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Mensaje por Elisika-sama Sáb Ago 10, 2013 9:32 am

wowww, esa Quinn que fiera mas sobreprotectora sobre su amiga jajajaja
santana no tiene nada de buena suerte, intentando animar a brittany, va y mete la pata, aunque tampoco ha sido culpa suya pero es un escena muy comica.

espero la continuacion impaciente
besos
Elisika-sama
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por brittana-bitches!!! Sáb Ago 10, 2013 9:48 am

Uuuh san que tierna . Aunque la jodio un poquito hiso el esfuerzo . Cada vez mas cerca las brittana siii
espero que san saque de una vez por todas esa muralla y que britt la pase jajajaaj




saludosss . Espero tu actu
brittana-bitches!!!
brittana-bitches!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por Silfide Sáb Ago 10, 2013 3:56 pm

Holaa!
Me gusto el capítulo, pudimos conocer más de la vida de Santana. Me gusta que sea ahora amiga de Noah sin resentimientos, al revés intentando ayudarla.
Luego, lo de Santana con el hueso fue muy tierno aunque metió la pata (sin saberlo claro) pero aún así fue bonito intentando solucionar las cosas. Cada vez se acercan más *-*
Lo de Quinn no se me parece raro que le caiga tan mal sin conocerla pero quién sabe ella sabrá jaja
Estaré esperando el siguiente capítulo. Besos (:
Silfide
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Mensaje por f_snix Dom Ago 11, 2013 12:21 am

Me ha encanto tu fic espero ansiosa el sig cap me.gusto saludos aki me tendras leyendote
f_snix
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por Maitehd Dom Ago 11, 2013 1:01 am

Elisika-sama escribió:wowww, esa Quinn que fiera mas sobreprotectora sobre su amiga jajajaja
santana no tiene nada de buena suerte, intentando animar a brittany, va y mete la pata, aunque tampoco ha sido culpa suya pero es un escena muy comica.

espero la continuacion impaciente
besos
Hola! Cierto, en las dos cosas tenes razón. Quinn es protectora con Brittany,y pobre Santana xD
Gracias por comentar, y en un par de minutos ya subo el siguiente capítulo. Besos! :D

brittana-bitches!!! escribió:Uuuh san que tierna . Aunque la jodio un poquito hiso el esfuerzo . Cada vez mas cerca las brittana siii
espero que san saque de una vez por todas esa muralla y que britt la pase jajajaaj




saludosss . Espero tu actu
Hola! Gracias por animarte y comentar. Sí, pobre Santana intentando acercarse y la jode :/ Y cada vez van a estar más cerca :3 Para eso supongo que vas a tener que esperar, qizás un poquito o quizás mucho xD
En unos minutos actualizo. Besos! :D

Silfide escribió:Holaa!
Me gusto el capítulo, pudimos conocer más de la vida de Santana. Me gusta que sea ahora amiga de Noah sin resentimientos, al revés intentando ayudarla.
Luego, lo de Santana con el hueso fue muy tierno aunque metió la pata (sin saberlo claro) pero aún así fue bonito intentando solucionar las cosas. Cada vez se acercan más *-*
Lo de Quinn no se me parece raro que le caiga tan mal sin conocerla pero quién sabe ella sabrá jaja
Estaré esperando el siguiente capítulo. Besos (:
Hola! Pues si va a ver más de su amistad durante el transcurso de los capítulos. Sí, pobre Santana, intenta arreglar las cosas y mete la pata u.u Y cada vez van a estar más cerca :3
Lo de Quinn se sabrá más adelante bien todo xD
Gracias por comentar :D
En unos minutos subo el capítulo. Besos! :D

f_snix escribió:Me ha encanto tu fic espero ansiosa el sig cap me.gusto saludos aki me tendras leyendote
Hola! Me alegra que te encante el fic, y que hayas comentado. Me gusta saber que continuarás leyendo, y espero que también comentando.
Me gustaría aclarar que es una adaptación de un libro.
En unos minutos subo el siguiente fic. Gracias por comentar. Besos! :D
Maitehd
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Finalizado FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Seis-

Mensaje por Maitehd Dom Ago 11, 2013 1:28 am

Hola! Bueno, como tengo tiempo decidí subir hoy un nuevo capítulo, quizás suba uno mañana o el lunes, voy a ver. Tengo tiempo para subirlos, pero si los subo todos muy seguidos la historia acabará pronto, así que ustedes deciden. Este es el capítulo 6 y son 19 capítulo, así que voy a ver si subo un capítulo por día o un capítulo cada dos o tres días.
Gracias por comentar, a quienes vienen comentando, y a quienes se animaron a comentar.
Espero que quienes leen y no comentan, en algún momento se animen y comenten algún capítulo.
En este capítulo hay más acercamiento Brittana, se que puede que les guste eso :3
Bueno, les dejo el capítulo.
Gracias por leer y comentar.
Besos! :D

CAPÍTULO SEIS

El mes de junio estaba a la vuelta de la esquina. Santana aún no estaba histérica, pero si no descifraba el sistema de resultados de ventas de Jim en uno o dos días, no tardaría en desquiciarse. Era un talante al que no estaba acostumbrada y no pensaba enfilar por aquel camino si podía evitarlo. Cabeceó, abrumada, consultando cosas en el ordenador y preguntándose cómo diablos había organizado Jim sus archivos. Todos los expedientes estaban desordenados.

Como no tenía a nadie a quien recurrir, Santana sopesó los pros y los contras de preguntar a Brittany si sabía dónde estaba el balance final que le hacía falta. Tenía cifras de cada vendedor, pero no encontraba nada sobre material de oficina, gastos de viaje, envíos y otros puntos que necesitaba para que Sue Sylvester aprobase el presupuesto del año siguiente. No quería que Brittany creyese que tenía dificultades, pero estaba contra las cuerdas y, además, sin duda Brittany conocía los pormenores de la lógica organizativa de Jim... o, más bien, de su falta de lógica.

Santana hizo girar la silla, dispuesta a afrontar lo inevitable, para ver qué hacía Brittany. Pero se desanimó al comprobar que obstaculizaba su visión una mujer con pantalones caqui, polo burdeos y botas de trabajo. Tenía una caja en la mano y hablaba con Brittany. Quinn Fabray.

Genial. —Santana frunció el ceño ante la intimidante figura—. Lo que me faltaba para rematar el día.

Respiró a fondo para fortalecerse contra una posible tormenta de hielo, salió de su despacho y se acercó a la mesa de Brittany. Los luminosos ojos azules de Brittany saltaron de la cara de su malhumorada amiga a la de Santana.

Hola —dijo a Santana con una sonrisa que parecía sincera.

Santana saludó con un gesto de cabeza a Quinn.

Señorita Fabray.

Señorita López —respondió Quinn a su vez. Ni siquiera se miraron a los ojos.

Santana se dirigió a Brittany:

Necesito que me ayudes. —Nada más pronunciar las palabras, se preguntó si Brittany tenía idea de lo mucho que le había costado decirlas.

Claro. —Brittany se levantó.

Quinn retrocedió para permitir que Brittany saliese de su cubículo y se apresuró a decir:

Entonces, este fin de semana, ¿de acuerdo? —Santana se fijó en que los ojos de Quinn no se apartaban ni por un instante del rostro de Brittany.

Brittany parecía despistada.

En La Viuda Negra —aclaró Quinn—. Te reunirás allí con nosotras, ¿no?

En los ojos de Brittany centelleó algo que Santana interpretó como incredulidad.

Quinn salió al pasillo, hablando a toda prisa.

Creo que la pelirroja tan mona que te invitó a las copas la última vez también irá. —Guiñó un ojo y añadió—: Ya sabes lo mucho que te aprecia. —Se volvió y, prácticamente, desapareció volando mientras Brittany permanecía en medio del pasillo, parpadeando y con la cara como un tomate.

Santana percibió la vergüenza que, como el calor, exudaba Brittany y sospechó que ambas mujeres se traían entre manos una pequeña estrategia. «¡Qué interesante!», pensó para sí.

En un intento por mitigar la vergüenza de Brittany, dijo:

¡Vaya! ¿Te ha traído un paquete?

Brittany ahogó una exclamación y clavó la vista en el suelo, tal vez esperando que se abriese y la tragase.

No entiendo los malditos informes de Jim —continuó Santana con toda naturalidad, y regresó a su despacho—. ¿Podrías decirme dónde guardaba sus cosas?

Miró a Brittany, esperando haber aliviado la situación y despejado cualquier dificultad. Pero Brittany estaba como traumatizada y era incapaz de establecer contacto visual. Lentamente, entró en el despacho de Santana.

Santana se sentó tras su mesa y señaló varias cosas en la pantalla del ordenador.

¿Qué es esto? —preguntó—. ¿Y por qué no encuentro los informes de gastos? ¿No deberían estar aquí?

Brittany permaneció detrás de la silla, con una mano en el respaldo, y se inclinó sobre el hombro de Santana para manejar el ratón. Un suave aroma estimuló los sentidos de Santana. Nunca habían estado tan juntas, y tuvo que esforzarse para no ponerse en evidencia. Miró la mano de Brittany sobre el ratón y el dedo que hacía clic. La piel del brazo estaba cubierta por una fina capa de vello rubio y sedoso, y varias pecas rodeaban el codo. Cuando Brittany habló, Santana se centró por fin en la pantalla.

A Jim le gustaba ocultar sus archivos aquí. —Brittany deslizó el cursor sobre una lista de encabezamientos—. No sé por qué. Era muy raro con esas cosas. Si quieres te ayudo a buscar el resto. Sé dónde está casi todo. No era muy organizado.

¿Y no podríamos montar un sistema que nos resultase de fácil manejo a las dos?

Sí, claro. —Brittany se apartó del sillón de Santana, con expresión tímida y mortificada.

La consternación de Brittany distraía a Santana, que suspiró.

Brittany, tranquilízate. No sé de qué iba el asunto, pero no me importa. Supongo que la señorita Fabray te habrá contado que nos conocimos en La Viuda Negra la semana antes de que yo empezase a trabajar aquí. Por tanto, ya imaginas que tu sexualidad no me escandaliza en lo más mínimo.

De acuerdo. —Una ligera sensación de alivio se reflejó en el rostro de Brittany. Parpadeó y miró a Santana a los ojos—. ¿Puedo preguntarte una cosa?

Por supuesto.

¿Quién es el tipo de la foto? —Brittany señaló el marco que estaba sobre la mesa.

¿Él? —Santana cogió la foto—. Es Noah. Mi ex marido y mejor amigo. —Dejó la foto en la mesa y sonrió—. En realidad, primero es mi mejor amigo y luego mi ex marido. Fue hace muchísimo tiempo.

¿Estuviste casada?

Hace muchísimo tiempo —repitió Santana, aún sonriendo. Alzó la vista y dijo—: Pareces sorprendida, ¿por qué? ¿No tuviste novio en el instituto o en la universidad?

Brittany asintió con cautela, y Santana se dio cuenta de que la desconcertaba el giro íntimo de la conversación. Aunque no tenía pensado contar su vida, se sentía segura confiándose a Brittany y continuó:

No sólo fui una planta tardía, sino que me costó años, hasta casi los treinta, aceptar quién era. Quién soy.

¿Y quién eres? —Brittany se mostró más cómoda de repente, y Santana comprendió que le gustaban aquellas conversaciones... personales y sinceras. Y aún le sorprendió más ver que también ella estaba disfrutando. Tenía por costumbre evitar aquellos temas.

Una vieja bolera, eso es lo que soy.

Brittany se rió a carcajadas, con los ojos resplandecientes, como si Santana le hubiese confiado un gran secreto. Se daba la circunstancia de que, aunque su sexualidad no era tema confidencial, Santana confiaba realmente en que Brittany fuese discreta. No albergaba el menor temor ni dudaba de que Brittany respetaría su privacidad. Ni por un segundo se le ocurrió que Brittany aparecería en La Viuda Negra ese fin de semana contando a sus amigas que su jefa era una gorda lesbiana.

«¿Por qué confío en ti?» quería preguntar, pero preguntó en cambio:

¿Te sientes mejor?

¿Sabiendo que nuestra región de ventas de Emerson está a cargo de dos lesbianas? Rotundamente.

La resplandeciente sonrisa de Brittany hizo a Santana inexplicablemente feliz.

Estupendo —dijo—. Ahora explícame cómo consigo esos informes antes de que Sylvester baje para llevarse mi cabeza en bandeja de plata.

El teléfono estaba sonando cuando Santana introdujo la llave en la cerradura. Se apresuró, dejó caer todo al suelo del vestíbulo y se abalanzó sobre el inalámbrico.

Hola, hermana. ¿Qué tal la vida en el pueblo?

El cuerpo de Santana se relajó, como siempre al oír el cálido tono de la voz de su hermano menor.

Bien. Muy bien. ¿Cómo estás? ¿A qué se debe la llamada?

¿Acaso no puedo llamar para hablar con mi hermana de vez en cuando? —Santana notó la ironía en el tono de J.J. e imaginó su rostro de facciones marcadas. Seguramente no se había afeitado y tenía el pelo negro y rizado demasiado largo. Ambas cosas lo hacían parecer mucho más joven de los cuarenta años que tenía en realidad y seguía atrayendo a las chicas.

Claro que puedes. Aunque nunca lo haces.

Eso sí que me ha dolido.

Santana se rió, dispuesta a ceder.

