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Mensaje por Sophia27 Mar Mar 25, 2014 4:07 pm

3:) escribió:hola,...

detesto olímpicamente a rachel por la actitud que tiene,...
me encanta los consejos de quinn para que san avance con britt,....

nos vemos!!!

Yo también la detesto, y eso que todavía no has visto nada xD

Tat-Tat escribió:Me.mataste a Pezberry siendo Rachel tan jugadora :/
Pero da igual, que Britt se pase la amistad por donde quiera y vaya por San!!! :3

Quería hacer algo diferente, y decidí poner a Rachel en ese papel. jajaja

Veremos que pasa con la amistad de Rachel y Britt...

KateBrittana escribió:Rachel me pone los pelos de punta UGGGGHHH!!!!!

A ti no es la única [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2414267551  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2414267551 

jas2602 escribió:hola esta adaptacion esta muy buena...siguela por favor  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087 ....no la dejes tirada.....estare esperando
tu actualizacion.... [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087 
saludos!!!...por aca me tendras como una fiel lectora!!!! [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087

Gracias por leer, ya subo el próximo cap  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 918367557 

monicagleek escribió:Hola, aqui una nueva y fiel lectora.
Ahora me arrepiento de no haber empezado a mirar este fic antes ESTA GENIAL!!!!!!
Al principio el Pezberry me ha xocado un poco pero siendo Brittany de esa manera no puede evitar que me encante como se desarrolla esta historia.
Adoro a Quinn, apoyando a San para que salga con Britt <3<3 y espero qie Beittany se pase por donde quiera la amistad con Rachel y vaya al 100% A POR SANTANA!!!!!

Muchas gracias por leer  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 918367557  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 918367557  Me alegra que te este gustado la historia, esas tres pasaran por mucho, así que hummmm!!! jajajaja

KateBrittana escribió:Me conecto muy emocionada para ver si habías actulizado, y nada  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2824147739  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2824147739  espero actualices pronto!!!

Aquí va el próximo capitulo [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Tat-Tat Mar Mar 25, 2014 9:40 pm

Dónde está la actu??? >.<
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Sophia27 Mar Mar 25, 2014 10:16 pm

Perdonen si les hice esperar por la actualización, se me había olvidado adaptar el capítulo  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2414267551  pero aquí se los traigo.  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087  Este es uno de mis capítulos favoritos, espero que también les guste a ustedes.






Capítulo 5
Muchas Capas


–Demonios, Santana, ¿cuánto empacaste? –Preguntó Quinn, mirando la maleta de su amiga mientras deslizaba una mochila al hombro–. Son sólo dos noches, chica.
La cabeza de Santana se levantó. Metiendo lo último de su maquillaje en una bolsa. –No vas a quedarte todo el fin de semana, por eso has empacado menos. En realidad no es mucho.
–Parece que pusiste una pequeña ciudad allí, –Quinn se echó a reír, caminando hacia ella. Moviendo su cabello rubio a un lado, movió sus cejas–. Pero es cierto, vas a estar alrededor de Brittany el fin de semana, así que estoy segura de que tendrás suficiente ropa para cambiarte. He oído que le gusta la ropa interior negra, –le guiñó un ojo.
–Eres una reina del drama, Q. Sólo termina con tus supuestos futuros, ¿de acuerdo? –Santana entró en la cocina con su maleta mientras Quinn la seguía, haciéndole cosquillas en sus costillas. Ella dio un salto y se echó a reír, apartándola.
–Ah, y por cierto, un enorme gracias por advertirme que esta es una fiesta de dos noches. Tuve la suerte que Fallon fue capaz de cubrir mis turnos.
Quinn levantó las manos y se encogió de hombros. –Hey, supuse que sabías acerca de eso.
Un rápido golpe llegó desde la puerta delantera y Rachel asomó la cabeza por ella –¿Todo el mundo está decente aquí?
Santana hizo un movimiento de corte a través de su propio cuello, pronunciando el nombre de Brittany.
Quinn asintió en entendimiento y luego intervino en voz alta, –En realidad, no lo estamos. Sabes que ahora me interesan las mujeres, así que tengo a tu novia extendida a través de la mesa de la cocina.
Santana sacudió la cabeza y se echó a reír.
–Eso es correcto. Me olvidé de eso, Quinzy... quiero decir, Quinn, –Rachel resopló, entrando en el apartamento hacia Santana–. Toda la especie masculina te ha prohibido.
–Vete a la mierda, Douchepickle quiero decir, Rachel. Es al revés. Yo los prohibí, –Quinn siseó, cogiendo su mochila del suelo–. Y mi novia me encontrará afuera, así que mejor no digas una jodida palabra, idiota.
Rachel se echó a reír y le dirigió una sonrisa maliciosa. Luego le dio un beso en los labios a Santana.
Quinn puso los ojos. –¿Está la limo aquí?
Santana miró a Rachel confundida. –¿Limo?
–Como dije, nena, es una fiesta de locos de principio a fin. –Ella tiró de la maleta de Santana desde el suelo, lo pesado era evidente en el esfuerzo de sus bíceps–. Brittany envía una para nosotros cada año. Y da la casualidad de que, sí, está afuera lista y esperando. Vamos. Son casi las tres y es viernes así que la hora pico será una mierda. -Rachel abrió el camino a la puerta y al ascensor.
Antes de intervenir, Santana abrió los ojos a Quinn y le susurró, –¿Ella está en la limusina? -Con dos cortas sacudidas de su cabeza, Olivia susurró, –No, ella habrá dormido allí la noche anterior para tener el lugar listo.
Al salir a la calle, Santana tuvo a la vista una limusina Hummer gris y negra. El chófer estaba sosteniendo la puerta con una gran sonrisa en su rostro. Cogió el equipaje de todo el mundo y lo colocó en el maletero. Mientras Santana y Quinn se acomodaban en un asiento, Rachel saltó dentro, metió un CD de 30 Seconds to Mars en el reproductor y rápidamente comenzó a prepararse algo de beber.
–Siempre dando con el alcohol, Dickhead uh, Rachel –comentó Quinn, estudiando su rostro en un pequeño espejo.
Ella le disparó una vacía y helada sonrisa. –¿Qué eres, mi madre?
Santana dejó escapar un profundo suspiro. –¿Quieren las dos parar ya?
–Ella empezó.
Volviéndose al nivel de un estudiante de segundo grado, Quinn arrugó la nariz y le sacó la lengua en dirección de Rachel.
Sacudiendo la cabeza, Santana volvió a suspirar. –Bien, entonces ¿Qué tan lejos está su casa?
–Es en East Hampton, así que cerca de tres horas a causa del tráfico, – respondió Quinn, encontrando una posición cómoda y lanzando sus piernas en el asiento de cuero–. Pero vale la pena el viaje, San. La playa es un jodido paraíso.
–¿Nos detendremos para recoger a Trevor? –Santana preguntó.
Quinn negó con la cabeza. –No, él está ayudando a mis padres con un poco de mierda en su casa ahora mismo. Se reunirá con nosotras allí esta noche.
–¿Cuántas personas van a estar ahí? –Santana investigó.
Rachel tiró de ella a su regazo y sonrió. –No habrá muchos esta noche. Es sólo su pre–fiesta con unos amigos. –Ella tomó un sorbo de su whisky en las rocas–. Pero mañana es un juego totalmente diferente. Habrá más de un centenar de invitados, y todos y cada uno de ellos están flotando en dinero.
Quinn se echó a reír mientras miraba a Rachel. –Sólo tú sabes eso ya que cada año intentas obtener una nueva cuenta serpenteando tu camino en la cartera de algún rico hijo de puta. Tengo que admitir que trabajas en la fiesta como una profesional. –Sus ojos se endurecieron en Quinn, pero Santana rápidamente puso su mano sobre su boca para silenciarla. 
–Ustedes dos ya terminaron de hablar por el resto del camino.
Durante las próximas horas, mientras la ansiedad del fin de semana constantemente construía alturas insoportables en su pecho, Santana vio como un paisaje suburbano reemplazaba el hormigón y acero de la ciudad. Los árboles maduros, la hierba y casas de menor tamaño volaron más allá de su visión periférica, recordándole dónde había crecido. Era algo que se dio cuenta que echaba de menos desde que vivía en la ciudad.
Con el tiempo, la clase media se desvaneció mientras el camino cambió a mansiones en expansión que bordeaban la costa atlántica. Eran los tipos de hogares en los que Santana había visto en las revistas. Sus ojos se abrieron a la belleza absoluta de los paisajes. Bajando el vidrio, inhaló profundamente el aire salado del océano, el chofer se detuvo en un tortuoso camino de entrada. Habló con alguien por un intercomunicador antes de que las puertas de metal adornado lentamente se abrieran, permitiendo que la limusina entrara a la propiedad. Más allá de las puertas, un majestuoso césped se aferraba a exuberantes especies de árboles frondosos que se alineaban en el camino. Un jardín se destacaba al frente de la casa con flores de todos los colores imaginables. Grandes pilares a ambos lados de la gigantesca puerta de entrada de caoba atraparon la mirada de Santana. A un lado habían canchas de tenis y de baloncesto en un nivel más bajo. A lo lejos, un camino detrás de la casa que llevaba a un mar sereno. El agua rompiendo contra la arena y el sol brillando completamente, eso le trajo a Santana una sensación de paz –aunque sólo sea por un segundo.
Quinn arrojó un trozo de hielo en la cara de Rachel, removiéndose de su siesta inducida por el alcohol. Ella se echó a reír junto con Santana, mirándola parpadear los ojos bien abiertos. Luego miró a Quinn con una mirada que prometía venganza de una manera u otra. Con sus maletas ya a su lado, el chofer abrió la puerta sin problemas, y cada una salió. Rachel estiró el cuello de lado a lado, bostezando.
Metió la mano en el bolsillo, le dio unas palmaditas al conductor en la espalda y le entregó una propina, agradeciéndole su servicio.
Mirando hacia la casa, Santana se sintió asombrada por su tamaño. Aunque sorprendente en todas las formas posibles, se preguntó por qué una persona necesita un lugar de tal magnitud. Con ese pensamiento fugaz, la razón de su recién descubierta ansiedad –y ahora agitada respiración– salió por la puerta principal.
En un bañador.
El corazón de Santana casi se detuvo en seco. Mientras Brittany se dirigía hacia el grupo, ella no podía dejar de admirar su apenas atuendo. Fugazmente, sus ojos recorrieron sus pechos y su estomago definido, con las definiciones de músculo duro desde sus hombros hasta sus caderas. Una V un tanto marcada que desaparecía por debajo de las bragas del traje de baño blanco, puso su ritmo cardíaco saltar de nuevo a la vida.
Ella no era voluminosa, por ningún medio, tenía un cuerpo como de corredora, largo y delgado, pero suficientemente musculoso como para hacer bailar la lengua de cualquier chica detrás de sus labios. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se encontraba a unos quince centímetros por encima de su pequeño cuerpo. Su color rojizo por el sol la tenía inconscientemente mordiéndose la comisura de su boca, cerca de sacarse sangre. Para ampliar aún más el glaseado del pastel, tenía un tatuaje bajo su pecho derecho.
El calor subió a sus mejillas mientras sentía la tensión en sus piernas –el espiral de lujuria que sabía que no debería tener– haciéndose sumamente presente en todo su cuerpo. Ella tragó saliva con nerviosismo, tratando de humedecer su boca seca de repente, y de inmediato se reprendió a sí misma por tener aunque sea una sola reacción en absoluto.
Ella era sexy, prohibida, peligrosa, totalmente follable -y ella lo sabía.
Una contagiosa sonrisa se apoderó del rostro de Brittany mientras bajaba del porche. Estrechó la mano de Rachel y señaló con la cabeza hacia la limusina que estaba saliendo de la propiedad. –¿Cómo fue el viaje? Espero que mi chofer las haya tratado bien.
–Él siempre nos trata bien, –respondió Rachel, agarrando la maleta de Santana y la suya.
Quinn arrojó sus brazos alrededor del cuello de Brittany y se inclinó para darle un abrazo. –¿Qué hay de nuevo, vieja? –Preguntó. Luego, le susurró algo al oído y se rió.
Santana tenía una buena idea de lo que le dijo cuando sus ojos se posaron en su dirección, con una sonrisa de niño inclinando las comisuras de su boca.
Ahuecándose la barbilla con la palma de su mano, dejó escapar una gran risa de sus labios mientras miraba al suelo, negando con la cabeza.
Sus ojos volvieron de nuevo a Santana. –Estoy feliz de ver que has podido venir.
Rachel dijo que no podías ser capaz de quedarte dos noches.
–Conozco gente –Santana se echó a reír, y no por su intento de broma, sino más bien por su creciente nerviosismo.
–Mmm, es muy bueno conocer gente, –se rió entre dientes, tomándose unos pocos segundos extra para mirarla a los ojos. Tomó una respiración profunda, pasándose la mano por el cabello–. Está bien, vamos a festejar este fin de semana.
Mientras las dos amigas seguían a Brittany y Rachel por detrás, Santana le arrojó a Quinn una mirada, sabiendo que le dijo algo a Brittany sobre sus encuentros anteriores.
Quinn se rió y batió sus ojos como una verdadera belleza sureña mientras se abrían camino a la casa.
Al llegar a la entrada, Santana encontró que la casa era sorprendentemente cálida y acogedora. A primera vista, de pie en el vestíbulo de dos pisos con una escalera cascada a cada lado, sus ojos tomaron las impresionantes vistas del océano. La luz del sol se derramaba sin esfuerzo a través de las ventanas de piso a techo que rodeaban la parte trasera de la casa. Una chimenea de piedra era el centro de atención en la sala de estar. Los relucientes pisos de madera de cerezo oscuro llevaban a una cocina gourmet que contenía granito negro en todas las direcciones. Profundos tonos terrosos estaban esparcidos en una biblioteca, sala de billar, comedor y habitación.
El asombro en los ojos de Santana era evidente.
Quinn apretó el brazo de Santana con una sonrisa amplia. –Te dije que es espectacular. Y sin embargo, tienes que ver la sala de cine, el segundo piso y el maldito oasis del patio trasero, chica.
Sintiéndose casi sin aliento por su entorno, Santana asintió a Quinn y siguió a Rachel a la habitación que compartirían el fin de semana. Quinn tenía razón. El piso de arriba no era menos sorprendente. El mismo flujo de muebles con detalles y matices en tonos cálidos en todo el nivel superior. Santana se sentía como si estuviera en un spa cuando entró al cuarto de baño conectado a su habitación. Instalaciones europeas y una ducha de mármol encerrada en un cristal del piso al techo le daban ganas de olvidar la piscina y optar por el vapor caliente en su lugar.
Con un bar en la habitación, Rachel se preparó un trago y le dijo a Santana que se reuniría con ella en el patio trasero. Ella asintió con la cabeza mientras buscaba a través de sus pertenencias. Después de aplicarse una buena cantidad de protector solar, se puso su bikini negro, se deslizó un pareo por la cintura y se dirigió hacia el vestíbulo.
Brittany se detuvo a mitad de coger sus gafas de sol en la isla de la cocina. Vio a Santana bajando las escaleras y sintió una vertiginosa fuerza cayendo en picada a través de ella. Algo en su interior se retorció, ardiendo en su estómago a la esencia misma de su ser.
Tanto para librar su mente de ella.
Sintiéndose sin aire, no podía concentrarse en una sola cosa en particular de ella. Sus ojos pasearon sobre ella lentamente, haciendo una pausa para considerar su hermosa figura. Estaba segura de que la visión de su pelo negro cubriendo su bikini la podría enviar a su lecho de muerte como una mujer feliz.
Cerró los ojos, deseando respirar. Cuando se abrieron de nuevo, sus ojos se encontraron con los de ella, pero ella alejó la mirada.
Ella sonrió, sin inmutarse, y cruzó el vestíbulo hasta el borde de las escaleras.
De pie a dos escalones por encima de ella, Santana se quedó mirándola, los ojos de ella la tragaban. Estaban vivos, fascinantes y rodeados de unas espesas pestañas oscuras.
Una tímida sonrisa apareció en el rostro de ella. –Hey, –soltó, con menos aliento de lo que pretendía.
La energía que fluía entre ellas era palpable. Brittany podía sentirlo, y estaba segura de que ella también.
Se humedeció los labios y la miró por un momento. –Hey.
La intensidad de su mirada la dejó sin habla. Sus ojos volaron hacia el mar más allá de las ventanas mientras esperaba que se moviera de su camino.
Brittany, Mordiéndose el labio inferior entre los dientes, tentativamente puso su mano en la barandilla. –Sé que todo esto es un poco loco, –susurró. Luego hizo una pausa por un segundo y sonrió–. Bueno, más que un poco, pero sólo quería que supieras que estoy tan asustada como tú. –Su rostro se suavizó con inquietud cuando su mirada se hizo más decidida–. Pero más importante aún, no quiero que te sientas incómoda en absoluto mientras estás aquí. Quiero que tengas un buen fin de semana relajante.
Por dentro, sabía que su declaración era casi imposible, Santana se mordió el labio mientras sostenía el contacto visual constante con ella. Necesitaba algo para distraerse de la ardiente mirada de sus ojos azules.
Bajó las escaleras, tratando que cada pedacito de su voz y los movimientos de su cuerpo parecieran indiferentes a todo el asunto. –Te agradezco la preocupación–y gracias– pero, sinceramente estoy bien.
Brittany puso sus manos atrás de su cuello y le sonrió. –¿Está segura?
–Cien por ciento, –respondió ella, mirando a su alrededor notablemente buscando la salida a la piscina.
–Oh, es por aquí. –Brittany hizo un gesto con la mano–. De hecho voy a seguirte. Algunos de mis amigos están en la parte de atrás, me gustaría presentarte.
Después de recuperar las gafas de sol por las que Brittany inicialmente había entrado a la casa, Santana y ella salieron afuera.
Una vez más inhalando tanto como sus pulmones podían sostener, Santana dejó que el olor salado del océano le hiciera cosquillas en la nariz. Una piscina y un jacuzzi dominaban las costas del Atlántico. Las vistas eran espectaculares desde la colina donde estaba la casa. Una chimenea al aire libre, una cabaña con un bar incorporado y una casa de huéspedes eran parte del paraíso al aire libre. Santana siguió a Brittany hacia donde Quinn y Rachel estaban charlando con dos hombres.
Ampliando sus ojos en Santana, Rachel se excusó del grupo, haciéndole saber que quería hablar con ella. Inclinando la cabeza hacia un lado en confusión, Santana abrió la boca para hablar, pero se detuvo cuando vio la expresión de su rostro.
Ella parecía furiosa.
Mirando a Rachel, Quinn rodó los ojos y negó con la cabeza.
Santana les sonrió a los dos hombres, a los que todavía tenía que conocer, y siguió a Rachel por el patio.
–¿Me estás tomando el pelo, San? –Preguntó Rachel, mirándola de arriba abajo
cuando estuvieron lo suficientemente lejos de todo el mundo–. ¿Qué diablos llevas puesto?
Ella frunció el ceño mientras trataba de mantener su voz bajo control. –¿Me estás tomando el pelo, Rachel?
–Joder, no, no estoy bromeando. Acabamos de hablar sobre esto la otra noche. ¿No tienes uno de una sola pieza?
–No, no tengo uno de una sola pieza. Tengo un bikini que está cubierto por un pareo.
Dejando escapar un suspiro, se frotó el rostro con las manos. –Por lo menos sube las putas escaleras y ponte un par de pantalones cortos, entonces.
–No haré tal cosa, –se burló ella, poniendo sus manos en sus caderas–. Estás exagerando. Hace mucho calor, hay una piscina a la que tengo pensado ir y quiero un bronceado.
–Que jodida broma, Santana. Me vas a poner en un mal lugar aquí si atrapo a alguno de estos chicos mirándote.
Inclinó la cabeza hacia un lado, estudiando su comportamiento. Su voz no dejaba lugar a discusión, y lo último que quería era que ella se emborrachara y comenzara una pelea. Se alejó sin mirar atrás en su dirección y se dirigió hacia las
escaleras para hacer lo que le pedía. Más allá de estar molesta por su reacción, se aseguró de ponerse el par más corto del botín de pantalones cortos de jean que poseía. Por si fuera poco, dejó la parte superior del bikini descubierto.
Para el momento que hizo su camino al exterior, Quinn estaba tumbada en una lujosa silla de playa, hablando por teléfono. Santana se acercó a los cuatro hombres, le dio a Rachel una sonrisa irónica y cortésmente le pidió que le hiciera un Capitán y Coca-Cola Light. No parecía muy feliz con su nuevo conjunto, pero fue obvio que esta vez vio la mirada en sus ojos, diciéndole que lidiara con ello.
Honró su petición y fue a hacerle su bebida.
Brittany miró a Rachel mientras ella se alejaba y luego movió sus ojos hacia los pantalones cortos de Santana. Sabiendo lo excesivamente posesiva que su amiga era, supo que Rachel la hizo cambiarse. Apretó los dientes, sin entender por qué su amiga no podía estar orgullosa de lo que tenía en su dominio.
No obstante, una encantadora sonrisa cruzó su boca mientras miraba los ojos de Santana. –Me gustaría presentarte a mis amigos, Chris y Joe. Chicos, esta es la novia de Rachel, Santana.
Ella sonrió y les estrechó la mano. Viendo que podrían pasar por hermanos - con sus ojos, el cabello y sus rasgos sorprendentemente similares- les preguntó – ¿Ustedes dos están relacionados?
Chris habló primero, con los ojos color avellana abiertos mientras se reía. – Muy buena observación de tu parte, en realidad somos primos, –comentó, pasándose una mano por su cabello castaño.
Joe sonrió. –Sí, por desgracia nuestras madres son hermanas, –bromeó, dándole palmaditas en la espalda de Chris.
Santana se echó a reír con ellos. Se enteró de que los dos hombres fueron a la secundaria con Brittany y Trevor. Se mudaron a Florida y abrieron un negocio de jardinería juntos después de graduarse de la universidad. Cuando Rachel trajo su bebida, se excusó del grupo de hombres y se acomodó en una de las sillas de playa junto a la piscina con Quinn.
–San, ella está empezando a ser...
Emily levantó un dedo silenciándola. –Por favor. Sólo déjalo ir, por ahora, Q.
Ella se apoyó sobre un codo y le dedicó una mueca. –¿Déjalo ir?
–Sí, por favor. No quiero hablar de eso, ¿de acuerdo?
–Voy a dejarlo ir, amiga, pero tengo que decir que Douchebucket es oficialmente una completa idiota ahora, –señaló, asegurando su pelo rubio en un moño desordenado. Inclinándose, cogió la crema solar, untándola sobre su piel blanca como la leche–. Y necesitas hacer crecer un carácter con ella tarde o temprano.
Efectivamente ignorando la declaración de Quinn, Santana volvió la cabeza en la dirección opuesta para ver las olas en la distancia. Sumergiéndose en el calor del sol, se concentró en la voz de Bob Marley en el fondo, cantando acerca de cómo le disparó al sheriff.
Por las próximas horas, la mirada de Brittany viajó de Santana y luego de regreso a Rachel, luchando una guerra interna. Se colocó con perfección en la mesa para mantener una visión clara del rostro de ella desde el otro lado de la piscina mientras trataba de concentrarse en una conversación con sus amigos. Sin embargo, su mente continuamente se desviaba de nuevo al pensamiento de su mano suave contra sus labios cuando ella la había besado un par de días atrás. Sus ojos ardían con adoración mientras ella reía con Quinn, su sonrisa era como una adictiva droga para ella, y su risa sonaba celestial a sus oídos. Aunque cada uno de ellos robó miradas furtivas del uno al otro durante todo el día, Brittany la admiraba de lejos, no quería hacer la situación más difícil de lo que era.
Al caer la noche, la pequeña multitud saltó por un estruendo repentino que venía de la parte delantera de la casa. Encender unos fuegos artificiales antes de hacer su camino hasta el patio trasero fue la manera de Trevor para anunciar su llegada. Sonrió una gran sonrisa luminosa con el cabello rubio derramándose sobre su frente, mientras entraba y gritaba su línea de siempre. –Estoy aquí. ¡Que empiece la fiesta!
La novia de Quinn, Marley, apareció poco después. Quinn saltó, gritando y le dio un beso, dejándoles saber a cada uno de los hombres que ella era suya. Chris ignoró a Quinn mientras miraba la bella chica. Quinn le dio un golpe en el brazo mientras se alejaba.
Volviéndose a Santana con Marley a su lado, Quinn anunció, –Marley, mi mejor amiga, Santana.
–Hey, me alegro de conocerte. –Marley sonrió–. He oído hablar mucho de ti. Es bueno poner un rostro al nombre.
Santana agitó la mano extendida de Marley hacia ella. –Tú también. Veo que hiciste tu camino hasta aquí sin perderte. Quinn tenía miedo de que no fueras capaz de encontrar el lugar.
Marley se inclinó y besó a Quinn en su mejilla. –Cariño, ¿estabas preocupada por mí?
Quinn se sonrojó. –Por supuesto que sí.
Las dos mujeres se alejaron y se acomodaron en un sillón.
Varios whisky en las rocas más tarde, Rachel se acercó a Santana. Dejó escapar un suspiro y suavemente la atrajo hacia ella. –Cariño, siento lo de antes. Fui una idiota. ¿Puedes perdonarme? –preguntó suavemente.
Santana buscó sus ojos, tratando de entender el repentino cambio en ella. –Me
tienes tan confundida. Nunca actuaste así cuando estaba en Colorado, Rachel.
–Lo sé, San, –susurró, cogiendo su mano. La llevó a su boca y la sostuvo contra sus labios–. Sólo te quiero mucho. Tengo miedo de perderte por alguien más, eso es todo.
–No voy a ninguna parte. Te amo más de lo que crees, Rachel. Confié todo lo que tenía para venir aquí para estar contigo. Eso por sí solo debería decirte lo suficiente.
Poniendo su mano en la nuca de ella, acercó su rostro cerca del suyo. – Tienes razón, –admitió, con la voz aún más baja. Se subio un poco para besar sus labios y ella lo aceptó sin pensarlo dos veces, mientras robaban un poco de tiempo para reconciliarse.
Rachel se retiró despacio y le acarició con los dedos su cabello. –Voy a aflojar, lo prometo.
Santana lanzó una leve sonrisa con la esperanza que lo que dijo resultara ser cierto. Rachel juguetonamente la golpeó en el culo, le dio otro beso y le hizo saber que iba a jugar una partida de billar con Chris y Joe. La vio desaparecer en la casa.
Santana se acercó para unirse a Quinn y Marley. Estaban acurrucadas en la mesa, demasiado excitadas para estar cerca. Fue entonces cuando Brittany lanzó una baraja de cartas sobre la mesa, delante de Santana.
Brittany sonrió con malicia. –Así que Trevor me dijo que disfrutas jugando al póker.
Santana miró a Trevor mientras sacaba una silla de la mesa.
Sus ojos se movieron de nuevo a Brittany. –Juego una partida bastante buena, debo admitir.
–Ya veo... ¿y tu opción de juego sería qué exactamente? –Brittany preguntó, colocando una caja de caoba llena de fichas de póquer en la mesa.
–Mi juego preferido sería Texas Hold'em.
–Mmm, muy bueno. Ése es mi favorito. –Brittany se sentó frente a ella–. ¿Empezamos? –preguntó, abriendo la baraja de cartas.
–Lo haremos.
–Nosotras sólo observaremos, –Quinn intervino, descansando sobre una silla con Marley. Le lanzó a Santana una sonrisa burlona y Santana negó con la cabeza.
–Bueno, ustedes dos pueden pensar que son jugadores expertos, pero estoy absolutamente seguro de que voy a acabar con las dos por completo, –Trevor se rió mientras las miraba por encima de sus gafas. Luego arrojó un billete de cien dólares sobre la mesa–. Soy un profesional. Pero no digan que no se los advertí a las dos.
Brittany resopló por su declaración y se echó a reír.
–¿Estamos jugando por dinero real? –preguntó Santana.
–Por supuesto que lo estamos. –Brittany puso dos billetes de cien dólares sobre la mesa–. Pongo esto para ti.
–No tienes que hacer eso –Santana respondió, poniéndose de pie–. Voy a buscar algo de dinero de Rachel.
–No te preocupes por eso. Voy a recuperarlo de ella después de que tú y Trevor pierdan, –comentó Brittany, dándole una de sus hermosas sonrisas.
Trevor estaba demasiado ocupado barajando las cartas como para reconocer lo que Brittany dijo pero Santana no estaba demasiado ocupada para darse cuenta de la sonrisa de infarto de Brittany.
Ella tímidamente se sentó de nuevo y le dirigió una sonrisa por su cuenta. – ¿Crees que me vas a acabar, ¿eh? –Se rió y le dio una mirada de cuestionamiento.
Ella la miró con una ceja arqueada y una curva irónica en sus labios. –Oh, estoy absolutamente segura de que lo haré.
Sonriendo, Santana se echó hacia atrás en su silla, con los ojos fijos y estables. – Vamos a ver, señora Pierce.
La forma en que su apellido se deslizó por su lengua tenía a Brittany tratando de contener las emociones que amenazaban con salir de su cuerpo. Se lamió los labios lentamente mientras la miraba y repartió las cartas a cada uno de ellos.
Con cartas en mano, las bebidas circulando y Quinn y Marley como espectadores, comenzó el juego. Durante la siguiente hora, tanto Brittany y Santana redujeron a Trevor de todas sus fichas. Ellas continuamente se burlaban de su dicho anterior sobre ganarle a las dos.
–Está bien, está bien. Pero sólo para que conste, estoy bastante borracho ahora, es por eso que mi juego estuvo acabado esta noche, –Trevor se defendió y se retiró a un sillón junto a Quinn y Marley.
Quinn rió y consoló a su hermano haciéndole un trago de tequila.
–La típica excusa de bebió-demasiado-y-juega-como-un-culo. Clásico. –Brittany rio.
Trevor sacudió la cabeza con una mirada de derrota moldeando su cara. –Estoy llegando lejos con eso, ¿verdad?
Brittany terminó lo último de su cerveza antes de contestar. –Yo diría que sí. Pero he experimentado la misma borracha jugada muchas noches antes, –admitió, repartiendo otra mano para ella y Santana.
Después de unos minutos de estudiar el rostro del otro para ver quién tenía la mejor mano, Santana se aclaró la garganta y miró Brittany. –Apuesto todo.
Empujó su creciente pila de fichas al centro de la mesa mientras una amplia
sonrisa de te–reto se deslizaba sobre sus labios.
Brittany la miró con atención mientras tamborileaba sus dedos lentamente contra la botella de su cerveza vacía.
Tratando de arrastras lejos su mirada de la de ella, Brittany miró sus cartas.
Estaba sosteniendo dos Reyes y uno ya estaba sobre la mesa. Inclinándose hacia delante, ladeó su cabeza hacia un lado y sonrió. –Es posible que no quieras hacer eso, señorita Lopez.
Santana se inclinó hacia delante, imitando su cabeza ladeada. Fue más difícil de lo que pensaba mientras miraba fijamente los ojos azules sin pestañear. –¿Miedo de apostar?
Quinn, Marley y Trevor observaban de cerca la respuesta de Brittany, con estrechas expresiones curiosas en cada uno de sus rostros.
Brittany sonrió y empujó su pila de fichas contra la de ella. –Mantengo el miedo en una distancia segura por una minúscula cantidad de cosas en mi vida pero develar tus verdaderas intenciones no es una de ellas, –se rió y volteó sus cartas–. Me gustaría presentarles a mis amigos –Larry, Moe y Curly.
Quinn dejó escapar una carcajada. –Oh mierda, ahora estás en problemas, San. Ella acaba de hacer el movimiento Los Tres Chiflados en ti.
Santana abrió mucho los ojos fingiendo horror. –Hmm, podría ser. –Ella golpeó el borde de sus cartas–. Pero teniendo en cuenta que tengo tres Aces, creo que estoy bastante bien por ahora.
Ella abanicó sus cartas a lo largo de la mesa mientras su rostro se iluminó con una enorme sonrisa de satisfacción.
El pequeño grupo, incluyendo Brittany, aulló en una histérica risa. Con su amplia sonrisa de oreja a oreja, Santana tomó rápidamente los trescientos dólares de la mesa y los metió en sus pantalones cortos. Allí mismo, en ese momento, la tensión en los hombros de ambas, de Brittany y de Santana –por la manera en que sus mundos colisionaron– se relajó y desvaneció como un fantasma.
Con el tiempo, Chris, Joe, y Rachel se dirigieron al exterior. Brittany se tomó unos minutos para contarle a Rachel de su pérdida devastadora. Rachel se echó a reír y le disparó a Santana una sonrisa de orgullo. El grupo ayudó a Brittany a limpiar, y todos decidieron que lo mejor era terminar la noche. Antes de que la horda de invitados llegara, los chicos planearon ir a un viaje de pesca por la mañana muy temprano, Rachel decidio acompañarlos en el barco de Brittany, así que dormir era sin duda necesario. Todo el mundo dijo buenas noches los unos a los otros antes de dirigirse a sus habitaciones.
Era bien después de la una de la mañana cuando Santana salió de la cama. El ronquido aumentado por el licor de Rachel la mantenía despierta. Intentando volver a dormir, le dio un codazo, encendió la televisión e incluso puso una almohada sobre su cara con la esperanza de sofocar el ruido.
Nada de eso funcionó.
Decidiendo que una buena dosis de aire fresco podría ayudar a conciliar el sueño, silenciosamente abrió las puertas francesas del dormitorio que daba a un balcón.
Inmediatamente, fue como si el océano la llamara. Se acercó al borde y observó las lejanas olas golpear sobre las dunas de arena. Mientras sus sentidos estaban empezando a absorber los sonidos, los olores y las vistas, la voz de Brittany diciendo "hola" la hizo saltar.
Se giró, sus labios capturaron un rizo de su cabello, y la encontró sentada en una silla de madera. –¡Jesús! –Soltó más fuerte de lo previsto.
–No, es Brittany. Brittany Pierce, –dijo sin expresión, alcanzando una cerveza de un paquete de seis en el suelo–. Aunque, en algunas situaciones privados de uno–a–uno, he sido llamada como Diosa, –rio.
Con un bufido muy poco femenino, Santana se rió con ella. –Eres demasiado.
–¿Lo soy entonces?
–Sí, mucho, –contestó ella, y luego se volvió a la puerta–. No me di cuenta que era un balcón conectado. Voy a dejar que tengas tu privacidad.
–Quédate y toma una cerveza conmigo.
Con el más leve de los miedos, se dirigió hacia ella. Abrió una cerveza para ella.
–Gracias, –respondió, aceptándola y hundiéndose en una silla a su lado.
–No hay de qué. ¿Entonces qué es lo que te trae al balcón en las primeras horas de la noche?
–¿No puedes escuchar eso?
Las cejas de Brittany se fruncieron por confusión mientras miraba alrededor. – Uh, oigo las olas.
–Entonces tienes suerte, –ella suspiró–. Porque todavía puedo escuchar a Rachel roncar.
–Ah, ya veo, –dijo riendo, apoyando sus pies en una pequeña otomana de exterior–. Algunas mujeres saben cómo golpear fuera del estadio de béisbol cuando se trata de eso.
Santana negó con la cabeza y tomó un sorbo de su cerveza. –Lo he intentado todo menos asfixiarla hasta la muerte para conseguir que se detenga.
Arqueando una ceja, Brittany sonrió. –Hmm, no es una mala idea. Estarías disponible entonces.
–Se buena, –se rió.
–Sí, señora –le dijo y Santana sacudió su cabeza.
Pasaron unos minutos mientras escuchaban las olas en la distancia. El cielo estaba despejado, con una magnífica vista de las estrellas mientras una fresca brisa de verano hacia su camino a través del balcón.
–No te vi ir hasta el agua hoy, –comentó Brittany, cogiendo otra cerveza. Abrió la tapa y la arrojó a una maceta de barro que contenía un buen número de tapas de botellas–. ¿No te gusta la playa?
–En realidad, me encanta la playa. –Ella tomó una respiración profunda mientras su mirada se alejaba de la suya hacia el agua–. Algunos de mis mejores recuerdos de mi madre provienen de un sinfín de días pasados en la playa con ella.
Pesadez se instaló en el pecho de Brittany. Ella sabía que su madre falleció.
Cuando estaban en el club, quería decirle algo, pero sentía que no era apropiado hacerlo a menos que ella lo mencionara. Siguió mirándola, tratando de encontrar las palabras correctas.
Giró su cuerpo para hacerle frente a ella. –Siento mucho por lo que tuviste que pasar, perdiéndola, –dijo finalmente con suavidad.
Llevando sus rodillas bajo la barbilla, la miró. –Gracias.
Su voz era baja y cautelosa mientras la miraba a los ojos. –Si no te importa, me gustaría saber acerca de los recuerdos que tienes de ella en la playa.
Una leve sonrisa asomó en sus labios. –¿En serio?
Asintió y sonrió de regreso. –Sería un honor.
Ella tomó un minuto para componer sus pensamientos. –Bueno, cuando era una niña, ella había ahorrado todo el año, así que pudimos visitar Santa Cruz, California. Había alquilado un pequeño apartamento en la playa, donde, literalmente, pasamos todo el día fuera. Nos gustaba volar cometas durante horas y horas y andar en bicicleta en el paseo marítimo. –Hizo una pausa y sonrió–. Ella amaba hacer ángeles de arena, como los que haces en la nieve cuando te acuestas sobre tu espalda. –Dejó escapar una risa ligera por el recuerdo y se limpió una lágrima de su ojo.
–Santana, yo... –susurró Brittany. Ella la miró–. Mi intención no estaba destinada a molestarte. Por favor... me disculpo.
–Son buenas... las lágrimas, Brittany. No he hablado de ella por un tiempo. Realmente, no me molesta.
Sus palabras dejaron a Brittany asombrada. Ella la miró a los ojos y encontró rastros de felicidad mezclada con una pérdida incalculable. Se le derritió el corazón.
Tenía ganas de pasar los dedos por su cabello y consolarla, quería tenerla en sus brazos y librarla del dolor. –Suenan como recuerdos maravillosos, –susurró.
–Sí, lo son, –respondió ella, mirando al frente–. Fue duro verla enferma durante tantos meses, pero si te digo la verdad, cuando tomó su último aliento, una oleada de alivio se apoderó de mí. Por fin estaba en paz. –Limpiando otra lágrima de sus ojos, Santana la miró y luego desvió la mirada hacia el océano–. Hubo un momento en que realmente esperaba despertar y saber que ella se había ido y sin dolor. Todavía me siento culpable por haberme sentido así, pero no podía más soportar verla sufrir.
Con sus últimas palabras, las emociones de Brittany se dispararon a un lugar al que no se atrevió a regresar en mucho tiempo. Una vez más, se encontró luchando por la cosa correcta para decir. Su voz no fue más que un susurro. –Sé que puede parecer un mundo aparte de ti, pero tenemos algo en común. –Ella vaciló, sin saber si debía tocar el tema. Santana la miró confundida–. Mi familia y yo casi perdimos a mi madre por el cáncer de mama cuando tenía doce años.
Santana respiró, sin tener idea de qué decir. Su declaración la sacudió de su propia auto compasión.
Brittany hizo entonces algo impetuoso. Simplemente sintió la necesidad de tocarla, así que se inclinó y le secó las lágrimas de sus mejillas. Santana no se movió. –Recuerdo lo que sentí al verla enferma y dolorida. El miedo de no saber lo que sería la vida sin ella es algo que nunca olvidaré, pero sé que un día voy a tener que enfrentarlo. También recuerdo exactamente sentirme como dijiste que te habías sentido. Quería que terminara, que ella simplemente falleciera para poder estar en paz o que mejorara. No era capaz de verla así nunca más. Solía de hecho crucificarme a mí misma por sentirme así. Santana, sólo sé que lo que sentiste –lo que sentimos– es una reacción humana muy real y muy normal.
Sollozando, ella alzó la vista hacia Brittany, notando la perfecta sensualidad de su rostro afectado por el dolor. Detrás de esos ojos azules estaba el alma de una mujer que había pasado por su propia cuota de dolor, y Santana no podía descifrar lo que era peor –perder a su madre por cáncer o vivir con el temor que el cáncer de su madre podría volver.
Con preocupación en sus ojos, Brittany se inclinó hacia adelante y estudió su rostro. Una débil sonrisa se apoderó de sus labios. Con su voz baja, dijo –Ahora que he conseguido arruinar una noche bastante decente, haciéndote llorar, ¿por qué no jugamos un juego para aligerar el ambiente?
Santana dejó escapar una risa gutural debido a la amplia gama de emociones volando por su cabeza. –No jodiste la noche. –Entonces se puso de pie, se limpió las últimas lágrimas de sus ojos y estiró los brazos por encima de su cabeza–.
Necesitaba esto, créeme.
Se levantó con ella y sonrió. –Está bien, bien. ¿Entonces vas a jugar un juego conmigo?
Ella sonrió y lo miró con recelo. –¿Qué tipo de juego Brittany Pierce sugeriría que juguemos? Y nada de bromas.
–Mmm, eso es una petición difícil.
Esbozó una sonrisa traviesa, y sin decir una palabra más, deslizó la maceta llena de tapas de botella hasta la mitad de la terraza. Luego, juguetonamente le ordenó sentarse al estilo indio en el suelo a tres metros de distancia de la maceta.
Con su expresión mostrando curiosidad, hizo lo que le pidió. Brittany abrió las puertas de su dormitorio y desapareció brevemente. Santana se sentó por un momento, preguntándose qué estaba haciendo. Cuando reapareció, ella tenía una camiseta en la mano y una bolsa del congelador con más tapas de botella.
Caminando, le arrojó la camiseta a la parte superior de su cabeza y se echó a reír, –Parece que tienes frío, ponte eso.
Se sentó al estilo indio en el suelo a su lado con sus rodillas apenas tocándose.
Sonriendo, ella tomó la camiseta de su cabeza y se la puso. Por un breve segundo, intentó fundir el aroma de ella en su memoria. Le recordaba cuando estaban en el ascensor. No podía precisar con claridad cuál era el olor –una mezcla de colonia, gel de ducha, loción de afeitar– vino a su mente.
–¿Cuál es el nombre de este juego que vamos a jugar?
Brittany miró sus ojos marrones. Bajo la luz de la luna, parecían angelicales. –Es un poco difícil de pronunciar, –lentamente respondió, mirando sus labios mientras trataba de despejar de su cuerpo la fascinación que tenía por ella.
–Pruébame.
Bajó la voz hasta un susurro y a propósito pausó entre cada palabra. –Es...
llamado... tirar... la... tapa... en... el... macetero... justo... Allí.... –Señaló la maceta.
Tratando de ignorar lo sexy que su voz sonaba cuando susurraba, Santana juguetonamente empujó su brazo. –Wow, eres verdaderamente una sabelotodo, ¿eh?
–Sí, en todas las formas posibles, –se rió y le dio un par de tapas–. Tú primero.
Apenas era capaz de ver, Santana arrugó la nariz mientras trataba de concentrarse en la maceta. Tiró la primera y falló por lo menos por un metro y medio. Las dos se rieron. Cuando fue el turno de Brittany, cerró los ojos y la dejó caer justo adentro.
–Estoy asumiendo aquí, así que pido disculpas si me equivoco, pero estoy pensando que has jugado este juego más de una vez, –ella comentó.
–¿Por qué? Sólo he jugado dos veces, por supuesto, –ella rió.
Santana lanzó otra y falló por sólo treinta centímetros en esta ocasión. –Dos veces, mi culo. Tiene que haber quinientas tapas de botella en esa cosa. 
Brittany le lanzó una sonrisa irónica. –Cerca pero no correcto. En realidad son más de mil.
–¿Bebes mucho?
–Muchos veranos, muchas fiestas, muchos amigos igual a una enorme colección de tapas de botella, señorita.
Ella sacudió la cabeza y se echó a reír. –Hablando de colecciones, me di cuenta de la cantidad de vehículos que hay aparcados en tu camino. –Tomó un trago de su cerveza–. Una motocicleta, un BMW, un Bentley y no sé el nombre del otro.
Sonrió. –Se trata de un Nissan GT–R.
–Sí, un Nissan GT–R –se rió–. Las chicas y sus juguetes.
Frotándose la barbilla, la miró profundamente a los ojos por un segundo. –¿No todos tenemos que llenar los vacíos en nuestras vidas con algo?
Tomada por sorpresa, Santana buscó su rostro, sin saber cómo contestar.
Ella esbozó una sonrisa y casualmente lanzó otra tapa en la maceta.
Ella podía decir que había más detrás de su pregunta de lo que ella podría entender. Lo primero que le vino a la mente fue una cebolla. Brittany Pierce tenía muchas capas que tenían que ser peladas. Algunas de las que estaban allí eran
fieles a su forma, pero otras eran simplemente una capa de hierro fundido que sentía que ella usaba con ella misma.
Después de varios tiros acertados y fallados y la risa que tanto necesita, Brittany miró el reloj y vio que eran más de las tres de la mañana. Se levantó y le ofreció la mano a Santana, y ella la aceptó.
Su voz se deslizó por el aire como el más fino cashemere–A pesar de que nuestra noche comenzó un poco... triste, me lo pasé muy bien contigo, Santana, –dijo suavemente, centrando sus intensos ojos en los de ella.
Podía sentir los golpes de su ardiente mirada en ella, calentando su interior y exterior. Lentamente retiró su mano de la de ella y la llevó a la parte posterior de su cuello mientras la miraba fijamente a sus hermosos ojos azules. –Yo también, Brittany.
Brittany sonrió, se fue y abrió las puertas francesas que conducían a su dormitorio, pero no antes que se volviera para mirarla una vez más.
Con nerviosismo se mordió el labio, siguiendo su ejemplo hizo su camino hacia la habitación donde Rachel yacía durmiendo.
Todavía roncando.
Mientras cerraba la puerta detrás de ella, Santana se inclinó contra de ella, llena de pánico y una vez más sin aliento. Deslizando sus dedos por su cuello, trató de racionalizar la visceral atracción que Brittany tenía sobre ella, pero estaba demasiado cansada en ese momento para empezar a entenderlo.
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Mensaje por monicagleek Miér Mar 26, 2014 7:03 am

