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Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
20. Blaine.
Miro los tropezones que me chorrean por los zapatos. Me han ocurrido cosas peores.
Él se incorpora, así que le suelto el pelo. No he podido evitar cogérselo para que no le cayera en la cara durante el episodio de los vómitos. Intento no pensar en la sensación que me ha provocado sentir su pelo deslizándose entre mis dedos como hilos de seda.
Mi ilusión de hacerme pirata y raptarlo para llevarlo a mi barco vuelve a pasarme por la cabeza. Pero ni soy pirata, ni él mi príncipe cautivo. Solo somos dos adolescentes que se odian el uno al otro. De acuerdo, puede que no lo odie de verdad.
Me quito la bandana de la cabeza y se la doy.
- Toma, límpiate la cara con esto.
Mientras me limpio el zapato en las frías aguas del Lago Michigan, él utiliza la bandana para presionarse las comisuras de los labios, como si fuera una servilleta de un restaurante de categoría.
No sé qué decir ni qué hacer. Estoy solo... con Kurt Hummel borracho. No estoy acostumbrado a quedarme a solas con niños pijos a los que la bebida les hace ponerse sensibles, especialmente con uno que me pone tanto. Tengo dos opciones: o aprovecharme de él y ganar la apuesta, lo que, teniendo en cuenta el estado en el que se encuentra, sería una auténtica guarrada o...
- Voy a buscar a alguien para que te lleve a casa -suelto antes de que mi embriagado cerebro piense en el millón de formas distintas de aprovecharme de él esta noche. El alcohol me ha dejado tocado, y las drogas también. Y cuando tenga relaciones con este chico, quiero contar con todas mis facultades.
Él frunce los labios, haciendo pucheros como un bebé.
- No. No quiero ir a casa. A cualquier sitio menos a casa.
Oh, mierda. En menudo lío estoy metido.
Cuando me mira, la luz de la luna hace que sus ojos brillen como una joya única y valiosa.
- Adam cree que me gustas, ¿sabes? Dice que discutimos porque es nuestra manera de tontear.
- ¿Es cierto? -le pregunto, y contengo la respiración para oír su respuesta. Por favor, por favor, que sea capaz de recordarla mañana cuando me levante.
Él levanta el dedo y dice:
- Espera un momento.
Entonces, se arrodilla en el suelo y vuelve a vomitar. Cuando termina, se encuentra demasiado débil para caminar. Parece el último muñeco de trapo que queda en un rastro.
Lo llevo hasta donde mis amigos han encendido una enorme fogata sin saber muy bien qué hacer.
Cuando me rodea el cuello con los brazos, me da la sensación de que necesita que alguien lo defienda. Y seguro que Adam no es ese tipo. Yo tampoco lo soy. He oído que en su primer año, antes de conocer a Adam, salió con un alumno de penúltimo curso.
Este chico debe de tener experiencia.
Entonces, ¿por qué parece tan inocente? Puede que esté buenísimo, pero sigue pareciendo inocente.
Todas las miradas recaen sobre nosotros conforme nos acercamos al grupo. Ven a un niño rico y desmayado en mis brazos y enseguida piensan en lo peor. Se me ha olvidado decir que, durante el paseo, mi compañero de laboratorio se ha quedado dormido entre mis brazos.
- ¿Qué le has hecho? -pregunta Puck.
Sam se pone en pie. Está muy cabreado.
- Mierda, Blaine. ¿He perdido mi RX-7?
- No, imbécil. No me tiro a tíos inconscientes.
Por el rabillo de ojo puedo ver a un furioso Sebastian. Mierda. Me he pasado un montón con él esta noche y merezco que esté cabreado conmigo.
Le hago una señal a Santana para que se acerque.
- Santi, necesito tu ayuda.
- ¿Y qué quieres que haga con él? -pregunta, echando un vistazo a Kurt.
- Ayúdame a sacarlo de aquí. Llevo un buen pedo y no puedo conducir.
Santana niega con la cabeza.
- ¿Te das cuenta de que tiene novio? ¿Y que es rico? ¿Y blanco? ¿Y que lleva ropa de diseño que tú nunca podrás permitirte?
Sí, ya sé todo eso. Y estoy harto y cansado de que todos me lo recuerden continuamente.
- Necesito tu ayuda, San. No un sermón, ¿vale? Ya tengo a Puck para que me dé el coñazo. Santana levanta en alto los brazos, a la defensiva, y añade: - Solo estoy afirmando lo evidente. Eres un chico listo, Blaine. A ver, seamos lógicos. No importa cuánto desees que forme parte de tu vida, él no pertenece a este mundo. No hay manera de hacer encajar un triángulo en un cuadrado. Ya me callo.
- Gracias.
No añado que si se trata de un cuadrado lo suficientemente grande, un triangulito puede caber perfectamente. Todo es cuestión de aplicar una ligera variación a la ecuación.
Estoy demasiado bebido y fumado como para explicárselo ahora mismo.
- He aparcado al otro lado de la calle -comenta. Deja escapar un suspiro de desesperación antes de rematar. - Sígueme.
Acompaño a Santana hasta el coche, deseando recorrer esa distancia en silencio. Pero no tengo tanta suerte.
- El año pasado también estuve en clase con él -dice Santi.
- Bien.
- Es buen chico. -continúa, encogiéndose de hombros.
- La mayoría de los tíos lo odian. Y también las tías.
- La mayoría de los tíos desearían ser como él, al igual que las tías, tener su dinero y su novio.
Me detengo en seco y hago una mueca de desprecio.
- ¿Cara Burro?
- Venga ya, Blaine. Adam es guapo, es el capitán del equipo de fútbol y el héroe de Fairfield. Tú eres más bien como Danny Zuko en Grease. Fumas, estás en una banda y has salido con los chicos más malos y guapos. Kurt es como Sandy... un Sandy que nunca aparecerá en el instituto con una chaqueta negra de cuero y con un cigarrillo colgando de la boca. Olvida esa fantasía.
Dejo a mi fantasía en el asiento trasero del coche de Santana y me siento a su lado.
Kurt se acurruca contra mí, me utiliza como su almohada personal, su pelo castaño se despliegan sobre mi cremallera. Cierro los ojos durante un segundo e intento quitarme la imagen de la cabeza. No sé qué hacer con las manos: la derecha está apoyada sobre el reposabrazos de la puerta, y la izquierda cuelga sobre Kurt.
Vacilo un momento. ¿A quién pretendo engañar? No soy virgen. Soy un chico de dieciocho años que puede soportar tener a un chico sexy y dormido a su lado. ¿Por qué tengo miedo de poner el brazo donde esté cómodo, justo sobre su pecho?
Contengo la respiración mientras coloco el brazo sobre él. Kurt se acurruca más cerca de mí. Me siento raro y mareado. O son los efectos del porro o... no me apetece mucho pensar en la otra opción. Miro su pelo corto y despeinado. Sin pensarlo dos veces, deslizo la mano entre su cabello y lo observo mientras los sedosos mechones resbalan lentamente entre mis dedos. Me detengo. Tiene una zona enorme del cuero cabelludo sin pelo. Como si hubiera tenido que pasar un análisis de drogas para un trabajo o algo así y le hubieran arrancado un gran trozo como muestra.
Cuando Santana da marcha atrás, Puck la detiene y se sube al asiento del copiloto. Me apresuro a tapar la calva de Kurt; no quiero que nadie vea esa imperfección. No estoy dispuesto a analizar los motivos por los que actuó así... supondría comerme mucho la cabeza. Y hacerlo en este estado, podría ser mortal.
- Eh, chicos. He pensado apuntarme a dar una vuelta con vosotros -dice Puck.
Se vuelve y ve mi brazo descansando sobre Kurt. Chasquea la lengua censurando el gesto y agita la cabeza.
- Cállate -le advierto.
- No he dicho nada.
Empieza a sonar un teléfono móvil. Puedo sentir la vibración a través de los pantalones de Kurt.
- Es de él -anuncio.
- Pues cógelo -contesta Santana.
Me siento como si acabara de secuestrarlo. ¿Y ahora voy a responder a su móvil? Mierda.
Lo inclino ligeramente y distingo el bulto en el bolsillo trasero de sus pantalones.
- Contesta -susurra Santana.
- Ya voy -siseo, aunque los dedos me responden con torpeza mientras intento sacar el teléfono.
- Yo lo haré -sugiere Puck, inclinándose sobre el asiento y acercando la mano al trasero de Kurt.
Le aparto la mano de un manotazo.
- No le pongas las manos encima.
- Joder, tío, solo intentaba ayudar.
A modo de respuesta, le dirijo una mirada asesina.
Deslizo los dedos en el bolsillo trasero, intentando no pensar cómo sería poder acariciarlo sin los pantalones. Sacó el teléfono poco a poco mientras sigue vibrando.
Cuando logro sacarlo del todo, miro la llamada entrante.
- Es su amiga Rachel.
- Contesta -dice Puck.
- ¿Estás pirado, tío? No voy a hablar con una de ellas.
- Entonces, ¿por qué se lo has sacado del bolsillo?
Esa es una buena pregunta. Una a la que no sé muy bien cómo responder.
Santana niega con la cabeza.
- Eso te pasa por meterte en camisa de once varas.
- Deberíamos llevarlo a casa -dice Puck-. No puedes retenerlo contigo.
Lo sé. Aunque todavía no estoy preparado para alejarme de él.
- San, llevémoslo a tu casa.
Miro los tropezones que me chorrean por los zapatos. Me han ocurrido cosas peores.
Él se incorpora, así que le suelto el pelo. No he podido evitar cogérselo para que no le cayera en la cara durante el episodio de los vómitos. Intento no pensar en la sensación que me ha provocado sentir su pelo deslizándose entre mis dedos como hilos de seda.
Mi ilusión de hacerme pirata y raptarlo para llevarlo a mi barco vuelve a pasarme por la cabeza. Pero ni soy pirata, ni él mi príncipe cautivo. Solo somos dos adolescentes que se odian el uno al otro. De acuerdo, puede que no lo odie de verdad.
Me quito la bandana de la cabeza y se la doy.
- Toma, límpiate la cara con esto.
Mientras me limpio el zapato en las frías aguas del Lago Michigan, él utiliza la bandana para presionarse las comisuras de los labios, como si fuera una servilleta de un restaurante de categoría.
No sé qué decir ni qué hacer. Estoy solo... con Kurt Hummel borracho. No estoy acostumbrado a quedarme a solas con niños pijos a los que la bebida les hace ponerse sensibles, especialmente con uno que me pone tanto. Tengo dos opciones: o aprovecharme de él y ganar la apuesta, lo que, teniendo en cuenta el estado en el que se encuentra, sería una auténtica guarrada o...
- Voy a buscar a alguien para que te lleve a casa -suelto antes de que mi embriagado cerebro piense en el millón de formas distintas de aprovecharme de él esta noche. El alcohol me ha dejado tocado, y las drogas también. Y cuando tenga relaciones con este chico, quiero contar con todas mis facultades.
Él frunce los labios, haciendo pucheros como un bebé.
- No. No quiero ir a casa. A cualquier sitio menos a casa.
Oh, mierda. En menudo lío estoy metido.
Cuando me mira, la luz de la luna hace que sus ojos brillen como una joya única y valiosa.
- Adam cree que me gustas, ¿sabes? Dice que discutimos porque es nuestra manera de tontear.
- ¿Es cierto? -le pregunto, y contengo la respiración para oír su respuesta. Por favor, por favor, que sea capaz de recordarla mañana cuando me levante.
Él levanta el dedo y dice:
- Espera un momento.
Entonces, se arrodilla en el suelo y vuelve a vomitar. Cuando termina, se encuentra demasiado débil para caminar. Parece el último muñeco de trapo que queda en un rastro.
Lo llevo hasta donde mis amigos han encendido una enorme fogata sin saber muy bien qué hacer.
Cuando me rodea el cuello con los brazos, me da la sensación de que necesita que alguien lo defienda. Y seguro que Adam no es ese tipo. Yo tampoco lo soy. He oído que en su primer año, antes de conocer a Adam, salió con un alumno de penúltimo curso.
Este chico debe de tener experiencia.
Entonces, ¿por qué parece tan inocente? Puede que esté buenísimo, pero sigue pareciendo inocente.
Todas las miradas recaen sobre nosotros conforme nos acercamos al grupo. Ven a un niño rico y desmayado en mis brazos y enseguida piensan en lo peor. Se me ha olvidado decir que, durante el paseo, mi compañero de laboratorio se ha quedado dormido entre mis brazos.
- ¿Qué le has hecho? -pregunta Puck.
Sam se pone en pie. Está muy cabreado.
- Mierda, Blaine. ¿He perdido mi RX-7?
- No, imbécil. No me tiro a tíos inconscientes.
Por el rabillo de ojo puedo ver a un furioso Sebastian. Mierda. Me he pasado un montón con él esta noche y merezco que esté cabreado conmigo.
Le hago una señal a Santana para que se acerque.
- Santi, necesito tu ayuda.
- ¿Y qué quieres que haga con él? -pregunta, echando un vistazo a Kurt.
- Ayúdame a sacarlo de aquí. Llevo un buen pedo y no puedo conducir.
Santana niega con la cabeza.
- ¿Te das cuenta de que tiene novio? ¿Y que es rico? ¿Y blanco? ¿Y que lleva ropa de diseño que tú nunca podrás permitirte?
Sí, ya sé todo eso. Y estoy harto y cansado de que todos me lo recuerden continuamente.
- Necesito tu ayuda, San. No un sermón, ¿vale? Ya tengo a Puck para que me dé el coñazo. Santana levanta en alto los brazos, a la defensiva, y añade: - Solo estoy afirmando lo evidente. Eres un chico listo, Blaine. A ver, seamos lógicos. No importa cuánto desees que forme parte de tu vida, él no pertenece a este mundo. No hay manera de hacer encajar un triángulo en un cuadrado. Ya me callo.
- Gracias.
No añado que si se trata de un cuadrado lo suficientemente grande, un triangulito puede caber perfectamente. Todo es cuestión de aplicar una ligera variación a la ecuación.
Estoy demasiado bebido y fumado como para explicárselo ahora mismo.
- He aparcado al otro lado de la calle -comenta. Deja escapar un suspiro de desesperación antes de rematar. - Sígueme.
Acompaño a Santana hasta el coche, deseando recorrer esa distancia en silencio. Pero no tengo tanta suerte.
- El año pasado también estuve en clase con él -dice Santi.
- Bien.
- Es buen chico. -continúa, encogiéndose de hombros.
- La mayoría de los tíos lo odian. Y también las tías.
- La mayoría de los tíos desearían ser como él, al igual que las tías, tener su dinero y su novio.
Me detengo en seco y hago una mueca de desprecio.
- ¿Cara Burro?
- Venga ya, Blaine. Adam es guapo, es el capitán del equipo de fútbol y el héroe de Fairfield. Tú eres más bien como Danny Zuko en Grease. Fumas, estás en una banda y has salido con los chicos más malos y guapos. Kurt es como Sandy... un Sandy que nunca aparecerá en el instituto con una chaqueta negra de cuero y con un cigarrillo colgando de la boca. Olvida esa fantasía.
Dejo a mi fantasía en el asiento trasero del coche de Santana y me siento a su lado.
Kurt se acurruca contra mí, me utiliza como su almohada personal, su pelo castaño se despliegan sobre mi cremallera. Cierro los ojos durante un segundo e intento quitarme la imagen de la cabeza. No sé qué hacer con las manos: la derecha está apoyada sobre el reposabrazos de la puerta, y la izquierda cuelga sobre Kurt.
