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Mensaje por micky morales Vie Jun 20, 2014 9:13 pm

que pdo decir, ya me advertiste que me molestaria con brittany algunas veces mas pero es que......sin palabras!
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Mensaje por Dani(: Sáb Jun 21, 2014 11:35 pm

3:) escribió:holap,...

me gusto el capitulo!!!!
linda sorpresa le dieron las amigas de san ajajjajja
a veces el "no se" de britt es frustrarte!!!,.... paciencia lo único que queda,.. jajja
me gusta la nueva amistad de Sybill,...

nos vemos!!!!

Hola Hola!
Me alegra que te gustara! y si britt es demasiado frustante para todo mundo jaja
va ser genial veras!
Saludos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 

atercio escribió:WOW...wow wow ...me lei esta historia en dos dias, gran adaptación, ahora espero la actualización pronto y espero que no te demores mucho, gran historia y gran adaptación...

la mejor de las vibras  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 2145353087 

Hola Hola!
Me alegro que te gustara en serio y que comentaras más!
Saludos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 

micky morales escribió:que pdo decir, ya me advertiste que me molestaria con brittany algunas veces mas pero es que......sin palabras!

Hola Hola!
Britt va a ser mas frustante pero san le va a hacer competencia!
Saludos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 
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Mensaje por Dani(: Sáb Jun 21, 2014 11:43 pm

Capítulo 9


Todavía percibía el olor de Santana en mi almohada, pero su cabeza ya no la compartía con la mía como durante toda la noche. Bueno, toda la noche a partir de nuestra escena de sexo de reconciliación encima de la mesa. Pero estaba cerca. Su canturreo desafinado dela canción que sonaba en la radio era una señal reveladora. Me volví en la cama con una sonrisa en el rostro. Cuando mis ojos se posaron en un trasero, un trasero desnudo, que estaba trajinando con la máquina del café, mi sonrisa se ensanchó.

— ¿He mencionado últimamente que tienes un culo precioso? —dije al tiempo que me incorporaba sobre los codos, porque si el trasero desnudo de Santana estaba expuesto para alegrarme la vista, pensaba disfrutar de ello. Me sonrió mientras vertía el café en una taza.
—Anoche sin ir más lejos, cuando lo agarrabas al tiempo que gritabas mi nombre.

—Vaya. Alguien se ha levantado con vena chulesca esta mañana. —Sentí la tentación de mirar la hora en mi teléfono, pero eso habría significado apartar la vista. La hora podía esperar; una Santana desnuda haciendo café no.

—Yo me levanto en ese lado de la cama todos los días, Britt —dijo volviéndose. Como la mala chica que era, mis ojos se centraron en determinado punto de su cuerpo.

—Sí, sin duda lo haces. —Si sonreía más me dolería.

—Buenos días. —Me ofreció la taza mientras yo seguía mirándola impertérrita.

—Sí que lo son —contesté al tiempo que me sentaba.

—Vale, Britt, tienes que dejar de mirarme así o voy a llegar tarde al entrenamiento. —Esperó hasta que desvié la vista a sus ojos antes de darme el café. Probablemente fue lo mejor. Las mujeres boquiabiertas y las tazas humeantes no eran una buena combinación.

—Si no querías que te mirase así, deberías haberte puesto algo de ropa. —Alcé una ceja y di un sorbo—. Gracias por el café. Muy servicial por tu parte. Santana recogió sus Bragas y sujetador, que habían acabado en el suelo la noche anterior, y se los puso antes de sentarse junto a mí.

—Me gusta tenerte satisfecha —dijo, y recorrió mi cuerpo con la mirada—. En todos los sentidos.

Suspiré delante de mi taza. —Una sugerencia: si no quieres llegar tarde al entrenamiento, tú tampoco deberías decir ese tipo de cosas. Sus ojos se despejaron y regresaron a los míos casi inmediatamente. No sabía cómo era capaz de pasar de destilar sexo un momento a transformarse en alguien tan responsable el siguiente, pero era algo que dudaba de que yo fuera capaz de dominar jamás.

—Anoche no me diste la oportunidad de decírtelo precisamente, puesto que estabas ocupada haciendo estragos encima de esa mesa, que se ha convertido oficialmente en mi mueble favorito —una sonrisa se formó en su rostro mientras observaba la mesa—, pero siento todo lo que pasó ayer, Britt. Quería que todo fuese perfecto y no podría haber ido peor.

No, no podría. Bueno, al menos hasta la noche. Le cogí la mano y se la estreché. —Yo también lo siento —contesté, tan acostumbrada a aquellas palabras que para entonces podía haber sido una experta titulada. En la historia de nuestra relación «Lo siento»,
«Perdóname» y «He metido la pata» surgían casi con la misma frecuencia que «Te quiero».

—Si no te gusta la casa, no pasa nada. Encontraremos otra —añadió, rodeándome los hombros con los brazos—. Quiero que seas feliz, Britt, y nunca habría cogido este sitio si hubiese pensado que iba a molestarte. Suspiré aliviada. El día anterior habíamos luchado contra aquella conversación. Ese día podíamos hablar de ello de forma tranquila y constructiva. Quizá era así como debíamos enfrentarnos a esa especie de minas antipersona en el futuro: desnudas y en la cama.

—Lo sé, Santana. Es solo que me pilló desprevenida. Todo está ocurriendo muy rápido, y a veces siento que no tengo oportunidad de tomarme un respiro. —Hice una pausa para dar otro trago—. ¿Lo entiendes?

—Créeme, lo entiendo —respondió, asintiendo—. No tienes que explicármelo, Britt. Lo comprendo, y siento haberte hecho todo esto aún más duro. Llamaré al agente inmobiliario esta tarde y le diré que empiece a buscar un sitio distinto. ¿Vale? —Me atrajo hacia ella y apoyó la barbilla en mi cabeza.

— ¿Ese agente inmobiliario estará buscando casas de tres dormitorios y dos baños? —Empecé a decirme a mí misma que debía calmarme, así si aquello tomaba un giro acalorado, podría manejarlo mejor.

Santana gruñó, pero no de forma tajante, como si también estuviera intentando contenerse antes de que nuestro mal humor se intensificara. —Te das cuenta de cuánto dinero estoy ganando este año, ¿verdad, Britt? Y de cuánto voy a ganar a partir de…

—Lo sé, lo sé —la interrumpí, y me mordí la lengua para guardarme mis siguientes comentarios—. Pero ¿cómo cambia eso quién eres? ¿Y quién soy yo? ¿Y lo que queremos? —Esas eran en el fondo las preguntas para las que necesitaba respuestas.

—No me cambia a mí, ni a ti ni lo que queremos en absoluto, Britt —dijo con tono tranquilo—. Lo único que cambia es nuestro estilo de vida. Y cuántos cochazos tenemos en nuestro garaje de cinco plazas.

Dejé el café en la mesilla. Santana no lo estaba entendiendo, o yo no estaba siendo clara.

Yo no quería más coches que dedos en la mano. No quería más garajes que pelos en la cabeza. Quería a Santana. Y un techo sobre nuestras cabezas, y un coche de fiar y la nevera llena también estarían bien.

—Yo no quiero cambiar nuestro estilo de vida—repliqué—. Creía que nuestro estilo de vida estaba bastante bien.

—Está bastante bien, Britt. Mierda, claro que está bien —dijo sin aflojar su abrazo. Así es como debía mantenerse una conversación, apretada contra ella—. Pero podría estar mucho mejor. Todas esas veces que he querido ir a la joyería y comprarte lo más grande y brillante que pudiera, todas esas veces que he querido llevarte a algún restaurante elegante y pedir lo más caro de la carta solo porque quería que tuvieses lo mejor. Todos esos inviernos que he querido comprarte un todoterreno que se reiría de conducir en invierno. —Hizo una pausa y apoyó la cabeza en el cabecero—. Estoy harta de no poder darte las cosas que mereces. Lo que decía me tocaba la fibra sensible, pero no aliviaba para nada la tensión que sentía siempre que empezaba a hablar de dinero.

—Sé que lo estás, cariño. Sé que lo estás —contesté—. Pero lo que pasa es que todos estos años en los que crees que has estado dándome lo segundo mejor…
—Más bien lo cuarto mejor —murmuró.

—Bueno, entonces debo de ser el tipo de chica de lo cuarto mejor, porque nunca me he sentido desatendida o estafada. Permanecimos un momento calladas, aunque el volumen de nuestros pensamientos no permitía que reinase el silencio exactamente.

— ¿Britt? ¿Por qué te incomoda tanto el dinero? Mierda. Con lo desnuda y vulnerable que me hizo sentir su pregunta, bien podría haber vuelto a tumbarme en esa mesa. Santana tenía una capacidad sorprendente para saltarse las chorradas y ver lo que había en el fondo de lo que yo estaba tratando de esconder.

Algunos días adoraba ese don. Otros días lo odiaba. Aún no estaba segura de qué tipo de día era ese. Inhalé y exhalé, descartando las medias verdades que ocultaba, intentando llegar a lo que realmente me preocupaba. Estaba preparada para decir lo que parecía cerca del fondo del asunto.

Yo vengo de saber lo que es tener tanto dinero en el banco que ni siquiera te dabas cuenta de que podrías preocuparte por algo como el dinero —comencé, y me retorcí entre sus brazos para ovillarme más cerca de ella—. Y vengo de saber lo que es tener tan poco en el banco que no estás seguro de si tendrás una casa que llamar hogar al mes siguiente. Conozco los altibajos. El dinero no puede hacerte feliz. No quiero fingir que lo hace, o lo hará.

—Britt, lo sé —me interrumpió—. Sé que no puede hacerte feliz si no lo eras ya. Pero tú y yo hemos creado algo tan bueno antes de todo esto que un poco de pasta en el banco solo puede mejorarlo.

—No —contesté de forma abrupta—. ¿Lo ves? Eso es. No quiero que mi satisfacción en la vida esté ligada a algo como el dinero. De ninguna forma. Quiero que estén separados. —Levanté una mano y la extendí a la derecha—.Aquí están Brittany y la montaña rusa de sus emociones. —Santana era lo bastante lista como para evitar sonreír—. Y aquí está el dinero —añadí, alzando la otra mano y extendiéndola a la izquierda—. No quiero que estén conectados nunca. Nunca.

— ¿Nunca? ¿O nunca jamás? —Ahora sonreía—. Porque hay una diferencia. Le propiné un codazo antes de contestar.

—Nunca, nunca, jamás. Consideró aquello por un momento antes de asentir.

—Vale. Creo que puedo con eso. —Sonaba tan sincera como parecía.

— ¿Sí? Cogió mis manos, que seguían extendidas, y me las besó. —Sí .Quién habría dicho que una sesión de sexo salvaje encima de la mesa y una noche de sueño podrían allanar el camino para una conversación productiva sobre algo por lo que el día anterior nos habíamos estado gritando la una a la otra? Oh, sí.

— ¿Necesitas algo más? —Me besó en la frente antes de rodar para bajarse de la cama—.Si no me marcho en los próximos treinta segundos, voy a llegar tarde al entrenamiento.

—Necesito… algo —respondí, arrojando la sábana a un lado—, pero para eso tienes que estar aquí. Santana no apartó la vista de mi rostro, pero supe que hacerlo la estaba matando.

—Eres cruel, Britt. ¿Lo sabes?

—Hummm. —Me puse de costado para ofrecerle una mejor vista. Sonreí cuando su mirada se desvió por un brevísimo instante. Se dio unas palmaditas en las mejillas, se volvió y cogió sus vaqueros.

— ¿Por qué no te vas de compras o algo mientras entreno? —Preguntó al tiempo que sacaba su cartera—. Hay una burrada de tiendas por aquí en las que estarían ansiosos de atender a la futura esposa de una quarterback de la liga nacional. —Sacó aquella tarjeta negra y brillante, y me la tendió. Volví a cubrirme con la sábana. Santana arrugó el entrecejo.

— ¿Estabas aquí durante la conversación que acabamos de mantener? —le pregunté fulminando la tarjeta negra con la mirada. Su entrecejo se contrajo un poco más antes de alisarse.

—Sí. —Volvió a meter la tarjeta en su cartera y se quedó de pie, con aire desamparado. Yo no quería que se sintiese así. Sabía que Santana quería cuidar de mí; era lo que tenía en mente en todo lo que hacía. Era solo que yo no necesitaba ni quería que una reluciente tarjeta negra cuidase de mí.

— ¿Crees que podrías prestarme tu camioneta?—le pregunté con la esperanza de que eso calmase sus ansias por hacer algo por mí—.Estaba pensando en ir a la playa y vegetar todo el día.

—Claro —respondió, y volvió a hurgar en su bolsillo. Como imaginaba, parecía aliviada por poder hacer por mí algo que estuviera dispuesta a aceptar—. Tiene el depósito lleno, así que llévala a dar una vuelta. —Me tendió las llaves de su nueva camioneta. También estaban relucientes. Todo estaba asquerosamente reluciente. Nunca pensé que me resistiría tanto al brillo.

—Vamos, no podría ver por encima del volante de esa cosa —dije, y le guiñé un ojo para mitigar el golpe—. Eso si fuese capaz de subirme a ella sin tu ayuda. Necesitaría un taburete o una escalera.

— ¿Quieres que llame un taxi? —Me preguntó, y entonces se le iluminó la cara—. ¿O por qué no vas a comprarte ese coche deportivo que llevo tiempo queriendo regalarte? Así puedes elegir tú misma el color. Alcé la mano y me mordí la lengua.

—Gracias. Por todas esas ofertas —repuse—pero estaba pensando en coger tu viejo trasto. A Santana se le arrugó la frente. —Así, si me paso todo el día dando cabezaditas en la playa, no tendré que preocuparme porque algún crío enfadado con el mundo destroce tu flamante camioneta. —Esa era una de las razones por las que quería coger su vieja camioneta, pero sin duda no la principal. Su rostro reflejó molestia, pero fue solo un instante.

—Las llaves están puestas —dijo mientras se ponía los vaqueros—. Y acabo de cambiar el aceite y la he puesto a punto, así que no deberías tener ningún problema con la vieja tartana. Fulminé con la mirada la camiseta que iba acoger. Sabía que la ropa era necesaria, pero debería haber hecho una excepción en el caso de Santana López.

— ¿Cambio de aceite? ¿Puesta a punto? —Inquirí cuando introdujo la cabeza por la camiseta—. ¿Es la misma camioneta que ayer afirmabas que ibas a mandar al desguace? Puso los ojos en blanco y se calzó sus Converse. Al menos esas seguían siendo las mismas zapatillas viejas y raídas a las que estaba acostumbrada.

—Me estás rompiendo las tetas, mujer.

—Pronto seré tu esposa —repuse—. Ese es uno de los requisitos del trabajo. Se quedó paralizada, y sus dedos dejaron de volar en torno a los cordones.
— ¿Pronto? —repitió, y sus ojos brillaron. Oh, oh. No tan «pronto» como el día o la semana siguiente.

—Tan pronto como sea capaz —dije, y el corazón me palpitó un poco por el modo en que me miraba. Con una sola mirada, Santana era capaz de derretir todos y cada uno de mis músculos justo antes de que se tensaran de anticipación.

Santana sonrió satisfecha. —Me conformaré con eso —contestó, y entonces, en lugar de acabar de subirse la cremallera de sus ajustados jeans, movió su mano en la dirección opuesta. Ya se me estaba acelerando el pulso. — ¿Qué estás haciendo? Santana cruzó la habitación y saltó a la cama. —Voy a llegar tarde —afirmó antes de que su boca y su cuerpo cubrieran los míos.

*****

Una cosa a la que podría acostumbrarme en el sur de California? Las playas y el sol. Habían pasado ocho horas largas, y no había hecho más esfuerzo físico que el que suponía dar vuelta y vuelta. Eso y desenroscar el tapón de mi botella de agua. Me veía ahí. Si el sur de California fuese conocido como uno de los centros neurálgicos de la danza mundial, ya estaría lista. El sol estaba empezando a descender en el cielo, pero me quedaba al menos una hora larga para empaparme de rayos UVA y no quería perdérmelo solo por un caso grave de retortijones causados por el hambre. Para decantar el voto entre quedarme y marcharme, el estómago me rugió de nuevo. —Vale —refunfuñé, y anoté mentalmente que la próxima vez que fuera a la playa tendría que llevar algo más que una barrita de muesli.
Antes de que pudiera empezar a recoger mis básicos de playa, me sonó el teléfono. Lo cogí y leí el mensaje.

