FANFIC KLAINE. "El chico que se escabulle en la ventana de mi habitación" Epílogo - Parte II

—¿Kurt? —repitió la señora, mirando entre él y yo—. ¿Tu hijo, Kurt? —preguntó, con una sonrisa tirando de sus labios. Mi padre asintió con la cabeza, sin separar sus ojos de los míos.

Me sentí como un venado atrapado en los faros de un coche que se aproxima y lo único que puede hacer es prepararse para el impacto.

—Bueno, es grandioso al fin conocerte. He oído a Christopher y a Sebby hablar tanto de ti que ya siento como si te conociera —dijo la señora, sonriéndome con gusto.

Traté de devolverle la sonrisa y fingir que todo estaba bien, que no estaba a punto de desmayarme en cualquier segundo, que no estaba a unos cinco segundos de tumbar la casa a gritos.

—Igualmente, Ruby —contesté en voz baja, arrastrando mis ojos de él.

—¿Qué estás haciendo aquí, Kurt? —preguntó mi padre, levantando las cejas y mostrando sus dientes en una media sonrisa. El sonido de su voz envió escalofríos por mi columna mientras trataba desesperadamente de no recordar mi infancia. Tenía pesadillas con su voz, sus ojos, la forma en que se paraba tan derecho y cómo sus puños siempre estaban cerrados, igual que ahora.

—Yo... yo vine con Sebastian. Él está... él esta… se está cambiando —tartamudeé.

Inmediatamente me regañé mentalmente por mi tartamudez. Sus viejas reglas volvieron, enderézate, habla claro, no murmures. Ruby sonrió.

—Bueno, es genial que estés aquí. ¿Te gustaría quedarte a cenar? Creo que vamos a pedir comida, porque no tenemos muchos alimentos aquí. No pensábamos volver hasta el anochecer, pero Ty ha estado enfermo toda la semana, así que volvimos temprano —explicó Ruby mientras besaba la cabeza del bebé con suavidad.

Ella parecía muy agradable, demasiado buena para este imbécil abusador.

Negué con la cabeza, incapaz de hablar de nuevo. Me temblaban las manos, así que las apreté juntas con fuerza, tratando de mantener el control y no lanzarme al suelo a gritar.

—¿Estás seguro? No es molestia. Nos encantaría que te quedaras para la cena, ¿no es así, Christopher? —continuó, sonriéndole, completamente ajena a que yo estaba viviendo mi peor pesadilla en estos momentos.

Él asintió con la cabeza, su mirada viajó a lo largo de mi cuerpo, haciéndome sentir escalofríos.

—Estoy seguro, gracias —dije en voz baja, quebrándome un poco al final.

El niño empezó a llorar de nuevo. Los ojos de Ruby se agrandaron mientras miraba a Christopher.

—Voy a darle un poco de medicina y a dormirlo —dijo, levantando la cabeza hacia la despensa, de la que sacó una botella de medicina y una cuchara.

Mi padre avanzó un par de pasos hacia mí y yo retrocedí contra la puerta, mi respiración salió entrecortada. Le eché un vistazo a mi teléfono abierto y marqué el numero de Sebastian, era la persona más cercana, si tan sólo pudiera llamarlo y decirle de alguna manera que bajara, podríamos irnos.

—¿Cómo has estado, Kurt? He estado tratando de verte por años, pero tu hermano no me dejó —afirmó con ironía en la palabra hermano.

¿Había estado tratando de verme y Finn no me dijo? ¿Por qué diablos no iba a decirme algo así? Conociendo a Finn, probablemente pensó que me estaba protegiendo. Miré a la madre de Sebastian en busca de ayuda, ella estaba regresando la botella de medicina.

—He estado muy bien, gracias —contesté. Miré mi teléfono, que todavía estaba tratando de conectar, Sebastian no respondía. ¡Maldita sea!

—Voy a llevar a Tyler a la cama y vuelvo para hacer un poco de café o algo. —Sugirió Ruby, sonriéndome amablemente.

—Está bien, amor —respondió mi padre, sin apartar sus ojos de los míos.

Tragué saliva. ¡No podía estar aquí solo con él!

—¿Puedo ir contigo? —pregunté con desesperación. Ruby me miró un poco sorprendida—. Me gustaría ver el cuarto de Tyler, si eso está bien —mentí con rapidez. De ninguna forma me quedaría aquí con él.

—No creo que eso sea una buena idea, Kurt, Tyler no está bien. Puedes ver su habitación en otro momento —interrumpió mi padre antes de que Ruby pudiera contestar.

