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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jun 14, 2016 12:04 am

Primero agradecerte por la historia y tu tiempo,  es una gran historia me tiene super atrapada, 

Agradezco tu mensaje de concientizacion sobre la masacre de Orlando. Solo un ser superior puede juzgarnos, nadie mas, no debemos permitir que nos limiten en cuanto a nuestras preferencias.  somos libres para amar.

y la historia me encanta encanta, tal vez no era tu idea original pero es increible.  y no se como hare para leerla por que sufro de vertigo con cosas como la sangre e historias medicas, incluso al leerlas el vertigo se hace presente.

saludos.

P.s de la autora Raddclffe estan estas dos historias:  Contra ordenes medicas  y Receta para el amor, pero no estoy aun segura si son parte de esta trilogia seguire buscando
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Mensaje por 3:) Mar Jun 14, 2016 1:46 pm

holap,..

eso en una alerta en un desastre jajaj
a ver como se adapta san y su equipo para poder grabar todo,..

nos vemos!!

PD: las tres novelas son
1: furia de una pasión
2: amor predestinado
3: retroceder en el tiempo
3:)
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Mensaje por micky morales Mar Jun 14, 2016 6:44 pm

Lo de orlando ha sido terrible, no entiendo todavia como pde existir gente tan ignorante e intransigente, en cuanto a la historia tambien me encantaria la traduccion de las demas, espero las cosas vayan evolucionando entre la cineasta sexi y la dra malhumorada, hasta pronto!!!!!
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Mensaje por Caritovega Mar Jun 14, 2016 7:06 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:Primero agradecerte por la historia y tu tiempo,  es una gran historia me tiene super atrapada, 

Agradezco tu mensaje de concientizacion sobre la masacre de Orlando. Solo un ser superior puede juzgarnos, nadie mas, no debemos permitir que nos limiten en cuanto a nuestras preferencias.  somos libres para amar.

y la historia me encanta encanta, tal vez no era tu idea original pero es increible.  y no se como hare para leerla por que sufro de vertigo con cosas como la sangre e historias medicas, incluso al leerlas el vertigo se hace presente.

saludos.

P.s de la autora Raddclffe estan estas dos historias:  Contra ordenes medicas  y Receta para el amor, pero no estoy aun segura si son parte de esta trilogia seguire buscando


- Gracias a ti por estar al pendiente de la historia, esta historia es algo diferente a lo que he venido adaptado y creo que se va a convertir en una de mis preferidas -
- Lo de orlando fue algo terrible no me cabe en la mente como puede existir tanta maldad en un ser humano, espero que ese "hombre" reciba lo que merece.. por que nadie absolutamente nadie tiene derecho de quitarle la vida a un ser humano independientemente de como sea este -
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Mensaje por Caritovega Mar Jun 14, 2016 7:07 pm

3:) escribió:holap,..

eso en una alerta en un desastre jajaj
a ver como se adapta san y su equipo para poder grabar todo,..

nos vemos!!

PD: las tres novelas son
1: furia de una pasión
2: amor predestinado
3: retroceder en el tiempo

- jaja desastre total, gracias por los nombres de las demás novela si puedo con gusto las adaptare -
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Mensaje por Caritovega Mar Jun 14, 2016 7:20 pm

micky morales escribió:Lo de orlando ha sido terrible, no entiendo todavia como pde existir gente tan ignorante e intransigente, en cuanto a la historia tambien me encantaria la traduccion de las demas, espero las cosas vayan evolucionando entre la cineasta sexi y la dra malhumorada, hasta pronto!!!!!
- De acuerdo contigo, además es muy triste y desalentador ver este tipo de noticias -
- puede que las otras 2 novelas las adapte -
saludosss FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 2145353087
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Mensaje por Caritovega Mar Jun 14, 2016 9:43 pm

Capítulo cinco


Santana suspiró y trató de dejar de pensaren Brittany pierce. No podía decidir si la mujer le molestaba o le fascinaba más. Era una de las personas más exasperante que había conocido. Era rígida, inflexible y arrogante, y por si eso no fuera suficientemente malo, había conseguido llegar a ser una gran cirujana respetada y emprendedora. Y joder, era condenadamente atractiva .
—¿No tienes hambre?—preguntó Emily Fields con preocupación.
—¿Qué?—preguntó Santana sorprendida. Miró su plato a medio comer y se dio cuenta de que se había olvidado de él. —Oh, no. Quiero decir… yo estaba, pensando en otra cosa. —Al ver la mirada de preocupación en el rostro de su compañera, se apresuró a añadir: —Estoy distraída. Creo que no ha sido muy inteligente por mi parte, quedar para cenar contigo el primer día de mi nuevo proyecto.
La atractiva abogada de cabello oscuro frunció el ceño, estiró su mano por el mantel de lino inmaculado para coger la de Santana. —No teníamos porqué salir. No te he visto en dos semanas. —Acarició con el pulgar la palma de Santana. —Podríamos haber pedido algo y pasado la noche en la cama.
—Lo siento, —respondió Santana, apretando la mano de Emily. —Soy una pésima compañía esta noche.—Esperaba que el hecho de haber esquivado el tema del sexo, no hubiese sido tan obvio para su compañera de mesa, como a ella le parecía. No estaba segura de por qué ya no estaba tan interesada. Llevaban saliendo más de seis meses, casualmente, que era la manera en que ambas habían
acordado que querían hacerlo. Emily estaba ocupada integrándose a sí misma en un prestigioso bufete de abogados, en el que cual tenía la intención de ser socia antes que nadie de su edad, y trabajaba noventa horas a la semana para conseguirlo. Santana viajaba con frecuencia para sesiones y reuniones de promoción, y sentía que no podía dar a una relación seria la atención que requería. Hasta ahora, su relación había sido mutuamente satisfactoria. Santana sonrió a Emily, apreciando la mirada de deseo en sus ojos, recordando lo mucho que le gustaba sentir su cuerpo atlético encima suyo. Tenían intereses similares, querían las mismas cosas profesionalmente, y estamos bien juntas en la cama. ¿Qué más podía pedir?
Sacudió la extraña sensación de inquietud que había tenido desde que había dejado Bellevue, y trató de no pensar más en Pierce, ni en por qué le importaba si le gustaba o no que la cirujana de trauma fuera tan irritante. Santana sonrió a la mujer que esperaba, y dijo en voz baja: —Vamos a saltarnos el postre.
*****
La puerta de cristal de la ducha se abrió, y Santana sintió un cuerpo suave contra su espalda. Unas manos se deslizaron alrededor de su cintura, unos labios se perdieron por encima de su hombro, y una voz ronca e íntima, le susurró al oído.
—Hey, te he echado de menos al abrir los ojos. La cama estaba fría sin ti .
—He intentado no despertarte,—respondió Santana, recostándose en el abrazo, y volviendo la cabeza para posar sus labios sobre la mejilla húmeda. —Lo siento.
—¿Estás bien? —Preguntó Emily.
—Sí.—Pero no se sentía muy bien, y no estaba segura de por qué. Nada había cambiado. Habían hecho el amor como lo habían hecho en el pasado, de una manera desenfadada y divertida. Con una familiaridad dada por el conocimiento mutuo. Era grato sentir el calor de otro cuerpo, y tocar otra carne que no fuera la propia. Era agradable estar físicamente satisfecha. Había sido todo tan satisfactorio, como lo había sido la primera vez que se habían acostado juntas. Nada había cambiado.
—¿Te tienes que ir?
—Mmm, sí. Tengo una reunión a primera hora de la mañana con mi directora de fotografía. Y a primera hora para los estándares de los cirujanos significa a las seis y media, —explicó Santana, girándose en la niebla y el agua para hacer frente a su compañera.
—Jesús, eso es inhumano.
—Tengo que dormir un poco y preparar algunas cosas, —dijo Santana con una sonrisa.
—De acuerdo,—murmuró Emily, inclinando su rostro hacia el cuello de Santana para lamer el rastro de agua de su piel, —entonces probablemente deberías irte. No puedo prometerte que duermas algo si te quedas.
Santana la besó, y salió de la ducha, alcanzando una toalla. —Sí, será lo mejor..
Se despidieron con la promesa de costumbre, de llamarse cuando sus horarios lo permitieran, y para cuando Santana llegó a su casa en el taxi, su mente ya estaba ocupada con sus planes para el día siguiente.
*****
2 de julio, 06:50 AM
Brittany se cruzó Sam Evans en la sala de descanso, cuando salía después de una noche de guardia.
—¿Todo tranquilo? —preguntó, aunque sabía que debía ser así. Había vuelto al hospital en medio de la noche a pesar de que no estaba de guardia, y sabía que si hubiera pasado algo importante, alguien se lo hubiera notificado. Aquella noche, estaba de apoyo así que si la necesitaban, técnicamente podría haber atendido la llamada desde su casa, pero prefería dormir en un entorno familiar.
—Depende de a lo que te refieras con tranquilo, —dijo con él una sonrisa. —El único ingreso que hemos tenido, ha sido un tipo que ha perdido la batalla con la correa de su ventilador a las dos de la mañana. No me preguntes por qué estaba trabajando en su motor en medio de la noche, pero en quirófano están intentando volverle a unir los dedos. —Sin embargo, su expresión socarrona le sugirió que había algo más, un secreto que le resultaba divertido.
Brittany se detuvo y lo miró con una mirada penetrante. —¿Hay algo que tengas que decirme?
—Hay cuatro personas en la sala de trauma, colgando cámaras y micrófonos del techo en estos momentos.
—Que bien, —comentó Brittany secamente, pensando que Santana lópez, no había perdido el tiempo para empezar el trabajo. Tuvo que admitir que le gustaba eso de la cineasta. Aunque todo aquel proyecto le resultaba de lo más irritante, admiraba la persistencia y la perseverancia de López. La mujer era una profesional, y ese tipo de determinación era algo que Brittany comprendía. —Creo que voy a ir a comprobar lo que está pasando.
—Uh huh.—El enfermero jefe la vio alejarse deseando no tener planes para desayunar. Le hubiera gustado ver el enfrentamiento. El día anterior no se le había escapado el trasfondo de la competencia entre las dos mujeres. Siempre le habían dicho que los machos alfa son peligrosos cuando se los pone juntos. Llevaba trabajando con Brittany Pierce durante cuatro años y medio, y sabía lo difícil que podía ser una hembra alfa. Van a ser unos meses muy interesantes, pensó mientras traspasaba las puertas de urgencias hacia el brillante sol de la mañana, y saludaba a la morena que le esperaba en un flamante descapotable aparcado en la acera.
Brittany se apoyó en la puerta de la entrada de la sala de trauma, y se quedó mirando como trabajaba aquellos extraños. Una mujer con pantalones vaqueros y camisa, subida en lo alto de una escalera de mano colocaba en el techo una cámara, directamente encima de las mesas de tratamiento. Su cabello rubio estaba medio oculto por una gorra de béisbol puesta hacia atrás, con la palabra Sundance estampada en letras de color naranja brillante. Su aspecto, al menos visto desde atrás era limpio y ordenado. Dos jóvenes ajustaban un cable que salía de la cámara, a un banco de monitores y equipos de grabación, apilados en mesas con ruedas empujadas contra la pared cerca de la zona de enfermeras. Santana López los observaba de forma intermitente, dividiendo su atención entre su cuaderno y el progreso de la instalación del equipo. Se la veía fresca y llena de energía, llevaba unos pantalones de color caqui y una camiseta negra apretada, que dejaba sus musculosos brazos desnudos. Disfrutando por unos instantes de la vista, Brittany olvidó lo molesta que estaba por la invasión de sus dominios.
—Las tomas principales, vas a tener que hacerlas con la cámara de mano,—dijo Santana a la rubia de la escalera.
—Esta nos dará mejor calidad, —respondió la mujer.
—Hay mucha acción para poder seguirla con una cámara fija. Quiero centrarme en los cirujanos, especialmente en Rachel Berry, y se están moviendo todo el tiempo.
La rubia bajó y se giró para inspeccionar la zona que iba a necesitar cubrir con sus cámaras. Se detuvo de repente cuando vio a Brittany observándolas, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
—Buenos días, —dijo en dirección a Brittany, con un leve toque de coquetería en su voz.
Brittany se apartó de la pared y se acercó. —Buenos días, —respondió con neutralidad, su mirada pasó rápidamente de la atractiva rubia que la estaba evaluando a Santana. —Srta. López,—murmuró Brittany a modo de saludo.
—Dra. Pierce, —respondió Santana formalmente, —esta es mi DP, Quinn Fabray.
—¿DP? —preguntó Brittany mientras se volvía y extendía la mano.
—Directora de fotografía, a su servicio,—informó Quinn con una sonrisa, mientras se estrechaban la mano.
—Ah, ya veo.—Brittany miró a Santana y continuó, —¿Podría hablar con usted un momento, por favor?
—Por supuesto. Quinn, ¿puedes asegurarte de que se ejecuta una prueba de sonido, una vez estén unidas las líneas de conexión?
—Claro, —respondió la fotógrafa. Observó a las dos mujeres mientras se alejaban por el pasillo, con los ojos clavados en el perfecto culo de Pierce. Eso sí que era algo caliente. Iba a ser un rodaje muy agradable. Oh, sí.
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Bueno pues acá aparecen dos nuevos personajes Emily ( "novia de san" ) y nuestra querida Quinn FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 1206646864 FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 1206646864
- saludos FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 2145353087
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Mensaje por 3:) Mar Jun 14, 2016 10:37 pm

holap,...

bueno san aligero la carga y gente alrededor de britt,...
mmm a ver cuanto dura san y emily??
a ver de que hablan!!!

nos leemos!!
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Mensaje por Caritovega Vie Jun 17, 2016 11:21 pm