Vacilo un momento. ¿A quién pretendo engañar? No soy virgen. Soy un chico de dieciocho años que puede soportar tener a un chico sexy y dormido a su lado. ¿Por qué tengo miedo de poner el brazo donde esté cómodo, justo sobre su pecho?
Contengo la respiración mientras coloco el brazo sobre él. Kurt se acurruca más cerca de mí. Me siento raro y mareado. O son los efectos del porro o... no me apetece mucho pensar en la otra opción. Miro su pelo corto y despeinado. Sin pensarlo dos veces, deslizo la mano entre su cabello y lo observo mientras los sedosos mechones resbalan lentamente entre mis dedos. Me detengo. Tiene una zona enorme del cuero cabelludo sin pelo. Como si hubiera tenido que pasar un análisis de drogas para un trabajo o algo así y le hubieran arrancado un gran trozo como muestra.
Cuando Santana da marcha atrás, Puck la detiene y se sube al asiento del copiloto. Me apresuro a tapar la calva de Kurt; no quiero que nadie vea esa imperfección. No estoy dispuesto a analizar los motivos por los que actuó así... supondría comerme mucho la cabeza. Y hacerlo en este estado, podría ser mortal.
- Eh, chicos. He pensado apuntarme a dar una vuelta con vosotros -dice Puck.
Se vuelve y ve mi brazo descansando sobre Kurt. Chasquea la lengua censurando el gesto y agita la cabeza.
- Cállate -le advierto.
- No he dicho nada.
Empieza a sonar un teléfono móvil. Puedo sentir la vibración a través de los pantalones de Kurt.
- Es de él -anuncio.
- Pues cógelo -contesta Santana.
Me siento como si acabara de secuestrarlo. ¿Y ahora voy a responder a su móvil? Mierda.
Lo inclino ligeramente y distingo el bulto en el bolsillo trasero de sus pantalones.
- Contesta -susurra Santana.
- Ya voy -siseo, aunque los dedos me responden con torpeza mientras intento sacar el teléfono.
- Yo lo haré -sugiere Puck, inclinándose sobre el asiento y acercando la mano al trasero de Kurt.
Le aparto la mano de un manotazo.
- No le pongas las manos encima.
- Joder, tío, solo intentaba ayudar.
A modo de respuesta, le dirijo una mirada asesina.
Deslizo los dedos en el bolsillo trasero, intentando no pensar cómo sería poder acariciarlo sin los pantalones. Sacó el teléfono poco a poco mientras sigue vibrando.
Cuando logro sacarlo del todo, miro la llamada entrante.
- Es su amiga Rachel.
- Contesta -dice Puck.
- ¿Estás pirado, tío? No voy a hablar con una de ellas.
- Entonces, ¿por qué se lo has sacado del bolsillo?
Esa es una buena pregunta. Una a la que no sé muy bien cómo responder.
Santana niega con la cabeza.
- Eso te pasa por meterte en camisa de once varas.
- Deberíamos llevarlo a casa -dice Puck-. No puedes retenerlo contigo.
Lo sé. Aunque todavía no estoy preparado para alejarme de él.
- San, llevémoslo a tu casa.
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
me gusto mucho el capitulo espero el siguiente con ansias espero actualices pronto me gusta mucho la historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
ooo Estuvo genial es capitulo espero y puedas actualizar mas tapido cada vez se pone mejor y mas interesante vamos síguelo te esta quedando fabuloso no te esta quedando increíble.
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
me encanta esta historia te juro, la forma en la que poco a poco se van enamorando es genial. actualiza pronto
gabiigleek********- - Mensajes : 783
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Edad : 31
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
sigue me encanta!!! ;-)
Romi Criss* - Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
21. Kurt.
Tengo una pesadilla en la que miles de diminutos Oompa Loompa me amartillan el cráneo. Abro los ojos a una luz brillante y hago una mueca de dolor. Los Oompa Loompa siguen ahí pese a que ya estoy despierto.
- Menuda resaca -resuena una voz de chica.
Cuando miro con los ojos entrecerrados, encuentro a Santana plantada delante de mí.
Estamos en lo que parece una pequeña habitación con las paredes pintadas de amarillo pastel. Unas cortinas amarillas a juego ondulan a merced del viento que entra por las ventanas abiertas. No puede ser mi casa porque nosotros nunca abrimos las ventanas.
Siempre tenemos puesta la calefacción o el aire acondicionado.
La miro de nuevo con los ojos entrecerrados.
- ¿Dónde estoy?
- En mi casa. Yo de ti no me movería mucho. Puede que vomites otra vez y mis padres se pondrán como locos si manchamos la moqueta -me advierte-. Por suerte para nosotros están fuera de la ciudad, así que tengo la casa para mi sola hasta esta noche.
- ¿Cómo he llegado aquí? Lo último que recuerdo es que me dirigía a casa...
- Te quedaste dormida en la playa. Blaine y yo te trajimos aquí.
Al escuchar el nombre de Blaine, abro los ojos de par en par. Tengo un recuerdo vago de haber bebido, de caminar por la arena y de encontrar a Blaine y Sebastian juntos. Y entonces Blaine y yo...
¿Le besé? Sé que me acerqué a él, pero entonces...
Vomité. Sí, recuerdo claramente que vomité. No es la imagen de perfección que intento proyectar. Me incorporo despacio, esperando que la cabeza no tarde en dejar de darme vueltas.
- ¿Hice alguna estupidez? -le pregunto.
Santana se encoge de hombros y dice:
- No estoy segura. Blaine no dejó que nadie se acercara demasiado a ti. Pero si consideras una estupidez el haberte quedado dormido en sus brazos, entonces diría que sí.
Apoyo la cabeza entre las manos.
- Oh, no. Santana, por favor no se lo cuentes a nadie del equipo de animadoras.
- No te preocupes. No le diré a nadie que Kurt Hummel es en realidad humano -contesta, sonriendo.
- ¿Por qué eres tan amable conmigo? Cuando Sebastian quería pegarme, tú saliste en mi defensa. Y me has dejado quedarme a dormir aquí esta noche, aunque dejaste bien claro que no éramos amigos.
- No somos amigos. Sebastian y yo tenemos una rivalidad que arrastramos desde hace tiempo. Haría cualquier cosa con tal de mosquearlo. Sebastian no puede soportar que Blaine ya no sea su novio.
- ¿Por qué rompieron?
- Pregúntaselo tú mismo. Está durmiendo en el sofá del salón. Se quedó dormido en cuanto te acostó en la cama. -Ay, madre. ¿Blaine está aquí? ¿En casa de Santana?-. ¿Sabes que le gustas, verdad? -me pregunta Santana mientras se mira las uñas en lugar de a mí.
Tengo la sensación de que las mariposas me empiezan a revolotear en el estómago.
- No es verdad -le digo pese a sentir la tentación de exigir más detalles.
- Venga ya. Claro que lo sabes, pero no quieres admitirlo -se burla Santi, haciendo una mueca.
- Estás compartiendo mucha información conmigo esta mañana, demasiada para alguien que dice que nunca seremos amigos.
- Tengo que reconocer que me gustaría que fueras el petardo que muchos dicen que eres -confiesa.
- ¿Por qué?
- Porque así resultaría más fácil odiarte.
Una carcajada corta y cínica escapa de mis labios. No estoy dispuesto a decirle la verdad, que mi vida se está desmoronando bajo mis pies, tal y como pasó ayer en la playa.
- Tengo que irme a casa. ¿Dónde está mi móvil? -pregunto, buscando en el bolsillo trasero de los pantalones.
- Creo que lo tiene Blaine.
De modo que escaquearme de allí sin hablar con él no es una opción viable. Hago un esfuerzo por mantener a raya a los Oompa Loompa mientras salgo de la habitación, tambaleándome, en busca de Blaine.
No es difícil dar con él; la casa es más pequeña que la piscina de Rachel. Blaine está tumbado en un viejo sofá, con los pantalones vaqueros puestos. Y nada más. Tiene los ojos abiertos, pero inyectados en sangre y vidriosos por la resaca.
- Eh -dice con ternura mientras se despereza.
Ay, madre. Estoy metido en un buen lío. Le estoy mirando. No puedo apartar la mirada de sus marcados tríceps y bíceps y de todos los demás músculos de su cuerpo. La sensación de revoloteo de mariposas en el estómago se ha multiplicado por diez en el momento en el que se han cruzado nuestras miradas.
- Eh -respondo, tragando saliva con fuerza-. Yo, bueno, supongo que debería darte las gracias por traerme aquí en lugar de dejarme tirado en la playa.
Su mirada no vacila en ningún momento.
- Anoche me di cuenta de algo. Tú y yo no somos tan diferentes. Te gusta jugar tanto como a mí. Tú utilizas tu aspecto, tu cuerpo y tu cerebro para asegurarte de que la balanza se incline a tu favor.
- Tengo resaca, Blaine. Ni siquiera puedo pensar con claridad y ahora te pones filosófico.
- ¿Ves? Ahora mismo estás representando un papel. Muéstrame al verdadero Kurt, nene. Te reto a hacerlo.
¿Está tomándome el pelo? ¿Mostrarle al verdadero Kurt? No puedo. Porque entonces me pondré a llorar y quizás pierda los papeles lo suficiente como para sacar a la luz toda la verdad sobre mí: que he creado una ilusión de perfección tras la que poder ocultarme.
- Será mejor que me vaya a casa.
- Antes de hacerlo, deberías pasar primero por el cuarto de baño -sugiere.
Cuando estoy a punto de preguntar por qué, veo mi reflejo en un espejo que cuelga de la pared.
- ¡Mierda! -grito.
Tengo el pelo hecho un nudo enorme y me ha puesto perdidas las mejillas.
Parezco un cadáver. Paso junto a Blaine corriendo, y en cuanto encuentro el cuarto de baño, entro y me miro bien en el espejo. El pelo parece un greñudo nido de pájaro. Como si no tuviera suficiente con eso, tengo el resto de la cara tan pálida como la de mi tía Dolores cuando no lleva maquillaje. Tengo bolsas bajo los ojos, como si estuviera almacenando agua durante los meses de lluvia.
En conjunto, no es una imagen muy atractiva. Según el criterio de nadie.
Humedezco una toallita de papel y me froto bajo los ojos y las mejillas hasta que desaparecen los pegotes. Mi madre me advirtió que frotarse bajo los ojos estira la piel y la deja sujeta a arrugas prematuras. No obstante, las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Luego, me aplico agua fría en las bolsas de los ojos.
Soy completamente consciente de que esto es un control de daños. Lo único que puedo hacer es disimular las imperfecciones y esperar que nadie me vea en este estado.
Utilizo los dedos como peine sin conseguir demasiado.
Me enjuago la boca con agua y me froto los dientes con algo de pasta, esperando eliminar de mi aliento el regusto a vómito, el sueño y el alcohol hasta que llegue a casa y pueda limpiármelos bien.
Ojalá llevara el peine encima. Pero, por desgracia, no es así. Enderezo los hombros y levanto la cabeza, abro la puerta y regreso al salón, donde Santana se dirige a su habitación y Blaine se levanta en cuanto me ve.
- ¿Dónde está mi móvil? -preguntó-. Y, por favor, ponte una camiseta.
Blaine se agacha y coge mi teléfono del suelo.
- ¿Por qué?
- Pues necesito el móvil -digo, quitándole el teléfono de la mano- para llamar a un taxi y quiero que te pongas una camiseta porque, bueno, porque, yo...
- ¿Nunca has visto a un chico sin camiseta?
- Qué gracioso. Muy divertido. Créeme, no tienes nada que no haya visto ya.
- ¿Quieres apostar? -dice, llevándose la mano al botón de los vaqueros y abriéndolo.
Santana aparece en el momento oportuno.
- Vaya, Blaine. Por favor, déjate puestos los pantalones.
Cuando me mira, levanto las manos.
- A mí no me mires. Yo estaba a punto de llamar a un taxi cuando él...
Santana agita la cabeza mientras Blaine se abrocha el botón y coge su monedero para extraer de él un juego de llaves.
- Olvídate del taxi. Ya te llevo a casa.
- Yo la llevaré -interrumpe Blaine.
Santana parece demasiado cansada como para mediar entre nosotros, como la señora Pillsbury en clase de química.
- ¿Prefieres que te lleve Blaine o que te lleve yo? -me pregunta.
Tengo novio. Vale, admito que cada vez que pillo a Blaine mirándome siento un calor que se me extiende por todo el cuerpo. Pero es normal. Somos dos adolescentes y, obviamente, existe una tensión sexual entre nosotros. Siempre y cuando la cosa no pase de ahí, todo irá bien.
Porque si alguna vez sobrepasara esa raya, las consecuencias serían desastrosas.
Perdería a Colín. Perdería a mis amigas. No quiero perder el control que tengo sobre mi vida. Y por encima de todo, no quiero perder lo poco que me queda del amor de mi madre. Si no me ven como alguien perfecto, lo que ocurrió ayer con mi madre no será nada comparado con lo que se avecina. El trato que reciba de ella será siempre proporcional a lo perfecta que me muestre ante el mundo. Si alguna de sus amigas del club de campo me ve con Blaine, puede que mi madre también acabe siendo una marginada. Y si se siente rechazada por sus amigas, yo me sentiré rechazado por ella. No puedo correr ese riesgo. Y depende de mí que no se haga realidad.
- Santana, acompáñame tú -le digo antes de mirar a Blaine.
Él niega con la cabeza, coge las llaves y la camiseta y sale hecho una furia por la puerta principal sin pronunciar una sola palabra.
Sigo a Santana hasta el coche en silencio.
- Blaine es para ti más que un amigo, ¿verdad? -le pregunto.
- Es como un hermano. Nos conocemos desde que éramos críos.
Le doy las indicaciones para llegar hasta mi casa. ¿Me está diciendo la verdad?
- ¿No crees que es sexy?
- Le conocí un día que se puso a llorar como un bebé porque se le había caído el helado al suelo. Teníamos cuatro años. Estuve a su lado cuando, bueno... digamos que hemos pasado por un montón de cosas juntos.
- ¿Cosas? ¿Puedes explicarte mejor?
- Contigo no.
Casi puedo sentir cómo una pared invisible se eleva de repente entre las dos.
- Entonces, ¿nuestra amistad acaba aquí?
Ella me lanza una mirada de soslayo.
- Nuestra amistad no ha hecho más que empezar, Kurt. No hagas que me arrepienta.
Estamos llegando a mi casa.
- Es la tercera a la derecha -le indico.
- Lo sé.
Detiene el coche delante de mi casa, sin molestarse en aparcar en el camino de entrada.
Intercambiamos miradas. ¿Espera que la invite a entrar? Ni siquiera dejo que mis amigas entren en casa.
- Bueno, gracias por traerme -le digo-. Y por dejar que me quedara a dormir en tu casa.
- No hay problema -responde Santana con una tímida sonrisa.
Me agarro a la manija de la puerta.
- No permitiré que pase nada entre Blaine y yo. ¿De acuerdo?
Aunque algo está cociéndose bajo la superficie.
- Bien. Porque si sucede algo, se os irá de las manos.
Los Oompa Loompa empiezan a golpearme otra vez el cráneo, de modo que no puedo meditar demasiado sobre su advertencia.
En casa, mi madre y mi padre están sentados a la mesa de la cocina. En silencio.
Demasiado silencio. Tienen unos papeles frente a ellos. Una especie de folletos. Se apresuran a enderezarse, como niños pequeños a quienes han pillado haciendo algo malo.
- Pensaba... pensaba que todavía estabas... en casa de Rachel -dice mi madre.
Se me disparan las alarmas. Mi madre nunca tartamudea. Y no parece que vaya a decirme alguna grosería relativa a mi aspecto. Algo va mal.
