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Mensaje por MissHeatherRivera Dom Ene 20, 2013 7:15 pm

Hola, Bueno muchas Ya me conocen, otras pueden ser que apenas se interesaron en este Fanfic, solo quiero recalcar, que esta Historia es una ADAPTACIÓN, de un libro que me dejo demaciado y se los quiero compartir.

Este libro me encontró millones de sentimientos, como dice en la Reseña Pueden muchas personas pasar a leerlo, pero tengan por seguro que les dejara una lagrima. A si que quien quiera leerlo adelante. ya que también tiene partes hermosas eh interesantes este hermoso LIBRO.



_______________

PROLOGO














Santana acaba de cumplir 16 años. Y tiene cáncer.

A pesar de que un tratamiento ha conseguido reducir su tumor de forma casi
milagrosa, es una enferma terminal. Los médicos no pueden decirle cuánto tiempo
le queda; solo sabe que debe vivir pegada a un tanque de oxígeno y sometida a
continuos tratamientos.

Desde hace unas semanas, Santana forma parte de un grupo de apoyo donde
otros chicos como ella comparten sus experiencias. En realidad, ella acude más
por obligación que por voluntad; ¿qué sentido tiene hablar con otras personas de
lo que nadie puede cambiar?

Pero su vida da un verdadero vuelco cuando conoce a Brittany Pierce… se
preguntaran: ¿quién es Brittany? ¿Y cómo puede cambiar una sola persona la historia de otra?...






CAPITULO 1








A finales del invierno de mi decimoséptimo año de vida, mi madre llegó a la
conclusión de que estaba deprimida, seguramente porque apenas salía de casa,
pasaba mucho tiempo en la cama, leía el mismo libro una y otra vez, casi nunca
comía y dedicaba buena parte de mi abundante tiempo libre a pensar en la
muerte.

Cuando leemos un folleto sobre el cáncer, una página web o lo que sea,
vemos que sistemáticamente incluyen la depresión entre los efectos colaterales del
cáncer. Pero en realidad la depresión no es un efecto colateral del cáncer. La
depresión es un efecto colateral de estar muriéndose. (El cáncer también es un
efecto colateral de estar muriéndose. La verdad es que casi todo lo es.) Aunque
mi madre creía que debía someterme a un tratamiento, así que me llevó a mi
médico de cabecera, el doctor Jim, que estuvo de acuerdo en que estaba hundida
en una depresión total y paralizante, que había que cambiarme la medicación y
que además debía asistir todas las semanas a un grupo de apoyo.

El grupo de apoyo ponía en escena un elenco cambiante de personajes en
diversos estadios de enfermedad tumoral. ¿Por qué el elenco era cambiante? Un
efecto colateral de estar muriéndose.

El grupo de apoyo era de lo más deprimente, por supuesto. Se reunía cada
miércoles en el sótano de una iglesia episcopal de piedra con forma de cruz. Nos
sentábamos en corro justo en medio de la cruz, donde se habrían unido las dos
tablas de madera, donde habría estado el corazón de Jesús.

Me di cuenta porque Patrick, el líder del grupo de apoyo y la única persona
en la sala que tenía más de dieciocho años, hablaba sobre el corazón de Jesús en
cada PUÑETA reunión, y decía que nosotros, como jóvenes supervivientes del
cáncer, nos sentábamos justo en el sagrado corazón de Cristo, y todo ese rollo. Bla...Bla..


