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Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
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Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Britt solita se amarga.. y teniendo a semejante mujer *-*
Saludos :)
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
britt se la va a poner difícil a san,...
ame cuando estaban los dos en el instituto,....jajajaj
va a ser divertido verlas trabajar juntas,..!!!!
ame cuando estaban los dos en el instituto,....jajajaj
va a ser divertido verlas trabajar juntas,..!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
hola .......me doy cuenta que no habia leído y menos comentado esta historia..........vaya, ¡que historia¡, es absolutamente INTERESANTE, SORPRENDENTE.
¿en serio?, Britt amargándose sola y dejando que comentarios le llenen la cabeza sobre San? ¿quizas debería darle el beneficio de la duda?...........jejejeje me causo mucha gracia cuando Britt intenta trabajar tranquilamente frente al ruido y estruendo de la musica de San..........espero ansiosamente conocer la reaccion de Britt cuando sepa que esos comentarios infundados sobre San eran totalmente falsos
Saludos, hasta la próxima actualización
¿en serio?, Britt amargándose sola y dejando que comentarios le llenen la cabeza sobre San? ¿quizas debería darle el beneficio de la duda?...........jejejeje me causo mucha gracia cuando Britt intenta trabajar tranquilamente frente al ruido y estruendo de la musica de San..........espero ansiosamente conocer la reaccion de Britt cuando sepa que esos comentarios infundados sobre San eran totalmente falsos
Saludos, hasta la próxima actualización
_Claudia_100%fanGLEE_Bol-* - Mensajes : 1976
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
EU CHICAS GRACIAS POR COMENTAR Y GRACIAS A LAS QUE LEEN ESTE Y MI OTRO FIC.DE VERDAD SE LO AGRADEZCO MUCHO..
PD: PERDON X TARDAR EN ACTUALIZAR..BSS
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Capítulo ocho
La primera reunión general del profesorado tuvo lugar la semana antes de la matrícula, y Brittany
estaba nerviosa. No había visto ni hablado con Santana desde aquel día en su despacho. Rachel no había
dicho nada sobre sus partidos de softball y Britt tampoco había preguntado.
Ahora la buscó mientras entraba y tomaba asiento. Su mirada recorrió la estancia, distinguiendo caras
familiares, sonriendo a los que eran amigos suyos. Avistó a Santana al otro lado de la sala. Estaba
hablando con un par de entrenadores y escuchando atentamente sus respuestas. Su fácil sonrisa aparecía a
menudo y se metía de lleno en la conversación, moviendo constantemente las manos. Britt imaginó que
estaría hablando de softball o de otro deporte.
Se dio cuenta de que la gente simpatizaba con ella. Tenía buen carácter y se mostraba cordial, ¡y no
era nada desagradable de ver! Santana se apartó el pelo de la cara y pilló a Britt mirándola, aunque ésta
intentó desviar rápidamente la mirada. ¡Maldita sea!
El rector abrió la reunión, tal y como hacía siempre, con comentarios favorables sobre el curso
anterior y animándolos a conseguir otro exitoso semestre. Anunció las recientes jubilaciones y después
presentó a los miembros más nuevos del claustro, y Britt vio cómo se levantaba Santana cuando mencionaron
su nombre. Vestía pantalones cortos y camiseta, y no parecía en absoluto fuera de lugar entre los vestidos
y los trajes que la rodeaban. Destaca entre todos, pensó Britt, mientras se retorcía dentro de sus medias e
intentaba estirar los dedos de los pies dentro de sus zapatos, demasiado estrechos.
Después de varios discursos interminables, hicieron un descanso para comer, y Susan la cogió del
brazo cuando se encaminaba a su despacho.
—Vayamos a Ralph's —sugirió.
—Tengo trabajo pendiente —se disculpó Britt.
—Tonterías. Quedan dos semanas para las clases y, conociéndote, ya tendrás todo el primer mes
planificado.
Britt no pudo evitar reírse. Era cierto. Era aburrida y predecible.
—Está bien. Una comida rápida —aceptó.
—Estupendo. También se lo he propuesto a Santana Lopez.
Ya sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Cierto, pensó Britt. ¡Por ahora, tan sólo a todo el equipo de softball y probablemente a la mitad de las
lesbianas de la ciudad!
Santana las esperaba en la puerta trasera y saludó a Britt con una auténtica sonrisa, rápidamente
reemplazada por la mueca burlona que Britt ya conocía. Britt ignoró ambas cosas.
Durante la comida, Britt se enteró de que Santana se alojaba en un apartamento no lejos de donde vivía
ella, y de que el equipo de softball seguía invicto hasta el momento. Britt fingió desinterés, pero asimiló
cada palabra. Cada vez que aquellos ojos oscuros relampagueaban en su dirección apartaba la vista
rápidamente, fingiendo interés en las mesas de alrededor. Santana no se dejó engañar.
Aquella tarde, mientras Britt tomaba notas en su ordenador, Santana asomó la cabeza.
—¿Qué haces? —preguntó.
—Trabajo —dijo Britt, sin mirarla.
—¿Otra vez?
—Siempre.
—Voy a Hippie Hollow. ¿Quieres venir?
—De ningún modo —se apresuró a decir.
Lo último que deseaba era nadar desnuda en el lago con Santana. ¡Ni pensarlo!
Santana se encogió de hombros.
—Como quieras.
Se fue sin despedirse y Britt se quedó escuchando cómo se alejaban sus pisadas por el corredor.
Pero lo de nadar sonaba bien. Levantó el auricular, llamó a Harry y se invitó a sí misma a cenar.
Nadaron juntos en el lago, después sacaron la lancha y, antes de darse cuenta, Britt cruzaba por delante
de Hippie Hollow, deseando haber tenido unos prismáticos. Buscó a Santana entre las rocas, y después se
sintió estúpida y aceleró para alejarse, sonriendo a su abuelo. El siempre se reía de ella.
Decía que cuando ella nadaba en aquel lugar no le gustaba que las lanchas pasasen junto a ella en
busca de emociones gratis.
Comieron en la terraza, a media luz, mientras contemplaban cómo el sol pintaba de un naranja rosado
las aguas.
Capítulo nueve
El primer día de clases fue una locura, como siempre. La mitad de sus alumnos no tenían todavía sus
libros y, cuando empezó a explicar el programa de estudios, vio cómo varios de ellos fruncían el
entrecejo y revisaban los horarios para asegurarse de que estaban en el aula correcta. La rutina le daba
segundad.
Cada año era lo mismo y cada año les encargaba un trabajo el primer día, provocando las protestas
de los alumnos. No era una profesora fácil, nunca lo había sido, y estaba orgullosa de ello.
A las doce y media, Santana asomó la cabeza por el despacho de Brittany.
—¿Ya has comido?
—Sí —mintió Brittany, mirando por el rabillo del ojo la bolsa de patatas fritas sin abrir que había en su
escritorio.
—Bueno. Sólo se me ocurrió preguntar.
Santana se encogió de hombros y se alejó. Brittany se preguntó cómo habría sido su primer día y deseó
habérselo preguntado.
Todos los días de esa semana, exactamente a las doce y media, Santana se acercaba a preguntarle a Brittany
si quería comer con ella. Cada día, Brittany declinaba la invitación.
—Tú comes, ¿verdad? —le preguntó finalmente el viernes.
Brittany sonrió.
—Sí.
Soltó la pluma y apartó los ejercicios que había estado evaluando.
—¿Qué tal ha sido tu primera semana? —preguntó.
Santana pareció sorprendida ante su pregunta.
—Ha sido estupenda. Magnífica, de hecho. Tengo unos cuantos chicos de enorme talento. Muy
inquisitivos.
—Muy bien.
Se miraron en silencio, y después Santana le dedicó una sonrisa burlona.
—Voy a ir a un italiano. ¿Seguro que no te apetece?
—No.
—¿No te gustaban los italianos? —preguntó Santana, alzando una ceja.
—Me encantan —dijo ella.
—¿En serio? —bromeó Santana.
—Estamos hablando de comida, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo ella, y se marchó.
Brittany se quedó mirando al vacío y sonriendo.
Cuando Brittany volvió a las tres a su despacho, había una pequeña caja sobre su escritorio, con una nota:
«Sobras de lasaña. Debes de estar muriéndote por comer algo italiano a estas horas».
Hizo una mueca, enrojeció y se dio la vuelta rápidamente, esperando encontrar unos burlones ojos
oscuros en el umbral.
No había nadie.
Se comió la lasaña mientras evaluaba los trabajos, negándose a pensar en la mujer que la había
dejado.
Brittany fue la última en marcharse, porque era el fin de semana del Día del Trabajo y probablemente era la
única que no tenía planes.
Se pasó todo el fin de semana con Harry en el lago, y él estaba encantado de que se quedase también
a dormir. El sábado preparó un opíparo desayuno y se lo comieron tomándose su tiempo, mientras
miraban el lago lleno de lanchas y de personas que practicaban esquí acuático. El domingo se levantaron
antes del amanecer y bajaron a pescar al embarcadero.
Dos desafortunadas percas se ofrecieron como desayuno y volvieron a la casa cuando la mañana
todavía estaba fresca.
Bebieron un café en la terraza, escuchando cómo cobraba vida el lago.
A la semana siguiente, Santana volvió a asomarse para invitarla a comer. Brittany siempre rehusaba, pero
había empezado a esperar que se lo pidiese. Descubrió que, si llegaban las doce y media y no aparecía,
no conseguía hacer nada hasta oír sus pasos tras la puerta, y entonces cogía rápidamente una pluma y
fingía trabajar. Estaba medio decidida a aceptar alguna vez, pero cada día rechazaba la propuesta. No le
haría ningún bien estar a solas con Santana Lopez.
El viernes siguiente Santana pasó por allí. No la invitó a comer. La invitó a cenar.
—No. Tengo planes —dijo Brittany.
Era cierto. Susan y Arnie la habían invitado a comer unos filetes.
—Oh. ¿Alguien especial?
-—De hecho, sí —dijo Brittany. No era mentira.
Santana le clavó los ojos durante un largo instante y Brittany sostuvo la mirada.
—¿Quién? —preguntó Santana.
—Eso no es cosa tuya —dijo rápidamente Brittany.
Que piense lo que quiera.
—¿Un ligue?
—Tal vez. —Brittany fue consciente de que su voz era insegura.
—Pues qué suerte —dijo Santana—. Entonces supongo que te veré la semana próxima.
Brittany asintió y Santana se fue, silbando por el corredor.
Su última clase acabó a las tres y se apresuró para irse a casa.
Deseaba relajarse en el río antes de que llegasen a casa los vecinos. Se enfundó rápidamente un
bañador y se llevó la cerveza al agua.
Se dejó flotar perezosamente, hundida en su neumático y rozando con los dedos de los pies el agua
fresca. A principios de septiembre, la corriente fluía a paso de caracol. Pronto haría demasiado frío para
meterse, pero la temperatura de esos días todavía superaba los 30 grados. En pocas semanas entraría el
primer frente frío, trayendo una promesa de otoño, con sus temperaturas mucho más agradables. Para ir a
casa de Susan se puso vaqueros, e inmediatamente deseó haber llevado unos pantalones cortos. Tiró del
cuello de la blusa, sintiendo cómo se escurría el sudor. Al girar hacia la entrada de la casa, pisó de golpe
el freno y se quedó mirando el Explorer de Santana, sin creer lo que veía. ¡Maldita sea!
Dejó pasar varios segundos allí sentada, con el motor encendido, abrumada por la indecisión.
Siempre podía marcharse y llamarles para dar alguna excusa, pero Susan nunca se lo perdonaría. Salió y
cerró de un portazo, resignándose a las consecuencias. Era culpa suya. Era ella la que había hecho creer
a Santana que tenía una cita esa noche.
¡Maldito lío!
Llamó al timbre y entró. Estaban en el patio y pudo verlos a los tres, sentados en tumbonas de jardín,
con el carbón ya encendido. Susan la saludó con la mano a través del cristal y Brittany forzó una sonrisa,
negándose a mirar los burlones ojos de Santana Lopez.
—¿Qué tal estás, Brittany? —le preguntó Arnie, ofreciéndole ya una cerveza.
—Muy bien, Arnie. Gracias —respondió, tomando la botella.
—Hola —dijo Santana educadamente, y Brittany le dedicó una breve sonrisa, sin mirarla a los ojos.
—Hola.
—Brittany, Santana me estaba diciendo que ella y tú todavía no habéis salido juntas. Estoy sorprendida.
Ambas sois solteras y más o menos de la misma edad. ¿Por qué no has llevado a Santana a conocer la
ciudad? Sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Brittany miró a Susan en silencio. ¿Era aquél su modo de decirle a Brittany que sabía que Santana también era
lesbiana? No, Susan no tenía ni idea, ni sobre Santana ni tampoco respecto a ella misma.
Después volvió lentamente la vista hacia Santana.
—Pensé que ya conocías a bastante gente aquí, con lo del softball y todo eso.
—No, en realidad no. A nadie en especial. —Santana tenía un destello de diversión en la mirada.
Brittany renegó en voz baja. ¡Maldita mentirosa! ¿Es que nunca aprendería?
—Ya veo. Bueno, no estoy segura de que tengamos los mismos gustos —dijo vagamente.
Susan parecía perpleja ante la conversación que estaban manteniendo y miraba alternativamente a una
y a la otra.
—Puede que no —dijo Santana—. ¿Te gusta el softball?
—Oh, por supuesto que le gusta. Tiene amigas que juegan en la liga local —informó Susan, y Brittany le
clavó la mirada.
—¿En serio? ¿Quiénes son? Puede que las conozca —dijo Santana inocentemente.
—Lo dudo. —Brittany se bebió la cerveza de un trago. ¿Por qué aquella mujer la hacía beber así?
Santana sonrió y Brittany se puso en pie para ir a buscar otra cerveza a la nevera. ¿Cómo hacía para meterse
en aquellos berenjenales?
Susan entró a buscar salsa y patatas fritas, mientras Arnie se alejaba para comprobar el carbón. Brittany
miró hacia el jardín, ignorando a la mujer que estaba sentada a su lado.
—¿Lo estás pasando bien? —preguntó Santana.
—Muy bien —dijo Brittany secamente.
—Sí, ésta es una velada muy especial. —Santana hizo una mueca.
Brittany la ignoró.
—Lo siento si te he estropeado la noche —dijo Santana con delicadeza.
Brittany la miró, sorprendida ante su tono sincero.
—No debería haberme burlado así de ti.
—No, no deberías —convino Brittany.
De pronto, Santana se inclinó hacia ella y la miró a los ojos.
—¿Piensas mucho en aquella noche? —quiso saber.
Brittany tomó aliento pero no desvió la mirada. Negó lentamente con la cabeza, temerosa de responder.
—¿Por qué mientes?
—Pienso en aquella noche, pero no con placer —respondió.
—¿No? Fue muy placentera, por lo que yo recuerdo —dijo Santana con delicadeza—. Todavía puedo
notar el sabor de tus labios, de tu piel. Todavía recuerdo tu suavidad cuando yo...
—No sigas, por favor —suplicó Brittany.
Brittany tensó la mandíbula y se obligó a apartar la vista de aquellos profundos ojos castaños. El regreso
de Arnie la salvó de tener que contestar, y Santana volvió a recostarse en su silla, con los ojos todavía
clavados en Brittany.
Después de la cena salieron al patio, cada uno con un vaso de vino en la mano. Brittany esperaba que Santana
fuese la primera en marcharse para no tener que acompañarla, con lo que se quedarían las dos a solas,
pero no lo hizo. Charlaron sobre las primeras semanas de clase y Brittany se preguntó si Arnie no se aburriría
de tanto hablar sobre el college. Escuchó con interés los comentarios de Santana sobre sus alumnos y su
estilo de enseñanza, tan diferente al de Brittany. Se dio cuenta de lo aburrida que ella debía de ser comparada
con Santana. Tenían en común varios alumnos y se preguntó si harían comparaciones entre ambas.
Por fin fue hora de marchar y salieron juntas, tras despedirse en el interior de la casa de Susan y
Arnie. Brittany se dirigió inmediatamente hacia su auto, pero Santana la siguió.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar así? —quiso saber Santana.
—No sé lo que quieres decir —dijo Brittany, mientras abría su automóvil.
—Hablo de fingir que no ha sucedido nada entre nosotras.
Brittany se volvió hacia ella.
—No sé qué es lo que quieres que haga —dijo en voz baja—. He intentado borrarlo de mi mente,
pero tú apareces aquí y me lo echas diariamente en cara. Quiero olvidarlo.
¿Acaso no lo ves?
—Bueno, pero yo no puedo olvidarlo —confesó Santana—.
No quiero olvidarlo.
Santana se acercó un poco más y Brittany retrocedió un paso.
—Algo ocurrió aquella noche, Brittany.
—No.
—Sí que ocurrió.
Brittany suspiró.
—Aquella noche sólo demostró una cosa: que sufrí una locura transitoria.
—¿Por qué dices eso?
—Porque aquella no era yo —admitió Brittany—. Yo no hago esas cosas con alguien como tú.
Inmediatamente deseó retirar lo que había dicho. Vio un destello de dolor en el rostro de Santana, que
ésta enmascaró de inmediato sonriendo burlonamente a Brittany.
—¿Alguien como yo? ¿Tan mala soy?
—Me han contado..., bueno, que sales con muchas mujeres al mismo tiempo. —Brittany se sintió molesta
—. Y odio pensar que sólo soy una más en una larga lista de probablemente cientos de mujeres.
—¿Cientos? ¿Es eso lo que crees?
Brittany no contestó.
—Bueno, no me extraña que no quieras tener nada que ver conmigo. Soy una aventurera con una
terrible reputación —dijo calmadamente.
Brittany se arrepintió de haber sacado el tema.
—No quería decir...
—Sí querías. Lo siento, Brittany. —Santana empezó a alejarse—.
Te dejaré en paz. Dejaré que lo olvides todo. Te permitiré alegar locura transitoria.
Subió a su Explorer y se alejó de allí; Brittany se quedó sentada en su auto durante un buen rato antes de
marcharse. Había herido a Santana.
Había estado intentando convencerse todo ese tiempo de que Santana no tenía sentimientos, pero sí los
tenía, igual que Brittany.
PD: PERDON X TARDAR EN ACTUALIZAR..BSS
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Capítulo ocho
La primera reunión general del profesorado tuvo lugar la semana antes de la matrícula, y Brittany
estaba nerviosa. No había visto ni hablado con Santana desde aquel día en su despacho. Rachel no había
dicho nada sobre sus partidos de softball y Britt tampoco había preguntado.
Ahora la buscó mientras entraba y tomaba asiento. Su mirada recorrió la estancia, distinguiendo caras
familiares, sonriendo a los que eran amigos suyos. Avistó a Santana al otro lado de la sala. Estaba
hablando con un par de entrenadores y escuchando atentamente sus respuestas. Su fácil sonrisa aparecía a
menudo y se metía de lleno en la conversación, moviendo constantemente las manos. Britt imaginó que
estaría hablando de softball o de otro deporte.
Se dio cuenta de que la gente simpatizaba con ella. Tenía buen carácter y se mostraba cordial, ¡y no
era nada desagradable de ver! Santana se apartó el pelo de la cara y pilló a Britt mirándola, aunque ésta
intentó desviar rápidamente la mirada. ¡Maldita sea!
El rector abrió la reunión, tal y como hacía siempre, con comentarios favorables sobre el curso
anterior y animándolos a conseguir otro exitoso semestre. Anunció las recientes jubilaciones y después
presentó a los miembros más nuevos del claustro, y Britt vio cómo se levantaba Santana cuando mencionaron
su nombre. Vestía pantalones cortos y camiseta, y no parecía en absoluto fuera de lugar entre los vestidos
y los trajes que la rodeaban. Destaca entre todos, pensó Britt, mientras se retorcía dentro de sus medias e
intentaba estirar los dedos de los pies dentro de sus zapatos, demasiado estrechos.
Después de varios discursos interminables, hicieron un descanso para comer, y Susan la cogió del
brazo cuando se encaminaba a su despacho.
—Vayamos a Ralph's —sugirió.
—Tengo trabajo pendiente —se disculpó Britt.
—Tonterías. Quedan dos semanas para las clases y, conociéndote, ya tendrás todo el primer mes
planificado.
Britt no pudo evitar reírse. Era cierto. Era aburrida y predecible.
—Está bien. Una comida rápida —aceptó.
—Estupendo. También se lo he propuesto a Santana Lopez.
Ya sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Cierto, pensó Britt. ¡Por ahora, tan sólo a todo el equipo de softball y probablemente a la mitad de las
lesbianas de la ciudad!
Santana las esperaba en la puerta trasera y saludó a Britt con una auténtica sonrisa, rápidamente
reemplazada por la mueca burlona que Britt ya conocía. Britt ignoró ambas cosas.
Durante la comida, Britt se enteró de que Santana se alojaba en un apartamento no lejos de donde vivía
ella, y de que el equipo de softball seguía invicto hasta el momento. Britt fingió desinterés, pero asimiló
cada palabra. Cada vez que aquellos ojos oscuros relampagueaban en su dirección apartaba la vista
rápidamente, fingiendo interés en las mesas de alrededor. Santana no se dejó engañar.
Aquella tarde, mientras Britt tomaba notas en su ordenador, Santana asomó la cabeza.
—¿Qué haces? —preguntó.
—Trabajo —dijo Britt, sin mirarla.
—¿Otra vez?
—Siempre.
—Voy a Hippie Hollow. ¿Quieres venir?
—De ningún modo —se apresuró a decir.
Lo último que deseaba era nadar desnuda en el lago con Santana. ¡Ni pensarlo!
Santana se encogió de hombros.
—Como quieras.
Se fue sin despedirse y Britt se quedó escuchando cómo se alejaban sus pisadas por el corredor.
Pero lo de nadar sonaba bien. Levantó el auricular, llamó a Harry y se invitó a sí misma a cenar.
Nadaron juntos en el lago, después sacaron la lancha y, antes de darse cuenta, Britt cruzaba por delante
de Hippie Hollow, deseando haber tenido unos prismáticos. Buscó a Santana entre las rocas, y después se
sintió estúpida y aceleró para alejarse, sonriendo a su abuelo. El siempre se reía de ella.
Decía que cuando ella nadaba en aquel lugar no le gustaba que las lanchas pasasen junto a ella en
busca de emociones gratis.
Comieron en la terraza, a media luz, mientras contemplaban cómo el sol pintaba de un naranja rosado
las aguas.
Capítulo nueve
El primer día de clases fue una locura, como siempre. La mitad de sus alumnos no tenían todavía sus
libros y, cuando empezó a explicar el programa de estudios, vio cómo varios de ellos fruncían el
entrecejo y revisaban los horarios para asegurarse de que estaban en el aula correcta. La rutina le daba
segundad.
Cada año era lo mismo y cada año les encargaba un trabajo el primer día, provocando las protestas
de los alumnos. No era una profesora fácil, nunca lo había sido, y estaba orgullosa de ello.
A las doce y media, Santana asomó la cabeza por el despacho de Brittany.
—¿Ya has comido?
—Sí —mintió Brittany, mirando por el rabillo del ojo la bolsa de patatas fritas sin abrir que había en su
escritorio.
—Bueno. Sólo se me ocurrió preguntar.
Santana se encogió de hombros y se alejó. Brittany se preguntó cómo habría sido su primer día y deseó
habérselo preguntado.
Todos los días de esa semana, exactamente a las doce y media, Santana se acercaba a preguntarle a Brittany
si quería comer con ella. Cada día, Brittany declinaba la invitación.
—Tú comes, ¿verdad? —le preguntó finalmente el viernes.
Brittany sonrió.
—Sí.
Soltó la pluma y apartó los ejercicios que había estado evaluando.
—¿Qué tal ha sido tu primera semana? —preguntó.
Santana pareció sorprendida ante su pregunta.
—Ha sido estupenda. Magnífica, de hecho. Tengo unos cuantos chicos de enorme talento. Muy
inquisitivos.
—Muy bien.
Se miraron en silencio, y después Santana le dedicó una sonrisa burlona.
—Voy a ir a un italiano. ¿Seguro que no te apetece?
—No.
—¿No te gustaban los italianos? —preguntó Santana, alzando una ceja.
—Me encantan —dijo ella.
—¿En serio? —bromeó Santana.
—Estamos hablando de comida, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo ella, y se marchó.
Brittany se quedó mirando al vacío y sonriendo.
Cuando Brittany volvió a las tres a su despacho, había una pequeña caja sobre su escritorio, con una nota:
«Sobras de lasaña. Debes de estar muriéndote por comer algo italiano a estas horas».
Hizo una mueca, enrojeció y se dio la vuelta rápidamente, esperando encontrar unos burlones ojos
oscuros en el umbral.
No había nadie.
Se comió la lasaña mientras evaluaba los trabajos, negándose a pensar en la mujer que la había
dejado.
Brittany fue la última en marcharse, porque era el fin de semana del Día del Trabajo y probablemente era la
única que no tenía planes.
Se pasó todo el fin de semana con Harry en el lago, y él estaba encantado de que se quedase también
a dormir. El sábado preparó un opíparo desayuno y se lo comieron tomándose su tiempo, mientras
miraban el lago lleno de lanchas y de personas que practicaban esquí acuático. El domingo se levantaron
antes del amanecer y bajaron a pescar al embarcadero.
Dos desafortunadas percas se ofrecieron como desayuno y volvieron a la casa cuando la mañana
todavía estaba fresca.
Bebieron un café en la terraza, escuchando cómo cobraba vida el lago.
A la semana siguiente, Santana volvió a asomarse para invitarla a comer. Brittany siempre rehusaba, pero
había empezado a esperar que se lo pidiese. Descubrió que, si llegaban las doce y media y no aparecía,
no conseguía hacer nada hasta oír sus pasos tras la puerta, y entonces cogía rápidamente una pluma y
fingía trabajar. Estaba medio decidida a aceptar alguna vez, pero cada día rechazaba la propuesta. No le
haría ningún bien estar a solas con Santana Lopez.
El viernes siguiente Santana pasó por allí. No la invitó a comer. La invitó a cenar.
—No. Tengo planes —dijo Brittany.
Era cierto. Susan y Arnie la habían invitado a comer unos filetes.
—Oh. ¿Alguien especial?
-—De hecho, sí —dijo Brittany. No era mentira.
Santana le clavó los ojos durante un largo instante y Brittany sostuvo la mirada.
—¿Quién? —preguntó Santana.
—Eso no es cosa tuya —dijo rápidamente Brittany.
Que piense lo que quiera.
—¿Un ligue?
—Tal vez. —Brittany fue consciente de que su voz era insegura.
—Pues qué suerte —dijo Santana—. Entonces supongo que te veré la semana próxima.
Brittany asintió y Santana se fue, silbando por el corredor.
Su última clase acabó a las tres y se apresuró para irse a casa.
Deseaba relajarse en el río antes de que llegasen a casa los vecinos. Se enfundó rápidamente un
bañador y se llevó la cerveza al agua.
Se dejó flotar perezosamente, hundida en su neumático y rozando con los dedos de los pies el agua
fresca. A principios de septiembre, la corriente fluía a paso de caracol. Pronto haría demasiado frío para
meterse, pero la temperatura de esos días todavía superaba los 30 grados. En pocas semanas entraría el
primer frente frío, trayendo una promesa de otoño, con sus temperaturas mucho más agradables. Para ir a
casa de Susan se puso vaqueros, e inmediatamente deseó haber llevado unos pantalones cortos. Tiró del
cuello de la blusa, sintiendo cómo se escurría el sudor. Al girar hacia la entrada de la casa, pisó de golpe
el freno y se quedó mirando el Explorer de Santana, sin creer lo que veía. ¡Maldita sea!
Dejó pasar varios segundos allí sentada, con el motor encendido, abrumada por la indecisión.
Siempre podía marcharse y llamarles para dar alguna excusa, pero Susan nunca se lo perdonaría. Salió y
cerró de un portazo, resignándose a las consecuencias. Era culpa suya. Era ella la que había hecho creer
a Santana que tenía una cita esa noche.
¡Maldito lío!
Llamó al timbre y entró. Estaban en el patio y pudo verlos a los tres, sentados en tumbonas de jardín,
con el carbón ya encendido. Susan la saludó con la mano a través del cristal y Brittany forzó una sonrisa,
negándose a mirar los burlones ojos de Santana Lopez.
—¿Qué tal estás, Brittany? —le preguntó Arnie, ofreciéndole ya una cerveza.