Capítulo seis

—Se ha levantado temprano, —Brittany dijo mientras caminaban por los pasillos todavía tranquilos. —Vamos a tomar un café. Es un buen momento.
—He pensado que sería una buena idea, ocuparnos de algunos de los detalles de la distribución antes de que empezaran a trabajar allí, —dijo Santana con cuidado. Sabía que la cirujana tenía algo en mente, y se medio esperaba otra escaramuza.
—Los traumas no tienden a seguir un horario, a menos que sea lunar. No sé por qué, en cada luna llena estamos desbordados. —Se acercaron al kiosco, y Brittany pidió dos espressos.
—Supongo que podríamos haberlo hecho a lo largo de la mañana,—estuvo de acuerdo Santana. —Aun así, el cambio del turno de noche al turno de día, es siempre el momento más tranquilo.
—Así es por lo general,—admitió Brittany, mirándola atentamente. —Por lo que dice, deduzco que tiene alguna experiencia en los hospitales.
—Alguna. —Santana miró al frente y no aclaró nada más. No quería hablar de aquellas seis semanas. Era algo que había olvidado, enterrado, dejado atrás. Se estremeció.
—¿Tiene frío?—preguntó Brittany en voz baja, dándole un café.
—No,—dijo Santana, cogiendo la taza de papel. —Estoy bien.
Brittany asintió. —Está bien. Vamos a hablar de este proyecto suyo. Ya que no puedo deshacerme de usted, será mejor que averigüe lo que me espera.
—De acuerdo, lo primero… —comenzó Santana.
—Espere,—intervino Brittany. —Venga conmigo.
*****
La vista desde el helipuerto era increíble. Como la mayoría de los neoyorquinos, Santana solo había disfrutado de ese tipo de vistas, desde los restaurantes en la parte superior de los rascacielos, o desde alguna ventana de las oficinas en el piso setenta. Pero la visión del agua, las manchas blancas titilantes de los veleros sobre la superficie, y la majestuosa aparición de la Estatua de la Libertad, desde allí era maravillosa. La imagen de brittany Pierce de perfil, con el viento azotando su cabellera rubia alrededor de su rostro, alta, esbelta, guapa, era también muy cautivadora. A Santana le hubiera gustado tener una cámara.
—Esto es fantástico, —observó Santana.
—Es uno de los pocos lugares en el hospital donde hay un poco de privacidad, —comentó Brittany. No estaba segura de por qué había llevado a la cineasta allí. Era uno de los lugares a los que iba cuando quería a estar sola, cuando el caos de la planta baja se convertía demasiado para ella, o las largas horas entre la medianoche y el amanecer se extendían demasiado en el tiempo. Se estaba increíblemente tranquilo allí por la noche, rodeada de nada más que el viento, la oscuridad y las luces de los edificios circundantes que sustituían a las estrellas en el paisaje urbano. Mucho más abajo, la ciudad estaba llena de vida, millones de personas viviendo en ella, algunos desesperados por abandonar, y otros felices en la ignorancia inconsciente. Allí arriba se sentía tanto una parte, como al margen de ella, el observador que en ocasiones, se aventuraba a tomar parte en el juego. Le dio la espalda a la vista, y observó como Santana estudiaba la azotea, con la misma expresión que había visto varias veces el día anterior. —¿Buscando una buena toma?
Santana la miró sorprendida, asombrada de que se hubiera dado cuenta. Se sonrojó ligeramente, porque en aquel momento estaba pensando, en lo mucho que le gustaría fotografiar a la cirujana de trauma.
—Algo así. ¿Son imaginaciones mías, o de verdad es un aro de baloncesto lo que está al lado de la rampa?
—Es exactamente eso, —confirmó Brittany, le quitó la tapa a la taza de café, y la tiró a una papelera cercana.
—¿Es de Rachel?
Brittany sonrió. —No. Es mía.
—Ah, es verdad, Sam dijo que le gustaban los juegos.
—Algunos de ellos, —respondió Brittany juguetonamente.
Sin ninguna razón, el corazón de Santana dio un vuelco. Olvídalo. Eso no es lo que quería decir. Tienes que conseguir controlar tus hormonas cuando está cerca. Pero no pudo evitar que una breve imagen de la otra mujer, con su chaqueta de cuero parpadeara en su mente. Y aquella imagen, no hizo nada para calmar el aumento de sangre, en algunos lugares donde no quería que fuera. No a las siete de la mañana al principio de un día muy largo.
—Así que, ¿está realmente pensando en hacer los horarios de Rachel? —Preguntó Brittany, apoyándose en la pared de cemento que rodeaba la azotea.
—Sí. Quiero estar allí cuando suceda algo, y usted misma ha dicho lo impredecible que puede ser, —respondió Santana agradecida por una conversación que distrajera su mente de su cuerpo.
—¿Durante veinticuatro horas seguidas?
—Cada vez que ella esté aquí, sí.—Mientras hablaba, Santana observó las enormes X blancas pintadas en la azotea, y la manga de viento que vibraba con la suave brisa. Al instante le entusiasmo con la idea de filmar el descenso del helicóptero, mientras que un grupo de médicos con bata verde se acercaban inclinándose para evitar los rotores. Su mente viajó a todos aquellos viejos clips de los años sesenta, con helicópteros descendiendo violentamente sobre la tierra quemada de un país lejano, hombres vestidos de verde oliva corriendo locamente hacia ellos, transportando heridos en camillas improvisadas. Dios mío, qué plano.
—¿Y su personal, los fotógrafos, los técnicos de sonido? ¿Ellos, también?
—¿Qué?—Preguntó Santana, todavía centrada en las tenues imágenes en su mente. Campos de batalla, sangre y Pierce en cuero negro. —Oh, Quinn es la operadora de cámara principal, y trabajará por las noches cuando Rachel esté de guardia. Me imagino que es cuando tendremos más probabilidades de conseguir una buena historia. Como yo voy a estar aquí todo el día, yo me encargaré de las cámaras si ella no está disponible. No soy tan buena, pero lo puedo manejar.
—¿Durante cuánto tiempo?
—Indefinidamente, —respondió Santana encogiéndose de hombros. —Hasta que tenga lo que necesito.
—Ese es un compromiso importante, —observó Brittany neutral, preguntándose si la cineasta tenía idea de lo duro que ese horario iba a ser. —Es un gran desgaste energía, va a tener que estar en movimiento mucho tiempo, a veces toda la noche, eso puede agotar a cualquiera bastante rápido.
—Usted lo hace,—señaló Santana.
—Es mi trabajo.
—El mío también.
Brittany la estudió, luego sonrió. —Buen punto. Perdone mi chauvinismo profesional.
—Es difícil estar enfadada con alguien que admite tan fácilmente que está siendo una idiota.
Por un momento, Brittany, simplemente la miró. Sus ojos azules, brillaron ante el desafío encontrándose con los de la cineasta, y se preguntó que tenía la pelinegra que le resultaba tan condenadamente atractivo. Decidió que podría ser el hecho de que aún no había dado marcha atrás por nada. —¿No tiene miedo de ofenderme y que deje de cooperar?
Santana se rió. —Creo que hasta ahora, me he perdido la parte en la que ha estado cooperando.
—Entonces, trataré de ser más obvia,—respondió Brittany secamente, aunque su tono era juguetón.
—Dígame una cosa, Doctora Pierce, —dijo Santana, todavía pensando en las imágenes del campo de batalla. —Hábleme del enemigo.
—¿El enemigo?
—Sí, ¿cuál es el enemigo al que se enfrenta cuando un paciente entra en su sala de trauma?
—El tiempo, respondió Brittany de inmediato, sin ni tan siquiera detenerse a considerar la respuesta. —Una urgencia grave de trauma es una carrera contra el tiempo, el paciente se desangra, los órganos mueren, el daño es irreversible.
—¿Cuánto tiempo tiene? ¿Para tomar decisiones, para marcar la diferencia? —preguntó Santana en voz baja, dándose cuenta de que algo había cambiado en la cara de Pierce. La cirujana miraba más allá de ella, con la mirada un poco distante, como si estuviera reviviendo algo en su mente. Santana no quiso distraerla, no quería hacerle saber lo mucho que su expresión le estaba revelando.
—Segundos. A veces ni siquiera eso, tienes que actuar inconscientemente, por instinto.
—¿Y si se equivoca?—más suave todavía.
Los ojos azules se Brittany se movieron, y se reunieron con los de Santana. —En cirugía tenemos un dicho, Srta. López. Mejor mal que inseguro. La vacilación de un cirujano, puede ser mortal. Si no eres capaz de tomar decisiones de vida o muerte en cuestión de segundos, entonces es mejor que cambies de trabajo. —Se dio la vuelta para irse, diciendo:—Empiezo las rondas en treinta minutos.
—¿Qué pasa con Rachel Berry?—preguntó Santana a sus espaldas, no quería dejar pasar el momento. Necesitaba entender lo que pasaba por debajo de la superficie, para que poder cazarlo y capturarlo con su objetivo. —¿Cómo va a saber si puede tomar ese tipo de decisiones?
Brittany se detuvo y la miró. —Me está entrevistando de nuevo.
—¿Es este año es algún tipo de prueba para ella? —insistió Santana, ignorando el comentario.
Ligeramente exasperada por la tenacidad de la otra mujer, Brittany sacudió la cabeza. —No, Rachel ya ha demostrado su valía. Ha completado seis años de formación y seis años de cirugía general, en un sistema diseñado para desgastar y destrozar a cualquier persona que no esté física, y psicológicamente apta para la especialidad. La tasa de abandonos es alta en los dos primeros años de residencia en cirugía.
—Suena abusivo, —observó Santana, todavía sondeando.
—Algunas personas pueden pensar eso, —estuvo de acuerdo Brittany. —Pero es mejor saber si una persona es apta o no, antes de que tenga un bisturí en la mano.
—Entonces, ¿cuál es el propósito de este año, si Rachel ya es una cirujana competente?
—Tengo que enseñarle a confiar en su juicio, mantenerse serena y actuar con toda la información, para tomar las decisiones correctas. Si alguien se va a poner a prueba este año, voy a ser yo.
Brittany se detuvo abruptamente. ¿De dónde diablos ha salido eso? ¿Por qué cada vez que hablo con esta mujer acabo diciendo cosas que no quiero decir? Es muy peligroso.
—Lo siento. Voy a llegar tarde, —dijo Brittany con sequedad, y se alejó rápidamente.
Santana la vio marcharse, sintiéndose un poco sin aliento. Trató de convencerse a sí misma que no era debido a la pasión que había visto en las profundidades de los ojos de Brittany Pierce, o a lo muy atractiva la encontraba.
*******************************************************************************************************Bueno pues como a ganado la selección Colombia y pues estoy feliz les dejo un cap... saluditos FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 2145353087
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Mensaje por monica.santander Sáb Jun 18, 2016 12:03 am

jajjaja felicitaciones!!
Saludos
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Mensaje por 3:) Sáb Jun 18, 2016 12:51 pm

holap,...

entre rose y rose,.. a ver asta donde llegan
se nota que a britt le gusta lo que hace,...
es verdad eso del tiempo!!

nos vemos!!
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Mensaje por micky morales Sáb Jun 18, 2016 1:08 pm

ok san tiene novia, que fastidio por demas, la aparicion de quinn es bienvenida y mas si tiene que pasar tiempo con la enana, hasta pronto!!!!
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Mensaje por Caritovega Vie Jun 24, 2016 12:01 am

Capítulo siete

Anotación del proyecto personal López
2 de julio de 7:40 am

Estoy empezando a obtener la imagen real de lo que quiero mostrar. La cirugía es el equivalente médico a las Fuerzas Especiales, los Boinas Verdes o algo así. Al menos esa es la forma en que Pierce la ve. Ella es la oficial al mando, los residentes son sus tropas, y la guerra es contra la muerte. Jesús. Nunca he pensado en eso antes. Se necesita algo especial para estar al frente de eso, y ella lo tiene, eso es seguro, pero me pregunto como lo consigue. ¿De dónde viene esa confianza, esa certeza absoluta? [Nota: necesito más antecedentes sobre Pierce. Rachel y ella son los pilares de este reportaje, de principio a fin.]

