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FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final Primer15
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Finalizado FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 1

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 6:13 am

Hola chicas, como siguen? Os traigo la 4º parte de Honor, para quien no lo haya leido podeis encontrarlo aqui, Honor

Os dejo una presentación/recordatorio de los personajes más importantes:

- Santana López: Hija del Presidente de los Estados Unidos, su trabajo es su arte, es pintora. Los agentes del Servicio Secreto se referiran a ella como "Egret", cuando hablen entre ellos. Enamorada de su jefa de seguridad, Brittany Pierce
FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 022112-topic-celebs-Naya-Rivera
- Brittany Pierce: Comandante, mujer al cargo de la seguridad de Santana López. Enamorada de Santana López
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- William Shuester: Jefe de Brittany Pierce
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- Sam Evans: Mano derecha de Brittany Pierce, el segundo al mando cuando Brittany no está disponible, y persona de confianza de Brittany. Mantiene una relación con Felicia Davis
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- Rachel Berry: Encargada de una galería, mejor amiga de Santana López. Se siente atraida por Brittany, en la universidad tuvo una aventura con Santana
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- Paula Stark: Agente del Servicio secreto del equipo de Brittany. Tuvo una noche salvaje con Santana, pero mantiene una relación con Renée Savard
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- Renée Savard. Agente del FBI, trasladada temporalmente al equipo de Brittany para colaborar en la detención de Loverboy, un acosador de Santana. Mantiene una relación con Paula Stark
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 - Marcea Casells: Madre de Brittany, pintora famosa, viuda. Su marido murio en un atentado bomba
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Kitty: Chica de un servicio de "chicas de compañia" que solia usar Brittany
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- Andrew López. Presidente de los Estados Unidos, padre de Santana
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- Felicia David. Agente al servicio de la seguridad de Santana, experta en pirateo informático. Está saliendo con Sam Evans
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Finalizado FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 1

