Gleek Latino
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Primer15
Image hosted by servimg.com

Image hosted by servimg.com
Image hosted by servimg.com
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Coment10
Últimos temas
» Ayudenme a encontrarlos
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyLun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T

» Busco fanfic brittana
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyLun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66

» Busco fanfic
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptySáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken

» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyJue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604

» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28

» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyDom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28

» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyVie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604

» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyLun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es

» Que pasó con Naya?
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMiér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es

» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyJue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es

» No abandonen
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMiér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303

» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyVie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303

» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyLun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli

» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyDom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic

» brittana. amor y hierro capitulo 10
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMiér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic

» holaaa,he vuelto
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyJue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMiér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyMiér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo EmptyLun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1

FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Encues10
Sondeo

Musical Favorito Glee 5x15 Bash

FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba1011%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba10 11% [ 4 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba1019%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba10 19% [ 7 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba1011%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba10 11% [ 4 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba1024%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba10 24% [ 9 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba1027%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba10 27% [ 10 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba108%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Topeba10 8% [ 3 ]

Votos Totales : 37

Image hosted by servimg.com
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo Gleeka10
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios

Disclaimer
Image hosted by servimg.com
·Nombre: Gleek Latino
·Creación: 13 Nov 2009
·Host: Foroactivo
·Versión: GS5
Glee
Image hosted by servimg.com
Publicidad

FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

+7
3:)
Lizz_sanny
micky morales
23l1
Lucy LP
Daniela Gutierrez
Susii
11 participantes

Página 1 de 10. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10  Siguiente

Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Sáb Nov 28, 2015 1:09 am

Prólogo


A pesar de las discusiones que provocan sus diferentes caracteres, la empresaria Santana López-Pierce y Brittany López-Pierce siguen tan enamoradas como el día en que sus miradas se cruzaron por primera vez.

Juntas han formado una preciosa familia a la que adoran y por la que son capaces de hacer cualquier cosa.

Flyn, aquel niño al que Brittany conoció al llegar a Múnich, se ha convertido en un adolescente, y tal como les ocurre a la mayoría de los jóvenes, su vida se complica y afecta a todos los que conforman su entorno.





La abogada Quinn Fabray y la exteniente Rachel Berry continúan con su bonita historia de amor junto a la pinsesa Sami.

Sin duda, la convivencia les ha beneficiado mucho.

Pero hay algo que Quinn no consigue de Rachel: que se case con ella.




Las relaciones de las dos parejas van viento en popa.

Se quieren, se respetan, nada parece fuera de lugar, hasta que de repente, personas y sorpresas del pasado irrumpen en sus vidas y lo ponen todo patas arriba.

¿Serán capaces de superar este giro inesperado?

¿Podrá con todo el amor que se profesan?

O, por el contario, ¿cambiarán sus sentimientos para siempre?



***********************************************************************************************************************

Hola, como les dije en aquí les dejo la siguiente historia, espero que les guste. Gracias por leer! Saludos =D

Pd: esta historia es la CONTINUACIÓN de Pídeme lo que Quieras.

Pd2: esta historia tendrá un intercambio de personajes: Emily - Hanna se intercambiaran por Quinn - Rachel

Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-final

El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo

A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final

Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final

Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final

Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-fanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-prologo#538737

Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin

Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-adaptada-prologo#539712

Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-cap-35#542092

Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891

Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo

Un Vuelo con Escalas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22590-fanfic-brittana-un-vuelo-con-escalas-adaptada-cap-33-final#544923

Secretos del Pasado: https://gleelatino.forosactivos.net/t22595-resueltofanfic-brittana-secretos-del-pasado-adaptada-epilogo

En tus Brazos y Huir de Todo Mal: https://gleelatino.forosactivos.net/t22602-resueltofanfic-brittana-en-tus-brazos-y-huir-de-todo-mal-ii-pasion-adaptada-epilogo

Parejas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22615p195-resueltofanfic-brittana-parejas-adaptada-cap-41-final#547481

La Chica de Servicio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22617-resueltofanfic-brittana-la-chica-de-servicio-3-rindete-adaptada-epilogo-santana

A su Manera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22622-resueltofanfic-brittana-a-su-manera-adaptada-cap-50-final




***************************************************************************************************************************

SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D




Última edición por 23l1 el Miér Abr 12, 2017 12:04 am, editado 1 vez
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 1

Mensaje por 23l1 Sáb Nov 28, 2015 1:18 am

Capitulo 1


Calor..., ¡madre mía, qué calor me está entrando!

Santana López, mi amor, mi esposa, mi deseo, mi todo, me mira juguetona.

La gente nos rodea mientras tomamos una copa en la barra del atestado local.

Estamos felices.

La última revisión de los ojos de mi amor, tras regresar de pasar las Navidades en Jerez con mi familia, ha ido viento en popa. Su problema en la vista es una enfermedad degenerativa que se agravará con el paso de los años, pero de momento todo está controlado y bien.

—Por ti y por tus preciosos ojos, corazón—digo levantando mi copa.

Mi alemana sonríe y aparecen sus preciosos hoyuelos, choca su copa con la mía y murmura con voz ronca, la muy ladrona:

—Por ti y por tus maravillosos jadeos.

Sonrío..., sonríe.

¡Adoro a mi esposa!

Llevamos cinco años juntas y la pasión que sentimos la una por la otra es intensa, a pesar de que en los últimos meses mi gruñona favorita esté demasiado pendiente de López Inc., su empresa.

En este instante, Santana está ansiosa de mí.

Lo sé.

La conozco.

Y, mientras pasea la vista por mis piernas, veo el morbo en su mirada. Ese morbo que me pone a mil y me hace disfrutar.

Sé lo que quiere, lo que anhela, lo que desea, y yo, sin dudarlo, sentada en el taburete, se lo doy.

No quiero esperar más.

Con un gesto erótico, me subo la falda de mi sensual vestido negro y abro las piernas para ella.

Para mi amor.

Santana sonríe.

¡Me encanta su sonrisa pícara!

Y, antes de que pregunte, susurro:

—No llevo.

Su sonrisa se amplía al saber que no llevo bragas.

¡Qué bribona!

Entonces, tras acercarse a mí, pasea su boca por la mía y murmura poniéndome a cien:

—Me encanta que no las lleves… tampoco las llevo.

Segundos después, sus manos recorren mis muslos posesivamente y con seguridad.

Tiemblo.

Mi respiración se acelera, mi cuerpo se enciende y, cuando siento cómo esas manos que adoro se desplazan hacia la cara interna de mis piernas, cierro los ojos y jadeo.

Santana sonríe..., yo sonrío y doy un pequeño saltito sobre el taburete cuando su dedo separa los labios de mi vagina y se introduce en mi interior.

¡Oh, Dios, cómo me gusta que lo haga!

Cierro los ojos extasiada por el momento y el juego.

Ese morboso, caliente y apasionado juego que, ahora que somos madres, nos permitimos menos de lo que nos gustaría pero, cuando lo hacemos, lo disfrutamos con frenesí.

—Britt-Britt...

Britt-Britt...

¡Mmm!

Me fascina que me llame así.

—Britt-Britt, abre los ojos y mírame—insiste con su voz ronca cuando saca el dedo de mi interior.

Su voz...

Adoro su ronca y fascinante voz con ese acentazo alemán que tiene, y, sin vacilar, hago lo que me pide y la miro.

Estamos en el Sensations, un local swinger de intercambio de parejas que frecuentamos siempre que podemos y donde dejamos volar nuestra fantasía y alimentamos nuestros más lujuriosos deseos.

Hemos quedado con Quinn y Rachel, nuestras grandes amigas. Unas amigas con las que compartimos, además del día a día, una parte de nuestra morbosa y caliente sexualidad, aunque entre Rachel y yo nunca ha habido nada, ni lo habrá.

Santana se mira el reloj y yo miro también.

Las diez y veinte.

Veinte minutos de retraso y, sin dudarlo, mi amor saca su móvil con su única mano libre, ya que la otra la tiene entre mis piernas, hace una corta y rápida llamada y, cuando cuelga, dice:

—No vienen.

No pregunto el porqué, más tarde me enteraré. Sólo deseo disfrutar del placer que me ocasiona lo que la mano de mi amor hace entre mis piernas, y más cuando la veo mirar hacia un grupo de hombres y sé lo que piensa.

Sonrío.

En el Sensations hay muchos conocidos con los que hemos disfrutado del sexo, pero también hay desconocidos, lo que lo hace más interesante.

Me fijo en un hombre alto de pelo oscuro que tiene una bonita sonrisa, y sin dudarlo digo:

—El moreno de la camisa blanca que está con Olaf.

Santana lo observa durante unos segundos, sé que lo analiza y, finalmente, con gesto pícaro, pregunta antes de coger su copa:

—¿Él y yo?

Asiento mientras continúo sentada en el taburete. Me acaloro y, segundos después, el moreno, que, todo sea dicho, físicamente está muy bien, se planta a nuestro lado tras una seña de Santana.

Todos los que estamos ahí entendemos el lenguaje de las señas, y durante varios minutos los tres hablamos. Se llama Jake y es amigo de Olaf. Y, aunque nosotras no lo hemos visto antes, nos comenta que ha estado en el local en alguna ocasión.

Una vez que Santana y yo decidimos que nos agrada la compañía de aquél para que entre en nuestro juego, mi amor pone la mano en uno de mis muslos y Jake, sin dudarlo, posa la suya en mi rodilla.

La masajea.

Soy consciente de cómo mi esposa observa lo que hace, cuando la oigo decir en tono íntimo:

—Su boca es sólo mía.

Jake asiente, y sé que ha llegado el momento que los tres estábamos buscando.

Sin dudarlo, me bajo del taburete y Santana me agarra con fuerza de la mano y me besa.

Echamos a andar hacia los reservados, y los gemidos gozosos y excitantes procedentes del interior comienzan a llenar mis oídos.

Gemidos de placer, goce, gustazo, regocijo, éxtasis, felicidad, lujuria, diversión.

Todos los que estamos en el Sensations sabemos lo que queremos. Todos buscamos fantasía, morbo, desenfreno.

Todos.

Durante el camino, noto cómo la mano de Jake se posa en mi trasero. Lo toca y yo se lo permito y, al llegar frente a una puerta donde hay un cartel en que se lee SALA PLATA, los tres nos miramos y asentimos.

Sobran las palabras.

Es la sala de los espejos. Una sala más grande que otras del local, con varias camas redondas y sábanas plateadas donde, mires a donde mires, te ves a ti mismo en mil posiciones gracias a los espejos.

No soy nueva en esto pero, en el momento de entrar en una sala, mi cuerpo se eriza, mi vagina se lubrica, y sé que voy a disfrutar una barbaridad.

Una vez dentro de la habitación, compruebo que la luz es más tenue que en el resto del local, y vemos a otras personas practicando sexo.

Sexo morboso, caliente y pecaminoso.

Una clase de sexo que mucha gente no entiende, pero que yo veo como algo normal, porque lo disfruto y espero seguir disfrutándolo durante mucho tiempo con mi amor.

Nada más cerrar la puerta, miramos a los dos hombres y a la mujer que se divierten al fondo de la habitación. Oír sus jadeos y sus cuerpos chocar y liberarse es, como poco, excitante.

Santana me agarra posesivamente por la cintura y murmura en mi oído:

—Enloquezco al pensar en poseerte así.

Ufff..., ¡lo que me entra!

Llevamos juntos varios años, pero el efecto López sigue en mí.

¡Me vuelve loca!

Acalorada por el momento, sonrío.

Sin soltarme de la mano, Santana camina hacia una de las camas redondas, donde hay varios preservativos y, al llegar junto a ella, se sienta y me mira.
Yo me quedo de pie ante ella cuando Jake, que está detrás de mí, se acerca y me agarra por la cintura para pegarme a su cuerpo. Su erección, a través de la ropa, me hace saber lo mucho que me desea. Sus manos se pierden en el interior de mi vestido.

Me toca.

Toca mis pechos, mi vagina, mi trasero, y Santana nos contempla. La mirada velada de morbo de mi amor por lo que ve me vuelve loca.

Entonces, oigo que Jake dice en mi oído con su particular acento:

—Me gusta que no lleves bragas.

Apenas puedo dejar de mirar a Santana, que nos observa. Disfruta con lo que ve, tanto como yo disfruto con lo que la situación me hace sentir.

Nuestra compenetración sexual nos hace estar bien. Que me toque ese hombre o mujer, o que otra mujer la toque a ella en esos encuentros sexuales no nos encela porque siempre lo hacemos juntas.

A Santana no le gustan los hombres solo las mujeres, pero a mí me gustan ambos, entonces ella acepta que yo pueda jugar con hombre o con mujeres.

Eso sí, fuera de nuestros juegos, y en el día a día, los celos ante cualquiera que simplemente nos mire o nos sonría nos hacen discutir acaloradamente.

Somos raras, lo sé.

Pero Santana y yo somos así.

Una vez ha recorrido con lascivia mi cuerpo, Jake saca las manos de debajo de mi ropa y, tras desabrochar un fino corchete en el lateral de mi cintura, me abre el vestido y, segundos después, éste cae y me quedo completamente desnuda.

Ni bragas, ni sujetador.

Tengo claro a lo que voy y lo que quiero, ¡olé por mí!

Los ojos de mi amor se achinan de deseo, y yo sonrío. La miro y siento cómo su respiración se acelera ante lo que muestro sin ningún tipo de pudor. Sin perder un segundo, se levanta de la cama y comienza a desnudarse.

¡Bien!

Primero se baja los tirantes.
Madre mía..., madre mía..., cómo me gusta mi esposa.

Con una sonrisita que me calienta hasta el alma, se descalza, después se termina sacando el vestido y, tras quitárselos, el sujetador cae también.

Ante mí queda mi Diosa, mi amor, mi gilipollas particular, y me estremezco al ver sus pechos y su sexo.

Si estuviera en Facebook, pondría un «Me gusta» muy... muy caliente.

Noto que Jake hace lo mismo que Santana ha hecho segundos antes. Lo siento moverse detrás de mí y sé que se está desnudando.

¡Bien, estoy deseando que me hagan suya!

Una vez los tres estamos desnudos, Jake y Santana se colocan frente a mí, orgullosos de sus cuerpos. Sus gestos lo dicen todo y, dando un paso al frente, me arrodillo ante ellos, cojo él duro y terso pene de Jake con una mano y con la otra toco la húmeda vagina de mi morena y los masajeo con dulzura.

Veo cómo se estremecen ante lo que hago, mientras yo pienso que en breves instantes serán para mí, sólo para mí.

Segundos más tarde, siento la mano de Santana en mi cabeza y, después, la de Jake. Ambos me masajean el cuero cabelludo animándome a que mime lo que tengo entre las manos. Por eso, primero uno y después otro, introduzco el pene en mi húmeda y caliente boca y disfruto del morbo que esa acción me provoca. Luego paso mi lengua y muerdo el clítoris de Santana.

Los noto temblar, tiritar, vibrar con lo que mi boca y mi lengua les hacen, y me gusta.

Me siento poderosa.

Sé que en ese instante soy yo la que tiene el poder, y así estamos varios minutos, hasta que los suelto. Santana me hace levantar del suelo para que la mire y susurra excitada:

—Dame tu boca..., dámela.

La petición de mi amor es lo que más deseo.

Mi boca es su boca.

Suya.

Su boca es mi boca.

Mía.

En el sexo nos unimos hasta ser sólo una persona.

Totalmente entregada a mis deseos, Santana chupa mi labio superior, después el inferior y, tras darme un mordisquito que me hace sonreír, murmura mientras las manos de Jake se pasean por todo mi cuerpo y se introducen en todos los recovecos:

—¿Te gusta, Britt?

Asiento.

¿Cómo no voy a asentir?

De pronto, las manos de mi guapa esposa y las de aquel extraño se unen y juntos me tocan lentamente hasta volverme loca. Y entonces oigo a Santana decir:

—Jake, siéntate en la cama y ofréceme a mi mujer.

El aludido hace lo que mi amor le pide.

Me hace sentar sobre él de cara a Santana. Me flexiona las piernas y, tras pasar las manos bajo mis muslos, me abre para Santana, y entonces ésta dice sin dejar de observarme:

—Después seré yo la que te ofrezca a él. ¿De acuerdo, Britt?

Asiento..., asiento y asiento.

Enloquezco con el morbo que eso me ocasiona. Con Santana a mi lado, me encantará ser ofrecida a quien ella quiera.

Un estremecimiento me recorre el cuerpo al sentir cómo mi amor se acerca, flexiona las piernas para ponerse a mi altura y, de un fuerte empellón, me penetra tres dedos.

Yo grito de placer.

El sexo nos gusta fuertecito y, para facilitarnos el momento, Jake me sujeta con firmeza mientras Santana se aprieta contra mí en busca de ese placer extremo que nos enloquece y nos hace ser ella y yo.

Mis pezones están duros, mis pechos se mueven a cada embestida de mi amor, y Jake, encantado con lo que ve, dice cosas en mi oído que me ponen a mil y que deseo que haga.

Sin descanso, Santana prosigue con sus embestidas.

Siete..., ocho..., doce...

Nuestras miradas se fusionan y la animo a que siga, a que me empale, a que me folle como sé que nos gusta, y lo hace. Lo disfruta, lo vive, lo saborea, tanto como lo hago yo.

Pero el placer me va a hacer explotar, mientras observo el autocontrol de mi amor.

A pesar de estar poseída por la excitación del momento, Santana siempre mantiene el autocontrol. No como yo, que me descontrolo en cuanto la lujuria me posee. Por suerte para mí, ambas lo sabemos, y también sé que a ella le gusta que en esos instantes yo sea loca, desinhibida, excesiva e insensata.

Sin embargo, en el tiempo que llevamos juntas —a pesar de todo y de mi carácter español, que me hace ser completamente opuesta a mi alemana—, en cierto modo he aprendido a controlar, dentro de mi descontrol. Sé que es raro entender lo que digo, pero es verdad.

A mi modo, ya controlo.

El tiempo pasa, mis jadeos suben varios decibelios, y Santana, enloquecida, me agarra por la cintura y me arranca de manos de Jake, por lo que quedó suspendida en el aire. No aparta su oscura mirada de mí, y me maneja a su antojo sin dejar de clavarse una y otra vez en mi interior.

¡Qué placer!

¡Nadie sabe poseerme como Santana!

Como puedo, con una mano me agarro a su cuello, ese que me vuelve loca, mientras que con la otra mano le masajeo el clítoris.

Uno..., dos..., siete... Toda yo vibro.

Ocho..., doce..., quince... Toda yo jadeo.

Veinte..., veintiséis..., treinta... Toda yo grito de placer.

El calor que las embestidas de mi amor me producen me quema las entrañas.

Al oírme y ver mi expresión, mi esposa enloquece de deleite.

Lo sé.

Lo disfruta.

La pongo a cien.

Sólo tengo que ver su mirada para saber que le gusta lo que ve, lo que siente, lo que da y lo que recibe. Y cuando, segundos después, mi chorreosa vagina tiembla por su posesión, tengo convulsiones y, tras un grito de goce increíble, mi amor sabe que he llegado al clímax.

Gustosa, se para a observarme. Le gusta ver mi placer y, cuando consigo regresar a mi cuerpo, después de subir al séptimo cielo, la miro con una sonrisa que me llena el alma.

—¿Todo bien, Britt-Britt?—pregunta.

Asiento..., no puedo hablar, y Santana, que es consciente de ello, dice:

—Adoro ver cómo te corres, pero ahora nos vamos a correr los tres, ¿de acuerdo, Britt?

Asiento de nuevo, sonrío, y Santana murmura mientras me besa.

—Eres lo más bonito de mi vida.

Sus palabras...

Su galantería...

Su manera de amarme, de mirarme o de seducirme me calienta de nuevo hasta el alma.

Ella lo sabe y sonríe, me muerde el labio inferior y, al tiempo que mueve sus dedos, vuelve a profundizar en mí y yo vuelvo a gritar.

La Brittany malota ha aflorado y, clavándole los dedos en los pezones, susurro jadeante mientras la miro:

—Pídeme lo que quieras.

Esa frase...

Esas palabras la vuelven tan loca como a mí y, deseosa de que enloquezca más, insisto:

—Follenme los dos.

Mi amor asiente, y noto cómo le tiembla el labio de lujuria mientras mis terminaciones nerviosas se reactivan en décimas de segundo y sólo ella es la dueño de mi cuerpo y de mi voluntad.

