Fic Obedeciendo al corazón (St. Berry) Capitulo 14,Nosotros en Atlanta

Con un nudo en el estómago, Rachel se unió a la fila de pasajeros para subir al crucero que tocaba la sirena cada dos minutos. Jesse la había llevado al muelle y había insistido en esperar con ella.

-Nunca podré agradecerte lo suficiente... todo, la lección de surf, el alojamiento -se sonrojó-, y sobre todo haberme devuelto el portafolio. No sé que hubiera hecho...

-Tranquila, Rachel -dijo él con una sonrisa y un guiño-. Hubiera hecho lo mimo por cualquier... quiero decir...

-Ya lo sé -Rachel se apresuró a cortarle con el corazón encogido. ¿Podía dejar más claro que el par de días que habían pasado juntos significaba tan poco para él?-. Te enviaré pronto la maleta.

-No hace falta que te des prisa.

Jesse se había puesto una camiseta nueva para la ocasión y estaba increíblemente atractivo.

-Hace calor -comentó por decir algo.

-Estamos en Key West -dijo él mirando a sus espaldas como si estuviera ansioso por deshacerse de ella.

Triste y avergonzada, Rachel se quedó en silencio hasta que vio con horror que el fotógrafo del crucero estaba apostado al borde de la escalerilla para hacer fotos a los pasajeros. Y no cualquier foto, sino una con el fondo de un enorme corazón rojo. Con un sobresalto comprendió que era el día de San Valentín.

Cuanto más se acercaban al fotógrafo, más intentaba convencer a Jesse de que se fuera.
-Rachel, me quedaré hasta que estés embarcada -aseguró él con sequedad.

Así que avanzó agitada preguntándose si la besaría antes de embarcar, le estrecharía la mano o incluso le metería prisa por haberle causado tantas molestias.

-¿Una fotografía de la pareja en el día de San Valentín? -ofreció el fotógrafo.

Rachel sacudió la cabeza, pero Jesse dijo:

-Por supuesto, amigo.

-¡Jesse! -protestó ella cuando la atrajo hacia el corazón.

-No tienes por qué comprarla -dijo él con una carcajada-, pero tengo que admitir que estaba esperando un beso de despedida y así tendremos más intimidad.

Ella inspiró con fuerza sin querer admitir que había esperado lo mismo.

-De acuerdo, pero date prisa. No quisiera perder este barco también.

Su boca cubrió la de ella en, un beso dulce y posesivo y su lengua despertó todo el deseo que había intentado suprimir toda la noche sin él al lado. Rachel paladeó todos los detalles sensoriales, el aroma a jabón fresco y su crema de afeitar mentolada, la sensación de sus manos en su espalda y su cintura y el eco de su ronco gemido de despedida.

-¡Ya está bien de beso! -exclamó el fotógrafo llamándoles la atención.

Se separaron entre las risas de los demás pasajeros.

Rachel se humedeció los labios y miró hacia las escalerillas.

-Supongo que eso es ya la despedida, entonces...

-Eso parece -dijo Jesse con un guiño-. Ha sido un placer, Rachel.

Ella simplemente asintió y empezó a subir las escaleras.

-Hazme saber cómo va ese proyecto -gritó él.

Rachel asintió de nuevo y se apresuró al empañársele los ojos de lágrimas. Sabía que se habría ido en cuanto ella estuviera embarcada, pero una vez en cubierta, se acercó a la barandilla para escudriñar entre la multitud con el corazón cada vez más encogido.

-¡Aquí, Rachel! -escuchó.

Cuando lo divisó justo debajo de ella en el muelle agitando los dos brazos, esbozó una radiante sonrisa y agitó también el brazo apretada contra la barandilla. Por un momento, deseó haberse quedado, deseó que a él le hubiera importado ella tanto como a ella le importaba él, deseó que sus estilos de vida no fueran mundos tan diferentes.

Obedeciendo a un impulso, metió la mano en lo más hondo de su maletín recuperado y sacó un penique. Por suerte, la moneda estaba recién acuñada y era tan brillante que podría parecer falsa. Estirándose sobre la barandilla, gritó:
-¡Aquí está el penique que te debía por el café!

