[Resuelto]FanFic Brittana: De Mis Sueños II (Adaptada) Epílogo

Capitulo 22

—Soy el doctor Ryan, el neurocirujano que ha operado a la señorita Fields—se presenta con sus ojos verdes apagados. Luce exhausto y el nudo en mi estómago se reafirma—¿Son ustedes familiares cercanas?

—Sí—respondo rápidamente sin dejar lugar a dudas.

Puede que no tengamos la misma sangre pero compartimos lazos que para mí son mucho más importantes.

Además, ahora mismo no soportaría la estupidez que por no compartir algo que es irrelevante, se niegue a decirnos lo que sucede.

—Después de su llegada inconsciente al hospital, le hemos practicado una tomografía, la cual reveló una ruptura de vasos sanguíneos causando un sangrado dentro del tejido circundante...

—Disculpe pero podría hablar sin tecnicismos por favor—lo corto.

Santana pone su mano sobre mi hombro y lo aprieta ligeramente, quizás trata de tranquilizarme pero falla. Sé que estoy siendo impertinente pero los médicos tienen tendencia a lanzarse en un discurso que solo ellos entienden y en estos momentos no necesito una clase de neurocirugía.

Necesito saber cómo está mi amiga.

El doctor asiente con aire cansado pero creo que ha entendido mi ansiedad.

—Hemos tenido que operar para remover el coágulo de sangre y pese a que la operación ha sido un éxito debemos esperar que se despierte para estar seguros que no ha sufrido ningún daño cerebral.

—¿Cuándo será eso?—pregunto sin ocultar mi preocupación, porque aunque haya dicho que la operación ha sido un éxito no logro sentirme menos angustiada.

—Eso dependerá del paciente. Tengo que ser sincero y advertirles que las próximas veinte y cuatro horas son cruciales pero deben guardar esperanza porque es una mujer joven, fuerte y hemos reaccionado rápido. Lo probable es que la recuperación sea rápida y completa.

—¿Podemos verla? —pregunta Rachel.

—Ahora mismo no porque la están trasladando a la UCI, dentro de veinte minutos se les permitirá el paso a los familiares pero no puede entrar más de una persona al mismo tiempo.

—Muchas gracias doctor—dice Santana y se lo agradezco porque me he quedado muda.

Está en el área de cuidados intensivos y eso nunca es bueno.

El Dr. Ryan asiente, gira sobre sus pasos y se va.

—¿Se recuperará verdad?—pregunta Rachel nuevamente con la voz débil.

Yo me separo de Santana y me acerco a ella, tomo sus manos entre las mías y busco su mirada vidriosa.

—Como acaba de decir el médico, es una mujer joven—le digo con suavidad—, Vamos que estamos hablando de Emily y ella es toda una guerrera, va a salir de esto, estoy segura—mis palabras salen fuertes y con mucha determinación.

No sé si lo digo para tranquilizarla o para convencerme a mí misma.

—¿Dónde está? ¡Quiero verla!

Quito mis ojos de Rachel y giro la cabeza. Me encuentro con los ojos azules llenos de dolor y desesperación de Hanna.

Está ahí de pie jadeante y casi sin aliento, parece que se ha pegado la carrera de su vida.

—Está estable—me apresuro a decir a la vez que Kitty se acerca hasta donde está la recién llegada.

Hanna toma un hondo respiro, creo que para recuperar el aliento.

—¿Pero qué ha pasado?—pregunta con la voz ronca y agrietada.

Kitty la invita a sentarse, le cuenta todo lo que ha pasado y lo que ha dicho el médico.

Hanna se lleva las manos a la cabeza y se dobla sobre sí al mismo tiempo que maldice. Cuando levanta la cabeza tiene los ojos bañados en lágrimas.

Es duro verla quebrarse de esa manera pero la entiendo.

Emily es el amor de su vida y a pesar de sus problemas nunca he visto un amor más puro que el de esas dos.

Miro a Santana y le aprieto la mano. No podría ni imaginarme que haría si fuera ella quien estuviera en esa situación.

Rachel balbucea un pequeño “lo siento”. Trato de soltarme de la mano de Santana para ir a abrazarla y decirle que esto no es su culpa pero Quinn se me adelanta, rápidamente la envuelve entre sus brazos y murmura frases de consuelo mientras que ella solloza sobre su pecho.

Todas nos acomodamos en la sala de espera que empieza a hacerse pequeña.





Hanna se levanta, camina de aquí para allá y viceversa, vuelve a sentarse.

El tiempo parece andar más lento.

A las tres y quince de la mañana entra una enfermera para informarnos que podemos pasar a verla.

Hanna se levanta a toda prisa y la sigue.

—Deberías ir a casa para que descanses.

—No me pienso mover de aquí hasta que no vea a Em—le respondo a Santana.

Su mirada se contrae pero no insiste.



Una hora más tarde Hanna sale para darnos noticias, todo sigue igual pero le agradecemos mucho que se haya tomado la molestia.

Le pido que me deje verla aunque sea diez minutos y este asiente.

Cuando entro a la habitación, mi amiga yace en medio de la cama cubierta con una manta blanca, sobre la cual reposa la mano en que tiene el suero. Su cabeza está cubierta por un vendaje blanco.

El silencio de la habitación solo es interrumpido por el sonido que emite una máquina.

Me acerco con pasos cautos. Está tan quieta que me da miedo tocarla. Se ve más pálida y tiene algunos moretones que empiezan a formarse en su rostro pero no parece estar sufriendo o por lo menos tengo la esperanza de que así sea.

Me quedo ahí parada unos minutos en silencio escuchando el bip del monitor cardíaco, deseando con todas mis fuerzas que abra sus ojos negros y me diga algo, cualquier cosa, pero algo.

Tomo delicadamente su mano y la sostengo entre las mías, a pesar que ella y yo no compartimos la misma religión, cierro los ojos y rezo un padre nuestro ya que es la única oración que conozco.

Al terminar con los ojos llorosos le digo:

—Eres una mujer fuerte con un gran futuro por delante, no sé dónde estás pero te pido que regreses—se me quiebra la voz y trago el nudo de la garganta para poder seguir—, Quiero que te levantes y empieces a preparar esa boda que tanto mereces y espero que lo hagas pronto, antes que se me empiece a notar la barriga y ya no pueda hacer la danza del vientre que tanto te has empeñado en enseñarme.

Una sonrisa triste se me dibuja en los labios al recordar esos momentos que entre risas compartimos cuando trataba de enseñarnos a mover la cadera como las mujeres orientales.

No sé si me escucha pero espero con todas mis fuerzas que lo haga.

—Nos conocimos de una forma loca, hemos compartido muchas cosas desde entonces y todavía nos queda muchas más por hacer, así que levanta ese lindo trasero oriental de ahí y regresa con nosotros—le exijo con la voz endurecida esperando una reacción de su parte pero no se mueve.

Me paso las manos para limpiar las lágrimas.



Quince minutos más tarde salgo del cuarto arrastrando los pies y con una opresión en el pecho que me cuesta respirar.

Llego a la sala de espera y Santana inmediatamente viene a mi encuentro, me toma la mano y me deposita un suave beso en ella.

—¿Estás bien?

Niego con la cabeza porque no quiero llorar. Estoy harta de hacerlo.

Últimamente parece que mi vida se ha reducido a eso. Nada sale como lo planeo, nada sale como lo quiero.

Hace unas horas estábamos hablando del futuro, riéndonos, haciendo planes y ahora esto.

No entiendo por qué pasan estas cosas.

Santana tira de mí, me abraza y me acaricia la espalda.

—Deberías descansar, todo esto no te hace bien.

Niego contra su pecho.

—Britt por favor.

—Santana tiene razón Britt—dice Kitty.

—No—mi respuesta es radical.

Los brazos de Santana se tensan a mi alrededor pero no me presiona y se lo agradezco.

No me pienso mover.

No hasta que ella abra los ojos.


—Yo quisiera quedarme pero son pasada las cinco, tengo que ir a mi casa para bañarme y cambiarme de ropa antes de ir al trabajo—dice Marley con pesar.

Se pasa la mano por el pelo y mira a Kitty como pidiéndole disculpas con la mirada.

Cada día me doy cuenta que le cuesta disimular más su interés por ella. Espero que mi amiga reaccione antes que sea demasiado tarde.

—Más tarde te llamo para ver que noticias hay y en cuanto pueda regreso.

Kitty asiente en su dirección.

—Rachel, si quieres te puedo llevar, me imagino que tu mamá debe estar muy preocupada.

—No, yo también me quiero quedar, además ya hablé con mami y sabe que estoy bien.

Marley asiente, se despide de todos y nos deja.

Santana me lleva de la mano hasta uno de los asientos y se acomoda a mi lado. Una vez sentados, pasa su mano sobre mi hombro y me acomoda bajo su regazo.

Pienso que debo llamar a mi hermano a primera hora para contarle lo sucedido y decirle que no me voy. También tengo que llamar a mi mamá para que ya no vaya a buscarme al aeropuerto.

Sé que la noticia la pondrá doblemente triste, ella quiere a estas mujeres tanto como yo.




A las siete de la mañana Hanna entra en la sala de espera completamente abatida.

Me parece raro verla tan vulnerable. Con su mirada penetrante siempre me pareció una mujer en apariencia dura, intimidante pero con un corazón de oro.

Creo que Emily es la única persona que derrumba sus barreras, es algo así como su kriptonita.

Por ella ha aceptado vivir en unión libre a pesar que su religión no se lo permite, se ha enfrentado a sus padres quienes son personas muy apegadas a sus costumbres, siempre han pensado que no es la mujer adecuada para su hija por no una mujer tradicional.

Emily sale de fiesta, bebe, no va todos los domingos a la iglesia y según lo que nos ha contado Emily, ellos piensan que es una pecadora, inmoral.

Hanna nos mira con sus ojos llenos de preocupación.

—Chicas les agradezco que se hayan quedado pero aquí no están haciendo nada. Mejor váyanse a su casa a descansar, les prometo que desde que haya alguna novedad les aviso.

Santana me mira esperanzado, sé lo que piensa.

Miro a Rachel que está medio dormida encima del hombro de Quinn. Seguro los calmantes están haciendo efecto y le vendría bien descansar.

—Está bien —digo y Santana suspira aliviada.

Me levanto de la silla y todas imitan mi gesto.

—Por favor no dejes de llamarme, de todos modos voy a regresar en la tarde.

—Te lo prometo —me responde Hanna.

Le doy un rápido beso en la mejilla, esta se despide de las chicas y se va de regreso a la habitación.

—Yo tengo que llevar a Quinn a su hotel pero no quiero dejarte—me dice Santana con el ceño fruncido, algo agobiada.

—Puedes quedarte con ella, yo llevaré a Rachel a casa y luego a tu amiga al hotel.

—No, tú también estás cansada y afectada por toda esta situación—le responde Santana—, Voy a llevar a Quinn hasta la ciudad y si me lo permites regresaré para quedarme con Britt.

—No, te ves cansada—intervengo con mucho pesar porque la verdad me gustaría tenerla a mi lado en estos momentos pero de nada sirve que maneje media hora hasta la ciudad y que conduzca de nuevo para atrás agotada, poniendo en riesgo su vida. Con un accidente me basta—, Por qué no te vas y nos vemos más tarde, después que hayas dormido un poco.

Su amiga se acerca a nosotras y dice:

—San, si quieres y me pones la dirección en el GPS puedo llevar a la señorita a su casa, después me voy al hotel, duermo un poco, te llamo más tarde para ver qué hacemos y dónde nos juntamos. ¿Qué te parece?

Santana estudia su propuesta por unos segundos, creo que se debate entre dejar que su amiga maneje solo por una ciudad que no conoce o separarse de mí.

—Está bien.


No conozco a Quinn pero de entrada me cae bien y le agradezco su gesto porque hoy más que nunca necesito a Santana conmigo.

Capitulo 23

A llegar al departamento de Kitty intenté por todos los medios que Brittany durmiera o comiera un poco pero mis esfuerzos fueron en vano, se dio una ducha rápida y se recostó en la cama.

Entiendo que todo lo de su amiga la tenga alterada, pero estoy preocupada.

