[Resuelto]FanFic Brittana: De Mis Sueños II (Adaptada) Epílogo

Capitulo 28

Cuando me despierto al día siguiente el cuerpo cálido de Santana me arropa.

Una sonrisa traviesa se cuela en mis labios al recordar la noche anterior.

¡Y qué noche!

Por fin nos reencontramos. Es que después de mi encuentro con la finuris la necesidad de sentirla mío me carcomía las venas.

Trato de incorporarme pero Santana se remueve.

—¿Dónde crees que vas?—me dice con esa voz ronca que me enloquece.

—Debo ir al baño—replico divertida.

—De eso nada, déjame darte primero los buenos días—ronronea en mi oído frotándose contra mi trasero.

Me río.

Me fascina cuando se pone juguetona.

Me pego más a su cuerpo, buscando más fricción, dispuesta a retozar un poco con mi mujer cuando mi estómago se contrae. Salgo disparada para el baño.

¡Et voilà!

Aquí estoy yo vomitando otra vez.

Santana se para delante de mí divinamente desnuda, tira la palanca del inodoro y me ayuda a incorporarme.

De vuelta a la cama ya no hay forma de retomar donde lo habíamos dejado y aunque ella estuviera preparada para la batalla, yo no tengo fuerzas para darle guerra.

Aun así Santana se porta de lo más melosa.

Se queda conmigo, me llena de besos y mimos. En un tono de lo más cariñoso me dice:

—Tranquila Britt-Britt pronto pasará.

Pero la verdad no estoy tan segura.

Cada día que pasa siento que empeoro.



En la tarde me cuesta pero al final convenzo a Santana que vaya a trabajar.

Me paso el resto del día en la cama hasta que llega Kitty.

Vemos un capítulo de Anatomía de Grey juntas, al terminar se baña, se cambia y me dice que debe salir a resolver un asunto.

Últimamente son muchos los asuntos que ha tenido que resolver.



Los días siguientes es más de lo mismo: cama, baño, vómito y mareo.

Estoy hecha un desastre.



Dos semanas después tengo cita con la endocrinóloga.

Me manda a realizar las pruebas de hormonas

—Vas mejorando pero aún sigues descompensada—me informa la doctora Sue. Mi cara debe dejar ver mi preocupación porque pronto añade—Tranquila estoy segura que todo saldrá bien. Tú sigue tomando la PTU.

—¿Y no hay nada que pueda ayudarla a regularizar las hormonas a parte del medicamento?—pregunta Santana con la misma preocupación que yo.

—Trata de comer cosas saludables: pescado, frutas y verduras para que te mantengas fuerte. También puedes comer alimentos a base de yodo, como el rábano.

Solo de escuchar el nombre tuerzo el gesto.

¡Puagh!

¡Qué asco!

—Eso ayudaría si retuviera algo de lo que se come. Todo lo que ingiere lo devuelve—prosigue Santana irritada.

—Hay que tener paciencia. Hemos llegado al primer trimestre que era lo más duro y donde corrías más riesgo—dice la doctora mirándome directamente—, Estabas muy mal y tienes cuatro nódulos. Nunca dije que fuera a ser fácil.

Tiene razón y le agradezco mucho el empeño que ha puesto en mi caso. Si me hubiera llevado del Dr. Schuester ya no estaría embarazada a estas alturas.


Salimos del médico un poco desanimados pero conservando la esperanza que todo saldrá bien.



Dos días después ya no tolero más la cama y el encierro.

Aprovecho que me siento mejor y llamo a Rachel. Me dice que está en el Loft y sin pensarlo arranco para allá.

En el camino le mando un mensaje a Kitty indicándole mi ubicación por si quiere pasar por ahí después del trabajo.


Quince minutos más tarde al llegar al negocio me topo frente a frente con Quinn.

—¡Hey!—la saludo sorprendida.

—¡Brittany!... Hola, ¿cómo estás?—me pregunta atropelladamente.

—Mejor, gracias—respondo sin salir de mi asombro—, ¿Y tú qué haces aquí?

Ella se rasca el cuello a la vez que mira en dirección del bar.

—Vine a tomar un café—responde nerviosa.

¡Claro! Y yo me chupo el dedo.

—¿Y mi ahijado?—inquiere incómoda.

—Queriendo acabar conmigo—replico con media sonrisa.

Ella imita mi gesto pero no es una sonrisa auténtica.

—Bueno ya me iba. Espero que pronto estés mejor.

—Gracias.

Se despide con un rápido beso y se va casi a la carrera.

Me quedo un poco aturdida por su comportamiento. Voy a entrar al bar cuando visualizo a un tipo fumando en la mesa cerca de la entrada.

Me lo pienso dos veces.

Embarazo más cigarrillo no dan una buena liga.

Le hago seña con un gesto de la mano a Rachel indicándole que me sentaré en la terraza.

Me acomodo en una de las cuatro sillas verdes limón. Estamos en mayo y pese que no estamos en temporada de calor hace un solecito que da gusto.

—¿Cómo te sientes?—me pregunta Rachel parada frente a mí vestida con un jean, una bailarinas negras y una polera a juego sobre el cual está dibujado unas manos de carabela al nivel de las tetas y en la parte de abajo está inscrito: ¿Me echas una mano?

«Yo conozco a una que estaría más que dispuesta»—pienso con ironía.

—Estoy mejor, ¿y tú?

—Bien —responde.

Me estudia con cuidado durante unos segundos. Abre la boca para decir algo pero luego se arrepiente.

—¿Quieres algo de beber?

—No.

Sé que no era lo que tenía en mente pero lo dejo pasar.

—Estoy esperando a Silvia para el cambio de turno —me informa.

—Tú sigue en lo tuyo que yo de aquí no me muevo.

Rachel regresa al interior y yo cierro los ojos dispuesta a darme un baño de sol.

Estoy de lo más a gusto pensando en mis últimas vacaciones bajo el sol cuando escucho el ruido de la silla plástica.

—¿Ya llegaste?—le pregunto extrañada a Kitty después de abrir los ojos y encontrármela ocupando el asiento a mi lado vestida con un pantalón gris oscuro y una camisa manga corta fucsia.

—Aproveché que el gordinflón de mi jefe tenía una reunión fuera y salí más temprano.

Asiento.

—Veo que el pequeño monstruo te ha dado tregua.

—¡Kitty!—la reprendo divertida.

Ella se ha encargado de bautizar a mi bebe “Pequeño monstruo” porque según ella, es imposible que una cosa tan pequeñita cause tantos estragos.

—Ay ya sabes que lo llamo así de cariño.

—Ya quisiera verte a ti cuando te toque.

—¡Estás loca! ¡Que Dios me libre! Es solo verte a ti y mis ganas de ser mamá disminuyen de cero a menos cien.

Sonrío.


Podría decir que es una exagerada pero no. La verdad es que todavía sigo esperando a que llegue esa parte mágica del embarazo de la que todos hablan.

—Es por eso que voy a ser la tía consentida. Voy a malcriar a mi sobrina y le voy a enseñar para que le de guerra a todos los hombres y mujeres, incluyendo a su morena mamá. Esa será mi venganza en contra de Santana.

No sé si reírme o asustarme ante su semblante serio. Ella jura y per jura que será una nena.

Todo por llevarle la contraria a Santana.

Rachel llega y se desploma en la silla frente a mí.

—Venga, suéltalo ya —me pide.

Sé de lo que habla pero decido ignorar su petición.

—¿Que suelte qué cosa?—pregunta Kitty con curiosidad.

—La descubrí con las manos en la masa y como no le dio tiempo de esconder el cadáver en el armario está esperando que le eche el sermón.

Rachel bufa.

—¿Qué cadáver? —inquiere Kitty confundida.

—Nuestra querida Rachel se está dando un revolcón en aguas rubias y ojiverdes llegadas desde italia—le informo.

—No es cierto...—se defiende Rachel—...Las cosas no son lo que parecen.

—Bueno permíteme decirte que tienes el sello “culpable” estampado en toda la cara—le digo a la vez que dibujo un círculo con el dedo en el aire alrededor de su rostro para hacer énfasis en mis palabras.

—¿Qué es esto? ¿Una clase de juego en clave o una adivinanza?—demanda Kitty al mismo tiempo que deshace su recogido y deja caer su melena—, Porque me doy por vencida.

—Cuando llegué me encontré con Quinn que salía casi a la carrera.

—¡Ay no! ¡También tú!—exclama horrorizada—Tendré que hacer una petición para que cierren la frontera de Italia o me voy a quedar sin amigas.

—No es eso. Solo lo estoy ayudando con sus clases de español.

Le lanzo a mi amiga una mirada de eso no te lo crees ni tú.

—¡Wepa! Yo pensaba que lo tuyo era la educación infantil. No sabía que también eras profesora de lengua... digo, de idiomas—dice socarrona.

Me muerdo el labio para no reírme.

Rachel entorna los ojos.

—Aunque si tal fuera el caso, estoy convencida que la muchacha aprobaría con una A mayúscula—prosigue Kitty divertida—, Con eso de que te metió la lengua hasta la campanilla.

No logro evitarlo y esta vez sonrío de verdad.