¿Cómo están Jenna y los niños?

Hablaron sobre los hijos de J.J. y sobre otros miembros de la pequeña familia López. Santana se sirvió una copa de vino y se recostó en el suave sofá de piel, poniendo los pies sobre la mesita de roble mientras su hermano le contaba los últimos proyectos escolares, las clases de baile y los partidos de rugby. No se había sentido tan tranquila desde su llegada a Rochester y le habría gustado que su hermano siguiese hablando toda la noche.

¿Qué tal el trabajo? —Preguntó J.J. tras agotar sus reservas de novedades—. ¿Cómo te tratan en Emerson?

Su hermano no tenía la mentalidad empresarial ni la experiencia ejecutiva de Santana; era asesor pedagógico en su antigua escuela, pero sabía escuchar y siempre se le ocurrían sugerencias o soluciones interesantes que Santana ni siquiera había considerado.

Le habló de su trabajo, de que no la apreciaban demasiado los vendedores y de la desastrosa gestión de Jim. También habló de la competencia de Brittany y de su capacidad de trabajo.

No tienen ni idea de lo que han ganado al contratarte —dijo J.J.—. Pondrás a funcionar el departamento de ventas en un abrir y cerrar de ojos.

Santana sonrió ante la declaración de fe.

Eso espero.

¿Y qué tal el aspecto personal? ¿Has salido? ¿Conoces gente? ¿Hay chicas monas en tu edificio?

Por Dios, J. —Santana no pudo contener la risa, no sólo por la facilidad de su hermano para cambiar de tema en un segundo, sino también por su capacidad para ir directo al grano—. No he visto ninguna... mona... monada en mi edificio, no. Aunque conozco a un par de lesbianas. Trabajan conmigo, en realidad.

¡No me digas!

Te parecerá increíble, pero mi secretaria es lesbiana.

¿La Brittany de la que me has hablado?

La misma.

¿Es guapa?

Guapísima. —Santana sonrió, consciente de la veracidad de la respuesta.

Pues a por ella.

Sí, claro. Soy su jefa, J.

No has dicho que no sea tu tipo o que no te interese nada.

Santana dejó que el silencio hablase por ella.

Oh, Santana, venga ya. —Su hermano bajó la voz y adoptó un divertido tono conspiratorio—. ¿Un pequeño affaire clandestino en la oficina? Tal vez sea lo que necesitas: mover un poco ese encasillado mundo tuyo.

Disculpa, pero no estoy encasillada. Y mi mundo no necesita ningún movimiento, gracias. Y desde luego, no me interesa comprometerme con nadie del trabajo.

Vale, vale. Sólo era una sugerencia.

Santana cambió de tema.

¿Cómo está papá?

Bien. Ocupado. Ya lo conoces: golf, consejos de administración y póquer. Deberías llamarlo.

También podría llamarme él. —Santana habló sin pensar, con una amargura que empañó las palabras—. Llevo casi un mes aquí.

Ya lo sé.

La relación de Santana con su padre era polémica, y J.J. había actuado de parachoques durante años. Estaba acostumbrado y sabía cómo acababan aquel tipo de conversaciones.

No sé por qué me importa tanto —dijo Santana.

Porque lo quieres y eres buena persona —respondió J.J.—En realidad, está muy orgulloso de ti. La semana pasada presumió ante sus compañeros de póquer de tu maravilloso nuevo trabajo y de que Emerson había ido detrás de ti y te había ofrecido muchísimo dinero para que aceptases trabajar con ellos... lo cual fue un gran paso para ti. Siempre habla de esas cosas con la gente.

¿Crees que se moriría si me las dijese a mí alguna vez? —Santana percibió el dolor y la ira de su propia voz. Era una discusión muy vieja, y la idea de dar vueltas al mismo asunto la hartaba—. Jamás lo entenderé, J.

Tal vez no tengas por qué entenderlo. Es así y nada más.

Tras unos instantes, Santana preguntó:

¿Y eso qué es, tu versión de terapia barata?

J.J. se rió con ganas, algo que Santana adoraba.

Oye, mi terapia no es tan barata, marisabidilla.

Si tú lo dices...

Antes de que cuelgues, Lex quiere saludarte.

Santana puso los ojos en blanco y sonrió. Lex era su sobrina de dos años. No le gustaba nada hablar por teléfono, y sus conversaciones se limitaban a balbuceos, pero el hecho de que quisiese hablar con «tía Santana» conmovía a Santana de forma inexplicable.

Santana emitió alentadoras exclamaciones durante tres minutos que se le antojaron veinte de indescifrable conversación con la adorable pequeña antes de que J.J. se apiadase y cogiese el teléfono.

¿Te has enterado de algo? —preguntó J.J., riéndose.

Creo que no —respondió Santana, alegremente—. Pero Lex lo ha intentado, igual que un niño que conocí hace mucho tiempo.

Está aprendiendo palabras nuevas continuamente. El otro día dijo «joder», y Jenna casi me mata.

Santana soltó una carcajada, recordando que también ella había enseñado a su hermano a decir tacos.

Muy bien, hermana mayor. Ya estoy harto de ti. —Era su frase habitual de conclusión, y a Santana le encantaba—. ¿Cuándo vas a venir a visitarnos?

Tengo que recoger un par de cajas en el sótano de papá, así que me pasaré por ahí.

Y quieres ver a tus sobrinos.

Y quiero ver a mis sobrinos. Debo presentar el presupuesto antes del próximo fin de semana, y luego dedicaré varios días a dormir. ¿Qué te parece el segundo o tercer fin de semana de junio?

Avísanos. Jenna se pondrá contentísima.

Se despidieron, y Santana colgó, con una sonrisa en los labios.

Su hermano era buena persona, el hilo que había mantenido a la familia unida tras la muerte de su madre diez años antes. Si por Santana fuese, prácticamente no habría vuelto a ver a su padre, cosa de la que se avergonzaba.

Llenó de nuevo la copa de vino, cogió el maletín y fue al dormitorio, deteniéndose junto a una mesa rinconera para mirar el retrato de boda de sus padres. Se veían muy felices. Su padre estaba muy elegante y atractivo con su esmoquin, el cabello negro retirado de la frente y una postura perfecta que parecía indicar que el traje se había inventado expresamente para él. Su madre estaba irresistible con el traje blanco que dejaba los hombros al descubierto y con los bucles negros, el único atributo físico que Santana había heredado de ella. J.J. había heredado los alegres ojos verdes y la pálida piel alabastrina. Los ojos negros como el carbón de Santana (incluyendo la forma, las espesas pestañas y el arco de las cejas) eran iguales a los de John López, como la piel aceitunada y la capacidad de parecer más alta por el porte.

Santana no había tenido una relación muy estrecha con su madre, pero la quería y la echaba de menos. Maribel López había sido una mujer buena y amable, un ama de casa que hacía galletas y mimaba a todos los niños del vecindario. Santana y ella no tenían mucho en común, pero Santana admiraba la fortaleza y generosidad de su madre. Diez años después de que un cáncer de mama se la llevase, Santana seguía añorando hablar con ella, hasta el punto de que a veces incluso levantaba el teléfono y marcaba el primer número antes de comprender que las líneas telefónicas no le permitían comunicarse con ella. El hecho siempre hundía a Santana en la desolación.

Suspiró, deslizando los dedos sobre la foto. El Día de la Madre había pasado y ni siquiera se había acordado de ella. La culpa la envolvió como una niebla. Tenía que visitar el cementerio y llevar flores la próxima vez que fuese a casa.

* * *
Gracias, Frank —dijo Brittany con una sonrisa al entrar por la puerta de empleados que Frank le había abierto. Iba cargada de bolsas que olían a lomo ahumado y pan de maíz.

Esta noche trabaja hasta muy tarde, señorita Pierce. —Frank se adelantó y pulsó el botón del ascensor. Era un policía jubilado que trabajaba tres noches a la semana en el servicio de seguridad de Emerson. A Brittany la calvicie y la rotunda constitución física le recordaban a una versión más joven de su abuelo, ya fallecido.

Brittany alzó el hombro para colocar el bolso, que tendía a resbalar.

Alguien tiene que mantener este sitio en marcha.

Muy cierto. —Frank sonrió, entró en el ascensor y marcó el piso de Brittany—. Den un grito si la señorita López y usted necesitan algo, ¿de acuerdo?

Gracias, Frank —repitió Brittany, mientras las puertas se cerraban.

Tenía que reconocer que se encontraba mucho más cómoda sin su ropa de trabajo. Ocho horas con medias y tacones era lo máximo que podía aguantar; todo lo que excediese eso la ponía de mal humor. Resultaba increíble que se sintiese renovada por el mero hecho de ponerse una sudadera. Naturalmente, no era el atuendo propio de Emerson, pero después de las ocho de la noche a nadie le importaba.

La oficina daba un poco de miedo a aquella hora. No sólo la falta del bullicio habitual creaba un silencio desasosegante, sino que las luces apagadas contribuían a la sensación de ambiente fantasmagórico. Vio que la luz del despacho de Santana proyectaba un rectángulo amarillo sobre las baldosas del pasillo y apretó el paso, riéndose interiormente por actuar como una niña pequeña que había visto demasiadas películas de terror.

Huele a comida. —La voz de Santana resonó en el pasillo, asustando a Brittany, que enseguida se rió de su reacción.

Traigo regalos —dijo Brittany al entrar en el despacho.

Había papeles esparcidos por todas partes. Santana estaba sentada ante su mesa, mirando la pantalla del ordenador, en la que se veían infinitas listas de números. Había un portátil en modo de espera sobre la mesita redonda de la zona de reuniones que serviría de lugar de trabajo a Brittany durante la noche. Habían decidido que facilitaba las cosas compartir el despacho.

¡Qué cómoda te veo! —comentó Santana con una sonrisa irónica—. Estoy celosa.

No tienes por qué. —Brittany dejó las bolsas en el suelo y despejó la mesa. Descolgó el bolso que llevaba al hombro, se sentó en la mesa y lo abrió—. Te he traído algunas cosas, por si acaso.

¿En serio?

Brittany sacó unos pantalones de chándal de color azul marino, una sudadera gris de la Universidad de Rochester, y un par de calcetines de lo más calentitos. Ofreció las prendas a Santana, ruborizándose un poco al ver la conmovida sorpresa de su jefa.

Ha sido todo un detalle por tu parte. —Santana parecía desconcertada.

No sé tú, pero yo trabajo mucho mejor si me siento cómoda—dijo Brittany en tono ligero, tratando de dar a entender que no era para tanto, a pesar de que se había pasado un montón de tiempo escogiendo las prendas—. Seguramente los pantalones te quedarán un poco grandes, pero no te verá nadie más que yo. No quería espantarte con mi chándal manchado y roto de andar por casa hecha una facha, así que traje el de salir a la calle. Hay mucha diferencia, en serio.

Santana parpadeó mientras cogía el montón de ropa que le ofrecía Brittany.

Gracias.

De nada. Cámbiate. —Cogió las bolsas de comida y se dispuso a servir la cena.

Sí, señora. —Había un tono alegre en la voz de Santana que agradó a Brittany.

Brittany apartó el portátil y puso en la mesita redonda dos platos, cubiertos de plástico y servilletas. Salió un momento y cogió dos Coca-Colas Light de la máquina de bebidas de la pequeña cocina.

Abrió todas las cajas de comida; no sabía qué le gustaba a Santana, pero esperaba haber acertado con sus opciones. Olía de maravilla... lomo de cerdo mechado con salsa de barbacoa, patatas fritas, alubias negras con arroz y pan de maíz recién hecho.

Trabajarían hasta la medianoche, pero desde luego no pasarían hambre.

Santana regresó al despacho con el traje colgado de una percha y se detuvo en la puerta.

¡Rayos!

Brittany sonrió.

Me he pasado el día sudando sobre los fogones. Ven a comer. —Deslizó la vista sobre el menudo cuerpo de Santana.

Los pantalones le quedaban demasiado grandes y se había remangado la sudadera, pero estaba adorable. Brittany decidió no comentar nada, sospechando que el adjetivo «adorable» no figuraba entre las preferencias de Santana como descripción personal.

¡Dios, qué bien huele! —Santana se sentó ante la mesita, frente a Brittany—. No sabía el hambre que tenía hasta que he notado este olor en el pasillo.

Lo encargo a menudo en el mismo restaurante, muy cerca de mi casa.

¿Dónde vives?

En la ciudad. Cerca de Culver y la Universidad.

Santana tomó un primer bocado de lomo y cerró los ojos, feliz.

¡Dios mío, esto es la perdición!

La extasiada expresión anonadó a Brittany, que deslizó la lengua sobre el labio inferior.

¿Te gusta? —preguntó, como si la respuesta no estuviese reflejada en el rostro de Santana.

¡Santo Dios! —exclamó Santana, dando cuenta de otro bocado.

Brittany le ofreció una servilleta.

Tienes... —limpió con suavidad la comisura de la boca de Santana—... un poco de salsa. —Carraspeó y clavó los ojos en su propio plato.

Gracias.

Brittany percibió la mirada de Santana y tuvo que esforzarse para no alzar la vista.

¿Y tú dónde vives?

Junto a Park Avenue.

¡Qué bien! No es lejos de mi casa. ¿Tienes un apartamento?

Sí. —Santana cogió un trocito de pan—. ¿Y tú?

Tengo una casita.

¿De verdad?

