FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)

micky morales escribió:algo corto pero gracias por regresar, hasta luego!

3:) escribió:holap demonio,....

me gusta,...
pobre san tiene tremenda paciencia con britt con sus cambios de hormonas jajajaj
me encanta cuando están juntas,..

nos vemos!!!

monica.santander escribió:Hola!!!! jajaja son muy calentonas estas dos jaja!!
Saludos

Monze30 escribió:Hola
Es la primera vez que comentó tu historia quiero decir que me encanta es muy buena y quisiera que subieras mas capítulos

PatriciiaSG escribió:Llevo aproximadamente 5 meses leyendo tu fic, me encanta, estoy totalmente fascinada, Santana y brittany son completamente diferentes, pero cada una tiene algo que complemente la otra, amo la mujer cariñosa, seductora y decisiva que es Santana, por otro lado, amo la sencillez , la calidez y lo comprensible que es brit, pero no estoy tan contenta contigo, me frustra, molesta y me entristece un poco que no actualices seguido, creo cuando leas mi comentario vas a pensar que soy una dramática exagerada jajaja , pero de verdad, este fic es tan bueno que debería se actualizado lo más rápido posible, espero y lo consideres

Hola Hola!

Gracias alas nuevas lectoras y perdon por no responder mejor :)

Saludos

Capítulo 81

Agosto de 2012
Cerca de Burlington, Vermont

A lo largo del invierno, Rachel cada vez pasó más tiempo con Allison iban a cenar y al cine. Flirteaban a través de emails y mensajes de texto. Y en la granja de los Berry nunca faltaba el café de Dunkin’Donuts ni las galletas caseras.

De hecho, su amistad con Ali (porque seguía llamándola así) se había convertido en algo muy importante para ella Siempre esperaba con ganas volver a verla el fin de semana. Y aunque su relación física no había ido más allá de unos cuantos besos castos, su conexión era cada vez mayor.

Ambas se llevaron una enorme alegría cuando en marzo le ofrecieron a Rachel una plaza de profesora auxiliar en el Departamento de Lengua Inglesa del Saint Michael’s College. No perdió tiempo discutiendo el salario, un menor número de clases o cosas parecidas. Se limitó a aceptarlo.

Encantada.

Le escribió un email a Britt contándole las novedades laborales y, de este modo, reanudaron su amistosa correspondencia ocasional. La sorpresa de Rachel fue cuando menos mayúscula cuando en abril recibió un correo suyo en el que le comunicaba que estaba embarazada.

Como llevaban varios meses sin hablar, no se atrevió a preguntarle sobre su cambio de opinión respecto al embarazo. No quería disgustarla. Su amistad era demasiado valiosa para ella. Y, además, no podía olvidar que Santana iba a revisar su tesina, así que se limitó a escribirle un mensaje de felicitación y a prometerle que le enviaría un regalo al bebé desde Vermont.

En junio había defendido la tesina con éxito y se había graduado por la Universidad de Toronto ya finales de agosto trasladó sus libros a su nueva oficina del campus del St. Michael’s College.

Era feliz. Podría vivir en casa mientras ahorraba para la entrada de una vivienda propia.
Ayudaría en la granja cuando pudiera, aunque los nuevos empleados parecían tenerlo todo bajo control. Y la salud de su padre había mejorado notablemente.

Mientras desembalaba sus libros en la oficina, encontró las figuras de Dante y Beatriz. Se dio cuenta de que la empresa que las fabricaba había ignorado sus repetidas peticiones de que crearan una figura de Virgilio.

(Su respuesta siempre era la misma: que Virgilio no era un héroe. Pero todo el mundo necesita un poco de acción de vez en cuando.)

Mientras colocaba a Dante y Beatriz sobre el escritorio, alguien llamó a la puerta.

—Adelante —dijo por encima del hombro—. Está abierto.

—Hola.

Cuando Rachel apartó la vista de Dante y Beatriz y se volvió, Allison estaba en el umbral.
En ese instante, a pesar de que la había visto mil veces y de que la conocía desde hacía años, se dio cuenta de lo bonita que era. La cara, el pelo, los ojos... Era hermosa.

—He pensado que quizá te encontraría aquí y que tal vez necesitaras ayuda.

—No hay que hacer gran cosa. Sólo estaba colocando los libros. —Dejó la caja vacía en el suelo.

Los ojos de ella perdieron su brillo.

—Oh, bueno. No quería molestarte. Te dejo con tus cosas.

Cuando se volvió para irse, a Rachel el alma se le cayó a los pies.

—Espera.

Se levantó, se acercó a ella y le cogió la mano.

—Me alegro de verte.

Allison le sonrió.

—Me alegro de que me veas.

—Has estado fuera dos semanas.

—Mi hermana necesitaba ayuda con los niños. Sólo tenía previsto estar allí una semana, pero ya sabes cómo son estas cosas. —Levantó la mano para apartarle el pelo de la frente—. Te he echado de menos. Contaba los días.

—Yo también te he echado de menos. Mucho.

Se quedaron mirándose en silencio lo que pareció una eternidad, hasta que Rachel recuperó el habla:

—Iba a tomarme un descanso. ¿Te apetece ir a tomar pizza al American Flatbread?

—Me encantaría. —Allison hizo ademán de ir a salir del despacho, pero Rachel le tiró de la mano:

Ella le dirigió una mirada confusa.

—Rosas —susurró ella, acariciándole los nudillos con sus dedos encallecidos por el trabajo.
— ¿Qué?

—Nuestra primera vez. Tu piel olía a rosas.

Dos manchas de rubor colorearon las mejillas de la chica.

—Pensaba que no te acordabas.

Ella la miró fijamente.

— ¿Cómo podría olvidarlo? Cada vez que huelo una rosa, pienso en ti.

—Ya no uso fragancia de rosas. Me cansé.