Ruby sonrió.

—Ya vuelvo. —Se dirigió fuera de la habitación con el niño aferrado a su cuello.

Di un paso a un lado y casi salgo corriendo de la habitación después de ella. Tan pronto lo pasé, agarró mi muñeca, halándome para que me detuviera, lo que casi me hace caer. Sentí el grito tratar de salir de mi garganta, pero me lo tragué, no podía demostrarle cuanto poder tenía sobre mí.

—Que guapo te ves, Kurt. Igual que yo cuando tenía tu edad. A decir verdad, siempre lo has sido —susurró, lamiéndose los labios mientras pasaba una mano por mi mejilla.

Levanté mi rodilla y le di un rodillazo tan fuerte como pude en la entrepierna, tirando mi brazo de su agarre y corriendo por el pasillo tan rápido como mis piernas pudieron llevarme. Aunque no tenía ni idea de a dónde debía ir. Había venido en el auto de Sebastian, así que no quería simplemente salir corriendo de la casa sin un lugar a dónde ir. En vez de eso, corrí hacia las escaleras, pasando el pasillo hasta que me detuve en una puerta con un anuncio de “Entre bajo su propio riesgo” colgando. Tenía que ser la habitación de Sebastian. No me molesté en tocar, sino que entré azotando la puerta detrás de mí y estallando en sollozos histéricos mientras me inclinaba contra ella.

—¡Kurt! ¿Qué demonios? —exclamó Sebastian. Alcé la vista y allí estaba, de pie envuelto en tan sólo una toalla, con el cuerpo mojado acabando de salir de la ducha. Me retiré de la puerta y me lancé hacia él, abrazándolo con fuerza, ignorando el agua que goteaba de su pelo sobre mí mientras sollozaba en su pecho.

—¿Qué pasa? ¡Kurt, por el amor de Dios! ¿Qué pasó? —preguntó desesperadamente mientras frotaba las manos por mi espalda tratando de calmarme.

—Necesito ir a casa. ¡Necesito irme, ahora mismo! —grité. Mis piernas apenas me sostenían, él estaba soportando la mayor parte de mi peso. Probablemente lo estaba lastimando dada la fuerza con la que me aferraba a él, pero no se quejaba.

—¿Qué pasa? —preguntó, separándose para mirarme.

—¿Por favor? —Me atraganté.

Él asintió con la cabeza y me arrastró hasta la cama para que me sentara.

—Tengo que vestirme —dijo, ruborizándose.

Asentí con la cabeza y cerré los ojos, tratando de imaginar a Blaine, lo necesitaba para calmarme, no podía entrar en crisis aquí. Lo escuché moverse mientras se vestía. Menos de un minuto más tarde, tomó mi mano.

Envolvió un brazo alrededor de mis hombros, acercándome a su lado, mientras abría la puerta que nos llevaba rápidamente a las escaleras. Me puse rígido cuando su madre salió de la sala de estar.

—¡Mierda! ¿Qué están haciendo en casa? —preguntó, sorprendido.

Ella sonrió con cierta tristeza.

—Ty no está bien. Se enfermó ayer por la noche y ha estado molesto durante todo el día, así que vinimos antes —explicó, abriendo los brazos para abrazarlo.

Se apartó de mí y sentí como mi aliento se entrecortaba en mi garganta al encontrarme solo por mi cuenta. Él le dio un rápido abrazo.

—Te extrañé —susurró ella, dándole palmaditas en la espalda.

Él sonrió y besó su mejilla.

—Yo también. Mira, mamá, tengo que llevar a Kurt a su casa, su hermano lo necesita —mintió, pasando de nuevo su brazo sobre mí rápidamente.

Ella sonrió con tristeza.

—¿Seguro de que no puedes quedarte a cenar, Kurt? A Christopher le gustaría pasar algún tiempo contigo.

¿Pasar tiempo conmigo? ¿Es broma, verdad? Negué con la cabeza.

—No puedo —susurré.

Mi padre caminaba por la esquina, así que me encogí al lado de Sebastian, apretándome contra él con tanta fuerza que dolía. Su brazo se apretó a mí alrededor, aunque no sabía por qué estaba actuando de esa manera.

Realmente era un gran hermanastro.

—Hola, Christopher —saludó Sebastian, con rigidez.

—Hola, Sebastian. ¿Siendo hospitalario con mi hijo? —preguntó, su voz dura me hizo estremecer.

—Me tengo que ir —susurré desesperadamente, enterrando mis dedos en su cintura.

