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[Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
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micky morales
JVM
marthagr81@yahoo.es
7 participantes
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
JVM escribió:Jajajajaja vaya problema en que la metió esa maleta jajajaja y que San supiera lo que traía dentro!!
Yo creo que ya disfrazadas no se podrá resistir mucho Britt jajaja
Epico no?????
Vamos a ver de que tratan los disfraces....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
3:) escribió:Si son eternas las noches jajaja a ver si duermen???
Morí de risa con el.viejito agresivo jaajajaja
Tanto problema con la maleta jajaja pobre britt!!!! No puede pasarle nada peor...
Oh si,,, los problemas de Britt comenzaron al conocer a Santana, o Satán y creo que apenas inician.......
Le dejare unos 3 cap. hoy para que lean hoy o en el fin de semana solo que los estare subiendo a diferentes horas....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Tati.94 escribió:¿Que pasara en esa fiesta de disfraces? No creo que San aguante mucho más y Britt ni se diga, va a derretir los consoladores que tenía en la maleta.
En ese carnaval pueden pasar muchas cosas, Britt no quiere ir por que se cree la muy muy, Satán esta encargada de los disfraces asi que se espera un desastre o tal vez no....... jajajajjajaja con lo de la maleta jajajaj derretirlos jajajjajaj
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 8
—Ni hablar, ni pienses que voy a ponerme eso.
Lo dijo sin mirarla; no podía, después de la vergüenza que había pasado en la Jefatura de la Policía Local cuando ese hombre, con cara de guasón, empezó a sacar todos sus artilugios íntimos y enseñárselos a los que allí estaban, con socarronería, mientras la miraba sonriendo. En ese momento hubiera querido que el suelo se abriese bajo sus pies, y caer dentro, para poder así desaparecer de aquel lugar. Nunca, nunca hubiese
creído que pudiera pasarse tanta vergüenza. Jamás nadie la había abochornado tanto en público y, para colmo de males, había tenido que sufrir dicha humillación en presencia de Satán. Eso la había enfurecido hasta tal punto que salió de la jefatura haciendo caso omiso a las indicaciones de los agentes de que no lo hiciera, sin importarle si la detenían, la multaban, o sabe Dios qué cosa se les ocurriría a aquellos imbéciles que se habían montado su carnaval a costa de sus accesorios personales.
No obstante, antes de abandonar de forma airada las dependencias policiales, había mirado a Satán sin poder evitar no hacerlo, esperando ver dibujada una arrogante sonrisa en su arrebatador rostro. Britt estaba segura de que ella se lo estaba pasando de lo lindo, sintiéndose superior a ella en aquellos incómodos momentos en que sus preferencias íntimas estaban siendo aireadas de aquella forma tan vulgar y tan obscena delante de todo aquel que osara mirar o escuchar.
Pero no fue así, erró en su juicio, y eso la desconcertó.
La expresión de ella fue neutra: de total hermetismo. No hubo asomo de sonrisa en sus carnosos labios, ni siquiera su mirada parecía divertida. Para su asombro, no la miró con regocijo, y no pareció disfrutar con la humillación de la que ella estaba siendo objeto. Nada. Satán se había limitado a observar al agente protagonista de aquella parodia en silencio, con los ojos entrecerrados. Totalmente muda e incómoda. Y Britt hubiese jurado que hasta un poco culpable. Pero descartó enseguida ese pensamiento por improbable.
Britt hubiera querido preguntarle qué es lo que estaba pasando por su cabeza en aquellos momentos en los que sus intimidades quedaban al descubierto delante de ese puñado de hombres, porque por muy agentes que fueran, no dejaban de pertenecer al género masculino. A lo más básico de dicho género. Le hubiera gustado preguntarle qué pensaba de lo que ella guardaba en su enorme neceser; conocer su opinión sobre ello, que dijera algo..., sin embargo, se contuvo. O mejor dicho, se obligó a ponerse un punto en la boca. Su deseo por esa morena estaba demasiado latente, era demasiado potente, como para hacerle ese tipo de pregunta. Una pregunta que podría darle a entender que quería repetir lo de hacía unos días en su despacho; en el despacho de Sam.
Y claro que quiero -tuvo que reconocer-, la deseo con desesperación.
Y a pesar de todo, había decidido mantener las distancias con Satán después de comprender que no era seguro para ella estar con una mujer que la hacía perder el control de aquella forma. Inspiró hondo intentando controlarse porque sentía que hasta se ponía de mal humor solo de pensar que tenía la obligación de mantener las manos apartadas de ella.
Miró de nuevo aquel disfraz.
¿De verdad pensaba que iba a ponerse aquello? Debía de estar totalmente loca, o mejor dicho: súper loca. Tocó la tela de terciopelo amarillo y apretó los labios. Britt estaba segura de que aquello había sido una maldad completamente deliberada por parte de Satán. ¿Por qué si no había elegido ese disfraz de pollito con todos los disfraces tan bonitos y elegantes que había?
Miró la prenda de nuevo. Era una malla amarilla limón que cubría la cabeza y acababa en una cresta naranja, a conjunto con unas patas de pollo azules y unos guantes que acababan en gomaespuma, azules también, para imitar las alas de un pollo.
¡Maldita Satán!
Ella no iba a hacer todo lo que esta dispusiera sin objetar nada. Iba lista si pensaba eso. ¿Quería que se vistiera de pollita? pues muy bien, pensó con una taimada sonrisa, se convertiría en una. Quería que sufriera un carnaval, ¿no? Pues lo harían juntas. Satán sabía que no le gustaba esa fiesta, mucho menos la aglomeración de gente borracha por la calle, con la cara oculta tras el maquillaje o una máscara, totalmente irreconocibles, por lo que se comportaban de la forma más ridícula y descontrolada posible. Y molestaban. Al menos a ella le resultaban fastidiosos.
—¿Puedo saber de qué vas a ir disfrazada tú?
Su tono fue un poco hostil, demasiado en realidad, pero no pudo evitarlo. La situación la estaba agobiando, se sentía asfixiada, por lo que continuó con la vista clavada en su disfraz.
No quería mirarla. No podía. La cama estaba demasiado cerca. ¿Por qué había tenido que dárselo en su habitación? Podrían haber quedado en el pasillo o en la cafetería del hotel, pero no, Satán había tenido que ir a su habitación, que estaba justo enfrente de la suya, puerta frente a puerta, dejarla abierta de par en par y llamar, obligándola a salir en albornoz puesto que acababa de ducharse y, no contento con eso, meterse dentro de su cuarto con la excusa de traerle todo lo necesario para ir disfrazadas esa
noche. No le había dado tiempo siquiera a reaccionar, la muy sinvergüenza iba en vaqueros y con la gastada camisa blanca desabotonada, provocándole mil y un pensamientos poco convenientes para ella, quien no pudo evitar fijarse en aquel torso moreno y bien definido. Volvió a respirar hondo, muy hondo, demasiado, y por poco le da un colapso.
—¿De verdad quieres saberlo?
Satán la miró a los ojos al preguntarle, con aquella pecaminosa sonrisa que tenía y que la hacía derretirse.
—Por supuesto —respondió molesta esquivando su mirada, de nuevo
—. No me dirás que también vas de pollo.
Ella se mordió el labio mientras le miraba, de forma totalmente descarada, el escote del albornoz, el cual Britt se apresuró a cerrar, con la clara intención de que entendiese que no iba a volver a suceder nada entre ellas. Por mucho que la deseara. No, no iba a haberlo. Antes sería capaz de ponerse ese ridículo disfraz.
—No, el disfraz de pollita te lo dejo a ti.
—No me lo vas a decir —dijo entre dientes.
Lo dijo más para sí misma que para ella.
—Prefiero que sea una sorpresa.
—Por si aún no te has enterado, no me gusta el carnaval. Con lo cual —prosiguió manteniendo su vista apartada de la mirada de Satán—, no será una sorpresa agradable. Y tampoco vas a sorprenderme.
—Yo creo que sí.
Su voz denotaba tal sensualidad que temió perderse de nuevo en el ansia de tocarla.
—Entonces vete y déjame prepararme —le dijo cortante.
Por favor, vete de una maldita vez o acabaré tirándote en la cama y subiéndome encima de ti.
La empujó suavemente para que saliera de su habitación, pero ella no se movió. Se la quedó mirando, como si tuviera algo que decirle antes de marcharse. Y entonces ella la miró a los ojos, aquellos endemoniados ojos que la hacían estremecer; que la inundaban de lascivia; que la enloquecían hasta llevarla al borde del abismo. Y supo que había sido un error, porque de forma inconsciente se humedeció los labios y se inclinó hacia ella.
***
Satán había entrado en la habitación de Brittany sin pedirle permiso porque estaba segura de que si lo hacía le cerraría la puerta en las narices. Ya había dejado patente que no quería volver a tener nada que ver con ella.
Desearla, la deseaba, eso podía sentirlo, pero aquella pija testaruda había decidido que un polvo rápido en la oficina era lo único que iban a tener en común, al menos en lo referente al sexo. Y eso, a pesar de saber que era lo mejor para ambas teniendo en cuenta que era la hermana de Sam, su amigo, y de que ella no quería atarse a ninguna mujer, no la apaciguaba ni un segundo; o mejor expresado, no lograba enfriar el inexplicable anhelo que se había despertado en su cuerpo por ella. Le gustaba todo de aquella arrogante: su cara, su pelo espeso y mechado, su trasero respingón, su gran estatura, su mano lacia..., su boca. ¡Joder! No dejaba de imaginar lo que la teniente Unicornio sería capaz de hacerle con la boca. Y más cosas, sobre todo teniendo en cuenta la gran sexualidad de la que había hecho gala días antes con ella, y más tarde en la jefatura, cuando el agente del retén abrió la pequeña maleta y empezó a sacar los juguetitos sexuales de ella.
No había disfrutado con la escena porque no le había gustado ver cómo se mofaban de ella con aquellas miradas depredadoras, observándola sin respeto alguno, como si, por el hecho de procurarse su satisfacción sexual por ella misma, pudieran tenerla con solo chasquear los dedos.
Por eso intentó mantener el control de su fuerte temperamento, ya que estaba segura de que podría haber acabado golpeando al guardia.
¡Por todos los demonios!, no había dejado de pensar en ella desde que la viera aparecer con aquellos aires en su mini descapotable, en la empresa; mucho menos después de haber vivido aquella experiencia íntima con ella.
Pero no le gustó que no la mirase cuando entró en la habitación; tal vez aún estuviera abochornada por lo que habían vivido unas horas antes en la jefatura, o tal vez era así de maleducada por naturaleza y por ese motivo no la miraba a la cara cuando le hablaba y se dirigía a ella como la borde que era a veces, cuyo único fin era hacerle sentir lo insignificante que era para ella. Y a pesar de todo no había podido apartar los ojos del trozo de piel que se vislumbraba a través de la abertura del escote del albornoz rosa chicle que esta llevaba puesto. Intentó imaginarse que estaban en otro
lugar menos íntimo, que no la tenía delante de sí, recién duchada, e intentó no imaginársela desnuda debajo de aquella prenda.
Y mientras intentaba todo esto, un esfuerzo que casi le cuesta la cordura, ella la miró de aquella forma tan perturbadora. El hambre se dibujaba en su broncínea mirada, en sus labios húmedos y gruesos, así como en el hecho de inclinarse hacia ella de forma inconsciente, ¿o lo había hecho conscientemente? La verdad es que a veces no sabía a qué atenerse con ella, pero sí que sabía una cosa: desde que la vio llegar a la empresa de Sam con aquellos aires de princesa, se perdió.
Y en esos momentos se sentía perdida, dominada por su deseo de volver a hacerla suya. Se inclinó hacia ella y la besó. Pero en la mejilla, muy cerca de sus labios, deteniéndose lo justo para sentirla temblar, para percibir cómo ella alzaba una mano con el fin de asirla por las solapas de su camisa abierta.
Sin embargo, se retiró antes de que Brittany consiguiera su objetivo y se marchó veloz a su habitación, donde se daría una ducha de agua helada e intentaría calmar a su otro yo, ese que se encontraba dando saltitos dentro de sus boxers y que la odiaba en aquellos momentos.
Qué guapa era la jodía, y egocéntrica.__
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 9
Britt había decidido vengarse de Satán. La muy estúpida la dejó con un palmo de narices, bien dispuesta y rendida a sus pies, insatisfecha. Y aunque ella hubiese decidido que nunca más iba a tener nada que ver con ella había anhelado que la obligara a aceptarla. Así hubiese tenido una excusa para disculpar su comportamiento. Podría haber claudicado, obligada por ella.
Sigue soñando –se dijo.
Le mandó un whatsapp; pensaba sorprenderla.
*Britt: Estoy lista. Te espero en el hall del hotel.
Esperó a ver si ella había leído su whatsapp mientras se miraba en el espejo y terminaba de retocarse el maquillaje. Unos chicos disfrazados de emoticonos pasaron por su lado silbándole, y ella les sonrió. La verdad es que necesitaba esa muestra de admiración masculina dentro de aquel disfraz de pollo que había intentado adaptar más a su feminidad, a su atractivo.
El sonido del móvil, imitando a una gota de agua que cae, llamó su atención: ese debía de ser ella.
*Satán: ¿Por qué no me has esperado? (emoticono con cara de pena) Voy para allá.
*Britt: Me aburría.
*Satán: Podrías haber venido a mi habitación y ayudarme con el disfraz (emoticon con guiño).
*Britt: ¿No puedes ponerte la malla tú solita?
*Satán: Hubiera necesitado algún consejo para ponerme determinadas prendas, pero no una malla.
*Britt: No te creo, pareces muy capaz de cualquier cosa. ¿No me vas a decir cuál es tu disfraz? (Emoticono con cara de esperanza).
*Satán: Te dije que iba a sorprenderte.
*Britt: No creo que lo hagas.
*Satán: ¿Nos apostamos un beso? (emoticon con un guiño).
*Britt: Ni lo sueñes, perderías.
*Satán: Si tan segura estás, apuesta.
*Britt: No necesito apostar para saber que no podrías ganarme. Anda, dime tu disfraz.
*Satán: Ya estoy en el ascensor. Sé paciente, llegaré.
Se puso un poco nerviosa esperando a ver la reacción de ella cuando viese lo que le había hecho a su disfraz de pollo.
*Britt: Te espero (emoticon de risas), tal vez te sorprenda yo.
*Satán: Siempre lo haces.
Britt se contrajo ante ese último comentario y decidió no contestarle. Después de todo ella siempre acababa dándole la puntillita que le faltaba para saltar sobre ella, pero esta vez no iba a caer en su juego, aunque ese mamoneo que se traían por el móvil era de lo más excitante. Se puso de frente a los ascensores; estaba deseando que Satán la viera con su disfraz.
Y también estaba deseando ver qué se había puesto ella. Seguramente iría de pirata, o de tabernera, o de algún disfraz muy alocado, algo que resaltara su salvaje belleza, su cuerpo. Tal vez iría de Batman, o de Superwoman, marcando paquete, a las tipas como ella les encantaba disfrazarse de superhéroes.
Y se abrió la puerta del ascensor.
Y casi se da de bruces contra el suelo cuando la vio aparecer con una enorme sonrisa y pasó provocativo hacia ella, desfilando cual top-model.
Y adiós a su pose altiva y seductora; abrió tanto los ojos que pensó que sobresalían de su cara, incrédula.
Era imposible, negó mentalmente, esa mujer no tenía vergüenza, ninguna en absoluto. ¿Cómo había sido capaz?
¿De verdad iba vestida de aquella forma? Tomó aire lentamente, intentando recuperarse, pensando que su noche iba a ser muy larga, tragó saliva, y bochornosa.
Satán llevaba un babi blanco, abotonado por la parte delantera, muy corto, y con un profundo escote, del que sobresalían dos tetas de plástico, dentro de un jersey de color carne; unos taconazos rojos haciendo juego con un delantal de lunares rojos y blancos; y una peluca rubia a lo Marilyn Monroe, junto con unos pendientes de gitana rojos; un cuchillo y un cazo de plástico cosidos a la bata completaban el atuendo; ¡ah! y llevaba la cara completamente limpia. Estaba muy guapa, es decir, se corrigió, muy
caliente.
Por el bajo del pequeño babi se percibían sus musculosas piernas, perfectamente depiladas, donde la mirada de ella se entretuvo más de lo recomendado, intentando ver algo de lo que se escondía entre ellas.
—¿Me prestas tu pintalabios rojo? —preguntó ella muerta de la risa, imitando la forma de hablar de Marilyn en la película: La tentación vive arriba, y Britt la miró espantada.
Ella alzó la mirada hasta quedarse con un poco de tortícolis puesto que, si normalmente era bajita, esa noche era mas alta aún más gracias a los tacones.
—¡Amiga! —gritó Satán con voz chillona, imitando el comportamiento cursi de su amiga Kitty y el gesto que ella, de forma inconsciente, solía hacer con la mano—. Tu pintalabios, por fis.
—¿Qué?
Aún no se recobraba del shock.
—Necesito tu pintalabios, yo no he traído.
Ella la miró con cara de incredulidad.
—Bueno, mejor: ¿me pintas los labios? —Esta vez su voz no sonó ridícula, sino muy seductora. Invitadora.
Britt pareció recobrarse un momento del hechizo que se había apoderado de ella al verla de aquella guisa, y se sorprendió pensando que, curiosamente, no se veía ridícula en aquel disfraz, sino que, al menos a ella, le provocaba escandalosos pensamientos de tocarla por debajo de aquel batín.
—Claro —le dijo hipnotizada al ver esos enormes ojos, rodeados de espesas pestañas negras a las que con total seguridad les habría puesto rímel para espesarlas más, mirarla con deseo.
Tomó su pequeño bolso rosa, que no hacía juego con su disfraz pero que no estaba dispuesta a dejar en la habitación, y sacó su pintalabios bermellón. Al momento, Satán le puso morritos para que se los pintara y ella aguantó la respiración mientras le cubría aquella sedosa piel con la crema colorada, en uno de los actos más incompresiblemente seductores que había hecho en su vida.
—¿Puedo saber qué le has hecho a tu disfraz? —le preguntó Satán, con la voz quebrada, al cabo de unos segundos, mientras observaba cómo ella se tomaba su tiempo en pintarle los labios.
—Lo he tuneado —respondió con suficiencia—. Voy de pollita alternativa.
Britt sonrió al darse cuenta de que, probablemente, ella habría sentido la misma punzada de calor que se había apoderado de ella en cuanto la vio aparecer. Y eso la reconfortó un poco.
—Sabía que no te conformarías con lo que te dijera.
—¿No te gusta? —preguntó fingiendo inocencia.
Ella simplemente gruñó.
—Me tomaré eso como un sí.
—A veces pienso que uno de tus hobbis preferidos es tocarme los cojones.
A pesar de la dureza de esas palabras, en su tono no había censura, sino admiración.
—Podrías decir simplemente que te gusta mi disfraz.
—Me gusta.
Britt le trazó sin querer una línea roja por toda la mejilla.
—¿Te has puesto nerviosa? —preguntó Satán con los ojos chispeantes.
—Puede, pero nunca lo sabrás.
Abrió su bolso de nuevo y sacó unas toallitas desmaquilladoras.
—Déjame arreglar este desastre.
Al hacerlo, se acercó a ella más de lo necesario, de forma consciente; quería que admirase su atuendo, que lo admirase y sufriera por no poder tocarla; quería que padeciera lo mismo que estaba sufriendo ella; que sintiera en carne propia lo mismo que ella cuando la había abandonado en su habitación para marcharse a la suya, dejándola con ganas de una buena sesión de sexo, con unas ansias muy dolorosas; sola y afligida.
—Supongo que negarse no servirá de nada.
—Si no quieres que te deje toda la cara roja, no.
Satán tragó saliva y se dejó hacer.
Y pensó que eran muchas más cosas las que le hubiera gustado dejarla hacer. Estaba dura como una roca, menos mal que llevaba aquel delantal, algo disimularía. Desde que se había abierto la puerta del ascensor y la había visto, deseó echársela al hombro y llevarla de vuelta a su habitación para quitarle aquel provocativo disfraz. La muy pécora había transformado la cómica malla amarilla en un mono corto ceñido y provocador.
Demasiado, pensó mientras intentaba mantener las manos quietas al tenerla tan cerca, rozándose con ella y no hacer nada cuando lo que deseaba era atraerla hacia su cuerpo y empezar a devorarla. Había cortado la malla por la parte de arriba, eliminando la cresta, así como las mangas, ensanchando el escote y dejándolo tan bajo, que el borde de sus enormes pechos se derramaba por encima de él. Por la parte de abajo, lo había recortado hasta el nacimiento de los muslos, marcando el enorme trasero, incluso lo que tenía entre las piernas, que en esos momentos estaba a
escasos centímetros de ella; de lo que ella tenía entre las piernas.
Su miembro daba saltitos dentro de los entallados boxers. La miraba con un hambre que hubiera asustado a cualquiera, pero ella no era cualquiera, era una mujer fuerte, dominante, sensual. Se fijó en que había sustituido la cresta por un peinado cardado en la cabeza, recogido en una coleta y pintado de color naranja. El maquillaje era espectacular, todo purpurina de colores azules, dorados y blancos, imitando una mariposa; y los guantes y las patas azules ahora estaban: los primeros, con los dedos cortados, por lo que se los había subido desde las muñecas hasta el codo; y, las segundas, las patas, las había recortado de forma que eran medias encima de sus botas negras. Y así se la había encontrado, la provocación personificada, porque sus voluptuosas curvas, es decir, sus enormes pechos y redondeado trasero, se marcaban de forma exageradamente escandalosa. Pensó que de haber estado más delgada no hubiese resultado tan tentadora.
—Listo.
Britt se apartó de Satán con desgana, mirándola con aire triunfal, segura del estado en el que se encontraba la morena.
Satán tragó saliva y la observó inmersa en un infierno de sensaciones. ¡Cómo la deseaba! Su necesidad de ella se estaba volviendo dolorosa.
—¿Bien? —preguntó Britt anhelando algo que sabía que no podía volver a repetirse.
—Estupendamente. —Si supieras.
—Entonces...
—Es mejor que nos vayamos —le dijo sonriente, intentando disimular su alto grado de excitación—, nos espera el resto del corral, aunque creo que serás la sensación. Nunca he visto una pollita tan sexy.
Britt le dirigió una deslumbrante sonrisa y salió delante de ella, contoneándose exageradamente, y Satán gimió. Este se quedó admirando, como en trance, ese suave balanceo, y gimió una vez más, acelerando el paso hasta colocarse junto a ella, y no detrás; decidió que era mejor para ambas, pero sobre todo para Satán, que caminase a su lado, al menos hasta llegar al restaurante conocido como La teta de Julieta, donde las esperaban para cenar, y que estaba tan solo a cinco minutos andando del hotel. Volvió a gemir al pensar que ni siquiera el nombre del establecimiento la ayudaba a pensar en otra cosa que no fuera el sexo. Y puso en duda que esa noche la dejara dormir sola, o al menos sin su compañía.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 10
—Después de todo no ha sido tan malo, ¿verdad? —le susurró al oído desde atrás—. No me negarás que lo estás pasando estupendamente.
—Puede.
Britt sonreía mientras bebía de su gin-tonic con fresas.
—Vamos, jefa, si te morías de ganas por salir a la pista a exhibirte.
—¿Perdona?
Se giró para quedar justo frente a ella, muy cerquita, demasiado, estaban a escasos centímetros. Podía sentir el aliento de la morena en su rostro, una vez más, le puso la carne de gallina.
—Digo que te morías por salir a la pista a exhibirte.
—¿Cómo?
—Que te morías por salir a la pista a exh...
—Vale, lo he entendido a la primera. Eres demasiado —soltó sonriente.
Tal vez se debiera a las copas de vino ingeridas durante la cena, al calor, al ambiente carnavalesco donde no había sitio para las malas caras o los enfados, pero lo cierto es que se sentía más permisiva que de costumbre.
—Demasiado, ¿qué? —preguntó la morena mientras inclinaba su cuerpo hacia ella con la intención de incomodarla. Aunque, si supiera que Britt estaba deseando abrirse de piernas y sentir cómo la llenaba por completo, no se andaría con tantos miramientos.—. Demasiado guapa, demasiado inteligente, demasiado simpática —ella arqueó las cejas con una amplia sonrisa–, demasiado excitante...
—Stop.
Satán no pudo evitar reír ante el alto que acababa de darle, porque se lo esperaba de un momento a otro. ¿Y si la picaba un poquito más?
—Ahora no estamos trabajando, no puedes darme órdenes.
—Yo no estaría tan segura —le soltó—. ¿Has visto la película Dirty Dancing? Pues recuerda la escena donde ella le dice que no invada su espacio porque eso es lo que yo estoy diciéndote a ti ahora mismo: que mantengas las distancias.
—Si no recuerdo mal —le dijo devorándola con aquella mirada que la traía loca—, en esa escena él trataba de besarla, y mucho más. Casi le estaba tratando de hacer el amor. ¿Cómo era esa canción?
—Ni se te ocurra cantarla.
—¿No?
—Ni hablar.
Hay que me ve va a dar algo.
—Baby, ooohhh, Baby...
Britt se sorprendió al escucharla cantar de aquella forma sugerente, la canción de la película, como si verdaderamente la hubiese visto, mientras la miraba a los ojos .
Y sintió que se le caía el tanga, otra vez. ¡Por las bragas de Mafalda! Una dura morena a la que no le importaba reconocer que había visto la peli, que se acordaba de ella y que incluso le cantaba la canción de la escena que más le gustaba, ¡no podía dejarla escapar!
Pues vas a hacerlo -se recordó.
Satán se acercó un poco más mientras tarareaba la melodía y Britt la detuvo con una mano.
—Para.
—Luego pararé.
Aquellas palabras fueron como un fogonazo por lo que implicaban. Lo más importante: que Satán iba a intentar volver a seducirla.
¡Pues me muero porque lo haga! ¿A quién voy a engañar?
—Eres increíble. Me has traído a los carnavales de Cádiz, me has hecho disfrazarme, me he tragado a la chirigota del Selu...
—Con la que te has reído un montón —la interrumpió.
—No lo niego, pero en todo momento he tenido el pleno convencimiento de que estábamos trabajando. Si no recuerdo mal, todas las personas con las que hemos cenado y ahora estamos tomando copas, son clientes, ¿o no?