Ella le colocó la mano en la mejilla.

Allison se apoyó en ella y cerró los ojos.

— ¿Volverías a usarla para mí?

Ella abrió los ojos y la miró solemne.

—Sólo si vas en serio.

—Voy en serio —la tranquilizó, dejando que leyera sus sentimientos en su mirada.
—Entonces sí.

Acercándose, Allison la besó.

Rachel cerró la puerta con un suave empujón y la abrazó.

Capítulo 82

9 de septiembre de 2012
Cambridge, Massachusetts

Un gemido sordo salió del cuarto de baño.

Santana abrió los ojos, confusa por un momento no supo dónde estaba. Al oír un nuevo gemido, se levantó y fue tropezando en la oscuridad hasta la puerta del baño.

—Cariño, ¿estás bien?

Abrió la puerta y se encontró a Britt doblaba, agarrándose con tanta fuerza a la encimera del lavabo que tenía los nudillos blancos. Estaba respirando profundamente.

— ¿Quieres que llame a Rebecca? —Santana se volvió, dispuesta a echar a correr escaleras abajo.

—No, llama al hospital.

— ¿Y qué les digo?

—Que creo que estoy de parto.

Ella se asustó empezó a hacerle preguntas a toda velocidad, mientras buscaba las gafas y el móvil en el dormitorio para llamar al Servicio de Maternidad del hospital Mount Auburn.
— ¿Has roto aguas? —le preguntó poco después, siguiendo las instrucciones de una enfermera.

—No. Tu tarima sigue intacta.

—Muy graciosa, Brittany. ¿Ha empezado el parto?

—Eso creo. Las contracciones son fuertes y regulares —respondió, tratando de respirar hondo y de relajarse, tal como había practicado con su profesora de yoga, que le había asegurado que funcionaría.

(Estaba empezando a plantearse pedirle que le devolviera el dinero.)

— ¿Cada cuántos minutos tienes contracciones?

—Cada seis —respondió ella, molesta.

Estaba tratando de concentrarse en la respiración y las constantes preguntas de Santana (por mucho que la amara) no la estaban ayudando.

—La enfermera dice que debemos ir al hospital inmediatamente. Ya tengo tu bolsa y la canastilla del bebé. ¿Estás lista? —preguntó Santana, tratando de aparentar calma y acariciándole la espalda por encima de la amplia camiseta.

—Sí, vamos. —Enderezándose, miró a su esposa de arriba abajo—. No puedes ir así.

— ¿Por qué no? —Se sorprendió ella, peinándose un poco con los dedos para que pareciera que había dormido toda la noche luego se pasó los dedos por la cara—. Ahora no tengo tiempo de peinarme.

—Mírate.

Santana se miró en el espejo para su sorpresa y disgusto, se dio cuenta de que iba sólo con ropa interior, con unos boxers descarados de <> y un mini top.

—Mierda. Dame un minuto.

Britt la siguió bamboleándose, sin poder aguantarse la risa.

—A Scott le gustará saber que su regalo de Navidad nos ha acompañado al hospital. Al menos, si se va la luz, podremos encontrarte. Sólo tendrás que bajarte los pantalones.
—Estás muy chistosa hoy, señora López.

Ella siguió riéndose. Ese faux pas estilístico le parecía de lo más gracioso.

Durante las dos últimas semanas, había dejado de usar la lencería que habían comprado en Agent Provocateur con la excusa de que no la abrigaba lo necesario Santana había replicado que los pantalones de yoga y las camisetas eran un agravio a su atractivo sexual y le había sugerido que se arrimara a ella si tenía frío. Pero Britt había preferido abrazarse a su almohada corporal.

—Esos bóxers son un agravio a tu atractivo sexual —la provocó, sujetándose el vientre mientras se reía a carcajadas.

Ella la fulminó con la mirada mientras se ponía una camisa y unos vaqueros. Luego la sujetó por el codo y se pusieron en marcha. Al pasar frente al cuarto del bebé, tuvieron que detenerse por una nueva contracción.

Santana encendió la lámpara de la habitación, un candelabro blanco y rosa, para verle la cara.

— ¿Duele mucho?

—Sí. —Britt trató de distraerse apoyándose en el marco de la puerta y mirando la habitación.

Ella se habría conformado con comprar los muebles y los accesorios para la niña en Target, pero Santana había insistido en que fueran de Potter y Barn.

(Entre paréntesis, debe destacarse que Britt siempre se refería a Potter y Barn como Protestant Barn, ya que le parecía que todos sus muebles eran el vivo retrato de la cultura WASP o, lo que es lo mismo, la cultura blanca, anglosajona y protestante. Los muebles le parecían preciosos, pero demasiado caros.)

Entre los que compraron y los generosos regalos de sus parientes y amigos, habían convertido una de las habitaciones de invitados en una tranquila habitación infantil Britt había elegido el verde salvia como tono para las paredes y el blanco para la ebanistería y las molduras del techo.

Una original alfombra con flores en rosa, amarillo y verde pastel cubría la tarima de roble.
—Es mi habitación favorita del mundo entero —susurró, mirando las calcomanías de Winnie the Pooh que habían pegado en la cuna y el cambiador a la espera de que unos curiosos ojitos las miraran.

—La está esperando. —Santana sonrió—. Está esperando a nuestro Rollito de primavera.
Cuando la contracción hubo pasado, ella le dio la mano, la ayudó a bajar la escalera y a subir al Volvo, donde Santana ya había hecho instalar una sillita de bebé. Antes de ponerse en marcha, le envió un SMS a Rebecca, poniéndola al corriente y asegurándole que se mantendría en contacto.

Poco después llegaron a l Bain Birthing Center, la sección de maternidad del hospital Mount Auburn. Una vez que estuvieron instalados en su habitación, Santana se obligó a adoptar una actitud tranquila. No quería que Britt notara lo nerviosa que estaba ni los miedos que le atenazaban las entrañas.

