[Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo

Capitulo 39

Al día siguiente, tras dejar a Sami en la guardería, Santana, acompañada de Rachel, fue hasta el canal CNN, donde trabajaba Dani. Ella seguramente tendría noticias recientes de lo ocurrido.

Cuando Dani la vio aparecer, una grata sonrisa le iluminó el rostro, pero al ver a Rachel desapareció.

¿Qué hacía Rachel ahí?

Rachel se dio cuenta y, decidió permanecer en un segundo plano. Ahí sólo importaba Brittany.

Subida en sus impresionantes tacones y contoneándose bajo su carísimo traje de diseño, la presentadora se acercó a Santana y con voz cantarina dijo, tras besarla en la mejilla:

—Qué alegría verte aquí—y al ver su palidez, preguntó—¿Qué te ocurre, cielo?

Sin ganas de saludos, Santana la cogió del brazo y dijo:

—Dani, necesito un favor.

—Tú dirás—parpadeó, mirando con desagrado a Rachel.

Sin tiempo que perder, Santana le contó lo que sabía del incidente militar y una vez terminó, agregó:

—Por eso estoy aquí. Sé que ustedes en la redacción reciben noticias continuamente sobre lo ocurrido y con seguridad me podrás decir más de lo que sé.

El gesto a Dani cambió y con expresión agria, preguntó.

—La tal Britt de la que hablas, ¿es la mujer que...?

—Sí...—la cortó Santana.

No estaba para tonterías.

La popular presentadora, al entender quién era aquella mujer, y ver el poder que su información tenía en aquel momento, torció el gesto y se ofreció:

—Cena conmigo esta noche y veré qué puedo contarte.

Santana que no estaba para cenas ni para lo que ella sugería, protestó:

—He venido a pedirte ayuda, no una cena.

Dani molesta por sus palabras y su duro gesto, la presentadora respondió:

—Bueno lo siento, Santana. No puedo informarte de nada.

—Dani—suplicó Santana con desesperación—Por favor.

Rachel, al oírla suplicar, se acercó y vio como Dani, sin importarle el estado de su amiga, se miraba las uñas y contestaba:

—No. Imposible. Las noticias que llegan a redacción pasan unos filtros antes de que podamos darlas. Por lo tanto, no. No te puedo informar sobre lo que ha ocurrido.

La furia se apoderó de Santana, pero tras cruzar una mirada con Rachel, que bullía de rabia, intentó controlarla.

Necesitaba aquella información.

Necesitaba saber que el avión de Brittany había llegado bien.

Durante un buen rato, intentó por todos los medios que Dani cambiara de opinión, hasta que fue consciente del juego sucio de ella y cuando no pudo más, explotó:

—¿Me estás diciendo que por saber que estoy enamorada de Britt no vas a darme esa información?

Sin pestañear y con una fría mirada, Dani contestó:

—Sí.

Santana no quiso escuchar más. Estaba claro que no iba a ayudarla y con expresión de desagrado total, siseó antes de marcharse:

—¿Sabes, Dani? La amistad es algo que yo valoro mucho en esta vida y tú hoy me estás demostrando que de amiga no tienes absolutamente nada. Sabes que amo a esa mujer con locura y en lugar de tranquilizarme y ayudarme en lo que necesito, estás poniendo trabas en el camino. Bueno muy bien, a partir de este momento, olvídate de que existo, como yo me voy a olvidar definitivamente de ti.

Cuando Santana comenzó a caminar ofuscada hacia el exterior del edificio, Rachel, que se había mantenido al margen, por el bien de la información que necesitaban se acercó hasta Dani y dijo:

—Nunca me has gustado.

—Tú a mí tampoco.

Con ganas de cogerla por el cuello, Rachel se metió las manos en los bolsillos para no utilizarlas y, sin acercarse más de lo estrictamente necesario, dijo en voz alta para que todos la oyeran.

—Siempre me has parecido una imbécil creída por el simple hecho de ser presentadora. Pero lo que acabas de hacer ahora con Santana me hace darme cuenta de que además de imbécil eres una zorra impresentable. No sabes lo que es la amistad ni el amor y estoy segura de que nunca lo vas a saber, porque eres tan mala persona que eres incapaz de mirar más allá de tu puñetero ombligo—los que pasaban por su lado las miraron y Rachel, alejándose, finalizó—Lo único bueno que Santana va a sacar de todo esto es darse cuenta de la clase de perra que eres. Adiós, Foski, te aseguro que con esto ella ya no volverá a acercarse a ti en toda su vida.




Dos días después, aparecieron los padres de Brittany en casa de Rachel. La pequeña, al ver a su abuela, corrió hacia ella y la abrazó. Rachel, contenta, los hizo entrar en su casa y Whitney se sorprendió al ver a Santana ahí. Encantada, la saludó y le presentó a su marido.

El mayor Pierce, al entender por la mirada de su mujer que aquella era la joven con la que su hija había tenido algo especial, asintió y endureció su rostro.

Rachel los invitó a comer. Era una estupenda anfitriona y todos intentaron, por el bien de Sami, no dramatizar. No sabían nada de Brittany, excepto que su avión había despegado del lugar del siniestro, rumbo a una base americana.