Lanzó la moneda y la vio ondular por el aire y brillar al sol hasta que Jesse la recogió en sus propias manos.

Poniéndose las manos alrededor de la boca para hacer de megáfono, él gritó:

-¿Y la propina?

Ella lanzó una carcajada.

-¡Sí, cómprate un casco para la moto!

El puso una mueca, pero siguió saludando hasta que la multitud desapareció de la vista. Rachel se quedó pegada a la barandilla hasta que los demás pasajeros se dispersaron y Key West desapareció en el horizonte dejando una enorme masa de agua a la vista. Nunca se había sentido más sola. Enamorarse por primera vez tenía una forma de ennoblecer a una persona y de despojarla del bagaje sin sentido hasta que sólo permanecían las cosas importantes. Ella era una persona más feliz por haber conocido a Jesse St.James, se aseguró.

Disfrutó del viaje de vuelta a Miami y pasó la mayor parte del tiempo mirando la estela que dejaba el barco. El domingo lo pasó en cubierta protegida bajo una sombrilla y pensando en el despertar filosófico que había recibido. Y Jesse nunca se apartaba de su cabeza.

Por la tarde encontró la caracola rosada que él le había regalado y se la guardó en el bolsillo. Por la noche tiró por la cubierta la mitad del paquete de cigarrillos que le quedaba y el lunes se dedicó a escribir todos los recuerdos del viaje, donde la risa y la cara de Jesse estaban siempre presentes.

Con sólo la pequeña maleta, fue la primera en desembarcar en Miami, donde tomó el vuelo para Cincinatti que incluía un par de noches de estancia en Atlanta.

Cuando llegó al aeropuerto, sacó la tarjeta que le había dado Parker y se dirigió a una cabina.
Jesse se moría por Rachel, su cara, su cuerpo y su risa plagaban todas sus horas del día. Había hecho un agujero en el penique que le había lanzado desde el barco y lo llevaba al cuello atado con un cordón. Se había vuelto malhumorado, descargaba con las camareras y hasta le gritaba a Tweety como un idiota.

Una noche, Parker le apoyó la mano en el hombro.

-Sólo porque hayas sido tan tonto como dejar que se fuera, no descargues con todos nosotros, hijo. Haznos a todos un favor. Llama a la dama.

Así que una noche muy tarde, cuando estaba sentado en el balcón, había llamado a información, pero su nombre no estaba en la lista. Había conseguido el de Autovías Ohio, pero cuando había escuchado la voz de ella en su extensión, había colgado como un cobarde.

Ella seguía con su vida. De una cosa estaba seguro... aquella mujer le había dejado con suficientes fantasías como para mantener las sábanas mojadas en un futuro muy largo.

Unos días más tarde, compró el primer ejemplar del Wall Street Journal en diez años y empezó a ver las noticias sin cesar para apartarla de su mente.

A mediados de marzo, Jesse recibió un paquete del tamaño de una maleta desde Cincinatti. Con el corazón desbocado, lo abrió en espera de encontrarse una carta.

Pero sólo apareció una caja dentro con un casco negro de motocicleta antiguo, el ideal para el clima de la isla. No había carta ni dirección, sólo un corto mensaje:

He dejado de fumar, así que tú tienes que empezar a usar el casco. Rachel.
Quizá si la viera una sola vez, fuera del ambiente de la isla, podría quitársela de la cabeza. La temporada de béisbol estaba a la vuelta de la esquina y podría tomarse un fin de semana largo para ir al Riverfront Stadium y parar a verla. Ver si sus ojos seguían siendo tan café caramelo como las llanuras de la isla.

Antes de cambiar de idea, agarró el teléfono y marcó su número y su extensión del trabajo. Cuando sonó el pitido para que dejara el mensaje, la boca se le secó por completo.
-Eh, hola, Rachel. Soy Jesse St.James. Hoy es viernes, diecinueve de marzo y probablemente ya hayas acabado el trabajo. Gracias por el casco. Me encanta, de verdad. Y enhorabuena por haber dejado de fumar. Eh, escucha...

