|
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
"Opening Night" en:
Últimos temas
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios |
Publicidad
FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
+5
JVM
monica.santander
Isabella28
micky morales
23l1
9 participantes
Página 3 de 8.
Página 3 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Cap 11
Capitulo 11
Brittany
La tarde pasó en un torbellino de actividad.
Efectivamente, Santana le había dicho a Kurt lo que quería y la lista era interminable, al parecer.
Vestidos, pantalones, faldas, blusas, trajes… un enorme surtido de telas y de colores que me fueron presentando. También había bañadores, lencería y camisones.
Me probé prenda tras prenda, y tras discutir el mérito de cada una de ellas, o bien las descartaba o las colocaba en el montón de la ropa para comprar.
Menos mal que después de observarme durante un momento, los zapatos que eligió para mí eran de tacón bajo. Elegantes, me aseguró, pero con ellos conseguiría mantenerme erguida.
La gota que colmó el vaso fue la ropa deportiva.
A esas alturas, mi paciencia había llegado a su límite.
No me imaginaba ninguna situación en la que necesitara ropa deportiva tan cara.
Santana tenía un gimnasio privado en su piso, por el amor de Dios.
Cuando Kurt me dijo que la ropa deportiva estaba en la lista de Santana, levanté las manos y le dije que añadiera lo que le diera la gana.
No podía más.
Salí de la tienda con las prendas para el día siguiente en varias bolsas, ataviada con unos vaqueros nuevos y una camiseta de seda de manga corta de un intenso tono rojo.
Al parecer, Santana no quería verme aparecer vestida con mis «trapos viejos».
Me mantuve en silencio durante el trayecto de vuelta, abrumada y cansada.
Subí las bolsas al departamento y abrí la puerta con mis propias llaves. Escuché música procedente del otro extremo del pasillo.
Sabía que Santana estaba haciendo ejercicio, de manera que colgué el vestido nuevo en el armario y coloqué las demás prendas que había llevado conmigo.
Después, llamé a la residencia para preguntar por Penny. La enfermera encargada me dijo que estaba dormida, pero que no había tenido un buen día y que era mejor que no fuera a verla.
La tristeza me envolvió mientras me sentaba para mirar por la ventana.
Detestaba los días como ese. Sin embargo, tenía razón. Ir solo conseguiría alterarla más.
De manera que bajé las escaleras y me dirigí a la cocina para investigar.
Estaba muy bien equipada, aunque había poca comida, salvo por unas cuantas piezas de fruta y algunos condimentos, guardados en el frigorífico y en los armarios respectivamente.
—¿Buscas algo?
Me enderecé, sobresaltada.
Santana estaba apoyada en el vano de la puerta, con una toalla sobre sus anchos hombros. La piel le brillaba por la fina capa de sudor que la cubría.
Tenía el pelo mojado. Sin embargo, estaba perfecta.
—No tienes mucha comida.
—No sé cocinar. Siempre pido la comida o el ama de llaves me deja algo.
—¿El ama de llaves?—no me había mencionado que tuviera un ama de llaves.
Asintió con la cabeza y bebió un sorbo de agua de la botella que sostenía.
—Necesito contratar a una. La última se marchó hace unas dos semanas—agitó una mano—Vienen y van.
Disimulé una sonrisa.
Esas noticias no me habían sorprendido en lo más mínimo.
—Yo sé cocinar.
Ella rio entre dientes.
—Ya me lo habías dicho.
Pasé por alto su sarcasmo.
—Puedo limpiar el piso, hacer la compra y cocinar.
—¿Por qué?
—¿Por qué no?
—¿Por qué ibas a hacerlo?
—Santana—le dije con voz paciente—, He dejado mi trabajo. Tendré mucho tiempo libre. ¿Por qué vas a contratar a una persona cuando yo estoy aquí?
Frunció el ceño mientras reflexionaba al respecto.
—A los ojos de los demás, será algo natural—al ver su expresión confundida, le expliqué—El hecho de que yo me encargue de la casa. Que me encargue de… ti.
Se rascó la nuca, a todas luces perdida.
—¿Ah, sí?
—Sí.
—Está bien. Por ahora. Usa la tarjeta para pagarlo todo.
Asentí con la cabeza.
—Cualquier cosa que necesites para limpiar. Cómprala. Si necesitas ayuda, búscala.
—De acuerdo.
Me sentí aliviada.
Hacer la compra y preparar la cena sería algo normal. Así me mantendría ocupada.
Y también limpiaría el piso.
—¿Qué tal ha ido la llamada con el abogado?
—Bien—apuró la botella de agua y la arrojó en el cubo de la basura dedicado a los envases reciclables—¿Qué tal tu tarde de compras?
Puse los ojos en blanco.
—Menuda lista le has dado.
—Te dije que quería que tuvieras de todo.
—Bueno, lo has conseguido.
Se acercó a mí y frotó entre sus largos dedos la manga de mi camiseta.
—Me gusta esto.
—Me alegro. Lo has pagado tú.
—¿Has usado el dinero que te he dado?
—No sabes cuánto. Estoy segura de que te he dejado en números rojos.
Para mi sorpresa, sonrió. Fue una sonrisa sincera que le iluminó los ojos y le otorgó una apariencia juvenil y traviesa.
—Por fin haces lo que te digo.
Resoplé.
Alargó un brazo y cogió un sobre.
—Aquí tienes.
Cogí el sobre con gesto renuente. Contenía algo duro y voluminoso.
—¿Qué es?
—Las llaves de tu coche.
—¿De mi coche?—pregunté con voz chillona.
—Te dije que te compraría uno. Está en la plaza 709, al lado de mis otros dos vehículos. Ahí está la tarjeta también. Con ella podrás entrar y salir del garaje.
—¿Qué…?
—Es un Lexus. Seguro. Fiable. Rojo… como tu camiseta.
—No hacía falta.
—Sí que hacía falta. Forma parte de la imagen, Brittany. Vamos a vendernos como una pareja. Los detalles son importantes. Recuérdalo—se encogió de hombros—De todas formas, cuando todo esto acabe, se venderá bien. Si no quieres conservarlo, siempre podrás venderlo. En cualquier caso, es tuyo. Forma parte del acuerdo.
Negué con la cabeza.
—¿Cómo puedes permitirte todo esto? Sé que tenías un buen sueldo, pero no da para tanto.
Su expresión se ensombreció.
—Cuando mis padres murieron, heredé una fortuna.
—Vaya, lo siento, Santana. No lo sabía. ¿Murieron hace poco?
Vi que tensaba los hombros y que su postura se tornaba rígida.
—Hace catorce años. No fue una gran pérdida, así que ahórrate la compasión. Fue la primera vez que hicieron algo beneficioso para mí.
No supe muy bien cómo replicar a ese comentario.
—Así que no te preocupes por el dinero—se dio media vuelta y salió de la cocina—Voy a ducharme y después pediré la cena. Te he dejado una lista en la mesa, échale un vistazo. Empezaremos a hablar cuando vuelva. Tenemos que memorizarlo todo.
—¿Más trabajo para cimentar la imagen?
—Exacto. Elige una buena botella de tinto del botellero. Creo que voy a necesitarla—me miró con una sonrisa burlona—Si acaso eres capaz de distinguir una buena, claro está—se marchó tras soltar esa perla tan agradable y me dejó ahí plantada, mirándola con expresión asesina.
Santana
Cuando volví, Brittany estaba sentada en uno de los taburetes.
Había abierto una botella de vino y estaba bebiendo un sorbo de su copa mientras leía los papeles que tenía delante.
Respiré hondo y atravesé la estancia. Había llevado su lista a fin de discutir los detalles.
Necesitábamos atiborrarnos de información al máximo para poder salir airosas al día siguiente.
Debíamos convencer a Will de que lo nuestro era sincero. Sabía que iba a ser una noche muy larga.
Todavía seguía tensa por lo de antes.
Me pasaba siempre que hablaba de mis padres, por más breve que fuera la conversación. Odiaba pensar en ellos y en mi pasado.
Los brillantes ojos de Brittany se clavaron en mí. El pelo le caía sobre un hombro y no pude evitar fijarme en lo bien que le sentaba el rojo a su tez clara y al color claro de su pelo.
Sin mediar palabra, me serví una copa de vino y me senté a su lado, desterrando ese extraño pensamiento de mi cabeza.
—La cena llegará pronto. He pedido canelones. Espero que te gusten.
Asintió con la cabeza.
—Es uno de mis platos preferidos.
Levanté la lista con una sonrisa burlona.
—Lo sé.
Bebí un sorbo de vino, paladeando su sabor con gusto. Había elegido uno de mis preferidos.
Golpeé la encimera con los papeles.
—¿Empezamos?
Horas después, me serví en la copa el poco vino que quedaba en la botella.
Estaba exhausta.
Puesto que no me gustaba hablar de mi pasado ni revelar detalles personales, la noche había sido difícil.
Por suerte y gracias a que teníamos mucho terreno que cubrir, no me había visto obligado a profundizar en ciertos asuntos.
Brittany sabía que era hija única, que mis padres habían muerto y todos los detalles relevantes: la universidad en la que me gradué, mis actividades, colores y comidas preferidas, lo que me gustaba y lo que detestaba.
Me sorprendió en cierto modo descubrir que ella ya sabía muchas de esas cosas.
Era más observadora en el trabajo de lo que yo imaginaba.
Aprendí una gran cantidad de información sobre ella. Aunque era observadora, para mí solo había sido una mera sombra en los márgenes de mi mundo.
Sin embargo, si bien se mostró tan reticente como yo a hablar sobre su pasado, me contó lo justo.
También era hija única, sus padres murieron cuando era una adolescente y se marchó a vivir con su tía, que en la actualidad vivía en una residencia de ancianos.
No acabó sus estudios superiores, entró en Tanaka Inc. para cubrir un puesto temporal y ahí se quedó.
Cuando le pregunté por el motivo, me dijo que en aquel entonces estaba indecisa sobre su futuro y eligió trabajar hasta saber lo que quería.
Dejé pasar el tema, aunque me pareció raro. No sabía cómo trabajaba su mente.
Me senté con un suspiro.
Brittany se puso tensa a mi lado y yo eché la cabeza hacia atrás mientras la miraba con mal disimulada impaciencia.
—Creo que ya tenemos lo básico cubierto, Brittany. Incluso sé cuál es tu crema de manos preferida por si acaso sale el tema—su lista había sido mucho más detallada que la mía—Sin embargo, nada de esto va a funcionar si te tensas cada vez que me acerco a ti.
—No estoy acostumbrada—admitió—Siempre me… ah… me pones los nervios de punta.
—Tendremos que acercarnos—le recordé—Los amantes se tocan y se acarician. Susurran e intercambias miradas. Es una familiaridad fruto de la intimidad que se comparte. Tengo la sensación de que la familia Schuester es afectuosa. Por más que nos aprendamos un sinfín de datos sobre nuestros gustos, Will no se va a tragar lo nuestro si no puedo alargar el brazo para cogerte la mano sin que des un respingo.
Jugueteó con la copa de vino y pasó los dedos por el pie varias veces.
—¿A qué te refieres?
—A qué voy a tocarte, a susurrarte cosas al oído, a acariciarte el brazo e incluso a besarte. Te llamaré «cariño» o cualquier otro apelativo del estilo. Como hace cualquier pareja de enamoradas.
—¿No has dicho que nunca te has enamorada?
Resoplé.
—He preparado tantas campañas sobre el tema que soy capaz de fingir perfectamente. Además, estoy muy familiarizada con el deseo, y prácticamente es lo mismo.
—El sexo sin amor solo son dos cuerpos y mucha fricción.
—No hay nada de malo en ese tipo de fricción. El sexo sin amor es el que a mí me gusta. El amor tiene efectos sobre las personas. Las cambia. Las debilita. Complica las cosas. No me interesa en absoluto.
—Qué triste.
—En mi mundo no lo es. Y ahora retomemos el tema. ¿Estás preparada para no salir corriendo cada vez que te toque o que te bese? ¿Serás capaz de controlarte?—golpeé con los nudillos las listas que teníamos delante—Necesitamos algo más que datos para salir airosos.
Alzó la barbilla.
—Sí.
—Está bien, entonces tenemos que ponernos a prueba.
—¿Qué sugieres?
Me acaricié la barbilla con un dedo.
—Bueno, ya que follar por follar está descartado, supongo que tendremos que encontrar otra solución. A menos que quieras probarlo, claro está.
Puso los ojos en blanco y se ruborizó.
—No. Siguiente sugerencia.
Contuve una carcajada. A veces era graciosa.
Extendí una mano con la palma hacia arriba a modo de invitación.
—Ayúdame.
Colocó una mano sobre la mía despacio, y yo cerré los dedos en torno a su pequeña palma.
Tenía la piel fría y suave. Sonreí y le di un apretón en los dedos antes de soltarla.
—¿Ves? No te he quemado ni nada—inquieta, me puse en pie y empecé a caminar de un lado para otro—Tendremos que estar cómodas. Si te beso en la mejilla o te paso un brazo por la cintura, debes actuar como si fuera normal—me di un tirón del bajo de la camisa—Y tú tendrás que hacer lo mismo. Tendrás que tocarme, que sonreírme y que reírte cuando yo me incline para decirte algo al oído. Besarme en la mejilla. Algo así. ¿Lo entiendes?
—Sí—y en ese momento sonrió.
Fue la expresión más traviesa que le había visto nunca.
—¿Qué?
—Si tú me llamas «cariño», yo tendré que llamarte de alguna manera…esto… especial también, ¿no?
—No me gustan los apodos. ¿En qué estás pensando?
—En algo sencillo.
Podría soportarlo.
—¿Cómo qué?
—San—me soltó con expresión seria.
—No.
—¿Por qué no? Es un diminutivo de tu nombre y te… eh… te va como anillo al dedo en más de un sentido.
La miré con gesto serio.
Estaba segura de que sabía que ese era mi apodo en el mundillo publicitario y quería reírse de mí.
—No. Elige otro.
—Tendré que pensarlo.
—Hazlo. Pero San está descartado.
Movió los labios.
Puse los ojos en blanco.
—Déjalo, Brittany.
—Bueno. San es perfecto, pero buscaré otra cosa.
Pasé por alto su evidente sorna.
—No. Ya está bien—me planté delante de ella y enfrenté su mirada guasona—A ver, ¿practicamos?
—¿El qué?
Cogí el mando a distancia, lo conecté y le di a la tecla para cambiar la música hasta dar con una melodía lenta y agradable.
—Baila conmigo. Acostúmbrate a estar cerca de mí—extendí un brazo y dije unas palabras que jamás había usado con ella salvo en los últimos días—Por favor.
Brittany me dejó ponerla en pie y se acercó a mí con torpeza.
Suspiré mientras le rodeaba la cintura con un brazo para pegarla a mi cuerpo y aspiré el olor que desprendía su pelo.
Empezamos a movernos y me sorprendió que todo me pareciera tan natural.
Era más menuda que las mujeres a las que estaba acostumbrado. También era más, apenas le llegaba un poco más arriba, mi cabeza apenas siquiera le rozaba la barbilla, con tacos ya era de su porte.
Parecía muy delgada y frágil entre mis brazos, pero se amoldaba bien a mi cuerpo.
Al cabo de unos minutos, la tensión se evaporó de sus hombros, y me permitió guiarla por la estancia sin problemas. Se movía con una elegancia inesperada, teniendo en cuenta las veces que la había visto tropezar con sus propios pies.
De repente, escuché una voz en la cabeza diciéndome que tal vez lo que necesitaba era una persona que la sostuviera en vez de alguien que tratara de tirarla al suelo.
Eso me obligó a detenerme y me alejé de ella para mirarla a los ojos. Ella parpadeó varias veces, nerviosa, y comprendí que esperaba algún comentario desagradable.
En cambio, le acaricié una mejilla y puso los ojos como platos.
—¿Qué haces?
—Voy a besarte.
—¿Por qué?
—Para practicar.
Su apenas audible exclamación acabó en mi boca porque la besé en ese momento.
La suavidad de sus labios me sorprendió, lo mismo que su maleabilidad cuando aceptó el beso.
No fue una sensación desagradable.
De hecho, el contacto me provocó una especie de calidez en la columna.
Aparté los labios de los suyos, pero no tardé en besarla de nuevo; en esa ocasión, apenas fue un roce fugaz.
Me alejé y la solté.
La tensión flotaba en el aire que nos rodeaba, y esbocé una sonrisa burlona.
—¿Ves? No ha sido tan malo. No vas a morirte si te beso.
—Ni tú tampoco—replicó ella con voz temblorosa.
Solté una carcajada.
—Espero que no. Lo que haga falta para conseguir el trabajo.
—Claro.
Cogí el mando a distancia y quité la música.
—Bien hecho, Brittany. Hemos hecho suficiente acercamiento por una noche. Mañana es un día importante, así que creo que necesitamos descansar.
—Está bien—susurró.
—Hoy has hecho un buen trabajo. Gracias—me di media vuelta y la dejé mirándome boquiabierta.
Efectivamente, Santana le había dicho a Kurt lo que quería y la lista era interminable, al parecer.
Vestidos, pantalones, faldas, blusas, trajes… un enorme surtido de telas y de colores que me fueron presentando. También había bañadores, lencería y camisones.
Me probé prenda tras prenda, y tras discutir el mérito de cada una de ellas, o bien las descartaba o las colocaba en el montón de la ropa para comprar.
Menos mal que después de observarme durante un momento, los zapatos que eligió para mí eran de tacón bajo. Elegantes, me aseguró, pero con ellos conseguiría mantenerme erguida.
La gota que colmó el vaso fue la ropa deportiva.
A esas alturas, mi paciencia había llegado a su límite.
No me imaginaba ninguna situación en la que necesitara ropa deportiva tan cara.
Santana tenía un gimnasio privado en su piso, por el amor de Dios.
Cuando Kurt me dijo que la ropa deportiva estaba en la lista de Santana, levanté las manos y le dije que añadiera lo que le diera la gana.
No podía más.
Salí de la tienda con las prendas para el día siguiente en varias bolsas, ataviada con unos vaqueros nuevos y una camiseta de seda de manga corta de un intenso tono rojo.
Al parecer, Santana no quería verme aparecer vestida con mis «trapos viejos».
Me mantuve en silencio durante el trayecto de vuelta, abrumada y cansada.
Subí las bolsas al departamento y abrí la puerta con mis propias llaves. Escuché música procedente del otro extremo del pasillo.
Sabía que Santana estaba haciendo ejercicio, de manera que colgué el vestido nuevo en el armario y coloqué las demás prendas que había llevado conmigo.
Después, llamé a la residencia para preguntar por Penny. La enfermera encargada me dijo que estaba dormida, pero que no había tenido un buen día y que era mejor que no fuera a verla.
La tristeza me envolvió mientras me sentaba para mirar por la ventana.
Detestaba los días como ese. Sin embargo, tenía razón. Ir solo conseguiría alterarla más.
De manera que bajé las escaleras y me dirigí a la cocina para investigar.
Estaba muy bien equipada, aunque había poca comida, salvo por unas cuantas piezas de fruta y algunos condimentos, guardados en el frigorífico y en los armarios respectivamente.
—¿Buscas algo?
Me enderecé, sobresaltada.
Santana estaba apoyada en el vano de la puerta, con una toalla sobre sus anchos hombros. La piel le brillaba por la fina capa de sudor que la cubría.
Tenía el pelo mojado. Sin embargo, estaba perfecta.
—No tienes mucha comida.
—No sé cocinar. Siempre pido la comida o el ama de llaves me deja algo.
—¿El ama de llaves?—no me había mencionado que tuviera un ama de llaves.
Asintió con la cabeza y bebió un sorbo de agua de la botella que sostenía.
—Necesito contratar a una. La última se marchó hace unas dos semanas—agitó una mano—Vienen y van.
Disimulé una sonrisa.
Esas noticias no me habían sorprendido en lo más mínimo.
—Yo sé cocinar.
Ella rio entre dientes.
—Ya me lo habías dicho.
Pasé por alto su sarcasmo.
—Puedo limpiar el piso, hacer la compra y cocinar.
—¿Por qué?
—¿Por qué no?
—¿Por qué ibas a hacerlo?
—Santana—le dije con voz paciente—, He dejado mi trabajo. Tendré mucho tiempo libre. ¿Por qué vas a contratar a una persona cuando yo estoy aquí?
Frunció el ceño mientras reflexionaba al respecto.
—A los ojos de los demás, será algo natural—al ver su expresión confundida, le expliqué—El hecho de que yo me encargue de la casa. Que me encargue de… ti.
Se rascó la nuca, a todas luces perdida.
—¿Ah, sí?
—Sí.
—Está bien. Por ahora. Usa la tarjeta para pagarlo todo.
Asentí con la cabeza.
—Cualquier cosa que necesites para limpiar. Cómprala. Si necesitas ayuda, búscala.
—De acuerdo.
Me sentí aliviada.
Hacer la compra y preparar la cena sería algo normal. Así me mantendría ocupada.
Y también limpiaría el piso.
—¿Qué tal ha ido la llamada con el abogado?
—Bien—apuró la botella de agua y la arrojó en el cubo de la basura dedicado a los envases reciclables—¿Qué tal tu tarde de compras?
Puse los ojos en blanco.
—Menuda lista le has dado.
—Te dije que quería que tuvieras de todo.
—Bueno, lo has conseguido.
Se acercó a mí y frotó entre sus largos dedos la manga de mi camiseta.
—Me gusta esto.
—Me alegro. Lo has pagado tú.
—¿Has usado el dinero que te he dado?
—No sabes cuánto. Estoy segura de que te he dejado en números rojos.
Para mi sorpresa, sonrió. Fue una sonrisa sincera que le iluminó los ojos y le otorgó una apariencia juvenil y traviesa.
—Por fin haces lo que te digo.
Resoplé.
Alargó un brazo y cogió un sobre.
—Aquí tienes.
Cogí el sobre con gesto renuente. Contenía algo duro y voluminoso.
—¿Qué es?
—Las llaves de tu coche.
—¿De mi coche?—pregunté con voz chillona.
—Te dije que te compraría uno. Está en la plaza 709, al lado de mis otros dos vehículos. Ahí está la tarjeta también. Con ella podrás entrar y salir del garaje.
—¿Qué…?
—Es un Lexus. Seguro. Fiable. Rojo… como tu camiseta.
—No hacía falta.
—Sí que hacía falta. Forma parte de la imagen, Brittany. Vamos a vendernos como una pareja. Los detalles son importantes. Recuérdalo—se encogió de hombros—De todas formas, cuando todo esto acabe, se venderá bien. Si no quieres conservarlo, siempre podrás venderlo. En cualquier caso, es tuyo. Forma parte del acuerdo.
Negué con la cabeza.
—¿Cómo puedes permitirte todo esto? Sé que tenías un buen sueldo, pero no da para tanto.
Su expresión se ensombreció.
—Cuando mis padres murieron, heredé una fortuna.
—Vaya, lo siento, Santana. No lo sabía. ¿Murieron hace poco?
Vi que tensaba los hombros y que su postura se tornaba rígida.
—Hace catorce años. No fue una gran pérdida, así que ahórrate la compasión. Fue la primera vez que hicieron algo beneficioso para mí.
No supe muy bien cómo replicar a ese comentario.
—Así que no te preocupes por el dinero—se dio media vuelta y salió de la cocina—Voy a ducharme y después pediré la cena. Te he dejado una lista en la mesa, échale un vistazo. Empezaremos a hablar cuando vuelva. Tenemos que memorizarlo todo.
