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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:05 pm

micky morales escribió:ahi esta el problema!!!!! salen juntas y brittany la deja sola toda la noche, suerte que dani no parece mala persona, a esperar a ver donde estaba la celopata y que hara al ver a santana borracha y compartiendo con dani!!!!

Hola, sip odio que haya dejado sola a Santana, conociendo su historial espero que no este haciendo nada malo, por su bien porq si no Santana le dira adios.

Dany la considero inofensiva y leal a Santana.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:06 pm

micky morales escribió:ahi esta el problema!!!!! salen juntas y brittany la deja sola toda la noche, suerte que dani no parece mala persona, a esperar a ver donde estaba la celopata y que hara al ver a santana borracha y compartiendo con dani!!!!

Si salir juntas es Juntas y a la primera de cambio la deja con los buitres de sus amigos odie esa parte y esas actitudes egoistas de Britt, va cambiando pero le falta mucho para estar a la altura de Santana.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:22 pm

Capítulo 57
Brittany

 
Mis palabras son ciertas. Siempre la encuentro. Y suelo encontrarla
haciendo cosas que me sacan de mis casillas, como estando en compañía
de Trevor o de Dany. No me puedo creer que salga y las descubra aquí sentadas en el muro, hablando sobre cómo se escondía de mí. Esto es una mierda. Se aferra a Dany para no perder el equilibrio mientras recorro el césped helado.
—Brittany —exclama claramente sorprendida ante mi presencia.
—Sí, Brittany —digo repitiendo sus palabras.
Dany se aparta de ella e intento mantener la calma. ¿Por qué cojones
está aquí fuera sola con Dany? Le dije que se quedara dentro. Cuando le he preguntado a Rachel dónde coño estaba Santana, lo único que me ha
respondido ha sido «Dany». Después de cinco minutos buscándola por toda la casa, principalmente en las habitaciones, por fin he salido a buscarla afuera, y aquí están. Juntas.
—Se suponía que tenías que quedarte dentro —digo, y añado «nena» para suavizar mi tono severo.
—Y se suponía que tú ibas a volver enseguida —me contesta—.
Cariño. Exhalo e inspiro hondo antes de hablar de nuevo. Siempre reacciono a todos mis impulsos, y estoy intentando dejar de hacerlo. Pero, joder, no me lo pone fácil.
 —Vayamos adentro —digo, y estiro la mano esperando que me dé la suya. Tengo que alejarla de Dany y, para ser sincera, yo también tengo que alejarme de ella. Ya le di una paliza en su día, y a una parte de mí no le importaría volver a dársela.
 —Voy a hacerme un tatuaje, Brittany —me dice Santana mientras la
ayudo a bajar del muro.
 —¿Qué? «¿Está borracha?»
—Sí... Deberías ver el tatuaje nuevo de Dany. Es muy bonito. —Sonríe
—. Enséñaselo, Dany. ¿Por qué coño está mirándole los tatuajes? ¿Qué me he perdido? ¿Qué más estaban haciendo? ¿Qué más le ha enseñado? Siempre ha ido detrás de ella, desde el día que la conoció, como yo. La diferencia es que yo sólo quería follármela y a ella le gustaba de verdad. Pero gané yo, me eligió a mí.
—No creo... —empieza Dany, visiblemente incómoda.
 —No, no. Adelante, enséñamelo, por favor —digo con sarcasmo. Ella exhala un poco de humo y, para mi espanto y mi absoluto disgusto, se levanta la camiseta. Cuando se aparta el vendaje veo que el tatuaje en sí mola bastante, pero no entiendo por qué cojones ha tenido la necesidad de mostrárselo a mi chica. Santana sonríe.
—¿A que es fantástico? Yo quiero uno. ¡Voy a tatuarme una cara
sonriente! No puede estar hablando en serio. Me muerdo el labio inferior para evitar reírme en su cara. Miro a Dany, que sacude la cabeza y se encoge de hombros. Parte de mi enfado desaparece ante el ridículo tatuaje que pretende hacerse.
—¿Estás borracha? —le pregunto.
—Puede —dice con una risa tonta. «Genial.»
—¿Cuánto has bebido? —pregunto. Yo me he tomado dos copas, pero es evidente que ella ha bebido más.
—No lo sé... ¿Cuánto has bebido tú? —bromea, y me levanta la camiseta. Apoya sus manos frías contra mi piel caliente y me encojo antes de que hunda la cabeza en mi pecho. «¿Lo ves, Dany? Es mía. No tuya ni de nadie más, sólo mía.»
—¿Cuánto ha bebido? —le pregunto a ella.
—No sé cuánto habrá bebido antes, pero acabamos de jugar dos
partidas de Birra pong... con vodka sour de cereza.
—¿Cómo que «acabamos»? ¿Habéis jugado a Birra pong juntas? — pregunto con los dientes apretados.
 —No. ¡A Vodka sour de cereza pong! —me corrige Santana, muerta de risa, y levanta la cabeza—. ¡Y hemos ganado! ¡Dos veces! He tirado yo casi todo el tiempo. Rachel y Quinn también eran bastante buenas, pero les hemos dado una paliza. ¡Dos veces!
—Levanta la mano como esperando a que Dany se la choque, y ella hace el gesto en el aire de mala gana desde el lugar donde permanece sentada.
Así es Santana, una tía que está tan acostumbrada a ser la mejor y la más
lista en todo que hasta se alegra de ganar un juego de Birra pong.
Y me encanta.
 —¿Vodka a palo seco? —le pregunto a Dany.
—No, la mezcla tenía sólo un poco de vodka, pero ha bebido muchos vasos.
—¿Y la has traído aquí a la oscuridad sabiendo que estaba borracha?
—inquiero alzando la voz. Santana acerca el rostro al mío y puedo oler la combinación de vodka en su aliento.
—Brittany, por favor, relájate. He sido yo quien le ha pedido si podía salir aquí con ella. Al principio me ha dicho que no, porque sabía que reaccionarías... así. —Frunce el ceño e intenta apartar las manos de mi estómago desnudo, pero yo vuelvo a colocarlas contra mi piel. Rodeo su cintura con los brazos y la estrecho más contra mí. «¿Que me relaje? ¿Acaba de decirme que me relaje?»
—Y no nos olvidemos de que tú me has dejado sola. Podríamos
haberr sssido commmpañeras de Birrrrra pong —añade arrastrando las
palabras. Sé que tiene razón, pero me está cabreando. Con toda la gente que había, ¿por qué ha tenido que jugar precisamente con Dany? Sé que ella todavía siente algo por ella, nada comparado con lo que siento yo, pero por cómo la mira sé que ella le importa.
 —¿Tengo o no razón? —pregunta ella. —Sí, Santana —gruño para ver si así se calla.
—Me voy adentro —anuncia Dany, y tira el cigarrillo al suelo antes de
marcharse. Santana se queda mirándola.
—Eres una tocahuevos —dice mientras intenta apartarse de mí de nuevo
—. Deberías volver a lo que fuera que estuvieras haciendo.
—No pienso ir a ninguna parte —replico, pasando por alto a propósito su comentario sobre mi ausencia.
—Pues deja de ser tan perra, porque esta noche pienso divertirme.
Me mira. Sus iris parecen aún más claros que de costumbre con las
rayas negras que se ha pintado alrededor de los ojos.
 —No puedes esperar que me alegre de encontrarte a solas con Dany.
—¿Preferirías que estuviera a solas con otra persona? Se pone de muy mala leche cuando está borracha.
—No, no me estás entendiendo... —digo.
—No hay nada que entender. No he hecho nada malo, así que deja de
comportarte como una imbécil o no pienso estar contigo —me amenaza.
—Vale, estaré de mejor humor. —Pongo los ojos en blanco.
—Y tampoco pongas los ojos en blanco —me regaña, y aparto los
brazos de su cintura.
—Vale, tampoco pondré los ojos en blanco. —Sonrío.
—Así me gusta —dice, e intenta contener una sonrisa.
—Esta noche estás muy mandona.
—El vodka me hace más valiente.
Siento cómo sus manos descienden por mi vientre.
—Entonces ¿quieres hacerte un tatuaje? —pregunto, y le subo las manos otra vez, pero ella desafía mi intento y las baja más aún.
—Sí, puede que cinco. —Se encoge de hombros—. No lo tengo claro.
 —No vas a tatuarte nada. —Me río, aunque lo digo muy en serio.
 —¿Por qué no? —Sus dedos juegan con el elástico de mis bragas.
 —Ya hablaremos de eso mañana, cuando estés sobria. —Sé que no le parecerá tan buena idea cuando no esté borracha
—. Vayamos adentro. Desliza la mano en el interior de mi braga y se pone de puntillas. Doy por hecho que va a besarme en la mejilla, pero acerca la boca a mi oreja. Siseo entre dientes cuando me estruja suavemente con la mano.
—Yo creo que deberíamos quedarnos aquí fuera —susurra. «Joder.»
—Va a ser verdad que el vodka te hace más valiente —digo, y mi voz entrecortada me traiciona.
—Sí..., y me pone cach... —empieza a decir, demasiado alto.Le tapo la boca cuando un grupo de chicas borrachas pasan por nuestro lado.
—Tenemos que entrar, hace frío, y no creo que a esta gente le haga gracia que te folle entre los arbustos. —Sonrío con aire de superioridad y sus pupilas se dilatan.
—Pero a mí sí me la haría —replica en cuanto le quito la mano de la
boca.
—Joder, Santana, unas pocas bebidas y te has vuelto una obsesa sexual. Me río y recuerdo el viaje a Seattle y las obscenidades que salieron de sus labios carnosos. Tengo que llevarla adentro antes de tomarle la palabra y arrastrarla hasta los arbustos. Me guiña un ojo.
—Sólo por ti. Me echo a reír.
 —Vamos. —Le ofrezco la mano y tiro de ella por el patio hasta la casa. Ella hace pucheros hasta que entramos y eso provoca que me duela la entrepierna más todavía, especialmente cuando saca el labio inferior. Me dan ganas de volverme y mordérselo. Joder, estoy tan cachonda como ella, y yo no estoy borracha. Puede que un poco colocada, pero borracha no. Se habría enfadado mucho si me hubiera visto arriba. Yo no he fumado, pero estaba en la habitación, y no paraban de echarme el humo a la cara. La arrastro entre la multitud y la dirijo hasta la habitación menos atestada del piso de abajo, que resulta ser la cocina. Santana apoya los codos en la isla y me mira. ¿Cómo puede estar igual de guapa que cuando salimos de casa? Todas las demás chicas tienen un aspecto espantoso a estas horas, después de la primera bebida se les empieza a correr el maquillaje, se les alborota el pelo y su aspecto es desaliñado. Pero Santana, no. Santana parece una puta diosa en comparación con ellas. En comparación con cualquiera.
 —Quiero otra bebida, Brittany —dice, pero cuando niego con la cabeza, me saca la lengua como una niña—. Por favor... Me lo estoy pasando bien, no seas aguafiestas.
—Vale, una más, pero debes dejar de hablar como si tuvieras diez años —bromeo.
—De acuerdo, señora. Le ruego acepte mis disculpas por mi inmaduro lenguaje. No volveré a repetir semejante indiscreción...
—O como una vieja —digo, riéndome—. Pero puedes volver a llamarme señora.
—Joder, vale, tía. Coño, dejaré de hablar como una puta... —empieza, pero no termina la frase porque las dos empezamos a reírnos a carcajadas.
 —Esta noche estás como una cabra —le digo. Se ríe.
—Lo sé, es divertido. Me alegro de que lo esté pasando bien, aunque no puedo evitar sentirme molesta por el hecho de que lo haya pasado bien con Dany y no conmigo. Sin embargo, no voy a decir nada porque no quiero fastidiarla. Se incorpora y da un trago a su bebida.
—Vamos a buscar a Rachel —propone.
—¿Ya sois amigas otra vez? —le pregunto mientras la sigo. No sé cómo me siento al respecto. Supongo que me parece bien...
—Eso creo. ¡Mira, ahí están! —exclama señalando a Quinn y a Rachel sentadas en el sofá. Cuando entramos en el salón, un pequeño grupo de tíos que están sentados en el suelo se vuelven para mirar a Santana. Ella ni siquiera se percata de sus expresiones lascivas, pero yo sí. Les lanzo una mirada de advertencia y casi todos se vuelven de nuevo menos un tipo rubio que se parece ligeramente a Noah. Sigue mirando mientras pasamos. Yo me planteo si darle una patada en la cara sería buena idea o no. Pero decido coger a Santana de la mano en lugar de dar hostias, al menos por ahora. Ella se vuelve al instante para mirar nuestras manos unidas, y abre unos ojos como platos. ¿Por qué se sorprende tanto? Bueno, ya sé que normalmente no me siento cómoda haciéndolo, pero en esta ocasión, sí... ¿O no?
— ¡Por fin aparecéis! —grita Rachel mientras nos acercamos. Kitty está sentada en el suelo, al lado de un tipo que reconozco. Estoy segura de que es un estudiante de primer curso y que su padre tiene terrenos en Vancouver, lo que lo convierte en un hijo de papá. Hacen una pareja ridícula, pero me alegro de que no me agobie por ahora. Es una pesada, y Santana la detesta.
—Estábamos fuera —explico.
—Me aburro —dice Blaine, meneando la cerveza con el dedo. Me acomodo en un extremo del sofá y siento a Santana sobre mi regazo. Todos nos miran, pero me importa una mierda. Que alguien se atreva a decir algo. Al cabo de unos segundos, todos apartan la mirada excepto Rachel, que se queda observándonos más tiempo de la cuenta antes de sonreír. No le devuelvo el gesto, pero no le digo nada tampoco, lo cual es un avance, ¿no?
—Deberíamos jugar a Verdad o desafío —sugiere alguien, y tardo un
instante en asimilar quién ha sido. «¿Qué cojones...?»
Levanto la cabeza y miro a Santana, que sigue sentada sobre mi regazo.
—Ya, como si de verdad quisieras jugar —replica Kitty mofándose
de ella.
— ¿A qué viene eso? Tú odias esos juegos —le digo en voz baja.
Ella sonríe con malicia.
—No lo sé, creo que esta noche podría ser divertido. Sigo su mirada hasta Kitty, y no sé si quiero saber lo que está

pasando por la preciosa cabecita de San.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:22 pm