Se detuvo cuando el intenso pitido le interrumpió y una voz mecánica le dio las gracias.

Lanzó una sarta de maldiciones y marcó de nuevo.

-Eh, Rachel, soy Jesse de nuevo. Se me ha cortado. Escucha, estaba pensando en ir al Riverfront a ver a los Rojos jugar. Me preguntaba si tendrías tiempo para salir conmigo, quizá cenar o comer... o algo... después. Si pudieras...

El tono le cortó de nuevo y la llamada se desconectó.

-¡Maldita sea! -masculló mientras llamaba de nuevo.

-Rachel, soy Jesse... de nuevo. Si te apetece ver el partido, llámame al tres, cero, cinco, cinco, cinco, cinco. Adiós.

Colgó arrepintiéndose de su brusca despedida. Debería haberle dicho que estaba deseando verla, hablar con ella, acostarse con ella...

Bueno, ahora la pelota estaba en su terreno. Si ella quería verlo, ya llamaría.

Mientras tanto en Cincinatti

-No puedo creer que te vayas, Rachel.

Finn sacudió la cabeza con tristeza y rodeó la botella de cerveza con las dos manos.

-Sí -intervino Susan-. ¿Cuánto tiempo ha sido? ¿Nueve años?

Rachel miró la fecha en su reloj.

-Déjame ver. Diecinueve de marzo. Dentro de seis semanas más harían los diez años.

-Un brindis -propuso Finn-. Por la valiente de Rachel y porque tenga el restaurante más famoso de la ciudad de Atlanta.

-¡Eso, eso! -coreó el grupo.

-Gracias a todos por haber conseguido que cada día fuera un gran reto. Y me alegro de que hayamos tenido tanto éxito con el proyecto. Os echaré a todos mucho de menos.

Posó la mirada en el grupo de dos docenas de compañeros que la rodeaban y después en Finn. Él se había tomado su despedida casi tan mal como sus padres, pero por fin había aceptado que no tenían un futuro romántico juntos y al menos se despedían como amigos.

Después de otra ronda de bebidas y unas cuantas historias más, la gente empezó a mirar a los relojes para volver con sus familias.

-¿Si el restaurante fracasa, volverás con nosotros, Rachel?

Finn lanzó un bufido.

-No fracasará, no te preocupes. Rachel dice que un restaurante tiene que ser muy malo para fracasar en Atlanta.

Ella asintió con las mejillas ardientes al recordar las palabras de Jesse.

-Alguien me lo contó una vez. Desde luego, espero que sea verdad.

¿Qué diría Jesse si la viera ahora? Al pensar en la fotografía de San Valentín enmarcada en la cómoda de su casa, una sonrisa le surcó la cara. Llevaba todo el día pensando en él, quizá porque pronto recibiría su paquete.

-¿Qué es tan divertido? -preguntó Finn.

-Es que soy feliz, eso es todo.

-Me gustaría saber lo que te pasó en Key West -murmuró él-. ¿Tuviste una experiencia mortal o algo así?

-No -contestó ella con una carcajada-. A veces, alejarte te da un poco más de perspectiva. Gracias por organizar esta fiesta de despedida.

-Me alegro de haberlo hecho. ¿Quieres que te lleve a casa?

-No, gracias. Me gustaría pasarme por la oficina a recoger un par de cajas que dejé.

-Te las he traído yo. Están en el maletero de mi coche.
Ella le dirigió una sonrisa de profundo afecto. -Gracias, así no tendré que volver a un despacho vacío hubiera llamado. Al final empezó a sentirse furioso. Él la había encontrado acorralada, arruinada, sucia y asustada y la había ayudado en todo lo que había podido. Lo menos que podía hacer era dedicarle cinco minutos y devolverle la llamada.

