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Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
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Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
No se por que, a pesar de tanto sexo...me inspira a decir: Awww!
Ok, me asuste cuando todas nos dimos cuenta de que Santana Lopez estaba en el mismo lugar de Britt, por un momento quise decirle: "¡Cooorre!"
Pero lo más raro fue, sin duda...todas las preguntas de Britt hacia Santana, para mi estaba jugando con juego, pero al menos Santana supo tomarlo bien (Sex) y no se enojo por tanta pregunta (Sex)
¿Tan increíble es que yo haya podido atraer a una mujer? ¿A esta mujer? Pues sí, francamente… tú mírala bien, me suelta mi subconsciente. ¡Oh, cállate! ¿Quién te ha dado vela en este entierro?
Creo que el subconciente de Britt y la diosa que lleva dentro son mis personajes favoritos XD Es hilarante.
Bueno, un saludo. Hasta el próximo!
Ok, me asuste cuando todas nos dimos cuenta de que Santana Lopez estaba en el mismo lugar de Britt, por un momento quise decirle: "¡Cooorre!"
Pero lo más raro fue, sin duda...todas las preguntas de Britt hacia Santana, para mi estaba jugando con juego, pero al menos Santana supo tomarlo bien (
¿Tan increíble es que yo haya podido atraer a una mujer? ¿A esta mujer? Pues sí, francamente… tú mírala bien, me suelta mi subconsciente. ¡Oh, cállate! ¿Quién te ha dado vela en este entierro?
Creo que el subconciente de Britt y la diosa que lleva dentro son mis personajes favoritos XD Es hilarante.
Bueno, un saludo. Hasta el próximo!
Ali_Pearce- - Mensajes : 1107
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Creo que esa es la Santana que todas queremos... Creo que hasta ahora la escena en esa bañera fue la mas ''vainilla'' de todas jajajaj
Me encanto!!
Amo este fic..!!!
Gracias por actualizar y hasta el proximo cap..
Saludos
-Dai
Me encanto!!
Amo este fic..!!!
Gracias por actualizar y hasta el proximo cap..
Saludos
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
cada vez que subes un capitulo nuevo, mi subconsciente salta de alegría ajjaa gracias por escribir
Camila18**** - Mensajes : 151
Fecha de inscripción : 28/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
SHOCK TOTAL!!... vaya, este cap me ha encantado.. san se mostro mucho mas abierta a britt, mucho mas linda y eso es GENIAL!! creo que la morena ha caido en los encantos Pierce totalmente... sera que san esta enamorada???
En serio que AMO este fic... cada cap es mejor que el anterior de verdad que siii...
En serio que AMO este fic... cada cap es mejor que el anterior de verdad que siii...
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
muy buen capitulo!! me encanta esta San un poquito mas abierta con Britt!!
Saludos
Espero leeret mañana!1
Saludos
Espero leeret mañana!1
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Ya se esta convirtiedo en la Santana de corazones y chocolates, el subconciete de Britt es la onda xD
Espero la actu no me mates
Espero la actu no me mates
Gudu* - Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Edad : 32
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
que te puedo decir que no te haya dicho, espectacular, asombroso'? tu adaptacion es impresionante, como haces ver a santana como una diosa erotica y a britt como una sumisa que mas que eso es sumamente inteligente para manipular a santana, en fin, sin palabras una vez mas!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
A www lo ame este abanze es muy lindo ver a Santana así hace que me enamore más es un dulce sito súper tierno simplemente la amoooo eso de ir a ver a Britt me sorprendió y mucho
Espero la sorpresa que seguro sorprenderá a Britt y la enamorara más
Por otra parte me encanta Britt así de preguntona y graciosa
Amo ver a Santana celosa espero verlo más
En espera de tu sig. Actualización diaria :)
Gracias a estado genial
Saludos
Besos
Espero la sorpresa que seguro sorprenderá a Britt y la enamorara más
Por otra parte me encanta Britt así de preguntona y graciosa
Amo ver a Santana celosa espero verlo más
En espera de tu sig. Actualización diaria :)
Gracias a estado genial
Saludos
Besos
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Que puedo decir me encanto el capitulo jajajaja de hecho por este FF la curiosidad me mato tanto que me compre los libros jajajaja y los leido gracias a este FF sencillamente genial y pues espero tu proxima actualizacion estoy muy intrigada de verdad me ha gustado como has adaptado la historia alas Brittana sencillamente sensacional saludos
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me encanto el hecho de que pudieran hablar, su último diálogo era como el de una pareja normal con el Más que britt quiere
lexis17******* - Mensajes : 424
Fecha de inscripción : 23/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
madreeeee mia su ultima conversacioooon por fin, hablan de algo mas que sexo, algo mas como un noviazgo, que biiiien, fue tan tierno y hermoso, espero que existan muchas mas de este tipo de escenas.
tambien me encanta cuando britt se revela jajaja creo que santana no sabe que hacer con eso, que alguien se le ponga dura la deja fuera de la zona de combate para ser una bitch jajaja
saludos y esperando tu actu, no tardes
tambien me encanta cuando britt se revela jajaja creo que santana no sabe que hacer con eso, que alguien se le ponga dura la deja fuera de la zona de combate para ser una bitch jajaja
saludos y esperando tu actu, no tardes
victoria555****** - Mensajes : 399
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
me encantooooooooo, como siempre...
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Te adoro... amo este fic jejeje
Me encanta esta adaptación
Actualiza pronto
Saludos ;)
Me encanta esta adaptación
Actualiza pronto
Saludos ;)
khandyy** - Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 08/03/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
En espera de tu actualizacion <3:D lo ame<33333333333333333333 me encanta Santty<3
Brianna lopez* - Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Un nuevo capitulo jeje este capitulo me encanta es tan dulce espero que les guste
Santana está en una jaula con barrotes de acero. Lleva sus vaqueros gastados y rajados, un sujetado de encaje negro y los pies deliciosamente desnudos, y me mira fijamente. Tiene grabada en su hermoso rostro esa sonrisa suya de saber algo que los demás no saben, y sus ojos son de un marrón intenso. En las manos lleva un cuenco de fresas.
Se acerca con elegancia al frente de la jaula, mirándome fijamente. Coge una fresa grande y madura y saca la mano por entre los barrotes.
—Come —me dice, sus labios acariciando cada sonido de la palabra.
Intento acercarme a ella, pero estoy atada, una fuerza invisible me retiene sujetándome por la muñeca. Suéltame.
—Ven, come —dice, regalándome una de sus deliciosas sonrisas de medio lado.
Tiro y tiro… ¡suéltame! Quiero chillar y gritar, pero no me sale ningún sonido. Estoy muda. Santana estira un poco más el brazo y la fresa me roza los labios.
—Come, Brittany.
Su boca pronuncia mi nombre alargando de forma sensual cada sílaba.
Abro la boca y muerdo, la jaula desaparece y dejo de estar atada. Alargo la mano para acariciarla, pasear los dedos por sus voluminosos, redondos y perfectos pechos.
—Brittany.
No… Gimo.
—Vamos, bella.
No… Quiero acariciarte.
—Despierta.
No. Por favor… Abro a regañadientes los ojos una décima de segundo. Estoy en la cama y alguien me besuquea la oreja.
—Despierta, bella —me susurra, y el efecto de su voz dulce se extiende como caramelo caliente por mis venas.
Es Santana. Dios… aún es de noche, y el recuerdo de mi sueño persiste, desconcertante y tentador, en mi cabeza.
—Ay, nooo… —protesto.
Quiero volver a sus pechos, a mi sueño. ¿Por qué me despierta? Es de madrugada, o eso parece. Madre mía. ¿No querrá sexo ahora?
—Es hora de levantarse, bella. Voy a encender la lamparita —me dice en voz baja.
—No —protesto de nuevo.
—Quiero perseguir el amanecer contigo —dice besándome la cara, los párpados, la punta de la nariz, la boca, y entonces abro los ojos. La lamparita está encendida—. Buenos días, preciosa —murmura.
Protesto, y ella sonríe.
—No eres muy madrugadora —susurra.
Deslumbrada por la luz, entreabro los ojos y veo a Santana inclinado sobre mí, sonriendo. Divertida. Divertida conmigo. ¡Vestida! De negro.
—Pensé que querías sexo —me quejo.
—Brittany, yo siempre quiero sexo contigo. Reconforta saber que a ti te pasa lo mismo —dice con sequedad.
La miro mientras mis ojos se adaptan a la luz y aún la veo risueña… menos mal.
—Pues claro que sí, solo que no tan tarde.
—No es tarde, es temprano. Vamos, levanta. Vamos a salir. Te tomo la palabra con lo del sexo.
—Estaba teniendo un sueño tan bonito —gimoteo.
— ¿Con qué soñabas? —pregunta paciente.
—Contigo.
Me ruborizo.
— ¿Qué hacía esta vez?
—Intentabas darme de comer fresas.
En sus labios se dibuja un conato de sonrisa.
—El doctor Flynn tendría para rato con eso. Levanta, vístete. No te molestes en ducharte, ya lo haremos luego.
¡Lo haremos!
Me incorporo y la sábBritt resbala hasta mi cintura, dejando al descubierto mi cuerpo. Ella se levanta para dejarme salir de la cama y me mira con deseo.
— ¿Qué hora es?
—Las cinco y media de la mañana.
—Pues parece que sean las tres.
—No tenemos mucho tiempo. Te he dejado dormir todo lo posible. Vamos.
— ¿No puedo ducharme?
Suspira.
—Si te duchas, voy a querer ducharme contigo, y tú y yo sabemos lo que pasará, que se nos irá el día. Vamos.
Está emocionada. Su rostro resplandece de ilusión y nerviosismo, como la de una niña. Me hace sonreír.
— ¿Qué vamos a hacer?
—Es una sorpresa. Ya te lo he dicho.
No puedo evitar mirarla con una amplia sonrisa.
—Vale.
Salgo de la cama y busco mi ropa, que, cómo no, está perfectamente doblada en la silla que hay junto a la cama. Además, me ha dejado una de sus bragas de algodón, de victoria secret, nada menos. Me las pongo, y me sonríe. Mmm, otra prenda íntima de Santana López, otro trofeo más que añadir a mi colección, junto con el coche, la BlackBerry, el Mac, su chaqueta negra y un juego de valiosos incunables. Cabeceo al pensar en su generosidad, y frunzo el ceño cuando me viene a la mente una escena de Tess: la de las fresas. Me recuerda a mi sueño. Al infierno el doctor Flynn, hasta Freud tendría para rato con eso, y luego probablemente moriría intentando desentrañar a mi Cincuenta Sombras.
—Te dejo tranquila un rato ahora que ya te has levantado.
Santana se va al salón y yo voy al baño. Tengo necesidades que atender y quiero lavarme un poco. Siete minutos después estoy en el salón, aseada, peinada y vestida con mis vaqueros, mi blusa y la ropa interior de Santana López. Santana me mira desde la mesita de comedor en la que está desayunando. ¡Desayunando!
A estas horas.
—Come —dice.
Madre mía… mi sueño. Me le quedo mirando, recordando sus labios y su lengua al pronunciar mi nombre. Mmm, esa lengua experimentada…
—Brittany —me dice muy seria, sacándome de mi ensoñación.
Realmente es demasiado temprano para mí. ¿Cómo manejo esta situación?
—Tomaré un poco de té. ¿Me puedo llevar un cruasán para luego?
Me mira con recelo y le sonrío con ternura.
—No me agües la fiesta, Brittany —me advierte en voz baja.
—Comeré algo luego, cuando se me haya despertado el estómago. Hacia las siete y media, ¿vale?
—Vale.
Y me lanza una miradita suspicaz.
En serio… Tengo que esforzarme mucho para no ponerle mala cara.
—Me dan gBritts de ponerte los ojos en blanco.
—Por favor, no te cortes, alégrame el día —me dice muy seria.
Miro al techo.
—Bueno, unos azotes me despertarían, supongo.
Frunzo los labios en silenciosa actitud pensativa.
Santana se queda boquiabierta.
—Por otra parte, no quiero que te calientes y te molestes por mí. El ambiente ya está bastante caldeado aquí.
Me encojo de hombros con aire indiferente.
Santana cierra la boca y se esfuerza en vano por parecer disgustada. Veo asomar la sonrisa al fondo de sus ojos.
—Como de costumbre, es usted muy difícil, señorita Pierce. Bébete el té.
Veo la etiqueta de Twinings y se me alegra el corazón. ¿Ves?, sí que le importas, me dice por lo bajo mi subconsciente. Me siento y la miro, embebiéndome de su belleza. ¿Alguna vez me saciaré de esta mujer?
Cuando salimos de la habitación, Santana me lanza una sudadera.
—La vas a necesitar.
La miro perpleja.
—Confía en mí.
Sonríe, se inclina y me da un beso rápido en los labios, luego me coge de la mano y nos vamos.
Fuera, al relativo frío de la tenue luz que precede al alba, el aparca coches le entrega a Santana las llaves de un coche deportivo de capota de lona. Miro arqueando una ceja a Santana, y ella me sonríe satisfecha.
—A veces es genial que sea quien soy, ¿eh? —dice con una sonrisa cómplice que no puedo evitar emular.
