[Resuelto]FanFic Brittana: A su Manera (Adaptada) Cap 50 - Final

Capitulo 24

—Eres imposible, ¿lo sabías?

—Sí, me lo han dicho.

—Lo digo en serio—dijo Brittany.

—Yo también.

Brittany miró a Santana y entrecerró los ojos.

—Bueno, si me permites hacer esto, te prometo tomarlo con calma este fin de semana.

Santana se echó a reír.

—¿Si te dejo hacer esto?

—¡Tú eres la mujer más terca que he conocido!

Brittany empujó su silla hacia atrás e irrumpió en el baño de mujeres.

—Te dispararon dos noches atrás, gran problema. Nos vieron como punto de tiro—murmuró para sus adentros—Arrogante... testaruda...

—¿A quién le hablas?

Brittany se dio la vuelta, observando a Santana casualmente apoyándose en la puerta.

Santana cruzo las piernas en los tobillos y empujo las dos manos en sus pantalones.

¿Pantalones?

¿Por qué no se dio cuenta de eso antes?

Santana siempre lleva pantalones vaqueros.

—Te ves bien—dijo Brittany sin pensar.

Se acercó, levantando el suéter de Santana hasta la cintura.

—Tienes el jeans demasiado ajustados sobre la herida.

Santana asintió con la cabeza. Estaba casi sin aliento cuando las manos calientes tocaron su piel.

—Santana, este es el mismo vendaje que te puso el hospital.

—Lo sé.

—Se suponía que lo cambiarias. La sangre se ha filtrado a través—miró a Santana—¿Qué voy a hacer contigo?

Santana levantó una ceja.

—¿Adivino que deseas cambiarlo?

—Quédate aquí. No te muevas, y lo digo en serio.

Brittany salió de la sala de la brigada y hasta el mostrador de Jake.

—Sargento, ¿tenemos un botiquín de primeros auxilios?

—Sí. ¿Por qué?

—Lo necesito.

Se dio la vuelta en su silla hasta los archivadores detrás de su escritorio. Abrió la gaveta del fondo y sacó un viejo kit de primeros auxilios.

—¿Eso es todo? Tiene como cincuenta años—se quejó—No tenemos algo de esta década, por lo menos.

Él la miró.

—Has estado trabajando con López demasiado tiempo. Te estás volviendo sarcástica. No se trata de tener cincuenta años. Es chequeado todos los meses.

—Bien, gracias—le tendió la mano—Entrégamelo.


Encontró a Santana en la misma posición en que la había dejado, inclinada ligeramente contra la pared.

Brittany abrió el viejo botiquín, se sorprendió al encontrarlo repleto de suministros médicos. Sacó una gasa y cinta adhesiva, luego encontró un vendaje estéril.

—¿Quieres venir por aquí o qué?

—¿Es seguro?

—No voy a hacerte daño, te lo prometo.

Santana se acercó más, mirando a los ojos de Brittany en el espejo. Ella sonrió. Brittany también lo hizo.

—Quítatelo.

—Nunca imaginé escucharte decir esas palabras. Por lo menos no aquí, de todos modos—Santana bromeó.

—¿Ah, sí? ¿Y de dónde te imaginas que las diría?

Santana sacó el jersey por su cabeza, haciendo una mueca mientras extendía su costado y a lo largo de las puntadas de su herida.

Brittany no podía dejar de mirarla.

La mujer era….hermosa.

Por fin movió los ojos fuera de los hombros esculpidos, más allá de su sujetador deportivo azul, y su pequeña cintura. Agarró el borde de la cinta y se dispuso a aflojarla poco a poco. Vio como los músculos de Santana se tensaron, escucho su rápida de respiración.

—Lo siento—susurró.

Santana observaba sus movimientos en el espejo. Manos suaves halaban cuidadosamente el vendaje, dejando al descubierto la carne roja, inflamada.

—Todavía te duele o no.

—Un poco.

Brittany cogió la botella de peróxido de hidrógeno y humedeció una bola de algodón, luego limpió la sangre seca alrededor.

—¿Cuánto tiempo van a dejar los puntos de sutura?

—Yo no les pregunté.

—Santana.

—Por lo general los saco yo misma—dijo.

—¿Por lo general? ¿Esto sucede a menudo?

—Basta ya, Britt.

Brittany levantó la vista y miró a los ojos de Santana en el espejo.

—Eres increíble, ya lo sabes.

—¿Increíble?

—No significa necesariamente que sea un cumplido—murmuró.

Santana esperaba pacientemente mientras que Brittany le limpió la herida y puso un vendaje nuevo sobre el mismo. Santana intentó sin éxito hacer caso omiso de los dedos cálidos que rozaban su piel. Finalmente cerró los ojos y se relajó, Brittany continuó sus suaves atenciones.

—Mucho mejor—dijo Brittany mientras se enderezaba.

—Gracias.

—No hay de qué—luego sonrió—Ahora te vistes. Eres peligrosa de esta manera.




—López, ni siquiera deberías estar aquí hoy—dijo Schuester—¿Qué te hace pensar que voy a permitirte una misión de vigilancia?

Santana se quedó mirando fijamente, hasta que miró hacia otro lado.

—Está bien, pero Hudson y Anderson se va con ustedes.

—¡Tienes que estar bromeando! ¿Hudson? ¿En un bar gay?

—Él y Anderson puede ver la calle. Ustedes dos van al interior. Eso es definitivo.

—Teniente...

—Lo tomas o lo dejas, López.

—Vamos a tomarlo, teniente—dijo Brittany, mirando a Santana.

Santana era tan testaruda.

—Bueno. Tengo una cosa más para discutir con ustedes. Se rumorea que han sido víctima de Sánchez Gómez.

—¿El canje de la droga estaba dirigida a él?—Santana preguntó.

—Sí. Mira tú espalda.

—¿Dirigida? ¿Qué están hablando?—preguntó Brittany.

—Un éxito—dijo Santana.

—¿Un golpe? ... Como un éxito ¿Quién es Sánchez Gómez?

—Traficante de drogas—indica Schuester—Él controla la mayor parte de Dallas-Fort Worth. Ellos estaban haciendo una partición la otra noche. Pretendía comprar drogas a un rival. Ellos lo estaban llevando a cabo.

—Genial—murmuró Brittany—Simplemente genial.

—CIU está investigándolo.

—Oh, bueno, eso me hace sentir protegida—dijo Santana.

—Sólo ve tu espalda, López.

—Me hubiera quedado en Asalto—murmuró Brittany mientras salían.

—¿Qué? ¿Y perderte todo esta locura?

—Tienes razón. ¿Qué estoy pensando?

Santana se echó a reír, y luego señaló a Hudson.

—Tienes la oportunidad de decirle. Voy a verte.

—Una vez más, muchas gracias—dijo Brittany, pero ella sonrió y se acercó a Hudson.

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Capitulo 25

—¿Tienes las fotos de nuestras niñas?

—Sí, por tercera vez, López—dijo Hudson.

—¿Anderson?

—Vamos a mantener un ojo, no te preocupes.

—Está bien—Santana se volvió hacia Brittany—¿Estás lista?

—Lista.

Salieron del coche, Hudson se había estacionado a cuatro cuadras de distancia, junto al Explorador de Santana. Estaban en el estacionamiento frente de la entrada de Outlaws.

—Recuerda, esta noche no hay preguntas—dijo Santana—Sólo vamos a ver a nuestras chicas y ver si alguien las está observando.

—¿Por qué estás tan nerviosa?

—¿Yo?

—Sí.

Santana se encogió de hombros.

Tal vez era porque estaban fingiendo ser una pareja. Se preguntó hasta qué punto Brittany sería capaz de tomar su acto.

Ellas tienen que bailar.

Santana puso los ojos.

¿Aún recordaba cómo bailar?

—¿Estás bien? ¿Cómo está tu herida?

—Está bien. El vendaje se encuentra todavía en su lugar.

Cuando llegaron a una cuadra del club, Santana se acercó y tomó la mano de Brittany. Los dedos rubia se unieron con los ella sin dudarlo.

Tal vez estaría bien, Santana pensó.

Brittany trató de relajarse y pensar en esto como simplemente una noche en la ciudad. La música sonaba fuerte y optimista, el club lleno de gente y definitivamente mezclado. Pero fue una multitud alegre, tan diferente de las dos barras que habían visitado antes. Esos bares eran oscuros, deprimentes. Aquí todo el mundo estaba hablando, riendo, bailando. Sólo pasando un buen rato.

Brittany esperó a que Santana pagara sus entradas, dando golpecitos con el pie a la música.

No sería tan malo.

Además, les daría tiempo juntas, el tiempo que Brittany quería desesperadamente.

—Dudo que podamos a tener una mesa—dijo Santana, hablando en voz alta para hacerse oír por encima de la música—Tal vez podamos encontrar un lugar en el bar.

Brittany siguió a Santana haciéndose camino a través de la multitud. Ella la tomó suavemente por detrás de la cintura, murmurando "perdón" cuando se golpeaban.

Encontraron sólo un taburete vacío en la barra. Santana guio a Brittany, luego se inclinó a su lado, de espaldas a la barra. Recorrió con los ojos la multitud, en la primera pasada encontró a dos de sus tres niñas.

Se acercó a la oreja de Brittany.

—Julie está en una mesa, cerca de dos horas. René está en la pista de baile.

Brittany asintió con la cabeza, luego levantó la mirada y le sonrió a la camarera.

—Dos cervezas—dijo en voz alta.

A continuación, giró sobre el taburete, frente a la multitud y el camino que Santana estaba haciendo con su mirada. Ella miró casualmente alrededor de las mesas, la búsqueda de Julie. Todavía no había encontrado René.

—Cinco dólares.

Brittany se volvió cuando su cerveza estuvo a su alcance. Sacó unos billetes de su bolsillo y puso los cinco en la barra, empujando a dos tarros al extremo de esta.

—Gracias.

Brittany asintió con la cabeza a la camarera y le dio un codazo a Santana. Santana llegó detrás de ella sin mirar, agarro una de los tarros. Brittany miró a Santana y sacudió la cabeza.

Siempre de guardia.

Ella deseaba relajarse un poco. Alargó la mano y tiró de Santana cerca.

—Pareces un policía. Relájate, ¿bueno?

Santana sonrió.

—Lo siento. Todavía estaba buscando a Annette.

Brittany asintió con la cabeza.

—¿Has estado aquí antes?

—Quieres decir, ¿en una cita? Te lo dije, yo no tengo citas.

—Sí, me lo dijiste. No sé por qué. Pero la mitad de las mujeres de aquí te están mirando.

Santana se inclinó a su oído.

—Creo que puede ser por la compañía—bromeó—Es mejor tener cuidado.

Brittany se estremeció cuando el aliento de Santana le hizo cosquillas en la oreja.

No, definitivamente Santana era la observada.

Y ella no podía culparlas.

Santana era… magnífica. Llevaba los pantalones y mocasines que el mismo día anterior, pero el suéter había sido reemplazado por una camisa apretada que estaba metida perfectamente en el interior.

Brittany no tenía que mirar dos veces para saber que Santana no llevaba sostén esta noche.

—No has respondido a mi pregunta. ¿Ha estado aquí antes?

Santana negó con la cabeza.

—No.

Brittany vio como una pelirroja linda se acercó. Miró una vez en Santana, luego sonrió a Brittany.