—¿Más trabajo para cimentar la imagen?
—Exacto. Elige una buena botella de tinto del botellero. Creo que voy a necesitarla—me miró con una sonrisa burlona—Si acaso eres capaz de distinguir una buena, claro está—se marchó tras soltar esa perla tan agradable y me dejó ahí plantada, mirándola con expresión asesina.
Santana
Cuando volví, Brittany estaba sentada en uno de los taburetes.
Había abierto una botella de vino y estaba bebiendo un sorbo de su copa mientras leía los papeles que tenía delante.
Respiré hondo y atravesé la estancia. Había llevado su lista a fin de discutir los detalles.
Necesitábamos atiborrarnos de información al máximo para poder salir airosas al día siguiente.
Debíamos convencer a Will de que lo nuestro era sincero. Sabía que iba a ser una noche muy larga.
Todavía seguía tensa por lo de antes.
Me pasaba siempre que hablaba de mis padres, por más breve que fuera la conversación. Odiaba pensar en ellos y en mi pasado.
Los brillantes ojos de Brittany se clavaron en mí. El pelo le caía sobre un hombro y no pude evitar fijarme en lo bien que le sentaba el rojo a su tez clara y al color claro de su pelo.
Sin mediar palabra, me serví una copa de vino y me senté a su lado, desterrando ese extraño pensamiento de mi cabeza.
—La cena llegará pronto. He pedido canelones. Espero que te gusten.
Asintió con la cabeza.
—Es uno de mis platos preferidos.
Levanté la lista con una sonrisa burlona.
—Lo sé.
Bebí un sorbo de vino, paladeando su sabor con gusto. Había elegido uno de mis preferidos.
Golpeé la encimera con los papeles.
—¿Empezamos?
Horas después, me serví en la copa el poco vino que quedaba en la botella.
Estaba exhausta.
Puesto que no me gustaba hablar de mi pasado ni revelar detalles personales, la noche había sido difícil.
Por suerte y gracias a que teníamos mucho terreno que cubrir, no me había visto obligado a profundizar en ciertos asuntos.
Brittany sabía que era hija única, que mis padres habían muerto y todos los detalles relevantes: la universidad en la que me gradué, mis actividades, colores y comidas preferidas, lo que me gustaba y lo que detestaba.
Me sorprendió en cierto modo descubrir que ella ya sabía muchas de esas cosas.
Era más observadora en el trabajo de lo que yo imaginaba.
Aprendí una gran cantidad de información sobre ella. Aunque era observadora, para mí solo había sido una mera sombra en los márgenes de mi mundo.
Sin embargo, si bien se mostró tan reticente como yo a hablar sobre su pasado, me contó lo justo.
También era hija única, sus padres murieron cuando era una adolescente y se marchó a vivir con su tía, que en la actualidad vivía en una residencia de ancianos.
No acabó sus estudios superiores, entró en Tanaka Inc. para cubrir un puesto temporal y ahí se quedó.
Cuando le pregunté por el motivo, me dijo que en aquel entonces estaba indecisa sobre su futuro y eligió trabajar hasta saber lo que quería.
Dejé pasar el tema, aunque me pareció raro. No sabía cómo trabajaba su mente.
Me senté con un suspiro.
Brittany se puso tensa a mi lado y yo eché la cabeza hacia atrás mientras la miraba con mal disimulada impaciencia.
—Creo que ya tenemos lo básico cubierto, Brittany. Incluso sé cuál es tu crema de manos preferida por si acaso sale el tema—su lista había sido mucho más detallada que la mía—Sin embargo, nada de esto va a funcionar si te tensas cada vez que me acerco a ti.
—No estoy acostumbrada—admitió—Siempre me… ah… me pones los nervios de punta.
—Tendremos que acercarnos—le recordé—Los amantes se tocan y se acarician. Susurran e intercambias miradas. Es una familiaridad fruto de la intimidad que se comparte. Tengo la sensación de que la familia Schuester es afectuosa. Por más que nos aprendamos un sinfín de datos sobre nuestros gustos, Will no se va a tragar lo nuestro si no puedo alargar el brazo para cogerte la mano sin que des un respingo.
Jugueteó con la copa de vino y pasó los dedos por el pie varias veces.
—¿A qué te refieres?
—A qué voy a tocarte, a susurrarte cosas al oído, a acariciarte el brazo e incluso a besarte. Te llamaré «cariño» o cualquier otro apelativo del estilo. Como hace cualquier pareja de enamoradas.
—¿No has dicho que nunca te has enamorada?
Resoplé.
—He preparado tantas campañas sobre el tema que soy capaz de fingir perfectamente. Además, estoy muy familiarizada con el deseo, y prácticamente es lo mismo.
—El sexo sin amor solo son dos cuerpos y mucha fricción.
—No hay nada de malo en ese tipo de fricción. El sexo sin amor es el que a mí me gusta. El amor tiene efectos sobre las personas. Las cambia. Las debilita. Complica las cosas. No me interesa en absoluto.
—Qué triste.
—En mi mundo no lo es. Y ahora retomemos el tema. ¿Estás preparada para no salir corriendo cada vez que te toque o que te bese? ¿Serás capaz de controlarte?—golpeé con los nudillos las listas que teníamos delante—Necesitamos algo más que datos para salir airosos.
Alzó la barbilla.
—Sí.
—Está bien, entonces tenemos que ponernos a prueba.
—¿Qué sugieres?
Me acaricié la barbilla con un dedo.
—Bueno, ya que follar por follar está descartado, supongo que tendremos que encontrar otra solución. A menos que quieras probarlo, claro está.
Puso los ojos en blanco y se ruborizó.
—No. Siguiente sugerencia.
Contuve una carcajada. A veces era graciosa.
Extendí una mano con la palma hacia arriba a modo de invitación.
—Ayúdame.
Colocó una mano sobre la mía despacio, y yo cerré los dedos en torno a su pequeña palma.
Tenía la piel fría y suave. Sonreí y le di un apretón en los dedos antes de soltarla.
—¿Ves? No te he quemado ni nada—inquieta, me puse en pie y empecé a caminar de un lado para otro—Tendremos que estar cómodas. Si te beso en la mejilla o te paso un brazo por la cintura, debes actuar como si fuera normal—me di un tirón del bajo de la camisa—Y tú tendrás que hacer lo mismo. Tendrás que tocarme, que sonreírme y que reírte cuando yo me incline para decirte algo al oído. Besarme en la mejilla. Algo así. ¿Lo entiendes?
—Sí—y en ese momento sonrió.
Fue la expresión más traviesa que le había visto nunca.
—¿Qué?
—Si tú me llamas «cariño», yo tendré que llamarte de alguna manera…esto… especial también, ¿no?
—No me gustan los apodos. ¿En qué estás pensando?
—En algo sencillo.
Podría soportarlo.
—¿Cómo qué?
—San—me soltó con expresión seria.
—No.
—¿Por qué no? Es un diminutivo de tu nombre y te… eh… te va como anillo al dedo en más de un sentido.
La miré con gesto serio.
Estaba segura de que sabía que ese era mi apodo en el mundillo publicitario y quería reírse de mí.
—No. Elige otro.
—Tendré que pensarlo.
—Hazlo. Pero San está descartado.
Movió los labios.
Puse los ojos en blanco.
—Déjalo, Brittany.
—Bueno. San es perfecto, pero buscaré otra cosa.
Pasé por alto su evidente sorna.
—No. Ya está bien—me planté delante de ella y enfrenté su mirada guasona—A ver, ¿practicamos?
—¿El qué?
Cogí el mando a distancia, lo conecté y le di a la tecla para cambiar la música hasta dar con una melodía lenta y agradable.
—Baila conmigo. Acostúmbrate a estar cerca de mí—extendí un brazo y dije unas palabras que jamás había usado con ella salvo en los últimos días—Por favor.
Brittany me dejó ponerla en pie y se acercó a mí con torpeza.
Suspiré mientras le rodeaba la cintura con un brazo para pegarla a mi cuerpo y aspiré el olor que desprendía su pelo.
Empezamos a movernos y me sorprendió que todo me pareciera tan natural.
Era más menuda que las mujeres a las que estaba acostumbrado. También era más, apenas le llegaba un poco más arriba, mi cabeza apenas siquiera le rozaba la barbilla, con tacos ya era de su porte.
Parecía muy delgada y frágil entre mis brazos, pero se amoldaba bien a mi cuerpo.
Al cabo de unos minutos, la tensión se evaporó de sus hombros, y me permitió guiarla por la estancia sin problemas. Se movía con una elegancia inesperada, teniendo en cuenta las veces que la había visto tropezar con sus propios pies.
De repente, escuché una voz en la cabeza diciéndome que tal vez lo que necesitaba era una persona que la sostuviera en vez de alguien que tratara de tirarla al suelo.
Eso me obligó a detenerme y me alejé de ella para mirarla a los ojos. Ella parpadeó varias veces, nerviosa, y comprendí que esperaba algún comentario desagradable.
En cambio, le acaricié una mejilla y puso los ojos como platos.
—¿Qué haces?
—Voy a besarte.
—¿Por qué?
—Para practicar.
Su apenas audible exclamación acabó en mi boca porque la besé en ese momento.
La suavidad de sus labios me sorprendió, lo mismo que su maleabilidad cuando aceptó el beso.
No fue una sensación desagradable.
De hecho, el contacto me provocó una especie de calidez en la columna.
Aparté los labios de los suyos, pero no tardé en besarla de nuevo; en esa ocasión, apenas fue un roce fugaz.
Me alejé y la solté.
La tensión flotaba en el aire que nos rodeaba, y esbocé una sonrisa burlona.
—¿Ves? No ha sido tan malo. No vas a morirte si te beso.
—Ni tú tampoco—replicó ella con voz temblorosa.
Solté una carcajada.
—Espero que no. Lo que haga falta para conseguir el trabajo.
—Claro.
Cogí el mando a distancia y quité la música.
—Bien hecho, Brittany. Hemos hecho suficiente acercamiento por una noche. Mañana es un día importante, así que creo que necesitamos descansar.
—Está bien—susurró.
—Hoy has hecho un buen trabajo. Gracias—me di media vuelta y la dejé mirándome boquiabierta.
********************************************************************************************************************************
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Hola!!!! Me parece que San va a querer practicar mas jajaajja!! Pobre Britt!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
todo sea por la causa,.. ahi que practicar, que sea por la causa!!!
a ver como va la saluda y si convencen a will??
nos vemos!!!
todo sea por la causa,.. ahi que practicar, que sea por la causa!!!
a ver como va la saluda y si convencen a will??
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Jajajajja santana que es pilla con sus practicas, me dan mucha risa.
Isabella28****** - Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 12/10/2017
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Que inocente es Britt, practicar!!!! ja!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
jajajaja pues el plan va de maravilla y cubriendo todos los detalles ... aunque al parecer entre mas contacto tengan crecera la duda de que es lo que estan sintiendo
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Hola!!!! Me parece que San va a querer practicar mas jajaajja!! Pobre Britt!!!
Saludos
Hola, jajajajajaja dices tu¿? mmm si lo vemos no es tan malo, no¿? jajajaja. =O dices tu¿? xD ajajajja. SAludos =D
3:) escribió:hola morra,..
todo sea por la causa,.. ahi que practicar, que sea por la causa!!!
a ver como va la saluda y si convencen a will??
nos vemos!!!
Hola lu, eso mismo piensa san ajajajajajaj. Claro, tiene q quedar creíble la cosa, no¿? no vayan a sospechar jajajajaj. =| difícil la cosa es...aun xD Saludos =D
Isabella28 escribió:Jajajajja santana que es pilla con sus practicas, me dan mucha risa.
Hola, jaajjaajaj es una loquilla esa morena ajajajja la sabe hacer, no¿? jajajaj...la vrdd esk si jajajaja. Saludos =D
micky morales escribió: Que inocente es Britt, practicar!!!! ja!!!!
Hola, jajajaajajaj xD jaajaja y ella le cree jajaajaja aii mi britt, tan linda ella jajajaj. Saludos =D
JVM escribió:jajajaja pues el plan va de maravilla y cubriendo todos los detalles ... aunque al parecer entre mas contacto tengan crecera la duda de que es lo que estan sintiendo
Hola, si q si...esperemos y siga así noma, no¿? Lo cual es bueno o malo¿? mmm¿? mmm¿? interesante se esta poniendo la cosa esta, no¿? jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Cap 12
Capitulo 12
Brittany
Otra vez tenía problemas para dormir, así que recorrí el pasillo de puntillas y abrí la puerta de Santana.
Esa noche, dormía bocabajo, rodeando con un brazo la almohada mientras que el otro colgaba del borde de la enorme cama.
Estaba roncando… una especie de ronroneo grave que necesitaba oír.
Observé su cara en la penumbra. Me recorrí los labios con la punta del dedo, sorprendida todavía por el hecho de que me hubiera besado, de que me hubiera abrazado, y de que hubiéramos bailado.
Sabía que todo formaba parte de su gran plan, pero había momentos, por pequeños que fueran, en los que veía a una mujer distinta de la que estaba acostumbrada a ver.
El asomo de una sonrisa, el brillo de sus ojos e incluso alguna que otra palabra amable.
Todo eso me había pillado desprevenida esa noche.
Ojalá permitiera que esa parte de sí mismo aflorase más a menudo, pero mantenía sus emociones, las positivas al menos, bajo llave. Era algo de lo que ya me había percatado.
Sabía que si decía algo, se encerraría en sí misma todavía más. De modo que decidí permanecer callada… al menos, de momento.
Eso sí, debía admitir que besarla no había estado mal.
Teniendo en cuenta las barbaridades que podían salir de su boca, sus labios eran cálidos, suaves y carnosos, y sus caricias, tiernas.
Gimió y rodó sobre el colchón, llevándose la ropa de cama consigo. Su delgado y definido torso quedó a la vista. Tragué saliva, en parte por la culpa de estar observándola y en parte por el asombro.
Era una mujer muy guapa, al menos por fuera.
Masculló algo incoherente y yo retrocedí, dejando la puerta entreabierta, tras lo cual regresé de puntillas a mi habitación.
Tal vez esa noche se hubiera mostrado más agradable durante algunos momentos, pero dudaba mucho que reaccionara bien si me descubría mirándola mientras dormía.
Aun así, sus suaves ronquidos me ayudaron a sumirme en un plácido sueño.
Me marché temprano del piso para visitar a Penny.
Estaba lúcida y de buen humor. Me reconoció, me pellizcó la nariz y hablamos y reímos hasta que se quedó dormida.
Bebí café mientras ella dormía y contemplé los cuadros que había estado pintando.
Escogí uno que me gustaba especialmente, uno con flores silvestres, y lo estaba admirando cuando ella se despertó. Me miró, se acercó en su silla de ruedas y extendió el brazo para que le diera el cuadro.
—Me gusta este—sonreí—Me recuerda a cuando íbamos a coger flores en verano.
Ella asintió con la cabeza, con aire distraído.
—Tendrás que preguntarle a mi hija si está a la venta. No estoy segura de dónde se ha metido.
Me quedé sin aliento.
Había vuelto a irse.
Los momentos de lucidez cada vez se espaciaban más, pero ya sabía que no debía alterarla.
—A lo mejor puedo llevármelo e ir a buscarla.
La vi coger su pincel y volverse hacia el caballete.
—Puedes intentarlo. Quizá esté en el colegio. Mi Britt es una chica muy ocupada.
—Gracias por su tiempo, señora Johnson.
Me señaló la puerta, despachándome. Salí de la habitación con el cuadro aferrado entre las manos mientras contenía el llanto.
No me reconocía, pero en el fondo de su corazón seguía considerándome su hija. De la misma manera que yo consideraba que era parte de su familia.
Fue como una bofetada que me recordó por qué estaba haciendo eso con Santana.
Por qué fingía ser quien no era.
Era por ella.
Me sequé las lágrimas y regresé al piso.
Cuando abrí la puerta, Santana me recibió con el ceño fruncido.
—¿Dónde estabas? ¡Tienes una cita!
Inspiré hondo y conté hasta diez.
—Buenos días, Santana. Solo son las diez. Mi cita es a las once. Tengo tiempo de sobra.
Se desentendió de mi saludo.
—¿Por qué no has contestado al teléfono? Te he llamado. Tampoco te has llevado el coche.
—He visitado a Penny. La residencia está cerca, así que he ido andando.
Extendió la mano y agarró el pequeño cuadro que llevaba pegado al pecho.
—¿Qué es?
Intenté quitárselo sin conseguirlo y ella sostuvo el cuadro entre las manos mientras lo miraba.
—No vas a colgar esta porquería aquí.
Me tragué la amargura que sentí en la garganta.
—Ni se me ocurriría. Iba a ponerlo en mi habitación.
Me devolvió el cuadro de malos modos.
—Lo que tú digas—se alejó, pero me miró por encima del hombro—Tu ropa ha llegado. La he puesto en el armario de tu dormitorio y he dejado las bolsas en la cama. Quema lo que tienes puesto ahora mismo. No quiero verlo ni un segundo más―acto seguido, desapareció.
Esa misma tarde, cuando volví al departamento, me sentía una persona distinta.
Me habían frotado, limpiado y depilado hasta el infinito.
Me habían lavado el pelo con un champú que daba volumen, me habían puesto acondicionador, me habían cortado las puntas y hecho capas, y después me lo habían secado con el secador de modo que cayera en lustrosas ondas por la espalda.
En cuanto terminaron de maquillarme, casi no me reconocía.
Mis ojos parecían enormes; mi boca, grande y seductora; mi piel, de porcelana.
Corrí escaleras arriba y me puse la lencería nueva y el vestido que Kurt y yo habíamos escogido para esa tarde.
Me dijo que era perfecto.
Era de color blanco roto con un sobrecuerpo de encaje con forma de flores, era bonito y vaporoso, y parecía muy veraniego.
Las sandalias de tacón bajo eran cómodas, y estaba convencida de que sería capaz de andar con ellas.
Tomé una honda bocanada de aire cuando los nervios amenazaron con apoderarse de mí.
Había llegado el momento de ver si Santana estaba de acuerdo.
Santana
Impaciente, tamborileé en la encimera con los dedos.
Oí el taconeo y volví la cabeza, y la copa que me había llevado a los labios se quedó a medio camino.
La Brittany que conocía no era esa mujer.
Tal como sospechaba, con la ropa adecuada, un buen corte de pelo y algo de maquillaje, era bastante guapa.
No como las mujeres despampanantes y seguras de sí mismas a las que estaba acostumbrada, sino una mujer con una belleza serena que le sentaba muy bien.
Aunque no era el tipo de mujer con el que solía relacionarme… en este caso, sería lo mejor.
Le miré la mano y fruncí el ceño.
—¿Dónde te has dejado el anillo?
—Oh―abrió el bolso, sacó la cajita y se puso el anillo.
—Tienes que llevarlo puesto todo el tiempo. Deja la caja aquí.
—Me lo quité para que me hicieran la manicura. Se me olvidó ponérmelo de nuevo—sonrió… una sonrisa expresiva y traviesa—Muchas gracias por recordármelo, corazón.
Enarqué las cejas.
—¿Corazón?
—No te gustaba que te llamara San, así que te he buscado otro apelativo. Ya sabes, como si fuéramos amantes…
Me crucé de brazos y la fulminé con la mirada.
—Creo que te estás riendo de mí.
—Ni se me pasaría por la cabeza—se echó el pelo hacia atrás y las ondas claras le cayeron por la espalda—Bueno, ¿doy el pego?
—Has empleado bien mi dinero.
Brittany recogió el bolso.
—Eres una genia con las palabras, Santana. Haces que todo parezca pura poesía. Me sorprende que no hubiera una cola de mujeres para fingir estar enamoradas de ti.
El comentario me arrancó una carcajada. Tenía un sentido del humor muy afilado, algo que me gustaba.
La seguí hasta la puerta, aunque me adelanté para abrírsela. Esperó a que cerrase con llave y, con una sonrisa torcida, le tendí la mano.
—¿Estás lista, cariño?
Puso los ojos en blanco, pero aceptó mi mano.
—Contigo iría a cualquier parte, corazón.
—Vamos allá.
Brittany aceptó la mano que le tendía y me permitió ayudarla a bajar del coche mientras observaba con los ojos como platos la extraordinaria casa y los jardines que la rodeaban.
Incluso yo estaba impresionada.
La casa de Will Schuester era increíble.
—Intenta controlar tus emociones—susurré al tiempo que la pegaba a mí, con la esperanza de que pareciera algo natural.
Brittany no me rechazó, sino que se amoldó a mi cuerpo mientras el aparcacoches se alejaba con mi coche.
—Tienes que relajarte.
Me miró con el ceño fruncido.
—A lo mejor tú estás acostumbrada a tanta opulencia, Santana, pero yo no—echó un rápido vistazo a su alrededor. El pánico empezaba a reflejarse en su cara—Este no es mi sitio—murmuró—Segura que van a darse cuenta de que todo es una farsa.
Al llevar tacones alto y ella bajos tuve que agachar la cabeza para mirarla a los ojos.
—No, no se van a dar cuenta—mascullé—Voy a quedarme a tu lado y vamos a comportarnos como si estuviéramos enamoradas. Todo el mundo creerá que te he elegido a ti, a nuestra relación, por encima de mi carrera profesional. Y tú vas a comportarte como si me adorases, joder. ¿Entendido?
Brittany alzó la cabeza, y en su cara pude ver la incertidumbre.
Continué en voz más calmada:
—Puedes hacerlo, Brittany. Sé que puedes. Las dos necesitamos que esto salga bien.
Miró por encima de mi hombro.
—Will Schuester se acerca.
—Bueno ha llegado la hora de empezar el espectáculo, cariño. Voy a besarte y vas a comportarte como si te encantara. Finge que te acabo de dar un regalo. De hecho, te daré uno si consigues que todo marche bien en este primer encuentro.
No sucedió nada durante un segundo.
Después, su mirada se endureció y me miró con una sonrisa deslumbrante. La expresión transformó por completo su cara, que pasó de ser bonita a ser preciosa.
El cambio me pilló desprevenida y la miré boquiabierta, sorprendida por mis propios pensamientos.
—¡Santana!—exclamó—¡Eres demasiado buena conmigo!
Decir que me quedé de piedra cuando levantó los brazos, me enterró los dedos en el pelo y me plantó un beso en la boca sería quedarme muy corta.
Pero me recuperé enseguida, la abracé con fuerza y la besé con más pasión de la adecuada para un lugar tan público.
Al oír que alguien carraspeaba a mi espalda, sonreí contra su boca y me aparté. Brittany me miró y, después, como si fuera lo más normal del mundo, me tocó los labios.
—El rosa pasión no te favorece, el rojo es tu color—comentó con un deje travieso mientras me limpiaba la boca.
La besé de nuevo.
—Te tengo dicho que dejes de pintarte los labios, así como yo. De todas formas, te los voy a limpiar a besos—sin dejar de rodearla con un brazo, me volví para saludar a Will—Lo siento, Brittany se emociona enseguida—esbocé una sonrisilla—¿Y quién soy yo para resistirme?
Will se echó a reír, me tendió la mano y nos presentó a su mujer, Emma. Era una mujer casi de mi porte. Llevaba la melena roja recogida en un sencillo moño y era la elegancia personificada.
Yo, a mi vez, les presenté a Brittany como mi prometida y sonreí cuando ella se ruborizó y saludó.
—Tienes que contarme qué te ha emocionado tanto, Brittany—Emma la miró con una sonrisa.