TODOS LAS TÍAS ME HAN PREGUNTADO POR QUÉ LLEVO TODO EL DÍA CON ESTA ESTÚPIDA SONRISA EN LA CARA. Seguido de una carita sonriente. TE HEECHADO LA CULPA A TI.

ME ENCANTARÁ CARGAR CON LA CULPADE ESA ESTÚPIDA SONRISA, escribí, esbozando mi propia estúpida sonrisa cuando me vinieron varios recuerdos a la cabeza.
ESPERO QUE NO TE IMPORTE SEGUIR TENIÉNDOLA MAÑANA.

Seguido de una carita que guiñaba un ojo. Su respuesta fue instantánea.
MIERDA, CLARO QUE NO.

Me reí y, antes de que pudiera escribir una respuesta, mi teléfono volvió a emitir un pitido
.DÓNDE ESTÁS? NUNCA ES DEMASIADO PRONTO PARA EMPEZAR A TRABAJAR EN ESA SONRISA DE NUEVO.

Nunca había oído nada más cierto.

Escribí: SIGO EN LA PLAYA. Y YA ESTOY SONRIENDO SOLO DE PENSAR EN HACERTE SONREÍR A TI. Me incorporé y metí el protector en mi bolso cuando llegó su respuesta.
TE VEO ALLÍ Y COJO LA CENA POR EL CAMINO…

Su mensaje terminaba con puntos suspensivos, y entonces el teléfono sonó con otro mensaje.

Y YO ESTOY SONRIENDO AL IMAGINARTE SONRIENDO POR PENSAR EN HACERME SONREÍR.
Me reí al imaginarla con la sonrisa en el rostro, pisando el acelerador y colocándose bien los pantalones.

BASTA DE SONRISAS, ESCRIBÍ. DATE PRISA, PORQUE QUIERO QUE ME HAGAS GEMIR.
Como si corriera peligro de que me pillaran pasando notas en clase, miré a un lado y al otro. Cuando llegó su respuesta, casi di un salto.

PIENSO HACERLO, BRITT.

Me revolví, sintiendo el calor que se extendía por todos los lugares adecuados. Oí unos silbidos delante de mí. Alcé la vista cuando un par de tíos que llevaban tablas de surf pasaron tranquilamente, mirando boquiabiertos cierto punto que a Santana no le habría gustado que mirasen. — ¡Sí! —les dije, lanzándoles una mirada que venía a decir « ¿En serio?»—, ¡son tetas! Uno de ellos tuvo la decencia de apartar la vista. El otro se limitó a sonreír aún más. Era la Santana de las dos.

—No, guapa —respondió el engreído—, eso son pezones. Bajé la vista. «Mierda.» Sí, eso que sobresalía para que lo viera toda la playa de La Jolla eran sin duda mis pezones. Maldita Santana y todos sus mensajes de contenido sexual por encenderme de esa manera. No se me ocurrió ninguna respuesta cortante, pero no podía permitir que el surfero tuviera la última palabra. Me cubrí el pecho con el brazo y le hice un gesto de rechazo con la otra mano. Inclinó la barbilla por respuesta, me guiñó un ojo y siguió caminando. Los hombres eran criaturas irritantes. En todos los órdenes de la vida. Incluso cuando escogías estar sola, descansando en la playa.

No hace falta decir que pasé la media hora siguiente boca abajo. Al menos hasta que atisbé una forma familiar que se contoneaba hacia mí. Me puse en pie de un salto y corrí hacia ella como si no le hubiese visto en meses. Llevaba una bolsa de papel y una sudadera bajo el brazo, y parecía recién duchada. Sin embargo, el modo en que me miraba era todo menos limpio.

— ¿Dónde está esa estúpida sonrisa de la queme estabas hablando? —le pregunté al acercarme.

—Se ha tomado el día libre cuando ha visto lo que llevabas puesto —respondió con severidad—. O lo que no llevas puesto. —Me recorrió el cuerpo con la mirada, y no parecía decidir si le gustaba o no. Yo sabía cómo hacer que se decidiera.

Le rodeé el cuello con los brazos, me puse de puntillas y le planté un beso en la boca que empezó con suavidad pero no acabó del mismo modo.

—Toma —dijo Santana, interrumpiendo nuestro beso—, ponte esto. —Me tendió su vieja sudadera del Siracusa y esperó.

— ¿Por qué? —pregunté, haciéndome la tonta. En cualquier otra ocasión, me habría puesto la enorme sudadera del Siracusa de Santana, pero no cuando se me ordenaba hacerlo. —Porque me has puesto cachonda a cien metros. —Señaló mi traje de baño—. No me gusta la idea de que un puñado de tíos se la casquen mirando a mi chica. —Sacudió la sudadera delante de mí. No. No tenía ninguna intención de hacerlo.

— ¿A quién le importa? —Bajé el brazo que tenía extendido y le sonreí—. La única que se viene a la cama conmigo es la tuya Santana resopló y se cruzó de brazos.

—Diles eso a los cerdos que se acordarán de tiesta noche entre sus sábanas. El numerito en plan controlador ya lo tenía muy visto. Me crucé de brazos y me mantuve firme.

—No sé qué te ha puesto de tan mala leche. Ni siquiera es mi bikini más atrevido. —No lo era. En lo que a bikinis se refería, ese era relativamente soso. Arrugó el entrecejo al examinar mi traje de baño de nuevo.

—Lo único que veo es unos triángulos diminutos y un montón de hilo, Britt —replicó, y parecía atormentada de nuevo—. ¿Estás tratando de decirme que eso no es atrevido? Respondí encogiendo los hombros de forma evasiva.

—Solo hay un modo de resolver esta discusión.

—Los ojos de Santana barrieron el paseo marítimo, entornándose varias veces al hacerlo—. Yo gano —dijo al final—. Todos y cada uno de los capullos al alcance de la vista te están mirando, Britt. Eché un vistazo alrededor.

—Tendremos que estar de acuerdo en no estar de acuerdo —repuse—. Porque estoy segura de que no ha es a mí a quien están mirando, sino a ti. Hizo una mueca.

Ella había llegado a una conclusión distinta. —No, no por esa razón —le dije al tiempo que le daba un suave empujón—. ¿No crees que quizá, solo quizá, te están mirando a ti porque resulta que eres ni más ni menos que la flamante quarterback de los Chargers?—Como si fuese el mismísimo Peyton Manning —repuso Santana, y apretó los labios—.Contigo corriendo por ahí con bikini de hilo dental —me abarcó con un gesto de las manos—, no habría ojos que me mirasen a mí. Traté de contenerla, pero no pude evitar la carcajada que se me escapó. Resultaba casi gracioso cuando Santana estaba ligeramente enfadada. Aunque no era tan gracioso cuando estaba cabreada de verdad. Los ojos de Santana se detuvieron en algo detrás de mí.

— ¡Eh, gilipollas! —Gritó entornando los ojos—. ¡Si no quieres leer tu número mensual de Playboy en braille el resto de tu vida, más te vale dejar de mirar ahora mismo! Le apoyé la mano en un costado y le acaricié trazando círculos con el pulgar. Círculos lentos y relajantes.

— ¿Se puede ser más territorial? —me burlé. — ¿Has oído hablar alguna vez de Oriente Medio, Britt? —Dijo con una sonrisa de suficiencia—. Cubiertas de capas y capas de tela de los pies a la cabeza. —Me hizo cosquillas en los costados. Lo peor había pasado. — ¿Has oído hablar de Europa? —Le espeté en respuesta en pleno ataque de risa—. ¿De qué toman el sol en topless? Creí que habías dicho que te encantaba.

—Rompetetas… —murmuró, antes de volver a tenderme la sudadera—. Vamos. ¿Te lapones? —me preguntó. Preguntó. No ordenó ni mandó ni exigió. Me lo preguntó. Bueno, casi lo suplicó.

—Vale —contesté, porque no podía negarme. Le cogí la sudadera y me la puse. Era cálida, confortable, y olía a ella. Estaba empezando a considerar la idea de llevármela al día siguiente cuando volviera a Nueva York.

— ¿Vale? —Me miraba como si esperara un chiste para rematar. Me puse la capucha por si acaso.

—Vale

—Justo cuando creo que te tengo calada, Brittany Pierce —me pasó el brazo por el cuello y me atrajo hacia sí—, vas y haces algo completamente inesperado. Como escucharme.

Introduje la mano en el bolsillo trasero de sus vaqueros mientras nos dirigíamos a mi pequeño terreno en primera línea.

—Eso también está en la letra pequeña, debajo de romper las tetas —dije, empujándole con la cadera—, las futuras esposas deben mantener a las futuras esposas en ascuas.

—Ah, voy a tener que leer esa letra pequeña.

—Si no puedes hacerlo, estoy segura de que por el camino lograré ofrecerte una demostración en la vida real de todos y cada uno de los puntos —dije, ya al lado de mi toalla—. ¿Qué hay de cena? Y, por favor, no saques una lata de caviar y una botella de champán de esa bolsa o pido una intervención. Sostuvo la bolsa en alto.

—Como sabía que… —arqueé las cejas— no te alegraría ni te entristecería, porque el dinero no tiene ningún efecto en tu medidor de la felicidad —alzó las cejas, evidentemente pagada de sí misma—, he comprado unos tacos de pescado en un puesto ambulante y cerveza barata en una gasolinera. Sonrió con malicia y agitó la bolsa. Yo la cogí y la dejé caer en la toalla antes de rasgarla.

— ¿Tacos de pescado y cerveza PBR? —dije, debatiéndome entre asaltar los tacos o la cerveza primero. Mi estómago tomó la decisión por mí—. Esto, amor mío, me hace muy, muy feliz. —Saqué un taco envuelto en papel y se lo lancé al regazo cuando se hubo sentado.

—Por supuesto que una cena que me ha costado diez pavos iba a hacerte feliz —contestó mientras rompía el papel—. ¿Puedes ser más exasperante? Esa era la pregunta del millón de dólares. Cogí una cerveza de la bolsa, la abrí y se la ofrecí.

—Uau. Sí que has pasado por alto la letra pequeña si no conoces la respuesta a eso, cariño. Se llevó medio taco de un mordisco y puso los ojos en blanco.

—Cómete la cena —me espetó con la boca llena—. Oigo cómo te suenan las tripas desde aquí. Rasgué el papel del mío y probé el suyo antes de dar un bocado. Maldita sea. Vale, conque California se salía con el sol, la playa y los tacos de pescado.

— ¿Bueno? —preguntó mientras yo continua Bacon aquel romance en mi boca. Recordé mis modales y esperé hasta que hube tragado antes de contestar.

—«Bueno» es un insulto a la grandeza de este taco de pescado. Di otro mordisco mientras Santana sacaba otra cerveza de la bolsa. La abrió y me la ofreció.

—Acábalo con un trago de esto y la vida como la conoces se redefinirá, Britt. Ni siquiera esperé a acabar de masticar antes de beber. Bendito orgasmo de las papilas gustativas.

—Sí, ese es el rollo —dijo haciendo chocar su botella contra la mía antes de dar un trago.

—Te. Quiero. —Di otro bocado—. Tanto. Tanto. Santana se metió la otra mitad del taco en la boca y me miró de aquel modo al que me había acostumbrado. Como si yo fuera lo único que quisiese y lo único que querría nunca. No sé cómo sus ojos eran capaces de expresarlo, pero lo hacían. Se acabó el enorme bocado y me apoyó la mano en la mejilla.

—Te quiero. Tanto… Tanto, Britt…Me incliné hacia su cálida mano y choqué mi botella contra la suya.

—Salud.

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Hola Hola aqui les dejo un nuevo capitulo espero que les guste y comenten !
Saludos y Besos
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Mensaje por micky morales Dom Jun 22, 2014 10:46 am

me encanta cuando estan asi de bien, espero que santana entienda que britt es anti-dinero y britt entienda tambien que no tiene nada de malo disfrutar de el de vez en cuando, o no?
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Mensaje por 3:) Dom Jun 22, 2014 1:17 pm

holap dan!!!

me gusto,...
ya britt va hablando con san y eta diciendo lo que quiere y lo que no!!!
la van a pasar bien en california jajajaj

nos vemos!!
3:)
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Mensaje por monica.santander Dom Jun 22, 2014 5:23 pm

Espero que entre las dos puedan encontara el equilibrio entre lo que quieren ambas!1
Saludos
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Mensaje por Dani(: Dom Jun 22, 2014 11:19 pm

micky morales escribió:me encanta cuando estan asi de bien, espero que santana entienda que britt es anti-dinero y britt entienda tambien que no tiene nada de malo disfrutar de el de vez en cuando, o no?

Hola Hola!
Exactamente siempre hay un valance
Saludos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 

3:) escribió:holap dan!!!

me gusto,...
ya britt va hablando con san y eta diciendo lo que quiere y lo que no!!!
la van a pasar bien en california jajajaj

nos vemos!!

Hola Hola!
Exactamente poco a poco!
Slaudos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 

monica.santander escribió:Espero que entre las dos puedan encontara el equilibrio entre lo que quieren ambas!1
Saludos

Hola Hola!
Exactamente un balance perfecto !
Saludos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 
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Mensaje por Dani(: Dom Jun 22, 2014 11:23 pm

Capítulo 10


Dos tacos de pescado, dos cervezas y dos horas más tarde, seguía sin estar preparada para marcharme. Ni de lejos. — ¿Quieres el último? —me preguntó Santana, tendiéndome un taco.

—Todo tuyo —contesté. Le pasé las manos por detrás de ella y las subí por debajo de su camiseta—. ¿Quieres un masaje? —No era tanto una pregunta como una formalidad. En cuatro años, nunca había visto a Santana rechazar un masaje.

—Pues claro —dijo con la boca llena. Ejercí presión con los pulgares en los músculos de su columna. Ella suspiró y se recostó.

— ¿Te gusta así?

—Claro que sí. —Dejó caer el taco y echó la cabeza hacia delante. Le presioné los músculos del cuello con los pulgares. — ¿Y así? —Nunca estaba segura de la presión que quería que ejerciese. Algunos días era apenas nada, como si solo quisiese sentir mis manos sobre ella. Otros, no parecía capaz de maltratar los músculos lo suficiente—.Todavía está bien? —pregunté, pellizcándole los músculos desde el cuello hasta los hombros gimió.

—Claro que sí. —Parece que es la noche del «claro que sí». Bajó el cuello un poco más para facilitarme el acceso. —Claro que sí. Hacía rato que había oscurecido, pero habíamos visto ponerse el sol un poco antes y jamás olvidaría aquella imagen. Estaba empezando a comprender lo que los diez millones de personas que vivían allí veían en aquel lugar.

— ¿Te imaginas hacer esto cada noche? —Dije, concentrándome en un feo nudo en el omóplato—. ¿Tacos y cerveza barata en la playa?

—Parece una vida genial, Britt —respondió—.Yo lo aceptaría con gusto.

—He visto una casita en alquiler delante de la playa no muy lejos de aquí. Deberíamos alquilarla unos días durante las vacaciones de Navidad y así podríamos ver ponerse el sol todas las noches. —Tras deshacerme con éxito de un nudo, pasé al siguiente.

—Vendida —contestó—. Tú, yo, Navidad, la playa, la puesta de sol. ¿Dónde firmo? Me incliné sobre su hombro mientras seguía masajeándole la espalda.

—Justo aquí. Sus labios rozaron los míos. —No sé si todo esto son nudos —dije, volviendo a su espalda— o si son músculos demencialmente duros, pero está claro que tienes algo que hay que arreglar. Se rió para sus adentros cuando me concentré en un nudo igual de grande que mi puño. — ¿Qué?

—Britt —me cogió una mano y se la pasó alrededor de la cintura—, yo siempre tengo algo que necesita un arreglo. —Mi mano le rozó los pantalones hasta que ella la apoyó sobre algo tan duro como los músculos que estaba tratando de descontracturar.

—El trabajo de una chica no termina nunca —dije, cogiéndola. Ella volvió el rostro y buscó su boca con la mía, pero yo tenía otros planes. Me levanté y me quité la sudadera.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —me preguntó, y sus ojos se oscurecieron a medida que recorrían mi cuerpo. Me llevé las manos a la espalda y tiré del cordón.
—Voy a arreglar algo aquí mismo, en la playa.

— ¿Aquí? —Su voz subió una octava—. No. No, no vas a hacerlo. —Sus palabras puede que se opusieran, pero sus ojos no—. Además, el sexo en la playa está muy sobrevalorado. Le fulminé con la mirada.

—Según tengo entendido —añadió, dirigiéndome una sonrisa inclinada—, la arena se mete en todo tipo de sitios. Me llevé las manos al cuello y tiré del nudo siguiente.

