[Resuelto]FanFic Brittana: De Mis Sueños II (Adaptada) Epílogo

Capitulo 15

Odio los hospitales.

—¿Dónde estará Kitty metida?—murmuro para mí misma—Hace más de veinte minutos que fue por un café. ¿Y cuándo será que vendrán a quitarme esta intravenosa? Pensé que me darían el alta a primera hora en la mañana.

Escucho el pomo de la puerta y suspiro aliviada.

«Por fin el doctor se ha dignado a venir a verme».

Pero el alivio me dura poco cuando veo a Kitty entrar con cara de horror seguida muy de cerca por mi hermano que tiene toda la pinta de estar de todo menos contento.

De pronto mi cara debe reflejar lo misma que la de Kitty. Ni siquiera había pensado en él.

Mike se suelta del amarre de Kitty y con pasos apresurados se acerca a la cama.

—¿Pero qué coño te ha pasado?

—Me he desmayado—me apresuro a decir.

—Eso ya lo sé, parecen todos disco rayado con la misma respuesta—replica más preocupado que molesto—Lo que me interesa saber es el motivo de tu desmayo, qué dicen los médicos, ¿y por qué no me avisaron?

Le lanzo una miradita rápida a Kitty por el rabillo del ojo. Ahora entiendo mejor su cara de susto al entrar.

¿Qué le voy a decir?

«¿La verdad?».

Es mi hermano y no le puedo seguir escondiendo mi estado. Además no podré seguir alargando esto por mucho más tiempo.

Al riesgo que se cabreé más me lanzo al pozo.

—Estoy embarazada—le suelto de golpe.

No podría describir con exactitud la expresión de la cara de Mike.

Sorpresa. Molestia. Confusión.

Mi hermano abre la boca y sus ojos me atraviesan.

—P-pero—tartamudea. Cierra la boca y su frente se arruga mientras procesa mis palabras—, ¿Cómo es eso posible?


Mentalmente pongo los ojos en blanco.

Entre todo lo que pudo haber dicho, no me puedo creer que haya hecho esa pregunta. Aunque si lo pienso bien, también entiendo su desconcierto ya que llevo varios años sin una relación formal.

Y Santana no podía hacerlo de al forma natural, pero no se lo digo.

—Mike, ¿cómo piensas tú que pudo haber pasado?—le digo con ironía arrancándole una risa a Kitty quien enseguida trata de suprimirla.

Yo también me hubiera reído sino fuera por la dura mirada que me lanza mi hermano y por lo serio del asunto.

—¿Desde cuándo lo sabes?—inquiere ignorando mi pregunta fuera de lugar—, Y sobre todo, ¿de quién es?

Quiero aclararle las cosas, sé que debo hacerlo pero de pronto ya no me siento tan segura y me empiezo a agobiar. Lo difícil no es explicarle lo del embarazo sino contarle de quién es; sobre todo por la situación de Santana.

—Brittany te hice una pregunta.

¡Dios!

¿Cómo se lo explico?

Me sudan las manos y siento que me mareo.

—Brittany—insiste y su tono se endurece.

—Es mío. Ella está esperando un hijo mío. Nos sometimos a un tratamiento para quedar embarazadas—dice Santana, alto, claro y sin titubear desde la puerta que se cierra justo después de ella pronunciar esas palabras.

Aquí es donde ponen un DEP sobre el muro de esta cama porque siento que desfallezco.

Estaba tan agobiada con mis pensamientos que no la escuché entrar. Mi hermano se gira hacia ella y lo veo todo en cámara lenta.

Mike se acerca con pasos rápidos y seguros, levanta las manos, y empuja a Santana con fuerza.

Jamás pensé se Mike atacara a una mujer.

Santana no lo ve venir y el fuerte golpe hace que retroceda.

—¡Mike!—grito pero mi hermano no me escucha y continúa como loco poseído.

Vuelve a levantar sus manos para seguir empujando a Santana y veo que se controla para no pegarle de verdad.

Santana se encorva, aprieta la mandíbula pero no se defiende.

—¡Basta!—vuelvo a gritar presa del pánico mientras trato de incorporarme pero el maldito suero no me deja levantarme a la vez que Kitty llega hasta ellos y se mete en el medio de los.

—Eres una maldita desgraciada—vocifera queriendo acercarse de nuevo pero Kitty se lo impide.

—¡Mike ya cálmate!

—Kitty no me pidas que me calme cuando está mal nacida se ha estado aprovechando de mi hermana. Y la obliga a tener un hijo de ella.

Santana se incorpora poco a poco con la respiración acelerada. Ya cuando está totalmente de pie, da un paso al frente y mira a Mike con sus ojos oscuros llenos de determinación.

—Te equivocas—y su voz sale forzada al mismo tiempo que se lleva la mano al estómago y arruga la frente con cara de dolor—, Yo estoy enamorada de tu hermana así que nunca podría aprovecharme de ella. Ese hijo es de ambas y ambas lo queríamos.

Mike la mira incrédulo pero por suerte retrocede unos pasos.

Los ojos se me llenan de lágrimas. Me duele ver las dos personas que más amo en la vida enfrentándose porque no supe hablar a tiempo.

Santana se acerca cautelosamente a mí y con un dedo me limpia una lágrima.

—No llores. Odio verte llorar—me dice con cierta amargura y luego me ayuda a recostarme de nuevo en la cama.

De pronto me veo abrumada por toda esta situación y mi cuerpo empieza a temblar. Un sollozo se escapa de mis labios.

—Lo siento—digo con un hilo de voz—, Debí decírtelo pero no sabía cómo hacerlo.

—Me mentiste, me dijiste que estabas así porque estabas enferma...

—Y lo estoy —lo corto.

—Pero se te olvidó decirme que también estabas así por el embarazo—dice con desilusión y el temor a que nuestra relación se vea afectada por mi falta de sinceridad se apodera de mí.

—Tienes razón, omití ese detalle pero no porque quería engañarte sino porque no sabía cómo decírtelo y tuve miedo de tu reacción. Que no lo tomaras bien. No sabes cuánto lo siento pero las cosas se fueron dando y no pude evitarlo...—levanto la vista y busco la mirada de Santana—... Me enamoré.

En cuanto termino de decir eso me doy cuenta que yo he hecho con Mike lo mismo que Santana hizo conmigo, ocultar información para no dañarlo, por miedo a su reacción, por miedo a su rechazo y a sus reclamaciones.

Como puedo esperar a que mi hermano me perdone, cuando yo no he sido capaz de perdonar a Santana.

—No la culpes. Entiendo tu furia ya que esta no es la mejor forma de enterarse. Pero si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí. Siendo tú el hermano mayor de Brittany y el hombre de la familia yo debí buscarte y darte la cara, pensaba hacerlo pero todo ha sucedido muy rápido y las cosas se nos han ido un poco de las manos.

Las facciones del rostro de Mike se suavizan y sus ojos marrones bailan entre Santana y yo.

Pienso que eso le da más fuerzas a Santana quien continúa con toda la determinación en la voz.

—Te pido disculpas por cómo te has enterado pero no voy a disculparme por lo que siento por tu hermana. Ella es la mujer más importante en mi vida y quiero que estés tranquilo porque pienso responder por ese bebé que viene en camino.

—¿Y cómo piensas hacer eso? Hasta donde me contaron el desmayo de Britt tiene mucho que ver con una castaña que aparentemente tiene alguna relación contigo—le dice en un tono seco y cortante.

Mi cuerpo se tensa aún más si es posible.

«¡Maldita gente de Luxemburgo!».

No pierden el tiempo para armar un chisme.

—Es cierto, Elaine es mi esposa—continúa sin titubear.

Mi hermano pone una cara que por un momento temo que se vuelva a balancear sobre Santana.

Estoy tan tensa que si sigo así los nervios me van a traicionar y voy a colapsar en cualquier momento.

Santana parece percibir mi angustia porque se sienta a mi lado y me acaricia el brazo con cariño.

Creo que trata de relajearme

—Pero ya he hablado con ella y le he pedido el divorcio.

Yo levanto la mirada y la suya verde ya me está esperando.

Mike lanza un suspiro de cansancio, comprendo que son muchas cosas que procesar.

—Siento haberte hablado así—dice en el momento que se acerca a mi cama en un tono mucho más conciliador.

—Deberíamos salir un rato—propone Kitty quien se había mantenido callada todo este tiempo.

Santana se levanta y me mira durante unos segundos, dudoso y yo dibujo una pequeña sonrisa para demostrarle que todo está bien, ella imita mi gesto antes de abandonar el cuarto.

Agradezco que nos hayan dado un momento de intimidad.

—Perdóname tú a mí.

Mi hermano se sienta en el borde de la cama de manera que quedamos frente a frente.

—Siento que hayas tenido la necesidad de mentirme—yo abro la boca pero este se apresura a corregir—, Ocultarme la verdad—dice con media sonrisa. Y tras una pequeña pausa añade—¿De verdad estás tan enamorada de esa mujer como para haberte involucrado con ella aun estando comprometida con otra persona y tener un bebé de ella?

Asiento.

Mike exhala con fuerzas a la vez que se pasa la mano por la cara.

—Me cuesta creer todo esto. Siempre imagine que el día que formaras una familia y tuvieras un hijo sería diferente.

—Yo también, pero ya sabes, si quieres que el destino se ría, cuéntale tus planes—digo con ironía.

Mi hermano me mira y un amago de sonrisa se dibuja en sus labios.

—¿Cómo te sientes?

—Loca por irme a casa.

—Lo contrario me hubiera sorprendido, ya sé cuánto odias los hospitales. Voy a hablar con el médico para saber cuándo te dan el alta y así irnos a casa.

Lo miro con el ceño fruncido.

—Cuando dices casa te refieres a la de Kitty, ¿verdad?

—No—me responde alargando la palabra—, Estoy hablando de mi departamento.

Resoplo.

Eso ni hablar.

—Mike te recuerdo que tengo una casa.

—Sí y mira lo que ha sucedido. Te vienes conmigo y punto.

No me puedo creer que volvamos a tener esta conversación.

Joder, que no tengo diez años.

—No pienso irme a vivir contigo—digo exasperada—, Estoy muy bien con Kitty.

A mi hermano no le hace mucha gracia mi negativa pero después de dejarle claro mi postura no le quedó más remedio que claudicar y respectar mi decisión.



Al cabo de un rato Kitty y Santana entran de nuevo en la habitación acompañadas del doctor Howell.

Después de unas revisiones de rutina y de prometerle al médico que me cuidaría y evitaría todo tipo de situación que genere estrés, me dan el alta.

Las cosas entre Santana y Mike no son color de rosa pero por lo menos mi hermano se comporta.

—Vamos, te llevo a casa.

—San no es necesario que me lleves. Kitty vino en su auto además no quiero causarte más problemas...

—Shhh... No quiero que pienses en nada—me interrumpe poniendo un dedo sobre mis labios—, Cuando vas a entender que no eres un problema ¿eh? Tú eres mi vida entera y nada es más importante que tu o que nuestro hijo.