Espero que algu bueno pase pronto!!!
Me ha encantado el capitulo, ha sido buenisimo.
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por KateBrittana Miér Mar 26, 2014 4:07 pm

Me encanto la forma en la que san se abrio a britt acerca de su mama.
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Mensaje por Sophia27 Dom Mar 30, 2014 7:55 pm

monicagleek escribió:Espero que algu bueno pase pronto!!!
Me ha encantado el capitulo, ha sido buenisimo.

Ya pronto... solo hay que esperar un poquito mas!! jajaj

KateBrittana escribió:Me encanto la forma en la que san se abrio a britt acerca de su mama.

Si, esa es mi parte favorita del capitulo :D
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Mensaje por Sophia27 Dom Mar 30, 2014 8:18 pm

Capítulo 6
Fuegos Artificiales



Un golpe en la puerta y un gemido de Rachel fue registrado en algún lugar del cerebro dormido de Santana. Forzando abrir un ojo, fue capaz de distinguir a Trevor asomando la cabeza por la puerta.

–Mierda, –Rachel gritó con voz ronca–. ¿Qué hora es maldita sea?
–Es tiempo para nuestra pesca –Trevor respondió un poco demasiado alegre.

Rachel se pasó la palma de la mano por su rostro, le disparó a Trevor una mirada dura y levantó la cabeza cautelosamente en dirección a Santana. –¿Te vas a levantar?

Miró el reloj a través de sus parpados pesados para ver que sólo eran las siete, Santana enrolló el edredón con fuerza alrededor de su cuerpo. –No... no lo haré–Gimió y se dio la vuelta–. Solo metete en la ducha y me levantaré dentro de un tiempo.

Maldiciendo por la frustración de despertarse tan temprano, Rachel se deslizó fuera de la cama y de mala gana entró al baño.

Santana escuchó el chasquido de la puerta al cerrarse con la salida de Trevor. La luz del sol filtrándose en la habitación amenazó con despertarla más mientras se presionaba cómodamente en el hueco de su brazo. Con una respiración profunda, su nariz inhaló el embriagador y celestial aroma de Brittany mientras trataba de caer de nuevo dormida.
¿Brittany? ¿Qué?

Dándose cuenta de que aún llevaba su camiseta, se disparó hacia arriba, sentándose. En mitad de un latido de corazón, se la sacó, saltó de la cama y la metió en un cajón al azar de la mesita de noche.

Con dedos temblorosos, se frotó los ojos y trató de librar su mente de lo que habría sido la reacción de Rachel por encontrarla usando agradablemente la camiseta de su amiga. Después de unos minutos, la inesperada ansiedad que hizo su corazón correr comenzó a menguar y con un suspiro se sentó en la cama pero descubrió que no podía volver a dormir.

Aún gimiendo de angustia agónica, Rachel salió del cuarto de baño. Santana podía ver que lucía cansada, pálida y demacrada. Después de tratar de calmarla con un masaje, ella le dio un beso en la mejilla y decidió saltar a la ducha también.
Cuando reapareció, la encontró tirada en la cama en una camiseta y pantalones cortos con el pliegue del codo protegiéndose los ojos.

–¿Cuáles son tus planes mientras estoy de pesca? –preguntó en voz baja y distorsionada.
–Voy a estar con Q y Marley hasta que se vayan, –respondió ella, enchufando el secador de pelo a una toma–. Se dirigen a la ciudad después para pasar el día en la casa de la familia de Marley.

Dejando escapar un gruñido desde el fondo de su garganta, Rachel se levantó con piernas temblorosas y salió de la habitación. Cuando Santana se paseó por la planta baja, eran las ocho y cuarto. Rachel estaba sentada en la isla de la cocina con la cabeza escondida entre sus brazos cruzados mientras murmuraba para sí misma.

Brittany le sonrió a Santana sobre su periódico. Como lo hacía cada vez que ella entraba a una habitación, todo su cuerpo se puso en alerta. Sintió que su sangre comenzaba a bombear más rápido mientras ella caminaba hasta la isla de la cocina.
El material de seda blanca de su vestido deslizándose a lo largo de sus muslos y contrastando contra su perfectamente aceitunada piel la dejó sin palabras.

Brittany se aclaró la garganta. –Ella está haciendo promesas para no permitir nunca que el whisky entre en su sistema de nuevo si los dioses de la bebida la ayudan a pasar el día, –se rió y tomó un sorbo de su café–. Ella nunca pudo manejar muy bien el licor.

Si bien amortiguadas por sus brazos, las palabras fueron claras y directas. –Vete a la mierda, Brittany, –Rachel siseó.

Brittany rió entre dientes y miró a Santana. –¿Quieres un café?
–Sí, eso suena genial. Gracias –se rió y se sentó junto a Rachel.
–No hay de qué. –Brittany se levantó, sacó una taza de un gabinete, sirvió un poco de café en ella y se dirigió a la nevera. Mirando a Santana por encima de su hombro, su sonrisa fue suave y llena de conocimiento–. Sólo una conjetura, por supuesto, pero te ves como una chica que pone crema y azúcar en el café.

Su boca se abrió y luego se cerró de golpe. Sacudiendo la cabeza, le sonrió.

Brittany arqueó una ceja traviesa y regresó de nuevo con la taza. Cuando fue a tomar la taza de ella, extendió su mano y deslizó suavemente algo en ella.
Sus ojos se movieron con rapidez a Rachel, donde aún se escondía de la luz del día.

Brittany puso el café frente a ella y tomó su asiento.

Abriendo la palma de su mano, Santana bajó la mirada a lo que tenía en la mano –una tapa de botella. Su mirada se deslizó hacia Brittany donde estaba sentada casualmente bebiendo su café con el periódico en su mano y una leve sonrisa en sus labios.

Ella negó con la cabeza y sonrió.

Rachel se enderezó y rápidamente se dio la vuelta al oír el sonido del timbre.
Ella gimió mientras Brittany se abrió paso para contestar. Cuando la abrió, Santana la vio saludar a dos hombress, ambas parecían ser parientes de Brittany. El más joven de los dos era guapo, con los mismos rasgos afilados y color de pelo que Brittay, tenía un cuerpo ligeramente pesado. El mayor, sin embargo, se parecia demasiado a Brittany –con veinte años más– con un toque de canas esparcidas por el cabello. Su amplia sonrisa brilló con soltura mientras todos entraban en la cocina.

Las cejas del anciano se arquearon sobre sus ojos azules mientras le palmeaba la espalda a Rachel. –No te ves muy bien en absoluto, hija, –se rió entre dientes.
–Buenos días, señor Pierce, –Rachel se levantó para estrecharle la mano–. Sí, tomé demasiado anoche.
–Bueno, prepárate para tomar un poco más hoy, jovencita –bromeó, sosteniendo una botella de Grand Marnier y un par de cañas de pescar.
Sacudiendo la cabeza con una sonrisa en su rostro, Rachel miró a Brittany. –Tu padre me va a matar hoy con la bebida, ¿no es así?
–Estoy bastante segura de que esas son sus intenciones, –se rió y se sentó en su silla–. ¿Cierto, papá?
–Absolutamente, –dijo riendo. Luego vio en dirección de Santana y una encantadora sonrisa tocó sus labios–. ¿Pero qué es lo que tenemos aquí?
Rachel curvó el brazo alrededor de su cintura. –Esta es mi novia, Santana, Santana, este es el hermano de Brittany, Colton, y su padre, Chad.
–Es un placer conocerlos a los dos. –Ella sonrió y estrechó sus manos.
–Santana, ¿tienes alguna hermana para mi hermana? –Colton señaló con su pulgar a Brittany. Este puso los ojos en blanco mientras bebía lo último de su café–. Mi madre quiere que ella se case pronto.
–Por desgracia, la única que tengo está casada, –santana rió.
Colton llevó su brazo alrededor del cuello de Brittany. –Oh, bueno, mujercita, la búsqueda continuará.

Con los brazos cruzados Brittany dejó escapar un suspiro y una vez más puso los ojos en blanco a la "no misión" de su hermano de encontrarle una mujer.
Finalmente, Trevor, Joe y Chris hicieron su camino para unirse al grupo.

–¿Qué diablos tienes puesto? –Brittany rió, sus ojos muy abiertos sobre el atuendo de Trevor.

Usando su mejor sombrero de pesca y un chaleco salpicado de ganchos y pequeños gusanos de plástico, Trevor bufó engreídamente. –Lo que sea, amiga. – Se sirvió un poco de café en un vaso de plástico y se volvió hacia Brittany–. Por lo
menos me puedo subir al maldito bote.

Cada una de las personas –excepto Brittany– estalló en carcajadas. Ella se limitó a sacudir la cabeza con una sonrisa divertida en su rostro y dejó que el insulto de aficionado pasara.
Trevor le dio una palmada en la espalda. –¿Está Brittany Pierce sin palabras?
Levantándose para rellenar su café, Brittany sonrió. –Adelante, ríanse de mi, gilipollas. Pero en mi defensa eso viene de parte de la familia de mi madre.

Santana levantó una ceja, confundida. –¿No subes a los barcos?

La sonrisa de Brittany fue lenta, haciendo que sus ojos azules brillaran. – Técnicamente, puedo, pero no cuando el agua está agitada como lo está esta mañana. – Ella tomó un sorbo de su café–. Me mareo un poco.

Rachel se levantó, se acercó a ella y le dio una palmada en el hombro. –¿Un poco? Terminas rezándoles a los dioses del mar para que pases el viaje sin vomitar.
Sacudiendo la cabeza, Brittany lanzó las llaves de su bote a su padre. –Está bien, todos y cada uno de ustedes tiene que salir de mi casa ahora, –dijo riendo–. Y eso te incluye a ti también, papá, –rápidamente agregó.
Riendo, Chad se acercó a su hija y le dio unas palmaditas en la espalda.

La conversación y las risas fluyeron mientras ellos se tomaron unos minutos más para preparar un día en el agua. Asegurándose que tuvieran suficiente hielo, comida, licor y lombrices para que les duren hasta la tarde, se sintieron bien para marchar. Santana fue detrás, siguiendo a Rachel a la puerta para darle un beso de despedida y le hizo saber que lo tomara con calma, sobre la
bebida. Observó al grupo caminar en el aire cubierto de rocío de la mañana hasta el barco.

Después de cerrar la puerta, Santana se volvió y encontró a Brittany sentada en la isla, donde retomó su posición con café en mano y sus ojos fijos en un periódico de la mañana. Ella fue a subir las escaleras, pensando que ahora sería un buen momento para despertar a Quinn y Marley, pero antes de que lo hiciera, Brittany la llamó y le pidió que tomara asiento junto a ella.

Mientras se acercaba, se dio una feroz charla mental. Ella disfrutó demasiado pasar el rato con Brittany la noche anterior, y debido a eso, tenía más que una atracción física ahora. Una comezón de algo que nunca había experimentado corría por ella, y una extraña ansiedad impregnó sus huesos por su proximidad, mucho más que antes.
Y eso... no era bueno.

Mientras se sentaba a su lado, Santana trató de ignorar la forma en que su cabello–rubio–de recién–follada iba en todas las direcciones. Le hacía parecer... Pues... incluso más caliente.

Arrastrando una mano por ese-cabello-rubio-de-recién-follada, colocó el periódico a un lado y sonrió. –Quería darte una justa advertencia que dentro de unas pocas horas la casa va a estar un poco caótica...
–Oh, ¿cómo es eso? –Le preguntó, jugueteando con el borde de su vestido–. Creí que tus invitados no estarían aquí hasta después de las tres.

Los ojos de Brittany se movieron hacia sus muslos y luego de vuelta a su rostro.
Trató de tragar. –Bueno, los proveedores y la empresa que instala las tiendas estarán aquí pronto. Si quieres, podemos ir a la playa o estar en la piscina juntas.

Santana se movió con nerviosismo, su mirada se mantuvo estable en la suya.

–Me refiero a que... puedes ir tú a la playa o a la piscina, –se corrigió con rapidez. Jesucristo. Arrastró lentamente los dientes sobre su labio inferior.
Observando sus labios con demasiada intensidad ella empujó su silla lejos de la barra para ponerse de pie. –Sí, ya lo veré. –Se acercó a la escalera–. Yo sólo voy a... uh... ir a despertar a Quinn y Marley ahora.

Brittany asintió con la cabeza, y ella corrió hasta las escaleras.

Santana dio un golpe rápido a la puerta, y Quinn gritó para que entrara. Cuando entró, ambas mujeres ya estaban en medio de los preparativos para marcharse.
–¿Por qué están empacando ahora? –Preguntó Santana–. Pensé que ustedes dos no se irían hasta pasadas las tres.
Quinn lanzó el último de sus artículos a su mochila. –La mamá de Marley está enferma, así que llamó preguntando si podríamos salir antes para ayudar a cocinar.
–Ella estiró su cuerpo–. Ugh, no estoy muy entusiasmada con este viaje de regreso tampoco.

Santana apretó los labios en una línea y se dejó caer sobre la cama. Dejando escapar un suspiro, se apoyó en una almohada, notablemente nerviosa.

Quinn la miró. –¿Por qué estás tan asustada de nosotras marchándonos? Tú sabías que no iba a quedarme todo el fin de semana.
–Porque ella no fue a pescar con todos los demás, y yo estoy atascada aquí sola–con ella.
–Claro, el asunto del mareo. Lo olvidé. –Una sonrisa maliciosa se deslizó por la boca de Quinn–. ¿Por qué estarías molesta por estar aquí a solas con ella? Yo digo que es la oportunidad perfecta para conseguir una probadita de algo... delicioso – se rió.
–¡Maldita sea, Quinn! –Santana escupió–. ¡Ya no estoy bromeando! –¡Para con tu mierda!

Quinn se quedó horrorizada, como un ciervo frente a los faros, mientras Santana se ponía de pie y pasaba más allá de ella. Caminando por el pasillo, Santana entró a su habitación, tiró la maleta sobre la cama y comenzó a preparar sus cosas.
Quinn con cautela entró en la habitación. –¿Qué demonios estás haciendo, San?
–Me voy con ustedes, –se apresuró a responder–. No me voy a quedar aquí sola con ella.

Quinn se acercó a ella y la agarró por los hombros. –Amiga, cálmate maldita sea, ¿de acuerdo? –Santana se apartó y siguió con la maleta–. San, su madre, su cuñada, sobrina y sobrino deben estar aquí pronto. No es como si sólo van a estar las dos.

Santana detuvo abruptamente el embalaje. Se tumbó en la cama, colocando sus dedos sobre sus sienes intentando relajar sus pensamientos.
Quinn sentó a su lado. –¿Qué pasa por tu mente?
Santana negó con la cabeza, su voz era apenas un susurro. –Odio que en realidad me guste la forma en que me mira, Q. Odio la manera en que no puedo dejar de mirarla de regreso. Odio que ella sea amiga de Rachel y que estamos todos aquí este fin de semana. –Ella miró los ojos de Quinn y se detuvo un momento–. Y odio que tenga alguno de estos pensamientos, para empezar. Le debo tanto a Rachel. No debería estar pensando nada de su amiga.

Colocando su mano en el hombro de Santana, la cara de Quinn se suavizó. –En primer lugar, necesitas dejar de sentirte como si estuvieras completamente en deuda con Dumbass, Santana. Ella hizo lo que cualquier buena novia habría hecho.
Nada especial. –Santana cerró los ojos y tragó saliva, sintiendo que Rachel estaba más allá de sus expectativas. Sin embargo, ella no iba a argumentar el problema pero el punto era discutible–. Pero en realidad, la familia de Brittany estará aquí pronto. Además, ¿cómo le explicarás a Rachel que te marchaste de la nada?

Santana contempló su pregunta. Ella tenía razón. Cuando Rachel regresara, incluso si usaba la tarjeta del enfermo, sabía que ella se perdería un gran día porque conduciría de vuelta a la ciudad para estar con ella.

Santana asintió, pareciendo calmarse. Tomando una profunda inspiración que tanto necesitaba, se puso de pie y sacó un libro de sus pertenencias. –Bueno, yo sólo voy a quedarme aquí y leer esto hasta que los escuche llegar.

Quinn sonrió y se levantó. –Está bien, haz lo que tienes que hacer. –Se acercó a la puerta después de abrazar Santana–. Te quiero.

Santana se acurrucó en la cama, abrió el libro y trató de relajarse. –Yo también te quiero, Q.

Y eso es exactamente lo que hizo Santana. Leyó el libro. Demonios, lo terminó y empezó a leerlo de nuevo, pero al final se quedó dormida durante el segundo que intentó mantener su mente alejada de la amenaza que estaba detrás de la puerta.
Era más de mediodía cuando escuchó las puertas de un auto cerrarse. Desde una ventana de la esquina, vio hacia abajo y observó a dos mujeres caminando hacia la casa con dos niños pequeños siguiéndolas por detrás.

Recuperándose de su estado de pánico, Santana bajó las escaleras. Brittany estaba en lo correcto. La casa estaba llena de personas vestidas en blanco y negro, preparando una mezcla heterogénea de alimentos. Cuando no lo pudo encontrar entre la frenética escena, caminó hacia el patio trasero. Debajo de una docena de grandes tiendas blancas, los trabajadores cubrían mesas con lienzos a cuadros rojos, blancos, y azules mientras le gritaban canciones a un DJ que se preparaba en la esquina. Grandes centros de mesas festivos consistían en estrellas de plata ancladas a un patriótico arreglo de globos en cada mesa.

Santana escaneó la multitud y se encontró con los ojos de Brittany en el patio. De inmediato le sonrió e hizo un gesto para que se uniera a ella.

Mientras se acercaba, la miró preocupada y se inclinó a su oído. –¿Estás bien?–Susurró–. Quinn dijo que no te sentías bien cuando se fue.
–Sí, me sentí un poco mal antes, pero ahora estoy mejor.
Ella arqueó una ceja con incredulidad. –¿Estás segura?
Con una sonrisa de respuesta, ella asintió con la cabeza.
–Bueno, déjame saber si necesitas algo, ¿de acuerdo?
–Lo haré, gracias.
–No es un problema. –Ella sonrió y se volvió en dirección de una de las mujeres que Santana vio entrar a la casa. –Mamá, me gustaría presentarte a la novia de Rachel, Santana. Santana, ella es mi madre, Lillian.
–Es un placer conocerla, Sra. Pierce. –Santana se ofreció para darle la mano, pero se sintió gratamente sorprendida cuando la mujer se inclinó para abrazarla.
–Llámame Lillian, niña –exclamó, sus grandes ojos azules brillaban cuando soltó su agarre sobre Santana–. Sra. Pierce me hace sentir vieja, y estoy lejos de eso.
–Muy bien, es un placer conocerte, Lillian, –se rió.
–Muy bien chica.
Santana sonrió y estudió sus rasgos más llamativos. Ella jamás habría adivinado que tenía dos hijos mayores, menos que alguna vez estuvo enferma de cáncer. Su cabello castaño, torcido de una manera halagadora, brillaba contra el sol. Sus pómulos amplios y la piel sin defectos de oro no tenían una pizca de vejez.
–Mi cuñada, Melanie, está por aquí, –dijo Brittany mientras su mirada vagaba por el patio trasero. Antes de que pudiera preguntarle a su madre dónde estaba, de la nada, su sobrina y sobrino se subieron a su espalda.
Juguetonamente rodando al suelo con ellos, Brittany miró a Santana y se rió. – Bueno, aquí están sus descendientes.
–¡Tía Britt! ¡Deja de hacerme cosquillas! –La niña gritó, sus rizos dorados se derramaban sobre su rostro mientras retorcía la cabeza de un lado a otro bajo su asalto cómico.
–Te ayudaré, Teesa. –El niño gritó como un verdadero héroe salvando a una damisela en apuros, comenzando su propio ataque de cosquillas en Brittany.
Santana y Lillian se rieron y observaron a los tres revolcarse en la hierba. En última instancia, los dos niños ganaron la batalla de cosquillas, conspirados contra su tía. Brittany sucumbió ante el hecho de que lo superaban en número y pidió ayuda mientras se reía.

Levantándose del césped, Brittany limpió las pequeñas hojas de hierba de su traje de baño y miró a Santana. –Estos dos pequeños maniáticos son mis sobrinos, Theresa y Timothy. –Luego maniobró rápidamente hacia ellos, como si fuera a reiniciar el juego de cosquillas.

Ambos saltaron hacia atrás y se rieron.

Brittany se agachó y pasó un brazo por encima de cada uno de sus hombros. – Ella es Molly... quiero decir, Santana. –Santana sacudió la cabeza y se echó a reír–. Será mejor que sean amables con ella. No creo que quiera ser atacada hoy por ninguno de los dos.

La niña miró a Santana y tiró de su vestido de verano. –Me gusta tu vestido, San-na-na.

Santana se arrodilló y le sonrió a la pequeña belleza de rostro pecoso. –Bueno, me gusta mucho tu vestido, también, Theresa.
–¿Tienías un vestido adis cuando tienías tres?
–No tan bonito como el que estás usando.
Theresa echó sus brazos alrededor del cuello de Santana, dejándola casi fuera de balance. Santana se rió y abrazó a la niña.
Como un mini-caballero, Timothy ofreció su mano para estrechar la de Santana.
–¿Eres la nova del tía Britt?
Santana le sonrió a Brittany y luego miró al niño mientras ella le estrechaba la mano. –No, pero soy la novia de su amiga.
–Somos gemelos, –dijo Timothy con una sonrisa orgullosa en su rostro.
–Pensé que lo eran. –Santana sonrió–. Pero, ustedes dos son los pequeños gemelos más lindos que he conocido.
–¿Quieres venir con nosotros a nadear, San-na-na? –Preguntó Timothy, sus ojos color avellana brillaban mientras se quitaba un mechón de pelo rubio sudoroso lejos de su frente.
–Hmm –El niño sonrió y esperó ansiosamente su respuesta. Ella le dio un suave pellizco rápido a su nariz–. Creo que lo haré. Deja que vaya adentro para ponerme el traje de baño, y vuelvo.

Ambos niños saltaron arriba y abajo, aplaudiendo con una evidente alegría. Santana se abrió paso entre la multitud de trabajadores y se dirigió hacia las escaleras para ponerse su traje de baño. Tomando cuidado de no enojar a Rachel, se puso una remera de la Universidad del Ohio, escarlata y gris, por encima de su bikini. Después de quitarse el maquillaje de su cara, salió con despreocupación.

Los dos niños –ya estaban en la piscina con Brittany– salpicándose alegremente mientras ella hacia el buen intento de actuar como un tiburón. Sumergida bajo el agua, tendió sus manos sobre su cabeza mientras se zambullía hacia ellos.
–¡San-na-na está aquí! –Gritó Theresa.
Brittany vio a Santana y se rió. –¿Te gustó mi interpretación de tiburón?
–Fue decente, –respondió ella mientras se metía al agua. Ella sonrió–. Pero estoy segura de que podría hacer una mejor.
Ella sonrió y arqueó una ceja con incredulidad. –Oh, ¿Así lo piensas?
–No, –ella sonrió–. Es broma.
Brittany se rió y tomó una gran pelota de playa multicolor. –Está bien, entonces, ¿Que tal un juego amistoso de voleibol en la piscina? –Le dirigió una sonrisa.
Santana levantó la barbilla con desafío–. Empieza, Pierce.

Con los dos equipos situados a cada lado de la red, el juego comenzó. Los niños chillaron en un fuerte estallido de risa cuando Santana se levantó de un salto, disparó la pelota sobre la cabeza de Brittany y le sacó sus gafas de sol de su rostro.
Después de que Brittany saliera a la superficie de las profundas sombras, sus ojos estaban fijos en Santana mientras sonreía con una promesa garantizada de represalia. Ella con rapidez chocó los cinco con Theresa y le disparó a Brittany una sonrisa –muy satisfecha de sí misma por el punto ganado para las chicas.

Arrojando su brazo alrededor de los hombros de Timothy, Brittany le susurró algo al oído. Tiró sus gafas de sol a una silla de playa y miró a Santana con una astuta sonrisa. Ella sabía que estaba tramando algo para nada bueno. Ella sacudió la cabeza y se echó a reír. Antes de que pudiera advertirle a Theresa de las intenciones maliciosas de su tía, una ola de agua salpicó su cara –cortesía de Brittany.
Santana dejó escapar un grito de asombro, escupiendo agua de su boca. Le lanzó a Brittany una sonrisa y le salpicó de regreso. Con toda su pequeña fuerza, Timothy lanzó la pelota de playa sobre la red, marcando un malvado punto para ellos. Sorprendida por el repentino ataque, Theresa comenzó a llorar con histéria. Sin dudarlo, Brittany nadó hacia ella y la tomó en sus brazos.

