo que ir a casa —le digo, secándome las lágrimas de mis ojos—. No puedo hacer frente a todo esto.
—Santana…
—No estoy huyendo de ti, Brittany. Es que... estoy abrumada. —Estoy corriendo, sin embargo, y ella lo sabe.
—Está bien. Bien. Lo que sea —Brittany se frota en la mandíbula con los nudillos—. Greg trajo el Rover de nuevo para ti. Está en el camino de entrada. De hecho, espera.
Desaparece, y me siento en la cama y disfruto del café ahora tibio. Regresa al cabo de unos minutos con un trozo de papel, un lápiz, y mi bolso.
—¿Qué es eso? —Le pregunto.
—¿Tienes dinero en efectivo? —pregunta, andando sin rodeos.
—Um, sí. ¿Por qué? —Busco mi bolso y saco un fajo de billetes.
—Dame un cinco. —Le doy un billete de cinco dólares, y vuelve el papel hacia mí. Es el título de la RangeRover—. Firma aquí, y quédatelo. —Ella señala a una línea.
—Brittany…
—Solo hazlo. Por favor. —Ella no me está mirando.
Suspiro.
—No voy a quedarme tu coche. Vale como, 140.000 dólares.
—Santana, el dinero no significa nada para mí. Nunca lo ha hecho. ¿Quieres el Bugatti? Te voy a dar el Bugatti. A la mierda. Puedo comprar otro.
—No quiero ninguno de tus coches. No quiero tu caridad.
Lanza la pluma y el título en la cama junto a mí.
—Maldita sea, Santana. No estés jodiendo con eso de la caridad.
—No tienes que jurarme.
Se desploma, frotándose la parte posterior de su cuello.
—Lo siento, es que... Dios, Santana. Basta con acceder al título. Coge el coche. Hazlo por mí —La miro, y luego, firmo el título en el que señaló, la fecha—. Gracias. Llévalo al DMV el Lunes. Te agrego a mi póliza de seguro.
—Brittany, no vas a añadir…
—¿Nunca has ganado ninguno de estos argumentos todavía? —Me mira con una ceja arqueada. Niego con la cabeza y suspiro, luego dobla el título y lo pone en mi bolso y empieza a salir de la habitación—. No quiero que te vayas.
—Sólo voy a casa para un rato. Necesito una ducha. Necesito ropa. Tengo que hacer los deberes.
—Pero no vas a trabajar. —Esto no es una solicitud, a juzgar por el tono de su voz.
—Tengo que hacerlo.
—No. No lo hagas.
—Tengo la matrícula. Tengo…
—¿Cuánto has hecho el fin de semana?, ¿Esta noche y el domingo por la noche? En promedio.
—No vas a tratar…
Ella me mira, hablando sobre mí.
—¿Cómo... cuánto?
—Mil, ¿tal vez?
Brittany se gira en el lugar, busca en su armario y abre una caja de seguridad incorporada en la pared. Saca un sobre y cuenta algunos billetes, devuelve el sobre, y cierra la caja fuerte. Su expresión es sombría y dura.
—Aquí. Cinco mil dólares. Toma la semana de descanso.
—No puedes comprarme, Brittany. —Estoy conmovida y ofendida.
—Joder, eres terca —Gruñe—. No voy a comprarte. Te estoy dando la oportunidad de tener algo de tiempo libre.
—Si tomo tiempo libre, nunca voy a volver.
—Genial.
—¡No! ¡No es Genial! No puedes ser mi mujer rica, Brittany. Soy una bailarina de striptease, no una puta.
—¡Y yo quiero que estés bien! No te estoy pidiendo que hagas nada por el dinero, ¡maldita sea!
Está gritando, y me estremezco a la distancia. Ella hace una mueca a mi miedo obvio e inmediatamente se calma.
—. Lo siento. Dios, lo siento. No haces más que volverme loca. Yo no... no entiendo cómo podrías pensar eso. Que hago. Pero... es un regalo. El Rover es un regalo. No vas a estar conmigo, y eso está bien. O no, no lo es. Es jodidamente horrible. Pero al menos deja que te ayude. No es mucho, pero va a hacer que me sienta mejor.
—¿Te sientes mejor? ¿Acerca de qué?
—¿No lo entiendes?, ¿En serio?, ¿No ves cómo me siento?, ¿Lo que me estás haciendo?, ¿Qué tan difícil es esto para mí? —No respondo, y ella tira el fajo de billetes de 100 dólares en la cama junto a mí. Ella está por encima de mí, mirando en la distancia—. Sólo tienes que irte, entonces. Toma, no lo tomes. Qué carajo —Ella se mueve más allá de mí, alrededor de la cama, y empuja la puerta de su balcón.