—Santana acaba de decirme que tiene un regalo inesperado. No deja de sorprenderme. Por favor, llámame Britt. Santana insiste en usar mi nombre completo, pero yo prefiero Britt.
Sonreí risueña.
—Es un nombre precioso para una mujer preciosa.
Ella puso los ojos en blanco y Emma se echó a reír.
—No vas a conseguir que cambie de opinión, Britt. Algunas mujeres son igual a los hombres, criaturas muy tercas—engarzó su brazo con el de Brittany y la alejó—Vamos, deja que te presente al resto de la familia. Rachel se muere por conocerte. A ver, ¿cuál es el regalo ese?
Las seguí de cerca, muy atenta a la conversación, mientras me preguntaba qué regalo elegiría.
¿Joyas?
¿Un viaje?
Era el tipo de regalo extravagante que las mujeres con las que salía preferían.
Una vez más, me sorprendió.
—Santana ha hecho una donación muy generosa al refugio de animales donde trabajo como voluntaria. Le dije que temía que cerrasen por falta de financiación.
Emma miró por encima del hombro con una enorme sonrisa.
—Qué gesto más bonito, Santana. Will y yo igualaremos tu donación. Los dos tenemos debilidad por los animales.
Brittany exclamó:
—Ay, Emma, ¡no tienen por qué hacerlo!
Emma le dio un apretón en el brazo.
—Bueno claro que sí. ¿Cuánto tiempo llevas como voluntaria en el refugio?
Fui yo quien contesté, agradecida por las listas que habíamos redactado y por mi excelente memoria.
—Tres años. La han nombrado Voluntaria del Año dos veces.
—¡Qué bien! Will, que no se te olvide extenderle un cheque a Britt cuando hables con Santana después.
Esas palabras me dieron ánimos.
Si iba a hablar conmigo en privado, esperaba que significase lo que creía que significaba.
Will le sonrió a Emma.
—Lo haré, amor mío.
Tenía pensado permanecer junto a ella, pero tal parecía que mis planes se torcían a cada paso.
En cuanto nos presentaron a Rachel, a su esposa Quinn, así como al primogénito de Will, Sam, y a su mujer, Mercedes, con sus dos hijos, Brittany y yo nos separamos.
Rachel estaba ansiosa por conocer a Brittany; y sus ojos, marrones pero con ese brillo como los de su papá, estaban abiertos de par en par por la emoción.
Era una morena de estatura baja, atractiva, con una sonrisa agradable. Su esposa parecía una modelo, igual de alta que yo, con ojos de color verde y pelo rubio.
La adoración que se profesaban era evidente… aunque también un poco vomitiva.
Rachel cogió a Brittany del brazo y la arrastró para presentarle a otras mujeres mientras Will me presentaba a los miembros clave de su personal.
Quedó claro que las intenciones de Will no eran un secreto.
Estaba dejando que el resto de su personal me conociera, y sabía que la opinión de esas personas importaría mucho, de modo que me comporté con unos modales exquisitos y desplegué todo mi encanto.
Durante los primeros momentos, no dejé de mirar a Brittany, preguntándome si estaba diciendo o haciendo algo que pusiera en peligro la situación, pero aparentaba una calma sorprendente y parecía estar manteniendo el tipo.
Will se percató de mi preocupación y me dio un codazo cómplice.
—Tranquila, Santana. Nadie la va a secuestrar. Te lo prometo.
Me obligué a soltar una carcajada.
—Claro que no. Es que… es que es un poco tímida, nada más—salí del apuro como pude.
No podía decirle por qué tenía que estar cerca de ella.
—Es tu afán protector.
¿En serio?
¿Eso era lo que creía Will?
—Han sido unos días duros, para las dos.
Will asintió con la cabeza y su expresión se tornó seria.
—Me he enterado de lo sucedido.
«Estupendo», pensé.
—No podía permitir que la insultase de esa manera ni tampoco que rebajara nuestra relación. Había llegado el momento de marcharme, sin importar cómo afectase a mi carrera profesional—declaré con convicción—Quería que nuestra relación, la verdadera, saliera a la luz. Quería que todo el mundo supiera que estamos comprometidas.
—La pusiste en primer lugar.
—Siempre.
Me colocó una mano en el hombro.
—Ven, quiero presentarte a unas personas, Santana.
Un rato más tarde, eché a andar hacia el grupito de personas donde estaba Brittany.
Había observado a los Schuester Pillsbury cómo se comportaban, y había acertado con mis suposiciones. Conformaban un grupo muy dado a las muestras de afecto.
Cuando estaban cerca, las parejas no dejaban de tocarse.
Emma y Will también eran muy afectuosos con sus hijos y con sus nietos.
Sabía que tenía que demostrar algún tipo de afinidad con Brittany. Ojalá que ella respondiera de la misma manera.
El grupo de mi “prometida” se estaban riendo a carcajadas sentadas en los sofás.
Brittany habló en ese momento.
—Sé que para alguien que cuida tanto los temas de salud, Santana es espantosa. Come demasiada carne roja. Cada vez que se le presenta la oportunidad, sobre todo en Finlay’s. El costillar de veinticuatro costillas es un clásico—se echó a reír—Ya ni intento evitarlo porque es un caso perdido. Al menos, ahora que cocino para ella, come mejor. La cantidad de menús a domicilio que encontré en el cajón al mudarme a su piso daba miedo.
Me coloqué tras ella, le rodeé la cintura con los brazos, pegué su espalda a mi pecho y la besé en el cuello, momento en el que se estremeció.
—¿Y tú qué, Brittany?—miré al grupito con las que estaba hablando y les regalé una enorme sonrisa—Se preocupa constantemente por eso, pero todos los días me la encuentro comiendo un sándwich de mantequilla de cacahuete con mermelada—la miré—Te lo tengo dicho, cariño: necesitas comer más proteínas. Estás demasiado delgada. Podría meterte en el bolsillo.
Se oyó un suspiro colectivo, emitido por las mujeres del grupo. Era evidente que había dicho lo apropiado.
—No te metas con la mantequilla de cacahuete y con la mermelada, corazón—insistió Brittany—Mientras fui tu asistente personal, suerte tenía de poder comerme un sándwich.
La volví a besar.
—Muy mal por mi parte, nena. No deberías ser tan valiosa para mí.
Mientras el resto de mujeres se echaba a reír, Rachel le dio unas palmaditas a una de ellas en el hombro con una sonrisa.
—Ya sabes, Marley, avisada quedas. Si Santana se sube al barco, se acabaron las horas para el almuerzo.
Marley se echó a reír.
—Le sonsacaré todos los secretos a su prometida para mantenerla a raya.
Ah, Marley Rose, la novia de Kitty, y tal como parecían ir las cosas, mi siguiente asistente personal.
La miré con una sonrisa. Era el tipo de Kitty: alta, guapa y elegante.
—Hola, Marley. ¿Kitty está en la ciudad este fin de semana?
Ella negó con la cabeza.
—Otro viaje. Me ha pedido que te recuerde que el partido de tenis de la semana que viene sigue en pie.
—Lo espero con ansia.
—Ojalá que no te decepcione como asistente personal después de haber tenido a tu prometida. Siempre y cuando subas a bordo, claro.
Me tensé un poco, pero Brittany se echó a reír y me dio unas palmaditas en el brazo.
—Santana es brillante—aseguró ella—Es maravilloso trabajar con ella. Estoy segura de que se llevaran a las mil maravillas.
Rachel le guiñó un ojo a Brittany.
—Has hablado como una mujer enamorada.
Brittany se relajó contra mi cuerpo y exhaló un suspiro. Alzó la vista, con una sonrisilla en los labios. Me acarició el mentón con una mano al tiempo que decía con voz ronca:
—Porque lo soy.
Fue una actuación merecedora de un Oscar.
La tarde pasó volando.
Comimos, hablamos y conocimos a más gente.
Cuando estábamos con otras personas, alzaba la vista y me topaba con los ojos de Brittany, que me observaba.
Como me hacía gracia su reacción, le lanzaba un beso o le guiñaba un ojo por el mero gusto de verla ruborizarse.
Lo hizo todas y cada una de las veces. Al igual que lo hacía cada vez que me acercaba a ella, le rodeaba la cintura con los brazos y le besaba el hombro o la mejilla.
Brittany interpretó su papel a la perfección, ya que ni una sola vez demostró algo que no fuera calidez.
De hecho, en un par de ocasiones me buscó ella, me susurró al oído. Fue sencillo imitar la forma en la que Quinn inclinaba la cabeza para escuchar lo que fuera que Rachel le murmuraba al oído, con una expresión indulgente en la cara.
No me quedaba la menor duda de que las palabras de Rachel eran de una índole mucho más íntima que las que Brittany me susurraba, pero nadie más lo sabía.
En un momento dado, Will me llevó a un aparte y me preguntó si podíamos hablar de nuevo el lunes.
Me costó la misma vida no levantar el puño, convencida de que lo habíamos conseguido.
En cambio, le dije que Brittany y yo teníamos algo programado para el lunes por la mañana, pero que estaba disponible después del almuerzo.
No quería parecer demasiado ansiosa, pero en cuanto él asintió con un gesto elocuente de cabeza y me informó de que la ventanilla donde se solicitaba la licencia de matrimonio siempre estaba muy ocupada los lunes, de modo que nos reuniríamos a las dos, comprendí mi error.
Creía que íbamos a solicitar la licencia de matrimonio.
En vez de corregirlo, le dije que las dos de la tarde me parecía una buena hora y le estreché la mano.
Me di cuenta de que ya se habían marchado algunas personas, así que le agradecí la cordialidad. Cuando me recordó lo de la donación, le respondí que podríamos hacerlo el lunes… En realidad, no tenía ni idea de cómo se llamaba el refugio de animales.
Emma estaba hablando con Brittany cuando me acerqué a ellas.
—¿Estás lista para irnos, cariño?—le pregunté—Sé que también quieres ir a visitar a tu tía.
—Es verdad—Brittany se volvió hacia nuestra anfitriona—Gracias por esta tarde tan magnífica.
Emma sonrió de oreja a oreja y la abrazó.
—Tu tía tiene mucha suerte de contar contigo. Ha sido un placer conocerte, cariño. Me muero por verte más a menudo. ¡Recuerda lo que te he dicho acerca de tu boda!
Brittany asintió con la cabeza y aceptó la mano que yo le tendía.
No me resultó desagradable que Emma me diera un beso en la mejilla.
—Me alegro muchísimo de haberte conocido, Santana. También me muero por verte más a menudo—guiñó un ojo—Tanto aquí como en el trabajo.
La miré con una sonrisa.
—Lo mismo digo.
—¿Te ha dado Will el cheque de cinco mil?
Parpadeé, la miré y luego miré a Brittany.
«¿Cinco mil?», me pregunté.
Bueno sí que había sido generosa.
Esbocé una sonrisilla y decidí que bien merecía la pena.
—Me lo va a dar el lunes.
—Excelente. Ahora, tortolitas, disfruten de lo que queda del día.
Solté una carcajada ronca e hice que Brittany se ruborizara al tiempo que la sonrisa de Emma se ensanchaba.
—Esa es la idea—le aseguré con un guiño mientras me llevaba a mi prometida.
No dejé de reírme de camino al coche.
Por dentro, lo estaba celebrando.
Había funcionado.
Esa noche, dormía bocabajo, rodeando con un brazo la almohada mientras que el otro colgaba del borde de la enorme cama.
Estaba roncando… una especie de ronroneo grave que necesitaba oír.
Observé su cara en la penumbra. Me recorrí los labios con la punta del dedo, sorprendida todavía por el hecho de que me hubiera besado, de que me hubiera abrazado, y de que hubiéramos bailado.
Sabía que todo formaba parte de su gran plan, pero había momentos, por pequeños que fueran, en los que veía a una mujer distinta de la que estaba acostumbrada a ver.
El asomo de una sonrisa, el brillo de sus ojos e incluso alguna que otra palabra amable.
Todo eso me había pillado desprevenida esa noche.
Ojalá permitiera que esa parte de sí mismo aflorase más a menudo, pero mantenía sus emociones, las positivas al menos, bajo llave. Era algo de lo que ya me había percatado.
Sabía que si decía algo, se encerraría en sí misma todavía más. De modo que decidí permanecer callada… al menos, de momento.
Eso sí, debía admitir que besarla no había estado mal.
Teniendo en cuenta las barbaridades que podían salir de su boca, sus labios eran cálidos, suaves y carnosos, y sus caricias, tiernas.
Gimió y rodó sobre el colchón, llevándose la ropa de cama consigo. Su delgado y definido torso quedó a la vista. Tragué saliva, en parte por la culpa de estar observándola y en parte por el asombro.
Era una mujer muy guapa, al menos por fuera.
Masculló algo incoherente y yo retrocedí, dejando la puerta entreabierta, tras lo cual regresé de puntillas a mi habitación.
Tal vez esa noche se hubiera mostrado más agradable durante algunos momentos, pero dudaba mucho que reaccionara bien si me descubría mirándola mientras dormía.
Aun así, sus suaves ronquidos me ayudaron a sumirme en un plácido sueño.
Me marché temprano del piso para visitar a Penny.
Estaba lúcida y de buen humor. Me reconoció, me pellizcó la nariz y hablamos y reímos hasta que se quedó dormida.
Bebí café mientras ella dormía y contemplé los cuadros que había estado pintando.
Escogí uno que me gustaba especialmente, uno con flores silvestres, y lo estaba admirando cuando ella se despertó. Me miró, se acercó en su silla de ruedas y extendió el brazo para que le diera el cuadro.
—Me gusta este—sonreí—Me recuerda a cuando íbamos a coger flores en verano.
Ella asintió con la cabeza, con aire distraído.
—Tendrás que preguntarle a mi hija si está a la venta. No estoy segura de dónde se ha metido.
Me quedé sin aliento.
Había vuelto a irse.
Los momentos de lucidez cada vez se espaciaban más, pero ya sabía que no debía alterarla.
—A lo mejor puedo llevármelo e ir a buscarla.
La vi coger su pincel y volverse hacia el caballete.
—Puedes intentarlo. Quizá esté en el colegio. Mi Britt es una chica muy ocupada.
—Gracias por su tiempo, señora Johnson.
Me señaló la puerta, despachándome. Salí de la habitación con el cuadro aferrado entre las manos mientras contenía el llanto.
No me reconocía, pero en el fondo de su corazón seguía considerándome su hija. De la misma manera que yo consideraba que era parte de su familia.
Fue como una bofetada que me recordó por qué estaba haciendo eso con Santana.
Por qué fingía ser quien no era.
Era por ella.
Me sequé las lágrimas y regresé al piso.
Cuando abrí la puerta, Santana me recibió con el ceño fruncido.
—¿Dónde estabas? ¡Tienes una cita!
Inspiré hondo y conté hasta diez.
—Buenos días, Santana. Solo son las diez. Mi cita es a las once. Tengo tiempo de sobra.
Se desentendió de mi saludo.
—¿Por qué no has contestado al teléfono? Te he llamado. Tampoco te has llevado el coche.
—He visitado a Penny. La residencia está cerca, así que he ido andando.
Extendió la mano y agarró el pequeño cuadro que llevaba pegado al pecho.
—¿Qué es?
Intenté quitárselo sin conseguirlo y ella sostuvo el cuadro entre las manos mientras lo miraba.
—No vas a colgar esta porquería aquí.
Me tragué la amargura que sentí en la garganta.
—Ni se me ocurriría. Iba a ponerlo en mi habitación.
Me devolvió el cuadro de malos modos.
—Lo que tú digas—se alejó, pero me miró por encima del hombro—Tu ropa ha llegado. La he puesto en el armario de tu dormitorio y he dejado las bolsas en la cama. Quema lo que tienes puesto ahora mismo. No quiero verlo ni un segundo más―acto seguido, desapareció.
Esa misma tarde, cuando volví al departamento, me sentía una persona distinta.
Me habían frotado, limpiado y depilado hasta el infinito.
Me habían lavado el pelo con un champú que daba volumen, me habían puesto acondicionador, me habían cortado las puntas y hecho capas, y después me lo habían secado con el secador de modo que cayera en lustrosas ondas por la espalda.
En cuanto terminaron de maquillarme, casi no me reconocía.
Mis ojos parecían enormes; mi boca, grande y seductora; mi piel, de porcelana.
Corrí escaleras arriba y me puse la lencería nueva y el vestido que Kurt y yo habíamos escogido para esa tarde.
Me dijo que era perfecto.
Era de color blanco roto con un sobrecuerpo de encaje con forma de flores, era bonito y vaporoso, y parecía muy veraniego.
Las sandalias de tacón bajo eran cómodas, y estaba convencida de que sería capaz de andar con ellas.
Tomé una honda bocanada de aire cuando los nervios amenazaron con apoderarse de mí.
Había llegado el momento de ver si Santana estaba de acuerdo.
Santana
Impaciente, tamborileé en la encimera con los dedos.
Oí el taconeo y volví la cabeza, y la copa que me había llevado a los labios se quedó a medio camino.
La Brittany que conocía no era esa mujer.
Tal como sospechaba, con la ropa adecuada, un buen corte de pelo y algo de maquillaje, era bastante guapa.
No como las mujeres despampanantes y seguras de sí mismas a las que estaba acostumbrada, sino una mujer con una belleza serena que le sentaba muy bien.
Aunque no era el tipo de mujer con el que solía relacionarme… en este caso, sería lo mejor.
Le miré la mano y fruncí el ceño.
—¿Dónde te has dejado el anillo?
—Oh―abrió el bolso, sacó la cajita y se puso el anillo.
—Tienes que llevarlo puesto todo el tiempo. Deja la caja aquí.
—Me lo quité para que me hicieran la manicura. Se me olvidó ponérmelo de nuevo—sonrió… una sonrisa expresiva y traviesa—Muchas gracias por recordármelo, corazón.
Enarqué las cejas.
—¿Corazón?
—No te gustaba que te llamara San, así que te he buscado otro apelativo. Ya sabes, como si fuéramos amantes…
Me crucé de brazos y la fulminé con la mirada.
—Creo que te estás riendo de mí.
—Ni se me pasaría por la cabeza—se echó el pelo hacia atrás y las ondas claras le cayeron por la espalda—Bueno, ¿doy el pego?
—Has empleado bien mi dinero.
Brittany recogió el bolso.
—Eres una genia con las palabras, Santana. Haces que todo parezca pura poesía. Me sorprende que no hubiera una cola de mujeres para fingir estar enamoradas de ti.
El comentario me arrancó una carcajada. Tenía un sentido del humor muy afilado, algo que me gustaba.
La seguí hasta la puerta, aunque me adelanté para abrírsela. Esperó a que cerrase con llave y, con una sonrisa torcida, le tendí la mano.
—¿Estás lista, cariño?
Puso los ojos en blanco, pero aceptó mi mano.
—Contigo iría a cualquier parte, corazón.
—Vamos allá.
Brittany aceptó la mano que le tendía y me permitió ayudarla a bajar del coche mientras observaba con los ojos como platos la extraordinaria casa y los jardines que la rodeaban.
Incluso yo estaba impresionada.
La casa de Will Schuester era increíble.
—Intenta controlar tus emociones—susurré al tiempo que la pegaba a mí, con la esperanza de que pareciera algo natural.
Brittany no me rechazó, sino que se amoldó a mi cuerpo mientras el aparcacoches se alejaba con mi coche.
—Tienes que relajarte.
Me miró con el ceño fruncido.
—A lo mejor tú estás acostumbrada a tanta opulencia, Santana, pero yo no—echó un rápido vistazo a su alrededor. El pánico empezaba a reflejarse en su cara—Este no es mi sitio—murmuró—Segura que van a darse cuenta de que todo es una farsa.
Al llevar tacones alto y ella bajos tuve que agachar la cabeza para mirarla a los ojos.
—No, no se van a dar cuenta—mascullé—Voy a quedarme a tu lado y vamos a comportarnos como si estuviéramos enamoradas. Todo el mundo creerá que te he elegido a ti, a nuestra relación, por encima de mi carrera profesional. Y tú vas a comportarte como si me adorases, joder. ¿Entendido?
Brittany alzó la cabeza, y en su cara pude ver la incertidumbre.
Continué en voz más calmada:
—Puedes hacerlo, Brittany. Sé que puedes. Las dos necesitamos que esto salga bien.
Miró por encima de mi hombro.
—Will Schuester se acerca.
—Bueno ha llegado la hora de empezar el espectáculo, cariño. Voy a besarte y vas a comportarte como si te encantara. Finge que te acabo de dar un regalo. De hecho, te daré uno si consigues que todo marche bien en este primer encuentro.
No sucedió nada durante un segundo.
Después, su mirada se endureció y me miró con una sonrisa deslumbrante. La expresión transformó por completo su cara, que pasó de ser bonita a ser preciosa.
El cambio me pilló desprevenida y la miré boquiabierta, sorprendida por mis propios pensamientos.
—¡Santana!—exclamó—¡Eres demasiado buena conmigo!
Decir que me quedé de piedra cuando levantó los brazos, me enterró los dedos en el pelo y me plantó un beso en la boca sería quedarme muy corta.
Pero me recuperé enseguida, la abracé con fuerza y la besé con más pasión de la adecuada para un lugar tan público.
Al oír que alguien carraspeaba a mi espalda, sonreí contra su boca y me aparté. Brittany me miró y, después, como si fuera lo más normal del mundo, me tocó los labios.
—El rosa pasión no te favorece, el rojo es tu color—comentó con un deje travieso mientras me limpiaba la boca.
La besé de nuevo.
—Te tengo dicho que dejes de pintarte los labios, así como yo. De todas formas, te los voy a limpiar a besos—sin dejar de rodearla con un brazo, me volví para saludar a Will—Lo siento, Brittany se emociona enseguida—esbocé una sonrisilla—¿Y quién soy yo para resistirme?
Will se echó a reír, me tendió la mano y nos presentó a su mujer, Emma. Era una mujer casi de mi porte. Llevaba la melena roja recogida en un sencillo moño y era la elegancia personificada.
Yo, a mi vez, les presenté a Brittany como mi prometida y sonreí cuando ella se ruborizó y saludó.
—Tienes que contarme qué te ha emocionado tanto, Brittany—Emma la miró con una sonrisa.
—Santana acaba de decirme que tiene un regalo inesperado. No deja de sorprenderme. Por favor, llámame Britt. Santana insiste en usar mi nombre completo, pero yo prefiero Britt.
Sonreí risueña.
—Es un nombre precioso para una mujer preciosa.
Ella puso los ojos en blanco y Emma se echó a reír.
—No vas a conseguir que cambie de opinión, Britt. Algunas mujeres son igual a los hombres, criaturas muy tercas—engarzó su brazo con el de Brittany y la alejó—Vamos, deja que te presente al resto de la familia. Rachel se muere por conocerte. A ver, ¿cuál es el regalo ese?
Las seguí de cerca, muy atenta a la conversación, mientras me preguntaba qué regalo elegiría.
¿Joyas?
¿Un viaje?
Era el tipo de regalo extravagante que las mujeres con las que salía preferían.
Una vez más, me sorprendió.
—Santana ha hecho una donación muy generosa al refugio de animales donde trabajo como voluntaria. Le dije que temía que cerrasen por falta de financiación.
Emma miró por encima del hombro con una enorme sonrisa.
—Qué gesto más bonito, Santana. Will y yo igualaremos tu donación. Los dos tenemos debilidad por los animales.
Brittany exclamó:
—Ay, Emma, ¡no tienen por qué hacerlo!