—¿Quieres bailar?—entonces ella tomó un paso atrás cuando Santana frunció el entrecejo—Lo siento. ¿Están juntas?

Brittany casi se rio de la cara que Santana le dio a la mujer. Alargó la mano y tomó el brazo de Santana y la apretó.

—Gracias, pero sí, estamos juntas.

—Está bien. Lo siento.

Ella se alejó y se fundió con la multitud y Brittany finalmente soltó una carcajada.

—Prácticamente asustaste a la pobre chica hasta la muerte—dijo.

—Lo siento.

Maldita sea, López, relájate.

Brittany deslizó sus dedos en el brazo de Santana, deteniéndose cuando las manos se unieron. Miró a los ojos de Santana y sonrió, tirando suavemente sobre sus manos entrelazadas, a Santana en su regazo.

—Obviamente, no nos vemos como si estuviéramos juntas.

Santana se volvió, delante de Brittany, separó las piernas de Brittany, se puso de pie entre ellos. Se agachó, moviendo los labios en la mejilla de Brittany hasta su oído, y le susurró:

—Bueno, no podemos hacer eso, ¿verdad?

Santana sacó a Brittany del taburete, juntando su cuerpo contra el suyo.

—Tal vez deberíamos bailar.

Brittany sólo pudo hacer un movimiento de cabeza.

El corazón le latía con fuerza en los oídos y podía sentir la sangre que se apoderó de su cuerpo. Mirando a los ojos a Santana y notando el brillo burlón que bailaba ahí.

¡Maldita mujer!

Santana sabía exactamente el efecto que estaba teniendo con ella.

El ritmo era muy fuerte, rápido y se fueron entre los otros bailarines. Brittany se puso en marcha, su cuerpo se mueve con la música. Ella se sorprendió de lo rápido que Santana se soltó de sus inhibiciones. Habría esperado que la otra mujer se pusiera rígida o afectada, pero su cuerpo se movía con gracia, casi flotando al lado de Brittany. Sus manos se acercaron y estrechó las caderas de Brittany, tirando de ella hacia su cuerpo. Brittany sonrió, acompañado el ritmo de Santana, dejando que la música la alcanzara. La música palpitaba a su alrededor y Brittany se soltó, cerrando los ojos como el cuerpo de Santana chocó contra el suyo.

Se sentía libre.

Abrió los ojos, y se encontró con los de Santana. Bailaron juntas, con los ojos todavía cerrados y Brittany trató de imaginar lo que sería estar con Santana.

¿Cómo sería si estuvieran realmente en una cita?

Brittany movió las manos sobre las caderas de Santana, sosteniéndolas ahí, movió su cuerpo contra el de Santana. Sensaciones completamente extrañas se arrastró sobre ella, despertando sentimientos que nunca pensó que podría tener. La sangre golpeó ferozmente a través de ella y se sintió mareada, drogada.

Luego cambió la música y las luces se apagaron y sintió a Santana acercarse.

Sus manos se deslizaban alrededor de los hombros de Santana sin dudarlo.

Ella casi cubrió su rostro en el cuello de Santana. La música era más lenta, sensual, su cuerpo se mueve con Santana, como si fuera la cosa más natural del mundo. No lo sintió en lo absoluto extraño, la forma en que su cuerpo encaja con el de Santana, la forma en que sus movimientos se reflejan uno al otro.

Ahogó un gemido cuando los senos de Santana rozaron los suyos.

Tomó toda su fuerza de voluntad para no presionar las caderas íntimamente en contra de Santana, y maldijo a la dirección que sus pensamientos estaban tomando. Sus ojos se cerraron de golpe, como los brazos de Santana la apretaron y por un breve instante, ella quería olvidar por qué estaban ahí y simplemente se fundirse con Santana.

Entonces la boca de Santana estaba en su oído, su aliento hizo eco en su interior.

—Hay un chico mirando Julie—dijo en voz baja—No puede apartar los ojos de ella, de hecho. Te voy a dar la vuelta. Está en el tercer taburete. De pelo oscuro, camisa azul.

Brittany asintió con la cabeza, preguntándose cómo podría Santana concentrarse en el trabajo después estar bailando. Pero Santana le dio vuelta lentamente y ella abrió los ojos, mirando por encima del hombro de Santana.

Encontró al sujeto.

Pequeño y delgado.

De aspecto extraño. Él estaba observando fijamente a Julie.

—Lo veo.

—Mmm.

—¿Mmm?

Santana se rió entre dientes.

—Nada—apretó su agarre sobre Brittany.

La canción terminó, y Santana aflojó su apretón. Brittany dejó sus brazos caer de los hombros de Santana y tímidamente levantó la vista, mirándola a los ojos. A continuación, Santana se cercó de su oído.

—Eres una bailarina fabulosa.

—Creo que fue mi pareja.

Santana sonrió y le tomó la mano, tirando de espaldas a la barra. Esta vez, Santana se sentó y coloco a Brittany entre sus piernas abiertas.

Se inclinó junto a ella, mirando a la multitud y Santana se permitió fantasear al rodear la cintura de Brittany con sus brazos. Ella cerró los ojos por un segundo, pensando que sería tan fácil pretender que esto era una cita de verdad. Hacer de cuenta que Brittany quería estar aquí con ella, quería su tacto. Luego suspiró, cuando las manos de Brittany se movieron sobre la de ella, ligeramente apoyándose en su contra.

Santana abrió los ojos, mirando la parte posterior del cuello de Brittany. Sería tan fácil a inclinarse hacia adelante y poner sus labios hay. Su piel era suave y cálida. Entonces Brittany cambió de peso entre las piernas, y Santana tuvo que ahogar un gemido.

Santana respiró hondo, tratando de concentrarse en su tarea. Dejó su fantasía escapar una y otra vez escaneando a la multitud. Finalmente encontró a Annette.

Ella estaba hablando con una mujer mayor, diciéndole algo que hizo reír a otra mujer. Annette sólo tenía dieciocho años. Se preguntó si esta era la mujer mayor que Belle dijo que estaba viendo.

Brittany se volvió rápidamente, con el rostro a pocos centímetros de Santana.

Sus ojos se encontraron.

Brittany se estremeció cuando los ojos de Santana se dirigieron a sus labios, vio cómo se mueven tratando de formar palabras.

—Annette... allá—murmuró Brittany.

Oh, Dios mío.

Alzó los ojos de nuevo a Santana. Eran negro humo. Ella se estremeció. Entonces sintió las manos apretar su cintura. Por un segundo, quería cerrar la brecha entre ellas. Quería sentir los labios de Santana, el sabor de su boca.

Entonces volvió en sí antes de hacerlo.

Apartó la mirada de esos ojos oscuros tentadores, volviendo a la pista de baile y de nuevo se colocó entre las piernas de Santana.

Santana se inclinó hacia delante, poniendo su boca en el oído de Brittany.

—Yo la veo. Esa debe ser su cita.

Sintió la inclinación de la cabeza de Brittany.

—Julie está ahí en el bar. Así que ese es nuestro hombre.

Brittany volvió la cabeza lentamente, en búsqueda de Julie, tratando de ignorar la boca, que todavía estaba tan cerca de ella. Asintió de nuevo, incapaz de hablar.

Tenía problemas para concentrarse.

Ni siquiera podía recordar por qué estaban ahí. Todo lo que podía pensar era en esta mujer y la forma en que su cuerpo estaba reaccionando a la cercanía de Santana. Finalmente cerró los ojos y respiró hondo, obligando a su mente regresar de nuevo al caso.

El hombre estaba de pie a tres taburetes de distancia de Julie. Era incluso más pequeño de lo que le había parecido a primera vista. Apenas 1,60 metros, sospecho Brittany.

—Bien, bien. ¿Qué tenemos aquí?

Brittany volvió la cabeza hacia la voz.

Era Charlotte Grayson.

Se puso rígida, pero las manos de Santana se mantuvieron dónde estaban, entre sus piernas.

—Hola, Consejera—arrastrando las palabras Santana—¿Qué te trae por los barrios bajos?

—Yo iba a preguntar lo mismo. Cuando dijiste que eran compañeras, yo no creí que realmente hubieras querido decir pareja—dijo—¿Acaso el Departamento no se queja en estas cosas?

—Estamos trabajando—dijo Santana.

—Qué conveniente.

Santana sólo se encogió de hombros, mirando a otro lado, desestimando a la otra mujer.

—¿De verdad me llamaras en algún momento, Santana? Tal vez podamos programar algo...

Santana sentía rígida a Brittany, vio el resplandor que le dio a Charlotte Grayson, y sonrió.

—Yo no lo creo, Charlotte. He madurado un poco desde la última vez. Ya no soy tan fácil.

La otra mujer tuvo la decencia de ruborizarse.

—Es una pena. Tú pierdes.

Ambas la vieron alejarse, tenía un aspecto muy ejecutivo en su traje de negocios. Se unió a otras tres mujeres en una mesa, todas vestidas de manera similar.

—No me gusta—susurró Brittany—Ni un poco.

Santana se rió entre dientes, pero estuvo de acuerdo. Charlotte Grayson era una depredadora.

—No te preocupes por ella.

Miró hacia la barra. Julie se había ido, pero el hombre todavía estaba ahí.

—Mira a nuestro hombre. ¿A quién está viendo ahora?

Brittany miró casualmente hacia la barra, y luego siguió la mirada del hombre, derecho a Charlotte Grayson. Ella apartó la vista cuando sintió que los ojos del hombre deslizarse hacia ella. Se acercó a Santana.

—Ahora él está mirándonos—susurró.

Santana la atrajo hacia sus brazos.

—¿Por qué crees que estaba viendo Charlotte?

Brittany deslizó sus brazos alrededor de Santana, con la boca todavía cerca de la oreja de Santana. Obligó a su mente a concentrarse en algo distinto de la mujer en sus brazos.

—Parecía que la reconoció. ¿Tal vez él estuvo en la corte?

—Mmm, tal vez.

Entonces el sujeto puso su copa en el bar y salió rápidamente del club. Miró hacia atrás una vez, hacia Charlotte, y luego desapareció en el exterior.

Brittany de mala gana soltó sus brazos de los hombros de Santana.

—Vamos.

Brittany la siguió de cerca Santana. Cuando llegaron a la puerta, Santana sacó su teléfono celular.

—¿Hudson? Sigue a ese hombre.

—¿Qué hombre?

—El hombre de corta estatura. De pelo oscuro y camisa azul. Está caminando hacia el sur.

—Lo veo.

—Síguelo. Nos vamos a quedar aquí con las niñas. Llámame de regreso.

—¿Y ahora qué?—preguntó Brittany—Quiero decir, él estaba un poco raro, pero ¿qué tanto?

—Sí, lo sé. Pero... algo en él, el aspecto que tenía hacia Julie, la forma en que casi se asustó cuando vio a Charlotte.

—Vamos a preguntarle. Tal vez ella lo reconoció—sugirió Brittany.

—¿Realmente quieres volver y preguntar?

—No, pero sería lo más sensato de hacer.

—Tienes razón. Vamos.

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Capitulo 26

Brittany ahogó un bostezo, mientras esperaba a Quinn.

Ella estaba ya en su segunda taza de café. Mirando por la ventana, casualmente miraba a los transeúntes mientras mentalmente fue sobre su caso.

Charlotte Grayson no tenía ni idea que había sido observada, y Brittany deseaba haber regresado para preguntarle. No le gustaba la mujer y admitió que se sentía un poco amenazada por ella.