La veo de pie con las manos en la baranda de piedra ornamentada, mirando por encima de Los Ángeles. Su postura refleja el conflicto, la derrota, la ira. Sus hombros se desploman, con la cabeza gacha, su respiración lenta y regular. Parece que está tratando de aplastar a la barandilla en polvo de piedra por la fuerza bruta. Se ve capaz de hacerlo.
Quiero decir algo, para consolarla, pero no puedo. No tengo respuestas para mí misma, por no hablar de ella. Me paro lentamente, y luego se detiene y me quedo mirando el espeso montón de dinero, y lo considero. Al final, no puedo soportarlo. Quiero. Quiero no tener que trabajar, para no tener que quitarme la ropa. Pero no puedo tomar nada más de Brittany. Me hace aún más suya, y ya estoy perdiéndome en ella, perdí la noción de quién era y quién soy y a dónde voy.
Llego a casa y me baño y me pongo ropa limpia. Busco a tientas mi camino a través de un ensayo sobre el uso de la iluminación en La lista de Schindler. Es un mal ensayo, como mis pensamientos se dispersan. Por último, me rindo y cierro el barato portátil restaurado. Debería haber tomado el dinero. Honestamente estoy aterrada de volver al club ahora. Voy a saltar en cada sombra, ver un violador en cada cliente. El horror de lo que experimenté fue ahogado y enterrado por la cruda intensidad de Brittany, pero ahora que estoy sola, está volviendo. Puse una película y trato de verla, trato de distraerme, pero incluso una estúpida comedia brillante no puede mantener mis pensamientos lejos del silbido de esa horrible voz, el acero cruel de las manos me pelan, aplastando el aire de mis pulmones. Pánico se convierte en histeria, que a su vez se convierte en la hiperventilación. Agacho la cabeza entre las rodillas y trato de centrarme en respiraciones largas y profundas. Estoy en el suelo, sudando, temblando y sollozando.
Quinn me encuentra así.
—¿Estás bien, Santana?
Como van las preguntas, es un poco estúpido. Quiero decir, claro que no estoy bien. Pero es Quinn, y no es el cuchillo más afilado del cajón.
Sin embargo, su presencia me obliga a crear una capa de calma sobre mi pánico, y soy capaz de trabajar mi camino de vuelta en el sofá, limpiándome el rostro y sollozando.
— Sí. Estoy bien.
Ella frunce el ceño brevemente, y luego se da cuenta de la reproducción de películas en la TV, la pantalla plana que Quinn consiguió para la Navidad del año pasado.
—Oh, genial. Me encanta esta película. Chris Farley es caliente. —Ella se deja caer a mi lado, ajena.
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Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
CAPITULO 12
—¿Qué? —Mi voz es algo más que histérica. Varios de los estudiantes que se encontraban en la Oficina de Servicios Financieros, levantaron sus cabezas de los teléfonos y cuadernos para mirarme con curiosidad.
—¿Qué quieres decir con qué ya fue pagado?
La mujer al otro lado de la ventanilla me miraba como si yo fuera lenta para entender.
—Quiero decir… su deuda ha sido pagada.
Ella escribió algo en su teclado y nuevamente me miró.
—De hecho, la matrícula, así como el alojamiento y la comida ya están pagos. Usted tiene un saldo de cero. También veo que se ha establecido una cuenta de depósito.
Es una mujer pequeña de unos treinta y tantos años, bonita con un estilo de cabello muy rizado.
—¿Una qué?
Me frunce el ceño.
—Una cuenta de depósito. Esto significa que es una cuenta con dinero disponible, lista y ajustada para débito automático, por el resto de su carrera. Para los gastos de alojamiento y su plan de alimentos, así, como ve. La verdad, yo no sabía que se podía hacer una cosa así. —Me da una pequeña sonrisa apretada. —Alguien la quiere, señorita López.
—Yo no... No lo entiendo.
—Es muy simple, de verdad. Alguien ha pagado por el resto de su educación.
—Lo siento si sueno muy estúpida, pero no entiendo quien… quien podría haber hecho algo así….
Me frené, porque entendí. Cerré los ojos lentamente y traté de no llorar ni explotar.
—Gracias. —Le digo en un susurro y me vuelvo sobre mis talones para salir de la oficina. Una vez fuera, simplemente me siento en el Rover.
El cuero es fresco bajo mis piernas, y explosiones de aire frío dan en mi cara. Afuera hace un calor impresionante, pero el Rover se siente en momentos helado. El Rover cuenta con radio satelital y ya soy adicta a él. Musicalmente, me ha llegado a gustar de todo, incluso el hip-hop y el pop, pero mis raíces sureñas hacen que mi amor sea por la música country. "More than Miles" de Brantley Gilbert empieza a sonar.