Emma le dio un apretón en el brazo.
—Bueno claro que sí. ¿Cuánto tiempo llevas como voluntaria en el refugio?
Fui yo quien contesté, agradecida por las listas que habíamos redactado y por mi excelente memoria.
—Tres años. La han nombrado Voluntaria del Año dos veces.
—¡Qué bien! Will, que no se te olvide extenderle un cheque a Britt cuando hables con Santana después.
Esas palabras me dieron ánimos.
Si iba a hablar conmigo en privado, esperaba que significase lo que creía que significaba.
Will le sonrió a Emma.
—Lo haré, amor mío.
Tenía pensado permanecer junto a ella, pero tal parecía que mis planes se torcían a cada paso.
En cuanto nos presentaron a Rachel, a su esposa Quinn, así como al primogénito de Will, Sam, y a su mujer, Mercedes, con sus dos hijos, Brittany y yo nos separamos.
Rachel estaba ansiosa por conocer a Brittany; y sus ojos, marrones pero con ese brillo como los de su papá, estaban abiertos de par en par por la emoción.
Era una morena de estatura baja, atractiva, con una sonrisa agradable. Su esposa parecía una modelo, igual de alta que yo, con ojos de color verde y pelo rubio.
La adoración que se profesaban era evidente… aunque también un poco vomitiva.
Rachel cogió a Brittany del brazo y la arrastró para presentarle a otras mujeres mientras Will me presentaba a los miembros clave de su personal.
Quedó claro que las intenciones de Will no eran un secreto.
Estaba dejando que el resto de su personal me conociera, y sabía que la opinión de esas personas importaría mucho, de modo que me comporté con unos modales exquisitos y desplegué todo mi encanto.
Durante los primeros momentos, no dejé de mirar a Brittany, preguntándome si estaba diciendo o haciendo algo que pusiera en peligro la situación, pero aparentaba una calma sorprendente y parecía estar manteniendo el tipo.
Will se percató de mi preocupación y me dio un codazo cómplice.
—Tranquila, Santana. Nadie la va a secuestrar. Te lo prometo.
Me obligué a soltar una carcajada.
—Claro que no. Es que… es que es un poco tímida, nada más—salí del apuro como pude.
No podía decirle por qué tenía que estar cerca de ella.
—Es tu afán protector.
¿En serio?
¿Eso era lo que creía Will?
—Han sido unos días duros, para las dos.
Will asintió con la cabeza y su expresión se tornó seria.
—Me he enterado de lo sucedido.
«Estupendo», pensé.
—No podía permitir que la insultase de esa manera ni tampoco que rebajara nuestra relación. Había llegado el momento de marcharme, sin importar cómo afectase a mi carrera profesional—declaré con convicción—Quería que nuestra relación, la verdadera, saliera a la luz. Quería que todo el mundo supiera que estamos comprometidas.
—La pusiste en primer lugar.
—Siempre.
Me colocó una mano en el hombro.
—Ven, quiero presentarte a unas personas, Santana.
Un rato más tarde, eché a andar hacia el grupito de personas donde estaba Brittany.
Había observado a los Schuester Pillsbury cómo se comportaban, y había acertado con mis suposiciones. Conformaban un grupo muy dado a las muestras de afecto.
Cuando estaban cerca, las parejas no dejaban de tocarse.
Emma y Will también eran muy afectuosos con sus hijos y con sus nietos.
Sabía que tenía que demostrar algún tipo de afinidad con Brittany. Ojalá que ella respondiera de la misma manera.
El grupo de mi “prometida” se estaban riendo a carcajadas sentadas en los sofás.
Brittany habló en ese momento.
—Sé que para alguien que cuida tanto los temas de salud, Santana es espantosa. Come demasiada carne roja. Cada vez que se le presenta la oportunidad, sobre todo en Finlay’s. El costillar de veinticuatro costillas es un clásico—se echó a reír—Ya ni intento evitarlo porque es un caso perdido. Al menos, ahora que cocino para ella, come mejor. La cantidad de menús a domicilio que encontré en el cajón al mudarme a su piso daba miedo.
Me coloqué tras ella, le rodeé la cintura con los brazos, pegué su espalda a mi pecho y la besé en el cuello, momento en el que se estremeció.
—¿Y tú qué, Brittany?—miré al grupito con las que estaba hablando y les regalé una enorme sonrisa—Se preocupa constantemente por eso, pero todos los días me la encuentro comiendo un sándwich de mantequilla de cacahuete con mermelada—la miré—Te lo tengo dicho, cariño: necesitas comer más proteínas. Estás demasiado delgada. Podría meterte en el bolsillo.
Se oyó un suspiro colectivo, emitido por las mujeres del grupo. Era evidente que había dicho lo apropiado.
—No te metas con la mantequilla de cacahuete y con la mermelada, corazón—insistió Brittany—Mientras fui tu asistente personal, suerte tenía de poder comerme un sándwich.
La volví a besar.
—Muy mal por mi parte, nena. No deberías ser tan valiosa para mí.
Mientras el resto de mujeres se echaba a reír, Rachel le dio unas palmaditas a una de ellas en el hombro con una sonrisa.
—Ya sabes, Marley, avisada quedas. Si Santana se sube al barco, se acabaron las horas para el almuerzo.
Marley se echó a reír.
—Le sonsacaré todos los secretos a su prometida para mantenerla a raya.
Ah, Marley Rose, la novia de Kitty, y tal como parecían ir las cosas, mi siguiente asistente personal.
La miré con una sonrisa. Era el tipo de Kitty: alta, guapa y elegante.
—Hola, Marley. ¿Kitty está en la ciudad este fin de semana?
Ella negó con la cabeza.
—Otro viaje. Me ha pedido que te recuerde que el partido de tenis de la semana que viene sigue en pie.
—Lo espero con ansia.
—Ojalá que no te decepcione como asistente personal después de haber tenido a tu prometida. Siempre y cuando subas a bordo, claro.
Me tensé un poco, pero Brittany se echó a reír y me dio unas palmaditas en el brazo.
—Santana es brillante—aseguró ella—Es maravilloso trabajar con ella. Estoy segura de que se llevaran a las mil maravillas.
Rachel le guiñó un ojo a Brittany.
—Has hablado como una mujer enamorada.
Brittany se relajó contra mi cuerpo y exhaló un suspiro. Alzó la vista, con una sonrisilla en los labios. Me acarició el mentón con una mano al tiempo que decía con voz ronca:
—Porque lo soy.
Fue una actuación merecedora de un Oscar.
La tarde pasó volando.
Comimos, hablamos y conocimos a más gente.
Cuando estábamos con otras personas, alzaba la vista y me topaba con los ojos de Brittany, que me observaba.
Como me hacía gracia su reacción, le lanzaba un beso o le guiñaba un ojo por el mero gusto de verla ruborizarse.
Lo hizo todas y cada una de las veces. Al igual que lo hacía cada vez que me acercaba a ella, le rodeaba la cintura con los brazos y le besaba el hombro o la mejilla.
Brittany interpretó su papel a la perfección, ya que ni una sola vez demostró algo que no fuera calidez.
De hecho, en un par de ocasiones me buscó ella, me susurró al oído. Fue sencillo imitar la forma en la que Quinn inclinaba la cabeza para escuchar lo que fuera que Rachel le murmuraba al oído, con una expresión indulgente en la cara.
No me quedaba la menor duda de que las palabras de Rachel eran de una índole mucho más íntima que las que Brittany me susurraba, pero nadie más lo sabía.
En un momento dado, Will me llevó a un aparte y me preguntó si podíamos hablar de nuevo el lunes.
Me costó la misma vida no levantar el puño, convencida de que lo habíamos conseguido.
En cambio, le dije que Brittany y yo teníamos algo programado para el lunes por la mañana, pero que estaba disponible después del almuerzo.
No quería parecer demasiado ansiosa, pero en cuanto él asintió con un gesto elocuente de cabeza y me informó de que la ventanilla donde se solicitaba la licencia de matrimonio siempre estaba muy ocupada los lunes, de modo que nos reuniríamos a las dos, comprendí mi error.
Creía que íbamos a solicitar la licencia de matrimonio.
En vez de corregirlo, le dije que las dos de la tarde me parecía una buena hora y le estreché la mano.
Me di cuenta de que ya se habían marchado algunas personas, así que le agradecí la cordialidad. Cuando me recordó lo de la donación, le respondí que podríamos hacerlo el lunes… En realidad, no tenía ni idea de cómo se llamaba el refugio de animales.
Emma estaba hablando con Brittany cuando me acerqué a ellas.
—¿Estás lista para irnos, cariño?—le pregunté—Sé que también quieres ir a visitar a tu tía.
—Es verdad—Brittany se volvió hacia nuestra anfitriona—Gracias por esta tarde tan magnífica.
Emma sonrió de oreja a oreja y la abrazó.
—Tu tía tiene mucha suerte de contar contigo. Ha sido un placer conocerte, cariño. Me muero por verte más a menudo. ¡Recuerda lo que te he dicho acerca de tu boda!
Brittany asintió con la cabeza y aceptó la mano que yo le tendía.
No me resultó desagradable que Emma me diera un beso en la mejilla.
—Me alegro muchísimo de haberte conocido, Santana. También me muero por verte más a menudo—guiñó un ojo—Tanto aquí como en el trabajo.
La miré con una sonrisa.
—Lo mismo digo.
—¿Te ha dado Will el cheque de cinco mil?
Parpadeé, la miré y luego miré a Brittany.
«¿Cinco mil?», me pregunté.
Bueno sí que había sido generosa.
Esbocé una sonrisilla y decidí que bien merecía la pena.
—Me lo va a dar el lunes.
—Excelente. Ahora, tortolitas, disfruten de lo que queda del día.
Solté una carcajada ronca e hice que Brittany se ruborizara al tiempo que la sonrisa de Emma se ensanchaba.
—Esa es la idea—le aseguré con un guiño mientras me llevaba a mi prometida.
No dejé de reírme de camino al coche.
Por dentro, lo estaba celebrando.
Había funcionado.
********************************************************************************************************************************
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
muy pero muy bien!!!
salio todo bien como san quería!!! se van a casar???
a ver como va las cosas ahora que ya dieron el primer paso??
nos vemos!!!
muy pero muy bien!!!
salio todo bien como san quería!!! se van a casar???
a ver como va las cosas ahora que ya dieron el primer paso??
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Se viene la boda, y despues los hijos? Jajaja como es santana capaz que que lo haga por el trabajo.
Isabella28****** - Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 12/10/2017
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Las cosas van marchando segun el plan pero Britt es demasiado buena gente asi que.....
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
jajaja pues todo salio de maravilla, ambas fingiendo de la mejor manera y pues ganandose a todos con su relacion .... asi que haber como sigue todo llegando a casa y pues en general con el plan
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
muy pero muy bien!!!
salio todo bien como san quería!!! se van a casar???
a ver como va las cosas ahora que ya dieron el primer paso??
nos vemos!!!
Hola lu, si q si! SI!! las cosas estan saliendo bn...pero en si, no¿? Mmm nose xq kiero q pase jajaja. Esperemos y mejoren para las dos aajaj. Saludos =D
Isabella28 escribió:Se viene la boda, y despues los hijos? Jajaja como es santana capaz que que lo haga por el trabajo.
Hola, dices tu¿? =O eso si me gusto jajajajajaaj. AAhhh si...claro, trabajo jaajajj. Saludos =D
micky morales escribió:Las cosas van marchando segun el plan pero Britt es demasiado buena gente asi que.....
Hola, si...si tmbn ai...espero q esto tmbn salga bn para ella...más q bn la vrdd. Saludos =D
JVM escribió:jajaja pues todo salio de maravilla, ambas fingiendo de la mejor manera y pues ganandose a todos con su relacion .... asi que haber como sigue todo llegando a casa y pues en general con el plan
Hola, si q si, eso de mejor manera...mmmm como solo ellas sabe, no¿? JAjajajaj como he dicho, espero q las cosas salgan bn para ambas, pero mas para britt ajjajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Cap 13
Capitulo 13
Santana
El lunes por la mañana, Brittany me miró como si yo tuviera dos cabezas.
—¿Que vamos a hacer qué?
Suspiré, doblé el periódico y lo dejé en la encimera.
—No quiero parecer demasiado ansiosa, así que le dije a Will que teníamos algo que hacer esta mañana, él supuso que se trataba de la licencia matrimonial y yo no lo corregí.
Cogió los platos y los llevó al fregadero.
Debía admitir que era una cocinera estupenda. No recordaba la última vez que había desayunado en casa sin que la comida hubiera salido de una caja.
El día anterior, Brittany salió con su coche a hacer unos «recados» y cuando regresó, tuvimos que bajar dos veces para subir todo lo que había comprado en el supermercado.
En aquel momento pensé que estaba loca, pero empezaba a cambiar de opinión.
La cena de la noche anterior fue pollo preparado de una forma deliciosa y los huevos revueltos que había hecho para desayunar eran espectaculares.
Igual que el café.
Aprobaba de corazón la compra de la nueva cafetera.
Se dejó caer contra el fregadero y se frotó la cara.
—Vale que le permitas creerlo, pero no tenemos por qué hacerlo.
Negué con la cabeza.
—No. Vamos a hacerlo. Quiero que quede rastro documental. No tenemos por qué casarnos, pero sí vamos a sacar la licencia.
—Santana…
Cogí el cheque que había dejado en la mesa.
—Considéralo un intercambio justo por la donación—enarqué una ceja sin dejar de mirarla—Por la generosa donación.
Tuvo el detalle de parecer avergonzada.
—Ya te he dicho que no sabía lo que se considera «generoso» en tu mundo. Cuando Emma empezó a hablar del tema, una de las otras mujeres sacó las uñas y soltó que ella no consideraría generosa una cantidad inferior a mil dólares—se encogió de hombros—Antes de darme cuenta de lo que pasaba, me escuché diciendo que tú habías donado cinco mil. Eso la dejó muerta.
—Me lo imagino. Y no pasa nada. Salvo que ahora me debes una, así que vamos a sacar una licencia matrimonial para nuestro matrimonio ficticio.
Vació su taza de café en el fregadero.
—De acuerdo. Voy a arreglarme.
Pasó a mi lado con gesto airado y, como despertó en mí el deseo de verla furiosa, la agarré por la muñeca y la senté en mi regazo. Ella jadeó e intentó zafarse, pero yo me reí de su vano esfuerzo.
—¿Quieres que vaya a frotarte la espalda?
—¡No!
—Haré otra donación.
Me dio un codazo en las costillas, algo que consiguió que la soltara, y se puso en pie trastabillando.
—Santana, ¡ten cuidado o te llevo conmigo a la protectora y les digo que te saquen las tetas!
Me eché a reír por lo indignada que parecía y dejé que se marchara refunfuñando algo.
No supe por qué su enfado me hacía tanta gracia, pero así era.
Will me estrechó la mano y me invitó a tomar asiento a su mesa de juntas privada.
Su despacho, al igual que el resto de las oficinas, exudaba riqueza pero sin ostentación.
Los muebles eran de la mejor calidad; las obras de arte, respetables y elegantes. En las estanterías que cubrían una de las paredes, se alineaban más premios y versiones en pequeño de las campañas ganadoras.
La necesidad de que una de mis campañas acabara expuesta en ese lugar me quemaba por dentro.
Esperamos hasta que su asistente nos llevó el café y se marchó, cerrando la puerta al salir.
Will me sonrió y cogió una galleta del plato.
—Según me han dicho, estas no están tan buenas como las de tu Britt, pero sírvete.
—Me temo que me han malcriado. Las suyas están riquísimas.
Masticó y tragó, tras lo cual se limpió la boca.
—Espero que lo de esta mañana haya sido un éxito.
Me di unos golpecitos en el bolsillo y traté de parecer ufana.
—El papeleo ya está hecho. La licencia estará lista dentro de tres días—reí entre dientes—Ahora solo tengo que convencer a Britt de que se fugue conmigo a Las Vegas para hacerlo oficial.
Will frunció el ceño mientras bebía un sorbo de café.
—Perdóname por lo que voy a decir, pero no creo que tu Britt sea de las que se fugan a Las Vegas.
Bebí un sorbo de café para ganar algo de tiempo.
No tenía la menor idea de lo que pensaba Brittany al respecto, pero tampoco podía decírselo. Decidí ir por el lado más tímido de su carácter.
Carraspeé y asentí con la cabeza.
—Tienes razón, no lo es. Pero no queremos una boda grande. Lo haremos algún día de forma íntima. Brittany es una firme defensora de que todo quede entre nosotras.
—¿No tiene familia, solo su tía?
—Exacto.
—Emma me dijo que está en una residencia de ancianos, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
—Es muy mayor y no está bien. Brittany la visita a menudo.
—Ah, qué lástima—miró hacia la ventana situada detrás de mí—Emma y Rachel se han quedado prendadas de tu chica.
No supe qué decir.
En realidad, no quería hablar de Brittany, pero parecía que no me quedaba alternativa.
—Suele pasar.
Su sonrisa se ensanchó.
—Entiendo por qué. Es encantadora.
—Lo es.
Cambió de tema y golpeó la carpeta que tenía delante.
—He compartido con el equipo tu idea sobre la campaña publicitaria.
—¿Y?
—Están de acuerdo conmigo. Creen que es genial.
Incliné la cabeza, contenta con el halago.
—Me alegro.
Will se relajó en su asiento y me miró fijamente. Presentí que me estaba juzgando por última vez.
Enfrenté su mirada a la espera de que dijera algo.
—Me ha costado años de mucho trabajo y dedicación levantar esta empresa. El trabajo que hacemos significa algo.
Asentí con la cabeza en silencio.
—Es raro que contratemos a alguien de fuera del entorno, Santana. Los que no forman parte de mi familia llevan con nosotros mucho tiempo. Se convierten en parte de la familia. Aquí en Schuester Group cuidamos mucho la familia.
—Es un concepto único, Will. La mayoría de los empresarios no trata a sus empleados como lo haces tú. Admito que no tengo experiencia al respecto.
—Lo sé. Debo admitir que recelé al oír tu nombre, Santana. Tu… eh… reputación te precede.
Tuve el detalle de parecer avergonzada.
—No puedo cambiar el pasado, Will, pero sí puedo asegurarte que ahora quiero algo distinto—me incliné hacia delante, con gesto serio y decidido—Quiero trabajar aquí. Quiero demostrarte que encajo en este lugar. Dame una oportunidad. Déjame demostrarte lo que puedo aportar a la empresa.
—Aquí trabajamos en equipo. Celebramos los éxitos y aceptamos las derrotas como un equipo.
—Lo sé. Estoy deseando ver esa filosofía en acción. Formar parte de algo. No que solo se espere de mí que aporte dinero y que mantenga la boca cerrada.
—¿Cuándo cambiaste de opinión, Santana? ¿Fue Britt quien te hizo desear algo distinto?
—Sí—respondí sin titubear—Ella fue el catalizador. Ahora quiero algo más―eso, al menos, era cierto.
Will se frotó la barbilla con los dedos.
—Creo que tienes mucho talento y que puedes proporcionarnos una nueva perspectiva de la que nosotros carecemos. Sigo teniendo mis dudas, pero Emma no para de hacer campaña a tu favor desde que te conoció.
Eso me sorprendió.
—¿Ah, sí?
—Cree que una mujer tan maravillosa como Britt solo podría enamorarse de una persona con una gran generosidad. Y cree que tú eres esa persona. Ha visto algo en ti.
No supe qué decir.
No recordaba que alguien hubiera visto alguna vez «algo» en mí.
Deslizó la carpeta hacia mí.
—Quiero hacerte una oferta, Santana. Quiero que te lleves esto, que lo estudies y que vengas a verme el viernes por la mañana.
—¿No quieres que lo vea ahora?
—No. Quiero que lo estudies a fondo, que leas bien todas las cláusulas y que sopeses si esto es lo que quieres de verdad. Si estás de acuerdo, lo firmaremos el viernes y podrás empezar el lunes.
—Puedo empezar hoy.
Will se acarició la barbilla mientras reía.
—Me encanta tu entusiasmo. El problema es que quiero estar aquí durante tus primeros días en la empresa, pero ahora mismo tengo que irme con Emma. Lleva una temporada un poco tristona, de modo que nos vamos unos días a su lugar de vacaciones preferido para que descanse y se relaje. Volveremos el jueves por la noche, así que nos veremos el viernes por la mañana.
—Lo siento.
—No pasa nada. Necesita unos días tranquilos. Es lo que hacemos por las personas que amamos, ¿o no?
—Por supuesto.
Extendió un brazo para hacer un gesto con el que abarcó la estancia.
—Esta es mi empresa y la adoro, Santana, pero Emma es mi vida. Asegúrate de tener clara la diferencia. Britt seguirá a tu lado mucho después de que tu carrera profesional haya acabado. Asegúrate de estar muy atenta a sus necesidades.
Estaba tan pasmada que solo acerté a mirarlo en silencio.
Will se puso en pie.
—Estúdialo, anota lo que quieras comentar y nos vemos el viernes. Pasa unos días con tu preciosa prometida y, después, espero que podamos empezar una nueva y emocionante aventura juntos. ¿De acuerdo?
Le estreché la mano.
—De acuerdo.
Abrí la puerta del departamento y fruncí el ceño al escuchar unas voces femeninas. Era obvio que Brittany tenía una visita que yo no conocía. Agucé el oído y cuando la mujer rio, supe quién era.
Rachel estaba de visita.
«Interesante».
Extendí el brazo hacia atrás, abrí de nuevo la puerta y la cerré con fuerza.
—¡Brittany! ¿Dónde estás, cariño? ¡Ven a felicitar a esta mujer con un beso!—grité con una sonrisa burlona.
Apareció por la esquina del pasillo con expresión sorprendida.
—¿Santana?
Caminé hacia ella al tiempo que extendía los brazos en cruz.
—Ven aquí.
Corrió hacia mí y la rodeé con los brazos, tras lo cual la alcé en volandas y empecé a dar vueltas con ella. Brittany se echó a reír por la inesperada reacción y antes de que pudiera decir algo la dejé en el suelo, le tomé la cara entre las manos y cubrí sus labios con los míos.
Una extraña calidez me inundó el pecho (sin duda debida a la gratitud por seguirme el juego) mientras ella me colocaba una mano en la nuca para acercarme más. Soltó un pequeño gemido cuando mi lengua rozó la suya, y no pude contener el gemido que brotó de mi garganta.
Besarla no era un mal añadido.
Alguien carraspeó detrás de mí y el sonido me arrancó una sonrisa. Fingí estar sorprendido mientras me alejaba de Brittany.
—¿Tenemos compañía?—pregunté, a sabiendas de que Rachel podía oírnos.
—Sí.
—Pediría disculpas, pero no me arrepiento. Estaba demasiado emocionada, cariño—le acaricié el pómulo con el dedo—Estaba deseando llegar a casa para contártelo.
Brittany me miró a la cara con el aspecto de una prometida enamorada y expectante.
—Rachel está aquí—susurró.
Me volví con una sonrisa.
—Hola, Rachel.
Ella me miró con una sonrisa burlona.
—Siento interrumpir el momento. Si quieren, me marcho.
Le pasé un brazo a Brittany por la espalda y la pegué a mí.
—No, no pasa nada. Solo estaba…
—Emocionada—concluyó ella por mí—¿La emoción tiene algo que ver con la reunión que has mantenido con mi papá?
Sonreí al tiempo que asentía con la cabeza.