Mientras Quinn hablaba con el mayor Pierce y Rachel, Whitney, mirando a Santana, que estaba observando a Sami jugar, dijo:

—Siento mucho lo ocurrido entre mi hija y tú. Y quiero que sepas que los americanos y los militares no son mala gente, Santana. Rachel me contó lo que te ocurrió con ese sinvergüenza de comandante y sólo te puedo decir que lo siento. Pero no debes medir a todo el mundo con el mismo rasero, porque te equivocas.

—Lo sé, Whitney..., lo sé y me siento fatal.

La mujer, al oír eso, prosiguió:

—Mi hija es la teniente Pierce, pero cuando se quita el uniforme y las botas militares es Brittany, una encantadora joven que intenta salir adelante como puede. Como la vida le permite—y, pesarosa, añadió—Y estoy segura de que no está bien. El piloto que ha muerto, Robert Smith, era un buen amigo de ella. Un muchacho excelente y sé que mi hija, a pesar de lo dura que intenta ser, está sufriendo por ello. Tanto ella como Robert o los hombres que los acompañan en sus vuelos son una gran familia que se cuida, se protege y se quiere. Estás muy equivocada si crees que por ser americanos son fríos y no tienen sentimientos.

Avergonzada por lo que Whitney parecía saber, Santana mostró su acuerdo:

—Tienes razón, Whitney. Siento en el alma lo idiota que he sido. Y nunca me cansaré de pedirles perdón por haberme comportado como una auténtica imbécil. Sé que he pagado con Britt algo que a mí me atormentó en el pasado y no supe entender que la primera que ponía esos límites para que Britt no me contara la verdad era yo. Pero ten por seguro que cuando regrese lo voy a solucionar.

—Llegas tarde, Santana. Su papá lo está arreglando todo para que su vida la continúe en Fort Worth cuando regrese de esta misión. Contrataremos una mudanza y lo poquito que tiene aquí se lo llevarán y...

—No voy a permitir que se vaya.

—Santana... es militar y...

—Whitney—la cortó Santana—, tu hija y Sami no se van a ir a ningún sitio. Se van a quedar conmigo y yo me voy a ocupar de ellas.

Al oír eso, todos la miraron y el mayor Pierce repuso:

—Brittany se viene a vivir con nosotros a Fort Worth, muchacha. Por lo tanto, te pediría que la dejaras en paz. Ya le has hecho suficiente daño, ¿no crees?

Santana sin amilanarse ante aquel militar que la miraba con gesto duro, aseveró:

—Asumo el daño que le he podido hacer, pero no voy a dejarla en paz. Y le aseguro que Britt y Sami se quedarán en Múnich viviendo conmigo. Me ocuparé de ellas porque las quiero. Adoro a Britt y adoro a Sami. Y no voy a consentir que se alejen de mi lado por mucho que usted se empeñe en hacérmelo creer.

El mayor Pierce, con un gesto de lo más militar, frunció las cejas y siseó:

—Le recuerdo, jovencita, que mi hija sigue siendo militar y americana. Siempre ha estado orgullosa de sus genes y no voy a consentir que nadie la haga cambiar de opinión.

Santana, sentándose frente a él, aclaró:

—Nadie la va a hacer cambiar de opinión. Sólo pretendo cuidar de Britt y ser la mujer que necesita para que se quede conmigo en Alemania—al ver cómo él lo miraba, agregó—Si usted quiere, podemos hablar. Pero quiero que le quede claro que ni sus galones, ni sus medallas, ni porque suba la voz me impresiona. Yo no tengo galones, pero sé subir la voz y sé defender lo que quiero, y a su hija, la quiero.



Aquella noche, tras hablar con el mayor Cedric Pierce durante más de cuatro horas y cuando éste y su mujer se llevaron a Sami, el corazón de Santana se resintió.

Por primera vez en toda su vida, la sensación de soledad la superó, y al llegar a su casa y mirar a su alrededor, lloró de impotencia.

Capitulo 40

Un mes después, la teniente Brittany Pierce y su equipo tomaron tierra con su C-17 de nuevo en la base de Ramstein, al oeste de Alemania, tras varios viajes que los habían llevado a Líbano, a Kuwait y a Estados Unidos para asistir a los funerales de los compañeros caídos en el avión abatido. Y después de pasar por Bagdad y recoger a varios soldados heridos y a un par de periodistas norteamericanos liberados.

El funeral por Robert fue triste.

Desolador.

Savannah, abrazada a ella, lloraba inconsolable y Brittany no puedo hacer nada salvo abrazarla a su vez y compartir su dolor.

El comandante Lodwud, al saber que el avión de Brittany había aterrizado, fue a verla y, cuando estuvo frente a ella, la saludó:

—Teniente Pierce. Bienvenida.

—Gracias, señor.

—Estaré en mi despacho esperando los informes.

Brittany asintió. Rellenó junto a Finn y Artie todo el papeleo y se encaminó hacia el hangar.