Los viernes por la noche eran los peores días y ése en particular se encontraba en la oficina con su nuevo ordenador portátil leyendo las interminables listas de los precios de las acciones con una botella de cerveza e intentando no pensar en ella. .
¿Y si la llamaba otra vez? ¿Qué diablos? Ya le había dejado tres mensajes, si mal no recordaba.

En ese momento, una llamada en la puerta interrumpió sus pensamientos.

-¿Sí?

Parker asomó la cabeza dentro.

-¿Tienes un minuto, Jesse?

-¡Claro! Pasa.

El caballero cerró la puerta tras él y se quitó las gafas de leer.

-Jesse, comprendo que han pasado pocos días, pero estoy ansioso por saber si has pensado en mi oferta.

Jesse se cruzó de brazos.

-Bueno, claro que lo he hecho, Parker. Es demasiado dinero como para no pensarlo siquiera. Pero que me ahorquen si entiendo para qué quieres este bar.

-No es tan complicado, hijo. Tengo el dinero, me paso aquí la mayor parte del tiempo y bueno, francamente, mi agente piensa que una taberna propia sería una buena publicidad.

Jesse enarcó las cejas y su amigo tuvo el detalle de sonrojarse.

-¿Es que piensas cambiar de nombre para necesitar más publicidad?

Parker se encogió de hombros con una sonrisa inocente.

-Quizá.

Jesse lanzó una carcajada y sacudió la cabeza. -Sólo hay un problema, viejo amigo. -¿Y cuál es?

-¿Y qué diablos haría yo?

Parker lanzó un bufido sin darle importancia a la pregunta de Jesse.
-Tú ya has tenido tu pequeño descanso. Creo que es hora de que sigas con tu vida y aproveches tu talento. Vuelve a las inversiones, que es lo que se te da bien.

Jesse frunció el ceño.

-Parker, sé que hay mucho dinero en Key West, pero esto no es exactamente el foco financiero del sur.



-Tú eres un hombre libre. Puedes ir adonde quieras: Miami, Orlando... Atlanta.

Jesse se puso tenso en espera de la sensación de ahogo que siempre le producía pensar en su tierra, pero esa vez sólo recordó las cosas que más amaba de la ciudad: sus maravillosos cielos, su ritmo ajetreado, su clima suave, las azaleas brillantes, los pinos y los Rojos.

Acarició la idea un momento y se encogió de hombros.

-Quizá lo intente de nuevo... algún día.

-Esta vez podrías empezar tu propio negocio.

Jesse apretó los labios asintiendo despacio.

-Buscar mis propios clientes y tratarlos a mi manera -se llevó los dedos a las sienes-. ¡Maldita sea, Parker! Piensa en todo el dinero que he dejado de ganar para otra gente en todos estos años.

El viejo sonrió.

-Siempre habrá más dinero que ganar, hijo, pero puedo ver en tus ojos que vas a tomar una decisión sensata en esta nueva dirección. Ya pareces más... enérgico.

Sentí que estabas buscando un cambio desde que la chica se fue.

No hacía falta que dijera quién era la chica. Por primera vez empezó a sentirse demasiado bien como para discutir. Amar a Rachel... se detuvo asustado ante la idea. Sí, amar a Rachel había sido una catálisis para su mente y su cuerpo y le había recordado que estaba vivo y que tenía un intelecto privilegiado.
-Tendré que ponerme al día con algunos cursos, renovar mi licencia y buscar una oficina.

-Podrías mantener tu pequeña casa de aquí. Yo me encargaría de alquilártela si quieres. Y con el dinero de la taberna podrías encontrar una bonita oficina, digamos en el centro financiero.

Jesse le señaló con el dedo.

-Desde luego.

-Un amigo mío está remodelando un antiguo edificio de diez plantas en pleno centro comercial de Atlanta. Ya sabes, apartamentos, oficinas y todo eso. Si quieres, podemos ir el próximo fin de semana a verlo.

-Suena estupendo -dijo Jesse con la adrenalina ya acelerada.

Confiaba en el buen gusto de Parker por completo.

-Entonces, ¿tenemos trato con lo del bar?

Parker extendió la mano.