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 8:39 am

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Capitulo 1
16 de agosto del 2001
La recepcionista de la pequeña pensione de la Rue Seguier apartó la vista del periódico cuando se abrió la puerta y entraron dos desconocidas. Pasaba de la medianoche, una hora poco habitual para la llegada de huéspedes, pero estaba acostumbrada a cosas poco habituales en St-Germain, el arrondissement de París famoso por sus artistas, filósofos, pioneros de la moda y, en tiempos más recientes, por los turistas. Las costumbres e inclinaciones de estos últimos eran inabarcables, y había aprendido a ocultar sus escasas reacciones de sorpresa o desánimo ante los hábitos de los huéspedes. No obstante, aquella noche sintió una repentina curiosidad. Dos mujeres con trajes de fiesta caminaron hacia ella sobre la gruesa alfombra. Distaban mucho de ser mujeres corrientes, incluso para los criterios de la Orilla Izquierda. Una era una morena de belleza espectacular con un vestido de noche negro azulado que dejaba los hombros al descubierto y un chal de lentejuelas a juego, muy haute couture. Llevaba los espesos cabellos negros recogidos en la nuca, y el maquillaje, sutil y aplicado con mano experta, se limitaba a realzar la belleza natural de los grandes y profundos ojos marrones y los elevados pómulos. Tenía labios generosos y exuberantes, hechos para besar o para reír a carcajadas. En aquel momento se estaba riendo, mientras con los dedos de la mano derecha sujetaba en ademán posesivo el brazo de su acompañante. La otra mujer también era fascinante, pero de un estilo completamente distinto. Un poco más alta que su compañera morena, llevaba una chaqueta ceñida y pantalones de esmoquin negros. Su rubia melena contrastaba con la melena oscura de la otra, no sólo en los colores, sino también en la innegable aura de intensidad que proyectaba. Sus cabellos rubios como el oro se rizaban sobre la nuca, mientras por delante una onda ingobernable que desafiaba cualquier tipo de arreglo acariciaba su frente. Sus ojos eran azules y penetrantes, incluso desde el otro extremo de la habitación. La morena se movía con la agilidad y gracia de una bailarina, pero aquella mujer, más enérgica y esbelta, avanzaba con la agilidad muscular de un depredador de la jungla. Cada una de ellas emitía un aire de vitalidad y fuerza animal, y juntas formaban una pareja asombrosamente atractiva. “Y no cabe duda de que son pareja. Se mueven al mismo ritmo, sus cuerpos apenas se rozan, pero se funden... Oh sí, están juntas.”
-Bonsoir. ¿En qué puedo ayudarlas?
-Queremos una habitación -dijo la agente del Servicio Secreto estadounidense Brittany Pierce en perfecto francés. Miró a su acompañante y sonrió-. Algo privado y con vistas.
-Creo que tengo lo que buscan -respondió la recepcionista con un asomo de sonrisa. Se volvió y cogió una llave de los casilleros de madera que tenía detrás. El servicio de aquel hotelito, cuya decoración había conocido tiempos mejores, era personal y no había ordenadores. Reinaba cierto aire de intimidad en el pequeño vestíbulo, atestado de mobiliario de madera tallada y de lámparas de araña apagadas-. Desde su balcón se ve Notre Dame. Si llaman a recepción por la mañana, les subirán el desayuno.
Britt miró a su amante con una ceja levantada mientras cogía su cartera.
-¿Te parece bien?
Santana López se movió y rozó con la cadera el muslo de Britt mientras le acariciaba la espalda. Aunque pasaban juntas casi todas las horas del día, apenas podían tocarse. Así que en aquel momento disfrutaban hasta del más mínimo contacto.
-Perfecto.
Nunca habían pasado la noche juntas y a solas, al menos no realmente a solas, sin que hubiese vigilancia ante la puerta o alguien de servicio controlando su localización. Hacía más de medio año que eran amantes y se habían despertado la una en brazos de la otra menos de media docena de veces. Aquella noche, en la minúscula pensión de la ciudad del amor, por primera vez podían ser simplemente amantes.
-Aquí tienen. -La recepcionista entregó una llave a Britt, que cubrió la breve tarjeta informativa que la acompañaba-. Segundo piso.
-Gracias -dijeron Britt y Santana al mismo tiempo antes de alejarse cogidas de la mano.
Renee Savard estaba dormida cuando llamaron a la puerta de su habitación de hotel. Dio la vuelta en la cama con cuidado, procurando no lastimar el hombro izquierdo herido, y miró el despertador: las 2.12 de la madrugada. La agente del FBI espabiló casi al momento, totalmente despierta tras años entrenándose para pasar del sueño más profundo a la acción inmediata; se levantó a toda prisa, cogió la bata que estaba sobre una silla y se la puso con precaución. La herida de bala del hombro izquierdo estaba en vías de curación, y aunque le habían aconsejado dar reposo a la articulación el mayor tiempo posible, aprovechaba la menor oportunidad para prescindir del apoyo restrictivo del inmovilizador. No sólo le costaba trabajo vestirse con él puesto, sino que se sentía indefensa y vulnerable con un solo brazo en funcionamiento. Valía la pena sufrir un poco de dolor a cambio de poder defenderse si hacía falta. Segundos después miró a través de la mirilla de seguridad y se apresuró a descorrer la cerradura y a abrir la puerta con una amplia sonrisa.
-¿Qué haces aquí? Creí que esta noche estabas de servicio.
Paula Stark se hallaba en el pasillo del hotel, levemente ruborizada, pero incapaz de disimular su alegría. Vestía la chaqueta y pantalones negros que había usado mientras estaba de servicio como agente principal del servicio secreto en el equipo de Santana López. Llevaba el arma en la funda de la cadera, prendida en el lado derecho del cinturón. Extendió la mano, encogiéndose de hombros, y ofreció a Renee un pequeño ramo de rosas rojas y gipsófilas blancas.
-Casualmente pasaba por aquí.
Renee, encantada, apoyó un hombro en el marco de la puerta y miró de arriba abajo a la joven agente morena y musculosa, deleitándose como siempre en su aspecto sincero e íntegro.
-No esperaba verte durante una temporada. Al fin y al cabo, estoy de baja, pero tú tienes que trabajar.
-¿Ocurre algo? Bueno... ya sé que es tarde...
-Hum. No pasa nada- Renee extendió la mano para coger las flores y las acercó a la nariz, sonriendo de nuevo. Luego se hizo a un lado y señaló su habitación-. Entra.
Stark entró en la habitación del hotel, con el corazón desbocado. El noviazgo era algo nuevo para ella, como cualquier tipo de relación, y una relación con una mujer ni siquiera se le pasaba por la imaginación un año antes. Pero todo cambió el día en que Renee Savard fue destinada temporalmente al equipo de seguridad de Santana López. Durante la persecución de un terrible acosador que había amenazado con matar a Santana y que casi había acabado con la comandante, Stark se dio cuenta de lo mucho que quería a aquella mujer. Habían estado a punto de consumar su relación una semana antes.
Flashback
-Me parece increíble que te hayas ofrecido voluntaria para trabajar otra noche. ¿Cuántas son... tres seguidas? -Renee tenía una expresión desafiante cuando cruzó el salón para encararse con Stark.
-Dos... bueno, dos y media, supongo, pero no me ofrecí voluntaria para la última noche -se apresuró a decir Stark a modo de autodefensa.
-Permanecer levantada dos noches seguidas podría herir profundamente mi ego, ¿sabes?
-La situación es bastante complicada desde que la comandante y Egr... es decir, Santana... procuran que no se note demasiado que pasan tiempo juntas -explicó Stark, muy seria-. Resulta más fácil si yo...Paula, cierra el pico. -Renee ejecutó la orden, tapándole la boca a Stark.
El gritito de sorpresa de Stark fue sustituido por un leve gemido cuando la lengua de Renee acarició sus labios y se introdujo en su boca. Rendida, Stark cerró los ojos y dejó que el calor y la ternura de las caricias la atravesasen hasta conmover la última célula. Cuando el beso acabó, Stark abrió los ojos, confundida porque no podía centrar la vista. La cabeza le daba vueltas.
-Ha sido maravilloso -acertó a decir con voz temblorosa. De pronto, hacía mucho calor en el apartamento.
Renee posó la mano sobre la mejilla de Stark y apartó suavemente el pelo de la sien de su amiga con dedos agitados.
-Sí que lo ha sido. Y hay cosas mucho más maravillosas aún.
-No existe cupo ni nada por el estilo, ¿verdad? -Stark deslizó los labios sobre los dedos que acariciaban su rostro.
-En absoluto -respondió Renee con voz ronca y grave-. De hecho, creo que las reservas son inagotables.
-Me parece muy bien, porque voy a querer muchísimo. ¿Ahora mismo?
-¿Y tu hermana? -Stark apoyó las manos en la cintura de Renee y se acercó hasta que los muslos de ambas se rozaron. Le agradó comprobar que también Renee estaba un poco nerviosa.
-Es poli de siete a siete. Y no nos molestará si estamos...dormidas cuando llegue.
-Sí, pues entonces ahora sería genial. -A Stark le preocupaba que no le respondiesen las piernas si esperaban mucho más, porque estaba empezando a temblar de arriba abajo.
-¿Estás segura? -No había el menor rastro de ironía en el tono de Renee, sólo una amable pregunta, llena de paciencia, ternura y dulce deseo.
-Tengo muchísimas ganas de hacer el amor contigo –confesó Stark, cuyo cuerpo vibraba de ganas-. He querido tocarte desde siempre.
Renee soltó un brusco suspiro.
-No puedo esperar más.
Stark la abrazó por la cintura, y antes de besarla susurró:
-Pues no esperemos.
En el dormitorio, Renee se inclinó para soltar la correa que sujetaba el arma contra su pecho. Le temblaba la mano.
-¿Te ayudo? -Stark tenía seca la garganta y la voz ronca.
Renee asintió, sonriendo tímidamente.
-Sería mejor.
Stark se acercó y comenzó a quitar con mucho cuidado el arnés de restricción.
-¿Esto es seguro?
-¿Qué parte?
Había un matiz en el tono de Renee que obligó a Stark a alzar la cabeza bruscamente y a rebuscar en las profundidades de los ojos marrones de Renee.
-¿Ocurre algo?
-Estoy nerviosa -confesó Renee-. Eh... no sé por qué.
-¿Has cambiado de idea? -Stark trató de hablar con voz normal—. ¿Nerviosa? Más bien aterrorizada.
-Eres especial -susurró Renee, cuyos dedos aletearon sobre el rostro de Stark-. Quiero... Oh, Dios... te parecerá estúpido. Casi prefiero esperar hasta que sepamos adónde nos llevará esto.
-¿Te refieres a algo más, aparte de la cama?
Renee asintió de nuevo sin decir nada.
-No me parece estúpido. -Conmovida y, en cierto modo, aliviada, Stark agarró a Renee por la cintura. Su cuerpo estaba a punto y creía que su corazón también. Pero sólo habría una primera vez para ella-. Suena... precioso. -Tomó aliento con dificultad-. No me importa esperar.
-¿De verdad?
Stark esbozó una débil sonrisa.
-Bueno, sí... me importa... pero no importa. Ya me entiendes.
-Hum. -Renee le dio un prolongado beso-. Sí, te entiendo.
Aunque ambas se habían vuelto atrás, Stark temía que Renee también cambiase de idea acerca de estar con ella. Sin embargo, quería que su relación amorosa fuese algo más que el mero placer físico. Había experimentado el salvaje estremecimiento durante unas horas de frenesí una noche con Santana López, y aunque había sido algo maravilloso y memorable, ansiaba mucho más de Renee Savard. No sabía muy bien qué señal esperaba, pero le parecía que esperar era lo correcto. Y para Paula Stark hacer lo correcto resultaba fundamental. Por tanto, se lo tomaría con calma aunque nunca pasasen de la etapa de los besos. “Y me muera por falta de oxígeno y se me hinchen horriblemente todas las partes del cuerpo.”
Fin del flashback
-Aún no me has explicado qué haces aquí -dijo Renee, cogiendo uno de los vasos de plástico y dirigiéndose al cuarto de baño para llenarlo de agua.
-La comandante nos dio libre el resto del turno –respondió Stark, yendo a la habitación contigua-. Ya sé que es tarde, pero fuera está todo precioso y me pareció... que tal vez te gustase salir a pasear.
-¿Pasear? -Renee se volvió, con la cabeza ladeada y una expresión de desconcierto en el rostro-. ¿Te presentas en plena noche y me preguntas si me apetece salir a pasear?
Stark, un tanto dudosa, pero decidida a insistir, asintió con gran seriedad.
-Supongo que debería haber llamado...
Renee se apresuró a salvar la distancia que las separaba y abrazó a Stark por el cuello, acallando las palabras que iba a decir con un beso. Después de disfrutar de la ternura de la boca de Stark y de calmar un poco el hambre que siempre la asaltaba cuando imaginaba cómo sería sentir el poderoso cuerpo de Stark sobre el suyo, apartó la boca y se rió.
-Me parece maravilloso. Voy a vestirme.
-¿Qué tal tu brazo? -preguntó Stark cuando recuperó el aliento. Los besos de Renee siempre la cogían desprevenida, igual que cuando la tocaba en cualquier parte. Pasaba muchas horas del día imaginando que tocaba a Renee y que Renee la tocaba a ella.
-Mejor.
-¿Te ayudo? -se ofreció Stark con dobles intenciones.
Renee alzó una ceja.
-¿Puedo confiar en ti?
-Ah... -Stark se encogió de hombros y sonrió-. En los días buenos. Más o menos.
-¿Te encuentras bien? -preguntó Renee dulcemente, fijándose en la expresión reservada de Paula. Deslizó los dedos sobre las amplias mejillas hasta la potente mandíbula, y luego en torno al exuberante labio inferior-. Eres preciosa.
Stark se puso colorada y bajó la cabeza.
-No -repuso con voz ronca-. Tú eres preciosa. Yo sólo soy...útil.
-¿Útil? Hum -Renee se rió, posando la mano en medio del pecho de Stark, sin reprimir la necesidad de tocarla-. Eso habrá que verlo, ¿no crees?
Stark miró a Renee a los ojos y vio en ellos el mismo deseo que sabía que transmitían los suyos.
-Sí, supongo que sí, algún día.
Renee retrocedió, porque si hacía algo más no podría parar. Había conocido a otras mujeres, pero sin mantener ninguna relación seria desde tiempos ya lejanos, y las aventuras recientes no habían pasado de ser diversiones mutuas. Primero la Academia del FBI y luego las exigencias de abrirse camino en el mundo competitivo y varonil de la Agencia habían consumido no sólo todo su tiempo, sino también toda su energía. No se había dado cuenta de cuánto echaba de menos una relación humana que fuese más allá del contacto físico hasta que apareció Paula con su pura sinceridad y su tierna compasión. En aquel momento, aunque deseaba con todas sus fuerzas tener a Paula entre sus brazos, en su cama, prefería esperar hasta cerciorarse de que era algo más que otro momentáneo desahogo en medio de la soledad. La espera resultaba a veces muy sacrificada, pero por otro lado disfrutaba con la dulce ilusión.
-Siéntate -dijo Renee en tono amable-. Estaré lista en cinco minutos.
Stark, obediente, retiró una de las sillitas que estaban junto a la minúscula mesa situada delante de la ventana.
-Así que Egret está bien abrigadita esta noche, ¿verdad? -preguntó Renee en tono informal mientras sacaba los vaqueros y una camisa limpia del armario. Egret era el nombre en clave de Santana López, el que solían utilizar los agentes para referirse a ella.
-Yo... esto... -dudó Stark, resistiéndose a hablar de su protegida incluso con la mujer que formaba parte del equipo igual que los agentes del servicio secreto que cuidaban a Santana diariamente. Renee había estado a punto de morir al frustrar un plan para matar a la hija del presidente. El silencio de Stark no se debía a la desconfianza, sino a una arraigada costumbre.
-¿Paula? -Renee alzó los ojos mientras introducía con mucho cuidado el brazo herido en una manga-. ¿Ocurre algo?
Stark desvió la vista de la piel que quedó al descubierto cuando Renee se inclinó para ponerse los vaqueros. Renee no se abrochó la camisa, que apenas tapaba sus pechos. Su piel era suave y tersa, invitaba a la caricia.
-Yo...
-¿Algún problema? -repitió Renee con la cabeza inclinada y un matiz de curiosidad en la voz.
-No, ningún problema. -Stark despejó las ideas y continuó-: La comadante está con ella. Ellas... se han tomado un tiempo para asuntos personales.
Renee se abrochó la camisa y se enfundó los vaqueros, protegiendo siempre el brazo izquierdo.
-¿En serio? Eso es una violación del protocolo, ¿no?
Stark se encogió de hombros, incómoda.
-Sí y no. Las acompañamos durante gran parte del trayecto, y la comandante está con ella.
-Me parece como si estuviesen haciendo novillos. –Renee se calzó los mocasines-. Y me alegro por ellas. Han vivido un verdadero infierno los últimos seis meses y merecen un tiempo a solas, para disfrutar la una de la otra.
Cruzó la habitación, se acercó a Paula y le tendió la mano.
-Como nosotras. Vamos, salgamos a pasear por esta preciosa ciudad.
Con un ágil movimiento Stark se levantó y deslizó un brazo en torno a la cintura de Renee. Se inclinó y la besó con ternura. El beso no acabó hasta que recorrió el interior de los labios de Renee, no una vez, sino varias. Stark se apartó y asintió, casi sin aliento.
-Sí, salgamos.
Como si lo hubieran planeado, Britt y Santana se detuvieron ante la puerta de la habitación 213 y se miraron. Britt alzó una mano y acarició la mejilla de Santana con el dorso de los dedos.
-Te amo.
Santana inclinó la cabeza y dio un prolongado beso a Britt antes de apretar con fuerza la mano de su amante.
-Yo también te amo.
Britt abrió la puerta, y ambas atravesaron el umbral. Santana se volvió y corrió la cadena de seguridad, luego se adentró en la habitación iluminada por la luna y rodeó con los brazos el cuello de su amante, apoyando la mejilla en el pecho de Britt. Con una voz impregnada de asombro, murmuró:
-Me parece increíble que estemos aquí. Ojalá supieras cuántas veces he soñado con esto.
-Lo sé. -Britt enlazó los brazos sobre la cintura de Santana, la atrajo hacía sí y posó la mejilla sobre la cabeza de la joven-. Yo también.
-Me gustaría... -suspiró Santana, sabiendo que el deseo sólo producía decepción. Era quien era, y eso la condicionaría durante toda su vida. Era la única hija del presidente de los Estados Unidos. Cuando su padre dejase el cargo, el peso y el privilegio de esa responsabilidad seguiría existiendo. Sabía que su notoriedad acabaría por difuminarse, pero tardaría mucho tiempo. Su padre estaba en el primer mandato y probablemente habría un segundo. Estaría expuesta ante la opinión pública (o ante la fuerza de un huracán) durante los próximos años-. Lo siento. Me prometí a mí misma no arremeter contra los molinos.
-No me digas. -En la voz de Britt había una mezcla de incredulidad y sarcasmo.
-Cállate. -Santana dio un manotazo fingido al pecho de Britt, y luego posó la cabeza en el hombro de su amante-. Desde que hablamos con mi padre, y él asimiló tan bien nuestra relación, me pareció que lo mínimo que podía hacer era dejar de enfadarme continuamente con él por algo que no está en sus manos evitar.
-Me alegro. -Si Santana no se tomaba tan a pecho las restricciones que exigía su vida en las altas esferas, el trabajo de Britt como jefa de su equipo de seguridad sería mucho más fácil. Aunque lo fundamental era, sin duda, que Santana tuviese una vida más feliz y mucho más segura. En esencia, eso era lo que más importaba a Britt-. ¿Significa que dejarás de poner a prueba por sistema a tu equipo de seguridad?
-Nunca quise perderte -murmuró Santana mientras rozaba con los labios la parte inferior de la mandíbula de Britt. Meneó con aire sugerente las caderas contra el esbelto cuerpo de su amante mientras su boca buscaba la de Britt-. Sólo que jamás pensé que conseguiría tenerte para mí sola.
-Pues ahora me tienes -susurró Britt, besando a Santana en la frente. Estiró una mano para abrir el broche tras la nuca de Santana y guardó en el bolsillo la joya de oro macizo. Deslizó la misma mano bajo los cabellos de Santana y hundió los dedos entre los espesos e ingobernables mechones, adorando el suave peso del pelo sobre su palma. Le encantaba percibir a Santana-. Te amo.
Santana pensaba que jamás se cansaría de oír aquellas palabras. No lo había previsto ni deseado conscientemente. Había pasado la mayor parte de su vida adulta evitando compromisos y complicaciones, decantándose por conservar el anonimato en la única esfera que controlaba: su vida privada. Lo había logrado despistando sistemáticamente a su equipo de seguridad y escabulléndose para sumirse en relaciones anónimas que no le afectaban emocionalmente. Aunque no había pretendido ponerse en peligro de forma consciente, sus actos la habían colocado al borde del mismo más de una vez. No obstante, se consideraba independiente y afortunada, aunque no demasiado feliz. Todo aquello cambió el día en que la comandante Brittany Pierce entró en su ático y la informó de las nuevas reglas del juego: las reglas de Britt.
-Me sigue pareciendo mentira lo que has hecho conmigo-. “Me has hecho desearte muchísimo, necesitarte muchísimo. Jamás pensé que llegaría a sentir algo así.” Santana cabeceó, se apoyó en el círculo que describían los brazos de su amante y contempló los ojos azules que no se apartaban de los suyos-. No sé cómo ha conseguido colocarme en una situación tan desfavorable, comandante.
-¿Oh? -Britt bajó la cremallera de la espalda del vestido de Santana e introdujo la mano bajo la tela para acariciar la suave y cálida carne. Sus dedos se demoraron sobre el hueco de la base de la columna de Santana y luego descendieron hacia la suave protuberancia de firme musculatura. Se le agarrotó el estómago, como siempre que tocaba a Santana. La excitación seguía al hechizo y la necesidad se retorcía en sus entrañas-. Dios, te deseo.
-Britt -murmuró Santana, abriendo los broches de la camisa de fiesta de Britt y depositando cuidadosamente cada perlita engastada en plata en el bolsillo de Britt. Liberó la camisa blanca almidonada de la cinturilla de los pantalones de seda y separó la tela para dejar la piel al descubierto. Con un suspiro puso la palma de la mano en medio del pecho de su amante y deslizó las uñas hasta la mitad de su cuerpo, sonriendo con satisfacción al sentir la respuesta de Britt-. Me encanta hacer que me desees.
-No tienes que hacer nada para eso. -El ansia impregnaba la voz de Britt. Con manos temblorosas desprendió el vestido de los esculturales hombros de Santana y lo soltó, dejándolo caer en pliegues de color azul noche a sus pies. Los pechos de Santana estaban desnudos; sólo llevaba un tanga de satén negro y el fino liguero de encaje que sujetaba sus medias de seda. La cabeza de Britt dio vueltas cuando la sangre se agolpó en la boca de su estómago y bajó hasta sus muslos. Gimiendo, deslizó las manos sobre la espalda de Santana para abarcar sus nalgas y apretarla contra sí-. Te he echado de menos.
-Tres días sonriendo a desconocidos y dándoles conversación, cuando lo único que quería era estar a solas contigo... -Santana metió las manos bajo la camisa de Britt y buscó sus pechos, piel ardiente contra piel ardiente-. Por poco me muero.
-¿Y cómo crees que me sentía yo? -Britt respiraba con dificultad mientras sus pezones se erizaban entre los dedos juguetones de Santana. Con manos temblorosas soltó el liguero y deslizó la seda sobre la delicada piel-. Viendo cómo te miraba todo el mundo, todos los hombres y unas cuantas mujeres.
Y mientras las manos acariciaban la carne encendida, sus labios se encontraron por primera vez desde que habían entrado en la habitación. Sin dejar de explorarse y de reclamarse mutuamente con besos hambrientos, desabrocharon botones, bajaron cremalleras y arrojaron las últimas barreras de ropa al suelo, descalzándose hasta quedar desnudas, fundidas la una con la otra.
-Llévame a la cama -pidió Santana sin dejar de mover las caderas.
-Sí, sí. -La habitación era pequeña, y la cama estaba a pocos metros. Sin pensarlo siquiera, Britt puso el brazo tras las piernas de Santana, la alzó y la llevó a la cama. Acto seguido se colocó sobre el cuerpo de Santana, gimiendo ante el primer contacto completo-. Oh, sí... ¡cuánto te he echado de menos!
Santana se arqueó para recibir el peso de su amante, y las piernas de ambas se entrelazaron, fundiendo calor con calor.
-¡Oh, Dios!
-¡Qué bien estás!
-¡Cuánto te deseo!
-Te amo.
Mientras el claro de luna las envolvía y el mundo se difuminaba, se entretuvieron, jugaron, se solicitaron y tomaron hasta llegar al borde del abandono.
-Britt -suspiró Santana cuando la pasión surgió de sus entrañas, apoderándose de su alma y borrando la razón-. Oh, Britt.
-Te amo -susurró Britt al notar que el orgasmo sacudía a su amante, sintió la oleada de sangre y los músculos que se tensaban bajo sus dedos, y notó la frenética sacudida de los dos corazones al fundirse. Cerró los ojos y acarició lentamente a su amante, con paulatina intensidad, recorriendo hasta el último resquicio del deseo de Santana. Mientras Santana gritaba y luego gemía en sus brazos, Britt se abandonó a su propio placer con un suspiro de gratitud y asombro. Por primera vez, durante unas cuantas horas robadas, disfrutaron de la libertad de ser sólo dos mujeres enamoradas.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por micky morales Vie Ago 02, 2013 10:16 am

que maravilla de relación la de esas 2 en verdad espero que nada empañe su felicidad y espero también que en muchísimo tiempo tu no dejes de escribir fics!
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Keiri Lopierce Vie Ago 02, 2013 11:12 am

Hola Marta me ha encantado ya leí el final Amor y Honor y ahora leí esta nueva parte que puedo decir me encanta la relación de ellas 2 aunque no se Doyle ese tipo me da mala espina aun no confio en el y lo detesto de cierta manera espero que todo salga y pues a espero tu próxima actualización saludos :) pues si aun ando enferma pero ni modo siempre fiel lectora jajaja
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 11:41 am

micky morales escribió:que maravilla de relación la de esas 2 en verdad espero que nada empañe su felicidad y espero también que en muchísimo tiempo tu no dejes de escribir fics!
Bueno este fic dejare de escribirlo cuando la saga termine FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 2414267551 
Keiri Lopierce escribió:
Hola Marta me ha encantado ya leí el final Amor y Honor y ahora leí esta nueva parte que puedo decir me encanta la relación de ellas 2 aunque no se Doyle ese tipo me da mala espina aun no confio en el y lo detesto de cierta manera espero que todo salga y pues a espero tu próxima actualización saludos :) pues si aun ando enferma pero ni modo siempre fiel lectora jajaja

 Para los males reposo es el mejor remedio, así que a tomarselo con calma no queda de otra, espero que por lo menos la lectura alivie un poco el malestar. Te dejo un 2º capitulo para distraerte ;)
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Finalizado FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 2

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 11:42 am



 

Capitulo 2
03.13 16 agosto 2001
-Al habla Perro Rojo: ¿Me recibe?
-Perro Rojo: Recibido jefe de equipo
-¿Tiene al objetivo a la vista?
-Perro Rojo: Negativo... objetivo fuera de alcance
-ENCUÉNTRELA. La Operación Hidra está activa.
-Esperando fecha de expiración.
-Perro Rojo: Recibido. Avisaremos cuando el objetivo esté seguro.
 