Ella dice que está bien pero no creo que tanta tensión sea buena para su embarazo.

Su viaje ni se lo mencioné, la conozco tanto que estoy segura que no habrá poder humano que la haga coger un avión en estos momentos, lo que significa que tengo que acelerar mis planes.

Aproveché que Brittany llamó a su mamá para contarle lo sucedido y me presenté con la señora formalmente como el mamá del bebé, le comenté mis intenciones para con su hija.

Al principio estaba un poco recia por mi situación pero después de explicarle cómo están las cosas y lo mucho que amo a su hija, se lo tomó con más calma y nos concedió su bendición.

Confieso que me siento más tranquila sabiendo que contamos con su apoyo ya que para Brittany es muy importante la opinión de su mamá.



A la una de la tarde mi Britt-Britt llamó a Hanna por tercera vez desde que llegamos a casa para obtener noticias y a pesar que este le dijo que nada había cambiado, ella insistió en regresar al hospital.

Quise negarme en traerla pero estaba tan angustiada que sería peor si se queda en casa por lo que aún en contra de mi voluntad terminé cediendo.

Tengo cosas que hacer en la oficina, como llamar al Licenciado Matt y saber si por fin se nos concedió el permiso para empezar el proyecto pero no quiero alejarme de ella.

Necesito estar presente por si se le ofrece algo.

¡Dios!

Desde que me enteré que me iba a dar un hijo, vivo con el miedo constante de que algo malo le pase.

Que se repita la historia.

Quisiera encerrarla en una habitación y atarla a una cama hasta que el bebé nazca.

—Cariño, ¿por qué mejor no te sientas?

Tiene más de quince minutos yendo y viniendo con pequeños pasos de una esquina a otra en la sala de espera.

Está tan inquieta que ha logrado contagiarme su nerviosismo.

—No entiendo porque no termina de despertarse aun si el médico dijo que la operación fue todo un éxito —se queja sin detener sus pasos.

—Britt caminar de un lado para otro no va a hacer que Emily se despierte más rápido—apenas digo esas palabras ella me fulmina con la mirada y yo quisiera golpearme a mí misma por parecer tan insensible.

No es que no me importe su amiga pero ahora mismo todo lo que me interesa es ella.

El doctor le dijo que evitara toda situación de estrés y desde que ocurrió el accidente no solo no ha descansado, sino que ni siquiera ha querido comer algo y eso me saca de mis casillas.

—Britt-Britt lo que quiero decir es que debes serenarte—digo suavizando la voz. Me acerco hasta donde está, pongo mis manos sobre su hombro y la empujo suavemente hasta el asiento más cercano—, Siéntate por favor, no voy a insistir más para que comas porque no quiero presionarte pero por lo menos trata de calmarte. Piensa en tu embarazo.

Sus ojos azules me atraviesan hasta que finalmente toma un hondo respiro y decide hacerle caso a mi súplica.

Mi teléfono vibra en el bolsillo. Lo saco y miro la pantalla.

—¡Aló!

—¿Cómo sigue la muchacha?

—Igual—respondo e inmediatamente Brittany me mira con curiosidad.

Me alejo unos pasos y bajo un poco la voz.

No quiero preocuparla más.

—, Los médicos dicen que las próximas horas son cruciales.

—Es una pena—replica mi hermana—, Espero y se recupere pronto.

Suspiro.

—Yo también.

De verdad espero que su amiga se recupere pronto porque si no lo hace, Brittany no lo va a soportar y me muero si algo le llegara a pasar a ella o al bebé.

—Siento tener que molestarte en un momento como este pero te llamo porque Alfonso se acaba de presentar en mi casa.

Un escalofrío me atraviesa.

¿Qué diablos hace mi papá aquí?

—¿A qué ha venido?—le pregunto al mismo tiempo que como el que no quiere la cosa me alejo un poco más.

—Bueno ni modo que a verme a mí, ya sabes que no me soporta—replica mi hermana con sorna.

Resoplo a la vez que con la mano libre me froto los ojos.

Eso no presagia nada bueno y más si se tomó la molestia de venir hasta la casa de Bree.

Miro en dirección de Brittany y mis ojos viajan involuntariamente a su vientre plano y pienso en ese hijo que aún no ha nacido y que ya amo con toda mi alma.

Desde que me enteré que sería mamá vivo petrificada ante la duda de no saber qué tipo de mamá seré, no tengo idea si voy a ser una buena o no, pero si de algo estoy segura es que no quiero ser como mi papá.

—Dile que me espere.

—Está bien pero date prisa que ya sabes que me pone de los nervios.

—De acuerdo. Trataré de no tardar mucho.

Cuelgo mi teléfono, lo guardo otra vez y me quedo ahí parada unos segundos mirando a la persona que me ha dado las fuerzas para cambiar mi vida, la única que me arranca sonrisa sin ni siquiera saberlo o proponérselo y ahora me va a dar el regalo más grande que le puedan dar a una persona.

Un hijo.

Camino de regreso a su lado y me agacho en frente de ella.

—¿Tienes que irte?

—Sí.

—¿Algún problema en la oficina?—me pregunta con cautela y me mata ver el miedo aparecer en sus ojos.

—No.

Ella asiente al mismo tiempo que se muerde el labio. Brittany retira la mirada de mis ojos y la pierde por encima de mi hombro.

Su cabeza parece trabajar a mil por hora.

—Mi papá está en casa de Bree y quiere hablar conmigo—le aclaro porque no quiero que haya dudas ni malos entendidos entre nosotras y tampoco que se agobie más de lo que está, pensando en cosas que no son.

Mis palabras ganan su atención nuevamente y me mira detenidamente sin ocultar su sorpresa y creo que hasta preocupación.

—¿Y qué quiere?

—No lo sé. Debo hablar con él pero no quiero dejarte sola.

—No te preocupes Kitty no debe tardar en llegar y Rach me envió un mensaje diciendo que está de camino.

—De acuerdo. En cuanto lleguen pediré un taxi, luego tengo que pasar por la oficina pero regresaré tan pronto como termine.

Ella asiente y yo le acaricio la mejilla.

Quisiera borrar esas arrugas de preocupación que tiñen su rostro.

Aunque no diga nada sé que mi situación y el hecho que Elaine todavía esté en la ciudad la mortifican.

—Ven aquí—le digo en el momento que tiro de su mano invitándola a levantarse, una vez de pie tomo asiento y la acuno sobre mi regazo.

Ella se acomoda entre mis brazos y coloca su cabeza contra mi pecho.

—, Todo va a salir bien. Te lo prometo.

Nos quedamos en esa posición durante un rato envueltos en un cómodo silencio solo acompañado por nuestras repetidas respiraciones.

—¿Alguna novedad?—pregunta Rachel al entrar en la sala, vestida con unos vaqueros, una camisa roja de cuadro cubierta con una ligera chaqueta negra que mantiene abierta.

Al igual que Brittany tiene cara de no haber descansado nada.

—Ninguna—le responde mi mujer al mismo tiempo que se levanta de mis piernas y camina a su encuentro.

Le da un rápido abrazo, la estudia y con la frente arrugada le dice:

—Deberías estar descansando.

—Al igual que tú.

Mi Britt-Britt hace un amago de sonrisa.

Me levanto para ir a saludar a Rachel pero me distraigo al ver aparecer a mi amiga justo detrás de ella.

—¿Y tú qué haces aquí? —le pregunto a Quinn.

—Me ha traído.

Si ya estaba sorprendida, la respuesta de Rachel me deja boquiabierta.

Quinn nunca ha sido tan servicial y mucho menos con alguien que no conoce.

Entiendo que a noche se haya quedado ya que estábamos juntas en el momento que recibí la notica pero que regresara tan rápido, sin descansar y sin tener ningún compromiso moral con Emily o cualquiera de las chicas.

Me quedo perpleja.

—¿Ah, si? —digo a la vez que le lanzo a mi amiga una mirada suspicaz pero este se queda impasible—, Bueno me alegro de verte porque necesito el auto.

Quinn asiente y se mete la mano en el bolsillo de su pantalón, me lanza las llaves y yo las atrapo en el aire.

Le doy un beso casto a mi Britt-Britt y me despido de Rachel. Salgo de la sala y me detengo al ver que Quinn no me sigue.

—¿No vienes?

—Si no te importa prefiero quedarme por si se ofrece algo.

Primero pasa a buscarla y ahora esto.

¡Interesante!

Pero no tengo tiempo de pararme a analizar. Además me quedo más tranquila sabiendo que las chicas no estarán solas, así que asiento y me voy.




Una hora más tarde llego a casa de mi hermana.

No bien he pasado la puerta cuando Bree sale corriendo a mi encuentro.

—Joder hasta que al fin llegas, te juro que estoy a eso —dice en el momento que me muestra sus dedos índice y pulgar a tan solo unos centímetros de distancias—... De pedirte que te mudes. Ese señor no solo se ha presentado en mi casa sin ser invitado o anunciado sino que ha criticado cada una de las cosas que he hecho o dicho.

—Santana hasta que por fin te dignas a aparecer, ya no soportaba un minutos más.

Mi hermana se cruza de brazos y armándose de paciencia le dice con sorna:

—Si tanto te costó soportar mi presencia, bien pudiste esperarlo en la calle.

Mi papá la atraviesa con la mirada.

Si así comienza la cosa vamos mal encaminados.

—Necesito hablar contigo en privado—dice él con la voz endurecida haciendo énfasis en la última palabra.

Bree toma un largo respiro, creo que para controlar su irritación.

—Pueden usar el antiguo despacho Nate—dice ella señalando la puerta detrás de ella con el dedo.

—Lo único bueno que te ha pasado y tuviste que arruinarlo, ¿eh?

Lanzo un suspiro de cansancio.

Mi papá no piensa cambiar nunca.

—Te jode ¿verdad? Te molesta ver que he sabido salir adelante sin tu apoyo—exclama entrecerrando los ojos y me siento mal por ella—Estoy segura que te hubiera gustado que las cosas me salieran mal y que regresa a tu casa suplicándote que me tomaras de vuelta, ¿No es así?

—Yo solo digo que si manejaste tu matrimonio de la misma forma que lo haces con tus hijos—continúa mi papá sin dar su brazo a torcer—, Entiendo porque tu marido hizo lo que hizo.

—Papá por favor—intervengo antes que las cosas degeneren más.

¡Mierda! pero es que mi papá no tiene límite.

—Déjalo—me pide mi hermana sin quitarle los ojos de encima—, Hace mucho tiempo que sus palabras dejaron de afectarme—continúa con firmeza pero a pesar de sus seguridad puedo ver la desilusión y la tristeza en su mirada—, ¿Sabes qué? Agradece que por lo menos te deje entrar en mi casa, pero no abuses porque no soy una santa. Hazme el favor y habla lo que tengas que hablar con este señor lo más pronto posible, porque no lo quiero aquí, no quiero que mis hijos estén cerca de la mala vibra que lo envuelve—termina diciendo mirando en mi dirección.

Yo asiento mientras sigo con la mirada puesta en él, incrédula. Me cuesta creer que sea tan insensible.

Tan duro con su propia hija.

—Vamos al despacho —le pido tratando de no estallar.

Pero él se queda ahí parado, con la mirada oscurecida puesta en Bree, pareciera como si fuera a sufrir una combustión espontánea.

Al cabo de unos segundos pasa por el lado de Bree y le lanza una mirada despectiva.

Nunca le va a perdonar que se haya ido de la casa. Él siempre quiso que Bree se casara con una hombre de buena familia y se convirtiera en una ama de casa abnegada que cuidara de sus hijos y esposo.

Un poco como lo es mi mamá.

Una mujer sin voz ni voto.

Pero mi hermana saco el carácter español de mi abuela y su mal genio no se lo puso fácil.

Los problemas entre ellos comenzaron desde que mi hermana cumplió los diez años y quiso hacer las mismas cosas que las niñas de su edad hacían.

Cosas sencillas como ir a dormir en casa de algunas compañeras, ya fuera por trabajo escolar o por una pijamada, o ir al cine.

Para él nunca era el momento o el lugar para una niña de su edad.

A los catorce, ella quiso hacerse un piercing en la parte de arriba de la oreja. Mi papá tampoco se lo permitió.