Con deleite y sin salirse de mí, mi amor mira a Jake, y oigo que dice:

—Sobre la cama hay lubricante. Vamos, únete a nosotras.

Al oír eso, mi vagina se contrae y rodea los dedos de Santana. Ahora es ella quien jadea.

Jake se pone uno de los preservativos que hay encima del colchón. Cuando acaba, coge el bote de lubricante. Yo sigo con mi amor y con una mano sujeta a su cuello y la otra en su pecho. Ninguno de las dos nos movemos, o no podríamos parar.

Esperamos a nuestro tercero.

Dispuesto a disfrutar también, Jake me da un par de cachetes en el trasero que pican pero que a Santana le hacen sonreír. Abre el bote de lubricante y, mientras lo unta en mi trasero e introduce un dedo en mi ano, dice para que lo oigamos las dos:

—Muero por entrar en este precioso culito.

Santana y yo nos miramos e, instantes después, mi amor me separa las nalgas y me ofrece a él.

Jake coloca la punta de su pene en mi ano y Santana murmura:

—Cuidado..., con cuidado.

El grueso miembro de Jake se introduce en mí poco a poco, mientras yo abro la boca para respirar como un pececillo y Santana, mi controladora amor, me observa para asegurarse de que todo está bien.

No hay dolor.

Mi ano ya está dilatado y, segundos después, los dos me tienen totalmente empalada. Una por delante y otro por detrás. Esa posesión, de pie, es algo nuevo para mí, algo que sólo he hecho un par de veces y, cuando mi amor comienza a moverse, yo grito de placer y me dejo poseer.

Quiero que me manejen...

Quiero que me hagan gritar de gustazo...

Quiero correrme de placer...

Santana y Jake saben muy bien lo que se hacen. Saben dónde está el límite de todo juego y, sobre todo, saben que soy importante y que ante el más mínimo dolor han de parar.

Pero el dolor no existe.

Sólo existe el goce, el morbo y las ganas de jugar.

—No te corras todavía, Britt—pide Santana al ver cómo tiemblo.

—Espéranos—insiste Jake a media voz.

Jadeo...

¡Anda que es fácil lo que piden!

Mi cuerpo se rebela.

¡Quiere explotar!

El orgasmo en el interior de mí quiere reventar de placer, pero intento buscar mi autocontrol, ese que creo tener, y esperarlos.

He de hacerlo.

Sé que, llegado el momento, el éxtasis será más enloquecedor.

Más devastador.

Más embriagador.

Durante varios minutos nuestro inquietante juego continúa.

Tiemblo... Tiemblan.

Jadeo... Jadean.

Mi cuerpo se abre para recibir a esos dos con lujuria, y me dejo llevar y manejar.

¡Oh, Dios, cómo lo disfruto!

Cómo me gusta lo que me hacen y cómo me gusta sentirme llena de ellos.

Sí.

Eso es lo que quiero.

Eso es lo que me gusta.

Eso es lo que deseo.

Sin descanso se mueven, buscan su satisfacción, me dan placer, jadean y resoplan hasta que ambos y casi al unísono dan un grito agónico. Entonces sé que el momento ha llegado y por fin me permito explotar.

Mi cuerpo se relaja, mi grito me libera y siento que los tres subimos al cielo de la lujuria mientras vibramos dentro de nuestro propio éxtasis. Sin lugar a dudas hemos conseguido lo que buscábamos: morbo, lascivia, fantasía y sexo.

Mucho... mucho sexo.

Durante horas, disfrutamos sin limitaciones de todo aquello que nos gusta, nos pone, nos excita, hasta que, tras una noche plagada de voluptuosidad y sensualidad en el Sensations, nos despedimos de Jake, y confirmo que es brasileño.

Cuando salimos del local y caminamos hacia el coche, pregunto por nuestras amigas Quinn y Rachel. Santana tuerce el gesto y me explica que a Quinn le han vuelto a piratear la web de su bufete.

Eso me sorprende.

Ya es la tercera vez en menos de un mes. Nunca entenderé a los hackers.

¿Qué ganan haciendo eso?



A las tres de la madrugada llegamos a nuestra casa en Múnich. Estamos agotadas pero felices.

Una vez metemos el coche en el garaje, Susto y Calamar, nuestros perros, vienen a saludarnos como si llevaran meses sin vernos.

¡Qué exagerados son!

—Estos animales nunca van a cambiar—protesta Santana.

Mi alemana adora a nuestros cariñosos bichitos, pero en ocasiones tanta efusividad la agobia. Hay cosas que no cambian, y aunque sé que Santana ya no podría vivir sin ellos, siempre protesta cuando la babosean, por eso ella se queda en el interior del vehículo mientras yo salgo y me deshago en cariños con nuestras mascotas.

De pronto comienza a sonar música en el interior del vehículo y yo, sin mirar, sonrío.

Mi chica, mi loca amor, sabe que adoro A que no me dejas, la canción que interpretan mi Alejandro Sanz y Alejandro Fernández.

¡Vaya dos titanes!

Cuando oigo que se abre la puerta del coche, la observo y cuchicheo divertida al verla salir de él:

—¿Quieres bailar, Icewoman?

Mi morena sonríe.

Dios, ¡qué bonita sonrisa tiene!

Estos tontos momentos, estos bailecitos románticos que tanto me gustan, no se repiten con la frecuencia que querría, pero mirando a mi amor me desahogo como una tonta y sonrío.

Sin duda, cuando quiere, Santana lo hace muy... muy bien.

Me encanta cómo se acerca a mí con su gesto serio, me pone a cien, y, obviando a Susto y a Calamar, recorre lenta y pausadamente mi cintura con sus manos, me acerca a ella y comenzamos a bailar esa increíble canción.

Rodeadas por la música, nos movemos en el garaje mientras nos comemos con a los ojos y tarareamos con una sonrisa aquello de «A que no me dejas».

Sin duda, ni yo lo dejo, ni ella me deja a mí.

Discutimos, nos peleamos día sí, día también, pero no podemos vivir la una sin la otra. Nos amamos de una manera loca y desesperada como creo que nunca volveremos a amar a nadie.

Cuando la canción acaba, Santana me besa.

Tiemblo excitada.

Su lengua recorre el interior de mi boca de forma posesiva y, cuando damos por finalizado nuestro apasionado beso, la oigo murmurar contra mis labios:

—Te quiero, Britt-Britt.

Asiento..., sonrío y, extasiada por las increíbles cosas que me hace sentir siempre que se pone tan romanticona, murmuro:

—Más te quiero yo a ti, Sanny.

Una vez nos recomponemos, nos despedimos de Susto y Calamar y, cuando Santana me da la mano para entrar en casa, digo quitándome los altos zapatos de tacón:

—Dame un segundo. Los tacones me matan.

Al oírme, mi alemana sonríe y, como soy una pluma para ella, me coge entre sus brazos y comienza a subir la escalera conmigo. La miro extrañada por la fuerza que tiene si es más bajita y flaca que yo.

Ambas reímos.

Al llegar a la primera planta, Santana se para ante la habitación de Flyn, abre la puerta, lo vemos dormir y sonreímos orgullosas de nuestro adolescente de catorce años.

¡Qué rápido crecen los niños!

Hace nada era un ser bajito de carita redonda y pósteres en las paredes del juego manga Yu-Gi- Oh!, y ahora es un joven larguirucho, delgado, con pósteres de Emma Stone en su armario y esquivo con nosotras.

Cosas de la edad.

Después, vamos a la habitación que comparten Santiago y Susan y, al abrir la puerta, Jane, la interna que nos echa una mano con ellos, se levanta de la cama y dice:

—Los tres niños duermen como angelitos.

Santana y yo sonreímos.

Angelitos..., lo que se dice angelitos no son. Pero no los cambiaríamos por los mejores angelitos del mundo.

Con amor, miramos a Santiago, que ya tiene casi tres años y es un trasto que todo lo toca y todo lo rompe, y a la pequeña Susan, que tiene dos y es una gran llorona, pero nos sentimos las madres más afortunadas del mundo.

Un par de minutos después, Santana y yo entramos en nuestra habitación, nuestro oasis particular.

Ahí nos desnudamos y vamos derechos a la ducha, donde nos mimamos y nos besamos con adoración. Luego nos acostamos y nos dormimos abrazadas, agotadas y felices.


*************************************************************************************************************

Hola, como dije antes al terminar de adaptar la nueva historia subiré la primera parte de parejas.

Como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo!

Avisen si conocen a alguien del foro del cambio! Saludos =D

Pd: recuerden que Emily y Hanna ahora serán los personajes de Quinn y Rachel; mientras que Quinn y Rachel serán los personajes de Emily y Hanna


***************************************************************************************************************************

SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D




Última edición por 23l1 el Miér Abr 12, 2017 12:04 am, editado 1 vez
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 28, 2015 1:54 am

holaaaaaaaaaaaaaaaa que gusto saber que vo yy a seguir leyendo algo de ti, vamos a ver como les va a estas dos despues de tanto tiempo cinco años y con hijos. y con sus excentricidades. saludos
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Nov 28, 2015 1:56 am

Pd: recuerden que Emily y Hanna ahora serán los personajes de Quinn y Rachel; mientras que Quinn y Rachel serán los personajes de Emily y Hanna escribió:
me siento perdida con esto
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Sáb Nov 28, 2015 6:39 am

que bien que continues con tus magnificas historias, ya entendi lo de quinn y rachel, bueno a ver como va la vida de estas chicas despues de 5 años!!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Sáb Nov 28, 2015 7:17 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:holaaaaaaaaaaaaaaaa que gusto saber que vo yy a seguir leyendo  algo de ti,  vamos a ver como les va a estas dos despues de tanto tiempo cinco años y con hijos.  y con sus excentricidades. saludos

marthagr81@yahoo.es escribió: me siento perdida con esto




Hola, jajajajaaj eso es bueno jajajajajja. De lo mejor... aunk los hijos siempre es difícil, no¿? jajaajajaj. Jajajajaj siempre de ellas jajajajajaaj. Saludos =D


Pd: jajaja sabia que podía pasar ese enredo mmm voy a intentar explicarlo, xq hasta yo me confundo jajajaaj.

En los 3 primeros libros Quinn y Rachel estaban casadas y con un hijo (glen) y Emily era amiga de san; mientras que Hanna aparecía al final.

Bueno en esta continuación Emily ahora sera Quinn; Hanna ahora sea Rachel. Y Emily y Hanna serán las amigas y mamás de Glenn...

Espero que ahora se entienda... xq puede que no xD jajaajaj.




micky morales escribió:que bien que continues con tus magnificas historias, ya entendi lo de quinn y rachel, bueno a ver como va la vida de estas chicas despues de 5 años!!!!!



Hola, lo que es bueno esk sigas leyendo y comentando! Menos mal xq hasta yo me enredo jjajajaja. De lo mejor... vrdd¿? jajaja. Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 2

Mensaje por 23l1 Sáb Nov 28, 2015 7:22 pm

Capitulo 2


A la mañana siguiente, cuando Santana me despierta y me anima a levantarme, estoy hecha unos zorros.

Vamos a ver, ¿por qué antes podía pasarme la noche en vela, de juerga, y ahora, cuando salgo, al día siguiente me cuesta tanto reponerme?

Sin lugar a dudas, y como diría mi super-hermana Alison, ¡Britty, la edad no perdona!

Y es cierto.

Hasta hace un tiempo mi cuerpo se recuperaba rápidamente, pero ahora, cada vez que trasnocho, al día siguiente estoy fatal.

¡Me hago mayor!

Los niños, que ya se han levantado, nos esperan con Jane y Emma en la cocina.

Mientras se viste, Santana me mira y dice:

—Vamos, dormilona. Levanta.

Yo miro el reloj y resoplo.

—Pero si sólo son las nueve y media, cariño.

A través de mis pestañas, veo cómo ella sonríe y se acerca a mí.

—De acuerdo—responde—Sigue durmiendo, pero luego no te quejes cuando te cuente las graciosas pedorretas que hace Susan o las risas de Santy por la mañana.

Pensar en ellos me reactiva el alma.

Sólo podemos desayunar los cinco juntos los fines de semana y, como adoro a mis niños, me levanto y murmuro:

—Vale. Espérame.

Santana me observa y sonríe cuando camino hacia el baño.

Me miro al espejo.

Mi aspecto deja mucho que desear: pelo revuelto, ojos hinchados y gesto agotado. Aun así, en lugar de regresar de nuevo a la cama, me lavo la cara, los dientes y, tras recogerme la melena en una coleta alta, vuelvo a la habitación.

—Quiero mi beso de buenos días—exige Santana mirándome.

Encantada por su petición, la beso, la beso y la beso y, cuando mi respiración se acelera, ella murmura mimosa:

—Me sabe mal decirte que no, pero los niños nos esperan.

¡Aisss, los niños...!

Desde que tenemos niños y Santana está tan centrada en la empresa, nuestros momentos locos como el de la noche anterior bailando en el garaje casi se han esfumado, aunque cuando los tenemos son ¡lo mejor!

Me entra la risa.

¿Por qué mi esposa me pone a cien a cualquier hora del día?

Con mirada de víbora divertida, me separo de ella y me pongo rápidamente una bata. No es lo más sexi del mundo, pero es lo más socorrido a estas horas.

Una vez listas, mi morena sexy me cede el paso para que vaya delante de ella y, en cuanto salimos de la habitación, me da un azote en el trasero y murmura cuando yo la miro:

—Anoche lo pasamos bien, ¿verdad?

Asiento.

—Tú y yo siempre lo pasamos bien—respondo enamorada de ella como una colegiala.

Sonríe..., sonrío y, cogidas de la mano, nos encaminamos hacia la cocina.

Al entrar, Flyn, mi mayorzote, que ahora no da besos porque le parecen absurdos, protesta cuando intento besuquearlo.

—Mamáaaaaaaaa, por favorrrrrrrr—dice huyendo de mis brazos.

—Dame un beso, que lo necesito—insisto para hacerlo rabiar.

Pero mi niño, que ya está en plena edad del pavo, me mira y dice con tono de reproche:

—Jolines, ¡para de una vez!

Su gesto me hace reír.

¿De quién habrá sacado ese carácter gruñón y serio?

Finalmente me acerco a mi pequeño Santiago, a ese pequeño morenito que algún día será un tipo duro como su mamá Santana, y me lo como a besos. Él, al igual que su hermano Flyn, retira el rostro. No le gusta que lo achuchen, pero a mí me da igual, ¡lo achucho doblemente!

Con el rabillo del ojo veo que Emma y Jane sonríen. Siguen sin entender mi carácter español de besuquear a todo el que puedo.

Una vez acabo con el niño, me voy derecha a Susan, que al verme sonríe.

¡Me la como!

A pesar de que es una gran llorona, cuando Susan no llora tiene la sonrisa más bonita del planeta.

Es rubiecita como yo, pero la tunanta tiene la misma expresión intrigante de Santana, y eso me encanta.

Me emociona.

Me fascina.

Una vez he achuchado a mis tres pequeños amores, me siento a la mesa de la cocina y Flyn dice:

—¡Menuda juerguecita te has pegado, mamá Britt! Tu cara lo dice todo.

Oír eso me hace sonreír.

¡Si él supiera!

Sin lugar a dudas, mi adolescente se fija en todo, y mientras Santana coge a Susan para besarla con amor, respondo:

—Cariño, sólo te diré ¡que me lo pasé genial!

—Y tú, mamá San, ¿también lo pasaste genial?—veo que pregunta Flyn curioso.

Santana lo mira.

Se queda estática y, al ver su gesto desconcertado, decido responder por ella:

—Tan bien como yo, Flyn. Te lo puedo asegurar.

Al oírme, mi esposa me mira, sonríe y yo le guiño un ojo con complicidad mientras le quito al pequeño Santiago el chupete de su hermana.

Durante un buen rato, a pesar de que Jane y Emma están con nosotros, Santana y yo nos encargamos de dar de desayunar a nuestros pollitos.

Son adorables.

Pero mi instinto de mamá hace que escanee a Flyn, y me doy cuenta de que me observa tras sus pestañas oscuras y lo noto inquieto.

Bueno..., bueno...

¿Qué habrá hecho esta vez?

Desde hace unos meses, la actitud de Flyn con respecto al mundo en general ha cambiado.

Se pasa media vida pegado al teléfono móvil y al ordenador mientras interactúa con las redes sociales. Eso saca de sus casillas a Santana y en ocasiones discuten, pero Flyn siempre se sale con la suya y sigue con sus cosas.

Sin embargo, mientras doy de desayunar al pequeño Santiago, soy consciente de que algo pasa, y su mirada me hace saber que oculta algo.

Con cautela, observo a mi esposa. Por suerte, está tan ensimismada con las pedorretas de Susan mientras le da la papilla que no se ha percatado de la mirada de Flyn.

La cuchara que tengo en la mano se me cae. El pequeño Santiago, Superman, como lo llama su tía Quinn, me ha dado un manotazo y, tras pellizcarle el moflete, me levanto a coger una cuchara limpia antes de que Emma o Jane me la den.

Eso me ofrece la oportunidad de acercarme a Flyn.

—¿Qué te pasa?—cuchicheo.

Él no me mira, pero responde:

—Nada.

—¿Has discutido con Dakota?

El gesto de Flyn se ensombrece. Dakota es su novieta, una niña encantadora, compañera de colegio.

—Dakota ya es pasado—replica él entonces, sorprendiéndome.

Yo lo miro boquiabierta.

—Pero... pero, cariño, ¿qué ha pasado?

Flyn me mira como si fuera un bicho raro. Seguro que piensa que soy la última persona del universo a la que le contaría lo que ha pasado con su novieta.

—Nada —responde.

—Pero, Flyn...

—Mamá..., no quiero hablar de ello. Dakota es una sosa, una estrecha y...

—Flyn López-Pierce—lo corto—¿Cómo puedes decir eso de esa chica tan encantadora?

La madre que lo parió.

Estrecha, dice el mocoso.

¡Hombres!

Y, cuando voy a añadir algo más, aclara con gesto serio:

—Para tu información, ahora salgo con Elke.

—¿Elke?—pregunto de nuevo perpleja—¿Quién es Elke?

—Joder...

—Eh..., ¿has dicho «joder»?—protesto dispuesta a regañarlo.

—¿Qué cuchicheáis ustedes dos?—oigo entonces que pregunta Santana.

Flyn y yo la miramos al unísono y, con el mayor gesto inocente, decimos a la vez:

—Nada.

Sin apartar los ojos de nosotros, Santana sonríe y, antes de meterle a Susan otra cucharada de papilla en la boca, murmura:

—Ustedes y sus secretitos.

Me hace gracia su comentario.

Tiene razón.

Aunque Flyn ya no me cuenta tantas cosas como antes, sí que es cierto que ve en mí un primer apoyo y eso, aunque a Santana le gusta, sé que en el fondo le escuece un poquito.

Una vez hemos terminado de darles el desayuno a los enanos, Flyn me mira y pregunta:

—¿Nos vamos?

Su pregunta me hace sonreír.

Los sábados por la mañana es nuestro momento de salir con las motos y divertirnos por el campo, por lo que miro a Santana y digo:

—¿Te vienes?

Mi amor me clava su mirada. Después mira a Susan y a Santiago y finalmente dice al ver cómo Flyn desaparece de la cocina:

—Hoy no. Tengo que atender un par de llamadas de...

—¡Es sábado, San!—protesto—Hoy no trabajas.

Mi esposa sonríe y aclara poniendo los ojos en blanco.

—Será algo rápido, cielo. Además, prefiero quedarme con los pequeños.

Asiento.

No entiendo que deba seguir trabajando, pero sí que desee estar con los niños. Yo estoy toda la semana con ellos y salir el sábado por la mañana con la moto me desahoga. Le guiño un ojo a mi morena sexy y digo:

—De acuerdo. Flyn y yo nos vamos.

Jane me sustituye rápidamente con Santiago, mientras Santana me coge de la mano, me para y, mirándome con seriedad, dice:

—Tengan cuidado.

Asiento.

Le guiño un ojo y corro a mi habitación para cambiarme. Al llegar ahí, saco mi equipo de montar en moto. Como siempre, me lo pongo con una sonrisa en la boca y, cuando me ajusto las botas y cierro los broches, mi impaciencia es tremenda.

Cuando acabo, bajo los escalones de dos en dos y corro al garaje. Ahí ya me espera Flyn, equipado con su mono azul. Saludo a Susto y a Calamar, y luego digo mirándolo a él:

—Tienes que contarme quién es la tal Elke.

—Paso.

Su pasotismo últimamente me tiene un poco mosqueada, pero como quiero reírme con él, cuchicheo:

—¿Acaso Elke no es estrecha?

