[Resuelto]FanFic Brittana: A su Manera (Adaptada) Cap 50 - Final

Capitulo 20

—Margarita, en las rocas—dijo Brittany.

Ella había estado esperando cerca de quince minutos a Quinn. Comenzaría sin ella. Pero así como el camarero trajo el vaso alto, Quinn entró por las puertas.

—Un momento, mi amiga está aquí.

—Siento llegar tarde. La Jueza Sylvester estaba en uno de sus días—explicó—Mmm, se ve bien. Voy a querer lo mismo.

Dejó su bolso en la esquina de la mesa y movió su silla más cerca, apoyando los codos sobre la mesa. Luego inclinó la cabeza, moviendo el flequillo de color rubio de sus ojos.

—Te ves muy bien. ¿Tienes un poco de sol?—señaló—¿Cómo te las has arreglado para arrastrar a Sam fuera de la casa?

Brittany sonrió y negó con la cabeza.

—No lo hice. Quería pasar la tarde del sábado en un cine, o peor aún, en su departamento viendo películas—se encogió de hombros—Yo quería estar fuera.

—¿Y?

—Y me fui en un barco, en un lago—dijo.

—¿Dónde? ¿Con quién?

—Fuera de Eagle Mountain Lake. Santana tiene un yate por ahí—dijo con tanta naturalidad como pudo.

—¿Santana? ¿Al igual que en su compañera? ¿La mujer psicópata, de la que despotricaste la primera semana?

—La misma. Una vez que llegas a conocerla, realmente no es tan psicópata.

—Así que, ¿abandonaste a Sam y saliste en un barco con ella? Apuesto a que te fue bien.

—Tuvimos una pelea. El sábado en el almuerzo. Me fui y no le dije. Cuando volví el domingo por la noche, había dejado doce mensajes.

—¿Tu pasaste el fin de semana con ella?

—No fue algo planeado realmente. Pero yo no estaba pasando un buen rato, no quería volver.

—¿Pasaste la noche en un barco? Eso suena como diversión.

—Sí. Lo fue. No estoy segura de que Sam me haya perdonado todavía.

—¿Qué pelea?

—Nietos.

—... Al igual que, ¿tuyos?

—Sí. Él empezó a hablar de casarse y tener hijos. Dio a entender que mi carrera era el embarazo.

—Es una broma. ¿Sam? Pero él sabe lo importante que tu carrera es para ti.

—Pensé que lo hacía—hizo una pausa mientras el camarero trajo la bebida de Quinn y luego continuó—Él dijo que las decisiones que tomo sobre mi carrera se basa en nuestro futuro juntos, lo que significa casa y niños. Tenía que estar en casa, más si íbamos a tener hijos.

—¿Y le dijiste que tal vez no debería ser tan duro para tener tú compañía?

Brittany sonrió a Quinn.

Por mucho que le gustaba Sam, Quinn odiaba cualquier mención de un doble nivel cuando se trata de hombres y mujeres.

—Quinn, no creo que Sam sea para mí—dijo en voz baja—Trato de imaginarme estar casada con él y no se siente bien.

Quinn inclinó sobre la mesa y tomó la mano de Brittany.

—Tuviste un desacuerdo acerca de tu carrera. Ahora ya sabes cómo se siente y él sabe cómo te sientes. Sólo tienes que hablar de ello y llegar a un acuerdo que funcione para ambos—dijo.

—Quinn, no se trata de eso. Me he sentido así durante meses, ahora lo sé.

—¿Meses? Pero dijiste que lo amabas.

—Yo lo amo. Es un hombre dulce y que será un buen esposo y papá. Yo no me veo en la imagen.

—Tal vez el asunto del matrimonio te está asustando.

—No estoy enamorada de él, Quinn—admitió—Pensé que quizás podría, con el tiempo. Pero no lo estoy. Lo sé.

Quinn se echó hacia atrás en su silla, mirándola.

—Han estado saliendo durante dos años. ¿Y ahora te estás dando cuenta de que no estás enamorada de él?

—Yo no necesito que me juzguen, Quinn. Sólo tengo que hablar de ello.

—Está bien, lo siento. Quiero decir, no es muy diferente a mí y Rachel. Mientras estamos saliendo, todo estará bien. Pero tan pronto como empieza a ser más serio, se complicara, yo lo sé.

—Pero dudo que tú hubieras dejado pasar dos años.

Quinn se inclinó hacia delante de nuevo.

—¿Es realmente tan malo, Brittany? Quiero decir, tú y yo siempre podemos hablar de cualquier cosa. Tengo la sensación de que estás eludiendo el problema aquí, y tienes miedo de hablar conmigo.

—No. Pero, cómo le dices a alguien te amo y quiero casarme contigo, y luego que no estás enamorada.

—Yo no lo sé. Pero sí sé esto. Cuanto más tiempo arrastres esto, dejando que él piense que tienen un futuro, más difícil será.

—Lo sé. Y ayer por la noche, preparó una comida maravillosa para mí, luz con velas y vino.

—¿Así que todavía estás durmiendo con él?

—De eso se trata. Fingí un dolor de cabeza y se me fui a la cama temprano.

—¿Ni siquiera quieres tener sexo con él?

Era el turno de Brittany a inclinarse hacia adelante.

—Quinn, que ha llegado al punto en que apenas puedo soportar su contacto—susurró.

—Bueno, tienes que decirle, Brittany. ¿Cuándo fue la última vez que se han acostado juntos?

Brittany se encogió de hombros.

—Yo no lo sé. ¿Tres semanas? ¿Un mes?

—Sin duda, él sabe que algo anda mal.

—Sí. Yo sé que él lo hace. Me siento como un culo. No sé lo que está mal. Bueno, yo sé lo que está mal. Mi cuerpo me dice que no es él y no puedo seguir más todo el procedimiento.

—¿Has estado fingiendo?

Brittany se ruborizó.