Bree siempre fue una niña con un espíritu libre y un poco salvaje. No le gustaba acatar órdenes.

A los quince se escapó por la ventana de su cuarto para ir a ver a un novio, cuando mi papá se enteró, su cabreo fue tan grande que hasta la tierra tembló.

La insultó, le pegó, era la primera vez que lo hacía, pero Bree nunca se lo perdonó, ese mismo verano decidió quedarse con mis abuelos y nunca volvió, desde entonces entre ambos es un punto muerto.

—¿Qué te trae por aquí?—le pregunto en el momento que cruzo la puerta del pequeño despacho.

—Tenemos que hablar —me anuncia siguiendo mis pasos.

Eso lo tengo clarísimo.

Me apoyo en el frente del escritorio, cruzo los brazos y espero a que prosiga.

—Elaine me ha llamado para decirme que le has pedido el divorcio.

—Es cierto y de una vez te digo que si viniste a convencerme de lo contrario estás perdiendo tu tiempo—le prevengo con toda la tranquilidad del mundo.

Mi papá se acerca y se detiene a pocos pasos de mí.

—¿Santana se puede saber qué es lo que ocurre contigo?—inquiere con la voz endurecida.

Sacudo la cabeza.

¿Cómo es posible que no lo entienda?

Estoy harta de tener esta misma conversación una y otra vez.

—Papá voy a ser lo más clara posible—le aviso tratando de mantener un tono de voz suave—, Y con todo el respecto que te debo te voy a pedir que dejes de meterte en mi relación con Elaine. Te lo expliqué en Miami y te lo vuelvo a decir ahora, no estoy enamorado de ella.

¡Mierda!

¿Qué tengo que hacer para que lo entienda de una buena vez?

¿Dibujárselo en un papel?

—No puede ser, ¿Qué mierda pasa contigo?

—No, ¡¿Qué es lo que pasa contigo?!—lo corto alzando la voz con exasperación al mismo tiempo que me incorporo rápidamente—, Se supone que yo soy tu hija, que deberías apoyarme.

—Eso es lo que estoy haciendo.

—¡No, no lo haces! Y lastimosamente me doy cuenta que nunca lo has hecho—le reprocho y mi voz sale más afligida de lo que pretendía mostrar—, Todos estos años he estado a tu lado, acatando cada una de tus exigencias. Cuando Bree se fue, hice todo lo que estaba en mis manos para que te sintieras feliz y no pagaras con mi mamá tu frustración por haber fracasado como papá, me dediqué a estudiar, traté de ser la mejor de las hijas, nunca tuviste una sola queja de mí. Cuando perdiste tu trabajo y en vez de buscar otro te dedicaste a beber y a pagar con el mundo tu mala suerte, nunca te dejé solo, todo lo contrario, busqué un trabajo para poder mantener la casa a la vez que seguía mis estudios. Esperaba día a día que reaccionarás, te acercaras a mí aunque fuera una sola vez y me dijeras una frase de aliento, me dieras una muestra de afecto, que me dejaras ver que te sentías orgullosa de la mujer en que me había convertido pero no—digo con toda la decepción que llevo acumulando todos estos años.

Me mira enmudecido como si no pudiera creer todo lo que he dicho, sus ojos se llenan de tormento.


Parece que mis palabras le están calando hondo.

Es como si me escuchara por primera vez.

Miro a mi alrededor y visualizo una botella de whisky.

¡Perfecto!

Es lo que necesito en estos momentos.

Me encamino hacia el mueble y me sirvo dos dedos del líquido ámbar. Me doy un pequeño trago y le doy la bienvenida al ardor que produce; eso me ayudara a bajar el nudo en mi garganta.

Me giro hacia mi viejo que sigue clavado en el mismo lugar, sus ojos miran a lo lejos como si estuviera perdido en sus pensamientos.

Apoyo el codo encima del mueble alto y continuo:

—La única vez que me miraste con un brillo en los ojos fue cuando te presenté a Elaine, era como si para ti por fin hubiera hecho algo bueno en la vida y que fuera lesbiana no importara. Porque todos sabemos que el que lo fuera te afecto, pero como lleve a alguien de la clase de Elaine, lo dejaste pasar—sacudo la cabeza con tristeza. Incrédulo.

Ahora entiendo que fui alargando mi relación con Elaine para agradar a mi papá.

Esbozo una sonrisa irónica.

—Me miraste con respeto y orgullo y me sentí feliz. Que absurdo, ¿No? Porque no me mírate así por mí, sino por ella, por lo que representa...

—Hija yo solo quise lo mejor para ti—me interrumpe con un hilo de voz.

—Lo mejor para mí hubiera sido tener un papá que no criticara cada uno de mis pasos o decisiones...—termino lo que queda en el vaso y lo pongo encima del mueble. Camino hasta donde está él y me paro a unos pocos pasos—… Que se me acercara y se interesara en mis cosas en vez de pasártela borracho cada vez que podías pero era pedirte demasiado, ¿No es así? Al igual que lo es pedirte que respetes y valores un poco más a tu hija Bree. Es la primera vez que vienes a su casa y la insultas bajo su propio techo, pero el orgullo no te deja. ¡Joder! pero si ni siquiera conoces a tus nietos, unos niños adorables que la han pasado muy mal y que lo único que buscan es un poco de afecto. Lo siento papá pero ya no más. No pienso seguir esto. No voy a seguir con Elaine solo para complacerte.

—¡Pero mírate!—casi grita recuperándose de su desconcierto—Mira la mujer en la que te has convertido.

Abro los ojos de par en par.

¿De qué carajo me está hablando?

—Si no hubiera sido por mí por mi dureza no te hubieras convertido en la mujer que eres hoy en día—prosigue sin entender una mierda de nada—, ¡Así que tan mal papá no he sido!

—¡Te equivocas!—vocifero fuera de mis casillas—Soy la mujer que soy gracias a mi, a mi trabajo y nada tiene que ver contigo

—Quizás ahora te creas muy grande pero no olvides que su papá…

—¡Joder! ¿Pero por qué no lo entiendes?—lo corto una vez más—… He trabajado duro y me he ganado cada maldito centavo con mi sudor y no pienso pasarme la vida pagando un jodido favor, ya sea para agradarte a ti o para complacer los caprichos de Elaine.

—Santana—me llama pero estoy muy molesta como para hacerle caso.

—Querías hablar, bueno ahora me vas a escuchar hasta el final. ¡No voy a seguir con ella porque estoy enamorada de otra mujer!

—¡San!

—¡Que además me va a dar un hijo!—prosigo ignorando sus palabras.

—¡¿Qué diablos fue lo que dijiste?!

Me volteó hacia la puerta y encuentro a Elaine quien sostiene el asa de su bolso con fuerza.

La sombra del horror rodea sus ojos.

¡Joder!

Lo que me faltaba.

Capitulo 24

—Es Kitty—le digo a Rachel mientras leo el mensaje de texto que me acaba de llegar al celular—, Dice que tuvo que pasar por el trabajo y por eso se ha retrasado pero que ya viene de camino.

—Quizás deberíamos decirle a Hanna que vaya un rato a casa, a cambiarse de ropa, comer algo o dormir un poco, ¿no crees?

—Sí yo también lo he pensado pero dudo mucho que quiera alejarse un segundo—le comento mientras me paseo por la sala de espera.

Me cuesta quedarme quieta.

El celaje de una persona conocida llama mi atención, pasa tan deprisa que pienso que mi imaginación me está jugando una pasada, pero no, Jesse regresa sobre sus pasos y me mira con el ceño fruncido, creo que confundido de verme aquí.

El entra en la sala. Miro a Rachel quien se pone rígida a penas lo ve.

«Qué hace ese estúpido aquí?».

Él se acerca y al ver el rostro de Rachel se sorprende. No es para menos sus moretones comienzan a cambiar de color.

—¿Qué te pasó?—le pregunta preocupado.

Me arde la sangre.

Cuando se le ocurra pasarse de la raya lo agarro a guamazos y me quito esta angustia que llevo encima con él aquí mismo.

—He tenido un accidente—le responde ella insegura y el muy sin vergüenza parece afectado por la noticia.

Da otro paso en su dirección, Rachel se acerca más a Quinn y le toma la mano.

Mi cuerpo se pone en alerta.

—¿Podemos hablar un momento?—le pide y parecer vacilar mientras se rasca el cuello.

Espero que no sea tan tonta para acceder a su petición.

—Claro—le responde.

¡Se ha vuelto loca!

No me puedo creer que sea tan bruta.

La observo y entorno los ojos.


Ella se levanta.

¡¿Pero qué hace?!

No me lo puedo creer.

Se inclina sobre Quinn quien no se ha separado de su lado desde que llegaron, pone una mano en su mejilla derecha y le da un rápido beso en los labios.

Estupefacta. Patitiesa.

Así me quedo.

Parpadeo mientras examino la reacción de Jesse quien contempla la escena sin dar crédito.

—Sino te importa cariño—continúa ella con todo el descaro de lo más melosa al romper el beso.

«¿Cariño?».

¡En serio!

Esto está de cine y Kitty que no llega. Es que si no fuera porque estamos en un hospital ya hubiera sacado mi teléfono y me habría puesto a firmar porque no me lo va a creer.

¡Qué fuerte!

Quinn quien tiene todo el aire de estar maravillada con el asunto, se pasa la lengua por el labio y su mirada verde se ilumina. Acerca sus labios a los de mi amiga, la descarada y la vuelve a besar profundizando más el beso esta vez.

Se toma su tiempo, la saborea sin pudor alguno.

—Certo che no, lo mío amore—responde Quinn después de romper el beso.

Me muero.

Juro que me muero.

«¿Qué mosca le ha picado a estas dos?».

Mi amiga que parece desconcertada, normal con semejante beso, medio se tambalea al incorporarse.

Se gira bajo la mirada de asombro de su ex y para qué negarlo, de la mía también y lo encara.

—¿Qué querías decirme?—pregunta con mucha chulería y el rostro teñido de satisfacción.

Por un momento tengo deseo de sacar los pompones y ponerme a gritar ¡Eso! Esa es mi chica. Pero es que ni Kitty lo hubiera hecho tan bien.

Descolocado. Bloqueado.

Jesse traga saliva y parpadea hasta que se recupera del asombro.

—Yo vine...—tose ligeramente para aclararse la garganta—… A ver un amigo pero me alegro de encontrarte aquí. Y-yo quisiera discúlpame contigo por lo que pasó, eres una excelente persona y una gran mujer, no fue mi intención lastimarte—prosigue con cara de perro apaleado y me da cierta pena.

Cierto, fue un desgraciado pero parece arrepentido.

—No quería jugar contigo. Las cosas se fueron dando y no supe cómo enfrentar la situación. Tuve miedo del que dirán, me escondí detrás de ti y no te lo merecías—hace una pausa y al ver que mi amiga no dice nada continúa—... En fin, solo quería decirte que lo siento y espero que encuentres a alguien—sus ojos se posan en Quinn—, Si no es que lo has hecho ya que te haga feliz—termina con una ligera sonrisa.

Creo que fue sincero.

Rachel que permanece de piedra con los brazos cruzados, asiente. Es como si sus palabras no le hicieran ni fu ni fa.

—Que estés bien—dice él cabizbajo.

Parece cambiado. Más humilde.

—Gracias—replica Rachel en el momento que Jesse da la vuelta para marcharse deteniendo así sus pasos. Él gira medio cuerpo y la observa—No estabas obligado a disculparte pero agradezco que lo hicieras.

Ahora es el turno de Jesse de asentir, luego sigue su camino y se va.

Me quedo observando a mi amiga, ansiosa por saber cuál será su próximo paso después del papelón que acaba de montar.

Ella retoma su asiento al lado de Quinn, cruza las piernas y actúa como si aquí no hubiera pasado nada.

¡Qué bellaca!

Quisiera acercarme y hacerle un montón de preguntas pero con la ojiverde aquí, es imposible.

Además que estamos aquí por Emily y no es el momento de ponerme a chismear.

Me tumbo en el asiento más cercano.