Posándose en las escaleras de la piscina, Santana la acunó. –Theresa, tía Britt lo siente, cariño. No era mi intención asustarte.
–Tía Britt, haces daño a San-na-na, –resolló.
–No, Theresa, no me ha hecho daño. –Santana abrió los brazos, persuadiéndola
para que se sentara con ella. Theresa se sentó en el regazo de Santana–. Ella sólo me salpicó, eso es todo.
Theresa volvió a resollar. –Tía Britt es mala persona, debes golpearla.
Brittany juguetonamente frunció el ceño mientras sus ojos se abrieron. –¿Crees que me debe golpear?

Theresa se rió y asintió.
Brittany miró a Santana y se encogió de hombros, señalando su brazo. –Supongo que Colton y Melanie están criando algunos niños hostiles, –dijo riendo–. Da tu mejor tiro, muñeca.
Sonriendo, Santana actuó como si la golpeaba y Brittany gritó en su mejor voz de herida.

Theresa rió, muy satisfecha por el golpe.
–¿Mamá dijo que hiciste llorar a mi hija, Brittany?
Brittany se dio la vuelta y sonrió. –Oye, Mel. Sí, la asusté un poco, pero ella está bien ahora. ¿No es así, pequeña? –Le hizo cosquillas a los pies de Theresa.
Ella rió y alejó sus pies de ella. –La nova de tía Britt la golpeó por mí.

Con un movimiento de su brazo, Melanie le hizo señas a Timothy para salir de la piscina. Luego echó su largo cabello rubio por encima del hombro, arqueó una ceja curiosa y sonrió en dirección de Brittany.
–Ella no es mi novia, –Brittany rió, poniéndose de pie–. Ella es la novia de Rachel.
Santana, esta es mi maravillosa cuñada, Melanie.
Sosteniendo la mano de Theresa en la suya, Santana se puso de pie y le sonrió. – Es un placer conocerte.
–El placer es todo mío, –dijo ella, devolviendo la sonrisa.
–Tus hijos son adorables, –dijo Santana.
–Gracias, pero apuesto a que vas a disentir cuando estén gritando y luchando entre ellos por una caja o algo así de loco.
Santana rió.
Volviéndose a Brittany, una sonrisa traviesa se deslizó por la boca de Melanie.

La amenaza en sus ojos le dijo que no vaya allí, pero ella lo hizo.
Ella volvió hacia Santana. –Santana , ¿tienes alguna hermana o amigas que Brittany podría estar interesada en salir?
Santana miró a Brittany. –¿Asunto familiar en curso?
Cruzando sus brazos, Brittany sacudió la cabeza y sonrió. –Bingo.
Santana se rió y miró a Melanie. –Tengo una hermana, pero ella ya está casada.
Puedo llamar a unas amigas sin embargo.
–Perfecto, –respondió Melanie, poniendo su mano en el brazo de Brittany.
Con eso, Theresa tiró de la pierna a Melanie mientras se frotaba los ojos soñolientos. Melanie la recogió. –Santana, asegúrate de llamarlas pronto. Mi cuñada se está haciendo muy vieja para seguir siendo soltera, –bromeó y se fue a un ritmo bastante rápido hacia la puerta trasera.
Dejando escapar un suspiro, Brittany sonrió y le entregó una toalla a Santana. –Ella es... difícil, mi cuñada.

–Ella parece agradable. –Santana aceptó la toalla de ella mientras trataba de alejar la mirada de su tatuaje ahora que estaba húmedo y brillante a la luz del sol.
Dejando escapar un suspiro, tragó saliva y reorientó sus ojos de nuevo a su rostro–. Me parece gracioso que todo el mundo esté tratando de conectarte con alguien.
–Sí, cuéntamelo a mí. Ellos tienen esta cosa rara de que esté soltera en estos momentos.

Cuando Santana estaba a punto de preguntarle si quería que llamara a algunas
amigas para ella, Rachel serpenteó sus brazos alrededor de su cintura por detrás y le besó el cuello. Sorprendida, dio un salto y se rió de su repentino shock. El resto de los pescadores se pasearon por el jardín luciendo bronceados, cansados y un poco ebrios. Después de una ligera conversación respecto a la cantidad de pescado que cada uno atrapó y un poco más de burlas a Brittany por no poder asistir, el grupo se dispersó mientras todos se fueron a tomar una ducha.

–Así que fuiste a nadar veo, –comentó Rachel, sacándose la camiseta de su cuerpo mientras ella y Emily entraban a su habitación. Al cerrar la puerta detrás de ella, se quitó el resto de la ropa y la arrojó a una pila.
–Muy buena observación, –ella rió.
Rachel fue al baño, abrió la ducha y se metió. –Espero que hayas mantenido el cuerpo que me pertenece cubierto alrededor de mi amiga,–dijo.

Santana puso los ojos en blanco y buscó en su bolso por un vestido en particular de gasa roja que había traído. Era uno que su madre le había comprado para ella en su último viaje a California para ver a su hermana. Sonrió cuando lo encontró, sosteniéndolo contra su cuerpo mientras se miraba al espejo.

–No me estás contestando, Santana. ¿Te cubriste?
Al entrar al cuarto de baño, dejó escapar un suspiro de frustración. –Rachel, ¿qué ves ahora? –Preguntó, señalándole con la mano su cuerpo, su voz tenía un toque de irritación por la pregunta. Estaba claro que no estaba desnudando demasiada piel.
–¿Qué es lo que veo en este momento? Veo el culo de mi caliente novia colgando por debajo de su camiseta universitaria. Entonces, ¿por qué no te metes en la ducha y le das a tu novia lo que necesita?
–¿Crees que voy a tener sexo contigo ahora? –preguntó, con los ojos sobresalidos–. Hay una maldita cantidad de perdonas abajo.
–Entra en la ducha, Santana, –ordenó simplemente.
–¿Qué diablos está mal contigo, Rachel? Te dije que no.
–Vamos, San. Sólo que es difícil para mí verte luciendo eso y no querer follar por allí, –le respondió con calma mientras salía de la ducha. Se acercó donde estaba, apoyada contra el lavabo–. No pude dejar de pensar en ti mientras no estaba.

Presionando su cuerpo contra el de ella, rápidamente metió la mano en el fondo de su bikini, asegurándose de deslizar sus dedos dentro de ella.
Un débil gemido escapó de sus labios mientras trataba de empujarla.
–Ves, te gusta eso. –Su voz era ronca mientras rozaba sus labios sobre los de ella. Deslizando sus dedos dentro y fuera, usó su otra mano para deslizar la parte inferior del bikini más allá de sus muslos–. Este coño es mío. De nadie más, Santana. Mío, –gimió contra su mejilla.

Mientras la rechazaba de nuevo, alguien llamó a la puerta del dormitorio.
Disparándole a Santana una mirada dura, Rachel tiró una toalla del estante, la colocó alrededor de su pecho y se acercó tranquilamente a contestar. Era Trevor, haciéndole saber que un potencial cliente estaba deseoso de hablar con ella sobre
un plan de productos. A los cinco minutos, Rachel se vistió y salió por la puerta para ir a hablar de negocios. Santana se quedó sola en la habitación preguntándose en que se fue transformado la mujer, a quien amaba desesperadamente.

Para el momento que Santana calmó sus nervios, se duchó y se preparó, eran las siete y cuarto, y la fiesta estaba en pleno apogeo. Fiel a las palabras de Rachel, tenían que haber sido al menos 150 personas repartidas por toda la propiedad. Se
abrió paso entre la multitud de rostros irreconocibles mientras la buscaba. Cuando no pudo encontrarla entre las mesas, se sentó en uno de los bares establecidos en el patio.

Después de beber un trago de tequila, una leve punzada de culpa por no darle lo poco que había pedido Rachel de ella golpeó la boca de su estómago.
Emocionalmente Rachel se había ocupado de ella en los momentos más difíciles de su vida, constantemente felicitándola –ya sea acerca de sus atributos físicos y educativos– y hacer que lo quiera por nada económico. Sexo en la casa de alguien –ya sea con personas o no– no debería haber sido un problema en su mente.
Antes que las deficiencias que sentía sobre sí misma en cuanto a su relación cortaran profundamente su corazón, Santana alcanzó a ver a Brittany desde el otro lado de la piscina, hablando con un grupo de mujeres. Mientras conversaba con ellas, usaba sus manos en íntimas maneras –un ligero toque en su nuca para llamar la atención, un roce casual en su brazo al hablar, o presionar ligeramente la parte baja de su espalda cuando se reía– y las mujeres se rendían cuando lo hacía. Santana tragó saliva cuando ella miró en su dirección, capturando su mirada fija en ella. Ella la vio excusarse del ansioso grupo aspirante–a–futura–señora–de–Brittany–Pierce mientras se abría camino hacia ella.

Casualmente vestida con un traje hasta las rodillas, color rosa palido, ella se acercó a Santana con una sonrisa y se apoyó en la barra. –Me parece imposible que una mujer tan bella como tu luces esta noche esté sentada aquí sola.
Sin perder el ritmo, Santana se echó a reír. –Eres una verdadera entendida en saber qué decir y qué hacer con las mujeres.
Ella arqueó una ceja y sonrió con aire satisfecho. –No sé nada de eso, sin embargo, soy una entendida en hacer los sándwiches de jamón más deliciosos del mundo, –se rió y también lo hizo Santana. Sosteniendo su mirada, tomó un largo
trago de su cerveza–. Pero, en serio, ¿dónde está la mujer que debería estar sentada a tu lado en este preciso momento?
Ella contempló la multitud de nuevo. –Está por algún lugar.
Cuando los ojos de Brittany recorrieron sus invitados intentando localizar a Rachel, sus ojos se fijaron en Mónica Lemay. Ella estaba haciendo su camino hacia ella y Santana, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Brittany rápidamente se excusó de Santana, haciéndole saber que estaría de vuelta.
Mónica puso los ojos en blanco mientras Brittany se acercaba. –¿Has venido a darme una advertencia? –Se puso de puntillas y le pellizcó el lóbulo. -Brittany retrocedió, alejándose de ella–. Porque no hay necesidad de hacerlo. Ya he sido advertida a fondo por Rachel para que actúe como si no la conociera por toda la noche y que también esté lejos de su pequeña novia de allí.
Brittany la observó, inclinando la cabeza hacia un lado con sus ojos duros. –Oh, ¿verdad? Entonces ¿por qué sólo pareces como si fueras a decirle algo a ella?
–¿Una chica no puede conseguir una bebida en el bar? –Preguntó, efectuando una sonrisa burlona y venenosa.
–Ve a una de las otras barras, Mónica. –Ella se inclinó a su oído, bajando la voz hasta un susurro helado–. Eres una puta serpiente. No creas que no pueda verlo a través de ti. –Dio un paso atrás–. Mantente alejada de ella. ¿Me entiendes?
Echó su cabello rubio sobre su hombro y se cruzó de brazos mientras miraba hacia otro lado.
–Mónica, mírame a los ojos y dime si ves a una mujer que fácilmente puede rasgar todo tu mundo en pedazos.
Ella enarcó una ceja con sus ojos color avellana. –¿Qué diablos se supone que significa, Brittany?
–Esto significa que Industrias Pierce es un benefactor importante en la compañía de tu padre. Tengo más del setenta y cinco por ciento de sus acciones.
Voy a vender todas y cada una de ellas el lunes con una rápida llamada telefónica.
–Se inclinó más cerca, y ella dio un paso atrás–. Wall Street tendrá un día de campo, y el martes, tú y tu familia va a mendigar las sobras en los callejones de Harlem.
Ella tomó una indignada respiración mientras sus labios se elevaban en las esquinas. –¡No lo harías!
–Pruébame, maldita sea. –Se dio la vuelta y se dirigió hacia Colton.
–Whoa, mujercita, luces furiosa.
Brittany miró donde Santana se quedó sentada en el bar. –Estoy bien. ¿Qué pasa?–Resolló.
–Mamá te necesita en la cocina, –dijo, pasándose la mano por el cabello–. No sé, algo acerca de alguien en la puerta tratando de entrar a la propiedad que no está en la lista autorizada.
Santana asintió con la cabeza en la dirección de Brittany cuando captó su mirada desde el otro lado de la piscina. Tenía arriba un dedo haciéndole saber que estaría de regreso. La vio desaparecer con rapidez entre la multitud, haciendo su camino hacia la casa. Reconoció la mujer con la que estaba hablando del bar un par de días atrás. Se preguntó por qué iba a invitar a su ex a la fiesta o por qué ella iba a aparecer. Era obvio para Santana que todavía tenían asuntos que resolver.
Mientras Santana pedía una bebida, un hombre alto y musculoso alrededor de su edad se acercó a ella, el olor a alcohol filtrándose de sus poros era claro.
Alejándose un mechón de su cabello castaño de su frente, le dio una sonrisa torcida. –Una fiesta bastante bonita, ¿verdad?
Santana lo miró mientras aceptaba su cerveza del barman. –Sí, lo es, –sonrió.
–¿Así que estás aquí con alguien, o soy el hombre más jodidamente afortunado en esta fiesta que ha tropezado con una chica soltera y caliente?
Ese es un piropo de asesino, imbécil, pensó. –Lo siento, estoy aquí con alguien.
Él soltó un bufido. –¿Quién? Porque conozco a todo el mundo aquí. Tal vez tenga que darle una paliza.
Esto está mejorando por momentos. –Rachel Berry.
El hombre frunció el ceño. –Tú no estás con Rachel Berry. Ella todavía está con Mónica Lemay. –Tomó un largo trago de su bebida–. Por lo menos yo pensaba que lo estaba.
Ahora tienes mi atención, idiota. –¿Quién es Mónica Lemay?
–¿Conoces a Brittany?
Santana asintió rápidamente.
–Ella es la pieza de carne de primera calidad de cabello rubio que estaba hablando con ella en la piscina.
Este idiota está definitivamente borracho. –No, debes estar confundido. La mujer con la que Brittany estaba hablando es su ex–novia, no la de Rachel.
El hombre rotundamente negó con la cabeza. –Brittany nunca ha salido con Mónica. Crecimos juntos, no puede soportarla. –Bebió otro trago antes de continuar–. He pasado muchas fiestas del Cuatro de Julio en esta casa, –le señaló con el dedo a través del patio–. Y he sido testigo de Rachel y Mónica saliendo de esa misma casa de huéspedes muchas mañanas después, apenas vestidas. Ellas definitivamente follaban.
Mientras se ponía de pie, aturdida ante lo que acababa de descubrir, Santana trató de tragar. Su garganta sentía como si unas cuchillas afiladas se deslizaran hacia su esófago.
–¿Hey, quieres darme tu número o qué?
Sin mirar atrás, Santana se abrió paso entre la multitud. Sus voces chirriantes, sus risas y rostros joviales eran un borrón, una completa distorsión en su mente. Una fina capa de sudor goteaba sobre su carne mientras el pánico surgía. Se dirigió
hacia el llamativo resplandor de la casa. Al pasar por la cocina, vio a Brittany hablando con su madre. Brittany miró en dirección a ella mientras irrumpía la sala.
Cuando Santana dobló la esquina de la sala, el aire salió de sus pulmones mientras su corazón se desplomaba en una desgarradora ráfaga de efervescencia al ver a Rachel con Mónica. El órgano sufrió otro duro golpe al ver a Mónica curvando
sus brazos alrededor del cuello de Rachel, atrayéndola hacia ella y entonces sucedió–el beso. Incapaz de comprender plenamente lo que estaba sucediendo, Santana se llevó una mano a la boca mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Incapaz de presenciar su intercambio, se dio la vuelta, chocando su cuerpo contra el pecho de Brittany. Ella la agarró por los brazos, moviendo los ojos hacia su rostro y luego por encima del hombro mientras se estrechaban sobre Rachel y Mónica.
–Yo... yo... me tengo que ir, –Santana exhaló, su voz sangrado de dolor–. Por favor. Llámame un taxi, –le rogó mientras rápidamente se dirigía a la parte delantera de la casa y a la puerta.
Brittany le dijo que la esperar afuera mientras buscaba las llaves de su coche. Cuando salió, se encontró con ella tratando de recuperar el aliento sentada en el porche con su cabeza apoyada entre sus piernas.
Brittany se acercó y se arrodilló junto a ella. Colocándole una mano debajo de su barbilla, levantó su rostro para encontrarse con el suyo. –Deja que te lleve, –susurró.
Ella sacudió la cabeza con vehemencia. –No, tu... tu fiesta... –Ella se secó las lágrimas que ahora fluían de sus ojos–. No puedes irte. Te ruego que me llames un taxi o pídele a tu conductor que me lleve de regreso.
Con la mano aún en su barbilla, la miró a los ojos. –Mi chofer no está aquí en este momento y no te voy a enviar de vuelta a la ciudad en un taxi. No estoy preocupada por la fiesta, sólo deja que te lleve de vuelta.
Sin decir una palabra, Santana tragó saliva, se puso de pie y caminó hacia la entrada de su casa. Brittany la dirigió hacia su BMW y abrió la puerta para ella. Se acomodó en el asiento y la vio mientras caminaba alrededor del auto, todavía aturdida por lo que acababa de ver.
Las dos horas y media de regreso a Manhattan fueron en silencio sin decir una palabra. A medida que el cielo se fundía en tonos de naranja, púrpura y rosa con el sol poniente, Brittany buscó en su mente algo para decir, sabiendo que ella desempeñó un papel en hacerle creer a Santana que Mónica era su novia. Su dolor era tan tangible que le daba náuseas.
Mirándola, sabía que tenía que explicarlo.
Cuando se detuvo en una plaza de aparcamiento frente a su edificio, cerró los ojos por un instante y respiró. –Perdón por haberte mentido, –susurró.
Santana lentamente alejó su mirada de la ventana. –¿Crees que estoy enojada contigo por esto? –Su tono era tan bajo como lo fue el suyo, pero el impacto por su disculpa colgaba en su voz.
–¿Cómo no estarlo? Te mentí para cubrirla esa noche. Aunque no sabía que todavía estaba... –Ella respiró hondo y se detuvo por un segundo. Santana sabía lo que no quería decir–. Sabía quién era ella, por eso la saque afuera. No quería que... te lastimara, Santana. Lo siento mucho.
Ella observó a sus ojos azules sin parpadear. –No me conoces en absoluto, Brittany, –resopló, quitándose las lágrimas de sus mejillas–. No era tu responsabilidad, decirme la verdad, sino que era de ella. Así que por favor no sientas la necesidad de pedirme disculpas.
Al bajar del auto, Santana se detuvo cuando su mirada se deslizó hacia la explosión roja y azul vibrante como estrellas fugaces en el cielo. Los peatones parados en las aceras gritaban, aplaudiendo por la exhibición de fuegos artificiales
explotando en toda la ciudad.
Brittany apagó el motor, encendió sus luces de emergencia y la siguió hasta la entrada de su edificio.
Ella repentinamente se detuvo, llevándose las manos por su cabello mientras comenzó a llorar de nuevo. –Ni siquiera tengo mis llaves. Mi cartera y bolso se encuentran todavía en tu casa.
Notando la visible angustia de Santana, el portero se acercó a ella con preocupación. Brittany le explicó la situación. A los diez minutos, la administración –sabiendo que ella era realmente un residente del edificio– le dio un nuevo juego de llaves.
Queriendo asegurarse que llegara bien, Brittany la siguió hasta el ascensor y la acompañó hasta la puerta. Vio cómo ella temblaba, tratando de deslizar la llave en la cerradura. Puso su mano sobre la de ella esforzándose para calmarla. Tomó la llave de ella y abrió la puerta. De pie en el umbral, sus ojos observaron sus movimientos a través de su apartamento mientras se paseaba con nerviosismo de un lado al otro.
Cuando Santana volvió hacia ella, Brittany se acercó a ella. El fuerte chasquido de la puerta al cerrarse detrás de ella hizo eco en todo el apartamento.
–Gracias por traerme a casa –dijo ella, su voz era suave.
Mirándola, con la voz llena de preocupación dijo –¿Estás segura de que vas a estar bien?
Santana desvió su mirada vidriosa al suelo.
Brittany bajó la cabeza y la obligó a mirarla. Sus ojos azules se movieron hacia sus labios y Santana pudo ver los pensamientos en movimiento detrás de ellos. Ella lo sabía. Con su aliento enganchándose en su garganta, su ritmo cardíaco se disparó, revoloteando a niveles altísimos, mientras Brittany tiernamente le acariciaba la mejilla, ella llevó su mano hacia arriba y suavemente la colocó sobre la suya, apoyándose en su calor y empapándose con ella.
–Santana, –susurró, apoyando su frente contra la de ella mientras cerraba sus ojos.
Cuando se abrieron, ella clavó su vista en la de Brittany, sus respiraciones aceleradas se mezclaba, calientes, cálidas y tan cerca ahora. La energía que fluía sin hacer ruido a su alrededor era sofocante. Ella se acercó más, su brazo rodeó la parte baja de su espalda, tirando de ella al calor de su cuerpo. Brittany se inclinó para besarla – su corazón golpeaba en su pecho– pero ni su cuerpo ni su mente permitieron que un minuto pasara sin cumplir su deseo o su necesidad. Santana abrió los labios para protestar, pero fue un gemido que se filtró a través de ellas mientras su boca cubría la de ella, su lengua comenzó un suave ataque en sus labios. Su boca se movió debajo de la de ella, arrastrando su delicioso sabor. Ella sintió que se hundía en el placer del beso mientras el toque de ella destruía su determinación y el último pedacito de autocontrol que le quedaba. A pesar de la confusión tejiendo a través de su mente, su cuerpo estaba tomando la decisión por ella.
Sin. Preguntar. Nada.
Mientras Brittany la besaba, podía saborear la dulzura de sus labios y bebió de ella como si fuera el mejor de los vinos tintos. Sus manos se movieron por sus brazos a la parte posterior de su cuello, dejando un rastro de fuego contra su piel.
Un denso estremecimiento de placer rebotó alrededor de ella, corriendo por su sangre desde el toque de sus dedos entrelazados entre ellos en su cabello. Un gemido retumbó en su garganta ante la sensación de sus suaves senos contra los suyos. El aroma de su piel y la sensación de su curvado cuerpo encajando perfectamente en sus brazos lo enviaron a un lugar que nunca supo que existía.
Sus dedos exploraron su cabello ondulado mientras el beso se profundizaba, su cabello se sentía exactamente como imaginaba que lo haría, como una jodida y pura seda. Santana agarró su traje mientras ella caminaba hacia atrás, presionándola contra la pared y arrastrando la lengua por su boca. Brittany la besó como si lo hubieran hecho miles de veces –como si le hubiese pertenecido a ella. La besó de la manera que había imaginado que lo haría desde el momento en que la vio– desde el momento que supo que la necesitaba.
–Eres tan hermosa –Gimió. Sus labios se movieron sobre su mandíbula mientras sus manos viajaban a su cintura–. Te deseo más de lo que he deseado algo en toda mi puta vida.
Santana casi se derritió por sus palabras, presionó su cuerpo contra el suyo, tensándose por más, queriendo más. Su cabeza cayó hacia atrás mientras su boca se deslizaba a un lado de su cuello, trazando la pendiente de su clavícula y presionando besos contra su carne. Cuando metió la mano bajo el dobladillo de su vestido y empezó a acariciar su cadera, el corazón de Santana casi se detuvo. Se le erizó la piel en sus brazos mientras envolvía sus piernas alrededor de su cintura, una mano de Brittany sostenía su nuca y la otra le apretaba el muslo. Oleadas de calor cayeron en cascada sobre su cuerpo tembloroso, cada toque era un susurro destructivo contra su piel. El barrido lánguido de su lengua se deslizó de nuevo a su boca. Chupando su labio inferior, se tragó sus gemidos de placer mientras la sostenía más cerca. Sus sentidos se empaparon con el aroma, tacto, gusto y los gloriosos gemidos que provenían de Brittany.
Brittany Pierce... la amiga de Rachel –alguien que ella había conocido y vuelto cercana. Si Rachel se enteraba –a pesar de sus malas acciones hacia ella– seguramente enloquecería. De repente, Santana estaba fuera de equilibrio, sin saber lo que estaba haciendo. Las brillantes imágenes de Rachel y su vida juntas invadieron su mente. Esto era malo, y lo sabía. Dos errores no computan un bien en su cabeza –nunca. Una ola de culpa mezclada con ira por Rachel y por ella misma tomó control. Aunque su cuerpo luchó contra ellas –y luchó con fuerza– tuvo que parar.
–Nosotras... no puedo... Brittany, –finalmente susurró, apenas forzando las palabras a través de su labios.
Alejándose, sus ojos azules estaban oscuros y vacilaron con lujuria, Brittany buscó en su rostro. Tenía los labios hinchados por el beso, y su respiración era tan desigual como la suya. Las lágrimas llenaron sus ojos, sin embargo, vio la pasión allí. Su corazón se rompió una y mil veces por la expresión de su rostro. No la quería lastimar. Ella asintió con la cabeza mientras sus dedos se deslizaron por sus mejillas sonrojadas y sus manos cayeron a los costados, llevándose su calor con ellas.
–Lo siento, –susurró ella, sin mirarla a los ojos.
–No, Santana, yo–
–Por favor, Brittany, sólo vete. Necesito que te vayas, –sorbió, todavía incapaz de mirar su rostro.
El aire se erizó con inquietud entre ellas durante un largo tiempo. Brittany trató desesperadamente de despegar su lengua del techo de su boca y tratar de decir algo –cualquier cosa– que arreglara la situación, pero no pudo. Las palabras –las palabras correctas– no existían en su mente.
Y esto, ella lo sabía.
Pasándose una mano nerviosa por su cabello, se dio la vuelta, alcanzó la puerta y reaciamente hizo su camino fuera.
Santana temblaba mientras se encorvaba intentando recuperar el aliento. Cerró los ojos, tratando desesperadamente de bloquear la culpa, alejarla y purgarla de su sistema. Su tez se vació de todo color, sus ojos estaban enrojecidos e hinchados de
tanto llorar. Su estómago estaba enroscado alrededor de sí mismo con disgusto – no sólo de lo que acababa de hacer, sino también de la sensación que en el fondo de su mente, en alguna parte... sabía que se sintió bien. Dios, se había sentido tan
bien besarla, tocarla y dejar que la tocara. Hundió el rostro entre sus manos y lloró mientras las oleadas de culpabilidad se estrellaban por todos los miembros de su cuerpo.
Sintiéndose mentalmente drenada por todo esto, se acercó y se derrumbó en el sofá, tratando de recuperar la compostura mientras se limpiaba las lágrimas de la cara. Una parte de ella se sentía como si estuviera muriendo mientras las nítidas
imágenes de Rachel besando a Mónica daban vuelta por su cabeza. Mirando el techo, Santana se preguntó si de alguna manera se había engañado a sí misma pensando que Rachel no le era infiel. Sus instintos enviaban chispas a través de su
mente de las últimas semanas, pero su maldita corazonada estaba en contra de escuchar las sirenas de alarma apagarse.
Un fuerte golpe en la puerta la despertó de la pesadilla que estaba esperado despertar. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió. Rachel estaba de pie en el pasillo con sus maletas. Tragándose la bilis que subía por su garganta, pudo sentir el pulso en su estómago cuando se levantó con rapidez desde el sofá. Al cerrar la puerta detrás de ella, sus ojos la encontraron y se bloquearon en los suyos a través de la sala.
–¿Qué estás haciendo aquí? –Preguntó, mirándola–. Quiero que te vayas.
–Tienes que dejarme explicártelo.
–¿Dejarte explicar? ¡La besaste! –se mofó, con los ojos desorbitados.
–Ella me dio un beso –corrigió.
–¡Eso es mierda! Quiero que te vayas, –le gritó y señaló la puerta.
–Vas a dejar que me explique. –Caminó por la habitación, reduciendo la distancia entre ellas.
–La besaste, –gritó ella, apuñalando un dedo en su pecho–. ¡Lo vi con mis propios ojos!
Ella la agarró por la muñeca y se acercó. –Lo que viste fue a ella inclinándose para besarme. No me viste empujarla lejos, Santana, –exhaló, su voz era baja y constante.
–¿Y se supone que debo creerlo? –Estuvo a punto de gritar–. ¡Me has mentido sobre ella siendo la novia de Brittany!
Ella se fue derecho a la cocina, pero Rachel la tomó por los hombros. –No te dije acerca de ella esa noche porque no quería que te sintieras incómoda mientras estaba allí.
De inmediato ella se echó hacia atrás y abiertamente se le quedó mirando.
–No estoy bromeando, Santana. No quise que supieras que ella fue alguien con quien solía salir. Sabía que si lo descubrías esa noche, te hubieses querido ir. Pensé que no era gran cosa, –dijo, dando un paso más cerca.
Ella retrocedió, casi tropezando.
–Nena, no estoy mintiendo, –continuó–. Ella está jodidamente obsesionada conmigo. ¿Crees que lo haría con ella a la intemperie, sabiendo que tú estabas allí?
Santana la miró, con la boca abierta.
Ella se pasó las manos por su cabello. –No quise decir eso. Salía del baño, y ella preguntó si podía hablar conmigo por un minuto. Estuve de acuerdo y antes de darme cuenta, me empujó hacia ella y me besó. Eso es lo que viste, nena. Juro por Dios que la aparté. Debes haberte dado la vuelta antes de que lo hiciera.
Sacudiendo la cabeza, la mano de Santana corrió a su boca mientras se echaba a llorar. El dolor rebotó a través de su corazón, el dolor, literalmente, golpeando a través de su cuerpo. ¿Podría haber hecho una suposición demasiado pronto de los pocos segundos que vio de su beso? Nunca se había sentido tan confundida.
–Incluso le advertí cuando llegó a la fiesta que se mantuviera alejada de mí y de ti, –susurró, acercándose con cautela y levantando su mano para acariciarle la mejilla.
Todavía llorando, ella desvió la mirada hacia el suelo, sin saber qué hacer o qué decir.
–Le acabo de dar a Brittany el infierno por traerte de vuelta aquí sin mi permiso.
La cabeza de Santana se levantó. –¿Tú... la viste? –Preguntó ella, tragando saliva.
–Sí, la vi salir al frente, –respondió, enterrando la cara en su cuello–. No deberías haberte ido con ella, Santana.
Ella se apartó de nuevo, sus ojos marrones estaban muy abiertos. –¿No crees que te hubieras ido si me hubieras visto hacer lo mismo?
–No estoy segura, –hizo una pausa, mordiéndose el labio inferior, como si estuviera deliberando qué decir–. Sólo sé que no me gusta que te trajera a casa sin decirme nada y que tu, de hecho, te marcharas con ella.
Sus rasgos se transformaron por el impacto de sus palabras. –¿Estás enojada conmigo por marcharme, Rachel?
–Jesús, bebé, no estoy enojada contigo. –Ella se acercó y le pasó la mano por su cuello–. Sólo quiero que me creas. Ella no significa nada para mí. –Acercándose más aún, respiró contra su mejilla mientras sus manos se movían hasta su cintura–. Me aparté, Santana. Juro que lo hice. Sólo que no lo viste. –Movió suavemente su boca sobre sus labios, y su voz era suplicante mientras la besaba–. Te quiero más que a nada en este mundo. Nunca te haría daño, nena. Por favor, tienes que creerme. Joder, te amo.
Ella inclinó su cabeza hacia atrás, inclinado su cuerpo hacia ella y deslizó su boca por su cuello
–Rachel, por favor, –ella gimió, aferrándose a su camisa–. Dios, por favor, Rachel, no me mientas, –rogó mientras las lágrimas corrían por su rostro.
–Nena, no estoy mintiendo. –Ella arrastró sus manos debajo de su vestido y lo sacó sobre su cabeza–. Joder, te amo, Santana. Eres mi mundo. No puedo perderte, –susurró en su boca, su respiración entrecortada contra la de ella–. Siento que hayas tenido que ver eso.
Sus propias indiscreciones con Brittany la penetraron mientras miraba los ojos castaños de Rachel, el oxígeno pareció evaporarse de sus pulmones. La culpa se empujó como una lanza de hielo a través de su corazón.
–Dime que me crees, –exhaló pesadamente, arrodillándose lentamente mientras arremolinaba su lengua en círculos hipnóticos por su estómago. Luego deslizó sus bragas más allá de sus muslos–. Dime que me crees, cariño.
Se sentía tan desgarrada en lo que quería creer y lo que había hecho con Brittany. –Sí, te creo, –exclamó–. Lo siento mucho, Rachel. Lo siento mucho.
Antes de que se diera cuenta, le arrancó la ropa interior de su cuerpo, la levantó del suelo y la llevó a su cama. Rachel abrió sus piernas, sosteniéndola en su
lugar, mientras su lengua lamió su punto dolorosamente placentero. Su cuerpo se retorció contra su boca y se movió por sí misma mientras Rachel agarraba sus caderas, chupando, lamiendo y saboreando su esencia misma.
Sus músculos convulsionaron tanto con éxtasis como con culpa cuando sus dedos se deslizaron dentro y fuera de su caliente calor. Necesitando librarse de la vergüenza que sentía y quererla dentro de ella en ese momento, ella se esforzó
para levantarse.
–Rachel, te quiero ahora, –ella gimió, deslizándose contra las almohadas.
Ella se quitó el resto de su ropa, se metió a la cama y se hundió dentro de ella.
Ella la agarró de sus bíceps, echando la cabeza hacia atrás por la sensación de Rachel latiendo en su carne caliente. Ella cerró su boca sobre la de ella y ahogó sus gemidos mientras cerraba los ojos. Y entonces sucedió, la visión de Brittany besándola, la sensación de su lengua aterciopelada, el cálido toque de sus dedos por todo su cuerpo, cada uno de sus pensamientos fueron consumidos por ella. Rachel estaba encima de ella, pero lo único que podía sentir, tocar, oler y probar era a Brittany.
Santana se detuvo debajo de Rachel, todo su cuerpo se congeló.
–¿Qué sucede? –respiró en su oído, sin dejar de moverse sobre ella.
–Siento que voy a vomitar. –Ella se deslizó fuera de Rachel y corrió al cuarto de baño.
Ella dejó escapar un suspiro y se acostó sobre su espalda. –¿Qué carajo, San?
Cerrando la puerta detrás de ella, cayó de rodillas frente al retrete mientras ardientes lágrimas brotaron de sus ojos y las náuseas amenazaban con desbordarse. Colocando el codo en el retrete, enterró sus manos en su cabello, tratando de recuperar el aliento. Se sentó allí durante unos segundos, unos minutos, tal vez unas pocas horas. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando
finalmente se puso de pie.
Se acercó al espejo y se quedó mirando su reflejo. Después de arrojar un poco de agua en su rostro, se dirigió hacia su habitación, donde Rachel ya se había quedado dormida. En silencio se metió a la cama con ella, acurrucó las mantas sobre su cuerpo, con la esperanza de conciliar el sueño y rezando para que no se estuviera metiendo en algo que no podría controlar.
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por monicagleek Lun Mar 31, 2014 8:16 am

Pero que??????!!!!!!!pobre santana, estoy empezando a odiar a rachel.
Encima la pobre san preocupada por si ella se enfadaba por haberse vuelto a casa!!!!
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Tat-Tat Lun Mar 31, 2014 9:07 am

