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Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
cada vez me gusta mas y pobre Finn por que se lo llevan pense que Rachel no era amiga de Quinn pero bueno me gysra mucho actualiza por favor!!!
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
me encanto! ;-)
sigue espero tu actualización :-)
sigue espero tu actualización :-)
Romi Criss* - Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
NO que no se lleven a finn que no lo alejen de kurt
PD: actualiza pronto
PD: actualiza pronto
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
¡me alegra que te halla gustado! ya actualicé :).gleeclast escribió:Me gusto el capitulo espero el siguiente me gusta mucho la historia espero actualices pronto
es injusto que se lo lleven, cuando él no hizo nada :(, pero bueno, digamos que los padres de Kurt no son muy buenos...gleeismylife escribió:cada vez me gusta mas y pobre Finn por que se lo llevan pense que Rachel no era amiga de Quinn pero bueno me gysra mucho actualiza por favor!!!
es raro, pero cierto. ya actualicé, me alegra que te guste :).
¡me alegra que te guste! ya actualicé.Romi Criss escribió:me encanto! ;-)
sigue espero tu actualización :-)
nadie quiere que alejen a Finn de Kurt, pero los padres son tan malos con ellos :(.fernimontecinos escribió:NO que no se lleven a finn que no lo alejen de kurt
PD: actualiza pronto
ya actualicé :).
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
26. Blaine.
Cuando llega el viernes y Kurt entra en clase de la señora P., todavía estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las jodidas llaves, y durante todo ese tiempo, no dejé de maldecirlo. Vale, fui yo quién lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre porque, después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los Latino Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor.
Kurt lleva toda la semana muy desconfiado. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de ciase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecho una furia enfundado en su uniforme de animador.
- Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. Kurt me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
- Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están?-pregunta-. Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Silvester me echará a patadas del equipo si no aparezco.
- Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera. Nunca sabes cuándo pueden meter la mano y quitarte algo.
- Me alegra descubrir que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
- Es un lugar mojado. Muy, muy mojado -digo, dándole la pista que exige.
- ¿En la piscina?
- ¿Creativo, verdad? -digo, asintiendo con la cabeza.
Él intenta empujarme contra la pared.
- Voy a matarte. Será mejor que vayas a por ellas.
Si no lo conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
- Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas solo, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento.
Kurt ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. No debería concentrarme en la expresión de sus labios; es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
- Dime dónde están, Blaine, por favor.
Lo dejo en ascuas un minuto antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos del sol que aún atraviesan las ventanas la iluminan lo suficiente. Las llaves de Kurt están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
- Ahí las tienes. A por ellas.
Kurt se queda inmóvil, con las manos sobre su pantalón apretado, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca pavoneándose al largo palo que cuelga de la pared y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
- Muy fácil -dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras lo observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina.
- Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnudo. Vigilaré por si viene alguien.
Él se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
- Pues claro -replico, aunque no hace falta que lo haga-. Aunque he de advertirte que si llevas bóxers que no son de diseñador, se me caerá un mito.
- Para que lo sepas, son de sedaceleste. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
- Ninguna de las dos cosas. Llevo a los chicos al aire, ya sabes a qué me refiero. -En realidad, no los llevo al aire, pero eso tendrá que averiguarlo por sí mismo.
- ¡Qué asco, Blaine!
- No digas eso hasta que no lo pruebes -sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
- ¿Te vas?
- Pues... si.
- ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
- Pues... no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con él no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a Kurt por última vez, preguntándome si dejarlo plantado ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde o todo a la vez.
Una vez en casa, lejos de Kurt y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Carlos esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los Latino Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Carlos en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
- ¿Qué es eso? -le pregunto.
- Nada -contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
- No me digas que no es nada, Carlos -grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente Beretta 25 devolviéndome la mirada. Riéndose de mí. La cojo y la sujeto en una mano-. ¿De dónde la has sacado?
- No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida quiero darle un susto de muerte a Carlos. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
- Soy tu hermano mayor, Carlos. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Carlos podría acabar muerto. Si Luis la encontrara... mierda, esto no pinta nada bien.
Carlos intenta levantarse pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
- Tú vas por ahí armado -protesta-. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
- Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
- Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? -suelta Carlos-. Bueno, pues yo también tengo planes.
- Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Carlos guarda silencio.
Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos. Puedo evitar que entre en los Latino Blood, pero solo si me deja ayudarle. Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Chicago, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales al Navy Pier, el cuatro de Julio. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Carlos ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, chicana, y cuando Carlos intentó presentarnos y ella reparó en mí y en mis tatuajes, su rostro se transformó, como si fueran a dispararle solo por estar a un metro y medio de mí.
- ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero? -le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
- Te dará una patada en el culo tan rápido que ni lo notarás.
Carlos desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
- Carlos, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta elegir entre lo que parece más fácil (la vida de gánster) y las cosas por las que quiere luchar (Destiny).
- No salgas más con Wil. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.
bueno, es corto, pero si veo comentarios puedo llegar a subir otro hoy :). gracias por comentar, en serio lo aprecio y me alegra que les guste esta historia tanto como a mí, ¡¡besos, los adoro!!
Cuando llega el viernes y Kurt entra en clase de la señora P., todavía estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las jodidas llaves, y durante todo ese tiempo, no dejé de maldecirlo. Vale, fui yo quién lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre porque, después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los Latino Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor.
Kurt lleva toda la semana muy desconfiado. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de ciase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecho una furia enfundado en su uniforme de animador.
- Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. Kurt me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
- Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están?-pregunta-. Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Silvester me echará a patadas del equipo si no aparezco.
- Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera. Nunca sabes cuándo pueden meter la mano y quitarte algo.
- Me alegra descubrir que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
- Es un lugar mojado. Muy, muy mojado -digo, dándole la pista que exige.
- ¿En la piscina?
- ¿Creativo, verdad? -digo, asintiendo con la cabeza.
Él intenta empujarme contra la pared.
- Voy a matarte. Será mejor que vayas a por ellas.
Si no lo conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
- Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas solo, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento.
Kurt ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. No debería concentrarme en la expresión de sus labios; es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
- Dime dónde están, Blaine, por favor.
Lo dejo en ascuas un minuto antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos del sol que aún atraviesan las ventanas la iluminan lo suficiente. Las llaves de Kurt están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
- Ahí las tienes. A por ellas.
Kurt se queda inmóvil, con las manos sobre su pantalón apretado, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca pavoneándose al largo palo que cuelga de la pared y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
- Muy fácil -dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras lo observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina.
- Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnudo. Vigilaré por si viene alguien.
Él se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
- Pues claro -replico, aunque no hace falta que lo haga-. Aunque he de advertirte que si llevas bóxers que no son de diseñador, se me caerá un mito.
- Para que lo sepas, son de sedaceleste. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
- Ninguna de las dos cosas. Llevo a los chicos al aire, ya sabes a qué me refiero. -En realidad, no los llevo al aire, pero eso tendrá que averiguarlo por sí mismo.
- ¡Qué asco, Blaine!
- No digas eso hasta que no lo pruebes -sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
- ¿Te vas?
- Pues... si.
- ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
- Pues... no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con él no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a Kurt por última vez, preguntándome si dejarlo plantado ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde o todo a la vez.
Una vez en casa, lejos de Kurt y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Carlos esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los Latino Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Carlos en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
- ¿Qué es eso? -le pregunto.
- Nada -contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
- No me digas que no es nada, Carlos -grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente Beretta 25 devolviéndome la mirada. Riéndose de mí. La cojo y la sujeto en una mano-. ¿De dónde la has sacado?
- No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida quiero darle un susto de muerte a Carlos. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
- Soy tu hermano mayor, Carlos. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Carlos podría acabar muerto. Si Luis la encontrara... mierda, esto no pinta nada bien.
Carlos intenta levantarse pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
- Tú vas por ahí armado -protesta-. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
- Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
- Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? -suelta Carlos-. Bueno, pues yo también tengo planes.
- Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Carlos guarda silencio.
Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos. Puedo evitar que entre en los Latino Blood, pero solo si me deja ayudarle. Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Chicago, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales al Navy Pier, el cuatro de Julio. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Carlos ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, chicana, y cuando Carlos intentó presentarnos y ella reparó en mí y en mis tatuajes, su rostro se transformó, como si fueran a dispararle solo por estar a un metro y medio de mí.
- ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero? -le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
- Te dará una patada en el culo tan rápido que ni lo notarás.
Carlos desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
- Carlos, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta elegir entre lo que parece más fácil (la vida de gánster) y las cosas por las que quiere luchar (Destiny).
- No salgas más con Wil. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.
bueno, es corto, pero si veo comentarios puedo llegar a subir otro hoy :). gracias por comentar, en serio lo aprecio y me alegra que les guste esta historia tanto como a mí, ¡¡besos, los adoro!!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Omgg amé el capitulo*-* , amo tu fic lo sigo desde el principio
pero nunca eh comentado podría decirse que soy algo así como lectora
fantasma jajaja , porfavor sube otro Plzz*-* Saludos:D
pero nunca eh comentado podría decirse que soy algo así como lectora
fantasma jajaja , porfavor sube otro Plzz*-* Saludos:D
DaniColferPotter* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 25/08/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusto el capitulo pobre kurt que blaine le alla aventado las llaves a la pisina espero el siguiente capitulo espero actualices pronto me gusta mucho la historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
que malo blaine pobre kurt jajaja
PD: actualiza pronto
PD: actualiza pronto
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Actuliza plzzz amo el fic
DaniColferPotter* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 25/08/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
27. Kurt.
Llegué tarde al partido de fútbol. Después de que Blaine se marchara, me quedé en ropa interior y salté a la piscina para coger las llaves. Gracias a Blaine, descendí de categoría. Quinn, la co-capitana del equipo de animadoras ya es oficialmente la capitana. Tardé media hora en secarme el pelo y volverme a peinar en el vestuario. A la señora Silvester le decepcionó mucho que llegara tarde al partido.
Me dijo que debería sentirme agradecido de que me bajaran de categoría porque podían haberme expulsado del equipo.
Después del partido, me tumbo en el sofá junto a mi hermano. El pelo me huele todavía a cloro, pero estoy demasiado cansado como para preocuparme por eso. Mientras veo un reality show en la tele después de cenar, notó que los ojos se me empiezan a cerrar.
- Kurt, despierta. Adam está aquí -me dice mi madre, zarandeándome.
Levanta la cabeza y veo a Adam, de pie frente a mí. Me ofrece la mano y pregunta:
-¿Estás lista?
Vaya. Me he olvidado de la fiesta de Shane pese a que hace meses que está planeada. No me apetece nada ir.
- No vayamos y quedémonos en casa.
- ¿Estás de broma? Todos esperan que vayamos. No puedes perderte la mayor juerga del año -dice mirándome los pantalones de chándal y la camiseta con el lema HAZTE UN CHEQUEO. La conseguí el año pasado cuando hice la caminata contra el cáncer de próstata-. Te esperaré mientras te vistes. Date prisa. ¿Por qué no te pones esa camisa azul que tanto me gusta?
Me arrastro hasta el armario para cambiarme. En una esquina, junto a la camiseta sin mangas de DKNY, está la bandana de Zayn. La lavé anoche, pero cierro los ojos y me la llevo a la nariz para comprobar que su fragancia persiste en la tela. Lo único que acabo distinguiendo es el olor del detergente. Qué decepción. Ahora mismo no estoy preparado para analizar mis sentimientos, especialmente porque Adam está esperándome abajo.
Tardo bastante en ponerme la ropa –eso incluye la camisa azul que le gusta a Adam-, arreglarme el pelo y estar listo. Espero que Adam no esté cabreado por haber esperado tanto. Tengo que estar perfecto o mi madre no tardará ni un instante en criticar mi aspecto delante de él.
Cuando vuelvo a bajar, Adam está sentado al borde del sofá, ignorando completamente a Finn. Creo que se pone nervioso cuando está cerca de él.
«La inspectora» que tengo por madre se acerca a mí y me toca el pelo.
- ¿Te has puesto acondicionador?
¿Antes o después de meterme en la piscina para recuperar las llaves?
- Mamá, por favor -le imploro, apartándole la mano.
- Estás increíble -señala Adam, acercándose a mí.
Afortunadamente, mi madre se retira. Es obvio que le agrada y le tranquiliza la aprobación de Adam aunque no tenga el pelo perfecto.
En el trayecto hasta la casa de Shane, observo al que ha sido mi novio durante los dos últimos años. La primera vez que nos besamos fue jugando a la botella en casa de Shane, en el segundo curso de instituto. Lo hicimos delante de todo el mundo. Adam me cogió entre sus brazos y nos besamos durante cinco minutos. Sí, los espectadores lo cronometraron. Desde entonces hemos sido pareja.
- ¿Por qué me miras de ese modo? -pregunta, girando la cabeza.
- Estaba recordando la primera vez que nos besamos.
- Fue en casa de Shane. Sí, menudo espectáculo, ¿eh? Incluso los de último curso se quedaron boquiabiertos.
- Ahora somos nosotros los que estamos en último curso.
- Y todavía somos la Pareja Dorada, guapo -dice, doblando para encarar el camino de entrada de Shane-. ¡Que empiece la fiesta! ¡Ya ha llegado la Pareja Dorada, -grita Adam cuando entramos en la casa.
Él se va con los chicos mientras yo voy a buscar a Rachel. La encuentro en el salón. Mi mejor amiga me da un abrazo y después me hace señas para que tome asiento en el sofá, a su lado. Hay un grupo de chicas del equipo de animadoras, entre ellas, Quinn.
- Ahora que Kurt está aquí –dice Rachel-, podemos empezar a jugar.
- ¿A quién te gustaría besar? -pregunta Mercedes.
- Empecemos por algo sencillo. ¿Dogo o caniche? -sugiere
Rachel, recostándose en el sofá.
- ¿Los comparáis con perros? -digo, soltando una carcajada.
- Sí.
- Vale. -Los caniches son monos y mimosos, pero los dogos son más masculinos y tienen una mirada que impone. Aunque me gusta lo mono y mimoso, un caniche no puede con un dogo-. Dogo.
- ¡Puaj! Caniche sin dudarlo. Los dogos tienen ese hocico hacia fuera y siempre están babeando. No apetece nada besarlos.
- Y no lo haremos, idiota -dice Rachel.
- Yo tengo una pregunta -digo-, ¿El profesor Shuester o el señor Tenaka, el entrenador?
- ¡Shuester! -exclaman todas al unísono.
- Está tan bueno -añade Lauren.
- Siento aguaros la fiesta, pero he oído que es gay -confiesa
Rachel entre risitas.
- Qué va -dice Mercedes-. ¿Estás segura? Bueno, aunque lo fuera, no elegiría a Tenaka antes que a él.
- Yo tengo otra -interviene Quinn-. ¿Adam o Blaine?
Todas desvían la mirada hacia mí. Entonces, Rachel me da un codazo, como indicándome que no estamos solas. Debe de ser Adam. ¿Por qué me la ha jugado así Quinn?
Todas están mirando ahora a Adam, quien está de pie detrás de mí.
- Ups. Lo siento -dice Quinn, disculpándose por haberse ido de la lengua.
- Todos saben que Kurt elegiría a Adam -interviene Rachel mientras se mete una galleta salada en la boca.
- Quinn, ¿por qué has hecho eso? –pregunta Brittany con desdén.