En el corazón de Dios las cosas funcionaban así: los seis, o siete, o diez
chicos que formábamos el grupo entrábamos a pie o en silla de ruedas,
echábamos mano a un decrépito surtido de galletas y limonada, nos sentábamos
en el "círculo de la confianza" y escuchábamos a Patrick, que nos contaba por enésima vez la miserable y depresiva historia de su vida: que tuvo cáncer en los
huevos y pensaban que se moriría, pero no se murió, y ahora aquí está, todo un
adulto en el sótano de una iglesia en la ciudad que ocupa el puesto 137 de la lista
de las ciudades más bonitas de Estados Unidos, divorciado, adicto a los
videojuegos, casi sin amigos, que a duras penas se gana la vida explotando su
pasado cancerígeno, que intenta sacarse poco a poco un máster que no mejorará
sus expectativas laborales y que espera, como todos nosotros, que caiga sobre él
la espada de Damocles y le proporcione el alivio del que se libró hace muchos
años, cuando el cáncer le invadió los cojones, pero le dejó lo que solo un alma
muy generosa llamaría vida.


¡Y TAMBIÉN NOSOTROS PODREMOS TENER ESA GRAN SUERTE!


Luego nos presentábamos: nombre, edad, diagnóstico y cómo estábamos
en ese momento.

-Me llamo Santana—dije cuando me llegó el turno—. Dieciséis
años. Al principio tiroides, pero hace mucho hizo metástasis en los pulmones. Y
estoy muy bien...

Una vez concluido el círculo, Patrick siempre preguntaba si alguien quería
compartir algo. Y entonces empezaban las pajas en grupo, y todo el mundo
hablaba de pelear, luchar, vencer, retroceder y hacerse escáneres. Para ser justa
con Patrick, debo decir que también nos dejaba hablar de la muerte, aunque la
mayoría de ellos no estaban muriéndose. La mayoría de ellos llegarían a adultos,
como Patrick. (Eso implica que había bastante competitividad, porque todo el mundo quería derrotar no solo el cáncer, sino también a las demás personas de la sala.

Ya sé que es absurdo, pero es como cuando te dicen que tienes, pongamos por
caso, un veinte por ciento de posibilidades de vivir cinco años. Entonces entran
en juego las matemáticas y calculas que es una posibilidad de cada cinco... así
que miras a tu alrededor y piensas lo que pensaría cualquier persona sana:
"Tengo que durar más que cuatro de estos capullos"

Lo único positivo del grupo de apoyo era Isaac, un chico de cara alargada,
flacucho y con el pelo rubio y liso cayéndole sobre un ojo.

Y sus ojos eran el problema. Tenía un extraño y poco frecuente cáncer de
ojos. De niño le habían extirpado un ojo, y ahora llevaba unas gafas de
botella que hacían que sus ojos parecieran inmensos (los dos, el real y el de
cristal), como si toda su cara se redujera a ese ojo falso y ese ojo verdadero, que
te miraban fijamente. Por lo que pude entender en las raras ocasiones en que
Isaac compartió sus experiencias con el grupo, el cáncer se había reproducido y
amenazaba de muerte al ojo que le quedaba.

Isaac y yo nos comunicábamos casi exclusivamente con la mirada. Cada vez
que alguien hablaba de dietas contra el cáncer, de Esnifar Aleta de tiburón molida
o cosas por el estilo, me lanzaba una mirada. Yo movía ligeramente la cabeza y
resoplaba a modo de respuesta.


El grupo de apoyo era un coñazo, y a las pocas semanas casi tenían que
llevarme a rastras. Por el momento veía con mi madre la tercera etapa de un maratón de doce horas de America’s Nex Top Model , un reality show de la temporada anterior, sobre chicas que quieren ser modelos, que tengo que admitir que ya había visto, pero me daba igual.


- Me niego a ir al grupo de apoyo. Mamá¡¡

- Uno de los síntomas de la depresión es no tener interés en nada.

-Déjame ver el reality, por favor. Es hacer algo.

- Ver la televisión no es hacer algo.

- Uf, mamá, por favor.

-Santana, eres una adolescente. Ya no eres una niña pequeña.
Tienes que hacer amigos, salir de casa y vivir tu vida.

-Si quieres que sea una adolescente, no me mandes al grupo de apoyo.
Cómprame un DNI falso para que pueda ir a la disco, beber vodka y fumar
algunos porros.