Cuando llegó frente a la puerta, como siempre, llamó. Tras escuchar la voz del comandante, entró y a diferencia de otras veces, no echó el pestillo. Lodwud fue consciente de ello y, levantándose de la mesa, caminó hacia ella y la abrazó.

—Estaba preocupado por ti. ¿Estás bien?

—Sí.

—Siento lo del teniente Smith y sus hombres. Sé la amistad que los unía.

—Gracias, James.

Separándose de ella, se sentó de nuevo y Brittany, que había permanecido de pie ante la mesita, dijo:

—Si me firma los papeles, señor, podré regresar con mis hombres.

—¿Es cierto que te vas a Fort Worth?

—Sí. El mayor Pierce se está ocupando de todo.

—¿Por qué te vas?

—Temas familiares.

Lodwud asintió y, sin preguntar nada más, firmó los papeles. Brittany, con una sonrisa, lo miró. A su manera, aquel militar siempre había sido un buen amigo y compañero y dijo:

—Espero que algún día superes lo de Daiana, como yo creo haber superado lo de Sam. Te mereces una vida mejor, James, y sé que la vas a tener. Lo sé.

Él la miró y murmuró:

—Ha sido un placer haberte conocido, Brittany.

Ella caminó hacia él, se agachó, lo abrazó y respondió:

—Lo mismo digo, James. Gracias por todo, porque a nuestra extraña manera me ayudaste a seguir viviendo—ambos sonrieron—Y espero que si alguna vez vas por Fort Worth nos volvamos a ver, aunque nuestros encuentros ya no sean como los de estos últimos tiempos.

Ambos sabían que aquello era una despedida. Había llegado el momento de olvidar los fantasmas del pasado e intentar retomar sus vidas.

Cuando se separaron, Brittany cogió los papeles que él había firmado y abandonó el despacho.

Cuando salió, el comandante miró la puerta y sonrió por Brittany. Era una buena chica.



Aquella tarde, en la base de Ramstein y vestidos aún con la ropa de camuflaje, Artie y Brittany se despidieron. Ella cogería un vuelo que la llevaría a Madrid y desde ahí otro hasta Asturias. Su hija volaba con su mamá y su hermana desde Fort Worth para reunirse con ella ahí.

—Finn a última hora se fue en el pájaro de Thomson. Ha regresado a Kuwait. Por lo visto, su hermano está destacado ahí y quería verlo.

Artie asintió y, cansado del viaje, le aconsejó:

—Britt, descansa cuando llegues a Asturias. Lo necesitas.

—Tú también.

Con una triste mirada, el militar la miró y se sinceró:

—Pilotar contigo estos años ha sido estupendo. Espero que en Fort Worth te traten como te mereces.

—Lo mismo digo, Artie. Pero no me vas a perder de vista. Seguro que nos volveremos a encontrar en algún otro conflicto, aunque ya sabes que dentro de diez meses, mi intención es dejar el ejército para dedicarme a otra cosa. Necesito cambiar de aires, por Sami y por mí.

Ambos rieron y Artie comentó:

—Creo que el ejército va a perder un estupendo piloto, pero el mundo algún día va a ganar una estupenda ilustradora.

Se abrazaron con cariño y cuando Artie se marchó y ella se quedó sola en el aeropuerto, se sacó del bolsillo la tirita de princesas que su hija le puso el día que se fue y sonrió.

Después se echó el petate a la espalda y caminó en busca del avión que la llevaría hasta España.

Capitulo 41

La llegada a Asturias en esta ocasión fue diferente. Que Becky no fuera a buscarla al aeropuerto la entristeció. Se había acostumbrado a ver a su loca hermana ahí y no tenerla la hizo añorarla el doble.

Vestida de militar, alquiló un coche y fue directa a la casa de su abuela. Al llegar, la puerta de la casona se abrió. Sue, al ver que se trataba de su nieta, con los brazos en alto corrió a recibirla.

—¡Aiss, mi neña..., aiss, mi neña que ya está en casa!

Brittany sonrió. Abrazó a aquella mujer que tanto quería y susurró:

—Hola, abuela. Ya estoy aquí de nuevo.

La preocupación de Sue en ese momento desapareció y mirando a su neña con ojos vidriosos, preguntó:

—¿Estás bien, mi vida?

—Sí.

—Estaba muy, muy, muy preocupada por ti.

—Estoy perfecta, ¿no me ves?—rio encantada.

Sue la besuqueó y gritó a todas sus vecinas que la hija del Ceci y su hija Whitney habían regresado. Al verla vestida de militar, todos la trataban como a una heroína.

En esta ocasión, Brittany no rectificó a su abuela. Si ella había decidido llamar a su papá Ceci, no pensaba corregirla nunca más.


Aquella tarde, sobre las siete, cuando Brittany cayó en la cama, durmió durante muchísimas horas. Estaba agotada. Sue la dejó dormir, sólo había que ver la cara de cansancio de su pequeña para saber que lo que necesitaba era descanso.

Cuando se despertó al día siguiente eran las tres de la tarde. Había dormido casi del tirón veinte horas, a pesar del par de veces que se despertó angustiada por las pesadillas. No podía olvidar lo ocurrido y eso no la dejaba descansar con tranquilidad.