—Aunque sus mentes pervertidas no lo crean es cierto—replica Rachel a la defensiva—Ahora que se va a quedar aquí y que nos movemos en un círculo hispanoparlante quiere mejorar su español y la estoy ayudando. Eso es todo.

—Me parece muy Rach la historia pero no va más a negar que te gusta, ¿verdad?

—Sí —responde sin pensarlo.

—Bueno dilo claramente. Eres una mujer adulta y libre de hacer con su vida lo que le venga en gana...—le suelto un poco molesta—...No tienes porqué esconderlo.

Joder.

Me enoja su comportamiento.

No es el hecho que esté saliendo con Quinn o con quien sea, sino que crea que está obligada a esconderlo.

Es hora que deje de comportarse como una niña chiquita. Pensé que después de lo que pasó con Jesse lo tenía más claro.

Es una mujer adulta.

Rachel se inclina un poco sobre la mesa y me dice:

—Tienes razón. Me gusta y me gusta mucho.

¡Ahí está!

No fue tan difícil, ¿o sí?

—Cuando me mira con esos ojitos me arde la piel y solo pienso en desnudarla—prosigue roja como un tomate.

—Bueno entonces date un buen revolcón que eso no le hace daño a nadie—le aconseja Kitty.

—Ahí es donde está el problema—confiesa Rachel y parece un poco avergonzada.


La observo sin entender.

Ella le gusta y a Quinn le gusta.

No veo dónde está el problema.

—No entiendo—dice Kitty acorde a mis pensamientos.

—¡Que soy virgen! —suelta exasperada.

¡Qué!

Agárrenme que me caigo.

¡No puede ser!

Pasmada giro la cabeza para ver que Kitty ni se ha inmutado ante semejante notición.

—¿Tú lo sabías?—le pregunto aún en estado de schok.

—No, pero me lo imaginaba—responde con total tranquilidad.

La miro con una ceja levantada.

—Vamos Britt. Alguna vez has escuchado a Rach decir: “¡Que noche! O, me dieron para comprarme una casa tanto, que aún me tiemblan las rodillas”

Lo pienso unos instantes.

Es cierto que nunca la he escuchado hacer alusión a eso. No es que nos contemos con lujos y detalles cuando nos acostamos con una persona, pero siempre dejamos caer algún que otro dato.

Rachel me contempla.

Parece avergonzada. Recuerdo lo que sucedió con Jesse e inmediatamente me siento la peor amiga por mi reacción.

—Nena lo siento—me disculpo y ella se encoge de hombros.

—Después de lo de Jesse no me quiero complicar mucho. Solo quiero pasarla bien.

Oh por Dios no.

Así comenzó Kitty y mira dónde hemos llegado.

Que una piense que el amor es una mierda es mucho, dos, sería demasiado.

—Cariño lo que pasó con tu ex fue una pena pero no por eso debes dejar de creer en el amor…

—Y no pienso hacerlo. Es solo que ahora mismo solo quiero pasarla bien.

Me alegra saber eso.

—Bueno te aconsejo que saltes y te des un buen revolcón—le aconseja Kitty.

Yo sacudo la cabeza.

«Aquí vamos».

—¿Qué?—inquiere Kitty al ver mi cara—Deja que la pobre muchacha recupere el tiempo perdido. Que la maten a polvazos.

Sonrío.

“Que la maten a polvazos” me pregunto de dónde es que saca tantas locuras.

—Eso sí por favor, por favor—suplica entrelazando los dedos—, No te vayas a enamorar hasta el tuétano como lo está Brittany.

Pongo los ojos en blanco.

¡Qué exagerada!



Pasan los días y no he escuchado nada de Elaine.

Santana me dijo que ha vuelto a Italia. La notica hace que respire un poco más tranquila.

Aunque mi mente debe jugarme algún juego macabro porque a veces me parece verla cuando ando por la calle.

¡Estoy paranoica!



Días después vamos donde mi ginecóloga y esta nos anuncia que las medidas del bebé son correctas.

Ambas respiramos llenos de alivio.

Siempre que nos toca consulta, venimos con un nudo en el estómago por miedo que nos dé una mala noticia.

Solo espero que todo siga así de bien pero sobre todo después del nacimiento.




Varios días después empezamos con la mudanza.

Bueno yo más bien me he dedicado a dar órdenes.

Con las hormonas revueltas me he vuelto muy mandona.

Mi hermano ha venido a ayudarnos, creo que es su forma de demostrar que está aceptando nuestra relación.

Me llené de alegría al verlo compartir una cerveza con Santana mientras decidían el color de pintura para el cuarto del bebé.

Sigo llamándolo así porque aún no sabemos qué es.

Nuestro chichi se ha cubierto de pudor y no se ha dejado ver en la sonografía aunque Santana jura que será un niño.

No entiendo el afán en algunas personas porque su primer hijo sea varón.



El tres de julio mi pancita y yo nos hemos vestido de gala para asistir a la boda de Emily.

Ella no quiso seguir esperando y ha decido celebrar nupcias pese a no ser la gran boda oriental con la que soñaba.

—¡Qué horror!—digo mientras me veo en el espejo de cuerpo completo de nuestra habitación.

—¿Qué pasa?—se interesa Santana quien entra en el cuarto arreglándose los aretes.

—Estoy horrible—digo casi al borde de las lágrimas.

—Britt-Britt pero si estás...

—Ni se te ocurra decir preciosa o te mando el secador de pelo atrás—la corto.

Santana no dice nada en vez de eso se ríe.

—Lo siento. No quise gritarte. No sé lo que me pasa.

—Cariño estás embarazada—me responde con ternura.

No sé cómo le hace para aguantarme, estoy tan irritable que ni yo misma lo hago.

Me observo nuevamente en mi vestido corto rojo vino con corte griego.

¡Estoy espantosa!

Estoy en esa etapa del embarazo donde el que no me conoce no sabe si estoy embarazada o si aún no he perdido el exceso de peso agarrado durante las fiestas navideñas.

¡Parece que me he tragado un huevo!




Horrorosa o no, así me presento en el ayuntamiento donde Emily le da un “sí” a un enamorado Hanna.

Fue una ceremonia sencilla, preciosa y llena de significado para ambos por los acontecimientos recién vividos.




El mes siguiente mi pancita que ya no es tan chiquita y yo salimos.

He quedado con las chicas para comer algo.

Salgo del tren que me trae desde Francia y tomo el autobús con dirección al centro.

Llamo a Santana a la oficina y Mercedes me informa que está en una reunión, le dejo dicho donde estaré.


Llego al Chile’s y las chicas ya me están esperando.

Blaine a penas me ve corre a mi encuentro, alucinado me toquetea por toda la panza.

¡No lo soporto!

Odio que la gente haga eso.

¿Por qué será que las personas ven una mujer embarazada y se sienten en la obligación de tocarle la barriga?



Terminamos de almorzar y decidimos ir de compras.

Es oficial, con seis meses de embarazo debo comprarme ropa premamá.

¡Es Terrible!



Al final de la tarde, después de haber tenido que soportar las bromas y burlas sobre mi nuevo guardarropa por parte de mis queridas amigas, estoy agotadísima.

Santana me escribe, me pide que lo espere para irnos juntos a casa.

Qué lindo suena eso “juntos a casa”

Pero estoy cansada y solo quiero un baño caliente y acostarme un rato por lo que decido no esperarla y tomar el tren otra vez de regreso.


Llego a la estación y verifico el carril de salida del próximo tren.

[i]«¡Genial! Me ha tocado la última vía»[/i—pienso con ironía.

Como si no hubiera caminado lo suficiente.

Cuando llego al carril, el tren no ha llegado aun así me siento a esperarlo. Estoy tecleando un mensaje para Santana donde le digo que la esperaré en casa cuando una sombra se para frente a mí.

Levanto la cabeza y todo el aire abandona mis pulmones.

Capitulo 29

—¿Qué haces aquí?—inquiero descolorada levantándome de golpe.

Verla en este lugar me ha dejado fuera de combate. Es cierto que me ha parecido verla en otras ocasiones pero imaginarla es una cosa, tenerla personificada en frente es otra muy distinta.

Ella no me responde.

—¿Cómo sabías que estaba aquí? ¡¿Acaso me estás siguiendo?!

Es imposible que sea una coincidencia, sobre todo porque se supone que debería estar en Italia.

—¿Desde cuándo estás aquí?

Las preguntas salen una tras otra a toda velocidad sin embargo ella no contesta, mantiene sus ojos clavados en mi barriga.

Luce diferente.

Lleva puesto unos Levi’s, botas de tacón fino y una camiseta. Sigue luciendo elegante pero de un modo distinto. No desborda la misma seguridad que indicaba poder y soberbia.

Su actitud me desespera.

—¿Estás de cinco o seis meses? —me pregunta con una voz casi inaudible, aunque más que una pregunta, creo que es una información para sí misma.

¡Alerta! ¡Peligro! Me grita la conciencia.

Miro en todas las direcciones buscando una vía de escape como cada vez que me siento acorralada.

A unos pocos metros a mi derecha hay una pareja de jóvenes besuqueándose y a mi izquierda un señor de unos sesenta y cinco años.

¡Joder!

¡El lugar está casi vacío!

«¿Dónde diablos está todo el mundo?».

Ni que fuera una jodida película de terror.