Cuando está contenta y relajada, es un encanto. Me abre la puerta con una reverencia exagerada y subo. Está de excelente humor.
— ¿Adónde vamos?
—Ya lo verás.
Sonriente, arranca el coche y salimos a Savannah Parkway. Programa el GPS, luego pulsa un botón en el volante y una pieza clásica orquestal inunda el vehículo.
— ¿Qué es? —pregunto mientras el sonido dulcísimo de un centenar de violines nos envuelve.
—Es de La Traviata, una ópera de Verdi.
Madre mía, es preciosa.
— ¿La Traviata? He oído hablar de ella, pero no sé dónde. ¿Qué significa?
Santana me mira de reojo y sonríe.
—Bueno, literalmente, «la descarriada». Está basada en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas.
—Ah, la he leído.
—Lo suponía.
—La desgraciada cortesBritt. —Me estremezco incómoda en el mullido asiento de cuero. ¿Intenta decirme algo?—. Mmm, es una historia deprimente — murmuro.
— ¿Demasiado deprimente? ¿Quieres poner otra cosa? Está sonando en el iPod.
Santana exhibe otra vez su sonrisa secreta.
No veo el iPod por ninguna parte. Toca la pantalla del panel de mandos que hay entre las dos y, tachán, aparece la lista de temas.
—Elige tú.
Esboza una sonrisa y sé de inmediato que es un desafío.
El iPod de Santana López… esto va a ser interesante. Me muevo por la pantalla y encuentro la canción perfecta. Le doy al «Play». Jamás habría imaginado que ella pudiera ser fan de Britney. El ritmo electrónico y bailable nos sobresalta, y Santana baja el volumen. Igual es demasiado temprano para esto: Britney en su faceta más sensual.
—Con que «Toxic», ¿eh? —sonríe Santana.
—No sé por qué lo dices —respondo haciéndome la inocente.
Baja un poco más la música y, en mi interior, me abrazo a mí misma. La diosa que llevo dentro se ha subido al podio y espera su medalla de oro. Ha bajado la música. ¡Victoria!
—Yo no he puesto esa canción en mi iPod —dice en tono despreocupado, y pisa tan fuerte el pedal que, cuando el coche acelera por la autovía, me voy hacia atrás en el asiento.
¿Qué? La muy gilipolla sabe bien lo que hace. ¿Quién la ha puesto? Y encima tengo que seguir oyendo a Britney, que parece que no va a callarse nunca. ¿Quién, quién?
Termina la canción y el iPod, en modo aleatorio, pasa a un tema tristón de Damien Rice. ¿Quién? ¿Quién? Miro por la ventanilla, con el estómago revuelto.
¿Quién?
—Fue Leila —responde a mis pensamientos no manifiestos.
¿Cómo lo hace?
— ¿Leila?
—Una ex, ella puso la canción en el iPod.
Damien gorjea de fondo y yo me quedo pasmada. Una ex… ¿ex sumisa? Una ex…
— ¿Una de las quince?
—Sí.
— ¿Qué le pasó?
—Lo dejamos.
— ¿Por qué?
Oh, Dios. Es demasiado temprano para esta clase de conversación. Pero parece relajada, hasta feliz, y lo que es más, habladora.
—Quería más.
Su voz suena profunda, introspectiva incluso, y deja la frase suspendida entre las dos, terminándola de nuevo con esa poderosa palabrita.
— ¿Y tú no? —le suelto antes de poder activar mi filtro de pensamientos.
Mierda, ¿acaso quiero saberlo?
Niega con la cabeza.
—Yo nunca he querido más, hasta que te conocí a ti.
Doy un respingo, anonadada. ¿No es eso lo que yo quiero? ¡Ella también quiere más! ¡Quiere más! La diosa que llevo dentro se ha bajado del podio de un salto mortal y se ha puesto a dar volteretas laterales por todo el estadio. No soy solo yo.
— ¿Qué pasó con las otras catorce? —pregunto.
Venga, está hablando, aprovéchate.
— ¿Quieres una lista? ¿Divorciada, decapitada, muerta?
—No eres La Condesa Sangrienta.
—Vale. Sin seguir ningún orden en particular, solo he tenido relaciones largas con cuatro mujeres, aparte de Elena.
— ¿Elena?
—Para ti, la señora Robinson.
Esboza esa sonrisa suya del que sabe algo que los demás ignoran.
¡Elena! Vaya. La malvada tiene nombre, y de resonancias exóticas. De pronto imagino a una espléndida vampiresa de piel clara, pelo negro como el azabache y labios de un rojo rubí, y sé que es hermosa. No debo obsesionarme. No debo obsesionarme.
— ¿Qué fue de esas cuatro? —pregunto para distraer mi mente.
—Qué inquisitiva, qué ávida de información, señorita Pierce —me reprende en tono burlón.
—Mira quién habla, doña Cuándo-te-toca-la-regla.
—Brittany, debo saber.
— ¿Ah, sí?
—Yo sí.
— ¿Por qué?
—Para saber si se sincronizo y porque no quiero que te quedes embarazada — dice de forma juguetona. Un hijo con Santana quisiera pero es imposible.
— ¡Ni yo quiero quedarme! Bueno, al menos hasta dentro de unos años, aunque tú no me puedes dejar embarazada con tu dedos. Y suelto una carcajada.
Santana parpadea perpleja, luego se relaja visiblemente. Vale. Santana no quiere tener hijos. ¿Solo ahora o nunca? Me tiene alucinada su súbito arranque de sinceridad sin precedentes. ¿Será por el madrugón? ¿El agua de Georgia? ¿El aire de este estado? ¿Qué más quiero saber? Carpe diem.
—Bueno, ¿qué pasó entonces con las otras cuatro? —pregunto.
—Una conoció a otra. Las otras tres querían… más. A mí entonces no me apetecía más.
— ¿Y las demás? —insisto.
Me mira un instante y niega con la cabeza.
—No salió bien.
Vaya, un montón de información que procesar. Miro por el retrovisor del coche y detecto el suave crescendo de rosas y aguamarina en el cielo a nuestra espalda.
El amanecer nos sigue.
— ¿Adónde vamos? —pregunto, perpleja. Estamos en la interestatal 95 y nos dirigimos hacia el sur, es lo único que sé.
—Vamos a un campo de aviación.
—No iremos a volver a Seattle, ¿verdad? —digo alarmada.
No me he despedido de mi madre. Y además nos espera para cenar.
Se echa a reír.
—No, Brittany, vamos a disfrutar de mi segundo pasatiempo favorito.
— ¿Segundo? —la miro ceñuda.
—Sí. Esta mañana te he dicho cuál era mi favorito.
Contemplo su magnífico perfil, ceñuda, devanándome los sesos.
—Disfrutar de ti, señorita Pierce. Eso es lo primero de mi lista. De todas las formas posibles. Ah.
—Sí, también yo lo tengo en mi lista de perversiones favoritas —murmuro ruborizándome.
—Me complace saberlo —responde con sequedad.
— ¿A un campo de aviación, dices?
Me sonríe.
—Vamos a planear.
El término me suena vagamente. Me lo ha mencionado antes.
—Vamos a perseguir el amanecer, Brittany.
Se vuelve y me sonríe mientras el GPS la insta a girar a la derecha hacia lo que parece un complejo industrial. Se detiene a la puerta de un gran edificio blanco con un rótulo que reza BRUNSWICK SOARING ASSOCIATION.
¡Vuelo sin motor! ¿Es lo que vamos a hacer?
Santana apaga el motor.
— ¿Estás preparada para esto? —pregunta.
— ¿Pilotas tú?
—Sí.
— ¡Sí, por favor!
No titubeo. Sonríe, se inclina y me besa.
—Otra primera vez, señorita Pierce —dice mientras sale del coche.
¿Primera vez? ¿Cómo que primera? La primera vez que pilota un planeador… ¡mierda! No, dice que ya lo ha hecho antes. Me relajo. Rodea el coche y me abre la puerta. El cielo ha adquirido un sutil tono opalescente, reluce y resplandece suavemente tras las esporádicas nubes de aspecto infantil. El amanecer se nos echa encima.
Cogiéndome de la mano, Santana me lleva por detrás del edificio hasta una gran zona asfaltada donde hay aparcados varios aviones. Junto a ellos hay un hombre de cabeza rapada y mirada huraña, acompañado de Taylor.
¡Taylor! ¿Es que Santana no va a ninguna parte sin él? Le dedico una sonrisa de oreja a oreja y él me la devuelve, amable.
—Señora López, este es su piloto de remolque, el señor Mark Benson —dice Taylor.
Santana y Benson se dan la mano e inician una conversación que suena muy técnica acerca de velocidad del viento, direcciones y cosas por el estilo.
—Hola, Taylor —digo tímidamente.
—Señorita Pierce. —Me saluda con la cabeza y yo frunzo el ceño—. Britt —rectifica—Ha estado de un humor de perros estos últimos días. Me alegro de que estemos aquí —me dice en tono conspirador.
Vaya, esto es nuevo. ¿Por qué? ¡No será por mí! ¡Jueves de revelaciones! Debe de haber algo en el agua de Savannah que les suelta la lengua a esta gente.
—Brittany —me llama Santana—. Ven.
Me tiende la mano.
—Hasta luego.
Sonrío a Taylor, quien, tras un rápido gesto de despedida vuelve al aparcamiento.
—Señor Benson, esta es mi novia, Brittany Pierce.
—Encantado de conocerlo —murmuro mientras nos damos la mano.
Benson me dedica una espléndida sonrisa.
—Igualmente —dice, y distingo por su acento que es británico.
Le doy la mano a Santana y noto que se me agarran los nervios al estómago. ¡Uau, vamos a hacer vuelo sin motor! Cruzamos con Mark Benson la zona asfaltada hasta la pista. Santana y el siguen hablando. Yo capto lo esencial. Vamos a ir en un Blanik L-23, que, por lo visto, es mejor que el L-13, aunque esto es discutible. Benson pilotará una Piper Pawnee. Lleva ya unos cinco años pilotando planeadores. No entiendo nada, pero mirar a Santana y verla tan animada, tan en su elemento, es todo un placer.
El avión en cuestión es alargado, de líneas puras, y blanco con rayas naranjas. Tiene una pequeña cabina con dos asientos, uno delante del otro. Está sujeto mediante un largo cable blanco a un avión convencional pequeño de una sola hélice. Benson levanta la cubierta cóncava de plexiglás que enmarca la cabina para que podamos subir.
—Primero hay que ponerse los paracaídas.
¡Paracaídas!
—Ya lo hago yo —lo interrumpe Santana, y le coge los arneses a Benson, que le sonríe amable.
—Voy a por el lastre —dice Benson, y se dirige al avión.
—Te gusta atarme a cosas —observo con sequedad.
—Señorita Pierce, no tiene usted ni idea. Toma, mete brazos y piernas por las correas.
Hago lo que me dice, apoyándome en su hombro. Santana se pone algo rígida, pero no se mueve. En cuanto he metido las piernas por las correas, me sube el paracaídas y meto los brazos por las de los hombros. Con destreza, me abrocha los arneses y aprieta todas las correas.
—Hala, ya estás —dice con aire tranquila, pero le brillan los ojos—. ¿Llevas la goma del pelo de ayer?
Asiento.
— ¿Quieres que me recoja el pelo?
—Sí.
Hago enseguida lo que me pide.
—Venga, adentro —me ordena.
Tan mandona como siempre… Me dispongo a sentarme atrás.
—No, delante. El piloto va detrás.
—Pero ¿verás algo?
—Veré lo suficiente. —Sonríe.
Creo que nunca la había visto tan contenta, mandona pero contenta. Subo y me instalo en el asiento de cuero. Para mi sorpresa, es muy cómodo. Santana se inclina hacia delante, me echa el arnés por los hombros, busca entre mis piernas el cinturón inferior y lo encaja en el que descansa sobre mi vientre. Aprieta todas las correas de sujeción.
—Mmm, dos veces en la misma mañana; soy una mujer con suerte —susurra, y me besa deprisa—. No va a durar mucho: veinte, treinta minutos a lo sumo. Las masas de aire no son muy buenas a esta hora de la mañana, pero las vistas desde allá arriba son impresionantes. Espero que no estés nerviosa.
—Emocionada.
Le dedico una sonrisa radiante.
¿De dónde ha salido esa sonrisa tan ridícula? En realidad, una parte de mí está aterrada. La diosa que llevo dentro se ha escondido bajo la manta detrás del sofá.
—Bien.
Me devuelve la sonrisa, acariciándome la cara, y luego desaparece de mi vista.
La oigo y la siento instalarse a mi espalda. Me ha atado tan fuerte que no puedo ni volverme a mirarla, claro… ¡Típico! Estamos casi a ras de suelo. Delante de mí hay un panel de indicadores y palancas, y una especie de manubrio grande que dejo bien quietecito.
Aparece Mark Benson, sonriente, comprueba mis correas, se inclina hacia delante y mira algo en el suelo de la cabina. Creo que es el lastre.
—Muy bien, todo en orden. ¿Es la primera vez? —me pregunta.
—Sí.
—Te va a encantar.
—Gracias, señor Benson.
