Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL

Al finnnnnnnnnnn Brit es espontanea con San!!!!
Vermos que pasa en el proximo capitulo!
Saludos

Excelente! Por fin dejo de resistirse :D
Ojala todo siga bien con ellas *-*

Saludos :)

wanky!!
al fin britt se dejo llevar

al fin se dejaron llevar,... mejor dicho britt se dejo llevar!!!!!
a ver como se va lamentar britt después!!!!

Capítulo diecisiete
Britt abrió lentamente los ojos, temerosa de que Santana hubiese vuelto a irse, pero estaba profundamente
dormida a su lado.
Contempló su sueño, su suave y moreno rostro, su pelo castaño despeinado por las manos de Britt. Su
mirada se detuvo en aquellos labios, todavía hinchados por tantos besos. La estuvo mirando largo rato,
negándose a pensar en lo que había hecho la noche pasada, recordando tan sólo la dulce manera de
amarse que habían compartido y el éxtasis que aquella mujer le había proporcionado.
Por fin se inclinó para tocar con sus labios los de Santana. Ella se movió bajo las sábanas y se
desperezó, con los ojos todavía cerrados. Sus labios dibujaron una leve sonrisa y después abrió los ojos,
para encontrarse con la mirada de Britt, fija en ella.
—Buenos días —murmuró.
—Humm. —Britt apoyó la cabeza en la palma de la mano.
—¿Ocurre algo? —preguntó Santana en voz baja.
—No. Tan sólo te estaba mirando.
Santana sonrió y buscó el pecho de Britt bajo las sábanas.
—Puedes mirarme cuanto quieras.
—¿Te apetece desayunar?
—¿También sabes cocinar?
—¿Unas tortitas?
—¿Y huevos revueltos?
—¿Tienes hambre?
—Me muero de hambre.
Britt estaba empezando a preparar el desayuno cuando sonó el teléfono y, aunque pensó en dejar que
saltase el contestador, atendió la llamada a la tercera señal.
-¿Britt?
—Sí.
—Soy Lauren.
Britt echó una mirada culpable hacia el pasillo, como si Lauren pudiese oír a Santana en la ducha.
—Buenos días —dijo.
—¿Qué tal estás?
—Estupendamente —respondió Britt.
—Santana dijo que anoche te sentías enferma. Deberías haber dicho algo, y te hubiese llevado a casa.
¿Enferma? ¿Qué clase de enfermedad? ¿Por qué no se había molestado en preguntarle a Santana lo que
les había dicho?
¡Porque estaba demasiado ocupada pensando en lo que estaban a punto de hacer, por eso!
—Gracias, Lauren. Sólo fue que había bebido demasiado y me sentía un poco mareada. Santana insistió en traerme a casa.
—Bueno, la verdad es que fue un poco raro que dejase allí a la pobre Emily.
--Supongo que sí. —Britt no sabía qué esperaba Lauren que dijera. ¿Pobre Emily?
—Espero que no haya intentado nada —dijo Lauren.
—No sé qué quieres decir —repuso Britt suavemente.
—-Emily me contó cómo es. Lo de que sale todo el tiempo, aunque lleven juntas desde el verano.Incluso seduce a algunas mujeres ante sus narices.
Oh, Dios, pensó Britt. No necesitaba oír aquellas cosas a esas horas de la mañana, y después de lo sucedido la noche anterior.
—¿Llevan saliendo desde el verano? —preguntó con voz débil.
—Oh, sí. Pensé que lo sabías. Emily está completamente loca de amor. Santana la trata como la trata, y ella sigue deseando irse a vivir con ella. Figúrate.
¿Irse a vivir con ella? Britt sintió ganas de vomitar. Santana le había mentido. Después de la noche
pasada, Britt había decidido que estaba equivocada respecto a ella, que su fama era inmerecida. Pero
volvía a ser como Zoe, las mentiras que contaba, las historias que escuchaba de sus amigas. ¿Cuándo
iba a aprender? Había sabido desde el principio que Santana no era nada bueno para ella. Había sabido de
su reputación y aun así se había dejado convencer de que no era como Zoe.
—Si hubiese sabido que Emily y ella estaban tan unidas no hubiese aceptado nunca que me acercase a
casa. Espero que Emily no piense que lo tenía planeado.
En realidad, a Britt le importaba un comino lo que Emily pensase.
—Me alegro de que estés bien y de que ella no haya intentado nada.
—Estoy estupendamente —mintió Britt.
—Bueno, es muy atractiva —continuó Lauren—. Entiendo que algunas mujeres se dejen arrastrar por ella.
¿Se dejen arrastrar? ¿Era eso lo que había sucedido la pasada noche?
—Tengo que irme, Lauren. Voy a casa de Harry, me está esperando. Gracias por llamar.
Colgó sin esperar la respuesta de Lauren y se aferró con fuerza a la encimera, con los ojos fuertemente
cerrados para contener las lágrimas. ¿Cómo podía haber sido tan idiota? ¿Cuándo aprendería?
-¿Britt?
Britt se mantuvo de espaldas a Santana mientras intentaba controlarse. ¡No iba a dejar que Santana la viese
llorar!
—¿Qué ocurre?
—Era Lauren —dijo.
—¿Lauren?
—Al teléfono.
—No he oído el timbre —dijo Santana.
Britt se dio la vuelta lentamente, rehuyendo la mirada de Santana.
—¿Cuánto hace que te acuestas con Emily?
—¿Qué? —Se quedó mirándola fijamente, con la frente fruncida por el enfado—. No me he acostado con ella. Ya te lo he dicho.
—Lauren dice que están saliendo desde el verano.
—¿Llamó para eso?
—Llamó para saber cómo estaba. Es una amiga —dijo Britt.
—¿Y al preguntarte cómo estabas, mencionó casualmente que Emily y yo estábamos saliendo?
—Algo así —dijo Britt—. Estaba preocupada por si te habías aprovechado de mí.
—¿Acaso lo hice? —quiso saber Santana.
—No —admitió Britt, atreviéndose por fin a enfrentarse a su mirada.
Santana entró en la cocina, se puso frente a Britt y sostuvo su mirada.
—Emily y yo salimos unas cuantas veces al principio de mudarme aquí, pero nunca me he acostado
con ella. Podría haberlo hecho. No es que ella disimule mucho que lo está deseando. Pero te juro que no
somos más que amigas.
Britt no dijo nada, pero tampoco apartó la mirada.
—¿Cómo puedes creer eso? —preguntó Santana, traspasando a Britt con sus oscuros ojos.
—Con Zoe me negué a creerlo, incluso después de que Rachel y Quinn me dijeran que la habían visto
con esa otra mujer. Y tampoco escuché a mis amigas al principio. Zoe vino a mí con una larga lista de
ex novias y una reputación despreciable, pero no quise escuchar.
—Yo no soy Zoe.
—¿No? Bueno, quizá yo no quiera ser otra muesca en tu cinturón —dijo Britt.
—¿Después de todo lo que ocurrió anoche, lo creerías?Demonios, quizá yo debería comprobar la cabecera de tu cama.
Seguramente tendrá un montón de muescas. Después de todo has sido tú quien me trajo aquí. Dos
veces ya —replicó, enfadada.
Britt se quedó mirándola. Se sentía como si la hubiesen abofeteado.
—¿Cómo te atreves a decir eso?
-Ah, ¿acaso hay reglas diferentes para mí?
—No es eso lo que quiero decir —repuso Britt.
—¡Britt, despierta! ¿Se te ha ocurrido que quizá Lauren tuviese otros motivos?
—¿Como cuáles?
—Le gustas. Te desea. Tienes que estar ciega para no haberte dado cuenta. ¿Crees que no sabía que
algo estaba pasando entre nosotras anoche? Ésa es la única razón de su llamada.
—Estás equivocada. No le gusto de esa manera. Hemos sido amigas durante demasiado tiempo. No me mentiría —insistió Britt.
—¿Pero yo sí lo haría?
Britt se quedó mirándola sin saber qué decir. Sin embargo, su silencio lo dijo todo.
—No puedo creerte —susurró Santana—. Si prefieres pensar que esta noche no ha significado nada, que no era más que sexo, muy bien, como quieras.
Empezó a alejarse de Britt, y después se detuvo.
—Supongo que tienes razón. No hay nada entre nosotras.
Yo soy la que se equivocaba al pensar que podría haberlo —dijo amargamente—. Tienes que tener fe
en una relación, en cualquier tipo de relación, y eso no lo tenemos. Ya ni siquiera estoy segura de que podamos ser amigas, mucho menos amantes.
Britt vio el dolor que expresaban sus ojos mientras se encaminaba hacia la puerta.
—Santana, no te vayas así —rogó Britt.
—¿Por qué? No hay nada más que decir, Brittany —la miró a los ojos—. No soy una chica mala, pero no puedo hacer que me creas —dijo en voz baja.
—Yo no he dicho que lo fueras, pero Zoe me hirió más de lo que quisiera recordar. No puedo arriesgarme de nuevo.
—Yo no soy Zoe. Nunca he engañado a nadie.
Se miraron en silencio, sopesando cada una las palabras de la otra.
—De verdad que lo siento, Britt.
Sus ojos sostuvieron la mirada unos segundos más, y Britt pudo ver lo terriblemente herida que se sentía
Santana, pero no la detuvo cuando se encaminó hacia la puerta. No se lo permitía a sí misma.
Se quedó allí de pie, en la cocina, hasta mucho después de que Santana se marchara, y después se
obligó a moverse.
Se negó a reconocer el dolor que había visto en la mirada de Santana y no quiso admitir que había sido
ella quien lo había puesto allí. Era mejor acabar de una vez.
Aquella tarde llamó a Harry y lo invitó a salir a cenar.
—¿Por qué no vienes tú por aquí, Britt-Britt? Estoy marinando unas costillas. Estaba a punto de
ahumarlas.
—Vale, estaré ahí sobre las cinco.
Pasaron juntos la velada, y a Britt le agradó ver que Harry parecía de buen humor. Hablaba sin parar, y
pareció no darse cuenta de lo silenciosa que estaba Britt hasta que ella se dispuso a marcharse.
—Dime qué ocurre, Britt-Britt —le dijo, sobresaltándola.
—Nada, Harry.
—No mientas a tu abuelo, niña —dijo él, en un tono serio.
—Mi vida sentimental es una mierda —admitió finalmente, haciendo sonreír a su abuelo.
—¿Es esa mujer que has conocido? —preguntó él.
Britt asintió.
—Santana.
-¿Y?
—Me gusta, pero no es la mujer adecuada para mí.
—¿En qué no es adecuada?
—Se parece demasiado a Zoe —dijo. Pero ¿realmente era así?—. O al menos tiene una reputación
igual a la suya.
—Creo que no debes enredarte con alguien que se parezca a Zoe, Britt-Britt. —Miró a su nieta—. Pero
¿estás ya enredada?
Britt asintió.
—La verdad es que no se parece a Zoe. —Se encogió de hombros—. Puede que esté siendo injusta
al compararlas. Pero es que me hizo mucho daño.
—Lo sé, cariño. —La abrazó—. Tú sabrás si es o no la mujer adecuada.
—Supongo que sí.
—¿Y ella qué dice?
—Dice que las cosas que me han contado no son ciertas.
Hoy le he hecho mucho daño.
Harry asintió.
—Eso no está bien —añadió en voz baja—. Está claro que eso te afecta mucho.
—Es que he oído algunas cosas sobre ella.
—Bueno, tendrás que aprender a separar la verdad de la mentira. A veces la gente dice cosas de
otras personas por alguna razón, y no siempre son verdad. Si te gusta, debes concederle el beneficio de la
duda.
—¿Tú crees?
—Sí.
—Te quiero mucho, de verdad—dijo ella, y lo besó en la mejilla.
—Yo también te quiero, Britt-Britt.

