Fic "Fall For You" Capítulo XIX

Bueno ahora me voy a explicar eres muy injusta por varias razones: la primera porque dices que no llenas mis expectativas de ser comentada créeme así como tu esperas que te escriban cada vez que terminas tu fic yo como lectora también necesito de tu firma ya que eso me hace sentir que soy escuchada y si tu me escribes un hola que bueno que te gusto mi fic espero que sigas leyendo me haces feliz ya que siento que ya fui escuchada pero aun aunque pudieras hacer eso me escribes cosas realmente bonitas y me haces sentir ser especial siento que en este fic se aplica la ideología de glee "de ser parte de algo especial te hace ser especial" así que espero que no lo vuelvas a decir que tus comentarios no llenan mis especatitivas porque la realidad es otra
Dos eres injusta ya que si soy tu fan porque el termino de fan se utiliza cuando admiras a alguien y yo te admiro a ti por tu forma de escribir así que no voy a entrar a discusión por eso

Lo que te pido con esto es que por favor déjame seguir dejándote firmas donde yo me pueda expresar como yo quiera si yo te quiero decir que eres la mejor escritora o que soy tu fan no me digas nada ya que así lo pienso y si te lo escribo es por algo además que siento que lo que te escribo es un manera en la que yo puedo retribuir lo que tu haces por mi ya que en verdad haces que sienta cada palabra, haces que me pueda meter hasta tal punto que no me despegue de tu fic ,haces que siempre quiera leer más, haces que por un momento olvida mis problemas e incluso me enseñas lecciones de vida créeme que con lo poco que yo puedo pagarte es con mis comentarios, así que por favor ya no me digas cosas como que no eres nadie para tener fan

Bueno lo que quería decir con lo de la huelga es que estaba enojada ya que creo que eres a veces un poco injusta contigo y eso no me gusta así que no quiero que eso vuelva a pasar ya que te lo he dicho y no me cansare de decirlo eres talentosa

Bueno esto fue una advertencia de que estoy apunto de irme a huelga jejeje de que ya no quiero que sea injusta contigo, bueno ahora si pasando al fic (espero que no te haya aburrido pero creo que era necesario decirlo)

Aunque ya no estoy en huelga te tengo que reclamar porque lo dejas ahí??? que tu no quieres que duerma en unos días???? que mala eres pero bueno me vengare un dia de estos, dejando este momento de mis traumas pasemos a algo más chistoso y es que
jajaja me mato de risa tu comentario

La canción? She is love de Parachute. La amo! Y el cantante es bello! Puse entre paréntesis la traducción para que puedan relacionar la canción con la trama... porque sé que muchos saltean las canciones y no me parece justo porque están puestas a propósito! jajaja

ya que yo aveces me salto las canciones no es por mala onda sino porque me aburre leer una canción solo la escucho cuando ponen el link pero bueno te prometo que ya leere más seguido las canciones jejeje
Bueno ahora si pasando al fic me ha gustado mucho todo ya que creo que describes perfectamente el sentimiento de Lindsay una chava que tiene miedo a expresar sus sentimientos por que pues creo que tiene miedo a decirlo y que no le correspondan y creo que pasa lo mismo con Damo mmm estoy molesta con Damo ya que no se porque en cuanto leeyo la carta no se fue a busca a Linds pero claro el orgullo y su miedo al amor no lo dejo pero bueno me encanto el detalle de que le haya hablado por telefono en el avión fue muy lindo aunque no se yo me hubiera imaginado en donde ella va a buscarlo al aeropuerto le dice lo que siente este Damo aun se sube y después se arrepiente y justo cuando Linds llega a su casa ve a Damo con una flores jejeje bueno ahora que lo escribo suena bastante cursi y ridículo así que olvida la idea y bueno me da gusto que por lo menos Linds sabe aparentemente que Damo la quiere
mmmm la verdad no se porque me esta costando escribir mi comentario sera porque tal vez ya te he dicho todo lo que pienso y todo lo que siento o al igual que pasa con los escritores a los fan también les da su bloqueo mmm no lo se mejor lo dejo ahí te prometo que mi próximo comentario sera mejor :D