—Llámame Mark. —Se vuelve hacia Santana—. ¿Todo bien?
—Sí. Vamos.
Me alegro de no haber comido nada. Estoy nerviosísima y dudo que a mi estómago le apeteciera mucho mezclar comida, nervios y paseo por los aires. Una vez más, me pongo en las manos expertas de esta hermosa mujer. Mark baja la cubierta de la cabina, se dirige tranquilamente al avión de delante y se sube a él.
La hélice de la Piper se pone en marcha y el estómago inquieto se me sube a la garganta. Dios… lo estoy haciendo. Mark entra despacio en pista y, cuando el cable se tensa, arrancamos nosotras también, de un tirón. Ya estamos en marcha. Oigo parlotear por la radio que tengo a mi espalda. Creo que es Mark dirigiéndose a la torre, pero no distingo lo que dice. Según va acelerando la Piper, nosotras también. Avanzamos a trompicones y la avioneta que llevamos delante aún no ha despegado. Dios, ¿es que no vamos a elevarnos nunca? De pronto, el estómago se me va de la boca y se me baja en picado a los pies: estamos en el aire.
— ¡Allá vamos, bella! —me grita Santana desde atrás.
Estamos las dos solas, en nuestra burbuja. Solo oigo el viento que nos azota y el zumbido lejano del motor de la Piper.
Me agarro al borde del asiento con las dos manos, tan fuerte que se me ponen blancos los nudillos. Nos dirigimos al oeste, hacia el interior, lejos del sol naciente, ganando altura, dejando atrás campos, bosques, viviendas y la interestatal 95.
Madre mía. Esto es alucinante; por encima de nosotras no hay más que cielo. La luz es extraordinaria, difusa y cálida, y recuerdo las divagaciones de Noah sobre
«la hora mágica», una hora del día que adoran los fotógrafos. Es esta… justo después del amanecer, y yo estoy en ella, con Santana.
De pronto, me acuerdo de la exposición de Noah. Mmm. Tengo que decírselo a Santana. Me pregunto un instante cómo se lo tomará. Pero no voy a preocuparme de eso ahora; estoy disfrutando del viaje. Según vamos ascendiendo, se me taponan los oídos y el suelo queda cada vez más lejos. Qué paz. Entiendo perfectamente por qué le gusta estar aquí arriba. Lejos de la BlackBerry y de toda la presión de su trabajo.
La radio crepita y Mark nos dice que estamos a mil metros de altitud. Joder, eso es muy alto. Miro a tierra y ya no puedo distinguir nada de allá abajo.
—Suéltanos —dice Santana a la radio, y de pronto la Piper desaparece y con ella la sensación de arrastre que nos proporcionaba la avioneta.
Flotamos, flotamos sobre Georgia.
Madre mía, qué emocionante. El planeador se ladea y gira al descender el ala, y nos dirigimos en espiral hacia el sol. Ícaro. Eso es. Vuelo cerca del sol, pero ella está conmigo, y me guía. Me acelero de pensarlo. Describimos una espiral tras otra y las vistas con esta luz del día son espectaculares.
— ¡Agárrate fuerte! —me grita, y volvemos a descender… solo que esta vez no para. De pronto me veo cabeza abajo, mirando al suelo a través de la cubierta de la cabina.
Chillo como una posesa y estiro automáticamente los brazos, apoyando las manos en el plexiglás como para frenar la caída. La oigo reírse. ¡Cabróna! Pero su alegría es contagiosa, y también yo me río cuando endereza el planeador.
— ¡Menos mal que no he desayunado! —le grito.
—Sí, pensándolo bien, menos mal, porque voy a volver a hacerlo.
Desciende en picada una vez más hasta ponernos cabeza abajo. Esta vez, como estoy preparada, me quedo colgando del arnés, y eso me hace reír como una boba. Vuelve a nivelar el planeador.
— ¿A que es precioso? —me grita.
—Sí.
Volamos, planeando majestuosamente por el aire, escuchando el viento y el silencio, a la luz de primera hora de la mañana. ¿Se puede pedir más?
— ¿Ves la palanca de mando que tienes delante? —me grita ahora.
Miro la palanca que vibra entre mis piernas. Oh, no, ¿qué pretenderá que haga?
—Agárrala.
Mierda. Me va a hacer pilotar el planeador. ¡No!
—Vamos, Brittany, agárrala —me insta con mayor vehemencia.
La agarro tímidamente y noto las cabezadas y guiñadas de lo que supongo que son los timones y las palas o lo que sea que mantenga esta cosa en el aire.
—Agárrala fuerte… mantenla firme. ¿Ves el dial de en medio, delante de ti? Que la aguja no se mueva del centro.
Tengo el corazón en la boca. Madre mía. Estoy pilotando un planeador… estoy planeando.
—Buena chica.
Santana parece encantada.
—Me extraña que me dejes tomar el control —grito.
—Te extrañaría saber las cosas que te dejaría hacer, señorita Pierce. Ya sigo yo.
Noto que la palanca se mueve de pronto y la suelto mientras descendemos en espiral varios metros; los oídos se me vuelven a taponar. El suelo está cada vez más cerca y parece que nos vamos a estrellar. Dios… es aterrador.
—BMA, habla BG N Papa Tres Alfa, entrando a favor del viento en pista siete izquierda a hierba, BMA —dice Santana con su tono autoritario de siempre.
La torre le responde por la radio, pero no entiendo lo que dicen. Planeamos de nuevo, describiendo un gran círculo, y vamos aproximándonos a tierra. Veo el campo de aviación, las pistas de aterrizaje, y sobrevolamos de nuevo la interestatal 95.
—Agárrate, bella, que vienen baches.
Después de un círculo más, descendemos y, de repente, tocamos tierra con un breve golpetazo, y nos deslizamos sobre la hierba. Madre mía. Me castañetean los dientes mientras avanzamos dando tumbos a una velocidad alarmante, hasta que por fin nos detenemos. El planeador se bambolea, luego se ladea a la derecha.
Tomo una buena bocanada de aire mientras Santana se agacha y levanta la cubierta de la cabina, baja y se estira.
— ¿Qué tal? —me pregunta, y los ojos le brillan deslumbrante mientras se inclina para desabrocharme.
—Ha sido fantástico. Gracias —susurro.
— ¿Ha sido más? —pregunta, con la voz teñida de esperanza.
—Mucho más —le digo, y sonríe.
—Vamos.
Me tiende la mano y salgo de la cabina.
En cuanto salgo, me agarra y me estrecha contra su cuerpo. Hunde sus manos en mi pelo y tira de ella para echarme la cabeza hacia atrás; desliza la otra mano hasta el final de la espalda. Me besa… un beso largo, vehemente y apasionado, invadiéndome la boca con su lengua. Su respiración se acelera, su ardor, sus pechos… Dios mío, que estamos en medio del campo. Pero me da igual. La engancho del pelo, amarrándola a mí. La deseo, aquí, ahora, en el suelo. Se aparta y me mira; sus ojos se ven ahora oscuros y luminosos a la luz de primera hora, repletos de sensualidad cruda y arrogante. Uau. Me deja sin aliento.
—Desayuno —susurra, haciéndolo sonar deliciosamente erótico.
¿Cómo puede hacer que unos huevos con beicon suenen a fruta prohibida? Es una destreza extraordinaria. Da media vuelta, me coge de la mano y nos dirigimos al coche.
— ¿Y el planeador?
—Ya se ocuparán de el —dice con aire displicente—. Ahora vamos a comer algo.
Su tono no deja lugar a dudas.
¡Comer! Me habla de comida cuando lo único que me apetece de verdad es ella.
—Vamos.
Sonríe.
Nunca la he visto así, y es una auténtica gozada. Me sorprendo caminando a su lado, de la mano, con una sonrisa bobalicona pintada en la cara. Me recuerda a cuando tenía diez años y pasaba el día en Disneylandia con Ray. Era un día perfecto, y me parece que este también lo va a ser.
De nuevo en el coche, mientras volvemos a Savannah por la interestatal 95.
—Me ha gustado que me presentaras a Mark como tu novia —digo.
— ¿No es eso lo que eres? —dice arqueando una ceja.
— ¿Lo soy? Pensé que tú querías una sumisa.
—Quería, Brittany, y quiero. Pero ya te lo he dicho: yo también quiero más.
Madre mía. Empieza a ceder; me invade la esperanza y me deja sin aliento.
—Me alegra mucho que quieras más —susurro.
—Nos proponemos complacer, señorita Pierce.
Sonríe satisfecha mientras nos detenemos en un International House of Pancakes.
—Un IHOP.
Le devuelvo la sonrisa. No me lo puedo creer. ¿Quién iba a decirlo? Santana López en un IHOP.
Son las ocho y media, pero el restaurante está tranquilo. Huele a fritanga dulce y a desinfectante. Uf, no es un aroma tentador. Santana me lleva hasta un cubículo.
—Jamás te habría imaginado en un sitio como este —le digo mientras nos sentamos.
—Mi padre solía traernos a uno de estos siempre que mi madre se iba a un congreso médico. Era nuestro secreto.
Me sonríe con los ojos brillantes, luego coge una carta, pasándose una mano por el cabello alborotado, se lo recoge y le echa un vistazo.
Ah, yo también quiero pasarle las manos por el pelo. Cojo una carta y la examino. Me doy cuenta de que estoy muerta de hambre.
—Yo ya sé lo que quiero —dice con voz grave y ronca.
Alzo la vista y me está mirando de esa forma que me contrae todos los músculos del vientre y me deja sin aliento, sus ojos oscuros y ardientes. Madre mía. Le devuelvo la mirada, con la sangre corriéndome rauda por las venas en respuesta a su llamada.
—Yo quiero lo mismo que tú —susurro.
Inspira hondo.
— ¿Aquí? —me pregunta provocadora arqueando una ceja, con una sonrisa perversa y la punta de la lengua asomando entre los dientes.
Madre mía… sexo en el IHOP. Su expresión cambia, se oscurece.
—No te muerdas el labio —me ordena—. Aquí, no; ahora no. —Su mirada se endurece momentáneamente y, por un instante, lo encuentro deliciosamente peligroso—. Si no puedo hacértelo aquí, no me tientes.
—Hola, soy Leandra. ¿Qué les apetece… tomar… esta mañana…? —farfulla al ver a doña Guapísima enfrente de mí.
Se pone como un tomate y, en el fondo, no me cuesta entenderla, porque a mí sigue produciéndome ese efecto. Su presencia me permite escapar brevemente de la mirada sensual de Santana.
— ¿Brittany? —me pregunta, ignorándola, y dudo que nadie pudiera pronunciar mi nombre de forma más carnal que ella en este momento.
Trago saliva, rezando para no ponerme del mismo color que la pobre Leandra.
—Ya te he dicho que quiero lo mismo que tú —respondo en voz baja, grave, y ella me lanza una mirada voraz.
Uf, la diosa que llevo dentro se desmaya. ¿Estoy preparada para este juego?
Leandra me mira a mí, luego a ella, y después a mí otra vez. Está casi del mismo color que su resplandeciente melena pelirroja.
— ¿Quieren que les deje unos minutos más para decidir?
—No. Sabemos lo que queremos.
En el rostro de Santana se dibuja una sexy sonrisita.
—Vamos a tomar dos tortitas normales con sirope de arce y beicon al lado, dos zumos de naranja, un café cargado con leche desnatada y té inglés, si tenéis — dice Santana sin quitarme los ojos de encima.
—Gracias, señora. ¿Eso es todo? —susurra Leandra, mirando a todas partes menos a nosotras.
Las dos nos volvemos a mirarla y ella se pone otra vez como un tomate y sale corriendo.
— ¿Sabes?, no es justo.
Miro la mesa de formica y trazo dibujitos en ella con el dedo índice, procurando sonar desenfadada.
— ¿Qué es lo que no es justo?
—El modo en que desarmas a la gente. A las mujeres. A mí.
— ¿Te desarmo?
Resoplo.
—Constantemente.
—No es más que el físico, Brittany —dice en tono displicente.
—No, Santana, es mucho más que eso.
Frunce el ceño.
—Tú me desarmas totalmente, señorita Pierce. Por tu inocencia. Que supera cualquier barrera.
— ¿Por eso has cambiado de opinión?
— ¿Cambiado de opinión?
—Sí… sobre… lo nuestro.
Se acaricia la barbilla pensativa con sus largos y hábiles dedos.
—No creo que haya cambiado de opinión en sí. Solo tenemos que redefinir nuestros parámetros, trazar de nuevo los frentes de batalla, por así decirlo. Podemos conseguir que esto funcione, estoy segura. Yo quiero que seas mi sumisa y tenerte en mi cuarto de juegos. Y castigarte cuando incumplas las normas. Lo demás… bueno, creo que se puede discutir. Esos son mis requisitos, señorita Pierce. ¿Qué te parece?
—Entonces, ¿puedo dormir contigo? ¿En tu cama?
— ¿Eso es lo que quieres?
—Sí.
—Pues acepto. Además, duermo muy bien cuando estás conmigo. No tenía ni idea.
Arruga la frente y su voz se apaga.
—Me aterraba que me dejaras si no accedía a todo —susurro.