Esa rachel es una mentirosa de primera ¬¬
Idiota!!!
Pero.quiero ver que San este con ella pq quiere y no.por agradecimiento.

saludos
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Mensaje por KateBrittana Lun Mar 31, 2014 4:59 pm

Porque san es tan tonta para creerle a Rachel? Dios, me dan ganas de meterme en el fic y hacerle entrar en razón.
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Mensaje por Sophia27 Sáb Abr 19, 2014 4:42 pm

Mis disculpas por no haber podido actualizar antes, estuve un poco ocupada y no tuve tiempo para adaptar el capitulo y subirlo. Tratare de subir el capitulo 8 mas tarde o quizas mañana. Saludos :*


Capítulo 7
Intenciones Amistosas

-Señorita, usted nunca trajo nuestro aperitivo.
Sin decir una palabra, Santana se quedó mirando fijamente el rostro de la mujer. Sus dispersos pensamientos fueron a donde, obviamente, no deberían ir.
La mujer miró a Santana. –¿Hola? Nuestras cenas han llegado, y nunca trajiste nuestro aperitivo.
–Yo... lo siento mucho, –tartamudeó Santana–. Voy a estar de vuelta con ellos.
Corriendo a la cocina, les dejó saber a los cocineros que necesitaba una orden de palitos de mozzarella sobre la marcha. Ella hizo su camino de regreso a la mesa, se disculpó de nuevo y les hizo saber que serían unos minutos más. Tratando de recuperar alguna posibilidad de obtener una propina, Santana se ofreció a pagar por sus postres. Con eso, el aperitivo olvidado se convirtió en algo del pasado, ya que la mujer sonrió y aceptó.
Dejando escapar un suspiro de alivio, Santana tomó asiento en el bar, agradecida que no se habían quejado... o eso pensaba.
–Country, –dijo Antonio–. ¿Qué ha pasado? ¿La mesa dieciséis me dijo que se te olvidó su aperitivo?
–Sí, lo siento. Roberto se están haciendo cargo de ellos ahora.
–¿Les ofreciste el postre?
–Lo hice.
–¿Estás bien? –Preguntó, colocando una mano cariñosa en su hombro–. Pareces distraída esta noche.
–Tengo mucho que hacer en este momento, Antonio. Lo siento. No va a suceder de nuevo.
–Si no te sientes bien, te puedo dejar salir temprano, –respondió con preocupación llenando su rostro.
–Gracias, pero estoy bien.
Él asintió y se fue a su oficina .
Santana arrastró los pies a través del trabajo en las próximas horas. La velada transcurrió en un borrón mientras se encontraba todavía tratando de entender todo lo que había sucedido. En el momento en que su turno había terminado, se sentía física y mentalmente exhausta.
Con la cabeza hacia abajo en su bolso en busca de su billetera, Santana abrió la puerta para salir, sólo para chocar con lo que parecía una pared de ladrillos. Un "uf" audible rompió a través de sus labios. Levantó la cabeza para disculparse, y entonces sus ojos marrones se detuvieron en unos hermosos ojos azules.
–Jesús, ¿estás bien? –Preguntó Brittany, extendiendo su mano para sostenerla.
Santana luchó por no gemir ante el sutil contacto de sus cálidos y fuertes dedos envolviendo sus brazos. Sus sentidos fueron momentáneamente recompensados por su perfume flotando en el aire a su alrededor. Un rubor se apoderó de sus mejillas por el aumento de temperatura entre ellas, haciendo que se sintiera como si fuera a estallar en llamas. Mientras Brittany la miraba, le sostuvo la mirada, algo peligroso para hacer ya que una chica podría perderse realmente en esos ojos, sobre todo después de lo que había sucedido entre ellas. Aquel beso había sido devastador y doloroso, eufórico y todo lo que ella había imaginado que sería, todo en uno.
Maldito ese beso.
Se preguntó si alguna vez sería capaz de volver a la superficie para respirar de nuevo. Su corazón se agitó frenéticamente como una mariposa tratando de escapar de la jaula de su pecho. Con ella de pie justo frente a ella, le enseñó todo tipo de cosas que no quería pensar.
–Sí, estoy bien, –respondió sin aliento, todavía en shock por el hecho de que Brittany estaba allí.
Ambas parecían estar en trance, sus miradas nunca vacilaron.
Brittany soltó sus brazos, se aclaró la garganta y salió a la acera. Su corazón se encogió ante la vista de ella. Mirándola a los ojos, no podía creer que sólo !había pasado una semana desde que había visto su hermoso rostro, desde que besó sus suaves labios y tocó el calor de su piel. Para ella, se sintió como una eternidad.
Odiaba que su subconsciente hubiera elegido esa noche, sabiendo lo vulnerable que estaba y sabía que tenía que pedir disculpas.
–Pasé por... –Hizo una pausa tratando de ordenar sus pensamientos–. Pasé por aquí con la esperanza de encontrarme contigo. Quería saber si podríamos hablar.
–¿De qué hay que hablar? –Preguntó ella, tratando de ocultar el nerviosismo encrespándose a través de ella cuando salió del restaurante. Su mirada viajó lejos de la suya intentando mantener su mente lejos de lo sexy que se veía de pie en su traje de chaqueta.
Ella se humedeció los labios y la observó por un momento. –Creo que es evidente... ¿no?
Vacilante, ella lo miró. –Sí, lo es, –susurró, mirándola a los ojos–. ¿Qué tienes en mente?
Inspirando, se pasó una mano por su nuca. –Estaba pensando que podríamos ir a tomar algo. Hay una cafetería a la vuelta de la esquina.
Un destello de incertidumbre pasó por su rostro. –No lo sé. No estoy segura de si eso es una buena idea.
–Sólo necesito cinco minutos de tu tiempo, Molly... quiero decir, Santana, – respondió, enviándole una sonrisa con mucho poder a su dirección.
–Ja ja, –dijo con ironía.
Ella sonrió y levantó sus manos en señal de rendición. –¿sólo cinco minutos?
Ella tragó, con ganas de rechazarla pero sus esfuerzos fueron inútiles–. Está bien, pero ni un minuto más.
–Tienes mi palabra. Es por aquí, –dijo, haciéndole señas con la cabeza hacia la esquina de la calle 44.
Menos de la mitad de una manzana de la ciudad más tarde, las dos entraron a un pequeño café pintoresco. El aroma de los pasteles recién horneados llenaba el aire. Algunos clientes estaban sentados en unos cómodos sofás rojos mientras que otros navegaban por la Web en unas mesas marrones. Detrás de la barra, el aburrido barista tomó sus órdenes y fueron a una pequeña mesa en la parte trasera del café.
Con una sonrisa en su rostro, Brittany levantó la muñeca y puso su reloj. –Está bien, mi tiempo empieza... ahora.
Santana tímidamente bajó la vista a sus manos retorciéndose en su regazo.
Brittany se apoyó en su asiento y se cruzó de brazos, la sonrisa cayó de su rostro. –Santana, perdón por lo que hice, –susurró, con ojos intensos–. Hice una situación ya difícil, peor y me siento muy mal por ello.
Ella la miró profundamente a los ojos, incapaz de creer las palabras que salían de su boca. –No tienes que disculparte conmigo. Fue mi mala acción, no tuya.
–No, Santana, fue mi culpa, –dijo, subrayando cada palabra perfectamente–. Fue un error de mi parte aprovecharme de ti. Me incliné para besarte.
–Se necesitan dos para bailar un tango.
–Sí, pero–
–Te devolví el beso.
Una lenta sonrisa curvó sus labios, sus ojos azules brillaban. –¿Así que querías darme un beso?
–¿Estás hablando en serio?
–Muy.
–Brittany.
–Santana.
Ella suspiró. –Bueno, ¿qué esperas que diga?
–Quiero que lo digas.
–¿Qué diga qué?
–Que querías besarme.
–Has perdido la cabeza, –se burló–. ¿Y por qué necesitas escucharme decirlo?
Frotándose la barbilla, analizó su rostro y su expresión de repente se volvió seria. –Porque necesito saber que no te obligué a algo que no querías.
–Tú no me obligaste.
–Entonces dilo, Santana.
Un rubor corrió desde su cuello a sus mejillas. –Eres increíble.
–Dilo, –arrastró las palabras.
–Está bien. –Ella miró a su alrededor con nerviosismo. Llevando sus ojos hacia ella, cruzó los brazos–. Yo quería besarte, Brittany. ¿Estás contenta ahora?
–No. Todavía me siento como una idiota por ponerte en esa posición.
–Supongo que estamos a mano entonces porque todavía me siento como una mierda por hacerlo.-Ella se levantó para marcharse. –¿Para qué era exactamente esta charla de nuevo?
–Quiero que establezcamos una amistad. –Brittany se puso de pie, esperando que
ella dejara de caminar.
–¿Y cómo lo hacemos, Brittany?
–Has admitido que querías besarme. Fue más que obvio que quise besarte. Ahora podemos dejarlo atrás y ser amigas.
– Así de simple, ¿no?
–Así de simple, –respondió con una sonrisa cuando se enteró de la falta de determinación de sus palabras–. Ahora vuelve a sentarse y termina tu taza de café con tu nueva amiga.
–Eres una amiga exigente, veo, –bromeó, agarrando su bolso–. Pero, en realidad debería irme. Rachel está en mi apartamento esperándome.
Brittany miró su reloj. –Me diste cinco minutos. Todavía tengo otros dos.
–¿Es una broma? –ella rio.
Ella se sentó, tomó un sorbo de su café, y sonrió. –¿Qué pasa con todas estas preguntas, amiga?
–Voy a decirlo una vez más como lo hice en tu casa, –respondió mientras se acomodaba en su asiento–. Eres realmente una sabelotodo.
–Certificada, –se rió–. Entonces, ¿Cómo has estado?
–He estado mejor, y he estado peor.
–Bueno, por lo que no es necesariamente algo malo, entonces.
–Estás en lo correcto sobre eso.
–Muy bien. –Sonrió–. Dime algo sobre ti.
–¿Qué quieres saber?
Lo que sea. Todo. ¿Por qué la aceptaste a ella de nuevo? Pensó para sí misma.
Se pasó una mano por su cabello, encogiéndose de hombros–. ¿Cuál es tu sabor favorito de helado?
–Vainilla. ¿Y el tuyo?
–Acepto la vainilla, también, pero soy realmente una mujer de chocolate, – respondió, observando la forma en que ella se movía con nerviosismo en su lugar.
Mientras un largo silencio descendió sobre la mesa, en el que Brittany le dio otra de esas intensas miradas, Santana se dio cuenta de la forma en que apretaba los labios como si estuviera controlándose de preguntarle algo que ella realmente quería saber.
–¿Cuál es tu color favorito? –preguntó finalmente.
–Brittany, ¿puedo hacerte una pregunta?
–Todo lo que quieras.
–¿Qué estamos haciendo?
–Estamos jugando a cincuenta preguntas, –dijo riendo.
–No, no lo estamos. ¿Qué es lo que realmente quieres preguntarme?
Levantando una ceja, se echó hacia atrás y apoyó sus manos detrás de su cuello. –Mmm, eres buena leyéndome. –Ella la miró durante unos segundos más, estudiando cada curva hermosa de su rostro–. Me han dicho que soy difícil de entender, y esto, por supuesto, viene de las personas que me han conocido por mucho más tiempo que tú.
–Me parece que eres bastante fácil de leer. –Y lo hacía. A pesar que mantiene ciertos aspectos de su vida guardados, era un libro abierto a sus ojos. Tomó un sorbo de su café–. Así que dispara, ¿qué es lo que realmente quieres saber?
Ella la contempló por un momento. –¿Eres feliz con Rachel, Santana?
Se mordió el labio nerviosamente. –¿Por qué quieres saber eso?
–Somos amigas, y las amigas hacen preguntas. Y, además, tú eres la que preguntó, no lo olvides.
–Bien, lo hice. –Miró hacia sus manos y luego de vuelta a Brittany–. Sí, soy feliz con ella.
Colocando el codo sobre la mesa, apoyó su barbilla en la palma de su mano.–¿Por qué?
Sus cejas se fruncieron. –¿Cómo que por qué?
–Dame detalles. –Se encogió de hombros–. ¿Por qué te hace feliz?
Ella la miró fijamente, con los ojos intensos, pero la vibración de su teléfono hizo que apartara su mirada.
Mientras ella respondía al llamado, Brittany se inclinó hacia atrás en su asiento y la observó. Sabía que podría haber cruzado la línea por hacer una pregunta tan personal, pero fue incapaz de luchar contra su instinto para no hacerlo. Había hablado con Rachel la noche en que salió del apartamento de ella y aunque permitió que rachel pensara que ella creía su historia, no lo hacía –ni siquiera cerca.
Ella conocía a su amiga muy bien. La única pregunta corriendo a través de la mente de Brittany era por qué Santana había caído con eso.
Santana se puso de pie y metió el teléfono en el bolso. –Era Rachel. Me tengo que ir.
Brittany se levantó de un salto y le puso una mano por su brazo. –Espero que no estés enojada con mi pregunta. Mi curiosidad saca lo mejor de mí a veces.
Ella tragó saliva y negó con la cabeza. –No estoy enojada contigo, Brittany. Sin embargo, para responder a la única pregunta que importa aquí, sí, Rachel me hace feliz por muchas razones específicas. Tú sólo debes esperar más adelante para que te las enumere, ¿de acuerdo?
Ella asintió con la cabeza como si esa respuesta la satisfaciera, pero no era así.
Sin embargo, no insistiría más en el tema.
Ella buscó en su bolsillo del pantalón. –Oh, lo olvidé. Tengo algo para ti.
Brittany tomó su mano. Sabía que se aferró a ella un poco más de lo que debería, pero su piel era tan suave contra la suya que era difícil dejarla ir.
Finalmente, cuando supo que había llegado a su límite caballeroso, deslizó una tapa de botella en su palma.
Ella la vio y sonrió. –¿Así que esto va a ser una cosa permanente entre nosotras -me darás una tapa cada vez que me veas?
–Ese fue uno de los mejores juegos de tirar–la–tapa–de–botella–en–la–maceta que he jugado, –dijo riendo–. Así que, sí, va a ser nuestra pequeña cosa, además de que te llamaré Molly de vez en cuando, también.
Ella le sonrió. –Gracias.
Se abrieron paso fuera donde Brittany detuvo un taxi para ella.
Brittany cerró la puerta detrás de ella después de que entrara y se inclinó a través de la ventana. –Ella va a Columbus y West 74th, –dijo, entregándole al conductor el dinero para el camino–. Esto debería cubrir la tarifa y la propina.
Luego golpeó el techo, alertando al conductor que podía marcharse.
Mientras el taxi se alejaba, Santana le dijo al hombre que parara. Ella saltó del taxi mientras Brittany se alejaba.
–¡Brittany, espera! – Gritó ella, preguntando exactamente qué diablos estaba haciendo.
Brittany se dio la vuelta con las manos en los bolsillos. Ella la observó desde unos pocos metros de distancia.
–Sólo quería darte las gracias, –dijo ella, tratando de recuperar el aliento–. No sólo el viaje del taxi –eso fue muy dulce– pero también por... por hablar conmigo acerca de mi madre y por venir esta noche. Sé que ambas cosas fueron difíciles para ti. Fue difícil para mí también, pero... –Ella miró al suelo y luego de nuevo a ella, obligándose a no caer en sus ojos–. No lo sé. Estoy divagando ahora. Tengo una tendencia a hacer eso. Pero yo sólo quería darte las gracias... gracias, Brittany.
A pesar de que quería ir hacia ella –Dios sabía que lo hacía– ella tuvo que contenerse para no cruzar la distancia entre ellas. –No hay de qué. –Ella la observó fijamente durante unos segundos persistentes–. ¿Te veré por ahí, amiga?
Santana asintió. –Sí, te veré por ahí, amiga.
Brittany la vio regresar al taxi. Observó hasta que sus ojos dolían por centrarse en las luces del vehículo, mientras desaparecía en el flujo del frenético tráfico, convirtiéndose en nada más que un pequeño moteado de color. Su gran cuerpo duro estaba de algún modo en contradicción con sus emociones. Quería a Santana. Le dolía por ella. No era sólo lujuria. Porque todo lo que realmente quería hacer era besarla y sentir su cuerpo presionado contra ella de nuevo. Cada parte de ella ansiaba abrazarla y cuidar de ella. Santana había removido cosas en su interior de vuelta a la vida –cosas que había empujado lejos por mucho más tiempo del que se había dado cuenta. No estaba segura de cómo ella lo hizo –hacer que se sienta como lo hace cuando está a su alrededor – pero sabía que la situación podría consumirla y quemarla, esparciendo sus cenizas desde un extremo de la ciudad al otro. Así que amigas... amigas es lo que tendría que aceptar.

*****
–Hola, preciosa, –dijo Rachel cuando Santana abrió la puerta de su apartamento.
Se levantó del sofá, se acercó a ella y la tomó en sus brazos–. Te extrañé. ¿Qué te tomó tanto tiempo?
–Tuvimos un ajetreo tarde, –contestó ella, tratando de sacar con éxito la mentira quemando un hueco a través de su intestino–. ¿Conseguiste la película?
–Lo hice. Ve a tomar una ducha, y voy a preparar todo. –Se rascó el pecho y se acercó a la cocina–. Oh, hay una sorpresa en tu habitación.
Sonriendo, ella ladeó la cabeza hacia un lado. –¿Qué has hecho?
–No, nada grande. –Arrojó una bolsa de palomitas al microondas–. Solo estaba pensando en ti hoy.
Después de dejar su cartera sobre la mesa, se dirigió por el pasillo. Al entrar a su habitación, tomó la vista de seis docenas de rosas rojas repartidas por todo el espacio. Cada docena estaba en un hermoso jarrón de cristal. Incluso algunos pétalos estaban esparcidos a través del edredón blanco. Aunque tocada por el gesto, su sonrisa fue débil. El olor de ellas gratamente asaltó su nariz mientras trató de no infectarlo con su culpa porque recién acabó su "cita de café" secreta con Brittany.
Una vez que se duchó, volvió a la sala de estar y se acurrucó con Rachel en el sofá. Su cuerpo se curvó posesivamente alrededor de ella mientras ella distraídamente trazaba círculos sobre su pecho que solo llevaba el sujetador puesto.
Ella la miró a los ojos. –Gracias por las flores. Son preciosas.
–Bueno, me alegro que te gusten. –Ella besó la parte superior de su húmedo cabello–. Como he dicho, he pensado en ti todo el día.
–Eres muy dulce. –Ella acarició su nariz contra su cuello–. Oh, me olvidaba de contarte. Recibí una respuesta de una de las escuelas a las que he enviado mi currículum.
–¿En serio? Eso es genial, cariño. ¿Dónde está?
–Está en Brooklyn. –Ella pensó por un segundo–. Bush algo. Tengo que ver lo que escribí. Tengo una entrevista el lunes.
–¿Bushwick?
–Sí, ése es el nombre. –Ella sonrió, tratando de alcanzar un puñado de palomitas de maíz de la mesa auxiliar.
–San, no puedes aceptar un trabajo allí. No es seguro.
–Rachel, voy a estar bien.
–No, Santana, estoy diciendo que tú no vas a aceptar el trabajo allí. Sigue enviando mas currículo y espera otra cosa, –respondió con firmeza en su voz.
–¿Estás hablando en serio?
–Cariño, sólo estoy cuidando de ti. No es un buen barrio, –contestó, presionando su boca contra su frente–. Tienes que esperar por otra cosa. Además, ya hemos hablado de esto, si necesitas el dinero, te lo daré.
–No es eso, Rachel. He esperado el tiempo suficiente, y quiero algo preparado para el año escolar que viene.
Antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió. Quinn entró con su bolso balanceándose alegremente de su brazo. Ella puso los ojos en la dirección de Rachel mientras hacía sonidos de arcadas en su garganta.
–Quinny, dile a mi novia lo malo que es Bushwick.
Santana esperó la respuesta de Quinn, pero nunca llegó. Hizo caso omiso de manera efectiva la solicitud de Rachel, se quitó los zapatos y se sentó en uno de los sillones de felpa.
–Hey, amiga, –Le dijo Quinn a Santana, una sonrisa radiante trabajó sobre sus labios–. ¿Cómo estuvo tu día?
–Uh, mi día era bueno, –Santana respondió, incapaz de mantener la ligera risa en su voz–. Pero, ¿puedes responder la pregunta de Rachel? Estoy interesada en escuchar acerca de este barrio patea culos.
Todavía sin responder, Quinn miró hacia otro lado mientras estudiaba las astillas del esmalte rosa en sus uñas.
–Q, ¿puedes responder a su pregunta? –Santana preguntó con el ceño fruncido ahora.
Los ojos verdes de Quinn se estrecharon como una serpiente en Rachel. –Lo siento, San, no hablo con idiotas que siembran sus dedos salvajes en cualquier puta que le dará un lenguetazo a espaldas de mi amiga, –dijo entre dientes, las palabras salieron de su lengua como un pedazo de hielo fundido.
Santana casi se ahogó tragando un puñado de palomitas de maíz. Sintió el cuerpo de Rachel ponerse rígido contra el suyo justo antes que ella se levantara del sofá.
Le disparó a Quinn una mirada punzante pero su voz se mantuvo extrañamente tranquila. –Vete a la mierda, estúpida Puta.
Quinn fijó una sonrisa sobre sus dientes apretados. –Oh, eso fue realmente original, –contestó, su voz impávida ante su insulto cuando lentamente aplaudía.
–Oh, Dios mío, Rachel, ¿cómo puedes decir eso? –Santana la miró en estado de shock.
–Que se vaya a la mierda. –Casualmente cruzó la habitación a la cocina y buscó en el refrigerador.
–No, en serio, ¡vete a la mierda, Dickhead! –Quinn arrojó.
–Maldita sea, ¡¿Pueden las dos parar?!
–¡Voy a parar cuando veas el falso abrigo de encanto que lleva delante de ti, Santana! ¡Está follando por allí, detrás de tu espalda, y eres ajena a ello! –Quinn se puso de pie y agitó su dedo en dirección a Rachel–. ¡Pero, por ahora, ella está en mi puta casa, puede aguantarlo o largarse de aquí!
Rachel cogió la camisa del sofá, la arrojó sobre su cabeza, y sacó las llaves del bolsillo.
–¡Rachel, espera! –Santana dejó escapar, cruzando la habitación para ir tras ella.
–¡Que se joda esa estúpida perra! ¡Te llamaré más tarde! –Ella abrió la puerta y la cerró con un gran golpe.
Santana quedó clavada en su lugar con su retiro. Su cabeza se ofuscó mientras trataba de procesar todo lo que acababa de suceder. Ella giró su cuerpo y miró a Quinn.
–¡Prometiste que no dirías nada! –Escupió, lágrimas calientes saltaban de sus ojos mientras se movía por la habitación.
–Bueno, ¿sabes qué, San? ¡No pude evitarlo cuando te vi coqueteando con ella como si no hubiese hecho nada! –Santana abrió la boca para hablar, pero Quinn la cortó–. Y no es por nada, amiga, pero si no pensaste que fuera cierto en alguna parte de ese cerebro tuyo, nunca habrías besado a Brittany, –gruñó, dejando que sus palabras cortaran directo a través del corazón de Santana.
Santana inhaló, tratando de calmar el repentino impulso de golpearla en plena cara. –Estás realmente jodida, –dijo en un tono sorprendentemente tranquilo, uno que incluso alcanzó a Quinn con la guardia baja–. ¿Cómo puedes decirme eso, sabiendo lo que he pasado toda la semana?
–Yo no quise decir eso, –respondió Quinn, acercándose con cautela hacia ella– . Creo que estás en negación, San. Creo que estás en negación acerca de la forma en que Rachel te trata, y creo que realmente estas en negación en no sentir algo, incluso la más pequeña partecita de algo, por Brittany.
Un grito herido escapó de su garganta. –No estoy en negación, Quinn. Amo a Rachel, y le creo. ¿Por qué es tan difícil de entender? –Santana se volvió y se dirigió a su dormitorio, deteniéndose en la puerta–. No he visto todo el beso. Vi exactamente lo que Rachel  dijo que vi. Esa puta tiró de ella, y yo me di la vuelta antes de que ella la apartara. La única razón por la que besé a Brittany fue porque no lo vi todo. Estaba enojada. Mis emociones me superaron cuando llegamos aquí. Eso es todo – nada más.
Un silencio incómodo descendió en todo el apartamento antes de que Santana se retirara a su habitación, hundiéndose a sí misma en su cama. Nunca se había sentido tan mentalmente herida por el aguijón de las palabras de Quinn.
Pellizcándose el puente de la nariz por el repentino dolor de cabeza palpitante a través de su cráneo, trató de poner sus sentimientos bajo control. No podía perder a su mejor amiga a través de todo esto, y se negaba a perder a Rachel también.
Odiaba la frase "atrapada entre la espada y la pared", pero eso era exactamente lo que sentía. Dos de las personas que más quería en su vida se despreciaban entre sí más que nunca. La mente de Santana daba vueltas mientras el dolor de toda la situación la aplastaba.
Veinte minutos más tarde, con un golpe moderado, Quinn se asomó por la puerta. –¿Puedo pasar?
Santana asintió.
Quinn se sentó en la cama. –Lo siento, Santana. No debia haber dicho lo que dije, –susurró, metiendo su cabello rubio detrás de la oreja, con los ojos vidriosos de arrepentimiento–. Has pasado por mucho. Sólo quiero verte feliz.
–Soy feliz, Q. Por favor, confía en mí cuando digo eso. Simplemente no puedo tenerte actuando así a su alrededor, –dijo ella, sentándose–. Ustedes dos me darán un ataque de nervios.
Después de un largo minuto de obvia deliberación, Quinn dejó escapar un profundo suspiro. –Está bien, sólo por ti porque te quiero absolutamente, no le voy a decir otra a ella. Te das cuenta de lo difícil que será para mí, chica, ¿no?
–Sí, –dijo Santana–. Y es por eso que te quiero absolutamente. -Se inclinó y compartieron un fuerte abrazo–. Voy a asegurarme de que se disculpe contigo por lo que dijo.
Quinn dejó escapar una risa, resoplando. –No necesito sus disculpas, San.
Además, está equivocada. No soy una puta. Soy una amante de la igualdad de oportunidades, cariño.
Sacudiendo la cabeza, Santana rió.
Quinn se puso de pie y caminó hacia la puerta. –Me avergüenzo en decir esto, Dios, jodidamente me avergüenzo... –Ella exhaló un suspiro y puso los ojos en blanco–. Pero Dickhead, no me voy a rendir a su apodo por cierto, tiene razón. La mayor parte de Bushwick no es bueno. Otra cosa va a llegar. Simplemente espera un poco, ya lo verás.
Una leve sonrisa se dibujó en la boca de Santana. –Gracias. Me quedo con tus dos consejos y esperaré.
Quinn le sopló un beso y salió de la habitación.
Después de llamar a Rachel y vehementemente insistir en que se disculpe con Quinn, Santana trató de dormir. Dio vueltas en la cama mientras su mente continuamente se desviaba de nuevo a Brittany. Trató de luchar contra sus emociones, recordándose a sí misma que amaba a Rachel, pero Brittany fue clavándose en sus pensamientos como un pequeño parásito furtivo. Su presencia magnética espesaba el aire que respiraba cuando estaba cerca de ella. Su idea de comenzar una amistad entre ellas parecía imposible cuanto más lo pensaba. Había demasiadas variables peligrosas flotando alrededor. Se sentía devorada por la confusión de sentimientos que tenia.
Mientras su conciencia poco a poco se desplazaba hacia el sueño, su mente trató de librar una sangrienta batalla en contra de lo que su cuerpo ya sabía. Ella la quería, y la quería tan mal.
Arrojó la culpa al viento, que le gritaba. Por esta noche, por lo menos su mente ganó la guerra al asalto de su cuerpo, decidiendo no correr el riesgo de la posible destrucción de su vida.
Pero maldito y condenado ese beso.
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Mensaje por Dani(: Sáb Abr 19, 2014 6:00 pm

Estoy totalmente de acuerdo con Quinn!! Espero que san se de cuenta de que Rachel no es para ella quiero brittana ya !!
Espero lo más pronto tu actualización (: besos
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Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Sáb Abr 19, 2014 7:58 pm

uhhh.......lamento  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 3718790499  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 3718790499  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 3718790499 no comentar antes......los deberes de la Universidad me tienen  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2113258990  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2113258990  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2113258990 saturada jejeje [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 918367557  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 918367557  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 918367557 ...........me alegra que sigas adelante con esta fabulosa [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 4061796348  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 4061796348  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 4061796348  historia
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Mensaje por KateBrittana Jue Abr 24, 2014 4:09 pm

Amo a Quinn en esta historia!! Ya quiero que San se de cuenta de lo idiota que es Rachel y se vaya con Britt!

Actualiza pronto :)
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Mensaje por Sophia27 Vie Abr 25, 2014 9:13 pm

