FANFIC KLAINE. "El chico que se escabulle en la ventana de mi habitación" Epílogo - Parte II

Agarré la mano de Rachel, haciéndola caminar un poco por delante de Santana y Quinn quienes estaban conversando algo sobre una nueva rutina de las animadoras.

—Rach, creo que necesito comprar preservativos —susurré, mirando hacia ambos lados como si hubiera revelado la fórmula secreta de las "cangreburgers"—. ¿Todavía está abierta la farmacia Rite Aid en West Market Street después de la escuela? —pregunté.

Asintió en confirmación. Sabía que ella sabría, siempre dice que las mujeres modernas llevan protección porque los hombres usualmente no lo recuerdan y bla bla bla.

—Sí, desde las cuatro hasta las ocho —respondió, mirando por encima de mi hombro para asegurarse de que nadie pudiera oírnos—. Así que, van a dar el siguiente paso, ¿eh? Creo que es genial. Definitivamente deben cuidarse. ¿Quieres que te acompañe? —preguntó de forma casual. Sabía que lo decía en serio; era la mejor amiga que un chico relativamente cuerdo podía pedir.

—Todavía no estoy listo, pero si algún día nos dejamos llevar quiero estar preparado, quiero decir, no quiero que nuestra primera vez sea un fiasco. Entonces, ¿no te importa venir conmigo? Realmente me gustaría —admití, mirándola con agradecimiento. No me gustaba la idea de ir solo por mi cuenta, tampoco la idea de pedirle a Blaine que viniera conmigo me agradaba al extremo. No era exactamente el tipo de cosas que quería hacer con mi novio, en realidad, era algo vergonzoso.

—¡Por supuesto que no! Tú has estado ahí conmigo un montón de veces. —ella entrelazó su brazo a través del mío—. Y hoy tengo mi auto, así que ni siquiera necesitamos caminar.

Sonreí.

—Gracias, Rachel. —suspiré felizmente y nos dirigimos hacia los casilleros. Agarré todos los libros que necesitaba para la tarde, metiéndolos en mi bolso cruzado—. Necesito decirle a Finn que lo veré en casa. Te veré en clases luego —expliqué, volteando en dirección al casillero de Finn. Divisé a Finn y a Blaine conversando con algunos de sus otros amigos del equipo—. Hola, chicos —salude a medida que me acercaba a ellos. Todos me miraron, sabía que le gustaba a algunos de los chicos del equipo; era obvio por la forma en que me miraban fijamente. Sin embargo nunca ninguno hacía un movimiento… eso probablemente era obra de Finn.

—Hola, Kurt. ¿Cómo estás? —preguntó Thad, examinándome lentamente.

—Bien, ¿y tú? —pregunté casualmente.

—Mucho mejor ahora —respondió, sonriéndome.

Finn le dio un golpe en el brazo, haciéndome reír.

—Amigo, ¡hermano menor! —chilló furiosamente.

—Finn, sólo quería decirte que no iré a casa contigo hoy. Rachel necesita que vaya con ella a hacer algo después de la escuela. Simplemente te veré en casa más tarde —dije, sonriendo. Pude ver a Blaine frunciendo el ceño luciendo un poco decepcionado.

—Bueno, tengo trabajo esta noche, así que habría sido Blaine quien te llevara a casa de todas formas —respondió Finn, encogiéndose de hombros casualmente.

Miré a Blaine fijamente.

—Cierto, sí, lo olvidé. Bueno, lamento perderme eso. —él me sonrió y mi corazón casi se detuvo porque era tan hermoso. Me giré para irme caminando antes de detenerme de nuevo, con una idea formándose en mi cabeza. Volteé de nuevo hacia él y lo miré burlonamente—. Oh, por cierto, Blaine, el bote va por más de tres mil dólares ahora. Eso son más de ciento cincuenta personas

Sus ojos se ensancharon.

—No me jodas, ¿en serio? —preguntó, luciendo sorprendido, y francamente, un poco asustado. Finn estaba partiéndose de la risa, y los otros chicos a nuestro alrededor estaban mirándonos como si tuviéramos algún tipo de desorden mental o algo.

—En serio —confirmé, alejándome y riéndome de su cara de disgusto.

***

Después de la escuela, Rachel me llevó a la farmacia. Había demasiada gente para mi gusto y no tuve otra opción que esperar pacientemente en el último lugar de la interminable fila. Estaba nervioso y avergonzado, me sentía patético por eso. Y como si fuera poco, el sujeto que se puso detrás de mí en la fila hacia ruidos extraños y hablaba solo… y… ahora ¿estaba olfateándome? Mierda, mierda, mierda ¡¿Por qué no avanza la maldita fila?!

―Hola, ¿qué es lo buscas? ―preguntó el empleado de la farmacia luego de la espera mas incómoda y aterradora de mi vida.

―Yo… yo quiero una caja de condones ―dije con una voz ronca que luego se transformó en tos.

―Disculpe ¿qué? ―sonrió amablemente―. No logre entenderte.

―Condones, busco condones ―susurré, inclinando mi cabeza hacia él.

―¿Qué? ―preguntó nuevamente. ¡Dios! ¿Estaba jodiendo conmigo? ¡Maldita sea!

―¡Dijo que quiere condones! ―chilló el sujeto raro que todavía seguía detrás de mí.

Bueno, mierda. Podía sentir el color subirse a mis mejillas mientras miraba de reojo a la gente que reía silenciosamente y a un par de ancianas quejándose, indignadas. Rachel estaba parada junto a mí, en cualquier momento su rostro iba a explotar porque estaba apretando los dientes y tenias las mejillas hinchadas, tragándose la risa.