¿Dios, realmente estaba teniendo esta conversación con Quinn?

—Pensé que se me iba a pasar.

—Bueno, yo no estoy tomando partido aquí, pero estás apenas siendo justa con él.

—Oh, no me digas que nunca has fingido.

—Por supuesto que sí. Pero no en mucho tiempo y ciertamente no con alguien que la que he estado saliendo por dos años y que quiere casarse conmigo.

—Quinn, nunca has salido con alguien más de dos meses.

—Y eso es porque cuando tengo que empezar a fingir, ya sé que es hora de seguir adelante. Jesús, Brittany, se trata de Sam del que estamos hablando. El hombre con el que has estado prácticamente viviendo.

—No estás haciendo esto fácil—dijo en voz baja.

—Lo sé, cariño. Lo siento—Quinn apretó la mano otra vez—Tal vez es sólo el estrés de tu nuevo trabajo. Tal vez necesitas darle algo de tiempo, ¿eh?

Brittany estaba a punto de protestar, pero lo dejó pasar.

No fue su nuevo trabajo.

Esta inquietud que sentía que había estado creciendo durante meses, comiéndola poco a poco. Y ahora, era casi insoportable. Había algo que falta y Sam no era la respuesta.

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Capitulo 21

El sonido atravesó su sueño, y Brittany se acercó y le dio un puñetazo a la alarma.

El sonido continúo.

Abrió un ojo.

—¿Cuatro?—cogió el teléfono y tiró de él bajo las sábanas con ella—¿Sí?

—¿Britt?

Brittany se sentó.

—¿Qué pasa?

—Tenemos otra chica.

—Oh, no—Brittany tiró de las cubiertas y entró en el cuarto de baño—¿Dónde?

—Downtown. Sabes en el Starbucks en el centro

—Sí. Voy a estar ahí.

Se echó agua fría en la cara y se pasó los dedos por el pelo mojado. Se veía horrible, pero sabía que no tenía tiempo para una ducha.

Rápidamente se puso unos pantalones vaqueros y una sudadera y salió corriendo. Se preguntó a qué hora Santana había recibido la llamada. Sonaba bien despierta en el teléfono.


Las calles estaban vacías a esa temprana hora y Brittany llegó al centro en sólo quince minutos. Las luces intermitentes de las patrullas de la policía iluminaban el cielo y termino estacionado en la calle, mostrando su tarjeta de identificación cuando alguien trató de detenerla.

—Estoy buscando a la Detective López—dijo.

—Abajo en el callejón de ahí.

—Gracias.

Brittany encontró a Santana inclinada sobre el contenedor de basura, mirando en el interior, junto con Mercedes Jones de la oficina del médico forense. Se unió a ellas, mirando en su interior.

—Jesús—susurró.

Santana miró y asintió con la cabeza. La posición del cuerpo coincidía con el de Carla Pooper.

—Mercedes realiza las primeras impresiones. Vamos a ir a Belle.

Santana dio un codazo a Brittany y Brittany la siguió por el callejón.

—¿Tienes otra huella en este momento?

Brittany miró hacia donde señalaba.

De nuevo.

—Hay algo más—Santana señalado al lado del edificio.

Eran las palabra del Génesis pintadas en aerosol de negro. Brittany enarcó las cejas.

—¿Phil Collins?

—Tu hermano es un sacerdote. ¿No lo sabes?

—¿La Biblia?

—Sí, aunque no estoy muy instruida precisamente. Mercedes dice que es la historia de Sodoma y Gomorra ubicada en el libro del Génesis.

—Bueno, perdona mi ignorancia, pero ¿qué tiene eso que ver con nuestro caso?

Santana sonrió.

—Sodoma y Gomorra. El presunto lugar de nacimiento de la homosexualidad.

Brittany levantó la mirada inquisitiva.

—¿Y?

—Tu realmente no tienes ni idea, ¿verdad?

Brittany se encogió de hombros.

—La destrucción de Sodoma y Gomorra se utiliza a menudo como un ejemplo de la maldad de la homosexualidad... y del castigo de Dios.

—Ah. Bueno, está bien entonces. Un hombre despreciado por una lesbiana o un hombre haciendo la obra del Señor. De cualquier manera, él es un chiflado.

—Podría ser las dos cosas a la vez—dijo Santana.

Luego extendió la mano y metió un pelo suelto detrás de la oreja de Brittany.

—Te despertaste de un profundo sueño, ¿eh?

—Un sueño inducido por una Margarita, gracias.

—¿Ah, sí? ¿La hora feliz?

—Sí. Conoces a Quinn. La hora feliz se convirtió en la cena.

—Lo siento. Pero pensé que te gustaría estar aquí.

—Sí, me alegro de que me hayas llamado. No debe ser la única trabajando a esta hora.

Entonces Brittany la miró fijamente, notando el pelo perfecto y sus ojos oscuros. Incluso sus pantalones vaqueros parecían planchados.

—¿Cómo logras esto?—preguntó, señalando a Santana.

—¿Qué?

—Siempre te ves tan bien. No me digas que tuviste tiempo para una ducha.

Santana se encogió de hombros.

—Ya estaba despierta.

—¿A las cuatro?—Brittany sacudió la cabeza—Santana, ¿qué voy a hacer contigo?

—Bueno, si deseas controlar mis hábitos de sueño, siempre puedes...

—¿Detectives? Estamos saliendo de aquí—dijo Mercedes.

Brittany asintió con la cabeza a Mercedes, y luego sonrió a Santana.

—¿Podría qué?

Santana movió las cejas con picardía, luego pasó junto a ella, para correr y ponerse al día con Mercedes.

—Verificaras las primeras impresiones y el talón de sangre.

—Es lo primero.

—¿Y me vas a llamar?

—Inmediatamente.

—Está bien. Voy a comprobar todo con Abrams más tarde.