Tantas emociones han podido conmigo. No bien me he sentado cuando entra Hanna a toda prisa en la sala y Rachel, Quinn y yo nos incorporamos de un salto.

—¡Se ha despertado!—dice y sus ojos se iluminan a pesar de las ojeras que cubren su alrededor.

Casi a la carrera me encamino hacia los brazos de Hanna y le doy un fuerte abrazo.

—¿Cómo está? ¿Qué ha dicho?

Ella deshace el abrazo y con la voz cargada de cierta emoción me dice:

—No lo sé, en cuanto se ha despertado he ido por los médicos y me han pedido salir del cuarto, luego he venido a decírselo a ustedes.

Los ojos se me llenan de lágrimas a la vez que me río.

Un gran alivio se instala por todo mi ser.

Rachel viene a mi encuentro y juntas nos perdemos en un fuerte y largo abrazo lleno de significado mientras en silencio doy gracias a Dios.

No me ha abandonado.

—¿Qué pasó?—pregunta Kitty llena de pánico.

Rachel y yo la miramos y juntas les decimos.

—¡Se ha despertado!




Hora y media más tarde han pasado a Emily a una habitación más apropiada en el tercer piso.

El día no para de mejorar.

Los médicos le han hecho algunas pruebas y gracias al señor no hay secuelas.

Entre Kitty, Rachel y yo convencimos a Hanna para que fuera a descansar un poco, pobrecita no se le ha despegado ni un segundo de su lado.

—¿Cómo te sientes?—le pregunta Kitty.

—Me siento como si me hubiera pasado un camión por encima—una leve sonrisa se dibuja en sus labios. Frunce el ceño—¿Qué día es hoy?

—Miércoles por la tarde—le responde Rachel quien está medio sentada al lado derecho de la cama.

—¿Y tú qué haces aquí?—pregunta en dirección de Kitty desconcertada.

—He pedido el día libre para llevar a Brittany al aeropuerto, ¿No te acuerdas?

El doctor dijo que puede presentar algunos síntomas como mareo, vomito, dolores de cabeza, entre otros.

Inmediatamente me preocupo. Tengo miedo que pueda tener alguna secuela.

Emily cierra los ojos, creo que tratando de hacer memoria.

—Cierto —dice cuando los abre—¿Y a qué hora sale tu vuelo?

Mi preocupación aumenta pero trato de que no se me note.

—Era esta mañana—le respondo desde la parte baja de la cama. Pongo una mano sobre su pie y se lo acaricio ligeramente por encima de la cobertura azul—, Pero no pienses en eso que no pretendo ir a ningún lado—le dedico una sonrisa tranquilizadora y cuatro pares de ojos se vuelven hacia mí.

No entiendo por qué Kitty y Rachel me miran tan sorprendidas, era obvio que anularía mi viaje.

—Lo siento chicas, estoy un poco confundida.

—Es normal cariño—dice Kitty con un tono de voz suave.

—¿Y qué ha pasado mientras estaba haciéndole competencia a la bella durmiente?

Mis labios se curvan hacia arriba.

—No mucho—responde Rachel y mi sonrisa desaparece.

—¿Cómo que no mucho?—pregunto incrédula—O sea que el beso de película que te dio Quinn, no es nada.

Rachel gira la cabeza y me mira con los ojos achinados. Acusatorios.

Sí lo sé, soy una chivata, pero esto es demasiado fuerte para guardármelo.

Kitty parpadea sorprendida y por encima de la cabeza de Rachel me mira incrédula.

—¡Qué!


—Aja—confirmo al mismo tiempo que asiento con la cabeza y sonrío al recordar lo sucedido.

—No te creo.

—Bueno créetelo, solo les ha faltado meterse mano en plena sala de espera y montarse un numerito.

Kitty se carcajea.

—Cuenta mujer... cuenta.

Procedo y les narro todo con lujos y detalles bajo la mirada reprobatoria de Rachel que entre veces se tapa la cara con la mano como si no pudiera creer que ella haya sido capaz de hacer eso.

—Por favor no me hagan reír que la cabeza me va a explotar—pide Emily intentando controlar la risa.

Kitty sigue carcajeándose y Rachel se abanica con las manos.

—Mierda no puedo creer que me lo haya perdido—se lamenta Kitty.

—Tenías que haber visto la cara de Jesse. Te juro que estaba para foto.

—Vamos que solo faltaron las palomitas—prosigue Kitty. Una vez que se calma se su risa.

Kitty no le quita los ojos de encima a Rachel y con el rostro serio le dice:

—Dime una cosa, ¿Qué tal besa la espectacular ojiverde esa?

—¡Kitty! Por favor no seas indiscreta—le reprocho pero como yo también quiero saber, camino hasta donde está Rachel sentada, pongo una mano sobre su hombro y le digo—, Por favor no te cortes, saca a esta pobre mujer embarazada de pena y responde.

Kitty se ríe.

Rachel me mira con cara de agobio. Unos segundos después una sonrisa pícara se asoma a sus labios, ella trata de reprimirla pero falla estrepitosamente.

Su mirada baila entre Kitty y yo. Nosotras le devolvemos la mirada, expectantes.

Toma un hondo respiro para calmarse.

—De película—dice al fin alargando cada sílaba. De pronto para caer en cuenta de que realmente ha hecho tal locura y su agobio regresa—¡Oh por Dios! Debe pensar que soy una fresca ofrecida.

—Yo que tú estuviera tranquila porque ella parecía de lo más a gusto.

Kitty se parte de la risa, yo no puedo más y termino uniéndome a ella.

Es bueno reír otra vez. Pero sobre todo es bueno porque estamos las cuatros juntas.




Media hora más tarde entre risas, confesiones y decisiones, Emily está agotada, por lo que decidimos marcharnos y dejarla descansar.

En el camino a casa, le envío un mensaje a Santana contándole la buena noticia.

Me respondió un rápido:


“Me alegro mucho, te veo luego”.


No bien he leído el mensaje que mi buen humor de hace unos segundos desaparece y toda la tensión y preocupación regresa.

Capitulo 25

Al día siguiente Santana me cuenta lo sucedido con su papá.

Se ve triste y apagada, me siento mal por ella; sé que la quiere mucho y no debió ser fácil enfrentarlo.



En el transcurso del día la noto ansiosa y preocupada, pienso que es por lo de su papá y decido no presionarla.



Kitty regresó al trabajo y Rachel por fin decidió descansar un poco antes de retomar sus clases.


En la tarde voy a visitar a Emily con Santana quien no me deja ni a sol ni a sombra.

No es que me queje pero sabiendo la cantidad de trabajo que debe tener me parece raro que pase tanto tiempo fuera de la oficina.



Otra vez en casa después de ver a Emily; estoy feliz porque pese a los golpes y el dolor de cabeza tiene mejor semblante.

Los médicos la dejaran en observación y si todo va bien le darán el alta en una semana.

El cansancio y el estrés acumulado en los últimos días comienzan a pasarme  factura y estoy muy fatigada.

Santana sigue taciturna.

Está parada mirando por la ventana con la vista perdida a lo lejos, lleva más de quince minutos en la misma posición.

Su actitud me pone de los nervios.

La curiosidad puede conmigo.

—¿Qué te pasa?—le pregunto pero ella no se mueve—¡San!—medio grito.

Eso hace que regrese de nuevo a la tierra. Voltea medio cuerpo y con su mirada confundida me pregunta:

—¿Me decías?

—Te hice una pregunta.


—Lo siento. No te escuché.

Suspiro.

No tengo ni la más remota idea de qué lo puede tener tan distraída. Han pasado muchas cosas en poco tiempo y últimamente a pesar de estar cerca, es como si estuviéramos a millas de distancia, siempre hay algo en medio.

Coloco el vaso de agua que tengo en las manos sobre la mesa del comedor y me acerco a ella. Deslizo las manos por la tela arrugada de su camisa blanca por encima del pecho.

—Quiero saber qué te sucede—le digo en un tono suave a la vez que busco su mirada.

Ella lanza un suspiro de agotamiento y yo resoplo. Es lo que suele hacer cuando no me quiere decir las cosas.

—Nada—responde y yo me cabreo.

¡Qué mierda!

¡Estoy harta!

—¿Sabes qué? Estoy hasta la coronilla de tus evasivas, dices que soy la mujer más importante en tu vida pero sigues sin contarme las cosas. Es más que obvio que algo te pasa y me molesta que no confíes en mí lo suficiente como para decírmelo—le digo dolida.

Trato de alejarme pero ella me agarra por la muñeca.

—Britt-Britt... por favor—me pide. Reafirma su agarre y da un paso en mi dirección. Con su otra mano me levanta el mentón y con una mirada penetrante me dice con mucha firmeza—, Te confiaría mi vida si fuera necesario.

—¿Y entonces?

El miedo a que me pueda estar ocultando algo que vuelva a separarnos, me carcome por dentro.

—No quiero preocuparte. Eso es todo.

—¡Por Dios!—me desespero—No soy de azúcar, no voy a derretirme porque me cuentes las cosas. Tienes que aprender a hablar conmigo porque no voy a ser solo la mujer con la que compartas tu cama o los buenos momentos. Quiero ayudarte, que confíes en mí y que juntas tomémonos decisiones, no sé qué clase de relación llevabas con Elaine pero conmigo funciona de esa forma, o te puedo asegurar que no tendremos ningún futuro.

Santana busca mi boca con la suya. Sus labios son tentadores y estoy ansiosa por devorar esa boca que tanto me fascina pero no me muevo.

Si de verdad lo vamos a intentar otra vez tiene que empezar a hablar conmigo de todo, no solo lo que ella estime necesario.

Sigue explorando mis labios pero al ver que no correspondo se detiene.

—De acuerdo—claudica al fin con resignación.

Entre laza sus dedos con los míos y me lleva hasta el sofá; se sienta y luego me acomoda sobre sus piernas.

Yo entorno los ojos. No entiendo a qué viene tanto misterio.

—Hace años cuando empecé mi relación con Elaine—escucho su nombre y me pongo rígida—, A los dos meses para ser exactas ella quería tener un bebé y ser ella la que se embarazada primero e insistió mucho en eso y se sometió a un tratamiento con mis óvulos—prosigue y aunque trata que no se note, no me pasa desapercibida cierta aflicción en su voz—, Cuando me lo contó me sentí desconcertada, no estaba preparada, ni segura de querer pasar mi vida junto a ella—respira profundo—Pero ella insistió mucho y dijo cosas y lo intentamos…Es decir, la pasábamos bien pero en ese momento, pero como sé que esos tratamientos no siempre resultan bien la primera vez le di mi aprobación. Ella quedo embarazada—se queda callada unos segundos—Cuando me entere y vi que todo estaba pasando era me di cuenta que no era lo que quería y se lo dije.

¡Mierda!

Eso no me lo esperaba.

Conmigo fue un “accidente” y está más que feliz.

Santana me agarra la mano, las suyas están frías, o puede que sean las mías. Me he quedado más rígida aun.

Congelada en el acto.

—Sin contármelo Elaine decidió interrumpir su embarazo.

Ahogo un grito de sorpresa mientras que siento como el cuerpo de Santana entra en tensión. Involuntariamente mi mano baja hasta mi vientre y pienso en mi bebé.

—, Cuando me lo contó me dijo que no quería perderme y que por eso lo hizo—continúa con un hilo de voz.

Me giro de forma a quedar sentada de medio lado y poder mirarle la cara. La observo y veo su tormento; el horror de sus pensamientos plasmado en su rostro.

Quisiera tocarla, suavizar la arruga que ha aparecido en su frente pero por alguna razón no logro moverme.

Estoy congelada.

Quizás en el fondo, mi mente morbosa quiere conocer el final de la historia y puede que si me muevo... ella se detenga.

—Cuando me lo dijo me molesté, yo nunca le hubiera pedido algo así pero confieso...—hace una pausa. Es como si las palabras se negaran a salir—... Que me sentí aliviada de que lo hiciera.

Un escalofrío me atraviesa.

Sus palabras aunque estén cargadas de sufrimiento, me dejan pasmada.

Me siento mal, por ella, por Elaine. No debió ser fácil para ambas.

A penas tengo unas semanas de embarazo pero ya no me imaginaría una vida sin mi bebe.