Hummm. ¿Por qué te sorprende?

Santana observó el rostro de Brittany.

No lo sé. Supuse que vivías sola... y me parece raro que alguien que vive solo tenga una casa.

Vaya. Supusiste que vivía sola. —Brittany arqueó una ceja—.No sé si tomarlo como una ofensa.

Santana se rió, y Brittany sintió una especie de placer perverso por hacerla reír. Santana miró las manos de Brittany.

No llevas anillo.

Ah, una deducción lógica, lo admito.

¿Y correcta?

Brittany tropezó con la oscura mirada de Santana y se sintió descubierta, como si estuviese desnuda ante la mesa y sometida a una profunda observación. Tragó la comida y respondió:

Sí, correcta.

Santana asintió y se centró en la comida.

¿Y tú? —se atrevió a preguntar Brittany.

¿Yo qué?

Ojo por ojo, señorita López. —Santana la miró; Brittany ladeó la cabeza y añadió—: Me da la impresión de que no te gustan las conversaciones personales. Pero yo he hablado, así que debes reconocer que es justo que tú también hables.

Santana amenazó a Brittany con el tenedor.

¿Estabas en el equipo de debates del colegio?

Brittany se rió.

Sí. Y ahora responde a la pregunta.

Sí, señorita Pierce, yo también estoy sola.

Brittany inclinó la cabeza en un gesto de agradecimiento. Sintió una oleada de satisfacción al obtener una respuesta directa de su jefa a una pregunta personal. «Estamos avanzando.»

Comieron en agradable silencio durante un rato. Brittany lanzaba miradas furtivas a Santana de vez en cuando. Se negó a analizar por qué le gustaba tanto mirar a su jefa. Santana era muy guapa y le quedaba de maravilla la ropa de Brittany. No tardó mucho en imaginarse a Santana tendida en su sofá un domingo por la mañana, leyendo el periódico, con una taza de humeante café al lado, descalza y despeinada.

Brittany cabeceó para disipar la inquietante, aunque no desagradable, imagen, y preguntó:

El presupuesto tiene que estar listo mañana, y luego se acabó la presión, al menos durante un tiempo. ¿Qué vas a hacer el fin de semana?

El Día de los Caídos estaba a la vuelta de la esquina, un fin de semana con puente, y Brittany contaba los minutos.

Dedicaré el sábado a dormir. Me muero de ganas. Dormir sólo cuatro o cinco horas está acabando conmigo. Después, no sé qué haré. —Se encogió de hombros—. Tengo que desembalar algunas cosas. Tal vez vea una película.

Se me ocurre una idea.

Santana arqueó las cejas, con gesto expectante.

Mis padres organizan una comida al aire libre el Día de los Caídos. Casi siempre llueve, pero creo que este año tendremos buen tiempo. Es muy informal, la gente entra y sale durante todo el día. ¿Por qué no vienes? Puedes picar algo, conocer a algunas personas, ver mi rostro sonriente y, si te aburres, te marchas cuando te apetezca. —Las palabras salieron de la boca de Brittany como un torrente y, cuando acabó, se mordió el labio inferior, esperando una respuesta.

La expresión de Santana se dulcificó.

Es muy amable de tu parte invitarme, Brittany. Gracias. ¿Puedo decir «quizá» y dejarlo en el aire?

Era la respuesta que Brittany suponía. Le habría sorprendido que Santana aceptase abiertamente. Pero se  había atrevido a formular la invitación y se sentía orgullosa de sí misma.

Por supuesto, te daré la dirección por la mañana.

Acabaron de cenar, tras compartir la comida y robar bocados del plato ajeno como si llevasen años haciéndolo. Al concluir, Santana levantó los brazos sobre la cabeza y bostezó en alto.

Brittany se fijó en la aceitunada piel de la tripita que quedó al descubierto, pero apartó la vista enseguida.

¿Qué me dices? —Preguntó Santana—. ¿Lista para volver al trabajo?

Todo lo lista que se puede estar a las nueve y media de la noche.

Ése es el espíritu que me gusta. Quiero enviar esta propuesta a Sylvester por correo electrónico para que la encuentre en su ordenador cuando llegue mañana. No nos cree capaces de conseguirlo. Vamos a hacer que se caiga de culo. ¿Te parece?

A Brittany le hizo gracia el tono infantil de Santana.

Por supuesto.
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Mensaje por Lorena_Glee Dom Ago 11, 2013 4:33 am

Me encanta!
Y para mi gusto actualiza rápido pliss!
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Mensaje por Elisika-sama Dom Ago 11, 2013 6:11 am

me encanta! por mi prefiero que actualices mas rapido. Da igual que la historia sea corta, lo importante es acabarla y volverla a leer una y otra vez.

jajajaja, yo prefiero que actualices mas rapido, pues esta historia engancha mucho, ademas si se tarda se pierde un poco el hilo y las ansias de: 'que pasara ahora?'

besos y espero una conti prontoo
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El mundo de Brittany FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 2 X


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Mensaje por Bdebeleen Dom Ago 11, 2013 12:12 pm

asdjñasldj me encanta, me encanta! Ya quiero leer más, yo voto porque subas todos los días xd. Buena nada eso, chau :)
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Mensaje por f_snix Dom Ago 11, 2013 2:22 pm

Jajajaja esta excelente el fic jajaja espero la actualizacion espero k salga algo
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Mensaje por Camila18 Dom Ago 11, 2013 2:27 pm

gracias por estos capítulos, me encanta que se estén llevando mucho mejor san y britt, y mas me gusta los pensamientos de britt jajaja gracias por escribir.
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Mensaje por micky morales Dom Ago 11, 2013 5:32 pm

me encanta este fic, todo va poco a poco entre ellas, espero que quinn deje la tonteria y se mantenga al margen!
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Mensaje por Maitehd Lun Ago 12, 2013 12:01 am

Lorena_Glee escribió:Me encanta!
Y para mi gusto actualiza rápido pliss!
Hola! Me alegro que te encante. Y sí, decidí actualizar seguido :D
Gracias por comentar.
Besos! :D

Elisika-sama escribió:me encanta! por mi prefiero que actualices mas rapido. Da igual que la historia sea corta, lo importante es acabarla y volverla a leer una y otra vez.

jajajaja, yo prefiero que actualices mas rapido, pues esta historia engancha mucho, ademas si se tarda se pierde un poco el hilo y las ansias de: 'que pasara ahora?'

besos y espero una conti prontoo
Hola! Me alegre que te encante :D En eso tienes razón, cuando se tarda en subir los capítulos se pierde el hilo de la historia, pero mi idea es no pasar de uno o dos días, a no ser que por fuerza mayor no pueda subir capítulo. Aún así decidí subir todos los días un capítulo, al menos todos los días que pueda :D
Gracias por comentar, en unos minutos subo el capítulo.
Besos! :D

Bdebeleen escribió:asdjñasldj me encanta, me encanta! Ya quiero leer más, yo voto porque subas todos los días xd. Buena nada eso, chau :)
Hola!!! Adivino quien sos o me estoy confundiendo? xD Me alegra que te guste y que hayas comentado :D Voy a subir seguido.
Gracias por comentar! :3
Besos! :D

f_snix escribió:Jajajaja esta excelente el fic jajaja espero la actualizacion espero k salga algo
Hola! En unos minutos subiré el siguiente capítulo.
Gracias por comentar. Besos! :D

Camila18 escribió:gracias por estos capítulos, me encanta que se estén llevando mucho mejor san y britt, y mas me gusta los pensamientos de britt jajaja gracias por escribir.
Hola! Sí, y como dije cada vez más acercamiento entre ellas va a haber, pero no diré nada y dejaré que lo leas :3
Gracias por leer y por comentar. Besos! :D

micky morales escribió:me encanta este fic, todo va poco a poco entre ellas, espero que quinn deje la tonteria y se mantenga al margen!
Hola! Lo de Quinn verás más adelante, sobre ella no quiero decir nada y que sorprenda xD
Es mejor que vaya poco a poco, pero a veces llega al punto que desespera que no suceda anda xD te digo porque eso me pasó cuando lo leí xD
Gracias por comentar. Besos! :D
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Finalizado FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Siete-

Mensaje por Maitehd Lun Ago 12, 2013 12:51 am

Hola! ¿Cómo andan? Antes que nada, quería agradecer por los comentarios, me alegra saber que la historia está gustando y sobre todo que comentan, eso me da ánimos para subir los capítulo. Como todos dijeron que querían actualización seguida, decidí que así será, trataré de subir al menos un capítulo por día, espero poder hacerlo, en caso de que no pueda es por culpa del trabajo xD Así que mañana tendrán el capítulo 8 a esta hora más o menos xD
Este es un capítulo importante para la historia. Quizás no todo el capítulo en sí, pero si sucesos o cosas que se dicen.
Debajo del capítulo, comentaré algunas cosas que no digo antes, porque de lo contrario estaría hablando del capítulo y además puede que no se entienda un poco.
Acá les dejo el capítulo :D

CAPÍTULO SIETE

Santana López no estaba acostumbrada a dejarse dominar por los nervios. Se había empleado a fondo para erradicar esa sensación de su fuero interno y casi nunca la experimentaba. Pero en ese momento, sentada en su BMW negro en Sycamore Street, donde había tenido la suerte de encontrar un sitio para aparcar, contempló la fila de coches aparcados en la misma calle y se preguntó qué diablos pintaba ella allí.

No le parecía buena idea establecer relaciones personales con los empleados, era algo que nunca había hecho. Creaba problemas a largo plazo, así que siempre lo había evitado como el fuego. Pero había algo en la expresión de Brittany cuando la invitó... algo en aquellos malditos ojos azules tan... cálido y seductor que Santana no tuvo más remedio que aceptar. El viernes Brittany deslizó la dirección en la mesa de Santana, dejándola encima del informe que estaba leyendo. No dijo nada; se limitó a sonreír y le guiñó un ojo a Santana. ¡Le había guiñado un ojo!

Y allí estaba. La comida debía de ser todo un acontecimiento, pues oía el bullicio desde el final de la calle. Sopesó sus opciones mientras miraba la botella de vino en el asiento del acompañante. Si se marchaba en aquel momento, Brittany jamás sabría que había llegado hasta allí. Y no tendría que enfrentarse al nerviosismo, la incomodidad o la incertidumbre que nublaban sus ideas. No tendría que conocer a los miembros de la familia de Brittany ni vería a su secretaria con ropa informal, relajada y sonriente. Sí, eso era lo más acertado. ¡Irse sin pensarlo más! ¡Ya!

Mierda —suspiró, cogió la botella y abrió la puerta del coche.

Tras comprobar su reflejo en la ventanilla del coche, se atusó un mechón de cabello suelto, esperando haber escogido la ropa apropiada. Había optado por la sencillez: vaqueros, una camiseta rosa pálido de escote redondo y manga larga por si refrescaba, y zapatos negros informales. Se mesó los cabellos otra vez, suspiró y se dirigió hacia el ruido que salía del jardín trasero del número 77.

Hacía un bonito día, con una temperatura de entre 20º y 25º, algo poco habitual en aquella época del año en Rochester, según había visto Santana en las predicciones meteorológicas. Sin duda, los Pierce habían tenido suerte. El cielo era azul y despejado, y soplaba una suave brisa procedente del lago Ontario que agitaba las hojas tiernas de los árboles. Santana respiró a fondo, saboreando el aire fresco después de tantos días seguidos de encierro.

Sycamore era una agradable calle residencial de las afueras. A diferencia de muchas urbanizaciones nuevas, tenía aceras, y Santana caminó por una sin apresurarse. Las casas estaban bastante separadas, con jardines bien cuidados. Muchos habían empezado a plantar las flores de verano. Santana vio alegrías de la casa y petunias de diferentes colores y recordó lo mucho que a su madre le gustaba plantar flores.

Una mujer mayor, arrodillada, con los guantes de jardinería manchados de tierra, saludó a Santana al pasar:

Bonito día, ¿verdad? —comentó.

Precioso —respondió Santana, pensando por primera vez en mucho tiempo que sería agradable vivir en una de aquellas casitas y plantar flores todas las primaveras.

La casa de los Pierce era grande, de alegre color amarillo, con persianas y molduras blancas. Las puertas delantera y trasera del garaje estaban abiertas y, a través de ellas, Santana vio a una multitud de gente en el jardín de atrás. El recortado césped era brillante y verde, producto de los abonos químicos o el trabajo de un propietario jubilado. En la liza negrura del camino no había ni una brizna de hierba. Tres macetas con hermosos geranios rojos adornaban los sencillos escalones de cemento de la entrada. Era una casa de cuento de hadas: limpia, cálida y acogedora.

Cruzar el garaje y entrar en el jardín trasero era como ingresar en una gigantesca fiesta universitaria. En algún lado retumbaban sones de música rock, y debía de haber unas cincuenta personas hablando, comiendo y bebiendo. El ambiente era agradable, y los invitados, felices, charlaban y reían.

Santana permaneció a un lado, sonriendo. Localizó a Brittany enseguida; de hecho, le sorprendió encontrarla tan enseguida, como si Brittany llevase una especie de buscador para que Santana pudiese encontrarla. Estaba junto a la parrilla, en el medio del jardín. La rodeaban vaharadas de humo de hamburguesas, y se rió con una carcajada musical que llenó el jardín. A su lado un señor mayor empuñaba una espátula mientras le hablaba. Santana se dio cuenta al instante de que era el padre del Brittany, y el vínculo evidente entre ambos la puso triste. Ella nunca había estado tan compenetrada con su padre.