—Lo son.
Satán era consciente de que ella no iba a claudicar tan fácilmente y pensó que, tal vez después de un par de gin-tonics más, lo haría. Pues esperaría.
—Pues atiéndelos.
—Están muy bien —le dijo metiéndose otro chicle en la boca y masticándolo exageradamente, resultando de lo más tentador con esa peluca rubia, esa enorme boca pintada de rojo y esos sexis ojos, más impactantes que nunca gracias al eyeliner—. Si quieren algo, no dudes en que lo pedirán.
Britt no dijo nada, simplemente bebió de su copa en un intento de refrescarse un poco, y esa situación, no sabía por qué, le resultó familiar.
Satán mirando cómo ella bebía, ella mirándola a través de su copa... Intentó pensar en otra cosa. No entendía nada, con Satán todo era diferente.
—Me he dado cuenta de que no has probado ni el vino ni la cerveza durante la cena, y ahora estás bebiendo un refresco.
Intentó cambiar de tema porque ya una vez había decidido que no quería repetir lo de la oficina, ni lo de la habitación del hotel, ni nada que se le pareciera. No, no quería. Y Satán tenía que entenderlo, no podía ser tan idiota.
—Me enloquece que me observes con tanto detenimiento.
—No te pases.
—No lo hago.
—Lo estás haciendo.
—¿Y no te gusta?
Ignoró la pregunta.
—Empecemos de nuevo, ¿de acuerdo? Recuerda que soy tu jefa, y estoy siendo amable, así que no la cagues.
—No lo haré, eso es lo último que querría hacer.
—Bueno, pues entonces, si nos comportamos como dos personas adultas, civilizadas, que trabajan juntas...
—Que se acuestan juntas.
—Pasaré por alto ese comentario porque estoy muy a gusto y no quiero enfadarme contigo.
Satán resopló frustrada. Había pensado que sería sencillo volver a meterse entre las piernas de la teniente Unicornio, pero al parecer esta no pensaba ponérselo fácil.
—Cuéntame algo de ti, de tu vida.
Ella la miró entrecerrando los ojos.
—¿De verdad que es necesario someterme a un tercer grado?
—Mucho.
—No entiendo por qué, mi vida personal no debe importarle a quienes me contratan.
—A mí, sí.
Satán la miró de forma seductora.
—No te hagas ilusiones —señaló Britt—, solo quiero saber con qué tipo de persona estoy trabajando, si puedo confiar en ti.
Satán se mantuvo en silencio unos segundos, le dio otro sorbo a su refresco, mirándola como si estuviera decidiendo algo muy importante. Hasta que Britt se percató de que la morena había tomado una decisión. Y rezó para que fuera la que ella esperaba.
—Bien. ¿Qué quieres saber?
—Todo.
—No pienso decirte con cuántas mujeres me he acostado en una mesa de oficina.
—No seas imbécil.
—¿Lo estaba siendo?
Ella bebió de nuevo de su copa y la miró arqueando una ceja.
—Estoy más cerca de los cuarenta que de los treinta, sigo soltera, sin compromiso, no tengo hijos, no tengo novia.
—Puedes hacerlo mejor.
—Y tú eres demasiado cotilla.
No pensaba decirle quién era en realidad, y ella no tenía forma de saberlo, por ahora.
—No lo niego. Creo que es lo único que he sacado de mi madre.
—¿Cómo entraste a trabajar para Sam? ¿Hace mucho que os conocéis?
—Bastante.
—Así no se puede —soltó exasperada.
Satán soltó una carcajada y ella se derritió. ¿Por qué tenía que estar tan buena y ser tan sexy y divertida?
—Vale —convino—, me llamo Santana. Nací en la barriada García Lorca, de Algeciras; por si no la conoces, no tiene muy buena fama, pero la mayoría de las personas que viven allí son buena gente, muy trabajadora, con excepciones, claro. –Ella la escuchaba con interés–. Mi madre era drogadicta y mi padre un humilde peón que murió en una obra porque no se cumplían las medidas de seguridad. Me crió el Padre Font; y conocí a tu hermano a los veinte años, en una pelea entre niños bien y los de mi barriada. Le rompí la nariz aquel día, y hemos sido amigos desde entonces. Siempre he ido a las fiestorras que organizaba en casa de tus padres por aquellas fechas, hasta que, hace años, me metí en un lío, el cura me ayudó a salir de él y me obligó a ir por el buen camino.
Britt se puso blanca. ¿Qué iba a las fiestas de Sam?
—Siempre he sido una bebedora y fumeta, normalmente estaba colocada, pero desde que tuve ese problema no he vuelto a probar ni las drogas ni el alcohol. Ahora me gano la vida honradamente.
La miró como esperando ver su reacción, porque no le había pasado desapercibido el ligero cambio en su expresión.
—Interesante —ella no sabía qué otra cosa decir. Ay, Kitty, lo que le estaba rondando por la cabeza no podía ser, ¡no!, decididamente no. Ella no iba a tener tan mala suerte. Pero ¿por qué esa sensación de vértigo ante lo que podría descubrir?
—¿Me creerías si te dijera que solía llevar el pelo muy largo?
—Te juro que no.
—Lo cierto es que sí.
¿Llevaba el pelo muy largo la morena con la que se acostó aquella noche? Estaba segura de que lo llevaba.
—Me sorprende no haberte visto antes, siempre he salido con tu hermano, menos los últimos siete años, que he estado viajando por ahí. Pero claro, una pija como tú no iba a juntarse con nosotros.
—Nunca he asistido a ninguna fiesta de Sam.
Ni en sueños le decía que la única vez que fue a una, se acostó con alguien como la que ella había descrito.
—Mejor para ti, de haberte visto en alguna, te habría echado el ojo, no lo dudes. En esa época ninguna se me escapaba.
Satán le guiñó un ojo de forma pícara.
Britt intentó imaginársela más joven, con el pelo largo, más delgada debido a la mala vida..., y lo hizo; y casi recordó, casi. Y pensó que necesitaba saber más, quitarse esa sensación de anticipación ante lo que la vida podría estar reservándole, otra vez.
¡No, por favor, no!
—¿Ibas a muchas fiestas de mi hermano?
—No he vuelto a ir desde la última, una de las más afamadas —se quedó pensativa—, hará casi ocho años.
Britt era consciente de que hablaba de la fiesta donde concibió a su hija, la cual salió en prensa debido al destrozo que hicieron en la casa y a la que tuvo que acudir la Policía y detener a unos pocos. Entre ellos, su propio hermano, de ahí que sus padres ataran en corto a este y le prohibieran utilizar su casa para tales movidas. Tenía que asegurarse de que no fuese la misma chica.
—En esa fiesta ocurrieron muchas cosas.
—Lo sé —dijo con una sonrisa perezosa mientras volvía a beber de su refresco—, estuve allí. No me acuerdo muy bien de todo porque iba bastante colocada, también bebida, pero sí que recuerdo que lo pasamos en grande. Yo personalmente —sonrió de forma enigmática, y ella pensó que estaba recordando cómo echaron un polvo en la buhardilla del chalet, de su chalet—, lo pasé en grande.
—No me digas.
Se maldijo por no haberse dado cuenta antes. ¡No podía ser! ¿Cómo no se había percatado de ello antes? Si se había acostado con ella dos veces, ¡por todos los infiernos! Tenía que ser la otra madre Jimena, demasiadas casualidades.
—¿Celosa por algo? —preguntó esperanzado en que a ella le molestase que hubiese tenido una buena juventud—. Percibo cierta tensión.
—Flipas.
—Flipaba.
—¿Qué dices ahora?
—Que como no me meto nada, no flipo.
Britt no pudo evitar sonreír.
—De verdad que eres, eres... —se encogió de hombros pensando que era una capulla, como solía decir su amiga de Sam–, mejor no te digo lo que eres.
¿Quién le aseguraba que ahora tampoco tenía novia o estaba casada? Aquella otra vez bien poco le importó que la novia aporreara la puerta tras la cual acababan de echar un...
¡Britt, ya hablas igual que ella!
—Ya me llamaste gilipollas.
—Imposible.
Nunca reconocería haber soltado un taco.
—Me parece que sí, en el camión.
—Nunca.
Se acercó un poco más a ella y Britt sacó pecho, dándole a entender que no la amedrentaría. Después de todo ella era la jefa; si alguien debía andarse con cuidado ese era Satán.
—Creo que en estos momentos estoy dispuesta a aceptar cualquier cosa que digas.
Satán la miraba absorto. No había querido desvelar mucho de su pasado, de su presente, ni de los planes de futuro que tenía porque no sabía por dónde podía salirle aquella explosiva mujer; pero de lo que sí estaba segura que no podría hacer, era ignorar cómo su sangre hervía cada vez que ella la miraba de aquella forma, con tal necesidad de ser poseída.
—No te creo.
La pista se había llenado de gente disfrazada que bailaba y reía sin control, obligándolas a acercarse mucho más, incitándolas a pegarse de forma escandalosa.
—No puedo soportarlo más, te vienes conmigo sin protestar.
***
La cogió de la mano y la sacó del jardín donde estaba la pista de baile y se la llevó a uno de los pequeños salones que se utilizaban normalmente para reuniones o charlas. Satán la llevaba cogida fuertemente de la cintura, la tenía apretada contra su cuerpo y no la miraba; su objetivo principal era llegar allí y nadie podría impedírselo. No admitiría negativas, su actitud posesiva así lo indicaba. Y Britt recordó aquella noche, hacía años, con aquella desconocida que también la arrastró de aquella forma para poder tomarla después. No le importó. No sabía si era por las copas o por el ambiente de relajación que había a su alrededor, pero lo cierto es que no le importó. Se dejó guiar como aquella otra vez. Y se dijo que solo sería una vez más, solo una. Ahora era diferente, no estaba drogada y sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Sí, era algo totalmente distinto.
—Ahora vas a quitarte esa endiablada malla que me está volviendo loca.
Cerró la puerta y se echó sobre ella.
—Primero déjame desnudarte, nunca he desvestido a una chica mitad mujer mitad hombre disfrazada totalmente de mujer. Es interesante –dijo mordiéndose el labio inferior en un gesto provocador.
Satán le puso la mano en su abultado miembro para que pudiera saber de primera mano cómo lo tenía.
—No puedo soportarlo más, te necesito inmediatamente.
—Entonces déjame a mí.
—Siempre tienes que estar dando órdenes –bufó.
Ella le sostuvo la mirada y después sonrió.
—Has dicho que aceptarías cualquier cosa.
—Yo debería ponerme un punto en la boca de vez en cuando.
—¿Entonces? —preguntó con sensualidad mientras hacía el intento de bajarse el mono amarillo.
Satán tragó saliva lentamente y se separó de ella. Britt se sintió poderosa por poder controlarla de aquella forma. Se quitó la malla ante la mirada posesiva de la morena, pero se dejó todo lo demás. A continuación, la miró y vio que esta estaba apoyada sobre la mesa de juntas que allí había y la hizo tumbarse completamente en ella.
—¿Vas a hacer algo, pollita?
Britt no contestó, simplemente le metió la mano por debajo del batín y la subió hasta encontrarse con los boxers de ella, de los cuales tiró hacia abajo por la parte delantera, dejando al descubierto su falo enhiesto y sus testículos. Luego le subió la falda de la bata hasta la cintura, y sonrió de forma lasciva, incitadora.
—Es la primera vez que le subo la falda a alguien con quien pienso tener un revolcón.
—Pues no sé a qué esperas para venir aquí.
Satán la acercó a ella, tomándola fuertemente de las nalgas desnudas, la obligó a subirse encima y a que la montara del tirón. Sintiendo que no podría aguantar mucho más el deseo de volver a poseerla; aunque, en este caso, pensó con deleite, quien la estaba poseyendo a ella con un entusiasmo descontrolado era Britt.
Britt estaba sintiendo nuevamente cómo su matriz se contraía de puro gozo ante cada roce íntimo; cada vez que provocaba que ella se hundiera más profundamente en ella, gritaba de placer porque verdaderamente lo sentía, sentía esa sensación de anticipación al orgasmo que la hacía perderse en un torbellino de cosas increíbles.
—¿Te gusta así? —preguntó Satán con los ojos cargados de pasión.
La única respuesta de ella fue un gemido lastimero.
—Entenderé eso como un sí.
Satán le mordió el labio con desesperación mientras la tomaba con fuerza por las caderas para obligarla a engullirla hasta lo más hondo y se derramó dentro de ella al mismo tiempo que sentía cómo ella llegaba al punto álgido del placer, sintiendo con satisfacción cómo se contraía su vagina sobre ella. Britt apoyó su cabeza sobre la de la Morena y suspiró, somnolienta, saciada.
—Vas a provocar que me dé un infarto, es imposible que pueda tener más pulsaciones por minuto que las que siento ahora.
Ella se apartó un poco y la miró como queriendo descubrir algo. Estaba convencida al noventa por ciento de que era la chica con la que concibió a Jimena, pero también lo estaba de que le ocultaba algo. No era tan claro como aparentaba ser.
En ese momento el sonido de un móvil quebró el momento en el que ambas podrían haberse hecho algunas confesiones.
Britt se apartó de ella y corrió a ponerse nuevamente la malla amarilla, mientras la oía hablar con alguien por teléfono. No se arrepentía de lo que había hecho, pero no quería que ella pensara de solo por haberse acostado podrían tener algún tipo de relación. Mucho menos después de conocer cómo había sido su vida.
Te ha confesado que ha sido prácticamente una delincuente.
En realidad no una delincuente, pero tampoco una persona que se hubiera educado correctamente en un ambiente familiar normal. ¿Y cuál sería el lío del que le habló?
Al cabo de unos segundos Satán colgó y la miró. Ella presintió que algo malo ocurría por su expresión. Se había vuelto dura, seria y preocupada.
—Sam está en problemas, debemos marcharnos inmediatamente. Tenemos que ayudarlo.
—¿Qué clase de problemas?
—De los de preocuparse.
—¿Y los clientes?
—No te preocupes por ellos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
son peores que crias cuando se juntas,... no cuando follas siquiera se "tratan" bien no jodan!!
a ver que le paso ahora a sam???
a ver que le paso ahora a sam???
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Y ahora que abra hecho el hermanito de Britt, ya Britt sabe que San es la otra madre de su hija, espero esto no complique las cosas pq una hija es una hija!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
3:) escribió:son peores que crias cuando se juntas,... no cuando follas siquiera se "tratan" bien no jodan!!
a ver que le paso ahora a sam???
Cierto que no se tratan bien, solo para usarse fisicamente pero es que Britt es muy cabeza dura y clasista.... vamos a ver en que problemas esta san, pero la actualizacion sera mas tarde
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
micky morales escribió:Y ahora que abra hecho el hermanito de Britt, ya Britt sabe que San es la otra madre de su hija, espero esto no complique las cosas pq una hija es una hija!!!!
Veremos que abra hecho Sam, mientras mas problemas mas estaran estas dos juntas.. si Britt ya cayo en la cuenta de quien es la otra madre de su hija, pero Santana no sabe nada, no sabe que fue con Brittany que se acosto hace 8 años y ya sabemos que santana oculta muchas cosas por que ni su nombre usa, Brittany ni sabe aun su nombre...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 11
—¿Qué ocurre? ¿Ha tenido otro accidente?
—Es complicado.
—Soy una mujer madura, he pasado por muchas cosas, créeme —le dijo—. Nada es imposible cuando se está vivo para poder solucionarlo. Las cosas pueden ser difíciles, pero no imposibles.
Satán la admiró por pensar de aquella forma. Ella una vez creyó que todo era imposible, hasta que alguien le tendió una mano y, por supuesto, supo aprovecharla.
—Supongo que no sabes las circunstancias en las que Sam tuvo su accidente.
Ella la miró a través del espejo retrovisor.
—Sé que se estrelló con la moto contra un contenedor.
—¿Nada más?
Satán parecía extrañada ante su falta de información. Britt la miraba conducir, y se admiró de que no quitara la vista de la carretera. Menos mal que Satán no bebía, porque de ser así, hubiesen tenido que esperar a que se les pasaran los efectos del alcohol, al menos todo el que ella había ingerido, para ir al hotel, cambiarse y coger el destartalado coche de la morena para regresar de inmediato a Algeciras. A la casa de Satán en aquella barriada de la que le había hablado, donde le había aconsejado a su hermano que se escondiese hasta que ella regresara a la ciudad. Pero esconderse ¿de qué?, o más bien, ¿de quién?
—Cuéntame tú, ¿qué crees que es lo que necesito saber?
En realidad estaba molesta porque ella supiera más de la vida del otro que ella misma, que tenía la misma sangre.
—El accidente de Sam se debe a una mujer, más bien, una jovencita.
—Te lo juro que no me extraña. La esposa de alguien, supongo.
—Más bien, la hermana de alguien.
Ella alzó las cejas sorprendida.
—Una joven gitana, hermana de una familia que protege mucho a los suyos, sobre todo a sus mujeres. Los conocen como los Medio-mulos, que no son otros que el clan de los Montoya; buena gente, si no te metes con ellos.
—Qué pintoresco.
En realidad le hubiera gustado decir: voy a matar a Sam. ¿Cómo se le ocurre meterse en semejante problema?
—Supongo que los hermanos de la chica no quieren que salga con mi hermano.
—Ni los hermanos, ni los tíos, ni los padres, ni los abuelos..., nadie del clan de los Montoya.
—Parece gente sensata, Sam no es recomendable para ninguna mujer.
Sería su hermano, pero era un sinvergüenza sin remedio. Satán no dijo nada ante sus palabras. Ella misma se había comportado como Sam en infinidad de ocasiones.
—¿Me vas a decir que a Sam no le importó lo que pensara su familia?
Britt no pudo evitar hacer la pregunta en voz alta, así como tampoco proporcionarse su propia respuesta
—. Lo imaginaba.
—Ni a Sam, ni a ella, que es un poco alocada. Lo del accidente de tu hermano fue solo un aviso para que la dejara en paz, pero después de lo de hoy..., va a tener que salir del país si no quiere que lo encuentren y acaben linchándolo.
—¿Tan grave es? —Verdaderamente estaba asustada—. Tampoco creo que sea para tanto, y menos si la chica se ha ido por su cuenta, sin que la obliguen.
—La chica se ha escapado de casa sin el consentimiento de nadie y se ha ido con tu hermano, desobedeciendo al patriarca. Le echan la culpa a Sam.
Britt ahogó una exclamación. ¡Sería inconsciente!
—Eso es imposible, Sam está aún convaleciente.
No podía dejar de defenderlo, después de todo era su familia.
—El caso es que les he dicho que vayan a esconderse al piso que tengo en la barriada donde te dije que vivía con mi madre, no creo que nadie los busque allí.
Seremos nosotras quienes tendremos que ir a devolver a la joven, y que esta se las apañe con su familia.
—¿¡Ese es tu fantástico plan!?
Su hermano estaba amenazado de muerte y a ella solo se le ocurría ir a llevar de regreso a la chica a su casa, estupendo.
—Sí, bonita, ese es mi fantástico plan.
La muy desagradecida..., encima que los ayudaba, le criticaba. De verdad que era para mear y no echar gota. Satán empezó a maldecir haber llevado ese viejo coche solo para molestarla, se le estaba haciendo interminable el camino, y eso que estaban ya a poco más de veinte minutos.
—No sé de qué me sorprendo —insistió Britt.
Satán apretó los dientes, pensó que mejor que no fuera por ahí. Después de todo no dejaba de ser una creída sabelotodo.
—¿Tienes uno mejor? —preguntó enfadada.
—Por supuesto, llamaremos a la Policía. Ellos se encargarán, para eso se les paga.
Satán la miró un segundo y luego empezó a descojonarse de la risa pensando que, o Britt era muy inocente, o era verdaderamente tonta.
—La Policía. Por si no lo sabes a esta gente le importa muy poco tu Policía. Mejor nos quedamos con mi plan: iremos a por la chica, la llevaremos de vuelta con su familia en La Línea, negociaremos una compensación con el patriarca para que deje en paz a Sam, y nos marcharemos de allí. —La miró un segundo—. Después de todo, a quien ha pedido ayuda tu hermano es a mí, y por algo será —murmuró—. Así que yo decido.
Le lanzó una sonrisa arrogante y le guiñó un ojo, conocedor de que Britt no acataría sus órdenes dócilmente.
—Ya lo veremos.
—¿Quieres apostar? —preguntó desafiante.
Ella la miró con furia, sin comprender cómo momentos antes la había adorado y se había entregado con total confianza a ella, y en aquel instante, podría llegar a matarla por idiota. Sin embargo, no iba a caer en su juego, ella no apostaba.
—Olvídalo.
—Eres una cobarde.
—No, soy sensata, y tengo sentido común.
—Si tú lo dices...
—Lo digo.
—Como quieras.
—Gilipollas —lo dijo muy bajito, para que Satán no pudiera entender lo que le había llamado.
—Te he oído.
—Vete al infierno.
—Iré —asintió lanzándole una breve y seductora mirada—, después de que me beses, otra vez.
Britt guardó silencio porque no tenía ganas de discutir con ella, pero le profirió una serie de calificativos nada agradables mentalmente.
Nunca más volveré a besarte.
***
Les costó bastante convencer a la joven de que tenía que volver con su familia por el bien de Sam, quien no parecía contento con que la chica lo hubiese nombrado su caballero de brillante armadura en el estado en el que se encontraba, pero claro, pensó Satán, una cosa era enrollarse con ella y otra tener que dar la cara por esa pobre incauta. Si supiera el calavera que estaba hecho su enamorado saldría de allí por patas. Resopló con resignación, ahora le tocaría a ella sacar del atolladero al otro. Pero, en fin, ella siempre daba la cara por los amigos, y tenía que darla por este, que
fue quien la ayudó cuando más lo necesitaba. Sobre todo, siendo consciente de lo culpable que se sentía por acostarse con su hermana a escondidas de él. Pero bueno, pensó encogiéndose de hombros, la teniente Unicornio la había usado igualmente, porque, al parecer, desde que recibiera la llamada de su colega, esta había vuelto a su pose de gran señora y empresaria, tratándola como lo que realmente significaba para ella: una simple currita de la empresa de su hermano con la que se había acostado un par de veces.
Y eso le escocía, mucho, bastante. Ella no era ningún pañuelo de usar y tirar.
Por su parte, Britt estaba indignada con la forma de comportarse de Sam, decepcionada porque se relacionase con chicas mucho más jóvenes y encima les creara problemas con su familia. ¿Cuándo pensaba sentar la cabeza de una vez? Se estaba cansando de ir en su auxilio cada vez que metía la pata tan hondo. La muchacha, Samara se llamaba, era todo lo contrario a los clichés que ella tenía de los gitanos. Vestía bien, aunque con ropa muy sencilla, y era bastante educada. Cosa que la sorprendió. Y lo que más la impresionó fue lo guapa que era, espectacular. Britt trabajaba en el mundo de la moda y podía reconocer un bellezón con algo especial cuando lo tenía delante.
Pero también estaba enfadada, mucho, muchísimo, porque después de haberse aprovechado de la chica, no fuese capaz de dar la cara por ella, obligando a Satán a actuar en su nombre, sabiendo que se estaba jugando la vida acudiendo a visitar a esa familia, o clan, o como quiera que se autodenominasen, para solventar el problema que él solito había creado no mandando a la joven de vuelta con su familia en cuanto se presentó en su casa pidiendo que la acogiese. Aunque Britt pensó que lo que la chica necesitaba era alguien que la enseñase a mantenerse alejada de hombres como su hermano, si no quería acabar con una barriga como le ocurrió a ella.
Si esa pobre incauta supiera realmente del pie que cojeaba Sam no estaría tan dispuesta a dejarlo todo por él, pero, se encogió de hombros, cada uno tenía que hacer frente a las consecuencias de sus actos, como ya hizo ella en su momento.
Y también, para su sorpresa, estaba preocupada por la seguridad de esa demonio de ojos oscuros que le robaba la cordura y hacía que su sangre se transformase en lava hirviendo cuando simplemente la rozaba. Una mujer que podría traerle muchos problemas si descubría que era la madre de su Jimena, porque, claro, ¿quién le decía que de saberlo no intentaría quitársela, aunque solo fuese por sacar provecho de la situación? Así que mejor daba por concluido ese rollito entre jefa y subordinada que se traían, si no quería salir escaldada.
***
Habían pasado algunas horas desde que Satán se marchó a hablar con los Montoya, horas que le parecieron eternas y que pasó encerrada en ese viejo piso acompañada por Sam y una vecina de mediana edad del dueño de la finca, que iba y venía de su casa a la de Satán ofreciendo constantemente algo de comer: que si unas galletas, que si un poquito de queso y jamón, que si un café. En fin, gente que no tenía otra cosa que hacer que estar pendiente de los demás. Todo lo contrario a su madre, que solo tenía tiempo para ella misma.
—Esta vez has ido demasiado lejos —le reprochó a su hermano.
—No vayas a empezar.
—Por supuesto que voy a hacerlo. ¿En qué estabas pensando para meterte en este problema?
Estaban sentados en el salón del pequeño piso, uno frente a otro, ella mirándolo enojada, él con fastidio.
—Si ya la has visto para qué preguntas.
—¿Me estás diciendo que cada vez que se ponga una mujer guapa delante de tus malditas narices vas a pensar con el pene en vez de con la cabeza?
—No te estoy diciendo nada, tú solita piensas por los dos. Te digo que me gusta, y punto.
—Muy cómodo para ti meterte en problemas y que los demás tengamos que dejarlo todo para correr a salvarte.
Sam la miró enfadado pero no dijo nada; ella por un momento sintió remordimientos por lo que le había dicho pero contuvo el sentimiento de correr a abrazarlo y disculparse. La lengua la perdía, pero bueno, Sam se lo merecía, ¿no?
—Yo no te he pedido que vinieras, se lo he pedido a Satán.
Eso le dolió.
—Pero no iba a dejar de acudir en tu ayuda porque te fíes más de una extraña que de mí.
—No se trata de confianza.
—¿Ah, no? Entonces ¿de qué se trata si puedo saberlo?, me gustaría que me ilustraras.
—Es cosa de nosotros, no lo entenderías.
Britt abrió mucho los ojos, presa de la indignación.
