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FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
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Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
ARIA MI QUERIDA ARIA respondiendo tu pregunta ando muy ocupada el trabajo no me deja aparte he estado viajando últimamente y no me da chance de nada :( mmm respecto al capitulo nena me ha encantado me gusto ver esa faceta sensible de Britt y no su mascara de IceWoman enserio me gusto el capitulo y tu tampoco te pierdas tanto mujer saludos y espero tu proxima actu ...
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
pobre curro, hasta me había encariñado con él XD, pobre San, más que perder un gato perdió un amigo, que digo amigo miembro de la familia ¡hasta el papá de San lloró por curro!
Muy lindo el gesto de Britt al apoyar a San, aunque la pijama que usa *¬*, creo que al fina por eso San tuvo que tomar las pastillas para dormir XD
Buen capítulo, estaré pendiente de actualizaciones, suerte!
Muy lindo el gesto de Britt al apoyar a San, aunque la pijama que usa *¬*, creo que al fina por eso San tuvo que tomar las pastillas para dormir XD
Buen capítulo, estaré pendiente de actualizaciones, suerte!
facot*** - Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 06/10/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hola!!
Al fin un poco de humanidad en Britt!!!
Pobre San, me mato cuando se le unieron la hermana,el cuñado y el padre al llanto jaja!!
Saludos
Al fin un poco de humanidad en Britt!!!
Pobre San, me mato cuando se le unieron la hermana,el cuñado y el padre al llanto jaja!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Holaaa :DMarta_Snix escribió:Pobre Curro, pobre San...Britt me ha encantado, a dejado de lado esa actitud arrogante que hasta ahora a tenido para ser cariñosa y amable con San. Muy corto, quiero más!!Besos linda-w-
Si, pobre curro.. aun estoy triste por ello :( Esta vez la rubia se a portado muy bien! Cero arrogancia jejejeje Mmmmm tendras que esperar por mas... ;) Gracias por leery comentar.. Besos linda :*
Hola.. :PJane0_o escribió:Oh que tierna britt!
Espero y ya cambie con
Santana aunque quiero saber que le
Pasa esta rara!
Saludos
Les dije, Pierce tiene su corazoncito tambien.. Veremos cuanto le dura ok,no jajajaj Gracias por leer y comentar.. Saludos!
Keiri Lopierce escribió:ARIA MI QUERIDA ARIA respondiendo tu pregunta ando muy ocupada el trabajo no me deja aparte he estado viajando últimamente y no me da chance de nada :( mmm respecto al capitulo nena me ha encantado me gusto ver esa faceta sensible de Britt y no su mascara de IceWoman enserio me gusto el capitulo y tu tampoco te pierdas tanto mujer saludos y espero tu proxima actu ...
Keiri, Keiri... :D
Oh asi tambien estoy yo.. Ahora tambien tengo trabajo... Viajando?? genial espero que te haya ido bien... Que bueno que te gusto el cap, ahora Britt si se porto toda linda.. Gracias por leer y comentar ;) besos!
Hola.. :)facot escribió:pobre curro, hasta me había encariñado con él XD, pobre San, más que perder un gato perdió un amigo, que digo amigo miembro de la familia ¡hasta el papá de San lloró por curro!
Muy lindo el gesto de Britt al apoyar a San, aunque la pijama que usa *¬*, creo que al fina por eso San tuvo que tomar las pastillas para dormir XD
Buen capítulo, estaré pendiente de actualizaciones, suerte!
El gatito era parte de su familia es normal que le haya dolido, yo si tuviera una mascota y se me muere lloraria mares Gracias por leer y comentar..
Holiis!monica.santander escribió:Hola!!
Al fin un poco de humanidad en Britt!!!
Pobre San, me mato cuando se le unieron la hermana,el cuñado y el padre al llanto jaja!!
Saludos
Ya no quieres ir a por la rubia cierto?? XD Bueno, te gustara tambien este cap.. o bueno quien sabe ;) Ya lo habia dicho, Britt es un tanto ''especial'' (POr no decir otra cosa) Dara mucho de que hablar la rubia. GRacias por leer y comentar, saludos a ti tambien.
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Chicaaaaaaaaaas!! Mil disculpas, ayer no pude subirles mas capitulos, vere si mañana les pongo mas, aqui les dejo el siguientes, espero les guste.. Saludos!
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Capitulo 16
Suena el despertador. Lo miro: las siete y media.
Alargo la mano y lo apago. Me desperezo en la cama y mi mente se despierta rápidamente. Miro a mi derecha y veo que Brittany no está. Mi mente vuelve a ser consciente de lo ocurrido y me siento en la cama cuando oigo una voz:
—Buenos días.
Miro hacia la puerta y allí está ella, vestida. Miro su ropa y me sorprendo al ver que la ropa que lleva y la blusa no son las que traía el día anterior. Ella se da cuenta y responde:
—Blaine me lo ha traído hace una hora.
—¿Qué tal tu cabeza? ¿Se fue el dolor? —pregunto.
—Sí, San. Gracias por preguntar.
Le respondo con una triste sonrisa. Me levanto de la cama sin ser consciente del horrible espectáculo que ofrezco, despeluchada, legañosa y con mi pijama del Demonio de Tasmania. Paso por su lado y, al hacerlo, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla mientras murmuro un aún soñoliento «buenos días».
Voy a la cocina dispuesta a darle la medicación a Curro, cuando veo todas sus cosas sobre la encimera. Me paro en seco y siento a Brittany detrás de mí. No me deja pensar. Me coge por la cintura y me da la vuelta.
—¡A la ducha! —me ordena.
Cuando salgo de ella y entro en la habitación para vestirme, Brittany no está allí. Así que me apresuro a sacar un sujetador y unas bragas de mi cajón y me los pongo. Después abro el armario y me visto. En cuanto estoy vestida y presentable, salgo al salón y la veo leyendo una revista.
—Tienes café recién hecho —dice mientras me mira—. Desayuna, por favor.
Veo que dobla la revista, se levanta, se acerca a mí y me besa en la cabeza.
—Hoy me acompañarás a Guadalajara. Tengo que visitar las oficinas de allí. No te preocupes por nada. En la oficina ya están avisados.
Le digo que sí con la cabeza, sin ganas de hablar ni de protestar. Me tomo el café y, cuando dejo la taza en el fregadero, siento que Brittany se acerca de nuevo por detrás, aunque esta vez no me toca.
—¿Estás mejor? —me pregunta.
Muevo mi cabeza en señal afirmativa, sin mirarla. Tengo ganas de llorar de nuevo pero respiro y lo evito. Estoy segura de que Curro se enfadará si sigo comportándome como una blandengue. Con la mejor de mis sonrisas me doy la vuelta y me retiro el pelo que me cae sobre los ojos.
—Cuando quieras, podemos marcharnos.
Ella asiente. No me toca.
No se acerca a mí más de lo estrictamente necesario. Bajamos al portal y allí está Blaine esperándonos con el coche. Nos montamos y comienza el viaje. Durante la hora que dura el trayecto, Brittany y yo miramos varios papeles. Yo soy la encargada de llevar al día las delegaciones de la empresa Müller, de modo que conozco casi en primera persona a todos los jefes. Brittany me explica que quiere saber de primera mano absolutamente todo de cada delegación: productividad, cantidad de gente que trabaja en las fábricas y rendimiento de las mismas. Eso me pone nerviosa. Con el paro que hay ahora, tengo miedo de que empiece a despedir a gente sin ton ni son. Pero en seguida me aclara que ése no es su propósito, sino
lo contrario: intentar que sus productos sean más competitivos y abrir el campo de expansión.
A las diez y media llegamos a Guadalajara. No me extraño cuando me doy cuenta de que Noah Puckerman no se sorprende de verme allí. Nos saluda con afabilidad y entramos todos juntos en su despacho. Durante tres horas, Brittany y él hablan de productividad, de carencias de la empresa y de un sinfín de cosas más. Yo, sentada en un discreto segundo plano, tomo nota de todo y a la una y media, cuando salimos de allí, me voy feliz de ver que se han entendido.
Recibo un mensaje de Emily. Le respondo que estoy bien, pero maldigo en mi interior. Recibir sus mensajes y estar con Brittany me hace sentir mal. Pero ¿por qué? Yo no tengo nada serio con ninguno de los dos.
De regreso a Madrid, Brittany me propone parar y comer en algún pueblo. Me muestro encantada y le digo que me parece bien. Blaine para en Azuqueca de Henares y degustamos un delicioso cordero. Durante la comida, ella recibe varios mensajes. Los lee con el ceño fruncido y no contesta. A las cuatro proseguimos el viaje y cuando llegamos al hotel Villa Magna me pongo tensa. Brittany lo nota y me coge la mano.
—Tranquila. Sólo quiero cambiarme de ropa para pasar la tarde contigo. ¿Tienes algún plan?
Mi mente piensa con celeridad y, finalmente, le digo que sí, que tengo un plan. Pero no le doy tiempo a que pueda presuponer nada.
—Tengo algo que hacer a las seis y media de la tarde —le informo—. Si no tienes nada mejor, quizá te gustaría acompañarme. Así puedo enseñarte mi segundo trabajo.
Eso la sorprende.
—¿Tienes un segundo trabajo?
Asiento divertida.
—Sí, se puede llamar así, aunque este año es el último. Pero no pienso decirte de qué se trata si no me acompañas.
La veo sonreír mientras baja del coche. Yo la sigo.
Llegamos al ascensor del hotel Villa Magna y el ascensorista nos saluda y nos lleva directamente hasta el ático. En cuanto entramos en su espaciosa y bonita habitación, Brittany deja su maletín con el portátil sobre la mesa y se mete en la habitación que no utilizamos el día que estuve allí jugando. Suena su móvil. Un mensaje. No puedo evitar mirar la pantalla iluminada y leo el nombre de «Betta». ¿Quién será? Dos segundos después, vuelve a sonar y en la pantalla leo «Marta». Vaya, sí que está solicitada.
Estoy inquieta. La última vez que estuve allí ocurrió algo que todavía me avergüenza. Paseo mis manos por el bonito sofá color café y miro el jardín japonés, mientras intento que mi respiración no se acelere. Si Brittany sale desnuda de la habitación y me invita a jugar con ella, no sé si voy a ser capaz de decirle que no.
—Cuando quieras nos podemos marchar —oigo una voz tras de mí.
Sorprendida, me vuelvo y la veo vestida con unos vaqueros y una camiseta. Está guapísima. Elegante, como siempre. Y lo mejor, está cumpliendo a rajatabla lo que me ha prometido de no tocarme. Sin embargo, siento que una extraña decepción crece en mí al no verme arrastrada al mar de lujuria donde me suele llevar.
¿Me estaré volviendo loca?
Diez minutos después, nos encontramos en el coche de Blaine en dirección a mi casa.
Cuando entro en ella echo de menos la presencia de Curro. Brittany se da cuenta y me
besa en la cabeza.
—Vamos, son las seis. Date prisa o llegarás tarde.
Eso me reactiva.
Entro en mi habitación. Me pongo unos vaqueros. Unas zapatillas de deporte y una camiseta azul. Me recojo el pelo en una coleta alta y salgo rápidamente de allí. Sin necesidad de mirarla, sé que me está observando. La temperatura de mi piel sube cuando estoy cerca de ella. Cojo la cámara de fotos y una mochila pequeña.
—Vamos —le digo.
Guío a Blaine entre el tráfico de Madrid y en pocos minutos llegamos hasta la puerta de un colegio. Brittany, sorprendida, baja del coche y mira a su alrededor. No parece haber nadie. Yo sonrío. La cojo de la mano con decisión y tiro de lla. Entramos en el colegio y el desconcierto de su cara crece. Me hace gracia verla así. Me gusta verla desconcertada y tomo nota de ello.
Segundos después, abro una puerta donde pone «Gimnasio» y un bullicio tremendo nos engulle. En seguida, docenas de niñas de edades comprendidas entre los siete y los doce años corren hacia mí gritando.
—¡Entrenadora! ¡Entrenadora!
Brittany me mira, estupefacta.
—¿Entrenadora?
Yo sonrío y me encojo de hombros.
—Soy la entrenadora de fútbol femenino del colegio de mi sobrina —respondo antes de que las pequeñas lleguen hasta donde estamos nosotros.
Brittany abre la boca, por la sorpresa, y luego sonríe. Pero ya no puedo hablar con él. Las pequeñas han llegado hasta mí y se cuelgan de mis brazos y mis piernas. Bromeo con ellas hasta que sus madres me las quitan de encima.
—¿Quién es esa belleza? —oigo que me dice mi hermana.
—Una amiga.
—¡Vaya, cuchufleta, vaya amiga! —murmura y yo sonrío.
Las mamás de las pequeñas se revolucionan ante la presencia de Brittany. Es normal. Brittany desprende sensualidad y yo lo sé. Tras saludar a todo el mundo, mi hermana no para de pedirme que le presente a Brittany y al final claudico. ¡Anda que no se pone pesadita! Finalmente, agarrada a su brazo, me acerco hasta donde ella se encuentra sentada.
—Raquel, te presento a Brittany. —Ella se levanta para saludarla—. Brittany, ella es mi hermana y el monito que está sentado en mi pie derecho es mi sobrina Luz. —Se dan dos besos.
—¿Por qué eres tan alta? —pregunta mi sobrina.
Brittany la mira y responde:
—Porque comí mucho cuando era pequeña.
Mi hermana y yo sonreímos.
—¿Por qué hablas tan raro? —vuelve a preguntar Luz—. ¿Te pasa algo en la boca?
Yo voy a responder, pero entonces ella se agacha hacia mi sobrina.
—Es que soy holandesa y, aunque sé hablar español, no puedo disimular mi acento.
La pequeña me mira, divertida. Pero yo maldigo para mis adentros esperando su respuesta sin poder detenerla.
—Vaya paliza que os dieron los italianos el otro día. Os mandaron para casita.
Mi hermana se lleva a la niña, avergonzada, y Brittany se acerca a mí.
—No se puede negar que es tu sobrina —susurra en mi oído—. Es tan clarita como
tú a la hora de decir las cosas.
Ambas reímos y las pequeñas corren de nuevo hacia mí. Aquello no es un entrenamiento, es la fiesta de verano que las mamás han montado para acabar el curso. Durante hora y media hablo con ellas, abrazo a las niñas para despedirme y me hago cientos de fotos con ellas. Brittany se mantiene sentada en las gradas en un segundo plano y, por su gesto, parece disfrutar del espectáculo.
Las niñas me entregan un paquetito, lo abro y de él saco un balón de fútbol hecho de chuches de colores. Aplaudo tanto como ellas, ¡me encantan las chuches! Mi sobrina me mira y me señala a su amiga Alicia. Han hecho las paces y yo levanto el pulgar y le guiño el ojo. ¡Olé, mi niña! Pasados unos minutos y después de besar a todas las mamás y a mis pequeñas futbolistas, todas abandonan el gimnasio. Mi hermana y mi sobrina entre ellas.
Feliz por la despedida que me han brindado, me vuelvo hacia Brittany y lleno dos vasos de plástico con un poco de Coca-Cola algo calentorra mientras me acerco a ella.
—¿Sorprendida? —le pregunto, ofreciéndole uno de los vasos.
Brittany lo acepta y le da un trago.
—Sí. Eres sorprendente.
—Vale, vale, no sigas, que me lo voy a creer.
Ambas nos reímos y nos miramos.
Ninguno dice nada y el silencio nos envuelve. Finalmente cojo fuerzas y digo con sinceridad:
—Brittany, mi vida es lo que ves: normalidad.
—Lo sé… lo sé y eso me preocupa.
—¿Te preocupa? ¿Te preocupa que mi vida sea normal?
Su mirada me traspasa.
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque mi vida no es precisamente normal.
Mi cara debe de ser un poema. No lo entiendo, pero antes de que le pida explicaciones, ella continúa hablando:
—San, tu vida exige relación y compromiso. Unas palabras que para mí quedaron obsoletas hace años. Muchos años. —Me toca con su mano el óvalo de la cara y prosigue—: Me gustas, me atraes, pero no te quiero engañar. Lo que me atrae es el sexo entre nosotros. Me gusta poseerte, meterme entre tus piernas y ver tu cara cuando te corres. Pero me temo que muchos de mis juegos no van a gustarte. Y no hablo de sado, hablo sólo de sexo. Simplemente sexo.
Su mirada se oscurece. Me desconcierta pero no quiero renunciar a seguir jugando.
—Soy una mujer normal, sin grandes pretensiones, que trabaja para tu empresa. Tengo un padre, una hermana y una sobrina a los que adoro y, hasta ayer, un gato que era mi mejor amigo. Soy entrenadora de fútbol de un equipo de niñas y no cobro un duro por ello, pero lo hago porque me hace feliz. Tengo amigos y amigas con los que disfrutar de partidos, de vacaciones, de ir al cine o de salir a cenar. Ahora te preguntarás por qué te cuento todo esto, ¿verdad? —Brittany mueve la cabeza afirmativamente—. No soy despampanante, no me gusta vestir provocativa y ni siquiera lo intento. Mis relaciones con las mujeres han sido normales, nada del otro mundo. Ya sabes, chica conoce chica, se gustan y se acuestan. Pero nunca nadie ha conseguido sacar de mí la parte que tú en pocos días has sacado. Nunca pensé que el morbo me pudiera volver loca. Nunca pensé que yo pudiera estar haciendo lo que estoy haciendo contigo. Me impones y me sometes de tal
manera que no puedo decir que no. Y no puedo decir que no porque mi cuerpo y toda yo quiere hacer lo que tú quieras. Odio que me den órdenes, y más aún en el plano sexual. Pero a ti, inexplicablemente, te lo permito. En la vida me hubiera imaginado que yo permitiría que una desconocida como tú eres para mí, que no sabe casi ni cómo me llamo, ni mi edad, ni nada de mi vida, me exigiera sexo con sólo mirarme y yo se lo permitiría. Todavía me cuesta comprender lo que ocurrió el otro día en la habitación de tu hotel y…
—San…
—No, déjame terminar —le exijo y coloco mi mano en su boca—. Lo que ocurrió el otro día en tu habitación, me guste o no reconocerlo, me encantó. Reconozco que cuando vi las imágenes me enfadé. Pero cuando he vuelto a pensar en ello, en aquel momento, me he excitado y mucho. Incluso el domingo utilicé el vibrador pensando en ti y tuve un orgasmo maravilloso al imaginar lo que ocurrió con aquella mujer en tu habitación. —Brittany sonríe—. Pero no me va eso. No… no me van que no me digas las cosas antes de hacerlas y, si quieres volver a jugar conmigo en ese plano, te exijo que antes me consultes. Como te he dicho al principio de esta conversación, no soy una especialista en sexo, pero lo vivido contigo me gusta, me pone, me incita y estoy dispuesta a repetir.
—¿Incluso sin compromiso por mi parte?
Deseo decir que no, que la quiero sólo para mí. Pero eso significaría perderla y eso sí que no lo quiero.
—Incluso sin eso.
Brittany mueve su cabeza, comprensiva.
—Y, por favor… te libero de no tener que tocarme. Bésame y dime algo porque me voy a morir de la vergüenza por la cantidad de cosas locas que te acabo de decir.
—Me estás excitando, pequeña —murmura.
Saco de mi mochila un abanico y le sonrío, avergonzada.
—Pues ni te imaginas cómo estoy yo sólo de decírtelo.
Brittany me devuelve la sonrisa y se retira el pelo de cara.
—Tu nombre completo es Santana Marie López. Tienes veinticinco años, un padre, una hermana y una sobrina. Por lo que he visto no tienes novia, pero sí mujeres que te desean. Sé dónde vives y dónde trabajas. Tus teléfonos. Sé que conduces muy bien un Ferrari, que te gusta cantar, y que no te da vergüenza hacerlo delante de mí, y hoy he sabido que eres entrenadora de fútbol. Te gustan las fresas, el chocolate, la Coca-Cola, las chuches y el fútbol y, si te pones nerviosa, te salen ronchas en el cuello y te puede dar ¡el nervio! —Sonrío—. Por la manera en que tratabas a tu mascota sé que amas a los animales y que eres amiga de tus amigos. Eres curiosa y cabezona, a veces en exceso, y eso me saca de mis casillas, pero también eres la mujer más sexy y desconcertante con la que me he encontrado en la vida y reconozco que eso me gusta. De momento, eso es lo que sé de ti y me vale. ¡Ah! Y a partir de ahora prometo consultar contigo todo lo referente al sexo y nuestros juegos. Y ahora que me has liberado de mi promesa, te besaré y te tocaré.
—¡Bien! —afirmo levantando los brazos.
—Y una vez solucionado ese tema necesito que aceptes la proposición que te hice para conocerte mejor y para que me acompañes durante el tiempo que esté en España —añade—. Esta semana viajaremos a Barcelona. Tengo dos importantes reuniones el jueves y el viernes. El fin de semana lo dedicaremos, si tú quieres, al sexo. ¿Te parece?
—Tu nombre es Brittany Pierce —respondo, sin importarme su frialdad—. Eres holandesa y tu padre…
Pero ella tuerce el gesto e interrumpe mi discurso.
—Como favor personal, te pediría que nunca menciones a mi padre. Ahora puedes continuar.
Eso me deja cortada, pero sigo:
—A veces eres una mandona y no sé nada más de ti, excepto que te gusta el morbo y jugar con el sexo. Aun así, me gustaría conocerte un poco más.
Siento su mirada penetrarme. Me traspasa y sé que tiene una lucha interna por abrirse a mí o continuar como estamos. Entonces se levanta y tira de mí. Me besa y yo le correspondo. ¡Dios, cuánto la echaba de menos! Pocos segundos después, separa su boca de la mía.
—Mi madre es española, por eso hablo tan bien el español. Duermo poco desde hace años. Tengo treinta y un años. No estoy casada ni comprometida. De momento, poco más te puedo decir.
Emocionada por aquella pequeñísima confidencia, sonrío y, feliz como si me hubiera tocado la loto, añado haciéndola reír:
—Señorita Pierce, acepto su proposición. Ya tiene acompañante.
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Capitulo 16
Suena el despertador. Lo miro: las siete y media.
Alargo la mano y lo apago. Me desperezo en la cama y mi mente se despierta rápidamente. Miro a mi derecha y veo que Brittany no está. Mi mente vuelve a ser consciente de lo ocurrido y me siento en la cama cuando oigo una voz:
—Buenos días.
Miro hacia la puerta y allí está ella, vestida. Miro su ropa y me sorprendo al ver que la ropa que lleva y la blusa no son las que traía el día anterior. Ella se da cuenta y responde:
—Blaine me lo ha traído hace una hora.
—¿Qué tal tu cabeza? ¿Se fue el dolor? —pregunto.
—Sí, San. Gracias por preguntar.
Le respondo con una triste sonrisa. Me levanto de la cama sin ser consciente del horrible espectáculo que ofrezco, despeluchada, legañosa y con mi pijama del Demonio de Tasmania. Paso por su lado y, al hacerlo, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla mientras murmuro un aún soñoliento «buenos días».
Voy a la cocina dispuesta a darle la medicación a Curro, cuando veo todas sus cosas sobre la encimera. Me paro en seco y siento a Brittany detrás de mí. No me deja pensar. Me coge por la cintura y me da la vuelta.
—¡A la ducha! —me ordena.
Cuando salgo de ella y entro en la habitación para vestirme, Brittany no está allí. Así que me apresuro a sacar un sujetador y unas bragas de mi cajón y me los pongo. Después abro el armario y me visto. En cuanto estoy vestida y presentable, salgo al salón y la veo leyendo una revista.
—Tienes café recién hecho —dice mientras me mira—. Desayuna, por favor.
Veo que dobla la revista, se levanta, se acerca a mí y me besa en la cabeza.
—Hoy me acompañarás a Guadalajara. Tengo que visitar las oficinas de allí. No te preocupes por nada. En la oficina ya están avisados.
Le digo que sí con la cabeza, sin ganas de hablar ni de protestar. Me tomo el café y, cuando dejo la taza en el fregadero, siento que Brittany se acerca de nuevo por detrás, aunque esta vez no me toca.
—¿Estás mejor? —me pregunta.
Muevo mi cabeza en señal afirmativa, sin mirarla. Tengo ganas de llorar de nuevo pero respiro y lo evito. Estoy segura de que Curro se enfadará si sigo comportándome como una blandengue. Con la mejor de mis sonrisas me doy la vuelta y me retiro el pelo que me cae sobre los ojos.