Capítulo 8
Al diablo con el Autocontrol

Por las próximas semanas, Santana cayó en la rutina del restaurante con facilidad y estaba feliz de que Rachel encontrara un horario más normal. Ella no estaba llegando tan tarde por la noche. Para Santana, las cosas empezaron a calmarse. Rachel tiró de algunos hilos con un cliente suyo que desempeñaba un alto cargo en el distrito escolar de Nueva York, lo que llevó a Santana a un puesto de maestra de tiempo completo situado en Greenwich Village. Ella estaba emocionada por que en menos de un mes por fin comenzaría su carrera, la cual había pasado tantos años en la universidad y fue aún más feliz porque estaría rodeada de niños de primer grado. Era el grado que había querido enseñar porque sentía que el comienzo del inicio escolar del niño en la vida era lo más importante.
–¿Estás casi lista, nena? –Rachel gritó con impaciencia esperando en el sofá.
–Sólo dame dos minutos más. –Ella cubrió los últimos mechones de su cabello.
Estudió su reflejo en el espejo y decidió que a pesar que el desorden negro no colaboraba ésta tarde en particular, tendría que hacerlo. Se vistió con un vestido de verano boho marrón y verde con tirantes finos, cogió un par de zapatos de tacón color marrón, y entró a la sala de estar.
–Te ves muy deliciosa, –Rachel comentó con una sonrisa en su rostro mientras se acercaba a ella–. ¿Estás emocionada?
–Lo estoy, pero tú no tienes que hacer esto. –Ella deslizó los brazos alrededor de su cuello, sus tacones colgando de sus dedos–. Tengo suficiente ropa.
–Sí, pero ninguna de las boutiques de la Quinta Avenida. –Ella la atrajo hacia sí, y respiró en su mejilla–. Y, por no hablar, me encantaría conseguirte algo de la ropa interior más sexy de allí, también.
–Apuesto a que sí, –respondió, arqueando una ceja.
Le inclinó su cabeza hacia atrás, dejando besos en su contra. –No tienes ni idea.
Quinn se aclaró la garganta, interrumpiéndolas de su momento íntimo. – ¿Dónde están yendo hoy las dos amantes? –preguntó, poniendo los ojos en blanco.
Con una sonrisa de sabelotodo en el rostro, Rachel se acercó a Quinn, lanzando su brazo sobre su hombro. –Bueno, si no es mi persona favorita en el mundo.
–¡Suéltame, gilipollas! –escupió, agachando su pequeño cuerpo debajo de ella.
–Rachel va a llevarme a comprar ropa, –Santana interrumpió rápidamente. Ella apretó los brazos alrededor del estómago de Rachel y la apartó. Poniéndose sus tacones–. ¿Qué vas a hacer hoy?
–Estoy terminando lo último de mi pintura y voy a llevarla a la galería para el show, –respondió ella mientras se servía una taza de café–. Van a venir, ¿no?
–No me lo perdería por nada del mundo, chica.
–¿Quieres venir conmigo mañana para hacernos las uñas? –Preguntó Quinn–. También necesito una pedicura.
Rachel pasó su brazo por la cintura de Santana, llevándola hacia la puerta. –Odio romper la conversación pero tengo lugares a los que llevar a mi novia, Quinny.
Santana retorció el cuello hacia atrás para mirar a Quinn. –Sí, Q, es una cita de manicura y pedicura. Nos vemos más tarde.
Quinn negó con la cabeza y vio a las dos marcharse del apartamento.
–Sabes, realmente tienes que dejar de ser tan idiota con ella, –dijo Santana, sentándose en el asiento del auto de Rachel–. Ha sido buena contigo las últimas semanas.
–Sólo estoy bromeando con ella, San. –Cerró su puerta. Santana la observó mientras rodeaba el auto y se sentaba en su asiento–. Ella tiene que aprender a tomar una broma, –dijo, arrancando el motor.
–Lo sé, pero por favor, por mí, sólo déjala en paz, ¿de acuerdo?
Agarrando su mano, ella maniobró hacia el tráfico. –Bueno, está bien, voy a dejarla en paz.
–Gracias.
Rachel se llevó su mano a los labios y la besó. –No hay problema. Sin embrago, hazme un favor. Hay un archivo en el asiento trasero. ¿Puedes tomarlo por mí?
Ella se desabrochó el cinturón de seguridad y se estiró por ello. Después de ajustar su cuerpo de nuevo, observó el archivo. Su corazón se salió de su pecho cuando vio el nombre de Industrias Pierce en la esquina superior derecha. Aunque
de ningún modo gracioso, de alguna manera había logrado mantener lejos a su "nuevo amiga" de sus pensamientos en las últimas semanas, y ahora de la nada, estaba esencialmente sosteniéndola en sus manos.
–Aquí, –dijo ella, tratando de entregarle el archivo a Rachel.
–Sostenlo por ahora. Nos detenemos en su ático antes de ir de compras.
Tengo unos papeles que necesito que firme antes de que la semana haya terminado. –Ella se echó a reír, pasándose una mano por su cabello negro–. Es un dolor en el culo, tengo que admitir. La hija de puta siempre está ajustando sus malditas acciones.
–Oh... bueno... Entonces voy a esperar en el auto mientras subes. –Trató de parecer casual, mirando por la ventanilla del acompañante.
–No vas a esperar en el auto. Uno, va a tomar un tiempo porque tengo que repasar algunas cosas con ella, y dos, quiero que veas en dónde viviremos eventualmente un día. Su lugar está fuera de serie.
Santana dejó escapar un suspiro. Sin embargo, quince minutos más tarde, se encontró saliendo del auto frente al edificio que albergaba su peor pesadilla y su sueño húmedo.
Después de entregarle las llaves al aparcacoches, Rachel señaló la parte superior de la masiva estructura. –¿Ves eso? –Le preguntó a Santana.
Ella inclinó la cabeza, sus ojos siguieron el esbelto camino de cielo azul hasta la cima del edificio.
Asintió con la cabeza.
–Allí es donde ella vive como una maldita reina con vistas a todo esto. –Abrió los brazos, señalando el área Lenox Hill de la Upper East Side–. Un día, estaremos viviendo como ella, –sonrió, colocando su mano en la parte baja de su espalda.
Con la punta de su sombrero, el portero las recibió, reconociendo a Rachel por su apellido como una vieja amiga. Cuando entraron al vestíbulo, de estilo renacentista italiano, Santana notó algunas personas dando vueltas, rodeadas con algunas de las prendas y joyas más caras en las que jamás había puesto los ojos.
Mirando hacia su vestido de verano de Wal-Mart y zapatos de Payless, decir que se sentía un poco fuera de su zona de comodidad era una subestimación.
El ascensor subiendo hasta el septuagésimo quinto piso fue una tortura para ella. Cuando oyó el alegre ding antes de que las puertas se abrieran, quería fundirse en las paredes y camuflarse en las vetas de la madera. El camino hasta el final del largo corredor la tenía sintiendo como si fuera un pedazo de carne sangrienta, repentinamente arrojada a un mar de tiburones esperando.
Un tiburón en particular.
Mientras se acercaban a la puerta, Santana se pasó la mano a través de su ahora sudorosa y brillante frente, su corazón repiqueteaba en su pecho erráticamente.
Rachel dio un golpe rápido, y después de lo que pareció una eternidad, se abrieron las puertas. Detrás de ellas había una bomba pelirroja y pechugona.
Aparte de su sonrisa, llevaba nada más que unas bragas rosas de encaje y un sujetador a juego escondido debajo de una de las camisas con botones blanca de Brittany.
Aunque estaba desabotonada.
–Wow, te ves muy bien. –Rachel le sonrió a la mujer, pero rápidamente su sonrisa cayó cuando Santana le dirigió una mirada.
–Hey, Rachel, –dijo la mujer, empujándola a un abrazo–. Como que, en serio, mucho tiempo sin verte.
Cruzando sus brazos, Santana se movió en sus tacones y pegó una sonrisa a través de su rostro.
Rachel rápidamente miró a Santana, se aclaró la garganta y volvió su atención a la mujer. –Ha sido un largo tiempo, Natasha. ¿Asumo que la gran mujer está en casa? Nunca llamé para hacerle saber que estaría pasando por aquí.
–Sí, está en la terraza con su ordenador portátil. Como que, ya sabes cómo es ella, todo el trabajo y nada de juego, –dijo riendo–. Acababa de salir del baño cuando llamaste.
Rachel asintió. –Sí, sé cómo es con el trabajo.
–¿Quién es? –Preguntó Natasha, cerrando la puerta detrás de ellas.
–Ella es la futura Sra. Berry, –rachel sonrió y curvó su brazo por la cintura de Santana–. Santana, ella es Natasha Bradford. Es la... ¿amiga de Brittany?
–Soy el sabor del mes de Brittany, –se rió. La boca de Santana colgó ligeramente abierta por la declaración de la mujer–. Pero está bien conmigo. Obtengo cosas como ésta, –se rió de nuevo mientras juguetonamente se tocaba un collar de diamantes.
–Bueno, tú eres un pequeña afortunada. –Santana respondió, tratando de no vomitar.
–Lo soy, lo soy, –Natasha sonrió. Luego inclinó la cabeza hacia un lado–. ¿Entonces, como que, de verdad las dos están comprometidas?
–Entonces, como que, en realidad no lo estamos, –Santana respondió con rapidez.
–Oh, espera... Yo pensé, –miró a Rachel confundida y le dio un golpe en el brazo–. Tú mujer tonta, me tenias pensando, como que ya estaban comprometidas cuando dijiste que era la futura Sra. Berry.
–Con el tiempo lo será, –Rachel sonrió, mirando a Santana.
Ella le devolvió la sonrisa, por dentro rezando para no tener que escuchar las palabras "como que" de nuevo.
–Vale, bien, como que, adelante yo le dejaré saber que las dos están aquí, –Natasha rió.
Santana suspiró.
Natasha se alejó para encontrar a Brittany.
–Cariño, tengo que ir al baño, –dijo Rachel, caminando por un largo corredor–.Volveré enseguida.
Santana asintió.
A primera vista, se dio cuenta de que la decoración era un fuerte contraste con el ambiente cálido de su casa en los Hampton. Aunque extraordinariamente a su manera, se sentía frío e impersonal para ella. Los suelos de mármol se extendían desde un extremo de la zona al siguiente. Sofás de cuero negro, esculturas de piedra, piezas abstractas y colosales fotos en negro y blanco de la ciudad consumían el enorme ático. Sin un toque de color en ningún lado. Poseía un sentimiento de superioridad en los negocios por completo, era exactamente el espacio el cual Santana se imaginó que vivía la primera vez que se encontró con ella.
Esto no era un hogar, simplemente era lo que la ciudad esperaba de ella. Otra de las muchas capas de Brittany Pierce se acercó a su mente.
Mientras Santana se reprendía a sí misma por el análisis de su entorno, Brittany apareció a la vista, con un par de pijamas de algodón azul –en sujetador. Ella –y su tatuaje curvado bajo su pecho derecho– calentaron el espacio casi de inmediato. Santana observó sin aliento mientras le susurraba algo al oído de Natasha. Ella se rió de lo que le dijo, la besó en la mejilla y rápidamente se fue por el corredor a una de las habitaciones, cerrando la puerta detrás de ella.
Los ojos de Brittany rodaron sobre Santana mientras trataba de ocultar la emoción que sintió sangrando de sus poros por verla. Pensó que la última vez que estuvo sin verla fue una eternidad, esta gran extensión ya se sentía como si se tratara de
su sentencia de muerte. Sintiendo su cuerpo relajarse por su sola presencia, se acercó a ella con una sonrisa.
–Lo siento por eso, –se pasó la mano por el cabello–. Ella tiene una aversión por la ropa o algo así.
–Pero tiene amor por las palabras "como que", por lo que todo se equilibra, supongo.
–Mmm, nunca me di cuenta de eso, –respondió, rascándose el estómago.
–¿Estas bromeando? –Santana se echó a reír, tratando de mantener su atención en su rostro y olvidandose de su tatuaje.
Ella se acercó y le susurró al oído, –Por supuesto que estoy bromeando. Es molesto, pero no le digas que te lo dije.
Entre la cercanía y su cálido aliento rozando su piel, ella pensó que iba a desmayarse con seguridad. –Mis labios están sellados.
En un movimiento rápido, su mirada se desvió hacia su boca y luego de vuelta a su rostro. –Hazme un favor y trata de no poner atención en esos pequeños y bonitos labios, –susurró, sus ojos azules eran intensos.
La boca de Santana cayó abierta y luego la cerró de golpe.
–¿Quieres algo de beber? –Preguntó casualmente, bajando ligeramente la cabeza para ocultar la sonrisa en su rostro.
–¿Vas a ver cómo tomo lo que me servirás? Porque puedo estar equivocada acerca de esto, pero creo que tengo que usar mis labios para hacerlo.
Ella arqueó una ceja y sonrió. –Sería un absoluto placer.
–¿Cuál sería tu absoluto placer? –La voz de Rachel, cortó el aire, al regresar del cuarto de baño.
Santana se alejó de Brittany, casi tropezando.
–Le decía a Santana que sería mi absoluto placer darle una recorrida por mi casa, –Brittany respondió lo más tranquila, fresca y serena como podría estar.
–Bueno, antes de empezar a dar recorridas, vamos a terminar esta mierda primero. –Rachel le entregó una pila de papeles. –Necesito tu John Hancock en todos y cada uno de estos chicos malos. También quiero hablar contigo acerca de algunos riesgos que creo que estás tomando abandonando CMEX.
Rachel entró a la cocina a buscar un trago.
Brittany miró directamente a los ojos de Santana. –Me gusta tomar riesgos. Creo que eso hace la vida un poco más...emocionante.
Sabiendo exactamente a lo que se refería, el corazón de Santana dio un triple salto mortal mientras le devolvía la mirada.
–No creo que sea una buena idea dejarlos caer, –Rachel respondió, haciendo estallar la parte superior de una botella de cerveza. Hizo su camino de vuelta a ellos–. CMEX es tu seguridad. Has invertido mucho en fondos de cobertura en este momento. Puede que no sea una decisión acertada.
–Eres el profesional, –dijo Brittany con una sonrisa–. Vamos a ocuparnos de esto en mi oficina. –Luego se volvió hacia Santana–. Por supuesto, siéntate como en tu casa. Natasha debe salir en un minuto. Estoy segura de que te mantendrá... como
que, ocupada. –Le guiñó un ojo y desapareció por el corredor con Rachel.
Santana se mantuvo muda como una estatua en la sala de estar por un momento mientras trataba de recuperar el aliento. Se lamió los labios lentamente mientras el hormigueo que Brittany evocaba desde el interior de su cuerpo se abría camino desde sus pies hasta la parte superior de su cabeza.
Tan... Jodidamente... Peligrosa.
Suspirando, se trasladó a la terraza, esperando que el aire fresco calmara el caos causando estragos en su mente.
Siendo que el ático estaba en una esquina, las impresionantes y envolventes vistas del Central Park y el East River la impresionaron de inmediato. Sólo la terraza era más grande que la sala de Quinn y ella y los dos dormitorios juntos.
Cautelosamente miró por encima del borde para ver la ciudad a sus pies. Su cabello giró con el viento mientras respiraba el caliente y húmedo aire de agosto.
Aunque tenía miedo a las alturas, Santana encontró tranquilidad, la seguridad de la soledad y la falta de personas en lo alto, para sentir una fuerza de calma en ese momento. La tranquilidad de estar fuera solo duró poco cuando Natasha salió por las puertas francesas.
–Es, como, totalmente impresionante aquí, ¿no es así? –Se unió a Santana y le dio un vaso de agua helada.
–Gracias, –dijo ella, aceptando la bebida–. Realmente es hermoso. –Estudió el vestido sin tirantes, ceñido y negro de Natasha–. ¿De dónde eres?
–California, –se rió.
–¿En serio? –Santana fingió impacto–. Nunca lo hubiera imaginado.
Natasha torció la cabeza hacia un lado, con su largo cabello carmesí soplando con el viento. –Como que, lo sé ¿verdad? La gente me lo dice todo el tiempo.
–Apuesto a que lo hacen.
Las dos mujeres se sentaron en un lujoso sofá al aire libre. Natasha metió los pies debajo de sus piernas. –Entonces, como que, ¿Por cuánto tiempo has estado saliendo con Rachel?
–Vamos a cumplir un año juntas el próximo mes.
–Eso es muy dulce, –sonrió Natasha–. Ella es una preciosura, también.
–Gracias. ¿Cuánto tiempo Brittany y tu, uh... –No segura de cómo hacer la pregunta, Santana se llevó el vaso de agua a los labios y bebió un sorbo.
–¿Estado follando?
Santana se atragantó con su agua.
–Oh Dios, ¿estás bien? –preguntó Natasha preocupada, colocando su mano en la espalda de Santana.
–Sí, se... –Se aclaró la garganta varias veces–. Se fue por el conducto equivocado, –dijo, señalando a su garganta–. Estoy bien, gracias.
–Entonces, como que, decía, déjame ver... –Natasha hizo una pausa pensando, golpeándose con el dedo su barbilla–. Conocí a Brittany, como, hace dos años, cuando Industrias Pierce estaba dirigiendo una campaña publicitaria para una agencia de modelos en la que trabajé. De ninguna manera estamos en una relación seria, en absoluto, pero hemos estado follando de vez en cuando desde entonces.
Como que, cuando ella me llama, yo vengo, –se rió de nuevo–. Y quiero decir, literalmente. Dios, me vengo. Esa mujer sabe lo que hace en la cama. Como que, es la mejor que he tenido, no es broma. Y esos labios y lengua... son, como que, no sólo son buenas para besar. Quiero decir, cuando va hacia abajo y–
–Se siente como si acaba de ponerse más caliente aquí, ¿verdad? –Santana interrumpió y rápidamente se puso de pie. Comenzó a abanicarse la cara con la mano–. Sí, definitivamente se siente más caliente aquí.
Natasha frunció el ceño. –Hmm, no lo siento.
–Yo sí. Voy a volver a entrar para pasar el rato con el aire acondicionado.
–Oh, está bien, como que, me uniré a ti, –Natasha exclamó, saltando con demasiada impaciencia.
Por favor no...
Al entrar al ático, Santana encontró a Rachel sentada en el sofá de cuero.
–¿Estás bien, cariño? –preguntó–. Te ves pálida.
–Sí, estoy bien. –Ella se acercó a Rachel–. Tengo que ir al baño antes de que nos marchemos.
Natasha hizo un mohín con sus labios y se dejó caer en una silla junto a Rachel. –Oh, no. Yo estaba como que, esperaba que todos podríamos ir a buscar algo de comer juntas. Hay, como, este elegante y pequeño restaurante griego que se abrió, y estoy emocionada en probarlo.
–Eso suena bien para mí. –Rachel se puso en pie y se dirigió a la cocina para tomar otra cerveza–. En realidad estoy muriendo de hambre.
–Rachel, se supone que debemos ir de compras, ¿recuerdas?
–Vamos a ir después. La Quinta Avenida todavía estará allí cuando hayamos terminado, –contestó, abriendo su teléfono para llamar a alguien.
Santana la observó con los ojos echando chispas cuando empezó la conversación con la persona en el otro extremo.
–¡Oh bien! –Natasha aplaudió.
Brittany entró a la sala, todavía descansando en sus pijamas. Ella comenzó a masajear los hombros de Natasha desde atrás. –¿Por qué estás aplaudiendo?
–Ella, como que, está muy emocionada porque estamos todas, como que, saliendo a comer juntos. –Santana le dirigió una sonrisa maliciosa, entornando los ojos a Brittany–. Por lo tanto, como que, tengo que usar el baño antes de ir. ¿Puedes, como que, decirme a cuál de estos pasillos necesito ir para llegar a él?
Natasha sonrió de oreja a oreja.
La esquina de la boca de Brittany subió. –Está, como que, al final de ese corredor, la última puerta a la derecha. –Apuntó al final del corredor, tratado de ahogar una risa.
Sin mirar atrás, Santana fue en la dirección que ella señaló. Cerró la puerta del baño detrás de ella.
–In–jodidamente–creíble, –murmuró para sí mientras observaba su reflejo en el espejo.
Después de tomarse unos minutos para comprender el hecho de que ella estaba a punto de pasar su tarde en una muy incómoda situación, salió del baño y se encontró a Brittany casualmente apoyada contra la pared de enfrente, con los brazos cruzados. Podía escuchar a Rachel y Cali-chica riéndose en la otra habitación, pero la conversación era inaudible.
–Encontraste todo esto divertido, ¿no? –Preguntó.
Sonriendo, se acercó un poco más. –¿Tú no?
Ella dio un paso atrás. –No tan divertido como creo que tú lo encuentras.
Sin inmutarse, Brittany se acercó más aún. –Somos amigas, ¿recuerdas?
Sin decir una palabra, ella dio un paso atrás, sólo para descubrir que estaba ahora contra la pared con las palmas sudorosas presionadas contra la fría superficie.
Brittany apoyó su mano por encima de su hombro, inclinando su cabeza a un lado mientras se agachaba para mirarla a los ojos. –Es sólo un almuerzo, –dijo, en voz baja, incluso seductora–. Las amigas almuerzan juntas todo el tiempo.
Cerrando los ojos, Santana trató de concentrarse en el eco lejano de la voz de Rachel en la otra habitación, pero el dulce aliento de Brittany tan cerca de ella lo estaba haciendo difícil. La piel de gallina estalló por toda su piel.
–Estás jodida, –suspiró ella, con el corazón rebotando en su pecho con tanta fuerza que juró que ella podía verlo.
–¿Eso crees?
Tragando duro, abrió los ojos y asintió.
Brittany se atrapó su labio inferior, arrastrándolo lentamente entre sus dientes.
–Entonces, ¿puedo hacer una confesión ya que parece que soy una tipa bastante jodida para ti?
El sonido ronco de su voz hizo que una nueva ronda de mariposas explotara dentro de su estomago.
Otro asentimiento sin palabras.
Suavemente le pasó los dedos por su brazo desnudo, y deslizó una tapa de botella en su mano. Se inclinó a centímetros de su oído, su voz, era nada más que un susurro. –Me olvidé por completo darte esto cuando entraste.
Sonriendo, ella se apartó y se dirigió a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Emily dejó escapar el aliento que estaba sosteniendo, tratando de recuperar el pulso a un ritmo normal. Un nudo en la garganta se hinchó. Después de empujar la maldita tapa de botella a su bolso, hizo su camino de regreso a la sala y se sentó en el sofá junto a Rachel. Durante los siguientes quince minutos, esperando que Brittany se preparara, ella soportó la abrumadoramente explicación detallada de Natasha de su reciente esfuerzo de cirugía plástica para levantar su culo más arriba.
A pesar de que Natasha parecía ser una chica buena, pero un poco confundida, cuando Brittany entró a la sala de estar, Santana estaba más que feliz de salir pitando de allí.
Como si fuera posible, incluso, el viaje en ascensor fue más tortuoso que cuando subió. La tensión sexual en el pequeño espacio era tan espesa que Santana podía sentirla deslizándose por su piel. Las dos parejas estaban enfrentadas en cada lado. Rachel y Natasha hablaban de las opciones sobre acciones que ella sentía que ella debía buscar para comprar. Sonriendo, Brittany casualmente se apoyó contra la pared, rodeando la cintura de Natasha con su brazo, su mirada nunca se alejó de Santana. Ella la miró muy fijamente. Estaba vestida con una camisa ajustada de color negro que se aferraba su cuerpo y unos pantalones negros que cómodamente abrazaban su estrecha cintura. Cuando el alegre ding del ascensor sonó en el piso inferior, Santana salió tan rápido como pudo, buscando un refugio en el espacioso aire del vestíbulo –lejos de ella.
Saliendo del edificio, las parejas decidieron que todos irían en el auto de Rachel hacia el restaurante. Mientras Natasha y Brittany se sentaban en el asiento trasero, Santana perdió la cuenta de la cantidad de veces que puso los ojos en blanco por cada risa que escapaba de los labios de Natasha, causada por algo susurrado por Brittany. Sin duda de algo con carácter sexual.
Cuando llegaron al restaurante, Rachel ayudó a Santana a salir del auto mientras Brittany hacia lo mismo con Natasha. Aunque el olor salado de la comida griega flotaba en el aire rodeando los sentidos de Santana, ella no tenía mucho apetito una vez que el anfitrión les mostró su mesa.
–Entonces, Santana, eres muy hermosa, –comentó Natasha desde el otro lado de la mesa–. ¿Alguna vez, como que, pensaste en hacer modelaje? Eres mayor de edad, ¿no?
–Um, sí, tengo veinticuatro. Pero nunca he pensado en hacer algo así. Además, me gusta demasiado la comida, –se rió,regresándole el menú a la camarera.
Rachel tomó la mano de Santana y miró a Natasha. –Yo no quiero que modele de todos modos.
–¿Y por qué es eso? Ella haría, como, mucho dinero totalmente increíble, y tengo el mejor agente en Nueva York, que totalmente se lo presentaría.
–Ella no tiene que preocuparse por el dinero. –Rachel se echó hacia atrás en su asiento–. Es algo que preferiría que no hiciera, eso es todo.
Natasha se encogió de hombros y se echó el pelo hacia un lado.
–¿Así que, Rachel dijo que enseñarás en la ciudad este año? –preguntó Brittany, mirando en dirección de Santana.
–Sí, –respondió ella, colocando una servilleta en su regazo–. En Greenwich Village.
–Sí, ella está enseñando a los de primer grado, por lo que no tengo que preocuparme para nada por sus estudiantes enamorándose de ella, –Rachel se echó a reír y se inclinó para besar su cuello.
–Ah, pero puedes estar en lo incorrecto con eso, Rachel, –dijo Brittany–. Yo tenía una cosa con mi maestra de primer grado, cuando era una niña.
Rachel tomó un trago de su whisky en las rocas y se rió. –¿Estás hablando en serio?
–Lo estoy, –Brittany se inclinó hacia atrás en su silla–. Si mal no recuerdo... –Hizo una pausa por un momento y sonrió–. Se llamaba Señorita Molly. Y, déjame decirte, que lo tenía mal por ella. Movió algo en mí que no pude entender.
Santana le dirigió una sonrisa irónica y rodó sus ojos.
Natasha rió alegremente golpeándola en el brazo. –Como que, tú estabas totalmente detrás de las mujeres en ese entonces, ¿no?
–Al parecer, lo estaba. –Santana puso sus manos bajo la barbilla y la miró desde el otro lado de la mesa.
Sonriendo, Brittany levantó una ceja, pero se mantuvo en silencio.
–¡Mierda, si no es Rachel Berry!
Santana se dio la vuelta y observó a un hombre alto en torno a su edad sonriendo, su cabello castaño estaba peinado hacia atrás con una buena cantidad de gel.
–¡No puede ser! –Rachel se levantó, rodeó la mesa y le estrechó la mano al hombre–. ¿Dónde diablos has estado escondiéndote?
El hombre sonrió. –Por Cancún con unas deliciosas señoritas, pero estoy de regreso y más caliente que nunca.
Rachel se volvió a Santana. –Nena, él es un viejo amigo mío de la universidad, Keith Jacobs. Keith, ella es mi novia, Santana.
Ella le dio la mano, y Rachel le presentó a Brittany y Natasha. La charla que se intercambió fue breve y Rachel se excusó de todo el mundo para ir a charlar con Keith en el bar por unos pocos minutos.
Dándose cuenta que podía jugar el juego muy bien, si no mejor, Santana sonrió y se volvió a Natasha. –Entonces, Natasha, ¿has tenido la oportunidad de visitar la Biblioteca Pública de Nueva York?
–Oh, bueno, todavía no, pero me gusta leer revistas. Estoy segura de que tienen algo de eso allí, ¿verdad?
Brittany sonrió en dirección a Santana, disfrutando plenamente su listilla observación. Sabía exactamente la conversación a que se refería trayendo la biblioteca a la conversación.
–Absolutamente las tienen. –Santana abrió mucho los ojos marrones–. Cientos, si no miles, de revistas estarían a tu alcance. –Ella tomó un sorbo muy necesitado de su Cosmopolitan y sonrió–. Apuesto a que hay un montón de revistas Vogue también.
Natasha sonrió. –Gracias por la sugerencia. Como que, totalmente voy a verla un día, –se rió–. Pero, ahora mismo, tengo que empolvar mi nariz. Ya vuelvo.
Se levantó, dejó caer un casto beso en la sien de Brittany e hizo su camino a través del restaurante, su culo firme tiraba de lado a lado mientras se ajustaba a su vestido tubo.
–Eso fue muy divertido –Brittany rió mientras se inclinó un poco sobre la mesa–. Lo he dicho antes y lo diré otra vez, eres una chica muy divertida.
–¿En serio, Brittany? ¿Una mujer de tu talla sale con una boba de esa manera?
Supongo que no estabas bromeando cuando dijiste que atraes el tipo toda–belleza–y–sin–cerebro.
–Te he dicho que todos tenemos maneras de llenar los vacíos en nuestras vidas, –se encogió de hombros–. Ella me da lo que necesito, y yo le doy lo que necesita. Parece justo para mí.
–Oh, eso es correcto, ¿Quién, honestamente, podría olvidar la roca que cuelga de su cuello?
–Pareces... ¿molesta? –Replicó, con voz monótona y su rostro impasible.
El interior de Santana se encendió, pero mantuvo su tono de voz en un susurro.
–¿Quieres saber lo que me molesta? –Ella asintió con la cabeza, sin apartar los ojos de ella–. Estoy molesta que descaradamente sales de tu camino para hacerme sentir incómoda. ¿Qué pasó con todo tu gesto de querer–ser–amigas?
–¿Estoy haciéndolo tan difícil para ti? –preguntó en tono burlón.
–Sí, Brittany, lo haces, –le espetó en voz baja, sus nudillos blancos alrededor de su copa.
Con su necesidad por ella atrapada dentro, formando ampollas calientes, sofocantes, a punto de explotar, se inclinó más cerca, bajando la voz. –Bien, porque cada vez que estás cerca de mí, jodidamente pierdo cada pedacito de autocontrol
que me queda.
La garganta de Santana se apretó por sus inesperadas palabras. Ella respiraba con dificultad, el sonido colgó en el aire mientras el hormigueo que recorría todo su cuerpo estalló en olas. Y, por si fuera poco, con cada segundo que ella la miraba
como lo estaba haciendo, estaba cada vez más caliente. El impacto creó una explosión entre sus piernas, causando una reacción en cadena de ira mezclada con más deseo por ella como nunca antes sintió.
Santana le devolvió a su mirada caliente una de las suyas, mostrando una vena de desafío, mientras trataba de recuperar el aliento. –¿Qué quieres de mí?
–Quiero que te rindas a lo que veo detrás de tus ojos cada vez que estoy cerca de ti. –Poco a poco, muy lentamente, se lamió los labios mientras sus brillantes ojos azules se endurecieron con palpable lujuria–. Quiero que te rindas a la forma en que temblaste en mis brazos cuando te toqué... la forma en que tu respiración se vuelve más rápida cuando te miro.
Mirándola fijamente, su corazón rebotaba en la cavidad de su pecho, pero era incapaz de formar una frase.
–Me encantó la forma en que tus labios se sintieron contra los míos, y estoy bastante segura de que a ti también. También me gusta la forma en que casi puedo sentir que te humedeces por mí en este momento. –Inclinándose más cerca, bajó la voz a un duro susurro–. ¿Vas a fingir que no sientes nada por mí, Santana?
Ni siquiera la estaba tocando, pero ella estaba en lo cierto, sus bragas estaban húmedas. Odiaba que tuviera razón, odiaba que pudiera notar todas las reacciones físicas y emocionales que tenía hacia ella. Y odiaba que la quisiera tan mal que lo
podía saborear. Maldita ella.
–No voy a contestar a tu pregunta, –susurró.
Sus ojos seductoramente se perforaron el uno al otro como dos toros embistiendo sin descanso contra una jaula.
–A ti no te gusta responder mis preguntas, –afirmó a través de los dientes apretados, tratando de luchar contra su deseo de arrastrarla sobre la mesa y a sus brazos. Podría haber devorado cada centímetro de su cuerpo allí. Al igual que un tornado rasgando todo a su paso, su sola presencia la estaba empujando hacia ella.
Maldita ella.
–No, Brittany, no me gusta responder tus preguntas, –susurró rápidamente–. Y parece que no tengo que hacerlo porque el relleno de tus vacios está caminando hacia aquí.
Las pupilas de Brittany perdieron su mirada y se dilataron por la conciencia de lo que decía. Casualmente se reclinó en su asiento, pegando una falsa sonrisa en su rostro mientras Natasha se acercaba a la mesa.
Antes de tomar su asiento, se inclinó y tiró de ella para darle un beso. Santana fue tonta en no despegar sus ojos de su intercambio de boca abierta. Sintió una profunda punzada de náuseas en la boca del estómago al ver a Brittany deslizando
su lengua caliente en la boca de Natasha. No sabía por qué estaba teniendo estos sentimientos, pero en ese momento al verlas, se sentía enojada, y sabía que no tenía derecho a hacerlo. Cuando por fin terminó el espectáculo de besos, los ojos azules de Brittany revolotearon hacia Santana, y su mirada fue inestable con un fuerte indicio de algo parecido a una disculpa brillando detrás de ella.
Una esquina de la boca de Natasha se levantó con una satisfecha sonrisa antes de sentarse junto a Brittany. –Siento haber tardado tanto tiempo. Como que, tuve que vaciar totalmente mi bolso para encontrar mi lápiz labial.
Santana dio un largo suspiro y casi saltó cuando sintió una gran mano apretando su hombro suavemente. Se dio la vuelta, y era Rachel. Se encontró con su mirada, trató de que su corazón disminuyera del frenético impacto de la conversación que acababa finalizar.
La camarera finalmente trajo su comida. Las miradas acaloradas intercambiadas entre ella y Brittany por el resto de la comida mantuvieron las manos de Santana bailando con sus utensilios de plata con nerviosismo.
Después de haber sido obligadas a soportar una hora de una jodida conversación acerca de la preocupación de Rachel sobre las opciones de la cartera de acciones de Brittany, Santana estaba eufórica cuando las parejas finalmente se retiraron hacia el auto de Rachel, poniendo fin a la tarde que había dejado a su estómago hecho nudos. Estuvo prácticamente en silencio durante su viaje a través de la ciudad para dejar a Brittany y a Natasha en su lugar, pero si Rachel notó su cambio repentino en su comportamiento, no hizo ningún comentario. Cuando llegaron al gran edificio de Brittany, Santana dijo que no se sentía bien, tomando cualquier excusa para permanecer en el auto, mientras que Rachel y ellas se acercaban a la entrada. Ella cortésmente le besó la mejilla de Natasha y le dio su despedida a Brittany con una firme sacudida de manos. Mientras Rachel se dirigía
hacia el coche, los ojos de Santana magnéticamente fueron atraídos a Brittany, quien sostenía la puerta abierta para Natasha mientras entraba al vestíbulo volteando su cabello. Antes que siguiera a Natasha al edificio, Brittany se dio la vuelta y le lanzó a Santana una última penetrante mirada de deseo que se quedaría grabada en su memoria por el resto de la tarde.
Rachel se sentó en su asiento y sonrió. –¿Lista para algunas compras en la Quinta Avenida?
Aunque sentía como si acabara de escapar de un hospital psiquiátrico, Santana pegó una de sus propias sonrisas falsas en su cara y asintió con la cabeza a Rachel.
–Sí, vamos a salir de aquí.
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Estoy muy segura que el proximo capitulo les gustara :D
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Dani(: Sáb Abr 26, 2014 12:11 am

Me encantó el capitulo !!
Jajajajja amo cm britt hace que Santana se ponga nerviosa jaja es exc
Hasta tu próxima actualización ;)
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por monicagleek Lun Abr 28, 2014 1:52 pm

Me ha encantado el capitulo<3<3<3
Que garciosa con lo de la profesora molly jaja. Que juego de probocacion mas peligroso jeje
monicagleek
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por KateBrittana Mar Abr 29, 2014 2:55 pm

Me encanta como Britt provoca y pone nerviosa a Santana jajaja

Espero la actualización pronto.
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Dani(: Miér Mayo 07, 2014 12:23 am

Actuaaaaalizaaaa xfavor :(
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por 3:) Vie Mayo 09, 2014 2:03 pm

hola,...

me encantaron los capitulos,...
me encata como britt provoca a san y la pone nerviosa jajajaja
a ver cuanto dura san en esa sirscuntansia,...!!!!
actualiza pronto,..

nos vemos!!!
3:)
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Sophia27 Jue Mayo 22, 2014 2:49 pm

Chicas disculpen por no haber actualizado antes, el colegio me tenia muy ocupada pero al fin acabe y tengo mis vacaciones ahora  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087  [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14) - Página 2 2145353087 Y como muestra de disculpa subire 3 capitulos!!! YEYYY jajaja