—Estoy segura de que vas a estar contando los minutos—dijo Mercedes mientras cerró la puerta en la cara de Santana.

Brittany se unió a ella en la acera, mirando la camioneta alejarse.

—¿Por qué siempre parece que te está evitando?—preguntó Brittany.

Santana se encogió de hombros.

—¿Una historia Antigua?—Brittany adivinado.

Santana se encogió de hombros otra vez.

—... ¿Tú sientes algo por ella?—Brittany susurró.

—¿Mercedes? No. Se fue un error de una noche cuando estábamos tomando unos tragos hace tiempo ya.

Brittany asintió con la cabeza.

—¿Pero ella siente algo por ti?

—No—Santana frunció el ceño—Ella me conoce.

Brittany asintió de nuevo.

Odiaba los celos que sintió de repente, y los rechazó.

—Bueno, es un poco temprano para ir con Belle.

—Podemos ir al gimnasio para hacer ejercicio—sugirió Santana.

—¿Estás bromeando? Yo estaba pensando en el desayuno.

—¿Qué? ¿Y saltarte la ducha?

—Oh, Dios. Se me olvidaba. Supongo que debería ir a casa y vestirme apropiadamente, ¿eh?

Santana se encogió de hombros.

—Te ves muy bien.

—Me veo como quien salió de la cama a las cuatro.

Nuevamente se pasó las manos por el pelo, deseando haber tomado el tiempo el día de ayer he ido por un corte. Habían pasado por lo menos dos semanas desde que tenía que hacerlo.

—Está bien. Vete a tu casa. Nos vemos de vuelta en la estación, y vamos a buscar algo para comer de camino a Bella.

—Genial.

Brittany apretó el brazo de Santana al pasar junto a ella, y otra vez se sorprendió por los sentimientos que un toque ligero provocaban en ella.

—¿López?

Vio como Brittany se alejó, luego se volvió a la escena del crimen.

—¿Sí?

—Hemos terminado aquí. Me llevó una copia del talón de sangre. Te haré saber si coincide con el otro.

—Bien. Gracias.

—No quiero pasteles—se quejó Brittany—Quiero algo real. Como huevos y carne.

Santana sonrió.

—¿Tienes un poco de resaca?

—Sí. Levantarme a las cuatro no sirvió de nada.

—¿Qué hay de McDonalds?

Brittany gruñó.

—Ahora estas tratando de castigarme.

—Está bien. Hay sitio de tacos de la esquina. No son tan buenos como los que hace la mamá de Blaine, pero son decentes.

—Mejor que McDonalds.



Brittany pidió dos tacos de desayuno y un hash browns, y luego miró con aire de culpabilidad a Santana que sólo tenía un panecillo miserable.

—¿No tienes hambre? Pensé que estarías pidiendo un taco—dijo Brittany mientras se desenvolvió su primer taco.

Santana no hizo ningún comentario.

Francamente, no estaba segura de que pudiera comer algo. Brittany no había reconocido a la víctima, pero Santana se acordó de ella, estaba en el pequeño grupo de mujeres reunidas en la noche del viernes en Belle. Mercedes ya había cubierto la mayor parte de ella con una sábana. Sus piernas habían desaparecido debajo de sus rodillas.

Condujeron en silencio, Brittany comiendo feliz y Santana preguntándose cómo acercarse a Belle. Una cosa era llegar buscando información. Otra muy distinta es hablarle de la muerte de otra chica.

—Bueno. Creo que no tenía tanta hambre como pensaba—dijo Brittany—¿Quieres este otro?

—No, gracias.

Brittany la miró, vio las líneas que se grabaron en su hermoso rostro, la boca dibujaba concentración.

—Santana, ¿qué pasa?

—Creo que nuestra víctima se encontraba en la noche del viernes en Belle.

—Había sólo cinco o seis chicas ahí esa noche.

—Cinco. Ésta estaba sentada en la tercera silla, lejos de la puerta.

Brittany miró.

—Tus habilidades de observación son increíbles. Quizás el sábado, yo podría haberte dicho que eran cinco y el aspecto que tenían alguna de ellas. No cinco días más tarde.

Cuando Santana no hizo ningún comentario, Brittany le tocó el brazo.

—¿Está segura?

—Bastante segura. Espero sus impresiones para confirmarlo.

Se estacionaron frente al albergue y Brittany caminaba en silencio junto a Santana mientras subían los escalones de la casa de plantación de edad. Belle estaba sentada en el sofá de la sala de estar, bebiendo café y leyendo el periódico de la mañana.

—Detectives, buenos días. No creí que las vería tan pronto. ¿Necesitan algo de los archivos nuevamente?

—Belle, hubo otro asesinato anoche—dijo Brittany en voz baja—La Detective López cree que la reconoció como una de las jóvenes que se encontraba en el café la noche del viernes.

Los ojos de Belle se abrieron como platos.

—¿Te acuerdas de las cinco chicas que estaban ahí cuando nos presentamos la noche del viernes?—Santana preguntó.

—Sí. Son todas buenas niñas. Rara vez salen a los bares. Ellas siempre pasan el tiempo aquí.

—¿Viven aquí?

—Sí. Cuatro de ellas. Sherry la otra, tiene veinte años y se mudó a un departamento no muy lejos de aquí—se puso de pie—Oh, Dios mío. No puedo creer que esto esté sucediendo.

—Tiene los archivos de las cinco chicas. Lo necesito para ver las fotos—dijo Santana.

Ellas siguieron la espalda de Belle hasta la oficina donde habían pasado la tarde del lunes. Esperaron pacientemente a que Belle sacara las cinco carpetas y se las entregó a Santana. La segunda carpeta era la chica.

—Este—dijo Santana.

Belle se hundió en su silla.

—Sue. No Sue—sollozó.

Brittany tomó el archivo de Santana y miró a la foto. Dejó escapar un suspiro pesado, entonces hojeó las páginas. Tenía dieciocho años. Estudiante de primer año en uno de los colegios de la comunidad. Sus padres vivían en Amarillo Texas.

