Gleek Latino
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Primer15
Image hosted by servimg.com

Image hosted by servimg.com
Image hosted by servimg.com
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Coment10
Últimos temas
» Ayudenme a encontrarlos
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyLun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T

» Busco fanfic brittana
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyLun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66

» Busco fanfic
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptySáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken

» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyJue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604

» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28

» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyDom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28

» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyVie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604

» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyLun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es

» Que pasó con Naya?
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMiér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es

» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyJue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es

» No abandonen
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMiér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303

» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyVie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303

» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyLun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli

» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyDom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic

» brittana. amor y hierro capitulo 10
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMiér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic

» holaaa,he vuelto
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyJue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMiér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyMiér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  EmptyLun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1

Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Encues10
Sondeo

Musical Favorito Glee 5x15 Bash

Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba1011%Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba10 11% [ 4 ]
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba1019%Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba10 19% [ 7 ]
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba1011%Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba10 11% [ 4 ]
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba1024%Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba10 24% [ 9 ]
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba1027%Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba10 27% [ 10 ]
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba108%Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Topeba10 8% [ 3 ]

Votos Totales : 37

Image hosted by servimg.com
Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion  cap  29, 30, 31  mas el Epilogo  Gleeka10
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios

Disclaimer
Image hosted by servimg.com
·Nombre: Gleek Latino
·Creación: 13 Nov 2009
·Host: Foroactivo
·Versión: GS5
Glee
Image hosted by servimg.com
Publicidad

Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

+2
marthagr81@yahoo.es
Maria Angeles
6 participantes

Página 1 de 3. 1, 2, 3  Siguiente

Ir abajo

Finalizado Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 13, 2016 1:06 pm

Santana es una mujer joven y luchadora con un duro pasado y un futuro mas  incierto que  el de la mayoria  por eso sabe  que cada amanecer  es un regalo  y afronta  la vida con una enorme sonrisa.

Brittany S. Pierce  es una futbolista  de exito internacional, guapisima, lesbiana y mujeriega empedernida con gran exito con las mujeres. Cuando Brittany  se lesiona  debera ponerse en manos de Santana, respetada fisioterapeuta.

Sus caracteres no haran mas que chocar  aunque ella no siempre respondera a sus ataques con ironia y su perenne sonrisa.

Santana no cumple con ninguno  de los requisitos  fisicos de Britt y ésta es demasiado  prepotente  y superficial  para Santana que ademas no esta abierta  al amor. Cualquiera de las dos  podria responder con un "NI LO SUEÑES"  si se les plantease una realcion.

Pero es que en los sueños  cuando menos de lo que esperas van y se cumplen.


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Miér Ene 20, 2016 4:03 am, editado 31 veces
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 13, 2016 2:20 pm

...NI LOS SUEÑES
Adaptación de la Historia original escrita por Megan Maxwell

CAPITULO UNO

Milán… Hotel Boscolo Exedra —Vamos, bella, vamos… que tengo prisa. Apremió Brittany Pierce, famosa y deseada delantera de fútbol del Inter de Milán, mientras se tocaba su rubia melena y una joven se repasaba los labios en el cuarto de baño. Había sido una noche movidita. Tras la fiesta de cumpleaños de un compañero de equipo, ella se había marchado con aquella morena a un hotel donde habían disfrutado durante horas de sexo. Pero ya había amanecido y Brittany quería regresar a su casa. —¿Tomamos un café? —No, bella. Ya te he dicho que tengo prisa. Voy a llegar tarde. Al escuchar aquello, la joven puso morritos pero ella ni la miró: quería marcharse. Salieron de la habitación y se acabó totalmente la pasión. Ella le miraba coqueta, deseosa de que le pidiera su teléfono, para volver a tener otro encuentro, pero al llegar a la puerta del hotel y ver que ella no se lo pedía, decidió hacer algo. Con la mejor de sus sonrisas, sacó una tarjeta del bolso. —Toma, aquí tienes mi teléfono. Brittany asintió y guardó la tarjeta en el bolsillo de su chaqueta. Emocionada por haber conseguido aquello, pasó con provocación la lengua por sus labios recién pintados, y se dispuso a montarse en el biplaza. Entonces, ella sentenció: —¡Ciao!, ya te llamaré. Desconcertada, la joven le miró. Quería acompañarla fuera adonde fuera. Deseaba que la prensa les pillara y acabara publicando alguna foto de ellas juntas. Pero al final, asintió, se dio la vuelta y se marchó. Al ver que se alejaba, Britt sonrió, se montó en su coche y se alejó. Al llegar a casa, saludó a su perra y se fue directo a la cama: estaba agotada. Durmió unas horas y cuando sonó el despertador, se levantó y, tras una ducha, se vistió y acudió a su cita, había quedado para comer. El aparcacoches del restaurante le recibió con una grata sonrisa. Britt se hizo una foto con él y el muchacho se marchó feliz a aparcar el bonito biplaza. Por el camino, varias mujeres le pararon para que les firmara unos autógrafos y ella, con una seductora sonrisa, accedió. Ser la reconocidísima jugadora de fútbol del Inter de Milán, era lo que tenía: fama, dinero y, sobre todo, mujeres, todas las que quería, y más. Cuando acabó de atender a sus fans, entró en el restaurante y se encaminó hacia donde sabía que estaban esperándole. —¡Hola, bella! —saludó a una preciosa mujer de larga melena y ojos felinos, besándola en el cuello. Ella sonrió, era Bimba, una famosa top-model italiana con la que se veía de vez en cuando. Diez minutos después, comían un exquisito plato mientras se devoraban con la mirada. Entre ellas el sexo era fabuloso, aunque esta vez, se despidieron al acabar de comer, porque Britt estaba cansada, así que quedaron en encontrarse la noche siguiente. Bimba, tras acariciar la apreciada cabellera a la jugadora, aceptó encantada. Ni lo dudó. Por la noche, ya en casa, sonó el móvil de Britt. Al responder, sonrió al escuchar que se trataba de Francesca. Solo media hora más tarde, Francesca y él lo pasaban maravillosamente bien en la habitación de la futbolista. Dos días después, cuando Britt conducía por la autopista A-9 Milán-Como junto a Quinn Fabray, su compañera de equipo y mejor amiga, Marley, para los amigos, preguntó: —¿De verdad que te fuiste con la otra sueca? Ambas, dos ligones de primera, se habían fijado en dos jóvenes a cuál más atractiva y decidieron darse unos de sus homenajes sexuales. —Sí, colega. Confirmado. —Rio Quinn y mirando cómo pasaban el Club de Golf La Pinetina, añadió—: Esa mujer me miraba con ojos de deseo. Mamacita, la sueca fue dulce como un bomboncito, ¿qué tal la tuya? —Bien… no estuvo mal —susurró Britt con una media sonrisa, mientras se encogía de hombros. Ambas rieron, chocaron las manos y Quinn preguntó: —¿Sabes cuándo llega el nuevo entrenador? —He oído que, como muy tarde, pasado mañana. — Sue Silvester tiene fama de dura y algo cabroncete. Es más, en sus años de futbolista, era conocida como Terminator. Por lo visto, no se le escapaba balón en el campo de fútbol —prosiguió Quinn. Britt sonrió. La prensa y sus motes. Había conocido a Sue Silvester cuando jugaba en la Liga española. En aquel tiempo Sue entrenaba al Valencia y sabía por otros jugadores que era un buena entrenadora, aunque dura y exigente. Y prepárate que Terminator es muy disciplinada, Britt paró el coche, bajaron y se les unió un nuevo joven. —¿Qué pasa Tina? Tienes mala cara —observó Marley con preocupación. —He discutido con Mike —admitió Tina con gesto de enfado y cabeceando. Todas rieron y Britt, cogiéndole del cuello, murmuró: —¿Cuantas veces te hemos dicho que no hay que echarse novios? —Muchas… demasiadas… —reconoció Tina. Entre risas entraron al hotel que había dentro del centro deportivo. Tenían partido dos días después y estaban concentradas por orden del cuerpo técnico. Se sorprendieron al encontrarse con la nueva entrenadora: una mujer alta, blanca y rubia de apariencia estricta. Sue Silverter saludó uno por uno a cada jugadora con gesto serio y les sorprendió al indicarles que quería que le llamaran «señor». Tras dejar sus bolsas en las habitaciones, ponerse ropa deportiva y bajar al gimnasio, empezaron a entrenar bajo el ojo avizor de la nueva entrenadora.
El partido contra el Génova había levantado demasiado revuelo en Italia. Ambos equipos querían ganar y sus tifosi animaban desde las gradas. Sue Silverter dio las órdenes precisas durante la charla técnica y sus jugadoras salieron al campo. A los diez minutos del inicio del partido, el Génova metió un gol pero, por suerte para el Inter, Marley respondió con un golazo tras un estupendo pase de Britt. En aquel instante, Britt cayó al suelo e, inmediatamente, supo que algo no iba bien. Aquel frenazo tras el pase iba a jugarle una mala pasada. Un dolor extremo le provocó un alarido horroroso y, cuando miró su pierna izquierda, la frustración era aún más grande que el dolor. Al segundo, el juego se detuvo y sus compañeras corrieron a interesarse por ella, mientras se retorcía de dolor, tirada en el césped, maldiciendo una y otra vez.
Britt con los ojos fuera de sus órbitas por el dolor y la rabia gritó: —¡Maldita sea!, ¡joder! Al ver la gravedad del asunto, rápidamente, el equipo médico entró en el terreno de juego. Con cuidado, subieron a la camilla a una enfadadísima Britt y, tres minutos después, desaparecían por el túnel de vestuarios. Le llevaron directamente al hospital. Aquello no pintaba nada bien. Sue estaba junto a la jugadora cuando le dieron el diagnóstico. —Fractura de tibia —repitió Britt. Varios doctores, incluido el responsable médico del Milán, y Sue asintieron apesadumbrados. Britt, sudorosa y con gesto de dolor, cerró los ojos y golpeó con el puño la camilla. Instantes después cuando el dolor le cruzó la pierna y le hizo gritar, se arrepintió. Kent Tanaka, el médico del Milan, que lo conocía muy bien, pidió al resto de los doctores que le dejaran unos minutos a solas con la jugadora y su entrenadora. —Vamos a ver Britt, lo que te ha ocurrido es una lesión fea y… —Esto es una gran putada Kent ¡una gran putada! —Lo es, no te lo voy a negar. —Joder… joder… ¡joder! —gritó desesperada—. ¿Por qué ahora? Consciente de su desesperación, Kent cogió un taburete y se sentó junto a ella tratando de calmarle. —A esa pregunta no te puedo responder. Lo único que te puedo decir es que si queremos acortar al máximo los plazos de tu recuperación debemos operarte lo antes posible. Por suerte solo ha sido la tibia. Si hubiera sido también el peroné… —Joder… Joder… —proseguía su retahíla de maldiciones Britt. —Tienes que relajarte. La tensión no te favorece en nada. Tumbado en la camilla Britt cerró los ojos de nuevo y lanzó la pregunta clave: —¿Cuánto tiempo estaré de baja? —No podemos precisarlo. —¿Cuánto? —exigió, lívido de furia. —De cuatro a seis meses —sentenció Tanaka mirando alternativamente a Britt y a Sue. —Joder… ¡Joderrr! —Britt… Escucha. —¡¿Seis meses?! ¿Voy a tardar medio año en recuperarme? ¡¿Taaanto?! —Intentaremos que sea menos. Lo siento Britt, pero no te puedo decir otra cosa. Horrorizada, la futbolista se tapó la cara con las manos. La furia que sentía le hacía querer golpear lo que fuera cuando escuchó decir a su entrenadora con voz profunda. —Hija, debes ser paciente contigo misma. Solo tu paciencia y tu lucha te harán ganar la batalla. Lo ocurrido es tremendamente desagradable para ti, pero también lo es para mí. Eres una de las piezas clave de mi equipo y te quiero al cien por cien lo antes posible. Me consta que eres una ganadora y eso es lo que marca la diferencia entre unos jugadores y otros. Así que no me decepciones, ¿entendido? —He programado la operación para mañana. Deberías llamar a tu familia para que no se asusten.
Al día siguiente era su operación. Cuando despertó de la anestesia miró a su alrededor. En aquella impoluta habitación de hospital no había nadie. Veinte minutos después, Quinn y Marley y el Sue entraron a interesarse por su estado. —Hola, colega, ¿todo bien?. Britt levantó el pulgar, ya más tranquila y desvió la mirada hacia el resto de los presentes: el médico y la entrenadora. —Todo ha salido bien, —anunció Tanaka—. Te hemos anclado a la tibia un clavo intramedular apoyado por seis tornillos. En unos días te daremos el alta y comenzaremos con la rehabilitación. Lo que escuchaba sobre el clavo en su tibia sonaba espeluznante, pero demostró firmeza cuando su entrenadora añadió: —Fuerza, Demuéstrame lo fuerte que eres, ¿de acuerdo? —Se lo prometo, señora —respondió chocándole la mano, como gesto de compromiso