Los vaqueros de Brittany ceñían sus caderas suavemente, y Santana trató de apartar la vista del trasero de su secretaria, sin éxito. Se fijó en la camiseta blanca y en los destellos que el sol arrancaba a sus cabellos rubios, y reprimió un suspiro. Hacía tiempo que había admitido que Brittany le parecía muy atractiva.

Incluso se permitió alentar un par de fantasías sobre ella. Pero contemplarla al otro lado del jardín sin que ella se diese cuenta le aceleró el corazón, cosa que no le gustaba nada. De hecho, su nerviosismo se disparó.

«Tal vez no haya sido tan buena idea», pensó con cierta pena. Si se marchaba en aquel momento, podría escabullirse sin ser vista. Al fin y al cabo, nadie la conocía, y Brittany aún no había reparado en ella.

Como si se tratase de una pista, Brittany se volvió hacia Santana, la miró a los ojos y se le iluminó la cara. Dijo algo al jefe de la parrilla, que también miró a Santana, y luego se acercó a ella.

Santana se movió, incómoda, refunfuñando para sí por la imposibilidad de escapar.

Has venido —dijo Brittany, acercándose a Santana. Su voz rebosaba entusiasmo.

Sí. —Santana le ofreció la botella de vino.

No tenías por qué molestarte. Gracias.

Brittany aceptó la botella, y ambas se miraron, sonriendo, durante unos segundos. Estaban muy cerca, y Santana agradeció que sus zapatos tuviesen un poco de tacón mientras que Brittany llevaba zapatillas deportivas.

¡Vaya fiesta! —exclamó Santana.

Brittany soltó un suspiro de alivio.

Me alegro de verte. Ven. Quiero presentarte a algunas personas. —Cogió a Santana por la muñeca y la llevó hacia el grupo de gente.

En las seis semanas que llevaban trabajando juntas, Santana no había visto que Brittany fuese reservada o tímida ni había percibido en ella signos de retraimiento. Pero en su ambiente, en medio de una congregación de personas que conocía, era aún más expansiva, cariñosa y dulce. Santana, trotando tras ella como un cachorrillo perdido, disfrutaba viéndola charlar con la gente. Cautivaba a las personas mayores, los niños la seguían como si fuera el flautista de Hamelín, e incluso la pareja de perros tiraban de sus correas para que los rascase y los acariciase. Brittany complacía a todo el mundo sin pensarlo dos veces.

Se detuvieron ante la fila de neveras que había en la terraza.

¿Qué te apetece? —Preguntó Brittany, alzando el vino—. ¿Abro la botella? ¿Prefieres una cerveza? ¿Gaseosa? Oh, un momento, tú no eres de aquí. —Sonrió—. Seguramente para ti es soda, ¿verdad?

Santana se rió.

Sí, ¿y qué demonios es eso de «gaseosa»? Una cerveza me vendría bien, gracias.

¿Labatt? ¿Coors? ¿Light? ¿Negra?

¡Cuánto para elegir! ¿Tendrías una light?

Brittany secó el agua helada que cubría la botella.

Ya veo que cuidas la figura. —Le guiñó un ojo a Santana y la llevó hacia la parrilla.

«Me ha vuelto a guiñar el ojo.» Santana cabeceó, con una sonrisa incrédula, mientras seguía a Brittany.

Eh, papá —dijo Brittany al hombre que preparaba hamburguesas con gran destreza—. Esta es Santana López. Santana, mi padre, Matthew Pierce.

Santana estrechó la mano del hombre. Él la apretó firmemente, con una mano grande y encallecida.

Encantada de conocerlo, señor Pierce.

Matt, por favor. Lo de señor Pierce me hace sentir viejo. Yo también me alegro de conocerla.

Matt Pierce era alto, entre 1,85 y 1,90 de estatura, al filo de los setenta años. Los restos de cabellos blancos rodeaban su cabeza como una rosquilla. Daba la impresión de haber disfrutado de muy buena forma física de joven; los únicos signos de vejez eran la calvicie y la barriga que abultaba ligeramente bajo el delantal de Kiss the Cook. Cuando sonreía, se acentuaban las patas de gallo que rodeaban sus ojos castaños, lo cual sugería que sonreía a menudo. «Los ojos de Brittany también se rodearán de arrugas cuando sea mayor.» La idea la cogió desprevenida, y Santana parpadeó varias veces para apartarla de la mente.

Su jardín es precioso —comentó con sinceridad.

Resultaba difícil verlo todo con tanta gente, pero el jardín trasero parecía tan limpio y bien cuidado como el delantero; no era enorme, pero tenía suficiente amplitud. En un bancal de madera pintado de alegres colores, junto a la parte de atrás de la casa, había maceteros con los mismos geranios rojos que adornaban los escalones de la entrada. Los niños se apiñaban alrededor de un columpio multicolor, en un rincón. En otro extremo había un pequeño cobertizo de aluminio en forma de granero.

Gracias. Mi único mérito es la hierba. La experta en flores es mi esposa. —Matt Pierce bebió un trago de cerveza de la botella que había junto a la parrilla.

Hablando de... —Los ojos de Brittany se posaron en una mujer mayor que se acercaba con una bandeja vacía.

Santana se había dado cuenta al instante de que Matt era el padre de Brittany, pero el parecido familiar no era nada comparado con el que había entre Brittany y su madre. La mujer que caminaba hacia ellas era exactamente igual a como Santana imaginaba a Brittany con 65 años. Hasta el punto de que Santana tardó en reaccionar cuando la señora Pierce le pasó la bandeja a su marido.

Después de que Brittany las presentase, Susan Pierce estrechó la mano de Santana como solían hacerlo las señoras de toda la vida, con delicadeza.

Encantada de conocerte, Santana. Brittany me ha hablado mucho de ti.

Santana miró a Brittany.

¿Debería preocuparme?

Susan se rió.

Oh no, en absoluto. Le encanta trabajar contigo.

Es una secretaria estupenda. Tengo mucha suerte con ella. —Se emocionó al notar el rubor que cubría las mejillas de Brittany y bebió un sorbo de cerveza para disimular una sonrisa.

Susan levantó la bandeja, repleta de hamburguesas de varios tamaños y texturas, y se dirigió a la terraza, donde había una mesa llena de comida para que los invitados se sirviesen.

Tu madre es muy guapa —comentó Santana a Brittany.

La sonrisa de Brittany se llenó de orgullo.

Sí. Me lo han dicho muchas veces. Gracias.

¡Hola, Tapón! —El saludo fue acompañado por una palmada en el trasero de Brittany, que trató de torcer el gesto, pero Santana se dio cuenta de que le hacía gracia. Brittany dio un codazo al tipo delgado y altísimo que estaba tras ella, cuyo cabello era idéntico al suyo.

Cállate, larguirucho —se burló Brittany.

¿Quién es ésta? —Preguntó el joven, tendiendo la mano a Santana—. ¿Tu última novia?

Santana lo saludó con un firme apretón.

Su última jefa —corrigió.

¡Oh, mierda! —El joven se puso pálido y miró a Brittany, tratando de disculparse—: Lo siento, Britt. Yo...no sabía... ella es...debería...mierda.

No pasa nada. Es estupenda.

¿Sí? ¿Es estupenda? ¿O estupenda en todos los sentidos?

Es estupenda en todos los sentidos.

Ya. Genial.

Brittany se volvió hacia Santana y presentó al avergonzado joven como su hermano Sam.

Tras intercambiar los comentarios corteses de rigor, Santana preguntó:

¿Tapón?

¡Ooooh! —Brittany se cubrió los ojos con la mano.

Sam se rió.

De acuerdo. Ahí va la explicación. Nuestra pequeña Brittany fue una flor tardía y le costó desarrollarse. Jason y yo crecimos muy rápido. Yo medía casi 1,80 a los quince años. E incluso Erin, ¿cuánto mide? ¿1,75? —Miró a Brittany, que asintió—. En la adolescencia todos éramos altos y flacos. Excepto Brittany. Apenas mide 1,73 y no es precisamente... una sílfide. —Se rió, pero en sus ojos brillaba el afecto hacia su hermana pequeña.

Me llevó tiempo —dijo Brittany en defensa propia, con las mejillas de nuevo cubiertas de rubor. Y explicó a Santana—: Perdí siete kilos y crecí ocho centímetros desde que empecé hasta que acabé el instituto. —Miró a Sam y añadió, sacando la lengua—: ¡Para que te enteres!

Y te quedaste en 1,68. No eres bajita en términos generales, pero sí en nuestra familia. —Bajó la voz—: Mamá nunca nos dijo cómo era el cartero.

Brittany le dio un manotazo.

¿No tienes nada mejor que hacer que meterte conmigo?

No se me ocurre nada más divertido, Tapón —respondió en tono burlón.

Es la historia de mi vida.

Al presenciar el intercambio de bromas entre los hermanos, Santana se conmovió. En ocasiones así echaba mucho de menos a J.J.

Puedo meterme con Santana —continuó Sam, guiñando un ojo—. Por lo visto, tiene el mismo problema que tú con la verticalidad. ¿Cuánto mides, 1,63?

1,64, si no te importa —respondió Santana.

Brittany empujó a su hermano.

Lárgate, Zancudo. No te necesitamos.

Vale. Tengo mucho que ofrecer. Encantado de conocerte, Santana. Seguro que volvemos a vernos. Mantenla a raya.

Lo intentaré. —Santana se rió.

¿Te apetece otra cerveza? —preguntó Brittany.

Santana asintió, sorprendida por lo bien que lo estaba pasando.

Creo que sí. ¿Tomas otra conmigo?

Vale, pero debo controlarme. Tengo intolerancia al alcohol.

Santana la miró con aire incrédulo.

Hummm... ¿no eres holandesa?

Sí. —Brittany parecía avergonzada.

Vaya. Tal vez sí que fue el cartero...

Brittany soltó una carcajada.

¡Cállate!

Mientras iban hacia las neveras, a Brittany la pararon unas tres veces varios vecinos que querían saludarla. Hubo presentaciones (a Brittany se le daban de maravilla) y Santana estrechó manos y sonrió cortésmente, sabiendo que jamás recordaría los nombres.

¡Tía Britt! —Gritó una vocecita desde el columpio—. ¡Ven a jugar con nosotros!

Brittany sonrió y saludó a los niños con la mano.

Ahora no, cariño. Después, ¿vale?

¿Tu sobrina? —preguntó Santana.

Brittany asintió.

La hija de mi hermana. Es la cuarta y la más pequeña; los demás son chicos. —En un susurro añadió—. Un despiste. Ya sabes.

Odio que ocurran tales cosas.

¿Tienes sobrinos?

Dos niños y una niña. Tienen diez, ocho y dos años.

¿Y cuántos hermanos sois? —preguntó Brittany.

Sólo dos, mi hermano y yo.

¿Es mayor que tú o más joven?

Le llevo siete años.

Es mucha diferencia. De niños no tuvisteis mucho en común, supongo.

Santana se rió con ternura.

No. Siempre andaba detrás de mí y quería estar con mis amigos. Lo odiaba y le zurraba de lo lindo.

¿Y ahora?

Es uno de mis mejores amigos.

Brittany sonrió con cariño.

Eso es genial. ¿Quieres tener hijos?

Oh, veamos... embarazada a los 47 —se burló Santana—. Creo que soy un poco mayor para eso, ¿no te parece?

Pero ¿te habría gustado?

Santana pensó la respuesta.

No. Sinceramente, no. Tal vez sea demasiado egoísta para tener hijos. Me gusta mi independencia. Me gusta levantarme, entrar y salir cuando quiero. Me gusta mi tranquilidad. Me gusta tener dinero para gastar en frivolidades. —Miró a Brittany, que la observaba con aquellos irresistibles ojos azules—. ¿Y tú? ¿Tienes instinto maternal? A mí me parece que sí.

Lo pensé durante mucho tiempo, pero comparto gran parte de lo que dices. Me gusta tener independencia. Además, ser tía es estupendo. Cuando oigo el tic-tac del viejo reloj biológico y me pongo nerviosa, voy a buscar a mi sobrinita y paso el día con ella. Es una gran cura, créeme.

Ambas se rieron, y Brittany saludó a nuevos invitados.

No tienes por qué estar conmigo todo el tiempo —dijo Santana—. Veo que mucha gente quiere hablar contigo. Ya soy mayorcita. Me las arreglaré.

Brittany la miró.

La verdad es que estoy muy bien así. Al menos hasta que mi madre venga a buscarme. Me gustaría quedarme contigo, si no te importa.

Santana sostuvo la mirada de Brittany.

No me importa nada. —Y bebió la cerveza.


Quinn refunfuñó mientras aparcaba el coche a una manzana de la casa de los Pierce. Tenía intención de llegar dos horas antes, pero se había quedado dormida después de la agitada noche de sábado, y cada vez le costaba más librarse de Christy por las mañanas. Debía cortar por lo sano aquello lo antes posible.

Saltó del vehículo después de mirarse en el espejo retrovisor y atusar el cabello detrás de las orejas. Cogió el paquete de doce cervezas Kilian para el señor Pierce y el ramo de margaritas para la señora y se echó a andar silbando una cancioncilla, deseosa de ver a Brittany.