—¿S-se mueve... ya puedes sentirlo?—balbucea ignorando mi interrogatorio sin quitarme los ojos del vientre.

Permanece clavada en el sitio sosteniendo con fuerza el asa de su bolso sobre su hombro izquierdo.


Mierda.

¿Ahora qué hago yo?

Su comportamiento me desconcierta.

Parece... ida.

—¿Puedo tocarlo?—me demanda al mismo tiempo que levanta una mano en el aire al nivel de mi barriga.

¡Qué!

¿Pero qué coño..?

—No—me apresuro a decir.

—Déjame tocarlo, quiero tocarlo—prosigue en su mundo.

«Se le han safado todos los tornillos».

—Elaine no entiendo qué jueguito macabro es este...—le advierto con calma—... Pero te aseguro que no me hace ninguna gracia.

—No es un juego—replica rápidamente en el momento que levanta la cabeza y por fin clavas sus ojos en los mío y lo que veo en ellos me deja helada.

Un escalofrío me atraviesa todo el cuerpo.

Están vacíos.

El marrón de su iris se ha apagado, no reflejan lo que era su dueña.

—Quiero tocarlo —murmura y mi corazón se acelera.

—¡Estás de atar!—digo perdiendo la calma—No existe es esta tierra la más remota posibilidad que yo te deje tocarme.

Ella deja caer su mano. Mi respuesta parece no gustarle porque su cuerpo se pone rígido. Su mirada cambia, ahora luce aturdida, molesta.

Mierda.

Me aterrorizo.

—¡Eres una ladrona!—grita. Sus ojos me miran pero es como si no me viera realmente.

Agarro las bolsas e intento pasar por su lado pero ella se mueve con la misma rapidez y me bloquea el paso. Me sujeta por los brazos y sacudiéndome me grita.


—¡Devuélvelo!—continúa en medio de su confusión—¡Tú me lo robaste!

Se me ha ido formando un nudo en el estómago al mismo tiempo que se me acelera la respiración.

—¡Suéltame! —le pido zafándome de su agarre.

Casi pierdo el equilibrio cuando me suelto.

—¡Esta debió ser mi vida!—vuelve a gritar y pese que parece más lúcida no logro sosegarme.

Es obvio que está perdida en su propio tormento personal.

No soy una persona cobarde pero en este preciso momento, tengo miedo.

No por mí, sino por mi bebé.

[i]«Brittany respira».

Debo tranquilizarme.

No puedo permitir que vea miedo en mí, ni hacer nada que la altere aún más.

—Elaine...—empiezo a decir con cautela pero con la adrenalina a mil por hora recorriendo todo mi cuerpo—... Yo no te robé nada.

—¡Claro que sí!—me corta a la vez que da un paso hacia adelante y yo conscientemente doy otro a atrás.

¡Mierda!

Giro la cabeza y la pareja de jóvenes no parece importarle que una loca desquiciada esté gritando.

«Esto es Luxemburgo, ¿qué esperaba?».

—Esta debió ser mi vida—repite en un lamento recuperando un poco la cordura—, Casarme con Santana, triunfar en el mundo—añade con melancolía.

A pesar de la situación me es imposible no sentir empatía. Se ve tan triste y perdida.

Sola.

—Nosotras éramos la pareja perfecta, ¡Luego apareciste tú y todo se fue al diablo!—vuelve a gritar con frustración y desespero.

Su voz sube y baja. Pasa de suave a dura en un instante. Es obvio que está teniendo algún tipo de trastorno.

Una inestabilidad emocional.

—Lo siento—digo con sinceridad y no solo para tranquilizarla, sino porque es la verdad.

No me arrepiento del amor que siento por Santana, más bien de cómo se dieron las cosas.

No creo que ella sea una mala persona, un poco soberbia y caprichosa quizás pero cuando se tiene todo en la vida quién puede culparla.

La miro directamente a los ojos y trago saliva.

—De verdad lo siento pero tienes que dejarla ir—le digo con suavidad—, Y aprender a vivir con ello—tomo un hondo respiro—San nunca estuvo enamorada de ti y en el fondo tú lo sabes—ella frunce el ceño confundida—No sé porque decidiste aceptar una relación así, tampoco sé por qué llevaste esto tan lejos, incluso al matrimonio cuando sabías de entrada que lo de ustedes estaba condenado al fracaso. De lo que sí estoy segura es que no fue por amor. El amor no se mendiga, no se impone, no se obliga. A lo mejor te parecerá hipócrita de mi parte porque me ves como la persona que acabó con tu relación pero no es así. Tú relación ya estaba rota antes de que yo llegara.

Sus ojos se mueven con rapidez, creo que está procesando mis palabras.

—Pero ella tenía que ser para mí—dice como una niña chiquita haciendo un berrinche.

—A ver, dime… ¿por qué tenía que ser para ti?—inquiero en el mismo noto.

—Porque yo la elegí... porque mi papá la aprobó... porque tenía que ser así.

—¿Lo ves? hablas de San como si fuera una adquisición, un bolso que viste en una vitrina y decidiste comprarlo porque se te vería bien. No hablas de ella como si estuvieras hablando del amor de tu vida.

Su semblante es más sereno y cojo más valor para seguir exponiendo mi punto.

Necesito que entienda que lo que ella siente por Santana es un capricho que torna casi la obsesión.

—Si me preguntaras a mí, yo te respondería que mi corazón la eligió y que se ha convertido en el amor de mi vida, que siento que ya no puedo vivir sin ella, sin embargo estaría dispuesta a dejarla ir si eso la haría feliz.

Observo por el rabillo del ojo con gran alivio que el tren está entrando en la vía y aprovecho su momento de confusión y paso por su lado sin hacer ningún movimiento brusco.


Ella no se mueve.

Doy unos pasos y en cuanto me siento lo suficientemente segura, corro hacia el tren.

Atravieso las puertas y cuando me giro ella sigue clavada en el mismo sito de espalda a mí.

Cuando las puertas se cierran, vuelvo a respirar.

«Solo espero que mis palabras hayan hecho algún efecto»




—Estoy bien—le respondo a Santana por enésima vez.

La llamé desde el tren de regreso a casa para contarle lo sucedido y llego a casa en un tiempo récord; de chepa no se accidentó.

—¿Segura?—inquiere todavía preocupada.

—¡San!—replicó exasperada—Es la última vez que te lo digo, estoy bien—replico alargando cada palabra—, ¡Así que cálmate por el amor de Dios!

—No me puedes pedir eso cuando me dices que te encontraste con Elaine y encima me confiesas que piensas que te ha estado siguiendo—casi chilla paseándose por la habitación mientras yo estoy medio recostada en la cama.

Hace rato estaba sentada en el banco de la cómoda frente al espejo pero sus idas y vueltas en medio del cuarto me terminaron por marear y tuve que recostarme.

—No logro entender cómo diablos sabía que estabas en la estación.

—Yo tampoco. Las únicas personas que sabían dónde me encontraba fueron las chicas, tú y...—enmudezco.

Mierda.

¡No puede ser!

Aunque si lo pienso bien muchas cosas tendrían sentido.

—¿Y?—pregunta ansiosa al ver que me he quedado callada de pronto.

Pero, ¿por qué? No tiene sentido.

—Britt—insiste.

—... y Mercedes—murmuro insegura.

Sin poder creérmelo del todo.

Los ojos de Santana pasan de la preocupación al desconcierto. Está como yo, no entiende.

—Ahora que lo pienso cada vez que me ha parecido ver a Elaine ha sido cuando he ido a visitarte al trabajo o cuando he llamado y te he dejado algún mensaje.

—¡Joder!—gruñe. Empieza a pasearse por el cuatro otra vez.

Está hecho una furia y sé que se está conteniendo para no explotar en mi presencia.

—, Lo que no entiendo es porque no me lo dijiste.

—No le di importancia, pensé que eran ideas mías y no quise angustiarte por nada.

Ella se detiene en frente a mí y deja caer la cabeza hacia atrás. Observo como su pecho se infla y se desinfla a través de su camisa azul royal ligeramente abierta en la parte de arriba.

—No comprendo porque haría algo así—murmuro todavía confundida.

No es que seamos grandes amigas pero desde el principio nos llevamos bien.

Me agradaba, al igual que yo a ella o por lo menos eso pensaba.

Me masajeo la sien con las puntas de los dedos, el día ha sido largo y estoy agotada.

—Yo tampoco pero mañana mismo lo voy a averiguar—me dice en un tono más calmada.

Este año en mi vida han pasado tantas cosas, que bien podría ponerle el título de una novela.

Santana me observa con cautela.

La conozco, estoy segura que diría alguna estupidez.

—No quiero que salgas—dice.

Y no me equivoqué.

—¡Que!—chillo con los ojos de par en par.

Me levanto de golpe o por lo menos lo suficientemente que me permite la barriga.

—Ni se te ocurra—le advierto apuntándola con el dedo para hacer más énfasis en mis palabras.

—Britt por favor no voy a estar tranquila mientras Elaine ande por ahí suelta.

—Olvídalo—la corto. Paso por su lado y me dirijo hacia la cómoda.

—Britt-Britt—dice girándose en mi dirección.