Su mirada a lo López me traspasa.

—Vale..., vale...—suspiro—Eso es cosa tuya, pero al menos me contarás qué ha ocurrido con Dakota, ¿no?

Sin contestar, Flyn se pone el casco y, mirándome, pregunta:

—Hoy que no viene mamá San, ¿vamos a la pista?

Eso ha tenido gracia.

Cuando Santana nos acompaña, solemos pasear con las motos por el campo y hacer pocas locuras. Se pone enferma si nos ve correr riesgos. Pero cuando ella no viene, Flyn y yo nos acercamos hasta una pista cercana de motocross para desfogarnos.

Mi niño no es tan osado como yo a la hora de saltar, pero algún saltito que otro da, y yo lo aplaudo cuando veo su cara de satisfacción.

Una vez nos subimos a las motos, salimos del garaje, saco el mando que abre la cancela del bolsillo de mi cazadora de cuero roja y blanca y, tras accionarlo, observo cómo la verja se abre.

Con voz de ordeno y mando, regaño a Susto. El muy tunante ya quiere salir corriendo, pero cuando oye que le grito, se sienta junto a Calamar y no se mueve.

¡Qué lindo es!

Flyn y yo damos gas y salimos de la parcela. Nos detenemos hasta ver que la verja se ha cerrado y los perros se quedan dentro y, después, aceleramos a toda mecha para dirigirnos a una explanada cercana.

Durante un buen rato, disfrutamos con las motos por el campo, hasta que nos acercamos a la pista de motocross. Ahí, como siempre, disfruto y me desfogo.

Lo necesito.

Estar toda la semana con los niños en casa me genera un estrés que no le deseo a nadie.

Adoro a mis hijos.

No los cambiaría por nada del mundo, pero me gustaría que Santana entendiera de una vez por todas que necesito trabajar. El problema es que siempre que lo menciono terminamos discutiendo.

Raro, ¿verdad?

Según Santana, no me hace falta.

Ella me lo da todo, pero yo no quiero eso. Yo quiero hacer algo más que criar niños. Tras nuestra última discusión al respecto, la fecha tope que le di para comenzar a trabajar se está acercando, y me imagino que volveremos a tener una buena pelea.

Lo intuyo.

Agotada tras dar varias vueltas por la pista y saltar obstáculos, finalmente paro la moto, me quito el casco y espero a Flyn. Una vez está a mi lado, hace lo mismo que yo, y entonces abro una pequeña mochila que llevo a la espalda y saco unas botellitas de agua.

Estamos sedientos.

Una vez saciada la sed, me apoyo en la moto y pregunto:

—Muy bien. Cuéntame, ¿qué ha pasado con Dakota?

Mi hijo resopla.

Eso se lo he pegado yo, y al ver que no le quito la vista de encima, responde:

—Dakota es una cría..., eso es todo.

Su respuesta me sorprende y, cuando ve que voy a decir algo, añade:

—Y, si no te importa, no me apetece hablar de ello.

—Bueno me importa—replico con sequedad.

Lo miro a la espera de que me lo cuente cuando el muy sinvergüenza suelta:

—¡Joder, mamá! Es mi vida privada.

Molesta por su tono, más que por la palabrota, contesto:

—Es la segunda vez esta mañana que dices una palabra que no me gusta, pero menos me ha gustado el tonito que has empleado. Si te pregunto por Dakota es porque la conozco, es una buena niña y...

—Y a mí ya no me gusta porque me aburre. ¿Qué quieres que te diga?

Vale..., está claro que Dakota es pasado.

Me apena.

Es una chica encantadora y me gustaba bromear con ella. Pero quiero entender lo que ocurre, así que insisto:

—Muy bien. No hablemos de Dakota. ¿Quién es Elke? Porque, que yo recuerde, nunca te he oído mencionar ese nombre.

El gesto de Flyn se suaviza y, con una media sonrisa, murmura:

—Elke es increíble. Es guapa, divertida y está buenísima.

El término me deja alucinada, pero procuro ser precavida cuando pregunto:

—¿Ha llegado nueva este año al instituto?

—No.

—¿Entonces?

—Está repitiendo curso y, antes de que preguntes—dice el muy sinvergüenza—, Lo está haciendo porque sus padres se separaron el año pasado y ella no lo llevó bien.

Ver cómo la defiende me hace sonreír, y finalmente, tras dar un trago de agua, murmuro:

—Flyn, me preocupo por ti porque te quiero.

El crío asiente.

No sonríe como otras veces y, sin importarle mi momento sensiblero, se pone el casco y dice sin mirarme:

—Me parece muy bien. Oye, ¿qué tal si te vas a dar unos saltos y regreso dentro de una hora?

—¡¿Qué?!

Mi evidente sorpresa porque quiera quitárseme de encima hace que Flyn añada:

—Mamá, me gustaría ir con la moto a ver a Elke, pero no quiero que vengas conmigo. Ya no soy un crío, y no necesito una niñera.

Anda, mi madre, ¡mira el mayor!

Oír eso me hace gracia, pero no estoy dispuesta a despegarme de él cuando va con la moto o Santana podría despellejarme viva, así que respondo:

—Bueno lo siento, guaperas, pero cuando vas en moto yo soy tu sombra. Si quieres ver a Elke, vamos a casa, te cambias de ropa, dejas la moto y...

—¡Joder, qué cortarrollos eres!

Su falta de tacto me incomoda y, sujetándole el brazo, lo obligo a que me preste atención.

—¡Te estás pasando!—siseo.

—Vamos..., no seas pesadita.

Su contestación vuelve a molestarme. Desde que comenzó en el nuevo instituto, Flyn está cambiando.

—Oye, mocoso...—gruño enfadada—¡Haz el favor de tener un poquito de educación conmigo, que soy tu mamá, no un colega! Pero ¿qué narices te pasa últimamente?

Noto la tensión de su cuerpo.

Conozco esa mirada retadora.

Malo..., malo... Y, sin ganas de liarla más, me pongo el casco y digo:

—Vamos, regresemos a casa. Se acabó el motocross por hoy.


*************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D


Pd: jajaja sabia que podía pasar ese enredo con lo Emily/Hanna y Quinn/Rachel... voy a intentar explicarlo, xq hasta yo me confundo jajajaaj.

En los 3 primeros libros Quinn y Rachel estaban casadas y con su hijo Glen y Emily era amiga de san; mientras que Hanna aparecía al final.

Bueno en esta continuación Emily ahora sera Quinn; Hanna ahora sea Rachel. Y Emily y Hanna serán las amigas y mamás de Glenn...

Espero que ahora se entienda... xq puede que no xD jajaajaj. Si alguien lo entiende y lo puede explicar mejor, sería de gran ayuda jajajaja.
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Susii Sáb Nov 28, 2015 8:04 pm

Se me habia olvidado como eran de morbosas y calientes estas niñas$-$ alsjdhk que onda con el mocoso ese>:c que no le levante la voz a mi Britt!>:c
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Nov 29, 2015 12:17 am

Susii escribió:Se me habia olvidado como eran de morbosas y calientes estas niñas$-$ alsjdhk que onda con el mocoso ese>:c que no le levante la voz a mi Britt!>:c



Hola, jajjajajajaaj son unas loquillas jajajajajajaajajajaj. ¬¬ una edad por la que todos pasamos no¿?... lo que no quita que caía mal ¬¬ Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 3

Mensaje por 23l1 Dom Nov 29, 2015 12:19 am

Capitulo 3


El lunes, cuando Santana se va a trabajar y Flyn al instituto, mi semana comienza de nuevo.

Niños..., niños..., niños...

¡Me salen los niños por las orejas!

Cualquiera que me escuche creerá que soy una mala mamá, pero se equivoca.

Cuido, mimo, beso y adoro a mis pequeños, pero siento que necesito hacer algo más que eso o me volveré loca.

Esa noche, como tengo ganas de estar con mi morena alemana, preparo una cenita especial. Le aviso para que no llegue tarde y me responde que regresará pronto. Sin embargo, a las diez de la noche, cansada de esperarla, con la comida tiesa y tras haberme bebido yo solita una botella de champán de pegatinas rosa, me meto en la cama y me duermo.

Es mejor así porque, como vea a esa gilipollas, la mataré por el plantón.


Al día siguiente, cuando me levanto, Santana ya se ha marchado y me ha dejado una nota sobre la mesa que dice:


Perdóname, Britt-Britt..., pero fue imposible escaparme. Y estabas tan preciosa durmiendo que fui incapaz de despertarte. Te quiero, mi amor.

Tu gilipollas.



Cuando la leo, sonrío.

Cómo me conoce y sabe que la habré llamado eso.

Por suerte, tengo una increíble amiga que se preocupa por mí tanto como yo por ella. Es Rachel, la mujer de nuestra amiga Quinn. La llamo cuando me levanto, quedamos y nos vamos de compras.

Ella se ha quedado en paro tras trabajar unos meses en un estudio de diseño gráfico, y está tan aburrida como yo de estar en casa. Estoy pensando en Santana y en cómo me dejó colgada la noche anterior con la cena encima de la mesa cuando Rachel me muestra algo y pregunta:

—¿Qué te parece éste?

Su voz me hace regresar a la realidad y, al ver lo que me enseña, pregunto:

—¿Enfermera?

Rachel, divertida y con picardía, baja la voz y murmura:

—Sé que es muy típico, pero para lo que nos van a durar puestos, ¿qué más da?

Sonrío.

El disfraz es para una fiesta que celebran en el Sensations dentro de unos días.

Cojo otros que llaman mi atención.

—Oye..., ¿y si vamos de ángel y demonio?—propongo.

Rachel suelta una risotada y, dejando el de enfermera, afirma:

—Me pido el de demonio. Me gusta ser maligna e irreverente.

Entre risas nos los probamos. El vestido rojo y negro, los guantes negros hasta el codo, los cuernos y el tridente son para Rachel, y el vestido y los guantes blancos, la aureola en la cabeza y la varita blanca son para mí.

¡Pero qué monas estamos!

Divertidas, nos miramos al espejo y Rachel dice:

—Si a esto le sumamos unas botas altas, las tuyas blancas y las mías rojas, ya somos la perversión total.

—Parecemos dos zorrones—murmuro al mirarnos.

—Pero con clase—dice Rachel riendo y revolviéndose su pelo.

—Muuucha clase—afirmo yo divertida.

—Uf..., cuando me vea Quinn... Con lo que le gusta que me disfrace...

Ambas reímos mientras imagino la cara de Santana cuando me vea vestida de angelito.

¡Le va a encantar!

Está mal decirlo, pero estoy tremendamente morbosa y sexi con este trajecito corto. E incluso los kilitos que me agobian en ocasiones y que se han quedado en mi cintura parece que van muy bien con este disfraz.

Tras escoger nuestros trajes, rápidamente elegimos los de nuestras esposas. Ellas lo han querido así, y decidimos disfrazarlas de policía.

¡Qué buenorras van a estar!

Cuando acabamos de comprar y salimos del increíble sex-shop, cogemos mi coche.

—¿De verdad que Santana volvió a dejarte colgada con la cena?—pregunta Rachel.

—Como lo oyes. Cada vez pasa más a menudo. Y, ya para colmo, encima, cuando me he levantado tenía una notita suya pidiéndome disculpas y ya se había ido. Pero ¿es que esa mujer nunca descansa?

Rachel resopla y se retira el flequillo de la cara.

—Mira, Britt—dice—, Tanto Santana como Quinn son dos personas ambiciosas en sus empleos y, por mucho que nos jorobe, son de las que se llevan el trabajo a casa.

—Odio cuando hace eso—afirmo molesta.

—Y yo. Pero, como la quiero, ¡la soporto!

Oír eso me hace sonreír, a pesar de que en el último año la empresa la ha absorbido más que nunca y, aunque yo le digo que el dinero nos sobra, Santana no me escucha y sigue trabajando cada día más.

—¿Sabes?—oigo decir a Rachel—Yo tengo una cenita no sé qué día con los muermos esos del despacho de abogados al que Quinn quiere pertenecer.

—¡Uf, qué pesadez!—murmuro compadeciéndola.

—Creo que no hay nada más soporífero que eso.

—Sí, mujer, sí—me mofo—Las cenitas que tengo yo de vez en cuando con los aburridos hombres de negocios de López Inc.

Ambas sonreímos.

Sin duda, cenar con desconocidos o con personas con las que no tienes mucho feeling y mantener las formas es pesadísimo y complicado.

De pronto, el teléfono móvil de Rachel suena. La oigo hablar durante unos segundos y, cuando lo apaga, dice:

—Santana y Quinn están juntas.

—¿Y eso?—pregunto sorprendida.

—Al parecer, Santana y ella tenían que hablar de temas legales de López Inc., y nos esperan para comer. ¿Qué te parece?

—¡Perfecto!—sonrío feliz por saber que voy a ver a mi guapa esposa.

—Muy bien, bueno he quedado con ellas a la una y media en La Trattoria de Joe. Pero antes tenemos que ir a recoger el vestido que me he comprado para el bautizo de los bebés de Artie. Por tanto, pisa el acelerador, que no llegamos, y ya sabes que a estos alemanes no les gusta comer tan tarde.


Mientras conduzco por las callejuelas de Múnich, le comento a Rachel lo que me está ocurriendo con Flyn.

—No me tomes a mal lo que te voy a decir—contesta—, Pero siempre he creído que tanto tú como Santana tienen demasiado sobreprotegido y mimado a Flyn. Es un niño que, antes de decir lo que quiere, ya se lo están dando. Se ha acostumbrado a salirse siempre con la suya, y ahora...

—Ahora se está pasando con nosotras. En especial, conmigo—finalizo yo la frase consciente de que mi amiga tiene razón.

—Seré bruta y chapada a la antigua, o quizá es que en el ejército he aprendido disciplina, pero un bofetón a tiempo evita muchas tonterías, ¿no crees?

—No... ¿Cómo le voy a pegar?

Rachel suspira.

Yo resoplo, y finalmente ella dice:

—Mira, Britt, entiendo que darle un guantazo a un muchacho que ya es más alto que tú no debe de ser muy agradable, pero no puedes permitir que se siga pasando contigo.

—Ni se me ocurriría pegarle.

—¿Santana sabe lo mal que te habla?

Niego con la cabeza y ella pregunta:

—¿Y por qué?

—Porque San tiene mucho trabajo y no quiero agobiarla más de lo que está. Pero últimamente estoy volviendo a ver en Flyn al niño tirano que conocí hace años y que me lo hizo pasar tan mal, y eso me asusta.

Rachel me toca la cabeza. Sabe que soy una mujer fuerte, pero para los niños soy una sensiblona.

—Eres una de las mejores mamás que Flyn podrá tener en la vida—murmura—, Y ese mocoso coreano alemán algún día se dará cuenta. Eso nunca lo dudes, ¿vale?

Asiento y sonrío.


Cuando llegamos a la tienda donde Rachel tiene que recoger el vestido, se lo prueba enseguida.

—Te queda de infarto.

Rachel es un pibón de tía. Es más bajita que yo, y su cuerpo está perfectamente proporcionado.

—¡Qué envidia!—mascullo mientras observo su cintura.

Ella me mira, levanta las cejas y pregunta:

—¿Envidia de qué?

Me pongo en pie junto a ella, me coloco de perfil y, levantándome la camisa, murmuro:

—Tras la cesárea de Susan, no me quito esta morcillita. Los kilos se niegan a marcharse haga lo que haga y, claro, luego veo esas fotos de famosas que, recién paridas, parece que están de pasarela y me pregunto cómo lo hacen.

—Mira que eres exagerada—replica ella, pone la mano en mi hombro y añade—Bueno que sepas que yo te veo estupenda y, en cuanto a esas famosas, imagino que habrá de todo, las que se operan y las que por gracia divina se recuperan en un abrir y cerrar de ojos. Pero, asúmelo, las humanas somos aquéllas a las que tras un embarazo nos quedan estrías, tripita, etcétera, etcétera.

Suspiro y sonrío.

—Tienes razón. Pero me da tanta envidia contemplar esos posados recién paridas y verlas tan estupendas...

—Fotoshop, querida... ¡Fotoshop!

Ambas nos partimos de risa por esa increíble verdad y, tras mirarme al espejo, admito:

—Lo cierto es que a San le gusta mi morcillita. Le encanta tocarla y mofarse de que ella y sólo ella ha creado esa nueva curva en mi cuerpo.

—Bueno si está encantada con ello, ¡no te martirices!

Eso me hace sonreír.

En ocasiones, las mujeres nos preocupamos por verdaderas chorradas cuando hay cosas más importantes y terribles en la vida que por desgracia no tienen solución.

—Tienes razón—digo encogiéndome de hombros—¡Viva mi morcillita!

Cuando Rachel paga el vestido, salimos de la tienda y rápidamente cogemos mi coche. Con soltura, conduzco hasta llegar al restaurante donde están nuestras esposas.

Al entrar en la trattoria, las veo sentadas al fondo. Sin duda, son una delicia para la vista. Una rubia y otra morena, a cuál más guapa y atractiva.

Al vernos, ellas se levantan y sonríen. Como siempre, tanto Rachel como yo somos conscientes de que las miradas de las personas se clavan en nosotras y, como siempre también, disfrutamos de las atenciones de nuestras parejas.

Santana me retira la silla para que me siente, me besa en el cuello y pregunta:

—¿Sigues enfadada conmigo?

Yo la fulmino con mi cara de «te voy a matar» y, cuando se sienta, murmuro con una sonrisa:

—Gilipollas.

Al oírme, mi amor sonríe.

Cada dos por tres me dice que soy una malhablada, pero en momentos como ése se lo toma tan a risa como yo.

Pobre..., no le queda otra.

Cuando el camarero viene a tomar la comanda, decido comenzar con una ensalada. Sorprendida, bueno lo verde no es lo mío, Santana me mira.

—Tienes crostini de mozzarella y tomates secos—dice—¿No quieres?

Yo niego con la cabeza y Santana insiste:

—Britt, cariño, ¿por qué?

Sin necesidad de hablar, me señalo la morcillita que indiscretamente se marca en mi tripa, y ella sonríe y mira al camarero.

—Por favor—dice—, Cambie la ensalada de mi mujer por unos crostini de mozzarella y tomates secos.

La miro boquiabierta. Voy a protestar cuando ella me besa y murmura:

—Eres preciosa, Britt-Britt. Eso nunca lo dudes.

Sonrío.

Es que me la comería a besos de lo guapa que es y, sin importarme quién nos mire, me acerco a ella y la beso.

Amo, adoro, muero por mi amor...

Santana se separa entonces de mí y añade:

—Por cierto, aun a riesgo de que me mates, antes de que se me olvide, esta tarde tengo un par de reuniones y no sé a qué hora voy a terminar. Por tanto, no me esperes para cenar.

—¡¿Otra vez?!

—Britt, ¡es trabajo, no diversión!—responde molesta.

¡Mierda!

Cómo me joroba que me diga eso.

Vale..., ser la jefaza y dueña de una empresa exitosa como López Inc., requiere muchas horas, pero ¿por qué no delega un poquito en otras personas como hacía antes?

Yo quiero que Santana me preste la misma atención que al principio de nuestra relación, soy así de romántica y tonta, pero nada, ¡imposible! Y ahora, con los niños, nuestro tiempo solas se limita cada día más y más.

Sin embargo, como no tengo ganas de protestar como en otras ocasiones, simplemente digo:

—De acuerdo.

Santana me vuelve a besar y yo, que no quiero desaprovechar ese momento, lo disfruto y sonrío.


Durante la comida las cuatro bromeamos y hablamos de nuestros hijos. Sin duda, es el tema estrella entre nosotras. Quinn y Rachel hablan de Sami, y nosotras, de Flyn, Santiago y Susan. Si alguien nos grabara mientras lo hacemos, luego nos partiríamos al ver las caras de tontas y las risas que nos echamos a costa de ellos.

Acabados los primeros platos, el camarero se los lleva, y de pronto oigo a mi espalda:

—Santana... Santana López, ¿eres tú?

Oír la voz de una mujer mencionando el nombre de mi esposa, me hace mirar cuando veo a mi alemana volverse y, tras un segundo de sorpresa, murmurar mientras se levanta:

—Ginebra.

Se abrazan y yo las observo.

¿Quién es esa mujer morena?

El abrazo es demasiado largo para mi gusto. Si hago yo eso con alguien que Santana no conoce, explota. Aun así, sin ganas de polemizar, sonrío mientras su gesto me sorprende. Su sonrisa, a excepción de conmigo, pocas veces es tan amplia, y su manera de mirar a esa mujer me incomoda.