Jesse miró la diminuta oficina sórdida en la que había pasado diez años intentando buscarse a sí mismo y bebiendo. Entonces alzó la vista hacia su amigo y le estrechó la mano con firmeza.

-Trato hecho.



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Este es el penultimo capitulo de este Fic, espero que les guste, espero sus comentarios...prontamente habrá nuevos fic que les encantarán, como siempre St.Berry..gracias a todos

Woww emy, como se pudo despedir y como siempre por culpa del metiche de finn ella no supo que jesse le hablo

Estuvo fantastico

Espero ansiosa actualizacion

Tatislutz* escribió:Woww emy, como se pudo despedir y como siempre por culpa del metiche de finn ella no supo que jesse le hablo

Estuvo fantastico

Espero ansiosa actualizacion

El capitulo final lo publicaré el dia viernes, ya que debo pensarlo muy bien, ya que siento que el fic ha quedado muy lindo, Gracias amiga nuevamente por leerlo... :D

Penúltimo capítulo :(

Con lo que amo este Fic!

Es una pena que se acabe tan pronto...

Rachel entrará en el mundo de los restaurantes...y en Atlanta...

Jesse volverá a Atlanta....

Es probable que se reencuentre!

Me llena de satisfacción esto.

Espero impacientemente tu último capítulo :)

noo jesse no se puede ir rachel va a llegar y no va a saber q hacer xD
no qiero q sea el ultimo capitulo me gusta este fic y este jesse :)
me dan rabia por q no se dicen directamente q se qieren?! si se lo hubieran dicho quizas rachel no se hubiera ido y si lo hubiear hecho habrian mantenido contacto :/

Emy ya se va a acabar el fic

me han encantado todos los capitulos

ahh Jesse piensa que Rachel no le importo la llamada pero ella ni en cuenta que el le hablo

Jesse volvera a Atlanta ahhhh

Espero el final del fic saludos

qqqqqqqqqqqqqqqq penúltimo????????
Como nos haces esto.
En este capítulo te he querido golpear y dar de besos por las cosas escritas jajajaa
Como es posible que Jesse la haya dejado partir.
Como es posible que ella se fuera.
Lo del beso es lógico, yo misma lo hubiera hecho, ¿Cierto chicas?
Ahora Rachel va empezar una nueva vida y aun guarda la foto con Jesse...
Jesse no la olvida, tienen que juntarse.
Por son testarudos y no se llaman, deberían hacerlo, bueno Jesse si lo hizo si no fuera por Finn ella se hubiera enterado.
Mi pregunta es se juntaran ahora que ambos van para el mismo lugar y a iniciar sus propios negocios??
Espero tu próximo capítulo.

amiga que paso entre con la esperanza de que de cumpleaños leer el final pero ya que no pues te digo espero que la proxioma vez que entre si este, aunque no me gustaria que se acabara, pero tambien la impacienci por leerlo, ok saludos y nos vemos espero pronto

Pequeño e inmaculado, el Penique Brillante mostraba cientos de monedas de un penique pegadas en las mesas y los taburetes sellados con metacrilato. Rachel se enorgullecía de usar los ingredientes más frescos y nuevos menús cada día.

A las pocas semanas, los clientes de la hora del almuerzo habían aumentado en grandes proporciones, pero la mañana seguía siendo floja.

Jan, una joya de empleada que había encontrado en la escuela culinaria le aconsejó:

-Necesitas un gancho.

Entonces, recordando el cartel del Rey del Ron, colocó una enorme pancarta en la ventana: De 7 a 9, la primera taza de café un penique.

El plan funcionó. En poco tiempo, los yuppies del edificio descubrieron el café y siempre acababan tomando un donuts o una tostada.

Rachel y su contable se maravillaban de cómo iban los números. Hacia finales de mayo tuvo que contratar a otra empleada para los envíos fuera del restaurante y ya le habían encargado algunos banquetes. Y agradecía el tener mucho trabajo para apartar la mente de otros objetivos imposibles.

Dejó de cortar rebanadas de pan fresco para mirar por la ventana y ver cómo pasaba la gente bajo la lluvia.