—Eres un neandertal, machista y mujeriego.
Sam miró al cielo pidiendo ayuda para aguantarla.
—Lo sé —le dijo con una sonrisa socarrona a su hermana—, anda, acércame la bolsa de patatas.
Ella se levantó y fue a por ellas.
—Es doloroso saber que confías más en una mujer de la calle, con nombre de demonio, que en tu propia hermana. —Le dio las patatas con malos modos—. No lo soporto. Además, ¿qué nombre es Satán?
—Satán es un apodo.
Los dos miraron al lugar del que procedía aquella profunda voz que la descolocaba y hacía que perdiera el norte.
—Si querías saber, podrías haberme preguntado directamente —estaba molesta porque Britt hubiese dicho todo aquello de ella porque confirmaba lo que ya sospechaba, que por mucho que le gustase, nunca le daría una oportunidad por considerarla inferior a ella.
Britt no dijo nada, se sintió mal porque ella hubiese oído aquellas cosas que dijo sin pensar, presa de la furia con su hermano por no confiar en ella.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Sam asustado—. ¿Ella está bien?, ¿no le habrán pegado o algo peor?
—No tienes que preocuparte por la chica, está perfectamente.
—¿Entonces?
—Su familia no le hará nada, solo la castigarán de por vida —sonrió al decir aquello porque recordó cómo la abuela de la muchacha la cogió del brazo y le dijo que iba a estar lavando caracoles hasta que le salieran canas–; no son malas personas. Pero es normal que se preocupen y se molesten.
Sam suspiró tranquilo.
—Gracias.
—Peeero... —fue Britt la que intervino, al darse cuenta de que en la expresión de ella había cierta preocupación.
—He tenido que hacer un trato para que olviden la ofensa que les has causado.
—Supongo que querrán dinero.
—No, jefa —lo dijo lentamente, cargado de sarcasmo—, no quieren limosnas. Quieren que les hagamos un trabajillo, así considerarán saldada tu deuda. Para ellos el honor es más importante que la pasta.
Sam sonrió, ya se esperaba algo así.
—Dime qué es lo que quieren.
—Necesitan pasar un cargamento de tabaco por La Verja y... ¿adivina quiénes vamos a hacerlo?
Sam estalló en sonoras carcajadas y Satán lo siguió. En su juventud ambos habían hecho de matuteros, el primero por diversión, la segundo por necesidad.
—No entiendo de qué os reís.
—Pasaremos tabaco de contrabando, bueno —miró a Satán al recordar en la situación en la que se encontraba—, no creo que yo pueda.
—No te preocupes por eso —su cara reflejaba la maldad de sus palabras—, tu hermana me acompañará. Por cierto, también le he ofrecido a la muchacha costear sus estudios, ha dicho que quería estudiar en Barcelona. Y a su abuelo no le ha parecido tan mala idea, dice que así tú te mantienes lejos de ella.
—Pagaría por ver eso.
—Créeme, lo verás.
Y Britt los miró enojada porque no entendía qué es lo que tenía tanta gracia, se suponía que iban a recoger un porte de tabaco y ya, ¿o no? Imbéciles.__
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 12
—Nos van a coger.
—Disimula.
—No puedo, estoy muy nerviosa, y me estoy haciendo pis —insistió de nuevo con lo mismo.
—No pienses en ello o no podrás contenerte. —La miró un segundo antes de volver a dirigir su atención a la Policía fronteriza con preocupación—. Es sencillo.
Britt ladeó la cabeza y la miró furibunda.
¿Sencillo el qué si se estaba meando?
—Eso no me ayuda —murmuró—, en nada.
—Pues —le indicó frustrada porque no callaba—, intenta pensar en tus coches, tus casas y todo eso que te importa tanto y que te hace tan feliz, y no en gente de la calle como yo. No te será tan difícil.
Britt apretó los labios e hizo una mueca.
Imbécil.
—Esa última frase ha estado de más.
—No te vas a callar, ¿verdad? —Empezaba a perder la paciencia y era consciente de que a ella le importaba un pito.
—Recuerda, tú no me das órdenes.
—Deja de murmurar, me pone nerviosa. —No pudo evitar volver a mirarla con cara de mala leche—. Tal vez para ti no tiene importancia si nos cogen o no, pero piensa un poco en los demás —cerró los ojos un momento con el único fin de aguantarse las ganas de zarandearla y hacerle entender su comprometida situación—, por una vez.
—Lo hago, por eso estoy nerviosa y me estoy haciendo pipí.
—Y sigue.
Satán estaba que saltaba porque la muy jodía hiciera lo que le viniera en gana y no atendiera a razones.
—Además, ¿qué sabes tú de lo que a mí me importa?
Britt la miró enfadada.
Imbécil, estúpida, delincuente.
Satán le devolvió la mirada apretando los dientes. Estaba segura de que las cogían, y menuda se iba a armar si lo hacían; y menuda le iba a dar entonces.
—No me mires así, tú no sabes nada —continuó, y la miró fijamente con la intención de intimidarla.
Claro que le importaban cosas más importantes que sus posesiones, o mejor dicho, personas. Por ejemplo: le importaba mucho, muchísimo, su hija Jimena, y también su hermano Sam, de no ser así, ¿por qué estaba haciendo de contrabandista? Y ya puestos, de no ser por el cabeza hueca de Sam, no estaría pasando por esa bochornosa e imprudente situación; ni habría vuelto a encontrarse con la indeseable que había resultado ser la otra mama de su hija. Bueno, indeseable no, pero todo lo demás, sí. Así que no iba a permitir que nadie le dijera que era una materialista. De eso nada.
Eres demasiado tonta, Britt –se dijo–, si no, ¿qué haces aquí? Aún puedes salir de esta. Vuelve a algún bar, te metes en el servicio y dejas toda la carga que llevas.
Satán le sostuvo la mirada, pero era una mirada altiva, peligrosa, que ella parecía no querer entender.
Nada -pensó para sí misma-, lo malo es que no sé nada, y me gustaría saberlo todo de ti, pero no me dejas, y eso me saca de quicio.
—Esto es peor que lo de vestirme de pollita —continuó Britt—. Entrar en ese barrio donde la gente se calienta las manos alrededor de barriles de hierro ardiendo en mitad de la calle o, o...
—Britt, por favor —en su voz se percibía la impaciencia. Pensó que iba a matarla como no se callara—. Cierra la boca de una puñetera vez. No quiero acabar en la cárcel porque no sabes mantener esa boquita cerrada.
—... no, no puede haber nada peor que esto.
Las dos terminaron de decir lo que querían al mismo tiempo. Y Britt, a pesar de lo que Satán pensara, se calló. Se miró y volvió a temblar. ¿De verdad iban a hacer aquello? Si alguna de sus amistades llegaba a verla de esa guisa, o si llegaban a pillarlas...; y lo más grave es que habían metido a Kitty en aquel lío. A su amiga, que nada tenía que ver con aquel mundo ni con las locuras de su hermano.
La muy tonta había aceptado ayudarlas por el bien de Sam, y eso que este la trataba súper mal además de ser un gilipollas con ella. Su hermano iba a estar en deuda con su amiga, al menos durante tres vidas, eso por lo menos. Pero es que lo más aterrador había sido meterse en aquella barriada de La Línea donde residían los Medio-mulos para recibir las instrucciones sobre el cargamento que tenían que pasar por la frontera. Al principio, Britt estaba aterrada por vérselas con aquella familia, pero luego ya no tanto; si hasta le lanzó algún comentario que otro a una de las mujeres que intentaban hacerla enfadar. Y menos mal que Satán la acompañó en todo momento porque de no ser así no confiaba en haber podido salir de allí entera, o al menos vestida. Todos hicieron comentarios chuscos sobre su vestimenta, su cartera o sus gafas de sol, y Satán consiguió, para su consternación, que le cambiaran dichos complementos por ropa de mercadillo, según este era más conveniente para su disfraz.
¡Un cuerno! -se dijo-. Lo había hecho para fastidiarla, también podrían haber hecho lo mismo con ropa de marca.
Se miró de nuevo la ropa que llevaba puesta y puso mala cara. Pero después la miró a ella y se sintió mejor porque puede que fuera una simple currante pero le gustaba vestir con ropa cara, de eso sí que se había percatado.
Te ha salido el tiro por la culata –pensó con maldad–, tú también vas haciendo el ridículo ya que te has tenido que vestir con una «titi de Cádiz». A Satán no le había hecho gracia ponerse aquellos pantalones pitillo, aquellas zapatillas horribles y la camiseta entallada remangada en los hombros; todo ello, asesoradas por el patriarca quien, también les había aconsejado, por no decirlo de otra manera, que esta se
engominara el pelo y lo peinara hacia atrás. Britt pensó con enojo que ese atuendo, que hubiera resultado completamente ridículo en otra, en ella resultaba de lo más impactante, y lo único que la consolaba era saber que a Satán no le hacía gracia ir vestida de aquella forma.
Por fortuna, Kitty no armó ningún revuelo y colaboró encantada en lo referente al cambio de imagen, cosa que la sorprendió y de la que pensaba hablar con ella más tarde, porque al menos ella debería haberse puesto de su parte y no hacer todo lo que el otro ordenara sin rechistar.
—Puedo hacerte una larga lista de cosas que son peores que esta, créeme —susurró de forma letal y con cara de querer hacerle algo muy, pero que muy malo.
—Me has llamado Britt, vaya —le dijo como si se hubiera dado cuenta de repente de que había usado su nombre y no uno de esos apelativos con los que se dirigía a ella; encantada, sin saber por qué—, al parecer he dejado de ser la jefa o la teniente Unicornio. ¿Qué? —le preguntó cuando esta la miró con sorpresa—, ¿pensabas que no lo sabía? Por supuesto que sé cómo me llamáis a mis espaldas. Pero ¿sabes?, no me importa; es más, me importa un puto pimiento. Yo soy una persona honesta, decente y
productiva; y me resbalan tus comentarios despectivos hacia mi persona; pero tú, tú, tú eres una... una...
Estaba buscando el insulto perfecto, aquel que la dejara con las patas colgando.
—De verdad que pienso que llega un punto donde tu cerebro y el mío toman caminos diferentes, si no es que no lo entiendo —maldijo la morena impotente porque no cerrara la boca de una jodida vez—. ¿No te das cuenta de dónde estamos? ¿No puedes dejar la pataleta para otro momento?
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó molesta por que insinuara que era una inconsciente—. No estarás diciendo que soy estúpida, ¿verdad? Porque no lo soy.
—No he dicho eso —le dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos, para no llamar la atención de la Guardia Civil que vigilaba la verja y que, en esos momentos, tenía su atención fija en ellas, que estaban en la cola para salir de allí.
La verja era como todos llamaban a la puerta por la que se entraba y salía de Gibraltar, la frontera. La misma que ellas se veían obligadas a cruzar, cargadas de cajetillas de tabaco de contrabando; el favor que había accedido a hacerle al patriarca del clan de los Montoya como acto de buena voluntad para que dejaran de perseguir a Sam y no fueran muy duros con la chica; y que ella, sin saber por qué, había querido que Britt
hiciera también, pero, lo que sí sabía era que, en aquellos momentos, se estaba arrepintiendo de haberla obligado a ir.
—Pues me lo ha parecido.
La miró entrecerrando los ojos. Y no para, maldita sea. Me veo en el calabozo por su culpa.
—No es momento para discutir.
La mataba, estaba segura de que la mataba.
—No estoy discutiendo, estoy haciendo una observación.
Se tocó el abultado vientre que se había fabricado con una mochila cargada de cajetillas de tabaco. El resto lo llevaba en el carrito del bebé que llevaba, simulando ser una mujer en avanzado estado de gestación y con un bebé ya en el mundo. Y aparte de eso, también llevaba tabaco en la bolsa del bebé, en su bolso de mano, que más parecía una mochila que otra cosa, y en la maleta de Satán.
Se había vestido como una matutera, que era como se conocía a las mujeres que cruzaban diariamente de La Línea de la Concepción en dirección a Gibraltar, con el único objetivo de sacar el mayor número posible de tabaco de manera ilegal.
¡Si su madre la viera en aquel momento se moría de la impresión y de la vergüenza! Eso como poco. Ella, que no paraba de atosigarla para que conociera a la joven empresaria que las tenía tan encandiladas. ¿Por qué no le haría caso a su madre? En ese momento podría estar en el club de pádel de Sotogrande ligando con su profesor o conociendo a la persona de la que todos hablaban. La cual sería mucho más delicada y educada que la que tenía al lado. Sí, seguramente sí que sería mucho más civilizada, pero... ¿podría ella obsesionarse tanto como con aquella que la acompañaba? Estuvo segura de que no, que eso sería imposible. Por mucho que intentara hacer ver que no le importaba,
lo cierto es que sí que lo hacía. Pero, claro, ¿le convenía una chica como aquella, acostumbrada a moverse entre aquella gente, a delinquir como lo estaban haciendo, sin el menor pudor o respeto por las leyes, a... a...?
Menos mal que esa noche se celebraba su cumpleaños y, por fin, podría volver al mundo real, a su mundo. Intentaría quitarse de la cabeza a la maldita de Satán de una vez por todas tirándose a otro. Sí, sería lo más sensato, lo más prudente.
—Te voy a llamar la Yo –la amenazó este entre dientes.
Ella alzó las cejas indignada.
—¿Perdona?
—Déjalo —le dijo volviendo a mirar al frente. Intentando ignorarla y que ella hiciese lo propio. Ya faltaba poco para que cruzaran la frontera y le dijeran adiós al Peñón.
Satán no iba a poner en riesgo su libertad ni su identidad por tener una pelea con aquella gata rabiosa. Sin embargo, Britt pensaba otra cosa: tenía ganas de bronca. ¿Y por qué? Porque había vuelto a flaquear en su decisión de no volver a acostarse con ella.
Satán solo tuvo que rozarla en aquella cena en los carnavales para que ella se convirtiera en fuego entre sus manos, para que se derritiera como la mantequilla. Caliente, ardiente, totalmente maleable.
¡Para! Apretó los labios, consciente de que aquello ocurriría cada vez que Satán quisiera. ¿El motivo? Muy simple: se había vuelto adicta a sus caricias, a su cuerpo, a su olor, se había vuelto adicta a ella, y eso la enfurecía porque la hacía débil. Y yo no quiero ser débil –se dijo. No, no quería, pero es que no podía evitarlo; cuando ella se ponía a tocarla, a mirarla de aquella forma tan sensual, ella se... se... ¡Ni hablar! Nunca más. Después de aquello no volvería a verla. No quería.
No podía dejar que nadie volviera a entrar en su corazón y esta iba camino de conseguirlo. ¿Por qué si no se había preocupado tanto cuando se marchó sola a entrevistarse con los Medio-mulos esos? No quería responderse a esa pregunta; temía la respuesta, es más, la aterraba. Y por eso aquello iba a acabarse en el momento de ya o, al menos, en el instante en que acabaran con aquella misión clandestina.
¡Iba a matar a Sam por haber puesto a esa morena de nuevo en su camino!
—No voy a dejarlo.
Sabía que tenía que cerrar el pico, pero no podía. Era más fuerte que ella, disfrutaba enfureciéndola y retándola.
—Como sigas con tus rabietas vas a provocar que nos detengan.
—No me importa.
—A mí sí que me importa.
—Pues no lo entiendo, yo al menos tengo una reputación que proteger, sin embargo tú no tienes nada.
—Claro —le soltó rabiosa—, yo no tengo nada. Y eso es lo más importante de todo.
Britt la miró un momento, como si acabara de descubrir algo.
—¿Tienes antecedentes? ¿Por eso estás así?
Que sí, que la cogía y la mataba.
—Tu única finalidad en la vida es tocarme los cojones, ¿no?
Britt se calló. ¡Sería grosera y malhablada! No entendía cómo había podido relacionarse con alguien como ella, cómo había podido desearla hasta el punto de mandarlo todo al demonio.
¿Qué no lo entiendes? ¡Anda, ya! Si solo tienes que mirarla para que tu vagina empiece a llamarla desesperada.
Podía ser, pero no pensaba volver a dejarle entrar en ella. A Satán, ese comentario le dolió, ya no solo le escocía, también le dolía. ¿Y por qué? Porque le gustaba, mucho, bastante, demasiado. Y, a pesar de saber que era una pija incorregible, también era conocedora de cómo se derretía con sus caricias, con sus besos, por lo que albergaba la esperanza de que le diera la oportunidad de conocerla, de salir a pasear, de ir al cine.
De conseguir que ella viera más allá de todo, enseñarle su alma, sus miedos, sus anhelos; de algo. Si ella dejase a un lado sus prejuicios sobre ella y quisiera conocerla realmente, todo sería más fácil.
Sabes de sobra que con ella nunca nada será sencillo, y por eso te gusta.
—Puede que te moleste que te digan la verdad tal cual es, pero no puedes hacer nada por cambiarla.
Era consciente de que tenía que dejarlo estar, pero no podía, es que no podía. Satán la superaba.
—Podría —le dijo mirándola misteriosa—, pero no pienso hacerlo. Sigue pensando lo que quieras, para lo que me importa...
—Me gustaría que os callaseis un poquito —intentó mediar Kitty. La chica no había abierto su bocaza en todo el recorrido hasta la aduana, por evitar que se liase más todavía, pero es que, al igual que Satán, temía que las cogieran por culpa de su amiga—, parecéis un matrimonio de más de veinte años discutiendo. Y os recuerdo que yo también estoy metida en esto.
—Cosa que no llego a comprender.
—No todo el mundo es como tú, que piensa que siempre hay algún interés oculto —masculló Satán entre dientes.
—Mis motivos son míos, Britt. —Kitty se estaba cansando de ser una mera espectadora en aquella relación tan visceral de su amiga y esa divinidad de mujer —. Y si no quieres que te diga algo del pluma de tu ex marido y lo fácil que ha sido para ti olvidarlo todo, no te metas en lo que yo hago o dejo de hacer por Sam; ese es mi problema.
Satán guardó ese dato en su memoria, pensando que a lo mejor pudiera utilizarlo más adelante.
—No metas a Blaine en esto.
—¿Lo ves? —refunfuñó la otra—, ya lo estás defendiendo.
—No lo hago, es que es el padre de Jimena y le debo un respeto. Además de que no tiene nada que ver con esta situación; sueles mezclar las cosas.
—No lo es, y lo sabes. Mi ahijada es de esa drogata que te tiraste en la última fiesta que dio Sam en el chalet de tus padres y que por poco hace que lo encierren. ¡Ah! Y mezclo lo que me da la gana.
Britt contuvo la respiración y Satán la miró, extrañada por su reacción. ¿¡Qué es lo que había dicho Kitty!? ¿Cómo que sí había ido a una de las fiestas de Sam?, ¿a la última? ¿Que se tiró a una drogata? ¿Que se quedó preñada? La miró con el semblante ceniciento. ¡No, aquello no podía ser, era totalmente ridículo! Y entonces, ¿por qué estaba asustada? Lo pensaría más tarde, aquella inesperada confesión la había dejado en blanco. En ese momento, su prioridad era salir con bien de allí.
—Ya estamos en el control de aduanas, así que, por favor, contened la lengua —las miró con intención—: las dos.
El tono de la morena no daba opción a réplicas de ningún tipo y ambas optaron por hacerle caso, aunque con malas caras. Britt respiró más tranquila al darse cuenta de que Satán nunca descubriría la verdad sobre ella ni Jimena, pero a la vez, eso la enfureció.
¿Tan poco significó aquella noche para ella que ni siquiera podía acordarse de ella? Bueno, al menos no le había dado importancia a las palabras de Kitty, si no, estaba convencida de que no se hubiera callado y habría exigido una explicación. Pero escocía que no la recordara, vamos si lo hacía.
Engendro de mujer. Gilipollas, la insultó mentalmente. Pues sí, querida, solo fuiste un polvo más.
El guardia civil las miraba y las miraba como si quisiera descubrir algo. Britt se estaba dando cuenta de que no les quitaba el ojo de encima.
Nos van a coger.
Se irguió en un intento de dignidad que no pegaba con el atuendo que llevaba pero, claro, ella ni se acordaba que representaba el papel de una mujer de más de ocho meses de gestación.
Les llegó el turno de cruzar.
—Buenos días, agente —saludó Satán.
Este asintió con la cabeza pero no dijo nada, solo la miraba con cara de querer decirle algunas cosas.
—¿Algo que declarar? —preguntó sin dejar de mirarla.
Ella tragó saliva.
¡Ay, que nos van a detener!
—Nada, solo hemos venido a pasar el día en familia.
—Ya lo veo.
El picoleto no parecía muy convencido porque miraba el abultado vientre de ella como decidiendo algo. En ese momento, Kitty decidió intervenir y le propinó un codazo a Britt sin que este lo viera que la hizo chillar de dolor, llevándose una mano a los riñones y volviéndose hacia su amiga con la boca abierta y con cara de querer tirarle de los pelos.
—¿Te encuentras bien, gordita?
Satán corrió a socorrerla y le lanzó una mirada de advertencia para que no armase ningún escándalo mientras la cogía en brazos. Esa era la excusa que necesitaban para salir con bien de allí.
—Mi hermana está un poco delicada pero se ha empeñado en entrar andando en Gibraltar —intervino Kitty a modo de disculpa mientras simulaba ayudar a Satán— Se ha negado a esperar en el coche sin saber cuánto íbamos a tardar en entrar y, como ve, no ha sido muy buena idea.
Las dos actuaban como si cuidarla y aguantarla fuera toda una proeza.
—Mi mujer está teniendo un embarazo complicado —le explicó Satán al agente de aduanas—, sobre todo en el carácter. Se empeña en hacer las cosas menos comprensibles, y encima quiere convencernos a las demás de que siempre lleva razón.
—Me he dado cuenta de ello; llevo un rato observándole y su mujer le estaba armando una buena.
Satán lo miró poniendo cara de perro apaleado, seguramente el hombre estaría pensando que ella era una arpía y su marido un calzonazos que hacía lo que ella dictaba.
—Me duele mucho —fingió para darle más énfasis a su actuación y poder salir de allí cuanto antes.
—Ya, cariño —la consoló Satán pasándole una mano por la espalda para confortarla mientras abría una botella de agua pequeña y le daba de beber un poco a Britt.
En ese momento, Britt sintió cómo se soltaba una de las cinchas con las que llevaba atada la bolsa que simulaba su embarazo, cargada de tabaco.
Miró a Kitty y a Satán para ver si se habían dado cuenta, pero nada en sus expresiones le indicaba que lo habían hecho. Luego miró al agente y este le devolvió la mirada entrecerrando los ojos; y se puso a chillar y a llorar como una posesa, sorprendiendo a sus acompañantes.
—Ande, coja a su mujer y llévela cuanto antes al hospital, que como el niño nazca aquí vamos a tener un conflicto diplomático sobre su nacionalidad.
—Gracias, agente, no se imagina cuánto se lo agradezco —le dijo al guardia cogiendo a Britt en brazos y saliendo de allí acompañada de una Kitty que miraba a su amiga desconcertada.
—No puedo creerme que lo hayamos conseguido —repetía una y otra vez Kitty, incrédula y con risa nerviosa, cuando se metieron en el coche en dirección a los Junquillos, la barriada donde los esperaban los Montoya para recoger su cargamento de tabaco.
Satán sonrió ante la emoción de la mujer. La verdad es que era mordaz en sus comentarios, pero le parecía agradable, y con carácter; y le gustaba, le caía bien. Pensó que ese era el tipo de mujer que Sam necesitaba para que lo hiciera meterse en vereda en lo referente a las féminas, y a más cosas. Pero, claro, cada uno elegía de quién enamorarse, aunque a veces no fuera conveniente, si no, habría que verla a ella, besando el suelo que pisaba la impresentable de... por poco se quedó sin aire al darse cuenta del camino que habían tomado sus pensamientos y de la conclusión a la que iban a llegar.
¡¿Cómo?! Detén ahora mismo esas ridículas ideas, ni hablar –se negó una y otra vez–. ¡Qué vas a estar enamorada de la teniente Unicornio! No, no, y no imposible. Olvida eso ahora mismo, al momento de ya. Ella no, si es una estirada, una esnob, una quejica... Pues ella, sí.
Apretó tan fuerte los dientes que pensó que podría quedarse mellada. Evitó mirarla; era mejor no acercarse nuevamente a Britt, no rozarla siquiera, así podría ordenar sus pensamientos, aunque mejor, sus sentimientos, y llegar a una deducción lógica cuando llegara a casa. Sobre todo teniendo en cuenta los descubrimientos de aquel día. Britt se echó a llorar sorprendiendo a Satán, quien, contra todo lo que predicaba, se apresuró a abrazarla, olvidando cualquier autoimpuesta recomendación anterior, puesto que ambas iban sentadas en la parte trasera de la vieja camioneta del clan que las había obligado a ejercer de matuteras.
Seré calzonazos.
—No me toques —le ordenó ella con un hilo de voz, pero no hizo nada por apartarse.
—No lo estoy haciendo.
Ella tampoco la soltaba.
—Lo estás haciendo.
—No me digas.
Satán le acarició la cabeza en un acto involuntario, mientras se dibujaba en su rostro esa sonrisa de chica mala.
—Te lo ordeno, soy tu jefa.
—Recuerda: tú ordenas, yo desobedezco. Y eres jodidamente mandona.
—Y tú una gilipollas.
—Y yo subnormal —apostilló Kitty desde el asiento del conductor.
Satán no puedo evitar soltar una carcajada.
—No te rías de mí, detesto cuando lo haces.
Britt se apartó de forma violenta y la empujó con las manos, obligándola a guardar la máxima distancia posible.
—Vaya, empezaba a echar de menos a la teniente Unicornio.
Kitty se carcajeó pero cerró su enorme bocaza rápidamente cuando Britt le lanzó una mirada asesina por el espejo retrovisor.
Y siguió llorando.
—¿Puedo saber qué carajo te pasa ahora?
—No, no te importa.
—Entonces —dijo intentando no perder el control y zarandearla—, ¿puedes decirle a tu amiga qué carajo te pasa?
Se aguantó las ganas de decirle cuatro cosas, porque la desconcertaba y le ponía mal cuerpo verla llorar.
Britt se sorbió la nariz mientras la miraba entrecerrando los ojos.