—Ni Britt-Britt, ni Britt, ni nada—la vuelvo a interrumpir mientras abro un cajón y saco un pantalón de chándal negro, lo cierro de mala gana y abro uno de sus cajones y saco una camiseta de las suyas.

—Mi amor entiéndeme.

—No entiéndeme tú a mí, nuestras vidas han estado patas arriba durante muchos meses y ahora que por fin estamos teniendo un poquito de estabilidad y tranquilidad me rehúso a pasar por lo mismo. Si Elaine hubiera querido hacerme algo, lo hubiera hecho, digo, ocasiones no le han faltado, ¿no es así?

Santana aprieta la mandíbula hasta que su boca se convierte en una línea fina.

Ella puede estar un poco desequilibrada y aunque en un momento me asusté no la considero peligrosa.

—Es cierto —dice al fin muy a su pesar.

—Bueno ahí lo tienes—termino resuelta.

—Britt.

—Mira, voy a tomar una ducha, cuando entres en razón y estés más accesible... hablaremos pero si piensas que te voy a hacer caso, lo tienes clarito—termino con ironía. Paso por su lado sin esperar una respuesta de su parte.

Entro en el baño resabiando mientras me desnudo.

—Lo siento cariño pero a veces tu mamá me pone de los nervios—digo a la vez que me paso la mano por barriga.

No bien he terminado de hablar que siento un espasmo en el costado izquierdo.

Me quedo quieta hasta que segundos después sucede lo mismo.

—¡San! —grito. Salgo del baño y voy a su encuentro.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?—inquiere con preocupación.

Quizás por mi tono urgente.

—Se movió.

No es que no se haya movido antes pero cada vez que lo ha hecho Santana nunca ha estado presente.

—¿Qué se movió?—pregunta con el ceño fruncido.

Pongo los ojos en blanco.

—La tierra—respondo con ironía—El bebé... que más tonta.

—¡De verdad!—exclama emocionada pero incrédula.

Le tomo la mano y se la pongo en mi vientre bajo por el costado izquierdo; esperamos unos segundos hasta que el bebé vuelve a moverse otra vez y la mano de Santana salta.

—¡Waoo!—dice con los ojos iluminados.

El bebé realiza de nuevo el mismo movimiento pero más para arriba.

Es una sensación extraña pero maravillosa.

—Tenemos el próximo delantero de la Juve.

Me río.

—O del Real —digo para picarla.

—¿Estas de broma?

Mi sonrisa se ensancha.

Me pone eufórica verla tan contenta.

Hace que me derrita toda.

—Que no te afecte, igual terminas comprando tutus y llevándola a clases de ballet.

—No importa—me dice con una sonrisa de oreja a oreja—Siempre y cuando nazca sano.

Hay esta otra vez, esa inquietud que nos rodea.

A pesar que todos los resultados han sido favorables, el miedo que algo cambie no nos abandona.

—La semana que viene tengo que ir a Italia—anuncia con cautela.

Mi sonrisa desaparece a la vez que el corazón me da un brinco.

La euforia de hace unos instantes ha desaparecido.


Desde que nos reconciliamos no hemos vuelto a separarnos. Me asusta que algo malo pueda pasar.

—¿Por qué? —inquiero nerviosa.

Me siento en el borde de la cama.

—Ha llegado la orden del tribunal.

No entiendo.

Debería estar feliz, hace meses que estábamos esperando esa noticia.

El juez podrá declarar su separación legal, no estarán divorciadas pero ya solo los unirá un apellido y nada más; significa mucho para nosotras sin embargo me inquieta saber que debe marcharse.

Santana se arrodilla en frente a mí y me toma la mano con cariño.

—Solo estaré fuera dos días como mucho.

Asiento.

—Por eso me gustaría que durante ese tiempo te quedes con Kitty o con Mike.

Vuelvo a afirma con la cabeza.

Tengo la boca seca y las palabras se niegan a salir.

Mi reacción no es lógica. No logro entender mi miedo.

—Necesito que me prometas que no saldrás sola durante mi ausencia.

Toso ligeramente para apartar el nudo y que no note mi angustia.

—Te lo prometo.

Santana se levanta y me da un beso en la frente.

—Ven te voy a preparar la bañera y mientras te das un baño, te voy a preparar algo para cenar.

—De acuerdo.

—¿Que te apetece?

—Espaguetis a la carbonara.

Esbozo media sonrisa para que no noté mi inquietud además es su especialidad y a mí me encanta.

Capitulo 30

Llego al Luxhaus y espero el ascensor, mientras lo hago contemplo con sentimientos encontrados el letrero “López Consulting”: nostalgia al recordar lo mucho que esforcé para abrir esta compañía.

Recuerdo lo eufórica que me sentí la primera vez que vi ese apellido en la puerta de mi oficina “S. López CEO”.

Lo había logrado; mi papá por fin estaría orgulloso de mí, sin embargo fui muy ilusa de pensar que eso sería suficiente para ganarme su respecto.

Alegría al darme cuenta que todo eso quedo atrás. Me ha costado pero por fin he entendido que no tengo nada que demostrarle, no necesito ver mi nombre en una pancarta para sentirme merecedora de respeto.

No, eso se gana con esfuerzo y dedicación y yo me he partido el lomo para sacar esta empresa adelante, para estar donde estoy y convertirme en la profesional que soy hoy.

«Dentro de poco seremos LFP Consulting»—pienso al entrar en el elevador.

Ese pensamiento me saca una sonrisa. Me he asociado a partes iguales con Quinn y con Brittany aunque mi Britt-Britt todavía no lo sabe.

Si se lo cuento ahora capaz y quiere regresar al trabajo antes de lo indicado.

Tengo grandes planes para la compañía, ahora que Quinn ha decido quedarse aquí, vamos a ofrecer consultoría legal a parte de los demás servicios que ya ofrecíamos.

Por el momento mi nueva socia está ocupando la oficina de Brittany pero en cuanto ella se reintegre buscaremos un lugar más grande.

Entre las tres haremos grandes cosas, de eso estoy convencida.


Lo primero que hago al sentarme en mi sillón de ejecutivo es mandar un email a la reclutadora donde trabaja Marley.

Estoy sumergida en unas tablas cuando mi querido amiga entra como siempre sin llamar a la puerta y se desploma en la silla del frente en su traje gris de dos piezas con cara de no haber dormido nada.

—Espero que Mercedes llegue pronto, necesito un café con urgencia—me dice.

—Pensé que tomabas tu dosis de cafeína en el Loft antes de venir al trabajo, con eso de que vas a visitar a Rachel todas las mañanas.


—Si pero tenía clases temprano en la universidad, sabes que se gradúa en septiembre y está como loca preparando su monográfico. Me he quedado hasta tarde ayudándola a estudiar—me explica y luego lanza un largo bostezo.

—¿Ayudándola o distrayéndola?—inquiero con ironía.

Sus labios se curvan hacia arriba hasta transformarse en una sonrisa malévola.

No necesito escuchar más.

Es más que obvio que está súper colada por ella.

Espero de verdad que esa relación funcione sino con lo protectora que es Brittany con Rachel capaz y me corta las tetas si algo llegará a salir mal.

—Bueno te aconsejo que te prepares el café tú solita ya que Mercedes no podrá preparar nada—le informó irritada.

Todavía no digiero lo que pasó ayer.

—¿Y eso? ¿A caso está enferma?


Paso los próximos cinco minutos contándole lo sucedido.

—¿Estas de coña?—me dice sorprendida con los ojos bien abiertos.

Parece que la información la ha hecho despertarse del todo.

—Qué más quisiera yo.

—¿Pero qué ganaría ella con esto?

—No lo sé.

Toc… Toc…

—Pero estamos a punto de averiguarlo—digo mirando la puerta abrirse.

—Buenos días señoras—nos saluda con una sonrisa auténtica y su aire profesional de siempre—, Quería avisarles que había llegado y ver si están listas para revisar la agenda del día.

Miro a Quinn quien me devuelve una mirada incrédula.

Joder, creo que compartimos el mismo sentimiento. Me cuesta creer que haya hecho algo así. Más de un año trabajando conmigo y ni una sola queja, pero si es como mi mujer dice, sería demasiada casualidad.

—Mercedes toma asiento, tenemos que hablar—le pido con un tono severo.

Se hace un silencio y de pronto el ambiente parece tensarse.

Ella se acomoda en el asiento al lado de Quinn y me mira perpleja.

—Le has estado pasando información sobre mi mujer a Elaine—lo mejor es ser directa y salir de esto de una buena vez—, Y quiero saber la razón.

Ella guarda silencio y me mira con los ojos bien abiertos.

—Señora, y-yo...—tartamudea nerviosa y eso no es bueno—...No sé de qué me habla.

Es más que obvio que está mintiendo y su falta de sinceridad me molesta.

Hasta ahora había conservado la esperanza que tuviera una buena excusa o que fuera un error.

Me da rabia ver que me he equivocado.

—Mercedes te lo voy a preguntar una vez más y espero por tu bien que me digas la verdad—le digo con un tono neutral pese estar molesta.

Se queda callada una vez más y le lanzo una mirada de no te atrevas a mentirme, no estoy de humor para juegos.

—¿Por qué le has estado pasando información a mi ex sobre Brittany?—mis ojos no quitan los suyos.

Traga saliva.