Pero ¿quién es ella?

La escaneo en profundidad: morena, de edad parecida a la de Santana, pelo largo como yo, alta, delgada, estilosa a la par que sexi, con unos ojos verdes impresionantes y, por supuesto, sin morcillita a la vista. Sin lugar a dudas, es una mujer muy guapa, vamos, de esas que ves en los anuncios de televisión, y me jode decir que sin Fotoshop.

Estoy obcecada mirándola cuando oigo que mi amor pregunta:

—Pero ¿qué haces en Múnich?

—Trabajo.

—Te hacía en Chicago.

¿Cómo que la hacía en Chicago?

Pero, vamos a ver, ¿qué es eso de que la hacía en Chicago?

La mujer levanta una mano y, tocándole la mejilla a mi alemana, murmura:

—Ay, Santana..., qué bien te veo.

—Y yo a ti, Gini.

¡¿Gini?!

¡¿Gini?!

Uf..., comienza a picarme el cuello.

Las dos se miran..., se miran..., se miran y, cuando estoy a punto de armar la marimorena, oigo a la tal Ginebra susurrar:

—Bollito...

Bueno..., bueno..., bueno...

¡¿«Bollito»?!

¿La ha llamado «bollito»?

¿Cómo que «bollito»?

Y, acto seguido, con demasiada familiaridad, añade con voz seca:

—Cuánto me he acordado de ti, mi amor.

¡Me da!

Ay, que me da un jamacuco.

¿Qué es eso de que se ha acordado de ella y de llamarlo «mi amor»?

Observo a Santana.

Su mirada intensa me enferma.

Ella y sus miradas.

Vale... Vale... Vale...

Respira, Brittany..., respira, que te conozco y ¡aquí arde Troya!

Mi nivel de tolerancia se resquebraja por segundos y de pronto siento que esas dos me tocan los ovarios, por no decir otra cosa más vulgar.

Me acaloro.

Me pica el cuello.

El corazón me va a mil cuando noto la mano de Rachel por debajo de la mesa. Ella sabe lo que siento en ese instante, y con los ojos me pide tranquilidad. Por eso, con una más que falsa sonrisa, la miro para hacerle saber que estoy bien, jodida pero bien.

Tras unos segundos en los que aquellas dos se contemplan, se sonríen y se comunican con la mirada, y que se me hacen terriblemente interminables, Santana se vuelve hacia mí y dice:

—Ginebra, quiero presentarte a mi mujer Brittany.

¡¿Cómo?!

¿Por qué no dice ahora aquello de «preciosa y encantadora mujer» como hace siempre ante todo el mundo, en especial con los hombres?

Uf..., uf...

Mis ojos azules y los ojos verdes de la mujer conectan, cuando de pronto ella cambia totalmente su gesto y su actitud y, llevándose la mano a la boca, dice, al tiempo que se aparta de Santana para acercarse a mí:

—Ay, Dios mío, perdón... Perdón..., no sabía que Santana estuviera casada—y, cogiéndome la mano, insiste—Por Dios, Brittany, no he querido incomodarte con mis desafortunados comentarios.

Mi corazón bombea con fuerza y, sin querer recrear la matanza de Texas en ese restaurante, intento esbozar una sonrisa.

—No, no pasa nada—murmuro.


—Claro que pasa—insiste ella—Me siento avergonzada.

La claridad de sus palabras me hace sonreír y, bajando mi nivel de cabreo, afirmo:

—De verdad, Ginebra, no pasa nada.

Acto seguido, Santana me agarra por la cintura y me acerca a ella.

—Ginebra—dice—, Brittany es todo lo que una persona querría para sí y, por suerte, yo la encontré, la enamoré y la convencí para que se casara conmigo.

Esa declaración de amor me hace sonreír de nuevo.

Dios..., ¡qué tonta soy!

—Ellas son Quinn y Rachel, unas buenas amigas—presenta Santana.

—Encantada—dice sonriendo la tal Ginebra y, a continuación, pregunta—¿También son pareja?

Tras agarrar la mano de Rachel, Quinn asiente y afirma besándole los nudillos:

—Sin lugar a dudas.

Rachel sonríe.

Yo también lo hago cuando Ginebra, volviéndose hacia una mujer rubia que espera pacientemente tras ella, dice:

—Ella es Fabiola, me ayuda en la productora.

—¡¿Productora?!—exclama Santana.

—Sí..., sí..., ¡lo logré!—aplaude ella mirando a mi amor—Tengo mi propia productora.

—Siempre fuiste decidida y emprendedora—murmura mi gilipollas particular.

Ella asiente, saca de su bolso una tarjeta, que le entrega, y Santana afirma:

—Tenías claro lo que querías y fuiste a por ello. Eso siempre me gustó de ti, Gini.

¿Que eso siempre le gustó de ella?

Oy..., oy..., oy...

¿A que cojo la copa de vino que tengo delante y se la estampo?

Pero, como no quiero volver a cabrearme, sonrío cuando Santana pregunta:

—¿Ha venido Félix contigo?

—Por supuesto, pero ha ido a visitar a un colega de una de sus clínicas veterinarias mientras yo hacía unas compras—dice Ginebra riendo e indicando unas bolsas que lleva en las manos.

Todos sonreímosy entonces ella ve que un hombre le hace señas y dice:

—Tengo que dejaros. He de cumplir un encargo de mi marido—y, mirándome a mí directamente, pregunta—¿Comemos otro día?

Yo asiento, y Santana le da una tarjeta de la empresa.

—Llámame y comeremos—le dice.

Ginebra coge la tarjeta y la mira.

—¿Presidenta y directora de López Inc.?—pregunta.

Santana asiente, y ella murmura a continuación con una encantadora sonrisa:

—Creo que tenemos que contarnos muchas cosas.

—Sin duda—afirma Santana.

De nuevo sonrisitas tontas cuando la mujer me mira y dice:

—Ha sido un placer, Brittany.

—Lo mismo digo.

Instantes después, se marcha con la rubia detrás de ella y, cuando veo que Santana la sigue con la mirada, pregunto mientras me siento:

—¡¿«Bollito»?!

Quinn sonríe, Rachel también, pero Santana, que me conoce, no lo hace.

—¿Quién es Ginebra y por qué nunca me has hablado de ella?—insisto.

—Uy..., uy..., uy..., que recojan los cuchillos, que me conozco a esta española—se mofa Quinn.

—¡Cállate, Lucy!—protesta Rachel, que imagino que piensa lo mismo que yo.

Santana sonríe.

¡¿A qué le doy un sopapo?!

Y Quinn pregunta entonces:

—¿Es la Ginebra que creo?

Mi esposa asiente y, al ver que la miro a la espera de que me aclare quién es, responde:

—Ginebra fue mi novia durante mis años de estudiante en la universidad.

—Anda..., qué interesante—me mofo.

Al oír mi tono, Santana deja de sonreír y sisea:

—Creo que Sam fue tu novio durante unos años.

Eso me hace sonreír con malicia a mí, y respondo:

—No fue mi novio, y siempre supiste de él. Nunca te oculté nada.

—Ni yo a ti.

—¡Ja! Permíteme que me ría, ¡bollito!, pero nunca había oído hablar de Gini—replico con sorna.

Veo que Quinn y Rachel se miran. Están empezando a sentirse incómodas, y Rachel dice:

—Haya paz. Todos tenemos ex en nuestras vidas, ¿no?

—Sí, pero los míos, cuando me ven—añado hiriente—, No me llaman ¡«bollito»!, ni me dicen lo mucho que se han acordado de mí, y mucho menos yo los miro con cara de atontada.

Santana, al que le estoy tocando, y se tocar muy bien, me mira con gesto serio.

—Ginebra fue la novia con la que hice mi primer trío y conocí el mundo swinger—explica—Después de aquello, conoció a Félix, se marchó a vivir a Estados Unidos con él y fin de la historia hasta hace diez minutos, que nos hemos visto por primera vez en muchos años. ¿Algo más?

Ese «¿Algo más?» me hace saber que, si sigo, voy a arruinar la comida. Así bueno, miro el plato que tengo delante, sonrío y murmuro:

—Mmm..., qué buena pinta tiene esto.

—Sí. Tiene una pinta estupenda—afirma Rachel para echarme un cable.

Y, sin más, empiezo a comer como si no hubiera mañana.

La comida continúa y, por desgracia, la tensión se queda en el ambiente. Si algo hacemos Santana y yo, aparte del amor, es discutir.

¡Qué bien se nos da!

Con disimulo, la observo y veo que ella no mira ni una sola vez hacia el lugar donde está la mujer.

Cuando acabamos de comer, nos levantamos, nos despedimos y nos marchamos. Ella regresa a López Inc., para seguir con su trabajo, Quinn y Rachel se van a por Sami al colegio, y yo vuelvo sola a casa.

Menudo rollo.



Nada más abrir la puerta, oigo gritos.

Son Emma y Flyn.

Rápidamente dejo las bolsas que llevo y corro a la cocina.

—He dicho que no quiero leche—está diciendo Flyn cuando entro—¿En qué idioma te lo digo para que lo entiendas?

—Pero, hijo, si yo sólo te lo decía por...

—Me importa una mierda lo que me digas.

—¡Flyn!—grito al ver cómo le habla a Emma.

La mujer, al verme, suspira.

—Tranquila, Brittany. No pasa nada.

Pero, oh, sí..., ¡sí que pasa!

¿A que le doy un guantazo, como decía Rachel?

Ese mocoso se está pasando cada día más.

Lo miro y gruño:

—Pídele disculpas a Emma ahora mismo si no quieres que te caiga un gran castigo por ser tan desagradable con ella.

El crío me observa con su mirada de «¡te voy a comer!», pero a mí no me impresiona. Durante varios segundos me vuelve a retar hasta que finalmente, cambiando el gesto, dice:

—Lo siento, Emma.

La mujer sonríe.

¡Qué buena es!

Para ella, Flyn y mis niños son sus nietos, y los quiere tanto o más que mi papá.

Molesta por la actitud del chaval, siseo:

—Ahora vete a tu habitación, ¡ya!

Sin mirarme, Flyn sale de la cocina, y Emma pregunta:

—Pero ¿qué le ocurre?

—La adolescencia y las hormonas revolucionadas son muy malas, Emma—murmuro sentándome a la mesa—, Y sin lugar a dudas Flyn lo está llevando fatal.

Ambas nos miramos y asentimos. Menuda nos ha caído con el jovencito.



Una hora después, recibo un mensaje de Santana para recordarme que llegará tarde. Eso me enfada aún más de lo que ya estoy, pero lo asumo.

Sé todo el trabajo que tiene y no quiero pensar en la mujer que la ha llamado ¡«bollito»!



Dos horas después, y con la ayuda de Jane para dar de cenar a Santiago y a Susan y acostarlos, voy a la habitación de Flyn. No ha aparecido en toda la tarde y es la hora de cenar. Al acercarme a su cuarto, oigo la música de los Imagine Dragons, el grupo preferido de mi hijo, y, tras dar dos golpecitos en la puerta, abro y lo veo tirado en la cama mirando el techo.

Entro en la habitación y, al ver que no me mira, comienzo a tararear la canción que suena, que no es otra que Radioactive. Aún recuerdo el día que fuimos a comprar el CD Flyn y yo, cómo la cantamos en el coche a pleno pulmón cuando regresábamos.

En ello estoy cuando él se levanta de su cama, para la música y me mira.

—¿Qué quieres? —pregunta.

Vale..., sigue enfadado.

No tengo ganas de discutir, así que digo:

—La cena está en la mesa. ¿Vienes?

—No tengo hambre.

Su tono cortante es igualito que el de Santana. Cada día se parece más a él en hombre y, deseosa de un poco de calor humano, digo acercándome a él:


—Venga, Flyn. Baja conmigo a cenar. San llegará tarde y no quiero cenar sola.

Al ver que me mira, pongo cara de perro pachón y murmuro con voz de niña:

—Porfi..., porfi..., porfi... No quiero cenar solita.

Finalmente, el crío sonríe. Qué guapo está cuando lo hace.

—De acuerdo—suspira.

Encantada, le doy un beso en la mejilla y, cuando va a protestar por mi demostración de afecto, lo miro y cuchicheo:

—Soy tu mamá y quiero besarte.

De nuevo sonríe.

Aisss, que me lo comoooooooo.



La cena, a pesar del mal inicio con Flyn, es amena. Por unos minutos, mi hijo vuelve a ser el charlatán que disfruta conmigo hablando de música. Se ha enterado de que los Imagine Dragons van a actuar en Alemania e intenta persuadirme para que lo lleve al concierto.

Durante varios minutos digo que no, pero finalmente el chaval consigue el sí. Sin lugar a dudas, Rachel tiene razón: soy demasiado blandita con él, y puede conmigo.

Una vez terminada la cena, nos sentamos los dos en el sillón con mi portátil y, sin dudarlo, compro dos entradas online para él y para mí. A Santana, ni preguntarle; a él no le gustan los Imagine Dragons. En cuanto Flyn por fin consigue su propósito, me abraza, me besa y yo sonrío como una tonta.

¡Anda que no sabe hacerme bien la rosca cuando quiere!

Cuando se va a la cama porque al día siguiente tiene instituto, me quedo viendo la televisión, pero como me aburre, entro en Facebook y me pongo a charlar con mis amigas las Guerreras Maxwell.

Un grupo divertido y ocurrente donde siempre encuentro alegría y positividad.



A las once decido marcharme a mi habitación, paso para ver a los niños y los tres duermen. Feliz por ver a mis polluelos tan bonitos, me voy a la cama.

Sobre mi mesilla tengo un libro que habla de un bombero y una fotógrafa que me ha recomendado una mamá del colegio de Sami y decido leer mientras llega Santana.



A las once y veinte, la puerta de la habitación se abre. Entra mi guapa esposa y la miro con deleite. Ella se acerca a mí y me da un beso, pero no dice nada.

No me jorobes que encima viene enfadada...

A través del espejo observo cómo se desabotona la camisa y, cuando se la quita y la tira sobre la silla, dice mirándome:

—Britt..., hoy no me gustó tu comportamiento en el restaurante tras aparecer Ginebra.

Bueno..., bueno..., bueno..., mi amor tiene la nochecita rumbosa, y lo malo es que yo soy proclive a tenerla también.

Así que, cierro el libro y la miro.

—A mí tampoco me gustó ver lo que vi—replico.

Ea..., ya le he dado la respuesta que quería. Me ha buscado y me ha encontrado.

¡A discutir!

Santana frunce el ceño —malo..., malo...— y, sisea:

—¿Y qué viste?

Consciente de lo que he dicho, dejo el libro sobre la mesilla y respondo:

—Bueno vi a Santana López reencontrarse con un viejo amor que lo llamaba «bollito» y que la dejó atontada y babeando como una cría. Eso es lo que vi. Y, sí, estoy celosa, ¡lo admito!

Su gesto no cambia.

Eso me hace presuponer que no ando muy desacertada, y me enveneno aún más cuando dice:

—Te expliqué quién era Ginebra. ¿A qué viene esa tontería?

Con más ganas de discutir que ella, sonrío con malicia. Sé que esa sonrisita mía a Santana la enferma, pero dispuesta a enfermarla como ella me enferma a mí, pregunto:

—¿Félix es su marido?

—Sí—dice, y con gesto contrariado pregunta—¿A qué viene hablar de su marido?

—¿Te dejó por él?

Según digo eso, me doy cuenta de que me estoy pasando no tres pueblos, sino veintitrés.

¡Madrecita, qué bocazas soy!

El pecho de Santana se hincha; sin duda me va a soltar el mayor bufido de la historia, pero de pronto, tal como se hincha se deshincha y, mirándome, murmura:

—Sí.

Asiento... Me pica el cuello pero no me lo rasco y, aunque mi parte de cotilla quiere saber, hay otra parte de mí que me grita que no pregunte, ¡que cierre el pico!

Santana continúa desnudándose en silencio. La incomodidad se palpa en el ambiente y eso me enerva.

¿Por qué hablar de esa mujer nos está originando semejante mal rollo?

Dos segundos después, se mete en la cama y me abraza.

—Deja de pensar cosas raras, que te conozco, Britt—susurra.

No me muevo.

Decido no hablar, pero pasados cinco segundos no puedo continuar callada, y siseo:

—Pienso lo que tú me das que pensar. Deberías haber visto tu cara de tonta al mirar a esa mujer, a... a... Gini.

—Britt...

—Y ya cuando le dijiste eso de «Eso siempre me gustó de ti» o eso otro de «decidida y emprendedora» y se comían con los ojos, te juro, San, que... que...

La oigo reír.

Su mal humor ya se ha esfumado.

¡Lamadrequeloparió!

E insiste:

—Basta, cariño..., no veas fantasmas donde no los hay.

—Pero...

Mi amor me pone un dedo en la boca para acallarme y, mirándome a los ojos, dice:

—Te quiero, Britt. No te envenenes con tus pensamientos. Ginebra es una mujer de mi pasado, al igual que en tu vida hay personas. Y ahora, creo que es mejor que lo dejemos aquí.

No digo más.

Dejo que Santana apague la luz y decido no preguntar si la va a llamar para recordar ese pasado.

Mejor me callo.


*************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Susii Dom Nov 29, 2015 12:48 am

Pero que onda esa tipa?! "Ay bollito,mi amor, blablabla:P" que carajo._. Y San tan atontada D: yo estaria igual que Britt>:c peor!
Mmm se vienen las discusiones, se vienen!:s
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Dom Nov 29, 2015 2:26 pm

hola morra,...

entre el pasado que vuelve,.. y flyn no ayuda mucho!!!
si sigue a si britt le va a dar un colapso jajajaj

nos vemos!!!
3:)
3:)
-*-*-*
-*-*-*

Femenino Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 32
Club Naya/Santana

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Nov 29, 2015 6:20 pm

esto no huele nada bien, por todos lados se ven bombas por explotar
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Nov 29, 2015 7:14 pm

Susii escribió:Pero que onda esa tipa?! "Ay bollito,mi amor, blablabla:P"  que carajo._. Y San tan atontada D: yo estaria igual que Britt>:c peor!
Mmm se vienen las discusiones, se vienen!:s



Hola, nose que rayos se cree ¬¬ ai mal ai no¿? :@ JAjajajaajajaj y yo jajajaajajajajajjajaj. Ufff esperemos y no XD ajjaajaj. Saludos =D




3:) escribió:hola morra,...

entre el pasado que vuelve,.. y flyn no ayuda mucho!!!
si sigue a si britt le va a dar un colapso jajajaj

nos vemos!!!



Hola lu, no la vrdd esk no =/ O algo peor, no¿? Saludos =D




marthagr81@yahoo.es escribió:esto no huele nada bien, por todos lados se ven bombas por explotar


Hola, nop no vamos bn XD esperemos y no sea tan grave ajajaj. Saludos =D



23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 4

Mensaje por 23l1 Dom Nov 29, 2015 7:16 pm

Capitulo 4


Cuando Rachel fue a buscar a Sami al colegio, la pequeña corrió hasta ella y, con un gesto precioso, murmuró:

—Mami, ¿se puede venir Pablo al parque?

Tras darle un beso a su rubia, Rachel vio llegar corriendo a Pablo. Miró a los niños y respondió:

—Primero tenemos que ver si la mamá de Pablo no tiene que hacer otra cosa.

En ese instante llegó Louise, la mamá del niño, y tras oír eso respondió:

—Genial. ¡Todos al parque!

Diez minutos después, Rachel y la mamá del pequeño estaban sentadas en un banco viendo jugar a sus hijos cuando a Louise le sonó el teléfono móvil.

—Discúlpame un segundo —dijo.

Acto seguido, sin importarle que Rachel pudiera oírla, comenzó a discutir y a decir cosas horribles.

Cuando terminó y cerró el móvil, miró a Rachel y comentó:

—Mi marido y yo vamos de mal en peor.

—Vaya..., lo siento.

Rachel no quiso decir más. Cuanto menos se metiera uno en los problemas de las parejas, mejor.

Pero Louise añadió:

—Tres años de novios, seis de casados y, ahora que todo nos va bien y tenemos un hijo precioso, le descubro en el ordenador unas fotos de una fiestecita con sus colegas de bufete, con unas prostitutas, que me han dejado sin habla.

Boquiabierta, Rachel le cogió las manos y preguntó:

—¿Estás bien?