Hudson y Anderson habían seguido al hombre luego se había dirigido a una barra de hombres y se quedó ahí hasta que cerró a las dos de la mañana. El chico salió con alguien, pero no los siguieron.

Ella y Santana se habían quedado en la barra hasta que Annette y su cita partieron. Las vieron entrar en un auto juntas, Santana regreso a la estación para sacar el automóvil de Brittany.

Suspiró.

Brittany había aprendido definitivamente algunas cosas sobre ella misma la noche anterior.

Y acerca de Santana.

Cerró los ojos, recordando los bailes que habían compartido, los toques de inocentes que, por el final de la noche estaban en aumento, instintivo, demasiado natural. Brittany encontró a sus manos buscando a Santana, sin pensamiento consciente.

No quería que la noche acabara.

Admitió que había estado. . . despierta.

En más de una ocasión, deseo que Santana le diera un beso de una vez. Dios, lo que había estado dentro de sí misma. Se preguntó si se había imaginado la mirada de Santana, la mirada oscura, llena de humo que dejó entrever el deseo.

Brittany no quería analizar sus sentimientos.

Tenía miedo de la conclusión a la que llegaría.

Pero Santana la excitaba.

Brittany no podía negarlo.

Era la verdad.

Brittany disfrutaba mirándola, le gustaba tocarla. Se preguntó qué pensaba Santana de ella.

¿Asumió que todo había sido un acto?

¿Sólo parte del trabajo?

Dios, no era tan buena actriz.

—Hola, buenos días.

Brittany empujó sus pensamientos lejos y sonrió a Quinn.

—Llegas tarde.

—Sólo a duras penas. Tuvimos una noche larga—explicó en torno a un bostezo, mientras sacaba una silla.

—Nosotras estuvimos fuera hasta que después de tres de la mañana.

—¿Tres? ¿Has visto a Sam?

Brittany sacudió la cabeza.

—Estaba trabajando.

—Apuesto que te fue bien. ¿Es el segundo viernes en fila?

—Sam y yo tuvimos una conversación—admitió Brittany—Y... más o menos termine las cosas con él.

—¿En serio? Pensé que ibas a darle un poco de tiempo.

Quinn levantó la vista cuando la camarera se acercó.

—Café, por favor.

—Yo quería, pero estaba en mi departamento el jueves, cuando llegué ahí. Él estaba todo histérico por el tiroteo.

Los ojos de Quinn se abrieron.

—¿Qué tiroteo?

—¿No te dije? Santana y yo estábamos vigilando un club nocturno el miércoles, cuando ella vio a un negocio de drogas. Nosotras...hicimos que se rompiera. Bueno, ella lo hizo, en su mayoría. Uno de ellos disparo hacia nosotras y Santana fue herida—Brittany levantó la mirada con timidez—El disparo era para mí.

—¡Oh, Dios mío! ¿Está bien? No he oído nada al respecto.

—Ella está bien. Ni siquiera quiso permanecer en el hospital durante la noche. Fue en su costado—dijo Brittany, señalando su cintura—Sólo una herida superficial, en realidad, pero un susto para mí.

—¿Así que Sam se enteró y se volvió loco?—Quinn adivinado.

—Sí. Al parecer, si vivimos juntos, todo sería mejor—dijo Brittany—Tuve que decirle, Quinn. Le dije que no pensaba que queríamos las mismas cosas de la vida. También le dije que no iba a casarse con él. Nunca.

—Brittany, ¿qué te pasa? ¿Cómo que nunca? ¿Ver cómo funciona? ¿Ni siquiera algunas las cosas? ¿Estás segura que es lo que quieres?

—Quinn, no se trata sólo de eso. Te lo dije, me he sentido así durante meses.

—Apuesto a que lo tomó muy mal. Los hombres siempre lo hacen.

—Sí. Además está convencido de que llegare a mis sentidos, él dice que no se dará por vencido.

—No te va a gustar, se convertirá en un acosador o algo así, ¿verdad?

—No, Sam no es así. No quería hacerle daño. Me gustaría aceptarlo y seguir adelante.

—Por lo tanto, ¿estás segura de que esto es lo que quieres?

Brittany asintió con la cabeza.

—Parece un poco pronto, Brittany—Quinn la miró por un segundo—Me puedes decir que no es de mi incumbencia, pero ¿estás viendo a alguien más?

Los ojos de Brittany se abrieron como platos.

—No, por supuesto que no. ¿Por qué piensas eso?

—No lo sé. Estás inquieta.

—No estoy inquieta. Sólo tengo un montón de cosas en mi mente—dijo Brittany.

—Está bien. Por lo tanto, no vas a salir con Sam este fin de semana. ¿Quieres hacer algo? Una película, pero sé que no te gusta estar dentro cuando esta tan bonito afuera.

—En realidad, voy a la embarcación de Santana más tarde.

—Una vez más ¿Por qué?

—Hoy es su cumpleaños.

—¿Está teniendo una fiesta?

—No, realmente no...

Tiene amigos, iba a decir.

—Ella no celebra sus cumpleaños. Ni siquiera puede recordar cuándo es—Brittany se encogió de hombros—Pero yo voy a llevarle un pastel.

Quinn asintió con la cabeza.

—Te has encariñado mucho con ella, ¿no?

—Sí, lo he hecho. Mucho.

Brittany cerró los ojos por un segundo, preguntándose cuánto confiar en Quinn.

—Quinn, eres mi mejor amiga y me has conocido por años. ¿Puedo preguntarte algo?—dijo en voz baja.

—Por supuesto—Quinn se inclinó hacia delante—¿Qué es?

—En todos estos años, ¿alguna vez una vez pensaste que podría ser... gay?

—¿Qué? ¿De dónde viene eso?—Quinn negó con la cabeza—No, por supuesto que no. ¿Por qué? ¿Es este caso? Has estado yendo a bares de lesbianas. ¿Alguien trato de seducirte o algo así?

—No, no es eso.

Mierda, debería haber guardado silencio.

—¿Tu compañera? ¿Ha intentado algo contigo?

—No, Quinn, ella no lo ha hecho. Pero... estoy pensando que no me importaría si lo hiciera.

—¿Qué?

Quinn se quedó boquiabierta. Se inclinó hacia delante de nuevo.

—¿Qué está pasando contigo?

Brittany se encogió de hombros y miró a su café.

¿Sí, que está pasando conmigo?

—¿Es por eso que terminaste las cosas con Sam. Porque...

—No, Quinn—por fin levantó los ojos a los de su amiga—Sam no... me atrae—dijo.

—¿Y esta mujer lo hace?—Quinn susurró.

—Creo que puede—admitió Brittany—Quinn, sabes tan bien como yo que antes de Sam, en realidad no había nadie. Salí, pero nunca nada serio. Ninguno de ellos encendió la pasión en mí. Yo había empezado a pensar que simplemente no existía. Y Sam era guapo y agradable y nos llevábamos bien y pensé que era suficiente. Pero no lo es. No puedo vivir el resto de mi vida con un hombre...que no me excita.

—Entonces, ¿quién te excita? ¿Qué te emociona?—Quinn le preguntó vacilante.

Brittany cerró los ojos, pensando que había dicho demasiado. Pero necesitaba hablar de ello, para expresar sus pensamientos a otra persona.

—La otra noche, cuando estábamos fuera, era la primera vez que había estado en un bar gay. Yo estaba viendo a dos mujeres juntas, besándose y tocándose... y algo me pasó—susurró Brittany—Sentí una conexión con lo que estaban haciendo. Parecía... parecía tan natural.

Quinn miró.

—No sé qué decirte. ¿Realmente piensas que podrías ser gay? Tienes veinte y cuatro. ¿No crees que te habrías dado cuenta antes? No sé, cuando yo te conté que era bisexual, no pensaste que tu igual o algo.

—No, nunca se me ocurrió. Me criaron para buscar a un hombre para casarse. Nunca he considerado que debería estar buscando a una mujer.

—Brittany, que está ocurriendo. Has visto a alguien, hiciste una conexión antes de esto... algo. Sólo porque no has conocido a un hombre que te excite, no significa que eres gay, ¡por Dios!

—Ayer por la noche, Santana y yo estábamos fingiendo ser una pareja, para poder infiltrarnos en el bar. Nos tomamos de las manos, nos pusimos a bailar... nos tocamos.

Cuando Quinn grito, Brittany sonrió.

—Así no, Quinn. Pero era tan natural para mí, ¿sabes? Debe haberse sentido extraño, algo así. Pero no fue así. Podía fácilmente haber olvidado que estaban trabajando y sólo pretende ser su cita. Podría haber sido tan real.

—¿Qué dice ella de esto?

—¿Santana? Oh, no, yo no le he dicho ni una palabra a ella. No, Santana nunca ha dicho ni hecho nada que me haga pensar... bueno, aparte de unos pocos comentarios burlones, pero en realidad, ella no ha hecho nada que se considera inadecuado.

Quinn negó con la cabeza.

—No sé qué decir—Quinn la miró—Así que tú eres... ¿te sientes atraída por ella... Sexualmente?

—Sí...sexualmente.

—¿Y puedes verte a ti misma tocándola, o ella tocarte?

—Yo sé que tu entiendes esto mejor que yo,... pero si Dios..., sí.

—Bueno, tienes razón. Yo entiendo más.

—Lo sé. Lo siento por decirte todo esto. Y probablemente nunca sucederá nada con ella. Quiero decir, por un lado, trabajamos juntas. Y luego, ya sabes, ella piensa que soy heterosexual.

—Brittany, tal vez es sólo porque has estado saliendo con ella, trabajando en este caso. Estás mucho a su alrededor. Tal vez eso es todo lo que es.

—Eso es lo que queremos que sea, ¿no es cierto?

—Sí.

—¿Sí?

—Lo siento. Sabes lo que quiero decir. Te he conocido por diez años. No puedo, de repente, pensar en ti como... gay, es decir, cuando te conté lo mío no el diste mayor importancia. ¿Cómo es que ahora piensas que lo eres?— terminó en un susurro—No creo que deberías verla este fin de semana—dijo Quinn con firmeza—No estás en el estado de ánimo adecuado. Cualquier cosa puede pasar. Y alguna puede salir dañada, Brittany.

—Quinn, es su cumpleaños. No va a atacarme en su barco—dijo Brittany con una sonrisa.

—Pero lo haría.

—No, ella no. De eso se trata. No importa lo que pase, ella nunca va a iniciar nada. Lo sé.

—No puedes saber eso. Sólo la has conocido dos meses. Ella podría llegar en el barco y Dios sabe qué puede pasar.

—Yo la conozco.

Y por mucho que Brittany pudiera desear que Santana haga algo, sabía que nunca lo haría.

—Si hay algo y pasa algo, será cosa mía, no de ella. Tal vez eso es lo que me asusta.

—Jesús.

Entonces Quinn se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa.

—¿Cómo es ella? Nunca la he conocido, pero he oído que es atractiva.

Brittany se echó a reír.

—Atractiva, ¿eh?

—¿Sabes lo que quiero decir.

—Ella es muy atractiva. Ella es un poco más baja que yo, cabello negro, delgada, en forma. Tiene pestañas que matarían—dijo Brittany—La mayoría de las personas se sienten intimidados por ella. Dios sabe que eso me pasó a mí en la primera semana. Pero después de ese día en el túnel, ha estado más abierta a mí, dejándome llegar a conocerla, y ella es tan diferente de lo que representa. Y me siento… atraída por ella—Brittany se inclinó hacia delante—Quinn, anoche, tuve que hacer de todo para no darle un beso. Dios, yo quería. Quería saber cómo sería.

