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Mensaje por Snix_J Dom Abr 12, 2015 9:54 pm

El Limite del Placer (Adaptación)


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PROLOGO

¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para conocer los límites de tu placer?
Para la autora de novela erótica Brittany Pierce, el control lo es todo; ella lleva una vida organizada y segura, estable, sin riesgos. Hasta que se topa con Santana, una mujer que es todo lo contrario a ella… pero que es todo lo que realmente querría ser.
Santana López es una escritora de thrillers psicológicos y una mujer que vive al límite. Las motos, el snowboard, nadar entre tiburones, nada es demasiado arriesgado ni demasiado peligroso para ella. Y ese riesgo también se extiende a sus gustos en el dormitorio. Santana encuentra el placer en la dominación donde da rienda suelta a sus deseos. Como labor de investigación y documentación para su próxima novela, Brittany mantiene un encuentro con Santana y esta la invita a probar los placeres que se ocultan tras ese delicioso fruto prohibido. Santana quiere demostrarle que no hay placer más sublime que la sumisión y, con esa idea en mente, la tienta a probar el placer infinito. Pero ¿sabrá ella mantenerse firme ante la primera mujer que es capaz de doblegarla? ¿Será Brittany capaz de conquistar su corazón?


________________________________________________

Hola a todos, vengo a dejar la adaptación de "El Limite del placer de Eve Berlin" este es el primer fic que adapto, así que espero que les agrade, dejen sus comentarios !

Muchas gracias
Saludos, Snix_J


Última edición por Snix_J el Mar Abr 14, 2015 8:58 pm, editado 1 vez
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Mensaje por 3:) Dom Abr 12, 2015 10:23 pm

holap,...

me gusta la adap!!!!
se ve sùper interesante!!!!!

nos vemos!!!!

ATTE: LU!!!
3:)
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Activo Re: FanFic Brittana: El Limite del Placer (Adaptación)

Mensaje por Sanny25 Dom Abr 12, 2015 10:26 pm

Por favorrrrrrrr siguelaaaaa, creo que va a ser una gran historia
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Mensaje por Snix_J Dom Abr 12, 2015 10:36 pm

CAPITULO 1

En cuanto vio la silueta corpulenta que entraba en el aparcamiento delante del Museo de Arte Asiático a lomos de una Ducati clásica —una moto de un impecable color negro y cromo—, Brittany supo que era ella. Santana López, la mujer a la que había ido a entrevistar. Una mujer famosa por su talento y su conocimiento como dominante sexual de Seattle.

No era la chaqueta negra de piel lo que le delató ni tampoco su cuerpo imponente. Era esa actitud de intrepidez y de confianza en sí misma que tenía al detener la moto, dándole un último acelerón antes de apagar el motor. Era la manera en que pasó la pierna por encima del brillante depósito y se quitaba el casco como un cowboy que estuviera desmontando de un semental. Era el aura de poder que ella alcanzaba a sentir incluso a tantos metros de distancia, como si acabara de recibir un delicado golpe.

Santana López sin casco era aún mejor. Tenía el cabello oscuro, casi negro, que se le rizaba un poco y que pasaba el cuello de la chaqueta. Tenía un marcado perfil que podrían haberlo tallado en mármol.

Brittany estaba junto al coche, con la puerta aún abierta y las llaves olvidadas en la mano. ¿Por qué le latía el corazón con tanta fuerza? Sin embargo, no podía apartar la vista de los elegantes movimientos que hacía con sus grandes manos mientras se quitaba los guantes de piel y abrochaba el casco al asiento de la moto.

No dejó de mirarle mientras ella levantaba la mirada y encontraba la suya. Eran unos ojos cafés, brillantes y penetrantes, cómplices. Sabía que le había estado mirando. Por primera vez en su vida adulta, Brittany se sentía completamente aturullada.

Ojalá se le calmara ya el pulso, ¡joder!

«Es una reunión profesional.»

Sí, pero al parecer eso no inhibía ni un ápice su respuesta a esta mujer. Tendría que recobrar la compostura antes de hablar con ella. Había acudido para aprender de ella, para investigar. Jennifer, la sumisa con la que se había puesto en contacto por Internet y a la que había conocido una semana antes, le había dicho que con quien tenía que hablar era con Santana López; pero no le había advertido de lo increíblemente apuesta que era.

Santana López debería llevar un cartelito de advertencia.

Sonrió mostrando una hilera de dientes blancos que centelleaban; sus labios eran exuberantes —una excepción en su rostro de rasgos tan femeninos— y los rodeaba una sonrisa bien recortada que le hacía parecer algo malvada. A ella le gustaba ese aspecto malicioso. Notó cómo le subía una oleada de calor por el vientre, como si fuera fuego líquido.

Ella se le estaba acercando y a Brittany le temblaban las rodillas.

Se acercó más y más hasta que llegó al otro lado del Audi sedán blanco.

—Me da la impresión de que eres la mujer a la que vengo a ver.

Era una voz grave y profunda pero sorprendentemente melosa. Muy sexual.

No pudo hacer otra cosa que asentir.

Ella esbozó una sonrisa al percatarse de su prologado silencio.

—¿Brittany Pierce? ¿Escritora de novelas eróticas?

—Sí…

¿Pero qué le pasaba? ¿No podía formar una frase coherente?

—Soy Santana. ¿Entramos?

—¿Qué? Ah, sí, claro.

Cerró la puerta del coche y pulsó el botón de bloqueo. Trató de pasar por alto ese calor que la invadía por dentro. De repente, el abrigo de lana se le antojó demasiado pesado, a pesar de la humedad habitual de Seattle en otoño. Era demasiado consciente de la mujer que andaba a su lado mientras se aproximaban a la entrada del museo, de estilo art decó, flanqueada por sendos camellos de piedra. Siempre le había gustado este edificio, así como las exposiciones que albergaba. Cuando Santana le sugirió que se encontraran en la cafetería del museo, se quedó gratamente sorprendida. Sentía debilidad por el arte, sobre todo por el asiático, y había visitado aquella colección en incontables ocasiones.

Subieron por las escalinatas de piedra y Santana apoyó la mano en la parte baja de su espalda. Le recorrió un escalofrío. Le miró y lo sorprendió con una sonrisa en los labios. Pero ambos permanecieron callados mientras cruzaban la entrada y sus pasos resonaban en el suelo de mármol. Luego subieron los escasos escalones que les separaban del Taste Café, que estaba en el patio central del museo.

Se abrieron paso por la cafetería y Santana le señaló una de las mesitas que había bajo el techo abovedado del atrio. Las estatuas de Buda, Vishnu y Kali rodeaban el patio. Brittany habría jurado que alcanzaba a oler el antiguo aliento de piedra bajo el aroma del café y el té que perfumaba el aire. Una luz difusa se filtraba por el cristal esmerilado de las ventanas del atrio, acentuada por los apliques ambarinos de las paredes que despedían un sutil fulgor dorado. Era un lugar relajante donde Brittany solía ir para tomar un té tranquila, aunque hoy estaba hecha un manojo de nervios.

¿Por qué estaba tan alterada? No era más que una mujer. Era una entrevista más.

Santana le ayudó a quitarse el abrigo y le apartó la silla. Unos modales clásicos. Algo muy poco común en esta ciudad tan cosmopolita.

Se quitó la chaqueta de piel y la colgó en el respaldo de la silla con un gesto relajado y seguro. Llevaba un jersey gris que le resaltaba a la perfección su torso. Tenía unos rasgos muy latinos; desde su mandíbula hasta su cincelada barbilla, pasando por sus pómulos marcados y su piel morena. La boca era lo único suave que había en ella y suponía un gran contraste con el resto de su rostro. No se podía ser más guapa.

Brittany se movió en la silla, cogió la carta de la mesa y examinó concienzudamente la selección de tés.

—¿Qué vas a tomar? —preguntó Santana.

—Suelo tomar la mezcla de té verde con jazmín.

Santana le hizo un gesto al camarero y antes de que ella tuviera tiempo de decir nada, él pidió por los dos.

—Espero que te gusten los biscotti —le dijo, sonriente—. Son casi tan buenos como los que hacen en Roma. Hay una pequeña cafetería junto a las escalinatas de la plaza de España. En una zona tan turística no esperarías nada espectacular pero en este sitio hacen los mejores biscotti de Italia.

—Hace años que no voy a Roma, pero sí recuerdo los biscotti que hacían.

—Yo estuve el año pasado, de vuelta a casa después de un viaje por España en plan mochilera.

—¿Viajas mucho?

—Pues tan a menudo como puedo. No me gusta quedarme demasiado tiempo en un sitio aunque los plazos de entrega de los libros me tienen encerrada en casa últimamente. Y eso me pone nerviosa. Hay tanto que hacer por el mundo.

Brittany se inclinó hacia delante y acarició la cuchara que descansaba sobre una

servilleta de papel sobre la mesa.

—¿Como qué?

Madre mía, ¿estaba flirteando con ella?

—Todo. —Sonrió—. Cualquier cosa. He escalado en Brasil, he nadado entre tiburones por las costas de Fiji y he ido de mochilera por Nepal.

—Así que eres adicta a las emociones fuertes.

—Sí, supongo que sí. Pero tampoco quiero fanfarronear. Son cosas que me gustan y ya está. Marcarme retos. —Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa—. Ir deprisa. Me encantan mis motos. Me gusta conducir deprisa y ver hasta dónde puedo coger las curvas.

Ella se estremeció.

—No me subiría nunca a una moto ni muerta.

—Puede que te guste.

—No. No lo creo. Así que… ¿viajas para sentir emociones fuertes?

—En parte. Pero muchos de esos viajes también han sido espirituales.

—Me dijo Jennifer que escribes novelas de terror. Me comentó que eres escritora además de… dominante… y eso me puede ser de utilidad para la investigación que estoy haciendo para mi libro.

Élla asintió.

—Yo también lo creo. Parece que el término «dominante» te incomoda.

—¿En serio? Bueno, quizá sí. Puede que sea escritora de novelas eróticas, pero no suelo mantener esta clase de conversaciones.

—Ya me imagino.

El camarero les trajo el té y Brittany se anduvo con mucho cuidado al servir el té de la tetera japonesa de cerámica en la taza, tratando de evitar su mirada azul. El vapor con notas de jazmín la envolvió enseguida, acentuado por el toque a tierra del té verde. Esa fragancia se le antojaba familiar y tranquilizadora.