porfaaa porfa sigue con otro
aaaa !! britt joder
esa lauren es una %@€@%#&#!!!

Ay pero... Brittany va a seguir con eso? >:c
Me fastidia!

definitivamente detesto a lauren!!!
a san le hace mella de su pasado y paga las consecuencias con britt,....
y vamos britt va a tener que aprender a confiar en san!!

Una prefunta........quien golpea primero en la nuca a Britt, esta niña es una experta en arruinar momento!!!
Uno mas hoyyyy por fa!!!
Saludos

Ya vengo leyendo tu fic desde tiempo y me encanta ya que me hice una cuenta te digo que amo tu fic. Soy fiel lectora y actualiza pronto esta muy bueno. Quiero matar a lauren    

xoxo

Hola creo que nunca te eh comentado :( Bueno pues me encanta tu Fic, y Brittany a mi no me desdespera y la entiendo que esta insegura de Santana y al parecer Santana si la quería pero también se siente mal muy rápido, si de verdad la quiere debería demostrarle que no es como Zoe. ;)

Espero tu actualización, saludos. :)

EU HOLA HICAS GRACIAS X COMENTAR..BUENO LES CUENTO QE NUNCA HAIA ODIADO TANTO A BRITT COMO EN ESTE FIC..LES VA A SACA CANAS VERDES.JAJA
PERO ENSERIO..YO ADAPTABA ESTOE INSULTABA A BRITT..
GRACIAS X COMENTAR..DIGANME QUE OPINAN
DEPENDE DE LOS COMENTARIOS QUE HAYA (CANTIDAD) ACTUALIZO O NO MAÑANA..BSS
PD: ACA UNA FOTO DE LA PERSONA QUE MAS AMAN EN ESTE FIC:
LAUREN