—Muy bien, Arnie. Gracias —respondió, tomando la botella.
—Hola —dijo Santana educadamente, y Brittany le dedicó una breve sonrisa, sin mirarla a los ojos.
—Hola.
—Brittany, Santana me estaba diciendo que ella y tú todavía no habéis salido juntas. Estoy sorprendida.
Ambas sois solteras y más o menos de la misma edad. ¿Por qué no has llevado a Santana a conocer la
ciudad? Sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Brittany miró a Susan en silencio. ¿Era aquél su modo de decirle a Brittany que sabía que Santana también era
lesbiana? No, Susan no tenía ni idea, ni sobre Santana ni tampoco respecto a ella misma.
Después volvió lentamente la vista hacia Santana.
—Pensé que ya conocías a bastante gente aquí, con lo del softball y todo eso.
—No, en realidad no. A nadie en especial. —Santana tenía un destello de diversión en la mirada.
Brittany renegó en voz baja. ¡Maldita mentirosa! ¿Es que nunca aprendería?
—Ya veo. Bueno, no estoy segura de que tengamos los mismos gustos —dijo vagamente.
Susan parecía perpleja ante la conversación que estaban manteniendo y miraba alternativamente a una
y a la otra.
—Puede que no —dijo Santana—. ¿Te gusta el softball?
—Oh, por supuesto que le gusta. Tiene amigas que juegan en la liga local —informó Susan, y Brittany le
clavó la mirada.
—¿En serio? ¿Quiénes son? Puede que las conozca —dijo Santana inocentemente.
—Lo dudo. —Brittany se bebió la cerveza de un trago. ¿Por qué aquella mujer la hacía beber así?
Santana sonrió y Brittany se puso en pie para ir a buscar otra cerveza a la nevera. ¿Cómo hacía para meterse
en aquellos berenjenales?
Susan entró a buscar salsa y patatas fritas, mientras Arnie se alejaba para comprobar el carbón. Brittany
miró hacia el jardín, ignorando a la mujer que estaba sentada a su lado.
—¿Lo estás pasando bien? —preguntó Santana.
—Muy bien —dijo Brittany secamente.
—Sí, ésta es una velada muy especial. —Santana hizo una mueca.
Brittany la ignoró.
—Lo siento si te he estropeado la noche —dijo Santana con delicadeza.
Brittany la miró, sorprendida ante su tono sincero.
—No debería haberme burlado así de ti.
—No, no deberías —convino Brittany.
De pronto, Santana se inclinó hacia ella y la miró a los ojos.
—¿Piensas mucho en aquella noche? —quiso saber.
Brittany tomó aliento pero no desvió la mirada. Negó lentamente con la cabeza, temerosa de responder.
—¿Por qué mientes?
—Pienso en aquella noche, pero no con placer —respondió.
—¿No? Fue muy placentera, por lo que yo recuerdo —dijo Santana con delicadeza—. Todavía puedo
notar el sabor de tus labios, de tu piel. Todavía recuerdo tu suavidad cuando yo...
—No sigas, por favor —suplicó Brittany.
Brittany tensó la mandíbula y se obligó a apartar la vista de aquellos profundos ojos castaños. El regreso
de Arnie la salvó de tener que contestar, y Santana volvió a recostarse en su silla, con los ojos todavía
clavados en Brittany.
Después de la cena salieron al patio, cada uno con un vaso de vino en la mano. Brittany esperaba que Santana
fuese la primera en marcharse para no tener que acompañarla, con lo que se quedarían las dos a solas,
pero no lo hizo. Charlaron sobre las primeras semanas de clase y Brittany se preguntó si Arnie no se aburriría
de tanto hablar sobre el college. Escuchó con interés los comentarios de Santana sobre sus alumnos y su
estilo de enseñanza, tan diferente al de Brittany. Se dio cuenta de lo aburrida que ella debía de ser comparada
con Santana. Tenían en común varios alumnos y se preguntó si harían comparaciones entre ambas.
Por fin fue hora de marchar y salieron juntas, tras despedirse en el interior de la casa de Susan y
Arnie. Brittany se dirigió inmediatamente hacia su auto, pero Santana la siguió.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar así? —quiso saber Santana.
—No sé lo que quieres decir —dijo Brittany, mientras abría su automóvil.
—Hablo de fingir que no ha sucedido nada entre nosotras.
Brittany se volvió hacia ella.
—No sé qué es lo que quieres que haga —dijo en voz baja—. He intentado borrarlo de mi mente,
pero tú apareces aquí y me lo echas diariamente en cara. Quiero olvidarlo.
¿Acaso no lo ves?
—Bueno, pero yo no puedo olvidarlo —confesó Santana—.
No quiero olvidarlo.
Santana se acercó un poco más y Brittany retrocedió un paso.
—Algo ocurrió aquella noche, Brittany.
—No.
—Sí que ocurrió.
Brittany suspiró.
—Aquella noche sólo demostró una cosa: que sufrí una locura transitoria.
—¿Por qué dices eso?
—Porque aquella no era yo —admitió Brittany—. Yo no hago esas cosas con alguien como tú.
Inmediatamente deseó retirar lo que había dicho. Vio un destello de dolor en el rostro de Santana, que
ésta enmascaró de inmediato sonriendo burlonamente a Brittany.
—¿Alguien como yo? ¿Tan mala soy?
—Me han contado..., bueno, que sales con muchas mujeres al mismo tiempo. —Brittany se sintió molesta
—. Y odio pensar que sólo soy una más en una larga lista de probablemente cientos de mujeres.
—¿Cientos? ¿Es eso lo que crees?
Brittany no contestó.
—Bueno, no me extraña que no quieras tener nada que ver conmigo. Soy una aventurera con una
terrible reputación —dijo calmadamente.
Brittany se arrepintió de haber sacado el tema.
—No quería decir...
—Sí querías. Lo siento, Brittany. —Santana empezó a alejarse—.
Te dejaré en paz. Dejaré que lo olvides todo. Te permitiré alegar locura transitoria.
Subió a su Explorer y se alejó de allí; Brittany se quedó sentada en su auto durante un buen rato antes de
marcharse. Había herido a Santana.
Había estado intentando convencerse todo ese tiempo de que Santana no tenía sentimientos, pero sí los
tenía, igual que Brittany.
floor.br***** - Mensajes : 258
Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
EU CHICAS GRACIAS POR COMENTAR Y GRACIAS A LAS QUE LEEN ESTE Y MI OTRO FIC.DE VERDAD SE LO AGRADEZCO MUCHO..
PD: PERDON X TARDAR EN ACTUALIZAR..BSS
---------------------------------------------------------------------------------------
Capítulo ocho
La primera reunión general del profesorado tuvo lugar la semana antes de la matrícula, y Brittany
estaba nerviosa. No había visto ni hablado con Santana desde aquel día en su despacho. Rachel no había
dicho nada sobre sus partidos de softball y Britt tampoco había preguntado.
Ahora la buscó mientras entraba y tomaba asiento. Su mirada recorrió la estancia, distinguiendo caras
familiares, sonriendo a los que eran amigos suyos. Avistó a Santana al otro lado de la sala. Estaba
hablando con un par de entrenadores y escuchando atentamente sus respuestas. Su fácil sonrisa aparecía a
menudo y se metía de lleno en la conversación, moviendo constantemente las manos. Britt imaginó que
estaría hablando de softball o de otro deporte.
Se dio cuenta de que la gente simpatizaba con ella. Tenía buen carácter y se mostraba cordial, ¡y no
era nada desagradable de ver! Santana se apartó el pelo de la cara y pilló a Britt mirándola, aunque ésta
intentó desviar rápidamente la mirada. ¡Maldita sea!
El rector abrió la reunión, tal y como hacía siempre, con comentarios favorables sobre el curso
anterior y animándolos a conseguir otro exitoso semestre. Anunció las recientes jubilaciones y después
presentó a los miembros más nuevos del claustro, y Britt vio cómo se levantaba Santana cuando mencionaron
su nombre. Vestía pantalones cortos y camiseta, y no parecía en absoluto fuera de lugar entre los vestidos
y los trajes que la rodeaban. Destaca entre todos, pensó Britt, mientras se retorcía dentro de sus medias e
intentaba estirar los dedos de los pies dentro de sus zapatos, demasiado estrechos.
Después de varios discursos interminables, hicieron un descanso para comer, y Susan la cogió del
brazo cuando se encaminaba a su despacho.
—Vayamos a Ralph's —sugirió.
—Tengo trabajo pendiente —se disculpó Britt.
—Tonterías. Quedan dos semanas para las clases y, conociéndote, ya tendrás todo el primer mes
planificado.
Britt no pudo evitar reírse. Era cierto. Era aburrida y predecible.
—Está bien. Una comida rápida —aceptó.
—Estupendo. También se lo he propuesto a Santana Lopez.
Ya sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Cierto, pensó Britt. ¡Por ahora, tan sólo a todo el equipo de softball y probablemente a la mitad de las
lesbianas de la ciudad!
Santana las esperaba en la puerta trasera y saludó a Britt con una auténtica sonrisa, rápidamente
reemplazada por la mueca burlona que Britt ya conocía. Britt ignoró ambas cosas.
Durante la comida, Britt se enteró de que Santana se alojaba en un apartamento no lejos de donde vivía
ella, y de que el equipo de softball seguía invicto hasta el momento. Britt fingió desinterés, pero asimiló
cada palabra. Cada vez que aquellos ojos oscuros relampagueaban en su dirección apartaba la vista
rápidamente, fingiendo interés en las mesas de alrededor. Santana no se dejó engañar.
Aquella tarde, mientras Britt tomaba notas en su ordenador, Santana asomó la cabeza.
—¿Qué haces? —preguntó.
—Trabajo —dijo Britt, sin mirarla.
—¿Otra vez?
—Siempre.
—Voy a Hippie Hollow. ¿Quieres venir?
—De ningún modo —se apresuró a decir.
Lo último que deseaba era nadar desnuda en el lago con Santana. ¡Ni pensarlo!
Santana se encogió de hombros.
—Como quieras.
Se fue sin despedirse y Britt se quedó escuchando cómo se alejaban sus pisadas por el corredor.
Pero lo de nadar sonaba bien. Levantó el auricular, llamó a Harry y se invitó a sí misma a cenar.
Nadaron juntos en el lago, después sacaron la lancha y, antes de darse cuenta, Britt cruzaba por delante
de Hippie Hollow, deseando haber tenido unos prismáticos. Buscó a Santana entre las rocas, y después se
sintió estúpida y aceleró para alejarse, sonriendo a su abuelo. El siempre se reía de ella.
Decía que cuando ella nadaba en aquel lugar no le gustaba que las lanchas pasasen junto a ella en
busca de emociones gratis.
Comieron en la terraza, a media luz, mientras contemplaban cómo el sol pintaba de un naranja rosado
las aguas.
Capítulo nueve
El primer día de clases fue una locura, como siempre. La mitad de sus alumnos no tenían todavía sus
libros y, cuando empezó a explicar el programa de estudios, vio cómo varios de ellos fruncían el
entrecejo y revisaban los horarios para asegurarse de que estaban en el aula correcta. La rutina le daba
segundad.
Cada año era lo mismo y cada año les encargaba un trabajo el primer día, provocando las protestas
de los alumnos. No era una profesora fácil, nunca lo había sido, y estaba orgullosa de ello.
A las doce y media, Santana asomó la cabeza por el despacho de Brittany.
—¿Ya has comido?
—Sí —mintió Brittany, mirando por el rabillo del ojo la bolsa de patatas fritas sin abrir que había en su
escritorio.
—Bueno. Sólo se me ocurrió preguntar.
Santana se encogió de hombros y se alejó. Brittany se preguntó cómo habría sido su primer día y deseó
habérselo preguntado.
Todos los días de esa semana, exactamente a las doce y media, Santana se acercaba a preguntarle a Brittany
si quería comer con ella. Cada día, Brittany declinaba la invitación.
—Tú comes, ¿verdad? —le preguntó finalmente el viernes.
Brittany sonrió.
—Sí.
Soltó la pluma y apartó los ejercicios que había estado evaluando.
—¿Qué tal ha sido tu primera semana? —preguntó.
Santana pareció sorprendida ante su pregunta.
—Ha sido estupenda. Magnífica, de hecho. Tengo unos cuantos chicos de enorme talento. Muy
inquisitivos.
—Muy bien.
Se miraron en silencio, y después Santana le dedicó una sonrisa burlona.
—Voy a ir a un italiano. ¿Seguro que no te apetece?
—No.
—¿No te gustaban los italianos? —preguntó Santana, alzando una ceja.
—Me encantan —dijo ella.
—¿En serio? —bromeó Santana.
—Estamos hablando de comida, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo ella, y se marchó.
Brittany se quedó mirando al vacío y sonriendo.
Cuando Brittany volvió a las tres a su despacho, había una pequeña caja sobre su escritorio, con una nota:
«Sobras de lasaña. Debes de estar muriéndote por comer algo italiano a estas horas».
Hizo una mueca, enrojeció y se dio la vuelta rápidamente, esperando encontrar unos burlones ojos
oscuros en el umbral.
No había nadie.
Se comió la lasaña mientras evaluaba los trabajos, negándose a pensar en la mujer que la había
dejado.
Brittany fue la última en marcharse, porque era el fin de semana del Día del Trabajo y probablemente era la
única que no tenía planes.
Se pasó todo el fin de semana con Harry en el lago, y él estaba encantado de que se quedase también
a dormir. El sábado preparó un opíparo desayuno y se lo comieron tomándose su tiempo, mientras
miraban el lago lleno de lanchas y de personas que practicaban esquí acuático. El domingo se levantaron
antes del amanecer y bajaron a pescar al embarcadero.
Dos desafortunadas percas se ofrecieron como desayuno y volvieron a la casa cuando la mañana
todavía estaba fresca.
Bebieron un café en la terraza, escuchando cómo cobraba vida el lago.
A la semana siguiente, Santana volvió a asomarse para invitarla a comer. Brittany siempre rehusaba, pero
había empezado a esperar que se lo pidiese. Descubrió que, si llegaban las doce y media y no aparecía,
no conseguía hacer nada hasta oír sus pasos tras la puerta, y entonces cogía rápidamente una pluma y
fingía trabajar. Estaba medio decidida a aceptar alguna vez, pero cada día rechazaba la propuesta. No le
haría ningún bien estar a solas con Santana Lopez.
El viernes siguiente Santana pasó por allí. No la invitó a comer. La invitó a cenar.
—No. Tengo planes —dijo Brittany.
Era cierto. Susan y Arnie la habían invitado a comer unos filetes.
—Oh. ¿Alguien especial?
-—De hecho, sí —dijo Brittany. No era mentira.
Santana le clavó los ojos durante un largo instante y Brittany sostuvo la mirada.
—¿Quién? —preguntó Santana.
—Eso no es cosa tuya —dijo rápidamente Brittany.
Que piense lo que quiera.
—¿Un ligue?
—Tal vez. —Brittany fue consciente de que su voz era insegura.
—Pues qué suerte —dijo Santana—. Entonces supongo que te veré la semana próxima.
Brittany asintió y Santana se fue, silbando por el corredor.
Su última clase acabó a las tres y se apresuró para irse a casa.
Deseaba relajarse en el río antes de que llegasen a casa los vecinos. Se enfundó rápidamente un
bañador y se llevó la cerveza al agua.
Se dejó flotar perezosamente, hundida en su neumático y rozando con los dedos de los pies el agua
fresca. A principios de septiembre, la corriente fluía a paso de caracol. Pronto haría demasiado frío para
meterse, pero la temperatura de esos días todavía superaba los 30 grados. En pocas semanas entraría el
primer frente frío, trayendo una promesa de otoño, con sus temperaturas mucho más agradables. Para ir a
casa de Susan se puso vaqueros, e inmediatamente deseó haber llevado unos pantalones cortos. Tiró del
cuello de la blusa, sintiendo cómo se escurría el sudor. Al girar hacia la entrada de la casa, pisó de golpe
el freno y se quedó mirando el Explorer de Santana, sin creer lo que veía. ¡Maldita sea!
Dejó pasar varios segundos allí sentada, con el motor encendido, abrumada por la indecisión.
Siempre podía marcharse y llamarles para dar alguna excusa, pero Susan nunca se lo perdonaría. Salió y
cerró de un portazo, resignándose a las consecuencias. Era culpa suya. Era ella la que había hecho creer
a Santana que tenía una cita esa noche.
¡Maldito lío!
Llamó al timbre y entró. Estaban en el patio y pudo verlos a los tres, sentados en tumbonas de jardín,
con el carbón ya encendido. Susan la saludó con la mano a través del cristal y Brittany forzó una sonrisa,
negándose a mirar los burlones ojos de Santana Lopez.
—¿Qué tal estás, Brittany? —le preguntó Arnie, ofreciéndole ya una cerveza.
—Muy bien, Arnie. Gracias —respondió, tomando la botella.
—Hola —dijo Santana educadamente, y Brittany le dedicó una breve sonrisa, sin mirarla a los ojos.
—Hola.
—Brittany, Santana me estaba diciendo que ella y tú todavía no habéis salido juntas. Estoy sorprendida.
Ambas sois solteras y más o menos de la misma edad. ¿Por qué no has llevado a Santana a conocer la
ciudad? Sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Brittany miró a Susan en silencio. ¿Era aquél su modo de decirle a Brittany que sabía que Santana también era
lesbiana? No, Susan no tenía ni idea, ni sobre Santana ni tampoco respecto a ella misma.
Después volvió lentamente la vista hacia Santana.
—Pensé que ya conocías a bastante gente aquí, con lo del softball y todo eso.
—No, en realidad no. A nadie en especial. —Santana tenía un destello de diversión en la mirada.
Brittany renegó en voz baja. ¡Maldita mentirosa! ¿Es que nunca aprendería?
—Ya veo. Bueno, no estoy segura de que tengamos los mismos gustos —dijo vagamente.
Susan parecía perpleja ante la conversación que estaban manteniendo y miraba alternativamente a una
y a la otra.
—Puede que no —dijo Santana—. ¿Te gusta el softball?
—Oh, por supuesto que le gusta. Tiene amigas que juegan en la liga local —informó Susan, y Brittany le
clavó la mirada.
—¿En serio? ¿Quiénes son? Puede que las conozca —dijo Santana inocentemente.
—Lo dudo. —Brittany se bebió la cerveza de un trago. ¿Por qué aquella mujer la hacía beber así?
Santana sonrió y Brittany se puso en pie para ir a buscar otra cerveza a la nevera. ¿Cómo hacía para meterse
en aquellos berenjenales?
Susan entró a buscar salsa y patatas fritas, mientras Arnie se alejaba para comprobar el carbón. Brittany
miró hacia el jardín, ignorando a la mujer que estaba sentada a su lado.
—¿Lo estás pasando bien? —preguntó Santana.
—Muy bien —dijo Brittany secamente.
—Sí, ésta es una velada muy especial. —Santana hizo una mueca.
Brittany la ignoró.
—Lo siento si te he estropeado la noche —dijo Santana con delicadeza.
Brittany la miró, sorprendida ante su tono sincero.
—No debería haberme burlado así de ti.
—No, no deberías —convino Brittany.
De pronto, Santana se inclinó hacia ella y la miró a los ojos.
—¿Piensas mucho en aquella noche? —quiso saber.
Brittany tomó aliento pero no desvió la mirada. Negó lentamente con la cabeza, temerosa de responder.
—¿Por qué mientes?
—Pienso en aquella noche, pero no con placer —respondió.
—¿No? Fue muy placentera, por lo que yo recuerdo —dijo Santana con delicadeza—. Todavía puedo
notar el sabor de tus labios, de tu piel. Todavía recuerdo tu suavidad cuando yo...
—No sigas, por favor —suplicó Brittany.
Brittany tensó la mandíbula y se obligó a apartar la vista de aquellos profundos ojos castaños. El regreso
de Arnie la salvó de tener que contestar, y Santana volvió a recostarse en su silla, con los ojos todavía
clavados en Brittany.
Después de la cena salieron al patio, cada uno con un vaso de vino en la mano. Brittany esperaba que Santana
fuese la primera en marcharse para no tener que acompañarla, con lo que se quedarían las dos a solas,
pero no lo hizo. Charlaron sobre las primeras semanas de clase y Brittany se preguntó si Arnie no se aburriría
de tanto hablar sobre el college. Escuchó con interés los comentarios de Santana sobre sus alumnos y su
estilo de enseñanza, tan diferente al de Brittany. Se dio cuenta de lo aburrida que ella debía de ser comparada
con Santana. Tenían en común varios alumnos y se preguntó si harían comparaciones entre ambas.
Por fin fue hora de marchar y salieron juntas, tras despedirse en el interior de la casa de Susan y
Arnie. Brittany se dirigió inmediatamente hacia su auto, pero Santana la siguió.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar así? —quiso saber Santana.
—No sé lo que quieres decir —dijo Brittany, mientras abría su automóvil.
—Hablo de fingir que no ha sucedido nada entre nosotras.
Brittany se volvió hacia ella.
—No sé qué es lo que quieres que haga —dijo en voz baja—. He intentado borrarlo de mi mente,
pero tú apareces aquí y me lo echas diariamente en cara. Quiero olvidarlo.
¿Acaso no lo ves?
—Bueno, pero yo no puedo olvidarlo —confesó Santana—.
No quiero olvidarlo.
Santana se acercó un poco más y Brittany retrocedió un paso.
—Algo ocurrió aquella noche, Brittany.
—No.
—Sí que ocurrió.
Brittany suspiró.
—Aquella noche sólo demostró una cosa: que sufrí una locura transitoria.
—¿Por qué dices eso?
—Porque aquella no era yo —admitió Brittany—. Yo no hago esas cosas con alguien como tú.
Inmediatamente deseó retirar lo que había dicho. Vio un destello de dolor en el rostro de Santana, que
ésta enmascaró de inmediato sonriendo burlonamente a Brittany.
—¿Alguien como yo? ¿Tan mala soy?
—Me han contado..., bueno, que sales con muchas mujeres al mismo tiempo. —Brittany se sintió molesta
—. Y odio pensar que sólo soy una más en una larga lista de probablemente cientos de mujeres.
—¿Cientos? ¿Es eso lo que crees?
Brittany no contestó.
—Bueno, no me extraña que no quieras tener nada que ver conmigo. Soy una aventurera con una
terrible reputación —dijo calmadamente.
Brittany se arrepintió de haber sacado el tema.
—No quería decir...
—Sí querías. Lo siento, Brittany. —Santana empezó a alejarse—.
Te dejaré en paz. Dejaré que lo olvides todo. Te permitiré alegar locura transitoria.
Subió a su Explorer y se alejó de allí; Brittany se quedó sentada en su auto durante un buen rato antes de
marcharse. Había herido a Santana.
Había estado intentando convencerse todo ese tiempo de que Santana no tenía sentimientos, pero sí los
tenía, igual que Brittany.
PD: PERDON X TARDAR EN ACTUALIZAR..BSS
---------------------------------------------------------------------------------------
Capítulo ocho
La primera reunión general del profesorado tuvo lugar la semana antes de la matrícula, y Brittany
estaba nerviosa. No había visto ni hablado con Santana desde aquel día en su despacho. Rachel no había
dicho nada sobre sus partidos de softball y Britt tampoco había preguntado.
Ahora la buscó mientras entraba y tomaba asiento. Su mirada recorrió la estancia, distinguiendo caras
familiares, sonriendo a los que eran amigos suyos. Avistó a Santana al otro lado de la sala. Estaba
hablando con un par de entrenadores y escuchando atentamente sus respuestas. Su fácil sonrisa aparecía a
menudo y se metía de lleno en la conversación, moviendo constantemente las manos. Britt imaginó que
estaría hablando de softball o de otro deporte.
Se dio cuenta de que la gente simpatizaba con ella. Tenía buen carácter y se mostraba cordial, ¡y no
era nada desagradable de ver! Santana se apartó el pelo de la cara y pilló a Britt mirándola, aunque ésta
intentó desviar rápidamente la mirada. ¡Maldita sea!
El rector abrió la reunión, tal y como hacía siempre, con comentarios favorables sobre el curso
anterior y animándolos a conseguir otro exitoso semestre. Anunció las recientes jubilaciones y después
presentó a los miembros más nuevos del claustro, y Britt vio cómo se levantaba Santana cuando mencionaron
su nombre. Vestía pantalones cortos y camiseta, y no parecía en absoluto fuera de lugar entre los vestidos
y los trajes que la rodeaban. Destaca entre todos, pensó Britt, mientras se retorcía dentro de sus medias e
intentaba estirar los dedos de los pies dentro de sus zapatos, demasiado estrechos.
Después de varios discursos interminables, hicieron un descanso para comer, y Susan la cogió del
brazo cuando se encaminaba a su despacho.
—Vayamos a Ralph's —sugirió.
—Tengo trabajo pendiente —se disculpó Britt.
—Tonterías. Quedan dos semanas para las clases y, conociéndote, ya tendrás todo el primer mes
planificado.
Britt no pudo evitar reírse. Era cierto. Era aburrida y predecible.
—Está bien. Una comida rápida —aceptó.
—Estupendo. También se lo he propuesto a Santana Lopez.
Ya sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Cierto, pensó Britt. ¡Por ahora, tan sólo a todo el equipo de softball y probablemente a la mitad de las
lesbianas de la ciudad!
Santana las esperaba en la puerta trasera y saludó a Britt con una auténtica sonrisa, rápidamente
reemplazada por la mueca burlona que Britt ya conocía. Britt ignoró ambas cosas.
Durante la comida, Britt se enteró de que Santana se alojaba en un apartamento no lejos de donde vivía
ella, y de que el equipo de softball seguía invicto hasta el momento. Britt fingió desinterés, pero asimiló
cada palabra. Cada vez que aquellos ojos oscuros relampagueaban en su dirección apartaba la vista
rápidamente, fingiendo interés en las mesas de alrededor. Santana no se dejó engañar.
Aquella tarde, mientras Britt tomaba notas en su ordenador, Santana asomó la cabeza.
—¿Qué haces? —preguntó.
—Trabajo —dijo Britt, sin mirarla.
—¿Otra vez?
—Siempre.
—Voy a Hippie Hollow. ¿Quieres venir?
—De ningún modo —se apresuró a decir.
Lo último que deseaba era nadar desnuda en el lago con Santana. ¡Ni pensarlo!
Santana se encogió de hombros.
—Como quieras.
Se fue sin despedirse y Britt se quedó escuchando cómo se alejaban sus pisadas por el corredor.
Pero lo de nadar sonaba bien. Levantó el auricular, llamó a Harry y se invitó a sí misma a cenar.
Nadaron juntos en el lago, después sacaron la lancha y, antes de darse cuenta, Britt cruzaba por delante
de Hippie Hollow, deseando haber tenido unos prismáticos. Buscó a Santana entre las rocas, y después se
sintió estúpida y aceleró para alejarse, sonriendo a su abuelo. El siempre se reía de ella.
Decía que cuando ella nadaba en aquel lugar no le gustaba que las lanchas pasasen junto a ella en
busca de emociones gratis.
Comieron en la terraza, a media luz, mientras contemplaban cómo el sol pintaba de un naranja rosado
las aguas.
Capítulo nueve
El primer día de clases fue una locura, como siempre. La mitad de sus alumnos no tenían todavía sus
libros y, cuando empezó a explicar el programa de estudios, vio cómo varios de ellos fruncían el
entrecejo y revisaban los horarios para asegurarse de que estaban en el aula correcta. La rutina le daba
segundad.
Cada año era lo mismo y cada año les encargaba un trabajo el primer día, provocando las protestas
de los alumnos. No era una profesora fácil, nunca lo había sido, y estaba orgullosa de ello.
A las doce y media, Santana asomó la cabeza por el despacho de Brittany.
—¿Ya has comido?
—Sí —mintió Brittany, mirando por el rabillo del ojo la bolsa de patatas fritas sin abrir que había en su
escritorio.
—Bueno. Sólo se me ocurrió preguntar.
Santana se encogió de hombros y se alejó. Brittany se preguntó cómo habría sido su primer día y deseó
habérselo preguntado.
Todos los días de esa semana, exactamente a las doce y media, Santana se acercaba a preguntarle a Brittany
si quería comer con ella. Cada día, Brittany declinaba la invitación.
—Tú comes, ¿verdad? —le preguntó finalmente el viernes.
Brittany sonrió.
—Sí.