—No tengo pensado practicar sexo en la arena—le dije, y dejé que la parte de arriba de mi bikini cayera a la arena. Santana tragó saliva—. A mí me va más el agua. Sin una palabra más, me encaminé hacia el estruendo de las olas.

— ¡Hay tiburones y mierdas de esas, Britt! —gritó detrás de mí. Le sonreí mientras seguía avanzando felizmente. ¿Hasta dónde me dejaría llegar antes de que no soportara permanecer alejada?—Introduje los dedos en la braguita de mi bikini y la deslicé hacia abajo. Una vez tirada en la arena, me volví hacia ella. Tragó saliva de nuevo y se puso en pie. Ya se había quitado las Converse.

— ¡Entonces será mejor que vengas a salvarme!—le grité en respuesta—. De los tiburones y mierdas de esas. —Le hice un gesto con el brazo, me giré y me dirigí dando saltitos al agua. Santana maldijo detrás de mí y, al mirar por encima del hombro, vi que se estaba quitando la ropa todo lo rápido que alguien podía quitarse la ropa. El agua me llegaba a las rodillas antes de que mi cerebro registrara su temperatura. Decir «fría» era quedarse muy corto. Nota mental número un millón y uno: el océano resulta más placentero desde la playa que desde el agua.

— ¡Ah! ¡Mierda! ¡Está helada! —Santana se lanzó al agua corriendo hacia mí. Sus brazos merodearon tras otra sarta de maldiciones. Me apretó la espalda contra sus pechos y me volvió de forma que le diera la cara.

—Supongo que no me lo he pensado bien —chillé entre carcajadas. Maldita sea, el agua estaba de verdad demasiado fría como para pensar siquiera en encendernos. Santana frenó y volvió a depositarme en el suelo, pero sus brazos no aflojaron. Me estrecharon aún más. Me atrajo hacia sí con más fuerza, y sentí el calor de su cuerpo contra mi espalda y más abajo. Empujó sus caderas contra mi trasero. Exhalé. —Lo retiro —dije al tiempo que le rodeaba el cuello con los brazos—. Esto ha sido completamente premeditado.

Noté su sonrisa en mi cuello antes de que su lengua la sustituyera. Las manos de Santana ascendieron por mi estómago hasta mis pechos. —Bonitas marcas de bikini —admiró contra mi cuello sin aliento. —Llevo todo el día trabajando en ellas —repuse, y dejé caer la cabeza contra ella.

A medida que su boca y sus manos se desplazaban por mi cuerpo, dejé de notar el frío del agua. Solo sentía calor. Un calor que me llegaba tan adentro que lo percibía en cada nervio. Una de sus manos se retiró de mi pecho y descendió por mi estómago. Cuando se detuvo por debajo de mi ombligo, sus dedos se movieron sobre mi piel. El aire me llegaba a los pulmones con dificultad.

—Yo tengo intención de trabajar en ti toda la noche.

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Bueno Saludos y dejen sus comentarios de que les parecio el capitulos!
Besos
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Mensaje por Anita-P Dom Jun 22, 2014 11:59 pm

Hola! Como estás? :) Volvi!
No logro entender a Britt realmente, pero espero que su actitud no cause muchos problemas. Santana es super tierna y atenta con ella.
Hasta pronto! Y como siempre, increíble actualización!!
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Mensaje por micky morales Lun Jun 23, 2014 2:12 am

demasiado bien!
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Mensaje por 3:) Lun Jun 23, 2014 1:01 pm

holap,...

me gusto!!!
mmmm va todo demasiado bien con britt!!! a ver cuanto dura!!
amo a san es super tierna!!!

nos vemos!!
3:)
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Mensaje por Dani(: Lun Jun 23, 2014 8:21 pm

Anita-P escribió:Hola! Como estás? :) Volvi!
No logro entender a Britt realmente, pero espero que su actitud no cause muchos problemas. Santana es super tierna y atenta con ella.
Hasta pronto! Y como siempre, increíble actualización!!

micky morales escribió:demasiado bien!

Hola Hola!
Ellas son un amor jaja
Saludos y besos!

3:) escribió:holap,...

me gusto!!!
mmmm va todo demasiado bien con britt!!! a ver cuanto dura!!
amo a san es super tierna!!!

nos vemos!!

Hola Hola!
Ya veremos :)
Saludos y besos.
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Mensaje por Dani(: Lun Jun 23, 2014 8:22 pm

Dani(: escribió:
Anita-P escribió:Hola! Como estás? :) Volvi!
No logro entender a Britt realmente, pero espero que su actitud no cause muchos problemas. Santana es super tierna y atenta con ella.
Hasta pronto! Y como siempre, increíble actualización!!

Hola Hola!
Bien bien y tu? y si vendra un poco de drama pero falta para eso (:
Saludos y besos.

micky morales escribió:demasiado bien!

Hola Hola!
Ellas son un amor jaja
Saludos y besos!

3:) escribió:holap,...

me gusto!!!
mmmm va todo demasiado bien con britt!!! a ver cuanto dura!!
amo a san es super tierna!!!

nos vemos!!

Hola Hola!
Ya veremos :)
Saludos y besos.
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Mensaje por Dani(: Lun Jun 23, 2014 8:27 pm

Capítulo 11


Ella se rió por lo bajo mientras miraba a ambos lados de la carretera antes de cruzar hacia la terminal. —Anoche no decías eso —dijo le pellizqué en el costado.

—No decía mucho, que yo recuerde.

—No, no decías mucho. Aunque hubo un montón de gemidos. Eso hizo que se ganara unos cuantos pellizcos más fuertes.

—« ¡Santana!» —gritó, imitándome la noche anterior—. « ¡Sí, sí, sí! ¡Eres increíble!» —Ni siquiera pude fingir irritación. Me reía tanto que se me saltaban las lágrimas—. « ¡Santana…increíble… López! ¡Sí, sí! ¡Síííííí!»

Estaba montando una escena y nos acercábamos al mostrador de facturación, pero me estaba riendo demasiado para que me importase. Mi prometida saltaba, se estremecía y gritaba, sin preocuparse por lo que nadie pensase.

—Contrólate —le ordené entre carcajadas al tiempo que le daba un golpe en el brazo—. Y si tengo que tomar tu actuación como un indicador de cómo me comporto cuando practicamos sexo, debo de parecer una hipopótamo a punto de parir. Santana abandonó el Show Orgásmico de Brittany Pierce y se rió conmigo.

—Qué va. —Soltó una última carcajada antes de que su expresión cambiara—. Es lo más sexy que he presenciado en mi puñetera vida, Britt.

Afortunadamente, sus palabras no fueron más que un susurro, pero cuando nos acercamos al mostrador de billetes, estaba segura de que el calor que me subía al rostro, acompañado de la sonrisa ladeada de Santana, delataban lo esencial de lo que acababa de susurrarme al oído. Por la sonrisa pícara del empleado, este había captado más de lo esencial. Mientras esperaba mi billete, Santana dejó mi maleta y le dio al tío una propina considerable. Solo un mes antes, esa propina habría costeado una cita de teatro y cine. El empleado del mostrador me entregó el billete, aunque solo tenía ojos para Santana conocía esa mirada, pero resultaba extraño compartirla con hombres de mediana edad.—Tú eres Santana López —dijo, y parecía, sonaba y actuaba como deslumbrado—, ¿verdad?

Santana se metió las manos en los bolsillos y me guiñó un ojo. —La Increíble Santana López —contestó con gesto serio. Yo no habría sido capaz. Se me acercó por detrás y me rodeó con los brazos. — ¿Qué tiene tanta gracia? —flirteó. Al pobre tipo, que nos tendía un bolígrafo y un periódico, parecía a punto de reventársele un vaso sanguíneo. Resultaba muy raro el modo en que la gente trataba ahora a Santana, como si la idolatraran. — ¿Me podrías firmar un autógrafo? —Le temblaba la voz.

—Está hecho —respondió Santana al tiempo que quitaba el capuchón al boli y el empleado desdoblaba la primera plana del periódico local. En ella aparecía una foto enorme de dos mujeres de noche. En el océano. Con el culo al aire.

—Mierda —murmuré, y me retorcí en los brazos de Santana, con la esperanza de que no lo hubiese visto todavía. Que Santana viese aquello no podía traer nada bueno. Mantuvo los ojos clavados en la imagen, como si no estuviese segura de lo que veía. La confusión dio paso a la ira y el enrojecimiento en lo que tardé en plantarle las manos a cada lado del rostro. —Santana —dije, tratando de parecer tranquila. Tratando de estar tranquila por ella, aunque me sentía de todo menos eso. Resultaba imposible cuando una foto mía de cuerpo entero y desnuda ocupaba la primera plana de quién sabía cuántos miles de periódicos—. No pasa nada. Cálmate —continué, e intenté que centrara sus ojos en mí. Pero ella no los apartaba de la imagen bajo el titular: «López tiene juego tanto dentro como fuera del campo». El fotógrafo debía de haber sacado la foto justo cuando Santana se había reunido conmigo en el agua y me había dado la vuelta. Aparte de su rostro y sus brazos, eso era lo único que aquel estúpido paparazzi había captado de ella. En mi caso, sin embargo, habían tenido que utilizar la herramienta para borrar en un par de sitios Santana le arrancó el periódico de la mano al hombre y le miró con el entrecejo arrugado. — ¿Qué demonios es esto? —Santana enrolló el periódico, se lo metió en el bolsillo trasero de los pantalones y esperó. Una vez que el empleado se hubo dado cuenta de que Santana no pensaba moverse hasta obtener una respuesta, se encogió de hombros.

—Un periódico. —Tuvo la decencia de aparentar vergüenza.

—Eso no es un periódico —replicó, furiosa los músculos de su mandíbula empujaban mis manos—. Es una foto de mi prometida desnuda. Maldita sea. Su cara acababa de pasar del rojo al morado. Pronto alcanzaría el punto en el quenada de lo que yo hiciera le apaciguaría.

— ¿Tienes alguno más ahí detrás? —Corrió tras el mostrador e inspeccionó la zona. Yo le seguí.

—Santana —intervine—, para.

—No, no —contestó el empleado alzando las manos. Estaba claro que el hombre no había pretendido faltarnos al respeto cuando le había pedido a Santana que firmara una foto nuestra desnudas, pero también sabía que jamás volvería a intentar hacer algo así.
— ¿Quién más tiene uno de estos? —inquirió Santana tras comprobar que no había más periódicos guardados detrás del mostrador. El hombre miró a Santana y luego a mí, con las cejas juntas, y en su rostro se leía un « ¿Enserio?».

— ¿Todo el que esté suscrito o haya comprado el periódico del domingo? —sugirió, y se apartó con sigilo de Santana chico listo.

Justo entonces, la mirada de Santana vagó hacia el interior de la terminal, donde un hombre detraje estaba introduciendo unas monedas en…Mierda. Santana se volvió y echó a correr antes de que yo pudiera dedicar una sonrisa de disculpa al empleado de los billetes.

— ¡Santana! —grité al entrar en la terminal. Además de las despedidas, estaba harta de montar escenas Santana no miró atrás —ni siquiera redujo la velocidad—, siguió disparado hacia el hombre, que apenas empezaba a abrir la puerta de la máquina expendedora para coger su periódico de la mañana. Antes de que tuviera oportunidad de desdoblarlo, Santana estaba encima de él Mierda, mierda.

Yo también había echado a correr, pero todavía estaba a cincuenta metros de distancia Santana le arrancó el periódico de las manos y lo miró como si aquel hombre fuera culpable de que yo hubiera acabado en primera plana como Dios me trajo al mundo. — ¡Santana! —Esta vez grité más alto, en un intento por atraer su atención funcionó. Desvió la vista hacia mí por un brevísimo instante, pero fue suficiente. Sus hombros habían empezado a relajarse y la ira que reflejaba su rostro se había atenuado cuando la alcancé resollando a causa de aquella carrera de doscientos metros lisos, le rodeé el antebrazo con mis manos. —Inspira hondo —le indiqué—. Espira. Piensa. —Contuve mi propio aliento, mientras observaba cómo subía y bajaba su pecho—.Piensa cuando estuve segura de que Santana no iba a aplastar al tipo contra el suelo, le aflojé el brazo. —Lo siento —dije, dirigiéndome al hombre, que miraba boquiabierto a Santana, como si fuese un tigre que se hubiera escapado del zoo. Sin embargo, no parecía asustado, solo intrigado. Ese tío no tenía ningún instinto de supervivencia en absoluto.

—Chica, ¿podría sugerirle que controlara esa ira con algo de yoga y meditación? —dijo el hombre con una voz increíblemente tranquila como si no acabase de verse asaltado por ella.
Arqueó una ceja e inspeccionó a Santana un momento más antes de volverse y proseguir su camino, feliz y carente de todo instinto de supervivencia. —Maldita sea, Santana —le susurré, al tiempo que le quitaba el periódico de las manos—.Podrías comportarte de un modo menos desequilibrado? No tuvo que contestarme. Las dos conocíamos la respuesta a eso Santana observó al hombre del traje alejarse entre la gente e inhaló.

— ¿Puedes creerlo?

— ¿El qué? ¿Lo del yoga y la meditación? —Repuse con la esperanza de relajar los ánimos—. Parece que podría hacer maravillas con ese genio tuyo.

Cuando Santana se volvió hacia mí, con los ojos aún más entornados, me di cuenta de que relajar los ánimos no estaba en la agenda del día. —No la mierda del yoga. —Me puso el periódico robado delante de la cara—. Esta mierda hice una mueca de dolor al ver la foto de nuevo. Ese fotógrafo no podría haber estado mejor situado. Si mi pelo hubiese sido un par de tonos más claro y mis tetas tres tallas más grandes, podría haber pasado por una chica Playboy.

—Ah… —dije, y esperé que mis padres nunca vieran esa pose. Quiero decir… foto—. Esa mierda. Es un fastidio.

— ¿«Un fastidio»? —Santana no podría haber parecido más atónita ante mi actitud indiferente a decir verdad, claro que estaba todo lo enfadada que se podía estar, pero ¿qué podía hacer? Estaba ahí fuera, en Dios sabía cuántos porches y maletines. Perder los nervios no iba a ayudar a Santana a evitar lo poco que le quedaba a ella para hacerlo.

Necesitaba dominarme por ella, porque resultaba evidente que ella no podía hacerlo por sí misma. — ¿«Un fastidio»? —Repitió, dando un golpe a la foto con la mano—. ¿No lo ves? Todo el puñetero mundo puede verte desnuda, Britt esta noche mi prometida va a ser la fantasía de todos los pajilleros del país. ¿Y no se te ocurre nada más que decir que es «un fastidio»? Conté hasta cinco antes de contestar, porque la respuesta que tenía en la punta de la lengua no iba a ayudar a calmarle. Habría tenido el efecto contrario. «Calma, calma, calma», me recordé a mí misma antes de responder.

— ¿Te gustaría que utilizase alguna otra palabra para describirlo? —le dije, y me esforcé por mantener el tono apagado—. ¿Te gustaría que actuase de un modo determinado ahora mismo?—«Buen trabajo, Britt. Mantén el genio en su jaula»—. Si «un fastidio» no te suena bien, ¿cómo lo describirías tú?

—Esto es una jodida guerra —soltó, los ojos como el ónice. Mierda. Su cabreo era monumental. Se sacó el teléfono del bolsillo y tecleó un número al tiempo que arremetía contra la máquina expendedora. Podría haber estado a punto de darle una paliza, del mismo modo que podía haber estado a punto de prenderle fuego. Cuando Santana se encontraba en la zona de ira nunca sabía qué hacer. Lo único que sabía era que el resultado final jamás era bueno.

Sin embargo, lo que hizo a continuación ni siquiera se hallaba en mi lista de las diez reacciones más probables. Introdujo unas monedas en la máquina, abrió la puerta y, en lugar de romper la máquina en pedazos, cogió la pila entera de periódicos. Vale, estaba en la zona de ira que se inclinaba más hacia la locura que el enfado. Lo cual era igual de malo, si no peor.

—Santana —le susurré mientras miraba a varias personas que se detenían para ver el espectáculo—, ¿qué demonios estás haciendo?

—Me llevo todos los puñeteros periódicos de esta máquina —respondió, y depositó la montaña en la papelera más cercana—, y luego voy a buscar todos los otros expendedores del aeropuerto y voy a hacer lo mismo. Y luego voy a ir a todas las malditas máquinas de la ciudad y voy a destruir todos y cada uno de esos malditos periódicos hasta que la única copia que quede sea la mía. Yo tenía la boca abierta. La había abierto en algún momento durante su breve discurso, pero no estaba segura de cuándo.