—Britt yo tengo que hacer una vuelta antes de ir a casa—ladeo la cabeza para mirar a Kitty—, Si prefieres puedes irte con ella. De hecho me harías un gran favor llevándola—dice esta última frase mirando a Santana.

Eso ha sido raro, Kitty pidiéndome que me vaya con Santana, tengo que estar en alguna dimensión paralela.

La miro con cara de circunstancias.

—¿Qué es lo que tienes que hacer exactamente? —demando escéptica.

—Bueno eso que hablamos anoche, ¿No te acuerdas?


—Mmmm...—dudo un momento, intentando entender a qué se debe este repentino deseo que vaya con Santana—No, no lo recuerdo.

—Bueno a noche estabas media drogui a lo mejor lo olvidaste—dice de manera lenta y atropellada—Mira, el médico ha dicho que debes descansar, no es bueno que estés tanto tiempo de pie, ¿por qué mejor no se van para que puedas descansar?

—Sí, es cierto. Vamos para que te recuestes—interviene Santana tomándome de la mano—¿Puedes llevar a Quinn a su hotel?

Kitty duda unos segundos para después asentir no muy convencida.

— Quinn está aquí?—pregunto llena de curiosidad.

He oído tanto hablar de ella que tengo muchas ganas de conocerla.

—Sí, llegó esta mañana. Ya te la presentaré en otra ocasión.

Asiento y me despido de mi hermano antes de comenzar a caminar ayudada por Santana que me trata como si fuera de azúcar.

Al salir del cuarto me pregunto cuál era la urgencia de Kitty y desde cuándo se conocen ella y Quinn.

Capitulo 16

De camino al departamento, ya en la autopista A31 me pierdo en mis pensamientos mientras el paisaje verde desfila ante mis ojos.

No entiendo la insistencia de Kitty para que me quede sola con Santana cuando a noche mismo le pidió que se alejara de mí.

En cuanto a Santana está taciturna, apenas ha hablado desde que salimos del hospital.

Todavía me cuesta creer que de verdad le pidió el divorcio a Elaine.

¿Le habrá contado de mi embarazo?

«¿Qué habrá pasado entre ellas?».

Lleva tanto tiempo con el ceño fruncido y con la vista perdida en la ruta que el silencio se ha vuelto agobiante.

—¿Qué pasa?

—Nada—responde y forza una sonrisa que no le llega a los ojos.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro

—¿Por qué no me hablaste?

Santana arruga la frente, tiene cara de no entender nada así que me apresuro a aclarar.

—La primera vez que me viste en el Sabor Latino. O sea, si habías soñado conmigo como me dijiste ¿por qué no buscaste la forma de hablar conmigo?

—Cuando te vi, no sabía que eras tú.

Imito su gesto de antes.

No entiendo.

—Sabía que te había visto antes pero no supe que eras la chica con la que había soñado hasta que llegué a casa—se lamenta en medio de un suspiro—, Al otro día volví solo a la discoteca con la esperanza de volver a verte pero no fuiste y a los pocos días tuve que regresar a Italia—apoya su espalda en el asiento, deja caer la cabeza hacia atrás y se pierde en sus pensamientos—Regresé sabes, un año más tarde no conseguía sacarte de mi cabeza, así que volví y averigüé todo lo que pude sobre ti.

Mi mirada se ensancha.


—Incluso fui al bar de tu madrina—dice con un tono plano y cierta debilidad en la voz.

Mi boca se abre.

Hago memoria pero nada. Definitivamente esta historia es como para contarla.

Nadie lo creería.

No sé si reírme o ponerme a llorar de pura frustración.

—¿Nos vimos?

—Sí, fue el 31 de diciembre. Estabas muy ocupada así que no te culpo si no lo recuerdas, además había mucha gente esa noche y de todos modos aunque me hubieras visto no habría servido de nada porque tenías novio.

Me desplomo en el asiento y resoplo.

¡Mierda!

¡Dos veces!

Nos vimos dos veces y en ninguna de ellas me fijé en ella y ahora que la hago ya no está disponible.

¡Maldita sea mi suerte!

Malditos sean todos ustedes allá arriba que juegan con nosotros los mortales como si fuéramos títeres.

—Lo siento.

No sé si me disculpo por no haberla visto o por todo lo que ha pasado desde que regresó de viaje.

Por haber puesto en duda su amor por mí.

—No te disculpes. En ese tiempo no estaba interesada en una relación seria y tú estabas muy joven, con el tiempo he llegado a pensar que no era nuestro momento.

—¿Por qué ahora es nuestro momento? —pregunto con ironía.

—No lo sé—dice encogiéndose de hombros—, De lo único que estoy segura es que llevo más de cinco años albergando sentimientos hacia ti, sentimientos que son cada vez más fuerte y no pienso renunciar a ellos.

—San—la llamo intentando que no me tiemble la voz—He decido marcharme—la expresión de su cara cambia y sus músculos se tensan—Mi mamá me ha pedido que vaya a vivir con ella un tiempo, le he estado dando vueltas al asunto y a noche tomé la decisión.

Santana aprieta el volante con fuerza mientras yo trato de no dejar ganarme por la emoción.

—No quiero que pienses que estoy tratando de alejarte de tu hijo... Es solo que tú tienes cosas que aclarar y yo necesito tranquilidad—la miro esperando una reacción de su parte sin embargo ella no me devuelve la mirada.

Se queda callada con el rostro impasible.

Nos envuelve un incómodo silencio al punto que yo me desespero hasta que ella lanza un suspiro de resignación.

—¿Es lo que realmente quieres?—pregunta con la vista en la calzada.

—No es lo que quiero sin embargo es lo que necesito para que mi embarazo llegue a término.

—De acuerdo.

Me quedo frita.

No es como si le estuviera pidiendo permiso para marcharme, ¡pero mierda! Me mata que se lo tome tan bien.

«Eso es todo».

Así de simple y yo que creí que sería más difícil convencerla.

Me pican los ojos, giro la cabeza y pierdo la vista a lo lejos.

Si me quedaba alguna duda sobre mi partida acaba de evaporarse, definitivamente no tengo nada que hacer aquí.

¡Mierda!

Odio estar tan sensible.

Aparto las lágrimas que caen rápidamente con el dorso de la mano. No quiero que vea cuanto me afecta.

—Britt…

Me llama pero no la miro.

—Britt-Britt mírame.

Pero me niego a obedecerle y mantengo la mirada en la ventana.

—Shhh… No por favor, mi amor no llores. ¡Por Dios! Estoy harta de tener esta clase de conversación en el auto—dice con frustración dando un golpe en el volante—Ven aquí.

Toma mi mano pero yo la retiro de mala gana.

—Solo llévame a casa de Kitty —digo en un tono cortante.

—¿Estás molesta porque te dejo ir? Britt-Britt, lo siento, debí explicarme. Yo llevo toda la noche pensando en cómo solucionar todo esto sin poner tu salud o tu embarazo en peligro. Tus amigas tienen razón, no importa lo que yo sienta; en estos momentos lo más importante eres tú y si piensas que irte es lo mejor, sería muy egoísta de mi parte pedirte lo contrario ¿no crees? Sobre todo en mi situación.

Su respuesta me tranquiliza.

No entiendo que es lo que me pasa. Estos cambios de humores van a acabar conmigo.

—Entonces, ¿no quieres alejarme de ti?

—Amor ven aquí—levanta el brazo y yo me acomodo bajo su ala—He hablado con Elaine, está fuera de sí, no entiende razones y tengo miedo que represente un peligro para ti. Créeme cuando te digo que me duele tanto como a ti esta separación, sin embargo es necesario—afirma y luego me besa la cabeza—, Por lo menos por ahora hasta que encuentre una manera de tranquilizar a Elaine y lograr divorciarme sin ponerte a ti o al bebé en riesgo. Eres lo más importante y voy a hacer todo lo que esté en mi poder para protegerte.

¡Dios!

La quiero tanto, aún no logro entender por qué las cosas tienen que ser así.

¿Por qué enamorarse es tan complicado?

Pudimos sencillamente enamorarnos y ser felices pero no, la vida lo dispuso de otra manera.

Todo es tan agobiante.

—Te quiero.

—Yo más—responde apretándome contra su cuerpo.



Más tarde cuando llegamos al departamento de Kitty, Santana no se va, en vez de eso me ayuda a tomar una ducha y a ponerme cómoda.

Kitty aún no ha llegado pero no me importa, estoy en las nubes, en mi pequeña burbuja personal donde permito que Santana me cuide, me mi mime y yo me deshago con sus cuidados.


—¿Quieres que te prepare algo de comer?—demanda mientras estoy medio sentada en la cama y ella masajea mis pies.

—No, estoy bien—ronroneo disfrutando del tacto de sus manos—, Tú sigue en lo tuyo. ¡No te atrevas a parar!

Una sonrisa se dibuja en sus labios.

Santana pone un poco más de aceite y sus dedos pulgares se deslizan suavemente desde la parte superior del pie hasta el talón.

Mmmm... ¡Que rico!

Esto se siente tan bien.

No me había relajado tanto desde el viaje a Milán.

Además que lleva semanas sin tocarme.

Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza contra el dosel de la cama. Sus dedos bajan con suavidad hasta los míos, los estira y luego hace pequeños círculos en cada uno de ellos.

«Esto es estar en el cielo».

¿Quién ha aumentado la calefacción?

—Oh sí…

Desliza sus manos hasta mi pantorrilla y el roce de sus dedos hace que toda mi piel se erice.

¡Me encanta!

Santana sube y baja sus manos con suavidad, tomándose el tiempo en cada parte y yo me siento más ligera que una nube.

Llevo tanto tiempo sin... Y quiero... ¡Oh sí! Yo necesito... Deseo.

¡Cristo sí!

Deseo que me desnude, que me toque, que me hago todo lo que se le antoje.

¿Pero qué es lo que me pasa?

Estoy… ¿Excitada?

¡No puede ser!

¿Desde cuándo soy tan sensible?

Sus manos bajan hasta el talón y el suave tacto eleva mi temperatura un poco más.

Me enloquece.

Tengo que estar perdiendo el juicio, no encuentro otra explicación lógica.

Pero no importa. Si he de volverme loca que sea de placer.

Quiero disfrutar.

Me pone todo esto y la necesito.

Continúa con movimientos suaves hasta la planta, hace una ligera presión en el medio y un gemido se escapa de mis labios.

Poco a poco siento como el deseo se va acumulando en mi sexo.

Siento como su mano sube y baja por la planta de mi pie, cada toque convierte mi cuerpo en un mar de emociones que no logro controlar.

—Sigue así... —curvo la espalda.

«Sí, sí, tócame ahí... ».

Una corriente eléctrica atraviesa todo mi cuerpo.

Me agarro de las sabanas mientras jadeo.

—¡Sí!—grito cuando un inesperado orgasmo me atraviesa.