-¿Has visto a alguien que conoces? -preguntó Jan.

-No -dijo Rachel con suavidad sacudiendo la cabeza.

Debía estar perdiendo la cabeza si creía que había visto a Jesse St.James entre los hombres de negocios que paseaban por Atlanta.

-Ahora está tranquilo. ¿Por qué no te tomas un descanso?

Rachel asintió agradecida y se fue a la diminuta oficina, donde se sentó a la mesa y suspiró escuchando la lluvia. Aparte de mandarle el casco de moto no se había puesto en contacto con Jesse por miedo a que con su encanto le diera falsas expectativas. Pero ese día se sentía irremisiblemente impulsada a hablar con él, o a dejarle un breve mensaje aunque fuera.

Agarró el teléfono y pidió el del Rey del Ron en información.

-Lo siento, señora. No hay ningún bar llamado así.

-Está en la calle Herald -insistió Rachel.

-Lo siento. No está listado.

-¿Y St.James? ¿Jesse St.James?

-Tengo a un Randolph St.James III.

Rachel sonrió con sorpresa.

-Sí, póngame, por favor.

El teléfono sonó tres veces y Rachel esperó con el corazón desbocado. ¿Qué podía decirle? ¿Que le amaba y no dejaba de pensar en él?

Pero contestó el teléfono la voz joven y firme de una mujer. A Rachel se le cayó el alma a los pies.

-¡Hola? -repitió la mujer-. ¿Hay alguien ahí?

Rachel colgó abatida. Había sido una fantasía soñar que Jesse pensara en ella.
Jesse se detuvo en la entrada del edificio de la oficina que había alquilado la semana anterior, sacudió el paraguas en el enorme felpudo y se pasó los dedos por el pelo para quitarse las gotas de agua. Se había cortado el pelo en cuanto le habían renovado la licencia y se había puesto una diminuta chispa de oro en vez del aro. Los pantalones rasgados habían dado paso a unos vaqueros y nuevas camisetas sin logos junto con algunas chalecas sin mangas.

Había entrado en el edificio por otra puerta para escapar de la lluvia y echó un vistazo a su alrededor. Delante tenía una tintorería, la oficina de un banco y un mini supermercado. A la derecha estaban los ascensores, un pasillo que daba al ala este del edificio y un café nuevo.

Sonrió al leer el nombre y se llevó la mano al penique que llevaba atado bajo la camiseta. Por mucho que lo había intentado el mes anterior, no había conseguido quitarse a Rachel de la cabeza.

Cuando vio el cartel de la ventana con la oferta de un penique, el pecho se le contrajo de la coincidencia y avanzó hacia el café.

Entonces sacudió la cabeza y se fue hacia los ascensores. Sólo estaba buscando recuerdos de Rachel, se dijo a sí mismo al mirar a sus espaldas.

Pero al ver el destello de una melena castaña, el corazón le dio un vuelco.

Se detuvo a pocos pasos y miró fijamente al café con incredulidad. Era imposible que Rachel estuviera en Atlanta, pero que trabajara en un café en el mismo edificio de su oficina, sería ya un milagro.

Pero siguió avanzando y tropezando con los ejecutivos que se cruzaban con él.

¡Era ella! La boca se le secó por completo. Rachel estaba sonriendo a alguien a quien no podía ver y le pasaba una taza de plástico y una bolsa marrón. Estaba preciosa, con el pelo apartado de la cara y recogido con una fina redecilla. Parecía más pálida que nunca con el delantal blanco. ¿Cómo era posible que pudieran estar al mismo tiempo en el mismo lugar?

Entonces lanzó una carcajada ante su propia inocencia.

Parker. El perro viejo sabía que Jesse estaba enamorado de ella sin remedio aunque ni él mismo lo reconociera.

Caminando hacia el Penique Brillante, la sangre le retumbaba en los oídos. ¿Era el nombre del café una indicación de que pensaba en él, de que su breve aventura le había supuesto algo más profundo?