Si hay errores disculpenmen :S

Y gracias por sus comentarios :*

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Capítulo 9
Home Rome

El aire a media mañana en el Central Park era templado pero más frío de lo habitual para la segunda semana de agosto. Santana extendió una pequeña manta bajo uno de los árboles de arce que proporcionaban sombra del vibrante brillo del sol. Colocando su mochila a su lado, sacó su contenido, que consistía en dos sándwiches, un par de botellas de agua, y su novela favorita, Cumbres
Borrascosas. Todo lo que necesitaba ahora era a Rachel. Cuando miró su reloj, se dio cuenta de que ya estaba veinte minutos retrasada. Mientras la ciudad a su alrededor tarareaba su incesante parloteo diario, incluso en la serena paz del parque, decidió hacerle una llamada para saber qué le estaba tomando tanto tiempo.
Ella respondió al primer tono, su voz viajó a través del teléfono con una pizca de remordimiento. –Por favor no te enojes conmigo.
Sorprendida por el saludo, no dijo nada.
–San, ¿estás ahí?
–Sí, estoy aquí, pero tú no. ¿Dónde estás?
–Estoy en Nueva Jersey, pero–
–¿Estás en Nueva Jersey? –Interrumpió ella–. Rachel, ¿qué diablos? Estoy sentada en el Central Park por mí misma.
–Santana, ¿puedes dejar que te explique?
–Bien, Rachel, explícalo.
–¿Recuerdas el magnate japonés que te dije que estaba interesado en invertir con Morgan y Buckingham? –Hizo una pausa, esperando su respuesta, pero ninguna llegó–. ¿Takatsuki Yamamoto?
–Ve al grano.
–Mierda, Santana, estoy intentando.
Ella dejó escapar un suspiro y continuó.
–Él voló desde Japón anoche y sólo estará aquí por los próximos dos días. Él pidió reunirse conmigo personalmente. Recibí la llamada esta mañana de mi jefe, y me dijo que viniera aquí. –Ella respondió una pregunta dirigida a ella de otra persona en el fondo mientras Santana esperaba pacientemente–. Cariño, me tengo que ir. Lo siento, pero esta cuenta es enorme.
Una vez más, Santana no dijo nada.
–Vamos, –susurró–. Lo haremos otro día.
–Lo sé, es sólo que me tomé el día en el trabajo, y estaba muy entusiasmada con...
–Santana, dejar de tratar de hacerme sentir mal, –soltó con un tono claramente molesto–. Esto es importante para mí. Estaré en tu apartamento a las seis. –Con eso, la línea se cortó.
Después que el impacto de ella colgándole bruscamente se disipara, Santana se puso de pie y de mala gana comenzó a empacar lo que se suponía que era su pequeña escapada romántica. Mientras metía la manta en su mochila, se enderezó al oír su nombre desde la distancia. Antes de que se girara a ver el rostro, un familiar hormigueo recorrió su espina dorsal. Sabía quién era. Cuando por fin se dio la vuelta, Brittany estaba corriendo por el parque, sonriente, con su sobrina y sobrino a su lado. La mochila se deslizó de sus dedos mientras observaba su vestimenta casual, una blanca camiseta con cuello en V, pantalones cortos de color crema y una gorra azul de los Yankees de Nueva York. Santana trató de ordenar sus pensamientos acelerados mientras ella se acercaba. No era sólo su presencia que pulsaba en ella. No era solo su fragancia que persistía en sus sentidos, ardiendo en su mente y atormentando cada uno de sus sueños. Ni siquiera era ese maldito beso. Era su encanto inquebrantable, su audaz confianza, su atractivo sexual y la innegable dominación que emanaba. Cada pedacito de ello se filtraba por sus poros. Todas esas cosas, un verdadero cóctel letal, le aterraban y fascinaban al mismo tiempo. Era como si una retorcida paradoja ocurriera cada vez que estaba a su alrededor. Por mucho que sintiera seriamente la necesidad de huir de ella en ese momento, también se sentía irremediablemente atraída por ella. De repente, fue consciente de la elevada carga en el aire. Un tenso tipo de sensación parecía presionar sobre sus pulmones, haciendo que se sintiera sin aliento. Decorando la cima con una fuerte dosis de crema batida, al verla ahora inundaba su psique con su último encuentro hace dos semanas.
Respira, Santana...
–¡San-na-na! –Teresa gritó, corriendo hacia ella.
Arrodillándose para abrazarla, Santana miró a Brittany. –¿Qué hacen ustedes aquí?
–Preguntó con tanta indiferencia como fuera humanamente posible, teniendo en cuenta las circunstancias.
Brittany se agachó y apoyó las manos sobre sus muslos, tratando de recuperar el aliento. Luego se enderezó y sonrió. –Estoy cuidándolos por un tiempo y decidí traer a estos dos aquí para jugar al soccer.
Timothy envolvió las piernas de Santana con sus brazos. –Tía Britt nos llevó a darles de comer a los patitos, también.
Brittany revolvió el cabello de Timothy con sus manos. –Sí, tuvimos una verdadera fiesta alimentando a Donald y Daisy.
–Muy bien, –respondió Santana con una sonrisa–. Una magnate de los negocios y una niñera, todo en uno.
–Agrégalo a mi currículo. –Se rió.
–No puedo creer que me hayas visto aquí, –dijo Santana.
–Bueno, en realidad no te vi, estos dos lo hicieron.
–Tía Britt nos dijo que dijéramos que te vimos primero, San-na-na. –Teresa confesó, curvando un dedo por el cabello de Santana–. Pero ella te vio primero y nos dijo que viniéramos con ella para saludarte.
Elevando una ceja, Santana observó el rostro de Brittany tomar un claro tono carmesí. –Usando a los niños para decir una mentira, ¿eh?
Sacudió la cabeza y sonrió. –Maldita sea, me atrapaste. Añade eso a mi currículo también. –Santana se rió de su respuesta. –¿Qué estás haciendo aquí?
–Rachel iba a encontrarse conmigo pero la llamaron para ir a Nueva Jersey. – Levantó la mochila del suelo–. En realidad estaba preparándome para ir a casa.
Teresa hizo un mohín de sus labios. –¿Puedes quedarte y jugar al fútbol con nosotros, San-na-na?
–Umm –contestó ella, sus ojos moviéndose con rapidez a Brittany–. No estoy segura. ¿Tal vez en otro momento?
Theresa frunció el ceño.
–No tendrás que soportar la tortura de estar cerca de mí por mucho tiempo, – Brittany rió con una sonrisa de sabelotodo en su rostro–. Colton y Melanie deberían estar aquí en diez minutos para venir por ellos.
Santana sonrió con timidez, casi desafiándola. –Está bien, bien. Creo que puedo manejar quince minutos de duelo. –Puso su mochila en el suelo–. ¿Tú puedes manejar esto?
–Mmm, puedo manejarlo y muy bien, –sonrió–. ¿Puedes jugar al soccer?
–Aprendo rápido.
–Y yo soy una excelente profesora.
Ella dejó caer la pelota al suelo, pateándola con rapidez. Theresa y Timothy corrieron tras ella.
–Y estar a tu lado no es una tortura, Brittany, –dijo Santana, corriendo lejos de ella, tras los niños.
Brittany la alcanzó a su lado. –Correcto, dejaste claro que sólo es dolor. Pero, no te preocupes, realmente lo tomo como un cumplido.
Santana se limitó a sacudir la cabeza y reír.
Por los siguientes quince minutos, aunque participó en el juego un poco, Brittany mayormente se quedó atrás y observó a Santana jugar con los niños. Tomando asiento en la parte superior de una mesa de picnic, sus sentidos se tambalearon en todo lo relacionado con ella. Sus ojos recorrieron su cuerpo, para finalmente fijarlos en su rostro mientras admiraba su sonrisa. Sus oídos escucharon la forma en que se reía mientras su mente trataba de envolverla en torno a la forma en que su sobrina y sobrino se adherían a ella. Ella sabía que los niños tienen un agudo sentido del aura que rodea a las personas, por lo que sólo justificaba lo que su corazón ya sabía, su presencia era magnética. Consumía a otros, los tragaba por completo, y no dejaba lugar para el arrepentimiento.
Mientras ella corría con ellos, ella observó el cabello ondulado de Santana rebotar, el sol de verano capturaba sus mechones y creaba un halo de fuego negro. Su necesidad por ella se deslizó a través de sus huesos, cortando hasta su médula.
Desde el momento en que la vio, ella hizo que algo extraño sucediera en su pecho cuando la vio. Algo se tensó en su estómago, y se dio cuenta de que podría encontrarse en lo más profundo de lo que ya estaba si ella la miraba así más seguido.
Su mente se aclaró por la descripción interior de sus sentimientos, sabiendo
que no había nada más que pudiera hacer para satisfacer su hambre. Lo único que sabía con certeza era que sus emociones estaban atrapadas en un maldito desastre de proporciones épicas. Estar cerca de ella era un dolor auto–infligido en su
máxima expresión, pero era algo que estaba dispuesta a soportar por una sola razón, sólo para estar cerca de ella. La voz de Colton gritando su nombre la sacó de sus pensamientos.
Gracias a Dios por los pequeños milagros.
Después que Santana y ella abrazaran a los niños y darle a Colton y Melanie un adiós, Brittany se acercó a ella para recoger sus pertenencias.
–Sra. Pierce, siempre es un placer, –dijo Santana con una sonrisa, extendiendo su mano.
Brittany no la tomó porque sabía que si ella la tocaba no sería capaz de resistir la tentación de tirar de ella a su boca. Pasándose la mano por el cabello, ella retrocedió ligeramente.
Santana sonrió torpemente y se colgó la mochila sobre el hombro.
Brittany encontró sus palabras atascadas en su garganta como una parálisis verbal. –Espera, ¿eso es todo? ¿Vas a dejarme aquí sola?
–Eres una chica grande. Creo que puedes encontrar algo para ocupar tu tarde.–Se rió por un momento y de pronto su rostro se puso serio.
–Pensé que ésta podría ser una oportunidad para redimirme.
–¿Redimirte? ¿Por qué?
–Por mi comportamiento la última vez que te vi. Lamento haberte hecho sentir incómoda, pero... –Bajó la voz y la miró directamente a sus ojos–. No lamento lo que siento por ti, Santana. Son mis sentimientos y no puedo negarlos. Pero realmente sólo necesito ser amiga tuyo.
Ella tragó saliva, nerviosa, su voz era tan baja como la de ella. –Brittany, ya hemos hablado de esto antes y–
Interrumpiéndola, dio un paso más cerca. –Te lo prometo esta vez. Juro por Dios que no voy a decir o hacer cualquier cosa para hacerte sentir incómoda. Sólo quería que lo supieras, sobre la forma en que me siento por ti, pero ahora ya he terminado. –Ella cambió de pie y dio un paso atrás, sin dejar que sus ojos se desviaran de su rostro–. Sí, me tienes por alguna razón que no entiendo, y no sé si alguna vez lo haré. Me parece que eres la más notable... –Ella respiró profundo–. No lo sé. Hay algo en ti que sólo... te diferencia de cualquier otra mujer que haya conocido. Y, por todo ello, estoy dispuesta a poner mis sentimientos a un lado sólo para ser tu amiga. –Sólo para estar cerca de ti...
No sólo hizo que su corazón se detuviera por sus palabras, sino que también su estómago se retorciera de una manera inquietantemente agradable mientras media su rostro. Emociones reales se arremolinaban detrás de sus ojos, y algo en el
fondo le dijeron que estaba siendo sincera. –Está bien, vamos a tratar de nuevo. ¿Entonces quieres que me quede contigo aquí por un rato?
Brittany tomó una profunda bocanada de aire, liberando el nudo en su pecho, al darse cuenta de que había estado reteniendo el aliento en espera a su respuesta. – Te gusta el béisbol, ¿no?
–¿Cómo lo sabes?
–La noche en que me enteré que realmente eras Santana y no Molly. –Ella asintió con la cabeza y se rió. Ella sonrió–. Antes de que entraras al club, Rachel me dijo que su novia era una gran fanática del béisbol. Así es como sé ese pedacito de información.
–¿Quieres que juegue al béisbol contigo? –Preguntó, frunciendo el ceño.
–Puedes disfrutar de todas las espectaculares vistas que Nueva York tiene para ofrecer. Sin embargo, no has experimentado a Nueva York al máximo hasta que hayas estado en un partido de los Yankees. –Sonrió–. Trevor tenía que hoy venir al juego de la una, pero lo canceló a último minuto. –Sacó las entradas de su bolsillo trasero y las levantó–. Tengo entradas para la temporada, pero sería una pena dejar estas pasar.
Una sonrisa confusa tocó su boca mientras lo contemplaba por un momento.
–¿Quieres que vaya a un juego de los Yankees contigo?
–Sí.
–No lo sé, –respondió ella, mirando hacia el suelo y luego de nuevo a ella–. Eso
podría ser un poco demasiado.
Su sonrisa fue lenta, por lo que sus ojos azules brillaban con malicia. – Seguramente, en un estadio lleno de 50.000 personas, debería ser capaz de mantenerme a raya de atacarte.
Santana torció su boca a un lado. –Es cierto, –admitió–. Pero no soy fanática de los Yankees. Voy a hacer campaña por los que no son favoritos. ¿Eso es algo que puedes manejar?
Con los ojos muy abiertos, colocó una mano sobre su pecho, imitando un corazón herido. –Mmm, sigue hablando así, y puedes encontrar una manera de conseguir que no te admire tanto como lo hago. Soy un fan acérrimo de los Yankees, Señorita Lopez, –se rió–. Pero, sí, estoy segura que podría estar sentada al lado de alguien no fanático de los Yankees que he traído conmigo.
Ella sacudió la cabeza y se echó a reír. –Está bien, aceptaré esta salida amistosa con una condición.
–Lo que sea. Vamos, –dijo, cogiendo su mochila.
–Espera, ni siquiera sabes lo que es.
Puso su mano en la parte baja de su espalda y empezó a conducirla fuera del parque. –No hay problema. Sea lo que sea, puedo sin duda manejarlo.
Ella se detuvo abruptamente y rió. –Vas a escucharme o no iré a ninguna parte contigo, Brittany Pierce. ¿Entiendes?
Una deliciosa sonrisa se deslizó a través de su boca. –Soy toda oído.
–Como eso, –indicó a su mano apoyada en su espalda. Ella sonrió y la alejó–. No me toques, no me desnudes con los ojos, y no hagas... esa cosa estúpida y maldita con tus labios cuando los arrastras entre tus dientes.
Ella sonrió. –¿Que arrastre mis labios te molesta tanto?
Sólo porque es tan increíblemente caliente... –Sí. Es muy molesto.
Ella arrastró lentamente su labio inferior entre sus dientes, terminando con un ruidoso y deslumbrante pop. –Bueno, lo mismo va para ti entonces.
Ella ladeó la cabeza a un lado y dejó escapar un suspiro. –Un culo tan inteligente. Ya me advertiste acerca de no llevar ninguna atención a mis labios. –Se cubrió la boca con la mano, el resto de sus palabras salieron ahogadas–. ¿Es esto mejor? –Brittany asintió con la cabeza y se rió–. Pero no te veo como si quisiera arrancarte la ropa, y definitivamente, no te toco.
Ella se encogió de hombros. –Ya que estamos siendo honestas, no tienes idea de cómo me gustaría que me tocaras otra vez.
Ella dejó caer la mano de su boca y dejó que colgara abierta por un segundo.
–Ves, esto es exactamente de lo que estoy hablando, –dijo ella, girando sobre sus pies para alejarse de ella.
Dejando escapar una risa gutural, Brittany corrió hacia ella y la tomó suavemente por el codo. Ella miró su mano. Rápidamente la soltó y sonrió. –Santana, sólo estoy bromeando contigo. Vamos, sólo bromeo... es lo que soy, de verdad.
Ella arqueó una ceja, incapaz de mantener alejada la sonrisa de su rostro mientras ella estaba allí con una sonrisa de niña inocente. Ella sabía que era todo lo contrario. –Si quieres que vaya contigo hoy, mantén las manos quietas, Pierce. ¿Lo tienes? Si no es así, voy a hacerte pagar duramente por ello.
–Suena pervertido, –sonrió. Ella suspiró–. Sin embargo, no soy más que una ignorante a tu pedido para que sea amable –en broma se inclinó–. Ahora vámonos. Tenemos que coger el número cuatro.
–Espera, ¿Vamos a tomar el autobús?
–Oh, no, –dijo riendo–. El número cuatro es el subte.
–Oh, ¿pensé que ibas a conducir?
–Infiernos no. –Tomó la mochila de ella y la lanzó por encima del hombro–. Estamos haciendo esto a lo Nueva York, muñeca.
A pesar de su sorpresa porque de hecho iba a pasar el día con ella, Santana la siguió y un par de cuadras más tarde, entraron al subte. Entre una pareja de adolescentes besándose como si estuvieran en una fiesta, un hombre en un vestido floreado hablando consigo mismo mientras comía comida China con las manos, y la masa excesivamente agresiva de los aficionados de los Yankees cantando "Vamos, Yankees", Santana estaba más que emocionada cuando finalmente llegaron al estadio.
Una vez allí, las dos consiguieron algo para comer. Santana pidió un perrito caliente y una botella de agua, y Brittany eligió una bolsa de cacahuetes y una cerveza. Le mostró a Santana sus asientos, que pasaron a estar justo detrás del Plato. Brittany lucia como un niño en una tienda de dulces, y Santana encontró lindo ver a una mujer de tal poder tan emocionada sobre estar en un juego de béisbol.
Brittany miró su reloj mientras el estadio lentamente comenzó a llenarse. –Tenemos algo de tiempo. El juego se iniciará dentro de treinta minutos.
Santana asintió con la cabeza y miró su teléfono, notando que tenía una llamada perdida de rachel. Se movió en su asiento y comenzó a repensar en dónde realmente se había metido, ahora que se encontraba a solas con Brittany en el juego.
Discutió si decirle o no a Rachel dónde estaba, pero antes de que pudiera ahondar demasiado en su dilema auto impuesto, Brittany habló.
–Juguemos a cincuenta preguntas mientras esperamos que el juego comience, –se metió un maní en la boca–. Voy en primer lugar.
–Tonterías, tú fuiste primera la última vez. Y tengo que ir primero.
Ella rió. –No se te olvida nada, ¿verdad?
–No en general.
–Está bien, me parece justo. Pregúntame algo.
La mente de Santana vagó sobre lo que sabía que quería preguntarle, pero no estaba segura si debería. Sin embargo, era su turno para que su curiosidad sacara lo mejor de ella. –Quiero saber por qué tú y tu ex–prometida rompieron.
Su expresión se volvió cautelosa por un momento mientras miraba fijamente las gradas. Santana vio el brillante azul de sus ojos cambiar como si una nube pasara por encima de su cabeza y en ese momento se lamentó por sacarlo a la superficie.
Ella se inclinó hacia delante, apoyando su cerveza en el suelo, y luego volvió a mirar a Santana. –Hmm, mi primer pregunta a ti la última vez que jugamos fue sobre tu sabor favorito de helado. Vas directamente a la matanza, veo.
–Lo siento. No debería haber preguntado eso, –susurró, mirando al suelo.
–No, está bien. No esperaba que eso saliera. Pero me siento cómoda contigo hablando de ello.
La cabeza de Santana se levantó. –¿En serio?
–Si, por alguna razón, lo hago. –Inspirando, se reclinó en su asiento y dudó unos segundos–. Ella me dejó porque Industrias Pierce iba bajo en un punto. Mi padre nos ofreció a Colton y a mí los fondos para mantenerla a flote. Pero los chicos Pierce tendemos a ser un poco tercos, y negamos su ayuda, sabiendo que íbamos a conseguir volver a la pista por nuestra cuenta. –Se pasó la mano por el cabello–. Le expliqué todo a ella, haciéndole saber que teníamos que reducir algunos de nuestros gastos hasta que pudiera resucitar la empresa. Discutió conmigo sobre aceptar el dinero de mi padre y me llamó loca por pensar que podíamos volver a nuestros pies sin su ayuda. Junto a Colton, me mantuve firme en mi decisión de no tomar el dinero sin embargo. Ella estaba viviendo conmigo en mi ático después que nos comprometimos. Llegué a casa un día después del trabajo para encontrar una carta, con una bella escritura, debo añadir, diciendo que no podía correr el riesgo de no vivir la vida que le había permitido adquirir. –Se
agachó para coger su cerveza, tomó un sorbo y exhaló–. Cinco años juntas y su adiós fue... una carta.
Santana la miró a los ojos y pudo ver el dolor que se arremolinaba más allá de ellos. –La amabas, –susurró.
Ella se encogió de hombros con rapidez. –Sí, ella me rompió el corazón. Pensé que me amaba por la mujer que era, sin la ostentación y el dinero. Quiero decir, cuando nos conocimos, yo estaba en mi último año de universidad, por lo que no
era tan exitosa como me convertí con el tiempo. Ella traicionó la fe que tenía en el amor cuando se fue. –Apretó los labios en una línea dura–. No me malinterpretes, mirando hacia atrás ahora, sé que no estábamos hechas la una para la otra. Uno, ella estaba demasiado preocupada por la forma en que aparecía en público, cualquier cosa desde qué autos ella y yo usábamos hasta qué fiestas asistíamos en la ciudad. –Se frotó la barbilla con aire ausente y continuó–. Ella no era así cuando nos conocimos por primera vez, el cambio fue gradual. La mayor diferencia es que dejó en claro que no quería hijos. Yo la amaba lo suficiente como para considerar una vida sin tener ninguno, pero como dije, mirando hacia atrás, no habría valido la pena renunciar a la oportunidad de tener una familia.
Una débil sonrisa tocó la boca de Santana. –¿Quieres hijos?
–Quiero un montón metidos cuidadosamente en una minivan, –dijo riendo.
–¿Brittany Pierce en una minivan?
–Absolutamente, –respondió, extendiendo su mano por su cerveza–. Un bosque verde, también.
Santana se echó a reír por un momento de su confesión. Por el rabillo del ojo, vio cómo se ajustaba la gorra de béisbol, sintiéndose un poco sorprendida por todo lo que ella le contó. Estaba empezando a entender su necesidad de rellenar huecos.
–¿Entonces no la has visto desde entonces?
–De hecho lo hice. La vi hace poco honestamente.
–Y, ¿cómo fue? –Preguntó de mala gana.
–Fue... interesante. Me encontré con ella, mientras salía con un par de compañeros. Habló un montón de mierda, diciendo que estaba feliz de ver a la empresa haciéndolo bien de nuevo. Admitió que me echaba de menos y que todavía me amaba, y confesó que dejarme fue el mayor error de su vida. –Se metió otro maní en la boca y sonrió–. Puedes ver a dónde voy con esto, ¿no?
–Sí. Ahora que estás financieramente segura otra vez, ella te quiere de vuelta.
–Bingo, muñeca. Sabía que eras rápida. –Ella tomó un trago de su cerveza–. Además, su nombre es Barbara y el mío, por supuesto, es Brittany y dos B. Creo que fue un presagio o algo destinado a no funcionar.
Aunque ella se echó a reír, Santana aún podía ver el dolor que quedaba en sus ojos y en ese momento decidió dejar el tema por completo. –Recibí la invitación que nos enviaste a Rachel y a mí.
–Iba a preguntar sobre eso, –respondió, haciéndole señas a un vendedor de cervezas. Pidió otra y se volvió hacia Santana–. Pensé que te interesaría, teniendo en cuenta... bueno, ya sabes.
–Sí, y gracias por la invitación, pero ¿qué es lo que tu madre hace exactamente?
–Desde que sabe que ha sido bendecida por ser una sobreviviente, comenzó una organización para recaudar fondos para los enfermos de Nueva York, mujeres que se encuentren en medio de la lucha contra el cáncer de mama o en remisión y
las familias de las mujeres que murieron por la enfermedad. Las donaciones recogidas en el beneficio se distribuyen para ayudar a pagar el tratamiento en curso, la atención del seguimiento o, Dios no lo quiera, los gastos funerarios efectuados por las familias.
Santana exhaló. –Es hermoso que haga eso.
–Sí, este será el décimo año desde que se fundó. Ella lo lanza cada octubre durante el Mes de Concientización del Cáncer de Mama. Es bastante espectacular, también. Lazo negro, champán, y todos los ricachones de Nueva York reuniéndose
una noche para gastar su dinero en algo que no sea un maldito crucero a Fiji o un auto nuevo.
Santana se echó a reír. –Bueno, definitivamente estaremos.
–Y estoy feliz de que lo harás.
Sin una nube en el cielo, la ceremonia de apertura comenzó, y poco después, el juego estaba en pleno apogeo. Un duro golpe del bate, sumió la pelota al campo abierto, comenzó con una anotación de los Yankees. A lo largo del juego, Brittany llevó varias veces atención no deseada hacia Santana, dejando que todos los fans de los Yankees al alcance del oído supieran que ella estaba a favor de los visitantes, los Orioles de Baltimore. Los fans de adelante, de al lado y detrás de ellos la abucheaban cada vez que los Orioles anotaban un punto. Ella juguetonamente empujó Brittany, prometiendo venganza en cualquier forma que
pudiera conjurar. Aún con hambre y sintiéndose más relajada con la situación en general, Santana pidió un pretzel y decidió tomar una cerveza con Brittany. Al final de la Séptima Entrada, el juego estaba empatado cuatro–cuatro, las bases estaban llenas con los Yankees para batear.
Brittany sonrió en dirección a Santana y se frotó las manos. –Tus pájaros están a punto de caer.
–Pareces muy segura de eso, –dijo riendo, mirándola–. No estaría tan segura, sin embargo.
Los ojos de Brittany se movieron hasta la comisura de su boca donde había una mínima cantidad de mostaza, dolorosamente esperando por ella para limpiarlo. Sin siquiera pensarlo, en un movimiento veloz, llevó la mano a sus labios y con la yema
de su pulgar, la quitó.
Quieta por su repentino movimiento, Santana se estremeció.
–Había... mostaza en tu labio, –respondió lentamente. Reprimiendo las ganas de lamer su dedo, cogió una servilleta.
–Rompiste la regla de no tocarme, –exhaló, ignorando lo que su cuerpo estaba luchando tan duro en negar. Incluso tan fugaz como lo fue, su toque se sintió terriblemente bueno en una terriblemente manera.
En un rápido movimiento, Brittany movió su mirada hasta sus labios y luego de vuelta a sus ojos. –Podría haberlo dejado que se quede allí.
–Y podrías haberme dicho, también, sabelotodo. –Una sonrisa torció la boca de ella, una tan contagiosa que no pudo dejar de responder con una sonrisa propia.
–Parece que tengo que seguir adelante con mi promesa y hacerte pagar duramente por no jugar limpio.
Brittany arqueó una ceja, incrédula. –No es que esté en contra del afecto en público, sobre todo contigo, pero ¿cómo piensas lograr eso en un estadio lleno de gente?
Santana le dirigió una sonrisa maligna y se inclinó hacia adelante, dándole golpecitos con el dedo en el hombro de una mujer sentada en la fila frente a ellas.
La mujer y su amiga sentada junto a ella se dieron la vuelta.
–Siento mucho que te moleste, –dijo Santana la rubia–. Mi amiga está interesada en darte su número. Te encuentra muy atractiva y no tiene el descaro para decirte algo por ella misma. ¿Tienes una novia?
Brittany sonrió y sacudió la cabeza, y casi hundió la cara entre las manos de lo avergonzada.
La mujer y su amiga se echaron a reír. –En realidad no tengo una novia en este momento.
–Bueno, no es como que le importara si la tuvieras porque eso no disuade a mi amiga, pero es mucho mejor que no lo tengas, –Santana respondió con frialdad–. ¿Tienes un papel y una pluma?
La mujer buscó en su bolso, sacó una pluma, y arrancó un trozo de su chequera. Ella se lo dio a Santana, ésta a su vez, se lo entregó a Brittany. –Aquí tienes, amiga. Anota esos dígitos para la hermosa dama, –Santana se rió y lo empujó con el codo–. Y deja de ser tan jodidamente tímida a la hora de conseguir mujeres.
Con su sonrisa tan hermosa, Brittany escribió rápidamente en el pedazo de papel y se lo devolvió a la mujer.
Ella le dio un rápido vistazo al papel y le devolvió la sonrisa. –Brittany, ¿eh? Un lindo nombre para ir con esa linda cara. Definitivamente escucharás de mí.
Brittany asintió, y Santana se echó a reír.
–Eres cruel, –susurró, lanzando una cáscara de maní a la cabeza de Santana.
Riendo, ella se la retiró. –Te lo advertí.
Muchas cascaras de maní arrojadas al cabello de Santana después, el juego terminó con los Yankees ganando por tres. Durante todo el viaje de regreso en subte a Manhattan, Brittany se sentía orgullosa de recordarle la puntuación cada pocos minutos. También confesó que el número que había anotado para la mujer en el juego era falso. Su defensa fue que ella ya no estaba interesada en mujeres con el cabello rubio. Sacudiendo la cabeza, Santana se echó a reír y se burló de ella por su pequeña mentira. Se aseguró de acompañarla a su casa, cogiendo un taxi para volver a su edificio. Después de pedirle al conductor que corriera el taxímetro, la acompañó hasta la entrada.
Otra vez, Santana le ofreció su mano. –Fue un placer estar contigo hoy, Brittany.
–¿Puedo darte la mano? –Sonrió–. No quiero romper ninguna regla.
–Sí, está bien.
Ella accedió y le tomó la mano, experimentando la misma oleada de calor que había sentido cada vez que tenía la oportunidad de tocarla. Sintiendo una maliciosa entidad –egoísta y deseosa– finalmente la dejó ir. –El placer ha sido mío.
Tomando una respiración profunda, Santana vio mientras ella caminaba de nuevo hacia el taxi y se marchaba.
Viajando en el ascensor hasta su piso, su cabeza se volvió agradablemente confusa, pensando en el maravilloso día que había pasado con Brittany. Intentó que sus nervios se calmaran porque sabía que no debería haber estado con ella en absoluto. El saldo fue un infierno, pero lo que obtuvo fue dulce de una manera inquietante. Ella aprendió cosas sobre Brittany que nunca había creído posible. Algo le dio un codazo en el pecho, un anhelo mayor por ella mezclado con dolor por lo que ella había pasado.
En un esfuerzo para apartar su mente de Brittany, se concentró en el hecho de que Rachel probablemente estaba esperando su llegada. Para su alivio, ella estaba cómodamente extendida por todo su sofá cuando entró. Durante la hora siguiente, minuciosamente la sació con su logro por conseguir una de las cuentas más grandes que su firma había adquirido en más de diez años.
Aunque se debatió sobre la conveniencia o no de decirle acerca de su día con Brittany, decidió no hacerlo, sin querer desmantelar la felicidad de Rachel. Ahora todo lo que tenía que hacer era convencerse que la felicidad de Rachel era en realidad el motivo por el que escondía una cosa así. Fijó el argumento en su cabeza tan simple como pudo.
Ella no preguntó cómo fue su día, así que no le dijo.
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Sophia27 Jue Mayo 22, 2014 2:50 pm