—Los veré más tarde —dijo Sebastian volteándose y empujándome delante de él para colocarse entre mi padre y yo mientras caminábamos hacia la puerta.

Prácticamente corrí hasta su auto, mirando hacia la puerta todo el tiempo en caso de que él viniera a buscarme. Aunque sabía que no lo haría. Necesitaba mantener su papel frente a su esposa y Sebastian, pero eso no impedía que el pánico se elevara en mi pecho. Sebastian me miró preocupado mientras aceleraba por las calles.

—¿Estás bien, Kurt? Te ves muy pálido y estás temblando —dijo, tomando mi mano.

Asentí con la cabeza. —Quiero ir a casa —escupí.

—Está bien. Te llevaré a casa. —Frotó su pulgar sobre la palma de mi mano mientras nos dirigía a mi casa. Apreté los ojos cerrados. Realmente no había cambiado nada, la forma en que me miró me revolvió el estómago. ¡Oh, mierda! ¡Necesitaba a Blaine!

Después de unos diez minutos de estar tratando de pensar en otra cosa que no fuera en mi padre, nos detuvimos en la entrada. Me lancé del auto y corrí hacia la casa, rezando porque Blaine todavía estuviera allí. Abrí la puerta y lo vi sentado en el sofá jugando a la PlayStation con Finn. Ambos levantaron la mirada cuando entré. Blaine me sonrió con alegría antes de que su rostro se ensombreciera. Se levantó del sofá mientras corría hacia él.

—¿Qué demonios? —gritó furioso, mirando a Sebastian que venía detrás de mí.

Me lancé hacia él, sollozando. Vaya, lo necesitaba, era lo único que me mantenía cuerdo cuando mi mundo comenzaba a desmoronarse. Me envolvió en sus brazos con fuerza, volteándome lejos de Sebastian.

—¿Qué diablos está pasando? —gritó Finn, dando un paso hacia Sebastian, luciendo enojado en exceso.

—No lo sé. Me estaba cambiando cuando el simplemente se volvió loco. ¡Finn, yo no le hice nada! —exclamó Sebastian sonando un poco asustado.

Finn me agarró del brazo, tirando de mí lejos de Blaine.

—¿Kurt, él te lastimó? —me preguntó con brutalidad, señalando acusadoramente a Sebastian.

Negué con la cabeza, tratando de hablar. ¿Pensaban que Sebastian me había hecho daño?

—Fui a su casa. Se suponía que no estaría ahí. —sollocé, mis piernas no soportaron mi peso. Blaine me agarró de la cintura antes de que cayera al suelo y se sentó, tirando de mí en su regazo, retirando el pelo de mi frente y besando mi mejilla.

—Shh está bien, Ángel. Todo está bien —susurró.

—¿Quién se suponía que no iba a estar allí? Alguien tiene que decirme qué demonios pasó. ¡AHORA MISMO! —gritó Finn cada vez más furioso.

—Papá —dije con voz ronca.

Los ojos de Finn se ampliaron, sus manos se cerraron en puños, su mandíbula se mantuvo apretada. Sentí los brazos de Blaine apretarse más a mi alrededor.

—¿Lo viste? —preguntó Finn, su voz sonaba realmente amenazadora.

Asentí con la cabeza y lo vi mirar a Sebastian de nuevo, como si de alguna manera fuera su culpa.

—¿Lo llevaste a tu casa y dejaste que ese imbécil se le acercara? —gruñó Finn, haciendo que Sebastian se estremeciera.

—¡Yo no sabía que estaba allí! No se suponía que estuviera allí. Llegaron temprano a casa, mientras yo estaba en la ducha —protestó, manteniendo sus manos en alto inocentemente mientras Finn lo miraba como si quisiera matarlo. Si las miradas mataran, Sebastian estaría muerto ahora mismo.

—¿Qué hizo, Ángel? —susurró Blaine, empujando mi cara para que pudiera verlo.

Negué con la cabeza. ¿Cómo decirles? Si lo descubrían, no tenía duda de que irían hasta allá en un futuro muy, muy cercano y se meterían en problemas.

—Dime —ordenó Blaine.

Lo abracé con fuerza, no podía mentirle.

—Él... me agarró del brazo. Me dijo... que me veía guapo, como él a mi edad, y que yo si… siempre lo había sido —susurré, apenas capaz de articular palabra, mi voz subiendo y bajando entre respiraciones entrecortadas.

Los brazos de Blaine se apretaron a mi alrededor, tan fuerte que en realidad empezaban a dolerme las costillas.