Pero ella lo sabía igualmente. Conocía sus temores y por eso le apretó la mano y le dijo que la niña y ella estarían bien.

Durante la exploración, Santana no le soltó la mano. La obstetra de guardia les dijo que Rollito de primavera venía atravesada y que esperaba que cambiara de postura cuando llegara el momento de salir.

La enfermera Tracy se encargó de distraer a Santana, que estaba a punto de pedir una explicación detallada de la posición atravesada, enseñándole a leer el monitor para que pudiera avisar a Britt de cuándo la contracción llegaba a su pico y cuándo estaba a punto de acabar.

Ella agradeció que lo entretuvieran, pero eso no impidió que ella buscara en el iPhone información sobre la postura atravesada y el modo de afrontarla.

(Debe señalarse que, a esas alturas, Britt deseó que se hubiera dejado el dichoso trasto en casa.)

Por suerte, la medicación para el dolor que le habían dado le permitió adormecerse.
— ¿Brittany?

Cuando abrió los ojos, vio a su esposa inclinada sobre ella, mirándola con expresión preocupada.

Ella le dirigió una sonrisa débil que casi le partió el corazón.

—Te estabas quejando.

—Debía de estar soñando.

Levantó la mano y ella se la cogió, llevándosela a los labios para besarla.

—Mis anillos —musitó ella, señalando el anillo de boda de Santana—. ¿Los he perdido?
Ella le acarició los dedos desnudos.

—Te los quitaste hace meses, ¿recuerdas? Se te hinchaban los dedos y tenías miedo de no poder quitártelos más adelante. Te los colgaste de la cadena que te regalé hace un año en el huerto de manzanos.

Ella se llevó la mano al cuello.

—Lo había olvidado. La guardé en el joyero anoche.

—Tuviste una premonición. Rollito de primavera ya casi está aquí.

Britt cerró los ojos.

—Pensaba que no iba a haber nada más sacrificado y absorbente que el programa de estudios de Harvard. Pero me equivocaba.

A Santana se le hizo un nudo en el estómago.

—Dentro de nada podrás volver a la universidad. Rebecca y yo te ayudaremos.

Britt hizo un ruido aprobatorio con la boca cerrada.

—Ya sé que era demasiado pronto para tener un hijo —le susurró ella al oído—. Lo siento por presionarte y hacerte hacer cosas impulsivas.

—Ya lo hemos hablado. A veces las cosas que se hace sin pensar son lo mejor.
—Haré lo que haga falta para compensártelo.

—Tener una hija contigo no es ningún problema. Excepto por el dolor —hizo una mueca.
Santana le pegó los labios a la frente.

—He llamado a mi padre. Le he pedido que avise a tu padre y a Diane. No creo que puedan venir con Tommy, pero Richard se ofrecerá a traerlos.
Ella asintió, pero no abrió los ojos.

—Bien —dijo.

Mientras Britt echaba otro sueñecito, la obstetra trató de tranquilizar a Santana explicándole que era bastante habitual que el bebé se atravesara. A veces se colocaba bien por sus propios medios; otras veces había que ayudarlo. No tenía de qué preocuparse.

Ella agradeció mucho las explicaciones de la doctora, pero siguió intranquilo. Sacó fuerzas pensando en el futuro que la esperaba. Pronto conocería a su hija y podría empezar a ser madre.

Mientras Britt yacía en la cama del hospital, medio dormida y soñando, Santana recorría la habitación de un lado a otro se la veía tan pequeña en la enorme cama de hospital... tan frágil.

Tan joven.

Capítulo 83

— ¿Britt? —Santana le apretaba la mano cada vez que empezaba una contracción, con la vista clavada en el monitor para poder anunciarle cuando ésta comenzaba a disminuir luego le acariciaba los nudillos o la frente.

—Lo estás haciendo muy bien.

Santana no estaba desaliñada y nerviosa y cuando tenía un poco de tiempo para pensar en ello, se sentía extremadamente preocupada.

A pesar de que estaban en un hospital con una excelente reputación en Boston, rodeadas de un excelente personal sanitario, estaba aterrorizada.

Sin embargo, se cuidaba de mantener sus miedos en secreto, rezando en silencio para que Britt y Rollito de primavera estuvieran bien.

Poco antes de las nueve de la noche, Britt empezó a tener fiebre a aquella hora, la doctora Rubio ya estaba al cargo la examinó y ordenó que le suministraran un antibiótico por el gota a gota.

Santana se mordió el labio mientras observaba a la enfermera colgar una nueva bolsa al lado delos demás fluidos que entraban lentamente en el brazo de su esposa.

La doctora Rubio rompió la bolsa del líquido amniótico y animó a Britt a que empezara a empujar. La anestesia epidural le quitaba parte del dolor, pero no del todo, aún tenía sensibilidad en la mitad inferior del cuerpo.

La enfermera Susan le sostenía una de las piernas mientras Santana le aguantaba la otra.
Britt apretaba con todas sus fuerzas y, aunque la doctora Rubio y ella la animaban a seguir, lo cierto era que no pasaba nada finalmente, la obstetra reconoció lo que Santana llevaba rato temiéndose. Rollito de primavera seguía atravesada y estaba situada demasiado arriba como para poder sacarla con fórceps.

Britt gruñó débilmente al oír las noticias, dejándose caer en la cama, exhausta.
— ¿Y eso qué significa? —preguntó Santana.

La doctora Rubio frunció los labios.

—Significa que hemos de hacer una cesárea de urgencia. El ritmo cardíaco del bebé empieza a acelerarse y su esposa tiene fiebre, lo que indica que probablemente haya infección. Voy a avisar al equipo quirúrgico. Hemos de operar cuanto antes.

—Me parece bien. Lo que haga falta —dijo Britt.