—Desde entonces he vivido con este sentimiento de culpa—se ve tan triste, tan miserable.

Con cuidado acerco mi mano a su cara y con mis nudillos acaricio su rostro

—Hace año y medio descubrí que Elaine había ido a la clínica donde tenemos nuestro óvulos congelados y se estaba sometiendo a tratamientos a escondidas de mí. Cuando lo supe la enfrenté, me confesó que llevaba meses intentando quedar embarazada, pero no funcionada. Es por eso que la practicante te confundió, como Elaine iba seguido por chequeos y a someterse al tratamiento se confundieron contigo. Discutimos, me reclamó y me acusó de poder estar estéril por mi culpa, le pedí que fuéramos donde un médico pero siempre se ha rehusado. Le dije que yo podría ser la que se sometiera al tratamiento con sus óvulos, pero también se negaba.

—¿Por qué? —inquiero insegura.

—No lo sé, el hecho es que no se ha vuelto a embarazar y yo me he sentido como una mierda todos estos años. Poco a poco entre los insultos y las reclamaciones nos fuimos distanciando y llegó un momento en el que ya no puede más y tuve que alejarme.

—¿Fue cuándo te instalaste aquí?

—Sí.

—Entiendo que te sientas mal pero no puedes pasarte la vida culpándote por las decisiones que han tomado otros—le digo con empatía.

Necesito que entienda que no es su culpa.

No justifico las razones por la cuales Elaine decidió tomar esa decisión pero cada una es libre de elegir lo que crea conveniente.


Un momento.

Yo decidí tener a este niño pero nunca le he preguntado si ella desea tener hijos.

—San entiendo que este bebé no fue planeado...

—No—me corta rápidamente y un alivio se instala en mi pecho—, Ni lo pienses. Quiero este hijo contigo, quiero formar una familia. En aquel entonces tenía muchas inseguridades, mi vida estaba desordenada y aunque no estaba preparado en ese momento hubiera asumido mi papel de mamá. Es por algo que paso lo que paso y este tratamiento si funciono.

—¿Entonces por qué estás tan preocupada?

—Elaine ya sabe que estás embarazada—la miro detenidamente dejando ver la preocupación que me ha causado sus palabras—, Ella está dolida y resentida. Ha dicho un montón de cosas sin sentido y me preocupa que pueda cometer alguna locura.

Esa última frase hace que mi preocupación crezca.

Estoy asustada, no por mí sino por mi bebé.

Santana me abraza y tiemblo entre sus brazos. Acaricia mi espalda con cariño, trata de calmarme.

Nos quedamos unos instantes en silencio hasta que Santana besa mi cabeza y con mucha dulzura murmura:

—Tranquila, todo estará bien. No te lo digo para angustiarte, más bien para que estés pendiente y tengas cuidado.

Asiento un poco más tranquila, pero el susto no se me ha quitado.

Como mujer sé que cuando una está dolida es capaz de cualquier cosa y aún más sabiendo que este bebé representa lo que quiso y pudo tener con Santana pero que por un motivo u otro, no se le concedió.

—Vamos para que te recueste, necesitas descansar.

Asiento nuevamente porque es cierto estoy agotadísima.

—Te vas a quedar, ¿verdad?

—¿A dónde más podría ir?—me dice y sus labios se curvan para arriba.

No sé bien lo que me pasa pero últimamente necesito que esté a mi lado en todo momento.

Puede que tenga miedo que algo vuelva a separarnos.


Santana me acompaña al cuarto y estoy tan frita que a pesar de la angustia, a penas toco la almohada caigo rendida





Me levanto a la mañana siguiente descansada.

He dormido de un solo tirón.

Cuando abro los ojos Santana sigue aquí, me ayuda a tomar mi medicación y me ha preparado el desayuno, cuando me trae la bandeja, al percibir el olor salgo disparada para el baño y vomito lo que tengo en el estómago.

He escuchado hablar de las náuseas matutinas pero no pensé que fueran tan horribles.

Siento que me muero.

Me lavo los dientes para quitarme el sabor asqueroso y vuelvo a la cama.

Kitty ya se ha ido a trabajar y por más que le pido a Santana que haga lo mismo, dice que no me quiere dejar sola.



Me pasó todo el día en la cama, llamo al hospital para saber de Emily y me alegra el día saber que se recupera favorablemente.



Al día siguiente es más de lo mismo y no aguanto más estar encerrada.

Santana no ha vuelto al trabajo, solo ha ido donde Bree a cambiarse de ropa y en seguida se regresa para acá.

Al principio estaba de lo más encantada pero ahora la encuentro de lo más pesadita.



El fin de semana sigue con la misma actitud y me molesto, sobre todo cuando Kitty se pone de su lado.

Por suerte me distraigo un poco cuando Rachel y Quinn pasan por el departamento.

Vemos una peli, pedimos comida china y nos reímos mucho.

Compartir con Quinn me permitió conocerla un poco más y he quedado encantada.

Parece una mujeraza.

He notado ciertas miradas entre ella y Rachel pero puede que tanto encierro me haga ver cosas donde no las hay.



El lunes ya estoy hasta la coronilla de tanto encierro.

Le digo a Santana que nunca he vivido con miedo y me niego a comenzar ahora.

Debemos seguir con nuestras vidas y mirar hacia el futuro. Muy a su pesar me ha dado la razón y ha regresado al trabajo.



En la tarde voy a visitar a Emily y me muero de alegría al enterarme que han decido darle el alta antes de tiempo.

Ahora que todo está más tranquilo y que Emily ya está en su casa, Kitty se pasa el día en el trabajo, Rachel ha vuelto a sus clases y Santana viene solo en las noches, mis días se han vuelto aburridos.



Es miércoles y tengo mi cita con la ginecóloga.

Tomo el tren para ir a la consulta, cuando llego al lugar Santana ya me está  esperando en la puerta.

—Hola preciosa—dice con una gran sonrisa antes de darme un rápido beso en los labios.

Está emocionada.

Desde que le dije que nos tocaba ver al médico hoy no ha parado de sonreír como tonta.

—Buenas tardes para ti también—replico contagiándome de su entusiasmo—, ¿Hace rato que llegaste?

—No—responde rápidamente.

Achino los ojos y la miro. No me lo creo.

Sus labios se curvan en una sonrisita traviesa mientras que se rasca el cuello.

—Sí—se sincera al fin—... Estoy un poco ansiosa.

Mi sonrisa se ensancha.


Me la comería entera si pudiera.

—Vamos—propongo y entrelazo nuestros dedos.

Entramos, voy hasta el escritorio de la secretaria y le entrego mi seguro y carta de identidad.

—La doctora Holliday está con una paciente en cuanto termine les atenderá.

—Gracias —respondo.

Me siento en uno de los asientos de la pequeña sala de espera y Santana ocupa el que está a mi lado. La observo y tiene una sonrisa de lo más pretenciosa.

—¿Qué? —inquiero divertida.

—Nada, solo que me alegro saber que tu doctora es una mujer.

La miro incrédula.

No puedo creer que en el siglo XXI todavía haya personas con esa clase de pensamientos machistas.

Menos ella, como si a las ginecólogas no les pudieran gustar las mujeres.

Entorno los ojos.

—Eres una Neanderthal.

Se encoge de hombres.

—Digamos que no me agrada la idea de ver a un hombre metiéndole las manos a mi mujer.

Le doy un codazo.

—San por favor no seas bruta—me quejo tratando de parecer irritada pero divertida en el fondo—Nunca he escuchado de un médico que le meta mano a una paciente durante una consulta.

—Tú me entiendes, no me gustaría verte abierta de piernas y que un hombre vea en todo tu esplendor y gloria.

Una vez más pongo los ojos en blanco mientras niego con la cabeza divertida con el semblante de preocupación que muestra su cara.

Es como si se estuviera imaginando la situación.

—Estás loca.


—Puede —replica con un gesto serio.

No sé si reírme o darle un cocotazo.

Me cuesta creer que sea tan adorable para algunas cosas y tan bruta para otras.

En ese momento sale una señora con una enorme panza, pobrecita, pareciera como si fuera a explotar en cualquier momento.

La secretaria me hace seña para que pase y ambas nos dirigimos al pequeño despacho.

—Buenas tardes Brittany, me alegro de verte nuevamente—me saluda la doctora de unos cuarenta años.

—Buenas tardes doctora Holliday—replico en el momento que le doy un apretón de mano.

—¿Y la señorita es?

—La mamá también—replica Santana rápidamente, sacando a la superficie ese orgullo que lleva dentro.

La doctora asiente y con un gesto de la mano me pide que nos acomodemos en los dos asientos frente a su escritorio.

Una vez sentadas, la doctora Holliday baja sus lentes de vista, desacomodando unos mechones rubios que vuelve acomodar rápidamente detrás de su oreja.

Se recoloca las gafas mientras toma unos papeles de la mesa y los revisa, el cristal transparente acentúa el azul de sus ojos.

—¿Cómo te has sentido?

—A parte de las náuseas que no solo son matutinas sino a todas horas, me he sentido bien.

—No te preocupes, ya veremos qué podemos hacer con ellas.

Me muero de gusto.

Si existe algo que pueda detenerlas, yo feliz de la vida.

—¿Has vuelto a tener alguna molestia o dolor?

Rápidamente le explico lo sucedido doce días atrás y mi pasaje por el hospital.

Ella anota todo y me pide que me acomode en la camilla para hacerme una sonografía.


Me levanto de la silla y me dirijo al pequeño cuartico detrás del escaparate. Me quito los pantalones, los pantis y me subo en la camilla.

Estoy nerviosa, ya me han hecho dos sonografías: Una era para confirmar mi embarazo y otra para verificar que no había sufrido un aborto espontáneo pero esta es diferente, es para ver mi bebé y en compañía de Santana.

La doctora entra seguida de mi amor quien inmediatamente toma lugar a mi lado de la cama.

Ella apaga las luces, introduce mis datos en el monitor del ecógrafo y luego se arrastra sentada en un taburete de ruedas hasta la camilla, se pone unos guantes en látex y agarra un pequeño frasco en blanco.

—Estará un poco frío—me recuerda antes de dejar caer el líquido turquesa sobre mi vientre, luego empieza a esparcirlo por toda la barriga.

Hace una pequeña presión en el vientre bajo al mismo tiempo que se gira hacia la pantalla.

Ladeo la cabeza y le lanzo una mirada llena de amor a Santana, estoy feliz  de que esté presente.

Me agarra la mano con cariño y me devuelve la sonrisa, su mirada me arropa, me da calor.

¡Bum!

¡Bum, Bum!

Ese ruido hace que nuestras miradas se desenlacen y pongamos atención al monitor.

Una imagen en blanco y negro aparece ante nosotras.

—¿Ese es... el latido del be-bé?—pregunta Santana atropelladamente con la voz cargada de emoción.

—Sí, eso que usted ve ahí es el bebé—le explica la doctora señalando un punto en la pantalla—, Y eso que usted ve ahí es el corazón del bebé—prosigue la doctora, luego frisa la imagen y hace unas medidas.

¡Bum, Bum, Bum!

Es el ruido más bello que he escuchado en mi vida.

¡Es hermoso!

Una vida creciendo dentro de mí.

¿Cómo algo tan diminuto puede causarte una emoción tan grande en el pecho?

Siento como si el corazón se me fuera a salir por la boca.

Santana me aprieta la mano y giro la cabeza para mirarlo. Casi me quedo sin aliento al ver la cara de boba y el brillo en los ojos con los que se ha quedado mirando a nuestro tesorito.

—Todo parece estar en orden Brittany—me dice la doctora mientras lanza la impresora y una magnifica foto de mi bebé aparece ante mí—, Estás de casi diez semanas por lo que puedo decir que estarás dando a luz para mediado de noviembre.

Dios voy a tener un bebé.

¡Es increíble!

¡Es alucinante!

¡Es aterrador!

La doctora hace unas cuantas maniobras más. Se levanta, se quita los guantes y los echa en la basura, va hasta la pared y enciende la luz, regresa a mi lado y me tiende un poco de papel.

Me limpio el vientre y me incorporo con la ayuda de Santana. La doctora sale y me dice que me espera fuera mientras me acomodo la ropa.