—Blaine —me quejé, apretando mis manos en su cintura. Sus brazos me soltaron al instante, pero su cuerpo estaba tan tenso que probablemente estaba dándole una úlcera.

Finn agarró las llaves.

—Voy a ir. ¿Vienes, Blaine? —preguntó Finn, caminando hacia la puerta. ¡Oh, mierda, no! ¡No podía permitir que se metieran en problemas!

Blaine me levantó de su regazo y me sentó en el sofá.

—Vigílalo —le dijo a Sebastian con severidad, mientras se puso de pie para irse.

—¡No! —grité, agarrando la mano de Blaine —. ¡Finn, no! —supliqué.

—No voy a dejar que te haga daño otra vez —gruñó Finn.

—No lo hará. No se acercará a mí. Fue mi culpa, no debería haber ido a la casa de Sebastian. No debía tomar ese riesgo. Por favor, por favor no lo hagas. No quiero que se metan en problemas. No lo quiero a él cerca de ustedes. Te necesito. Los necesito a los dos. Por favor no me dejen solo —le supliqué. Apreté la mano de Blaine para dar énfasis—. Por favor —rogué halándolo cerca de mí de nuevo.

Él suspiró y miró a Finn.

—El tiene razón, Finn. No podemos ir si él no hace nada primero. Se saldría con la suya y seríamos nosotros los que nos meteríamos en problemas —razonó Blaine. Me relajé. Blaine estaba siendo sensato; él siempre pensaba bien las cosas, no como Finn.

—¿Qué quieres decir con “hacerle daño de nuevo”? —preguntó Sebastian en voz baja.

Los tres lo miramos. Finn habló primero.

—Nada. Creo que deberías irte, Sebastian. —Él asintió con la cabeza mirando hacia la puerta, señalándole que se fuera.

Sebastian negó con la cabeza.

—No. Kurt, me prometió que me diría qué era todo esto —dijo, mirándome suplicante.

Tiene razón, le dije eso. Finn me miró, dejándome tomar la decisión.

—Yo le dije eso —confirmé, asintiendo con la cabeza y cerrando los ojos, presionándome contra Blaine de nuevo. Mierda, esto iba a ser duro.

Lo halé de nuevo al sofá, deseando que se acercara a mí lo más posible. El se recostó, apoyando la cabeza en mi regazo mientras yo acariciaba su cabello tranquilizadoramente. Mi corazón no había vuelto todavía a la normalidad después de haberlo visto sollozar así. Estaba tan molesto que mis dientes se apretaban con tanta fuerza que mi mandíbula dolía, tratando de mantener el control. Quería ir ahí y golpearlo hasta que no quedara nada de él, pero Kurt tenía razón, seríamos nosotros los que nos meteríamos en problemas y él no necesitaba más estrés en este momento.

Finn le hizo un gesto a Sebastian para que se sentara en el sofá frente a nosotros y se sentó a su lado. Ambos se veían estresados. Kurt se acurrucó en mi regazo, halando sus rodillas y enterrando la cara en mi muslo mientras escuchaba como Finn le contaba a Sebastian sobre los abusos cuando eran niños, cómo su padre había tratado de atacar a Kurt y la forma en que lo habíamos echado de la casa hace tres años. Dejó salir lo del abuso sexual del que nadie sabía mucho porque él se negaba a hablar de eso. Todo el tiempo Sebastian simplemente se sentó allí, jugando con sus manos. ¿Por qué no lucía como en shock por todo esto? Si alguien se sentara allí y me dijera que su padre lo había golpeado por años, creo que por lo menos estaría un poco consternado, ¿no es así? Después de más o menos diez minutos bajé la mirada hacia Kurt para ver que estaba dormido en mi regazo. Se veía tan triste y vulnerable; su cara estaba todavía roja de tanto llorar. No dejaría que algo lo volviera a herir nunca. Agité la mano hacia Finn para llamar su atención.

—Lo voy a poner en su cama —susurré, incorporándome y tratando de mantenerlo inmóvil mientras lo cargó hacia su cuarto, recostándolo en su cama. Gimoteó y se acurrucó más cerca de mí, así que me recosté con él por un par de minutos hasta estuviera de nuevo en un sueño profundo. Besé su frente y volví a la sala. Sebastian tenía la cabeza entre sus manos.

Finn se veía realmente enojado otra vez.

—¿Qué pasa? —pregunté, mirando entre ellos dos.

Finn me miró, parecía en serio estresado y preocupado. No veía a Finn así muy seguido, siempre era muy fuerte y bondadoso, de hecho me hacía sentir un poco enfermo verlo así ahora.