—Necesito repasar los documentos y hablar con mi prometida, pero creo que vamos a trabajar juntas.
Rachel aplaudió mientras sonreía de oreja a oreja, mirándonos. No encontré otra forma de describirlo: su sonrisa era tan radiante como la luz del amanecer.
—Me alegro muchísimo.
—Yo también.
Brittany me acaricio una mejilla e instarme a acercarme.
—Estoy orgullosa de ti—afirmó, y me besó con delicadeza en los labios.
Hasta yo me lo tragué.
Rachel se echó a reír.
—Me voy ahora mismo. Creo que necesitan estar solas.
—No hace falta que te marches—insistí.
—No, no pasa nada—se puso el abrigo—Quería darle a Britt unas cuantas revistas de decoración. Mencionó que, ahora que tiene tiempo, quería añadir unos toques a este lugar—echó un vistazo a su alrededor al tiempo que hacía una mueca—Santana, en serio, deberías haberle dicho que lo hiciera antes. Está claro que es el departamento de una persona soltera.
Miré a mi alrededor.
¿Lo era?
A mí me parecía estupendo.
—Que haga lo que le apetezca. Ya se lo he dicho—esperaba que mis palabras parecieran sinceras.
—Estupendo. Echa un vistazo a las revistas, Britt, y después iremos de compras—soltó una risilla—A lo mejor las demás también te inspiran.
Brittany se ruborizó, una reacción que despertó mi curiosidad.
¿Por qué se avergonzaba por unas revistas?
Rachel se marchó entre besos al aire y carcajadas. Brittany y yo nos quedamos mirándonos la una a la otra.
—¿Quieres café?
—Me vendría fenomenal.
La seguí hasta la cocina y me senté en la esquina de la encimera. Con gesto distraído cogí el montón de revistas para ojear las portadas. Me detuve al llegar a las dos últimas.
Eran muy gruesas, de portadas brillantes y su nombre estaba bien visible: La Boda Perfecta. Miré de reojo a Brittany. Su reacción cobraba sentido.
—¿Hay algo que quieras decirme?
—Me preguntó por nuestros planes. Le dije que no habíamos decidido nada con todo lo que teníamos encima. Y pensó que eso podía ayudarnos.
Bebí un sorbo de la humeante taza que me ofreció y suspiré, agradecida. Preparaba un café fantástico.
—Will también me ha preguntado por nuestros planes.
—¿Qué vamos a hacer? No van a dejar de preguntar. Bastante he tenido con lo de solicitar una licencia de matrimonio para una boda que no va a celebrarse. No pienso empezar a planear una boda ficticia.
Me froté la cara con las manos.
—Lo sé. Esto no lo había previsto.
—¿A qué te refieres con «esto»?
—Will me cae bien de verdad. Quiero trabajar con él. Lograr que se sienta orgulloso de mí. No sé por qué, pero conseguirlo es importante para mí.
Brittany me observó un momento.
—¿Qué estás insinuando?
—Creí que sería más sencillo—confesé—Que lo verías de vez en cuando y ya está. No había previsto que su hija y tú tendrían una amistad… ni que su mujer iba a adorarte—empujé las revistas, haciendo que las de arriba se cayeran del montón—No esperaba que fuesen a formar parte de mi vida fuera de la oficina.
—¿Y?
—Y creo que este acuerdo tendrá que prolongarse algo más de lo que esperaba. Tres meses se van a quedar muy cortos.
Acarició la brillante portada de una de las revistas, siguiendo el borde de una estantería.
—¿Cuánto?
—¿Qué te parece si establecemos un mínimo de seis meses, con opción a prolongarlo otros seis?―abrió la boca, pasmada—Escúchame―cerró la boca y asintió con la cabeza—Will ha admitido que tiene sus dudas. He leído los documentos por encima en el coche. La oferta es buena, salvo por el período de prueba inicial de cinco meses. Creo que va a estar vigilándome. Si te marchas antes de que pasen cinco meses, o justo después, levantará muchas sospechas.
—¿Crees que seis meses son la solución?
—Tal vez, pero creo que necesitaré más tiempo. Necesito saber que vas a quedarte.
Brittany guardó silencio y no enfrentó mi mirada. Sentí que el pánico amenazaba con atenazarme el pecho.
No podía hacerlo sin ella.
Me embargó el deseo de echarme a reír por la ironía de la situación.
Me había pasado meses tratando de librarme de ella y, en ese momento, la necesitaba como jamás lo habría imaginado.
Estaba claro que el karma era un cabroncete.
—Redactaremos de nuevo las condiciones—le ofrecí con los dientes apretados.
Por fin me miró.
—Las condiciones están bien como están. No voy a pedirte más dinero.
—¿Accedes a quedarte?
—Por un año.
—De acuerdo. Creo que ese plazo está bien. En un año, Will podrá ver lo que puedo ofrecerle. Ya no estará tan preocupado con mi vida privada—tamborileé con los dedos sobre la fría encimera de granito—Tengo que pedirte otro favor.
—¿Cuál?
—Me gustaría dejarlo todo cubierto. Asegurarme de que no hay resquicio alguno que genere dudas.
—No te entiendo.
La miré un instante en silencio y, después, pronuncié unas palabras que jamás había imaginado que saldrían de mi boca.
—¿Quieres casarte conmigo, Brittany?
—¿Que vamos a hacer qué?
Suspiré, doblé el periódico y lo dejé en la encimera.
—No quiero parecer demasiado ansiosa, así que le dije a Will que teníamos algo que hacer esta mañana, él supuso que se trataba de la licencia matrimonial y yo no lo corregí.
Cogió los platos y los llevó al fregadero.
Debía admitir que era una cocinera estupenda. No recordaba la última vez que había desayunado en casa sin que la comida hubiera salido de una caja.
El día anterior, Brittany salió con su coche a hacer unos «recados» y cuando regresó, tuvimos que bajar dos veces para subir todo lo que había comprado en el supermercado.
En aquel momento pensé que estaba loca, pero empezaba a cambiar de opinión.
La cena de la noche anterior fue pollo preparado de una forma deliciosa y los huevos revueltos que había hecho para desayunar eran espectaculares.
Igual que el café.
Aprobaba de corazón la compra de la nueva cafetera.
Se dejó caer contra el fregadero y se frotó la cara.
—Vale que le permitas creerlo, pero no tenemos por qué hacerlo.
Negué con la cabeza.
—No. Vamos a hacerlo. Quiero que quede rastro documental. No tenemos por qué casarnos, pero sí vamos a sacar la licencia.
—Santana…
Cogí el cheque que había dejado en la mesa.
—Considéralo un intercambio justo por la donación—enarqué una ceja sin dejar de mirarla—Por la generosa donación.
Tuvo el detalle de parecer avergonzada.
—Ya te he dicho que no sabía lo que se considera «generoso» en tu mundo. Cuando Emma empezó a hablar del tema, una de las otras mujeres sacó las uñas y soltó que ella no consideraría generosa una cantidad inferior a mil dólares—se encogió de hombros—Antes de darme cuenta de lo que pasaba, me escuché diciendo que tú habías donado cinco mil. Eso la dejó muerta.
—Me lo imagino. Y no pasa nada. Salvo que ahora me debes una, así que vamos a sacar una licencia matrimonial para nuestro matrimonio ficticio.
Vació su taza de café en el fregadero.
—De acuerdo. Voy a arreglarme.
Pasó a mi lado con gesto airado y, como despertó en mí el deseo de verla furiosa, la agarré por la muñeca y la senté en mi regazo. Ella jadeó e intentó zafarse, pero yo me reí de su vano esfuerzo.
—¿Quieres que vaya a frotarte la espalda?
—¡No!
—Haré otra donación.
Me dio un codazo en las costillas, algo que consiguió que la soltara, y se puso en pie trastabillando.
—Santana, ¡ten cuidado o te llevo conmigo a la protectora y les digo que te saquen las tetas!
Me eché a reír por lo indignada que parecía y dejé que se marchara refunfuñando algo.
No supe por qué su enfado me hacía tanta gracia, pero así era.
Will me estrechó la mano y me invitó a tomar asiento a su mesa de juntas privada.
Su despacho, al igual que el resto de las oficinas, exudaba riqueza pero sin ostentación.
Los muebles eran de la mejor calidad; las obras de arte, respetables y elegantes. En las estanterías que cubrían una de las paredes, se alineaban más premios y versiones en pequeño de las campañas ganadoras.
La necesidad de que una de mis campañas acabara expuesta en ese lugar me quemaba por dentro.
Esperamos hasta que su asistente nos llevó el café y se marchó, cerrando la puerta al salir.
Will me sonrió y cogió una galleta del plato.
—Según me han dicho, estas no están tan buenas como las de tu Britt, pero sírvete.
—Me temo que me han malcriado. Las suyas están riquísimas.
Masticó y tragó, tras lo cual se limpió la boca.
—Espero que lo de esta mañana haya sido un éxito.
Me di unos golpecitos en el bolsillo y traté de parecer ufana.
—El papeleo ya está hecho. La licencia estará lista dentro de tres días—reí entre dientes—Ahora solo tengo que convencer a Britt de que se fugue conmigo a Las Vegas para hacerlo oficial.
Will frunció el ceño mientras bebía un sorbo de café.
—Perdóname por lo que voy a decir, pero no creo que tu Britt sea de las que se fugan a Las Vegas.
Bebí un sorbo de café para ganar algo de tiempo.
No tenía la menor idea de lo que pensaba Brittany al respecto, pero tampoco podía decírselo. Decidí ir por el lado más tímido de su carácter.
Carraspeé y asentí con la cabeza.
—Tienes razón, no lo es. Pero no queremos una boda grande. Lo haremos algún día de forma íntima. Brittany es una firme defensora de que todo quede entre nosotras.
—¿No tiene familia, solo su tía?
—Exacto.
—Emma me dijo que está en una residencia de ancianos, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
—Es muy mayor y no está bien. Brittany la visita a menudo.
—Ah, qué lástima—miró hacia la ventana situada detrás de mí—Emma y Rachel se han quedado prendadas de tu chica.
No supe qué decir.
En realidad, no quería hablar de Brittany, pero parecía que no me quedaba alternativa.
—Suele pasar.
Su sonrisa se ensanchó.
—Entiendo por qué. Es encantadora.
—Lo es.
Cambió de tema y golpeó la carpeta que tenía delante.
—He compartido con el equipo tu idea sobre la campaña publicitaria.
—¿Y?
—Están de acuerdo conmigo. Creen que es genial.
Incliné la cabeza, contenta con el halago.
—Me alegro.
Will se relajó en su asiento y me miró fijamente. Presentí que me estaba juzgando por última vez.
Enfrenté su mirada a la espera de que dijera algo.
—Me ha costado años de mucho trabajo y dedicación levantar esta empresa. El trabajo que hacemos significa algo.
Asentí con la cabeza en silencio.
—Es raro que contratemos a alguien de fuera del entorno, Santana. Los que no forman parte de mi familia llevan con nosotros mucho tiempo. Se convierten en parte de la familia. Aquí en Schuester Group cuidamos mucho la familia.
—Es un concepto único, Will. La mayoría de los empresarios no trata a sus empleados como lo haces tú. Admito que no tengo experiencia al respecto.
—Lo sé. Debo admitir que recelé al oír tu nombre, Santana. Tu… eh… reputación te precede.
Tuve el detalle de parecer avergonzada.
—No puedo cambiar el pasado, Will, pero sí puedo asegurarte que ahora quiero algo distinto—me incliné hacia delante, con gesto serio y decidido—Quiero trabajar aquí. Quiero demostrarte que encajo en este lugar. Dame una oportunidad. Déjame demostrarte lo que puedo aportar a la empresa.
—Aquí trabajamos en equipo. Celebramos los éxitos y aceptamos las derrotas como un equipo.
—Lo sé. Estoy deseando ver esa filosofía en acción. Formar parte de algo. No que solo se espere de mí que aporte dinero y que mantenga la boca cerrada.
—¿Cuándo cambiaste de opinión, Santana? ¿Fue Britt quien te hizo desear algo distinto?
—Sí—respondí sin titubear—Ella fue el catalizador. Ahora quiero algo más―eso, al menos, era cierto.
Will se frotó la barbilla con los dedos.
—Creo que tienes mucho talento y que puedes proporcionarnos una nueva perspectiva de la que nosotros carecemos. Sigo teniendo mis dudas, pero Emma no para de hacer campaña a tu favor desde que te conoció.
Eso me sorprendió.
—¿Ah, sí?
—Cree que una mujer tan maravillosa como Britt solo podría enamorarse de una persona con una gran generosidad. Y cree que tú eres esa persona. Ha visto algo en ti.
No supe qué decir.
No recordaba que alguien hubiera visto alguna vez «algo» en mí.
Deslizó la carpeta hacia mí.
—Quiero hacerte una oferta, Santana. Quiero que te lleves esto, que lo estudies y que vengas a verme el viernes por la mañana.
—¿No quieres que lo vea ahora?
—No. Quiero que lo estudies a fondo, que leas bien todas las cláusulas y que sopeses si esto es lo que quieres de verdad. Si estás de acuerdo, lo firmaremos el viernes y podrás empezar el lunes.
—Puedo empezar hoy.
Will se acarició la barbilla mientras reía.
—Me encanta tu entusiasmo. El problema es que quiero estar aquí durante tus primeros días en la empresa, pero ahora mismo tengo que irme con Emma. Lleva una temporada un poco tristona, de modo que nos vamos unos días a su lugar de vacaciones preferido para que descanse y se relaje. Volveremos el jueves por la noche, así que nos veremos el viernes por la mañana.
—Lo siento.
—No pasa nada. Necesita unos días tranquilos. Es lo que hacemos por las personas que amamos, ¿o no?
—Por supuesto.
Extendió un brazo para hacer un gesto con el que abarcó la estancia.
—Esta es mi empresa y la adoro, Santana, pero Emma es mi vida. Asegúrate de tener clara la diferencia. Britt seguirá a tu lado mucho después de que tu carrera profesional haya acabado. Asegúrate de estar muy atenta a sus necesidades.
Estaba tan pasmada que solo acerté a mirarlo en silencio.
Will se puso en pie.
—Estúdialo, anota lo que quieras comentar y nos vemos el viernes. Pasa unos días con tu preciosa prometida y, después, espero que podamos empezar una nueva y emocionante aventura juntos. ¿De acuerdo?
Le estreché la mano.
—De acuerdo.
Abrí la puerta del departamento y fruncí el ceño al escuchar unas voces femeninas. Era obvio que Brittany tenía una visita que yo no conocía. Agucé el oído y cuando la mujer rio, supe quién era.
Rachel estaba de visita.
«Interesante».
Extendí el brazo hacia atrás, abrí de nuevo la puerta y la cerré con fuerza.
—¡Brittany! ¿Dónde estás, cariño? ¡Ven a felicitar a esta mujer con un beso!—grité con una sonrisa burlona.
Apareció por la esquina del pasillo con expresión sorprendida.
—¿Santana?
Caminé hacia ella al tiempo que extendía los brazos en cruz.
—Ven aquí.
Corrió hacia mí y la rodeé con los brazos, tras lo cual la alcé en volandas y empecé a dar vueltas con ella. Brittany se echó a reír por la inesperada reacción y antes de que pudiera decir algo la dejé en el suelo, le tomé la cara entre las manos y cubrí sus labios con los míos.
Una extraña calidez me inundó el pecho (sin duda debida a la gratitud por seguirme el juego) mientras ella me colocaba una mano en la nuca para acercarme más. Soltó un pequeño gemido cuando mi lengua rozó la suya, y no pude contener el gemido que brotó de mi garganta.
Besarla no era un mal añadido.
Alguien carraspeó detrás de mí y el sonido me arrancó una sonrisa. Fingí estar sorprendido mientras me alejaba de Brittany.
—¿Tenemos compañía?—pregunté, a sabiendas de que Rachel podía oírnos.
—Sí.
—Pediría disculpas, pero no me arrepiento. Estaba demasiado emocionada, cariño—le acaricié el pómulo con el dedo—Estaba deseando llegar a casa para contártelo.
Brittany me miró a la cara con el aspecto de una prometida enamorada y expectante.
—Rachel está aquí—susurró.
Me volví con una sonrisa.
—Hola, Rachel.
Ella me miró con una sonrisa burlona.
—Siento interrumpir el momento. Si quieren, me marcho.
Le pasé un brazo a Brittany por la espalda y la pegué a mí.
—No, no pasa nada. Solo estaba…
—Emocionada—concluyó ella por mí—¿La emoción tiene algo que ver con la reunión que has mantenido con mi papá?
Sonreí al tiempo que asentía con la cabeza.
—Necesito repasar los documentos y hablar con mi prometida, pero creo que vamos a trabajar juntas.
Rachel aplaudió mientras sonreía de oreja a oreja, mirándonos. No encontré otra forma de describirlo: su sonrisa era tan radiante como la luz del amanecer.
—Me alegro muchísimo.
—Yo también.
Brittany me acaricio una mejilla e instarme a acercarme.
—Estoy orgullosa de ti—afirmó, y me besó con delicadeza en los labios.
Hasta yo me lo tragué.
Rachel se echó a reír.
—Me voy ahora mismo. Creo que necesitan estar solas.
—No hace falta que te marches—insistí.
—No, no pasa nada—se puso el abrigo—Quería darle a Britt unas cuantas revistas de decoración. Mencionó que, ahora que tiene tiempo, quería añadir unos toques a este lugar—echó un vistazo a su alrededor al tiempo que hacía una mueca—Santana, en serio, deberías haberle dicho que lo hiciera antes. Está claro que es el departamento de una persona soltera.
Miré a mi alrededor.
¿Lo era?
A mí me parecía estupendo.
—Que haga lo que le apetezca. Ya se lo he dicho—esperaba que mis palabras parecieran sinceras.
—Estupendo. Echa un vistazo a las revistas, Britt, y después iremos de compras—soltó una risilla—A lo mejor las demás también te inspiran.
Brittany se ruborizó, una reacción que despertó mi curiosidad.
¿Por qué se avergonzaba por unas revistas?
Rachel se marchó entre besos al aire y carcajadas. Brittany y yo nos quedamos mirándonos la una a la otra.
—¿Quieres café?
—Me vendría fenomenal.
La seguí hasta la cocina y me senté en la esquina de la encimera. Con gesto distraído cogí el montón de revistas para ojear las portadas. Me detuve al llegar a las dos últimas.
Eran muy gruesas, de portadas brillantes y su nombre estaba bien visible: La Boda Perfecta. Miré de reojo a Brittany. Su reacción cobraba sentido.
—¿Hay algo que quieras decirme?
—Me preguntó por nuestros planes. Le dije que no habíamos decidido nada con todo lo que teníamos encima. Y pensó que eso podía ayudarnos.
Bebí un sorbo de la humeante taza que me ofreció y suspiré, agradecida. Preparaba un café fantástico.
—Will también me ha preguntado por nuestros planes.
—¿Qué vamos a hacer? No van a dejar de preguntar. Bastante he tenido con lo de solicitar una licencia de matrimonio para una boda que no va a celebrarse. No pienso empezar a planear una boda ficticia.
Me froté la cara con las manos.
—Lo sé. Esto no lo había previsto.
—¿A qué te refieres con «esto»?
—Will me cae bien de verdad. Quiero trabajar con él. Lograr que se sienta orgulloso de mí. No sé por qué, pero conseguirlo es importante para mí.
Brittany me observó un momento.
—¿Qué estás insinuando?
—Creí que sería más sencillo—confesé—Que lo verías de vez en cuando y ya está. No había previsto que su hija y tú tendrían una amistad… ni que su mujer iba a adorarte—empujé las revistas, haciendo que las de arriba se cayeran del montón—No esperaba que fuesen a formar parte de mi vida fuera de la oficina.
—¿Y?
—Y creo que este acuerdo tendrá que prolongarse algo más de lo que esperaba. Tres meses se van a quedar muy cortos.
Acarició la brillante portada de una de las revistas, siguiendo el borde de una estantería.
—¿Cuánto?
—¿Qué te parece si establecemos un mínimo de seis meses, con opción a prolongarlo otros seis?―abrió la boca, pasmada—Escúchame―cerró la boca y asintió con la cabeza—Will ha admitido que tiene sus dudas. He leído los documentos por encima en el coche. La oferta es buena, salvo por el período de prueba inicial de cinco meses. Creo que va a estar vigilándome. Si te marchas antes de que pasen cinco meses, o justo después, levantará muchas sospechas.
—¿Crees que seis meses son la solución?
—Tal vez, pero creo que necesitaré más tiempo. Necesito saber que vas a quedarte.
Brittany guardó silencio y no enfrentó mi mirada. Sentí que el pánico amenazaba con atenazarme el pecho.
No podía hacerlo sin ella.
Me embargó el deseo de echarme a reír por la ironía de la situación.
Me había pasado meses tratando de librarme de ella y, en ese momento, la necesitaba como jamás lo habría imaginado.
Estaba claro que el karma era un cabroncete.
—Redactaremos de nuevo las condiciones—le ofrecí con los dientes apretados.
Por fin me miró.
—Las condiciones están bien como están. No voy a pedirte más dinero.
—¿Accedes a quedarte?
—Por un año.
—De acuerdo. Creo que ese plazo está bien. En un año, Will podrá ver lo que puedo ofrecerle. Ya no estará tan preocupado con mi vida privada—tamborileé con los dedos sobre la fría encimera de granito—Tengo que pedirte otro favor.
—¿Cuál?
—Me gustaría dejarlo todo cubierto. Asegurarme de que no hay resquicio alguno que genere dudas.
—No te entiendo.
La miré un instante en silencio y, después, pronuncié unas palabras que jamás había imaginado que saldrían de mi boca.
—¿Quieres casarte conmigo, Brittany?
********************************************************************************************************************************
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
ese mas de san,.. puede traerle muchos problemas!!
ese tonteo de pareja feliz les va muy bien!!!
un año,...
nos vemos!!!
ese mas de san,.. puede traerle muchos problemas!!
ese tonteo de pareja feliz les va muy bien!!!
un año,...
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Estas van a terminar casadas, enamoradas y con hijos.
Isabella28****** - Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 12/10/2017
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Por Dios van a casarse !!!!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
ese mas de san,.. puede traerle muchos problemas!!
ese tonteo de pareja feliz les va muy bien!!!
un año,...
nos vemos!!!
Hola lu, jaajajaj lo crees¿? jajaajajja. Si q si, esk como si fueran la una para la otra! ajajaj. Mmmm o más... Saludos =D
Isabella28 escribió: Estas van a terminar casadas, enamoradas y con hijos.
Hola, sipo xD aaah eso es otra cosa jaajaja espero y tengas toda, pero toda la razón ai jajaajaj. SAludos =D
micky morales escribió:Por Dios van a casarse !!!!!!!!!
Hola, sii!!! espero y dure mucho, pero mucho más! ajajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Cap 14
Capitulo 14
Santana
Se había quedado muda.
Sus labios se movían, pero no articuló palabra alguna. Después, hizo una cosa rarísima.
Se echó a reír.
A mandíbula batiente.
Se cubrió la boca con la mano, pero no pudo silenciar las carcajadas que seguían brotando de su garganta. Hasta tal punto que acabó llorando de risa.
Era un sonido que no le había oído antes, y si bien debía reconocer que su risa era muy contagiosa, no me hacía ni pizca de gracia el motivo de su hilaridad.
Me eché hacia atrás y crucé los brazos por delante del pecho.
—El asunto no tiene gracia, señorita Pierce.