Santana le puso un biscotti en la mano.

—Toma. Tienes que probar uno.

Era una orden, no una sugerencia. Y ella se sorprendió a sí misma aceptándolo.

—En realidad escribo novelas de suspense psicológico —prosiguió Santana—. ¿Has leído algo de mi trabajo?

—No, lo siento.

—Pues quizá deberías.

Britannyse estaba mosqueando. La línea entre la confianza y el engreimiento se estaba difuminando cada vez más.

—Y quizá tú deberías leer algo de lo que escribo yo.

—Ya lo he hecho. En cuanto Jennifer me habló de ti, compré un libro tuyo.

—¿Y? —preguntó ella, desafiante.

—Y creo que eres muy buena. Inteligente. Reflexiva. Desarrollas los personajes de una manera excelente. El aspecto romántico no eclipsa la historia, como suele pasar en otros escritores. Y sabes cómo escribir sobre sexo de un modo muy auténtico. Admiro la crudeza.

—Vaya. —No era lo que esperaba que le dijera. Durante un momento se puso nerviosa. Otra vez—. Gracias.

—Cuéntame algo de este último proyecto, ¿por qué necesitabas hablar conmigo?

Esos ojos, increíblemente grandes y cafés, no dejaban de mirarla. De repente le impresionó lo mucho que se parecían a los de Quinn; aunque los de este último eran inocentes de un modo que sabía que nunca podrían ser los de Santana. Seguro que los de este nunca lo habían sido, ni de pequeña.

Había sinceridad en su mirada, a pesar de su bravuconería. Tuvo que apartar la vista hasta donde sus dedos acariciaban la taza. Parecía tan pequeña en su mano, tan frágil. Era como si pudiera romperla con el más mínimo roce. Y esos dedos se deslizaban suavemente sobre la delicada superficie…

Se obligó a apartar la vista de sus manos también y volver a mirarle a la cara.

«Eso tampoco ayuda.»

—Escribo sobre una pareja que explora el intercambio de poder, bondage, que es algo sobre lo que ya había escrito. Pero esta vez me gustaría ahondar un poco más en el tema. No sé, explorar quizás el juego del dolor. Y quiero darle autenticidad. No quiero hacerlo de otro modo. Desde un principio supe que tenía que investigar en profundidad y hablar con gente que hubiera experimentado estas cosas. Conocí a Jennifer en una página web de una comunidad local y le escribí un correo electrónico para preguntarle si podríamos hablar. La entrevisté; fue muy amable, muy abierta conmigo. Pero como sumisa no se sentía lo suficientemente cualificada para darme una visión del tema en su conjunto. Por eso me dijo que recurriera a ti.

Élla asintió.

—Es difícil hacerse una buena idea de cómo va estó, las dinámicas y la psicología, si solamente se habla con una persona. Las experiencias de cada uno son variadas y muy personales. Y si ella es únicamente sumisa, no tendrá mucho conocimiento de cómo funciona la mente de un dominante, de nuestro proceso.

—Sí, esa es la idea que me dio. Y la verdad es que encaja.

— ¿No has escrito nunca acerca del BDSM?

—No. He escrito sobre algunos fetichismos, algo de bondage en el dormitorio pero nada serio.

—¿Te parece que el BDSM es serio?

—¿No lo es?

Élla no dijo nada.

—¿Nunca has experimentado estas cosas por ti misma?

—Yo… no.

—Ya. Y te gustaría mantener esta conversación de forma profesional. Solo para investigar, ¿no?

—Sí, claro.

Élla se inclinó hacia delante, apoyó los codos sobre la mesa, se acercó un poco más, hasta que ella olió su colonia; algo limpio y oscuro a la vez. Era como el océano y el bosque.

Santana bajó la voz y de repente hizo que la conversación pareciera más íntima. Demasiado íntima; eso la incomodaba.

—Te diré algo, Brittany, y esto es verdad. No se puede describir la vida con exactitud si solo te mojas los pies. Tienes que experimentarla, tirarte de cabeza y sumergirte en ella. Hay demasiados componentes: físicos, psicológicos y emocionales, que se superponen. Es algo complejo y es por eso que nos encanta a los que lo practicamos: la complejidad, la intensidad… —Alargó la mano y le acarició la suya con los dedos. Tenía la piel caliente y la suya también subió de temperatura—. Todo se basa en sensaciones y en lo que te pasa por la cabeza. Puede ser algo sensual o sexual o ambas cosas. No puedes empezar a describir las dinámicas que intervienen sin haberlo comprobado.
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Mensaje por 3:) Dom Abr 12, 2015 10:51 pm

me encantoo,.....
se pose super super interesante!!!!!!!!!!!!!!!
3:)
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Mensaje por JanethValenciaaf Lun Abr 13, 2015 5:36 pm

Interesante
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Mensaje por Sanny25 Lun Abr 13, 2015 8:22 pm

Dioss, esta historia parece realmente caliente, me pregunto que vendra
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Mensaje por Snix_J Mar Abr 14, 2015 9:03 pm

3:) escribió:me encantoo,.....
se pose super super interesante!!!!!!!!!!!!!!!

Hola, muchas gracias por comentar !

JanethValenciaaf escribió:Interesante  

Gracias por el comentario ! :)

Sanny25 escribió: Dioss, esta historia parece realmente caliente, me pregunto que vendra


Tanto como el sol. Wanky .. Gracias por el comentario. !

_______________________________

Muchas gracias a todos los que se tomaron el tiempo de leer el fic, la idea es ir actualizando 2 o 3 veces por semana .. En un ratito ya subo el 2do cap, espero que les guste !
Y realmente me gustaría leer sus comentarios, para saber que les va pareciendo la historia !!

Saludos !!
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Mensaje por Snix_J Mar Abr 14, 2015 9:39 pm

Capitulo 2


—Alargó la mano y le acarició la suya con los dedos. Tenía la piel caliente y la suya también subió de temperatura—. Todo se basa en sensaciones y en lo que te pasa por la cabeza. Puede ser algo sensual o sexual o ambas cosas. No puedes empezar a describir las dinámicas que intervienen sin haberlo comprobado

A ella se le secó la boca. La idea no le resultaba chocante; no tanto como sus caricias, por lo menos. Cogió la taza, tomó un sorbo de té y carraspeó.

—Supongo que tienes razón. Es un tema interesante pero no sé si…

—No finjas que no es más que un tema interesante para ti, Brittany. —Sus dedos bajaron hasta el interior de la muñeca, por debajo de la manga de su jersey de cachemir—. Te noto el pulso acelerado.

—Santana…

—Venga. No hace falta que hagas esto conmigo. Es parte de lo que supone que seamos sinceros sobre quiénes somos.

—Iba a decir que… tienes razón.

¿Acababa de reconocérselo de verdad? Tal vez sí tuviera razón, sobre todo con que tenía que ser sincera con élla si quería aprender cosas. Tendría que tirarse de cabeza, como había dicho élla.

No tenía nada que ver con esa ridícula atracción que sentía por élla, ¿verdad?

Apartó la mano y la escondió en su regazo.

—Jennifer y tú seguramente conoceréis hombres/mujeres sumisos. ¿Hay alguno en quien confíes y que me puedas recomendar? ¿Crees que querrían jugar con una mujer que no tiene experiencia como dominante?

Élla se echó a reír y se recostó en el respaldo de la silla.

—¿Dices que quieres ser top? ¿Quieres dominar a estos hombres/mujeres?

—Sí.

—Ay, Brittany. ¿No ves que eres una bottom?

—¿Qué?

—Lo vi en cuanto te miré. Lo he notado en el mismo aparcamiento, incluso antes de que habláramos.

—No sé a qué te refieres.

¿Por qué se le encendían las mejillas? ¿Por qué la había descolocado tanto? No le gustaba nada que tuviera tal efecto sobre ella.

—Creo que entiendes lo suficiente del tema para saber qué es lo que quiero decir exactamente.

Ella resopló.

—Pues claro que sé lo que significa eso de bottom: sumiso. Pero esa no soy yo. Me va más ser una top, ser dominante. No me da miedo reconocer que tengo problemas de control.

—Es exactamente por eso que tienes que ser bottom. Necesitas soltarte. Necesitas seguridad a la hora de ceder el control a otra persona para hacer eso.

Se estaba empezando a enfadar, aunque intentaba no perder los papeles.

—Eres muy arrogante.

—Sí, lo soy. Pero también tengo razón. Siempre tengo razón en estas cosas. Tienes problemas con el control; lo veo en tu actitud. Lo veo en la rabia que irradian tus ojos. En cómo aprietas la mandíbula. Tal vez podrías conseguir «cambiar» de vez en cuando y dominar a un hombre. O a una mujer. Pero no te llegaría tan profundamente como la sumisión. No te proporcionaría lo que necesitas de verdad.

Ella sacudió la cabeza mientras apretaba los dientes con fuerza.

Santana volvió a inclinarse hacia delante y volvió a cogerle la mano. Envolvía la suya con fuerza y calor.

—Brittany, déjame que te proponga una cosa. Haz de bottom para mí.

Ella trató de apartar la mano pero la tenía bien sujeta.

La miraba con dureza; sus ojos eran de un marron brillante, increíblemente convincentes.

—Pruébalo —prosiguió ella—. A ver cómo respondes. Si resulta que yo tenía razón, habrás aprendido algo de ti misma y habrás hecho una investigación única y muy personal. Y si me equivoco, habrás investigado de todos modos.

—Pero también puedo investigar como dominante.

—No, no puedes. Es extremadamente difícil que una bottom le enseñe a un top sin experiencia. Cuando las endorfinas empiezan a bombear por el cuerpo de un sumiso, cuando ya están en el subespacio, ese espacio en la mente donde todo se silencia y lo único que se puede notar y ver es la interacción entre dominante y sumiso, las sensaciones y los olores, ya no están lo bastante presentes para enseñarte. No puedes aprender tanto de esa manera. Pero sí puedes aprender de mí. Se me da muy bien lo que hago. —Movió la mano que tenía libre—. Lo sé, vuelvo a parecer arrogante. Pero me da igual. Lo que importa aquí es la verdad.