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Capítulo dieciocho
Britt dejó salir temprano a sus alumnos de la clase que tenía antes de comer y se apresuró a ir a su
despacho, temerosa de perder una oportunidad de ver a Santana. Necesitaba decirle que sentía lo que había
dicho. Harry tenía razón. Debería concederle una oportunidad. Pero Santana no acudió a su despacho a las
doce y media. En realidad a Britt no le sorprendió. ¿Qué esperaba? ¡La había acusado de ser embustera y
tramposa, por no hablar de lo de coleccionista de mujeres! No podría culparla si Santana no la perdonaba
nunca por eso.
Aquella noche, tumbada en su cama, cerró los ojos y recordó a Santana a su lado, tocándola. Britt nunca
había disfrutado del sexo tanto como las dos noches que había estado con ella. Había chispa entre ellas.
Cuando se tocaban era algo explosivo.
Se reprendió a sí misma. No le convenía aquel drama en su vida. Aunque Lauren y Emily hubieran
mentido, Bo no tenía ninguna razón para hacerlo. No podía llamar a Emily y preguntarle si se habían
acostado juntas. No era asunto suyo. Y
en cuanto a Lauren, se resistía a creer que le hubiese mentido.
Eran amigas. Después de todos esos años, ¿por qué iba a mostrar un interés sentimental por ella?
Pero aquella noche en el bar, Lauren había bailado demasiado pegada a ella. Britt cerró los ojos, intentando
organizar los pensamientos que surgían a trompicones. Estaba andando en círculos en lo que respectaba a
sus sentimientos: primero pensaba que debía darse una oportunidad con Santana y, al minuto siguiente,
decidía que no lo haría nunca.
No volvió a verla hasta la tarde siguiente, cuando acababa de regresar a su despacho después de la
última clase. Santana cruzaba el corredor con los brazos atestados de libros y trabajos de los alumnos.
—¡Eh! —dijo Santana, deteniéndose.
—Hola.
—¿Cómo estás? —preguntó.
Britt pudo ver que sus ojos no sonreían, como tampoco su rostro.
—Estoy bien —respondió.
—Muy bien. Escucha, voy con retraso. Nos vemos —dijo, y salió disparada.
—Claro —le dijo Britt cuando ya se iba, pero Santana ya estaba junto a la puerta del final del corredor
—.Claro —volvió a decir, para sí misma.
Britt se dirigió a su despacho, se sentó y se quedó mirando los trabajos que tenía sobre el escritorio. Su
asistente había estado muy ocupado, según notó. No le importó. Apartó a un lado los papeles, apoyó allí
los codos y puso la cabeza sobre ellos.
Echaba de menos a Santana, pero era culpa suya. Aquello era lo que ella había dicho que quería que
sucediese.
El miércoles no hubo manera de localizar a Santana y, hacia la tarde, Britt empezó a buscarla. Su
despacho estaba cerrado con llave y Britt partió en busca de Susan.
—No la he visto en todo el día —explicó Britt.
—Oh, está por aquí, en alguna parte. —Susan revolvió entre los papeles con aire distraído—. Creo
que ha venido a verla una amiga de fuera de la ciudad.
¿Una amiga? ¿Quién? Britt deseaba que Susan continuase, pero no lo hizo, así que la dejó trabajar y
volvió a paso lento hasta su despacho. Ella misma tenía un montón de trabajo que hacer, pero no tenía
fuerzas para ello. En lugar de hacerlo, llamó a Harry y se invitó a su casa a cenar.
—Britt-Britt, lo siento. Esta noche tenemos una cena en el Centro de Mayores.
—Oh.
—Siempre puedo decir que no voy.
—No, no seas tonto —dijo ella.
—¿Por qué no vienes a comer el sábado? Parece que hará muy buen tiempo. Podríamos salir con la
lancha.
Britt sonrió y se mostró de acuerdo.
—Estaré ahí por la mañana —dijo antes de colgar.
El jueves, al ver que Santana tampoco aparecía por su despacho, Britt atravesó el corredor hasta llegar
hasta su puerta, que estaba abierta. Santana tecleaba ágilmente en su ordenador, pero alzó la cabeza cuando
vio entrar a Britt. Sus ojos se encontraron durante un segundo y después Santana volvió a mirar hacia la
pantalla.
—¿Qué pasa? —preguntó, mientras tecleaba.
—No te he visto en toda la semana —dijo Britt.
Las manos de Santana se detuvieron sobre el teclado.
—¿Pensabas que me verías? —preguntó.
Britt se quedó desconcertada ante sus palabras.
—Pensaba que tal vez necesitábamos hablar —dijo.
Santana la miró un momento y después siguió tecleando.
—He estado ocupada, y no, no creo que tengamos nada de qué hablar —respondió, por fin.
—Susan dijo que tenías visita —dijo, sin poder detenerse.
Santana volvió a alzar la vista.
—Sí.
No dijo nada más y Britt no se atrevió a preguntar.
—Bueno, te dejaré trabajar entonces.
Britt se estuvo maldiciendo a sí misma durante todo el camino de regreso a su despacho y, al entrar
cerró la puerta de un portazo.
—¡Maldita mujer! —exclamó en voz alta.
Britt había echado a Santana y, sin embargo, se sentía desgraciada. Todos los días se quedaba sentada,
pensando en ella, preguntándose qué estaría haciendo. Y con quién.
El viernes no la vio en ningún momento. Sus alumnos se sorprendieron cuando volvió a dejarles
marchar antes de la hora, pero no podía aguantar allí ni un minuto más. Tenía que marcharse.
Aquella noche salió a cenar con Rachel y Quinn. Fueron a Bonita’s, lo que le recordó de nuevo la
primera noche que estuvo con Santana. Volvió a maldecirse por pensar en ello.
Acaba ya con eso, se dijo a sí misma.
—¿Cómo está Santana? —preguntó Rachel.
—Supongo que bien —dijo Britt.
—¿Supones?
—No la he visto mucho esta semana —dijo Britt.
—¿De veras? —El tono de Quinn le indicó que ya sabía que no se habían visto.
—¿Por qué no? —preguntó Rachel sin rodeos.
—A ver, ¿cuánto sabén? —replicó finalmente Britt.
Rachel dejó el tenedor sobre la mesa.
—Sabemos lo de aquella noche de junio. Sabemos lo del pasado fin de semana. Sabemos que le
dijiste que se largara —dijo.
—¿Se lo contó? —preguntó Britt con los ojos como platos.
—La verdad es que sí —dijo Quinn—. Hemos estado hablando.
—En realidad cenamos con ella esta semana —aclaró Rachel.
—¿Sí? No sabía que eran tan amigas.
—Bueno, nosotras vamos a todos los partidos de softball —dijo Quinn—. Nos hemos hecho amigas.
—No es una mala persona, Britt —añadió Rachel.
—¿Cómo lo sabes? ¿La conoces de verdad?
—Britt, no puedes comparar a todo el mundo con Zoe —dijo Rachel.
—No comparo a todo el mundo con Zoe. Pero afrontémoslo, Rachel —dijo, inclinándose hacia ella
—, Santana tiene una fama detrás, tal como la tenía Zoe. De hecho, casi peor.
—Un comentario hecho a la ligera por Bo no cuenta. Y
no puedes creer lo que te dijo Lauren. Demonios, tiene un calentón por ti. Hubiese dicho cualquier cosa
con tal de conseguirte.
—Lauren no tiene un calentón por mí, tal como dices muy groseramente.
—Por supuesto que sí. ¿Por qué eres la única que no lo ve?
—Rachel movió un dedo de un lado a otro frente a Britt, bromeando—. Y no creas que Lauren no sabía que
algo ocurría entre Santana y tú aquella noche. ¿Por qué otra razón te habría llamado para llenarte la cabeza
con toda aquella mierda sobre Emily?
—¿También les contó eso Santana?
—Sí, nos lo contó todo —dijo Quinn—. Necesitaba hablar.
Estaba herida y disgustada —Quinn bajó la voz—. Se preocupa mucho por ti.
—No quiero que se preocüpe por mí —dijo Brittany tercamente—. No quiero volver a pasar por eso.
Estuvieron en silencio durante un rato, y después Rachel volvió a coger su taco.
-—Bueno, ahora ya no tiene que preocuparte eso, ¿no? —le dio un mordisco a su cena—. Sea como
sea, creo que todo ha acabado entre las dos. ¿Me equivoco?
Britt no contestó; sólo se quedó mirando pensativamente a sus amigas. Sí, todo había acabado, si es que
había empezado alguna vez.
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ESTA ES LA TONTA QUE ENGAÑO A BRITT
ZOE

Es de mala escritora amenazar a sus fieles lectoras con no actualizar mañana!!!!!jajaja no mentira!! Pero por favor no nos hagas eso actualizaaaaaaa por favor,
Saludos

definitivamente britt es recontar terca,....
me encanta la nueva fraternidad de san quinn y rachel!!!!
a igual tarde que temprano britt se va a dar cuenta,....