—Cuando quieras, podemos marcharnos.
Ella asiente. No me toca.
No se acerca a mí más de lo estrictamente necesario. Bajamos al portal y allí está Blaine esperándonos con el coche. Nos montamos y comienza el viaje. Durante la hora que dura el trayecto, Brittany y yo miramos varios papeles. Yo soy la encargada de llevar al día las delegaciones de la empresa Müller, de modo que conozco casi en primera persona a todos los jefes. Brittany me explica que quiere saber de primera mano absolutamente todo de cada delegación: productividad, cantidad de gente que trabaja en las fábricas y rendimiento de las mismas. Eso me pone nerviosa. Con el paro que hay ahora, tengo miedo de que empiece a despedir a gente sin ton ni son. Pero en seguida me aclara que ése no es su propósito, sino
lo contrario: intentar que sus productos sean más competitivos y abrir el campo de expansión.
A las diez y media llegamos a Guadalajara. No me extraño cuando me doy cuenta de que Noah Puckerman no se sorprende de verme allí. Nos saluda con afabilidad y entramos todos juntos en su despacho. Durante tres horas, Brittany y él hablan de productividad, de carencias de la empresa y de un sinfín de cosas más. Yo, sentada en un discreto segundo plano, tomo nota de todo y a la una y media, cuando salimos de allí, me voy feliz de ver que se han entendido.
Recibo un mensaje de Emily. Le respondo que estoy bien, pero maldigo en mi interior. Recibir sus mensajes y estar con Brittany me hace sentir mal. Pero ¿por qué? Yo no tengo nada serio con ninguno de los dos.
De regreso a Madrid, Brittany me propone parar y comer en algún pueblo. Me muestro encantada y le digo que me parece bien. Blaine para en Azuqueca de Henares y degustamos un delicioso cordero. Durante la comida, ella recibe varios mensajes. Los lee con el ceño fruncido y no contesta. A las cuatro proseguimos el viaje y cuando llegamos al hotel Villa Magna me pongo tensa. Brittany lo nota y me coge la mano.
—Tranquila. Sólo quiero cambiarme de ropa para pasar la tarde contigo. ¿Tienes algún plan?
Mi mente piensa con celeridad y, finalmente, le digo que sí, que tengo un plan. Pero no le doy tiempo a que pueda presuponer nada.
—Tengo algo que hacer a las seis y media de la tarde —le informo—. Si no tienes nada mejor, quizá te gustaría acompañarme. Así puedo enseñarte mi segundo trabajo.
Eso la sorprende.
—¿Tienes un segundo trabajo?
Asiento divertida.
—Sí, se puede llamar así, aunque este año es el último. Pero no pienso decirte de qué se trata si no me acompañas.
La veo sonreír mientras baja del coche. Yo la sigo.
Llegamos al ascensor del hotel Villa Magna y el ascensorista nos saluda y nos lleva directamente hasta el ático. En cuanto entramos en su espaciosa y bonita habitación, Brittany deja su maletín con el portátil sobre la mesa y se mete en la habitación que no utilizamos el día que estuve allí jugando. Suena su móvil. Un mensaje. No puedo evitar mirar la pantalla iluminada y leo el nombre de «Betta». ¿Quién será? Dos segundos después, vuelve a sonar y en la pantalla leo «Marta». Vaya, sí que está solicitada.
Estoy inquieta. La última vez que estuve allí ocurrió algo que todavía me avergüenza. Paseo mis manos por el bonito sofá color café y miro el jardín japonés, mientras intento que mi respiración no se acelere. Si Brittany sale desnuda de la habitación y me invita a jugar con ella, no sé si voy a ser capaz de decirle que no.
—Cuando quieras nos podemos marchar —oigo una voz tras de mí.
Sorprendida, me vuelvo y la veo vestida con unos vaqueros y una camiseta. Está guapísima. Elegante, como siempre. Y lo mejor, está cumpliendo a rajatabla lo que me ha prometido de no tocarme. Sin embargo, siento que una extraña decepción crece en mí al no verme arrastrada al mar de lujuria donde me suele llevar.
¿Me estaré volviendo loca?
Diez minutos después, nos encontramos en el coche de Blaine en dirección a mi casa.
Cuando entro en ella echo de menos la presencia de Curro. Brittany se da cuenta y me
besa en la cabeza.
—Vamos, son las seis. Date prisa o llegarás tarde.
Eso me reactiva.
Entro en mi habitación. Me pongo unos vaqueros. Unas zapatillas de deporte y una camiseta azul. Me recojo el pelo en una coleta alta y salgo rápidamente de allí. Sin necesidad de mirarla, sé que me está observando. La temperatura de mi piel sube cuando estoy cerca de ella. Cojo la cámara de fotos y una mochila pequeña.
—Vamos —le digo.
Guío a Blaine entre el tráfico de Madrid y en pocos minutos llegamos hasta la puerta de un colegio. Brittany, sorprendida, baja del coche y mira a su alrededor. No parece haber nadie. Yo sonrío. La cojo de la mano con decisión y tiro de lla. Entramos en el colegio y el desconcierto de su cara crece. Me hace gracia verla así. Me gusta verla desconcertada y tomo nota de ello.
Segundos después, abro una puerta donde pone «Gimnasio» y un bullicio tremendo nos engulle. En seguida, docenas de niñas de edades comprendidas entre los siete y los doce años corren hacia mí gritando.
—¡Entrenadora! ¡Entrenadora!
Brittany me mira, estupefacta.
—¿Entrenadora?
Yo sonrío y me encojo de hombros.
—Soy la entrenadora de fútbol femenino del colegio de mi sobrina —respondo antes de que las pequeñas lleguen hasta donde estamos nosotros.
Brittany abre la boca, por la sorpresa, y luego sonríe. Pero ya no puedo hablar con él. Las pequeñas han llegado hasta mí y se cuelgan de mis brazos y mis piernas. Bromeo con ellas hasta que sus madres me las quitan de encima.
—¿Quién es esa belleza? —oigo que me dice mi hermana.
—Una amiga.
—¡Vaya, cuchufleta, vaya amiga! —murmura y yo sonrío.
Las mamás de las pequeñas se revolucionan ante la presencia de Brittany. Es normal. Brittany desprende sensualidad y yo lo sé. Tras saludar a todo el mundo, mi hermana no para de pedirme que le presente a Brittany y al final claudico. ¡Anda que no se pone pesadita! Finalmente, agarrada a su brazo, me acerco hasta donde ella se encuentra sentada.
—Raquel, te presento a Brittany. —Ella se levanta para saludarla—. Brittany, ella es mi hermana y el monito que está sentado en mi pie derecho es mi sobrina Luz. —Se dan dos besos.
—¿Por qué eres tan alta? —pregunta mi sobrina.
Brittany la mira y responde:
—Porque comí mucho cuando era pequeña.
Mi hermana y yo sonreímos.
—¿Por qué hablas tan raro? —vuelve a preguntar Luz—. ¿Te pasa algo en la boca?
Yo voy a responder, pero entonces ella se agacha hacia mi sobrina.
—Es que soy holandesa y, aunque sé hablar español, no puedo disimular mi acento.
La pequeña me mira, divertida. Pero yo maldigo para mis adentros esperando su respuesta sin poder detenerla.
—Vaya paliza que os dieron los italianos el otro día. Os mandaron para casita.
Mi hermana se lleva a la niña, avergonzada, y Brittany se acerca a mí.
—No se puede negar que es tu sobrina —susurra en mi oído—. Es tan clarita como
tú a la hora de decir las cosas.
Ambas reímos y las pequeñas corren de nuevo hacia mí. Aquello no es un entrenamiento, es la fiesta de verano que las mamás han montado para acabar el curso. Durante hora y media hablo con ellas, abrazo a las niñas para despedirme y me hago cientos de fotos con ellas. Brittany se mantiene sentada en las gradas en un segundo plano y, por su gesto, parece disfrutar del espectáculo.
Las niñas me entregan un paquetito, lo abro y de él saco un balón de fútbol hecho de chuches de colores. Aplaudo tanto como ellas, ¡me encantan las chuches! Mi sobrina me mira y me señala a su amiga Alicia. Han hecho las paces y yo levanto el pulgar y le guiño el ojo. ¡Olé, mi niña! Pasados unos minutos y después de besar a todas las mamás y a mis pequeñas futbolistas, todas abandonan el gimnasio. Mi hermana y mi sobrina entre ellas.
Feliz por la despedida que me han brindado, me vuelvo hacia Brittany y lleno dos vasos de plástico con un poco de Coca-Cola algo calentorra mientras me acerco a ella.
—¿Sorprendida? —le pregunto, ofreciéndole uno de los vasos.
Brittany lo acepta y le da un trago.
—Sí. Eres sorprendente.
—Vale, vale, no sigas, que me lo voy a creer.
Ambas nos reímos y nos miramos.
Ninguno dice nada y el silencio nos envuelve. Finalmente cojo fuerzas y digo con sinceridad:
—Brittany, mi vida es lo que ves: normalidad.
—Lo sé… lo sé y eso me preocupa.
—¿Te preocupa? ¿Te preocupa que mi vida sea normal?
Su mirada me traspasa.
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque mi vida no es precisamente normal.
Mi cara debe de ser un poema. No lo entiendo, pero antes de que le pida explicaciones, ella continúa hablando:
—San, tu vida exige relación y compromiso. Unas palabras que para mí quedaron obsoletas hace años. Muchos años. —Me toca con su mano el óvalo de la cara y prosigue—: Me gustas, me atraes, pero no te quiero engañar. Lo que me atrae es el sexo entre nosotros. Me gusta poseerte, meterme entre tus piernas y ver tu cara cuando te corres. Pero me temo que muchos de mis juegos no van a gustarte. Y no hablo de sado, hablo sólo de sexo. Simplemente sexo.
Su mirada se oscurece. Me desconcierta pero no quiero renunciar a seguir jugando.
—Soy una mujer normal, sin grandes pretensiones, que trabaja para tu empresa. Tengo un padre, una hermana y una sobrina a los que adoro y, hasta ayer, un gato que era mi mejor amigo. Soy entrenadora de fútbol de un equipo de niñas y no cobro un duro por ello, pero lo hago porque me hace feliz. Tengo amigos y amigas con los que disfrutar de partidos, de vacaciones, de ir al cine o de salir a cenar. Ahora te preguntarás por qué te cuento todo esto, ¿verdad? —Brittany mueve la cabeza afirmativamente—. No soy despampanante, no me gusta vestir provocativa y ni siquiera lo intento. Mis relaciones con las mujeres han sido normales, nada del otro mundo. Ya sabes, chica conoce chica, se gustan y se acuestan. Pero nunca nadie ha conseguido sacar de mí la parte que tú en pocos días has sacado. Nunca pensé que el morbo me pudiera volver loca. Nunca pensé que yo pudiera estar haciendo lo que estoy haciendo contigo. Me impones y me sometes de tal
manera que no puedo decir que no. Y no puedo decir que no porque mi cuerpo y toda yo quiere hacer lo que tú quieras. Odio que me den órdenes, y más aún en el plano sexual. Pero a ti, inexplicablemente, te lo permito. En la vida me hubiera imaginado que yo permitiría que una desconocida como tú eres para mí, que no sabe casi ni cómo me llamo, ni mi edad, ni nada de mi vida, me exigiera sexo con sólo mirarme y yo se lo permitiría. Todavía me cuesta comprender lo que ocurrió el otro día en la habitación de tu hotel y…
—San…
—No, déjame terminar —le exijo y coloco mi mano en su boca—. Lo que ocurrió el otro día en tu habitación, me guste o no reconocerlo, me encantó. Reconozco que cuando vi las imágenes me enfadé. Pero cuando he vuelto a pensar en ello, en aquel momento, me he excitado y mucho. Incluso el domingo utilicé el vibrador pensando en ti y tuve un orgasmo maravilloso al imaginar lo que ocurrió con aquella mujer en tu habitación. —Brittany sonríe—. Pero no me va eso. No… no me van que no me digas las cosas antes de hacerlas y, si quieres volver a jugar conmigo en ese plano, te exijo que antes me consultes. Como te he dicho al principio de esta conversación, no soy una especialista en sexo, pero lo vivido contigo me gusta, me pone, me incita y estoy dispuesta a repetir.
—¿Incluso sin compromiso por mi parte?
Deseo decir que no, que la quiero sólo para mí. Pero eso significaría perderla y eso sí que no lo quiero.
—Incluso sin eso.
Brittany mueve su cabeza, comprensiva.
—Y, por favor… te libero de no tener que tocarme. Bésame y dime algo porque me voy a morir de la vergüenza por la cantidad de cosas locas que te acabo de decir.
—Me estás excitando, pequeña —murmura.
Saco de mi mochila un abanico y le sonrío, avergonzada.
—Pues ni te imaginas cómo estoy yo sólo de decírtelo.
Brittany me devuelve la sonrisa y se retira el pelo de cara.
—Tu nombre completo es Santana Marie López. Tienes veinticinco años, un padre, una hermana y una sobrina. Por lo que he visto no tienes novia, pero sí mujeres que te desean. Sé dónde vives y dónde trabajas. Tus teléfonos. Sé que conduces muy bien un Ferrari, que te gusta cantar, y que no te da vergüenza hacerlo delante de mí, y hoy he sabido que eres entrenadora de fútbol. Te gustan las fresas, el chocolate, la Coca-Cola, las chuches y el fútbol y, si te pones nerviosa, te salen ronchas en el cuello y te puede dar ¡el nervio! —Sonrío—. Por la manera en que tratabas a tu mascota sé que amas a los animales y que eres amiga de tus amigos. Eres curiosa y cabezona, a veces en exceso, y eso me saca de mis casillas, pero también eres la mujer más sexy y desconcertante con la que me he encontrado en la vida y reconozco que eso me gusta. De momento, eso es lo que sé de ti y me vale. ¡Ah! Y a partir de ahora prometo consultar contigo todo lo referente al sexo y nuestros juegos. Y ahora que me has liberado de mi promesa, te besaré y te tocaré.
—¡Bien! —afirmo levantando los brazos.
—Y una vez solucionado ese tema necesito que aceptes la proposición que te hice para conocerte mejor y para que me acompañes durante el tiempo que esté en España —añade—. Esta semana viajaremos a Barcelona. Tengo dos importantes reuniones el jueves y el viernes. El fin de semana lo dedicaremos, si tú quieres, al sexo. ¿Te parece?
—Tu nombre es Brittany Pierce —respondo, sin importarme su frialdad—. Eres holandesa y tu padre…
Pero ella tuerce el gesto e interrumpe mi discurso.
—Como favor personal, te pediría que nunca menciones a mi padre. Ahora puedes continuar.
Eso me deja cortada, pero sigo:
—A veces eres una mandona y no sé nada más de ti, excepto que te gusta el morbo y jugar con el sexo. Aun así, me gustaría conocerte un poco más.
Siento su mirada penetrarme. Me traspasa y sé que tiene una lucha interna por abrirse a mí o continuar como estamos. Entonces se levanta y tira de mí. Me besa y yo le correspondo. ¡Dios, cuánto la echaba de menos! Pocos segundos después, separa su boca de la mía.
—Mi madre es española, por eso hablo tan bien el español. Duermo poco desde hace años. Tengo treinta y un años. No estoy casada ni comprometida. De momento, poco más te puedo decir.
Emocionada por aquella pequeñísima confidencia, sonrío y, feliz como si me hubiera tocado la loto, añado haciéndola reír:
—Señorita Pierce, acepto su proposición. Ya tiene acompañante.
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Me alegra que Britt este haciendo que San se distraiga, y San a aceptado los juegos de Britt!! Ya quiero saber que pasara entre ellas.
Luz me encantó, es verdad, es igual que su tita.
Me alegra que Britt se este abriendo poco a poco a San, que deje que la conozca un poco y no sea tan arrogante como siempre, que demuestre también sus sentimientos.
Ya quiero saber que más pasa, espero que mañana puedas poner nuevo capitulo.
Besos linda
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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Edad : 36
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
ooooooooooooooooooohh esta genial genial el cap , lo disfrute muchooo , leer que san y brit hacen cosas como cualquier "pareja" si se puede decir asi , eso es genial y san como entrenadora me la imagino de esos que son tiernos y dedicados en lo que hacen . espero que brit pueda abrirse mas a san y no la haga sufrir y por lo que lei en la descripcion del fic ella tiene un secreto me pregunto que sera ?
besos y actualiza pronto
besos y actualiza pronto
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hola que tal!! Me gusta esta Britt!!
Veremos como siguen y se que Britt no va a poder resistirse con San a una relacion.
Hasta el proximo capitulo!!!
Veremos como siguen y se que Britt no va a poder resistirse con San a una relacion.
Hasta el proximo capitulo!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Aclaradas las cosas, vamos a lo que nos interesa, el sexo, tanta sinceridad fue sorprendente, solo tengo la esperanza de que puedan llegar a enamorarse!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hola Linda!!! :)Marta_Snix escribió:Me alegra que Britt este haciendo que San se distraiga, y San a aceptado los juegos de Britt!! Ya quiero saber que pasara entre ellas.Luz me encantó, es verdad, es igual que su tita.Me alegra que Britt se este abriendo poco a poco a San, que deje que la conozca un poco y no sea tan arrogante como siempre, que demuestre también sus sentimientos.Ya quiero saber que más pasa, espero que mañana puedas poner nuevo capitulo.Besos linda
Es genial que Britt este haciendo eso por la morena, relamente lo necesita ;) Te gusto Luz?? A mi tambien me encanta la nena, es una ternurita :3 Definitivamente eso fue un gran paso y avance entre las dos veremos que pasara luego. Gracias por comentar y leer linda besos :* TA
Hola!!neniirivera escribió:ooooooooooooooooooohh esta genial genial el cap , lo disfrute muchooo , leer que san y brit hacen cosas como cualquier "pareja" si se puede decir asi , eso es genial y san como entrenadora me la imagino de esos que son tiernos y dedicados en lo que hacen . espero que brit pueda abrirse mas a san y no la haga sufrir y por lo que lei en la descripcion del fic ella tiene un secreto me pregunto que sera ?
besos y actualiza pronto
Que bueno que te guste el cap, poco a poco Britt se esta sintiendo mas en confianza con la morena, te gusta San como entrenador ??? A mi me encanta, en una entrenadora muy MUY sexy XD jejejej Britt es un misterio, tendras que esperar un poco para saber lo que sucede ;) gracias por leer y comentar.
Holiii!!monica.santander escribió:Hola que tal!! Me gusta esta Britt!!
Veremos como siguen y se que Britt no va a poder resistirse con San a una relacion.
Hasta el proximo capitulo!!!
Oh, me alegro de escuchar eso, creo que ultimamente no estaban muy contentas con la actitud de la rubia pero como habia dicho antes, ella tambien tiene su corazoncito. Gracias por leer y coemntar.
Hola...micky morales escribió:Aclaradas las cosas, vamos a lo que nos interesa, el sexo, tanta sinceridad fue sorprendente, solo tengo la esperanza de que puedan llegar a enamorarse!
Ni que lo digas.. Britt es directa y a dejado claro lo que quiere y no espera ni dara mas. Ahora bien, que Santana a aceptado, pero veremos que pasa y hasta donde llegan las cosas... Podra resistirse y reprimir lo que siente??? Mmmmm quien saba XD Gracias por leer y comentar.
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hey chicas!!! Como estan??? Espero que bien, lamento no haber actualizado.. Ahora con el trabajo y las clases casi no tengo mucho tiempo, en los dias libres es que puedo ponerme a escribir y adaptar, y tambien un momento en las mañanas. Como compensacion a la espera les dejo unos cuantos.
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Capitulo 17
Mi jefa, Rachel se vuelve loca cuando Brittany la informa de que yo la acompañaré en su viaje a las delegaciones. Quinn se alegra de no ser ella. Rachel intenta convencerla de mil formas para que yo no la acompañe. Argumenta cosas como mi falta de experiencia o mi poco tiempo en la empresa, pero al final desiste. Brittany manda y ella debe aceptarlo. ¡Toma eso!
Llamo a mi padre el miércoles y le explico mi retraso de las vacaciones por el viaje. Le parece bien y me anima a hacer un buen trabajo. Si él supiera el trasfondo de todo, me metía en una caja y la embalaba para que no pudiera salir. Mi hermana, en cambio, se enfada conmigo. Marcharme durante varias semanas fuera de Madrid para ella es desquiciante. ¿A quién le va a explicar sus problemas?
El jueves, Brittany pasa a recogerme con su chófer a las seis de la mañana. Viajamos en su avión privado y tanto lujo me escandaliza. Parece que acabo de salir del pueblo. Miro todo con tanta curiosidad, que creo que Brittany hace esfuerzos por no reír.
Cuando llegamos a Barcelona, un coche nos recoge en el aeropuerto del Prat y nos lleva directos al hotel Arts. ¡Casi nada! Lo mejorcito de la ciudad. Allí nos alojamos en la última planta en dos suites. Ha cumplido su promesa: habitaciones separadas. Cuando el botones cierra la puerta tras de mí y me quedo en medio de aquella enorme habitación, miro a mi alrededor. Todo es grande, espacioso. Y lo mejor, hay unos grandes ventanales que me permiten ver el mar.
Alucinada por el lujo que me rodea, suelto mi maleta y me acerco a la ventana. ¡Increíble! Tras disfrutar durante un rato del paisaje, comienzo a buscar y a curiosear. Abro la nevera y veo chocolate. Me lanzo a por él. Cuando descubro la zona de mi habitación donde se encuentra la cama, un silbido de camionero sale de mí. ¡Es preciosa! Grandes ventanales que dan al mar y moqueta violeta a juego con un diván precioso. La cama es enorme y me tiro en plancha sobre ella. ¡Qué pasada! El baño es otra maravilla. Madera clara y una bañera rodeada por espejos. ¡Morboso!
Al salir del baño, el teléfono suena. Es Brittany.
—¿Qué tal tu suite?
—Alucinante. Enorme. Es como cinco veces mi casa —me mofo.
Oigo cómo ríe al otro lado de la línea.
—En media hora te espero en recepción —me dice—. No olvides los documentos.
Llego a recepción puntual y veo a Brittany hablando con una mujer. Alta, glamurosa y rubia. Rubísima. Cuando ella me ve, me invita a acercarme a ellas y nos presenta:
—Amanda, ella es mi secretaria, la señorita López.
La tal Amanda me hace un escaneo en profundidad y me da mal rollito, pero, en un gesto de profesionalidad, las dos nos damos la mano y Brittany añade en alemán:
—Señorita López, la señorita Fisher ha venido desde Berlín. Ella estará unos días con nosotros. Amanda es la encargada de ver si podemos suministrar nuestro medicamento en el Reino Unido.
Sonríe mientras la rubia de piernas largas mueve su cabeza en gesto afirmativo. Sin embargo, percibo algo raro en su mirada. No sé lo que es, pero no me gusta. Un hombre se acerca a nosotros y nos indica que nuestro vehículo nos espera. Las tres caminamos hacia una enorme limusina negra. Brittany se sienta junto a aquella mujer y se olvida de mí. Eso me inquieta. Pero lo que más me molesta es percibir que entre ellas hubo o hay algo. Me lo dicen las miradas de la rubia. De todas formas, como soy una profesional, mantengo la compostura mientras miro por la ventanilla e intento pensar en mis cosas.
Cuando llegamos a las oficinas centrales de Barcelona, nos recibe el jefe de la delegación, Xavi Dumas. Nada más verme, me sonríe, y luego saluda a la jefaza y a Amanda.
—Hola, Santana —se dirige a mí, después de saludarlos—. ¡Qué alegría volver a verte!
—Lo mismo digo, señor Dumas.
Seguidamente, me saluda Jimena, su secretaria.
—San, ¿por qué no me has dicho que venías?
—Porque hasta ayer no sabía que tendría que venir —respondo mientras la abrazo.
Jimena, con el gesto divertido, observa a Brittany, para luego mirarme a mí con picardía.
—Vaya, vaya, con la jefaza holandesa… ¡Está buenisima!
Ambas nos reímos, pero nos dirigimos sin demora hacia una salita que ella me indica.
Instantes después, varios directivos, entre los que se encuentran Brittany y Amanda, entran en la estancia. Es una sala rectangular de paneles oscuros y una cristalera que da a un monte. En el centro de la estancia hay una larga mesa con varias sillas y, en un lateral, varias mesitas más pequeñas. Me siento a una de esas mesitas y Brittany preside la mesa justo frente a mí. Su mirada implacable me hace recordar el mote que le puso Quinn: Icewoman. Al recordarlo, no puedo evitar sonreír.