Al levantarse, miró por la ventana y vio que el día estaba grisáceo y con algo de niebla. En marzo los días en Asturias solían ser grises y aquél era uno de tantos.

Cuando su abuela la vio aparecer, sonrió y, abrazándola, preguntó:

—¿Ha descansado bien mi neña?

—Sí, abuela—mintió—He dormido, como se suele decir ¡a pierna suelta!

Sue, feliz por tenerla ahí, le puso un plato de sopa y la apremió:

—Vamos, come algo.

Arrugando la nariz, Brittany gruñó:

—Me acabo de levantar, abuela. No me apetece comer.

Pero la mujer, dispuesta a engordar a su neña, insistió:

—¡Come! Pareces un saco de huesines.

Sin muchas ganas, al final le hizo caso y dos segundos después, mientras aquel caldito asturiano le entraba en el cuerpo, reconoció que le estaba sentando a las mil maravillas.

Miró el reloj: las cuatro.

—¿A qué hora dijo mamá que llegaba su avión?

Cogiendo un papel de encima de la chimenea, Sue se lo entregó.

—Dijo que llegaban a las siete. Ah... y el Ceci viene también.

—¿Viene papá?

—Sí, neña..., tu papá viene también. Seguro que a dar por culo, como siempre.

—¡Abuela!

La anciana soltó una risotada y Brittany tuvo que reír también. A la mujer le gustaba su papá más de lo que quería admitir y ambas rieron.

Cuando se terminó el caldito, Brittany miró por la ventana y dijo:

—Abuela, voy a dar un paseo por la playa. Tiene que estar hoy preciosa.

—¿Con esta humedad?—se extrañó la anciana, pero conociendo a su nieta, añadió—Ve... ve..., neña, ve, siempre te gustó pasear por la playa. Pero antes cámbiate de ropa. No vayas a ir en pijama.

Como no tenía mucha ropa en Asturias, volvió a ponerse lo mismo que el día anterior. Pantalón de camuflaje y chupa del ejército.

Cuando llegó a la preciosa playa de La Isla sonrió. A pesar de la neblina, aquel lugar era el más bonito y mágico que había visto nunca. Caminó hacia un lateral y se sentó sobre una roca. Durante un buen rato, miró a unas mujeres que paseaban y disfrutó del sonido y la visión del mar.

Observarlo siempre la relajaba.

Pensó en su pequeña, estaba deseando verla e, inconscientemente pensó en Santana. A ella también estaba deseando verla, pero sabía que no debía hacerlo. Verla y continuar con su morboso juego sólo le ocasionaría dolor y sufrimiento. Debía cortar por lo sano y una excepcional manera de hacerlo era como lo iba a hacer.

Marchándose a Fort Worth. Eso evitaría tentaciones.

Cuando el culo comenzó a dolerle de estar sentada sobre aquella fría piedra, se levantó y caminó hacia la orilla, aunque antes de que el agua le rozara, se paró. Mojarse era una temeridad. El agua del Cantábrico en marzo era un témpano de hielo, pero se agachó y la tocó con la mano.

Comenzó a caminar hacia el otro extremo de la playa mientras en su cabeza bullían cientos de pensamientos.

Robert.

Savannah.

Santana.

Sami.

Afganistán.

¿Cómo podía ser que ahí hubiera tanta paz, pudiera pasear tranquilamente y en otros lugares la gente se matara sin sentimientos de forma incontrolada?

Estaba sumida en sus pensamientos, cuando el sonido de un coche atrajo su atención, y al mirar vio que aparcaba junto a uno de los pintorescos hórreos. De él se bajaron dos personas. Desde lejos vio que se trataba de una mujer y un niño. Las observaba cuando un movimiento del pequeño que corría llamó su atención.

Curiosa, lo observó.

Aquel saltimbanqui corría con la misma gracia que su hija. Eso la hizo sonreír. Eran tales las ganas que tenía de ver a su Sami, que ya creía verla donde no estaba. Pero a medida que se acercaba a ellas, el corazón le comenzó a latir con fuerza al oír el sonido de su risa. Brittany se paró en la playa y explotó de felicidad cuando vio que no eran otras que Sami y Santana.

¿Santana?

¿Qué hacía ella con su hija?

—¡Mami... mami...!—gritaba la pequeña.

Emocionada, Brittany echó a correr por la playa.

Aquélla era su pequeña.

Quien la llamaba era Sami y, según se acercaba a ella, la pudo ver con claridad. Su niña, con su famosa coronita en la cabeza, corría con los brazos abiertos en busca de su mamá.

Cuando Brittany llegó hasta ella, se agachó y, cerrando los ojos, la agarró y la abrazó, mientras sonreía emocionada por el encuentro. Sami olía a vida, a niñez, a inocencia y futuro, y sentir sus manitas alrededor de su cuello casi le hizo llorar de felicidad.

¡Cuánto la había echado de menos...!

Durante varios minutos permaneció abrazada a su niña y cuando abrió los ojos, vio a Santana acercándose con las manos en los bolsillos de los vaqueros. Su corazón se descontroló al verla ahí, con una chaqueta negra ceñida. Su sonrisa la descolocó y más aún cuando la saludó:

—Hola, teniente Pierce.