A los cinco minutos ya vestida, nos acomodamos nuevamente en los asientos que ocupábamos anteriormente.

La doctora hace anotaciones en mi historial, después me da unas recomendaciones para las náuseas, me dice que si persisten entonces pasaremos a tomar Dramidom aunque ella no es muy partidaria de medicar al menos que sea necesario.

Programamos otra cita para dentro de quince días, según ella las citas serán frecuentes hasta que ya no haya ningún riesgo para mi embarazo.

En vista que Santana no ha querido tocarme en estos días le pregunto si puedo tener relaciones. Ella me explica que en un embarazo normal, las relaciones sexuales no hacen daño siempre y cuando se hagan con cuidado pero que en mi caso prefiere que espere por lo menos a pasar el primer trimestre.

Esa repuesta me frustra, tengo todas esas hormonas revoloteando en mi cuerpo y necesito hacerlas salir de alguna forma.

Solo puedo pensar en sexo.


Al salir de la consulta la brisa de primavera nos da la bienvenida, Santana con uno de sus trajes de ejecutiva y yo vistiendo un jean y una blusa desahogada crema.

Mi mujer me toma de la mano y entrelazo sus dedos con los míos. Caminamos por la acera en total silencio, cada uno en sus pensamientos.

En unos meses seremos mamá.

Vendrá un o una pequeñín a revolucionar nuestras vidas y a cambiarlas por siempre.

No puedo seguir donde Kitty y ahora menos con Santana que se queda todas las noches a dormir.

—San creo que debo empezar a buscar un piso.

—Estoy de acuerdo y hablando de eso, tengo una sorpresa para ti .

Capitulo 26

Al otro día estoy que me muero de la curiosidad.

Desde que Santana me dijo que me tenía una sorpresa no he parado de hacerle preguntas pero ella se niega a darme cualquier pista.

Por la mañana hago lo que puedo para mantener la mente ocupada, llamo a Emily y hablamos un buen rato, me cuenta que la policía ya agarró al muchacho que la chocó; llora durante quince minutos, entre sollozos se lamenta de haber sido tan imprudente olvidando ponerse el cinturón de seguridad.

Hablamos casi cuarenta minutos, después que se calma, le prometo que la iré a visitar pronto y cuelgo.

Las náuseas han decidido declararme la guerra y me asaltan cada vez que quieren.

Es horrible.

Por suerte después del almuerzo Santana pasa a recogerme, inmediatamente me monto en el vehículo le hago un interrogatorio al estilo CIA o peor aún, a lo MI6 pero ella no cede, solo me mira con aire divertido.

Estoy por darme por vencida en el momento que toma la A31 y reconozco el camino. La vuelvo a ametrallar de preguntas pero Santana sigue pasándosela de cine a mi costa y no me da la respuesta que quiero.


Media hora más tarde estamos entrando en mi vieja calle y mi confusión se multiplica.

No entiendo qué hacemos en mi antiguo barrio.

Santana detiene el coche, se apea, lo rodea y me abre la puerta. Me tiende la mano y se la tomo desconcertada mientras se para frente a mí, vestida en un traje de dos pieza gris, con una camisa azul cielo abierta con dos botones y la falda tubo.

Estaba tan absuelta en mis preguntas que no me había fijado en lo divina que se ve.

Tuerzo el gesto cuando mentalmente hago un repaso de lo que llevo puesto: unos leggins negros, con botas planas del mismo color y un abrigo crema con la torre Eiffel bordada en el centro.

Tomadas de la mano me lleva hasta la puerta de mi antigua casa. La veo y enseguida me entra la nostalgia de los momentos vividos. Todo luce igual, tranquilo.

Parece que los nuevos dueños no la han ocupado aún.

Estoy hecha un lío.

No entiendo por qué me trajo hasta aquí.

Muevo la cabeza y la miro extrañada, llena de curiosidad. Ella sabe lo mucho que quiero este lugar y lo que me dolió separarme de él.

Espero que tenga una buena razón o soy capaz de quitarme una bota y pégasela en la cabeza por hacerme pasar por esto.

—Sé que te preguntas qué hacemos aquí—me dice con los ojos brillosos y yo asiento—, Desde antes de irme a Miami quise hacerte una propuesta pero todo se complicó y ya no pude. Quiero hacer las cosas bien esta vez y borrar todas las lágrimas y el sufrimiento que te he causado. Creo que la mejor forma de empezar es está—se mete la mano en el bolsillo de su bléiser y saca un pequeño estuche rojo en forma de corazón con una flor dibujada en la parte de arriba.

¡Ay mi madre!

¿Qué es esto?

Me entran los nervios.

El corazón se me acelera, me late tan deprisa que siento como si se me fuera a salir del pecho.

Con las manos temblorosas tomo con cuidado el pequeño estuche en velour y lo abro. Me quedo pasmada y confundida cuando veo lo que contiene.

—Te soñé sin saberlo, te vi cuando menos me lo espera, creí amarte antes de conocerte y tuve la certeza cuando te conocí. Porque adoro cuando te ríes, cuando te enojas, porque eres divertida, inteligente, por el amor y la lealtad que demuestras para los tuyos y lo más importante, porque eres la chica de mis sueños y quiero forma una familia a tu lado. Brittany Pierce, ¿quieres compartir esta casa conmigo, acostarte y levantarte todos los días junto a mí y ser feliz el resto de nuestras vidas?

Incrédula.

Emocionada.

Ay diosito es lo más bello que alguien haya hecho por mí.

Con la llave de la que siempre fue mi casa, mi hogar, el cual pensé que había perdido para siempre y con los ojos llenos de lágrimas, me gana la emoción y me echo a llorar.

Con los ojos nublados miro a mi amor que me observa expectante. Rodeo su cuello con mis brazos y la miro directamente a los ojos.

—Sí, sí. Claro que acepto compartir esta casa y mi vida contigo—digo entre sollozos perdiendo mi cara en su nuca.

Santana envuelve sus brazos alrededor de mi espalda y me estrecha contra ella a la vez que me besa el cabello.

—Te advierto que por ahora es lo único que puedo ofrecerte ya que sigo casada y no podré divorciarme hasta dentro de tres años—me informa con la voz temblorosa.

—No importa—replico con total seguridad y es la verdad, aunque tenga que esperar mil años no me importa, es solo un papel y eso no define nuestro amor ni a nosotras—Te amo, tú me amas y para mí es suficiente.

Santana me abraza con más fuerza, luego se despega un poco de mí, toma mi rostro entre sus manos y me besa, devora mis labios con hambre, rápidamente nuestras lenguas se lanzan en un baile entre lo dulce y lo salado.

Es un beso lleno de amor en el cual sellamos nuestra unión, dejando ver lo que cada una significa para la otra.

Si de verdad existe la felicidad total… debe parecerse mucho a esto.



En el camino de regreso al departamento, Santana me cuenta que en cuanto le dije lo de la venta no lo pensó ni un segundo y decidió comprarla.

«Ahora entiendo cómo se vendió tan pronto».

Estoy más feliz que una lombriz.


Al llegar le pido a Santana que esta noche se quede en casa de Bree.

Necesito hablar con Kitty y sé de antemano que no le va a hacer gracia la noticia.



Como me imaginé a penas se lo cuento ella me dice que se alegra por mí y sé que lo hace de corazón, de la misma forma que sé que se ha puesto triste, trata de disimularlo pero la conozco.

Hablo con ella y me explica que no pensaba que me iría tan pronto, también me dice que tiene miedo que nuestra relación cambie ahora que viene el bebé y que me voy a vivir con Santana.

La quiero con locura.

Se hace la dura pero en el fondo es una blanda.

Me cuesta poquito pero al final la convenzo de que nada cambiará entre nosotras aunque tenga trillizos con Santana.




Los días van pasando y las cosas parecen ir arreglándose.

Con Santana hemos deicidio esperar que pase el primer trimestre de mi embarazo para mudarnos.

Le pedí que se quedara en casa de Bree para poder pasar más tiempo con Kitty en las noches.

Llamo a mi hermano y le cuento las últimas, si antes estaba recio en cuanto a mi relación con Santana creo que el hecho que haya comprado la casa hace que le caiga un poco mejor; no digo que lo acogió en su santo reino pero está más flexible y es un avance.



Días después me paso por donde Bree, tengo mucho que no veo a los gemelos y no quiero que piensen que paso de ellos.

Aprovecho el momento y les informo de mi situación con su tía y de mi embarazo.

Jane da saltos de alegría, hasta que cae en cuenta que ya no sería la más pequeña de la casa y hace unos cuantos pucheros.

¡Adoro a esa enana!

Su mamá y yo le explicamos que siempre será la reina de la casa y que además será prima mayor, lo cual es más importante aún, esa parte la hace sonreír y nos dice que piensa jugar con el bebé y peinarlo como a sus muñecas.

Pobre de mí chiquitín, no sabe lo que le espera con este par.

Jake se puso contento, no por el bebé sino por la idea de tener a su tía siempre cerca.

El hecho de que Santana se quede aquí significa mucho para él.


Bree me convence y me quedo a cenar con ellos, durante la comida me cuenta que se siente feliz porque Jake está más centrado y busca menos pleitos en el cole, ese notición me llena de alegría.

Jane se niega en comer verduras, en su lugar le pide a su mamá que le haga un sándwich.

Mientras se lo preparaba descubro una nueva adición y es el sándwich de mantequilla de maní con pepinillos.



En estos días Santana se ha empecinado en que debo comprar ropa premamá, no entiendo por qué, mis antiguos jeans me van igual que antes pero por más que se lo explico, ella no quiere dar su brazo a torcer.

Al final he quedado con Rachel para ir a ver algunas tiendas y comprarme ropa más adecuada para mi embarazo.

—Estaré ahí en diez minutos—me dice Rachel.

Me acabo de bajar del autobús en El Centro Hamilus.

—Rachel me dijiste que ya estabas en camino—me quejo.

—Y lo estoy.

—Eso dijiste hace diez minutos—digo entornando los ojos.

—Esta vez es cierto. Te lo prometo.

—Está bien pero apúrate—cuelgo el teléfono y resoplo.


Diez minutos más tarde Rachel todavía no ha aparecido.

—Ya me llamará cuando llegue—murmuro mientras empiezo a caminar por La Place d’armes.

Me encamino hasta el chile’s, pienso en esperarla ahí en lo que converso con mi querido Blaine y de paso me distraigo un poco con sus locuras pero al llegar me entero que él no está de turno.

A pesar de eso me siento y me pido un jugo de durazno pero pronto la mezcla de olores me revuelve el estómago y decido marcharme sin terminar el jugo.

Salgo del restaurante y empiezo a divagar por las calles mirando las vitrinas de varias tiendas mientras sufro en silencio al ver algunos modelos que no podré volverme a poner dentro de muchos meses.

Cuando doblo en la esquina y llego a la Grand-Rue, la vitrina de Zara llama mi atención, ha llegado la nueva colección de primavera, unos colores pastel me reclaman y aunque sé de sobra que no voy a comprar nada, no puedo evitarlo y termino acercándome.

Ya sé, me gusta torturarme.

Estoy babeando de admiración delante de una chaqueta de manga tres cuartas en crema con flores rosas y verdes cuando mi teléfono suena.

—Ya llegué, ¿dónde estás?

—Estoy frente a la vitrina de Zara.

—No se supone que ibas a comprar ropa de maternidad—me dice divertida.

—Lo sé pero ya me conoces, es más fuerte que yo y conservo la esperanza de volver a usarlos así sea dentro de tres años.

Rachel se carcajea de mi mísera.

—No te muevas, ya voy para allá.

Guardo el teléfono en mi cartera, al levantar la vista un reflejo en el vidrio me sobresalta.

Me giro con la esperanza de corroborar que son ideas mías y que mi imaginación me ha jugado una mala pasada.

No podía estar más equivocada.

Frente a mí está ella parada vistiendo una camisa de seda rojo vino, unos pantalones pegados al cuerpo gris y unos zapatos del mis color de este último, todo tiene pinta de ser carísimo; sosteniendo su bolso Louis Vuitton en el interior del brazo a nivel del codo con la vista clavada en mi barriga.