Dios, esta canción, son tonos de casa, mi casa, como la que alguna vez fue. Tengo el recuerdo de ir en el asiento delantero del BMW de mamá, ventanas abiertas y el viento enredando nuestro cabello mientras a través de los parlantes suena Tim McGraw . Mamá amaba a Tim. Papá no estaba de acuerdo, ya que no era, como Steve Green, Michael W. Smith o Steven Curtis Chapman, pero ese era siempre nuestro secreto, en el camino a casa después de las clases de baile o durante los mandados por la ciudad.
La canción termina, y una locutora mujer empieza a hablar, parloteando momentáneamente, y luego me rompe el corazón.
—Recordando viejos tiempos. Esta es la siempre deliciosa “Don’t Take the Girl” de Tim McGraw.
La canción favorita de mamá. Grité sin control y me permití extrañarla por primera vez en meses.
Cuando terminé de llorar, tenía que hacer algo, o me iba a derrumbar en pedazos.
Si todavía tenía un trabajo después de no llamar ni aparecerme el sábado ni ayer, mi turno empezaría en unos veinte minutos. Si no voy, Brittany habrá ganado. Había pagado mi matrícula, alojamiento y plan de alimentación, básicamente dejándome sin ninguna razón para trabajar.
Nunca dije que no fuera terca.
Ni siquiera me detuve para pensarlo. Simplemente conduje en la cara camioneta hacia Noches Exóticas, y me impresionó lo rápido que había llegado a sentirme cómoda en este vehículo. Cuando llegué al estacionamiento, sin embargo, no podía creer lo que veía. No había coches en el aparcamiento. Claro que en un lunes por la tarde no hay mucha gente, simplemente Puckerman y algunos de los clientes habituales, pero por lo general hay alguien. El lote estaba vacío. Estacione el Rover y me dirigí a la puerta principal, donde mi corazón se detuvo.
Había un trozo de papel de impresora pegado a la parte interior de la puerta, con un mensaje corto y simple impreso en una fuente enorme:
CERRADO PERMANENTEMENTE.
PROXIMAMENTE TIENDA DE LICORES “LA CUEVA DE BOB”
—¿Es una broma ?
Muevo el pomo de la puerta, pero simplemente no gira, está con llave. Voy hacia un costado, a la puerta que conduce a la zona de detrás del escenario y los vestuarios. También está cerrada, pero eso no es de extrañar ya que siempre está cerrada con llave desde el exterior.
¿El club se ha vendido? ¿Qué pasó? Me paro en el estacionamiento cocinándome en el calor del final de la tarde, sudor corriendo entre mis omóplatos, mi cabeza dando vueltas. ¿Cómo podía haber sido vendido a una tienda de licores? Tal vez el club no era una próspera franquicia como Deja Vu, o un lugar exclusivo, como Skin o SpearmintRhino, pero aun así dejaba una buena ganancia. Servíamos un alcohol de mierda a hombres de estrato medio bajo y bajo que hacían parte de la clase trabajadora. Pero... ¿una tienda de licores? ¿La Cueva de Bob? ¿En serio?
Mi cabeza está a punto de explotar.
Entonces... lo entendí.
No.
No.
Por Dios, no.
No pudo hacerlo.
Giro sobre mis talones y me dirijo de prisa de nuevo al coche. Me hundo en el asiento de cuero del Rover... el que realmente había empezado a pensar en como mi Rover... y trato de decidir si voy a gritar, llorar, reír, o las tres cosas.
Ella lo hizo. Sé que está detrás de todo esto. Tiene dinero como para tirar a lo alto, y el dinero para ella no significa nada. Pero habría gastado – No se siquiera cuanto… ¿unos cuantos millones de dólares?- ¿Sólo para asegurarse de que yo no volviera a desnudarme?
Ella podía haberlo hecho.
En verdad… sé que ella podía hacerlo.
Conduje rápidamente el Rover a través de las calles de L.A. hacia Beverly Hills, con una pericia que pondría orgullosa a Brittany. En treinta minutos estuve a la puerta de su vecindario y el vigilante simplemente me dejó pasar. ¿Cómo podía conocerme? ¿Acaso era que conocía este carro? O ¿era que Brittany le había dicho a todos los vigilantes sobre mí?
Tuve que resistir las ganas de rechinar las llantas sobre el pavimento del camino hacia su casa. No podía olvidar que estaba en un vecindario. Entro en su camino a un ritmo tranquilo y parqueo bajo el arco. Su Bugatti está recostado en el único garaje abierto.
Una camioneta roja maltratada se encontraba en el camino de entrada, una enorme bestia de máquina con grasa, grandes llantas de neumáticos negros que hacían que el gigantesco camión fuera aún más alto.