- Así es, pero me ha dado un dolor de cabeza terrible -explico, caminando hacia ellos y reparando en los sospechosos folletos que estaban estudiando.
La residencia Suimy Acres Home para discapacitados.
- ¿Qué estáis haciendo?
- Discutiendo las opciones -dice mi padre.
- ¿Opciones? ¿No quedamos en que mandar a Finn a un centro era una mala idea?
Mi madre se vuelve hacia mí.
- No. Tú decidiste que mandar a Finn a un centro era una mala idea. Todavía estamos discutiéndolo.
- El año que viene iré a Northwestern, así que puedo vivir en casa y echar una mano.
- El año que viene tendrás que concentrarte en los estudios, no en tu hermano. Kurt, escucha -dice mi padre, poniéndose en pie-. Tenemos que considerar esta opción. Después de lo que te hizo ayer...
- No quiero escucharlo -grito, interrumpiéndole-. No voy a permitir que os llevéis a mi hermano a ningún lado.
Tiro los folletos al suelo. Finn tiene que estar con su familia, y no en una residencia con extraños. Rompo los folletos en dos, tiro los trozos al cubo de basura y me marcho a mi habitación.
- Abre la puerta, Kurt-dice mi madre, zarandeando el pomo de la puerta un minuto más tarde.
Sentada al borde de la cama, no puedo apartar de la mente la imagen en la que se llevan a Finn. No, no puede ser. Me pongo enfermo con solo pensarlo.
- Ni siquiera os molestasteis en enseñar a Baghda. Es como si quisierais deshaceros de Finn.
- No seas ridículo -la voz apagada de mi madre me llega a través de la puerta-. Han construido una nueva residencia en Colorado. Si abres la puerta, quizás podamos mantener una conversación civilizada.
Nunca permitiré que ocurra. Haré todo lo que esté en mis manos para hacer que mi hermano se quede en casa.
- No quiero tener una conversación civilizada. Mis padres quieren mandar a mi hermano a una residencia a mis espaldas, y ahora siento que la cabeza me va a explotar. Déjame solo, ¿vale?
Algo sobresale de mi bolsillo. La bandana de Blaine. Santana no es mi amiga, pero me ha ayudado. Y anoche Blaine se preocupó más de mí que mi novio. Se comportó como un héroe y me pidió que le mostrara al verdadero Kurt. ¿Seré capaz de hacerlo?
Me llevo la bandana al pecho.
Y rompo a llorar.
Tengo una pesadilla en la que miles de diminutos Oompa Loompa me amartillan el cráneo. Abro los ojos a una luz brillante y hago una mueca de dolor. Los Oompa Loompa siguen ahí pese a que ya estoy despierto.
- Menuda resaca -resuena una voz de chica.
Cuando miro con los ojos entrecerrados, encuentro a Santana plantada delante de mí.
Estamos en lo que parece una pequeña habitación con las paredes pintadas de amarillo pastel. Unas cortinas amarillas a juego ondulan a merced del viento que entra por las ventanas abiertas. No puede ser mi casa porque nosotros nunca abrimos las ventanas.
Siempre tenemos puesta la calefacción o el aire acondicionado.
La miro de nuevo con los ojos entrecerrados.
- ¿Dónde estoy?
- En mi casa. Yo de ti no me movería mucho. Puede que vomites otra vez y mis padres se pondrán como locos si manchamos la moqueta -me advierte-. Por suerte para nosotros están fuera de la ciudad, así que tengo la casa para mi sola hasta esta noche.
- ¿Cómo he llegado aquí? Lo último que recuerdo es que me dirigía a casa...
- Te quedaste dormida en la playa. Blaine y yo te trajimos aquí.
Al escuchar el nombre de Blaine, abro los ojos de par en par. Tengo un recuerdo vago de haber bebido, de caminar por la arena y de encontrar a Blaine y Sebastian juntos. Y entonces Blaine y yo...
¿Le besé? Sé que me acerqué a él, pero entonces...
Vomité. Sí, recuerdo claramente que vomité. No es la imagen de perfección que intento proyectar. Me incorporo despacio, esperando que la cabeza no tarde en dejar de darme vueltas.
- ¿Hice alguna estupidez? -le pregunto.
Santana se encoge de hombros y dice:
- No estoy segura. Blaine no dejó que nadie se acercara demasiado a ti. Pero si consideras una estupidez el haberte quedado dormido en sus brazos, entonces diría que sí.
Apoyo la cabeza entre las manos.
- Oh, no. Santana, por favor no se lo cuentes a nadie del equipo de animadoras.
- No te preocupes. No le diré a nadie que Kurt Hummel es en realidad humano -contesta, sonriendo.
- ¿Por qué eres tan amable conmigo? Cuando Sebastian quería pegarme, tú saliste en mi defensa. Y me has dejado quedarme a dormir aquí esta noche, aunque dejaste bien claro que no éramos amigos.
- No somos amigos. Sebastian y yo tenemos una rivalidad que arrastramos desde hace tiempo. Haría cualquier cosa con tal de mosquearlo. Sebastian no puede soportar que Blaine ya no sea su novio.
- ¿Por qué rompieron?
- Pregúntaselo tú mismo. Está durmiendo en el sofá del salón. Se quedó dormido en cuanto te acostó en la cama. -Ay, madre. ¿Blaine está aquí? ¿En casa de Santana?-. ¿Sabes que le gustas, verdad? -me pregunta Santana mientras se mira las uñas en lugar de a mí.
Tengo la sensación de que las mariposas me empiezan a revolotear en el estómago.
- No es verdad -le digo pese a sentir la tentación de exigir más detalles.
- Venga ya. Claro que lo sabes, pero no quieres admitirlo -se burla Santi, haciendo una mueca.
- Estás compartiendo mucha información conmigo esta mañana, demasiada para alguien que dice que nunca seremos amigos.
- Tengo que reconocer que me gustaría que fueras el petardo que muchos dicen que eres -confiesa.
- ¿Por qué?
- Porque así resultaría más fácil odiarte.
Una carcajada corta y cínica escapa de mis labios. No estoy dispuesto a decirle la verdad, que mi vida se está desmoronando bajo mis pies, tal y como pasó ayer en la playa.
- Tengo que irme a casa. ¿Dónde está mi móvil? -pregunto, buscando en el bolsillo trasero de los pantalones.
- Creo que lo tiene Blaine.
De modo que escaquearme de allí sin hablar con él no es una opción viable. Hago un esfuerzo por mantener a raya a los Oompa Loompa mientras salgo de la habitación, tambaleándome, en busca de Blaine.
No es difícil dar con él; la casa es más pequeña que la piscina de Rachel. Blaine está tumbado en un viejo sofá, con los pantalones vaqueros puestos. Y nada más. Tiene los ojos abiertos, pero inyectados en sangre y vidriosos por la resaca.
- Eh -dice con ternura mientras se despereza.
Ay, madre. Estoy metido en un buen lío. Le estoy mirando. No puedo apartar la mirada de sus marcados tríceps y bíceps y de todos los demás músculos de su cuerpo. La sensación de revoloteo de mariposas en el estómago se ha multiplicado por diez en el momento en el que se han cruzado nuestras miradas.
- Eh -respondo, tragando saliva con fuerza-. Yo, bueno, supongo que debería darte las gracias por traerme aquí en lugar de dejarme tirado en la playa.
Su mirada no vacila en ningún momento.
- Anoche me di cuenta de algo. Tú y yo no somos tan diferentes. Te gusta jugar tanto como a mí. Tú utilizas tu aspecto, tu cuerpo y tu cerebro para asegurarte de que la balanza se incline a tu favor.
- Tengo resaca, Blaine. Ni siquiera puedo pensar con claridad y ahora te pones filosófico.
- ¿Ves? Ahora mismo estás representando un papel. Muéstrame al verdadero Kurt, nene. Te reto a hacerlo.
¿Está tomándome el pelo? ¿Mostrarle al verdadero Kurt? No puedo. Porque entonces me pondré a llorar y quizás pierda los papeles lo suficiente como para sacar a la luz toda la verdad sobre mí: que he creado una ilusión de perfección tras la que poder ocultarme.
- Será mejor que me vaya a casa.
- Antes de hacerlo, deberías pasar primero por el cuarto de baño -sugiere.
Cuando estoy a punto de preguntar por qué, veo mi reflejo en un espejo que cuelga de la pared.
- ¡Mierda! -grito.
Tengo el pelo hecho un nudo enorme y me ha puesto perdidas las mejillas.
Parezco un cadáver. Paso junto a Blaine corriendo, y en cuanto encuentro el cuarto de baño, entro y me miro bien en el espejo. El pelo parece un greñudo nido de pájaro. Como si no tuviera suficiente con eso, tengo el resto de la cara tan pálida como la de mi tía Dolores cuando no lleva maquillaje. Tengo bolsas bajo los ojos, como si estuviera almacenando agua durante los meses de lluvia.
En conjunto, no es una imagen muy atractiva. Según el criterio de nadie.
Humedezco una toallita de papel y me froto bajo los ojos y las mejillas hasta que desaparecen los pegotes. Mi madre me advirtió que frotarse bajo los ojos estira la piel y la deja sujeta a arrugas prematuras. No obstante, las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Luego, me aplico agua fría en las bolsas de los ojos.
Soy completamente consciente de que esto es un control de daños. Lo único que puedo hacer es disimular las imperfecciones y esperar que nadie me vea en este estado.
Utilizo los dedos como peine sin conseguir demasiado.
Me enjuago la boca con agua y me froto los dientes con algo de pasta, esperando eliminar de mi aliento el regusto a vómito, el sueño y el alcohol hasta que llegue a casa y pueda limpiármelos bien.
Ojalá llevara el peine encima. Pero, por desgracia, no es así. Enderezo los hombros y levanto la cabeza, abro la puerta y regreso al salón, donde Santana se dirige a su habitación y Blaine se levanta en cuanto me ve.
- ¿Dónde está mi móvil? -preguntó-. Y, por favor, ponte una camiseta.
Blaine se agacha y coge mi teléfono del suelo.
- ¿Por qué?
- Pues necesito el móvil -digo, quitándole el teléfono de la mano- para llamar a un taxi y quiero que te pongas una camiseta porque, bueno, porque, yo...
- ¿Nunca has visto a un chico sin camiseta?
- Qué gracioso. Muy divertido. Créeme, no tienes nada que no haya visto ya.
- ¿Quieres apostar? -dice, llevándose la mano al botón de los vaqueros y abriéndolo.
Santana aparece en el momento oportuno.
- Vaya, Blaine. Por favor, déjate puestos los pantalones.
Cuando me mira, levanto las manos.
- A mí no me mires. Yo estaba a punto de llamar a un taxi cuando él...
Santana agita la cabeza mientras Blaine se abrocha el botón y coge su monedero para extraer de él un juego de llaves.
- Olvídate del taxi. Ya te llevo a casa.
- Yo la llevaré -interrumpe Blaine.
Santana parece demasiado cansada como para mediar entre nosotros, como la señora Pillsbury en clase de química.
- ¿Prefieres que te lleve Blaine o que te lleve yo? -me pregunta.
Tengo novio. Vale, admito que cada vez que pillo a Blaine mirándome siento un calor que se me extiende por todo el cuerpo. Pero es normal. Somos dos adolescentes y, obviamente, existe una tensión sexual entre nosotros. Siempre y cuando la cosa no pase de ahí, todo irá bien.
Porque si alguna vez sobrepasara esa raya, las consecuencias serían desastrosas.
Perdería a Colín. Perdería a mis amigas. No quiero perder el control que tengo sobre mi vida. Y por encima de todo, no quiero perder lo poco que me queda del amor de mi madre. Si no me ven como alguien perfecto, lo que ocurrió ayer con mi madre no será nada comparado con lo que se avecina. El trato que reciba de ella será siempre proporcional a lo perfecta que me muestre ante el mundo. Si alguna de sus amigas del club de campo me ve con Blaine, puede que mi madre también acabe siendo una marginada. Y si se siente rechazada por sus amigas, yo me sentiré rechazado por ella. No puedo correr ese riesgo. Y depende de mí que no se haga realidad.
- Santana, acompáñame tú -le digo antes de mirar a Blaine.
Él niega con la cabeza, coge las llaves y la camiseta y sale hecho una furia por la puerta principal sin pronunciar una sola palabra.
Sigo a Santana hasta el coche en silencio.
- Blaine es para ti más que un amigo, ¿verdad? -le pregunto.
- Es como un hermano. Nos conocemos desde que éramos críos.
Le doy las indicaciones para llegar hasta mi casa. ¿Me está diciendo la verdad?
- ¿No crees que es sexy?
- Le conocí un día que se puso a llorar como un bebé porque se le había caído el helado al suelo. Teníamos cuatro años. Estuve a su lado cuando, bueno... digamos que hemos pasado por un montón de cosas juntos.
- ¿Cosas? ¿Puedes explicarte mejor?
- Contigo no.
Casi puedo sentir cómo una pared invisible se eleva de repente entre las dos.
- Entonces, ¿nuestra amistad acaba aquí?
Ella me lanza una mirada de soslayo.
- Nuestra amistad no ha hecho más que empezar, Kurt. No hagas que me arrepienta.
Estamos llegando a mi casa.
- Es la tercera a la derecha -le indico.
- Lo sé.
Detiene el coche delante de mi casa, sin molestarse en aparcar en el camino de entrada.
Intercambiamos miradas. ¿Espera que la invite a entrar? Ni siquiera dejo que mis amigas entren en casa.
- Bueno, gracias por traerme -le digo-. Y por dejar que me quedara a dormir en tu casa.
- No hay problema -responde Santana con una tímida sonrisa.
Me agarro a la manija de la puerta.
- No permitiré que pase nada entre Blaine y yo. ¿De acuerdo?
Aunque algo está cociéndose bajo la superficie.
- Bien. Porque si sucede algo, se os irá de las manos.
Los Oompa Loompa empiezan a golpearme otra vez el cráneo, de modo que no puedo meditar demasiado sobre su advertencia.
En casa, mi madre y mi padre están sentados a la mesa de la cocina. En silencio.
Demasiado silencio. Tienen unos papeles frente a ellos. Una especie de folletos. Se apresuran a enderezarse, como niños pequeños a quienes han pillado haciendo algo malo.
- Pensaba... pensaba que todavía estabas... en casa de Rachel -dice mi madre.
Se me disparan las alarmas. Mi madre nunca tartamudea. Y no parece que vaya a decirme alguna grosería relativa a mi aspecto. Algo va mal.
- Así es, pero me ha dado un dolor de cabeza terrible -explico, caminando hacia ellos y reparando en los sospechosos folletos que estaban estudiando.
La residencia Suimy Acres Home para discapacitados.
- ¿Qué estáis haciendo?
- Discutiendo las opciones -dice mi padre.
- ¿Opciones? ¿No quedamos en que mandar a Finn a un centro era una mala idea?
Mi madre se vuelve hacia mí.
- No. Tú decidiste que mandar a Finn a un centro era una mala idea. Todavía estamos discutiéndolo.
- El año que viene iré a Northwestern, así que puedo vivir en casa y echar una mano.
- El año que viene tendrás que concentrarte en los estudios, no en tu hermano. Kurt, escucha -dice mi padre, poniéndose en pie-. Tenemos que considerar esta opción. Después de lo que te hizo ayer...
- No quiero escucharlo -grito, interrumpiéndole-. No voy a permitir que os llevéis a mi hermano a ningún lado.
Tiro los folletos al suelo. Finn tiene que estar con su familia, y no en una residencia con extraños. Rompo los folletos en dos, tiro los trozos al cubo de basura y me marcho a mi habitación.