—Hammon —Santana echaba humo al teléfono sentí pena por quienquiera que se hallase al otro lado—, ¿has visto el periódico de la mañana? El rostro de Santana se ensombreció. —Si no haces trizas esa primera plana ahora mismo, para la hora de comer ya no serás mi agente guardó silencio unos segundos mientras Hammon decía o hacía quién sabe qué. No dudé que estuviese haciendo trizas el diario literalmente. Teniendo en cuenta el salario anual y el contrato plurianual de Santana, Hammon podría retirarse feliz en cinco años si jugaba bien sus cartas y no cabreaba a Santana López. — ¿Has terminado? —preguntó Santana, y se cruzó de brazos. Maldita sea, se había quedado esperando a que Hammon rompiera mi foto de tintes porno de verdad. —En cuanto cuelgue, quiero que llames al periódico y averigües el nombre, dirección y número de teléfono del editor, el propietario, el capullo del periodista que ha escrito esto y el fotógrafo, que está a punto de ser hombre muerto justo cuando creía que había superado el ataque de ira extrema, recordé que la furia de Santana era intensa. Era como un volcán: durmiente la mayor parte del tiempo, pero cuando entraba en erupción… lo hacía de verdad el pasado de Santana hacía de la ira una parte de su presente y su futuro; esa era la realidad. Sin embargo, podía elegir si dejaba que esa ira dominara su vida. Hasta entonces, había conseguido contenerla. Bueno, como mínimo controlarla pero en ese momento estaba perdiendo los papeles de un modo que daba miedo.

— ¿Por qué? —Inquirió Santana, e hizo crujir su cuello—. ¿Estás seguro de que quieres hacerme esa pregunta? Hammon tardó un segundo en contestar.

—Ese es mi chico —repuso Santana—. Ya va siendo hora de que te ganes tu comisión. —Colgó, se guardó el teléfono en el bolsillo y se quedó mirando el suelo.

Su ira se había desatado. Había perdido todo control y actuaba únicamente por impulso. Pero ¿qué podía decir o hacer yo para convencerle de que cambiara de actitud? Sabía que llegados a ese punto haría falta un milagro para hacerlo. Así que, con todo un mundo de palabras y respuestas para elegir, ¿con qué abrí fuego? Quizá con la peor. —Gibones Santana no habría parecido más sorprendida si me hubiese quitado la ropa y hubiese echado acorrer en tetas por la terminal. —Gibones —repetí, porque ya que había tomado aquel camino disparatado, bien podía seguir adentrándome en ella además, sus ojos ya se habían aclarado hasta un marrón acero.

— ¿Britt? —Santana se me acercó y me puso el dorso de la mano en la frente me palpó el cuerpo como si estuviese a un pelo de entrar en una habitación acolchada. Habría resultado irritante de no ser porque estaba tan visiblemente preocupada.

—Estoy bien —le aseguré—. De verdad me atrajo hacia sí y continuó examinándome.

—Entonces ¿sobre qué estás divagando? Puse los ojos en blanco. —Gibones otro atisbo de preocupación en sus ojos.

— ¿Gibones? —repitió lentamente asentí.

—Britt, ¿qué demonios es un gibón? Hasta ahí, por muy disparatado que fuera, mi plan para engañar al monstruo de Santana y devolverla a su jaula estaba funcionando.

—Es como un mono —le expliqué al tiempo que le rodeaba con mis brazos. Tenía todos los músculos en tensión—. Solía verlos en el zoo cuando era pequeña. Sostuvo la mano en alto.

—Ya sabes que me encanta conocer cualquier pequeño detalle que estés dispuesta a compartir conmigo, Britt, pero ¿qué demonios tiene que ver un gibón con tus tetas en la primera página de un periódico?

Fingí que no estaba hablando con una mujer que se hallaba a un paso de perder la cabeza para siempre.—Si te estuvieras un minuto callada para que pudiera pronunciar más de tres palabras seguidas, entonces descubrirías qué tiene en común un gibón con mis tetas. —Hice una pausa y me obligué a sonreír ella permaneció en silencio Santana había aprendido un montón en los años que llevábamos juntas. —Recuerdo que aprendí que los gibones son en su mayoría monógamos. Escogen a un compañero y pasan el resto de su vida con él. Lo cuidan, lo protegen, lo limpian, le dan de comer… lo que se te ocurra, ellos lo hacen. Tanto el macho como la hembra. No hay distinción entre sexos. —Santana juntó las cejas—. Esos gibones viven en un pequeño mundo propio. No permiten que nada, ni ningún otro gibón, se interponga en el vínculo que han establecido. Viven en su burbuja al margen del resto del mundo, y no dejan que nada de lo que ocurre fuera de su burbuja entre en ella. ¿Qué demonios estaba diciendo? Estaba a punto de sufrir una crisis nerviosa total e irreversible. Y entonces todas y cada una de las arrugas del rostro de Santana se alisaron. Me miró a los ojos, y vi como los suyos pasaban del acero a la plata cuando me acarició la mejilla con la mano, supe que mi demencia había apelado a la suya y, de algún modo, había conseguido neutralizarla.

—Britt —dijo, y se le curvó la comisura de la boca—, ¿estás diciendo que somos gibones? Esbocé una sonrisa. Había recuperado a mi Santana.

—Ven aquí, mi preciosa, lista y sexy gibona.

—Y tranquila —añadí entre besos—. Soy una gibona tranquila. —No conseguí pronunciar nada más, porque su boca me impidió hablar. Mientras me besaba, noté cómo la tensión le abandonaba. Cada vez que nuestras lenguas se tocaban, cada roce de nuestros labios, cada contacto atenuaba su ira.

—Al menos la nueva y mejorada tranquila Brittany Pierce aún puede besarme como nadie —dijo, tras depositar un último beso en mi frente—.Te importaría decirme cómo has sido capaz de evitar que estallase?

Por encima del hombro de Santana, sonreí a un hombre que había esperado coger un periódico de la mañana. No ese día, no en esa máquina.

—Yoga y meditación —repuse, desviando mi sonrisa hacia Santana puso los ojos en blanco.
—Bueno, independientemente de lo que hagas para conseguir calmar mi locura, estoy orgullosa de ti, Britt —contestó antes de recorrerme el cuerpo con los ojos. Se le arrugó la frente—. Pero orgullo aparte, no entiendo cómo puedes estar tan tranquila con todo esto, Britt. Estaba teniendo lugar un montón de «todo esto» en ese momento. Más de lo normal.
— ¿Todo el qué?

—Una foto de ti desnuda en primera página —contestó, manteniendo el tono controlado, pese a que se le notaban los tendones del cuello—.Tus tetas expuestas ante todo el mundo. Quiero decir, mierda, esas son mis tetas. No están para que las disfrute todo el mundo. La ira había dado paso al dolor y, en el caso de Santana, eso significaba que nada a nuestro alrededor corría el peligro de resultar destruido. Me permití exhalar. Fue como si hubiese estado conteniendo el aliento durante diez minutos seguidos. Hablando de tiempo, si no acabábamos pronto con aquello, iba a perder el avión.

—No, cariño —dije, mirándolas—, son «mis» tetas. Solo te permito un acceso ilimitado a ellas. —El rostro de Santana se debatía entre arrugar el entrecejo y sonreír con suficiencia cuando continué—: Y la única razón por la que soy capaz de mantener la calma es porque sé que estas cosas no van a parar, Santana. Ahora estás en el ojo público a lo grande. No van a faltar los escándalos o fotos o rumores o lo que quiera que conlleve el hecho de ser una quarterback de primera. —Le cogí de la mano y entrelacé mis dedos con los suyos—. Antes dela liga nacional, tampoco faltaban este tipo de historias en nuestras vidas. Hice una pausa para dejar que asimilara mis palabras. Nunca habíamos tenido el camino allanado, y aunque a menudo deseaba que fuera así, en el futuro probablemente tampoco lo estaría. Yo lo había comprendido el primer año en la universidad, había escogido aceptarlo y había continuado con mi vida… con Santana había cosas peores que los baches en el camino.
Además, tenía a una mujer como Santana, que me quería como si no existiese el mañana.

Los baches en el camino eran un sacrificio insignificante a cambio de esa clase de amor.

—Vale. Dos cosas —dijo Santana, frotándose la nuca como le gustaba hacer cuando reflexionaba—. Una: yo creo que cuando has accedido a convertirte en mi mujer, se impone esa cláusula de «lo que es mío es tuyo», así que tus tetas son, en vista de eso, mías. —Me crucé de brazos mientras ella seguía caminando sobre arenas movedizas—. Igual que mi cuerpo te pertenece a ti, Britt —añadió con un guiño—.Y dos: ¿estás diciendo que te parece bien que vivamos en nuestra propia pequeña burbuja de gibones? Las palabras «gibón» y «burbuja» en boca de Santana López sonaban del todo graciosas. Pero hablaba en serio. De verdad.

—Si puedo vivir en esa burbuja con cierta chica a la que quiero —le acaricié la cicatriz de la cara con el pulgar—, entonces sí, quiero vivir en una burbuja. —Era la única opción, en realidad. Amenos que quisiera estar tragando drogas duras de venta libre antes de cumplir los veintidós, Santana y yo tendríamos que buscar la forma de separar nuestras vidas del ojo público y del escrutinio que sin duda vendría—. ¿Y tú? ¿Qué tal suena vivir en una burbuja desde tu punto de vista?

—Contigo, Britt—dijo, cogiéndome la mano cuando la retiré de su rostro. Se la llevó a la boca y me besó la palma con dulzura. Ese beso, depositado en la piel de mi palma, conectó en línea directa con todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo—. Aceptaré vivir de la forma que sea mientras lo haga contigo a mi lado. —A tu lado. Contigo. Junto a ti…Levantó la mano.

— ¿Estás diciendo que estás conmigo, Britt, venga lo que venga?

—Estoy diciendo que siempre he estado contigo, López. —Le besé en una de las comisuras de la boca, luego en la otra—. Y siempre lo estaré. Su sonrisa era tan ancha que la cicatriz desapareció en su mejilla. Era mi sonrisa favorita. No porque hiciera desaparecer su cicatriz, sino porque la mitigaba unos momentos. Su sonrisa de suficiencia era la segunda que más me gustaba. —Tú. —Me señaló antes de volver el dedo hacia sí—. Yo. Burbuja. —Su dedo trazó un círculo a nuestro alrededor antes de hacer un movimiento rápido—. El mundo.

—Suena perfecto —respondí, y desvié la vista hacia el puesto de control. Si no me marchaba ya, perdería mi vuelo. Cuando volví a mirarle y vi ese brillo familiar de nostalgia y deseo en sus ojos grises, se me hizo un nudo en el estómago. Vale, treinta segundos.

—Tres semanas —dijo, seguido de un gemido. Yo gemí en respuesta. Me atrajo hacia sí y bajó los labios a mi oído. —Mejor que sea uno bueno e hice que fuese el mejor de todos.

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Hola Hola! Aqui un nuevo capitulo espero que les guste y comenten !
Saludos y besos (:
 
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Mensaje por monica.santander Lun Jun 23, 2014 9:14 pm

La verdad es que cada ves me gusta mas esta historia, espero todo los días tu actualización!!!
Saludos
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Mensaje por 3:) Lun Jun 23, 2014 9:32 pm

holap dan,.....

no ahí nada mas chido que hacerlo en el mar,.. (mm el comen no viene al caso ajaja)
es una parte del precio de la fama,.. te vigilan en todos lados,..
sobrevivís a un tren de carga que viene a 300 kmxhs antes de que ka ira de san te alcance jajajaj

nos vemos!!


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Mensaje por micky morales Mar Jun 24, 2014 4:04 pm

son demasiado lindas juntas!!! que mas pdo decir?
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Mensaje por Dani(: Mar Jun 24, 2014 9:12 pm

monica.santander escribió:La verdad es que cada ves me gusta mas esta historia, espero todo los días tu actualización!!!
Saludos

Hola Hola!
Me alegra saber que te gusta (:
Eso me da animos para seguir actualizando!
Saludos y besos.

3:) escribió:holap dan,.....

no ahí nada mas chido que hacerlo en el mar,.. (mm el comen no viene al caso ajaja)
es una parte del precio de la fama,.. te vigilan en todos lados,..
sobrevivís a un tren de carga que viene a 300 kmxhs antes de que ka ira de san te alcance jajajaj

nos vemos!!



Hola Hola!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJA me hiciste la noche en serio jajajajajajajaja y exactamente san debera empzar a hacer yoga jajajajaja
Saludos y Besos.  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 

micky morales escribió:son demasiado lindas juntas!!! que mas pdo decir?

Hola Hola!
Ellas son tan ufff  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1215408055 
Saludos y besos. Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1206646864 
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Mensaje por Dani(: Mar Jun 24, 2014 9:29 pm

Capitulo 12


El lunes me encontraba en un aprieto no solo porque el día y medio transcurrido desde la última vez que había visto a Santana había pasado a un ritmo tan desesperantemente lento que no parecía justo, y aún faltaban diecinueve días más, sino porque no conocía el código de vestimenta de mi nuevo trabajo. Tenía media hora antes de las ocho, y sabía que lo único peor que aparecer poco o demasiado arreglada el primer día era llegar tarde. Le mandé un mensaje rápido a Rach, rezando porque ella tuviera alguna idea de si mi puesto en Xavier Industries requería falda y camisa o era más el tipo de sitio en el que llevar pantalón y camiseta. Mientras aguardaba su respuesta, esperé que fuese más el tipo de lugar de trabajo en el que se permitían el algodón y las arrugas. Cuando me estaba poniendo el sujetador, sonó un mensaje. Arrugué el entrecejo al leer su respuesta.

MARLEY ES UNA PETARDA DE LA VIEJA ESCUELA, ESTILO MAD WOMEN COMO AMIGA TUYA, TENGO QUE ACONSEJARTE QUE TE ARREGLES. PERO, COMO SUHERMANA, ME ENCANTARÍA QUE APARECIESES EN VAQUEROS CORTADOSY SANDALIAS SOLO PARA FASTIDIARLE.

Suspiré y saqué mi falda negra de tubo de la percha. Cuando me la estaba poniendo, me llegó otro mensaje. SUERTE. ENSÉÑALESLO QUE ES BUENO. Tecleé HECHO y pulsé «Enviar» antes de sacar del armario mi camisa blanca con botones, junto con los zapatos negros de tacón. Una vez que me hube cambiado, salí a toda prisa del apartamento. Aunque debido a lo ceñido de la falda, ir a cualquier parte «a toda prisa» era un decir. Con aquello solo podía arrastrar los pies. Una vez en el Mazda, no tardé más de diez minutos en llegar a la oficina. Al pasar por delante de un edificio que conocía, me di cuenta de que mi nuevo trabajo tenía otra ventaja: la escuela de danza quedaba cerca. Ese verano tendría poco tiempo, y si quería que la danza siguiese siendo una prioridad, tendría que planificar el día de forma creativa. Quizá podía encontrar un hueco algunas mañanas antes del trabajo, o a la hora de comer, o siempre que pudiera arañar una o dos horas después de trabajar. Por suerte, el curso de verano era de estudio libre, así que mientras le dedicara cuatro horas a la semana, aprobaría. Tras comprobar la dirección en el exterior del edificio con la dirección y número de despacho que tenía en el teléfono, encontré una plaza de aparcamiento y me encaminé hacia mi primer día de trabajo. Siempre me ponía nerviosa el primer día de cualquier cosa, pero esa mañana estaba especialmente agitada.

Habría dicho que estaría más tranquila, puesto que conocía a Marley, pero eso me produjo el efecto contrario. Quizá porque se trataba de la hermana de Rach, y no quería colocarlas a ninguna de las dos en una posición incómoda si la cosa no funcionaba, o quizá estaba nerviosa porque «ayudante administrativa» sonaba bastante profesional para una estudiante cuando me dirigía a la puerta giratoria, sonó mi teléfono. Lo saqué de mi bolso. Me detuve en medio del vestíbulo para admirar la imagen de Santana vestida con el equipo de entreno, estaba en el vestuario y sostenía un ramo de rosas rosas rojas.

El texto decía: SIENTO NO PODER ESTAR AHÍ PARA ENTREGÁRTELAS EN PERSONA.

Y así de sencillo, los nervios desaparecieron una sola foto y unas cuantas palabras de Santana, y ya estaba tan tranquila. Antes de dirigirme al ascensor, ya le estaba escribiendo una en respuesta: SOY UNA ZORRA CON SUERTE.