Su mirada es tan penetrante e insistente que todos los pelos del cuerpo se me erizan.

No dice nada, solo me mira y pasado unos segundos ya no aguanto más tanta miradera.

—¿Qué tanto me miras? ¿Y qué quieres?

«No se supone que debería estar en Italia».

¿Qué diablos hace aquí?

—Nada. Me gustaría hablar contigo—me responde Elaine muy calmada.

Mi cuerpo se pone en alerta y miro en todas las direcciones posibles.

—Oh por Dios, no seas paranoica. No te estoy siguiendo ni nada por el estilo. Solo te vi y me acerqué.

No sé por qué pero no le creo.

Puede que sí esté un poco paranoica.

—¿Qué quieres?—vuelvo a preguntar y casi gruño.

—Quiero hablarte de Santana—me responde a la vez que da un paso hacia mí.


Me irrita su presencia porque pese a su pose relajada y tranquila todo su cuerpo destila amargura y veneno.

—Lo siento pero tú y yo no tenemos nada de qué hablar—replico rápidamente y luego me echo a andar.

—Te está usando—grita a mi espalda.

Esas palabras hacen que me detenga en seco. Me giro y regreso sobre mis pasos.

—¿De qué estás hablando? —inquiero molesta.

—Como lo escuchaste, Santy te está usando. Ella solo está contigo por ese hijo que llevas dentro—me dice a la vez que señala mi barriga con un gesto de la cabeza.

Se me encoge el estómago.

Esto es impensable.

Esta mujer se ha vuelto loca.

—No eres la primera con la que me engaña.

—Eso es mentira —la corto.

—Te equivocas, ¿de verdad te creíste ese cuento que eres especial y que está enamorada de ti? No pensé que fueras tan ilusa—dice con sorna—, Eso es lo que ella hace, te enamora hasta volverte loca y después cuando se cansa simplemente se busca otra.

—No malgastes tu tiempo porque no te creo—le informo con firmeza—, ¿O ya se te olvido lo que tú misma me dijiste en el baño del bar? Porque yo lo tengo muy clarito y te puedo refrescar la memoria si así lo deseas.

—Sé lo que te dije—prosigue encogiéndose de hombros—, Pero lo dije porque no quería admitir ante ti una verdad que se viene gritando a voces, Santana es una mala mujer, es infiel, traicionera y con esos ojitos embauca a cuánta mujeres quiere.

—Y si según tú es tan mala mujer, ¿por qué te empeñas en seguir a su lado?—pregunto irritada.

—Porque en nuestra sociedad las cosas son diferentes, las mujeres somos educadas para perdonar cualquier cosa, incluso la infidelidad.

Está de atar.

Por Dios que sí.

No entiendo qué hago yo perdiendo mi tiempo con una persona así.

—Elaine mira, no sé a qué viene todo esto pero no me interesa escuchar nada más.

—Bueno peor para ti. No sé qué te habrá dicho sobre nuestro matrimonio, o sobre nuestras vidas pero te puedo asegurar que si está montando todo ese papel de mujer enamorada y arrepentida es porque sabía que estabas embarazada y Santana quiere con todas sus fuerzas ser mamá para poder redimirse.

Resoplo.

—¿Redimirse de qué?—pregunto tratando de controlar mi mal genio.

—De haberme pedido que abortara a nuestro bebé—responde con todo el cinismo.

No lo soporto.

Siento como la sangre se va calentando.

¿Cómo puede ser tan mentirosa y manipuladora?

No pienso dudar de Santana ni del amor que ella siente por mí.

Porque yo sé que me ama.

Es claro que esta mujer está más chiflada de lo que pensé.

Camino con seguridad los pocos pasos que nos separan y la miro detenidamente.

—Escucha jodida loca lo que te voy a decir porque no lo pienso repetir, no sé qué es lo que pretendes conseguir con todo esto pero estás perdiendo tu tiempo, no creo ni una sola de tus palabras—le digo con la voz endurecida—, Siento mucho que lo tuyo con ella no funcionara pero se acabó. ¿Por qué no lo captas de una maldita vez y nos dejas en paz? Ya Santana me contó todo lo que pasó contigo, me imagino que no ha de ser fácil para ti y lo lamento muchísimo pero no vengas con tus juegos baratos de mente porque conmigo no te van a funcionar. Estoy enamorada de Santana y no pienso dudar de ella, ¿te quedó claro?

Según voy pronunciando cada palabra sus ojos se van oscureciendo.

—Eres una niña estúpida—me dice con la mirada encendida por la furia.

Si las miradas mataran yo ya estaría siete pies bajo tierra.

—, ¿De verdad piensas que has ganado porque llevas ese bastardo en el vientre? Bueno estás muy equivocada porque Santana nunca me va a dejar, hay demasiadas cosas que nos unen...

—Las unían Elaine—replico alargando cada palabra—, Porque gracias a Dios ella ha entendido que no puede seguir viviendo consumida por la culpa ni seguir a tu lado por eso y yo me voy a encargar que lo recuerde cada día.

Su rostro se torna carmín. Levanta su mano derecha pero yo se la agarro antes que llegue a cachetearme. Antes que la idea se materialice en mi mente le doy yo una bofetada.

—Esta me la debías por lo del baño—no bien he terminado la frase cuando le doy otra sin importarme el lugar en el que estamos ni el numerito que estamos montando.

Mejor aún, ¿no dicen que en Luxemburgo nunca pasa nada interesante?

Bueno que se den por servidos

—Y esta es por haber obligado a San a casarse contigo aun sabiendo que ella no estaba enamorada de ti.

Elaine me lanza una mirada enfurecida, llena de veneno pero no me dejo intimidar y se la mantengo con la sangre hirviéndome en las venas.

—Britt—escucho que me llama Rachel quien no tarda en estar a mi lado—¿Y esta tipa que hace aquí? Pero, ¿¡Es que tú nunca te cansas!?—grita en dirección de Elaine quien continúa fulminándome con la mirada.

—Déjalo Rach, todo está bien. Esta señora y yo ya terminamos de hablar—rompo nuestras miradas, tomo a Rachel por el brazo y tiro de ella para echarme a andar.

Mientras nos alejamos me tiembla todo el cuerpo. En cuanto doblamos la esquina tomo un hondo respiro pero no es suficiente para calmarme.

—Rach necesito sentarme y tomar una vaso con agua.

En la primera terraza de café que encontramos nos sentamos.

Rachel no espera que la mesera venga y entra en el interior del local.


Tres minutos más tarde pone una botella de agua Cristaline en frente de mí. Me tomo media botella mientras trato de recuperarme de los nervios.

—Deberías llamar a San—me propone.

—No—me apresuro a replicar—, Eso es lo que ella quiere y no le voy a dar el gusto. San tiene muchas cosas pendientes en la oficina y no quiero que se preocupe por mí. Ya está pesadito con eso de mi embarazo y si encima le cuento esto, no quiero saber cómo se va a poner. Me va a querer encerrar en casa y no pienso vivir así.

Mi amiga asiente.


—¿Quieres ir de compras o prefieres regresar a casa?

—La verdad es que se me quitó el deseo, mejor vámonos y lo dejamos para otro día.

Capitulo 27

—Muchas gracias nuevamente licenciado Matt, me acaba de alegrar el día. Nos estamos comunicando más adelante—digo antes de colgar el teléfono.

Joder, tantos meses de espera y por fin tenemos una respuesta.

Binnn... Binnn…

—Dime Mercedes—le digo a mi secretaria al pulsar el botón del intercomunicador.

—Tengo al señor Flanagan en línea y me pregunta por la señorita Brittany.

Doy un hondo respiro.

—Pásamelo por favor.

«¿Y ahora qué quiere el zoquete este?».

—Hola Rory—lo saludo de forma neutral.

Ni siquiera me tomo la molestia de descolgar el teléfono y sigo hablando por el alta voz.

—¿Cómo está tu papá?

—Bien. Muchas gracias.

—¿En qué puedo ayudarte?

El muy idiota hace una pausa. Posiblemente escogiendo sus próximas palabras y más le vale que así sea.

—Es-este deseaba hablar con Brittany.

Eso ya lo tenía claro.

—Lo siento Rory pero mi mujer está delicada, el doctor le ha mandado reposo por lo que no está trabajando—le informo y una sonrisa de satisfacción se cuela en mis labios.

Mi respuesta lo sorprende y lo hace tartamudear.

¡Genial!

Es la reacción que esperaba.

—Lo siento. No lo sabía.
No sé si se disculpa por el hecho que sea mi mujer o porque esté delicada.

—Tranquilo no es nada de cuidado. En cuanto el bebé nazca estará mejor y podrá volver al trabajo—añado para agregarle más sal a la herida.

Sé que me estoy comportando como una cabronaza y que no estoy siendo nada profesional sin embargo no me importa, si con eso puedo quitármelo de encima y entiende de una maldita vez que Brittany no está disponible y ya no tendré ganas de partirle la cara cada vez que se quede babeando detrás del culo de mi mujer; me doy por bien servido.

—¡Vaya!—exclama sorprendido y estoy segura que su cara debe valer un millón de dólares en este momento—, No sabía que iban a ser madres. ¡Enhorabuena!—me felicita e incluso a través del teléfono puedo escuchar la falsedad de sus palabras y la decepción de su voz.

—Muchas gracias. Pese que su embarazo es reciente estamos ansiosas esperando su llegada.

—Me imagino. Bueno felicita a Brittany de mi parte.

—Cuenta con ello—«Ni de coña»—Ya sabes cualquier asunto que tengas que tratar, no dudes en llamarme, yo estaré más que encantada de ayudarte personalmente.

—Claro—dice todavía noqueado por la noticia—, Muchas gracias. Que tengas un buen día y felicidades nuevamente.

Termino la llamada con una sonrisa de lo más arrogante.

Sé que no estuvo bien lo que hice pero no me arrepiento. Cuando se trata de Brittany no pienso con claridad.

Tecleo algo en mi pc cuando entra mi amiga sin llamar a la puerta, algo que ya es costumbre en ella y se deja caer en uno de los sillones en frente de mi escritorio.

—¿Estás muy ocupada?—me pregunta.

—No, solo estoy poniendo algunas cosas en su lugar—digo y mis labios se curvan hacia arriba al recordar la llamada de hace un momento.

Me levanto de mi sillón de ejecutivo y me encamino hasta el archivero

—Te noto de muy buen humor, ¿acaso ya has vuelto a follar?

—Eres una cabrona—le digo a la idiota de mi amiga—, No todas necesitamos coger como conejos para sentirnos feliz en una relación.

—¿Ah, no?

—No. Eso solo funciona contigo porque eres una pervertida que solo piensa en sexo.

Mi socia sonríe a la vez que se encoge de hombros dándose ella misma por imposible.

—A ver, cuéntame qué te tiene tan de buen humor entonces.

—Me acaba de llamar el licenciado Matt para informarme que por fin nos han concedido el permiso de construcción—le comunico mientras busco entre unas carpetas.

—Joder, eso sí es una gran noticia.

—Exacto. Las cosas con Britt no podrían estar mejor, acabo de poner un idiota en su lugar, el sol brilla, los pajaritos cantan... ¿por qué no debería estar contenta?

Mi amiga lanza un silbido de admiración.

Por fin le hecho manos a los papeles que necesito y regreso a mi mesa.

—Te invito a comer para celebrar.

Levanto la cabeza de unas tablas y observo a Quinn con semblante divertido.

—¿Y a dónde me vas a invitar?

—No lo sé. A cualquier parte.

—Brittany y Rachel están en el centro si quieres la llamo y les pido que se nos unan, ¿qué te parece?

Mi socia hace como si lo pensara unos segundos. No sé por qué ya que ambas sabemos su respuesta de antemano.

En estos últimos días siempre termina según sus propias palabras “por pura casualidad” en el café de la mamá de Rachel y eso que el Loft está a quince minutos en coche desde aquí, sin mencionar el hecho que hay una decena de cafés entre ambos lugares.

—Por mí está bien—dice al cabo de unos segundos.

Podría quedarme con esa repuesta pero me encanta torturarla.