Capítulo 58
Brittany

 
Le susurro a Santana que no me parece buena idea, pero ella se vuelve en mi regazo y me planta el dedo índice en los labios para silenciarme.
—¿Qué pasa, Brittany? ¿Temes un poco de desafío... o es la verdad lo
que te da miedo? —suelta Kitty con una sonrisa artera. «Qué hija de puta.» Estoy a punto de responder, pero entonces Santana  ruge:
—Tú eres quien debería tener miedo. Kitty enarca una ceja.
—¿No me digas?
—Bueno..., bueno..., relajaos —interviene Blaine.
Por mucho que me esté gustando ver cómo Santana pone a esa chica en
su sitio, no quiero que Kitty se pase. Santana es mucho más frágil y sensible que ella, y Kitty sería capaz de decir cualquier cosa para hacerle daño.
 —¿Quién empieza? —pregunta Quinn.
Santana levanta la mano inmediatamente. —Yo. «Joder, esto va a ser un puto desastre.»
—Creo que será mejor que empiece yo —interviene Rachel.
Santana suspira, pero baja la mano de nuevo sin decir nada y se lleva el
vaso a la boca. Sus labios están rojos por la cereza de la bebida, y por un
momento rayo y empiezo a imaginármelos rodeando mi...
—Brittany, ¿verdad o desafío? —pregunta Rachel, interrumpiendo mis
lascivos pensamientos.
—Yo no juego —digo, y vuelvo a mis fantasías.
—¿Por qué no? —inquiere. Una vez roto el hechizo, la miro y gruño:
—Uno, porque no quiero. Y dos, porque ya he jugado a bastantes
juegos de mierda.
—Parece que quiere verdad —masculla Kitty.
—No ha querido decir eso. Venga, déjala ya —dice Brittany en mi
defensa. «¿Por qué cojones me acosté con Kitty?» No está buena, y no hacía malas mamadas, pero es un puto incordio. Al recordar aquellos momentos con ella me dan náuseas, y le dirijo a Rachel un gesto de que pase al siguiente con la mano para poder pensar en otra cosa.
—Vale. Blaine, ¿verdad o desafío? —pregunta Rachel.
—Desafío —responde. —Hum... —Rachel señala a una chica alta que lleva los labios pintados de rojo intenso
—. ¿A que no te atreves a besar a esa chica rubia de la blusa azul? Blaine mira hacia la chica y protesta:
—¿Y no puedo besar a su amiga en vez de a ella?
Todos miramos a la chica que está al lado, que tiene el pelo largo y
rizado y la piel morena. Es mucho más guapa que la rubia, así que por el
bien de Blaine espero que Rachel acceda al cambio. Sin embargo, ella se ríe y dice con tono autoritario:
 —No. A la rubia.
—Eres una cabrona —gruñe Blaine, y todo el mundo se echa a reír mientras se dirige a la chica.
Cuando vuelve con la boca manchada de pintalabios rojo, empiezo a
entender por qué Santana detesta este tipo de juegos. Desafiarnos a hacer
cosas estúpidas como ésta es absurdo. Hasta ahora nunca me había parado a pensarlo, pero lo cierto es que tampoco había deseado besar sólo a una persona. No quiero volver a besar nunca a nadie que no sea Santana. Cuando Blaine desafía a Quinn a beberse un vaso de cerveza que la gente haya estado usando como cenicero, desconecto. Cojo un mechón del suave pelo de Santana y jugueteo con él entre los dedos. Ella se tapa la cara cuando a Quinn le dan arcadas, y Rachel se ríe como una histérica. Después de unos cuantos desafíos absurdos más, por fin llega el turno de Santana.
—Desafío —responde con valentía a Ed. Le lanzo una mirada asesina para advertirle que, como se atreva a desafiarla a hacer algo inapropiado, no dudaré en abalanzarme sobre él y asfixiarlo. Es un tío bastante guay y legal, así que no creo que se pase demasiado, pero prefiero advertírselo por si acaso.
—¿A que no te atreves a beberte un chupito? —dice Ed.
—Menuda mierda —protesta Kitty. Santana hace como que no la oye y se bebe el chupito. Ya está borracha. Si bebe mucho más, acabará vomitando. —Kitty, ¿verdad o desafío? —dice entonces Santana con demasiada petulancia. Todo el mundo se pone tenso, y veo que Rachel me está observando de manera inquisitiva. Kitty mira a Santana a los ojos, claramente sorprendida ante su audaz movimiento.
—¿Verdad o desafío? —repite ella.
—Verdad —contesta Kitty.
 —¿Es verdad... —empieza Santana inclinándose hacia adelante— que eres una puta?
Se oyen risas y exclamaciones ahogadas de sorpresa. Entierro el rostro
en la espalda de Santana para amortiguar mis carcajadas. Joder, esta chica se vuelve loca cuando está borracha.
—¿Perdona? —inquiere Kitty, boquiabierta.
—Ya me has oído... ¿Es verdad que eres una puta?
—No —responde Kitty con los ojos entornados de odio.
Blaine sigue riéndose, a Rachel le divierte la situación, aunque está algo
preocupada, y Santana parece estar a punto de abalanzarse sobre Kitty.
—Se llama «verdad» por una razón —sigue pinchándola.
Le doy un apretón en el muslo y le susurro que lo deje estar. No
quiero que Kitty le haga daño, porque entonces yo tendré que hacerle daño
a ella.
 —Me toca —dice ella entonces—. Santana, ¿verdad o desafío? —
pregunta. Allá va.
 —Desafío —responde Santana con una sonrisa sarcástica. La otra finge sorpresa, y entonces sonríe con malicia.
—¿A que no te atreves a besar a Dany? Levanto la vista hacia el horrible rostro de Kitty.
—Ni de coña —digo en voz alta. Todo el mundo menos ella parece encogerse un poco hacia atrás.
—¿Por qué no? —sonríe Kitty mordazmente—. Es terreno conocido, ya lo ha hecho antes.
Me incorporo y estrecho a Santana contra mí.
—Eso no va a pasar —gruño a esa putilla del tres al cuarto. Me importa una mierda este estúpido juego, no pienso dejar que bese a nadie. Dany está mirando hacia la pared, y cuando Kitty la mira, ve que no tiene ningún apoyo en ella.
—Vale, pues que sea verdad entonces —dice—. ¿Es verdad que eres
gilipollas por volver con Brittany después de que admitiese que se te folló
para ganar una apuesta? —pregunta con voz alegre. Santana se pone rígida sobre mi regazo.
 —No, eso no es verdad —dice con un hilo de voz.
Kitty se pone de pie.
 —No, no, este juego se llama Verdad o desafío, no La niñata mentirosa. Es la verdad, y tú eres gilipollas por volver con ella. Te crees todo lo que sale por su boca. Y no te lo reprocho, porque sé las cosas tan increíbles que esa boca puede hacer. Joder, esa lengua...
Antes de que pueda detenerla, Santana salta de mi regazo y carga contra
Kitty. Sus cuerpos impactan. Santana la empuja por los hombros y se aferra a ellos cuando ambas caen encima de Ed. Por suerte para Kitty, un chico ha amortiguado su caída. Pero por desgracia también, Santana la suelta de los hombros y la agarra del pelo.
 —¡Eres una zorra! —grita Santana con el pelo rosa de la otra en los puños. Le levanta la cabeza de la moqueta y vuelve a golpearla contra el suelo. Kitty grita y patalea bajo el cuerpo de Santana, aunque Santana lleva ventaja y Kitty no tiene manera de controlar la situación. Le clava las uñas en los brazos, pero Santana la agarra de las muñecas y se las aparta a ambos lados antes de levantar la mano y darle una bofetada. «¡Joder!» Me levanto del sofá y agarro a Santana de la cintura para detenerla. Jamás habría imaginado que provocaría una pelea entre San y nadie, y mucho menos Kitty, que es de mucho ladrar y poco morder. San se revuelve entre mis brazos durante unos segundos antes de calmarse ligeramente hasta que puedo sacarla del salón. Tiro de la falda de su vestido para asegurarme de que no se le ha subido; lo último que necesitamos ahora es que yo también me enzarce en una pelea con alguien. Hay poca gente en la cocina, y ya están todos hablando sobre la pelea del salón.
—¡La voy a matar, Brittany! ¡Te lo juro! —grita librándose de mí.
 —Ya lo sé..., ya lo sé —digo, pero no puedo tomarla en serio, a pesar de que acabo de ser testigo de su brutalidad.
—Deja de reírte de mí —resopla sin aliento. Sus ojos abiertos como
platos brillan y sus mejillas están rojas de ira.
—No me río de ti. Es sólo que me ha sorprendido lo que ha pasado — digo mordiéndome el labio inferior.
—¡No puedo con ella! ¡¿Quién coño se cree que es?! —grita hacia los
otros que siguen en el salón, intentando claramente que llegue a oídos de
Kitty.
— Bien, Ortiz... vamos a darte un poco de agua —digo.
—¿Ortiz? —pregunta.
—Es un luchador de la UFC.
 —¿La UFC? —No importa.
Me río y le pongo un vaso de agua. Me asomo al salón para comprobar que Kitty no está.
 —Siento un subidón de adrenalina en todo el cuerpo —me dice Santana. Lo mejor de pelearse es el subidón de adrenalina. Es adictivo.
—¿Te habías peleado alguna vez con alguien? —pregunto, aunque estoy segura de la respuesta.
—No, claro que no.
 —Y ¿por qué lo has hecho ahora? ¿Qué más da lo que piense Kitty de que estemos juntas?
—No es eso. No es eso lo que me ha cabreado. —Entonces ¿qué ha sido? —le pregunto. Me pasa el vaso vacío y se lo relleno de agua.
—Lo que ha dicho de vosotras dos —admite con rabia.
—Ah. —Sí. Debería haberle dado un puñetazo —resopla.
 —Sí, pero creo que lo de tirarla al suelo y estamparle la cabeza contra él tampoco ha estado mal, Ortiz. En sus labios se forma una leve sonrisa y se echa a reír tímidamente.
—No me puedo creer que haya hecho eso. —Se ríe otra vez.
—Estás muy borracha —asiento riendo a mi vez.
—¡Sí! —coincide en voz alta—. Lo suficiente como para estamparle a Kitty la cabeza contra el suelo —se carcajea.
—Creo que todos han disfrutado del espectáculo —digo mientras la
agarro de la cintura.
—Espero que no se hayan enfadado conmigo por haber montado una escena. Ahí está mi Santana. Borracha como una cuba, pero intentando ser considerada con los demás.
—Nadie se ha enfadado, nena, en todo caso te estarán agradecidos.
Ésta es la clase de cosas que dan vida a los chicos de la fraternidad —le
aseguro.
 —Joder, espero que no —dice, y parece momentáneamente
horrorizada.
 —No te preocupes. ¿Quieres que busquemos a Rachel? —pregunto para distraerla.
—O podríamos hacer otra cosa... —dice colando los dedos por la cintura de mis vaqueros.
—Jamás dejaré que bebas vodka cuando no esté yo delante —bromeo, aunque en el fondo lo digo en serio.
—Vale..., pero ahora vayamos arriba. —Se pone de puntillas y me
planta un beso en la mandíbula.
—Qué mandona eres, ¿no? —Sonrío.
—No vas a ser tú la que mande todo el tiempo. —Se ríe, me agarra del
cuello de la camiseta y tira de mí hacia abajo hasta ponerme a su altura—.
Deja al menos que te haga algo —ronronea, mordisqueándome el lóbulo de
la oreja.
—¿Acabas de vivir tu primera pelea y estás pensando en eso?
Asiente.
 —Sabes que lo estás deseando, Brittany —dice con una voz tan grave que hace que me aprieten aún más las bragas.
—Vale... Joder..., está bien —cedo. —Vaya, qué fácil ha sido.
La agarro de la muñeca y la guío hasta el piso de arriba.
—¿Ocupa alguien ya la que era tu habitación? —pregunta cuando
llegamos a la segunda planta.
 —Sí, pero hay muchas habitaciones vacías —le digo, y abro la puerta de una de ellas. Las dos camas pequeñas están cubiertas de mantas negras, y hay zapatos en el armario. No sé de quién será este cuarto, pero ahora es nuestro. Cierro la puerta y avanzo unos pasos hasta Santana.
 —Bájame la cremallera —me ordena. —Veo que no quieres perder el tiempo.
 —Cállate y desabróchame el vestido —me espeta. Sacudo la cabeza divertido, y ella se vuelve y se levanta el pelo. Rozo su cuello con los labios mientras le bajo la cremallera por la espalda. Veo cómo el vello se eriza en su suave piel, y lo sigo descendiendo por su columna con el dedo índice. Tiritando un poco, se vuelve y se desliza las mangas del vestido por los brazos. La prenda cae a sus pies y deja al descubierto el conjunto de bragas y sujetador rosa intenso de encaje que tanto me gusta. Deduzco por su sonrisa que es perfectamente consciente de ello.
 —Déjate puestos los zapatos —digo prácticamente rogando.
Ella accede con una sonrisa y se mira los pies.
—Antes quiero hacerte una cosa. Con un movimiento veloz, tira de mis vaqueros. Me desabrocha rápidamente la cremallera y me los baja. Retrocedo hacia la cama, pero ella me detiene.
—No, puaj. A saber quién ha hecho qué ahí —dice con cara de asco
—. Al suelo —ordena.
—Te aseguro que el suelo estará mucho más sucio que la cama — replico—. Espera, deja que ponga mi camiseta. Me quito la camiseta por la cabeza, la extiendo en el suelo y me siento encima de ella. Santana desciende y se coloca a horcajadas sobre mí. Su boca se aferra a la piel de mi cuello mientras menea las caderas y se pega a mi cuerpo. «Joder.»
 —San... —exhalo—. Si sigues haciendo eso voy a acabar antes de empezar. Aparta los labios de mi cuello.
—¿Qué quieres hacer, Brittany? ¿Quieres follarme o quieres que te
haga una m...? La interrumpo con un beso. No voy a perder el tiempo con
preliminares. La deseo, la necesito, ahora. En cuestión de segundos, sus
bragas descansan sobre el suelo a su lado.  Quiero sentirla del todo.
—Brittany..., date prisa —me ruega, y se echa en la moqueta apoyada
sobre los codos. Su cabello largo cae hasta rozar el suelo detrás de su
espalda. Gateo hasta ella, le separo los muslos todavía más con las rodillas y me dispongo a penetrarla. Pierde el equilibrio, se cae hacia atrás y se
agarra a mis brazos para incorporarse.
 —No... quiero hacerlo yo —dice.
Me empuja contra el suelo y se monta encima de mí. Gime mientras
desciende y es el sonido más delicioso que he oído en mi vida. Menea las
caderas lentamente, en círculos, subiendo y bajando, torturándome. Se tapa la boca con la mano y pone los ojos en blanco. Cuando me pasa las uñas por el estómago, casi pierdo el control. Rodeo su espalda con el brazo y vuelvo las tornas. Ya me he cansado de que tenga ella el control. No lo
soporto.
 —¿Qué...? —empieza. —Soy yo quien manda aquí, soy yo quien tiene el control. ¡No lo olvides, nena! —gruño, y la penetro con fuerza, entrando y saliendo a un ritmo mucho más rápido que con el que ella me estaba atormentando. San asiente embriagada y se tapa la boca de nuevo.
—Cuando... lleguemos a casa... te follaré otra vez, y allí no te taparás
la boca... —le advierto mientras levanto su pierna hasta mi hombro—.
Todo el mundo te oirá. Oirán lo que te estoy haciendo, lo que sólo yo te
hago. Gime de nuevo. Le beso la pantorrilla y se tensa. Estoy cerca..., muy
cerca, y entierro la cabeza en su cuello mientras  me corro increíblemente . Apoyo la cabeza en su pecho hasta que nuestra respiración vuelve a la normalidad.
 —Eso ha sido... —exhala.

—¿Mejor que atacar a Kitty? —Me río. —No lo sé..., por un estilo —bromea, y se levanta para vestirse.
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Mensaje por JVM Dom Jul 17, 2016 12:37 am

Pues creó que Britt esta llevando bien toda la situación, sí, dejo a San un rato pero no hizo nada malo, y supo controlarse en cambio San se aloco jajajaja, pero que bueno se lo merecía Kitty.
Que buena noche vieja tendrán jajajaja
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Mensaje por micky morales Dom Jul 17, 2016 10:55 am

jajajajajajajajajajajajajajaja bien por santana, al fin se dio a respetar por esa p...... britt se esta portando bien!!!!!
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Mensaje por 3:) Dom Jul 17, 2016 2:55 pm

Mucha tranquilidad para Brito... Jajaja
Me encanta cuando san se le va la madre con el alcohol jajaja tremendo guamaso y bien merecido lo tenia Kitty se lo había buscado... Y ya se lo gano jajaja
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Jul 18, 2016 4:39 am

Capítulo 59
Santana

 
Brittany me sube la cremallera y yo me arreglo el pelo con los dedos
mientras ella se abrocha los pantalones.
—¿Qué hora es? —pregunto mientras se pone los zapatos.
—Faltan dos minutos para las doce —responde tras comprobar la hora
en un despertador que hay en un pequeño escritorio.
—Vaya..., pues vamos a bajar ya —le digo.
Sigo más que borracha, pero ahora estoy más relajada, gracias a ella.
Bebida o no, aún no me creo lo que ha pasado con Kitty.
—Vamos.
Me coge de la mano y llegamos a la escalera justo cuando todo el
mundo empieza a gritar:
—¡Diez..., nueve..., ocho...!
Brittany pone los ojos en blanco.
—¡Siete..., seis...!
—Esto es absurdo —protesta.
—¡Cinco..., cuatro..., tres...! —empiezo a gritar—. Hazlo conmigo —
digo.
Intenta no sonreír, pero fracasa y una enorme sonrisa se dibuja en su
cara.
—¡Dos..., uno...! —digo metiéndole el dedo en el hoyuelo.
—¡Feliz Año Nuevo! —grita todo el mundo, yo incluida.
—Que viva el Año Nuevo —dice Brittany sin el menor entusiasmo, y
yo me río cuando pega los labios a los míos.A una parte de mí le preocupaba que no me besara aquí, delante de todos, pero ahora acaba de hacerlo. Cuando mis manos se deslizan hasta su cintura, me las coge para detenerme. Se aparta y sus ojos de color esmeralda relucen. Qué guapa es.
—¿Aún no estás cansada? —bromea, y niego con la cabeza.
—No te hagas ilusiones. No voy a hacer lo que imaginas. —Sonrío—.
Tengo que hacer pis.
—¿Quieres que te acompañe?
—No. Ahora vuelvo —digo, y le doy un beso rápido antes de
dirigirme al cuarto de baño.
Debería haberla dejado venir. Esto es mucho más difícil que cuando
estoy sobria. Ha sido una noche divertida, aun a pesar de lo de Kitty.
Brittany me ha sorprendido mostrándose calmada, incluso con Dany, y ha
estado de buen humor todo el tiempo. Después de lavarme las manos, recorro el pasillo de nuevo en su busca.
—¡Brittany! —oigo que exclama una voz femenina.
Miro y veo una cara familiar: es la chica de pelo negro con la que me
he topado antes. Y se dirige hacia ella. Como soy de naturaleza curiosa,
decido quedarme atrás unos metros.
—Tengo tu móvil, lo has olvidado en el cuarto de Logan. —Sonríe y
se saca el teléfono de Brittany del bolso.
«¿Qué?» Seguro que no es nada. Estaban en la habitación de Logan, lo
que significa que probablemente no estaban solos. Confío en ella.
—Gracias. —Coge el teléfono y se aleja de ella. Menos mal.
—. ¡Oye! —le grita entonces—. ¿Te importaría hacerme el favor de no decirle a nadie que estábamos juntos en el cuarto de Logan? —pregunta.
—Yo nunca alardeo de mis rollos —sonríe la chica antes de
marcharse.
El pasillo empieza a girar a mi alrededor. Noto un dolor instantáneo
en el pecho y corro por la escalera. Brittany me ve corriendo y compruebo

cómo el color desaparece de su rostro al saber que la he pillado.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Jul 18, 2016 4:39 am

Capítulo 60
Brittany

 
Veo un resplandor dorado a unos metros de distancia. Sorteo a Jamie y veo a Santana, con los ojos abiertos como platos y el labio inferior tembloroso. En unos instantes pasa de animal deslumbrado a novia furiosa y sale corriendo a toda velocidad por la escalera.
«¿Qué?»
—¡Santana! ¡Espera! —grito tras ella.
Para estar tan borracha, vuela por los escalones. ¿Por qué tiene que
huir siempre de mí?
—¡San! —grito de nuevo, y aparto a la gente de mi camino.
Por fin, cuando la tengo a tan sólo unos metros de distancia en el
recibidor, hace algo que casi provoca que me caiga de culo. El capullo
rubio que la estaba mirando antes silba cuando la ve pasar. Ella se detiene
de repente y su mirada hace que me quede helada en el sitio. Sonriendo con despecho, coge al tipo de la camisa.
«¿Qué coño está haciendo? ¿Va a...?» Respondiendo a mis pensamientos, me mira y le planta un beso. Cierro los ojos con fuerza en un intento de borrarlo de mi mente. Esto no puede estar pasando. Ella jamás haría eso, Santana, no, por muy enfadada que estuviera.
El tipo, sorprendido por su repentina muestra de afecto, se recupera al
instante y rodea su cintura. Ella abre la boca, desliza una mano hasta su
pelo y se agarra a él. Soy incapaz de entender lo que está pasando.
—¡Brittany, no! —grita.
«¿No, qué?» Cuando abro los ojos me encuentro encima del rubio y veo que tiene el labio partido. ¿Ya lo he golpeado?
—¡Brittany, por favor! —grita otra vez.
Me apresuro a apartarme del tío antes de que todo el mundo forme un
corro a nuestro alrededor.
—Pero ¿qué cojones...? —gruñe él.
Quiero romperle la puta cabeza, pero me he esforzado mucho por
intentar controlar mis arrebatos. ¿Por qué ha tenido que hacer eso y echar
por tierra todo mi trabajo? Me dirijo hacia la puerta sin molestarme en
comprobar si me está siguiendo.
—¡¿Por qué le has pegado?! —grita Santana a mi espalda cuando llego a
mi coche.
—¿Tú qué crees? ¡Porque acabo de ver cómo te enrollabas con él! —
chillo. Casi había olvidado lo que se siente, el subidón de adrenalina y el
familiar dolor en los nudillos. Sólo le he pegado una vez..., o eso creo... No
está mal. Pero quiero más.
Ella empieza a llorar.
—Y ¿qué más te da? ¡Tú has besado a esa chica! ¡Y seguramente has
hecho bastante más que eso! ¿Cómo has podido?
—¡No! No te atrevas a llorar, Santana. ¡Acabas de besar a un tío delante
de mis narices! —digo golpeando el capó del coche.
—¡Lo que tú has hecho es mucho peor! ¡He oído cómo le decías a esa
chica que no dijera nada de lo que habíais hecho en la habitación de Logan!
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo. ¡Yo no he besado a
nadie! —¡Claro que sí! ¡Ella te ha dicho que nunca alardea de sus rollos! —
grita sacudiendo los brazos en el aire como una idiota.
«Joder, es exasperante.»
—Es una forma de hablar, Santana. Se refería a que no iba a contarle a
nadie lo que habíamos estado hablando..., ¡ni que hemos estado fumando
hierba! —grito.
Sofoca un grito.
—¿Has fumado hierba?
—No, no lo he hecho. Pero ¿qué más da eso? ¡Acabas de ponerme los
cuernos! Me tiro del pelo.
—¿Por qué me has dejado sola para irte con ella, y luego le dices que
no cuente nada? No tiene ningún...
—¡Es la hermana de Dan! Le he dicho que no dijera nada porque
estaba intentando disculparme en privado por lo que le hice. ¡Iba a
contártelo mañana cuando no estuvieses tan beligerante, joder! Estábamos
todos en la habitación: Logan, Blaine, ella y yo. Ellos estaban fumándose un porro, y cuando se iban le he pedido a Jamie que se quedara un momento porque quería hacer lo correcto con ella, por ti.
 —Estoy segura de que toda mi ira escapa por mis ojos cuando digo—: ¡Yo nunca te pondría los putos cuernos... ya deberías saberlo!
Y, al instante, Santana se desinfla. Se ha quedado sin habla, y me alegro.
Se está equivocando conmigo, y estoy cabreado de la hostia.
—Pero... —empieza.
—Pero ¿qué? Tú has actuado mal, no yo. Ni siquiera me has dado la
oportunidad de explicarme. Te has comportado como una cría. ¡Como una
cría impulsiva! —grito, y golpeo el capó de nuevo.
El golpe hace que dé un brinco, pero me da igual.
Debería volver adentro, buscar al rubio y terminar lo que he
empezado. Golpear mi coche no me proporciona la misma satisfacción.
—¡No soy ninguna cría! ¡Creía que habías hecho algo con ella! —me
grita entre lágrimas.
—¡Pues no lo he hecho! Después de todo por lo que he tenido que
pasar para que siguieras conmigo, ¿de verdad crees que iba a ponerte los
cuernos con una tía cualquiera en una fiesta o donde sea?
—No sabía qué pensar —replica agitando de nuevo los brazos en el
aire.
Me paso la mano por el pelo e intento tranquilizarme.
—Pues lo siento, pero ése es tu problema. Yo ya no sé qué más hacer
para que te des cuenta de que te quiero.
Ha besado a otro. Ha besado a otro tío delante de mis narices. Me
siento aún peor que cuando me dejó, porque al menos en aquella ocasión
fue culpa mía.
Su cálido aliento forma bocanadas de vaho en el aire frío.
—¡Bueno, pues igual si no estuviera tan acostumbrada a que me
ocultes cosas no estaría tan predispuesta a los malentendidos! —grita.
La miro boquiabierta.
—Eres increíble, en serio. En estos momentos no puedo ni mirarte a la
cara.
En mi mente, no paro de verla besándose con aquel tipo una y
otra vez.
—Siento haberlo besado —dice resignada—. Pero no es para tanto.
—Estás de coña, ¿no? Por favor, dime que sí, porque si hubiera sido
yo la que hubiese besado a alguien probablemente no volverías a hablarme
en la vida. Pero claro, como ha sido la princesa Santana, no pasa nada.
¡Todos contentos! —me mofo.
Se cruza de brazos con indignación.
—¿La princesa Santana? ¿De qué vas, Brittany?
—¡Venga ya! ¡Me has puesto los cuernos en mis propias narices! Te
he traído aquí para que vieras lo mucho que significas para mí. Quería que
supieras que me importa una mierda lo que los demás piensen de nosotras.
Quería que te lo pasaras lo mejor posible, ¡y tú vas y haces esa mierda!
—Brittany..., yo...
—¡No! ¡Aún no he acabado! —Saco las llaves del coche—. ¡Actúas
como si esto no fuese nada! Pero para mí es muy importante. Ver los labios
de otro sobre los tuyos... es... ¡no te puedes ni imaginar lo enfermo que me
pone!
—He dicho que...
Pierdo los cabales. Sé que doy miedo, pero no puedo evitarlo.
—¡Deja de interrumpirme por una vez en tu puta vida! —grito—.
¿Sabes qué? No te preocupes. Puedes volver ahí adentro y pedirle a tu
nuevo novio que te lleve a casa. —Me vuelvo y abro la puerta del coche—.
Se parece mucho a Sam, y seguramente lo que pasa es que lo echas de
menos.
—¿Qué? ¿Qué tiene que ver Sam en todo esto? Y es evidente que no
tengo un tipo de hombre —gruñe, y me señala con la mano—. Aunque a lo
mejor debería.
—¡A la mierda! —chillo, y me meto en el coche.
Arranco y la dejo ahí plantada con el frío que hace. Cuando llego al
stop no puedo evitar golpear el volante sin parar.
Si no me ha llamado antes de una hora significará que se ha ido con