—Tal vez simplemente es por curiosidad. Dicen que una gran cantidad de mujeres heterosexuales pasar por esto.

—Dicen eso, ¿eh? Bueno, yo ciertamente no quiero dormir con otra mujer sólo porque soy curiosa.

—Oh, Dios mío. No puedo creer que estamos aquí sentadas hablando de tener relaciones sexuales con otra mujer, Rachel me mata.

Brittany se inclinó sobre la mesa y tomó la mano de Quinn.

—Gracias por no volverte loca con esto—dijo.

—Se por lo que estás pasando. Además, tú eres mi mejor amiga. No voy a enloquecer. Ahora, Sam, eso es otra historia. Él se va a asustar.

—¿Qué te hace pensar que voy a decirle?






Brittany equilibro su mochila en una mano y en la torta la otra. Pensó que podría ser un poco presuntuoso, pero se había embalado ropa extra en caso pasar la noche. No tenía absolutamente ninguna ilusión en cuanto a lo que podría suceder, pero ella no quería cortar el viaje en barco sólo porque Santana creía que tenía que traerla de vuelta.

Pero estaba nerviosa.

Sus pasos resonaban en el muelle y se detuvo, dejando que un hombre mayor con tres cañas de pescar pasara junto a ella.

Era un día hermoso y el puerto deportivo se mostró más activo que la última vez que había estado aquí. En el agua, los barcos ya estaban navegando pasado y al igual que ella oyó el rugido de una moto de agua, que estaba salpicándola con agua, ya que se puso un muy cerca del muelle. Se rió cuando se detuvieron a pedirle disculpas.

Brittany encontró Santana sentada en una silla de jardín en el extremo del muelle, capturando los cálidos rayos del sol.

Se quedó sin aliento.

Santana estaba en sujetador deportivo y pantalones cortos. Se detuvo, observándola. Santana tenía la cabeza inclinada hacia atrás, con los ojos cerrados, las manos cruzadas en su estómago.

Estaba durmiendo.

Se veía adorable.

Brittany estaba quieta, ya que permitió sus ojos viajar sobre el torso desnudo.
Caminando cerca, y tocó ligeramente en el hombro de Santana. La otra mujer casi saltó de su silla.

—¡Jesucristo!

Brittany se echó a reír.

—Lo siento. Yo no quería asustarte.

Santana rápidamente agarró la camiseta y la deslizó sobre su cuerpo en un solo movimiento. Luego se tocó el corazón y sonrió.

—Casi tuve un ataque al corazón.

—Lo siento—dijo Brittany.

Se divirtió de lo rápido que Santana se cubrió. Había estado disfrutando de la vista.

—Sólo capturaba una siesta—a continuación, Santana se fijó en la bolsa que Brittany traía—¿Qué tienes ahí?

—Una Torta de Cumpleaños—dijo.

La sonrisa de Santana vaciló, luego levantó los ojos de Brittany.

—¿Para mí?—preguntó ella en voz baja.

—Por supuesto. Es tu cumpleaños, ¿no?

Santana apretó la mandíbula.

No había tenido un pastel de cumpleaños desde que tenía doce años. Le había prohibido la tía Carol cocer al horno cualquier cosa. Eso era lo que había hecho su mamá.

Y su mamá se había ido.

Así eran sus cumpleaños.

Pero de alguna manera, este gesto de Brittany enterneció su corazón más de lo que podría haber imaginado.

Más de lo que podía expresar.

—Gracias—susurró.

—Por nada—dijo Brittany en voz baja.

Luego le entregó la bolsa a Santana.

—He traído un poco de vino, también. Y un par de bocadillos. No quería venir con las manos vacías.

Santana seguía mirando.

—No sabes lo que esto significa para mí. Nadie había hecho esto por mí.

—Bueno, es tu cumpleaños. Vamos a celebrar.

—En ese caso, sube a bordo—Santana ofrecido.

Salieron del puerto deportivo, tan pronto como habían acomodado las cosas de Brittany dentro de la cabina. Ella se sentó de nuevo encima de la tapa con Santana, ya que cruzó lentamente alrededor del lago. Era un día caluroso, haciendo alusión al calor que establecerá dentro de unos meses, pero Brittany dudó poder asfixiarse aquí, en el agua.

Se echó hacia atrás y observó su entorno. Los árboles, las hojas saliendo nuevamente y el paisaje gris, marrón de invierno dio paso a los colores brillantes verdes de la primavera.

Se rejuvenece, estando fuera.

Cuando creció en Denver, había disfrutado del aire libre, incluso en invierno. No fue ajeno a las pistas de esquí y siempre pensó que si sus padres se lo habría permitido, se podría haber poder entrado a competir. Pero su mamá insistió en que no era el deporte para una dama, sobre todo una destinado a casarse con el hijo del alcalde.

Se preguntó por qué había olvidado las actividades al aire libre.

¿La universidad?

Se supone que es cuando empezó, pero una vez que estaba trabajando, estaba a menudo demasiado cansado.

Entonces llego Sam.

Él era el chico típico de la ciudad. Los fines de semana por lo general estaban viendo una película o un viaje al centro comercial. Cena en la que se cocinan ellos mismos, o con un pequeño grupo de amigos. Sus amigos, en su mayoría.

No era que ella no le gustaba.

De hecho, se había llevado bien con la mayoría de ellos. Pero, aun así, eran colegas de Sam. Y la verdad, la mayoría de los hombres con los que trabajó y las pocas mujeres nunca podrían encajar con los amigos de Sam.

Miró a su alrededor una vez más, estableciéndose finalmente en Santana, que parecía tan bronceada y en forma y relajada sentada aquí en su barco.

—Estás muy tranquila—dijo finalmente Santana.

Brittany agitó la mano, descartando su comentario.

—Mil cosas se ejecutan a través de mi mente—dijo—¿A qué hora llegaste aquí?

—Alrededor de las cuatro.

—¿No dormiste anoche? Te ves agotada, Santana.

—Sí. Pero prefiero estar agotada y despertar aquí que en mi pequeño departamento oscuro—dijo.

Brittany trató de imaginar cómo sería su departamento. Ella pensó en un edificio estrecho, con habitaciones muy pequeñas y oscuras. Habría pocos muebles y las cortinas siempre cerradas.

Era un pensamiento triste.

Pero dudaba que estuviera muy lejos de la verdad.

Santana tira en una de las numerosas calas pequeñas en el lago. Echó el ancla y se fueron abajo, sacando las sillas en el sol.

Brittany tomó la cerveza que Santana le ofreció y ella se recostó, dejando que sus ojos se cerraran. El balanceo del barco la adormecido y sintió el sueño tirando de ella.

Trató de combatirlo.

Puso su cabeza hacia un lado, viendo a Santana. Ella estaba clasificando señuelos para la pesca. Brittany se preguntó si esa era la pasión de Santana, o si era sólo un medio para pasar el tiempo cuando estaba sola. Lo cuál era a menudo, Brittany recordó a sí misma.

—¿Siempre te ha gustado pescar?—preguntó Brittany.

Santana asintió con la cabeza.

—Solíamos ir a acampar todo el tiempo. Por lo general, en un lago. De hecho, habíamos venido aquí muy a menudo. Mi papá le encantaba pescar. Creo que fue una terapia, ¿sabes? Uno acaba de lanzar la línea y el carrete de nuevo, y otra vez. Es fácil olvidarse de las cosas...

Santana se puso de pie y lanzo la línea por el costado, dejando que se hunda, y luego empezó a tirar de nuevo lentamente.

—También fuimos a varias veces a Colorado. Mi papá compró una vieja camioneta—dijo—Estábamos apretados como el infierno, pero era muy divertido. Las montañas son hermosas. Tú debes disfrutar de eso—dijo.

—Sí, a veces lo hago. Yo siempre digo que voy a volver en algún verano y hacer un camping y senderismo. Pero entonces, si lo hago, me siento obligada a ver a la gente. Y eso me deprime—admitió—Por lo tanto, no he ido ahí.

—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a verlos?

Brittany hizo una mueca. Ella siempre odió a esta parte.

—Vas a pensar que soy un culo—dijo.

—No, no lo haré.

—En el funeral, hace seis años.

Santana se limitó a asentir. No era una persona de juzgar. El hecho de que ella había crecido en una familia ideal, no significa que todos hayan tenido una. Vio todo el tiempo, a niños corriendo, padres renegar de sus propios hijos por cualquier razón.

Las expectativas eran altas, lo sabía.

Y así, muchos padres querían volver a vivir su propia vida a través de sus hijos. Para tratar de deshacer los errores del pasado.

Rara vez funcionaba.

—¿No tienes abuelos, Santana?

—La familia de mi mamá era de Michigan. La verdad es que no los veo mucho. Mi abuela, por parte de papá está viva, pero no en buen estado de salud. El hermano de mi papá vivía aquí y él era un policía, también. Pero en realidad nunca se llevaron bien, por lo que no sabía exactamente darme la bienvenida con los brazos abiertos. Me quede con ellos por un tiempo, pero no podía tratar con él. No se había podido hacer cargo de mí.

—¿Tu tío sigue vivo?

—Sí. Él se retiró como capitán hace unos seis años.

—¿Pero todavía no están cerca?

Santana se encogió de hombros.

—Él nunca hizo un secreto el hecho de que no le gustaba. Nunca supe si lo hacía porque era hija de mi papá, o era el hecho de que la tía Carol y Luisa me criaron. Teníamos un montón de roces, aunque. Él ya estaba en CIU cuando entre a Homicidios.

—¿Tenias una gran cantidad de roces? ¿O significa eso que tenías solo un poco?

Santana se echó a reír.

—Hubo una ocasión cuando él me dijo que yo era inmanejable y fuera de control, y que tendría suerte si llegaba a los treinta años.

Brittany negó con la cabeza, tratando de imaginar a Santana de doce años y luego otra vez como una mujer joven. Brittany sospecho que ella habría sido difícil de tratar.

Luego sonrió.

La mayoría pensaba que era aún difícil de tratar.

Se sentaron en silencio mientras Santana siguió arrojando su línea, sólo para lanzarlo de nuevo. La conversación fue escasa, pero no era un silencio incómodo.

Era sociable, descansar.

Ambas se turnaron para tomar cerveza y en el momento en que el sol se estaba hundiendo, Brittany sentía un zumbido. Un zumbido agradable. Pero ella se moría de hambre. Entró en la casa y cortó los tres quesos que había traído y los apilo en un plato con las galletas.

—Mmm—murmuró Santana con la boca llena—Supongo que es momento de cocinar. Tengo un par de filetes. ¿Está bien?

—Eso sería fabuloso—acordó Brittany.

—No es necesario volver, ¿verdad?

—No. Es decir, si no te importa la compañía otra vez.

—No me importa la tuya.

Brittany vio a levantarse e ir hacia el interior. Se sentó, sosteniendo el plato de queso y miró por encima del agua que brillaba con un color de rosa. El sol estaba casi desaparecido y el lago inmóvil, convirtiéndose como en vidrio en la tarde. Pronto, los sonidos de las ranas y respuesta a la llamada de las cigarras y los grillos atravesó la quietud.

Era una tarde de primavera.

Brittany no podía pensar en un mejor lugar para estar en ese momento.