La reunión comienza y Jimena, avisada por su jefe, se levanta de mi lado y se sienta a la mesa. Su jefe quiere que ella traduzca todo lo que él vaya diciendo para la tal Amanda. Atiendo a lo que dicen y observo que Jimena es una excelente traductora. Pero ocurre algo que me sorprende. En un momento dado, el señor Dumas menciona al padre de Brittany y ésta, muy seria pero también muy educadamente, le pide que no vuelva a nombrarlo. ¿Qué habrá pasado entre padre e hija? Una hora después, mientras la reunión continúa su curso, recibo un mensaje en mi portátil.
De: Brittany Pierce
Fecha: 5 de julio de 2012 10.38
Para: Santana López
Asunto: Tu boca
Querida señorita López, ¿le ocurre algo? Su boca la delata.
PS: Es usted la mujer más sexy de la reunión.
Brittany Pierce
Sin mover mi cabeza, la observo a través de mis pestañas. ¿Qué le pasa? Lleva ignorándome desde que aparecí en la recepción del hotel y ahora me viene con ésas. Así que decido responderle el correo.
De: Santana López
Fecha: 5 de julio de 2012 10.39
Para: Brittany Pierce
Asunto: Estoy trabajando
Estimada señorita Pierce, le agradecería que me dejara trabajar.
Santana López
Sé que lo recibe. La veo mirar con interés a la pantalla y cómo se curva la comisura
de sus labios. Al cabo de pocos segundos, teclea de nuevo y yo recibo otro correo.
De: Brittany Pierce
Fecha: 5 de julio de 2012 10.41
Para: Santana López
Asunto: ¿Enfadada?
Sus palabras me desconcentran, ¿está enfadada por algo?
PS: Ese traje le sienta fenomenal.
Brittany Pierce
Me muevo en mi silla, incómoda. ¿Tanto se me nota? Intento sonreír, avergonzada, pero mi boca se niega. Durante unos minutos atiendo a la reunión hasta que mi ordenador me indica que he recibido otro mensaje.
De: Brittany Pierce
Fecha: 5 de julio de 2012 10.46
Para: Santana López
Asunto: Usted decide
Le advierto, señorita López, que si no contesta a mi correo en cinco minutos, pararé la reunión.
PS: ¡Lleva tanga bajo la falda!
Brittany Pierce
Al leer aquello, abro los ojos como platos, aunque intento mantener la calma. Le encanta picarme. Sonrío y la reto con la mirada. Ella no sonríe. El tiempo pasa y yo me relajo. La veo mirar su ordenador e imagino que está escribiéndome otro correo cuando de repente interrumpe la reunión:
—Señores, acabo de recibir un correo que he de responder de inmediato. Un contratiempo y les pido disculpas por ello. —Y, levantándose, añade—: ¿Serían todos tan amables de dejarnos a solas unos minutos a mi secretaria y a mí? Y, por favor, por nada del mundo quiero que nos interrumpan. Mi secretaria los avisará cuando hayamos acabado.
Me quiero morir.
¿Está loca?
Abro los ojos tanto como me es posible y veo que todos los directivos recogen sus carpetas y se marchan. Jimena me guiña un ojo y sigue a su jefe. La última en abandonar la sala es la tal Amanda. Me mira con cara de perro y, tras decirle a Brittany en holandés «Estaré fuera», cierra la puerta tras de sí.
Todavía sentada en mi silla la miro sin comprender nada. Brittany cierra su portátil, se repanchinga en su silla y clava su mirada en la mía.
—Señorita López, venga aquí.
Me levanto como un resorte y me dirijo hacia ella, gesticulando por la sorpresa.
—Pero… Pero ¿cómo has podido hacerlo?
Me mira, sonríe y no contesta.
—¿Cómo has podido parar una reunión? —insisto.
—Te di cinco minutos.
—Pero…
—La reunión la has parado tú —me contesta.
—¡¿Yo?!
Brittany responde afirmativamente y, justo cuando me paro frente a ella, me coge de la mano y, aún sentada, me coloca entre sus piernas. Luego me empuja y me hace sentar sobre la mesa. Ante ella. Acalorada, miro a mi alrededor en busca de cámaras cuando ella dice:
—La habitación no tiene cámaras pero no está insonorizada. Si gritas, todos sabrán lo que ocurre.
Voy a protestar, ya que a cada instante que pasa me encuentro más alucinada, cuando Brittany se acerca a mí y hace eso que tan loca me vuelve. Saca su lengua, la pasa por mi labio superior. Me mira. Después vuelve a pasarla por mi labio inferior, me lo muerde hasta que yo abro la boca y finalmente me besa. Me succiona la boca de tal manera que me deja sin aliento y, como siempre, caigo a sus pies. Me tumba en la mesa y me sube la falda. Sus manos ascienden lentamente por mis muslos hasta que siento que llegan a mis caderas. Entonces agarra el tanga y me lo quita.
—Mmmm… Me alegra saber que llevas tanga.
Disfruto el momento y entro como una loba en el juego.
Me paso la lengua por los labios y quiero gritar «¡¡¡Sí!!!». Mi gesto la estimula y enloquece. Abro mis piernas con descaro pidiéndole más y ella levanta la cabeza, sin mover el resto de su cuerpo.
—¿Llevas en el bolso lo que te dije que debías llevar siempre?
Cierro los ojos y maldigo con frustración.
—Me lo he dejado en el hotel.
Mi reacción la hace sonreír. Me incorpora de la mesa sin apenas tocarme, a excepción de la cara interna de mis muslos.
—Lo siento, pequeña. Estoy segura de que la próxima vez no lo olvidarás.
La miro, bloqueada.
¿Me va a dejar así?
Me da un azotito juguetón en el trasero cuando me bajo de la mesa.
—Señorita López, debemos continuar con la reunión. Y, por favor, no vuelva a interrumpirla.
Siento las mejillas arreboladas y el deseo por todo lo alto mientras ella es la reina, ella manda. Eso me encoleriza. Lo sabe. Me agarra de la mano y me acerca a ella en un gesto posesivo.
—En cuanto terminemos la reunión te quiero desnuda en el hotel. De momento, me quedo con tu tanga.
—¡¿Cómo?!
—Lo que oyes.
—Ni hablar. Devuélvemelo.
—No.
—Brittany, por favor. ¿Cómo voy a estar sin tanga?
Se levanta. Sonríe con malicia y se encoge de hombros.
—Muy fácil. ¡Estando!
Me coloca bien la falda. Me empuja hacia la puerta e insiste.
—Vamos. Diles que entren. La reunión es importante.
Histérica y a punto de que me dé algo, sólo puedo resoplar.
¿Cómo me puede estar pasando esto a mí?
Finalmente, cierro los ojos, camino con seguridad hacia la puerta y antes de abrir me vuelvo hacia ella.
—Ésta me la pagas.
Brittany ni se inmuta.
Un minuto después, la reunión continúa y todo vuelve a la normalidad. Todo, excepto que no llevo tanga.
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Capitulo 17
Mi jefa, Rachel se vuelve loca cuando Brittany la informa de que yo la acompañaré en su viaje a las delegaciones. Quinn se alegra de no ser ella. Rachel intenta convencerla de mil formas para que yo no la acompañe. Argumenta cosas como mi falta de experiencia o mi poco tiempo en la empresa, pero al final desiste. Brittany manda y ella debe aceptarlo. ¡Toma eso!
Llamo a mi padre el miércoles y le explico mi retraso de las vacaciones por el viaje. Le parece bien y me anima a hacer un buen trabajo. Si él supiera el trasfondo de todo, me metía en una caja y la embalaba para que no pudiera salir. Mi hermana, en cambio, se enfada conmigo. Marcharme durante varias semanas fuera de Madrid para ella es desquiciante. ¿A quién le va a explicar sus problemas?
El jueves, Brittany pasa a recogerme con su chófer a las seis de la mañana. Viajamos en su avión privado y tanto lujo me escandaliza. Parece que acabo de salir del pueblo. Miro todo con tanta curiosidad, que creo que Brittany hace esfuerzos por no reír.
Cuando llegamos a Barcelona, un coche nos recoge en el aeropuerto del Prat y nos lleva directos al hotel Arts. ¡Casi nada! Lo mejorcito de la ciudad. Allí nos alojamos en la última planta en dos suites. Ha cumplido su promesa: habitaciones separadas. Cuando el botones cierra la puerta tras de mí y me quedo en medio de aquella enorme habitación, miro a mi alrededor. Todo es grande, espacioso. Y lo mejor, hay unos grandes ventanales que me permiten ver el mar.
Alucinada por el lujo que me rodea, suelto mi maleta y me acerco a la ventana. ¡Increíble! Tras disfrutar durante un rato del paisaje, comienzo a buscar y a curiosear. Abro la nevera y veo chocolate. Me lanzo a por él. Cuando descubro la zona de mi habitación donde se encuentra la cama, un silbido de camionero sale de mí. ¡Es preciosa! Grandes ventanales que dan al mar y moqueta violeta a juego con un diván precioso. La cama es enorme y me tiro en plancha sobre ella. ¡Qué pasada! El baño es otra maravilla. Madera clara y una bañera rodeada por espejos. ¡Morboso!
Al salir del baño, el teléfono suena. Es Brittany.
—¿Qué tal tu suite?
—Alucinante. Enorme. Es como cinco veces mi casa —me mofo.
Oigo cómo ríe al otro lado de la línea.
—En media hora te espero en recepción —me dice—. No olvides los documentos.
Llego a recepción puntual y veo a Brittany hablando con una mujer. Alta, glamurosa y rubia. Rubísima. Cuando ella me ve, me invita a acercarme a ellas y nos presenta:
—Amanda, ella es mi secretaria, la señorita López.
La tal Amanda me hace un escaneo en profundidad y me da mal rollito, pero, en un gesto de profesionalidad, las dos nos damos la mano y Brittany añade en alemán:
—Señorita López, la señorita Fisher ha venido desde Berlín. Ella estará unos días con nosotros. Amanda es la encargada de ver si podemos suministrar nuestro medicamento en el Reino Unido.
Sonríe mientras la rubia de piernas largas mueve su cabeza en gesto afirmativo. Sin embargo, percibo algo raro en su mirada. No sé lo que es, pero no me gusta. Un hombre se acerca a nosotros y nos indica que nuestro vehículo nos espera. Las tres caminamos hacia una enorme limusina negra. Brittany se sienta junto a aquella mujer y se olvida de mí. Eso me inquieta. Pero lo que más me molesta es percibir que entre ellas hubo o hay algo. Me lo dicen las miradas de la rubia. De todas formas, como soy una profesional, mantengo la compostura mientras miro por la ventanilla e intento pensar en mis cosas.
Cuando llegamos a las oficinas centrales de Barcelona, nos recibe el jefe de la delegación, Xavi Dumas. Nada más verme, me sonríe, y luego saluda a la jefaza y a Amanda.
—Hola, Santana —se dirige a mí, después de saludarlos—. ¡Qué alegría volver a verte!
—Lo mismo digo, señor Dumas.
Seguidamente, me saluda Jimena, su secretaria.
—San, ¿por qué no me has dicho que venías?
—Porque hasta ayer no sabía que tendría que venir —respondo mientras la abrazo.
Jimena, con el gesto divertido, observa a Brittany, para luego mirarme a mí con picardía.
—Vaya, vaya, con la jefaza holandesa… ¡Está buenisima!
Ambas nos reímos, pero nos dirigimos sin demora hacia una salita que ella me indica.
Instantes después, varios directivos, entre los que se encuentran Brittany y Amanda, entran en la estancia. Es una sala rectangular de paneles oscuros y una cristalera que da a un monte. En el centro de la estancia hay una larga mesa con varias sillas y, en un lateral, varias mesitas más pequeñas. Me siento a una de esas mesitas y Brittany preside la mesa justo frente a mí. Su mirada implacable me hace recordar el mote que le puso Quinn: Icewoman. Al recordarlo, no puedo evitar sonreír.
La reunión comienza y Jimena, avisada por su jefe, se levanta de mi lado y se sienta a la mesa. Su jefe quiere que ella traduzca todo lo que él vaya diciendo para la tal Amanda. Atiendo a lo que dicen y observo que Jimena es una excelente traductora. Pero ocurre algo que me sorprende. En un momento dado, el señor Dumas menciona al padre de Brittany y ésta, muy seria pero también muy educadamente, le pide que no vuelva a nombrarlo. ¿Qué habrá pasado entre padre e hija? Una hora después, mientras la reunión continúa su curso, recibo un mensaje en mi portátil.
De: Brittany Pierce
Fecha: 5 de julio de 2012 10.38
Para: Santana López
Asunto: Tu boca
Querida señorita López, ¿le ocurre algo? Su boca la delata.
PS: Es usted la mujer más sexy de la reunión.
Brittany Pierce
Sin mover mi cabeza, la observo a través de mis pestañas. ¿Qué le pasa? Lleva ignorándome desde que aparecí en la recepción del hotel y ahora me viene con ésas. Así que decido responderle el correo.
De: Santana López
Fecha: 5 de julio de 2012 10.39
Para: Brittany Pierce
Asunto: Estoy trabajando
Estimada señorita Pierce, le agradecería que me dejara trabajar.
Santana López
Sé que lo recibe. La veo mirar con interés a la pantalla y cómo se curva la comisura
de sus labios. Al cabo de pocos segundos, teclea de nuevo y yo recibo otro correo.
De: Brittany Pierce
Fecha: 5 de julio de 2012 10.41
Para: Santana López
Asunto: ¿Enfadada?
Sus palabras me desconcentran, ¿está enfadada por algo?
PS: Ese traje le sienta fenomenal.
Brittany Pierce
Me muevo en mi silla, incómoda. ¿Tanto se me nota? Intento sonreír, avergonzada, pero mi boca se niega. Durante unos minutos atiendo a la reunión hasta que mi ordenador me indica que he recibido otro mensaje.
De: Brittany Pierce
Fecha: 5 de julio de 2012 10.46
Para: Santana López
Asunto: Usted decide
Le advierto, señorita López, que si no contesta a mi correo en cinco minutos, pararé la reunión.
PS: ¡Lleva tanga bajo la falda!
Brittany Pierce
Al leer aquello, abro los ojos como platos, aunque intento mantener la calma. Le encanta picarme. Sonrío y la reto con la mirada. Ella no sonríe. El tiempo pasa y yo me relajo. La veo mirar su ordenador e imagino que está escribiéndome otro correo cuando de repente interrumpe la reunión:
—Señores, acabo de recibir un correo que he de responder de inmediato. Un contratiempo y les pido disculpas por ello. —Y, levantándose, añade—: ¿Serían todos tan amables de dejarnos a solas unos minutos a mi secretaria y a mí? Y, por favor, por nada del mundo quiero que nos interrumpan. Mi secretaria los avisará cuando hayamos acabado.
Me quiero morir.
¿Está loca?
Abro los ojos tanto como me es posible y veo que todos los directivos recogen sus carpetas y se marchan. Jimena me guiña un ojo y sigue a su jefe. La última en abandonar la sala es la tal Amanda. Me mira con cara de perro y, tras decirle a Brittany en holandés «Estaré fuera», cierra la puerta tras de sí.
Todavía sentada en mi silla la miro sin comprender nada. Brittany cierra su portátil, se repanchinga en su silla y clava su mirada en la mía.
—Señorita López, venga aquí.
Me levanto como un resorte y me dirijo hacia ella, gesticulando por la sorpresa.
—Pero… Pero ¿cómo has podido hacerlo?
Me mira, sonríe y no contesta.
—¿Cómo has podido parar una reunión? —insisto.
—Te di cinco minutos.
—Pero…
—La reunión la has parado tú —me contesta.
—¡¿Yo?!
Brittany responde afirmativamente y, justo cuando me paro frente a ella, me coge de la mano y, aún sentada, me coloca entre sus piernas. Luego me empuja y me hace sentar sobre la mesa. Ante ella. Acalorada, miro a mi alrededor en busca de cámaras cuando ella dice:
—La habitación no tiene cámaras pero no está insonorizada. Si gritas, todos sabrán lo que ocurre.
Voy a protestar, ya que a cada instante que pasa me encuentro más alucinada, cuando Brittany se acerca a mí y hace eso que tan loca me vuelve. Saca su lengua, la pasa por mi labio superior. Me mira. Después vuelve a pasarla por mi labio inferior, me lo muerde hasta que yo abro la boca y finalmente me besa. Me succiona la boca de tal manera que me deja sin aliento y, como siempre, caigo a sus pies. Me tumba en la mesa y me sube la falda. Sus manos ascienden lentamente por mis muslos hasta que siento que llegan a mis caderas. Entonces agarra el tanga y me lo quita.
—Mmmm… Me alegra saber que llevas tanga.
Disfruto el momento y entro como una loba en el juego.
Me paso la lengua por los labios y quiero gritar «¡¡¡Sí!!!». Mi gesto la estimula y enloquece. Abro mis piernas con descaro pidiéndole más y ella levanta la cabeza, sin mover el resto de su cuerpo.
—¿Llevas en el bolso lo que te dije que debías llevar siempre?
Cierro los ojos y maldigo con frustración.
—Me lo he dejado en el hotel.
Mi reacción la hace sonreír. Me incorpora de la mesa sin apenas tocarme, a excepción de la cara interna de mis muslos.
—Lo siento, pequeña. Estoy segura de que la próxima vez no lo olvidarás.
La miro, bloqueada.
¿Me va a dejar así?
Me da un azotito juguetón en el trasero cuando me bajo de la mesa.
—Señorita López, debemos continuar con la reunión. Y, por favor, no vuelva a interrumpirla.
Siento las mejillas arreboladas y el deseo por todo lo alto mientras ella es la reina, ella manda. Eso me encoleriza. Lo sabe. Me agarra de la mano y me acerca a ella en un gesto posesivo.
—En cuanto terminemos la reunión te quiero desnuda en el hotel. De momento, me quedo con tu tanga.
—¡¿Cómo?!
—Lo que oyes.
—Ni hablar. Devuélvemelo.
—No.
—Brittany, por favor. ¿Cómo voy a estar sin tanga?
Se levanta. Sonríe con malicia y se encoge de hombros.
—Muy fácil. ¡Estando!
Me coloca bien la falda. Me empuja hacia la puerta e insiste.
—Vamos. Diles que entren. La reunión es importante.
Histérica y a punto de que me dé algo, sólo puedo resoplar.
¿Cómo me puede estar pasando esto a mí?
Finalmente, cierro los ojos, camino con seguridad hacia la puerta y antes de abrir me vuelvo hacia ella.
—Ésta me la pagas.
Brittany ni se inmuta.
Un minuto después, la reunión continúa y todo vuelve a la normalidad. Todo, excepto que no llevo tanga.
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Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Capitulo 18
La reunión se alarga más de lo esperado y no salimos de las oficinas hasta las ocho y media de la tarde. El rostro de Brittany es serio. La tal Amanda, para mi gusto, es una pesada, no ha hecho más que poner impedimentos a todo lo que se hablaba.
Nos montamos en la limusina, con Amanda. Durante el trayecto, Brittany va parapetada tras una máscara de hostilidad que no me gusta y me pide varios papeles. Se los entrego. Ella y Amanda los miran mientras hablan sin parar.
Cuando llegamos al hotel deseo correr a la habitación y desnudarme como ella me ha pedido. No he podido parar de pensar en ello. Brittany y yo. Brittany sobre mí. Brittany poseyéndome. Pero mi gozo se va a un pozo cuando le oigo decir:
—Señorita López, ¿le apetece cenar con Amanda y conmigo?
Eso me paraliza. Aquella pregunta, en realidad, debería ser: «Amanda, ¿le apetece cenar con la señorita López y conmigo?».
Siento que la furia se concentra en mi estómago. Ardo por dentro. Aunque, esta vez, mi ardor nada tiene que ver con el deseo. Percibo la mirada de aquella mujer sobre mí. En el fondo, le joroba tanto como a mí compartir la compañía de Brittany.
—Muchas gracias por la invitación, señorita Pierce —respondo, dispuesta a darle el gusto—, pero tengo otros planes.
Para no variar, Brittany pone cara de sorpresa. Por su mirada, sé que esperaba cualquier otra contestación menos aquélla. ¡Eso por listilla! Doy las buenas noches y me marcho. Siento la mirada de Brittany en mi espalda pero continúo mi camino. ¡Para chula, yo! Cuando llego al ascensor y las puertas se cierran consigo respirar. Y cuando entro en mi habitación grito frustrada.
—¡Imbécil! Eres una imbécil.
Irascible hasta con el aire que me roza, me dirijo hacia el baño. Miro la bañera pero finalmente decido darme una ducha. No quiero pensar en Brittany, ¡que le den! Salgo de la ducha. Me seco el pelo y me obligo a ser la tía con carácter que siempre he sido. Suena el teléfono de la habitación. No lo cojo. Abro rápidamente mi móvil. Tres llamadas perdidas de mi hermana. ¡Qué pesadilla! Decido llamarla en otro momento y telefoneo a una amiga de Barcelona. Como es de esperar, se vuelve loca al saber que estoy en la ciudad y quedo con ella. Apago el móvil. Nadie me va a chafar mi alegría, y menos Eric.
Así que ansiosa por salir de allí lo antes posible sin ser vista, me pongo un vestido corto de estilo ibicenco y unas sandalias de tacón. Hace un calor horroroso y ese vestido liviano me viene de perlas. Cuando estoy preparada cojo el bolso. Abro la puerta con cuidado y miro el pasillo. No hay moros en la costa y salgo. Pero sé que Brittany está en la suite de al lado y en vez de esperar el ascensor me escabullo por la escalera. Bajo cinco tramos y finalmente cojo el ascensor.
Sonrío por mi proeza y cuando llego a recepción y salgo por las puertas del hotel Arts, casi doy saltos de alegría. Pero ésta dura poco. De pronto soy consciente de que he dejado vía libre a esa loba de Amanda y la mala leche se instala de nuevo en mí.
Cojo un taxi y le doy la dirección. Mi amiga Miriam me espera allí. Cuando llego al lugar, rápidamente la veo. Está guapísima y rápidamente nos fundimos en un sincero abrazo. Miriam y yo somos amigas de toda la vida. Mi madre era catalana y, hasta que murió, íbamos todos los veranos a Hospitalet.
—Dios, nena ¡qué guapa estás! —me grita.
Tras una enorme tanda de besos, abrazos y piropos, cogidas del brazo nos encaminamos hacia el puerto. Miriam sabe que me gusta la pizza y vamos a un restaurante que sabe que me encantará. Para no perder la costumbre, comemos de todo, regado con litros de Coca-Cola y no paramos de cotorrear durante horas. Sobre las dos de la madrugada estoy cansada y quiero regresar al hotel. Nos despedimos y quedamos en llamarnos al día siguiente.
Feliz por la velada con Miriam regreso al hotel llena de energía. Miriam es tan positiva y tan vitalista que estar con ella siempre me llena de felicidad.
Cuando el taxi se detiene en la preciosa entrada del hotel Arts, pago al taxista, me despido de él y me bajo sin fijarme que una limusina blanca está parada a la derecha.
Camino con decisión hacia la puerta cuando oigo una voz detrás de mí:
—¡Santana!
Me doy la vuelta y el corazón me da un vuelco. En el interior de la limusina, por la ventanilla, veo el rostro pétreo de Brittany, alias Icewoman. Mi estómago se contrae. El rictus de su boca me hace saber que está enfadada y su mirada me lo ratifica. Intento que no me importe, pero es imposible. Esa mujer me importa. Con chulería camino hacia el coche lentamente. Noto que sus ojos me recorren entera, pero no se mueve. Cuando llego hasta ella, me agacho para mirar por la ventanilla abierta.
—¿Dónde estabas? —gruñe.
—Divirtiéndome.
Un incómodo silencio se cierne entre las dos, hasta que decido claudicar.
—¿Qué tal tu noche? ¿Lo has pasado bien con Amanda?
Brittany resopla. Sus ojos me fulminan.
—Deberías haberme dicho dónde estabas —gruñe de nuevo—. Te he llamado mil veces y…
—Señorita Pierce —la interrumpo y, con voz de pleitesía, añado educadamente—: Creo recordar que me dio la opción de decidir si quería o no cenar con usted y la señorita Amanda… ¿No lo recuerda?
No contesta.