Última edición por marthagr81@yahoo.es el Jue Ene 14, 2016 7:22 am, editado 3 veces
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Maria Angeles Miér Ene 13, 2016 4:16 pm

Me ha encantado, actualiza pronto!
Maria Angeles
Maria Angeles
**
**

Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Edad : 24
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Susii Miér Ene 13, 2016 6:37 pm

Hola! Esta genial :D ya quiero otro cap:D


Última edición por Susii el Jue Ene 14, 2016 9:59 am, editado 1 vez
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Ene 14, 2016 7:34 am

Dos días después el humor de Britt era pésimo. Cada vez que aparecía una enfermera para cogerle una vía, revisarle algún gotero o darle alguna medicación, protestaba. Todas las que al principio se habían peleado por atenderle, ya no querían ni acercarse a su planta.
Era tal su grado de intolerancia que comenzaron a pensar que la simpática jugadora española del Inter de Milán se había vuelto loca.
Por la tarde, cuando llegó Quinn, intentó hablar con ella. Si ella no conseguía hacerle sonreír, no lo haría nadie. Y lo consiguió. Cuando entró una joven morena en la habitación, Quinn dijo en español. —Mira, colega… una linda italiana viene a visitarte. Britt miró a la joven de arriba abajo: morena con una coleta algo deshilachada y unas horribles botas militares. Sorprendida por el comentario de su amiga sonrió con desgana. —Colega, tu gusto por las mujeres va de mal en peor. Quinn miró a la joven que seguía sonriendo, sin inmutarse por aquel despectivo comentario. Dedujo que ella no se había enterado de nada y suspiró. De repente, sonó el móvil de Britt que contestó contenta al comprobar que se trataba de una de sus chicas. Habló con ella unos segundos y cuando colgó, comentó: —Estefanía te manda recuerdos. —¡Wooo me alegra saberlo! —se mofó Quinn —. ¿Está en Italia? —No, dice que ha leído la noticia de mi lesión en un periódico portugués. Cuando haga escala aquí ha prometido visitarme. Y ya sabes lo que quiere decir eso… —Que suertuda eres, amiga. ¡Menuda potra! Siguieron con la guasa cuando Britt reparó de repente en que la muchacha continuaba allí leyendo el informe de su fractura, y cuchicheó: —¿Tú has visto el enorme trasero que se le ve con esa bata blanca? Y eso por no hablar de… ¿pero que pechos o donde los ha dejado? — Britt… calla… —le recriminó Quinn. Estaba exagerando. En ocasiones ambas eran mordaces con las mujeres y esta estaba siendo una de esas veces. Por su condición de futbolistas famosas, las nenas más impresionantes de la Tierra se tiraban a sus brazos y ellas solo tenían que elegir. Esa era una de las cosas que más le gustaban de la fama, frente a otras no eran tan de su agrado. —Pero si no se entera de nada —se mofó Britt tocándose su apreciada melena—. ¿No lo ves? ¿Verdad que no, bella? Al escuchar aquel calificativo tan italiano, la joven le miró y sonrió con coquetería. Divertido por aquello, Britt prosiguió: —Mira, colega, a excepción de dos bombones morenos que tengo localizados y de los que ya he conseguido el teléfono, en este hospital están las tías más feas y asexuales que he visto en mi vida.
—Sinceramente Quinn… esta no es de las más feas, pero deja mucho que desear. ¿Te acuerdas de cuando te lesionaste en Francia? Oh là là… allí sí que eran guapas las chicas. —Oh, sí… —evocó Quinn—. ¿Recuerdas a Guillermine? —Oh, sí. Grandes pechos. Culo respingón. —Y ardiente… —suspiró Quinn. —Una diosa en la cama y fuera de ella. Así me gustan las mujeres: arregladas, femeninas, bellas, explosivas… No como esta pobrecita… ¿Has visto que pelos lleva? —Quinn asintió. Esa mujer con su coleta mal cogida en lo alto de la cabeza no era nada de lo que su amiga decía—. Y ya no hablo de que va con botas horrorosas, antimorbo. La joven seguía a lo suyo mientras ellas despotricaban sin parar sobre su apariencia, hasta que Quinn cuchicheó: —Todo lo que tú digas, pero esta tiene un trasero perfecto para darle un buen azote. —Un trasero bien gordo, dirás —se mofó Britt mirando a la joven que seguía sin inmutarse—. ¿Qué crees que dirá si le doy un azote? —Nada: eres Brittany Pierce, la conquistadora y caramelito del Inter de Milán. Si se lo das con dulzura le gustara y te dará su número de teléfono. —Dios me libre ¡espero que no! Se cachondearon y Quinn miró con picardía el trasero de la enfermera. Lo iba a hacer, iba a darle un azote, pero cuando levantó la mano con disimulo escuchó. —¡Ni lo sueñes!
Britt dejó la mano sobre la cama y la joven de bata blanca con una amplia sonrisa le miró y añadió en perfecto español: —Si se te ocurre tocarme, te voy a dar tal tortazo que vas a aprovechar de él hasta el ruido, ¿entendido? Las dos jugadoras, sorprendidas, intercambiaron una mirada que ponía en evidencia que la habían cagado, les habían pillado en un renuncio. Ella, sin embargo, no dejó de sonreír en ningún momento y continuó: —Si tocas mi gordo trasero sin permiso, cuando toque tu dolorida tibia, con permiso, seguro que no lo voy a hacer con mucha dulzura, porque a mí, ni los toros españoles, ni los caramelitos como tú, me impresionan, ¿entendido, señorita Pierce?
Aquella mujer hablaba perfectamente español y les había estado entendiendo en todo momento. Sin más, se dio la vuelta y se marchó.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Susii Jue Ene 14, 2016 10:16 am

Oohh bien por Santana!!! Las dejo bien puestas en su lugar kajsdkjv
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por micky morales Jue Ene 14, 2016 11:42 pm

jajajajajajajajajajaja asi se habla santana lopez!!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por monica.santander Vie Ene 15, 2016 12:37 am

jajajajaja que metida de pata!!!
saludos
monica.santander
monica.santander
-*-*-
-*-*-

Femenino Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Club Naya/Santana

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 3:13 am

Susii Ayer A Las 9:16 Am Oohh bien por Santana!!! Las dejo bien puestas en su lugar kajsdkjv escribió:

Micky Morales Ayer A Las 10:42 Pm jajajajajajajajajajaja asi se habla santana lopez!!!!! escribió:

Monica.Santander Ayer A Las 11:37 Pm jajajajaja que metida de pata!!! saludos escribió:


Despues de un largo y cansado dia de trabajo al haberme encontrado estos comentarios me han hecho sentir muy bien, me gusta que les agrade la adaptacion aqui continuamos sig cap, hasta luego. y Gracias por los comentarios

marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 3:14 am

-2-

Aquella tarde cuando a Britt le sentaron en una silla de ruedas para bajarle a la sala de rehabilitación, la incomodidad de su pierna la hizo blasfemar con dureza. Las enfermeras que se habían congregado a su alrededor nerviositas, se marcharon despavoridas al escucharle. Britt se lo agradeció. No tenía ganas de sonrisitas bobas ni nada de lo que
solía recibir de muchas mujeres. Era un icono sexual en Milán, una mujer deseada por su físico y sus triunfos. Al final fue un enfermero quien la llevó hasta la sala de rehabilitación en el ascensor. Una
vez allí, le dejo sola porque se marchó a buscar a su fisioterapeuta.
Su humor era oscuro, negro, más bien. Todavía no había asimilado la mala suerte de su fractura y menos aún todo el tiempo que estaría alejado de los terrenos de juego. Su lesión estaba considerada una de las peores para una futbolista y justo le había tenido que tocar a ella.
¿Podía tener peor suerte? Pues sí, pensó cuando vio llegar a la joven que el día anterior había estado en su habitación. Britt, al verla, maldijo: ¿por qué ella? El enfermero le entregó unos informes a
la fisioterapeuta y antes de marcharse, miró a Britt y le avanzó.
—Te dejo en unas excelentes manos.
—Déjame dudarlo —respondió Britt sin disimular su desagrado.
La fisioterapeuta, sin inmutarse ni dejar de sonreír, agarró los mangos de empuje de la silla de ruedas y le desplazó hasta un lateral de la sala. Tranquilamente, se sentó cerca de ella y comenzó a leer los informes médicos. Britt no habló; ella tampoco. Hasta que finalmente, con la mejor de sus disposiciones, ella decidió presentarse:
—Mi nombre es Santana…
—Vaya, te llamas como mi perra.
Le miró fijamente, anonadada: aquello iba a ser insufrible. Estaba claro que cuanto más lejos la tuviera, mejor. Pero ella era una profesional y, solo tenía dos opciones: enfadarse o pasar de ella. Así que finalmente optó por la segunda.
—Mmmm… me encanta saber que tuvo el buen gusto de ponerle mi bonito nombre a su perra.
Britt la miró. Estaba segura de que ella iba a mandarle a paseo, pero no. Ella prosiguió, tan sonriente como hasta entonces.
—Como decía, soy Santana y voy a ser su fisioterapeuta de las mañanas. Hemos dividido su proceso de rehabilitación en dos bloques. Su entrenadora me ha solicitado que sea yo quien la atienda por las mañanas; por las tardes, será Blaine, un compañero y excelente
profesional, quien trabaje con usted. —¿Mi entrenadora?
—Sí, la señora Sue Silverter: conoce mi trabajo y sabe que puedo ayudarle. Britt cabeceó. Se mordió la lengua y por una vez no dijo nada mientras ella indicaba.
—No se preocupe, entre todos, vamos a conseguir que su pierna vuelva a ser lo que era.
—Y mirando el informe que el doctor le había pasado añadió—: Por lo que veo su doctor le quitará los clavos en un plazo de unas cuatro semanas si no presenta complicaciones y…
—Vale, guapa —cortó malhumorada—. Déjate de rollos y comencemos.
Su tono rudo y despectivo consiguió que Santana retirara su atención del informe médico y le fulminara con la mirada. Dejó los documentos sobre la mesa, se cruzó de brazos y dibujando una sonrisa en su rostro, le retó: —Gracias por lo de «guapa».
—No te emociones.
Santana se levantó con gracia y omitiendo su último comentario contestó.
—Sabiendo lo que piensa de mí, ¡es todo un halago!
—No te lo tomes al pie de la letra, quizá he exagerado un poco, guapa —siseó Britt.
Ella volvió a sonreír. Eso le desconcertó.
—Si me llama Santana, le irá mejor la recuperación: créame.
Britt la miró y al ver que ella seguía sonriendo, cejó en sus intentos por molestarla.
—Vale… comencemos, Santana.
Y se pusieron manos a la obra. Como era de esperar, Britt no se lo puso fácil. Hacía lo que ella decía, pero protestaba. Protestaba demasiado. Ella aguantó estoicamente el mal humor de la jugadora sin perder la sonrisa y, cuando por fin llegó el enfermero para llevárselo,
le dio dos golpecitos en el hombro y dijo:
—¡A descansar! Recuerde que mañana tiene otra cita conmigo.
—¡Qué emoción!
Ella soltó una carcajada y se dio la vuelta para atender a otro paciente que entraba.
Britt, con el ceño fruncido, la observó. Aquella era una auténtica tocapelotas, se le veía en la cara. Al día siguiente, cuando Britt abrió los ojos, se sorprendió al ver a sus padres y hermanas en la habitación del hospital. Todos le miraban.
—¡¿Mamá?! ¡¿Papá?! ¿Cuándo habéis llegado?
—Vale… nosotras somos invisibles, ¿no? —se mofó su hermana mayor, Lexi.
—Hace una hora, hija —respondió su padre haciendo caso omiso del comentario de su hija—. Y antes de que digas nada: o traía a tu madre para que te viera o nos costaba el divorcio.
La mujer, con la barbilla temblona, se acercó a su adorada hija y, tras darle un candoroso beso en la frente, murmuró emocionada:
—Ay, mi niña… Ay, mi Britt… Ay, mi Princesa… ¿estás bien?
—Mami… mami… —la mimó Kitty, la pequeña de las hermanas—. Está bien, ¿no lo ves?
La futbolista, emocionada por tener cerca a la mujer que le había dado la vida y que tanto quería, sonrió y susurró con cariño:
—Mamá, estoy bien —y añadió tomándole las manos—: Todo va bien, mi pierna pronto estará curada, no te preocupes.
—Pero ¿cómo no me voy a preocupar, mi niña? —cuchicheó pasándole la mano por el pelo.
—Mama, créeme, ¿vale?
—Tranqui mamá, que de esta no la palma —respondió divertida Lexi.
La mujer al escuchar el comentario de su hija, la miró y cuchicheó.
—Parece mentira que la médica de la familia seas tú. Tú hermana está postrada en la cama de un hospital y tú, tan pancha, ¿es que no lo ves?
—Mamá, ¡soy odontóloga!
Lexi cruzó una mirada cómplice con su hermana, sin que su madre les viera, y ambas rieron a hurtadillas.
—Vale, mamá. Me callaré —cedió finalmente.
Su padre suspiró. Sus cuatro mujeres le volvían loco y desde hacía años había optado por callar y dejar que se mataran entre ellas: era lo mejor. A Britt le entraron ganas de reír al ver el gesto desesperado de su padre, pero finalmente prefirió poner paz.
—Basta de dramas. Estoy bien mamá: te lo prometo.
Al escuchar esto, su madre le besuqueó durante un buen rato. Con paciencia, Britt aguantó sus monerías, hasta que, de pronto, su hermana Kitty sacó del bolso un sobre y se lo entregó.
—¡Sorpresita! Vamos, ábrelo.
Sin más, lo hizo y se quedó alucinada cuando vio que se trataba de una invitación de boda. Lexi, al ver la cara de su hermana, soltó una risotada y añadió, para descontento de su madre y hermana:
—Sí, hija, sí, esta descerebrada se casa.
—¡Lexi! —protestó su madre
—¡¿Que te casas?!
La futura novia cruzó una inquisidora mirada con su hermana Lexi.
—Sí. Jake y yo hemos decidido dar el gran paso —anunció después de haber mirado molesta a su hermana.
—Di mejor… la gran cagada.
—¡Lexi! —volvió a recriminarle su madre.
Britt miró a su padre, que se encogió de hombros mientras su hermana mayor decía acercándose a ellos:
—Vamos a ver, Kitty tiene solo veintitrés años, ¿cómo podéis permitir que se case?
¿Pero es que todavía no os habéis dado cuenta que vivimos en el siglo XXI? Casarse a su edad ¡es un sacrilegio! Ella lo que tiene que hacer es vivir, pasarlo bien y disfrutar de su juventud. Tiempo para casarse y cagarla siempre habrá, ¿no crees?
—Mamaaá —gimoteó Kitty.
La mujer abrazó a la joven y mirando a su hija mayor le reprochó:.
—Desde luego Lexi, lo tuyo es tremendo.
—No mamá, lo tremendo es lo que va a pasar. Kitty se va a casar y dentro de cuatro o cinco años, le pasará como a mí. Se divorciará y…
—¡Jesús del Gran Poder! ¡No digas eso, hija! —voceó—. Que tú te divorciaras no quiere decir que ella también vaya a hacerlo, ¿pero qué estás diciendo? Tras un incómodo silencio en el que su padre y Britt se miraron, Lexi decidió callar.
Era lo mejor. Kitty dejó de gimotear y mirando a su hermana preguntó:
—¿Te gusta la invitación?
Lexi puso los ojos en blanco y tras una recriminatoria mirada de su padre, Britt contestó.
—Sí Kitty, es muy bonita.
—Es preciosa, clásica y elegante —afirmó su madre arreglando las sábanas de la cama.
Britt volvió a mirar a su padre y este se encogió de hombros. Eso le hizo sonreír cuando su madre prosiguió.
—Por cierto, como habrás visto es el trece de abril en los Jerónimos.
—Y encima ¡trece! Uisss que mal rollitooo —cuchicheó Lexi haciendo reír a su hermana. Su madre, tras dedicarle otra punzante mirada a su hija mayor, prosiguió: —Ni que decir tiene que te quiero allí ese día ¿entendido hija?
—Lo intentaré mamá.
—No… No lo intentarás. Lo harás —afirmó la mujer con convicción—. Es la boda de tu hermana y tienes que estar sí o sí.
—Brittttt —pidió Kitty—. No puedes faltar al día más maravilloso de mi vida.
Porfi… porfi… porfiii.
—Lo intentaré, Kitty.
Pero su madre no contenta con la contestación insistió.
—Si es necesario, hablaré yo con quien tenga que hablar del Inter, pero tú no faltas a la boda de tu hermana o aquí se lía bien gorda…
Britt suspiró. Adoraba a su madre pero cuando se ponía pesadita ¡era la más!
—Venga mujer… ya te ha dicho la muchacha que lo intentará —intercedió su padre que se acercó a ella para aclararle—: Pasado mañana regresamos a Madrid. Tranquilo, hija.
Susan, la madre de Britt, tras suspirar, volvió a cambiar de tema y con gesto lastimero, se secó los ojos y dijo:
—Tenía que venir a verte, príncesa mía. Lo entiendes, ¿verdad?
Britt miró a su padre y asintió.
—Claro que sí, mamá. Claro que lo entiendo.
Pero tres horas más tarde, que su madre se pasó tapándole continuamente con la sábana, ofreciéndole zumo, agua, y enseñándole fotos de cuando era una niña a todas las enfermeras que entraban en la habitación, mientras le llamaba «princesa» comenzó a dejar de
entenderlo. Cuando llegó el momento de ir a rehabilitación estaba deseosa de salir de la habitación. Lo que más le apetecía en el mundo era dejar de oír el parloteo de su madre y su hermana pequeña así que, cuando se empeñaron en acompañarle, se negó con gesto ceñudo. Al final, su madre se dio por vencida y solo Lexi fue con ella hasta el ascensor mientras su progenitora, enfurruñada, esperaba su regreso en la habitación.
—Vamos… vamos… respira o te va a explotar la cabeza —se mofó Lexi.