—¿Cuánto tiempo había estado con ustedes?—preguntó Brittany con suavidad.

—Más de un año. Ella es una de las pocas que aún mantiene contacto con su familia. De hecho, conocí a su mamá.

—Tenemos que ver su habitación, Belle.

—Simplemente no puedo creerlo—dijo Belle nuevamente mientras se limpiaba los ojos—Ella y Jen estaban viéndose. Tenían una cena anoche. Sue estaba muy emocionada. Vino y me mostró el nuevo equipo computador que compró.

Su habitación estaba impecablemente limpia. La cama estaba hecha, sin ropa por ahí. Los libros estaban apilados en una esquina de su escritorio. No estaba su equipo.

Brittany se acercó y cogió una foto enmarcada de Sue y una mujer mayor.

—Su mamá—dijo Belle.

—¿Por qué estaba aquí?

—Ella y el nuevo marido de su mamá no se llevaban bien. Ella tenía dieciséis años cuando me escribió por primera, preguntando acerca de venir aquí. De hecho su mamá la trajo aquí.

—Tiene forma de contactarse con Jen—dijo Santana.

—No tengo su número. Pero va a estar en su trabajo.

—Tenemos que saber a dónde fueron ayer por la noche. ¿La puede llamar?

Belle salió de la habitación, y Brittany y Santana se miraron fijamente.

—No me gusta esto, Santana—susurró Brittany.

—Lo sé. Espero que no tengas planes para esta noche.

—Nada que no pueda cancelar.

—Es miércoles. Creo que debemos revisar Outlaws.

Brittany asintió con la cabeza.

Sam la iba a matar.

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Capitulo 22

—Está bien. Vamos a repasar todo de nuevo—dijo Santana.

Estaban sentadas a dos cuadras de Outlaws, aparcados en la calle en un estacionamiento de viejos almacenes. Habían visto dos de las chicas de Belle entrar. Hasta el momento, no había salido.

—Ellas tuvieron una cena en la taberna. Caminaron cinco cuadras a la librería. Jen compró dos libros, Sue uno. Luego se dirigió a la Regencia y vieron una película. Se les permitió salir a la medianoche. Regresaron a Belle. Jen recogió su auto y entró en la casa de Sue. Eran casi la una de la mañana.

—Caminaron—dijo Santana—Él las seguía, no habían tomaron el auto.

—Tal vez él las siguió a pie, también. Podría haber estado oscuro. Hay una gran cantidad de tráfico de personas a pie por ahí, podría fácilmente esconderse.

—Pero, ¿cómo iba a saber que ellas iban a pie?—Santana preguntó.

—Y, si vio entrar a Sue Sherry, Sue pudo volver a salir.

—Belle dijo que no hay líneas de teléfono en ninguna de las habitaciones y hasta donde nosotras sabemos, Sue no tienen un celular.

—Tal vez estaba caminando en el interior y escuchó el timbre del teléfono principal y contestó él.

—Podemos comprobar los registros, pero eso significaría que el asesino tendría que haber llegado a un teléfono y llamar al mismo tiempo que Sue entró en el edificio.

—Él pudo haber tenido un teléfono celular y estaba mirando desde lejos. La vio entrar y marco.

Santana asintió con la cabeza. Luego miró a Brittany. La chispa habitual en sus ojos había desaparecido esta noche. De hecho, no había sido la misma desde su entrevista con el Jen.

—Nunca se dijiste cómo te fue con el Jen.

Brittany bajó la cabeza y se frotó los ojos.

—Fue horrible, Santana. Eran tan jóvenes y enamoradas. Dios, se me rompió el corazón oír su llanto.

Santana se estiró y capturó la mano de Brittany. Ella sintió los dedos de Brittany apretar alrededor de ella.

—Hiciste un buen trabajo, Britt. Yo nunca podría haber conseguido que me dijera todas las cosas que ella te dijo. No tengo... la compasión por la gente que tú tienes.

—La tendrías con ella, Santana. Incluso habrías tenido dificultades para decirle a esta joven y bella mujer de ojos azules que su novia había muerto.

—Tú tienes un montón de información de ella, tenlo en cuenta.

—Sí. Lo tengo en cuenta—entonces Brittany apretó duro la mano de Santana—Quiero atrapar a este hijo de puta, Santana.

—Las dos lo queremos.

Brittany finalmente soltó la mano de Santana y cogió la botella de agua y bebió.

Tenía ganas de llorar.

No estaba segura de seguir teniendo más días como éste.

—¿Qué planes tuviste que cancelar esta noche?—Santana preguntó, cambiando de tema.

—Dios, ¿tienes que recordármelo? Me perdí una hermosa fiesta.

Santana se rió entre dientes.

—Pensé que estarías encantada.

—Oh, yo lo estoy. Por supuesto, tuve que escuchar cerca de treinta minutos una conferencia de Sam. Finalmente colgué el teléfono y lo deje divagar. Cuando lo cogí otra vez, él había colgado. Eso será divertido de explicar.

—Yo podría haber hecho esto sola, ya sabes.

—¿Vas a parar? Además, prefiero sufrir las consecuencias, que sufrí padecer en otra cena con él.

Sin embargo, Santana no respondió. Estaba mirando por el espejo retrovisor.

—Dame los binoculares—dijo, alcanzando el regazo de Brittany.

Se dio la vuelta y observo por la parte de atrás, mirando por la ventana trasera.

—Que me aspen—murmuró, bajando los anteojos.

—¿Qué? ¿Qué ves?

—Asunto de drogas. Mierda. Debemos avisar—dijo.

—¿Trato de Drogas? ¿Cómo lo sabes?

—Britt, llama—dijo Santana con impaciencia.