—Simplemente decidí divertirme tanto o más que usted —continúa la arpía que hay en mí.
Eso la encoleriza. Lo veo en sus ojos. Miro su mano y me doy cuenta de que sus nudillos están blancos por la furia. De repente, abre la puerta de la limusina.
—Entra —exige.
Lo pienso unos segundos. Los suficientes como para cabrearla más. Al final, decido entrar. En realidad, toda yo lo está deseando. Cierro la puerta. Brittany me mira desafiante y, sin retirar su mirada de mí, toca un botón de la limusina.
—Arranque.
Noto que el coche se mueve.
—Para su información, señorita López —añade, con la mandíbula tensa—, la cena con la señorita Amanda fue una cena de compromiso y negocios. Y, como exige el protocolo, usted es la secretaria y a usted era a la que debía invitar a la cena, no a Amanda Fisher.
Muevo mi cabeza afirmativamente. Tiene razón. Lo sé, pero igualmente me cabrea. En algunas ocasiones no puedo evitar ser una bocona, y ésta es una de ellas. Sin querer dar mi brazo a torcer, respondo:
—Espero que al menos lo haya pasado bien en su compañía.
La mirada de Brittany me abrasa, mientras ella se mantiene a escasos centímetros de mí, sin acercarse. Su perfume embriaga todos mis sentidos y cientos de maripositas comienzan a aletear en mi bajo vientre.
—Le aseguro, me crea o no, que hubiera disfrutado más de su compañía. Y antes de que siga comportándose como una niña malcriada, exijo saber con quién ha estado y dónde. Llevo horas esperando su regreso, sentada en esta limusina, y quiero una explicación.
Eso me saca de mi mutismo de indiferencia.
—¿En serio llevas horas esperándome a la puerta del hotel?
—Sí.
Mi parte de princesa que aún cree en los cuentos de hadas salta de alegría. ¡Me ha estado esperando!
—Brittany, qué linda eres —murmuro, con voz dulce—. Lo siento. Yo creía que…
Noto que sus hombros se relajan.
—Vaya… —me pregunta, sin variar su duro tono de voz—. ¿Vuelvo a ser Brittany, señorita López?
Eso me hace sonreír. Ella no mueve ni un músculo. Y, como ya me ha tocado la fibra tontorrona, me acerco más a ella. Siento que su cara se normaliza.
—Brittany… lo siento.
—No lo sientas. Procura comportarte como un adulto. No creo pedir tanto.
Vale. Me acaba de llamar niñata.
En otras circunstancias, me hubiera bajado del coche y le hubiera dado con la puerta en las narices, pero no puedo. Su magia ya me ha hechizado. Sigue sin mirarme, pero yo no desisto.
—Llevo todo el día pensando en desnudarme para ti. Y cuando me dijiste eso de la cena con Amanda yo…
No me deja terminar la frase. Clava sus ojazos en mí y me interrumpe:
—Este viaje es fundamentalmente de trabajo. ¿Acaso lo has olvidado?
La dureza con la que se dirige a mí rompe el encanto del momento y, con ello, mi tregua. Mi gesto cambia. Mi respiración se acelera y no puedo evitar sacar mi genio español.
—Sé muy bien que este viaje es de trabajo. Lo dejamos claro antes de salir de Madrid. Pero hoy tú has interrumpido una reunión, has echado a todos fuera de la sala y luego me has quitado el tanga. Tú qué te crees, ¿que yo soy de piedra? ¿O un juguete más de tus jueguecitos? —Como no responde, prosigo—: Vale, yo he aceptado este viaje. Yo tengo la culpa de verme en esta situación contigo y…
—¿Ahora llevas bragas o tanga?
La miro boquiabierta. ¿Se ha vuelto loca? Sorprendida por aquella pregunta, frunzo el ceño y me separo de ella.
—Bastante te importará a ti lo que llevo. —Pero mi genio revienta dentro de mí y le grito como una descosida—: ¡Por el amor de Dios! ¿Estamos discutiendo y tú me preguntas si llevo bragas o tanga?
—Sí.
Me niego a contestarle, enfurruñada. Tengo la sensación de que me va a volver loca.
—Aún no me has dicho con quién has estado esta noche y dónde.
Resoplo. Discutir con ella me agota.
Finalmente, me dejo caer en el respaldo del asiento del coche y me rindo.
—He cenado con mi amiga Miriam en el puerto y llevo bragas. ¿Algo más?
—¿Solas?
Por un instante tengo la intención de mentir y explicarle que he cenado con el equipo de rugby de la ciudad, pero no tengo ganas de malas interpretaciones.
—Pues sí. Solas. Cuando Miriam y yo nos juntamos, nos gusta hablar, hablar y hablar.
Mi contestación parece contentarla y veo que el rictus de su boca se suaviza. Me mira. La siento moverse en el asiento y acercarse a mí, como si quisiera besarme.
—Dame tus bragas —me dice.
—Pero bueno, ¿por qué te tengo que dar mis bragas? —protesto.
Brittany sonríe y me besa. ¡Por fin una tregua! Después de besarme se separa de mí.
—Porque la última vez que estuve contigo no las llevabas y no te he dado permiso para que te las pongas.
—Vaya. Entonces, ¿me estás diciendo que debería haber salido por Barcelona sin bragas? —Veo que mi broma no le hace gracia, y murmuro, quitándomelas con rapidez—: Toma las puñeteras bragas.
Las coge con sus manos y se las mete en el bolsillo del pantalón que lleva. Está guapísima con ese pantalón y la camiseta azulona. Me mira mis piernas. Las toca y su mirada sube hacia mis pechos.
—Veo que no llevas sujetador.
—No. Con este vestido no me hace falta.
Asiente. Me toca los pechos por encima del vestido.
—Siéntate frente a mí.
Sin rechistar me cambio de asiento y quedo frente a ella. Alarga la mano y toca mis piernas.
—Me encanta tu suavidad.
Mi corto vestido me llega hasta los muslos y ella lo sube unos centímetros más. Luego me hace abrir las rodillas.
—Excelente y tentador.
Noto que comienzo a respirar más fuerte. Voy a cerrar las piernas pero ella no me deja.
—Mantenlas abiertas para mí.
Siento que se avecina sexo y me desconcierta no saber cuándo, ni cómo. Pero toda yo comienzo a excitarme. La deseo.
El coche se detiene. Brittany me baja el vestido y, dos segundos después, la puerta se abre. Estamos ante un local de copas cuyo letrero reza «Chaining».
Brittany me da la mano para bajar de la limusina y el aire se enreda entre mis piernas. Me estremezco. Mi vestido es muy corto y sin bragas me siento casi desnuda. Brittany me pone una mano en la espalda y el portero del local abre la puerta. Brittany le dice algo y éste nos deja pasar.
Una vez en el interior, la música y el murmullo de la gente nos envuelve. Noto la mano de Brittany sobre mi trasero y eso vuelve a excitarme. Me guía hasta la barra y allí pedimos algo de beber. El camarero le pone a ella un whisky solo y a mí un ron con Coca-Cola. Le doy un enorme trago. Estoy sedienta. Miro a mi alrededor, movida por la curiosidad, y veo cómo la gente habla y ríe animada, cuando siento que se acerca a mi oído.
—Tu mal comportamiento de esta noche conlleva un castigo.
La miro, sorprendida.
—Señorita Pierce, me gustas mucho pero como se te ocurra tocarme un pelo de
una forma que yo considere ofensiva, te aseguro que lo pagarás.
Con su superioridad de siempre sonríe. Da un trago a su copa, se acerca hasta mi cara y murmura poniéndome la carne de gallina:
—Pequeña, mis castigos nada tienen que ver con lo que estás suponiendo. Recuérdalo.
Sin dejar de mirarnos bebemos de nuestras copas y mi sed, unida a mis nervios, me lleva a acabar rápidamente con mi bebida. Brittany, al ver aquello me coge la cabeza y me besa con posesión. Me enloquece y cuando abandona mi boca murmura:
—Sígueme.
La sigo, encantada, mientras ella abre camino y no permite que nadie me roce. Su protección me encanta. Es excitante. Segundos después entramos en otra sala. Ésta está menos concurrida. La música no está tan alta y la gente parece más tranquila. De nuevo, nos acercamos a la barra. Esta vez nos colocamos en una esquina y ella vuelve a pedir las mismas bebidas de antes. El camarero las prepara y las deja enfrente de nosotros, y junto a ellas deposita una especie de cubitera con agua y unas servilletas de lino. Brittany coge un taburete alto y me invita a sentarme. Encantada, lo hago. Mis zapatos ya comienzan a atormentar mis pies.
Al sentarme, cruzo mis piernas.
Me da pánico que vean que no llevo bragas. Brittany me abraza. Coloca sus manos sobre mi cintura y yo se las pongo alrededor del cuello. Momento romántico. Esta vez soy yo quien acerca mi boca a la de ella, saco mi lengua. Le chupo el labio superior pero, cuando voy a hacer lo mismo en su labio inferior, sube su mano de mi cintura a mi nuca y me besa de nuevo con posesión. Mete su lengua en mi boca y la asalta con auténtica pasión, lo que hace que vuelva a sentirme como si fuera de plastilina entre sus brazos.
—Abre tus piernas para mí, San.
La miro unos segundos y, después, lanzo una mirada a mi alrededor.
Calibro que la oscuridad del lugar y la posición al final de la barra no dejarán ver que no llevo bragas, aunque abra mis piernas. Sonrío. Descruzo mis piernas y, sin dejar de mirarla, hago lo que me pide y apoyo los tacones en la barra del taburete.
Brittany posa sus manos en mis rodillas y noto cómo las sube muy… muy lentamente. Acerca su boca a la mía y, sobre mis labios, siento que me dice «Me encantas». Cierro los ojos y sus manos se deslizan por la cara interna de mis muslos. Me muevo inquieta. Quiero más. Estoy nerviosa por hacer aquello en un sitio con gente, pero me excita. Ella se da cuenta y pega su boca a mi oreja.
—Tranquila, pequeña. Estamos en un club de intercambio de sexo y aquí todo el mundo ha venido a lo mismo.
Eso me asusta.
¿Un club de intercambio de sexo?
Me paralizo.
Horror, pavor y estupor. Brittany gira mi taburete y me hace mirar a la gente que hay a nuestro alrededor. De pronto soy consciente de que, en la barra, varias mujeres de distintas edades nos miran. Nos observan.
—Todas ellas están deseando meter la mano bajo tu corto vestidito —susurra Brittany en mi oído—. Sus gestos me demuestran que se mueren por chuparte los pezones, desnudarte y, si yo les dejo, penetrarte hasta que te corras. ¿No ves su cara? Están excitadas y desean atrapar tu clítoris entre sus dientes para hacerte chillar de placer.
Mi pulso se acelera.
¡Estoy cardíaca!
Nunca he hecho nada parecido, pero me excita. Me excita mucho. Mi respiración se entrecorta. Imaginar lo que Brittany me está narrando me hace tener calor. Mucho calor. Intento dar la vuelta al taburete, pero Brittany lo mantiene quieto.
—Dijiste que querías que te contara todo lo que me gusta, pequeña, y lo que me gusta es esto. El morbo. Estamos en un club privado de sexo donde la gente folla y se deja llevar por sus apetencias. Aquí la gente se desinhibe de todo y solamente piensa en el placer y en jugar.
Siento que el cuello me pica… ¡Los ronchones!
Pero Brittany se da cuenta, me sujeta las manos y me sopla.
—En lugares como éste —continúa—, la gente ofrece su cuerpo y su placer a cambio de nada. Hay parejas que hacen intercambio, otras que buscan un tercero para hacer un trío y otras que, simplemente, se unen a una orgía. En este local hay varios ambientes y ahora estamos en la antesala del juego. Aquí uno decide si quiere jugar o no y, sobre todo, elige con quién.
Brittany gira el taburete. Me mira a la cara y añade sin cambiar su gesto:
—San, estoy como loco por jugar. Se me quema la entrepierna y me muero por follarte. Somos una pareja y podemos traspasar la puerta del fondo del club.
Mi boca está seca. Pastosa. Cojo la copa y le doy un buen trago.
—Tú ya has estado aquí, ¿verdad?
—Sí, en este local y en otros parecidos. Ya sabes que me gusta el sexo, el morbo y las mujeres.
Muevo mi cabeza en un gesto afirmativo. Nos quedamos en silencio unos breves segundos.
—¿Qué hay tras esa puerta?
—Una sala oscura donde la gente toca y es tocada sin saber por quién. Después hay una pequeña sala con sillones separada por cortinajes negros para quienes no quieren llegar hasta las camas, dos jacuzzis, varias habitaciones privadas para que folles con quien quieras sin ser visto y una habitación grande con varias camas a la vista de todos junto al segundo jacuzzi, donde todo el que quiera se puede unir a la orgía.
Siento que las piernas me tiemblan. ¿Dónde me ha metido esta loca?
Me alegro de estar sentada o me caería al suelo. Brittany se da cuenta de mi estado y me aprieta contra ella.
—Pequeña… nunca haré nada que tú no apruebes antes. Pero quiero que sepas que tu juego es mi juego. Tu placer es el mío y tú y yo somos las únicas dueñas de nuestros cuerpos.
—Qué poética —consigo decir.
Brittany bebe de su copa con tranquilidad mientras siento que mi corazón bombea exageradamente. Todo aquello es un mundo extraño para mí, pero me doy cuenta de que no me asusta, sino que me atrae.
—Escucha, Sana. Entre nosotras, cuando estemos en lugares como éste o acompañados de gente entre cuatro paredes habrá dos condiciones. La primera, nuestros besos son sólo para nosotros, ¿te parece bien?
—Sí.
Eso me alegra. Odio que bese a otra y luego me bese a mí.
—Y la segunda es el respeto. Si algo te incomoda o me incomoda debemos decirlo. Si no quieres que alguien te toque, te penetre o te chupe, debes decírmelo y yo rápidamente
lo pararé y viceversa, ¿de acuerdo?
—Vale —y en un hilo de voz murmuro—: Brittany… yo… yo no estoy preparada para nada de lo que has dicho.
Veo que sonríe y me hace un gesto comprensivo con la cabeza.
Después mete su mano entre mis piernas, la pasa por mi mojada vagina y musita:
—Estás preparada, deseosa y húmeda. Pero tranquila, sólo haremos lo que tú quieras. Como si sólo quieres mirar. Eso sí, cuando lleguemos al hotel te follaré porque estoy a punto de explotar.
El calor que siento en mi rostro y en mi cuerpo es terrible.
¡Voy a estallar!
Brittany está muy caliente y siento cómo sigue paseando su mano entre mis muslos y pone la palma de su mano en mi vagina.
—Estás empapada… jugosa… receptiva. ¿Te excita estar aquí?
Negarlo es una tontería y asiento:
—Sí. Pero lo que más me excita son las cosas que dices.
—Mmmmm… ¿te excita lo que digo?
—Mucho.
—Eso significa que estás dispuesta a acceder a todos mis juegos y caprichos y eso me gusta. Me enloquece.
Noto que su mano presiona mi vagina.
Inconscientemente suelto un gemido.
Con su otra mano libre, Eric coge la mía y la pone sobre su entrepierna. Toco por encima del pantalón y toda yo me derrito. Está calientísima. Increíblemente caliente y húmeda. Me besa. Me succiona los labios.
—Voy a dar la vuelta al taburete para mostrarte a esas mujeres —dice, a escasos centímetros de mi cara, cuando se separa de mí—. No cierres los muslos y no te bajes el vestido.
Me abraso. Me quemo. Me acaloro.
Y, cuando Brittany hace lo que dice y quedo abierta de piernas ante ellos, una explosión salvaje toma mi interior y respiro agitadamente.
Tres mujeres me observan. Me comen con sus ojos. Sus miradas suben de mis muslos a mi vagina y noto su excitación. Desean poseerme y en cierto modo lo hacen con la mirada. Anhelan tocarme. De pronto, contra todo pronóstico, me siento explosiva y perversa y mis pezones se ponen duros como piedras mientras continúo con las piernas separadas enseñándoles mi intimidad.
Brittany, desde detrás, pega su mejilla a la mía y noto que sonríe.
Comienza a pasar sus manos por mis muslos y me los abre más. Me expone más a ellos. Pasa su dedo por mi hendidura, mete un dedo delante de ellos y después lo saca y lo lleva a mi boca. Lo chupo y, como una vampiresa del cine porno, me relamo mientras observo las miradas perversas de las tres mujeres. En ese instante, Eric gira rápidamente el taburete y me mira a los ojos.
—¿Te gusta la sensación de ser mirada?
Asiento. Ella asiente también.
—¿Te gustaría que uno o varios de esas mujeres y yo nos metiéramos en un reservado contigo y te desnudáramos? —Me acelero y Brittany continúa—: Te abriría las piernas y te ofrecería a ellas. Te chuparán y tocarán mientras yo te sujeto y…
Mi vagina se contrae y vuelvo a asentir.
Cierro los ojos. Sólo de escuchar sus palabras ya me encuentro al borde del orgasmo. Quiero hacer todo lo que dice. Quiero jugar con ella a lo que desee. Estoy tan caliente que me siento dispuesta a hacer cualquier cosa que quiera que haga, porque, una vez más, Brittany puede con mi voluntad.
Me besa mientras siento la mirada de esas tres tipas en mi espalda. Brittany se recrea en ello. Me introduce un dedo en la vagina. Luego dos y comienza a moverlos en mi interior. Abro más las piernas y me muevo a sabiendas de que ellas observan lo que hago. Quiero más. Ardo. Me inflamo y, cuando estoy a punto del orgasmo, Brittany se detiene.
—Mi castigo por tu comportamiento de hoy será que no harás nada de lo propuesto. Nadie te tocará. Yo no te follaré y ahora mismo nos vamos a ir al hotel. Mañana, si te portas bien, quizá te levante el castigo.
Abrasada por el momento, apenas puedo dejar de jadear, mientras la indignación comienza a crecer en mí.
¿Por qué me hace eso?
¿Por qué me lleva a esos límites para luego dejarme así?
¿Por qué es tan cruel?
Brittany me baja el vestido, coge una de las toallitas de hilo que están en la barra y se seca las manos. Icewoman ha vuelto. Me invita a bajar del taburete y me arrastra hacia el exterior del local.
La limusina llega inmediatamente y nos montamos. Hacemos todo el trayecto hasta el hotel sin hablar. Brittany no me mira. Sólo mira por la ventanilla y veo que su mandíbula está tensa. Acalorada y enfadada por lo ocurrido, no sé qué pensar. No sé qué decir. He estado a punto de hacer algo que nunca había pasado por mi mente y ahora me siento defraudada por no haberlo hecho.
Cuando llegamos al hotel, Brittany me acompaña hasta mi suite. Quiero invitarla a entrar. Quiero que me haga lo que lleva diciéndome toda la noche. La necesito. Pero no se acerca a mí. En cuanto entro en la habitación, sin traspasar el límite de la puerta, ella me mira y dice antes de cerrar:
—Buenas noches, San. Que duermas bien.
Cierra la puerta. Se va y yo me quedo como una imbécil, excitada, frustrada y enfadada.
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Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Capitulo 19
Cuando suena mi despertador, quiero morir.
Estoy cansada. Apenas he dormido pensando en lo ocurrido en aquel bar. Las palabras de Brittany, su mirada y cómo aquellas mujeres me deseaban me impedían dormir. Al final, sobre las cuatro de la madrugada saqué el vibrador de la maleta y, tras jugar un poco con él, conseguí apagar mi fuego interno.
Como el día anterior, Amanda, Brittany y yo salimos del hotel y el chófer nos llevó hasta las oficinas para proseguir la reunión. Hoy me he puesto pantalones. No quiero que vuelva a ocurrir lo del día anterior. Nada más verme, Brittany ha paseado su mirada por mi cuerpo y, aunque sólo me ha dicho «Buenos días», por su tono intuyo que ya no está enfadada.
Durante horas, mientras escucho atenta la reunión, mi mirada y la de Brittany se encuentran en varias ocasiones. Hoy no me manda ningún correo, ni interrumpe la reunión. Se lo agradezco. Quiero ser profesional en mi trabajo.
A las siete, cuando llegamos al hotel, me despido de ella y de Amanda y subo a mi habitación. Estoy muerta de calor. Alguien llama a mi puerta. Abro y no me sorprendo cuando veo a Brittany. Su mirada es decidida. Entra y cierra la puerta, se quita la chaqueta y la tira al suelo, se deshace de la camiseta sin mangas que lleva y después me coge entre sus brazos, y camina hacia el dormitorio con el morbo instalado en su mirada.
—Dios, pequeña… Te deseo.
No hace falta decir nada más. El deseo es mutuo y la noche, larga y perfecta.
Cuando me despierto a las seis de la mañana, Brittany no está. Se ha ido de mi cama, pero como estoy tan agotada por nuestro maratón de sexo vuelvo a dormirme.
Sobre las diez de la mañana, el sonido de mi móvil me despierta. Rápidamente lo cojo y leo un mensaje de Brittany: «Despierta».
Salto de la cama y me doy una ducha. Es sábado. Hoy no tenemos ninguna reunión y quiero pasar el máximo de tiempo con ella. Cuando salgo de la ducha vestida sólo con la toalla, alguien llama a mi puerta. Abro y me encuentro a una magnífica Brittany vestido con unos vaqueros de cinturilla baja y una camisa blanca abierta. Su aspecto es tentador y salvaje. Terriblemente apetecible.
¡Vaya, qué buena está!
—Buenos días, pequeña.
—¡Buenas!
La miro, como si fuera una colegiala.
—¿Te apetece pasar el día conmigo? —me comenta.
Su pregunta me sorprende. Por una vez, no está dando nada por hecho.
—Por supuesto que sí.
—¡Genial! Te voy a llevar a comer a un sitio precioso. Coge el bañador.
Sonrío afirmativamente y ella entra en la suite.
—Ve a vestirte o al final mi comida serás tú —murmura con voz ronca.
Divertida por sus palabras, corro hacia el dormitorio. Cuando entro, oigo una canción en la radio que me encanta y canto mientras me visto:
Muero por tus besos, por tu ingrata sonrisa.
Por tus bellas caricias, eres tú mi alegría.
Pido que no me falles, que nunca te me vayas
Y que nunca te olvides, que soy yo quien te ama.
Que soy yo quien te espera, que soy yo quien te llora,
Que soy yo quien te anhela los minutos y horas…
Me muero por besarte, dormirme en tu boca
Me muero por decirte que el mundo se equivoca…
Cuando me doy la vuelta, Brittany está apoyada en el quicio de la puerta, observándome.
—¿Qué cantas?
—¿No conoces esta canción?
—No. ¿Quién canta?
Termino de abrocharme el vaquero y añado:
—Un grupo llamado La Quinta Estación y la canción se llama Me muero.
Brittany se acerca. Me pongo el top lila, pero no puedo evitar sonreír, intuyo sus intenciones. Me coge de la cintura.
—La canción dice algo así como «me muero por besarte», ¿no?
Asiento como una boba. Pero qué tonta me pongo con ella…
—Pues eso mismo me pasa a mí en este momento, pequeña.
Me coge entre sus brazos. Me aúpa y me besa. Me devora los labios con tal ímpetu que ya deseo que me desnude y prosiga devorándome. La canción continúa sonando, mientras me besa… me besa… me besa. Pero de pronto se detiene, me suelta y me da un azote divertido en el trasero.
—Termina de vestirte o no respondo de mí.
Me río y entro rápidamente en el baño para recogerme el pelo en una coleta alta. Cuando salgo, Brittany está apoyada en la cristalera mirando hacia el exterior. Su perfil es impresionante. Sexy. Cuando me ve aparecer, sonríe.
—¿Cómo lo haces para estar cada día más guapa?
Encantada por aquel piropo, le dedico una sonrisa. Ella se acerca a mí, me agarra del cuello y me besa. ¡Oh, sí! Finalmente, se separa de mí y me mira a los ojos.
—Salgamos de aquí antes de que te arranque la ropa, pequeña —murmura.
Entre risas llegamos a la recepción del hotel. No vuelve a tocarme ni a acercarse a mí más de lo necesario. Un joven recepcionista, al vernos, se acerca a nosotros y le entrega a Brittany unas llaves. Cuando se aleja miro el llavero, movida por la curiosidad.
—¿Lotus?
Brittany asiente y señala hacia la puerta del hotel donde veo aparcado un maravilloso deportivo naranja.
—¡Dios, un Lotus Elise 1600!
Brittany se sorprende.