-Para empezar, tú no fumas porros.

- Mira, eso lo sabría si me consiguieras un DNI falso.

- Vas a ir al grupo de apoyo.

- UFFFFFFFFFFFF. porkeeeeee¡¡¡

- Santana, te mereces una vida.

Me callé, aunque no llegaba a entender qué tenía que ver ir al grupo de
apoyo con la vida. Aun así, acepté ir después de negociar con mi madre el derecho a grabar los episodios del reality que iba a perderme por causa de ir al estupido Grupo.

Fui al grupo de apoyo por la misma razón por la que hacía tiempo había
permitido que enfermeras que solo habían estudiado un año y medio para sacarse
el título me envenenaran con productos químicos de nombres exóticos: quería que
mis padres estuvieran contentos. Solo hay una cosa en el mundo más más jodida que tener cáncer a los dieciséis años, y es tener un hijo con cáncer. Wuupy.


Mi madre se paró en doble fila detrás de la iglesia a las 16.56. Fingí trastear
un segundo con mi bombona de oxígeno solo para perder tiempo.

-¿Quieres que te Ayude?
-No, está bien —contesté.

La bombona verde pesaba poco, y tenía un carrito de metal para
arrastrarla. Me lanzaba dos litros de oxígeno por minuto a través de una cánula,
un tubo transparente que se dividía en dos a la altura del cuello, me rodeaba las
orejas y se introducía en mis fosas nasales. Necesitaba ese artilugio porque mis
pulmones pasaban olímpicamente de ser pulmones.

-Te quiero -me dijo mi madre cuando salí del coche.

-Y yo a ti, mamá. Nos vemos a las seis.

-¡Haz amigos! -exclamó por la ventanilla mientras me alejaba.

No quise coger el ascensor porque en el grupo de apoyo coger el ascensor
significa que estás en las últimas, así que bajé por la escalera. Cogí una galleta,
me llené un vaso de plástico de limonada y me di la vuelta.

Una chica me miraba fijamente.

Estaba segura de que no la había visto antes. Como era alta yde buen cuerpo, la
silla escolar de plástico en la que estaba sentada parecía de juguete. Tenía el pelo
de color dorado, liso y largo. Parecía de mi edad, quizá un año más, y había
pegado el trasero al fondo de la silla, en una postura lamentable, con una mano
medio metida en un bolsillo de sus vaqueros oscuros.

Miré hacia otro lado, porque de pronto fui consciente de que iba hecha una
pena. Llevaba unos vaqueros viejos que alguna vez habían sido ajustados, pero
que ahora me colgaban por todas partes, y una camiseta negra de un grupo de
música que ya no me gustaba. En cuanto al pelo, lo llevaba cortado a lo paje, y ni
siquiera me había molestado en cepillármelo. Además tenía los mofletes
ridículamente inflados, como una ardilla, un efecto colateral del tratamiento.
Parecía una persona de proporciones normales con un globo por cabeza. Eso
por no hablar de los tobillos hinchados. Pero le lancé una mirada rápida y vi que
sus ojos seguían clavados en mí.

Me pregunté por qué la gente lo llamaba "contacto" visual.

Me dirigí a la sala y me senté al lado de Isaac, a dos sillas de distancia de la
chica. Volví a echar un vistazo, y seguía mirándome.

Les digo una cosa: estaba hermosa. Si una chica que no está linda te mira
de arriba abajo, en el mejor de los casos te sientes incómoda, y, en el peor, te
sientes agredida. Pero una chica que está bueno... en fin.

Saqué el móvil y pulsé una tecla para ver la hora: las 04:59 El Tiempo se
completó con los infelices adolescentes de doce a dieciocho años, y entonces
Patrick empezó la oración de la serenidad: "Dios, concédeme serenidad para
aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo
cambiar y sabiduría para entender la diferencia". La chica seguía mirándome.
Sentí que me ruborizaba.