Bueno nos vemos pronto espero que te cuides, que saque muy buenas calificaciones y te mando un abrazo

PD: se me estaba olvidando lo más importante que es espero tu actualización y otra cosa sabes que adoro y amo tu fic ahora si nos vemos :D

Atte: Tu fan, amiga y lectora Karina :D

-Un regalo- Rió- ¡Cómo si eso fuera suficiente! ¡Cómo si eso bastara! ¡Estúpido!- Repetía una y otra vez en su cabeza, mientras acariciaba el presente que Damian le había obsequiado.
Era un marco con una foto. Un marco de cuentas de colores, un marco al estilo Lindsay. El marco adornaba la fotografía de dos niños en la playa. Damian y ella. Ella y Damian. Sonreían, divertidos, y en sus pequeñas narices había restos de una blanca y fina arena.
Odiaba el regalo. De hecho, no lo odiaba ¿Cómo odiar uno de sus más preciados recuerdos?
¿Cómo odiar la foto si, al verla por primera vez, una solitaria lágrima realizó un cuidadoso camino por su mejilla y murió en ella?
¿Cómo odiar el día en el que su diminuta boca había conocido el sabor de los labios del travieso irlandés?
No odiaba el regalo, sino aborrecía las circunstancias en las que lo había recibido. Estaba enojada, muy enojada.
¿Cómo Damian pudo haberse ido sin despedirse de ella?
¿Cómo, después de haberle confesado su amor, él se alejaba se esa manera? ¿Cómo podía hacerlo luego de haberle dicho que ella era "su debilidad"?
Después de escuchar esas palabras ella le había cortado el teléfono, en un ataque de rabia, mientras hundía su cara en un floreado almohadón y gritaba con impotencia. Gritaba para sí misma, ya que no quería preocupar a su madre.
Le había costado parte de su sangre declararle lo que sentía y él, había reaccionado de la forma más ridícula: huyendo. Lindsay no esperaba que él le admitiera que sentía lo mismo, mas no le parecía que irse sin dejar rastros era lo correcto.
Sabía que ella no era la persona más adecuada para hablar de valentía (de hecho aún se sentía mal por no haber tenido el valor suficiente para confesar sus sentimientos personalmente), pero Damian se había ganado el premio Nobel de la cobardía con su extraña forma de actuar, con su incomprensible fuga.
Llegó a pensar que lo odiaba, aunque en el fondo sabía que ello era imposible. Era simplemente imposible odiar al joven de ojos azules que había robado su corazón muchos años atrás, un corazón que aún permanecía cautivo.
Suspirando se quejó, quería su corazón de regreso. Sin embargo, ello no era lo único que quería...
Quería que él se presente ante ella, para que pueda retractarse de lo que le había confesado en su carta. Quería hacerlo porque pensó que todo sería más fácil si se rectificaba, aunque ello significaba mentirle, ya que era obvio que cada una de las palabras, que habían sido escritas por su mano, rebozaban veracidad.
Quería tenerlo en frente, y no precisamente para decirle lo que debía, sino para escupir en su cara toda la bronca, enojo e indignación que sintió desde el instante mismo en el que se había enterado de que él se marchaba a su tierra natal.
Quería que él pudiera teletransportarse hacia su habitación simplemente para tenerlo consigo. Para tenerlo cerca, para mirar esos brillantes ojos y escuchar esa límpida voz, con ese acento tan marcado que lograba aflojar sus piernas.
Sencillamente quería tenerlo. Y de algún modo lo detestaba por haberse alejado de ella. En el fondo le dolía.
Sabía que él se había ido porque extrañaba mucho a su familia, y lo entendía, pero sentía como si las paredes de su corazón se desgastaban poco a poco. Necesitaba traerlo de vuelta, necesitaba tenerlo a su lado. No quería mantener su dolor en secreto, le urgía contarle. Le urgía verlo.