—Quizá.

Quizá fuera verdad que esa era la mejor manera de aprender. Quizá no tenía nada que ver con el calor que sentía al tener a Santana sentada tan cerca de ella cogiéndole la mano. Si hasta se notaba húmeda, por el amor de Dios. Pero esto no era más que una química muy intensa. No significaba nada y tampoco daba crédito a su argumento. Estaba segura de que podría demostrarle lo mucho que se equivocaba.

Se mordió el labio.

Se equivocaba con ella.

—¿Cuánto tiempo duraría? —preguntó.

Él se encogió de hombros.

—Lo que dure. El tiempo que necesites para descubrir lo que quieres saber. Para tu libro. Para ti.

—¿Entonces iríamos sobre la marcha? ¿Para ver cómo van las cosas?

—No, yo ya sé cómo irán las cosas.

—¿En serio? ¿Y cómo es eso?

Volvía a estar enfadada. Y ella seguía sin soltarle la mano. Con el pulgar le acariciaba los nudillos y eso prendió una chispa de lujuria en su interior. Pero no le daría la satisfacción de intentar apartar la mano otra vez.

—Al principio te resistirás. Tendré que trabajar bastante contigo. Ganarme tu confianza —añadió ella en un tono más bajo y grave. Tuvo que inclinarse para oírle mejor—. Pero poco a poco te irás entregando más a mí. A mis manos. Seré dura contigo. Y también suave.

Le levantó la mano y le acarició los dedos; el calor la abrasaba y eso la sorprendió sobremanera. No podía articular palabra. Tenía la cabeza hecha un lío.

Santana dejó su mano sobre la superficie fría de la mesa y la miró fijamente a los ojos.

—Así es como irá, Brittany.

No le gustaba nada sentirse así de mareada y confusa. No lo entendía y se negaba a dejarse llevar por esa sensación. O por Santana Lopez.

Cogió la taza, le dio un sorbo y tragó. Inspiró hondo, se esforzó por tranquilizarse y dejó la taza en la mesa con una mano firme.

—Piensa lo que te venga en gana, Santana. Pero está claro que no me conoces.

Ella cogió su taza y le dio un buen trago. Se tomó su tiempo. Su mirada penetrante no dejó sus ojos en ningún momento.

—Ahora no, pero lo conseguiré. Si aceptas mi proposición, claro está.

—La acepto.

—Te gustan los retos.

—Sí.

—A mí también.

Esa firme mirada la atravesaba pero ella no quería apartar la vista; no quería echar marcha atrás. Tenía razón en una cosa: se resistiría. No era propio de ella ceder y entregarse. Ni siquiera a Santana Lopez y esos ojos tan increíbles. Sus manos cálidas, sus labios suaves y seductores…

Tenía que controlar las cosas, como hacía siempre, e ignorar su aspecto. Y la forma que tenía de hablar y de tocarla.

Iba a tocarla muy pronto.

Se dijo para sus adentros que debía tranquilizarse e inspiró profundamente. El control era esencial aquí y ella era la mismísima reina del control. Su vida había dictado que fuera precisamente así ya desde pequeña. Tenía que serlo, con el lío que tenía por madre. Alguien tenía que serlo y ella era la mayor. Tuvo que cuidar a Quinn.

«E hiciste una chapuza.»

¿Por qué pensaba en eso ahora? Volvió a empujar el pasado al fondo de su mente, donde debía estar, y se centró en la mujer que estaba sentada frente a ella y que la contemplaba con atención.

Sí, podría tratar con Santana López, lo creyera ella o no.

—Santana.

—¿Sí?

—Yo tengo otra proposición.

—¿Ah, sí? —dijo, arqueando una ceja.

—Si resulta que no puedes someterme, como te crees…

—Lo haré. Aunque prefiero hablar de domar.

—Ya, no dejas de decirlo. Pero si no funciona, dejarás que juegue yo y que te domine.

Ella la sorprendió con una sonrisa.

—Me parece bien.

Se le pasó una imagen por la cabeza: Santana arrodillado y desnuda. Pero incluso en esa breve fantasía, no parecía estar sometida. No, era fuerte y desafiante; tan segura de sí mismo como siempre. No creía que pudiera aparentar otra cosa. No había nada suave o fácil en esta mujer.

«Salvo esa boca…»

—Entonces, ¿trato hecho?

Ella asintió una vez.

—Absolutamente. Trato hecho.

Santana le cogió la mano una vez más y la envolvió con la suya. Y antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando, la atrajo hacia ella por encima de la mesa y le susurró a los labios:

—Los mejores tratos se cierran con un beso.

Tenía la boca muy cerca de la suya; esos labios apetitosos y deliciosos. Se notó débil; cada vez estaba más cerca de ella y olía su dulce aliento con aroma a té. Aguardaba su beso.

Santana se echó hacia atrás y se recostó en la silla.

—Pero tendremos que esperar hasta que estés lista para mí, Brittany. Hasta que me lo pidas de rodillas.

Mierda. ¡Estaba a punto de hacerlo ahora!

Brittany sacudió la cabeza. Quería apagar el calor de su piel con las manos frías; quería apartarse el mechón rubio rizado que le había caído a la cara. No lo hizo porque no quería que viera lo afectada que estaba. Lo necesitada que se sentía. Una necesidad que le dolía, incluso.

Tenía que salir de allí, al exterior, y tomar un poco de aire fresco. Necesitaba respirar.

—Tengo que irme —mintió—. Tengo otra cita.

—De acuerdo. Te acompaño a la salida. —Se incorporó.

—No hace falta.

Santana agachó la cabeza; otra señal más de sus modales clásicos.

—Si insistes.

Ella se levantó, tomo el abrigo y el bolso.

—Yo… , al final, no hemos empezado siquiera la entrevista.

—Yo creo que sí.

—Bueno, sí. Supongo que ya hablaremos más cuando… después de…

—Sí, ya hablaremos. Aunque creo que si experimentas esas cosas, verás que una entrevista formal no te será necesaria. Te enviaré un correo electrónico para citarte la próxima vez.

No era una pregunta y, sin embargo, a ella no se le ocurrió ningún tipo de protesta.

«Mierda.»

—Sí, ya hablaremos. —Se dispuso a ponerse el abrigo y allí estaba ella, colocándoselo bien por encima de los hombros. Volvió a oler ese aroma a océano y a bosque—. Gracias por reunirte conmigo hoy.

—El placer es mío.

La miraba y sonreía. Ella inspiró una vez más, disimuladamente, para olerle.

Ay, madre. Tenía que sobreponerse, recobrar la compostura y volver a ser ella misma. Pero con  Ella todo parecía distinto. Era una mujer peligrosa. Pero ella nunca había abandonado un reto antes y ahora tampoco estaba dispuesta a hacerlo. Ni siquiera aunque este reto en particular ya la hiciera dudar y preguntarse quién de los dos acabaría dominando al final.

Tenía que ser ella.

Tenía que ser así.
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Mensaje por Sanny25 Mar Abr 14, 2015 10:06 pm

Siguelo por favor
Quien sera la dominante??
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Mensaje por 3:) Mar Abr 14, 2015 10:11 pm

holap,...

me encanta,...
amo los juegos de sumisión,... a ver si san puede dominara a britt o es viceversa,..
yo así también empiezo a escribir un libro con esa temática,... eso si si me ayuda san jajaja
tu adaptación esta entre las mejores de mi preferencia,..!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por Snix_J Jue Abr 16, 2015 12:42 pm

Capitulo 3


Santana cerró con llave la puerta lateral del garaje y subió pisando fuerte las escaleras que daban acceso a su casa gris de estilo Craftsman en Beacon Hill. Introdujo la llave en la cerradura de la gruesa puerta de madera, la empujó con la bota y dejó que se cerrara demasiado bruscamente al entrar. Se quitó la chaqueta de piel, la colgó en el perchero, que cayó por el peso y tuvo que recoger con una palabrota en voz baja.

¿Por qué diantre estaba tan inquieta?

Ni que existiera la posibilidad de perder el trato con Brittany Spears. Veía las tendencias de sumisión en una mujer de lejos y había estado sentado a su lado. Lo suficientemente cerca para captar el olor a vainilla que despedía su salvaje melena rubia, mezclado con algo más. Algo que olía a picante y a sexo puro.

Arrastró los pies por el parqué haciendo ruido hasta que llegó a la alfombra persa, donde los pasos quedaron amortiguados por un momento y luego volvieron a resonar sobre la madera al otro extremo de la habitación. Cogió una copa de una cómoda antigua y se echó dos dedos de whisky.

Brittany sería todo un reto; de eso se dio cuenta al instante. Pero le gustaban los desafíos; no era eso lo que le tenía tan nervioso. No, era el hecho de que tenía que poseerla. Debía tenerla de tal modo que le quemara la piel de solo tocar algo más que no fuera su mano. De eso no había duda.

Tenía que poner las manos en su piel desnuda. Tenía que atarla, sentir cómo se relajaban sus músculos mientras se entregaba … Tenía que…

Eso no le gustaba nada. No le gustaba notarse tan compelida por el deseo que sentía por ella.

¿Cuándo fue la última vez que le sucedió algo parecido? ¿Le había pasado alguna vez?

No era de la clase de mujeres que necesitan a nadie. O nada. Su padre le había enseñado bien. La independencia era la clave. El conocimiento y las experiencias eran cosas importantes. Y eran también el motivo por el cual se había pasado gran parte de su vida adulta buscando las respuestas leyendo y viajando por el mundo. No obstante, aún no había encontrado nada concluyente.

Pero tampoco necesitaba pensar en su padre ahora. Ese era un dolor que no se iba nunca. Después de todos estos años, había remitido un poco, pero seguía presente como una herida que no cicatrizaba.

Dio buena cuenta del whisky y se deleitó con la quemazón del alcohol mientras le bajaba por la garganta. Pero nada parecía aliviarle. Volvió a llenarse la copa y se acercó a la ventana panorámica que daba a la ciudad, que se expandía ante sus ojos.

Seattle estaba gris, como siempre, aunque había claros en el cielo vespertino y alcanzaba a ver la silueta lejana de Bainbridge Island, más allá del estrecho de Puget. Le dio un sorbo al whisky, pensando en las vistas.

Pensando en Brittany, joder.