Sin entender bien qué hacía Santana ahí con su hija, iba a hablar cuando la pequeña, llamando su atención, dijo:

—Mami, Peggy Sue se escapó en el coche y la pínsesa San lo tuvo que descatá.

Sorprendida, miró a Santana y esta, divertida, afirmó:

—Asqueroso. Casi me da algo cuanto tuve que parar el coche y coger a ese animal, pero por mi princesa Sami rescato lo que sea. Eso sí, a tu mamá casi le da un infarto al ver al bicho suelto por el vehículo.

De pronto, unos gritos llamaron su atención. En un lateral de la playa, sus padres y su hermana Becky llamaban a la pequeña. Esta, al verlos, salió corriendo dejando solas a Santana y a su mamá.

Desconcertada por la presencia de Santana, Brittany preguntó:

—¿Cuándo han llegado mis padres con Sami?

—Hace una hora. He ido a buscarlos al aeropuerto. Luego hemos ido a casa de la abuela y ella nos ha dicho que estabas aquí.

Brittany alucinada, parpadeó, la miró y preguntó:

—¿Y tú qué haces aquí?

Con voz segura a pesar de los nervios que tenía por tenerla delante, ella Santana respondió:

—Tenía que verte, Britt—sorprendida, no supo qué decir y Santana añadió—Siento mucho lo que le ocurrió a tu amigo Robert y a sus hombres. Lo siento de todo corazón, cariño.

¡¿Cariño?!

Cuánto había deseado oír esa palabra, pero recordar la muerte de su amigo la hizo cerrar los ojos. Pensar en que nunca más volvería a ver a Robert aún le dolía demasiado.

Cuando recuperó el control, abrió los ojos y miró a Santana. Miró a la mujer que quería, que deseaba, que necesitaba.

Sin hablar, se dijeron lo que sentían.

Sin hablar se comunicaron.

Y, finalmente, Santana, deseosa de su contacto, al ver sus ojeras y su cara de cansancio, se disculpó:

—Perdóname, Britt-Britt. Yo tampoco te lo puse fácil.

Brittany confusa por todos los sentimientos que de pronto afloraban en ella por lo ocurrido, vio a su hija llegar junto a sus padres y susurró con un hilo de voz:

—Estás perdonada, Sanny.

Santana sonrió, sacó las manos de los bolsillos y, tendiéndolas hacia Brittany, pidió:

—Ven aquí, Britt-Britt.

Sin dudarlo, se echó a sus brazos y Santana la aceptó. La acunó mientras repartía cientos de besos por su rostro. Aquel rostro que no había podido quitarse de la cabeza y que tanto sufrimiento le había ocasionado. Tenerla en sus brazos fue la medicina que Santana necesitaba para volver a sonreír y finalmente se besaron.

Al sentirla reclamando su beso, Brittany sonrió. Se sintió especial de nuevo. Se sintió protegida y mimada y cuando sus bocas se separaron, murmuró:

—No he parado de pensar en ti.

Encantada de oír eso, Santana, sin separar su rostro del de Brittany, dijo:

—Ni yo en ti, Sanny. Ni yo en ti.

Después de varios minutos en los que ninguna habló pero no dejaron de abrazarse, Santana añadió:

—Estaba tremendamente preocupado por ti. Y antes de que digas nada, déjame decirte que me he comportado como una idiota y que estoy dispuesta a hacer lo que sea para que me vuelvas a querer como yo te quiero a ti.

—San...

—¿Sabes?—insistió nerviosa, sin dejarla hablar—Mi papá me aconsejó que para enamorarte te hiciera reír, pero quiero que sepas que cada vez que te ríes, yo me enamoro como una idiota más de ti. Te quiero. Te quiero con toda mi alma y nunca he estado más segura de nada en mi vida. Y si no me quieres, vas a tener que comprar un gran cargamento de tiritas de princesas para quitarme el dolor tan terrible que...

—San...

—Antes de que digas nada—la volvió a cortar—Quiero que sepas que estoy dispuesta a luchar por ti. No me importa que seas militar, ni americana, ni rusa, ni polaca. No voy a permitir que te vayas a Texas. Y si lo haces, prepárate, porque voy a seguirte y no pienso dejarte en paz hasta que claudiques y decidas regresar conmigo, porque te quiero y necesito que me quieras.

Esas últimas palabras que recordaba que ella le había dicho la hicieron sonreír.

Eso era lo que Brittany necesitaba.

Necesitaba a Santana y su amor.

Sobrecogida por todas las cosas maravillosas que Santana le estaba diciendo, posó una mano en su boca para hacerla callar y confesó:

—Te quiero.

Santana emocionada, enternecida y totalmente enamorada porque Brittany le diera la oportunidad que ella no le dio, la miró embobada y Brittany, acercándose, exigió, deseosa de su contacto.

—Te quiero y me quieres, por lo tanto, ¡bésame ya! Lo estoy esperando.

Sin demora, lo hizo.

La tomo en sus brazos y la besó como llevaba semanas deseando hacerlo.