otra persona.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Jul 18, 2016 4:40 am

Capítulo 61
Santana

 
Diez minutos después sigo de pie en la acera. Tengo las piernas y los
brazos entumecidos y estoy tiritando. Brittany volverá de un momento a
otro; no puedo creer que de verdad vaya a dejarme aquí sola. Borracha y
sola. Cuando me dispongo a llamarla recuerdo que ella tiene mi teléfono.
«Genial... ¿En qué coño estaba pensando?» No estaba pensando, ése es
el problema. Todo iba tan bien, y yo ni siquiera le he concedido el
beneficio de la duda. En lugar de hacerlo, he besado a otro chico. Me dan
ganas de vomitar sólo de pensarlo.
«¿Por qué no ha vuelto todavía?»
Tengo que ir adentro. Hace demasiado frío aquí, y quiero otra copa. Se
me está empezando a pasar la borrachera, y no estoy preparada para
enfrentarme a la realidad. Una vez en la casa, voy directamente a la cocina para servirme una bebida. Ésta es la razón por la que no debería beber. El sentido común me abandona cuando estoy ebria. He pensado lo peor de ella y he cometido un error tremendo.
—¿Santana? —dice Dany detrás de mí.
—Hola —gruño. Levanto la cabeza del frío banco de la cocina y me
vuelvo para mirarla.
—Esto..., ¿qué haces? —dice riéndose a medias—. ¿Estás bien?
—Sí..., estoy bien —miento.
—¿Dónde está Brittany?
—Se ha ido.
—¿Se ha ido? ¿Sin ti?
—Sí. —Doy un trago a mi bebida.
—¿Por qué?
—Porque soy una idiota —respondo con sinceridad.
—Lo dudo mucho. —Sonríe.
—No, en serio, esta vez sí.
—¿Te apetece hablar de ello?
—La verdad es que no —suspiro.
—Vale..., pues te dejo sola —dice, y empieza a alejarse. Pero
entonces se vuelve otra vez—. No tiene por qué ser tan complicado,
¿sabes?
—¿El qué? —le pregunto, y la sigo hasta que nos sentamos a una
mesa de la cocina.
—El amor, las relaciones..., todo eso. No tiene por qué ser tan difícil.
—¿Ah, no? ¿No es siempre así?
La única referencia previa que tengo es Sam, y con él nunca nos
peleábamos así, pero tampoco sé si lo quería. Al menos, no como quiero a
Brittany. Tiro el alcohol al fregadero y me sirvo un vaso de agua.
—No lo creo. Yo nunca he visto a nadie pelearse como lo hacéis
vosotras dos.
—Es porque somos muy diferentes, eso es todo.
—Sí, supongo que así es. —Sonríe.
Cuando compruebo el reloj, ha pasado una hora desde que Brittany se
marchó dejándome aquí. Puede que no vaya a volver después de todo.
—¿Perdonarías a alguien que ha besado a otra persona? —le pregunto
por fin a Dany.
—Supongo que depende de las circunstancias.
—¿Y si lo hubiese hecho delante de ti?
—Joder, no. Eso es imperdonable —dice con una expresión de
disgusto.
—Vaya.
Se inclina hacia mí con compasión.
—¿Ha hecho eso?
—No. —Levanto la vista y lo miro a los ojos—. He sido yo.
—¿Tú? —pregunta claramente sorprendida.
—Sí..., ya te he dicho que soy una idiota.
—Sí, siento decirlo, pero lo eres.
—Sí —coincido.
—¿Cómo vas a volver a casa? —pregunta entonces.
—Pues sigo esperando que regrese a por mí, aunque está claro que no
lo va a hacer. —Me muerdo el labio.
—¿Quieres que te lleve? —dice, pero cuando miro a mi alrededor con
vacilación, añade—: Rachel y Quinn estarán arriba, si prefieres...
La miro sin dejarla acabar.
—¿Podrías llevarme ahora? No quiero meter la pata más todavía, pero
se me está pasando la borrachera, por suerte, y quiero volver a casa e
intentar hablar con Brittany.
—Claro. Vamos —dice Dany, y apuro el agua antes de seguirlo hasta su
coche.
A diez minutos del apartamento, empiezo a temer la reacción de Brittany
cuando vea que Dany me ha acompañado a casa. Intento esforzarme por
recuperar la sobriedad, pero las cosas no funcionan así. Estoy mucho
menos ebria que hace una hora, pero sigo borracha.
—¿Puedo llamarla desde tu teléfono? —le pregunto a Dany.
Aparta una mano del volante y se la lleva al bolsillo para buscar su
móvil. —Toma... Mierda, no tiene batería —dice cuando presiona el botón
superior y ve el símbolo de la batería agotada.
—Gracias de todos modos —respondo encogiéndome de hombros.
No obstante, llamar a Brittany desde el teléfono de Dany seguramente no
sea muy buena idea. No es tan mala como la de besar a un chico cualquiera delante de sus narices, pero sigue sin ser una buena idea.
—¿Y si no está en casa? —digo.
Dany me mira socarronamente.
—Tienes llaves, ¿no?
—No he cogido las mías... No pensé que fuera a necesitarlas.
—Ah..., vaya... Bueno, seguro que sí que está —dice, aunque parece
nerviosa.
Brittany la asesinaría si me encontrara en su casa. Cuando llegamos al
apartamento, Dany aparca y busco con la mirada el coche de Brittany. Está
donde siempre, menos mal. No sé qué habría hecho si no llega a estar aquí. Dany insiste en acompañarme hasta arriba. Aunque creo que la cosa no acabará bien, no sé si seré capaz de llegar sola al piso en mi estado de
embriaguez. Maldita sea Brittany por dejarme en esa fiesta. Maldita sea por ser una idiota impulsiva. Maldita sea Dany por ser tan maja y temeraria cuando no debería serlo. Y maldito sea Washington por su clima frío.
Cuando llegamos al ascensor, empieza a latirme la cabeza al ritmo de
mi corazón. Necesito pensar qué voy a decirle a Brittany. Estará muy
cabreada conmigo, y tengo que pensar en una buena manera de
disculparme que no implique el sexo. No estoy acostumbrada a ser yo la
que tiene que disculparse, ya que siempre es ella quien mete la pata. Estar en esta posición no es nada agradable. De hecho, es bastante horrible.
Avanzamos por el pasillo y no puedo evitar sentirme como si
estuviésemos preparándonos para caminar por una tabla rodeados de
tiburones, y no sé si será Dany o si seré yo la que acabe en el agua.
Llamo a la puerta y ella aguarda unos pasos por detrás de mí mientras
esperamos a que Brittany abra. Esto ha sido muy mala idea. Debería
haberme quedado en la fiesta. Llamo de nuevo, esta vez con más fuerza. ¿Y si no abre?
¿Y si se ha llevado mi coche y no está en casa? No se me había
ocurrido la posibilidad.
—Si no abre, ¿puedo quedarme en tu casa? —digo intentando
contener las lágrimas.
No quiero quedarme en casa de Dany y hacer que Brittany se enfade
todavía más conmigo, pero no se me ocurre otra opción.
¿Y si no me perdona? No puedo vivir sin ella. Dany apoya la mano en mi
espalda y me la frota para consolarme. No puedo llorar, tengo que estar
tranquila cuando abra..., si es que abre.
—Claro que sí —responde Dany por fin.
—¡Brittany! Abre la puerta, por favor —le ruego en voz baja, y apoyo
la frente contra la madera.
No quiero gritar porque no quiero montar una escena a las dos de la
mañana. Bastante hartos estarán ya los vecinos de nuestros gritos.
—Me temo que no va a abrir. —Suspiro y me recuesto contra la pared
un momento.
Entonces, por fin, cuando empezamos a alejarnos, la puerta se abre.
—Vaya..., mira quién ha decidido pasarse por aquí —dice Brittany
observándonos desde la puerta. Algo en su tono me da escalofríos. Cuando me vuelvo para mirarla, tiene los ojos inyectados en sangre y las mejillas rosadas—. ¡Dany, tía! Me alegro de verte —exclama arrastrando las palabras. Está borracha. Se me despeja la mente al instante.
—Brittany..., ¿has estado bebiendo?
Me mira de manera imperiosa, claramente inestable.
—¿A ti qué te importa? Ahora tienes otro novio.
—Brittany...
No sé qué decirle. Está claro que está como una cuba. La última vez
que la vi así fue la noche que Ryder me llamó para que fuera a casa de
Ken. Conociendo el historial de su padre con la bebida, y viendo el miedo
que tenía Trish de que Brittany hubiera empezado a beber de nuevo, se me
cae el alma a los pies.
—Gracias por traerme a casa, creo que es mejor que te vayas —le
digo amablemente a Dany. Brittany está demasiado borracha como para estar cerca de ella.
—¡Nooo! —exclama Brittany—. ¡Pasa! ¡Tomemos algo! —Coge a Dany
del brazo y tira de ella hacia el interior del apartamento.
Las sigo, protestando:
—No es buena idea, Brittany. Estás borracha.
—Tranquila —me dice Dany haciéndome un gesto con la mano. Es
como si estuviera deseando morir. Brittany se tambalea hasta la mesita auxiliar, coge la botella de licor oscuro que hay sobre ella y sirve una copa.
—Sí, Santana. Relájate.
Quiero gritarle por hablarme de esa manera, pero me ha abandonado
la voz.
—Aquí tienes. Voy a por otro vaso para ti, San —farfulla, y
desaparece en la cocina.
Dany se sienta en el sillón y yo tomo asiento en el sofá.
—No voy a dejarte aquí sola con ella. Está muy borracha —susurra—.
Pensaba que no bebía.
—Y no bebe..., así no. Esto es culpa mía. —Entierro la cabeza entre
las manos.
Detesto que Brittany se haya emborrachado por lo que he hecho. Quería
tener una conversación civilizada con ella para poder disculparme por todo.
—No, no lo es —me asegura Dany.
—¡Ésta... para ti! —grita Brittany cuando irrumpe de nuevo en el salón,
y me pasa un vaso lleno hasta la mitad de licor.
—No quiero beber más. Ya he bebido bastante por esta noche. —Le
quito el vaso de las manos y lo dejo sobre la mesita.
—Como quieras. Más para mí entonces. —Me sonríe, y es una sonrisa
malévola, no esa sonrisa que tanto adoro.
Estoy empezando a asustarme. Sé que Brittany jamás me haría daño
físicamente, pero no me gusta nada esta cara de ella. Preferiría que me
gritara o que golpeara una pared a que esté aquí bebiendo sin parar
mientras se muestra tan relajada. Demasiado relajada.
Dany hace un pequeño brindis y se lleva la bebida a los labios.
—Es como en los viejos tiempos, ¿verdad? Ya sabes, como cuando
querías follarte a mi chica —dice Brittany, y Dany escupe su bebida de nuevo en el vaso.
—No. Tú la has dejado allí sola; yo sólo la he traído a casa —
responde Dany con tono amenazador.
Brittany menea su propia bebida en el aire.
—No me refiero a lo de esta noche, y lo sabes. Aunque estoy bastante
cabreada contigo porque te hayas tomado la libertad de traerla a casa. Ya
es mayorcita, sabe defenderse.
—No debería tener que defenderse —replica Dany.
Brittany golpea el vaso contra la mesa y doy un brinco.
—¡Eso no es asunto tuyo! Aunque desearías que lo fuera, ¿verdad?
Me siento como si estuviera en medio de un tiroteo y quisiera
apartarme pero mi cuerpo no me lo permitiera. Observo horrorizada cómo
mi señor Darcy particular empieza a transformarse en Tom Buchanan...
—No —contesta Dany.
Brittany se sienta a mi lado, pero mantiene sus ojos vidriosos fijos en
Dany. Miro la botella de alcohol y veo que queda menos de la mitad. Espero que Brittany no se haya bebido todo lo que falta en la última hora y media.
—Claro que sí —replica ella—. No soy idiota. La deseas. Kitty me
contó todo lo que dijiste en su día.
—Déjalo estar, Brittany —gruñe Dany, y esto no hace sino provocar más
a mi chica—. Eso te pasa por hablar con Kitty.
—Ay, Santana es tan guapa... ¡Santana es tan dulce...! ¡Santana es demasiado buena para Brittany! ¡Santana debería estar conmigo! —se burla Brittany.
«¿Qué?»
Dany evita mi mirada.
—Cierra la puta boca, Brittany.
—¿Has oído, nena? Dany creía que podía tenerte. —Se ríe.
—Ya basta, Brittany —digo, y me levanto del sofá.
Dany parece humillada. No debería haberle pedido que me trajera a
casa. ¿De verdad dijo esas cosas sobre mí? Había dado por hecho que su
actitud conmigo se debía a que se sentía avergonzada por lo de la apuesta,
pero ahora ya no estoy segura.
—Mírala, seguro que lo estás pensando ahora mismo..., ¿verdad? —lo
provoca Brittany. Dany la fulmina con la mirada y deja el vaso sobre la
mesita—. Nunca será tuya,  ríndete. No será de nadie. Sólo mía. Soy
la única que se la follará jamás. Soy la única que sabrá nunca lo que se
siente estando con ella...
—¡Ya basta! —grito—. Pero ¿qué coño te pasa?
—Nada, sólo estoy diciendo la verdad —responde Brittany.
—Estás siendo cruel —replico—. ¡Y me estás faltando al respeto! —
Me vuelvo hacia Dany—: Creo que deberías marcharte.
Ella mira a Brittany, y después otra vez a mí.
—Estoy bien —le aseguro.
No sé qué va a pasar, pero sé que no será ni la mitad de malo de lo que
puede llegar a ser si continúa aquí.
—Por favor —le ruego.
Por fin, Dany asiente.
—Está bien, me iré. Tiene que solucionar su mierda. Bueno..., tenéis.
—Ya la has oído: lárgate —le espeta Brittany—. Pero no te sientas mal,
a mí tampoco me quiere. —Da otro trago a su copa—. Le gustan más los
tíos guapos y bien vestidos.
Se me cae el alma a los pies, y sé que me espera una noche muy larga.
No sé si debería estar asustada, pero no lo estoy. Bueno, puede que un
poco, aunque no pienso irme a ninguna parte.
—Largo —repite Brittany señalando mientras Dany se dirige hacia la
salida. Una vez que se ha marchado del apartamento, Brittany cierra la puerta y se vuelve hacia mí.
—Tienes suerte de que no le haya dado una paliza por haberte traído.
Lo sabes, ¿verdad?
—Sí —contesto. Discutir con ella no me parece buena idea en estos
momentos.
—¿Por qué te has molestado en venir?
—Vivo aquí.
—No por mucho tiempo. —Se pone más alcohol en el vaso.
—¿Qué? —Me quedo sin aliento—. ¿Vas a echarme?
Cuando el vaso está lleno, me guiña un ojo.
—No —dice—, acabarás yéndote por voluntad propia.
—No, no lo haré.
—Puede que tu nuevo amante tenga espacio en su casa. Hacíais muy
buena pareja.
Su detestable manera de hablarme me recuerda los comienzos de
nuestra relación, y no me gusta nada.
—Brittany, deja de decir esas cosas, por favor. Ni siquiera lo conozco.
Y siento muchísimo lo que he hecho.
—Diré lo que me salga de los cojones, del mismo modo que tú haces
lo que te da la puta gana.
—He cometido un error, y lo siento, pero eso no te da derecho a
tratarme de esta manera tan cruel ni a beber así. Estaba borracha y de
verdad creía que había pasado algo entre esa chica y tú. No sabía qué
pensar. Lo siento, jamás te haría daño a propósito —digo lo más rápido que
puedo y esforzándome porque lo entienda, pero sé que no me está
escuchando.
—¿Aún sigues hablando? —me espeta.
Suspiro y me muerdo un carrillo. «No llores. No llores...»
—Me voy a la cama. Hablaremos cuando no estés tan borracha.
No dice nada; ni siquiera me mira, de modo que me quito los zapatos
y me dirijo al dormitorio. En cuanto cierro la puerta, oigo el vaso
estrellarse. Salgo corriendo al salón y me encuentro la pared mojada y el
suelo lleno de cristales. Observo con impotencia cómo coge los otros dos
vasos y los estampa contra la pared. Bebe un último trago directamente de

la botella y después la arroja también con todas sus fuerzas.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Jul 18, 2016 4:41 am