Al final decidí que la mejor estrategia era mirarla yo a élla. Al fin y al cabo, las
chicas no teneos ningun problema para eso o si?. Así que la observé detenidamente mientras Patrick comentaba por enésima vez que era impotente, etcétera, y enseguida la cosa se convirtió en una competición de miradas. Al rato la chica sonrió y desvió por fin sus ojos azules. Cuando volvió a mirarme, alcé las cejas para darle a entender que yo había ganado.

La Chica encogió los hombros. Patrick siguió hasta que por fin llegó el
momento de las presentaciones.

—Mike, quizá te gustaría empezar hoy. Sé que estás pasando por un
momento difícil.

—Sí —contestó Mike—. Me llamo Mike y tengo diecisiete años. Parece
que tienen que operarme dentro de dos semanas. Después de la operación me
quedaré ciego. No me quejo ni nada de eso, porque sé que muchos de ustedes
están peor, pero, bueno, en fin, ser ciego es una Porqueria. Aunque mi novia me
ayuda y sobre todo Amigas como Britt.

Señaló con la cabeza a la chica, que ahora tenía nombre

-En fin -continuó diciendo Mike mirándose las manos, con las que había
formado una especie de tipi- no hay nada que hacer.

-Puedes contar con nosotros, Mike —dijo Patrick—. Vamos a decírselo
a Mike, chicos.

Y hablamos todos a la vez:

-Puedes contar con nosotros, Mikee¡¡

El siguiente fue Michael, de doce años. Tenía leucemia. Siempre había
tenido leucemia. Estaba bien. (O eso dijo, aunque había cogido el ascensor.)

Linda tenía dieciséis años y era lo bastante guapa para ser objeto de las
miradas del tío bueno. Era una asidua con un cáncer de apéndice que había
remitido hacía mucho tiempo. Yo ni siquiera sabía que el cáncer de apéndice
existía hasta que la oí nombrarlo. Dijo

-como había dicho todas las veces en que yo había ido al grupo del apoyo siempre intento ser alegre- que se sentía fuerte, y a mí, con aquellas protuberancias que expulsaban oxígeno y me hacían cosquillas en la nariz, me pareció una chulería.

Intervinieron otros cinco chicos antes de que le tocara a él. Cuando le llegó
su turno, sonrió ligeramente. Tenía una voz grave, ardiente y terriblemente sexy:

-Me llamo Brittany Pierce. Tengo diecisiete años. Hace un año y medio
me diagnosticaron un osteosarcoma, pero estoy aquí solo porque Mike me lo ha
pedido.

-¿Y cómo estás? —le preguntó Patrick.

-Muy bien. - Esbozó una sonrisa torcida—. Estoy en una montaña rusa
que no hace más que subir y...Subir.

Cuando me llegó el turno, dije:

—Me llamo Santana y tengo dieciséis años. Cáncer de tiroides que ha pasado
a los pulmones. y...Estoy bien.

La hora pasó enseguida. Se contaron peleas, batallas ganadas en guerras
que sin duda se perderían. Se aferraban a la esperanza. Se habló de la familia,
tanto bien como mal. Estaban todos de acuerdo en que los amigos no lo
entendían. Se derramaron lágrimas y se recibió consuelo. Ni Brittany , ni
yo volvimos a hablar hasta que Patrick dijo:

—Brittany, quizá te gustaría compartir tus miedos con el grupo.

—¿Mis miedos?

—Sí.

—Me da miedo el olvido. —Habló sin pensárselo un segundo—Le temo
como el ciego al que le da miedo la oscuridad.

—No te adelantes —intervino Mike esbozando una media sonrisa.

—¿He sido poco delicada? —preguntó Brittany—. Puedo ser bastante
ciega con los sentimientos de los demás.