Supongo que el objetivo de este año, es acoger bajo sus alas a Rachel, una recluta verde, y convertirla en un líder, un guerrero. [Nota: Titulo del segundo episodio ―Campo de entrenamiento‖]. Este es el ángulo, el gancho, la analogía que entusiasme a la gente, que les haga volver semana tras semana. Eso y el interés humano de seguir Rachel a través del proceso.
Ella es perfecta para el proyecto porque es una chica sencilla. La adoraban durante los Juegos Olímpicos, y las entrevistas cercanas y personales con ella fueron un gran éxito. [Nota: llamar a la secretaria de Pierce para pedirle su Curriculum Vitae, concertar una entrevista de cámara con Brittany, para entrevistarla acerca de los rasgos de personalidad necesarios de un cirujano de trauma. ¿Por qué eligió ocuparse de Rach?]
*****
02 de julio - 20:15
—Si tengo que comer comida de la cafetería cada tres noches durante los próximos seis meses, quiero un plus de peligrosidad, —se quejó Quinn Fabray. —Ya es bastante malo que mi vida social se vaya a ir al infierno, a este paso lo hará el resto de mi cuerpo también.
—Te dije que salieras un par de horas a cenar… o también podías haber pedido que te trajeran la cena,—señaló Santana, mientras hojeaba una revista de cirugía, que había encontrado en una pila de carpetas de archivos sobre el mostrador de enfermeras. Los títulos de los artículos eran en su mayoría indescifrable para ella, pero las imágenes eran fascinantes. Estaba sentada en la Sala de trauma, en una de las sillas giratorias, con los pies apoyados en papelera. Cerca de ella, Quinn jugueteaba con su equipo. —¿Problemas?
—No, antes he visto que uno de los controles de sonido, está desincronizado con el de vídeo. Quiero asegurarme, de que tenemos la configuración del micrófono optimizada para capturar todo lo que podamos. Sería mejor si tuviéramos micrófonos fuera de cámara, también.
—Estoy de acuerdo, pero no creo que eso sea técnicamente posible en el poco espacio que tenemos aquí. Además, que nuestro sonido sea un poco áspero, casará bien con la urgencia y la atmosfera frenética. Queremos que se vea como si estuviéramos en primera línea del frente, una especie de documental en las trincheras.
Quinn se irguió y se desperezó. —Eso es exactamente lo que vas a conseguir si tengo que depender sólo de dos cámaras, y una de ellas colgada del techo. Sacó una silla de debajo del largo mostrado y miró Santana fijamente. —¿Cómo están las cosas con Emily?
Sorprendida, Santana respondió automáticamente. —Están bien. ¿Por qué?
—Sólo preguntaba,—dijo Quinn con un encogimiento de hombros. —Lleváis saliendo, ¿cuánto? ¿Cuatro o cinco meses?
—Seis.
Quinn silbó. —Suena serio.
—No,—respondió Santana lentamente, dándose cuenta de que rara vez había pensado en su relación con Emily. Simplemente era… lo que era. —En realidad no.
—¿Ella está viendo a alguien más?
—No que yo sepa, pero podría ser. Nunca hemos hablado de exclusividad.
—¿Y tú?
Santana miró a su amiga y colega sospechosamente. —No, apenas tengo tiempo para mantener la relación que tengo como es. ¿A que vienen tantas preguntas, Fabray? ¿Estás pensando en invitarla a salir?
—Dios, no,—dijo Quinn riendo. —Es muy sexi, pero es demasiado seria y responsable para mí. Simplemente me preocupo por tu vida. Si tuviera que pedirle una cita a alguien, sería a Pierce. Tiene una mirada que dice que podría ser interesante.
—¿Interesante?—preguntó Santana con cuidado, tratando de ignorar el repentino ataque de celos que sentía ante el anuncio de Quinn. No tienes absolutamente nada para estar celosa. ¿Qué más te da a ti, si Quinn va detrás de Pierce o de cualquier otra persona? Ya tienes una novia, a la que casi no ves gracias a tu trabajo. Además, Pierce definitivamente no es tu tipo. Es reservada, arrogante… sencillamente difícil.
Ajena a la reacción de su amiga, Quinn continuó alegremente: —En caso de que no lo hayas notado, siempre lo tiene todo bajo control, y parece muy apasionada. Apuesto a que es igual en la cama.
Santana definitivamente no quería pasar mucho tiempo pensando, en como sería Brittany en la cama. Tenía que trabajar con ella todos los días previsiblemente durante meses, y que tenía que concentrarse en el trabajo mientras estaban juntas, nada más. —Bueno, pues buena suerte en el intento
—¿Sabes si está disponible?
—No tengo idea. —Pensándolo, se dio cuenta de que no sabía nada de la doctora Pierce en absoluto. Sin duda tenía que hacerle una entrevista.
—¿Quieres un informe detallado? —bromeó Quinn.
—No, gracias, —respondió Santana más fuertemente de lo que pretendía. Esperaba que la fotógrafa no se hubiera dado cuenta.
Antes de que Quinn pudiera hacer comentarios sobre la respuesta de Santana, Rachel y Sam entraron juntos.
—Hey, —dijeron ambos en forma de saludo.
—Buenas noches,—respondió Santana, decepcionada al ver que Brittany no estaba con ellos. —¿Algo interesante?
Rachel se unió a ellas cuando Sam empezó a reponer del carro de paradas con medicinas, después de desbloquear con su llave el carro rodante donde almacenaban las drogas. —No hay nada en este momento, —respondió la cirujana. —Pierce me ha dicho que te diga que ha organizado una sala de guardia para vosotras. Mantenimiento ha puesto un par de camas, y un escritorio en una oficina pequeña en el pasillo, donde podréis dormir algo y trabajar si es necesario. — Le entregó a Santana varias llaves. —¿Por qué no intentáis dormir un poco ahora que esto está tranquilo?
—No me quiero perder nada, —dijo Santana con incertidumbre.
—Te avisaré si entra algo, —le aseguró Rachel. —Siempre nos avisan cuando el trauma está en camino, para cuando llega la ambulancia o el helicóptero estamos preparados.
—Suena bien, entonces,—estuvo de acuerdo la cineasta. —Más tarde si esto sigue tranquilo, me tumbaré un rato.
—Y yo contigo,—agregó Quinn. Consideró brevemente, que en los próximos meses podría ser útil tener una habitación cercana, con una cama disponible. Había aprendido por experiencia que un poco de diversión romántica, en una larga sesión de trabajo podría ayudar a pasar el tiempo muy bien, y por lo que había visto hasta ahora, había más de una posibilidad que quería explorar.
*****
02:29 AM
Santana sentía que apenas había cerrado los ojos, cuando un golpe seco en la puerta, hizo que se sentara sobresaltada en la estrecha cama. Al otro lado de la pequeña habitación, Quinn se dio la vuelta con un murmullo y hundió la cabeza bajo la almohada. Con el corazón acelerado, Santana necesitó unos segundos para darse cuenta de dónde estaba, y de que había alguien en la puerta. Fue rápidamente hacia la silueta, y preguntó: —¿Sí?
Brittany estaba en el pasillo vacío completamente despierta. —Cinco minutos, la Srta. López. Vienen tres ambulancias de un accidente en el puente Podría haber más. No lo sé todavía.
—Bien, gracias.
Cuando Brittany ya se alejaba por el pasillo hacia la zona de admisión de trauma, oyó a Santana a su espalda, —¡Vamos, Quinn. Es la hora!
Los siguientes cinco minutos pasaron en lo que parecieron segundos. Cuando Santana y Quinn llegaron a la zona de trauma, Sam y otras dos enfermeras que no reconoció ya estaban allí, vestidos con bata y guantes protectores, preparando los paquetes de instrumental. Brittany y Rachel ya preparadas con su bata verde, se estaban poniendo los guantes de látex. En el largo mostrador, yacían los restos de la cena tardía de alguien, secciones dispersas del diario, y un tablero de ajedrez, claramente abandonado en mitad del juego. Santana apartó la mirada, pero no sin antes haber absorbido instantáneamente la posición de las piezas. Las blancas estaban a punto de jaque mate.
Desde el otro lado de la habitación, apoyada en el borde de una de las mesas de tratamiento, Brittany vio a la cineasta y su fotógrafa prepararse. A su manera, pero muy parecidas a su propio equipo, colaborando con eficiencia práctica, casi sin palabras. López habló rápidamente en su dictáfono, al parecer tomando nota de la fecha, la hora, y las circunstancias específicas de la próxima sesión.
Quinn Fabray se puso un arnés en el cuerpo, con la clara intención de apoyar en él la pesada cámara de vídeo portátil. Mientras le ayudaba a asegurar la cámara, Santana colocó el micrófono para la grabación simultánea, y la sincronización de vídeo. Una vez hecho todo, Quinn tomó una posición desde donde podría registrar la entrada y la llegada de los pacientes, y comprobó el ángulo de visión de la cámara en la pantalla incorporada. Santana estaba justo detrás de ella, desde donde Brittany presumía, podría dirigir a su fotógrafa, y concentrarse en cualquier aspecto de la próxima acción que le interesara.
Impresionante.
Santana miró a Brittany. —¿Estamos bien aquí?
—Yo creo que sí. Vaya a por lo que quiera, si me molesta, se lo haré saber.
—Me parece bien, —dijo Santana con una sonrisa. No dudó ni por un segundo, que incluso en medio de la batalla, Brittany no tendría ningún problema para hacerle saber sus deseos. Su último pensamiento antes de que las puertas se abrieran, y la primera de las tres camillas entrara en la habitación, fue a preguntarse si la cirujana nunca cedía el control a nadie.
*****************************************************************************************************
Bueno aquí les dejo un cap tengas buena noche


Última edición por Caritovega el Vie Jun 24, 2016 9:23 pm, editado 1 vez
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Mensaje por micky morales Vie Jun 24, 2016 8:44 am

no me gusta el interes de quinn en britt, que se fije en la enana!!!!!
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Mensaje por 3:) Vie Jun 24, 2016 11:26 pm

holap,..

no le veo mal que quinn san salga con britt... le veo el lado positivo!!
a ver como va a ser el tiempo juntas entre san y britt mientras se graban y las revisiones de cinta..

nos vemos!!!
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Mensaje por Caritovega Dom Jun 26, 2016 11:13 pm