Britt es tan cabeza dura y me parecio re tierno saber que San se preocupa por ella. Amo tu fic actualiza

Britt es una babosa >:c
Se deja llenar la cabeza de tanta mierda.. Aag!

Saludos!

Brittany no es tonta, sabe lo que hace sólo esta herida, y si sufre es porque quiere al igual que Santana que se rinde apenas le dicen que se acuesta con todas. Apoyo a Briit. XD

Espero tu actualización, saludos. :)

Realmente estoy fascinada con este fic, lo acabo de leer todo de una vez y ya estoy esperando la actualizacion, Britt es una tonta pero espero que logre convencer a Santana de que tienen que hablar!

CHICAS GRACIAS ENSRIO POR COMENTAR..ME ALEGRA MUCHO QUE SIGAN EL FIC..
COMO PROMETI QUE SI COMENTABAN YO ACTUALIZABA Y NO LO HICE(PERDON)
HOY LES DEJO 3 CAPS..
ESPERO SUS COMENTARIOS
Capítulo diecinueve
Britt durmió hasta tarde el sábado por la mañana, y después se tomó su tiempo para preparar la colada
antes de ir a casa de Harry. Era un precioso día de noviembre, tal como él había predicho, y ella estaba
deseando pasar el día en el lago. Se juró a sí misma que no pensaría en Santana en todo el día, a pesar de
que había pasado la noche en vela pensando en ella.
Seguramente podría conseguir pasar el día sin hacer lo mismo.
Camino a casa de Harry, con el techo solar abierto, fue escuchando su CD favorito de Elton John. El
cielo azul, sin una nube, que tenía sobre su cabeza ayudó a mejorar su humor, y para cuando llegó a la
entrada de la casa de Harry estaba cantando.
Al aparcar en su sitio habitual, se sorprendió al ver que Harry no estaba sentado en el porche,
aguardándola como solía.
Traía algunas cosas para la comida y cogió la bolsa del asiento de atrás.
La puerta principal estaba abierta, y ella entró.
—¿Harry? —llamó.
En la casa reinaba un silencio absoluto y supuso que Harry había ido a la caseta donde guardaba la
lancha. Entró en la cocina y frunció el entrecejo. Los platos del desayuno seguían allí, y las cacerolas
estaban todavía sobre la cocina. No era propio de él dejar aquel desorden. Puso en la nevera la comida
que traía y miró a su alrededor, con los brazos en jarras.
Después fue hacia la sala, pensando que debía de estar en el exterior. Miró hacia la terraza y lo vio.
—¡Harry! —gritó, mientras corría hacia la puerta y la abría de un golpe.
Estaba caído sobre la terraza y su taza de café se había vertido sobre las tablas del suelo.
—¡Oh, Dios, no! —rogó.
Se inclinó hacia él y oyó su entrecortada respiración. Sin dudarlo ni un instante, corrió al interior de
la casa, marcó el 9 1 1 , pidió una ambulancia y volvió corriendo a su lado.
Tenía las manos frías cuando las tomó entre las suyas.
—Harry, por favor —pidió—. No me dejes.
Le pareció que pasaban horas hasta que oyó las sirenas. No sabía qué hacer, así que se quedó sentada
junto a él en la terraza, a pesar de los cristales rotos, cogiéndole la mano y acariciándole el rostro
mientras le hablaba en voz baja.
Cuando por fin apareció la ambulancia, corrió a la puerta principal y los llamó.
—¡Por aquí! —gritó.
En un momento estaban en la terraza. La apartaron cortésmente a un lado para atender a Harry.
—Quédese ahí, señora. Nosotros nos encargaremos de él.
Ella se apoyó contra la barandilla, tapándose la boca con la mano mientras veía cómo le tomaban el
pulso y le daban oxígeno. Hablaban en voz muy baja, y ella no podía entender todo lo que decían.
—•Señora, vamos a llevarlo a Breckenridge. Usted puede venir con nosotros —dijo el más joven, y
ella asintió, aturdida, siguiéndolos mientras se llevaban a Harry.
Estuvo esperando en la sala de urgencias durante hora y media antes de que le dijesen nada. Pensó en
llamar a Rachel, pero no quería alejarse de allí ni un minuto siquiera.
—¿La señora Pierce? —preguntó una mujer desde el quicio de la puerta.
—Aquí —dijo Brittany, poniéndose en pie.
—Soy la doctora Stewart —dijo, con una sonrisa.
Britt estrechó la mano que le tendía, pero no le devolvió la sonrisa.
—¿Cómo está? —preguntó. No tenía paciencia para andarse con rodeos.
—Sentémonos —sugirió la doctora, señalando la incómoda silla en la que había estado sentada Britt.
—Ha sufrido una apoplejía —empezó.
—¡Oh, no! —gritó Britt.
—Me temo que está en coma, señora Pierce. Sus signos vitales son muy débiles. Estoy preocupadapor su corazón.
Esto lo ha forzado muchísimo, sobre todo teniendo en cuenta su edad.
—¿Qué quiere decir? —susurró Britt.
La doctora sonrió, pero Britt podía ver que era una sonrisa forzada.
—Sólo quiero que esté preparada. Ha sufrido lo que se llama una embolia cerebral, que ha causado
un grave daño al cerebro. Las próximas cuarenta y ocho horas son vitales.Hemos aliviado toda la presión que hemos podido, pero ahora sólo podemos esperar.
Britt se frotó la frente, agotada.
—¿Puedo verlo? ——preguntó.
—Puede estar con él sólo un momento —dijo la doctora Stewart—. Acompáñeme.
Brittany la siguió hasta la Unidad de cuidados intensivos. A su alrededor podía oír a los enfermos y a
los moribundos, y notó aquel característico olor a medicinas. Se enjugó las lágrimas al ver a Harry.
Estaba muy pálido; su cabello blanco como la nieve se confundía con las sábanas. Tenía tubos en la nariz
y en la boca, y supuso que eran para ayudarle a respirar.
Fue lentamente hacia él y le tomó la mano, fría y yerta.
—Oh, Harry —susurró.
—Haré que una enfermera le traiga una silla, señora Pierce.
—Gracias —murmuró sin volverse.
Sus ojos estaban fijos en el rostro de Harry, que parecía relajado y en paz. ¿En qué estaría pensando?
¿En Beth?
La enfermera le trajo una silla y se sentó junto a su cama, con su mano entre las suyas, intentando que entrase en calor.
Miró el monitor que tenía sobre su cabeza y que informaba del lento latido de su corazón, y se echó a llorar.
—No me dejes, Harry. —Lloró en silencio—. No estoy segura de poder seguir adelante sin ti.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas y se las enjugó, ausente. En su mente brotaron imágenes de algunos de los momentos que habían compartido. Pensó en el primer verano que había vivido con Beth y