—Eres una lista, ¿no?
—Gracias.
—Te ha insultado, Satán —apostilló la otra aguantando la risa.
—¿De verdad? —en esa pregunta había demasiada ironía–. Pensé que mi jefa estaba siendo amable, por una vez.
Al decir esto la miró alzando las cejas.
—Ahora se ha metido contigo, Britt.
—No sé de qué me sorprendo, todo lo que me dice es para molestarme.
Las lágrimas, a pesar del intento de la mujer por contenerlas, seguían resbalando por sus mejillas, esta vez de forma más abundante, destrozando el exagerado maquillaje que se había puesto, emulando a las mujeres de los Montoya. Pero, para su consternación, empezó a hipar.
—Estate quieta —le ordenó Satán mientras le sujetaba la barbilla con fuerza y le limpiaba la cara con un clínex a la vez que la miraba con atención, muy seria—. Siento todo esto vale, nunca debí meterte en esto para ayudar a Sam con los Montoya, ni con el contrabando, pero, por los clavos de Cristo, ¡deja ya de llorar!
—Tú no me das órdenes, y si quiero llorar, lo hago. Solo quiero que te alejes de mí de una vez, eres una manipuladora, una delincuente, una ordinaria, una... una... ¡No te soporto! Y ya te tengo calada.
Sonó como una borde y lo sabía, pero no podía evitarlo. En aquellos momentos la odiaba. Y quería que ella la odiase también. Así al menos una de las dos tendría un motivo real para aborrecer a la otra; así podrían ignorarse. Podrían vivir cada una en su mundo, tan diferente, tan lejano.
—Si no fueras una mujer —le miró los labios al hablar y Britt deseó estrecharla contra ella y meterle la lengua hasta el gaznate—, ahora mismo estarías en el hospital.
—Pues lo soy.
—Por eso solo te he follado.
Britt le propinó un guantazo y Satán no la detuvo.
—Hemos llegado al lugar convenido, Satán.
Kitty se volvió hasta quedar a la vista de ellas, quería que recordaran su presencia, la cual parecían haber olvidado entre tanta tensión acumulada.
—Satán...
La volvió a llamar cuando vio la tormenta en la mirada de esta, una tormenta que estaba dirigida a su amiga.
—Bastarda impresentable.
¿Por qué no puedo cerrar la maldita boca?
—Eres una hija de puta, y lo sabes.
Satán se bajó de la furgoneta dando un portazo mientras se disponía a meter el montante de tabaco en bolsas de basura. A la vez que lo hacía, se metió un chicle en la boca que masticó de forma violenta mientras le lanzaba miradas asesinas a Britt, y de advertencia a Kitty, puesto que no quería que ninguna de las dos le dirigiera la palabra.
—No os mováis, ahora vuelvo.
En su voz se podía percibir la rabia, fue como un afilado cuchillo y Britt estuvo segura de haber conseguido su propósito, por lo que lloraba aún con más fuerza y de forma más desconsolada.
—¿Por qué has hecho eso? Y cuéntame qué es lo que te tiene así, Britt. No estoy acostumbrada a verte llorar. Y no me digas que es del susto, porque ¡a otro con ese cuento! —le advirtió.
—No me pasa nada.
—¿Seguro? —Kitty no la creía.
—Completamente.
—Pues para no ocurrirte nada, no veas cómo te las gastas.
—Tenía entendido que eras mi amiga.
—Lo soy.
—Entonces, no te metas.
—Lo siento, tengo que discrepar.
—¿Por qué? Podías dejarlo estar.
—Es que te has pasado un montón, no creo que se mereciera esas palabras. Tú sueles ser una creída, pero no mala persona.
Britt sonrió un poco cuando le dijo eso.
—Pues acabo de comportarme como lo que me ha llamado.
—Y es lo que no entiendo –le indicó su amiga.
Britt esquivó la mirada de su amiga.
—Yo tampoco.
—No ha sido una situación nada ideal. Te lo juro, me morí cuando le dijiste todas esas cosas. Yo, que me lo estaba pasando en grande con esta aventura...
—De eso se trata, Kitty.
¿Cómo se lo explicaba?
—Pues creo que la poco lista aquí soy yo, porque no me entero de nada. Bueno —la miró con sorna—, de que te la has beneficiado, sí. Ahí te envidio ¿sabes? —su amiga suspiró—, una morena así no pasa por tu puerta todos los días, y cuando pasa es para no hacerte caso. ¡Jolines, eres una tía con suerte!
—Eso es lo peor.
Y volvió a llorar.
—No te entiendo, a mí me cae bien.
Nada, que nadie iba a apoyarla ni a entenderla, nada de nada.
—¿Perdona? ¿Has visto en el lío en que nos ha metido? ¿Y si esa familia en vez de mi ropa hubieran querido algo más? ¿Y si después de entregarles el tabaco nos hacen algo? ¿Y si, y si...
—Vamos, Britt, lo del tabaco ha sido un escarmiento, tampoco es como para hacerse ricos.
La otra la miró seria, ella ya se había dado cuenta de ello.
—Y no olvides que todo esto es por culpa de Sam, no de Satán; ella solo está ayudándonos. Aunque la verdad aún no entiendo por qué. Debe ser una verdadera amiga del impresentable de tu hermano —la miró con intención—, no todo el mundo corre semejante riesgo por sus líos. Nuestros amigos nos hubieran dicho:
Uy, ¿eso te ha pasado? Pues díselo a papá, él lo arreglará.
—¿Crees que no lo sé?
—Entonces...
—Es mejor de lo que yo creía, y eso me aterra porque he decidido no verla más.
—Ahhh..., pues no entiendo nada –le dijo la otra alzando las cejas.
—No estoy para bromas.
Volvió a sorberse la nariz.
—No he dicho eso. Aunque no te entiendo; pensabas mantener una relación con tu profesor de pádel, el cual, por cierto, es un pulpo asqueroso (intentó sobrepasarse conmigo la otra noche, solo te lo digo para que lo sepas) —Kitty encendió un cigarrillo y se lo dio—; así que no entiendo por qué no puedes hacer lo mismo con Satán, que está mucho más buena, se ve buena gente y a mí, que soy tu amiga, me encanta. Y lo
más importante, solo tiene ojos para ti. Y no voy a hablar de la carga sexual que hay entre vosotras, de eso creo que ya te has dado cuenta tú solita.
—Por todo eso y más —no iba a decirle que se había olvidado de añadir a esa lista que era la más que probable madre de Jimena—. Es una mujer de la que sería muy fácil enamorarse, y no quiero volver a hacerlo.
—¿Y quién te dice que no lo has hecho ya? —preguntó su amiga alzando las cejas—. Mucha llorera para alguien que no te gusta.
Britt negó con la cabeza, aunque sin mucha convicción. No iba a reconocer que su llanto procedía del conocimiento de saber que no iba a volver a verle, y no iba a hacerlo porque ella lo había decidido así. Deseó saltar sobre Satán de alegría cuando salieron por la puerta del Peñón sin ningún problema, porque el guardia civil pensó que eran un matrimonio peleándose y que ella se había puesto mal de verdad, por lo que el hombre tampoco quiso intervenir. Fue tal la sensación de euforia y adrenalina que sintió, que se le hubiera tirado encima y besado con todo el ímpetu y el hambre del que era capaz. Habían salido victoriosas y ella había sido un peón esencial en esa victoria.
—No puedo dejar que entre en mi vida alguien como ella, me destrozaría.
—¿Alguien como ella? Anda ya, Britt.
—Has visto que se mueve como pez en el agua en lugares... —le dijo exasperada—, en situaciones que son... son demasiado peligrosas. Es una mujer peligrosa, una delincuente. ¿Nunca te ha hablado de su pasado? ¿Quién te dice que lo ha dejado atrás? Tú no has visto el piso que tiene en aquella barriada, demasiados lujos para una simple trabajadora. Y no quiero imaginar de dónde ha sacado el dinero para ellos. Tengo que velar por mi hija, necesita un modelo de madre o persona a seguir.
—Estás exagerando, a mí me parece una persona decente.
Un portazo dado con demasiada fuerza las obligó a callarse. Satán había regresado, llevaba una botella de agua en una mano y un par de paquetes de círculos rojos en la otra.
—Cortesía de los Montoya —le dijo a Britt lanzándole uno al regazo —, hasta los delincuentes saben que tenéis que alimentaros.
Kitty no dijo nada, se giró nuevamente hacia el volante y se dispuso a conducir en dirección al viejo piso que a su amiga le parecía tan raro, pero sin dejar de soltar comentarios entre dientes sobre lo estúpidas que eran algunas personas.
Britt, por su parte, se mantuvo en silencio y aguantó todo lo que pudo las ganas de ponerse a llorar de nuevo y a gritar como una histérica, imitando a su madre en una de sus mejores interpretaciones. Estaba convencida de que Satán lo había oído todo, había oído sus estupideces, sus excusas sin sentido para convencerse de que tenía que apartarse de ella.
¿Cómo decía esa canción de Malú? «Puñales en el alma», inexplicablemente así se había sentido cuando se dio cuenta de que Satán lo había escuchado todo. Sintió como si el daño se lo hubiese ocasionado a ella misma.
Maldita Satán por ser como es, porque me tiene totalmente enganchada.
—Disimula.
—No puedo, estoy muy nerviosa, y me estoy haciendo pis —insistió de nuevo con lo mismo.
—No pienses en ello o no podrás contenerte. —La miró un segundo antes de volver a dirigir su atención a la Policía fronteriza con preocupación—. Es sencillo.
Britt ladeó la cabeza y la miró furibunda.
¿Sencillo el qué si se estaba meando?
—Eso no me ayuda —murmuró—, en nada.
—Pues —le indicó frustrada porque no callaba—, intenta pensar en tus coches, tus casas y todo eso que te importa tanto y que te hace tan feliz, y no en gente de la calle como yo. No te será tan difícil.
Britt apretó los labios e hizo una mueca.
Imbécil.
—Esa última frase ha estado de más.
—No te vas a callar, ¿verdad? —Empezaba a perder la paciencia y era consciente de que a ella le importaba un pito.
—Recuerda, tú no me das órdenes.
—Deja de murmurar, me pone nerviosa. —No pudo evitar volver a mirarla con cara de mala leche—. Tal vez para ti no tiene importancia si nos cogen o no, pero piensa un poco en los demás —cerró los ojos un momento con el único fin de aguantarse las ganas de zarandearla y hacerle entender su comprometida situación—, por una vez.
—Lo hago, por eso estoy nerviosa y me estoy haciendo pipí.
—Y sigue.
Satán estaba que saltaba porque la muy jodía hiciera lo que le viniera en gana y no atendiera a razones.
—Además, ¿qué sabes tú de lo que a mí me importa?
Britt la miró enfadada.
Imbécil, estúpida, delincuente.
Satán le devolvió la mirada apretando los dientes. Estaba segura de que las cogían, y menuda se iba a armar si lo hacían; y menuda le iba a dar entonces.
—No me mires así, tú no sabes nada —continuó, y la miró fijamente con la intención de intimidarla.
Claro que le importaban cosas más importantes que sus posesiones, o mejor dicho, personas. Por ejemplo: le importaba mucho, muchísimo, su hija Jimena, y también su hermano Sam, de no ser así, ¿por qué estaba haciendo de contrabandista? Y ya puestos, de no ser por el cabeza hueca de Sam, no estaría pasando por esa bochornosa e imprudente situación; ni habría vuelto a encontrarse con la indeseable que había resultado ser la otra mama de su hija. Bueno, indeseable no, pero todo lo demás, sí. Así que no iba a permitir que nadie le dijera que era una materialista. De eso nada.
Eres demasiado tonta, Britt –se dijo–, si no, ¿qué haces aquí? Aún puedes salir de esta. Vuelve a algún bar, te metes en el servicio y dejas toda la carga que llevas.
Satán le sostuvo la mirada, pero era una mirada altiva, peligrosa, que ella parecía no querer entender.
Nada -pensó para sí misma-, lo malo es que no sé nada, y me gustaría saberlo todo de ti, pero no me dejas, y eso me saca de quicio.
—Esto es peor que lo de vestirme de pollita —continuó Britt—. Entrar en ese barrio donde la gente se calienta las manos alrededor de barriles de hierro ardiendo en mitad de la calle o, o...
—Britt, por favor —en su voz se percibía la impaciencia. Pensó que iba a matarla como no se callara—. Cierra la boca de una puñetera vez. No quiero acabar en la cárcel porque no sabes mantener esa boquita cerrada.
—... no, no puede haber nada peor que esto.
Las dos terminaron de decir lo que querían al mismo tiempo. Y Britt, a pesar de lo que Satán pensara, se calló. Se miró y volvió a temblar. ¿De verdad iban a hacer aquello? Si alguna de sus amistades llegaba a verla de esa guisa, o si llegaban a pillarlas...; y lo más grave es que habían metido a Kitty en aquel lío. A su amiga, que nada tenía que ver con aquel mundo ni con las locuras de su hermano.
La muy tonta había aceptado ayudarlas por el bien de Sam, y eso que este la trataba súper mal además de ser un gilipollas con ella. Su hermano iba a estar en deuda con su amiga, al menos durante tres vidas, eso por lo menos. Pero es que lo más aterrador había sido meterse en aquella barriada de La Línea donde residían los Medio-mulos para recibir las instrucciones sobre el cargamento que tenían que pasar por la frontera. Al principio, Britt estaba aterrada por vérselas con aquella familia, pero luego ya no tanto; si hasta le lanzó algún comentario que otro a una de las mujeres que intentaban hacerla enfadar. Y menos mal que Satán la acompañó en todo momento porque de no ser así no confiaba en haber podido salir de allí entera, o al menos vestida. Todos hicieron comentarios chuscos sobre su vestimenta, su cartera o sus gafas de sol, y Satán consiguió, para su consternación, que le cambiaran dichos complementos por ropa de mercadillo, según este era más conveniente para su disfraz.
¡Un cuerno! -se dijo-. Lo había hecho para fastidiarla, también podrían haber hecho lo mismo con ropa de marca.
Se miró de nuevo la ropa que llevaba puesta y puso mala cara. Pero después la miró a ella y se sintió mejor porque puede que fuera una simple currante pero le gustaba vestir con ropa cara, de eso sí que se había percatado.
Te ha salido el tiro por la culata –pensó con maldad–, tú también vas haciendo el ridículo ya que te has tenido que vestir con una «titi de Cádiz». A Satán no le había hecho gracia ponerse aquellos pantalones pitillo, aquellas zapatillas horribles y la camiseta entallada remangada en los hombros; todo ello, asesoradas por el patriarca quien, también les había aconsejado, por no decirlo de otra manera, que esta se
engominara el pelo y lo peinara hacia atrás. Britt pensó con enojo que ese atuendo, que hubiera resultado completamente ridículo en otra, en ella resultaba de lo más impactante, y lo único que la consolaba era saber que a Satán no le hacía gracia ir vestida de aquella forma.
Por fortuna, Kitty no armó ningún revuelo y colaboró encantada en lo referente al cambio de imagen, cosa que la sorprendió y de la que pensaba hablar con ella más tarde, porque al menos ella debería haberse puesto de su parte y no hacer todo lo que el otro ordenara sin rechistar.
—Puedo hacerte una larga lista de cosas que son peores que esta, créeme —susurró de forma letal y con cara de querer hacerle algo muy, pero que muy malo.
—Me has llamado Britt, vaya —le dijo como si se hubiera dado cuenta de repente de que había usado su nombre y no uno de esos apelativos con los que se dirigía a ella; encantada, sin saber por qué—, al parecer he dejado de ser la jefa o la teniente Unicornio. ¿Qué? —le preguntó cuando esta la miró con sorpresa—, ¿pensabas que no lo sabía? Por supuesto que sé cómo me llamáis a mis espaldas. Pero ¿sabes?, no me importa; es más, me importa un puto pimiento. Yo soy una persona honesta, decente y
productiva; y me resbalan tus comentarios despectivos hacia mi persona; pero tú, tú, tú eres una... una...
Estaba buscando el insulto perfecto, aquel que la dejara con las patas colgando.
—De verdad que pienso que llega un punto donde tu cerebro y el mío toman caminos diferentes, si no es que no lo entiendo —maldijo la morena impotente porque no cerrara la boca de una jodida vez—. ¿No te das cuenta de dónde estamos? ¿No puedes dejar la pataleta para otro momento?
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó molesta por que insinuara que era una inconsciente—. No estarás diciendo que soy estúpida, ¿verdad? Porque no lo soy.
—No he dicho eso —le dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos, para no llamar la atención de la Guardia Civil que vigilaba la verja y que, en esos momentos, tenía su atención fija en ellas, que estaban en la cola para salir de allí.
La verja era como todos llamaban a la puerta por la que se entraba y salía de Gibraltar, la frontera. La misma que ellas se veían obligadas a cruzar, cargadas de cajetillas de tabaco de contrabando; el favor que había accedido a hacerle al patriarca del clan de los Montoya como acto de buena voluntad para que dejaran de perseguir a Sam y no fueran muy duros con la chica; y que ella, sin saber por qué, había querido que Britt
hiciera también, pero, lo que sí sabía era que, en aquellos momentos, se estaba arrepintiendo de haberla obligado a ir.
—Pues me lo ha parecido.
La miró entrecerrando los ojos. Y no para, maldita sea. Me veo en el calabozo por su culpa.
—No es momento para discutir.
La mataba, estaba segura de que la mataba.
—No estoy discutiendo, estoy haciendo una observación.
Se tocó el abultado vientre que se había fabricado con una mochila cargada de cajetillas de tabaco. El resto lo llevaba en el carrito del bebé que llevaba, simulando ser una mujer en avanzado estado de gestación y con un bebé ya en el mundo. Y aparte de eso, también llevaba tabaco en la bolsa del bebé, en su bolso de mano, que más parecía una mochila que otra cosa, y en la maleta de Satán.
Se había vestido como una matutera, que era como se conocía a las mujeres que cruzaban diariamente de La Línea de la Concepción en dirección a Gibraltar, con el único objetivo de sacar el mayor número posible de tabaco de manera ilegal.
¡Si su madre la viera en aquel momento se moría de la impresión y de la vergüenza! Eso como poco. Ella, que no paraba de atosigarla para que conociera a la joven empresaria que las tenía tan encandiladas. ¿Por qué no le haría caso a su madre? En ese momento podría estar en el club de pádel de Sotogrande ligando con su profesor o conociendo a la persona de la que todos hablaban. La cual sería mucho más delicada y educada que la que tenía al lado. Sí, seguramente sí que sería mucho más civilizada, pero... ¿podría ella obsesionarse tanto como con aquella que la acompañaba? Estuvo segura de que no, que eso sería imposible. Por mucho que intentara hacer ver que no le importaba,
lo cierto es que sí que lo hacía. Pero, claro, ¿le convenía una chica como aquella, acostumbrada a moverse entre aquella gente, a delinquir como lo estaban haciendo, sin el menor pudor o respeto por las leyes, a... a...?
Menos mal que esa noche se celebraba su cumpleaños y, por fin, podría volver al mundo real, a su mundo. Intentaría quitarse de la cabeza a la maldita de Satán de una vez por todas tirándose a otro. Sí, sería lo más sensato, lo más prudente.
—Te voy a llamar la Yo –la amenazó este entre dientes.
Ella alzó las cejas indignada.
—¿Perdona?
—Déjalo —le dijo volviendo a mirar al frente. Intentando ignorarla y que ella hiciese lo propio. Ya faltaba poco para que cruzaran la frontera y le dijeran adiós al Peñón.
Satán no iba a poner en riesgo su libertad ni su identidad por tener una pelea con aquella gata rabiosa. Sin embargo, Britt pensaba otra cosa: tenía ganas de bronca. ¿Y por qué? Porque había vuelto a flaquear en su decisión de no volver a acostarse con ella.
Satán solo tuvo que rozarla en aquella cena en los carnavales para que ella se convirtiera en fuego entre sus manos, para que se derritiera como la mantequilla. Caliente, ardiente, totalmente maleable.
¡Para! Apretó los labios, consciente de que aquello ocurriría cada vez que Satán quisiera. ¿El motivo? Muy simple: se había vuelto adicta a sus caricias, a su cuerpo, a su olor, se había vuelto adicta a ella, y eso la enfurecía porque la hacía débil. Y yo no quiero ser débil –se dijo. No, no quería, pero es que no podía evitarlo; cuando ella se ponía a tocarla, a mirarla de aquella forma tan sensual, ella se... se... ¡Ni hablar! Nunca más. Después de aquello no volvería a verla. No quería.
No podía dejar que nadie volviera a entrar en su corazón y esta iba camino de conseguirlo. ¿Por qué si no se había preocupado tanto cuando se marchó sola a entrevistarse con los Medio-mulos esos? No quería responderse a esa pregunta; temía la respuesta, es más, la aterraba. Y por eso aquello iba a acabarse en el momento de ya o, al menos, en el instante en que acabaran con aquella misión clandestina.
¡Iba a matar a Sam por haber puesto a esa morena de nuevo en su camino!
—No voy a dejarlo.
Sabía que tenía que cerrar el pico, pero no podía. Era más fuerte que ella, disfrutaba enfureciéndola y retándola.
—Como sigas con tus rabietas vas a provocar que nos detengan.
—No me importa.
—A mí sí que me importa.
—Pues no lo entiendo, yo al menos tengo una reputación que proteger, sin embargo tú no tienes nada.
—Claro —le soltó rabiosa—, yo no tengo nada. Y eso es lo más importante de todo.
Britt la miró un momento, como si acabara de descubrir algo.
—¿Tienes antecedentes? ¿Por eso estás así?
Que sí, que la cogía y la mataba.
—Tu única finalidad en la vida es tocarme los cojones, ¿no?
Britt se calló. ¡Sería grosera y malhablada! No entendía cómo había podido relacionarse con alguien como ella, cómo había podido desearla hasta el punto de mandarlo todo al demonio.
¿Qué no lo entiendes? ¡Anda, ya! Si solo tienes que mirarla para que tu vagina empiece a llamarla desesperada.
Podía ser, pero no pensaba volver a dejarle entrar en ella. A Satán, ese comentario le dolió, ya no solo le escocía, también le dolía. ¿Y por qué? Porque le gustaba, mucho, bastante, demasiado. Y, a pesar de saber que era una pija incorregible, también era conocedora de cómo se derretía con sus caricias, con sus besos, por lo que albergaba la esperanza de que le diera la oportunidad de conocerla, de salir a pasear, de ir al cine.
De conseguir que ella viera más allá de todo, enseñarle su alma, sus miedos, sus anhelos; de algo. Si ella dejase a un lado sus prejuicios sobre ella y quisiera conocerla realmente, todo sería más fácil.
Sabes de sobra que con ella nunca nada será sencillo, y por eso te gusta.
—Puede que te moleste que te digan la verdad tal cual es, pero no puedes hacer nada por cambiarla.
Era consciente de que tenía que dejarlo estar, pero no podía, es que no podía. Satán la superaba.
—Podría —le dijo mirándola misteriosa—, pero no pienso hacerlo. Sigue pensando lo que quieras, para lo que me importa...
—Me gustaría que os callaseis un poquito —intentó mediar Kitty. La chica no había abierto su bocaza en todo el recorrido hasta la aduana, por evitar que se liase más todavía, pero es que, al igual que Satán, temía que las cogieran por culpa de su amiga—, parecéis un matrimonio de más de veinte años discutiendo. Y os recuerdo que yo también estoy metida en esto.
—Cosa que no llego a comprender.
—No todo el mundo es como tú, que piensa que siempre hay algún interés oculto —masculló Satán entre dientes.
—Mis motivos son míos, Britt. —Kitty se estaba cansando de ser una mera espectadora en aquella relación tan visceral de su amiga y esa divinidad de mujer —. Y si no quieres que te diga algo del pluma de tu ex marido y lo fácil que ha sido para ti olvidarlo todo, no te metas en lo que yo hago o dejo de hacer por Sam; ese es mi problema.
Satán guardó ese dato en su memoria, pensando que a lo mejor pudiera utilizarlo más adelante.
—No metas a Blaine en esto.
—¿Lo ves? —refunfuñó la otra—, ya lo estás defendiendo.
—No lo hago, es que es el padre de Jimena y le debo un respeto. Además de que no tiene nada que ver con esta situación; sueles mezclar las cosas.
—No lo es, y lo sabes. Mi ahijada es de esa drogata que te tiraste en la última fiesta que dio Sam en el chalet de tus padres y que por poco hace que lo encierren. ¡Ah! Y mezclo lo que me da la gana.
Britt contuvo la respiración y Satán la miró, extrañada por su reacción. ¿¡Qué es lo que había dicho Kitty!? ¿Cómo que sí había ido a una de las fiestas de Sam?, ¿a la última? ¿Que se tiró a una drogata? ¿Que se quedó preñada? La miró con el semblante ceniciento. ¡No, aquello no podía ser, era totalmente ridículo! Y entonces, ¿por qué estaba asustada? Lo pensaría más tarde, aquella inesperada confesión la había dejado en blanco. En ese momento, su prioridad era salir con bien de allí.
—Ya estamos en el control de aduanas, así que, por favor, contened la lengua —las miró con intención—: las dos.
El tono de la morena no daba opción a réplicas de ningún tipo y ambas optaron por hacerle caso, aunque con malas caras. Britt respiró más tranquila al darse cuenta de que Satán nunca descubriría la verdad sobre ella ni Jimena, pero a la vez, eso la enfureció.
¿Tan poco significó aquella noche para ella que ni siquiera podía acordarse de ella? Bueno, al menos no le había dado importancia a las palabras de Kitty, si no, estaba convencida de que no se hubiera callado y habría exigido una explicación. Pero escocía que no la recordara, vamos si lo hacía.
Engendro de mujer. Gilipollas, la insultó mentalmente. Pues sí, querida, solo fuiste un polvo más.
El guardia civil las miraba y las miraba como si quisiera descubrir algo. Britt se estaba dando cuenta de que no les quitaba el ojo de encima.
Nos van a coger.
Se irguió en un intento de dignidad que no pegaba con el atuendo que llevaba pero, claro, ella ni se acordaba que representaba el papel de una mujer de más de ocho meses de gestación.
Les llegó el turno de cruzar.
—Buenos días, agente —saludó Satán.