- Abre la puerta, Kurt-dice mi madre, zarandeando el pomo de la puerta un minuto más tarde.
Sentada al borde de la cama, no puedo apartar de la mente la imagen en la que se llevan a Finn. No, no puede ser. Me pongo enfermo con solo pensarlo.
- Ni siquiera os molestasteis en enseñar a Baghda. Es como si quisierais deshaceros de Finn.
- No seas ridículo -la voz apagada de mi madre me llega a través de la puerta-. Han construido una nueva residencia en Colorado. Si abres la puerta, quizás podamos mantener una conversación civilizada.
Nunca permitiré que ocurra. Haré todo lo que esté en mis manos para hacer que mi hermano se quede en casa.
- No quiero tener una conversación civilizada. Mis padres quieren mandar a mi hermano a una residencia a mis espaldas, y ahora siento que la cabeza me va a explotar. Déjame solo, ¿vale?
Algo sobresale de mi bolsillo. La bandana de Blaine. Santana no es mi amiga, pero me ha ayudado. Y anoche Blaine se preocupó más de mí que mi novio. Se comportó como un héroe y me pidió que le mostrara al verdadero Kurt. ¿Seré capaz de hacerlo?
Me llevo la bandana al pecho.
Y rompo a llorar.
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusto muche el capitulo espero el siguiente capitulo me gusta mucho la historia espero actualices pronto
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
OBSECION MODE ON PORFAVOR ACTAULIZA PRONTO
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me encanto el capitulo... Actualiza pronto porfavor... Cuidate, saludos
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Nueva lectora!! Me encanta, actualiza:) Saludos, cúidate«3
Everybody Hurts* - Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 13/05/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
ooo estuvo muy bonito el capitulo espero y Kurt le agradesca a Blaine ya quiero ver Klaine!!!! :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
22. Blaine.
Kurt me llamó. Si no fuera por el trozo de papel desgarrado con su nombre y su número garabateado por mi hermano Luis, nunca habría creído que Kurt realmente marcara mi número. De nada ha servido interrogar a Luis porque el niño tiene una memoria de pez y apenas recuerda haber cogido el recado. La única información que tengo es que él quería que lo llamaro.
Eso fue ayer por la tarde, antes de que me echara la pota sobre los zapatos y se quedara dormido en mis brazos.
Cuando le dije que me mostrara al verdadero Kurt, pude ver el miedo reflejado en sus ojos. ¿Pero a qué viene tanto miedo? Mi objetivo es conseguir derribar la pared de «perfección» tras la que se oculta. Sé que hay algo más en él aparte de unos mechones castaños y un cuerpo de escándalo. Secretos que se llevará la tumba y que se muere por compartir. Es un misterio, y no puedo pensar en otra cosa que no sea resolver el enigma.
Cuando le dije que nos parecíamos, lo decía en serio. En lugar de desvanecerse, la conexión que nos une se está haciendo cada vez más fuerte. Porque cuanto más tiempo paso con él, más cerca quiero estar.
Siento la necesidad de llamar a Kurt, tan solo para escuchar su voz, aunque esté llena de veneno. Abro el móvil, tomo asiento en el sofá del salón y grabo su número en la agenda.
- ¿A quién llamas? -me pregunta Puck colándose en mi casa sin llamar siquiera a la puerta. Santana lo acompaña.
- A nadie -digo, cerrando la tapa del teléfono.
- Pues entonces levanta el culo del sofá y vamos a jugar fútbol.
Jugar al fútbol me apetece mucho más que quedarme aquí sentado a pensar sobre Kurt y sus secretos, aunque todavía sienta los efectos de la fiesta de anoche. Nos dirigimos al parque donde ya hay un grupo de tíos calentando.
Mario, un compañero de clase a cuyo hermano dispararon desde un coche el año pasado, me da una manotada en la espalda.
- ¿Quieres jugar de portero, Blaine?
- No -replico. Digamos que, tanto en el fútbol como en la vida, me gusta enfrentarme a las cosas como atacante.
- Puck, ¿qué dices tú?
Puck acepta y se coloca en posición, es decir, sentado delante de la línea de gol. Como de costumbre, el vago de mi amigo se queda sentado hasta que la pelota atraviesa la línea del mediocampo.
La mayoría de los chicos que están jugando son del vecindario. Hemos crecido juntos... hemos jugado en este campo desde que éramos críos e incluso nos iniciamos en los Latino Blood al mismo tiempo. Recuerdo el rollo que nos soltó Sam antes de entrar en el círculo: «una banda es como una segunda familia... Una familia que estará allí si alguna vez os falla la vuestra». Ofrecían protección y seguridad. Sonaba perfecto para un chico que acababa de perder a su padre.
Con el paso de los años, he aprendido a alejarme de lo más chungo: de las palizas, del trapicheo de drogas o de los disparos. Y no me refiero solo a nuestros rivales. Conozco a varios chicos que han intentado dejar la pandilla y que han acabado tan acosados y apaleados por sus propios compañeros que probablemente preferirían estar muertos.
Para ser sincero, me he mantenido al margen porque tengo miedo. Se supone que soy lo suficientemente duro como para haberlo superado, pero en realidad me preocupa mucho.
Nos colocamos en posición en el campo. Imagino que la pelota es el premio gordo. Si consigo mantenerla alejada de cualquier otro y marco un gol, me transformaré por arte de magia en un tipo rico y poderoso y sacaré a mi familia (y a Puck) de este infernal agujero negro en el que vivimos.
Un montón de peña se ha apuntado al partido. Los del equipo contrario tienen ventaja sobre nosotros, ya que nuestro portero, Puck, solo está interesado en sus propias pelotas, que se rasca plácidamente al otro lado del campo.
- Puck, ¡deja de toquetearte de una vez! -le amonesta Mario.
La respuesta de Puck es contundente: se lleva las manos a las pelotas y se pone a hacer malabares con ellas. Chris aprovecha para disparar a puerta y abre el marcador.
Mario recoge el balón de la red y se lo lanza a Puck.
- Si estuvieras tan concentrado en el partido como en tus pelotas, no te hubieran metido ningún gol.
- No puedo evitar que me piquen, tío. Anoche tu novia debió de pegarme ladillas.
Mario estalla en carcajadas. No se cree ni por un momento que su novia pueda engañarlo con otro tío. Puck lanza la pelota a Mario y este se la pasa a Sam, quien avanza con ella por el campo antes de pasármela a mí. Esta es mi oportunidad. Me arrastro por el campo improvisado, deteniéndome solo para medir la distancia que me separa de la portería contraria.
Finjo desviarme hacia la izquierda, pero solo es un truco, y le paso la pelota a Mario, quien me la devuelve. Con un veloz disparo, la pelota asciende y acabamos marcando.
- ¡Goooooool! -grita nuestro equipo mientras Mario choca los cinco conmigo.
Pero nuestra celebración no dura mucho. Un coche azul, un Escalade, baja sospechosamente por la calle.
- ¿Lo reconoces? -pregunta Mario con voz tensa.
El partido se detiene cuando nos damos cuenta de que esto no pinta bien.
- Quizás hayan venido a vengarse -le digo.
No aparto la mirada ni un momento de la ventanilla del coche. El vehículo se detiene y todos esperamos divisar a alguien o algo asomando por la ventanilla. Si sucede, estaremos preparados.
Pero, al final, parece ser que no estaba tan preparado como creía para lo que se avecina. Veo salir del coche a mi hermano Carlos con un chico llamado Wil. La madre de este pertenece a los Latino Blood; es la encargada de reclutar a nuevos miembros. Más le vale a mi hermano no ser uno de ellos. Me ha costado mucho asegurarme de que Carlos sepa que estoy metido en los Latino Blood y de hacerle entender que no debe seguir el mismo camino. Es suficiente con que un miembro de la familia esté dentro para que el resto disponga de protección. Yo estoy dentro. Carlos y Luis no lo están, y haré cualquier cosa para asegurarme de que todo siga así.
Adopto una expresión muy seria y me acerco a Wil, olvidándome completamente del fútbol.
- ¿Coche nuevo? -le pregunto mientras inspecciono las ruedas.
- Es de mi madre.
- Genial -replico antes de volverme hacia mí hermano-. ¿Dónde habéis estado, chicos?
Carlos se apoya en el coche, como si salir con Wil no fuera para tanto. Wil acaba de iniciarse en los Latino Blood y se cree un tipo duro.
- Hemos dado una vuelta por el centro comercial. Han abierto una tienda genial de guitarras. Hemos quedado allí con Héctor...
¿He oído bien?
- ¿Héctor?
Lo último que quiero es que mi hermano se codee con Héctor.
Wil, con su enorme camiseta por encima de los pantalones, le da un golpe en el hombro a Carlos para que se calle. Mi hermano cierra la boca como si una mosca estuviera a punto de colarse dentro. Juro que le mandaré de una patada a México si se le pasa por la cabeza entrar en los Latino Blood.
- Anderson, ¿juegas o no? -grita alguien desde el campo.
Intentando ocultar la rabia, me giro hacia mi hermano y su amigo, quien es muy capaz de atraerlo al lado oscuro con todo tipo de engaños.
- ¿Queréis jugar?
- No. Vamos a mi casa a pasar el rato -dice Wil.
Me encojo de hombros con despreocupación pese a no sentir ni una pizca de ella. ¡No importa!
Regreso al campo, aunque lo que me apetece es coger a Carlos por la oreja y arrastrarlo hasta casa. No puedo permitirme montar una escena. Podría llegar a oídos de Héctor y que este empezara a cuestionarse mi lealtad.
A veces siento que mi vida es una gran mentira.
Carlos se va con Wil. Eso, y el hecho de no poder sacarme a Kurt de la cabeza, me está volviendo loco. Retomo mi posición en el campo y se reanuda el partido, pero no puedo deshacerme de la inquietud. De repente, tengo la sensación de que el equipo contrario no está formado por tipos que conozco, sino por enemigos que se interponen a todo aquello a lo que aspiro en la vida. Corro hacia la pelota.
- ¡Falta! -protesta uno de los primos de mis amigos cuando le golpeo.
- Eso no ha sido falta -replico, levantando las manos.
- Me has empujado.
- No seas gilipollas -le digo, aunque soy consciente de .que estoy haciendo una montaña de un grano de arena.
Me apetece pelearme. Estoy pidiéndolo a gritos, y él lo sabe. El chico es más o menos de mi misma estatura y peso. Siento cómo me corre la adrenalina por las venas.
- ¿Quieres que te parta la cara, capullo? -me pregunta, extendiendo los brazos como un pájaro a punto de echar a volar.
La intimidación no funciona conmigo.
- Venga, adelante.
Puck se interpone entre los dos.
- Blaine, cálmate, amigo.
- ¡Peleaos ya o jugad! -grita alguien.
- Dice que le he hecho falta -le digo a mi amigo hecho una furia.
- Es que ha sido falta -admite Puck, encogiéndose de hombros con aire despreocupado.
Vale, ahora que mi mejor amigo no me apoya, comprendo que he perdido los papeles. Echo un vistazo a mí alrededor. Todos esperan mi reacción. Yo tengo un subidón de adrenalina, y ellos de expectación. ¿Tengo ganas de pelea? Sí, aunque solo me sirva para canalizar la energía que fluye por mi cuerpo. Y también para olvidar, durante un minuto, que el teléfono de mi compañero de clase de química está grabado en mi móvil. Y que mi hermano se ha convertido en un posible recluta de los Latino Blood.
Mi mejor amigo me aparta de un empujón y me arrastra hasta un lateral del campo, pidiendo, de camino, que los reservas entren a sustituirnos.
- ¿Por qué has hecho eso? -le pregunto.
- Para salvarte el culo, tío. Blaine, se te ha ido la olla. Del todo.
- Puedo con ese tío.
Puck me mira fijamente y añade:
- Te estás comportando como un gilipollas.
Le aparto las manos de mi camiseta y me alejo de él sin entender cómo, en cuestión de pocas semanas, he llegado a joderme tanto la vida. Necesito arreglar las cosas. Me encargaré de Carlos en cuanto llegue a casa esta noche. Le cantaré las cuarenta. Y en cuanto a Kurt...
Se negó a que lo acompañara en coche desde casa de Santana porque no quería que nadie nos viera juntos. A la mierda. Carlos no es el único que necesita que le canten las cuarenta.
Saco el móvil y marco el número de Kurt.
- ¿Sí?
- Soy Blaine -le digo, pese a saber que lo habrá visto en la llamada entrante-. Nos vemos en la biblioteca. Ahora.
- No puedo.
Ya no estamos en el show de Kurt Hummel, sino en el show de Blaine Anderson.
- Este es el trato, nene -matizo mientras llego a mi casa y me monto en la moto-. O apareces en la biblioteca en quince minutos o me llevo a cinco amigos a tu casa y acampamos delante de tu jardín esta noche.
- ¿Cómo te atreves...? - empieza a decir él. Cuelgo antes de que pueda terminar la frase.
Circulo a toda velocidad para apartar de mi mente la imagen de la noche anterior, Kurt acurrucado en mi regazo, y me doy cuenta de que no tengo ningún plan.
Me pregunto sí el show de Blaine Anderson acabará siendo una comedia, o lo que es más probable, una tragedia. Sea cual sea el resultado, será un reality show que merece la pena no perderse.
23. Kurt.
Llego al aparcamiento de la biblioteca echando humo y me detengo junto a los árboles situados al fondo. Lo último que me preocupa ahora es el proyecto de química.
Blaine está esperándome, apoyado contra su moto. Saco las llaves del contacto y me acerco a él hecho una furia.
- ¿Cómo te atreves a darme órdenes? -le grito. Me siento completamente rodeada de personas que intentan controlarme. Mi madre... Adam. Y ahora laine. Ya es suficiente-. Si crees que puedes amenazarme para...
Sin decir una palabra, Blaine me quita las llaves de las manos y se acomoda en el asiento del conductor de mi Beemer.
- Blaine, ¿qué crees que estás haciendo?
- Sube.
Enciende el motor. Va a largarse de aquí y a dejarme plantado en el aparcamiento de la biblioteca.
Aprieto los puños y me desplomo en el asiento del pasajero. Una vez dentro, Blaine hace rugir el motor.
- ¿Dónde está mi foto con Adam? -le pregunto, mirando el salpicadero. Estaba ahí hace un minuto.
- No te preocupes, te la devolveré. No estoy de humor para tenerlo delante mientras conduzco.
- ¿Sabes por lo menos como conducir un coche de marchas? -le pregunto con tono cortante.
Sin parpadear ni bajar la vista un segundo, mete la primera y el coche sale del aparcamiento con un chirrido de ruedas. Mi Beemer sigue sus indicaciones como si estuviera totalmente sincronizado con él.
- Esto puede considerarse un robo, ¿sabes? -Al ver que no obtengo respuesta, añado- Y un secuestro.
Nos detenemos en un semáforo. Miro los coches que nos rodean y doy gracias por tener uno alto, porque así nadie pueda vernos.
- Has subido voluntariamente -dice Blaine.
- Es mi coche. ¿Y si nos ve alguien?
Sé que mis palabras lo han sacado de quicio porque cuando el semáforo se pone en verde los neumáticos chirrían con fuerza. Va a romperme el motor a propósito.
- ¡Para! -le ordeno-. Llévame a la biblioteca.
Pero no me hace caso. Guarda silencio mientras nos deslizamos a través de barrios desconocidos y carreteras desiertas, tal y como hacen los protagonistas de las películas cuando van al encuentro de peligrosos traficantes de drogas.
Genial. Voy a presenciar mi primer trapicheo. Si me detienen, ¿vendrán mis padres a pagar la fianza? Me pregunto cómo le explicaría mi madre algo así a una de sus amigas.