Capítulo ocho
Todo empezó como una situación de trauma bastante rutinaria, o eso supuso Santana. Técnicos de emergencias y paramédicos de dos unidades diferentes, habían respondido a un accidente de varios vehículos, y las primeras víctimas en llegar fueron una familia de tres.
—Intenta conseguir algo de todos, pero céntrate en Rachel y la niña,—ordenó Santana a Quinn cuando el personal médico se reunió en las camillas.
Eficientemente, los miembros del equipo trasladaron a cada paciente a una camilla, con una coreografía hecha sin esfuerzo, gracias a una larga práctica. Por lo que Santana pudo ver, los tres miembros de la familia estaban conscientes, aunque la madre y el padre estaban atados a tableros de restricción, y tenían collares cervicales en el cuello. Una niña rubia que parecía tener unos cinco años, estaba en la tercera camilla observándolo todo, pequeña y vulnerable, rodeada por monitores agrupados a su alrededor. Una gran laceración se extendía desde el cuero cabelludo hasta la frente, y desde donde estaba de pie, Santana pudo distinguir la brillante superficie rígida de hueso blanco. Milagrosamente, la niña parecía cómoda y no muy asustada, ni siquiera parecía estar llorando, aunque había rastros de lágrimas en sus mejillas manchadas.
Santana escuchó a Brittany dirigir la actividad, incluso mientras empezaba a evaluar al miembro masculino del trío.
—Fisher, encárgate de la madre. Berry, tú con la niña.—Se inclinó sobre el hombre, realizando automáticamente la evaluación inicial estándar, para confirmar que estaba respirando correctamente, y que el pulso y la presión arterial eran adecuados. —¿Cuál era la situación en el lugar? ¿Tiempo de rescate? ¿Inestabilidad hemodinámica o pérdida de la conciencia?—preguntó a los paramédicos que se había quedado a ver la intervención.
A Santana le pareció que todo el de personal de emergencias respondía a la vez, y no pudo entender, cómo la Jefa de Trauma podía asimilar la gran cantidad de hechos y números con los que la estaban bombardeando.
Brittany no apartó los ojos del rostro del paciente, mientras sus manos se movían con rapidez por su cuerpo. —¿Ha sufrido compresión?
—Sí. Por el cinturón de seguridad y el asiento del coche,—gritó uno de los paramédicos, que estaba terminando su papeleo de pie junto a la puerta.
Brittany se enderezó y miró a su derecha, donde Keith Fisher, un residente de cirugía de tercer año, realizaba exactamente las mismas maniobras que ella acababa de terminar en la madre. —Dr. Fisher,—dijo, no en voz alta, pero con un grado de autoridad que llamó su atención inmediatamente. Sus manos dejaron de moverse mientras miraba con expectación. —Este paciente se queja de dolor abdominal, y tiene endurecida la parte inferior abdomen. ¿Qué recomienda usted que hagamos?
El joven, claramente cargado de emoción por el ambiente de tensión, respondió con una nota de esperanza en su voz, —¿lavado peritoneal abierto?
Santana miró Brittany Pierce. No pudo evitar hacerlo. De todas las figuras en la habitación, la cirujana de cabello rubio parecía ser el epicentro, el punto focal. A pesar del ambiente de caos controlado que impregnaba sala, la expresión de Brittany estaba en calma y en actitud sosegada. Sus movimientos eran precisos, económicos, y en el poco tiempo transcurrido desde que los pacientes habían llegado, había evaluado claramente el estado de cada uno, y dado pautas para organizar su cuidado. Cuando Santana escuchó al cirujano en prácticas, sugerir lo que supuso era algún tipo de operación, durante un segundo fugaz, le pareció ver una sonrisa en el rostro de Brittany. Hizo una nota en el registro que estaba dictando en voz baja, para preguntarle por qué.
—Estoy de acuerdo con usted,—dijo Brittany mientras se dirigía a la mujer que Fisher estaba examinando, —está hemodinámicamente inestable y sospecho que tiene un importante sangrado intraabdominal. Pero el pulso y la presión arterial son normales, así que tenemos tiempo para obtener una prueba no invasiva antes de recurrir a un procedimiento quirúrgico. —Echando un vistazo por encima del hombro, ordenó:—Sam, pide urgentemente un TAC de tórax y abdomen. Diles que es una posible lesión del cinturón de seguridad, y que verifiquen el bazo y el retroperitoneo con cuidado.
Sorprendentemente, Brittany se detuvo al pie de la camilla donde estaba la paciente, se dirigió a Santana, y como si tuviera todo el tiempo del mundo, dijo coloquialmente. —No es raro que una persona que ha sufrido una desaceleración de alta velocidad, estando restringido por el cinturón de seguridad sufra una lesión de los órganos internos. Especialmente los que son muy vasculares o frágiles, estos pueden romperse y sangrar. Podríamos hacer una pequeña incisión en el abdomen ahora mismo, y mirar, pero creo que una tomografía computarizada es una mejor opción para él.
—Gracias,—dijo Santana en voz baja, pero Sinclair ya le había dado la espalda y se inclina sobre la mujer.
Oyó como la cirujana se presentaba y preguntaba a la mujer si tenía algún dolor. No pudo escuchar la respuesta débil de la mujer, pero pudo oír la ansiedad en su voz.
—No hemos terminado de examinarlos todavía, —dijo Brittany con calma, —pero parecen estables. A su marido tenemos que hacerle algunas pruebas, y le informaré acerca de su hija en unos minutos. Ahora, déjeme ocuparme de usted.
Había algo familiar en tono compasivo de la cirujana que caló hondo en Santana, y mientras luchaba con su memoria, su pulso se aceleró y sus oídos zumbaron débilmente. Dios, ¡ahora no! Se obligó a prestar atención a la escena, y por suerte, la cabeza se aclaró.
—Vete un poco hacia atrás para coger a la madre y a la hija,—instruyó Santana a Quinn con voz ronca. Simplemente tenía que centrarse en el trabajo y estaría bien.
La fotógrafa, que había estado yendo y viniendo, entre las tres camillas tratando de registrar las distintas etapas del tratamiento, gruñó en asentimiento. Mientras Santana hablaba, la niña llamó a su madre, y esta le tendió una mano, uniendo sus dedos por el estrecho espacio entre las dos camillas.
—¿Has grabado eso?—susurró Santana emocionada, casi subida en el hombro de Quinn para comprobar su ángulo de visión.
—Sí, sí, lo tengo. No te preocupes, —dijo Quinn distraídamente mientras trataba de mantener un ojo en la escena en general, para que no perderse nada, y al mismo tiempo concentrándose en cada íntimo detalle, que hacia el proceso tan humano. —¿Me podrías dar un poco más de espacio, Santana?, —murmuró mientras seguía detrás de Rachel, luchando para mantener la pesada cámara contra su pecho.
Incluso con el arnés que ayudaba a mantener el peso, le empezaban a doler los brazos.
Junto a ellas, Brittany dio a una de las enfermeras instrucciones detalladas sobre las pruebas de laboratorio, y rayos X para la madre y finalmente se unió a Rachel junto a la niña. Tanto Santana y como Quinn se movieron a su lado, pero ella no pareció darse cuenta.
—¿Qué tenemos? —Preguntó Brittany, estudiando la pequeña paciente.
—En examen neurológico, está perfecto. No hay evidencias de obstrucción en las vías aéreas o inestabilidad hemodinámica. Tiene la laceración obvia, pero no puedo palpar fractura de cráneo. Sin moretones en el pecho o el abdomen que sugiera traumatismo interno, y mueve perfectamente las cuatro extremidades cuando se lo ordenas. Necesitará un TAC de cabeza para descartar una fractura o una lesión intracraneal asociada, y hay que cerrar la laceración.
Cuando Rachel terminó de informarle, Brittany se inclinó y murmuró algo que Santana no pudo entender, pero esperaba que el micrófono de la cámara hubiese recogido. Entonces, Brittany comenzó su propia evaluación, escuchó el corazón y los pulmones de la niña, sondeó su abdomen, pasó sus manos por cada extremidad, revisó las pupilas y los oídos, y satisfecha coincidió con la evaluación de Rachel.
—No hay nada que sugiera evidencia de hemorragia o aumento de la presión intracraneal. Parece que su única lesión importante es la solución de continuidad de los tejidos blandos en el cuero cabelludo. ¿Quieres coserla tú misma antes de que la lleven al TAC?
—Parece que aquí ya hemos acabado, —comentó Rachel. —Si no hay nada más, me encargaré yo.
Brittany estaba a punto de responder cuando un policía corpulento, sonrojado y respirando pesadamente, irrumpió en el área de trauma. Se detuvo en seco y miró a Brittany, luchando por sus palabras.
—Está a punto de llegar una ambulancia con un motorista implicado en el accidente. Estaba debajo de uno de los coches y hemos tardado en encontrarlo. —Le tendió una gran bolsa de basura negra que llevaba bajo el brazo. —Esto… esto es… suyo.
Santana no estaba segura de lo que estaba viendo, pero Quinn tocó su el hombro y le avisó, —Prepárate.
—Déjelo aquí, —ordenó Brittany, acercando un carrito de acero con ruedas. Cuando el policía depositó su paquete, miró a Santana y Quinn fijamente. —Esto puede ser… difícil.
—Está bien, —dijo Santana, tratando de ignorar el creciente rugido en su cabeza. La forma del envase le dio una idea bastante buena de lo que había dentro, pero estaba segura de estaba imaginando lo que no era. El corazón le latía con fuerza. —Adelante.
Brittany abrió los bordes del plástico negro.
—Oh mierda,—murmuró Quinn Fabray, luchando por mantener la cámara fija, y no era porque sus brazos estaban cansados.
Santana le puso la mano en el hombro de Quinn, y luchó con una ola vertiginosa de náuseas.
—Berry, —dijo Brittany secamente, mientras observaba la pierna perfectamente conservada rodeada de hielo dentro de la bolsa. Se la había amputado por la cadera y una parte del hueso de la pelvis era visible, todavía unida al extremo de corte. El resto parecía perfectamente normal, incluyendo la pierna y el pie. —Llama quirófano y diles que viene un nivel uno. Notifica a cirugía vascular, y ortopedia que tenemos una posible reimplantación de extremidades.
Mientras hablaba, las puertas se abrieron de nuevo y cuatro paramédicos entraron con el dueño del miembro amputado. Los próximos momentos a Santana le pareció que Brittany estaba en todas partes a la vez dando órdenes. Las enfermeras y los residentes se abalanzaron sobre el motorista, cortando la ropa, insertando tubos en su nariz, sus brazos, su garganta. Brittany y Rachel finalmente, retiraron la venda de presión grande que cubría la parte inferior del cuerpo, y en aquel momento Santana ordenó con voz ronca, —Para la cámara, Quinn.
Quinn estuvo a punto de protestar, hasta que obtuvo un panorama claro sobre la herida abierta y se dio, cuenta de que era demasiado personal y privado revelar una cosa así de nadie. —Sí.
*****
03 de julio
6:29 am
—¿Quieres mirar las tomas ahora?, —preguntó Quinn, tratando valientemente de ocultar su cansancio. Pensaba que ya nada podía afectarle. Había filmado niños muriendo de hambre en África que vivían en condiciones tan pésimas, que era imposible creer existieran en el mundo moderno, había documentado los últimos momentos de hombres y mujeres jóvenes muriendo de SIDA, en la sociedad tecnológicamente más avanzada jamás conocida. Había sido testigo de toda la gama de las emociones humanas, el dolor, el horror, la felicidad. Con el filtro de su cámara entre ella y el evento, siempre había sido capaz de mantener su equilibrio psicológico. Aquella noche, casi lo había perdido.
—Vamos a dejarlo para mañana, —dijo Santana débilmente, mirando el reloj redondo de aspecto institucional colgado de la pared, sorprendida por la cantidad de tiempo que había pasado. Habían estado cuatro horas en un torbellino de ruido, movimiento y la sangre. Miró a su alrededor el suelo estaba lleno de basura, las secuelas de la batalla estaban por todas partes: fajos de gasas empapadas con sangre y otros fluidos, guantes quirúrgicos desechados, envoltorios de plástico transparente que habían contenido tubos estériles y catéteres intravenosos, una parte de un par de pantalones vaqueros. —Dios.
—No vamos poder enseñar gran parte de lo que ha pasado, —comentó Quinn con voz ronca. Tenía la garganta tan seca que casi le dolió al decirlo. Metódicamente guardó su equipo sin mirar a Santana, necesita restaurar el orden y la cordura mediante la repetición de las tareas familiares. —¿No crees?
Santana se sentó en la silla giratoria delante del mostrador, y se quedó mirando el tablero de ajedrez. Milagrosamente, había permanecido intacto, durante lo que ahora le parecía un tornado de caos apenas contenido. Con aire ausente, repitió los últimos seis movimientos de las negras. Bien hecho.
—No podremos emitirlo, —dijo al fin. —Los censores nunca lo dejaran pasar. Además, no quiero que esto satisfaga la curiosidad morbosa alguien. Sin embargo tenemos grandes tomas de Rachel y Brittany. Tenemos mucho ahí.
Se presionó sus dedos a las sienes doloridas. —Vete a casa, Quinn.
No tenía que revisar el video para saber lo que quería usar de lo que acababan de presenciar. Su corazón aún latía con fuerza por la tensión, pero lo tenía sus terminaciones nerviosas tan al límite, que parecía que su piel estuviera ardiendo, eran sus recuerdos de Brittany Pierce.
*****
9:54 am
Brittany entro en el área de admisión de trauma, y se quedó mirando con sorpresa a Santana lópez.
—¿Qué está haciendo aquí todavía? He visto a su fotógrafa salir justo antes de empezar mis rondas, hace un par de horas.
—La mandé a casa,—respondió en voz baja. —Creo que anoche se ganó su sueldo.
—Entonces usted también lo hizo, —apuntó Brittany. Sacó una silla y se sentó frente a la cineasta. Había esperado que Santana quisiera alejarse por un tiempo, después de los acontecimientos de la noche anterior. Ver una lesión como aquella era duro para todos, incluso para el cirujano de trauma más veterano y experimentado, y creía que era casi imposible de asimilar para un civil. Tendría que esforzarse duramente para no pensar constantemente en ello. No se le había escapado que la pelinegra la había mirado como si estuviera a punto de desmayarse, cuando dejó al descubierto la pierna amputada, aunque no podía culparla. Sin embargo tenía la sensación de que no era porque Santana fuera una mujer aprensiva. La reacción de Santana había sido muy parecida a la que había tenido la primera vez que había entrado en la sala de trauma, puramente involuntaria, una respuesta autonómica a un evento estresante. O el recuerdo de uno. La directora todavía estaba pálida y temblorosa. —¿Está bien? Ha sido una noche muy larga.
Santana se sonrojó, avergonzada, deseando que la cirujana no fuera tan astuta. —Sí, gracias, —Sabía de donde provenían las reacciones físicas desagradables, y sabía que ella actualmente estaba bien, pero sin embargo era preocupante, incómodo, desconcertante y malditamente inconveniente, que el terror repentinamente la inundara. No el terror, el recuerdo del terror,. Negó con la cabeza, tenía que dejar de pensar en ello, solo le traería problemas. —¿Cómo esta… el chico? Dios, ni siquiera sé su nombre, ni me acuerdo de su cara. Creo que no le he mirado directamente.
Santana se inclinó hacia atrás y cerró los ojos, pensando en la rapidez con la que se había distanciado, de los horrores de la fragilidad humana. Sí estaba así en apenas dos días, ¿cómo podía alguien ver aquello día tras día sin sentir nada, y aun así permanecer cuerdo?
—Su nombre es Stephen Jones, de veinte años. Tiene una novia encantadora y una familia muy devota. De momento, sigue vivo contra todo pronóstico, y va a necesitar mucha ayuda, y no sé qué pasará a largo plazo.
—¿Ha hablado con la familia?—Preguntó Santana. ¿Cómo ha encontrado el tiempo? ¿Cómo ha encontrado la fuerza?
—Sí les he informado,—contestó Brittany. —Rachel está ahora con ellos, explicándoles lo que pueden esperar en los próximos días. Una gran parte de su formación, es aprender a coordinar las distintas especialidades, que intervienen en el cuidado de un paciente con trauma. Tan importante como la orquestación de la atención médica, es mantener a la familia informada, y ponerlos en contacto con el personal de apoyo que les puede ayudar con el dinero, los seguros, y cosas por el estilo .
Santana suspiró. —Maldita sea. Debería haber estado allí.—Sonrió débilmente. —Si le digo la verdad, necesitaba un descanso.
—Es comprensible, —dijo Brittany, en un tono que indicaba que lo decía en serio. Estudió a la otra mujer, preocupada por el débil temblor se observó en las manos de Santana. Se inclinó hacia delante y volvió a preguntar: —¿Seguro que está bien?
—No soy tan frágil como parece, Dra. Pierce, —respondió Santana con más dureza de lo que pretendía. Le molestaba que una cirujana aparentemente inagotable, pensara que ella no podía lidiar con la intensidad de la unidad de trauma.
—¿Quiere decirme que está causando los recuerdos? —preguntó Brittany con suavidad. —¿O prefiere contármelo cuando finalmente se desmaye, y termine con una herida en la frente que tenga que cerrar?
Santana se levantó de repente, completamente llena de energía. Estaba demasiado enfadada con la suposición de la otra mujer, para acordarse de lo mal que se había sentido momentos antes. —No tiene que preocuparse de que vaya a requerir sus servicios, Dra. Pierce. Le aseguro que no voy a tener ningún problema en hacer mi trabajo.
No, estoy segura de que no lo harás, pensó Brittany mientras miraba a Santana salir airadamente de la habitación. Pero ¿por qué tienes que sufrir tanto mientras lo estás haciendo?
Le perturbaba pensar en Santana luchando en silencio, y le inquietó aún más darse cuenta de que estaba rompiendo una de sus propias reglas, preocuparse.
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Bueno aquí les dejo un nuevo capítulo, saludos FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 2145353087
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Finalizado Re: FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada]

Mensaje por micky morales Lun Jun 27, 2016 8:44 am

Por Dios la Dra hielo mostro una emocion, la preocupacion!!!!!!
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Mensaje por 3:) Mar Jun 28, 2016 2:37 pm

holap,...

el aspecto frió no es para mal,.. es mayor parte del trabajo tratar con todo eso es difícil,...
se nota que britt observo muy bien a san para darse cuenta que le afecta cuando entran las urgencias,...
que recuerdos tiene san en su pasado que la afecta,..

nos vemos!!
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Mensaje por Caritovega Miér Jun 29, 2016 10:48 pm