La futbolista, con un humor de perros, siseó:
—¿Por qué te gusta tanto enfadar a mamá?
—¡¿Yo?! —rio divertida a sabiendas de porqué lo decía—. Oye… que esté pesadita contigo y eso te enfade no te da derecho a que ahora me vengas a mí a echar las culpas de todo. Mamá es mamá. Ya la conoces.
Britt soltó una carcajada y su hermana prosiguió mientras guiaba la silla de ruedas hacia el ascensor.
—Lo que va a hacer Kitty es una locura. Es demasiado joven para casarse con el empanado de Jake. Kitty solo tiene veintitrés años, la edad justa para echarse mil novios, divertirse y experimentar. Alguien debe advertirle del error que va a cometer. El Jake ese, con quince años más, ya tiene mundo a sus espaldas. Pero Kitty ¡por favorrr!
Britt estaba de acuerdo con Lexi pero también entendía el paso que su hermana pequeña había decidido dar, y tomándole las manos, aseveró:
—Escucha, Lexi. Nosotros no pensamos como Kitty pero tenemos que respetarla. Si ella se quiere casar, ¡que se case! Tú y yo estamos aquí para apoyarla, no para volverla loca. Y antes de que sueltes alguna de tus perlas, haz el favor de relajarte, porque entre lo pesada que es mamá y vuestras discusiones, me habéis sacado de mis casillas en menos de cuatro horas. Por lo tanto, contrólate y controla a mamá. Me temo que como siga llamándome «princesa», mañana toda la prensa italiana me coronará con ese ridículo nombrecito.
La carcajada de Lexi al escuchar aquello fue colosal, y tras dar un beso a su hermana antes de que las puertas del ascensor se cerraran, dijo:
—Tranquila, príncesa. Intentaré hacerle entender lo que me acabas de decir.
Cinco minutos después, cuando la futbolista entró en la sala de rehabilitación tenía la cabeza embotada: ¿pero qué hacían su madre y sus hermanas en el hospital? Santana, ajena a todo aquello le preguntó al verle: —¡Buenos días, señorita Pierce!, ¿cómo se ha levantado hoy? —Con ganas de matar a alguien, guapa…
—Yupi… Yupi… hey ¡qué buen humor! —se mofó.
Como respuesta dio un gruñido y ella añadió:
—Mmmm… ¡qué bien…! creo que la mañana será estupenda.
Quince minutos después, mientras Britt recibía la primera sesión de electroterapia, Santana le acercó una botella de agua fresquita, de la que ella bebió de inmediato.
—De nada, señorita Pierce.
—Mira, guapa…
—Oh, dos veces «guapa», creo que lo voy a terminar creyéndomelo.
—Lo hago para subirte la moral.
La estruendosa carcajada de la chica le obligó a mirarla. ¿Por qué narices estaba siempre tan feliz? Y sin abandonar la sonrisa de los labios, murmuró:
—Tenga cuidado, señorita Pierce, si sigue diciéndome esas lindezas, y sabiendo que tengo el mismo nombre que su perra, corre el peligro de que una mujer asexual como yo caiga rendida a sus pies.
—¡Pero que tocapelotas eres!
—Vaya… ¡qué coincidencia! Justo a lo que usted se dedica, ¿verdad? A tocar pelotas — se cachondeó ella.
—Eres insufrible, guapa.
—¡Qué pena más grande!
—Tú nunca te callas, ¿verdad?
Santana sonrió y, encogiéndose de hombros, murmuró:
—Venga… va… me callaré. Pero que sepa que lo hago porque, sin conocerla, ya me cae bien su sufrida perra. ¡Vaya tela… la dueña que le ha tocado! Britt la miró con el ceño fruncido. Iba a decirle alguno de sus borderíos cuando escuchó una voz a su espalda.
—Príncesa, ¿ya has terminado?
Cerró los ojos, inspiró con fuerza y dio la vuelta a la silla de ruedas. Su madre había entrado sin permiso en la sala y se dirigía directamente hacia ellas. Sin poder evitarlo observó el gesto de la joven y se molestó al ver su media sonrisa.—Britt, ¿todo bien, mi amor? —Y colocándole una mantita sobre las piernas, añadió—: Arrópate, tesoro, que por aquí hay corrientes, te puedes constipar y ya lo que te faltaba.
—Mamá —murmuró incómoda quitándose la manta.
—Aisss, cariño. No me pongas esa cara que te conozco desde que te parí. Soy tu madre y si te digo que te arropes ¡te arropas!
—Mamá —volvió a susurrar.
—«Mamá… mamá… desde luego esa palabrita la sabes decir muy, pero que muy bien, desde que eras pequeña ¡siempre con el mamá en la boca! —repitió ella con comicidad.
Sin inmutarse por la mirada que le estaba echando, la mujer volvió a colocar la manta sobre las piernas de su hija y este, tras cerrar los ojos para no repetir de nuevo el «¡mamaaá!» preguntó:
—¿Cómo has entrado aquí?
Su madre, tras mirar a Santana con una candorosa sonrisa respondió retirándole el pelo de la cara —Le dije a la chica que hay en la entrada que soy tu mamma y ella rápidamente me dejó pasar. Que nena más amable.
—Mamá, ¿quieres dejarme el pelo?
—Britt, ¿cuándo vas a cortarte esas melenas?
—Nunca, a mí me gusta así.
—Pero príncesa mía, con lo rebonita que estás con el pelo cortito, ¿a qué vienen esas greñas a lo Sandokan?
—¡Por el amor de Dios, mamá!
—Con lo guapa que estás cuando se te ven esos ojos tan bonitos como luceros, ¿por qué parecer una melenuda princesa mía? —insistió la mujer sin importarle los gruñidos de la astro del fútbol.
Tras ver la sonrisa de la fisioterapeuta, Britt apretó la mandíbula y respondió.
—Me gusta el pelo así y ¡ya basta!
Santana entendía su incomodidad y siguió presenciando la escena con una sonrisa en los labios. La mujer cuando reparó en ella, cuchicheó:
—Pero qué niña más mona, y esta jovencita tan linda ¿quién es, Britt?
—Santana, señora. Soy la fisioterapeuta que se encarga del tratamiento de la lesión de su hija. Susan, sorprendida de que el personal médico del hospital milanés hablase español, se olvidó por un momento de su hija, tomó a la chica de las manos y, más feliz que una perdiz, le dijo casi gritando:
—Hija de mi alma ¡pero si hablas español!
—Ajá… soy Latina.
La madre de Britt la abrazó y, como si la conociera de toda la vida, la agarró del brazo y se comportó con ella con total familiaridad.
—¡Qué alegría! ¡qué alegría! Yo soy Susan. Al menos sé que mi hija se entiende con alguien por aquí, porque entre tú y yo… ¡ yo no entiendo nada! Estos italianinis todas las palabras las acaban en «i». Spaguetiiii. Macarroniiii… Britt se quedó estupefacta con ese comentario.
—Mamá, me entiendo perfectamente con todo el mundo: aprendí a hablar italiano y… —Pero no es lo mismo y no me mires así que sabes perfectamente a lo que me refiero — le cortó la mujer—. El que tú hables el mismo idioma que Santana es fundamental. —Y mirándola de nuevo, preguntó dulcificando la voz—: Y esta hija mía, ¿se porta bien? Santana miró a la futbolista y tras ver su ceño fruncido asintió.
—Es un buena paciente. Hace todo lo que le ordeno y se esfuerza mucho.
—Aisss… siempre ha sido muy aplicada. Incluso cuando iba al colegio nos traía muy buenas notas, aunque las matemáticas nunca se le dieron bien. Es más de letras mi Britt.
—Mamaaá.
La fisio soltó una carcajada que puso a Britt mucho más furiosa.
—Digo yo, Britt, que lo mínimo que harás será invitar a esta preciosa jovencita latina a cenar o a comer, ¿no?
—Oh, no se preocupe —cortó la joven—. Yo simplemente cumplo con mi trabajo y…—Ah, no —insistió la mujer—. Lo mínimo que puede hacer mi hija es invitarte cuando se reponga. —Y mirándole afirmó—. Britt cuando estés bien, quiero que invites a Santana a cenar al mejor restaurante que conozcas. Creo que te lo puedes permitir, ¿no?
Sin poder evitarlo Santana volvió a reír y la joven, sin poder aguantar un segundo más, dijo mientras movía las ruedas de su silla:
—Mamá, vámonos.
—Pero hija…
—Vámonos —repitió sin mirar atrás.
La mujer asintió y tras darle dos besos a Santana fue tras ella dejando a la joven con una enorme sonrisa en los labios. Sin poder evitarlo les observó hasta que desaparecieron dentro del ascensor. Su madre y la de aquella futbolista, estaban cortadas por el mismo patrón.
Dos días después, los padres y las hermanas de Britt regresaron a Madrid. Su madre, como era de esperar, lloró y lloró al separarse de su príncesa, pero al final Britt pudo suspirar aliviada.
Aquel día, cuando la futbolista entró en la sala de rehabilitación, estaba más callada que de costumbre. Lo reconociera o no, la marcha de su familia siempre le afectaba. Sin abrir la boca hizo todo lo que la fisioterapeuta le pidió. Y por su rostro y las perlas de sudor que
bañaban su pelo Santana pudo ver que el esfuerzo le dolía.
Sin descanso, trabajaron hasta que ella dio por finalizada la sesión. Ella no habló, ni protestó, ni la miró; y ella, que era incapaz de no cruzar una palabra con ella, se puso en cuclillas ante la silla de ruedas y le miró fijamente intentando que ella clavara sus ojos en los
de ella.
—Es usted fuerte y tenaz, señorita Pierce. Y le aseguro que por muy duro que le parezca este partido, lo vamos a ganar. Su pierna va a quedar fantástica y espero que el primer gol que meta con ella me lo dedique.
Britt la escuchó y, a diferencia de otras veces, se limitó a asentir y nada más. Estaba tan dolorida que no le apetecía hablar. Después, un enfermero guio su silla hacia el ascensor.
Una vez llegó a la habitación con la ayuda de una enfermera se tumbó y se durmió. Estaba cansada. Muy cansada.
Al día siguiente la joven se levantó con las energías renovadas. Había dormido bien y el sueño reparador le había sentado fenomenal. Recibió varias llamadas de sus bellas, término que utilizaba para llamar a las mujeres que babeaban ante ella. Aquel día al entrar en la sala
de rehabilitación, vio que la joven fisioterapeuta atendía a otro paciente: la observó y la vio sonreír y charlar con alegría. Y no pudo evitar preguntarse: ¿por qué siempre estaba tan feliz?
Cuando finalizó con aquel paciente, la joven, sin mirarle, entró en un pequeño cuartito, Britt la siguió con la mirada. Como no cerró la puerta se quedó de piedra cuando vio que ella se sentaba en una camilla y comenzaba a pelar un plátano: ¿cómo podía comerse un
plátano allí? Lo degustó con tranquilidad, mientras tecleaba en su móvil bajo la atenta mirada de la futbolista. Cuando terminó el último bocado, se lavó las manos y, al salir del cuarto, se dirigió directamente hacia ella.
—Ya era hora, guapa.
—Madre mía, hoy debo de estar impresionante —se mofó mientras guiaba la silla de ruedas hasta un lateral—. «Guapa» nada más verme ¡qué subidón!