Capítulo 62
Santana

 
Coge la lámpara de la mesita auxiliar, arranca el cable de la pared y la tira
contra el suelo. Después agarra un florero y lo estrella contra la pared de
ladrillo. ¿Por qué su primer instinto es siempre romper todo lo que tenga a
mano?
—¡Para! —grito—. ¡Brittany, vas a romper todas nuestras cosas! ¡Para,
por favor!
—¡Esto es culpa tuya, Santana! ¡Tú lo has provocado! —me grita, y se
hace con otro florero.
Corro por el salón y se lo quito de las manos antes de que lo haga
añicos.
—¡Ya lo sé! Pero, por favor, habla conmigo —le ruego. Ya no puedo
seguir conteniendo las lágrimas—. Por favor, Brittany —sollozo.
—¡La has cagado, Santana! ¡Y mucho!
Golpea la pared con el puño.
Sabía que esto iba a pasar y, la verdad, me sorprende que haya tardado
tanto. Me alegro de que por lo menos haya escogido golpear el muro de
yeso en lugar del de ladrillo, de lo contrario se habría hecho daño en la
mano, o algo peor.
—¡Déjame en paz, joder! ¡Lárgate! —chilla, y empieza a pasearse de
un lado a otro antes de apoyar las dos manos contra la pared.
—Te quiero —digo sin pensar.
Necesito que se calme, pero está demasiado borracha y me está
intimidando.
—¡Pues no lo parece! ¡Has besado a otro puto tío! ¡Y has traído a Dany
a mi puta casa!
Se me parte el corazón cuando menciona a Dany. Brittany la ha
humillada.
—Lo sé..., lo siento.
Reprimo el impulso de decirle que es un hipócrita. Sí, sé que lo que he
hecho ha estado mal, muy mal, pero yo la he perdonado por hacerme daño
muchas veces.
—Sabes perfectamente que me jode mucho verte con otra persona, ¡y
tú vas y haces esa mierda! —Las venas de su cuello se tornan moradas y
está empezando a parecer un monstruo.
—Brittany, he dicho que lo siento —insisto, hablando lo más suave y
relajadamente posible—. ¿Qué más quieres que te diga? No pensaba con
claridad.
Se tira de los pelos.
—Que digas que lo sientes no hace que desaparezca de mi mente. No
paro de verlo.
Me acerco y me coloco justo delante de ella. Apesta a whisky.
—Pues entonces mírame. Mírame.
Llevo las manos a sus mejillas y la obligo a dirigir sus ojos hacia mí.
—Lo has besado. Has besado a otro tío —dice en un tono mucho más
calmado que hace unos segundos.
—Lo sé, y lo siento mucho. No sabía lo que hacía. Ya sabes que a
veces puedo ser muy irracional.
—Eso no es excusa.
—Lo sé, cariño, lo sé. —Espero que esas palabras la tranquilicen.
—Me hace daño —dice, aunque la furia ha desaparecido de sus ojos
enrojecidos—. Por eso no tenía novia, aunque nunca he querido tenerla,
pero esto es lo que pasa cuando la gente sale... o se casa. Por estas mierdas  es por lo que necesito estar sola. No quiero pasar por esto. —Se aparta de mí.
Me duele el pecho porque suena como una niña; una niña solitaria y
triste. No puedo evitar pensar en Brittany cuando era pequeña,
escondiéndose mientras sus padres se peleaban porque Ken abusaba del
alcohol.
—Brittany, por favor, perdóname. No volverá a ocurrir, jamás volveré a
hacer algo así.
—Da igual, San, una de las dos lo hará. Eso es lo que hace la gente
que se quiere. Se hacen daño entre sí y luego rompen, o se divorcian. Y yo
no quiero eso para nosotras. No quiero eso para ti.
Me acerco más a ella.
—Eso no nos pasará a nosotras. Nosotras somos diferentes.
Niega ligeramente con la cabeza.
—Le pasa a todo el mundo; mira nuestros padres.
—Nuestros padres se casaron con la persona equivocada, eso es todo.
Mira a Karen y a tu padre. —Me alegro de comprobar que ahora está
mucho más calmada.
—Ellos también acabarán divorciándose —repone.
—No, Brittany. No lo creo.
—Yo sí. El matrimonio es una mierda: «Oye, me gustas, vamos a
vivir juntos y a firmar un papel para prometernos que jamás nos
dejaremos, aunque luego no lo cumplamos». ¿Por qué iba a querer nadie
hacer eso voluntariamente? ¿Quién quiere atarse a una persona para
siempre?
No estoy preparada para procesar lo que acaba de decirme. ¿No
imagina un futuro conmigo? Sólo está diciendo eso porque está borracha,
¿no?
—¿De verdad quieres que me vaya? ¿Eso es lo que deseas?, ¿dejarlo?
—le pregunto mirándola directamente a los ojos.
No me responde.
—¿Brittany?
—No... Joder..., no, Santana. Te quiero. Te quiero un montón, pero tú...
Lo que has hecho ha sido horrible. Has cogido todos mis miedos y los has
convertido en realidad con un solo gesto. —Sus ojos se humedecen y se me parte el corazón.
—Lo sé, y me siento fatal por haberte hecho daño.
Mira la habitación y comprendo que todo lo que hemos construido
aquí era su intento de demostrarme que me quiere.
—Deberías estar con alguien como Sam —dice.
—No quiero estar con nadie que no seas tú. —Me seco los ojos.
—Tengo miedo de que lo hagas.
—¿El qué? ¿Dejarte por Sam?
—No por él exactamente; por alguien como él.
—No lo haré, Brittany. Te quiero. No quiero a nadie más, sólo a ti. Me
gusta todo de ti, así que deja de dudar de ti.
Me duele pensar que se siente de esta manera.
—Entonces ¿no empezaste a salir conmigo sólo para cabrear a tu
madre?
—¿Qué? —exclamo, pero ella me mira y espera una respuesta—. No,
claro que no. Mi madre no tiene nada que ver con lo nuestro. Me enamoré
de ti porque..., bueno, porque no tenía elección. No pude evitarlo. Intenté
no hacerlo por lo que pudiera pensar ella, pero era inevitable. Siempre te
he amado, quisiera o no hacerlo.
—Ya.
—¿Qué puedo hacer para que me creas?
Después de todo por lo que hemos pasado, ¿cómo puede pensar que
estaba con ella para rebelarme contra mi madre?
—Pues podrías empezar por no besarte con otros —dice.
—Sé que eres insegura, pero deberías saber que te quiero. He luchado
por ti desde el primer día, con mi madre, con Sam, con todo el mundo.
Sin embargo, algo de lo que acabo de decir la ha molestado.
—¿Insegura? —replica—. Yo no soy insegura. Pero tampoco pienso
quedarme ahí sentada mientras juegas conmigo como si fuera una puta
idiota. Con su repentina recuperación de la ira, empiezo a cabrearme yo
también.
—¿A ti te preocupa que yo juegue contigo?
Sé que lo que he hecho está mal, pero ella me ha hecho cosas mucho
peores. Ella sí que me trató como si fuera una idiota, y la perdoné.
—No empieces con esa mierda —ruge.
—Hemos recorrido un largo camino, hemos pasado por muchas cosas,
Brittany. No dejes que un error lo eche todo a perder. —Jamás pensé que
sería yo la que tuviera que rogarle que me perdonara.
—Tú lo has echado todo a perder, no yo.
—Deja de ser tan fría conmigo. Tú también me has hecho muchas
cosas a mí —le espeto.
La furia regresa a su rostro y se aparta bruscamente de mí gritando
por encima del hombro:
—¡¿Sabes qué? Yo habré hecho muchas cosas, pero tú has besado a un
tío delante de mis narices!
—Ah, ¿como aquella vez que Kitty estaba encima de ti y la besaste
delante de mí?
Se vuelve rápidamente.
—Ahí no estábamos juntas.
—Puede que para ti no, pero yo creía que sí.
—Eso no tiene importancia, Santana.
—¿Quieres decir que no vas a dejarlo pasar?
—No sé qué quiero decir, pero me estás rayando.
—Creo que deberías irte a la cama —le sugiero.
A pesar del breve momento de comprensión de los últimos minutos,
está claro que su mente sigue en modo cruel.
—Y yo creo que no deberías decirme lo que tengo que hacer —
replica.
—Sé que estás enfadada y herida, pero no puedes hablarme de esa
manera. No está bien y no pienso tolerarlo. Me da igual si estás borracha o
no.
—No estoy herida —dice fulminándome con la mirada. Brittany y su
orgullo.
—Acabas de decir que sí.
—No, no es verdad, no me digas lo que acabo de decir.
—Está bien. Está bien. —Levanto las manos, dándome por vencida.
Estoy agotada y no pienso tirar de la anilla de la granada que es Brittany en
estos momentos.
Se acerca al portallaves y coge su llavero mientras trastabilla para
ponerse las botas.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, y corro hacia ella.
—Me largo, ¿a ti qué te parece?
—No vas a ir a ninguna parte. Has estado bebiendo, y mucho. —
Intento quitarle las llaves, pero ella se las mete en el bolsillo.
—Me importa una mierda. Necesito más bebida.
—¡No! De eso nada. Ya has bebido suficiente, y has roto la botella.
Intento echarle mano al bolsillo, pero me agarra de la muñeca como
ha hecho un millón de veces.
Sin embargo, esta vez es diferente, porque está muy enfadada, y por
un instante tengo miedo.
—Suéltame —la desafío.
—No intentes evitar que me vaya y te soltaré. —No afloja, y trato de
fingir que no me importa.
—Brittany..., vas a hacerme daño.
Me mira a los ojos y me suelta al instante. Cuando levanta la mano,
me encojo y retrocedo, pero sólo iba a pasarse la mano por el pelo.
El pánico se refleja en sus ojos.
—¿Creías que iba a pegarte? —dice casi en un susurro, y yo me aparto
más todavía.
—Yo..., no lo sé... Estás muy enfadada, y me estás dando miedo. —
Sabía que no iba a hacerme daño, pero ésta es la manera más fácil de hacer que entre en razón.
—Deberías saber que jamás te haría daño. Por mucho que haya
bebido, jamás te tocaría un puto pelo. —Me fulmina con la mirada.
—Para odiar tanto a tu padre no parece importarte lo más mínimo
comportarte como él —le espeto.
—¡Vete a la mierda! ¡No soy como él! —grita.
—¡Sí que lo eres! ¡Estás borracha, me has dejado tirada en esa fiesta y
has roto todo cuanto había en el salón, incluida mi lámpara favorita! Te
estás comportando igual que él..., igual que era él antes.
—Sí, bueno, y tú te comportas como tu madre. Como una esnob
malcriada y una... —escupe con desprecio, y sofoco un grito.
—¿Quién eres tú? —pregunto, y sacudo la cabeza.
Me marcho de la habitación. No quiero seguir escuchándola, y sé que
si continuamos discutiendo mientras está así de borracha las cosas
acabarán mal. Ha llevado la falta de respeto hacia mi persona hasta un
nuevo nivel.
—Santana..., yo... —empieza.
—Cállate —le digo volviéndome, y continúo caminando hacia el
dormitorio.
Puedo soportar sus comentarios groseros, y que me grite, porque,
joder, es verdad que he besado a un tío delante de ella, pero ahora ambas
necesitamos distanciarnos antes de decir algo aún peor de lo que nos
hemos dicho ya.
—No he querido decir eso —asegura siguiéndome.
Cierro la puerta y el pestillo al entrar. Puede que no logremos hacer
que esto funcione. Puede que ella esté demasiado enfadada con el mundo y que yo sea demasiado irracional. La presiono demasiado y ella hace lo
mismo conmigo. No, eso no es verdad. Es precisamente esa presión que nos imponemos la una a la otra la que hace que esto funcione. A pesar de las peleas y las tensiones, entre nosotras hay pasión. Tanta pasión que casi me ahoga, que me hunde..., y ella es la única luz, la única que puede salvarme a pesar de todo, aunque sea precisamente ella quien me está condenando.
Brittany golpea la madera con suavidad.
—San, abre la puerta.
—¡Vete, por favor! —grito.
—¡Maldita sea, Santana! Abre la puerta ahora mismo. ¡Lo siento,
¿vale?! —chilla, y empieza a aporrearla.
Cruzando los dedos para que no la eche abajo, me dirijo a la cómoda
para rebuscar en mi último cajón. Al ver el papel blanco me siento
aliviada. Voy al armario y me encierro en él. Empiezo a leer la nota que
Brittany me escribió y los golpes de la puerta se amortiguan hasta que dejan de existir. El dolor que siento en el pecho se disuelve, como el de mi
cabeza. No hay nada más allá de esta carta, más allá de las palabras
perfectas de mi imperfecta Brittany. La leo una y otra vez hasta que mis lágrimas cesan, así como el ruido en el pasillo. Deseo con toda mi alma que no se haya marchado, pero no voy a salir para averiguarlo. Me duele el corazón, y los ojos, y necesito tumbarme.
Llevándome la carta conmigo, arrastro mi cuerpo hasta la cama y me

acuesto con el vestido puesto. Por fin, el sueño se apodera de mí y soy libre de soñar con la Brittany que escribió esas palabras en una hoja de papel en una habitación de hotel. Cuando me despierto en mitad de la noche, doblo la carta, vuelvo a guardarla en el cajón y abro la puerta del dormitorio. Brittany está en el pasillo, acurrucada en el suelo de hormigón. Creo que es mejor no despertarla, así que la dejo durmiendo la mona y vuelvo a la cama.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por micky morales Lun Jul 18, 2016 8:02 am

que relacion tan confictiva pero creo que es precisamente eso lo que la hace tan interesante!!!!! espero que britt pda perdonar a santana, sera que santana pde pararse a pensar por un momento, todo no pde ser tu me lo haces yo te lo hago!!!!
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por JVM Lun Jul 18, 2016 1:03 pm

Pues esta vez si que San la jodió, esta bien que Britt siempre la cague pero ni siquiera le dio oportunidad de explicarse y lo que hizo pffff desato la locura de Britt haciendo que volviera a ser la destructiva de antes. Ambas se equivocaron pero todo surgió por sus miedos. Al menos Britt se quedo en casa, ojala que en la mañana aclaren las cosas.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por 3:) Lun Jul 18, 2016 1:55 pm

Ok a britt el pasado la presede... Pero término en noche de confuciones y cabreo para las dos...
Y mucho peor cuando aparece dany en el medio...
A ver como arreglan las cosas...
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 19, 2016 12:23 am