«¿Qué ha sido eso?».

A duras penas si me ha tocado.

Abro los ojos aún jadeando por lo que acaba de pasar y sus ojos me esperan para atraparme.

Me arde el rostro.

Me llevo las manos a la cara y me escondo como el avestruz.

—¿Tienes idea de lo hermosa que estás en estos momentos?—pregunta con la voz ronca. Me quita las manos del rostro y sus pupilas se han cargado de deseo.

—Lo siento. No sé qué me pasó —digo muerta de la vergüenza.

—Pasa... Que llevo mucho tiempo sin hacerte el amor—me da un beso en la comisura de los labios—Pasa... Que extraño tanto estar contigo—continúa rosándome con sus labios hasta el lóbulo de la oreja y mi corazón se acelera un poquito más—Pasa... Que extraño sentir como te deshaces en mis brazos mientras estoy unida a ti—susurra en mi oído y su aliento caliente hace que me estremezca.


Me da un beso casto sin embargo eso no me basta. Llevo tanto tiempo sin sentir el sabor de sus labios que quiero más, necesito mucho más.

Entierro mis manos en su pelo, tiro de ella para profundizar el beso y vierto toda la necesidad de ella que he tenido en estas últimas semanas.

Devoro su boca con hambre. Con desespero.

Sus besos saben a dulce bienvenida.

Todo mi cuerpo tiembla de deseo por ella.

Bajo mis manos a su camisa y trato de arrancar los botones pero Santana interrumpe el beso y nos deja a ambas jadeando.

—No podemos—avisa con la voz entrecortada frenando mis manos—, Acabas de salir del hospital y además tu embarazo es de alto riesgo y aunque me muero por volver a hacerte el amor, hasta que un médico no diga lo contrario, no debemos.

Yo inhalo con fuerzas tratando de recuperar el ritmo de mis latidos.

—Lo siento. Tienes razón.

—No te disculpes por algo que deseamos las dos con la misma intensidad, estoy que me muero por estar contigo otra vez.

Me llevo las manos a la cabeza y peino mi cabello mientras trato de normalizar mi respiración.

No sé lo que me pasa.

Tengo las emociones a flor de piel. Parece que mi deseo por ella se ha multiplicado.

La miro y solo pienso en quitarle la ropa.

Santana se levanta de la cama y sale del cuarto. Minutos después regresa con una pequeña toalla rosada en manos. Camina hasta el pie de la cama, sube en ella, se hinca y me abre un poco el albornoz.

Al principio no entiendo lo que pretende hasta que con toda la delicadeza de la cual es posible, me abre las piernas y me pasa la toalla húmeda, primero por las piernas y luego sobre mi sexo que palpita en el acto.

Nunca una persona había hecho algo así conmigo, el gesto se siente íntimo y hasta pervertido.

Mis ganas por ella se reavivan, solo quiero saltarle encima y consumir este fuego que me arde por dentro y entre las piernas.


Santana termina su tarea, me acomoda el albornoz en algodón lila y se apea de la cama.

—¿A dónde vas?

—A ninguna parte—dice antes de colocar la toalla arriba de la cómoda blanca de tres gavetas.

Luego da unos pasos y ocupa la silla giratoria negra del escritorio que he traído de mi casa.

—¿Por qué te sientas tan lejos?

No entiendo a qué ha venido esa lejanía de repente.

—Prefiero quedarme aquí hasta que llegue Kitty.

—¿Y eso por qué?

—Britt-Britt tú estás muy apetitosa y yo no soy de piedra, así que prefiero quedarme aquí sentada, pero si necesitas algo tú solo dime que yo lo busco.

Sus palabras no solo me hacen reír sino que me dan ganas de ponerme juguetona.

Pero Santana tiene razón.

Nota mental: preguntarle a la ginecóloga si puedo tener relaciones en mi condición.

—¿De verdad te vas a quedar hasta que llegue Kitty?

—Claro, no pretenderás que te deje sola.

Me agrada saber que se queda conmigo pese que Elaine está en la ciudad.

Sé que ha dicho que se va a divorciar pero aún me cuesta creerlo. Mientras la veo moverse torpemente en la silla buscando una posición más cómoda, no puedo dejar de pensar en los motivos que la llevaron a casarse.

Desde que llegó ha intentado explicarme sus razones pero no le he dado la oportunidad.

Quizás sea tiempo de permitirle hacerlo.

—San.

—Aja

—¿Qué pasó en Miami? ¿Qué fue lo que te llevó a decir que sí?

Capitulo 17

Llego al bar del hotel, me apoyo en la barra y busco al barman con la vista.

Este está en el lado opuesto intentando impresionar a una chica mientras prepara un coctel.

En otro momento hubiera esperado a que terminara su numerito pero estoy de un humor de perros y necesito un trago con urgencia.

—Disculpe—grito para llamar su atención.

La veinteañera levanta la vista y él se gira en mi dirección.

—Un whisky a la roca por favor.

El camarero asiente y continúa en lo suyo.

Llevo tres días sin hablar con Brittany y cada uno de ellos ha sido un suplicio.

No tengo idea cómo explicarle las cosas. Si le digo que Elaine está aquí no creo que se lo tome bien y si además le cuento su nueva locura de seguro me mandará al diablo.

—Su trago señorita.

—Gracias.

No bien he terminado la frase y el tipo ya está de vuelta haciéndole ojitos a la morena.

Doy un trago a mi bebida y me acomodo en el taburete. Cierro los ojos, me paso los dedos por encima y aprieto con fuerza la parte alta de mi nariz.

Llevo todo el día con un maldito dolor de cabeza.

Las cosas parecen arreglarse por un lado y se complican por otro. Por más que he intentado hablar con Elaine sobre lo absurdo de todo esto, esta no quiere escuchar.

Ahora cuando me llamó para hablarme de unas jodidas flores mientras yo estaba en medio de una reunión fue el colmo, no quedó más remedio que mandarla de paseo y trancarle el teléfono en plena cara.

Como si me importara una mierda que las rosas sean blancas o rojas.

¿Es que no se da cuenta que paso de todo ese rollo?

De un solo trago me tomo el resto del whisky. Levanto la mano y le hago seña al mesero que me ponga otro.

—Y un Glenfiddich Janet Sheed reserva del 55.

No me hace falta girar la cabeza para saber de quién se trata. No solo porque reconozco muy bien esa voz sino por su gran gusto por un buen Bourbon escocés.

—Lo siento pero no tenemos—responde el bartender ya frente a mi antes de poner el vaso sobre la barra.

—Lo contrario me hubiera sorprendido—responde en un tono cortante.

«Tan simpático como siempre».

Ladeo la cabeza y veo a Benedetto en su metro ochenta, vestido a lo Tiger Woods. Sus ojos grises siguen puestos en el mesero.

—Me imagino que tienen jugo de tomate, ¿verdad?

—Sí señor.

Mi suegro ocupa el asiento disponible que está a mi derecha. Levanta la vista y su mirada se contrae cuando descubre al muchacho todavía de pie en frente de nosotros.

—¿Y qué esperas para traerlo? ¿Que la divina providencia te ilumine?—le dice en un tono seco mientras le lanza una mirada de perdona vidas—Acaba de perder la mitad de su propina.

Podría decir que su presencia me sorprende, pero no lo hace. Después de los acontecimientos de los últimos dos días, dudo mucho que algo aquí pueda hacerlo.

Solo se puede sacar a mi suegro del campo de golf si es algo de vida o muerte, o si tiene que ver con los negocios, que viene siendo lo mismo.

Para él ese deporte y los business van de la mano, ya que según sus propias palabras: “los grandes negocios se cierran durante una buena partida de golf”.

Lo que me hace pensar que no ha venido a saludar precisamente.

Lo más probable es que uno de sus lacayos estuvo pendiente de mi llegada y apenas entré en el hotel, le avisó de mi presencia en el bar, sino de qué otra forma se hubiera enterado que yo estaba aquí.

—Buenas tardes Santana.

Aunque el tomo de su saludo es neutro, no me engaña. Está aquí por una razón y con un propósito en mente. Lo conozco bien y su pose calmada e impasible solo me deja claro que esto será una charla como las que usa cuando está en medio de una negociación.

Benedetto es un hombre frío y calculador. No es una crítica, en los negocios no se puede andar con sentimentalismos sino la competencia te aplasta.

Eso me lo enseñó él y al parecer esa temática le ha funcionado muy bien ya que a sus sesenta y nueve años es dueño de treinta y cuanto empresas repartidas por todo el mundo entre ellos uno de los centros comerciales más grande de Italia.

El año pasado ocupó el séptimo puesto entre los cien hombres más rico de la revista Forbes.

—Benedetto—le digo en forma de saludo con una ligera inclinación de cabeza.

—¿Cómo van los negocios?

En el momento que me pregunta llega el barman. Yo suspiro mientras coloca un vaso largo de cristal con tres cubitos de hielo y una botella de jugo de tomate al lado, luego se retira discretamente al otro lado de la barra donde se pone inmediatamente a servir a otro cliente.

Sin saberlo, ante los ojos de mi suegro el pobre muchacho acaba de cometer un error.

Benedetto frunce el ceño y hace un gesto de disgusto con la boca.

—El incompetente este acaba de perder el resto de su propina—me anuncia.

Y no me equivoqué.

Para él un jugo de tomate debe ser totalmente natural y servirse fresco sin necesidad de agregarle hielo.

Ese simple error le acaba de costar cien dólares que es lo mínimo que suele dejar.

A Benedetto le cuesta entender que no está en su mansión de Cerdeña, donde su servicio suele conocer sus costumbres alimenticias.

—Seamos honesto, ya la había perdido en el momento que te dijo que no tenían tu whisky favorito.

—Eres muy perspicaz. Siempre me ha gustado eso de ti. Tienes un don ágil y bueno para los negocios...

—Me imagino que no has venido hasta aquí para enumerar mis virtudes—lo corto.

Me desespera que se esté andando por las ramas cuando ambos sabemos el motivo de su presencia.

Sus labios se curvan en una sonrisa arrogante.

—Sabes que siempre quise una persona que siguiera mis pasos y tomara mi lugar en el negocio pero la vida lo decidió de otro modo y a pesar de recurrir a todo tipo de métodos, mi mujer solo me dio una hija y la que no le gusta tanto el negocio. Cuando te conocí vi en ti un potencial para ayudar a Elaine en la toma de posesión y todavía lo hago. A pesar que mi hija es muy inteligente, es muy impulsiva y eso puede llevarla a cometer errores.

Me giro despacio desenlazando nuestras miradas y tomo el vaso entre mis manos.

Sé dónde va con tanta palabrería y no me gusta.

Soy consciente que le debo mucho, pero estoy cansada de que todos me lo recuerden. Es cierto que me ha ayudado pero al parecer nunca voy a terminar de pagarle.