Santana volvió con la bolsa de carbón y dos copas de vino. La entrego el vino a Brittany, vertió el carbón en la parrilla. Se sentaron en silencio mientras el carbón se quemaba.

—¿Estás bien con lo de anoche?—Santana preguntó de repente.

Santana se había preocupado por eso todo el día. Las danzas que compartieron ayer por la noche se habían intensificado. Por lo menos para ella. Al final de la noche, tuvo un momento difícil al tratar de convencerse de que no estaban en una cita real. Más de una vez, tuvo que dejar de pensar en besar a Brittany como si fuera la cosa más natural del mundo. Sin embargo, se divirtieron. La causa para ellas estar ahí en primer lugar, fue trágica, pero por otra parte, guardaba las pocas horas que había tenido con Brittany.

Descubrió que Brittany fue muy divertida. Encantadora, de verdad. Y un poco picara. Santana se preguntó si Brittany era consciente de ello.

—¿Ayer por la noche? Por supuesto. ¿Qué quieres decir?

—Yo sólo... si hice algo para que te sientas incómoda, lo siento. No fue intencional.

Brittany sonrió.

—No, no lo hiciste. De hecho, me divertí mucho. Sé que suena terrible, teniendo en cuenta la razón por la que fuimos hasta ahí. Pero... disfrute estar contigo anoche.

—Bueno. Yo también. Quiero decir, yo no salgo mucho—luego se apresuró a decir—No es que pensé que anoche fuera otra cosa que trabajo—explicó rápidamente, avergonzada—Fue agradable salir y hacer algo distinto...

—¿Estar solas?—Brittany adivinado.

—Sí.

Brittany llegó a través del espacio entre las sillas y curvó sus dedos alrededor del brazo de Santana.

—Me divertí, Santana. Me alegro de que también.

Santana asintió, muy consciente de los dedos apoyados calurosamente contra su brazo. Entonces sintió los dedos escabullirse y suspiró.

—Tú no ha dicho nada acerca de Sam. ¿Está molesto porque estás aquí?

—Él no lo sabe. No he vuelto a verlo desde el jueves—admitió Brittany—Hablamos. Acerca de nosotros, quiero decir. Le dije que no iba a seguir, que no quería casarse con él.

—¿Lo tomó muy mal?

—Piensa que estábamos destinados a estar juntos, como almas gemelas o algo así—dijo en voz baja—Pero él no es mi alma gemela.

—¿Crees en ese tipo de cosas?

—No lo sé. Sería bueno, ¿no?

—Mmm.

—Me siento mejor desde que hablé con Sam, sin embargo. Creo que lo he lastimado, lo sé. Realmente no entiendo.

Brittany realmente no se entendía a sí misma.

Hace seis meses, estaba teniendo una relación. Pero no estaba satisfecha. Y sabía que no podía vivir su vida de esa manera. Ella y Sam asumían que tenían una relación. Moviéndose a lo largo de la misma a paso firme como lo habían hecho durante dos años.

—¿Van a ser capaz de seguir siendo amigos?

—No sé, Sam y yo nunca fuimos amigos. No era como si yo confiaba en él para algo... como con Quinn. Él solo era mi cita.

—¿Tu y yo somos amigas?—Santana preguntó.

—Sí. Creo que sí. ¿No?

Santana se quedó mirando por encima del agua.

—Yo realmente no tengo ninguna...—admitió.

Y era cierto.

No había nadie en su vida que ella consideraría un amigo. El más cercano era Schuester y sólo porque él insistió en que se reuniera con su familia de vez en cuando para la cena.

—Ahora sí—dijo Brittany en voz baja.

Santana se volvió y miró a los ojos de Brittany. Eran cálidos, estables, honestos.

—Gracias.

—Gracias por dejarme ver el verdadero tú, Santana. Siempre mantienes esa parte oculta de los demás. No sé por qué, pero lo haces.

Santana se encogió de hombros.

Se había convertido en un hábito en los últimos años. Había perdido tanto. Y cuando se permitió de nuevo entra el amor, la tía Carol y Luisa se había ido, también.

Su corazón no pudo más.

Brittany sintió que se había hablado bastante. Era tiempo para la fiesta de cumpleaños.

—¿Quieres ayuda con los filetes?

Santana se puso de pie.

—No, voy hacerlo. Tú puedes tomarte el vino.

Brittany siguió Santana al interior, y luego bajó a los camarotes. Sacó el pequeño regalo de su mochila y regreso. Santana estaba poniendo los filetes en la parrilla. Lleno dos sus dos vasos con vino y esperó a que Santana se uniera a ella.

—Toma—dijo ella, entregándole su regalo a Santana tan pronto como esta se sentó—Feliz Cumpleaños.

Santana lo tomó, girando lentamente la pequeña caja sobre en sus manos. Entonces miró hacia arriba y sonrió cálidamente a su amiga.

—Gracias.

—No lo has abierto todavía—bromeó Brittany.

Santana no necesito la invitación. Arrancó la envoltura, y luego tocó el estuche de terciopelo. Abrió lentamente la tapa. Se reflejó a su vez una pulsera de plata. Ella sintió que sus manos temblaban cuando la levantó desde el interior. Su nombre estaba grabado sobre la superficie plana. Ella levantó la vista, maldiciendo las lágrimas que se habían formado en sus ojos.

—Es hermoso—dijo ella, con su voz llena de emoción.

—Dale la vuelta—dijo Brittany en voz baja.

Santana lo hizo.


La mejor pareja que alguna vez se pueda tener.

Estaba escrito.

—Britt—susurró Santana.

Bajó la cabeza.

No sabía qué decir.

—Me refiero a esas palabras. Estás—Indico al escrito.

—Yo voy a atesorar esto—dijo Santana.

Luego se lo tendió a Brittany.

—¿Me la colocas?

—Por supuesto.

Brittany tomó el brazalete y lo apretó alrededor de la muñeca de Santana, entonces puso su brazo hacia arriba en la luz. Se veía bien en ella. Había agonizado por su regalo toda la semana. Pensó que tal vez el brazalete podría ser demasiado personal. Después de todo, en realidad no se conocían entre sí del todo bien. Pero ella quería conseguir algo para Santana que transmitiera lo que sentía.

¿Qué mejor manera que grabarlo?

—No he tenido un regalo de cumpleaños... nunca—dijo Santana—Gracias, Britt. Has hecho este día tan especial.

—Gracias por dejarme compartir contigo.

De pie, Santana fue a voltear los bistecs.

Ella había sido…tocada por Brittany.

Esa primera semana, había hecho a Brittany apenas sentirse bienvenida. De hecho, hizo todo lo posible para empujar a la mujer más joven a la distancia. Pero Brittany no salió empujada. Y poco a poco, la rubia se había introducido en la confianza de Santana, aceptar su mal humor, sin duda.

Eran compañeras, para bien o para mal.

Santana sonrió.

Fue definitivamente el mejor final de ese acuerdo.

Brittany puso más tarde dos papas en el microondas, se sentó a la mesa pequeña, comiendo en silencio, deteniéndose de vez en cuando para hablar, pero sobre todo comer en silencio.

Pero, de nuevo, se trataba de un cómodo silencio.

Los ojos de Brittany se iluminaron al ver la pulsera. Se ajustaba perfectamente la personalidad de Santana.

Elegante, fuerte, hermosa.

Sus ojos se encontraron sobre la mesa y se mantuvieron, en el suave resplandor de las sombras de la cabina con la luz en sus rostros. Se terminó el vino, luego se retiraron a sus camarotes separados.

Las dos estaban cansadas.

Brittany se quedó dormida casi inmediatamente.

Santana permaneció despierta un poco más, y con los dedos seguía el contorno de la pulsera una y otra vez.

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Capitulo 27

Fue más tarde de lo que habían planeado quedarse, pero el tiempo era demasiado bonito y cálido para persuadirla a abandonar el lago y volver a la ciudad. Disfrutaron de la última puesta del sol, al arrastrarse de vuelta a la marina.

—Probablemente voy a tener quemaduras por el sol—señaló Brittany—No puedo recordar la última vez que he pasado dos días completos en el sol.

—Tu nariz esta de color rojo—comentó Santana—Pero te ves bien. Mucho más relajada que cuando llegaste aquí.

—Tal vez es porque he dormido doce horas anoche.

—Es agradable dormir en el barco, ¿no?

—Sí. Es como estar en una cama de agua gigante—Brittany bromeando dando un golpe en el hombro de Santana.

Santana se echó a reír.

Había pasado tanto tiempo desde que había tenido este tipo de interacción con alguien que aún no estaba acostumbrada a ello. Tenía un destello de sí misma como una niña, una niña feliz, riendo. Había vivido en la oscuridad durante tantos años, estaba casi a miedo de salir. Pero, poco a poco, Brittany la estaba sacando, y Santana podía ver destellos de su verdadero yo, tratando de liberarse.

Le sorprendió.

Había pensado que esa parte de ella había muerto hacía tiempo…al igual que su familia.

—Sabes, te invito a venir aquí cuando quieras—ofreció Santana.

—Te puedes lamentar de la invitación—dijo Brittany con una sonrisa.

—No, yo no lo creo. Me ha gustado tenerte aquí.

Sus miradas se cruzaron por un segundo rápido, y ambas sonrieron.

—Gracias. Me gusta estar contigo...—admitió Brittany.

Santana desaceleró y de manera experta coloco la embarcación en su espacio en el muelle. Sin decir nada, Brittany corrió justo sobre la escalera y cogió una cuerda, atándola al muelle de la forma en que había visto hacer Santana el pasado fin de semana. No pasó mucho tiempo en que ellas aseguraran el barco y entraron en la casa a empacar sus cosas. Brittany esperó a que Santana cerrara la cabina.

Tampoco prestó atención a los dos hombres apoyados en la barandilla de pesca.

Fue un error.

A medida que pasaron por delante, los hombres se volvieron. Brittany gritó cuando uno la agarró. Santana se giró con los ojos muy abiertos. Ella alcanzó a Brittany, pero luego cayó de rodillas cuando un tubo se aplasto contra su cráneo.

Brittany se quedó, mirando hacia abajo, Santana caía en el muelle, inmóvil. Luego le dio una patada, golpeando al hombre en la ingle. Estaba envuelta en un abrazo de oso por detrás y ella gritó de nuevo.

—¡Auxilio! ¡Auxilio! Alguien por favor... ¡Auxilio!

—¡Su cierra la puta boca!

Una mano grande sofoco el resto de sus gritos rogando por ayuda, y sus ojos se abrieron cuando tres hombres más se acercaron a ellas. Todos ellos estaban vestidos como pescadores, excepto uno. Llevaba un traje y corbata.

—Por lo tanto, ¿estas son las policías?—preguntó.

Se acercó a Brittany, mirándola fijamente a los ojos.

—Soy Sánchez Gómez. Y ahora lamento lo que voy a hacer ¿Alguna vez has escuchado mi nombre?

Hizo una seña a uno de los otros hombres, lanzándole un par de esposas que él sacó de su chaqueta. Señaló a Santana.

—Sujétala. Luego tirarla en el lago.

Brittany se quedó más o menos quieta, mientras el hombre movió las manos de Santana detrás de su espalda. Brittany comenzó de nuevo a agitarse, se echó hacia atrás contra el hombre que la sujetaba. Sintió las lágrimas correr por sus mejillas, y ella trató de gritar, recogió el cuerpo inerte de Santana. La sangre goteaba por su cara y, sin ceremonia, la tiró sobre el muelle. Brittany gritó con los ojos abiertos cuando el cuerpo de Santana se hundió hasta desaparecer de su vista.