Capas de mugre cubren el camión y escucho el motor rugir al pasar. No parece el estilo de Brittany, es un camión absurdamente masculino, pero de nuevo, lo hace. Toco a la puerta con mi puño, agarrando la correa de mi bolso en el hombro con la otra mano. Estoy temblando por todas partes, incluso después de manejar durante media hora para calmarme.
Brittany abre la puerta envuelta en una toalla blanca demasiado pequeña, el cabello mojado y pegado a la cabeza, gotas de agua corriendo por su esculpido pecho. Ella tiene un cepillo de dientes en su boca y un poco de pasta de dientes espumosa en la barbilla. Empuja la puerta abriéndola y la sostiene, y entro pasándole. Huele delicioso, como algo cítrico mezcla del champú y del desodorante.
Mi mano se mueve por sí misma, limpiando la pasta de dientes de su barbilla con mi pulgar. Estoy de pie junto a ella, y siento el calor que sale de ella.
Olvido momentáneamente por qué estoy enojada con ella.
Tiene el cepillo de dientes sujeto entre sus molares del lado derecho de su boca, y se reclina contra la puerta. Su toalla parece peligrosamente cerca de caer, pero la agarra con una mano, sacando el cepillo de dientes de su boca con la otra.
—Me preguntaba si tendría una visita tuya. —Su voz es fresca y divertida, pero sus ojos son de un tormentoso y nublado gris, el color de pensamientos profundos y de emociones en ebullición.
—Tú... tú... — No puedo articular las palabras.
Estaba tan desnuda como una chica puede estar sin en realidad estar desnuda, y es increíblemente inquietante, porque tengo visiones corriendo por mi cabeza, lamiendo las gotas de agua de su pecho. Tuve que contenerme de hacerlo agarrando firmemente el marco de la puerta.
—Estaba en la ducha —termina por mí—. Y te ves bastante sudorosa, como que puedes necesitar también una ducha ahora mismo. —Se inclina sobre mí y me huele—. Pero hueles bien. Olerías incluso mejor si ese fuera mi sudor corriendo en tu piel. —Su voz vibra en mi oído, íntimo y sugerente.
¿Qué nuevo juego diabólico es este? ¿Qué me estaba haciendo? Estoy atrapada en mi lugar. Está dejando que la toalla se deslice un poco. Puedo ver la V de sus músculos de la ingle. Va a dejar caer la toalla, aquí en su vestíbulo. Está tratando de distraerme del enojo que siento hacia ella. Y definitivamente, está funcionando.
Me doy la vuelta y pongo mi cara hacia la puerta.
—Maldita sea, Brittany.
—¿Acabas de maldecir? Pensé que nunca maldecías. —Su voz está en mi oído, muy cerca.
Por qué no puede simplemente dejarme en paz? ¿Y por qué realmente no quiero que lo haga?
—Pagaste mis estudios.
—Y tu alojamiento y comida. No te olvides de eso.
—¿Y el club? —Digo en un susurro. Otra tendencia mía cuando estoy tratando con Brittany.
—Oh, ¿eso? — Suena satisfecha de sí misma. No me atrevo a mirar su expresión petulante. Puedo imaginármela lo suficientemente bien.
—Mi amigo Avi estaba buscando una nueva propiedad, así que le hice una oferta que no podía rechazar, al maldito gusano baboso de Puck —dice esta última parte en una pasable imitación de Marlon Brando, pero estoy tan sorprendida y enojada que incluso su cita de El Padrino no me impresiona.
—¿Puck? ¿ Noah Puckerman ?
—Sí, ese pequeño cabrón. Él no quería vender, pero todo el mundo tiene un precio. Resulta que el precio de tu amigo Puck era de dos millones de dólares. —Lo dice casualmente.
No puedo dejar de preguntarme lo que Candy y las demás van a hacer, ahora que el Club se ha ido.
—Pagaste dos millones de dólares para cerrar el club, ¿para que yo no trabajara más ahí? —Doy un vistazo a Brittany, lo cual es un error, porque ella sostiene vagamente la toalla, y me hace bromas con destellos de lo que hay debajo. Ella se encoge de hombros.
—Sip. Era una mierda asquerosa de todos modos, y Puck era una cucaracha grasienta. No puedes decir honestamente que estás molesta por esto, ¿o sí?
Me alejo de ella, luchando por respirar y por palabras.
—Tú... pero mi matrícula y todo lo demás. Eso tuvo que costar…
—Ni siquiera cincuenta de los grandes. —Ella hace un gesto desdeñoso—. Nada relevante. Pero no se trata del dinero. Se trata de ti.
Cincuenta de los grandes. Irrelevante. Mi cabeza gira.
—No lo entiendo…
Me detiene con una mano en mi brazo y tira suavemente mi espalda contra su pecho. Esta húmeda todavía y mi camisa se pega a su pecho.