Inconscientemente, Britt sonrió. No cabía duda de que ella era tan mordaz como ella. Durante una hora, fisioterapeuta y paciente trabajaron la pierna, aunaron fuerzas con un mismo propósito. Cuando ella le entregó una botellita de agua fresca, al finalizar la sesión, ella le dio las gracias.
Al escucharle, Santana se volvió y arqueando las cejas murmuró:
—Ahora mismo le llevo a Urgencias. Usted está delirando.
—¿Podrías llamarme por mi nombre y dejar de ser tan correcta? —respondió ella, cabeceando, incapaz de no sonreír.
—No, señorita —contestó tajante mientras comenzaba a recoger el instrumental de trabajo. Asombrada por aquello, la cogió del brazo. Pero ella, de un respingo, hizo que la soltara, provocando que ella se sintiera rechazada.
—¿Qué pasa?
—No me gusta que me toquen —respondió ella dando un paso atrás.
Su gesto, y en especial, la ausencia de su sonrisa, llamó la atención de la jugadora, pero estaba dispuesto a hablar con ella, así que prefirió obviarlo y ser conciliador. —¿Puedes sentarte un momento, por favor?
Ella accedió a sentarse junto a ella, alucinada, eso sí.
—Vamos a ver, tú y yo no hemos comenzado con buen pie. Estoy segura de que no vamos a ser buenas colegas, pero, por lo menos, mientras trabajemos juntas me gustaría que me llamaras por mi nombre, ¿tanto te cuesta, guapa?
La sonrisa volvió a su rostro. Le miró directamente a los ojos e indicó.
—De acuerdo, príncesa.
Sorprendida, clavó la mirada en ella, que divertida murmuró:
—Es bromita… es bromita. Venga, vale, nos tutearemos. Eso nos facilitará el trabajo a ambas, aunque, efectivamente, nunca podremos ser colegas. Y una cosa más, no se te ocurra volver a tocarme. Aquí la fisioterapeuta soy yo; no tú, ¿entendido? Un enfermero llegó hasta ellas, lo que impidió que ella dijera lo que pensaba, así que al final simplemente asintió con la cabeza. Dos segundos después, ella desapareció de su vista.
Al día siguiente, la futbolista acudió acompañado por una guapa joven a la sala de rehabilitación —Lo siento, pero ella no puede estar en la sala mientras trabajamos —le comunicó Santana.
La futbolista, con una socarrona sonrisa, guiñó el ojo a su acompañante.
—Dame un segundo, bella. La bella sonrió con coquetería mientras el futbolista clavaba su inquisidora mirada en su fisioterapeuta.
—¿Por qué ella no puede estar en la sala?
—Es política del hospital —explicó educadamente Santana, sin dejarse amedrentar por la actitud intimatoria de la futbolista y manteniendo en todo momento su perenne sonrisa.
—¿Te han dicho alguna vez que eres una auténtica tocapelotas?
—Durante las sesiones rehabilitadoras con los pacientes, los acompañantes deben esperar fuera —respondió conciliadora Santana, sin querer entrar al trapo.
—Lo dudo.
—No, no lo dudes: es así.
—Exijo hablar con el director del hospital ahora mismo —expuso Britt tajante, arqueando las cejas y sin querer dar su brazo a torcer.
—¿Cómo? —preguntó ella estupefacta.
—Lo que has oído, guapa.
Cada vez que la llamaba «guapa» y con ese tono, le daban ganas de retorcerle la tibia.
—Pero no…
—He dicho, que lo llames, guapa.
Encogiéndose de hombros, Santana se alejó: era insoportable. Sabía lo que el director iba a responderle, pero decidió llamar para no aguantar más las quejas de aquella diva del fútbol. Habló con la secretaria de dirección, quien le indicó que le pasaría el recado al jefe y que la volvería a llamar. Colgó y esperó esa llamada mientras, con disimulo, observaba a Britt reír y bromear con aquella joven. Y su sorpresa fue mayor cuando apareció por la puerta el director que, al ver a Britt , corrió a saludarle con una cordial sonrisa. Santana se acercó de inmediato hasta ellos para presenciar la reprimenda del director.
—Le estaba diciendo a la fisioterapeuta que…
—Señor director —cortó Santana—. Estaba informando a la señorita Pierce de que durante las sesiones de rehabilitación no puede haber visitantes y que su acompañante tiene que salir de la sala.
El director, tras cruzar una cómplice sonrisa con Britt y aquella joven, cogió a Santana del brazo y la llevó a parte.
—Escúcheme, señorita: la joven que acompaña a la señorita Pierce es mi sobrina, por lo tanto, comience su sesión. ¡Ya!
Sin más, aquel hombre se dio la vuelta y tras dar un cariñoso beso en la mejilla a la muchacha de bonitos ojos celestes, se marchó. Alucinada, Santana observó la situación hasta ser consciente del gesto de triunfo de la jugadora que, al cruzar la mirada con ella, dijo:
—¿Te ha quedado claro, listilla?
A pesar de la sonrisa que Santana lucía en su rostro, en su interior tenía ganas de cogerle por el cuello: ¿por qué tenía que soportarle todos los días? Al final decidió hacer lo de siempre, se encogió de hombros y dijo amablemente.
—Cristalino. Vamos, debemos comenzar.
Dos días después el feeling entre ellas estaba estancado. la jugadora parecía haberla tomado con ella y siempre que podía le hacía la vida imposible. El problema era que Santana se mantenía en sus trece: permanecía indiferente, haciendo caso omiso a los malos modos de ella. Dejaba que se quejase, que gruñese y que protestase y eso a ella, le acababa frustrando: ¿por qué aquella mujer nunca se enfadaba?
Santana, por su parte, sabía que si entraba en su juego perdería los papeles e intentaba controlarse: contaba hasta cincuenta y así lo conseguía. Un consejo muy sabio de su padre.
Pero una mañana, tras acabar la sesión, por cierto, más dolorosa de lo normal, Britt, al sentarse en la silla de ruedas, protestó de mala manera.
—¡Dios…! Esto es insoportable.
—Tranquila, todo pasará, ya lo verás.
—Mira, déjame en paz. No quiero tu maldita compasión —gruñó furiosa por el mal cuerpo que tenía.
—¿Compasión?
—Sí, guapa… tu absurda compasión y todas esas tonterías de «este partido lo vamos a ganar, señorita Pierce» —le espetó malhumorada.
Al escucharle, Santana quiso darle un pescozón: ¿cómo podía ser tan imbécil? pero en lugar de alargar la mano, comenzó a contar; al llegar a catorce no pudo más y decidió actuar.
—Vamos, hoy vas a acompañarme, quiero enseñarte algo.
La joven comenzó a empujar la silla de ruedas y ella volviéndose gruñó:
—¿Dónde me llevas?
—Cállate y espera —le ordenó ella mientras salían de la sala de rehabilitación.
Sin más, le guio hasta el ascensor y, una vez dentro, la joven presionó el pulsador de la planta seis. Britt giraba la cabeza, mostrándole su enfado, pero ella evitaba el contacto visual. Cuando las puertas se abrieron ante ellas, apareció la entrenadora Sue. —¿Entrenadora? —Se sorprendió Britt—. ¿Qué hace usted aquí? El hombre, tras cruzar una mirada con Santana, respondió tras aclararse la voz.
—He venido a visitar a un familiar. Y tú, ¿cómo estás hoy?
—Dolorida, pero bien —contestó la futbolista.
—Si no le importa, entrenadora… Tenemos prisa —les interrumpió Santana. Sue se metió en el ascensor sin decir una palabra y cuando las puertas se cerraron, Britt se encaró:
—Podrías haber sido más amable; al fin y al cabo, es mi jefa.
Sin responder, Santana comenzó a empujar de nuevo la silla por un pasillo hasta llegar a una puerta. La abrió y, de pronto, varios niños de edades comprendidas entre los seis y los doce años miraron alucinados a la futbolista y, al reconocerla, corrieron hacia ella. Britt se quedó sin respiración.
—Chicos: mirad que sorpresa os traigo hoy —les anunció con alegría Santana, en un tono mucho más dulce que el que empleaba con ella.
Los chiquillos se arremolinaron alrededor de Britt, se le acercaron con cuidado. Todos excepto una niña morena de unos cinco o seis años, con la pierna vendada que, al verle, le saludó con la mano. Conmovida por aquel gesto, la futbolista la imitó y la pequeña sonrió mientras se tiraba a los brazos de Santana. El rostro de la jugadora de fútbol cambió en un segundo y se dulcificó. Aquellos inocentes niños que le miraban con los ojos muy abiertos estaban enfermos pero sonrientes. Eso le llegó al corazón, así que contestó a todas sus preguntas sobre fútbol con una sonrisa en los labios mientras observaba a la fisioterapeuta besuquear en la cabeza a la niña morena.
Veinte minutos después, un médico entró y tras hacer una señal a Santana, salió de la sala para hablar con ella. Britt la siguió con la mirada justo cuando notó que alguien le cogía la mano y se la apretaba. Al mirar vio que se trataba de la niña morena.
—Y tú, ¿cómo te llamas?
—Suhaila.
—Que bonito nombre —sonrió Britt.
La pequeña, regalándole otra impresionante sonrisa, le susurró mimosa:
—Lo sé, mi nombre es muy bonito; Sanny también me lo dice.
Durante unos instantes habló con ella a carcajada limpia al comprobar lo graciosa y ocurrente que era. Sus oscuros ojos y como le presionaba la mano le hicieron sentir algo diferente, especial. No sabía explicar el qué pero esa niña y su mirada le llegaron al corazón.
Una hora después, antes de marcharse de la sala de Pediatría, prometió regresar otro día con camisetas y regalos del Inter de Milán. Ellos aplaudieron encantados y felices.
Britt volvió a fijarse en que, antes de salir, Santana besaba a la pequeña Suhaila y prometía que regresaría más tarde; después empujó la silla de la futbolista de nuevo hasta el ascensor.
—¡Qué chavales más majos! —murmuró Britt—. Siempre me han gustado los niños.
Espero tener una preciosa familia numerosa algún día.
Ella no habló, estaba seria y ella, al notarla ausente, también se quedó callada. Cuando llegaron a la habitación de la futbolista, la joven se puso frente a ella y, acercando su cara a la de ella, le susurró:
—Siento compasión por esos niños, no por ti. Ojalá a ellos les pudiera decir esa tontería de «este partido lo vamos a ganar». Ellos no tienen las posibilidades que tienes tú de salir adelante y continuar viviendo. Comenzando porque la mayoría de sus enfermedades son
incurables y no son unos príncipes especiales como lo eres tú para tu mamá. A diferencia de ellos, tú solo tienes que reponerte de algo circunstancial y luego podrás olvidarte de lo ocurrido. Ellos nunca podrán olvidarse de lo que les ocurre, porque el día que se olviden
será porque… porque… Sin más, se dio la vuelta y se marchó dejando a la futbolista sin saber qué decir ante la terrible realidad que ella le había mostrado.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 3:26 am