Estaba cansada, muy cansada. La idea de acabar el parto, del modo que fuera, le resultaba muy agradable.

— ¿Está segura? —preguntó Santana, apretando la mano de su esposa con fuerza.
—La verdad es que no tenemos más opciones, señora López El bebé no puede nacer en esa postura. —La voz de la doctora Rubio era firme.

—Ya le he dicho que es profesora López —saltó ella, hecho un manojo de nervios.

—Cariño, relájate. Todo va a salir bien. —Britt sonrió débilmente y cerró los ojos, animándose mentalmente para resistir la siguiente oleada de dolor que le recorrería el cuerpo.

Ella le dio un casto beso y le murmuró una disculpa justo antes de que la habitación se convirtiera en un hervidero de actividad el anestesista llegó y le hizo una serie de preguntas. La enfermera le pidió a Santana que la acompañara para ponerse ropa quirúrgica.

Ella no quería separarse de Britt ni un segundo llevaba horas a su lado, dándole a chupar trocitos de hielo y apretándole la mano. Pero si quería entrar con ella en el quirófano, tenía que ponerse ropa estéril.

Antes de que se marchara, Britt alargó la mano hacia ella Santana se la cogió y le besó la palma.

—No me arrepiento —susurró.

Ella se echó un poco hacia atrás para mirarla la medicación parecía estarla afectando.

— ¿De qué no te arrepientes, querida?

—De haberme quedado embarazada cuando todo esto haya acabado, tendremos a nuestra hija seremos una familia para siempre.

Santana le dirigió una sonrisa forzada y la besó en la frente.

—Te veré en seguida, Sé fuerte.

Ella le devolvió la sonrisa antes de volver a cerrar los ojos, respirando hondo para resistir la siguiente contracción.

santana es tan fuerte de caracter " ya le dije que es profesora Lopez" bueno esperemos que todo salga bn, hasta pronto!

holap demonio,...

me gusto la maratón,...
es bueno que el duende siga con su vida,...
se viene la beba!!!!,... a ver como sale todo después de la cesaría???

nos vemos!!!

Ok, estoy re contenta contigo

Mil gracias por los nuevos capítulos ☺️

Nuevos capítulos?

Cuando volveras?? :(

ACTUALIZA PRONTO PORFA.....

micky morales escribió:santana es tan fuerte de caracter " ya le dije que es profesora Lopez" bueno esperemos que todo salga bn, hasta pronto!

Hola Hola!

Jjajajajajaj esa es nuestra san :3 <3

Saludos

3:) escribió:holap demonio,...

me gusto la maratón,...
es bueno que el duende siga con su vida,...
se viene la beba!!!!,... a ver como sale todo después de la cesaría???

nos vemos!!!

Hola Hola!

Me alegro que te gustara y ese duende se lo merecia :)
AHI veremos !

Saludos

PatriciiaSG escribió:Ok, estoy re contenta contigo

Hola Hola!

AHHHHHHHHHHHH me alegro

PatriciiaSG escribió:Mil gracias por los nuevos capítulos

Otra vez holaaa! y me alegro que te gustara

PatriciiaSG escribió:Nuevos capítulos?

AQUI ESTAN !!

Canek escribió:Cuando volveras?? :(

Hola Hola!

AQUI ESTOY!

Saludos

Susy169202 escribió:ACTUALIZA PRONTO PORFA.....

Hola Hola!

EHHHH AQUI ESTOY

Saludos

Capítulo 84

En su ausencia, Britt cerró los ojos y se concentró en respirar hasta que estuvo en el quirófano y la doctora Rubio empezó a tocar el área que habían desinfectado para la incisión.

—Lo he notado —dijo Britt, claramente alarmada.

— ¿Notas una presión?

—No. He notado cómo me pellizcaba la piel.

Santana estaba sentada junto a ella, por encima de la pantalla de tela que le tapaba la visión de la mitad inferior de su cuerpo.

— ¿Te duele?

—No —respondió Britt, asustada—, pero aún siento el dolor. Tengo miedo de notar la incisión.

La doctora Rubio repitió la prueba, pellizcándole la piel varias veces. Ella insistía, cada vez más aterrorizada, en que notaba todos los pellizcos.

—Tenemos que dormirla —anunció el anestesista, moviéndose rápidamente para preparar una anestesia general.

—Es duro para el bebé. Dale otra cosa —protestó la doctora Rubio.

—No puedo darle nada más. Lleva una epidural y un calmante. Voy a dormirla.

Britt levantó la vista hacia los amables ojos del médico anestesista.

—Lo siento —se disculpó.

Él le dio unas palmaditas en el hombro.

—Cariño, no lo hagas. Esto es el pan de cada día. Tú sólo trata de relajarte.

Mientras el equipo se movía rápidamente de un lado a otro preparándolo todo, Santana no paraba de hacer preguntas.

Britt le apretó la mano, como pidiéndole que no perdiera los nervios. Necesitaba que no perdiera el control. Necesitaba que cuidara de ella mientras estuviera anestesiada.
Apenas se daba cuenta de lo que los médicos estaban haciendo, ni de las instrucciones del anestesista.

Lo último que oyó antes de sumirse en la oscuridad fue la voz de Santana asegurándole que estaría a su lado hasta que se despertara.

Capítulo 85

¡Joder! —La doctora Rubio dio una serie de instrucciones que el equipo se apresuró a cumplir.

— ¿Qué pasa? —Santana agarró la mano de Britt con más fuerza.

La mujer la señaló con la cabeza, sin mirarla.

—Sacad a la esposa de aquí.

— ¿Cómo? —Santana se puso de pie de un salto—. ¿Qué está pasando?

—He dicho que la saquéis de aquí —le gritó la doctora Rubio a una de las enfermeras—. Y que baje el cirujano de guardia. Inmediatamente.

Ésta se la llevó hacia la puerta.