Aquel barrio era muy tranquilo, y las casas eran mucho más bonitas que la ruina en la que ella se había criado. Costaba trabajo creer que hubiese una casa tan destartalada tan sólo a cuatro manzanas de allí. Quinn se lo debía a su madre alcohólica y a su padre ausente. Los Pierce prácticamente la habían adoptado, sin que sus propios padres se enterasen. Sin duda Susan Pierce le había servido más comidas organizadas durante la niñez que su propia madre. Y había pasado más noches en el dormitorio de Brittany que en el suyo cuando ambas iban al colegio.

Al principio se ponía triste. Luego, durante unos años, se enfureció. Y en aquel momento era distinto. Su madre había muerto tiempo atrás, y no sabía dónde estaba su padre. A todos los efectos los Pierce eran sus padres, y ella los trataba con el mismo respeto con el que trataría a cualquiera que la hubiese cuidado tan bien.

Hola, señora Keeler —gritó a una mujer que trabajaba en un jardín a poca distancia de la casa de los Pierce—. Le está quedando muy bien.

La anciana alzó la vista.

¡Oh! Hola, Lucy. Me alegro de verte.

¿No va a la fiesta? —Quinn señaló la casa de los Pierce con el ramo de margaritas.

Pronto, querida. Primero quiero terminar con esto.

¿Necesita ayuda?

Oh no, preciosa. Ya casi está. Gracias, de todas formas.

De acuerdo, la veo luego.

Cuando estaba cerca de la casa vio una figura que se dirigía al mismo lugar. Quinn se quedó mirándola e intentando descubrir la identidad de la recién llegada; de pronto, la figura habló, confirmando sus sospechas.

¿Quinn? ¿Quinn Fabray? ¿La monada sexy eres tú?

¿Emily Fields? ¿Es tuya esa voz dulce y preciosa que oigo?

Eres la única capaz de hablarme así y sobrevivir —se burló Emily cuando se encontraron en la acera.

Quinn dejó los bultos en el suelo para abrazar a su vieja amiga.

¿Qué diablos haces aquí? ¡Mira que no llamarme para decirme que venías! —Apartó a Emily y la miró de arriba abajo—. ¡Dios, qué aspecto tan fantástico!

Emily siempre había sido alta, delgada y elegante. Quinn no entendía cómo habían acabado siendo amigas dos polos tan opuestos. Lo único que se le ocurría es que ambas compartían la misma tendencia sexual. No se habían hecho amigas hasta el primer año en el instituto. Quinn estaba segura de que era lesbiana, Emily lo tenía bastante claro, y Brittany luchaba contra su instinto todo lo que podía. Las tres habían coincidido, Quinn y Emily más, mientras que Brittany de vez en cuando quedaba con algún chico hasta que aclaró las ideas.

Y allí estaban, cerca de los cuarenta, comodísimas dentro de su piel. El pelo liso y castaño de Emily caía hasta los hombros, con un liso flequillo sobre la frente. Sobre su fina nariz se deslizaban unas extravagantes gafas con montura negra. Era delgada, de piernas largas, y llevaba un estiloso vestido negro de aire informal y gruesos zapatos negros. No parecía lo más adecuado para el tiempo ni para una comida al aire libre, pero a Emily Fields le quedaba genial.

Vamos —dijo Quinn, cogiendo sus cosas—. Estaba a punto de entrar.

Quinn entró en la casa por la puerta principal, en vez de hacerlo por el garaje. Quería saludar primero a Susan Pierce y sabía que seguramente la encontraría en la cocina. Y acertó: en medio de un enjambre de mujeres vio a Susan ante el fregadero, lavando las manos sucias de una niñita, con un paño de cocina al hombro.

Quinn se puso detrás de ella y le dio un beso en la nuca.

Hola, Doña Fabulosa.

Susan dio un respingo, pero enseguida se rió. Puso a la niña en el suelo, se limpió las manos en el paño y le dio una palmadita a la pequeña en el trasero, diciéndole:

Mamá está en el jardín con papá. Vete con ella. —Miró a Quinn, encantada—. Hola, Lucy. Me alegro de verte, cariño.

Quinn dejó la cerveza en el suelo y le ofreció las flores.

Para usted.

Oh, no hace falta que me traigas flores tan a menudo. —Susan la abrazó—. Tienes cosas más importantes en que gastar el dinero.

Quinn no hizo caso a la habitual regañina y empujó las cervezas con un pie.

Quiero que esto vaya al sótano. Es para el señor Pierce, no para todo el picnic. —La versión americana de la cerveza holandesa era la favorita de Matt Pierce, pero Quinn sabía que Matt casi nunca la compraba.

Eres demasiado buena con nosotros —dijo Susan, reparando entonces en la segunda figura que estaba en la entrada y abriendo los ojos desmesuradamente al reconocerla—: ¡Emily!

Emily miró por encima del hombro mientras Susan la abrazaba, adoptando una actitud despectiva ante la expresión petulante de Quinn.

De acuerdo. Vosotras dos podéis llamarme así. Pero nadie más.

¿Qué te trae por la ciudad? —preguntó Susan.

Una compañera de la universidad se casó ayer en Toronto.

¿Ayer? —preguntó Susan, sorprendida.

Sí, ya lo sé. ¿A quién se le ocurre casarse un fin de semana festivo? De todas formas, como estaba tan cerca, me pareció buena idea conducir un par de horas y pasarme por aquí. Tal vez trabajar un poco.

¿Sigues teniendo ese sitio tan bonito en la ciudad?

¿Mi estudio? Sí.

Quinn refunfuñó. Lo que Emily llamaba «estudio» era en realidad un loft de mucha categoría situado en la zona pija de East Avenue, en el centro de Rochester. Además de un cuarto oscuro y de un amplio espacio para que Emily hiciese fotos si quería, el loft contaba con un apartamento de un dormitorio del tamaño de la casa de los Pierce. Emily tenía también un apartamento en Nueva York, donde pasaba casi todo el tiempo.

Emily lanzó una mirada fulminante a Quinn.

Había pensado quedarme unas semanas. Cuando miré el calendario y vi que este fin de semana era vuestra barbacoa anual, decidí aprovechar la oportunidad.

Pues me alegro de que lo hicieras. —Susan le dio una palmadita en el brazo con actitud maternal—. A Brittany le encantará verte.

Al oír el nombre de Brittany, el rostro de Emily se iluminó.

¿Está aquí?

Susan abrió el frigorífico y sacó una enorme fuente de ensalada. Señaló la ventana con la barbilla y respondió:

Está ahí fuera con su nueva jefa. Una mujer muy agradable. La última vez que las vi estaban hablando con Matt junto a la parrilla.

A Quinn se le encogió el estómago cuando se dio cuenta de quién era la persona de la que hablaba Susan. «¿Qué diablos pinta ella aquí?» Durante unos segundos la dominó el resentimiento, pero hizo un pacto consigo misma, comprometiéndose a ser educada por respeto a los Pierce.

Lucy, cariño, ¿puedes llevar esto fuera? —Susan le entregó la enorme ensaladera, tras colocar sobre ella unas gigantescas pinzas de plástico.

Claro. —Quinn ladeó la cabeza para que Emily la siguiese.

Vio a Brittany con «aquella mujer» inmediatamente. Estaban tomando cervezas muy juntas, lo cual hizo rechinar los dientes a Quinn. Se las veía muy contentas, como si estuviesen solas en el mundo. En medio de la multitud Quinn distinguió los cabellos rubios de Brittany que se agitaban cuando asentía, y cómo se reía esta de los comentarios de Santana. Dejó la ensaladera sobre una mesa y las miró con ojos encendidos. Era raro que Brittany no hablase con todo el mundo y que permaneciese con una sola persona durante la fiesta de sus padres. «Tal vez le resulte violento dejar a la bruja sola en una fiesta en la que no conoce a nadie. Pero ¿por qué la ha invitado?»

Caramba. —La voz de Emily la arrancó de su ensueño—. ¿Quién es ésa?

¿Quién? —preguntó Quinn, aunque sabía muy bien a quién se refería Emily.

La preciosa morena bajita que está hablando con Brittany. —Los ojos de Emily resplandecieron, y Quinn casi esperó que se adelantase, relamiéndose de gusto—. Es...algo.

La jefa de Brittany.

¿Quién, si no?

Claro.

Está buenísima. —Emily movió las cejas con aire lascivo, y Quinn no pudo reprimir una carcajada. Otra cosa que tenían en común era el disfrute sexual de las mujeres, como la capacidad para encontrar lo que deseaban y conseguirlo. En un tiempo récord.

A Quinn se le daba muy bien, de maravilla. Pero Emily la superaba.

Y evidentemente le había echado el ojo a Santana a la primera.

Quinn deslizó la lengua por el interior de la mejilla y se balanceó sobre los talones, sopesando sus posibilidades. Luego, se lanzó:

Es del tipo familiar, ya sabes. —Aunque esa preferencia sexual nunca había importado a Emily. Se había acostado con tantas mujeres heterosexuales como lesbianas, a Quinn no le cabía duda, pero había que aprovechar cualquier ventaja.

A Emily se le iluminaron los ojos.

¡No me digas!

Es durísima.

¿Sí?

No es una perrita en dulce. No me parece... de las sumisas. Podrías pasarlo mal.

Bueno, ya sabes lo mucho que me gustan los desafíos.

Quinn la miró a los ojos y sonrió.

Vamos, saludémosla para que puedas probar el rico bocado por ti misma.

Cuando se dirigieron hacia las dos mujeres, Quinn a punto estuvo de reírse ante las expresiones opuestas de ambas. Brittany sonrió a Quinn y su rostro de iluminó como un árbol de Navidad al ver a Emily. Santana sonrió automáticamente, reflejando la alegría de Brittany, pero al seguir la mirada de la joven y ver a Quinn, la sonrisa desapareció de su cara como un trozo de mantequilla sobre una humeante mazorca de maíz.

¡Emily! Dios mío, ¿qué haces aquí? —preguntó Brittany entre chillidos infantiles, colgándose del cuelo de Emily.

Emily alzó a Brittany y la hizo girar a su alrededor; luego, la dejó en el suelo y contó de nuevo la historia. En ningún momento soltó a Brittany; las dos amigas componían un retrato adorable juntas. Al menos eso pensó Quinn.

Santana parecía menos entusiasmada. Mientras bebía su cerveza, contempló el cariñoso saludo con una leve expresión de fastidio que denotaba perplejidad, como si tratase de averiguar algo.

¡Cuánto me alegro de verte, Brittany Susan! Estás... increíble. —Los ojos castaños de Emily se clavaron en Santana y sonrió, tendiendo la mano—. Hola. Creo que no nos conocemos.

¡Qué maleducada soy! —Brittany se dio un palmetazo en la frente y presentó a las dos mujeres, refiriéndose a Emily como su «queridísima amiga».

Emily estrechó la mano de Santana, sin soltarla enseguida.

Encantada de conocerla, señorita López.

Por favor, llámame Santana. —Santana se mordió el labio inferior, como si dudase. Luego, armándose de valor, dijo—: Emily Fields. Me suena mucho el nombre. Y tú también me resultas conocida.

Emily es una famosa fotógrafa —explicó Brittany, llena de orgullo.

No tan famosa —repuso Emily, quitándose importancia.

¡En efecto! —En el rostro de Santana se dibujó una enorme sonrisa—. Tengo una obra tuya en mi apartamento.

Increíble —comentó Brittany, riéndose—. ¡El mundo es un pañuelo!

Quinn puso los ojos en blanco.

¿Qué obra? —quiso saber Emily, acercándose a Santana.

"Siluetas junto al mar." La vi en una pequeña galería de Manhattan y tuve que comprarla.

Quinn conocía la obra y elogió en silencio a Santana por su buen gusto. Era una fotografía en blanco y negro de dos mujeres que caminaban por la playa al ponerse el sol, cogidas de la mano. Era muy romántica, no lo que Emily consideraba «artístico». A Emily no le entusiasmaba, pero era su obra más vendida. «A las lesbianas les gusta el amor romántico. —Quinn se lo había repetido muchas veces—.Ofréceselo.»

Creo que había una pequeña foto tuya en la galería —continuó Santana—. Habías expuesto tus obras allí poco antes. Por eso me resultas tan familiar. La compré este invierno.

Quinn observó la técnica magistral de Emily, que lentamente redujo la distancia que la separaba de Santana, excluyendo del círculo a Brittany y a Quinn, aunque no del todo. En ese momento hablaba con Santana sobre Nueva York, un tema del que Brittany y Quinn poco sabían, y Emily estaba desplegando todo su encanto. Brittany la miraba con una sombra de preocupación.

Eh —exclamó Quinn, dirigiéndose a Brittany—. Se rumorea que vuestras intensivas sesiones de trabajo nocturno valieron la pena. El viernes Sylvester se deshacía en sonrisas.

La mirada de Brittany oscilaba entre Quinn y la pareja que flirteaba.

Me alegro de saberlo. Trabajamos mucho para darle lo que quería.

Quinn hizo otro intento:

Eh, ¿os apetece beber algo?

Todas respondieron que sí.

Britt, ¿me echas una mano?

Brittany pareció dubitativa durante una fracción de segundo, pero acompañó a Quinn hasta las neveras.

Santana bebe cerveza light —explicó cuando Quinn cogió cuatro cervezas normales.