—No me voy a ir a ninguna parte, Brittany. Además… —Se interrumpe y, después de pensarlo un poco, añade—: Estamos siguiendo tu consejo, tu definición: compromiso. Lo que me dijiste por correo. Y, de momento, a mí me funciona.
—Me encanta que quieras más —murmuro tímidamente.
—Lo sé.
— ¿Cómo lo sabes?
—Confía en mí. Lo sé.
Me sonríe satisfecha. Me oculta algo. ¿Qué?
En ese momento llega Leandra con el desayuno, poniendo fin a nuestra conversación. Me ruge el estómago, recordándome que estoy muerta de hambre.
Santana observa con enojosa complacencia cómo devoro el plato entero.
— ¿Te puedo invitar? —le pregunto.
—Invitar ¿a qué?
—Pagarte el desayuno.
Resopla.
—Me parece que no —suelta con un bufido.
—Por favor. Quiero hacerlo.
Me mira ceñuda.
— ¿Quieres invalidar del todo?
—Este es probablemente el único sitio en el que puedo permitirme pagar.
—Brittany, te agradezco la intención. De verdad. Pero no.
Frunzo los labios.
—No te enfurruñes —me amenaza, con un brillo inquietante en los ojos.
Como era de esperar, no me pregunta la dirección de mi madre. Ya la sabe, como buena acosadora que es. Cuando se detiene frente a la puerta de la casa, no hago ningún comentario. ¿Para qué?
— ¿Quieres entrar? —le pregunto tímidamente.
—Tengo que trabajar, Brittany, pero esta noche vengo. ¿A qué hora?
Hago caso omiso de la desagradable punzada de desilusión. ¿Por qué quiero pasar hasta el último segundo con esta diosa del sexo tan controladora? Ah, sí, porque me he enamorado de ella y sabe volar.
—Gracias… por el más.
—Un placer, Brittany.
Me besa e inhalo su sensual olor a Santana.
—Te veo luego.
—Intenta impedírmelo —me susurra.
Le digo adiós con la mano mientras su coche se pierde en la luz del sol de Georgia. Llevo su sudadera y su ropa interior, y tengo mucho calor.
En la cocina, mi madre está hecha un manojo de nervios. No tiene que agasajar a una multimillonaria todos los días, y está bastante estresada.
— ¿Cómo estás, cariño? —pregunta, y me sonrojo, porque debe de saber lo que estuve haciendo anoche.
—Estoy bien. Santana me ha llevado a planear esta mañana.
Confío en que ese nuevo dato la distraiga.
— ¿A planear? ¿En uno de esos avioncitos sin motor?
Asiento con la cabeza.
—Uau.
Se queda sin habla, toda una novedad en mi madre. Me mira pasmada, pero al final se recupera y retoma la línea de interrogatorio inicial.
— ¿Qué tal anoche? ¿Hablastes?
Dios… Me pongo como un tomate.
—Hablamos… anoche y hoy. La cosa va mejorando.
—Me alegro.
Devuelve su atención a los cuatro libros de cocina que tiene abiertos sobre la mesa.
—Mamá, si quieres cocino yo esta noche.
—Ay, cielo, es un detalle por tu parte, pero quiero hacerlo yo.
—Vale.
Hago una mueca, consciente de que la cocina de mi madre es un poco a lo que salga. Igual ha mejorado desde que se mudó a Savannah con Bob. Hubo un
tiempo en que no me habría atrevido a someter a nadie al suplicio de uno de sus platos, ni siquiera a… a ver, alguien a quien odie… ah, sí, a la señora Robinson, a
Elena. Bueno, quizá a ella sí. ¿Conoceré algún día a esa maldita mujer?
Decido enviarle un breve e-mail de agradecimiento a Santana.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 10:20 EST
Para: Santana López
Asunto: Planear mejor que apalear
A veces sabes cómo hacer pasar un buen rato a una chica.
Gracias.
Britt x
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 10:24 EST
Para: Brittany Pierce
Asunto: Planear mejor que apalear
Prefiero cualquiera de las dos cosas a tus ronquidos. Yo también lo he pasado bien.
Pero siempre lo paso bien cuando estoy contigo.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 10:26 EST
Para: Santana López
Asunto: RONQUIDOS
YO NO RONCO. Y si lo hiciera, no es muy galante por tu parte comentarlo.
¡Qué poco caballeroso, señor López! Además, que sepas que estás en el Profundo Sur.
Britt
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 10:28 EST
Para: Brittany Pierce
Asunto: Somniloquia
Yo nunca he dicho que fuera una dama, Brittany, y creo que te lo he demostrado en numerosas ocasiones. No me intimidan tus mayúsculas CHILLONAS. Pero reconozco que era una mentirijilla piadosa: no, no roncas, pero sí hablas dormida. Y es fascinante. ¿Qué hay de mi beso?
Santana López
Sinvergüenza y presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
Maldita sea. Sé que hablo en sueños. Quinn me lo ha comentado montones de veces. ¿Qué caray habré dicho? Oh, no.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 10:32 EST
Para: Santana López
Asunto: Desembucha
Eres una sinvergüenza y una canalla; de dama, nada, desde luego.
A ver, ¿qué he dicho? ¡No hay besos hasta que me lo cuentes!
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 10:35 EST
Para: Brittany Pierce
Asunto: Bella durmiente parlante
Sería una descortesía por mi parte contártelo; además, ya he recibido mi castigo.
Pero, si te portas bien, a lo mejor te lo cuento esta noche. Tengo que irme a una reunión.
Hasta luego, bella.
Santana López
Sinvergüenza, canalla y presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
¡Genial! Voy a permanecer totalmente incomunicada hasta la noche. Estoy que echo humo. Dios… Supongamos que he dicho en sueños que la odio, o peor aún, que la amo. Uf, espero que no. No estoy preparada para decirle eso, y estoy convencida de que ella no está preparada para oírlo, si es que alguna vez quiere oírlo.
Miro ceñuda el ordenador y decido que, cocine lo que cocine mi madre, voy a hacer pan, para descargar mi frustración amasando.
Mi madre se ha decidido por un gazpacho y bistecs a la barbacoa marinados en aceite de oliva, ajo y limón. A Santana le gusta la carne, y es fácil de hacer. Bob se ha ofrecido voluntario para encargarse de la barbacoa. ¿Qué tendrán los hombres con el fuego?, me pregunto mientras sigo a mi madre por el súper con el carrito de la compra.
Mientras echamos un vistazo a la sección de carnes, me suena el móvil. Rebusco en el bolso, pensando que podría ser Santana. No reconozco el número.
— ¿Diga? —respondo sin aliento.
— ¿Brittany Pierce?
—Sí.
—Soy Elizabeth Morgan, de SIP.
—Ah… hola.
—Llamo para ofrecerte el puesto de ayudante de la señorita Rose. Nos gustaría que empezaras el lunes.
—Uau. Eso es estupendo. ¡Gracias!
— ¿Conoces las condiciones salariales?
—Sí. Sí… bueno, que acepto su propuesta. Me encantaría trabajar para ustedes.
—Fabuloso. Entonces… ¿nos vemos el lunes a las ocho y media?
—Nos vemos. Adiós. Y gracias.
Sonrío feliz a mi madre.
— ¿Tienes trabajo?
Asiento emocionada y ella se pone a chillar y a abrazarme en medio del súper.
— ¡Enhorabuena, cariño! ¡Hay que comprar champán!
Va dando palmas y brincos por los pasillos. ¿Qué tiene, cuarenta y dos años o doce?
Miro el móvil y frunzo el ceño: hay una llamada perdida de Santana. Ella nunca me telefonea. La llamo enseguida.
—Brittany —responde de inmediato.
—Hola —murmuro tímidamente.
—Tengo que volver a Seattle. Ha surgido algo. Voy camino de Hilton Head. Pídele disculpas a tu madre de mi parte, por favor; no puedo ir a cenar.
Parece muy agobiada.
—Nada serio, espero.
—Ha surgido un problema del que debo ocuparme. Te veo mañana. Mandaré a Taylor a recogerte al aeropuerto si no puedo ir yo.
Suena fría. Enfadada. Pero, por primera vez, no pienso automáticamente que es por mi culpa.
—Vale. Espero que puedas resolver el problema. Que tengas un buen vuelo.
—Tú también, bella —me susurra y, con esas palabras, mi Santana vuelve un instante.
Luego cuelga.
Oh, no. El último «problema» con el que tuvo que lidiar fue el de mi virginidad. Dios, espero que no sea nada de eso. Miro a mi madre. Su júbilo anterior se ha transformado en preocupación.
—Es Santana. Tiene que volver a Seattle. Te pide disculpas.
— ¡Vaya! Qué lástima, cariño. Podemos hacer la barbacoa de todas formas. Además, ahora tenemos algo que celebrar: ¡tu nuevo empleo! Tienes que contármelo todo al respecto.
A última hora de la tarde, mamá y yo estamos tumbadas junto a la piscina. Mamá se ha relajado tanto después de saber que la señora Millonetis no viene a cenar que está tendida completamente horizontal. Tirada al sol, empeñada en librarme de mi palidez, pienso en anoche y en el desayuno de hoy. Pienso en Santana y no puedo quitarme la sonrisa tonta de los labios. Vuelve una y otra vez a mi cara, espontánea y desconcertante, cuando recuerdo nuestras varias conversaciones y lo que hicimos… lo que me hizo.
Parece que ha habido un cambio sustancial en la actitud de Santana. Ella lo niega, pero reconoce que está intentando darme más. ¿Qué puede haber cambiado?
¿Qué ha variado entre aquel largo correo que me envió y cuando nos vimos ayer? ¿Qué ha hecho? Me incorporo de pronto y casi tiro el refresco. Cenó con… ella.
Con Elena.
¡Maldita sea!
Se me eriza el vello al caer en la cuenta. ¿Le diría algo ella? Ah… si hubiera podido ser una mosca pegada en la pared durante su cena… Habría caído en su sopa o en su copa de vino para que se atragantara.
— ¿Qué pasa, cielo? —me pregunta mi madre, saliendo de golpe de su sopor.
—Cosas mías, mamá. ¿Qué hora es?
—Serán las seis y media, cariño.
Mmm… no habrá aterrizado aún. ¿Se lo puedo preguntar? ¿Debería preguntárselo? A lo mejor ella no tiene nada que ver. Espero fervientemente que sea así.
¿Qué habré dicho en sueños? Mierda… algún comentario inoportuno cuando soñaba con ella, seguro. Sea lo que sea, o lo que fuera, confío en que ese cambio repentino sea cosa de ella y no se deba a su ex.
Me estoy achicharrando con este maldito calor. Necesito darme otro chapuzón.
Mientras me preparo para acostarme, enciendo el ordenador. No he tenido noticias de Santana. Ni siquiera me ha escrito para decirme si ha llegado bien.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:32 EST
Para: Santana López
Asunto: ¿Has llegado bien?
Querida señora:
Por favor, hazme saber si has llegado bien. Empiezo a preocuparme. Pienso en ti.
Tu Britt x
A los tres minutos, oigo que me entra un correo.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:36
Para: Brittany Pierce
Asunto: Lo siento
Querida señorita Pierce:
He llegado bien; por favor, discúlpeme por no haberle dicho nada. No quiero causarle preocupaciones; me reconforta saber que le importo. Yo también pienso en usted y, como siempre, estoy deseando volver a verla mañana.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
Suspiro. Santana ha vuelto a su habitual corrección.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:40 EST
Para: Santana López
Asunto: El problema
Querida señora López:
Me parece que es más que evidente que me importas mucho. ¿Cómo puedes dudarlo?
Espero que tengas controlado «el problema».
Tu Britt x
P.D.: ¿Me vas a contar lo que dije en sueños?
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:45
Para: Brittany Pierce
Asunto: Me acojo a la Quinta Enmienda
Querida señorita Pierce:
Me encanta saber que le importo tanto. «El problema» aún no se ha resuelto.
En cuanto a su posdata, la respuesta es no.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:48 EST
Para: Santana López
Asunto: Alego locura transitoria
Espero que fuera divertido, pero que sepas que no me responsabilizo de lo que pueda salir por mi boca mientras estoy inconsciente. De hecho, probablemente me oyeras mal.
A una mujer de tu avanzada edad sin duda le falla un poco el oído.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:52
Para: Brittany Pierce
Asunto: Me declaro culpable
Querida señorita Pierce:
Perdone, ¿podría hablarme más alto? No la oigo.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:54 EST
Para: Santana López
Asunto: Alego de nuevo locura transitoria
Me estás volviendo loca.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:59
Para: Brittany Pierce
Asunto: Eso espero…
Querida señorita Pierce:
Eso es precisamente lo que me proponía hacer el viernes por la noche. Lo estoy deseando. ;)
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 23:02 EST
Para: Santana López
Asunto: Grrrrrr
Que sepas que estoy furiosa contigo.
Buenas noches.
Señorita B. Pierce
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 20:05
Para: Brittany Pierce
Asunto: Gata salvaje
¿Me está sacando las uñas, señorita Pierce?
Yo también tengo gato para defenderme.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
¿Que también tiene gato? Nunca he visto un gato en su casa. No, no le voy a contestar. Cómo me exaspera a veces… De cincuenta mil maneras distintas. Me meto en la cama y me quedo tumbada mirando furiosa al techo mientras mis ojos se adaptan a la oscuridad. Oigo que me entra otro correo.