Todo estaba tal cual como lo recordaba. La cabaña de su abuela tenía ese olorcito tan particular, que lograba calmar hasta a un hambriento y agotado Rupert.
Ya estaba en casa. Ya había recibido miles de besos en sus mejillas de parte de su madre y sus tías, que lo habían esperado ansiosas en el aeropuerto. Ya había saludado a su padre y sus primos, pero nada se había comparado con el abrazo que había recibido de su abuela. Esa señora que, gracias al paso del tiempo, tenía sus características arrugas que la habían ver más bonita que de costumbre.
Los "te quiero" y los " te he extrañado tanto" tampoco se hicieron esperar, y llenaron su irlandesa mañana de cariño, afecto y mucho pero mucho amor.

Estaba en su antiguo cuarto, disfrutando la vista al lago y observando minuciosamente su colección de soldaditos y trenes que todavía yacían impecables en las altas repisas de madera. Se sentía dentro de un sueño del que no quería despertar.
Recordó sus días de niño, cuando jugaba con esos juguetes, cuando esos juguetes eran su mundo. Recordó cómo sus ojitos brillaban cuando abría regalos de todos los tamaños el día de su cumpleaños, y cómo quedaba el piso repleto de papeles de colores y moños por ello.
Su infancia en verdad había sido una infancia feliz, y la había vivido tanto en Irlanda como en América.
Corrió las cortinas y vio la espectacular puesta de sol. Sintió ganas de saltar hacia él, pero luego recordó las, según él, malditas leyes de la física que le impedían cumplir con ese objetivo. Apoyó su cara en el frío vidrio de la ventana y suspiró. Le encantaba estar de vuelta.



Recorrió las calles, mientras gozaba de una fresca brisa que acariciaba sus mejillas.
Si había algo que amaba de Irlanda, además de su familia, era el clima.
Saludó a un par de personas amigas de los Mcginty que aún lo recordaban y le decían frases cliché como “Oh Damian, ¡cómo has crecido!” o “Estás muy parecido a tu padre/madre/tío/abuelo/perro”.

De pronto, vio a alguien de perfil que le llamó la atención. Pensó que sólo era una cara conocida, hasta que esa persona lo saludó animadamente.
-¡Damian!

No. No podía ser ella. No. No tenía que ser ella. No quería verla, no ahora. No después de haber sufrido tanto por su culpa.

-¡Jenna! ¿Sos vos?- Los jóvenes corrieron y se reencontraron en un cálido abrazo.
-¿Cómo has estado? ¡Mi madre se alegrará tanto al saber que volviste!
-Me ha ido bien… ya terminé la escuela ¿Cómo está tu madre?- Le preguntó un simpático Damian.
-¡Está mejor que nunca! Mucho creen que es mi hermana- Rió la muchacha- ¡Creo que le dará mucho gusto verte esta noche! ¡Podríamos cenar los tres! ¿Qué dices?
-¿Qué digo? Que NO. No. No. Ni que estuviera loco. Ni que de ello dependiera mi vida. Ni enfermo cenaría con vos. Sé lo que estás tramando. Lo huelo. No. No- Pensó, atormentado por la inesperada propuesta.
-¡Sería un placer, Jenna!- Manifestó finalmente, a regañadientes y traicionando a sus principios. Se maldijo a sí mismo por dentro, mientras arrugaba sus labios, en señal de descontento.


Jenna era una bella joven, con una dulce sonrisa que adornaba su cara, y una nariz en punta que parecía haber sido modelada a propósito. Jenna Donelly había sido su novia cuando él estaba entrando a la pubertad, cuando él sólo tenía ojos para ella, cuando era un tonto enamorado que aún creía en los cuentos de hadas. Pero, no todo había sido color de rosas entre ellos: él se desvivía por hacerla feliz y ella parecía esforzarse por verlo destruido.
Damian afirmaba que ella lo había arruinado: gracias a ella ahora él prefería que le arranquen las uñas a enamorarse, por su culpa ahora él proyectaba al amor como una absurda maldición proveniente del infierno, y no como la bendición que antes creía que era.
Después de tanto tiempo había vuelto a verla, y sus hormonas no lo dejaban en paz. Era inevitable sentir un pequeño dolor en el estómago al observar ese rubio cabello y escuchar esa ronquilla voz. Después de todo era su ex novia, era parte de su pasado. Se sintió un poco ingenuo y partió rumbo a casa.