Había algo en la manera en que se contenía y se controlaba con tanto afán. Sabía lo que pasaba cuando una mujer como ella se soltaba. O la obligaban a soltarse.

Bueno, nunca forzaría a una mujer. Vivía por un credo sano, cuerdo y consensuado, como la mayoría de las personas que se movían por su círculo de clubes. Sin embargo, eso no cambiaba que, de poder llevar a Brittany al subespacio, si lograba que se abriese, que se soltara, ella se viniera abajo. Se deshilacharía como un jersey.

No «si» lo lograba, «cuando» lo lograra.

¿Dónde estaba su confianza hoy?

Quizá se debía a que la deseaba con muchas ganas. Demasiadas.

Estaba media excitada solo con pensar en ella y recordar esas sutiles pecas que moteaban sus mejillas en una piel digna de la porcelana más exquisita. Esos ojos azules como el océano. En esos ojos brillantes e intensos se transparentaba también su inteligencia. Y esos labios carnosos y carmesí eran como el mismo sexo.

Era de constitución delgada pero atlética, sin demasiadas curvas, como a ella le gustaba. Apreciaba la delicadeza de su clavícula, las muñecas, las manos. Tenía los pechos pequeños, que adivinaba firmes y tersos aun debajo del suave jersey. En una mujer no necesitaba pechos muy grandes. Nunca le habían importado. Pero su trasero firme era algo digno de admirar.

«Y de tocar… azotar…»

Apuró lo que le quedaba de whisky, dejó la copa sobre la mesa junto a los ventanales y se dejó caer en el mullido sofá de cuero marrón.

Era demasiado lista por su propio bien. Y quizá también por el suyo. No habían hablado durante mucho rato pero le bastaba para saber que estaba en un buen apuro si no conseguía mantener la calma con esta mujer.

Sonó el teléfono y lo cogió sin pensárselo dos veces, aún absorto en Brittany.

—¿Diga?

—Hola, soy Rachel.

—Hola.

Ella y Rachel Berry se habían conocido en una clase de psicología y las culturas fetichistas en el Pleasure Dome, el club de fetichismo local, hacía tres años. Al descubrir su amor mutuo por las motos, trabaron una estrecha amistad y a menudo solían pasear por los bosques de los alrededores de Washington.

Habían vuelto al club varias veces, explorando en cada ocasión sus tendencias de dominación con las mujeres sumisas del lugar. También habían viajado juntos. La primavera pasada recorrieron Arizona y Nuevo México en moto. Aunque Rachel era abogada y Santana era escritora, tenían muchas cosas en común. Se entendían la una a la otra.

—¿Sigue en pie lo de salir en moto el sábado? —le preguntó Rachel.

—¿Qué? Ah, sí, el sábado. —Santana pasó los dedos por el borde de la copa vacía. Tal vez necesitara otra.

—¿Qué te pasa, Santana?

—¿A qué te refieres?

—Pareces distraída.

—Ya te digo —murmuró, más para sus adentros que para Rachel.

—¿Y eso? —insistió su amiga.

—Pues… es que he conocido a una mujer…

Rachel se echó a reír.

—Siempre es por una mujer. O una moto.

—Ahora mismo ando sobrado de motos.

—¿Y de mujeres no?

—Ese no es el problema, pero esta mujer en particular…

—Santana, por si no te habías dado cuenta: no terminas ninguna frase.

—Mierda.

—¿Tan malo es? ¿O tan bueno?

—Pues no sé. A ver, es bueno. —Se levantó y fue a por otra copa, a sabiendas de que Rachel esperaría pacientemente hasta que recobrara el hilo de sus pensamientos—. Esta mujer, Brittany Pierce. Ya te comenté que iba a verla hoy. No era lo que me esperaba. No hay ninguna foto suya en la página web y bueno, pensé… No esperaba

que fuera guapa. Es muy guapa.

—¿Y?

—He hecho un trato con ella.

—¿Un trato?

—Nunca ha hecho de sumisa antes. Pero lo veo. Lo huelo, mejor dicho. Y nunca me equivoco con estas cosas.

—Bueno, ¿y cuál es el trato?

—Ella cree que es dominante.

—Estoy seguro de que tú pronto le demostrarás que se equivoca. —Por su tono de voz notaba que le hacía gracia.

—Si me equivoco yo, he accedido a ser sumisa.

Rachel soltó una risotada.

—Eso no va a pasar.

—No. Pues claro que no.

—¿Y qué problema hay?

Santana suspiró y se quedó inmóvil.

—Aún no estoy seguro. Quizá sabré algo más cuando la toque y juegue con ella.

—Se calló y echó un trago de whisky—. No sé qué problema hay, joder. Es que… me ha calado hondo.

—Vaya, así que la gran Santana López ha caído —dijo su amiga en voz baja.

—No he dicho que caiga nadie, Rachel. —Cogió la copa y la asió con fuerza; los bordes se le clavaban en la mano.

—No lo has dicho, ya.

—Estoy bien.

—Vale. —Casi lo oía encogiéndose de hombros mentalmente—. ¿Entonces sigue en pie lo del sábado?

—Sí.

—¿La llevarás al club el sábado por la noche?

—Joder, Rachel. —Se frotó la perilla. Suspiró—. Pensaba esperar una o dos semanas.

¿Cuándo se le había ocurrido que podría esperar tanto tiempo a verla?

Ahora sí que estaba en un buen aprieto.

—Santana, no tengo la intención de decirte lo que tienes que hacer, y menos aún tratándose de una mujer a la que quieres introducir en este estilo de vida, pero me parece que lo mejor será que no tardes en verla.

—¿Por qué?

—Porque creo que te va a dar un ataque si no la ves.

—Venga ya. Tampoco estoy tan mal.

—¿Segura?

Volvió a frotarse la frente. Quería suspirar pero no lo hizo.

—Nos vemos el sábado.

—Venga, vale. Hasta el sábado.

Joder, ¿tan evidente era? ¿Tan mal estaba por una mujer?

«Mantén la calma, colega.»

Tenía que hacerlo. Siempre lo hacía, ¿no?

¿Segura?

Brittany redujo la marcha al tomar la salida de la 5 y dirigirse al oeste, hacia el estrecho. El cielo plomizo se oscureció aún más por la niebla a medida que se acercaba al agua y a su barrio. No le importaba. Le encantaba la niebla y su etérea melancolía. La humedad se agolpaba en el cristal y accionó el limpiaparabrisas al tiempo que agradecía los asientos calefactables del Audi. Por mucho que le gustara la niebla, no le apetecía pasar frío.

Accedió a la avenida Western y entró en el garaje que tenía alquilado justo al lado de su casa. Beltown era una zona vieja de Seattle. La arquitectura era hermosa pero el antiguo almacén reconvertido en el que ella vivía no tenía aparcamiento.

La zona era algo peligrosa, aunque eso empezaba a cambiar ahora. A pesar de todo, como el sol se estaba poniendo ya, se anduvo con cuidado al acercarse a la entrada del edificio. Era una estructura de ladrillo visto con unas ventanas enormes que daban al estrecho de Puget, que estaba solo a unas manzanas de allí.

Había tenido mucha suerte al encontrar el apartamento antes de que los precios subieran al ponerse de moda el barrio entre la gente joven. La zona se renovó y las cafeterías y restaurantes de diseño aparecieron como las setas por doquier; también se instalaron algunas boutiques y galerías e incluso bares mucho más modernos que los antros que durante años poblaron la zona. Aparecieron nuevos servicios e instalaciones, como la pequeña frutería que abrió al otro lado de la calle el mes pasado.

Cogió el ascensor hasta la cuarta planta y entró en su apartamento tipo loft. Era un espacio abierto con suelos que había blanqueado ella misma cuando compró el piso dos años antes. La mayoría de las paredes exteriores eran de ladrillo visto. Los pocos tabiques que había levantado para dividir las habitaciones estaban pintados con los colores que se le antojaban más relajantes: ámbar, terracota oscuro, dorado y un verde musgo. Estaban decoradas con su colección de fotografías en blanco y negro, la mayoría con elementos arquitectónicos.

Seguía buscando muebles para el piso. Solían atraerle las líneas más depuradas de las piezas contemporáneas, como su sofá con rinconera en ante de color verde peridoto. Al piso le daban calidez los varios apliques que iluminaban cada ambiente, los montones de cojines en los mismos tonos de las paredes y las plantas que había en cada rincón.

Al acercarse a la cocina, que estaba en un extremo del piso, los tacones de sus altas botas negras resonaron en la madera. Se quitó el abrigo de lana y lo colocó en el respaldo de un taburete alto junto a la barra americana de granito.

Necesitaba una taza de té que la ayudara a combatir la humedad que le calaba los huesos. Y que quizá también le aclarara las ideas.

Había conseguido ignorar su respuesta a Santana López de camino a casa poniendo su ópera favorita a todo volumen. Pero ahora que estaba en ella, en silencio, no había nada que la distrajera.

Llenó de agua la tetera metálica y la dejó encima de la cocina para que empezara a calentarse, sacó una bolsita de té —su mezcla favorita de jazmín importado— de la caja que siempre dejaba en el encimera, y la puso en una taza de cerámica.

La inquietud se apoderó de ella mientras esperaba a que hirviera el agua. Al mirar por la ventana vio como perlas de agua que se agolpaban en el cristal y transformaban las vistas en manchas de acuarela cada vez más oscuras; se frotó los brazos para entrar en calor. Intentaba no pensar en Santana.

Pero no podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera él, claro está.

Era una mujer increíble. Algo en su imponente tamaño lo hacía fuera de lo común, y algo más… había algo en ella que le provocaba una respuesta de una forma a la que no estaba acostumbrada. Algo que le hacía pensar incluso que podría ser sumisa, por muy extraña que le hubiera resultado esa idea al principio.

No estaba segura de poder hacerlo, aunque se le habían pasado varias imágenes por la cabeza desde que se lo sugiriera: sus manos encima, sujetándola. Nada más que

eso; nada más explícito pero nada más claro al mismo tiempo. Salvo ese casi roce de sus labios sobre los suyos.