— ¿Qué está pasando? ¡Díganme que está pasando! —exclamó con impotencia.
Nadie le respondió.

La enfermera le tiró del brazo.

Santana volvió a mirar a Britt Tenía los ojos cerrados, la cara muy pálida, el cuerpo inmóvil.

Parecía que estuviera muerta.

— ¿Se pondrá bien?

La enfermera la llevó hasta la sala de espera de la zona quirúrgica.

—Alguien saldrá pronto a hablar con usted. —Asintiendo con la cabeza para darle ánimos, volvió al quirófano.

Ella se dejó caer en una silla, con la mente funcionándole a toda velocidad. No encontraba respuestas. Habían estado preparándose para hacer la cesárea cuando de pronto...
Se quitó la mascarilla de la cara.

Sintió que el pánico le recorría las venas. Sólo veía el rostro de Britt y sus brazos extendidos, como si estuviera en una cruz.

Santana soñó que iba caminando por el bosque de detrás de la casa de Selinsgrove había recorrido ese camino mil veces. Podía recorrerlo de noche sin perderse, pero era de día.
Al acercarse al bosque, oyó que una voz lo llamaba. Se volvió y vio a Grace llamándola desde el porche.

—Vuelve.

Ella negó con la cabeza y señaló hacia el huerto de manzanos.

—Tengo que ir a buscarla La he perdido.

—No la has perdido —replicó Grace, con una sonrisa paciente.

—Sí. Se ha ido. —El corazón de Santana se aceleró
—No, no se ha ido. Vuelve a casa.

—Luego volveré, pero tengo que encontrarla. —Santana examinó los árboles antes de entrar en el bosque por si la veía, pero no había ni rastro de ella.

Aceleró el paso hasta echarse a correr. Las ramas se rompían tras arañarle la cara o la ropa.

Al llegar al claro se dejó caer de rodillas y apoyó las manos en el suelo. Examinó el claro rápidamente y soltó un grito angustiada al darse cuenta de que Brittany no estaba allí.

Capítulo 86

—No me puedo creer que la hayamos perdido —dijo una voz.

—Yo tampoco. Dos cesáreas de emergencia a la vez. Al menos sólo hemos perdido a una —suspiró otra voz—. Odio las noches como ésta.

—Yo también. Gracias a Dios que ya se ha acabado la guardia.

Santana tardó unos minutos en abrir los ojos. ¿Lo había soñado?

Se frotó la barbilla. No lo sabía. Estaba con Britt en el huerto y de repente había oído hablar a las enfermeras.

Notó un zumbido en la cabeza al recordar a Britt en la mesa de operaciones, pálida e inmóvil.

Las enfermeras tenían que estar hablando de ella.

«No me puedo creer que la hayamos perdido.»

Luchó por contener un sollozo al oír pasos que se acercaban. Tenía la mirada clavada en el suelo, por lo que lo primero que vio fueron un par de zapatos muy feos. Sabía que era de lo más inadecuado, pero no pudo evitar pensar que eran gruesos y poco favorecedores.
Parecía que estuvieran hechos de madera.

«Qué manera de malgastar unos buenos pies.»

Levantó la cabeza.

La enfermera, a la que no había visto antes, le dirigió una sonrisa tensa.

—Soy Angie, señora López ¿Le gustaría conocer a su hija?

Asintiendo con la cabeza, se levantó con dificultad.

—Siento que haya tenido que estar aquí tanto rato. Alguien debería haber venido a buscarla antes, pero la guardia ha sido muy movida y acabamos de hacer el cambio de turno.

Angie la guió hasta una habitación cercana, donde había una cunita. Otra enfermera estaba escribiendo en un historial médico.

Santana se acercó a la cuna transparente y miró.

Un pequeño fardo blanco yacía inmóvil. Al fijarse, vio una cara rojiza y una mata de pelo negro medio cubierta por un gorrito lila.

—Tiene pelo.

Angie estaba a su lado.

—Sí, mucho pelo. Ha pesado casi cuatro kilos y mide cuarenta y ocho centímetros. Es un bebé muy hermoso.

Angie la cogió en brazos y la acunó.

—Le daremos una pulsera como la que lleva ella para que sepamos que es suya.

La otra enfermera le colocó a Santana una pulsera de plástico blanco en la muñeca.

— ¿Le gustaría sostenerla?

Ella asintió, secándose el sudor frío de las palmas en la ropa verde de quirófano.

Angie le colocó el bebé en los brazos con mucha delicadeza. Inmediatamente, la niña abrió los ojos, que eran grandes y de color azul oscuro, y la miró.

Cuando sus miradas se cruzaron, Santana sintió que el mundo dejaba de girar.

Luego ella bostezó, abriendo mucho su diminuta boca rosada y volvió a cerrar los ojos.

—Es preciosa —susurró.

—Sí, lo es. Y está sana. El parto ha sido complicado, pero está bien. Aunque ahora tenga la cara un poco hinchada, es normal. Se le pasará pronto.

Santana levantó el brazo hasta que tuvo a la niña a escasos centímetros de la cara.

—Hola, Rollito de primavera. Soy tu otra mamá y llevo mucho tiempo deseando conocerte. Te quiero mucho.

La abrazó y escuchó su delicada respiración, notando el latido de su diminuto corazón a través dela ropa que la cubría.

— ¿Y mi esposa? —preguntó Santana con la voz rota, sin molestarse en secarse las lágrimas que le resbalaban por las mejillas.

Las enfermeras se miraron.

— ¿La doctora Rubio aún no ha hablado con usted? —preguntó Angie.

Ella abrazó a su hija con fuerza y negó con la cabeza.

Angie se volvió hacia la otra enfermera, que tenía el cejo fruncido.