Tenía suerte por multitud de razones. Todas esas razones empezaban y terminaban con Santana una vez dentro del ascensor, no pude resistirme a mirar la foto de nuevo. Cuando levanté la vista, varias de las personas que merodeaban me miraban como si no imaginaran por qué sonreía un lunes por la mañana .Si ellos supieran…Las puertas se abrieron con un zumbido en la quinta planta y salí al pasillo, todavía sonriente y atolondrada. Cuando llegué a la puerta en la que se leía XAVIER INDUSTRIES, me pasé las manos por la falda, eché los hombros hacia atrás y, solo cuando estuve segura de que tenía el aspecto que me parecía que debía tener una ayudante administrativa, abrí la puerta.

La oficina no era enorme, y tampoco lo que se dice acogedora, pero era como imaginaba que sería una de esas oficinas de cubículos de la ciudad. Olía a fotocopiadora, e incluso había un ficus detrás del dispensador de agua. Al parecer, era la primera en llegar, porque no vi una sola coronilla en el laberinto de cubículos, y tampoco se oía el zumbido de ningún ordenador aunque las luces estaban encendidas, y alguien tenía que haber abierto la puerta, así que no podía estar sola en Xavier Industries. Me adentré unos pasos más y vi la que supuse que sería mi mesa, situada junto a un gran despacho cerrado. No lo supe por la placa que decía BRITTANY PIERCE; y tampoco tuvo nada que ver con la placa de la puerta que había detrás de esa mesa, en la que se leía MARLEY BERRY Supe que era mi sitio porque había una docena de jarrones encima de la mesa, rebosantes de rosas rojas. Volví a esbozar aquella sonrisa, que estaba empezando a hacer que me dolieran los músculos de la cara, al coger el sobre blanco que había en uno de los ramos. «Bueno, quizá podría estar ahí, más o menos.» La nota aparecía firmada con un BESOS, Señora Increíble eso sí que era una buena forma de empezar el primer día en un trabajo nuevo .Además, mis padres me habían dejado un mensaje de voz de camino allí, deseándome suerte y un gran primer día.

—Me gustaría poder decir que la idea ha sido mía —dijo una voz detrás de mí.

Me volví y me quedé boquiabierta habría dicho que Marley  e Rachel eran gemelas si no hubiera sabido que Marley era unos años mayor y con ojos azules.

— ¿Qué idea? —contesté, pues imaginé que si ella no pensaba empezar con un saludo de rigor, yo tampoco tenía por qué hacerlo.

—Las flores —respondió Marley señalando hacia mi mesa—. Es tu primer día y a tu jefa no se le ha ocurrido encargar flores para darte la bienvenida. Me alegro de que alguien lo haya hecho decidí no mencionar que si Marley hubiese pensado en regalarme flores y Santana se enteraba alguna vez, Marley se pasaría el resto de su vida hablando una octava más alto.
—No estaba segura de cuál era el código de vestimenta, así que espero haberlo hecho bien—dije, y bajé la vista a mi indumentaria. En contraste, Marley llevaba una elegante camisa azul marino y una falda hermosa y Siesa era la norma, no cabía duda de que no iba lo bastante arreglada.

—No podrías ir mejor si te hubiese vestido yo misma —contestó con una sonrisa.

—Oh. —Desvié mi atención de ella me estaba mirando sin pestañear, no con connotaciones sexuales, sino con una minuciosidad que me incomodaba. No quería que me examinaran quería fichar para entrar, ganarme mi dinero y fichar para salir

—Eso está bien Marley se me acercó y me tendió la mano. —Me alegro de conocerte por fin en persona, Brittany Pierce—dijo, con una sonrisa tan blanca y perfecta que no parecía real—. De haber sabido que eras incluso más guapa en persona que en una foto, nunca te habría contratado .Puse los ojos en blanco. Le gustaba flirtear. Las dos hermanas eran como gotas de agua.

—Y eso, ¿por qué? —le espeté como respuesta, y me di cuenta de que mi yo listillo iba a encajar perfectamente allí—, ¿retirarías tu candidatura a la más guapa de la oficina? Marley inclinó la cabeza hacia atrás al reírse. Su risa, como su voz, era clara y casi musical.

—Rach me advirtió de que tenías carácter. Por una vez, me alegro de que tuviese razón en algo. —Sus hombros seguían agitándose—. Pero no, esa no es la razón. Al menos no la principal. Mi padre tiene una regla, y solo una, en los negocios. Dice que puedes reajustar todas las normas por el camino si es necesario, salvo una. —Hizo una pausa, observándome de nuevo. Miré sus pupilas, y no bajaron de mi rostro una sola vez.

— ¿Cuál? —pregunté, puesto que era evidente que no iba a decir nada más si no lo hacía.

—La regla del cincuenta/cincuenta a la hora de contratar a una administrativa —contestó, y se encogió de hombros, como si fuese de conocimiento público.—Eso tiene que ser bueno. Marley se metió una mano en el bolsillo de la chaqueta que llevaba—Asegúrate de que tiene más de cincuenta años y usa una talla cincuenta.

—No me había dado cuenta de que iba a trabajar para un machista —repliqué, y solté un suspiro exagerado—. ¿Por qué es esa la regla número uno? Ella imitó mi suspiro. Nos acabábamos de conocer, pero tenía la sensación de que había dado con la horma de mi zapato.

—Para eliminar cualquier tentación —respondió le planté la mano delante y esperé a que se fijara en el anillo que llevaba en cierto dedo importante.

—En caso de que Rachel olvidara decírtelo, estoy prometida. Así que no habrá ninguna tentación en absoluto. Marley observó el anillo por un momento antes de sonreír de oreja a oreja.

—El fruto prohibido. Desear lo que no se puede tener. Creo que no funcionó demasiado bien con Adán y todo el rollo de la caída del hombre. —Su sonrisa se ensanchó aún más mientras esperaba mi respuesta. Estaba disfrutando de la broma. Como era mi primer día de trabajo, decidí tragarme lo que quería contestarle.

—Cuando estés lista para decirme qué he venido a hacer en realidad… —dije, haciendo un gesto hacia mi mesa y el ordenador—. No me he arreglado para nada.

—No. —Marley rió entre dientes mientras rodeaba mi mesa—. Desde luego que no. —Pasó de largo, abrió la puerta de su despacho y entró con paso tranquilo. Cuando se sentó a su mesa, volvió a mirarme; yo me quedé junto a la puerta—. Cuando quieras decirme qué has venido a hacer en realidad… —Hizo un gesto hacia la silla que había delante de su escritorio y esperó.

—No me había dado cuenta de que estábamos jugando al pilla pilla —mascullé, justo lo bastante alto para que me oyera. Me sonrió y encendió su portátil. El despacho de Marley era elegante, si te iba el rollo de los sesenta en plan moderno. Como me había dicho Rachel, era un decorado de Mad Women, hasta en las sofisticadas botellas de cristal que había expuestas en un estante detrás de su mesa. Al igual que su hermana pequeña, Marley tenía gustos caros. Me senté en la silla frente a ella y esperé.

— ¿Sabes algo acerca de lo que hacemos en esta oficina? —me preguntó, con los ojos clavados en su portátil, muy profesional ella.
Podía cambiar de humor con la misma facilidad que yo ¿Tenía que haberme documentado? Ya era demasiado tarde. —No. —«Vale, genial. Eso ha sonado realmente inteligente, Britt»—Me encantan las mujeres sinceras —dijo, levantando la vista hacia mí—. Y que no se avergüenzan de ello de profesional a bromista en dos segundos Marley pensaba tenerme en ascuas—Y a mí me encantan las mujeres que van directos al grano —repuse— en algún momento del día volvió a centrarse en su portátil y comenzó a teclear.

—Te haré un resumen acerca de la filial de Xavier Industries en White Plains —dijo, tecleando con furia. Sus dedos resultaban casi borrosos por encima del teclado—. Aquí llevamos el servicio de atención al cliente tenemos a veinte trabajadores y recibimos cerca de ochocientas llamadas al día.

— ¿Un centro de atención al cliente? —Estaba un poco confundida—. Xavier Industries es una empresa dedicada al desarrollo de juegos de mesa, ¿no? —Habría jurado que eso era lo que Rach me había contado.

—Eso es, pero desarrollar, distribuir y venderlos juegos de mesa es solo la mitad de la batalla. La otra mitad consiste en mantener a los clientes y minoristas contentos. —Su guerra con el teclado llegó a su fin. Pulsó una última tecla y se recostó en su sillón de cuero y respaldo alto.

Gracias al cielo que no estaba estudiando administración de empresas, porque aquello no tenía ningún sentido para mí.

— ¿Contentos? ¿No es esa la razón por la que compran los juegos? ¿Para estar… contentos?
—Sí, la felicidad es sin duda uno de los efectos adicionales deseados. Sin embargo, los humanos como especie tenemos la necesidad de informar o analizar o ventilar o compartir nuestra opinión con alguien a quien le importe—Agitó las manos antes de apoyarlas en su mesa—. Para eso estamos aquí.

— ¿Para qué nos importe? Marley me miró como si mi turbación resultase adorable. —Para fingir que nos importa —Ah, vale —dije, revolviéndome en mi asiento. Comprendí por qué tantos políticos procedían del mundo de los negocios. Se habían abierto camino hasta la cima mintiendo durante décadas—. ¿Y mi trabajo consiste en fingir que me importa?

—No, tú no vas a atender las llamadas de los clientes. Tú trabajas para mí. —Se inclinó hacia delante—. Así que tu trabajo es que te importe de manera entusiasta. Cuanto más hablaba, más perdida estaba yo.

— ¿Puedes definir «importar» en lo referente a responsabilidades laborales básicas? —le pregunté—. ¿Cómo sacar punta a los lápices, hacer fotocopias, ese tipo de cosas? Marley abrió un cajón de su escritorio y dejó caer una gruesa carpeta delante de mí.

—Para empezar, me gustaría que revisases estos informes de llamadas y anotases cuánto ha durado cada una, además de cuántos minutos ha tenido que permanecer en espera el cliente antes de ser atendido. Miré boquiabierta la carpeta: era más grande que ningún libro de texto universitario que hubiera visto.

— ¿Se supone que esto va a llevarme todo el verano? Marley volvió a esbozar una breve sonrisa.

—Tienes hasta la comida—Me estaba ganando mi sueldo en XI.

Había estado convencida de que yo era la que salía beneficiada de un buen trato, pero para la hora de comer me había dado cuenta de que era Marley quien salía beneficiada. No sabía cómo lo había hecho, o quién había ralentizado el tiempo para que pudiera acabarlo, pero iba por la última página de aquella carpeta del grosor de un diccionario cuando la puerta de Marley se abrió con un silbido. —Hora de comer —anunció mientras se ponía la chaqueta, que tenía el brillo justo para que supiera que había costado una pequeña fortuna. Eché un vistazo a la hora en mi ordenador y sentí que se me salían los ojos. Era casi la una.

—Ay, Dios. Lo siento, Marley  estaba tan ensimismada en este proyecto que ni siquiera me he dado cuenta de la hora que es —dije al tiempo que me volvía en mi silla para tenerla de cara— ¿Qué sueles comer? Salgo corriendo y lo compro ahora mismo. Frunció el entrecejo como si se sintiera insultada.

—Si Rach descubriese que te he reducido, en cualquier sentido, forma o manera, a una buscadora de cafés glorificada, me arrancaría la piel y me dejaría en el bosque para los osos. Le puse el capuchón a mi bolígrafo y lo de volvía portalápices.

—Y si vuelves a darme un proyecto como este y esperas que lo acabe antes de final de año, puede que yo haga lo mismo contigo. —Sonreí con dulzura. — ¿Has hablado así a todos tus jefes? —preguntó, inclinándose sobre mi mesa.

Alcé una ceja. —Solo a los que se lo merecían Marley hizo un gesto hacia la puerta, negando con la cabeza.

—Vamos, es hora de comer.

— ¿Eh? —Otra perla brillante salida de la boca de Brittany Pierce.

—Comida. Alimento. Tú. Yo. —Volvió a señalar la puerta—. Ahora Había dos cosas que me impedían aceptar la invitación de Marley en ese momento. La primera era Santana. Y la segunda era Santana ella era más o menos igual de territorial que yo, y yo sabía que no me habría parecido bien que otra mujer le invitara a comer en un arrebato.

—Creo que voy a quedarme a terminar esto —mentí—. Me he traído algo para picar.

—Ya basta de protestas. Has presentado una buena pelea, pero es inútil, porque yo siempre consigo lo que quiero. —Le brillaban los ojos, y yo noté que mi genio suplicaba por liberarse—. Además, es una tradición de la empresa que heredé de mi padre. Regla número uno en el mundo de los negocios: siempre invitas a comer fuera a un trabajador su primer día. Solo son negocios me había sentido como una idiota un montón de veces en mi vida. Y esa era una de ellas. Esperé que Marley no pensara que me comportaba como una tarada, volví a calzarme los zapatos de tacón y me puse en pie.

—Dios me libre de interponerme en el camino de las antiguas tradiciones y los buenos negocios —accedí al tiempo que cogía mi bolso y rodeaba la mesa Marley me esperaba sosteniendo la puerta Prácticamente toda la gente de los cubículos había vuelto de comer, e igual que por la mañana, cuando alzaba la vista de mi montaña de papeleos, me estaban mirando. Me estaban mirando fijamente sería más apropiado decir.

—Llevo el móvil si alguien me necesita —anunció Marley antes de cerrar la puerta tras nosotras—. No te preocupes. Se acostumbrarán a ti en unos días. Le seguí hacia el ascensor.

— ¿A qué se acostumbrarán? —No se me había ocurrido que fuera algo o alguien a quien hubiera que acostumbrarse.

—Están un poco deslumbrados. No todos los días vas a tu trabajo en un servicio de atención al cliente y te encuentras con una chica que está con una de las quarterbacks de la liga nacional de las que más se habla, y que acaba de ser fotografiada des…Se interrumpió cuando se me salieron los ojos de las órbitas antes de entornarlos para mirarle. Mierda, mierda, mierda, mierda. Mierda pinchada en un palo ¿Toda la oficina había visto esa foto? ¿Marley había visto esa foto? Algunas de aquellas miradas masculinas cobraron algo de sentido. Me estaban mirando como si me vieran desnuda porque, de hecho, me habían visto desnuda Mierda.

— ¿Tú la has visto? —No era realmente una pregunta, pero necesitaba confirmación Marley tuvo la decencia de parecer ligeramente avergonzada las puertas del ascensor se abrieron justo entonces salvada por el ascensor.

— ¿Quieres hablar de ello? —me preguntó, intentando, inútilmente, evitar sonreír.
—No —susurré, y me crucé de brazos supongo que no se me había ocurrido que esa foto daría vueltas por todo el país. Debería haberlo sabido.

—No te preocupes. Yo no miré —dijo en voz baja—. No pude evitar que los demás la vieran, pero yo no lo hice. Siento que ocurriera. —Su expresión destilaba sinceridad. La primera vez que la veía en Marley mi ira pasó de largo.

—Sí, yo también lo siento —contesté cuando las puertas se abrieron en la planta baja Marley se dio cuenta de que yo no quería hablar más de ello, o ella mismo había terminado de hablar de ello, y saludó a alguien que pasaba con la mano.—Hay un sitio buenísimo justo al doblar la esquina. Lo preparan todo al día. La sopa, el pan, los bocadillos, ese tipo de cosas. —Esperó a que pasase yo primero por la puerta giratoria—. ¿Te parece bien? —Me preguntó al reunirse conmigo en la acera. —Me parece bien.

Resultó que el café se encontraba a no más de una manzana de distancia de la oficina. Aunque ya había pasado la hora punta de mediodía, el sitio todavía estaba a reventar. El aroma a pan recién hecho y albahaca me alcanzó de lleno en cuanto entramos por la puerta. Marley avanzó serpenteando hasta la única mesa que había libre y saludó con la mano a algunas de las camareras que se hallaban detrás de la barra, las cuales se sonrojaron casi de inmediato. Como sospechaba, a Marley le gustaba flirtear. Era una mujeriega en toda regla. Apenas nos habíamos sentado cuando una de las camareras de ojos extasiados depositó dos vasos de agua delante de nosotras.

—Hola, Marley —saludó al tiempo que se ponía un mechón detrás de la oreja. Yo la saludé con la mano, pero era invisible para ella.

—Hola, cielo —respondió ella cuando la miró, por el gesto soñador de la chica, se diría que esta acababa de morirse y subir al cielo. Se fue tan rápido como había llegado. Resultaba evidente que Marley dejaba sin palabras a la mayoría de las chicas. Me alegré de no ser la mayoría de las chicas.