Mike se reía, pero Patrick levantó un dedo amonestador:

—Brittany, por favor, sigamos contigo y con tu lucha. ¿Has dicho que te
da miedo el olvido?

—Sí, eso he dicho —contestó Brittany.

Patrick parecía perdido.

—Bueno, ¿alguien quiere hablar de este tema?

Yo había dejado el instituto hacía tres años. Mis padres eran mis dos
mejores amigos. Mi tercer mejor amigo era un escritor que no sabía que yo
existía. Era una persona bastante tímida, de las que no levantan la mano.
Pero por una vez decidí hablar. Levanté ligeramente la mano.

—¡SANTANA! —exclamó de inmediato Patrick con evidente alegría.

Estoy segura de que pensó que estaba empezando a abrirme y a formar
parte del grupo.

Miré a Brittany Pierce, que me devolvió la mirada. Sus ojos eran tan
azules que casi podías verte en ellos.

—Llegará un día en que todos nosotros estaremos muertos —dije—.
Todos nosotros. Llegará un día en que no quedará un ser humano que recuerde
que alguna vez existió alguien o que alguna vez nuestra especie hizo algo. No
quedará nadie que recuerde a Aristóteles o a Cleopatra, por no hablar de
vosotros. Todo lo que hemos hecho, construido, escrito, pensado y descubierto
será olvidado, y todo esto —continué, señalando a mi alrededor— habrá existido
para nada. Quizá ese día llegue pronto o quizá tarde millones de años, pero,
aunque sobrevivamos al desmoronamiento del sol, no sobreviviremos para
siempre. Hubo tiempo antes de que los organismos tuvieran conciencia de sí
mismos, y habrá tiempo después. Y si te preocupa que sea inevitable que el
hombre caiga en el olvido, te aconsejo que ni lo pienses. Dios sabe que es lo que
hace todo el mundo.

Aprendí estas cosas de mi anteriormente mencionado tercer mejor amigo,
Peter van Houten, el solitario autor de Un dolor imperial, el libro que yo
consideraba la Biblia. Peter van Houten era la única persona con la que había
tropezado que: a) parecía entender qué es estar muriéndose, y b) no se había
muerto.

Cuando acabé, la sala se quedó bastante rato en silencio. Observé una
amplia sonrisa la cara de Brittany, no la medio sonrisita torcida de la chica que
pretendía ser sexy mientras me miraba fijamente, sino su sonrisa de verdad,
demasiado grande para su cara.

—Joder —dijo Brittany en voz baja—, qué chica tan más rara.

Ninguno de las dos volvimos a decir nada hasta que terminó la reunión. Al
final tuvimos que cogernos todos de las manos, y Patrick empezó otra oración.

—Señor Jesucristo, nos hemos reunido en Tu corazón, literalmente en Tu
corazón, como supervivientes del cáncer. Tú y solo Tú nos conoces como nos
conocemos a nosotros mismos. Guíanos hacia la vida y la luz en nuestra dura
prueba. Te rogamos por los ojos de Mike, por la sangre de Michael y Jamie, por
los huesos de Brittany, por los pulmones de Santana y por la garganta de James.
Te rogamos que nos cures y que podamos sentir Tu amor y Tu paz, que rebasa
toda comprensión. Y no olvidamos a los queridos compañeros que se marcharon
contigo: Maria, Kade, Joseph, Haley, Abigail, Angelina, Taylor, Gabriel...

La lista era larga. El mundo está lleno de muertos. Y mientras Patrick siguió
con su cantinela, leyendo la lista de una hoja de papel, porque era demasiado
larga para que se la supiera de memoria, mantuve los ojos cerrados e intenté
centrarme en la oración, pero sobre todo imaginaba el día en que mi nombre
pasara a formar parte de esa lista, al final de todo, cuando ya todo el mundo
hubiera dejado de escuchar.