- ¿El qué? Solo es un juego, Brittany.
- Sí, pero nosotras estamos jugando a un juego muy diferente del tuyo.
- ¿Qué se supone que significa eso? Solo porque no tengas novio...
Adam se aleja, dirigiéndose hacia el patio. Después de fulminar a Quinn con la mirada y agradeciendo en silencio a Brittany por regañarla, sigo a Adam al exterior.
Lo encuentro sentado en una de las tumbonas junto a la piscina.
- ¿Por qué cono has tenido que dudar cuando Quinn te ha hecho la pregunta? -vocifera-. Me has puesto en ridículo bueno, ahora mismo no estoy muy contento con Quinn.
Adam suelta una cota carcajada.
- ¿No lo entiendes? No es culpa de Quinn.
- ¿Crees que es culpa mía? Como si fuera yo quien pidió ser compañero de Blaine.
- No te quejaste demasiado -dice, poniéndose en pie.
- ¿Estás buscando bronca, Adam?
- Puede que sí. Ni siquiera sabes comportarte como un novio.
- ¿Cómo puedes decir eso? ¿Quién te llevó al hospital cuando te torciste la muñeca? ¿Quién sale corriendo al campo y te da un beso después del primer touchdown?
¿Quién fue a visitarte todos los días cuando cogiste la varita el año pasado?
-Recibí clases de conducción en contra de mi voluntad. Me quedé dormido en los brazos de Blaine borracho, pero no sabía lo que estaba haciendo. No ha ocurrido nada con Blaine soy inocente, aunque mis pensamientos no lo sean.
- Eso fue el año pasado -dice Adam, cogiéndome de la mano y tirando de mí para volver a entrar en la casa-. Quiero que me demuestres lo mucho que te importo. Ahora.
Entramos en la habitación de Shane y Adam me obliga a tumbarme en la cama con él.
Lo aparto cuando me acaricia el cuello con la punta de la nariz.
- Deja de comportarte como si estuviera forzándote, Kurt -masculla Adam. La cama cruje con nuestro peso-. Desde que empezó el instituto has estado actuando como un puñetero mojigato.
- No quiero que nuestra relación se base en el sexo. Me da la sensación de que ya nunca hablamos -digo, incorporándome sobre la cama.
- Pues hablemos -dice mientras su mano se pasea por mi pecho.
- Tú primero. Di algo y después hablaré yo.
- Esta es la cosa más estúpida que he oído nunca. No tengo nada que decir, Kurt. Si tú tienes algo en mente, suéltalo.
Respiro profundamente, castigándome a mí mismo por sentirme más a gusto con Blaine que en aquella cama con Adam. No puedo permitir que termine nuestra relación. Mi madre se pondría histérica, mis amigos fliparían... el mundo se acabaría...
Colín tira de mí para que me tumbe a su lado. No puedo romper con él solo porque me dé miedo tener relaciones sexuales. Después de todo, él también es virgen. Y me ha esperado para que los dos podamos compartir ese momento. La mayoría de nuestros amigos ya lo han hecho. Tal vez eso es lo que hace que me sienta como un estúpido y mi interés por Blaine se haya convertido en la excusa perfecta para evitar acostarme con Adam.
Los brazos de Adam me rodean la cintura. Llevamos juntos dos años, ¿por qué echarlo todo a perder por una estúpida atracción hacia alguien al que ni siquiera debería dirigir la palabra?
Cuando sus labios están a escasos centímetros de los míos, reparo en algo que me deja helada. Una fotografía sobre el vestidor de Shane, Adam y él en la playa, este verano.
Hay dos chicas con ellos, y Adam rodea cariñosamente con los brazos a una bonita morena con el pelo corto y enmarañado. Sonríen de oreja a oreja, como si tuvieran un secreto que están a punto de compartir.
- ¿Qué es eso? -le pregunto, señalando la fotografía e intentando que no se me refleje la inquietud en la voz. - Un par de chicas que conocimos en la playa -dice, recostándose de nuevo mientras yo sigo mirando la foto. - ¿Cómo se llama la chica a la que rodeas con el brazo?
- No lo sé. Creo que se llamaba Mía o algo así.
- Parecéis una pareja -señalo.
- Eso es ridículo. Ven aquí -me ordena. Entonces se yergue y me impide seguir observando la fotografía.- Tú eres el único al que deseo ahora, kurt. -¿Qué quiere decir con ahora? ¿Se refiere a que este verano ha deseado a Mía pero que ahora me desea a mí? ¿Estoy analizando demasiado sus palabras? Antes de que me dé cuenta, me ha bajado el pantalón y quedo en bóxers. Intento concentrarme y convencerme de que mis dudas son solo el producto de los nervios.
- ¿Has echado el pestillo de la puerta? -le pregunto, Intentado alejar la inquietud de mi mente.
- Si -responde él, totalmente absorto en mi ropa interior. Consciente de que tengo que poner de mi parte pero haciendo un gran esfuerzo por motivarme, lo toco por encima de los pantalones.
Colín se incorpora, me aparta la mano y se baja la cremallera.
Cuando se baja los pantalones hasta las rodillas, me dice:
- Vamos, Kurt. Probemos algo nuevo.-No me siento bien, todo parece demasiado preparado. Me acerco un poco, aunque tengo la mente en otro sitio.
La puerta se abre con un chirrido y la cabeza de Shane asoma por el resquicio. De inmediato, una sonrisa enorme se le dibuja en la cara.
- ¡Coño! ¿Dónde hay una cámara de móvil cuando la necesitas?
- ¡Pensaba que habías cerrado la puerta! -le grito a Adam enfadado mientras me apresuro a ponerme el pantalón en su lugar-. Me has mentido. -Adam coge la manta y se tapa.
- Joder, Shane, déjanos un poco de intimidad, ¿quieres? Kurt, deja de comportarte como un histérico.
- Por si no te has dado cuenta, esta es mi habitación -dice Shane, y apoyándose en el marco de la puerta, enarca una de sus cejas y añade-: Kurt, dime la verdad. ¿Esa cosa de allí abajo es tan grande como parece?
- Shane, eres un cerdo -le espeto, apartándome de Adam.
Mi novio intenta cogerme cuando bajo de la cama de un salto.
- Vuelve aquí, Kurt. Siento no haber echado el cerrojo. Me he dejado llevar por el momento.
El problema es que el hecho de que la puerta estuviera abierta no es la única razón por la que estoy enfadado. Me ha llamado «histérico» sin pensárselo dos veces. Y no ha regañado a Shane por su comentario. Miro a mi novio y le digo:
- ¿Ah, sí? Bueno, pues ahora soy yo quien se deja llevar por el momento y se larga de aquí.
A la una y media de la mañana estoy en mi habitación, mirando el móvil. Adam me ha llamado treinta y seis veces. Y ha dejado diez mensajes. Desde que Rachel me ha acompañado a casa, he intentado ignorarle. En parte porque tengo que dejar que se me pase el enfado. Me atormenta la idea de que Shane me haya visto medio desnudo. Mientras buscaba a Rachel para pedirle que me trajera a casa, pude escuchar al menos a cinco personas que susurraban sobre la escena que había tenido lugar en 1a habitación de Shane.
No quiero perder los papeles como le ocurre a mi madre, y ¿así me ocurre con Shane y Adam en la habitación?
Pero es la trigésimo novena llamada de Adam, y mis pulsaciones ya han recuperado su ritmo habitual.
Finalmente, respondo al teléfono.
- Deja de llamarme -le suelto.
- Dejaré de hacerlo cuando oigas lo que tengo que decirte -anuncia Adam al otro lado de la línea con un tono de voz lleno de decepción.
- Pues habla. Te escucho.
Le oigo aspirar profundamente.
- Lo siento, Kurt. Siento no haber echado el cerrojo de la puerta. Siento haber querido tener relaciones sexuales. Siento que uno de mis amigos se lo tome a broma cuando no tiene ninguna gracia. Siento no poder soportar veros a Anderson y a ti en clase de Pillsbury. Siento haber cambiado este verano.
No sé qué decirle. Adam ha cambiado, pero ¿también lo he hecho yo? ¿O soy la misma persona que se despidió de él antes de que se marchara de vacaciones? No lo sé. Solo tengo una cosa clara.
- Adam, no quiero que nos peleemos más.
- Yo tampoco. ¿Puedes olvidar lo que ha pasado esta noche? Te prometo que te recompensaré. ¿Recuerdas nuestro último aniversario, cuando mi tío nos llevó en su avioneta a Michigan para pasar el día?
Acabamos en un balneario. Cuando fuimos a cenar al restaurante por la noche, había un gigantesco ramo de rosas rojas en nuestra mesa, junto a una caja de color turquesa.
Dentro había un hermoso adorno bañado en oro blanco.
- Sí, lo recuerdo.
- Voy a comprarte los más adornos como esos, Kurt.
No tengo valor para decirle que lo que quiero no son unos adornos. Me encantan y siempre los dejo en mi habitación a la vista de todos. Pero lo que me dejó boquiabierto aquel día no fue el regalo, sino el hecho de que Adam fuera más allá de lo planeado solo para hacer que todo fuera súper especial. Eso es lo que recuerdo cuando veo el adorno. No el regalo, sino su significado. He visto muy poco de ese Adam desde que empezó el instituto.
Los caros regalos serían un símbolo de la disculpa de Adam y siempre me recordarían aquella noche. También servirían para sentirme culpable por no corresponderle con... mí virginidad. Puede que no sea consciente de ello, pero el hecho de que la idea me ronde por la cabeza es una señal. No quiero sentirme presionado.
- Adam, no quiero los pendientes.
- Entonces, ¿qué quieres? Dímelo.
Tardo un rato en contestar. Hace seis meses podría haber redactado un ensayo de cien páginas sobre lo que quería.
Desde que empezó el instituto, todo ha cambiado.
- Ahora mismo no sé lo que quiero. -Me duele tener que decir algo así, pero es lo que siento.
-Bueno, ¿me darás una pista cuando lo sepas?
Claro, si es que llego a descubrirlo.
lo prometido es deuda. acá está el otro capítulo :). ojalá les halla gustado y muchas gracias por comentar, ¡¡los adoro!!
Llegué tarde al partido de fútbol. Después de que Blaine se marchara, me quedé en ropa interior y salté a la piscina para coger las llaves. Gracias a Blaine, descendí de categoría. Quinn, la co-capitana del equipo de animadoras ya es oficialmente la capitana. Tardé media hora en secarme el pelo y volverme a peinar en el vestuario. A la señora Silvester le decepcionó mucho que llegara tarde al partido.
Me dijo que debería sentirme agradecido de que me bajaran de categoría porque podían haberme expulsado del equipo.
Después del partido, me tumbo en el sofá junto a mi hermano. El pelo me huele todavía a cloro, pero estoy demasiado cansado como para preocuparme por eso. Mientras veo un reality show en la tele después de cenar, notó que los ojos se me empiezan a cerrar.
- Kurt, despierta. Adam está aquí -me dice mi madre, zarandeándome.
Levanta la cabeza y veo a Adam, de pie frente a mí. Me ofrece la mano y pregunta:
-¿Estás lista?
Vaya. Me he olvidado de la fiesta de Shane pese a que hace meses que está planeada. No me apetece nada ir.
- No vayamos y quedémonos en casa.
- ¿Estás de broma? Todos esperan que vayamos. No puedes perderte la mayor juerga del año -dice mirándome los pantalones de chándal y la camiseta con el lema HAZTE UN CHEQUEO. La conseguí el año pasado cuando hice la caminata contra el cáncer de próstata-. Te esperaré mientras te vistes. Date prisa. ¿Por qué no te pones esa camisa azul que tanto me gusta?
Me arrastro hasta el armario para cambiarme. En una esquina, junto a la camiseta sin mangas de DKNY, está la bandana de Zayn. La lavé anoche, pero cierro los ojos y me la llevo a la nariz para comprobar que su fragancia persiste en la tela. Lo único que acabo distinguiendo es el olor del detergente. Qué decepción. Ahora mismo no estoy preparado para analizar mis sentimientos, especialmente porque Adam está esperándome abajo.
Tardo bastante en ponerme la ropa –eso incluye la camisa azul que le gusta a Adam-, arreglarme el pelo y estar listo. Espero que Adam no esté cabreado por haber esperado tanto. Tengo que estar perfecto o mi madre no tardará ni un instante en criticar mi aspecto delante de él.
Cuando vuelvo a bajar, Adam está sentado al borde del sofá, ignorando completamente a Finn. Creo que se pone nervioso cuando está cerca de él.
«La inspectora» que tengo por madre se acerca a mí y me toca el pelo.
- ¿Te has puesto acondicionador?
¿Antes o después de meterme en la piscina para recuperar las llaves?
- Mamá, por favor -le imploro, apartándole la mano.
- Estás increíble -señala Adam, acercándose a mí.
Afortunadamente, mi madre se retira. Es obvio que le agrada y le tranquiliza la aprobación de Adam aunque no tenga el pelo perfecto.
En el trayecto hasta la casa de Shane, observo al que ha sido mi novio durante los dos últimos años. La primera vez que nos besamos fue jugando a la botella en casa de Shane, en el segundo curso de instituto. Lo hicimos delante de todo el mundo. Adam me cogió entre sus brazos y nos besamos durante cinco minutos. Sí, los espectadores lo cronometraron. Desde entonces hemos sido pareja.
- ¿Por qué me miras de ese modo? -pregunta, girando la cabeza.
- Estaba recordando la primera vez que nos besamos.
- Fue en casa de Shane. Sí, menudo espectáculo, ¿eh? Incluso los de último curso se quedaron boquiabiertos.
- Ahora somos nosotros los que estamos en último curso.
- Y todavía somos la Pareja Dorada, guapo -dice, doblando para encarar el camino de entrada de Shane-. ¡Que empiece la fiesta! ¡Ya ha llegado la Pareja Dorada, -grita Adam cuando entramos en la casa.
Él se va con los chicos mientras yo voy a buscar a Rachel. La encuentro en el salón. Mi mejor amiga me da un abrazo y después me hace señas para que tome asiento en el sofá, a su lado. Hay un grupo de chicas del equipo de animadoras, entre ellas, Quinn.
- Ahora que Kurt está aquí –dice Rachel-, podemos empezar a jugar.
- ¿A quién te gustaría besar? -pregunta Mercedes.
- Empecemos por algo sencillo. ¿Dogo o caniche? -sugiere
Rachel, recostándose en el sofá.
- ¿Los comparáis con perros? -digo, soltando una carcajada.
- Sí.
- Vale. -Los caniches son monos y mimosos, pero los dogos son más masculinos y tienen una mirada que impone. Aunque me gusta lo mono y mimoso, un caniche no puede con un dogo-. Dogo.
- ¡Puaj! Caniche sin dudarlo. Los dogos tienen ese hocico hacia fuera y siempre están babeando. No apetece nada besarlos.
- Y no lo haremos, idiota -dice Rachel.
- Yo tengo una pregunta -digo-, ¿El profesor Shuester o el señor Tenaka, el entrenador?
- ¡Shuester! -exclaman todas al unísono.
- Está tan bueno -añade Lauren.
- Siento aguaros la fiesta, pero he oído que es gay -confiesa
Rachel entre risitas.
- Qué va -dice Mercedes-. ¿Estás segura? Bueno, aunque lo fuera, no elegiría a Tenaka antes que a él.