—No fue intencional—balbucea.

—No fue intencional—casi grito. Me paro de la silla y apoyo las manos en el escritorio de caoba—¿Qué clase de excusa barata es esa?

Me estoy enojando seriamente no me gusta que me tomen por idiota.

—La señora Elaine me llamaba de veces en cuando para saludarme y siempre me preguntaba cómo estaban las cosas por aquí y yo solo le respondía—su voz suena tan apesadumbrada que casi logra convencerme pero luego recuerdo las palabras de Brittany “cada vez que pasaba a visitarte o te dejaba un mensaje” es demasiada casualidad.


No me la creo.

—¡Mentira!—grito perdiendo la paciencia y ella sobre salta en el asiento—No tengo idea de porque diablos lo has hecho pero Elaine no era la que te llamaba. ¡Tú lo hacías! La llamabas y le informabas cada vez que Brittany estaba en la ciudad.


—No, no. Se equivoca señora... tiene que creerme—suplica y en verdad parece afligida.

—Mercedes no me mientas—le advierto en un tono amenazador—Elaine no tiene amigos aquí, no conoce a nadie así que es poco creíble que anduviera por la ciudad tropezándose con Brittany por casualidad.

Su respiración sube y baja. Sabe que está al descubierto.

No entiendo porque no confiesa de una buena vez.

—Mercedes—la llama Quinn en un tono más conciliador que el mío—Ayer Elaine casi agredió a Brittany en la estación y eso es un delito. La información sería fácil de comprobar; solo tendríamos que solicitar la lista de llamadas saliente a la compañía de teléfono.

Sus ojos se llenan de pánico, al parecer por fin ha entendido que no tiene escapatoria.

—Piénsalo bien, puedes ser acusada de complicidad en un asunto de acoso y agresión sobre una mujer embarazada. Santana te está dando la oportunidad de hablar así que si yo fuera tú no la desperdiciaría.

—Es cierto yo la llamé—confiesa por fin.

—Eso lo tengo clarísimo—replico con la voz endurecida—, Lo que quiero saber es la razón

—Porque Brittany es una trepadora...—dice con la mirada envenenada y mi cuerpo se llena de rabia.

Creo que respiro ira por cada poro.

Si no hubiera sido por que podría mandar a Brittany a un hospital por la preocupación ya le hubiera partido la cara por atreverse a hablar así de mi mujer.

—...Llego aquí con sus aires de niña buena y no dudó ni un segundo en enredarse con contigo—escupe cada palabra llena de rabia.

¡Vaya!

Ya nos estamos tuteando.

—¿Crees que no me daba cuenta cuando se encerraba en esta oficina a revolcarse contigo?

—¿Y te hubiera gustado ser tú quien gozará de ese privilegio?—inquiero entendiendo por fin de que va todo esto.

Sus ojos se llenan de un brillo extraño: malicioso.

Trabajamos juntas día tras día, ¿cómo es que no me di cuenta?

—Yo, yo nunca andaría con una persona comprometida—susurra. Creo que algo avergonzada de verse expuesta—Yo soy una mujer decente. Y no podía permitir o creer que una mujer haga eso.

Es evidente que no entiende una mierda de nuestra relación.

—¿Pero quién te crees para interceder en vidas de otras personas?—digo incorporándome, asqueada con todo esto.

Mercedes me lanza una mirada asesina. Sabe que llevo la razón.

—¿Sabes qué?, eres una mujer egoísta... dices que hiciste esto por ser solidaria con Elaine cuando en verdad lo has hecho por ti misma, porque te mueres por ocupar el lugar de Brittany en esta oficina, pero déjame explicarte algo; no se trata de decencia se trata de sentimientos pero está claro que esto va mucho más allá de tu entendimiento porque lo que tú y Elaine no acaban de comprender, es que Brittany no es solo una simple mujer con cara bonita, ella es el amor de mi vida.

Mercede baja la cabeza y pierde la mirada en su bloque de notas

—Quiero que recojas tus cosas y te vayas, y agradece que solo te despida.

Ella asiente. Está claro que no hay nada más que agregar.

Y sin más sale de mi oficina.

—¡joder! Que fuerte—clama Quinn atontada.



Esa misma tarde me enviaron una secretaria de la agencia de empleos.




El fin de semana me la paso en casa con mi Britt-Britt, después de todo lo ocurrido quería pasar un poco de tiempo solos las dos.

Hacemos un poco de todo, desde comer en la cama hasta ver el maratón de Sexo en la Cuidad y Anatomía de Grey, esas series que tanto ella adora y que no logro entender.




El lunes me paso todo el día con Dani, la nueva secretaria y la pongo al tanto de todo lo que tiene que ver con la empresa, parece una muchacha competente e inteligente, siento que nos llevaremos bien.




El martes con mucho pesar por no querer dejar a Brittany sola viajó a Italia.


A las diez de la mañana llego al aeroporto di Cuneo Levaldigi.

Quinn y yo pasamos a recoger el auto que hemos alquilado y nos dirigimos directamente al tribunal.



A la una de la tarde entramos en la sala, trato de ubicar a Elaine pero no la veo por ninguna parte y eso me preocupa.

Le hago saber mi desasosiego a Quinn, temo que eso pueda influenciar o retrasar más la decisión del tribunal.



Después de una hora donde mi querida amiga y abogada se la pasa litigando contra el abogado de Elaine quien trata por todos los medios de excusar su ausencia y posponer la cita, el juez falla a nuestro favor y dicta la sentencia de separación legal.

Tengo que esperar tres años para pedir legalmente el divorcio y ya se me hacen eternos.

Salimos del tribunal complacidas, Quinn me invita a comer para celebrar pero rechazó su invitación, tengo algo importante que hacer y no tengo estomago para comer antes.

Dejo a Quinn en casa de su mamá y salgo de la capital. Conduzco varios kilómetros hasta llegar a Dronero, el lugar donde crecí hasta que me fui a estudiar a la capital.

Es un pueblo pequeño, de unos siete mil quinientos habitantes.

Mientras voy recorriendo las calles los recuerdos y la nostalgia me van invadiendo, paso por el ayuntamiento y sigo conduciendo hasta salir del centro.

Cuando llego a mi antigua calle, detengo el coche en frente la casa independiente de mis padres.

Salgo del auto y me detengo a contemplar la casa de dos pisos de fachada crema. Pierdo la vista en la persiana de madera, mi antiguo cuarto, donde tantas noches me la pase en vela estudiando... y mirando por la ventana a que mi papá llegara del café a las altas horas de la noche.

«No vayas por ahí—pienso con tristeza—Solo haz lo que has venido a hacer».

Me quito la chaqueta del traje y la tiro en el asiento del vehículo. Empujo la puerta de hierro y atravieso el jardín. Toco la puerta de madera.

No uso mi llave, hace mucho que no siento de esta mi casa.

A los pocos segundos mi mamá abre la puerta, su mirada se ilumina a penas me ve.

—Tesoro que sorpresa—dice antes de envolverme en un gran abrazo.

Se lo devuelvo con el mimo fervor, la adoro. La quiero con todas mis fuerzas.

Durante unos instantes nos quedamos así, y disfruto del momento, de la calidez de sus brazos, de su metro sesenta de pura ternura.

Mi mamá es una buena mujer, ha sido una excelente mamá y una esposa abnegada, lo único que le ha faltado ha sido al igual que a mí, carácter.

La fuerza necesaria para enfrentarse a mi papá.

—Mi vida porque no me dijiste que vendrías, te hubiera preparado esa tarta de limón que tanto te gusta.

Sonrío con cariño.

—Fue un viaje de último minuto—miento y rompo el abrazo.

No quiero decirle que no tenía ningún deseo de regresar y que lo más probable sea la última vez que venga.

—Bueno no importa. Pasa, no te quedes ahí parada—me pide con una inmensa sonrisa.

—Eh...—empiezo a decir insegura—, ¿Papá está en la casa?

—Sí, está en la sala pero anda entra. Actúas como si está no fuera tu casa. Vamos ven. ¿Cómo está Bree?—pregunta cerrando la puerta detrás de mí—¿Y los niños?

—Están bien—respondo algo nerviosa.

Estaba muy resuelta antes de venir aquí y ahora estoy ansiosa.

—Alfonso mira quién ha venido a visitarnos—grita mi mamá por el pasillo antes de doblar a la derecha en el salón. La sigo muy de cerca.

Mi papá está sentado en su sillón favorito viendo las informaciones en la televisión. Gira la cabeza por encima de su hombro izquierdo y me ve. Al principio parece sorprendido pero se recupera muy rápido.

—He venido a hablar contigo, de hecho con los dos—digo buscando la mirada de mi mamá.

Tiene los mismos ojos marrones de Bree.

—Bueno tú dirás cariño.

Mi papá no se voltea, es como si quisiera ignorar mi presencia y me molesto. Paso por su lado y apago el televisor.

Mi mamá me observa sorprendida y mi papá me lanza una mirada dura. Lo que acabo de hacer es una falta de respecto. En otra ocasión nunca me hubiera atrevido pero ahora me importa muy poco lo que pueda pensar.