Capítulo 10
Sólo un poquito

-Dios, San, ¿Podrías acaparar más el espejo? –Quinn le dio un golpe con la cadera a la de Santana, intentando ver su propio reflejo–. Te ves explosiva. Ahora voy a verme a mí misma.
Santana la provocó pasándose sus dedos por el cabello, tratando de darle un poco más de vitalidad sin cantidades innecesarias de laca para el cabello. –Estás en mi cuarto de baño, amiga. Ve a usar el tuyo.
Dejando escapar un suspiro, Quinn frunció el ceño. –Pero me gusta más el tuyo, ahora lárgate –dijo, sacudiendo su cadera contra la de Santana con más fuerza esta vez–. Además, tu amiga está esperando en la otra habitación por nosotras, así que no seas grosera. Habré terminado en un segundo, ¡y luego podremos ir de fiesta hasta que caigamos!
Riendo, Santana lanzó un último vistazo en el espejo y se paseó por el cuarto de baño. Tomó su atuendo para la noche de la cama. Después de ponerse una falda corta negra y una blusa roja de manga corta con botones, se puso un par de zapatos de tacón negros y llamó a Quinn para su aprobación.
Ella se dio la vuelta con gracia, modelando su atuendo.
–Pareces una gatita sexual, –dijo Quinn.
Santana sonrió y se dirigió hacia la sala.
Fallon se levantó del sofá, con sus ojos grises abiertos. –Maldita sea, Santana, te aseaste bien.
Poniendo las manos en las caderas, Santana sonrió. –Me lo tomaré como un cumplido.
–Sí, Country, es un cumplido. –Ella echó su cabello rojo y con mechones blancos por encima del hombro–. Con la única ropa que te he visto es en ese horroroso uniforme negro y blanco que nos hacen usar.
–Bien, gracias, Fallon, –Santana se echó a reír–. Por ser otra–camarera–con–un–horroroso–uniforme–negro–y–blanco, no te ves muy mal. Nunca sería capaz de ponerme medias de red como tú puedes hacerlo.
La boca de Fallon se curvó perversamente mientras apoyaba su pierna sobre la mesa de café. –¿Estas cosas viejas? Maldita sea, si pudiera vivir en un enterizo de red, lo haría. Aunque normalmente no me importa lo que la gente piensa, la sociedad no lo consideraría muy apropiado, ¿no?
Santana sacudió la cabeza y se echó a reír. –Estoy pensando que puede que tengas razón en eso.
Quinn salió de la habitación, luciendo un vestido rojo y zapatos de tacón a juego. Llevaba el pelo recogido arriba de los hombros, y el vestido abrazaba su cuerpo de reloj de arena como un guante. Después de girar en torno a sí misma para Santana y para Fallon, se dirigió a la cocina, sacó tres vasos de chupito del gabinete y los llenó hasta arriba cada uno con una fuerte dosis de tequila.
–Vamos, señoras, –chilló Quinn–. Vamos a tomar un par de jodedores de mente antes de ir al club.
Las tres mujeres bebieron un shot, cada una de ellas emocionadas por una noche muy necesaria en la ciudad. Después de tragar con rapidez un segundo "jodedor de mente", hubo un golpe rápido en la puerta, seguido por Rachel entrando.
–¿Por qué molestarse en tocar, Idiota? –preguntó Quinn, poniendo sus verdosos ojos en blanco. Santana le dio un codazo en el estómago–. Quiero decir, Rachel, por supuesto, –resopló por el impacto.
Rachel inmovilizó a Quinn con una sonrisa helada, y luego sus ojos se posaron sobre Fallon. Volvió a mirar a Santana con una mirada inquisitiva en su rostro. –¿Qué estás haciendo? ¿Pensé que ibas a pasar el rato conmigo esta noche?
Sonriendo, Santana cruzó la habitación y arrojó sus brazos alrededor de su cuello. –No, te dije el otro día que iba a tener una noche de chicas con Fallon y Quinn.
Rachel suavemente agarró sus caderas y se inclinó al oído, en voz baja dijo, – ¿Puedo hablar contigo en la otra habitación por un segundo?
Santana asintió, y ella rápidamente le cogió la mano y la llevó a su habitación.
Cerró la puerta y se cruzó de brazos. –¿Qué coño es eso por ahí? –Susurró.
–¿De qué estás hablando?
–Esa cadete espacial de mierda, gótica de aspecto anormal con camisa de cuero negra y una falda, –respondió, dando un paso más cerca–. Jesucristo, lleva puesto un collar de cuello con jodidas púas, Santana. Tiene piercings en el labio, nariz, ceja, ¿y quién sabe dónde más en su cuerpo?
Santana dejó escapar un gruñido mientras se movía hacia la puerta, pero Rachel la bloqueó y la cogió del brazo. Ella levantó la vista hacia ella. –¿De verdad vas a empezar esto conmigo acerca de ella? Es una buena chica, Rachel. ¿A quién le importa cómo se ve?
–Si mi novia está saliendo con ella, me importa cómo luce. –Inclinó la cabeza hacia un lado, con los ojos entrecerrados–. ¿Qué tipo de atención crees que va a traer, luciendo de esa manera?
Santana alejó su brazo de ella. –No estoy preocupada por el tipo de atención que va a traer, –susurró en un furioso tono.
Arrastró sus manos por su cabello. –Bueno, ¿qué tipo de atención crees que vas a traer tú, usando eso?
–No voy a hacer esto contigo esta noche, Rachel. Te juro que no, –respondió ella en voz baja y hostil, intentando una vez más pasarlo.
Ella la tomó por la cintura. –Está bien, está bien. Lo siento. Te ves hermosa. – Acarició con su nariz la mejilla de ella mientras levantaba sus brazos y los colocaba sobre sus hombros–. ¿A qué club van?
Santana dejó escapar un suspiro. –Pink.
–¿En la 52?
–Si.
–Está bien, voy a llamar a algunos de los chicos de mi oficina y voy a hacer algo con ellos esta noche. –Ella la atrajo hacia sí y apretó sus labios contra los suyos–.Me debes una por esto.
Ella habló contra su boca. –Te conté sobre esta noche, Rachel.
Dejó escapar un gemido mientras chupaba su labio inferior. –Debo haberlo olvidado. He estado trabajando hasta tarde otra vez con esta nueva cuenta, tú sabes esto. –Arrastró las manos por su cintura–. ¿A qué hora vas a volver?
–No estoy segura, –dijo ella, alejándose de su abrazo–. Pero tengo que irme. Están esperándome.
Rachel la atrajo para otro beso y luego se dirigió a la cocina con ella. Santana le presentó rápidamente a Fallon. Con los ojos, le advirtió que no dijera nada para avergonzar a cualquiera de ellos. Ella se limitó a sonreír, pero Santana podía decir que todavía estaba disgustada con toda la situación.
Después de que las mujeres reunieran sus pertenencias por la noche, Rachel las siguió afuera, llamó a un taxi, y pagó al conductor por su viaje.
Agachó la cabeza a través de la ventana trasera. –No demasiado tarde, ¿de acuerdo? Vamos a comer con mis padres mañana.
Santana asintió y se inclinó para darle un beso. Con eso, el conductor se alejó.
–Tu novia es... ¿buena? –Fallon dijo mientras sus dedos se movían sobre el teclado de su teléfono como una máquina bien aceitada.
Quinn rió, pero trató de ocultarlo cubriendo su boca. –Gracias, Fallon.
Santana arrastrando las palabras mientras sus ojos viajaron a Quinn–. Puede ser un poco sobreprotectora a veces, pero es una buena mujer.
Mientras Quinn se reía de nuevo, esta vez sin tratar de ocultarlo, Fallon se quedó sin aliento. –¡Oh, mierda! Un amigo mío tiene una fiesta en una casa de Staten Island esta noche. –Siguió frenéticamente escribiendo–. Su amigo es increíble, y él hace fiestas asesinas. Vamos allí.
–Estoy dentro con lo que sea, –respondió Quinn, hurgando en su bolso. Miró en dirección a Santana–. ¿Está bien contigo?
–¿No estamos todas un poco demasiado elegantes para una fiesta en una casa?
Fallon sacó un termo de su bolso, desenroscó la parte superior, y tomó un sorbo. Ella negó con la cabeza. –No, créeme, es una fiesta de todo vale. –Le entregó a Santana el termo–. Aquí, es mi especialidad.
Santana lo cogió y olió su contenido. –¿Qué es?
–Basta con echar un trago, San, –Quinn intervino–. Siempre estás preocupada por la cantidad que bebes.
–Ya estoy un poco mareada por esos tragos de tequila, y tomé un poco de vino mientras me estaba preparando. –Ambas le lanzaron una mirada, esperando que lo bebiera–. Está bien, está bien. –Olfateó el líquido una última vez y bebió un
poco. Empezó a toser y trató de contener las lágrimas que ardían en sus ojos–. ¿Qué demonios es esto?
Los ojos de Fallon brillaron con una risa silenciosa. –Moonshine nena.
–Oh, diablos, sí, –Quinn chilló y cogió el termo–. Tuve esto una vez cuando estaba en la secundaria. –Bebió un poco, su cara se arrugó por su sabor mientras movía su cabeza de un lado a otro.
–Está bien, ¿así que vamos a la fiesta de mi amigo? –Fallon rió.
Santana se encogió de hombros. –Vamos a hacerlo.
Después de indicarle al conductor su nuevo destino, se detuvieron en una lujosa casa de tres pisos en el área de la colina Todt de Staten Island treinta minutos más tarde. Quinn le pagó al conductor la diferencia, y salieron del taxi, cada una un poco tambaleante por el Moonshine. Desde la calle, la música martillaba por las ventanas cerradas, haciendo vibrar el suelo debajo de Santana. Con hipo, se rió mientras se abrían camino por las escaleras y entraban a la casa.
Múltiples torres de altavoces se elevaban en todos los rincones de la planta baja, lo que amplificaba el ruido hasta el punto que Santana apenas podía escucharse pensar. Sus ojos recorrieron la fiesta, y se dio cuenta que Fallon no estaba bromeando. Sin duda era una reunión "todo vale". Desde personas vestidas casualmente a otros vestidos como si se dirigieran al baile de graduación a chicas con prácticamente nada, mientras giraban unos contra otros, la multitud era un conjunto mixto de todo tipo de fiesteros.
Encadenando sus brazos, Santana, Quinn, y Fallon se abrieron paso entre la multitud de un centenar más o menos de personas, para finalmente encontrar al propietario de la casa, el amigo de Fallon, Jacob.
Después de abrazarlo, Fallon gritó sobre la música. –Jakey, ellas son Santana y Quinn.
Sin decir una palabra, él sonrió ampliamente y las levantó a cada una sobre sus pies, abrazándolas como si las hubiese conocido por años. Una vez que las bajó, Santana y Quinn se echaron a reír histéricamente.
–Bienvenidas a mi casa, señoras, –le dedicó una sonrisa, su voz en auge–. El alcohol está en la cocina, los bailes de algunos de los strippers más calientes de Nueva York se encuentran en el cuarto de abajo, la mesa de billar está en la parte trasera de la casa, los baños están ubicados estratégicamente en cada nivel, y si deciden perder el control con alguien, hay dormitorios con camas tamaño King en los pisos segundo y tercero. –Lo dijo todo con un solo aliento.
–Jodidamente increíble, –sonrió Quinn–. ¿Hay strippers aquí?
Pasándose una mano por su cabello pelirrojo, sonrió diabólicamente. –Ellos vienen en masa a mis fiestas.
Quinn cogió a Santana y a Fallon de las manos. –Necesito chupitos en mi sistema ahora mismo, chicas. –Se volvió hacia Jake y le guiñó un ojo–. Gracias, amigo.
Él asintió y desapareció en la multitud.
Las mujeres esquivaron varios cuerpos bailando, un tipo corriendo con la ropa interior en su cabeza, mientras que una chica en topless lo perseguía, y varias parejas besándose. Finalmente, se dirigieron a la cocina, donde un bar bien surtido las esperaba a cada una de ellas.
Después de consumir otros dos shots de tequila, se dirigieron al patio trasero para jugar una hora al flip cup. Usando a Captain Morgan como su líquido preferido, la cabeza de Santana estaba gratamente mareada por decir algo.
Caminando hacia la casa con Quinn a su lado, se inclinó contra la pared. – Quinn, –dijo arrastrando las palabras–. Estoy bastante...
–Sé que eres bonita, San, –dijo Quinn, arrastrando sus propias palabras–. Pero deja de presumir de ello.
Sacudiendo lentamente la cabeza, Santana se echó a reír. –No... no me dejaste terminar, perra. –Su cabeza cayó hacia un lado–. Estoy tratando de –hipo– decir que estoy bastante –hipo– ebria.
–Yo también, chica, –se rió y resopló como un cerdo.
Santana sacudió la cabeza de nuevo. –No, pero yo... –hipo–, estoy bastante segura de que estoy viendo cosas. –Ella señaló con el dedo hacia la puerta mientras sus ojos se entrecerraban en esa dirección–. Mira. A esas personas... –hipo–, que acaban de entrar se parecen a Brittany y a Trevor.
Santana dejó escapar una carcajada. –Eres tonta, no ves cosas. Son Brittany y Trevor.
Santana miró adorablemente confundida mientras observaba las dos imágenes borrosas acercarse directamente hacia ellas. –¿Estas bromeando, –hipo– conmigo verdad? ¿Cómo iban a saber, –hipo–, que estamos en esta casa?
Quinn se mordió el labio. –Ya sé que estás interesada en Brittany, como una amiga, por supuesto, –añadió rápidamente, balanceándose de lado a lado–. Decidí llamar a mi hermano, sabiendo que estaba saliendo con Brittany esta noche. –Ella le
dio a Santana un gesto inocente–. Le dije a Trevor una pequeña, pero muy pequeña mentira para conseguir que vengan aquí.
Antes de que Santana pudiera interesarse por esta pequeña mentira, Brittany y Trevor se acercaron a ellas, ambos con sus rostros preocupados.
Brittany colocó sus manos sobre los hombros de Santana. –¿Estás bien? –Sus ojos recorrieron de forma automática su cuerpo, como si la examinara por alguna herida.
Ella la miró en silencio, con una expresión en blanco en su cara.
–Bueno, ¿dónde diablos está? –Trevor preguntó a Quinn, cerrando las manos en puños.
–Cálmate, hermano, –se rió Quinn–. Él fue sacado.
Los ojos de Trevor viajaron a Santana. Levantó su barbilla y movió su cabeza hacia atrás y hacia adelante. –¿Qué tan mal te lastimó el tipo?
Ahora tenía las manos de Brittany en sus hombros y los dedos de Trevor debajo de su barbilla. Sin hablar observó a Quinn con una confusa mirada de qué– demonios–les–dijiste.
Santana... Hipó.
Quinn apartó el brazo de Trevor de ella. –Él no la lastimó. Ella estaba bailando con el tío, y él se puso un poco juguetón. Como he dicho, el propietario se deshizo de él.
Brittany dio un paso atrás y dejó caer sus manos de los hombros de Santana. –Q, dijiste que el tipo la golpeó.
Quinn hundió la cara en su copa. –¿Yo dije eso? –Se rió.
–Sí, Quinn. Lo hiciste sonar como que ella consiguió una puta abofeteada y la arrojó al suelo, –Trevor vociferó.
Fallon tropezó e interrumpió lo que estaba a punto de convertirse en una pública discusión entre hermanos. Estudió a Brittany por un segundo. –Hey, tú eres la tipa del restaurante que le pedí a Santana que te diera mi número.
Sonrió. –Sí, esa soy yo, supongo.
Fallon le devolvió la sonrisa y movió los ojos en la dirección de Trevor. Si fuera posible, su sonrisa se ensanchó aún más. –¿Y tú quién eres?
–Soy el hermano mayor de esta híper-exagerada, –señaló a Quinn y luego volvió su atención a Fallon–. ¿Y tú quién eres?
–Soy una chica a la que realmente le gustan los chicos lindos con el cabello rubio y gafas.
–Bien... encajo en esa descripción, –Trevor sonrió–. Y soy un tipo que está interesado en una chica guapa que dice lo que piensa. ¿Quieres bailar?
Fallon tomó su mano, la aferró a la suya, y lo condujo a la sala de estar. Trevor se volvió hacia Brittany, dándole un pulgar arriba.
Brittany rió.
–Entooonces, –Quinn arrastró las letras, con una sonrisa e su rostro–. Voy a ir a buscar un baile erótico. Las veré a las dos más tarde. –Desapareció entre la multitud, su risa haciendo eco sobre la música.
Brittany le sonrió a Santana. Se dio cuenta del revelador brillo en sus ojos, denotando que había bebido un poco demasiado–. –Bueno, parece que te sientes muy bien ahora.
Ella se acercó y levantó la cabeza para mirarla. –¿Alguien te ha dicho que eres muy shexy?
–¿Shexy? –Ella se rió, esperando una respuesta y no una pregunta.
Desde luego, no esperaba esa pregunta–. ¿No querrás decir sexy?
–No, hay shexy y hay sexy. Y tú, mi amiga, eres shexy.
Brittany arqueó una ceja, su voz ronca la despertó casi al instante. –Mmm, ¿cuál es mejor?
–Shexy.
–Bien, gracias. Eres bastante shexy, si tengo que decirlo.
Ella le agarró la mano y empezó a llevarla a la cocina. –Ven a tomar un trago conmigo, Brittany.
–¿No has bebido lo suficiente ya?
Llegando a una parada brusca, el pecho de Brittany chocó contra su espalda. Se dio la vuelta y tropezó con ella mientras la tomaba por la cintura para estabilizarla. –¿Alguien te ha dicho que tienes los ojos azules más increíbles, magníficos, y shexy?
–¿Qué ocurre con todas estas preguntas, amiga?–Preguntó muy divertida.
–Somos amigas, y las amigas hacen preguntas.
Brittany cautelosamente movió su cabello detrás de sus hombros y sonrió. –Sí, me han dicho que tengo ojos bonitos.
–No, no son sólo bonitos, –ella hipo–. Son... –Hizo una pausa, humedeciéndose los labios–. Son ojos de alcoba.
–Así que soy shexy, y tengo ojos de alcoba, ¿eh?
Asintiendo, ella entrelazó su mano con la suya de nuevo y se la llevó a la cocina. De pie frente a la espectacular selección de alcohol, ella sacó un vaso de plástico rojo de la pila y se lo entregó a Brittany.
–¿Cuál es tu veneno, mujer shexy ojos de alcoba?
Cruzando sus brazos, Brittany la miró por un momento. –Creo que voy a mantenerme a raya con el consumo de alcohol por ahora.
Sus ojos se abrieron mientras se balanceaba hacia atrás y adelante. –¿Qué?
No, vas a tomar un trago conmigo. –Ella rozó los dedos por su mejilla–. Vamos, bonita ¿por favor?
Sin importar por la forma de niña linda que le preguntó, sus suaves dedos aún en su rostro la tenían considerando su original corazonada de no beber con ella, teniendo en cuenta que estaba bastante ebria. Tragó saliva.
–Sólo uno.
Ella sonrió de oreja a oreja. –Bueno, de regreso a mi pregunta. ¿Cuál es tu veneno?
–Tomaré bourbon–, hizo un gesto a una botella de George T. Stagg con la cabeza.
–¿Este? –preguntó ella, sosteniéndola arriba.
Brittany asintió y le entregó su copa.
Ella comenzó a llenarla, y siguió llenándola.
–Whoa, espera un minuto, asesina, –se rió y tomó la copa de ella. Caminando hacia el fregadero, derramó unas tres cuartas partes–. Esto debería ser suficiente por ahora.
Ella moduló la palabra "aburrida" y una vez más tomó su mano, tirando de ella a la frenética sala.
–Baila conmigo, –gruñó ella, mirándola a los ojos con una seductora sonrisa curvando sus labios.
–No, sólo voy a descansar aquí, –le hizo una seña a un sofá lleno de personas igual de ebrias como ella. Sonrió–. Adelante. Voy a sentarme y verte con una descarada apreciación.
Ella levantó la barbilla con desafío. –Pfft, tu pierdes, amiga.
Brittany se rió y la vio caminar a través de la multitud donde finalmente encontró a Trevor y a Fallon todavía atacándose. Brittany podía verla mirándola. Su cabello, colgando salvajemente, creaba una cortina tumultuosa negra que se tambaleaba
mientras su cuerpo se movía provocativamente con la música. Le tomó todo lo que tenía para no levantarse del sofá y estrecharla entre sus brazos. Pero sabía que bailar con ella en el estado en que se encontraba, junto con su ánimo cada vez más despierto, sería mortal para ambas. Sin embargo Santana era sin duda un espectáculo para ella. Ella retrocedió contra el pecho de Fallon y le acarició con sus manos su cintura. Los ojos de Trevor se abrieron por la exhibición, pero no obstante, se posicionó detrás de Fallon, y presionó sus caderas contra el culo de ella.
Los ojos de Santana atraparon a los de Brittany de nuevo mientras hacia un gesto con los dedos para que se uniera a ella. Brittany entrecerró los ojos e inclinó la cabeza hacia un lado, pretendiendo estar confundida al tiempo que se señalaba a sí misma. Sonriendo, ella asintió con la cabeza. Brittany pronunció la palabra "no" y señaló a una chica desmayada a su lado. A pesar de que no podía oírla, Santana se rió, con una sonrisa radiante de oreja a oreja mientras continuaba moliendo su trasero contra Fallon.
La atención de Brittany se separó de Santana por un segundo cuando la chica incoherente a su lado de repente se levantó y decidió que la almohada donde estaba apoyada sería el lugar perfecto para vomitar. Uno de sus amigos, que fue testigo de la desagradable escena, arrastró a la chica del sofá y la ayudó a ir al baño. De pie en el sofá, Brittany cruzó la sala de estar, con habilidad esquivando varias personas ebrias que se aferraban el uno al otro con el fin de permanecer de pie.
Se apoyó en la pared y escaneó la multitud por Santana. Cuando la vio, Trevor y Fallon no estaban con ella. Su reemplazo era un chico con sus manos moviéndose hacia abajo de su cintura, sus ojos la desnudaban y con la boca en su oído – espera– ahora estaba en su cuello. Brittany la evaluó con sus ojos, y ella parecía estar contenta con lo que estaba sucediendo, pero Brittany no. Una oleada de celos hizo su camino a través de su cuerpo, y en unos pocos pasos, estaba al lado de Santana. Con el conjunto rígido de sus hombros, un músculo que trabajaba en su mandíbula y sus ojos azules llenos de una calma mortal, Brittany inmovilizó al hombre con una mirada. No dijo una palabra, pero no tenía que hacerlo porque el borracho entendió el punto y se alejó lentamente.
–Has venido a bailar conmigo, –Santana exhaló, su piel brillaba de sudor. Sin previo aviso, deslizó sus manos sobre el pecho tenso de Brittany y las envolvió alrededor de su cuello. Acercó el rostro de ella hacia el suyo–. Me gusta bailar con las chicas shexys.
Con sus rostros a pulgadas de distancia, una oleada de adrenalina caliente corrió por las venas de Brittany. Sus labios se estremecieron en anticipación al contemplar la curvatura de los labios regordetes de Santana, recordando cómo se
sintieron pegados contra los suyos. Trató –Dios sabe que lo intentó– de mantener sus manos lejos de ella, pero no pudo. Las encontró deslizándose lentamente por su cintura, deteniéndose cuando metió los pulgares en la cinturilla de la falda. Ella la atrajo hacia sí, disfrutando de la forma en que su sudor se sentía contra su piel.
Fue el turno de Santana de arrastrar su labio entre los dientes mientras sus ojos se clavaron en los de Brittany con pura lujuria. La música palpitante y la sensación de sus pechos presionando los de ella, la alimentaron aún más. Ella no sabía si Brittany lo oyó, pero un suave gemido salió de sus labios. Se dio la vuelta, arqueó la espalda contra su pecho e inclinó su cuello hacia arriba. Lentamente –muy lentamente– Brittany puso los brazos de ella alrededor de su cuello. Mientras sus dedos se enredaron en su cabello, ella acarició con sus manos la curva de sus codos, rozó los costados de sus pechos y, finalmente, las acomodó en su cintura. Con sus cuerpos moviéndose en sincronía con 50 Cent hablando de Solo un pedacito, Santana sintió su corazón tropezar sobre sí cuando Brittany rozó sus labios contra el lóbulo de su oído.
Ahora quería darse la vuelta de nuevo y mirarla a la cara para ver sus hermosos ojos y disfrutar de cada centímetro de su delicioso cuerpo, pero cuando lo intentó, ella la mantuvo en su lugar. Se estaba burlando de ella, y lo sabía. Su toque dejaba un calor abrasador en cada centímetro donde se ponía en contacto con su piel sensible. La dejaba queriendo –no, deseando– más. Su atención estaba convirtiéndose en una adicción que ella no creía que jamás podría conseguir suficiente. Si la "Madre Naturaleza" no estuviese llamándola, hubiera permanecido en esa posición con ella toda la noche.
Volviéndose con rapidez hacia Brittany, la miró a los ojos. –Tengo que ir al baño, – dijo, las palabras salieron sin aliento como anticipó que lo harían.
–Te voy a acompañar, –respondió, limpiándose una fina capa de sudor de la frente.
–No tienes que hacerlo.
Ella le sonrió casi interrogante. –No voy a dejar que deambules por este caos sola.
Ella bromeando flexionó sus bíceps. –De hecho, soy una chica dura.
–Bueno, eres una hermosa chica dura, por lo que me sentiría mejor asegurándome que no te lastimen en tu camino a sacar un poco de ese alcohol de tu sistema.
Ella se encogió de hombros casualmente. –Supongo que tienes razón.
Brittany la condujo suavemente por el codo a uno de los baños ubicados en el primer piso. Con la gran fila rodeando su camino a través de la cocina, decidieron probar uno de los otros disponibles en el segundo piso. Santana observó detenidamente a la montaña de escaleras con un gesto de dolor. Brittany sonrió ante su reacción y la ayudó a subir hasta lo alto. Para su consternación, la fila para ése baño era más larga. Brittany soltó una risa gutural por la expresión de su rostro. Ella sacudió la cabeza y le explicó que había un tercer piso que supuestamente tenía más cuartos de baño. Como lo hizo antes, Brittany la ayudó a subir las escaleras. Sin fila en absoluto y el piso superior esencialmente vacío, Santana estuvo fuera en menos de dos minutos.
Cuando Santana salió, se encontró con Brittany apoyada contra la pared, con los ojos fijos en ella mientras caminaba hacia ella.
Imitando su posición, junto a ella, sus hombros apenas se tocaban. Giró el cuello para mirarla. –Gracias por asegurarte que no fuera atacada en mi camino hasta aquí.
Alejándose de la pared, Brittany se paró directamente frente a ella –tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. –No es un problema. ¿Estás lista para volver a bajar?
Tentando su propia destrucción, ella negó con la cabeza. Los sonidos de la música y la fiesta de abajo se desvanecieron. Aparte de su propia respiración, Santana sólo podía oír su voz, ver sólo sus ojos, y sentir sólo su aliento caliente acariciando sus mejillas.
Brittany podía sentir las emociones filtrándose a través de sus ojos. Lujuria.
Deseo. Querer. Necesidad. Todo lo que los suyos reflejaban. Se acercó más aún, sus ojos nunca se alejaron. –Dime lo que quieres, –le susurró.
Sin responder y actuando por impulso, ella se apretó contra Brittany, fundiéndose en la solidez de su cuerpo duro. Llevó lentamente sus brazos alrededor de su cuello, mirando profundamente sus ojos y aspirando el suave aroma de almizcle de
su colonia a través de su nariz. Lo ancló con una mirada lasciva, sus labios a pulgadas de distancia y su dulce aliento a alcohol bailando en su rostro.
–Dilo, Santana. –Las palabras salieron con un gruñido mientras agarraba la curva de sus caderas–. Necesito escucharte decirlo.
Incluso en su estupor inducido por el alcohol, sabía lo que quería decir. Con su pecho subiendo y bajando por su respiración entrecortada, respondió, apenas consiguiendo sacar las palabras de sus labios. –Yo... yo te deseo.
Con el peso de su cuerpo, la apretó contra la pared y le lamió el suave lugar debajo de su oreja. –Dime cuán jodidamente me deseas, –respiró.
El calor pulsó en su estómago, sintiendo un hormigueo por todo su ser, mientras su lengua trazaba una tórrida y húmeda línea hasta el cuello. –Oh Dios, Brittany, –gimió, su cuerpo temblaba–. Estás en mis sueños, en mis pensamientos, en mi piel.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, Brittany reclamó su boca. Sus labios fueron una sorpresa para su sistema, rompiendo el ritmo y la certeza de su corazón pulsante. Ella sabía a menta, un poco de alcohol, y algo inherentemente a Brittany. Un delicioso calor se acurrucó en cada músculo, cada fibra y cada célula de su cuerpo. Con una mano extendida a lo ancho de la parte baja de su espalda, elevó la otra y la enterró en sus rizos enmarañados. Santana gimió suavemente mientras el calor de su boca se movía fácilmente por sus labios. El asalto a sus nervios estaba cerca de abrumarla, sin permitir que un sólo pensamiento coherente pasara por su mente. Brittany podría haberle robado el aliento la primera vez que se besaron, pero aquí y ahora – sigilosa como una gata ladróna– estaba tratando de robar su corazón. Con el alcohol, la lujuria y el deseo corriendo por sus venas, Santana fue vagamente consciente de ellas tropezando a una habitación vacía. Con la parte posterior del pie, Brittany pateó la puerta para cerrarla. Se abrazaron unos a otros como una boa enrollada alrededor de su presa. Brittany dejó escapar un gemido cuando sus labios brevemente se alejaron, dejando suficiente tiempo para que Santana sacara su camisa sobre su cabeza. Los dedos de Brittany desabrocharon con torpeza su blusa, finalmente arrojándola al suelo. Con sus dos pechos jadeantes de aire –Santana en su sujetador, falda y zapatos de tacón y Brittany con su sujetador y sus pantalones– se encontraban frente a frente mirándose la una a la otra. La conexión las sorprendió y rebotó a través de ellas. Sin romper nunca su mirada, Brittany inclinó la cabeza y aplastó su boca en la de ella otra vez, sus labios sabían mejor de lo que ella recordaba. Sus manos recorrían su piel suave mientras
estudiaba cada centímetro, leyendo su carne como una novela escrita en braille.
Todo en ella era pura delicia. La besó como si el breve tiempo que habían estado separadas se hubiese muerto de hambre de todas las necesidades básicas. Santana soltó un suave gemido cuando su lengua lamió su oído, cuello y hasta la curva de su clavícula. Ese gemido –ese pequeño gemido lujurioso– puso el cuerpo y mente de Brittany a toda marcha cuando cayeron sobre la cama.
El nombre de Rachel vagamente surgió en la mente de Santana, junto con la culpa de lo que estaba a punto de hacer, pero esos pensamientos rápidamente se  desvanecieron cuando Brittany bajó el borde festoneado de su sujetador de encaje blanco. Empujó la rodilla entre sus piernas, persuadiendo para abrirlas, se inclinó y lamió el suave bulto de sus pechos. Rodeando un pico tenso con sus labios, lo chupó suavemente. Santana sintió que se ruborizaba y se acaloraba mientras se apretaba contra su boca, su cuerpo se retorcía con un ardiente placer bajo su ataque. Su lengua hábilmente hizo que el ardor en su estómago se desplegase,
mientras que cada círculo lento y lánguido y la gentil caricia la deshacían al segundo.
Brittany le subió la falda por encima de su cintura, su beso se volvió frenética, mientras sus manos rozaban la suave carne entre sus piernas. Santana gimió cuando ella tiró de sus bragas hasta sus muslos. Se quedó sin aliento otra vez mientras sus ardientes ojos azules observaban su reacción cuando ella deslizó dos dedos –y luego un tercero– dentro de sus pliegues húmedos, su espalda se arqueó por la sensación. Sus ojos no se apartaron de ella mientras dejaba escapar un grito ahogado. Ella llevó sus brazos hacia arriba, arrastrando sus dedos por su cabello y tiró de Brittany hasta sus labios. A medida que el beso se hacía más profundo, la respuesta de Brittany fue un largo gemido interminable en su boca, sólo aumentando el fervor que ya corría por ella.
Su boca estaba caliente y hambrienta sobre la de ella, su lengua se deslizaba dentro y fuera saboreando su dulzura hasta que Brittany se esforzaba por más. Su cuerpo palpitaba de placer cuando ella le clavó las uñas en sus hombros, arañándola y cavándola mientras movía sus caderas contra su mano. Alejándose, su boca abandonó sus labios mientras continuaba empujando los dedos en su interior, el aliento de ella se volvió rápido, mientras su mirada se posaba sobre su hermoso rostro.
Mirando esos ojos marrones, de repente se formó un nudo en el pecho de Brittany, casi bloqueando su capacidad para respirar. Era un fruto prohibido, y Dios sabía que quería probarla. Ella había estado dispuesta a hacer cualquier cosa para tenerla. Ella la deseaba. La necesitaba. Pero se dio cuenta que por mucho que se moría por este momento, no podía tomarla ebria y no se permitiría tenerla así –en la casa de un extraño. La quería cuando estuviera en el correcto estado mental y en su cama. Quería despertar con ella a su lado, y tenía que saber que esto no era sólo el alcohol tomando la decisión por ella. Retiró los dedos de su interior intentando detenerse, pero tan pronto como lo hizo, ella cogió su muñeca y tiró de sus dedos humedecidos a su boca, succionando cada uno como una paleta.
El simple acto fue tan deliciosamente caliente para Brittany que sintió que su sangre se agolpaba en su cuerpo aún más rápido. Una vez más, sus labios se estrellaron contra los de ella, ahogando sus gemidos mientras volvía a hundir sus dedos dentro de su calidez. La beso más duro, gimiendo mientras levantaba sus piernas para rodear su cintura. Cuando Santana soltó el agarre de su cabello y le pasó los dedos por su estómago para desabrocharle el pantalón, fue entonces cuando supo que tenía que detenerse otra vez.
Con un tortuoso, brutal y doloroso dominio de si misma, Brittany salió de la cama, con el pecho subiendo arriba y abajo. Caminó a través de la habitación,
pasándose las manos por su cabello.
Tendida en la cama en estado de shock total y tratando de recuperar el aliento, Santana la miró con el rubor del deseo aún resplandeciendo en sus mejillas. –¿Qué sucede? –Exhaló, su voz era un desorden entrecortado.
–No puedo hacer esto, Santana. –Ella cogió su camisa del suelo y se la pasó por la cabeza. Tomando la de ella, la arrojó por la habitación hasta la cama, asegurándose de no estar demasiado cerca de ella otra vez. Si lo hacía, sabía que no había vuelta
atrás–. Levántate y vístete.
Sentándose, la humillación la atravesó mientras se encogía de hombros dentro de su blusa. Jadeaba y estaba confundida más allá de cualquier pensamiento racional. –Pero pensé que esto es lo que querías.
Por pérdida de palabras, miró su hermoso rostro y todavía tratando de calmar sus propias hormonas embravecidas, Brittany tragó saliva y se limitó a sacudir la cabeza.
–Oh Dios mío, sabía que esto pasaría, –susurró Santana, tropezando con sus pies, con la cabeza todavía mareada por el alcohol–. Tú no me quieres. Nunca lo hiciste. Sólo soy uno de tus enfermos y retorcidos rellenos de huecos por la noche, otro peón para ti del juego de vamos–a–joder–la–cabeza–de–una–mujer.
En dos zancadas, Brittany estaba al otro lado de la habitación. Tomando su barbilla en su mano, frotó su pulgar por su labio inferior. –No, Santana, sólo escúchame.
Ella alejó de un golpe la mano de su rostro mientras las lágrimas surgían de sus ojos. –No puedo creer esto. Me siento como una tonta.
–Santana, –susurró. Al ver que estaba claramente ebria le hacía sentirse menos mujer de lo que creía ser–. Por favor, no pienses que no te quiero. Lo que acaba de suceder... lo que acaba de ocurrir... –dijo, señalando la cama–. Ese pedacito que tuve de ti me hace querer mucho más, sólo ese pedacito puso a cualquier mujer con la que he estado en vergüenza. Te quiero más que a nada. No puedo permitir que esto ocurra así.
Aparentemente no afectada por su declaración, Santana intentó abotonar su blusa. –Tú no me deseas. Tengo que irme, –sollozó, tratando de hacer su camino hacia la puerta.
Brittany la cogió por el codo y le dio la vuelta, poniendo sus manos en sus caderas. Ella trató de apartarse, pero entre su puño férreo y la cantidad de alcohol que atravesaba su sistema, su esfuerzo fue inútil.
Ella se inclinó y la miró a los ojos. –¿Crees que fue fácil para mí detenerme, Santana? No tienes idea de lo mucho que quiero hacer esto contigo... Tocarte otra vez, –susurró, rozando su mano por su mejilla–. Probarte de nuevo. –Se lamió los labios, saboreando sus persistentes jugos–. Para finalmente sentirte debajo de mí. – Sus dedos tiraron lentamente su cabello–. Te lo dije... Te deseo más que a nada, pero no aquí, no en esta casa y no mientras estés ebria.
Un ceño ensombreció el espacio entre sus cejas mientras se limpiaba una lágrima de su rostro. –Oh, la epifanía viene ahora, ¿No? –Ella se alejó de su agarre, tambaleándose hacia la puerta de nuevo–. Vete al infierno, Brittany.
Todavía tratando de ayudarla a salir de la habitación, Brittany la levantó en vilo en un grácil movimiento, como un novio que lleva a su novia a través del umbral.
Al no tener más remedio que aferrarse a su cuello para mantenerse, Santana respiró pesadamente. –Bájame.
–Apenas puedes caminar.
–Puedo caminar bien. ¡Ahora bájame!
Brittany ignoró su petición y abrió la puerta. Al salir de la habitación, el pasillo una vez vacío parecía un burdel con parejas besándose en todas direcciones, Brittany giró. Sólo se enfermaba del estómago aún más, sabiendo que tenía a Santana reprimida dentro de esa habitación en una escena como esta. Bajó las escaleras con ella en sus brazos. A pesar de que ella trató de retorcerse de su abrazo, sus esfuerzos fueron inútiles mientras su cabeza cayó hacia atrás y cerró los ojos con cada paso que daba. Ni siquiera la música ensordecedora la sacó de su ebrio estupor.
Escudriñando el desorden enloquecedor de cuerpos ebrios, Brittany hizo contacto visual con Trevor sentado en una silla reclinable y con Fallon acurrucada en su regazo. La frente de Trevor se arrugó cuando vio a Brittany con Santana. Dando la impresión de estar fuera de si, Fallon se quedó clavada en la silla cuando Trevor se puso de pie y se acercó a Brittany.
–¿Qué está mal con ella?
–No se siente bien, –respondió Brittany–. Ve a buscar a tu hermana y nos vemos en mi auto.
Santana cuidadosamente levantó la cabeza del hombro de Brittany. Ella sonrió en dirección a Trevor. –Me siento bien, Trevor, –dijo arrastrando las palabras–. Pero Brittany es una idiota.
Y con eso, cerró los ojos, con la cabeza caída hacia atrás contra el hombro de Brittany y los brazos colgando a un lado.
Trevor levantó una ceja.
–Ni siquiera preguntes en este momento, –comentó Brittany–. Haz lo que te dije.
–Bueno, estoy bastante seguro de que voy a ir a la casa de Fallon esta noche, –Trevor sonrió–. Adelante, mete a Santana en tu auto, voy a encontrar a Q y enviarla fuera.
Brittany asintió rápidamente y se abrió paso a través de la fiesta. Unos chicos silbaron y aplaudieron por ella, gritando que iba a casa con "un buen pedazo de culo ebrio." Luchando contra la tentación de bajar a Santana por un breve momento y golpear a todos, Brittany continuó su camino serpenteando a través de la multitud de fiesteros y, finalmente, salió por la puerta.
Los ojos de Santana se abrieron mientras Brittany intentaba colocarla sobre sus pies mientras abría la puerta del lado del pasajero. –No me voy a sentar adelante contigo, Brittany, –dijo arrastrando las palabras.
Tropezando, agarró la puerta trasera y se deslizó a sí misma a través del asiento trasero. En una fracción de segundo, estaba fuera.
Sacudiendo la cabeza, Brittany se movió alrededor del auto, entró, encendió el motor y estacionó frente a la casa. Unos minutos más tarde, con la ayuda de su hermano, Quinn se metió en el asiento delantero.
Trevor sonrió. –Asegúrate de llevar a mis dos chicas a casa a salvo. Te llamaré mañana.
Brittany asintió.
–Te quiero, hermano, –Quinn se echó a reír y le lanzó un beso mientras se alejaban. Después de mirar hacia Santana, ella se sacó sus tacones y apoyó los pies en el tablero–. Está jodidamente fuera de combate, ¿no?
Brittany no respondió mientras miraba directamente al frente.
Quinn vio a Santana y luego movió sus ojos hacia Brittany. –Oh mierda. ¿Pasó algo entre ustedes dos?
Sacudiendo la cabeza, ella apretó con fuerza el volante. –Hazme un favor, Quinn. Hazle saber cuándo se despierte en la mañana que me detuve por todas las razones correctas y nada más.
Habiéndola conocido lo suficiente, Quinn no presionó más y permaneció en silencio durante el resto del viaje. La única vez que Santana se despertó fue cuando el auto se detuvo, mientras Brittany pagaba un peaje en el puente Verrazano–Narrows.
Ella murmuró algo inaudible y rápidamente se volvió a dormir. En el momento en que llegaron al edificio, Quinn también se quedó dormida en el país de los sueños, y Brittany tuvo que despertarla.
El sonido de las puertas del auto cerrándose despertó a Santana, ella se enderezó, balanceándose de lado a lado. Con su visión borrosa, fue poco capaz de distinguir a Brittany de pie junto al auto, hablando con Olivia. Deslizándose por el asiento trasero, Emily abrió la puerta del auto y casi cayó al suelo intentando salir del vehículo. Brittany la cogió por el brazo antes de que sus rodillas besaran el concreto.
Santana le lanzó una mirada gélida y alejó el brazo de ella. –¡No me toques!
Agarrándola por la cintura, Brittany apretó su cuerpo contra el suyo y apoyó su espalda contra el auto, con su pesada respiración y una expresión de granito.
Los ojos de Quinn se ampliaron por su intercambio.
–Ve adentro, Q, –dijo, sin voltearse para mirarla, con los ojos fijos en Santana–. Voy a llevarla en un minuto.
–Brittany, lo siento. Todo esto fue mi culpa. Yo debería–
–Quinn, no es tu culpa. Sólo tienes que ir adentro, –contestó, su voz dura.
Quinn llevó su mano a su boca y se alejó.
Santana la miró, con una sonrisa irónica inclinando sus labios. –Seguro que rompes los corazones de chicas, ¿no?
Con sus calculadores ojos ardiendo en los de ella, la gran mano de Brittany entró por la parte trasera de su cuello y la atrajo hacia su boca. Santana no se resistió.
Como cuestión de hecho, agarró su cabello, tirando de ella con más fuerza contra su cuerpo. Gimiendo en su boca, Brittany fácilmente dominó el beso. Sin importar el pasar de espectadores, infiernos, ni siquiera le importaba si Rachel caminaba hacia ellas en ese mismo momento. Todo lo que le importaba era que Santana supiera lo mucho que la deseaba.
Y tan pronto como Brittany comenzó el beso, lo terminó. Volviendo a jugar el rol de un novio que lleva a su novia, cogió a Santana en brazos y la llevó a través del vestíbulo y el ascensor. Colocándola bajo sus pies, sus ojos se fijaron en los de la otra. Fue sólo cuestión de segundos antes de que fueran de nuevo, ambas golpeando con fuerza en la boca de la otra. Una lucha de poder de la clase más feroz sobrevino, manos deslizándose arriba y abajo, la espalda de Santana presionada contra la pared, el cabello de Brittany siendo arrastrado, las piernas de ella alrededor de su cintura, sus gruñidos y gemidos. Brittany fue rápida en volverse desesperada por rasgar su ropa y plantarse firmemente dentro de ella allí mismo, en ese elevador.
Cuando las puertas se abrieron, finalmente cesaron. Brittany se pasó las manos por su cabello, desordenándolo aún más, y Santana se ajustó la falda. Caminó con ella a su apartamento, encontraron a Quinn durmiendo en el sofá. Siguió a Santana a su dormitorio y vio que se metía en su cama. Sin un segundo vistazo en su dirección, ella se dio la vuelta, dejó escapar un suspiro y se desmayó.
Cruzándose de brazos, Brittany se inclinó contra la puerta mientras sus ojos captaban su pecho subir y bajar con el sueño. Si no fuera por el sonido de la puerta delantera cerrándose, alejando su atención lejos del cuerpo soñoliento de Santana, la habría observado toda la noche.
Brittany caminó por el pasillo hasta la cocina, donde se encontró con Rachel tirando sus llaves en el mostrador.
Girando, Rachel la inmovilizó con una mirada sospechosa. –¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Brittany se acercó a ella. –Las chicas fueron a una fiesta en una casa en Staten Island, y Santana tuvo un problema con un imbécil. Quinn llamó a Trevor, y fuimos allí para asegurarnos de que todo estaba bien.
La frente de Rachel se frunció. –Espera, ¿estaban en una fiesta? Ella jodidamente me mintió. Se suponía que iban a estar en Pink.
Brittany comenzó a responder, pero Rachel habló de nuevo.
–¿Y por qué diablos nadie me llamó?
Sin caer en el tono de Rachel, Brittany inclinó la cabeza hacia un lado y entrecerró los ojos. –Supongo que decidieron ir a la fiesta en su lugar. Que yo sepa, las personas tienen derecho a cambiar de opinión. –Brittany se acercó más–. Si de vez en cuando comprobaras tu maldito teléfono mientras estas fuera, habrías visto la llamada de Trevor. ¿Y por qué no tratas de despejar tu correo de voz, así alguien en realidad podría dejarte un jodido mensaje?
Cruzando sus brazos, Rachel levantó la barbilla, con una mirada glacial en sus ojos.
Brittany la miró por un momento, tratando de sofocar su adrenalina, su voz fue extrañamente tranquila. –Como he dicho... fuimos allí, nos aseguramos que todas estuvieran bien, y las traje aquí. –Sacó las llaves del bolsillo, sin apartar los ojos de Rachel–. Sé una buena novia y ten una aspirina y agua a su disposición para cuando se despierte por la mañana. Lo va a necesitar.
Sin decir una palabra, Santana salió por la puerta.
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Activo Re: [FanFic Brittana] Collide (Adaptación) Capitulos 9, 10 y 11 (22/05/14)