—Es muy sencillo, Santana. Soy una niña mimada. Siempre he conseguido lo que quiero. Siempre. Y te quiero toda para mí. No quiero que trabajes allí nunca más y sabía que me pelearías por eso, así que tomé la decisión lejos de ti. No me importa lo que cueste, tengo que tenerte toda para mí.
—Eso es hacer trampa.
—¿Dónde está el libro de reglas para esto? ¿Cómo es el dicho? "¿En la guerra y en el amor, todo se vale?"
—¿Y aquí cual es el caso? ¿Amor? O ¿guerra?
—Ambas. Ninguna. Es como quieras que sea, nena. —Su voz retumba en su pecho, vibrando contra mi columna vertebral. Su mano está alrededor de mi brazo, el otro metido entre nosotras, manteniendo la toalla en su lugar.
Oh, Dios. Oh, Señor, ayúdame. Puedo sentirla, todo de ella, pegado a mi espalda.
—Brittany, ¿por qué haces esto?
—¿Por qué sigues luchando?
—Porque… todo es demasiado. Tú eres... tú me abrumas.
—Sólo soy una chica.
Niego con la cabeza. Mi cabello se aferra a las gotas de agua sobre su pecho. Estoy totalmente consciente de cómo se agitan mis pechos. Ella me hace consciente de mí misma, de mi cuerpo.
—No, tú eres más. Eres mucho más. Eres esto…esta experiencia. Me estoy... me dejo llevar por ti, cuando estoy cerca tuyo. Pierdo el control cuando estoy contigo.
Esto la conmueve. Siento como se tensa con mis palabras.
—¿Tienes idea del efecto que tienes sobre mí? —Se ríe suavemente. —Haces que gire al revés. Yo nunca... nunca antes algo me importo. No así. Nadie. Después de que mamá murió, simplemente apagué el sistema, y nunca se recuperó. Papá siempre fue raro, peculiar y solitario, pero cuando ella murió, simplemente desapareció. Básicamente me crie yo... bueno, Vickers el mayordomo estaba allí para mí en todo. Y Betty, el ama de llaves.
No puedo dejar de reír.
—¿Tenías un mayordomo llamado Vickers?
—Cállate. —Ella se ríe. —Yo no le puse el nombre al tipo. Y “mayordomo” es genérico para un montón de oficios. Piensa en Alfred de Batman. Él hizo todo por Bruce, ¿sabes? Así es como Vickers era. Administraba la casa, llevando la cuenta de todo. Se aseguró de que fuera a la escuela y eso. No era del tipo “abrazos y cobijarte en la noche”, pero en el transcurso de los años me rescató de algunas situaciones difíciles.
Hace una pausa, respira, su pecho hinchándose contra mi espalda, y exhala profundamente. Está alejando recuerdos. Sé algo de eso. —De todos modos. Tú y yo. Lo que me haces. No puedes distraerme de esto. Necesitas saber.
Se inclina más cerca y su cercanía hace que mi piel se erice y que mis pezones se endurezcan. Traidores. Siento el ya familiar calor, palpitar muy profundo.
—Me haces sentir cosas. Y debes saber lo importante que es eso para mí. Empecé a actuar, realmente a actuar, ¿sabes? Tomándolo en serio y haciendo los papeles que elegía, porque quería sentir. Tenía que representarlo en la pantalla, porque no podía sentir nada cuando era Brittany. Nada, excepto esa vaga sensación de soledad. Estaba acostumbrada a ella, porque crecí sola. Vickers era estoico y británico, y Betty era una señora desaliñada con sus propios hijos que preocuparse. Así que dejé de sentir las cosas porque era más fácil. Estando en Hollywood, creces en torno a la vida, creces como lo hice yo. Las drogas y el alcohol son simplemente normales. Hice mi primera raya de coca cuando tenía… ¿doce años? Aprendí temprano a festear. Llenaba los vacíos o algo así. Luego, cuando llegué a la pubertad, las chicas eran parte de ello. Siempre anotaba, ¿sabes? Siempre. Fue fácil. ¿Y las chicas? Llenaron los vacíos en mí. Pero... todo fue fugaz. Era mi vida. Mujeres, drogas, alcohol, fiestas, actuando en películas alrededor de todo el mundo. Ser una estrella.
—Era genial, era la vida con la que todo el mundo sueña. Pero siempre era simplemente yo. Sola, después de que la fiesta terminaba y que las chicas se fueran a sus casas. Sin sentido. Ninguna de esas chicas significaba nada. Todo un tren sucio de putas estiradas que utilicé para la distracción. No podían hacer una mierda por mí cuando más importaba.
Trato de dar vuelta en sus brazos, pero ella no me deja. Está hablando en mi cabello, en la parte superior de mi cabeza y siento su aliento caliente sobre mi cuero cabelludo. Me quedo quieta y la dejo hablar, procesando estas revelaciones. Cada palabra hace a Brittany más y más real, y mucho más que todo la define, comprende e intensifica.