—Llévala al barco. No vamos.


Santana luchó en la oscuridad.

Sabía que estaba bajo el agua, pero no podía concentrarse. Tan pronto como tocó el fondo, su puro instinto la llevó a usar sus pies para impulsarse hacia arriba en los seis metros de profundidad. Sus pulmones estaban ardiendo, y dio una patada hacia arriba, finalmente salió a la superficie. Se las arregló para tomar un respiro antes de hundirse de nuevo. Trató de aclarar su mente, enfocando toda su concentración en sus manos. Se acurrucó con las rodillas contra el pecho, luchando por sacar sus manos alrededor de sus pies. Estaba flotando, su mente amenazo con irse en blanco, y ella cerró los ojos, tratando de concentrarse nuevamente. Se balanceaba con la parte inferior de su cuerpo, dejando escapar unas cuantas respiraciones de aire. Por último, con las manos despejadas y las piernas, ella pasó de nuevo a la superficie. Fue capaz de agarrarse del muelle y sostenerse a sí misma y descansar, tomando varias respiraciones profundas de aire calmarse y asegurar su propia vida. Su cabeza fue golpeada y se apoderó más fuerte al muelle, tenía miedo de desmayarse. Finalmente, después de unos minutos, abrió los ojos, haciendo una mueca de dolor. No se oía nada, sólo el murmullo de las olas contra los postes. Ella luchó, finalmente salió del agua, tendida boca abajo en el muelle. Su rostro palpitaba, pero sabía que tenía que moverse, tenía que llegar a su barco. Poco a poco se sentó, con las manos esposadas tocando levemente la herida en la frente. Le tomó toda su fuerza ponerse de pie y se agarró a la barandilla, estabilizo a sí misma antes de moverse de nuevo hacia su barco.

La mochila de Brittany estaba en el muelle y Santana la agarró, sujetándola para luego coger las llaves en su bolsillo y abrió la cabina. Buscó a tientas con su llavero, que finalmente encontró la llave de las esposas pequeñas que guardaba ahí. Nunca las necesito antes, pero recordó que su papá siempre mantuvo unas en su llavero. Estaba agradecida ya que había seguido su consejo.

—Hay que tener siempre un repuesto donde poder encontrarlo.

Se quitó las esposas de las muñecas y fue a tomar su teléfono celular de la cintura.

No estaba ahí.

—A la mierda—murmuró.

A continuación, abrió la mochila de Brittany, para llegar al interior, pasando por su ropa, finalmente obtuvo el teléfono, estaba en la parte inferior. Marcó el número de Schuester tropezando en su camarote, despojándose de sus ropas mojadas.

—¿Schuester? Es López. Tienen a Pierce, fue llevada hace sólo unos minutos del puerto deportivo.

—¿De qué demonios estás hablando?

—Sánchez Gómez.

—¿Cómo puedes estar segura?

—¿Quién más? No era es un juego de niños. No fue al azar.

—Está bien...está bien. Asegurare el área. Voy a enviar una unidad contra el crimen.

—¿Asegurar la zona? No hay ninguna maldita escena de crimen—gritó por el teléfono, haciendo una mueca—Se la han llevado a la ciudad. Estoy en camino.

—¡No! ¡Maldita sea, López! Tengo que llamar a CIU. Ellos querrán empezar por ahí en primer lugar.

—Llámalos. Pueden caminar por el muelle, ver mi sangre y nada más. Entonces, todos van a regresar a la ciudad de todos modos. No voy a quedarme. Nos encontraremos en la estación.

Desconecto la llamada antes de que pudiera seguir protestando. Agarro una toalla, se secó y se limpió la sangre que aún emanaba de su herida. Entonces se puso un par de pantalones vaqueros secos y una camiseta y agarró una la chaqueta de Jeans a su salida. Corrió por el muelle y se detuvo cuando vio a una familia que acaba de amarrar su barco en el muelle.

—Disculpen.

Sacó su tarjeta de identificación, sosteniéndola para que la vieran.

—Soy la Detective López. Una mujer ha sido secuestrada hace unos minutos. ¿Has oído o visto algo? Habían dos hombres.

El hombre asintió con la cabeza.

—Hemos escuchado unos gritos allá abajo.

Señaló hacia donde Santana había estado.

—Luego un barco se retiró. Simplemente pensamos que alguien estaba sufriendo una pelea. Pero habían cinco hombres en el barco—dijo.

—¿Cinco? ¿Qué tipo de barco?

—Era como un barco de esquí. Hacia el norte alrededor de la curva de ahí—dijo lentamente—¿Estás bien?

Santana se tambaleó y agarró la barandilla, sacudiendo la cabeza para despejarse.

—Sí—murmuró—Voy a estar bien.

Santana se volvió, de nuevo tomo el teléfono celular, llamando a Schuester.






Cuando la venda fue retirada, Brittany miró a su alrededor la habitación estaba en penumbras, tratando de orientarse. Tenía todavía la visión de Santana al ser lanzada en el lago a su mente, trató de concentrarse. Tenía que pensar que Santana estaba bien. Si no es así, sabía que nunca lo lograría. Su mirada se precipitó alrededor de la sala, estaba nerviosa.

Sólo había una puerta.

Al parecer, se encontraban en algún tipo de almacén. Por un momento se asustó, pensando que su mejor opción era hacer un recorrido por todo el lugar. Sin embargo, los mismos cinco hombres estaban a su alrededor. Dos de ellos estaban hablando en voz baja en una esquina, entonces el hombre de traje, Sánchez Gómez, dio la vuelta y le sonrió.

—Por lo tanto, usted es la detective de Pierce—dijo con un ligero acento en su voz.

Él se acercó a ella.

—Dime ¿cómo usted y su compañera de Homicidios, fueron capaces de reventar a mi pequeño golpe?

Brittany sólo se quedó mirando.

Estaba demasiada asustada para hablar.

—Me dijo mi fuente en el departamento que serías buena. No sólo perdí cuatro hombres, pero ahora... la competencia sabe de mi pequeño juego.

Los ojos de Brittany se abrieron como platos.

Tenía a alguien en el interior. No es de extrañar que él fuera capaz de operar tan fácilmente en la ciudad.

—Tienes a alguien... ¿en el departamento?

Se echó a reír.

—¿Alguien? Tengo un capitán a mi disposición. Y esto ayuda cuando tienes control en la oficina del alcalde.

—¿El alcalde?

—Él es un tonto. No, no tengo a alguien mucho más poderoso que el alcalde, detective. Pero, ahora, obviamente, en uno de ellos ya no se puede confiar. ¿Cuál te avisó?

—Nadie—dijo.

—¿Por qué no te creo?

Él se acercó y la agarró duro por el mentón, obligándola a poner la cabeza en alto.

—No se equivoque, te voy a matar. La manera en la cual lo hare depende totalmente de usted. Podemos tomar toda la noche. De hecho, estoy seguro que mis hombres les encantaría tener tiempo con usted.

—Vete a la mierda.

Ella sacudió la cabeza lejos de su mano, y él le dio una palmada rápidamente. Cerró los ojos al sentir el golpe.

—Es imperativo que conozca quien trabaja en mi contra. Ahora, una vez más, ¿quien te avisó? Dudo que Jenkins tuviera las pelotas. Supongo que fue Mabry.

Brittany negó con la cabeza otra vez. Mabry era capitán en Narcóticos.

Y ¿Jenkins?

¡Oh, Dios mío!

—Muy bien—se volvió y señaló a un hombre—Tráela a la cama. Átala.




Cuando Santana entró en la sala de la brigada, Schuester ya estaba ahí, junto a Hudson y Anderson.

—Maldita sea, López, he estado llamando a tu teléfono celular—dijo el teniente Schuester cuando colgó el teléfono.

—Bueno, nadie a menos que algunos peces van a responder.

—Siéntate. Jesús, López, necesitas puntos de sutura—dijo, apuntando a su frente.

—No es nada—dijo, limpiándose la sangre que se arrastraba por su ojo—¿Qué dice CIU?

—Ellos no están convencidos de que fuera Sánchez Gómez. Como dices, no había nada en el puerto deportivo. La familia que vio el barco alejarse. El barco fue reportado como robado por la tarde. Lo encontraron cerca de una milla de distancia de ustedes, en el otro lado del lago. Ellos van sobre él ahora.

—¿Qué están haciendo para encontrar a Britt?

—Se están reuniendo pruebas sobre la embarcación, tratando de reconstruir lo que sucedió. Están enviando a alguien para hablar contigo.

Santana se puso de pie, yendo y viniendo.

—¿Por qué no la fueron a buscar?—preguntó ella.

—¿Dónde? Es como un fantasma. No tiene domicilio conocido, nadie sabe qué aspecto tiene. Y no podemos estar seguro de que era él.

—Era él—gruñó Santana—Usted mismo ha dicho, fuimos atacadas.

Schuester miró al toque rápido en su puerta.

Fue Hudson.

—El detective St. James, de CIU—dijo señalando a sus espaldas.

—Está bien. ¿Por qué no se sientan? y Anderson, también.

Santana se sentó en la silla, inclinándose hacia adelante, con impaciencia golpeando con los dedos juntos. Trató de no pensar en lo que estaba pasándole a Brittany, ya sea que le hubieren hecho daño o matado. Cerró los ojos, en silencio prometiendo que mataría hasta el último de ellos si le hacían daño.

—¿Detective López?

—Sí.

—Soy St. James, de CIU. ¿Tengo entendido que perdió a su compañera?

Santana se puso de pie y se enfrentó al hombre.

Él era un poco más alto que ella.

—¿Perdí?

Él sonrió.

—Es una forma de expresión.

—Me alegro de que esté tomando todo esto tan en serio—dijo en voz alta—Ella fue secuestrada.

Él la miró y luego hizo un gesto con la cabeza.

—Estás herida. Siéntate.

Santana limpió la sangre que comenzaba a filtrarse de nuevo de su herida, luego se sentó.

—Vamos a terminar con esto. ¿Qué quieres saber?

—Todo lo que pasó—dijo.

—Eran casi las seis y media. Estábamos caminando por uno de los pilares laterales, más allá de mi barco.

—¿A dónde iban?

—Saliendo del puerto deportivo. Había dos hombres, con ropa de pesca. Cuando pase por delante de ellos, uno tomo a la Detective Pierce. Cuando ella gritó, me di vuelta y el otro me golpeó con algo, un tubo o un bate o algo así—dijo ella levantando de nuevo la mano a la cabeza—Eso es todo. Yo estaba fuera. Sentí que me tiraron de los brazos por detrás de mí, sentí una atadura, pero no podía abrir los ojos. No escuche nada. Me tiraron en el lago. Cuando salí, se habían ido. Llamé a mi teniente—dijo.

—¿Usted fue esposada por la espalda y lanzada en el lago? ¿Cómo salió?

Santana suspiró profundamente, preguntándose por qué estaba perdiendo tiempo precioso con estas preguntas locas. Se levantó y le tendió los brazos.

—Tengo brazos largos. Me acurruqué y atraje mis brazos hacia el frente, sobre mis piernas.

—Usted dijo que estaba fuera de combate. ¿Cómo lograste eso?

—Me arrojaron a un lago frío, por eso reaccione—dijo—¿Por qué me hace estas estúpidas preguntas?—preguntó ella.