Ella estaba de pie, de espaldas a él, cortando lechuga en una tabla. El delantal se amoldaba a sus preciosas curvas y a Jesse se le secó la garganta de nuevo.

Una atractiva mujer morena lo atendió:

-¿En qué puedo servirlo?

-Café, por favor. Con nuez de cola, azúcar, crema y un poco de canela.

A Rachel se le paralizaron las manos y el corazón le dio un vuelco. Era imposible, por supuesto. Jesse no podía estar allí. Con miedo a romper la fantasía, se dio la vuelta despacio. El hombre que tenía ante el mostrador la estaba mirando fijamente con una sonrisa. Se parecía poco al atractivo y desenfadado camarero que había conocido en Key West, ahora vestido con una elegante camisa deportiva y vaqueros. Pero nunca podría olvidar aquellos inconfundibles ojos plateados.
-¿Jesse?

-Hola, Rachel -se acercó más al mostrador-. ¡Este mundo es un pañuelo!

-¿Qué estás haciendo aquí?

-Pedir un café.

El corazón le aleteó con cautela por miedo a hacerse ilusiones. Sólo porque se hubiera cruzado en su camino, no quería decir nada. Buscando algo que hacer con las manos, le sirvió una taza de rico y negro café. A pesar de lo que había pedido, sabía que a Jesse le gustaba el café solo.

-Aquí tienes -dijo saliendo del mostrador con una sonrisa vacilante-. Lo siento. No hay Kahlúa.

Se miraron el uno a otro en silencio durante varios segundos. Quizas tratando de decirse lo que sentían solamente con la mirada. Rachel no sabía qué pensar, pero sabía que tenía que decir algo.

-¿Cómo has sabido dónde encontrarme?

-No lo sabía. Hasta que pasé por aquí, no tenía ni idea de que estabas viviendo en Atlanta. Me he venido a vivir aquí hace un par de semanas y mi oficina está en la planta octava de este mismo edificio.

A ella se le cayó el alma a los pies, pero consiguió sonreír.

-¿O sea, que esto es sólo una coincidencia?

-Donde ande metido Parker Grimes, no creo que exista la palabra coincidencia.

O sea que Parker los había reunido. No era que Jesse la hubiera buscado... Probablemente no habría pensado en ella ni una sola vez desde que se fue. Se sintió como una idiota, añorando a un hombre que evidentemente no sentía lo mismo por ella.

-Rachel, ¿cuándo te trasladaste?

-A mediados de marzo. El diecinueve.

En la cara de Jesse apareció una sonrisa, ¿de alivio?, que la intrigó. Pero desapareció al instante.

-¿Vino tu novio contigo?

-¿Novio?

-Finn.

-Por supuesto que no. Nunca hemos sido novios.

El asintió inquieto. Bajó la mirada y su expresión se hizo ininteligible. Rachel odiaba la rígida formalidad con que se estaban tratando. La despreocupación y química de la isla parecían haber volado. ¿Buscaría Jesse ahora una forma educada de evadirla ya que se cruzarían en el camino bastante a menudo?

Con el corazón en un puño, miró hacia el mostrador.

-Debo volver con mis clientes -murmuró-. Me alegro de haberte vuelto a ver. Quizá la próxima vez me puedas contar lo de tu negocio.

Jesse asintió.

-¡Desde luego! Sería estupendo -se apartó del mostrador y entonces chasqueó los dedos y esbozó una sonrisa de disculpa-. Casi me olvidaba de pagar el café.
Rachel deseó que no se hubieran cruzado nunca, al menos así sus recuerdos seguirían siendo mágicos. Deseando acabar la escena lo antes posible, murmuró:

-De acuerdo, es un penique.

Vio como Jesse deslizaba un dedo alrededor del cuello y tiraba de un cordón de cuero. Cuando lo dejó sobre el mostrador, vio el penique... el penique brillante que le había arrojado desde el barco. Lo había guardado cerca del corazón. Los pulmones se le expandieron y alzó la mirada hacia él con asombro.

-Te quiero, Rachel.