Capítulo 63
Santana

 
Ya por la mañana, el pasillo está vacío y el desastre del salón
completamente recogido. No hay ni rastro de cristales en el suelo. La
habitación huele a limón, y ya no hay manchas de whisky en la pared.
Me sorprende que Brittany supiera dónde estaban los productos de
limpieza.
—¿Brittany? —digo con la voz ronca después de los gritos de anoche.
Al no obtener respuesta, me acerco a la mesa de la cocina, donde veo
una ficha con una nota manuscrita que dice: «Por favor, no te marches,
volveré pronto».
Siento como si alguien me hubiera quitado una tonelada de peso de
encima. Cojo el lector de libros electrónicos, me sirvo un café y espero a
que vuelva. Pasan lo que me parecen horas mientras aguardo a que Brittany regrese. Me he duchado, he ordenado la cocina y he leído cincuenta páginas de Moby Dick, y eso que el libro no me apasiona. Me he pasado la mayor parte del tiempo planteándome todos sus posibles comportamientos y pensando en qué va a decirme. El hecho de que no quiera que me marche es algo positivo, ¿no? Espero que sí. La noche anterior está borrosa en mi mente, pero recuerdo los puntos más importantes. Cuando oigo abrirse la puerta, me quedo paralizada y olvido al
instante todo lo que había pensado decirle. Dejo el libro electrónico sobre
la mesita y me incorporo en el sofá. Entra por la puerta y veo que lleva puesta una sudadera gris y sus pantalones negros característicos. Nunca sale de casa con nada que no sea negro y, ocasionalmente blanco, de modo que la combinación de hoy es un poco extraña, pero la sudadera le da un aire más joven. Tiene el pelo revuelto y apartado de la frente, y unas ojeras importantes. Lleva una lámpara en la mano. No es igual que la que rompió anoche, pero se le parece mucho.
—Hola —dice, y se pasa la lengua por el labio inferior antes de
atrapar el piercing entre los dientes.
—Hola —murmuro en respuesta.
—¿Cómo... cómo has dormido? —pregunta.
Me levanto del sofá mientras se dirige a la cocina.
—Bien... —miento.
—Me alegro.
Es obvio que ambas andamos con pies de plomo por miedo a decir
algo inapropiado. Ella está junto a la encimera, y yo me quedo al lado del
frigorífico.
—He... comprado una lámpara nueva —dice señalando con la cabeza
su adquisición.
—Es bonita.
Estoy nerviosa, muy nerviosa.
—No tenían la otra, pero... —empieza a decir.
—Lo siento muchísimo —espeto, interrumpiéndola.
—Yo también, Santana.
—La velada no debería haber acabado así —respondo, y bajo la
mirada.
—Y que lo digas.
—Fue una noche horrible. Debería haber dejado que te explicaras
antes de besar a nadie, fue estúpido e inmaduro por mi parte.
—Sí, lo fue. No deberían haberte hecho falta explicaciones. Deberías
confiar en mí y no sacar conclusiones equivocadas.
Apoya los codos en la encimera detrás de ella y yo jugueteo con los
dedos intentando no arrancarme las pielecitas de alrededor de las uñas.
—Lo sé. Lo siento.
—Te he oído las primeras diez veces que lo has dicho, San.
—¿Vas a perdonarme? Anoche insinuaste que me ibas a echar.
—No insinué que fuese a echarte —contesta, y se encoge de hombros
—. Sólo dije que las relaciones no funcionan.
Una parte de mí deseaba que no recordara las cosas que soltó anoche.
Básicamente me dijo que el matrimonio es algo de locos y que debería
estar sola.
—¿Qué quieres decir?
—Pues eso.
—Pues eso, ¿qué? Creía... —No sé cómo seguir.
Pensaba que comprar una lámpara nueva era su manera de disculparse
y que por la mañana ya habría cambiado de idea.
—¿Qué creías? —dice.
—Que no querías que me fuera porque deseabas que habláramos de
ello cuando volvieras a casa.
—Estamos hablando de ello.
Se me hace un nudo en la garganta.
—Entonces ¿qué pasa? ¿Ya no quieres seguir estando conmigo?
—No es eso lo que estoy diciendo. Ven aquí —ordena abriendo los
brazos.
Recorro nuestra pequeña cocina en silencio y me acerco a ella. Gruñe
con impaciencia, y cuando estoy lo suficientemente cerca me estrecha
contra su pecho, envolviendo mi cintura con los brazos. Apoyo la cabeza
en su pecho. El suave algodón de su sudadera todavía está frío por el gélido clima invernal.
—Te he echado mucho de menos —dice contra mi pelo.
—No me he ido a ninguna parte —respondo.
Me estrecha más contra ella.
—Sí lo has hecho. Cuando besaste a ese tío, te perdí por un momento;
eso fue suficiente. No pude soportarlo ni siquiera un segundo.
—No me perdiste, Brittany. Cometí un error.
—Por favor... —empieza, pero entonces se corrige—: No vuelvas a
hacerlo. Lo digo en serio.
—No lo haré —le garantizo.
—Y trajiste a Dany aquí.
—Sólo porque me dejaste sola en la fiesta y necesitaba que alguien
me trajera a casa —le recuerdo.
No nos hemos mirado a la cara desde que hemos iniciado esta
conversación, y quiero que siga siendo así. Sin sus ojos azules
atravesándome con la mirada no tengo miedo..., bueno, tengo menos
miedo.
—Deberías haberme llamado —dice.
Sigo sin mirarla.
—Tú tenías mi teléfono, y estuve esperando fuera. Creía que ibas a
volver —replico.
Me aparta con suavidad de su pecho y me sujeta frente a ella para poder
verme. Parece muy cansada. Y sé que yo también.
—Puede que no controlara demasiado bien mi ira, pero no sabía qué
otra cosa hacer.
La intensidad de su mirada me obliga a apartar los ojos y a fijarlos en
el suelo.
—¿Te gusta? —pregunta Brittany con voz temblorosa cuando me
levanta la barbilla para que la mire.
«¿Qué?» No puede hablar en serio.
—Brittany...
—Contéstame.
—No como tú piensas.
—¿Eso qué significa?
Se está poniendo nerviosa, o furiosa, no lo tengo claro. Puede que
ambas cosas.
—Me gusta, pero como amiga.
—Y ¿nada más? —Su tono es de súplica. Me está rogando que le
asegure que sólo la quiero a ella.
Atrapo su rostro entre las manos.
—Nada más, te quiero a ti, y sólo a ti. Y sé que cometí una estupidez,
aunque sólo lo hice porque estaba enfadada, y borracha. Pero no siento
nada por nadie más.
—Y ¿por qué tuviste que pedirle a ella precisamente que te trajera a
casa?
—Fue la única que se ofreció. —Y entonces formulo una pregunta de
la que me arrepiento al instante.
—: ¿Por qué eres tan dura con ella?
—¿Dura con ella? —resopla—. No puedes hablar en serio.
—Fuiste cruel al humillarla delante de mí.
Brittany se aparta a un lado y dejamos de estar frente a frente. Me
vuelvo para colocarme delante de ella, y se pasa los dedos por el pelo
alborotado.
—No debería haber venido aquí contigo.
—Prometiste que controlarías tu temperamento. —Estoy intentando no presionarlo, quiero hacer las paces, no seguir alimentando esta
discusión.
—Y lo he hecho. Hasta que me pusiste los cuernos y te fuiste de la
fiesta con Dany. Podría haberle dado una paliza a Dany anoche y, joder, de
hecho podría irme ahora mismo y dársela —dice levantando la voz de
nuevo.
—Sé que podrías haberlo hecho, y me alegro de que no fuera así.
—Yo no, pero me alegro de que tú sí.
—No quiero que vuelvas a beber. No eres tú misma cuando lo haces.
—Siento las lágrimas formándose en mis ojos e intento contenerlas.
—Ya lo sé... —Me da la espalda—. No pretendía acabar así. Estaba
muy enfadada y... dolida..., estaba dolida. En lo único que podía pensar
aparte de en matar a alguien era en beber, así que fui a Conner’s y compré
el whisky. No iba a beber tanto, pero no paraba de verte en mi mente
besando a ese tipo, así que seguí bebiendo.
Se me pasa por la cabeza pasarme por Conner’s y gritarle a esa
anciana por venderle alcohol a Brittany, pero dentro de un mes cumple
veintiún años, y el daño de anoche ya está hecho.
—Tenías miedo de mí, lo vi en tus ojos —dice.
—No..., no tenía miedo de ti. Sabía que no me harías nada.
—Pero recuerdo que te encogiste. Todo lo demás es un borrón, pero
me acuerdo de eso perfectamente.
—Me pillaste por sorpresa —repongo.
Sabía que no iba a pegarme, pero se estaba comportando de un modo
muy agresivo, y el alcohol lleva a la gente a hacer cosas atroces que jamás
harían estando sobrias.
Da un paso hacia mí, eliminando prácticamente el espacio que hay
entre nosotras.
—No quiero que vuelvas a... No quiero volver a pillarte por sorpresa.
No volveré a beber de esa manera, lo juro.
Acerca la mano a mi rostro y me acaricia la sien con el dedo índice.
Prefiero no contestar nada. Toda la conversación ha sido confusa y
cambiante. En un momento siento que me perdona y, al siguiente, ya no
estoy segura. Su tono es mucho más calmado de lo que esperaba, pero la
ira sigue presente bajo la superficie.
—No quiero ser esa clase de tío —prosigue—, y desde luego no
quiero ser como mi padre. No debería haber bebido tanto, pero tú tampoco
hiciste bien las cosas.
—Yo... —empiezo a decir, pero ella me silencia y sus ojos se vuelven
vidriosos.
—No obstante, yo he hecho un montón de gilipolleces... Podría
escribirse un libro entero con todas las mierdas que te he hecho, y tú
siempre me perdonas. He hecho cosas peores que tú, así que te lo debo, te
debo dejarlo correr y perdonarte. No es justo que espere cosas de ti que yo
no puedo darte. Lo siento muchísimo, San, por todo lo de anoche. Me
comporté como una auténtica perra.
—Yo también. Sé lo que sientes respecto a mí con otros chicos, y no
debería haber usado eso en tu contra aunque estuviera enfadada. Intentaré
pensar antes de actuar la próxima vez. Lo siento.
—¿La próxima vez? —Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.
Qué rápido cambia de estado de ánimo.
—Entonces ¿todo está bien ya? —pregunto.
—Eso no depende sólo de mí.
La miro fijamente a esos ojos azules que tiene.
—Yo quiero que estemos bien.
—Yo también, nena. Yo también.
Una tremenda sensación de alivio me invade al oír esas palabras, y me
pego contra su pecho una vez más. Sé que hemos dejado muchas cosas por decir a propósito, pero ya hemos resuelto lo suficiente por el momento. Me besa en la cabeza y mi corazón late de alegría.
—Gracias.
—Espero que la lámpara lo compense todo —añade con voz
socarrona.
—Podrías haber intentado comprar la misma que teníamos —
respondo pinchándola de broma.
Me mira con expresión divertida.
—He limpiado todo el salón. —Sonríe.
—Bueno, al fin y al cabo lo destrozaste tú.
—Ya, pero ya sabes que no me gusta nada limpiar.
Me estrecha entre sus brazos con más fuerza, abrazándome.
—Pues yo no pensaba recogerlo, lo habría dejado ahí —le digo.
—¿Tú? ¡Venga ya! Sabes que no serías capaz.
—Claro que sí.
—Tenía miedo de que no estuvieras cuando volviese —dice entonces.
La miro y ella me mira a mí.
—No pienso irme a ninguna parte —le aseguro, y cruzo los dedos para
que sea verdad.

En lugar de contestar, pega los labios a los míos.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 19, 2016 12:24 am

Capítulo 64
Santana

 
—Menuda manera de empezar el año —dice Brittany cuando nos
separamos, y apoya la cabeza contra la mía.
Entonces mi teléfono empieza a vibrar sobre la mesa, rompiendo el
hechizo, y antes de que me dé tiempo a cogerlo, ella ya lo tiene en la mano y se lo pega a la oreja. Cuando me pongo de puntillas para intentar
quitárselo, da un paso atrás y sacude la cabeza.
—Ryder, ahora te llamará San —dice. Me agarra de la muñeca con
la otra mano y tira de mí hacia ella, con mi espalda contra su pecho. Pasan
unos segundos y añade.
— Está ocupada con otra cosa.
Me lleva pegada a ella hacia nuestro dormitorio. Roza mi cuello con los
labios y me entra un escalofrío. «Vaya.»
—Deja de dar el coñazo, vosotros dos necesitáis medicación —dice
Brittany al teléfono, luego corta la llamada y lo deja en el escritorio.
—Tengo que hablar con él sobre nuestras clases —digo.
Mi voz me traiciona cuando lame y chupa la piel de mi cuello.
—Necesitas relajarte, nena.
—No puedo... Tenemos mucho que hacer.
—Puedo ayudarte —dice de un modo más lento de lo habitual.
Me agarra con más fuerza de la cadera cuando coloca la otra mano en
mi pecho para mantenerme quieta.
—¿Recuerdas aquella vez que te masturbé delante del espejo y te
obligué a que vieras cómo te corrías? —pregunta.
—Sí —digo tragando saliva.
—Fue divertido, ¿verdad? —ronronea.
Un intenso calor me recorre el cuerpo al oír sus palabras. No es
calor..., es fuego.
—Puedo enseñarte a tocarte como yo te toco —dice, y me chupa con
fuerza la piel. Acabo de convertirme en una bola de electricidad.
—¿Quieres que lo haga?
La lasciva idea me atrae, pero me resulta demasiado humillante
admitirlo.
—Me tomaré tu silencio como un sí —añade y me suelta la cintura,
pero me coge la mano.
Permanezco callada mientras repaso nerviosa sus palabras en mi
mente. Esto me da muchísimo pudor, y no sé cómo me siento al respecto.
Me guía hasta la cama y me empuja con cuidado contra el blando
colchón. Se monta encima de mí, a horcajadas sobre mis piernas. La ayudo
a quitarme los pantalones del chándal y ella me besa la cara interna del
muslo antes de despojarme de las bragas.
—No te muevas, Santana —me ordena.
—No puedo —gimoteo mientras me muerde suavemente la piel. Me
resulta imposible.
Se echa a reír, y si mi cerebro estuviera conectado con el resto de mi
cuerpo en estos momentos, le pondría los ojos en blanco.
—¿Quieres hacerlo aquí o prefieres mirar? —pregunta, y siento un
hormigueo en el estómago.
La presión entre mis piernas continúa aumentando e intento apretarlas
para conseguir algo de alivio.
—No, no, nena —dice—. Todavía no. —Me está torturando.
Me separa los muslos y se apoya en mí para obligarme a mantenerlos
abiertos.
—Aquí —respondo por fin. Casi había olvidado que me había hecho
una pregunta.
—Eso pensaba —dice con una sonrisa de superioridad.
Es una engreída, pero sus palabras tienen un efecto en mí que jamás
creí posible. Nunca tengo suficiente, ni siquiera cuando me tiene atrapada
en la cama con las piernas separadas.
—Había pensado en hacer esto antes, pero era demasiado egoísta.
Quería ser la única que te hiciera sentir así. —Se inclina hacia abajo y me
pasa la lengua por la piel desnuda entre mi cadera y la parte superior del
muslo. Mis piernas intentan tensarse de manera involuntaria, pero ella no lo
permite.
—En fin, como sé exactamente dónde te gusta que te toque, no se hará
muy largo.
—¿Por qué quieres hacerlo? —pregunto con voz aguda cuando me
muerde de nuevo y después me lame la piel sensible.
—¿El qué? —dice mirándome.
—¿Por qué...? —repito con voz temblorosa—. ¿Por qué quieres
enseñarme, si quieres ser la única?
—Porque, a pesar de eso, la idea de que te toques delante de mí...,
joder —me explica.
«Vaya.» Necesito alivio, y pronto; espero que no tenga pensado
torturarme durante mucho tiempo.
—Además, en ocasiones pareces demasiado estresada, y a lo mejor es
esto lo que necesitas. —Sonríe y yo intento esconder el rostro avergonzada.
Si no estuviésemos haciendo... esto..., le contestaría algo por decir que
parezco estresada. No obstante, tiene razón y, como ha dicho antes, estoy
ocupada con otra cosa.
—Mira..., aquí es donde tienes que empezar. —Me sorprende
tocándome con sus fríos dedos. Un siseo escapa de mis labios ante el
gélido tacto.
—. ¿Están fríos? —pregunta, y yo asiento.
—. Perdona. —Se ríe y desliza los dedos dentro de mí sin previo aviso.
Mis caderas se separan de la cama y me llevo la mano a la boca para
no gritar.  Sonríe con petulancia.
—Así me los caliento un poco.
Mientras mete y saca los dedos lentamente unas cuantas veces, el
fuego en mi interior se aviva. Entonces los retira y me siento vacía y
desesperada. De repente vuelve a introducirlos y me muerdo el labio
inferior.
—Será mejor que no hagas eso o no podremos terminar la lección —
dice.
No la miro. En lugar de hacerlo, me paso la lengua por el labio y
vuelvo a mordérmelo.
—Hoy estás demasiado rebelde. No eres muy buena estudiante —
bromea.
Incluso su manera de provocarme me vuelve loca. ¿Cómo puede ser
tan seductora incluso cuando no lo pretende? Estoy segura de que esta
habilidad es algo que sólo Brittany ha conseguido dominar.
—Dame la mano, San —me ordena.
Pero yo no me muevo. El pudor se concentra en mis mejillas.
Entonces su mano coge la mía y desliza ambas por mi estómago hasta
la parte superior de mis muslos.
—Si no quieres hacerlo, no tienes por qué, pero creo que te gustará —
dice con suavidad.
—Quiero hacerlo —decido.
Sonríe con complicidad.
—¿Estás segura?
—Sí, es sólo que... estoy algo nerviosa —admito.
Me siento mucho más cómoda con Brittany que con cualquier otra
persona que haya conocido en mi vida, y sé que no hará nada que me haga estar incómoda, al menos no con mala intención. Le estoy dando
demasiada importancia a esto. La gente lo hace todo el tiempo, ¿no?
—Pues no lo estés. Te gustará. —Se muerde el labio inferior y yo
sonrío nerviosa—. Y no te preocupes: si no consigues llegar al orgasmo, yo
te ayudaré.
—¡Brittany! —exclamo muerta de vergüenza, y dejo caer la cabeza
sobre la almohada.
Oigo cómo se ríe ligeramente y dice:
—Así.
Me separa los dedos. El corazón se me acelera a un ritmo vertiginoso
mientras coloca mi mano... ahí. Es una sensación extraña. Rara y extraña.
Estoy tan acostumbrada al tacto de las manos de Brittany, al modo en que
me tocan sus dedos ásperos y callosos, largos y delgados, y al modo en que sabe perfectamente cómo tocarme, cómo...
—Tienes que hacer esto —me explica con voz grave y llena de lujuria
mientras guía mis dedos hasta mi parte más sensible.
Intento no pensar en lo que estamos haciendo... ¿Qué estoy haciendo?
—¿Qué te parece? —pregunta.
—No... no lo sé —musito.
—Venga ya. Dímelo, San —me ordena, y aparta la mano de la mía.
Gimoteo ante la falta de contacto y empiezo a apartar la mano.
—. No, déjala ahí, nena. —Su tono hace que vuelva a colocar la mano donde estaba al instante.
—. Continúa —me pide con suavidad.
Trago saliva y cierro los ojos, intentando repetir lo que ella estaba
haciendo. No me gusta ni la mitad que cuando lo hace ella, pero la verdad es que no está mal. La presión en la parte inferior de mi vientre comienza a
aumentar de nuevo. Cierro los ojos con fuerza e imagino que son los dedos
de Brittany los que me están haciendo sentir así.
—No te imaginas cuánto me pone ver cómo te tocas delante de mí —
dice, y no puedo evitar gemir y seguir trazando el patrón que les ha
enseñado a mis dedos. Cuando abro ligeramente los ojos, veo que Brittany se está tocando por  encima de los vaqueros. Madre mía. ¿Por qué estoy tan cachonda? Creía que esto era algo que la gente sólo hacía en las películas guarras, no en la vida real. Brittany hace que todo resulte excitante, por muy extravagante que sea. Tiene la mirada fija entre mis piernas mientras se muerde el labio inferior, lo que hace que su aro plateado sobresalga de la tensión. En el momento en que creo que va a pillarme mirándola, cierro los ojos y desconecto mi subconsciente. Esto es algo natural, todo el mundo lo hace..., aunque no todo el mundo deja que alguien la observe mientras tanto. Sin embargo, si estuvieran con Brittany, seguro que sí lo harían.
—Qué buena chica eres siempre conmigo —me susurra al oído, y tira
del lóbulo de mi oreja con los dientes.
Su aliento es cálido y huele a menta, y hace que quiera gritar y
derretirme en las sábanas al mismo tiempo.
—Hazlo tú también —exhalo sin apenas reconocer mi voz.
—¿El qué?
—Lo que yo estoy haciendo... —digo sin querer usar la palabra.
—¿Quieres que lo haga? —pregunta sorprendida.
—Sí..., por favor, Brittany.
Estoy muy cerca, y necesito esto; necesito centrarme en algo que no
sea en mí y, sinceramente, ver cómo se tocaba me ha vuelto loca, y quiero
ver cómo lo hace otra vez, eso y mucho más.
—Vale —contesta sin más.
Ella tiene mucha seguridad en lo que al sexo se refiere. Ojalá yo la
tuviese también. Oigo la cremallera de sus vaqueros e intento ralentizar los
movimientos de mis dedos; si no lo hago, esto acabará muy muy pronto.
—Abre los ojos, San —ordena, y yo obedezco.
Envuelve con la mano su coño desnudo y mis ojos se abren de par
en par ante la perfecta visión mientras observo cómo Brittany hace algo que jamás pensé que vería hacer a nadie.
Baja la cabeza de nuevo y esta vez me da un único beso en el cuello
antes de acercar la boca a mi oreja.
—Esto te gusta, ¿verdad? Te gusta ver cómo me doy placer a mí
misma. Eres una pervertida, San.
No aparto ni por un momento la vista de la mano entre sus piernas, y
entonces empieza a moverla más deprisa mientras habla conmigo.
—No voy a durar mucho mirándote, nena. No tienes ni idea de cómo
me pone esto. —Jadea, y yo hago lo mismo.
Ya no me siento incómoda. Estoy cerca, muy cerca, y quiero que
Brittany esté cerca también.
—Cómo me gusta, Brittany... —gimo sin importarme lo estúpida o
desesperada que pueda parecer. Es la verdad, y ella me hace sentir que no
pasa nada porque me sienta así.
—Joder... Sigue hablando —dice con los dientes apretados.
—Quiero que te corras, Brittany. Imagínate en mi boca alrededor de ti...
En cuanto las sucias palabras salen de mis labios siento una húmeda
calidez en mi estómago mientras se corre sobre mi piel ardiente. Eso me
lleva al límite y pierdo el control. Cierro los ojos y repito su nombre una y
otra vez.  Cuando los abro de nuevo, veo que Brittany está apoyada sobre un codo a mi lado, y entierro el rostro en su cuello al instante.
—¿Qué te ha parecido? —pregunta rodeándome la cintura y
estrechándome contra sí.
—No lo sé... —miento.
—No seas tímida, sé que te ha gustado. A mí también.
Me besa en la cabeza y yo levanto la vista para mirarla.
—Me ha gustado, pero me sigue gustando más cuando lo haces tú —
admito.
Ella sonríe.
—Bueno, eso espero —dice, y levanto la cabeza para darle un beso en
el hueco de su hoyuelo—. Puedo enseñarte muchas cosas —añade, y
cuando me pongo colorada de nuevo me tranquiliza.
—: Iremos poco a poco.
Mi mente empieza a imaginar todo cuanto Brittany puede enseñarme.
Probablemente ni siquiera haya oído hablar de muchas de las cosas que ha
hecho, y quiero aprenderlas todas.
—Bueno —dice a continuación—, y ahora vamos a duchar a mi mejor
alumna.
La miro.
—Querrás decir tu única alumna.
—Sí, por supuesto. Aunque me parece que también debería enseñar a
Ryder. Creo que lo necesita tanto como tú —bromea, y sale de la cama.
—¡Brittany! —exclamo, y ella se echa a reír con ganas. Es un sonido
maravilloso.
Cuando la alarma de mi móvil suena temprano el lunes por la mañana,
salto de la cama y me dirijo al baño para ducharme. El agua me llena de
energía y mis pensamientos retroceden a mi primer trimestre en la WCU.
No sabía qué esperar, pero al mismo tiempo me sentía muy preparada,
tenía todos los detalles controlados. Imaginaba que haría unos pocos
amigos y que me centraría en actividades extraescolares. Quizá me uniría
al club de literatura y a unos cuantos más. Me pasaría la vida en mi cuarto
o en la biblioteca, estudiando y preparándome para mi futuro.
No tenía ni idea de que tan sólo unos meses después estaría viviendo
en un apartamento con mi novia, que no sería Sam. No me imaginaba lo
que estaba por venir cuando mi madre dejó el coche en el aparcamiento de
la WCU, y mucho menos cuando conocí a esa chica tan grosera de pelo
rizado. Si alguien me lo hubiera dicho, jamás lo habría creído, y ahora no
puedo imaginarme la vida sin esa cascarrabias. Noto mariposas en el
estómago cuando recuerdo cómo me sentía al verla en el campus, cuando
la buscaba en el aula de literatura, cómo la sorprendía mirándome mientras
el profesor impartía la clase y la manera en que escuchaba a hurtadillas lo
que hablábamos Ryder y yo. Esos días parecen muy lejanos. Es como si
hubiesen pasado siglos.
Me encuentro sumida en mis pensamientos cuando, de repente, la
cortina de la ducha se abre y aparece Brittany con el torso desnudo y el pelo revuelto cubriéndole la frente mientras se frota los ojos.
Sonríe y habla con la voz grave y afónica de acabar de despertarse:
—¿Por qué estás tardando tanto? ¿Qué haces?, ¿practicar las lecciones
de ayer?
—¡No! —exclamo, y me pongo colorada cuando me viene a la cabeza
la imagen de Brittany.
Me guiña un ojo.
—Ya, ya.
—¡No lo estaba haciendo! Sólo estaba pensando —confieso.
—¿En qué? —Se sienta en el váter y cierro la cortina.
—En lo de antes...
—¿Lo de antes de qué? —pregunta con preocupación.
—En el primer día de universidad, y en lo grosera que eras —lo
provoco de broma.
—¿Grosera? ¡Si ni siquiera hablé contigo!
Me echo a reír.
—Por eso mismo.
—Dabas asco con esa falda espantosa y tu novio con mocasines. —Da
una palmada regodeándose—. La cara de tu madre fue un poema cuando
nos vio.
Siento una punzada en el pecho al hablar de mi madre. La echo de
menos, pero me niego a cargar con sus errores. Cuando esté dispuesta a
dejar de juzgarnos a Brittany y a mí, hablaré con ella. No obstante, si no lo
hace, entonces no merece que pierda el tiempo con ella.
—Y tú dabas asco con tu..., bueno..., con tu actitud —contraataco. No
se me ocurre qué decir, porque no me dijo nada el primer día que nos
vimos.
—¿Recuerdas la segunda vez que te vi? Estabas envuelta en una toalla
y llevabas la ropa mojada en los brazos.
—Sí, y tú dijiste que no ibas a mirar —le recuerdo.
—Mentí. Sí que te estaba mirando.
—Parece que ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?
—Sí, mucho mucho tiempo. Es como si no hubiera sucedido nunca; es
como si siempre hubiésemos estado juntas, ¿sabes a lo que me refiero?
Asomo la cabeza por la cortina y sonrío.
—Sí.
Es verdad, pero se me hace muy raro pensar que Sam era mi novio en
vez de Brittany. Me resulta extraño. Aprecio mucho a Sam, pero ambos
perdimos varios años de nuestras vidas saliendo juntos. Cierro el grifo de
la ducha y lo aparto de mis pensamientos.
—¿Te importaría...? —empiezo a pedir, pero antes de que termine, me
pasa una toalla por el costado de la cortina.
—. Gracias —digo al tiempo que envuelvo mi cuerpo húmedo con ella.
Me sigue hasta el dormitorio y me visto lo más rápido posible
mientras ella permanece tumbada boca abajo en nuestra cama, sin apartar los ojos de mí. Me seco el pelo con la toalla y me visto. Brittany se esfuerza por distraerme toqueteándose en el proceso.
—Yo conduzco —dice, y se levanta de la cama para vestirse.
—Hicimos un pacto, ¿recuerdas?
—Cállate, San. —Sacude la cabeza de manera juguetona y yo le
regalo una inocente sonrisa burlona antes de dirigirme al salón.
Decido llevar el pelo liso para variar. Después me maquillo un poco,
cojo la mochila y compruebo de nuevo que llevo todo lo que necesito antes
de reunirme con Brittany en la puerta de entrada. Coge mi bolsa de deporte
para la clase de yoga y yo cargo con mi mochila llena de todo lo demás que
pueda necesitar.
—Adelante —dice, y ambas salimos.
—¿Qué? —Me vuelvo para mirarla.
—Adelante, enfádate —dice con un suspiro.
Le sonrío y empiezo a contarle por enésima vez los planes para las
próximas veinticuatro horas.
Mientras finge escucharme atentamente, le prometo —y también a mí