—Señorita López, ¿además de entender de fútbol también entiende de coches?
—Mi padre tiene un taller de reparaciones de coches en Jerez —respondo, coqueta.
—¿Te gusta el coche?
—Pero ¿cómo no me va a gustar? ¡Es un Lotus!
—Me dejarás conducirlo, ¿verdad? —le pregunto, sin acercarme a ella, a pesar de que lo estoy deseando.
Sin sonreír Brittany me mira… me mira… me mira y al final tira las llaves al aire y yo las cojo.
—Todo tuyo, pequeña.
Deseo tirarme a su cuello y besarla, pero me contengo. Al fondo veo a Amanda mirarnos con curiosidad y no quiero darle gusto, aunque sé que ella está sacando sus propias conclusiones. ¡Que le den! Su cara lo dice todo y presiento que está muy… muy cabreada.
Brittany y yo salimos por la puerta del hotel y, en cuanto nos montamos en el coche y lo arranco, pongo la radio. La canción Kiss de Prince suena y yo muevo los hombros, encantada. Brittany me mira y pone los ojos en blanco. Divertida, sonrío por su gesto y, antes de que pueda decir nada, me pongo mis gafas de sol.
—Agárrate, nena.
El día se presenta fantástico. Conduzco un Lotus impresionante junto a una mujer más impresionante todavía. Cuando salimos de Barcelona en dirección a Tarragona me desvío por una carreterita. Brittany no mira.
—No sé si sabes que yo he veraneado en Barcelona muchos años —le informo.
—No. No lo sabía.
Siento la adrenalina a tope mientras conduzco.
—Te voy a llevar a un sitio donde se puede probar esta maravilla. Verás. ¡Vas a flipar!
Con su seriedad habitual, Brittany me mira y dice:
—San… este camino no es para este coche.
—Tú tranquila.
—Se va a pichar una rueda, San.
—¡Cállate, aguafiestas!
Mi adrenalina se revoluciona.
Continúo el camino y pasamos sobre varios charcos. El reluciente coche se embarra y Brittany me mira. Yo canturreo y hago como que no lo estoy viendo. Sigo mi camino pero de pronto, ¡oh, oh! El coche me hace un movimiento extraño y presiento que hemos pinchado una rueda.
La adrenalina, la alegría y el buen humor se esfuman en décimas de segundos y maldigo en mi interior. Seguro que me dice que me lo avisó y tendré que asentir y callar. Disminuyo la velocidad y, cuando paro, me muerdo el labio y la miro con cara de circunstancias.
—Creo que hemos pinchado.
El gesto de Brittany se descompone. Está claro que los imprevistos no le gustan. Estamos en medio de un camino a pleno sol a las doce de la mañana. Sin decir nada, sale del coche y da un portazo. Yo salgo también. El portazo lo omito. El coche está sucio y embarrado. Nada que ver con el precioso y reluciente coche que comencé a conducir apenas cuarenta minutos antes. La rueda pinchada es justo la delantera de mi lado. Brittany cierra los ojos y resopla.
—Vale, hemos pinchado. Pero, tranquila. Que no cunda el pánico. Si la rueda de repuesto está donde tiene que estar, yo la cambio en un santiamén.
No contesta. Malhumorada se dirige hacia la parte de atrás del coche, abre el portón trasero y veo que saca una rueda y las herramientas necesarias para cambiarla. De malos modos, se acerca hasta mí, suelta la rueda en el suelo y me dice con las manos ennegrecidas:
—¿Te puedes quitar de en medio?
Sus palabras me molestan. No sólo es su tono, es su intención.
—No —contesto sin moverme ni un centímetro—, no me puedo quitar de en medio.
Mi respuesta la sorprende.
—San —gruñe—, acabas de estropear un bonito día. No lo estropees más.
Tiene razón. Yo me he empeñado en meterme por aquel camino, pero me duele que me hable así.
—El precioso día lo estás estropeando tú con tus malos modos y tus caras de fastidio —le contesto, incapaz de quedarme callada—. ¡Joder! Que sólo se ha pinchado la rueda del coche. No seas tan exagerada.
—¡¿Exagerada?!
—Sí, terriblemente exagerada. Y ahora, por favor, si te quitas de en medio yo solita cambiaré la rueda y pagaré mi terrible, irreparable y tremendo error.
Brittany suda. Yo sudo. El sol no nos da tregua y no llevamos una mísera botella de agua para refrescarnos. Veo el agobio en su cara, en su mirada.
—Muy bien, listilla —me dice, abriendo las manos—. Ahora vas a cambiarla tú solita.
Sin más, comienza a andar hacia un árbol que está a unos diez metros del coche. En cuanto llega a la sombra, se sienta y me observa.
La furia me llena por dentro y empieza a picarme el cuello. ¡El sarpullido! Sin pararme a pensar en ello, pongo el gato del coche debajo de él y comienzo a hacer palanca para subirlo. El esfuerzo me hace sudar. Sudo como una cosaca. Mis pechos y mi espalda están empapados, el pelo de mi flequillo se me pega a la cara pero prosigo en mi empeño, sin dar mi brazo a torcer.
Para bruta y autosuficiente, ¡yo!
Tras un esfuerzo terrible en el que pienso que me va a dar un patatús, consigo quitar la rueda pinchada. Me pringo toda de grasa, pero la cosa ya no tiene remedio. Cuando estoy a punto de gritar de frustración, siento que Brittany me agarra por la cintura.
—Vale, ya me has demostrado que tú solita sabes hacerlo —me dice con voz suave—. Ahora, por favor, ve a la sombra, yo terminaré de poner la rueda.
Quiero decirle que no. Pero tengo tanto… tanto… tanto calor que o voy bajo el árbol o estoy segura de que me voy a desmayar.
Diez minutos después, Eric arranca el coche, le da la vuelta y se acerca a mí marcha atrás.
—Vamos… monta.
Enfurruñada, hago lo que me pide.
Estoy sucia, furiosa y sedienta. Ella está igual aunque reconozco que su humor es mejor que el mío. Conduce con cuidado por el puñetero camino y sale a la autopista. Cuando ve una gasolinera grande para, me mira y pregunta:
—¿Quieres beber algo fresquito?
—No… —Al ver cómo me mira, gruño—: Pues claro que quiero beber algo. Me muero de sed, ¿no lo ves?
—¿Se puede saber qué te pasa ahora?
—Me pasa que eres una amargada. Eso es lo que me pasa.
—¡¿Cómo?! —pregunta, sorprendida.
—Pero ¿de verdad crees que, por pinchar una rueda y manchar la ropa de grasa, el bonito día se puede jorobar? ¡Por favor! Qué poco sentido del humor y de la aventura que tienes. Holandesa tenias que tenías que ser.
Va a responder algo pero se calla. Resopla, baja del coche y entra en la gasolinera. Entonces veo a mi lado un lavado de coches manual y no lo pienso. Arranco el coche,
pongo el vehículo en paralelo, meto tres euros en la maquinita y la manguera de agua comienza a funcionar. Lo primero que hago es mojarme las manos y quitarme la grasa que la rueda ha dejado en ellas y es tanto el calor que siento que me suelto la coleta y, sin importarme quién me mire, meto la cabeza bajo el chorro. ¡Oh, qué frescura! ¡Qué gusto!
Cuando me he refrescado la cabeza, vuelvo a ver la vida de mil colores. Eric sale de la gasolinera con dos botellas grandes de agua y una Coca-Cola y se acerca a mí, sorprendida.
—Pero ¿qué estás haciendo?
—Refrescarme y, de paso, lavar el coche. —Y, sin previo aviso, giro el chorro hacia ella y la mojo mientras me río a carcajadas.
Su cara es un poema.
La gente nos mira y yo ya me estoy arrepintiendo de lo que acabo de hacer. ¡Madre, qué cara de mala leche! Esa espontaneidad mía me va a dar disgustos y creo que en décimas de segundos llegará el primero. Pero, sorprendiéndome, Brittany suelta las botellas de agua y la Coca-Cola en el suelo y se acerca más hacia mí.
—Muy bien, nena, ¡tú lo has querido!
Corre hacia mí, me quita la manguera y me empapa entera. Yo grito, me río y corro alrededor del coche mientras ella disfruta con lo que hace. Durante varios minutos nos empapamos mutuamente y nuestra furia se va con el barro y la suciedad. La gente nos mira divertida al pasar por nuestro lado mientras nosotros, como dos tontas, seguimos mojándonos y riéndonos a carcajadas.
Cuando el agua se corta de pronto porque los tres euros se han acabado, yo estoy empapada contra la puerta del coche. Eric suelta la manguera y se pega a mi cuerpo antes de besarme. Me devora la boca con auténtica pasión y me pone la carne de gallina.
—Algo tan inesperado como tú está dando emoción a una amargada holandesa.
—¿De verdad? —murmuro como una boba.
Brittany asiente y me besa.
—¿Dónde has estado toda mi vida?
¡Momentazo!
Momentazo de película. Me siento la heroína. Soy Julia Roberts en Pretty Woman. Baby en A tres metros sobre el cielo. Nunca nadie me ha dicho nada tan bonito en un momento tan perfecto.
Tras un montón de besos ardientes, decidimos marcharnos. Estamos empapadas y ponemos unas toallas en los asientos de cuero del coche. Brittany vuelve a darme las llaves del Lotus.
—Sigamos con la aventura —murmura.
Entre risas, llegamos hasta Sitges. Allí aparcamos el coche y no me sorprendo cuando, tras guardar las llaves en mi bandolera, Brittany reclama mi mano. Se la entrego y juntas caminamos por las calles de aquella bonita localidad como una pareja más.
El calor seca nuestras ropas y me lleva hasta un precioso restaurante donde comemos mientras observamos el mar. Nuestra charla es fluida o, mejor dicho, mi charla es fluida. No paro de hablar y ella sonríe. Pocas veces la he visto así. En ese momento, ni ella es mi jefa ni yo su secretaria. Simplemente somos una pareja que disfruta de un momento precioso.
Por la tarde, sobre las seis, decidimos darnos un baño en la playa. Nada más entrar en el agua, Brittany me coge en sus brazos y camina conmigo hacia el interior hasta que me suelta y bebo un buen trago de agua. ¡Joder, qué mala está! Dispuesta a hacerle pagar su
fechoría, meto una pierna entre las suyas y, cuando no se lo espera, la ahogadilla se la hago yo. Eso la sorprende, así que intento escapar de ella, pero me coge de nuevo y me sumerge en el mar.
Pasamos un rato divertido en el agua y, cuando salimos, nos tiramos sobre nuestras toallas en la arena y nos secamos al sol en silencio. La morriña se apodera de mí y estoy a punto de dejarme llevar por Morfeo cuando Brittany se levanta y me propone tomar algo fresco. Lo acepto sin dudarlo. Recogemos nuestras cosas y nos acercamos a un chiringuito.
Brittany va a pedir las bebidas mientras yo me siento a una mesita y me suena el teléfono. Mi hermana. Pienso si cogerlo o no, pero al final decido que no y corto la llamada. Vuelve a sonar y finalmente claudico.
—Dime, pesada.
—¿Pesada? ¿Cómo que pesada? Te he llamado mil veces, descastada.
Sonrío. No me ha llamado cuchufleta. Está cabreada. Mi hermana es un caso, pero como no estoy dispuesta a estar tres horas hablando con ella, le pregunto:
—¿Qué pasa, Raquel?
—¿Por qué no me llamas?
—Porque estoy muy liada. ¿Qué quieres? —pregunto mientras observo a Brittany pedir las bebidas y luego teclear algo en su móvil.
—Hablar contigo, cuchuuuuuuu.
—Raquel, cariño, ¿qué te parece si te llamo más tarde? Ahora no puedo hablar.
Oigo su resoplido.
—Vale, pero llámame, ¿de acuerdo?
—Besossssssssss.
Corto la comunicación y cierro los ojos. La brisa del mar me da en la cara y estoy feliz. El día está siendo maravilloso y no quiero que acabe nunca. El móvil suena otra vez y, convencida de que es mi hermana, respondo:
—Pero mira que eres pesadita, Raquel, ¿qué narices quieres?
—Hola, guapísima, siento decirte que no soy la pesadita de Raquel.
Inmediatamente me doy cuenta de que es Emily. Cambio mi tono de voz y suelto una carcajada.
—¡Ostras, Emily, perdona! Acababa de colgar a mi hermana y ya sabes lo pesadita que es…
Oigo cómo sonríe.
—¿Dónde estás? —me pregunta.
—En este momento en Sitges, Barcelona.
—¿Y qué haces allí?
—Trabajando.
—¿Hoy sábado?
—Nooooooooo… hoy no. Hoy disfruto del sol y la playa.
—¿Con quién estás?
Esa pregunta me pilla tan de sorpresa que no sé qué responder.
—Con gente de mi empresa —digo finalmente.
Brittany se acerca a la mesa. Deja una Coca-Cola con mucho hielo y una cerveza sobre su superficie y se sienta a mi lado.
—¿Cuándo vienes a Jerez? Ya estoy esperándote.
—Dentro de unos días.
—¿Tanto vas a tardar?
—Me temo que sí.
—Joder —maldice.
Incómoda por cómo Brittany me observa y escucha la conversación respondo:
—Tú pásalo bien. Ya sabes que por mí no tienes que guardar luto.
Emily resopla. Mis palabras no le han gustado y añade:
—Lo pasaré bien cuando tú llegues. Ya sabes que unas vacaciones sin mi jerezana preferida me saben a poco.
Me río. Brittany me mira.
—Anda… no seas tonta, Emly. Tú pásalo bien y cuando llegue a Jerez te doy un toque y nos vemos, ¿de acuerdo?
Tras despedirnos, cierro el móvil, lo dejo sobre la mesa y cojo la Coca-Cola. Estoy sedienta. Durante unos segundos, Brittany mira cómo bebo.
—¿Quién es Emily?
Dejo el vaso sobre la mesa y me retiro el pelo de la cara.
—Una amiga de Jerez. Quería saber cuándo voy a ir.
De pronto me doy cuenta de que le estoy dando explicaciones. ¿Qué hago? ¿Por qué se las doy?
—¿Una amiga… muy amiga? —insiste.
Sonrío al pensar en Emily.
—Dejémoslo en amiga.
La maravillosa mujer que está a mi lado asiente y mira al horizonte.
—¿Qué pasa? ¿Que tú no tienes amigas?
—Sí… y con algunas comparto sexo. ¿Compartes sexo tú con Emily?
Si me pudiera ver la cara, vería la cara de tonta que se me ha puesto con su pregunta.
—Alguna vez. Cuando nos apetece.
—¿Disfrutas con ella?
Esa pregunta tan íntima me parece totalmente fuera de lugar.
—Sí.
—¿Tanto como conmigo?
—Es diferente. Tú eres tú y ella es ella.
Brittany me clava su mirada, me observa… me observa y me observa.
—Haces muy bien, San. Disfruta de tu vida y del sexo.
Tras aquello, no vuelve a preguntar sobre Emily. Nuestra conversación continúa y el buen rollito entre nosotros prosigue.
A las siete de la tarde decidimos regresar a Barcelona. De nuevo Brittany me da las llaves del Lotus y yo conduzco encantada, disfrutando del momento.
Esa noche, cuando llegamos al hotel, Brittany pide que nos suban algo de cena a mi habitación y durante horas hacemos salvajemente el amor.
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
hola,.....
como estas?????,.....
simplemente WWOOOOOOWWWWWWWWWW!!!!! me encanta el fic es uno de mis preferidos!!!!!!
ufff,... el lugar a donde llevo britt a san son super extremamente excitante esos lugares (no preguntes como lo se pero lo se),....!!!!
britt es posesiva o celosa con san,....!!!?????
quiero ver como sigue el viaje de "negocios",... ente otras cosas jajajaja
nos vemos,....
nueva lectora!!!!!!!
LU!!!!!
como estas?????,.....
simplemente WWOOOOOOWWWWWWWWWW!!!!! me encanta el fic es uno de mis preferidos!!!!!!
ufff,... el lugar a donde llevo britt a san son super extremamente excitante esos lugares (no preguntes como lo se pero lo se),....!!!!
britt es posesiva o celosa con san,....!!!?????
quiero ver como sigue el viaje de "negocios",... ente otras cosas jajajaja
nos vemos,....
nueva lectora!!!!!!!
LU!!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
hola que bueno q actualizaste solo una cosa, quien es eric? por que en varias partes de los tres capitulos lo mencionas!, espero mas actualizaciones
marcy3395***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 21/06/2013
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
jajajaa hola esta historia por momentos me irrita y por momentos me hace reir bastante reo que por eso me gusta tanto!!!
Hasta tu proxima actualizacion!! Saludos
Hasta tu proxima actualizacion!! Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
jajaja me gusro bastante para empezar la bipolaridad de britt es increible.. pero exitante al mismo tiempo y por lo aue veo o asi parese a britt como que le gusta san y no solo hablo de sexo.. aunke no kiera admitirlo asi es ella solo trata de tapar sus sentimientos me parese genial tu fic.. asta la proxima
;-)
;-)
Sara Pinel****** - Mensajes : 326
Fecha de inscripción : 30/01/2013
Edad : 28
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Linda hasta que por fin actualizaste!! Me encantaron los capitulos, estuvieron geniales, me puse a investigar y realmente ese club existe en Barcelona, aunque lo vi con otro nombre...tengo que visitar Barcelona
Me alegra que las chicas poco a poco pasen tiempo juntas y no sea solo sexo, aunque el sexo entre las chicas es...wanky.
Este fic tiene mucho morbo, me encanta!!
Espero puedas actualizar pronto, ya quiero ver como sigue.
Besos linda TA
Me alegra que las chicas poco a poco pasen tiempo juntas y no sea solo sexo, aunque el sexo entre las chicas es...wanky.
Este fic tiene mucho morbo, me encanta!!
Espero puedas actualizar pronto, ya quiero ver como sigue.
Besos linda TA
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hola.. :D3:) escribió:hola,.....
como estas?????,.....
simplemente WWOOOOOOWWWWWWWWWW!!!!! me encanta el fic es uno de mis preferidos!!!!!!
ufff,... el lugar a donde llevo britt a san son super extremamente excitante esos lugares (no preguntes como lo se pero lo se),....!!!!
britt es posesiva o celosa con san,....!!!?????
quiero ver como sigue el viaje de "negocios",... ente otras cosas jajajaja
nos vemos,....
nueva lectora!!!!!!!
LU!!!!!
Genial! una nueva lectora, que bueno que te guste la hisotria.. En serio es de tus favoritos?? Awww gracias jejejej Brittany es muy posesiva cuando le parece, y celosa aunque no lo demuestre XD Veras mucho mas de ella. Gracias por leer y comentar, espero verte seguido por aqui, beso!
Hola...marcy3395 escribió:hola que bueno q actualizaste solo una cosa, quien es eric? por que en varias partes de los tres capitulos lo mencionas!, espero mas actualizaciones
Oh, eso.. Bueno jejeje es que a veces se me escapan nombres equivocados. En un rato acualizare. Gracias por leer y comentar.
Holaaa :)monica.santander escribió:jajajaa hola esta historia por momentos me irrita y por momentos me hace reir bastante reo que por eso me gusta tanto!!!
Hasta tu proxima actualizacion!! Saludos
Amor/Odio por un fic??? Mmm yo se lo que es eso jajajaja me pasa a menudo. Con esta historia habra mucho de eso. Gracias por leer y comentar.
Hola.. :DSara Pinel escribió:jajaja me gusro bastante para empezar la bipolaridad de britt es increible.. pero exitante al mismo tiempo y por lo aue veo o asi parese a britt como que le gusta san y no solo hablo de sexo.. aunke no kiera admitirlo asi es ella solo trata de tapar sus sentimientos me parese genial tu fic.. asta la proxima
;-)
Mas que bipolar, es justo como tiene que ser cuando lo tiene que ser.. XDDD Si, lo es bastante, y aun no has visto nada. Espero que te gusten los siguientes caps. De que le gusta le gusta Santana, es mas esta loca por ella. Si te digo no tiene chiste XD asi que te toca leer y tener paciencia. Gracias por leer y comentar besoos!
Holaaaaa Linda!Marta_Snix escribió:Linda hasta que por fin actualizaste!! Me encantaron los capitulos, estuvieron geniales, me puse a investigar y realmente ese club existe en Barcelona, aunque lo vi con otro nombre...tengo que visitar Barcelona
Me alegra que las chicas poco a poco pasen tiempo juntas y no sea solo sexo, aunque el sexo entre las chicas es...wanky.
Este fic tiene mucho morbo, me encanta!!
Espero puedas actualizar pronto, ya quiero ver como sigue.
Besos linda TA
En serio existe?? De verdad??? Me gustaria ir a uno de esos.. a ver que tal ;) Me invitas?
De a poco hay avances pero.. no te confies eh, Esas dos son.. unas cabezotas! Puede que ame/odios los siguientes caps jjajjajaja Gracias por leer y comentar amor.. Besos
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hola chicas!!! Como les va..??? Espero que esten muy bien. Paso por aqui rapidito a dejarles unos cuantos caps, en unos minutos ya me tengo que ir al trabajo, les pido disculpas por no actualizar mas seguido pero para compesarlas les pondre 3 cada que actualice. Sobre los otros dos Fics, no he tenido tiempo de ponerme a escribir pero en la proxima semana me pondre a ello. Bueno, aqui lo que les interesa, espero que les gusten, besos!!
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Capitulo 20
El fin de semana pasa y el lunes tomamos un avión que nos lleva a Guipúzcoa. La actitud de Amanda hacia mí no parece haber cambiado. Está cortante y más distante, algo que con Brittany no sucede. Me molesta cómo intenta que no me preste atención. Pero el tiro le sale por la culata en todo momento. Brittany, en sus funciones de jefa, me busca continuamente y eso a Amanda la saca de sus casillas. Las reuniones se suceden y, tras Guipúzcoa, vamos a Asturias.
Brittany y yo durante el día trabajamos codo con codo como jefa y secretaria y por la noche jugamos y disfrutamos. Ella lleva el morbo como algo innato y cada vez que estamos solas me vuelve loca con lo que me hace fantasear y con su manera de tocarme y poseerme. Le encanta mirarme mientras me masturbo con el vibrador que ella me regaló, capricho que yo le concedo gustosa. Es tal la lujuria que me hace sentir que deseo volver a repetir lo de ir a un bar de intercambio de parejas y vivir lo que me hizo vivir. Cuando se lo confieso, ríe a carcajadas y, cuando me penetra, fantasea con que otra mujer me posea mientras ella mira, cosa que me vuelve loca.
El miércoles, cuando llegamos a Orense, vamos directas a la reunión. Por el camino, Brittany habla con una tal Marta por teléfono y se cabrea. El día se tuerce y termina discutiendo por la falta de profesionalidad del jefe de la delegación. No tiene preparado nada de lo que necesita y Brittany se lo toma muy mal. Intento mediar para que el ambiente se relaje, pero al final salgo escaldada y Brittany, mi jefa, me pide de malos modos que me calle.
En el viaje de vuelta, el humor de Brittany es siniestro. Amanda me mira con gesto de superioridad y yo estoy que muerdo. Cuando llegamos al hotel, Brittany le pide a Amanda que baje del coche y nos deje unos minutos a solas. Ella lo hace y, cuando cierra la puerta, Brittany me mira con un gesto que me hace trizas.
—Que sea la última vez que hablas en una reunión sin que yo te lo pida.
Entiendo su enfado. Tiene razón y, aunque me moleste su regañina, le quiero pedir disculpas, pero me interrumpe:
—Al final va a tener razón Amanda. Tu presencia no es necesaria.
El hecho de que mencione a esa mujer y de saber que le habla de mí me encoleriza.
—A mí lo que te diga esa imbécil me importa un pimiento.
—Pero quizá a mí no —gruñe.
Se toca la cabeza y los ojos. No tiene buena cara. Suena su teléfono. Brittany lo mira y corta la llamada. Y, en un intento de suavizar el momento, murmuro:
—Tienes mala cara, ¿te duele la cabeza?
Sin contestar a mi pregunta, me clava su dura mirada.
—Buenas noches, Santana. Hasta mañana.
La miro, sorprendida. ¿Me está echando?
Con la dignidad que me queda, abro la puerta del coche y salgo. Amanda espera a escasos metros y prefiero no mirarla cuando paso junto a ella o la arrastraré de los pelos. Me voy directa a mi habitación.