Por supuesto —murmuró Quinn, cogiendo una cerveza light y dándosela a Brittany—. Parece que os lleváis muy bien —comentó, esperando que la amargura que sentía no se reflejase en su voz.

Pues sí. —Brittany no dijo nada más mientras se dirigían hacia las otras dos, sin apartar los ojos de Santana.

Quinn reprimió una exclamación de fastidio. Santana sonrió a Brittany cuando ésta le ofreció la cerveza, y luego reanudó la conversación con Emily sobre el dueño de una galería de Manhattan.

Brittany parpadeó varias veces y bebió un buen trago de cerveza.

Cuando Quinn se disponía a hablar con Brittany, Santana preguntó dónde estaba el cuarto de baño, y el alivio relajó el rostro de Brittany.

Te lo enseñaré —dijo Brittany, pero cuando se alejaban su padre la llamó.

Brittany, con aire frustrado, señaló la casa, indicando a Santana cómo ir al baño. Santana le dio su cerveza a Brittany y se marchó, mientras Brittany se acercaba a la parrilla.

¡Vaya! —Exclamó Emily, bebiendo un trago de cerveza—. Esa Santana es toda una señora.

Si tú lo dices... —replicó Quinn.

No te cae bien. ¿Por qué?

Es una larga historia.

Ya, te refieres a la historia de siempre. —Miró a Quinn a los ojos—. Es porque a Brittany le cae bien. Ya has visto lo bien que se llevaban, ¿no?

Quinn se mostró indignada.

Eso es absurdo.

¿Absurdo? Tal vez. ¿Cierto? Sin duda.

Quinn le lanzó una mirada fulminante.

¡Por favor! Llevas desde los diecisiete años empeñada en acaparar a la encantadora y preciosa señorita Pierce. No es nada nuevo.

No sabes de qué hablas, Emily.

¿No? —Emily apartó el pelo detrás del hombro y se ajustó las gafas—. Venga, Quinn. ¿Crees que no te conozco mejor de lo que te conoces a ti misma? Estamos cortadas por el mismo patrón, cariño. Eres como yo. Tiramos a las mujeres como pañuelos de papel porque ninguna se puede comparar con el ideal perfecto y resplandeciente. Para mí fue Hanna. Para ti es Brittany.

Déjalo ya, Emily.

Tranquila. Debemos comenzar por admitir las cosas. Es útil para nuestra estabilidad mental.

Lo digo en serio. —Quinn estaba a punto de estallar. Odiaba aquella facilidad de Emily para ponerla delante del espejo. Siempre lo hacía—. Déjalo de una vez.

Emily alzó las manos en un gesto de rendición.

De acuerdo. Yo sólo digo lo que veo. Nada más.

Ambas sabían por experiencia cómo acabar con ese tipo de discusiones. Volverían sobre el asunto, a Quinn no le cabía duda.

Siempre lo hacían. Para fastidiarlo aún más, Brittany miró hacia ellas, y Emily la llamó. Quinn acercó la botella a los labios mientras contemplaba a Brittany cruzando el jardín, con la camiseta ciñéndole las curvas y los vaqueros que parecían hechos a medida. Emily podía quedarse con Santana si le apetecía; Santana no merecía que alguien como Brittany la mirase dos veces. Brittany era única. Quinn la miró, rezando para que Brittany se diese cuenta y le devolviese la mirada; pero no lo hizo, sino que se dirigió a Emily.

¿Qué ocurre? —preguntó Brittany.

Emily preguntó a su vez en voz baja:

Britt, ¿te importaría que quedase con Santana?

¿Quedar? Te refieres... ¿a una cita?

Emily puso cara de resignación.

Sí, Brittany Susan. Eso es habitualmente quedar con alguien.

Brittany dudó un instante.

¿Y por qué habría de importarme?

Emily bebió un trago de cerveza y comentó, en tono inocente:

Por nada. Sólo quiero asegurarme de que... no te piso el terreno.

Emily. —Brittany puso los brazos en jarras—. Es mi jefa.

Tu guapísima jefa.

Sí, ya. Es mi jefa y basta. —La voz de Brittany carecía de la seguridad que Quinn habría esperado.

De acuerdo.

Santana salió de la casa, acompañada por Susan. Ambas saludaron a las tres amigas de lejos.

Brittany, cariño —llamó Susan—. ¿Puedes venir a ayudarme un minuto?

Claro, mamá —gruñó Brittany.

Quinn, consciente de que Emily estaba deseando descubrir el menor detalle que apoyase su teoría favorita, procuró no manifestar ninguna reacción cuando Brittany se acercó a Santana en las escaleras de la terraza.

Ambas hablaron un momento, y Brittany dio a Santana su cerveza, acariciándole el brazo más de lo necesario.

Cuando se separaron, Brittany se volvió para mirar a Santana. Quinn conocía muy bien a Brittany, y la emoción que vio reflejada en el rostro de su amiga al entrar en la casa era de preocupación.

Quinn sintió una punzada de culpa, pero la ignoró, miró a Emily y le dio un codazo.

Tienes el visto bueno. ¿A qué esperas?

Quinn se fijó en que el hermano de Brittany comentaba algo al tipo que estaba con él y señalaba a Santana. Si la hubiesen apuntado con una pistola, Quinn habría acabado por reconocer que Santana resultaba una visión agradable con los vaqueros, la camiseta rosa y los carísimos zapatos negros que realzaban su figura y la situaban en un nivel superior al resto de la gente. Parecía muy tranquila. Quinn la odiaba.

Poco después Santana y Emily se enfrascaron de nuevo en la conversación. Quinn, contenta, cogió otra cerveza de la nevera y se acercó a la parrilla para hablar con Matt y con otros dos vecinos.

De vez en cuando miraba disimuladamente a las dos mujeres para ver si las cosas iban bien, pero no tenía por qué preocuparse. Emily controlaba la situación perfectamente, se reía y posaba la mano en el brazo de Santana mientras hablaban. Alzó la vista hacia la ventana de la cocina y vio a Brittany con los ojos clavados en su jefa y en su amiga, con una expresión de preocupación evidente incluso desde lejos.

«Confía en mí, Britt —pensó Quinn, sofocando los inesperados remordimientos—. Te hago un gran favor.»


Ahora sí xD
Primero, con respecto al personaje de Emily, estuve buscando colocar a alguno de Glee pero ninguno me convenció totalmente como para tener ese personaje. Al principio había pensado en Rachel, pero como no estaba tan segura decidí que mejor sería poner otro personaje, y por eso puse a Emily, espero que eso no moleste, ya que Emily aparecerá un par de veces más.
Segundo, no imaginé quienes podían ser los hermanos de Brittany, así que decidí dejar los originales de la historia (como me pasó con la esposa de Noah y el hermano de Santana). Pero como vieron si agregué a Sam, que con respecto a las alturas, espero que haya quedado bien porque lo tuve que modificar un poco xD
Tercero, Santana puede que sea grande pero como dije en un principio, prefiero que la adaptación sea lo más fiel al libro posible.
Con respecto a esta historia nada más. Sólo quería preguntar una cosa.
Tengo otros libros que me gustaría adaptar a Brittana, pero no estoy muy segura, esos me llevarían más tiempo ya que las protagonistas de dichos libros no se parecen a Santana y/o Brittany, así que tendría que modificar varias cosas. Quería saber si para cuando termine esta adaptación, les gustaría leer otra adaptación de otro libro, así me pongo en campaña de comenzar a adaptarlo.
Bueno, espero que me respondan al menos esa última "pregunta" xD Espero que les haya gustado el capítulo y que comenten.
Besos! :D
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Mensaje por Elisika-sama Lun Ago 12, 2013 4:43 am

hola hola hola

me ha molado un monton este capitulo! y me ha encantado como lo has adaptado fielmente a las alturas, y tambien que vayas a continuar todos los dias. es tan cool

espero pronto el proximo cap, casi te suplicaria dos cap por dia jajajaja es q estoy enganchadisima XD
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El mundo de Brittany FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 2 X


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Mensaje por Lorena_Glee Lun Ago 12, 2013 6:26 am

Actualiza!
Me alegra que decidas actualizar diario!
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Mensaje por micky morales Lun Ago 12, 2013 8:30 am

ok me encantaria que adaptaras otros libros a las Brittana, mi pareja favorita en Glee, en cuanto al capitulo de hoy, me encantaria que santana no le parara a emily y se enfrascara en bri!tt para ver rabiar hasta la muerte a quinn! eso seria muy divertido!
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Mensaje por f_snix Lun Ago 12, 2013 11:41 am

Esto se pone cada vez mejot jrje claro k kiero leer nas adaptaciones es mrjor esto jejeje espero tu actualizacionkesta t kedo genial
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Mensaje por Silfide Lun Ago 12, 2013 12:47 pm

Holaa!
Perdón por no comentar en el anterior capítulo, pero me voy de vacaciones una semana mañana y estoy liada preparando las maleta, actualizando mis fics y esas cosas. Pero ahora ya si aquí me tienes dispuesta a comentar.
Que puedo decir, me sigue encantando como avanza la historia y a mi también me gustaría que actualizaras a diario porque la historia está genial y engancha mucho.
Respecto a los capítulos me encantaron los dos, del anterior capítulo me mato lo de boyera vieja xdddd y me gustó mucho el detalle de Brittany de comprarle el chandal y la sudadera, así como que empiecen a tener la confianza para hablar de sus vidas, me encanto *-*. De este capítulo resalto que ya se va viendo las intenciones de Quinn y porque le caía tan mal Santana (ya que se va dando cuenta del acercamiento de Britt y San), el personaje de Emily me gusta porque es mi favorito de PPL pero aquí con San no así que a ver que tal si dices que aparecerá más.
Respecto a tu última pregunta, estaría genial si actualizas más ya que lo haces genial, seré una fiel lectora al igual que con este *-*
Por último te digo que una semana no podré comentar, pero estaré atenta a las actualizaciones y las leeré por el móvil.
Besos :D
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Mensaje por Camila18 Lun Ago 12, 2013 1:18 pm

me gusta que birtt este algo celosa, me gusta el personaje de emily lo eh leído antes y me gusta aquí. si tienes mas para escribir yo te seguiré leyendo, te he dicho que soy una lectora fiel
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Mensaje por Invitado Lun Ago 12, 2013 2:39 pm

wow, acabo de terminar de leer todo el fic, jeje, te dire que esta buenisimo, excelente adaptacion..

me encata brittana, pero esto de emilly con santana no me da buena espina, no me gusta :´(, pero bueeeno, hay que esperar a ver que pasa..

con respecto a la adaptacion de otros libros, espero que la hagas, aqui me vas a tener comentando siempre, esta historia y cualquier otra que decidas subir..

besos, cuidate :)
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Mensaje por Marta_Snix Lun Ago 12, 2013 4:59 pm

Volvi y tenia 3 capitulos para leer, que feliz me has echo FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 2 2414267551  Si adaptas cualquier otro libro sabes que me tendrás allí leyendolo.
Sobre los capitulos, estuvo muy bien todos, me encanta que ambas esten conociendose poco a poco, pero aún más me gustan los celos de Britt. Y Quinn siente celos por Britt, de una forma u otra...Interesante.
Emily traera muchos celos, lo veo venir FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 2 2414267551 
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Mensaje por Bdebeleen Lun Ago 12, 2013 9:52 pm

No podes dejarlo en esa parte, ósea no! (? ay me encanta asklñdjalsjd ya quiero leer el otro cap :).
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Mensaje por Maitehd Mar Ago 13, 2013 11:24 pm

Elisika-sama escribió:hola hola hola

me ha molado un monton este capitulo! y me ha encantado como lo has adaptado fielmente a las alturas, y tambien que vayas a continuar todos los dias. es tan cool

espero pronto el proximo cap, casi te suplicaria dos cap por dia jajajaja es q estoy enganchadisima XD
Hola! Con respecto a las alturas, a algunos tuve que bajarle un poco y a otros subirle, si es que no me equivoco xD Pues la idea es continuar todos los días, pero no subiré dos capítulo por día, no porque no quiera, si no que a penas tengo tiempo de subir uno xD
Me alegra que estés enganchadisima con la historia. Gracias por comentar.
Besos! :D

Lorena_Glee escribió:Actualiza!
Me alegra que decidas actualizar diario!
Hola! Gracias por comentar, y esa es la idea, aunque como ayer hay veces que no podré, pero aún así intentaré actualizar todos los días.
Besos! :D

micky morales escribió:ok me encantaria que adaptaras otros libros a las Brittana, mi pareja favorita en Glee, en cuanto al capitulo de hoy, me encantaria que santana no le parara a emily y se enfrascara en bri!tt para ver rabiar hasta la muerte a quinn! eso seria muy divertido!
Hola! Aún ando decidiendo que otro libro adaptar primero, aunque la verdad, si tengo tiempo, me gustaría adaptar todos los que tengo en mente mientras me tomo mi tiempo para subir mi propio fic Brittana xD Bueno, eso de Santana, Emily, Brittany y Quinn, verás más adelante qué sucede, no te diré nada para no dar spoliers xD Pero te aseguro que será muy interesante todo :3
Gracias por comentar. Besos! :D

f_snix escribió:Esto se pone cada vez mejot jrje claro k kiero leer nas adaptaciones es mrjor esto jejeje espero tu actualizacionkesta t kedo genial
Hola! Sí, como dije la historia cada vez se pone mejor, y ya verás más adelante que es cierto. Seguramente pronto comience con alguna otra adaptación, pero no subiré nada hasta que este esté terminado :3
Gracias por comentar. Besos! :D