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Va tomando mas forma la historia, espero sus comentarios !!! Muchas gracias a todos por leer !
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Mensaje por Anddy Rivera Morris Jue Abr 16, 2015 12:50 pm

Siguelo!!!
...y no es una sugerencia.
Jajaja saludos :)
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Mensaje por 3:) Jue Abr 16, 2015 1:19 pm

holap,...

definitivamente a san le afecto mas de lo que podía llegar a creer conocer a britt,...
a ver si lleva o no a britt a la fiesta o no???
rachel tampoco no ayuda mucho con los comentarios jajaj

nos vemos!!!!
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Mensaje por Susii Jue Abr 16, 2015 5:19 pm

nueva lectora;) me gusta el fic! Siguelo. FsyjxsSaludoooos:)
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Mensaje por micky morales Jue Abr 16, 2015 7:40 pm

demasiado interesante!
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Mensaje por Sanny25 Jue Abr 16, 2015 9:20 pm

Holaa

Parece que ambas se quedaron con una gran impresión desde el primer encuentro
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Mensaje por Snix_J Vie Abr 17, 2015 12:27 pm

Anddy Rivera Morris escribió:Siguelo!!!
...y no es una sugerencia.
Jajaja saludos :)

Muchas gracias, hoy les subo un nuevo cap :)

3:) escribió:holap,...

definitivamente a san le afecto mas de lo que podía llegar a creer conocer a britt,...
a ver si lleva o no a britt a la fiesta o no???
rachel tampoco no ayuda mucho con los comentarios jajaj

nos vemos!!!!

Si, creo que las dos termianron afectadas de alguna manera. Rachel creo que se esta diviertiendo de ver a Santana asi.
Gracias por el comentario.

Susii
Susii escribió:nueva lectora;) me gusta el fic! Siguelo. FsyjxsSaludoooos:)

Gracias Susi, hoy les dejo un nuevo cap !

Micky Morales escribió:demasiado interesante!

Gracias por pasar :) ..

Sanny25 escribió:Holaa Parece que ambas se quedaron con una gran impresión desde el primer encuentro

Asi es , ambas quedaron un poco descolocadas ! Gracias por el comentarios..


Saludos !
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Mensaje por Snix_J Vie Abr 17, 2015 1:47 pm

CAPITULO 4


No estaba segura de poder hacerlo, aunque se le habían pasado varias imágenes por la cabeza desde que se lo sugiriera: sus manos encima, sujetándola. Nada más que eso; nada más explícito pero nada más claro al mismo tiempo. Salvo ese casi roce de sus labios sobre los suyos.
Se estremeció; el deseo era como una chispa ínfima y ardiente que mentalmente trataba de apagar.
Pero ese deseo no significaba que llevar una fantasía sexual al terreno real fuera a funcionar. Lo más probable era que no funcionara. Al fin y al cabo, algunas cosas era mejor dejarlas como fantasía.
«Pero Santana López no.»
Había accedido a llevar a cabo este experimento. Y la atracción que sentía por ella probablemente haría que se dejara llevar, aunque no pudiera entregarse por completo a la sumisión.
El silbido de la tetera interrumpió sus pensamientos. Se sirvió un poco; el vapor quedó suspendido alrededor de su rostro, junto con la suave fragancia del té. Volvió al salón y repasó sin mucho afán el montón de cartas que había en una mesa junto a la puerta de entrada mientras esperaba a que se enfriara un poco el té. No fue hasta un poco más tarde que se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué estaba mirando. El rostro de Santana ocupaba su mente; sus brillantes ojos cafés, la forma en que ese mechón negro le caía sobre el cuello de la camisa y le rozaba la piel. Esos labios pintados de ese color rojo que le enmarcaba la boca. Tenía unos labios demasiado carnosos.
Era puro contraste tanto en aspecto como en comportamiento; por la manera que hablaba de sus experiencia —el bondage y el juego del dolor— en ese tono tan suave, como si fuera una conversación la mar de natural.
No quería reconocer lo excitante que era todo. Su propia naturaleza quería rebatir esa idea. Era demasiado controladora, algo que sí admitía sin problemas. Pero su cuerpo lo sabía y ardía de solo pensar en eso. Sobre todo, por la idea de que Santana estuviera al mando.
Cerró los ojos, dejándose llevar por la calidez de la taza entre las manos, y se la imaginó frente a ella. Una sola imagen y su sexo se contrajo del deseo.
«Santana…»
—Maldita sea.
Entró en el dormitorio, se sentó en la elegante cama con dosel de madera oscura y edredón blanco con montones de cojines, también blancos, y se quitó las botas. Se incorporó, se desabrochó la falda y se quitó el jersey por la cabeza. El té aguardaba, olvidado, en la mesita de noche.
Se vio en el gran espejo con marco de madera que había al otro extremo de la habitación. Con la ropa interior negra se veía pálida. Demasiado delgada, también, pero le encantaba hacer ejercicio. Le gustaba la sensación de libertad que le daba. Pero ahora necesitaba otro tipo de liberación.
«No es más que una fantasía. Es algo inofensivo.»
Pero sin dejar de mirarse al espejo se quitó el sujetador y sostuvo sus pequeños pechos con las manos. Tenía los pezones erectos; eran dos puntos rojos y oscuros, duros. Se dio un suave pellizco y gimió.
¿Cómo sería el tacto de sus manos en su cuerpo?
Introdujo la mano por debajo de las braguitas, más abajo, hasta que los dedos rozaron el monte de Venus. Sintió una oleada de placer que le cortó la respiración.
«Santana.»
Sí, sus manos en su cuerpo, tocándola. Separando los labios de su sexo para adentrarse en su húmedo calor. Y ella estaba ya mojada por ella, anhelante…
Abrió un poco las piernas y vio cómo la mano se perdía entre los muslos. Pero
pronto le superó. Frustrada, se bajó las braguitas negras por las piernas y las lanzó con el pie. Verse el sexo con los labios hinchados y el clítoris rosado asomando entre ellos la hizo temblar.
«Santana…»
Separó más las piernas y sumergió los dedos en su jugo para luego introducirse uno. Dio un grito ahogado y se mordió el labio. Toda ella era calor; las paredes internas se contrajeron alrededor de su dedo inmediatamente. Añadió un segundo, luego un tercero; necesitaba sentirse colmada.
—Ah…
Gimió y se ayudó de la palma de la mano para ejercer presión en el clítoris. Empezó a frotarlo en movimientos circulares mientras introducía los dedos. Imaginó la mirada penetrante de Santana a través del espejo, observándola.
Con la otra mano se pellizcó otra vez un pezón. El placer, agudo y caliente, la recorrió como un escalofrío
«Santana…»
Ah sí, notaba sus grandes manos encima y dentro de ella. La frotaban y la pellizcaban. El placer era como la lava en sus venas, que se abría paso en ella suave como la seda.
Extraía e introducía los dedos; movía la palma con fuerza contra el clítoris. Y su cuerpo entero se contrajo y se estremeció al llegar al orgasmo, mientras gritaba su nombre en la habitación vacía.
«¡Santana!»
Con las piernas débiles estuvo a punto de caerse, pero con una mano se aferró al borde del vestidor. Jadeaba y boqueaba en busca de aire. En la imagen que le devolvió el espejo tenía ruborizadas tanto las mejillas como los pechos. Tenía unos ojos enormes; las brillantes pupilas habían oscurecido casi por completo sus iris grises.
Su cuerpo seguía estremeciéndose de la necesidad, a pesar del orgasmo.
«Santana…»
Miró la cesta de mimbre que había junto a la cama y pensó en la colección de vibradores que guardaba ahí.
«Sí, tengo que correrme otra vez. Y otra…»
¿Cómo había conseguido esta mujer meterse tan dentro de ella? ¿Y cómo podía sacársela de encima?
Cruzó la habitación, se sentó en la cama y sacó uno de sus juguetes favoritos de la cesta; un masajeador turbo pesado que la hacía gritar cada vez que se corría. Quizá con eso bastaría.
Pero cuando se tumbó encima de la almohada y lo encendió, bajando el instrumento entre los muslos, sabía que ningún juguete sería suficiente.
¿Qué le había hecho Santana Lopez?
Sonó la alarma, Santana le dio un manotazo a tientas y se tumbó de espaldas. Había dormido boca abajo y se despertó el rostro de Brittany en la cabeza.
Y en el cuerpo.
A duras penas había conseguido dormir y ahora se levantaba exitada.
Imaginaba unos largos rizos rubios con reflejos ambarinos a la luz del día que caían por encima de los hombros estrechos de Brittany. Vio un par de ojos azules, fríos, que parecían encerrar un misterio; algo que le ocultaba, algo que ella quería —necesitaba— saber. Tenía la piel pálida y blanca como el marfil. La delicada línea de la clavícula en el borde del jersey y, por debajo, la curva de sus pechos, perfectamente
formada. Había permanecido despierta hasta tarde imaginando cómo serían, qué tacto tendrían y a qué sabrían al lamerlos. Cómo sería notar sus largas piernas alrededor de su cintura mientras se introdujera en ella, en su sexo caliente y acogedor…
Gimió.
«Mierda.»
Apartó el edredón, bajó la sábana y se acarició, rodeando su sexo con las manos.
¿Qué sentiría al notar sus deliciosos labios rojos alrededor de ella, lamiendola.
Gimió e introdujo don dedos con más fuerza mientras levantaba las caderas al ritmo de sus manos.
Seguro que tendría la boca húmeda, cálida, pero no tanto como su sexo. Le separaría los muslos y la embestiría con fuerza, una y otra vez.
«Brittany…»
Sus ojos se volverían vidriosos, separaría los labios y se estremecería al llegar al orgasmo, apretando los músculos con fuerza alrededor de sus dedos.
Ella arqueó la espalda sin dejar de masturbarse, rozando la punta de su clítoris con las yemas de los dedos. Sabía que estaba a punto de correrse por el ímpetu de los latidos que notaba en su entrepierna.
«Brittany…»
Necesitaba azotar su hermoso culo y luego penetrarla. Hacer que se corriera. Follarla.
«¡Brittany!»
Entonces se corrió y el placer fluyó caliente en sus venas. Se estremeció. Hasta el último momento de placer. Así intentaba sacarse a Brittany de sus pensamientos.
Pero no funcionó. Ya sabía que no funcionaría.
Nada funcionaría salvo que pudiera verla y tocarla. Imponerse a ella. Dominar a esta mujer no sería fácil pero entonces quizás pudiera dominarse un poco a sí misma y recuperar un poco el control.
Se percató del estropicio pegajoso que había dejado en la cama y sacudió la cabeza. Tenía que volver a hacerlo. Seguía tratando de recobrar el aliento y sabía que tardaría un poco en poder empalmarse otra vez. Pero si la tuviera allí ahora, estaría encima de ella, arrancándole la piel, haciendo que se corriera con las manos, la boc Se incorporó y anduvo por el frío suelo de parqué del dormitorio. Fuera empezaba a amanecer; la luz del cielo violáceo se filtraba por las ventanas. Notaba el aire fresco en la piel aunque hervía por dentro. Anhelante otra vez.
Entró en el lavabo y se metió en la gran ducha de azulejos de color cobre, marrón y bronce. Abrió el agua caliente, se colocó debajo del chorro. Sin embargo, el calor punzante del agua en la piel no hizo más que empeorar la exitación.
Descolgó la alcachofa de hidromasaje de la ducha y la dirigió a su entrepierna apoyando la espalda en las baldosas frías y cerrando los ojos.
Ahí estaba ella otra vez, con el pelo mojado que le caía por la espalda y los labios formando una «O» mientras se arrodillaba entre sus muslos y con la lengua le lamía el húmedo sexo; ella le hacía por el pelo, lo atraía hacia sí y gemía.
Respiraba entrecortadamente. Estaba a punto de correrse. Solo por el agua que le rozaba su clitoris e imaginando a Brittany Pierce con las piernas abiertas delante.
«Joder.»
Orientó las caderas hacia el agua y solo bastó eso. Se estremeció, se tensaron sus caderas y se corrió.
«Brittany… ¡Joder!»
Se apoyó en la pared que había tras ella; sentía debilidad en las piernas. El placer le recorría como una corriente eléctrica bajo la piel, en el vientre y en su entrepierna, que aún palpitaba.
Si ya era mala señal tener que masturbarse dos veces seguidas, como una adolescente —tener que hacerlo—, había que añadirle que era una de las pocas veces en varios años que se había corrido con sexo… normal. Sin un juego de poder. Sin bondage. Sin paletas, ni cuero ni cuerdas ni cadenas. Solo Brittany en su imaginación.
¿Qué mierda quería decir eso? ¿De verdad quería saberlo?
El sexo era algo con lo que siempre se sentía al mando. Pero había algo en esta mujer que le había calado hondo. Pues nada, que fuera lo que Dios quisiera.
No es que fuera a entregarse a ella. Pero incluso cuando la tuviera a su merced —porque la tendría, de eso no había dudas— tenía la sensación de que le provocaría el mismo batiburrillo mental que a ella. Esa parte accedería a dejarse dominar por… Brittany.
Se le hizo un nudo en el estómago; en parte por fastidio, otra parte por un pánico que no quería reconocer y en parte también por el deseo que le bullía en las venas.
Las cosas eran distintas con Brittany Pierce. Por mucho que no quisiera reconocer lo mucho que le afectaba, tendría que averiguar de qué iba todo eso. De qué iba ella.
Y mientras tanto mantendría las cosas bajo control, joder, como hacía siempre.
«Joder.»
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Mensaje por Susii Vie Abr 17, 2015 2:54 pm