Cuando Patrick acabó, pronunciamos todos juntos un estúpido mantra

—HOY ES EL MEJOR DÍA DE NUESTRA VIDA— y se dio por finalizada la
sesión. Brittany se levantó de la silla y vino hacia mí. Sus andares eran
tan torcidos como su sonrisa. Era mucho más alta que yo, pero se quedó a cierta
distancia de mí, así que no tuve que estirar el cuello para mirarlo a los ojos.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó.

—Santana.

—Me refiero a tu nombre completo.

—Ah... Santana Lopez

Estaba a punto de decirme algo cuando Mike se acercó.

—Espera —añadió Bruttany levantando un dedo, y se volvió hacia Mike

—.Ha sido mucho peor de lo que decías.

—Te dije que era una pena.

—¿Por qué pierdes el tiempo en estas cosas?

—No lo sé. Quizá ayuda.

Brittany se acercó a su amigo creyendo que yo no la oiría.

—¿Esta chica suele venir?

No oí el comentario de Mike, pero Brittany le contestó:

—Se lo diré.

Sujetó a Mike por los hombros y se separó un poco de él:

—Cuéntale a Santana lo de la clínica.

Mike apoyó una mano en la mesa de la merienda y dirigió a mí su enorme
ojo.

—Vale. Pues que he ido a la clínica esta mañana y le he dicho a mi cirujano
que prefería quedarme sordo a ciego. Y él me ha dicho: "Las cosas no funcionan
así". Y yo: "Ya, ya entiendo que no funcionan así. Lo único que digo es que
preferiría quedarme sordo a ciego si pudiera elegir, pero ya sé que no puedo». Y
él me ha dicho: "Bueno, la buena noticia es que no vas a quedarte sordo". Y yo
le he soltado: "Gracias por explicarme que mi cáncer de ojos no va a dejarme
sordo. Ya veo que tengo la inmensa suerte de que una gran eminencia como
usted se digne operarme".

—Parece un ganador —le dije—. Voy a intentar pillar un cáncer de ojos
para poder conocer a ese tipo.

—Te deseo suerte. Bueno, tengo que irme. Tina está esperándome. Voy
a mirarla mucho mientras pueda.

—¿Contrainsurgencia mañana? —preguntó Brittany.

—Por supuesto.

Mike se giró y subió corriendo la escalera, de dos en dos.
Brittany se volvió hacia mí.

—Literalmente —me dijo.

—¿Literalmente? —le pregunté.

—Estamos literalmente en el corazón de Jesús —añadió—. Pensaba que
estábamos en el sótano de una iglesia, pero estamos literalmente en el corazón de Jesús.

—Alguien debería informarle a Jesús —le comenté—. Vaya, puede ser
peligroso almacenar en el corazón a niños con cáncer.

—Se lo diría yo misma —dijo Brittany—, pero por desgracia estoy
literalmente encerrada dentro de Su corazón, así que no podrá oírme.
Me reí, y élla sacudió la cabeza sin dejar de mirarme.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

—Nada —me contestó.

—¿Por qué me miras así?

Brittany esbozó una media sonrisa.

—Porque eres guapa. Me gusta mirar a las personas guapas, y hace un
tiempo decidí no privarme de los sencillos placeres de la vida.

Se quedó un momento en un incómodo silencio.

—Bueno —siguió diciendo—, sobre todo teniendo en cuenta que, como
bien has comentado, todo esto acabará en el olvido.

Me reí, o suspiré, o lancé una especie de bufido parecido a la tos.

—No soy gua... —empecé a decir.

—Te pareces a Shay Mitchell, a la Shay Mitchell de Pretty Little Liars, Bueno aun que tu mas bonita

—No la he visto —le dije

—¿En serio? —me preguntó—. A una preciosa chica de pelo largo que se enamora de una chica en la cual le ayudaba a seguir adelante sin importarle lo que ambas puedan sufrir.