Silfide escribió:Holaa!
Perdón por no comentar en el anterior capítulo, pero me voy de vacaciones una semana mañana y estoy liada preparando las maleta, actualizando mis fics y esas cosas. Pero ahora ya si aquí me tienes dispuesta a comentar.
Que puedo decir, me sigue encantando como avanza la historia y a mi también me gustaría que actualizaras a diario porque la historia está genial y engancha mucho.
Respecto a los capítulos me encantaron los dos, del anterior capítulo me mato lo de boyera vieja xdddd y me gustó mucho el detalle de Brittany de comprarle el chandal y la sudadera, así como que empiecen a tener la confianza para hablar de sus vidas, me encanto *-*. De este capítulo resalto que ya se va viendo las intenciones de Quinn y porque le caía tan mal Santana (ya que se va dando cuenta del acercamiento de Britt y San), el personaje de Emily me gusta porque es mi favorito de PPL pero aquí con San no así que a ver que tal si dices que aparecerá más.
Respecto a tu última pregunta, estaría genial si actualizas más ya que lo haces genial, seré una fiel lectora al igual que con este *-*
Por último te digo que una semana no podré comentar, pero estaré atenta a las actualizaciones y las leeré por el móvil.
Besos :D
Hola! No te preocupes ;)
También me mató lo de boyera vieja jajajaja Brittany es un amor, y con respecto a lo de Quinn, como digo, más adelante se verá que sucede :3
Con respecto a Emily, como dije fue el único personaje que me imaginé que encajaba con el del libro, es por eso que la puse a ella, en un principio creí poner a Rachel, pero para mí no era el indicado, y como de Glee ninguno pegaba con ese personaje, es por eso que escogí poner a Emily. Y sí, continuará apareciendo, un par de veces más al menos.
Actualizaré por día, y mientras decidiré que otro libro adaptar, tengo varios en mente, sólo tengo que ponerme a elegir uno y comenzar, aunque sinceramente puede que adapte todos los que tengo en mente xD
No te preocupes, se que eres fiel lectora, y entiendo que a veces no se puede comentar, sobre todo desde el movil, a mi me sucede xD
Que tengas un buen viaje y que la pases genial.
Besos! :D

Camila18 escribió:me gusta que birtt este algo celosa, me gusta el personaje de emily lo eh leído antes y me gusta aquí. si tienes mas para escribir yo te seguiré leyendo, te he dicho que soy una lectora fiel
Hola! Es interesante cuando Brittany está celosa. Pues es la única que se me ocurrió, y como muchos fans de Glee y PLL desean un Emily-Santana, creí conveniente poner a ella, que encajaba más en el personaje, que otra persona.
Tengo más libros que me gustaría adaptar, y seguramente lo haga, al menos tengo pensado empezar con alguno pronto, así cuando subo el final de este ya comienzo con el principio del siguiente. Me alegra saber que eres una lectora fiel. Gracias por leer y comentar. Besos! :D

Marielva escribió:wow, acabo de terminar de leer todo el fic, jeje, te dire que esta buenisimo, excelente adaptacion..

me encata brittana, pero esto de emilly con santana no me da buena espina, no me gusta :´(, pero bueeeno, hay que esperar a ver que pasa..

con respecto a la adaptacion de otros libros, espero que la hagas, aqui me vas a tener comentando siempre, esta historia y cualquier otra que decidas subir..

besos, cuidate :)
Hola! Muchas gracias! Gracias por leerlo y por decidir comentar. Es agradable saber que cada vez son más los que leen la historia, no por nada pero es una excelente historia, y la autora es muy buena.
Con respecto a Santana y Emily, no te gusta la pareja o no te gusta que haya puesto a Emily en la historia? En el siguiente capítulo sabrás más de la relación entre ellas, creo que es en el siguiente xD
Me alegra saber que si adapto otros libros los leerás, intentaré adaptar los libros que valen la pena leer. Gracias por comentar.
Besos! :D

Marta_Snix escribió:
Volvi y tenia 3 capitulos para leer, que feliz me has echo FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 2 2414267551  Si adaptas cualquier otro libro sabes que me tendrás allí leyendolo.
Sobre los capitulos, estuvo muy bien todos, me encanta que ambas esten conociendose poco a poco, pero aún más me gustan los celos de Britt. Y Quinn siente celos por Britt, de una forma u otra...Interesante.
Emily traera muchos celos, lo veo venir FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 2 2414267551 
Hola! Me alegra que hayas vuelto y que te haya hecho feliz :3 Si adapto otro libro será alguno de los que no te pasé xD
En toda historia es bueno que haya celos, y sí acá hay muchos, Emily traerá muchos celos, y hasta algunos problemas esos celos. No diré nada, y ya verás cuando se llegue a esa parte.
Me alegra que te guste y que hayas comentado. Besos! :D

Bdebeleen escribió:No podes dejarlo en esa parte, ósea no! (? ay me encanta asklñdjalsjd ya quiero leer el otro cap :).
Hola Bel! :3 Ya te pasé el libro y el fic, no puedo decirte que no a vos u.u xD
Gracias por comentar :D
Maitehd
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Finalizado FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Ocho-

Mensaje por Maitehd Mar Ago 13, 2013 11:51 pm

Hola! Mil perdones por no actualizar ayer, intenté pero no me agarró internet, estuve un rato hasta que me dio sueño y desistí u.u Pero continúo con la idea de subir un capítulo por día, al menos siempre que pueda.
Con respecto a mi pregunta anterior, decidí que voy a adaptar algunos libros más, voy a pensar cuál será el primero, pero al menos ya tengo tres en mente. Así que en estos días comenzaré adaptando alguno, pero no lo subiré hasta que este llegue a su fin.
Bueno, con respecto a este capítulo no encontré quién podría ser Jessica, así que lo dejé tal cual el libro. Por un segundo pensé en Rachel, pero no encajaba del todo así que preferí que no xD Ya no digo más nada, y les dejo el capítulo. Si alguien tiene alguna pregunta sobre el capítulo o la historia o lo que sea, pregunte :D
Espero que les guste el capítulo, y que comenten.
Besos!

CAPÍTULO OCHO

Buenas tardes, oficina de Santana López. Soy Brittany. ¿En qué le puedo ayudar?

Hola, Brittany. Soy Jessica Scott. ¿Está la señorita López? —La voz al otro lado del teléfono era femenina y agradable, pero el estado de ánimo de Brittany no. Llevaba dos días fastidiada y lo odiaba, sobre todo porque no sabía el motivo.

Espere un momento, señorita Scott, voy a ver.

Brittany hizo esperar a la mujer. Dio la vuelta y vio a Santana sentada ante su mesa, mirando por la ventana, igual que las últimas seis veces que la había mirado. Apretó el intercomunicador.

¿Santana? Una tal Jessica Scott pregunta por ti en la línea uno.

Santana no miró a Brittany, pero agitó la mano como si espantase una mosca.

Es una cazatalentos. Dile que tengo una reunión y que deje un mensaje en mi buzón de voz, ¿quieres?

Claro.

Brittany, con el ceño fruncido, hizo lo que se le había pedido.

Santana llevaba toda la mañana sin atender llamadas. Debía de haber un millón de mensajes en su buzón de voz. Brittany se preguntó qué había ocurrido desde el día anterior. Tras el lunes festivo, habían regresado el martes y se habían metido de lleno en el trabajo. Sylvester llamó a Santana nada más llegar, seguramente para hablar del presupuesto, y Brittany no la había vuelto a ver en todo el día. Desde entonces Santana se dedicaba a mirar al infinito.

Preocupada, Brittany se levantó y fue hasta la puerta del despacho de su jefa. Llamó suavemente en el marco y preguntó, nerviosa:

¿Te encuentras bien?

Santana la miró. No parecía enfadada ni disgustada, sólo... inactiva.

Sí, muy bien.

¿Qué tal te ha ido con Sylvester?

Está entusiasmada.

¿De verdad?

Santana asintió.

Gracias.

Se miraron durante un rato. Por fin, Brittany bajó la cabeza y dijo:

De acuerdo.

Cuando Brittany se disponía a marcharse, Santana habló:

Brittany, espera. Ayer apenas tuve ocasión de hablar contigo. Quería darte las gracias por invitarme a la barbacoa. Lo pasé muy bien.

De nada. Me alegré de que fueras. Mi madre te envía recuerdos. —Añadió con cautela—: Siento no haberte visto antes de que te marcharas.

Y yo lamento haberme ido sin despedirme. —Brittany se encogió de hombros, pero Santana explicó—: Emily dijo que tu madre te retendría el resto de la noche y que seguramente ni te enterarías de que no estábamos.

«Pues sí que me enteré.» Brittany siguió sonriendo, aunque le escocían los ojos. Cuando se dio cuenta de que Santana se había marchado, trató de racionalizarlo. Santana no conocía a nadie. Emily tampoco conocía a mucha gente. Y se habían marchado. ¿Por qué no iban a hacerlo?

Brittany, tras escoger cuidadosamente las palabras, preguntó:

¿Te... trató bien? Me refiero a Emily.

La sonrisa de Santana se ensanchó.

Oh, sí. Es estupenda. Me alegro de haberla conocido. Es muy divertida.

Sí que lo es. —Había un matiz de sarcasmo en la respuesta de Brittany, que se arrepintió casi al instante.

Santana la miró.

Brittany... ¿te parece mal que salga con Emily? Porque si te molesta, te sientes incómoda o algo por el estilo, dímelo.

¿Qué? No, en absoluto. No pasa nada. De verdad.

Santana continuó mirándola, y Brittany se puso nerviosa, sintiéndose completamente desnuda bajo aquella mirada. ¿Por qué las miradas directas de Santana siempre la hacían sentirse así?

De acuerdo —dijo Santana, dando la conversación por concluida.

Brittany se apresuró a regresar a su mesa.

¿«Salir» con Emily? ¿Significaba eso que pensaba verla a menudo?

Tal vez ya lo hacía. Brittany se sentó y cerró los ojos, tratando de frenar el alud de sus pensamientos. Lo que quería era gritarle a Santana: «¡Corre! ¡Aléjate de ella todo lo que puedas! Te seducirá para llevarte a la cama, se acostará contigo unas cuantas veces, y luego te dejará por otra. No le cojas cariño. Te romperá el corazón cuando regrese a Nueva York sin ti y no vuelva a llamarte. Se lo he visto hacer miles de veces».

Naturalmente, Santana era mayorcita y no necesitaba ni quería que Brittany cuidase de ella.

«Emily dijo que tu madre te retendría el resto de la noche...»

¡Oh, qué lista era Emily Fields! Tal vez pudiera enseñarle cosas a Brittany. Brittany cabeceó, con una mezcla de asombro y disgusto. Le rugía el estómago. Tomó una decisión repentina y llamó al departamento de correo para hablar con Quinn.

¿Me invitas a comer? —pidió, en tono persuasivo.

Primero dime qué llevas puesto —respondió Quinn, bajando la voz como siempre que flirteaba de broma con Brittany. Esta la imaginó arqueando las cejas con gesto sugerente.

Un vestido —contestó Brittany con una sonrisa.

¿No será el amarillo que deja al descubierto tus piernas y el escote?

Brittany se rió del tono exagerado de su amiga.

El mismo.

¡Ahora voy! —Colgó el teléfono de golpe, provocando las carcajadas de Brittany. Quinn siempre la animaba. Siempre.

* * *

Así que... Emily y Santana lo pasaron muy bien, por lo que he oído. —Quinn hincó el diente a su sándwich, contentísima. Estaban sentadas en la terraza de la charcutería, disfrutando del sol que las envolvía. Soplaba una ligera brisa, pero resultaba agradable estar al aire libre.

A Brittany se le encogió el estómago y suspiró. No era el tema del que quería hablar, sobre todo con Quinn.

Sí, eso parece. Oye, ¿por qué no llevaste a la chica de Correos al picnic? —Esperaba que el cambio de tema no resultase tan descarado como sonó a sus propios oídos.

Al parecer sí que sonó, ya que Quinn la observó mientras masticaba.

¿Qué pasa con ella?

¿Con quién? ¿Con la chica de Correos?

Con Santana.

Brittany cambio de postura, incómoda, bajó la vista y empezó a juguetear con su sándwich.

¿A qué te refieres?

Sabes muy bien a qué me refiero. Si no te conociera, pensaría que estás celosa.

¿Celosa? ¿De qué? —La protesta de Brittany sonó demasiado vehemente a sus propios oídos. Quería salir corriendo y acabar aquella conversación de una vez.

De que se marchase con Emily.

No sé de qué hablas.

Sintió que los ojos verdes de Quinn la taladraban, pero se negó a levantar la vista y continuó comiendo, a pesar de que tenía el estómago cerrado. ¿Qué diablos le estaba pasando?

Es tu jefa, Britt. Eso lo tienes claro, ¿verdad? No puede ocurrir nada. Te despedirían.

Brittany miró por fin a Quinn con ojos encendidos que exigían la conclusión inmediata de la discusión.

Te lo digo por tu propio bien —continuó Quinn—. Hace más de veinte años que te conozco y sé lo que ronda por tu cabeza. Lo que no entiendo es por qué te empeñas en ocultármelo.

Brittany desvió la vista, rechazando el contacto visual con Quinn.