―Oh, ¿es eso lo que quieres? ―asentí incómodamente―. Okay, espera un minuto ―giró sobre sus talones y dio un par de pasos―. ¡Bob! ¡Tráeme una caja de condones! ―grito a todo pulmón. ―¡Condones!

Esto se agrega a la lista de las cosas más vergonzosas que me sucedieron en toda mi vida, definitivamente.

―Aquí chico, mira ―colocó tres cajas sobre el mostrador―. Solo me quedan los “Prime”, ¿qué tamaño estas buscando? ¿Pequeño, mediano, o grande?

―Yo… no… yo ¿qué? ―balbuceé.

―Virgen ―le susurró una mujer a su amiga detrás de mí.

―Solo tienes que elegir el tamaño de… tú ya sabes ―intervino nuevamente el espeluznante hombre mirando mi entrepierna. Me estremecí, juro que si vuelve a abrir su maldita boca lo voy a denunciar por acoso y traumas psicológicos, y créanme que lo haré―. Tú ―miró a Rachel―. Tú debes saber, quiero decir, eres su novia.

―¡OK! ―exclame con exaltación―. ¿Sabe qué? Solo… solo deme los medianos ―dije, tratando de salir de ese lugar lo antes posible.

―Okay, okay. No te pongas así ―intentó bromear y lo fulminé con la mirada―. Son veinticinco dólares.

―Tome ―le entregué el dinero y agarré la bolsa de papel con el contenido―. Gracias ―dije sarcásticamente antes de agarrar a Rachel por el brazo y prácticamente arrastrarla fuera de ahí, ignorando las estúpidas miradas de las personas.

Rachel soltó una estruendosa carcajada cuando salimos del lugar y yo no pude evitar unírmele.

―¡Vaya, eso quedará en la historia! ―clamó riendo histéricamente.

―Basta Rachel ―intenté calmarla pero no se detenía―. ¡Basta!

―Bueno, bueno, pero tienes que admitir que esa fue la situación más cómica que ha habido ―dijo limpiando las lagrimas que habían empezado a brotar de sus ojos.

―Como sea ―gruñí con exasperación.

―¡No puedo creer que vayas a perder tu virginidad con Blaine Anderson! ―chilló de la nada, luciendo exageradamente emocionada.

―Todavía no lo hago. Necesito saber que puede esperar por mí. No estoy listo para eso aún ―le dije con sinceridad.

―Él va a esperar por ti, está loco por ti. ―Rachel sonrió feliz y suspiré.

Realmente esperaba que eso fuera cierto.

Rachel me dejó en casa después de treinta minutos escuchando una y otra vez la historia de los preservativos, como si yo no hubiera estado ahí con ella. Finn aún estaba en el trabajo, así que me hice un sándwich y me senté en la mesa para hacer mi tarea. Una vez terminada, miré el reloj. Apenas eran las ocho; tenía una hora más hasta que Finn volviera a casa. Sonreí y agarré mi teléfono, marcando a Blaine, apenas capaz de contener mi frenesí.

―Hola, ángel ―respondió él, sonando ridículamente feliz.

―Hola. ¿Quieres venir? ―le pregunté mordiendo mi labio, inseguro.

―Claro que sí. Ahí estaré ―respondió y colgó. Corrí a mi habitación para comprobar rápidamente mi cabello. Me reí de mí mismo cuando me di cuenta de que me había convertido en una de esas personas que pensaban que tenían que verse perfectos para su pareja. Volví a la sala de estar, al mismo tiempo en que él entró por la puerta delantera.

―Hola. ―sonreí.

Él me arrastró a sus brazos y me besó con pasión, haciendo que mi corazón se acelere y mi estómago aletee. Después de un rato se apartó.

―Hola ―suspiró, haciéndome temblar de felicidad―. Así que, ¿dónde estabas? Te extrañé ―murmuró, poniendo su rostro entre mi hombro y cuello, respirando profundamente.

Me reí y me aparté.

―Vaya, ¿qué? ¿Eres una especie de espeluznante hombre que huele a las personas? ―bromeé, recordando al sujeto de esta tarde. Tomé su mano y lo arrastré hacia el sofá, empujándolo hacia abajo.

Él se rió y me atrajo a su regazo para que me sentara.

―Te he echado mucho de menos hoy. Odiaba verte y no ser capaz de besarte. Además, ¿qué diablos fue eso en el almuerzo? ¿Te gustó burlarte de mí? ―preguntó, frunciendo el ceño.

Pasé mis manos por su cabello oscuro y sedoso, y me reí con aires de culpabilidad.

―Tengo que preparar el terreno para mi victoria. No puedo aparecerme frente a Jessica y ser todo: “sí, gane la apuesta” ¿cierto? ―le pregunté inocentemente.

Negó con la cabeza, todavía con el ceño fruncido.

―Pero eso fue exagerado. Quiero decir, ¿sabes lo difícil que fue para mí no saltarte encima? ―bromeó.

Asentí con la cabeza y me mordí el labio para no reírme.

―Oh sí, me di cuenta de que fue difícil para ti ―me burlé, haciéndolo reír nuevamente.

―Hm, lo que sea. ¿A dónde fuiste de todos modos? Tenía la esperanza de pasar un poco de tiempo contigo esta noche. ―me atrajo más hacia él y besó mi mejilla cariñosamente.

―Larga historia, Blaine, larga historia ―murmuré recordando el episodio mas embarazoso de toda mi vida. Nota mental: No volver a pisar la farmacia Rite Aid otra vez en lo que me queda de existencia.