No, ni hablar. No, no voy a mirarlo. ¡Agh…! Soy tan boba que no puedo resistirme al hechizo de las palabras de Santana López.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 20:20
Para: Brittany Pierce
Asunto: Lo que dijiste en sueños
Brittany:
Preferiría oírte decir en persona lo que te oí decir cuando dormías, por eso no quiero contártelo. Vete a la cama. Más vale que mañana estés descansada para lo que te tengo preparado.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
Oh, no… ¿Qué dije? Seguro que es tan malo como pienso
Parte I - Capítulo 24
Santana está en una jaula con barrotes de acero. Lleva sus vaqueros gastados y rajados, un sujetado de encaje negro y los pies deliciosamente desnudos, y me mira fijamente. Tiene grabada en su hermoso rostro esa sonrisa suya de saber algo que los demás no saben, y sus ojos son de un marrón intenso. En las manos lleva un cuenco de fresas.
Se acerca con elegancia al frente de la jaula, mirándome fijamente. Coge una fresa grande y madura y saca la mano por entre los barrotes.
—Come —me dice, sus labios acariciando cada sonido de la palabra.
Intento acercarme a ella, pero estoy atada, una fuerza invisible me retiene sujetándome por la muñeca. Suéltame.
—Ven, come —dice, regalándome una de sus deliciosas sonrisas de medio lado.
Tiro y tiro… ¡suéltame! Quiero chillar y gritar, pero no me sale ningún sonido. Estoy muda. Santana estira un poco más el brazo y la fresa me roza los labios.
—Come, Brittany.
Su boca pronuncia mi nombre alargando de forma sensual cada sílaba.
Abro la boca y muerdo, la jaula desaparece y dejo de estar atada. Alargo la mano para acariciarla, pasear los dedos por sus voluminosos, redondos y perfectos pechos.
—Brittany.
No… Gimo.
—Vamos, bella.
No… Quiero acariciarte.
—Despierta.
No. Por favor… Abro a regañadientes los ojos una décima de segundo. Estoy en la cama y alguien me besuquea la oreja.
—Despierta, bella —me susurra, y el efecto de su voz dulce se extiende como caramelo caliente por mis venas.
Es Santana. Dios… aún es de noche, y el recuerdo de mi sueño persiste, desconcertante y tentador, en mi cabeza.
—Ay, nooo… —protesto.
Quiero volver a sus pechos, a mi sueño. ¿Por qué me despierta? Es de madrugada, o eso parece. Madre mía. ¿No querrá sexo ahora?
—Es hora de levantarse, bella. Voy a encender la lamparita —me dice en voz baja.
—No —protesto de nuevo.
—Quiero perseguir el amanecer contigo —dice besándome la cara, los párpados, la punta de la nariz, la boca, y entonces abro los ojos. La lamparita está encendida—. Buenos días, preciosa —murmura.
Protesto, y ella sonríe.
—No eres muy madrugadora —susurra.
Deslumbrada por la luz, entreabro los ojos y veo a Santana inclinado sobre mí, sonriendo. Divertida. Divertida conmigo. ¡Vestida! De negro.
—Pensé que querías sexo —me quejo.
—Brittany, yo siempre quiero sexo contigo. Reconforta saber que a ti te pasa lo mismo —dice con sequedad.
La miro mientras mis ojos se adaptan a la luz y aún la veo risueña… menos mal.
—Pues claro que sí, solo que no tan tarde.
—No es tarde, es temprano. Vamos, levanta. Vamos a salir. Te tomo la palabra con lo del sexo.
—Estaba teniendo un sueño tan bonito —gimoteo.
— ¿Con qué soñabas? —pregunta paciente.
—Contigo.
Me ruborizo.
— ¿Qué hacía esta vez?
—Intentabas darme de comer fresas.
En sus labios se dibuja un conato de sonrisa.
—El doctor Flynn tendría para rato con eso. Levanta, vístete. No te molestes en ducharte, ya lo haremos luego.
¡Lo haremos!
Me incorporo y la sábBritt resbala hasta mi cintura, dejando al descubierto mi cuerpo. Ella se levanta para dejarme salir de la cama y me mira con deseo.
— ¿Qué hora es?
—Las cinco y media de la mañana.
—Pues parece que sean las tres.
—No tenemos mucho tiempo. Te he dejado dormir todo lo posible. Vamos.
— ¿No puedo ducharme?
Suspira.
—Si te duchas, voy a querer ducharme contigo, y tú y yo sabemos lo que pasará, que se nos irá el día. Vamos.
Está emocionada. Su rostro resplandece de ilusión y nerviosismo, como la de una niña. Me hace sonreír.
— ¿Qué vamos a hacer?
—Es una sorpresa. Ya te lo he dicho.
No puedo evitar mirarla con una amplia sonrisa.
—Vale.
Salgo de la cama y busco mi ropa, que, cómo no, está perfectamente doblada en la silla que hay junto a la cama. Además, me ha dejado una de sus bragas de algodón, de victoria secret, nada menos. Me las pongo, y me sonríe. Mmm, otra prenda íntima de Santana López, otro trofeo más que añadir a mi colección, junto con el coche, la BlackBerry, el Mac, su chaqueta negra y un juego de valiosos incunables. Cabeceo al pensar en su generosidad, y frunzo el ceño cuando me viene a la mente una escena de Tess: la de las fresas. Me recuerda a mi sueño. Al infierno el doctor Flynn, hasta Freud tendría para rato con eso, y luego probablemente moriría intentando desentrañar a mi Cincuenta Sombras.
—Te dejo tranquila un rato ahora que ya te has levantado.
Santana se va al salón y yo voy al baño. Tengo necesidades que atender y quiero lavarme un poco. Siete minutos después estoy en el salón, aseada, peinada y vestida con mis vaqueros, mi blusa y la ropa interior de Santana López. Santana me mira desde la mesita de comedor en la que está desayunando. ¡Desayunando!
A estas horas.
—Come —dice.
Madre mía… mi sueño. Me le quedo mirando, recordando sus labios y su lengua al pronunciar mi nombre. Mmm, esa lengua experimentada…
—Brittany —me dice muy seria, sacándome de mi ensoñación.
Realmente es demasiado temprano para mí. ¿Cómo manejo esta situación?
—Tomaré un poco de té. ¿Me puedo llevar un cruasán para luego?
Me mira con recelo y le sonrío con ternura.
—No me agües la fiesta, Brittany —me advierte en voz baja.
—Comeré algo luego, cuando se me haya despertado el estómago. Hacia las siete y media, ¿vale?
—Vale.
Y me lanza una miradita suspicaz.
En serio… Tengo que esforzarme mucho para no ponerle mala cara.
—Me dan gBritts de ponerte los ojos en blanco.
—Por favor, no te cortes, alégrame el día —me dice muy seria.
Miro al techo.
—Bueno, unos azotes me despertarían, supongo.
Frunzo los labios en silenciosa actitud pensativa.
Santana se queda boquiabierta.
—Por otra parte, no quiero que te calientes y te molestes por mí. El ambiente ya está bastante caldeado aquí.
Me encojo de hombros con aire indiferente.
Santana cierra la boca y se esfuerza en vano por parecer disgustada. Veo asomar la sonrisa al fondo de sus ojos.
—Como de costumbre, es usted muy difícil, señorita Pierce. Bébete el té.
Veo la etiqueta de Twinings y se me alegra el corazón. ¿Ves?, sí que le importas, me dice por lo bajo mi subconsciente. Me siento y la miro, embebiéndome de su belleza. ¿Alguna vez me saciaré de esta mujer?
Cuando salimos de la habitación, Santana me lanza una sudadera.
—La vas a necesitar.
La miro perpleja.
—Confía en mí.
Sonríe, se inclina y me da un beso rápido en los labios, luego me coge de la mano y nos vamos.
Fuera, al relativo frío de la tenue luz que precede al alba, el aparca coches le entrega a Santana las llaves de un coche deportivo de capota de lona. Miro arqueando una ceja a Santana, y ella me sonríe satisfecha.
—A veces es genial que sea quien soy, ¿eh? —dice con una sonrisa cómplice que no puedo evitar emular.
Cuando está contenta y relajada, es un encanto. Me abre la puerta con una reverencia exagerada y subo. Está de excelente humor.
— ¿Adónde vamos?
—Ya lo verás.
Sonriente, arranca el coche y salimos a Savannah Parkway. Programa el GPS, luego pulsa un botón en el volante y una pieza clásica orquestal inunda el vehículo.
— ¿Qué es? —pregunto mientras el sonido dulcísimo de un centenar de violines nos envuelve.
—Es de La Traviata, una ópera de Verdi.
Madre mía, es preciosa.
— ¿La Traviata? He oído hablar de ella, pero no sé dónde. ¿Qué significa?
Santana me mira de reojo y sonríe.
—Bueno, literalmente, «la descarriada». Está basada en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas.
—Ah, la he leído.
—Lo suponía.
—La desgraciada cortesBritt. —Me estremezco incómoda en el mullido asiento de cuero. ¿Intenta decirme algo?—. Mmm, es una historia deprimente — murmuro.
— ¿Demasiado deprimente? ¿Quieres poner otra cosa? Está sonando en el iPod.
Santana exhibe otra vez su sonrisa secreta.
No veo el iPod por ninguna parte. Toca la pantalla del panel de mandos que hay entre las dos y, tachán, aparece la lista de temas.
—Elige tú.
Esboza una sonrisa y sé de inmediato que es un desafío.
El iPod de Santana López… esto va a ser interesante. Me muevo por la pantalla y encuentro la canción perfecta. Le doy al «Play». Jamás habría imaginado que ella pudiera ser fan de Britney. El ritmo electrónico y bailable nos sobresalta, y Santana baja el volumen. Igual es demasiado temprano para esto: Britney en su faceta más sensual.
—Con que «Toxic», ¿eh? —sonríe Santana.
—No sé por qué lo dices —respondo haciéndome la inocente.
Baja un poco más la música y, en mi interior, me abrazo a mí misma. La diosa que llevo dentro se ha subido al podio y espera su medalla de oro. Ha bajado la música. ¡Victoria!
—Yo no he puesto esa canción en mi iPod —dice en tono despreocupado, y pisa tan fuerte el pedal que, cuando el coche acelera por la autovía, me voy hacia atrás en el asiento.
¿Qué? La muy gilipolla sabe bien lo que hace. ¿Quién la ha puesto? Y encima tengo que seguir oyendo a Britney, que parece que no va a callarse nunca. ¿Quién, quién?
Termina la canción y el iPod, en modo aleatorio, pasa a un tema tristón de Damien Rice. ¿Quién? ¿Quién? Miro por la ventanilla, con el estómago revuelto.
¿Quién?
—Fue Leila —responde a mis pensamientos no manifiestos.
¿Cómo lo hace?
— ¿Leila?
—Una ex, ella puso la canción en el iPod.
Damien gorjea de fondo y yo me quedo pasmada. Una ex… ¿ex sumisa? Una ex…
— ¿Una de las quince?
—Sí.
— ¿Qué le pasó?
—Lo dejamos.
— ¿Por qué?
Oh, Dios. Es demasiado temprano para esta clase de conversación. Pero parece relajada, hasta feliz, y lo que es más, habladora.
—Quería más.
Su voz suena profunda, introspectiva incluso, y deja la frase suspendida entre las dos, terminándola de nuevo con esa poderosa palabrita.
— ¿Y tú no? —le suelto antes de poder activar mi filtro de pensamientos.
Mierda, ¿acaso quiero saberlo?
Niega con la cabeza.
—Yo nunca he querido más, hasta que te conocí a ti.
Doy un respingo, anonadada. ¿No es eso lo que yo quiero? ¡Ella también quiere más! ¡Quiere más! La diosa que llevo dentro se ha bajado del podio de un salto mortal y se ha puesto a dar volteretas laterales por todo el estadio. No soy solo yo.
— ¿Qué pasó con las otras catorce? —pregunto.
Venga, está hablando, aprovéchate.
— ¿Quieres una lista? ¿Divorciada, decapitada, muerta?
—No eres La Condesa Sangrienta.
—Vale. Sin seguir ningún orden en particular, solo he tenido relaciones largas con cuatro mujeres, aparte de Elena.
— ¿Elena?
—Para ti, la señora Robinson.
Esboza esa sonrisa suya del que sabe algo que los demás ignoran.
¡Elena! Vaya. La malvada tiene nombre, y de resonancias exóticas. De pronto imagino a una espléndida vampiresa de piel clara, pelo negro como el azabache y labios de un rojo rubí, y sé que es hermosa. No debo obsesionarme. No debo obsesionarme.
— ¿Qué fue de esas cuatro? —pregunto para distraer mi mente.
—Qué inquisitiva, qué ávida de información, señorita Pierce —me reprende en tono burlón.
—Mira quién habla, doña Cuándo-te-toca-la-regla.
—Brittany, debo saber.
— ¿Ah, sí?
—Yo sí.
— ¿Por qué?