De pronto, en su vida volvía a tener a la persona que necesitaba. Brittany estaba bien, sana, salva y receptiva y con eso de momento le valía.



Esa tarde, después de varias horas con Santana en la playa hablando de sus sentimientos, al llegar a la casa de su abuela, sus padres y su hermana las esperaban con su niña.
Al verla aparecer, todos la besaron y Brittany pudo ver lo bien que su papá y Santana parecían llevarse. Whitney, al ver cómo los miraba, se acercó a ella y, emocionada, la informó:

—Que sepas que esa muchacha ha peleado como una fiera con tu papá por ti.

—¿En serio?

Becky, acercándose a su hermana, puntualizó:

—Telita, la mala leche que tiene la alemana. Ha callado hasta a papá. ¡Flipante!

Alucinada, Brittany miró a su mamá y esta afirmó:

—Sí, cariño. Totalmente en serio. Y ya sabes cómo es tu papá, pero Santana no se ha amilanado y cuanto más le gritaba papá, más le gritaba ella, hasta que papá se tranquilizó. Increíble pero cierto. Con decirte que ha paralizado tu traslado a Fort Worth por petición de Santana hasta que ella hable contigo y tú decidas realmente lo que quieres hacer.

—Mi Sabantita no es militar, pero nada tiene que envidiarle al Ceci—comentó Sue—Me alegra que no se amilane ante él y le ponga los puntos sobre las íes a ese americano.

—Mamáááá, no empieces—protestó Whitney.

Boquiabierta, Brittany miró a Santana. Que se hubiera enfrentado a su papá, como poco era inaudito. Nadie se enfrentaba al mayor Pierce. Pero Santana lo había hecho y eso la hacía feliz.

Whitney, al ver el gesto de su hija, insistió:

—¿Qué vas a hacer, cariño?

Brittany sonrió. Si Santana había conseguido que su papá claudicara, estaba claro que había luchado como decía su mamá como una fiera por ella y, dispuesta a darle una oportunidad al amor, murmuró:

—De momento, esta noche irme con San a pasar la noche fuera—y mirando a su hermana, le pidió—Becky, necesito una suite en el hotel.

Su hermana, que andaba con el móvil, dijo mirándola:

—Ya la tienes reservada, pero el chocolate no te lo he podido conseguir.

—¡¿Chocolate?!—preguntó la anciana—¿Para qué quieres chocolate, neña?

Las hermanas soltaron una carcajada y Whitney, al ver las caras de sus hijas, cayó en la cuenta.

—Vale... no quiero saber más, ¡sinvergüenzas!

Capitulo 42

Esa noche, cuando Brittany durmió a Sami, sorprendiendo a Santana la hizo subir al coche.

Cuando llegaron al hotel, divertida, la miró y Brittany murmuró:

—Esta vez no hay chocolate.

Santana encantada porque todo hubiera salido bien, la abrazó y dijo:

—Tengo lo único que necesito. A ti. Mi Britt-Britt

Tras pasar por recepción y recoger su llave, entraron en el ascensor, donde se besaron como locas hasta llegar a su planta. Una vez llegaron, Santana preguntó:

—¿Qué habitación es?

—215.

Mientras caminaban por el pasillo, Santana se fijó en lo guapa que estaba vestida de militar y, agarrándola por la cintura, le comentó:

—¿Sabes que me gustas mucho vestida así?

—¿Ah, sí?

Cosquilleándole la cintura, murmuró:

—Teniente..., tienes mucho morbo vestida de militar.

Brittany sonrió y, parándose frente a una habitación, repuso:

—Creo que te voy a gustar más desnuda.

Una vez entraron, Brittany fue directa al equipo de música y tras poner un CD que se sacó del bolsillo, los primeros acordes de la canción de Bruno Mars, When I was your man sonaron, la miró y preguntó:

—¿Bailas?

Santana no lo dudo.

En las últimas semanas, esa canción y los CD de música que tenía de Brittany habían sido el único nexo de unión con ella y, abrazándola, disfrutó de su cercanía mientras bailaban la bonita canción.


Too young, too dumb to realize
That I should have bought you flowers and held your hand.
Should have gave all my hours when I had the chance.
Take you to every party ‘cause all you wanted to do was dance.
Now my baby is dancing, but she’s dancing whith another man.


Una vez terminó, Santana la besó y cuando sus labios se separaron, Brittany, poniéndose muy seria, se apartó de Santana y dijo, tendiéndole un papel:

—Quiero que leas esta carta. Es de Sam. Y una vez la leas, quiero romperla y no volver a leerla nunca más.

Conmovida Santana la cogió y, mirándo a Brittany, preguntó:

—¿Estás segura? Esto es algo entre tú y él.

Brittany, con una sonrisa, asintió.

—Sí, cariño. Estoy segura. Léela.

Santana sacó el papel del sobre y comenzó a leer, ante su atenta mirada.


Mi querida Britt:

Si tienes esta carta en tus manos es porque nuestro buen amigo Conrad te la ha hecho llegar y eso significará que yo he muerto. Quiero que sepas que eres lo mejor que he tenido en mi vida a pesar de que en ocasiones me he comportado como un idiota contigo.