con él, después de la muerte de su madre. Aquel verano él le había enseñado a pilotar la lancha, y habían pasado interminables días pescando y nadando en el lago. Al verano siguiente él le había enseñado a conducir su vieja camioneta Ford, de
cuatro velocidades y con un embrague muy temperamental.
La había apoyado durante su época de instituto, cuando se volvió tan salvaje que casi hizo enloquecer a su abuela, y pocos años después contempló orgulloso su graduación en el college.
Durante todos aquellos años la había cuidado y protegido.
¿Qué podía hacer ella ahora para compensarlo?
-—Nada —susurró—. No puedo hacer nada por ti.
Dejó caer la cabeza y sollozó, sujetando la mano de su abuelo junto al rostro.
—¡Oh, Harry!
Permaneció en el hospital hasta las nueve de la noche, aunque sólo podía estar con él unos pocos
minutos de tanto en tanto. Poco antes de las nueve, una enfermera le tocó el hombro suavemente y le dijo que era hora de marcharse.
—¿Cuándo puedo volver?
—Por la mañana —dijo amablemente.
Britt asintió y se marchó, volviéndose un momento para mirarlo de nuevo. Se quedó en medio del aparcamiento, mirando al cielo e intentando decidir qué hacer. Debería llamar a Rachel, y a sus amigos del Centro de Mayores. Pero incluso eso era demasiado esfuerzo. Finalmente, le hizo señas a uno de los taxis
de la rotonda y volvió en él al lago, sin decir palabra en todo el viaje.
El silencio que reinaba en la casa de su abuelo casi acabó con ella. El debería estar allí, pensó.
Para ocuparse en algo limpió la cocina y barrió los cristales de la terraza, pero la casa estaba tan silenciosa que no pudo soportarlo. Lo cerró todo rápidamente y condujo hasta su casa, aturdida.
Una vez en casa, supo lo que necesitaba hacer. Sin pensarlo, buscó el listado de teléfonos de la facultad, encontró el número de Santana y lo marcó rápidamente. Era muy tarde y era sábado, y durante un
terrible segundo se preguntó qué haría si Santana no estaba en casa. O peor, si no estaba sola.
Santana atendió la llamada a la tercera señal, y con sólo oír el sonido de su voz Britt volvió a sollozar.
—¿Santana?
—¿Britt? ¿Qué ocurre? —preguntó, con voz preocupada.
—Te necesito —dijo en voz baja y quebrada.
—¿Pasa algo malo?
—Es Harry —sollozó.
—¿Qué ha ocurrido, Britt?
—Ha sufrido una apoplejía. Está en el hospital.
—Lo siento mucho —dijo ella, con dulzura.
—Te necesito esta noche.
—Voy para ahí —dijo Santana, y colgó.
Pocos minutos después entró Santana y se encontró a Britt acurrucada en la esquina de su sofá, con las
rodillas pegadas al pecho. Britt la miró y exhaló un suspiro, sacudiendo los hombros a causa de los
sollozos. Santana se sentó a su lado y la envolvió en sus brazos. Britt lloró durante un largo rato mientras Santana le acariciaba suavemente el pelo, le enjugaba las lágrimas según caían y le besaba la frente con
dulzura.
—Él es todo lo que tengo en el mundo —sollozó Britt.
—Llora, no te preocupes. Yo estoy aquí, Britt —dijo Santana dulcemente, y Britt lloró todavía más.
—Ni siquiera está intentando luchar. Echa muchísimo de menos a mi abuela.
-¿Qué dicen los doctores?
—Está en coma. No creen que se recupere —dijo, escondiendo el rostro en el hombro de Santana y sollozando de nuevo.
—Lo siento muchísimo. —Santana la abrazó fuerte y le acarició el pelo hasta que Britt quedó exhausta de tanto llorar.
—Vamos, te ayudaré a acostarte. Tienes que dormir un poco. Mañana te espera un día muy largo.
Britt se dejó llevar por el pasillo hasta su dormitorio, como una niña. Se quedó allí de pie, en silencio,
mientras Santana echaba a un lado las sábanas de su cama.
—¿Qué más puedo hacer por ti? —preguntó.
—Oh, Santana, por favor, no te vayas. Quédate conmigo, por favor —dijo Britt, ahogando otro sollozo.
—Creo que no debería —dijo Santana.
—¡Por favor!
—Está bien. Dormiré en el sofá.
Britt dejó caer la cabeza y las lágrimas volvieron a resbalar por sus mejillas. Ya no me quiere, pensó.
—¿Qué sucede? —preguntó Santana en voz baja.
—Te necesito —dijo Britt a través de sus lágrimas.
—Estoy aquí.
Britt negó con la cabeza.
—Necesito que me abraces, que me toques —musitó.
—Oh, cariño —susurró Santana, yendo hacia ella.
Britt le rodeó la cintura con sus brazos y la abrazó fuerte, mientras Santana la apretaba contra sí.
—Me quedaré contigo. Venga, acuéstate.
Santana la llevó hasta la cama, y Britt se sentó en el borde y dejó que le quitara la ropa. Después se
acurrucó bajo las mantas. Santana apagó la luz y se desvistió, y Britt por fin notó cómo se acostaba a su lado.
—Ven aquí. —Santana la atrajo hacia ella y la abrazó. Le apartó el pelo de la cara con las manos—.
Estarás bien —susurró.
Britt apoyó la cabeza en el hombro de Santana, con la mejilla contra su pecho, y se sintió a salvo. Sus
ojos se cerraban de cansancio. Poco a poco se fue relajando, mientras las suaves manos de Santana le
acariciaban la espalda, hasta que por fin se quedó dormida.
Más tarde despertó sobresaltada, todavía en los brazos de Santana, que estaba acurrucada a su lado. Le dolía el cuello.
Miró el reloj digital. Las tres y cuarto.
—¿Qué ocurre? —preguntó Santana, medio dormida.
—Nada. —Se sentó y colocó el brazo de Santana a lo largo de su cuerpo—. Debes de tener ya el brazo dormido.
—¿Qué brazo? —preguntó Santana, flexionándolo.
De pronto, Britt fue consciente de su desnudez y volvió a taparse. Se acurrucó de nuevo junto a Santana.
Su mano se movió bajo las sábanas y rodeó los pechos de Santana. Frotó suavemente los pezones con el
pulgar y sintió que se endurecían bajo sus dedos.
—¿Britt? —jadeó Santana.
—Te deseo —susurró Britt.
—Britt, no lo hagas —advirtió Santana.
—¿Ya no me deseas? —quiso saber.
—Sabes que sí.
—Entonces hazme el amor —insistió Britt—. Te necesito.
Alzó el rostro, encontró la boca de Santana y la besó tiernamente.
—Sí —musitó Santana, atrayéndola hacia sí.
Hicieron el amor de forma rápida y frenética, y después suave y dulcemente, a medida que empezaban
a disfrutar la una en brazos de la otra. Aquello era lo que Britt necesitaba, lo que deseaba. Nunca más le
diría que se fuese.