—Sólo estoy tratando de averiguar lo que pasó—dijo.

—¿Cómo me las arreglé para salir del lago de mierda no tiene ninguna maldita relación con donde se llevaron a mi compañera—gritó.

—No tenemos ninguna evidencia en cuanto a donde se llevaron a la Detective Pierce, estamos reconstruyendo lo que pasó antes. Nos resulta difícil creer que Sánchez Gómez llevaría a cabo su amenaza contra dos policías en plena luz del día. Una cosa es tener Fiscalización de Estupefacientes sobre su culo, otra completamente diferente es tener todo el departamento maldito en busca de él.

Santana supo en sus entrañas que se trataba de Sánchez Gómez, y tan pronto como esta entrevista terminara, iba a salir a la calle, con o sin permiso de Schuester.

—Ahora, ¿puede describir a los dos hombres?

—Uno de ellos era hispano. El otro era blanco. Vestían pantalones vaqueros. Ambos tenían en gorras de béisbol.

—¿Cualquier cosa otra que usted me puede decir?

—No.





Brittany gimió cuando sus pantalones cortos fueron sacados de su cuerpo. Tenía las manos atadas sobre su cabeza, en la cama. Su camisa y el sujetador se los habían retirado antes. Ella cerró los ojos, en silencio rezando para que Santana estuviera bien, rezando para que Santana fuera en su búsqueda.

—Te pido una vez más, detective. ¿Cuál es el traidor?

Se sentía el sudor gotear constantemente por su cara y ella se asustó. Pensó brevemente en sólo tirar un nombre, pero ella sabía que no tendría ningún uso más tiempo viva si lo hacía.

La iban a matar.

Así que negó con la cabeza.

—¿Por qué protegerlos? ¿Son como usted dice, dobles agentes?—se echó a reír—No, yo no lo creo. Última oportunidad, detective. Si no, voy a permitir a Davey aquí tomarse libertades con usted. Tal vez entonces, usted estará lista para hablar, ¿no?

—Vete al infierno.





—¡No puedo creer que están siendo tan indiferentes acerca de esto!—gritó Santana.

Ella se paseaba frente al escritorio de Schuester.

—López, siéntate—dijo Schuester—Yo ni siquiera voy a sugerir que te permitan manejar esto con CIU. Sé que no vas a escuchar. Toma a Hudson y Anderson. Es lo que tienes que hacer. Pero recuerda, es su show. Escuches la radio, López. Llame para solicitar ayuda, si encuentra cualquier cosa, ¿me oyes?

—Te escucho—gruñó.

—Santana, lo digo en serio—dijo—Ustedes llamaran en el caso de encontrar cualquier cosa.

Se dio la vuelta, mirándolo fijamente.

—Ella es mi compañera, teniente. Nunca supe lo que significaba esa palabra antes.

—No hagas nada estúpido, López.




Brittany gritó cuando Davey separó las piernas. No podía detener las lágrimas que brotaban de sus ojos mientras la penetraba. Su pesado cuerpo se apretó contra ella, cayendo en ella, y gritó de dolor. Miró a los otros, esperando que alguien lo detuviera. Pero todos ellos se quedaron mirando, Sánchez Gómez incluido.

Trató de separar todo, cerrando su mente a lo que estaba sucediéndole. Ella estaba de vuelta en el lago, sentada en el sol, disfrutando del día con Santana. El sol era tibio sobre su piel, suave.

Estaba a salvo.

Se estaba mintiendo justo aquí, estaba siendo violada por este hombre.

¡Oh, Dios!






—¿Por qué vas a la zona de almacenes, López?

—Porque no hay nada más—dijo.

—Fiscalización de Estupefacientes está haciendo vigilancia en el este de Dallas, CIU está haciendo lo propio en Little México. ¿No crees que ellos saben algo?

—¿Por qué no están haciéndolo en los almacenes?—preguntó ella.

Lo miró.

—Lo digo en serio ¿Por qué no?

—¿Por qué iban a llevarla a los almacenes? Es demasiado obvio. Ese es el primer lugar que alguien vería—dijo Hudson.

—Si es el primer lugar, ¿por qué no mira nadie ahí?

—Debido a que iba a ser loco llevarla a las bodegas—dijo.

—Y tal vez él la llevó ahí porque pensaba que nadie vería.

—Jesús, López, estás llegando a un clavo ardiendo.

—¿Tienes algún lugar mejor para ver?

—No, lo siento—dijo—Sé que esto es duro.

Ella frunció el ceño.

¿Una disculpa por parte de Hudson?

—¿Qué diablos te pasa?

—Nada. Es, ya sabes, Brittany es... algo especial. Ha logrado ponerte al día con lo culo que eres todo el tiempo, ella tiene que ser especial—dijo.

—Muchas gracias, Hudson.

—Tiene razón—dijo Blaine—Tú eres diferente a su alrededor, Santana. Creo que tal vez... ya sabes, ella es buena para ti.

Santana negó con la cabeza, agarrando el volante con fuerza. Ella nunca pensó que Hudson reaccionaría de esta manera. Anderson, tal vez. Pero no Hudson.

Aparcó frente al almacén, no lejos de donde habían estado la noche de la redada de drogas. Salieron del coche y caminaron por el callejón, los tres sacaron sus armas, y se deslizaron en silencio entre las sombras.

—Esto es muy fácil, López—dijo Hudson—No creo que volverían aquí.

—¿Tienes una idea mejor?

—No.

Ellos caminaron presionados todos contra la pared, escuchando. No se oía nada. Santana llegó a la puerta, girando la mando. Estaba cerrada con llave.


—¿Anderson?

—Lo tengo—dijo.

Se acercó, sacó un largo cuchillo. Lo deslizo a lo largo de la puerta, forzando la cerradura.

—¿Algo que debería saber?—Hudson le preguntó.

—El vecindario—dijo Anderson.

Él abrió la puerta y las bisagras oxidadas sonaron inusualmente fuerte para ellos. Se deslizaron en el interior, caminando en silencio por el pasillo. Santana echó un vistazo a las escaleras, recordando los disparos.

¿Fue sólo hace cinco días?

Miró hacia atrás y después hizo un gesto hacia las escaleras. La siguieron, caminando en silencio. La escalera crujió con su peso, el sonido resueno en la sala en silencio.




—Por lo tanto, detective Pierce, ¿usted está lista para hablar?

Brittany sacudió la cabeza y se mordió el labio para dejar de llorar. Sabía a sangre. Su cuerpo estaba golpeado, invadido.

—No sé por qué estás prolongándolo, detective es inevitable. Dime quien es el traidor y todo esto se acabara.

—Vete al infierno—susurró ella.

Él sonrió.

—Por lo tanto, usted todavía tiene algo de pelea. Vamos a ver qué tan bien te va cuando Rico lo haga contigo.

Sus ojos siguieron al hombre grande cuando él se acercó a los pies de la cama. A su espalda, sacó un látigo. Sus ojos se abrieron cuando la golpeo.

Ella gritó.



—¡Mierda!

Subió las escaleras, a raíz de los gritos. Se detuvieron con las armas a punto, miró a su alrededor. Entonces los gritos comenzaron de nuevo, y Santana corrió, Hudson y Anderson la seguían de cerca. Rodearon a la puerta, y Santana respiró hondo.

—A las tres—susurró.

Santana levantó sus dedos, en silencio inicio su cuenta atrás. A las tres, ella abrió de una patada la puerta.

Santana vio todo en cámara lenta.

Cinco hombres, todos de pie alrededor de una cama. La cama contenía a Brittany, atada por las cuatro extremidades. Se volvió hacia ella, sorprendida, con los ojos desorbitados por el miedo.

Santana disparó sin pensar, vació su arma mientras los hombres caían a su alrededor. Entonces no había más que Brittany, sus gritos de inflexión en gemidos cuando el último hombre cayó.

Santana corrió hacia ella, buscando a tientas las cuerdas.

—Maldita sea, López—murmuró Hudson.

Se quedó mirando. Él no había disparado su arma.

—Llámalos.

Brittany abrió los ojos, cuando Santana ayudada a desatar las riendas de sus brazos.

Había venido por ella.

—Oh, cariño, ¿estás bien?—Santana susurró.

Sacó a Brittany junto a ella, envolviendo los brazos alrededor de su cuerpo.

—Tú viniste. Pensé... tuve miedo, cuando te lanzaron en el lago... Pensé que...

—Soy parte de los peces, ¿recuerdas?—Santana susurró.

Brittany se cubrió el rostro contra el pecho de Santana, sollozando incontrolablemente.

—Anderson, hay una bolsa de deporte en mi Explorer. ¿Puedes conseguírmela?

—Por supuesto.

Ellas se quedaron solas, y Santana empujó a Brittany lejos, sólo lo suficiente para desatar las piernas, y luego volvió a acunar a Brittany.

Brittany estaba acurrucada, tratando de ocultar su desnudez.

—Está bien. Te tengo. Ahora estás a salvo.

Brittany asintió con la cabeza, pero sus lágrimas no cesaban. Sabía que había sentido más miedo que en cualquier otro momento de su vida.

Ellos la iban a matar.

¿Cuánto tiempo había pasado hasta que Santana la encontró?

Brittany finalmente se calmó y aflojó el fuerte abrazo que tenía en Santana. Miró a los asustados ojos marrones que se llenaron de lágrimas. Se estiró y tocó la frente de Santana, rozando la herida, que empezó de nuevo a sangrar.

—Necesitas puntos de sutura—susurró—¿Qué voy a hacer contigo?

Santana sonrió y cerró los ojos.

Casi llega demasiado tarde.

¿Cómo podía haber vivido consigo misma si hubiera llegado demasiado tarde?

—Estoy bien.

—No tú estás herida.

—Santana, aquí está la bolsa—dijo Blaine a sus espaldas.

—Ponla en la cama, Blaine. Entonces danos un minuto.

Él discretamente dejó la bolsa en el extremo de la cama, y luego caminó hacia el vestíbulo, dándole a Brittany un poco de intimidad.

Santana sacó una camiseta de su bolso.

—Ponte esto—dijo en voz baja.

Brittany cogió la camisa y se la puso sobre su cabeza.

—De alguna manera, no es así como me imaginaba que me vieras desnuda.

Santana vio como la camisa grande cayó sobre la cabeza de Brittany, cubriendo sus pequeños pechos.

—¿Ah, sí? ¿Y en qué ocasión, sí?

Brittany se sonrojó.

¿Dios, como había dicho eso?

Sus piernas le dolían y se inclinó sobre Santana mientras se ponía a los pantalones.

—No tengo calcetines. ¿Sabes dónde están sus zapatos?

Brittany miró a su alrededor, por primera vez. Los cinco hombres estaban alrededor de ellas, muertos, sangrando. Ella se estremeció y miró a Santana y sacudió la cabeza.

—Vamos. Vamos a salir de aquí.

Brittany asintió con la cabeza, apoyándose en Santana, saliendo de la habitación.

—López, los técnicos de emergencias médicas están aquí—dijo Hudson desde la parte inferior de las escaleras—El teniente está en camino. CIU está aquí, también.

—Grandioso. La caballería ha llegado—dijo secamente.

—Yo no necesito una ambulancia, Santana—dijo Brittany—Estoy bien.

—Sí. Te vas al hospital.

—No estoy bien.

Santana se volvió a Brittany para mirarla.