Pasó por la catedral de St. Columbus, una de las principales atracciones arquitectónicas de Irlanda del Norte. Había una gran cantidad de turistas que ingresaban al lugar y se admiraban de su enorme y hermosa fachada. Una pareja de turistas que, según él y su instinto detective, eran alemanes, le pidió que les tomara una fotografía frente al templo, por lo que él amablemente accedió. Les sacó dos fotos, debido que la primera había salido movida porque el hombre se había rascado el brazo izquierdo.

Irlanda era una de los lugares más bellos del mundo para él. SU Irlanda era preciosa y única. Ya se sentía en casa, de hecho lo estaba. Ese era su hogar. Pero aún no se sentía tan a gusto con su singular regreso, todavía había algo que no concordaba con su ideal retorno: aquel que había imaginado tantas noches acostado en su cama, aquel que permanecía latente en su cabeza desde el día en que se habían instalado en América, aquel que había soñado infinitas veces.











-Creo que quiero morir
-Damo, no te alteres, es sólo una cena
-Una cena con la bruja ¿Te parece bien, Cam?- Le dijo a su amigo mientras hacían una video llamada. Necesitaba un consejo y pensó que su mejor amigo era la persona adecuada para dárselo.
-Es sólo una cena de cortesía ¡No te propuso matrimonio!
-¡No aún! ¿Y si le digo que estoy enfermo? ¿y si encuentro mejores planes y cancelo la cena?- Cameron rió al notar la paranoia de su amigo.
-No seas inmaduro. Debes ir y refregarle en la cara lo bien que estás sin ella. Tienes que demostrarle que ya no te importa ¡Eso va a matarla!
-Creo que… ¡sos un genio! ¡es una idea brillante, nerd! Además… debo ir por su madre. Esa señora me guarda un gran cariño. Ella no tiene la culpa de nada.
-¡Bien! Y mientras te diviertes con esa agradable compañía, yo me voy a jugar bowling con Marissa. Suerte, hermano.

Apagó su notebook, finalizando así la video llamada. Sintió un poco de envidia por su amigo: Cameron iba a pasar un muy buen rato con su novia y a él lo esperaba una interesante velada con su ex y su “ex suegra”. Lamentó haber aceptado la invitación y se cambió de ropa.
Entró al baño y se miró en el espejo de marco dorado que colgaba de la amarilla pared. Se lavó la cara, desganado, mientras se percataba de lo despeinado que estaba ¿Acaso había salido así a la calle? No le importó demasiado. Nada le importaba más que salir vivo de esa cena. Miró al cielo y, exagerando un poco, les dedicó una suplicante mirada a los dioses.











-Le agradezco mucho por la cena de esta noche ¡La tarta ha estado fabulosa!- Exclamó un cortés y simpático irlandés, mientras le colocaba un beso en cada mejilla a la madre de Jenna.
-¡Por favor, Damian! ¡No tienes nada que agradecerme! ¡Y dime Roxy!
-Está bien, Roxy. Ha sido un placer volver a verla.

Para su suerte, la cena con su pasado no había estado nada mal. Hablaron de cosas triviales, hicieron bromas y hasta recordaron viejas canciones que el abuelo de Damian solía cantar en su juventud. Le agradeció a los cielos el hecho de que Roxy había estado presente, porque su ausencia significaba el hecho de pasar tiempo a solas con Jenna, algo que quería evitar a toda costa. Damian se había dado cuenta de cómo la rubia muchacha lo miraba, por lo que no hacía más que evadirla.

Se dirigió a la salida, colocando en su abrigo en el hombro y refregándose el cuello. Hace mucho tiempo que no sentía los nervios que había sentido esa noche, estar conforme con el encuentro no había sido tarea sencilla.
Precipitadamente, Jenna lo siguió. Afuera había un viento capaz de voltear árboles, los cuales se movían de un lado a otro. Ni un auto transitaba por las calles, y las veredas estaban completamente desiertas.
Una fina llovizna roseó de repente sus cabezas, logrando que Damian detuviera su paso, para ponerse así en frente de Jenna.