Este asintió con la cabeza pero no dijo nada, solo la miraba con cara de querer decirle algunas cosas.
—¿Algo que declarar? —preguntó sin dejar de mirarla.
Ella tragó saliva.
¡Ay, que nos van a detener!
—Nada, solo hemos venido a pasar el día en familia.
—Ya lo veo.
El picoleto no parecía muy convencido porque miraba el abultado vientre de ella como decidiendo algo. En ese momento, Kitty decidió intervenir y le propinó un codazo a Britt sin que este lo viera que la hizo chillar de dolor, llevándose una mano a los riñones y volviéndose hacia su amiga con la boca abierta y con cara de querer tirarle de los pelos.
—¿Te encuentras bien, gordita?
Satán corrió a socorrerla y le lanzó una mirada de advertencia para que no armase ningún escándalo mientras la cogía en brazos. Esa era la excusa que necesitaban para salir con bien de allí.
—Mi hermana está un poco delicada pero se ha empeñado en entrar andando en Gibraltar —intervino Kitty a modo de disculpa mientras simulaba ayudar a Satán— Se ha negado a esperar en el coche sin saber cuánto íbamos a tardar en entrar y, como ve, no ha sido muy buena idea.
Las dos actuaban como si cuidarla y aguantarla fuera toda una proeza.
—Mi mujer está teniendo un embarazo complicado —le explicó Satán al agente de aduanas—, sobre todo en el carácter. Se empeña en hacer las cosas menos comprensibles, y encima quiere convencernos a las demás de que siempre lleva razón.
—Me he dado cuenta de ello; llevo un rato observándole y su mujer le estaba armando una buena.
Satán lo miró poniendo cara de perro apaleado, seguramente el hombre estaría pensando que ella era una arpía y su marido un calzonazos que hacía lo que ella dictaba.
—Me duele mucho —fingió para darle más énfasis a su actuación y poder salir de allí cuanto antes.
—Ya, cariño —la consoló Satán pasándole una mano por la espalda para confortarla mientras abría una botella de agua pequeña y le daba de beber un poco a Britt.
En ese momento, Britt sintió cómo se soltaba una de las cinchas con las que llevaba atada la bolsa que simulaba su embarazo, cargada de tabaco.
Miró a Kitty y a Satán para ver si se habían dado cuenta, pero nada en sus expresiones le indicaba que lo habían hecho. Luego miró al agente y este le devolvió la mirada entrecerrando los ojos; y se puso a chillar y a llorar como una posesa, sorprendiendo a sus acompañantes.
—Ande, coja a su mujer y llévela cuanto antes al hospital, que como el niño nazca aquí vamos a tener un conflicto diplomático sobre su nacionalidad.
—Gracias, agente, no se imagina cuánto se lo agradezco —le dijo al guardia cogiendo a Britt en brazos y saliendo de allí acompañada de una Kitty que miraba a su amiga desconcertada.
—No puedo creerme que lo hayamos conseguido —repetía una y otra vez Kitty, incrédula y con risa nerviosa, cuando se metieron en el coche en dirección a los Junquillos, la barriada donde los esperaban los Montoya para recoger su cargamento de tabaco.
Satán sonrió ante la emoción de la mujer. La verdad es que era mordaz en sus comentarios, pero le parecía agradable, y con carácter; y le gustaba, le caía bien. Pensó que ese era el tipo de mujer que Sam necesitaba para que lo hiciera meterse en vereda en lo referente a las féminas, y a más cosas. Pero, claro, cada uno elegía de quién enamorarse, aunque a veces no fuera conveniente, si no, habría que verla a ella, besando el suelo que pisaba la impresentable de... por poco se quedó sin aire al darse cuenta del camino que habían tomado sus pensamientos y de la conclusión a la que iban a llegar.
¡¿Cómo?! Detén ahora mismo esas ridículas ideas, ni hablar –se negó una y otra vez–. ¡Qué vas a estar enamorada de la teniente Unicornio! No, no, y no imposible. Olvida eso ahora mismo, al momento de ya. Ella no, si es una estirada, una esnob, una quejica... Pues ella, sí.
Apretó tan fuerte los dientes que pensó que podría quedarse mellada. Evitó mirarla; era mejor no acercarse nuevamente a Britt, no rozarla siquiera, así podría ordenar sus pensamientos, aunque mejor, sus sentimientos, y llegar a una deducción lógica cuando llegara a casa. Sobre todo teniendo en cuenta los descubrimientos de aquel día. Britt se echó a llorar sorprendiendo a Satán, quien, contra todo lo que predicaba, se apresuró a abrazarla, olvidando cualquier autoimpuesta recomendación anterior, puesto que ambas iban sentadas en la parte trasera de la vieja camioneta del clan que las había obligado a ejercer de matuteras.
Seré calzonazos.
—No me toques —le ordenó ella con un hilo de voz, pero no hizo nada por apartarse.
—No lo estoy haciendo.
Ella tampoco la soltaba.
—Lo estás haciendo.
—No me digas.
Satán le acarició la cabeza en un acto involuntario, mientras se dibujaba en su rostro esa sonrisa de chica mala.
—Te lo ordeno, soy tu jefa.
—Recuerda: tú ordenas, yo desobedezco. Y eres jodidamente mandona.
—Y tú una gilipollas.
—Y yo subnormal —apostilló Kitty desde el asiento del conductor.
Satán no puedo evitar soltar una carcajada.
—No te rías de mí, detesto cuando lo haces.
Britt se apartó de forma violenta y la empujó con las manos, obligándola a guardar la máxima distancia posible.
—Vaya, empezaba a echar de menos a la teniente Unicornio.
Kitty se carcajeó pero cerró su enorme bocaza rápidamente cuando Britt le lanzó una mirada asesina por el espejo retrovisor.
Y siguió llorando.
—¿Puedo saber qué carajo te pasa ahora?
—No, no te importa.
—Entonces —dijo intentando no perder el control y zarandearla—, ¿puedes decirle a tu amiga qué carajo te pasa?
Se aguantó las ganas de decirle cuatro cosas, porque la desconcertaba y le ponía mal cuerpo verla llorar.
Britt se sorbió la nariz mientras la miraba entrecerrando los ojos.
—Eres una lista, ¿no?
—Gracias.
—Te ha insultado, Satán —apostilló la otra aguantando la risa.
—¿De verdad? —en esa pregunta había demasiada ironía–. Pensé que mi jefa estaba siendo amable, por una vez.
Al decir esto la miró alzando las cejas.
—Ahora se ha metido contigo, Britt.
—No sé de qué me sorprendo, todo lo que me dice es para molestarme.
Las lágrimas, a pesar del intento de la mujer por contenerlas, seguían resbalando por sus mejillas, esta vez de forma más abundante, destrozando el exagerado maquillaje que se había puesto, emulando a las mujeres de los Montoya. Pero, para su consternación, empezó a hipar.
—Estate quieta —le ordenó Satán mientras le sujetaba la barbilla con fuerza y le limpiaba la cara con un clínex a la vez que la miraba con atención, muy seria—. Siento todo esto vale, nunca debí meterte en esto para ayudar a Sam con los Montoya, ni con el contrabando, pero, por los clavos de Cristo, ¡deja ya de llorar!
—Tú no me das órdenes, y si quiero llorar, lo hago. Solo quiero que te alejes de mí de una vez, eres una manipuladora, una delincuente, una ordinaria, una... una... ¡No te soporto! Y ya te tengo calada.
Sonó como una borde y lo sabía, pero no podía evitarlo. En aquellos momentos la odiaba. Y quería que ella la odiase también. Así al menos una de las dos tendría un motivo real para aborrecer a la otra; así podrían ignorarse. Podrían vivir cada una en su mundo, tan diferente, tan lejano.
—Si no fueras una mujer —le miró los labios al hablar y Britt deseó estrecharla contra ella y meterle la lengua hasta el gaznate—, ahora mismo estarías en el hospital.
—Pues lo soy.
—Por eso solo te he follado.
Britt le propinó un guantazo y Satán no la detuvo.
—Hemos llegado al lugar convenido, Satán.
Kitty se volvió hasta quedar a la vista de ellas, quería que recordaran su presencia, la cual parecían haber olvidado entre tanta tensión acumulada.
—Satán...
La volvió a llamar cuando vio la tormenta en la mirada de esta, una tormenta que estaba dirigida a su amiga.
—Bastarda impresentable.
¿Por qué no puedo cerrar la maldita boca?
—Eres una hija de puta, y lo sabes.
Satán se bajó de la furgoneta dando un portazo mientras se disponía a meter el montante de tabaco en bolsas de basura. A la vez que lo hacía, se metió un chicle en la boca que masticó de forma violenta mientras le lanzaba miradas asesinas a Britt, y de advertencia a Kitty, puesto que no quería que ninguna de las dos le dirigiera la palabra.
—No os mováis, ahora vuelvo.
En su voz se podía percibir la rabia, fue como un afilado cuchillo y Britt estuvo segura de haber conseguido su propósito, por lo que lloraba aún con más fuerza y de forma más desconsolada.
—¿Por qué has hecho eso? Y cuéntame qué es lo que te tiene así, Britt. No estoy acostumbrada a verte llorar. Y no me digas que es del susto, porque ¡a otro con ese cuento! —le advirtió.
—No me pasa nada.
—¿Seguro? —Kitty no la creía.
—Completamente.
—Pues para no ocurrirte nada, no veas cómo te las gastas.
—Tenía entendido que eras mi amiga.
—Lo soy.
—Entonces, no te metas.
—Lo siento, tengo que discrepar.
—¿Por qué? Podías dejarlo estar.
—Es que te has pasado un montón, no creo que se mereciera esas palabras. Tú sueles ser una creída, pero no mala persona.
Britt sonrió un poco cuando le dijo eso.
—Pues acabo de comportarme como lo que me ha llamado.
—Y es lo que no entiendo –le indicó su amiga.
Britt esquivó la mirada de su amiga.
—Yo tampoco.
—No ha sido una situación nada ideal. Te lo juro, me morí cuando le dijiste todas esas cosas. Yo, que me lo estaba pasando en grande con esta aventura...
—De eso se trata, Kitty.
¿Cómo se lo explicaba?
—Pues creo que la poco lista aquí soy yo, porque no me entero de nada. Bueno —la miró con sorna—, de que te la has beneficiado, sí. Ahí te envidio ¿sabes? —su amiga suspiró—, una morena así no pasa por tu puerta todos los días, y cuando pasa es para no hacerte caso. ¡Jolines, eres una tía con suerte!
—Eso es lo peor.
Y volvió a llorar.
—No te entiendo, a mí me cae bien.
Nada, que nadie iba a apoyarla ni a entenderla, nada de nada.
—¿Perdona? ¿Has visto en el lío en que nos ha metido? ¿Y si esa familia en vez de mi ropa hubieran querido algo más? ¿Y si después de entregarles el tabaco nos hacen algo? ¿Y si, y si...
—Vamos, Britt, lo del tabaco ha sido un escarmiento, tampoco es como para hacerse ricos.
La otra la miró seria, ella ya se había dado cuenta de ello.
—Y no olvides que todo esto es por culpa de Sam, no de Satán; ella solo está ayudándonos. Aunque la verdad aún no entiendo por qué. Debe ser una verdadera amiga del impresentable de tu hermano —la miró con intención—, no todo el mundo corre semejante riesgo por sus líos. Nuestros amigos nos hubieran dicho:
Uy, ¿eso te ha pasado? Pues díselo a papá, él lo arreglará.
—¿Crees que no lo sé?
—Entonces...
—Es mejor de lo que yo creía, y eso me aterra porque he decidido no verla más.
—Ahhh..., pues no entiendo nada –le dijo la otra alzando las cejas.
—No estoy para bromas.
Volvió a sorberse la nariz.
—No he dicho eso. Aunque no te entiendo; pensabas mantener una relación con tu profesor de pádel, el cual, por cierto, es un pulpo asqueroso (intentó sobrepasarse conmigo la otra noche, solo te lo digo para que lo sepas) —Kitty encendió un cigarrillo y se lo dio—; así que no entiendo por qué no puedes hacer lo mismo con Satán, que está mucho más buena, se ve buena gente y a mí, que soy tu amiga, me encanta. Y lo
más importante, solo tiene ojos para ti. Y no voy a hablar de la carga sexual que hay entre vosotras, de eso creo que ya te has dado cuenta tú solita.
—Por todo eso y más —no iba a decirle que se había olvidado de añadir a esa lista que era la más que probable madre de Jimena—. Es una mujer de la que sería muy fácil enamorarse, y no quiero volver a hacerlo.
—¿Y quién te dice que no lo has hecho ya? —preguntó su amiga alzando las cejas—. Mucha llorera para alguien que no te gusta.
Britt negó con la cabeza, aunque sin mucha convicción. No iba a reconocer que su llanto procedía del conocimiento de saber que no iba a volver a verle, y no iba a hacerlo porque ella lo había decidido así. Deseó saltar sobre Satán de alegría cuando salieron por la puerta del Peñón sin ningún problema, porque el guardia civil pensó que eran un matrimonio peleándose y que ella se había puesto mal de verdad, por lo que el hombre tampoco quiso intervenir. Fue tal la sensación de euforia y adrenalina que sintió, que se le hubiera tirado encima y besado con todo el ímpetu y el hambre del que era capaz. Habían salido victoriosas y ella había sido un peón esencial en esa victoria.
—No puedo dejar que entre en mi vida alguien como ella, me destrozaría.
—¿Alguien como ella? Anda ya, Britt.
—Has visto que se mueve como pez en el agua en lugares... —le dijo exasperada—, en situaciones que son... son demasiado peligrosas. Es una mujer peligrosa, una delincuente. ¿Nunca te ha hablado de su pasado? ¿Quién te dice que lo ha dejado atrás? Tú no has visto el piso que tiene en aquella barriada, demasiados lujos para una simple trabajadora. Y no quiero imaginar de dónde ha sacado el dinero para ellos. Tengo que velar por mi hija, necesita un modelo de madre o persona a seguir.
—Estás exagerando, a mí me parece una persona decente.
Un portazo dado con demasiada fuerza las obligó a callarse. Satán había regresado, llevaba una botella de agua en una mano y un par de paquetes de círculos rojos en la otra.
—Cortesía de los Montoya —le dijo a Britt lanzándole uno al regazo —, hasta los delincuentes saben que tenéis que alimentaros.
Kitty no dijo nada, se giró nuevamente hacia el volante y se dispuso a conducir en dirección al viejo piso que a su amiga le parecía tan raro, pero sin dejar de soltar comentarios entre dientes sobre lo estúpidas que eran algunas personas.
Britt, por su parte, se mantuvo en silencio y aguantó todo lo que pudo las ganas de ponerse a llorar de nuevo y a gritar como una histérica, imitando a su madre en una de sus mejores interpretaciones. Estaba convencida de que Satán lo había oído todo, había oído sus estupideces, sus excusas sin sentido para convencerse de que tenía que apartarse de ella.
¿Cómo decía esa canción de Malú? «Puñales en el alma», inexplicablemente así se había sentido cuando se dio cuenta de que Satán lo había escuchado todo. Sintió como si el daño se lo hubiese ocasionado a ella misma.
Maldita Satán por ser como es, porque me tiene totalmente enganchada.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
:o vaya..... Pues todo un caos, Britt al menos ya reacciono y se dio cuenta que San puede ser la madre de Jimena, la morena no capto lo importante al saber que la rubia fue a la última fiesta de Sam pero espero después piense bien las palabras de Kitty ....
Y pues no se como lograra mantenerse alejada Britt de San si como ya lo aceptó está mas que enganchada por ella
Y con la morena pues si aun no sabemos bien su pasado pero no creo que lo que tenga ahora sea por algo ilegal.... Así que entiendo a Britt en que tiene que pensar en su hija al momento de elegir a su pareja.... Haber como van las cosas a partir de ahora
Y pues no se como lograra mantenerse alejada Britt de San si como ya lo aceptó está mas que enganchada por ella
Y con la morena pues si aun no sabemos bien su pasado pero no creo que lo que tenga ahora sea por algo ilegal.... Así que entiendo a Britt en que tiene que pensar en su hija al momento de elegir a su pareja.... Haber como van las cosas a partir de ahora
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Ostias ya me lo sospechaba que san era la madre de Jimena....
Poniéndose en el lugar de britt... Con la actitud que toma Trata de "protegerse" de enamorarse de san pero ya es demasiado tarde...
Se deben una buena charla las dos sin dar por sentado cosas y prejuzgar se....
Además san no va a tareas mucho en atar cabos!!!
Poniéndose en el lugar de britt... Con la actitud que toma Trata de "protegerse" de enamorarse de san pero ya es demasiado tarde...
Se deben una buena charla las dos sin dar por sentado cosas y prejuzgar se....
Además san no va a tareas mucho en atar cabos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Brittany es insufrible, espero de verdad que Santana se detenga a analizar las palabras de Kitty y descubra de una buena vez que jimena es su hija!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Uyy!!! Esa personalidad de Britt es terrible!!! Y San que hara?? Lo que le dijo le dolió y además espero que caiga en cuenta que tiene una hija.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
JVM escribió::o vaya..... Pues todo un caos, Britt al menos ya reacciono y se dio cuenta que San puede ser la madre de Jimena, la morena no capto lo importante al saber que la rubia fue a la última fiesta de Sam pero espero después piense bien las palabras de Kitty ....
Y pues no se como lograra mantenerse alejada Britt de San si como ya lo aceptó está mas que enganchada por ella
Y con la morena pues si aun no sabemos bien su pasado pero no creo que lo que tenga ahora sea por algo ilegal.... Así que entiendo a Britt en que tiene que pensar en su hija al momento de elegir a su pareja.... Haber como van las cosas a partir de ahora
Uhmm muy buena pregunta, la atracción entre ellas es innegable pero creo que la obstinación de Brittany puede mas.....
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
3:) escribió:Ostias ya me lo sospechaba que san era la madre de Jimena....
Poniéndose en el lugar de britt... Con la actitud que toma Trata de "protegerse" de enamorarse de san pero ya es demasiado tarde...
Se deben una buena charla las dos sin dar por sentado cosas y prejuzgar se....
Además san no va a tareas mucho en atar cabos!!!
jajaj desde tus primeros comentarios tenias esa sospecha..... si ya es demasiado tarde mas que ahora sabe que hay una historia entre ellas....
jajjaja no creo que estas dos pueden ocupar el tiempo para hablar......
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
micky morales escribió:Brittany es insufrible, espero de verdad que Santana se detenga a analizar las palabras de Kitty y descubra de una buena vez que jimena es su hija!!!!!
Tienes toda la razón, creo que ya deberia dejar de mostrarse tan superior a los demas, pija como le dice Santana.
Bueno con lo otro ya lo veremos......
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Tati.94 escribió:Uyy!!! Esa personalidad de Britt es terrible!!! Y San que hara?? Lo que le dijo le dolió y además espero que caiga en cuenta que tiene una hija.
Brittany se esta pasando, espero que Santana no le vaya a cobrar despues todas estas burlas y demas.... Brittany debe dejar de portarse asi por que va a salir humillada.. sospecho yo verdad..... me ha gustado la imagen de tu perfil y estoy totalmente de acuerdo.. no se si seas de Venezuela, yo no lo soy pero apoyo y espero que la situación mejore pronto, es necesario...... saludos.
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 13
Aquella idea no dejaba de darle vueltas en la cabeza, pero pensó que su obsesión por Britt la estaba volviendo loca. ¿Desde cuándo se había planteado siquiera que podría llegar a tener un hijo o que ese hijo existiera? No, impensable. No había sido descuidada con sus parejas ni relaciones, por muy bebida o fumada que estuviera, por lo que aquello no podía estar pasando, esa idea no podía ser real. La única vez que creyó en una mujer en cuanto al tema de los medios anticonceptivos fue..., apenas lo recordaba; hacía bastantes años, ¿no? En la última fiesta que dio Sam para sus amigos del barrio, con aquella pija que se apareció en la fiesta y a la que estuvo buscando varias semanas después para disculparse con ella por el escándalo que montó su novia de entonces.
Lo malo era que no se acordaba bien de ella, de lo puesta que iba. Bueno, lo de disculparse había sido la excusa que le dio a su amigo para que le dijera el nombre de la tiarrona. No podía recordar muy bien cómo era su cara, eso era verdad, estaba bastante colocada, pero, vamos, podía recordar lo buena que estaba y lo calientapollas que era. Había acudido a esa fiesta buscando faena y, claro, a ella, que le echó el ojo en cuanto la vio, no se le escapó. En cuanto se quitó al Pochi de encima fue a por ella. Y la tuvo en un santiamén, como solían hacer las mujeres cuando se fijaba en ellas, rendida a sus pies. No obstante, esta fue diferente, diferente a las demás. Ella sabía lo que quería en todo momento, y así se lo hizo saber. Y eso la puso a mil. Lástima que no volviera a encontrársela. Le hubiera gustado estar con alguien así: directa y sensual.
Bastante. Mucho. Demasiado. Alguien como... No, desterró de su mente aquella idea, ni hablar. La teniente Unicornio nunca se hubiera rebajado a acudir a una de las fiestas de su hermano, y no porque no fueran divertidas, sino por el tipo de gente que se reunía en ellas, gente como ella: humilde, de lo más humilde; drogatas, rateros, buscapleitos...
Mejor no pensar en ello. Kitty debió estar hablando de otra cosa y ella, en sus ansias por no perder lo poco que había conseguido con Britt, se autoproclamó la otra madre de la criatura.
¡Mira que eres inocente! Ni muerta accedería la pija a reconocerte dicha paternidad, antes sería capaz de acabar contigo, ya sea matándote o recluyéndote en una cárcel.
Alguien como ella era muy poca cosa para Brittany y así se lo hizo saber. ¿Cómo la había llamado? Ah, sí, la había insultado acusándola de querer pegar un braguetazo con ella, y le había asegurado que no lo iba a permitir, que para un polvo rápido estaba muy bien, pero nada más.
Sería zorra, malfollada, y... y... mustia.
Contuvo sus pensamientos porque podría acabar dándose la vuelta y acabar diciéndole aquellas palabras en toda la jeta. Así a lo mejor cuando la llamase poca cosa o maleducada, lo haría con fundamento.
Contente, morena, te está saliendo la vena latina barriobajera de la que ella te ha acusado.
Maldita y jodida Britt, también la había llamado delincuente. Una zorra amargada es lo que era. La miraba de forma que hacía que una persona se volviese loca, la tentaba constantemente con el único objetivo de hacerla flaquear.
Y por supuesto, tú flaqueas –se sinceró.
Pues ya no iba a darle más el gusto, no sería con ella con quien desahogaría sus insaciables apetitos. Cerró los ojos en un intento de controlar las emociones que se cernían sobre ella cuando Brittany le dijo todas aquellas cosas sin fundamento. Tenía que respirar. Pensó que su adorada jefa se merecía una buena lección, y ella estaba dispuesta a dársela. Y sabía cómo y cuándo.
Espera y verás, te voy a dar lo tuyo y lo de tu prima campeona. De ésta no te escapas.
***
—Estoy súper nerviosa.
Whitney no paraba un momento y Britt la miraba incrédula. Tanto esfuerzo por agasajar a una persona que aún no había hecho el intento de acercarse a ella, que era la cumpleañera y en homenaje de quien se daba esa pequeña fiesta en el jardín. Lo cierto es que no era agradable ser consciente de que su madre estaba más pendiente de esa persona que de ella misma, y eso que era su cumpleaños, por eso todo su interés por conocer a la afamada empresaria se esfumó. En ese momento la odió. Muchos años aguantando desprecios porque no había heredado la figura esquelética de su madre y sus tías, para que ahora que tenía un buen físico, gracias al trabajo duro y a las dietas, por supuesto, la atención de esta se volcara en aquella como si de su propia hija se tratara.
—No me digas —murmuró Kitty. Esta, como siempre, no dejaba atrás su innata ironía y actitud de fastidio en lo que concernía a las recepciones que organizaba su madre.
—¿Cómo no estarlo, Whitney? La primera aparición pública de Marie es en tu fiesta. Más de la mitad de nuestros amigos se estarán muriendo de la envidia y preguntándose el motivo de semejante cortesía. ¡No puedo con la emoción!
Britt miró a su madre, la cual no dejaba de dar órdenes y hacer discretas señas al servicio de catering, contratado por esta para celebrar el aniversario de su nacimiento, o mejor dicho, la presentación en sociedad de la misteriosa Santana Marie López. Y, claro, Luchi, la madre de su amiga, le hacía los coros.
—¿¡Cómo no estarlo!? —imitó su amiga a su progenitora.
—Pilaaaaaar —Kitty abrió los ojos con sorna, Luchi solo la llamaba así cuando quería regañarla por algo.
—A sus órdenes.
—Cada día que pasa se te agria más el carácter. No sé qué voy a hacer contigo.
—Tampoco es para tanto —Britt defendió a la otra, a ver si ahora no se podía opinar siquiera—. La verdad es que estáis muy pesadas con esa mujer. No discuto que me pica la curiosidad, pero de verdad que os pasáis un montón.
—Si la conocieras no dirías eso.
—Pues aún no se ha acercado a vosotras, que andáis babeando a cada segundo tras ella. Así que un poco desconsiderada sí que es.
Britt le hizo señas a Kitty para que dejara de ir por ese camino porque sus respectivas madres se pondrían inaguantables empezando a relatarles, de nuevo, las virtudes y el poderío económico de la tal Srita. Marie.
—Creo que iré a buscarla yo misma y os la traigo para que podáis conocerle; mi Sam ha acaparado toda su atención. Este hijo mío no se da cuenta de que no es él la estrella de la fiesta. —Su madre sonrió tontamente y Britt refunfuñó.
Whitney estaba orgullosa de que su hijo se hubiese convertido en uno de los mejores amigos de la mujer, pero podría disimular un poquito, ya le valía—. Por algo es uno de sus mejores amigos.
—Estamos que ni respiramos esperando a que llegue ese mágico momento —cogió una copa de tinto de una de las bandejas que llevaba un camarero y le lanzó un brindis a su madre–; aquí os aguardamos con desesperación.
Kitty le lanzó una diminuta sonrisa mientras hacía lo propio con otra copa y la chocaba con la de Britt.