—Estaba trabajando en la última película de Caín Riley. Estábamos filmando en… ¿Praga? Sí, Praga. Últimas dos semanas de rodaje. Había estado celebrando como una estrella de rock de mierda por días, desperdiciando el tiempo. Pero hacia bien las escenas. Mi personaje era una tipa oscura y melancólica, una tipa dura. Así que la tipa medio ausente e insolente y el "me importa todo un carajo" en los ojos, durante toda la película, era real. No me importaba una mierda, nada, lo que funcionó para el personaje. Estaba tan llevada. Y entonces un día me desperté en la parte trasera de un club en la zona más repugnante de Praga. Me desmayé y cerraron el lugar sólo para mí, para que pudiera perderme. Como si hubiera sabido o me hubiera importado como iba la fiesta en el club mientras estaba inconsciente. Bueno lo que fuera. Me desperté y tenía sangre en la cara, debajo de mi nariz y barbilla. Había vomito por todas partes. Me habían dejado sóla... me dejaron allí. Dejándome vomitar. Se había convertido en algo tan común para mí quedar inconsciente que no se molestaron en comprobar como estaba, porque siempre estaba bien. Tomaba algunos tragos, aspiraba una línea, bebía un poco de café. Grababa la siguiente escena.
Brittany inclino su cabeza hacia atrás, dejándose llevar por sus recuerdos.
—Y me di cuenta, ya sabes, que no les importaba. Mientras grabara buenas escenas, lo demás no les importaba. Y yo iba a terminar como mi mamá. Fue pura suerte que no hubiera muerto esa noche en el club, que no hubiera bronco aspirado y muerto ahogada como mi madre. Así que traté de recuperar la sobriedad por mi cuenta y acabar con el resto de las escenas, sin terminar como ella. Entonces... finalizado el rodaje de Amenazas Veladas, fui a rehabilitación. Fue entonces cuando desaparecí. ¿Sabes? Rehabilitación fue más un tiempo para apartarme. Quiero decir, mierda, es cierto que tuve un problema, pero no fue la adicción a las drogas. Fue la adicción a los sentimientos. Sentía cosas cuando actuaba y cuando estaba totalmente pasada.
Sensaciones buenas pero vacías. ¿Entiendes? Tal vez no entiendes. Tal vez tú sientes demasiado, sientes tanto que ya todo lo demás no tiene ningún sentido. Creo que ese es tu problema. Sientes demasiado.
Descansa su barbilla en mi cabeza y sigue hablando, soy su audiencia cautiva, con un brazo alrededor de mí, que me sostiene en su lugar.
—No siento lo suficiente. Nunca lo hice. Entonces, te conocí. En ese estúpido club de tetas. Y tú eras esa... esa gloriosa criatura. Eras como un ángel atrapado en el infierno. No podías estar más fuera de lugar si te lo hubieras propuesto. Te observé caminando por las mesas y danzando en el escenario. Los… cautivaste. A todos esos pobres, sudorosos, grasientos, cabrones miserables. Eras tan diferente a las otras strippers de ojos apáticos en blanco, que se ven en clubes como ese. Donde las sonrisas no llegan a sus ojos. Donde la aparente sensualidad es... superficial. Falsa. Impuesta. ¿Entiendes? Tú… exudas sensualidad y ni siquiera lo sabes; y eres como una droga para las personas como yo. Puede que tenga más dinero y sofisticación que las otras personas, pero soy como ellas. Buscando una emoción barata, un escape rápido. ¿Y tú? Tú eres un punto alto que nunca pudimos conseguir. ¿Verte bailar? ¿La forma en que te mueves? ¿La forma en que esperas hasta el último segundo de mierda para quitarte la ropa? Es enloquecedor. Ni siquiera lo sabes. No puedes. Hay algo dentro de ti, más allá de esa inocencia. Lo veo. Es... mierda. Es brillante como el sol de mierda, pero está oculto, porque eres infeliz.
Estoy inquieta, desgarrada, sudando por su calor y por la forma en que ella habla de mí, pero no puedo escapar a su agarre, y tengo que escuchar sus palabras. Tengo que seguir escuchando. Está arrancando esto directo de su alma y dándomelo a mí. Es un regalo que no tiene precio y lo voy a guardar en mi corazón.