Capítulo nueve

La elegante mujer vestida con unos caros pantalones a medida y blusa de algodón liso, se quedó de pie en el porche, bajo los rayos del brillante sol de verano, escuchando el sonido de la moto que acercaba.
Un sendero sin asfaltar, llevaba a través de la tranquilidad del campo hasta su casa del siglo diecinueve flanqueada a ambos lados por flores silvestres. El camino de piedra que conducía a casa desde la puerta principal, estaba ribeteado con una colección de petunias de colores vivos y caléndulas. Observó, una figura vestida de pies a cabeza de negro, camiseta, pantalones y botas, que paró una enorme Harley-Davidson y desmontó en su puerta principal.
Brittany se quitó el casco, lo apoyó en el asiento de su Harley, se pasó las manos por el pelo oscuro y empezó a subir por el camino, sonriendo débilmente a la mujer que la estaba esperando.
—Hey, Maddy, —dijo a modo de saludo, subió de dos en dos las escaleras hasta el amplio porche de madera. Le puso los brazos alrededor de la cintura a la otra mujer y la abrazó, dándole un ligero beso en la mejilla. —Estás maravillosa como siempre.
Lo dijo a la ligera, pero era cierto. La mujer poseía de una belleza intemporal, una figura que los artistas habían intentado capturar en lienzos y tallar en piedra durante siglos. Era hermosa a cualquier edad, en cualquier momento.
—No podías haberme llamado para decirme que ibas a venir ¿verdad?,—le reprendió la otra mujer con cariño, haciendo caso omiso de un elogio que hacía tiempo que había perdido todo significado para ella. —Habría hecho una lista de cosas que tenemos que hacer juntas. ¿Te quedas?
—Hasta mañana, —dijo Brittany, con un brazo todavía posado libremente alrededor de la cintura de Maddy. —¿Supongo que ya no hay desayuno?
—Es mediodía, Britt.
Brittany sonrió encantadoramente. —He venido directamente desde el hospital, pero siempre me dices que no tengo que correr, así que me ha costado un poco.
Madeleine Pierce miró a su nieta con ojo crítico. Sabía muy bien que las visitas imprevistas de Britt, generalmente estaban motivadas por su necesidad de escapar de algo, demasiado trabajo, demasiado horror, demasiadas decepciones de la vida. Había tenues sombras bajo sus ojos, y parecía más delgada y más exhausta que la última vez que Maddy la había visto. Hacía casi dos meses, había llegado en plena noche, bajo una intensa lluvia, empapada y temblando por mucho más que el frío. Como hacían a menudo, habían hablado hasta el amanecer de cosas intranscendentes, y cuando Britt se alejó en su moto, Maddy todavía no tenía ni idea de lo que le había hecho venir. Los silencios de Brittany no le importaban, nunca lo habían hecho. Lo único que importaba era que ella siempre volvía.
—¿Has dormido?—preguntó Maddy mientras caminaban cogidas del brazo por la sala poco iluminada. Las cortinas de encaje estaban echadas para filtrar la luz del sol, y mantener la habitación fresca. La casa no tenía aire acondicionado, porque a Maddy nunca le había gustado.
—No estoy cansada, —dijo Brittany, evitando una respuesta directa. Era un hervidero de sentimientos, con demasiada energía inquieta para dormir, y no había sido capaz de hacer frente a la idea de volver a su apartamento costosamente amueblado, pero sin lugar a dudas frío. No era por falta de un buen decorador que a su apartamento le hiciera falta calidez, era sólo porque no había nada de sí misma en él. Ni siquiera había pensado en su destino, cuando se subió a su moto y se dirigió hacia el norte de la
ciudad. El frío aire húmedo soplaba alrededor de su cara a cien kilómetros por hora, y pronto se había evaporado el persistente manto de tristeza y muerte que había penetrado más allá de sus defensas. En menos de una hora y media, había llegado a casa. No se había criado allí, pero sin embargo estaba en casa, porque era donde vivía Maddy.
—¿Has trabajado toda la noche?—lo intentó Maddy de nuevo.
—¿Qué? —preguntó Brittany. Dios, qué noche. No podía recordar la última vez que tuvo una tan mala. Alejó sus pensamientos cuando Stephen Jones, su pierna amputada, y su vida arruinada inundaron su mente. No podía permitirse el lujo de recordar la mirada en el rostro de sus padres cuando les informó de sus lesiones, o como sería su futuro. Tenía que alejar los recuerdos, no vivir con ellos. Mantener la cordura. Pero a veces la locura absoluta de todo la arrastraba. —Oh, sí, lo hice, —respondió finalmente volviendo en sí. —Hemos tenido una noche un poco dura.
Llegaron a la gran cocina que ocupaba casi toda la parte trasera de la casa. Dos años antes, Brittany había sustituido el pequeño porche y el cuartito contiguo, por un amplio solárium acristalado que se conecta con la cocina a través de unas puertas francesas. Lo había construido después de que Maddy, le hubiera admitido que la artritis persistente en la cadera derecha, le molestaba menos cuando estaba sentada al sol. Britt había argumentado, que así podría sentarse en el sol durante todo el invierno y estar caliente.
—Siéntate mientras te hago el desayuno. ¿Te parecen bien unos Gofres?
—Los Gofres siempre están bien, —dijo Brittany mientras estiraba las piernas en el marco de la amplia mesa de roble.
Maddy dejó una taza de café junto a la mano derecha de su nieta, y mientras buscaba los ingredientes de la nevera y armarios, preguntó casualmente, —¿Cómo van las cosas por el hospital?
Brittany acunó la taza de café en sus manos y se encogió de hombros. —Tan locas como siempre lo son en Julio. Nuevos residentes que vigilar, más gente en las calles para recibir un disparo o ser atracada, más coches en la carretera para estrellarse. ¡Es temporada alta!
—Entiendo,—murmuró Maddy distraídamente, al dejar caer un poco de masa en la plancha para medir la temperatura.
—Y hay un equipo de televisión haciendo un documental en la unidad de trauma.
Maddy miró por encima del hombro tratando de interpretar los sentimientos de Britt por su expresión, ya que su voz rara vez revelaba nada, aunque realmente no esperaba ser
capaz de hacerlo. Su nieta, lo sabía, había aprendido de niña a ocultar sus sentimientos. Esa distancia probablemente le servía en el entorno altamente volátil de la unidad de trauma, pero era muy frustrante para cualquier persona que quería conocerla. —Eso es bastante inusual, ¿no? Me parece un lugar terriblemente difícil de filmar. ¿Cómo diablos pueden conseguir algún tipo de orden en el set?
—No es como estás pensando, —dijo Brittany con una sonrisa. —No hay escenas elaboradas, ni tomas falsas, ni estrellitas malcriadas a las que complacer.
—Yo nunca he sido así, —informó Maddy con altivez. —Siempre he sido muy cercana y refinada.
—Eso no es lo que dicen de ti las historias que he leído.
Maddy colocó un plato lleno de Gofres delante de Britt, y dijo con brusquedad, pero con una sonrisa en su voz. —Esos informes eran muy exagerados.
—De todas formas, —dijo Brittany, volviendo su atención con expectación a la comida casera, —es algo más de lo que podríamos llamar “cinema verité‖.
Maddy se sirvió una taza de café y se sentó enfrente de Brittany. —Debe ser una locura que estén filmando mientras estáis trabajando, —observó.
—Pensé que iba a serlo, pero la directora ha sabido cómo mantener a su equipo, a una distancia adecuada para que podamos trabajar, —observó.
—¿Una directora?—observó Maddy con sorpresa. —Me hubiera gustado ser directora en lugar de actriz. O tal vez estar junto con él.
—¿En serio?—dijo Brittany, sintiendo finalmente que la presión en su pecho comenzar a aliviarse, con el ritmo familiar de sus conversaciones. —No lo sabía.
—En aquellos entonces simplemente no era posible, o tal vez lo era pero me daba miedo intentarlo.
Brittany se inclinó sobre la mesa y tocó la mano de su abuela. —Lo siento.
Maddy se rió. —No hay necesidad de sentirlo. No es que haya estado suspirando al respecto de todos estos años, pero lo veré con ojo crítico para ver que hace contigo.
—No se trata de mí, —se apresuró a aclarar Brittany. —Está centrado en mi nueva alumna, Rachel Berry.
—Ya, entonces me imagino que tú te has quedado completamente al margen.
Brittany sonrió fugazmente y se rió entre dientes, de repente sentía su corazón más ligero de lo que había estado en las últimas semanas. Nadie le hacía reírse de sí misma como lo hacía Maddy. Tal vez porque nunca nadie la había hecho sentirse así… querida. —No creo que Santana López esté de acuerdo con eso. Le he hecho pasar algún mal rato.
—¿Por qué?—preguntó Maddy en serio, preguntándose si esa era la razón por la que Brittany había ido. Por su experiencia, sabía que con el tiempo su solitaria nieta, terminaría hablando a su manera de lo que le estaba molestando, aunque ni ella misma se diera cuenta.
Brittany se volvió en la silla para mirar por la ventana, observando que una de las puertas dobles en el garaje colgaba torcida. —Voy a tener que reemplazar esa bisagra, —comentó con aire ausente.
Maddy esperó en silencio.
—La fotografía es algo peligroso, —dijo Brittany en voz baja, casi para sí misma. —Es despiadada y cruel, captura el momento, dejándolo todo al descubierto, sin revelar la verdad, sin el beneficio de la pretensión o de máscaras. Nadie puede esconderse de ella, no para siempre.
—Sin embargo, no hay ningún juicio en una simple grabación de sucesos,—señaló Maddy. —Es un proceso neutral.
—No, —respondió Britany con vehemencia, moviendo la cabeza. —Sería neutral si no fuera selectivo, pero lo es. Santana López dirige la cámara, determina lo que la película va a revelar, los momentos que serán destacados, ¿qué historia va a contar? Ella tiene todo el poder .
—Entiendo,—dijo la mujer mayor, pensando en todos los años que había tardado Brittany, en sentir que tenía el control de su propia vida. —Ella te da miedo.
No era una pregunta.
Brittany la miró con asombro, dispuesta a protestar una vez más. Miró fijamente a esos ojos azules tan parecidos a la suyos, y sintió las palabras morían en su lengua. Era verdad, y no se trataba sólo del miedo a lo que Santana López pudiera ver, cuando mirara a través de los ojos de la cámara de Quinn Fabray. También empezaba a darse cuenta de lo mucho que deseaba que lo viera.
*****
—Brittany, —llamó Maddy echándose un chal sobre los hombros, y mirando hacia arriba en la noche, hacia la sombra que se movía en su azotea. —Para. Esa linterna no alumbra lo suficiente, te vas a caer, te romperás el cuello. Y encima, a media noche.
Brittany golpeó otro clavo alrededor de la chimenea y contestó: —Bajo en un minuto.
No había podido dormir. O, mejor dicho, se había quedado dormida poco después de la cena, y se despertó sudando alrededor de la medianoche. Había estado soñando. Había sido un sueño muy real. Su cuerpo todavía zumbaba con una combinación de excitación, y temor cuando se sentó en la cama, jadeando, temblando. Había soñado con una mujer que se inclina sobre ella, sujetándola en la cama con su cuerpo desnudo, mientras volvía su sangre fuego con un beso. Se despertó aún dolorida por el recuerdo de aquel beso. Cuando no pudo sacar la imagen de la mujer pelinegra con ojos cafés de su mente, saltó de la cama, se puso los pantalones, y buscó alguna tarea que la distrajera de los latidos insistente en su vientre.
No había funcionado, pero al menos no se sentía como si fuera a explotar. Decididamente, bajó la escalera y se dirigió al piso de arriba. Odiaba admitirlo, pero parte de ella esperaba que Santana López visitara sus sueños otra vez.
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Bueno aquí les dejo este cap... ya tengo otro OS para subir :3 creo que ese les va a encantar FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 918367557 saluditos
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Mensaje por Caritovega Lun Jul 04, 2016 4:14 pm

Capítulo diez


—¿Estás segura de que no puedes quedarse más tiempo?
—Tengo que volver, —dijo Brittany mientras se sentaba a horcajadas sobre su moto, sosteniendo su casco bajo el brazo. —Mañana estoy otra vez de guardia.