Capítulo veinte
Britt se despertó a las siete y olisqueó el aire, notando el aroma del desayuno. Se sentó en la cama,
agradeciendo que Santana no se hubiera ido. No estaba preparada para quedarse sola. Fue hasta el baño,
desnuda, y tomó una ducha rápida antes de ir a buscar a Santana a la cocina.
Estaba junto al fregadero, lavando los platos, cuando entró Britt. Miró hacia atrás y sus ojos se encontraron.
—Buenos días —dijo Santana, volviéndose de nuevo hacia el fregadero.
Britt se acercó a ella y la abrazó por la cintura, presionando sus pechos contra la espalda de Santana. Ella
se dio la vuelta y la abrazó, con las manos húmedas y jabonosas.
—Gracias por estar aquí cuando te necesitaba —dijo Britt en voz baja.
—Quiero estar aquí contigo, si me dejas quedarme.
Britt se apartó un poco y la miró a los ojos.
—Me he portado horrorosamente contigo. ¿Por qué sigues viniendo?
Santana sonrió.
—Si te dijese la verdad volverías a huir de mí.
Britt la miró detenidamente y vio la respuesta a su pregunta en los oscuros ojos de Santana. Quedó asustada ante lo que vio en ellos.
Se alegró de que Santana no dijese nada. No deseaba oírlo.
Todavía no estaba preparada para ello.
—Espero que no te importe —dijo Santana, señalando la cocina, donde había tocino escurriéndose sobre una servilleta de papel—. Seguramente no tendrás muchas ganas de comer, pero va a ser un día
muy largo.
—Lo sé. Pero sí que tengo hambre.
—Estupendo. ¿Por qué no llamas al hospital mientras hago los huevos?
—Muy bien. —La cruda realidad la alcanzaba ya.
—Poco hechos —pidió Britt, dirigiéndose a la sala.
Localizó el número del hospital y esperó a que la enfermera de cuidados intensivos atendiese la llamada.
—Soy Brittany Pierce, la nieta de Harry Pierce. ¿Ha habido algún cambio? —preguntó,conteniendo la respiración.
—No. Lo siento, señora Pierce. No hay cambios.
—Bien, muchas gracias. Estaré ahí dentro de un rato.
Santana asomó la cabeza.
—¿Está bien? —preguntó.
—No ha habido cambios —dijo ella, devolviéndole la mirada.
Santana se acercó a ella y la abrazó.
—Que no haya cambios es mejor que un cambio a peor —dijo, y Britt asintió.
La verdad era que Britt ya no tenía hambre, pero se obligó a comer el tocino, los huevos y la tostada
que le había preparado Santana. No había comido nada desde el desayuno del día anterior y sabía que necesitaba algo más que café.
—Tengo que llamar a Rachel —dijo Britt—. Y a Susan.
—No te preocupes por eso. Yo las llamaré —se ofreció Santana.
—Gracias, sería de gran ayuda.
—¿Quieres que te lleve al hospital?
—Oh, no, estaré bien —dijo ella—. Ya has hecho bastante.
Entonces recordó a la amiga que estaba visitando a Santana.
—¿Tienes compañía? —le preguntó Britt.
Santana asintió.
—Sí.
—¿Ahora? ¿En tu casa?
—Sí. Pero la llamé esta mañana.
—Oh —musitó Britt.
—Britt, es una vieja amiga del college.
—No tienes que darme explicaciones —dijo Britt.
—Sí tengo que hacerlo. Sé lo que estás pensando. Kim y yo compartimos habitación en nuestro
primer año y somos amigas desde entonces. Sólo amigas. Ella tiene novia: hace diez años o más que están
juntas. —Santana la miró—. Sólo ha venido de visita, de veras.
—Te creo —dijo Britt, y era sincera.
—No soy como tú piensas —dijo Santana con dulzura.
—No, no creo que lo seas. Anoche viniste aquí sin hacerme ni una pregunta. Me hacías mucha falta—admitió.
—Me alegro de que fuese a mí a quien necesitabas.
Se sonrieron a través de la mesa y Santana tomó su mano entre las suyas.
—Todo se arreglará.
Britt llegó al hospital cuando pasaban unos minutos de las nueve. Harry parecía estar igual que cuando lo dejó, pálido y quieto. Su silla estaba arrimada contra la pared, y ella la acercó a la cama y tomó su
mano fría entre las suyas.
—Buenos días, Harry —susurró—. Fuera hace un día magnífico. Perfecto para pasear en lancha —se enjugó las lágrimas y continuó—. ¿Sabes? Ayer me prometiste un paseo en la lancha.
El no se movió en absoluto, y su mano estaba yerta entre las de ella.
—Oh, Harry. Necesito hablar contigo —dijo, enjugándose una lágrima que se le había escapado—.¿Recuerdas lo que te conté de Santana? ¿De que no era buena para mí? Bueno, pues ya no estoy tan segura.
Estuvo conmigo anoche cuando la necesité, y esta mañana. Me gusta muchísimo, Harry. Más de lo que debería, lo sé. Y, Dios, creo que está enamorada de mí.No me lo ha dicho, afortunadamente, porque yo no sé lo que habría hecho. Pero es que no estoy preparada para eso.
Extendió la mano y le tocó la cara, ignorando los tubos que tenía colocados.
—Siempre has dicho que no querías dejarme sola. Ojalá pudieras conocerla. Siempre has sabido juzgar a las personas.
Sé que hubieras podido decirme si es la mujer que me conviene, Harry. Yo no lo sé. No sé si puedo dejar que siga a mi lado. Si ocurriese algo tendrías que estar conmigo para ayudarme a superarlo.
Dejó que sus lágrimas fluyesen. Ya no podía contenerlas más.
—Oh, Harry, por favor, no me dejes —rogó—. Te necesito.
Apretó su mano con fuerza y se la llevó a la cara para descansar sobre su palma.
—Te quiero.
Rachel y Quinn llegaron después de comer y se quedaron durante una hora con ella.
—Podemos quedarnos más tiempo —insistió Rachel.
—No, no hacen nada aquí. las llamaré si hay algún cambio —les aseguró Britt.
También vino un grupo del Centro de Mayores, y Britt les agradeció la visita. Era bueno saber que tenía
amigos allí. A las dos se encaminó hacia la cafetería para comprar un sándwich, que tuvo que obligarse a
comer. Parecía no poder pensar en nada más que en Harry, y se sentía muy indefensa. Y también sin esperanzas.
Aquella tarde, horas después, mientras estaba a su lado, notó un pequeño espasmo en su mano y miró a Harry con más atención, rezando para que sus ojos se abriesen y sonriera, y la llamara Britt-Britt.
—¿Harry? —Aferró su mano con fuerza, deseando volver a notar que se movía, pero entonces se fijó en el monitor que había sobre su cabeza. Ya no se veía su constante latido. En su lugar había una línea
ininterrumpida que cruzaba la pantalla.
—¡Oh, no! —gritó—. ¡No, Harry!
Se llevó la mano de él hasta su propio rostro y lloró; sus hombros se agitaban a cada sollozo.
Cuando acudieron los doctores la apartaron de allí y una enfermera la llevó fuera de la habitación.
—Por favor, señora Pierce, deje que nos encarguemos nosotros de él —dijo amablemente.
Britt no podía moverse. Las lágrimas corrían a raudales por su rostro y no podía apartar la vista de él.
Sabía que, si lo hacía, no volvería a verlo nunca más.
—¡No! —gritó, negando con la cabeza.