—Todavía conservo la esperanza que cuando me retire este año, entre tu buen ojo para los negocios, la buena educación y la habilidad de Elaine para desenvolverse en nuestro círculo hagan que el apellido Di Martino siga ocupando su sitio en la elite.

—Benedetto siento una gran admiración y respeto hacia ti, lo sabes, como también sé que te debo mucho y realmente aprecio que me hayas considerado para tomar tu puesto en la empresa pero no estoy interesada. Me gusta mi trabajo, además mi relación con Elaine no es la misma. He intentado hablar con ella pero no escucha razones, no me puedo casar. Tengo una vida en Luxemburgo que me gusta y pienso instalarme allí definitivamente.

No podría decir el efecto que han causado mis palabras ya que su rostro permanece impasible.

Pero soy una mujer de negocios y esa cara de póker no presagia nada bueno.

Benedetto empuja el vaso y la botella de jugo que siguen igual que cuando la trajeron y acerca despacio su taburete hasta estar más cerca de mí.

—No confundas las cosas San, puede que te tenga aprecio porque eres una mujer trabajadora, con ambiciones en la vida, pero no te equivoques—dice con la voz calmada pero su tono no me engaña—, Elaine es mi única hija por lo tanto el sol de mis ojos y quiero verla feliz. Si yo pude abandonar algunos negocios que me están costando una fortuna para asistir a este circo entonces no creo que te cueste mucho presentarte ante el cura y decir: “sí, acepto”.

Sus palabras hacen que vuelva a mirarlo con el rostro endurecido.

Me hierve la sangre. No me puedo creer que nadie entienda mi postura.

Al parecer a todos les da igual que yo esté enamorada o no de Elaine.

«¿En qué clase de mundo he estado viviendo?»

—Bueno me cuesta...—le digo con la voz endurecida.

—Bueno te aguantas—replica rápidamente con un tono imperturbable—, No pienso permitir que mi hija se vea envuelta en un escándalo y que la llenes de humillación. Piénsalo bien Santana. ¿A cuánto se eleva tu cartera de clientes? ¿Dos cientos? ¿Cuatro cientos? Entre los cuales más de la mitad deben ser amigos o conocidos míos, ¿o me equivoco? Te puedo asegurar que todos han de deberme un favor o se mueren por que yo les deba uno—el muy bastardo curva los labios en una sonrisa arrogante

Agarro el vaso con más fuerza a la vez que le lanzo una mirada desafiante.

Quisiera responderle y mandarlo al diablo pero en vez de eso me muerdo la lengua hasta que siento un sabor metálico.

Ahora entiendo cómo se puede pasar de admirar a una persona a odiar todo lo que representa en tan solo un segundo.

—No me mires así hija. No quiero que lo veas como si te estuviera dando un ultimátum, más bien míralo como si fuera una transacción temporal donde todos ganamos. Tú regresas a tu mundo, yo regreso a mis negocios y Elaine obtiene la boda de ensueño que siempre ha querido.

Joder, no puedo creer que me esté pasando esto.

Siento tanta rabia por dentro que me pican los ojos. Retiro mi mirada y la clavo en las botellas que están frente a mí.

Maldita sea mi suerte.

Las cosas no pueden acabar así.

No puedo permitir que la empresa se vea envuelta en un escándalo. No ahora que estoy en medio de las negociaciones con SAMED.

Si obtengo esta cuenta y todo sale bien, tendré un contrato de varios años que asegurará la estabilidad económica de la empresa.

Tengo varios clientes pero las cuentas grandes y más importantes son de los hijos de putas con quien me ha recomendado Benedetto y él lo sabe.

En pocas palabras me tiene bien agarrada.

El muy maldito de mi suegro se levanta de su asiento y me rodea el cuello con su brazo.

Su contacto me quema.

—Eres una mujer inteligente y sé que vas a elegir bien.

No me muevo.

No respondo.

Me asquea tanto descaro.

El mesero se acerca y me pregunta si quiero otro trago. Asiento con la vista aún clavada en el frente.

—Cárguelo a la cuenta Di Martino—se apresura a decir Benedetto—, Aunque con tan mal servicio debería ser usted quien pague la cuenta—el bastardo me quita las manos por fin de encima—Te dejo para que lo pienses pero sabes que soy un hombre muy ocupado y de muy poca paciencia, no pienso pasarme mucho tiempo metido en este maldito lugar—dice antes de alejarse seguido por uno de su gente de seguridad.

—Yo pagaré le cuenta—le digo al barman que se ha quedado perplejo ante las palabras de Benedetto.

El mesero asiente antes de marcharse.

¡Estoy harta!

Este jodido viaje está siendo una maldita pesadilla.

Suspiro agotada.

El barman me trae mi tercer whisky en menos de una hora y me lo tomo de un solo trago.

Por primera vez me veo entre la espada y la pared.

Me levanto del taburete con un humor peor a cuando llegué, lanzo un billete de cien sobre el mostrador y decido ir a hablar con Elaine.

Nuevamente estoy a punto de cometer un error, lo único es que este lo voy a hacer a conciencia y corro el riesgo de perder al amor de mi vida.

Solo me queda rezar para que Brittany me pueda entender y que nuestro amor sea más fuerte que esto.


Fin Flashback

Capitulo 18

Estupefacta.

Boquiabierta.

Así me quedo mientras Santana me cuenta lo sucedido.

No me puedo creer que existan personas tan viles en esta vida y sobre todo que vayan ocultos tras un traje caro y un montón de dinero.

Me preocupa que Santana esté involucrada con esa clase de personas.

Estoy sumergida en la historia que me está contando cuando escucho la puerta de entrada saco los pies de la cama y trato de incorporarme.

—Creo que es mejor que te vayas.

—¿Me estás echando?—pregunta con cara de pánico.

Yo asiento al mismo tiempo que amarro el cordón de mi albornoz.

—¿Estás molestas?

—No—afirmo con seguridad.

Después de escuchar lo que me ha contado puede que no justifique lo que hizo pero la entiendo y saber que le ha pedido el divorcio a Elaine me ayuda a estar mucho más segura de sus sentimientos hacia mí.

El hecho que haya cometido ese error la hace humano y ningún humano es perfecto.

Camino con pequeños pasos hasta donde está sentada y me coloco entre sus piernas.

—Es solo que tengo cosas que hacer y me imagino que tú también, llevas toda la mañana fuera.

—Lo sé, de hecho tengo que hablar con Quinn pero no quiero dejarte.

—Tenemos que acostumbrarnos a estar separadas.

—No me pidas eso, yo nunca podré acostumbrarme a estar sin ti—dice con voz firme y sin titubeos mientras tira de mí suavemente y me sienta en su regazo.

«Me alegra escuchar eso».

Bajo la mirada y me pongo a jugar con los botones de su camisa.

—Tengo que comenzar a preparar mi viaje.

—¿Cuándo te quieres ir?—demanda levantando mi barbilla y buscando mi mirada.

—Lo más pronto posible.

«Mientras más tiempo pase, más difícil será marcharme».

—¿De verdad quieres irte?—insiste mirándome directamente a los ojos.

Quizás buscando alguna hesitación en ellos.

Yo le mantengo la mirada durante unos segundos y luego asiento con la cabeza porque tengo miedo que mi voz tiemble al pronunciar en voz alta.

—Yo me encargo de arreglar todo.

—No es necesa...

—Ya deja de decir que no es necesario y que puedes sola—me corta—, Tienes que entender que no estás sola. Déjame ocuparme de ti.

Vuelvo a asentir porque en estos momentos necesito esto, necesito que cuide de mí. Tal vez tengo miedo que todo acabe y que no volvamos a estar así nunca más.

Se incorpora conmigo en brazos y me sienta en el borde de la cama.

—Organizo todo y luego te llamo para darte los detalles.

Yo me levanto y la miro dudosa. De pronto me invade la nostalgia y no quiero que se vaya.

—Está bien—digo y aunque no era mi intención el temblor de mi voz delata mi pesar.

Santana rodea mi cuerpo con sus brazos y me abraza con fuerza, yo hundo mi rostro en su pecho, disfruto de su calor y me vuelvo a sentir protegida.

Segura.

—No quiero que te preocupes por nada, todo terminará por arreglarse, ¿de acuerdo? Tú solo ocúpate de estar tranquila y de cuidar de nuestro angelito que de lo demás me encargo yo—asegura antes de separarse de mí.

Toma mi rostro entre sus manos y me besa castamente. Me toma de la mano y nos encaminamos fuera de la habitación en dirección a la puerta.

—Hablamos luego, descansa—me ordena justo antes de besarme más profundamente esta vez.

—No olvides poner un poco de hielo en ese golpe—le digo tras romper el beso que me supo a gloria.

Asiente y se marcha. Así se rompe nuestra burbuja.


—Entonces, ¿las cosas se arreglaron entre ustedes?—pregunta Kitty saliendo de la cocina.

—Sí eso creo, aunque las cosas no se definen aún.

Sé que la amo, que ella me ama y que se va a divorciar pero aún no sé cómo va a terminar todo esto.

—Ahora quiero que me expliques qué fue eso de esta mañana, ¿cuál era la urgencia para que me quedara a solas con Santana?

—¿Cómo es eso que las cosas no se definen aún? No se supone que se va a divorciar. ¿Le contaste lo del viaje?—me pregunta ignorando mi petición.

—Así que de eso va todo, ¿eh? pensaste que si le decía lo de mi viaje ella se iba a oponer, ¿qué me haría cambiar de opinión? Bueno te informo que nada de eso pasó—me encamino y me desplomo en el sofá.

—Bueno, pensé que si se lo contabas como mínimo te ataría a la cabecera de la cama.

Ladeo la cabeza mientras levanto las cejas. Ya me decía yo que tanta insistencia tenía un motivo oculto.

—No me mires así después de todo estás esperando un hijo suyo, es lo mínimo que pudo haber hecho—Kitty con cara de desilusión se encamina hasta el sofá donde se sienta a mi lado.

Hago un amago de sonrisa al tiempo que niego con la cabeza.

Cuanto voy a extrañar a esta loca.

—Ya ves que no, San piensa al igual que yo que es lo mejor, por lo menos hasta que se solucionen las cosas.

—¿Y qué ha sido eso que acabo de ver? me refiero al beso, el abrazo, los mimos en la puerta…

—Eso... Ha sido una despedida—me giro para estar frente a ella a la vez que subo mis pies en el sofá y los doblo hacia mi espalda para tener una postura más cómoda.

—No lo puedo creer, tanto esfuerzo para nada, no se puede confiar en las personas, si me lo imagino no te hubiera dejado a solas con ella. Mírate, estás más triste que anoche.

—No te lamentes, eso nos permitió hablar y aclarar algunas cosas pero lamentablemente no lo suficiente como para que me quede—suspiro con cansancio.


—¿Entonces es definitivo? ¿Te vas?

—Sí—respondo en un hilo de voz. De pronto recuerdo que tenía algo que preguntarle—Ahora dime tú, ¿cómo está eso que conoces a Quinn?

—Por favor ni me la nombres.