Ya quiero el encuentro entre ellas!:$$
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Mensaje por 3:) Vie Abr 17, 2015 7:25 pm

holap,....

definitivamente a las dos las afecto conocerse,...!!
britt esta convencida de querer ser sumisa de san,.. y esta poniéndose a pensar si le podría ceder el poder a birtt???
por dios quiero el primer encuentro,...

nos vemos!!!
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Mensaje por micky morales Vie Abr 17, 2015 7:48 pm

sinceramente, espero ese encuentro!
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Mensaje por Snix_J Dom Abr 19, 2015 1:24 pm

CAPITULO 5


Se le hizo un nudo en el estómago; en parte por fastidio, otra parte por un pánico que no quería reconocer y en parte también por el deseo que le bullía en las venas.
Las cosas eran distintas con Brittany Pierce. Por mucho que no quisiera reconocer lo mucho que le afectaba, tendría que averiguar de qué iba todo eso. De qué iba ella.
Y mientras tanto mantendría las cosas bajo control, joder, como hacía siempre.
«Joder.»


Brittany estaba sentada en su sofá con un montón de libros esparcidos delante de ella en la mesita de centro y un bloc de notas en el regazo. Había estado investigando el tema del bondage, los juegos de dolor y el intercambio de poder y los motivos por los cuales a la gente le excitaban estas cosas. Lo que había leído la había excitado, eso estaba claro. Y se había imaginado en las diversas situaciones: atada, azotada e incluso fustigada. Podría aducir que se debía a eso el pálpito que se notaba entre los muslos si quería mentirse a sí misma.
En realidad quien le hacía esas cosas no era un partenaire sin rostro. Santana había estado en todas y cada una de las situaciones: eran sus manos las que tenía encima y era ella quien le daba órdenes.
Suspiró, cogió la taza de té y le dio un sorbo. Lo había endulzado dos veces. El aromático brebaje le alivió la garganta, pero el resto del cuerpo estaba tenso como un alambre.
Habían pasado tres días desde que hablara con Santana y aún no había tenido noticias suyas. Se preguntaba si formaba parte de la demostración de poder o si simplemente estaba muy ocupado. Fuera como fuese, no le gustaba. No le gustaba estar alimentando ese comportamiento dominante.
Sabía que estaba pasando demasiado tempo diseccionando las cosas, pero no podía evitarlo. No era ninguna chiquilla pasiva que se derritiera a su paso e hiciera cualquier cosa que le pidiera, o que fuera a permanecer sentada junto al teléfono como un perrito faldero, esperando su llamada.
Entonces, ¿por qué estaba haciendo precisamente eso?
Había salido con muchas mujeres y nunca había sido de esa clase de chicas. Nunca había tenido que esperar a nadie. El sexo era abundante para una mujer liberal como ella había sido siempre. Si le interesaba una mujer, se lo dejaba claro desde un principio. Las mujeres, a su vez, sentían que con ella no les hacía falta jugar a jueguecitos como con las demás mujeres. Brittany mantenía las distancias para que ellas nunca pensaran que la tenían. Y, de hecho, ninguna lo había conseguido. Ella tampoco jugaba a ese juego.
Pero Santana la tenía pillada de una forma que no entendía…
Dejó la taza en la mesa, cogió un libro y lo hojeó, tratando de centrarse otra vez en su tarea. Buscaba una explicación más profunda de la psicología y la química del subespacio: ese estado parecido al trance que muchos sumisos alcanzaban durante el juego BDSM. Entendía el proceso químico, cómo se liberaban las endorfinas en el cuerpo en respuesta al dolor o a la estimulación sexual, pero no tenía tan clara la parte mental y emocional del proceso.
¿Por qué respondía la gente a ciertas cosas y no a otras? Había leído muchas veces que algunos sumisos podían empezar su descenso al subespacio cuando les ataban y les daban órdenes. A veces, incluso, bastaba con oír una voz dominante.
El tono suave y suntuoso de la voz de Santana vagaba por su mente y le hacía cosquillas en la piel como una leve corriente eléctrica. Como si pudiera sentir la sutil vibración del sonido. Juntó los muslos al notar un repentino dolor en la zona.
De acuerdo. Entendía esa parte.
Volvió a hojear el libro y su mirada se posó en la fotografía de una mujer atada con una cuerda en una especie de arnés muy complicado. Pero no eran las cuerdas lo que le llamaba la atención ni la suave piel de la mujer, arrodillada y desnuda salvo por la cuerda.
Era la mano de una mujer en algún lugar fuera del encuadre y la manera en que le acariciaba la cara. El gesto inspiraba cierta ternura. Le encantaba el contraste, la implicación de que la mano de esta mujer pertenecía a quien la había atado, y ahora tenía un control total sobre ella.
Sintió una oleada de deseo.
Una pequeña parte de ella quería ser esa mujer. Si la otra fuera Santana Lopez.
Cerró el libro bruscamente y se incorporó de un brinco.
¡Qué ridiculez! Era una mujer fuerte. Independiente. Aunque sintiera un mínimo deseo de hacer de sumisa para Santana, solo era por recibir esa estimulación. Permanecer inmóvil y dejarse hacer todas esas cosas.
Gimió. Ese pensamiento no la ayudaba en absoluto.
Sonó el teléfono y lo cogió al vuelo, aliviada por tener un motivo para desviarse de sus pensamientos.
—¿Diga?
—Hola, soy Tina.
—Hola, Tina.
Tina Cohen Chang, tatuadora que también escribía relatos eróticos de ficción, era una de sus mejores amigas. Se habían conocido hacía unos años cuando Brittany fue a una conferencia de escritores en San Francisco. Cuando Britt regresó a San Francisco unos meses más tarde para que ella la tatuara, pasaron algún tiempo juntas y se hicieron amigas. Ahora, a pesar de los muchos kilómetros que las separaban, hablaban cada semana y se veían siempre que podían.
— ¿Qué haces, Brittany?
—Comiéndome el coco, principalmente.
Tinaa se echó a reír.
— ¿Y eso?
Brritany se acercó a la pared donde las ventanas daban a la costa. Las nubes oscurecían parcialmente el cielo de la tarde; eran como una pesada cortina gris que amenazaba lluvia.
—Ojalá lo supiera.
—¿Necesitas hacer una lluvia de ideas para un libro?
—De hecho estoy en la etapa de investigación para mi próxima novela. Es una historia erótica con el BDSM como trasfondo. Lo que me lleva a lo que me trae de cabeza. Más o menos.
—A ver, ¿me vas a contar de qué estás hablando o no?
—Perdona, no quería ser tan imprecisa.
—Se quedó callada, respiró hondo y lo soltó—: He conocido a una mujer.
—Vaya, parece prometedor.
—Tal vez. No. Joder, Tina, no lo sé… esta mujer, Santana, es… no tiene nada que ver con el resto de las mujeres que he conocido en mi vida.
—¿En qué sentido?