—Vamos, debe marcharse —insistió la enfermera, y Britt se dio la vuelta lentamente; los sollozos arreciaron, agitando sus delgados hombros.
—Adiós, Harry —susurró, escondiendo la cara entre las manos.
Salió sin mirar atrás. No deseaba ver lo que le estaban haciendo. Salió a ciegas por la puerta y se dirigió hacia su coche, y allí se sentó, llorando.
Sin pensar en nada, condujo hasta la casa de su abuelo.
Deseaba estar cerca de él y allí era donde él estaba. Fue hasta el embarcadero y puso en marcha la lancha, sin reparar en la fría noche que se aproximaba. Aceleró y se internó en el lago, dejando que el
viento secase sus lágrimas a medida que caían.
Redujo la velocidad del motor cuando se acercó a una bandada de patos y después se dejó ir a la deriva, mientras las olas mecían la lancha. Observó que habían regresado las fochas, o gallinetas, como
él las llamaba. Decía que llegarían a cientos y que saquearían sus comederos de pájaros. Britt se burlaba, y le replicaba que no debería haber empezado a alimentarlas. Sabía que en realidad le encantaba
observarlas, contemplar la forma en que parecían correr sobre el agua cuando se sobresaltaban.
Eran tan familiares durante los meses de invierno como los petirrojos que retornaban cada otoño.
Se inclinó hacia un costado de la lancha y sacudió las manos de un lado a otro sobre la cabeza. Al
verla, las fochas alzaron el vuelo, golpeando el agua con los pies al tiempo que se ponían a salvo. Los ánades reales se limitaron a esconder la cabeza, haciendo caso omiso a su loca travesura.
—¡Esto ha sido por Harry! —gritó a las fochas.
Después, sintiéndose algo estúpida, dio media vuelta con la lancha. El sol se había puesto, pero eso no le preocupaba.
Conocía el lago como la palma de la mano y fue siguiendo la orilla hasta la casa.
Al llegar estaba helada. La oscuridad se cernía sobre ella y se encaminó hacia la casa en sombras, siguiendo el sendero que Harry y ella habían transitado durante años.
Sacó la botella de whisky escocés de su abuelo y se sirvió una buena cantidad. Después se sentó en el sillón de Harry, en la sala, y bebió lentamente, a pequeños sorbos. Se sentía aturdida. Había llorado hasta
quedarse sin lágrimas. Miró hacia fuera, al lago, y vio cómo se ondulaba el agua bajo la luz del farol de la caseta. De vez en cuando pasaba una lancha a toda prisa, y ella veía cómo sus luces se desvanecían en la oscuridad.
Por fin se obligó a ponerse en pie y marcharse a casa. Al día siguiente tendría que estar con fuerzas.
Tendría que preparar todo lo de Harry, y temía ese momento. Cuando murió Beth tuvo que ocuparse ella de todo, porque Harry estaba demasiado afectado. Ahora no había nadie que pudiese encargarse por ella de todos los detalles, por muy afectada que estuviese.
Su contestador destellaba cuando entró en la sala y, al pasar, pulsó el botón para escucharlo.
—¿Britt? ¿Estás ahí? —La dulce voz de Santana sonaba apremiante—. He llamado al hospital. Lo siento mucho, cariño. Por favor, llámame cuando llegues a casa.
Sintió que se le encogía el corazón al oírla y se mordió el labio.
El siguiente mensaje era de Rachel.
—Santana acaba de llamarnos. ¿Dónde estás? ¿Quieres que vayamos a verte? ¿Por qué no vienes y pasas la noche con nosotras? Llámame, por favor.
Britt hizo un gesto de asentimiento y escuchó el siguiente mensaje. Era de Santana otra vez.
—Britt, ¿dónde estás? Llámame, por favor. Estoy preocupada por ti.
Britt se dirigió al teléfono y marcó el número de Santana, mientras escuchaba otro mensaje en el
contestador: —Britt, maldita sea, si estás ahí coge el teléfono. No me dejes fuera, por favor.
Santana contestó a la primera señal.
—Soy yo —dijo Britt en voz baja.
—¿Dónde has estado?
—En el lago.
—Voy enseguida —dijo Santana.
—Sí, por favor —repuso Britt, y Santana colgó sin despedirse.
Después llamó a Rachel.
—Sí, estoy bien.
—¿Quieres venir a casa?
—No, Santana viene para aquí.
—Muy bien. No tienes por qué estar sola, Britt. Dios, lo siento muchísimo, cariño. Sé lo unidos que estaban.
—Sí, lo voy a echar mucho de menos —susurró.
—¿Qué podemos hacer nosotras? —preguntó Rachel.
—Todavía no lo sé. Mañana pensaré en lo del funeral. Esta noche sólo quiero olvidar.
—Lo entiendo. Mañana iré por ahí, ¿vale?
—Sí, te lo agradeceré —suspiró Britt.
Estaba sirviéndose un trago cuando llegó Santana en su auto.
Entró sin llamar.
—¿Britt?
-Estoy en la cocina —respondió Britt.
Santana fue a su encuentro, la tomó entre sus brazos y la estrechó con fuerza.
—Estaba tan preocupada por ti —susurró—. ¿Por qué no llamaste a nadie?
—Supongo que ni lo pensé. —Britt notó que las lágrimas volvían a brotar—. No puedo creer que haya muerto —dijo, llorando.
—Chissst. Lo sé, cariño. Siento muchísimo que hayas tenido que pasarlo tú sola. Tendría que haber estado contigo.
Britt se sintió conmovida por sus palabras y sollozó sobre su hombro. ¡Era tan bueno que la abrazasen,
tan bueno sentirse amada! Se apartó un poco y miró a Santana con ojos cansados y enrojecidos.
—¿Te quedarás conmigo esta noche, por favor?
—Por supuesto —dijo Santana cariñosamente—. Yo cuidaré de ti.
Britt recordó que Harry le había dicho que esperaba que encontrase a alguien que la cuidara, y deseó
poder decirle que ya había encontrado a una persona que lo hiciese.
Aquella noche, Britt se durmió profundamente en brazos de Santana y no despertó hasta casi las siete.
Santana seguía estando con ella, despierta y contemplándola.
—¿Cuánto tiempo llevas despierta? —preguntó Britt, con voz ronca.
—Un ratito —dijo ella dulcemente.
—Tienes que ir al trabajo —dijo Britt.
—Sí, lo sé, aunque odio tener que dejarte.
—Estaré bien. Ya lo he hecho antes —afirmó con seguridad.
—No deberías tener que hacerlo sola.
Santana la atrajo hacia sí.
—Estaré bien —repitió.
Santana la besó tiernamente.
—Tengo que irme ya. He de pasar por casa a buscar ropa.
—Muy bien, vete —dijo Britt—. ¿Llamaste a Susan?
—Sí, ya ha buscado sustituto para tus clases.
—Gracias.
—Querrán saber cuándo será el funeral —dijo Santana con •delicadeza.
Britt respiró hondo.
—Supongo que mañana o el miércoles. No hay por qué esperar más. No es como cuando hay parientes a los que avisar.
Se dio la vuelta en el lecho, apartándose de Santana, pues sentía que volvían a brotar las lágrimas.
—Britt, ojalá pudiese hacer algo.
—Ya lo haces. Estás aquí, apoyándome —susurró.
—No vuelvas a apartarme de tu lado -—rogó Santana.
Britt se volvió de nuevo hacia ella y le acarició el rostro. —No lo haré. Lo prometo.
Santana le besó la palma de la mano y enjugó sus lágrimas.