—Britt, ya sabes el procedimiento—dijo en voz baja—Fuiste violada.

—Yo no quiero, Santana.

—Tienes que hacerlo. Voy a ir contigo, está bien.

—¿ López? ¿Qué diablos pasó?

—Detective St. James, a quien se suponía que llamaría, no era a mi.

—¿Qué pasó?

Santana señaló a Hudson.

—Él puede llenar las formas voy con mi compañera al hospital.

—Tú te quedas aquí. Necesitamos un comunicado.

—Vas a tener que conseguirlo más tarde. Voy al hospital con mi compañera—dijo otra vez firmemente.

Todos levantaron la vista cuando Schuester se presentó en el lugar.

—Brittany, ¿estás bien?

—Sí, señor.

—Me voy con ella al hospital—dijo Santana.

—Sí, está bien. Yo me encargo de las cosas aquí.

—Gracias, Will.

—¡Necesito un comunicado, López! ¡De las dos!

—Tendrás tu declaración mañana, St. James. Vamos a ver lo que tenemos aquí—dijo Schuester, rozando al detective St. James para unirse a Hudson y Anderson—¿Alguien llamo a Narcóticos?

—¿Será que alguien me puede decir qué coño acaba de pasar aquí?—pidió el Detective St. James.

—Bueno, es así, St. James...—Hudson comenzó, haciendo un gesto al subir las escaleras con él—López...a veces sólo esta fuera, ya sabes. Era como la noche del Llanero Solitario.

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Capitulo 28

Santana se estiró y apoyó la cabeza contra la pared.

Estaba cansada.

Emocionalmente agotada.

Miró su reloj. Habían estado con Brittany más de una hora. Trató de imaginar todo lo que le había sucedido a Brittany. Se preguntó si Brittany algún día le diría.

Cerró los ojos, con los dedos frotando ligeramente a través de la pulsera que Brittany le había dado, y se imaginó a Brittany como había sido en el barco, el sol que brilla en su rostro una sonrisa mientras miraba a los peces de Santana.

Sí, eso es lo que quería pensar de Brittany.

No atada a cuatro esquinas de una cama, a merced de cinco hombres.

—Perdone. ¿Detective López?

Santana abrió los ojos. Sam estaba de pie junto a su silla.

—Sam.

—¿Dónde está?

—Ella está ahí—dijo Santana, señalando a la puerta cerrada.

—¿Está bien?

Santana asintió con la cabeza.

—Parecía que sí.

—¿Fue violada?

—Sí.

Apretó los puños.

—Si me entero de los hijos de puta, los voy a matar—gruñó.

—Es demasiado tarde para eso.

—¿Qué pasó? Quinn dijo que fue secuestrada de tu puerto deportivo—dijo.

—Sí.

—¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera?—preguntó.

Santana entrecerró los ojos, atravesándole con una mirada que le hizo dar un paso atrás.

—¿Dejar que suceda?—repitió en voz baja—Hice todo lo posible para encontrarla.

Él pasó sus manos por el pelo limpio. De hecho, estaba impecablemente vestido. No hay duda de que había tomado el tiempo para una ducha.

Que increíble.

—Lo siento, esto sólo me da miedo—dijo—Desde que se trasladó a homicidio, ha sido un problema tras otro.

—¿Problema? Ella es un policía. Esto es lo que hacemos.

—Ella ha estado atrapada en un túnel, disparos, mezclada en esa redada de drogas y ahora esto. Y sigue volviendo a ti—él espetó.

La respuesta de Santana se vio truncada cuando una enfermera abrió la puerta. Ella sonrió y asintió con Santana.

—Ella está bien. Está preguntando por ti.

—Espera. Soy su novio. Tengo que verla—dijo Sam, caminando hacia la enfermera.

¿Novio?

Santana suspiró.

—Lo siento, señor. Ella sólo me pidió que enviar a la Detective López adentro.

—¿Podrías decirle que estoy aquí? Estoy seguro de que querrá verme.

—Por supuesto.

Ella mantuvo la puerta abierta para Santana, entonces la siguió al interior, cerrando la puerta con firmeza en el rostro de Sam.

—Oye—dijo Santana.

Fue recibida con una sonrisa vacilante, a continuación, Brittany dio unas palmaditas en la cama para que ella se acercara. Estaba con la parte superior cubierta con la sabana, todavía con los pantalones que Santana le prestado.

—Gracias por quedarte. Sé que ha sido una noche larga.

—Yo no pensaría en dejarte—dijo Santana honestamente, posado en el borde de la cama.

—¿Detective Pierce? Hay un caballero afuera. Dice que es su novio—la enfermera le dijo.

—Sam—murmuró Brittany—¿Cómo se enteró de esto?

—Yo...utilice tu celular y llame a Quinn. Pensé que te gustaría que alguien lo supiera—dijo Santana.

Brittany asintió con la cabeza.

—Dile que solo va a ser un segundo.

—Probablemente debería irme—dijo Santana—Estoy segura que preferirías tenerlo aquí.

—Prefiero que te quedes, Santana. Me dijeron que puedo volver a casa, pero...

Ella no quería estar sola. Pero tampoco podía hacer frente a Sam en este momento.

—Está bien. ¿Quieres que te lleve a casa? Me puedo quedar contigo esta noche—ofreció Santana—O tal vez Sam debería.

Brittany se acercó y tomó la mano de Santana. Se la veía pálida. Se veía más cansada de lo que Brittany la había visto nunca.

—Yo quiero que te quedes conmigo—dijo en voz baja—Por favor.

Santana asintió con la cabeza.

—¿Por qué no vas a que alguien mire la herida de la cabeza? No puedo creer que has estado aquí todo este tiempo y no tomas una enfermera.

—Tomar una enfermera, ¿eh?

Brittany sonrió.

—Sabes lo que quiero decir.

—Está bien.

Se puso de pie, y luego bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas. Ella la apretó.

—¿Está todo bien...contigo?

—Solo algunas contusiones.

Santana se acercó y rozó la mejilla de Brittany. Se estaba hinchada.

—Tendré que asegurarme en ver a las víctimas del VIH—dijo Brittany con dificultad.

Santana asintió con la cabeza.

—¿Todos ellos?

—Sólo dos—le susurró Brittany y sintió que las lágrimas se reúnen de nuevo.

Santana asintió de nuevo.

—Lo siento, Britt.

—No es tu culpa. Era...trabajo—dijo—Tengo que verlo de esa manera, Santana. Al igual que cuando te dispararon. Fue trabajo.

—¿Te han citado con un psicólogo?

—Sí. Me habló brevemente el doctor Hummel. Voy a verlo en un par de días.

—Bien.

—Ve a que alguien eche un vistazo en la herida, Santana. Y envía a Sam, ¿de acuerdo? Para acabar de una vez.

—Sí. Voy a estar esperando ahí fuera cuando estés lista para salir.

Brittany respiró hondo, y luego soltó la mano de Santana.

—Gracias por estar aquí.

—Es la única manera de estar segura en conseguir mi ropa de vuelta—bromeó Santana.

En la puerta, se detuvo, mirando hacia atrás. Brittany miró a los ojos durante un largo rato. A continuación, Santana asintió con la cabeza y abrió la puerta.

Sam estaba esperando.

—Ella va a hablar contigo ahora—dijo Santana.

—Gracias, detective, pero puedo manejarlo desde aquí. Sé que debes estar cansada.

—Lo que tú digas. Voy a estar...

Sam cerró la puerta en su respuesta, pasando al lado de Brittany.

—Brittany, Dios, mírate—dijo.

Él junto sus manos, llevándoselas a los labios.

—Podrías haber sido herida.

—¿Herida? Estoy herida, Sam—dijo en voz baja

—¿Sabes lo que quiero decir, Brittany. Ellos podrían haberte matado.

—Sí, ese era el plan. Gracias a Dios Santana me encontró a tiempo.

—Quiero que pidas la transferencia de Homicidios. Después de esto, dudo que alguien podría negarse. Puedes volver a Asalto—dijo.

—¿Estás escuchando lo que dices, Sam?

—Brittany, podrías haber sido herida—dijo otra vez—Ahora, ¿cuándo puedes salir? Te voy a llevar conmigo a mi casa.

—No, Sam. Yo no voy contigo.

—Por supuesto que sí, Brittany. No puedes ir a tu departamento sola. Voy a llamar a Quinn y ver si puede quedarse contigo mañana.

—¿No me vas a dejar? ... No me controlas, Sam. Voy a mi casa pero no voy a estar sola. Santana va conmigo.

—¿Santana? Después de lo que ella te hizo, ¿quieres que ella esté contigo?

—¿Lo que me hizo? Ella me salvó la vida, Sam. CIU no estaba cerca, sólo Santana. Ella me encontró—Brittany suavizó sus palabras al tomar su mano—Sam, pensé que habíamos hablado de nosotros. Pensé que lo habías entendido.

—Te quiero, Brittany. Quiero estar contigo—dijo con tristeza.

—Lo siento, Sam. No voy a mentir. Me preocupo por ti, de verdad. Pero no estoy... enamorada de ti—susurró—No podemos seguir así, haciendo como que tenemos un futuro juntos. Eso no es justo para ti, Sam.

—Brittany, podemos trabajar sobre eso. Estamos bien juntos, ya sabemos cómo somos.

—No, Sam. Lo siento.

—No voy a renunciar a nosotros, Brittany. Tú eres todo lo que quiero en una mujer, no voy a renunciar a esto.

—Yo no soy todo lo que quieras, Sam. Quieres que mi transferencia fuera de aquí porque esto no es lo que quieres. ¿No ves? Esto es lo que quiero yo.

Sam se puso de pie, lejos.

—¿Por qué, Brittany? ¿Por qué quieres esto? Mira lo que ha hecho con nosotros.

—Sí. Me ha hecho darme cuenta que no vamos de la mano. Necesito una pareja que me apoye, Sam. No que quiera que cambie.

Fueron interrumpidos por un golpe rápido en la puerta y entró la enfermera. Ella sonrió, levantando un gráfico.

—Tengo su comunicado, Detective Pierce. Cuando estés lista puedes irte—dijo.

—Gracias.

Brittany sacó las piernas de la cama, haciendo una mueca de dolor.

—¿La Detective López está afuera?

—No. A ella le está haciendo unas cuantas puntadas. Parece un bebé grande—dijo la enfermera con una sonrisa.

Brittany sonrió.

No hay duda.

Ella podría recibir un golpe en la cabeza pero se encontraba con miedo a la hora de ir con los médicos.

—Brittany, por favor, deja que te lleve a casa—dijo Sam otra vez.

—No, Sam. Pero gracias por venir aquí. Te llamo mañana y te hare saber cómo estoy.

Finalmente, asintió con la cabeza, luego se dirigió a ella y la besó en la mejilla.

Trató de no flaquear, pero lo hizo.

—Lo siento. Supongo que...

—Está bien, Sam. Te llamaré.

La enfermera lo vio salir, y luego negó con la cabeza.

—Los hombres, no entienden—dijo en voz baja—¿Él es su novio?

—No.

—Yo tampoco lo creería.

Brittany frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

La enfermera se encogió de hombros.

—Parecías mucho más contenta de ver a tu compañera aquí, que él.

—Sí.

—Puedo decir una cosa—dijo—Él no sabe, ¿verdad?

—No. Y ella tampoco.

La enfermera sonrió y le acarició la mano.

—Oh, creo que ella lo sabe, Detective.
 

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