—Está bien, está bien—sacó su teléfono celular—¿Sargento Reynolds? Somos las Detectives López y Pierce. Tenemos un posible reparto de drogas delante. Estamos en Lamar, cerca del Pacífico. Distrito de almacenes—una pausa—No, no. Estamos vigilando un bar. Outlaws. No, no...

El teléfono fue arrancado de sus manos.

—Reynolds es López. Puedes obtener algunas malditas unidades y envíalas aquí y llame a Fiscalización de Estupefacientes—gruñó—Idiota.

Santana le devolvió el teléfono a Brittany.

—Lo siento.

—No, está bien. Quería charla conmigo. Ahora sé lo tono de voz que debo usar con él.

—Quédate aquí. Esta atenta con nuestras niñas—dijo Santana.

—¿Qué demonios estás haciendo?

—Hay seis hombres. Han entrado en uno de los edificios. Tres de ellos están llevando bolsas grandes. Esto no es sólo una rápida venta en la calle.

—De ninguna manera. Tú no vas a ir detrás de ellos. Vamos a esperar a los refuerzos.

—Britt, con el tiempo que los refuerzos tardaran en llegar, ya estarán fuera del camino. Voy a vigilar la puerta. Si tratan de salir, los tendremos.

—¿Estás loca? ¿Seis hombres con armas de fuego?

—Quédate aquí—dijo Santana otra vez, al abrir la puerta.

—No lo haré.

—Maldita sea, Britt. No tenemos tiempo para discutir. Ahora mira el club.

—No vas a dejarme fuera de esto, López. No voy a dejarte ir por ahí sola.

—A la mierda—susurró Santana—Está bien. Demonios solo quédate detrás de mí.

Se dirigieron rápidamente a la sombra, permaneciendo cerca de los edificios, con sus armas desenfundadas. Santana presionado contra un lado del edificio y Brittany hizo lo mismo.

Se oyó un grito desde el interior, y luego dos disparos.

—A la mierda. Mierda—dijo Santana—¿Dónde diablos están los refuerzos?

Santana corrió hacia la puerta. No estaba cerrada. Se deslizó en el interior del pasillo. Estaba oscuro.

A Brittany le latía corazón con fuerza en sus oídos. Entonces se oyeron pasos por encima de ellas y las das miró hacia arriba. Se dirigieron al mismo tiempo, hacia las escaleras.

Tres hombres bajaron corriendo.

Santana agarró a Brittany y tiró de ella contra la pared.

—¡Policía!—gritó Santana—¡Alto ahí, hijos de puta!

Santana salió a la luz, apuntándolos con su arma. Vaciló, mirando a Brittany, que también apuntó su arma en contra de ellos.

—¡Tiren sus malditas armas. Ahora!

Ellos lo hicieron.

—¡Al suelo! ¡Boca abajo!

Santana se acercó más, sigue apuntando su arma hacia ellos. Brittany estaba sorprendida por la facilidad con que estaban siendo sometidos. Se relajó.

Fue un error.

Un hombre vino de detrás de ellas. Los tres hombres en el suelo levantaron la vista. Brittany vio los ojos de Santana ampliarse, luego tumbaron en el suelo cuando un arma se disparó. Los tres hombres en el suelo se levantaron y salieron corriendo hacia la puerta. Por último, las sirenas sonaron, y se oyó chirriar los neumáticos y gritos.

Los refuerzos habían llegado.

—¿Te he dicho que pesas una tonelada?

—Una vez. ¿Estás bien?

—Sí. ¿Y tú?—la voz de Santana sonaba extraña a Brittany.

Santana se sentó, alejándose de Brittany y llego a su costado, sintió la rigidez y humedad.

Maldita sea.

—Hay que volver.

Trató de levantarse y volvió a caer en la parte superior de Brittany.

—Santana—Brittany llegó hasta ella—Oh, Dios mío. Acuéstate. ¿Dónde te pegó?

—No es nada—murmuró.

—¿Nada? Estás sangrando hasta la muerte. ¿Por qué diablos no me dijiste nada?

—Estoy herida—susurró.

Brittany movió su mano alrededor de su estómago, y luego más alto, debajo de los pechos.

—¿Me estas tocando?—Santana quedó sin aliento—Ahora realmente no es un buen momento.

—¡No tienes un maldito chaleco!

Santana alzó una mano y sintió el pecho de Brittany.

—Ni tú tampoco.

—Bueno, yo no soy la única que recibió un disparo, ¿o sí?

Santana puso la cabeza hacia atrás. Se sintió mareada. Ya estaba todo oscureciéndose.

—¿Santana? Oh, por favor—susurró Brittany.

Acunaba la cabeza de Santana contra su regazo.

—No se te ocurra dejarme—dijo en el oído de Santana.

Santana tomó la mano de Brittany y la apretó contra su herida.

—Pon presión—murmuró.

—Ya lo tengo—dijo Brittany, empujando—Sólo relájate.

—Para ti es fácil decirlo. No estás sangrado... hasta... la muerte—susurró mientras su voz se desvaneció.

—Oh, Santana, por favor, quédate conmigo—susurró Brittany—Por favor.

Brittany apretó la mano firmemente contra la herida, sintiendo la sangre que aún se filtraba a través de sus dedos.

—¡Ayuda!—gritó Brittany—Santana, ¿me oyes?

Brittany cerró los ojos, meciendo suavemente a Santana en su regazo mientras esperaba.

—No me dejes.

Pareció que pasaron horas antes de que alguien llegara hasta ellas. Brittany se sorprendió de que fueron sólo diez minutos.

—Ella va a estar bien. Para López, es sólo un rasguño—dijo uno de los paramédicos.

—¿Britt?

Brittany miró a los ojos que se abrió suavemente.

—¿Qué sucede? No debes hablar.

Santana sonrió.

—Me mareé, porque yo no había comido nada en todo el día, no me acorde de hacerlo después—susurró—Ahora, regresa al club. Y comprueba a nuestras niñas.