Supuse que oír cómo me refería a ella con tanta formalidad conseguiría cortar de raíz la histeria, porque eso era lo que debía de ser.
Sin embargo, el único efecto que pareció tener sobre ella fue redoblar sus carcajadas.
Golpeé la encimera de granito con la mano.
—¡Brittany!
Se dejó caer sobre la encimera mientras se secaba los ojos. Me miró y empezó de nuevo.
Más carcajadas.
Me puse en pie y eché a andar hacia ella, sin saber muy bien qué iba a hacer cuando llegara.
¿La zarandearía?
¿Le daría una bofetada?
La cogí de los brazos y, sin pensar en lo que hacía, pegué mi boca a la suya, silenciando el ataque de locura. Una extraña calidez me subió por la columna cuando la pegué a mi cuerpo y la besé.
Empleé toda la frustración que me provocaba para castigarla y obligarla a callarse.
El problema era que no parecía un castigo.
Más bien parecía un placer.
Un placer ardiente y arrollador.
Me aparté con un gemido, con la respiración acelerada.
—¿Has terminado ya?—mascullé.
Ella me miró fijamente, por fin en silencio, antes de asentir con la cabeza.
—A riesgo de que empieces a reírte de nuevo, Brittany, ¿te casarás conmigo?
—No.
La zarandeé un poco.
—Dijiste que lo harías si era necesario.
Suspiró y volvió a sorprenderme. Me tomó la cara entre las manos y me acarició la piel con los dedos.
—¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres muy impetuosa, corazón?
—La espontaneidad siempre me ha venido bien.
—Yo lo llamaría impulsividad, pero tú llámalo como quieras, si eso te permite dormir bien por la noche.
—¿Por qué no quieres casarte?
—Santana, piénsalo. Piénsalo bien. Si tu instinto no falla y Will tiene sus sospechas y nos casamos ahora mismo, lo único que conseguirás es que sospeche todavía más, no menos.
Clavé la mirada en sus ojos azules mientras mi cerebro asimilaba esas palabras.
Retrocedí un paso, y sus manos me soltaron la cara, cuando comprendí que tenía razón.
—En fin… mierda.
—Tengo razón y lo sabes.
Detestaba admitirlo, pero desde luego que tenía su punto de razón.
—Sí, la tienes.
—Perdona, ¿qué has dicho?—se burló.
—No te pases.
Sonrió y se me pasó por la cabeza que ya no me tenía miedo. No sabía muy bien si era algo bueno o malo.
—Vamos a tener que buscar una solución, Brittany.
Se apartó de la encimera y me rodeó.
—En ese caso, lo hablaremos más adelante—recogió las revistas y se las metió debajo del brazo—Tengo lectura pendiente. Voy a buscar ideas para mi dormitorio.
Hizo ademán de alejarse, pero extendí una mano para impedírselo.
—Ya que estás en ello, llama a los de mantenimiento. A la puerta del mío le pasa algo.
Titubeó y puso los ojos como platos.
—¿Oh?
Cogí una manzana del frutero y la froté con gesto distraído contra la camisa.
—La cierro bien, pero siempre está abierta de par en par cuando me levanto por la mañana. No sé qué le pasa. Que la arreglen.
—Oh… esto… ah…
Fruncí el ceño.
Estaba como un tomate, no era el rubor habitual que le teñía las mejillas. El pecho y el cuello también los tenía rojos, y la cara se le había puesto casi púrpura.
—¿Qué pasa?
—Tu puerta no está rota—soltó de repente, muy deprisa.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque la abro yo.
En ese momento, fui yo quien se quedó de piedra.
—¿Y para qué lo haces?
—Es que… esto es muy silencioso.
—No te entiendo.
Se acercó un poco y empezó a juguetear con los bordes de las revistas.
—La primera noche que pasé aquí, no podía conciliar el sueño. Donde vivía antes… siempre había mucho ruido, de sirenas, de personas, de coches o de cualquier otra cosa. Aquí estaba todo tan en silencio que daba un poco de miedo. Pasé por delante de tu puerta y te oí… esto… te oí roncar.
Entrecerré los ojos.
—Tengo el tabique nasal desviado. No ronco… es un resoplido.
—Si abro tu puerta y dejo la mía entreabierta, te puedo oír mientras… esto… mientras emites ese resoplido, y así sé que no estoy sola. Es… en fin, es reconfortante.
No supe cómo responder a semejante confesión.
¿Yo era reconfortante?
—En ese caso, da igual.
—No volveré a hacerlo.
Agité una mano.
—Da igual. No me importa.
Se dio media vuelta y se marchó, y yo me quedé mirando su espalda.
No me había dicho que no la besara, aunque tampoco había hecho referencia al beso.
En cambio, había confesado que se sentía nerviosa y que, sin yo saberlo, la había ayudado a dormir.
También me había indicado el fallo que había en la idea de casarnos de inmediato.
Nos habíamos hecho un favor.
Estábamos en paz.
Aun así, esa noche, después de apagar la luz, abrí la puerta de mi dormitorio para ahorrarle el viaje.
Solo faltaba que se pusiera de mal humor si no podía dormir.
Al día siguiente, repasé con cuidado la documentación.
La oferta era buena.
Los beneficios, generosos.
Lo único que me mosqueaba era el período de prueba de cinco meses. Tres meses era lo normal, y no podía deshacerme de la sensación de que había algo más detrás de esa cláusula.
Me levanté y empecé a dar vueltas por la estancia antes de detenerme junto a la ventana para admirar la ciudad a mis pies.
Me gustaba este sitio.
Me gustaba que fuera una ciudad bulliciosa, pero con fácil acceso a la naturaleza y a los espacios abiertos.
Me gustaba poder subir a un avión sin problemas y me gustaba estar cerca del agua.
El por qué se me escapaba, pero me gustaba.
Unos golpecitos en la puerta interrumpieron el hilo de mis pensamientos y volví la cabeza. Brittany estaba en la puerta, con una taza de café en las manos.
—He pensado que te apetecería.
Acepté la taza y bebí un sorbo.
—Gracias.
—¿Has repasado la oferta?
Me senté y le indiqué que hiciera lo propio.
—Sí.
—No pareces contenta.
—No, está bien. Una base salarial generosa, con un montón de gratificaciones y de comisiones por productividad, los beneficios habituales… Está todo ahí.
—Pero…
—El período de prueba me mosquea.
—¿Porque es más largo de lo habitual?
—Creo que… No estoy segura de que esté convencido—admití—Incluso lo ha reconocido.
Brittany suspiró.
—¿Qué quieres hacer?
Le dirigí una mirada elocuente.
—¿Estás segura de que te vigila? ¿Crees que te contrataría si creyera que estás tramando algo? No parece esa clase de hombre.
—Es verdad, pero el instinto me dice que tengo, que tenemos, que avanzar—tomé una honda bocanada de aire—Dime tus condiciones, Brittany. Ahora mismo tienes todo mi futuro en tus manos.
Me observó en silencio un momento.
Esperé a oír lo que tenía que decirme.
La astronómica cantidad de dinero y las exigencias que pondría sobre la mesa. Podría permitírmelo, pero la curiosidad me picaba.
Recorrió con la yema del dedo uno de los dibujos de mi escritorio sin decir una sola palabra.
Al final, fui incapaz de aguantar más.
—Suéltalo.
—Si accedo a casarme contigo—dijo—, ¿Querrás un mínimo de un año?
—Sí. Tal vez dieciocho meses—al ver que ponía los ojos como platos, añadí a toda prisa—Dos años como máximo.
—Dos años…—murmuró.
—Puede que no dure tanto. Solo quiero dejar las cosas claras.
—¿Con un mínimo de un año?
—Sí.
Se echó el pelo hacia atrás y adoptó una expresión terca.
—Quiero ciertas cosas.
Puse los ojos en blanco.
—No me sorprende. Me tienes contra la pared, Brittany. Sabes que ahora mismo llevas las de ganar. Pon las cartas sobre la mesa.
—Quiero hacer unos cuantos cambios aquí.
—¿Cambios?
—En el salón, en mi dormitorio. Añadir algo de color, texturas suaves. Que parezca más hogareño.
Asentí con la cabeza.
—De acuerdo. Haz lo que quieras con el departamento… Pero nada de rosa. Odio el maldito rosa. ¿Qué más?
—Una mesa en el espacio vacío de la cocina estaría bien.
—Compra una.
—¿Puedo comprar una sartén para gofres? Siempre he querido una.
Parpadeé.
¿Quería una maldita sartén para gofres?
¿Eso era lo que quería?
—Déjate de ridiculeces. ¿Qué quieres de verdad para acceder? ¿Un extra? ¿Una casa para cuando nos separemos?
Frunció el ceño.
—Ya te dije que no quería más dinero. Tus… esto… tus condiciones me parecen bien.
—Quieres algo. Estás nerviosa y no eres capaz de estarte quieta. Suéltalo.
—Quiero lo mismo que la primera vez. Nada de infidelidades.
Solté un largo suspiro.
Sabía lo que quería: mi celibato.
Apoyé la barbilla en los dedos y la miré.
Era una contradicción.
Todas las mujeres a las que conocía me habrían pedido una enorme cantidad de dinero. Una casa. Joyas. Ese tipo de cosas que me habría resultado muy sencillo dar.
Ella quería algo sin valor monetario, pero que implicaba un enorme sacrificio para mí. Me pregunté qué sentiría si las tornas se volvieran.
—Yo te exigiré lo mismo.
La vi alzar la barbilla.
—Sin problemas.
—¿No vas a echar de menos el sexo durante dos años?
El rubor le tiñó las mejillas; sin embargo, no apartó la mirada.
—No se puede echar de menos algo que nunca se ha tenido, Santana.
La sorpresa me dejó sin habla.
No me había esperado esa confesión tan sincera.
—Ah—fue lo único que conseguí decir con voz ronca.
—¿Podrás hacerlo?—preguntó con tono acerado—No soporto la infidelidad.
Me puse de pie y luego me senté en el borde del escritorio, delante de ella.
—¿Estás segura de que no prefieres una casa bonita? ¿Tal vez una gran suma de dinero para que no tengas que preocuparte nunca más por volver a trabajar para un cretino como yo?
—No.
Suspiré.
—¿No te puedo dar otra cosa a cambio?
—No.
Cedí. No me quedaba alternativa.
—Con dos condiciones.
—¿Cuáles?
—Nos casaremos este fin de semana, después de que firme el contrato con Will. Le diré que nos emocionamos tanto celebrándolo que nos casamos. Se lo tragará.
—¿Y la segunda?
La miré con una sonrisa ufana.
—Estaremos casadas, Brittany. Legalmente. Quiero saber si estarías dispuesta a… esto… expandir nuestros límites en algún momento de nuestra relación.
Puso los ojos como platos.
—Dijiste que no querías acostarte conmigo.
—Dos años es mucho tiempo para alguien como yo.
—Tienes dos manos.
Ese comentario tan franco me arrancó una carcajada.
—Algo por lo que estoy muy agradecida. No te estoy diciendo que debamos acordarlo ahora. Te estoy preguntando si podríamos hablarlo—maticé y le guiñé un ojo—En caso de que surja la necesidad.
—No te resulto atractiva. ¡Ni siquiera te caigo bien! ¿Por qué ibas a querer acostarte conmigo?
—Ya te he dicho que creo que te he prejuzgado. Me caes bien. Me haces reír. En cuanto a lo de que no te encontraba atractiva, te repito que me equivoqué. Estás muy guapa cuando no llevas harapos ni te peinas como una abuela.
Puso los ojos en blanco.
—Gracias. Sigue con los halagos y no podré responsabilizarme de mis actos cuando te tenga cerca.
Sonreí.
—No sería tan espantoso, por cierto. Soy una mujer guapa, me manejo bien en la cama y puedo asegurarme de que te lo pases bien.
—¡Vaya! Me cuesta creer que sea la única a la que has convencido para casarse contigo. Haces que suene tan maravilloso y tan romántico…
Me eché a reír.
Me gustaba cómo discutía conmigo de vez en cuando.
—¿Accedes a mis condiciones?
Apretó los labios.
—Si tú accedes a las mías.
—En ese caso, señorita Pierce, supongo que nos casaremos el sábado.
—¿El sábado?
—Mañana tendremos la licencia. Firmaré el contrato el viernes… Todo viene rodado. Iremos al ayuntamiento, pronunciaremos los votos, nos haremos un par de fotos y se acabó.
—La boda de mis sueños—masculló ella con un deje sarcástico.
Me encogí de hombros.
—Ponte un vestido bonito. Te he comprado un montón.
—En fin, con semejante proposición, ¿cómo negarme?
Le tendí la mano.
—Es un placer hacer negocios contigo.
Con gesto titubeante, aceptó la mano que le ofrecía. Jadeó cuando le di un tirón y la abracé, tras lo cual pegué la boca a su oreja.
—Te garantizo mucho placer, Brittany. Recuérdalo―la solté, me senté de nuevo en el escritorio y me eché a reír mientras ella se marchaba a toda prisa.
Al menos, los siguientes dos años no serían un completo aburrimiento.
Teniendo en cuenta lo que había confesado… podrían ser la mar de interesantes.
Sus labios se movían, pero no articuló palabra alguna. Después, hizo una cosa rarísima.
Se echó a reír.
A mandíbula batiente.
Se cubrió la boca con la mano, pero no pudo silenciar las carcajadas que seguían brotando de su garganta. Hasta tal punto que acabó llorando de risa.
Era un sonido que no le había oído antes, y si bien debía reconocer que su risa era muy contagiosa, no me hacía ni pizca de gracia el motivo de su hilaridad.
Me eché hacia atrás y crucé los brazos por delante del pecho.
—El asunto no tiene gracia, señorita Pierce.
Supuse que oír cómo me refería a ella con tanta formalidad conseguiría cortar de raíz la histeria, porque eso era lo que debía de ser.
Sin embargo, el único efecto que pareció tener sobre ella fue redoblar sus carcajadas.
Golpeé la encimera de granito con la mano.
—¡Brittany!
Se dejó caer sobre la encimera mientras se secaba los ojos. Me miró y empezó de nuevo.
Más carcajadas.
Me puse en pie y eché a andar hacia ella, sin saber muy bien qué iba a hacer cuando llegara.
¿La zarandearía?
¿Le daría una bofetada?
La cogí de los brazos y, sin pensar en lo que hacía, pegué mi boca a la suya, silenciando el ataque de locura. Una extraña calidez me subió por la columna cuando la pegué a mi cuerpo y la besé.
Empleé toda la frustración que me provocaba para castigarla y obligarla a callarse.
El problema era que no parecía un castigo.
Más bien parecía un placer.
Un placer ardiente y arrollador.
Me aparté con un gemido, con la respiración acelerada.
—¿Has terminado ya?—mascullé.
Ella me miró fijamente, por fin en silencio, antes de asentir con la cabeza.
—A riesgo de que empieces a reírte de nuevo, Brittany, ¿te casarás conmigo?
—No.
La zarandeé un poco.
—Dijiste que lo harías si era necesario.
Suspiró y volvió a sorprenderme. Me tomó la cara entre las manos y me acarició la piel con los dedos.
—¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres muy impetuosa, corazón?
—La espontaneidad siempre me ha venido bien.
—Yo lo llamaría impulsividad, pero tú llámalo como quieras, si eso te permite dormir bien por la noche.
—¿Por qué no quieres casarte?
—Santana, piénsalo. Piénsalo bien. Si tu instinto no falla y Will tiene sus sospechas y nos casamos ahora mismo, lo único que conseguirás es que sospeche todavía más, no menos.
Clavé la mirada en sus ojos azules mientras mi cerebro asimilaba esas palabras.
Retrocedí un paso, y sus manos me soltaron la cara, cuando comprendí que tenía razón.
—En fin… mierda.
—Tengo razón y lo sabes.
Detestaba admitirlo, pero desde luego que tenía su punto de razón.
—Sí, la tienes.
—Perdona, ¿qué has dicho?—se burló.
—No te pases.
Sonrió y se me pasó por la cabeza que ya no me tenía miedo. No sabía muy bien si era algo bueno o malo.
—Vamos a tener que buscar una solución, Brittany.
Se apartó de la encimera y me rodeó.
—En ese caso, lo hablaremos más adelante—recogió las revistas y se las metió debajo del brazo—Tengo lectura pendiente. Voy a buscar ideas para mi dormitorio.
Hizo ademán de alejarse, pero extendí una mano para impedírselo.
—Ya que estás en ello, llama a los de mantenimiento. A la puerta del mío le pasa algo.
Titubeó y puso los ojos como platos.
—¿Oh?
Cogí una manzana del frutero y la froté con gesto distraído contra la camisa.
—La cierro bien, pero siempre está abierta de par en par cuando me levanto por la mañana. No sé qué le pasa. Que la arreglen.
—Oh… esto… ah…
Fruncí el ceño.
Estaba como un tomate, no era el rubor habitual que le teñía las mejillas. El pecho y el cuello también los tenía rojos, y la cara se le había puesto casi púrpura.
—¿Qué pasa?
—Tu puerta no está rota—soltó de repente, muy deprisa.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque la abro yo.
En ese momento, fui yo quien se quedó de piedra.
—¿Y para qué lo haces?
—Es que… esto es muy silencioso.
—No te entiendo.
Se acercó un poco y empezó a juguetear con los bordes de las revistas.
—La primera noche que pasé aquí, no podía conciliar el sueño. Donde vivía antes… siempre había mucho ruido, de sirenas, de personas, de coches o de cualquier otra cosa. Aquí estaba todo tan en silencio que daba un poco de miedo. Pasé por delante de tu puerta y te oí… esto… te oí roncar.
Entrecerré los ojos.
—Tengo el tabique nasal desviado. No ronco… es un resoplido.
—Si abro tu puerta y dejo la mía entreabierta, te puedo oír mientras… esto… mientras emites ese resoplido, y así sé que no estoy sola. Es… en fin, es reconfortante.
No supe cómo responder a semejante confesión.
¿Yo era reconfortante?
—En ese caso, da igual.
—No volveré a hacerlo.
Agité una mano.
—Da igual. No me importa.
Se dio media vuelta y se marchó, y yo me quedé mirando su espalda.
No me había dicho que no la besara, aunque tampoco había hecho referencia al beso.
En cambio, había confesado que se sentía nerviosa y que, sin yo saberlo, la había ayudado a dormir.
También me había indicado el fallo que había en la idea de casarnos de inmediato.
Nos habíamos hecho un favor.
Estábamos en paz.
Aun así, esa noche, después de apagar la luz, abrí la puerta de mi dormitorio para ahorrarle el viaje.
Solo faltaba que se pusiera de mal humor si no podía dormir.
Al día siguiente, repasé con cuidado la documentación.
La oferta era buena.
Los beneficios, generosos.
Lo único que me mosqueaba era el período de prueba de cinco meses. Tres meses era lo normal, y no podía deshacerme de la sensación de que había algo más detrás de esa cláusula.
Me levanté y empecé a dar vueltas por la estancia antes de detenerme junto a la ventana para admirar la ciudad a mis pies.
Me gustaba este sitio.
Me gustaba que fuera una ciudad bulliciosa, pero con fácil acceso a la naturaleza y a los espacios abiertos.
Me gustaba poder subir a un avión sin problemas y me gustaba estar cerca del agua.
El por qué se me escapaba, pero me gustaba.
Unos golpecitos en la puerta interrumpieron el hilo de mis pensamientos y volví la cabeza. Brittany estaba en la puerta, con una taza de café en las manos.
—He pensado que te apetecería.
Acepté la taza y bebí un sorbo.
—Gracias.
—¿Has repasado la oferta?
Me senté y le indiqué que hiciera lo propio.
—Sí.
—No pareces contenta.
—No, está bien. Una base salarial generosa, con un montón de gratificaciones y de comisiones por productividad, los beneficios habituales… Está todo ahí.
—Pero…
—El período de prueba me mosquea.
—¿Porque es más largo de lo habitual?
—Creo que… No estoy segura de que esté convencido—admití—Incluso lo ha reconocido.
Brittany suspiró.
—¿Qué quieres hacer?
Le dirigí una mirada elocuente.
—¿Estás segura de que te vigila? ¿Crees que te contrataría si creyera que estás tramando algo? No parece esa clase de hombre.
—Es verdad, pero el instinto me dice que tengo, que tenemos, que avanzar—tomé una honda bocanada de aire—Dime tus condiciones, Brittany. Ahora mismo tienes todo mi futuro en tus manos.
Me observó en silencio un momento.
Esperé a oír lo que tenía que decirme.
La astronómica cantidad de dinero y las exigencias que pondría sobre la mesa. Podría permitírmelo, pero la curiosidad me picaba.
Recorrió con la yema del dedo uno de los dibujos de mi escritorio sin decir una sola palabra.
Al final, fui incapaz de aguantar más.
—Suéltalo.
—Si accedo a casarme contigo—dijo—, ¿Querrás un mínimo de un año?
—Sí. Tal vez dieciocho meses—al ver que ponía los ojos como platos, añadí a toda prisa—Dos años como máximo.
—Dos años…—murmuró.
—Puede que no dure tanto. Solo quiero dejar las cosas claras.
—¿Con un mínimo de un año?
—Sí.
Se echó el pelo hacia atrás y adoptó una expresión terca.
—Quiero ciertas cosas.
Puse los ojos en blanco.
—No me sorprende. Me tienes contra la pared, Brittany. Sabes que ahora mismo llevas las de ganar. Pon las cartas sobre la mesa.
—Quiero hacer unos cuantos cambios aquí.
—¿Cambios?
—En el salón, en mi dormitorio. Añadir algo de color, texturas suaves. Que parezca más hogareño.
Asentí con la cabeza.
—De acuerdo. Haz lo que quieras con el departamento… Pero nada de rosa. Odio el maldito rosa. ¿Qué más?
—Una mesa en el espacio vacío de la cocina estaría bien.
—Compra una.
—¿Puedo comprar una sartén para gofres? Siempre he querido una.
Parpadeé.
¿Quería una maldita sartén para gofres?
¿Eso era lo que quería?
—Déjate de ridiculeces. ¿Qué quieres de verdad para acceder? ¿Un extra? ¿Una casa para cuando nos separemos?
Frunció el ceño.
—Ya te dije que no quería más dinero. Tus… esto… tus condiciones me parecen bien.
—Quieres algo. Estás nerviosa y no eres capaz de estarte quieta. Suéltalo.
—Quiero lo mismo que la primera vez. Nada de infidelidades.
Solté un largo suspiro.
Sabía lo que quería: mi celibato.
Apoyé la barbilla en los dedos y la miré.
Era una contradicción.
Todas las mujeres a las que conocía me habrían pedido una enorme cantidad de dinero. Una casa. Joyas. Ese tipo de cosas que me habría resultado muy sencillo dar.
Ella quería algo sin valor monetario, pero que implicaba un enorme sacrificio para mí. Me pregunté qué sentiría si las tornas se volvieran.
—Yo te exigiré lo mismo.
La vi alzar la barbilla.
—Sin problemas.
—¿No vas a echar de menos el sexo durante dos años?
El rubor le tiñó las mejillas; sin embargo, no apartó la mirada.
—No se puede echar de menos algo que nunca se ha tenido, Santana.
La sorpresa me dejó sin habla.
No me había esperado esa confesión tan sincera.
—Ah—fue lo único que conseguí decir con voz ronca.
—¿Podrás hacerlo?—preguntó con tono acerado—No soporto la infidelidad.
Me puse de pie y luego me senté en el borde del escritorio, delante de ella.