-Te pediría que subieras -dijo Renee cuando Stark y ella llegaron ante la puerta del hotel-. Pero son las cuatro y media de la mañana y, a estas horas, no tenemos muchas opciones, aparte de acostarnos.
-No pasa nada -respondió Stark en tono amable, extendiendo la mano para tocar los dedos de Renee-. Ha sido divertido. Hay algo especial en pasear por una ciudad cuando todo el mundo duerme, sobre todo por una ciudad tan bonita como esta, que me hace sentir como si estuviese en medio de un maravilloso sueño. Estar contigo esta noche ha sido como convertir ese sueño en realidad.
Los labios de Renee se abrieron en un gesto de sorpresa, mientras contenía la respiración. Luego habló con voz ronca:
-¿Cómo es posible que el entrenamiento que ha hecho de ti una dura agente del servicio secreto no haya eliminado tu ternura?
Stark se encogió de hombros y una sonrisa irónica se dibujó en la comisura de su boca.
-Lo intentaron a conciencia, pero por lo visto hay algo de lo que no me he podido librar.
-Gracias a Dios.
-No estoy segura de que sea una ventaja -observó Stark, avergonzada-. Se supone que tendría de dejar a un lado mis sentimientos para hacer el trabajo correctamente.
-Oh no, cariño -protestó Renee dulcemente-. Sé que esa es la línea que nos marcan: ningún vínculo emocional con los protegidos, ninguna aportación personal. Pero yo opino que, cuando dejas de involucrarte, te vuelves descuidada. –Renee cogió a Stark de la mano con gesto audaz y la apartó del pequeño toldo para ocultarse entre las sombras del edificio. Acarició el rostro de Stark y la besó tiernamente-. Haces lo correcto, y fuera del trabajo espero que no cambies nunca.
Stark tragó saliva y agarró a Renee por la cintura.
-Puedo asegurarte que no cambiará nada de lo que siento por ti.
Renee apoyó la frente en la de Stark, disfrutando del placer del momento antes de besarla de nuevo.
-¿Me lo prometes?
-Lo prometo -respondió Stark-. Y no debes torturarte pensando si debes pedirme que suba, porque diría que no.
-¿En serio? ¿Así de simple? -El tono de Renee era una mezcla de sorpresa y consternación. Le encantaba su lento noviazgo, pero una parte de ella deseaba que la espera fuese al menos tan molesta para Stark como para ella-. No estoy muy segura de que me guste saberlo.
-Oh, créeme, sufro mucho. -Stark se rió, cogió la mano de Renee y ambas enlazaron los brazos-. Pero no me refería a esto. Hay algo que... tengo... que hacer.
-¿A estas horas? -Renee ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, observando a Stark con mirada astuta-. A ver si lo adivino... La agente Stark está de servicio.
-Sí. -Stark asintió con gesto culpable-. Algo por el estilo. “¡Dios, qué fácil sería enamorarme locamente de ti! Tengo que tomármelo con calma.” Renee soltó de mala gana la mano de Stark y le dio un empujoncito-. De acuerdo, vete. Vete ya. Llámame mañana cuando tengas tiempo.
-Sí, gracias. -Stark se volvió para marcharse, pero de pronto, como si se le hubiese ocurrido algo, retrocedió, atrajo a Renee hacia sí y le dio un rotundo beso. Cuando apartó la boca, tuvo que coger aire antes de poder hablar-: Que duermas... bien.
Renee, con un hormigueo en los labios y el corazón desbocado, se quedó mirando cómo se alejaba Stark. “Lo haré, si consigo que mi cuerpo se calme.”
Media hora después, Stark se acercó lentamente a un anodino sedán negro aparcado en la intersección de la Rue Seguier con la Rue de Savoie. Una solitaria figura, envuelta en sombras, ocupaba el asiento delantero. Antes de que Stark abriese la puerta, se bajó la ventanilla en silencio. Stark apoyó un brazo en el capó del coche y miró el interior.
-Hola. ¿Te apetece un café?
El rostro de la despampanante mujer que la miró con curiosidad podría haber ilustrado la portada de cualquier revista de moda. Felicia Davis asintió y esbozó una sonrisa de Mona Lisa.
-¿Por qué será que no me sorprende verte?
-Lo mismo digo -repuso Stark-. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-Desde las dos y media.
-¿Lo saben?
-No, y prefiero que no lo sepan. -Davis alzó un hombro con gracia. Ni siquiera la floja cazadora que llevaba ocultaba su elegancia natural-. Creo que la comandante tenía intención de que estuviesen solas.
-Hay un café abierto a la vuelta de la esquina. ¿Te traigo un exprés?
-Que sea doble. Y Dios te bendiga. -Felicia subió la ventanilla mientras Stark se alejaba. Durante la conversación, no había apartado la vista de la entrada de la pensión en la que la comandante Brittany Pierce y Santana López pasaban la noche. Comprendía que quisiesen estar solas y no le apetecía destruir aquella ilusión de intimidad. Sin embargo, su responsabilidad consistía en que la primera hija no sufriese ningún daño. Haría lo posible por cumplir con su deber, respetando al mismo tiempo los deseos de la comandante y de Egret. Stark regresó poco después, y Felicia abrió la puerta. Stark ocupó el asiento de acompañante, cerró la puerta y entregó un vaso de café de cartón, tamaño dedal, a la otra agente.
-¿Sabe Sam que estás aquí?
Felicia bebió el café en silencio, y luego volvió la cabeza y miró a Stark con gesto pensativo.
-No.
-Creí... bueno, ya sabes... que tal vez se lo habías consultado -farfulló Stark. “Por Dios, Paula, podrías ser un poco más sutil.” Sabía, o al menos suponía, como la mayoría de los miembros del equipo, que Felicia Davis y Sam Evans, el coordinador de comunicaciones del equipo y segundo de a bordo, mantenían una relación. Los dos agentes eran muy discretos, pero se sabía que se veían a menudo-. Supuse que te había enviado él.
-Estaba en el centro de mando cuando entró Fielding después de que la comandante diese permiso para irse a los del turno de noche. Dijo que tú y él teníais que acompañarlas a este sitio. Parecía encantado de disponer del resto de la noche libre. –El tono sugería que no le parecía bien enfocar el servicio de aquella forma, pero no dijo nada más. Era relativamente nueva en el equipo, al que había llegado procedente de la división técnica gracias a sus conocimientos informáticos. No ser miembro habitual de la rama de protección la convertía en una especie de intrusa para algunos.
Stark se puso colorada.
-Debería haberme quedado aquí.
-No estoy criticando a nadie. -El tono sosegado de Felicia subrayó sus palabras-. Confío en el buen sentido de la comandante y no creo que haga nada que ponga en peligro a Egret. Estoy aquí porque así me siento mejor.
-Yo también, supongo. ¿Te importa que te haga compañía?
-Por mí estupendo. Espero que la comandante hable con el centro de comunicaciones a primera hora de la mañana. Deberíamos desaparecer antes de que llegue el equipo oficial.
-Sí -murmuró Stark, bebiendo el café-. ¿A qué hora calculas?
-¿Conociendo a la comandante? Llamará a Sam a las siete en punto.
-Calculando media hora para que Sam envíe al primer turno, deberíamos marcharnos a las siete y cuarto. -Stark pensó en salir a comprar más café y pan-. No me apetece empezar el día con una bronca de la comandante.
Felicia suspiró y estiró las largas piernas bajo el reducido salpicadero.
-No creo que te riña. Pero me gustaría que hubiesen tenido la noche que querían.
Stark estudió a la mujer que estaba a su lado, sorprendida. Felicia era una persona difícil de entender. Casi nunca hacía comentarios personales y solía mostrarse ajena y distante.
Como muchos expertos informáticos de gran capacidad, parecía sentirse más cómoda entre datos y ordenadores. Sin embargo, no cabía duda de que comprendía las complejidades del corazón humano.
-Sí -murmuró Stark, pensando en su reciente paseo de la mano de Renee por los Campos Elíseos y en lo maravilloso que había sido-. De vez en cuando es bueno soñar.
La combinación de una cálida brisa que transportaba aromas de pan y café recién hechos, el zumbido distante del tráfico y las voces que subían desde la calle despertaron a Britt. Se volvió hacía las puertas abiertas del balcón, y la bruma rosáceo-morada del amanecer bañó sus ojos. Sin embargo, no fue el sobrenatural estallido de color el que le aceleró el corazón. Santana, vestida sólo con la camisa de Britt, estaba junto a la barandilla de hierro forjado del minúsculo balcón. Contemplaba el Sena con expresión pensativa. Britt, sin moverse, aprovechó la rara oportunidad de observar a Santana en un instante de tranquilidad. Casi todo el tiempo que pasaban juntas se dedicaba a reuniones, a traslados a las funciones oficiales o privadas de la primera hija, o transcurría en compañía de otros miembros del equipo. Estar sola con Santana, sobre todo en silencio, era un verdadero tesoro. Como solía ocurrir, la ilusión duró muy poco.
Santana volvió la cabeza y miró la habitación; una tierna sonrisa iluminó sus labios cuando sus ojos tropezaron con los de Britt.
-Me pareció sentir que te despertabas.
-Me sorprende no haber sentido que te habías levantado –dijo Britt en voz baja, estirándose bajo las sábanas arrugadas. Notaba el cuerpo inusitadamente relajado, casi ajeno. Era otra sensación rara, y Britt reconoció la laxitud como la consecuencia de hacer el amor y del placer de dormir con Santana entre los brazos-. Creo que me has agotado.
-¿En serio? -La sonrisa de Santana se ensanchó, mientras arqueaba una ceja morena-. Me parece que eso no augura nada bueno para nuestro futuro, comandante. Soy una de esas chicas que no se conforman con una vez a la semana.
-No se preocupe, señorita López -bromeó Britt, apartando las ligeras mantas y poniendo los pies en el suelo. Miró a su alrededor, buscando los pantalones-. Poseo una notable capacidad de recuperación.
-Ya lo sé -murmuró Santana, observando con admiración a Britt mientras se ponía los pantalones. Era hermosa, desnuda de cintura para arriba: músculos firmes bajo piel suave que rezumaba sensualidad. Santana sintió la urgencia familiar que le provocaba la mera visión de su amante y desvió los ojos hacia la cicatriz irregular visible sobre el pecho izquierdo de Britt y la larga incisión que se extendía por debajo del pecho y el costado hasta la espalda. Los costurones rojos se habían tornado rosáceos pero, por mucho que se diluyesen, Santana siempre los vería. Igual que siempre vería a Britt tendida en la acera, delante de su casa, desangrándose a causa de una bala destinada a ella. “Gracias a Dios que eres tan fuerte. ¿Qué haría yo...?”
Britt, sorprendida por el extraño tono de voz de Santana, subió la cremallera de los pantalones y miró a su amante. Rápidamente se acercó a ella, la abrazó por la cintura desde atrás, y apretó el pecho contra la espalda de Santana. Hundió el rostro en los cabellos de esta y la besó en el lóbulo de la oreja.
-No. -Santana se descansó en el cuerpo de Britt y la rodeó con los brazos para tenerla más cerca.
-¿No qué?
-No me acuerdo. Nada importante. -Britt besó el punto sensible debajo de la oreja de Santana-. Déjalo, cariño. -En condiciones normales, a Santana la habría ofendido la sutil orden, pero no en aquel momento. La ternura borró los posibles matices de las palabras. Estiró un brazo hacia atrás con aire indolente y entrelazó con los dedos los cabellos de Britt.
-Hasta ahora nadie había logrado leerme el pensamiento.
-Tampoco nadie te había amado como te amo yo.
-No quiero vivir sin ti.
Britt dio un respingo, sorprendida por la declaración. No dudaba de los sentimientos de Santana por ella, pero nunca habría imaginado que llegaría a ocupar un lugar de semejante importancia en la vida de aquella mujer. Santana era ante todo fuerte e independiente, tanto que a veces sacaba de quicio a Britt. Habían tenido un inicio tormentoso, e incluso a aquellas alturas se enzarzaban casi todos los días, casi siempre por las medidas de seguridad necesarias para proteger a Santana. Profesionalmente habían empezado a aceptar el compromiso. En lo personal, apenas habían definido el presente y mucho menos el futuro.
-Quiero pasar el resto de mi vida contigo -murmuró Britt, rozando el cuello de Santana con la boca-. Haré todo lo posible para que eso suceda.
-Ojalá pudiésemos vivir juntas.
Britt cerró los ojos y atrajo a Santana hacia sí. Se había entrenado desde pequeña para no desear cosas que no podía tener. Santana había sido la primera mujer por la que había roto esa regla, y sin embargo procuraba no desear más de lo que ya tenían. El tono decidido de la voz de Santana borró esa resolución en un abrir y cerrar de ojos.
-Lo haremos.
-Sabes que no puede ser.
-Hoy no. -Britt se volvió para mirar a Santana, pero sin desprenderse de sus brazos-. Y mañana tampoco. Pero te prometo que sucederá.
-¿Es lo que quieres? -Los ojos de Blair brillaron
Britt no pestañeó.
-Con todas mis fuerzas.
-Lo siento. Dios. –Snatana suspiró y cabeceó-. No sé qué se apoderó de mí. Tal vez estar aquí contigo. Aquí fui al colegio...
-Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa irónica-. No lo pasé muy bien.
-¿Por qué?
“Estaba sola. Estaba perdida. Quería lo que tenemos ahora, pero temía no conseguirlo jamás.” Santana alejó la melancolía con un gesto.
-Mi padre era entonces vicepresidente, y supongo que yo daba bastante la lata.
-Me lo imagino. -Britt besó a Santana en los labios-. No envidio a tu jefe de seguridad.
-¿A cuál? -Santana se rió-. El puesto era como una puerta giratoria. Hacían lo posible por librarse de él.
-Creí que eso mismo me ocurría a mí -confesó Britt-. Me sentí así cuando me endosaron el destino. Pero ahora ya no. Aunque no estuviera enamorada de ti, querría este trabajo.
Santana ladeó la cabeza, espoleada por la curiosidad y la sorpresa.
-¿Por qué?
-Porque resulta esencial para la seguridad del país.
A Santana se le pusieron los ojos como platos.
-¿De verdad lo piensas?
-Rotundamente, y lo mismo piensan todos los miembros de mi equipo. –Britt apoyó los hombros en el marco de la puerta, acunando a Santana ente sus brazos, mientras contemplaban la catedral de Notre Dame-. En la actualidad, la clave del poder no son las armas, sino el terror, mucho más sutil y más difícil de predecir. Si te ocurriese algo...
-No me pasará nada -declaró Santana, muy segura, al notar la preocupación en la voz de Britt. Cogió la mano de Britt y la introdujo bajo la camisa, apretando los dedos de su amante contra su pecho.
Britt lanzó un suave gemido.
-No pretenderás que piense en este momento, ¿verdad?
-Humm -suspiró Santana-. Me encanta sentir tus manos sobre mí.
Britt apoyó la mejilla en los cabellos de Santana y aspiró su aroma.
-Si te utilizasen como señuelo político contra tu padre, él no podría soportar la presión. Tendría que aceptar todas las condiciones que le impusiesen o dimitir. Y fuese como fuese, todos perderíamos.
-Antes no daba importancia a esas cosas, no tanta como ahora -admitió Santana-. Lo intentaré, cariño. Te prometo que lo intentaré.
-Lo sé. -Britt acogió la suavidad del pecho de Santana en la mano, acariciando levemente la fina piel y el pezón erizado. Aquella mujer era de vital importancia para una nación en guerra permanente, aunque las luchas no saliesen en los medios de comunicación. Y por encima de todo, era lo más valioso del mundo para Britt, para su corazón, para su vida entera-. Una vez te prometí, el primer día, que procuraría que la situación te resultase tolerable. Y seguiré haciéndolo con los medios a mi alcance. Te amo.
Santana se movió hasta que su boca encontró la de Britt y murmuró junto a los labios de su amante:
-Dios, yo también te amo.
-Nos queda una hora antes de que llame a Sam -susurró Britt.
-Nos ofrecieron el desayuno en la cama. -Santana llevó a Britt a la habitación y se quitó la camisa-. ¿Tienes hambre?
Britt deslizó una mano lentamente sobre su abdomen, invitando a Santana a seguir sus movimientos. Se desabrochó el pantalón y bajó la cremallera.
-Sí.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por aria Vie Ago 02, 2013 12:09 pm