—En todos los sentidos. —Se calló otra vez, apoyó la palma de la mano en el cristal de la ventana y notó el frío en la piel—. Santana forma parte de mi investigación. Bueno, en este momento lo es todo. Me lo recomendó Jennifer, una sumisa, para que me hablara de todo esto. Me parecía que no sabía lo suficiente para escribir acerca del juego de poder como era debido.
—Pues no veo por qué no. Has escrito sobre todo tipo de cosas. Y tampoco es que seas muy puritana. Si eres tú a la que las demás recurrimos en busca de respuestas para todo lo que tenga que ver con el sexo. Eres nuestra reina, Brittany —bromeó Tina.
—Ja, ja… No soy la reina del erotismo precisamente. Tener experiencia en el sexo no es lo mismo. Esto es algo muy específico. Y esta vez reconozco que me va un poco grande. Pero cuanto más averiguaba sobre las dinámicas que había, más me daba cuenta de que necesitaba información verídica. Que tenía que basarme en algo más que no fuera leer libros.
— ¿Así que pensaste en hablar con alguien involucrado en estas cosas?
—Sí…
— ¿Pero…? Porque por tu voz y por el modo en que te andas por las ramas deduzco que hay un «pero».
Brittany levantó la palma del cristal, trazó una línea con los dedos y se apartó de la ventana.
—El «pero» es bastante grande, Tina.
—Oye, que hablas conmigo. No me asusto con facilidad. Ni tú tampoco. Por eso tengo tanta curiosidad por saber cómo un hombre ha conseguido desequilibrarte así.
—Santana es dominante sexual.
—Ya me lo suponía.
—Y me ha pedido… bueno, me ha retado a que me entregue a ella. Sigo sin creer que haya accedido pero lo he hecho. Estoy segura de que no funcionará. La idea es absurda. Pero es tan… carismática. No, es más que eso. Es increíblemente guapa, pero tendría fuerza hasta sin eso. —Vio su rostro en su imaginación. Su sonrisa encandiladora. Sus ojos la atravesaban con una mirada de fuego cafés…
—¿Brittany?
—¿Qué? Ay, lo siento, estaba pensando… en ella. No puedo parar. No recuerdo cuándo fue la última vez que me pasó algo parecido, cuándo perdí el control de esta manera.
—Quizá el que de la cuestión está ahí.
— ¿Entonces crees que usa alguna especie de jueguecito mental con las mujeres con las que interactúa?
—No. Bueno, quizá sí lo haga, pero me refería a que puede que sea eso lo que te pone. En algún nivel universal. Tal vez sea esto lo que necesites, Brittany.
— ¿A qué te refieres?
—A que eres siempre tan controlada. Y no pasa nada por querer controlar tu vida, sobre todo después de lo que pasaste al crecer con tu madre. Pero podría irte bien ceder el control a otra persona por una vez, aunque sea solo durante un rato.
—Dudo mucho de que el universo pusiera a Santana Lopez en mi vida para que me atara.
—Pues creo que puede ser eso exactamente.
—¡Tina!
—Oye, sabes que te quiero, y te quiero lo suficiente para decirte que te iría bien que te soltaras la melena.
—He estado con muchos hombres y he experimentado mucho en el terreno sexual.
—Sí, pero no es lo mismo, ¿no crees? Tú misma lo has dicho. Si lo que creo saber del BDSM es correcto, va de los papeles que adopta cada persona. Es un juego de poder, ¿no?
—Sí, según tengo entendido, en eso se basa.
—Entonces me parece que tienes que soltar ese poder por esta vez.
—Esa es la parte que no me gusta.
—Pues por eso es por lo que debes probarlo.
—No sé. Quizá. —Se enrolló un tirabuzón en el dedo y lo estiró—. Tal vez
tengas razón. Y supongo que en parte sé que es por eso por lo que accedí a hacerlo. Bueno, es uno de los motivos.
—Ya me informarás de los demás cuando lo hayas hecho. Porque lo harás, ¿verdad? ¿Le verás y estarás con ella?
¿Lo haría?
¿Se le había pasado por la cabeza, ni aunque fuera un segundo, dar marcha atrás?
Suspiró.
—Sí. Pero me va a resultar difícil.
—A veces lo difícil nos ayuda a conocernos mejor.
—Sé que tienes razón. Es que… me resisto.
—Hazlo, Brittany. Aprovecha la oportunidad. Siempre y cuando esta mujer sea segura, claro. Aunque me has dicho que te lo recomendó alguien, ¿verdad? Creo que deberías hacerlo.
—Ya, yo también. —Y que los ojos cafés de Santana, su voz, su olor, la hicieran derretir, facilitaría un poco las cosas. Eso hacía que la situación, y ella misma, fuera irresistible—. No sé qué pasará exactamente y eso me incomoda bastante. Joder, me incomoda muchísimo. Pero, para serte sincera, es muy excitante esta… esta sensación exquisita de la expectativa, quizá porque no tengo ni idea de cómo irán las cosas.
—Vaya. Nunca te he visto así de insegura, Brittany.
—Eso es porque no soy yo. Pero es que esta mujer…
Las posibilidades revoloteaban en su cabeza. ¿Qué le haría Santana? ¿Qué le pediría que hiciera?
Se le hizo un nudo en el estómago y empezó a notar calor entre los muslos. Estaba a punto de averiguarlo. Lo único de lo que estaba segura era de que Santana López iba a cambiarla de una forma irrevocable.
Horas más tarde volvió a sonar el teléfono. Brittany dejó a un lado el libro y el bloc y miró el identificador de llamada.
«Santana.»
Se le aceleró el corazón, que latía ruidosamente como si tuviera un sonajero dentro.
—Es una mujer, nada más —dijo en la habitación vacía, y luego sacudió la cabeza. Ya sabía que sería mucho más que eso.
— ¿Sí?
—Hola, Brittany
Dios, su voz era como una corriente eléctrica que le quemaba las venas y se arremolinaba después entre los muslos.
—Ah, Santana, hola.
— ¿Qué tal estás?
—Bien. Estoy bien.
¿Llamaba para hablar de cosas sin importancia? No podría soportarlo. Se puso un cojín bordado en el regazo y asió con fuerza el borde enrollado.
— ¿No quieres saber cómo estoy yo? —preguntó, divertida.
—Sí, claro. Lo siento. Estaba… absorta investigando un poco cuando has llamado. Tenía la cabeza en las nubes.
—Tendré que esforzarme por ganarme toda tu atención.
—Oh, no creo que…
—No te preocupes. Sé cómo hacerlo.
Ella se quedó callada, algo vacilante, pero San prosiguió.
—Por eso te llamo. Deberíamos empezar a prepararnos para nuestra primera vez
juntos.
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Mensaje por 3:) Dom Abr 19, 2015 1:45 pm

holap,...

se pone interesante,..
definitivamente a britt le afecta demasiado,.....
a ver como va la primera salida o mejor dicho encuentro entre las dos!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por Snix_J Mar Abr 21, 2015 8:21 pm

3:) escribió:holap,...

se pone interesante,..
definitivamente a britt le afecta demasiado,.....
a ver como va la primera salida o mejor dicho encuentro entre las dos!!!

nos vemos!!!

Muchas gracias por el comentario ! Falta poco para el primer encuentro, se hacen desear un poco pero vale la pena, te lo garantizo ;)

____________________________________________________________________________________________

CAPITULO 6


—Tendré que esforzarme por ganarme toda tu atención.
—Oh, no creo que…
—No te preocupes. Sé cómo hacerlo.
Ella se quedó callada, algo vacilante, pero San prosiguió.
—Por eso te llamo. Deberíamos empezar a prepararnos para nuestra primera vez
juntos.