Mensaje por Sophia27 Jue Mayo 22, 2014 3:07 pm

Capítulo 11
Mar de incertidumbres



A la mañana siguiente Brittany se preparó una taza de café, esperando que la cafeína alejara sus pensamientos de Santana. Caminando hacia la ventana de su ático, se encontró con el cielo asediado por amenazantes nubes grises cerniéndose sobre la ciudad. Se ajustaba perfectamente a su estado de ánimo.
Inquietud junto con su falta de autocontrol se arrastraron a través de su sistema mientras furtivos recuerdos de los dulces labios de Santana tejían a través de su mente. El olor de su perfume se aferró a su piel, impregnando sus poros... y por Dios, la embriagaba a cada minuto. Aunque su cuerpo todavía vibraba de placer por su encuentro, su mente estaba atrapada en una maraña de emociones.
Un golpe en la puerta interrumpió los eventos acalorados dando vueltas en su cabeza. Al abrirla, se encontró con Trevor llevando una amplia sonrisa, denotando que estaba de un mejor estado de ánimo que Brittany.
–Joder, tía, te ves como una mierda, –dijo Trevor, acomodándose en el sofá con sus largas piernas extendidas hacia el frente.
Brittany se sirvió una taza de café y se sentó en un taburete de la cocina. –No pude dormir.
–Lo siento, hermana. Yo, sin embargo, dormí como un bebé envuelto en los brazos de Fallon.
Una débil sonrisa inclinó la boca de Brittany. –Suena como que fue bien.
–Más allá del bien, –respondió con una sonrisa–. De hecho me interesa. Ella tiene esta guay y fresca personalidad, y para colmo, es un poco rara. Quiero decir, va en ambos sentidos.
Con una ceja levantada, Brittany sonrió. –Tu hermana va en ambos sentidos, también.
Trevor se encogió. –¿De verdad tienes que matar mi cuchicheo sacando eso a colación?
Brittany se encogió de hombros.
Trevor la observó fijamente durante unos segundos, como si leyera algo en sus ojos. –¿Entonces vas a decirme lo que está pasando contigo y Santana?
–Nada está pasando conmigo y Santana, –lo cortó con un tono áspero.
–Amiga, nos conocemos desde hace catorce años. Tenía la sensación de que algo estaba pasando entre ustedes dos, y anoche sólo se confirmó.
Brittany se levantó y caminó hacia la ventana mientras pensaba qué decir. Su respuesta fue lenta y aprensiva. –Estoy interesada ella.
–Hermana, por favor, no me digas que te la follaste.
Se dio la vuelta y lo inmovilizó con una mirada dura. –No, no me la follé, Trevor.
–Bueno, ¿qué diablos está pasando?
Mordiéndose el labio, Brittany se paseó por la habitación como un animal enjaulado. No sabía cómo explicar lo que sentía por Santana. No sabía cómo Trevor lo percibiría tras confesarlo todo. Lo único que sabía era que no podía darle sentido a sus emociones, y en ese momento, no le importaba si debería.
Ella sentía lo que sentía.
Fin. De. La. Historia.
–Amiga, solo dilo.
Brittany se pasó las manos por su cabello y lo miró desde el otro lado de la habitación. –Creo que me estoy enamorando de ella.
Con los ojos de desaprobación, la boca de Trevor colgó entreabierta. Se puso de pie y se acercó a ella. –Conoces a nuestra amiga Rachel, ¿verdad?
Un gesto desfiguró los rasgos de Brittany. –¿Qué clase de pregunta es esa? – preguntó, como si la respuesta debería ser obvia.
–Vamos, Brittany. ¿Cómo te enamoraste de la chica de nuestra amiga?
–La conocí antes que supiera que ella estaba con Rachel, –respondió, las palabras salieron a través de sus dientes apretados. Caminó de regreso al mostrador y se bebió el resto del café.
–Espera, pensé que la primera vez que la conociste fue esa noche en el club.
Brittany suspiró profundamente, poniendo sus manos en la parte posterior de su cuello. –No, es complicado. Ella entregó comida a mi oficina. Traté de conseguir su número... –Hizo una pausa, su estómago retorciéndose al recordar la primera vez que vio a Santana. Incluso ahora, el pensamiento de ella casi evaporaba el oxígeno de sus pulmones–. O tal vez traté de darle mi número. No puedo jodidamente recordar, fue en junio. Fui a su trabajo al día siguiente para verla, y luego nos presentaron a los pocos días.
Trevor volvió al sofá, hundiéndose en él. –Mira, amiga, voy a ser brutalmente honesto. –Brittany lo miró desde el otro lado de la habitación–. Ella está pensando en casarse con ella, pronto.
Una vez más, el oxígeno casi se agotó, Brittany tragó saliva y se apoyó en el mostrador. –¿Ella te dijo eso?
–Sin duda, ¿Te lo mencionó?
–Sí, pero no creí que iba en serio. –Un dolor desgarrador atravesó su estómago mientras su pecho se contraía ante la idea–. Además, ella no la ama. ¿De verdad crees que dejó de follar con Mónica? Segura como la mierda que no lo hizo.
–Conociéndola, probablemente tengas razón. Pero, si te digo la verdad, hermana, no pienso en eso. Lo que ella hace es su negocio. Santana está con ella por sus propias razones, y en lo que a mí me respecta, ella quiere ver lo que quiere. Es tan simple como eso.
–Bueno, no es tan sencillo para mí, –respondió en un tono ascendente.
–Tiene que serlo. Necesitas acabar con la mierda que sea que está pasando entre ustedes dos.
–No creo que pueda. –Vacilando, inhaló una bocanada de aire, bajando la voz a una muesca–. Se supone que debe estar conmigo.
–Amiga, esto sólo puede terminar en desastre. Brittany, en serio, necesitas realmente pensar en lo que estás haciendo. Sólo piensa en ello. Ella la ama, también.
–Ella no la ama, –se mofó–. Está confundida o algo así. Puede que sea mi amiga, pero al igual que todos los demás, jode con su cabeza y la arrastra para que sienta una necesidad por ella.
–No. Estás jodiendo con tu propia cabeza pensando que ella no la ama.
Escucha lo que dices, hermana. Da un paso atrás y sinceramente escucha lo que está diciendo aquí.
A pesar de que no decía nada, los ojos de Brittany se endurecieron como fragmentos de vidrio astillando lejos de un espejo roto.
–Mira, sólo estoy siendo honesto. Es una mala situación. Tú lo sabes, y yo lo sé.
–¡No voy a negar que es una mala situación! –Levantó sus manos, las palabras rompiendo como un trueno–. ¿Me veo como una especie de idiota? ¡Una serpiente es una serpiente, no importa cuántas veces se despoja de su piel! ¡Rachel no es jodidamente buena para ella!
Dejando escapar un suspiro, Trevor se acercó a la puerta. Se dio la vuelta y miró a Brittany. –Eres como una hermana para mí, amiga, pero creo que estás tratando de difamar a Rachel por tus propias necesidades personales en estos momentos. Y, a decir verdad, me estás poniendo en un mal lugar. Ya puedo ver esta mierda volverse un desastre, y no quiero ser parte de ello.
Volviendo a sentarse, Brittany miró desde el otro lado de la habitación, la derrota visible en sus ojos. –¿Qué diablos se supone que debo hacer?
–Tienes que olvidarte de ella. Toda esta mierda es un error. Y, más importante aún, tienes que recordar que Rachel es tu amiga. –Trevor exhaló profundamente y negó con la cabeza antes de salir por la puerta–. Te llamaré más tarde, hermana.
El consejo era tan simple. Olvídate de ella. Las palabras no podían estar más cerca de la verdad. Esto podría ser un gran error, pero la mujer en el extremo receptor no podía ver eso. Ella se negaba rotundamente. Santana nunca sería un error para ella, sin importar la cantidad de personas que lastimara en el proceso, incluida ella misma. Todo lo que ella y Santana podrían ser era real para Brittany. Cuando ella dijo que sentía que ella tenía que estar con ella, no era sólo una declaración acalorada. No era sólo una inclinación. Desde el primer momento en que sus ojos se encontraron, lo sintió hasta lo más profundo de su alma, hasta el fondo de su núcleo. Ella había sido hecha para ella en todos los sentidos. A pesar que ella era la definición misma de fuera de límites, su mente y su corazón gritaban que arrojara todo al viento y dejara que todo el maldito asunto quemara hasta el suelo. Por lo tanto, en el mar de la incertidumbre, se hundiría, tratando de hacerla suya, y no temía que un amigo ni un enemigo pudieran detenerla. Sólo rezaba para que la mujer que saturaba sus pensamientos sintiera lo mismo.

*****

Santana se despertó sintiéndose como si se hubiera tragado un puñado de clavos. Su garganta ardía en carne viva mientras las imágenes imprudentes de la noche anterior se reproducían por toda su mente. Los pensamientos, esparciéndose alrededor como canicas, sólo convertían su sien en un dolor de cabeza a toda regla. La culpa de lo que le había hecho a Rachel y su relación
quemaba casi tan caliente como su excitación insaciable por Brittany.
Con una escasa y temblorosa respiración, levantó la cabeza y miró a su alrededor. Rachel no estaba en la cama. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando sus ojos vieron la mesa de noche. Junto con una nota explicando que iba a volver pronto, dejó también dos aspirinas y un vaso de agua que no podía consumir suficientemente rápido. El líquido frío y las pequeñas píldoras mágicas se
deslizaron hacia el estómago, eventualmente ofreciéndole un poco de alivio, pero no casi tanto como lo necesitaba.
Gruñendo, miró miserablemente la luz gris que se filtraba por las cortinas de la ventana. Sacó las mantas por encima de su cabeza. Quería que la imagen de Brittany encima de ella, besándola, tocándola, y probándola se borrara, derritiera, y se alejara, desterrada a un lugar que nunca podría encontrarla de nuevo.
Buen intento...
Sin embargo, más rechazaba el innegable placer que produjo su muy–breve intercambio, más la ansiaba. Su dominante pero aun así suave beso, sus caricias duras pero suaves, la forma en que sus dedos –oh Dios, la forma en que sus dedos excavaron dentro de ella– meramente habían provocado a sus sentidos con el dulce sabor de lo que ella era realmente capaz de hacer. Ni siquiera la peor de las resacas podía mantener su cuerpo anhelando por más. El aroma de su colonia todavía enredado en su cabello no hacía nada para disminuir alguno de los pensamientos que tenían a su vientre casi tambaleándose al borde del orgasmo allí mismo, sola en el cama.
A pesar todo esto, su cabeza estaba bajo ataque, bombardeada con la voz de su madre.
–Rachel es una buena mujer, Santana. Asegúrate de aferrarte a ella y no la dejes ir.
Claras visiones se reprodujeron de todos los momentos que Rachel la había ayudado, mientras su madre estaba enferma. Santana estuvo cerca de rendirse antes de que falleciera. Congelada de miedo e incapaz de ayudarla en sus últimos días, no fue ella quien vigilaba a su madre –ni siquiera fue su hermana, Lisa, porque había estado en un accidente casi fatal unos días antes– fue Rachel. No había límite a la cantidad de veces que ayudó a su madre. Sostuvo su cabello mientras ella vomitaba en un orinal, mientras Santana se sentaba sosegada en una silla al otro lado de la habitación en completo shock por lo que se estaba desarrollando a su
alrededor. Olvídate del pago de las facturas del hospital y ocuparse de los gastos funerarios por su cuenta, incluso llegó al extremo de permitir que Santana y Lisa mantuvieran lo poco que la póliza de seguro de vida proporcionaba.
¿Y así es como se lo pagas?
Los pensamientos forzaron que lágrimas impotentes y calientes salieran cuando se deslizó de la cama y caminó a regañadientes al baño. El persistente licor se revolvía en su estomago vacío con cada paso. Fue entonces cuando se dio cuenta que todavía estaba envuelta con la ropa de la noche anterior. Ella se encogió cuando las arrancó de su cuerpo, con ganas de quemarlas en una hoguera, junto con el recuerdo de lo que había sucedido.
Sacándose el maquillaje apelmazado y el aroma de Brittany de sus labios, se salpicó agua caliente con jabón a su rostro, una vez más su estómago miserable con la culpa. Se miró en el espejo con disgusto, ira y odio –pero, en ese momento, decidió que no se revolcaría bajo su propio escrutinio por lo que hizo. Estaba ebria, esa fue su historia, y se aferraría a ella. Sobria, sin duda, nada de esto nunca habría sucedido. Su cuerpo podría desear a Brittany, pero de ninguna manera, condición o forma lo hacia su mente. Todo su placer, era simplemente una serpiente compañera del demonio sexual oculto bajo la superficie de su piel.
Por lo menos trataba de convencer a su cerebro en cortocircuito con eso en esta particular mañana de domingo.
Permaneció inmóvil sobre el fregadero permitiendo que más agua fluyera en sus manos ahuecadas, casi saltó fuera de su piel cuando sintió un suave toque en su hombro.
–Jesús, Rachel, me asustaste, –dijo, con voz tímida y acribillada con un perspicaz pánico subyacente el cual trataba desesperadamente de suprimir.
¿Puede darse cuenta? ¿Me veo diferente? Oh Dios, ¿Todavía huelo a ella?
Le dio una suave sonrisa, su voz era baja, incluso calmada. –Estás temblando, nena, –dijo, alejándole el cabello enmarañado de su rostro–. Vamos a entrar a la ducha, ¿de acuerdo?
Tragando de nuevo el ácido construyéndose continuamente en su garganta, ella asintió con la cabeza mientras deslizaba sus bragas al suelo, su cuerpo temblando en el proceso. Ella salió de ellas y se desabrochó el sujetador, sin apartar los ojos de su mirada. La cogió de la mano, la llevó a la ducha y la encendió. Le hizo un gesto para que se metiera. Con la respiración temblorosa por los nervios, observó mientras Rachel se desnudaba. Cogió el jabón, frotándolo a toda prisa por todo su cuerpo intentando deshacerse de la persistente saliva de Brittany de sus poros. Al entrar en la ducha, Rachel presionó su espalda contra su pecho mientras comenzó a masajear sus hombros. Inhalando uno de los alientos más profundos, ella dejó caer la cabeza hacia atrás, tratando de saborear el calor del agua.
–¿Está Quinn despierta? –Preguntó ella, tratando de comenzar una conversación.
–No lo creo. La puerta de su habitación todavía está cerrada. –Continuó masajeándole los hombros–. Debió haberse levantado del sofá porque ahí es donde ella estaba inconsciente cuando llegué ayer por la noche.
–¿A qué hora nos reunimos con tus padres? –Le preguntó reaciamente.
–Tenemos que comenzar a prepararnos tan pronto como hayamos terminado aquí.
Santana asintió con la cabeza.
–Así que estabas bastante ebria anoche.
Ella se agachó por el shampoo y se mordió el labio. –Sí, lo estuve.
–¿Qué hiciste ayer por la noche, Santana? –Su voz se endureció lo suficiente para enviar un escalofrío por su columna.
Intentando recuperar el aliento, ella se volvió hacia Rachel. –¿Qué... qué quieres decir?
Con sus ojos fijos en los de ella, lentamente levantó una mano y le rozó el mentón con su pulgar. –Me mentiste, –declaró finalmente con suavidad.
Con el corazón rebotando en su pecho, Santana negó con la cabeza, pareciendo luchar contra las lágrimas. –Yo... no te mentí acerca de nada.
Rachel tomó el shampoo de ella, vertió un poco en sus manos, e hizo un poco de espuma. Con los ojos todavía fijos en ella, recogió su cabello y comenzó a lavarlo. – Me encontré con Brittany anoche cuando entré.
Tratando de ocultar el pánico que sabía que cruzó sus rasgos y querer ahogarse, asfixiarse, jadear, o incluso morir allí mismo, en la ducha, Santana le devolvió la mirada, incapaz de formar una oración. Un nudo se formó en su garganta, amenazando con cortar todo el oxígeno.
–Me dijo que ustedes chicas no fueron a Pink.
Tragando un nudo, el oxígeno silenciosamente volvió de nuevo a sus pulmones. –Oh, –dijo ella sin aliento–. Umm, sí, nos decidimos ir a una fiesta en la casa de alguien que Fallon conoce.
–Bien, me mentiste.
–No te mentí, Rachel, –susurró, enjuagando el shampoo de su cabello, sabiendo que estaba albergando una mayor mentira–. Fue un cambio de último minuto en los planes. Eso es todo.
Acercando su cuerpo al suyo, bajando su boca a la curva de su mandíbula–. Está bien, cambio de último minuto de los planes que no me dijiste. –Ella rodeó con sus brazos su cintura–. ¿Y si hubiera ido a Pink, Santana? Hubiese pensando que algo te sucedió.
–Tienes razón, –concedió ella. Era lo menos que podía hacer, teniendo en cuenta... bueno, teniendo en cuenta todo. Ella sabía que Rachel podría haber hecho fácilmente una llamada telefónica rápida para ver cómo estaba, pero no estaba a punto de empujar su suerte–. Debería haber llamado. Tenía muchas bebidas encima y honestamente, no pensé en ello. Lo siento, la próxima vez voy a llamar.
Pareciendo satisfecha con su respuesta, ella le entregó el jabón y se dio la vuelta, poniendo sus manos sobre el azulejo. –¿Puedes lavar mi espalda? –haciendo espuma, hizo lo que le pidió–. No estoy segura de que habrá una próxima vez, tú saliendo con esa loca de nuevo.
–Pero, Rachel, ella...
–Mira, no estoy de humor para discutir contigo, Santana. Nunca te he visto tan fuera de si antes. Intenté despertarte, pero no te movías. –Inclinó el cuello de lado a lado y rodó sus hombros–. Hubo un momento, sinceramente, creí que tenías intoxicación por alcohol hasta que finalmente murmuraste algo. Esto me lleva a pensar que ella no es, obviamente, una buena influencia para ti. Fin de la historia.
No estás saliendo con ella de nuevo.
Por una pérdida de palabras, se quedó quieta con las manos enjabonándola.
Volviéndose, Rachel tiró suavemente su cabeza hacia atrás por el cabello y fijó sus labios contra los suyos. Rachel no podía verlas, pero lágrimas silenciosas bajaban por sus mejillas en medio del agua que corría por su rostro. Hoy, en estos momentos y segundos, no protestaría por sus palabras ridículas. Ella no podía. No estaba en ella. Apenas le quedaba alguna pelea, no después de la maniobra autodestructiva que sacó hace menos de doce horas con su amiga. Cuando Rachel comenzó a hacer el amor con ella, no eran sólo sus manos que estaban presentes en su carne. La culpa se deslizó sobre su piel, manifestándose en su interior como una enfermedad. Ahora ella usaría la última pelea restante que le quedaba para evitar la abrumadora sensación de vergüenza que amenazaba con tragarla por completo.

*****

Sentada en un restaurante italiano en el Upper East Side, Santana tomó sus cubiertos y miró a Joan Berry, la madre de Rachel, desde el otro lado de la mesa. – Sí, de hecho comienzo la semana que viene.
–Eso es fantástico, –Joan continuó, entrelazando sus dedos–. Estoy feliz que mi Rachel te consiguiera el trabajo en Greenwich Village. Las escuelas allí son maravillosas. –De repente, el rostro de Joan se transformó con desagrado–. Sin embargo, tengo que decir que me horroriza pensar que estuvieras realmente considerando un trabajo en Bushwick de todos los lugares. Es basura, una absoluta basura.
Aunque no la escandalizo, Santana se encogió interiormente por su declaración, reprimiendo una cruda respuesta. Joan había sido conocida por rodearse estrictamente de personas que lucían autos que cuestan una pequeña fortuna. Con su excesivamente caro cabello rubio teñido, sus inyecciones mensuales de Botox, y sus uñas de acrílico falsas, Santana no estaba segura de si había una parte original en el cuerpo de la mujer, incluso sus pechos eran cuestionables. La única cosa sobre el "maniquí" que conocía ser real era que era una snob engreída y cazafortunas.
–Ahora, Joan, estoy seguro que Santana no tenía conocimiento de la demografía de la ciudad cuando presentó su currículo, –el padre de Rachel, Henry, respondió.
Arrastrando una mano por su cabello castaño, se reclinó en su asiento y le dedicó una cálida sonrisa–. ¿Estoy en lo cierto o no?
Santana asintió. –Tiene razón, señor Berry. Sólo visité el sitio Web del Departamento de Educación del Estado de Nueva York y solicité todo lo que estaba disponible.
Cogiendo la mano de Santana, Rachel le disparó a su madre una mirada ardiente.
–Asumo toda la responsabilidad por no advertirle sobre ciertas áreas. Ella no tenía ni idea de dónde buscar.
Santana sonrió en su dirección, apretándole la mano un poco más fuerte.
–Oh, Rachel, cariño, estás defendiéndola por su obvia falta de hacer una investigación adecuada antes de mudarse a un nuevo estado. –Ella acarició dulcemente la espalda de su hija al mismo tiempo que la sonrisa de Santana caía–. Eso es todo lo que hubiera tenido que hacer, sólo un poco de investigación de su parte para evitar–
Cortándola, Santana formó su voz cuidadosamente, tratando de mantener el borde de hostilidad al mínimo. –Por si lo ha olvidado, tenía mucho pasándome. Se me debe de haber olvidado en medio de, no sé, la muerte de mi madre. –Santana cubrió la respuesta con una linda y pequeña torcedura del cuello.
–Bueno, por supuesto, no me olvidé de eso, –rápidamente respondió, volteando su cabello detrás de su hombro–. Yo simplemente estaba diciendo–
–Madre, –dijo Rachel con énfasis–. Déjalo. –Bajó sus cubiertos y apoyó los codos sobre la mesa, la mirada en sus ojos firmemente le pedían que cerrara la boca.
Con un jadeo, Joan se movió en su silla y se ajustó el cuello de su traje Chanel, el cual Santana suponía que probablemente costaba dos meses la renta de ella y Quinn.
Deslizando su brazo alrededor de su silla, Henry miró a su esposa. –Sí, vamos a dejarlo por ahora, ¿de acuerdo?
Joan hizo una breve inclinación de cabeza y cogió su copa de vino tinto. –Está bien.
Durante la siguiente media hora, Santana se sentó muda, tratando de pensar un plan para salir de allí. Ceguera repentina, dificultad respiratoria aguda, infiernos, incluso un paro cardíaco encabezó su lista mental de dolencias para reclamar como excusa. La tensión en el aire era tan espesa como el jarabe de arce caliente. La migraña real, forjando su camino a través de su cráneo sólo intensificó su necesidad de huir. Estuvo agradecida cuando el padre de Rachel rompió el silencio, sacando uno de sus infames chistes que implican una prostituta y una gallina.
Rachel miró a Santana después de que el camarero despejara sus platos. –Cariño, vas a comer el postre, ¿verdad?
Ella sacudió la cabeza para declinar.
Pensándolo bien y metiendo otro trozo de comida en la boca, pensó seriamente que podría salir de esta pesadilla convulsionando por toda la mesa. La idea mantuvo un cierto grado de atracción.
–En realidad, lo haré, – replicó Santana.
Mientras esperaba su tiramisú, Santana observó a Rachel y se dio cuenta que estaba empezando a sudar, casi todo el color se drenó de su rostro. Si no se equivocaba, se veía tan mal como ella se sentía.
Y eso era malo.
Colocando su mano en su mejilla, le preguntó, –¿Estás bien?
Rachel asintió con la cabeza, y con una mano temblorosa, cogió una servilleta de la mesa y se secó el sudor de la frente. Santana le dio su agua, y después de unos sorbos, vació todo el vaso. Vio a los padres de ella para calibrar su reacción sobre su comportamiento extravagante y los encontró a ambos sonriendo como el gato de Cheshire en su dirección.
¿Huh?
Cuando sus ojos regresaron a Rachel, esta se levantó de su asiento, deslizando una mano no tan sin problemas en el bolsillo de su bolso. Por los próximos segundos, fue como si las vistas y los sonidos se reprodujeron en cámara lenta para Santana.
Su corazón empezó a correr como un ratoncito asustado huyendo de su depredador.
Rachel empujó la silla de la mesa.
Tump...
Rachel lentamente se agachó sobre una rodilla.
Tump... Tump...
Rachel extrajo una pequeña caja de terciopelo negro.
Tump... Tump...
Línea plana...
Biiiiiiiiiiip...
En algún lugar en medio de lo que Santana estaba presenciando, su ahora brumoso cerebro registró el sonido lejano de otros clientes dejando escapar exclamaciones alegres al ver lo que su novia estaba a punto de hacer. Una abundante sequedad, una que podría burlar fácilmente el desierto del Sahara, plagó su lengua. Con la visión borrosa examinó la multitud, la mayoría tenían
amplias sonrisas, algunos apuntaban en su dirección, un hombre, incluso gritó –¡A por ello, amiga! –poniendo fin a su grito con un silbido a través de sus dedos.
Mirando hacia ella de rodillas frente a ella, la ansiedad interminable hizo que Santana tartamudeara la mayoría de sus palabras. –Rachel... qué... ¿qué estás haciendo? –Susurró.
Tomando una respiración apresurada, levantó la mano de Santana a su boca y le dio un suave beso en ella, su voz era temblorosa y baja. –Te amo, Santana. –Ella abrió la caja, haciendo destacar un anillo de compromiso de corte princesa de más de un quilate. Sus ojos brillaban con lo que parecían ser lágrimas–. Me completas en todos los sentidos imaginables. ¿Me harías el honor de ser mi esposa?
Aún tratando de procesar en su totalidad la propuesta y buscando desesperadamente un ritmo normal de respiración, Santana llevó una mano a su rostro y le acarició su mejilla, su voz era más baja que un susurro. –Rachel, ¿podemos ir a hablar en privado, por favor?
Casi de inmediato, la sonrisa que llevaba cayó de su rostro, pero antes de que pudiera responder, su madre habló.
Su rostro estaba retorcido como si estuviera ofendida. –¿Seguramente vas a decirle que sí a mi hija? –Dijo impaciente.
Henry le envió a su esposa una letal mirada, silenciándola.
Sin responder, Santana se mordió el labio y miró hacia sus manos retorciéndose en su regazo.
Rachel lentamente se puso de pie, ofreciéndole a su madre una mirada escudriñadora. Se agachó y cogió suavemente la mano de Santana. –Umm... bien, cariño,– dijo, en voz baja y un poco rota–. Hay una sala de banquetes a la que podíamos entrar.
Santana dejó escapar el aire que sus pulmones mantenían como rehén. Tomó la mano de Rachel, y con la cabeza abatida por la vergüenza, la siguió hasta la parte trasera del restaurante. Por el rabillo del ojo, pudo ver a los espectadores enderezarse en sus sillas y reanudar tranquilamente sus comidas. Bajos susurros que caían sobre todo el restaurante sonaron con fuerza en sus oídos como una banda de secundaria.
Rachel cerró la puerta de la habitación vacía, su pregunta no formulada permanecía en el aire. La mirada abatida en sus ojos decía todo mientras se cruzaba de brazos y lentamente caminaba hacia una ventana.
La voz de Santana era apenas un susurro, pero aun así se transmitió a través de la habitación donde ella estaba, inmóvil. –Sólo necesito un poco de tiempo, Rachel.
Eso es todo.
Sin volverse a su dirección, exhaló una respiración pesada, con una voz tan baja como la de ella. –No lo entiendo, Santana. Hemos hablado de esto unas cuantas veces. Pensé que me amabas.
Santana dejó escapar un sollozo, a pesar de toda su resolución interna para no perder la cabeza. –Dios, Rachel, por supuesto que te amo. Te amo más de lo que puedas imaginar, –lloró, las palabras tenían un sabor fétido en su boca mientras los
pensamientos inquietantes de la noche anterior amargaban su estómago. Lo último que necesitaba eran las imágenes de Brittany, pero no sirvió de nada. Ella fue allí, persistiendo en sus pensamientos. Su sonrisa... sus ojos... su risa... todo en ella aumentaba su confusión. Su teoría sobre su mente no deseándola fue volada en pedazos.
Al igual que su corazón hundiéndose un poco más–. Ni siquiera vivimos juntas todavía. Pensé que sería el primer paso antes del matrimonio.
Rachel se volvió hacia ella. –Quería que vivieras conmigo cuando llegaste a Nueva York, Santana. Tú eres la que no quiere comprometerse a eso. –Mientras Santana trataba de recomponerse, Rachel se trasladó al otro lado de la habitación, salvando la distancia. Con una mano temblorosa, le acarició la mejilla–. Te amo. Ese es nuestro siguiente paso, bebé. Por favor, dime si esto tiene algo que ver con lo que tu padre le hizo a tu familia. Yo nunca te haría eso, Santana. Juro por Dios que no lo haría.
Ahora la visión de Santana volvió a un recuerdo de casi veinte años atrás. Por mucho que negó tener algún recuerdo del hombre... ella lo tenía. Uno en particular:
La mañana que él salió de la casa y de su vida para siempre. Destellos de su rostro confundido de cinco años de edad mirando a una figura –que incluso a su temprana edad, Santana sabía que lo amaba muchísimo– llegó a su mente. Sus pequeños brazos agarrando su pierna intentando hacer que se quede invadieron sus pensamientos como un invitado no bienvenido. A pesar de que trató –y Dios sabe que trató– no podía aferrarse firmemente. Él era demasiado fuerte para que su pequeño cuerpo lo manejara. Todavía podía oír el tortuoso sonido de su madre y hermana llorando mientras él, ebrio, maldecía a cada una de ellas con palabras
que sus frágiles oídos no deberían haber escuchado.
Aferrándose a un oso de peluche, Santana lo siguió por detrás, gritando por él, mientras se tambaleaba hacia la puerta principal. Era un día soleado, eso es otra cosa que recordaba. El sol brillaba sobre él, perfilando su cuerpo como el ángel que ella creía que era, mientras se alejaba y se metía a su auto. Ella recordó haber pensado que volvería. A pesar que no lo hizo. No importa cuántas veces se sentó con su té imaginario entre sus muñecas, esperando su llegada, él nunca apareció.
Eso es todo lo que ella hizo, esperó por alguien que nunca volvió. Se esfumó.
Despareció como un fantasma. El repugnante recuerdo trajo un nuevo grupo de lágrimas a sus ojos ya empapados.
Sin embargo, esos recuerdos perturbadores no tenían nada que ver con su razonamiento de no querer apresurarse a contraer matrimonio. Estaba asustada. En realidad, aterrorizada era lo más parecido. Tenía que vivir con Rachel primero antes de tomar cualquier decisión. Por lo menos en este momento, eso es lo que sentía.
Mirando hacia atrás, tal vez debería haber ido a vivir con ella desde el principio, pero no podía cambiar el pasado. Sin embargo, hoy en día eso llamaba a su puerta en muchas formas perversas. A pesar de que no permitiría que su culpa por lo que había hecho la noche anterior la detuviera para aceptar la propuesta de Rachel, sin duda, tenía cuestionando su juicio moral –ebria o no.
–No tiene nada que ver con mi padre, –susurró ella, mirándola fijamente a sus ojos marrones–. Sólo necesito unos días para pensar en esto.
Presionando los labios en una línea dura, Rachel asintió con fuerza. –Muy bien, te voy a dar el tiempo que necesites.
–¿Estás enojada conmigo? –Preguntó, más lágrimas se derramaban por sus mejillas.
Ella sacudió la cabeza y le limpió delicadamente las lágrimas de su rostro. –No estoy enojada contigo, Santana. Sorprendida y confundida, sí, pero no enojada.
Rachel la tomó entre sus brazos y le besó la parte superior de la cabeza, su cuerpo temblaba contra ella mientras lloraba un poco más. Ella no quería hacerle frente a sus padres, especialmente a su madre, ni tampoco quería caminar a través del restaurante. La vergüenza de todo esto era demasiado abrumadora para ella.
De alguna manera sintiendo su ansiedad, Rachel le entregó un ticket para el valet y la acompañó hasta la salida, al costado del edificio.
Saliendo a un pequeño callejón, a regañadientes se volvió para mirarla.
Sosteniendo su mirada, Rachel vaciló un momento antes de regresar al restaurante para recuperar su cartera. Sus ojos tenían una tristeza que Santana sabía que ella había causado, y sus hombros una vez seguros ahora colgaban. La mujer a la que había llegado a conocer como un alma segura de sí misma perdió algo en esta particular tarde de domingo a finales de agosto. Su corazón se hundió aún más de lo que podía haber imaginado. La mirada de dolor asolada en sus ojos estaría para siempre incrustada en su memoria. Mientras cerraba la puerta detrás de ella, las palmas de Santana se sentían húmedas por el sudor, con los ojos  nrojecidos por el llanto, y su cuerpo adolorido con una profunda tristeza.
Unos días... Sólo necesito un par de días, y luego le haré saber...
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Mensaje por Dani(: Jue Mayo 22, 2014 6:42 pm

AMÉN volviste jaja
que momento de esas 2 y espero que san le diga que no a rachel xq el amor de dios! No te pierdas tanto saludos
Dani(:
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Mensaje por 3:) Jue Mayo 22, 2014 10:09 pm

holap,...

dios espero que en ese tiempo san le diga que no!!!
y que britt avance con lo que siente con san, si al fin y al cabo sabe que rachel engaña a san con monica,.. no pierde nada!!!

nos vemos!!!
3:)
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