Aqui estoooooy!!! jejee

Awww que cap mas lindo, asi o mas tiernas??? Me encantan sus encuentros..
Definitivamente me encanta cuando hacen el amor, es tan. knlasjdlskjljdasljl FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 918367557 FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 1163780127 
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Flor_Snix2013 Vie Ago 02, 2013 1:21 pm

Holiss FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 4061796348  comenzaste con todo el amor brittana awww son divinas y luego tenemos a Stark y Renee que van de a poquito bueno que digo... me gusto y espero el prox Bss cuidate
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 1:26 pm

aria escribió:Aqui estoooooy!!! jejee

Awww que cap mas lindo, asi o mas tiernas??? Me encantan sus encuentros..
Definitivamente me encanta cuando hacen el amor, es tan. knlasjdlskjljdasljl FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 918367557 FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 1163780127 
No has tardado en aparecer FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 2414267551  Estas de suerte de que te guste cuando hacen el amor, porque las chicas nunca pierden el tiempo :P
Flor_Snix2013 escribió:Holiss FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 4061796348  comenzaste con todo el amor brittana awww son divinas y luego tenemos a  Stark y Renee que van de a poquito bueno que digo... me gusto y espero el prox Bss cuidate
Hola!! Hay que aprovechar los dias de calmas que tienen las chicas para que se vean su amor, después empiezan los problemas y no hay forma de que esten juntas
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Finalizado FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 3

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 1:27 pm



 