Louise negó con la cabeza y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—No—murmuró—No estoy bien, pero tengo que estarlo por Pablo. De pronto, siento que mi vida tiene que dar un cambio brusco, pero... no sé cómo hacerlo. Nunca imaginé que algo así me pudiera pasar. Johan estaba tan enamorado de mí...—acto seguido, añadió con rabia—Aún recuerdo lo ilusionados que estábamos el día que comenzó a trabajar en ese maldito bufete de abogados.

Eso llamó la atención de Rachel, que preguntó:

—¿Tu marido es abogado?

Louise asintió y luego siseó con cierto retintín:

—Sí. Trabaja para Heine, Dujson y Asociados. Un bufete lleno de demonios con cara de angelitos que han conseguido que nos pase esto.

Sorprendida, Rachel la miró. Aquel bufete era al que Quinn intentaba acceder como socia mayoritaria.

—¿Por qué dices eso? —preguntó.

—Porque van de moralistas, de defensores de la vida en familia y el matrimonio, pero luego no predican con el ejemplo—contestó Louise con la mirada perdida—Esos malditos abogados tienen una doble vida llena de vicios y corrupción; eso sí, visto desde fuera son perfectos maridos y padres, y sus mujeres acceden a todo con tal de seguir viviendo como auténticas reinas.

Rachel la escuchaba incrédula.

Si aquello era verdad, Quinn debería saberlo. Al ver que Louise se limpiaba los ojos con un pañuelo, repitió:

—De verdad que lo siento.

Louise asintió mientras se secaba las lágrimas y, tras coger fuerzas, afirmó:

—Yo también lo siento, pero estoy en ese momento en el que no veo salida. Johan vive su vida y pretende que yo sea la perfecta mujercita que lo espere en casa rodeada de niños, como lo son otras del bufete. Pero si hasta he tenido que dejar de ver a mis amigas para salir con esas mujeres.

—Pero ¿lo has hablado con él?

Louise asintió abatida.

—Sí. Aunque de nada sirve. Johan dice que ésta es ahora nuestra vida y, si hablo de divorcio, me amenaza con que se quedará con Pablo. Me lo quitará.

Al oír eso, Rachel se sintió muy apenada y, sin saber qué decir, la abrazó. Así estuvieron unos segundos, hasta que se separaron. Rachel omitió que Quinn ansiaba pertenecer a aquel selecto bufete de abogados y, en cambio, dijo:

—Escucha, Louise, no somos íntimas amigas, pero quiero que sepas que me tienes para todo lo que necesites.

La aludida sonrió.

—Gracias.

Estaban hablando de ello cuando Rachel oyó el llanto de Sami y, al mirar, la vio caída en el suelo. Rápidamente ambas se levantaron y corrieron hacia ella, pero mientras llegaban un muchacho con monopatín y un perro pequeño se agachó junto a la niña para atenderla.

Cuando Rachel llegó hasta Sami y ya estaba abriendo su bolso para ponerle una tirita de princesas, la niña dejó de llorar y empezó a acariciar al perro.

—Es muy suavecita—dijo—¿Cómo se llama?

—Leya—respondió el muchacho—Y está encantada de que la toques; ¿ves cómo le gusta? Pero si lloras, se asusta y llora ella también.

Sami sonrió y, mirando a su mamá, que la observaba sorprendida, dijo:

—Mami, quiero un perrito como Leya.

Agachándose para levantar a la pequeña del suelo, tras ver que había sido una simple caída mientras corría, Rachel respondió:

—Lo pensaremos, ¿vale?

La niña asintió, dio media vuelta y corrió para alcanzar a Pablo, que se subía a un tobogán.

Feliz porque no hubiera sido nada, Rachel le dio las gracias al muchacho por el detalle y se encaminó de nuevo al banco del brazo de Louise.

Los niños tenían que jugar.



Esa noche, cuando Sami vio a su mami Quinn, le pidió encarecidamente un perrito. Su mascota, un hámster llamado Peggy Sue, había muerto meses antes, y Quinn, tras contarle un cuento y arroparla, se lo prometió.

Lo que no dijo fue ni cuándo, ni cómo.

*************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Dom Nov 29, 2015 11:42 pm

vaya, la actitud de santana con la tal ginebra fue de lo ultimo, y todavia espera que brittany no se moleste, en cuanto a flyn, que le pasa a ese niño, un buen bofeton a ver si aprende a respetar es lo que necesita, hasta pronto!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Nov 30, 2015 12:03 am

micky morales escribió:vaya, la actitud de santana con la tal ginebra fue de lo ultimo, y todavia espera que brittany no se moleste, en cuanto a flyn, que le pasa a ese niño, un buen bofeton a ver si aprende a respetar es lo que necesita, hasta pronto!!!



Hola, si ¬¬ Jajajajaaja todos pasamos por esa edad, no¿?... aunk no deja de molestar jajaajja. Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 5

Mensaje por 23l1 Lun Nov 30, 2015 12:04 am

Capitulo 5


Suena el puñetero despertador, ¡y me quiero morir!

No me gusta nada madrugar, pero madrugo.

Cuando Santana se levanta y se mete en la ducha, no hablamos sobre lo ocurrido la noche anterior. Hablar de ello significaría discutir de nuevo, y decido cerrar la boca.

Para cinco minutos que nos vemos, no quiero enfadarme.


Al bajar a la cocina, Flyn está terminando de desayunar, me acerco a él y, antes de que le dé un beso, él se levanta. Cuando va a salir, lo llamo:

—Flyn.

—¿Qué?

En ese instante, Santana entra en la cocina y yo digo dirigiendo la vista al chaval:

—¿No me das un beso antes de marcharte al instituto?

El niño... me mira..., me mira y me mira, y finalmente replica:

—Venga ya..., que ya no soy un bebé, mamá.

Y, sin más, da media vuelta y se va. Yo me quedo con cara de tonta contemplando la puerta cuando Santana se acerca a mí y, mientras me coge por la cintura, murmura:

—¿Te vale un beso mío, corazón?

Asiento, ¡me vale!

Claro que me vale, y ¡más si me llama corazón!

Encantada, la beso y, cuando nuestros labios se separan, Santana me guiña un ojo y se prepara un café con ese gesto de canalla que tanto me gusta y me enamora.

Diez minutos después, se marcha a la oficina. Desde el ventanal de la cocina, veo cómo se aleja en el coche y me preparo para estar todo el día sin ella.

Como cada mañana, tras dar de desayunar a los niños, entramos en mi antiguo cuarto, que es hoy su cuarto de juegos, y jugamos.

Pero, pasadas dos horas, ya estoy para el arrastre.

Susan llora más que sonríe, y en ocasiones puede con mi aguante.

¿Por qué tengo una niña tan llorona, con lo poco llorón que fue el Santiago?

Por suerte, Jane, la mujer que está interna en casa para que me ayude con los niños, tiene muchísima paciencia, y es ella la que se encarga de la llorona.


Cuando los pequeños se quedan dormidos a media mañana, decido ponerme el bañador y darme un bañito en la piscina cubierta. Ése es uno de los grandes placeres de ser la señora López-Pierce.

Me zambullo, nado, descanso, vuelvo a nadar y, cuando me harto, floto en medio de la piscina mientras escucho de fondo la voz de Michael Bublé cantar Cry Me a River, y sonrío.

Siempre que Quinn la escucha y está con Santana y conmigo, nos mira y cuchichea aquello de «nuestra canción».

Mientras floto mirando el techo de la piscina cubierta, recuerdo aquel momento con Quinn y Santana años atrás en la casa de la abogada. Cierro los ojos y siento cómo mi vagina se lubrica al rememorar cómo esas dos diosas, una rubia y una morena, me hicieron suya aquel día y yo se los permití.

Estoy pensando en ello cuando oigo la voz de Emma, que me llama. Levanto la cabeza rápidamente y veo que me muestra el teléfono de casa, que lleva en la mano.

—Brittany, pregunta por ti la señora Dukwen —dice.

Sin saber de quién me habla, salgo de la piscina, me seco un poco las manos y la cara y cojo el teléfono mientras veo a Emma salir.

—¿Sí? Dígame—respondo.

—¿Brittany?

—Sí. Soy yo.

—Hola, soy Ginebra, la amiga de Santana. Nos conocimos ayer en aquel restaurante, ¿me recuerdas?


¡Joderrrrrrrrr!

Me quedo boquiabierta al saber quién es y, sentándome en una banqueta para ponerme los anillos que me he quitado para meterme en la piscina, murmuro:

—Sí. Claro que te recuerdo...

—Ah..., qué alegría saberlo, cielo. El motivo de mi llamada es para invitarlas esta noche a ti y a Santana a cenar. Le comenté a mi marido que había visto a Santana y te había conocido a ti, y está como loco por verlas a las dos. Y, por supuesto, tras el malentendido de ayer, he decidido llamarte y consultártelo a ti para evitar problemas.

—¿A mí?
—pregunto sorprendida.

—Sí, cielo, a ti—oigo que responde.

Un silencio extraño me paraliza.

—Mira, tesoro, yo odio cuando mi marido queda para cenar con alguien que apenas conozco y, como no quiero incomodarte, me he atrevido a llamar a tu casa, ya que imaginé que estarías ahí. De verdad, Brittany, de verdad que siento muchísimo lo que ocurrió ayer. Me creas o no, no he podido dejar de pensar en ello y de sentirme terriblemente mal. Porque te aseguro que, si una mujer le dijera a mi marido delante de mí «bollito» o «mi amor», yo estaría muy enfadada. Y sé que a ti, como su mujer, no te gustó y...

—Vale, lo admito, ¡no me gustó!
—digo finalmente—Y acepto tus disculpas.

—Gracias..., gracias..., gracias... Ni te imaginas el peso que me quitas de encima.


Sin saber por qué sonrío cuando ella insiste:

—¿Te apetece que cenemos esta noche? Si me dices que sí, llamaré a Santana, le diré que he hablado contigo y quedaré con ella. ¿Qué te parece?

Una parte de mí no quiere, pero mi lado cotilla por saber más cosas de ella me hace responder:

—De acuerdo. Llama a Santana y queda con ella.

Tras despedirnos, cuelgo y resoplo.

¿Por qué he aceptado?

Cinco minutos después, el teléfono vuelve a sonar. Al mirar la pantalla veo que pone « Santana Oficina» y, tras cogerlo, digo:

—Sí, cariño, he hablado con Ginebra y he accedido a cenar con ellos esta noche.

—A ti no hay quien te entienda
—la oigo decir—Ayer me montas un numerito por saludarla en el restaurante y ¿ahora quedas con ella para cenar?

Su comentario me hace sonreír.

Sin duda, soy un espécimen digno de estudio.

—¿Dónde has quedado?—pregunto.

—En Nicolao a las siete. ¿Le parece bien a la señora?

—¡Perfecto!


Oigo que Santana se ríe y eso vuelve a hacerme sonreír mientras pregunto:

—¿Vendrás a casa a cambiarte de ropa?

—Por supuesto.


Entonces oigo otro teléfono que suena en la oficina y Santana dice:

—Tengo que dejarte. Hasta luego, mi amor.

—Hasta luego, cariño.


Y, dicho esto, cuelgo comprendiendo eso que Santana me ha dicho de que a mí no hay quien me entienda.

¡Pero si no me entiendo ni yo!





A las siete en punto, yo engalanada con un precioso vestido azulón que me encanta, y mi morena vestida con vestido negro, entramos en el restaurante. Santana da su apellido y el maître, al ver que tenemos reserva, nos lleva hasta la mesa del fondo. Me sorprendo al comprobar que Ginebra y su marido ya están ahí.

Desde la distancia, observo al hombre. Es muchísimo mayor que ella, pero cuando digo «mayor» me refiero a unos veinticinco o treinta años más. En cuanto Ginebra nos ve, avisa a Félix, y veo que éste sonríe y se levanta.

Santana y él se saludan con afecto.

¡Qué buen rollito!

Segundos después, me presenta a mí.

Con galantería, el hombre me coge la mano y, besándomela, dice:

—Es un placer conocerte, Brittany.

—Lo mismo digo, Félix.

Reconozco que al principio de la comida estoy algo alterada: saber que Santana y esa mujer han tenido una historia en el pasado no me hace mucha gracia. No obstante, de forma gradual, mi nerviosismo se esfuma al ver que Ginebra no hace absolutamente nada que pueda molestarme; al revés, está todo el rato pendiente de que la velada sea agradable.

Cuando decido ir al baño, ella me acompaña. Una vez a solas ahí, dice:

—Pensarás que Félix es muy mayor para mí.

Yo la miro sorprendida. Ginebra sonríe y, apoyándose en la pared, murmura:

—Imagino que ya sabrás que Santana y yo éramos pareja cuando conocí a Félix, ¿verdad?

—Sí. Eso me comentó Santana.

Ginebra asiente y prosigue:

—Cuando conocí a Félix, yo tenía veinte años. Era una niña curiosa por el sexo y por lo que era en sí la palabra «morbo». Una noche, en vez de salir con Santana, me fui con unas amigas y en una fiesta privada conocí a Félix.

Asiento... Me estoy enterando de algo que no he preguntado cuando ella añade:

—¿Sabes a lo que me refiero con «fiesta privada»?

Asiento de nuevo.

Tonta no soy.

Ella sonríe y continúa:

—Félix era un atractivo hombre de cincuenta años, un hombre demasiado mayor para mí en aquella época, pero tras jugar con él aquella noche como no había jugado en mi vida, ya no pude desengancharme de él. Félix me hizo conocer lo que yo siempre había ansiado y nunca nadie me había dado.

Asombrada, pregunto:

—¿Por qué me cuentas todo esto?

Ginebra sonríe, baja la voz y murmura:

—Porque quiero que sepas que soy feliz con mi marido, y que, a pesar de su edad, me sigue proporcionando, entre otras muchas cosas, la clase de sexo que me vuelve loca. Con él disfruto del morbo de mil maneras, cosa que con Santana nunca habría sucedido.

Sus palabras llaman cada vez más mi atención.

—¿Por qué dices eso? —pregunto.

—Porque soy mujer y sé que estás intranquila con mi presencia. Veo en tu mirada que estás alerta con respecto a Santana y a mí, pero no debes estarlo.

Su sinceridad aplastante me gusta y me incomoda a partes iguales. No sé qué pensar cuando ella prosigue.

—Félix es el hombre de mi vida. Él me da lo que busco y yo le doy lo que quiere. Juntos hacemos un buen tándem. Un buen equipo. Cuando estoy sola, hago lo que quiero y, cuando estamos juntos, me pongo en sus manos y accedo gustosa a todos sus oscuros caprichos. Se puede decir que soy su esclava sexual.

Asiento una vez más, y ella vuelve a dejarme sin palabras en el momento en que pregunta:

—Si yo te bajara las bragas en este instante y te masturbara en el cubículo de ese baño, ¿crees que a Santana le molestaría?

Guauuuuuuuu, ¡menudo rebote pillaría mi alemana!

Y qué guantazo le iba a dar yo a ella por lista.

Pero, acalorada por lo que dice, contesto:

—Sí.

Ginebra sonríe e insiste.

—¿Y por qué se molestaría?

Apoyo la cadera en la bonita encimera de mármol rosa del baño y respondo:

—Porque ella y yo tenemos normas. Y la primera de ellas es hacerlo todo siempre juntas.

Ginebra asiente y, tras repasarse los labios con carmín, cuchichea:

—Félix estaría encantado de que te masturbara o tú me lo hicieras a mí con la condición de que luego se lo contara para que él disfrutara—y, bajando la voz, murmura—Si algo nunca me gustó de Santana es su posesividad y su exclusividad.

—Bueno eso es justo lo que a mí me gusta de ella—añado segura.

Ginebra me mira, vuelve a sonreír y dice:

—A Félix y a mí nos va algo muy nuestro. Me encanta ser su esclava, su putita, su moneda de cambio. Me excita que me ofrezca, que me fuerce, me obligue, me ate para otras personas, y todo eso es algo que sé que a Santana nunca le gustó.

Uy..., uy..., ¡ni hablar!

Eso no le atrae.

No sé qué decir, cuando ella pregunta:

—¿Estoy equivocada y ahora a Santana le va eso?

—No —respondo con rotundidad.

Ginebra asiente y, retirándose el pelo de la cara, susurra:

—No me veas como una amenaza, Brittany. Amo demasiado a mi marido, y sé que encontrar a otra persona como él es imposible.

A cada instante más sorprendida, vuelvo a asentir.

¡Joder, parezco tonta!

—Necesitaba decirte esto—afirma guardándose en el bolsito su barra de labios—No quiero malentendidos entre tú y yo.


Cinco minutos después, regresamos a la mesa, donde nos esperan Félix y Santana, y una hora más tarde, tras una noche encantadora, nos despedimos y regresamos a casa.

En el coche, Santana toca mi rodilla mientras conduce y pregunta:

—¿Lo has pasado bien?

Por raro que parezca, asiento.

Me gustaría hacerle mil preguntas sobre Ginebra, pero sé que al final diría algo que me molestaría y terminaríamos discutiendo por ello. Así que sonrío, la miro y afirmo:

—Sí, mi amor.


Cuando llegamos a casa, tras saludar a nuestras mascotas, que nos dedican un recibimiento descomunal, subimos a nuestra habitación. Ahí, cojo a Santana de la mano y, sin hablarnos, hacemos el amor con posesividad y exclusividad.

La deseo para mí.

Sólo para mí.


*************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Lun Nov 30, 2015 7:18 am

bueno esta onda swinger aun no me convence pero si a ellas las hace feliz ni modo, admito que al principio de la primera adaptacion pensaba que eso se volveria contra ellas pero despues de 5 años ya no lo creo tanto, bien, hasta pronto!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Lun Nov 30, 2015 4:27 pm

El libro que faltaba!!!!
Sos una genia!!!!!!
Saludos
monica.santander
monica.santander
-*-*-
-*-*-

Femenino Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Club Naya/Santana

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Nov 30, 2015 7:54 pm

micky morales escribió:bueno esta onda swinger aun no me convence pero si a ellas las hace feliz ni modo, admito que al principio de la primera adaptacion pensaba que eso se volveria contra ellas pero despues de 5 años ya no lo creo tanto, bien, hasta pronto!!!



Hola, jajaaj claro cada uno tiene sus gustos, no¿? jajajajajaja. Jajjaajajaj esk su amor es muy fuerte jajaajaajja... hasta ahora =O Saludos =D




monica.santander escribió:El libro que faltaba!!!!
Sos una genia!!!!!!
Saludos



Hola, sip jajajajaajajaj ya sabia FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo 4061796348 jajajaaj no broma jajajajajaja. Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 6

Mensaje por 23l1 Lun Nov 30, 2015 7:57 pm

Capitulo 6


Llega el viernes.

Santana se arregla ante el espejo de nuestra habitación y yo protesto desde la cama:

—Venga, va, San, el año pasado no fui a la Feria de Jerez.

Ella me observa a través del espejo con su gesto serio y responde:

—Porque tú no quisiste, Britt-Britt..., porque tú no quisiste.

Valeeeee...

Tiene razón.

Ella tenía un viaje a la República Checa y preferí acompañarla.

Sigue arreglándose cuando añade:

—Cariño, ve tú a la feria y dale el gusto a tu papá. Yo estoy muy ocupada. Sabes que voy a tope de trabajo y...

—¿Por qué no delegas parte de tus tareas a alguno de los directivos?

—Britt..., no comiences—murmura.

—Pero vamos a ver...—protesto levantándome—Antes delegabas una gran parte del trabajo en ellos y podíamos estar más tiempo juntas. ¿De qué sirve el dinero si no lo podemos disfrutar?

El gesto de mi morena se descompone, ¡faltaría más!

Ya estoy diciendo algo que la incomoda y, sin responder a lo que le he preguntado, replica:

—Mira, Britt, es mi empresa, tengo que atenderla, y no puedo perder el tiempo en ir de fiestecita a Jerez, ¡entiéndelo!

Eso me subleva.

Por supuesto que Santana me anima a que vaya a la Feria de Jerez, pero yo quiero que me acompañe. Poder caminar del brazo de mi espectacular esposa, pasar tiempo con ella y hacerle saber a todo el mundo lo asquerosamente feliz que soy. Si voy sola, comenzarán las habladurías, y no me apetece que le pongan la cabeza como un bombo a mi papá.

Pero ya me ha quedado claro que Santana no está por la labor y, como no quiero discutir con ella, cuando comienza a sonar en nuestro equipo de música la canción Me muero de La Quinta Estación, miro a mi morena sexy, me levanto, me planto ante ella y digo:

—Vamos. Baila conmigo.

Santana me mira, sigue con el ceño arrugado y protesta.