— ¿«Cielo»? —Dije, poco impresionada—.Eso es lo mejor que se te ocurre? Marley dio un sorbo a su vaso, y adoptó aquella expresión divertida.
— ¿Estás cuestionando mi juego? —replicó ella—. Porque tengo tanto juego que no sé qué hacer con él.

—Eso lo dices tú y cualquier otra persona de la historia —le espeté en respuesta—. Pero para una que afirma tener mucho juego, eso ha estado flojo. Creo que mi novia de sexto curso me encandiló con un «Hola, cielo».

—Bueno, Señorita Sabelotodo —Marley se inclinó hacia delante—, resulta que Cielo es su nombre. —Alzó una ceja y esperó. Me quedé sin palabras. No sabía nada. Evidentemente.

—Entonces… —dije, y bebí un trago de agua—, ¿qué hay del tiempo? Marley se rió, sin duda más divertida que insultada por el último síntoma de mi sabelotoditis.

— ¿Por qué Rach, tú y yo no nos hemos juntado nunca para pasar la noche discutiendo? —preguntó—. Tendremos que poner remedio a eso.

—Parece que ya lo estamos haciendo —contesté, y esbocé una sonrisa de disculpa. —Hola, Marley. —Mismo saludo y mis mosojos embelesados, distinta camarera.

—Hola, Dulce. —Me miró con el rabillo del ojo—. Porque así es como te llamas, Dulce ¿Te importaría tomarnos nota? Dulce no se quedó tan pasmado como Cielo cuando Marley la miró con sus bonitos ojos castaños. —A su servicio —repuso, y se mordió el labio de forma sugerente, cualquier cosa menos inocente. —Brittany —Marley me hizo un gesto—, ¿ya sabes qué quieres?

—Yo tomaré ensalada caprese, por favor —dije Dulce ni me miró ni apartó la vista de Marley un solo momento mientras garabateaba lo que le había pedido. Estaba claro que el personal del restaurante había estado bebiendo los vientos por Marley y tenía sed de más. —Marley—dijo, pestañeando—, ¿qué vas a tomar tú? Cogí mi vaso y le di otro trago de agua. Esa tía quería rollo. Dudo que hubiese puesto alguna objeción si Marley le hubiese dicho que le esperase en el lavabo de mujeres en cinco minutos. — ¿Cuál es la sopa del día? —preguntó, devolviendo aquella mirada coqueta. —Crema de tomate.

No tenía ni idea de que «crema» pudiera sonar tan lascivo. —Ah, tomaré una —contestó ella—. Hoy estoy atrevida.

—Una mujer lanzada —agregué al tiempo que le tendía la carta a Dulce—. Ten cuidado.

—Bueno, Britt —dijo ella—, como mi hermana no para de hablar de ti, tengo la sensación de que ya te conozco. Podía imaginarme lo que le había contado Rachel De hecho, no quería ni imaginarlo.—Vale, voy a quitarme el sombrero de «jefa» y voy a ponerme el de «amiga» y preguntarte acerca de algo que probablemente no debería.—Se aclaró la garganta y se inclinó de nuevo hacia mí—. Háblame de tu novia…

—Prometida —le corregí—. ¿Rach te lo ha contado todo acerca de mí y no te ha dicho nada acerca de Santana?


—Esa chica adoraba a Santana Bueno, todas las chicas adoraban a Santana, pero Rachel la adoraba de un modo platónico, no en plan «hazme gemir». —Esto es lo que sé de Santana por Rachel (y son sus palabras, no las mías) —añadió, revolviéndose en su asiento—: está bien, tiene un buen culo y puede hacer que te sonrojes después de cuatro años juntas.

—Rachel… —Suspiré—. Todo eso es verdad, pero hay mucho más en Santana Marley asintió.

—Eso esperaba —contestó—. ¿Qué te hizo enamorarte de ella? Esa no era la conversación que esperaba mantener con mi jefa el primer día, pero las expectativas, en mi opinión, eran una pérdida de tiempo. Toda expectativa llevaba a la decepción.

—No fue tanto lo que hizo que me enamorara de ella —comencé, mientras miraba por la ventana—. Fue más bien que no pude evitar no enamorarme de ella.

— ¿En plan «los astros se alinearon y el destino lo quiso así»? —aventuró, y su sonrisa revelaba que creía haberlo entendido. Pero se equivocaba.

—No. Más bien hicimos que los astros se alinearan y el destino no tuvo nada que ver con ello .Antes de que pudiera contestar, me sonó el teléfono.

—Lo siento —dije, a punto de ignorar la llamada, pero Marley asintió.

—Cógelo —respondió—. Estás fuera del horario de trabajo, y todavía llevo el sombrero de «amiga» puesto.

—Vale. —Me giré en mi silla—. ¿Es la Señora Increíble? La risita de Santana se abrió paso a través del móvil.

—Más te vale creerlo, Britt —dijo—. ¿Qué tal tu primer día?—Está yendo como diez veces mejor, gracias a una tía que me ha mandado como un millón de rosas.

—Un millón de rosas rojas —puntualizó ella.

—Gracias. La verdad es que eres bastante increíble tanto dentro como fuera del… —carraspeé y pronuncié la palabra que estaba buscando— dormitorio.

—Joder, Britt, estoy tan orgullosa de ti… —aseguró por encima de algunos gritos y gruñidos de fondo. Debía de haberme llamado durante el entrenamiento—. Has encontrado un trabajo brutal.

—Espera. ¿Ahora estás orgullosa? —Asentí en agradecimiento a Cielo cuando depositó la ensalada delante de mí Marley le dio las gracias con un guiño, lo cual hizo que ella se sonrojara—. ¿Desde cuándo?

—Desde que decidí dejar de ser una capulla egoísta —respondió Santana—. ¿Que si preferiría que estuvieses aquí conmigo para poder arrastrarme a la cama contigo todas las noches? Pues claro. Pero, si esto es lo que necesitas hacer, no tengo que entenderlo para apoyarte en todo momento. Me temblaron un poco las rodillas. Me alegré de estar sentada.

—Vamos madurando, ¿eh? —repuse, y miré a Marley  No había probado su sopa, y estaba claro que iba a esperarme antes de meter la cuchara. Le hice un gesto para que lo hiciera. Muy considerado por su parte, pero no tenía sentido que se le enfriase la sopa mientras yo concluía mi conversación con Santana.

—Bueno, y ahora, ¿qué estás haciendo? —Dijo Santana—. No irás a meterte en ningún lío si la jefa te pilla al teléfono, ¿verdad?

—La jefa ya me ha pillado al teléfono —respondí, y sonreí a Marley—. Pero creo que no le importa, ya que está comiendo conmigo al otro lado de la mesa Santana guardó silencio al otro lado, durante tanto tiempo que tuve que comprobar si se había cortado la llamada. — ¿Santana?

— ¿Estás comiendo con ella? —preguntó en voz baja, controlada. Eso no era bueno.

— ¿Sí?

— ¿A solas? —Su voz seguía siendo baja, pero tembló ligeramente. — ¿Sí? Nada bueno.
Santana exhaló bruscamente.

— ¿Sabe que vas a casarte? Su tono me estaba haciendo removerme en mi asiento. Como si hubiese hecho algo malo.

—Sí. Respiró hondo varias veces antes de contestar.

—Deja que hable con ella.

— ¿Por qué? —le pregunté; sabía que era una idea terrible.

—Porque quizá necesita un recordatorio de que vas a casarte conmigo —soltó—. Y que por lo tanto estás fuera de su alcance. Eché un vistazo a Marley. Seguía esperando pacientemente, ignorando que la tía al otro lado del teléfono estaría encantada de alargar el brazo a través del altavoz y estrangularle si era posible. Empujé mi silla hacia atrás y bajé la voz, con la esperanza de que Marley lo pillara y se excusara para ir al lavabo o algo.

—Santana —susurré—, tanto si lo sabe, lo acepta y le importa que esté prometida como si no, yo lo sé —remarqué con firmeza—. Yo sé que estoy prometida, y eso es lo único que tiene que preocuparte. —Lancé otra mirada a Marley era evidente que fingía no estar intrigada por mi conversación.

— ¿Sabes que estás prometida? —repuso Santana, y resopló—. Entonces ¿qué haces quedando para comer a solas con tu jefa? Se estaba encendiendo. Y yo también. La diferencia era que yo escogía mantener mi fuego sin llamas nunca me habría considerado una de esas personas tranquilas y serenas, pero estaba empezando a sorprenderme a mí misma aflojé los puños antes de contestar. —Tenía hambre. Y me lo ha pedido. Y es una tradición de la empresa llevar a los nuevos trabajadores a comer. Y no hay nada remotamente íntimo entre nosotras. Y estaba segura de que me apoyabas y confiabas lo suficiente en mí como para tomar mis propias decisiones. Y —sin duda había como cien razones más— tenía hambre Marley se aclaró la garganta.

—Britt —dijo haciendo ademán de levantarse—, ¿quieres que me vaya? Negué con la cabeza.

—Sí —soltó Santana, que le había oído—. Será mejor que se largue.

—Santana —le advertí. —Que se ponga al teléfono, Britt —replicó ella—Tengo que hablar con ella Marley se levantó para marcharse, y yo volví a negar con la cabeza y le señalé su asiento. No pensaba dejar que aquella discusión entre Santana y yo se acabase por omisión Santana tenía que confiar en mi discreción, mis elecciones y mis decisiones. Tenía que confiar en mí Marley volvió a sentarse con gesto vacilante; no podía parecer más incómoda.

—No.

—Britt —insistió ella.

—Santana —le contesté—, no. Emitió algo entre un suspiro y un gruñido, y volvió a guardar silencio. Estaba lo bastante acostumbrada a su frustración como para saber que en ese momento se estaba frotando la nuca y tenía el rostro contraído. —Estoy en la otra punta del país, Britt Completamente impotente mientras tú comes con tu jefa, que probablemente es alguna guaperas con traje que cree que porque todas las chicas antes que tú se han rendido ante sus encantos, tú también lo harás. —Me alegré de que no estuviera allí para verme, porque mi boca esbozó una leve sonrisa Santana lo había clavado; Marley era una guaperas con traje—. ¿Qué esperas que haga, Britt? La respuesta era fácil. Y casi imposible de pronunciar.

—Confía en mí me llegó algo breve y en voz baja del lado de Santana, pero no lo entendí. Unos instantes más de nada. Lo juro, la mitad de esa conversación habían sido silencios en los que una de las dos procesaba lo que la otra estaba pensando supongo que podía decirse que por fin nos habíamos graduado en la Academia de Piensa Antes de Hablar.

—Maldita sea —dijo para sus adentros. Esa respuesta la entendí a la perfección.

— ¿Ves por qué era tan difícil para mí?

—Sí, ahora estoy empezando a entender por qué te volviste loca hace tiempo —dijo, subestimando en qué me había transformado «hacía tiempo». Una lunática psicótica y rabiosa, que expulsaba llamas por la boca, habría sido una descripción más ajustada—.Vale, confiaré en ti. Pero no confiaré en ella o en ninguna otra mujer que crea que no pasa nada por invitar a una mujer prometida a comer asolas. Eso no se hace. Mi sonrisa había dejado de ser comedida. Tenía la confianza de Santana, incluso en una situación en la que ella no quería brindarla

— Ha sido agradable charlar contigo, pero tengo que volver a mí…

—Cita.

—Comida —corregí—. Te quiero. Gracias por llamar, por las flores y por la confianza. Esta noche te doy un toque cuando Holly y la pequeña Santana se hayan instalado.

—Dale a Hol un abrazo de mi parte. Tienes el balón para la pequeña Santana, ¿verdad?

—Lo haré, y sí —respondí.

—Una cosa más —añadió.

—Lo que sea.

—Dile que se ponga al teléfono —dijo, solo medio en broma. Gruñí.

—Puedes hablar con él en persona cuando vengas, así podré vigilar lo que dices.

—Rompetetas —murmuró.

—Te quiero.

—Te quiero, Britt Colgué y sonreí a Marley con gesto avergonzado.

—Lo siento ella alzó la mano e hizo un gesto para restarle importancia.

—No, de verdad. Lo siento. —Mi primer día de trabajo, y acababa de pelearme con mi novia por teléfono durante casi diez minutos en medio de la comida. No iba a garantizarme una placa de empleada del mes en breve precisamente.

—Ha sido entretenido —dijo ella—. Creo que no había visto tanto drama desde que Rachel me obligó a ver la última temporada de su reality favorito en secundaria. No estaba segura de si eso pretendía ser una puñalada o una broma, pero me dolió. Aunque no era asunto de Marley, tenía que dejar las cosas claras.

—Santana es dramática. Yo soy dramática. Juntas somos todo un espectáculo. —Pinché en mi ensalada caprese con el tenedor y di un bocado. Comida por fin. Marley al fin introdujo su cuchara en la sopa.

—Eso suena a enfermizo junté las cejas. No iba a dejar que una tía que creía que pedir una crema de tomate era vivir en el lado salvaje me dijera lo que era o no era enfermizo.

—Quizá para ti, pero no para mí. Ahí estaba. Una forma de resumir cerca de una tarde entera de explicaciones en una frase.

—Perdona por decir lo que opino, pero soy una Berry —contestó—. ¿Cómo puede ser que te controlen bueno para nadie?

—Santana no es controladora —dije, y tomé aire—Es protectora.

— ¿Hay alguna diferencia? —preguntó, y tomó una cucharada. Para entonces probablemente se había quedado fría.

—Sí, hay una diferencia enorme. Controladores  completamente distinto de protector. —Sentí la tentación de sacar mi teléfono y enseñarle el diccionario—Santana es protectora conmigo porque sabe exactamente qué tipo de basura hay por el mundo y no quiere que lo experimente nunca. Y si lo hiciera, está tan dispuesta como preparada para protegerme. —Traté de evitar parecer que estaba a la defensiva. Me gustaba Marley, pero sus preguntas estaban empezando a fastidiarme—.Sin embargo, aunque le gustaría que le dejase hacerlo a ella, me deja tomar mis propias decisiones. La única persona que me controla soy yo Marley apretó los labios.

—Controladora, protectora, posesiva yo metería todos esos adjetivos en la misma categoría—; enfermizo Esa tía no sabía cuándo retirarse. Y yo tampoco.

— ¿Qué estudiaste en la universidad? —le pregunté, esperando que si probaba con otro modo de explicarlo podría ganar la batalla dialéctica.

—Estudié ciencias políticas y económicas —contestó sin inmutarse por el brusco giro de la conversación. Se me encendió una bombilla.

—Vale, pues en términos de ciencias políticas… —cavilé, pasando los dedos por la mesa—Santana no es una tirana No me gobierna o espera que obedezca todo lo que dice. Es más como una consejera —le expliqué—. Una consejera que no solo ofrece buenos consejos, sino que sabe cómo dar una paliza si es necesario Marley tomó un par de cucharadas más de sopa, sin contestar inmediatamente.

—Entonces tenéis drama, ella es… —se aclaró la garganta— «protectora», y tú no puedes decirme exactamente por qué le quieres, solo que no puedes evitar quererle. Britt, no me mates, pero pareces enganchada. O ciega. No enamorada Dios, esa tarde no iba a conseguir tener un respiro.

Primero Santana y luego Marley, esas dos iban a hacerme perder los nervios. Inspiré y conté hasta cinco. No importaba lo que pensara Marley, como tampoco importaba lo que pensase nadie más. No iba a permitir que volvieran a asaltarme las dudas. Yo quería a Santana. Ella me quería a mí  Ella lo había demostrado una y otra vez a lo largo de cuatro años. Había dejado las dudas atrás.

—Tendremos que estar de acuerdo en no estar de acuerdo —respondí, y dejé el tenedor en el plato, ya había tenido suficiente comida y suficiente conversación por ese día—. Creo que deberíamos volver.

—Britt, no pretendía ofenderte. Digo lo que pienso, y la mayor parte del tiempo no debería hacerlo.

—Eres la hermana de Rachel, y mi jefa, y una tía bastante maja, así que creo que deberíamos pactar no volver a hablar de mi relación. —Le miré directamente—. Porque no voy a permitir, ni por un segundo, que intentes echar por tierra lo que Santana y yo tenemos. No nos comprendes. No pasa nada. No eres la primera, y sin duda tampoco serás la último. Pero no puedo ser tu amiga si sigues diciendo esas cosas.

— ¿No puedes oír nada que no quieras oír?

—No, no se trata de eso Santana y yo hemos pasado por más cosas que la mayoría de las parejas pasarían en cuatro vidas juntas. Sé que no tenemos los números a nuestro favor. Y tampoco me importa. —Guau, estaba lanzada .Era hora de que me bajase de mi podio antes de que resbalara y me rompiera el cuello—. Estoy harta de oír a la gente decirnos lo poco que nos convenimos la una a la otra. Solo porque tú no lo veas, no significa que no podamos estar juntas Marley alzó las manos en gesto de rendición.