Capitulo 3
Britt, con los ojos cerrados, estaba llena de sensaciones: de la maravillosa maraña de los cabellos de Santana resbalando entre sus dedos, del calor de la boca de Santana quemando su abrasada piel, y de la ternura de los labios de Santana arrastrándola al borde de la rendición. El primer anuncio del orgasmo surgió de lo más recóndito de su ser, se enroscó en la boca de su estómago y se deslizó como zarcillos de fuego por su columna vertebral. Se le puso piel de gallina, los músculos de sus muslos se estremecieron y sus caderas se elevaron en silenciosa súplica, reclamando más a su amante.
-¡Qué maravilla! -susurró Britt, hechizada.
Santana, sin dejar de gemir, acarició el estómago de Britt, sintiendo cómo se tensaban los músculos de su amante antes del impulso final de la plenitud. En ese momento, cuando la belleza pura y simple estaba a punto de brotar entre sus manos y florecer junto a sus labios, siempre se le agolpaba la respiración en el pecho y la sangre tronaba en sus oídos. Sonó el teléfono móvil de Britt. Britt gimió; el placer dejó paso a la angustia. Santana apartó la boca.
-No contestes.
Pero Britt dio la vuelta en la cama y cogió el teléfono que estaba en la mesilla. Haciendo un denodado esfuerzo por contener la urgencia que clamaba por escapar de sus entrañas como algo salvaje, aclaró las ideas y dijo con voz ronca:
-Pierce.
Santana se apartó, respirando con dificultad, se dejó caer de espaldas y miró el techo. Cogió la sábana y cubrió con ella los cuerpos de ambas. “¡Sólo queríamos unas horas para nosotras!” Se había permitido olvidarse de todo, excepto de Britt, durante aquellas horas, y el idilio había terminado de pronto. Se mesó los cabellos, procurando contener la rabia. “No es culpa de nadie. De Britt no. Ni del que está al otro lado del teléfono. De nadie. Simplemente es así.” En otra época, en otro lugar, ya se habría levantado y vestido. Si no le hubiese importado nada la mujer a la que había estado a punto de llevar a la cumbre del placer, habría descargado su rabia sobre el primero que encontrase: ella misma, su amante eventual o, a veces, sus amigas. Pero en aquel momento estaba sola con la mujer que amaba, y no podía desahogar la ira, tenía que tragársela. Si se desahogaba, destruiría hasta el recuerdo de las escasas horas de paz que había disfrutado en brazos de Britt. Britt apagó el teléfono, lo cerró y se volvió hacia Santana.
-Lo siento...
-No -se apresuró a decir Santana, mirando a su amante-. No pasa nada. -Atrajo a Britt hacia sí poniéndole una mano en la nuca, acercó la boca a la de Britt y la besó tiernamente mientras deslizaba la otra mano entre los muslos de Britt. Sonrió sobre los labios de su amante mientras oía sus profundos gemidos-. Aún estás temblando.
-Estoy lista... Dios, no pares... -A Britt se le empañó la visión mientras Santana la acariciaba.
-Jamás -susurró Santana, fijándose en los ojos vidriosos de Britt. Cuando Britt echó la cabeza hacia atrás, con el cuello arqueado y el cuerpo sacudido por los temblores, Santana la puso de espaldas y la penetró con largas y profundas caricias, arrastrándola, poseyéndola-. No pararé nunca... nunca, nunca...
-Ah... Dios -suspiró Britt cuando recobró el aliento. Rodeó con los brazos desmadejados los hombros de Santana y rozó con los labios la sien húmeda de su amante-. Estupenda sincronización
-¿La mía o la del teléfono? -preguntó Santana, perezosamente.
-¿Qué teléfono?
Santana bajó la cabeza y besó el nacimiento del cuello de Britt.
-Te amo, pero ¿qué ha sido de la comandante?
Britt acarició la espalda de Santana, suspirando.
-Era Sam.
-Lo suponía. Es el único que tiene huevos para llamarnos cuando estamos aisladas. -Santana se preparó mentalmente-. ¿Qué ocurre?
-Eric Mitchell no nos ha dado las dos semanas que nos prometió.
-Ha publicado la historia. -La voz de Santana sonó hueca.
Hacía casi una semana que Britt y ella se habían reunido con el periodista, pero recordaba hasta la última palabra de la entrevista de media hora.
[b style="mso-bidi-font-weight:normal"]Flasback[/b]
Britt respondió al interfono, escuchó unos momentos y dijo:
-Que pase. -Colgó el teléfono y se dirigió a Santana: -¿Preparada?
Santana asintió. Extendió la mano en silencio y se sintió segura cuando los dedos de Britt enlazaron los suyos. Se inclinó hacia delante y dio un fugaz beso a Britt.
-Estoy bien.
Mientras Britt abría la puerta al visitante, Santana se acercó a los amplios ventanales del salón de Britt y contempló Washington. Habían preferido reunirse con el periodista en el apartamento de Britt y no en la Casa Blanca. No se trataba de un encuentro oficial, sino muy personal. Poco antes en los periódicos de todo el país había aparecido una fotografía clandestina de Britt y de ella. La imagen era borrosa y no se identificaba a Britt, pero el hecho de que las hubiesen sorprendido en un momento de intimidad hablaba por sí solo. Los medios se lanzaron a todo tipo de especulaciones sobre los detalles de la “aventura amorosa” de Santana y varias “fuentes confidenciales” la situaron en brazos de cerebros de la mafia, estrellas cinematográficas e incluso miembros del gabinete de su padre. En condiciones normales, no habría hecho caso y esperaría a que los rumores muriesen, eclipsados por la siguiente catástrofe natural o emergencia nacional. Pero su relación con Britt no iba a terminar; de hecho, deseaba que se convirtiese en lo más importante de su vida. En tal caso no podían seguir viviendo en secreto. En un intento por acallar los rumores y controlar la propagación de falsedades decidió, con la aprobación de su padre, revelar su identidad sexual y su relación amorosa con Britt. Para ello eligió a un periodista casado con una antigua compañera de la universidad, confiando en que la vieja amistad redundase en cierto grado de discreción. Al oír la voz profunda de Britt en la puerta, Santana se volvió, decidida y preparada.
-Señorita López -saludó Eric Mitchell, un hombre alto, delgado, con una incipiente calvicie, de treinta y tantos años, extendiendo la mano-. Es un honor serle de ayuda.
Santana le estrechó la mano, serenándose ante la firme mirada azul pálida del hombre. Señaló una silla cercana, cogió a Britt de la mano y se sentó con ella en un sofá.
-Quiero hacer una declaración -afirmó Santana, muy tranquila-. Me parece bien que incluya mis comentarios en su artículo, pero le ruego que hable del momento oportuno para publicarlo con la jefa de gabinete de la Casa Blanca, Lucinda Washburn, y con el secretario de prensa para que puedan preparar la respuesta.
Mitchell sacó un fino cuaderno y un bolígrafo del bolsillo interior de la chaqueta. Abrió el cuaderno y buscó una página en blanco. Alzó los ojos y miró a la primera hija.
-No necesito el permiso de la Casa Blanca para entregar un artículo, señorita López.
Britt emitió un ruidito similar a un gruñido. Santana apretó la mano de su amante y esbozó una fría sonrisa.
-Lo sé muy bien, señor Mitchell. Sólo se lo sugiero como un rasgo de cortesía, dadas las circunstancias.
-Lo entiendo, y haré todo lo que pueda.
-La señorita López tiene previsto acudir a una serie de actos oficiales, entre ellos una reunión con el presidente de Francia y los ministros de sanidad de varios países europeos en París la semana que viene -observó Britt, oportunamente-. Mientras esté fuera del país, es esencial que no tengamos que afrontar la acuciante atención de los medios que, sin duda, generará esta historia.
-Me hago cargo del peso que supone el escrutinio público, señorita López. -Mitchell asintió de nuevo, mirando con gesto expectante tanto a Britt como a Santana. -Procuraré acordar con mis editores y con la Casa Blanca una fecha de publicación aceptable para todos.
-Gracias -respondió Santana, que creía en la sinceridad de Mitchell, pero se daba cuenta de lo dificilísimo que era controlar cualquier cosa bajo los deslumbradores focos de los reflectores de Washington. Miró a Britt, que le devolvió la mirada con una sonrisa y un apretón de mano. Le bastaba con la firme confianza de los ojos de Britt y el sólido consuelo del hombro de su amante junto al suyo. Centró de nuevo la atención en el periodista, que esperaba en silencio, y dijo con voz clara y serena: -Deseo hacer una declaración pública sobre mi vida privada. Debido a las singulares circunstancias de la visibilidad de mi familia, considero importante aclarar determinados asuntos suscitados por la reciente foto en la que estoy con mi amante, que casualmente es una mujer.
La expresión del periodista no cambió. Sostuvo la mirada de Santana sin inmutarse.
-Lo sabe su padre?
-Sí.
-¿Y lo aprueba?
La expresión de Santana era glacial, pero sin perder la compostura.
-Esa es una pregunta que debe responder mi padre, aunque creo que hay asuntos de mucha mayor importancia para usted y el resto de los medios de comunicación.
-Sin duda, pero se trata de una pregunta cuya respuesta querrá conocer todo el mundo.
Santana dudó, sin saber muy bien dónde trazar la línea que separaba lo personal de lo público, sobre todo en lo referente a su padre.
-Mi padre conoce mi orientación sexual y me apoya totalmente.
-¿La mujer de la fotografía es su amante actual?
-Sí.
Britt se inclinó hacia delante.
-Yo soy la otra persona de la fotografía.
Mitchell perdió la compostura por primera vez y alzó las cejas, sorprendido.
-Es usted la jefa del equipo de seguridad de la señorita López, ¿verdad, agente Pierce?
-En efecto. –Britt lo miró sin pestañear. -Pero hoy estoy aquí como amante de la señorita López.
-¿Sus superiores conocen su relación? -Escribía furiosamente sin apartar los ojos de Britt.
-Aún no. Pero se lo comunicaré en las próximas veinticuatro horas.
-¿Cree que la despedirán?
Santana se puso tensa.
-No lo sé -respondió Britt tranquilamente.
Mitchell se dirigió de nuevo a Blair.
-¿Su padre conoce a la agente Pierce?
-Sí.
-¿Desde cuándo?
-Eso no viene al caso -repuso Britt, en tono terminante. Su voz transmitía crispación.
-¿Piensan continuar con su relación después de esta declaración pública, teniendo en cuenta su peculiar vínculo profesional?
-Sí -afirmaron ambas sin titubear.
A partir de entonces la entrevista prosiguió como Santana había previsto, con las preguntas habituales sobre el momento en que se había dado cuenta de su orientación sexual, detalles de relaciones anteriores, y suposiciones sobre las consecuencias de la declaración en la campaña de su padre a la reelección. Santana se negó a responder a la mayoría de las preguntas porque nadie tenía derecho a saber determinadas cosas. También se negó a especular sobre la postura de la Casa Blanca. No había sido una conversación agradable, pero tampoco había resultado tan difícil como sin duda habría sido si Britt no hubiese estado con ella. Tras muchas discusiones y golpes de pecho en el Ala Oeste los días posteriores a la entrevista, se llegó a un acuerdo sobre la fecha de publicación de la historia. Mitchell y sus editores arguyeron que había grandes probabilidades de que se produjese una filtración desde el Capitolio y de que otro periódico reventase la historia. Querían publicarla inmediatamente. Lucinda Washburn afirmó que eso pondría en grave peligro a Santana mientras estuviese en el extranjero. Por fin, todas las partes se comprometieron a esperar dos semanas, lo cual daría tiempo a Santana y a su equipo de seguridad de regresar a Estados Unidos antes de que saltase la noticia.
[b style="mso-bidi-font-weight:normal"]Fin del flasback[/b]
-Dios -suspiró Santana. Le había costado mucho tomar la decisión de hacer público algo tan personal; de hecho, llevaba toda su vida adulta evitándola. Si no se hubiera enamorado de Britt, tal vez nunca hubiese divulgado la información voluntariamente-. No es una buena noticia.
-Lo siento, cariño. -Britt se incorporó en la cama y apoyó la espalda en el cabecero, sin dejar de abrazar a Santana-. Tenemos que regresar a la base para que Sam me ponga al tanto. Creo que sé de dónde sale esto.
-No tendremos que acortar el viaje, ¿verdad?
Britt no dijo nada.
-¡Maldita sea, Britt! No permitiré que la opinión pública dirija mi vida. -Santana se levantó y caminó como un gato enjaulado por la pequeña habitación, sin importarle su desnudez.
-Santana -dijo Britt con dulzura. Como su amante no dio señales de oírla, la llamó de nuevo, alzando un poco la voz-. Santana.
Santana se detuvo a los pies de la cama, lanzó una mirada fulminante a Britt y reanudó el recorrido de los tres metros que había entre la puerta y la ventana.
-No me preocupa la opinión pública -dijo Britt en tono ecuánime. No se había movido, sino que permanecía recostada sobre las almohadas, con la sábana en torno a la cintura-. No tenemos gente suficiente entre los nuestros para controlar multitudes, pero puedo pedir seguridad extra a los franceses si hace falta.
-Conozco ese tono de voz, Pierce -repuso Santana, cortante, deteniéndose bruscamente y encarándose con Britt, con las manos en las caderas y lanzando chispas por los ojos-. Es la voz de mando, lo cual significa que mi amante ha desaparecido. Odio que hagas eso.
-Ya lo sé. -Britt apartó las sábanas, suspirando, y se levantó de la cama buscando los pantalones por segunda vez esa mañana. Se los puso y hundió las manos en los bolsillos mientras arrimaba la cadera a la mesilla para dejar a Santana más sitio en su incesante paseo-. En Europa ha habido un resurgimiento de la disidencia de derechas en los últimos cinco años, y Francia es uno de los centros de actividad.
-¿Crees que alguien intentará matarme porque soy lesbiana?
Britt vivía, minuto a minuto, con la seguridad de que alguien, en algún lugar, trataría de hacer daño a la mujer que ella amaba por razones incompresibles para cualquiera en su sano juicio. Pero los asesinos no estaban en su sano juicio, y los fanáticos necesitaban motivos muy poco racionales para perpetrar actos terroristas.
-Debo considerar esa posibilidad, sí. Lo cual significa que tengo que repasar tu vulnerabilidad tras este último acontecimiento. Forma parte de mi trabajo.
Santana fue hasta la mesilla y cogió el móvil de Britt. Britt la miró, totalmente confundida.
-Tengo que llamar a Felicia.
-¿Por algún motivo especial?
-Necesito ropa. –Santana marcó el número del centro de mando y ordenó-: Que Davis me llame a este número. -Se sentó al borde de la cama y dejó el teléfono a su lado.
Britt pregunto con curiosidad:
-¿Por qué Felicia? Stark es tu agente principal.
Santana cabeceó, sonriendo a su pesar.
-Es cosa de chicas. No lo entenderías.
-Seguramente no. -Britt se sentó a su lado, con una sonrisa, y le cogió la mano. Con la otra mano arrastró la sábana y envolvió con ella el cuerpo de Santana-. La vista es espectacular, pero te vas a resfriar.
-No mientras esté tan cabreada -murmuró Santana, aunque dejó que Britt la cubriese.
-¿Comprendes mis preocupaciones?
-Sí. -Santana entrelazó los dedos con los de Britt-. Pero no me gustan. Está previsto que visite el centro de cáncer de mama del Instituto Gustave Roussy esta tarde. Esperaba tener unas horas para mí por la mañana para dibujar en los jardines de las Tullerías.
-Y aún lo puedes hacer. Sólo debo ponerme al día sobre posibles células activas en el entorno de París y echar un vistazo a los teletipos. -Britt se llevó la mano de Santana a los labios y le besó los dedos-. Dame una hora, más o menos, para reunirme con el equipo y luego hablaremos del programa del día.
Santana volvió la cabeza y examinó la cara de su amante. La mirada de Britt era tierna y cálida.
-Antes no solías pedir.
-Ya lo sé. -Britt deslizó los dedos de Santana sobre su propia mejilla, ansiosa de contacto-. Pero eso era antes de enamorarme de ti.
-¿Crees que, cuanto más tiempo estemos juntas, conseguiré mayor libertad?
-No, no creo -murmuró Britt, con ojos brillantes-. Me parece que ya has conseguido todo lo que estoy dispuesta a ceder.
Santana se acercó más a Britt, la cogió por la cintura y apoyó la cabeza en el hombro de su amante.
-Soy muy convincente.
Britt envolvió a Santana en un abrazo y la besó en la frente.
-Humm. Créeme, lo sé.
En ese momento sonó el teléfono, y Santana lo cogió.
-Santana López... ¿Felicia?... Necesito un kit de maquillaje de emergencia y algo que ponerme. Sí... unos pantalones flojos y una blusa irán muy bien. ¿Puedes ir a mi habitación y coger las cosas?... Claro, media hora me parece genial. -Santana ignoró a propósito el gesto de curiosidad de Britt-. Te doy la dirección en la que estamos. -Tras dar las indicaciones a Felicia, Santana apagó el teléfono y lo dejó a un lado. Miró a su amante con gesto muy serio y preguntó-: ¿Pedimos el desayuno o hacemos alguna otra cosa en esta media hora?
Britt enmarcó el rostro de Santana entre las manos y se inclinó para besarla largamente, disfrutando de la delicadeza de sus labios y del calor que despedían sus manos. Cuando apartó la boca, habló con voz ronca:
-Siempre hay algo que me gusta hacer con usted, señorita López. Pero dadas las circunstancias, creo que el desayuno es lo menos arriesgado.
Santana deslizó los dedos por el centro del pecho desnudo de Cam.
-Sé que eres de las que evitan los riesgos.
-Sin duda has puesto a prueba mis límites. -Britt se rió, cogió la mano de Santana y detuvo sus incitantes iniciativas-. Por tanto, tendré que declinar la oferta de más placeres de momento.
-¡No me digas! -Santana plantó las dos manos sobre el pecho de Britt, la empujó sobre la cama y se puso a horcajadas sobre ella. Se inclinó con los brazos apoyados en los hombros de Britt y bajó la cabeza lentamente, sin apartar los ojos de los de su amante. Eso ya lo veremos, comandante.
 
06.35. 16 agosto 2001
-Al habla el jefe de equipo: ¿Me recibe?
-Jefe de equipo: Entendido, Perro Rojo
-Objetivo localizado. Esperando luz verde
-Jefe de equipo: Estén preparados
-Entendido. Que el equipo ataque
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Flor_Snix2013 Vie Ago 02, 2013 2:33 pm

solo 3 cap de felicidad porque?? ahora si se vienen los problemas y quienes son los que van a atacar y a quien me da miedo FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 3718790499  no mentira solo intriga
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por micky morales Vie Ago 02, 2013 6:17 pm

espero que por nada del mundo les pase algo a las chicas!
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 6:23 pm

Flor_Snix2013 escribió:solo 3 cap de felicidad porque?? ahora si se vienen los problemas y quienes son los que van a atacar y a quien me da miedo FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 3718790499  no mentira solo intriga
Bueno te daré una pequeña pista, esta parte está basada en un hecho real
micky morales escribió:espero que por nada del mundo les pase algo a las chicas!

 Todo puede pasar, aunque haya emparejado a las chicas como a mi me ha parecido, no quiere decir que tengan que terminar así...puede pasar de todo...
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Finalizado FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 4

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 6:24 pm



 