- Yo tengo otra -interviene Quinn-. ¿Adam o Blaine?
Todas desvían la mirada hacia mí. Entonces, Rachel me da un codazo, como indicándome que no estamos solas. Debe de ser Adam. ¿Por qué me la ha jugado así Quinn?
Todas están mirando ahora a Adam, quien está de pie detrás de mí.
- Ups. Lo siento -dice Quinn, disculpándose por haberse ido de la lengua.
- Todos saben que Kurt elegiría a Adam -interviene Rachel mientras se mete una galleta salada en la boca.
- Quinn, ¿por qué has hecho eso? –pregunta Brittany con desdén.
- ¿El qué? Solo es un juego, Brittany.
- Sí, pero nosotras estamos jugando a un juego muy diferente del tuyo.
- ¿Qué se supone que significa eso? Solo porque no tengas novio...
Adam se aleja, dirigiéndose hacia el patio. Después de fulminar a Quinn con la mirada y agradeciendo en silencio a Brittany por regañarla, sigo a Adam al exterior.
Lo encuentro sentado en una de las tumbonas junto a la piscina.
- ¿Por qué cono has tenido que dudar cuando Quinn te ha hecho la pregunta? -vocifera-. Me has puesto en ridículo bueno, ahora mismo no estoy muy contento con Quinn.
Adam suelta una cota carcajada.
- ¿No lo entiendes? No es culpa de Quinn.
- ¿Crees que es culpa mía? Como si fuera yo quien pidió ser compañero de Blaine.
- No te quejaste demasiado -dice, poniéndose en pie.
- ¿Estás buscando bronca, Adam?
- Puede que sí. Ni siquiera sabes comportarte como un novio.
- ¿Cómo puedes decir eso? ¿Quién te llevó al hospital cuando te torciste la muñeca? ¿Quién sale corriendo al campo y te da un beso después del primer touchdown?
¿Quién fue a visitarte todos los días cuando cogiste la varita el año pasado?
-Recibí clases de conducción en contra de mi voluntad. Me quedé dormido en los brazos de Blaine borracho, pero no sabía lo que estaba haciendo. No ha ocurrido nada con Blaine soy inocente, aunque mis pensamientos no lo sean.
- Eso fue el año pasado -dice Adam, cogiéndome de la mano y tirando de mí para volver a entrar en la casa-. Quiero que me demuestres lo mucho que te importo. Ahora.
Entramos en la habitación de Shane y Adam me obliga a tumbarme en la cama con él.
Lo aparto cuando me acaricia el cuello con la punta de la nariz.
- Deja de comportarte como si estuviera forzándote, Kurt -masculla Adam. La cama cruje con nuestro peso-. Desde que empezó el instituto has estado actuando como un puñetero mojigato.
- No quiero que nuestra relación se base en el sexo. Me da la sensación de que ya nunca hablamos -digo, incorporándome sobre la cama.
- Pues hablemos -dice mientras su mano se pasea por mi pecho.
- Tú primero. Di algo y después hablaré yo.
- Esta es la cosa más estúpida que he oído nunca. No tengo nada que decir, Kurt. Si tú tienes algo en mente, suéltalo.
Respiro profundamente, castigándome a mí mismo por sentirme más a gusto con Blaine que en aquella cama con Adam. No puedo permitir que termine nuestra relación. Mi madre se pondría histérica, mis amigos fliparían... el mundo se acabaría...
Colín tira de mí para que me tumbe a su lado. No puedo romper con él solo porque me dé miedo tener relaciones sexuales. Después de todo, él también es virgen. Y me ha esperado para que los dos podamos compartir ese momento. La mayoría de nuestros amigos ya lo han hecho. Tal vez eso es lo que hace que me sienta como un estúpido y mi interés por Blaine se haya convertido en la excusa perfecta para evitar acostarme con Adam.
Los brazos de Adam me rodean la cintura. Llevamos juntos dos años, ¿por qué echarlo todo a perder por una estúpida atracción hacia alguien al que ni siquiera debería dirigir la palabra?
Cuando sus labios están a escasos centímetros de los míos, reparo en algo que me deja helada. Una fotografía sobre el vestidor de Shane, Adam y él en la playa, este verano.
Hay dos chicas con ellos, y Adam rodea cariñosamente con los brazos a una bonita morena con el pelo corto y enmarañado. Sonríen de oreja a oreja, como si tuvieran un secreto que están a punto de compartir.
- ¿Qué es eso? -le pregunto, señalando la fotografía e intentando que no se me refleje la inquietud en la voz. - Un par de chicas que conocimos en la playa -dice, recostándose de nuevo mientras yo sigo mirando la foto. - ¿Cómo se llama la chica a la que rodeas con el brazo?
- No lo sé. Creo que se llamaba Mía o algo así.
- Parecéis una pareja -señalo.
- Eso es ridículo. Ven aquí -me ordena. Entonces se yergue y me impide seguir observando la fotografía.- Tú eres el único al que deseo ahora, kurt. -¿Qué quiere decir con ahora? ¿Se refiere a que este verano ha deseado a Mía pero que ahora me desea a mí? ¿Estoy analizando demasiado sus palabras? Antes de que me dé cuenta, me ha bajado el pantalón y quedo en bóxers. Intento concentrarme y convencerme de que mis dudas son solo el producto de los nervios.
- ¿Has echado el pestillo de la puerta? -le pregunto, Intentado alejar la inquietud de mi mente.
- Si -responde él, totalmente absorto en mi ropa interior. Consciente de que tengo que poner de mi parte pero haciendo un gran esfuerzo por motivarme, lo toco por encima de los pantalones.
Colín se incorpora, me aparta la mano y se baja la cremallera.
Cuando se baja los pantalones hasta las rodillas, me dice:
- Vamos, Kurt. Probemos algo nuevo.-No me siento bien, todo parece demasiado preparado. Me acerco un poco, aunque tengo la mente en otro sitio.
La puerta se abre con un chirrido y la cabeza de Shane asoma por el resquicio. De inmediato, una sonrisa enorme se le dibuja en la cara.
- ¡Coño! ¿Dónde hay una cámara de móvil cuando la necesitas?
- ¡Pensaba que habías cerrado la puerta! -le grito a Adam enfadado mientras me apresuro a ponerme el pantalón en su lugar-. Me has mentido. -Adam coge la manta y se tapa.
- Joder, Shane, déjanos un poco de intimidad, ¿quieres? Kurt, deja de comportarte como un histérico.
- Por si no te has dado cuenta, esta es mi habitación -dice Shane, y apoyándose en el marco de la puerta, enarca una de sus cejas y añade-: Kurt, dime la verdad. ¿Esa cosa de allí abajo es tan grande como parece?
- Shane, eres un cerdo -le espeto, apartándome de Adam.
Mi novio intenta cogerme cuando bajo de la cama de un salto.
- Vuelve aquí, Kurt. Siento no haber echado el cerrojo. Me he dejado llevar por el momento.
El problema es que el hecho de que la puerta estuviera abierta no es la única razón por la que estoy enfadado. Me ha llamado «histérico» sin pensárselo dos veces. Y no ha regañado a Shane por su comentario. Miro a mi novio y le digo:
- ¿Ah, sí? Bueno, pues ahora soy yo quien se deja llevar por el momento y se larga de aquí.
A la una y media de la mañana estoy en mi habitación, mirando el móvil. Adam me ha llamado treinta y seis veces. Y ha dejado diez mensajes. Desde que Rachel me ha acompañado a casa, he intentado ignorarle. En parte porque tengo que dejar que se me pase el enfado. Me atormenta la idea de que Shane me haya visto medio desnudo. Mientras buscaba a Rachel para pedirle que me trajera a casa, pude escuchar al menos a cinco personas que susurraban sobre la escena que había tenido lugar en 1a habitación de Shane.
No quiero perder los papeles como le ocurre a mi madre, y ¿así me ocurre con Shane y Adam en la habitación?
Pero es la trigésimo novena llamada de Adam, y mis pulsaciones ya han recuperado su ritmo habitual.
Finalmente, respondo al teléfono.
- Deja de llamarme -le suelto.
- Dejaré de hacerlo cuando oigas lo que tengo que decirte -anuncia Adam al otro lado de la línea con un tono de voz lleno de decepción.
- Pues habla. Te escucho.
Le oigo aspirar profundamente.
- Lo siento, Kurt. Siento no haber echado el cerrojo de la puerta. Siento haber querido tener relaciones sexuales. Siento que uno de mis amigos se lo tome a broma cuando no tiene ninguna gracia. Siento no poder soportar veros a Anderson y a ti en clase de Pillsbury. Siento haber cambiado este verano.
No sé qué decirle. Adam ha cambiado, pero ¿también lo he hecho yo? ¿O soy la misma persona que se despidió de él antes de que se marchara de vacaciones? No lo sé. Solo tengo una cosa clara.
- Adam, no quiero que nos peleemos más.
- Yo tampoco. ¿Puedes olvidar lo que ha pasado esta noche? Te prometo que te recompensaré. ¿Recuerdas nuestro último aniversario, cuando mi tío nos llevó en su avioneta a Michigan para pasar el día?
Acabamos en un balneario. Cuando fuimos a cenar al restaurante por la noche, había un gigantesco ramo de rosas rojas en nuestra mesa, junto a una caja de color turquesa.
Dentro había un hermoso adorno bañado en oro blanco.
- Sí, lo recuerdo.
- Voy a comprarte los más adornos como esos, Kurt.
No tengo valor para decirle que lo que quiero no son unos adornos. Me encantan y siempre los dejo en mi habitación a la vista de todos. Pero lo que me dejó boquiabierto aquel día no fue el regalo, sino el hecho de que Adam fuera más allá de lo planeado solo para hacer que todo fuera súper especial. Eso es lo que recuerdo cuando veo el adorno. No el regalo, sino su significado. He visto muy poco de ese Adam desde que empezó el instituto.
Los caros regalos serían un símbolo de la disculpa de Adam y siempre me recordarían aquella noche. También servirían para sentirme culpable por no corresponderle con... mí virginidad. Puede que no sea consciente de ello, pero el hecho de que la idea me ronde por la cabeza es una señal. No quiero sentirme presionado.
- Adam, no quiero los pendientes.
- Entonces, ¿qué quieres? Dímelo.
Tardo un rato en contestar. Hace seis meses podría haber redactado un ensayo de cien páginas sobre lo que quería.
Desde que empezó el instituto, todo ha cambiado.
- Ahora mismo no sé lo que quiero. -Me duele tener que decir algo así, pero es lo que siento.
-Bueno, ¿me darás una pista cuando lo sepas?
Claro, si es que llego a descubrirlo.
lo prometido es deuda. acá está el otro capítulo :). ojalá les halla gustado y muchas gracias por comentar, ¡¡los adoro!!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusto mucho el capitulo espero actualices pronto me gusta mucho la historia espero el siguiente capitulo con ansias
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
yo se lo que deberia querer: BLAINE
PD: actualiza pronto PORFAVOOOOR
PD: actualiza pronto PORFAVOOOOR
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
me gusto eo capitulo esperare ansiosa oa proxima actualizacion :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Simplemente dire... Odio los fines de semana, no puedo leer todo lo que actualizas, este te lo dire una vez mas, es de mis fics favoritos & odio perderme tus capitulos, pero ahora que ya los lei, me pregunto Actualizaras pronto???
Cuidate, besos
Cuidate, besos
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
28. Blaine.
Es lunes e intento no darle demasiada importancia a las ganas que tengo de que llegue la clase de química. Obviamente no es por la señora P., sino por Kurt, quien, por cierto, llega tarde a clase.
- Eh -la saludo.
- Eh -responde él.
Ni rastro de una sonrisa, ni brillo en sus ojos. Definitivamente, hay algo que lo está atormentando.
- De acuerdo, chicos -dice la señora P-. Sacad los lápices. Veamos cuánto habéis estudiado.
Mientras maldigo a la señora P. en silencio por no haber organizado un día de laboratorio con experimentos en el que Kurt y yo podamos hablar, miro a mi compañero. Parece completamente despistado. Para protegerlo, aunque no tenga derecho alguno, levanto la mano.
- Miedo me dan sus preguntas, Blaine -suelta la señora P.
- Es una preguntita de nada.
- Adelante. Que sea rápida.
- Es un examen con apuntes, ¿verdad?
La profesora me observa por encima de sus gafas.
- No, Blaine, no es un examen con apuntes. Y si no ha estudiado, va a llevarse un gigantesco suspenso. ¿Lo ha entendido?
Como única respuesta, dejo caer los libros al suelo con un ruido sordo.
Después de que la señora P. reparta el examen, leo la primera pregunta. «La densidad del Al (aluminio) es de 2.7 gramos por milímetro. ¿Qué volumen ocuparán 10.5 gramos de Al (aluminio)?»
Tras resolver el problema, echo un vistazo a Kurt. Está mirando la hoja del examen, pero con la mirada perdida.
Al darse cuenta de que lo estoy mirando, murmura:
- ¿Qué?
- Nada.
La señora P. nos lanza una mirada. Respiro profundamente para tranquilizarme y vuelvo a concentrarme en el examen. ¿Por qué tiene que actuar de ese modo? ¿Por qué se vuelve tan frío conmigo sin previo aviso? ¿Qué le pasa?
Por el rabillo del ojo, veo que mi compañero de laboratorio coge el pase que cuelga de la puerta del aula para ir al cuarto de baño. El problema es que el pase para el baño no te ayuda a escapar de la realidad. Todavía estará ahí cuando salgas. Créeme, yo ya lo he intentado. Los problemas son como la basura, no desaparece por mucho que la escondas en un cubo.
Cuando regresa a clase, Kurt agacha la cabeza sobre la mesa de laboratorio y empieza a escribir las respuestas. Una sola mirada es suficiente para saber que no está concentrado en el examen y que está haciendo una chapuza. Y cuando la señora P. pide que entreguemos los exámenes, mi compañero de laboratorio tiene una mirada vacía en el rostro.
- Si te hace sentir mejor -digo en voz baja para que solo Kurt pueda oírme-, me catearon gimnasia en el último año antes del instituto por ponerle un cigarrillo en la boca a un maniquí.
- Me alegro -suelta sin levantar la mirada.
La música empieza a sonar en el altavoz, señalando el final de la clase. Observo el cabello castaño de Kurt mientras sale de clase, sorprendentemente sin que lo acompañe su novio. Me pregunto si cree que todo va a caerle del cielo, incluidas las buenas notas.
Yo tengo que trabajar para conseguirlo todo. Nunca me han regalado nada.
- Hola, Blaine.
Es Sebastian. Está esperándome frente a la taquilla. Bueno, puede que algunas cosas sí me caigan del cielo.
- ¿Qué pasa?
Mi ex novio se acerca, dejando ver el profundo escote en forma de pico de su camiseta.
- Nos hemos juntado unos cuantos para ir a la playa después de clase. ¿Quieres venir?
- Tengo que trabajar -replico-. Quizás me apunte más tarde.
Pienso en lo que ocurrió hace dos fines de semana, cuando fui a casa de Kurt y tuve que asistir al espectáculo de su madre hablando con aires de superioridad. Fue todo un choque de realidad.
Emborracharme para olvidar mi dañado ego fue una idea estúpida. Quería estar con Kurt, pasar el rato con él no solo para estudiar sino también para averiguar qué se escondía bajo su estilizado pelo. Mi compañero de laboratorio me dejó colgado.