Siempre has sido demasiado buena para mí y tú lo sabes, ¿verdad?

El motivo de esta carta es para disculparme por todo lo que vas a descubrir ahora de mí. Me avergüenza pensarlo, pero así es mi vida y ante eso nada puedo hacer, salvo pedirte disculpas y esperar que no me odies eternamente.

Deseo que conozcas a una persona especial. Una persona que te cuide, te lleve de fiesta con ella, baile contigo, quiera a nuestro hijo y te dé esa familia que yo sé que tú siempre has querido formar.

Espero que esa persona sepa valorarte como yo no he sabido y que seas lo primero para ella. Te lo mereces, Brittany. Te mereces encontrar a una persona así. No todas las personas son como yo y aunque sabes que te quise a mi manera, también sabes que eso nunca fue suficiente para ti.

A nuestro bebé dile que su papá lo hubiera querido mucho, pero deja que quiera como a un papá o a otra mamá a esa persona que espero que algún día llegue a tu vida.

Eres fuerte, Brittany, y sé que saldrás adelante. Tienes que rehacer tu vida.

Prométemelo y rompe esta carta después.

Los quiere,
Sam



Cuando terminó de leerla, Santana guardó la carta y miró a Brittany. Ella, con una sonrisa que le llenó el alma, dijo emocionada:

—Tú me valoras. Bailas conmigo, cuidas de mi hija y de mí y quieres darnos la familia que él nunca nos quiso dar, sin que yo te lo pida. Sanny, tú eres esa persona, tú eres una mujer única y especial que yo siempre he querido conocer, y te aseguro que Sami y yo te queremos con todo nuestro corazón, porque...

No pudo continuar, la emoción le pudo y Santana la abrazó. Cuando la calmó, con todo el amor que estaba dispuesta a darle, dijo:

—¿Sabes?, no me alegro de lo que le pasó a Sam, pero sí me alegro de que no esté contigo, porque eso me ha permitido conocerte y volverme loca por ti. Y quiero que sepas que voy a cuidar y a mimar a mis dos princesas como se lo merecen.

Brittany asintió y, cogiendo la carta la rompió en pedazos. Definitivamente, Sam, era pasado y Santana era su futuro.

Una vez dejó los papelitos sobre la mesa, Santana, despojándose de la chaqueta de lana negra que llevaba, exigió, haciéndola sonreír:

—Desnúdate, teniente.

Ambas se desnudaron con celeridad sin dejar de mirarse. Santana terminó antes que Brittany y murmuró:

—Estoy tan excitada que no vamos a parar hasta mañana.

Brittany sonrió y, con chulería, la retó:

—Puede ser hasta pasado mañana, ¿no, Sanny?

Santana la cogió entre sus brazos y, poniéndola contra la pared sin ningún tipo de preliminares, le abrió las piernas y con urgencia unió sus sexos. Ambas jadearon y Santana, mirándola a los ojos, dijo con voz ronca:

—Ni te imaginas cómo te he echado de menos, Britt.

Moviéndose para unir mejor sus sexos, repuso:

—Ni te imaginas cuánto he pensado yo en ti.

Santana mordiéndole la barbilla, se volvió a mover.

—Te quiero para mí y, como le dice una buena amiga a su esposa: «Tu boca, tu cuerpo y toda tú, quiero que sea mío, sólo mío», ¿entendido?

—No me des más órdenes—jadeó—La teniente aquí soy yo.

Santana sonrió y dándole un azote en el trasero, musitó:

—Tu grado a mí no me vale, Britt-Britt.

Esa reacción hizo reír a Brittany y Santana la besó.

Enloquecida por la pasión que Santana le demostraba, se abandonó a sus caricias y dejó que guiara el morboso juego.

Sin darle tregua, Santana movió sus caderas una y otra vez y cuando Santana jadeó demasiado alto, Brittany murmuró:

—Chisss..., no quiero que nos echen del hotel.

Santana divertida, respondió dándole otro azote en el trasero.

—El hotel no me importa, sólo me importa que te corras para mí.

—¿Sólo para ti?

Santana sin parar sus movimientos, asintió y afirmó con seguridad:

—Sólo para mí siempre que juguemos.

Un jadeo de Brittany la hizo reactivarse y, enloquecida por la pasión que sentía, preguntó:

—¿Te gusta, Britt?

—Sí... sí... me gustan nuestros juegos.

Santana sonrió y sin parar su asolador movimiento, murmuró:

—Morbosa...—Brittany jadeó ante una nueva embestida y Santana dijo—Dime a qué quieres jugar.

Brittany dispuesta a caldear el momento con fantasías, con voz plagada de sensualidad, murmuró ante sus nuevas embestidas:

—Estoy de pie en la ducha y tú estarás detrás de mí, las personas, de rodillas, desearán que les meta mi fresa en la boca y tú me lo pedirás. Desde atrás me abrirás los labios y les darás acceso a mi interior mientras les pides que me masajeen el clítoris y me pides al oído que me corra para ti. Sólo para ti. Primero, una meterá su boca entre mis piernas, después otra y cuando cumpla lo que me pides, saldremos de la ducha, me tumbarás en la cama y me follarás delante de ellas para enseñarles lo que nos gusta.