—Britt, tengo prisa.

No desisto y, mientras mentalmente tarareo eso de «me muero por besarte, dormirme en tu boca», insisto:

—Vamos, Icewoman, baila conmigo.

Pero nada, ¡ni Icewoman ni leches!

Al parecer, hoy no es el día, y Santana vuelve a fulminarme mientras protesta:

—Britt. Te he dicho que tengo prisa y no estoy para tonterías.

Oír eso me molesta.

¿Por qué es incapaz de ver mi detalle?

¿Por qué no se muere por bailar conmigo?

—Bueno vale—murmuro sentándome de nuevo en la cama—Tú te lo pierdes.

Durante unos segundos permanecemos las dos calladas mientras contemplo cómo mi amor se pone los aros.

Dios, qué increíble está vestida de negro.

Al ver que me observa a través del cristal para comprobar si estoy enfadada por el desplante que acaba de hacerme con el bailecito, digo dispuesta a seguir con el tema de Jerez:

—Oye, San, yo te acompaño todos los años sí o sí a la Oktoberfest y...

—Britt, ¡no es lo mismo!

Oírlo decir eso me hace reír, pero de maldad, y achinando los ojos siseo:

—¿Cómo que no es lo mismo?

—Cariño, la Oktoberfest se celebra en Múnich y no tengo que dejar nada de lado, pero para ir a Jerez, he de aparcar las obligaciones y viajar a otro país; ¿acaso eres incapaz de entender lo que digo?

No.

No soy incapaz de entender lo que dice, lo que me da rabia es que Icewoman sea incapaz de ponerse en mi lugar.


—Sólo quiero que entiendas que para mí también es importante asistir a la feria de mi tierra cogida de tu brazo para que a mi papá no le pongan la cabeza como un bombo con los cotilleos—replico—Sólo eso.

Santana no contesta.

Su gesto ceñudo lo dice todo y, al final, decido callar o, sin duda, vamos a tener una buena. Me siento rumbosa, y más tras el desplante que me ha hecho con el puñetero baile.


Diez minutos después, ya en la cocina, como no he dicho nada, mi morena se acerca a mí, sabe que lo ha hecho mal, y me abraza.

—Intentaré buscar días libres para ir a Jerez—murmura—, Pero no te prometo nada, ¿de acuerdo, Britt-Britt?

Que haga eso, que al menos lo piense, ya es un triunfo, y afirmo:

—De acuerdo.

Santana me besa y, cuando separa sus labios de mí con una maliciosa sonrisa, murmura sin que nadie nos oiga:

—¿De verdad que mi disfraz para esta noche es de policía?

Asiento.

Olvido nuestro enfado y murmuro sonriendo:

—Espero que me detengas.

Santana sonríe a su vez, mueve la cabeza y pregunta curiosa:

—Y el tuyo ¿de qué es?

Yo la miro de esa manera que sé que le gusta y la enloquece, clavo mis pupilas en las suyas y cuchicheo:

—Eso es sorpresa.


Cuando mi morena se va a trabajar, la observo alejarse en el coche desde la ventana. Sé que me quiere, sé que daría la vida por mí, pero ahora, entre los niños y la empresa, me falta tiempo para estar con ella, y me siento algo abandonada.

¡Vaya mierda!





Como puedo, paso el día.

Me aburro como una ostra.

Amo a mis hijos, pero necesito hacer algo más que cuidarlos, y cada día lo tengo más y más claro.



Por la tarde, Rachel viene a casa para dejar a Sami y, tras despedirnos de los niños, que se quedan en casa con Emma, Will y Jane, nos vamos a casa de Rachel, donde Quinn y Santana nos esperan ya vestidas, ambas de policía.

Al verlas, no podemos parar de reír.

Nos ponemos nuestros disfraces de ángel y demonio, que son de zorrones total, y, cuando salimos con ellos, nos silban.

Están encantadas con lo que ven.

Santana me mira y susurra:

—Eres el angelito más tentador y precioso que he visto en mi vida.

Sonrío.

No lo puedo remediar.

Una vez nos ponemos los abrigos por encima, para no escandalizar a nadie por nuestras pintas, las cuatro nos montamos en el vehículo de Quinn y nos dirigimos al Sensations.


Como era de esperar, la fiesta es divertida. Ver los disfraces que la gente lleva me hace sonreír.

—Hola—oigo que dice alguien de pronto.

Al volverme veo a Félix vestido de mosquetero. Divertidos, nos saludamos, Santana le presenta a Quinn y a Rachel y, cuando terminan, pregunto:

—¿Y Ginebra?

Félix sonríe y, tras pedir al camarero una botella de champán, dice:

—La he dejado en el reservado número cinco entretenida mientras yo venía a por champán—luego se acerca y murmura—Le he pedido a mi mujer que deje bien satisfechos a tres amigos.

Asiento.

Santana asiente también y, cuando aquél se va, mi amor musita:

—Veo que siguen en su línea.

Su comentario me sorprende.

Si hay alguien permisiva en el sexo, ése es mi morena.

La miro y pregunto:

—¿Por qué dices eso?

Ella me mira, pasa el dedo por mi barbilla y, acercándose a mí, susurra:

—Porque te valoro y porque nunca te utilizaría como moneda de cambio ni te dejaría sola con otras personas y sus exigencias. En nuestra relación mandamos las dos, y juntas iremos a todos lados.

Me besa.

La beso.

Adoro sus besos cargados de amor.


Cinco minutos después, cuando Santana habla con Quinn, Rachel se acerca y, señalando con el dedo, pregunta de forma disimulada:

—Y ese cachitas guaperas que mueve las caderas como Ricky Martin y va vestido de vaquero ¿quién es?

Con disimulo, dirijo la vista a donde Rachel indica en el momento en que el cachitas guaperas me mira.

Sonrío.

Él sonríe y se acerca a nosotras.

—Hola, Jake—lo saludo. Luego miro a mi amiga y añado—Rach, te presento a Jake.

En décimas de segundo, Santana y Quinn están a nuestro lado.

¡Vaya dos!

Con caballerosidad, Jake las saluda, después coge la mano de Rachel, la besa y murmura con su particular acento:

—Obrigado.

—No me digas que eres brasileño...—oigo que dice Rachel en alemán.

Él asiente y, sin saber por qué, yo salto:

—Bossa nova, samba, capoeira...

Y entonces, me paro.

¿Qué hago yo haciendo lo que la gente siempre hace conmigo con eso de «Olé, torero, paella...»?

¿Acaso soy imbécil?

Santana me mira divertida.

Me lee en la cara lo que pienso y murmura juguetón en mi oído:

—Cariño, te ha faltado decir caipiriña.

Durante varios minutos, los cinco hablamos y nos reímos. Jake, además de estar como un tren, en el que veo que muchas quieren montar, parece una buena persona y, cuando poco después se aleja de la mano de unas rubias, mi amor me besa en la sien y pregunta:

—¿Quieres beber algo?

—Una coca-cola.

—¿Sola o con vodka?

Lo pienso.

La noche es joven, y respondo:

—Mejor sola.

Cuando mi morena y Quinn se marchan a por las bebidas, Rachel, que mira a la derecha, cuchichea:

—Joder..., bueno sí que es madurito el marido de Ginebra.

—Treinta años más que ella—le explico—Tendrá unos setenta.

A continuación, me levanto del taburete.

—Ven, acompáñame—digo y, al ver que nuestras esposas os miran, hago una seña y les aclaro—Vamos al baño.

Santana y Quinn asienten y, cuando desaparecemos tras la cortina y no me dirijo al lavabo, Rachel pregunta:

—¿Adónde vamos?

—Quiero ver algo—afirmo sin soltarla mientras seguimos a Félix.

En cuanto llego al reservado número cinco y voy a abrir la cortina, Rachel me detiene.

—¿Qué haces? —pregunta.

—Sólo quiero ver y no pone «Stop». Por tanto, se puede mirar.

Rachel sonríe, asiente, y con curiosidad abrimos la cortina tranquilamente para observar.

En la habitación, Ginebra está atada a una silla de una manera que me deja sin palabras. Su espalda descansa en el asiento, su cabeza cuelga hacia el suelo y sus piernas están sujetas a lo alto del respaldo. Un hombre que se agarra a la silla con fuerza se introduce en ella una y otra vez mientras ella jadea y grita de placer.

Rachel y yo observamos cuando de pronto el tipo da un último alarido y se retira de ella. Instantes después, otro hombre se arrodilla ante Ginebra y, con una facilidad que me deja sin palabras, le introduce la mano en la vagina ante los gritos de locura de ella.

—¿Disfrutas, mi amor?—oigo que pregunta Félix.

—¡Sí..., sí...!—grita Ginebra.

Sin descanso, el hombre saca y mete la mano en el interior de la vagina de ella.

—Joder..., no me va nada el fisting—murmura Rachel.

—A mí tampoco—susurro sin respiración.

En ese instante, Félix se agacha, le da de beber de su copa de champán a Ginebra y dice:

—Así me gusta, zorrita. Estos amigos quieren cobrar lo que les prometí.

Ella sonríe.

Félix acerca su boca a la de ella mientras otro hombre le coloca unas pinzas en los pezones y entonces Ginebra grita, pero sé que grita de placer. Los hombres ríen al oírla. Félix se levanta de donde está, se acerca al pene de otro y, tras recorrerlo con la lengua, le echa sobre éste el resto del champán de su copa.

—Métesela en la boca hasta el fondo—dice.

Acto seguido, el hombre coge la cabeza de Ginebra y, con exigencia, lo hace.

Eso me vuelve a incomodar, aunque sé que a ella le gusta. Ese tipo de sexo no me va. Ver cómo aquel tipo obliga a Ginebra mientras el otro juguetea con la mano en el interior de su vagina me deja sin palabras.

Entonces, Rachel tira de mí y dice:

—Regresemos con las chicas.

Asiento.

Con lo que he visto, es suficiente, y ahora entiendo por qué Ginebra me dijo que a Santana no le iba eso.

Sin lugar a dudas, no le va, ni a mí tampoco.


Sin más, regresamos junto a nuestras esposas, que nos entregan las bebidas, y yo me siento en un taburete.

En ese instante se acercan a nosotros Diana y Olaf. Durante un rato charlamos hasta que me fijo en que al fondo de la sala está Jake con las rubias. El brasileño nos mira, nos observa, y Santana, que se da cuenta como yo, pega la boca a mi oído y, moviendo el taburete, dice:

—Angelito..., separa los muslos para el vaquero.

Extasiada por el morbo que me provoca siempre esa acción, hago lo que me pide y lo que me excita, mientras observo cómo Jake nos sigue mirando.

Ese tipo de cosas son las que me van y le van a mi morena sexy.

Sin duda, mis piernas abiertas le ofrecen a Jake una visión bastante interesante de mí.

Santana, que lo sabe, que me conoce y que disfruta como yo del momento, introduce un dedo en su whisky, lo moja y, después, con complicidad, excitación y alevosía, lo pasa por mi boca, por mis labios. Sin apartar sus ojos de los míos, siento cómo su dedo baja por mi barbilla, por mi cuello, mis pechos, mi ombligo. Me besa mientras su dedo baja..., baja... y baja, hasta que lo siento llegar al centro de mi húmedo y latente deseo.

Uf..., ¡qué calor!

Mis labios vaginales se abren solos, mientras Santana tiene los ojos clavados en mis pupilas y, cuando su dedo toca mi ya hinchado clítoris, yo jadeo, cierro los ojos por puro placer y oigo que dice:

—Mírame, cariño..., mírame.

Obedezco.

Sé lo mucho que le excita a Santana que la mire en esos instantes y, con una mirada totalmente perversa, vuelvo a jadear. Ella sonríe, me besa el cuello y murmura:

—Tu mirada me hace saber que ya estás preparada para jugar.

Asiento.

Éste es el sexo que me gusta y, sin cerrar las piernas, beso a mi amor.

La deseo.

Deseo jugar con locura.

Así estamos unos instantes hasta que nuestras bocas se separan y Jake, que ya se ha deshecho de las rubias, como buen jugador, en pocos segundos está a nuestro lado. Santana lo mira, no hacen falta palabras, y segundos después la mano de Jake se posiciona en la cara interna de mis muslos mientras susurra:

—Me apasiona que no lleves bragas.

Santana sonríe, y yo también.

Entonces Diana, que ha visto la jugada y va vestida de troglodita, dice:

—Britt, reserva el primer baile para mí.

Eso me hace sonreír.

Me está pidiendo ser la primera en tomar mi cuerpo cuando Quinn, que está junto a Rachel y Olaf, pregunta en tono morboso:

—¿Quién se viene a la sala del fondo?

Todos la acompañamos.

Todos tenemos ganas de pasarlo bien.

La sala es grande, y hay más gente además de nosotros. Distintas camas están ocupadas por hombres y mujeres practicando sexo y, nada más entrar,

Quinn se lleva a Rachel a una libre y ahí comienzan su juego con Olaf. Todos los observamos hasta que Diana, que es una loba deseosa de sexo, se coloca junto a Santana y dice:

—¿Qué tal si comienzo yo con el angelito?

Santana me mira, sonríe y, cuando ve mi gesto de aprobación, asiente:

—Toda tuya.

Diana me da la mano y me lleva a otra cama libre. Sin que me diga nada, sé lo que quiere ella, lo que excita a mi amor y lo que yo deseo. Por eso, me tumbo sobre el colchón. Mi corto vestido de angelito se sube solo, dejando al descubierto mi ausencia de bragas y mi bien depilado pubis.

Santana, Diana y Jake me observan. Veo sus miradas. Todos están deseosos de comerme, de disfrutarme, de saborearme, y entonces Santana se acerca a mí y, cogiéndome las manos, me las lleva hasta los barrotes de la cabecera.

—Agárrate a ellos y no te sueltes por nada del mundo—me dice.

Lo hago.

Santana me besa, pasea las manos con propiedad por mi cuerpo y pregunta:

—¿Estás caliente, mi amor?

Al oírla, me estremezco y asiento.

—Sabes que sí—murmuro.

Mi esposa me toca las piernas.

Tiemblo.

Con seguridad, me separa los muslos dejando mi vagina húmeda al descubierto y, pasando un dedo por ella, musita mientras la abre:

—Adoro tu humedad.

Instantes después, la boca de Diana chupa con deleite lo que Santana le ofrece. Su ansiedad no le ha permitido esperar un segundo más. Noto cómo da toques con la lengua sobre mi clítoris, y observo que Santana y Jake se sientan cada uno a un lado de la cama.

—Eso es, mi amor, abre las piernas para Diana.

Sin dudarlo, lo hago.

Dios, ¡qué placer más inconfesable!

Gustosa por lo que ella me hace, jadeo y me retuerzo agarrada a los barrotes de la cabecera mientras Santana y Jake nos observan con ardor.

Cuando el placer y la lujuria toman mi cuerpo, soy un juguete en manos de cualquiera, y Diana sabe muy bien cómo manejarme a su antojo desde la primera vez que me poseyó.

Sin descanso, chupa, lame, introduce los dedos en mí y me masturba mientras juega con mi clítoris, al tiempo que Santana y Jake me bajan el vestido para sacar mis pechos. Cada uno se adueña de uno y los saborean a su manera mientras yo pierdo la noción del tiempo y me entrego dócilmente a ellos tres.

No sé cuánto rato estamos así; sólo sé que, cuando vuelvo a ser consciente, estoy de rodillas sobre la cama del todo desnuda, mientras Diana me sujeta las caderas con una mano y con la otra me masturba de forma rítmica al tiempo que se oye el chapoteo de sus dedos en el interior de mi vagina.

Santana y Jake nos observan listos para mí, cuando ella murmura cerca de mi boca:

—Eso es, angelito..., muévete... Eso es..., eso es.

Loca..., loca de deseo, hago lo que Diana me pide.

Me muevo mientras siento cómo todo mi cuerpo arde a punto de explotar y oigo los gemidos placenteros de todos los presentes. Diana, como mujer experimentada en dar placer, me hace gritar, moverme, cabalgar sobre su mano húmeda de mis fluidos, mientras yo observo a Santana.

Su gesto.

Su mirada me vuelve más loca todavía, hasta que me arqueo, el placer toma todo mi cuerpo y, con un último gemido, les hago saber que he llegado al clímax.

Pero Santana y Jake están deseosos de sexo y, cuando Diana se retira de mí, Jake la agarra, la pone a cuatro patas y la penetra. Diana grita de placer en el momento en que Santana, levantándome, me da la vuelta, me pone en la misma posición que ella, me agarra del pelo y susurra en mi oído:

—Me vuelves loca, rubia..., loca.

Y, deseosa de mí, me penetra con tres dedos hasta el fondo y, como una salvaje, me hace suya mientras yo jadeo y le pido más y más y me dejo llevar por la pasión del momento.

Como un animal, mi amor, mi esposa, mi todo, me hace suya, y yo me acoplo a ella y la hago mío.

Es nuestro baile.

Es nuestra manera de ver el sexo.

Es nuestro delirio.

Sin descanso, los cuatro jadeamos mientras el ruido seco de nuestros cuerpos al chocar suena con fuerza en la sala.

Una..., dos..., tres..., veinte veces entra y sale de mí y, cuando sabe que ya no aguanto un segundo más, se deja ir al mismo tiempo que yo y juntas disfrutamos de aquel morboso y mágico momento.

Acabado ese asalto, Diana, que es infatigable, vuelve a abrirme de piernas mientras Santana se sienta en la cama y susurra cuando Jake la deja:

—Dame tu jugo..., dame tu jugo.

Santana y Jake nos observan.

Diana, la insaciable, no se cansa de saborearme, y yo permito que lo haga en cuanto Santana se acerca a mí, me besa en los labios y pregunta:

—¿Todo bien, Britt-Britt?

Asiento..., asiento y jadeo entregada al placer como sé que a ella le gusta.

Ninguna mujer me saborea como Santana y Diana. Otras me han tomado. Otras han disfrutado de mí, pero Santana y Diana son las mujeres que verdaderamente ha hecho que me corra de puro placer.

Entregada a su exigente boca, cierro los ojos y disfruto del momento. Cuando vuelvo a abrirlos, veo a Ginebra desnuda ante nosotros junto a otra mujer. Ambas nos observan y, tan pronto como Ginebra ve que la miro, sonríe. Extasiada por las cosas que me hace Diana, le tiendo la mano sin saber por qué. Ginebra me la da y yo se la aprieto mientras me retuerzo gustosa.

Santana nos mira.

Veo lascivia en su mirada y, con mi otra mano libre, cojo la de Santana. Mi amor no aparta los ojos de mí. Intenta leer lo que le digo y, cuando me entiende y, tras echar a Ginebra a un lado, agarra a la otra mujer, la sienta sobre sus piernas y se acomoda para rozar su muslo con el sexo de la mujer.

De pronto soy consciente de lo que he provocado, pero Santana no ha aceptado, y la dicha por saberlo supera lo que Diana me hace mientras me retuerzo de placer.

Cuando Diana se da por satisfecha y me suelta, tras unos segundos en los que recupero el resuello, me arrodillo en la cama, me abrazo a la espalda de mi amor y comienzo a besarle el cuello mientras sus caderas se mueven.

Santana se estremece al sentirme.

Mi contacto le gusta tanto como lo que he provocado.

Oigo sus jadeos, los de Ginebra, que está al lado con otro hombre, y al enredar las manos en el pelo de mi esposa observo cómo Santana embiste a la desconocida con fuerza.

Encantada con lo que veo, beso el cuello de mi amor. Entonces siento que Jake, que está detrás de mí, entra en el juego y, al notar que no lo rechazo, murmura poniéndome el vello de punta:

—Tu cuerpo es samba.

Me excita su voz melosa y calentita. Uf..., qué morbo tiene Jake.

Acto seguido, con agua y una toalla limpia, me lava para él. El frescor me encanta, cuando me besa las costillas, el trasero, pasea sus suaves y grandes manos por mi cuerpo desnudo, mientras yo a través de mis rubias pestañas observo lo que hace Santana, lo que hace mi amor.

Así estamos varios minutos hasta que mi morena echa hacia atrás la cabeza en busca de mi boca y la beso. La devoro mientras soy consciente de que Ginebra nos observa.

—Te quiero—murmuro entre beso y beso.

Santana tiembla.

Yo tiemblo con ella.

No puedo quererla más.

Jake, al sentirme vibrar y notar la excesiva humedad que tengo entre las piernas, me agarra por la cintura y, tras ponerse un preservativo, sin alejarme un ápice de mi amor, se introduce en mí y murmura en portugués al percibir la oscilación de mis caderas:

—Eu gosto do seo corpo.