Sebastian no. El recuerdo es algo vago, pero puedo ver a Sebastian en el lago, rodeándome con sus brazos. Y sentado sobre mí junto al fuego mientras fumábamos algo más fuerte que un Marlboro. En mi estado embriagado, fumado y con el orgullo herido, habría dejado que cualquier persona me consolase.
Sebastian estaba allí, deseándolo, y le debo una disculpa porque, aunque fue él quien me provocó, yo no debería haber mordido el anzuelo. Tendré que aclarar las cosas con él y explicarle por qué me comporté como un gilipollas.
Después de clase, veo que hay una multitud agolpada alrededor de mi moto. Mierda, si le pasa algo a Julio juro que voy a partirle la cara a alguien. No tengo que abrirme paso, porque cuando me acerco se abre un hueco por el que puedo pasar.
Todos me miran mientras contemplo el acto de vandalismo que ha sufrido mi moto. Están esperando que entre en cólera. Después de todo, ¿quién se atrevería a pegar un timbre de triciclo rosa al manillar y enrollar una serpentina de color chillón en las empuñaduras? Alguien va a tener que atenerse a las consecuencias.
Como Kurt, por ejemplo. Echo un vistazo a mi alrededor, pero no lo veo cerca.
- No he sido yo -se apresura a decir Sam.
Todos murmuran que tampoco han sido ellos.
Tras lo cual, se ponen a cuchichear acerca de quién puede haber sido.
- Adam, Shane...
Pero yo no estoy escuchando porque sé perfectamente quién es el culpable. Mi compañero de laboratorio, el mismo que hoy no me ha hecho ni caso.
Arranco la serpentina y luego desenrosco el timbre de plástico rosa. Rosa. Me pregunto si es de alguna de sus bicis.
- Apartaos de mi camino -increpo a la multitud.
Todos se apresuran a dispersarse, creyendo que estoy muy cabreado y que lo mejor es estar lejos de allí cuando estalle. A veces, representar el papel del tipo duro tiene sus ventajas. ¿La verdad? Utilizaré el timbre rosa y la serpentina como excusa para volver a hablar con Kurt.
Después de que todos se hayan marchado, camino por el lateral del campo de fútbol. El equipo de animadoras está practicando, como de costumbre.
- ¿Buscas a alguien?
Cuando me vuelvo, me encuentro con Quinn Fabray, uno de las amigos de Kurt.
- ¿Está Kurt por aquí? -pregunto.
- No.
- ¿Sabes dónde está?
¿Blaine Anderson interesado en saber dónde está Kurt Hummel? Espero que me responda que no es asunto mío. O que lo deje en paz. Pero en lugar de eso, su amiga me contesta:
- Se ha ido a casa.
Murmuro un «gracias» y regreso junto a Julio mientras marco el teléfono de mi primo.
- Taller de Enrique.
- Soy Blaine. Llegaré tarde a trabajar.
- ¿Han vuelto a castigarte?
- No, no es nada de eso.
- Bueno, cuando vengas ponte con el Lexus de Chuy. Le dije que podría pasar a recogerlo a las siete y ya sabes cómo se pone cuando no cumples con una promesa.
- No te preocupes -respondo mientras pienso en el puesto que ocupa Chuy en la pandilla.
Es el típico tío al que nunca querrías ver enfadado. El tipo de chico que nace sin el chip de la empatía en el cerebro. Si alguien no es legal, Chuy se encarga de que vuelva a serlo o de que no acabe convirtiéndose en un soplón. Y recurre a cualquier método para conseguirlo por mucho que la persona en cuestión niegue por su vida-- Allí estaré.
Diez minutos más tarde, llamo a la puerta de los Hummel con el timbre rosa y la serpentina en la mano, intentando adoptar una postura de tipo duro.
Cuando Kurt abre la puerta con una camiseta holgada y unos pantalones cortos, me derrumbo.
- Blaine, ¿qué estás haciendo aquí? -me pregunta con los ojos azules abiertos de par en par.
Le entrego el timbre y la serpentina.
- No puedo creer que hayas venido hasta aquí solo por una broma -dice, y me arranca sus cosas de las manos.
- Hemos de hablar de otras cosas aparte de eso.
Él traga saliva. Está nervioso.
- No me siento muy bien, ¿vale? Hablemos en el instituto -me ruega, intentando cerrar la puerta.
Mierda, no puedo creer que vaya a hacer esto, como los acosadores de las películas.
Abro la puerta de un empujón. ¡Qué coño!
- Blaine, no.
- Déjame entrar. Solo será un minuto. Por favor.
Blaine niega con la cabeza y sus angelicales cabellos se mueven de un lado a otro encima de su cabeza.
- A mis padres no les gusta que invite a gente a mi casa.
- ¿Están aquí?
-No -deja escapar un suspiro y abre la puerta con indecisión.
Me cuelo dentro. La casa es incluso más grande que lo que parece desde el exterior. Las paredes están pintadas de un blanco impoluto, como las de un hospital. Apuesto a que el polvo no se atreve ni a rozar el suelo ni las encimeras.
El recibidor de dos plantas tiene una escalera que podría rivalizar con la que vi en
Sonrisas y lágrimas, una película que nos obligaron a ver en la escuela. El suelo brilla como el oro.
Kurt tenía razón, no pinto nada aquí. No me importa. Aunque no pertenezca a este lugar, él está aquí, donde quiero que esté.
- Bueno, ¿de qué querías hablar? -me pregunta.
Ojalá sus largas y esbeltas piernas no destacaran tanto con esos pantalones cortos. Son una distracción demasiado tentadora. Aparto la mirada e intento controlarme con todas mis fuerzas. ¿Y qué si tiene unas piernas sexys? ¿Qué más da que tenga los ojos claros como bolas de cristal?
¿Qué pasa si puede aguantar perfectamente una broma y devolverla aún con más arte?
¿A quién pretendo engañar? No tengo excusa para estar aquí excepto el deseo de estar a su lado. A la mierda la apuesta.
Quiero descubrir cómo puedo hacerle reír. Quiero saber cómo hacerle llorar. Quiero saber lo que se siente si me mira como si fuera su caballero de la brillante armadura.
- ¡Kurt! -resuena una voz distante, rompiendo el silencio.
- Espera aquí -me ordena Kurt antes de salir corriendo por el pasillo-. Enseguida vuelvo.
No estoy dispuesto a quedarme en el vestíbulo como un gilipollas. La sigo, sabiendo que estoy a punto de entrar en su mundo privado.
perdón por no actualizar antes, estoy llena de pruebas y cosas :c, pero creoq eu este capítulo lo compensa, digo, es que es taaaaaan dnfsgnohnigj, blaine admite que siente algo por kurt aw. ¡ojalá les halla gustado y gracias a todos por comentar!
Es lunes e intento no darle demasiada importancia a las ganas que tengo de que llegue la clase de química. Obviamente no es por la señora P., sino por Kurt, quien, por cierto, llega tarde a clase.
- Eh -la saludo.
- Eh -responde él.
Ni rastro de una sonrisa, ni brillo en sus ojos. Definitivamente, hay algo que lo está atormentando.
- De acuerdo, chicos -dice la señora P-. Sacad los lápices. Veamos cuánto habéis estudiado.
Mientras maldigo a la señora P. en silencio por no haber organizado un día de laboratorio con experimentos en el que Kurt y yo podamos hablar, miro a mi compañero. Parece completamente despistado. Para protegerlo, aunque no tenga derecho alguno, levanto la mano.
- Miedo me dan sus preguntas, Blaine -suelta la señora P.
- Es una preguntita de nada.
- Adelante. Que sea rápida.
- Es un examen con apuntes, ¿verdad?
La profesora me observa por encima de sus gafas.
- No, Blaine, no es un examen con apuntes. Y si no ha estudiado, va a llevarse un gigantesco suspenso. ¿Lo ha entendido?
Como única respuesta, dejo caer los libros al suelo con un ruido sordo.
Después de que la señora P. reparta el examen, leo la primera pregunta. «La densidad del Al (aluminio) es de 2.7 gramos por milímetro. ¿Qué volumen ocuparán 10.5 gramos de Al (aluminio)?»
Tras resolver el problema, echo un vistazo a Kurt. Está mirando la hoja del examen, pero con la mirada perdida.
Al darse cuenta de que lo estoy mirando, murmura:
- ¿Qué?
- Nada.
La señora P. nos lanza una mirada. Respiro profundamente para tranquilizarme y vuelvo a concentrarme en el examen. ¿Por qué tiene que actuar de ese modo? ¿Por qué se vuelve tan frío conmigo sin previo aviso? ¿Qué le pasa?
Por el rabillo del ojo, veo que mi compañero de laboratorio coge el pase que cuelga de la puerta del aula para ir al cuarto de baño. El problema es que el pase para el baño no te ayuda a escapar de la realidad. Todavía estará ahí cuando salgas. Créeme, yo ya lo he intentado. Los problemas son como la basura, no desaparece por mucho que la escondas en un cubo.
Cuando regresa a clase, Kurt agacha la cabeza sobre la mesa de laboratorio y empieza a escribir las respuestas. Una sola mirada es suficiente para saber que no está concentrado en el examen y que está haciendo una chapuza. Y cuando la señora P. pide que entreguemos los exámenes, mi compañero de laboratorio tiene una mirada vacía en el rostro.
- Si te hace sentir mejor -digo en voz baja para que solo Kurt pueda oírme-, me catearon gimnasia en el último año antes del instituto por ponerle un cigarrillo en la boca a un maniquí.
- Me alegro -suelta sin levantar la mirada.
La música empieza a sonar en el altavoz, señalando el final de la clase. Observo el cabello castaño de Kurt mientras sale de clase, sorprendentemente sin que lo acompañe su novio. Me pregunto si cree que todo va a caerle del cielo, incluidas las buenas notas.
Yo tengo que trabajar para conseguirlo todo. Nunca me han regalado nada.
- Hola, Blaine.
Es Sebastian. Está esperándome frente a la taquilla. Bueno, puede que algunas cosas sí me caigan del cielo.
- ¿Qué pasa?
Mi ex novio se acerca, dejando ver el profundo escote en forma de pico de su camiseta.
- Nos hemos juntado unos cuantos para ir a la playa después de clase. ¿Quieres venir?
- Tengo que trabajar -replico-. Quizás me apunte más tarde.
Pienso en lo que ocurrió hace dos fines de semana, cuando fui a casa de Kurt y tuve que asistir al espectáculo de su madre hablando con aires de superioridad. Fue todo un choque de realidad.
Emborracharme para olvidar mi dañado ego fue una idea estúpida. Quería estar con Kurt, pasar el rato con él no solo para estudiar sino también para averiguar qué se escondía bajo su estilizado pelo. Mi compañero de laboratorio me dejó colgado.
Sebastian no. El recuerdo es algo vago, pero puedo ver a Sebastian en el lago, rodeándome con sus brazos. Y sentado sobre mí junto al fuego mientras fumábamos algo más fuerte que un Marlboro. En mi estado embriagado, fumado y con el orgullo herido, habría dejado que cualquier persona me consolase.
Sebastian estaba allí, deseándolo, y le debo una disculpa porque, aunque fue él quien me provocó, yo no debería haber mordido el anzuelo. Tendré que aclarar las cosas con él y explicarle por qué me comporté como un gilipollas.
Después de clase, veo que hay una multitud agolpada alrededor de mi moto. Mierda, si le pasa algo a Julio juro que voy a partirle la cara a alguien. No tengo que abrirme paso, porque cuando me acerco se abre un hueco por el que puedo pasar.
Todos me miran mientras contemplo el acto de vandalismo que ha sufrido mi moto. Están esperando que entre en cólera. Después de todo, ¿quién se atrevería a pegar un timbre de triciclo rosa al manillar y enrollar una serpentina de color chillón en las empuñaduras? Alguien va a tener que atenerse a las consecuencias.
Como Kurt, por ejemplo. Echo un vistazo a mi alrededor, pero no lo veo cerca.
- No he sido yo -se apresura a decir Sam.
Todos murmuran que tampoco han sido ellos.
Tras lo cual, se ponen a cuchichear acerca de quién puede haber sido.
- Adam, Shane...
Pero yo no estoy escuchando porque sé perfectamente quién es el culpable. Mi compañero de laboratorio, el mismo que hoy no me ha hecho ni caso.
Arranco la serpentina y luego desenrosco el timbre de plástico rosa. Rosa. Me pregunto si es de alguna de sus bicis.
- Apartaos de mi camino -increpo a la multitud.
Todos se apresuran a dispersarse, creyendo que estoy muy cabreado y que lo mejor es estar lejos de allí cuando estalle. A veces, representar el papel del tipo duro tiene sus ventajas. ¿La verdad? Utilizaré el timbre rosa y la serpentina como excusa para volver a hablar con Kurt.
Después de que todos se hayan marchado, camino por el lateral del campo de fútbol. El equipo de animadoras está practicando, como de costumbre.
- ¿Buscas a alguien?
Cuando me vuelvo, me encuentro con Quinn Fabray, uno de las amigos de Kurt.
- ¿Está Kurt por aquí? -pregunto.
- No.
- ¿Sabes dónde está?
¿Blaine Anderson interesado en saber dónde está Kurt Hummel? Espero que me responda que no es asunto mío. O que lo deje en paz. Pero en lugar de eso, su amiga me contesta:
- Se ha ido a casa.
Murmuro un «gracias» y regreso junto a Julio mientras marco el teléfono de mi primo.
- Taller de Enrique.
- Soy Blaine. Llegaré tarde a trabajar.
- ¿Han vuelto a castigarte?
- No, no es nada de eso.
- Bueno, cuando vengas ponte con el Lexus de Chuy. Le dije que podría pasar a recogerlo a las siete y ya sabes cómo se pone cuando no cumples con una promesa.
- No te preocupes -respondo mientras pienso en el puesto que ocupa Chuy en la pandilla.
Es el típico tío al que nunca querrías ver enfadado. El tipo de chico que nace sin el chip de la empatía en el cerebro. Si alguien no es legal, Chuy se encarga de que vuelva a serlo o de que no acabe convirtiéndose en un soplón. Y recurre a cualquier método para conseguirlo por mucho que la persona en cuestión niegue por su vida-- Allí estaré.
Diez minutos más tarde, llamo a la puerta de los Hummel con el timbre rosa y la serpentina en la mano, intentando adoptar una postura de tipo duro.
Cuando Kurt abre la puerta con una camiseta holgada y unos pantalones cortos, me derrumbo.
- Blaine, ¿qué estás haciendo aquí? -me pregunta con los ojos azules abiertos de par en par.
Le entrego el timbre y la serpentina.
- No puedo creer que hayas venido hasta aquí solo por una broma -dice, y me arranca sus cosas de las manos.
- Hemos de hablar de otras cosas aparte de eso.
Él traga saliva. Está nervioso.
- No me siento muy bien, ¿vale? Hablemos en el instituto -me ruega, intentando cerrar la puerta.
Mierda, no puedo creer que vaya a hacer esto, como los acosadores de las películas.
Abro la puerta de un empujón. ¡Qué coño!
- Blaine, no.
- Déjame entrar. Solo será un minuto. Por favor.
Blaine niega con la cabeza y sus angelicales cabellos se mueven de un lado a otro encima de su cabeza.