Tal vez me envíe a un campamento militar para delincuentes. Apuesto a que así se cumplirían todos sus deseos: mandar a Finn a una residencia y a mí a un campamento militar.
Mi vida sería una mierda, más de lo que ya lo es.
No pienso meterme en ningún rollo ilegal. Soy yo quien decide mi destino, no Blaine. Me agarro a la manija de la puerta.
- Déjame salir de aquí o te juro que salto.
- Llevas puesto el cinturón de seguridad -me dice, haciendo una mueca-. Relájate. Llegaremos en dos minutos.
Reduce una marcha y aminora la velocidad al entrar en una especie de aeropuerto abandonado y desierto.
- Vale, hemos llegado -dice mientras levanta el freno de mano.
- Sí, muy bien. ¿Y dónde estamos? Odio tener que decírtelo, pero el último lugar habitable que hemos pasado está a unos cinco kilómetros. No voy a salir del coche, Blaine. Puedes ir a hacer tus trapicheos tú solo.
- Si me quedaba alguna duda de que tuvieras los mechones rubios teñidos, acabas de disiparla -me dice-. Como si fuera a llevarte a ver a un camello. Sal del coche.
- Dame una buena razón por la que debería hacerlo.
- Porque si no lo haces, voy a sacarte a rastras. Confía en mí, nene.
Se guarda las llaves en el bolsillo trasero de los pantalones y sale del coche. Al comprender que no tengo muchas opciones, le sigo.
- Escucha, si querías hablar de nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, podríamos haberlo hecho por teléfono.
Nos encontramos en la parte posterior del coche. De pie, uno frente al otro, en mitad de ninguna parte.
Hay algo que ha estado corroyéndome todo el día. Ya que no tengo más remedio que estar aquí con él, le pregunto:
- ¿Nos besamos anoche?
- Sí.
- Pues parece que no fue muy memorable, porque no recuerdo nada.
Blaine estalla en carcajadas.
- Estaba de coña. No nos besamos -dice, acercándose a mí-. Cuando lo hagamos, lo recordarás. Toda la vida.
Ay, madre. Ojalá sus palabras no me provocaran este temblor en las rodillas. Sé que debería estar asustado, solo con un pandillero en medio de un lugar desierto y hablando de besos. Sin embargo, no tengo miedo. En lo más profundo de mi ser sé que Blaine no sería capaz de hacerme daño, ni de obligarme a hacer nada que yo no quiera.
- ¿Por qué me has secuestrado? -le pregunto.
Me coge de la mano y me lleva al asiento del conductor.
- Sube.
- ¿Por qué?
- Voy a enseñarte a conducir como es debido, antes de que destroces el motor de tanto maltratarlo.
- Pensaba que estabas enfadado conmigo. ¿Por qué me ayudas?
- Porque quiero.
Vaya. Aquello era lo último que esperaba. Se me está empezando a derretir el corazón.
Hace mucho tiempo que nadie se preocupa lo suficiente por mí como para hacer algo desinteresadamente. Aunque...
- No lo harás porque quieres que te lo devuelva con otro tipo favores, ¿verdad?
Blaine niega con la cabeza.
- ¿De veras?
- De veras.
- ¿Y no estás enfadado conmigo por nada de lo que he hecho o he dicho?
- Me siento frustrado. Contigo. Con mi hermano. Con un montón de cosas.
- Entonces, ¿por qué me has traído aquí?
- No preguntes si no estás preparado para escuchar la respuesta, ¿vale?
- Vale -contesto antes de acomodarme en el asiento del conductor y esperar a que se siente a mi lado.
- ¿Estás preparado? -pregunta en cuanto se instala y se abrocha el cinturón del asiento del copiloto.
- Sí.
Se inclina e introduce las llaves en el contacto. Bajo el freno de mano, enciendo el motor y se trae cala el coche.
- No lo has puesto en punto muerto. Si no pisas bien el embrague cuando metas una marcha, el coche se te calará.
- Ya lo sé -digo, sintiéndome completamente estúpido-. Es que me estás poniendo nervioso.
Blaine lo pone en punto muerto.
- Pisa el embrague con el pie izquierdo, coloca el derecho sobre el freno y mete la primera -me ordena.
Aprieto el acelerador y, cuando suelto el embrague, el coche empieza a avanzar a trompicones.
Blaine apoya la mano en el salpicadero para sujetarse.
- Frena.
Detengo el coche y pongo el punto muerto.
- Tienes que encontrar el punto de fricción.
- ¿El punto de qué? -pregunto mirándole.
- Si, ya sabes, cuando el embrague encaja -dice y mientras habla, utiliza las manos como si fueran dos pedales-. Lo sueltas demasiado rápido. Consigue el equilibrio y quédate ahí... siéntelo. Inténtalo de nuevo.
Vuelvo a meter la primera y suelto el embrague mientras piso con suavidad el acelerador.
- Mantenlo... -dice-. Siente el punto de fricción y permanece ahí.
Suelto el embrague un poco más y piso el acelerador, pero no del todo.
- Creo que lo tengo.
- Ahora suelta el embrague y no presiones el acelerador hasta el fondo.
Lo intento, pero el coche avanza a trompicones y se vuelve a calar.
- Has soltado el embrague demasiado rápido. Debes hacerlo más despacio. Inténtalo de nuevo -ruega, como si tal cosa. No está enfadado, ni frustrado, ni a punto de darse por vencido-. Tienes que pisar más el acelerador. No lo machaques, solo dale un poco de juego para que empiece a moverse.
Sigo las indicaciones de Blaine y esta vez el coche avanza con suavidad. Estamos en la pista de aterrizaje, y no avanzamos a más de quince kilómetros por hora.
- Pisa el embrague -me ordena, y entonces pone la mano sobre la mía y me ayuda a meter la segunda. Intento no pensar en la suave caricia y en el calor que desprende su mano.
Aquello no va mucho con su personalidad. Intento concentrarme en la tarea que me ocupa.
Blaine es muy paciente, y me da instrucciones detalladas acerca de cómo cambiar a un engranaje menor hasta detenernos al final de la pista de aterrizaje. Sus dedos siguen rodeándome la mano.
- ¿Fin de la lección? -pregunto.
Blaine se aclara la garganta antes de responder:
- Sí.
Aparta la mano de la mía.
- Gracias -le digo.
- Sí, bueno, así no me sangrarán los oídos cada vez que enciendes el motor en el aparcamiento del instituto. No lo he hecho para quedar como un buen tipo.
Ladeo la cabeza e intento hacer que me mire. Pero no lo consigo.
- ¿Por qué es tan importante que los demás te vean como a un mal tipo? Dime.
bueno, no quiero adelantar nada porque no me gusta, pero voy a decir que este capítulo y los próximos les van a encantar porque va a haber MUCHO klaine yasdbguidfgbdfg. subí dos porque ayer no pude :( pero bueno, acá están, ojalá les hallan gustado, y ¡¡gracias por los comentarios!!
Kurt me llamó. Si no fuera por el trozo de papel desgarrado con su nombre y su número garabateado por mi hermano Luis, nunca habría creído que Kurt realmente marcara mi número. De nada ha servido interrogar a Luis porque el niño tiene una memoria de pez y apenas recuerda haber cogido el recado. La única información que tengo es que él quería que lo llamaro.
Eso fue ayer por la tarde, antes de que me echara la pota sobre los zapatos y se quedara dormido en mis brazos.
Cuando le dije que me mostrara al verdadero Kurt, pude ver el miedo reflejado en sus ojos. ¿Pero a qué viene tanto miedo? Mi objetivo es conseguir derribar la pared de «perfección» tras la que se oculta. Sé que hay algo más en él aparte de unos mechones castaños y un cuerpo de escándalo. Secretos que se llevará la tumba y que se muere por compartir. Es un misterio, y no puedo pensar en otra cosa que no sea resolver el enigma.
Cuando le dije que nos parecíamos, lo decía en serio. En lugar de desvanecerse, la conexión que nos une se está haciendo cada vez más fuerte. Porque cuanto más tiempo paso con él, más cerca quiero estar.
Siento la necesidad de llamar a Kurt, tan solo para escuchar su voz, aunque esté llena de veneno. Abro el móvil, tomo asiento en el sofá del salón y grabo su número en la agenda.
- ¿A quién llamas? -me pregunta Puck colándose en mi casa sin llamar siquiera a la puerta. Santana lo acompaña.
- A nadie -digo, cerrando la tapa del teléfono.
- Pues entonces levanta el culo del sofá y vamos a jugar fútbol.
Jugar al fútbol me apetece mucho más que quedarme aquí sentado a pensar sobre Kurt y sus secretos, aunque todavía sienta los efectos de la fiesta de anoche. Nos dirigimos al parque donde ya hay un grupo de tíos calentando.
Mario, un compañero de clase a cuyo hermano dispararon desde un coche el año pasado, me da una manotada en la espalda.
- ¿Quieres jugar de portero, Blaine?
- No -replico. Digamos que, tanto en el fútbol como en la vida, me gusta enfrentarme a las cosas como atacante.
- Puck, ¿qué dices tú?
Puck acepta y se coloca en posición, es decir, sentado delante de la línea de gol. Como de costumbre, el vago de mi amigo se queda sentado hasta que la pelota atraviesa la línea del mediocampo.
La mayoría de los chicos que están jugando son del vecindario. Hemos crecido juntos... hemos jugado en este campo desde que éramos críos e incluso nos iniciamos en los Latino Blood al mismo tiempo. Recuerdo el rollo que nos soltó Sam antes de entrar en el círculo: «una banda es como una segunda familia... Una familia que estará allí si alguna vez os falla la vuestra». Ofrecían protección y seguridad. Sonaba perfecto para un chico que acababa de perder a su padre.
Con el paso de los años, he aprendido a alejarme de lo más chungo: de las palizas, del trapicheo de drogas o de los disparos. Y no me refiero solo a nuestros rivales. Conozco a varios chicos que han intentado dejar la pandilla y que han acabado tan acosados y apaleados por sus propios compañeros que probablemente preferirían estar muertos.
Para ser sincero, me he mantenido al margen porque tengo miedo. Se supone que soy lo suficientemente duro como para haberlo superado, pero en realidad me preocupa mucho.
Nos colocamos en posición en el campo. Imagino que la pelota es el premio gordo. Si consigo mantenerla alejada de cualquier otro y marco un gol, me transformaré por arte de magia en un tipo rico y poderoso y sacaré a mi familia (y a Puck) de este infernal agujero negro en el que vivimos.
Un montón de peña se ha apuntado al partido. Los del equipo contrario tienen ventaja sobre nosotros, ya que nuestro portero, Puck, solo está interesado en sus propias pelotas, que se rasca plácidamente al otro lado del campo.
- Puck, ¡deja de toquetearte de una vez! -le amonesta Mario.
La respuesta de Puck es contundente: se lleva las manos a las pelotas y se pone a hacer malabares con ellas. Chris aprovecha para disparar a puerta y abre el marcador.
Mario recoge el balón de la red y se lo lanza a Puck.
- Si estuvieras tan concentrado en el partido como en tus pelotas, no te hubieran metido ningún gol.
- No puedo evitar que me piquen, tío. Anoche tu novia debió de pegarme ladillas.
Mario estalla en carcajadas. No se cree ni por un momento que su novia pueda engañarlo con otro tío. Puck lanza la pelota a Mario y este se la pasa a Sam, quien avanza con ella por el campo antes de pasármela a mí. Esta es mi oportunidad. Me arrastro por el campo improvisado, deteniéndome solo para medir la distancia que me separa de la portería contraria.
Finjo desviarme hacia la izquierda, pero solo es un truco, y le paso la pelota a Mario, quien me la devuelve. Con un veloz disparo, la pelota asciende y acabamos marcando.
- ¡Goooooool! -grita nuestro equipo mientras Mario choca los cinco conmigo.
Pero nuestra celebración no dura mucho. Un coche azul, un Escalade, baja sospechosamente por la calle.
- ¿Lo reconoces? -pregunta Mario con voz tensa.
El partido se detiene cuando nos damos cuenta de que esto no pinta bien.
- Quizás hayan venido a vengarse -le digo.
No aparto la mirada ni un momento de la ventanilla del coche. El vehículo se detiene y todos esperamos divisar a alguien o algo asomando por la ventanilla. Si sucede, estaremos preparados.
Pero, al final, parece ser que no estaba tan preparado como creía para lo que se avecina. Veo salir del coche a mi hermano Carlos con un chico llamado Wil. La madre de este pertenece a los Latino Blood; es la encargada de reclutar a nuevos miembros. Más le vale a mi hermano no ser uno de ellos. Me ha costado mucho asegurarme de que Carlos sepa que estoy metido en los Latino Blood y de hacerle entender que no debe seguir el mismo camino. Es suficiente con que un miembro de la familia esté dentro para que el resto disponga de protección. Yo estoy dentro. Carlos y Luis no lo están, y haré cualquier cosa para asegurarme de que todo siga así.
Adopto una expresión muy seria y me acerco a Wil, olvidándome completamente del fútbol.
- ¿Coche nuevo? -le pregunto mientras inspecciono las ruedas.
- Es de mi madre.
- Genial -replico antes de volverme hacia mí hermano-. ¿Dónde habéis estado, chicos?
Carlos se apoya en el coche, como si salir con Wil no fuera para tanto. Wil acaba de iniciarse en los Latino Blood y se cree un tipo duro.
- Hemos dado una vuelta por el centro comercial. Han abierto una tienda genial de guitarras. Hemos quedado allí con Héctor...
¿He oído bien?
- ¿Héctor?
Lo último que quiero es que mi hermano se codee con Héctor.
Wil, con su enorme camiseta por encima de los pantalones, le da un golpe en el hombro a Carlos para que se calle. Mi hermano cierra la boca como si una mosca estuviera a punto de colarse dentro. Juro que le mandaré de una patada a México si se le pasa por la cabeza entrar en los Latino Blood.
- Anderson, ¿juegas o no? -grita alguien desde el campo.
Intentando ocultar la rabia, me giro hacia mi hermano y su amigo, quien es muy capaz de atraerlo al lado oscuro con todo tipo de engaños.
- ¿Queréis jugar?
- No. Vamos a mi casa a pasar el rato -dice Wil.
Me encojo de hombros con despreocupación pese a no sentir ni una pizca de ella. ¡No importa!
Regreso al campo, aunque lo que me apetece es coger a Carlos por la oreja y arrastrarlo hasta casa. No puedo permitirme montar una escena. Podría llegar a oídos de Héctor y que este empezara a cuestionarse mi lealtad.
A veces siento que mi vida es una gran mentira.
Carlos se va con Wil. Eso, y el hecho de no poder sacarme a Kurt de la cabeza, me está volviendo loco. Retomo mi posición en el campo y se reanuda el partido, pero no puedo deshacerme de la inquietud. De repente, tengo la sensación de que el equipo contrario no está formado por tipos que conozco, sino por enemigos que se interponen a todo aquello a lo que aspiro en la vida. Corro hacia la pelota.
- ¡Falta! -protesta uno de los primos de mis amigos cuando le golpeo.
- Eso no ha sido falta -replico, levantando las manos.
- Me has empujado.
- No seas gilipollas -le digo, aunque soy consciente de .que estoy haciendo una montaña de un grano de arena.
Me apetece pelearme. Estoy pidiéndolo a gritos, y él lo sabe. El chico es más o menos de mi misma estatura y peso. Siento cómo me corre la adrenalina por las venas.
- ¿Quieres que te parta la cara, capullo? -me pregunta, extendiendo los brazos como un pájaro a punto de echar a volar.
La intimidación no funciona conmigo.
- Venga, adelante.