2--

Al día siguiente, Britt regresó a la planta donde estaban los pequeños cargada de regalos, camisetas y merchandising del Inter. Los niños le recibieron con sonrisas, abrazos y algarabía. No todos los días se tenía a una famosa futbolista tan cerquita. Con curiosidad, no exenta de inquietud, vio que la pequeña Suhaila no estaba y preguntó por ella a una enfermera, que le indicó que esa mañana había sido dada de alta. Saber eso le tranquilizó y alegró, seguro que la pequeña estaba mejor.
Ese día no vio a Santana y casi lo agradeció. Sus duras palabras del día anterior le habían hecho sentirse como una auténtica imbécil egocéntrica y aún le pesaban en el corazón.
Al día siguiente cuando se vieron, ninguna volvió a mencionar aquel episodio. Era mejor obviarlo.
Un día tras otro el trabajo conjunto continuaba. Nada había cambiado excepto que ahora ella le llamaba por su nombre. Santana cada mañana le esperaba con una amplia sonrisa y ella gruñía. Su humor era una veleta: tan pronto era amable como una auténtica tirana. Se
enfadaba por los ejercicios, pero se esforzaba por hacer todo lo que aquella le indicaba. Quería reponerse al cien por cien.
Una de las mañanas ella no apareció en la sala de rehabilitación. Eso le extrañó. Le atendió otro fisio y se mordió la lengua para no preguntar por la tocapelotas. Aunque cuando terminó la sesión, mientras esperaba el ascensor, se sorprendió al verla al fondo del pasillo sentada con su entrenadora: ¿qué hacían aquellos dos? ¿Hablarían de ella? Les observó durante varios minutos sin que ellos le viesen, parecían sumidos en una conversación íntima y, por el gesto en la mirada de ella, intuyó que intentaba no perder su sonrisa. Pero lo que le dejó de piedra fue ver que al final se abrazaban y que la entrenadora la apretaba contra ella.
«Vaya con la santita… parecía una mosquita muerta», pensó antes de entrar en el ascensor. Al día siguiente, cuando volvió a la sala de rehabilitación, Britt se sorprendió al darse cuenta que se alegraba de reencontrarse con Santana. Ella, al verle, como siempre, sonrió;
se acercó a ella y, sin tocarle, le saludó.
—Buenos días, ¿lista para comenzar?
Britt asintió sin abrir la boca. Ella agarró los mangos de empuje de la silla y la llevó hasta su zona de trabajo. Cinco minutos después le tenía sobre una camilla. Mientras ella trabajaba, ella la observaba, incapaz de permanecer en silencio.
—¿Por qué no viniste ayer?
Sin parar de mover su pierna Santana contestó:
—Porque tenía cosas importantes que hacer —respondió tajante, sin dejar de movilizar la pierna lesionada.
—Ayer te vi.
—¿Ah, sí?, ¿dónde?
—Aquí… en el hospital, al fondo del pasillo —dijo ella bajando el tono de voz.
—Oh ¡que emocionante! —se mofó ella con mirada burlona.
Britt, al ver su gesto, se sintió ridícula.
—Te vi con mi entrenadora.
Santana asintió y Britt al notar que no soltaba prenda, insistió:
—¿De qué le conoces?
—Eso no te importa. —Hizo una pausa—. Ya te dije que ella fue quien propuso que yo me encargase de tu rehabilitación.
—¿Ah, sí?
—Pues sí…
—Y, ¿por qué?
—Porque sabe que soy muy buena en lo mío y que no acabaré en tu cama.
—Eso de que eres buena en lo tuyo puede tener muchos significados. ¿A qué te refieres?
—A mis resultados como profesional de la Fisioterapia, no seas mal pensada.
—Que seas buena en lo tuyo, es algo que me tienes que demostrar, y en cuanto a mi cama, tranquila guapa, no hay sitio para ti.
—¡Wooo me encanta saberlo! Solo de pensarlo me entra urticaria.
Esa contestación hizo que Britt soltara una carcajada.
—¡Pero si sabes sonreír, qué novedad! —se mofó ella.
—Mira, guapa, lo que sé es que mi entrenadora está casada y no es precisamente contigo.
—Britt volvió a su gesto adusto y siseó ante el buen humor de ella—: ¿Estáis liadas?
La sonrisa de ella se agrandó. No pensaba contestar a aquello pero ella insistió.
—Vamos… no lo niegues. Te lo noto en la cara.
—¿Ves vicio en mi cara?
Aquella pregunta tan directa le pilló por sorpresa. Esperaba cualquier otra cosa menos algo así.
—Para mi gusto debes de ser muy sosa.
—Tienes razón ¡sosísima! Me has calado a la primera.
—¿Cómo puedes estar liada con ella?
—¿Ahora vas de paparazzi? —suspiró Santana.
—No.
—Pues no lo parece. Creo que, precisamente, estás preguntando lo que a ti te preguntan continuamente, ¿verdad?
—Es solo una pregunta.
—¿Celosa?
—¿De mi entrenadora y de ti? Por favorrr —se mofó Britt.
Divertida, Santana se retiró el pelo de la cara y se encogió de hombros.
—Mejor. Tú no me pareces sexy; ella sí, ¿no crees?
—Terminator no es mi tipo guapa.
Al escuchar aquel apodo ella soltó una carcajada.
—A mí Terminator me encanta. Pero psss… guárdame el secreto.
Britt interpretó aquello como un «sí».
—¡Qué fuerte! —exclamó.
La joven sonrió pero no volvió a decir nada. Se limitó a seguir su trabajo hasta que terminó y antes de separarse de ella preguntó:
—Hoy te dan el alta, ¿verdad?
—Sí.
—Dale mimitos a tu perra y sé buena, no salgas de juerga con tus amiguitas y regresa mañana para continuar con la rehabilitación —le aconsejó con una candorosa mirada.
Dicho esto se dio la vuelta y se marchó. Desconcertada por lo que había descubierto, Britt la siguió con la mirada mientras esperaba a que un enfermero le llevase de vuelta a su habitación. Aquella se movía como pez en el agua por la sala de rehabilitación y bromeaba con todos los presentes. Una vez fueron a recogerle, subió a su habitación y, con
la ayuda de uno de los chóferes del club, recogió sus objetos personales y se dispuso a marcharse.
A las tres de la tarde, cuando bajó a la recepción del hospital, Britt resopló. La entrada principal estaba atestada de periodistas y no le apetecía tener que bregar con ellos. Pero no había más remedio.
—Giacomo, intentemos llegar hasta el coche —indicó al chófer.
El bullicio que se formó cuando Brittany Pierce salió por la puerta del hospital fue tremendo. Giacomo intentaba que nadie tuviera contacto con la pierna de la futbolista, ya que podrían golpearle accidentalmente, pero todos se agolpaban a su alrededor, querían saber cómo se encontraba. Britt contestó a todas las preguntas que le formularon durante algunos minutos que se le hicieron eternos, y es que siempre eran las mismas, le resultaban absurdas y repetitivas.
—Se acabó: la señorita Pierce tiene que regresar a su casa a descansar. Vamos… vamos…quítense todos de en medio. —Se oyó de pronto con tono autoritario.
Al mirar, Britt se sorprendió al encontrarse a la joven fisioterapeuta, que agarró la silla de ruedas y, sin importarle si se llevaba a alguien por delante, la arrastró hasta el coche que Giacomo le indicó.Britt pasó de la silla al interior del vehículo con pericia y, cuando iba
a darle las gracias, comprobó que ella ya se había marchado. Pero no. De pronto, la puerta del otro lado del vehículo se abrió, y ella entró.
Sorprendida, Britt la miró, pero ella antes de que pudiera abrir la boca, se le adelantó:
—Sé que esto es un atraco en toda regla, pero ¿podrías llevarme hasta la parada del autobús que está al fondo de la calle?
—No.
—Venga, mujer. Llueve y no me he traído ni paraguas.
—Ve andando, guapa.
—¿Tengo que recordarte que acabo de quitarte de encima a decenas de paparazzi? — argumentó ella acompañando su insistencia con un seductor aleteo de pestañas.
—No —concluyó con determinación.
Santana sonrió ampliamente, se encogió de hombros, abrió la puerta del coche y sin decir nada más, bajó y la cerró. Confundida, Britt la siguió con la mirada y la vio correr por la acera; llovía a mares.
—Vamos a recogerla antes de que pille una pulmonía y la acercamos a la parada del puñetero bus, anda.
El coche arrancó y cuando llegó a su altura, Britt abrió la puerta.
—Sube.
Sin pensarlo dos veces, ella accedió. Tenía el pelo empapado y como siempre con una gran sonrisa, dijo mientras se frotaba las manos.
—Gracias.
En silencio, recorrieron los escasos metros hasta la parada del autobús. Una vez llegaron, el coche paró, ella descendió, y con una de sus adorables sonrisas, se despidió. Cuando el vehículo arrancó de nuevo, Britt se apoyó en el reposacabezas aliviada, deseando llegar a
casa cuanto antes. Aunque su momento de relax se vio interrumpido al recordar que debía regresar al hospital para continuar con su rehabilitación por la tarde.

marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 3:50 am

-3-

Los días iban pasando, Britt mejoraba pero la paciencia no era su principal virtud y desesperaba a todos los que estaban a su alrededor, a todos menos a Santana, por más que ella se comportase sin ningún tipo de educación, como una cretina de hecho; ella siempre sonreía, le miraba sin ira y le daba respuestas ocurrentes y divertidas.
Eso la desconcertaba cada día más: ella no soportaría que nadie le tratara como ella trataba a Santana en ocasiones.Ella no podría evitar explotar. Pero también se dio cuenta de que, si algún día ella no estaba esperándola en la sala de rehabilitación, su enfado se acrecentaba
más: ¿qué le ocurría?, aquella tocapelotas locuaz y de sonrisa perpetua se había convertido en un elemento que, había que reconocerlo, condicionaba su nivel de bienestar y a su humor.
Ella lo aplacaba y lo hacía muy bien.
Uno de aquellos días, Santana vio que su paciente se tocaba el hombro derecho al llegar.
—¿Qué te ocurre?
—Me duele un poco el cuello —respondió ladeando la cabeza.
—Quítate la camiseta y túmbate sobre la camilla —le indicó Santana al tiempo que posaba las manos en el cuello de la futbolista.
Al escucharla, ella se mofó.
—Vaya… esto se pone interesante.
—No te hagas ilusiones. Solo te voy a dar un masaje —le contestó fríamente, mirándola fijamente y sin perder su adorable sonrisa.
Veinte minutos después, Santana, acercando su boca a la oreja de Britt, susurró:
—Ya está. Ya puedes ponerte la camiseta.
—Venga… un poquito más —le suplicó infantilmente, medio adormilada.
—No.
Convencida de que no la iba a convencer, la futbolista se sentó en la camilla y se puso la camiseta a regañadientes.
—Tienes unas manos maravillosas —sentenció.
—Gracias, viniendo de ti esas palabras son un gran cumplido.
—Dicen que yo también doy masajes muy buenos —apostilló Britt sonriendo.
—¡Qué emoción!
—Cuando quieras te lo demuestro. —Le retó, al ver que ella no se lo tomaba en serio.
—¡Ni lo sueñes!
Eso ya lo había oído antes de sus labios; cada vez que ella decía esa escueta frase le hacía sonreír.
—Deberías darme un masaje en la espalda a diario —añadió incapaz de no responder.
—Lo siento guapa, pero esto no volverá a repetirse. Y ahora vamos, que hay que trabajar con tu pierna —le soltó riéndose y apartándose de ella. Sin más, ella obedeció y comenzaron la sesión de fisioterapia.
Día a día, Britt se percató de que distintos hombres acudían a buscarla a la puerta del hospital. Al verla, todos hacían lo mismo: la abrazaban, le daban un piquito en los labios y después se metían en su coche y se marchaban. Eso la desconcertaba: nunca habría pensado que una mujer como aquella podía ser tan libertina.
Una mañana en la que había visto de nuevo a su entrenadora despidiéndose de Santana en el aparcamiento, ella aprovechó para interrogarla mientras estaban en la sala de rehabilitación; ella le animaba a mover la pierna, pero ellaa se paró en seco.
—¿Te encuentras bien?
—Perfectamente.
—Pues no te veo buena cara, te encuentro pálida.
—Será porque ayer no fui a mi sesión de rayos UVA. Venga, cállate y concéntrate.
La rotundidad de su respuesta y de su mirada le hicieron detectar que ella no estaba bien.
Solo había que verle el rostro y la ausencia de su perenne sonrisa. Durante un buen rato se dedicaron a los ejercicios de fortalecimiento muscular sin dirigirse la palabra; algo más tarde, cuando el color volvió a la cara de Santana, y ya parecía más relajada y volvía a
sonreír, Britt aprovechó para sonsacarle.
—¿Sales con alguien?
—No es tu problema.
—¿Tanto te molesta que te lo pregunte?
—¿Te pregunto yo a ti si sales con alguien?
—No. Pero…
—De acuerdo, te contestaré para que te calles. Salgo con quien me apetece.
Tras unos segundos de silencio ella insistió:
—Te lo pregunto porque he visto que a menudo vienen a buscarte al hospital distintos hombres.
Ella sonrió y se encogió de hombros.
—Para que veas que las antimorbo culo gordo y sin pechos voluptuosos también ligamos tanto o más que tú.
Aquella contestación le hizo volver a reír y siguió insistiendo:
—¿En serio estas liada con mi entrenadora?
—¿Otra vez con eso?
—Es que me llama la atención.
—¡Serás cotilla! —Le acusó riéndose. Y al ver cómo la miraba, añadió—: No lo dirás
Porque?
—No… no… por supuesto que no, ¿por quién me has tomado?
Tras un corto silenció la futbolista añadió:
—Me imagino que lo sabes; ella es una mujer casada y…
—¡Oh, Dios…! qué pesadita eres, de verdad.
—Es que no entiendo que…
Santana levantó un dedo y le clavó la mirada.
—Precisamente me lo está diciendo la casanova del Inter, que se lía con todo bicho viviente y al que le da lo mismo una de veinte que una de cincuenta, casada, soltera o viuda… ¡Qué fuerte!
—Disculpa guapa pero no estamos hablando de mí, si no de ti y…
—Si tú hablas de mí, prepárate; porque yo también hablaré de ti y te juzgaré, ¿qué te parece?
—Fatal.
—Pues cierra el piquito, príncesa. —Y al ver que ella iba a contestar se le adelantó interrumpiéndole—: ¿O acaso el hecho de que no caiga rendida a tus pies, ni babee espumarajos dulzones por ti como todas las mujeres del país te da derecho a cuestionar mi vida privada?
—Yo no he dicho eso.
—Pero lo piensas, que es peor —soltó divertida. Y al ver su gesto desconcertado prosiguió—: Mira Brittany, me es muy grato decirte que una hortera despeluchada de culo gordo como yo prefiere a otro tipo de mujer, las que son como tú… me dan repelús.
—Pero ¿de qué estás hablando?
—Hablo de que nunca me fijaría en ti como mujer, por favor, ¡que yo tengo gusto y clase!
Britt no daba crédito.
—Es más, si estuviera contigo en la cama, lo máximo que podría hacer sería soñar con angelitos morbosos o contar ovejitas, porque tú, precisamente tú, no me pones en absoluto.
—Déjame que lo dude.
Santana soltó una carcajada y acercándose a su cara murmuró pellizcándole el moflete.
—Aisss… ¡pero qué creída te lo tienes, príncesita! Y antes de que sueltes alguna de tus lindezas, déjame recordarte que estamos en el siglo XXI, las damiselas de ahora somos mujeres que sabemos lo que queremos y con quién lo queremos. Y yo, concretamente, no soy tu tipo ni tú eres el mío, para suerte de las dos. Pero lo que sí soy es una mujer absolutamente libre para acostarme con quien me dé la gana, como lo eres tú, ¿entendido machote?
Ella la miró con el ceño fruncido. Nunca, ninguna mujer, le había hablado así. Dicho esto, Santana se secó las manos en una toalla y se alejó, dejando a Britt totalmente descolocada.
Al mediodía, Britt abandonó el hospital con ayuda de sus muletas acompañado por una rubia despampanante, Bimba, una modelo muy conocida en Italia que se vanagloriaba de repetir citas con la futbolista; pero Britt no estaba pendiente de ella, ella buscaba con la mirada a otra persona, intentaba dar con la tocapelotas para soltarle las cuatro cosas que no le había dicho. En la entreda le esperaba un grupo de mujeres enloquecidas que le pedían autógrafos. Bimba las miró a todas y sonrió, con gesto de superioridad, mientras Britt se hacía fotos con ellas y les firmaba pacientemente todo lo que le ponían delante.
Así estuvo unos minutos y, cuando se quiso dar cuenta, Santana había pasado por su lado ataviada, como siempre, con sus botazas de militar y ya estaba junto a un hombre que debía tener, más o menos, su edad. Con curiosidad, los observó y vio cómo se abrazaban y sonreían. Ella ni se había percatado de su presencia en la entrada. Cuando vio que se subía al vehículo de su acompañante, Britt se dirigió a Bimba algo brusca.
—Vamos, bella. Ve a buscar el coche, te espero aquí.
Cuando la modelo apareció conduciendo el coche de la futbolista, se montó y, tras dar un portazo, siseó en español al pensar en la fisioterapeuta:
—¡Maldita tocapelotas!
Cada mañana, Britt acudía al hospital a hacer la rehabilitación. Santana y ella continuaron con su particular guerra dialéctica, pero ya no era solo ella quien sonreía; ahora también lo hacía ella. Le había contagiado su ironía y su buen humor. Conversar con ella era el mejor
momento del día. Se sorprendió al ver que, estando en casa, la cabeza se le iba pensando en ella.
¿Qué estaba haciendo? ¿Se estaba volviendo loca?
Aquella muchacha desgarbada, de lengua afilada y sonrisa perpetua había captado totalmente su atención y cuando se ocupaba de otros pacientes, ella se ponía de mal humor. Incluso los días en los que ella no aparecía se comportaba con el fisio de turno como un animal herido. Quería que la dedicación de ella fuera única y exclusivamente hacia ella. En varias ocasiones vio a uno de los doctores traerle un café. Ella se lo agradecía con una mirada especial que nunca le había dirigido a ella, ¿estaría liada también con el médico?
Un mes después, su recuperación estaba siendo maravillosa; tras ver que se había formado un callo lo suficientemente consistente en el hueso, el doctor decidió retirar los tornillos.
Después de la segunda operación, Santana entró en la habitación para ver cómo se encontraba y el gesto de la futbolista se relajó: le agradaba verla. Habló con ella durante unos minutos con cordialidad, pero cuando llegó Quinn con dos guapas jóvenes, ella prefirió
marcharse, sobraba en la habitación. Quinn, al ver que su amiga la seguía con la mirada, se acercó a ella para hacerle una confidencia.
—Vaya… veo que tu concepto sobre esa mujercita ha cambiado.
Britt, saliendo de su ensoñación y con gesto duro, miró a su amiga.
—Pero ¿de qué hablas?
—Colega, has mirado a esa chica con…
—¿A la tocapelotas?, estás flipando, ¡déjate de tonterías! —Y clavando los ojos en la morena de grandes pechos, susurró—: Y preséntame a ese bombón.
Al día siguiente la habitación de Britt se iba llenando de gente por momentos. Le iban a dar el alta tras la última operación y eso era todo un acontecimiento. El director y varios médicos del hospital deseosos de salir en las portadas de los diarios deportivos y de la
prensa del corazón, se congregaron a su alrededor. Su amiga Quinn también había acudido, junto a la entrenadora y Ken Tanaka, el médico del equipo. Britt, desde la cama, escuchaba que
hablaban de su recuperación, cuando apareció Santana y, con una mordaz sonrisa, la saludó.
—¡Hombre… pero si ha venido mi tortura diaria!
—Tranquila, a partir de hoy nos perdemos de vista la una a la otra. ¡Yupi… yupi… Hey!
—se mofó divertida.
Ambas sonrieron, pero aquello, de pronto, incomodó a Britt. No quería perderla de vista. Valoraba los ratos en los que hablaba con ella. Además, era una estupenda fisioterapeuta y quería que continuara tratándole. La vio colocarse con discreción a los pies de la cama con unos informe médicos en la mano mientras comenzaba a mirar algo en su móvil. Estaba bonita. Aquel día no llevaba la bata blanca. Iba vestida con un enorme jersey y unos vaqueros, la excepción era que no llevaba sus botas militares, si no que calzaba unas botas de caña alta y tacón. Sexy, pensó Britt al observarla. Quinn, que se dio cuenta de
cómo la miraba su amiga, mientras ella tecleaba en su móvil, absorta, acercándose con disimulo, murmuró:
—¿Sigues negando que esa chica te atrae?
Britt volvió a mirar a Santana y, divertida, respondió.
—Es mi tocapelotas particular, solo eso.
—¿Solo eso?
—Sí, colega ¡solo eso! —le aclaró.
Quinn se sorprendió al ver que su amiga le hacía un intenso marcaje con la mirada a la fisioterapeuta para no perderla de vista ni un momento entre tanto hombre.
—Creo que esa mujer te impresiona.
—Lo que me impresiona son las manos que tiene para los masajes. Ni te imaginas que manitas tiene, ahí donde la ves —le contestó a la defensiva.
—¿En serio?
—Sí, colega, en serio.
—Pues tendré que comprobarlo, colega —le provocó Quinn sin quitar ojo del movimiento de manos de la chica.
—No te pases —refunfuñó Britt.
—La verdad —cuchicheó— es que no me importaría pasarme, cuando ella quiera. Esa contestación incomodó a Britt. Iba a decir algo cuando el director del hospital le pidió a la fisio el informe médico, y ella se lo entregó.
Britt se fijó en que ni Santana ni la entrenadora se miraban: simulaban no conocerse. ¡Vaya dos! Ella comenzó de nuevo a teclear en su móvil y a sonreír: ¿con quién hablaba?
Durante varios minutos dialogaron sobre cómo programar la rehabilitación para que siguiera el buen curso que llevaba hasta entonces, cuando Britt añadió:
—Quisiera continuar la rehabilitación en mi casa.
—Imposible —respondió la entrenadora.
—Tengo mi propio gimnasio con todo lo necesario para hacer los ejercicios de recuperación. Y lo que no tenga, lo compraré. Podría seguir viniendo al hospital algún día suelto si fuera necesario —continuó Britt. Durante más de diez minutos jugadora y entrenadora debatieron el tema. Santana no abrió la boca. Observaba a ambas, dos titanes demostrando su poder. Si una era cabezón, la otro lo era más. Tanaka, el médico del equipo, intervino en la discusión y Santana y la entrenadora se miraron. Fue una mirada intensa que, sin saber porqué, la puso nerviosa. Y entonces, ella sonrió, pero su sonrisa, como siempre, escondía sus verdaderos sentimientos. Desde hacía
años era su método de defensa universal: para los enfados, para las tristezas… ¡para todo! Los médicos continuaban hablando y Britt insistía en que haría doble sesión de recuperación en su casa. Santana asintió. Lo que la jugadora proponía era una buena idea,
especialmente para ella. Deseaba perderle de vista, cada día que pasaba a su lado era una tortura. Esa mujer le atraía y tenerle cerca y tocarle le hacía más mal que bien. No había noche en la que no se durmiera pensando en ella, en su boca, en sus ojos, en sus abdominales, ni mañana en que, al abrir los ojos, no lo recordara.
Y no. Aquello no podía continuar, por muchos motivos, ella principal: ella no era un mujer para ella y muchísimo menos ella para ella.
De hecho había pedido una excedencia de tres semanas para dar apoyo a una ONG en Mauritania y, cuando regresara, tenía que ocuparse de ciertos asuntos personales. La distancia pondría de nuevo en claro su vida. Los doctores y los fisios del Club hablaban y hablaban. No llegaban a un entendimiento hasta que la entrenadora, de pronto, sorprendiendo a todos, dijo con voz alta y clara:
—Tras pensarlo, creo que la propuesta de Britt tiene su lógica.
Todos le miraron, incluida Santana. En ese momento le sonó el móvil. Había recibido un mensaje. Dio un paso atrás, se escondió tras unos doctores y se dispuso a responderlo. Britt, al verla tan indiferente al debate sobre el protocolo de su recuperación se sintió un poco ninguneada; pero, ¿con quién hablaba?
—¿Qué te parecería Britt, si la fisioterapeuta que te ha atendido en el hospital va a tu casa por las tardes para continuar con tu rehabilitación? Me consta, y creo que a ti también, que Santana es una excelente profesional —propuso la entrenadora.
La mencionada, al escuchar su nombre, levantó la cabeza, separándola de la pantalla de su móvil, sorprendida. ¡Ni loca!, ella tenía sus planes y nadie se los iba a descabalar. Clavó la mirada en la entrenadora con gesto de no entender nada. Ya tenía suficiente con tener que
atenderle cada mañana como para tener que aguantarle en la intimidad de su casa. Britt reaccionó al ver su actitud de desconcierto, algo que nunca había visto en en el rostro de Santana.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 4:04 am