—¿Y eso por qué?

—Porque es una creída.

No entiendo.

Hasta donde me ha contado Santana, Quinn es una buena muchacha.

—¿Qué fue lo que te hizo?

—No fue lo que me hizo, sino lo que dijo

Miro a mi amiga con cara de circunstancias esperando que continúe.

—Es más, ni quiera es lo que me dijo, más bien fue cómo lo dijo. Como si el simple hecho de haberlo dicho de esa forma iba a hacer que me bajara los pantis y le pidiera que me cogiera ahí en medio del hospital.

—Bueno a lo mejor solo quiso ser simpática—digo tratando de no reírme ante la cara de exasperación de mi amiga.

—¡Qué va! Lo que quiso fue hacer de seductora—dice mientras pone los ojos en blanco—, Estoy tan acostumbrada a tratar con esas idiotas que van a la galería que ya las reconozco a distancia—Kitty deja caer la cabeza en el respaldo del sofá y pierde la vista en el techo.

De pronto su rostro cambia.

Tuerce el gesto mientras está perdida en sus pensamientos y puedo decir que parece hasta preocupada.

—¿Qué te pasa?

Ella suspira con fuerza.

—Estaba pensando en Marley.

Esa sola frase hace que la mire con las cejas levantadas.

Ella se queda callada, quiero pedirle que continúe pero está tan perdida en sus pensamientos que dudo.

Después de unos segundos estoy tan ansiosa de saber qué pasa por su cabeza que abro la boca para preguntarle pero ella se me adelanta.

—Sabes, a veces creo que la razón por la que me siento atraída por ella es porque no me trata así, o sea, va directo al grano sin intentar impresionarme con palabrerías baratas.

—No sabía que estabas atraída por ella.

Sé que estoy a punto de decir una locura y lo más probable es que las palabras se pierdan en el aire ya que mi amiga ha decido cerrar sus puertas al amor.

—Kitty—digo cautelosamente—, Si Marley te gusta, ¿por qué no te das una oportunidad con ella?

Ella abre los ojos y me mira como si acabara de decir una estupidez.

—Lo que quiero decir es que aunque en su momento lo entendí, pero ya ha pasado mucho tiempo desde lo sucedido con Antoine y no creo que debas seguir negándote al amor por eso—a penas termino esa frase sus ojos se tiñen de dolor. Ella desvía la mirada, quizás para que no me dé cuenta de cuánto le afecta pero no necesito ver su mirada para saber que le sigue doliendo.

A los quince años Kitty conoció a Antoine en el colegio y se enamoró perdidamente. Dos años más tarde salió embarazada y cuando se lo contó este dijo que no estaba listo para ser papá e incluso puso en duda su paternidad a pesar de haber sido el primero en su vida.

Ella tomó la difícil decisión de realizarse un IVE. Juntas fuimos al hospital de Belair en Thionville donde una ginecóloga confirmó un embarazo de tres semanas de gestación.

Una semana más tarde la estaban interviniendo con la firma de sus padres a los cuales les dijimos que se trataba de un quiste.

Cuando todo acabó le pregunté si le dolió y pese que su respuesta fue “no”, su vida no ha sido la misma.

Dejó de creer en las mariposas en el estómago y en los corazones que laten deprisa. Solo se divierte y disfruta del sexo precavido cada vez que quiere.

En el fondo estoy segura que no lo ha superado.

Ahora que me voy no quiero que se quede sola con ese secreto. Con las chicas tenemos algo muy lindo y compartimos muchas cosas pero Kitty y yo tenemos una relación especial y sé que mi partida le va a afectar mucho.

—Hablas como si tuviera una clase de frustración por lo sucedido y no es así—dice con exasperación y se levanta del sofá y se dirige a su cuarto.

Lo que me da a entender que está molesta y que tengo razón, no lo ha superado. Pero no pienso dejar las cosas así.

Es hora que deje ir ese pasado que no le hace bien.

—Kitty no digo que tengas una frustración, solo digo que debes dejar que alguien te ame y de paso permitirte amar tú también—le digo siguiendo sus pasos.

Ella me ignora cómo cada vez que hablamos del tema y se cierra en banda. Empieza a buscar en su armario y saca un pantalón de pijama mientras yo me quedo en el marco de la puerta.

—Puedes ignorarme todo lo que quieras, te recuerdo que ahora vivo contigo y no me pienso mover de aquí.

Ella empieza a bajar la cremallera de su vestido pero no me mira.

—Kitty por Dios, no seas niña. No te estoy pidiendo que te cases mañana solo te estoy diciendo que te des una oportunidad.

—¿Con Marley?—inquiere con ironía.

—Con quien tú quieras. Pero hazlo. Echar un polvo de vez en cuando está bien cuando se es joven pero llegará un momento en el que te sentirás sola y necesitarás a alguien en tu vida pero mirarás a tu alrededor y no tendrás a nadie con quien compartirla. No te estoy hablando de amistad porque para eso siempre me tendrás, te estoy hablando del calor humano, de esa persona con la cual compartes cosas, que te complementa.

—Yo no necesito a nadie para compartir mi vida—anuncia al terminar de quitarse el vestido. Coge su toalla y se encamina hasta la puerta pero le bloqueo el paso.

—Te equivocas, todos necesitamos a alguien en nuestras vidas aunque sea alguien con quien discutir.

Ella me mira y sus ojos se llenan de lágrimas pero es una mujer fuerte y no permite que nadie vea sus debilidades.

La conozco bien y sé que esperará a estar en el baño para llorar.

Así que la rodeo con mis brazos y aunque ella no me devuelve el abrazo, la sostengo así durante mucho rato.

Capitulo 19

Esa misma tarde llamé a mi mamá para informarle que había decidido irme a vivir un tiempo para Ámsterdam con ella y la abuela, su emoción fue tan grande que todavía me retumban los oídos.

Aún no me he ido y ya está haciendo planes para mi llegada, si por ella fuera ya estaría subida en el avión.

En la noche Santana me llamó para decirme que todo estaba listo, mi vuelo saldría dentro de tres días desde el aeropuerto de Bruselas con una escala en el aeropuerto, disculpándose por no conseguir un vuelo directo hasta Ámsterdam, pero se encargó que todos los vuelos fueran en primera clase.

“Tres días es muy poco tiempo”

Tomar la decisión de irse es duro sin embargo lo que es realmente difícil es despedirse de tus seres queridos, de tu entorno, de tu vida.


Con mi hermano las cosas no fueron tan difícil más bien todo lo contrario, en cuanto le comenté mi decisión no ocultó su alegría.

No sé si se puso contento porque de esa forma estaré con mi mamá y según sus propias palabras mejor cuidada o si es por el mero hecho que estaré lejos de Santana, porque a pesar que se ha mantenido al margen aún no está muy de acuerdo con nuestra relación y lo culpa por haberme metido en esta situación.

Por más que le expliqué que soy mayor y que nadie me influenció a estar donde no quería, no entiende razones.


Con las chicas la situación se tornó complicada.

En primer lugar se sentían culpable alegando que si me hubieran acompañado al baño nada de esto estuviera pasando, traté de tranquilizarlas explicándoles que eso hubiera sucedido en cualquier parte y que ellas no podían cuidar de mí siempre.

Después entraron en cólera: Emily que siempre ha sido la más sensata y recatada del grupo amenazó con ir a la oficina de Santana y montar el escándalo más grande de todos los tiempos.

Rachel, por su parte, me advirtió que quemaría mi pasaporte y que no me hablaría nunca más.

Ambas estaban indignadísimas conmigo por tomar una decisión tan importante sin antes consultarlo con ellas; se desahogaron gritándole a Kitty por apoyarme en esta locura.


Rachel que no controla lo que dice llegó a llamarla hasta mala amiga para luego disculparse.

Una vez que terminaron de lanzar improperios y amenazas, terminaron llorando y expresando cuánto me querían y lo mucho que me iban a extrañar.

Al final de cuentas, la amistad se resume a esto, apoyar y respetar las decisiones de los seres que más amamos a pesar de no estar de acuerdo con ellas.



Es martes en la noche y estoy haciendo mis maletas cuando llaman a la puerta del cuarto.

—Está abierto.

—¡Esto apesta!—se lamenta Rachel apenas pasa por la puerta.

—¡Rachel!—la reprende Emily entrando justo detrás de ella—, Vinimos a alegrarle la noche así que cero drama por favor.

—Sí, pero eso no significa que la situación no apeste—responde mientras se desploma en la cama.

Su comentario hace que mis labios se curven en media sonrisa en el momento que estoy doblando unos pantalones y que Emily llega a mi lado y me da dos besos en las mejillas.

—Hola tesoro, ¿cómo sigues?

—Hasta ahora, todo bien—respondo devolviéndole los besos.

Cuando termina de saludarme, acerca su rostro a mi oreja y me dice en forma de secreto.

—No hagas caso a lo que diga, se ha quejado todo el camino y no ha habido forma de hacerla entrar en razón.

Yo de todos modos no pensaba hacerle caso.

Rachel no sería ella sino se quejara.

Emily toma una prenda de las tantas que tengo desordenadas encima de la cama.

—¿En qué te ayudamos?

—Querrás decir en qué la ayudarás tú, yo no pienso mover un solo dedo para apoyar esta locura—se queja Rachel.

Emily se gira y niega con la cabeza mientras pone los ojos en blanco.

—No seas niña.

—Déjala—digo divertida con la situación—, De todos modos no hay mucho que empacar la poca ropa que me pueda llevar en pocos meses ya no me quedará, así que solo me llevo lo necesario.

—Bueno qué bueno porque te cuento que vinimos con la excusa de ayudarte pero la verdadera razón es que queremos desvalijar tu armario.

Mi sonrisa se agranda.

—¿Y qué vas a hacer con el resto?—pregunta Emily.

—Lo dejará aquí por supuesto, para cuando regrese—interviene Kitty al momento que entra en el cuarto con tres botellas en la mano—Como tú no puedes tomar, te aviso que hay jugo de manzana en la nevera—se acerca y le pasa una cerveza a cada una de las chicas.

—No puedo tomar pero sí comer y estoy que me comería un burro—a penas esas palabras salen de mi boca Kitty se lleva la mano al bolsillo trasero de su pantalón y saca su móvil.

—Podemos pedir pizza o chino, ¿quién se apunta?

—Yo prefiero un panzerotto de donde Sue—me apresuro a decir.

—Yo también —concuerda Emily.

—Bueno entonces serán cuatro panzerotto—a la vez que pronuncia esas palabras Kitty mira a cada una de nosotras esperando confirmación.

—Que sean cinco.

Las tres me miran como si acabara de anunciar que la tierra es plana. No las culpo, los panzerottos no solo son grandes sino que además vienen relleno.

Son buenísimos y tienen muchísimas calorías.

–¡Vaya! Sí que has recuperado el apetito—se sorprende Emily—, Comer uno significa cuatro horas de gym, imagínate si me como dos. Es que solo de pensarlo ya engordo.