—Lo está haciendo de nuevo. Ha golpeado a Sebastian y a su mamá algunas veces —gruñó Finn, viéndose resentido.

¡Mierda! Le dije a Finn que debimos haber llamado a la policía en vez de sólo patearlo fuera, pero insistió en que no quería que Kurt pasara por eso. ¡Y ahora él se lo ha estaba haciendo a alguien más!

—Mi mamá estaba hablando sobre dejarlo el año pasado. Entonces en su lugar nos mudamos aquí. Ella dijo que era un inicio fresco y que todos deberíamos empezar de nuevo, pero no ayudó —dijo Sebastian tristemente. Me arrodillé a su lado y puse mi mano sobre su hombro. Realmente no lo conocía tan bien, era más el amigo de Ángel que el mío, pero sabía que era un buen chico.

—Sebastian, ¿tu mamá aún quiere dejarlo? —pregunté, mirando a Finn, quien parecía listo para explotar en cualquier minuto. Tendría que vigilarlo de cerca. Si el momento llegaba entonces estaría ahí a su lado, pero no podíamos precipitarnos a nada ahora.

Sebastian se encogió de hombros.

—No he hablado con ella acerca de eso desde que nos mudamos aquí, así que no lo sé. Sé que está asustada por Tyler. Él no lo ha golpeado todavía, pero tiene sólo un año —replicó, su voz quebrándose.

Apreté su hombro solidariamente. Ese idiota era una persona repugnante.

Finn se sentó a su lado y palmeó su espalda torpemente. Nosotros no éramos muy buenos en reconfortar. Ángel sería perfecto para esto; era tan malditamente amable.

—Sebastian, necesitas decirle a tu madre que él ha hecho esto antes. Podría ser el empujón que necesita para dejarlo antes de que le haga algo a Tyler —dijo Finn amablemente.

Sebastian asintió, levantándose.

—Iré a casa y hablaré con ella cuando pueda.

—Seb, si alguna vez necesitas ayuda llámame. Día o noche, ¿entiendes? Y si necesitan un lugar para quedarse algunos días, tu madre y tu hermano también, se pueden quedar aquí —dijo Finn intensamente. Lo dice en serio, Finn era un gran chico y nunca dejaría que alguien hiriera a su familia o amigos, supongo que técnicamente Sebastian era su familia también.

—Gracias. Esperaré hasta que él no esté allí, y entonces hablaré con ella. —Asintió, viéndose muy triste, y un poco asustado.

—Llámame para saber cómo va todo. Y lo digo en serio acerca de un lugar donde quedarse, a mi mamá no le importará, ella ni siquiera estará en casa por otras dos semanas —declaró Finn, guiando a Sebastian a la puerta. Puso su brazo alrededor de su hombro—. Todo va a estar bien —le aseguró Finn. Sebastian parecía como un pequeño niño perdido, no se veía preparado para esto en absoluto, pero supongo que había necesitado crecer rápido como Finn lo hizo cuando era más joven.

—No creo que debas decirle a Kurt nada acerca de esto. Realmente no necesita preocuparse por nada más, y ni siquiera sé que es lo que va a decir mi mamá acerca de todo esto —murmuró Sebastian, frunciendo el ceño.

Asentí. Esa probablemente era una buena idea. Si Ángel supiera de todo esto se preocuparía por Sebastian y Tyler, y por todo lo que sabíamos quizás su mamá no quería dejarlo en primer lugar. Podíamos decirle cuando el momento llegara.

—Sí, buena idea —estuve de acuerdo, asintiendo.

—Está bien, gracias. Nos vemos. —Sonrió tristemente y se dirigió fuera de la casa.

Finn cerró la puerta y presionó su frente contra ella.

—Blaine, necesitas darme una buena razón de por qué no debería ir allí y cortar su garganta —gruñó, todo su cuerpo rígido.

—Porque entonces tú estarías en la cárcel, y Ángel no tendría a su hermano mayor aquí para protegerlo —dije rápidamente, sabiendo que Kurt era la única cosa que lo mantendría calmado y contenido.

Finn se giró hacia mi e hizo algo que nunca lo había visto hacer en su vida; se dejó caer contra la puerta, tiró sus rodillas hacia su pecho, y lloró. Sentí mis entrañas retorcerse ante la vista de eso. Estaba tan enojado de nuevo que necesitaba recordarme a mí mismo exactamente la misma razón de por qué no podía ir allí y cortar su garganta. Me senté a un lado de Finn y lo abrasé mientras lloraba. No creo que jamás haya tenido una liberación adecuada antes.