A la mañana siguiente, jueves, cuando el despertador suena a las siete y veinte protesto. Quiero dormir más.
Entre gruñidos, me levanto de la cama y camino hacia la ducha. Necesito el frescor del agua en mi cuerpo para despertarme.
Bajo el agua, recuerdo que es jueves y eso me alegra. Brittany y yo pronto tendremos el
fin de semana para estar juntos. ¡Bien!
Cuando regreso al dormitorio envuelta en una esponjosa toalla color hueso que huele de maravilla, miro mi mesilla.
—¡Maquinote! Lo que disfruté contigo anoche.
Me río divertida.
Sobre unos pañuelos de papel, está el vibrador con forma de pintalabios que utilicé anoche para relajarme. El regalito de Brittany. Lo cojo entre mis manos y suspiro mientras recuerdo la explosión de placer que sentí cuando jugaba con él.
Feliz de buena mañana, cojo el vibrador y regreso al baño. Lo lavo y finalmente lo meto en mi bolso. Ya no se me olvida. El maquinote y yo, juntos hasta la muerte. Abro la maleta y saco unas bragas. Me las pongo y pienso que tengo que pedirle a Brittany las que me quitó o me quedaré sin suministros. Mi enfado ha desaparecido. Estoy segura de que el de ella también y que tendremos un maravilloso día por delante.
Miro el armario y me pongo un traje azulón con falda y una camisa abierta. Hoy quiero estar sexy para que desee regresar pronto al hotel.
A las ocho, alguien llama a la puerta de mi habitación y, dos segundos después, una camarera muy amable deja un bonito carrito con el desayuno y se marcha.
Cuando levanto las tapas salto de felicidad al ver la cantidad de bollos que tengo ante mí. Cojo una silla y me siento. Bebo un poco de zumo de naranja. ¡Hummm, qué rico! Me preparo un café y disfruto con un minipepito. Luego una napolitana y cuando voy a atacar un donut, me paro y consigo vencer la tentación. Demasiados bollos.
El móvil suena. He recibido un mensaje. Brittany. «8.30 en recepción».
¡Qué explícito!
Ni un simple «Buenos días, pequeña», «San» o como quiera.
Pero sin tiempo que perder y ansiosa por verla de nuevo, cojo mi maletín. Meto el portátil y los documentos del día anterior y lo cierro. Hoy vamos a otra delegación de Asturias y sólo espero que el día se dé mejor que el anterior.
Al llegar a recepción veo a Brittany apoyada en una mesa. Está impresionante con su traje gris claro y su camisa blanca. Veo que aún tiene su bonito pelo algo mojado por la ducha y me estremezco. Me hubiera encantado ducharme con ella.
Dos mujeres que pasan por su lado se vuelven para mirarla. Normal. Es una tía buenísima. Cuando pasan por mi lado observo sus caras y cómo cuchichean. Imagino sobre lo que hablan. Con decisión, camino hacia ella subida a mis tacones y repaso su ancha espalda mientras la veo leer con concentración unos papeles. Cuando llego a su altura la saludo con voz melosa:
—¡Buenos días!
Brittany no me mira.
—Buenos días, señorita López.
Pero bueno, ¿ya estamos otra vez con los puñeteros apellidos?
No esperaba que me cogiera entre sus brazos y me sonriera en plan novia. Pero mierda, algo más de cordialidad tras una noche separadas, pues sí.
Su indiferencia me desconcierta.
¿Por qué no me mira?
Pero no dispuesta a comenzar el juego del gato y el ratón me quedo a su lado a la espera de que decida que nos vayamos. Echo una ojeada al reloj. Las ocho y media. Miro la entrada del hotel y veo la limusina esperando. ¿Por qué no nos vamos? Brittany omite mi presencia y sigue leyendo los papeles con la mandíbula tensa. ¿Todavía está enfadada?
Quiero preguntarle, pero no quiero ser yo la que dé el primer paso.
No me muevo. No resoplo. Seguro que está esperando alguno de mis movimientos para comenzar con sus agrias palabras.
La gente, el noventa por cierto ejecutivos como nosotras, pasa por nuestro lado. Las nueve menos veinticinco. Me sorprende que aún estemos allí. Brittany es una maniática con la puntualidad. Las nueve menos veinte. Sigue tan tranquila, sin importarle que yo esté allí plantada junto a ella como un pasmarote, cuando oigo unos tacones acelerados. Amanda, con un traje chaqueta y falda blanca, se acerca a nosotras.
No me mira. Sólo tiene ojos para Brittany, a la que se dirige en holandes:
—Disculpa el retraso, Brittany. Un problema con mi ropa.
Observo que ella sonríe.
La mira.
La repasa de arriba abajo con su azulada mirada.
—No te preocupes, Amanda. El retraso ha merecido la pena. ¿Has dormido bien?
Ella sonríe.
—Sí —responde, sin importarle mi cercanía—. Algo he dormido.
¿«Algo he dormido»?
¿Ha dicho «Algo he dormido»? Pero bueno, ¿qué me están dando a entender esos idiotas?
Ella sonríe como un loro tras una noche de botellón y le toca la cintura. Esa familiaridad me incomoda. Me repele mientras sus sonrisas me dan a entender muchas cosas.
Respiro con dificultad, al ser consciente de lo que ha ocurrido entre esas das y quiero gritar y patalear. De pronto, Brittany le planta la mano en la espalda a Amanda y, tocándole fugazmente la cintura, dice:
—Vamos, el chófer nos espera.
Y, sin mirarme, comienza a caminar con esa mujer a su lado, mientras pasa de mí.
Las observo y me quedo petrificada.
No sé qué hacer. Unos incontrolables celos que hasta el momento nunca había sentido se instalan en mi estómago y deseo coger el precioso jarrón que hay en la mesa y plantárselo en toda la cabeza a ella.
El corazón me late a mil. Su latido es tan fuerte que creo que toda la recepción lo puede oír. Aquello me humilla, me fastidia y ella ni se inmuta.
¡Estúpida!
El enfado de Brittany continúa y yo no entiendo por qué. Pero no. Eso no lo voy a consentir. Brittany no me conoce y a mí nadie me trata de esa forma.
Comienzo a caminar tras ellas.
Si esa idiota holandesa se cree que voy a montar un numerito, lo lleva claro. Menuda soy yo. Cuando llegamos a la limusina, el chófer abre la puerta. Entra Amanda, entra ella y, cuando voy a entrar yo, Brittany me hace un gesto con la mano.
—Señorita López, siéntese en la cabina delantera con el chófer, por favor.
¡Zas! Menudo guantazo con toda la mano abierta que me acaba de dar delante de Amanda.
Pero, sorprendentemente, sonrío con frialdad y digo:
—Como usted ordene, señorita Pierce.
Con mi máscara de indiferencia, me siento junto al chófer. ¡Vaya cabreo monumental que tengo! Durante unos segundos, las oigo hablar y reír detrás de mí hasta
que un ruido metálico suena en mi oreja. Con el rabillo del ojo veo cómo un cristal opaco divide la parte de atrás de la delantera.
Estoy furiosa. Colérica. Exasperada.
Ese juego no me gusta y no entiendo por qué tiene que hacerlo delante de mí. Inconscientemente clavo mis uñas en las palmas de mis manos cuando oigo que el chófer me pregunta:
—¿Quiere escuchar música, señorita?
Con la cabeza, le digo que sí. No puedo hablar. Me pongo mis gafas de sol y escondo la mirada. De pronto, suena la canción de Dani Martín Mi lamento y siento unas terribles ganas de llorar.
Los ojos me escuecen y las lágrimas pugnan por salir. Pero no. Yo no lloro. Me trago mis lágrimas e intento disfrutar de la canción y del viaje. Incluso tarareo.
Durante los tres cuartos de hora que dura el viaje. Mi mente trabaja a toda velocidad. ¿Qué harán atrás aquellas dos? ¿Por qué Brittany me ha pedido que me siente delante? ¿Por qué sigue enfadada conmigo? Cuando el coche se detiene, me bajo sin necesidad de que el chófer me abra la puerta. Eso que se lo haga a ellas. A las señoritingas.
Al bajarme, sonrío al ver a Marissa Von Bleicken. Ella es la secretaria de esa delegación y entre nosotras siempre hubo feeling. Pero feeling del bueno. Del decente. El chófer abre la puerta y salen Brittany y Amanda. No las miro. Sólo miro al frente con mis gafas de sol puestas.
Brittany saluda a Jesús Gutierrez, el jefe de la delegación, y a su junta directiva. Les presenta a Amanda y luego me presenta a mí. Con profesionalidad, estrecho las manos de todos ellos para después seguirlos hasta una sala. Pero esta vez, en vez de ir detrás de Brittany y Amanda, me retraso para saludar a Marissa. Nos damos dos besos y entramos charlando.
Una vez allí, antes de sentarnos, unas señoritas nos ofrecen café. Lo acepto gustosa. Necesito café. Estoy atacada. Me tomo tres. Entonces, la distancia con Brittany y la charla con Marissa me comienza a tranquilizar. En ese momento, veo de reojo que Brittany se gira. Es sólo un instante, pero sé que me ha mirado. Me ha buscado.
Marissa y yo seguimos hablando y nos reímos mientras me cuenta cosas de su niña. Es toda una supermadre y eso me emociona. Diez minutos después, todos pasamos a la sala de reuniones, tomamos posiciones y, como siempre, Brittany preside la mesa. Amanda se sienta a su derecha y yo intento colocarme en un segundo plano. No quiero ni mirarla. No me apetece.
—Señorita López —oigo que me llama mi jefa.
Sin dudarlo, me levanto y me acerco hasta ella con profesionalidad.
Su perfume entra por mis fosas nasales y provoca en mí mil sensaciones, mil emociones. Pero consigo no cambiar mi gesto.
—Siéntese al fondo de la mesa, por favor. Frente a mí.
La mato… la mato y la mato.
No quiero mirarla ni que me mire.
Pero dispuesta a ser la perfecta secretaria, cojo mi portátil y me siento donde ella me indica. Al otro lado de la mesa, frente a ella.
La reunión comienza y estoy atenta a todo lo que hablan. Ni la miro ni creo que ella tampoco me mire. Tengo el portátil abierto ante mí y temo recibir alguno de sus correos. Por suerte, no llega ninguno. A la una, la reunión se interrumpe. Es hora de comer. El jefe de la delegación ha reservado mesa en un hotel cercano para comer y Mairssa me propone ir en su coche. Acepto.
Sin mirar a mi particular Icewoman que está junto a Amanda, paso junto a ella cuando oigo que me llama. Le pido a Marissa que me dé un segundo y me acerco a mi jefa.
—¿Adónde va, señorita López?
—Al restaurante, señorita Pierce.
Brittany mira a Marissa.
—Puede venir en la limusina con nosotras.
Bien. Ahora, la cabreada es ella.
¡Que le den!
Amanda nos mira. No nos entiende. Hablamos en español, cosa que creo que la mosquea.
—Gracias, señorita Pierce, pero si no le importa, iré con Marissa.
—Me importa —responde.
No hay nadie a nuestro alrededor. Nadie nos puede escuchar.
—Peor para usted, señorita.
Me doy la vuelta y me marcho.
¡Olé, la furia española!
España 1–Holanda 0.
Sé que acabo de cometer la mayor imprudencia que una secretaria pueda hacer. Y aún mayor tratándose de Brittany. Pero lo necesitaba. Necesitaba hacerla sentir como me siento yo.
Sin importarme las consecuencias, entre ellas el despido seguro, camino hacia Marissa y la agarro del brazo con familiaridad. Nos montamos en su Opel Corsa y nos dirigimos hacia el restaurante mientras comienzo a calcular el paro que me va a quedar. De ésta me despiden fijo.
Cuando llego al establecimiento, corro con Marissa a tomarme varias Coca-Colas.
¡Oh, Dios! Cómo me gusta sentir sus burbujitas en mi boca.
Pero hasta las burbujas se deshinchan cuando veo entrar a Brittany seguida de Amanda y los jefazos. Mira hacia donde estoy y puedo percibir su enfado. Los directivos entran en el comedor y rápidamente toman posiciones. Brittany hace ademán de sentarse, pero entonces se excusa de sus acompañantes y me hace una señal con la mano. Marissa y yo la vemos y no me puedo negar a ir.
Doy un nuevo trago a mi Coca-Cola, la dejo sobre la barra y me acerco a ella.
—Dígame, señorita Pierce. ¿Qué quiere?
Brittany baja la voz y, sin cambiar su gesto, pregunta:
—¿Qué estás haciendo, San?
Sorprendida, porque vuelvo a ser «San» respondo:
—Tomarme una Coca-Cola. Por cierto, Zero, que engorda menos.
Mi contestación y mi chulería la desesperan. Lo sé y eso me gusta.
—¿Por qué estás haciéndome enfadar todo el rato? —inquiere, desconcertándome.
¡Tendrá poca vergüenza…!
—¡¿Yo?! —le susurro—. Si serás idiota…
Su mirada es tensa. Dura y desafiante.
Sus pupilas se contraen y me hablan pero hoy no quiero entenderlas. Me niego.
—Pasad al comedor —me dice, antes de darse la vuelta—. Vamos a comer.
Cuando Marissa y yo llegamos al comedor, nos sentamos a la otra punta de la mesa. Suena mi móvil: ¡mi hermana! Decido pasar de ella otra vez, no me apetece escuchar sus lamentaciones. Más tarde la llamaré. La comida está exquisita y continúo mi charla con
mi amiga.
En un par de ocasiones miro hacia mi jefa y veo que sonríe a Amanda. Mi cabreo vuelve a crecer. Pero cuando sus ojos se cruzan con los míos, ardo. Me caliento. Su mirada de Icewoman consigue que todas mis terminaciones nerviosas se muevan al mismo tiempo y toda yo me incendie.
A las cuatro y media regresamos a la sede. Yo, por supuesto, vuelvo en el coche de Marissa. La reunión se reemprende y acaba cerca de las siete de la tarde. ¡Estoy agotada!
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Capitulo 20
El fin de semana pasa y el lunes tomamos un avión que nos lleva a Guipúzcoa. La actitud de Amanda hacia mí no parece haber cambiado. Está cortante y más distante, algo que con Brittany no sucede. Me molesta cómo intenta que no me preste atención. Pero el tiro le sale por la culata en todo momento. Brittany, en sus funciones de jefa, me busca continuamente y eso a Amanda la saca de sus casillas. Las reuniones se suceden y, tras Guipúzcoa, vamos a Asturias.
Brittany y yo durante el día trabajamos codo con codo como jefa y secretaria y por la noche jugamos y disfrutamos. Ella lleva el morbo como algo innato y cada vez que estamos solas me vuelve loca con lo que me hace fantasear y con su manera de tocarme y poseerme. Le encanta mirarme mientras me masturbo con el vibrador que ella me regaló, capricho que yo le concedo gustosa. Es tal la lujuria que me hace sentir que deseo volver a repetir lo de ir a un bar de intercambio de parejas y vivir lo que me hizo vivir. Cuando se lo confieso, ríe a carcajadas y, cuando me penetra, fantasea con que otra mujer me posea mientras ella mira, cosa que me vuelve loca.
El miércoles, cuando llegamos a Orense, vamos directas a la reunión. Por el camino, Brittany habla con una tal Marta por teléfono y se cabrea. El día se tuerce y termina discutiendo por la falta de profesionalidad del jefe de la delegación. No tiene preparado nada de lo que necesita y Brittany se lo toma muy mal. Intento mediar para que el ambiente se relaje, pero al final salgo escaldada y Brittany, mi jefa, me pide de malos modos que me calle.
En el viaje de vuelta, el humor de Brittany es siniestro. Amanda me mira con gesto de superioridad y yo estoy que muerdo. Cuando llegamos al hotel, Brittany le pide a Amanda que baje del coche y nos deje unos minutos a solas. Ella lo hace y, cuando cierra la puerta, Brittany me mira con un gesto que me hace trizas.
—Que sea la última vez que hablas en una reunión sin que yo te lo pida.
Entiendo su enfado. Tiene razón y, aunque me moleste su regañina, le quiero pedir disculpas, pero me interrumpe:
—Al final va a tener razón Amanda. Tu presencia no es necesaria.
El hecho de que mencione a esa mujer y de saber que le habla de mí me encoleriza.
—A mí lo que te diga esa imbécil me importa un pimiento.
—Pero quizá a mí no —gruñe.
Se toca la cabeza y los ojos. No tiene buena cara. Suena su teléfono. Brittany lo mira y corta la llamada. Y, en un intento de suavizar el momento, murmuro:
—Tienes mala cara, ¿te duele la cabeza?
Sin contestar a mi pregunta, me clava su dura mirada.
—Buenas noches, Santana. Hasta mañana.
La miro, sorprendida. ¿Me está echando?
Con la dignidad que me queda, abro la puerta del coche y salgo. Amanda espera a escasos metros y prefiero no mirarla cuando paso junto a ella o la arrastraré de los pelos. Me voy directa a mi habitación.
A la mañana siguiente, jueves, cuando el despertador suena a las siete y veinte protesto. Quiero dormir más.
Entre gruñidos, me levanto de la cama y camino hacia la ducha. Necesito el frescor del agua en mi cuerpo para despertarme.
Bajo el agua, recuerdo que es jueves y eso me alegra. Brittany y yo pronto tendremos el
fin de semana para estar juntos. ¡Bien!
Cuando regreso al dormitorio envuelta en una esponjosa toalla color hueso que huele de maravilla, miro mi mesilla.
—¡Maquinote! Lo que disfruté contigo anoche.
Me río divertida.
Sobre unos pañuelos de papel, está el vibrador con forma de pintalabios que utilicé anoche para relajarme. El regalito de Brittany. Lo cojo entre mis manos y suspiro mientras recuerdo la explosión de placer que sentí cuando jugaba con él.
Feliz de buena mañana, cojo el vibrador y regreso al baño. Lo lavo y finalmente lo meto en mi bolso. Ya no se me olvida. El maquinote y yo, juntos hasta la muerte. Abro la maleta y saco unas bragas. Me las pongo y pienso que tengo que pedirle a Brittany las que me quitó o me quedaré sin suministros. Mi enfado ha desaparecido. Estoy segura de que el de ella también y que tendremos un maravilloso día por delante.
Miro el armario y me pongo un traje azulón con falda y una camisa abierta. Hoy quiero estar sexy para que desee regresar pronto al hotel.
A las ocho, alguien llama a la puerta de mi habitación y, dos segundos después, una camarera muy amable deja un bonito carrito con el desayuno y se marcha.
Cuando levanto las tapas salto de felicidad al ver la cantidad de bollos que tengo ante mí. Cojo una silla y me siento. Bebo un poco de zumo de naranja. ¡Hummm, qué rico! Me preparo un café y disfruto con un minipepito. Luego una napolitana y cuando voy a atacar un donut, me paro y consigo vencer la tentación. Demasiados bollos.
El móvil suena. He recibido un mensaje. Brittany. «8.30 en recepción».
¡Qué explícito!
Ni un simple «Buenos días, pequeña», «San» o como quiera.
Pero sin tiempo que perder y ansiosa por verla de nuevo, cojo mi maletín. Meto el portátil y los documentos del día anterior y lo cierro. Hoy vamos a otra delegación de Asturias y sólo espero que el día se dé mejor que el anterior.
Al llegar a recepción veo a Brittany apoyada en una mesa. Está impresionante con su traje gris claro y su camisa blanca. Veo que aún tiene su bonito pelo algo mojado por la ducha y me estremezco. Me hubiera encantado ducharme con ella.
Dos mujeres que pasan por su lado se vuelven para mirarla. Normal. Es una tía buenísima. Cuando pasan por mi lado observo sus caras y cómo cuchichean. Imagino sobre lo que hablan. Con decisión, camino hacia ella subida a mis tacones y repaso su ancha espalda mientras la veo leer con concentración unos papeles. Cuando llego a su altura la saludo con voz melosa:
—¡Buenos días!
Brittany no me mira.
—Buenos días, señorita López.
Pero bueno, ¿ya estamos otra vez con los puñeteros apellidos?
No esperaba que me cogiera entre sus brazos y me sonriera en plan novia. Pero mierda, algo más de cordialidad tras una noche separadas, pues sí.
Su indiferencia me desconcierta.
¿Por qué no me mira?
Pero no dispuesta a comenzar el juego del gato y el ratón me quedo a su lado a la espera de que decida que nos vayamos. Echo una ojeada al reloj. Las ocho y media. Miro la entrada del hotel y veo la limusina esperando. ¿Por qué no nos vamos? Brittany omite mi presencia y sigue leyendo los papeles con la mandíbula tensa. ¿Todavía está enfadada?
Quiero preguntarle, pero no quiero ser yo la que dé el primer paso.
No me muevo. No resoplo. Seguro que está esperando alguno de mis movimientos para comenzar con sus agrias palabras.
La gente, el noventa por cierto ejecutivos como nosotras, pasa por nuestro lado. Las nueve menos veinticinco. Me sorprende que aún estemos allí. Brittany es una maniática con la puntualidad. Las nueve menos veinte. Sigue tan tranquila, sin importarle que yo esté allí plantada junto a ella como un pasmarote, cuando oigo unos tacones acelerados. Amanda, con un traje chaqueta y falda blanca, se acerca a nosotras.
No me mira. Sólo tiene ojos para Brittany, a la que se dirige en holandes:
—Disculpa el retraso, Brittany. Un problema con mi ropa.
Observo que ella sonríe.
La mira.
La repasa de arriba abajo con su azulada mirada.
—No te preocupes, Amanda. El retraso ha merecido la pena. ¿Has dormido bien?
Ella sonríe.
—Sí —responde, sin importarle mi cercanía—. Algo he dormido.
¿«Algo he dormido»?
¿Ha dicho «Algo he dormido»? Pero bueno, ¿qué me están dando a entender esos idiotas?
Ella sonríe como un loro tras una noche de botellón y le toca la cintura. Esa familiaridad me incomoda. Me repele mientras sus sonrisas me dan a entender muchas cosas.
Respiro con dificultad, al ser consciente de lo que ha ocurrido entre esas das y quiero gritar y patalear. De pronto, Brittany le planta la mano en la espalda a Amanda y, tocándole fugazmente la cintura, dice:
—Vamos, el chófer nos espera.
Y, sin mirarme, comienza a caminar con esa mujer a su lado, mientras pasa de mí.
Las observo y me quedo petrificada.
No sé qué hacer. Unos incontrolables celos que hasta el momento nunca había sentido se instalan en mi estómago y deseo coger el precioso jarrón que hay en la mesa y plantárselo en toda la cabeza a ella.
El corazón me late a mil. Su latido es tan fuerte que creo que toda la recepción lo puede oír. Aquello me humilla, me fastidia y ella ni se inmuta.
¡Estúpida!
El enfado de Brittany continúa y yo no entiendo por qué. Pero no. Eso no lo voy a consentir. Brittany no me conoce y a mí nadie me trata de esa forma.
Comienzo a caminar tras ellas.
Si esa idiota holandesa se cree que voy a montar un numerito, lo lleva claro. Menuda soy yo. Cuando llegamos a la limusina, el chófer abre la puerta. Entra Amanda, entra ella y, cuando voy a entrar yo, Brittany me hace un gesto con la mano.
—Señorita López, siéntese en la cabina delantera con el chófer, por favor.
¡Zas! Menudo guantazo con toda la mano abierta que me acaba de dar delante de Amanda.
Pero, sorprendentemente, sonrío con frialdad y digo:
—Como usted ordene, señorita Pierce.
Con mi máscara de indiferencia, me siento junto al chófer. ¡Vaya cabreo monumental que tengo! Durante unos segundos, las oigo hablar y reír detrás de mí hasta
que un ruido metálico suena en mi oreja. Con el rabillo del ojo veo cómo un cristal opaco divide la parte de atrás de la delantera.
Estoy furiosa. Colérica. Exasperada.
Ese juego no me gusta y no entiendo por qué tiene que hacerlo delante de mí. Inconscientemente clavo mis uñas en las palmas de mis manos cuando oigo que el chófer me pregunta:
—¿Quiere escuchar música, señorita?
Con la cabeza, le digo que sí. No puedo hablar. Me pongo mis gafas de sol y escondo la mirada. De pronto, suena la canción de Dani Martín Mi lamento y siento unas terribles ganas de llorar.
Los ojos me escuecen y las lágrimas pugnan por salir. Pero no. Yo no lloro. Me trago mis lágrimas e intento disfrutar de la canción y del viaje. Incluso tarareo.