Oírlo hablar en su lengua me excita más, y al entender que le gusta mi cuerpo, muevo las caderas y percibo cómo Jake tiembla de lujuria.

Placer por placer.

Aquello que siento, que todos los presentes sentimos, me hace cerrar los ojos y jadear como una posesa.

Jake me mueve a su antojo y yo permito que lo haga, mientras mis pechos se restriegan por la espalda de Santana haciéndole saber que yo también disfruto con lo que ocurre.

Abro los ojos y, desde mi posición, observo que Ginebra, mientras está con el otro hombre, toca con una mano el hombro de Santana y tiene la boca cerca, demasiado cerca de la suya.

Eso me hace estar alerta.

Durante varios minutos, el placer se apodera de todos los que estamos en la morbosa habitación.

Oigo los gemidos intensos de todo el mundo y, por supuesto, los de Jake y los míos, que suben y suben y suben, pero mi concentración se encuentra en otra cosa.

En Santana.

Todos estamos ahí porque queremos.

Todos estamos ahí porque lo deseamos, hasta que de nuevo veo que Ginebra se halla demasiado cerca de la boca de mi amor. Soy consciente de cómo ella le toca el mentón, y entonces alargo la mano y, separándola de Santana, murmuro:

—Su boca es sólo mía.

—Es sólo tuya, Britt-Britt..., sólo tuya—jadea Santana para que yo la oiga.

Oír su voz en un momento así me vuelve loca.

Jake se hunde totalmente en mí y, segundos después, llegamos juntos al clímax mientras Santana y Ginebra, con sus respectivas parejas, tienen convulsiones y se contraen de placer.




Esa noche, cuando llegamos a casa y nos duchamos, al meternos en la cama, miro a Santana y le pregunto:

—¿Habrías besado a Ginebra si yo no llego a prohibirlo?

Ella me mira.

Sabe de lo que hablo y, negando con la cabeza, musita un escueto:

—No.

Pero, no contenta con la respuesta, insisto:

—¿Te habría gustado hacerlo con ella?

—Britt...

—Responde—ataco.

Santana clava entonces sus ojazos en mí.

—Me lo permitiste y yo lo rechacé—contesta—¿A qué viene esa pregunta ahora?

Asiento.

No puedo reprochar algo que yo he provocado, aunque ella no lo aceptó.

—San—murmuro—, Sólo quería demostrarte que confío en ti, y si me mientes yo...

Rápidamente, mi amor se mueve, se sienta en la cama y, cogiendo mi cara entre las manos, dice:

—No sé de lo que hablas, ni por qué habría de mentirte yo, cariño. He rechazado algo que tú misma me ofrecías. ¿Qué te ocurre ahora?

Sin saber aún por qué hice lo que hice, pregunto:

—¿Por qué la rechazaste?

Santana maldice y responde mirándome:

—Te lo he dicho: no quiero nada con ella, Britt. ¡Nada!

—Entonces ¿por qué no la separaste de tu boca?

—No lo sé, Britt. Quizá fuera porque estaba al límite. Tú misma viste que, nada más decir lo que dijiste, llegué al clímax con la otra mujer. Pero, cariño, mi boca es sólo tuya, como la tuya es sólo mía. No dudes de mí, por favor.

Sin ganas de seguir hablando, asiento, le doy un beso en los labios y me recuesto sobre ella.

Segundos después, Santana apaga la luz.

A diferencia de otras veces, esta vez no bromeamos sobre lo ocurrido, y eso, aunque Santana no lo quiera ver, me da que pensar.


*************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Susii Lun Nov 30, 2015 11:35 pm

No me gusta esa mujer>:c se pasa de la raya:@
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Nov 30, 2015 11:58 pm

Susii escribió:No me gusta esa mujer>:c se pasa de la raya:@



Hola, nop ni a mi ¬¬ se hace la simpatica y luego ¬¬ Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 7

Mensaje por 23l1 Mar Dic 01, 2015 12:01 am

Capitulo 7


A la mañana siguiente, cuando me despierto, estoy sola en la cama.

Miro el reloj: las diez y veinte.

Rápidamente me levanto.

¿Por qué Santana no me ha despertado antes?

Como una loca, me visto. Me pongo unos vaqueros, una camiseta y unas zapatillas de deporte y vuelo escaleras abajo.

Cuando llego a la cocina, Emma, Jane y Santana están con los niños, mientras que Flyn está tecleando en su móvil.

Como una exhalación, entro y le pregunto a mi amor:

—¿Por qué no me has despertado?

Santana se acerca a mí con una preciosa sonrisa y, tras besarme en los labios, responde:

—Porque necesitabas dormir. Buenos días, Britt-Britt.

Que esté de humor me hace sonreír y, sin querer pensar en lo que hablamos la noche anterior, miro a mi alrededor y pregunto:

—¿Dónde está Sami?

Santana, que está haciéndole una pedorreta a Susan, no responde. Flyn me mira entonces con cara de apuro y dice:

—Quinn ha venido esta mañana y se la ha llevado.

De pronto, el teléfono móvil de Santana suena. Echa un vistazo a la pantalla y, mientras le entrega la niña a Jane, dice:

—Es Weber, para unos temas de la oficina. Iré al despacho a hablar con él.

—¿Otra vez trabajo?

Santana resopla y sale de la cocina sin contestar.

Cuando ya se ha ido, me acerco a Flyn.

—¿Qué te ocurre, cariño? —le pregunto.

Ahora que Santana no está, él me mira directamente a los ojos.

¡Uy..., uy..., esa miradita de cordero degollado...!

¿Qué habrá hecho, Dios mío?

¿Qué habrá hecho?

Acostumbrada a su especial mirada coreana alemana, levanto las cejas y finalmente él dice:

—¿Podemos ir a mi habitación?

¡Lo sabía!

¡Sabía que ocurría algo!

Convencida de que tiene algo que contarme, asiento y los dos salimos de la cocina. Al salir, veo que Flyn mira en dirección al despacho de Santana y, cuando se asegura de que está la puerta cerrada y no nos ve, me coge de la mano y, tirando de mí a toda prisa, dice:

—Vamos.

Subimos la escalera de dos en dos y en silencio. Al llegar a su cuarto, entramos, él cierra la puerta y me mira.

—Mamá—dice—, Tengo que contarte algo.

Asiento.

Sin duda, la cosa va a traer miga.

Me siento en su cama tras quitar un par de camisetas que como siempre ha dejado tiradas y pregunto con un suspiro:

—Lo sé. Conozco tu mirada, así que ¡dispara!

Mi hijo se rasca el cuello.

Bueno..., bueno..., que a éste le van a salir ronchones también.

Después se rasca la coronilla y finalmente va hasta su mesilla, rebusca en el cajón y, tendiéndome un sobre, dice:

—No te enfades, pero son las notas.

Ay, mi niño...

Pobrecito, el apuro que tiene.

Si él supiera lo malísima estudiante que fui yo a su edad y los disgustos que les daba a mis padres, seguramente me miraría con otros ojos.

Pero no, no puedo decírselo, y sonrío.

Flyn es un buen estudiante, siempre ha sido un niño de notables y sobresalientes y tremendamente exigente consigo mismo. Cojo el sobre que me tiende e intento quitarle hierro al asunto.

—Vamos, cariño, no pongas esa cara. Mamá San y yo ya te hemos dicho muchas veces que no hace falta que todo sean sobresalientes, mi amor. Además, este año has cambiado de ciclo y de centro y es todo mucho más difícil, por lo que es normal que tus notas hayan bajado.

El pobre me mira con ojitos de ratoncillo asustado y yo sonrío.

¡Cómo me camela mi coreano alemán!

Y entonces, sin abrir el sobre con las notas que me ha dado, pregunto:

—¿Estás apurado porque te ha quedado alguna, cuchufleto?

Él asiente.

Pero si hasta pálido lo veo...

Yo sonrío y cuchicheo, aunque, a diferencia de otras veces, cuando le digo aquel ridículo «¡cuchufleto!» que tanto repite mi hermana Alison, no sonríe, por lo que comienzo a preocuparme.

—¿Qué has suspendido? —pregunto.

Remolonea.

Duda.

Mira el techo.

Oh..., oh..., ¡esto no me gusta!

Después, sus ojos se dirigen al armario donde están sus pósteres de los Imagine Dragons, su grupo preferido.

¡Uf..., comienzo a asustarme!

Luego mira a sus pies y finalmente, cuando ve que me muevo y me va a dar un ataque, susurra sin mirarme:

—Me han quedado seis.

¡¿Seis?!

¡Ay, que me da un jamacuco!

¿He oído bien?

¡¿Ha dicho seis?!

¡La madre que lo parió!

—¡¿Seis?!—susurro antes de gritar—¡¿Te han quedado seis?!

Flyn, al ver mi gesto y oír mi voz, pone cara de «pobre de mí» y responde:

—Sí..., pero... es que...

—¡Joder, Flyn, seis!—repito sin creerlo mientras el cuello me comienza a arder.

Pero ¿cómo ha podido pasar eso si siempre ha sido un estudiante estupendo?

Madre mía.

Madre mía, cuando se entere una que yo me sé, la que se va a armar.

El niño no sabe adónde mirar, ¡y yo tampoco!

Y, como una loca, abro el sobre de las notas y, con un hilo de voz, murmuro:

—Has suspendido... historia, matemáticas, filosofía, geografía, inglés y dibujo... Pero... pero ¿cómo puedes suspender hasta dibujo? Madre mía, Flyn, cuando San vea esto, no querría encontrarme en tu pellejo.

Mi hijo me mira, sabe que tengo razón.

—¿Cómo se llamaba tu tutor, que no lo recuerdo? —pregunto enfadada.

—Alves. Señor Alves.

Asiento y repito acalorada:

—El lunes ya puedes decirle al señor Alves que quiero una tutoría con él para que me explique qué narices ha pasado, ¿entendido?

Flyn asiente, no le queda otra.

Todavía sorprendida por aquello, murmuro:

—¿Y cómo le contamos esto a tu mamá San?

En ese instante se abre la puerta de la habitación. Al ver que es Santana, escondo rápidamente las notas a mi espalda.

¡Qué tía, siempre nos pilla!

Nos ve a los dos desconcertados, así que entra, cierra la puerta y pregunta:

—¿Qué planean a mis espaldas?

Como si nos hubiera comido la lengua un hipopótamo, así estamos Flyn y yo.

El niño no sabe qué decir, y yo no sé ni qué responder.

Madre mía..., madre mía..., cuando vea las puñeteras notas...

Nuestro mutismo y la rigidez de nuestros cuerpos ponen en alerta a Santana.

Nos conoce.

Se acerca a mí y dice:

—¿Qué ocurre, Britt-Britt?

Al ver mi brazo hacia atrás, mira por encima de mi cabeza y pregunta:

—¿Qué es ese papel que escondes?

Ahora la que la mira con ojos de ratoncillo asustado soy yo, y entonces oigo a Flyn decir:

—Mamá, son las notas.

Santana me mira...

Yo la miro...

Santana sonríe...

Yo me rasco el cuello...

Las ronchas en mi cuello me delatan y eso le hace presuponer que algo no va bien. Así que, me aparta la mano para que no me rasque, a continuación me la suelta, extiende su mano y dice:

—¿Me enseñas las notas, Britt?

Vale.

El momento ha llegado. Pero antes de dárselas, digo intentando allanarle el camino a Flyn:

—Cariño, piensa que este año ha cambiado de ciclo y...

—Venga, Britt, eso ya lo sé. Enséñamelas.

Flyn y yo nos miramos.

—Me están asustando con sus miraditas—dice Santana, aún con humor.

Oy..., oy..., oy..., la que se va a armar...

Y, sin poder retrasar más el terrible momento, se las entrego.

¡A cubrirse toca!

Sin quitarle de encima la vista a mi amor, veo cómo su boca pasa de la divertida sonrisa a la sorpresa y, de ahí, al enfado en décimas de segundo. Ante nosotros acaba de aparecer la fría Icewoman que asusta a Flyn, y entonces la oigo decir con voz ronca y controlada:

—Flyn, ve a mi despacho y espérame ahí.

En un abrir y cerrar de ojos, el chico desaparece de la habitación, y Santana me mira y sisea:

—¿Cuánto tiempo pensabas ocultármelo?

Su acusación me toca las narices, el pie derecho y distintas partes de mi cuerpo. Me levanto de la cama y pregunto con cautela:

—¿Cómo dices?

Con el gesto congestionado y las malditas notas en la mano, Santana musita:

—Aquí pone que se las entregaron el día 18, y hoy es 23. ¿Hasta cuándo pensabas ocultármelas?

Ya estamos.

¡Santana y sus conclusiones precipitadas!

Clavo mis ojazos azules en ella y protesto:

—Oye..., oye..., oye. Que yo las acabo de ver por primera vez hace cinco minutos.

—¡¿Segura?!

—¡Segurísima!

—No me lo creo.

—Bueno créetelo—insisto.

—Britt, me molesta cuando mientes para ocultar algo de Flyn.

¡Ya estamos!

¿Por qué Santana siempre cree que estoy compinchada con el niño para todo?

Tras acercarme a ella sin ningún miedo, le clavo el dedo índice en el pecho y siseo:

—Mira, bollito...

—¡Britt!

—¡¿Qué?!

—¡No vuelvas a llamarme así!—replica furiosa.

Su mirada me hace saber que eso no le hace ninguna gracia, y no dispuesta a jorobar las cosas más de lo que están, digo:

—Vale. Perdona. En cuanto al niño, entiendo tu sorpresa y tu enfado, porque eso mismo me ha pasado a mí cuando me las ha enseñado. Pero lo que no entiendo es que rápidamente desconfíes de mí porque yo...

—¿Cómo no voy a desconfiar de ti, si siempre lo estás tapando?

—¡Pero ¿qué narices estás diciendo, gi...?!

Su dura mirada hace que me calle. Es mejor que en un momento así no lo insulte o todo irá a peor.

Pero, vamos a ver, ¿qué es eso de desconfiar de mí, cuando yo confío plenamente en ella?

Santana se mueve nerviosa.

Para mi desgracia, cuando las cosas se le escapan de las manos, puede llegar a ser la persona más desagradable del mundo.

—¿Acaso crees que soy tonta y no me doy cuenta de la infinidad de veces que me ocultas algo para que no lo regañe?—insiste.

¡Joder, tiene razón!

Bueno..., bueno..., bueno...

Si se entera de que he comprado dos entradas para llevarlo al concierto de los Imagine Dragons, ¡la que me monta es fina!

Reconozco que soy demasiado protectora con Flyn en ciertos momentos, pero también lo soy con mis otros hijos, con mi familia, con mis amigos e incluso con ella.

Sin embargo, cuando voy a contestar, Santana se adelanta:

—Da igual lo que digas, Britt. Como siempre, a ti todo te entra por un oído y te sale por el otro, ¿verdad?—a continuación, se dirige hacia la puerta y añade—Voy a hablar con Flyn a solas. Necesito una explicación a este desastre de notas.

Y, sin mirarme, sale del cuarto dando un portazo.

¡Ya la hemos liado!

Está visto que, cuando la mala rachita comienza..., ¡a saber Dios cuándo acaba!

Una vez sola en la habitación, durante varios segundos miro al suelo.

Sé que Santana tiene razones más que suficientes para estar mosqueada pero, como siempre, ya me ha echado la culpa a mí. La primera sorprendida con lo ocurrido al ver las notas he sido yo, pero estoy segura de que ese cambio de actitud en Flyn tiene una explicación. Sin duda, la adolescencia, los amigos y los amores lo están atontando.

Sin embargo, como mamá que me considero de Flyn, decido ir al despacho. Quiero estar delante cuando explique el desastre. Así que, salgo de la habitación, bajo la escalera y me dirijo hacia el despacho de mi incombustible amor enfadada.

Al llegar, está la puerta cerrada y oigo la voz autoritaria de Santana.

¡Buenoooo..., la que le está cayendo a Flyn!

Ya conozco a Santana porque, si no, estaría asustadita perdida pensando que está ladrando como un perro furioso y rabioso. Sin esperar un segundo más, abro la puerta y entro.

Santana y Flyn me miran, y veo en los ojos de mi niño algo que nunca he visto en él y que mi papá siempre ha llamado pasotismo. Eso no me gusta, así que me dirijo a Santana, que tiene las notas en la mano, y digo:

—Soy su mamá también y quiero estar presente en todo lo que tengas que decirle.

Observo cómo su pecho se agita y sus ojos se entornan..., ¡joder, parece china!

En su mirada leo que le gustaría echarme del despacho, pero sabe que lo que he dicho es importante para el niño y para todos como familia y, volviendo a mirar al crío, continúa con su perorata.

Como siempre, Santana hace preguntas y, cuando Flyn va a contestar, lo interrumpe y el niño se encoge. Eso me saca de mis casillas. Santana no lo deja contestar. Me callo y decido decirle a mi esposa lo que pienso cuando el crío no esté presente.

—Estás castigado sin salir con tus amigos.

—Mamáaaa...

—¡He dicho castigado! —insiste mi morena.

—¡No soy un niño!—grita Flyn.

Al oír eso, Santana resopla, apoya las manos en la mesa de su despacho y controlando la voz sisea:

—Eres mi hijo y con eso me vale para castigarte.

Flyn se desespera, lo veo en sus ojos y, mirándome, dice:

—El viernes tengo una fiesta importante.

—¿Qué fiesta? —pregunta Santana.

Sin amilanarse, el crío se dirige a mi amor y responde:

—La fiesta del cumpleaños de mi novia.

—Bueno dile a Dakota que no vas —suelta Santana.

—Dakota no es mi novia, mamá; ahora lo es Elke.

Santana me mira y, tan sorprendida como yo cuando me enteré, pregunta:

—¿Y quién narices es Elke?

Bueno..., bueno..., bueno..., la cosa se va caldeando por segundos cuando Flyn, en busca del apoyo que siempre le doy, me mira con ese gesto que me descongela hasta el alma.

—Mamá Britt, ayúdame—suplica—, Tengo que ir a la fiesta de Elke.

—Tu mamá Britt no te va a ayudar porque no irás, ¡estás castigado!—insiste Santana.

—Mamáaaa...

Suspiro y me acaloro.

No voy a llevarle la contraria a Santana, esta vez no, porque sé que tiene razón. Así que, cojo fuerzas y digo:

—Lo siento, Flyn, pero como mamá San ha dicho, ¡estás castigado!

Mi niño me mira con gesto de incredulidad. No entiende cómo esta vez no lo ayudo.

¡Ay, qué dolor siento en el alma!

Esto de ser mamá de un adolescente, en plena edad del pavo, es más duro de lo que creía.

Noto la mirada de conformidad de Santana ante lo que he dicho y, cuando Flyn vuelve a quejarse otra vez, le suelta:

—Y, por supuesto, ya puedes olvidarte del ordenador, la tablet, las redes sociales y el móvil.

—¡No puedes hacer eso! —grita Flyn.

Santana se pone enferma al oír su tono y, acercándose a él, replica:

—Puedo y lo haré.

—¡Pero, mamá...!

Bueno..., bueno..., bueno..., si le quita todo eso al niño, se lo carga.

¡Pobrecito!

—Y como vuelvas a protestar o a levantarme la voz—sisea Santana con gesto furioso—, Te juro, Flyn, que las consecuencias van a ser mucho más graves.

El niño me mira.

¡Angelito!

Y yo, con la mirada, sin pestañear, le pido que no abra la boca y no se le ocurra mencionar lo de las entradas del concierto.

Por suerte, me entiende, hace caso y mira al suelo.

Uf..., ¡menos mal!

Cuando Santana se enfada, es el tía más intransigente del mundo pero, en este instante, pese a la pena que me da Flyn, mi amor tiene toda la razón.


Durante un par de minutos, los tres permanecemos callados, hasta que finalmente Santana dice:

—Sal del despacho y tráeme tu portátil, la tablet y el móvil. Te lo devolveré todo y podrás volver a salir con tus amigos cuando recuperes las seis que te han quedado, ¿entendido?

Abatido, mi coreano alemán agacha la cabeza. Sabe que en este instante es mejor obedecer y, por ello, sin mirarme, pasa por mi lado y sale del despacho.

Una vez me quedo a solas con mi amor, Santana me mira.

Ea..., ¡ahora me toca a mí!

—Siento haberme puesto así contigo—dice—Flyn me ha contado que acababas de ver las notas. Lo siento, cariño. Perdóname.