Puck se interpone entre los dos.
- Blaine, cálmate, amigo.
- ¡Peleaos ya o jugad! -grita alguien.
- Dice que le he hecho falta -le digo a mi amigo hecho una furia.
- Es que ha sido falta -admite Puck, encogiéndose de hombros con aire despreocupado.
Vale, ahora que mi mejor amigo no me apoya, comprendo que he perdido los papeles. Echo un vistazo a mí alrededor. Todos esperan mi reacción. Yo tengo un subidón de adrenalina, y ellos de expectación. ¿Tengo ganas de pelea? Sí, aunque solo me sirva para canalizar la energía que fluye por mi cuerpo. Y también para olvidar, durante un minuto, que el teléfono de mi compañero de clase de química está grabado en mi móvil. Y que mi hermano se ha convertido en un posible recluta de los Latino Blood.
Mi mejor amigo me aparta de un empujón y me arrastra hasta un lateral del campo, pidiendo, de camino, que los reservas entren a sustituirnos.
- ¿Por qué has hecho eso? -le pregunto.
- Para salvarte el culo, tío. Blaine, se te ha ido la olla. Del todo.
- Puedo con ese tío.
Puck me mira fijamente y añade:
- Te estás comportando como un gilipollas.
Le aparto las manos de mi camiseta y me alejo de él sin entender cómo, en cuestión de pocas semanas, he llegado a joderme tanto la vida. Necesito arreglar las cosas. Me encargaré de Carlos en cuanto llegue a casa esta noche. Le cantaré las cuarenta. Y en cuanto a Kurt...
Se negó a que lo acompañara en coche desde casa de Santana porque no quería que nadie nos viera juntos. A la mierda. Carlos no es el único que necesita que le canten las cuarenta.
Saco el móvil y marco el número de Kurt.
- ¿Sí?
- Soy Blaine -le digo, pese a saber que lo habrá visto en la llamada entrante-. Nos vemos en la biblioteca. Ahora.
- No puedo.
Ya no estamos en el show de Kurt Hummel, sino en el show de Blaine Anderson.
- Este es el trato, nene -matizo mientras llego a mi casa y me monto en la moto-. O apareces en la biblioteca en quince minutos o me llevo a cinco amigos a tu casa y acampamos delante de tu jardín esta noche.
- ¿Cómo te atreves...? - empieza a decir él. Cuelgo antes de que pueda terminar la frase.
Circulo a toda velocidad para apartar de mi mente la imagen de la noche anterior, Kurt acurrucado en mi regazo, y me doy cuenta de que no tengo ningún plan.
Me pregunto sí el show de Blaine Anderson acabará siendo una comedia, o lo que es más probable, una tragedia. Sea cual sea el resultado, será un reality show que merece la pena no perderse.
23. Kurt.
Llego al aparcamiento de la biblioteca echando humo y me detengo junto a los árboles situados al fondo. Lo último que me preocupa ahora es el proyecto de química.
Blaine está esperándome, apoyado contra su moto. Saco las llaves del contacto y me acerco a él hecho una furia.
- ¿Cómo te atreves a darme órdenes? -le grito. Me siento completamente rodeada de personas que intentan controlarme. Mi madre... Adam. Y ahora laine. Ya es suficiente-. Si crees que puedes amenazarme para...
Sin decir una palabra, Blaine me quita las llaves de las manos y se acomoda en el asiento del conductor de mi Beemer.
- Blaine, ¿qué crees que estás haciendo?
- Sube.
Enciende el motor. Va a largarse de aquí y a dejarme plantado en el aparcamiento de la biblioteca.
Aprieto los puños y me desplomo en el asiento del pasajero. Una vez dentro, Blaine hace rugir el motor.
- ¿Dónde está mi foto con Adam? -le pregunto, mirando el salpicadero. Estaba ahí hace un minuto.
- No te preocupes, te la devolveré. No estoy de humor para tenerlo delante mientras conduzco.
- ¿Sabes por lo menos como conducir un coche de marchas? -le pregunto con tono cortante.
Sin parpadear ni bajar la vista un segundo, mete la primera y el coche sale del aparcamiento con un chirrido de ruedas. Mi Beemer sigue sus indicaciones como si estuviera totalmente sincronizado con él.
- Esto puede considerarse un robo, ¿sabes? -Al ver que no obtengo respuesta, añado- Y un secuestro.
Nos detenemos en un semáforo. Miro los coches que nos rodean y doy gracias por tener uno alto, porque así nadie pueda vernos.
- Has subido voluntariamente -dice Blaine.
- Es mi coche. ¿Y si nos ve alguien?
Sé que mis palabras lo han sacado de quicio porque cuando el semáforo se pone en verde los neumáticos chirrían con fuerza. Va a romperme el motor a propósito.
- ¡Para! -le ordeno-. Llévame a la biblioteca.
Pero no me hace caso. Guarda silencio mientras nos deslizamos a través de barrios desconocidos y carreteras desiertas, tal y como hacen los protagonistas de las películas cuando van al encuentro de peligrosos traficantes de drogas.
Genial. Voy a presenciar mi primer trapicheo. Si me detienen, ¿vendrán mis padres a pagar la fianza? Me pregunto cómo le explicaría mi madre algo así a una de sus amigas.
Tal vez me envíe a un campamento militar para delincuentes. Apuesto a que así se cumplirían todos sus deseos: mandar a Finn a una residencia y a mí a un campamento militar.
Mi vida sería una mierda, más de lo que ya lo es.
No pienso meterme en ningún rollo ilegal. Soy yo quien decide mi destino, no Blaine. Me agarro a la manija de la puerta.
- Déjame salir de aquí o te juro que salto.
- Llevas puesto el cinturón de seguridad -me dice, haciendo una mueca-. Relájate. Llegaremos en dos minutos.
Reduce una marcha y aminora la velocidad al entrar en una especie de aeropuerto abandonado y desierto.
- Vale, hemos llegado -dice mientras levanta el freno de mano.
- Sí, muy bien. ¿Y dónde estamos? Odio tener que decírtelo, pero el último lugar habitable que hemos pasado está a unos cinco kilómetros. No voy a salir del coche, Blaine. Puedes ir a hacer tus trapicheos tú solo.
- Si me quedaba alguna duda de que tuvieras los mechones rubios teñidos, acabas de disiparla -me dice-. Como si fuera a llevarte a ver a un camello. Sal del coche.
- Dame una buena razón por la que debería hacerlo.
- Porque si no lo haces, voy a sacarte a rastras. Confía en mí, nene.
Se guarda las llaves en el bolsillo trasero de los pantalones y sale del coche. Al comprender que no tengo muchas opciones, le sigo.
- Escucha, si querías hablar de nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, podríamos haberlo hecho por teléfono.
Nos encontramos en la parte posterior del coche. De pie, uno frente al otro, en mitad de ninguna parte.
Hay algo que ha estado corroyéndome todo el día. Ya que no tengo más remedio que estar aquí con él, le pregunto:
- ¿Nos besamos anoche?
- Sí.
- Pues parece que no fue muy memorable, porque no recuerdo nada.
Blaine estalla en carcajadas.
- Estaba de coña. No nos besamos -dice, acercándose a mí-. Cuando lo hagamos, lo recordarás. Toda la vida.
Ay, madre. Ojalá sus palabras no me provocaran este temblor en las rodillas. Sé que debería estar asustado, solo con un pandillero en medio de un lugar desierto y hablando de besos. Sin embargo, no tengo miedo. En lo más profundo de mi ser sé que Blaine no sería capaz de hacerme daño, ni de obligarme a hacer nada que yo no quiera.
- ¿Por qué me has secuestrado? -le pregunto.
Me coge de la mano y me lleva al asiento del conductor.
- Sube.
- ¿Por qué?
- Voy a enseñarte a conducir como es debido, antes de que destroces el motor de tanto maltratarlo.
- Pensaba que estabas enfadado conmigo. ¿Por qué me ayudas?
- Porque quiero.
Vaya. Aquello era lo último que esperaba. Se me está empezando a derretir el corazón.
Hace mucho tiempo que nadie se preocupa lo suficiente por mí como para hacer algo desinteresadamente. Aunque...
- No lo harás porque quieres que te lo devuelva con otro tipo favores, ¿verdad?
Blaine niega con la cabeza.
- ¿De veras?
- De veras.
- ¿Y no estás enfadado conmigo por nada de lo que he hecho o he dicho?
- Me siento frustrado. Contigo. Con mi hermano. Con un montón de cosas.
- Entonces, ¿por qué me has traído aquí?
- No preguntes si no estás preparado para escuchar la respuesta, ¿vale?
- Vale -contesto antes de acomodarme en el asiento del conductor y esperar a que se siente a mi lado.
- ¿Estás preparado? -pregunta en cuanto se instala y se abrocha el cinturón del asiento del copiloto.
- Sí.
Se inclina e introduce las llaves en el contacto. Bajo el freno de mano, enciendo el motor y se trae cala el coche.
- No lo has puesto en punto muerto. Si no pisas bien el embrague cuando metas una marcha, el coche se te calará.
- Ya lo sé -digo, sintiéndome completamente estúpido-. Es que me estás poniendo nervioso.
Blaine lo pone en punto muerto.
- Pisa el embrague con el pie izquierdo, coloca el derecho sobre el freno y mete la primera -me ordena.
Aprieto el acelerador y, cuando suelto el embrague, el coche empieza a avanzar a trompicones.
Blaine apoya la mano en el salpicadero para sujetarse.
- Frena.
Detengo el coche y pongo el punto muerto.
- Tienes que encontrar el punto de fricción.
- ¿El punto de qué? -pregunto mirándole.
- Si, ya sabes, cuando el embrague encaja -dice y mientras habla, utiliza las manos como si fueran dos pedales-. Lo sueltas demasiado rápido. Consigue el equilibrio y quédate ahí... siéntelo. Inténtalo de nuevo.
Vuelvo a meter la primera y suelto el embrague mientras piso con suavidad el acelerador.
- Mantenlo... -dice-. Siente el punto de fricción y permanece ahí.
Suelto el embrague un poco más y piso el acelerador, pero no del todo.
- Creo que lo tengo.
- Ahora suelta el embrague y no presiones el acelerador hasta el fondo.
Lo intento, pero el coche avanza a trompicones y se vuelve a calar.
- Has soltado el embrague demasiado rápido. Debes hacerlo más despacio. Inténtalo de nuevo -ruega, como si tal cosa. No está enfadado, ni frustrado, ni a punto de darse por vencido-. Tienes que pisar más el acelerador. No lo machaques, solo dale un poco de juego para que empiece a moverse.
Sigo las indicaciones de Blaine y esta vez el coche avanza con suavidad. Estamos en la pista de aterrizaje, y no avanzamos a más de quince kilómetros por hora.
- Pisa el embrague -me ordena, y entonces pone la mano sobre la mía y me ayuda a meter la segunda. Intento no pensar en la suave caricia y en el calor que desprende su mano.
Aquello no va mucho con su personalidad. Intento concentrarme en la tarea que me ocupa.
Blaine es muy paciente, y me da instrucciones detalladas acerca de cómo cambiar a un engranaje menor hasta detenernos al final de la pista de aterrizaje. Sus dedos siguen rodeándome la mano.
- ¿Fin de la lección? -pregunto.
Blaine se aclara la garganta antes de responder:
- Sí.
Aparta la mano de la mía.
- Gracias -le digo.
- Sí, bueno, así no me sangrarán los oídos cada vez que enciendes el motor en el aparcamiento del instituto. No lo he hecho para quedar como un buen tipo.
Ladeo la cabeza e intento hacer que me mire. Pero no lo consigo.
- ¿Por qué es tan importante que los demás te vean como a un mal tipo? Dime.
bueno, no quiero adelantar nada porque no me gusta, pero voy a decir que este capítulo y los próximos les van a encantar porque va a haber MUCHO klaine yasdbguidfgbdfg. subí dos porque ayer no pude :( pero bueno, acá están, ojalá les hallan gustado, y ¡¡gracias por los comentarios!!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusta mucho el capitulo espero el siguiente capitulo con ansias espero actualices pronto y me gusta mucho la historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
sigue amo estos capítulos
sigue sigue
sigue sigue
sigue sigue
sigue sigue
sigue sigue
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sigue sigue
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sigue sigue
sigue sigue
sigue sigue
♫♥Anny Hummel♥♫- - Mensajes : 1241
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
estan geniales espero y actualices pronto por que me muero de emocion!!! :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Espero actualices pronto, me encantaron los capitulos... Cuidate mucho... Besos
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Tuve mucho trabajo y no había tenido tiempo de leer este fic,y me dejas emocionada ojalá y Kurt pueda decirle a Blaine sobre su hermano, espero que actualizes pronto.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Es genial esta historia, aunque no me imagino a Blaine como un malote latino :D
Yo leí Quimica Perfecta, y me encantó, asique seguiré la nove en cada capitulo que sigas :)
Yo leí Quimica Perfecta, y me encantó, asique seguiré la nove en cada capitulo que sigas :)
Invitado- Invitado
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
porfavor actualiza pronto estoy OBSECIONADA CON TU FIC
porfavor porfavor porfavor porfavor ACTUALIZAAA!!!
porfavor porfavor porfavor porfavor ACTUALIZAAA!!!
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
24. Blaine.
Por primera vez, estamos manteniendo una conversación civilizada. Ahora debería introducir un tema con el que pueda romper la pared defensiva que ha erigido frente a él.
Pero antes he de mostrarle algo que me haga vulnerable. Si me ve como a un chico vulnerable en lugar de como a un gilipollas, tal vez podamos avanzar un poco. Y, en cierto modo, tengo la sensación de que me pillará si no le cuento la verdad.
No tengo muy claro si estoy haciendo esto por la apuesta, por el proyecto de química, o por mí. En realidad, me siento genial sin tener que analizar la razón por la que nos encontramos aquí.
- Asesinaron a mi padre delante de mí, cuando tenía seis años -le confieso.
- ¿En serio? -pregunta él con los ojos abiertos de par en par.
Asiento con la cabeza. No me gusta hablar de ello, ni siquiera tengo la certeza de que pueda hacerlo aunque quiera.
Se cubre la boca con sus manos perfectamente arregladas.
- No lo sabía. Oh, Dios mío, lo siento. Debió de ser horrible.
- Sí.
Me siento bien tras soltarlo. Me alegro de haberme obligado a hablar de ello en voz alta. La nerviosa sonrisa de mi padre se transformó en una de conmoción justo antes de que le dispararan.
Qué fuerte, no puedo creer que recuerde la expresión de su rostro. ¿A qué se debió aquella repentina transformación? Había olvidado completamente aquel detalle hasta ahora. Me siento confuso cuando me vuelvo hacia Kurt.
- Si me involucro demasiado en las cosas y me las arrebatan, me sentiré como mi padre cuando murió. No quiero sentirme así nunca, así que me obligo a que las cosas no me importen demasiado.
Su expresión es una mezcla de arrepentimiento, tristeza y compasión. Estoy convencido de que no está representando ningún papel. Sin mudar el semblante, dice:
- Gracias por... ya sabes, contármelo. Lo que no entiendo es cómo puedes conseguir que las cosas no te afecten. No puedes programarte de ese modo.
- ¿Quieres apostar? -pregunto, pero de repente comprendo que no quiero cambiar de tema, de modo que añado-: Ahora te toca sincerarte a ti.
Él aparta la mirada. No insisto por miedo a que cambie de opinión y decida marcharse.
¿Tan difícil le resulta compartir una pequeña parte de su mundo? Mi vida ha sido tan jodida que me resulta condenadamente difícil pensar que su vida pueda ser peor. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla y se apresura a enjugársela.