Jesse se metió tras el mostrador y le dio un apasionado beso y la atrajo hacia sí. Ella recibió su boca con un grito de alegría olvidándose de los clientes y de todo menos de sus palabras y la maravillosa presión de sus labios. El corazón estaba apunto de estallarle.

Cuando por fin se separaron, ella murmuró:

-Yo también te quiero.

El suspiró.
-¿Por qué no me lo dijiste?

-¿Por qué no me lo dijiste tú?

-Te llamé, pero cuando no me respondiste...

-¿Me llamaste? -gimió ella-. ¿Cuándo?

-El mismo día que te viniste aquí -dijo él sacudiendo la cabeza-. ¿Puedes creer qué mala suerte? Te dejé un mensaje en la oficina suplicándote que me dejaras venir a verte.

Ella sonrió y deslizó los brazos alrededor de su cuello asimilando su nueva apariencia.

-¿Suplicando?

Jesse se sonrojó.

-Bueno, algo así. Compré la máquina de capuchinos.

Rachel lanzó una carcajada.
-Yo también lo hice, quiero decir llamarte.

Él abrió mucho los ojos.

-¿Cuándo?

-Hace una hora. Me contestó una mujer.

-La inquilina -contestó él frotando la frente contra la de ella-. ¿Me llamaste para suplicarme que viniera a verte?

-Bueno, algo así.

La sonrisa de Jesse se ensanchó.

-¿Crees que debemos llamar a Parker para darle las gracias?

Ella asintió.

-Después.

Jesse enarcó las cejas, entonces gimió y la atrajo a sus brazos.

-Vamos a mi oficina. Ahora.

Rachel empezó a quitarse apresurada el delantal mientras le informaba a su empleada que se tomaría un descanso largo para el almuerzo. Pero se detuvo para agarrar el cordón del mostrador y alzarlo a la luz. ¿Quién hubiera creído que embarcarse en aquel estúpido Club de Cupido hubiera traído el amor a su vida? Jesse le apretó la mano y el corazón se le inflamó de amor por el hombre que había cambiado la dirección de su vida.

Cuando el penique giró brillante, se fijó en la mirada amorosa de Jesse y dijo:

-¿Quién dice que un penique no va demasiado lejos?


***********************************************************************A mis fieles lectoras, espero que lea haya gustado esta nueva fantasia de mi pareja favorita, los St.Berrys, se que no quisieran que el fic terminara, pero cada cosa llega a su final, espero que les guste, pues lo hize con mucho cariño, para que nunca nos olvidemos que la mejor pareja de la seria sue, es y será St. Berry, un beso grande a todas y espero sus comentarios.

Divino, por fin se reencontraron.
Me encantó que Jesse guardara el penique en su cuello. Fue tan especial que le pagara con esa moneda.
Pobre Rachel ya se había puesto triste pensando que Jesse tenía otra mujer y la había olvidado.
Los dos juntos nuevamente y por fin dijeron lo que sentían.
Me ha encantado mucho el final de este fic, felicitaciones lo has vuelto a conseguir :D

Siento no haber podido comentar antes.

El reencuentro fue perfecto :)

Rachel aún tenia dudas pero con esa declaración de Jesse creo que todas ellas se les han desvanecido.

Ahora los dos estan juntos y no pierden el tiempo xD

M encanto el final!! :)

no sabia que habais acttualizado!! soy muy mensa xD yo pensaba en q por q no actualizabas si qedaba solo un capitulo
me alegra q se hallan reunido denuevo aunq me hubiera gustado saber más sobre que pasó o que van a haceer pero el tan solo hecho de que se halllan dicho t qiero me alegra xD

q lindo final Emy ! :)
fue taaan romántico cuando se reencontraron :')
gracias x este hermoso fic..
te estaré leyendo si sigues creando fics.. xq eres inqre escribiendo ;D

hola¡¡

no habia tenido tiempo de leer tu fic pero ahora que lo lei me encanto, lo ame, me encanto este jesse en realidad me encanta de todas formas

bueno espero que sigas escribiento mas fics me encanta como escribes

bye