No respondo, simplemente lo miro con gesto de enfado y lo informo:

—Le he dicho a Flyn que le comente a su profesor que quiero una tutoría con él.

—Iremos las dos —afirma Santana.

Dos segundos después, la puerta se abre y Flyn entra con todo lo que Santana le ha pedido. Sin mirarnos a ninguna de las dos, deja el ordenador, la tablet y el móvil sobre la mesa del despacho y se marcha.

Santana se pasa entonces la mano por la cabeza y pregunta:

—¿Qué estamos haciendo mal, Britt?

Oír su tono de voz abatido me hace saber que a ella le ha dolido más hacer lo que ha hecho que a nuestro hijo.

—No hemos hecho nada mal, Sanny—murmuro acercándome a ella—Seguimos siendo las mismas que ayer, pero él cambia y ya no es el niño que se contentaba aprendiendo a montar en monopatín o jugando con nosotras a la PlayStation.

—Y, si no hemos hecho nada mal, ¿por qué de pronto suspende seis?

Ésa es una pregunta difícil de responder.

—Yo no puedo meterme en la cabeza de Flyn—digo—, Pero he tenido su edad, como la has tenido tú también, y...

—Yo siempre he sido muy responsable, incluso con esa edad, Britt—me corta—Siempre he sabido que los estudios eran algo que debía aprobar por mí y por mis padres, aunque estuviera desfasado en ciertos momentos.

Sonrío.

Sin duda, mi morena sexy siempre ha sido un gran responsable. Me encojo de hombros y respondo:

—Bueno siento decirte que a mí, a su edad, lo último que me importaba eran los estudios y lo que mis padres pensaran, porque lo único que quería era saltar con la bicicleta como una loca, divertirme y, cuando iba a la discoteca con mis amigas, ser una chica guapa a la que admiraran.

Mi confesión hace que Santana me mire, y entonces observo que las comisuras de sus labios se relajan.

¡Bien..., vamos bien!

Acto seguido, pasa las manos alrededor de mi cintura y murmura:

—Tus amigos debían de estar ciegos para no admirarte.

Vuelvo a sonreír.

¡Qué mona es cuando quiere la jodía!

—Era desgarbada, además de peleona—confieso—Me gustaba demasiado el deporte y me sentía fea ante otras chicas que, con mi misma edad, estaban más desarrolladas y eran más femeninas.

Mi Icewoman sonríe, eso me tranquiliza y, acercando su frente a la mía, murmura:

—¿Crees que he hecho bien con Flyn?

La miro y me pierdo en sus ojos.

—Has hecho lo que cualquier papá o mamá preocupado haría por su hijo—afirmo—Le has hecho ver que toda causa tiene un efecto. Ahora es él quien debe darse cuenta de lo que realmente tiene que hacer para volver a disfrutar de todos los privilegios que tenía. Y, si te quedas más tranquila, quiero que sepas que, en esta ocasión, yo habría actuado exactamente igual que tú.

—Buenos me siento fatal—insiste.

No puedo evitarlo y sonrío.

En mi niñez, recuerdo haber escuchado a mis padres tener esa misma conversación cuando nos castigaban a Alison y a mí por habernos portado mal, lo que era de continuo.

—Entiendo tu malestar porque yo también me siento así—digo—, Y más cuando no lo he ayudado para lo de la fiesta de Elke.

Santana resopla al oír eso, pero prosigo:

—Hasta este momento, Flyn siempre había ido bien en los estudios y no habíamos tenido que enfadarnos con él por ello pero, ahora, creo que nos va a tocar pasar una temporadita complicada hasta que consigamos encauzarlo de nuevo.

—¿Quién es Elke, y cuándo dejó de estar con Dakota?

—Ni idea, corazón—digo y, al ver la confusión en sus ojos, afirmo—Seguro que Elke será una buena niña como Dakota.

Santana se toca el pelo y prosigo:

—Cariño, todo esto se deberá a un conjunto de cosas. Su edad, la novia, los amigos, el interés por todo menos por los estudios y la rebeldía. Piensa que hemos pasado de ser las madres perfectas al enemigo a abatir. Esto es así, Sanny. Es ley de vida, amor.

Santana resopla.

Sin duda, sabe que tengo razón.

—Recuerdo que mi papá me prohibía salir o me quitaba la bicicleta en Jerez—continúo—Eso me enfadaba, pero era lo único que hacía que yo reaccionara.

Santana sonríe.

—Pero, por favor, la próxima vez que hables con él, permítele que responda. No lo cortes todo el rato cada vez que va a contestar o dejará de hablar contigo, y tú no quieres eso, ¿verdad?

Ella niega con la cabeza e insisto:

—Bueno entonces hazme caso. No hay nada más incómodo que querer responder y que no te lo permitan.

Santana asiente.

Sin duda, sé que la próxima vez que hable con él lo hará. Me da un beso y murmura:

—¿Perdonas a tu gilipollas por sacar conclusiones erróneas de ti?

Eso me hace soltar una carcajada y, encantada, poso las manos en sus hombros y digo tocándole con cariño el cuello:

—Adoro que en ocasiones seas una gilipollas; ¿sabes por qué?

Ella niega con la cabeza, y yo aclaro divertida:

—Porque me encanta reconciliarme contigo.

Su sonrisa se ensancha.

¡Oh, Dios, qué maravillosa sonrisa tiene mi morena preferida!

Cuando va a besarme y sé que me va a dejar sin respiración, nos interrumpen unos golpes en la puerta del despacho.

—Adelante—dice Santana.

La puerta se abre. Es Emma que, con gesto preocupado, explica:

—Siento interrumpir, pero Flyn se ha pillado un dedo con la puerta y está dolorido en la cocina.

Santana y yo salimos a la carrera.

¡Ay, mi niño!

Cuando llegamos a la cocina, nuestro adolescente nos mira. Santana se apresura a arrodillarse delante de él, coge su mano, retira la bolsa de hielo que Jane le ha puesto y examina el dedo aplastado y rojo.

—Britt, llama a Kitty para ver si está en el hospital—me pide a continuación con gesto descompuesto.

Sin tiempo que perder, los tres nos dirigimos al garaje. Ahí, nos encontramos con Will, que, al vernos llegar, aunque no sabe lo que ha pasado, dice rápidamente:

—En cinco minutos llegamos a urgencias.

A Flyn por el dolor se le escapan unas lágrimas, y Santana no puede ya ni respirar.

Madre mía, ¡pero qué nerviosa se pone con estos temas!

Hablo con Kitty. Está en el hospital. Como puedo, mientras llegamos tranquilizo a la morena sexy y a mi niño a la vez.

No sé quién es más complicado.

Cuando llegamos a urgencias, Kitty, la hermana de Santana, que trabaja ahí, ya nos está esperando.

Mi cuñada, que es un amor, se preocupa por Flyn en cuanto lo ve.

—Tú quédate aquí—dice entonces mirando a Santana.

—No. Yo voy con Flyn—insiste Santana.

Kitty y yo nos miramos y, finalmente, para relajarla digo:

—San y yo nos quedaremos aquí. Flyn, ve con la tía Kitty.

Una vez ellos dos desaparecen por la puerta, Santana me mira con gesto tenso y, antes de que abra la boca, digo:

—Sabes que es mejor que no estemos nosotras para que Flyn esté atento a lo que Kitty y el doctor le digan, así que ni se te ocurra protestar, que la mamá soy yo, estoy preocupada y no estoy montando un numerito, ¿de acuerdo?

Santana asiente y no dice nada. Will, que ya ha aparcado el coche, entra en urgencias. Al vernos, se sienta a nuestro lado, y los tres esperamos con impaciencia y en silencio.


Cuarenta minutos después, la puerta se abre y salen Kitty y Flyn. Miro a Santana y veo cómo su gesto se suaviza al contemplarlo.

Lo quiere con locura.

Lo sé, y sólo deseo que Flyn también lo sepa.

Cuando se acerca a él, observa su mano vendada y luego lo mira a los ojos.

—¿Estás bien, colega?—le pregunta.

El crío, que ya no llora, esboza una sonrisa y asiente.

—Me duele, mamá, pero estoy bien.

Santana lo abraza y yo me emociono.

¡Soy así de tonta!

Kitty nos dice que le han hecho una radiografía y el dedo no está roto, pero tiene una pequeña fisura. Le han puesto una férula para inmovilizárselo y tiene que tomar antiinflamatorios.

Una vez acaba de explicárnoslo todo, veo que tiene mala cara.

—¿Te encuentras bien, Kitty?—pregunto.

Mi cuñada me mira, se recoge el pelo en una coleta alta y responde:

—Sí. Es sólo que esta noche no he dormido mucho.

Tan pronto como sabemos que todo está bien, a pesar del susto, Kitty mira a su sobrino, que está tan alto como nosotras, y le dice:

—Todavía no me has contado cómo te has pillado el dedo.

Él nos mira a Santana y a mí, que somos el enemigo, y responde:

—Estaba enfadado, cerré la puerta con fuerza y me pillé el dedo.

Con cariño, le toco el pelo y lo beso en el hombro.

—¿Y por qué estabas enfadado? —insiste Kitty.

Flyn mira al suelo.

Santana me mira a mí.

Kitty mira a Santana y yo finalmente digo:

—Vamos, cielo, responde a lo que te han preguntado.

Mi niño resopla, levanta la cara, mira a su tía y contesta:

—Me dieron las notas y suspendí seis.

—¡¿Seis?!—grita Kitty.

Santana asiente.

Yo asiento.

Flyn vuelve a mirar al suelo y Kitty le suelta, sorprendiéndonos a todos:

—Flyn López-Pierce, espero que tus madres te hayan castigado como mereces, jovencito. Tu obligación es estudiar y aprobar, como la obligación de tus madres es cuidarte, protegerte y procurar que no te falte de nada.

Atónita, mi amor observa a su hermana.

Estoy segura de que esperaba cualquier otra cosa menos eso, y sonrío cuando la oigo decir:

—Gracias.

Kitty le guiña el ojo con complicidad.




Cuando llegamos a casa, Emma y Jane están preocupadas pero, en cuanto ven a Flyn, la preocupación se les pasa, y lo mismo ocurre con Maribel, mi suegra y abuela del niño. Kitty la llama para decírselo y, cuando ella telefonea para preguntar y habla con Flyn, también se tranquiliza.


Tras la comida, Santana habla con Quinn y después nos sentamos con los niños en el salón. Susan y Santiago se quedan dormidos, y comienza la película Los Vengadores en la televisión.

¡Bien!

Nos gusta a los tres.

Durante veinte minutos Santana, Flyn y yo la vemos, hasta que la puerta del salón se abre y Emma anuncia:

—Flyn, una tal Elke al teléfono.

El crío nos mira.

Sabe que está castigado.

Yo no muevo ni una pestaña, y Santana, finalmente, al ver que no voy a abrir la boca y el niño no le quita ojo, dice:

—Ve a hablar con ella, pero hazlo desde tu habitación.

Flyn da un salto y corre hacia el teléfono.

Yo sonrío y cuchicheo:

—Vaya..., vaya... ¿No quieres saber qué es lo que habla con su nueva novieta?

Santana niega con la cabeza y responde con gesto taciturno:

—La intimidad de Flyn en temas de amores es sólo suya.

Sonrío.

No puedo evitarlo y, sin decir nada más, me acomodo junto a mi amor y seguimos viendo la película mientras los pequeñines continúan dormidos.

La peli está genial.

Me encanta pero, como ya la he visto y Santana también, tras reírnos por una escena divertida, le pregunto:

—Por cierto, ¿qué te ha dicho Quinn?

Santana mueve la cabeza y explica:

—Le han vuelto a piratear la web.

—Pobre..., ¿ya es la tercera vez?

—La cuarta. Intentan localizar al tal Marvel, pero no dan con él. Sin duda, debe de ser un hacker profesional.

Resoplo.

Es evidente que Quinn tiene un gran problema.

Guardamos silencio durante unos segundos, hasta que, mirándola de nuevo, digo:

—Tenemos que hablar.

Noto que Santana se tensa, pero finalmente responde:

—Cariño, si es sobre Ginebra...

—No es sobre eso—la corto, y añado—Confío en ti.

Santana asiente.

Le gusta lo que he dicho y, sonriendo, murmura:

—Entonces, tú dirás.

Cojo fuerzas y digo sin parpadear:

—Es en referencia a trabajar.

Su cara se descompone.

—Brittany, por favor.

—Ah..., ah..., no me llames por mi nombre completo, que eso sólo lo haces cuando te cabreas—me quejo.

Suspira.

Sabe que no puede seguir esquivando el tema, por lo que cierra los ojos y replica:

—De acuerdo, ya sé que la niña ya tiene dos años y...

—San—la corto impasible—Sabes que adoro a los niños y te adoro a ti y que por ustedes doy mi vida, pero necesito trabajar en algo que no sea cuidar de los niños, dar de comer a los niños y dormir a los niños o te juro que me voy a volver loca como mi hermana Alison; ¿quieres eso?

—No—responde rápidamente—Pero, cariño, no te hace falta. Sabes que yo cubro todas sus necesidades y...

—Lo sé, ¡claro que lo sé! Sé quién eres y con quién me he casado—gruño—Pero también sé que o hago algo o al final me voy a convertir en un ser insoportable.

Santana me mira, yo la miro y le advierto:

—El que avisa no es traidor—y, como no me apetece callármelo, añado—Además, todavía no he olvidado que le dijiste a Ginebra que te gustaban las mujeres que iban a por lo que querían, y yo, amiga, siempre voy a por lo que quiero. Que te quede claro.

Oigo su resoplido.

¡Santana y sus resoplidos!

Finalmente, cuando ve que no voy a ceder, dice:

—Sabes que, si trabajas, tu tiempo para los niños y para mí se verá limitado, ¿verdad?

—Bueno claro que lo sé, ¡lo sé todo!—respondo consciente de ello—Pero tú también sabes que no soy mujer de quedarme en casa el resto de mi vida a la espera de que mi esposa regrese de su trabajo.

Su gesto se contrae. No le gusta nada lo que he dicho, e insisto:

—Vamos a ver, San. Esta conversación la hemos tenido muchas veces y no estoy dispuesta a volver a discutir por ello. Convéncete de una vez por todas de que yo soy lo que ves, ¡soy Britt! La mujer independiente que conociste en López Inc., España, trabajando de secretaria y que, además, por las tardes, daba clases de fútbol a niños. Si no quieres que trabaje en tu maldita empresa porque soy tu mujer, te juro que buscaré trabajo en otro sitio y...

Pero Santana no me deja acabar, pone un dedo sobre mis labios para que me calle y replica:

—No trabajarás para otros. Bueno..., no pensaba decirte nada de momento, pero hay una vacante para un par de meses en el departamento de marketing.

Parpadeo.

¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?

¡¿Tengo trabajo?!

Mi cara debe de ser un poema.

¡¿Marketing?!

—Marguerite estará fuera un par de meses. Le comenté a Mika la posibilidad de que tú trabajaras con ella ese tiempo y le pareció bien.

—¡¿Marketing?!

Río divertida al pensar en trabajar con Mika; ¡me encanta!

—Sí, cielo, pero hay una condición.

—¿Cuál? —pregunto deseosa.

—Trabajarás a media jornada y no viajarás.

Oír eso me hace sonreír.

Me da igual la condición.

Voy a trabajar, ¡tengo un trabajo!

Y entonces digo rápidamente, sin pensar:

—Acepto. Acepto tu condición.

Mi amor sonríe también.

Dios..., cómo me gusta verla así.

—Estoy segura de que lo harás genial—dice—Si quieres, el lunes vienes conmigo a la oficina y hablas con Mika.

—Sí...—afirmo con un hilo de voz.

—De acuerdo. Le enviaré un mensaje para que el lunes espere tu visita.

¡Toma ya!

Menudo golazo que me ha metido la alemana.

Alemania, 1 - España, 0.

¡Me la como..., me la como..., me la como!

Yo, que estaba dispuesta a discutir y a pelear como una leona, me quedo sin palabras.

Como siempre, Santana me ha sorprendido.

Me siento a horcajadas sobre ella y murmuro:

—Ahora es cuando tengo que decirte que no sé qué decir.

Ella sonríe.

Adoro su sonrisa.

Adoro los hoyuelos que se le forman.

No me quita ojo de encima y, tras suspirar, musita:

—Bueno dime algo bonito.

Ahora la que sonríe soy yo.

—Eres la mejor, te quiero..., te quiero y te requetequiero.

Mi amor ríe satisfecha.

—Britt-Britt, sólo quiero que seas feliz. Eso sí, recuerda nuestra condición, y que los niños y yo existimos, que te necesitamos, y todo irá sobre ruedas.

Su advertencia es cariñosa, y afirmo:

—Lo recordaré, tanto como lo recuerdas tú.

Su sonrisa se contrae un poco, sé que esa pullita que he soltado le ha escocido, pero no dispuesta a que el momento se jorobe por mi poco acertado comentario, la beso en la punta de la nariz y añado:

—¿Sabes que estoy loca por ti, señora Pierce-López?

Mi Icewoman vuelve a ensanchar su sonrisa y me clava con suavidad los dedos en la cintura.

—Me gusta que estés loca por mí..., señorita Pierce—murmura.

De reojo miramos a los niños, que siguen durmiendo, y en décimas de segundos nuestras bocas se encuentran.

Han pasado varios años desde que nos besamos por primera vez, pero las mariposas y los elefantes que siento en el estómago cuando Santana me besa siguen tan vivos como el primer día, y sólo espero que a ella le suceda lo mismo.

La deseo.

Nuestro beso se acrecienta y, enloquecido por ello, Santana se levanta conmigo en brazos y me tumba sobre el sillón; luego se echa sobre mí con delicadeza para no aplastarme.

Sabemos que no es momento para eso.

Sabemos que los niños duermen a nuestro lado.

Sabemos que es una locura, pero también sabemos que la locura es lo nuestro y que, cuando comenzamos a besarnos…

¡Olvidamos la palabra «sabemos»!

¡Oh, Diosssss!

¡La quiero ya!

Los besos suben y suben de intensidad. El calor inunda nuestros cuerpos y, enloquecido, mi morena comienza a desabrocharme el botón de los vaqueros y yo me arqueo para facilitárselo. Con su mano libre, me suelta la coleta que llevo en lo alto de la cabeza y, cuando me agarra del cuello para ahondar en su beso, de pronto la puerta del salón se abre y oímos:

—Mamáaaas...

El salto que damos Santana y yo para separarnos hace que el sillón se tambalee, y Flyn, que es muy cabrito, insiste mirándonos con gesto contrariado:

—Pero ¿qué hacen?

Vaya pillada.

¡Vaya pillada!

Santana se sienta con rigidez en el sillón y se dispone a ver la televisión.

Pero yo, al ver que el niño no me quita la vista de encima a la espera de una explicación, me retiro el descontrolado pelo de la cara y murmuro mientras me cubro el pantalón desabrochado con la camiseta:

—Buenos, cariño, no te voy a mentir, nos estábamos besando.

—¡Britt!—protesta Santana al oírme.

Me entra la risa.

No lo puedo remediar y, mirando a mi amor, que me observa sorprendida, insisto:

—Por el amor de Dios, San, Flyn ya es mayor y sabe perfectamente lo que estábamos haciendo. ¿Qué quieres que le diga?

Mi morena me mira y resopla, sabe que llevo razón. Luego se vuelve hacia el niño y afirma:

—Como ha dicho Britt, ¡nos besábamos!

Flyn asiente y sonríe con picardía.

¡Menudo sinvergüenza!

No pregunta más y se sienta en un sofá que hay a la derecha de Santana. Durante varios minutos, los tres volvemos a centrarnos en la película de la televisión, hasta que de pronto mi esposa pregunta:

—¿Cuándo era la fiesta de cumpleaños de Elke?

Yo la miro...

Flyn la mira y responde:

—El viernes que viene.

No sé de qué va todo esto, pero de pronto mi morena preferida del mundo mundial dice:

—Irás al cumpleaños de Elke pero, después, estás castigado, ¿entendido?

Flyn sonríe y, tras ponerse en pie de un salto, se abalanza literalmente sobre Santana olvidándose de su dedo lesionado.

—Gracias..., gracias..., gracias, mamá San. Eres la mejor.

¿Mamá San?

¿Y yo qué?

Sin embargo, me emociono como una mona y sonrío feliz al entender que Santana se ha puesto en la piel de Flyn y ha comprendido la necesidad de su hijo por no fallarle a Elke.

Sin duda, mi morena sexy cambia, como cambia Flyn y como, obviamente, también cambio yo.


*************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 1 de 10. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.