- Mi hermano... -empieza-. Mi hermano tiene parálisis cerebral. Y está mentalmente discapacitado. «Retrasado» es el término que utiliza la mayoría de la gente. No puede caminar, se vale de lo que llamamos aproximaciones verbales y gestos en lugar de palabras porque no puede hablar... -Al contar esto, se le escapa otra lágrima. Esta vez deja que se deslice por su rostro. Siento la necesidad de enjuagársela, pero me doy cuenta de que no quiere que nadie lo toque. Aspira profundamente-. Finn está enfadado por algo, pero no sé por qué. Le ha dado por tirar del pelo a la gente, y ayer lo hizo con tanta fuerza que me arrancó todo un mechón. Me sangraba la cabeza y mi madre se puso hecha una furia conmigo.
De ahí la misteriosa zona calva. No era por un análisis de drogas.
Sin embargo, por primera vez siento lástima por él. Me imaginaba que su vida era un cuento de hadas. De hecho, creía que solo podía quitarle el sueño una tontería como equivocarse de tinte o equivocarse de color de camisa.
Supongo que no es el caso.
Algo está ocurriendo. Puedo sentir el cambio en el ambiente... una complicidad mutua. Nunca me había sentido de este modo. Carraspeo antes de decir:
- Probablemente, tu madre arremete contra ti porque sabe que puedes soportarlo.
- Sí, puede que tengas razón. Mejor pagarla conmigo que con mi hermano.
- Aunque no es excusa -continúo, y ahora estoy siendo yo. Espero que él también lo sea-. No quiero comportarme como un gilipollas contigo -añado. Se acabó el show de Blaine Anderson.
- Lo sé. Blaine Anderson es tan solo una fachada. Es tu marca, tu logotipo... un chicano peligroso y terriblemente sexy y seductor. Créeme, soy todo un experto en eso de crearse una imagen. Aunque no pretendo aparentar ser un guapo niño pijo y tonto. Prefiero transmitir algo así como un aspecto perfecto e intocable.
Vaya. Rebobinemos. Kurt acaba de decir que soy sexy y seductor. No esperaba en absoluto oír algo así. Tal vez aún tenga alguna posibilidad de ganar la estúpida apuesta.
- ¿Te das cuenta de que me has llamado seductor?
- Como si no lo supieras.
No sabía que Kurt Hummel me considerara seductor.
- Y yo que pensaba que eras intocable. Pero ahora que he descubierto que para ti soy un dios chicano, guapo y sexy...
- No he mencionado la palabra «dios».
Me llevo un dedo a los labios.
- Shh, déjame solo un minuto para disfrutar de esta fantasía.
Cierro los ojos y lo oigo reír. Emite un dulce sonido que me resuena en los oídos.
- Creo que te entiendo, aunque sea de un modo irracional. Pero me cabrea que seas tan Neandertal -confiesa, y cuando abro los ojos, descubro que me está mirando-. No le cuentes a nadie lo de mi hermano. No quiero que la gente lo sepa.
- Somos como actores en nuestras propias vidas. Fingimos ser lo que queremos que la gente crea que somos.
- ¿Entiendes ahora por qué me obsesiona la idea de que mis padres no se enteren de que somos... amigos?
- ¿Porque te causaría problemas? Mierda, tienes dieciocho años. ¿No crees que a estas alturas puedes ser amigo de quien te apetezca? Hace mucho tiempo que te cortaron el cordón umbilical, ¿sabes?
- No lo entiendes.
- Pues explícamelo.
- ¿Por qué quieres saberlo?
- ¿No se supone que los compañeros de laboratorio deben saber cosas el uno del otro?
Kurt suelta una risotada corta.
- Espero que no.
La verdad es que este chico no es en absoluto como pensaba. Desde el momento en que le he contado lo de mi padre, ha sido como si todo su cuerpo exhalara un suspiro de alivio. Como si el sufrimiento de otro la reconfortara, como si le hiciera sentir que no está solo. Aún no comprendo por qué le importa tanto, por qué ha elegido una fachada de perfección para mostrarse al mundo.
En mí cabeza aparece amenazante el recuerdo de La Apuesta. Tengo qué conseguir que este chico se enamore de mí. Aunque mientras mi cuerpo dice «adelante», el resto piensa «eres un cabrón, ¿no ves que es vulnerable?».
- Deseo las mismas cosas que tú. Pero yo intento conseguirlas de otro modo. Tú te adaptas a tu ambiente y yo al mío -admito, poniendo una mano sobre la de él-. Déjame demostrarte que soy diferente. Oye, ¿saldrías con un tipo que no puede permitirse llevarte a restaurantes caros ni comprarte oro y diamantes?
- Claro que sí -confiesa él, aunque desliza la mano por debajo de la mía-. Pero tengo novio.
- Si no lo tuvieras, ¿le darías una oportunidad a un chicano como yo?
Su semblante adopta un tono rojo oscuro. Me pregunto si Colín ha conseguido alguna vez que se ruborice de ese modo.
- No voy a responder a eso -admite.
- ¿Por qué no? Es una pregunta sencilla.
- Venga ya. No hay nada de sencillo en ti, Blaine. No quiero cruzar esa línea -suelta, metiendo la primera marcha-. ¿Podemos irnos ya?
- Si quieres. ¿Amigos?
- Creo que sí.
Le tiendo la mano. Kurt mira los tatuajes de mis dedos, luego extiende la suya y me la estrecha con aparente entusiasmo.
- Por los calentadores de manos -dice con una sonrisa en los labios.
- Por los calentadores de manos -repito. «Y por el sexo», añado en silencio.
- ¿Quieres conducir hasta casa? No conozco el camino.
La llevo de vuelta en un cómodo silencio mientras se pone el sol. Nuestra tregua me acerca a mis objetivos: graduarme, la apuesta... y algo más que no estoy preparado para admitir.
Cuando entro con su cochazo en el aparcamiento de la biblioteca, le digo:
- Gracias por, ya sabes, dejar que te secuestre. Supongo que nos veremos por ahí.
Saco las llaves de la moto del bolsillo delantero de los pantalones mientras me pregunto si alguna vez podré permitirme un coche que no sea de segunda mano, esté oxidado o sea muy viejo. Una vez fuera del vehículo, saco la foto de Colín del bolsillo trasero del pantalón y la lanzo al asiento que acabo de dejar libre.
- ¡Espera! -grita Kurt cuando me alejo.
Me doy la vuelta y lo veo delante de mí.
-¿Qué?
Me regala una sonrisa seductora, como si deseara algo más que una tregua. Mucho más. Joder, ¿va a besarme? He bajado la guardia, lo que no suele pasarme a menudo. Se muerde el labio inferior, como si estuviera considerando SU próximo movimiento.
Estoy completamente dispuesto a darme el lote allí mismo.
Mientras mí cerebro imagina todos los escenarios posibles, él se acerca más.
Y me quita las llaves de las manos.
- ¿Qué estás haciendo? -le pregunto.
-Devolverte la jugada por haberme raptado -dice, retrocediendo y lanzado las llaves en dirección a los árboles con todas sus fuerzas.
- No puedo creer lo que acabas de hacer.
ÇEl se echa hacia atrás, sin apartar la mirada ni un momento, mientras avanza hacia su coche.
- No me guardes rencor. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina, ¿verdad? -se mofa, intentando mantener una expresión seria.
Me lo quedo mirando sin dar crédito mientras mi compañero de química se mete en su Beemer. El coche sale del aparcamiento sin traqueteos, movimientos bruscos ni problemas. Un arranque perfecto.
Estoy cabreado porque tengo dos opciones: o arrastrarme por el bosque en busca de las llaves o llamar a Enrique para que venga a recogerme.
Aunque en el fondo me hace gracia que Kurt Hummel me la haya devuelto.
- Sí -digo, pese a ser consciente de que probablemente esté a dos kilómetros de distancia y no pueda oírme-. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina.
Joder si lo es.
¿qué piensan, a blaine le gusta Kurt sólo por la apuesta o hay algo más? ojalá les halla gustado, ¡gracias por comentar!
Por primera vez, estamos manteniendo una conversación civilizada. Ahora debería introducir un tema con el que pueda romper la pared defensiva que ha erigido frente a él.
Pero antes he de mostrarle algo que me haga vulnerable. Si me ve como a un chico vulnerable en lugar de como a un gilipollas, tal vez podamos avanzar un poco. Y, en cierto modo, tengo la sensación de que me pillará si no le cuento la verdad.
No tengo muy claro si estoy haciendo esto por la apuesta, por el proyecto de química, o por mí. En realidad, me siento genial sin tener que analizar la razón por la que nos encontramos aquí.
- Asesinaron a mi padre delante de mí, cuando tenía seis años -le confieso.
- ¿En serio? -pregunta él con los ojos abiertos de par en par.
Asiento con la cabeza. No me gusta hablar de ello, ni siquiera tengo la certeza de que pueda hacerlo aunque quiera.
Se cubre la boca con sus manos perfectamente arregladas.
- No lo sabía. Oh, Dios mío, lo siento. Debió de ser horrible.
- Sí.
Me siento bien tras soltarlo. Me alegro de haberme obligado a hablar de ello en voz alta. La nerviosa sonrisa de mi padre se transformó en una de conmoción justo antes de que le dispararan.
Qué fuerte, no puedo creer que recuerde la expresión de su rostro. ¿A qué se debió aquella repentina transformación? Había olvidado completamente aquel detalle hasta ahora. Me siento confuso cuando me vuelvo hacia Kurt.
- Si me involucro demasiado en las cosas y me las arrebatan, me sentiré como mi padre cuando murió. No quiero sentirme así nunca, así que me obligo a que las cosas no me importen demasiado.
Su expresión es una mezcla de arrepentimiento, tristeza y compasión. Estoy convencido de que no está representando ningún papel. Sin mudar el semblante, dice:
- Gracias por... ya sabes, contármelo. Lo que no entiendo es cómo puedes conseguir que las cosas no te afecten. No puedes programarte de ese modo.
- ¿Quieres apostar? -pregunto, pero de repente comprendo que no quiero cambiar de tema, de modo que añado-: Ahora te toca sincerarte a ti.
Él aparta la mirada. No insisto por miedo a que cambie de opinión y decida marcharse.
¿Tan difícil le resulta compartir una pequeña parte de su mundo? Mi vida ha sido tan jodida que me resulta condenadamente difícil pensar que su vida pueda ser peor. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla y se apresura a enjugársela.
- Mi hermano... -empieza-. Mi hermano tiene parálisis cerebral. Y está mentalmente discapacitado. «Retrasado» es el término que utiliza la mayoría de la gente. No puede caminar, se vale de lo que llamamos aproximaciones verbales y gestos en lugar de palabras porque no puede hablar... -Al contar esto, se le escapa otra lágrima. Esta vez deja que se deslice por su rostro. Siento la necesidad de enjuagársela, pero me doy cuenta de que no quiere que nadie lo toque. Aspira profundamente-. Finn está enfadado por algo, pero no sé por qué. Le ha dado por tirar del pelo a la gente, y ayer lo hizo con tanta fuerza que me arrancó todo un mechón. Me sangraba la cabeza y mi madre se puso hecha una furia conmigo.
De ahí la misteriosa zona calva. No era por un análisis de drogas.
Sin embargo, por primera vez siento lástima por él. Me imaginaba que su vida era un cuento de hadas. De hecho, creía que solo podía quitarle el sueño una tontería como equivocarse de tinte o equivocarse de color de camisa.
Supongo que no es el caso.
Algo está ocurriendo. Puedo sentir el cambio en el ambiente... una complicidad mutua. Nunca me había sentido de este modo. Carraspeo antes de decir:
- Probablemente, tu madre arremete contra ti porque sabe que puedes soportarlo.
- Sí, puede que tengas razón. Mejor pagarla conmigo que con mi hermano.
- Aunque no es excusa -continúo, y ahora estoy siendo yo. Espero que él también lo sea-. No quiero comportarme como un gilipollas contigo -añado. Se acabó el show de Blaine Anderson.
- Lo sé. Blaine Anderson es tan solo una fachada. Es tu marca, tu logotipo... un chicano peligroso y terriblemente sexy y seductor. Créeme, soy todo un experto en eso de crearse una imagen. Aunque no pretendo aparentar ser un guapo niño pijo y tonto. Prefiero transmitir algo así como un aspecto perfecto e intocable.
Vaya. Rebobinemos. Kurt acaba de decir que soy sexy y seductor. No esperaba en absoluto oír algo así. Tal vez aún tenga alguna posibilidad de ganar la estúpida apuesta.
- ¿Te das cuenta de que me has llamado seductor?
- Como si no lo supieras.
No sabía que Kurt Hummel me considerara seductor.
- Y yo que pensaba que eras intocable. Pero ahora que he descubierto que para ti soy un dios chicano, guapo y sexy...
- No he mencionado la palabra «dios».
Me llevo un dedo a los labios.
- Shh, déjame solo un minuto para disfrutar de esta fantasía.
Cierro los ojos y lo oigo reír. Emite un dulce sonido que me resuena en los oídos.
- Creo que te entiendo, aunque sea de un modo irracional. Pero me cabrea que seas tan Neandertal -confiesa, y cuando abro los ojos, descubro que me está mirando-. No le cuentes a nadie lo de mi hermano. No quiero que la gente lo sepa.
- Somos como actores en nuestras propias vidas. Fingimos ser lo que queremos que la gente crea que somos.
- ¿Entiendes ahora por qué me obsesiona la idea de que mis padres no se enteren de que somos... amigos?
- ¿Porque te causaría problemas? Mierda, tienes dieciocho años. ¿No crees que a estas alturas puedes ser amigo de quien te apetezca? Hace mucho tiempo que te cortaron el cordón umbilical, ¿sabes?
- No lo entiendes.
- Pues explícamelo.
- ¿Por qué quieres saberlo?
- ¿No se supone que los compañeros de laboratorio deben saber cosas el uno del otro?
Kurt suelta una risotada corta.
- Espero que no.
La verdad es que este chico no es en absoluto como pensaba. Desde el momento en que le he contado lo de mi padre, ha sido como si todo su cuerpo exhalara un suspiro de alivio. Como si el sufrimiento de otro la reconfortara, como si le hiciera sentir que no está solo. Aún no comprendo por qué le importa tanto, por qué ha elegido una fachada de perfección para mostrarse al mundo.
En mí cabeza aparece amenazante el recuerdo de La Apuesta. Tengo qué conseguir que este chico se enamore de mí. Aunque mientras mi cuerpo dice «adelante», el resto piensa «eres un cabrón, ¿no ves que es vulnerable?».
- Deseo las mismas cosas que tú. Pero yo intento conseguirlas de otro modo. Tú te adaptas a tu ambiente y yo al mío -admito, poniendo una mano sobre la de él-. Déjame demostrarte que soy diferente. Oye, ¿saldrías con un tipo que no puede permitirse llevarte a restaurantes caros ni comprarte oro y diamantes?
- Claro que sí -confiesa él, aunque desliza la mano por debajo de la mía-. Pero tengo novio.
- Si no lo tuvieras, ¿le darías una oportunidad a un chicano como yo?
Su semblante adopta un tono rojo oscuro. Me pregunto si Colín ha conseguido alguna vez que se ruborice de ese modo.
- No voy a responder a eso -admite.
- ¿Por qué no? Es una pregunta sencilla.
- Venga ya. No hay nada de sencillo en ti, Blaine. No quiero cruzar esa línea -suelta, metiendo la primera marcha-. ¿Podemos irnos ya?
- Si quieres. ¿Amigos?
- Creo que sí.
Le tiendo la mano. Kurt mira los tatuajes de mis dedos, luego extiende la suya y me la estrecha con aparente entusiasmo.