—En estos días se me ha abierto el apetito, no sé si es el estrés por el viaje o si son los medicamentos que comienzan a hacer efecto—comento mientras guardo unas blusas en la maleta y voy al armario por otras.

Kitty llama a donde Sue, mientras está al teléfono me giro y le artículo que quiero uno con salsa pizza y otro de jamón y queso. Ella me mira incrédula aunque un poco divertida.

Me giro nuevamente hacia el armario y me quedo mirando que más voy a necesitar mientras ella hace el pedido y luego cuelga.

—Bueno, no importa la razón, lo importante es que estás comiendo. El pedido llegará en quince minutos.

Regreso del armario y me propongo a guardar las blusas que he ido a buscar cuando me doy cuenta que las que he puesto antes ya no están.

“¡Qué extraño!”

Guardo las prendas que tengo en las manos y vuelvo al armario por más.

—Aún no puedo creer que te vayas, hace apenas unos días que te instalaste y todavía no me acostumbro a que ya te marchas—se lamenta Kitty.

—Bueno como tú misma lo dijiste, es temporal. Además ustedes pueden venir a verme—voy exponiendo mi punto al mismo tiempo que saco unos pantalones para guardarlos, cuando me giro me paro en seco.

«Estoy segura que acabo de poner una camiseta azul».

A veces se comporta como niña traviesa.

Pongo las prendas encima de la cama, me llevo las manos a la cintura y la miro.

—Rach no vas a ganar nada sacando y escondiendo la ropa de la maleta más que atrasarnos.

—Lo siento pero me parece absurdo que estemos haciendo tus maletas como si te fueras de vacaciones cuando todas aquí sabemos que te vas para no volver.

—Eso no es cierto—afirmo.

—¿Cómo estás tan segura?—pregunta Rachel afligida—, Estamos hablando del lugar donde está tu mamá y abuela, puede que después de un tiempo descubras que te gusta vivir allá y decidas quedarte por siempre.

Mis ojos bailan entre las tres.

—¿Todas piensan eso?

Ellas asienten.

Me doy cuenta que mi decisión las afecta a todas y que yo no soy la única que está sufriendo pero que aun así están haciendo un esfuerzo para mantenerse enteras y mostrarme su apoyo.

—¿Saben qué? Dejemos esto... Es mi última noche con ustedes y no la voy a desperdiciar haciendo maletas—les quito la ropa de la mano a Emily y a Kitty y las tiro en la cama—Vamos a comer, a tomar y a olvidarnos un poco de todo este asunto—rodeo la cama, agarro a Rachel por la mano y la tiro para que se incorpore.


Una vez que está de pie la empujo en dirección del salón.

—Lo de tomar va para ustedes—digo con una sonrisa tratando de ocultar mi tristeza.

He intentado aparentar que estoy bien pero al igual que a ellas no me está saliendo bien.

Nos adentramos en el salón, Kitty y yo nos sentamos en el mueble grande, Emily toma asiento en el sillón de una plaza, Rachel se sienta en el suelo y apoya la cabeza en mis piernas.

—Que jodido es todo esto—se queja Kitty—Me siento como las chicas de sexo en la ciudad.

—Si somos como las chicas de sexo en la ciudad, entonces ¿quién serías tú?—inquiere Rachel dando un trago a su cerveza.

—Samantha Jones—exclamamos todas a la vez antes de estallar en carcajadas.

—Oh, sí. Siempre he pensado que Samantha tiene el mejor papel de la serie, no se enamora, se acuesta con todo Nueva York sin preocuparse del qué dirán y tiene un excelente gusto por la moda—concuerda Kitty.

—Sí, definitivamente tú encajarías perfectamente en ese papel—digo recuperándome de la risa—Sexo sin compromiso y ropa de diseñador carísima, pero te equivocas en una parte, Samantha se enamora de Smith al final de la serie.

—La niña fue inteligente se tiró todo Nueva York para después quedarse con el guapetón de Smith—Kitty gira la cabeza, me mira y me guiña un ojo.

—Ya quisieras tú —dice Emily

Su comentario nos hace reír.

—He de admitir que sería la vida perfecta—continúa Kitty dando un trago a su Heineken—, Pero no lo decía por eso, ¿recuerdan el episodio en el que Carrie se va a París con el ruso? Ese donde ustedes estuvieron llorando como magdalenas durante todo el capítulo.

Rachel levanta la cabeza y la mira.

—¡¿Ah, porque tú no?!

A mí me ataca la risa, en ese momento suena el timbre y Kitty salta de su asiento.

—Bueno que Miranda, Charlotte y Samantha estaban muy triste con la partida de Carrie—replica rápidamente mientras se dirige a la puerta ignorando el comentario de Rachel—, Y luego Big fue a buscarla a París para traerla de vuelta a casa.

Ladeo la cabeza y la miro mientras ella le está pagando la comida al muchacho del Sue, pienso en lo maravillo y romántico que sería si Santana hiciera eso por mí pero inmediatamente aparto ese pensamiento de mi cabeza.

«¡Ni lo sueñes! Eso solo pasa en la televisión».

—Muy bonita tu historia pero te recuerdo que yo no soy Carrie, que no estamos en Nueva York y San no tiene nada que ver con Mr Big, así que eso no va a pasar.

Kitty regresa y se para en medio del salón, verifica la guarnición de cada paquete y lo va entregando según lo que cada una pidió.

¡Dios! Solo de olerlo ya quiero devorarlo.

—Pero, ¿por qué no?—pregunta Emily en el momento que se levanta del sillón y se dirige a la cocina.

—Porque eso no pasa en la vida real—grito en su dirección medio masticando después de dar un primer mordisco.

Mmmm... Esto está sencillamente ¡delicioso!

—Bueno para que sepas, siempre he apostado por ustedes y aún mantengo la esperanza que el amor triunfe—me responde regresando de la cocina con dos cervezas en la mano. Le pone una a Rachel arriba de la mesa del centro y le da la otra a Kitty.

—Eso sonó a frase de telenovela—comenta Rachel socarrona—¿Y tú no vas a tomar?

—No, te recuerdo que ando manejando—le responde a Rachel antes de retomar su asiento.

—Bueno te informo que eso sería la sorpresa del año, porque aunque ella diga que todo terminará por arreglarse yo aún tengo mis dudas.

—Entonces solo nos queda esperar a ver qué pasa—sugiere Kitty y luego apresura su cerveza hasta el último sorbo. Coloca la botella vacía en la mesa y le da un trago a la que Emily le acaba de pasar.

Emily suspira y medio divertida comenta:

—La sorpresa se la va a llevar Hanna. Yo creo que de esta le da un soponcio.

—¿Y eso por qué?—pregunta Rachel.

—Porque no pienso escoger una fecha para la boda hasta que Britt regrese.

Esas palabras hacen que deje de comer en el acto.

Miro a Rachel y a Kitty, pienso que sus caras deben reflejar lo mismo que la mía.

Están para fotos.

—¡Qué!—exclama Kitty levantando las cejas

—¿Te vas a casar?—demanda Rachel con la boca ligeramente abierta.

Emily asiente con la cara iluminada.

—Hanna me lo preguntó nuevamente y esta vez le dije que sí.

Me incorporo rápidamente y la envuelvo en un abrazo mientras doy unos brincos con ella en brazos.

—¡En serio! No me lo puedo creer por fin le dijiste que sí—grito—¡Felicidades mi Em!

—Ya para de brincar que no estás para saltos.

Me separo de ella presa de la emoción para dejarle lugar a las otras.

—¡Enhorabuena cariño!—dice Rachel con la mirada vidriosa.

—Ya era hora—clama Kitty rodeándola con los brazos—Tienes a esa pobre mujer en ascuas desde hace demasiado tiempo.

—No me feliciten todavía, aún falta escoger la fecha de la boda y no pienso hacerlo hasta que tú no regreses—me avisa con una sonrisa empática—De esa forma tendrás una excusa para volver.

Amo a estas mujeres con todo mi ser. Hemos pasado por tantas cosas en más de una década.

Una vez leí que las verdaderas amigas son nuestras compañeras de vida, nuestras almas gemelas. Si es así, yo he encontrado las mías, mujeres que son fuertes, luchadoras, sensibles y especiales, cada una a su manera, a las cuales volvería a elegir para formar parte de mi vida con los ojos cerrados.

Porque una amiga no es quien te llama todos los días, sino la que corre a tu lado cuando la necesitas; una amiga no es solo la que elogia toda tu ropa sino la que te maldice por no tener su número de zapatos, una verdadera amiga es la que te acompaña a lo largo del camino, apoyándote a pesar de tus errores y caídas, la que te ayuda a levantarte cueste lo que cueste, aun poniéndose ella en ridículo para sacarte una sonrisa.

Porque las amigas se llegan a querer más que las hermanas y se aceptan tales como son.

Parpadeo varias veces para apartar las lágrimas.

—Ustedes tres son razón suficiente—afirmo con un nudo en la garganta.

Capitulo 20

—Te lo digo en serio, ni se te ocurra tirarle los tejos—tiro del pomo metalizado de la puerta en cristal y la sostengo para que entre mientras la miro con gesto serio.

—No entiendo a qué ha venido esa advertencia.

Le lanzo a mi amiga una mirada de: “ni siquiera lo intentes, te conozco demasiado bien.”

—Viene a que vi cómo la mirabas en el hospital y a que me sé tu historial “mujeres a las que me quiero follar” de memoria—digo al mismo tiempo que nos adentramos en el bar—Es la mejor amiga de Britt y no quiero problemas, además de que Marley está interesado en ella.

—Puedes estar tranquila porque pese a que es una mujer muy linda, no es mi tipo.

Me río entre dientes a la vez que me paso la mano por la barbilla. Ladeo la cabeza y la miro con una ceja levantada.

—¿Desde cuándo las mujeres lindas no son tu tipo?

—No he dicho que las mujeres lindas no son mi tipo, estúpida—me responde con una sonrisa de suficiencia—Dije que esa mujer—continúa alargando la frase—, Esa en particular no lo es.

Continuamos nuestra marcha hasta el fondo del local.

—¿Y eso por qué ?—pregunto sin poder creerme del todo sus palabras al mismo tiempo que levanto mi mano y la balanceo en frente de mi rostro para apartar el humo de cigarrillo que un señor acaba de lanzar en mi dirección.

—Porque es una arisca. Esa mujer no soporta que le hagas ningún cumplido. Durante el trayecto al hotel intenté hablar con ella y ser amable pero estaba demasiado tensa y poco receptiva para mi gusto, así que paso—claudica con determinación.

—¿Qué vas a tomar?

—Lo mismo que tú.

Busco a la muchacha que sirve con la mirada.

—Dos Coronas por favor—le pido cuando repara en mí.

Ella asiente antes de darme la espalda y marcar algo en una de esas máquinas en las que anotas seis números al azar más uno adicional, lo pasas por una máquina y a los cinco minutos anuncian el resultado ganador.