—Dije que he venido a hablar con los dos—repito con los dientes apretados—, Y necesito que me presten toda su atención en especial tú—lo señaló con el dedo para énfasis en la última parte—Me he separado de Elaine legalmente—hago una pausa para darle el chance de que digan algo, mi mamá dibuja una sonrisa.

Creo que es su forma de demostrar su apoyo, pero ninguno de los dos dice nada, así que prosigo:

—También he cerrado la oficina de Alba...

—Algo había escuchado pero no pensé que fueras tan estúpida como para llevarlo a cabo—dice mi papá antes de levantarse y salir del salón.

Joder.

No me lo creo.

Definitivamente no tiene arreglo.

Me cabreo.

Imito sus pasos y los sigo hasta la cocina donde abre la nevera y saca una cerveza.

—Sabes que, me importa una mierda lo que pienses o no.

—¡San!—exclama mi mamá sorprendida nuevamente ante mi atrevimiento.

Pero no me detengo a estudiar su reacción.

—No he venido a pedir tu permiso ni tu bendición, si estoy aquí es por cortesía hacia ti, porque quería que lo supieras de mi boca pero tranquilo, es la última vez que tendrás que verle la cara a la otra hija que según tú te ha decepcionado—digo ahogando una sonrisa mordaz en un suspiro.

La sangre me hierve en las venas.

Estoy a punto de explotar.

Yo no necesito esto joder.

No lo necesito.

Doy media vuelta dispuesto a salir por donde mismo he venido, al llegar a la puerta me giro y me encuentro con los ojos atormentados de mi mamá.

—Sabes, eres un cabrón egoísta—digo regresando a la cocina y explotando—Alejaste a Bree de su mamá con tu mal genio, me has estado alejando a mí por tu frustración de sentirte un fracasado y por tu egoísmo has destruido nuestra familia y ni un solo momento te has puesto a pensar en esta pobre mujer—prosigo señalando a mi mamá de los pies a la cabeza con un gesto de la mano—, Que se ha pasado toda una vida a tu lado soportando tu malos tratos, tus borracheras, tu fracaso como hombre, como esposo y como papá. Nunca la he escuchado quejarse, ¡ni una sola vez! Pero tú prefieres morirte antes de dar tu brazo a torcer. ¡Joder! Ni siquiera comparte con sus nietos. La has aislado del mundo convirtiéndola en tu sombra.

La mirada de mi papá se contrae pero no dice nada. Mejor aún, de todos modos nada de lo que diga podrá borrar años de soledad, de abandono, de menosprecio.

Ladeó la cabeza y mi mamá tiene los ojos llenos de lágrimas. Me destroza verla así, al borde del abismo.

No obstante ella también debe entender que esto no es vida.

¡Que no puede seguir así!

—Todo este tiempo pensé que el de problema era yo pero me doy cuenta que el único problema aquí eres tú, me miras y te jode ver que he logrado lo que tú no pudiste, lo que hace una verdadera persona, sacar a su familia a delante, ¿pero sabes qué? ¡Se acabó! Me voy a marchar y voy a dejar atrás todo lo que tenga que ver contigo. Bree siempre me ha dicho que tú nunca ibas a cambiar y a pesar que nunca vi un gesto de tu parte que demostrara lo contrario siempre conserve la fe de que algún día lo hicieras, pero ya no más por mí te puedes morir en tu resentimiento—me giro hacia mi mamá y tomo sus manos entre las mías—Mamá ven conmigo—le pido con la voz cargada de emoción—, Brittany es una mujer increíble y estoy segura que se llevarán bien. Puedes vivir con nosotras y ver crecer a tu próximo nieto que viene en camino—le pido y casi en una súplica.

Mira a mi papá por encima de mi hombro con sus ojos llenos de lágrimas y luego se reencuentra con los míos.

—Hija yo no puedo dejarlo solo—susurra y pese que sus palabras fueron eso, un simple susurro salen con firmeza y el dolor bajo mis costillas se intensifica.

Porque al igual que entendí que mi papá no cambiará, me duele entender que mi mamá tampoco.

Se ha convertido y acostumbrado a ser la mujer sumisa de un marido abusivo. Y no digo físicamente, dado que nunca le he visto levantándole la mano pero si verbalmente y eso también cuenta como forma abusiva.

Trago saliva para bajar el nudo de mi garganta.

—Tienes mi número, si en algún momento cambias de opinión solo llámame—le doy un beso largo en la frente—No te preocupes seguiré mandando la mensualidad para los gastos de la casa—digo por encima de mi hombro en dirección del señor de la casa.

Y así sin mirar atrás salgo de la que una vez fue mi casa, con la adrenalina recorriéndome el cuerpo no obstante llena de alivio.

Siento que me he quitado un peso de encima y joder que bien se siente.

Capitulo 31 - Último

Llamo a Quinn y le hago el recuento de todo lo sucedido. Me pide que vaya a su casa pero rechazo su oferta.

Quiero estar sola.

Antes de colgar le pido que mantenga sus dedos bien sujetos sino quiere vérsela conmigo.

Conduzco hasta la ciudad de Alba y reservo una habitación en un modesto hotel.

Llamo a Brittany para saber cómo está, me dice que todo bien y que no ha salido del departamento de Kitty en todo el día.

Esa información me deja más tranquila, ya que como Elaine no se presentó en el tribunal el temor que esté rondando en Luxemburgo me persigue.




Al caer la noche después de una ducha salgo, recorro los lugares que solíamos frecuentar con la esperanza de encontrarla pero no tengo éxito.

Veo unos viejos amigos, nos tomamos una cerveza y regreso al hotel.




La mañana siguiente me despierto temprano, mi vuelo de regreso sale a la una pero antes tengo que hacer una parada.

Me baño, me pongo uno de mis traje favoritos, es uno negro fue el primer traje de marca que compre con mi sueldo y desde entonces lo considero mi favorito porque me recuerda lo que he tenido que luchar para poder llevarlo puesto y hoy es uno de esos días, donde necesito saber que lo que soy, me lo debo a mi trabajo, a mi sudor y a nadie más.



A las nueve en punto estoy cruzando las puertas de Di Martino Corporation.

Me presento en el mostrador de la entrada y haciendo uso de mi mejor sonrisa y de mi estatus de ex yerna, que por cierto olvide mencionar la palabra “ex” consigo que la recepcionista de turno me entregue un carnet de visitante.

Tomo el ascensor y subo a la cuarta planta que es donde mi querido ex suegro tiene su oficina.

Al llegar al piso, paso en frente la secretaria administrativa, una rubia de ojos azules, debe tener como mucho veinte y cuatro años, no la reconozco y no me sorprende ya que Benedetto suele escógelas por sus largas piernas y no por su intelecto precisamente, por lo que no duran mucho.

—Disculpe señorita...—me llama pero sigo mi camino—... No puede pasar.

Para cuando termina la frase yo ya estoy cruzando las puertas del despacho. Benedetto agranda los ojos al verme pero como todo gran hombre de negocios se recupera pronto de su sorpresa.

—Perdón señor Di Martino—se disculpa la rubia hacia mi ex suegro—, La señorita no se ha anunciado y no me ha dado tiempo de pararla.

Él no dice nada, lo he agarrado fuera de base y necesita unos segundos para estudiar mi actitud.

Para saber de qué pie vamos a bailar este tango.

—Descuida Maritza la joven es mi nuera—dice con calma y una sonrisa de lo más irónica se dibuja en mis labios.

Le hace un gesto con la mano a la rubia para que salga. Ella obedece en el acto, cierra la puerta detrás de ella dejándonos solos.

—Santana, ¿a qué debo está sorpresa?—inquiere a la vez que se levanta y se acomoda el chaleco azul marino de su traje tres pieza hecho a la medida.

Con pasos seguro me acerco, abro ligeramente mi chaqueta y saco un papel que llevo guardado en el bolsillo interior. Tomándome mi tiempo lo pongo sobre su carísima mesa de CEO y con las yemas de los dedos deslizo el papel hasta el lado opuesto.

—¿Qué es eso? —me pregunta con cara de póquer.

—Es un cheque—le anuncio como el que no quiere la cosa imitando su actitud.

Lo toma en las manos y esboza una sonrisa arrogante.

Comienza el juego.

—Vaya y esta la totalidad de la suma que te preste. ¿Cómo lo has conseguido?—pregunta devolviendo el cheque a la mesa—, Te has conseguido una rica heredera nueva ahora que te has separado de mi hija...—prosigue con su tono imperturbable—...Digo, porque la muchachita esa con la que andas encandilada no creo que tenga para prestarte esa suma de dinero.

Ahí está, su primer movimiento y ya está usando a Brittany para desestabilizarme.

No soporto si quiera que la mencione sin que me entre la rabia, pero no puedo dejar que vea que me afecta.

—No...—empiezo a decir con una sonrisa de suficiencia e igual de prepotente mientras me paseo con aire calmado por la enorme habitación—...Que va, solo he cerrado un buen negocio. Eso es todo.

—Felicidades—me dice el muy hipócrita—Solo espero que tengas guardado otro cheque como este para poder pagar tus otras deudas.

Me detengo frente al estante lleno de fotografías.

—¿Qué deuda?

—Bueno Santana ambos sabemos que tonta no eres—me río. Es bueno que lo tenga presente—Y escuche decir que cerraste la empresa, debo de admitir que me sorprendió enterarme de tal noticia, de igual forma me preocupa saber cómo vas a pagarle a tus clientes.