—Sigue..., morbosa..., sigue.

—Cuando te corras—gritó, llegando al clímax—, abrirás mis piernas, otra me penetrará y... y cuando esta acabe, rápidamente se introducirá en mí la siguiente, mientras tú me pides que me corra para ti. Sólo para ti, y yo moriré de placer.

Santana en ese instante no pudo más y moviéndose por última vez en Brittany, alcanzó también al clímax.

Sus cuerpos se convulsionaron al unísono y cuando sus respiraciones se acompasaron, Brittany, mimosa, la besó en la cabeza y preguntó:

—¿Te ha gustado el juego?

Mirándola con deseo, Santana asintió.

—Tus deseos son órdenes para mí, teniente. Cuando regresemos a Múnich, prometo cumplir esa fantasía.



Aquella noche, cuando Brittany se durmió, Santana se quedó contemplándola como una tonta. Tenerla en su cama y bajo su cuidado era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo y deseosa de hablar con alguien, cogió su móvil y llamó a su buena amiga Quinn. Tras dos timbrazos, esta contestó y Santana dijo:

—Estoy con Britt.

Quinn asintió. Aún recordaba lo desesperado que Santana había estado con todo lo ocurrido e, incorporándose en la mesa, preguntó:

—¿Está bien?

—Sí. Cansada, pero bien. Ahora está durmiendo.

—¿Tú cómo estás?

Santana, tocándose el pelo, respondió:

—Feliz... feliz como nunca en mi vida. Sólo quiero estar con ella y cuidarla y...

—No puedes dormir, sólo puedes mirarla, ¿verdad?

Santana sonrió. Quinn la conocía mejor que nadie en el mundo y añadió:

—Me siento como una idiota.

—Te entiendo—convina Quinn, al pensar en su mujercita—El día que conocí a Rach, con su carácter rebelde me dejó fuera de combate y creo que ese temperamento en Britt es lo que te ha dejado fuera de combate a ti también. Britt y Rach se parecen en muchas cosas y una de ellas es ese maldito carácter.

Santana sonrió. Miró a Brittany, que dormía plácidamente en el centro de su cama y murmuró:

—Me vuelve loca ese carácter, Q.

—Escucha, San, si tu corazón ya ha elegido, nada podrás hacer contra él. Mi consejo es que te dejes llevar por los sentimientos y disfrutes del momento. Lo que tenga que ser... será.

—Joder, Quinn, ¡me estás asustando!

Quinn sonrió y, antes de colgar, bromeó:

—¡Asústate, S!

Cuando cerró el móvil, Santana se sentó en la cama y observó dormir a la mujer que le había quitado el sueño desde hacía un tiempo.

Deseosa de estar a su lado, se acostó con Brittany y cuando la acercó a ella para sentirla más cerca, musitó:

—Brittany Pierce..., estoy loca por ti.

Una sonrisita le hizo saber que Brittany estaba despierta y haciéndole cosquillas en las costillas, susurró mientras Brittany reía.

—¿Escuchando conversaciones ajenas, Britt-Britt?

Brittany soltó una carcajada y, agarrándole las manos, dijo:

—Si te pones a hablar a mi lado, ¿cómo no quieres que me entere, Sanny?

Santana sonrió. Se levantó de la cama y fue hasta su cartera, de donde lo vio sacar algo. Se sentó en la cama y la hizo sentarse. Después le enseñó el colgante de la fresa mojada en chocolate y preguntó:

—¿Me dejas que te lo ponga de nuevo?

Brittany asintió y Santana lo hizo. Cuando acabó, la miró y, divertida, comentó:

—Por favor... te has puesto tan seria que parece como si me hubieras regalado un anillo de compromiso.

—Cásate conmigo. Sé la señora López-Pierce.

Alucinada al oírla no pudo articular palabra y Santana, dispuesta a conseguir su propósito, afirmó:

—Puedo ser muy convincente.

Brittany la miró y dijo:

—Te lo tendrás que trabajar..., muñeca.

Con gesto simpático, Santana asintió. Brittany era la mujer que siempre había buscado. Era el sentido de lo que tantas veces había buscado en su vida y, dejándose llevar por lo que sentía, propuso:

—Brittany Pierce, aunque de momento no te quieras casar conmigo, ¿me haríais tú y Sami el honor de venirse a vivir a mi casa, que será nuestra casa en el momento en que aceptes mi proposición?

Parpadeando al comprender lo que eso suponía para la vida de las tres, respondió emocionada:

—Sí..., aceptamos—Santana la besó y de pronto Brittany, separándose, dijo—Un momento... un momento.

Santana, al ver su cejo fruncido, se preocupó y preguntó alarmada:

—¿Qué ocurre? ¿Qué pasa ahora?

—¿Peggy Sue también podrá venir?

Santana, soltando una carcajada, besó a la mujer que adoraba por encima de todo y tumbándose sobre Brittany, cuchicheó:

—Claro que sí, Britt-Britt... Peggy Sue es la más importante de la familia.