—¿Estás segura de que no prefieres una casa bonita? ¿Tal vez una gran suma de dinero para que no tengas que preocuparte nunca más por volver a trabajar para un cretino como yo?
—No.
Suspiré.
—¿No te puedo dar otra cosa a cambio?
—No.
Cedí. No me quedaba alternativa.
—Con dos condiciones.
—¿Cuáles?
—Nos casaremos este fin de semana, después de que firme el contrato con Will. Le diré que nos emocionamos tanto celebrándolo que nos casamos. Se lo tragará.
—¿Y la segunda?
La miré con una sonrisa ufana.
—Estaremos casadas, Brittany. Legalmente. Quiero saber si estarías dispuesta a… esto… expandir nuestros límites en algún momento de nuestra relación.
Puso los ojos como platos.
—Dijiste que no querías acostarte conmigo.
—Dos años es mucho tiempo para alguien como yo.
—Tienes dos manos.
Ese comentario tan franco me arrancó una carcajada.
—Algo por lo que estoy muy agradecida. No te estoy diciendo que debamos acordarlo ahora. Te estoy preguntando si podríamos hablarlo—maticé y le guiñé un ojo—En caso de que surja la necesidad.
—No te resulto atractiva. ¡Ni siquiera te caigo bien! ¿Por qué ibas a querer acostarte conmigo?
—Ya te he dicho que creo que te he prejuzgado. Me caes bien. Me haces reír. En cuanto a lo de que no te encontraba atractiva, te repito que me equivoqué. Estás muy guapa cuando no llevas harapos ni te peinas como una abuela.
Puso los ojos en blanco.
—Gracias. Sigue con los halagos y no podré responsabilizarme de mis actos cuando te tenga cerca.
Sonreí.
—No sería tan espantoso, por cierto. Soy una mujer guapa, me manejo bien en la cama y puedo asegurarme de que te lo pases bien.
—¡Vaya! Me cuesta creer que sea la única a la que has convencido para casarse contigo. Haces que suene tan maravilloso y tan romántico…
Me eché a reír.
Me gustaba cómo discutía conmigo de vez en cuando.
—¿Accedes a mis condiciones?
Apretó los labios.
—Si tú accedes a las mías.
—En ese caso, señorita Pierce, supongo que nos casaremos el sábado.
—¿El sábado?
—Mañana tendremos la licencia. Firmaré el contrato el viernes… Todo viene rodado. Iremos al ayuntamiento, pronunciaremos los votos, nos haremos un par de fotos y se acabó.
—La boda de mis sueños—masculló ella con un deje sarcástico.
Me encogí de hombros.
—Ponte un vestido bonito. Te he comprado un montón.
—En fin, con semejante proposición, ¿cómo negarme?
Le tendí la mano.
—Es un placer hacer negocios contigo.
Con gesto titubeante, aceptó la mano que le ofrecía. Jadeó cuando le di un tirón y la abracé, tras lo cual pegué la boca a su oreja.
—Te garantizo mucho placer, Brittany. Recuérdalo―la solté, me senté de nuevo en el escritorio y me eché a reír mientras ella se marchaba a toda prisa.
Al menos, los siguientes dos años no serían un completo aburrimiento.
Teniendo en cuenta lo que había confesado… podrían ser la mar de interesantes.
********************************************************************************************************************************
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
hola mora,..
san no quería una "esposa de adorno",... ahora va por todo?? o casi todo!!!!
san ya le encontró el lado positivo al asunto jajajaja
a ver como van los dias???
nos vemos!!!
san no quería una "esposa de adorno",... ahora va por todo?? o casi todo!!!!
san ya le encontró el lado positivo al asunto jajajaja
a ver como van los dias???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Que risa este par, brittany virgen no me lo esperaba y santana tampoco, en 2 años pasan muchas cosas.
Isabella28****** - Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 12/10/2017
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola mora,..
san no quería una "esposa de adorno",... ahora va por todo?? o casi todo!!!!
san ya le encontró el lado positivo al asunto jajajaja
a ver como van los dias???
nos vemos!!!
Hola lu, mmm interesante los pensamiento de la morena ¿no?... quien si no ella se entiende¿? xD Si que si...lo cual es muy bueno jajajaaj. Espero q bn ajajaj. Saludos =D
Isabella28 escribió:Que risa este par, brittany virgen no me lo esperaba y santana tampoco, en 2 años pasan muchas cosas.
Hola, ajjaajaj la vrdd esk si ajajajaja. Yo tampoco la vrdd, y la morena no fue solo la sorprendida, no¿? Si¿? mmm¿? jajaajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Cap 15
[center]Capitulo 15[/center]
Santana
Santana
Era una noche para celebrar.
Lo había conseguido.
Por fin trabajaba para Schuester Group.
Me reuní con Will, firmé el contrato y se quedó encantado cuando le dije que quería empezar a trabajar de inmediato. Mi despacho estaba preparado, así que me presentaron oficialmente a mi asistente, Marley.
Will había dejado algunas carpetas en mi mesa. Me zambullí en ellas con entusiasmo y anoté detalles preliminares a medida que se me ocurrían distintas ideas.
Cuando me dijo que se iba a celebrar una pequeña reunión después de cerrar la oficina, llamé a Brittany para avisarla de que llegaría tarde a casa, de manera que me sorprendió verla aparecer, nada más y nada menos, con una bandeja de galletas.
Tras haber examinado el suculento bufé libre que habían preparado sentí el deseo de poner los ojos en blanco.
¿Cómo se le había ocurrido llevar galletas caseras a un evento semejante?
Además, ¿por qué había ido?
Yo no le había dicho que lo hiciera.
La respuesta fue evidente al instante. Rachel aplaudió y se acercó corriendo a ella.
—¡Has venido! ¡Y has traído las galletas que te pedí! ¡Eres la mejor!— Rachel procedió a abrazarla y creó un alboroto por el hecho de que mi prometida acabara de llegar.
Consciente de que debía controlar mi expresión, atravesé la estancia sin olvidar que todos los ojos estaban clavados en mí.
Abracé a Brittany por la cintura y la pegué a mí. Le acaricié el pelo con la nariz mientras le decía en voz baja:
—Cariño, no me dijiste que ibas a venir. De haberlo sabido, habría bajado a buscarte—la abracé con más fuerza—Ni siquiera has respondido a mi mensaje de texto.
Ella me miró y me percaté de la aprensión que asomaba a sus ojos.
—Rachel insistió en que te diéramos una sorpresa.
—Me asustaba la posibilidad de que si te enterabas de que iba a venir, te las quedaras a ambas. A ella y a las galletas—bromeó Rachel.
Esbocé una sonrisa al percatarme de su tono travieso.
—Prefiero compartir las galletas antes que compartirla a ella.
Rachel soltó una risilla, y supe que había acertado con el comentario.
La morena bajita se aferró a Brittany del brazo.
—Sepárense ahora mismo. Mamá quiere ver a Britt otra vez, y yo quiero enterarme de cómo van los planes para la boda—se la llevó casi a la fuerza mientras yo hacía un puchero exagerado, tras lo cual me serví otro whisky.
Y cogí dos galletas, eso sí.
Así se desarrolló la tarde.
Como si yo no estuviera presente.
Fui de grupo en grupo, hablé con Will, con Quinn y con Sam. Todos se burlaron de mí por intentar hablar de trabajo, e insistieron en que era una reunión social.
Will sonrió mientras me daba unas palmadas en la espalda y me decía que le emocionaba verme tan ansiosa, pero que ya llegaría el lunes.
Me enteré de sus planes para el fin de semana, los oí hablar de sus esposas y de sus vidas, y me pregunté cómo era posible que alguien estuviera tan unido a otra persona.
Parecía que las circunstancias eran similares para todos.
Todos miraban a sus esposas con evidente adoración. Tanto almíbar me estaba provocando náuseas, pero seguí el ejemplo y observé a Brittany mientras se movía por la estancia hablando con la gente, normalmente acompañada por Rachel o por Emma.
Parecía la estrella de la reunión.
Todos querían hablar con mi prometida. Sus galletas fueron un exitazo y desaparecieron mucho antes de que lo hiciera el resto de los postres.
¿En qué momento empezó a ser más importante que yo?
Ella era un accesorio. Yo era la estrella.
Siempre era yo quien dominaba las reuniones.
¿Cómo era posible que eso hubiera cambiado?
Fruncí el ceño mientras reflexionaba al respecto.
La semana anterior sucedió lo mismo. Cuando estaba a mi lado, la gente hablaba conmigo, todos entablaban conversación conmigo.
Cuando nos separábamos, se mostraban educados pero distantes. No había conversaciones intrascendentes ni comentarios personales.
Mi tema era el trabajo. Era lo que mejor se me daba.
Brittany aportaba calidez y desenvoltura a las conversaciones. De alguna manera, se las apañaba para que yo les cayera mejor a los demás.
Su delicadeza tenía el efecto que yo quería que tuviera.
Era lo que yo necesitaba y, sin embargo, me enfurecía. Porque despertaba en mí la sensación de que la necesitaba a ella.
Y yo no necesitaba a nadie.
Will rio entre dientes.
—Santana, ya vale. Deja de mirar con esa cara a los de contabilidad. Solo están siendo amables con tu preciosa Britt. No hace falta que los mires con gesto asesino.
Bajé la mirada.
No los estaba mirando a ellos.
Había descubierto que estaba molesta con Brittany, aunque ella se limitaba a hacer lo que yo le había pedido que hiciera.
Sin embargo, eso la convertía en el centro de atención, desplazándome en el proceso, y a mi ego no le hacía ni pizca de gracia.
Me obligué a reír.
—Los atrae como la luz a las polillas.
—Es encantadora. Tienes suerte, y ya las hemos mantenido separadas demasiado. Ve a por tu prometida y come algo.
Me acerqué a Brittany con una sonrisa que esperaba que fuera real.
Ella me vio acercarme y, a decir verdad, pareció alegrarse de que lo hiciera. Cuando le tendí la mano, ella la aceptó y permitió que la acercara a mí.
Ya había bebido demasiado.
Moví la cabeza para rozarle los labios mientras le decía:
—Cariño, llevas lejos demasiado tiempo.
Ella rio entre dientes y me acarició la cara con soltura. Era obvio que se había tomado unas cuantas copas de vino y que se sentía relajada y a gusto entre mis brazos.
—Me preguntaba cuándo vendrías a por mí.
—No te preocupes, preciosa, te estaba vigilando—enterré la cara en su cuello.
Debía admitir que olía de maravilla. Usaba un perfume suave y femenino, en absoluto abrumador.
Y era cierto, por algún motivo que desconocía, mi mirada la seguía ahí donde estuviera, y lo hacía en contra de mi voluntad.
Rachel se echó a reír.
—Se ve que no pueden quitarse las manos de encima.
Levanté la cabeza.
—¿Te parece raro? Después de pasar tanto tiempo ocultándolo, es estupendo poder demostrar mi afecto en público.
Mi comentario hizo que frunciera el ceño.
—Ha debido de ser difícil.
Asentí con la cabeza al tiempo que estrechaba a Brittany con más fuerza.
—No sabes cuánto.
—Bueno, entonces detesto decírtelo, pero hay personas que quieren conocer a tu prometida.
No pude resistirme y pregunté:
—¿No quieren conocerme a mí?
Rachel negó con la cabeza.
—A ti ya te conocen, Santana. Y puedes acompañarnos si te apetece, pero esta noche la estrella es Brittany.
Tiró de la mano de Brittany y yo las seguí como era mi deber, pero en silencio.
Mi irritación se había convertido en cabreo puro y duro. Rachel lo había resumido a la perfección.
Hice un gesto para que me sirvieran otro whisky, pasando por alto la mirada de advertencia de Brittany.
Si ella era la estrella, yo la acompañaría.
La enamorada prometida… que no podía dejar de tocarla.
Iba a odiar cada minuto.
—¡Santana!—exclamó Brittany a modo de advertencia al tiempo que me apartaba las manos de su culo otra vez—¡Nos están mirando!
Sonreí sobre la suave piel de su cuello.
La verdad era que olía genial.
—Que miren.
Se volvió y me miró, furiosa. Se acercó y yo hice lo mismo para escuchar lo que tenía que decirme. Quien nos estuviera mirando creería que estábamos intercambiando algún secreto, dos amantes cuchicheándose palabras de amor.
Nada más lejos de la realidad.
—No me pagas lo suficiente como para tener que aguantar que te pases toda la noche metiéndome mano en público—masculló en voz baja.
Esbocé una sonrisa burlona mientras tiraba de ella para pegarla más a mí. Mi brazo era como una banda de hierro en torno a su cintura.
—Te pago para que actúes como una prometida enamorada. Así que haz el papel. Si quiero meterte mano, eso haré.
—Ya has conseguido el trabajo. ¿Por qué te empeñas en exagerar?
La obligué a acercarse aún más.
—Quiero mantener la farsa. Actúa como si estuvieras deseando irte a casa para echarme un buen polvo, y así podremos irnos antes.
Echó la cabeza hacia atrás con los ojos como platos. De cerca, me sorprendió descubrir el borde dorado que rodeaba sus iris, y las pequeñas motas doradas en el mar azul.
Esa noche se había dejado otra vez el pelo suelto, de manera que enterré las manos en esa melena abundante.
—Tienes un pelo precioso—murmuré.
—¿Có… cómo dices?
Moví más la cabeza.
Percibía las miradas de todos los que nos rodeaban.
—Voy a besarte ahora mismo.
No le di opción a replicar. Me apoderé de sus labios y le inmovilicé la cabeza con las manos mientras la besaba con pasión.
Puesto que estaba enfadada y ella era la causante, decidí besarla de verdad, así que le introduje la lengua en la boca y acaricié la suya.
Lo que no esperaba era la intensa llamarada de deseo que surgió de repente.
Ni tampoco que sus manos se deslizaran por mis brazos hasta rodearme el cuello para estrecharme con la misma fuerza que estaba empleando yo.
Nada me había preparado para ese despliegue de pasión, para ese deseo inmediato de estar solas y no rodeadas por un grupo de gente mientras besaba a mi prometida.
Me aparté de ella al instante y descubrí que Quinn y Rachel nos miraban con sorna.
Me encogí de hombros, besé a Brittany en la nariz y me alejé de ella, liberándola de mi férreo abrazo. Ella trastabilló y jadeó, momento en el que extendí un brazo para ayudarla a mantener el equilibrio.
Tras ayudarla, la miré con lo que esperaba que fuese una mirada preocupada.
—¿Cariño?
Alzó la vista. Tenía los labios rosados y húmedos por mi beso; las mejillas, sonrojadas; y los ojos, velados.
Al ver que la miraba con expresión burlona, se zafó de mí y se pasó una mano por el pelo.
—Creo que tenemos que irnos.
Le guiñé un ojo.
—Estaba deseando que dijeras eso.
Me miró echando chispas por los ojos y sentí deseos de echarme a reír. Lo supiera o no, acababa de lograr que todos pensaran lo mismo.
Mi plan había funcionado.
—Ah, no. No se van hasta dentro de una hora—Rachel negó con la cabeza—Ni siquiera son las nueve. Mamá y yo no hemos acabado de hablar con Britt sobre la boda. ¡No se ha comprometido a nada! ¡Juraría que está ocultando algo!
—Muy bien—claudiqué—Tienen una hora. Después, es toda mía. ¿Entendido?
Tras murmurar algo sobre una cabrona egoísta e impaciente, se marchó llevándose a Brittany.
Las observé alejarse sintiéndome un poco confundida.
Quinn me miró y me guiñó un ojo. Le devolví el gesto con uno de mi propia cosecha y regresé a la barra.
El whisky era la respuesta.
No podía conducir.
Lo reconocí sin problemas.
Brittany había llegado en taxi, de manera que Will insistió en que nos llevaran a casa en su coche y no puse objeciones.
No estaba borracha, pero sí muy achispada.
Había bebido demasiado whisky. Aliviaba parte del escozor que sentía cada vez que oía la risa de Brittany.
Cada vez que la veía reír.
Cada vez que la veía hacer otra nueva amistad al instante.
No sabía por qué me importaba ni por qué me irritaba. Estaba conquistando a la gente.
Si les caía bien, eso me daría una oportunidad, porque nadie creería que una persona tan buena y amable podría enamorarse de la cabrona que mi reputación aseguraba que yo era.
Pero se equivocaban.
Se mantuvo en silencio durante todo el trayecto a casa, pero no me quitó la vista de encima.
Se aseguró de que bajara del coche sin problemas y me rodeó la cintura con un brazo.
Cuando entramos, me ayudó a quitarme la chaqueta con gesto preocupado.
—Santana, no has probado bocado en la fiesta. Voy a prepararte algo.
—No, estoy bien. Me he comido un par de galletas de las tuyas.
—Eso no es comer, ni siquiera se puede considerar un aperitivo. Voy a prepararte un sándwich y un café. Te sentirás mejor.
Agité una mano.
—Deja de actuar como si te preocupara cómo me siento o lo que necesito—eché a andar hacia el mueble bar y me serví otro whisky—He dicho que estoy bien. Voy a beber otra copa.
—Es una mala idea.
—¿Por qué?
—Porque ya has bebido bastante. Necesitas comer algo—me quitó la botella de la mano y echó a andar hacia la cocina.
Sin pensar, la agarré del brazo y la obligué a darse media vuelta.
—No te permito que decidas por mí. Si quiero beber, beberé.
Ella resopló y soltó la botella que yo acababa de coger mientras negaba con la cabeza.
—¿Por qué estás bebiendo tanto, Santana? ¡Deberías estar encantada! ¡Has engañado a los Schuester, has conseguido el trabajo y se la has metido doblada a Ken! ¿Por qué actúas como si alguien te hubiera escupido en el vaso?
Y todo estalló.
Todo lo que llevaba sintiendo a lo largo de la noche.
La irritación por la facilidad con la que la habían aceptado en su «familia».
La frustración por sentir que a mí me dejaban fuera.
Mi extraña reacción a su proximidad… como si me gustara.
No debería gustarme.
No me gustaba sentirla cerca.
No me gustaba ella.
—Dime, Brittany, ¿qué consigues con todo esto? ¿Te gusta ser la mártir por retorcido que parezca?
Me miró sin hablar, con los ojos abiertos de par en par. El azul de sus iris brillaba a la tenue luz.
—¿Has llegado a pensar en algún momento de desvarío mental que eres mejor que yo? Has aguantado mis malos modales durante un año y sin parpadear siquiera, has accedido a participar en esta farsa—di un paso hacia ella, hirviendo de furia—¿Crees que tu sacrificio va a convertirme en una mujer mejor o alguna gilipollez del estilo?—le solté—¿Crees que voy a enamorarme de ti por arte de magia y que la vida será un maldito camino de rosas?—la agarré del brazo y la zarandeé con más fuerza de la que debía—¿Eso es lo que crees?
Negó con la cabeza, furiosa.
—Entonces, ¿por qué accediste? ¿Por qué estás haciendo esto por mí?
Se mantuvo en silencio mientras se mordía la parte interior del carrillo con tanta fuerza que creí que acabaría sangrando.
La solté con un empujón y una palabrota.
—Vete de aquí ahora mismo—me serví un generoso vaso de whisky sin ver apenas lo que estaba haciendo.
Me lo bebí de un trago y su ardor me calentó la garganta y el pecho. Me serví otro vaso y eché a andar hacia la ventana para contemplar la noche de Victoria, las luces de la ciudad que resplandecían entre la negra oscuridad.
Brittany seguía detrás de mí, sin moverse. Estaba a punto de decirle otra vez que se fuera cuando habló.
—Penny Johnson no es mi verdadera tía. La llamo así para no tener que explicar siempre cuál es nuestra verdadera relación. Cuando tenía doce años, mis padres murieron en un accidente de tráfico. Como no tenía más familia, acabé en manos de los servicios sociales.
Las noticias me sorprendieron, pero seguí callada.
Sabía que sus padres habían muerto, pero hasta ese momento no había mencionado que ella hubiera acabado dependiendo de los servicios sociales.
—Las niñas de doce años no son precisamente las más deseadas para adoptar, ni tampoco para acoger, de manera que pasé por unos cuantos hogares. El último no fue muy… eh… agradable.
Algo en su voz hizo que me diera media vuelta.
Estaba de pie en el mismo sitio que antes, con la cabeza gacha. El pelo le tapaba la cara, de manera que no podía ver su expresión.
—Me fugué. Estuve en las calles un tiempo, hasta que un día conocí a Penny Johnson. Era una mujer mayor, muy amable, y me llevó a su casa, me lavó y, por algún motivo que desconozco, decidió que iba a quedarme con ella. Solicitó a la administración convertirse en mi tutora de acogida. Lo fue todo para mí. Mamá, papá, amiga, maestra… No tenía mucho, pero aprovechábamos al máximo ese poco que tenía. Encontré un trabajo repartiendo periódicos, recogíamos botellas y latas… cosas que nos ayudaban a estirar un poco más el dinero. Tenía la virtud de convertir todos los trabajos que encontrábamos en una especie de juego, así que la situación no parecía tan dura. Le encantaba pintar y nos pasábamos horas en la habitación que usaba para hacerlo. Ella pintaba y yo leía. Era una vida tranquila y, por primera vez desde la muerte de mis padres, me sentía segura… y querida—acarició con la yema de los dedos el respaldo del sofá que tenía delante. Arriba y abajo, con un gesto nervioso que al final detuvo—Incluso fui a la universidad. Mis notas fueron casi perfectas en el instituto, de manera que conseguí una beca.
—Pero no acabaste tus estudios superiores—recordé el dato porque lo había leído en la lista que me dio.
Cuando habló, su voz era triste y apagada.
—Penny se puso enferma. Seguí viviendo con ella mientras estudiaba en la universidad, y empezó a actuar de forma extraña. Le diagnosticaron alzhéimer. Poco después se cayó y se fracturó la cadera, y las cosas se precipitaron. Necesitaba atención constante. La residencia de ancianos donde la aceptaron era espantosa; no recibía los cuidados que necesitaba y estaba muy triste. Luché hasta que conseguí que la trasladaran, pero la siguiente era igual de mala.
—Esto no explica nada.
Alzó la vista y me miró con los ojos entrecerrados.
—Santana, no seas impaciente. Estoy tratando de explicártelo.
Levanté las manos.
—Lo siento. Solo quería asegurarme de que esto va a llevarnos a algún lado.
—El asunto es que comprendí que necesitaba mejores cuidados. Un sitio decente. Supe que debía dejar la universidad, conseguir un trabajo y ganar dinero para ella. Una amiga me habló de un puesto temporal en Tanaka Inc. como asistente personal. El sueldo era decente y, si no gastaba mucho y conseguía otro trabajo, podría trasladar a Penny a un sitio mejor. Así que acepté el trabajo y al poco tiempo me hicieron fija. Un día, el señor Tanaka me llamó a su despacho y me ofreció un puesto como asistente personal tuya, que supondría un aumento de sueldo ya que todo el mundo sabía que era difícil trabajar para ti… por aquello de que tenías fama de capullo y tal.
—El dinero manda.
Brittany negó con la cabeza.
—En mi caso no suele ser así. Pero el aumento de sueldo suponía que podría trasladar a Penny a una habitación privada. El dinero significaba que cuando la visitara, estaría rodeada de los lienzos y de los cuadros que de alguna manera seguían resultándole conocidos. Estaría bien atendida y segura. Le ofrecí el mismo regalo que ella me ofreció tantos años antes. Daba igual lo espantosos que fueran mis días, normalmente por tu culpa, porque lo importante era que había conseguido que la mujer que me cuidó tan bien recibiera los mismos cuidados que ella me dio.