—No, yo voy contigo—dijo Brittany, agarrando una de las manos de Santana entre las suyas.

—No estoy bien. Es importante, Britt. Compruébalas.

—No, quiero ir contigo—dijo tercamente.

—Puede que sea necesario—murmuró Santana.

—Vale, vale. Pero luego me voy al hospital.

—Por supuesto. A ponerte al día conmigo.

Brittany vio alejarse a Santana, y luego caminó lentamente por el callejón a su coche.

—¿Detective?

Se dio la vuelta.

—Soy el sargento Smythe, de Fiscalización de Estupefacientes. Tengo algunas preguntas.

—Tendrá que ser mañana. Estoy un en una emboscada—dijo.

Él asintió con la cabeza.

—¿Cómo es que usted y López, de Homicidios, llegaron hasta aquí?

—¿Tiene a los cuatro?

—Sí. Y dos cuerpos en el segundo piso.

Brittany asintió con la cabeza.

—Llámame mañana. Voy a darle una declaración a primera hora.

Abrió la puerta del coche y se sentó en el lado del pasajero. Ella miró una vez a la silla vacía, y luego dejó sus lágrimas caer.

Estúpida, pensó.

—Podría haber sido asesinada—susurró—Yo podría haber sido asesinada, Sam va a asustarse de nuevo—se secó las lágrimas, mirando al club a través de la calle—A la mierda Sam.




—¿Qué quieres decir, se ha ido?—Brittany exigió—Ella estaba sangrando a muerte.

La enfermera sonrió.

—Yo le aseguro, una herida no dejaría a la Detective López aquí. Ella se fue hace casi una hora, con nuestras bendiciones, debo añadir. De eso, se trata nada más que problemas, cuando ella está aquí.


Brittany salió furiosa, a toda velocidad por la ciudad.

De todas las cosas estúpidas y arrogantes que hacer, maldita sea López.

Brittany encontró a Santana exactamente donde sospechaba que estaría, sentada en su escritorio.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo?—Brittany exigió, entornando los ojos a Santana.

Santana levantó la vista de la computadora.

—Escribir el informe.

—¡Levántate!

—¿Qué?

—Has recibido un disparo. ¡Debes estar en el hospital! ¡Debes estar en la cama! No en tu maldito escritorio.

—Britt, estoy bien. Apenas me atrapó.

—¿Está bien? Entonces, ¿por qué estás tan pálida?

—Britt...

—Simplemente me sorprende, Santana López. Ahora, levántate. Vas a venir conmigo.

—¿A dónde?

—Para mi departamento. Vas a acostarse y descansar. Y por la mañana, te vas a comer algo. Y entonces, donde decidirás si vas a venir a trabajar o no.

—Britt...

—No discutas conmigo. No estoy de maldito humor.



Santana se sentó en silencio junto a Brittany mientras se alejaban. En realidad, todavía se sentía mareada, débil, pero ella nunca le diría a Brittany.

—¿Te dieron algo para el dolor?

—Tengo una receta, pero no la necesito.

—Entrégamela—dijo Brittany, tendiéndole la mano—Hay una farmacia de veinticuatro horas, no lejos de mi casa.

—No tengo tanto dolor, Britt. Va a pasar.

—Tonterías. Dámela. Te ayudará a dormir, un poco nada más.

Santana sacó el pedazo de papel arrugado del bolsillo y se lo entregó a Brittany.

Brittany la miró.

—A veces, me cabreas tanto, que te quiero pegar un tiro—dijo.

—Aquí me tienes.

—Oh, Dios. Yo no quise decir eso. Lo siento—dijo Brittany.

Alargó la mano y tomó la mano de Santana.

—Estaba tan asustada y tú estabas actuando como si nada.

—Me han disparado antes.

—Me he dado cuenta por la enfermera. Santana, ¿por qué no te pones el chaleco?

—Es incómodo. Probablemente, es la misma razón por la cual tú no lo usas.

—Tal vez deberíamos empezar a hacerlo.

Santana inclinó la cabeza hacia atrás contra el asiento. El latido de su costado estaba cada vez peor. Tal vez debería haber pasado la noche en el hospital.

—¿Qué pasa?

—Estoy cansada.

—Te duele, ¿no?

—Sí.

Brittany volvió a tomar su mano.

—Santana, no tienes que ser fuerte todo el tiempo. Déjame cuidar de ti. Por favor.

Santana sonrió, dejando pausa suave de la voz de Brittany para dormir.

Se sentía drogada, y suponía que le habían dado algo en sus medicinas.

Entonces Brittany la estaba moviendo, tocando su cara.

—Vamos, cariño. Estoy en el segundo piso.

Santana abrió los ojos.

Brittany estaba de pie junto a ella en el lado del acompañante del auto, los ojos azules llenos de preocupación estaban mirándola.

Brittany le ayudó a subir las escaleras y Santana se sintió avergonzado por tener que apoyarse en ella. Su costado estaba matándola y, envolviendo un brazo sobre el hombro de Brittany, arreglándoselas para subir por las escaleras.

Entró en la habitación de Brittany, sin protestar, tumbándose en la cama. Ella tomó la píldora que Brittany le entregó, hizo la deglución con un vaso de agua que Brittany le metió en la mano. Sintió que le estaba quitando los zapatos, sintió los pantalones deslizarse por sus piernas, pero no podía abrir los ojos para protestar.

Brittany la cubrió ligeramente con la una sabana, luego llevo el edredón hasta la cintura. Sin pensarlo, tocó la cara de Santana, frotando suavemente en la mejilla.

Tan suave.

Muy tranquila ahora.

Se sentó en el borde de la cama, llevando las manos ligeramente a través de los brazos de Santana.

—Podría haber sido mucho peor—susurró—Podría haber sido asesinada.

Brittany con su mano acarició la mejilla de Santana.