Buena jugada—Me parece bien. Creo que podré hacerlo.

—Ya veremos —repuse. Tenía dudas acerca de cómo Marley iba a «poder hacerlo».

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Bueno aqui un nuevo capitulo espero que les guste y comenten si les gusto
Saludos y Besos
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Mensaje por Anita-P Mar Jun 24, 2014 9:31 pm

Hola Dani! Decirte Dani me obliga a pensar en Demi Lovato jajaja como estás? Me gustan los capitulos pero Brittany está sacando lo peor de mi! No me gusta su actitud y sé que generará muchos problemas en la relación. Aunque ya lo he dicho, amo el drama! Ahora leere este nuevo.
Que andes bien!! :) hasta la proxima
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Mensaje por micky morales Mar Jun 24, 2014 9:48 pm

primero una jefa no es nadie para opinar de tu relacion y segundo britt no debe hacer lo que no le gustaria que le hicieran!
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Mensaje por 3:) Mar Jun 24, 2014 10:27 pm

holap dan!!!!

me gusto!!!
me gusta la forma que tiene britt de defender su relación con san!!!!
no me gusta la actitud de marley!!!!!!! me da en la punta del hígado, desde el principio la odio!!!
amo el lado romántico de san,...

nos vemos!!!

PD; soy un amor  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1215408055 Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1215408055 jajajaj te aseguro que el yoga no ayuda y mas al nivel de ira de san jajajaj
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Mensaje por monica.santander Mar Jun 24, 2014 10:42 pm

Problemas y mas problemas!!!!!
saludos
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Mensaje por Dani(: Jue Jun 26, 2014 10:41 pm

Anita-P escribió:Hola Dani! Decirte Dani me obliga a pensar en Demi Lovato jajaja como estás? Me gustan los capitulos pero Brittany está sacando lo peor de mi! No me gusta su actitud y sé que generará muchos problemas en la relación. Aunque ya lo he dicho, amo el drama! Ahora leere este nuevo.
Que andes bien!! :) hasta la proxima

micky morales escribió:primero una jefa no es nadie para opinar de tu relacion y segundo britt no debe hacer lo que no le gustaria que le hicieran!

3:) escribió:holap dan!!!!

me gusto!!!
me gusta la forma que tiene britt de defender su relación con san!!!!
no me gusta la actitud de marley!!!!!!! me da en la punta del hígado, desde el principio la odio!!!
amo el lado romántico de san,...

nos vemos!!!

PD; soy un amor  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1215408055 Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 13 1215408055 jajajaj te aseguro que el yoga no ayuda y mas al nivel de ira de san jajajaj

monica.santander escribió:Problemas y mas problemas!!!!!
saludos


Perdon hoy solo paso a dejar capitulo perdon por no responderles!
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Mensaje por Dani(: Jue Jun 26, 2014 10:54 pm

Capítulo 13


Mi apartamento parecía como si hubiesen soltado una manada de rinocerontes dentro la mujercita haría sentirse orgullosa a su tocaya, gritando y gruñendo como una troglodita. Yo había tenido un largo día en el trabajo, los pies me estaban matando y estaba agotada, pero no tenía prisa por llegar a mi apartamento. Parecía que hiciese una eternidad desde la última vez que había tenido a alguien a quien desear ver al llegar a casa. Un montón de tiempo desde que otras voces a parte de la mía y las procedentes del televisor había llenado el apartamento. Me detuve delante de la puerta y llamé. Me resultaba un tanto extraño llamar a mi propia puerta, hasta que oí el cloc, cloc, cloc de los piececitos de la troglodita atronando hacia la puerta.

— ¡Ha llegado la tía Britt! ¡Ha llegado la tía Britt! —Aunque Luce sonaba más como «Bitt».La puerta se abrió con tanta fuerza que rebotó contra la pared. — ¡Tía Britt! Me apoyé una mano en la cadera.

— ¿Ha visto a una niña pequeña, señora? Se llama Santana, y es más o menos así de alta. —Sostuve la mano a la altura de su hombro—. Su tía Santana y yo tenemos un regalo para ella.

— ¡Soy yo, tía Britt!

— ¿Qué? Imposible. Tú eres demasiado grande para ser la pequeña Santana.

La niña puso los ojos en blanco. No tenía ni cuatro años y ya sabía poner los ojos en blanco como es debido. Estaba claro que había adquirido ese gesto de su madre. Sin embargo, era la viva imagen de Emily, su madre. Tanto que, cuando se le iluminó el rostro con su sonrisa, olvidé dónde estaba y a quién tenía delante. —Mamá dice que estoy creciendo como la mala hierba, y ya no soy la pequeña Santana Soy SL —declaró, y se irguió un poco más.

—SL, ¿eh? —contesté—. ¿Y eso quién lo dice?

—Lo dice Dani. —Señaló hacia el interior del apartamento. Se oyó un estrépito, seguido de Holly soltando una retahíla de improperios. Parecía que me necesitaban.

— ¿SL ya es demasiado grande para dar un abrazo de los suyos? SL consideró la pregunta un momento antes de sacudir sus greñas cobrizas.

—No. Abrí los brazos y se abalanzó hacia mí.

—Bien, porque me moría por un buen abrazo. —Le di un beso en la mejilla y entré dentro—.Ya habéis organizado un torneo de molición en mi casa? —le grité a Holly, que estaba recogiendo con gesto furioso los viejos trofeos de fútbol de Santana, que se habían caído de la estantería.

—Tengo una niña pequeña que la mitad del tiempo cree que es un Tiranosaurus rex —contestó al tiempo que devolvía el último trofeo a su sitio—. La pregunta no es si este lugar será demolido, sino cuándo. —Holly cruzó la habitación. Parecía más agotada de lo que la había visto nunca.

Supongo que cruzar el país con una niña pequeña podía causar estragos en una chica—. ¿Estás segura de que no quieres pensártelo mejor, Britt? No es demasiado tarde, ¿sabes? No hemos acabado de desempaquetar todos nuestros trastos.

—Si se te pasa por la cabeza marcharos, os ataré y os retendré como prisioneras, literalmente —dije, estrechando a SL con más fuerza. Holly me abrazó por un lado y por el otro le alborotó el pelo a SL. —Bueno, es tu seguridad y tu cordura .Al parecer, dos mujeres como su madre eran su tope. SL hizo una mueca y se retorció para liberarse de mis brazos.

— ¿Qué tal el vuelo?

—Ha sido mucho mejor de lo que podría haber sido, gracias a mi amigo Benadryl infantil —dijo Holly mientras veía a SL ir directo a la cocina—. Eh, deja a Dani en paz dos minutos.

— ¡Eh, Dani! ¿No tenías nada mejor que hacer esta noche? —grité hacia la cocina. No me había dado cuenta al entrar de que se había quedado después de recoger a Holly y a San del aeropuerto, pero a Holly y SL se les daba bien llamar la atención de las personas Dani agitó una cuchara en el aire y sonrió.

—Le he dicho a Holly que me quedaría con SL mientras ella se instalaba —dijo, justo antes de que SL le hiciera un placaje en las piernas.

— ¡Santana Marie Reed! —gritó Holly. Maldita sea, tenía el tono de madre tan bien pillado que me estremecí—. Si no te tranquilizas y empiezas a comportarte como la niña dulce y buena que sé que puedes ser, la pobre Dani no volverá a venir a visitarnos jamás. Dani desvió sus ojos castaño oscuro hacia Holly, y habría jurado que le brillaban. Holly ya le había impresionado. Agitó la cuchara de nuevo.

—Tengo tres hermanas pequeñas, así que te garantizo que no va a hacer nada que no haya visto antes Dani apagó el fuego, cogió a SL y se lo echó al hombro antes de empezar a galopar en círculos por la habitación. Pobres vecinos de abajo.

—Así que ¿esta tía es tu pareja de baile? —dijo Holly mientras las miraba a los dos corriendo y chillando por el salón.

—La misma.

—Ahora entiendo por qué Santana se puso como una mona cuando le encontró quitándote la ropa —dijo mientras se dirigía hacia su maleta.—Eso tampoco es una revelación exactamente, Holly Santana se pone, se ponía y se pondrá como una mona por cualquier cosa que se parezca remotamente a una mujer que intenta ayudarme a quitarme la ropa. —La seguí y me dejé caer en el sofá.

—Sí, pero Dani es mona… —dijo, mirándole con el rabillo del ojo. Fruncí el entrecejo. Dani era guapa en el sentido estricto de la palabra. Cabello largo y oscuro, ojos casi igual de oscuros, y una piel de alabastro sin ningún defecto. Entraba por los ojos y había llamado la atención de la mayoría de las bailarinas de la Marymount Manhattan, pero no daba la impresión de que su punto mona y el de Holly fueran a encontrarse. A Holly le gustaba el mismo prototipo de chicas que a mí: tipas duras, fuertes, atractivas.

— ¿Dani te parece mona?

— ¿A ti no? Me encogí de hombros mientras contemplaba a Dani y a SL luchar en el suelo.

—Sí, pero…

—Ya, ya, ya lo sé —me interrumpió Holly—.Juega en otra liga. Es evidente es heterosexual.
Estaba a punto de esclarecer la orientación sexual de Dani cuando SL saltó como una alarma de incendios. Anoté mentalmente comprar paracetamol la próxima vez que fuese a la tienda.

—Tía Britt, ¿es para mí? —preguntó. Mejor dicho, gritó.

—SL, ¿has estado hurgando en las cosas de tía Britt? —dijo Holly cuando la niña corrió hacia nosotras con un regalo Santana incluso había hecho que lo envolvieran con papel amarillo y verde azulado.

—Estaba en su habitación —contestó, dando vueltas al regalo en sus manos. — ¿Qué estabas haciendo tú en su habitación? Te he dicho que el cuarto de Britt es zona prohibida.

—Se me olvidó decírtelo —dije, al tiempo que cogía a SL y me la ponía en el regazo—.Vosotras os vais a quedar mi habitación, yo estaré aquí fuera.

— ¿Qué? —Replicó Holly—. No. De ninguna manera, Brittany Pierce Hemos venido con la condición de que seríamos una molestia, no de que te desplazaríamos directamente Dani se desplomó a mi lado. Su pelo parecía que hubiera sido agitado en una licuadora.

— ¿Te importaría escucharme por una vez, cabezota? SL y tú vais a quedaros con mi habitación. Ella necesita un sitio tranquilo donde dormir, y vosotras sois dos. Ya he pedido un colchón individual y un par de separadores para colocarlos aquí para mí, así que ya está. —Arqueé una ceja y esperé. A Holly le gustaba discutir conmigo casi tanto como a Santana.
Sin embargo, lo que hizo a continuación no me lo esperaba. Me había mentalizado para otros cinco asaltos de tira y afloja. En lugar de eso, se dejó caer a mi lado y me abrazó con tanta fuerza que casi me corta la respiración. —No sé qué haría sin ti y sin Santana. —Se sorbió junto a mi pelo. Nunca la había visto llorar. De hecho, había llegado a la conclusión de que era incapaz de hacerlo.

—Estarías perfectamente, Holly —le aseguré, como Santana y yo hacíamos cuando trataba de atribuirnos más mérito del que debía. Holly había cruzado el proverbial Nilo ella sola.

Santana y yo solo habíamos estado ahí para ayudar un poco por el camino. Le di unas palmaditas en la espalda y le guiñé un ojo a SL—. Bueno, ¿vas aquedarte mirando esa cosa toda la noche o piensas abrirlo? Su rostro se iluminó justo antes de que se desatara un huracán de papel de regalo.

— ¡Un balón de fútbol! —exclamó saltando—.Uno de verdad. No para niñas pequeñas.

—Echó el brazo hacia atrás y lo lanzó directo al estómago de Dani gruñó, cogiendo el balón con torpeza, como si no supiera si tirarlo o hacer una pirueta con él.—Jolines —exclamó Holly, examinando el balón en las manos de Dani—. ¿Eso de ahí son firmas?

—Jolines, sí —respondí al darme cuenta de que tendría que tener cuidado con lo que decía ahora que había un par de oídos inocentes cerca. Eso, más que cualquier otra cosa, me pareció lo más difícil de aquella situación.

— ¿No serán las firmas de un tal Santana López y el resto de sus compañeras de equipo? —Holly había pasado a mirar el balón con la boca abierta. Le dirigí una sonrisita de suficiencia.
—No. Las de Santana López y el resto de los miembros del Club de las Chicas Malas.

—En ese caso —dijo ella con una breve sonrisa—, ¿dónde están los números de teléfono? Dani le entregó a SL el balón antes de levantarse de un salto del sofá. Se fue directo hacia la puerta, y se volvió.

—Será mejor que me vaya —dijo—. Tengo una hora de camino por delante. Holly y yo nos miramos. Hasta ese momento, Dani parecía dispuesta a pasar la noche en el sofá, y ahora solo quería marcharse. Me puse en pie y le seguí.

—Gracias otra vez, Dani —le dije mientras le abría la puerta—. Te debo una. Se detuvo en el umbral y volvió a mirar hacia donde SL le tiraba el balón a Holly.

—No, no me debes nada. No me lo pasaba tan bien desde la noche del karaoke, cuando cantaste una versión borracha de «Hey Jude» antes de caerte del escenario. Torcí el gesto. No me gustaba recordar esa noche. Santana había estado en la ciudad ese fin de semana, y al camarero se le había ido un poco la mano con mis bebidas esa noche. El resultado no fue agradable Dani seguía sin poder apartar los ojos de Holly, así que empecé a trazar un plan.

—Entonces ¿por qué no me dejas que te prepare la cena el viernes por la noche? ¿Cómo forma de expresarte mi eterna gratitud? Esperé mientras ella calculaba algo mentalmente—Venga. Puedes pasar la noche aquí, así no tendrás que preocuparte de conducir tarde por la noche. Abrió mucho los ojos.

— ¿Estás segura?

—Hol —llamé por encima del hombro—, ¿estamos seguras de que queremos que Dani venga a cenar el viernes por la noche? Tras lanzar el balón a los brazos de SL, nos miró. Juro que oí como el corazón de Dani se saltaba un latido.

—A las siete en punto —contestó ella—. No llegues tarde. Sonreí a Dani con gesto victorioso y esperé.

—Es una cita —dijo antes de ponerse roja—.Quiero decir que es una cena. Una cita para cenar. —Un poco más roja—. Quiero decir que quedamos el viernes, y vamos a cenar juntas… —Hizo una mueca de dolor y se dio la vuelta—. Y ahora es cuando me quiero morir.

— ¡Gracias por todo! —Gritó Holly cuando ya caminaba por el pasillo—. Ha sido un placer conocerte, Dani volvió a meter la cabeza en el apartamento. —El placer ha sido mío.

Ella le lanzó una sonrisa que hizo que la pobre chica se pusiera más roja todavía Dani me saludó con la mano, y se apresuró por el pasillo. No había llegado dos puertas más adelante cuando se tropezó con… sus propios pies. — ¿Estás bien, Grace? —le pregunté cuando parecía que recuperaba el equilibrio antes de caer.

—Me siento un poco rara esta noche —respondió mirándose los pies con furia, como si le hubiesen traicionado.

—Me pregunto por qué. —Esbocé una sonrisa irónica Dani sacudió la cabeza. —Buenas noches, Britt.

—Buenas noches, Grace. Me enseñó el pulgar en señal de que estaba bien antes de recorrer el resto del pasillo de una pieza. Nunca había visto a Dani tropezar de esa forma, ni una sola vez en los tres años que llevábamos bailando juntas. — ¿Qué le has hecho a esa chica? —pregunté nada más cerrar la puerta.

—Le he hecho que se piense dos veces lo detener hijos —contestó Holly mientras se concentraba de nuevo en deshacer la maleta.

—No, creo que está tan enganchada a ti que…

— ¡Santana! —gritó Holly, y echó a correr hacia SL, que se encontraba delante de la maceta de mi helecho. Tenía los pantalones bajados hasta los tobillos—. Por favor, por favor, por favor, no me digas que acabas de hacer pis en la planta de tía Britt SL se subió los pantalones y se encogió de hombros.

—Parecía seca. Solté una carcajada, que interrumpí en cuanto Holly desvió su mirada iracunda hacia mí. Me dirigió una expresión que venía a decir «Ríete otra vez si te atreves», y se dirigió con paso firme a SL. — ¿Dónde se supone que tienes que ir a hacer tus cositas?
—Al baño —dijo SL, como si fuese obvio.