—Ya debería haberlo hecho. Lo siento. Todos han estado muy ocupados y acabamos de hacer el cambio de turno, pero igualmente... —Señalando una silla cercana, añadió—: ¿Por qué no se sienta con su hija? Iré a buscar a la doctora.

Santana se sentó con la pequeña pegada al corazón.

Las caras de las enfermeras lo decían todo.

No habría una feliz reunión.

Nunca vería a Brittany sosteniendo a la niña en brazos.

La había perdido Igual que Dante perdió a Beatriz, había perdido a su amada.

—Te he fallado —murmuró.

Abrazando a la niña con más fuerza, Santana lloró.

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Hola Hola!

Perdon por tardar tanto peerroooooooo bueno aqui estoy :) mi internet esta malo pero igual intentare venir mas !

Les queria decir 3 cosas:

!) PROPUESTA BRITTANA <3 AMEN!!

2) Les gustaria que haga una nueva adaptacion o no ?

3) Faltan dos caps y termina la historia como se sienten les a gustado ?

4) SE QUE SOY MALA COMO EL INFIERNO JAJAJAJAJA

Saludos y espero sus comentarios

holap demonio,....

me gusto,...
ya nació la bebe!!!!,...
pobre san esta aterrada,... dios murió britt???

nos vemos!!!

PD; sabes que me gustan tus adaptaciones y si quieres has una,...
neta ya termina,..ya ni me acordaba jajajaja

Dios... me mataste con el ultimo capitulo :(... actualiza pronto porfa

Noooooooo Britt murio???????
Volve ya!!!!!
Saludos

La adaptación que tú quieras esta bien, pero por favor, que esté viva britt

3:) escribió:holap demonio,....

me gusto,...
ya nació la bebe!!!!,...
pobre san esta aterrada,... dios murió britt???

nos vemos!!!

PD; sabes que me gustan tus adaptaciones y si quieres has una,...
neta ya termina,..ya ni me acordaba jajajaja

Hola Hola!

Aqui traigo el final de esta historia muchas gracias por ser una lectora fiel :)

PD: ahi la traere!

Susy169202 escribió:Dios... me mataste con el ultimo capitulo :(... actualiza pronto porfa

Hola Hola!

Aqui traigo el final de la historia :) me alegro que te gustara esta historia !

Saludos

monica.santander escribió:Noooooooo Britt murio???????
Volve ya!!!!!
Saludos

Hola Hola!

Aqui estoy trayendo el final de esta historia gracias por siempre leer :)

Saludos

PatriciiaSG escribió:La adaptación que tú quieras esta bien, pero por favor, que esté viva britt

Hola Hola!

Aqui vengo con el final gracias por leer :)

Saludos

Capítulo 87

Sentada con Rollito de primavera en brazos, Santana perdió la noción del tiempo. Por su mente le pasaban imágenes sueltas. Se vio entrando en casa con la pequeña en brazos.

Dándole el biberón de madrugada. Volviendo por el pasillo hacia el dormitorio de matrimonio.

Sola. Tan sola...

Había amado a una sola mujer en su vida. Al principio, su amor había sido un amor pagano.

La había idolatrado y adorado. Luego había admitido que había cosas más importantes que lo que ella sentía: la felicidad de Brittany, por ejemplo.

Recordó las últimas palabras que le había dicho: «No me arrepiento de haberme quedado embarazada».

Ahora sí se arrepentiría. Eso le había arrebatado la vida.

Los hombros le temblaron por los sollozos.

Su preciosa y dulce Brittany...

Aunque tenía el móvil en el bolsillo, no le apetecía hablar con nadie. Había recibido mensajes de Lucy y Richard diciendo que estaban en camino. Rebecca estaba en casa, preparando las cosas para el bebé y los invitados Kelly le había enviado un mensaje diciéndole que había encargado flores y globos, que iban ya camino del hospital.

No se veía con fuerzas para comunicarles que Britt los había dejado.

Contempló la carita de su hija, preguntándose cómo iba a criarla ella sola había tenido plena confianza en que Brittany sabría lo que había que hacer. Y ahora, por culpa de su egoísmo, su esposa ya no estaba.

Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que alguien entraba en la habitación. Una vez más, sus ojos se encontraron con un par de zapatos muy feos, de aspecto resistente.

—Profesora López.

Al reconocer la voz de la doctora Rubio, alzó la cabeza.

Parecía agotada.

—Siento mucho lo sucedido. Hemos tenido varias emergencias a la vez y no he podido salir hasta ahora. Siento haber tardado...

— ¿Puedo verla? —la interrumpió Santana.

—Por supuesto, pero tengo que explicarle lo sucedido. Su esposa...

Santana no podía soportarlo. El dolor lo atenazaba. Todas las conversaciones que había mantenido con Britt sobre el tema de tener hijos volvían a su mente para martirizarla.

Todo era culpa suya. La había convencido de tener un bebé y la había presionado para que se embarazara cuando ella aún no estaba preparada ella era la única responsable.

Bajó la cabeza, abatida.

—Profesora López.

La doctora Rubio se acercó.

—Profesora López, ¿se encuentra bien? —le preguntó, antes de murmurar unas palabras en español.

— ¿Puedo verla? —repitió Santana.

—Por supuesto. —La doctora señaló hacia la puerta—. Siento que no vinieran a buscarla antes, pero el personal no daba abasto.

Santana se levantó lentamente y se dirigió a la puerta sin soltar a la niña.

La doctora Rubio le pidió que la dejara en la cuna con ruedas y luego la empujó hacia el pasillo.

Mientras las seguía, Santana se sacó del bolsillo el pañuelo con sus iniciales bordadas que le había regalado Britt un día, porque sí. Ella era así, de alma y corazón generosos. Ojalá se hubiera puesto la estrella de David que ella le había regalado por su aniversario. Le habría servido de consuelo.

Atravesó una serie de estancias tras la doctora, hasta que llegaron a una gran sala con varias camas.