Soltó la pluma y apartó los ejercicios que había estado evaluando.
—¿Qué tal ha sido tu primera semana? —preguntó.
Santana pareció sorprendida ante su pregunta.
—Ha sido estupenda. Magnífica, de hecho. Tengo unos cuantos chicos de enorme talento. Muy
inquisitivos.
—Muy bien.
Se miraron en silencio, y después Santana le dedicó una sonrisa burlona.
—Voy a ir a un italiano. ¿Seguro que no te apetece?
—No.
—¿No te gustaban los italianos? —preguntó Santana, alzando una ceja.
—Me encantan —dijo ella.
—¿En serio? —bromeó Santana.
—Estamos hablando de comida, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo ella, y se marchó.
Brittany se quedó mirando al vacío y sonriendo.
Cuando Brittany volvió a las tres a su despacho, había una pequeña caja sobre su escritorio, con una nota:
«Sobras de lasaña. Debes de estar muriéndote por comer algo italiano a estas horas».
Hizo una mueca, enrojeció y se dio la vuelta rápidamente, esperando encontrar unos burlones ojos
oscuros en el umbral.
No había nadie.
Se comió la lasaña mientras evaluaba los trabajos, negándose a pensar en la mujer que la había
dejado.
Brittany fue la última en marcharse, porque era el fin de semana del Día del Trabajo y probablemente era la
única que no tenía planes.
Se pasó todo el fin de semana con Harry en el lago, y él estaba encantado de que se quedase también
a dormir. El sábado preparó un opíparo desayuno y se lo comieron tomándose su tiempo, mientras
miraban el lago lleno de lanchas y de personas que practicaban esquí acuático. El domingo se levantaron
antes del amanecer y bajaron a pescar al embarcadero.
Dos desafortunadas percas se ofrecieron como desayuno y volvieron a la casa cuando la mañana
todavía estaba fresca.
Bebieron un café en la terraza, escuchando cómo cobraba vida el lago.
A la semana siguiente, Santana volvió a asomarse para invitarla a comer. Brittany siempre rehusaba, pero
había empezado a esperar que se lo pidiese. Descubrió que, si llegaban las doce y media y no aparecía,
no conseguía hacer nada hasta oír sus pasos tras la puerta, y entonces cogía rápidamente una pluma y
fingía trabajar. Estaba medio decidida a aceptar alguna vez, pero cada día rechazaba la propuesta. No le
haría ningún bien estar a solas con Santana Lopez.
El viernes siguiente Santana pasó por allí. No la invitó a comer. La invitó a cenar.
—No. Tengo planes —dijo Brittany.
Era cierto. Susan y Arnie la habían invitado a comer unos filetes.
—Oh. ¿Alguien especial?
-—De hecho, sí —dijo Brittany. No era mentira.
Santana le clavó los ojos durante un largo instante y Brittany sostuvo la mirada.
—¿Quién? —preguntó Santana.
—Eso no es cosa tuya —dijo rápidamente Brittany.
Que piense lo que quiera.
—¿Un ligue?
—Tal vez. —Brittany fue consciente de que su voz era insegura.
—Pues qué suerte —dijo Santana—. Entonces supongo que te veré la semana próxima.
Brittany asintió y Santana se fue, silbando por el corredor.
Su última clase acabó a las tres y se apresuró para irse a casa.
Deseaba relajarse en el río antes de que llegasen a casa los vecinos. Se enfundó rápidamente un
bañador y se llevó la cerveza al agua.
Se dejó flotar perezosamente, hundida en su neumático y rozando con los dedos de los pies el agua
fresca. A principios de septiembre, la corriente fluía a paso de caracol. Pronto haría demasiado frío para
meterse, pero la temperatura de esos días todavía superaba los 30 grados. En pocas semanas entraría el
primer frente frío, trayendo una promesa de otoño, con sus temperaturas mucho más agradables. Para ir a
casa de Susan se puso vaqueros, e inmediatamente deseó haber llevado unos pantalones cortos. Tiró del
cuello de la blusa, sintiendo cómo se escurría el sudor. Al girar hacia la entrada de la casa, pisó de golpe
el freno y se quedó mirando el Explorer de Santana, sin creer lo que veía. ¡Maldita sea!
Dejó pasar varios segundos allí sentada, con el motor encendido, abrumada por la indecisión.
Siempre podía marcharse y llamarles para dar alguna excusa, pero Susan nunca se lo perdonaría. Salió y
cerró de un portazo, resignándose a las consecuencias. Era culpa suya. Era ella la que había hecho creer
a Santana que tenía una cita esa noche.
¡Maldito lío!
Llamó al timbre y entró. Estaban en el patio y pudo verlos a los tres, sentados en tumbonas de jardín,
con el carbón ya encendido. Susan la saludó con la mano a través del cristal y Brittany forzó una sonrisa,
negándose a mirar los burlones ojos de Santana Lopez.
—¿Qué tal estás, Brittany? —le preguntó Arnie, ofreciéndole ya una cerveza.
—Muy bien, Arnie. Gracias —respondió, tomando la botella.
—Hola —dijo Santana educadamente, y Brittany le dedicó una breve sonrisa, sin mirarla a los ojos.
—Hola.
—Brittany, Santana me estaba diciendo que ella y tú todavía no habéis salido juntas. Estoy sorprendida.
Ambas sois solteras y más o menos de la misma edad. ¿Por qué no has llevado a Santana a conocer la
ciudad? Sabes que todavía no conoce a mucha gente en Austin.
Brittany miró a Susan en silencio. ¿Era aquél su modo de decirle a Brittany que sabía que Santana también era
lesbiana? No, Susan no tenía ni idea, ni sobre Santana ni tampoco respecto a ella misma.
Después volvió lentamente la vista hacia Santana.
—Pensé que ya conocías a bastante gente aquí, con lo del softball y todo eso.
—No, en realidad no. A nadie en especial. —Santana tenía un destello de diversión en la mirada.
Brittany renegó en voz baja. ¡Maldita mentirosa! ¿Es que nunca aprendería?
—Ya veo. Bueno, no estoy segura de que tengamos los mismos gustos —dijo vagamente.
Susan parecía perpleja ante la conversación que estaban manteniendo y miraba alternativamente a una
y a la otra.
—Puede que no —dijo Santana—. ¿Te gusta el softball?
—Oh, por supuesto que le gusta. Tiene amigas que juegan en la liga local —informó Susan, y Brittany le
clavó la mirada.
—¿En serio? ¿Quiénes son? Puede que las conozca —dijo Santana inocentemente.
—Lo dudo. —Brittany se bebió la cerveza de un trago. ¿Por qué aquella mujer la hacía beber así?
Santana sonrió y Brittany se puso en pie para ir a buscar otra cerveza a la nevera. ¿Cómo hacía para meterse
en aquellos berenjenales?
Susan entró a buscar salsa y patatas fritas, mientras Arnie se alejaba para comprobar el carbón. Brittany
miró hacia el jardín, ignorando a la mujer que estaba sentada a su lado.
—¿Lo estás pasando bien? —preguntó Santana.
—Muy bien —dijo Brittany secamente.
—Sí, ésta es una velada muy especial. —Santana hizo una mueca.
Brittany la ignoró.
—Lo siento si te he estropeado la noche —dijo Santana con delicadeza.
Brittany la miró, sorprendida ante su tono sincero.
—No debería haberme burlado así de ti.
—No, no deberías —convino Brittany.
De pronto, Santana se inclinó hacia ella y la miró a los ojos.
—¿Piensas mucho en aquella noche? —quiso saber.
Brittany tomó aliento pero no desvió la mirada. Negó lentamente con la cabeza, temerosa de responder.
—¿Por qué mientes?
—Pienso en aquella noche, pero no con placer —respondió.
—¿No? Fue muy placentera, por lo que yo recuerdo —dijo Santana con delicadeza—. Todavía puedo
notar el sabor de tus labios, de tu piel. Todavía recuerdo tu suavidad cuando yo...
—No sigas, por favor —suplicó Brittany.
Brittany tensó la mandíbula y se obligó a apartar la vista de aquellos profundos ojos castaños. El regreso
de Arnie la salvó de tener que contestar, y Santana volvió a recostarse en su silla, con los ojos todavía
clavados en Brittany.
Después de la cena salieron al patio, cada uno con un vaso de vino en la mano. Brittany esperaba que Santana
fuese la primera en marcharse para no tener que acompañarla, con lo que se quedarían las dos a solas,
pero no lo hizo. Charlaron sobre las primeras semanas de clase y Brittany se preguntó si Arnie no se aburriría
de tanto hablar sobre el college. Escuchó con interés los comentarios de Santana sobre sus alumnos y su
estilo de enseñanza, tan diferente al de Brittany. Se dio cuenta de lo aburrida que ella debía de ser comparada
con Santana. Tenían en común varios alumnos y se preguntó si harían comparaciones entre ambas.
Por fin fue hora de marchar y salieron juntas, tras despedirse en el interior de la casa de Susan y
Arnie. Brittany se dirigió inmediatamente hacia su auto, pero Santana la siguió.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar así? —quiso saber Santana.
—No sé lo que quieres decir —dijo Brittany, mientras abría su automóvil.
—Hablo de fingir que no ha sucedido nada entre nosotras.
Brittany se volvió hacia ella.
—No sé qué es lo que quieres que haga —dijo en voz baja—. He intentado borrarlo de mi mente,
pero tú apareces aquí y me lo echas diariamente en cara. Quiero olvidarlo.
¿Acaso no lo ves?
—Bueno, pero yo no puedo olvidarlo —confesó Santana—.
No quiero olvidarlo.
Santana se acercó un poco más y Brittany retrocedió un paso.
—Algo ocurrió aquella noche, Brittany.
—No.
—Sí que ocurrió.
Brittany suspiró.
—Aquella noche sólo demostró una cosa: que sufrí una locura transitoria.
—¿Por qué dices eso?
—Porque aquella no era yo —admitió Brittany—. Yo no hago esas cosas con alguien como tú.
Inmediatamente deseó retirar lo que había dicho. Vio un destello de dolor en el rostro de Santana, que
ésta enmascaró de inmediato sonriendo burlonamente a Brittany.
—¿Alguien como yo? ¿Tan mala soy?
—Me han contado..., bueno, que sales con muchas mujeres al mismo tiempo. —Brittany se sintió molesta
—. Y odio pensar que sólo soy una más en una larga lista de probablemente cientos de mujeres.
—¿Cientos? ¿Es eso lo que crees?
Brittany no contestó.
—Bueno, no me extraña que no quieras tener nada que ver conmigo. Soy una aventurera con una
terrible reputación —dijo calmadamente.
Brittany se arrepintió de haber sacado el tema.
—No quería decir...
—Sí querías. Lo siento, Brittany. —Santana empezó a alejarse—.
Te dejaré en paz. Dejaré que lo olvides todo. Te permitiré alegar locura transitoria.
Subió a su Explorer y se alejó de allí; Brittany se quedó sentada en su auto durante un buen rato antes de
marcharse. Había herido a Santana.
Había estado intentando convencerse todo ese tiempo de que Santana no tenía sentimientos, pero sí los
tenía, igual que Brittany.
floor.br***** - Mensajes : 258
Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Ay pero que rubia mas tonta -.-'
Quien desprecia a una mujer como Santana Lopez?
Ademas, no deberia creer esos comentarios realmente estupidos >:c
Espero verte pronto por aca..
Saludos :)
Quien desprecia a una mujer como Santana Lopez?
Ademas, no deberia creer esos comentarios realmente estupidos >:c
Espero verte pronto por aca..
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
ash britt ..britt.. britt....
como te dejas llevar por comentarios !!!
pierdes un momento wanky jaja jaja...
saludos!!!
como te dejas llevar por comentarios !!!
pierdes un momento wanky jaja jaja...
saludos!!!
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
hoooo,... britt la cago en serio!!!!
pero de cierta manera tiene miedo!!!! aunque ame a san y no lo admita!!!
pero de cierta manera tiene miedo!!!! aunque ame a san y no lo admita!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Britt metio la pata hasta el moño!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
QUERIDAS LECTORAS NO TENGO MANERA DE PEDIRLES PERDON..PASA Q ESTOY DE VACACIONES, Y ESTE FIC YA LO TERMINE DE ADAPTAR PERO ME DA MUCHA FIACA PRENDER LA COMPU Y SUBIRLO..PERDOOOOON
GRACIAS X LEER Y COMENTAR--
PARA QUE ME PERDONEN HOY LES REGALO UN PAR DE CAPS Y VOY A TRATAR DE ACTUALIZAR A DIARIO,AUNQUE NO PROMETO NADA..BSS
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Capítulo diez
No vio a Santana en toda la semana que siguió y, por mucho que odiase admitirlo, la echó de menos. Se
sorprendió deseando que Santana asomase la cabeza por la puerta a la hora de comer para pedirle que
saliesen, cuando ambas sabían que Britt no iba a aceptar. Pero no apareció. Britt la vio un día por el corredor,
lejos de ella, con los brazos llenos de libros. Estuvo a punto de llamarla, pero en el último momento no
lo hizo. Era mejor así.
Rachel la llamó y la invitó al partido de softball de esa semana. Britt pensó en ir, pero declinó la oferta.
En lugar de ir se pasó otra noche sola, viendo una película sin interés en la televisión y deseando haber
ido al estúpido partido. No podía seguir evitando a sus amigas por miedo de ver a Santana.
A la semana siguiente, cuando Rachel volvió a llamar, Britt aceptó. No había vuelto a hablar con Santana
desde la cena ofrecida por Susan y tan sólo la había visto una vez. Estaba sopesando si preguntarle o no a
la decana si Santana seguía dando clases allí, pero sabía que eso tan sólo provocaría sus preguntas.
La noche de septiembre era fresca y agradable. Britt conducía con el techo solar abierto, y las estrellas
titilaban sobre su cabeza mientras conducía por la autovía MoPac, negando la expectación que sentía. No
tenía relación con el hecho de que iba a ver a Santana, insistió.
Se encaminó al campo con su silla plegable y se apretujó junto a Rachel y Quinn.
—Hace siglos que no te veo —se quejó Quinn—. ¿Por qué no salimos algún día a cenar?
—Por mí de acuerdo —aceptó Britt.
Por una vez había llegado temprano. Las jugadoras todavía estaban calentando y localizó rápidamente
a Santana, que se pasaba la pelota con Hannah. Sonreía y charlaba con Marley, que estaba junto a ella, y Britt
sintió que se le contraía el estómago.
El pantalón de Santana caía flojo hasta sus muslos y Britt recordó vividamente su aspecto sin pantalones,
lo esbeltos y suaves que eran sus mulos. Cerró los ojos y apartó el rostro.
—Podemos probar en el mexicano que hay cerca de tu casa —sugirió Rachel.
—¿El Palacios Cafe? He estado allí con Harry. Es muy bueno —dijo Britt.
—¿Qué tal un día de la semana que viene?
—Muy bien; de acuerdo.
Las jugadoras se colocaron en sus puestos. Santana corrió hacia la tercera base, ignorando que Britt
estaba sentada en esa zona. Alisó la tierra que había alrededor de la almohadilla, ahuecó su guante y le
lanzó un grito de ánimo a Marley, que estaba sobre el montículo. Britt se sintió transportada a aquel día de
principios de junio, aquel caluroso verano en el que vio a Santana por vez primera. La atracción que sintió
entonces no era nada comparada con la que ahora sentía.
Sus ojos estaban clavados en Santana. La seguía en todo momento, mientras enviaba una bola baja y la
lanzaba con su largo brazo a la primera base, lejos del alcance de la corredora.
En su primera actuación, Santana envió una bola limpia al medio y después corrió hasta la segunda
base, mientras la centrocampista capturaba la pelota. Britt contempló cómo las largas piernas de Santana la
llevaban grácilmente hasta la almohadilla. Finalmente apartó la vista, incómoda. La gente podía empezar
a darse cuenta de sus miradas.
—¿Quieres una cerveza? —preguntó Rachel.
—Sí, por favor. Olvidé traer alguna.
—Tenemos de sobra —dijo ella, alargándole una con ojos escrutadores.
Britt se puso en pie y aplaudió junto con las demás cuando Santana envió sobre la cabeza de la
centrocampista una bola alta y larga, que rodó hasta la valla. Santana corrió alrededor de la tercera base y
siguió a Hannah hasta la plataforma; sólo entonces vio a Britt. Se detuvo, y sus ojos se encontraron durante un
instante, antes de que Santana apartase la vista y chocase palmas con sus compañeras de equipo. Ganaron
con facilidad.
Britt se había preguntado muchas cosas sobre Santana, pero su edad no era una de ellas. Ahora, mientras
la contemplaba, intentó adivinarla. Estaba en muy buena forma, lo que podía llevar a engaño. ¿Tendría ya
veinticuatro? Siguió preguntándoselo mientras los espectadores se mezclaban con las jugadoras, después del
partido. Los dos equipos siguientes se adueñaron del campo y los seguidores sacaron sus sillas y las
apoyaron contra un árbol, mientras bebían cerveza y comentaban el partido.
Santana no acudió a hablar con ella y Britt se sintió dolida. Pero ¿quién podría culparla? Britt charló con
Hannah y Lauren mientras miraba disimuladamente a Santana, que hablaba con Rachel y Quinn. Debo ir hasta allí,
pensó. Se disculpó con Hannah y se dirigió hacia ellas. Santana la miró pero no sonrió, ni siquiera para
devolver la sonrisa de Britt.
—Has jugado muy bien —dijo.
—Gracias —respondió Santana, mientras cogía la cerveza que Rachel le ofrecía.
—Sólo un home round esta noche, Lopez; estás haciendo el vago —bromeó Rachel.
Santana sonrió brevemente y se encogió de hombros en señal de disculpa. Marley se acercó y Rachel y
Quinn se volvieron hacia ella, dejando a Santana y a Britt aparte.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Britt de repente.
—¿Qué? —se sorprendió Santana.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó de nuevo.
—¿Por qué?
—Porque no lo sé.
Santana se inclinó hacia ella e hizo una mueca.
—No te preocupes. No eres una asaltacunas.
Britt se ruborizó y apartó la vista.
—No lo preguntaba por eso —murmuró.
—¿No? Pensé que necesitabas otra razón para odiarte a ti misma.
—No; tengo de sobra, gracias -—dijo sin poder detenerse.
Esperaba que Santana le diese una pronta réplica, pero en vez de eso le ofreció su habitual sonrisa
burlona.
—Tengo veintiocho. Soy lo bastante mayor como para saber lo que me hago —dijo, dando media
vuelta.
Britt la vio alejarse. Llevaba el bate y el guante en una mano y la cerveza en la otra.
—¿Por qué se va tan pronto? —preguntó Marley.
Britt se limitó a encogerse de hombros, siguiendo con la mirada la solitaria figura hasta el
aparcamiento. Un automóvil se detuvo a su lado y Santana se inclinó a hablar con la conductora por la
ventanilla abierta. Britt vio cómo daba la vuelta al coche y entraba en él. Cuando el auto giró, Britt reconoció
a Emily, la amiga de Lauren, y su corazón se encogió dolorosamente.
GRACIAS X LEER Y COMENTAR--
PARA QUE ME PERDONEN HOY LES REGALO UN PAR DE CAPS Y VOY A TRATAR DE ACTUALIZAR A DIARIO,AUNQUE NO PROMETO NADA..BSS
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Capítulo diez
No vio a Santana en toda la semana que siguió y, por mucho que odiase admitirlo, la echó de menos. Se
sorprendió deseando que Santana asomase la cabeza por la puerta a la hora de comer para pedirle que
saliesen, cuando ambas sabían que Britt no iba a aceptar. Pero no apareció. Britt la vio un día por el corredor,
lejos de ella, con los brazos llenos de libros. Estuvo a punto de llamarla, pero en el último momento no
lo hizo. Era mejor así.
Rachel la llamó y la invitó al partido de softball de esa semana. Britt pensó en ir, pero declinó la oferta.
En lugar de ir se pasó otra noche sola, viendo una película sin interés en la televisión y deseando haber
ido al estúpido partido. No podía seguir evitando a sus amigas por miedo de ver a Santana.
A la semana siguiente, cuando Rachel volvió a llamar, Britt aceptó. No había vuelto a hablar con Santana
desde la cena ofrecida por Susan y tan sólo la había visto una vez. Estaba sopesando si preguntarle o no a
la decana si Santana seguía dando clases allí, pero sabía que eso tan sólo provocaría sus preguntas.
La noche de septiembre era fresca y agradable. Britt conducía con el techo solar abierto, y las estrellas
titilaban sobre su cabeza mientras conducía por la autovía MoPac, negando la expectación que sentía. No
tenía relación con el hecho de que iba a ver a Santana, insistió.
Se encaminó al campo con su silla plegable y se apretujó junto a Rachel y Quinn.
—Hace siglos que no te veo —se quejó Quinn—. ¿Por qué no salimos algún día a cenar?
—Por mí de acuerdo —aceptó Britt.
Por una vez había llegado temprano. Las jugadoras todavía estaban calentando y localizó rápidamente
a Santana, que se pasaba la pelota con Hannah. Sonreía y charlaba con Marley, que estaba junto a ella, y Britt
sintió que se le contraía el estómago.
El pantalón de Santana caía flojo hasta sus muslos y Britt recordó vividamente su aspecto sin pantalones,
lo esbeltos y suaves que eran sus mulos. Cerró los ojos y apartó el rostro.
—Podemos probar en el mexicano que hay cerca de tu casa —sugirió Rachel.
—¿El Palacios Cafe? He estado allí con Harry. Es muy bueno —dijo Britt.
—¿Qué tal un día de la semana que viene?
—Muy bien; de acuerdo.
Las jugadoras se colocaron en sus puestos. Santana corrió hacia la tercera base, ignorando que Britt
estaba sentada en esa zona. Alisó la tierra que había alrededor de la almohadilla, ahuecó su guante y le
lanzó un grito de ánimo a Marley, que estaba sobre el montículo. Britt se sintió transportada a aquel día de
principios de junio, aquel caluroso verano en el que vio a Santana por vez primera. La atracción que sintió
entonces no era nada comparada con la que ahora sentía.
Sus ojos estaban clavados en Santana. La seguía en todo momento, mientras enviaba una bola baja y la
lanzaba con su largo brazo a la primera base, lejos del alcance de la corredora.
En su primera actuación, Santana envió una bola limpia al medio y después corrió hasta la segunda
base, mientras la centrocampista capturaba la pelota. Britt contempló cómo las largas piernas de Santana la
llevaban grácilmente hasta la almohadilla. Finalmente apartó la vista, incómoda. La gente podía empezar
a darse cuenta de sus miradas.
—¿Quieres una cerveza? —preguntó Rachel.
—Sí, por favor. Olvidé traer alguna.
—Tenemos de sobra —dijo ella, alargándole una con ojos escrutadores.
Britt se puso en pie y aplaudió junto con las demás cuando Santana envió sobre la cabeza de la
centrocampista una bola alta y larga, que rodó hasta la valla. Santana corrió alrededor de la tercera base y
siguió a Hannah hasta la plataforma; sólo entonces vio a Britt. Se detuvo, y sus ojos se encontraron durante un
instante, antes de que Santana apartase la vista y chocase palmas con sus compañeras de equipo. Ganaron
con facilidad.
Britt se había preguntado muchas cosas sobre Santana, pero su edad no era una de ellas. Ahora, mientras
la contemplaba, intentó adivinarla. Estaba en muy buena forma, lo que podía llevar a engaño. ¿Tendría ya
veinticuatro? Siguió preguntándoselo mientras los espectadores se mezclaban con las jugadoras, después del
partido. Los dos equipos siguientes se adueñaron del campo y los seguidores sacaron sus sillas y las
apoyaron contra un árbol, mientras bebían cerveza y comentaban el partido.
Santana no acudió a hablar con ella y Britt se sintió dolida. Pero ¿quién podría culparla? Britt charló con
Hannah y Lauren mientras miraba disimuladamente a Santana, que hablaba con Rachel y Quinn. Debo ir hasta allí,
pensó. Se disculpó con Hannah y se dirigió hacia ellas. Santana la miró pero no sonrió, ni siquiera para
devolver la sonrisa de Britt.
—Has jugado muy bien —dijo.
—Gracias —respondió Santana, mientras cogía la cerveza que Rachel le ofrecía.
—Sólo un home round esta noche, Lopez; estás haciendo el vago —bromeó Rachel.
Santana sonrió brevemente y se encogió de hombros en señal de disculpa. Marley se acercó y Rachel y
Quinn se volvieron hacia ella, dejando a Santana y a Britt aparte.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Britt de repente.
—¿Qué? —se sorprendió Santana.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó de nuevo.
—¿Por qué?
—Porque no lo sé.
Santana se inclinó hacia ella e hizo una mueca.
—No te preocupes. No eres una asaltacunas.
Britt se ruborizó y apartó la vista.
—No lo preguntaba por eso —murmuró.
—¿No? Pensé que necesitabas otra razón para odiarte a ti misma.
—No; tengo de sobra, gracias -—dijo sin poder detenerse.
Esperaba que Santana le diese una pronta réplica, pero en vez de eso le ofreció su habitual sonrisa
burlona.
—Tengo veintiocho. Soy lo bastante mayor como para saber lo que me hago —dijo, dando media
vuelta.
Britt la vio alejarse. Llevaba el bate y el guante en una mano y la cerveza en la otra.
—¿Por qué se va tan pronto? —preguntó Marley.
Britt se limitó a encogerse de hombros, siguiendo con la mirada la solitaria figura hasta el
aparcamiento. Un automóvil se detuvo a su lado y Santana se inclinó a hablar con la conductora por la
ventanilla abierta. Britt vio cómo daba la vuelta al coche y entraba en él. Cuando el auto giró, Britt reconoció
a Emily, la amiga de Lauren, y su corazón se encogió dolorosamente.
floor.br***** - Mensajes : 258
Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Capítulo once
Septiembre avanzaba a paso de tortuga, al menos para Brittany. Aquel semestre, sus clases parecían
una condena; su habitual gusto por la enseñanza parecía haber desaparecido. Se sorprendió a sí misma
actuando por inercia. Tenía que parar y darse una patadita mental de vez en cuando. Trabajaba hasta muy
tarde, era organizada hasta el punto de llegar al absurdo..., seguía siendo gris y aburrida. Predecible. Oh,
sí, había salido a cenar con Rachel y Quinn, e incluso había acudido a otro partido de softball, pero Santana y
ella no habían hablado. Sus ojos se cruzaron una vez, cuando Santana iba hacia la plataforma para batear,
pero eso había sido todo. Era suficiente, en realidad.
Aquella única mirada había hecho que el corazón de Britt saltara en su pecho y la hizo recordar cada
detalle de su noche de amor. La imagen de ambas yaciendo juntas y desnudas sobre su lecho relampagueó
frente a sus ojos como si hubiese ocurrido el día anterior.
El último sábado de aquel mes Britt estaba sentada en el porche, leyendo y sorbiendo té helado, cuando
sonó el teléfono.
Pensó si dejar que respondiese el contestador, pero acabó entrando a toda prisa.
—¿Qué estás haciendo?
Era Rachel.
—Leyendo.
—¿No te cansas nunca de eso?
Predecible. Aburrida. Sí, estaba cansada de eso.
—Me gusta —explicó.
—Es lo único que haces.
—No es cierto.
—¿Ah, no? Bueno, está bien. Esta noche puedes salir con nosotras.
—¿Salir? ¿Adonde?
—A Lakers. Va todo el equipo. Es el cumpleaños de Marley. Algunas van a salir primero a comer,
creo, pero Quinn y yo nos encontraremos con ellas allí. Te recogeremos a las ocho —informó.
—No, no voy a ir al bar, ya sabes que no...
—«... Me gusta salir durante el semestre» —la imitó Rachel —. Lo sé. Pero ¿no puedes romper tus
reglas por una vez?
Es una fiesta de cumpleaños —rogó.
Britt pensó en la perspectiva de pasar otra noche del sábado sola o con Harry, quien ya empezaba a
preguntarse por qué siempre pasaba el tiempo con él, y decidió romper sus propias reglas. Podía ser
divertido. Se negó a considerar siquiera la idea de que salía porque esperaba que Santana estuviese allí.
—Bueno. Pero llevaré mi propio coche.
—Estupendo. Pásate por casa y después puedes seguirnos.