—Para saber si se sincronizo y porque no quiero que te quedes embarazada — dice de forma juguetona. Un hijo con Santana quisiera pero es imposible.
— ¡Ni yo quiero quedarme! Bueno, al menos hasta dentro de unos años, aunque tú no me puedes dejar embarazada con tu dedos. Y suelto una carcajada.
Santana parpadea perpleja, luego se relaja visiblemente. Vale. Santana no quiere tener hijos. ¿Solo ahora o nunca? Me tiene alucinada su súbito arranque de sinceridad sin precedentes. ¿Será por el madrugón? ¿El agua de Georgia? ¿El aire de este estado? ¿Qué más quiero saber? Carpe diem.
—Bueno, ¿qué pasó entonces con las otras cuatro? —pregunto.
—Una conoció a otra. Las otras tres querían… más. A mí entonces no me apetecía más.
— ¿Y las demás? —insisto.
Me mira un instante y niega con la cabeza.
—No salió bien.
Vaya, un montón de información que procesar. Miro por el retrovisor del coche y detecto el suave crescendo de rosas y aguamarina en el cielo a nuestra espalda.
El amanecer nos sigue.
— ¿Adónde vamos? —pregunto, perpleja. Estamos en la interestatal 95 y nos dirigimos hacia el sur, es lo único que sé.
—Vamos a un campo de aviación.
—No iremos a volver a Seattle, ¿verdad? —digo alarmada.
No me he despedido de mi madre. Y además nos espera para cenar.
Se echa a reír.
—No, Brittany, vamos a disfrutar de mi segundo pasatiempo favorito.
— ¿Segundo? —la miro ceñuda.
—Sí. Esta mañana te he dicho cuál era mi favorito.
Contemplo su magnífico perfil, ceñuda, devanándome los sesos.
—Disfrutar de ti, señorita Pierce. Eso es lo primero de mi lista. De todas las formas posibles. Ah.
—Sí, también yo lo tengo en mi lista de perversiones favoritas —murmuro ruborizándome.
—Me complace saberlo —responde con sequedad.
— ¿A un campo de aviación, dices?
Me sonríe.
—Vamos a planear.
El término me suena vagamente. Me lo ha mencionado antes.
—Vamos a perseguir el amanecer, Brittany.
Se vuelve y me sonríe mientras el GPS la insta a girar a la derecha hacia lo que parece un complejo industrial. Se detiene a la puerta de un gran edificio blanco con un rótulo que reza BRUNSWICK SOARING ASSOCIATION.
¡Vuelo sin motor! ¿Es lo que vamos a hacer?
Santana apaga el motor.
— ¿Estás preparada para esto? —pregunta.
— ¿Pilotas tú?
—Sí.
— ¡Sí, por favor!
No titubeo. Sonríe, se inclina y me besa.
—Otra primera vez, señorita Pierce —dice mientras sale del coche.
¿Primera vez? ¿Cómo que primera? La primera vez que pilota un planeador… ¡mierda! No, dice que ya lo ha hecho antes. Me relajo. Rodea el coche y me abre la puerta. El cielo ha adquirido un sutil tono opalescente, reluce y resplandece suavemente tras las esporádicas nubes de aspecto infantil. El amanecer se nos echa encima.
Cogiéndome de la mano, Santana me lleva por detrás del edificio hasta una gran zona asfaltada donde hay aparcados varios aviones. Junto a ellos hay un hombre de cabeza rapada y mirada huraña, acompañado de Taylor.
¡Taylor! ¿Es que Santana no va a ninguna parte sin él? Le dedico una sonrisa de oreja a oreja y él me la devuelve, amable.
—Señora López, este es su piloto de remolque, el señor Mark Benson —dice Taylor.
Santana y Benson se dan la mano e inician una conversación que suena muy técnica acerca de velocidad del viento, direcciones y cosas por el estilo.
—Hola, Taylor —digo tímidamente.
—Señorita Pierce. —Me saluda con la cabeza y yo frunzo el ceño—. Britt —rectifica—Ha estado de un humor de perros estos últimos días. Me alegro de que estemos aquí —me dice en tono conspirador.
Vaya, esto es nuevo. ¿Por qué? ¡No será por mí! ¡Jueves de revelaciones! Debe de haber algo en el agua de Savannah que les suelta la lengua a esta gente.
—Brittany —me llama Santana—. Ven.
Me tiende la mano.
—Hasta luego.
Sonrío a Taylor, quien, tras un rápido gesto de despedida vuelve al aparcamiento.
—Señor Benson, esta es mi novia, Brittany Pierce.
—Encantado de conocerlo —murmuro mientras nos damos la mano.
Benson me dedica una espléndida sonrisa.
—Igualmente —dice, y distingo por su acento que es británico.
Le doy la mano a Santana y noto que se me agarran los nervios al estómago. ¡Uau, vamos a hacer vuelo sin motor! Cruzamos con Mark Benson la zona asfaltada hasta la pista. Santana y el siguen hablando. Yo capto lo esencial. Vamos a ir en un Blanik L-23, que, por lo visto, es mejor que el L-13, aunque esto es discutible. Benson pilotará una Piper Pawnee. Lleva ya unos cinco años pilotando planeadores. No entiendo nada, pero mirar a Santana y verla tan animada, tan en su elemento, es todo un placer.
El avión en cuestión es alargado, de líneas puras, y blanco con rayas naranjas. Tiene una pequeña cabina con dos asientos, uno delante del otro. Está sujeto mediante un largo cable blanco a un avión convencional pequeño de una sola hélice. Benson levanta la cubierta cóncava de plexiglás que enmarca la cabina para que podamos subir.
—Primero hay que ponerse los paracaídas.
¡Paracaídas!
—Ya lo hago yo —lo interrumpe Santana, y le coge los arneses a Benson, que le sonríe amable.
—Voy a por el lastre —dice Benson, y se dirige al avión.
—Te gusta atarme a cosas —observo con sequedad.
—Señorita Pierce, no tiene usted ni idea. Toma, mete brazos y piernas por las correas.
Hago lo que me dice, apoyándome en su hombro. Santana se pone algo rígida, pero no se mueve. En cuanto he metido las piernas por las correas, me sube el paracaídas y meto los brazos por las de los hombros. Con destreza, me abrocha los arneses y aprieta todas las correas.
—Hala, ya estás —dice con aire tranquila, pero le brillan los ojos—. ¿Llevas la goma del pelo de ayer?
Asiento.
— ¿Quieres que me recoja el pelo?
—Sí.
Hago enseguida lo que me pide.
—Venga, adentro —me ordena.
Tan mandona como siempre… Me dispongo a sentarme atrás.
—No, delante. El piloto va detrás.
—Pero ¿verás algo?
—Veré lo suficiente. —Sonríe.
Creo que nunca la había visto tan contenta, mandona pero contenta. Subo y me instalo en el asiento de cuero. Para mi sorpresa, es muy cómodo. Santana se inclina hacia delante, me echa el arnés por los hombros, busca entre mis piernas el cinturón inferior y lo encaja en el que descansa sobre mi vientre. Aprieta todas las correas de sujeción.
—Mmm, dos veces en la misma mañana; soy una mujer con suerte —susurra, y me besa deprisa—. No va a durar mucho: veinte, treinta minutos a lo sumo. Las masas de aire no son muy buenas a esta hora de la mañana, pero las vistas desde allá arriba son impresionantes. Espero que no estés nerviosa.
—Emocionada.
Le dedico una sonrisa radiante.
¿De dónde ha salido esa sonrisa tan ridícula? En realidad, una parte de mí está aterrada. La diosa que llevo dentro se ha escondido bajo la manta detrás del sofá.
—Bien.
Me devuelve la sonrisa, acariciándome la cara, y luego desaparece de mi vista.
La oigo y la siento instalarse a mi espalda. Me ha atado tan fuerte que no puedo ni volverme a mirarla, claro… ¡Típico! Estamos casi a ras de suelo. Delante de mí hay un panel de indicadores y palancas, y una especie de manubrio grande que dejo bien quietecito.
Aparece Mark Benson, sonriente, comprueba mis correas, se inclina hacia delante y mira algo en el suelo de la cabina. Creo que es el lastre.
—Muy bien, todo en orden. ¿Es la primera vez? —me pregunta.
—Sí.
—Te va a encantar.
—Gracias, señor Benson.
—Llámame Mark. —Se vuelve hacia Santana—. ¿Todo bien?
—Sí. Vamos.
Me alegro de no haber comido nada. Estoy nerviosísima y dudo que a mi estómago le apeteciera mucho mezclar comida, nervios y paseo por los aires. Una vez más, me pongo en las manos expertas de esta hermosa mujer. Mark baja la cubierta de la cabina, se dirige tranquilamente al avión de delante y se sube a él.
La hélice de la Piper se pone en marcha y el estómago inquieto se me sube a la garganta. Dios… lo estoy haciendo. Mark entra despacio en pista y, cuando el cable se tensa, arrancamos nosotras también, de un tirón. Ya estamos en marcha. Oigo parlotear por la radio que tengo a mi espalda. Creo que es Mark dirigiéndose a la torre, pero no distingo lo que dice. Según va acelerando la Piper, nosotras también. Avanzamos a trompicones y la avioneta que llevamos delante aún no ha despegado. Dios, ¿es que no vamos a elevarnos nunca? De pronto, el estómago se me va de la boca y se me baja en picado a los pies: estamos en el aire.
— ¡Allá vamos, bella! —me grita Santana desde atrás.
Estamos las dos solas, en nuestra burbuja. Solo oigo el viento que nos azota y el zumbido lejano del motor de la Piper.
Me agarro al borde del asiento con las dos manos, tan fuerte que se me ponen blancos los nudillos. Nos dirigimos al oeste, hacia el interior, lejos del sol naciente, ganando altura, dejando atrás campos, bosques, viviendas y la interestatal 95.
Madre mía. Esto es alucinante; por encima de nosotras no hay más que cielo. La luz es extraordinaria, difusa y cálida, y recuerdo las divagaciones de Noah sobre
«la hora mágica», una hora del día que adoran los fotógrafos. Es esta… justo después del amanecer, y yo estoy en ella, con Santana.
De pronto, me acuerdo de la exposición de Noah. Mmm. Tengo que decírselo a Santana. Me pregunto un instante cómo se lo tomará. Pero no voy a preocuparme de eso ahora; estoy disfrutando del viaje. Según vamos ascendiendo, se me taponan los oídos y el suelo queda cada vez más lejos. Qué paz. Entiendo perfectamente por qué le gusta estar aquí arriba. Lejos de la BlackBerry y de toda la presión de su trabajo.
La radio crepita y Mark nos dice que estamos a mil metros de altitud. Joder, eso es muy alto. Miro a tierra y ya no puedo distinguir nada de allá abajo.
—Suéltanos —dice Santana a la radio, y de pronto la Piper desaparece y con ella la sensación de arrastre que nos proporcionaba la avioneta.
Flotamos, flotamos sobre Georgia.
Madre mía, qué emocionante. El planeador se ladea y gira al descender el ala, y nos dirigimos en espiral hacia el sol. Ícaro. Eso es. Vuelo cerca del sol, pero ella está conmigo, y me guía. Me acelero de pensarlo. Describimos una espiral tras otra y las vistas con esta luz del día son espectaculares.
— ¡Agárrate fuerte! —me grita, y volvemos a descender… solo que esta vez no para. De pronto me veo cabeza abajo, mirando al suelo a través de la cubierta de la cabina.
Chillo como una posesa y estiro automáticamente los brazos, apoyando las manos en el plexiglás como para frenar la caída. La oigo reírse. ¡Cabróna! Pero su alegría es contagiosa, y también yo me río cuando endereza el planeador.
— ¡Menos mal que no he desayunado! —le grito.
—Sí, pensándolo bien, menos mal, porque voy a volver a hacerlo.
Desciende en picada una vez más hasta ponernos cabeza abajo. Esta vez, como estoy preparada, me quedo colgando del arnés, y eso me hace reír como una boba. Vuelve a nivelar el planeador.
— ¿A que es precioso? —me grita.
—Sí.
Volamos, planeando majestuosamente por el aire, escuchando el viento y el silencio, a la luz de primera hora de la mañana. ¿Se puede pedir más?
— ¿Ves la palanca de mando que tienes delante? —me grita ahora.
Miro la palanca que vibra entre mis piernas. Oh, no, ¿qué pretenderá que haga?
—Agárrala.
Mierda. Me va a hacer pilotar el planeador. ¡No!
—Vamos, Brittany, agárrala —me insta con mayor vehemencia.
La agarro tímidamente y noto las cabezadas y guiñadas de lo que supongo que son los timones y las palas o lo que sea que mantenga esta cosa en el aire.
—Agárrala fuerte… mantenla firme. ¿Ves el dial de en medio, delante de ti? Que la aguja no se mueva del centro.
Tengo el corazón en la boca. Madre mía. Estoy pilotando un planeador… estoy planeando.
—Buena chica.
Santana parece encantada.
—Me extraña que me dejes tomar el control —grito.
—Te extrañaría saber las cosas que te dejaría hacer, señorita Pierce. Ya sigo yo.
Noto que la palanca se mueve de pronto y la suelto mientras descendemos en espiral varios metros; los oídos se me vuelven a taponar. El suelo está cada vez más cerca y parece que nos vamos a estrellar. Dios… es aterrador.