- A mis padres no les gusta que invite a gente a mi casa.
- ¿Están aquí?
-No -deja escapar un suspiro y abre la puerta con indecisión.
Me cuelo dentro. La casa es incluso más grande que lo que parece desde el exterior. Las paredes están pintadas de un blanco impoluto, como las de un hospital. Apuesto a que el polvo no se atreve ni a rozar el suelo ni las encimeras.
El recibidor de dos plantas tiene una escalera que podría rivalizar con la que vi en
Sonrisas y lágrimas, una película que nos obligaron a ver en la escuela. El suelo brilla como el oro.
Kurt tenía razón, no pinto nada aquí. No me importa. Aunque no pertenezca a este lugar, él está aquí, donde quiero que esté.
- Bueno, ¿de qué querías hablar? -me pregunta.
Ojalá sus largas y esbeltas piernas no destacaran tanto con esos pantalones cortos. Son una distracción demasiado tentadora. Aparto la mirada e intento controlarme con todas mis fuerzas. ¿Y qué si tiene unas piernas sexys? ¿Qué más da que tenga los ojos claros como bolas de cristal?
¿Qué pasa si puede aguantar perfectamente una broma y devolverla aún con más arte?
¿A quién pretendo engañar? No tengo excusa para estar aquí excepto el deseo de estar a su lado. A la mierda la apuesta.
Quiero descubrir cómo puedo hacerle reír. Quiero saber cómo hacerle llorar. Quiero saber lo que se siente si me mira como si fuera su caballero de la brillante armadura.
- ¡Kurt! -resuena una voz distante, rompiendo el silencio.
- Espera aquí -me ordena Kurt antes de salir corriendo por el pasillo-. Enseguida vuelvo.
No estoy dispuesto a quedarme en el vestíbulo como un gilipollas. La sigo, sabiendo que estoy a punto de entrar en su mundo privado.
perdón por no actualizar antes, estoy llena de pruebas y cosas :c, pero creoq eu este capítulo lo compensa, digo, es que es taaaaaan dnfsgnohnigj, blaine admite que siente algo por kurt aw. ¡ojalá les halla gustado y gracias a todos por comentar!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusto mucho el capitulo y tambien la historia espero y actualices pronto y por fin blaine admitio sentir algo por kurt
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
OH POR GAGA!!! LO ADMITIO
luegos de 10 minutos de sonreir como estupida........ okey esto mas tranquila
pero es que lo admitioo!!! eso era todo lo que esperaba
PORFAVOR actualiza en cuento puedas (que se pronto porfavor)
luegos de 10 minutos de sonreir como estupida........ okey esto mas tranquila
pero es que lo admitioo!!! eso era todo lo que esperaba
PORFAVOR actualiza en cuento puedas (que se pronto porfavor)
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
29. Kurt.
No es que me avergüence de la discapacidad de mi hermano, pero no quiero que Blaine lo juzgue, porque si se ríe de él, no podré soportarlo. Me doy la vuelta.
- No se te da muy bien obedecer órdenes, ¿verdad?
Me sonríe como diciendo «soy un pandillero, ¿qué esperabas?».
- Tengo que ir a echarle un vistazo a mi hermano. ¿Te importa?
- No. Así podré conocerlo. Confía en mí.
Debería sacarlo de casa a patadas, con sus tatuajes y todo. Debería, pero no lo hago. Sin decir nada más, lo llevo a nuestra oscura biblioteca revestida de madera. Finn está sentado en su silla de ruedas, con la cabeza torpemente inclinada hacia un lado mientras ve la televisión.
Cuando se da cuenta de que tiene compañía, aparta la mirada del televisor y nos observa, primero a mí y después a Blaine.
- Este es Blaine -le explico, y apago la tele-. Un amigo del instituto.
Finn mira a Blaine con una sonrisa torcida y golpea su teclado especial con los nudillos.
- Hola -dice una voz masculina y computarizada. Golpea otro botón-. Me llamo Finn -continúa el ordenador.
Blaine se arrodilla junto a mi hermano. Ese simple gesto de respeto despierta una extraña sensación en mí. Adam siempre ha ignorado a mi hermano, lo trata como si, además de discapacitada física y mental, también fuera ciego y sordo.
- ¿Qué tal? -dice Blaine, cogiendo la rígida mano de Finn y estrechándola-. Qué ordenador más guay.
- Es un mecanismo de comunicación especial o PCD -le explico-. Le ayuda a comunicarse con los demás.
- Juego - dice la voz del ordenador. Blaine se coloca junto a Finn. Contengo la respiración mientras observo sus manos, asegurándome de que no estén al alcance de su espesa mata de pelo.
- ¿Esto tienes juegos? -pregunta.
- Sí -respondo por él-. Es un fanático de las damas. Finn, enséñale cómo funciona.
Mientras Finn presiona despacio la pantalla con los nudillos, Blaine lo observa todo visiblemente fascinado. Cuando aparecen las damas en la pantalla, Finn empuja la mano de Blaine.
- Tú primera -dice él.
Él niega con la cabeza.
- Quiere que empieces tú -le digo.
- Guay -dice él, dándole un golpecito a la pantalla.
Les observo. Ver jugar tranquilamente a este tipo duro con mi hermano mayor me hace sentir muy bien.
- ¿Te importa si voy a prepararle algo de comer? -le pregunto. Necesito salir de la habitación.
- No, adelante -repone Blaine sin apartar la vista de la pantalla.
- No tienes que dejarte ganar -le advierto antes de marcharme-. Se le dan muy bien las damas.
- Eh, gracias por el voto de confianza, pero estoy intentando ganar -responde Blaine.
Sonríe con sinceridad. No intenta representar el papel de chico duro y arrogante. Me hace desear con más fuerza escapar de allí. Poco después, cuando entro en la biblioteca con la comida de Finn, Blaine dice: - Me ha destrozado.
- Ya te dije que era bueno. Pero se acabaron los juegos por hoy -le digo a Finn. Acto seguido, me vuelvo hacia Blaine y añado-: Espero que no te importe que le dé de comer.
- Desde luego que no.
Blaine toma asiento en el sillón de piel favorito de mi padre mientras yo coloco la bandeja delante de Finn y le doy de comer su compota de manzana. Es un desastre, como siempre. Ladeo la cabeza y veo a Blaine que está observándome mientras le enjugo a mi hermano la comisura de los labios con una toallita.
- Finn, tendrías que haberle dejado ganar. Ya sabes, por educación. -Mi hermano responde negando con la cabeza. La compota le resbala por la barbilla-. De modo que así están las cosas, ¿eh? -le recrimino, esperando que la escena no asquee a Blaine. Tal vez le estoy poniendo a prueba para averiguar sí puede soportar un rato de mi vida en casa. Si lo hace, aprobará-. Espera a que se vaya Blaine. Ya te enseñaré yo quién es el campeón de las damas.
Mi hermano me regala una de sus sonrisas dulces y ladeadas.
Es como si expresara mil palabras con ese gesto. Durante un momento, me olvido de que él me observa. Es tan extraño tenerlo aquí, dentro de mi vida, en mi casa. No pertenece a este lugar y, sin embargo, no parece importarle estar aquí.
- ¿Por qué estabas de tan mala leche en clase de química? -me pregunta.
Porque van a llevarse lejos a mi hermano y ayer me pillaron con los bóxers casi debajo de mis rodillas mientras Adam tenía los pantalones bajados delante de mí.
- Estoy seguro de que has oído los espantosos rumores.
- No, no he oído nada. Quizás estés obsesionado.
Quizás. Shane nos vio, y tiene la lengua muy larga. Cada vez que alguien me miraba hoy, me daba la impresión de que lo sabía. Miro a Blaine y le digo:
- A veces desearía poder retroceder en el tiempo.
- Sí, yo desearía poder retroceder unos cuantos años -responde muy serio-. O hacer que los días pasaran muy deprisa.
-Por desgracia, la vida real no funciona con mando a distancia -me lamento. Cuando Finn termina de comer, la siento delante de la televisión y me llevo a Blaine a la cocina-. Mi vida no es tan perfecta, después de todo, ¿verdad? -le pregunto mientras saco unos refrescos del frigorífico.
Blaine me mira con curiosidad.
- ¿Qué? -le espeto.
-Supongo que todos tenemos problemas. A mí me persiguen más demonios de los que salen en una película de terror -dice, encogiéndose de hombros.
¿Demonios? Nada parece perturbar a Blaine. Nunca se queja de su vida.
- ¿Cuáles son tus demonios? -insisto.
- Si te cuento cuáles son mis demonios, saldrías corriendo de aquí.
- Creo que te sorprendería más saber qué me hace correr a mí, Blaine.
Las campanadas del reloj de pared resuenan por toda la casa. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
- Tengo que irme - anuncia Blaine-. Mañana podemos quedar en mi casa, después del instituto, para estudiar.
- ¿En tu casa? ¿En la zona sur?
- Puedo enseñarte un pedacito de mi vida. ¿Te atreves? -me reta.
- Claro -aseguro, tragando saliva. Que empiece el juego.
Cuando le acompaño a la puerta, oigo que alguien está aparcando el coche en la entrada de mi casa. Si es mi madre, me la cargo. Da igual que hayamos tenido un encuentro de lo más inocente, se pondrá hecha una furia.
Miro a través de las ventanas de la puerta principal y reconozco el deportivo rojo de Quinn. - Oh, no. Mis amigas están aquí.
- Que no cunda el pánico -dice-. Abre la puerta. No puedes fingir que no estoy aquí. Mi moto está aparcada en la entrada.
Tiene razón. No puedo ocultar su presencia. Abro la puerta y salgo al exterior. Blaine está justo detrás de mí cuando me encuentro con Quinn, Mercedes y Rachel en la acera.
- ¡Hola, chicas! -exclamo. Tal vez si actúo con normalidad no le darán tanta importancia al hecho de que Blaine esté en mi casa. Le doy un codazo a mi compañero de laboratorio-. Estábamos hablando de nuestro proyecto de química. ¿Verdad, Blaine?
- Así es.
Rachel arquea las cejas. Cuando Mercedes ve salir de mi casa a Blaine, me da la sensación de que está a punto de sacar el móvil, sin duda para poner al corriente a la otra M.
-¿Deberíamos irnos y dejaros a solas? -sugiere Quinn.
-No seas ridícula -me apresuro a añadir. Blaine monta en la moto. La camiseta que lleva marca una espalda perfectamente musculada y los pantalones un perfectamente musculado...
- Nos vemos mañana -dice, señalándome con el dedo tras ponerse el casco. Mañana. En su casa. Asiento con la cabeza.
Después de que Blaine se haya ido, Rachel interviene:
- ¿De qué iba todo esto?
- Química -murmuro.
Mercedes se ha quedado boquiabierta.
- ¿Estabais haciéndolo? -insiste Quinn-. Porque hace diez años que somos amigos y puedo contar con los dedos de la mano las veces que me has invitado a entrar en tu casa.
- Es mi compañero de química,
- Es un pandillero, Kurt. No lo olvides nunca -dice Quinn. Rachel niega con la cabeza y añade:
- ¿Estás colado por otro tío que no es tu novio? Adam le ha comentado a Finn que últimamente te comportas de un modo muy extraño. Somos tus amigas, así que hemos venido aquí para hacerte entrar en razón.
Me siento en el primer escalón y las oigo parlotear sobre la reputación, los novios y la lealtad durante media hora. Tienen razón.
- Prométeme que no sucede nada entre Blaine y tú -exige Rachel cuando Mercedes y Quinn se marchan en coche y nos quedamos solos.
- No sucede nada entre Blaine y yo -le aseguro-. Te lo prometo.
gracias por los comentarios, ¡los adoro!
No es que me avergüence de la discapacidad de mi hermano, pero no quiero que Blaine lo juzgue, porque si se ríe de él, no podré soportarlo. Me doy la vuelta.
- No se te da muy bien obedecer órdenes, ¿verdad?
Me sonríe como diciendo «soy un pandillero, ¿qué esperabas?».
- Tengo que ir a echarle un vistazo a mi hermano. ¿Te importa?
- No. Así podré conocerlo. Confía en mí.
Debería sacarlo de casa a patadas, con sus tatuajes y todo. Debería, pero no lo hago. Sin decir nada más, lo llevo a nuestra oscura biblioteca revestida de madera. Finn está sentado en su silla de ruedas, con la cabeza torpemente inclinada hacia un lado mientras ve la televisión.
Cuando se da cuenta de que tiene compañía, aparta la mirada del televisor y nos observa, primero a mí y después a Blaine.
- Este es Blaine -le explico, y apago la tele-. Un amigo del instituto.
Finn mira a Blaine con una sonrisa torcida y golpea su teclado especial con los nudillos.
- Hola -dice una voz masculina y computarizada. Golpea otro botón-. Me llamo Finn -continúa el ordenador.
Blaine se arrodilla junto a mi hermano. Ese simple gesto de respeto despierta una extraña sensación en mí. Adam siempre ha ignorado a mi hermano, lo trata como si, además de discapacitada física y mental, también fuera ciego y sordo.
- ¿Qué tal? -dice Blaine, cogiendo la rígida mano de Finn y estrechándola-. Qué ordenador más guay.
- Es un mecanismo de comunicación especial o PCD -le explico-. Le ayuda a comunicarse con los demás.
- Juego - dice la voz del ordenador. Blaine se coloca junto a Finn. Contengo la respiración mientras observo sus manos, asegurándome de que no estén al alcance de su espesa mata de pelo.
- ¿Esto tienes juegos? -pregunta.
- Sí -respondo por él-. Es un fanático de las damas. Finn, enséñale cómo funciona.
Mientras Finn presiona despacio la pantalla con los nudillos, Blaine lo observa todo visiblemente fascinado. Cuando aparecen las damas en la pantalla, Finn empuja la mano de Blaine.
- Tú primera -dice él.
Él niega con la cabeza.
- Quiere que empieces tú -le digo.
- Guay -dice él, dándole un golpecito a la pantalla.
Les observo. Ver jugar tranquilamente a este tipo duro con mi hermano mayor me hace sentir muy bien.
- ¿Te importa si voy a prepararle algo de comer? -le pregunto. Necesito salir de la habitación.
- No, adelante -repone Blaine sin apartar la vista de la pantalla.
- No tienes que dejarte ganar -le advierto antes de marcharme-. Se le dan muy bien las damas.
- Eh, gracias por el voto de confianza, pero estoy intentando ganar -responde Blaine.
Sonríe con sinceridad. No intenta representar el papel de chico duro y arrogante. Me hace desear con más fuerza escapar de allí. Poco después, cuando entro en la biblioteca con la comida de Finn, Blaine dice: - Me ha destrozado.
- Ya te dije que era bueno. Pero se acabaron los juegos por hoy -le digo a Finn. Acto seguido, me vuelvo hacia Blaine y añado-: Espero que no te importe que le dé de comer.
- Desde luego que no.
Blaine toma asiento en el sillón de piel favorito de mi padre mientras yo coloco la bandeja delante de Finn y le doy de comer su compota de manzana. Es un desastre, como siempre. Ladeo la cabeza y veo a Blaine que está observándome mientras le enjugo a mi hermano la comisura de los labios con una toallita.