—Son iguales —le dijo cuando vio cómo sus respetivas progenitoras reían vergonzosamente al llegar al lugar donde se encontraba la mujer, de espaldas a ellas, hablando con su hermano y otros dos.
Ella observó desde la distancia, el cuerpo de esa perseguida mujer de negocios y pudo admirar una complexión demasiado bien formada; no tan alta como ella, de cabello negro y pulcramente peinado, con un traje oscuro que le venía a la perfección. Aunque, aún desconocida porque no podía ver su rostro, la sentía tremendamente familiar. Alguna cosa no encajaba y eso la puso en guardia. ¿De verdad era esa la tal Marie? Mucha amistad con Sam de buenas a primeras, -pensó.
—Tienes que reconocer que, por lo que puede verse desde aquí, la tipa pinta muy bien. Al menos el culo y la enorme espalda. Y lo cierto es que el traje le queda como un guante —observó después de hacerle un examen físico a la mujer desde la distancia.
—No te lo discuto; aunque, claro, seguro que lo lleva hecho a medida, así cualquiera de ellos gana puntos. Peeeeero, sabes que yo me quedo con tu hermano, aunque no me haga ni caso —resopló con fastidio—. El muy cretino, ni por que lo ayudara a pasar tabaco de contrabando y salvarle el cuello me trata con amabilidad, ni siquiera me ha dado las gracias. Se ha limitado a mirarme sin decir nada —se bebió lo que le quedaba en la copa de un trago–. No me soporta.
—Ssshhh, ni me recuerdes lo del tabaco
Britt se puso seria enseguida, acordándose de las últimas palabras dichas esa misma tarde a Satán
—. No lo he pasado peor en mi vida. Y esa imbécil, analfabeta, maleducada, estúpida de Satán...
—¿De qué hablas? —la interrumpió la otra, incrédula—. Yo disfruté de lo lindo. Y no me negarás que ir acompañadas de Satán era de lo más emocionante. Analfabeta y todo, como la llamas. Además, no entiendo por qué le tienes tanta inquina. Has tenido un rollo con ella, vale, hasta ahí bien, pero ¿por qué la humillaste de esa manera? Tampoco es que fueras a casarte con ella. Y me dio hasta pena. La verdad es que te pasaste de cruel. Te juro por la cobertura de mi móvil que me hubiera muerto allí mismo de la pena.
Britt la miró por encima de su copa, olvidando por un momento a su alocada madre y al objeto de deseo de esta. Y recordó, muerta de vergüenza y remordimiento, las palabras que le dijera a Satán para apartarla de ella cuando lo que hubiera querido era llevársela a su casa y pasar toda la tarde con ella, de mil maneras diferentes.
—Nunca lo entenderías —murmuró.
—Pues haz que lo entienda —la incitó Kitty mientras Britt resoplaba
—. ¿Entonces? ¿Algo más que contar referente a tu sexy camionera?
—En lo de sexy tienes mucho de razón.
—Cari, está para perder la cabeza y dar las gracias
Britt sabía que Satán era algo espectacular, pero que otra persona la admirase tanto como ella y que se lo dijera, la verdad era que no tenía nada de divertido. Mucho menos cuando ella se excitaba con solo recordar su olor.
—. Vamos, desembucha.
—Es algo increíble y nunca lo creerías.
—Puede que sí, después de lo de esta mañana, creo que soy capaz de hacer muchas cosas —Britt no pudo evitar sonreír—. Soy toda oídos.
Decidió confesarle a Kitty lo que creía haber descubierto, mejor expresado, lo que estaba segura de haber descubierto.
—Ella, bueno, pues, yo creo que, —¿cómo se lo decía?—, que es la otra madre de Jimena.
La otra enmudeció. Más que muda se quedó en shock. Con sus enormes ojos grises abiertos de par en par, y la cara descompuesta. La verdad que resultaba hasta cómica.
—Noooooo.
—Todo indica que sí.
—¿De verdad?
Asintió con la cabeza con cara de desconcierto.
—¿Y ella lo sabe?
—Ni siquiera me recuerda —bufó.
Su amiga soltó una sonora carcajada ante aquello.
—Te lo juro por todas mis gafas de sol de marca que es lo único que nunca hubiera esperado. ¿Ni siquiera se acuerda de ti? Esa Satán debe ser una tremenda mujeriega. Aunque, bueno, al menos sabes quién es la que engendro a mi ahijada. Un misterio menos, ¿no? Y encima sabes que es espectacularmente guapa, y sexy, y simpática; y una buena amiga, no olvides que se ha jugado la tipa por tu hermano, por nada. Lo cierto es que me cae estupendamente.
Britt se molestó y no supo el motivo. ¿Tantos atributos le veía Kitty? ¿Perdona?
—Creí que solo tenías ojos para Sam.
—No erres, solo tengo sentimientos para Sam, ojos para muchos.
—Bueno —la fastidiaba ese interés de su amiga en Satán—, pues no quiero verte cerca de ella.
Kitty la miró con intención y haciendo una mueca mientras cogía otra copa.
—No creo haberte entendido.
—Aléjate.
—¿De Sam?
—Estás haciéndote la tonta a conciencia, ¿verdad?
Su amiga le hizo un gesto de asentimiento con una enorme sonrisa.
—Me lo parecía —murmuró entre dientes.
—Entonces, a ver si te he comprendido: no quieres nada con Satán, pero no puedo acercarme a ella. No quieres que piense que le ha tocado la lotería contigo, y a la vez estás súper molesta porque no se acuerda de ti.
—Un poco complicado, lo sé.
—Pues no te entiendo. Deberías tener claros tus sentimientos.
—Es algo similar al hecho de que Sam no te haga caso, te humille constantemente, y sin embargo tú acudas en su ayuda cada vez que te reclama.
—Eso ha sido un golpe bajo.
—Solo te lo he devuelto.
—Aun así, te quiero.
—Y yo más, te súper-mega-te quiero.
Kitty no pudo contestar a esa declaración de amor y amistad porque en ese momento aparecieron Whitney, Luchi, Sam y... ¿Satán? Por lo que escupió el vino que tenía en la boca de forma incontrolada, en una pose nada elegante, ganándose una mirada de advertencia de Britt, en cuanto se dio cuenta de quién era realmente Santana Marie López y la cara que se le había quedado a esta. Bueno, sí, también su madre la miró con rabia, y estuvo segura de que esa noche no se escapaba de un buen sermón y unos
consejos no pedidos acerca de las buenas formas.
—Esto tampoco lo hubiera esperado nunca, ni en sueños.
Y volvió a reír a carcajadas cuando ella le guiñó un ojo.
***
—Ni te me acerques —la maldijo sin volverse. Sabía quién la seguía, es más la sentía. ¡Mierda! No había podido quitarle la vista de encima desde que hizo acto de presencia, y volvió a sentir aquel mareo que la asustaba cuando ella la miraba tan ardiente y directamente. Encima estaba más buena en traje que con aquella camiseta de faena con la que se había acostumbrado a verla. Su pelo estaba perfectamente, y sus ojos parecían ser más oscuros y brillantes que como los recordaba; eso sí, no tenía esa sonrisa de chica mala que la enfebrecía, en aquellos momentos en que había decidido quitarse de en medio con la excusa de ir al baño, tenía una expresión seria, adusta, de
cazadora concentrada en su presa.
—No lo hago.
Satán se colocó a su lado y caminó junto a ella, que no pensaba detenerse.
—Entonces, ¿qué haces siguiéndome?
—No te sigo.
En ese momento sí que se detuvo. ¿Se está cachondeando de mí?
Observó cómo la morena entrecerraba los ojos a la vez que también se paraba.
—Pues parece que sí que lo haces —insistió.
—Pues no te sigo.
—No soy ninguna estúpida.
—Sé que no lo eres.
¡Dios, un cumplido, toda una sorpresa!
—Pues para ya, me estás sacando de mis casillas con tanta miradita entornada y sabelotodo. Te habrás reído de mí de lo lindo, ¿no?
—La verdad es que no lo he hecho. Simplemente me he quedado un poco decepcionada. Había llegado a pensar que eras diferente.
Britt no supo qué responder a eso.
—¿Qué quieres decir con diferente? Soy lo que soy.
—Simplemente, lo que he dicho.
—Pues al parecer sí que debo parecerte una estúpida porque no entiendo adónde quieres llegar con esta farsa.
—No estoy representando ninguna farsa.
—¿Ah, no? Dudo mucho que seas esa afamada empresaria de la tecnología. Seguramente esta es una de las bromitas de Sam: te ha hecho pasar por Santana Marie López para conseguir algo, reíros de todos nosotros, tal vez, pero no os vais a salir con la vuestra. No lo voy a permitir. En cuanto salga del baño se lo digo a todo el mundo.
—¿Me estás amenazando? —preguntó enfadada.
—Te estoy advirtiendo que dejes ya tus jueguecitos porque vas a tener que afrontar las consecuencias. No puedes ir por ahí engañando a la gente.
Satán pensó que Britt se había vuelto loca, definitivamente. ¿Tan bajo era el concepto que tenía de ella que era capaz de pensar tal cosa? Eso ya era demasiado.
—¿Y qué vas a decir exactamente? Porque me gustaría verte hacer el ridículo.
—No me retes.
—De verdad que tu imaginación no tiene límites –le dijo admirada.
Santana la miraba con aquellos endemoniados ojos que parecían devorarla mientras la desnudaba con ellos, a la vez que parecía querer darle una lección. Y Britt, una vez más, sintió que su tanga se había caído, y hacía ya mucho tiempo.
—Lo mismo que tu descaro e imprudencia.
—¿Vas a volver a llamarme delincuente?
—No necesito decir en alto lo que sabes que eres.
Satán apretó los dientes por no apretarle a ella otra cosa.
—Muy bien, adelante —la instó—, corre a decirles a todos tus amigos que no soy Santana López, tu querida empresaria. Puedes decirles que soy una simple camionera que está haciéndose pasar por alguien que no es para darte una lección. Y para la que te abres de piernas a la de ya.
Acompañó la frase con un gesto totalmente obsceno que la indignó hasta límites insospechados para Britt. Desde luego que esa morena despertaba su lado más irracional.
—No es mi querida empresaria —ignoró a conciencia el segundo comentario porque, ¿qué podría responder a eso? Era cierto. Y no iba a darle el gusto de saber que la había provocado.
—Pensé que, al tener posición, fortuna y una educación exquisita... —la miró entornando los ojos de nuevo, y ella pensó que estaba sudando debido al calor que despertaba en ella, otra vez—, sería de tu agrado. Claro, que tendrá que pasar la prueba de fuego, o mejor dicho: de tu fuego.
—Eres, eres una... —se le vino a la mente la palabra capulla pero no iba a decirla en voz alta—, eres insufrible.
—Vaya, me obsequias con una nueva definición. Esta no me gusta tanto, un poco sosa, ¿no? Y tú y yo sabemos que precisamente sosita no eres, y menos en la cama.
—Te súper odio cuando te comportas así.
—Así, ¿cómo?
—Como la estúpida engreída que eres.
—Puedo soportarlo.
Britt intentó no mantenerle la mirada porque sentía que se desmayaría de un momento a otro. Ese morena apasionada, arrebatadora y… No lo pienses, no lo hagas. Jolines, ¿por qué tenía que estar tan buena y ser tan, tan...?
Lo peor de todo es que me gusta, me encanta todo de ella, no solo su físico. Y desde que se le había metido en la cabeza que era la mujer con quien había engendrado a Jimena, le gustaba más, y tenía un sentimiento de propiedad con respecto a ella que no quería reconocer ni podía soportar.
—Voy al baño, así que no me sigas.
En realidad le hubiese gustado decirle que si quería acompañarla estaba invitada, pero no lo hizo. Y estaba convencida de que la seguiría o, al menos, es lo que deseaba.
—Ni pensarlo.
Satán la vio marcharse con una ardiente mirada mientras bebía de su vaso de refresco. Se recriminó por ello y pensó que, después de todos los insultos y palabras hirientes que le había dicho aquel mismo día, debería estar odiándola o dejándola en evidencia delante de todos, como tenía previsto. Sin embargo, no podía hacerlo. Le gustaba demasiado como para humillarla públicamente de la forma en que había pensado hacerlo. Y le seguía rondando por la cabeza que Jimena pudiera ser suya. Y si lo era,
¿qué podría hacer?
Puede que la niña no sea mía, pero su madre va a serlo nuevamente.
Y se dirigió directo al cuarto de baño por donde había desaparecido Britt.
***
Kitty observaba risueña, de lejos, el encontronazo entre Britt y Satán, o Santana, o quien quiera que fuese. Le gustaba Satán, mucho, y le caía súper bien. Y lo que más la complacía era que, cuando su amiga estaba con ella, parecía revivir, se comportaba como un ser humano y no como la mujer de hielo que todos decían que era, siempre controlándolo todo, hasta sus relaciones con los hombres.
Britt perdía los papeles por completo cuando estaba con ella, y Kitty decidió que eso era bueno, mucho.
—Regodeándote en tus maldades, supongo —la voz de Sam la sobresaltó.
—Creo que hoy he hecho una buena obra y aún no he recibido muestras de agradecimiento por ello.
Este la miró sin decir nada, simplemente frunció el ceño y se colocó bien el cabestrillo con una mueca de dolor.
—No vas a darme lástima —le soltó la mujer con fastidio.
Él sonrió.
—Ha valido la pena intentarlo, pero supongo que para alguien tan agrio como tú, la lástima es un sentimiento desconocido.
—Vaya, si está aquí Míster simpatía —le dijo con guasa—, ¿cómo no me he dado cuenta y me he tronchado con su chiste? Mira que soy aburrida.
—Lo que eres es una imbécil. Así nunca te vas a sacar novio.
—Una vez alguien quiso ser mi novio.
Aquel comentario era algo que hería profundamente a Kitty e incomodaba a Sam. Y del que nunca hablaban.
—Pues estaría borracho.
Eso le dolió, vaya si le dolió.
—Seguramente ese cretino no conoce otro estado.
—Eres insoportable y te viene de fábrica, anda y ve a buscar a otro al que tocar los cojones. A uno que te quite esa cara de mustia reprimida que tienes, necesitas que alguien rompa ese himen al que le das tanto valor.
La miró con desprecio y ella apretó los labios de pura frustración.
—. Que follas menos que el caballo del Olivillo.
A Sam lo enfurecía enormemente la imagen de estrecha que la caliente amiga de su hermana se empeñaba en proyectar. Él tenía comprobado lo que le gustaba un buen meneo. Y vaya si le gustaba, ¿a qué venía hacerse la ofendida desde ese día?
—Te voy a dar un guantazo que te voy a partir tus perfectos dientes, y me va importar un pito que estemos en casa de tu madre, ni en el cumpleaños de tu hermana.
Sorprendentemente para ella, Sam se calló, por lo que cogió otra copa.
—Muy bien —asintió este a regañadientes y haciendo como si nunca le hubiese dicho todas aquellas cosas desagradables, pero es que, se excusó: esta imbécil consigue sacar lo peor de mí—. Gracias por ayudar a Satán y a Britt esta mañana con lo del contrabando. Por ayudarme a... mí.
Kitty abrió los ojos, sorprendida, pero no contestó a su agradecimiento, sino que intentó cambiar de tema preguntándole cosas sobre Satán. Cuantas menos cosas tuvieran en común, mejor. Era más conveniente hablar de otros y eludir el tema de ellos mismos. No tenían nada en común, eran como el día y la noche; nunca estarían juntos, porque él era un sinvergüenza sin remedio y ella mujer de un solo hombre.
—¿En serio ella es Santana López?
Sam sonrió ampliamente, recuperando su semblante picarón. Y Kitty contrajo su feminidad para que no saltara de excitación.
—¿No es gracioso? —preguntó sabiendo la respuesta—. Una de esos amigos que mi madre tanto despreció en mi juventud, va y resulta que es la mismo mujer por la que babean ella y sus amiguitas cuquis.
—Supongo que te refieres a mi madre.
—Suposición acertada.
Kitty no entró al trapo.
—Entonces, verdaderamente es ella.
—Efectivamente. Santana, a quienes sus verdaderos amigos conocen como Satán, es la escurridiza empresaria.
Kitty estalló en sonoras carcajadas, suavizando el rictus, y Sam se sintió incómodo, por lo que llamó a su madre para que lo ayudara a cambiarse de lugar. Decididamente, no la soportaba.
***
—¿La has visto?
Ni más ni menos que Blaine, el ex marido de Britt y padre postizo de Jimena, hizo su aparición ante ella, abordándola sin ningún miramiento. Kitty se preguntó si Blaine se esforzaba en ignorar lo mal que le caía, porque resultaba incomprensible para ella que no captara sus indirectas.
—He visto a mucha gente esta noche —le dijo cogiendo nuevamente otra copa—, incluida a gente a la que no me apetecía ver.
Blaine pasó por alto el comentario.
—Santana López —le dijo con una sonrisa.
Ya sabía ella que si le hablaba era por algo, los dos se caían como el culo, y era sabido por todos.
—Sí, la he visto. Muy estirada, ¿no?
No pudo evitar soltar una carcajada que seguro que este no entendería. Si supiera la faceta de camionera y malhablada de Satán se moría. Sí, pero del gusto de verla vestida de faena...
—Lo suficiente, pero su apostura supera cualquier defecto.
Kitty alzo las cejas y lo miró.
—¿Te gusta?
Como se enterara Britt... allí iba a arder Troya.
—No me dirás que a ti no.
Esta sí que es buena.
—Vaya... —decidió portarse mal, solo un poquito—. No, porque sé hacia dónde se dirigen sus gustos.
El hombre la miró con interés.
—¿De verdad?
—Ajá.
—Pues a mí no me lo parece —le dijo desconfiado—. ¿Y cómo te has enterado de algo tan íntimo? ¿Algún escarceo con ese espécimen?
—Noooo —piensa rápido—, me lo ha dicho Sam; son muy amigos.
—Pensaba que Sam y tú os odiabais.
—Ya no —lo informó molesta. No, qué va.
—¿Y me lo vas a contar?
—Puede.
—Anda, no seas malota, Kitty Cat.
Odiaba que la llamara así; a lo único que había consentido era a lo de Kitty, pero... ¿¡Kitty Cat!? Imbécil.
—¿Yo? —preguntó haciéndose la inocente—. Si soy un angelito, hasta alitas me han salido.
Este es cortito.
—Por faaaa..., cuéntame. Whitney y tu madre no dejan de hablar de ella, pero seguro que tú sabes lo que a mí me interesa.
—¿Tú no estabas casado? —No pudo evitar sonar borde.
Kitty se preguntó si Kurt sería igual de sinvergüenza que Blaine.
—¿Lo estoy?
Soltó una risita tonta y ella lo miró con ganas de darle un sopapo, pero se contuvo y fingió que se caían bien. Al igual que estaba haciendo él para sonsacarle información.
—Creo que entiende —le dijo a modo de confidencia.
—¿Nooo?
—Sip.
—¿Estás segura?
—¿Piensas que yo estaría aquí tan tranquila si no lo estuviera?
Blaine la miró un momento sopesando la información. El hombre parecía creer que ella le estaba gastando una broma y no sabía si creerla o no.
—Eeeiiinnnggg, tengo que arreglar unas cosillas, ahora vuelvo.
Se dio cuenta de que no la había creído y que iba a comprobarlo por él mismo.
—Hasta luego, bonito —lo despidió sabiendo que no podía oírla—, que tengas mucha suerte si no te parten la face.
Lo malo era que no se acordaba bien de ella, de lo puesta que iba. Bueno, lo de disculparse había sido la excusa que le dio a su amigo para que le dijera el nombre de la tiarrona. No podía recordar muy bien cómo era su cara, eso era verdad, estaba bastante colocada, pero, vamos, podía recordar lo buena que estaba y lo calientapollas que era. Había acudido a esa fiesta buscando faena y, claro, a ella, que le echó el ojo en cuanto la vio, no se le escapó. En cuanto se quitó al Pochi de encima fue a por ella. Y la tuvo en un santiamén, como solían hacer las mujeres cuando se fijaba en ellas, rendida a sus pies. No obstante, esta fue diferente, diferente a las demás. Ella sabía lo que quería en todo momento, y así se lo hizo saber. Y eso la puso a mil. Lástima que no volviera a encontrársela. Le hubiera gustado estar con alguien así: directa y sensual.
Bastante. Mucho. Demasiado. Alguien como... No, desterró de su mente aquella idea, ni hablar. La teniente Unicornio nunca se hubiera rebajado a acudir a una de las fiestas de su hermano, y no porque no fueran divertidas, sino por el tipo de gente que se reunía en ellas, gente como ella: humilde, de lo más humilde; drogatas, rateros, buscapleitos...
Mejor no pensar en ello. Kitty debió estar hablando de otra cosa y ella, en sus ansias por no perder lo poco que había conseguido con Britt, se autoproclamó la otra madre de la criatura.
¡Mira que eres inocente! Ni muerta accedería la pija a reconocerte dicha paternidad, antes sería capaz de acabar contigo, ya sea matándote o recluyéndote en una cárcel.
Alguien como ella era muy poca cosa para Brittany y así se lo hizo saber. ¿Cómo la había llamado? Ah, sí, la había insultado acusándola de querer pegar un braguetazo con ella, y le había asegurado que no lo iba a permitir, que para un polvo rápido estaba muy bien, pero nada más.
Sería zorra, malfollada, y... y... mustia.
Contuvo sus pensamientos porque podría acabar dándose la vuelta y acabar diciéndole aquellas palabras en toda la jeta. Así a lo mejor cuando la llamase poca cosa o maleducada, lo haría con fundamento.
Contente, morena, te está saliendo la vena latina barriobajera de la que ella te ha acusado.
Maldita y jodida Britt, también la había llamado delincuente. Una zorra amargada es lo que era. La miraba de forma que hacía que una persona se volviese loca, la tentaba constantemente con el único objetivo de hacerla flaquear.
Y por supuesto, tú flaqueas –se sinceró.
Pues ya no iba a darle más el gusto, no sería con ella con quien desahogaría sus insaciables apetitos. Cerró los ojos en un intento de controlar las emociones que se cernían sobre ella cuando Brittany le dijo todas aquellas cosas sin fundamento. Tenía que respirar. Pensó que su adorada jefa se merecía una buena lección, y ella estaba dispuesta a dársela. Y sabía cómo y cuándo.
Espera y verás, te voy a dar lo tuyo y lo de tu prima campeona. De ésta no te escapas.
***
—Estoy súper nerviosa.
Whitney no paraba un momento y Britt la miraba incrédula. Tanto esfuerzo por agasajar a una persona que aún no había hecho el intento de acercarse a ella, que era la cumpleañera y en homenaje de quien se daba esa pequeña fiesta en el jardín. Lo cierto es que no era agradable ser consciente de que su madre estaba más pendiente de esa persona que de ella misma, y eso que era su cumpleaños, por eso todo su interés por conocer a la afamada empresaria se esfumó. En ese momento la odió. Muchos años aguantando desprecios porque no había heredado la figura esquelética de su madre y sus tías, para que ahora que tenía un buen físico, gracias al trabajo duro y a las dietas, por supuesto, la atención de esta se volcara en aquella como si de su propia hija se tratara.
—No me digas —murmuró Kitty. Esta, como siempre, no dejaba atrás su innata ironía y actitud de fastidio en lo que concernía a las recepciones que organizaba su madre.
—¿Cómo no estarlo, Whitney? La primera aparición pública de Marie es en tu fiesta. Más de la mitad de nuestros amigos se estarán muriendo de la envidia y preguntándose el motivo de semejante cortesía. ¡No puedo con la emoción!
Britt miró a su madre, la cual no dejaba de dar órdenes y hacer discretas señas al servicio de catering, contratado por esta para celebrar el aniversario de su nacimiento, o mejor dicho, la presentación en sociedad de la misteriosa Santana Marie López. Y, claro, Luchi, la madre de su amiga, le hacía los coros.
—¿¡Cómo no estarlo!? —imitó su amiga a su progenitora.
—Pilaaaaaar —Kitty abrió los ojos con sorna, Luchi solo la llamaba así cuando quería regañarla por algo.
—A sus órdenes.
—Cada día que pasa se te agria más el carácter. No sé qué voy a hacer contigo.
—Tampoco es para tanto —Britt defendió a la otra, a ver si ahora no se podía opinar siquiera—. La verdad es que estáis muy pesadas con esa mujer. No discuto que me pica la curiosidad, pero de verdad que os pasáis un montón.
—Si la conocieras no dirías eso.
—Pues aún no se ha acercado a vosotras, que andáis babeando a cada segundo tras ella. Así que un poco desconsiderada sí que es.
Britt le hizo señas a Kitty para que dejara de ir por ese camino porque sus respectivas madres se pondrían inaguantables empezando a relatarles, de nuevo, las virtudes y el poderío económico de la tal Srita. Marie.
—Creo que iré a buscarla yo misma y os la traigo para que podáis conocerle; mi Sam ha acaparado toda su atención. Este hijo mío no se da cuenta de que no es él la estrella de la fiesta. —Su madre sonrió tontamente y Britt refunfuñó.
Whitney estaba orgullosa de que su hijo se hubiese convertido en uno de los mejores amigos de la mujer, pero podría disimular un poquito, ya le valía—. Por algo es uno de sus mejores amigos.
—Estamos que ni respiramos esperando a que llegue ese mágico momento —cogió una copa de tinto de una de las bandejas que llevaba un camarero y le lanzó un brindis a su madre–; aquí os aguardamos con desesperación.
Kitty le lanzó una diminuta sonrisa mientras hacía lo propio con otra copa y la chocaba con la de Britt.
—Son iguales —le dijo cuando vio cómo sus respetivas progenitoras reían vergonzosamente al llegar al lugar donde se encontraba la mujer, de espaldas a ellas, hablando con su hermano y otros dos.
Ella observó desde la distancia, el cuerpo de esa perseguida mujer de negocios y pudo admirar una complexión demasiado bien formada; no tan alta como ella, de cabello negro y pulcramente peinado, con un traje oscuro que le venía a la perfección. Aunque, aún desconocida porque no podía ver su rostro, la sentía tremendamente familiar. Alguna cosa no encajaba y eso la puso en guardia. ¿De verdad era esa la tal Marie? Mucha amistad con Sam de buenas a primeras, -pensó.