—Ah…
¿Cuándo había conseguido una mujer dejarla sin palabras? Lo único en que podía pensar era en sus manos tocándola, atándola. No podía pensar en nada más salvo eso, aunque sabía que habría más. Y se rebelaba contra esa respuesta a cada centímetro.
«Recobra la compostura.»
—Pensaba que me enviarías un correo electrónico.
—Eso dije.
Ella esperó pero no parecía dispuesto a dar explicaciones, algo que la desconcertó aún más.
—¿Qué… qué necesito saber?
—le preguntó ella.
—Los dos necesitamos conocer nuestros límites. Nuestros deseos. Mucha gente utiliza cuestionarios por escrito pero yo prefiero hablar. Puedo evaluarte mejor si oigo tu respuesta a mis preguntas.
— ¿Así que ahora eres psicólogo?
Le oyó suspirar.
—Britt, si vamos a hacer esto, ser sarcástica conmigo será como ponerle palos a las ruedas.
—Tienes razón, lo siento. Es que esto no es algo habitual para mí. —Se recostó entre los cojines del sofá, sin dejar de agarrar el cojín más pequeño.
—Ahora solamente hablamos, ¿vale? —El tono había cambiado; ahora era más suave que expeditivo, como si pudiera leerle la mente, el humor y sus necesidades a través del teléfono.
—Sí, de acuerdo.
Lo haría. Pero su corazón le martilleaba ligeramente en el pecho.
—Primero necesito saber si tienes algunas nociones de lo que significa BDSM. Sé que has leído muchas cosas y has recopilado información. Pero dime tu definición. Lo que quiere decir para ti.
Ella pensó durante un momento en todo lo que había leído al respecto, las breves charlas con Jennifer y la investigación que había hecho por Internet.
—A ver, sé que BDSM significa bondage y disciplina, dominación y sumisión, sadismo y masoquismo.
—Ahora dime qué interpretación haces de eso, no lo que hayas encontrado en los libros o en Internet.
—Creo que… la definición parece cubrir un amplio espectro de comportamientos sexuales y sensuales. Deseos. Fetiches. Todo el mundo parece tener una definición personal de lo que significa para uno mismo. Y no todos lo practican todo. A algunas personas les van los aspectos más comedidos, como los azotes en el trasero o el bondage simple. Pero sigue siendo BDSM, aunque no les guste llamarlo de esa manera. Y en la raíz de todo está el intercambio de energía entre los participantes.
—Sí, pero hay mucho más, aparte de la definición enciclopédica. ¿Cómo te sientes al respecto? ¿Qué quieres de él, además de información para tu novela?
—Quiero la experiencia, probarlo antes de rechazarlo de plano. De todos modos sigo pensando que soy dominante, no sumisa, así que parte de esto es para demostrármelo a mí misma, a pesar de tu opinión de experta.
—¿Y demostrármelo a mí?
—Sí. Quizá también.
—¿Y qué más?
—Aún no sé qué más. Creo que tengo que comprobarlo antes de saber exactamente qué me gusta y qué no.
—Tienes razón. Algunas de esas cosas las descubriremos sobre la marcha. Pero ¿y si te hago algunas preguntas? Quiero que intentes responderlas de forma instintiva. No te las pienses demasiado —le dijo—. Y no tengas vergüenza. Si me ocultas algo, no será tan eficaz, ¿entendido?
Era una pregunta pero a la vez una orden. Su primer impulso fue discutir con ella pero tenía razón; no conseguiría más que atrasar el proceso.
—Sí, claro. Cuando quieras.
—¿Alguna vez has pensado en experimentar con el bondage?
—Sí.
—¿Y lo has probado?
—Una vez… até a un novia con unos pañuelos de seda.
—¿Y eso qué te hizo sentir?
—Fue divertido. Distinto.
—¿Qué fue lo que no funcionó?
—Pues no estoy segura. Estuvo bien. Pero la realidad no fue tan excitante como la idea.
—¿Puede ser porque los pañuelos eran un símbolo demasiado endeble para ti?
—Sí. Tal vez. Era todo demasiado suave. Una tontería, casi. Como si no me lo tomara en serio.
—¿Y podría haber sido también que quisieras ser tú a la que ataban? ¿Y que te dejaran indefensa?
Ella se estremeció y se le fue el santo al cielo.
—Yo… no… no sé. No creo que pensara eso conscientemente en ese momento, y nunca lo he analizado desde entonces. Supongo que, interiormente, si iba a experimentar algo de esto, yo sería la que dominara.
—¿Y ahora?
Se le cortó la respiración y sintió un nudo en el pecho. De repente estaba enfadada y a la defensiva.
—He accedido a ser sumisa, ¿no?
Santana se quedó callada un momento. Le oía respirar lentamente al otro lado del teléfono. No sabía por qué, pero eso le impidió respirar unos segundos.
—Britt. Así no iremos a ningún sitio hasta que reconozcas que al menos una pequeña parte de ti quiere hacerlo.
Se le encendían las mejillas y se aferró con fuerza al cojín que tenía en el regazo.
—Vale, sí, lo reconozco. Supongo que es natural que la gente se lo plantee en algún momento u otro, como parte de ser una persona sexualmente abierta, cosa que soy. De lo contrario no sería escritora de novelas eróticas.
«Deja ya de parlotear, Brittany.»
—Bueno, es un buen inicio.
—¿Te basta como respuesta?
—De momento, sí. Quiero que pienses en estas cosas. No hace falta que termines esta conversación estando completamente convencida. Es un proceso.
—De acuerdo.
Dejó de apretar un poco el cojín.
—¿Por dónde íbamos? Ah, sí. ¿Alguna vez has querido que te azotaran en el culo?
—Yo… sí.
¿De verdad había dicho eso en voz alta?
—Ah, muy bien. —Bajó la voz de tal manera que ella tuvo que aguzar el oído para oírle—. Y ahora mismo, ¿estás algo ruborizada de placer sabiendo que me complace tu respuesta?
Ella respiraba entrecortadamente. Ay, madre, ¿lo estaba? Se llevó la mano a la cara y se palpó una leve sonrisa en los labios.
—¿Sigues ahí, Britt? —preguntó en voz baja, en un tono dulce que acarició su piel como la seda.
—Sí, sigo aquí.
—¿Y me vas a contestar?
Ella sacudió la cabeza y se mordió el labio.
—Yo… preferiría que no.
—¿Pero?
Tenía la sensación de que esperaría todo el día hasta obtener una respuesta, si fuera necesario.
—Pero… sí, me da placer.
Se quedó callada un buen rato.
—Eso es fantástico. En serio. Te lo oigo en la voz. También noto lo difícil que te ha resultado decírmelo.
—Sí.
—Quiero que dediques un poco de tiempo a pensar en estas cosas. Volveremos a hablar antes de vernos. Prepárate para quedar en el Pleasure Dome el sábado. A las nueve en punto. Te enviaré la dirección por correo electrónico. Cogerás un taxi. No quiero que conduzcas esa noche.
La cabeza le daba vueltas. Estaba enfadada e incomprensiblemente estimulada a la vez. Maldita fuera. ¿No debería rebatirle ningún punto? Sin embargo, lo único que salió de su boca fue:
—De acuerdo.
—Quiero que estés en casa mañana a las ocho de la tarde. Entonces hablaremos más.
—Eh… está bien. Puedo estar aquí a las ocho.
—No era una petición, Brittany.
—Ya lo he entendido.
—Pareces enfadada.
—Puede que lo esté.
Brittany rechinó los dientes apretando la mandíbula con fuerza. ¿De qué iba eso de darle órdenes? Aún no estaban en el Pleasure Dome; aún no habían asumido los papeles de dominante y sumisa, ¿no?
—No pasa nada por estar enfadada —dijo él—. A menudo forma parte del proceso mental. Es difícil soltarse del todo, entregar tu poder a otra persona. Solo recuerda que haciéndolo también tienes poder. Al tomar esa decisión. ¿Lo entiendes?
—Bueno… tal vez. Tengo que pensarlo.
—Hazlo. Te llamaré mañana por la tarde. Que duermas bien.
Ella colgó y Brittany pulso el botón de apagado del teléfono con una mano temblorosa.
Ahora mismo no estaba segura de poder conciliar el sueño.
¿Cómo sabía esas cosas cuando ella apenas las conocía? Y, teniendo en cuenta lo sexualmente sofisticada que era, ¿cómo no se había dado cuenta antes?
No lo sabía. Lo único que sabía era que la rabia y el deseo forcejeaban en su interior y llegó un punto que ya no pudo resistirlo más. Se levantó del sofá, cruzó el
apartamento y se asomó a las vistas oscurecidas por la niebla.
A sus pies, la avenida Western estaba iluminada; las luces de bares y cafeterías y los faros de los coches al pasar. Por una vez no llovía y la noche era completamente negra bajo la capa de niebla. En el fulgor ambarino de una farola, dos personas se besaban apasionadamente, abrazándose el uno al otro. Miró cómo se besaban y se toqueteaban y sintió crecer la excitación.
Refunfuñando, se dio la vuelta, dispuesta a ir a la cocina a por una copa de vino. Pero no era vino lo que quería.
En lugar de eso, cruzó la sala de estar y entró en el dormitorio, al otro extremo del apartamento. El color de la cama, blanca como la nieve, refulgía débilmente a la luz de la lámpara del salón y proporcionaba un marcado contraste con la sombra de la pared verde de detrás. Pero tampoco era la comodidad de su cama lo que quería.
Se quitó la ropa a toda prisa; la brisa de la noche helaba su piel desnuda. Le encantaba estar desnuda. Pero hoy lo necesitaba más aún.
Subió a la cama y abrió la tapa del cesto de mimbre que había junto a ella, en el suelo. Dentro se hallaba su colección de vibradores y otros juguetes. Tocó el vibrador turbo que utilizaba cada noche desde que había conocido a Santana, pero lo dejó a un lado. Quería algo más suave, quería llegar al orgasmo más despacio, con más ganas. Así pues, escogió un vibrador de color carne. Lo sostuvo un momento; la textura parecida a la piel era tentadora en la mano. Entonces se mordió el labio y sacó también un pequeño huevo metálico. Se recostó entre las almohadas, separó las piernas y la brisa le acarició el sexo desnudo.
Encendió el falo, lo llevó hasta sus muslos, rozó la punta del clítoris y gimió con suavidad. El placer la hacía estremecer de arriba abajo como si fuera una pequeña ola. Cerró los ojos, imaginó el rostro de Santana y se lo acercó otra vez, pasándolo por encima de su clítoris, cada vez más duro.
—Ah…
Jugueteó con él, dejando que la sensación aumentara poco a poco hasta que mojó la cama. Tenía el sexo completamente húmedo. Se abrió más de piernas y se introdujo el falo.
—Dios mío… Santana…
¿Qué sentiría cuando se la follara? Que la follara mientras le tenía las manos sujetas por encima de la cabeza, aprisionándola. Estaría indefensa ante él, bajo su cuerpo impresionante. Sus músculos serían duros y poderosos. E imaginaba sus dedos y su lengua introduciéndose en ella…
«Sí…»
Se colocó el vibrador en otro ángulo y alcanzó su punto G.
—Ay… ah, sí…
Le temblaban las piernas; el placer era como un bramido silencioso en su interior, cada vez más fuerte. Se introdujo el juguete aún más y lo extrajo un poco; una y otra vez arqueaba las caderas al compás del vibrador.
¿Se la follaría despacito o sería sexo rápido y duro, animal?
«Santana.»
Necesitaba más.
Con la mano extendió su flujo hasta ese estrecho agujero entre las nalgas a modo de lubricante y luego se introdujo el huevo en el ano. Contuvo la respiración un momento y se esforzó por relajarse; encendió el huevo antes de pasarlo por el estrecho anillo de músculo. Estaba tan excitada que no notó quemazón ni le resultó nada difícil. Su cuerpo se abrió de buena gana; el sexo, dispuesto, y las caderas bien arqueadas.
«Ah, sí… me voy a correr…»
« Santana.»
Ella se introdujo el vibrador aún más, enterrándolo en su sexo y la vibración le propagó una oleada de placer por todo el cuerpo. Eso y el huevo que temblaba en su trasero; las dos sensaciones juntas.
«Sí, Santana, fóllame…»
Una embestida más y su cuerpo se tensó al llegar al orgasmo; el placer era ahora un trueno estruendoso en su interior, en su sexo, el culo, el vientre y los pechos. Se dejó llevar por esa intensa ola, mientras seguía moviendo las caderas.
« Santana.»
—Joder…
Siguió contoneándose, corriéndose; el clímax era una espiral de placer que no terminaba nunca.
Al final, agotada, se quedó tumbada en la cama. En su imaginación veía el rostro de Santana y sus manos. Pensó en su piel desnuda sobre la suya. La vio sujetándola y se vio a sí misma deseándolo.
Sí, el jueguecito mental había empezado ya. ¿Iba a empeorar mucho más? ¿Y cuánto más mejoraría a su vez?
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