—Tengo miedo, Santana. Siento cosas... por ti—frunció el ceño y cerró los ojos—¿Qué estás haciéndome?

Brittany la miró fijamente durante varios minutos más, luego se obligó a salir. Cerró la puerta sin hacer ruido, teniendo tanto el teléfono de Santana y su el suyo lejos de la habitación.

Quería que Santana durmiera hasta la mañana.


Se sirvió Coca-Cola Light en un vaso y tomó un sorbo, luego fue alrededor de la caja de botellas de licor, encontró un botella de ron. Añadió un poco a su Coca-Cola y se llevó la copa, estableciéndose finalmente en el sofá.

Toda la noche fue como un torbellino para ella.

En un momento, que estaba sentada en el coche discutiendo del caso, al siguiente, Santana está corriendo en un almacén lleno de traficantes de drogas.

Brittany repite todo en su mente, sabiendo que si Santana no la había empujado fuera del camino, habría sido herida. Y no habría sido bonito. Estaba ahí de pie, un blanco fácil. Se había congelado, lo sabía. Se giro, vio al hombre. . . y se quedó clavada en el suelo. Lo siguiente que supo, fue que Santana estaba encima de ella y los hombres se fueron corriendo.

—Ella me salvó la vida. Dos veces hasta ahora—murmuró—Me pregunto todo lo que un año va a llevar—se preguntó con una sonrisa—No va a ser aburrido, eso es seguro.

Un teléfono celular sonó y ella agarró los dos, sin saber cuál era el suyo y cual el de Santana.

Fue el de Santana.

—¿Hola?

—¿Pierce?

—Sí, señor.

—¿Estás bien?

—Sí, señor, estoy bien.

—Acabo de recibir la llamada. ¿Dónde está López? El hospital dijo que ella se ausentó sin permiso.

—Ella está conmigo, teniente. Está durmiendo.

—Bueno. Maldita mujer obstinada—murmuró.

—Cuénteme.

—Por lo tanto, fueron a revisar un club nocturno y terminaron en la captura de traficantes de drogas, Pierce. Buen trabajo.

—Teniente, ambos sabemos que López es la responsable de esto. Ella acabo por cruzarse en el camino de ellos.

—Brittany, déjame decirte algo—dijo en voz baja—Sabe que ella tenía otros seis socios antes de ti. Todos y cada uno de ellos vinieron a solicitar una transferencia. López llegó a mí en un plazo de una semana para cada uno de ellos, exigiendo que se les transfiriera. Haz durado, ¿qué? ¿Seis semanas? Ella aún no ha llegado a mi oficina para decir una cosa despectiva acerca de ti. Debes estar haciendo algo bien.

—Teniente, me habló de su familia—dijo Brittany en voz baja—Creo que es notable que ella haya sobrevivido tanto tiempo.

—Bueno, ella es una luchadora, eso es seguro. Creo que tal vez eres buena para ella.

—Tal vez sea así.

—Duerme un poco, Pierce. Hablaremos por la mañana.

Brittany tiró el teléfono, mirándolo.

¿Era buena para Santana?

Sí, lo era.

Pero Santana era buena para ella, también.

Trató de no pensar en el creciente afecto que sentía por Santana.

Si lo hacía, haría una locura. Además, ella no estaba preparada para analizar lo que sospecha sea la verdad.

Y ella aun no podía.

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Capitulo 23

—¿Te quieres callar y comer? No has hecho nada, que no sea quejarte.

—Me has drogado. Apenas puedo soportarlo.

—Bueno. Ahora come.

Santana cogió el tenedor otra vez y apuñaló a los huevos revueltos. Ella odiaba los huevos lisos. Mezcle en un chorizo y salsa, entonces es diferente.

—¿Qué?

—Nada. Está muy bueno.

Se obligó a meterse otro bocado, y luego busco el jugo de naranja. Brittany la miró fijamente. Santana se estiró y pasó los dedos por su jugo con nerviosismo.

No le gustaba como Brittany la miro.

—¿No servirá de nada en absoluto que te sugiera quedarte en casa por el resto del día?

—No.

—¿No servirá de nada que sugiera quedarte sentada en tu escritorio todo el día, mientras voy a hacer el trabajo de campo y repasar los resultados del laboratorio?

—No.

—¿Lo harías si te amenazo con hacerte daño físico?—preguntó Brittany con una sonrisa.

—Bueno, ahora depende. ¿De qué parte de mi cuerpo estás hablando?

Brittany apoyó los codos sobre la mesa y levantó la mirada con timidez, hacia los ojos de Santana.

—Esa bala era para mí—dijo en voz baja.

—Sí.

Brittany se inclinó sobre la mesa y tomó la mano de Santana.

—Eres la mejor compañera que alguien pueda tener.

Santana se rió entre dientes y Brittany hizo lo mismo. Finalmente soltó la mano de Santana.






—Sam, ahora no es un buen momento para discutir esto.

Santana miró hacia arriba, luego se trasladó como si fuera a salir. Llego a través de la mesa, Pero Brittany hizo señas para que se quedara.

—Sí, lo sé—una pausa—Yo sé eso también—ella puso los ojos en Santana—Sam, por favor. No, no sé si puedo verte esta noche. Yo te llamo—volvió a mirar a Santana, esos ojos negros que miraban a la vez—Sí, lo sé.

Brittany colgó el teléfono y suspiró.

Tenía que decirle.

Sólo tenía que decirle, y acabar de una vez.

—¿Hay algo que pueda hacer?

Brittany sonrió.

—¿Vas a decirle que no estoy enamorada de él y que siento que estoy a punto de hacerle daño? ¿Puedes hacer eso por mí?

—Tienes que quererlo mucho para no querer hacerle daño—dijo Santana.

—Sí, lo sé. Como he dicho, es un buen tipo. Él va a hacer a alguien muy feliz.

—Para ello hay que dejarlo ir, para que pueda encontrar a esa persona—dijo Santana en voz baja.