misma— que a partir de ahora me relajaré más.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por JVM Mar Jul 19, 2016 1:17 am

Que bueno que Britt esta cambiando su reacción ante los problemas quedándose y hablando para resolverlos, esperó que vayan aprendiendo de ellos para no seguirse haciendo daño.
Y bueno de regreso a clases, empezando como ninguna de las dos hubiera pensado .... :)
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Mensaje por 3:) Mar Jul 19, 2016 12:37 pm

Es bueno que empiecen a hablar, obvio después de a ver peleado pero bueno algo es algo no...
Me gusta como van en su faceta de paz...
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por micky morales Mar Jul 19, 2016 9:26 pm

me gusta mucho la forma en que van evolucionando las protagonistas de esta historia, poco a poco van acoplandose y estoy casi segura que al final lo van a lograr, es solo cuestion de comunicarse!!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Jul 20, 2016 12:33 am

Capítulo 65
Santana

 
Brittany aparca lo más cerca que puede de la cafetería, pero el campus está  atestado, ya que todo el mundo ha regresado de las vacaciones de Navidad. Maldice a cada vuelta que da por el parking, y yo intento no reírme del cabreo que lleva. Resulta bastante adorable.
—Dame tu mochila —dice cuando salgo del coche. Se la paso con una sonrisa y le doy las gracias por ser tan considerada.
Pesa bastante, es cómoda, pero pesa. Se me hace raro estar de nuevo en la facultad. Han cambiado y sucedido muchas cosas desde la última vez que estuve aquí. El viento frío azota mi piel y Brittany se pone un gorro de lana en la cabeza antes de subirse la cremallera de la chaqueta hasta arriba. Apretamos el paso por el aparcamiento y por la calle. Debería haberme puesto una chaqueta más gruesa, y guantes, y también un gorro. Brittany tenía razón al decirme que no debería haberme puesto el vestido, pero no pienso admitirlo. Ella está adorable con el pelo escondido bajo el gorro, y tiene las mejillas y la nariz rojas del frío. Sólo Brittany estaría aún más atractiva si cabe con este tiempo.
—Ahí está —dice señalando a Ryder mientras entramos en la
cafetería.
La familiaridad del pequeño establecimiento me calma los nervios, y
sonrío en cuanto veo a mi mejor amigo sentado a una mesa, esperándome.
Sonríe al vernos.
—Buenos días —nos saluda.
—¡Buenos días! —canturreo.
—Voy a ponerme a la cola —farfulla Brittany, y se dirige hacia el
mostrador.
No esperaba que se quedara, ni que fuese a por mi café, pero me
alegro de que lo haga. Este trimestre no coincidimos en ninguna
asignatura, y la voy a echar de menos. Me he acostumbrado a verla todo el
día.
—¿Lista para el nuevo trimestre? —pregunta Ryder cuando tomo
asiento frente a él.
La silla chirría contra el suelo embaldosado y llama la atención de
todo el mundo. Sonrío a modo de disculpa y me vuelvo para ver bien a
Ryder.
Se ha cambiado el peinado. Se ha apartado el pelo de la frente y la
verdad es que le sienta muy bien. Echo un vistazo a la cafetería y empiezo
a darme cuenta de que quizá debería haberme puesto unos vaqueros y una
sudadera. Soy la única persona que va arreglada, excepto por Ryder, que
lleva una camisa azul claro y unos pantalones color caqui.
—Sí y no —le digo, y él asiente.
—Yo igual. ¿Cómo van las cosas... —se inclina para susurrar—, ya
sabes, entre vosotras?
Me vuelvo y veo que Brittany está de espaldas a nosotros. La camarera
frunce el ceño y pone los ojos en blanco cuando ella le entrega la tarjeta de
débito para pagar, y yo me pregunto que habrá podido hacer para irritarla
tanto ya a primera hora de la mañana.
—Bien, la verdad. ¿Qué tal vas tú con Marley? Parece que haya
pasado mucho más de una semana desde la última vez que nos vimos.
—Bien, se está preparando para irse a Nueva York.
—Eso es fantástico. Me encantaría ir a Nueva York. —No me puedo
ni imaginar lo que debe de ser estar en esa ciudad.
—A mí también. —Sonríe. Me gustaría pedirle que no lo haga, pero
sé que no puedo hacer eso—. Todavía no me he decidido —añade
respondiendo a mis pensamientos—. Quiero ir para estar cerca de ella.
Llevamos mucho tiempo separados. Pero me encanta la WCU, y no sé si
quiero alejarme de mi madre y de Ken para ir a una ciudad enorme donde
no conozco absolutamente a nadie, excepto a ella, claro.
Asiento e intento animarlo aunque vaya en contra de mis propios
deseos.
— Seguro que te va de maravilla allí. Podrías ir a la Universidad de
Nueva York y podríais alquilar un apartamento y vivir juntos —digo.
—Sí, pero es que no sé.
—¿El qué no sabes? —interrumpe Brittany, que deja mi café delante de
mí pero no se sienta—. Bueno, no importa. Tengo que irme. Mi primera
clase empieza dentro de cinco minutos al otro lado del campus —explica, y
yo me estremezco al pensar en llegar tarde el primer día de las nuevas
clases.
—Vale, te veré después de yoga. Es mi última clase —le digo, y ella me
sorprende inclinándose para darme un beso en los labios y otro en la frente.
—Te quiero, ten cuidado con los estiramientos —me aconseja.
Tengo la sensación de que, si sus mejillas no estuviesen ya rojas por
el frío, ahora lo estarían de todos modos por otra causa, y desvía la mirada
al suelo cuando recuerda que Ryder está con nosotros. Definitivamente,
las muestras de afecto en público no son lo suyo.
—Lo tendré. Te quiero —le digo.
Brittany se despide de Ryder con un incómodo saludo con la cabeza y
se marcha por la puerta.
—Eso ha sido... raro. —Ryder enarca las cejas y bebe un sorbo
de café.
—La verdad es que sí. —Me río, apoyo la barbilla en mi mano y
suspiro feliz.
—Deberíamos ir yendo a religión —dice Ryder.
Recojo mi mochila del suelo y mi bolsa de deporte y lo sigo fuera de
la cafetería. Afortunadamente nuestra primera clase no está lejos. Tengo muchas ganas de empezar esta asignatura. Debe de ser muy interesante, aunque polémica, y que Ryder venga conmigo también es un incentivo. Cuando entramos en el aula, no somos los primeros estudiantes en llegar, pero la primera fila está completamente vacía. Ryder y yo nos sentamos por el centro y sacamos nuestros libros. Es agradable volver a estar en mi
elemento. Los estudios siempre han sido lo mío, y me encanta que Ryder
sea como yo. Esperamos pacientemente mientras llegan los demás estudiantes, la mayoría de los cuales hablan a grito pelado. El tamaño reducido de la clase no ayuda con el ruido. Por fin llega un señor alto que parece demasiado joven para ser profesor y empieza la lección de inmediato.
—Buenos días a todos. Como la mayoría de vosotros sabréis ya, soy el
profesor Soto. Estáis en la asignatura de religión internacional; es posible
que os aburráis en algunas ocasiones, aunque os aseguro que aprenderéis
un montón de cosas que no os servirán para nada en el mundo real, pero,
oye, para eso está la universidad, ¿no? —Sonríe, y todo el mundo se echa a reír.
Vaya, esto es algo diferente.
—Bien, empecemos. No seguiremos ningún programa ni ningún orden
estricto, no es mi estilo. Pero acabaréis aprendiendo todo lo que necesitáis
saber. El setenta y cinco por ciento de la nota provendrá de un diario que
tendréis que elaborar. Y sé que estaréis pensando: «¿Qué tendrá que ver un diario con la religión?». Pues en principio, nada..., pero en cierto modo sí que está relacionado. Para estudiar y llegar a comprender cualquier forma de espiritualidad, tendréis que abriros a la idea de que todo es posible.  Elaborar un diario os ayudará, y algunas de las cosas que os pediré que anotéis en él implicarán temas con los que la gente no suele sentirse demasiado cómoda, temas controvertidos o embarazosos para algunos. No obstante, al mismo tiempo, tengo grandes expectativas de que todo el mundo saldrá de esta clase con una mente abierta y tal vez un poco de conocimiento. —Sonríe de nuevo y se desabrocha la chaqueta.
Ryder y yo nos miramos el uno al otro al mismo tiempo. «¿No hay
programa?», articula Ryder.
«¿Un diario?», respondo yo en silencio.
El profesor Soto se sienta en su enorme mesa frente a la clase y saca
una botella de agua de su cartera.
—Podéis hablar entre vosotros hasta el final de la clase, o podéis
marcharos por hoy. Mañana empezaremos a trabajar de verdad. Pero
firmad la hoja de asistencia para que veamos cuántos han faltado el primer
día —anuncia con una sonrisa sarcástica.
Los alumnos empiezan a gritar para celebrarlo y se apresuran a
abandonar el aula. Ryder me mira encogiéndose de hombros y ambos nos
levantamos cuando la clase se queda vacía. Somos los últimos en firmar la
hoja de asistencia.
—Bueno, supongo que no hay mal que por bien no venga. Así puedo
llamar a Marley un rato entre clases —dice Ryder.
El resto del día transcurre bastante rápido, y estoy deseando ver a Brittany.
Le he mandado varios mensajes pero no me ha contestado aún. Los pies me matan mientras me dirijo al edificio del gimnasio. No me había dado
cuenta de lo lejos que estaba caminando. El olor a sudor inunda mis
orificios nasales cuando abro la puerta principal. Entro corriendo en los
vestuarios en cuya puerta se muestra una figura con un vestido. Las
paredes están repletas de taquillas pintadas de rojo. Bajo la pintura
desconchada se ve el metal del que están hechas.
—¿Cómo sabemos qué taquilla tenemos que utilizar? —le pregunto a
una chica morena que lleva puesto un bañador.
—Puedes usar la que quieras y cerrarla con el candado que hayas
traído —dice.
—Vaya...
Cómo no, no se me ha ocurrido traer ningún candado.
Al ver mi expresión, rebusca en su bolsa y me entrega un candado
pequeño.
—Toma, tengo uno de sobra. La combinación está en la parte de atrás;
no he quitado la pegatina todavía.
Le doy las gracias mientras sale del vestuario. Me pongo unos
pantalones de yoga negros nuevos y una camiseta blanca y también salgo.
Mientras me dirijo a la sala de yoga, un grupo de jugadores de lacrosse
pasan por mi lado. Varios de ellos hacen comentarios vulgares que decido
pasar por alto. Todos siguen su camino excepto uno.
—¿Vas a hacerte animadora para el año que viene? —pregunta el
chico, y sus ojos marrón oscuros, casi negros, me miran de arriba abajo.
—¿Yo? No, sólo voy a clase de yoga —tartamudeo.
Somos las únicas personas en el pasillo.
—Vaya, qué lástima. Estarías preciosa con minifalda.
—Tengo novia —digo.
Intento sortearlo, pero me bloquea el paso.
—Y yo tengo novia... Pero ¿qué más da? —Sonríe y avanza hacia mí,
arrinconándome.
Su aspecto no me intimida en lo más mínimo, pero algo en su sonrisa
de superioridad me pone los pelos de punta.
—Llego tarde a clase —digo.
—Puedo acompañarte... o podrías saltártela y así te enseño el edificio.
Apoya el brazo en la pared, al lado de mi cabeza, y yo doy un paso
atrás, sin poder ir a ninguna parte.
—Apártate de ella —truena la voz de Brittany detrás de mí, y mi
acosador se vuelve para mirarla.
Con esos shorts largos de baloncesto y una camiseta negra con las
mangas recortadas que muestra sus brazos tatuados, su aspecto intimida
más que nunca.
—Vaya..., lo siento, tía. No sabía que tenía novia —miente.
—¿No me has oído? Te he dicho que te apartes de ella.
Brittany avanza hacia nosotros y el jugador de lacrosse retrocede
rápidamente, pero ella lo agarra de la camiseta y lo estampa contra la pared.
No la detengo.
—Como vuelvas a acercarte a ella, te aplastaré la cabeza contra esta
pared. ¿Me has entendido? —ruge.
—Sss... sí —tartamudea el tipo antes de salir corriendo.
—Menos mal —digo, y me abrazo a su cuello—. ¿Qué haces aquí?
¡Creía que no necesitabas más clases de educación física! —le cuestiono.
—He decidido venir a una. Y me alegro de haberlo hecho. —Suspira y
me coge de la mano.
—¿A cuál te has apuntado? —pregunto.
No me imagino a Brittany haciendo ejercicio.
—A la tuya.
Sofoco un grito.
—Venga ya.
—Ve haciéndote a la idea.
Su furia parece desvanecerse mientras sonríe ante mi cara de pasmo
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Jul 20, 2016 12:33 am