Capítulo veintiuno
Todo aquel día fue como una imagen borrosa para Britt. Los amigos iban y venían, y Rachel dejó el
trabajo para quedarse con ella. Britt llamó a la misma funeraria que había contratado cuando murió Beth. La
realidad de la muerte de Harry le golpeó el rostro. Empezó a llorar, y Rachel le quitó el teléfono de las
manos y habló ella con el director de la funeraria, con el que acabó de fijar todos los detalles. El funeral
tendría lugar el miércoles.
—Tienes que elegir el ataúd —dijo Rachel con delicadeza.
Britt asintió.
—Quinn y yo podríamos hacerlo por ti, cariño —se ofreció Rachel.
■—¿De verdad lo harían? —Sabía que tenía que ser fuerte y hacerlo ella misma, pero no era capaz.
—Sí. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo? Nosotras nos ocuparemos.
—las quiero mucho, chicas —susurró.
Santana pasó por allí a las tres, después de su última clase. Se acercó, sin darse cuenta de la presencia
de las demás, y tomó a Britt entre sus brazos.
—¿Cómo lo estás llevando? —le dijo al oído.
—No demasiado bien —confesó, aunque se sentía mejor ahora que Santana había llegado.
Hannah apareció después del trabajo, al igual que Lauren, y Britt se sintió conmovida. Parecía que todas
habían pensado que tendría hambre, porque todas traían algo de comida.
—Tienes que comer algo —insistió Rachel.
—No tengo mucho apetito —dijo Britt.
—Por supuesto que no, pero tienes que comer.
Fue hasta la cocina para prepararle algo, y Britt miró a Santana, agotada.
—Sólo intentan ayudar —dijo ésta.
Britt asintió.
—Lo sé.
—¿Quieres que se vaya todo el mundo?
—No quiero que tú te vayas —dijo Britt.
—No, yo no me voy —susurró Santana.
Britt se obligó a comerse casi la mitad de lo que Rachel había amontonado sobre su plato, y pronto todas se marcharon.
—Vendré por aquí mañana —dijo Rachel en la puerta.
—No, estaré bien —insistió Britt.
—Yo estaré con ella, Rachel —dijo Santana.
—¿Lo harás? —preguntó Britt, sorprendida. No esperaba que faltase al trabajo.
—Ya lo he hablado con Susan.
Cuando estuvieron a solas, Britt se acurrucó en el sofá y apoyó la cabeza en el respaldo.
—¿Qué puedo traerte? —preguntó Santana.
—Algo de beber —dijo ella—. Que sea fuerte.
—Ahora mismo lo traigo.
Britt cerró los ojos, agradecida a las amigas que habían venido a verla. Tenían buena intención, aunque
para ella había sido agotador. La única que deseaba que estuviese allí era Santana, y allí estaba ahora, sin
duda. El día siguiente iba a ser duro, probablemente más que el miércoles. Al día siguiente iría a
despedirse de Harry en privado, en el lago.
—Aquí tienes —dijo Santana, entregándole el vaso.
—Gracias. Y gracias también por lo de mañana.
Santana la miró tiernamente con sus ojos castaños, y después tomó su mano y la apretó con suavidad.
—Nunca me has contado nada de él.
Britt cerró los ojos y apoyó la cabeza atrás.
—Nunca conocí a mi padre. Se fue antes de que yo naciese —dijo—. Aunque Harry nunca ha sido un padre. Me mimaba demasiado para eso —sonrió—. Mi madre murió cuando yo tenía doce años y me fui
a vivir con Harry y con Beth. Todo lo que Beth decía que no podía hacer, Harry decía que sí podía.
—¿Siempre los has llamado por sus nombres?
—Sí, desde que puedo recordar. Harry decía que abuelo lo hacía sentirse viejo antes de tiempo. Sin embargo, creo que Beth prefería que la llamase abuela, aunque yo raramente lo hacía.
—¿Qué le ocurrió a tu madre? —preguntó Santana.
—Un accidente de coche. —Britt miró hacia ella—. Era profesora de escuela primaria.
—¿Así que tú seguiste sus pasos?
—Creo que fue el motivo principal por el que me hice profesora. Necesitaba conectar con ella de alguna forma, y ése parecía el único camino. Al principio lo odiaba, aunque acabó gustándome.
—Debes de ser buena —dijo Santana.
Britt se rió.
—No lo sé. A veces me parece que mis clases son muy aburridas.
—Bueno, es lengua. ¿Qué esperabas? —bromeó Santana.
Britt sonrió y le tomó la mano.
—Gracias por estar aquí.
—Quiero cuidar de ti —dijo Santana en voz baja.
Britt se llevó su mano a los labios y la besó.
—Harry me decía estos últimos meses que necesitaba a alguien a mi lado. Yo le decía que estaba bien sola. —Negó con un gesto—. Pero estaba equivocada.
—¿Quieres que pase la noche aquí? —preguntó Santana.
—¿Oué hay de tu amiga?
—Se marchó hoy.
Britt asintió.
—Sí, quiero que te quedes conmigo. Pero sólo si tú quieres.No porque creas que debes hacerlo.
—Deseo estar contigo. Me gusta despertar a tu lado —dijo Santana con dulzura.
Britt la miró a los ojos y le asustó lo que veía en ellos. Santana no intentaba esconder sus sentimientos y Britt apartó rápidamente la vista. No estaba preparada para ello.
—Lo siento —susurró Santana—. Ven aquí —y atrajo a Britt hacia sus brazos.
Britt apoyó la cabeza sobre el hombro de Santana y cerró los ojos. Sería tan fácil amarla, pensó. Pero no podía permitírselo.
Aún no.
Se fueron a la cama poco después. Britt cerró los ojos, envolviendo con la mano el pecho de Santana, y se sintió segura.
Santana la abrazó hasta que se quedó dormida.


NOS VEMOS PRONTOOO!!

oh harry ha sido una pena lo q paso con el. . :'/
santana apoyando a britt

ojala san tenga paciencia hasta q britt se le vayan esos fantasmas q le dejo zoe x sus engaños. .

puedan estar bien las dos

saludos!!!

Que triste :/

Ojala San pueda subirle el animo & que Britt no tenga mas miedo a lo que ve en Santana...

Saludos.

pobre la muerte de harry!!! me caía bien,.. era el único que hacia entrar en razón a britt,... jajajjaja
por lo menos lo logro juntar a san y a britt!!!,....

Pobre Harry!!!!
Lo de San es puro amor!!!! La adoro!!
Espero que Britt pueda superar todo rapido!!
Saludos y hasta muuuuyy prontito jajaja!!!