-Jenna, puedo volver solo. No te preocupes. Vuelve a casa, el clima de hoy no es digno de una postal- Rió, mientras observaba cuidadosamente las negras nubes que asomaban al gris firmamento.
-No. Quiero acompañarte. Por favor.
-No, Jenna. Es tarde, una joven no debería andar sola por las calles.
-¡Lo hago porque quiero, Damian!- Decía la testaruda muchacha.
-Hay algo más, ¿verdad?- Dijo finalmente. Estaba harto de fingir que nada pasaba entre ellos.
-Da-Damian… y-yo, yo te he extrañado mucho
-¿En serio?
-S-sí ¡Aún no puedo creer que hayas vuelto para quedarte!
-Y yo no puedo creer que me estés diciendo esto- Manifestó, con notables restos de resentimiento en su voz.
-¿Por qué? Damian, sabes que siempre te he querido.
-Tal vez. Aunque aún no termino de entender cuál es tu concepto de “querer”.
Discutieron. Ella lloraba y le pedía perdón por errores del pasado. Él se sintió un poco mal por ello: no podía ver a una mujer llorar.
-No, Jenna. No confundas las cosas. Y por favor, ¡no llores!
-¡Entonces perdoname y volvamos a intentarlo!
-No puedo hacerlo. Lo siento. No puedo perdonarte- Hizo su cabeza a un lado y suspiró.
-¡Pero, Damian!- La muchacha continuó llorando. Le agarró el mentón, haciendo que él la mirara a los ojos, los cuales se encontraban rojos gracias a que habían sido el puente de tantas lágrimas- Ya te pedí perdón, ¡no entiendo qué es lo que necesitas ahora! ¿Acaso nunca antes haz hecho algo de lo que estás completamente arrepentido y te han perdonado?

Damian la miró, pensativo. Él sí había cometido un error y había pedido perdón. Pero a él sí lo habían perdonado. ELLA lo había perdonado. Y “ella” era la única persona que en verdad le importaba. Ella era nada más y nada menos que una joven de ojos azules y cabello oscuro.
Recordó cuando él la trataba mal, cuando le decía cosas hirientes, haciéndola enojar y escapar. Sin embargo, luego, él había ido de rodillas a pedir perdón, sintiéndose sumamente culpable de lo que había hecho.
Pero sabía que eso era distinto. Todo era distinto si se trataba de Lindsay.

-Está bien, Jenna.
-¡Lo sabía! ¡Sabía que en el fondo querías volver a intentarlo!- Ella se abalanzó sobre él, de pronto, depositándole un beso en la comisura de sus labios. Damian quedó inmóvil, pero luego reaccionó.
-N-no, no. No. Creo que no entendiste, Jenna. Yo… puedo perdonarte, mas eso no significa que quiera retomar una relación con vos.
-Hay otra, ¿verdad?
-¿Qué? No. La única razón es que ya no siento nada por vos- Se separó de ella.

La llovizna se intensificó y sus ropas comenzaron a humedecerse. Por supuesto que había otra chica. Calló. Prefirió el silencio a admitirle a su ex la existencia de alguien más en su vida. Sabía que eso la mataría, y aunque la muchacha se lo merecía, prefirió actuar como un caballero disimilando la situación y guardándose para sí mismo la verdad.











---FLASHBACK---
-Damo, hemos decidido que estás fuera del equipo- Dijo un audaz y pequeño Cameron, mientras contaba con el aval de sus amigos, los cuales se encontraban cubriéndole la espalda y vociferando gritos de apoyo.
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!- Los ojos de Damian se abrieron de par en par. Él era el líder, no podían echarlo.
-Porque rompiste las reglas.
-Imposible. Yo mismo hice las reglas. No rompí ninguna, Cam.
-Sí, ¡rompiste la regla número 2!- Le manifestó, entregándole el reglamento. Era un papel arrugado, en el cual se evidenciaban manchas de chocolate y gotas de lluvia, que deterioraban la defectuosa letra de niño. Diez reglas yacían registradas en esa especie de "reglamento", diez normas que tenían carácter de mandamientos o leyes supremas para el minúsculo grupo conformado por pequeños y traviesos niños.
-¡Imposible! ¡Jamás podría violar la regla número 2!- Exclamó un asqueado irlandés.