—BMA, habla BG N Papa Tres Alfa, entrando a favor del viento en pista siete izquierda a hierba, BMA —dice Santana con su tono autoritario de siempre.
La torre le responde por la radio, pero no entiendo lo que dicen. Planeamos de nuevo, describiendo un gran círculo, y vamos aproximándonos a tierra. Veo el campo de aviación, las pistas de aterrizaje, y sobrevolamos de nuevo la interestatal 95.
—Agárrate, bella, que vienen baches.
Después de un círculo más, descendemos y, de repente, tocamos tierra con un breve golpetazo, y nos deslizamos sobre la hierba. Madre mía. Me castañetean los dientes mientras avanzamos dando tumbos a una velocidad alarmante, hasta que por fin nos detenemos. El planeador se bambolea, luego se ladea a la derecha.
Tomo una buena bocanada de aire mientras Santana se agacha y levanta la cubierta de la cabina, baja y se estira.
— ¿Qué tal? —me pregunta, y los ojos le brillan deslumbrante mientras se inclina para desabrocharme.
—Ha sido fantástico. Gracias —susurro.
— ¿Ha sido más? —pregunta, con la voz teñida de esperanza.
—Mucho más —le digo, y sonríe.
—Vamos.
Me tiende la mano y salgo de la cabina.
En cuanto salgo, me agarra y me estrecha contra su cuerpo. Hunde sus manos en mi pelo y tira de ella para echarme la cabeza hacia atrás; desliza la otra mano hasta el final de la espalda. Me besa… un beso largo, vehemente y apasionado, invadiéndome la boca con su lengua. Su respiración se acelera, su ardor, sus pechos… Dios mío, que estamos en medio del campo. Pero me da igual. La engancho del pelo, amarrándola a mí. La deseo, aquí, ahora, en el suelo. Se aparta y me mira; sus ojos se ven ahora oscuros y luminosos a la luz de primera hora, repletos de sensualidad cruda y arrogante. Uau. Me deja sin aliento.
—Desayuno —susurra, haciéndolo sonar deliciosamente erótico.
¿Cómo puede hacer que unos huevos con beicon suenen a fruta prohibida? Es una destreza extraordinaria. Da media vuelta, me coge de la mano y nos dirigimos al coche.
— ¿Y el planeador?
—Ya se ocuparán de el —dice con aire displicente—. Ahora vamos a comer algo.
Su tono no deja lugar a dudas.
¡Comer! Me habla de comida cuando lo único que me apetece de verdad es ella.
—Vamos.
Sonríe.
Nunca la he visto así, y es una auténtica gozada. Me sorprendo caminando a su lado, de la mano, con una sonrisa bobalicona pintada en la cara. Me recuerda a cuando tenía diez años y pasaba el día en Disneylandia con Ray. Era un día perfecto, y me parece que este también lo va a ser.
De nuevo en el coche, mientras volvemos a Savannah por la interestatal 95.
—Me ha gustado que me presentaras a Mark como tu novia —digo.
— ¿No es eso lo que eres? —dice arqueando una ceja.
— ¿Lo soy? Pensé que tú querías una sumisa.
—Quería, Brittany, y quiero. Pero ya te lo he dicho: yo también quiero más.
Madre mía. Empieza a ceder; me invade la esperanza y me deja sin aliento.
—Me alegra mucho que quieras más —susurro.
—Nos proponemos complacer, señorita Pierce.
Sonríe satisfecha mientras nos detenemos en un International House of Pancakes.
—Un IHOP.
Le devuelvo la sonrisa. No me lo puedo creer. ¿Quién iba a decirlo? Santana López en un IHOP.
Son las ocho y media, pero el restaurante está tranquilo. Huele a fritanga dulce y a desinfectante. Uf, no es un aroma tentador. Santana me lleva hasta un cubículo.
—Jamás te habría imaginado en un sitio como este —le digo mientras nos sentamos.
—Mi padre solía traernos a uno de estos siempre que mi madre se iba a un congreso médico. Era nuestro secreto.
Me sonríe con los ojos brillantes, luego coge una carta, pasándose una mano por el cabello alborotado, se lo recoge y le echa un vistazo.
Ah, yo también quiero pasarle las manos por el pelo. Cojo una carta y la examino. Me doy cuenta de que estoy muerta de hambre.
—Yo ya sé lo que quiero —dice con voz grave y ronca.
Alzo la vista y me está mirando de esa forma que me contrae todos los músculos del vientre y me deja sin aliento, sus ojos oscuros y ardientes. Madre mía. Le devuelvo la mirada, con la sangre corriéndome rauda por las venas en respuesta a su llamada.
—Yo quiero lo mismo que tú —susurro.
Inspira hondo.
— ¿Aquí? —me pregunta provocadora arqueando una ceja, con una sonrisa perversa y la punta de la lengua asomando entre los dientes.
Madre mía… sexo en el IHOP. Su expresión cambia, se oscurece.
—No te muerdas el labio —me ordena—. Aquí, no; ahora no. —Su mirada se endurece momentáneamente y, por un instante, lo encuentro deliciosamente peligroso—. Si no puedo hacértelo aquí, no me tientes.
—Hola, soy Leandra. ¿Qué les apetece… tomar… esta mañana…? —farfulla al ver a doña Guapísima enfrente de mí.
Se pone como un tomate y, en el fondo, no me cuesta entenderla, porque a mí sigue produciéndome ese efecto. Su presencia me permite escapar brevemente de la mirada sensual de Santana.
— ¿Brittany? —me pregunta, ignorándola, y dudo que nadie pudiera pronunciar mi nombre de forma más carnal que ella en este momento.
Trago saliva, rezando para no ponerme del mismo color que la pobre Leandra.
—Ya te he dicho que quiero lo mismo que tú —respondo en voz baja, grave, y ella me lanza una mirada voraz.
Uf, la diosa que llevo dentro se desmaya. ¿Estoy preparada para este juego?
Leandra me mira a mí, luego a ella, y después a mí otra vez. Está casi del mismo color que su resplandeciente melena pelirroja.
— ¿Quieren que les deje unos minutos más para decidir?
—No. Sabemos lo que queremos.
En el rostro de Santana se dibuja una sexy sonrisita.
—Vamos a tomar dos tortitas normales con sirope de arce y beicon al lado, dos zumos de naranja, un café cargado con leche desnatada y té inglés, si tenéis — dice Santana sin quitarme los ojos de encima.
—Gracias, señora. ¿Eso es todo? —susurra Leandra, mirando a todas partes menos a nosotras.
Las dos nos volvemos a mirarla y ella se pone otra vez como un tomate y sale corriendo.
— ¿Sabes?, no es justo.
Miro la mesa de formica y trazo dibujitos en ella con el dedo índice, procurando sonar desenfadada.
— ¿Qué es lo que no es justo?
—El modo en que desarmas a la gente. A las mujeres. A mí.
— ¿Te desarmo?
Resoplo.
—Constantemente.
—No es más que el físico, Brittany —dice en tono displicente.
—No, Santana, es mucho más que eso.
Frunce el ceño.
—Tú me desarmas totalmente, señorita Pierce. Por tu inocencia. Que supera cualquier barrera.
— ¿Por eso has cambiado de opinión?
— ¿Cambiado de opinión?
—Sí… sobre… lo nuestro.
Se acaricia la barbilla pensativa con sus largos y hábiles dedos.
—No creo que haya cambiado de opinión en sí. Solo tenemos que redefinir nuestros parámetros, trazar de nuevo los frentes de batalla, por así decirlo. Podemos conseguir que esto funcione, estoy segura. Yo quiero que seas mi sumisa y tenerte en mi cuarto de juegos. Y castigarte cuando incumplas las normas. Lo demás… bueno, creo que se puede discutir. Esos son mis requisitos, señorita Pierce. ¿Qué te parece?
—Entonces, ¿puedo dormir contigo? ¿En tu cama?
— ¿Eso es lo que quieres?
—Sí.
—Pues acepto. Además, duermo muy bien cuando estás conmigo. No tenía ni idea.
Arruga la frente y su voz se apaga.
—Me aterraba que me dejaras si no accedía a todo —susurro.
—No me voy a ir a ninguna parte, Brittany. Además… —Se interrumpe y, después de pensarlo un poco, añade—: Estamos siguiendo tu consejo, tu definición: compromiso. Lo que me dijiste por correo. Y, de momento, a mí me funciona.
—Me encanta que quieras más —murmuro tímidamente.
—Lo sé.
— ¿Cómo lo sabes?
—Confía en mí. Lo sé.
Me sonríe satisfecha. Me oculta algo. ¿Qué?
En ese momento llega Leandra con el desayuno, poniendo fin a nuestra conversación. Me ruge el estómago, recordándome que estoy muerta de hambre.
Santana observa con enojosa complacencia cómo devoro el plato entero.
— ¿Te puedo invitar? —le pregunto.
—Invitar ¿a qué?
—Pagarte el desayuno.
Resopla.
—Me parece que no —suelta con un bufido.
—Por favor. Quiero hacerlo.
Me mira ceñuda.
— ¿Quieres invalidar del todo?
—Este es probablemente el único sitio en el que puedo permitirme pagar.
—Brittany, te agradezco la intención. De verdad. Pero no.
Frunzo los labios.
—No te enfurruñes —me amenaza, con un brillo inquietante en los ojos.
Como era de esperar, no me pregunta la dirección de mi madre. Ya la sabe, como buena acosadora que es. Cuando se detiene frente a la puerta de la casa, no hago ningún comentario. ¿Para qué?
— ¿Quieres entrar? —le pregunto tímidamente.
—Tengo que trabajar, Brittany, pero esta noche vengo. ¿A qué hora?
Hago caso omiso de la desagradable punzada de desilusión. ¿Por qué quiero pasar hasta el último segundo con esta diosa del sexo tan controladora? Ah, sí, porque me he enamorado de ella y sabe volar.
—Gracias… por el más.
—Un placer, Brittany.
Me besa e inhalo su sensual olor a Santana.
—Te veo luego.
—Intenta impedírmelo —me susurra.
Le digo adiós con la mano mientras su coche se pierde en la luz del sol de Georgia. Llevo su sudadera y su ropa interior, y tengo mucho calor.
En la cocina, mi madre está hecha un manojo de nervios. No tiene que agasajar a una multimillonaria todos los días, y está bastante estresada.
— ¿Cómo estás, cariño? —pregunta, y me sonrojo, porque debe de saber lo que estuve haciendo anoche.
—Estoy bien. Santana me ha llevado a planear esta mañana.
Confío en que ese nuevo dato la distraiga.
— ¿A planear? ¿En uno de esos avioncitos sin motor?
Asiento con la cabeza.
—Uau.
Se queda sin habla, toda una novedad en mi madre. Me mira pasmada, pero al final se recupera y retoma la línea de interrogatorio inicial.
— ¿Qué tal anoche? ¿Hablastes?
Dios… Me pongo como un tomate.
—Hablamos… anoche y hoy. La cosa va mejorando.
—Me alegro.
Devuelve su atención a los cuatro libros de cocina que tiene abiertos sobre la mesa.
—Mamá, si quieres cocino yo esta noche.
—Ay, cielo, es un detalle por tu parte, pero quiero hacerlo yo.
—Vale.
Hago una mueca, consciente de que la cocina de mi madre es un poco a lo que salga. Igual ha mejorado desde que se mudó a Savannah con Bob. Hubo un
tiempo en que no me habría atrevido a someter a nadie al suplicio de uno de sus platos, ni siquiera a… a ver, alguien a quien odie… ah, sí, a la señora Robinson, a
Elena. Bueno, quizá a ella sí. ¿Conoceré algún día a esa maldita mujer?
Decido enviarle un breve e-mail de agradecimiento a Santana.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 10:20 EST
Para: Santana López
Asunto: Planear mejor que apalear
A veces sabes cómo hacer pasar un buen rato a una chica.
Gracias.
Britt x
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 10:24 EST
Para: Brittany Pierce
Asunto: Planear mejor que apalear
Prefiero cualquiera de las dos cosas a tus ronquidos. Yo también lo he pasado bien.
Pero siempre lo paso bien cuando estoy contigo.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 10:26 EST
Para: Santana López
Asunto: RONQUIDOS
YO NO RONCO. Y si lo hiciera, no es muy galante por tu parte comentarlo.
¡Qué poco caballeroso, señor López! Además, que sepas que estás en el Profundo Sur.
Britt
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 10:28 EST
Para: Brittany Pierce
Asunto: Somniloquia
Yo nunca he dicho que fuera una dama, Brittany, y creo que te lo he demostrado en numerosas ocasiones. No me intimidan tus mayúsculas CHILLONAS. Pero reconozco que era una mentirijilla piadosa: no, no roncas, pero sí hablas dormida. Y es fascinante. ¿Qué hay de mi beso?
Santana López
Sinvergüenza y presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
Maldita sea. Sé que hablo en sueños. Quinn me lo ha comentado montones de veces. ¿Qué caray habré dicho? Oh, no.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 10:32 EST
Para: Santana López
Asunto: Desembucha
Eres una sinvergüenza y una canalla; de dama, nada, desde luego.