Brittany se vistió con esmero aquella noche, aunque se negaba en redondo a pensar que hubiese algún
motivo en particular que lo explicase. Planchó unos pantalones de algodón hasta que quedaron como
nuevos y después se puso una blusa de color verde pálido, muy suelta. Se aplicó el maquillaje
cuidadosamente y se roció ligeramente de perfume, evitando en todo momento mirarse a los ojos en el
espejo.
Era una noche agradablemente fresca y eso la puso de mejor humor. Parecía que ya se habían acabado
los abrasadores días de verano. Llamó a la puerta y esperó pacientemente a que abriesen.
—Es estupendo que vengas con nosotras, Britt.
Quinn la invitó a pasar y Rachel le ofreció un vaso de vino.
—Justamente íbamos a sentarnos un minuto en el patio —explicó. Se sentaron en unas sillas plegables
y se tomaron una copa de vino, a pequeños sorbos, mientras se ponían al día sobre sus respectivas vidas.
—Me alegro de que te hayas decidido a venir —dijo Rachel.
—Me apeteció una noche fuera —dijo, a la defensiva.
Britt se preguntó hasta qué punto sospechaban que había algo entre Santana y ella. Debería habérselo
contado, pero, francamente, se sentía demasiado avergonzada.
—¿Puedes creer que Marley sólo tiene veintidos años? —preguntó Quinn.
Britt hizo una mueca y apretó cariñosamente el brazo de Quinn.
—Hablando de cumpleaños, creo que el tuyo está a la vuelta de la esquina —bromeó Britt.
—Faltan dos semanas. Y Rachel amenaza con dar una fiesta —rezongó—. Como si yo quisiera que
todo el mundo se entere de que tengo veintinueve años.
—¿Ouién no sabe que vas a cumplir veintinueve? —preguntó Britt con malicia—. Yo creo que la fiesta es
una gran idea.
—No será nada exagerado, cariño —le aseguró Rachel—.
Tan solo un puñado de amigas.
Salieron hacia el bar antes de las nueve y no se lo encontraron muy lleno de gente. Lauren ya estaba allí,
al igual que Marley y Kitty, que se hallaban sentadas y charlando en voz baja. Habían unido dos mesas y
tenían suficientes sillas para doce personas.
Britt se agarró del brazo de Rachel y le susurró: —¿Están saliendo juntas Marley y Kitty?
—Creemos que sí, pero no han dicho nada y nosotras no hemos preguntado.
—Hacen una bonita pareja.
—¡Feliz cumpleaños, Marley! —dijeron a coro al acercarse.
—Gracias.
—¿Por fin cumples veintidos?
—¿Por fin?
—Sí. Oficialmente, ahora ya formas parte de la gente mayor —dijo Rachel.
—No estoy segura de que eso me guste —replicó Marley, con una simpática carcajada.
—Eh, es que no tienes elección. Los años se limitan a seguir pasando —dijo Quinn.
Los ojos de Britt recorrieron la sala y la pista de baile, y ni siquiera fingió que no estuviese buscando a
Santana. Al parecer todavía no había llegado. Se calmó un poco. Fue hacia la barra y pidió bebidas para
Rachel, Quinn y ella misma, y después se sentó muy recta, intentando no mirar hacia la puerta.
Cuando Lauren la invitó a bailar, Britt intentó que no se notase demasiado su sorpresa. Lauren y ella nunca
habían bailado juntas.
—Hace un montón de tiempo que no vienes a los partidos —le reprochó Lauren.
Britt intentó apartarse de su cuerpo, demasiado próximo.
-—He estado muy ocupada en el college —replicó. Y era cierto en su mayor parte.
—Quizá puedas permitirte salir una noche, la semana que viene. Iremos a ver una película o algo así
—sugirió Lauren.
—Muy bien. Llámame —convino Britt, aunque ya empezaba a pensar en alguna excusa.
Por algún motivo no le apetecía salir con Lauren. La desastrosa cena que habían compartido a
principios de verano había sido suficiente para convencer a Britt de que Lauren y ella se habían distanciado
demasiado en los últimos siete años.
Lauren asintió y volvió a aproximarse más a Britt. Bailaba bien, pero Britt no pudo evitar compararla con
Santana. Aunque no era culpa suya, Lauren no estaba a la altura. A Britt la agobiaba que se pegara tanto a ella.
No sentía el delicioso hormigueo que notaba cuando la tocaba Santana. Su corazón no latía desbocado, sino
que mantenía un ritmo uniforme.
—Deberíamos bailar más a menudo —dijo Lauren.
—Creo que no habíamos bailado nunca, antes de hoy —le recordó Britt.
Lauren la apretó todavía más contra ella y los pechos de Britt se aplastaron contra los suyos, mucho más
grandes. Tuvo que hacer un esfuerzo por no despegarse bruscamente.
—Es estupendo tenerte entre mis brazos —susurró dulcemente Lauren, y Britt se convenció de que había
entendido mal. Esperaba haber entendido mal.
La canción llegó a su fin, afortunadamente, y evitó que Britt tuviese que responder. Lauren volvió a
llevarla hasta la mesa, sujetándola todavía, hasta que Britt se soltó educadamente. De pronto, Britt se sintió
ahogada por un súbito nerviosismo; el estómago se le encogió y el pulso se desbocó. Supo
instintivamente que Santana estaba allí, muy cerca, y maldijo la reacción de su cuerpo. Todavía de pie,
miró a su alrededor y localizó a Santana, que venía de la barra con una bebida. Estaba preciosa, con unos
pantalones de algodón de color caqui y una camisa de color azul oscuro. Britt se dio cuenta de que había
clavado los ojos en ella. Santana se detuvo y alzó la vista, como si supiese que Britt la estaba mirando. Sus
ojos se encontraron, cruzando la concurrida sala. Mantuvieron la mirada durante unos segundos, y Britt se
estremeció cuando los ojos de Santana bajaron un instante hasta sus labios. Después sonrió. Le didicó
aquella sonrisa sincera que Britt no había visto en una eternidad.
Santana se acercó a la mesa y Britt se sentó, con las rodillas vacilantes; al coger su bebida le temblaban
los dedos.
No era justo, pensó de nuevo. Santana sólo era una mujer más.
Una mujer muy atractiva, para ser sincera, pero eso no justificaba que el cuerpo de Britt se volviese de
gelatina con sólo verla. No es más que una aventurera, se recordó a sí misma.
Otra Zoe. Y se negó a contemplar, ni siquiera un segundo, la posibilidad de que Santana fuera
diferente.
No hablaron, pero cada vez que Britt alzaba la vista encontraba los ojos de Santana clavados en ella.
Brittany bailó de nuevo con Lauren y, al volver, Santana la miró interrogante, con las cejas alzadas. Pero a Britt
Lauren sólo le interesaba como amiga, y esperaba que ella sintiese lo mismo. Se conocían desde hacía
demasiado tiempo para sentir otra cosa. Y sin embargo, la forma en que bailaba Lauren, la forma en que la
abrazaba, todo le hacía pensar que, de pronto, Lauren había empezado a sentir una atracción hacia ella... y
que estaba actuando en consecuencia.
Pero aquello nunca significaría nada para Britt. Lauren no afectaba para nada a su libido. En cambio...
¡No, no iba a permitirse a sí misma volver a pensarlo!
Britt estaba completamente segura de que rehusaría si Santana la invitaba a bailar, pero cuando ésta no lo
hizo se sorprendió. No quería herir sus sentimientos al negarse, por lo que agradeció no tener que
hacerlo. Santana no se lo pidió, ni una vez. En lugar de eso, bailó con casi todas las de la mesa, prestando
una atención especial a Emily, que estaba sentada a su lado. Britt, sentada al otro lado de la mesa, tuvo que
contemplar cómo hablaban en voz baja y se reían, como si fuesen buenas amigas.
O algo más. Britt no quería ni pensar en ese algo más...
Más tarde, cuando empezó a sonar una lenta balada de Trisha Yearwood, los ojos de Britt se dirigieron
automáticamente a los de Santana. Era la misma canción que habían bailado en junio, y los ojos de Santana
escrutaron los suyos durante una eternidad.
—Baila conmigo, por favor —le rogó Santana en voz baja.
Britt negó con la cabeza, pero Santana estaba ya de pie, con la mano extendida. Britt se levantó, con las
piernas temblando, y tomó la mano que Santana le ofrecía; sus dedos helados rodearon la cálida mano de
Santana. Britt se dejó envolver por sus brazos con una soltura que la sorprendió a ella misma, y Santana la
abrazó suavemente. Britt descansó la mano sobre el hombro de Santana.
Sus ojos se encontraron cuando ambas se movían por la pista; sus piernas se rozaban al bailar. Britt
apartó a un lado todo pensamiento cuando Santana se pegó a ella. Exhaló el aire lentamente, intentando en
vano calmar su desbocado corazón.
La canción acabó, demasiado pronto, y se separaron, mirándose a los ojos.
—Gracias —dijo Santana, sin rastro de burla.
—De nada —contestó Britt en un susurro.
Se sentaron a la mesa y volvieron a ignorarse; ambas fingieron interesarse por la conversación que
tenía lugar a su alrededor. Pocas canciones más tarde, Santana volvió a pedirle que bailase con ella, y esta
vez Britt no intentó resistirse. Era inútil, en realidad. Su cuerpo decidía por sí mismo. No podía contener el
deseo que crecía dentro de ella.
Britt se dejó envolver por los brazos de Santana. Esta se pegó mucho más a ella que la vez anterior. Britt
deslizó la mano por el hombro de Santana y le apartó el pelo. Echó hacia atrás la cabeza y sus ojos se
encontraron. No había burla ni diversión allí, tan sólo una chispa de deseo que Britt estaba segura de que
Santana trataba de esconder. Britt apartó la vista, intentando velar su propio deseo.
La cálida mano de Santana bajó un poco más por su espalda, apretando más a Britt hacia sí, de modo que
sus pechos se rozaron. Britt sintió que el calor inundaba su cuerpo y supo que había perdido el control.
Bailaban muy lentamente; sus píes apenas seguían el ritmo de la música, pero a Britt no le importaba. Con
las mejillas pegadas la una a la otra, Britt aspiró profundamente, notando la dulce fragancia de Santana, la
fragancia que recordaba, la fragancia del verano.
Cuando acabó la canción, Santana no la soltó de inmediato y Britt la mantuvo junto a sí durante
incontables segundos. Estaba ardiendo y ya no le importaba que las estuvieran mirando.
Sintió los labios de Santana rozando su oreja y exhaló profundamente, sin ser consciente de haber
estado conteniendo la respiración.
Santana la tomó de la mano mientras se dirigían hacia la mesa; su pulgar acariciaba suavemente la
palma de Britt. Aunque ella sabía que debía soltarse, no podía hacerlo. Había estado anhelando aquellos
sentimientos que Santana despertaba en ella.
No quería repetir aquella noche de junio, pero no podía negarse a sí misma aquel pequeño placer que
Santana le ofrecía.
Cuando Rachel y ella fueron al baño, Britt no quiso enfrentarse a su inquisitiva mirada.
—¿Lo estás pasando bien? —preguntó Rachel.
—Sí —-dijo Britt, pasándose nerviosamente la mano por el pelo y evitando mirarse en el espejo.
Se detuvieron en la barra para pedir otra ronda y después se unieron a las demás. La barra estaba
llena de gente, al igual que su mesa.
El humo ascendía, formando una ligera nube contra el techo; todas charlaban y reían a carcajadas. Britt
se sentó y bebió a pequeños sorbos su copa, siguiendo con la mirada a Santana, que se llevaba a Emily a la
pista de baile. Britt recordó que se habían marchado juntas después del partido de softball.
Supuso que Emily debía de haber ido a todos los partidos. Era joven y atractiva, y no tenía pareja.
Santana también bailó muy pegada con ella. La punzada de celos que sintió Britt era tan inesperada que la
alarmó. Dios, ella no tenía absolutamente ninguna razón para estar celosa. Ella y Santana no eran nada la
una para la otra. ¿Por qué demonios tendría que estar celosa?
Pero, mientras las miraba, sus sentimientos eran innegables.
¿Sentiría Emily lo mismo que había sentido Britt cuando Santana la abrazaba tan estrechamente? ¿Cuando
aquellas cálidas manos le acariciaban la espalda? ¿Estaban saliendo? Britt apartó la vista de ellas y se
tragó sus celos. Se sentía muy sola.
Más tarde, la voz del pinchadiscos sonó muy suave por los altavoces:
—Para todas las enamoradas, vamos a oscurecer esto un poco y a pinchar unas lentas.
Sonaron gritos de aprobación y las luces se atenuaron.
—Aquí tenéis tres temas muy lentos para bailar despacito.
La pista de baile se oscureció y Rachel tomó la mano de Quinn y tiró de ella.
—Vamos a bailar, cariño —dijo.
Marley y Kitty hicieron lo mismo, al igual que la mayoría de las chicas de su mesa. Santana no invitó a
Emily, afortunadamente. Emily salió a la pista con alguien a la que Britt no conocía. Britt bajó entonces la vista,
temerosa de que Lauren la sacase a bailar, pero otra chica la reclamó. Britt soltó lentamente el aire. No era
con Lauren con quien quería bailar.
Santana y Britt quedaron solas en la mesa. Britt alzó la vista y sus ojos se encontraron con los de Santana. Ésta
sonrió dulcemente y Britt respondió con otra sonrisa.
—Vamos —susurró Santana.
—No sé... —dudó Britt.
—Vamos —repitió Santana, buscando su mano, y Britt supo que no tenía sentido resistirse.
Santana la condujo hasta la oscura pista, ahora muy llena de gente, y se apretujaron entre las demás
parejas. Estaba demasiado oscuro para ver bien, lo que Britt agradeció. No quería ver los ojos de Santana, no
quería que Santana viese lo que los suyos podían revelar. Pero no tuvo dudas al acercarse a sus brazos, que
la esperaban. Britt le rodeó la espalda, abrazándola estrechamente, mientras sentía la cálida mano de Santana
quemándole la piel, abrasándole la espalda. Sus cuerpos se entrelazaron, se acariciaron, sus piernas se
tocaban, sus muslos se rozaban, sus caderas luchaban por unirse. Sus pechos estaban pegados. Britt cerró
con fuerza los ojos, sin querer recordar lo que se sentía al yacer desnuda junto a Santana, al hacer el amor
con ella; pero sí lo recordaba. Recordaba cada detalle de su cuerpo, lo suave que era, lo esbelto y fuerte
que era, lo cálido que era. Recordaba los labios de Santana sobre ella, su lengua sobre ella, y se
estremeció entre sus brazos. Britt tan sólo quería volver a ser abrazada y acariciada así de nuevo, sentir su
piel una vez más.
Santana llevó su mano izquierda hacia su propio cuerpo y bailó así, acunando la mano de Britt contra su
pecho. La otra mano de Britt tenía vida propia y sus dedos se deslizaban por el pelo de Santana, junto a su
cuello. Apenas se movían, empujadas por otras parejas que parecían tener más prisas. Continuaron con su
lento ritmo alrededor de la pista, saboreando ambas aquel breve e inesperado momento de intimidad.
Cuando acabó la primera canción y fue desvaneciéndose para dar paso a la segunda, no dejaron de
bailar ni un instante.
Santana soltó la mano de Britt y deslizó ambos brazos a su alrededor, fundiendo el cuerpo de Britt dentro
del suyo, acariciando su espalda, ahora con ambas manos. La mano de Britt, ahora liberada, se deslizó
lentamente por el hombro de Santana hacia arriba, hasta tocar su rostro, dibujando levemente con los dedos
la mejilla. Su pulgar rozaba los labios de Santana.
¡Oh, cómo ansiaba besar aquellos labios!
No dijeron nada. Ni una palabra. Britt sabía que, si lo hubieran hecho, ella habría sido capaz de
resistirse. Hubiese recordado a Channel, la hermosa rubia. Hubiese recordado lo que Bo había dicho
sobre la lista de novias de Santana. Hubiese recordado las advertencias de Lauren. Hubiese pensado en Emily.
Pero no hablaron. No había necesidad. Sus cuerpos hablaban por ellas.
Cuando Santana volvió la cabeza, Britt estaba aguardando, y sus labios se encontraron, suavemente,
dulcemente, y Britt se abrió a ella, aceptando su lengua, yendo a su encuentro con la suya.
¡Cuánto deseaba a aquella mujer! Santana la apartó de las demás parejas y Britt notó la pared tras ella. Se
lanzó a ciegas hacia Santana. Ambas tomaron lo que necesitaban, lo que ambas deseaban, contra la misma
pared de la otra vez. El deseo contenido, ahora liberado, se desató .como una tormenta entre ellas.
Habían estado hambrientas todos aquellos meses y ahora podían darse un festín. Britt olvidó al resto de la
sala. Tan sólo estaban las dos, mientras sus labios se besaban con ansia.
La tercera canción empezó suavemente, y Santana introdujo las manos entre sus dos cuerpos para
acariciarle los pechos; su espalda ocultaba a Britt de la vista de las demás parejas. Britt gritó, y la boca de
Santana estaba allí, cubriendo la suya, mientras sus dedos recorrían los erectos pezones a través de la
camisa. Las manos de Britt, en ambos lados del rostro de Santana, la atrajeron hacia sí* Su boca no conseguía
saciarse de Santana. Sus besos eran ardientes, húmedos y profundos. Sus propias manos descendieron,
ansiosas por tocar a Santana, y envolvieron sus pechos, formando una copa.
—¿Recuerdas? —quiso saber Santana—. ¿Recuerdas lo que sentías cuando te tocaba? ¿Cuando estaba
dentro de ti?
Britt gimió y se apretó fuertemente contra ella. Sus piernas se abrieron. Santana presionó su muslo contra
ella y la hizo gritar de nuevo.
—Recuerdo tus manos sobre mí —susurró Santana—.
Recuerdo tu boca sobre mí, tu lengua dentro de mí.
Britt se sintió como drogada y su cuerpo se tensó para tocar a Santana a través de la blusa, mientras su
boca se abría ante la insistente lengua de Santana.
—¿Tú recuerdas cada detalle de aquella noche? —quiso saber Santana.
—Sí, sabes que sí —susurró Britt mientras la besaba.
Desorientada y confusa, sintió que Santana la llevaba de nuevo hacia la pista de baile. No estaba
preparada. No había tenido bastante de los dulces besos de Santana, pero segundos más tarde la canción
acabó y encendieron las luces. Estaba asombrada ante el deseo que vio en los ojos de Santana, segura de
que los suyos revelaban otro ranto. Se sintió cautivada por aquellos ojos. No podía apartar la vista y
lamentaba que se hubiesen acabado las canciones lentas.
Las demás parejas abandonaron la pista y pronto se separaron, con la mirada todavía clavada la una
en la otra.
—Sabes que te deseo —dijo Santana sin rodeos.
—Sí.
—Tú también me deseas —sentenció.
—Sí —admitió Britt—. Pero no puedo.
—Eres una mujer muy testaruda.
—Lo siento —musitó Britt.
Santana se limitó a asentir, y volvieron hacia su mesa, con las manos todavía enlazadas. Britt se
sorprendió cuando poco después Santana se puso en pie y dijo que se marchaba. Britt esperaba, como
mínimo, bailar con ella una vez más. Se despidió de todo el mundo y les dijo que las vería a la semana
siguiente, en el partido. Después de desearle a Marley que pasase una maravillosa noche de cumpleaños,
le dedicó un exagerado guiño a Kitty. Después miró por un segundo a Britt y le sonrió brevemente.
—Te veré en la facultad —dijo, y se marchó.
Para Britt, toda la alegría de la velada se fue con ella. Sólo se quedó un rato más; bailó con Lauren otra
vez, aunque de mala gana, y se sintió asfixiada cuando la apretó tanto contra ella.
No quería preguntarse por qué no sentía nada al tocar a Lauren, por qué su contacto no hacía aflorar los
mismos sentimientos que le provocaba Santana.
Condujo hacia su casa con el techo solar abierto y la ventanilla baja, dejando que la fresca brisa le
acariciase el rostro. Conducía lentamente por las calles desiertas, sin prisas por llegar hasta su solitario
hogar.
Aquella noche, después de la ducha, se acurrucó desnuda en la cama y tan sólo entonces se permitió
pensar en Santana.
Esperaba sentir vergüenza y culpa, pero no fue así. Ambas habían hecho lo que deseaban hacer, y
hubiesen deseado más todavía. Sin embargo, Britt agradecía que Santana no la hubiera presionado. Si hubiese
insistido, habrían salido juntas y se habrían dirigido allí, a su lecho; Britt habría estado de acuerdo, sin
dudarlo, y por la mañana se habría sentido despreciable.
Eso no era lo que necesitaba. Santana no era para ella, a pesar de lo que proclamaba el cuerpo de Britt.
La atracción entre ambas era real, pero eso era todo lo que había, todo lo que podía haber. Brittany sabía
que nunca sería capaz de permitir que Santana se adueñase de su corazón. La había herido demasiado
profundamente alguien muy parecido a ella. No quería volver a pasar por eso. Nunca.
Septiembre avanzaba a paso de tortuga, al menos para Brittany. Aquel semestre, sus clases parecían
una condena; su habitual gusto por la enseñanza parecía haber desaparecido. Se sorprendió a sí misma
actuando por inercia. Tenía que parar y darse una patadita mental de vez en cuando. Trabajaba hasta muy
tarde, era organizada hasta el punto de llegar al absurdo..., seguía siendo gris y aburrida. Predecible. Oh,
sí, había salido a cenar con Rachel y Quinn, e incluso había acudido a otro partido de softball, pero Santana y
ella no habían hablado. Sus ojos se cruzaron una vez, cuando Santana iba hacia la plataforma para batear,
pero eso había sido todo. Era suficiente, en realidad.
Aquella única mirada había hecho que el corazón de Britt saltara en su pecho y la hizo recordar cada
detalle de su noche de amor. La imagen de ambas yaciendo juntas y desnudas sobre su lecho relampagueó
frente a sus ojos como si hubiese ocurrido el día anterior.
El último sábado de aquel mes Britt estaba sentada en el porche, leyendo y sorbiendo té helado, cuando
sonó el teléfono.
Pensó si dejar que respondiese el contestador, pero acabó entrando a toda prisa.
—¿Qué estás haciendo?
Era Rachel.
—Leyendo.
—¿No te cansas nunca de eso?
Predecible. Aburrida. Sí, estaba cansada de eso.
—Me gusta —explicó.
—Es lo único que haces.
—No es cierto.
—¿Ah, no? Bueno, está bien. Esta noche puedes salir con nosotras.
—¿Salir? ¿Adonde?
—A Lakers. Va todo el equipo. Es el cumpleaños de Marley. Algunas van a salir primero a comer,
creo, pero Quinn y yo nos encontraremos con ellas allí. Te recogeremos a las ocho —informó.
—No, no voy a ir al bar, ya sabes que no...
—«... Me gusta salir durante el semestre» —la imitó Rachel —. Lo sé. Pero ¿no puedes romper tus
reglas por una vez?
Es una fiesta de cumpleaños —rogó.
Britt pensó en la perspectiva de pasar otra noche del sábado sola o con Harry, quien ya empezaba a
preguntarse por qué siempre pasaba el tiempo con él, y decidió romper sus propias reglas. Podía ser
divertido. Se negó a considerar siquiera la idea de que salía porque esperaba que Santana estuviese allí.
—Bueno. Pero llevaré mi propio coche.
—Estupendo. Pásate por casa y después puedes seguirnos.
Brittany se vistió con esmero aquella noche, aunque se negaba en redondo a pensar que hubiese algún
motivo en particular que lo explicase. Planchó unos pantalones de algodón hasta que quedaron como
nuevos y después se puso una blusa de color verde pálido, muy suelta. Se aplicó el maquillaje
cuidadosamente y se roció ligeramente de perfume, evitando en todo momento mirarse a los ojos en el
espejo.
Era una noche agradablemente fresca y eso la puso de mejor humor. Parecía que ya se habían acabado
los abrasadores días de verano. Llamó a la puerta y esperó pacientemente a que abriesen.
—Es estupendo que vengas con nosotras, Britt.
Quinn la invitó a pasar y Rachel le ofreció un vaso de vino.
—Justamente íbamos a sentarnos un minuto en el patio —explicó. Se sentaron en unas sillas plegables
y se tomaron una copa de vino, a pequeños sorbos, mientras se ponían al día sobre sus respectivas vidas.
—Me alegro de que te hayas decidido a venir —dijo Rachel.
—Me apeteció una noche fuera —dijo, a la defensiva.
Britt se preguntó hasta qué punto sospechaban que había algo entre Santana y ella. Debería habérselo
contado, pero, francamente, se sentía demasiado avergonzada.
—¿Puedes creer que Marley sólo tiene veintidos años? —preguntó Quinn.
Britt hizo una mueca y apretó cariñosamente el brazo de Quinn.
—Hablando de cumpleaños, creo que el tuyo está a la vuelta de la esquina —bromeó Britt.
—Faltan dos semanas. Y Rachel amenaza con dar una fiesta —rezongó—. Como si yo quisiera que
todo el mundo se entere de que tengo veintinueve años.
—¿Ouién no sabe que vas a cumplir veintinueve? —preguntó Britt con malicia—. Yo creo que la fiesta es
una gran idea.
—No será nada exagerado, cariño —le aseguró Rachel—.
Tan solo un puñado de amigas.
Salieron hacia el bar antes de las nueve y no se lo encontraron muy lleno de gente. Lauren ya estaba allí,
al igual que Marley y Kitty, que se hallaban sentadas y charlando en voz baja. Habían unido dos mesas y
tenían suficientes sillas para doce personas.
Britt se agarró del brazo de Rachel y le susurró: —¿Están saliendo juntas Marley y Kitty?
—Creemos que sí, pero no han dicho nada y nosotras no hemos preguntado.
—Hacen una bonita pareja.
—¡Feliz cumpleaños, Marley! —dijeron a coro al acercarse.
—Gracias.
—¿Por fin cumples veintidos?
—¿Por fin?
—Sí. Oficialmente, ahora ya formas parte de la gente mayor —dijo Rachel.
—No estoy segura de que eso me guste —replicó Marley, con una simpática carcajada.
—Eh, es que no tienes elección. Los años se limitan a seguir pasando —dijo Quinn.
Los ojos de Britt recorrieron la sala y la pista de baile, y ni siquiera fingió que no estuviese buscando a
Santana. Al parecer todavía no había llegado. Se calmó un poco. Fue hacia la barra y pidió bebidas para
Rachel, Quinn y ella misma, y después se sentó muy recta, intentando no mirar hacia la puerta.
Cuando Lauren la invitó a bailar, Britt intentó que no se notase demasiado su sorpresa. Lauren y ella nunca
habían bailado juntas.
—Hace un montón de tiempo que no vienes a los partidos —le reprochó Lauren.
Britt intentó apartarse de su cuerpo, demasiado próximo.
-—He estado muy ocupada en el college —replicó. Y era cierto en su mayor parte.
—Quizá puedas permitirte salir una noche, la semana que viene. Iremos a ver una película o algo así
—sugirió Lauren.
—Muy bien. Llámame —convino Britt, aunque ya empezaba a pensar en alguna excusa.
Por algún motivo no le apetecía salir con Lauren. La desastrosa cena que habían compartido a
principios de verano había sido suficiente para convencer a Britt de que Lauren y ella se habían distanciado
demasiado en los últimos siete años.
Lauren asintió y volvió a aproximarse más a Britt. Bailaba bien, pero Britt no pudo evitar compararla con
Santana. Aunque no era culpa suya, Lauren no estaba a la altura. A Britt la agobiaba que se pegara tanto a ella.
No sentía el delicioso hormigueo que notaba cuando la tocaba Santana. Su corazón no latía desbocado, sino
que mantenía un ritmo uniforme.
—Deberíamos bailar más a menudo —dijo Lauren.
—Creo que no habíamos bailado nunca, antes de hoy —le recordó Britt.
Lauren la apretó todavía más contra ella y los pechos de Britt se aplastaron contra los suyos, mucho más
grandes. Tuvo que hacer un esfuerzo por no despegarse bruscamente.
—Es estupendo tenerte entre mis brazos —susurró dulcemente Lauren, y Britt se convenció de que había
entendido mal. Esperaba haber entendido mal.