Regla n° 2: No se aceptarán niños con novia bajo ninguna circunstancia.

-¡Claro que sí! Todos en el vecindario saben que estás de novio con Lindsay la molesta y creída Pearce.- Rió el pequeño Cameron, mientras acomodaba el marco de sus anteojos. Él tenía las pruebas suficientes para acusarlo.
-¡¿Qué?! ¡Jamás sería novio de esa loca!
-Entonces... ¿por qué las chicas en la escuela me dijeron que se besaron en la playa?
-¡Mentira! ¡Jamás la besaría! ¡Qué asco!

De pronto, Damian vio una sombra moverse en medio del vacío callejón. Corrió hacia ella, expectante, olvidándose por un momento de la disputa.
Se apresuró y comenzó a perseguirla, pero esa persona lo aventajó y desapareció. El niño miró a ambos lados y ya no había nadie. Contempló el suelo y se percató que estaba pisando algo. Se agachó y recogió un moño azul. Moño, moño azul. Meditó por unos instantes. Era un moño que sólo una niña podía usar. Lo estrujó con firmeza con su mano derecha. Sabía que era el moño de la menor de los Pearce.
---FIN DEL FLASHBACK---


Volvió a la realidad. No lograba entender cómo recuerdos como aquel solían irrumpir su calma, logrando así perturbar su cotidianidad.
En realidad, le agradaba recordar su pasado y su infancia en América, pero no le complacía acordarse de momentos en los cuales él había sido cruel con Lindsay.
Tenía muy en claro que la sombra que vio ese día era de ella, sabía que ella era quien había huido amargamente, consiguiendo que Damian, ahora, muchos años después, se sintiera sumamente responsable.
El huir no era raro en ella. No. Él ya había presenciado un centenar de escapadas y escabullidas, muchas de las cuales habían sido por su culpa.
Rascó su oscura cabellera, e inclinándose un poco a su costado izquierdo, tomó de su escritorio la carta que Lindsay había redactado. La puso en su pecho, y mientras escuchaba el trinar de los pájaros, cerró sus ojos. Ya había leído frenéticamente la carta miles de veces, e intentaba descifrar las palabras cuidadosamente mientras se imaginaba a Lindsay frente a su escritorio, escribiéndola y pensando en él. Le gustaba creer que ella pensaba en él, y aunque en realidad no sabía si ello era cierto, prefería fantasear de que sí lo era.
Ya iban siete días lejos de Estados Unidos, siete días lejos de sus amigos, siete días lejos de ella. Una semana que, en el calendario de su mente parecía un mes, en el cual los minutos transcurrían como horas, y las horas eran días. Todo parecía más tedioso si estaba lejos de la chica que le robaba el sueño. Todo aparentaba ser aún más interminable si su ex novia deambulaba en su camino, pisando su sombra y sus huellas a dondequiera que él iba. Todo se manifestaba de manera fastidiosa y tardía, si escondía en lo más profundo de su ser tantos sentimientos que, en realidad, estaban a flor de piel.
Padecía cada vez que se daba cuenta de lo lejos que la tenía, aunque sentía que, al pensarla, de alguna manera la acercaba. Prefería tenerla en su mente las 24 horas. a intentar olvidarse de ella. Prefería leer la carta una vez más y, como un loco, olfatearla hasta descubrir su perfume, a reflexionar a cerca de la posibilidad de vivir una vida sin ella.
Por momentos se preguntaba si le había gustado el regalo, y hasta la imaginó abriendo el paquete en el cual lo había envuelto ¡Cómo le hubiese gustado ver su rostro en ese preciso instante!
Pensó en entregar su brazo derecho si ese era el requisito necesario para verla otra vez. Rió .Rió para sus adentros. Ya había enloquecido por completo.