—Sé perfectamente que no tienes que hacer tantas guardias, no desde que eres la jefa. —señaló Maddy, apoyándose en la valla, y cubriéndose con una mano los ojos del sol de la mañana. Había oído a su nieta rondar por la casa durante toda la noche, y se preguntaba si había dormido algo. Hacía años que no la había visto tan agitada e inquieta, no desde los primeros meses después de que Brittany se había ido a vivir con ella, cuando todavía tenía su apartamento en Manhattan. Llegó un momento en el que pensó que ninguna de las dos volvería a dormir nunca más. —Puedes permitirte que otros lo hagan por ti.
Brittany se encogió de hombros, pero no discutió. —A veces, aunque no esté allí tengo el mismo trabajo, simplemente se va acumulando y me esperaba.
Y no sabes qué hacer contigo misma si no estás trabajando, pensó Maddy. Dio un paso adelante y le acarició el brazo de Brittany . —Vuelve pronto.
—Lo haré,—respondió Brittany poniéndose el casco. —Llámame si necesitas algo. Y hazme una lista de las cosas que necesitas que te arregle. —Se inclinó para besar la mejilla de la otra mujer. —Te quiero, —murmuró.
—Y yo a ti, —respondió Maddy. —Te tendré preparada esa lista.—Lo haría, aunque podía permitirse el lujo de contratar a personal de mantenimiento para mantener el lugar en buenas condiciones. Pero sabía que su nieta necesitaba una excusa, para salir de vez en cuando de las exigencias y las repercusiones de su trabajo.
—¿Por qué no traes a esa directora de cine la próxima vez? Me gustaría saber cómo son las cosas en la industria hoy en día, —añadió Maddy casualmente. No pudo ver la sorpresa en los ojos de su nieta, porque Brittany ya había bajado la visera gris humo sobre su cara.
—Claro, —respondió Brittany automáticamente, casi riéndose de lo absurdo de esa idea. No podía imaginar porque una mujer cosmopolita y ocupada como Santana López, tendría algún tipo de interés en pasar una tarde con ella, y una envejecida y solitaria reina del cine, en medio de la nada sentadas en un porche viendo crecer el maíz.
*****
—Es muy bueno, Santana, —dijo Quinn, reclinándose en su silla con un suspiro. Las dos habían estadas sentados hombro con hombro, frente al monitor que Brittany había dispuesto para ellas en la sala de guardia, durante una buena parte de la tarde y la noche. Habían instalado un equipo para examinar las cintas de video que Quinn había grabado, y habían estado revisando las imágenes del trauma, que habían tenido dos noches atrás. —Estaba allí, y todavía hoy alguna imagen me hacen contener la respiración.
—Sí,—murmuró Santana distraídamente, consultando el registro y codificación de los marcadores digitales para encontrar una escena que quería volver a ver. Silenció el sonido en el ordenador y observaron, Rachel Berry y Brittany Pierce estaban inclinadas sobre la pequeña niña rubia, consolándola, después la cirujana la examinaba de forma rápida y con soltura. —¿Has visto eso? —preguntó. —Mira la diferencia de aquí… hasta aquí…
Quinn se acercó más, siguiendo las instrucciones de Santana. —¿Sí?
—Todo cambia cuando empieza a examinarla, incluso sus expresiones. Algo hace clic, y luego clic se apaga.
—Está trabajando, Santana. ¿Qué esperas?, —respondió Quinn, sin saber a donde quería llegar la directora. —Se concentra en ello.
—Lo sé,—dijo Santana con un deje de frustración, —y ese es el punto. Para poder hacer su trabajo, tiene que cambiar algo por dentro. Tiene que cortar la conexión emocional, la… la empatía que la mayoría de la personas sentiría, se ve obligada a dejar de sentir, porque sentir es lo que nos hace humanos. ¿Qué sentiste mientras lo veías?
—Yo también estaba trabajando,—señaló Quinn categóricamente. No quería admitir lo aliviada que se sintió, cuando el equipo de trauma trasportó al motorista hasta el quirófano, y Santana le dijo que se fuera. Necesitaba un poco de aire, todo aquello le había impactado.
Santana le clavó una mirada inflexible. —Y yo también, y aun así fue muy difícil para mí. Deja de evitar la cuestión .
—Hemos visto el horror antes, Santana, —insistió Quinn, moviéndose incómoda en la silla. —Hemos visto tanques en llamas, edificios derrumbarse a nuestro lado, por no hablar de los chicos veinticinco años de edad que parecían tener ochenta en sus momentos finales. ¿Cuál es la diferencia?
—La diferencia es que en Europa había distancia física entre nosotras, los acontecimientos, y las víctimas. Cuando hicimos el reportaje del SIDA, sabíamos que era lo que íbamos a filmar. Tuvimos tiempo para prepararnos.
—Cierto. ¿Y qué?
—Aquí todo ocurre de repente, hay una inmediatez, una incertidumbre. No sabes qué esperar, por lo que no puedes estar preparado.
— Eso es lo que yo he plasmado en la cinta, —dijo Quinn enfáticamente. —Solo tienes que verla, un plano general de la llegada, ¡boom!, se abren las puertas, entra toda una multitud de personas, y el paciente se encuentra en alguna parte entre ellos. Luego acercamos la imagen, nos centramos en los pacientes, en el médico con el paciente, las enfermeras con el paciente. Todo está ahí: la tensión, la energía, el ritmo frenético. Por el amor de Dios, los movimientos de la cámara por si solos cuentan la historia .
Era evidente por su tono, que la fotógrafa estaba muy contenta por como habían ido las cosas
—Exactamente,—estuvo de acuerdo Santana. —Y la próxima vez quiero reducir la velocidad.
—¿Qué?
Santana sonrió. Habían pasado por eso antes, cuando lo que Quinn veía y capturaba con su cámara, no era precisamente lo que Santana quería resaltar. El papel del director, tal y como Santana lo veía, era dar forma a las partes y piezas de los acontecimientos, de un modo coherente con un mensaje claro, que llevara al espectador inconscientemente a la misma conclusión. Eso ocurría en virtud a lo que ella incluía en la cinta, y muy a menudo, excluía horas y horas de material de archivo que acumulaban a lo largo de un proyecto. Así que haría su trabajo mucho más fácil, si Quinn y ella buscaban lo mismo desde el principio. —Quinn, ¿cuál es el propósito de este proyecto?
—No puedo hacer esto con el estómago vacío, —gruñó Quinn, levantándose bruscamente y empezando a caminar por el espacio de tres metros cuadrados entre sus camas. Se abstuvo de arrancarse el pelo, pero estuvo a punto.
—¿Hacer qué?
—¿Este maldito rollo de fusionar nuestras mentes, que siempre insistes que hagamos cuando empezamos un proyecto. Debería haber sabido que me traías aquí para eso esta tarde. ¿Tengo que recordarte que mañana Rachel está de guardia otra vez, y vamos a estar aquí durante otras treinta y tantas horas? —se dejó caer en la pequeña cama que tenía la sensación de que no iba a usar mucho, y gruñó. —Tenía la esperanza de salir de aquí a tiempo para ir a casa, darme ducha, conocer a alguien irresistiblemente sexi, y pasar una noche salvaje y desenfrenada.
—Y puedes hacerlo. Sólo quiero que estemos en la misma onda, antes de llegar demasiado lejos en esto, y descubrir que nos faltan las tomas que necesitamos.
—¡Siempre consigo las mejores tomas!
—Sí, lo haces, —respondió Santana con dulzura. —Pero ¿no te parece que sería más sencillo, si tuvieras una idea de…
—Oh, Dios, odio esa palabra. La odio. Vas a hacerme pasar por todo el proceso, ¿no es así? —Quinn se puso la almohada sobre la cabeza, y empezó a gritar obscenidades en ella.
—¿Hay alguna posibilidad de que podamos evitar la parte en la que dices, que no puedes trabajar conmigo otra vez, y en la que me dices que busque otro maldito fotógrafo porque soy demasiado controladora?, — preguntó Santana con su sonrisa más encantadora cuando su amiga terminó de gritar. Hacía casi cuatro años que Quinn Fabray era su DP en cada gran proyecto que había hecho, y no podía imaginar hacer algo de esta magnitud sin ella. La habilidad y la visión de la fotógrafa eran insuperables. Además de su amiga, era lesbiana, y había habido una época, mucho tiempo atrás, cuando durante unas semanas febriles, habían llegado a ser algo más. —¿Cómo consigues mantenerte en forma comiendo tantas veces al día como lo haces?
—Con sexo. El sexo quema calorías, sobre todo si lo haces mucho, —contestó Quinn, sentándose en la cama frente a Santana. —Si lo hago, ¿me invitas a cenar?
—Sí. Donde quieras.
—¿Y luego vendrás de fiesta conmigo?
—Quinn… dijo Santana vacilante. Habían tenido ese mismo debate durante semanas. Quinn quería ir de bar en bar, y ella se resistía. Había usado su relación con Emily como excusa, diciendo que no necesitaba salir en busca de otras mujeres, ya tenía una. En realidad, le preocupaba que si acompañaba a Quinn a uno de sus bares favoritos, podría tener la tentación de experimentar. Y simplemente no tenía tiempo. Había estado trabajando sin parar, en uno u otro proyecto durante casi dos años. Su compañía de producción era joven, ella era joven y tenía que establecerse en un mercado muy competitivo en el que por desgracia, todavía gobernaban los hombres. Emily era perfecta para ella por un montón de razones prácticas, y no quería hacer nada que alterara esa imagen en su mente.
—No te voy a llevar a ningún sitio sucio y mal oliente, ¿de acuerdo? Te lo prometo, —dijo Melissa con total naturalidad. —Si no vienes, no hay trato. Me voy de aquí.
Santana la miró ofendida, pero tratando de no sonreír. Quinn siempre había sido irresistible. —Creo que todavía no se ha secado a tinta de tu contrato, y ya estás haciendo que me arrepienta.
—¿Qué contrato?
—Muy bien. De acuerdo, —cedió Santana con un suspiro. —Ven aquí a ver esto, y luego te invito a cenar.
Quinn se sentó en su silla delante de la pantalla de nuevo, y esperó mientras Santana buscaba la sección que quería enseñarle. Tocaba trabajar, entrecerró los ojos y se concentró. Escarbó en su mente hasta encontrar el punto de vista que había tenido a través de su lente, y murmuró: —Adelante.
—Mira su cara, —dijo Santana suavemente. La cámara había captado Brittany Pierce en un perfil de tres cuartos, cuando se acercó a la inocente y vulnerable niña que la miraba con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Los labios de la cirujana se movían en silencio mientras hablaba con la niña, pero no se necesitaba ningún sonido para transmitir la ternura en su expresión. Había un mundo de sensibilidad en la profundidad de sus ojos. —Dios, es preciosa,—susurró Santana, sin darse cuenta de que había hablado en voz alta.
Quinn la miró rápidamente, sorprendida por su tono, y aún más sorprendida por su expresión. La forma en que Santana estaba mirando la imagen de la Dr Pierce la excitó al instante. Siempre había querido ver esa mirada dirigida hacia ella.
—Santana …—comenzó tentativamente.
—Mira justo ahí … —exclamó Santana, señalando la imagen que había congelado en la pantalla. —Se incorpora para comenzar su examen y, bam, mírala ahora.
Quinn miró. Fresca, tranquila, completamente centrada. Pierce parecía ajena al drama humano que se producía a su alrededor. —Wow.
—Sí, —dijo Santana suavemente. —Wow. La transformación es instantánea, las emociones se han ido. ¿No ves la contradicción en eso? Se supone que ella es la médica, y para eso tiene que ser, no sé, distante y desapasionada. Eso es lo que la hace tan buena, pero dios, ¿a qué precio?
Quinn pensó Pierce, en su evidente capacidad, su perfecto control, y se preguntó cómo sería cuando esas restricciones se rompían. —Apuesto a que hay un barril de pólvora detrás de esos fríos ojos azules, —murmuró.
Santana decidió ignorar ese comentario, pero algo dentro de ella se retorció al pensar en los destellos de fuego que había visto en la mirada de Brittany. Se aclaró la garganta, e instruyó: —Vamos a volver atrás y buscar eso en Rachel en alguna parte.
Emocionada, Quinn buscó en las imágenes. —Bueno, aquí la tenemos evaluando a la niña.
—Busca el cambio.
Después de unos minutos, Quinn comentó: —No hay ningún cambio.
—No,—Santana estuvo de acuerdo. —Sabía que no lo habría. Pero lo habrá, en algún momento de este año. Eso es lo que Brittany tiene que enseñarle, cómo hacer lo que hay que hacer sin importar el coste, para sí misma ni para nadie. Esa es la lección fundamental .
—Y eso es lo que tenemos que captar, —dijo Quinn casi con reverencia.
—Exactamente, Quinn. Esa es la historia.
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Mensaje por micky morales Mar Jul 05, 2016 9:56 pm