Durante los tres cuartos de hora que dura el viaje. Mi mente trabaja a toda velocidad. ¿Qué harán atrás aquellas dos? ¿Por qué Brittany me ha pedido que me siente delante? ¿Por qué sigue enfadada conmigo? Cuando el coche se detiene, me bajo sin necesidad de que el chófer me abra la puerta. Eso que se lo haga a ellas. A las señoritingas.
Al bajarme, sonrío al ver a Marissa Von Bleicken. Ella es la secretaria de esa delegación y entre nosotras siempre hubo feeling. Pero feeling del bueno. Del decente. El chófer abre la puerta y salen Brittany y Amanda. No las miro. Sólo miro al frente con mis gafas de sol puestas.
Brittany saluda a Jesús Gutierrez, el jefe de la delegación, y a su junta directiva. Les presenta a Amanda y luego me presenta a mí. Con profesionalidad, estrecho las manos de todos ellos para después seguirlos hasta una sala. Pero esta vez, en vez de ir detrás de Brittany y Amanda, me retraso para saludar a Marissa. Nos damos dos besos y entramos charlando.
Una vez allí, antes de sentarnos, unas señoritas nos ofrecen café. Lo acepto gustosa. Necesito café. Estoy atacada. Me tomo tres. Entonces, la distancia con Brittany y la charla con Marissa me comienza a tranquilizar. En ese momento, veo de reojo que Brittany se gira. Es sólo un instante, pero sé que me ha mirado. Me ha buscado.
Marissa y yo seguimos hablando y nos reímos mientras me cuenta cosas de su niña. Es toda una supermadre y eso me emociona. Diez minutos después, todos pasamos a la sala de reuniones, tomamos posiciones y, como siempre, Brittany preside la mesa. Amanda se sienta a su derecha y yo intento colocarme en un segundo plano. No quiero ni mirarla. No me apetece.
—Señorita López —oigo que me llama mi jefa.
Sin dudarlo, me levanto y me acerco hasta ella con profesionalidad.
Su perfume entra por mis fosas nasales y provoca en mí mil sensaciones, mil emociones. Pero consigo no cambiar mi gesto.
—Siéntese al fondo de la mesa, por favor. Frente a mí.
La mato… la mato y la mato.
No quiero mirarla ni que me mire.
Pero dispuesta a ser la perfecta secretaria, cojo mi portátil y me siento donde ella me indica. Al otro lado de la mesa, frente a ella.
La reunión comienza y estoy atenta a todo lo que hablan. Ni la miro ni creo que ella tampoco me mire. Tengo el portátil abierto ante mí y temo recibir alguno de sus correos. Por suerte, no llega ninguno. A la una, la reunión se interrumpe. Es hora de comer. El jefe de la delegación ha reservado mesa en un hotel cercano para comer y Mairssa me propone ir en su coche. Acepto.
Sin mirar a mi particular Icewoman que está junto a Amanda, paso junto a ella cuando oigo que me llama. Le pido a Marissa que me dé un segundo y me acerco a mi jefa.
—¿Adónde va, señorita López?
—Al restaurante, señorita Pierce.
Brittany mira a Marissa.
—Puede venir en la limusina con nosotras.
Bien. Ahora, la cabreada es ella.
¡Que le den!
Amanda nos mira. No nos entiende. Hablamos en español, cosa que creo que la mosquea.
—Gracias, señorita Pierce, pero si no le importa, iré con Marissa.
—Me importa —responde.
No hay nadie a nuestro alrededor. Nadie nos puede escuchar.
—Peor para usted, señorita.
Me doy la vuelta y me marcho.
¡Olé, la furia española!
España 1–Holanda 0.
Sé que acabo de cometer la mayor imprudencia que una secretaria pueda hacer. Y aún mayor tratándose de Brittany. Pero lo necesitaba. Necesitaba hacerla sentir como me siento yo.
Sin importarme las consecuencias, entre ellas el despido seguro, camino hacia Marissa y la agarro del brazo con familiaridad. Nos montamos en su Opel Corsa y nos dirigimos hacia el restaurante mientras comienzo a calcular el paro que me va a quedar. De ésta me despiden fijo.
Cuando llego al establecimiento, corro con Marissa a tomarme varias Coca-Colas.
¡Oh, Dios! Cómo me gusta sentir sus burbujitas en mi boca.
Pero hasta las burbujas se deshinchan cuando veo entrar a Brittany seguida de Amanda y los jefazos. Mira hacia donde estoy y puedo percibir su enfado. Los directivos entran en el comedor y rápidamente toman posiciones. Brittany hace ademán de sentarse, pero entonces se excusa de sus acompañantes y me hace una señal con la mano. Marissa y yo la vemos y no me puedo negar a ir.
Doy un nuevo trago a mi Coca-Cola, la dejo sobre la barra y me acerco a ella.
—Dígame, señorita Pierce. ¿Qué quiere?
Brittany baja la voz y, sin cambiar su gesto, pregunta:
—¿Qué estás haciendo, San?
Sorprendida, porque vuelvo a ser «San» respondo:
—Tomarme una Coca-Cola. Por cierto, Zero, que engorda menos.
Mi contestación y mi chulería la desesperan. Lo sé y eso me gusta.
—¿Por qué estás haciéndome enfadar todo el rato? —inquiere, desconcertándome.
¡Tendrá poca vergüenza…!
—¡¿Yo?! —le susurro—. Si serás idiota…
Su mirada es tensa. Dura y desafiante.
Sus pupilas se contraen y me hablan pero hoy no quiero entenderlas. Me niego.
—Pasad al comedor —me dice, antes de darse la vuelta—. Vamos a comer.
Cuando Marissa y yo llegamos al comedor, nos sentamos a la otra punta de la mesa. Suena mi móvil: ¡mi hermana! Decido pasar de ella otra vez, no me apetece escuchar sus lamentaciones. Más tarde la llamaré. La comida está exquisita y continúo mi charla con
mi amiga.
En un par de ocasiones miro hacia mi jefa y veo que sonríe a Amanda. Mi cabreo vuelve a crecer. Pero cuando sus ojos se cruzan con los míos, ardo. Me caliento. Su mirada de Icewoman consigue que todas mis terminaciones nerviosas se muevan al mismo tiempo y toda yo me incendie.
A las cuatro y media regresamos a la sede. Yo, por supuesto, vuelvo en el coche de Marissa. La reunión se reemprende y acaba cerca de las siete de la tarde. ¡Estoy agotada!
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Capitulo 21
Cuando todo acaba, Amanda, Brittany y yos nos dirigimos hacia la limusina que nos espera y sin darle tiempo a Brittany para que vuelva a humillarme, me siento directamente junto al chófer.
Para chula, ¡yo!
Las oigo hablar. Incluso oigo cómo Amanda cuchichea y ríe como una gallina. Oigo lo que hablan y me enfurezco. No quiero hacerlo. Sólo hay que mirar a Amanda para saber qué es lo que busca. ¡Perra!
Espero que dividan los ambientes en la limusina, pero esta vez Brittany no lo hace. Desea que me entere de todo lo que dice. Habla en holandes y oírlo me agita. Me provoca.
Al llegar al hotel, la limusina se detiene. Abro mi puerta y desciendo.
Deseo con todas mis fuerzas perder de vista a Brittany y a esa imbécil, pero espero educadamente a que mi jefa y su acompañante bajen del coche. Después me despido y me marcho.
Casi corro hasta el ascensor y cuando se cierran las puertas, suspiro aliviada. ¡Sola!
El día ha sido horroroso y quiero desaparecer. Cuando llego a la suite tiro el maletín sobre el bonito sofá. Enciendo el hilo musical. Me suelto el pelo, me quito la chaqueta del traje y me saco la camisa de la falda. Necesito una ducha.
Entonces suenan unos golpes en la puerta. Mi mente intuye que es ella. Miro a mi alrededor. No tengo escapatoria a no ser que me lance desde el ático del hotel y muera aplastada en pleno paseo. ¡Qué disgustazo para mi pobre padre! ¡Ni hablar!
Decido ignorar las llamadas. No quiero abrir, pero insiste.
Cansada, abro finalmente la puerta y mi cara de sorpresa es mayúscula cuando veo que es Amanda quien está ante mi puerta. Me mira de arriba abajo.
—¿Puedo pasar?—me pregunta en alemán.
—Por supuesto, señorita Fisher —respondo, también en su idioma.
La mujer entra. Cierro la puerta y me doy la vuelta.
—¿Vas a quedarte el fin de semana, como hiciste en Barcelona? —me pregunta, antes de que yo pueda decirle nada.
Hago lo que suele hacer Brittany. Tuerzo el gesto. Pienso… pienso y pienso y finalmente respondo:
—Sí.
Mi contestación le molesta. Se pasa la mano por el pelo y pone los brazos en jarras.
—Si tu intención es estar con ella, olvídalo. Ella estará conmigo.
Arrugo el entrecejo, como si me hablara en chino y no comprendiera nada.
—¿De qué está hablando, señorita Fisher?
—Tú y yo sabemos muy bien de lo que hablamos. No te hagas la tonta. No eres la pobretona española que ve en Brittany un partidazo, ¿verdad?
Me quedo boquiabierta por lo que acaba de decirme. Pestañeo, y dejo salir a la macarra que llevo dentro.
—Mira, guapa, te estás confundiendo conmigo. Y si sigues por ese camino vas a tener un problema, porque yo no soy de las que se callan ni se amilanan. Por lo tanto, cuidadito con lo que dices, no te vaya a tener que patear el culo una pobretona española.
Amanda se aleja un paso de mí. Mi advertencia ha debido de sonarle verosímil.
—Creo que lo más inteligente por tu parte es que te alejes de ella —añade—. Yo me encargaré de todo lo que Brittany necesite. La conozco muy bien y sé cómo satisfacer sus
deseos.
Aprieto los puños. Tanto, que me clavo las uñas en ellos. Pero soy consciente de que no puedo actuar como deseo. Así pues, cuento hasta veinte, porque hasta diez no me vale, me dirijo hacia la puerta y la abro.
—Amanda —le digo, con toda la amabilidad de la que soy capaz—, sal de mi habitación porque, como sigas aquí, algo muy feo va a pasar.
Cuando se va, doy un portazo mientras por mi boca sale de todo, menos bonita. Me quito los tacones y los lanzo con furia contra el sofá. ¡Maldita sea!
Mi indignación me enloquece. Brittany me ha estado utilizando para dar celos a aquella muñeca hinchable. Maldigo y doy un zapatazo al caro sillón. ¿Cómo he sido tan tonta? Sin querer pensar en nada más, saco mi portátil cuando mi móvil suena. He recibido un mensaje. Brittany. «Ven a mi habitación.»
Leer eso me cabrea más. Siempre me he considerado una muñeca entre sus brazos, pero en ese momento me doy cuenta de que soy una muñeca tonta. Tecleo con rabia: «Vete a la mierda».
La contestación no se hace esperar.
Al cabo de unos segundos, oigo el sonido de una puerta al abrirse y ante mí aparece Brittany, descamisada, con cara de mala leche y una tarjeta en la mano. Sin hablar llega hasta donde estoy sentada. Tira la tarjeta con la que ha abierto la puerta, me coge del brazo, me levanta y me besa. Me besa con tanta profundidad que noto su lengua llegar hasta mi campanilla. Intento no responderle. Me niego. Pero mi cuerpo me traiciona. Lo desea. Es incontrolable. E instantes después soy yo la que la besa a ella en busca de más.
Con premura lleva sus manos hasta el botón trasero de mi falda y noto que chocamos contra la pared. Sin tacones soy muy pequeña a su lado. Eso siempre me ha gustado, igual que a ella le gusta sentir su superioridad. Con su pierna separa las mías, mientras una de sus manos se mete por debajo de mi camisa y se desliza por mi vientre. Cierro los ojos y me dejo llevar. Le permito seguir. Sin quitarme la falda, su mano continúa su camino hasta que consigue meterla por dentro de mis bragas y me hurga hasta llegar al clítoris. Me estimula. Me excita.
Con sus dedos, su experiencia y mi humedad latente, me masajea y lo aviva. Mi clítoris se hincha y yo gimo. Jadeo. Enloquezco y me restriego contra ella ante lo que siento por aquella invasión cuando, con su mano libre, me da un azotito. Me excita todavía más. Me vuelve loca e instantes después se desabrocha el pantalón y se lo saca rápidamente llevándose con él las bragas, saca la mano de mi vagina y tira de mí hasta llevarme al centro del salón. Clava sus ojos en los míos y murmura mientras acerca su boca a la mía.
—Pequeña, no tienes ni idea de cuánto te deseo.
Me baja la cremallera de la falda y ésta cae al suelo. Se agacha, acerca su nariz hasta mis bragas y las aspira. Da un pequeño mordisquito sobre mi monte de Venus y yo jadeo. Sus posesivas manos me tocan y me acarician. Suben por mis piernas y agarra el borde de mis braguitas. Me las quita. Estoy de nuevo desnuda de cintura para abajo ante ella y no digo nada. No rechisto. Me dejo hacer mientras ella me activa, me posee y me enloquece.
Se levanta del suelo. Me empuja hacia el respaldo del sofá, me da la vuelta y me recuesta sobre él. Mis brazos y mi cabeza caen, mientras mi trasero queda expuesto enteramente para él. Durante unos segundos disfruto de los mordisquitos que me da en las nalgas y noto sus manos invasoras sobre mí. De nuevo un azote. Esta vez más fuerte. Pica. Pero el picor lo suaviza cuando siento que se aprieta contra mí y sus suaves y castigadoras manos
me avisan de que me va a hacer suya.
Me abre las piernas, mientras con una de sus manos aprisiona mis riñones sobre el respaldo del sofá para que no me mueva. La otra mano la pasea desde mi caliente vagina hasta mi orificio anal y viceversa. Juguetea entre mis hendiduras, empapándome más.
—Te voy a follar, San. Hoy me has vuelto loca y te voy a follar tal y como llevo todo el día pensando hacerlo.
Oírla decir aquello me sofoca.
Me azuza todos los sentidos y me gusta.
Noto que arqueo mi trasero dispuesta a recibirla. Me siento como una perra en celo en busca de mi alivio. Brittany deja caer su cuerpo sobre mí. Muerde mi hombro, después mis costillas y yo me retuerzo. Estoy empapada, lista y húmeda para recibirla. Mi cuerpo le implora. Me penetra de una estocada y exige:
—Necesito escuchar tus gemidos. ¡Ya!
Sin poder evitarlo, un jadeo ruidoso sale de mi boca.
Sus palabras me aguijonea.
Una mano exigente me agarra por la cintura y me aprieta contra ella hasta que me tiene totalmente empalada. Grito. Me retuerzo. Voy a explotar. Sale de mí unos centímetros pero vuelve a entrar una y otra vez, colmándome de una serie de movimientos duros y potentes que vuelven a hacerme chillar. Siento la palma chocar contra mi vagina a cada movimiento y chillo. Chillo de placer.
A cada acometida siento que me rompe. Me incita y yo me abro más para que me siga desgarrando y me haga totalmente suya. De un movimiento me vuelve, me coloca encima, sexo con sexo sobre el sillón, me agarra con sus posesivas manos y me aprieta con ella. Me encanta sentir su humedad junto a la mía, sentir el tacto suave y de su piel fomenta mi perversión. Sus palabras y su ímpetu por follarme me enloquecen de una manera bárbara.
Mi clítoris se contrae a cada embestida, cada rose y noto cómo le sucede lo mismo. Oigo su respiración agitada en mi oreja y los calientes sonidos de nuestros cuerpos al chocar, una y otra vez… una y otra vez… Son adictivos.
Calor.
Tengo mucho calor.
Un ardor me sube por los pies asolando mi cuerpo. Cuando llega a mi cabeza explota y con él exploto yo. Grito. Nos retorcernos y yo convulsiono mientras noto que por mi pierna chorrean nuestros fluidos. Intento que me suelte. Pero Brittany no lo permite. Continúa arremetiendo contra mí mientras mi devastador orgasmo me enloquece y la hace enloquecer.
Mi cuerpo, roto de placer, se arquea y, tras una potente arremetida que nos empotra más en el sillón, Brittany se tensa, noto que apoya su cabeza sobre mi hombro y después de un gruñido y fuerte gemido noto que se corre.
Durante unos segundos, las dos permanecemos en aquella posición. Yo encima de ella. Ella apoyada en mi hombro. Nuestros corazones acelerados necesitan regresar a su ritmo normal antes de hablar, mientras que en el hilo musical de la habitación suena La chica de Ipanema.
Cuando Brittany se incorpora y me deja vía libre, hago lo mismo.
Vestida sólo con la camisa, la miro y ella sonríe satisfecha mientras se sube y abrocha el pantalón. Lo que acabamos de practicar es sexo exigente y duro y eso le gusta. Lo sé. La sangre me hierve. Estoy indignada. Sin poder controlarlo, la mano se me escapa y le doy un sonoro bofetón.
—Sal de aquí —le exijo—. Es mi habitación.
No habla. Sólo me mira.
Sus ojos, que momentos antes sonreían, ahora están fríos. Icewoman ha vuelto y en su peor versión. Incapaz de permanecer callada ante ella por lo que acabo de hacer, grito:
—¿Quién te has creído que eres para entrar en mi habitación?
No contesta y yo vuelvo a gritar:
—¿Quién te crees que eres para tratarme así? Creo… creo que te has equivocado conmigo. Yo no soy tu puta…
—¿¡Cómo dices!?
—Lo que has oído, Brittany —insisto mientras veo el desconcierto en sus ojos—. Yo no soy tu puta para que entres y me folles siempre que te dé la gana. Para eso ya tienes a Amanda. A la maravillosa señorita Fisher, que está dispuesta a seguir haciendo por ti todo lo que tú quieras. ¿Cuándo me ibas a decir que estás liada con ella? ¿Qué pasa? ¿Ya estabas planeando un trío entre las tres sin consultarme?
No contesta.
Sólo me mira y veo furia, fuego y desconcierto en su mirada.
Su respiración se acompasa pero es profunda. Quiero que se vaya. Quiero que desaparezca de mi habitación antes de que la víbora que hay en mí termine de resurgir y acabe diciendo cosas peores. Pero Brittany no se mueve. Se limita a mirarme hasta que se da la vuelta y se marcha. Cuando la puerta se cierra me llevo la mano a la boca y sin querer, ni poder remediarlo, comienzo a llorar.
Diez minutos después me ducho.
Necesito quitarme su olor de mi piel.
Y cuando salgo de la ducha tengo algo muy claro. Tengo que marcharme de allí. Abro el portátil y reservo un billete de vuelta para Madrid. A las once de la noche estoy sentada en un avión mientras repaso mentalmente la nota que le he dejado sobre mi cama y que estoy segura que leerá.
Señorita Pierce:
Regresaré el domingo por la noche para continuar nuestro trabajo. Si me ha despedido, hágamelo saber para ahorrarme el viaje.
Atentamente,
Santana López
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Capitulo 22
El viernes, cuando despierto en mi cama, miro el reloj digital de la mesilla. La una y siete. He dormido varias horas del tirón.
Como mi hermana no sabe que he vuelto, no se ha presentado en mi casa y eso, por unos segundos, me hace feliz. No quiero dar explicaciones.
Cuando abandono mi habitación lo primero que busco es el móvil. Lo tengo en silencio dentro de mi bolso. Dos llamadas perdidas de mi hermana, dos de Emily y doce de Brittany. ¡Vaya!
No respondo a ninguna. No quiero hablar con nadie.
Mi cólera regresa y decido hacer limpieza general. Cuando estoy cabreada limpio de lujo.
A las tres de la tarde tengo la casa como una cuadra.
Ropa por aquí, lejía por allí, muebles fuera de su lugar… pero me da igual. Soy la reina del lugar y ahí mando yo. De repente, siento que quiero planchar. Increíble, pero es así. Saco la tabla, enciendo mi plancha y cojo varias prendas. Mientras canturreo lo que sale por la radio, olvido lo que me taladra la cabeza: Brittany.
Plancho un vestido, una falda, dos camisetas y, mientras plancho un polo, mis ojos se paran en una pelota roja que hay en el suelo. Rápidamente me acuerdo de Curro, mi Curro, y los ojos se me llenan de lágrimas hasta que suelto un chillido. Me acabo de hacer una tremenda quemadura con la plancha en el antebrazo y duele.
Lo miro, nerviosa.
Está rojo como la camiseta de la selección y veo hasta el dibujo y los agujeritos que tiene la plancha en mi piel. Duele… duele… duele… ¡Duele mucho! Pienso si echarme agua o pasta de dientes mientras camino dando saltitos por la casa. Siempre he oído hablar de esos remedios, pero no sé si funcionan o no. Al final, muerta de dolor, decido acercarme al hospital.
Por fin, a las siete de la tarde, me atienden.
¡Viva la celeridad del servicio de urgencias!
Veo las estrellas y los universos paralelos de los dolores que tengo. Una doctora encantadora me echa un liquidito en la quemadura con mimo, pone un apósito en mi brazo y lo venda. Me receta unos calmantes para el dolor y me manda para casita.
Con unos dolores de aúpa y el brazo vendado busco una farmacia de guardia.
Como siempre en esos casos, la más cercana está en el quinto pino. Tras comprar lo que necesito, regreso a mi casa. Estoy dolorida, agotada y cabreada. Pero cuando llego a la puerta del portal de mi casa, oigo una voz detrás de mí.
—No vuelvas a marcharte sin decírmelo.
Su voz me paraliza.
Me enfada pero me reconforta. Necesitaba oírla.
Me doy la vuelta y veo que la mujer que me tiene fuera de mis casillas está a un escaso metro de mí. Su gesto es serio y, sin saber por qué, levanto el brazo y digo, mientras los ojos se me llenan de lágrimas:
—Me he quemado con la plancha y me duele horrores.
Su gesto se descompone.
Mira el vendaje de mi brazo. Después me mira a mí y noto que pierde toda la seguridad. Icewoman acaba de marcharse para dar paso a Brittany. La Brittany que a mí me gusta.
—Dios, pequeña, ven aquí.
Me acerco a ella y siento que me abraza con cuidado de no rozar mi brazo. Mi nariz se impregna de su olor y me siento la mujer más feliz del mundo. Durante unos minutos, permanecemos en aquella posición hasta que yo me muevo y entonces ella acerca su boca a mis labios y me da un corto pero dulce y tierno beso.
Nunca me ha besado así y mi cara debe de ser un poema.
—¿Qué te ocurre? —me pregunta.
Vuelvo en mí y sonrío.
¡Me ha besado con ternura!
Le entrego las llaves de mi casa para que abra.
—El portal tiene rota la cerradura… tira de la puerta y abre.
Deja de mirarme y hace lo que le pido. Después me agarra de la mano y subimos juntas en el ascensor. Al abrir la puerta de mi casa veo que mira alrededor y murmura:
—Pero ¿qué ha pasado aquí?
Sonrío. Sonrío como una tonta, como una imbécil.
—Limpieza general —respondo mirando el caos que nos rodea—. Cuando me cabreo, esto me relaja.
Ríe por lo bajo y después oigo que la puerta se cierra. Cuando dejo la bandolera sobre el sofá, me olvido del dolor y me vuelvo hacia ella.
—¿Qué haces aquí?
—Me tenías preocupada. Te marchaste sin avisar y…
—Te dejé una nota y, sobre todo, en buena compañía.
Brittany me mira. Siento que la tensión regresa a su mandíbula.
—No quiero volver a oír eso tan humillante que has dicho de que no eres mi puta. Pues claro que no lo eres, San, ¡por el amor de Dios! Nunca lo has sido y nunca lo serás, ¿entendido? —Afirmo con la cabeza, y ella prosigue—: Pero vamos a ver, San, ¿todavía no has entendido que el sexo para mí es un juego y que tú eres mi pieza más importante?
—Tú lo has dicho: ¡tu pieza!
—Cuando digo pieza… me refiero a que eres la mujer que más me importa en este momento. Sin ti, ese juego pierde valor. Maldita sea, creí habértelo dejado claro.
Durante unos minutos, ninguno de las dos dice nada. La tensión en el ambiente se puede cortar con un cuchillo.
—Mira, Brittany, esto no va a funcionar. Seamos sólo amigas. Creo que en el plano laboral podemos trabajar juntas, pero…
—San, nunca te he mentido en nada.