- Finn, tendrías que haberle dejado ganar. Ya sabes, por educación. -Mi hermano responde negando con la cabeza. La compota le resbala por la barbilla-. De modo que así están las cosas, ¿eh? -le recrimino, esperando que la escena no asquee a Blaine. Tal vez le estoy poniendo a prueba para averiguar sí puede soportar un rato de mi vida en casa. Si lo hace, aprobará-. Espera a que se vaya Blaine. Ya te enseñaré yo quién es el campeón de las damas.
Mi hermano me regala una de sus sonrisas dulces y ladeadas.
Es como si expresara mil palabras con ese gesto. Durante un momento, me olvido de que él me observa. Es tan extraño tenerlo aquí, dentro de mi vida, en mi casa. No pertenece a este lugar y, sin embargo, no parece importarle estar aquí.
- ¿Por qué estabas de tan mala leche en clase de química? -me pregunta.
Porque van a llevarse lejos a mi hermano y ayer me pillaron con los bóxers casi debajo de mis rodillas mientras Adam tenía los pantalones bajados delante de mí.
- Estoy seguro de que has oído los espantosos rumores.
- No, no he oído nada. Quizás estés obsesionado.
Quizás. Shane nos vio, y tiene la lengua muy larga. Cada vez que alguien me miraba hoy, me daba la impresión de que lo sabía. Miro a Blaine y le digo:
- A veces desearía poder retroceder en el tiempo.
- Sí, yo desearía poder retroceder unos cuantos años -responde muy serio-. O hacer que los días pasaran muy deprisa.
-Por desgracia, la vida real no funciona con mando a distancia -me lamento. Cuando Finn termina de comer, la siento delante de la televisión y me llevo a Blaine a la cocina-. Mi vida no es tan perfecta, después de todo, ¿verdad? -le pregunto mientras saco unos refrescos del frigorífico.
Blaine me mira con curiosidad.
- ¿Qué? -le espeto.
-Supongo que todos tenemos problemas. A mí me persiguen más demonios de los que salen en una película de terror -dice, encogiéndose de hombros.
¿Demonios? Nada parece perturbar a Blaine. Nunca se queja de su vida.
- ¿Cuáles son tus demonios? -insisto.
- Si te cuento cuáles son mis demonios, saldrías corriendo de aquí.
- Creo que te sorprendería más saber qué me hace correr a mí, Blaine.
Las campanadas del reloj de pared resuenan por toda la casa. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
- Tengo que irme - anuncia Blaine-. Mañana podemos quedar en mi casa, después del instituto, para estudiar.
- ¿En tu casa? ¿En la zona sur?
- Puedo enseñarte un pedacito de mi vida. ¿Te atreves? -me reta.
- Claro -aseguro, tragando saliva. Que empiece el juego.
Cuando le acompaño a la puerta, oigo que alguien está aparcando el coche en la entrada de mi casa. Si es mi madre, me la cargo. Da igual que hayamos tenido un encuentro de lo más inocente, se pondrá hecha una furia.
Miro a través de las ventanas de la puerta principal y reconozco el deportivo rojo de Quinn. - Oh, no. Mis amigas están aquí.
- Que no cunda el pánico -dice-. Abre la puerta. No puedes fingir que no estoy aquí. Mi moto está aparcada en la entrada.
Tiene razón. No puedo ocultar su presencia. Abro la puerta y salgo al exterior. Blaine está justo detrás de mí cuando me encuentro con Quinn, Mercedes y Rachel en la acera.
- ¡Hola, chicas! -exclamo. Tal vez si actúo con normalidad no le darán tanta importancia al hecho de que Blaine esté en mi casa. Le doy un codazo a mi compañero de laboratorio-. Estábamos hablando de nuestro proyecto de química. ¿Verdad, Blaine?
- Así es.
Rachel arquea las cejas. Cuando Mercedes ve salir de mi casa a Blaine, me da la sensación de que está a punto de sacar el móvil, sin duda para poner al corriente a la otra M.
-¿Deberíamos irnos y dejaros a solas? -sugiere Quinn.
-No seas ridícula -me apresuro a añadir. Blaine monta en la moto. La camiseta que lleva marca una espalda perfectamente musculada y los pantalones un perfectamente musculado...
- Nos vemos mañana -dice, señalándome con el dedo tras ponerse el casco. Mañana. En su casa. Asiento con la cabeza.
Después de que Blaine se haya ido, Rachel interviene:
- ¿De qué iba todo esto?
- Química -murmuro.
Mercedes se ha quedado boquiabierta.
- ¿Estabais haciéndolo? -insiste Quinn-. Porque hace diez años que somos amigos y puedo contar con los dedos de la mano las veces que me has invitado a entrar en tu casa.
- Es mi compañero de química,
- Es un pandillero, Kurt. No lo olvides nunca -dice Quinn. Rachel niega con la cabeza y añade:
- ¿Estás colado por otro tío que no es tu novio? Adam le ha comentado a Finn que últimamente te comportas de un modo muy extraño. Somos tus amigas, así que hemos venido aquí para hacerte entrar en razón.
Me siento en el primer escalón y las oigo parlotear sobre la reputación, los novios y la lealtad durante media hora. Tienen razón.
- Prométeme que no sucede nada entre Blaine y tú -exige Rachel cuando Mercedes y Quinn se marchan en coche y nos quedamos solos.
- No sucede nada entre Blaine y yo -le aseguro-. Te lo prometo.
gracias por los comentarios, ¡los adoro!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusta mucho el capitulo y tambien la parte donde blaine conose a finn espero el siguiente capitulo y el sabado para que actualices me gusta mucho la historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
ohhh!!!! que ira a pasar en las casa de blaine ok no tan asi mejor ... o como minimo será mucho esperar que eso pase en el siguiente capitulo ok lo se es mucho per igual lo espero
PD:actualiza lo antes posible
PD:actualiza lo antes posible
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
30. Blaine.
Estoy sentado en clase de matemáticas cuando el guardia de seguridad llama a la puerta y le dice al profe que tengo que acompañarlo fuera de clase. Cojo los libros con una mueca y dejo que el tipo disfrute del momento de satisfacción que le provoca humillarme en público.
- ¿Y ahora qué? -pregunto.
Ayer me sacaron de clase por haber iniciado una pelea en el patio. Aunque no fui yo quien la empezó. Puede que participara, pero no la empecé.
- Vamos a hacer una pequeña excursión hasta las pistas de baloncesto -se mofa de camino a las instalaciones deportivas-. Blaine, el vandalismo contra los bienes de la escuela es un asunto muy serio.
- Yo no he hecho nada -le aseguro.
-Me han soplado que fuiste tú.
¿Te lo han soplado? ¿Acaso no conoces la frase «ha sido el que tenga las manos rojas»? Bueno, pues lo más seguro es que el chivato haya sido el responsable.
- ¿Dónde está?
El guardia de seguridad señala el suelo del gimnasio, donde alguien ha pintado con spray una triste réplica del símbolo de los Latino Blood.
- ¿Puedes explicarme esto?
- No -contesto.
Otro guardia de seguridad se nos une.
- Deberíamos comprobar su taquilla -sugiere.
- Es una idea genial. Todo lo que encontrarán será una chaqueta de piel y libros.
Mientras introduzco la combinación de la taquilla, pasa la señora P.
- ¿Cuál es el problema? -interviene.
- Vandalismo. En las pistas de baloncesto.
Abro mi taquilla y doy un paso atrás para que los guardias la inspeccionen.
- Aja -suelta uno de los guardias, metiendo la mano en la taquilla y sacando una lata vacía de spray negro de la estantería superior. Me la entrega y añade- : ¿Sigues pensando en proclamar tu inocencia?
- Me la han jugado -señalo, y me vuelvo hacia la señora P., quien me mira como si acabara de cargarme a su gato-. Yo no he sido, señora P. Tiene que creerme -le imploro. Ya me veo metido en prisión por algo que ha hecho otro idiota.
- Blaine, las pruebas hablan por sí solas. Me gustaría creerte, pero es muy difícil -explica, negando con la cabeza.
Los guardias se han colocado a ambos lados. Sé lo que viene a continuación. La señora P. levanta la mano y los detiene-. Blaine, tienes que poner de tu parte.
Me siento tentado de no dar explicaciones, de permitirles pensar que he sido yo quien ha pintarrajeado los bienes del instituto. De todas formas, no creo que me hagan caso. Pero la señora P. me mira como si fuera un adolescente rebelde que quiere demostrarles a todos lo equivocados que están.
- El símbolo no está bien hecho -digo, mostrándole el tatuaje del antebrazo-. Este es el símbolo de los Latino Blood. Una estrella de cinco puntas con dos horcas saliendo de la parte superior y las letras LB en medio. La que está en el suelo del gimnasio tiene seis puntas y dos flechas. Nadie que pertenezca a los Latino Blood cometería un error así.
- ¿Dónde está el director Figgins? -les pregunta mi profesora a los guardias.
- Está reunido con el superintendente. Su secretaria dice que no quiere que le molesten.
La señora P. mira su reloj.
- Tengo clase en quince minutos. Joe, intenta contactar con el director Figgins por el comunicador.
A Joe, el guardia de seguridad, no parece entusiasmarle la idea.
- Señora, pueden despedirnos por una cosa así.
- Lo sé. Pero Blaine es mi estudiante, y te aseguro que hoy no puede perderse mi clase.
Joe se encoge de hombros e intenta contactar con Aguirre para que se reúna con él en el pasillo L. Cuando la secretaria le pregunta si se trata de una emergencia, la señora P. le arrebata a Joe el comunicador y le dice que lo considera una emergencia suya y que el director Figgins debe acudir al pasillo L ahora mismo.
Dos minutos más tarde, aparece Figgins con una expresión ceñuda en el rostro.
- ¿Qué ocurre aquí?
- Vandalismo en el gimnasio -informa el guardia, Joe.
- Maldita sea, Anderson. Tú otra vez, no -suelta, poniéndose rígido.
- No he sido yo -le digo.
- Entonces, ¿quién?
Me encojo de hombros.
- Director Figgins, Blaine dice la verdad -interviene la señora P-. Puede despedirme si me equivoco.
Figgins niega con la cabeza y se vuelve hacia el guardia de seguridad.
- Lleva a Chuck al gimnasio y averigua lo que puede hacerse para limpiar esa cosa -dice, y señalándome con la lata de spray, añade-: Pero te lo advierto, Blaine. Si me entero de que has sido tú, no te expulsaré, haré que te arresten. ¿Queda claro?
Cuando los guardias se van, Figgins continúa:
- Blaine, no te he dicho esto antes, pero lo hago ahora. Cuando estaba en el instituto, pensaba que el mundo estaba en mi contra. No era muy distinto a ti, ¿sabes? Tardé mucho en darme cuenta de que yo era mi peor enemigo. Cuando lo hice, me cambió la vida. Ni la señora Pillsbury ni yo somos el enemigo.
- Lo sé -admito, y en realidad, sé que es así.
- Bien. Resulta que ahora estoy en medio de una reunión importante, así que si me disculpáis, estaré en mi despacho.
- Gracias por creerme -le digo a la señora P. una vez se ha marchado el director.
- ¿Sabes quién ha pintarrajeado el suelo del gimnasio? -insiste.
La miro directamente a los ojos y le digo la verdad.
- No tengo ni idea, aunque estoy completamente seguro de que no ha sido ninguno de mis amigos.
- Si no fueras un pandillero, Blaine, no te meterías en estos berenjenales. -Y suspira.
- Sí, pero seguro que me metería en otros.
31. Kurt.
- Según parece, hay algunos alumnos que no se toman muy en serlo mi clase -anuncia la señora Pillsbury antes de empezar a repartir los exámenes que hicimos ayer.
Y cuando se acerca a la mesa que compartimos Blaine y yo, me hundo en la silla. Lo último que necesito es que la señora Pillsbury me eche la bronca.
- Buen trabajo -señala la mujer mientras coloca mi examen boca abajo en mi mesa. Entonces, se gira hacia Blaine, y añade-: Para alguien que desea ser profesor de química, no ha empezado con muy buen pie, señor Anderson. Si no viene preparado a clase, la próxima vez me lo pensaré dos veces antes de salir en su defensa.
Deja caer el examen de Blaine frente a él. Lo sujeta entre el índice y el pulgar, como si el papel fuera demasiado asqueroso como para que el resto de los dedos lo rocen.
- Quédese después de clase -le dice antes de entregar el resto de los exámenes.
No puedo entender por qué la señora Pillsbury no me ha echado ningún sermón. Le doy la vuelta al examen y veo un sobresaliente en la parte posterior. Me froto los ojos con las manos y vuelvo a mirarlo. Debe de haber algún error. No tardo ni un segundo en reparar en el responsable de mi nota. La verdad me golpea como un martillazo en el estómago. Miro a Blaine, quien está guardando su suspenso dentro de un libro.
- ¿Por qué lo has hecho?
Espero a que la señora Pillsbury termine su conversación con Blaine después de clase para acercarme a él. Estoy esperándole en la taquilla, y él me presta muy poca atención, si es que me presta alguna. Intento ignorar las miradas que me atraviesan la espalda.
- No sé de qué estás hablando -dice.
¡No me digas!
- Cambiaste los exámenes.
- No es para tanto, ¿vale? -dice, cerrando la taquilla de golpe.
Sí que lo es. Blaine se aleja por el pasillo como si quisiera dejar las cosas como están. Le vi haciendo su examen con diligencia, pero cuando he reparado en el gran suspenso en rojo en el papel, he comprendido que era mi propio examen.
Después de clase, salgo corriendo hacia la puerta principal para alcanzarle. Está montado en la moto, apunto de marcharse.
- ¡Blaine, espera!
Estoy nervioso.
- Sube -me ordena.
- ¿Qué?
- Sube. Si quieres darme las gracias por salvarte el culo, ven a casa conmigo. Lo que te dije ayer iba en serio. Tú me mostraste un pedacito de tu vida, y yo quiero mostrarte la mía. Es justo, ¿no?
Echo un vistazo al aparcamiento. La gente nos mira; probablemente esperan el momento oportuno para hacer circular el cotilleo. Si me marcho con él, la noticia se difundirá rápidamente.
El rugido del motor me hace regresar a la realidad.
- No tengas miedo de lo que puedan pensar.
Le echo un vistazo, desde los vaqueros desgarrados y la chaqueta de piel hasta la bandana roja y negra (los colores de su pandilla) que acaba de atarse a la cabeza. Debería estar aterrorizada, pero entonces recuerdo cómo se comportó ayer con Finn.
A la mierda.
Me coloco la mochila a la espalda y monto a horcajadas sobre la moto.
- Sujétate bien -dice, llevándome las manos a su cintura. El simple contacto de sus fuertes manos sobre las mías resulta profundamente íntimo. Antes de apartar esa idea de mi mente, me pregunto si él también sentirá lo mismo. Blaine Anderson es un tipo duro. Con experiencia. Supongo que un simple roce de manos no le provocará un revoloteo en el estómago.
Antes de poner las manos en el manillar, frota las yemas de los dedos contra las mías, a propósito. Ay, madre mía. ¿Dónde me estoy metiendo?
Cuando aumenta la velocidad al salir del aparcamiento, me agarro con más fuerza a sus duros abdominales. Me asusta la velocidad y empiezo a marearme, como si estuviera en una montaña rusa sin barra de seguridad.