Aquí le llaman Súbito aunque en otros países tiene otro nombre.

Quinn tira de una silla y se sienta. Yo imito su gesto y ocupo el asiento de en frente.

—Kitty es así, tiene un carácter fuerte. Creo que eso es lo que tiene a Marley medio loca.

—Bueno entonces eso le gustará a tu amiga porque yo prefiero las mujeres más tranquilas...—dice cruzando sus piernas a la vez que se apoya de la pared de forma relajada—… Menos explosivas.

—Bueno me parece bien, no me gustaría estar en medio de Marley y ti, muchos menos por un asunto de faldas—apoyo los codos en la mesa y en ese mismo instante llega la camarera con las dos cervezas.

Coloca una delante de mí y luego otra frente a mi amiga la cual sin disimulo pierde la vista en el escote de la joven. La pateo debajo de la mesa y ella me mira divertida.

Esa es una de las razones por la que quiero se mantenga lejos de Kitty. Sus ojos tienen casi tanto problema como sus manos para mantenerse sobre la misma mujer.

—Me podrías traer un poco de sal y un trozo de limón—le pide Quinn deteniendo los pasos de la muchacha, esta asiente y gira sobre sus talones en dirección de la barra.

—Sabes que esa mezcla explosiva te va a matar algún día—la prevengo mientras le quito la servilleta que la mesera ha envuelto alrededor de la botella y después limpio la boca de la misma.

—Es la única forma de tomar una buena cerveza mexicana—dice y luego se encoge de hombros.

—Tú ya sabrás. Ahora dime cómo van las cosas.

—Tengo varias novedades, dos malas y una buena, ¿cuál quieres escuchar primero?

Me paso la mano por el cabello y resoplo. Tomo un sorbo de mi cerveza y respiro hondo.

—Comienza con la peor —digo sin mucho entusiasmo.

—He hecho la lista de los clientes que me pediste y solo tenemos diez bajo contrato.

Tuerzo el gesto pero no me parece tan malo.

Algunos de nuestros clientes tienen contratos de corta duración (alguna que otra consulta para temas muy puntuales y una vez que el trabajo está hecho el contrato claudica hasta que nos necesiten otra vez) contrariamente a otros clientes que firman con nosotros por periodos más largos (ya sea para análisis e interpretación de los estados financieros cada tres o seis meses o algunos más intensivos, como: Diagnósticos financieros o la intervención de algún departamento, negocio o sucursal).

—No veo la gravedad del asunto, los llamaremos y al igual que a los demás les explicaremos que la empresa cerrará sus puertas por tiempo indefinido—le informo justo en el momento que regresa la mesera y coloca al lado de la cerveza de mi amiga un platillo blanco con dos trozos de limón y un salero.

El rostro de Quinn se contrae de forma más seria y ni siquiera repara en la presencia de la chica, eso hace que yo empiece a preocuparme.

El tema debe ser muy serio.

—El problema es que si anulamos esos contratos ahora, tendremos que pagar una indemnización por daños.

—¿De cuánto estamos hablando?—le pregunto con cierta inquietud mientras ella coge el limón y lo introduce dentro de la botella.

Suspira a la vez que toma el salero y le echa un poco de sal.

—De un millón de euros.

¡Mierda!

Eso sí no me lo esperaba.

Me paso las manos por la cara mientras trato de procesar esas palabras. Es muchísimo dinero y aunque la empresa esté marchando bien, no poseo esa cantidad y mucho menos ahora después de mi última inversión.

Además me niego a tener que pagarles una suma tan elevada. Ya bastante dinero les he hecho ganar como para encima tener que darles el mío.

—Me imagino que esas cuentas son...

—De los amigos lambe culo de tu suegro—termina la frase por mí antes de llevarse la cerveza a sus labios y beberse la mitad de un solo sorbo, confirmando así mis temores.

—Como tu asesora legal te diría que sigas con esas cuentas y que esperes ver cuál será la reacción antes de cancelar los contratos y seguir manejándolas desde aquí.

—¡No!—digo de forma rotunda—, Quiero cortar todo lo que tenga que ver con Elaine y su papá.

—¡Cálmate! Dije como asesora legal, como tu amiga te digo que encontraremos una forma y mandaremos a la mierda a esos hijos de puta.


Tiene razón.

No puedo perder el control. Si quiero que todo salga como lo previsto tengo que mantener la cabeza fría.

—Tienes razón, mejor dime cuál es la buena noticia que me tienes—digo sarcástica ya preparada para lo peor.

—Ya he presentado la demanda de separación ante el tribunal correspondiente, de seguro esta misma semana se le notifique por escrito a Elaine.

Sus palabras me llenan de alivio.

No es como si ya estuviera divorciada pero es un avance.

Últimamente con Elaine no puedo cruzar dos palabras sin terminar peleando y eso que aún no le he contado lo del embarazo de Brittany.

Espero que esa noticia haga que mi Britt-Britt se sienta más tranquila con relación a nosotras.

Aunque no me lo ha dicho con palabras pude ver en sus ojos cuando pasé por su departamento para despedirme en la tarde que no cree cien por ciento en mis palabras cuando le digo que me pienso divorciar.

—Gracias.

—No te alegres tan pronto, puede que como no hay hijos de por medio y ningún riesgo de que Elaine esté embarazada, el juez te otorgue la separación de cuerpos pero tendrás que esperar por lo menos tres años antes de que puedes solicitar el divorcio.

¡Maldita sea!

¡No puede ser!

No puedo creer que tenga que durar tanto tiempo para poder romper todo vínculo con Elaine.

Esa mujer está desquiciada. No quiere entender razones. Solo espero que se dé cuenta que lo nuestro no puede continuar y acepte lo que diga el juez.

¡Cielos!

Siento que no he descansado en meses.

Desde mi viaje a Miami no he parado. Cuanto daría por irme con Brittany mañana en ese vuelo y olvidarme de todo. Entre las discusiones con mi papá que no intenta entenderme, los problemas con Elaine, la alerta sobre el embarazo de Brittany, estoy exhausta.

—No te preocupes tanto, ya encontraremos la manera.

—Lo sé, es solo que Brittany se va mañana y eso me tiene un poco descolocada.

—Pero las cosas entre ustedes están bien.

—Sí pero... si la hubieras visto cuando la fui a ver esta tarde. Está muy triste y no puedo dejar de culparme por eso.

—Pero le contaste la razón por la que dejas que se vaya.

Me llevo la corona a los labios y doy un largo sorbo. Cuando termino pongo la botella de regreso a la mesa y jugueteo con ella mientras escucho las palabras de Benedetto en mi cabeza.


Flashback


— “Yo que tú me lo pensaría bien. Te recuerdo que los accidentes son muy comunes hoy en día—deja caer de la forma más natural del mundo.

— “¿Me estás amenazando?” —le pregunto desafiante.

— “No me malentiendas, te tengo demasiado aprecio como para hacer algo en tu contra. Eres como una hija para mí pero sería una lástima que algo malo le pueda pasar a una muchacha tan bonita; ¿No crees?”

No entiendo de qué habla. Lo miro con desconcierto.

— “¿Cómo es que se llama? Corrígeme si me equivoco…—arruga la frente como si estuviera pensando en algo—, B- Britt- Brittany. ¡Ah sí! Brittany Pierce”—su cara se ilumina al pronunciar su nombre y todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se tensan.

¿Cómo diablos sabe sobre ella?

Le lanzo una mirada letal.

Es un gran hijo de puta.

¿Cómo se atreve?

Acaba de amenazar la vida de Brittany y está ahí sentado muy campante como si estuviera hablando del clima.

El muy maldito de mi suegro se levanta de su asiento y me rodea el cuello con su brazo, su contacto me quema.

Cualquiera diría que somos dos colegas charlando de lo más natural cuando en realidad estoy que ardo por dentro de la rabia y lo único que quiero es darle un puñetazo que le borre esa sonrisa arrogante y acabar con su pose de gran señor.

— “En cuanto mi hija me dijo que habías cambiado desde que trabajas con esa chica, lo supe. No me lo tomes como un reproche, yo también soy hombre y sé que uno no se puede resistir a unas piernas bonitas pero también sé dónde están mis prioridades y tú también deberías saber que tu prioridad es mi hija y no esa chiquilla”

Esto tiene que ser un mal chiste.

Es un maldito hijo de perra.

No entiendo cómo pude estar tan ciego


Fin Flashback


—Si te refieres a la amenaza que ese bastardo lanzó como el que no quiere la cosa en su contra bueno no, no le dije nada. Está embarazada y no quiero preocuparla más de lo necesario.

—Te entiendo pero es bueno que esté al tanto de todo, de esa forma te entendería mejor y estará en alerta, aunque para serte sincera no creo que vaya a hacer nada. Yo pienso que lo dijo para asustarte y asegurarse que te casaras con su hija. Además que un hombre de su estatus no se va a poner a jugar a lo gánster.

—No estoy seguro que Benedetto cumpla su amenaza pero no puedo correr el riesgo, sigo pensando que lo mejor es que se aleje de todo esto.

«Aunque por dentro esta separación me esté matando».

Capitulo 21

—Ya empaqué todo lo que necesito—murmuro para mí misma al cerrar la maleta y el sentimiento de tristeza que siento desde hace días me invade un poco más.

Respiro hondo a la vez que le echo un vistazo a la habitación para asegurarme que no se ha olvidado nada.

Camino hasta la mesita de noche comprada en Ikea y abro la primera gaveta, cojo el billete electrónico que Santana me ha traído hoy en la tarde y verifico una vez más las informaciones de vuelo.

Un boleto solo de ida.

Suspiro.

«Tú lo decidiste Brittany y ya no hay vuelta atrás».

—¿Qué haces?

Giro la cabeza por encima de mi hombre izquierdo y Kitty vestida en su pijama rosada de Hello Kitty me mira desde la puerta medio abierta sin entrar del todo.

—Me aseguro que todo esté en orden—respondo con pesadez mientras le muestro los documentos que tengo en la mano.

Ella se acerca, pone las manos sobre mis hombros y acomoda su cabeza en mi pecho.

—Deberíamos acostarnos, mañana tenemos que estar en el aeropuerto a las seis.

—Lo sé —respondo con nostalgia.

—¿Duermes conmigo?

Sonrío ante su pregunta.

¡Dios! La voy a extrañar con locura.

—De acuerdo pero solo si me prestas tu pijama de Betty Boop.

—Lo siento pero eso no va a ser posible.

Me despego de ella, me giro y la miro con los ojos entrecerrados.

Sé que tiene una extraña adoración con ese pijama pero bueno, que me voy mañana, eso debe influenciar un poco la balanza a mi favor, ¿no?

—Será difícil—se precipita a decir alargando las palabras—, Ya que cuando estabas en el baño la puse en tu maleta.

Me la como a besos.

¿Cómo no quererla?

Es un amor.