La canción llegó a su fin, afortunadamente, y evitó que Britt tuviese que responder. Lauren volvió a
llevarla hasta la mesa, sujetándola todavía, hasta que Britt se soltó educadamente. De pronto, Britt se sintió
ahogada por un súbito nerviosismo; el estómago se le encogió y el pulso se desbocó. Supo
instintivamente que Santana estaba allí, muy cerca, y maldijo la reacción de su cuerpo. Todavía de pie,
miró a su alrededor y localizó a Santana, que venía de la barra con una bebida. Estaba preciosa, con unos
pantalones de algodón de color caqui y una camisa de color azul oscuro. Britt se dio cuenta de que había
clavado los ojos en ella. Santana se detuvo y alzó la vista, como si supiese que Britt la estaba mirando. Sus
ojos se encontraron, cruzando la concurrida sala. Mantuvieron la mirada durante unos segundos, y Britt se
estremeció cuando los ojos de Santana bajaron un instante hasta sus labios. Después sonrió. Le didicó
aquella sonrisa sincera que Britt no había visto en una eternidad.
Santana se acercó a la mesa y Britt se sentó, con las rodillas vacilantes; al coger su bebida le temblaban
los dedos.
No era justo, pensó de nuevo. Santana sólo era una mujer más.
Una mujer muy atractiva, para ser sincera, pero eso no justificaba que el cuerpo de Britt se volviese de
gelatina con sólo verla. No es más que una aventurera, se recordó a sí misma.
Otra Zoe. Y se negó a contemplar, ni siquiera un segundo, la posibilidad de que Santana fuera
diferente.
No hablaron, pero cada vez que Britt alzaba la vista encontraba los ojos de Santana clavados en ella.
Brittany bailó de nuevo con Lauren y, al volver, Santana la miró interrogante, con las cejas alzadas. Pero a Britt
Lauren sólo le interesaba como amiga, y esperaba que ella sintiese lo mismo. Se conocían desde hacía
demasiado tiempo para sentir otra cosa. Y sin embargo, la forma en que bailaba Lauren, la forma en que la
abrazaba, todo le hacía pensar que, de pronto, Lauren había empezado a sentir una atracción hacia ella... y
que estaba actuando en consecuencia.
Pero aquello nunca significaría nada para Britt. Lauren no afectaba para nada a su libido. En cambio...
¡No, no iba a permitirse a sí misma volver a pensarlo!
Britt estaba completamente segura de que rehusaría si Santana la invitaba a bailar, pero cuando ésta no lo
hizo se sorprendió. No quería herir sus sentimientos al negarse, por lo que agradeció no tener que
hacerlo. Santana no se lo pidió, ni una vez. En lugar de eso, bailó con casi todas las de la mesa, prestando
una atención especial a Emily, que estaba sentada a su lado. Britt, sentada al otro lado de la mesa, tuvo que
contemplar cómo hablaban en voz baja y se reían, como si fuesen buenas amigas.
O algo más. Britt no quería ni pensar en ese algo más...
Más tarde, cuando empezó a sonar una lenta balada de Trisha Yearwood, los ojos de Britt se dirigieron
automáticamente a los de Santana. Era la misma canción que habían bailado en junio, y los ojos de Santana
escrutaron los suyos durante una eternidad.
—Baila conmigo, por favor —le rogó Santana en voz baja.
Britt negó con la cabeza, pero Santana estaba ya de pie, con la mano extendida. Britt se levantó, con las
piernas temblando, y tomó la mano que Santana le ofrecía; sus dedos helados rodearon la cálida mano de
Santana. Britt se dejó envolver por sus brazos con una soltura que la sorprendió a ella misma, y Santana la
abrazó suavemente. Britt descansó la mano sobre el hombro de Santana.
Sus ojos se encontraron cuando ambas se movían por la pista; sus piernas se rozaban al bailar. Britt
apartó a un lado todo pensamiento cuando Santana se pegó a ella. Exhaló el aire lentamente, intentando en
vano calmar su desbocado corazón.
La canción acabó, demasiado pronto, y se separaron, mirándose a los ojos.
—Gracias —dijo Santana, sin rastro de burla.
—De nada —contestó Britt en un susurro.
Se sentaron a la mesa y volvieron a ignorarse; ambas fingieron interesarse por la conversación que
tenía lugar a su alrededor. Pocas canciones más tarde, Santana volvió a pedirle que bailase con ella, y esta
vez Britt no intentó resistirse. Era inútil, en realidad. Su cuerpo decidía por sí mismo. No podía contener el
deseo que crecía dentro de ella.
Britt se dejó envolver por los brazos de Santana. Esta se pegó mucho más a ella que la vez anterior. Britt
deslizó la mano por el hombro de Santana y le apartó el pelo. Echó hacia atrás la cabeza y sus ojos se
encontraron. No había burla ni diversión allí, tan sólo una chispa de deseo que Britt estaba segura de que
Santana trataba de esconder. Britt apartó la vista, intentando velar su propio deseo.
La cálida mano de Santana bajó un poco más por su espalda, apretando más a Britt hacia sí, de modo que
sus pechos se rozaron. Britt sintió que el calor inundaba su cuerpo y supo que había perdido el control.
Bailaban muy lentamente; sus píes apenas seguían el ritmo de la música, pero a Britt no le importaba. Con
las mejillas pegadas la una a la otra, Britt aspiró profundamente, notando la dulce fragancia de Santana, la
fragancia que recordaba, la fragancia del verano.
Cuando acabó la canción, Santana no la soltó de inmediato y Britt la mantuvo junto a sí durante
incontables segundos. Estaba ardiendo y ya no le importaba que las estuvieran mirando.
Sintió los labios de Santana rozando su oreja y exhaló profundamente, sin ser consciente de haber
estado conteniendo la respiración.
Santana la tomó de la mano mientras se dirigían hacia la mesa; su pulgar acariciaba suavemente la
palma de Britt. Aunque ella sabía que debía soltarse, no podía hacerlo. Había estado anhelando aquellos
sentimientos que Santana despertaba en ella.
No quería repetir aquella noche de junio, pero no podía negarse a sí misma aquel pequeño placer que
Santana le ofrecía.
Cuando Rachel y ella fueron al baño, Britt no quiso enfrentarse a su inquisitiva mirada.
—¿Lo estás pasando bien? —preguntó Rachel.
—Sí —-dijo Britt, pasándose nerviosamente la mano por el pelo y evitando mirarse en el espejo.
Se detuvieron en la barra para pedir otra ronda y después se unieron a las demás. La barra estaba
llena de gente, al igual que su mesa.
El humo ascendía, formando una ligera nube contra el techo; todas charlaban y reían a carcajadas. Britt
se sentó y bebió a pequeños sorbos su copa, siguiendo con la mirada a Santana, que se llevaba a Emily a la
pista de baile. Britt recordó que se habían marchado juntas después del partido de softball.
Supuso que Emily debía de haber ido a todos los partidos. Era joven y atractiva, y no tenía pareja.
Santana también bailó muy pegada con ella. La punzada de celos que sintió Britt era tan inesperada que la
alarmó. Dios, ella no tenía absolutamente ninguna razón para estar celosa. Ella y Santana no eran nada la
una para la otra. ¿Por qué demonios tendría que estar celosa?
Pero, mientras las miraba, sus sentimientos eran innegables.
¿Sentiría Emily lo mismo que había sentido Britt cuando Santana la abrazaba tan estrechamente? ¿Cuando
aquellas cálidas manos le acariciaban la espalda? ¿Estaban saliendo? Britt apartó la vista de ellas y se
tragó sus celos. Se sentía muy sola.
Más tarde, la voz del pinchadiscos sonó muy suave por los altavoces:
—Para todas las enamoradas, vamos a oscurecer esto un poco y a pinchar unas lentas.
Sonaron gritos de aprobación y las luces se atenuaron.
—Aquí tenéis tres temas muy lentos para bailar despacito.
La pista de baile se oscureció y Rachel tomó la mano de Quinn y tiró de ella.
—Vamos a bailar, cariño —dijo.
Marley y Kitty hicieron lo mismo, al igual que la mayoría de las chicas de su mesa. Santana no invitó a
Emily, afortunadamente. Emily salió a la pista con alguien a la que Britt no conocía. Britt bajó entonces la vista,
temerosa de que Lauren la sacase a bailar, pero otra chica la reclamó. Britt soltó lentamente el aire. No era
con Lauren con quien quería bailar.
Santana y Britt quedaron solas en la mesa. Britt alzó la vista y sus ojos se encontraron con los de Santana. Ésta
sonrió dulcemente y Britt respondió con otra sonrisa.
—Vamos —susurró Santana.
—No sé... —dudó Britt.
—Vamos —repitió Santana, buscando su mano, y Britt supo que no tenía sentido resistirse.
Santana la condujo hasta la oscura pista, ahora muy llena de gente, y se apretujaron entre las demás
parejas. Estaba demasiado oscuro para ver bien, lo que Britt agradeció. No quería ver los ojos de Santana, no
quería que Santana viese lo que los suyos podían revelar. Pero no tuvo dudas al acercarse a sus brazos, que
la esperaban. Britt le rodeó la espalda, abrazándola estrechamente, mientras sentía la cálida mano de Santana
quemándole la piel, abrasándole la espalda. Sus cuerpos se entrelazaron, se acariciaron, sus piernas se
tocaban, sus muslos se rozaban, sus caderas luchaban por unirse. Sus pechos estaban pegados. Britt cerró
con fuerza los ojos, sin querer recordar lo que se sentía al yacer desnuda junto a Santana, al hacer el amor
con ella; pero sí lo recordaba. Recordaba cada detalle de su cuerpo, lo suave que era, lo esbelto y fuerte
que era, lo cálido que era. Recordaba los labios de Santana sobre ella, su lengua sobre ella, y se
estremeció entre sus brazos. Britt tan sólo quería volver a ser abrazada y acariciada así de nuevo, sentir su
piel una vez más.
Santana llevó su mano izquierda hacia su propio cuerpo y bailó así, acunando la mano de Britt contra su
pecho. La otra mano de Britt tenía vida propia y sus dedos se deslizaban por el pelo de Santana, junto a su
cuello. Apenas se movían, empujadas por otras parejas que parecían tener más prisas. Continuaron con su
lento ritmo alrededor de la pista, saboreando ambas aquel breve e inesperado momento de intimidad.
Cuando acabó la primera canción y fue desvaneciéndose para dar paso a la segunda, no dejaron de
bailar ni un instante.
Santana soltó la mano de Britt y deslizó ambos brazos a su alrededor, fundiendo el cuerpo de Britt dentro
del suyo, acariciando su espalda, ahora con ambas manos. La mano de Britt, ahora liberada, se deslizó
lentamente por el hombro de Santana hacia arriba, hasta tocar su rostro, dibujando levemente con los dedos
la mejilla. Su pulgar rozaba los labios de Santana.
¡Oh, cómo ansiaba besar aquellos labios!
No dijeron nada. Ni una palabra. Britt sabía que, si lo hubieran hecho, ella habría sido capaz de
resistirse. Hubiese recordado a Channel, la hermosa rubia. Hubiese recordado lo que Bo había dicho
sobre la lista de novias de Santana. Hubiese recordado las advertencias de Lauren. Hubiese pensado en Emily.
Pero no hablaron. No había necesidad. Sus cuerpos hablaban por ellas.
Cuando Santana volvió la cabeza, Britt estaba aguardando, y sus labios se encontraron, suavemente,
dulcemente, y Britt se abrió a ella, aceptando su lengua, yendo a su encuentro con la suya.
¡Cuánto deseaba a aquella mujer! Santana la apartó de las demás parejas y Britt notó la pared tras ella. Se
lanzó a ciegas hacia Santana. Ambas tomaron lo que necesitaban, lo que ambas deseaban, contra la misma
pared de la otra vez. El deseo contenido, ahora liberado, se desató .como una tormenta entre ellas.
Habían estado hambrientas todos aquellos meses y ahora podían darse un festín. Britt olvidó al resto de la
sala. Tan sólo estaban las dos, mientras sus labios se besaban con ansia.
La tercera canción empezó suavemente, y Santana introdujo las manos entre sus dos cuerpos para
acariciarle los pechos; su espalda ocultaba a Britt de la vista de las demás parejas. Britt gritó, y la boca de
Santana estaba allí, cubriendo la suya, mientras sus dedos recorrían los erectos pezones a través de la
camisa. Las manos de Britt, en ambos lados del rostro de Santana, la atrajeron hacia sí* Su boca no conseguía
saciarse de Santana. Sus besos eran ardientes, húmedos y profundos. Sus propias manos descendieron,
ansiosas por tocar a Santana, y envolvieron sus pechos, formando una copa.
—¿Recuerdas? —quiso saber Santana—. ¿Recuerdas lo que sentías cuando te tocaba? ¿Cuando estaba
dentro de ti?
Britt gimió y se apretó fuertemente contra ella. Sus piernas se abrieron. Santana presionó su muslo contra
ella y la hizo gritar de nuevo.
—Recuerdo tus manos sobre mí —susurró Santana—.
Recuerdo tu boca sobre mí, tu lengua dentro de mí.
Britt se sintió como drogada y su cuerpo se tensó para tocar a Santana a través de la blusa, mientras su
boca se abría ante la insistente lengua de Santana.
—¿Tú recuerdas cada detalle de aquella noche? —quiso saber Santana.
—Sí, sabes que sí —susurró Britt mientras la besaba.
Desorientada y confusa, sintió que Santana la llevaba de nuevo hacia la pista de baile. No estaba
preparada. No había tenido bastante de los dulces besos de Santana, pero segundos más tarde la canción
acabó y encendieron las luces. Estaba asombrada ante el deseo que vio en los ojos de Santana, segura de
que los suyos revelaban otro ranto. Se sintió cautivada por aquellos ojos. No podía apartar la vista y
lamentaba que se hubiesen acabado las canciones lentas.
Las demás parejas abandonaron la pista y pronto se separaron, con la mirada todavía clavada la una
en la otra.
—Sabes que te deseo —dijo Santana sin rodeos.
—Sí.
—Tú también me deseas —sentenció.
—Sí —admitió Britt—. Pero no puedo.
—Eres una mujer muy testaruda.
—Lo siento —musitó Britt.
Santana se limitó a asentir, y volvieron hacia su mesa, con las manos todavía enlazadas. Britt se
sorprendió cuando poco después Santana se puso en pie y dijo que se marchaba. Britt esperaba, como
mínimo, bailar con ella una vez más. Se despidió de todo el mundo y les dijo que las vería a la semana
siguiente, en el partido. Después de desearle a Marley que pasase una maravillosa noche de cumpleaños,
le dedicó un exagerado guiño a Kitty. Después miró por un segundo a Britt y le sonrió brevemente.
—Te veré en la facultad —dijo, y se marchó.
Para Britt, toda la alegría de la velada se fue con ella. Sólo se quedó un rato más; bailó con Lauren otra
vez, aunque de mala gana, y se sintió asfixiada cuando la apretó tanto contra ella.
No quería preguntarse por qué no sentía nada al tocar a Lauren, por qué su contacto no hacía aflorar los
mismos sentimientos que le provocaba Santana.
Condujo hacia su casa con el techo solar abierto y la ventanilla baja, dejando que la fresca brisa le
acariciase el rostro. Conducía lentamente por las calles desiertas, sin prisas por llegar hasta su solitario
hogar.
Aquella noche, después de la ducha, se acurrucó desnuda en la cama y tan sólo entonces se permitió
pensar en Santana.
Esperaba sentir vergüenza y culpa, pero no fue así. Ambas habían hecho lo que deseaban hacer, y
hubiesen deseado más todavía. Sin embargo, Britt agradecía que Santana no la hubiera presionado. Si hubiese
insistido, habrían salido juntas y se habrían dirigido allí, a su lecho; Britt habría estado de acuerdo, sin
dudarlo, y por la mañana se habría sentido despreciable.
Eso no era lo que necesitaba. Santana no era para ella, a pesar de lo que proclamaba el cuerpo de Britt.
La atracción entre ambas era real, pero eso era todo lo que había, todo lo que podía haber. Brittany sabía
que nunca sería capaz de permitir que Santana se adueñase de su corazón. La había herido demasiado
profundamente alguien muy parecido a ella. No quería volver a pasar por eso. Nunca.
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Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Capítulo doce
El domingo fue un hermoso día de otoño y acudió a disfrutarlo con Harry. En lugar de su habitual
desayuno-almuerzo, se dirigieron a Fredricksburg, comieron en un café al aire libre y después pasearon
por las calles de la vieja ciudad alemana, mirando escaparates y buscando regalos de Navidad. Los
artistas desplegaban su talento sobre la acera y los espectadores se detenían para apreciar el genio local.
Mientras caminaban del brazo por las concurridas calles, Harry recordó cómo era antes la ciudad y cómo
había crecido: de ser un pequeño pueblecito alemán, había pasado a convertirse en una ciudad turística,
llena de pequeños hostales.
Horas después, aquella misma tarde, volvieron a Austin por Britthnson City, ciudad natal del fallecido
presidente Lyndon B. Britthnson, y se detuvieron en la famosa cervecería de Luckenbach para tomar una
cerveza de botella, bien fría. Se sentaron a la sombra de los robles gigantes y pudieron ver un torneo de
washer* iniciado por algunos lugareños.
—Beth y yo solíamos venir aquí a jugar unas partidas de washer —recordó Harry, con la mirada
ausente.
Britt contemplaba a jóvenes y viejos intentando introducir unos discos redondos de metal dentro de una
especie de copas enterradas en la arena.
—No parece muy divertido —comentó Britt.
—Bueno, es una forma distinta de divertirse —dijo él—.
Beth tenía mucho ojo para eso. Era capaz de meter el disco en la copa todas las veces.
Dio unas palmaditas en la pierna de Britt y señaló: —Mira.
Un hombre de la edad de Harry giraba nerviosamente su disco en la mano mientras miraba hacia la
copa, a unos seis metros de distancia. Después, con un elegante giro de muñeca, hizo que el disco surcase
el aire. La pequeña multitud allí reunida lanzó gritos de entusiasmo cuando oyó que el disco aterrizaba en
la copa.
Se tomaron su tiempo para acabarse las cervezas, mientras ambos disfrutaban del juego.
—¿Te van bien las cosas, Britt-Britt? —le preguntó Harry, ya de regreso.
—Muy bien.
—Ultimamente estás muy callada. ¿Quieres que hablemos?
—Oh, Harry —rió ella.
Siempre había podido contárselo todo. Había llorado muchas noches sobre su hombro cuando Zoe
la dejó.
—Hay algo que te preocupa, cariño.
—Sí, supongo que sí —admitió ella.
Ahora le tocaba reír a él.
—¿Cómo se llama la chica?
—¿Qué te hace pensar que es por una mujer?
—Porque ya he visto antes esa mirada —dijo, sencillamente.
—Sí. He conocido a alguien.
-¿Y?
—Me gusta —admitió.
—¿Y eso no es bueno?
—Creo que no quiero que me guste. —Miró a su abuelo—.
No es mi tipo.
—Si no es tu tipo, ¿por qué te gusta? —quiso saber él.
Buena pregunta. ¿Por qué, a ver? ¿Porque es como Zoe?
Santana no se parece en nada a Zoe. Sólo en su reputación, admitió Britt.
—No lo sé —sonrió—. Se me pasará, Harry. No te preocupes.
Él se inclinó hacia ella y le dio unas palmaditas en la pierna, y después se quedó en silencio. Ella se
lo agradeció enormemente.
Al otro día, en la facultad, temía encontrarse con Santana.
¿Qué le diría? Pero no la vio en todo el día.
Al día siguiente, a las doce y media, llamaron suavemente a su puerta y Britt se sobresaltó. Echó un
vistazo al reloj y tragó saliva, pues ya sabía quién era.
—Adelante —dijo.
Santana abrió la puerta y se quedó apoyada en el marco, vestida con sus habituales vaqueros y una
camiseta. Britt bajó rápidamente la mirada.
—¿Comemos? —preguntó Santana.
—-Oh, no, creo que no -—dijo Britt, tamborileando con los dedos sobre el ordenador.
Santanase quedó en silencio, hasta que por fin Britt se detuvo y la miró.
—¿Estás bien? —preguntó Santana en voz baja.
Britt asintió.
—Sí, estoy muy bien.
—Estupendo. —La miró durante un largo rato y después sonrió con malicia—. Iba a ir a un italiano.
Siguen gustándote los italianos, ¿verdad?
Britt se rió y sintió que parte de su nerviosismo desaparecía.
—Sí, todavía me gustan —sonrió.
—Muy bien. —Santana se apartó de la pared—. En realidad voy a la tienda de sándwiches de la
esquina. ¿Ouieres que te traiga alguna cosa?
—La verdad es que un sándwich integral de atún no estaría mal. Con doble de mostaza.
—Puaj. —Santana hizo una mueca y se marchó.
Los días volvieron a la normalidad para ellas. Por lo menos, a lo que Britt percibía como normal.
Ninguna de ellas mencionó la noche en el bar y Britt se sintió agradecida. Santana venía cada día a la hora de
comer. Britt rehusaba educadamente la invitación, pero a menudo le pedía que le trajese algo a la vuelta.
Un día, Santana esperaba junto a la puerta mientras Britt hablaba por teléfono con Harry. Cuando colgó el
auricular, Santana la miraba fijamente.
—¿Quién es Harry? —quiso saber—. ¿Llevas una doble vida, o qué?
Britt soltó una carcajada.
—Harry es mi abuelo.
—¿Abuelo? ¿Por qué lo llamas Harry?
—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Siempre lo he llamado Harry.
Santana la sorprendió entrando en el despacho, cosa que raramente hacía. Arrimó una silla y se sentó,
apoyando el tobillo en la rodilla opuesta.
—Acabo de darme cuenta de lo poco que sé de ti. Cuéntame —pidió.
—¿Contarte? ¿Contarte qué?
—Cosas sobre ti, sobre tu vida.
Sus ojos se encontraron y sostuvieron la mirada; Britt sintió que el pulso se le aceleraba
inesperadamente.
—¿Qué quieres saber?
—Sobre tus padres, por ejemplo.
Britt negó con la cabeza.
—Mi madre murió cuando yo tenía doce años. Nunca conocí a mi padre.
—¿Así que Harry te crió?
—Mi abuela y él.
—¿Vive ella todavía?
Britt volvió a hacer un gesto de negación.
—No. Beth murió hace dos años.
—¿Hay alguien más?
—No. Sólo Harry y yo —dijo en voz baja.
—Oh.
Santana guardó silencio unos segundos y después se inclinó hacia delante, más cerca del escritorio.
—¿Y qué hay de tu vida amorosa? —quiso saber.
Britt se rió y el rubor asomó a sus mejillas.
—¿Qué pasa con ella?
—¿Has abandonado a muchas mujeres por todo Austin? —preguntó, muy seria.
—Por supuesto que no. Tan sólo tengo una ex, y se mudó a Nueva York con la mujer con la que me
estaba engañando.
—Oh —Santana asintió con la cabeza.
—¿Oh, qué? —replicó Britt.
—Eso explica muchas cosas -—dijo ella—. ¿Cuánto tiempo estuvieron juntas?
—¿Por qué me estás preguntando todo eso?
—Porque quiero saber.
—Cuatro años.
—¿Y viviendo juntas?
—Dos.
—¿En tu casa? —preguntó ella.
—Sí —asintió Britt.
—¿En la misma cama que tienes ahora?
Britt volvió a sonrojarse.
—Sí —musitó.
—¿Cuánto tiempo hace?
—Tres años.
—Muy bien —dijo Santana, sonriendo.
—¿Has acabado ya?
—Por supuesto que no, pero es suficiente por ahora.
Se puso en pie y apoyó la cadera contra el escritorio de Britt.
Britt la miró y dejó descansar un instante los ojos en sus hermosos ojos castaños. Echaba de menos
contemplarlos.
Santana sonrió dulcemente.
—Y ahora, ¿qué tal si comemos? ¿Cuánto tiempo vas a seguir rechazando mis invitaciones?
—El que haga falta.
—No voy a seguir pidiéndotelo siempre —dijo ella.
Britt soltó una carcajada.
—Gracias a Dios.
—Lo digo en serio —repuso ella, con delicadeza.
Britt la miró a los ojos.
—Tengo miedo de estar a solas contigo —admitió.
—Por favor, no temas. Nunca forzaré las cosas. —Hablaba en serio.
—¿Se supone que eso tiene que hacer que me sienta mejor?
Santana se rió, pues sabía bien lo que estaba pensando Britt.
—-De todas formas, no estaremos solas. El restaurante estará lleno de gente.
•—¿Como la pista de baile? —soltó Britt, sin poder contenerse.
Santana sonrió.
—No como la pista de baile. A menos que quieras bailar entre las mesas.
Britt se echó a reír.
—Muy bien. Comeré contigo. Pero tengo clase a las dos.
Santana sonrió y Britt pudo ver que sus ojos brillaban.
—Te traeré de vuelta a las dos menos cuarto —prometió.
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BUENO ESPERO Q ME PERDONEN CON ESTOS 3 CAPS..SALUDOS
El domingo fue un hermoso día de otoño y acudió a disfrutarlo con Harry. En lugar de su habitual
desayuno-almuerzo, se dirigieron a Fredricksburg, comieron en un café al aire libre y después pasearon
por las calles de la vieja ciudad alemana, mirando escaparates y buscando regalos de Navidad. Los
artistas desplegaban su talento sobre la acera y los espectadores se detenían para apreciar el genio local.
Mientras caminaban del brazo por las concurridas calles, Harry recordó cómo era antes la ciudad y cómo
había crecido: de ser un pequeño pueblecito alemán, había pasado a convertirse en una ciudad turística,
llena de pequeños hostales.
Horas después, aquella misma tarde, volvieron a Austin por Britthnson City, ciudad natal del fallecido
presidente Lyndon B. Britthnson, y se detuvieron en la famosa cervecería de Luckenbach para tomar una
cerveza de botella, bien fría. Se sentaron a la sombra de los robles gigantes y pudieron ver un torneo de
washer* iniciado por algunos lugareños.
—Beth y yo solíamos venir aquí a jugar unas partidas de washer —recordó Harry, con la mirada
ausente.
Britt contemplaba a jóvenes y viejos intentando introducir unos discos redondos de metal dentro de una
especie de copas enterradas en la arena.
—No parece muy divertido —comentó Britt.
—Bueno, es una forma distinta de divertirse —dijo él—.
Beth tenía mucho ojo para eso. Era capaz de meter el disco en la copa todas las veces.
Dio unas palmaditas en la pierna de Britt y señaló: —Mira.
Un hombre de la edad de Harry giraba nerviosamente su disco en la mano mientras miraba hacia la
copa, a unos seis metros de distancia. Después, con un elegante giro de muñeca, hizo que el disco surcase
el aire. La pequeña multitud allí reunida lanzó gritos de entusiasmo cuando oyó que el disco aterrizaba en
la copa.
Se tomaron su tiempo para acabarse las cervezas, mientras ambos disfrutaban del juego.
—¿Te van bien las cosas, Britt-Britt? —le preguntó Harry, ya de regreso.
—Muy bien.
—Ultimamente estás muy callada. ¿Quieres que hablemos?
—Oh, Harry —rió ella.
Siempre había podido contárselo todo. Había llorado muchas noches sobre su hombro cuando Zoe
la dejó.
—Hay algo que te preocupa, cariño.
—Sí, supongo que sí —admitió ella.
Ahora le tocaba reír a él.
—¿Cómo se llama la chica?
—¿Qué te hace pensar que es por una mujer?
—Porque ya he visto antes esa mirada —dijo, sencillamente.
—Sí. He conocido a alguien.
-¿Y?
—Me gusta —admitió.
—¿Y eso no es bueno?
—Creo que no quiero que me guste. —Miró a su abuelo—.
No es mi tipo.
—Si no es tu tipo, ¿por qué te gusta? —quiso saber él.
Buena pregunta. ¿Por qué, a ver? ¿Porque es como Zoe?
Santana no se parece en nada a Zoe. Sólo en su reputación, admitió Britt.
—No lo sé —sonrió—. Se me pasará, Harry. No te preocupes.
Él se inclinó hacia ella y le dio unas palmaditas en la pierna, y después se quedó en silencio. Ella se
lo agradeció enormemente.
Al otro día, en la facultad, temía encontrarse con Santana.
¿Qué le diría? Pero no la vio en todo el día.
Al día siguiente, a las doce y media, llamaron suavemente a su puerta y Britt se sobresaltó. Echó un
vistazo al reloj y tragó saliva, pues ya sabía quién era.
—Adelante —dijo.