Parpadeé, atónita.
—No gastaba dinero ni en ropa ni en zapatos a la moda porque no tenía. Por alto que fuera, destinaba mi sueldo entero para pagar la habitación de Penny. Vivía en una habitación horrorosa y diminuta porque era lo único que podía permitirme. Compraba en tiendas de saldos y de segunda mano porque eso era lo que debía hacer. Me aseguré de ir limpia y presentable todos los días mientras trabajé para ti. Aceptaba todo lo que me decías y lo que hacías, y lo pasaba por alto, porque necesitaba mantener mi puesto de trabajo, porque de esa manera me aseguraba de que Penny estuviera segura. Accedí a ser tu prometida porque el dinero que me estás pagando garantiza que jamás pasará miedo, ni frío, ni estará desatendida hasta que muera. Me da igual lo que digas o lo que hagas, porque tu opinión no importa en absoluto. Para mí esto solo es un trabajo. Por más que lo deteste, tengo que aguantar tus idioteces porque, por desgracia, te necesito tanto como tú me necesitas a mí ahora mismo—se dio media vuelta para marcharse, pero se detuvo—¿Que si espero convertirte en una mujer mejor y fantaseo con la idea de que te enamores de mí? Santana, no se me ha pasado por la cabeza en ningún momento. Para amar a alguien se necesita tener alma… y hasta un espantapájaros escuálido como yo es capaz de ver que tú no la tienes—respiró hondo—Cuando esta farsa acabe, me iré y empezaré de cero en algún sitio. Mi vida será mucho mejor cuando no me vea obligada a soportar tus burlas crueles y tu falta de sensibilidad.
Tras esas palabras, subió deprisa las escaleras, dejándome muda por la impresión.
Lo había conseguido.
Por fin trabajaba para Schuester Group.
Me reuní con Will, firmé el contrato y se quedó encantado cuando le dije que quería empezar a trabajar de inmediato. Mi despacho estaba preparado, así que me presentaron oficialmente a mi asistente, Marley.
Will había dejado algunas carpetas en mi mesa. Me zambullí en ellas con entusiasmo y anoté detalles preliminares a medida que se me ocurrían distintas ideas.
Cuando me dijo que se iba a celebrar una pequeña reunión después de cerrar la oficina, llamé a Brittany para avisarla de que llegaría tarde a casa, de manera que me sorprendió verla aparecer, nada más y nada menos, con una bandeja de galletas.
Tras haber examinado el suculento bufé libre que habían preparado sentí el deseo de poner los ojos en blanco.
¿Cómo se le había ocurrido llevar galletas caseras a un evento semejante?
Además, ¿por qué había ido?
Yo no le había dicho que lo hiciera.
La respuesta fue evidente al instante. Rachel aplaudió y se acercó corriendo a ella.
—¡Has venido! ¡Y has traído las galletas que te pedí! ¡Eres la mejor!— Rachel procedió a abrazarla y creó un alboroto por el hecho de que mi prometida acabara de llegar.
Consciente de que debía controlar mi expresión, atravesé la estancia sin olvidar que todos los ojos estaban clavados en mí.
Abracé a Brittany por la cintura y la pegué a mí. Le acaricié el pelo con la nariz mientras le decía en voz baja:
—Cariño, no me dijiste que ibas a venir. De haberlo sabido, habría bajado a buscarte—la abracé con más fuerza—Ni siquiera has respondido a mi mensaje de texto.
Ella me miró y me percaté de la aprensión que asomaba a sus ojos.
—Rachel insistió en que te diéramos una sorpresa.
—Me asustaba la posibilidad de que si te enterabas de que iba a venir, te las quedaras a ambas. A ella y a las galletas—bromeó Rachel.
Esbocé una sonrisa al percatarme de su tono travieso.
—Prefiero compartir las galletas antes que compartirla a ella.
Rachel soltó una risilla, y supe que había acertado con el comentario.
La morena bajita se aferró a Brittany del brazo.
—Sepárense ahora mismo. Mamá quiere ver a Britt otra vez, y yo quiero enterarme de cómo van los planes para la boda—se la llevó casi a la fuerza mientras yo hacía un puchero exagerado, tras lo cual me serví otro whisky.
Y cogí dos galletas, eso sí.
Así se desarrolló la tarde.
Como si yo no estuviera presente.
Fui de grupo en grupo, hablé con Will, con Quinn y con Sam. Todos se burlaron de mí por intentar hablar de trabajo, e insistieron en que era una reunión social.
Will sonrió mientras me daba unas palmadas en la espalda y me decía que le emocionaba verme tan ansiosa, pero que ya llegaría el lunes.
Me enteré de sus planes para el fin de semana, los oí hablar de sus esposas y de sus vidas, y me pregunté cómo era posible que alguien estuviera tan unido a otra persona.
Parecía que las circunstancias eran similares para todos.
Todos miraban a sus esposas con evidente adoración. Tanto almíbar me estaba provocando náuseas, pero seguí el ejemplo y observé a Brittany mientras se movía por la estancia hablando con la gente, normalmente acompañada por Rachel o por Emma.
Parecía la estrella de la reunión.
Todos querían hablar con mi prometida. Sus galletas fueron un exitazo y desaparecieron mucho antes de que lo hiciera el resto de los postres.
¿En qué momento empezó a ser más importante que yo?
Ella era un accesorio. Yo era la estrella.
Siempre era yo quien dominaba las reuniones.
¿Cómo era posible que eso hubiera cambiado?
Fruncí el ceño mientras reflexionaba al respecto.
La semana anterior sucedió lo mismo. Cuando estaba a mi lado, la gente hablaba conmigo, todos entablaban conversación conmigo.
Cuando nos separábamos, se mostraban educados pero distantes. No había conversaciones intrascendentes ni comentarios personales.
Mi tema era el trabajo. Era lo que mejor se me daba.
Brittany aportaba calidez y desenvoltura a las conversaciones. De alguna manera, se las apañaba para que yo les cayera mejor a los demás.
Su delicadeza tenía el efecto que yo quería que tuviera.
Era lo que yo necesitaba y, sin embargo, me enfurecía. Porque despertaba en mí la sensación de que la necesitaba a ella.
Y yo no necesitaba a nadie.
Will rio entre dientes.
—Santana, ya vale. Deja de mirar con esa cara a los de contabilidad. Solo están siendo amables con tu preciosa Britt. No hace falta que los mires con gesto asesino.
Bajé la mirada.
No los estaba mirando a ellos.
Había descubierto que estaba molesta con Brittany, aunque ella se limitaba a hacer lo que yo le había pedido que hiciera.
Sin embargo, eso la convertía en el centro de atención, desplazándome en el proceso, y a mi ego no le hacía ni pizca de gracia.
Me obligué a reír.
—Los atrae como la luz a las polillas.
—Es encantadora. Tienes suerte, y ya las hemos mantenido separadas demasiado. Ve a por tu prometida y come algo.
Me acerqué a Brittany con una sonrisa que esperaba que fuera real.
Ella me vio acercarme y, a decir verdad, pareció alegrarse de que lo hiciera. Cuando le tendí la mano, ella la aceptó y permitió que la acercara a mí.
Ya había bebido demasiado.
Moví la cabeza para rozarle los labios mientras le decía:
—Cariño, llevas lejos demasiado tiempo.
Ella rio entre dientes y me acarició la cara con soltura. Era obvio que se había tomado unas cuantas copas de vino y que se sentía relajada y a gusto entre mis brazos.
—Me preguntaba cuándo vendrías a por mí.
—No te preocupes, preciosa, te estaba vigilando—enterré la cara en su cuello.
Debía admitir que olía de maravilla. Usaba un perfume suave y femenino, en absoluto abrumador.
Y era cierto, por algún motivo que desconocía, mi mirada la seguía ahí donde estuviera, y lo hacía en contra de mi voluntad.
Rachel se echó a reír.
—Se ve que no pueden quitarse las manos de encima.
Levanté la cabeza.
—¿Te parece raro? Después de pasar tanto tiempo ocultándolo, es estupendo poder demostrar mi afecto en público.
Mi comentario hizo que frunciera el ceño.
—Ha debido de ser difícil.
Asentí con la cabeza al tiempo que estrechaba a Brittany con más fuerza.
—No sabes cuánto.
—Bueno, entonces detesto decírtelo, pero hay personas que quieren conocer a tu prometida.
No pude resistirme y pregunté:
—¿No quieren conocerme a mí?
Rachel negó con la cabeza.
—A ti ya te conocen, Santana. Y puedes acompañarnos si te apetece, pero esta noche la estrella es Brittany.
Tiró de la mano de Brittany y yo las seguí como era mi deber, pero en silencio.
Mi irritación se había convertido en cabreo puro y duro. Rachel lo había resumido a la perfección.
Hice un gesto para que me sirvieran otro whisky, pasando por alto la mirada de advertencia de Brittany.
Si ella era la estrella, yo la acompañaría.
La enamorada prometida… que no podía dejar de tocarla.
Iba a odiar cada minuto.
—¡Santana!—exclamó Brittany a modo de advertencia al tiempo que me apartaba las manos de su culo otra vez—¡Nos están mirando!
Sonreí sobre la suave piel de su cuello.
La verdad era que olía genial.
—Que miren.
Se volvió y me miró, furiosa. Se acercó y yo hice lo mismo para escuchar lo que tenía que decirme. Quien nos estuviera mirando creería que estábamos intercambiando algún secreto, dos amantes cuchicheándose palabras de amor.
Nada más lejos de la realidad.
—No me pagas lo suficiente como para tener que aguantar que te pases toda la noche metiéndome mano en público—masculló en voz baja.
Esbocé una sonrisa burlona mientras tiraba de ella para pegarla más a mí. Mi brazo era como una banda de hierro en torno a su cintura.
—Te pago para que actúes como una prometida enamorada. Así que haz el papel. Si quiero meterte mano, eso haré.
—Ya has conseguido el trabajo. ¿Por qué te empeñas en exagerar?
La obligué a acercarse aún más.
—Quiero mantener la farsa. Actúa como si estuvieras deseando irte a casa para echarme un buen polvo, y así podremos irnos antes.
Echó la cabeza hacia atrás con los ojos como platos. De cerca, me sorprendió descubrir el borde dorado que rodeaba sus iris, y las pequeñas motas doradas en el mar azul.
Esa noche se había dejado otra vez el pelo suelto, de manera que enterré las manos en esa melena abundante.
—Tienes un pelo precioso—murmuré.
—¿Có… cómo dices?
Moví más la cabeza.
Percibía las miradas de todos los que nos rodeaban.
—Voy a besarte ahora mismo.
No le di opción a replicar. Me apoderé de sus labios y le inmovilicé la cabeza con las manos mientras la besaba con pasión.
Puesto que estaba enfadada y ella era la causante, decidí besarla de verdad, así que le introduje la lengua en la boca y acaricié la suya.
Lo que no esperaba era la intensa llamarada de deseo que surgió de repente.
Ni tampoco que sus manos se deslizaran por mis brazos hasta rodearme el cuello para estrecharme con la misma fuerza que estaba empleando yo.
Nada me había preparado para ese despliegue de pasión, para ese deseo inmediato de estar solas y no rodeadas por un grupo de gente mientras besaba a mi prometida.
Me aparté de ella al instante y descubrí que Quinn y Rachel nos miraban con sorna.
Me encogí de hombros, besé a Brittany en la nariz y me alejé de ella, liberándola de mi férreo abrazo. Ella trastabilló y jadeó, momento en el que extendí un brazo para ayudarla a mantener el equilibrio.
Tras ayudarla, la miré con lo que esperaba que fuese una mirada preocupada.
—¿Cariño?
Alzó la vista. Tenía los labios rosados y húmedos por mi beso; las mejillas, sonrojadas; y los ojos, velados.
Al ver que la miraba con expresión burlona, se zafó de mí y se pasó una mano por el pelo.
—Creo que tenemos que irnos.
Le guiñé un ojo.
—Estaba deseando que dijeras eso.
Me miró echando chispas por los ojos y sentí deseos de echarme a reír. Lo supiera o no, acababa de lograr que todos pensaran lo mismo.
Mi plan había funcionado.
—Ah, no. No se van hasta dentro de una hora—Rachel negó con la cabeza—Ni siquiera son las nueve. Mamá y yo no hemos acabado de hablar con Britt sobre la boda. ¡No se ha comprometido a nada! ¡Juraría que está ocultando algo!
—Muy bien—claudiqué—Tienen una hora. Después, es toda mía. ¿Entendido?
Tras murmurar algo sobre una cabrona egoísta e impaciente, se marchó llevándose a Brittany.
Las observé alejarse sintiéndome un poco confundida.
Quinn me miró y me guiñó un ojo. Le devolví el gesto con uno de mi propia cosecha y regresé a la barra.
El whisky era la respuesta.
No podía conducir.
Lo reconocí sin problemas.
Brittany había llegado en taxi, de manera que Will insistió en que nos llevaran a casa en su coche y no puse objeciones.
No estaba borracha, pero sí muy achispada.
Había bebido demasiado whisky. Aliviaba parte del escozor que sentía cada vez que oía la risa de Brittany.
Cada vez que la veía reír.
Cada vez que la veía hacer otra nueva amistad al instante.
No sabía por qué me importaba ni por qué me irritaba. Estaba conquistando a la gente.
Si les caía bien, eso me daría una oportunidad, porque nadie creería que una persona tan buena y amable podría enamorarse de la cabrona que mi reputación aseguraba que yo era.
Pero se equivocaban.
Se mantuvo en silencio durante todo el trayecto a casa, pero no me quitó la vista de encima.
Se aseguró de que bajara del coche sin problemas y me rodeó la cintura con un brazo.
Cuando entramos, me ayudó a quitarme la chaqueta con gesto preocupado.
—Santana, no has probado bocado en la fiesta. Voy a prepararte algo.
—No, estoy bien. Me he comido un par de galletas de las tuyas.
—Eso no es comer, ni siquiera se puede considerar un aperitivo. Voy a prepararte un sándwich y un café. Te sentirás mejor.
Agité una mano.
—Deja de actuar como si te preocupara cómo me siento o lo que necesito—eché a andar hacia el mueble bar y me serví otro whisky—He dicho que estoy bien. Voy a beber otra copa.
—Es una mala idea.
—¿Por qué?
—Porque ya has bebido bastante. Necesitas comer algo—me quitó la botella de la mano y echó a andar hacia la cocina.
Sin pensar, la agarré del brazo y la obligué a darse media vuelta.
—No te permito que decidas por mí. Si quiero beber, beberé.
Ella resopló y soltó la botella que yo acababa de coger mientras negaba con la cabeza.
—¿Por qué estás bebiendo tanto, Santana? ¡Deberías estar encantada! ¡Has engañado a los Schuester, has conseguido el trabajo y se la has metido doblada a Ken! ¿Por qué actúas como si alguien te hubiera escupido en el vaso?
Y todo estalló.
Todo lo que llevaba sintiendo a lo largo de la noche.
La irritación por la facilidad con la que la habían aceptado en su «familia».
La frustración por sentir que a mí me dejaban fuera.
Mi extraña reacción a su proximidad… como si me gustara.
No debería gustarme.
No me gustaba sentirla cerca.
No me gustaba ella.
—Dime, Brittany, ¿qué consigues con todo esto? ¿Te gusta ser la mártir por retorcido que parezca?
Me miró sin hablar, con los ojos abiertos de par en par. El azul de sus iris brillaba a la tenue luz.
—¿Has llegado a pensar en algún momento de desvarío mental que eres mejor que yo? Has aguantado mis malos modales durante un año y sin parpadear siquiera, has accedido a participar en esta farsa—di un paso hacia ella, hirviendo de furia—¿Crees que tu sacrificio va a convertirme en una mujer mejor o alguna gilipollez del estilo?—le solté—¿Crees que voy a enamorarme de ti por arte de magia y que la vida será un maldito camino de rosas?—la agarré del brazo y la zarandeé con más fuerza de la que debía—¿Eso es lo que crees?
Negó con la cabeza, furiosa.
—Entonces, ¿por qué accediste? ¿Por qué estás haciendo esto por mí?
Se mantuvo en silencio mientras se mordía la parte interior del carrillo con tanta fuerza que creí que acabaría sangrando.
La solté con un empujón y una palabrota.
—Vete de aquí ahora mismo—me serví un generoso vaso de whisky sin ver apenas lo que estaba haciendo.
Me lo bebí de un trago y su ardor me calentó la garganta y el pecho. Me serví otro vaso y eché a andar hacia la ventana para contemplar la noche de Victoria, las luces de la ciudad que resplandecían entre la negra oscuridad.
Brittany seguía detrás de mí, sin moverse. Estaba a punto de decirle otra vez que se fuera cuando habló.
—Penny Johnson no es mi verdadera tía. La llamo así para no tener que explicar siempre cuál es nuestra verdadera relación. Cuando tenía doce años, mis padres murieron en un accidente de tráfico. Como no tenía más familia, acabé en manos de los servicios sociales.
Las noticias me sorprendieron, pero seguí callada.
Sabía que sus padres habían muerto, pero hasta ese momento no había mencionado que ella hubiera acabado dependiendo de los servicios sociales.
—Las niñas de doce años no son precisamente las más deseadas para adoptar, ni tampoco para acoger, de manera que pasé por unos cuantos hogares. El último no fue muy… eh… agradable.
Algo en su voz hizo que me diera media vuelta.
Estaba de pie en el mismo sitio que antes, con la cabeza gacha. El pelo le tapaba la cara, de manera que no podía ver su expresión.
—Me fugué. Estuve en las calles un tiempo, hasta que un día conocí a Penny Johnson. Era una mujer mayor, muy amable, y me llevó a su casa, me lavó y, por algún motivo que desconozco, decidió que iba a quedarme con ella. Solicitó a la administración convertirse en mi tutora de acogida. Lo fue todo para mí. Mamá, papá, amiga, maestra… No tenía mucho, pero aprovechábamos al máximo ese poco que tenía. Encontré un trabajo repartiendo periódicos, recogíamos botellas y latas… cosas que nos ayudaban a estirar un poco más el dinero. Tenía la virtud de convertir todos los trabajos que encontrábamos en una especie de juego, así que la situación no parecía tan dura. Le encantaba pintar y nos pasábamos horas en la habitación que usaba para hacerlo. Ella pintaba y yo leía. Era una vida tranquila y, por primera vez desde la muerte de mis padres, me sentía segura… y querida—acarició con la yema de los dedos el respaldo del sofá que tenía delante. Arriba y abajo, con un gesto nervioso que al final detuvo—Incluso fui a la universidad. Mis notas fueron casi perfectas en el instituto, de manera que conseguí una beca.
—Pero no acabaste tus estudios superiores—recordé el dato porque lo había leído en la lista que me dio.
Cuando habló, su voz era triste y apagada.
—Penny se puso enferma. Seguí viviendo con ella mientras estudiaba en la universidad, y empezó a actuar de forma extraña. Le diagnosticaron alzhéimer. Poco después se cayó y se fracturó la cadera, y las cosas se precipitaron. Necesitaba atención constante. La residencia de ancianos donde la aceptaron era espantosa; no recibía los cuidados que necesitaba y estaba muy triste. Luché hasta que conseguí que la trasladaran, pero la siguiente era igual de mala.
—Esto no explica nada.
Alzó la vista y me miró con los ojos entrecerrados.
—Santana, no seas impaciente. Estoy tratando de explicártelo.
Levanté las manos.
—Lo siento. Solo quería asegurarme de que esto va a llevarnos a algún lado.
—El asunto es que comprendí que necesitaba mejores cuidados. Un sitio decente. Supe que debía dejar la universidad, conseguir un trabajo y ganar dinero para ella. Una amiga me habló de un puesto temporal en Tanaka Inc. como asistente personal. El sueldo era decente y, si no gastaba mucho y conseguía otro trabajo, podría trasladar a Penny a un sitio mejor. Así que acepté el trabajo y al poco tiempo me hicieron fija. Un día, el señor Tanaka me llamó a su despacho y me ofreció un puesto como asistente personal tuya, que supondría un aumento de sueldo ya que todo el mundo sabía que era difícil trabajar para ti… por aquello de que tenías fama de capullo y tal.
—El dinero manda.
Brittany negó con la cabeza.
—En mi caso no suele ser así. Pero el aumento de sueldo suponía que podría trasladar a Penny a una habitación privada. El dinero significaba que cuando la visitara, estaría rodeada de los lienzos y de los cuadros que de alguna manera seguían resultándole conocidos. Estaría bien atendida y segura. Le ofrecí el mismo regalo que ella me ofreció tantos años antes. Daba igual lo espantosos que fueran mis días, normalmente por tu culpa, porque lo importante era que había conseguido que la mujer que me cuidó tan bien recibiera los mismos cuidados que ella me dio.
Parpadeé, atónita.
—No gastaba dinero ni en ropa ni en zapatos a la moda porque no tenía. Por alto que fuera, destinaba mi sueldo entero para pagar la habitación de Penny. Vivía en una habitación horrorosa y diminuta porque era lo único que podía permitirme. Compraba en tiendas de saldos y de segunda mano porque eso era lo que debía hacer. Me aseguré de ir limpia y presentable todos los días mientras trabajé para ti. Aceptaba todo lo que me decías y lo que hacías, y lo pasaba por alto, porque necesitaba mantener mi puesto de trabajo, porque de esa manera me aseguraba de que Penny estuviera segura. Accedí a ser tu prometida porque el dinero que me estás pagando garantiza que jamás pasará miedo, ni frío, ni estará desatendida hasta que muera. Me da igual lo que digas o lo que hagas, porque tu opinión no importa en absoluto. Para mí esto solo es un trabajo. Por más que lo deteste, tengo que aguantar tus idioteces porque, por desgracia, te necesito tanto como tú me necesitas a mí ahora mismo—se dio media vuelta para marcharse, pero se detuvo—¿Que si espero convertirte en una mujer mejor y fantaseo con la idea de que te enamores de mí? Santana, no se me ha pasado por la cabeza en ningún momento. Para amar a alguien se necesita tener alma… y hasta un espantapájaros escuálido como yo es capaz de ver que tú no la tienes—respiró hondo—Cuando esta farsa acabe, me iré y empezaré de cero en algún sitio. Mi vida será mucho mejor cuando no me vea obligada a soportar tus burlas crueles y tu falta de sensibilidad.
Tras esas palabras, subió deprisa las escaleras, dejándome muda por la impresión.
********************************************************************************************************************************
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, de como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Vaya las palabras de Brittany casi me hacen llorar, Santana es una.... a ver si asi valora a la gran persona que tiene a su lado y a la que nunca respeto!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Contrato (Adaptada) Epílogo
Santana siempre tan insensible y egoista Britt es un amor de persona cuando se dará cuenta de ello, britt vale mucho, es una gran persona, merece ser amada! Ya quiero leer el proximo capítulo a ver que dice y hace santana
Invitado- Invitado
Página 3 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
Temas similares
» [Resuelto]FanFic Brittana: Por Qué (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: Tal Vez (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: Por Ti (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: Tal Vez (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: Por Ti (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
» [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Página 3 de 8.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Jue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es
» No abandonen
Miér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303
» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Vie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303
» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Lun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli
» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Dom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic
» brittana. amor y hierro capitulo 10
Miér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic
» holaaa,he vuelto
Jue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Miér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Miér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Lun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1