La moto se detiene frente a un semáforo en rojo. Me echo hacia atrás. Le oigo reír cuando el semáforo se pone en verde y volvemos a arrancar a toda velocidad. Me aferro a su cintura y escondo la cabeza en su espalda.
Cuando por fin nos detenemos, y después de que Blaine baje el caballete de la moto, echo un vistazo a lo que me rodea. Nunca había estado en esta calle. Las casas son tan... pequeñas. La mayoría solo tienen un piso, y ni un gato podría colarse en el espacio entre una y otra. Aunque no quiero sentirme de este modo, se me instala en la boca del estómago una sensación de pesar.
Mi casa es, por lo menos, siete, no, ocho o nueve veces más grande que la de Blaine. Sabía que esta zona de la ciudad era pobre, pero no tanto...
- Esto ha sido un error -dice Blaine-. Te llevaré a casa.
- ¿Por qué?
- Entre otras cosas, por la cara de asco que pones.
- No me da asco. Me sabe mal que...
- No me compadezcas -me advierte-. Soy pobre, pero no un vagabundo.
- De acuerdo. ¿No vas a invitarme a entrar? Los chicos del otro lado de la calle no dejan de mirar al chico blanco.
- De hecho, por aquí te llamarán «el chico nieve».
- Odio la nieve -le digo.
Blaine sonríe. - No es por eso, guapo. Es por tu piel, blanca como la nieve. Tú sígueme y no mires a los vecinos, aunque ellos si lo hagan.
Blaine avanza con cautela mientras me acompaña al interior de su casa.
- Bueno, ya estamos aquí -dice, una vez dentro.
Puede que el salón sea más pequeño que cualquiera de las habitaciones de mi casa, pero es acogedor y cálido. Hay dos mantitas de ganchillo sobre el sofá con las que me encantaría taparme en las noches gélidas. En mi casa no liemos ese tipo de mantitas. Tenemos edredones... unos además han sido diseñados a medida y para que peguen con el resto de la decoración.
Recorro la casa de Blaine, pasando los dedos por los muebles. En una estantería con velas medio derretidas reparo en la fotografía de un hombre muy atractivo. Siento el calor de Blaine cuando se coloca a mi lado.
- ¿Tu padre? -le pregunto.
Él asiente con la cabeza.
- No puedo ni imaginar lo que debe ser perder a un padre.
Aunque el mío no esté mucho por casa, sé que es una pieza importante de mi vida. Siempre he deseado recibir algo más de cariño por parte de mis padres, aunque debería sentirme agradecida por el mero hecho de poder tenerlos a ambos a mi lado, ¿no?
Blaine estudia la foto de su padre.
- Cuando ocurre, te quedas como atontado e intentas no pensar mucho en ello. Bueno, sabes que se ha ido y todo eso, pero es como si estuvieras rodeado por una neblina. Entonces, la vida te marca una rutina y te obligas a ti mismo a seguirla -me explica, encogiéndose de hombros-. Con el tiempo, dejas de pensar tanto en ello y continúas adelante. No te queda más remedio.
- Es como una especie de prueba.
Me miro en un espejo que hay en la pared. Me paso los dedos por el pelo, distraídamente.
- Te pasas el día haciendo eso.
- ¿El qué?
- Arreglándote el pelo o mirando tu ropa.
- ¿Y qué hay de malo en querer tener un buen aspecto?
- Nada, a no ser que se convierta en una obsesión.
Bajo las manos, deseando poder dejarlas quietecitas.
- No estoy obsesionado.
- ¿Tan importante es que la gente crea que eres guapo? -me pregunta, y vuelve a encogerse de hombros.
- No me importa lo que piense la gente -miento.
- Eso es porque eres... guapo. Por eso no debería importarte tanto.
Ya lo sé. Sin embargo, de donde soy, las apariencias lo son todo. Y hablando de apariencias...
- ¿Qué te ha dicho la señora Pillsbury después de clase?
- Ah, lo de siempre. Que si no me tomo en serio su clase convertirá mi vida en un infierno.
Trago saliva con fuerza. No sé si debería revelarle el plan que tengo en mente.
- Voy a decirle que intercambiaste los exámenes.
- No lo hagas -me ordena, apartándose de mí.
- ¿Por qué no?
- Porque no importa.
- Claro que importa. Necesitas buenas notas para entrar en...
- ¿Dónde? ¿En una buena universidad? Kurt, sabes perfectamente que no iré a la universidad. Vosotros, los niños ricos, os tomáis la nota media como un símbolo de lo que valéis. Yo no necesito eso, así que no hace falta que me hagas ningún favor. Conseguiré aprobar esta asignatura, aunque sea con un aprobado justo. Solo he de asegurarme de que el proyecto nos salga bien.
Si dependiera solo de mi, sacaríamos matrícula de honor en el proyecto.
- ¿Dónde está tu habitación? -le pregunto para cambiar de tema. Dejo caer la mochila sobre el suelo del salón-. La habitación dice mucho sobre la persona.
Blaine señala una puerta lateral. Tres camas ocupan la mayor parte del reducido espacio, y el resto, un pequeño armario. Camino por la pequeña habitación.
- La comparto con mis dos hermanos -me explica-. No tengo mucha intimidad.
- Déjame adivinar cuál es la tuya -digo, sonriendo.
Observo lo que rodea a cada cama. Hay una pequeña foto de una bonita mexicana pegada a una de las paredes.
- Vaya... -murmuro, mirando a Blaine y preguntándome si la chica que me devuelve la mirada es su chica ideal.
Me acerco a él y examino la siguiente cama. Fotografías de jugadores de fútbol en la pared. La cama está hecha un desastre, y hay ropa esparcida desde la almohada hasta los pies. Nada adorna la pared de la tercera cama, como si la persona que duerme en ella fuera un invitado. Es casi triste. Las dos primeras paredes dicen mucho de las personas que duermen bajo ellas, sin embargo, la tercera está completamente desnuda.
Me siento en la cama de Blaine, la vacía y desesperada, y le miro a los ojos.
- Tu cama dice mucho sobre ti.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué dice?
- Que no piensas quedarte aquí mucho tiempo -le digo-. A menos que sea porque realmente quieres ir a la universidad.
- No voy a dejar Fairfield. Nunca -dice apoyándose en el marco de la puerta.
- ¿No quieres labrarte un futuro?
- Pareces el orientador del instituto.
- ¿No quieres marcharte de aquí y vivir tu propia vida?
¿Alejarte de tu pasado?
- Crees que la universidad es una especie de vía de escape -sentencia.
- ¿Una vía de escape? Blaine no tienes ni idea. Yo iré a la universidad que queda más cerca de donde está mi hermana. Primero elegí Northwestern, y ahora la Universidad de Colorado. Mi vida viene dictada por los caprichos de mis padres y por el lugar donde quieren ingresar a Finn. Tú eliges el camino más fácil, por eso quieres quedarte aquí.
- ¿Crees que ser el hombre de la casa es pan comido? Asegurarme de que mi madre no acabe mezclándose con algún perdedor o que mis hermanos empiecen a inyectarse mierda o fumar crack son motivos suficientes para quedarme aquí. -
- Lo siento.
- Te lo advertí. No me compadezcas.
- No es eso -matizo, mirándole a los ojos-. Sientes una conexión familiar muy fuerte, pero no cuelgas nada permanente junto a tu cama, como si fueras a largarte en cualquier momento. Por eso he dicho que lo siento.
Blaine da un paso atrás, alejándose de mí.
- ¿Has acabado con el psicoanálisis? -pregunta. Le sigo hasta el salón mientras sigo preguntándome cómo verá Blaine su futuro. Parece dispuesto a dejar esta casa... o esta vida. ¿Acaso la ausencia de cualquier adorno junto a su cama puede ser una señal de que está preparado para morir? ¿Está destinado a acabar como su padre? ¿Se refiere a eso cuando habla de demonios?
Durante las siguientes dos horas, organizamos nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, sentados en el sofá del salón. Es mucho más inteligente de lo que pensaba; el sobresaliente de su examen no ha sido una casualidad. Tiene un montón de ideas de hacia dónde podemos dirigir la investigación y de los libros de la biblioteca donde podemos obtener información, o sobre cómo podemos construirlos calentadores y las distintas opciones para redactarlo. Necesitaremos productos químicos que nos proporcionará la señora Pillsbury, y bolsas herméticas para guardarlos. Hemos decidido revestir las bolsas con materiales que compraremos en una tienda de telas, de ese modo tal vez podamos ganar algún punto extra. Intento seguir hablando de química y me ando con pies de plomo para no tocar ningún tema demasiado personal.
Cuando cierro el libro de química, veo por el rabillo del ojo que Blaine se pasa la mano por el pelo.
- No pretendía ser tan brusco contigo.
- No pasa nada. Me he entrometido en tus cosas.
- Tienes razón.
Me pongo en pie, sintiéndome incomodo. Él me coge del brazo y tira de mí para que vuelva a sentarme.
- No -matiza-. Me refiero a que tienes razón respecto a mí. No quiero colocar nada permanente sobre la cama.
- ¿Por qué?
- Mi padre -dice Blaine, mirando la fotografía colgada en la pared. Cierra los ojos con fuerza-. Dios, había tanta sangre. -Vuelve a abrir los ojos y me mira fijamente-. Si he aprendido algo, es que nadie está aquí para siempre. Tienes que vivir el momento, el día a día... el presente.
- ¿Y qué quieres hacer ahora mismo? -le pregunto, sabiendo lo que deseo yo. Quiero curar sus heridas y olvidar las mías.
Blaine me acaricia la mejilla con la yema de los dedos.
Me quedo sin respiración.
- ¿Quieres besarme, Blaine? -le susurro.
- Dios, sí, quiero besarte... quiero saborear tus labios, tu lengua -dice mientras recorre mis labios con sus dedos, con dulzura-. ¿Y tú? ¿Quieres que te bese? No se enteraría nadie. Quedaría entre nosotros dos.
quería subirles dos capítulos porque... bueno, ¡¡¡amo el segundo!!! es el mejor por dios. además... ¿qué piensan? ¿se van a besar? ¡gracias por comentar, los adoro!
Estoy sentado en clase de matemáticas cuando el guardia de seguridad llama a la puerta y le dice al profe que tengo que acompañarlo fuera de clase. Cojo los libros con una mueca y dejo que el tipo disfrute del momento de satisfacción que le provoca humillarme en público.
- ¿Y ahora qué? -pregunto.
Ayer me sacaron de clase por haber iniciado una pelea en el patio. Aunque no fui yo quien la empezó. Puede que participara, pero no la empecé.
- Vamos a hacer una pequeña excursión hasta las pistas de baloncesto -se mofa de camino a las instalaciones deportivas-. Blaine, el vandalismo contra los bienes de la escuela es un asunto muy serio.
- Yo no he hecho nada -le aseguro.
-Me han soplado que fuiste tú.
¿Te lo han soplado? ¿Acaso no conoces la frase «ha sido el que tenga las manos rojas»? Bueno, pues lo más seguro es que el chivato haya sido el responsable.
- ¿Dónde está?
El guardia de seguridad señala el suelo del gimnasio, donde alguien ha pintado con spray una triste réplica del símbolo de los Latino Blood.
- ¿Puedes explicarme esto?
- No -contesto.
Otro guardia de seguridad se nos une.
- Deberíamos comprobar su taquilla -sugiere.
- Es una idea genial. Todo lo que encontrarán será una chaqueta de piel y libros.
Mientras introduzco la combinación de la taquilla, pasa la señora P.
- ¿Cuál es el problema? -interviene.
- Vandalismo. En las pistas de baloncesto.
Abro mi taquilla y doy un paso atrás para que los guardias la inspeccionen.
- Aja -suelta uno de los guardias, metiendo la mano en la taquilla y sacando una lata vacía de spray negro de la estantería superior. Me la entrega y añade- : ¿Sigues pensando en proclamar tu inocencia?
- Me la han jugado -señalo, y me vuelvo hacia la señora P., quien me mira como si acabara de cargarme a su gato-. Yo no he sido, señora P. Tiene que creerme -le imploro. Ya me veo metido en prisión por algo que ha hecho otro idiota.
- Blaine, las pruebas hablan por sí solas. Me gustaría creerte, pero es muy difícil -explica, negando con la cabeza.
Los guardias se han colocado a ambos lados. Sé lo que viene a continuación. La señora P. levanta la mano y los detiene-. Blaine, tienes que poner de tu parte.
Me siento tentado de no dar explicaciones, de permitirles pensar que he sido yo quien ha pintarrajeado los bienes del instituto. De todas formas, no creo que me hagan caso. Pero la señora P. me mira como si fuera un adolescente rebelde que quiere demostrarles a todos lo equivocados que están.
- El símbolo no está bien hecho -digo, mostrándole el tatuaje del antebrazo-. Este es el símbolo de los Latino Blood. Una estrella de cinco puntas con dos horcas saliendo de la parte superior y las letras LB en medio. La que está en el suelo del gimnasio tiene seis puntas y dos flechas. Nadie que pertenezca a los Latino Blood cometería un error así.
- ¿Dónde está el director Figgins? -les pregunta mi profesora a los guardias.
- Está reunido con el superintendente. Su secretaria dice que no quiere que le molesten.
La señora P. mira su reloj.
- Tengo clase en quince minutos. Joe, intenta contactar con el director Figgins por el comunicador.
A Joe, el guardia de seguridad, no parece entusiasmarle la idea.
- Señora, pueden despedirnos por una cosa así.
- Lo sé. Pero Blaine es mi estudiante, y te aseguro que hoy no puede perderse mi clase.
Joe se encoge de hombros e intenta contactar con Aguirre para que se reúna con él en el pasillo L. Cuando la secretaria le pregunta si se trata de una emergencia, la señora P. le arrebata a Joe el comunicador y le dice que lo considera una emergencia suya y que el director Figgins debe acudir al pasillo L ahora mismo.
Dos minutos más tarde, aparece Figgins con una expresión ceñuda en el rostro.
- ¿Qué ocurre aquí?
- Vandalismo en el gimnasio -informa el guardia, Joe.
- Maldita sea, Anderson. Tú otra vez, no -suelta, poniéndose rígido.
- No he sido yo -le digo.
- Entonces, ¿quién?
Me encojo de hombros.
- Director Figgins, Blaine dice la verdad -interviene la señora P-. Puede despedirme si me equivoco.
Figgins niega con la cabeza y se vuelve hacia el guardia de seguridad.
- Lleva a Chuck al gimnasio y averigua lo que puede hacerse para limpiar esa cosa -dice, y señalándome con la lata de spray, añade-: Pero te lo advierto, Blaine. Si me entero de que has sido tú, no te expulsaré, haré que te arresten. ¿Queda claro?
Cuando los guardias se van, Figgins continúa:
- Blaine, no te he dicho esto antes, pero lo hago ahora. Cuando estaba en el instituto, pensaba que el mundo estaba en mi contra. No era muy distinto a ti, ¿sabes? Tardé mucho en darme cuenta de que yo era mi peor enemigo. Cuando lo hice, me cambió la vida. Ni la señora Pillsbury ni yo somos el enemigo.
- Lo sé -admito, y en realidad, sé que es así.
- Bien. Resulta que ahora estoy en medio de una reunión importante, así que si me disculpáis, estaré en mi despacho.
- Gracias por creerme -le digo a la señora P. una vez se ha marchado el director.
- ¿Sabes quién ha pintarrajeado el suelo del gimnasio? -insiste.