Santana abrió la puerta y se quedó apoyada en el marco, vestida con sus habituales vaqueros y una
camiseta. Britt bajó rápidamente la mirada.
—¿Comemos? —preguntó Santana.
—-Oh, no, creo que no -—dijo Britt, tamborileando con los dedos sobre el ordenador.
Santanase quedó en silencio, hasta que por fin Britt se detuvo y la miró.
—¿Estás bien? —preguntó Santana en voz baja.
Britt asintió.
—Sí, estoy muy bien.
—Estupendo. —La miró durante un largo rato y después sonrió con malicia—. Iba a ir a un italiano.
Siguen gustándote los italianos, ¿verdad?
Britt se rió y sintió que parte de su nerviosismo desaparecía.
—Sí, todavía me gustan —sonrió.
—Muy bien. —Santana se apartó de la pared—. En realidad voy a la tienda de sándwiches de la
esquina. ¿Ouieres que te traiga alguna cosa?
—La verdad es que un sándwich integral de atún no estaría mal. Con doble de mostaza.
—Puaj. —Santana hizo una mueca y se marchó.
Los días volvieron a la normalidad para ellas. Por lo menos, a lo que Britt percibía como normal.
Ninguna de ellas mencionó la noche en el bar y Britt se sintió agradecida. Santana venía cada día a la hora de
comer. Britt rehusaba educadamente la invitación, pero a menudo le pedía que le trajese algo a la vuelta.
Un día, Santana esperaba junto a la puerta mientras Britt hablaba por teléfono con Harry. Cuando colgó el
auricular, Santana la miraba fijamente.
—¿Quién es Harry? —quiso saber—. ¿Llevas una doble vida, o qué?
Britt soltó una carcajada.
—Harry es mi abuelo.
—¿Abuelo? ¿Por qué lo llamas Harry?
—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Siempre lo he llamado Harry.
Santana la sorprendió entrando en el despacho, cosa que raramente hacía. Arrimó una silla y se sentó,
apoyando el tobillo en la rodilla opuesta.
—Acabo de darme cuenta de lo poco que sé de ti. Cuéntame —pidió.
—¿Contarte? ¿Contarte qué?
—Cosas sobre ti, sobre tu vida.
Sus ojos se encontraron y sostuvieron la mirada; Britt sintió que el pulso se le aceleraba
inesperadamente.
—¿Qué quieres saber?
—Sobre tus padres, por ejemplo.
Britt negó con la cabeza.
—Mi madre murió cuando yo tenía doce años. Nunca conocí a mi padre.
—¿Así que Harry te crió?
—Mi abuela y él.
—¿Vive ella todavía?
Britt volvió a hacer un gesto de negación.
—No. Beth murió hace dos años.
—¿Hay alguien más?
—No. Sólo Harry y yo —dijo en voz baja.
—Oh.
Santana guardó silencio unos segundos y después se inclinó hacia delante, más cerca del escritorio.
—¿Y qué hay de tu vida amorosa? —quiso saber.
Britt se rió y el rubor asomó a sus mejillas.
—¿Qué pasa con ella?
—¿Has abandonado a muchas mujeres por todo Austin? —preguntó, muy seria.
—Por supuesto que no. Tan sólo tengo una ex, y se mudó a Nueva York con la mujer con la que me
estaba engañando.
—Oh —Santana asintió con la cabeza.
—¿Oh, qué? —replicó Britt.
—Eso explica muchas cosas -—dijo ella—. ¿Cuánto tiempo estuvieron juntas?
—¿Por qué me estás preguntando todo eso?
—Porque quiero saber.
—Cuatro años.
—¿Y viviendo juntas?
—Dos.
—¿En tu casa? —preguntó ella.
—Sí —asintió Britt.
—¿En la misma cama que tienes ahora?
Britt volvió a sonrojarse.
—Sí —musitó.
—¿Cuánto tiempo hace?
—Tres años.
—Muy bien —dijo Santana, sonriendo.
—¿Has acabado ya?
—Por supuesto que no, pero es suficiente por ahora.
Se puso en pie y apoyó la cadera contra el escritorio de Britt.
Britt la miró y dejó descansar un instante los ojos en sus hermosos ojos castaños. Echaba de menos
contemplarlos.
Santana sonrió dulcemente.
—Y ahora, ¿qué tal si comemos? ¿Cuánto tiempo vas a seguir rechazando mis invitaciones?
—El que haga falta.
—No voy a seguir pidiéndotelo siempre —dijo ella.
Britt soltó una carcajada.
—Gracias a Dios.
—Lo digo en serio —repuso ella, con delicadeza.
Britt la miró a los ojos.
—Tengo miedo de estar a solas contigo —admitió.
—Por favor, no temas. Nunca forzaré las cosas. —Hablaba en serio.
—¿Se supone que eso tiene que hacer que me sienta mejor?
Santana se rió, pues sabía bien lo que estaba pensando Britt.
—-De todas formas, no estaremos solas. El restaurante estará lleno de gente.
•—¿Como la pista de baile? —soltó Britt, sin poder contenerse.
Santana sonrió.
—No como la pista de baile. A menos que quieras bailar entre las mesas.
Britt se echó a reír.
—Muy bien. Comeré contigo. Pero tengo clase a las dos.
Santana sonrió y Britt pudo ver que sus ojos brillaban.
—Te traeré de vuelta a las dos menos cuarto —prometió.
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BUENO ESPERO Q ME PERDONEN CON ESTOS 3 CAPS..SALUDOS
floor.br***** - Mensajes : 258
Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Hola estas perdonada!!! Aunque por ser esta historia tan buena siempre quedo con ganas de mas!!
Espero que actualices pronto!!
Saludos
Espero que actualices pronto!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Hola :)
Han sido 3 caps hermosos :3 & han dado un gran paso *-*
Espero tenerte pronto por aca porque siempre me dejas con ganas de mas :D
Saludos!
Han sido 3 caps hermosos :3 & han dado un gran paso *-*
Espero tenerte pronto por aca porque siempre me dejas con ganas de mas :D
Saludos!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
me encanto,...!!!!!!
ya britt admitió que le gusta san y tiene tremenda atraccion por ella!!!
a ver como siguen!!!
ya britt admitió que le gusta san y tiene tremenda atraccion por ella!!!
a ver como siguen!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Capítulo trece
A la semana siguiente no salieron a comer, pero Britt le pidió a Santana en un par de ocasiones que le
trajese un sándwich.
Brittany hubiera querido ir con ella, pero se lo pensó mejor.
Santana había empezado a ir a su despacho de visita y, durante sus charlas, Britt aprendía más cosas de
ella, especialmente sobre su época en el college de Stanford.
—¿Así que eras la atleta del college? —le preguntó, mientras daba un bocado al sándwich.
Santana asintió.
—Así fue como empezaron mis problemas.
—¿Problemas?
—Con las mujeres.
—¿Demasiadas mujeres para el poco tiempo disponible? —se burló Britt.
—Algo así —dijo, mirándola sin pestañear—. No era muy buena persona por entonces •—dijo con
tristeza—. Ligaba...
muchísimo.
—¿Cientos?
Santana hizo una mueca.
—No era para tanto. Pero para mí era algo muy sencillo.
Era como tener a un puñado de admiradoras siguiendo al equipo por todas partes.
Britt asintió.
—Lo recuerdo. Perdí la cabeza por el equipo de baloncesto.
Por Aria Montgomery en particular. Iba a todos los partidos, en casa y fuera de ella.
—No te imagino yendo a la caza del equipo de baloncesto.
—Bueno, en realidad no iba a cazarlas —replicó Britt—, Ni siquiera me acosté con ninguna.
Simplemente, estaba loca por ellas. De todas formas no hubiera sabido qué hacer. Todavía era virgen —
confesó sin sonrojarse.
—Yo me acosté con la profesora de gimnasia a los diecisiete —declaró Santana, y Britt estuvo a punto de
atragantarse con el sándwich.
—¿Estás de broma?
—No es algo de lo que esté orgullosa —dijo Santana—. Por supuesto, en la facultad fue toda una
leyenda.
Britt se reclinó hacia atrás, intentando asimilarlo.
—Te he escandalizado —musitó Santana.
—No sé por qué me sorprendo.
—Eso fue hace mucho, Britt. Supongo que cuando éramos más jóvenes todas hicimos cosas que nos
gustaría no haber hecho.
—No sé si tú llamarías ser joven a los diecinueve años, pero ojalá nunca hubiese salido con Zoe
Deschanel —dijo Britt.(*aclaracion de editora: se que el nombre de la actriz es Zooey Deschanel,pero me gusta mas el nombre Zoe)
—¿Tan mala fue su relación que preferirías que no hubiese sucedido? Seguro que hubo algunos
momentos buenos —sugirió Santana.
—Seguro que sí —dijo Britt—. Sin embargo, el hecho de que me engañara y después me abandonara ha
nublado bastante mi memoria.
Comieron en silencio mientras Britt escrutaba a Santana. Había muchas cosas que deseaba preguntarle,
pero tenía miedo de que sus preguntas se entendiesen como interés de su parte. Lo cual era cierto, por
supuesto, pero Santana no tenía por qué saberlo.
—¿Has tenido alguna relación duradera? —preguntó Britt finalmente, vencida por la curiosidad.
—Sólo una vez. —Santana bajó la mirada y su voz se suavizó —. Ése es el verdadero motivo por el
que me fui de San Francisco.
—¿Qué ocurrió?
—La verdad es que resulta irónico. Acababa de empezar a trabajar en el libro y casi nunca estaba en
casa.
—¿Dabas clase en esa época?
—Sí. En mi despacho podía trabajar sin interrupciones y allí me quedaba hasta muy tarde la mayoría
de las noches. —Dejó el sándwich y cruzó los brazos sobre el escritorio—.
Dani pensó que estaba saliendo con alguien. En lugar de enfrentarse conmigo, decidió tener su
propia aventura...
Santana hizo una pausa y a Britt no se le escapó el dolor que reflejaban sus ojos.
—... Con una de nuestras mejores amigas.
Britt se quedó callada, esperando a que continuase.
—Yo no había salido con ninguna de nuestras amigas durante meses. Había estado tan inmersa en mi
libro que ni siquiera me había dado cuenta. De todas formas, ella ya las había convencido de que estaba
engañándola. Hallé pocas simpatías. —Intentó sonreír—. Fue una situación muy complicada.
—¿Por qué supuso que la estabas engañando?
—Fue culpa mía —admitió Santana—. Me dejé absorber tanto por el libro que simplemente dejé atrás todo lo demás.
No sólo a Dane. También a mis alumnos. Muy pocas veces preparaba las clases.
—Eso no justifica demasiado que tu pareja se largue y tenga una aventura.
—Bueno, tal como tú mencionas con tanta frecuencia, tengo una reputación que me precede. Y para
ella fue más sencillo pensar que salía con otra. Porque, ¿cómo compites con un ordenador?
—Así pues, ¿siempre has ligado mucho?
Santana enarcó las cejas, de repente.
—¿Quieres decir si siempre he tenido esta asquerosa reputación?
—Bueno, salías mucho —dijo Britt—. O lo hacías en San Antonio.
—¿Cómo lo sabes? —quiso saber Santana.
—... O eso me dijeron —corrigió Britt.
Santana asintió.
—Salía mucho, sí. ¿Cómo vas a conocer gente si no? Eso no significa que me acostase con todas. —
Santana la miró inquisitivamente—. ¿Tú te acuestas con todos tus ligues?
—Yo no voy de ligue.
Se sostuvieron la mirada durante un instante.
—¿Nunca? —preguntó Santana.
Britt negó con la cabeza.
—Desde Zoe, no.
—¿Y no te sientes sola?
Britt volvió a negar.
—Tengo un pequeño círculo de buenas amigas. Tengo a Harry. Soy totalmente feliz —dijo,
consciente de que estaba intentando convencerse a sí misma tanto como a Santana.
—Entonces esa noche de verano...
—No quiero hablar de eso, de verdad —dijo Britt.
La salvó el teléfono y, mientras hablaba con uno de sus alumnos, Santana recogió los restos de su
comida, dijo adiós con la mano y se fue.
El viernes, cuando estaban comiendo hamburguesas y compartiendo unas patatas fritas, Britt le preguntó
a Santana por su novela. Pensó que era un tema mucho más seguro que su forma de ligar.
—Pura suerte, la verdad. Es decir, creo que es buena, pero hay por ahí muchos libros que son
realmente muy, muy buenos. Pero ya veremos. Si es un éxito, dejaré de dar clases y me concentraré en
escribir a tiempo completo. Si no lo es, siempre puedo dar clases y escribir en mi tiempo libre.
—¿Estás escribiendo ahora? —quiso saber Britt.
—No, lo cierto es que no. Tengo algunas notas e ideas para otro libro, pero todavía no he empezado
de verdad. Ouiero ver cómo le va a éste.
—En fin, estoy impresionada. Espero que funcione bien —dijo sinceramente Britt.
—Gracias. Saldrá pronto, así que te obligaré a leerlo.
—¿Escribías cuando estabas en la facultad? Quiero decir, en el periódico de la escuela o ese tipo de
cosas
.—Oh, no. ¡Eso sólo lo hacían los empollones! Yo hacía deporte.
Ambas intentaron coger una patata frita al mismo tiempo y Britt acabó agarrando uno de los dedos de
Santana.—Tienes hambre, ¿eh? —bromeó Santana.
—Lo siento —murmuró Britt.
—¿Por qué no salimos esta noche a cenar y charlamos? —preguntó de pronto Santana.
—No, gracias. —Britt dio un sorbo a su bebida, rehuyendo mirar a Santana.
—¿Por qué no? —quiso saber Santana.
—Porque no quiero pasar tiempo contigo. Ése es el motivo.
—Britt dejó su hamburguesa sobre la mesa y la miró.
—¿Por qué no? —repitió ella.
—Porque no quiero que me gustes más de lo que ya me gustas —confesó.
—¿Por qué no quieres que te guste?
Britt frunció el entrecejo.
—Porque no es bueno, por eso.
—Estás equivocada. Fue muy bueno, Britt.
—No quiero decir eso. Esto no es sólo sexo: es también esta atracción que hay entre nosotras —dijo
en voz baja.
Su puerta seguía abierta y esperaba que no hubiese nadie en el corredor.
Envolvió el resto de su hamburguesa y la tiró a la basura.
—¿Te sientes atraída por mí? —preguntó Santana, con las cejas levantadas.
Britt no contestó.
—¿No puedes decírmelo siquiera?
—No quiero liarme contigo —declaró.
—Ya estamos liadas —dijo Santana. Ella también tiró el resto de su hamburguesa.
—No lo estamos.
—Sí lo estamos, lo quieras o no.
—Oh, Santana, por favor. Deja de darle vueltas. —Britt se puso en pie y se acercó a la puerta—. No
quiero mantener esta conversación contigo.
Santana la contempló en silencio durante unos instantes y después también se acercó a la puerta.
—Vale, está bien. Lo entiendo. Te sientes atraída por mí pero no te gusto. O no te gusta lo que crees
que sabes de mí.¿Es así?
Britt comprendió que Santana se sentía herida, pero no dijo nada.
-—Por si no te has dado cuenta, yo también me siento atraída por ti. Quiero que nos conozcamos,
para ver si hay algo más. Britt, este verano...
—No, Santana, no lo conviertas en lo que no es. Bebí demasiado, fue...
—Locura transitoria, ya sé.
Santana alzó las manos, como rindiéndose.
—Te dejaré en paz, Britt. Siento haber estado molestándote, pero supongo que tienes razón. Después de
todo, no hay nada entre nosotras. —Se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás.
Britt odió que acabase así. Ella quería que todo siguiese igual.
Le gustaban las bromas de Santana, que la invitase a comer, aunque no quería que su relación
progresase. No quería estar a solas con ella. No porque la temiese, sino porque se temía a sí misma. Se
sentía indefensa en todo lo que concernía a Santana.
Con ella todo podía ser demasiado fácil, pero no podía permitirse probarlo. Santana no era para ella. Y
cuanto antes lo comprendiesen ambas, mucho mejor.
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GRACIAS X LEER Y COMENTAR, NO CREO Q PUEDA ACTUALIZAR MAÑANA ASI Q CAPAZ MAS TARDE SUBO OTRO CAP.BSS
A la semana siguiente no salieron a comer, pero Britt le pidió a Santana en un par de ocasiones que le
trajese un sándwich.
Brittany hubiera querido ir con ella, pero se lo pensó mejor.
Santana había empezado a ir a su despacho de visita y, durante sus charlas, Britt aprendía más cosas de
ella, especialmente sobre su época en el college de Stanford.
—¿Así que eras la atleta del college? —le preguntó, mientras daba un bocado al sándwich.
Santana asintió.
—Así fue como empezaron mis problemas.
—¿Problemas?
—Con las mujeres.
—¿Demasiadas mujeres para el poco tiempo disponible? —se burló Britt.
—Algo así —dijo, mirándola sin pestañear—. No era muy buena persona por entonces •—dijo con
tristeza—. Ligaba...
muchísimo.
—¿Cientos?
Santana hizo una mueca.
—No era para tanto. Pero para mí era algo muy sencillo.
Era como tener a un puñado de admiradoras siguiendo al equipo por todas partes.
Britt asintió.
—Lo recuerdo. Perdí la cabeza por el equipo de baloncesto.
Por Aria Montgomery en particular. Iba a todos los partidos, en casa y fuera de ella.
—No te imagino yendo a la caza del equipo de baloncesto.
—Bueno, en realidad no iba a cazarlas —replicó Britt—, Ni siquiera me acosté con ninguna.
Simplemente, estaba loca por ellas. De todas formas no hubiera sabido qué hacer. Todavía era virgen —
confesó sin sonrojarse.
—Yo me acosté con la profesora de gimnasia a los diecisiete —declaró Santana, y Britt estuvo a punto de
atragantarse con el sándwich.
—¿Estás de broma?
—No es algo de lo que esté orgullosa —dijo Santana—. Por supuesto, en la facultad fue toda una
leyenda.
Britt se reclinó hacia atrás, intentando asimilarlo.
—Te he escandalizado —musitó Santana.
—No sé por qué me sorprendo.
—Eso fue hace mucho, Britt. Supongo que cuando éramos más jóvenes todas hicimos cosas que nos
gustaría no haber hecho.
—No sé si tú llamarías ser joven a los diecinueve años, pero ojalá nunca hubiese salido con Zoe
Deschanel —dijo Britt.(*aclaracion de editora: se que el nombre de la actriz es Zooey Deschanel,pero me gusta mas el nombre Zoe)
—¿Tan mala fue su relación que preferirías que no hubiese sucedido? Seguro que hubo algunos
momentos buenos —sugirió Santana.
—Seguro que sí —dijo Britt—. Sin embargo, el hecho de que me engañara y después me abandonara ha
nublado bastante mi memoria.
Comieron en silencio mientras Britt escrutaba a Santana. Había muchas cosas que deseaba preguntarle,
pero tenía miedo de que sus preguntas se entendiesen como interés de su parte. Lo cual era cierto, por
supuesto, pero Santana no tenía por qué saberlo.
—¿Has tenido alguna relación duradera? —preguntó Britt finalmente, vencida por la curiosidad.
—Sólo una vez. —Santana bajó la mirada y su voz se suavizó —. Ése es el verdadero motivo por el
que me fui de San Francisco.
—¿Qué ocurrió?
—La verdad es que resulta irónico. Acababa de empezar a trabajar en el libro y casi nunca estaba en
casa.
—¿Dabas clase en esa época?
—Sí. En mi despacho podía trabajar sin interrupciones y allí me quedaba hasta muy tarde la mayoría
de las noches. —Dejó el sándwich y cruzó los brazos sobre el escritorio—.
Dani pensó que estaba saliendo con alguien. En lugar de enfrentarse conmigo, decidió tener su
propia aventura...
Santana hizo una pausa y a Britt no se le escapó el dolor que reflejaban sus ojos.
—... Con una de nuestras mejores amigas.
Britt se quedó callada, esperando a que continuase.
—Yo no había salido con ninguna de nuestras amigas durante meses. Había estado tan inmersa en mi
libro que ni siquiera me había dado cuenta. De todas formas, ella ya las había convencido de que estaba
engañándola. Hallé pocas simpatías. —Intentó sonreír—. Fue una situación muy complicada.
—¿Por qué supuso que la estabas engañando?
—Fue culpa mía —admitió Santana—. Me dejé absorber tanto por el libro que simplemente dejé atrás todo lo demás.
No sólo a Dane. También a mis alumnos. Muy pocas veces preparaba las clases.
—Eso no justifica demasiado que tu pareja se largue y tenga una aventura.
—Bueno, tal como tú mencionas con tanta frecuencia, tengo una reputación que me precede. Y para
ella fue más sencillo pensar que salía con otra. Porque, ¿cómo compites con un ordenador?
—Así pues, ¿siempre has ligado mucho?
Santana enarcó las cejas, de repente.
—¿Quieres decir si siempre he tenido esta asquerosa reputación?
—Bueno, salías mucho —dijo Britt—. O lo hacías en San Antonio.
—¿Cómo lo sabes? —quiso saber Santana.
—... O eso me dijeron —corrigió Britt.
Santana asintió.
—Salía mucho, sí. ¿Cómo vas a conocer gente si no? Eso no significa que me acostase con todas. —
Santana la miró inquisitivamente—. ¿Tú te acuestas con todos tus ligues?
—Yo no voy de ligue.
Se sostuvieron la mirada durante un instante.
—¿Nunca? —preguntó Santana.
Britt negó con la cabeza.
—Desde Zoe, no.
—¿Y no te sientes sola?
Britt volvió a negar.
—Tengo un pequeño círculo de buenas amigas. Tengo a Harry. Soy totalmente feliz —dijo,
consciente de que estaba intentando convencerse a sí misma tanto como a Santana.
—Entonces esa noche de verano...
—No quiero hablar de eso, de verdad —dijo Britt.
La salvó el teléfono y, mientras hablaba con uno de sus alumnos, Santana recogió los restos de su
comida, dijo adiós con la mano y se fue.
El viernes, cuando estaban comiendo hamburguesas y compartiendo unas patatas fritas, Britt le preguntó
a Santana por su novela. Pensó que era un tema mucho más seguro que su forma de ligar.
—Pura suerte, la verdad. Es decir, creo que es buena, pero hay por ahí muchos libros que son
realmente muy, muy buenos. Pero ya veremos. Si es un éxito, dejaré de dar clases y me concentraré en
escribir a tiempo completo. Si no lo es, siempre puedo dar clases y escribir en mi tiempo libre.
—¿Estás escribiendo ahora? —quiso saber Britt.
—No, lo cierto es que no. Tengo algunas notas e ideas para otro libro, pero todavía no he empezado
de verdad. Ouiero ver cómo le va a éste.
—En fin, estoy impresionada. Espero que funcione bien —dijo sinceramente Britt.
—Gracias. Saldrá pronto, así que te obligaré a leerlo.
—¿Escribías cuando estabas en la facultad? Quiero decir, en el periódico de la escuela o ese tipo de
cosas
.—Oh, no. ¡Eso sólo lo hacían los empollones! Yo hacía deporte.
Ambas intentaron coger una patata frita al mismo tiempo y Britt acabó agarrando uno de los dedos de
Santana.—Tienes hambre, ¿eh? —bromeó Santana.
—Lo siento —murmuró Britt.
—¿Por qué no salimos esta noche a cenar y charlamos? —preguntó de pronto Santana.
—No, gracias. —Britt dio un sorbo a su bebida, rehuyendo mirar a Santana.
—¿Por qué no? —quiso saber Santana.
—Porque no quiero pasar tiempo contigo. Ése es el motivo.
—Britt dejó su hamburguesa sobre la mesa y la miró.
—¿Por qué no? —repitió ella.
—Porque no quiero que me gustes más de lo que ya me gustas —confesó.
—¿Por qué no quieres que te guste?
Britt frunció el entrecejo.
—Porque no es bueno, por eso.
—Estás equivocada. Fue muy bueno, Britt.
—No quiero decir eso. Esto no es sólo sexo: es también esta atracción que hay entre nosotras —dijo
en voz baja.
Su puerta seguía abierta y esperaba que no hubiese nadie en el corredor.
Envolvió el resto de su hamburguesa y la tiró a la basura.
—¿Te sientes atraída por mí? —preguntó Santana, con las cejas levantadas.
Britt no contestó.
—¿No puedes decírmelo siquiera?
—No quiero liarme contigo —declaró.
—Ya estamos liadas —dijo Santana. Ella también tiró el resto de su hamburguesa.
—No lo estamos.
—Sí lo estamos, lo quieras o no.
—Oh, Santana, por favor. Deja de darle vueltas. —Britt se puso en pie y se acercó a la puerta—. No
quiero mantener esta conversación contigo.
Santana la contempló en silencio durante unos instantes y después también se acercó a la puerta.
—Vale, está bien. Lo entiendo. Te sientes atraída por mí pero no te gusto. O no te gusta lo que crees
que sabes de mí.¿Es así?
Britt comprendió que Santana se sentía herida, pero no dijo nada.
-—Por si no te has dado cuenta, yo también me siento atraída por ti. Quiero que nos conozcamos,
para ver si hay algo más. Britt, este verano...
—No, Santana, no lo conviertas en lo que no es. Bebí demasiado, fue...
—Locura transitoria, ya sé.
Santana alzó las manos, como rindiéndose.
—Te dejaré en paz, Britt. Siento haber estado molestándote, pero supongo que tienes razón. Después de
todo, no hay nada entre nosotras. —Se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás.
Britt odió que acabase así. Ella quería que todo siguiese igual.
Le gustaban las bromas de Santana, que la invitase a comer, aunque no quería que su relación
progresase. No quería estar a solas con ella. No porque la temiese, sino porque se temía a sí misma. Se
sentía indefensa en todo lo que concernía a Santana.
Con ella todo podía ser demasiado fácil, pero no podía permitirse probarlo. Santana no era para ella. Y
cuanto antes lo comprendiesen ambas, mucho mejor.
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GRACIAS X LEER Y COMENTAR, NO CREO Q PUEDA ACTUALIZAR MAÑANA ASI Q CAPAZ MAS TARDE SUBO OTRO CAP.BSS
floor.br***** - Mensajes : 258
Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Que cabezota es Britt!!!!
Sii subi otro por fa!!!!!
Saludos
Sii subi otro por fa!!!!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
apoyo a la niña del comentatio de arriba que CABEZOTA es britt ash
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Ay -.- todas estamos de acuerdo eb ue Brittany es una cabezota
Actualuza pronto
Saludos :)
Actualuza pronto
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
hoooo vamos!!!! britt no puede ser mas cabezotas!!!!...
ya las dos saben que se gustan atraen y muchas mas cosas,....!!!
ya las dos saben que se gustan atraen y muchas mas cosas,....!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Capítulo catorce
—¿Santana está invitada? —preguntó Britt—. Pensé que habías dicho que sólo serían unas pocas amigas.
—¿Acabarás ya con eso?
—No sé de qué me hablas —murmuró Britt mientras ponía la mesa.
—Estupendo. Finge que no lo sabes —le dijo Rachel, con los brazos en jarras y una expresión muy
desconcertante en el rostro—. Vienen Emma y Shelby. Hannah trae a aquella chica tan guapa que estaba con
ella en el bar, Tina. La recuerdas?
—Parecía muy joven.
—Sí, acabó los estudios hace poco, creo.
—¿Y Lauren?
—No. No somos muy íntimas. De todas formas, si la invitásemos, ¿dónde íbamos a poner el tope?
Tendríamos a todo el equipo de softball.
-—Pero, ¿y Santana Lopez? —volvió a preguntar Britt.
—Nos cae bien, Britt.
—Ella sugirió el menú de esta noche —añadió Quinn, asomando la cabeza fuera de la cocina.
—Es tu cumpleaños. ¿Por qué estás cocinando? —le preguntó Britt.
—Es lasaña. Rachel no sabría ni por dónde empezar.
—Sabes bien que no sé cocinar —le recordó Rachel a Britt.
Le sacó los tenedores de la mano y la empujó hacia la cocina.
—Me estás poniendo nerviosa. Vete a escanciar el vino, o algo.
—Es sólo que preferiría que no me hubieses dicho que iba a venir.
—Britt, ella no va a molestarte. Le sugerí que se trajese pareja —dijo Rachel.
—¿Pareja?
—Sí. Sabes que tú también podrías haber traído a alguien.