Capítulo 66
Santana

 
 
Brittany camina ligeramente detrás de mí a propósito, y de repente desearía volver a estar en décimo curso, cuando me anudaba un jersey alrededor de la cintura para taparme el culo.
—Vas a tener que comprarte más pantalones de ésos —dice en voz
baja.
Recuerdo la última vez que me puse pantalones de yoga delante de ella
y los comentarios vulgares que me hizo, y aquellos pantalones no eran ni la
mitad de ceñidos que éstos. Me río ligeramente y la agarro de la mano para
obligarla a caminar a mi lado en vez de detrás de mí.
—Dime que no es verdad que vayas a venir a yoga.
Por más que lo intento, no puedo imaginarme a Brittany haciendo las
posturas.
—Claro que sí.
—Pero sabes lo que es, ¿no? —le pregunto cuando llegamos a la sala.
—Sí, Santana. Sé lo que es, y voy a venir —resopla.
—¿Por qué?
—Eso da igual, sólo quería pasar más tiempo contigo.
—Ah.
Su explicación no me convence, pero me muero de ganas de verla
haciendo yoga, y pasar más tiempo con ella tampoco está mal.
La instructora se sienta en una esterilla de color amarillo en el centro
de la sala. Su cabello castaño y rizado recogido en un moño alto y su
camiseta de flores me causan una buena sensación.
—¿Dónde está la gente? —me pregunta Brittany mientras cojo una
esterilla morada de la estantería de la pared.
—Hemos llegado pronto —digo.
Le paso una azul y ella la examina antes de colocársela debajo del
brazo.
   Cómo no. —Sonríe sarcásticamente y me sigue hasta la parte
delantera de la sala.
Empiezo a colocar mi esterilla directamente frente a la instructora,
pero Brittany me coge del brazo y me detiene.
—Ni hablar, nos pondremos al fondo —dice, y veo cómo el rostro de
la profesora se ilumina con una ligera sonrisa al oír sus palabras.
—¿Qué? ¿Que nos pongamos al fondo en clase de yoga? No, yo
siempre me pongo delante.
—Exacto. Vamos a ponernos atrás —repite ella, y me quita la esterilla
de las manos para dirigirse al fondo de la sala.
—Si vas a ponerte tan gruñona no deberías quedarte —le susurro.
—No me pongo gruñona.
La instructora nos saluda y se presenta como Marla cuando nos
sentamos en nuestras esterillas. Después Brittany me asegura con rotundidad que va colocada, y me entra la risa. Va a ser una clase divertida.
Sin embargo, cuando la clase empieza a llenarse de chicas con mallas
estrechas y tops minúsculos y todas parecen mirar a Brittany, me voy
poniendo cada vez menos zen. Por fortuna, ella no parece reparar en toda la atención femenina que está recibiendo. Eso, o simplemente ya está acostumbrada... Sí, eso debe de ser. Siempre llama la atención de esta manera. Y no culpo a las chicas, pero es mi novia y tienen que mirar a otra parte. Sé que muchas de ellas la miran por los tatuajes y los piercings, y deben de estar preguntándose qué narices hace en clase de yoga.
—¡Bueno, empecemos! —anuncia la instructora.
Se presenta como Marla ante todos los demás y da una breve charla
sobre por qué y cómo acabó enseñando yoga.
—¿No se va a callar nunca? —gruñe Brittany al cabo de unos minutos.
—Estás ansiosa por hacer las posturitas, ¿verdad? —digo enarcando
una ceja.
—¿Qué posturitas? —inquiere.
—Primero empezaremos con unos estiramientos —anuncia Marla
justo entonces.
Brittany se sienta inmóvil en el suelo mientras todas las demás
imitamos los gestos de la profesora. Noto que me mira todo el tiempo.
—Se supone que tienes que estirar —la regaño, y ella se encoge de
hombros pero no se mueve.
Entonces, con voz cantarina, Marla le llama la atención:
—A ver, la de atrás, a estirar.
—Eh..., claro —farfulla, y descruza sus largas piernas, las extiende
por delante de ella e intenta tocarse los dedos de los pies.
Me obligo a volverme hacia adelante para no mirar a Brittany y no
reírme.
— Se supone que tienes que tocarte los dedos de los pies —le dice la
chica rubia que tiene al lado.
—Eso intento —responde ella con una sonrisa excesivamente
empalagosa.
¿Por qué le ha contestado? Y ¿por qué estoy tan celosa? Ella le sonríe
como una tonta y yo no paro de imaginarme que le estampo la cabeza
contra la pared. Siempre estoy riñendo a Brittany por su temperamento, y
aquí estoy yo ahora, planeando el asesinato de esa zorra... y llamándola
zorra aunque no la conozco.
—No veo bien, voy a ponerme más cerca —le digo a Brittany.
Parece sorprendida.
—¿Por qué? No estaba...
—No pasa nada, es que quiero ver y oír la clase —le explico, y
arrastro mi esterilla unos metros hasta colocarla justo delante de ella.
Me siento y termino de estirarme con el grupo. No necesito volverme
para ver la expresión en el rostro de Brittany.
—Santana —sisea intentando captar mi atención, pero no me vuelvo
—.Santana.
—Empecemos con la postura del perro boca abajo. Es una postura
básica muy sencilla —dice Marla.
Me inclino hacia adelante, apoyo las manos en la esterilla y miro a
Brittany a través del hueco entre mi estómago y el suelo. Está de pie, con la
boca abierta.
De nuevo, Marla se da cuenta de que Brittany no se mueve.
—Oye, tía, ¿vas a unirte a la clase? —pregunta de broma.
Si vuelve a hacerlo, no me extrañaría que la insultara delante de toda
la clase. Cierro los ojos y elevo las caderas de manera que me quedo
totalmente doblada.
—Santana —oigo que me llama una vez más—. Sant aaa naa.
—¿Qué quieres, Brittany? Estoy intentando concentrarme —digo
mirándola de nuevo.
Se ha inclinado y está tratando de hacer la postura, pero su largo
cuerpo está doblado formando un ángulo incómodo y no puedo evitar
partirme de risa.
—¡¿Quieres hacer el favor de no reírte?! —me espeta, y yo me río
todavía más.
—Esto se te da fatal —la pico.
—Me estás distrayendo —replica con los dientes apretados.
—¿Ah, sí? ¿Y eso? —Me encanta tener el control con Brittany porque
no sucede muy a menudo.
—Ya lo sabes, guarra —susurra.
Sé que la chica que tiene al lado nos está oyendo, pero me da igual. Es
más, espero que nos oiga.
—Pues mueve la esterilla.
Me levanto deliberadamente para estirarme y vuelvo a inclinarme
hacia adelante para hacer la postura.
—Muévete tú... Estás jugando conmigo.
—Provocándote —la corrijo.
—Bien, ahora vamos a pasar a la media pinza —anuncia Marla.
Me incorporo de nuevo y me doblo por la cintura, colocando las
manos sobre las rodillas y asegurándome de que mi espalda forma un
ángulo de noventa grados.
—Venga ya —gruñe Brittany al ver mi trasero prácticamente en su
cara.
Me vuelvo para mirarla y veo que ni siquiera se acerca a la postura;
tiene las manos en las rodillas, pero su espalda está prácticamente recta.
—¡Eso es! Ahora la pinza —indica la instructora, y yo me inclino
hacia adelante doblando el cuerpo.
—Es como si quisiera que te follase aquí delante de todo el mundo —
dice, y yo me vuelvo inmediatamente para asegurarme de que nadie la ha
oído.
—Chsss... —le chisto, y oigo cómo se ríe.
—Mueve la esterilla o pienso decir todo lo que se me está pasando por
la cabeza en este mismo instante —me amenaza, y me incorporo de
inmediato y vuelvo a colocarme a su lado.
—Buena chica —dice sonriendo con petulancia.
—Puedes decirme esas cosas después —susurro, y ella ladea la cabeza.
—Lo haré, no lo dudes —me asegura, y siento un cosquilleo en el
estómago.
No participa mucho el resto de la clase, y la rubia acaba cambiándose
de sitio hacia la mitad, probablemente porque Brittany no para de hablar.
—Se supone que hay que meditar —le susurro, y cierro los ojos.
Toda la sala está en silencio, excepto por los siseos de Brittany.
—Esto es una puta mierda —protesta.
—Nadie te ha pedido que te apuntaras.
—No sabía que era tan aburrido. Estoy a punto de quedarme dormida.
—Deja de quejarte.
—No puedo. Me has puesto todo cachonda, y ahora estoy aquí
sentada, con las piernas cruzadas, meditando y con una excitación y humedad incomoda en una sala llena de gente.
—¡Brittany! —silbo, más alto de lo que pretendía.
—Chsss... —chistan varias voces.
Ella se ríe, le saco la lengua y la chica que tengo a mi derecha me mira
mal. Esto de venir a yoga juntas no va a funcionar; o me echan o me
suspenden.
—Vamos a dejar esta clase —dice Brittany cuando termina la
meditación.
—La dejarás tú, yo no. Necesito un crédito de educación física —le
informo.
—¡Ha estado muy bien para ser el primer día! —dice Marla para
despedirnos—. Nos vemos a finales de semana. Namasté.
Enrollo mi esterilla, pero Brittany ni siquiera se molesta y la mete tal

cual en la estantería.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Jul 20, 2016 12:34 am

Capítulo 67
Santana

 
Cuando regreso a los vestuarios no encuentro por ninguna parte a la chica
que me ha prestado el candado, así que vuelvo a colocarlo en la puerta y, si mañana no me lo pide, seguiré usándolo y se lo pagaré o algo.
Termino de recoger mis cosas y me reúno con Brittany en el pasillo.
Está apoyada contra la pared con un pie en el muro detrás de ella.
—Si llegas a tardar más, habría entrado —me amenaza.
—Deberías haberlo hecho. No habrías sido la único chica —miento, y
observo cómo le cambia el gesto.
Paso de largo y doy unos cuantos pasos. Entonces me agarra del brazo
y me da la vuelta para colocarme frente a ella.
—¿Qué acabas de decir? —inquiere con los ojos entornados y
primitivos.
—Es broma. Sólo te estaba provocando. —Sonrío con petulancia y,
con un resoplido, ella me suelta del brazo.
—Creo que ya me has provocado bastante por hoy.
—Puede. —Sonrío de nuevo.
Sacude la cabeza.
—Está claro que te gusta torturarme.
—El yoga me ha relajado y me ha limpiado el aura —digo, y me echo
a reír.
—Pues a mí no —me recuerda mientras salimos.
El primer día del nuevo trimestre ha ido bastante bien, incluso la clase
de yoga, que ha acabado siendo bastante divertida. No suelo preferir la
diversión en lo que a estudios se refiere, pero ha sido agradable estar con
Brittany. La clase de religión puede ser un problema por la falta de
estructuración, pero intentaré dejarme llevar para no volverme loca.
—Tengo trabajo que hacer durante un par de horas, pero habré
terminado a la hora de cenar —me dice Brittany. Ha estado trabajando
mucho últimamente—. El partido de hockey es mañana, ¿no? —pregunta.
—Sí. Vas a ir, ¿verdad?
—No lo sé...
—Necesito saberlo, porque si tú fallas iré yo con Ryder —respondo.
Seguro que Ryder preferiría ir conmigo, aunque no les vendrá mal
pasar un rato juntos para establecer vínculos. Sé que nunca serán amigos de verdad, pero sería de gran ayuda que se llevaran mejor.
—Joder, está bien, iré... —suspira metiéndose en el coche.
—Gracias. —Sonrío, y Brittany pone los ojos en blanco.
Media hora después, aparcamos en la plaza de siempre en el parking
de nuestro apartamento.
—¿Qué tal las clases? —le pregunto—. ¿Las odias todas menos la de
yoga? —bromeo para suavizar el ambiente.
—Sí, menos la de yoga. El yoga ha sido... interesante. —Se vuelve
para mirarme.
—¿En serio? Y ¿eso por qué? —Me muerdo el labio inferior en un
intento de aparentar inocencia.
—Creo que tiene algo que ver con una rubia —sonríe con petulancia y
me pongo tensa.
—¿Perdona?
—¿No has visto a la rubiaza que tenía al lado? Madre mía, nena,
deberías haber visto ese culo con esos pantalones de yoga.
La fulmino con la mirada y abro la puerta del coche.
—¿Adónde vas? —inquiere.
—Adentro. Hace frío en este coche.
—Venga ya, Santana. ¿Tienes celos de la chica de yoga? —me provoca
Brittany.
—No.
—Claro que sí —me desafía, y yo pongo los ojos en blanco mientras
salgo del vehículo.
Me sorprendo un poco al oír sus botas golpeando el hormigón a mis
espaldas. Tiro de la pesada puerta de cristal para abrirla, entro en el
vestíbulo y llego hasta la puerta del ascensor. Entonces me acuerdo de que
me he dejado las bolsas en el coche.
—Eres una idiota —dice riéndose.
—¿Perdona? —Levanto la vista para mirarla.
—¿De verdad crees que miraría a una rubia cualquiera estando tú ahí,
pudiendo mirarte a ti? Y especialmente con esos pantalones. Pues no.
Además, es literalmente imposible que mire a nadie más. Me estaba
refiriendo a ti.
Se aproxima y yo doy un paso atrás, pegándome a la pared del
ascensor.
Casi me echo a llorar.
—Bueno, es que he visto cómo tonteaba contigo.
No soporto estar celosa, es la sensación más desagradable del mundo.
—Eres burra. —Da un paso más para pegar el cuerpo al mío y después
entramos en el ascensor. Me coge de las mejillas y me obliga a mirarlo a
los ojos—. ¿Cómo puedes no ser consciente del efecto que tienes en mí? —
pregunta a unos milímetros de mi boca.
—No lo sé —digo con voz aguda cuando su mano libre agarra la mía
y la coloca sobre sus shorts.
—Mira lo que me haces. —Mueve la cadera y su excitación y fluidos me llenan la mano.
—Vaya. —La cabeza me da vueltas.
—Vas a decir mucho más que «vaya»... —empieza, pero se
interrumpe cuando el ascensor se detiene.
—. Venga ya —gruñe en el  momento en que una mujer y sus tres hijos entran en el ascensor. Intento apartarme de ella, pero me agarra de la cintura para impedirme que me mueva. Uno de los niños empieza a llorar, y Brittany resopla con fastidio. Comienzo a imaginarme lo gracioso que sería que el ascensor se averiase y nos quedásemos atrapados con el niño llorando. Por suerte para Brittany, las puertas se abren unos momentos después y salimos a nuestro descansillo.
—Odio a los niños, literalmente —se queja al llegar al apartamento.
Cuando abre la puerta, un aire frío sale del piso.
—¿Apagaste la calefacción? —le pregunto en cuanto entramos.
—No, esta mañana estaba encendida. —Brittany se acerca al termostato
y maldice entre dientes—. Aquí pone veintiséis grados, cuando es evidente
que no hace esa temperatura. Llamaré a los de mantenimiento.
Asiento, cojo una manta del respaldo del sofá y me envuelvo con ella
antes de sentarme.
—Sí..., la calefacción no funciona y hace un frío de cojones aquí —
dice Brittany por el auricular—. ¿Media hora? No, de eso nada... Me
importa una mierda, pago una fortuna por vivir aquí, y no pienso permitir
que mi novia se muera de frío —añade, y de inmediato se corrige—: No
pienso permitir que haga frío aquí.
Me mira y yo aparto la mirada.
—Bien. Quince minutos. Ni uno más —ladra por el teléfono, y
después lo tira contra el sofá—. Van a mandar a alguien para que lo arregle
—me dice.
—Gracias —le sonrío, y ella se sienta a mi lado.
Abro la manta y la agarro de la ropa para acercarla. Una vez cerca, me
monto en su regazo, hundo los dedos en su cabello y tiro de él ligeramente.
—¿Qué haces? —pregunta al tiempo que me agarra de las caderas.
—Has dicho que tenemos quince minutos. —Rozo su mandíbula con
los labios y le dan escalofríos.
De pronto, noto que sonríe.
—¿Vas a correrte encima de mí, Santana?
—Brittany... —protesto para evitar que siga pinchándome.
—Es broma. Quítate la ropa —me ordena, pero sus manos me

levantan la camiseta contradiciendo así su propia orden.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Jul 20, 2016 12:35 am