—Aquí está.

Santana se detuvo en seco.

Brittany estaba en una de las camas de hospital. Una enfermera se inclinaba sobre ella para ponerle una inyección.

Vio que movía las piernas debajo de la sábana. La oyó quejarse. Parpadeó rápidamente. ¿Sería un espejismo provocado por las lágrimas? Se tambaleó.

— ¿Profesora López? —La doctora Rubio la sujetó por el codo—. ¿Se encuentra bien? —Llamó a la enfermera y le pidió que acercara una silla a la cabecera de la cama de Brittany la ayudaron asentarse y luego dejaron la cunita a su lado.

Alguien le dio un vaso de agua ella se lo quedó mirando como si no supiera qué hacer.

La voz de la doctora Rubio, que hasta ese momento le había llegado muy apagada y confusa, de pronto le sonó clara.

—Como le he dicho, su esposa ha perdido mucha sangre. Hemos tenido que hacerle una transfusión. Al hacerle la incisión para la cesárea, por desgracia me he encontrado con uno de los fibromas y ha sangrado mucho. Tras la cesárea ha habido que hacerle cirugía reparadora. Por eso la intervención se ha alargado tanto.

— ¿Fibroma? —repitió Santana, llevándose una mano a la boca.

—Uno de los fibromas estaba adherido al útero, justo en el lugar donde hemos hecho la incisión hemos detenido la hemorragia y la hemos suturado, pero eso ha hecho que la cesárea fuera más complicada de lo habitual. Por suerte, el doctor Manganiello, el cirujano de guardia, estaba aquí su esposa se pondrá bien —concluyó, apoyándole una mano en el hombro—. No parece que el útero haya quedado dañado.

»Pronto se despertará, pero estará atontada. Le he pautado medicación para controlar el dolor mañana pasaré a visitarla. Felicidades por el nacimiento de su hija. Es una niña preciosa. —Y con una sonrisa de despedida, la mujer se marchó.

Santana miró a Britt y comprobó que le había vuelto el color a las mejillas. Estaba durmiendo.

— ¿Señora López? —le preguntó una enfermera al ver que estaba llorando—¿Puedo traerle algo?

Ella negó con la cabeza, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Pensaba que había muerto.

— ¿Qué? —preguntó ella, bruscamente.

—Nadie me dijo nada. Parecía muerta la última vez que la vi. Pensé...

La enfermera se acercó, mirándola horrorizada.

—Lo siento mucho. Alguien del turno de noche debió salir a explicarle lo que estaba pasando ha habido otra cesárea de emergencia al mismo tiempo que la de su mujer. Han salvado a la paciente, pero no han podido salvar a la niña.

Santana miró a la enfermera.

—Pero eso no es excusa —siguió diciendo ella en voz baja—. Alguien debió salir a decirle que su esposa estaba bien. Llevo trabajando aquí diez años y por suerte hemos perdido a muy pocas madres pero cuando ocurre, se abre una investigación inmediata y todo el mundo queda destrozado.

Santana estaba a punto de preguntarle a qué cantidad se refería al decir «muy pocas» cuando oyó que Britt gruñía. Dejó el vaso de agua y se levantó.

— ¿Brittany?

Ella parpadeó y abrió un poco los ojos. La miró un instante, pero en seguida volvió a cerrarlos.

—Nuestra hija está aquí. Es preciosa.

No se movió, pero unos minutos después volvió a quejarse.

—Me duele —susurró.

—Aguanta. Voy a buscar a alguien. —Santana llamó a una enfermera.

Después de que ésta hubiera ajustado el gota a gota, ella sacó a la niña de la cunita.

—Querida, te presento a tu hija. Es preciosa. Y tiene pelo. —La incorporó un poco para que Brittany pudiera verla.

Ella abrió los ojos, pero su mirada parecía desenfocada. Volvió a cerrarlos en seguida.
Santana apretó al bebé contra su pecho.

—Cariño, ¿me oyes?

—Su esposa tardará un rato en despertarse del todo, no se preocupe. —La voz de la enfermera la sacó de sus pensamientos, lo que fue de agradecer ya que Santana había empezado a preguntarse si a Britt no le había gustado la niña.

Devolvió a la pequeña a la cuna y se sentó con la mirada clavada en su esposa. No pensaba volver a perderla de vista nunca más.

Le llegó el tono de aviso de un par de mensajes de texto que había recibido. Uno era de Richard y Lucy diciéndole que llegarían pronto. Tom y Diane les mandaban felicitaciones y todo su amor.

Y Katherine Picton insistía en su petición de que la hicieran madrina. Le ofreció un valioso ejemplar de La Vita Nuova de Dante como aliciente adicional.

Santana sacó varias fotos de Rollito de primavera con el iPhone y las envió por email a todo el mundo, incluida Kelly. A Katherine le dijo que no necesitaban ningún incentivo.

Estarían encantadas de que fuera la madrina.

— ¿Tiene pelo? —Cuando Britt se despertó finalmente, lo primero en lo que se fijó fue en los mechones oscuros que asomaban bajo el gorrito lila.

—Sí, mucho pelo. Creo que es más oscuro que el mío. —Con una sonrisa, Santana le depositó a la niña sobre el pecho.

Britt desenvolvió al bebé y se abrió el camisón, para quedar piel contra piel con su hija.
Santana nunca había visto una imagen tan increíble.

—Es preciosa —susurró ella.

—Como su madre —apuntó Santana.

Britt le dio suaves besitos en la cabeza.

—No lo creo. Tiene tu cara.

Santana se echó a reír.

—Si tú lo dices... Yo no le encuentro el parecido, aunque parece que tiene los ojos del mismo color que los tuyos Tiene unos ojazos, pero no le gusta mucho abrirlos.

Britt le examinó la carita antes de abrazarla con fuerza.

— ¿Te duele?