Britt le clavó la mirada durante un segundo y después fue en busca del vino. ¡Magnífico! No sólo iba a
pasar la velada con Santana, sino que también la pasaría con la pareja de Santana.
—Espero que tengas bastante vino —dijo Britt mientras descorchaba la primera botella.
Quinn le dio un apretón en el hombro.
—Tenemos vino suficiente. Puedes tomarte una botella entera tú sólita.
Britt le lanzó una mirada feroz también a ella.
Por suerte, Emma y Shelby llegaron primeras, y Britt se libró de ver a Santana y a su misteriosa pareja.
¿Y por qué tenía que preocuparle siquiera? Le había dicho a Santana que no saldría con ella, y era cierto.
Santana no significaba nada para ella en el campo sentimental. Incluso apenas se podía decir que fuesen
amigas. Y si esa noche tenía pareja, estupendo. Quizás así dejaría de andar molestándola con lo de
invitarla a salir.
—Me alegro de volver a verte, Britt —le dijo Shelby.
—Lo mismo digo. Creo que sólo nos hemos visto en los partidos de softball.
Emma la agarró estrechamente del hombro y Britt se apartó un poco de aquella mujer tan misteriosa.
—El próximo sábado haremos una fiesta en el patio de atrás —dijo Emma—. Nos gustaría que
vinieses. Colocaremos la red de voleibol y habrá barbacoa y cerveza, por supuesto.
—Es una fiesta para celebrar el final del verano —añadió Shelby.
—Suena divertido —dijo Britt—. Gracias.
Rachel las dejó para ir a atender la puerta, mientras Britt rezaba por que fuese Hannah la que llamaba. Oyó
la risa ronca de Santana antes de verla y maldijo su suerte. Todo fueron sonrisas al saludar a Santana y...
Emily.—
Eres Britt, ¿verdad? —le preguntó Emily, mientras se daban la mano.
—Sí —dijo Britt rechinando los dientes—. El vino está en la cocina. Permíteme que te traiga un vaso.
—No, yo lo haré.
Britt se volvió hacia Santana en cuanto Emily se perdió de vista.
—¿Te costó mucho conseguir pareja? —preguntó dulcemente.
—¡Cielos, no! —exclamó Santana—. Con la reputación que tengo...
Britt le dirigió una mirada helada mientras seguía a Emily hasta la cocina. Cuando por fin llegó Hannah , Britt
apenas estaba de humor para ser educada.
—¿Conocías ya a Tina? —le preguntó Hannah
—Sí, del bar.
Britt le estrechó la mano, asombrada de nuevo por lo joven que parecía. Hannah habia acabado una
relación con una mujer mucho mayor tan sólo unos meses antes de que Zoe se marchara de la ciudad.
Desde entonces, Hannah pocas
veces salía con alguien mayor de treinta
—¿No estás con nadie? —preguntó Hannah
—Por supuesto que no —dijo automáticamente Britt—. ¿Por qué enredar las cosas con una pareja?
—Tina tiene una compañera de habitación —ofreció Hannah
Creo que te gustaría.
—¿Una cita a ciegas? Déjate de bromas.
—Es profesora de instituto —intervino Tina.
—Con una gran personalidad, además —añadió Hannah.
Britt la miró con las cejas alzadas.
—Aprecio su interes,pero no —dijo mordazmente. Ya tenía bastantes problemas.
—Oh, están Santana y Emily. Estupendo —dijo Hannah.
¿Estupendo? Britt siguió su mirada; Santana y Emily salían con Rachel a la terraza. Las vio hablar a través
de las puertas dobles, pero se volvió antes de que Santana la pillase. Era como si Santana pudiese sentir su
mirada y se hubiese girado para buscarla.
Esto tiene que parar, se dijo Britt. Les dio la espalda resueltamente y atendió a la conversación de las
demás, sin intervenir. De nuevo estaba de non, la única sin pareja. La única que estaba sola.
Enseguida supo que Santana había entrado de nuevo en la habitación; podía sentir su presencia sin tener
que volverse.
—Le dije a Quinn que no iba a ser gran cosa, pero creo que deberíamos cantar —dijo Rachel, y ellas se
rieron.
■—-Oh, espera —dijo Britt, entregándole a Hannah su vaso-
Casi olvido la tarta.
—¿Tarta? —gritó Quinn—. ¡Prometiste que no habría tarta, Brittany Pierce!
Britt regresó con un pastel en forma de dos enormes pechos.
El gruñido de Quinn quedó ahogado por las carcajadas generales cuando leyeron la dedicatoria: «.29
¡Trágatelos y llora!».
—Britt, ¿cómo has podido? —le dijo Quinn.
—Rachel me obligó —rió ella.
—¿Yo? —gritó Rachel con fingida indignación.
—Muy buena, Britt —dijo Hannah—. Encendámoslas.
Se colocaron alrededor de Quinn y de sus pechos, y Britt acercó una cerilla a las velas que había sobre
cada pezón.
—¡Me las pagarás, Britt! —amenazó Quinn.
Todas entonaron a coro una desafinada versión del «Cumpleaños feliz», mientras Quinn reía,
encantada.
—No renuncien a los trabajos que nos dan de comer —bromeó, antes de soplar las dos velas. Le dio a
Britt un golpe cariñoso en el brazo y después un rápido achuchón—. Gracias —susurró.
Britt hizo una mueca y después salió en busca de más vino. Se imaginó que las cosas le irían mejor
durante la velada si bebía.
Descubrió, horrorizada, que le tocaba sentarse justo enfrente de Santana y Emily, y se vio obligada a
contemplarlas durante toda la comida. Intentó ser discreta, pero después de su cuarto vaso de vino ya no
apartaba los ojos de ellas. Y, en honor a la verdad, Santana no mostró el menor indicio de que ella y Emily
fuesen algo más que amigas. Sin embargo, Emily aprovechaba la más mínima oportunidad para tocar a
Santana.
Mientras charlaban, se acercaba a ella hasta casi rozar con los pechos el brazo de Santana. Britt estaba
indignada.
Picoteó de su plato, obligándose a comer cada bocado, mientras intentaba mantener una conversación
civilizada con Hannah a su derecha y Shelby a su izquierda, pero descubrió que sus ojos siempre acababan
atraídos por la pareja que tenía enfrente.
Después del postre, todas empezaron a despedirse, y Britt ayudó a Rachel a recoger la mesa.
—Lo bueno de las fiestas con cena es que no duran toda la noche —dijo Rachel.
Ésa es la pura verdad, convino Britt para sí misma.
—Ha sido muy divertido —exclamó Quinn, mientras se encaramaba a lo alto de un taburete y
contemplaba cómo limpiaban.
—Me alegro de que te haya gustado, cariño —dijo Rachel.
—La tarta fue una maldad —replicó, y Britt se echó a reír—.
Me las pagarás —amenazó de nuevo.
—Para cuando yo cumpla veintinueve lo habrás olvidado.
—¡No cuentes con eso!
—Santana ha estado muy callada esta noche —observó Rachel.
—Es cierto —convino Quinn.
Britt no hizo ningún comentario. Santana y ella no habían hablado, y las pocas veces que se miraron era
casi como si fuesen dos desconocidas.
—Me pregunto si sale en serio con Emily —dijo Rachel.
—Creo que no —repuso Quinn—. Emily no parece su tipo.
¿Y cuál es su tipo?, se preguntó Britt.
-¿Britt?
Britt alzó la vista, sorprendida.
—Tú también estás muy callada —contestó Quinn.
—¿De veras? —Britt se apresuró a encaminarse hacia la cocina, cargada de platos—. Supongo que
estoy cansada, nada más.
Era una excusa que servía para todo y no dudó en utilizarla.
—Nosotros haremos lo que falta, Britt, no te preocupes —dijo Rachel a su espalda.
—Lo sé. Me voy. —Hizo una mueca—. Seguro que han planeado algo estupendo para la noche.
—¡Oh! ¿Tenemos algo planeado? —preguntó inocentemente Quinn, y Rachel se ruborizó.
Britt las abrazó a ambas y besó a Rachel en la mejilla al marcharse.
—Pórtate bien esta noche —bromeó—. Sabes que Quinn está ya muy mayor.
—¡Lo he oído! —gritó Quinn a su espalda.
La sonrisa de Britt se desvaneció en cuanto la puerta del coche se cerró de un portazo y el vacío la
rodeó. No quería sentirse así. Maldijo el día en que Santana Lopez entró en su vida. Su atracción por
Santana era innegable, pero ciertamente no deseaba sentirla. Se las arreglaba perfectamente bien sin ella,
gracias.
Por supuesto que a veces se había sentido sola. Pero nunca tan sola como ahora.
Se imaginó lo que sería besar a Santana, el sabor a vino en su lengua, el tacto de su suave piel bajo las
yemas de los dedos.
Se estremeció. Pero era demasiado tarde. Condujo hacia su casa, aturdida, mientras no pensaba en
otra cosa que en Santana, en sus labios y en su lengua jugueteando con ella, tentándola.
Le ofreció el pecho y, al momento, una cálida boca se posó sobre él. Britt gimió, y el sonido resonó en
el silencioso coche, mientras ella apartaba aquellos pensamientos de su mente.
Pero, más tarde, echada sobre su solitario lecho, aquellas imágenes fueron bienvenidas y sus ojos se
entrecerraron cuando la boca de Santana se le acercó. Deseaba sentirla dentro de sí. Deseaba introducir sus
dedos muy dentro de Santana.
Lanzó un gemido y rodó por la cama, notando el sabor de la piel de Santana en su boca, sintiendo cómo
se endurecían los pezones de Santana bajo su lengua.
Se imaginó que era la mano de Santana la que ahora la tocaba y acariciaba sus pechos.
—Oh —suspiró, cuando los dedos notaron su propia humedad. Abrió la boca, esperando que Santana la
besara mientras sus dedos se movían, acariciándose, acercándose más y más al clímax.
Era la boca de Santana la que estaba sobre la suya, su lengua la que se deslizaba en ella, y por fin sus
caderas se alzaron, apretándose fuertemente contra la mano, y volvió el rostro hacia la almohada para
sofocar un grito.
Cuando su respiración se normalizó, abrió los ojos, medio esperando que Santana estuviese allí,
contemplándola. Pero seguía estando sola. Totalmente sola.
Santana estaba, sin duda, con Emily.
—¿Santana está invitada? —preguntó Britt—. Pensé que habías dicho que sólo serían unas pocas amigas.
—¿Acabarás ya con eso?
—No sé de qué me hablas —murmuró Britt mientras ponía la mesa.
—Estupendo. Finge que no lo sabes —le dijo Rachel, con los brazos en jarras y una expresión muy
desconcertante en el rostro—. Vienen Emma y Shelby. Hannah trae a aquella chica tan guapa que estaba con
ella en el bar, Tina. La recuerdas?
—Parecía muy joven.
—Sí, acabó los estudios hace poco, creo.
—¿Y Lauren?
—No. No somos muy íntimas. De todas formas, si la invitásemos, ¿dónde íbamos a poner el tope?
Tendríamos a todo el equipo de softball.
-—Pero, ¿y Santana Lopez? —volvió a preguntar Britt.
—Nos cae bien, Britt.
—Ella sugirió el menú de esta noche —añadió Quinn, asomando la cabeza fuera de la cocina.
—Es tu cumpleaños. ¿Por qué estás cocinando? —le preguntó Britt.
—Es lasaña. Rachel no sabría ni por dónde empezar.
—Sabes bien que no sé cocinar —le recordó Rachel a Britt.
Le sacó los tenedores de la mano y la empujó hacia la cocina.
—Me estás poniendo nerviosa. Vete a escanciar el vino, o algo.
—Es sólo que preferiría que no me hubieses dicho que iba a venir.
—Britt, ella no va a molestarte. Le sugerí que se trajese pareja —dijo Rachel.
—¿Pareja?
—Sí. Sabes que tú también podrías haber traído a alguien.
Britt le clavó la mirada durante un segundo y después fue en busca del vino. ¡Magnífico! No sólo iba a
pasar la velada con Santana, sino que también la pasaría con la pareja de Santana.
—Espero que tengas bastante vino —dijo Britt mientras descorchaba la primera botella.
Quinn le dio un apretón en el hombro.
—Tenemos vino suficiente. Puedes tomarte una botella entera tú sólita.
Britt le lanzó una mirada feroz también a ella.
Por suerte, Emma y Shelby llegaron primeras, y Britt se libró de ver a Santana y a su misteriosa pareja.
¿Y por qué tenía que preocuparle siquiera? Le había dicho a Santana que no saldría con ella, y era cierto.
Santana no significaba nada para ella en el campo sentimental. Incluso apenas se podía decir que fuesen
amigas. Y si esa noche tenía pareja, estupendo. Quizás así dejaría de andar molestándola con lo de
invitarla a salir.
—Me alegro de volver a verte, Britt —le dijo Shelby.
—Lo mismo digo. Creo que sólo nos hemos visto en los partidos de softball.
Emma la agarró estrechamente del hombro y Britt se apartó un poco de aquella mujer tan misteriosa.
—El próximo sábado haremos una fiesta en el patio de atrás —dijo Emma—. Nos gustaría que
vinieses. Colocaremos la red de voleibol y habrá barbacoa y cerveza, por supuesto.
—Es una fiesta para celebrar el final del verano —añadió Shelby.
—Suena divertido —dijo Britt—. Gracias.
Rachel las dejó para ir a atender la puerta, mientras Britt rezaba por que fuese Hannah la que llamaba. Oyó
la risa ronca de Santana antes de verla y maldijo su suerte. Todo fueron sonrisas al saludar a Santana y...
Emily.—
Eres Britt, ¿verdad? —le preguntó Emily, mientras se daban la mano.
—Sí —dijo Britt rechinando los dientes—. El vino está en la cocina. Permíteme que te traiga un vaso.
—No, yo lo haré.
Britt se volvió hacia Santana en cuanto Emily se perdió de vista.
—¿Te costó mucho conseguir pareja? —preguntó dulcemente.
—¡Cielos, no! —exclamó Santana—. Con la reputación que tengo...
Britt le dirigió una mirada helada mientras seguía a Emily hasta la cocina. Cuando por fin llegó Hannah , Britt
apenas estaba de humor para ser educada.
—¿Conocías ya a Tina? —le preguntó Hannah
—Sí, del bar.
Britt le estrechó la mano, asombrada de nuevo por lo joven que parecía. Hannah habia acabado una
relación con una mujer mucho mayor tan sólo unos meses antes de que Zoe se marchara de la ciudad.
Desde entonces, Hannah pocas
veces salía con alguien mayor de treinta
—¿No estás con nadie? —preguntó Hannah
—Por supuesto que no —dijo automáticamente Britt—. ¿Por qué enredar las cosas con una pareja?
—Tina tiene una compañera de habitación —ofreció Hannah
Creo que te gustaría.
—¿Una cita a ciegas? Déjate de bromas.
—Es profesora de instituto —intervino Tina.
—Con una gran personalidad, además —añadió Hannah.
Britt la miró con las cejas alzadas.
—Aprecio su interes,pero no —dijo mordazmente. Ya tenía bastantes problemas.
—Oh, están Santana y Emily. Estupendo —dijo Hannah.
¿Estupendo? Britt siguió su mirada; Santana y Emily salían con Rachel a la terraza. Las vio hablar a través
de las puertas dobles, pero se volvió antes de que Santana la pillase. Era como si Santana pudiese sentir su
mirada y se hubiese girado para buscarla.
Esto tiene que parar, se dijo Britt. Les dio la espalda resueltamente y atendió a la conversación de las
demás, sin intervenir. De nuevo estaba de non, la única sin pareja. La única que estaba sola.
Enseguida supo que Santana había entrado de nuevo en la habitación; podía sentir su presencia sin tener
que volverse.
—Le dije a Quinn que no iba a ser gran cosa, pero creo que deberíamos cantar —dijo Rachel, y ellas se
rieron.
■—-Oh, espera —dijo Britt, entregándole a Hannah su vaso-
Casi olvido la tarta.
—¿Tarta? —gritó Quinn—. ¡Prometiste que no habría tarta, Brittany Pierce!
Britt regresó con un pastel en forma de dos enormes pechos.
El gruñido de Quinn quedó ahogado por las carcajadas generales cuando leyeron la dedicatoria: «.29
¡Trágatelos y llora!».
—Britt, ¿cómo has podido? —le dijo Quinn.
—Rachel me obligó —rió ella.
—¿Yo? —gritó Rachel con fingida indignación.
—Muy buena, Britt —dijo Hannah—. Encendámoslas.
Se colocaron alrededor de Quinn y de sus pechos, y Britt acercó una cerilla a las velas que había sobre
cada pezón.
—¡Me las pagarás, Britt! —amenazó Quinn.
Todas entonaron a coro una desafinada versión del «Cumpleaños feliz», mientras Quinn reía,
encantada.
—No renuncien a los trabajos que nos dan de comer —bromeó, antes de soplar las dos velas. Le dio a
Britt un golpe cariñoso en el brazo y después un rápido achuchón—. Gracias —susurró.
Britt hizo una mueca y después salió en busca de más vino. Se imaginó que las cosas le irían mejor
durante la velada si bebía.
Descubrió, horrorizada, que le tocaba sentarse justo enfrente de Santana y Emily, y se vio obligada a
contemplarlas durante toda la comida. Intentó ser discreta, pero después de su cuarto vaso de vino ya no
apartaba los ojos de ellas. Y, en honor a la verdad, Santana no mostró el menor indicio de que ella y Emily
fuesen algo más que amigas. Sin embargo, Emily aprovechaba la más mínima oportunidad para tocar a
Santana.
Mientras charlaban, se acercaba a ella hasta casi rozar con los pechos el brazo de Santana. Britt estaba
indignada.
Picoteó de su plato, obligándose a comer cada bocado, mientras intentaba mantener una conversación
civilizada con Hannah a su derecha y Shelby a su izquierda, pero descubrió que sus ojos siempre acababan
atraídos por la pareja que tenía enfrente.
Después del postre, todas empezaron a despedirse, y Britt ayudó a Rachel a recoger la mesa.
—Lo bueno de las fiestas con cena es que no duran toda la noche —dijo Rachel.
Ésa es la pura verdad, convino Britt para sí misma.
—Ha sido muy divertido —exclamó Quinn, mientras se encaramaba a lo alto de un taburete y
contemplaba cómo limpiaban.
—Me alegro de que te haya gustado, cariño —dijo Rachel.
—La tarta fue una maldad —replicó, y Britt se echó a reír—.
Me las pagarás —amenazó de nuevo.
—Para cuando yo cumpla veintinueve lo habrás olvidado.
—¡No cuentes con eso!
—Santana ha estado muy callada esta noche —observó Rachel.
—Es cierto —convino Quinn.
Britt no hizo ningún comentario. Santana y ella no habían hablado, y las pocas veces que se miraron era
casi como si fuesen dos desconocidas.
—Me pregunto si sale en serio con Emily —dijo Rachel.
—Creo que no —repuso Quinn—. Emily no parece su tipo.
¿Y cuál es su tipo?, se preguntó Britt.
-¿Britt?
Britt alzó la vista, sorprendida.
—Tú también estás muy callada —contestó Quinn.
—¿De veras? —Britt se apresuró a encaminarse hacia la cocina, cargada de platos—. Supongo que
estoy cansada, nada más.
Era una excusa que servía para todo y no dudó en utilizarla.
—Nosotros haremos lo que falta, Britt, no te preocupes —dijo Rachel a su espalda.
—Lo sé. Me voy. —Hizo una mueca—. Seguro que han planeado algo estupendo para la noche.
—¡Oh! ¿Tenemos algo planeado? —preguntó inocentemente Quinn, y Rachel se ruborizó.
Britt las abrazó a ambas y besó a Rachel en la mejilla al marcharse.
—Pórtate bien esta noche —bromeó—. Sabes que Quinn está ya muy mayor.
—¡Lo he oído! —gritó Quinn a su espalda.
La sonrisa de Britt se desvaneció en cuanto la puerta del coche se cerró de un portazo y el vacío la
rodeó. No quería sentirse así. Maldijo el día en que Santana Lopez entró en su vida. Su atracción por
Santana era innegable, pero ciertamente no deseaba sentirla. Se las arreglaba perfectamente bien sin ella,
gracias.
Por supuesto que a veces se había sentido sola. Pero nunca tan sola como ahora.
Se imaginó lo que sería besar a Santana, el sabor a vino en su lengua, el tacto de su suave piel bajo las
yemas de los dedos.
Se estremeció. Pero era demasiado tarde. Condujo hacia su casa, aturdida, mientras no pensaba en
otra cosa que en Santana, en sus labios y en su lengua jugueteando con ella, tentándola.
Le ofreció el pecho y, al momento, una cálida boca se posó sobre él. Britt gimió, y el sonido resonó en
el silencioso coche, mientras ella apartaba aquellos pensamientos de su mente.
Pero, más tarde, echada sobre su solitario lecho, aquellas imágenes fueron bienvenidas y sus ojos se
entrecerraron cuando la boca de Santana se le acercó. Deseaba sentirla dentro de sí. Deseaba introducir sus
dedos muy dentro de Santana.
Lanzó un gemido y rodó por la cama, notando el sabor de la piel de Santana en su boca, sintiendo cómo
se endurecían los pezones de Santana bajo su lengua.
Se imaginó que era la mano de Santana la que ahora la tocaba y acariciaba sus pechos.
—Oh —suspiró, cuando los dedos notaron su propia humedad. Abrió la boca, esperando que Santana la
besara mientras sus dedos se movían, acariciándose, acercándose más y más al clímax.
Era la boca de Santana la que estaba sobre la suya, su lengua la que se deslizaba en ella, y por fin sus
caderas se alzaron, apretándose fuertemente contra la mano, y volvió el rostro hacia la almohada para
sofocar un grito.
Cuando su respiración se normalizó, abrió los ojos, medio esperando que Santana estuviese allí,
contemplándola. Pero seguía estando sola. Totalmente sola.
Santana estaba, sin duda, con Emily.
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Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Capítulo quince
Britt pasó una solitaria tarde de domingo acurrucada en una esquina del sofá; su pensamiento saltaba del
libro que tenía en el regazo al partido de rugby de la tele y, por último, a Santana.
Intentaba desesperadamente no pensar en la noche anterior..., en Santana con Emily.
Harry había invitado a algunos compañeros de pesca, de modo que Britt se había despedido
discretamente después de su desayuno, aquel día más temprano de lo habitual. De hecho, estaba ansiando
que llegase el lunes. Tal vez Santana preferiría olvidar su conversación del viernes e iría a su despacho a
charlar. Tal vez Britt podría olvidar la fiesta de cumpleaños.
Había sido grosera con Santana y debía disculparse con ella. Pero no tuvo la oportunidad. No vio a
Santana en toda la semana.
El sábado siguiente Britt decidió aceptar la invitación de Emma y Shelby a su barbacoa de final del
verano. Habían insistido en que acudiese, o eso decía Rachel. En realidad Britt no las conocía, pero eran
amigas de Quinn. Eran pareja desde hacía catorce años y Quinn las conocía desde hacía seis. Por supuesto,
Britt sabía que sólo iba con la esperanza de ver a Santana. Al menos podía ser sincera consigo misma en eso.
Vivían en una casa antigua, en la zona de Hyde Park, que tenía un gran terreno en la parte de atrás y un
patio de piedra.
Había una barrica de cerveza preparada y la barbacoa ya humeaba. Cuando se acercó, la invadió el
olor de la carne asada. Sobre el terreno habían extendido una red de voleibol, y Rachel y Shelby elegían los
equipos mientras las otras discutían sobre los puestos de cada una. Se suponía que estaba allí todo el
equipo de softball. Britt escrutó aquellos rostros familiares, en busca de Santana.
Esta apareció por fin, con Emily a remolque. Conmocionada, clavó los ojos en ellas y después bajó
rápidamente la vista, para acabar de llenar su jarra en la barrica. Quizás era cierto que estaban saliendo.
Era obvio que habían venido juntas. La punzada de celos que sintió le hizo perder el equilibrio.
Cuando los equipos estuvieron decididos, Britt agradeció que Santana, Emily y ella estuviesen en equipos
diferentes. De todas formas, ella jugaba fatal. Nunca había presumido de ser una atleta y era la peor de
todas con diferencia, lo que se hacía más patente al ser casi todas jugadoras de softball. Para aumentar su
indignación, Emily resultó ser una magnífica saltadora.
Siempre que estaba en la línea delantera conseguían marcar, pues su veloz remate volaba
invariablemente entre dos jugadoras y machacaba el balón contra el suelo. Una de las veces, cuando Britt
jugaba contra ella, Emily envió el balón contra el rostro de Britt. ¡Se salvó de milagro de perder el sentido
al momento!
Britt se acercó a la barrica y se bebió dos jarras enteras de cerveza antes de sentirse mejor.
Afortunadamente, apareció otra que ocupó su puesto en el juego.
Se sentó a un lado con Quinn, que se negaba a jugar. Se quedaron mirando mientras las demás reían y
discutían sobre si un pase había tocado fuera o no. Britt intentaba apartar los ojos de Santana, pero no era
capaz, y finalmente dejó de intentarlo.
Hubo más viajes hasta la barrica, acuciados por la descarada atención que Santana concedía a Emily.
Para cuando el partido acabó y todas se acomodaron en sillas plegables, Britt estaba a un paso de estar
completamente borracha.
—Nunca te había visto beber así —dijo Rachel.
—Sí, bueno, puede ser. Me espera una buena resaca.
—A este paso no te librarás de ella —replicó Rachel.
—Déjalo, por favor —dijo Britt.
—Muy bien. Pero quizá deberías pensar en el motivo por el que estás haciendo esto.
Britt la miró sin decir nada, hasta que Rachel se encogió de hombros y se alejó.
Lauren se acercó y se sentó junto a ella, y Britt se mostró más solícita con ella de lo que debería, pero al
menos alguien la encontraba interesante. Durante la cena, Britt y Lauren se sentaron juntas y, cuando Lauren
hablaba, ella asentía, aunque en realidad no estaba prestando atención. Estaba demasiado ocupada
contemplando a Santana y Emily, sentadas muy juntas y hablando en voz baja.
-¿Britt?
Britt pestañeó varias veces y volvió a prestar atención a Lauren.
—Perdón, ¿decías?
—Digo que todavía no hemos quedado para ir al cine. Si estás tan ocupada durante la semana, ¿por
qué no probamos un viernes o un sábado?
Britt se quedó mirando a Lauren, quien claramente esperaba una respuesta. Su mente se negó a colaborar y
no se le ocurrió ninguna excusa milagrosa, así que se limitó a asentir débilmente.
—Muy bien.
—¡Estupendo! Te llamo dentro de unos días y quedamos.
-Quizá también podamos cenar.
Lauren estaba encantada, evidentemente, y Britt se maldijo a sí misma por haber sido débil. Debería
haberle dicho la verdad: que no quería salir con ella. Pero estaba aprendiendo a mentir muy bien. Ya se
le ocurriría alguna excusa más tarde.
Después de recoger los platos y limpiarlo todo, todas volvieron a instalarse en el patio, y Emma puso
música suave.
Britt no pudo soportarlo. Se dirigió lentamente hacia la barrica para servirse otra cerveza. Se
sorprendió al ver que Santana venía detrás.
—¿Intentas beber hasta perder el sentido o qué? —preguntó.
Britt le dirigió una mirada colérica.
—Ocúpate de tus asuntos.
Santana ignoró su respuesta y miró hacia Lauren.
—No me había dado cuenta de que tú y Lauren se llevababan tan bien.
Britt miró a Emily y después volvió a mirar a Santana.
—Sí, bueno, lo mismo digo de ti y de Emily.
—Eh, supuse que sería mejor empezar a hacer honor a mi reputación —replicó.
—Oh, ¿y acabas de empezar ahora mismo? —preguntó Britt con sarcasmo.
—En realidad no. Hemos salido ya unas cuantas veces.
Britt la miró con el corazón encogido.
—¿De veras? —susurró.
—Sí. Es muy divertida y parece que le gusto como persona.Y no da la impresión de que se crea mi terrible fama.
Britt se sintió como si la hubiesen abofeteado. De repente sintió ganas de llorar.
—¿Te has acostado con ella? —preguntó, en voz tan baja que Santana casi no la oyó.
Soltó una carcajada seca.
—¿Por qué debería importarte?
Britt alzó los ojos, sintiendo que las lágrimas añoraban en ellos.
—Me importa —musitó.