Capítulo 68
Brittany

 
Se le pone la carne de gallina cuando le acaricio los brazos con las puntas
de los dedos. Sé que tiene frío, pero me gustaría pensar que en parte se lo
estoy provocando yo. La agarro de los brazos con más fuerza cuando se
menea sobre mi regazo, presionando las caderas contra mí para crear la
fricción que deseo y que necesito. Nunca había deseado tanto a nadie, tan a menudo.
Sí, me he tirado a muchas tías, pero eso era sólo por la satisfacción
del momento, para poder jactarme de ello, no para estar lo más cerca
posible de ellas, como me sucede con Santana. Con ella, es una cuestión de sensaciones. Me gusta ver cómo se le eriza el vello cuando la toco; cómo se queja de que tener la carne de gallina la obliga a afeitarse más a
menudo, y yo pongo los ojos en blanco aunque me hace gracia; cómo gime
cuando atrapo su labio entre los dientes y hace ese ruido cuando lo suelto
y, sobre todo, me gusta el hecho de estar haciendo algo que únicamente
compartimos ella y yo. Nadie ha estado ni estará nunca tan cerca de ella de
este modo. Desliza sus finos dedos para desabrocharse el sujetador mientras yo chupo su piel justo por encima de la copa. La detengo.
—No tenemos mucho tiempo —le recuerdo, y ella hace pucheros,
logrando que la desee más todavía.
—Pues date prisa y quítate la ropa —me ordena con suavidad.
Me encanta ver que cada vez se siente más cómoda conmigo.
—No me lo digas dos veces.
La cojo de las caderas, la levanto y la coloco al lado en el sofá. Me
quito los shorts y las bragas y le hago una señal para que se tumbe. Ella se quita los pantalones... los pantaloncitos de yoga. En mis veinte años de vida, jamás había visto algo tan sexi. No tengo ni puta idea de qué es lo que tienen, puede que sea el modo en que se ciñen a sus muslos, resaltando cada una de sus maravillosas curvas, o puede que sea el hecho de que muestran su culo perfectamente pero, sea como sea, van a convertirse en la prenda que lleve puesta para estar por casa a todas horas.
Santana me sorprende tirando de mi brazo en un intento de obligarme a
sentarme en el cojín que tiene al lado.
—¿Qué? —pregunto sabiendo perfectamente lo que pretende, pero
quiero oír cómo lo dice. Me encanta su inocencia, pero sé que es mucho
más pervertida de lo que se admite a sí misma: otra característica de su
personalidad que sólo yo conozco.
Me fulmina con la mirada, y el tiempo apremia, así que decido no
provocarla. Me siento y la coloco encima de mí de inmediato. La agarro
del pelo y pego los labios a los suyos. Absorbo los gritos y los gemidos que
emanan de su boca mientras hago descender su cuerpo sobre mí y la
penetro. Ambas suspiramos. Pone los ojos en blanco y casi me corro al
instante.
—La próxima vez lo haremos despacio, nena, pero ahora sólo tenemos
unos minutos, ¿de acuerdo? —gruño en su oído mientras ella menea en
círculos sus generosas caderas.
—Mmmm —gime.
Me tomo el gesto como una señal para acelerar el ritmo. Envuelvo su
espalda con un brazo, la estrecho contra mí para que nuestros pechos se
toquen y elevo las caderas al tiempo que ella hace rotar las suyas. Es una
sensación indescriptible. Apenas puedo respirar mientras las dos nos
movemos más y más deprisa. No tenemos mucho tiempo y, por una vez,
estoy desesperada por acabar pronto.
—Dime algo, Santana —le ruego sabiendo que le dará vergüenza, pero
esperando que penetrarla y agarrarla del pelo con la fuerza suficiente le
inspire el valor para hablarme de un modo en el que ya me ha hablado
antes.
—Vale... —Jadea, y yo me muevo más deprisa.
—. Brittany... —Su voz es temblorosa, y se muerde el labio para relajarse, cosa que no hace sino calentarme todavía más. La presión empieza a concentrarse en mi estómago—. Brittany, me encanta sentirte... —dice con confianza, y yo maldigo entre dientes—. Ya estás protestando y ni siquiera he dicho nada —me suelta. Su tono presuntuoso me lleva al límite y pierdo el control. Su cuerpo tiembla y se tensa y observo cómo llega al orgasmo. Es como si fuese igual de cautivadora, si no más, cada vez que se corre. Por eso nunca me canso de ella, y nunca lo haré.
Unos golpes en la puerta nos sacan a las dos de nuestro estado de
sedación postorgásmica y Santana se aparta de mí al instante. Levanta su
camiseta del suelo mientras yo  también cojo mi ropa del suelo.
—¡Un momento! —grito.
Santana enciende una vela y comienza a ordenar los cojines decorativos
del sofá.
—¿Por qué enciendes una vela? —pregunto mientras me visto y me
dirijo a la puerta.
—Porque huele a sexo —susurra, a pesar de que el de mantenimiento
no puede oírla.
Se arregla a toda prisa el pelo con los dedos. Me río en respuesta y
sacudo la cabeza justo antes de abrir. El hombre que espera al otro lado es
alto, más alto que yo, y tiene una barba larga. Lleva el pelo castaño hasta
los hombros y aparenta tener al menos cincuenta años.
—Se ha estropeado la calefacción, ¿no? —pregunta con voz áspera. Es
evidente que ha fumado demasiados cigarrillos a lo largo de su vida.
—Sí, ¿por qué si no íbamos a estar a menos seis grados en este
apartamento? —respondo, y veo cómo los ojos del hombre se posan en mi
Santana. Me vuelvo y, cómo no, compruebo que está inclinándose hacia
adelante para sacar el cargador de su móvil de la cesta de debajo de la
mesa. Y, cómo no, lleva puestos los putos pantalones de yoga. Y, cómo no,
este tipo grasiento con una puta barba le está mirando el culo. Y, cómo no,
ella se incorpora de nuevo ajena a ese intercambio.
—Oye, Santana, ¿por qué no esperas en el cuarto hasta que esté
arreglado? —le sugiero—. Allí se está más calentito.
—No, estoy bien. Me quedo aquí contigo —repone, y se sienta en el
sillón. Se me está agotando la paciencia, y cuando levanta los brazos para
recogerse el pelo ofreciéndole a este capullo un espectáculo, tengo que
armarme de paciencia para no arrastrarla hasta la habitación.
Debo de estar mirándola con furia, porque me observa durante unos
segundos y luego dice:
—Vale... —claramente confundida.
Recoge sus libros de texto y desaparece en la habitación.
—Arregle la puta calefacción —le espeto al viejo verde.
Él se pone a trabajar en silencio, y permanece en silencio, de modo
que debe de ser más inteligente de lo que había dado por hecho.
Al cabo de unos minutos, el móvil de Santana empieza a vibrar en la
mesita auxiliar. Me tomo la libertad de cogerlo cuando veo el nombre de
Kimberly en la pantalla.
—¿Sí?
—¿Brittany?
La voz de Kimberly es tremendamente aguda, no sé cómo Christian lo
soporta. Seguramente fue su aspecto lo que lo atrajo, probablemente en
alguna discoteca, donde no podía oírla bien.
—Sí. Un segundo, ahora te la paso.
Abro la puerta del dormitorio y me encuentro a Santana tumbada boca
abajo en la cama, con un boli entre los dientes y los pies en el aire.
—Es Kimberly —le explico, y le tiro el teléfono a la cama a su lado.
Lo coge.
—¡Hola, Kim! ¿Va todo bien? —Al cabo de unos segundos, exclama
—: ¡No me digas! Eso es horrible.
Enarco una ceja, pero no repara en ello.
—Ah..., vale... Deja que se lo comente a Brittany. Sólo será un segundo,
pero seguro que no tendrá inconveniente. —Se aparta el teléfono de la
oreja y tapa el auricular con la mano—. Christian ha cogido una especie de
virus estomacal y Kim tiene que llevarlo al hospital. No es nada grave,
pero su niñera no está disponible —susurra.
—¿Y? —digo encogiéndome de hombros.
—Necesitan que alguien cuide de Smith.
—Yyyy, ¿por qué me cuentas esto?
—Quiere saber si podemos cuidarlo nosotras. —Se muerde los
carrillos.
No puedo creer que me esté sugiriendo que quiere cuidar de ese niño.
—¿Qué?
Santana suspira.
—Hacer de niñeras, Brittany.
—No. De eso, nada.
—¿Por qué no? Es un niño muy bueno —protesta.
—No, Santana, esto no es una guardería. Ni de coña. Dile a Kim que le
compre un poco de paracetamol y que le dé un poco de sopa de pollo y
listos.
— Brittany..., ella es mi amiga y él es mi jefe, y está enfermo. Creía que
te importaba —replica, y se me revuelve la conciencia.
Claro que le tengo aprecio a Vance, estuvo ahí para mí y para mi
madre cuando mi padre la cagaba, pero eso no significa que quiera cuidar
de su hijo cuando mañana ya me he comprometido a ir a un partido de
hockey con Ryder.
—He dicho que no —reitero, manteniéndome firme. Lo último que
necesito ahora es un incordio de niño con la boca manchada de chocolate
que me destroce el apartamento.
—Por favor, Brittany —me ruega Santana—. No tienen a nadie más. Por
favooor...
Sé que va a decir que sí de todos modos; sólo me ha preguntado por
cortesía. Suspiro vencida y veo cómo se dibuja una sonrisa en su rostro.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Jul 20, 2016 12:36 am

Capítulo 69
Brittany

 
—¿Quieres dejar de refunfuñar? Te estás comportando peor de lo que se va a portar él, y sólo tiene cinco años —me regaña Santana.
Pongo los ojos en blanco.
—Sólo digo que esto es cosa tuya. Y más le vale que no toque mis
cosas. Tú has accedido a hacer de canguro, así que es problema tuyo, no
mío —le recuerdo justo cuando un golpe en la puerta anuncia su llegada.
Me siento en el sofá y dejo que sea Santana quien abra. Me fulmina con
la mirada, pero no hace que los invitados, sus invitados, esperen mucho
antes de colocarse su mejor sonrisa y abrir la puerta del apartamento de par en par. Al instante, Kimberly empieza a parlotear, prácticamente chillando.
—¡Muchísimas gracias! Me salváis la vida con esto, en serio, no tenía
ni idea de qué habría hecho si me hubieseis dicho que no podíais cuidar de
Smith. Christian está fatal, no para de vomitar, y...
—No te preocupes, mujer —la interrumpe Santana, y doy por hecho que
lo hace porque no quiere saber los detalles escabrosos de los vómitos de
Christian.
—Sí, bueno, me está esperando en el coche, así que me tengo que ir
ya. Smith es bastante independiente, se entretiene él solito, y si necesita
algo os lo hará saber.
Se hace a un lado y un niño pequeño de cabello rubio oscuro aparece
detrás de ella.
—¡Hola, Smith! ¿Cómo estás? —dice Santana en un tono rarísimo que
no le había oído antes. Debe de ser su intento de adoptar un lenguaje
infantil, aunque el niño ya tiene cinco años. En fin, cosas de Santana.
El crío no dice nada, sólo le sonríe tímidamente y pasa hacia el salón.
—Sí, no es muy hablador —le dice Kimberly a Santana al ver su
expresión apenada.
Por mucha gracia que me haga que no le haya contestado, no quiero
que se entristezca, así que más le vale al niñato este cambiar de actitud y
ser amable con ella.
—Bueno, ¡ahora sí que me voy! —Kim sonríe y cierra la puerta
después de despedirse de Smith con la mano por última vez.
Entonces Santana se agacha y le pregunta al niño:
—¿Tienes hambre?
Él niega con la cabeza.
—¿Y sed?
La misma respuesta, sólo que esta vez se sienta en el sillón, enfrente
de mí.
—¿Quieres que juguemos a un juego?
—Santana, creo que sólo quiere sentarse ahí tranquilamente —le digo
cuando veo que se pone colorada.
Comienzo a zapear buscando algo interesante que ver en la televisión
para mantenerme ocupada mientras ella cuida del niño.
—Perdona, Smith —se disculpa—. Sólo quiero asegurarme de que
estás bien.
El crío asiente como un robot, y entonces me doy cuenta de que se
parece muchísimo a su padre. Tiene el pelo del mismo color, y los ojos del
mismo tono verde azulado, y sospecho que, si sonriera, tendría los mismos
hoyuelos que Christian.
Pasamos unos minutos en incómodo silencio durante los cuales Santana
se limita a estar de pie junto al sofá, y veo cómo su mente no para de
planificar. La pobre había dado por hecho que el niño llegaría aquí lleno de
energía y dispuesto a jugar con ella, pero no ha abierto la boca ni se ha
movido un milímetro del sillón. Va impecablemente vestido, tal y como
había imaginado, con unas deportivas blancas que parecen nuevas. Cuando levanto la vista de su polo azul, veo que me está mirando.
—¿Qué? —le pregunto.
Él aparta la mirada.
—¡Brittany! —me reprende Santana.
—¿Qué pasa? Sólo le he preguntado por qué me estaba mirando.
Me encojo de hombros y cambio el canal que había dejado sin querer.
Lo último que me apetece ver es el reality de las Kardashian.
—Sé amable —dice fulminándome con la mirada.
—Lo soy —le contesto, y me encojo de hombros como si no tuviera
importancia.
Santana pone los ojos en blanco.
—Bueno, voy a preparar la cena. Smith, ¿quieres venir conmigo o
prefieres quedarte con Brittany?
Siento que el niño me observa, pero decido no mirarlo. Tiene que irse
con ella. Ella es la niñera, no yo.
—Ve con ella —le digo.
—Puedes quedarte aquí si quieres, Smith. Brittany no te molestará —le
asegura.
El niño no dice nada. Qué sorpresa. Santana desaparece por la cocina y yo
subo el volumen del televisor para evitar cualquier posible conversación
con el mocoso, aunque es bastante improbable que se dé el caso. Estoy
tentada de ir a la cocina con ella y dejarlo solo en el salón.
Pasan unos minutos y cada vez estoy más incómoda con el crío ahí
sentado. ¿Por qué no habla ni juega o lo que sea que hagan los niños de
cinco años?
—Bueno, ¿qué te pasa? ¿Por qué no dices nada? —le pregunto al
final.
Se encoge de hombros.
—Es de mala educación no contestar cuando alguien te habla —lo
informo.
—Es de peor educación preguntarme por qué no hablo —me contesta.
Tiene un ligero acento británico, no tan marcado como el de su padre,
pero está ahí.
—Bueno, al menos ahora sé que sabes hacerlo —digo. Su respuesta
me ha cogido por sorpresa y no sé muy bien qué decirle a continuación.
—¿Por qué tienes tanto interés en que hable? —me pregunta, y parece
mucho mayor de lo que es.
—Pues... no sé. ¿Por qué no te gusta hacerlo?
—No lo sé. —Se encoge de hombros.
—¿Va todo bien por ahí? —pregunta Santana desde la cocina.
Por un instante se me pasa por la cabeza decirle que no, que el niño se
ha muerto o que está herido, pero deja de parecerme gracioso mientras lo
pienso.
—Sí —le contesto.
Espero que termine pronto, porque no pienso seguir con esta
conversación.
—¿Por qué llevas esas cosas en la cara? —me pregunta Smith
señalándome el aro del labio.
—Porque quiero. Quizá la pregunta adecuada sea por qué no llevas tú
ninguna —digo para centrar la atención en él, intentando no pensar que al
fin y al cabo es un niño.
—¿Te dolió? —repone, evitando así mi pregunta.
—No.
—Tiene pinta de doler —dice con una media sonrisa.
Supongo que el crío no está tan mal, pero sigue sin gustarme la idea
de tener que cuidar de él.
—¡Casi he terminado! —grita Santana.
—Vale, yo le estoy enseñando al niño a confeccionar una bomba
casera con una botella de gaseosa —bromeo, y Santana asoma la cabeza por la puerta para echar un vistazo.
—Está loca —le digo, y él se ríe mostrando sus hoyuelos.
—Es guapa —susurra colocándose las manos alrededor de la boca.
—Sí, lo es, ¿verdad?
Asiento y levanto la vista hacia Santana, que tiene el pelo recogido en
una especie de nido en lo alto de la cabeza. Aún lleva puestos los
pantalones de yoga y una camiseta sencilla, y asiento de nuevo. Es
preciosa, y ni siquiera tiene que esforzarse por serlo.
Sé que todavía nos oye, y veo cómo sonríe mientras se vuelve para
terminar su tarea en la cocina. No sé por qué sonríe de esa manera; ¿y qué
si estoy hablando con este niño? Sigue siendo un incordio, como todos los
demás humanos en miniatura.
—Sí, muy guapa —vuelve a decir.
—Vale, relájate, chaval, que es mía —bromeo.
Me mira con la boca muy abierta.
—¿Es tu mujer?
—No, joder, no —resoplo.
—¿Joder, no? —repite.
—¡Mierda, no digas eso! —Corro al sillón para taparle la boca.
—¿Que no diga «mierda»? —pregunta apartándome la mano.
—No, no digas ni «mierda» ni «joder».
Ésta es una de las razones por las que no debería estar en presencia de
niños.
—Sé que son palabrotas —me dice, y yo asiento.
—Pues no las digas —le recuerdo.
—Entonces, si no es tu mujer, ¿quién es?
Joder, qué cotilla.
—Es mi novia.
No sé para qué me molesto en hacerle hablar.
Entonces el niño junta las manos y me mira como si fuese un
sacerdote o algo así.
—¿Quieres casarte con ella?
—No, no quiero casarme con ella —digo de forma pausada pero clara
para ver si lo pilla esta vez.
—¿Nunca?
—Nunca.
—Y ¿tendréis un bebé?
—¡No! ¡Joder, no! ¿De dónde sacas esas cosas? —Me estoy
agobiando sólo de oírlas en voz alta.
—¿Por qué...? —empieza a preguntar, pero lo interrumpo.
—Deja de hacer tantas preguntas —gruño, y él asiente, me quita el
mando de la mano y cambia de canal.
Santana lleva varios minutos sin asomarse, de modo que decido
acercarme a la cocina y ver si le falta mucho.
—Santana..., ¿te falta mucho? Porque el crío está hablando demasiado —
protesto, y cojo un trozo de brócoli del plato que está preparando.
Sé que odia que coma antes de que esté lista la cena, pero hay un niño
de cinco años en mi salón, así que puedo comerme el puto brócoli si
quiero.
—No, sólo un par de minutos —contesta sin mirarme.
Su tono es extraño y parece molesta por algo.
—¿Estás bien? —le pregunto, y entonces se vuelve con los ojos
vidriosos.
—Sí, estoy bien. Son las cebollas, que me hacen llorar. —Se encoge
de hombros y abre el grifo para lavarse las manos.
—No te preocupes..., acabará hablando contigo también. Ahora ya
está más relajado —le aseguro.

—Ya, ya lo sé. No es eso..., son sólo las cebollas —repite.
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Jul 20, 2016 12:36 am

Capítulo 70
Brittany

 
El crío permanece callado y se limita a asentir cuando Santana le pregunta
alegremente:
—¿Te gusta el pollo, Smith?
—¡Está delicioso! —digo con un entusiasmo exagerado para suavizar
el golpe de que el niño todavía no quiera hablar con ella.
Me sonríe ligeramente pero no me mira a los ojos. El resto de la cena
transcurre en silencio.
Mientras Santana recoge la cocina, yo vuelvo al salón y oigo unas
pequeñas pisadas que me siguen.
—¿Quieres algo? —pregunto, y me dejo caer sobre el sofá.
—No. —El chaval se encoge de hombros y centra la atención en la
tele.
—Estupendo...
Esta noche no hay nada decente que ver.
—¿Va a morirse mi papá? —me pregunta de repente la vocecita que
tengo a mi lado.
Me vuelvo hacia él.
—¿Qué?
—Mi papá, ¿va a morirse? —dice Smith, aunque parece bastante
tranquilo respecto al tema.
—No, sólo se ha puesto enfermo porque ha comido algo en mal
estado.
—Mi mamá se puso enferma y ahora está muerta —replica, y un
pequeño temblor en su voz me hace ver que no es inmune a la
preocupación.
Siento que me asfixio con mi propia respiración.
—Ya..., bueno —comienzo a decir—. Eso era diferente.
«Pobre chaval.»
—¿Por qué?
Joder, ¿por qué hace tantas preguntas? Quiero llamar a Santana, pero algo
en la expresión de preocupación de su rostro me detiene. No habla con ella, así que no creo que quiera que la llame.
—Tu padre sólo está un poco enfermo..., pero tu madre estaba muy
enferma. Él estará bien.
—¿Me estás mintiendo?
Habla como si fuese mucho mayor de lo que es, y me recuerda mucho
a mí. Supongo que esto es lo que pasa cuando te ves obligado a crecer
demasiado deprisa.
—No, si tu padre fuese a morir te lo contaría —le digo, y lo digo en
serio.
—¿De verdad?
Sus ojos brillan y temo por un momento que vaya a echarse a llorar.
No sé qué coño haría si empezara a llorar ahora. Huir. Saldría corriendo
hasta el otro cuarto y me escondería detrás de Santana.
—Sí. Y ahora hablemos de algo menos macabro.
—¿Qué es «macabro»?
—Algo retorcido y jodido —le explico.
—Has dicho otra palabrota —me regaña.
—Yo puedo decirlas porque soy mayor.
—Sigue siendo una palabrota.
—Tú has dicho dos antes, podría chivarme a tu padre —lo amenazo.
—Y yo me chivaré a tu novia —me contesta, y no puedo evitar
echarme a reír.
—Vale, vale, tú ganas —digo, y le indico con un gesto que no abra la
boca.
Santana asoma la cabeza.
—Smith, ¿vienes aquí conmigo?
Él la mira, después me mira a mí y pregunta:
—¿Puedo quedarme con Brittany?
—No creo que... —empieza ella, pero la interrumpo.
—Está bien —suspiro, y le paso el mando al niño
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