—Tienes que reconocer que, por lo que puede verse desde aquí, la tipa pinta muy bien. Al menos el culo y la enorme espalda. Y lo cierto es que el traje le queda como un guante —observó después de hacerle un examen físico a la mujer desde la distancia.
—No te lo discuto; aunque, claro, seguro que lo lleva hecho a medida, así cualquiera de ellos gana puntos. Peeeeero, sabes que yo me quedo con tu hermano, aunque no me haga ni caso —resopló con fastidio—. El muy cretino, ni por que lo ayudara a pasar tabaco de contrabando y salvarle el cuello me trata con amabilidad, ni siquiera me ha dado las gracias. Se ha limitado a mirarme sin decir nada —se bebió lo que le quedaba en la copa de un trago–. No me soporta.
—Ssshhh, ni me recuerdes lo del tabaco
Britt se puso seria enseguida, acordándose de las últimas palabras dichas esa misma tarde a Satán
—. No lo he pasado peor en mi vida. Y esa imbécil, analfabeta, maleducada, estúpida de Satán...
—¿De qué hablas? —la interrumpió la otra, incrédula—. Yo disfruté de lo lindo. Y no me negarás que ir acompañadas de Satán era de lo más emocionante. Analfabeta y todo, como la llamas. Además, no entiendo por qué le tienes tanta inquina. Has tenido un rollo con ella, vale, hasta ahí bien, pero ¿por qué la humillaste de esa manera? Tampoco es que fueras a casarte con ella. Y me dio hasta pena. La verdad es que te pasaste de cruel. Te juro por la cobertura de mi móvil que me hubiera muerto allí mismo de la pena.
Britt la miró por encima de su copa, olvidando por un momento a su alocada madre y al objeto de deseo de esta. Y recordó, muerta de vergüenza y remordimiento, las palabras que le dijera a Satán para apartarla de ella cuando lo que hubiera querido era llevársela a su casa y pasar toda la tarde con ella, de mil maneras diferentes.
—Nunca lo entenderías —murmuró.
—Pues haz que lo entienda —la incitó Kitty mientras Britt resoplaba
—. ¿Entonces? ¿Algo más que contar referente a tu sexy camionera?
—En lo de sexy tienes mucho de razón.
—Cari, está para perder la cabeza y dar las gracias
Britt sabía que Satán era algo espectacular, pero que otra persona la admirase tanto como ella y que se lo dijera, la verdad era que no tenía nada de divertido. Mucho menos cuando ella se excitaba con solo recordar su olor.
—. Vamos, desembucha.
—Es algo increíble y nunca lo creerías.
—Puede que sí, después de lo de esta mañana, creo que soy capaz de hacer muchas cosas —Britt no pudo evitar sonreír—. Soy toda oídos.
Decidió confesarle a Kitty lo que creía haber descubierto, mejor expresado, lo que estaba segura de haber descubierto.
—Ella, bueno, pues, yo creo que, —¿cómo se lo decía?—, que es la otra madre de Jimena.
La otra enmudeció. Más que muda se quedó en shock. Con sus enormes ojos grises abiertos de par en par, y la cara descompuesta. La verdad que resultaba hasta cómica.
—Noooooo.
—Todo indica que sí.
—¿De verdad?
Asintió con la cabeza con cara de desconcierto.
—¿Y ella lo sabe?
—Ni siquiera me recuerda —bufó.
Su amiga soltó una sonora carcajada ante aquello.
—Te lo juro por todas mis gafas de sol de marca que es lo único que nunca hubiera esperado. ¿Ni siquiera se acuerda de ti? Esa Satán debe ser una tremenda mujeriega. Aunque, bueno, al menos sabes quién es la que engendro a mi ahijada. Un misterio menos, ¿no? Y encima sabes que es espectacularmente guapa, y sexy, y simpática; y una buena amiga, no olvides que se ha jugado la tipa por tu hermano, por nada. Lo cierto es que me cae estupendamente.
Britt se molestó y no supo el motivo. ¿Tantos atributos le veía Kitty? ¿Perdona?
—Creí que solo tenías ojos para Sam.
—No erres, solo tengo sentimientos para Sam, ojos para muchos.
—Bueno —la fastidiaba ese interés de su amiga en Satán—, pues no quiero verte cerca de ella.
Kitty la miró con intención y haciendo una mueca mientras cogía otra copa.
—No creo haberte entendido.
—Aléjate.
—¿De Sam?
—Estás haciéndote la tonta a conciencia, ¿verdad?
Su amiga le hizo un gesto de asentimiento con una enorme sonrisa.
—Me lo parecía —murmuró entre dientes.
—Entonces, a ver si te he comprendido: no quieres nada con Satán, pero no puedo acercarme a ella. No quieres que piense que le ha tocado la lotería contigo, y a la vez estás súper molesta porque no se acuerda de ti.
—Un poco complicado, lo sé.
—Pues no te entiendo. Deberías tener claros tus sentimientos.
—Es algo similar al hecho de que Sam no te haga caso, te humille constantemente, y sin embargo tú acudas en su ayuda cada vez que te reclama.
—Eso ha sido un golpe bajo.
—Solo te lo he devuelto.
—Aun así, te quiero.
—Y yo más, te súper-mega-te quiero.
Kitty no pudo contestar a esa declaración de amor y amistad porque en ese momento aparecieron Whitney, Luchi, Sam y... ¿Satán? Por lo que escupió el vino que tenía en la boca de forma incontrolada, en una pose nada elegante, ganándose una mirada de advertencia de Britt, en cuanto se dio cuenta de quién era realmente Santana Marie López y la cara que se le había quedado a esta. Bueno, sí, también su madre la miró con rabia, y estuvo segura de que esa noche no se escapaba de un buen sermón y unos
consejos no pedidos acerca de las buenas formas.
—Esto tampoco lo hubiera esperado nunca, ni en sueños.
Y volvió a reír a carcajadas cuando ella le guiñó un ojo.
***
—Ni te me acerques —la maldijo sin volverse. Sabía quién la seguía, es más la sentía. ¡Mierda! No había podido quitarle la vista de encima desde que hizo acto de presencia, y volvió a sentir aquel mareo que la asustaba cuando ella la miraba tan ardiente y directamente. Encima estaba más buena en traje que con aquella camiseta de faena con la que se había acostumbrado a verla. Su pelo estaba perfectamente, y sus ojos parecían ser más oscuros y brillantes que como los recordaba; eso sí, no tenía esa sonrisa de chica mala que la enfebrecía, en aquellos momentos en que había decidido quitarse de en medio con la excusa de ir al baño, tenía una expresión seria, adusta, de
cazadora concentrada en su presa.
—No lo hago.
Satán se colocó a su lado y caminó junto a ella, que no pensaba detenerse.
—Entonces, ¿qué haces siguiéndome?
—No te sigo.
En ese momento sí que se detuvo. ¿Se está cachondeando de mí?
Observó cómo la morena entrecerraba los ojos a la vez que también se paraba.
—Pues parece que sí que lo haces —insistió.
—Pues no te sigo.
—No soy ninguna estúpida.
—Sé que no lo eres.
¡Dios, un cumplido, toda una sorpresa!
—Pues para ya, me estás sacando de mis casillas con tanta miradita entornada y sabelotodo. Te habrás reído de mí de lo lindo, ¿no?
—La verdad es que no lo he hecho. Simplemente me he quedado un poco decepcionada. Había llegado a pensar que eras diferente.
Britt no supo qué responder a eso.
—¿Qué quieres decir con diferente? Soy lo que soy.
—Simplemente, lo que he dicho.
—Pues al parecer sí que debo parecerte una estúpida porque no entiendo adónde quieres llegar con esta farsa.
—No estoy representando ninguna farsa.
—¿Ah, no? Dudo mucho que seas esa afamada empresaria de la tecnología. Seguramente esta es una de las bromitas de Sam: te ha hecho pasar por Santana Marie López para conseguir algo, reíros de todos nosotros, tal vez, pero no os vais a salir con la vuestra. No lo voy a permitir. En cuanto salga del baño se lo digo a todo el mundo.
—¿Me estás amenazando? —preguntó enfadada.
—Te estoy advirtiendo que dejes ya tus jueguecitos porque vas a tener que afrontar las consecuencias. No puedes ir por ahí engañando a la gente.
Satán pensó que Britt se había vuelto loca, definitivamente. ¿Tan bajo era el concepto que tenía de ella que era capaz de pensar tal cosa? Eso ya era demasiado.
—¿Y qué vas a decir exactamente? Porque me gustaría verte hacer el ridículo.
—No me retes.
—De verdad que tu imaginación no tiene límites –le dijo admirada.
Santana la miraba con aquellos endemoniados ojos que parecían devorarla mientras la desnudaba con ellos, a la vez que parecía querer darle una lección. Y Britt, una vez más, sintió que su tanga se había caído, y hacía ya mucho tiempo.
—Lo mismo que tu descaro e imprudencia.
—¿Vas a volver a llamarme delincuente?
—No necesito decir en alto lo que sabes que eres.
Satán apretó los dientes por no apretarle a ella otra cosa.
—Muy bien, adelante —la instó—, corre a decirles a todos tus amigos que no soy Santana López, tu querida empresaria. Puedes decirles que soy una simple camionera que está haciéndose pasar por alguien que no es para darte una lección. Y para la que te abres de piernas a la de ya.
Acompañó la frase con un gesto totalmente obsceno que la indignó hasta límites insospechados para Britt. Desde luego que esa morena despertaba su lado más irracional.
—No es mi querida empresaria —ignoró a conciencia el segundo comentario porque, ¿qué podría responder a eso? Era cierto. Y no iba a darle el gusto de saber que la había provocado.
—Pensé que, al tener posición, fortuna y una educación exquisita... —la miró entornando los ojos de nuevo, y ella pensó que estaba sudando debido al calor que despertaba en ella, otra vez—, sería de tu agrado. Claro, que tendrá que pasar la prueba de fuego, o mejor dicho: de tu fuego.
—Eres, eres una... —se le vino a la mente la palabra capulla pero no iba a decirla en voz alta—, eres insufrible.
—Vaya, me obsequias con una nueva definición. Esta no me gusta tanto, un poco sosa, ¿no? Y tú y yo sabemos que precisamente sosita no eres, y menos en la cama.
—Te súper odio cuando te comportas así.
—Así, ¿cómo?
—Como la estúpida engreída que eres.
—Puedo soportarlo.
Britt intentó no mantenerle la mirada porque sentía que se desmayaría de un momento a otro. Ese morena apasionada, arrebatadora y… No lo pienses, no lo hagas. Jolines, ¿por qué tenía que estar tan buena y ser tan, tan...?
Lo peor de todo es que me gusta, me encanta todo de ella, no solo su físico. Y desde que se le había metido en la cabeza que era la mujer con quien había engendrado a Jimena, le gustaba más, y tenía un sentimiento de propiedad con respecto a ella que no quería reconocer ni podía soportar.
—Voy al baño, así que no me sigas.
En realidad le hubiese gustado decirle que si quería acompañarla estaba invitada, pero no lo hizo. Y estaba convencida de que la seguiría o, al menos, es lo que deseaba.
—Ni pensarlo.
Satán la vio marcharse con una ardiente mirada mientras bebía de su vaso de refresco. Se recriminó por ello y pensó que, después de todos los insultos y palabras hirientes que le había dicho aquel mismo día, debería estar odiándola o dejándola en evidencia delante de todos, como tenía previsto. Sin embargo, no podía hacerlo. Le gustaba demasiado como para humillarla públicamente de la forma en que había pensado hacerlo. Y le seguía rondando por la cabeza que Jimena pudiera ser suya. Y si lo era,
¿qué podría hacer?
Puede que la niña no sea mía, pero su madre va a serlo nuevamente.
Y se dirigió directo al cuarto de baño por donde había desaparecido Britt.
***
Kitty observaba risueña, de lejos, el encontronazo entre Britt y Satán, o Santana, o quien quiera que fuese. Le gustaba Satán, mucho, y le caía súper bien. Y lo que más la complacía era que, cuando su amiga estaba con ella, parecía revivir, se comportaba como un ser humano y no como la mujer de hielo que todos decían que era, siempre controlándolo todo, hasta sus relaciones con los hombres.
Britt perdía los papeles por completo cuando estaba con ella, y Kitty decidió que eso era bueno, mucho.
—Regodeándote en tus maldades, supongo —la voz de Sam la sobresaltó.
—Creo que hoy he hecho una buena obra y aún no he recibido muestras de agradecimiento por ello.
Este la miró sin decir nada, simplemente frunció el ceño y se colocó bien el cabestrillo con una mueca de dolor.
—No vas a darme lástima —le soltó la mujer con fastidio.
Él sonrió.
—Ha valido la pena intentarlo, pero supongo que para alguien tan agrio como tú, la lástima es un sentimiento desconocido.
—Vaya, si está aquí Míster simpatía —le dijo con guasa—, ¿cómo no me he dado cuenta y me he tronchado con su chiste? Mira que soy aburrida.
—Lo que eres es una imbécil. Así nunca te vas a sacar novio.
—Una vez alguien quiso ser mi novio.
Aquel comentario era algo que hería profundamente a Kitty e incomodaba a Sam. Y del que nunca hablaban.
—Pues estaría borracho.
Eso le dolió, vaya si le dolió.
—Seguramente ese cretino no conoce otro estado.
—Eres insoportable y te viene de fábrica, anda y ve a buscar a otro al que tocar los cojones. A uno que te quite esa cara de mustia reprimida que tienes, necesitas que alguien rompa ese himen al que le das tanto valor.
La miró con desprecio y ella apretó los labios de pura frustración.
—. Que follas menos que el caballo del Olivillo.
A Sam lo enfurecía enormemente la imagen de estrecha que la caliente amiga de su hermana se empeñaba en proyectar. Él tenía comprobado lo que le gustaba un buen meneo. Y vaya si le gustaba, ¿a qué venía hacerse la ofendida desde ese día?
—Te voy a dar un guantazo que te voy a partir tus perfectos dientes, y me va importar un pito que estemos en casa de tu madre, ni en el cumpleaños de tu hermana.
Sorprendentemente para ella, Sam se calló, por lo que cogió otra copa.
—Muy bien —asintió este a regañadientes y haciendo como si nunca le hubiese dicho todas aquellas cosas desagradables, pero es que, se excusó: esta imbécil consigue sacar lo peor de mí—. Gracias por ayudar a Satán y a Britt esta mañana con lo del contrabando. Por ayudarme a... mí.
Kitty abrió los ojos, sorprendida, pero no contestó a su agradecimiento, sino que intentó cambiar de tema preguntándole cosas sobre Satán. Cuantas menos cosas tuvieran en común, mejor. Era más conveniente hablar de otros y eludir el tema de ellos mismos. No tenían nada en común, eran como el día y la noche; nunca estarían juntos, porque él era un sinvergüenza sin remedio y ella mujer de un solo hombre.
—¿En serio ella es Santana López?
Sam sonrió ampliamente, recuperando su semblante picarón. Y Kitty contrajo su feminidad para que no saltara de excitación.
—¿No es gracioso? —preguntó sabiendo la respuesta—. Una de esos amigos que mi madre tanto despreció en mi juventud, va y resulta que es la mismo mujer por la que babean ella y sus amiguitas cuquis.
—Supongo que te refieres a mi madre.
—Suposición acertada.
Kitty no entró al trapo.
—Entonces, verdaderamente es ella.
—Efectivamente. Santana, a quienes sus verdaderos amigos conocen como Satán, es la escurridiza empresaria.
Kitty estalló en sonoras carcajadas, suavizando el rictus, y Sam se sintió incómodo, por lo que llamó a su madre para que lo ayudara a cambiarse de lugar. Decididamente, no la soportaba.
***
—¿La has visto?
Ni más ni menos que Blaine, el ex marido de Britt y padre postizo de Jimena, hizo su aparición ante ella, abordándola sin ningún miramiento. Kitty se preguntó si Blaine se esforzaba en ignorar lo mal que le caía, porque resultaba incomprensible para ella que no captara sus indirectas.
—He visto a mucha gente esta noche —le dijo cogiendo nuevamente otra copa—, incluida a gente a la que no me apetecía ver.
Blaine pasó por alto el comentario.
—Santana López —le dijo con una sonrisa.
Ya sabía ella que si le hablaba era por algo, los dos se caían como el culo, y era sabido por todos.
—Sí, la he visto. Muy estirada, ¿no?
No pudo evitar soltar una carcajada que seguro que este no entendería. Si supiera la faceta de camionera y malhablada de Satán se moría. Sí, pero del gusto de verla vestida de faena...
—Lo suficiente, pero su apostura supera cualquier defecto.
Kitty alzo las cejas y lo miró.
—¿Te gusta?
Como se enterara Britt... allí iba a arder Troya.
—No me dirás que a ti no.
Esta sí que es buena.
—Vaya... —decidió portarse mal, solo un poquito—. No, porque sé hacia dónde se dirigen sus gustos.
El hombre la miró con interés.
—¿De verdad?
—Ajá.
—Pues a mí no me lo parece —le dijo desconfiado—. ¿Y cómo te has enterado de algo tan íntimo? ¿Algún escarceo con ese espécimen?
—Noooo —piensa rápido—, me lo ha dicho Sam; son muy amigos.
—Pensaba que Sam y tú os odiabais.
—Ya no —lo informó molesta. No, qué va.
—¿Y me lo vas a contar?
—Puede.
—Anda, no seas malota, Kitty Cat.
Odiaba que la llamara así; a lo único que había consentido era a lo de Kitty, pero... ¿¡Kitty Cat!? Imbécil.
—¿Yo? —preguntó haciéndose la inocente—. Si soy un angelito, hasta alitas me han salido.
Este es cortito.
—Por faaaa..., cuéntame. Whitney y tu madre no dejan de hablar de ella, pero seguro que tú sabes lo que a mí me interesa.
—¿Tú no estabas casado? —No pudo evitar sonar borde.
Kitty se preguntó si Kurt sería igual de sinvergüenza que Blaine.
—¿Lo estoy?
Soltó una risita tonta y ella lo miró con ganas de darle un sopapo, pero se contuvo y fingió que se caían bien. Al igual que estaba haciendo él para sonsacarle información.
—Creo que entiende —le dijo a modo de confidencia.
—¿Nooo?
—Sip.
—¿Estás segura?
—¿Piensas que yo estaría aquí tan tranquila si no lo estuviera?
Blaine la miró un momento sopesando la información. El hombre parecía creer que ella le estaba gastando una broma y no sabía si creerla o no.
—Eeeiiinnnggg, tengo que arreglar unas cosillas, ahora vuelvo.
Se dio cuenta de que no la había creído y que iba a comprobarlo por él mismo.
—Hasta luego, bonito —lo despidió sabiendo que no podía oírla—, que tengas mucha suerte si no te parten la face.
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Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Capítulo 14
—Ven aquí.
Alguien la tomó por detrás, sobresaltándola, y la echó contra la pared opuesta al lavabo, obligándola a pegar la cara contra el enorme espejo que ocupaba toda la pared. Se asustó muchísimo hasta que vio reflejada la imagen de su asaltante, quien no dudó en susurrarle obscenidades al oído, provocando que su temperatura corporal subiera hasta un nivel casi enfermizo, y que sintiera el corazón desbocado, delirante, pero en su vagina.
—Te gusta que te folle, pero no te gusta que quiera salir contigo, que me preocupe por ti, que quiera conocerte; sin embargo te gusta esto —pegó su pene contra el trasero de Britt de forma insinuante.
¡Me voy a desmallar de puro éxtasis!
La ponía a mil que la poseyera sin preguntarle siquiera, sin tener opciones a decidir ni verse obligada a rechazarla.
—¿Esto es lo que quieres? Quieres que te baje ese minúsculo tanga que llevas y llene tu entrada con mi polla, ¿o me equivoco?
Santana, o Satán, ya no sabía decidir quién era, le subió el entallado vestido rojo que llevaba hasta la cintura, mientras pegaba su pelvis contra el trasero de ella. La tenía aprisionada con su cuerpo contra el cristal, y apenas tenía espacio para respirar; solo podía ver su mirada felina, desafiante, cargada de deseo, y que no apartaba del espejo, mirando al frente con el único fin de que ella pudiera ver su rostro, su expresión salvaje.
—No te escucho, Britt, no te oigo ordenar que me detenga.
Me va a dar un colapso, por Dios.
Movió su trasero lo suficiente para dejarla completamente pegada a los genitales de ella, al sentir cómo le metía la lengua dentro de la oreja, pero sin dejar de mirar al espejo. Sentía que quería dominarla y que ella no tenía fuerzas para negarse.
—Jefa —le susurró al oído tratándole nuevamente de usted–, necesito que me ordene que no siga.
Ella negó con la cabeza mientras Satán metía los dedos, de forma deliberadamente sensual, entre las tiras laterales de su tanga de encaje amarillo y hacía el ademán de tirar hacia debajo de ellas.
Britt gruño desesperada, poseída.
—No he comprendido bien, mi mente analfabeta es un poco lenta y, claro, una delincuente como yo, necesita que le expliquen las cosas con la mayor claridad posible.
Britt volvió a gruñir. No quería ceder, no podía suplicarle que la tomara de una maldita vez aunque fuese precisamente aquello lo que la consumía.
—Veo que no nos estamos entendiendo. —La obsequió con un lento lametazo en el cuello a la vez que le cortaba una de las tiras del tanga, provocando que ella se sobresaltara. ¿Con qué lo había hecho?—. ¿Te follo o te dejo en paz?
Esta vez le cortó la otra tira y Britt sintió que su sexo quedaba liberado de la humedecida tela. Se contrajo, no podía soportarlo más.
—¡Vete al infierno!
En ese momento alguien estaba llamando a la puerta y ella maldijo al entrometido que viniera a interrumpir ese arrebatador momento. Satán se apartó de ella en un rápido movimiento y siguió observándola a través del espejo mientras se arreglaba los puños de la camisa y guardaba una pequeña navaja en el bolsillo de su chaqueta, de forma intencionadamente lenta para que ella la viera. Pero se negó a voltearse. No iba a darle ese gusto.
—Por supuesto que iré —le dijo como al descuido—, pero después de besarte, de comerte entera.
Y quitó el pestillo de la puerta que ella desconocía que estuviese echado, y salió sin volverse hacia ella. Britt, rápidamente, se bajó la falda del vestido e intentó recoger su tanga, o lo que quedaba de él, del suelo y no lo encontró. ¡Maldito seas, Satán! Alguien entró en ese momento en el baño y ella actuó con deliberada normalidad, hizo como que se estaba retocando el maquillaje.
—¿Me vas a decir qué es lo que acaba de pasar aquí? Porque la cara de Santana daba miedo. —Kitty la miraba admirada—. Y te tengo noticias, el imbécil de tu hermano acaba de confirmarme que Santana y Satán son la misma persona. ¿¡No es alucinante!?
Britt tornó su cabeza hacia ella, echando chispas por los ojos, se encontraba insatisfecha y dolorida; se sentía mal.
—No, es un maldito problema.
***
Al final, su plan de dejarla insatisfecha y avergonzada le había pasado factura puesto que pensó que en todo momento podría controlar su insaciable necesidad de ella, sin embargó comprobó en carne propia que no era así. Cuando la tuvo con la falda levantada hasta la cintura, el trasero expuesto, y sus manos entre esa prenda íntima que usaba tan sexy, sintió que se hundía en el abismo. En ese momento podría haber muerto y ni lo hubiera sentido. Aun así, la muy ladina la hizo volver al presente al enviarla al infierno, a pesar de que estaba que se derretía por sus caricias. La había encendido de forma deliberada, con estudiada sensualidad y, a pesar de ello, y para su consternación, fue ella quien se descontroló. Esa mujer era demasiado para cualquier persona; era puro fuego, pura tormenta, y ella hubiera culminado lo que empezó como una lección muy a su pesar, pero Britt, pillándola por sorpresa, la había rechazado. Y eso, para su propio castigo, era lo que más enganchada la tenía. Que nunca supiera cómo iba a reaccionar. La necesitaba en su cama, en su vida, y por ello había querido acercarse a ella demostrándole su verdadero yo. ¡Muy lista! -se dijo. Al parecer, a Britt no le gustaba ese aspecto de su vida ni de su carácter y se lo había repetido hasta la saciedad. Lo único que tenía que hacer ella era metérselo de una maldita vez en la mollera.
La observaba con los ojos entornados, desde su lugar en el enorme jardín donde estaban todos, atentos a la bella cumpleañera. Le gustaba toda ella, su mano lacia, su pose de cuqui; incluso cuando se ponía mandona o la miraba pidiendo a gritos que la poseyera en cualquier momento; su abnegación con su hermano a pesar de ser un completo cabeza loca; la forma en que se dirigía a ella..., todo. Y la enfurecía que la rechazara porque la considerase inferior y que su mente taimada prefiriese pensar que se había hecho pasar por una exitosa mujer de negocios para timarlos, antes que aceptar que aquella era la realidad, la maldita realidad.
Yo soy Santana López, la empresaria a la que tu madre y tú habéis pretendido dar caza desde un primer momento. Pues ni por esas te quiere - se dijo.
Observó cómo cada uno de los presentes se iba acercando a Britt y le iba dando su regalo; mientras ella los cogía, hacía tontos movimientos intentando descubrir qué podrían contener, y después los abría con una sonrisa que se esfumaba cuando su mirada se posaba en ella. A quien, por cierto, perseguía continuamente con los ojos como si necesitara saber en cada momento dónde se encontraba, como si le temiera. Y por eso Santana no se marchaba. Le gustaba sentir su abrasadora mirada sobre ella, la extasiaba verla intentar evitar mirarla sin conseguirlo. Estaba esperando que llegara su turno para darle el curioso regalo que le tenía preparado. Satán no pudo evitar hacer una mueca irónica el recordar cómo lo había conseguido, puesto que había cruzado las brasas del infierno para tenerlo y temía haber perdido mucho más que su corazón, había perdido su alma. Sí, decidió, iba a darle el obsequio que merecía. Aquella niña bien iba a recibir el regalito de su vida, pensó con mucha maldad, mucha.
¡A ver si ahora se atreve a montar una de sus escenitas!
Suspiró con impotencia.
Era esa mirada retadora la que la enervaba porque le decía cuánto la necesitaba aunque se empeñara en despreciarle.
—Bueno, Santana, no esperaba encontrarla aquí.