Ella hizo una mueca.

—Me siento como si me hubieran partido en dos con una sierra.

—Sí, algo así te hicieron.

Ella la miró curiosa.

—No, querida, no miré. —Santana le besó la cabeza—. Deberíamos decidir qué nombre vamos aponerle. A sus abuelos no les va a hacer gracia que la llamemos Rollito de primavera. Y Katherine me ha escrito diciéndome que deberíamos llamarla como ella.

—Habíamos hablado de Clare o Grace.

Santana se lo planteó.

—Clare me gusta, pero como rezamos ante la tumba de San Francisco para pedirle un hijo, tal vez deberíamos llamarla Frances.

—Santa Clara era amiga de san Francisco, así que Clare le gustará. Grace podría ser su segundo nombre.

—Grace —repitió, emocionada.

— ¿Qué te parece Clare Grace Hope? Es la culminación de tantas esperanzas, de tanta gracia concedida...

—Clare Grace Hope López. Es perfecto. —Britt suspiró y le dio un beso a Clare en su diminuta mejilla.

—Es perfecta. —Santana le dio un beso a cada una y las estrechó entre sus brazos.

—Mis niñas... Mis dulces niñas...

Capítulo 88

Brittany dormía profundamente, respirando hondo y totalmente inmóvil. La enfermera le dijo a Santana que dejara a la niña en la cunita y durmiera un rato, pero ella se negó sostenía a su hija en brazos como si temiera que alguien fuera a arrebatársela.
Los párpados le pesaban, así que se reclinó en la butaca junto a la cama de Britt, con la pequeña sobre el pecho. Ella se acomodó. Parecía satisfecha, con la mejilla pegada a ella y el diminuto culito en pompa.

—Fe, esperanza y caridad —murmuró—, pero la mayor de todas ellas no es la caridad.

— ¿Cómo dices? —Britt se volvió hacia ella.

Santana sonrió.

—No quería despertarte.

Britt trató de mover las piernas, aguantándose la cicatriz del vientre.

—El dolor vuelve a apretar. Me debe de tocar una inyección pronto. —Miró cómo la niña descansaba tan tranquila sobre el pecho de ella.

—Eres una madraza, mami.

—Eso espero. Al menos, me esforzaré para llegar a serlo.

—No lo sabía —susurró Britt, con los ojos completamente inundados de lágrimas.

—No sabías ¿qué?

—No sabía que era posible querer tanto a una persona que no eres tú.

Santana le acarició la cabecita a Clare.

—Yo tampoco lo sabía. —Reconoció, dándole un dulce beso—. Justo estaba discutiendo con san Pablo —añadió luego.

— ¿Ah, sí? ¿Sobre qué? —preguntó ella, sonriendo.

—Le he dicho que la mayor de las virtudes no es la caridad, es la esperanza.

»Descubrí la caridad gracias a Richard y a Grace, pero también gracias a ti. Reconozco que me ayudó a superar días muy duros. Y cuando estuve en Asís, descubrí la fe.

»Pero sin la esperanza hoy no estaría aquí. Me habría quitado la vida. Sin la intervención divina en forma de una adolescente en el huerto de Pensilvania ahora estaría en el infierno, y no sentada a tu lado con nuestra hija en brazos.

—Santana —susurró Britt, que de repente sintió que volvía a tener lágrimas en los ojos.

—La caridad es una gran virtud y la fe también, pero la esperanza es la más importante para mí.

»La esperanza es esto —dijo, señalando a la niñita acurrucada contra su pecho, envuelta en ropas blancas y cubierta con un diminuto gorrito de lana.

Santana elevó una espontánea y sentida oración de gracias. En esa habitación tenía tantas riquezas, que se sentía abrumada. Tenía una esposa bonita e inteligente, con un corazón grande y generoso, y tenía una preciosa hija.

—Ésta es la culminación de todas mis esperanzas, Santana. —Britt alargó el brazo y ella le enlazó el dedo meñique con el suyo—Es mi final feliz.

El futuro de Santana se presentaba lleno de esperanza. Vio ante ella una casa en la que resonaban las risas infantiles y el sonido de piececitos corriendo escaleras arriba y abajo. Vio a Clare con un hermano y una hermana; uno adoptado, el otro no.

Vio bautizos y primeras comuniones, con su familia sentada en el mismo banco de la iglesia, misa tras misa, año tras año. Vio rodillas peladas, primeros días de colegio, fiestas de promoción, fiestas de graduación, corazones rotos y lágrimas de felicidad. Vio la alegría de llevar a sus hijos a Italia, de presentarles a Dante, a Botticelli, a san Francisco.
Se vio llevando a Clare al altar y sosteniendo a sus nietos en brazos.

Se vio envejeciendo junto a su amada Brittany, paseando con ella de la mano por el huerto de manzanos.

—Ahí aparece mi bendición —murmuró, dándole la mano a su esposa y acariciando la espalda de Clare Grace Hope, que dormía plácidamente sobre su pecho.

FIN

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Hola Hola

BUENO estoy muy muy emocional ! llegamos al final de esta hermosa historia <3
Muchas gracias a todas las que leyeron fielmente y las que comentaban espero haber hecho un gran trabajo y que les gustara !


Solo puedo decir Muchas gracias <3

Saludos y besos

holap demonio,...

ame su final feliz,....
me encanta que tuvieron a hope y por el susto que san sufrió que no murió britt!!!
al final san tuvo su final final feliz con britt!!!

nos vemos!!!

HOLAAAA
ME ENCANTO LEER TODO DE VERDAD ADORE EL FINAL FUE MUY BONITO ESPERO QUE SIGAS ESCRIBIENDO TE LO AGRADESCO
MUY BUENOOO

Me encanto!!!!! Genial trabajo el tuyo!!!!1
Ame esta historia aunque me asusto un poco el final!! jajaja
Saludos