—Y te conocí —continúa—. Y me hiciste sentir algo. No estaba borracha. Puedo beber, entiendes. No soy y nunca fui una alcohólica. Era... una bandita sobre la herida. De todos modos, te vi, y entonces entré a la sala VIP y tú... eras tan brillante. Pero estabas tan asustada. E hiciste que algo en mí... impresionara. Como si hubiera tenido una
revelación, ¿entiendes? Como ya sabía, tenía que conocerte, tenía que sostenerte y tocarte y decirte todo. Pero seguías huyendo. Y me besaste y me haces poner putamente dura, pero entonces huyes y me dejas adolorida, sola y excitada. ¿Sabes que desde que te conocí, he ganado como quince libras de músculo? Me excitas y después no puedo sacarlo por mi cuenta porque se siente mal y debo dejarlo salir, así que ejercito. Me excitas sólo con respirar. Me haces sentir como si fuera alguien, y no porque yo sea Brittany jodida Pierce.
Se aleja de mí y envuelvo mis brazos alrededor de sus hombros con las palmas pegadas a su caliente y húmeda piel. Se queda quieta y me mira mientras continúa.
—Pero eso no te importa. Igual huyes de todos modos, tal vez por eso. Y no puedo entenderte. Me confundes y ese es un sentimiento. Conozco a las mujeres ¿sí? En verdad. Pensé que sabía cómo pensaban las mujeres, pero ¿a ti? No puedo entenderte. Nunca reaccionas como me creo que lo harás. En un segundo, no puedes tener suficiente de mí y voy a hacer que explotes y al siguiente estás a punto de hiperventilar y tener un ataque de nervios porque no me puedes manejar, o a nosotras, o algo así.
Va a mil por hora y nunca la había oído hablar tanto, de hecho nunca había escuchado a alguien hablar tanto. Simplemente brota de ella.
—Haces que te desee. No sólo... que quiera follarte. Eso se siente barato, incluso con sólo decirlo. Tú no eres el tipo de mujer para follar. Es más que eso. Pero follar es todo lo que sé y tú te mereces más. Y ese es un sentimiento extraño para mí. Siempre he sido privilegiada, ¿entiendes? Soy esa clase de persona horriblemente desagradable que siempre tuvo todo y posee el maldito mundo, ¿sí? Pero no tengo privilegios sobre ti. Tengo que ganarte. Y ni siquiera pude ganarme la verdad de dónde vienes o por qué eres como eres, ni nada. Tú no me das una maldita cosa y eso es desesperante. Pero ese es un sentimiento, también. Desearte, necesitarte, sentirme confundida, estar enojada, sentirme frustrada, necesitar un consuelo que no puedo encontrar, querer incluso tomar tu mano como una puta cursi adolescente... son todos sentimientos. Y eso... eso me hace sentir viva de una manera que nunca he conocido antes.
Finalmente, detuvo el flujo de palabras. Me dio la vuelta en sus brazos y pone sus manos en mi cara. Sostengo con mis manos, su toalla en su lugar mientras me retira el cabello de la cara, limpia un mechón de pelo de mi boca con su dedo índice. Sus ojos son de todos los colores, de ningún color, ese perfecto color celeste verdoso que es tan característico de Brittany.
Y luego vuelve a hablar, con una voz que es magia pura. Y sus palabras... me derrumban.
—Me haces sentir viva, Santana. Y... me encanta esa sensación.
—¿Sientes todo eso? ¿Por mí?
Sólo asiente con la cabeza.
—Yo no...Yo no... Quiero decir… simplemente soy Santana. La hija de un pastor de Georgia. Mi madre murió, te conté eso. Ella era todo lo que tenía, en verdad, y mi sueño era estar aquí, así que vine aquí. Tenía que ganar dinero cuando mi beca se acabó, y no podía encontrar un trabajo, así que tomé el único trabajo que pude encontrar.
—Hay mucho más para ti que eso, Santana.
—¿Cómo qué? —Sinceramente, no lo sé. Siento que eso es todo lo que hay.
—Gracia. Fluidez. Belleza. Inteligencia. Talento. Potencial. Ternura. Sensualidad innata.
Me toca debajo de la barbilla, y no puedo apartar la mirada de ella.
—Dime una cosa verdadera.
—Soy bailarina —digo sin dudarlo—. No... No como en el escenario, no así. Si no realmente baile. Jazz y moderno y ballet.
—¿Bailas para mí?
—¿Qué, cómo ahora?
Ella asiente con la cabeza, besa mi mejilla y se aparta de mí, dejando la toalla en mi mano. Me siento aturdida y es imposible apartar la mirada de su trasero mientras corre por las escaleras desnuda como un pájaro. Quiero que se de vuelta, pero también estoy contenta de que no lo haga. Regresa en un par de pantalones cortos y un top deportivo y toma mi mano. Me lleva a través de su cavernosa casa palaciega en la que vive sola, hasta un gran gimnasio. Hay todo tipo de máquinas de pesas en una esquina, un saco de boxeo colgando del techo, uno de los grandes y pesados para patear y golpear, y luego un área de espacio abierto.