Santana vio sus lágrimas y lanzó una maldición. Bajó la vista y después se pasó la mano por el pelo.
—Dios, ¿qué es lo que crees que soy?
Negó con la cabeza, le quitó a Britt la cerveza, la dejó a un lado y después se llevó a Britt hacia la casa,
donde podrían estar a solas.
—No me he acostado con ella. Sé que no me vas a creer, pero no he estado con nadie desde aquella
noche de junio —dijo.
—¿No? —Britt se quedó mirándola y después se frotó los ojos. No debía importarle, de una forma u
otra—. Lo siento.Lo que hagas no es asunto mío.
—No, no lo es. Intenté que fuese asunto tuyo, pero no me dejaste.
—Lo sé —susurró.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó Santana en voz baja.
—Quiero que vengas por mi despacho y me invites a comer.
—¿Para que puedas rechazarme?
Britt asintió.
Santana sonrió.
Britt volvió a tener ganas de llorar.
—Has bebido demasiado —dijo Santana con dulzura.
—Es culpa tuya. No podía soportar verte con ella. Ni el sábado pasado ni esta noche.
—¿Estás celosa?
Britt asintió.
—Pero no tengo derecho a estarlo.
Santana la miró durante un largo rato.
—¿Cómo vas a volver a casa?
—Me llevan Rachel y Quinn.
—Deja que te lleve yo —sugirió Santana.
Britt se echó a reír.
—Pensaba que tenías pareja.
—Emily puede encontrar quien la acerque a casa —dijo—.
Quizá Lauren.
—Eres incorregible —dijo Britt, sacudiendo la cabeza.
—No es a Emily a quien deseo —musitó Santana.
—¿La has besado? —quiso saber Britt, escrutando el rostro de Santana—. Lo has hecho, ¿verdad?
—Britt...
—¿Lo hiciste? —susurró.
—Sí.
Britt se sintió tan dominada por los celos que se asustó. El pensar en Santana besando a alguien le
atravesaba dolorosamente el corazón.
Santana la envolvió con sus brazos y Britt puso los suyos alrededor de la cintura de Santana, apoyando la
cabeza en su hombro.
—¡Vaya con tu reputación! —murmuró.
—Maldita sea, Britt. No es a Emily a quien deseo —volvió a decir ella.
Britt se apartó de sus brazos.
—Pero ella te desea a ti.
—Y tú no.
Britt le dio la espalda y tomó aire.
—Sí te deseo —susurró.
—¿Cómo?
Britt dio media vuelta y miró a Santana a los ojos.
—Sí te deseo —repitió.
Ya no le importaba que a la mañana siguiente se odiase a sí misma. Ya no le importaba que Santana no
le conviniese.
Deseaba hacer el amor con ella de nuevo y no podía seguir negándolo.
—Entonces salgamos de aquí.
—Mañana me odiaré a mí misma —dijo Britt.
—No —repuso Santana, en voz baja, envolviendo su rostro con la palma de la mano—. Vengo enseguida. Quédate aquí.Le diré a Emily que me voy.
Britt se abrazó a sí misma, pensando en que se había vuelto loca por aceptar aquello. Pero, por una vez,
no iba a intentar cambiar de idea. Después de todo, había sido inevitable.
-------------------------------------------------------------------------------------
PERDON X TARDAR, NO TENIA INTERNET
Britt pasó una solitaria tarde de domingo acurrucada en una esquina del sofá; su pensamiento saltaba del
libro que tenía en el regazo al partido de rugby de la tele y, por último, a Santana.
Intentaba desesperadamente no pensar en la noche anterior..., en Santana con Emily.
Harry había invitado a algunos compañeros de pesca, de modo que Britt se había despedido
discretamente después de su desayuno, aquel día más temprano de lo habitual. De hecho, estaba ansiando
que llegase el lunes. Tal vez Santana preferiría olvidar su conversación del viernes e iría a su despacho a
charlar. Tal vez Britt podría olvidar la fiesta de cumpleaños.
Había sido grosera con Santana y debía disculparse con ella. Pero no tuvo la oportunidad. No vio a
Santana en toda la semana.
El sábado siguiente Britt decidió aceptar la invitación de Emma y Shelby a su barbacoa de final del
verano. Habían insistido en que acudiese, o eso decía Rachel. En realidad Britt no las conocía, pero eran
amigas de Quinn. Eran pareja desde hacía catorce años y Quinn las conocía desde hacía seis. Por supuesto,
Britt sabía que sólo iba con la esperanza de ver a Santana. Al menos podía ser sincera consigo misma en eso.
Vivían en una casa antigua, en la zona de Hyde Park, que tenía un gran terreno en la parte de atrás y un
patio de piedra.
Había una barrica de cerveza preparada y la barbacoa ya humeaba. Cuando se acercó, la invadió el
olor de la carne asada. Sobre el terreno habían extendido una red de voleibol, y Rachel y Shelby elegían los
equipos mientras las otras discutían sobre los puestos de cada una. Se suponía que estaba allí todo el
equipo de softball. Britt escrutó aquellos rostros familiares, en busca de Santana.
Esta apareció por fin, con Emily a remolque. Conmocionada, clavó los ojos en ellas y después bajó
rápidamente la vista, para acabar de llenar su jarra en la barrica. Quizás era cierto que estaban saliendo.
Era obvio que habían venido juntas. La punzada de celos que sintió le hizo perder el equilibrio.
Cuando los equipos estuvieron decididos, Britt agradeció que Santana, Emily y ella estuviesen en equipos
diferentes. De todas formas, ella jugaba fatal. Nunca había presumido de ser una atleta y era la peor de
todas con diferencia, lo que se hacía más patente al ser casi todas jugadoras de softball. Para aumentar su
indignación, Emily resultó ser una magnífica saltadora.
Siempre que estaba en la línea delantera conseguían marcar, pues su veloz remate volaba
invariablemente entre dos jugadoras y machacaba el balón contra el suelo. Una de las veces, cuando Britt
jugaba contra ella, Emily envió el balón contra el rostro de Britt. ¡Se salvó de milagro de perder el sentido
al momento!
Britt se acercó a la barrica y se bebió dos jarras enteras de cerveza antes de sentirse mejor.
Afortunadamente, apareció otra que ocupó su puesto en el juego.
Se sentó a un lado con Quinn, que se negaba a jugar. Se quedaron mirando mientras las demás reían y
discutían sobre si un pase había tocado fuera o no. Britt intentaba apartar los ojos de Santana, pero no era
capaz, y finalmente dejó de intentarlo.
Hubo más viajes hasta la barrica, acuciados por la descarada atención que Santana concedía a Emily.
Para cuando el partido acabó y todas se acomodaron en sillas plegables, Britt estaba a un paso de estar
completamente borracha.
—Nunca te había visto beber así —dijo Rachel.
—Sí, bueno, puede ser. Me espera una buena resaca.
—A este paso no te librarás de ella —replicó Rachel.
—Déjalo, por favor —dijo Britt.
—Muy bien. Pero quizá deberías pensar en el motivo por el que estás haciendo esto.
Britt la miró sin decir nada, hasta que Rachel se encogió de hombros y se alejó.
Lauren se acercó y se sentó junto a ella, y Britt se mostró más solícita con ella de lo que debería, pero al
menos alguien la encontraba interesante. Durante la cena, Britt y Lauren se sentaron juntas y, cuando Lauren
hablaba, ella asentía, aunque en realidad no estaba prestando atención. Estaba demasiado ocupada
contemplando a Santana y Emily, sentadas muy juntas y hablando en voz baja.
-¿Britt?
Britt pestañeó varias veces y volvió a prestar atención a Lauren.
—Perdón, ¿decías?
—Digo que todavía no hemos quedado para ir al cine. Si estás tan ocupada durante la semana, ¿por
qué no probamos un viernes o un sábado?
Britt se quedó mirando a Lauren, quien claramente esperaba una respuesta. Su mente se negó a colaborar y
no se le ocurrió ninguna excusa milagrosa, así que se limitó a asentir débilmente.
—Muy bien.
—¡Estupendo! Te llamo dentro de unos días y quedamos.
-Quizá también podamos cenar.
Lauren estaba encantada, evidentemente, y Britt se maldijo a sí misma por haber sido débil. Debería
haberle dicho la verdad: que no quería salir con ella. Pero estaba aprendiendo a mentir muy bien. Ya se
le ocurriría alguna excusa más tarde.
Después de recoger los platos y limpiarlo todo, todas volvieron a instalarse en el patio, y Emma puso
música suave.
Britt no pudo soportarlo. Se dirigió lentamente hacia la barrica para servirse otra cerveza. Se
sorprendió al ver que Santana venía detrás.
—¿Intentas beber hasta perder el sentido o qué? —preguntó.
Britt le dirigió una mirada colérica.
—Ocúpate de tus asuntos.
Santana ignoró su respuesta y miró hacia Lauren.
—No me había dado cuenta de que tú y Lauren se llevababan tan bien.
Britt miró a Emily y después volvió a mirar a Santana.
—Sí, bueno, lo mismo digo de ti y de Emily.
—Eh, supuse que sería mejor empezar a hacer honor a mi reputación —replicó.
—Oh, ¿y acabas de empezar ahora mismo? —preguntó Britt con sarcasmo.
—En realidad no. Hemos salido ya unas cuantas veces.
Britt la miró con el corazón encogido.
—¿De veras? —susurró.
—Sí. Es muy divertida y parece que le gusto como persona.Y no da la impresión de que se crea mi terrible fama.
Britt se sintió como si la hubiesen abofeteado. De repente sintió ganas de llorar.
—¿Te has acostado con ella? —preguntó, en voz tan baja que Santana casi no la oyó.
Soltó una carcajada seca.
—¿Por qué debería importarte?
Britt alzó los ojos, sintiendo que las lágrimas añoraban en ellos.
—Me importa —musitó.
Santana vio sus lágrimas y lanzó una maldición. Bajó la vista y después se pasó la mano por el pelo.
—Dios, ¿qué es lo que crees que soy?
Negó con la cabeza, le quitó a Britt la cerveza, la dejó a un lado y después se llevó a Britt hacia la casa,
donde podrían estar a solas.
—No me he acostado con ella. Sé que no me vas a creer, pero no he estado con nadie desde aquella
noche de junio —dijo.
—¿No? —Britt se quedó mirándola y después se frotó los ojos. No debía importarle, de una forma u
otra—. Lo siento.Lo que hagas no es asunto mío.
—No, no lo es. Intenté que fuese asunto tuyo, pero no me dejaste.
—Lo sé —susurró.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó Santana en voz baja.
—Quiero que vengas por mi despacho y me invites a comer.
—¿Para que puedas rechazarme?
Britt asintió.
Santana sonrió.
Britt volvió a tener ganas de llorar.
—Has bebido demasiado —dijo Santana con dulzura.
—Es culpa tuya. No podía soportar verte con ella. Ni el sábado pasado ni esta noche.
—¿Estás celosa?
Britt asintió.
—Pero no tengo derecho a estarlo.
Santana la miró durante un largo rato.
—¿Cómo vas a volver a casa?
—Me llevan Rachel y Quinn.
—Deja que te lleve yo —sugirió Santana.
Britt se echó a reír.
—Pensaba que tenías pareja.
—Emily puede encontrar quien la acerque a casa —dijo—.
Quizá Lauren.
—Eres incorregible —dijo Britt, sacudiendo la cabeza.
—No es a Emily a quien deseo —musitó Santana.
—¿La has besado? —quiso saber Britt, escrutando el rostro de Santana—. Lo has hecho, ¿verdad?
—Britt...
—¿Lo hiciste? —susurró.
—Sí.
Britt se sintió tan dominada por los celos que se asustó. El pensar en Santana besando a alguien le
atravesaba dolorosamente el corazón.
Santana la envolvió con sus brazos y Britt puso los suyos alrededor de la cintura de Santana, apoyando la
cabeza en su hombro.
—¡Vaya con tu reputación! —murmuró.
—Maldita sea, Britt. No es a Emily a quien deseo —volvió a decir ella.
Britt se apartó de sus brazos.
—Pero ella te desea a ti.
—Y tú no.
Britt le dio la espalda y tomó aire.
—Sí te deseo —susurró.
—¿Cómo?
Britt dio media vuelta y miró a Santana a los ojos.
—Sí te deseo —repitió.
Ya no le importaba que a la mañana siguiente se odiase a sí misma. Ya no le importaba que Santana no
le conviniese.
Deseaba hacer el amor con ella de nuevo y no podía seguir negándolo.
—Entonces salgamos de aquí.
—Mañana me odiaré a mí misma —dijo Britt.
—No —repuso Santana, en voz baja, envolviendo su rostro con la palma de la mano—. Vengo enseguida. Quédate aquí.Le diré a Emily que me voy.
Britt se abrazó a sí misma, pensando en que se había vuelto loca por aceptar aquello. Pero, por una vez,
no iba a intentar cambiar de idea. Después de todo, había sido inevitable.
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PERDON X TARDAR, NO TENIA INTERNET
floor.br***** - Mensajes : 258
Fecha de inscripción : 07/01/2014
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
aaa hasta q al.fin britt se deja llevar. ..
ojala actualizes pronto :)
saludos!!
ojala actualizes pronto :)
saludos!!
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Waaa! Y lo dejas en la parte emocionante??
Eso no es de Dios :(
Espero verte pronto por aca ya quiero leer el proximo cap :)
Saludos!
Eso no es de Dios :(
Espero verte pronto por aca ya quiero leer el proximo cap :)
Saludos!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL
Capítulo dieciséis
Britt se dejó envolver por los brazos de Santana sin pensar; sus ropas habían caído al suelo tan pronto
como la puerta se cerró tras ellas. No quería saber qué les había dicho Santana a las demás, y ésta tampoco
le dio ninguna explicación. De todas formas, no importaba. Aquello era lo único que importaba.
—He pensado mil veces en esto —susurró Santana mientras la besaba.
—Sí, yo también —admitió Britt.
Britt la llevó hasta su cama y la hizo caer junto a ella; sus pechos se rozaban, la boca de Santana ardía
sobre la suya, su lengua se hundía muy adentro, explorando. Sus manos fueron hacia el pelo de Santana,
dividiéndolo con los dedos, acariciándolo, envolviendo el rostro de Santana entre las palmas de las manos.
—Te deseo muchísimo —suspiró Britt.
—Soy tuya —murmuró Santana junto a sus labios.
Se movían despacio; ninguna tenía prisa, ambas deseaban prolongar aquel placer. Santana acarició
suavemente con los dedos el rostro de Britt, y después fue hacia sus pechos, rozando ligeramente con las
yemas de los dedos sus tensos pezones.
Britt echó hacia atrás la cabeza y cerró los ojos, recordando la primera vez que hicieron el amor. Había
sido también como ahora. Los dedos de Santana despertaban todos sus sentidos, su pecho subía y bajaba, la
respiración se aceleraba mientras esperaba que la boca de Santana viajase lentamente desde sus labios,
cuello abajo, hasta sus pechos. La lengua de Santana tocó su pezón y ella se incorporó para ir a su
encuentro; mientras, la boca de Santana se adueñó de uno de los pezones mientras sus dedos acariciaban el
otro. La sujetó, dejando que se saciase.
Santana levantó ligeramente la cabeza y llevó la boca al otro pecho, mientras sus piernas se metían
entre las de Britt. Britt alzó las caderas y sus piernas se abrieron todavía más.
Britt tomó la mano de Santana y la puso entre ellas, obligándola a notar la humedad que había causado, y
Santana apretó la mano contra ella.
—Oh, Dios, mírate —susurró Santana cuando sus dedos hallaron la hendidura de Britt. Britt sofocó un grito
cuando los dedos de Santana la abrieron y profundizaron en ella, y sus caderas se alzaron para ir al
encuentro de aquellos dedos tan insistentes.
Santana retiró la mano y se echó con todo su cuerpo sobre Britt, y las caderas de ambas presionaron a la
vez. Britt la sujetó con fuerza y sus labios recorrieron el rostro de Santana antes de volver a su boca. Santana
bajó por su cuerpo, dejando un rastro de besos al hacerlo. Para cuando la lengua de Santana llegó al
interior de su muslo, Britt se retorcía y jadeaba, anticipando lo que iba a suceder, y pensó que moriría si
Santana no se daba prisa y la tomaba.
—Por favor, no puedo soportarlo.
Notó la sonrisa de Santana contra su pierna, y después su boca se movió esos pocos centímetros que
faltaban mientras Britt se incorporaba para ir a su encuentro. Luego se tumbó de nuevo de espaldas,
mientras Santana se colocaba sobre ella.
—Dios mío —jadeó, y sus dedos se aferraron a los hombros de Santana, sujetándola por temor a que se
detuviese, pero la boca y la lengua de Santana se movían ávidamente sobre ella, implacablemente,
devorándola, abriéndola.
—Sí —suspiró Britt; se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza, sintiendo la boca de Santana sobre ella.
Había soñado con ese momento desde aquella noche de junio. Su orgasmo era inminente y contuvo el aliento.
Inmediatamente sus caderas se dispararon hacia delante, y gritó y jadeó de placer mientras su cuerpo
se estremecía, hasta que la boca de Santana se detuvo por fin.
—Oh —dijo en voz baja, y acto seguido atrajo a Santana hacia ella y la envolvió entre sus brazos—.Ha sido maravilloso.
Las manos de Santana le acariciaron el pelo y la calmaron, mientras su corazón se sosegaba y su
respiración se hacía menos trabajosa. Minutos después, alzó la cabeza y Britt la besó en la boca.
—Echate —musitó Britt.
Santana la soltó y se echó, muy quieta, y Britt pudo ver cómo sus pechos subían y bajaban. Posó en ellos
los labios; su lengua jugueteaba con un pezón, antes de metérselo en la boca.
Siempre había sido muy pasiva en la cama, pero con Santana era diferente. Deseaba complacerla,
deseaba que olvidase a las incontables mujeres que habían estado antes con ella. Quería que sólo la recordase a ella.
Britt tomó las manos de Santana y las sujetó por encima de su cabeza. Después, a horcajadas sobre ella,
hundió las caderas contra Santana. Sus ojos se encontraron y Britt inclinó la cabeza hacia ella y la besó ardientemente.
—Te he deseado durante muchísimo tiempo —confesó—.
Soñaba con hacerte el amor.
Britt rodeó uno de los pechos de Santana con la mano y lo cubrió con la boca. Succionó el pezón y acarició con la lengua la punta, dura. Britt alzó las caderas sólo lo justo para hacer pasar la mano entre
ambos cuerpos. Cuando sus dedos tocaron la humedad de Santana, Britt gimió y le mordió suavemente el pezón.
Deslizó primero un dedo y después dos dentro de Santana. Los retiró lentamente y volvió a hundirlos profundamente en ella.
Las caderas de Santana se mecían contra la mano de Britt, y ésta se sentó para contemplar cómo se
retorcía su rostro, totalmente concentrado. Britt siguió el ritmo de Santana, introduciendo cada vez más los dedos en cada embate.
—Sí —jadeó Santana—. Más rápido.
Pero ya no dio tiempo. Segundos después, Santana soltó un grito hondo y primario, que le llegó al alma
a Britt. Se retiró lentamente, con los dedos húmedos; los secó contra el pecho de Santana, para después posar allí su boca.
—Quiero que mi boca te toque —murmuró Britt—. Quiero paladear tu sabor.
—Britt..., no puedo. Dame un segundo.
Santana intentó atraerla hacia sí, pero ella se resistió.
—Sólo quiero paladear tu sabor.
Britt bajó por su cuerpo, humedeciendo el costado de Santana y su estómago con la lengua. Sus manos le
abrieron las piernas, y dejó un sendero de besos por sus caderas y sus muslos, en los huecos de las
rodillas y de nuevo hacia arriba. Santana yacía muy quieta, mientras Britt le acariciaba la pierna, bajando
hasta su suave pantorrilla y subiendo otra vez.
Britt sonrió al notar que las manos de Santana aferraban sus hombros para empujarla hacia abajo, para
guiarla. Respiró hondo: el aroma de Santana la excitaba todavía más, y su boca acudió a la fuente de su
placer para probar su sabor y notar su sedosa humedad con la lengua. Santana empujó hacia arriba y
después se dejó caer mientras Britt la acariciaba rítmicamente.
Era suave, muy suave, y, oh, estaba tan húmeda que Britt casi la devoró, llevándola rápidamente al
orgasmo. Estalló de placer y Britt notó cómo los dedos de Santana se hundían en sus hombros al tiempo que
gritaba.
—¡Oh, Dios! —susurró.
Santana se dejó caer con las manos yertas a ambos lados y Britt la besó delicadamente.
—Eres una amante maravillosa —suspiró Santana, atrayéndola hacia sí.
Britt sonrió. Su mano envolvía suavemente el pecho de Santana.
Parecía no poder dejar de tocarla, e intentó no pensar en lo mucho que la deseaba todavía.
Hicieron el amor hasta bien entrada la mañana, cuando por fin se durmieron, exhaustas, la una en
brazos de la otra.
Britt se dejó envolver por los brazos de Santana sin pensar; sus ropas habían caído al suelo tan pronto
como la puerta se cerró tras ellas. No quería saber qué les había dicho Santana a las demás, y ésta tampoco
le dio ninguna explicación. De todas formas, no importaba. Aquello era lo único que importaba.
—He pensado mil veces en esto —susurró Santana mientras la besaba.
—Sí, yo también —admitió Britt.
Britt la llevó hasta su cama y la hizo caer junto a ella; sus pechos se rozaban, la boca de Santana ardía
sobre la suya, su lengua se hundía muy adentro, explorando. Sus manos fueron hacia el pelo de Santana,
dividiéndolo con los dedos, acariciándolo, envolviendo el rostro de Santana entre las palmas de las manos.
—Te deseo muchísimo —suspiró Britt.
—Soy tuya —murmuró Santana junto a sus labios.
Se movían despacio; ninguna tenía prisa, ambas deseaban prolongar aquel placer. Santana acarició
suavemente con los dedos el rostro de Britt, y después fue hacia sus pechos, rozando ligeramente con las
yemas de los dedos sus tensos pezones.
Britt echó hacia atrás la cabeza y cerró los ojos, recordando la primera vez que hicieron el amor. Había
sido también como ahora. Los dedos de Santana despertaban todos sus sentidos, su pecho subía y bajaba, la
respiración se aceleraba mientras esperaba que la boca de Santana viajase lentamente desde sus labios,
cuello abajo, hasta sus pechos. La lengua de Santana tocó su pezón y ella se incorporó para ir a su
encuentro; mientras, la boca de Santana se adueñó de uno de los pezones mientras sus dedos acariciaban el
otro. La sujetó, dejando que se saciase.
Santana levantó ligeramente la cabeza y llevó la boca al otro pecho, mientras sus piernas se metían
entre las de Britt. Britt alzó las caderas y sus piernas se abrieron todavía más.
Britt tomó la mano de Santana y la puso entre ellas, obligándola a notar la humedad que había causado, y
Santana apretó la mano contra ella.
—Oh, Dios, mírate —susurró Santana cuando sus dedos hallaron la hendidura de Britt. Britt sofocó un grito
cuando los dedos de Santana la abrieron y profundizaron en ella, y sus caderas se alzaron para ir al
encuentro de aquellos dedos tan insistentes.
Santana retiró la mano y se echó con todo su cuerpo sobre Britt, y las caderas de ambas presionaron a la
vez. Britt la sujetó con fuerza y sus labios recorrieron el rostro de Santana antes de volver a su boca. Santana
bajó por su cuerpo, dejando un rastro de besos al hacerlo. Para cuando la lengua de Santana llegó al
interior de su muslo, Britt se retorcía y jadeaba, anticipando lo que iba a suceder, y pensó que moriría si
Santana no se daba prisa y la tomaba.
—Por favor, no puedo soportarlo.
Notó la sonrisa de Santana contra su pierna, y después su boca se movió esos pocos centímetros que
faltaban mientras Britt se incorporaba para ir a su encuentro. Luego se tumbó de nuevo de espaldas,
mientras Santana se colocaba sobre ella.
—Dios mío —jadeó, y sus dedos se aferraron a los hombros de Santana, sujetándola por temor a que se
detuviese, pero la boca y la lengua de Santana se movían ávidamente sobre ella, implacablemente,
devorándola, abriéndola.
—Sí —suspiró Britt; se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza, sintiendo la boca de Santana sobre ella.
Había soñado con ese momento desde aquella noche de junio. Su orgasmo era inminente y contuvo el aliento.
Inmediatamente sus caderas se dispararon hacia delante, y gritó y jadeó de placer mientras su cuerpo
se estremecía, hasta que la boca de Santana se detuvo por fin.
—Oh —dijo en voz baja, y acto seguido atrajo a Santana hacia ella y la envolvió entre sus brazos—.Ha sido maravilloso.
Las manos de Santana le acariciaron el pelo y la calmaron, mientras su corazón se sosegaba y su
respiración se hacía menos trabajosa. Minutos después, alzó la cabeza y Britt la besó en la boca.
—Echate —musitó Britt.
Santana la soltó y se echó, muy quieta, y Britt pudo ver cómo sus pechos subían y bajaban. Posó en ellos
los labios; su lengua jugueteaba con un pezón, antes de metérselo en la boca.
Siempre había sido muy pasiva en la cama, pero con Santana era diferente. Deseaba complacerla,
deseaba que olvidase a las incontables mujeres que habían estado antes con ella. Quería que sólo la recordase a ella.
Britt tomó las manos de Santana y las sujetó por encima de su cabeza. Después, a horcajadas sobre ella,
hundió las caderas contra Santana. Sus ojos se encontraron y Britt inclinó la cabeza hacia ella y la besó ardientemente.
—Te he deseado durante muchísimo tiempo —confesó—.
Soñaba con hacerte el amor.
Britt rodeó uno de los pechos de Santana con la mano y lo cubrió con la boca. Succionó el pezón y acarició con la lengua la punta, dura. Britt alzó las caderas sólo lo justo para hacer pasar la mano entre
ambos cuerpos. Cuando sus dedos tocaron la humedad de Santana, Britt gimió y le mordió suavemente el pezón.
Deslizó primero un dedo y después dos dentro de Santana. Los retiró lentamente y volvió a hundirlos profundamente en ella.
Las caderas de Santana se mecían contra la mano de Britt, y ésta se sentó para contemplar cómo se
retorcía su rostro, totalmente concentrado. Britt siguió el ritmo de Santana, introduciendo cada vez más los dedos en cada embate.
—Sí —jadeó Santana—. Más rápido.
Pero ya no dio tiempo. Segundos después, Santana soltó un grito hondo y primario, que le llegó al alma
a Britt. Se retiró lentamente, con los dedos húmedos; los secó contra el pecho de Santana, para después posar allí su boca.
—Quiero que mi boca te toque —murmuró Britt—. Quiero paladear tu sabor.
—Britt..., no puedo. Dame un segundo.
Santana intentó atraerla hacia sí, pero ella se resistió.
—Sólo quiero paladear tu sabor.
Britt bajó por su cuerpo, humedeciendo el costado de Santana y su estómago con la lengua. Sus manos le
abrieron las piernas, y dejó un sendero de besos por sus caderas y sus muslos, en los huecos de las
rodillas y de nuevo hacia arriba. Santana yacía muy quieta, mientras Britt le acariciaba la pierna, bajando
hasta su suave pantorrilla y subiendo otra vez.
Britt sonrió al notar que las manos de Santana aferraban sus hombros para empujarla hacia abajo, para
guiarla. Respiró hondo: el aroma de Santana la excitaba todavía más, y su boca acudió a la fuente de su
placer para probar su sabor y notar su sedosa humedad con la lengua. Santana empujó hacia arriba y
después se dejó caer mientras Britt la acariciaba rítmicamente.
Era suave, muy suave, y, oh, estaba tan húmeda que Britt casi la devoró, llevándola rápidamente al
orgasmo. Estalló de placer y Britt notó cómo los dedos de Santana se hundían en sus hombros al tiempo que
gritaba.
—¡Oh, Dios! —susurró.
Santana se dejó caer con las manos yertas a ambos lados y Britt la besó delicadamente.
—Eres una amante maravillosa —suspiró Santana, atrayéndola hacia sí.
Britt sonrió. Su mano envolvía suavemente el pecho de Santana.
Parecía no poder dejar de tocarla, e intentó no pensar en lo mucho que la deseaba todavía.
Hicieron el amor hasta bien entrada la mañana, cuando por fin se durmieron, exhaustas, la una en
brazos de la otra.
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