A ver, ¿qué he dicho? ¡No hay besos hasta que me lo cuentes!
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 10:35 EST
Para: Brittany Pierce
Asunto: Bella durmiente parlante
Sería una descortesía por mi parte contártelo; además, ya he recibido mi castigo.
Pero, si te portas bien, a lo mejor te lo cuento esta noche. Tengo que irme a una reunión.
Hasta luego, bella.
Santana López
Sinvergüenza, canalla y presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
¡Genial! Voy a permanecer totalmente incomunicada hasta la noche. Estoy que echo humo. Dios… Supongamos que he dicho en sueños que la odio, o peor aún, que la amo. Uf, espero que no. No estoy preparada para decirle eso, y estoy convencida de que ella no está preparada para oírlo, si es que alguna vez quiere oírlo.
Miro ceñuda el ordenador y decido que, cocine lo que cocine mi madre, voy a hacer pan, para descargar mi frustración amasando.
Mi madre se ha decidido por un gazpacho y bistecs a la barbacoa marinados en aceite de oliva, ajo y limón. A Santana le gusta la carne, y es fácil de hacer. Bob se ha ofrecido voluntario para encargarse de la barbacoa. ¿Qué tendrán los hombres con el fuego?, me pregunto mientras sigo a mi madre por el súper con el carrito de la compra.
Mientras echamos un vistazo a la sección de carnes, me suena el móvil. Rebusco en el bolso, pensando que podría ser Santana. No reconozco el número.
— ¿Diga? —respondo sin aliento.
— ¿Brittany Pierce?
—Sí.
—Soy Elizabeth Morgan, de SIP.
—Ah… hola.
—Llamo para ofrecerte el puesto de ayudante de la señorita Rose. Nos gustaría que empezaras el lunes.
—Uau. Eso es estupendo. ¡Gracias!
— ¿Conoces las condiciones salariales?
—Sí. Sí… bueno, que acepto su propuesta. Me encantaría trabajar para ustedes.
—Fabuloso. Entonces… ¿nos vemos el lunes a las ocho y media?
—Nos vemos. Adiós. Y gracias.
Sonrío feliz a mi madre.
— ¿Tienes trabajo?
Asiento emocionada y ella se pone a chillar y a abrazarme en medio del súper.
— ¡Enhorabuena, cariño! ¡Hay que comprar champán!
Va dando palmas y brincos por los pasillos. ¿Qué tiene, cuarenta y dos años o doce?
Miro el móvil y frunzo el ceño: hay una llamada perdida de Santana. Ella nunca me telefonea. La llamo enseguida.
—Brittany —responde de inmediato.
—Hola —murmuro tímidamente.
—Tengo que volver a Seattle. Ha surgido algo. Voy camino de Hilton Head. Pídele disculpas a tu madre de mi parte, por favor; no puedo ir a cenar.
Parece muy agobiada.
—Nada serio, espero.
—Ha surgido un problema del que debo ocuparme. Te veo mañana. Mandaré a Taylor a recogerte al aeropuerto si no puedo ir yo.
Suena fría. Enfadada. Pero, por primera vez, no pienso automáticamente que es por mi culpa.
—Vale. Espero que puedas resolver el problema. Que tengas un buen vuelo.
—Tú también, bella —me susurra y, con esas palabras, mi Santana vuelve un instante.
Luego cuelga.
Oh, no. El último «problema» con el que tuvo que lidiar fue el de mi virginidad. Dios, espero que no sea nada de eso. Miro a mi madre. Su júbilo anterior se ha transformado en preocupación.
—Es Santana. Tiene que volver a Seattle. Te pide disculpas.
— ¡Vaya! Qué lástima, cariño. Podemos hacer la barbacoa de todas formas. Además, ahora tenemos algo que celebrar: ¡tu nuevo empleo! Tienes que contármelo todo al respecto.
A última hora de la tarde, mamá y yo estamos tumbadas junto a la piscina. Mamá se ha relajado tanto después de saber que la señora Millonetis no viene a cenar que está tendida completamente horizontal. Tirada al sol, empeñada en librarme de mi palidez, pienso en anoche y en el desayuno de hoy. Pienso en Santana y no puedo quitarme la sonrisa tonta de los labios. Vuelve una y otra vez a mi cara, espontánea y desconcertante, cuando recuerdo nuestras varias conversaciones y lo que hicimos… lo que me hizo.
Parece que ha habido un cambio sustancial en la actitud de Santana. Ella lo niega, pero reconoce que está intentando darme más. ¿Qué puede haber cambiado?
¿Qué ha variado entre aquel largo correo que me envió y cuando nos vimos ayer? ¿Qué ha hecho? Me incorporo de pronto y casi tiro el refresco. Cenó con… ella.
Con Elena.
¡Maldita sea!
Se me eriza el vello al caer en la cuenta. ¿Le diría algo ella? Ah… si hubiera podido ser una mosca pegada en la pared durante su cena… Habría caído en su sopa o en su copa de vino para que se atragantara.
— ¿Qué pasa, cielo? —me pregunta mi madre, saliendo de golpe de su sopor.
—Cosas mías, mamá. ¿Qué hora es?
—Serán las seis y media, cariño.
Mmm… no habrá aterrizado aún. ¿Se lo puedo preguntar? ¿Debería preguntárselo? A lo mejor ella no tiene nada que ver. Espero fervientemente que sea así.
¿Qué habré dicho en sueños? Mierda… algún comentario inoportuno cuando soñaba con ella, seguro. Sea lo que sea, o lo que fuera, confío en que ese cambio repentino sea cosa de ella y no se deba a su ex.
Me estoy achicharrando con este maldito calor. Necesito darme otro chapuzón.
Mientras me preparo para acostarme, enciendo el ordenador. No he tenido noticias de Santana. Ni siquiera me ha escrito para decirme si ha llegado bien.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:32 EST
Para: Santana López
Asunto: ¿Has llegado bien?
Querida señora:
Por favor, hazme saber si has llegado bien. Empiezo a preocuparme. Pienso en ti.
Tu Britt x
A los tres minutos, oigo que me entra un correo.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:36
Para: Brittany Pierce
Asunto: Lo siento
Querida señorita Pierce:
He llegado bien; por favor, discúlpeme por no haberle dicho nada. No quiero causarle preocupaciones; me reconforta saber que le importo. Yo también pienso en usted y, como siempre, estoy deseando volver a verla mañana.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
Suspiro. Santana ha vuelto a su habitual corrección.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:40 EST
Para: Santana López
Asunto: El problema
Querida señora López:
Me parece que es más que evidente que me importas mucho. ¿Cómo puedes dudarlo?
Espero que tengas controlado «el problema».
Tu Britt x
P.D.: ¿Me vas a contar lo que dije en sueños?
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:45
Para: Brittany Pierce
Asunto: Me acojo a la Quinta Enmienda
Querida señorita Pierce:
Me encanta saber que le importo tanto. «El problema» aún no se ha resuelto.
En cuanto a su posdata, la respuesta es no.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:48 EST
Para: Santana López
Asunto: Alego locura transitoria
Espero que fuera divertido, pero que sepas que no me responsabilizo de lo que pueda salir por mi boca mientras estoy inconsciente. De hecho, probablemente me oyeras mal.
A una mujer de tu avanzada edad sin duda le falla un poco el oído.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:52
Para: Brittany Pierce
Asunto: Me declaro culpable
Querida señorita Pierce:
Perdone, ¿podría hablarme más alto? No la oigo.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 22:54 EST
Para: Santana López
Asunto: Alego de nuevo locura transitoria
Me estás volviendo loca.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 19:59
Para: Brittany Pierce
Asunto: Eso espero…
Querida señorita Pierce:
Eso es precisamente lo que me proponía hacer el viernes por la noche. Lo estoy deseando. ;)
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 2 de junio de 2011 23:02 EST
Para: Santana López
Asunto: Grrrrrr
Que sepas que estoy furiosa contigo.
Buenas noches.
Señorita B. Pierce
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 20:05
Para: Brittany Pierce
Asunto: Gata salvaje
¿Me está sacando las uñas, señorita Pierce?
Yo también tengo gato para defenderme.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
¿Que también tiene gato? Nunca he visto un gato en su casa. No, no le voy a contestar. Cómo me exaspera a veces… De cincuenta mil maneras distintas. Me meto en la cama y me quedo tumbada mirando furiosa al techo mientras mis ojos se adaptan a la oscuridad. Oigo que me entra otro correo.
No, ni hablar. No, no voy a mirarlo. ¡Agh…! Soy tan boba que no puedo resistirme al hechizo de las palabras de Santana López.
De: Santana López
Fecha: 2 de junio de 2011 20:20
Para: Brittany Pierce
Asunto: Lo que dijiste en sueños
Brittany:
Preferiría oírte decir en persona lo que te oí decir cuando dormías, por eso no quiero contártelo. Vete a la cama. Más vale que mañana estés descansada para lo que te tengo preparado.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings Inc.
Oh, no… ¿Qué dije? Seguro que es tan malo como pienso
Última edición por O_o el Mar Jun 04, 2013 10:53 pm, editado 1 vez
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
jaja me encanto este caìtulo me gusta la faceta de San tierna y alegre!!1
que le tendra preparado a Britt??
Saludos espero leerte mañana!!
que le tendra preparado a Britt??
Saludos espero leerte mañana!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
oh oh! quue habras dicho Britt??
Me encanto el cap!! nunca me imagine tan dulce a Santana...
Gracias por actualizar y espero el proximo cap...
SAludos!!!
-Dai
Me encanto el cap!! nunca me imagine tan dulce a Santana...
Gracias por actualizar y espero el proximo cap...
SAludos!!!
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
como casi siempre me quedo sin palabras con tu fabulosa historia asi que....
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me gusta mucho leer tu Fic, y ahora estoy intrigada... ¿Que dice Britt en sueños? :LOL: Independientemente de eso, quiero saber mas sobre Santana, mas sobre Elena y su extraña relación.
Ver a Santana verdaderamente enojada con Britt es algo que me muero por ver, y ya lo eh dicho mas sobre Santana, pero ya no sobre sus sumisas pasadas.
Espero tu próxima actualización. ;)
Ver a Santana verdaderamente enojada con Britt es algo que me muero por ver, y ya lo eh dicho mas sobre Santana, pero ya no sobre sus sumisas pasadas.
Espero tu próxima actualización. ;)
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Awwwww asi o mas genial?? jejeje
Me ha encantado el cap.. san siempre sorprendiendo a britt y viceversa... SANTANA ''OBESESA DEL CONTROL'' LOPEZ TAMBIEN QUIERE MAS!!! .. eso si que me emociono, no cabe duda que la morena esta enamorada.. ahora bien, QUE RAYOS DIJISTE BRITT?? Sera que le dijo ''Te amo'' entre sus sueños..?? Ojala q siiiii
Me ha encantado el cap.. san siempre sorprendiendo a britt y viceversa... SANTANA ''OBESESA DEL CONTROL'' LOPEZ TAMBIEN QUIERE MAS!!! .. eso si que me emociono, no cabe duda que la morena esta enamorada.. ahora bien, QUE RAYOS DIJISTE BRITT?? Sera que le dijo ''Te amo'' entre sus sueños..?? Ojala q siiiii
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me encanto <3
Jajajaka hay san me enamora cada vez más
Espero tu actualización
:) saludos besos
Jajajaka hay san me enamora cada vez más
Espero tu actualización
:) saludos besos
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
dulce y lindo capitulo, pero con santana y britt queremos mas jajja. gracias por escribir
Camila18**** - Mensajes : 151
Fecha de inscripción : 28/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Awww Lo raro en mi, es que...a pesar de la novela, que es tan erotica, siempre quedo llena de ternura XD
Que mujer llena de sorpresas es Santana, toda una caja de pandora.
Ahora, a ver que dijo Brittany en sueños. Espero que sean un: Te amo , seria lindo.
Un saludo, hasta el próximo!
Que mujer llena de sorpresas es Santana, toda una caja de pandora.
Ahora, a ver que dijo Brittany en sueños. Espero que sean un: Te amo , seria lindo.
Un saludo, hasta el próximo!
Ali_Pearce- - Mensajes : 1107
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
amo tu adaptacion de verdad que si wow! me alegra el dia leerlo jeje hiba a comenzar a leer el libro pero creo que esperare a terminar el fic... me encanta! de verdad que si y aunque no te comente siempre ten por seguro que aqui estoy leyendo cada capitulo... bye!
aleSBQRnayaholic* - Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
EXTREMADAMENTE HERMOSO <3 awww San ya se esta mas relajada, y super linda
Awww sigo en espera de ese MAS! por lo prontpo ya la presento como su NOVIA!!! FUE DE ASDHJASHDAJSHDA *-*
maravilloso
en espera del siguiente :D
................ESPERO TU ACTUALIZACIÓN DIARIA :D .................
Awww sigo en espera de ese MAS! por lo prontpo ya la presento como su NOVIA!!! FUE DE ASDHJASHDAJSHDA *-*
maravilloso
en espera del siguiente :D
................ESPERO TU ACTUALIZACIÓN DIARIA :D .................
Brianna lopez* - Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 25/05/2013
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