—Sé más específico.

—Al váter. —Suspiró.

—Entonces ¿por qué acabas de hacer pis en la planta de la tía Britt?

—Te lo he dicho. Estaba seca. Aquello requería la intervención de su tía. Cogí la regadera de la encimera y me acerqué hacia donde se encontraban ellos.

—Tienes razón; estaba seca. Pero resulta que sé que mi pequeño helecho es alérgico al pis de las niñas —le di un codazo a Holly y ella me lo devolvió—, así que la próxima vez que tenga sed, puedes usar esto para darle algo de agua. —Le tendí la regadera a SL—. Ese será tu trabajo aquí. Mantener la planta feliz y sana. ¿Crees que podrás hacerlo? SL inspeccionó la regadera, dándole varias vueltas antes de asentir.

—Sí. Yo cuidaré de la planta, tía Britt —dijo con toda la solemnidad que podía mostrar una niña de casi cuatro años. Entonces sus ojos se desviaron hacia la tele y se le iluminaron—.Mamá? ¿Puedo ver Yo Gabba Gabba!?Holly miró la hora en el reloj de la cocina.

—Venga. Tras colocar la regadera junto a la planta cuidadosamente, SL se fue dando saltitos hasta el televisor y cogió el mando.

— ¿Necesita ayuda? —pregunté.

— ¿Estás de coña? Sabe a qué hora y en qué canal ponen Yo Gabba Gabba! desde los dos años —me contestó mirando primero la planta y luego a mí—. Lo siento. Como te dije, una pequeña troglodita.

—No te preocupes —la tranquilicé—, y si te hace sentirte mejor, estoy bastante segura de que no es la primera vez que alguien se mea en ella. Estoy casi convencida de que tuvo ese honor después de que nos tomáramos un par de botellas de champán y el baño estuviera demasiado lejos cuando tenía que ir

—Sus ojos se posaron en SL, que estaba embelesada con un programa que parecía haber sido concebido durante un viaje de ácido.

—Vamos. Movamos tus cosas a la habitación para que podáis dormir un poco —dije cogiendo otra de sus maletas—. Seguro que estáis molidos.

—Como un saco de boxeo —respondió, cogió otra maleta y me siguió—. Tía Britt y yo vamos a acabar de deshacer las maletas. Avísame si necesitas algo, SL.

— ¿Todavía no están hechos los bizcochos? —preguntó SL con los ojos fijos en el televisor Holly echó un vistazo al reloj del microondas.

—Veinte minutos más.

—Vale. —Sonó como si veinte minutos fueran una eternidad—. Te quiero, mamá. Todas las líneas de estrés del rostro de Holly se alisaron.
—Te quiero, San.

—Es SL —corrigió, y apartó la vista lo justo para encontrarse con la mirada de su madre.
—Lo siento, se me ha olvidado. Te quiero, SL.

Maldita sea. Esa cría podía mear en todas y cada una de las superficies de mi apartamento si seguía diciendo cosas como esa. El apartamento volvía a parecer lleno. Y yo volvía a sentirme plena. O casi. Sabía que independientemente del número de cuerpos que metiera en ese piso, nunca serían suficientes para llenar el hueco que Santana había dejado. Nadie salvo ella podía llenar ese vacío. Subí la maleta a la cama, abrí la cremallera y me puse manos a la obra. Ya había cambiado las sábanas y vaciado el armario y los cajones para hacer espacio para Holly y SL. —Britt, sigo sin sentirme bien por quedarnos con tu habitación —dijo Holly mientras dejaba su maleta sobre la cama también—. Me refiero a que es tu casa, tú deberías quedarte con la habitación.

— ¿Quieres parar de una vez? —Repliqué, y abrí el cajón de arriba para guardar los pantalones de SL—. Ya está. La decisión está tomada. Se acabó el asunto.

—Me encanta cuando me hablas en ese tono —repuso Holly mientras cogía unas perchas del armario—. Me excita muchísimo. Me reí y le tiré el abrigo de SL para que los olgara. — ¿Cómo va la búsqueda de trabajo? ¿Ha habido suerte? Me encantaba tener como amiga a una mujer que creía que podía forjarse su propio destino.

—Empiezo mañana por la tarde —contestó con orgullo al tiempo que colgaba un vestido ajustadísimo de una percha.

—Increíble. Eres capaz de encontrar un trabajo en la ciudad desde el otro extremo del país en un fin de semana. Yo tardé dos semanas, e incluso así, la hermana de una amiga tuvo que hacerme un favor. Holly se encogió de hombros.

—Yo también he necesitado la ayuda de una amiga. —Me sonrió antes de volver a meter varias perchas en el armario.

— ¿En qué salón te han cogido?

—Les Cheveux Chic —respondió—. Y está asolo un kilómetro y medio, más o menos, así que puedo ir andando al trabajo.

—Uau. Es uno de los mejores salones de estética de la ciudad, Holly —dije, impresionada—. ¡Bien hecho!

—Sí, bueno, supongo que necesitaban a alguien desesperadamente, con todos los nuevos clientes que han estado ganando, así que cuando la propietaria oyó que llevaba cinco años cortando y tiñendo cabezas, prácticamente me contrató por teléfono al instante. —Holly sacó un montón de bragas y sujetadores de su maleta. Creo que estaban representados todos los colores del arcoíris, además de todos los tejidos y estampados. No era una mala colección para una chica que aseguraba ir sin ropa interior la mitad del tiempo—. Sin embargo, mi horario es un asco. Tengo que trabajar por las noches y los fines de semana, y tengo un estupendo total de un día libre. —Tiró del cajón del armario que había sido de Santana y dejó caer sus atrevidos innombrables dentro.

— ¿Qué horas por la noche?

—De seis a diez de lunes a jueves —respondió—. Al parecer, el salón está intentando mostrarse atento con las mujeres trabajadoras.

—Y yo que tenía la impresión de que las mujeres trabajadoras trabajaban de noche… —bromeé, tirando del siguiente cajón.

— ¿Quién se ha chivado de mí? —soltó Holly, y me lanzó un tanga a la cara como si fuese un tira chinas. Lo atrapé antes de que me diera.

—Apuesto a que si haces ese turno cuando llegan todas las profesionales, sacarás un montón de propinas.

—Probablemente —dijo, y se encogió de hombros—, pero me está costando una barbaridad encontrar guardería para Santana al parecer, todos los centros de día cierran a las seis, y si no encuentro guardería, no puedo coger el trabajo. Sonreí. Resultaba agradable poder ayudar.

—Resulta que sé de la guardería de una tía que tiene una vacante y está disponible las veinticuatro horas. Holly se quedó inmóvil, justo antes de contraerla cara.

—De ninguna manera, Britt. No, no, no —dijo—. Ya has hecho diez veces más de lo que debías. No pienso tenerte de niñera cuatro noches a la semana con mi mujercita y todo el fin de semana. De ninguna manera. Puse los ojos en blanco. Holly no entendía que yo no lo hacía por pura bondad. Quería a alguien que llenara mi tiempo para no andar por ahí desanimada pensando en Santana. No me imaginaba a nadie más capacitada para la la borde distraerme que SL. —De alguna manera —repuse, y cerré el cajón.

—No se te ocurra discutir conmigo por esto, Brittany Pierce—me advirtió Holly, agitando un dedo hacia mí—. Porque ganaré yo. No estaba pensando en discutir. Estaba pensando en salir victoriosa.

—Holly, SL y tú sois como de la familia. Os quiero a los dos. Déjame hacer esto. Mis súplicas estaban funcionando. Un poco.

—Vamos. Esto resuelve nuestros dos problemas. Tú necesitas a alguien que cuide de SL, y yo necesito a alguien que me haga compañía. —Sostuve en alto una camiseta en la que se leía CONQUISTADORA, y continué—: Todos salimos ganando. Holly se había quedado con la boca abierta en medio de mi última perorata. Negó con la cabeza y me miró como si estuviese para queme ingresasen.

— ¿Hablas en serio, Britt? —me soltó—. Tedas cuenta de que lo que acabas de ver no es un simple subidón de azúcar, ¿verdad? Así es todo el día, todos los días. Hace falta una supervisión constante y con todos los sentidos alerta. Me crucé de brazos.

— ¿Has acabado? —pregunté.

— ¿Has acabado? —me imitó. —No, no he acabado. Puedo seguir toda la noche, cariño —le dije—. No voy a parar hasta que me salga con la mía, así que ¿por qué no nos ahorras tiempo y esfuerzo y cedes de una vez? Pasaron unos instantes en silencio. Lo único que se oyó en el apartamento era el sonido de aquella música de flipados antes de que se le humedecieran los ojos.

—Ven aquí, dulce testaruda —dijo abriendo los brazos. Dejé que Holly me abrazara hasta que volví anotar que estaba a punto de desmayarme. Un par de horas más tarde, el apartamento estaba a oscuras y, salvo por los ronquidos de mujercita de SL, en silencio.
En dos horas habíamos conseguido deshacer las maletas, confeccionar un horario semanal que detallaba cuándo cuidaría yo de SL, además de una lista de tareas y otra para la compra, bañar a SL (lo cual fue más como lo que imaginaba que sería luchar con un resbaladizo león marino), y limpiar no una, sino dos tazas de leche derramada. Ni SL ni yo lloramos en el proceso, pero Holly estuvo a punto cuando la taza número dos acabó encima de mi abrigo. La mandé a la cama y le prometí que mandaría a SL cuando hubiese acabado su tercer intento con una taza de leche. Añadí «taza a prueba de derrames» a la lista dela compra antes de meterla en la cama junto a Holly, que ya estaba tan profundamente dormida que ni siquiera se movió cuando SL gateó junto a ella. Hasta que llegase mi cama, acamparía en el sofá, que resultaba bastante cómodo cuando le añadías un par de mantas calentitas y almohadas. Prácticamente en cuanto toqué la almohada con la cabeza, sentí que se apoderaba de mí el sueño. El día había sido agotador para mí también. Entonces sonó el teléfono. Me desperté de golpe. No podía creer que casi me hubiera olvidado de Santana y mi llamada nocturna. Parpadeé para aclararme la vista y acepté la petición de Face Time.
—Eh, guapa —dije, y soné tan cansada como me sentía.

—Mierda. ¿Te he despertado, Britt? —Arrugó la frente, pero conservó la sonrisa.

—Si hubieses tardado treinta segundos más, lo habrías hecho —dije, incorporándome sobre los codos—. Ha sido un día de locos.

— ¿Un día de locos bueno o malo?

—Bastante bueno, en realidad. Solo ocupado. Y agotador —añadí—. Pero mejor ahora, que puedo acabarlo contigo. —Le miré y me empapé todo lo que pude de su imagen a través del teléfono. Era todo lo que tendría en otras veinticuatro horas Santana estaba de vuelta en el hotel tras recapacitar y darse cuenta de que no necesitábamos una casa de tres mil metros cuadrados para empezar. Se hallaba sentado en la cama y no llevaba camiseta solo sujetador. ¿De verdad estaba cansada hacía un minuto? Por el modo en que la sangre bombeaba por mis venas en ese momento, parecía imposible.

—Bueno… —comenzó, frunciendo los labios—, pareces bastante cansada, pero quería ver si te apetecía tener dulces sueños esta noche. Se me tensó la parte interna de los muslos.
—Ya no estoy precisamente sola —susurré, y eché un vistazo al dormitorio—. No puedo practicar sexo telefónico de manera regular contigo cuando hay una niña de tres años bajo el mismo techo.

—No hagas ruido y ya está —sugirió. Me reí en voz alta antes de darme cuenta.
— ¿Cuándo fue la última vez que fui capaz de no hacer ruido durante… eso? Arqueó una ceja.

—Nunca. Pero hay una primera vez para todo, Britt—Santana hablaba con tanta seguridad que casi quise decirle que no, solo por principio. Pero sabía que no lo haría. Mi cuerpo ya había entrado en esa espiral con solo oír sus palabras.

—Sabes que si tengo que hacer esto en silencio no voy a poder decirte cosas malas, ¿verdad? —dije, descendiendo por mi estómago con los dedos. Mi piel estaba hipersensible por la anticipación Santana se movió en la cama antes de sostener sus Bragas y sujetador delante de la cámara.

—Es un sacrificio que estoy dispuesto a hacer. —Y entonces los arrojó a un lado, lo que me proporcionó una vista completa. Tragué saliva, y entonces me deslicé la mano dentro de los leggings.

— ¿Tía Britt?
Dejé caer el teléfono del susto. — ¡¿SL?! ¿Qué haces despierta? —Mi voz erada octavas más alta.

—He oído voces y quería asegurarme de que estabas bien —contestó, rodeando el sofá vestida con su pijama de Kitty .El teléfono había resbalado tras los cojines del sofá, pero oí la risa grave de Santana a través de ellos.

—Estoy bien —dije al tiempo que recogía el teléfono—. Solo le estaba dando las «buenas noches» a tía Santana. —Comprobé que la imagen de la pantalla hubiera cambiado y se lo enseñé a SL.

— ¡Tío Santana! —Su rostro se iluminó como si Santana le gustase más que el chicle Hola, mujercita. ¿Qué tal?

—Bien, pero no hables muy alto, ¿vale? —Dijo llevándose un dedo a los labios—. Mamá no sabe que he salido a escondidas de la cama.

— ¿Y te has levantado para ver si la tía Britt estaba bien? SL asintió. —Buen trabajo —le felicitó Santana—. Ahora eres la mujer de la casa, así que confío en que cuides de tu mamá y de tía Britt.

—Santana, tiene tres años —intervine, volviendo la pantalla hacia mí. Se había puesto una camiseta más rápido de lo que podía quitármela a mí.

—Tengo casi cuatro —me corrigió SL con orgullo.

—Sí, Britt. Tiene casi cuatro.

—Vale, mujer de la casa —dije, volviendo la pantalla hacia SL—. Di buenas noches. Deberías estar durmiendo desde hace rato.

— ¿Un minuto más? —me suplicó SL

—Sí, ¿un minuto más? —se le unió la voz de Santana Suspiré.

—Vale SL lo celebró con un pequeño baile.

—Enséñame esos cinco —le dijo Santana, y SL le correspondió.

—Gracias por el balón, tía Santana. ¿Me enseñarás a lanzarlo a mil yardas? —Estaba oscuro, pero a SL le brillaban los ojos.

—Te enseñaré a lanzarlo a diez mil yardas.

—Guau —exclamó SL, embobada. —Te llevaré al parque cuando vaya a veros en un par de semanas. Mientras tanto practica echando el brazo hacia atrás y siguiendo el balón al lanzarlo SL entrecerró los ojos mientras almacenaba aquellas instrucciones. —Estarás lanzando como una profesional antes de que te des cuenta.

—Y… tiempo —les interrumpí, pues me daba cuenta de que si iba a cuidar de esa niña seis días a la semana, tendría que acostumbrarme a ser una adulta responsable SL gruñó y dejó caer los hombros.

—Haz caso a tu tía Britt, mujercita—dijo Santana—. De tía a tía, un pequeño consejo: vas a tener que descubrir qué batallas merece la pena luchar. Y esta no la ganarás. SL consideró aquella perla de sabiduría por un segundo antes de asentir con la cabeza.

—Vale. Buenas noches, tío San. Buenas noches, tía Britt. —Dijo adiós con la mano y se encaminó hacia el dormitorio—. Os quiero. Giré el teléfono para que Santana pudiera verle marcharse. —Te quiero, mujercita Cuando oí que la puerta de la habitación se cerraba, volví el teléfono.

—Acabamos de evitar una crisis a gran escala—bromeé, y su sonrisa se ensanchó al verme
.
—Britt, acabamos de posponer una crisis a gran escala —insinuó, y dejó que sus palabras surtieran efecto Santana López… una optimista sin remedio.

—No, San —repliqué mientras apoyaba el teléfono en una pila de posavasos que había encima de la mesa de centro—. Eso ha sido una crisis suspendida por mal tiempo.

—Ni de coña, Britt. —Gruñó—. ¿Me pones como una moto y ahora cortas la emisión? Me puse de costado, intentando no reírme.

—No, me voy a dormir —contesté, y le lancé un beso—. Buenas noches. Te quiero, San.
Un minuto largo después de que hubiera cerrado los ojos, suspiró. No sabía que un solo suspiro pudiera contener tantas emociones.

—Buenas noches. Te quiero, Britt esa noche, en sueños, retomé lo que Santana y yo habíamos dejado a medias. El éxtasis.


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Bueno chicas aqui un nuevo capitulo espero que les guste y comenten (:
Saludos y Besos
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