Hace un gesto hacia el espacio abierto.
—Yo practico taichí. Es rudo y me relaja. Me da un centro, un lugar donde pueda estar sola... nada más que el movimiento.
Entro en el centro del espacio abierto, pisando un suelo ligeramente acolchado. Me deslicé suavemente y me doy cuenta cuánto tiempo ha pasado desde que yo bailara para mí.
—¿Puedes poner algo de música?
Coloco mi bolso a un lado y desabrocho mi camisa, arrojándola al lado de mi bolso.
Estaba usando una blusa abotonada sobre una camiseta sin mangas y un par de capris. Bastante bien para el baile. Estoy entusiasmada con la idea, pero nerviosa. Brittany saca su teléfono celular y juguetea con él, después lo conecta en algún puerto construido en una de las paredes. La música resuena a través del espacio y es una música perfecta para bailar. Nunca la había oído antes, pero es muy Brittany. Es una sinfonía, orquestada, pero con fuertes connotaciones góticas; con guitarras y tambores que le dan un rasgo duro. La letra es reflexiva y oscura y vagamente religiosa. No puedo dejar de moverme.
No hay técnica en esto, es sólo puro movimiento. Mi cuerpo fluye, se estira, gira y se convierte en una extensión de la música. Salto, curva, jeté y rodar en piruetas; y no hay nada más que la música y mi cuerpo que se mueve. Tal pureza de expresión obliga a dejar salir cosas dentro de mí.
Había olvidado el baile. Lo había dejado en aras del trabajo y la escuela. Lo había perdido. Perdí esa parte de mí y ahora... Brittany me la había devuelto. Bailo y bailo. Otra canción de la misma banda empieza a sonar y no dejo de bailar. Siento que ella me mira pero no me importa.
No, eso no es cierto. Me importa. Mucho. Siento su mirada, y bailo con más energía para ella. Quiero que me vea como soy. Me ha pedido varias veces que le diga una verdad sobre mí y ahora lo hago. Le digo una cosa verdadera, no con palabras, sino con algo más tangible, algo que viene de lo más profundo de mí. Las palabras pueden mentir. Las palabras pueden engañar y confundir y ocultar y evitar. Pero las cosas que haces, cómo te mueves, cómo tocas, esas cosas no pueden mentir.
Cuando la música termina, me quedo sin aliento, jadeante, sudando. Brittany está de pie con los brazos cruzados y una expresión en su cara que no puedo descifrar. Recupero el aliento y espero. Viene hacia mí, sus ojos están encendidos de color verde-azul, el color del deseo. Llega a mí, sudor corre por mis brazos, separa suavemente el cabello de mi cara, infinitamente suave, tocándome con deseo reprimido.
Duda por un segundo y a continuación, me besa.
Y ahora estoy perdida de nuevo. Dios, su beso me devora. Me succiona con la fuerza de su calor, su electricidad, su sexualidad y su dominación. Incluso el ligero sabor de pasta de dientes en los labios es sensual. Aspiro el olor del champú en su cabello y su loción de cítricos o su colonia o lo que sea. Sus manos me acarician y me tocan y me sostienen e incitan el deseo dentro de mí. Me besa, me besa, me besa.
Y le devuelvo los besos.
Soy libre. Me voy por completo
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Por dios santana dejate querer, estoy segura que san no es una mas para britt y esta llego en el mejor momento, adios a ese club de porqueria!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Ya si san no se deja querer por britt y todo lo que le dijo.... Es definitivamente para matarla literal....
Me gesto todo lo que hizo britt por san!!!.. A ver que hace ahora ella??
Me gesto todo lo que hizo britt por san!!!.. A ver que hace ahora ella??
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Hola!!! Me encanto Britt en todos los aspectos!!! Esero que San no se ponga en modo tonta!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]Brittana: Stripper (Gp Brittany) Epilogo
Es difícil para ambas porque nunca habían sentido esto por otra persona, San cuestiona todo lo que pasa con Britt por su inexperiencia y por lo que sabia de ella y pues la rubia tratando de descifrar a una persona que la vuelve loca pero que es una incógnita en todos sentidos y que cuando cree haber avanzado es como volver al inicio con ella, además de que aun no sabe hasta donde llega la inocencia de la morena.
Creo que después de esta plática y de lo que ha hecho Britt para salvar a San ésta se ira abriendo y ya dio los primeros pasos medio contó su historia y bailo para ella....ahora haber como siguen las cosas...
Esperó actulices pronto!!! Ya quiero leer! :D
Creo que después de esta plática y de lo que ha hecho Britt para salvar a San ésta se ira abriendo y ya dio los primeros pasos medio contó su historia y bailo para ella....ahora haber como siguen las cosas...
Esperó actulices pronto!!! Ya quiero leer! :D
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
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