—Ah, eso. Me sorprende que los lambiscones de tus amiguitos aún no te han llamado para darte la notica—replico mientras contemplo una foto de Elaine y sus padres en su casa en suiza a la vez que lo miro por el rabillo del ojo.

Su mirada se endurece pero trata de mantenerse impasible.

—¿Y de que se supone que debían informarme?

Camino de regreso a su mesa y me siento en la silla en cuero color tierra que está en frente a él.

—Hace unos meses vendí parte de la empresa y me he asociado por partes iguales con dos personas más, por lo mismo tuve que cambiar el nombre la compañía. No me parecía justo que siguiera llevando solo mi apellido ya que ni siquiera soy la socia mayorista. Así que tuve que redactar los contratos de la empresa para hacer partícipe a los clientes de los nuevos cambios. Por lo mismo les hice llegar un correo donde se les notifica que López Consulting no ha cerrado sus puertas, simplemente ha cambiado de nombre y ha movido su cede principal a otro país de donde se seguirá tratando con el mismo profesionalismo todas las cuentas de la empresa. Si llegara a ocurrir algo que necesite mi presencia, no tengo ningún reparo en venir a resolverlo personalmente—le mantengo la mirada.

Sus ojos vuelven a brillar. Llenos de seguridad y prepotencia. Y yo me rio para mis adentro.

Cree que me tiene donde quiere. Pero está a punto de caer de muy alto.

Aquí es donde se tiene que meter sus amenazas por el forro.

—Aprovechando las nuevas políticas de la empresa, agregué una nueva que otras cláusulas en el contrato—y con una sonrisa petulante añado—Por cierto contrato que todos devolvieron firmados.

—A ver ilústrame, ¿cuáles son las nuevas políticas de esta fusión?—pregunta divertido con cierta ironía mientras se recuesta en su sillón con aire despreocupado—Me tienes intrigado.

—Sabes es increíble la cantidad de personas que no leen esas pequeñas letras que se apostillan en los contratos. Siempre me he preguntado por qué. Creo que son demasiado perezosos para hacerlo o piensan que lo que está escrito carece de importancia.

—Para eso están ustedes, los abogados y asesores—me dice el muy cretino.

—Exacto.

—A ver Santana sabes que soy un hombre ocupado, mejor dejémonos de rodeo y dime de una vez que es eso tan importante que debería haberme enterado.

—Claro, lo siento. Lo último que quiero es hacerte perder el tiempo—replico imitando su gesto con actitud despreocupada—Solo se le agregó que todo aquel que ya no está bajo contrato con la empresa, es libre de buscar un nuevo asesor, al contrario de aquellos que todavía están contractualmente ligados a López Consulting; estos, están comprometido de la misma forma que la empresa a cumplir el tiempo determinado en dicho contrato. En el caso que una de las dos partes llegase a incumplir cualquiera de las cláusulas pautadas, se verá en la obligación de pagar una compensación por daños y perjuicios al afectado.

Su sonrisa prepotente desaparece de golpe. Sus ojos grises se contraen y juraría que quisiera calcinarme ahora mismo.

Game over.

—Te crees muy inteligente, ¿no es así?—inquiere con la voz endurecida al mismo tiempo que se levanta manteniendo toda su clase y elegancia—, Te puedo asegurar que tú no estás preparada para jugar este juego.

Levanto la cabeza para mantenerle la mirada pero me mantengo imperturbable.

El hombre sigue sin querer bajarse de la mula.

Me subestima y eso es un gran error. En el arte de la guerra nunca se debe subestimar a sus enemigo, por más insignificante que lo consideres.

Bien dicen que no hay enemigo pequeño.

—Cálmate Benedetto, son solo negocios, ¿recuerdas? Una vez me dijiste que tienes amigos que te deben muchos favores y que con una simple llamada me podías dejar en la calle, bueno bien...—digo levantándome al mismo tiempo que me acomodo la falda—...Anda ve, llámalos, pídele ese favor que tanto te deben y hazme una mujer rica—lo desafío.

Me lanza una mirada letal y yo se la mantengo. Es un choque de titanes.

Es medir quien tiene más fuerza pero yo no vine a eso. Vine a pagar una deuda y ya lo he hecho.

Me doy por bien servida.

—Mira—digo en un tono conciliador—No vine hasta aquí para jugar a lo gangster ni nada por el estilo. Vine a pagarte lo que te debía. Te agradezco mucho que en su momento me ayudaras, ahora solo quiero estar en paz.

—Tú sabes que nadie se burla de mí y se va de rositas, sabes que tarde o temprano me la voy a desquitar.

Y todavía tiene los cojones de amanerarme.

—En vez de tomar esa posición, lo que deberías hacer es ponerle más atención a tu única hija, de que te sirve querer obligar a una persona que no la quiere para que siga a su lado. ¿Eh? Sabes que no se presentó ayer a la audiencia...

—Claro que lo sé.

—Como me imagino que también sabes que hace unos meses agredió a Brittany en el baño de un bar, que desde entonces la ha pasado siguiéndola por todo Luxemburgo como una acosadora y que su última gracia fue abordarla y tratar de agredirla otra vez en la estación de tren hace tan solo unos días.

—Es no cierto—replica desconcertado.

—Tanto, como que tengo las grabaciones de cada encuentro. ¿Sabes por qué no la he denunciado? porque todavía le tengo aprecio pero si no le pones un alto y no nos dejan en paz, con todo el pesar del mundo no me voy a tocar el corazón y lo voy a hacer, por el bien de mi mujer y de mi hijo.

—¿Hijo?—dice aún más confundido.

Lo que me deja ver que tiene mucho que no sabe de su hija.


—Sí, voy a hacer mamá y pienso defender mi familia a como dé lugar. Tú decides, o dejamos esto por la paz de todos y seguimos nuestros caminos o nos lanzamos en una estúpida guerra donde todos tenemos algo que perder.

Su rostro se descompone.

Puede que sea un cabrón, pero es un cabrón que adora su hija.

—Mi intención no es dañarla, Elaine ya está suficientemente perturbada como para que encima le agreguemos más mierda. Te recomiendo que la busques y le des ese cariño y esa atención que ella busca con tanta desesperación, sino lo haces puede que dentro de unos años te des cuenta que todo este imperio que has construido no te habrá servido de nada porque no tendrás con quien disfrutarlo.

La habitación se llena de un largo silencio. De su rostro ha desaparecido cualquier tipo de arrogancia, ahora más bien parece preocupado.

Dijo que yo no estaba preparada para jugar este juego, es obvio que no contaba con eso.

—Que estés bien Benedetto—me despido mientras el medita mis palabras dando por terminado otra etapa de mi vida




A las tres de la tarde, estamos de regreso.

Dejo a Quinn en la empresa.

Trato de localizar a Brittany pero no me contesta. Llamo a Kitty y me informa que como de costumbre, mi mujer hizo lo que le doy la gana y se regresó para la casa.

Maldigo en silencio.

¿Por qué tiene que ser tan cabezota?



Veinte y cinco minuto más tarde entro en la casa, la llamo pero no me responde y me agobio.

Entro en nuestro cuarto y ahí está, profundamente rendida.

Una sonrisa de tonta se cuela en mis labios mientras la contemplo dormir en mi lado de la cama.

Ya está de seis meses, ha recuperado un poco de peso y el embarazo la hecho más hermosa si es posible.


Me quito los zapatos y me acomodo a su lado. La rodeo con un brazo y me acerco hasta que mi pecho toca su espalda e inmediatamente me envuelve su calidez, su aroma. Respiro hondo y disfruto de la agradable sensación de haber vuelta donde siempre he pertenecido.

A casa.

Brittany se mueve, se gira de forma que quedamos frente a frente, solo separados por su barriga ya crecida.

—Has vuelto—me dice adormilada.

Afirmo con la cabeza.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto.

—Te extrañaba.

Sonrío.

—¿Cómo ha ido todo?

—Bien. Ya todo ha acabado.

Abre la boca para decir algo pero la interrumpo.

—Sé que quieres saber todos los detalles pero ahora mismo no quiero hablar de eso.

—¿Y qué quieres hacer?

—Quiero hacerte el amor—le digo con sinceridad.

Solo han sido día y medio lejos de ella pero necesito unirme en ella, sentir esa conexión que nos une cuando estamos juntas.

Ella busca mis labios y los acepto encantada.

Así despacito, sin prisas, la amé con siempre lo soñé.

Y joder esto es mucho mejor que en mis sueños.

Muchas historias de amor no comienzan de la mejor manera y nos toca tomar decisiones que no siempre son del agrado de los demás pero cuando los sentimientos son lo suficientemente fuerte al final todo valdrá la pena.

Epílogo

Mañana es la operación de Brittany.

Después de un largo tratamiento la doctora ha valorado la situación, sus nódulos se siguen reproduciendo y ha decidido que debe ser operada.

Tengo miedo, pese que es una operación rutinaria, como todas conlleva sus riesgos.

Está ansiosa, lo sé pero no me dice nada.

Estoy segura que calla para no preocuparme.

Yo tampoco digo nada. Me mantengo fuerte. No puedo permitir que se venga abajo.