Blaine se acercó a ella mientras le hablaba, colocándole una mano en el antebrazo.
—¿De verdad? —Se suponía que era su presentación, ¿dónde carajo iba a estar?—. Pues ya ve, toda una sorpresa. —¿Quién era este?
En realidad no tenía ganas de hablar con nadie, estaba pendiente de cada uno de los movimientos de la mujer que la tenía obsesionada. Por mucho que la observara no se cansaba de hacerlo, es que estaba bien buena la jodía, y la escenita en el baño la tenía que saltaba a la mínima, echando humo como una olla exprés.
—He querido saludarle cuando me han dicho que por fin ha hecho acto de presencia —Blaine la miró haciendo un mohín nada masculino—; es usted muy escurridiza. Me alegra que haya venido a la fiesta de Britt. ¿No se acuerda de mí? Ya nos presentaron en Madrid.
El hecho de que aquel hombre la conociera sí que captó la atención de Satán. Fue lo único que dijo en toda su perorata que la distrajo de su objetivo.
—¿Se conocen ustedes? —Sabía que no debía preguntar, no, no debía hacerlo, pero no podía evitarlo.
El hombre abrió los ojos incrédulo, como si fuera algo incomprensible para él que Satán no supiera... algo. ¿De verdad era tan introvertida Santana López como todos decían de ella? Ya se habían visto una vez, pero al parecer no lo recordaba.
Esta, por su parte, apretó los labios molesta al pensar que la mujer de sus desvelos hubiera podido acostarse con aquel. Ella no podía haber tenido nada con ese parguela. ¿Oh, sí? ¡Mierda, necesitaba saber!
—Por supuesto —le dijo feliz por haber captado su atención—, estuvimos casados. Jimena es nuestra hija.
Satán lo miró arqueando las cejas, con cara de incredulidad. Así que este era el tío del que hablaba Kitty cuando se estaba peleando con Britt ese mismo día. Con razón..., tenía toda la pinta de querer acostarse con ella en vez de con el bombón de su ex parienta.
—¿Hace mucho que os separasteis?
Era consciente de que su interés no pasaría desapercibido para nadie, pero no podía evitarlo. Necesitaba saber de ella, de su vida anterior, por mucho que intentara ignorarla, no podía. Así que ¿por qué perder la ocasión de descubrir algo más?
Satán le clavó su mirada de forma inquisidora y Blaine creyó que iba a desmayarse. ¡Dios que mirada! Tenía que descubrir de qué palo iba inmediatamente. Y le estaba preguntando cosas personales, seguramente estaba interesada en él, si no, ¿a qué tanto interés? Creo que he triunfado - se dijo con ilusión y una enorme sensación de triunfo.
—¿Te interesa?
—Puede.
¡Ay, que me da! -pensó el ex marido de Britt.
—Creo que acabo de averiguar algo sobre ti que aún no se ha dicho, eres misteriosa... —señaló Blaine juguetón.
—¿Eso es un defecto? —Satán no pudo evitar sonreír, mostrando su enorme y blanquecina dentadura.
A Blaine le faltaba el aire.
—¿Cómo podría serlo? Solo que me gustaría entenderte.
—No es muy complicado.
Los pensamientos de una y otro habían tomado senderos diferentes.
—¿Estás diciendo que... entiendes?
Satán no se había percatado de lo que el otro hombre estaba insinuando, de lo que quería saber, aunque no necesitó mucho tiempo para caer en la cuenta. Más aún siendo consciente de la mirada de deseo en el otro.
—¿Perdona? —preguntó abriendo mucho los ojos, presa del asombro y de la indignación.
Se dio cuenta de que acababa de imitar la frase favorita de Britt cuando preguntaba algo como si no pudiese creer lo que estaba oyendo.
—Si... entiendes…
El ex marido de Britt acababa de darse cuenta por la mirada indignada de la morena, que este no entendía nada de nada, y que tal vez su interés en él, pues que no lo fuera tanto.
¡Vaya fiasco! ¡Como le diera caza a Kitty se iba a enterar! ¡Esa cerda frígida, como la llamaba Sam, le había hecho creer que… que…! ¡Qué vergüenza!
—¿Te parece que lo hago? —intentó no sonar amenazador pero no pudo evitarlo.
Blaine captó el tono velado en aquella pregunta y sintió que la tierra se abría bajo sus pies. ¿Ahora como salía de aquella bochornosa situación sin que la gran Santana López decidiera que no quería tener ninguna relación, ni siquiera amistosa con él? Necesitaba relacionarse con ella de forma empresarial, aunque no le hubiera importado que también hubiese sido de forma carnal.
—Creo que no —Blaine sonrió a modo de disculpa, ¿qué otra cosa podía hacer?—, espero que no me odies por lo que acaba de pasar, ha sido un error por mi parte, alguien me hizo creer que... bueno..., y como estabas interesada en mi matrimoni...
Satán cambió su expresión por otra bastante cómica y le señaló a Britt con la cabeza, y este se puso más colorado, si aún se podía.
—¿Britt? —preguntó sorprendido.
Satán le puso un dedo en los labios para que no comentara ese tema y Blaine asintió excitado.
—¡Me encanta! —soltó apartando el dedo de sus labios.
—¿Qué exactamente? —Satán no entendía. ¿Se alegraba de que no fuera gay o de que estuviese interesado en su ex mujer?
—Que después de todo estás interesado en nuestra familia, aunque no en mí.
Satán soltó una carcajada ante el desparpajo del hombre y decidió que el tal Blaine le caía bien, muy bien.
—Creo que tú y yo podríamos ser grandes colegas.
El hombre la miró con una sonrisa demasiado delicada para su gusto y ambos rompieron a reír a la vez que decidían que se caían estupendamente.
Por su parte, Britt los observaba desde la distancia muerta de celos. Había visto el gesto de Satán al colocarle un dedo en los labios a Blaine y... ¡Oooohhhhh, los hubiera matado a los dos! Aun así, siguió ignorándola.
Ella no iba a someterse a esa cerda.
***
Al cabo de un rato, la madre de la cumpleañera se pegó a ella, sonriendo satisfecha cuando Satán le confesó que le había traído un pequeño presente su encantadora hija.
—Vamos, Santana —la animó Whitney—, es su turno. ¿No es encantadora? –dijo para que la oyesen los que se encontraban más cerca—. Le ha traído su propio regalo a mi querida Britt.
Ella le dedicó una de sus seductoras sonrisas de chica mala a homenajeada desde la distancia, y se acercó a ella con paso firme y calculado, acompañado por su madre, quien se le había colgado del brazo y parecía no querer soltarle.
—No ha debido traerme nada, no tenía ninguna obligación —le dijo cortante, haciendo caso omiso a la mirada escandalizada de su madre.
—Pero he querido hacerlo.
Santana le dedicó una arrebatadora sonrisa y ella se estremeció, delante de todos.
—Insisto en que no es necesario.
Britt le devolvió la falsa sonrisa.
—Pero estoy segura de que me lo va a agradecer, le he traído algo que creo que necesita.
Britt alzó las cejas incrédula.
—No veo qué pueda necesitar, mis necesidades están cubiertas —lo dijo para molestarla. Ambas sabían que no se estaba refiriendo al regalo.
—Créame, lo necesita.
Y al decirle esto, se sacó un pequeño envoltorio de la chaqueta donde anteriormente ella vio que guardaba la navaja con la que le había arrebatado el tanga, y se lo entregó.
—¿No me merezco un beso por esto? —preguntó a la madre de ella escandalizada.
Whitney las miraba complacida, estaba emocionada de que parecieran tan ensimismadas la una en la otra. Britt pensó que si su madre supiera de dónde procedía realmente, se moría.
—Ay, qué chica tan simpática.
Britt le puso la mejilla y Satán se inclinó para besársela, pero antes le susurró algo que la dejó atónita y asustada.
—Creo que tendré que asegurarme de que no tengo ninguna hija.
Y se retiró de inmediato, disculpándose con todos los que había en la fiesta con la excusa de que tenía que marcharse repentinamente por motivos urgentes que precisaban su atención.
Britt la vio marcharse conteniendo la respiración. ¿Qué había querido decir? Ella no sabía nada, no podía saber. Solo lo sabían ella misma y Kitty, y su amiga no habría... ¡no, ella nunca la traicionaría!
—Vamos, querida —la instó su madre con expectación—. Enséñame lo que te ha regalado Santana.
Britt la obedeció de forma mecánica y abrió el envoltorio, y cuando estuvo segura del contenido del paquetito, la maldijo por sinvergüenza.
¡La iba a matar en cuanto se lo echara a la cara!
Le había regalado un tanga.
Alguien la tomó por detrás, sobresaltándola, y la echó contra la pared opuesta al lavabo, obligándola a pegar la cara contra el enorme espejo que ocupaba toda la pared. Se asustó muchísimo hasta que vio reflejada la imagen de su asaltante, quien no dudó en susurrarle obscenidades al oído, provocando que su temperatura corporal subiera hasta un nivel casi enfermizo, y que sintiera el corazón desbocado, delirante, pero en su vagina.
—Te gusta que te folle, pero no te gusta que quiera salir contigo, que me preocupe por ti, que quiera conocerte; sin embargo te gusta esto —pegó su pene contra el trasero de Britt de forma insinuante.
¡Me voy a desmallar de puro éxtasis!
La ponía a mil que la poseyera sin preguntarle siquiera, sin tener opciones a decidir ni verse obligada a rechazarla.
—¿Esto es lo que quieres? Quieres que te baje ese minúsculo tanga que llevas y llene tu entrada con mi polla, ¿o me equivoco?
Santana, o Satán, ya no sabía decidir quién era, le subió el entallado vestido rojo que llevaba hasta la cintura, mientras pegaba su pelvis contra el trasero de ella. La tenía aprisionada con su cuerpo contra el cristal, y apenas tenía espacio para respirar; solo podía ver su mirada felina, desafiante, cargada de deseo, y que no apartaba del espejo, mirando al frente con el único fin de que ella pudiera ver su rostro, su expresión salvaje.
—No te escucho, Britt, no te oigo ordenar que me detenga.
Me va a dar un colapso, por Dios.
Movió su trasero lo suficiente para dejarla completamente pegada a los genitales de ella, al sentir cómo le metía la lengua dentro de la oreja, pero sin dejar de mirar al espejo. Sentía que quería dominarla y que ella no tenía fuerzas para negarse.
—Jefa —le susurró al oído tratándole nuevamente de usted–, necesito que me ordene que no siga.
Ella negó con la cabeza mientras Satán metía los dedos, de forma deliberadamente sensual, entre las tiras laterales de su tanga de encaje amarillo y hacía el ademán de tirar hacia debajo de ellas.
Britt gruño desesperada, poseída.
—No he comprendido bien, mi mente analfabeta es un poco lenta y, claro, una delincuente como yo, necesita que le expliquen las cosas con la mayor claridad posible.
Britt volvió a gruñir. No quería ceder, no podía suplicarle que la tomara de una maldita vez aunque fuese precisamente aquello lo que la consumía.
—Veo que no nos estamos entendiendo. —La obsequió con un lento lametazo en el cuello a la vez que le cortaba una de las tiras del tanga, provocando que ella se sobresaltara. ¿Con qué lo había hecho?—. ¿Te follo o te dejo en paz?
Esta vez le cortó la otra tira y Britt sintió que su sexo quedaba liberado de la humedecida tela. Se contrajo, no podía soportarlo más.
—¡Vete al infierno!
En ese momento alguien estaba llamando a la puerta y ella maldijo al entrometido que viniera a interrumpir ese arrebatador momento. Satán se apartó de ella en un rápido movimiento y siguió observándola a través del espejo mientras se arreglaba los puños de la camisa y guardaba una pequeña navaja en el bolsillo de su chaqueta, de forma intencionadamente lenta para que ella la viera. Pero se negó a voltearse. No iba a darle ese gusto.
—Por supuesto que iré —le dijo como al descuido—, pero después de besarte, de comerte entera.
Y quitó el pestillo de la puerta que ella desconocía que estuviese echado, y salió sin volverse hacia ella. Britt, rápidamente, se bajó la falda del vestido e intentó recoger su tanga, o lo que quedaba de él, del suelo y no lo encontró. ¡Maldito seas, Satán! Alguien entró en ese momento en el baño y ella actuó con deliberada normalidad, hizo como que se estaba retocando el maquillaje.
—¿Me vas a decir qué es lo que acaba de pasar aquí? Porque la cara de Santana daba miedo. —Kitty la miraba admirada—. Y te tengo noticias, el imbécil de tu hermano acaba de confirmarme que Santana y Satán son la misma persona. ¿¡No es alucinante!?
Britt tornó su cabeza hacia ella, echando chispas por los ojos, se encontraba insatisfecha y dolorida; se sentía mal.
—No, es un maldito problema.
***
Al final, su plan de dejarla insatisfecha y avergonzada le había pasado factura puesto que pensó que en todo momento podría controlar su insaciable necesidad de ella, sin embargó comprobó en carne propia que no era así. Cuando la tuvo con la falda levantada hasta la cintura, el trasero expuesto, y sus manos entre esa prenda íntima que usaba tan sexy, sintió que se hundía en el abismo. En ese momento podría haber muerto y ni lo hubiera sentido. Aun así, la muy ladina la hizo volver al presente al enviarla al infierno, a pesar de que estaba que se derretía por sus caricias. La había encendido de forma deliberada, con estudiada sensualidad y, a pesar de ello, y para su consternación, fue ella quien se descontroló. Esa mujer era demasiado para cualquier persona; era puro fuego, pura tormenta, y ella hubiera culminado lo que empezó como una lección muy a su pesar, pero Britt, pillándola por sorpresa, la había rechazado. Y eso, para su propio castigo, era lo que más enganchada la tenía. Que nunca supiera cómo iba a reaccionar. La necesitaba en su cama, en su vida, y por ello había querido acercarse a ella demostrándole su verdadero yo. ¡Muy lista! -se dijo. Al parecer, a Britt no le gustaba ese aspecto de su vida ni de su carácter y se lo había repetido hasta la saciedad. Lo único que tenía que hacer ella era metérselo de una maldita vez en la mollera.
La observaba con los ojos entornados, desde su lugar en el enorme jardín donde estaban todos, atentos a la bella cumpleañera. Le gustaba toda ella, su mano lacia, su pose de cuqui; incluso cuando se ponía mandona o la miraba pidiendo a gritos que la poseyera en cualquier momento; su abnegación con su hermano a pesar de ser un completo cabeza loca; la forma en que se dirigía a ella..., todo. Y la enfurecía que la rechazara porque la considerase inferior y que su mente taimada prefiriese pensar que se había hecho pasar por una exitosa mujer de negocios para timarlos, antes que aceptar que aquella era la realidad, la maldita realidad.
Yo soy Santana López, la empresaria a la que tu madre y tú habéis pretendido dar caza desde un primer momento. Pues ni por esas te quiere - se dijo.
Observó cómo cada uno de los presentes se iba acercando a Britt y le iba dando su regalo; mientras ella los cogía, hacía tontos movimientos intentando descubrir qué podrían contener, y después los abría con una sonrisa que se esfumaba cuando su mirada se posaba en ella. A quien, por cierto, perseguía continuamente con los ojos como si necesitara saber en cada momento dónde se encontraba, como si le temiera. Y por eso Santana no se marchaba. Le gustaba sentir su abrasadora mirada sobre ella, la extasiaba verla intentar evitar mirarla sin conseguirlo. Estaba esperando que llegara su turno para darle el curioso regalo que le tenía preparado. Satán no pudo evitar hacer una mueca irónica el recordar cómo lo había conseguido, puesto que había cruzado las brasas del infierno para tenerlo y temía haber perdido mucho más que su corazón, había perdido su alma. Sí, decidió, iba a darle el obsequio que merecía. Aquella niña bien iba a recibir el regalito de su vida, pensó con mucha maldad, mucha.
¡A ver si ahora se atreve a montar una de sus escenitas!
Suspiró con impotencia.
Era esa mirada retadora la que la enervaba porque le decía cuánto la necesitaba aunque se empeñara en despreciarle.
—Bueno, Santana, no esperaba encontrarla aquí.
Blaine se acercó a ella mientras le hablaba, colocándole una mano en el antebrazo.
—¿De verdad? —Se suponía que era su presentación, ¿dónde carajo iba a estar?—. Pues ya ve, toda una sorpresa. —¿Quién era este?
En realidad no tenía ganas de hablar con nadie, estaba pendiente de cada uno de los movimientos de la mujer que la tenía obsesionada. Por mucho que la observara no se cansaba de hacerlo, es que estaba bien buena la jodía, y la escenita en el baño la tenía que saltaba a la mínima, echando humo como una olla exprés.
—He querido saludarle cuando me han dicho que por fin ha hecho acto de presencia —Blaine la miró haciendo un mohín nada masculino—; es usted muy escurridiza. Me alegra que haya venido a la fiesta de Britt. ¿No se acuerda de mí? Ya nos presentaron en Madrid.
El hecho de que aquel hombre la conociera sí que captó la atención de Satán. Fue lo único que dijo en toda su perorata que la distrajo de su objetivo.
—¿Se conocen ustedes? —Sabía que no debía preguntar, no, no debía hacerlo, pero no podía evitarlo.
El hombre abrió los ojos incrédulo, como si fuera algo incomprensible para él que Satán no supiera... algo. ¿De verdad era tan introvertida Santana López como todos decían de ella? Ya se habían visto una vez, pero al parecer no lo recordaba.
Esta, por su parte, apretó los labios molesta al pensar que la mujer de sus desvelos hubiera podido acostarse con aquel. Ella no podía haber tenido nada con ese parguela. ¿Oh, sí? ¡Mierda, necesitaba saber!
—Por supuesto —le dijo feliz por haber captado su atención—, estuvimos casados. Jimena es nuestra hija.
Satán lo miró arqueando las cejas, con cara de incredulidad. Así que este era el tío del que hablaba Kitty cuando se estaba peleando con Britt ese mismo día. Con razón..., tenía toda la pinta de querer acostarse con ella en vez de con el bombón de su ex parienta.
—¿Hace mucho que os separasteis?
Era consciente de que su interés no pasaría desapercibido para nadie, pero no podía evitarlo. Necesitaba saber de ella, de su vida anterior, por mucho que intentara ignorarla, no podía. Así que ¿por qué perder la ocasión de descubrir algo más?
Satán le clavó su mirada de forma inquisidora y Blaine creyó que iba a desmayarse. ¡Dios que mirada! Tenía que descubrir de qué palo iba inmediatamente. Y le estaba preguntando cosas personales, seguramente estaba interesada en él, si no, ¿a qué tanto interés? Creo que he triunfado - se dijo con ilusión y una enorme sensación de triunfo.
—¿Te interesa?
—Puede.
¡Ay, que me da! -pensó el ex marido de Britt.
—Creo que acabo de averiguar algo sobre ti que aún no se ha dicho, eres misteriosa... —señaló Blaine juguetón.
—¿Eso es un defecto? —Satán no pudo evitar sonreír, mostrando su enorme y blanquecina dentadura.
A Blaine le faltaba el aire.
—¿Cómo podría serlo? Solo que me gustaría entenderte.
—No es muy complicado.
Los pensamientos de una y otro habían tomado senderos diferentes.
—¿Estás diciendo que... entiendes?
Satán no se había percatado de lo que el otro hombre estaba insinuando, de lo que quería saber, aunque no necesitó mucho tiempo para caer en la cuenta. Más aún siendo consciente de la mirada de deseo en el otro.
—¿Perdona? —preguntó abriendo mucho los ojos, presa del asombro y de la indignación.
Se dio cuenta de que acababa de imitar la frase favorita de Britt cuando preguntaba algo como si no pudiese creer lo que estaba oyendo.
—Si... entiendes…
El ex marido de Britt acababa de darse cuenta por la mirada indignada de la morena, que este no entendía nada de nada, y que tal vez su interés en él, pues que no lo fuera tanto.
¡Vaya fiasco! ¡Como le diera caza a Kitty se iba a enterar! ¡Esa cerda frígida, como la llamaba Sam, le había hecho creer que… que…! ¡Qué vergüenza!
—¿Te parece que lo hago? —intentó no sonar amenazador pero no pudo evitarlo.
Blaine captó el tono velado en aquella pregunta y sintió que la tierra se abría bajo sus pies. ¿Ahora como salía de aquella bochornosa situación sin que la gran Santana López decidiera que no quería tener ninguna relación, ni siquiera amistosa con él? Necesitaba relacionarse con ella de forma empresarial, aunque no le hubiera importado que también hubiese sido de forma carnal.
—Creo que no —Blaine sonrió a modo de disculpa, ¿qué otra cosa podía hacer?—, espero que no me odies por lo que acaba de pasar, ha sido un error por mi parte, alguien me hizo creer que... bueno..., y como estabas interesada en mi matrimoni...
Satán cambió su expresión por otra bastante cómica y le señaló a Britt con la cabeza, y este se puso más colorado, si aún se podía.
—¿Britt? —preguntó sorprendido.
Satán le puso un dedo en los labios para que no comentara ese tema y Blaine asintió excitado.
—¡Me encanta! —soltó apartando el dedo de sus labios.
—¿Qué exactamente? —Satán no entendía. ¿Se alegraba de que no fuera gay o de que estuviese interesado en su ex mujer?
—Que después de todo estás interesado en nuestra familia, aunque no en mí.
Satán soltó una carcajada ante el desparpajo del hombre y decidió que el tal Blaine le caía bien, muy bien.
—Creo que tú y yo podríamos ser grandes colegas.
El hombre la miró con una sonrisa demasiado delicada para su gusto y ambos rompieron a reír a la vez que decidían que se caían estupendamente.
Por su parte, Britt los observaba desde la distancia muerta de celos. Había visto el gesto de Satán al colocarle un dedo en los labios a Blaine y... ¡Oooohhhhh, los hubiera matado a los dos! Aun así, siguió ignorándola.
Ella no iba a someterse a esa cerda.
***
Al cabo de un rato, la madre de la cumpleañera se pegó a ella, sonriendo satisfecha cuando Satán le confesó que le había traído un pequeño presente su encantadora hija.
—Vamos, Santana —la animó Whitney—, es su turno. ¿No es encantadora? –dijo para que la oyesen los que se encontraban más cerca—. Le ha traído su propio regalo a mi querida Britt.
Ella le dedicó una de sus seductoras sonrisas de chica mala a homenajeada desde la distancia, y se acercó a ella con paso firme y calculado, acompañado por su madre, quien se le había colgado del brazo y parecía no querer soltarle.
—No ha debido traerme nada, no tenía ninguna obligación —le dijo cortante, haciendo caso omiso a la mirada escandalizada de su madre.
—Pero he querido hacerlo.
Santana le dedicó una arrebatadora sonrisa y ella se estremeció, delante de todos.
—Insisto en que no es necesario.
Britt le devolvió la falsa sonrisa.
—Pero estoy segura de que me lo va a agradecer, le he traído algo que creo que necesita.
Britt alzó las cejas incrédula.
—No veo qué pueda necesitar, mis necesidades están cubiertas —lo dijo para molestarla. Ambas sabían que no se estaba refiriendo al regalo.
—Créame, lo necesita.
Y al decirle esto, se sacó un pequeño envoltorio de la chaqueta donde anteriormente ella vio que guardaba la navaja con la que le había arrebatado el tanga, y se lo entregó.
—¿No me merezco un beso por esto? —preguntó a la madre de ella escandalizada.
Whitney las miraba complacida, estaba emocionada de que parecieran tan ensimismadas la una en la otra. Britt pensó que si su madre supiera de dónde procedía realmente, se moría.
—Ay, qué chica tan simpática.
Britt le puso la mejilla y Satán se inclinó para besársela, pero antes le susurró algo que la dejó atónita y asustada.
—Creo que tendré que asegurarme de que no tengo ninguna hija.
Y se retiró de inmediato, disculpándose con todos los que había en la fiesta con la excusa de que tenía que marcharse repentinamente por motivos urgentes que precisaban su atención.
Britt la vio marcharse conteniendo la respiración. ¿Qué había querido decir? Ella no sabía nada, no podía saber. Solo lo sabían ella misma y Kitty, y su amiga no habría... ¡no, ella nunca la traicionaría!
—Vamos, querida —la instó su madre con expectación—. Enséñame lo que te ha regalado Santana.
Britt la obedeció de forma mecánica y abrió el envoltorio, y cuando estuvo segura del contenido del paquetito, la maldijo por sinvergüenza.
¡La iba a matar en cuanto se lo echara a la cara!
Le había regalado un tanga.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Jajaj estuvo buena la fiestecita y el regalo. Y que bien que San se pregunte si tiene una hija.
Si soy de Venezuela, aquí apoyando la Resistencia. De echo vivo en uno de los estados donde a habido más manifestaciones, donde la cosa a estado caliente. Tambien espero que todo esto mejore. La verdad no se como se ve la situación desde afuera, pero es bueno saber que gente de afuera nos apoye.
Si soy de Venezuela, aquí apoyando la Resistencia. De echo vivo en uno de los estados donde a habido más manifestaciones, donde la cosa a estado caliente. Tambien espero que todo esto mejore. La verdad no se como se ve la situación desde afuera, pero es bueno saber que gente de afuera nos apoye.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Jajajajaja que sorpresas!
Al menos ya saben que San y Satán son la misma persona, que no es pobre como aparenta ser.....
Y ame a Kitty jajaja con la jugada que le hizo a Blaine! Jajajajajajajajaj
Y por fin uso la cabeza San, ya tiene idea sobre su pequeña Jimena ... Su harán cuando ambas lo confirmen?
Al menos ya saben que San y Satán son la misma persona, que no es pobre como aparenta ser.....
Y ame a Kitty jajaja con la jugada que le hizo a Blaine! Jajajajajajajajaj
Y por fin uso la cabeza San, ya tiene idea sobre su pequeña Jimena ... Su harán cuando ambas lo confirmen?
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Jajaja dios son crías las dos!!!
Bueno san ya sabe o va a confirmar sus sospechas sobre Jimena....
Ahí que recuperar lo perdido no??? Por eso el regalo jajajaja....
Bueno san ya sabe o va a confirmar sus sospechas sobre Jimena....
Ahí que recuperar lo perdido no??? Por eso el regalo jajajaja....
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
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