—El problema es que él piensa que ese alguien soy yo—Brittany se apartó de su escritorio y se levantó—Yo voy a buscar un café. ¿Quieres un poco?

—No, estoy bien.

—¿Te sientes bien? Yo no quería decir nada, pero estás un poco pálida otra vez.

—Duele un poco. Voy a estar bien. Voy a llamar al laboratorio.

—Déjame hacerlo. Siempre se estresan cuando los llamas. Los Idiotas—imitó Brittany mientras se alejaba.

Fue bueno escuchar la risa de Santana.



Fue después de las seis cuando Brittany entró en su departamento.

Su mente no estaba en otra cosa que Santana.

Brittany insistió en llevarla a su departamento, mientras Santana insistió en que iba a estar bien. Brittany le hizo prometer que conseguiría algo de comer, por lo menos. De hecho, le había ofrecido a Santana quedarse de nuevo con ella, aquí.

Estaba preocupada por Santana.

—Hola, Brittany.

—¡Jesucristo!—Brittany dio un salto, y la mano va a su pecho—¿Quieres matarme, Sam.

—Lo siento, pensé habías visto mi auto.

Brittany negó con la cabeza, lanzando su bolso y las llaves en la barra.

—No, tengo muchas cosas en mi mente. ¿Quieres un trago?

Levantó su vaso.

—Tengo uno. ¿Estás bien?

—Estoy bien.

—Me refiero a lo de ayer—dijo.

—Estoy bien—dijo otra vez—Mientras no piense mucho en ello, estoy bien.

—¿Quieres decirme por qué estaban persiguiendo a traficantes de drogas?

—No estábamos persiguiendo a traficantes de drogas. Estábamos vigilando un bar. Santana los vio, yo no lo hice. Llamaros a los refuerzos. Oímos disparos, y entramos.

—Casi se te dispararon—dijo, con su voz más fuerte que antes.

—Pero no lo hicieron. Mi compañera recibió la bala por mí—dijo.

—Fue gracias a ella que tú te metiste en esa situación. ¡Maldita sea, Brittany!, ¿En qué estabas pensando?

—¿Qué estaba pensando? Sam, este es mi trabajo. Yo no estaba pensando—dijo.

Brittany fue a la nevera y sacó la botella de vino que había abierto la otra noche. Se sirvió una copa, pensando que quería algo mucho más fuerte.

—Me preocupo por ti, lo sabes.

—Sé que lo haces.

—Brittany, tal vez si vivimos juntos, habría una cierta continuidad en nuestras vidas, tal vez entonces no sería tan malo. Quiero decir, me gustaría estar aquí cuando llegues a casa, no importa la hora, solo saber que estas a salvo.

Brittany lo miró fijamente. Ciertamente él estaba sugiriendo vivir juntos.

¿No tenía la menor idea de lo que tenían en su relación ahora?

—Vamos a pensar en ello, ¿vale?

Pero Brittany negó con la cabeza.

—Yo no necesito pensar en eso, Sam—señaló el taburete de la barra a su lado—Siéntate. Tenemos que hablar.

—Nada bueno sigue a esas palabras—dijo lentamente, con una leve sonrisa.

—No, no lo es, ¿verdad?—Brittany tomó un sorbo de su vino, y luego hizo girar nerviosamente la copa entre sus dedos—La razón por la que no quiero irme a vivir contigo es porque sé que es el primer paso que precede al matrimonio. Y no me quiero casar contigo, Sam.

—Brittany, sé que no estás lista. No me refiero a casarnos en corto plazo. Ni siquiera el año que viene, si todavía no estás lista. Pero viviendo juntos por lo menos nos da una oportunidad para vernos más a menudo.

—No me has entendido, Sam. Yo no quiero casarme, ni ahora ni el año que viene o el año después de eso.

—¿Qué estás diciendo? ¿Quieres dejarlo cómo está? Sólo vernos una tarde o un fin de semana

Brittany cerró los ojos.

No quería hacerle daño. Y esto lo haría daño. Pero no tenía otra opción. No podía dejar que las cosas seguir como estaban.

—Sam, no creo que yo sea la adecuada para ti. Creo que deberíamos...

—¿Quieres poner fin a las cosas?

—Sólo estoy diciendo, yo no soy feliz así. Sé que no eres feliz, los has dejado bien claro. Nosotros nos vemos poco, mis horas se han convertido en una locura. Y no estoy dispuesta a cambiar eso por ti. Eso debería decirnos algo, Sam. Tenías razón, el otro día cuando dijiste que deberías ser más importante para mí que mi carrera. Y ese es el problema. No lo eres.

—No puedo creer esto, Brittany. Pensé que queríamos las mismas cosas. Tener una familia, tener hijos y envejecer juntos. ¿Qué pasó con eso?

—Esto es lo que quiero, Sam. Me quede contigo porque pensé que debía querer esas cosas también. Lo siento, pero yo no las quiero. En este momento, no puedo pensar más allá de este caso. No tengo idea de lo que mi vida va a ser en un año a partir de ahora. No quiero sentar cabeza y tener hijos. No puedo imaginar eso, Sam. Ese es tú sueño. Y debes entender que no va a pasar conmigo—dijo en voz baja.

—Te quiero, Brittany—susurró.

—Oh, Sam—Brittany se inclinó hacia delante y le tomo la mano—Lo siento. No quise hacerte daño.

Sam finalmente se apartó, mirándola a los ojos.

—¿Hay alguien más?

—No, Sam. No es eso en lo absoluto.

¿Lo hay?

Sin previo aviso, los pensamientos sobre Santana inundó su mente, y en ese momento Brittany sabía que estaba mintiendo.

Sí, había alguien más.

—Entonces, me niego a renunciar a esto, Brittany. Creo que estamos destinados a estar juntos.

—No, Sam. No creo que lo estemos.

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