Capitulo 4
Veintinueve minutos después, alguien llamó a la puerta del hotel. Cuando Santana hizo ademán de levantarse, Britt la sujetó por el brazo y se puso de pie.
-Ya voy yo.
Tras ponerse los pantalones y la camisa, Britt cogió su arma, que estaba en la pistolera encima de la mesilla, y la desenfundó con habilidad mientras se acercaba a la puerta. No había mirilla en la maciza puerta de madera, y echó un vistazo por encima del hombro para cerciorarse de que Santana no quedaba a la vista de quien estuviese en el pasillo. Luego, con la mano en el pomo de la puerta preguntó:
-¿Quién es?
-Davis, comandante.
Britt bajó la pistola automática, entreabrió la puerta para verificar la identidad, se hizo a un lado y dejó entrar a Davis. Felicia fue hasta los pies de la cama, mirando al frente, sin dar muestra de fijarse en la única cama, toda revuelta, ni en que la primera hija estaba sentada en ella sin nada más que una sábana encima.
Santana extendió la mano para coger la bolsa de viaje:
-Gracias.
-De nada, señorita López. -Felicia dio la vuelta y se dirigió a la puerta-. Vigilaré el vestíbulo, comandante.
-Muy bien. -Britt tapó de nuevo la visión de Santana mientras la agente abría la puerta y salía.
-¿Lo haces a propósito, sólo para fastidiarme?
Britt se volvió, metió la automática en la pistolera y la sujetó al cinturón de los pantalones en la espalda. Solía llevar una pistolera al hombro, pero no podía camuflarla bajo la chaqueta del esmoquin que había lucido la noche anterior.
-¿Qué?
Santana soltó un bufido y se levantó.
-No importa.
Britt sacó los botones de perlas uno a uno del bolsillo y los colocó en la camisa.
-¿Qué?
-Ponerte entre mí y cualquier remota posibilidad de peligro.
Britt alzó la vista con el ceño fruncido.
-¿Te refieres a ahora?
-Sí -respondió Santana, ladeó la cabeza y miró a Britt-. Me refiero a ahora.
Britt abrió la cremallera, remetió la camisa y la subió de nuevo.
-Es mera rutina. Ni siquiera lo pensé.
Santana contempló a su amante con gesto reflexivo, sin enfadarse, pero con curiosidad.
-¿Cómo os enseñan a hacer eso?
-¿El qué? -Britt abrazó a Santana por la cintura y la besó tiernamente-. ¿Qué cosa?
-Esta mañana estás muy espesa. -Santana apoyó los brazos en los hombros de Britt, deleitándose en el baile de colores que reflejaban los ojos de su amante.
Britt sonrió.
-Demasiado sexo.
Santana sonrió a su pesar. Luego, su expresión se tornó seria.
-¿Cómo le enseñan a alguien a estar dispuesto a morir por un sueldo?
-No es así -murmuró Britt-, y lo sabes.
-No entiendo por qué lo haces.
Britt apoyó la frente contra la de Santana y tomó aliento.
-Es un honor.
Santana emitió un ruidito y hundió la cara en el cuello de Britt.
-¡Oh, Dios. Cuánto te amo!
-Me alegro. -Britt la besó de nuevo, tiernamente, pero se permitió el lujo de demorarse. Dibujó con la lengua la suave superficie de los labios de Santana y la introdujo en la acogedora calidez de su boca, sabiendo que pasarían horas o tal vez días antes de que pudiese volver a hacerlo. Luego soltó a su amante y se apartó con resolución-. Yo también te amo.
-Tardaré sólo un segundo. -Santana, apagada, se apartó para ver la ropa que Felicia le había llevado. Aunque estuviese con Britt casi todo el día y seguramente gran parte de la noche, ya no sería lo mismo. No podría tocarla sin reparos, ni sonreír, reír o llorar con ella sin restricciones. Su relación no era secreta, pero su comportamiento seguía sometido a escrutinio, y lo personal estaba a punto de convertirse en algo muy público.
-Santana -dijo Britt en tono dulce.
Santana la miró, con gesto interrogante.
-Yo también te echo de menos.
Curiosamente, la afirmación animó a Santana. Saber que no era la única que sentía añoranza le daba fuerzas para soportar la soledad.
-Gracias.
Britt asintió con gesto solemne, se encogió de hombros y comprobó si podía manejar la pistola sin dificultad. Satisfecha, dijo:
-Esperaré fuera con Felicia.
-Claro. Saldré enseguida, comandante.
El corto trayecto en el Peugeot, uno de los vehículos de seguridad reglamentarios de los franceses, transcurrió en silencio. Felicia conducía mientras Cynthia Parker, la miembro más reciente del equipo de Santana, viajaba de guardaespaldas en el asiento del copiloto. Parker era una cesión temporal de la división de seguridad de la Casa Blanca y sustituía a Ellen Grant, que se recuperaba de una herida recibida al frustrar un ataque contra Santana. Parker, además de llevar diez años en la división de protección, había trabajado en contraterrorismo, y Britt la había solicitado especialmente para el viaje a París. En los asientos de atrás iban Santana y Britt sin decir nada. Cuando el coche entró en la amplia avenida de acceso al Hotel Marigny, Britt murmuró:
-Te llamaré en cuanto acabe la sesión de trabajo.
Santana estiró la mano y la posó sobre el muslo de Britt.
-Tengo que ducharme y cambiarme. Ven en cuanto acabes.
Britt cubrió los dedos de Santana con los suyos y le dio un apretón.
-Estupendo.
Luego soltó la mano de su amante y comprobó la actividad de la acera antes de abrir la puerta. Se acercaron dos agentes, Hernández y Michaels y, cuando flanquearon la puerta de atrás, Britt salió. Miró la plaza de arriba abajo, la entrada del hotel y el exterior del edificio, fijándose en todas las ventanas. Las ventanas de los hoteles más modernos no se abrían, pero bastaba con recortar un cuadrado en el cristal para introducir el cañón de un rifle a través de él. Con suerte, serviría de alerta el reflejo del sol en el acero, pero muchas armas tenían una capa negro mate que evitaba esos reflejos. Britt no vio nada raro y se inclinó hacia el vehículo.
-Estamos listos para acompañarla, señorita López.
En cuanto Santana salió, los dos agentes se colocaron a ambos lados de ella. Britt se adelantó un poco, y Santana supo sin necesidad de mirar que Felicia estaba detrás de ella. La falange de guardias la escoltó hasta el interior del edificio, en el vestíbulo y en el ascensor. Subieron al último piso y se dirigieron al ala este, donde se habían reservado dos suites del ático para Santana y su equipo de seguridad. La segunda suite se había convertido en base de mando mientras durase su estancia en París; y los agentes, incluida Britt, dormían en habitaciones un piso más abajo. En el pasillo, ante la habitación de Santana, Britt murmuró:
-Hasta luego.
Santana vio a su amante desaparecer en la habitación de enfrente, abrió la puerta de su propia habitación y entró. Felicia se quedó en el pasillo. Santana, sola, se desnudó con desgana y se dirigió al cuarto de baño. No lamentaba la pérdida de una noche de sueño porque las horas que había pasado con Britt la compensaban de sobra. Su cansancio no se debía a la fatiga, sino más bien a los años de rutina restrictiva. No obstante, al abrir el grifo de la ducha, sintió una oleada de felicidad. Recordaba quedarse dormida y, sobre todo, despertar en brazos de Britt.
Britt se quitó la chaqueta del esmoquin en cuanto entró en el centro de comunicaciones provisional. Ordenadores portátiles abiertos cubrían casi todas las superficies, y una serie de monitores ofrecían imágenes del vestíbulo exterior y del interior de todos los ascensores que subían hasta el piso de Santana. Un hombre rubio de aspecto juvenil que rozaba la treintena, con pantalones de algodón y una camisa azul de cuello abotonado y remangada, estaba sentado en el centro de la instalación electrónica en forma de U. Tenía aspecto saludable y podría haber pasado por Brad Pitt en uno de sus días menos desaliñados.
-¿Qué tenemos, Sam? -preguntó Britt, acercándose a él y sentándose en una silla a su lado.
-Buenos días, comandante -dijo Sam Evans con una agradable sonrisa. Si se había dado cuenta de que su jefa aún llevaba la ropa que había lucido en la gala de la embajada la noche anterior, no lo demostró-. El servicio de información de datos de la Agencia de Seguridad Nacional nos advirtió que las... noticias sobre la señorita López estarían en la calle esta mañana. -Miró su reloj. -Aproximadamente dentro de cuatro horas.
En cuanto Santana le concedió la entrevista a Mitchell, Britt se lo comunicó a su equipo, omitiendo la mayoría de los detalles, pero diciéndoles que debían prepararse para un incremento de la atención de los medios en cualquier momento.
-Que el equipo se reúna para revisar los ajustes que habrá que hacer en el resto del itinerario. -Britt consultó el reloj-. Dame quince minutos. Estaré en mi habitación si me necesitas.
-Muy bien, comandante.
Britt fue a ducharse y a cambiarse, preguntándose si tendría que decepcionar a su amante. Cuando volvió al centro de comunicaciones, llevaba su atuendo de trabajo habitual: traje oscuro, camisa blanca, zapatos de vestir negros adornados con borlas; y estaban presentes todos sus agentes, salvo los encargados de proteger a Santana. Trabajaba con la mayoría desde que había asumido el mando de la seguridad personal de Egret nueve meses antes. Había algunas caras nuevas: varios agentes destinados temporalmente al servicio debido al refuerzo de seguridad que se requería cuando Egret viajaba al extranjero y la sustituta de un miembro esencial del equipo de baja por enfermedad. Britt confiaba en todos porque creía firmemente en la integridad del Servicio Secreto. Pero se fiaba sólo de unos pocos de forma implícita. De los que habían sufrido pruebas de fuego con ella, más de uno, y los elegidos en los que confiaba ciegamente. Esos eran los únicos en cuyas manos ponía la vida de Santana y con los que contaba para asumir el mando si algo le sucediese a ella. Había encargado la responsabilidad del cambio de turnos a Sam, encomendándole que en cada turno estuviesen al menos dos de esos agentes “esenciales”.
-Comandante -la saludaron varias voces cuando entró.
Britt respondió con un gesto y se dirigió al aparador del rincón. Se sirvió una taza de café de una cafetera encendida las veinticuatro horas del día y la llevó al centro de la habitación, donde se habían colocado dos mesas de aluminio de catering a modo de mesa de reuniones. Dejó la taza sobre la mesa y miró a los agentes. Faltaban Felicia y Reynolds, uno de los nuevos. Ambos vigilaban la puerta de la habitación de Santana. Tras la reunión de la mañana, los que acababan de concluir el turno de noche abreviado quedarían libres hasta el próximo turno. La excepción era Paula Stark, que como agente principal de Egret trabajaba en turnos partidos (parte del día y parte de la noche) cuando Egret tenía mayor actividad.
-Buenos días a todos. Antes de nada, pongámonos al día. -Britt sacó su agenda electrónica del bolsillo, la abrió y la encendió. Echó un vistazo al itinerario de Santana durante los dos días siguientes, aunque lo sabía de memoria.
Sam removió listados, y luego de forma sucinta y eficiente repasó el horario de los actos del día y la distribución del personal. Abrió una página en su portátil y en el monitor con pantalla de plasma de un metro situado al final de la mesa apareció un mapa sectorial de París.
-Este es el trayecto en coche programado para ir al hospital. Aquí colocaremos dos coches. -Resaltó un cruce-. Y aquí, de respaldo y para evacuación.
Escribió en el teclado y apareció una imagen de la entrada principal del enorme hospital. -La hora prevista de llegada de Egret son las 16.00. El equipo avanzado examinará el vestíbulo y hará el recorrido a las 13.00 y de nuevo a las 15.00, y luego esperará aquí. -Señaló un lugar junto a la puerta principal-. La acompañará en el recorrido interior con el primer equipo.
-¿Qué tenemos en la topografía circundante? preguntó Britt.
-Tres estructuras dentro de un campo crítico y con vistas a la entrada -respondió Phil Rogers, el coordinador del equipo avanzado-. Se trata de edificios comerciales que hoy están abiertos.
Britt torció el gesto para sí, porque aquello significaba docenas, quizá cientos de personas, con acceso potencial a un lugar desde el que podían ver, fotografiar o disparar a la primera hija. Sin embargo, su rostro permaneció inmutable.
-¿Algo reseñable sobre los ocupantes?
-No, señora -respondió Rogers-. Los franceses revisaron los contratos de alquiler y las escrituras de propiedad cuando les dimos el avance del itinerario el mes pasado. No encontraron nada.
Si las comprobaciones preliminares no revelaban nada sospechoso (un arrendatario con antecedentes penales o una empresa estrechamente vinculada a intereses antiamericanos), se solicitaban análisis a fondo, incluyendo de vigilancia, de agentes de inteligencia “amigos” y operativos en la zona, casi siempre de la CIA o de sus homólogos franceses.
-¿Empleados?
Rogers frunció el ceño.
-Eso es más difícil de evaluar. No es que los franceses se nieguen a cooperar, sino que sus registros son desastrosos... sus archivos informáticos tienen aún menor capacidad de cruzar datos que los nuestros.
Britt suspiró. En el mundo del espionaje todos sabían que la docena de agencias estadounidenses encargadas de recoger y analizar información no solían comunicarse entre sí; y cuando lo hacían, sus sistemas de almacenaje y recuperación de datos eran anticuados y/o incompatibles. En consecuencia, resultaba imposible el intercambio de información entre agencias. La situación se agravaba en el ámbito internacional, en el que las relaciones diplomáticas con los países anfitriones eran en el mejor de los casos volátiles. Como resultado final, proteger a personajes políticos en territorio extranjero se convertía casi siempre en una pesadilla.
-¿De cuántas personas estamos hablando?
-De cincuenta.
-¿Tenemos equipos sobre el terreno?
-Sí, señora. -Rogers consultó su agenda electrónica-. El Service de Protection des Hautes Personnalités apostará agentes en las tres ubicaciones a las 12.00 horas.
-¿En el interior y el exterior? -preguntó Britt, cortante. Odiaba confiar en otras fuerzas de seguridad, pero no resultaba práctico ni factible viajar con el número de personas necesarias para proteger a una figura pública de todos los posibles daños. Un vehículo con artefactos explosivos podía saltarse un control de carreteras y estrellarse contra el coche de Santana; un terrorista suicida podía acercarse a ella en la calle y saltar por los aires; un pistolero podía alquilar una habitación frente al restaurante o la peluquería favorita de Santana y esperar a que ella saliese. Siempre lograrían una buena perspectiva. El servicio de protección se basaba en la planificación meticulosa y exhaustiva de todas y cada una de las contingencias, pero la salvación dependía muchas veces del instinto y de la intuición.
-Sí, comandante.
-¿Valoración de riesgos?
-Baja -respondió Sam-. Gobierno amigo, económicamente estable, escasos alborotos recientes. Egret es popular y se relaciona con una serie de personas de las altas esferas, diplomáticas y sociales, desde la época en que vivió aquí. -Sonrió-. Los franceses la adoran, comandante.
“Algunos la adoran demasiado.” Britt pensó en las descaradas atenciones de la esposa del embajador francés, que había sido amante de Santana, durante la gala de la noche anterior. Hizo un gesto con la boca, pero no sonrió.
-De acuerdo, la visita al hospital está en marcha. -Mientras la gente tomaba notas y removía papeles, Britt dejó la agenda electrónica junto a la taza de café y puso las manos sobre la mesa. Se inclinó hacia delante y cuando dijo: -Noticias de última hora, -todos se apresuraron a enderezarse en sus sillas plegables y a mirarla con atención. -Aproximadamente a las 05.00 en Estados Unidos, las 11.00 hora local, se publicará un artículo que contiene una declaración personal de Egret en la que afirma que mantiene una relación sentimental con otra mujer.
Britt observó a todos los presentes. Nadie se movió. No hubo ni un parpadeo. Satisfecha, bebió su café y ordenó las ideas.
-El efecto sobre nuestra situación actual es incierto en este momento. Supongo que al final del día la noticia se habrá propagado por todo el mundo. Inevitablemente, se convertirá en un tema de debate, pero lo que me preocupa es si actuará de catalizador de algún tipo de acción contra Egret. -Miró a su nueva analista política-. ¿Parker?
Cynthia Parker, de poco más de treinta años, corpulenta y confiada, tardó un poco en responder. En sus ojos de color castaño oscuro, de un tono más intenso que sus cabellos, había una expresión calculadora y reflexiva.
-Yo no contaría con una protesta organizada durante al menos doce horas después del punto culminante de difusión en los medios. En París la orientación y la actividad sexual no constituyen un tema candente. No creo que veamos demasiadas reacciones. -Se encogió de hombros-. El escándalo sexual de la administración anterior se tomó a broma aquí. Diablos, la mayor parte de Europa aún se ríe de nosotros por darle importancia al hecho de que el presidente se tirase a alguien.
-Conforme. -Britt miró a Sam-. Tendremos que intensificar nuestra capacidad de control de multitudes.
-Entendido.
-Cabe la posibilidad de que la aborden personas en alguno de los eventos programados -continuó Cynthia mirando a Britt a los ojos-, incluso en reuniones sociales.
-Eso es una cuestión personal que estoy segura que la señorita López enfocará como crea conveniente. -Britt habló en tono normal y ponderado, pero sintió una punzada de ira ante la posibilidad de que Santana tuviese que afrontar una invasión aún mayor de su intimidad. Sabía, sin la menor duda, que Santana podía manejar todo tipo de comentarios y sugerencias, pero odiaba que tuviese que hacerlo. Era otro ejemplo de la exposición pública que sufría la vida personal de Santana: los demás creían que, como se trataba de una figura pública, tenían derecho a hacerle preguntas privadas. Britt resopló y procuró dejar a un lado la ira. Tenía que concentrarse en el trabajo.
-¿Y qué hay de la reacción de los grupos fundamentalistas, de oposición religiosa o de células derechistas? -A Britt no le preocupaban los manifestantes. No quería que molestasen, insultasen o acosasen a Santana, pero los manifestantes eran más un incordio que una verdadera amenaza. Generalmente. Sí le preocupaban, en cambio, los grupos de filiación paramilitar o terrorista. Los partidos políticos reconocidos de derechas no atacaban directamente, al margen de su doctrina. Esos grupos se infiltraban en la estructura política a través de los canales burocráticos habituales, apoyados en la creciente popularidad ganada en las últimas elecciones. Mucho más preocupantes eran los grupos extremistas clandestinos, sobre todo porque según recientes informaciones de inteligencia esos grupos formaban difusas coaliciones que se saltaban las fronteras raciales y religiosas.
Cynthia se apresuró a responder:
-Los informes no muestran mayor actividad tomando como base los últimos seis meses en las principales células de Europa occidental. El Partido de la Libertad de Austria, La
Resistencia Aria Blanca de Suecia, El Bloque Flamenco de Bélgica, son bien visibles y sus comunicaciones se controlan sistemáticamente. No se ha registrado nada que sugiera el menor interés por Egret. -Pensó las siguientes palabras-: Pero la información es tan fiable como nuestras fuentes.
-¿Sam? preguntó Britt. -¿Qué dice el Servicio de Seguridad Central sobre la actividad extremista en esta zona?
-No sé si estamos al día en ese aspecto, porque los canales de esa dirección tienden a ser muy lentos –admitió Sam. Una momentánea sombra de desagrado se dibujó en sus suaves rasgos, pero desapareció enseguida. La comunidad de inteligencia era una extensa red de agencias relacionadas, cada una de las cuales se encargaba de una parte de la inteligencia nacional e internacional. Muchas funcionaban bajo el paraguas de la Agencia Nacional de Seguridad, pero todas las agencias, desde la CIA al FBI y las ramas de inteligencia militar, recogían información a través de sus propias redes. En teoría, esa información se almacenaba, se destilaba y se entregaba a los que la necesitaban, incluido el Servicio Secreto. Sam recibía boletines directamente de la Agencia de Seguridad Nacional y del Servicio de Seguridad Central las veinticuatro horas del día-. Pero no tenemos alertas.
Britt asintió y se dirigió a su esteganógrafo, Barry Wright:
-¿Algo de interés local?
-Nada concreto, salvo un inquietante incremento del tráfico en general. -Barry pertenecía a una nueva hornada de criptógrafos. Pasaba casi todo el tiempo vigilando Internet, analizando páginas que servían de vías de comunicación subterráneas a ciertas personas, a grupos radicales e incluso a gobiernos conectados con actividades de extrema derecha o terroristas. La forma más habitual de transmitir mensajes “ocultos” era introducirlos bit a bit en archivos de imágenes jpeg, llamados imágenes “tapadera”. El destinatario descifraba el código de la imagen y componía el mensaje camuflado. Era un proceso de codificación y descodificación sofisticado y laborioso, pero a las agencias de inteligencia les costaba mucho trabajo detectarlo-. En los últimos seis meses ha aumentado la comunicación, pero no se ha encontrado una foto coherente. Tampoco nada referido a Egret, aparte de las noticias normales sobre sus proyectos de viaje.
Un músculo se tensó en la mandíbula de Britt. La agenda de Santana (diablos, la agenda del propio presidente) estaba colgada en la página oficial de la Casa Blanca y cualquiera podía leerla. El Servicio Secreto se había opuesto rotundamente, pero los asesores mediáticos ganaron la partida.
-De acuerdo, entonces -dijo Britt, cerró su portátil y lo dejó a un lado-. Primer equipo: los avisaré cuando haya comprobado con Egret la agenda de la mañana. Que los coches estén listos y un equipo de respaldo dispuesto.
-Sí, señora -repuso Stark de inmediato.
En cuanto los agentes se levantaron para marcharse, Britt dijo en voz baja:
-Stark, espera un minuto, por favor.
Stark, sorprendida, se puso rígida.
-Sí, comandante.
Cuando se quedaron solas, Britt se sirvió otro café y arqueó una ceja mirando a Stark, que cabeceó. Tomó un sorbo de café y se apoyó en el aparador.
-Estás libre hasta las 15.00.
-Pero...
-Irás en el coche de cabeza, con el primer equipo en la visita al hospital. Te quiero en buenas condiciones.
Stark sabía que era mejor no protestar.
-Sí, comandante.
-Dile lo mismo a Felicia.
-Yo... -A Stark se le aceleró el corazón hasta el infinito.
-El café empañaba el parabrisas -comentó Britt en tono indiferente-. La próxima vez que hagáis vigilancia de calle, tomadlo frío.
El rostro de Stark pasó del rojo a la lividez en un instante. Britt dejó la taza sobre la pila de platos sucios que había junto a la cafetera. Mientras iba hacia la puerta, dijo:
-Y de paso dale las gracias a Felicia.