—Aunque ahora que lo recuerdo Britt me dijo que habían quedado con Blaine así que lo más probable...—digo a la vez que confirmo la hora en la pantalla de la laptop—... Es que ya hayan comido.

Quinn se queda en una sola pieza ante mis palabras y con rostro serio me pregunta:

—¿Blaine?¿Y quién mierda es ese?

Blaine ese amigo gay con el cual mi Britt-Britt intentó ponerme celosa y vaya que lo consiguió.

Estuve a punto de tirar la mesa al suelo y pegarle una paliza por estar toqueteándola por todas partes.

—Un amigo de las chicas—respondo tratando de reprimir una sonrisa.

—¿Y no se supone que iban a comprar ropa de maternidad?

Me sorprende que posea ese dato. Lo que me confirma que habla muy a menudo con Rachel y que le gusta mucho.

—¿Qué clase de hombre sale a comprar ropa premamá con dos mujeres cuando ninguna de ellas es mujer suya o sin ser el papá del bebé?—continúa irritada.

—Uno que es bastante gay—le confieso al fin divertida con la situación para sacarla de su miseria.

Quinn entiende finalmente lo que he hecho y que ha reaccionado exactamente como yo esperaba que lo hiciera.

—Eres una maldita bastarda, S—me dice en el momento que se desploma en el asiento con aire serio pero después termina sonriendo.

Llamo a mi mujer y mi amiga por más que trata de parecer impasible, no logra ocultar la decepción cuando le informo que las chicas han pospuesto las compras para otro día dado que Brittany no se sentía bien.

—¿De verdad te gusta Rachel?—le pregunto al cabo de un rato cuando veo que se ha quedado seria perdida en sus pensamientos.

—Ya me conoces, me gustan las mujeres pero en mis años de conquistadora ninguna se me había lanzado como lo hizo ella. Te juro que me sorprendió.

—Sí, Britt me contó lo sucedido pero sabes que ese tipo era su ex y lo más seguro es que lo hizo para darle celos.

—Bueno con tal de que me vuelva a besar, estoy dispuesta a que experimente conmigo todo lo que quiera—me dice divertida—, Te puedo asegurar que no pondré ninguna resistencia.

Me río.


Al final decidimos comer algo cerca de la oficina y luego vamos a la reunión que tenemos pautada con el gerente del banco.



El meeting termina y en vez de regresar a la empresa me voy a ver a mi Britt-Britt.

No me gusta saber que se sintió mal.



Media hora más tarde llego al departamento.

Por suerte desde el accidente de Emily, Kitty ya no me ve como una amenaza y me permite venir cada vez que quiero. Aun así espero que nos mudemos pronto.

No veo la hora de tenerla sola para mí todo el jodido día.

—Hola—saludo a Rachel en el momento que me abre la puerta.

—Hola—me responde a la vez que me da dos besos en la mejilla.

Ella también ha disminuido su hostilidad hacia mí. Al parecer ha entendido que estoy loca por Brittany, que no me voy a ir a ningún lado sin ella. Y que lo único que quiero es amarla y hacerla feliz.

—¿Cómo sigue?—le pregunto una vez en el salón.

—Mejor. Ahora está recostada—me informa al mismo tiempo que se dirige a la mesita que está en el centro de los muebles—Me alegro que vinieras, tengo que pasar por la biblioteca pero no quería dejarla sola.

—Tú ve tranquila. Yo me quedo con ella hasta que llegue Kitty.

—Gracias—me dice y luego recoge unos libros esparcidos por la pequeña mesa y entra todo en su bolso—Dile que la llamo luego, ¿vale?

Asiento y ella se va.

Entro en el cuarto de Brittany y está recostada en el medio de la cama en posición fetal.

Me preocupa que esté en esa posición porque tenga frío. Me acerco, tomo una cobertura y la arropo.

«Pobrecita las náuseas no se la están poniendo fácil».

Me inclino un poco sobre ella y le doy un ligero beso en el cabello. Brittany se remueve bajo mi contacto y abre los ojos.

—Hola —me saluda adormilada.

—Hola dormilona—le dedico una pequeña sonrisa.

Todavía está delgada y un poco pálida por los malestares pero me sigue pareciendo la mujer más bella del planeta.

—¿Hace rato que llegaste?

—No.

Me siento a su lado y la coloco entre mis brazos, su cabeza contra mi pecho. Apoyo mi mentón sobre su pelo e inmediatamente el olor a durazno inunda mis fosas nasales.

Me encanta su shampoo. Cada vez que lo huelo, sé que he llegado a casa.

—¿Cómo estuvo tu día? —me pregunta.

—Perfectamente. ¿Y el tuyo?

Brittany se queda callada unos segundos a la vez que su cuerpo se pone rígido.

—Bien—responde con un hilo de voz.

Me despego un poco, levanto su cabeza con suavidad y busco su mirada.

—Ya verás que las náuseas pronto pasarán y te sentirás mejor.

Asiente.

Me cierno sobre ella y le doy un ligero beso. Trato de separarme, pero ella parece tener otros planes en mente. Lleva su mano hasta mi nuca y profundiza el beso. Sus labios como siempre son dulces, tiernos.

Me hacen sentir que he llegado donde pertenezco.

Desde la primera vez que la besé y probé su sabor supe que serían mi perdición.

Continuamos besándonos; ella deseosa, entregada. Yo cautelosa, pero ella pide más.

—Britt-Britt...—le digo al romper el beso—… No podemos. Todavía no.

—San por favor—me suplica con sus ojos llenos de excitación.

—Amor debemos esperar...

—Por favor—me corta. Joder, nada me cuesta más que resistirme a ella—¿Cuánto tiempo hace que no me tocas?

—Demasiado—replico rápidamente.

Bien podría decirle la cantidad de días, ya que me los sé de memoria pero no quiero sonar desesperada.

Ella tira de mi cuello y reduce unos centímetros más la distancia que nos separa. Cierra los ojos y roza su mejilla contra mi rostro.

—Te necesito—susurra cerca de mis labios. Tan cerca que hasta puedo sentir el tibio aliento salir de su boca.

Joder.

Esas palabras son mi perdición.

Mis ansias por ella son demasiado grande para seguir resistiéndome.

Hundo mis dedos en su pelo y cierro mis labios sobre los suyos. Suave al principio pero firme.

Intenso.

Devoro sus labios hambrientos, ella gime y mi cuerpo pide más ante la anticipación de lo que vendrá; de lo que llevo deseando desde mi viaje a Miami.

Poco a poco la tumbo sobre la cama. Apoyo una mano sobre el colchón de forma a retener mi propio peso. Me quedo unos centímetros a distancia de su rostro y la observo totalmente idiotizada.

Embelesada.

Sus labios finos, rosados y ligeramente inflamados por mis besos; sus ojos grandes que me contemplan llenos de deseo, de necesidad por mí, la misma que siento yo por ella.

Esa necesidad que solo se satisface en la intimidad que nos brinda esta habitación.

Le aparto el pelo de la cara lentamente y siento su pecho inflarse y desinflarse bajo su blusa blanca a una velocidad descomunal.

Reduzco los pocos centímetros que nos separan y busco sus labios, los chupo, los muerdo, los saboreo a la vez que bajo mi mano por su seno, su costado.

Me arde todo el cuerpo y pronto eso no me basta.

Meto la mano por debajo de su blusa, roseando su piel con mis dedos, avivando su deseo, calmando el fuego que llevo por dentro y que solo se aplaca cuando la toco.

Llego hasta su sujetador y saco su pecho de la copa. Sin dejar de poseer sus labios, lo masajeo, lo pellizco, la vuelvo loca.

—Iremos despacio—murmuro al despegar mi boca de la suya con la respiración entrecortada—No quiero hacerte daño.

—San...—jadea con la respiración igual a la mía—...No me harás daño.

Entierra sus manos en mi pelo y vuelve a besarme con ansias, fuerte, con urgencia.

Si sigue besándome y frotándose así, no vamos a llegar a la primera base.

Despego mis labios de los suyos y bajo por su cuello, la chupo, la muerdo suave. Ella grita.

Después de ahí nos sobrepasan las ganas, todo sale volando, mi camisa, su blusa, mis pantalones, todo fuera.

Cuando la tengo gloriosamente desnuda, me quedo unos segundos admirando sus pechos que están más grandes, la aureola está más oscura.

Hermosa.

Me encantan.

Solo pienso en devorarlos y eso hago. Paso mi lengua por todo el alrededor, haciendo círculos sobre su aureola, cuando el pezón está lo suficientemente erguido, lo chupo.

Ella se retuerce.

Lo caliento con mi aliento para después morderlo.

—San—grita.

Su grito me hace subir un escalón más en la zona de placer.

Me deleito.

Tomo mi tiempo chupándolo, mordiéndolo. Primero con uno y luego con el otro.

—San—jadea—, Quiero sentirte. Por favor necesito tenerte unida a mí—me pide con la respiración más agitada.

No me detengo. Continuo besando cada parte de su cuerpo.

Llevo tanto tiempo sin estar así con ella y deseosa como estoy, si voy más allá ahora me voy a venir primero que ella como una novata.

Bajo desde su pecho a su vientre dejando un reguero de besos, la muerdo ligeramente cerca de la costilla y ella se retuerce.

Está súper sensible.

Me gusta.

—San—gime—Hazme el amor... hazme el amor ahora.

Mi cuerpo palpita.

Joder, ¿se puede ser más sexy?


—Yo marco el ritmo —mascullo en una nube.

Me acomodo de forma que nuestros sexos se rocen. No necesito verificar si está mojada. El olor de su humedad está impregnado en cada poro de su piel.

Me muevo suavemente y Brittany jadea a la vez que su sexo se mueve contra el mío.

Joder no existe nada mejor en el mundo.

—Despacio—susurro cerca de la piel de su cuello—Suave—me muevo otra vez, un poco más rápido.

—San—vuelve a gemir a la vez que entierra sus uñas en mi espalda.

Tomo aire para poder controlarme.

Empiezo el vaivén de mis caderas. Suave. Lento.

—Más rápido —me pide extasiada.

—Yo marco el ritmo, ¿recuerdas?—le digo tratando de no dejarme llevar por la lujuria y hacerle el amor duro, salvaje, como quiero.

Mi Britt-Britt me mira con la respiración a mil. Resopla frustrada. Su actitud me causa risa pero me niego a ser brusca.

No en su estado.

Me muevo sin prisas, pero a cada roce ella se tensa más.

—Britt si me sigues apretando así no voy a aguantar.

—No quiero que te aguantes—jadea entrecortadamente.

Nublada por la pasión. Entregada.

Busco sus labios y la beso fuerte mientras nos rozamos con movimientos constantes y controlados.

Así continuo durante un rato.

Arriba y abajo.

Arriba y abajo.

Me adentro en el paraíso terrenal donde yo soy el puto Dios.

Brittany gime, jadea y yo acallo cada uno de sus gritos con mis besos que se tornan desesperados, urgentes.

Ella desliza su mano sobre mi espalda sudada y la lleva hasta mi trasero. Me agarra el culo y lo mueve para que alcanzar mejor roce y más movimiento.

—¡Joder!—grito liberando su boca.

Ese simple gesto es mi caída libre a un mundo lleno de lujuria y placer.

Acelero mis movimientos.

Más rápidos .

—¡San!—grita.

Hundo mi cabeza en la clavícula de su cuello, le muerdo la garganta al mismo tiempo que ella me aprieta el culo.

Gimo.

La pasión me nubla la mente.

Pero seguimos moviéndonos mientras nuestros cuerpos se deslizan, sudorosos.

Empalagosos.

Brittany busca mis labios, yo los recibo encantada y nuestras lenguas se entrelazan en un mar de saliva, calor, dulzura.

Continúo rozándonos y su cuerpo tiembla, arquea la espalda.

—¡San!—grita al dejar mis labios mientras estalla en mil pedazos entre mis brazos.

Gimo de satisfacción.

El deseo, la pasión y la lujuria se apoderan de mí.

Me muevo nuevamente mientras siento como un orgasmo demoledor se va acumulando en mi parte baja. Me pongo rígida.

—Britt-Britt—gimo en el momento que me corro juntando nuestras humedades.

Eso ha sido... magnífico.