No me resisto y me apresuro a abrazarla. La lleno de besos y apapachos en contra de su voluntad.

—Pero no es para que te pongas sensiblona, solo lo hice porque sé cuánto te gusta ese pijama pero nada más—me dice en medio de la resistencia y la risa.

No me detengo y continúo mi ronda de besos y mimos hasta que entre carcajadas nos dejamos caer en la cama.

—Sabes que te adoro.

—Ya párale que no es para tanto.

Escucho La Tortura de Shakira y giro la cabeza en dirección de donde proviene el ruido.

—¿Quién podría estar llamando a estas horas?

—No lo sé, a lo mejor es una de las muchachas para avisar que ya llegaron—me responde antes de intentar pararse de la cama.

Mientras Kitty sale del cuarto y se dirige hacia el salón aprovecho y bajo la maleta de la cama con cierta dificultad y la arrastro hasta ponerla contra la pared cerca de la puerta.

Regreso hasta la mesita donde tengo los papeles, los tomo y los guardo en mi cartera.

Escucho los pasos de Kitty y levanto la vista. La expresión pálida de su cara me deja petrificada en el lugar. No sé lo que ha pasado pero mi corazón se acelera y temo lo peor.

—Kitty—digo y mi voz sale gruesa.

Se me ha secado la boca.

—Era Rach—balbucea a la vez que vacila.

¿Puede un corazón dejar de latir?

Porque creo que el mío lo ha hecho.

—Ha habido un accidente.

Dejo de respirar.

Me mareo.

Las piernas me fallan y tengo que sujetarme de la mesita de noche, Kitty se acerca a toda prisa y me ayuda a sentarme en la cama. Sale disparada de la habitación mientras que no soy capaz de generar nada más.

¿Un accidente”?

¿Qué diablos ha pasado?

Tengo que concentrarme.

Tomo una respiración profunda y trato de alejar los malos pensamientos.

Están bien.

Tienen que estarlo.

Me niego a que sea de otra manera.

¿Y si no es así?

El pánico se ha apoderado de mí.

Kitty regresa con un vaso de agua y me lo entrega. Tomo un sorbo pero no me pasa.

Tengo la garganta cerrada.

—Rachel está bien—me anuncia con un ligero temblor en la voz—, Vamos a ir al hospital pero primero tienes que calmarte.

Cierro los ojos para apartar la bruma. Tengo que enfocarme.

Tiene razón.

Ha dicho que Rachel está bien, lo que significa que... No, no, no. ¡no!

Abro los ojos y después de ahí todo sucede de prisa. Me levanto de la cama con la adrenalina corriendo por mis venas y le pido a Kitty que me cuente lo que ha pasado, mientras busco algo que ponerme.

Ella va a su habitación y regresa con unos vaqueros, una muda de ropa y me dice al mismo tiempo que se quita el pijama que Rachel estaba muy alterada por lo que no entendió muy bien.

Sabe que han tenido un accidente y que Emily estaba inconsciente.



Diez minutos más tarde estamos saliendo por la puerta en dirección al hospital Emile Mayrisch situado en Esch.

Me imagino que la han llevado ahí por ser el más cercano al lugar del accidente.

Voy todo el camino haciendo oraciones mudas, pidiéndole a todos mis angelitos que permitan que esté bien.

Por suerte el hospital queda a solo veinte minutos del departamento, con el poco tráfico de la una de la madrugada y el pie pesado de Kitty solo nos tomó diez minutos llegar, cosa que agradezco porque el nudo que se me ha acumulado en el estómago me está matando.

A penas llegamos a la entrada principal, no le doy tiempo a Kitty de parquear, salgo del coche y corro hacia el área de emergencias.

Las puertas se deslizan, entro buscando el rostro de Rachel en todas las personas con las cuales me cruzo pero no la veo y me desespero.

Con grandes pasos me acerco a la recepcionista que está detrás de un gran escritorio circular. Ella me recibe con una pequeña sonrisa. Con el nudo en el estómago, las lágrimas contenidas y la carrera que me acabo de pegar, me cuesta hablar.

Trago saliva para intentar bajar la tensión en la garganta y con cierta debilidad en la voz le doy el apellido de Rachel. Ella verifica en su computadora las personas que han sido ingresadas hace poco y ubica a mi morenita Rachel, me dice que debe estar en el tercer piso a la vez que Kitty llega a mi lado.

Le dedico un rápido “gracias” mientras mi amiga me toma de la mano y juntas nos encaminamos a los ascensores.

Al llegar al piso indicado vuelvo a buscar a Rachel pero no la veo, trato de mantener la calma pero me está costando.

Nos topamos con una enfermera y la muy diligente nos informa que posiblemente esté en la sala de espera.

Mi corazón siente un ligero respiro pero no estaré tranquila hasta que la vea y compruebe que está bien.

Doblamos en el segundo pasillo como nos han indicado y con el corazón en la boca veo a Rachel sentada en un sillón gris con la cabeza enterrada entre las manos.

—¡Rach!—grito y las lágrimas por el hecho de saber que por lo menos una de ellas está bien me asaltan.

Ella levanta la cabeza con la cara bañada en lágrimas. Tiene un moretón encima de la ceja derecha y un poco más para arriba una pequeña curita.

En cuanto nos ve se levanta, corre hacia nosotras y me envuelve en un fuerte abrazo donde llora desconsolada.

—Shhh… cariño todo estará bien ya lo verás—digo con la voz agrietada mientras Kitty se cierne sobre nosotras.

—Britt todo pasó tan rápido—solloza.

—No llores—le pide Kitty con un hilo de voz mientras le acaricia la espalda con su mano derecha—Vamos a salir de esta como lo hemos hecho siempre.

—¿Pero qué fue lo que pasó?—pregunto tratando de no quebrarme.

Rachel sigue llorando, trata de explicarse pero cada vez que abre la boca se le quiebra la voz.

Después de un rato, ya un poco más calmada, nos explica que un conductor se voló la luz roja y le ha impactado por el lado del pasajero. El vehículo terminó chocando contra un muro.

Por suerte, Rachel solo ha sufrido una contusión leve y algunas magulladuras que no son de cuidado, nada que unos analgésicos y un poco de descanso no puedan curar, contrariamente a Emily quien ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza.

Rachel no la ha vuelto a ver desde que la trajo el SAMU inconsciente. Lo único que le han dicho es que la han tenido que operar de emergencia y eso fue hace cuarenta minutos atrás.

Kitty nos pide que nos acomodemos, mientras nos sentamos en la silla siento como si el mundo se hubiera detenido.

¡Joder!

Esto no puede estar pasando.

No soy una persona muy creyente. Desde chiquita mi mamá nos ha enseñado que existe un Dios ahí arriba y que debemos creer, que cuando pedimos las cosas con fe todo es posible.

Cuando mi papá sufrió una crisis de asma y se lo llevaron de emergencia le pedí a Dios que todo saliera bien pero mi papá nunca regresó a casa, entonces dejé de creer.

Pero si de verdad existe un Dios ahí arriba, le imploro, le suplico que Emily esté bien.

Que me la devuelva.

«Por favor te lo pido, que se salve».

¡Mierda!

Este silencio me está matando.


Emily es muy joven, ella no puede morirse.

¡Dios!

Si está a punto de casarse...

¡Mierda!

—¿Le avisaste a Hanna?

Rachel levanta la vista, parece que acaba de caer en cuenta. El miedo y el remordimiento por no haberle avisado se dibujan en sus ojos.

—No lo pensé, lo siento. Yo... —y se vuelve a quebrar entre sollozos.

—Tranquila, ya le aviso yo —dice Kitty y se levanta, busca su teléfono en el bolso y marca el número.

Estoy inquieta, no logro quedarme sentada.

No aguanto más y mientras Kitty está al teléfono voy al mostrador de la recepcionista de este piso y le pregunto si saben algo. La enfermera se hace la misteriosa y me dice que aún está en cirugía, que no puede decirme nada más y debo esperar al médico.

Tengo una opresión en el pecho que cada vez más me cuesta controlar.

—¡Brittany!

Me sobresalto al escuchar la voz de Santana. No entiendo qué hace aquí pero no me importa.

Con pasos grandes se encamina hasta donde estoy, seguida por Marley y otra muchacha.

Cuando me alcanza y me envuelve en sus brazos y es mi perdición. La tensión y la angustia pueden conmigo y rompo a llorar.

—Britt-Britt por favor no. No llores—me pide mientras acaricia el cabello—, Eso no te hace bien, recuerda tu embarazo.

Envuelvo mis manos alrededor de su cintura mientras dejo que me consuele.

Estoy asustada.

Me desagrada no saber lo que pasa.

—¿Dónde está Kitty?—escucho que me pregunta Marley.

Me separo de Santana y me paso la mano por la cara antes de que ella se lleve la suya a la cartera y saque un pañuelo en tela.


Le agradezco que me limpie el rostro, debo estar deplorable.

—Está ahí con Rach.

Marley sale disparada en dirección de la sala de espera al mismo tiempo que la muchacha que ha acompañada a Santana que por la descripción me imagino se trata de Quinn, se acerca a nosotras con pasos cautos.

—Lo siento—dice y por su expresión me parece sincera—San me ha dicho que es una de tus mejores amigas.

Asiento porque si hablo sé que volveré a llorar y no quiero.

Santana me cobija bajo su ala y juntas regresamos a la sala de espera. Al entrar en la pequeña sala alcanzo a escuchar como Marley le pregunta a Kitty si necesita algo, ella le dice que no. La castaña le pasa el brazo por el cuello y la aprieta contra su pecho.

Me sorprendo gratamente ver que mi amiga no se lo impide.

—¿Cómo supiste que estábamos aquí?

—Kitty me llamó cuando llegaron al hospital y me pidió que viniera.

Le dedico una rápida mirada con los ojos empañados de lágrimas. Mi loca siempre pensando en mí.

Miro a Rachel que está temblando.

Cuando me voy a acercar a ella, la amiga de Santana se me adelanta y gentilmente la cubre con su chaqueta. Mi morenita se lo agradece al mismo tiempo que Quinn ocupa el asiento a su lado.

Marley y Kitty se acercan a nosotras mientras que la castaña se interesa en lo sucedido. Kitty le va explicando y Rachel se estremece. La pobre, no me imagino cómo debe sentirse en estos momentos.

Las seis estamos sentadas y los minutos siguen pasando.

No entiendo qué puede estar tomándole tanto tiempo.

¡Esto es desesperante!

Me dejo arropar por el calor de Santana que intenta darme serenidad pero no lo consigue y nada lo hará hasta que alguien me diga qué diablos está pasando.



Después de un tiempo que me pareció una eternidad entra en la sala un doctor vistiendo un conjunto verde manzana.


—Familiares de la señorita Fields—dice en francés en forma de pregunta.

Nos levantamos todas en conjunto.

Yo me suelto del brazo de Santana y me acerco al doctor.

—¿Cómo… cómo está?—le pregunto y mi voz se desvanece en un susurro.