 
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por micky morales Vie Ago 02, 2013 6:45 pm

a veces creo que no te gustan mis comentarios, no se si es una impresión pero asi me parece, si quieres me limito a leer y ya, no ha pasado nada, feliz dia!
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Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 6:52 pm

micky morales escribió:a veces creo que no te gustan mis comentarios, no se si es una impresión pero asi  me parece, si quieres me limito a leer y ya, no ha pasado nada, feliz dia!

 Para nada!! No se porque has llegado a esa conclusión, por favor si dije algo que haya hecho que pienses eso lo siento muchisimo, no era mi intención. ¿Podrías decirme porque has llegado a esa conclusión? Así puedo explicarte el porque del malentendido o del comentario
De verdad que siento muchisimo si te di esa impresión, pero me alegra que comentes, siempre es agradable que comenten algo que haces y todos los comentarios me hacen muy feliz cuando lo leo.
Lo malo de escribir en los foros es que las palabras se pueden malinterpretar al no escuchar el tono de la voz, lo que yo pueda soltar como una broma, alguien puede tomarselo como algo serio, así que por favor dime que fue lo que te hizo pensar eso y asi lo aclaramos. Pero realmente aprecio tus comentarios y a ti, me sigues desde mis comienzos por aqui y eso es importante para mi
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por aria Vie Ago 02, 2013 7:24 pm

La comandante siempre al pendiente de todo, no se le va una... aparte que era bastante obvio...
Estuvo buena esa la del café jajajjaja

AMO a Stark, por todo se pone rojita, awww que linda... estoy ansiosa por que si ella y Savard tendran su noche de pasion jjeje
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Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 7:53 pm

aria escribió:La comandante siempre al pendiente de todo, no se le va una... aparte que era bastante obvio...
Estuvo buena esa la del café jajajjaja

AMO a Stark, por todo se pone rojita, awww que linda... estoy ansiosa por que si ella y Savard tendran su noche de pasion jjeje

 Es la jefa por algo!! Esta pendiente de todo
A mi también me encanta Stark, tendras que seguir leyendo para saber que pasa entre esas dos ;)
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Finalizado FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 5

Mensaje por Marta_Snix Vie Ago 02, 2013 7:54 pm



 

Capitulo 5
09.30 16 agosto 2001
-Al habla Perro Rojo: ¿Me recibe?
-Perro Rojo: Recibido, jefe de equipo.
-Tiene luz verde 16.00 Instituto Gustave Roussy Confirmado.
-Perro Rojo: 16.00 Instituto Gustave Roussy Luz verde.
-Buena caza y que Dios lo acompañe jefe de equipo.
 