pienso que emily es un adorno que ya deberia ser sustituido y en cuanto a brittany pq sera como es, ocultara algo?????
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Mensaje por Caritovega Jue Jul 07, 2016 11:05 pm

Capítulo once

—¿Qué está haciendo aquí?—Preguntó Pierce al cerrar la puerta de la sala de guardia, y descubrir a Santana apoyada en la pared en el pasillo desierto. Encontrarla de forma tan inesperada, le recordó la petición de Maddy de llevar a la directora con ella en su próximo viaje al norte, y por un breve instante se imaginó Santana López detrás de ella en la moto, su cuerpo pegado a la espalda, sus brazos alrededor de su cintura, sus manos metidas en la curva de sus muslos. Podía sentir el calor de las manos de la pelinegra en ella. Sus piernas temblaron de forma inesperada, y se metió las manos en los bolsillos delanteros, como para ocultar la respuesta.
—Esperando a Quinn,—respondió Santana, extrañamente nerviosa al encontrarse con la mujer a la que acababa de pasar las últimas horas estudiando. Las duras y poderosas imágenes de la cirujana en la cinta, palidecieron en contraste con lo que provocaba su cercanía. Sintiendo la necesidad de decir algo más, agregó. —Está en el vestuario de quirófano. Ducha, se está dando una ducha.
—Ah, —respondió Brittany con cuidado levantando una ceja. —¿Tiene algún problema de tuberías en su apartamento?
Riendo, Santana explicó: —Antes la he arrastrado hasta aquí desde el gimnasio, y hemos tardado bastante más de lo que esperábamos. Nos hemos puesto a revisar las grabaciones, y se nos ha echado el tiempo encima.
—Lo siento, no hay baño en su sala de guardia. Le daré la llave de la mía, para que pueda ducharse si quiere.
—Gracias, —respondió Santana, la perspectiva de ducharse en una habitación, con la Dr Pierce cerca, o viceversa le resultó extrañamente inquietante. Tratando de disipar la imagen de ellas en una pequeña habitación con vapor, y una de las dos desnuda, se apresuró a preguntar: —¿Qué está haciendo aquí? Pensaba que no le tocaba guardia hasta mañana.
Fue el turno de Brittany ser pillada con la guardia baja. Sonrió con cierta timidez. —Estaba comprobando un par de cosas en planta. He estado fuera de la ciudad unas horas, y quería asegurarme de que todo estaba bien por aquí.
—Entonces, —dijo Santana, —las dos estamos trabajando, —y añadió en voz baja, —¿por qué no me sorprende? —Sin embargo, se preguntó si Pierce estaba realmente trabajando, teniendo en cuenta lo que llevaba puesto. Vestida completamente negro, llena de polvo y despeinada, parecía mucho más una artista del Soho, o una camarera de uno de los clubes que a Quinn le gustaba frecuentar, que un médico. Era difícil unir aquella visión, con la de la mujer a la que había visto llevar a cabo una obra maestra de alta precisión, sólo momentos antes. Había sin embargo una cosa de la que estaba segura. La cirujana era intrigante, y sexy, pensó, recordando la forma en que las manos de Brittany se habían movido entre la carne y el hueso. Sin pretenderlo, su mirada viajó desde esas manos, que ahora descansaban en los bolsillos de sus pantalones vaqueros de baja altura, por el largo trecho del torso, para descansar brevemente en la tentadora silueta de sus pechos, bajo la suave seda de la camiseta, siguiendo a lo largo de la columna esculpida de su cuello, admirando sus labios perfectos, hasta finalmente llegar a sus ojos. Unos profundos ojos azules que parecían un láser agudo y penetrante, y que la estaban mirando directamente a ella. Santana se sonrojó, sintiéndose inesperadamente expuesta. Dios, le he dado un repaso y ella lo sabe. ¡Yo nunca hago eso!
Totalmente conscientes, ambas mujeres dieron un paso más cerca, hasta que estuvieron a unos pocos centímetros de distancia. —Debería descansar un poco. Es viernes y mañana hay luna llena. Vamos a tener una noche complicada. —dijo Brittany en voz baja, observando el rápido latido bajo la piel de marfil de la garganta de Santana.
—¿Eso cree?—preguntó Santana, con una voz extrañamente espesa que casi no reconoció. El aire entre ellas echaba chispas, y su piel comenzó a temblar.
—Cuente con ello,—murmuró Brittany, cautivada por la forma en que los labios de Santana comenzaban a oscurecerse e hincharse, y su cuello se teñía de un rosa pálido. Un torrente de fuego la recorrió, la dejó sin aire en los pulmones y casi gimió en voz alta.
—Lo haré. Usted también duerma un poco. Esta noche, —consiguió decir Santana, consciente de que estaba teniendo problemas para formar frases. Otro segundo más y estaría incoherente. Dios santo. Contuvo la respiración, inclinándose hacia adelante, arrastrada por la intensidad de la mirada de Brittany en sus labios, y aturdida, estuvo a punto de retirarse. Casi se le paró el corazón, al darse cuenta de que Brittany iba a dar un paso adelante y cerrar la distancia entre ellas, pero, afortunadamente, una voz la interrumpió.
—¿Es la hora de la cena?—preguntó Quinn suavemente mientras se acercaba por el pasillo, no del todo segura de lo que estaba viendo. A simple vista, parecía como si estuvieran a punto de saltar la una encima de la otra. Sin embargo, sabía que no podía ser cierto, porque Santana López no hacía ese tipo de cosas. No era que su hermosa amiga tuviera demasiados perjuicios para hacer algo arriesgado, o escandaloso, simplemente estaba demasiado ocupada y era condenadamente práctica para hacer algo así. Una verdadera lástima. —¿Vienes con nosotras Doctora?, —preguntó.
Brittany se volvió lentamente para enfrentar a la recién llegada, su visión era borrosa, como si estuviera bajo el agua. Solo que estaba de cualquier manera menos fría. Todo su cuerpo estaba ardiendo, y se sorprendió de no estar goteando sudor. La sangre rugía en su cabeza, y se preguntó si alguna de las dos mujeres frente a ella podía sentir el deseo sexual que manaba de sus poros. Joder.
—No,—respondió Brittany, en voz baja y ronca. Se aclaró la garganta mientras se enderezaba y dio un paso atrás. —No, tengo que… uh… Tengo algunas cosas que hacer. Dio otro paso, se recompuso, y se dio la vuelta. —Buenas noches, Srta. López, Srta. Fabray, —dijo galantemente antes de alejarse.
Las dos mujeres se quedaron en silencio, observándola mientras se alejaba por el pasillo.
El silencio se prolongó hasta que Quinn se aclaró la garganta y preguntó: —¿Qué ha sido todo eso?
—Nada, —respondió Santana, todavía un poco aturdida. ¿En nombre de Dios, que acaba de pasar?
—Perdona, pero podría jurar que estabais a punto de arrancaros la ropa la una a la otra.
—Estábamos hablando, Quinn, —respondió Santana un poco más bruscamente de lo que pretendía. Estaba demasiado inquieta por su inesperada, e inusual reacción como para seguir con esa conversación. Era cierto que encontraba a Pierce una mujer fascinante, así como irresistiblemente atractiva, pero había conocido a otras interesantes y llamativas mujeres en su vida, y no habían puesto todo su sistema a toda máquina. No era propio de ella responder tan físicamente, tan inconscientemente, ante ninguna persona, y mucho menos ante la cercanía de un extraño. Todo su cuerpo todavía temblaba, y la excitación persistente vibraba entre las piernas. Lo que quería en ese momento no era ir a cenar. Lo que quería era tener las manos de Brittany recorriéndola. —Vamos,—dijo con voz ronca, decidida a ignorar las señales totalmente inoportunas que su excitado cuerpo le enviaba.
—Lo que usted diga,—respondió Quinn mientras se apresuraba a seguir el ritmo de su amiga, que se dirigía a la escalera como si el hospital estuviera en llamas. —Pero tienes que admitir que es fantástica.
Santana no quería ni pensar en eso. No tenía tiempo para ese tipo de complicaciones.
*****
Briytany se subió en su Harley y ladeó la cabeza hacia el cielo, respirando profundamente. Su camiseta se aferraba a su pecho, y estaba empapada de sudor, pero no precisamente por el aire caliente de la noche. Se estremeció pasándose una mano temblorosa por el pelo, sorprendida por el temblor. Nada hacía que sus manos temblaran, ni la fatiga, ni la cafeína, ni el desastre. Ni siquiera la liberación fisiológica superficial del orgasmo, le hacía lo que lo que le había hecho estar de pie a escasos centímetros de distancia de Santana López, sintiendo que los ojos de la pelinegra recorrían su cuerpo. Incluso ahora, estaba ardiendo. Miró hacia atrás, hacia la puerta del hospital, casi esperando ver como Santana y Quinn salían. Realmente no quería verla tan pronto, porque había tenido que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad, para no aceptar la oferta para unirse a ellas dos para cenar. No necesitaba ningún estímulo adicional, para imaginarse aquellos profundos ojos cafés pasearse por su cuerpo desnudo.
*****
—Esto es una mala idea.
—¿Por qué? No estamos rompiendo ninguna regla, —señaló Quinn. —Y prometo comportarme. No he tratado de seducirte en al menos tres años y medio.
—Tenemos que levantarnos muy temprano, por si lo has olvidado, —respondió Santana con mal humor, mientras le entregaba los veinte dólares de la consumición. —Y sé que no vas a tratar de seducirme.
¿Cómo puedes saber algo, que ni yo misma sé? pensó Quinn mirándola fijamente, antes para llamar a una de las dos camareras que trabajaban en una larga barra, que se extendía a lo largo de una pared de la sala. Un golpe pesado de los altavoces a cada lado de la habitación, hizo que la densa atmósfera del local con poca luz vibrara. Puso su boca a la oreja de Santana y respondió. —No tenemos que quedarnos hasta tarde. Pero después de todo el trabajo que hemos hecho hoy, creo que nos hemos ganado un par de copas. Y te prometo que iré a casa a dormir temprano, en caso que ligues con alguien para un rapidito.
Santana le brindó una mirada mordaz, pero era difícil estar molesta ante el incontenible buen humor de Quinn.
—Está bien, he estado de acuerdo en venir contigo, y voy a dejar de quejarme. Pero al menos podrías haberme advertido donde me traías.
Fingiendo inocencia, Quinn levantó ambas manos en actitud de súplica fingida. —¿De qué estás hablando?
Mientras hablaban, paseó su vista entre la multitud de mujeres que llenaban el local, y no pudo dejar de observar que la mayoría, vestía con una combinación de cuero y vaqueros. —Parece una especie de bar de cuero. La próxima vez que quieras llevarme a un sitio así, al menos me gustaría estar vestida para la ocasión
—Es más que un bar de cuero, es un bar de moteras, de verdad, —respondió Quinn. Pidió a una de las camareras dos cervezas. —Además, llevas pantalones vaqueros. Encajas perfectamente. Y si piensas que a alguien le importa lo más mínimo lo que llevas puesto, no tienes idea de lo sexi que estás.
Santana no hizo comentarios sobre el hecho de que además de que la atmósfera del Rough Trade estaba muy cargada, había un aura inconfundible de sexo en el aire, y que no necesitaba ser una erudita para saber lo que estaba pasando en los rincones oscuros del local. Bajo las luces estroboscópicas negras, los cuerpos hervían en una fusión continua de brazos, piernas y manos buscándose.
—No te molesta, ¿verdad?—Preguntó Quinn, acercándose a su oído mientras le pasaba la cerveza. Le indicó a Santana que la siguiera, mientras se abría camino entre la multitud, hacia un hueco vacío en una esquina de la enorme pista de baile. A media noche, el lugar estaba lleno de mujeres que se retorcía en una simulación de baile, que estaba muy cerca del sexo en público.
Santana presionó su espalda contra una columna, para mantenerse fuera del flujo de personas en constante movimiento. Bebió un buen trago de su cerveza antes decontestar: —Ya sabes que no. Sólo porque no sea mi estilo, no quiere decir que me importe.—Observó a Quinn que se movía como pez en el agua entre la multitud y preguntó: —¿Pero no te voy a cohibir verdad?
—No,—contestó Quinn, sacudiendo la cabeza. —Además, esta noche no tengo suficiente energía de todos modos.
—Vaya, vaya,—le reprochó Santana con buen humor. —Quien lo hubiera dicho, ¿te estás haciendo vieja?
—Muérdete la lengua, —gruñó Quinn con una sonrisa. —Necesito dormir algo, si tenemos que trabajar mañana hasta Dios sabe cuando. Vamos a tomar una copa, pensar en lo que nos falta, mientras disfrutamos de todas estas mujeres hermosas, y nos iremos a casa temprano como profesionales responsables que somos.
—Entonces quiero otra cerveza, —dijo Santana, girándose para ir a la barra. No era una gran bebedora, por lo que dos cervezas eran la cantidad adecuada para sentirse bien, sin hacer nada estúpido. Después de su intensa tarde noche de trabajo, y su inquietante encuentro con Pierce, relajarse un poco parecía una muy buena idea.
—Ya voy yo,—dijo Quinn, deteniéndola con una mano en el brazo. —Tengo que ir al lavabo.
—Vale, pero si te encuentras a alguien por el camino, dímelo. Siempre puedo coger un taxi a casa si estas ocupada.
Quinn le dedicó una amplia sonrisa, y Santana le dio un puñetazo cariñoso en el brazo. —Eso no es lo que he querido decir.
—Lo sé, lo sé. Volveré en unos minutos.
Cuando su amiga fue rápidamente absorbida por la multitud, Santana se volvió hacia la pista de baile y de brazos cruzados observó la actividad. El humo flotaba como niebla, y las luces estroboscópicas daban a la sala un aspecto de otro mundo. Las mujeres se movían unas contra otras al ritmo de la música, las manos desaparecían bajo las camisetas, las caderas y los muslos se rozaban, las bocas buscan el sudor sobre la piel húmeda. Se dio cuenta de su propio cuerpo respondía.
Dudaba que hubiera sido tan sensible si no hubiese estado completamente excitada cuando llegó. El tiempo que tardaron en comer un bocadillo rápido, y andar las pocas manzanas hasta el bar, no había sido suficiente para disipar los efectos del encuentro intensamente erótico, que había tenido en el pasillo del hospital con una mujer que apenas conocía. No quería volver a pensar en ello, y así que trató de distraerse echando un vistazo a su alrededor.
La segunda vez, que su mirada recorrió las sombras de la habitación, se quedó sin respiración por la sorpresa, e inconscientemente se apretó con más fuerza contra la pared, tratando de ocultare. Apenas a tres metros de distancia, Brittany Pierce se apoyaba contra la pared, la mayor parte de su cuerpo estaba envuelto en la oscuridad, pero su rostro rígido destacaba a la luz estroboscópica parpadeante. Irracionalmente, Santana no quería que la cirujana supiera que estaba allí. Pierce, obviamente, había venido directamente al club después de salir del hospital, llevaba puestos sus pantalones vaqueros y la camiseta negra. De pie, con la cabeza inclinada hacia atrás contra la pared, con un brazo colgando a su lado sosteniendo una botella de cuello largo con holgura entre sus dedos, parecía estar extrañamente examinando de su entorno. Santana estaba tan cerca que podía ver el sudor brillando como perlas en su cara. Sus párpados parecían pesados, con los ojos parcialmente cerrados, y en cualquier otro lugar Santana habría pensado que estaba medio dormida. Pero claramente no era el caso. Una mujer, de espaldas a Santana, se inclinó ante el cuerpo de Brittany, de tal manera que protegía sus actos de miradas curiosas cercanas. Pero sin embargo, desde donde Santana estaba, tenía una vista sin obstáculos.
Con una exclamación de asombro y una súbita e inoportuna envidia irracional, se dio cuenta de que la mano de la mujer se movía bajo la camiseta de Pierce. Y por la expresión en el rostro de la cirujana, la caricia era un poco más que casual. Santana sabía que debía mirar hacia otro lado, pero la belleza sombría de la excitación de Pierce la había hipnotizado.
Brittany no tenía idea de que estaba siendo observada. Su visión estaba desenfocada mientras miraba sin ver sobre las cabezas de los que la rodean. Sentía la vibración atronadora de la música a través del suelo en sus piernas, un acompañamiento a la oleada que resonaba en su interior. Era vagamente consciente del calor del cuerpo apoyado en ella, la mayor parte de su conciencia se centraba en el suave movimiento de los dedos de la mujer sobre su piel desnuda. Los músculos de su abdomen se contrajeron involuntariamente, cuando las firmes manos se arrastraron a lo largo de las costillas y bajaron hacia abajo, hacia la parte superior de sus pantalones vaqueros. El roce ocasional de una uña destacó con una rápida sacudida la creciente presión que amenazaba con vencerla, y estuvo a punto dejar escapar un gemido. Su cuerpo no se había recuperado de la devastación que había provocado el encuentro, en el pasillo de la sala de guardia, y cuando aquella extraña se había colocado a su lado, y la había tocado amparándose en el anonimato de la sala oscura, su excitación había pasado del placer al borde del dolor. Se puso rígida cuando una mano experta discretamente abrió los botones de sus pantalones, y luchó con todas sus fuerzas para mantener la compostura. Estaba dispuesta a reconocer sus necesidades físicas, y aceptó la liberación ofrecida, pero emocionalmente estaba decidida a seguir siendo independiente. A pesar de que sus caderas involuntariamente se arquearon hacia delante, sus dedos se apretaron sobre de cilindro de la botella de cerveza para evitar tocar a la mujer. Cuando los dedos hábiles la encontraron, y se cerraron con firmeza en su clítoris endurecido, sus piernas temblaron por el esfuerzo de contener la explosión. Presionó su cabeza contra la pared, tragando convulsivamente, luchando por no llegar al orgasmo inmediatamente. Se obligó a concentrarse en la multitud de rostros en la pista delante de ella, con la intención de distraerse de la tormenta rítmica de los dedos acariciándola cada vez más fuerte y más rápido, empujándola más cerca de sus límites. Con una claridad repentina, se encontró mirando a la misma mirada incendiaria que casi la había destruido pocas horas antes. Quedo atrapada en los ojos de Santana López, y llegó al instante.
Santana casi sintió el orgasmo, ya que voló a través de la cara de Brittany, la vio estremecerse, sus mandíbulas se cerraron, su cuerpo se puso rígido, imaginó oírla gemir. Sintió su propio nudo en el estómago, una ola de fuego ardiente le recorrió la columna vertebral, y por un segundo, temió correrse con ella. Utilizó cada fragmento de la fuerza de voluntad que poseía, para contener las crecientes pulsaciones que palpitaban entre sus piernas, y amenazaban con llevarla hacia lo más alto, cuando los ojos de Brittany se cerraron con un último espasmo desgarrador.
Santana se obligó a respirar, y en un esfuerzo que puso a prueba mucho más que su voluntad mental, arrancó sus ojos de la cara de Brittany. No necesitaba ver más para saber que lo que había visto iba atormentarla a partir de entonces.
Cuando Brittany finalmente abrió los ojos, las réplicas seguían ondeando a través de su cuerpo, la mujer a la que se había entregado, se había ido sin decir ni una sola palabra, así como Santana López.
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Cada vez es mas la tensión sexual entre estas dos :3 como creen que actuaran las dos después de esto? saluditos =D
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Mensaje por 3:) Vie Jul 08, 2016 12:01 am