Era la única arma que le quedaba. «Patética», pensó.

Se rumorea que por su culpa despidieron a su última secretaria cuando estaba en Kaplan.

Brittany giró en redondo y clavó los ojos en su mejor amiga.

Quizá no le pareciese competente, Quinn.

O quizá se la estuviese tirando, Brittany —repuso Quinn.

¡Por Dios, eso no me lo creo!

Quinn alzó las manos, dándose por rendida.

No digo que ocurriese, sólo que cabe la posibilidad.

Brittany agitó la lengua en la boca, cada vez más enfadada.

Me has preguntado qué significa Santana para mí. ¿Y para ti? ¿Qué rollo tienes con ella? Primero te empeñas en que es una mentirosa que se niega a reconocer su identidad y finge ser heterosexual, y ahora dices que se acostaba con sus subordinadas en su anterior trabajo. Aclárate, Quinn.

Quinn dio otro mordisco al sándwich y no dijo nada.

Permanecieron calladas durante un buen rato. Cuando Brittany se serenó, respiró a fondo y habló:

Preferiría que Emily no la embaucase y se la tirase como a todas las mujeres con las que sale. Me cae bien Santana y no quiero que le ocurra algo así. ¿Vale? Eso es todo.

Quinn asintió y habló con ternura:

Lo que yo digo es que tal vez Santana sea como Emily.

Era cierto. Brittany odiaba reconocerlo, pero era verdad. ¿Qué sabía ella de Santana, al fin y al cabo? «Apenas nada», susurró una vocecita.

Me fastidia discutir contigo —afirmó Quinn—. ¿Hacemos las paces, por favor?

Brittany exhaló un suspiro de alivio.

Yo tampoco quiero discutir. Mejor respetamos nuestros puntos de vista, ¿te parece?

Trato hecho.

Comieron en silencio durante varios minutos. Pero Quinn no pudo aguantar más.

Eh, ¿qué planes tienes para este fin de semana? ¿Te apetece hacer algo?

Claro —respondió Brittany automáticamente. Quedar con Quinn siempre resultaba divertido—. Tengo que limpiar la maleza de delante de mi casa. Podríamos hacerlo, y luego te preparo la cena.

Y podemos ver una película.

Perfecto. —Brittany sonrió.

Cuando Brittany volvió al trabajo, Santana se había levantado y caminaba por el despacho hojeando una carpeta. Semejante cambio de actitud sorprendió a Brittany, que se detuvo en seco y la miró unos instantes antes de asomar la cabeza por la puerta.

¿Qué ocurre? —preguntó.

Santana levantó la vista con una amplia sonrisa. Brittany se fijó entonces en que Santana tenía pómulos altos y bien dibujados y una dentadura perfecta. Santana fue hasta la puerta del despacho y dejó a Brittany aún más atónita al pellizcarle la mejilla.

Señorita Pierce, las cosas empiezan a mejorar. Sin la menor duda están mejorando.

La euforia de Santana era contagiosa y al poco tiempo Brittany también sonreía, con un cosquilleo en la mejilla que había tocado Santana.

Cuéntame.

Kitty Wilde tiene una cita muy importante la semana próxima en Albany. Voy a acompañarla a ver al cliente. Y Kurt Hummel tiene otro de la misma categoría en su terreno. —La sonrisa de Santana iluminó el despacho—. Están moviendo el culo, Brittany, ¿lo ves? Ya te lo dije. Se han puesto en marcha. Lo único que necesitaban era una patada en el trasero.

Sonó el teléfono antes de que Brittany pudiese reaccionar ante el entusiasmo de Santana y cogió la extensión de su cubículo.

Oficina de Santana López. Soy Brittany. Dígame.

¡Dios, qué voz tan sexy tienes por teléfono!

En vez de alegrarse el oír la voz de su vieja amiga, el ánimo de Brittany se desmoronó.

Hola, Emily, ¿qué tal estás? ¿Sigues en la ciudad?

Me quedaré unas semanas. Oye, tenemos que vernos. Quinn, tú y yo, y tal vez quiera apuntarse Santana. ¿Qué te parece?

«Preferiría arrancarme los ojos.»

Claro, suena fenomenal.

De acuerdo. ¿Está Santana?

Sí, espera. —Llamó a Santana por el intercomunicador—. Emily al teléfono.

¡Oh, qué bien! —Exclamó Santana—. Pásamela.

Cuando Brittany pasó la llamada, Santana cerró la puerta del despacho. Brittany se alejó de la ventana de Santana. No quería verla hablando con Emily, toda sonrisa y comentarios divertidos, y le molestó su propia actitud. Se alegraba de que Santana hubiese cerrado la puerta, aunque al mismo tiempo la ofendía. No deseaba escuchar la conversación, pero se sentía excluida, y eso la molestaba. Levantó el auricular del teléfono y lo apretó contra la frente.

¡Dios mío! —murmuró—. ¿Cuántos años tengo? ¿Doce?

* * *

El sábado hizo un día fatal. Hacía frío y llovió alternativamente, saturando el ambiente de humedad, hasta el punto de que Brittany cogió una sudadera.

¿No te gusta el clima de Rochester? —Refunfuñó, poniéndose la sudadera verde por la cabeza—. Pues espera sentada, que ya cambiará.

El ruido de herramientas que chocaban contra la porcelana llegó hasta el interior de la casita. Cogió una lata de cerveza Corona del frigorífico, metió una rodaja de lima en la abertura, la empujó con el dedo y agitó la lata para mezclar la lima con la cerveza, como le había enseñando Quinn. Cogió también su Coca-Cola Light y se dirigió hacia el lugar del que procedía el ruido.

Aquí tienes —dijo Brittany, dando la cerveza a Quinn, que estaba con los brazos metidos en la cisterna del váter—. Una recompensa por tu duro trabajo.

Quinn cogió la botella, con destellos de gratitud en sus verdes ojos.

No hay nada mejor que una cerveza ofrecida por una mujer hermosa. La vida es estupenda.

Bebió un trago y siguió trabajando, mientras Brittany la observaba sentada en el tocador. Siempre había admirado la capacidad de Quinn para arreglar cosas. Sabía hacerlo, como si lo llevase en la sangre. Brittany estaba segura de que también ella podría hacer reparaciones si se pusiese, pero Quinn siempre se ofrecía y parecía muy contenta echando una mano a Brittany. Y por eso, casi siempre Brittany aceptaba sus ofrecimientos.

A pesar del frío, el sudor se acumulaba sobre el labio superior de Quinn. Tenía la camiseta roja pegada al cuerpo, y Brittany admiró el trabajado torso no por primera vez. Aquella cualidad de Quinn provocaba un leve cosquilleo erótico a Brittany; semejante potencia le daba sed, así que bebió un trago de Coca-Cola.

Las puntas del pelo rubio de Quinn estaban mojadas de sudor, y Brittany sonrió con cariño al ver las incipientes canas. ¿Sería posible que llevasen veinte años de amistad? ¿Eran tan viejas que ya asomaban las canas?

Quinn sorprendió la mirada de Brittany y entrecerró los ojos, con aire juguetón.

¿De qué te ríes?

Tienes canas.

Los cuarenta están a la vuelta de la esquina, cariño. Para las dos.

Oye, las canas también son sexys.

Dice la rubia cuyas canas no se ven.

Porque no las tengo —bromeó Brittany.

Tonterías.

Brittany se rió. Quinn tenía razón. Brittany llamaba cariñosamente a su peluquera la Diosa del Cabello. Había introducido sutiles reflejos en los arreglos habituales de Brittany, disimulando así las canas antes de que nadie las notase. Excepto Quinn.

Conoces todos mis secretos. No es justo.

Quinn dio una última vuelta de tuerca y se sentó en cuclillas.

Ya está. Así tiene que funcionar. —Tiró de la palanca y esperó a que se llenase la cisterna. Una vez llena, no hizo más ruido ni perdió agua. Brittany y Quinn se miraron.

¡No pierde! —Brittany estaba feliz, aunque no sorprendida.

No.

Increíble.

Ya te dije que la arreglaría. —Se levantó y se limpió las manos en los pantalones.

Brittany abrazó a Quinn por el cuello, poniéndose de puntillas.

Eres la mejor.

No lo divulgues. —Quinn la abrazó, lanzando un suspiro de placer que llegó a oídos de Brittany. Brittany intentó desprenderse, pero Quinn la retuvo durante unos segundos antes de soltarla.

Lávate, y yo iré a preparar la cena —dijo Brittany—. ¿De acuerdo?

Muy bien.

Brittany se volvió en la puerta del baño.

¿Eh, Quinn? —Quinn la miró con expectación—. Gracias.

La sonrisa de Quinn se llenó de cariño.

¿Por ti? Cualquier cosa.

Más tarde, llenaron los estómagos de chuletas de cerdo, patatas y judías verdes. Quinn puso un DVD en el reproductor, y Brittany llevó dos tazas de café a la sala.

Se dejó caer en el desgastado sofá y dijo:

¿Has comido bien?

¡Válgame Dios! Si comiese aquí todas las noches, acabaría pesando ciento cincuenta kilos. —Quinn, tras darse una ducha rápida, se había puesto la camiseta y los vaqueros limpios que llevaba en una mochila. Aún tenía mechones húmedos alrededor de las orejas, que la rejuvenecían, de modo que no se le echaban 37 años.

Freí una chuleta extra, así que te la envolveré para que la lleves y te la comas mañana o la semana próxima.

Genial. Gracias. —Quinn señaló la cesta de mimbre con juguetes de perro que Brittany no había tenido el valor de tirar—. ¿No has pensado en comprar un cachorro?

Brittany suspiró.

No lo sé. Aún no. Creo que necesito un poco de tiempo.

Había llegado al punto en el que podía entrar en casa tras el trabajo y no echarse a llorar ante la dolorosa ausencia de Rip.

Necesitaba unas semanas más para hacerse a la idea de sustituirlo.

Quinn asintió.

Avísame. Te ayudaré a buscar.

Se acurrucaron entre cojines y se dispusieron a ver la película, poniendo los pies sobre la mesita de centro, como siempre, y disfrutando de la mutua compañía. Brittany decidió que era agradable vivir sola, pero no sentirse sola. La consolaba tener una amiga como Quinn, alguien que la conocía muy bien y no exigía nada, para cenar o ver una película, alguien con la que podía mantener conversaciones profundas o permanecer en completo silencio.

«Aunque no me disgustaría disfrutar de compañía en la cama de vez en cuando.» Torció el gesto. Llevaba bastante tiempo sola y empezaba a notar que el espacio vacío de su corazón se ensanchaba. La pérdida de Rip había empeorado las cosas.

Quinn interrumpió el ensimismamiento de Brittany al darse un palmetazo en el muslo sin apartar los ojos de la película. Brittany obedeció la orden muda, se movió y puso el pie izquierdo en el regazo de Quinn. Sin desviar los ojos de la pantalla en ningún momento, Quinn le quitó el calcetín a Brittany y se dedicó a darle un lento y firme masaje. Sus manos suaves eran fuertes y los dedos encontraban fácilmente los lugares que había que presionar y frotar, hasta el punto de que Brittany apenas pudo reprimir un gemido.

Tenía la impresión de que a Quinn le gustaba darle masajes, puesto que se los ofrecía a menudo. Sin embargo, Brittany había hecho un pacto consigo misma: no reconocer cuánto le gustaban.

Quinn y ella hablaban de muchas cosas, desde política a dinero o sexo, pero se negaba a decir a Quinn que sus masajes de pies eran muy eróticos. En ese preciso instante a Brittany le costaba no retorcerse de gusto, pero restregar el trasero contra los cojines del sofá era cosa suya y consecuencia de demasiadas noches sola.

«Reconócelo —siseó una vocecita—, llevas casi un año sin acostarte con nadie. El menor contacto te pone a cien.» Deseó, como tantas veces, ser como las mujeres que mantenían relaciones sexuales esporádicas, el sexo por el sexo y adiós. Sin duda, aliviaría la irritación casi constante que sentía últimamente. Si tuviese ese talante, sabía que podía coger a Quinn de la mano y llevarla a la cama. Diablos, hacerlo con ella allí mismo, en el sofá. A Quinn le gustaba el sexo casual; lo practicaba a menudo y contaba los detalles más íntimos y escabrosos a Brittany al día siguiente.

Pero Brittany nunca había sido capaz de acostarse con alguien de quien no estuviese enamorada, y aunque quería a Quinn con toda su alma, no la quería de esa manera. Suspiró. «Es una lástima para las dos.»

La voz de Quinn la interrumpió, y a Brittany le sorprendió ver que la película se había parado sin que se diese cuenta.

¿Leíste el periódico esta mañana?

Brittany parpadeó, intentando orientarse y apartar los pensamientos previos.

Hummm, no. No tuve ocasión.

En Home Depot venden contenedores de basura. A buen precio. Deberíamos comprar uno para ti. Deshazte de esa porquería que tienes.

Oh. Vale.

Quinn apretó el botón del mando y la película continuó. Brittany respiró hondo y se puso de lado, colocando el otro pie en el regazo de Quinn mientras se preguntaba por qué no mandaba todo a freír espárragos y echaba un polvo, pasando de las tonterías de la pareja-para-toda-la-vida. «En serio, ¿qué más da?»

Medio segundo después se rió de sí misma, sintiéndose estúpida por alentar ideas tan ridículas.
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