Estaba claro que estaba ligando. Y la verdad es que me volvía loca. Ni
siquiera sabía que los chicas podían volverme loca, quiero decir en la vida real.

Una chica más joven pasó por nuestro lado.

—¿Qué tal, Sugar? —le preguntó.

—Hola, Britt —le contestó la chica sonriendo.

—Del Memorial —me explicó.

El Memorial era el gran hospital universitario.

—¿Adónde vas tú? —me preguntó.

—Al Infantil —le contesté en voz más baja de lo que pretendía.
Asintió. La conversación parecía haber terminado.

—Bueno —añadí señalando ligeramente con la cabeza los escalones que
nos conducían literalmente al exterior del corazón de Jesús.
Incliné el carrito para que se apoyara en las ruedas y empecé a andar. Élla
cojeó a mi lado.

—Nos vemos el próximo día, ¿no? —le pregunté.

—Tienes que ver esa hermosa Serie

—Vale —le contesté—. La buscaré.

—No. Conmigo. En mi casa —me dijo—. Ahora.

Me detuve.

—Casi no te conozco, Brittany. Podrías ser una asesina en serie.

Brittany asintió.

—Tienes razón,.

Siguió andando y me dejó atrás. El jersey blanco le ceñía los hombros.
Caminaba con la espalda recta y se inclinaba ligeramente hacia la derecha
mientras avanzaba con paso firme y segura sobre lo que supuse que era una
pierna ortopédica. Algunas veces el osteosarcoma se te lleva una extremidad
para probarte. Si le gustas, se lleva el resto.

La seguí escaleras arriba, pero como subía despacio, porque a mis
pulmones no se les daban bien las escaleras, iba quedándome atrás.
Llegamos al parking, fuera ya del corazón de Jesús. La brisa primaveral era
algo fresca, y la luz del atardecer, de una delicadeza divina.

Mi madre todavía no había llegado, y era raro, porque casi siempre estaba
esperándome cuando salía. Miré alrededor y vi que una chica asiatica de mediana estatura y con curvas había arrastrado a Mike contra la pared de piedra de la iglesia y lo besaba apasionadamente. Estaban tan cerca que oía los extraños sonidos de sus lenguas pegadas, y a Mike diciéndole "Siempre", y a la chica repondiéndole "Siempre".

De pronto Brittany se detuvo a mi lado.

—Son muy aficionados a pegarse el lote en plena calle —murmuró.

—¿Qué es eso de "siempre"?

El ruido de lametones aumentó de volumen.

- "Siempre" es su rollo. Siempre se querrán y esas cosas. Palabra que se
habrán mandado "siempre" por SMS unos cuatro millones de veces en
el último año, y me quedo corta en el numero de veces.

Llegaron otros dos coches, que se llevaron a Michael y a Alisa. Ahora
Brittany y yo estábamos solas, observando a Mike y a Tina, que se
embalaban como si no estuvieran apoyados en un lugar de culto. Me preguntaba si era agradable. No lo parecía, pero decidí
perdonar a Mike porque estaba quedándose ciego. Ya se sabe que los sentidos
tienen que pegarse un festín mientras todavía tienen hambre.

—Imagínate la última vez que vas al hospital —le dije en voz baja—. La
última vez que vas a conducir un coche.

—Estás cortándome el rollo, Santana —contestó Brittany sin mirarme

—Estoy intentando contemplar el amor juvenil en todo su torpe esplendor.

—Creo que está haciéndole daño a sus labios —le comenté.

—Sí, es difícil determinar si está excitándola o haciéndole una revisión de
labios mas adentro.

Brittany se metió la mano en un bolsillo y sacó un paquete de
cigarrillos, nada menos. Lo abrió y se colocó un cigarrillo entre los labios.

—¿Estás loca? —le pregunté—. ¿Que te crees? Vaya, ya mandaste la historia a la FREGADA¡¡

—¿Qué historia? —me preguntó volviéndose hacia mí muy seria.