Ya me puse al día...
Dios la atención es magistral jajaja
Les vasta con solamente mirarse....
A ver que pasa ahora??? La invitara britt a san para llevarla a la casa de su abuela....
3:)
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Mensaje por micky morales Vie Jul 08, 2016 7:41 am

esto ha sido muy caliente asi que a ver como van a ser las cosas cuando se vuelvan a encontrar!!!!
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Mensaje por Caritovega Sáb Jul 09, 2016 11:43 pm

Capítulo doce


05 de julio
06:02 AM
—¿Qué tal has dormido?—preguntó Quinn mientras se unía a Santana en la cafetería del hospital. Puso un café, un pequeño cartón de leche, y una caja de cartón de cereales en una bandeja, y la puso sobre el asiento vacío al lado de ellas. —Teniendo en cuenta que ni siquiera quisiste quedarte a terminar nuestra segunda cerveza, debías estar hecha polvo.
Había tratado desesperadamente de averiguar que había provocado el cambio de actitud en Santana la noche anterior. Después de maniobrar a través de la masa de gente para llegar al baño, y esperar en la barra para conseguir dos cervezas frescas, finalmente había llegado a donde Santana sólo para descubrir que su amiga quería irse inmediatamente. Santana le indicó que iba a coger un taxi, y que solo la estaba esperando para decirle que se iba, que no hacía falta que la acompañase. Pero Quinn decidió irse, también. No estaba pensando en ligar con nadie, y aunque hubiera tenido suerte, estaba demasiado cansada, por lo que no tenía sentido seguir dando vueltas.
No se le pasó por alto que algo había ocurrido en su ausencia. Santana parecía espantada, pero de una manera positiva y no había dicho más de dos palabras, durante todo el trayecto hasta el hospital para recoger el coche de Quinn. No importó lo mucho que insistiera, Quinn no consiguió que Santana dijera ni una palabra en el viaje de vuelta tampoco. Finalmente se había rendido y la dejó a tranquila en su silencio.
—He dormido bien, —respondió Santana sin entrar en detalles. Estaba tomándose su segunda taza de café, y tratando valientemente de terminarse un gofre, porque sabía que podría pasar mucho tiempo antes de que pudiera volver a comer, y definitivamente no quería ninguna razón para no ser fuerte cuando tuviera que serlo. Lo último que quería era marearse de hambre frente a Sinclair. —Me siento como nueva.
No tenía intención de hablar con Quinn, de lo que ni siquiera quería pensar ella misma. Cuando llegó a casa la noche anterior estaba demasiado excitada para dormir. Milagrosamente durante el paseo hasta el coche de Quinn, y el corto trayecto había conseguido controlar su estado agudo de estimulación, pero tenía miedo de que si se metía en la cama despierta, todo lo que iba a hacer, era pensar en lo increíblemente erótica que había sido cara de Brittany al llegar al clímax, y con el alto nivel de deseo que seguía machacando sus terminaciones nerviosas estallaría en llamas y no podría dormir.
No sin alivio. Sabía que no tardaría mucho, no teniendo en cuenta lo caliente y dura que se había puesto menos de una hora antes, unos cuantos toques bien colocados, un poco de presión y llegaría. Justo lo que necesito, se había gruñido a si misma, masturbarme pensando en una mujer que tengo que ver todos los días. Dios. En vez de eso, se decidió por una ducha para librarse del humo, el almizclado olor de la barra y su propia excitación generalizada.
—Me alegro, —dijo Quinn, atacando sus cereales con vigor. Así que no piensa decirme lo que está pasando. Bien.
Santana murmuró algo evasivamente, con su mente todavía en la noche anterior. La ducha la había relajado, y la ayudó a poder dormir, pero por desgracia no había hecho nada para erradicar un asunto pendiente que se iba cociendo a fuego lento en su imaginación. Una hora antes del amanecer, se había despertado de golpe, por su propio grito, cuando el escenario intensamente sexual que había estado soñando culminó en un violento orgasmo. Jadeando, con el corazón acelerado, se presionó la palma contra el calor entre sus muslos, se acurrucó de lado y gimió en la oscuridad. Con los ojos bien abiertos, buscó en la oscuridad la cara de Brittany Pierce.
—¿Qué?—Preguntó Santana, vagamente consciente de que Quinn le estaba diciendo algo. Nunca le había sucedido nada parecido. Siempre había disfrutado del sexo y el orgasmo normalmente era fácil de lograr con una pareja considerada, pero no podía recordar ni una sola vez que alcanzara el clímax durante el sueño. Pero, tampoco podía recordar ninguna otra ocasión en que su cuerpo hubiese reaccionado, de la forma en que lo hizo la noche anterior, durante una sencilla conversación. Para ella, el sexo por lo general, solía ser una cosa de cabeza. Emily era el ejemplo perfecto. Cuando se habían conocido en casa de un amigo común, había encontrado a la extrovertida abogada brillante y atractiva, pero en realidad aquel no fue principal factor, que le motivó a aceptar cuando Emil sugirió que volvieran a verse.
Después de haber hablado con ella durante varias horas en la fiesta, comparando notas sobre sus objetivos profesionales y las filosofías de relación, Santana se había dado cuenta de que harían una buena pareja. Citas como las de Emily tenía sentido. Nada de lo que había sucedido la noche anterior con Brittany Pierce lo tenía. De hecho, pensar en ello hacía le doliera la cabeza. Peor aún, pensar en ello hacía que su cuerpo volviera donde había estado a tempranas horas de la mañana. Era consciente, de que en absoluto podía pasar las próximas treinta horas en un estado grave de excitación. Decididamente, cogió su panecillo y empezó a comer.
—¿Hola? ¿Tierra a Santana?
Sorprendida, Santana se detuvo a medio bocado, y miró al otro lado de la mesa. Quinn la miraba con expresión burlona. —¿Qué?
—Eso ya lo has dicho, —comentó Quinn secamente. —Me siento como si estuviera en medio de una escena de Abbott y Costello. Muy pronto voy a preguntar ¿Quién es el primero?
—Lo siento,—respondió Santana, desterrando firmemente todos los pensamientos de sexo y cirujanas sexys de su conciencia. —¿Dónde estábamos?
—Uh … ¿me preguntaba por el plan para hoy?
Afortunadamente ya de vuelta en un terreno conocido, Santana le informó, —Rachel me ha dejado un mensaje, empezará a operar a las ocho, quiero grabarlo. Le he pedido a Sebastián que se reúna con nosotras aquí a las seis y media para implantar el sonido en el quirófano, y ya que está aquí también quiero que revise la colocación en el área de admisión de trauma. Tal vez podamos jugar un poco con las posiciones de los micrófonos ahí abajo, y aumentar nuestra calidad de sonido. Creo es aceptable, pero no quiero perderme nada crítico durante una alerta.
—No nos hará daño verificarlo, —coincidió Quinn. —¿Cómo quieres que enfoquemos la operación de hoy?
—Rach dijo que ella haría la mayor parte, así que creo que nuestra atención debe centrarse en captar su nivel de responsabilidad ahora. Y así podremos contrastarlo con los cambios a final del año.
—Tiene sentido si nos vamos a centrar en su transición, de estudiante a cirujano de trauma en toda regla. —Quinn señaló el panecillo en el plato que Santana había dejado de lado. —¿Te vas a comer eso?
—No,—dijo Santana, todavía pensando en el próximo rodaje. —Cógelo. También tenemos que captar la interacción entre Pierce y Berry esta mañana. Cuando están juntas, es ahí donde estará la acción
—Ajá, —dijo Quinn, cogiendo el panecillo. —Tengo la sensación que donde quiera que esté Pierce, es donde está la acción.
—Por el amor de Dios, Quinn, ¿no puedes mantenerlo en los pantalones de vez en cuando? —estalló Santana. —Por lo menos mientras estamos trabajando.
Quinn la miró boquiabierta, asombrada por el brote de rabia de su amiga, que nunca perdía los estribos. —¿Santana? ¿Hola? ¿Estás ahí? ¿La gente de la vaina visitó tu apartamento anoche?
—Joder, lo siento, —dijo Santana inmediatamente. Se encogió de hombros, tratando de liberar un poco de tensión. —Es que me juego mucho en este proyecto.
—Claro, —dijo Quinn con facilidad, a pesar de que considera que la explicación era una gilipollez absoluta. Fuera lo que fuera lo que le pasaba a Santana, tenía que ver con Brittany Pierce, porque cada vez que el nombre de la mujer era mencionado, Santana entraba en órbita. Sin embargo, no tenía intención de hurgar en la llaga. —¿Por qué no nos dividimos? Iré a quirófano con mi equipo, y tú te puedes reunir con Sebastian y comprobar el sistema de sonido en trauma.
—Gracias, Quinn, —apreció Santana, apretando el antebrazo de su amiga brevemente. —Nos vemos arriba en media hora… trataré de encontrar mi sentido del humor en el camino.
Quinn la vio alejarse, preguntándose que pasaba entre Brittany Pierce y Santana López que se estaba perdiendo.
*****
—Asegúrense de no tocar nada que sea verde, —dijo la enfermera instrumentista con indiferencia practicada. —Todas las sabanas verdes son estériles.—No era la primera vez que tenía que lidiar con visitantes en quirófano, y por lo general recaía sobre ella el asegurarse de que no contaminaran el campo quirúrgico estéril. Los cirujanos generalmente estaban demasiado concentrados trabajando, o demasiado ocupados hablando con la gente de los medios, para prestar atención a ese tipo de detalles.
—No se preocupe, —dijo haciéndose a un lado cuando Rachel entró en la pequeña sala sin ventanas, acompañada de su paciente, y varias enfermeras. Al parecer habían traído la cama desde la UCIT a la sala de operaciones, para evitar tener que de mover al paciente y todo el equipo de soporte de vital dos veces. Miró a Quinn para asegurarse de que su cámara estaba rodando. Sabía que no era necesario, pero era un hábito que nunca sería capaz de romper.
Una vez situaron al paciente, Rachel fue a lavarse las manos en las fregaderas de acero inoxidable de gran tamaño, que estaban cruzando la puerta. Santana se sorprendió de que Brittany no estuviera por ninguna parte. Había asumido que la jefa de trauma participaría en la operación con Rachel. Ocupándose a sí misma en dictar su registro, señalando la hora y los detalles de la sesión de grabación, se negó a reconocer su decepción. Ya había pasado demasiado tiempo aquella mañana pensando en Pierce.
Unos minutos más tarde, la estudiante regresó, manteniendo las manos elevadas por encima del nivel de los codos de manera que el agua no fluyera hacia abajo, desde la parte superior de los brazos a sus manos, lo que podría contaminarla. La enfermera instrumentista le entregó una toalla, y la ayudó a ponerse una bata estéril y los guantes. Mientras esto ocurría, otra enfermera había descubierto al paciente de unos veinte años de edad, y pintado su cuello, el pecho y el abdomen con una solución de yodo antiséptico. Veinte minutos más tarde, Rachel había terminado una traqueotomía y se había trasladó a su abdomen, donde hizo una incisión que se iniciaba en el esternón y terminaba justo debajo de su ombligo.
—Es necesaria una traqueotomía, debido a que sus pulmones estaban dañados por todo el líquido que tuvimos que darle durante la reanimación, así como por los productos de degradación tóxicos procedentes de los tejidos lesionados. Necesitará asistencia respiratoria durante bastante tiempo, —explicó Rachel mientras trabajaba. —Además, no esperamos que esté consciente y pueda comer por lo menos un par de semanas. Por lo que le voy a poner un tubo de alimentación directamente en el intestino para que pueda ser alimentado de esa manera.
En ese momento, la puerta se abrió, y entró en Brittany. El ambiente en la sala se alteró sensiblemente, o eso le pareció a santana. Las bromas que habían estado fluyendo fácilmente entre los miembros del equipo operativo cesaron de pronto, y un silencio inesperado se hizo eco intencionadamente. Brittany no pareció darse cuenta, y se puso detrás de su colega.
—¿El mismo caso, Berry?—Preguntó con un deje de desafío en su voz profunda. —Llevas aquí cuarenta minutos ya. He terminado periódico y me estoy quedando sin cosas para leer.
—Estoy a medias, —dijo Rachel, aparentemente imperturbable por el leve abucheo.
—Bueno, no tienes por qué hacer el trabajo de tu vida, —comentó Brittany sarcásticamente mientras miraba la herida por encima del hombro de Rachel. —¿Has corrido el intestino?
—Todavía no. Estoy en el estómago.
—Asegúrate de hacerlo.
Con eso, Brittany se apartó de la mesa de operaciones y se puso al lado de Santana. —Buenos días.
—Buenos días, —respondió Santana, mirando a los ojos de Brittany por encima de la mascarilla quirúrgica que le llegaba al puente de la nariz y ocultaba el resto de su cara. Esperaba que su voz sonara tranquila, porque se sentía todo lo contrario. No estaba segura de qué esperar la primera vez que se vieran cara a cara, después de haber invadido involuntariamente su intimidad la noche anterior. Sentía una incómoda sensación de vergüenza. Cuando los ojos de Sinclair se centraron en ella sin pestañear, sin avergonzarse, no fue desconcierto lo que sintió sino una emoción inesperada. Ella sabía que la había visto la noche anterior en el bar, y que no le importaba.
—¿Todo va bien?, —preguntó Brittany, señalando a Quinn frente a ellos con su equipo de vídeo.
—Sí, todo bien,—contestó Santana. Aquí estamos hablando de trabajo como si nada hubiera pasado. Primero la he visto de tener relaciones sexuales, y luego me pasé casi toda la noche deseándola. Esto es una locura. Puso firmemente sus emociones en orden y se concentró en su trabajo. —¿Puedo hacerle una pregunta?
Brittany miró a Santana en silencio un momento, recordando la increíble sensación de ser conducida al orgasmo por la sola imagen de su rostro. No podía recordar nunca a nadie que la hubiese excitado de tal manera, ni siquiera estando la cama juntas. ¿Me pregunto si ella tiene la más mínima idea de lo que me hizo?
—Adelante,—contestó Brittany, igualando el tono informal de Santana.
—¿Qué significa correr el intestino? —Quería saber, pero sobre todo quería pensar en algo, cualquier cosa, que no fuera en la hermosa manera en que Brittany la había mirado cuando estaba a punto de correrse, que casi hizo que se le parara el corazón.
Los ojos de Brittany, la única parte visible de su cara, reveló una mezcla de diversión y pesar. Bueno, eso responde a la pregunta. Lo que pasó anoche obviamente tuvo más efecto en mí que en ella. —Tiene que examinar físicamente todos los órganos internos para asegurarse de que no hay lesiones. Una de las maneras más fáciles de hacerlo es tirar suavemente del intestino a través de sus dedos, para comprobar que no existen desgarros, tumores o daños vasculares. Luego apartará el intestino hacia un lado para comprobar el hígado, el bazo, palpar los riñones, etcétera.
Santana observó la cara de Brittany mientras hablaba, algo en su tono y en la intensidad de sus ojos le tocó una fibra sensible. Tenía esa sensación desconcertante de déjà vu otra vez, y justo cuando estaba a punto de recordar de dónde, Rachel llamó.—¿Dra. Pierce?—y Brittany miró hacia otro lado.
—¿Qué pasa?
—Creo que la vesícula biliar está necrosada.
—Disculpe, —dijo Brittany, yendo rápidamente a la mesa de operaciones. —Suzanne, me puedes preparar unos guantes. Me voy a lavar.
*****
Una hora más tarde, Rache se unió a Santana en la sala de descanso de cirugía. Fue hacia la máquina de refrescos, sacó una Coca-Cola, se dejó caer en el sofá y apoyó los pies sobre la mesa de café.
—¿Ya se ha ido la jefa?—preguntó Rachel.
—Sí,—respondió Santana. —Ha dicho que tenía una reunión con su jefe. —casi habían chocaron entre sí literalmente en el vestuario. Para sorpresa de Santana, incluso sin el beneficio de máscaras que cubrieran cualquier incomodidad, el intercambio había sido cómodo. No se había sentido avergonzada, y al parecer Pierce tampoco. ¿Por qué deberíamos hacerlo? No tenemos nada de lo que avergonzarnos. Las dos somos adultas, y se puede suponer que las dos tenemos sexo. Pero se trataba de lo que había presenciado, o incluso de donde lo había visto, se trataba de que no podía olvidar cómo se había sentido al verla, y eso la estaba volviendo loca. Se había excitado tanto como nunca lo había estado, ni siquiera con alguien la tocara de verdad.
—Gran caso, ¿eh? —continuó Rachel, ajena al despiste de Santana.
Agradecida por la distracción, la cineasta señaló su dictáfono. —¿Puedo grabarlo?
—Claro, —dijo Rachel, bebiendo un largo trago de su refresco. —Dios, paso tanta sed cuando trabajo.
—¿Qué haces en las operaciones que duran más?
—Ignorarlo, —dijo Rachel encogiéndose de hombros.
—¿Por qué crees que ha sido un gran caso?
La atractiva morena sonrió con su característica sonrisa. —Porque he podido hacer una vesícula abierta, eso no es habitual, la mayoría de las veces se hace a través de un laparoscopio. Ya sabes, un pequeño periscopio que se introduce en el abdomen a través de una pequeña incisión. Y como plus, además de conseguir operar la vesícula biliar, y Brittany me ha asistido.
—¿Eso es raro? —Preguntó Santana. Había logrado acercarse lo suficiente a la mesa para observar a Brittany y el trabajo Rachel, y se había sorprendido al ver que Brittany no parecía estar haciendo mucho, excepto dirigir verbalmente a Rachel durante la operación.
—Esta es mi primera semana de prácticas en trauma, y no ha estado mucho conmigo, prácticamente me deja hacerlo todo.
—Me sorprende, —reconoció Santana.—¿Por qué no ha estado allí durante toda la cirugía?
—Este ha sido un caso bastante sencillo. Suele estar en algún lugar cercano, en caso de que haya algún problema, pero suelo hacerlo todo por mi cuenta. Supongo que ha estado aquí esperando la mayor parte del tiempo.
—Eso es… —Santana vaciló, buscando la palabra. —¿Legal?
Rachel miró el reloj, vació su coca cola, y la tiró en una papelera cercana. —No creo que tenga nada que ver con la legalidad. Esto es un programa de estudio. Todo lo que hago es para mejorar. Soy un médico con licencia, y en teoría, podría salir por la puerta y empezar a ejercer en estos momentos. Sólo estoy aquí para obtener más experiencia.
Santana escogió sus palabras con cuidado. —¿Y qué pasa si no eres tan competente…? Quiero decir, ¿qué pasa si no estás preparada para estar sola?
—Eso lo debe decidir Brittany. — Rachel sonrió de nuevo. Luego, con una expresión que a Santana le recordó mucho a Brittany Pierce, dijo, —pero no hay que preocuparse. Todo el mundo dice que tengo buenas manos.
Santana se rió mientras apagaba la grabadora. Cirujanos. Por otra parte, supongo que si tienes que tener a alguien cortando tu cuerpo, quieres que esté seguro de lo que hace.
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Anotación del proyecto personal López
05 de julio 10:01 am
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Este es el tipo de cosas que si no te hunden te hacen más fuerte. Este punto de vista sin censura de la formación en el trabajo. ¿Está el espectador medio realmente preparado para ver cómo se hacen los médicos? Leí un libro cuando era un niña, sobre la formación de un cirujano, y recuerdo que quede absolutamente fascinada por la facilidad con que se pueden producir los errores, incluso cuando todo el mundo lo está haciendo lo mejor posible. No creo que ese libro pudiera escribirse hoy en día, porque en el mundo de hoy, ¿qué médico va a admitir que las cosas han salido mal en un día normal? No necesariamente grandes cosas, o errores fatales, pero sin duda cosas que podrían llegar a ser desastrosas. [Nota: preguntar a Rachel o a Brittany, cómo la una amenaza de litigio afecta su proceso de toma de decisiones]. Tal vez por eso Brittany no quería una filmación en tiempo real, no quería que sacáramos a la luz los peligros potenciales en el sistema… risas… si claro, López, ella sin duda no es la clase de mujer que se asusta por la publicidad... La exposición no parece ser un problema para ella.
Santana apagó la grabadora y respiró hondo. Esa era una línea de pensamiento que no quería seguir.
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Espero hayan tenido un maravilloso sábado, aquí les dejo un nuevo capítulo, me alegra que les este gustando la historia! Buenas noches FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 918367557 FanFic Brittana: "Furia brillante de pasión" [Terminada] - Página 2 2145353087
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