En el vestíbulo, Britt se dirigió a Felicia y a Reynolds.
-Queda relevada, agente Davis. Comuníquese con Stark.
-Sí, señora.
Britt llamó a la puerta de Santana, que se abrió poco después.
-Buenos días, señorita López. ¿Tiene un momento?
Santana sonrió.
-Por supuesto, comandante. Entre, por favor.
Cuando Britt entró, Santana cerró la puerta, dio la vuelta a la llave y pasó la cadena de seguridad. Luego se volvió hacia Britt, que la esperaba a escasos metros, y se arrojó en sus brazos. Santana puso una mano tras la nuca de Britt, se inclinó hacia ella y la besó. A continuación, se apartó y deslizó los dedos sobre la mandíbula de Britt.
-Estás tensa. ¿Una reunión difícil?
-Eres terrible. -Britt se esforzó por relajar los hombros. Nadie, salvo Santana, sabía lo que sentía sólo con mirarla o incluso con tocarla. Tenía la capacidad de leerle la mente y el cuerpo con alarmante exactitud-. Una reunión como todas.
-No me digas. -Santana se alejó unos pasos, se sentó en el amplio brazo del sofá y se reclinó contra el respaldo. Llevaba una bata de seda azul ceñida en la cintura, y aún tenía el pelo mojado de la ducha; lo había atusado con los dedos y enmarcaba su rostro-. Me gustaría asistir a una de esas charlas matutinas algún día.
“No, no deberías.” Britt pensó la respuesta y decidió decirle la verdad:
-Estás en tu derecho, pero preferiría que no lo hicieras.
-No me sorprende. –Santana ladeó la cabeza y estudió a su amante, que parecía agotada, como siempre antes de un acto público. Santana conocía los riesgos y la presión adicional que sufría Britt para garantizar su seguridad-. Creo que sé por qué estás tan agobiada, pero prefiero no hacer conjeturas. ¿Me lo cuentas tú?
Britt suspiró, rindiéndose, y cruzó la habitación para sentarse en el sofá al lado de Santana. Antes de acomodarse, cogió a Santana y la sentó en su regazo. Ciñó con un brazo los hombros de su amante y con el otro la cintura, mientras Britt ronroneaba junto a su cuello.
-Me gusta cómo te queda esta bata. Estás igual que el día que nos conocimos, salvo que entonces no podía tocarte. Pero, Dios, ¡cuántas ganas tenía de hacerlo!
-Intentas distraerme -murmuró Santana cuando Britt se inclinó hasta que los rostros de ambas se rozaron. Santana introdujo la mano bajo la chaqueta de Britt y la deslizó por su costado-. Estoy empezando a familiarizarme con esa táctica, comandante Pierce.
-Me has pescado. Estoy fastidiada por muchas razones. –Britt la besó porque era hermosa, vital y todo lo que daba sentido a su vida-. Te amo muchísimo.
El corazón de Santana dio un vuelco.
-Increíble. No tienes ni idea de cómo me pongo al oír eso.
-Sé cómo me pongo yo. -Britt apoyó la frente contra la de Santana y cerró los ojos. Había momentos en que deseaba que estuvieran en cualquier otro lugar, sin nadie más. Deseaba que nunca tuviesen que traspasar la puerta y que, si lo hacían, no hubiesen de mirar por encima del hombro para ver si las acosaba alguna oscura fuerza que pretendía colarse en su vida y en un abrir y cerrar de ojos destruir todo lo que le importaba. Casi siempre lograba dejar a un lado esos miedos. Estaba preparada para enfrentarse a la realidad y no hundirse en las especulaciones. Pero había veces, cuando tenía a Santana entre los brazos y sentía una plenitud absoluta, en que no podía reprimir aquellos temores.
-¿Britt? -En la voz de Santana había un matiz de preocupación-. Estás temblando.
Britt respiró a fondo y se acomodó en el sofá, mientras Santana apartaba las piernas para sentarse a su lado.
-Lo siento.
-¿Quieres decirme qué ocurre? -Santana cogió la mano de Britt, la acarició entre las suyas y apoyó las manos unidas de ambas sobre el muslo. Le encantaban las manos de Britt. Eran audaces, fuertes e increíblemente tiernas, como ella misma-. ¿Cariño?
-Preferiría no hacerlo. Sólo ha sido una... cosa pasajera –dijo Britt en tono dulce. “Te sentirías responsable, y no tienes por qué cargar con algo que no está en tu mano cambiar.”
Santana se limitó a asentir, respetando la privacidad de Britt, pero había percibido el dolor de su amante.
-De acuerdo. Entonces, volvamos a la pregunta inicial. ¿Por qué no quieres que asista a las reuniones?
Britt miró a Santana con evidente crispación.
-Eres la persona más terca, implacable y fastidiosa que he conocido en mi vida.
Santana sonrió dulcemente.
-Eso es otra táctica dilatoria. No me vas a arrastrar a una discusión.
-Hablamos de ti -pronunció las palabras con una mezcla de disculpa y rabia-. No quiero que lo oigas.
La sorpresa asomó a los ojos de Santana.
-Britt, sé que habláis de mí.
-Pero hablo de ti -afirmó Britt-. ¿No te gusta mi tono de mando cuando estamos juntas? Allí lo odiarías.
-¿Y tú qué crees..., que si te escuchase hablar de Egret con tu equipo me parecería que significo menos para ti?
Britt desvió la vista unos momentos, y luego miró de nuevo a Santana. Cuando lo hizo, había incertidumbre e inquietud en las oscuras profundidades de sus ojos.
-No lo sé. Quizá. No quiero arriesgarme.
Santana sacudió la cabeza, se volvió y colocó las piernas sobre el sofá hasta ponerse de rodillas al lado de Britt. Tomó el rostro de Britt suavemente entre las manos e inclinó la cabeza hasta que estuvieron muy juntas. Su mirada se clavó en la de Britt.
-Escúchame. Sé lo que haces. Y conozco lo que ellos no conocen, Brittany, lo que nunca conocerán. Conozco tu miedo, y sé que no puedes permitir que ellos lo vean. -La besó, tiernamente al principio, y luego con fiera posesión. Sintió las manos de Britt en la espalda, arrastrándola hasta que estuvo de nuevo en el regazo de su amante, con los brazos enlazados en torno a su cuello. Cuando apartó la boca, murmuró-: Sé que tienes que distanciarte de mí para hacer lo que debes hacer.
-No -se apresuró a decir Britt, con voz tensa. Cogió la mano de Santana y la puso sobre su propio corazón, acariciándola-. Nunca me distanciaré de ti. Jamás.
-Me alegro -suspiró Santana, apoyando la mejilla en el hombro de Britt-. Porque estoy empezando a acostumbrarme a tenerte cerca.
-Mejor. -Britt posó la barbilla sobre la cabeza de Santana, despejando la melancolía. Santana no sólo le proporcionaba paz, sino la dicha de ser comprendida-. Porque pienso seguir aquí mucho tiempo.
-¿Quieres salir a dar una vuelta conmigo?
-Me encantaría.
Fuera, Britt y Santana caminaban juntas a tres metros de distancia de tres agentes que las seguían. Santana portaba una carpeta en la mano. Llevaba el pelo suelto y se había puesto unos vaqueros azules, un polo azul marino y mocasines. Si no hubiesen salido del Hotel Marigny, la residencia reservada a visitantes oficiales, Santana podría haber pasado por una turista más. Britt no llevaba nada, pues necesitaba tener las manos libres para utilizar el arma. A pesar de que su chaqueta ocultaba un micrófono de muñeca, un buscapersonas, un teléfono móvil y la pistola automática en una pistolera al hombro, tenía un aspecto tan natural que también podría haber pasado por una turista.
-¿Te importa si no vamos por la avenida principal, sino por las calles secundarias, hasta los jardines? -preguntó Britt, recorriendo con los ojos ambos lados de la vía pública.
Santana dio el brazo a Britt.
-En absoluto. En este momento no me apetece bregar con las multitudes de los Campos Elíseos. -Respiró a fondo el cálido aire veraniego y lanzó un suspiro de satisfacción-. Es una mañana preciosa, y quiero pasear un rato.
-Creo que están reformando gran parte de los jardines de las Tullerías -comentó Britt-. Así que no habrá tanta gente como en otras partes.
-Lo sé. En realidad, no me importa el lugar, mientras pueda relajarme durante unas horas.
-Si prefieres estar sola...
-No -se apresuró a decir Santana, apretando el brazo de Britt-. No quiero estar sin ti; me refiero a... todos los demás.
-Entonces, te haré compañía mientras dibujas. -Britt sonrió-. Creo que ya te conté que pasaba horas con mi madre y sus amigos cuando pintaban. Mi madre siempre tuvo un estudio en casa y muchas veces aceptaba alumnos que pasaban semanas, incluso meses, con ella. Yo posaba de vez en cuando.
-¿De verdad? -Santana miró a Britt de arriba abajo. Comandante Pierce, es usted una caja de sorpresas. ¿Posaría para mí?
-Por supuesto.
-¿Desnuda?
Britt arqueó la ceja derecha.
-Si quieres.
-Pensándolo mejor -murmuró Santana-, no creo que pudiese concentrarme. -Miró de nuevo a Britt-. ¿Te excitaría posar desnuda para mí?
-Sí.
-Creo... -El rostro de Santana adoptó una expresión contemplativa-, que me gustaría decirte qué parte de tu cuerpo toco mientras dibujo. ¿Sentirías mis manos sobre ti?
-Sí -respondió Britt con voz profunda y espesa, reflejando la punzada de emoción que sentía en la boca del estómago-. Sabrías... verías el rubor de mi piel y de mis pezo...
-¡Cállate! –Santana soltó un gemido-. Dios, no debería pensar en eso aquí fuera. Pero no olvidaré el ofrecimiento.
-No te preocupes. No me volveré atrás.
En la Rue de Rivoli siguieron un camino que las llevó a la amplia extensión de los jardines de Catalina de Médicis, en otro tiempo esplendorosos. Las plagas habían destruido gran parte de las plantas y árboles a lo largo de cinco siglos, pero en la última década se había emprendido una replantación intensiva y los jardines habían recuperado algo de su antigua belleza. Santana encontró un banco vacío y relativamente discreto junto a una de las grandes fuentes octogonales.
-¿Te parece bien?
-Estupendo -respondió Britt, y con un sutil murmullo al micrófono dispuso a los agentes antes de sentarse en el banco al lado de Santana. Hacía calor, y le apetecía quitarse la chaqueta, pero no podía por culpa de la pistola. Estaba acostumbrada a esos inconvenientes y lo superó enseguida.
-Creo que es una de las cosas que más me gustan –comentó Santana mientras sacaba un cuaderno de dibujo y lápices de la carpeta.
-¿Dibujar al aire libre?
-Hum. -Santana se había inclinado sobre el cuaderno y trazaba líneas rápidas y seguras sobre el papel-. Especialmente si estás conmigo. No te importa, ¿verdad?
-No, es una experiencia muy agradable. Me recuerda...
-¿Qué? -Santana alzó la vista, preocupada por el tono serio de Britt-. ¿Qué, cariño?
Britt cabeceó.
-Lo siento. No quería distraerte. Estaba pensando que me recuerda mi niñez en Italia. Era... -se encogió de hombros-... supongo que como la niñez de todo el mundo, unas veces idílica y otras insoportable.
Santana salvó el espacio que las separaba y deslizó la mano sobre el brazo de Britt hasta llegar a sus dedos, que apretó con ternura.
-Te amo.
Britt sonrió, acarició la mano de Santana y la soltó.
-Dibuje, señorita López.
Santana sonrió.
-A sus órdenes, comandante.
A las 11.50 un hombre delgado, moreno, de pelo castaño corto, vestido con un mono gris y con una pequeña caja de herramientas en la mano, caminaba por una callejuela situada detrás de un edificio de oficinas de quince plantas. Se dirigió con paso confiado y ágil a la entrada de servicio. En el marco de la puerta había un teclado numérico, y el hombre pulsó sin titubear un número de siete cifras. Bajó la mano, la puso sobre el pomo, que giró fácilmente, y entró en el edificio.
-Santana -dijo Britt en voz baja.
-¿Hum?
-Casi es mediodía.
Santana no alzó la vista, sino que continuó dibujando durante unos minutos. Luego, dejó el lápiz y estiró los hombros encorvados. Se mesó los cabellos con la mano y contempló los jardines. Grupos de turistas y familias paseaban con cámaras y expresiones emocionadas. Santana miró a su amante, sentada a su lado con las largas piernas estiradas, los tobillos cruzados, los brazos pegados a los costados, aferrando con las manos el borde del banco. Si Santana no la conociera, creería que Britt estaba completamente relajada. Pero apostaría lo que fuese a que sabía la ubicación exacta de cada una de las personas que ocupaban su ángulo de visión, cuánto tiempo llevaban allí y cuánto tardaría cualquiera de los tres agentes invisibles en llegar hasta Santana.
-¿Consigues disfrutar con algo de esto?
Britt deslizó la mano lentamente hasta que sus dedos encontraron los de Santana.
-Te veo, Santana. Aunque esté trabajando, siempre te veo.
-Lo siento. -Santana sonrió con ironía-. Dios, ahora resulta que tengo celos de tu trabajo.
-Creo que nos cuesta acostumbrarnos a estar juntas.
Santana se rió.
-¿En serio? -Guardó el cuaderno de dibujo y los lápices en la carpeta-. Soy completamente nueva en esto. No tengo ni idea de cómo hacerlo. -Miró a su amante, que la observaba con gesto serio-. Sólo tengo claro que quiero que estemos juntas.
-Entonces coincidimos. -Britt se levantó, alzó la mano izquierda y avisó a sus agentes de la marcha.
La entrada de servicio daba a un laberinto de almacenes, con una serie de ascensores al final de un largo pasillo. Junto a los ascensores un letrero señalaba la escalera. El hombre con uniforme de electricista empujó la puerta, que se abrió sin hacer ruido. Con paso firme subió hasta el tejado. En el vestíbulo principal del edifico dos aburridos guardias de seguridad franceses holgazaneaban tras el mostrador de información, charlando con la recepcionista, que desviaba las llamadas a las diferentes oficinas y daba indicaciones a los visitantes que las pedían.
Francois Remy consultó su reloj.
-¿Quieres hacer la primera ronda o prefieres que la haga yo?
Henri Bouchard se encogió de hombros.
-Yo hago esta y tú la siguiente.
-De acuerdo.
Henri se dirigió al ascensor para subir hasta el piso quince e iniciar la inspección del edificio. Tenía que recorrer los pasillos de cada piso de un extremo a otro y bajar por las escaleras. La mayoría de las oficinas estaban ocupadas y haría controles aleatorios, sobre todo de las situadas frente al Instituto Gustave Roussy. Suspiró mientras los números descendían hasta el uno en el tablero situado sobre la puerta del ascensor. “Tanto rollo por una mujer. Si no fuera americana...”
Cuando el hombre con la caja de herramientas llegó al descansillo del piso quince, vio una puerta a la izquierda que conducía al pasillo y a las oficinas. A la derecha una estrecha escalera llevaba a una puerta de acero gris que daba acceso al tejado. Subió y se detuvo a escasos peldaños de la puerta. Un letrero advertía que, al abrir la puerta, sonaría la alarma central. El hombre abrió la caja de herramientas con calma y cogió un destornillador, unos alicates y unas finas pinzas puntiagudas. Trabajando con rapidez, pero fríamente, retiró la placa que recubría la caja de la alarma, inspeccionó el sencillo diseño para ver si se habían añadido alarmas de refuerzo y desvió la señal de conexión de la puerta. Luego, colocó de nuevo la placa, guardó las herramientas y abrió la puerta. Había tardado exactamente seis minutos en llegar desde la calle al tejado.
12.00
-Perro rojo en posición
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por saibelli Vie Ago 02, 2013 9:06 pm

Colocandome al corriente me emcantam esos momentos entre ellas *-* aaaaww las amo pero eso me tiene preocupada que pasara quien interrumpira su paz :( ... gracias de nuevo hermosa besos :*
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Flor_Snix2013 Vie Ago 02, 2013 9:22 pm

Holiss aqui yo FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 2145353087  pregunto Quien es Perro Rojo!!!! y se que tendre que esperar y seguir leyendo estos hermosos fics para saber
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Anomi Vie Ago 02, 2013 11:22 pm

Hola, marta :B
jaja, :okay: estoy en un momento de efusividad, y... he decidido escribirte, imagínate que te sigó desde, un nuevo comienzo, apenas leí tú fic, quedé (cómo vulgarmente dicen) enganchada a tus adaptaciones y fanfics, no soy una persona de escribir comentarios, el por qué?¿, no te lo puedo decir puesto, que yo tampoco lo sé, aveces me saltó mis clases por leerte <> jajajaja, bueno solo un poquín xD

Definitivamente eres espetacular escribiendo, te gusta el drama, jajaja, y en esta adaptación, haz tenido dos errores con Cam y Brabil, si no estoy mal, así se llaman, pero son cosas mínimas. Había pensado escribirte más pero en estos momentos lo he olvidado D: jaja suele pasarme, disculpa por ello... Agradezco que actualices, de seguido, japp! éso me alegra los días cuándo no son tan buenos, y... también esperó, qué la saga no terminé nunca FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 2013958314 FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 2013958314  pero sé, qué como todo lo bueno tiene que terminar, pero si te soy sincera no me gustaría DDD: es muy muy triste que llegué a su fin, y... estoy de cumpleaños, okno .-. pero me gustaría para qué subieras muchos cap, pero sé que tienes una vida, y no puedes estar pegada todo el día a la pc FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final 2602412967 me siento satisfecha con los que subas, sin exigencias, ahmm... y para terminar, te deseo muchísima suerte en tú vida, qué sea prospera.

Se qué, no te volveré a escribir en mucho tiempo, pero ten la plena seguridad de que te leeré todos los días, es como una dosis, sabes?... jajaja, así de adicta me tienes, ñaña! no puedo pasar un día sin leerte, no siento más, te agradezco -de nuevo- por escribir está maravillosa adaptación.

Besos y abrazos, desde colombia :3
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Mensaje por Keiri Lopierce Vie Ago 02, 2013 11:25 pm

Este capitulo en encanto pero ese Perro rojo desde el principio no me gusta que se traerá en manos en contra de la primera hija que pasara tengo muchas dudas Marta pero que la ire aclarando mientras continué la historia en verdad ando un poco mejor pues ando de reposo y me dan de todo para mejorarme jajajaja pero el punto es que todo este bien aunque veo que vendran cosas feas muy feas bueno espero tu proxima actualización saludos
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Mensaje por Invitado Sáb Ago 03, 2013 1:51 am

No sabes cuanto me encanta esta historia!
También me encanta que actualizes a cada rato!
No siempre puedo comentarte por la mayoría del tiempo estoy desde el celular!
Pero recuerda que existe una fiel lectora a tu genial fic!

Saludooos!
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

Mensaje por Kareemciitaah Ediith Sáb Ago 03, 2013 6:34 am

Hola!!
Nueva Lectora!!
Me encanta la forma que tenes de adaptar la Historia Marta lo haces exelente

Amo esta FIC .. Auque soy nueva me ley todas tus adaptaciones.. no te podia comentar xq no tenia donde .. Pero ya me tenes aca una fiel lectora ..

Kareemciitaah Ediith
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Guardias de Honor. Capitulo 35. Final

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