—Lo sé —admito dándole la razón—. El problema aquí soy yo, no tú. Es que no me reconozco. Yo no soy la chica que tú manejas como una pieza. No… ¡me niego! No quiero. No quiero saber nada de tu mundo, ni de tus juegos ni de nada de eso. Creo… creo que lo mejor es que cada uno regrese a su vida y…
—De acuerdo —asiente.
Su conformidad me bloquea.
De pronto quiero discutir aquello otra vez. No quiero que me haga caso. ¿Me estoy volviendo loca?
Veo el dolor y la rabia en sus ojos pero intento refrendar lo que acabo de decir y no abrazarla. Mi voluntad desaparece cuando estoy cerca de ella y necesito mantenerme firme, aunque yo misma me contradiga.
Mi antebrazo me da un pinchazo que me descompone el rostro entero y doy un
salto. Me levanto.
—¡Diossss! ¡Qué dolor! ¡Joderrrrrrrrrrr! ¡Joderrrrrrrrrrrr!
Su gesto se contrae y se levanta. No sabe qué hacer mientras yo continúo con mi retahíla de quejidos y palabras malsonantes. El brazo me está matando.
—¿Te duele mucho?
—Sí. Voy a tomarme un calmante para el dolor o te juro que me va a dar algo.
Mi brazo palpita y el dolor se vuelve insoportable. Camino por el salón como una loca hasta que Brittany me hace detenerme.
—Siéntate —me ordena—. Llamaré a un amigo.
—¿A quién vas a llamar?
—A un amigo médico para que te vea el brazo.
—Pero si ya me lo han visto en el hospital…
—Da igual. Yo me quedo más tranquila si te lo mira Andrés.
Estoy tan dolorida que no me apetece hablar. Veinte minutos más tarde suena el telefonillo de mi casa. Brittany lo atiende y un minuto después aparece ante nosotros un hombre. Se saludan y el recién llegado se queda mirando el estado de la casa. Entre risas, Brittany cuchichea:
—Santana estaba haciendo limpieza general.
Se miran y sonríen. Y en ese momento, cabreada por cómo me duele el brazo, murmuro:
—Venga, no os cortéis. Si creéis que está desordenado, os doy permiso para que lo ordenéis. La escoba y la fregona están a vuestra entera disposición.
Mi mala leche los hace sonreír.
¡Graciosillos!
Al final, el recién llegado se me acerca.
—Hola, Santana, soy Andrés Villa. Vamos a ver, ¿qué te ha pasado?
—Me he quemado con la plancha y me duele horrores.
Asiente y coge unas tijeras.
—Dame el brazo.
Brittany se sienta a mi lado.
Siento su mano protectora en mi espalda y eso me reconforta. El médico corta mi vendaje con cuidado. Lo observa un rato, saca una especie de suero y lo echa sobre mi herida. Un alivio momentáneo me hace suspirar. Luego coloca unos apósitos mojados en ese líquido y vuelve a vendarme la herida.
—Te duele mucho, ¿verdad?
Hago un gesto afirmativo con mi cabeza.
No lloro porque me da vergüenza y él lo nota. Brittany también.
—Te inyectaré un calmante. Es lo más rápido para el dolor. Pero este tipo de heridas es lo que tienen, que son molestas. Tranquila, pasará pronto.
No rechisto.
Que me inyecte lo que le dé la gana pero que me quite ese horroroso dolor.
Mientras lo hace, lo observo. Él me mira y me guiña un ojo con complicidad. Tendrá unos treinta años. Alto, moreno y una bonita sonrisa. Cuando acaba, cierra su maletín, saca una tarjeta y me la entrega mientras nos levantamos.
—Para cualquier cosa, sea la hora que sea, llámame.
Miro la tarjeta y leo «Doctor Andrés Villa» y un número de móvil. Asiento como una tonta y meto la tarjeta en el aparador del comedor.
—De acuerdo, lo haré.
En ese momento, Brittany, me pasa la mano por la cintura en una actitud que me resulta posesiva, pone una mano sobre el hombro de su amigo y le dice:
—Si ella te necesita, yo te llamaré.
Andrés sonríe, Brittany me suelta y se dirigen hacia la puerta. Durante unos minutos, los oigo que murmuran algo pero no entiendo lo que dicen. Quiero que el dolor me abandone y eso es lo único que me interesa.
Vuelvo a tirarme encima del sillón. El dolor de mi brazo comienza a bajar de intensidad y siento que vuelvo a ser persona. Brittany regresa al salón y habla con alguien por el móvil mientras mira por la ventana. Cierro los ojos. Necesito relajarme.
No sé cuánto tiempo permanezco así, hasta que oigo sonar la puerta de mi casa. Veo a Blaine, el chófer de Brittany, entregarle un montón de bolsas. Cuando la puerta se cierra, Brittany me mira.
—He pedido algo de cena. No te muevas, yo me encargo de todo.
Hago un gesto con la cabeza y sonrío. ¡Genial! Necesito que me mimen.
Sin levantarme del sofá, oigo a Brittany trastear en la cocina. Un par de minutos después aparece con una bandeja donde lleva platos, tenedores, cuchillos y vasos.
—Le he pedido a Blaine que comprara comida china. Si mal no recuerdo, te gusta.
—Me encanta. —Sonrío.
—¿El dolor ha disminuido? —pregunta con seriedad.
—Sí.
Mi respuesta parece aliviarla.
Observo cómo Brittany coloca en la bandeja todo lo que ha traído y no puedo dejar de mirarla. Parece mentira que aquella joven que coloca los platos y los vasos sea la misma Icewoman implacable que aparece en ciertos momentos. Su gesto ahora es relajado y me gusta. Me gusta verla y sentirla así.
En cuanto acaba lo que hace, regresa a la cocina y aparece con la bandeja cargada de cajitas blancas. Se sienta a mi lado e indica:
—Como no sabía qué era lo que te gustaba, le he pedido a Blaine que trajera de todo un poco: arroz tres delicias, pan chino, rollitos de primavera, tallarines con soja, ensalada china, ternera con brotes de bambú, cerdo con champiñones, fideos chinos con verdura, langostinos fritos, pollo al limón. Y de postre, trufas. Espero que algo te guste.
Sorprendida por todo lo que ha dicho, murmuro:
—Madre mía, Brittany. ¡Aquí hay comida para un regimiento! Podías haberle dicho a Blaine que se quedara a cenar.
Niega con la cabeza.
—No.
—¿Por qué? Parece simpático…
—Lo es. Pero quería estar a solas contigo. Tenemos que hablar muy seriamente.
Resoplo y susurro:
—Tramposa. Estoy dopada y soy presa fácil.
Sonríe como respuesta.
—Come, pequeña.
Ojeo todos los paquetes y me sirvo en el plato lo que me apetece. Todo tiene una pinta estupenda y, cuando lo degusto, aún sabe mejor.
—¿Dónde ha comprado Blaine esto? ¿De qué chino es?
—Lo ha preparado Xao-li. Uno de los cocineros del hotel Villa Magna.
Me la quedo mirando, incrédula.
—Estás comiendo auténtica comida china. No lo que en ocasiones creo imaginar que comes.
Le hago un gesto de asentimiento, divertida por lo que acaba de decir. Ella y su exclusividad.
Brittany está de buen humor y yo me alegro horrores. Estar con ella así, de buen rollo, es una maravilla. Cuando llega el momento del postre, va a la cocina, trae unas trufas y las deja ante mí.
Coge una cuchara, parte un trozo de trufa y la pone ante mi boca. Sonrío, abro la boca y tras hacer un sinfín de gestos con los ojos y la boca, murmuro:
—¡Diossssssssss! ¡Qué rico!
Brittany sonríe y vuelve a meterme otra trufa en la boca. La paladeo. Disfruto y me dispongo a pedir más, cuando ella se me adelanta.
—¿Puedo probarla yo?
Asiento. Pasa la trufa por mis labios, se acerca a mi boca y la chupa durante unos segundos con delicadeza hasta que dice, separándose de mí:
—Deliciosa.
La miro. Me mira y sonreímos.
Ese tonteo idiota es tan sensual que no quiero ser su amiga, quiero ser algo más. Y cuando voy a lanzarme sobre ella, desesperada porque me bese, me interrumpe:
—San, hace un rato has dicho que…
—Sé lo que he dicho, olvídalo.
Brittany me mira… Piensa… piensa y, finalmente, añade sin cambiar su gesto:
—No vuelvas a decir eso de que yo te considero mi puta, por favor, San. Me destroza pensar que tú piensas eso de mí.
—Vale… Se me fue la boca. Lo siento.
Sus dedos perfilan mis labios con delicadeza.
—San… tú para mí eres especial, muy especial. —Nos miramos fijamente durante unos segundos. Al final cambia el tono de su voz y prosigue—: No puedes marcharte de mi lado sin darme una explicación y esperar que yo no me vuelva loca de preocupación. Prefiero que llames a mi puerta y me digas «¡Adiós!», a creer que estás y que no estés. ¿De acuerdo?
—Si no lo hice, fue porque que no quería llamarte gilipollas o algo peor.
—Llámamelo, si lo necesitas.
—No me des ideas —bromeo.
Sus labios se curvan.
—Por favor, no vuelvas a marcharte sin decirme nada.
—¡Valeeeeeeeee…! Pero que conste que pensaba regresar para continuar con el trabajo.
—No hace falta.
—¡¿No?!
—No.
—¿Por qué?
—Ha surgido algo.
—¿Me has despedido? Pero ¡si todavía no te he llamado gilipollas!
Brittany sonríe y me introduce otra trufa en la boca, para que me calle, supongo.
—He anulado las reuniones de la semana que viene y las he dejado para más
adelante. Regreso a Holanda. Hay algo de lo que me tengo que ocupar y no puede esperar.
La trufa y la noticia me revuelven en el estómago.
¡Se va!
Pienso en Amanda. Las dos juntas en Alemania. El aguijón de los celos vuelve a picarme.
—¿Regresaras con Amanda? —pregunto, incapaz de mantener la boca cerrada.
—No, imagino que ella habrá regresado hoy. Y, en lo que concierne a Amanda, es una colega de trabajo y amiga. Sólo eso. Me confesó esta mañana la visita a tu habitación y…
—¿Has pasado la noche con ella?
—No.
Su contestación no me convence.
—¿Has jugado esta noche con ella?
Se recuesta en el sofá y asiente.
—Eso sí.
La imito. Pero mi humor ha cambiado.
—Me gusta jugar, no lo olvides. Y tú debes hacerlo también.
¡Oh…! ¡Qué bonito escuchar aquello!
Me tenso, pero no me puedo quejar. Ella siempre ha sido clara al respecto y no lo puedo negar. Pero como soy una cotilla, insisto en interrogarlo.
—¿Lo pasaste bien?
—Lo habría pasado mejor contigo.
—Sí, clarooooo…
—Tú me proporcionas un inmenso morbo y un maravilloso placer. Actualmente, eres la mujer que más deseo. No lo dudes, pequeña.
—¿Actualmente?
—Sí, San.
Eso me gusta, pero me disgusta al mismo tiempo. ¿Me estaré volviendo loca o soy masoquista profunda además de atontada?
—¿Entre todas las mujeres con las que juegas —pregunto, deseosa de saber más—, existe alguna especial?
Brittany me mira.
Entiende perfectamente mi pregunta. Pone una mano sobre mi muslo y añade:
—No.
—¿Nunca la ha habido?
—La hubo.
—¿Y?
Clava su intensa mirada en mí y me traspasa con ella.
—Y ya no está en mi vida.
—¿Por qué?
—San… no quiero hablar de ello… Pero sí deseo que sepas que sólo tú has conseguido que coja un avión y te busque con desesperación.
—¿Eso debe alegrarme? —pregunto sarcástica.
—No.
Su contestación vuelve a desconcertarme. ¿A qué estamos jugando?
—¿Por qué no debe alegrarme?
Brittany piensa y medita bien su respuesta.
—Porque no quiero hacerte sufrir.
Aquello me deja sin palabras. No sé qué contestarle.
—Quizá sea yo la que te haga sufrir a ti —contesto, con toda la chulería que hay en mí.
Me mira… la miro…
Tras un incómodo silencio, suena mi móvil. Es Miriam, mi amiga de Barcelona. Me levanto y, y le digo que estoy en Madrid y que ya la llamaré. Brittany no se ha movido. Se ha limitado a mirarme casi sin pestañear. Mi brazo está mejor. No me duele, así que vuelvo al ataque.
—¿Por qué crees que puedes hacerme sufrir?
—No lo creo… lo sé.
—No me vale esa contestación. ¿Por qué?
Brittany me observa en silencio. Tengo la sensación de que estoy a punto de explotar, como una cafetera a presión.
—Tú eres una buena chica que merece a alguien mejor.
—¿A alguien mejor?
—Sí.
Me muevo inquieta. Sé de lo que habla, pero quiero que se exprese con claridad.
—Cuando te refieres a alguien es…
—Me refiero a alguien que te cuide y te trate como tú te mereces. ¿Quizá esa tal Emily?
Escuchar aquel nombre me deja sin palabras.
—No metas a Emily en esto, ¿entendido?
Brittany asiente. Volvemos a quedarnos en un más que incómodo silencio.
—Mereces a alguien que te diga bonitas palabras de amor. Te las mereces.
—Tú ya lo haces, Brittany.
—No, San, no mientas. Eso no lo hago.
Intento relajar el ambiente, se está volviendo espeso.
—Vale… nunca me dices cosas cariñosas pero me tratas bien y veo que te preocupas por mí. ¿Por qué me dices todo esto?
—San… sé realista —endurece su voz—. ¿La palabra «sexo» te da alguna pista?
Sonrío con amargura. Ella se da cuenta.
—Sí, claro que me da pistas —digo, interrumpiendo lo que estaba a punto de decir ella—. Me indica que entre tú y yo el sexo es lo que nos unió. Pero cuando dos personas se conocen y se atraen, lo primero que tiene que surgir entre ellos es química. Y tú y yo tenemos química.
—¿Con esa tal Emily también existe química?
De nuevo la menciona. Eso me molesta. Me enfurece ¿Qué le pasa con Emily?
—Espero tu respuesta, San —insiste, al ver que no contesto.
—Vamos a ver, ¿quieres olvidarte de Emily de una vez? Eso pertenece a mi vida privada. ¿Te pregunto yo por tu vida privada? —Ella niega con la cabeza y yo añado—: No entiendo dónde quieres ir a parar, no creo haberte pedido nada y…
—Y yo no te daré nada que no sea sexo.
Su tajante respuesta me corta la respiración. No entiendo sus cambios de humor. Tan pronto me mira con devoción como me dice que entre nosotras sólo hay y habrá sexo.
—Me parece muy bien tu respuesta, Brittany. Soy lo suficientemente mayorcita como para poder elegir con quién quiero acostarme y con quién no.
—Por supuesto, y espero que lo hagas. Pero yo no te he dado opción.
—¿Ah, no?
—No, San. Simplemente me gustaste y fui a por ti. Algo que hago siempre que alguien me atrae.
Aquella respuesta me toca la fibra sensible.
—¡Gilipollas! —le grito, enfurecida—. En este momento te estás comportando como una auténtica gilipollas.
No se mueve. No contesta.
Brittany se limita a mirarme y a aceptar mis insultos.
—San… insúltame si quieres, pero sabes que es la verdad. Fui yo quien desde el primer día que te vi provoqué todo lo ocurrido. En el archivo. En el restaurante donde te llevé. En la habitación de mi hotel cuando miré cómo otra mujer te poseía. En el bar de intercambio de Barcelona. Tú nunca hubieras hecho nada de eso. Pero yo te he llevado a mi terreno. Acéptalo, pequeña.
—Pero, Brittany…
—Hace un rato que me has dicho que no quieres entrar en mis juegos, ¿lo has olvidado?
Tiene razón… vuelve a tener razón.
—Me gusta todo lo que hago contigo —respondo, perdiendo toda la razón que ella dice que tengo—. Tu juego me atrae y…
—Lo sé, pequeña, lo sé —dice mientras me toca la pierna—. Pero eso no quita que yo piense que no soy la mujer que te mereces y que quizá otra te haga más feliz. —Está claro en quién está pensando, pero esta vez no dice su nombre—. Mira, San, me gusta el sexo, el morbo y adoro ver disfrutar a una mujer. En este momento, esa mujer eres tú, pero hay algo en mí que me dice que pare, que tú no deberías entrar en mi juego o…
—No soy la santa que tú crees. He tenido varias relaciones y…
Eso la hace sonreír y me interrumpe:
—San… créeme que para mí eres una santa. Lo que tú has hecho con tus anteriores relaciones, nada tiene que ver con lo que yo quiero que hagas conmigo.
El estómago se me contrae.
Pensar en lo que ella quiere hacer conmigo me reseca el paladar.
—¿Qué quieres hacer conmigo?
—De todo, San, contigo quiero hacer de todo.
—¿Hablamos sólo de sexo?
Esa pregunta lo pilla por sorpresa.
Sus ojos no me engañan. Sé que hay algo que se guarda para ella y necesito saber qué es.
—No. Y ése es el problema. No debo permitir que te encariñes conmigo.
—Pero ¿por qué?
No responde.
Se limita a acercar su frente a la mía y a cerrar los ojos. No quiere mirarme. No quiere responder. Sé que le pasa como a mí. Siente algo más, pero no quiere aceptarlo.
¿Qué ocurre? ¿Qué le pasa?
Así permanecemos durante unos minutos, hasta que yo acerco mi boca a la suya y susurro:
—Te deseo.
Brittany sigue con los ojos cerrados. De pronto, parece muy cansada. No entiendo qué
le ocurre.
—Hoy no, pequeña. Un mal movimiento y te puedo hacer daño en el brazo.
—Pero si ahora no me duele… —me quejo.
—San…
—Te deseo y quiero hacer el amor contigo, ¿es tanto pedir? Pronto te irás y, por tus palabras, no sé si cuando regreses volveremos a estar juntas.
Mis palabras la conmueven.
Se lo veo en la cara. Finalmente acerca su boca a mi boca y me da un dulce beso lleno de cariño.
—¿Puedo quedarme contigo esta noche?
Asiento. Quiero que se quede siempre.
Pero sus palabras y en especial su mirada me suenan a despedida e, inexplicablemente, los ojos se me llenan de lágrimas. Brittany me las seca, pero no habla. Después se levanta y me tiende la mano. Se la tomo y juntas vamos hasta mi habitación.
Una vez allí se desnuda mientras la observo.
Brittany es alta, fuerte y sensual.
Su porte es soberbia y tan femenina y eso me humedece no sólo la boca.
En cuanto está desnuda, saca de debajo de mi almohada mi pijama del Demonio de Tasmania, se sienta en la cama y yo me acerco a ella. Dejo que me desnude. Lo hace lentamente y con mimo, sin apartar sus ojos de los míos. Cuando me tiene desnuda, se levanta y me abraza. Me abraza y me aprieta con delicadeza contra ella y siento que, a pesar de todo lo grande y alta que es, se refugia en mí.
Estamos desnudas. Piel con piel. Latido con latido.
Agacha su cabeza en busca de mi boca. Se la doy. Se la ofrezco. Soy suya sin que me lo pida.
Sus labios se posan sobre los míos con una exquisitez y una delicadeza que me pone toda la carne de gallina y después hace eso que tanto me gusta. Me pasa su lengua por el labio superior y después por el inferior, y cuando espero el ataque a mi boca hace algo que me sorprende. Me coge con las dos manos la cabeza y me besa con sutileza.
Su húmeda lengua pasea con deleite por el interior de mi boca y yo le dejo hacer mientras siento entre mis piernas mi humedad y su calor. Cuando su dulce y pausado beso me ha robado el aliento, se separa de mí y se sienta de nuevo en la cama. No deja de mirarme y, atraída como un imán, me siento a horcajadas sobre ella.
—Pequeña… —me dice con su voz ronca—. Cuidado con tu brazo.
Asiento hipnotizada, mientras noto las yemas de sus dedos subir por mi columna y dibujar circulitos sobre mi piel. Cierro los ojos y disfruto del contacto y la finura de sus dibujos. Cuando los abro, su boca busca la mía y me besa con dulzura mientras me aprieta contra ella. Tranquilas y pausadas, permanecemos durante más de diez minutos prodigándonos mil caricias, hasta que mi impaciencia hace que me mueva sobre ella.
Mi carne se une a la de ella para recibirla y jadeo al sentir su humedad. Brittany cierra los ojos con fuerza y siento que se contrae para mantener su autocontrol. Lentamente muevo mis caderas de adelante hacia atrás en busca de nuestro placer. Espero un azote, una fuerte arremetida que me enloquezca, pero no. Brittany sólo me mira y se deja llevar como una ola en calma por mis movimientos.
—¿Qué te ocurre? —susurro, inquieta—. ¿Qué te pasa?
—Estoy cansada, cariño.
Su erótica voz al llamarme cariño, sus palabras y la suavidad de sus dedos al pasar por mi cuerpo me avivan.
¡Ahora lo entiendo!
Intenta hacer lo que le acabo de pedir. Me hace el amor. Nada de azotes. Nada de fuertes penetraciones y arremetidas. Nada de exigencias. Pero en ese momento, encima de ella, yo no quiero eso. Yo quiero acceder a sus caprichos, a sus reclamaciones. Quiero que su placer sea mi placer. Quiero… quiero… quiero.
Conmovida por el control que veo en su mirada, me dejo llevar por mi placer, decido aprovechar lo que hace por mí y hacerla cambiar de idea para que me posea como yo deseo que lo haga. Acerco su boca a mis pechos. Brittany los acepta y los lame con docilidad, con mimo. El calor se apodera de mí, mientras siento que ella ha dejado en mis manos el momento. Me muevo en círculos en busca de mi propio placer y lo consigo. Jadeo. Me aprieto contra ella. Chillo y vuelvo a jadear. Su cuerpo tiembla mientras el mío vibra enloquecido porque su lado rudo y salvaje tome los mandos de la situación y me posea con avidez.
¡Lo necesito!
¡Lo anhelo!
Quiero que mis demandas sean las suyas, pero Brittany se niega. No quiere entrar en mi juego y, finalmente, cuando el calor inunda mi atizado deseo, apoyo mis brazos en sus muslos y soy yo la que me muevo con brusquedad. Busco mi placer, me muero por encontrarlo. Cuando el orgasmo me llega, grito y me arqueo sobre ella y, entonces, sólo entonces, Brittany me agarra de la cintura. Siento la tensión de sus manos, cómo me aprieta una sola vez hacia ella y luego se deja llevar en silencio.
Permanezco abrazada a ella unos minutos.
No entiendo por qué se ha comportado así.
—San… a esto me refiero. Para que yo disfrute en el sexo, necesito mucho más.
Me niego a mirarla.
Me niego a dejar de abrazarla.
No quiero que esto acabe y, menos aún, perderla.
Pero, finalmente, Brittany se levanta de la cama y me arrastra con ella. Coge un pañuelo de papel de mi mesilla y me limpia. Después se limpia ella. Sin hablar, coge el pijama del Demonio de Tasmania. Me pone el culotte y después la camiseta de tirantes. Ella se pone las bragas. Apaga la luz y me obliga a tumbarme junto a ella. Esta vez me da la vuelta y me agarra por detrás. Teme hacerme daño en el brazo. No hablamos. No decimos nada. Sólo intentamos descansar mientras las dos oímos el sonido de nuestras respiraciones en nuestra despedida.
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
que porqueria despues de un momento asi pq brittany no pde sentir amor por santana? la odio!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Despues de lo que ocurrio en la habitacion de San a mi se e paso lo mismo por la cabeza, que britt trata a San como su pta y no me gusto nada!!
No se que pasara con Britt pero no me gusta que San sea una arrastrada!
Saludos y espeo que actualices pronto.
No se que pasara con Britt pero no me gusta que San sea una arrastrada!
Saludos y espeo que actualices pronto.
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana]-Pideme Lo Que Quieras: Capitulo 46, 47 y 48 ACTUALIZACION 14/06/14
Hola.
Me encantaron los capitulo.
siento que a san la trata como puta pero también britt de un principio le dijo que era solo sexo,aunque intento de entender a san y ella se esta enamorando pero ciegamente de britt.. nose que pasara.
Espero la prox actualización
Que estés bien : )
Me encantaron los capitulo.
siento que a san la trata como puta pero también britt de un principio le dijo que era solo sexo,aunque intento de entender a san y ella se esta enamorando pero ciegamente de britt.. nose que pasara.
Espero la prox actualización
Que estés bien : )
Fran_ci* - Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 31/08/2013
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