La miro directamente a los ojos y le digo la verdad.
- No tengo ni idea, aunque estoy completamente seguro de que no ha sido ninguno de mis amigos.
- Si no fueras un pandillero, Blaine, no te meterías en estos berenjenales. -Y suspira.
- Sí, pero seguro que me metería en otros.
31. Kurt.
- Según parece, hay algunos alumnos que no se toman muy en serlo mi clase -anuncia la señora Pillsbury antes de empezar a repartir los exámenes que hicimos ayer.
Y cuando se acerca a la mesa que compartimos Blaine y yo, me hundo en la silla. Lo último que necesito es que la señora Pillsbury me eche la bronca.
- Buen trabajo -señala la mujer mientras coloca mi examen boca abajo en mi mesa. Entonces, se gira hacia Blaine, y añade-: Para alguien que desea ser profesor de química, no ha empezado con muy buen pie, señor Anderson. Si no viene preparado a clase, la próxima vez me lo pensaré dos veces antes de salir en su defensa.
Deja caer el examen de Blaine frente a él. Lo sujeta entre el índice y el pulgar, como si el papel fuera demasiado asqueroso como para que el resto de los dedos lo rocen.
- Quédese después de clase -le dice antes de entregar el resto de los exámenes.
No puedo entender por qué la señora Pillsbury no me ha echado ningún sermón. Le doy la vuelta al examen y veo un sobresaliente en la parte posterior. Me froto los ojos con las manos y vuelvo a mirarlo. Debe de haber algún error. No tardo ni un segundo en reparar en el responsable de mi nota. La verdad me golpea como un martillazo en el estómago. Miro a Blaine, quien está guardando su suspenso dentro de un libro.
- ¿Por qué lo has hecho?
Espero a que la señora Pillsbury termine su conversación con Blaine después de clase para acercarme a él. Estoy esperándole en la taquilla, y él me presta muy poca atención, si es que me presta alguna. Intento ignorar las miradas que me atraviesan la espalda.
- No sé de qué estás hablando -dice.
¡No me digas!
- Cambiaste los exámenes.
- No es para tanto, ¿vale? -dice, cerrando la taquilla de golpe.
Sí que lo es. Blaine se aleja por el pasillo como si quisiera dejar las cosas como están. Le vi haciendo su examen con diligencia, pero cuando he reparado en el gran suspenso en rojo en el papel, he comprendido que era mi propio examen.
Después de clase, salgo corriendo hacia la puerta principal para alcanzarle. Está montado en la moto, apunto de marcharse.
- ¡Blaine, espera!
Estoy nervioso.
- Sube -me ordena.
- ¿Qué?
- Sube. Si quieres darme las gracias por salvarte el culo, ven a casa conmigo. Lo que te dije ayer iba en serio. Tú me mostraste un pedacito de tu vida, y yo quiero mostrarte la mía. Es justo, ¿no?
Echo un vistazo al aparcamiento. La gente nos mira; probablemente esperan el momento oportuno para hacer circular el cotilleo. Si me marcho con él, la noticia se difundirá rápidamente.
El rugido del motor me hace regresar a la realidad.
- No tengas miedo de lo que puedan pensar.
Le echo un vistazo, desde los vaqueros desgarrados y la chaqueta de piel hasta la bandana roja y negra (los colores de su pandilla) que acaba de atarse a la cabeza. Debería estar aterrorizada, pero entonces recuerdo cómo se comportó ayer con Finn.
A la mierda.
Me coloco la mochila a la espalda y monto a horcajadas sobre la moto.
- Sujétate bien -dice, llevándome las manos a su cintura. El simple contacto de sus fuertes manos sobre las mías resulta profundamente íntimo. Antes de apartar esa idea de mi mente, me pregunto si él también sentirá lo mismo. Blaine Anderson es un tipo duro. Con experiencia. Supongo que un simple roce de manos no le provocará un revoloteo en el estómago.
Antes de poner las manos en el manillar, frota las yemas de los dedos contra las mías, a propósito. Ay, madre mía. ¿Dónde me estoy metiendo?
Cuando aumenta la velocidad al salir del aparcamiento, me agarro con más fuerza a sus duros abdominales. Me asusta la velocidad y empiezo a marearme, como si estuviera en una montaña rusa sin barra de seguridad.
La moto se detiene frente a un semáforo en rojo. Me echo hacia atrás. Le oigo reír cuando el semáforo se pone en verde y volvemos a arrancar a toda velocidad. Me aferro a su cintura y escondo la cabeza en su espalda.
Cuando por fin nos detenemos, y después de que Blaine baje el caballete de la moto, echo un vistazo a lo que me rodea. Nunca había estado en esta calle. Las casas son tan... pequeñas. La mayoría solo tienen un piso, y ni un gato podría colarse en el espacio entre una y otra. Aunque no quiero sentirme de este modo, se me instala en la boca del estómago una sensación de pesar.
Mi casa es, por lo menos, siete, no, ocho o nueve veces más grande que la de Blaine. Sabía que esta zona de la ciudad era pobre, pero no tanto...
- Esto ha sido un error -dice Blaine-. Te llevaré a casa.
- ¿Por qué?
- Entre otras cosas, por la cara de asco que pones.
- No me da asco. Me sabe mal que...
- No me compadezcas -me advierte-. Soy pobre, pero no un vagabundo.
- De acuerdo. ¿No vas a invitarme a entrar? Los chicos del otro lado de la calle no dejan de mirar al chico blanco.
- De hecho, por aquí te llamarán «el chico nieve».
- Odio la nieve -le digo.
Blaine sonríe. - No es por eso, guapo. Es por tu piel, blanca como la nieve. Tú sígueme y no mires a los vecinos, aunque ellos si lo hagan.
Blaine avanza con cautela mientras me acompaña al interior de su casa.
- Bueno, ya estamos aquí -dice, una vez dentro.
Puede que el salón sea más pequeño que cualquiera de las habitaciones de mi casa, pero es acogedor y cálido. Hay dos mantitas de ganchillo sobre el sofá con las que me encantaría taparme en las noches gélidas. En mi casa no liemos ese tipo de mantitas. Tenemos edredones... unos además han sido diseñados a medida y para que peguen con el resto de la decoración.
Recorro la casa de Blaine, pasando los dedos por los muebles. En una estantería con velas medio derretidas reparo en la fotografía de un hombre muy atractivo. Siento el calor de Blaine cuando se coloca a mi lado.
- ¿Tu padre? -le pregunto.
Él asiente con la cabeza.
- No puedo ni imaginar lo que debe ser perder a un padre.
Aunque el mío no esté mucho por casa, sé que es una pieza importante de mi vida. Siempre he deseado recibir algo más de cariño por parte de mis padres, aunque debería sentirme agradecida por el mero hecho de poder tenerlos a ambos a mi lado, ¿no?
Blaine estudia la foto de su padre.
- Cuando ocurre, te quedas como atontado e intentas no pensar mucho en ello. Bueno, sabes que se ha ido y todo eso, pero es como si estuvieras rodeado por una neblina. Entonces, la vida te marca una rutina y te obligas a ti mismo a seguirla -me explica, encogiéndose de hombros-. Con el tiempo, dejas de pensar tanto en ello y continúas adelante. No te queda más remedio.
- Es como una especie de prueba.
Me miro en un espejo que hay en la pared. Me paso los dedos por el pelo, distraídamente.
- Te pasas el día haciendo eso.
- ¿El qué?
- Arreglándote el pelo o mirando tu ropa.
- ¿Y qué hay de malo en querer tener un buen aspecto?
- Nada, a no ser que se convierta en una obsesión.
Bajo las manos, deseando poder dejarlas quietecitas.
- No estoy obsesionado.
- ¿Tan importante es que la gente crea que eres guapo? -me pregunta, y vuelve a encogerse de hombros.
- No me importa lo que piense la gente -miento.
- Eso es porque eres... guapo. Por eso no debería importarte tanto.
Ya lo sé. Sin embargo, de donde soy, las apariencias lo son todo. Y hablando de apariencias...
- ¿Qué te ha dicho la señora Pillsbury después de clase?
- Ah, lo de siempre. Que si no me tomo en serio su clase convertirá mi vida en un infierno.
Trago saliva con fuerza. No sé si debería revelarle el plan que tengo en mente.
- Voy a decirle que intercambiaste los exámenes.
- No lo hagas -me ordena, apartándose de mí.
- ¿Por qué no?
- Porque no importa.
- Claro que importa. Necesitas buenas notas para entrar en...
- ¿Dónde? ¿En una buena universidad? Kurt, sabes perfectamente que no iré a la universidad. Vosotros, los niños ricos, os tomáis la nota media como un símbolo de lo que valéis. Yo no necesito eso, así que no hace falta que me hagas ningún favor. Conseguiré aprobar esta asignatura, aunque sea con un aprobado justo. Solo he de asegurarme de que el proyecto nos salga bien.
Si dependiera solo de mi, sacaríamos matrícula de honor en el proyecto.
- ¿Dónde está tu habitación? -le pregunto para cambiar de tema. Dejo caer la mochila sobre el suelo del salón-. La habitación dice mucho sobre la persona.
Blaine señala una puerta lateral. Tres camas ocupan la mayor parte del reducido espacio, y el resto, un pequeño armario. Camino por la pequeña habitación.
- La comparto con mis dos hermanos -me explica-. No tengo mucha intimidad.
- Déjame adivinar cuál es la tuya -digo, sonriendo.
Observo lo que rodea a cada cama. Hay una pequeña foto de una bonita mexicana pegada a una de las paredes.
- Vaya... -murmuro, mirando a Blaine y preguntándome si la chica que me devuelve la mirada es su chica ideal.
Me acerco a él y examino la siguiente cama. Fotografías de jugadores de fútbol en la pared. La cama está hecha un desastre, y hay ropa esparcida desde la almohada hasta los pies. Nada adorna la pared de la tercera cama, como si la persona que duerme en ella fuera un invitado. Es casi triste. Las dos primeras paredes dicen mucho de las personas que duermen bajo ellas, sin embargo, la tercera está completamente desnuda.
Me siento en la cama de Blaine, la vacía y desesperada, y le miro a los ojos.
- Tu cama dice mucho sobre ti.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué dice?
- Que no piensas quedarte aquí mucho tiempo -le digo-. A menos que sea porque realmente quieres ir a la universidad.
- No voy a dejar Fairfield. Nunca -dice apoyándose en el marco de la puerta.
- ¿No quieres labrarte un futuro?
- Pareces el orientador del instituto.
- ¿No quieres marcharte de aquí y vivir tu propia vida?
¿Alejarte de tu pasado?
- Crees que la universidad es una especie de vía de escape -sentencia.
- ¿Una vía de escape? Blaine no tienes ni idea. Yo iré a la universidad que queda más cerca de donde está mi hermana. Primero elegí Northwestern, y ahora la Universidad de Colorado. Mi vida viene dictada por los caprichos de mis padres y por el lugar donde quieren ingresar a Finn. Tú eliges el camino más fácil, por eso quieres quedarte aquí.
- ¿Crees que ser el hombre de la casa es pan comido? Asegurarme de que mi madre no acabe mezclándose con algún perdedor o que mis hermanos empiecen a inyectarse mierda o fumar crack son motivos suficientes para quedarme aquí. -
- Lo siento.
- Te lo advertí. No me compadezcas.
- No es eso -matizo, mirándole a los ojos-. Sientes una conexión familiar muy fuerte, pero no cuelgas nada permanente junto a tu cama, como si fueras a largarte en cualquier momento. Por eso he dicho que lo siento.
Blaine da un paso atrás, alejándose de mí.
- ¿Has acabado con el psicoanálisis? -pregunta. Le sigo hasta el salón mientras sigo preguntándome cómo verá Blaine su futuro. Parece dispuesto a dejar esta casa... o esta vida. ¿Acaso la ausencia de cualquier adorno junto a su cama puede ser una señal de que está preparado para morir? ¿Está destinado a acabar como su padre? ¿Se refiere a eso cuando habla de demonios?
Durante las siguientes dos horas, organizamos nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, sentados en el sofá del salón. Es mucho más inteligente de lo que pensaba; el sobresaliente de su examen no ha sido una casualidad. Tiene un montón de ideas de hacia dónde podemos dirigir la investigación y de los libros de la biblioteca donde podemos obtener información, o sobre cómo podemos construirlos calentadores y las distintas opciones para redactarlo. Necesitaremos productos químicos que nos proporcionará la señora Pillsbury, y bolsas herméticas para guardarlos. Hemos decidido revestir las bolsas con materiales que compraremos en una tienda de telas, de ese modo tal vez podamos ganar algún punto extra. Intento seguir hablando de química y me ando con pies de plomo para no tocar ningún tema demasiado personal.
Cuando cierro el libro de química, veo por el rabillo del ojo que Blaine se pasa la mano por el pelo.
- No pretendía ser tan brusco contigo.
- No pasa nada. Me he entrometido en tus cosas.
- Tienes razón.
Me pongo en pie, sintiéndome incomodo. Él me coge del brazo y tira de mí para que vuelva a sentarme.
- No -matiza-. Me refiero a que tienes razón respecto a mí. No quiero colocar nada permanente sobre la cama.
- ¿Por qué?
- Mi padre -dice Blaine, mirando la fotografía colgada en la pared. Cierra los ojos con fuerza-. Dios, había tanta sangre. -Vuelve a abrir los ojos y me mira fijamente-. Si he aprendido algo, es que nadie está aquí para siempre. Tienes que vivir el momento, el día a día... el presente.
- ¿Y qué quieres hacer ahora mismo? -le pregunto, sabiendo lo que deseo yo. Quiero curar sus heridas y olvidar las mías.
Blaine me acaricia la mejilla con la yema de los dedos.
Me quedo sin respiración.
- ¿Quieres besarme, Blaine? -le susurro.
- Dios, sí, quiero besarte... quiero saborear tus labios, tu lengua -dice mientras recorre mis labios con sus dedos, con dulzura-. ¿Y tú? ¿Quieres que te bese? No se enteraría nadie. Quedaría entre nosotros dos.
quería subirles dos capítulos porque... bueno, ¡¡¡amo el segundo!!! es el mejor por dios. además... ¿qué piensan? ¿se van a besar? ¡gracias por comentar, los adoro!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
ooo no puede ser me perdi tantos capitulos y tan facinantes......con este me quede sin aliento fue tan......O POR DIOS!!!!!! SI POR FAVOR BESENSE!!!!! jajajaja fue tan...tan....tan. perfecto no lo puedo creer me tienes petrificada encerio que no se como sentirme y mas por que dices que el proximo cap estara mejor.... no lo puedo creer..... por favor actualiza lo mas pronto y rapido posible por favor!!! :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
me gustaron los dos capitulos espero actualices pronto me gusta mucho la historia espero y se besen
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Porque tenias que acabar el capitulo en ese momento estoy impaciente por saver que pasa, ahora que me doy cuenta tu escribes mis fics favoritos en este foro me encanta como escribes y la forma en como dejas a las personas con el suspenso y la intriga
Gaby Klainer********-*- - Mensajes : 911
Fecha de inscripción : 01/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Si!!!que lo bese ;-) acepta kurt!
sigue!!!tu fic es muy entretenido :-)
sigue!!!tu fic es muy entretenido :-)
Romi Criss* - Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 25
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