El cigarrillo, sin encender, colgaba de la comisura de sus labios.

—La historia de una chica que no es fea, ni tonta, ni parece tener nada malo,
que me mira, me señala usos incorrectos de la literalidad, me compara con una
actriz y me pide que vaya a ver una Serie a su casa. Pero, claro, siempre tiene
que haber un estupido GRANO EN EL ARROZ, joder, y la tuya es que, aunque TIENES UN PUTO CÁNCER, das dinero a una empresa a cambio de la posibilidad de tener MÁS CÁNCER, joder. Te aseguro que no puedes respirar y fumas eso¡¡ todo esto es FRUSTANTE¡¡¡ MUY FRUSTANTE¡¡¡ YA ME VOY.

—¿Que te pasa? —me preguntó.

El cigarrillo, todavía entre sus labios, le tensaba la mandíbula.
Desgraciadamente, tenía una mandíbula preciosa.

—Un error fatal —le aclaré apartándome de élla.

Me dirigí hacia el bordillo de la acera y dejé a Brittany detrás de mí. En
ese momento oí que un coche arrancaba al final de la calle. Era mi madre. Fijo
que había estado esperando a que hiciera amigos.

Sentía crecer en mí una extraña mezcla de decepción y cabreo. La verdad
es que ni siquiera sabía lo que sentía, solo que era muy fuerte, y quería dar un
guantazo a Brittany y también cambiarme los pulmones por otros que no
pasaran olímpicamente de ser pulmones. Estaba en el bordillo de la acera con mis
Converse, los grilletes en forma de bombona de oxígeno en el carrito, a mi lado,
y en cuanto mi madre se acercó, sentí que me cogían de la mano.
Me solté, pero me giré hacia élla.

—Los cigarrillos no te matan si no los enciendes —me dijo mientras mi
madre se acercaba al bordillo—. Y nunca he encendido ninguno. Mira, es una
metáfora: te colocas el arma asesina entre los dientes, pero no le concedes el
poder de matarte.

—Una metáfora —añadí dudando.

Mi madre estaba ya esperándome.

—Una metáfora —me repitió.

—Decides lo que haces en función de su connotación metafórica... —le
contesté.

—Por supuesto —me contestó con una sonrisa de tonta, de oreja a oreja

—Soy un gran aficionado a las metáforas,

Me giré hacia el coche y di unos golpecitos en la ventanilla, hasta que bajó.

—Voy a ver una peli con Brittany Pierce —le dije a mi madre— Grabame los siguientes capitulos del maratón del reality, por favor..






__________________________Continuara...
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Mensaje por Invitado Dom Ene 20, 2013 7:57 pm

Es un comienzo algo "Fuerte"?.. se podría decir.. Estás tocando un tema bastante dificil, pero creo que promete mucho..
Nueva fiel seguidora de este fic.. y el otro tambien está buenisimo!
Me encantó como San cambió de idea, y ya se va con Britt a "ver pelis" :)
Espero que actualizes pronto..
Como se llama el libro?? :B
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Mensaje por AndyexD Dom Ene 20, 2013 10:58 pm

OMG! Seguire este fic tenlo por seguro...
Hasta el proximo cap
Saludos!(:
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Mensaje por Boobs McGee Lun Ene 21, 2013 12:21 am

Ayss que triste pero interesante adaptacion!
Me gusto mucho este cap. Britt sin palabras me ha dejado
"—No. Conmigo. En mi casa —me dijo—. Ahora."
Me ha encantado esa parte :)
Espero al próximo cap. Nos leemos! ...Por cierto, cual es el titulo del libro? :)
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Mensaje por Juliet st James Mar Jul 02, 2013 9:26 pm

Fanfic cerrado por inactividad, si el autor desea reabrirlo solo tiene que hacer una solicitud vía MP a un moderador, administradora y de inmediato será reabierto
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