Llega el día de la operación.

No tarda más de cuarenta y cinco minutos no obstante fueron los más largos de mi vida.

Le han hecho una Tiroidectomía Total.

—Todo ha salido bien—me informa la cirujana—, Sin embargo los nódulos estaban muy pegados de las cuerdas vocales y tuvimos que raspar bastante. Solo nos queda esperar que se despierte.

—¿Puedo verla? —pregunto nerviosa.

—Claro, ya debe estar en su habitación.


Cuando Brittany se despierta intenta hablar pero le cuesta, su voz a penas le sale y lo poco que lograr articular no se le entiende nada.

Me preocupa pero trato que no se me note. La tomo de la mano y le digo.

—No te preocupes, estás recién operada pero pronto estarás bien.




A los tres días nos dan el alta.

Al llegar a la casa nuestra hija corre a su encuentro, Brittany la abraza, le hace mimos y cuando trata de hablarle, nada, sigue sin que se le entienda una palabra.

Inmediatamente se pone triste, se le aguan los ojos pero como es toda una guerrera esboza una sonrisa para quitarle hierro al asunto.

Me acerco a mi niña hermosa de ojos azules y le digo con ternura.

—Princesa, mami está malita por eso no puede hablar.

—Mami hizo bobo—balbucea la pequeña a la vez que muestra el vendaje que Brittany lleva en el cuello.

—Sí pero pronto mejorará.




Sin embargo pasan quince días y no hay mejoría.

Tomamos cita con un Otorrinolaringólogo, este nos informa que sus cuerdas vocales fueron dañadas y que ella debe llevar a cabo una reeducación de voz.




Los días van pasando y mi mujer se va encerrando sobre sí misma.

Se ríe pero su sonrisa son fingidas. Solo cuando juega con Susan sonríe con autenticidad.

Mi suegra vino unos días para ayudarnos con la niña mientras pasamos por este proceso.

Es envidiable la relación y el amor que se tienen.

Mi mamá y Bree también nos ayudan con Susan.

Sí, mi mamá por fin se dio cuenta que mi papá no iba a cambiar y lo dejo. Ahora vive con Bree y los niños.


Dos días después le quitan el vendaje y Brittany se viene abajo.

Llora. Llora y llora hasta decir no más.

Cuando se calma me escribe que le ha quedado una cicatriz tan fea que parece un cien pies.

El cirujano le aplica una inyección sobre la cicatriz para disminuir el queloide que se le ha formado.

Le explica que debe hacer el esfuerzo de hablar para que la voz le vaya aclarando pero no lo hace.




Ha pasado un mes desde su operación.

Nunca sale de casa y cuando lo hace es con un pañuelo alrededor del cuello.

Me siento impotente, quiero ayudarla pero no sé cómo.

Kitty y las demás vienen a visitarla a menudo, tratan de animarla, de sacarla de casa pero no hay forma.

Ni siquiera los preparativos de la boda de Rachel logran devolverle la sonrisa.

Escucho los sollozos amortiguados por la puerta del baño mientras llora por las noches cuando se cree sola.

Está sufriendo y yo sufro con ella porque nada me duele más que verla así.

Nuestra vida sexual ha ido decayendo, cuando la busco en las noches me evade. Trato de aparentar que no me afecta su rechazo pero lo hace.

La extraño.

Extraño a mi mujer.

Nuestra vida sexual siempre ha sido activa, pasional y esta sequía me está desquiciando.

Pienso cambiar eso esta noche en la boda de mi comadree.




A las seis de la tarde llegamos al salón donde se realizará la unión de nuestros amigas.

La ceremonia resulta muy emotiva, nunca pensé que la cabronaza de Quinn sentaría cabeza y terminaría casándose.

Mientras el padre oficializa la ceremonia Brittany no deja de sonreír emocionada.

Está hermosa con su vestido largo de seda sin tirantes de color turquesa. Le regalé una gargantilla plateada para que pudiera cubrir su cicatriz.

La miro y todo lo que puedo pensar es en el día que pueda ofrecerle esto.

Ponerle un anillo en el dedo y declararla mi mujer ante Dios y los hombres.




Es más de media noche cuando llegamos a nuestro hogar.

Mi suegra y la niña se han ido a casa de Mike a pasar el fin de semana. Tenemos toda la casa solo para nosotras y pienso aprovecharlo al máximo.

Brittany está frente al espejo, ya se ha quitado sus tacones y está intentado bajar el cierre de su vestido.

—Permíteme ayudarte—susurro cerca de su oído.

Me paro detrás de ella y le bajo la cremallera tomándome mi tiempo. El vestido cae al piso y ella queda ante mí con solo unas diminutas bragas de ceda en blanco que le cubren la mitad de su trasero.

Es verla y mi cuerpo responde.

Paso mi mano alrededor de su cintura, la pongo sobre su vientre y la acerco a mí. Froto mi entrepierna contra su trasero para que note mi excitación.

Brittany adivina mis intenciones y trata de alejarse.

—No, por favor—suplico al mismo tiempo que la acorralo contra la pared—No me apartes.

Ella me mira con los ojos encendidos. Sé que me desea pero a la vez se siente avergonzada, desde que lleva esa cicatriz parece no sentirse segura, ni sexy.

Juro que esta noche haré que eso cambie.

Llevo las manos a su cabello, le quito las horquillas y los mechones de su pelo caen.

¡Joder!

Es la imagen más sexy que he visto jamás.

Entierro mis manos en su pelo y le devoro los labios con ansias. Su cuerpo está rígido no obstante responde a mis besos.

—Te necesito—murmuro cerca de su boca al romper el beso—, Déjame amarte.

Su respiración empieza a descontrolarse. Me mira indecisa. Parece llevar una batalla interna.

—Sé que estás sufriendo por lo que estás pasando y que necesitas tiempo para ti, para volver a ser tú y pienso concedértelo pero no pienso dejar que me apartes de ti. Eres y siempre serás la mujer más hermosa para mí y te extraño, extraño nuestra intimidad—digo y beso su clavícula.

Ella se estremece bajo mi contacto, luego le doy varios besos sobre su cicatriz.

—, Si no quieres hablar, no lo hagas, te prometo que yo tampoco lo haré. Dejemos que nuestros gemidos...—agarro sus pechos con las manos y dejo una línea de besos entre ambos—...Y que nuestros cuerpos hablen por sí solos.

Su respiración aumenta más con cada palabra y sé que he ganado.

Detengo mis besos y busco sus ojos que me esperan lujuriosos. Nos envuelve esa electricidad de deseo que me tira hacia ella como hierro a un imán.

No le doy tiempo a pensar, la levanto en volada y ella enreda sus piernas en mi cintura.

Estampo mi boca con la suya, salvaje. La beso sin compasión, sin darle tregua.

Con una mano en su trasero y otra enterada en su cabello la conduzco a nuestra cama, caemos sobre el colchón y la sigo besando mientras que una de mis manos sube por su pierna, por su cadera, su costado, por todo su cuerpo.

Joder, me enloquece.

La deseo.

—No te voy a hacer el amor—digo cerca de sus labios jadeando—, Te voy a follar con fuerza, salvaje.

Un gemido de anticipación se escapa de sus labios.


Y así lo hice toda la noche.

No hubo palabras pero tampoco silencio.

Nuestros jadeos, nuestra respiración, nuestro sudor, nuestro deseo, inundaron la habitación.




Dos Meses Más Tarde…


—Hola mi Sanny—me saluda al entrar a mi oficina.

La terapia está funcionando, Brittany ha ido recuperando la voz. Sigue ronca pero habla más alto y claro.

Poco a poco está retomando su vida normal.

Me levanto y salgo a su encuentro.

—Hola Britt-Britt, ¿qué haces por aquí? —pregunto antes de darle un rápido beso.

—Tenía cita en el médico y decidí pasar a saludarte.

Hago memoria pero no logro recordar que tuviera alguna cita con su terapeuta.

—¿Por qué no me avisaste? Te hubiera acompañado ¿Acaso te sientes mal?

—Cariño cálmate, no me siento mal, ni tampoco tenía cita con el terapeuta—me informa y me siento más tranquila.

—¿Entonces que hacías en el médico? —inquiero.

—Fui al ginecólogo—me dice encogiéndose de hombros, como si quiera quitarle importancia.

La miro fijamente esperando que siga pero no dice nada más. Ella se muerde el labio para reprimir una sonrisa que amenaza con apoderarse de sus labios.

La sigo observando sin entender a qué viene tanto misterio. Hasta que una lucecita se enciende en mi cabeza. Abro los ojos de par en par.

¡No puede ser!

¡Funciono!

Cuando decidimos someternos nuevamente al tratamiento para tener otro bebé, ella decidió ser la que quedara embarazada otra vez y ya luego sería yo.

Ella parece leer mis pensamientos porque rápidamente dice:

—Sí. ¡Estoy embarazada!

Una sensación ya conocida se instala en mi pecho.

Felicidad.

Haber venido por ella a Luxemburgo hace unos años fue la mejor decisión que he tomado en mi vida.

La atraigo contra mí y la beso fuerte.

La amo.

La amo con todo mi ser.


—Te quiero—susurra cerca de mis labios.

—Te amo y te amaré por siempre—digo antes de volverla a besar.