- Por los calentadores de manos -dice con una sonrisa en los labios.
- Por los calentadores de manos -repito. «Y por el sexo», añado en silencio.
- ¿Quieres conducir hasta casa? No conozco el camino.
La llevo de vuelta en un cómodo silencio mientras se pone el sol. Nuestra tregua me acerca a mis objetivos: graduarme, la apuesta... y algo más que no estoy preparado para admitir.
Cuando entro con su cochazo en el aparcamiento de la biblioteca, le digo:
- Gracias por, ya sabes, dejar que te secuestre. Supongo que nos veremos por ahí.
Saco las llaves de la moto del bolsillo delantero de los pantalones mientras me pregunto si alguna vez podré permitirme un coche que no sea de segunda mano, esté oxidado o sea muy viejo. Una vez fuera del vehículo, saco la foto de Colín del bolsillo trasero del pantalón y la lanzo al asiento que acabo de dejar libre.
- ¡Espera! -grita Kurt cuando me alejo.
Me doy la vuelta y lo veo delante de mí.
-¿Qué?
Me regala una sonrisa seductora, como si deseara algo más que una tregua. Mucho más. Joder, ¿va a besarme? He bajado la guardia, lo que no suele pasarme a menudo. Se muerde el labio inferior, como si estuviera considerando SU próximo movimiento.
Estoy completamente dispuesto a darme el lote allí mismo.
Mientras mí cerebro imagina todos los escenarios posibles, él se acerca más.
Y me quita las llaves de las manos.
- ¿Qué estás haciendo? -le pregunto.
-Devolverte la jugada por haberme raptado -dice, retrocediendo y lanzado las llaves en dirección a los árboles con todas sus fuerzas.
- No puedo creer lo que acabas de hacer.
ÇEl se echa hacia atrás, sin apartar la mirada ni un momento, mientras avanza hacia su coche.
- No me guardes rencor. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina, ¿verdad? -se mofa, intentando mantener una expresión seria.
Me lo quedo mirando sin dar crédito mientras mi compañero de química se mete en su Beemer. El coche sale del aparcamiento sin traqueteos, movimientos bruscos ni problemas. Un arranque perfecto.
Estoy cabreado porque tengo dos opciones: o arrastrarme por el bosque en busca de las llaves o llamar a Enrique para que venga a recogerme.
Aunque en el fondo me hace gracia que Kurt Hummel me la haya devuelto.
- Sí -digo, pese a ser consciente de que probablemente esté a dos kilómetros de distancia y no pueda oírme-. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina.
Joder si lo es.
¿qué piensan, a blaine le gusta Kurt sólo por la apuesta o hay algo más? ojalá les halla gustado, ¡gracias por comentar!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Aww's...
Si le gusta... Bueno eso quiero creer
Espero que actualices pronto, cuidate
Si le gusta... Bueno eso quiero creer
Espero que actualices pronto, cuidate
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
LE GUSTA solo que no lo admite por lo demas espero que lo haga pronto
PD: porfavor actualiza pronto
PD: porfavor actualiza pronto
fernimontecinos*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 23/07/2013
Edad : 24
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusto mucho el capitulo espero con ansias el siguiente me gusta mucho la historia espero actualices pronto y yo digo que blaine no lo quiere por la apuesta para mi que es algo mas
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Aclaración: el hermano de Kurt, Finn, no es Finn Hudson. Finn Hudson es el novio de Rachel acá, cuando empecé a adaptarla me confundí y no voy a cambiar de nombres a estas alturas.
25. Kurt.
El sonido de la profunda respiración de mi hermano junto a mí es lo primero que oigo cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan en su habitación. Anoche fui a su cuarto para tumbarme a su lado, y lo observé durante horas mientras él dormía tranquilamente antes de quedarme yo también dormido.
Cuando era pequeño y estallaba una tormenta salía corriendo a la habitación de mi hermano. No para tranquilizar a Finn sino para que él pudiera tranquilizarme a mí. Lo cogía de la mano, y de algún modo, mis miedos se desvanecían.
Observo a mi hermano mayor durmiendo profundamente y no logro entender el motivo por el que mis padres quieren llevarlo a otro lugar. Finn forma parte de lo que soy y la idea de vivir sin él me parece... intolerable. A veces, siento que mi hermano y yo estamos conectados de un modo que poca gente puede comprender. Incluso cuando mis padres intentan adivinar lo que Finn quiere decir, o la razón por la que está enfadado, yo suelo saberlo de antemano.
Por eso me quedé tan hecho polvo cuando me tiró del pelo. Nunca pensé que pudiera hacérmelo a mí.
Y, no obstante, lo hizo.
- No permitiré que te alejen de mí -le digo en voz baja-. Siempre te protegeré.
Me levanto de la cama de Finn. Es imposible estar a su lado y que no sospeche que estoy triste. De modo que me visto y me marcho de casa antes de que despierte.
Ayer me confesé a Blaine y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermano. Si lo he logrado con Blaine, seguro que puedo intentarlo con Rachel y Quinn.
Mientras espero sentado en el coche frente a la casa de Rachel, me pongo a divagar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Adam no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio y mis padres van a llevarse a mi hermano lejos de Chicago. ¿Qué más puede salir mal?
Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Rachel, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Ay, madre, Finn Hudson intenta saltar el enrejado.
Finn debe de haberme visto porque la cabeza de Rachel asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere.
El pie de Finn aún no ha tocado el enrejado. Rachel lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Rachel para confirmar que no tiene nada roto.
Me pregunto si Adam sería capaz de trepar enrejados por mí.
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después y Rachel ella aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
- Kurt, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete de la mañana. ¿No sabes que hoy es el día de formación del profesorado y que no tenemos clase?
- Lo sé, pero mi vida está fuera de control.
- Entra y hablamos -dice, abriendo la puerta de mi coche-. Se me está helando el culo aquí fuera. Demonios, ¿por qué durará tan poco el verano en Chicago?
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a los padres de Rachel.
- No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
- Entonces, ¿por qué ha salido Finn por la ventana?
Rachel hace una mueca.
- Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana, los colores que el decorador de su madre eligió para ella. Me desplomo sobre el sofá mientras Rachel llama a Quinn.
- Quinn, pásate por mi casa. Kurt tiene una crisis.
Quinn vive solo dos casas más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
- Vale, suéltalo ya –dice Rachel cuando estamos los tres juntos.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy seguro de que compartir aquello sea una buena idea.
- En realidad no es nada.
Quinn se pone recta.
- Escucha, Kurt. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana. Suelta el bombazo.
- Sí -insiste Rachel-. Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Blaine Anderson, Pero nunca les confesaría eso.
- ¿Por qué no vemos alguna peli clásica? -sugiere Rachel-. Si Audrey Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Quinn suelta un gemido.
- No puedo creerme que me hayáis despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tenéis que sentarla cabeza. Lo mínimo que podéis hacer es compartir algún cotilleo conmigo, ¿Alguien tiene uno?
Rachel nos lleva al salón y las tres nos sentamos sobre los cojines del sofá de sus padres.
- He oído que el martes pillaron a Samantha Jacoby besándose con alguien en el cuarto del vigilante.
- Pues vaya novedad -dice Quinn, poco impresionada.
- ¿He mencionado que fue con Chuck, uno de los vigilantes?
- Eso sí que es un buen cotilleo, Rachel.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Rachel, viendo dos películas, comiendo palomitas y helado Ben & Jerry's, me siento mucho mejor. Quizás haya sido por ver a Audrey Hepburn en Sabrina, pero ahora creo que todo es posible. Lo que me hace pensar en...
- ¿Qué pensáis de Blaine Anderson? -les pregunto.
- ¿A qué te refieres con «qué pensáis»? -dice Rachel, metiéndose una palomita en la boca.
- No sé -contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros-. Es mi compañero de laboratorio.
- ¿Y...? -insiste Rachel, agitando las manos en alto como si no supiera a dónde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película.
- Está bueno. Admítelo.
- Puaj, Kurt -dice Quinn, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
- Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.
- La mitad del tiempo viene a clase drogado -interviene Quinn.
- Quinn, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga drogado a clase.
- ¿Estás de coña, Kurt? Blaine consume antes de venir al instituto y en el aseo de los tíos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo solo de marihuana. Está metido en cosas más fuertes -dice Quinn como si fuera un hecho.
- ¿Lo has visto tomar drogas? -le pregunto, desafiante.
- Kurt, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa o que se chuta. Zayn es peligroso. Además, las chicas como nosotras o los chicos como tú no se codean con los Latino Blood.
- Sí, lo sé -admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
- Adam te quiere -suelta Rachel, cambiando de tema.
Tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Adam me demostró ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentando hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido eludirla apagándolo, porque ha llamado dos veces a casa de Rachel.
- Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá -me advierte Rachel con el teléfono entre los dedos.
- Si lo hace, me iré de aquí.
- Quinn y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella -sugiere Rachel pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
- Hola, mamá.
- Escucha, Kurt. Sé que estás enfadado. Anoche tomamos una decisión respecto a Finn. Sé que esto es muy duro para ti, pero, últimamente, tu hermano se comporta con demasiada agresividad.
- Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende. ¿No crees que es algo normal?
- El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Finn en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Finn porque voy a ir a la universidad.
- Vais a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? -le pregunto.
- Sí. Ya está decidido.
si, ya sé que no es muy klaine este capítulo pero era necesario para que los demás se entiendan, lo de rachel y quinn y todo... bueno ojalá les halla gustado :), ¡¡¡y gracias por sus comentarios!!!
25. Kurt.
El sonido de la profunda respiración de mi hermano junto a mí es lo primero que oigo cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan en su habitación. Anoche fui a su cuarto para tumbarme a su lado, y lo observé durante horas mientras él dormía tranquilamente antes de quedarme yo también dormido.
Cuando era pequeño y estallaba una tormenta salía corriendo a la habitación de mi hermano. No para tranquilizar a Finn sino para que él pudiera tranquilizarme a mí. Lo cogía de la mano, y de algún modo, mis miedos se desvanecían.
Observo a mi hermano mayor durmiendo profundamente y no logro entender el motivo por el que mis padres quieren llevarlo a otro lugar. Finn forma parte de lo que soy y la idea de vivir sin él me parece... intolerable. A veces, siento que mi hermano y yo estamos conectados de un modo que poca gente puede comprender. Incluso cuando mis padres intentan adivinar lo que Finn quiere decir, o la razón por la que está enfadado, yo suelo saberlo de antemano.
Por eso me quedé tan hecho polvo cuando me tiró del pelo. Nunca pensé que pudiera hacérmelo a mí.
Y, no obstante, lo hizo.
- No permitiré que te alejen de mí -le digo en voz baja-. Siempre te protegeré.
Me levanto de la cama de Finn. Es imposible estar a su lado y que no sospeche que estoy triste. De modo que me visto y me marcho de casa antes de que despierte.
Ayer me confesé a Blaine y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermano. Si lo he logrado con Blaine, seguro que puedo intentarlo con Rachel y Quinn.
Mientras espero sentado en el coche frente a la casa de Rachel, me pongo a divagar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Adam no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio y mis padres van a llevarse a mi hermano lejos de Chicago. ¿Qué más puede salir mal?
Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Rachel, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Ay, madre, Finn Hudson intenta saltar el enrejado.
Finn debe de haberme visto porque la cabeza de Rachel asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere.
El pie de Finn aún no ha tocado el enrejado. Rachel lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Rachel para confirmar que no tiene nada roto.
Me pregunto si Adam sería capaz de trepar enrejados por mí.
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después y Rachel ella aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
- Kurt, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete de la mañana. ¿No sabes que hoy es el día de formación del profesorado y que no tenemos clase?
- Lo sé, pero mi vida está fuera de control.
- Entra y hablamos -dice, abriendo la puerta de mi coche-. Se me está helando el culo aquí fuera. Demonios, ¿por qué durará tan poco el verano en Chicago?
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a los padres de Rachel.
- No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
- Entonces, ¿por qué ha salido Finn por la ventana?
Rachel hace una mueca.
- Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana, los colores que el decorador de su madre eligió para ella. Me desplomo sobre el sofá mientras Rachel llama a Quinn.
- Quinn, pásate por mi casa. Kurt tiene una crisis.
Quinn vive solo dos casas más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
- Vale, suéltalo ya –dice Rachel cuando estamos los tres juntos.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy seguro de que compartir aquello sea una buena idea.
- En realidad no es nada.
Quinn se pone recta.
- Escucha, Kurt. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana. Suelta el bombazo.
- Sí -insiste Rachel-. Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Blaine Anderson, Pero nunca les confesaría eso.
- ¿Por qué no vemos alguna peli clásica? -sugiere Rachel-. Si Audrey Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Quinn suelta un gemido.
- No puedo creerme que me hayáis despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tenéis que sentarla cabeza. Lo mínimo que podéis hacer es compartir algún cotilleo conmigo, ¿Alguien tiene uno?
Rachel nos lleva al salón y las tres nos sentamos sobre los cojines del sofá de sus padres.
- He oído que el martes pillaron a Samantha Jacoby besándose con alguien en el cuarto del vigilante.
- Pues vaya novedad -dice Quinn, poco impresionada.
- ¿He mencionado que fue con Chuck, uno de los vigilantes?
- Eso sí que es un buen cotilleo, Rachel.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Rachel, viendo dos películas, comiendo palomitas y helado Ben & Jerry's, me siento mucho mejor. Quizás haya sido por ver a Audrey Hepburn en Sabrina, pero ahora creo que todo es posible. Lo que me hace pensar en...
- ¿Qué pensáis de Blaine Anderson? -les pregunto.
- ¿A qué te refieres con «qué pensáis»? -dice Rachel, metiéndose una palomita en la boca.
- No sé -contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros-. Es mi compañero de laboratorio.
- ¿Y...? -insiste Rachel, agitando las manos en alto como si no supiera a dónde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película.
- Está bueno. Admítelo.
- Puaj, Kurt -dice Quinn, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
- Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.
- La mitad del tiempo viene a clase drogado -interviene Quinn.
- Quinn, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga drogado a clase.
- ¿Estás de coña, Kurt? Blaine consume antes de venir al instituto y en el aseo de los tíos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo solo de marihuana. Está metido en cosas más fuertes -dice Quinn como si fuera un hecho.
- ¿Lo has visto tomar drogas? -le pregunto, desafiante.
- Kurt, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa o que se chuta. Zayn es peligroso. Además, las chicas como nosotras o los chicos como tú no se codean con los Latino Blood.
- Sí, lo sé -admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
- Adam te quiere -suelta Rachel, cambiando de tema.
Tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Adam me demostró ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentando hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido eludirla apagándolo, porque ha llamado dos veces a casa de Rachel.
- Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá -me advierte Rachel con el teléfono entre los dedos.
- Si lo hace, me iré de aquí.
- Quinn y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella -sugiere Rachel pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
- Hola, mamá.
- Escucha, Kurt. Sé que estás enfadado. Anoche tomamos una decisión respecto a Finn. Sé que esto es muy duro para ti, pero, últimamente, tu hermano se comporta con demasiada agresividad.
- Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende. ¿No crees que es algo normal?
- El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Finn en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Finn porque voy a ir a la universidad.
- Vais a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? -le pregunto.
- Sí. Ya está decidido.
si, ya sé que no es muy klaine este capítulo pero era necesario para que los demás se entiendan, lo de rachel y quinn y todo... bueno ojalá les halla gustado :), ¡¡¡y gracias por sus comentarios!!!
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Química Perfecta {klaine} ADAPTADA.
Me gusto el capitulo espero el siguiente me gusta mucho la historia espero actualices pronto
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
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