—Creo que es una excelente idea, hasta ahora ella se ha encargado de gran parte de mi recuperación y es la artífice de que yo me encuentre tan bien; creo que debe continuar con el trabajo hasta que lo finalice.
—¿Qué te parece, Santana? ¿Lo harías? —preguntó la entrenadora.
Todos la miraron e intentando no perder la compostura murmuró:
—Lo siento señores pero no va a poder ser.
Aquello picó a Britt, y haciéndose la loca, insistió:
—Pero lo ideal sería continuar con la fisioterapeuta que hasta el momento ha conseguido tan buenos resultados, ¿no cree, entrenadora? Sue Sylverster a su jugadora y después miró a Santana, que había permanecido todo ese tiempo en un segundo plano. Ella, al ser consciente de que todos la miraban, se guardó el móvil en el bolsillo de los vaqueros y se dirigió a los presentes.
—Lo siento, pero no va a poder ser.
—¿Por qué? —preguntó con insistencia la jugadora. Le gustaba conseguir lo que se proponía y su propósito era que ella continuara con su rehabilitación.
Daniela se rascó con gracia la frente y contestó.
—Tengo un viaje pendiente y…
—¿Un viaje? ¿A dónde te vas? —preguntó Britt sorprendida.
—Lo siento, pero tengo cosas que hacer… —murmuró horrorizada por ser el centro de atención.
—Santana… —insistió la entrenadora—, sería bueno para tu carrera que fueras considerada la principal artífice de su recuperación, ¿no crees?, esto te reportaría muchas cosas buenas, entre ellas promoción laboral y, me imagino, que un sustancioso aumento de sueldo.
Ella quiso protestar al escucharle aunque de pronto entendió porqué Sue había dicho eso: pretendía retenerla allí, no quería que se marchara de viaje a Mauritania y eso la jorobó. Britt observaba que las amantes mantenían un duelo de miradas hasta que, finalmente, la joven torció la cabeza y añadió:
—No, gracias, se lo agradezco señora entrenadora, pero no.
Los doctores comenzaron a hablar entre sí y Britt, sin apartar la mirada de la chica, se percató de cómo cruzaba un rápido gesto de incomodidad con la entrenadora. Se estaban diciendo muchas cosas con los ojos. De pronto, el director del hospital se dirigió a la
muchacha.
—Para nosotros sería un honor que una de nuestras fisioterapeutas fuera la responsable de la recuperación de la bravissima jugadora del Inter Brittany Pierce. Piénselo, Santana, es una oportunidad para usted y para nosotros.
—Lo siento señor, pero no.
—En el Club tenemos unos excelentes fisioterapeutas —cortó Tanaka—. Y creo que deberíamos seguir el protocolo ordinario.
—Sí… estoy totalmente de acuerdo con el responsable del equipo médico del Club —asintió Santana.
la entrenadora, incapaz de callar, insistió.
—Santana, escúchame, eres una excelente fisio y creo que harás un trabajo impecable con mi jugadora. Necesito que ella trabaje los siete días para acelerar su recuperación y…
—No, no lo haré —cortó ella.
Britt cada vez más sorprendida, les observó, la cosa se ponía muy interesante.
—Creo que el médico del Club tiene razón. Deberían seguir su protocolo habitual y…— Santana quiero continuar mi recuperación contigo —insistió Britt.
La muchacha lo miró: ¿por qué estaba tan pesada con aquello si no paraban de discutir?
En la habitación se organizó un tremendo revuelo. Tanaka no estaba de acuerdo con lo que la entrenadora proponía, mientras el equipo médico del hospital sí.
Mientras hablaban, Santana se acercó a Britt y le dijo en voz muy baja, solo para que ella pudiera escucharla, ante la cara de incredulidad de Quinn.
—¿Por qué insistes?
—¿Por qué te niegas?
—¿Y a ti qué te importa?
—Pero vamos a ver, ¿dónde te vas de viaje? —insistió Britt—. En todo este tiempo no lo has mencionado ni una sola vez.
—Porque a ti no tengo que mencionarte nada de mi vida.
Incómoda por tener a Quinn tan cerca la miró y con una encantadora sonrisa dijo:
—¿Te importaría alejarte un momento? Tengo que hablar un instante con ella, en privado.
Quinn se alejó unos pasos sin decir nada. Santana, mientras se retiraba el flequillo de la cara cómicamente, cuchicheó:
—No te has dado cuenta de que tengo otras cosas más importantes que hacer que ir a tu casa. No seas pesada, cualquier otro fisio te puede atender.
—No quiero a cualquier otro fisio, tú eres buena. —Y acercándose susurró—: Al final, hasta tu amante me ha dado la razón.
—¿Te quieres callar? —pidió tras comprobar que nadie le había escuchado.
—Mira guapa, soy Brittany Pierce y consigo lo que me propongo. Y si yo quiero que seas tú quien me cure, lo harás y no hay más que hablar.
—¡Serás creída e impertinente! —masculló Santana con rabia.
—Lo sé. Lo soy.
—Si acepto, te aseguro que te voy a salir muy cara Britt —le amenazó Santana sin rastro ya de su perenne sonrisa en la cara.
—Perfecto —respondió con chulería—, podré pagarlo.
Durante unos segundos ella cerró los ojos con fuerza, para reprimir la ira: solo quería coger la almohada y asfixiarle ante todo el hospital. Para escapar de aquello, decidió que sus honorarios serían una exageración, una auténtica locura. Cuando los abrió, con el
autocontrol de nuevo a su favor, sonrió.
—Muy bien, tío Gilita, si dejo de hacer ese viaje para atenderte personalmente, te cobraré mil euros por día, ¿qué te parece?
Britt la miró. Estaba retándole. Era una barbaridad pero no quería echarse atrás y asintió.
—Trato hecho, guapa.
Incrédula porque hubiera aceptado, maldijo en silencio sin perder la sonrisa y se dio la vuelta. Le había salido mal la jugada. Su cabeza funcionaba a mil por hora y de pronto fue consciente de que con ese dinero podría hacer muchas cosas. En ese instante, fulminó con la
mirada la entrenadora que también estaba observándola, muy seria, y atrayendo la atención de todos, dijo:
—De acuerdo, que no cunda el pánico. Aceptaré la responsabilidad que la señorita Pierce quiere que asuma y secunda su estupenda entrenadora. —Las mencionadas sonrieron—. Pero hay tres cosas que quiero que sepan: la primera, no trabajaré los siete días de la semana
como pretenden, iré cuatro, a lo sumo cinco y el resto de la semana, me lo reservo para mí; la segunda, si tengo que trabajar con la señorita Pierce en su casa, exijo quedar exenta de mis obligaciones en rehabilitación en el hospital y que se posponga para cuando regrese la
excedencia de tres semanas que tengo pendiente; y por último, necesitaré, entre otras cosas, un aparato de magnetoterapia en su casa. Ah, y lo quiero todo por escrito. No quiero problemas después, ¿están de acuerdo con todo lo que he dicho?
Los médicos comenzaron a hablar entre ellos y Quinn, acercándose a su amiga murmuró:
—Menuda negociadora que es esta.
Britt asintió sin dejar de observar la situación: Santana y la Entrenadora se habían mirado. Sue le había guiñado un ojo y ella le había respondido negando con la cabeza.
—Ya te digo… mi tocapelotas es la bomba.
Cinco minutos después, el director del hospital sentenciaba ante todos:
—Aceptamos sus condiciones. Y lo haremos por escrito si eso hace que usted se quede más tranquila.
La joven, con una de sus candorosas sonrisas, asintió. Después miró a Britt que la escuchaba sentada en la cama:
—Entonces, de acuerdo.__
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 4:24 am

-4-

En la ribera del lago Como, una de las zonas más elitistas y deseadas de Milán, viven actores, políticos y futbolistas. Cuando Santana llegó a la impresionante villa de Brittany Pierce se sorprendió, encontró justo lo que se esperaba: una bonita casa de interiorismo minimalista donde todo era moderno e impersonal. Le dio la bienvenida una mujer de mediana edad que la miró de arriba abajo con curiosidad.
—Hola, buenas tardes. Vengo a ver a la señorita Brittany Pierce.
—¿De parte?
—Soy Santana.
—¿La fisioterapeuta?
—Sí.
—Oh, encantada, Santana. Pase… pase, yo soy Petra, soy la encargada de la casa.
—Encantada, Petra.
La mujer, cambiando el gesto a una candorosa sonrisa, dijo:
—Vamos, la señorita ha pedido que le espere en el salón.
¡Qué modernidad! sillones blancos, mesa de cuero blanca, paredes lisas, dos enormes pantallas de televisión, estores en color burdeos… Todo muy conjuntado, pero cuando Santana vio una foto de dos metros por dos de la jugadora arrodillada en el suelo celebrando un gol, no pudo reprimir una carcajada, ¡era buenísima!
—Vaya… veo que ya estás riéndote.
Sobresaltada, se volvió y vio entrar a la jugadora con sus muletas en el espacioso salón y señaló el cuadro divertida.
—Eres muy egocéntrico, ¿no?
—¿Por qué, mujer? Esa foto es un regalo y no iba a decir que no.
Cuando llegó a su altura, la jugadora soltó las muletas y se sentó en una de las sillas.
—Ese gol fue el primero que metí al llegar al Inter —añadió divertida.
Santana sonrió justo en el momento que entraba una preciosa perra blanca con manchas marrones, que se acercó a ella para olerla. Santana se agachó y, quitándose los guantes, dijo tocándola:
—Hola, preciosa. Tú debes de ser Santana, ¿verdad?
El animal, encantado, se sentó junto a ella. Durante varios minutos la joven se olvidó de la futbolista y se centro en la perra. Siempre le habían gustado mucho los animales, a pesar de que no tuviera ninguno. En ese momento sonó el móvil de la futbolista y esta lo atendió. Sin querer escuchar, la joven oyó como llamaba bella a alguien y se despedía hasta la noche.
Cuando colgó, ella le preguntó:
—¿Qué raza es?
—Una bracco italiana —respondió Britt.
—Hola, Santana. ¿Qué pasa guapetonaaa?
Divertida observó como la chica y su perra empezaban a conocerse y eso le gustó. Por norma, las mujeres que le visitaban evitaban al animal. Pero allí estaba ella, de rodillas en el suelo besando con cariño el hocico de su perra.
—Tengo que confesarte algo —dijo ella de pronto.
—Tú dirás.
—No se llama Santana.
Le miró boquiabierta, levantó las cejas, pestañeó, pero sin perder su sonrisa susurró conmoviéndole:
—Pues que sepas que me apena que no lleve mi nombre. Es un nombre precioso.
Ella y sus curiosas contestaciones. Ambas rieron.
—Bueno, ¿y cómo se llama?
—Loca
—¡¿Loca?!
—Sí.
Divertida miró a la perra y sin dejar de tocarla murmuró:
—Hola, Loca. Ya vuelvo a entender porqué tu dueña dijo que te llamabas como yo.
Ambas prestaron su total atención a la perra hasta que sonó el móvil de Britt de nuevo.
Durante varios minutos Santana escuchó como hablaba con otra tal bella y sonreía como una boba.
—¿Qué te parece si hacemos un calendario de los días y las horas en los que vendré? — le dijo Santana una vez hubo colgado.
—Me parece perfecto —asintió Britt—. Por cierto, ¿dónde te ibas de viaje?
—No te interesa. Vamos a limitarnos a tu recuperación. Única y exclusivamente a eso, ¿te parece?
Britt asintió y ambas se sentaron alrededor de la mesa blanca de cuero. Santana sacó de su mochila un cuaderno y enseñándoselo dijo:
—Vendré de lunes a jueves de cuatro a siete de la tarde y los viernes de tres a seis y…
—Vendrás los sábados también.
—¡Ni lo sueñes!
Britt sonrió y mirándola fijamente, añadió:
—Quiero recuperarme al cien por cien y para ello te necesito los siete días de la semana.
Entiendo que al menos quieras descansar uno. Lo acepto. Pero el sábado o el domingo te quiero aquí, aunque sea por la mañana. Creo que esos mil euros al día lo valen, ¿no?
Ella resopló. Mil euros era una barbaridad de dinero, ¡vergonzoso!
—De acuerdo, vendré los sábados por la tarde, las mañanas las tengo ocupadas. Y en cuanto a lo de los mil euros al día yo…
—Los viernes comerás conmigo, así que llegarás a la una.
—¡¿Cómo?!
—Lo que has oído.
Molesta por sus exigencias, añadió:
—Tengo que resolver ciertos asuntos personales. Quizá algún día no pueda venir y… — Trató de explicarle molesta por sus exigencias.
—¿Qué asuntos personales?
—He dicho que no hablaré de mi vida privada. No insistas.
—Pero vamos a ver, ¿cómo vas a faltar a las sesiones? Se supone que te pago para que vengas y me ayudes a…
—Despídeme. Lo entenderé.
Ambas se miraron. Ella, como siempre, tenía los labios curvados. Esperaba que la despidiera, pero Britt murmuró dando, momentáneamente, su brazo a torcer.
—Vale.
—¿Vale, qué? ¿Me despides?
—¡Ni lo sueñes! —susurró tomando aquellas palabras que ya había escuchado varias veces pronunciar a ella.
La joven asintió y señalándole con el bolígrafo que llevaba en la mano dijo:
—Muy bien, pues si sigo trabajando para ti, quiero que te queden claras tres cosas.
—Tú dirás —cuchicheó con gesto incómodo.
—La primera, no acepto a terceras personas a nuestro alrededor durante las sesiones.
Estaremos solas tú y yo y no pienso ceder aunque me llame el mismísimo papa desde el Vaticano, ¿entendido?
—Vale.
—La segunda, que quiero que quede clara desde el primer minuto, yo no soy ninguna de tus conquistas por lo que cuidadito con tus palabras, modos y manitas. Y la tercera —sonrió divertida—, no intentes ligar conmigo bajo ningún concepto.
—Dios me libre de saltarme tu tercera condición —se mofó ella.
Una contestación tan llena de sarcasmo rozó el corazón de Santana.
—Lo creas o no, soy irresistible. Y más cuando se me conoce. Por lo tanto ya sabes, no te enamores de mí.
—Tranquila guapa. Me resistiré sin esfuerzo —rio divertida—. En cuanto a esos asuntos…
—No voy a hablar de mis asuntos personales. Solo quiero que sepas que si falto, recuperaré las horas otro día. Nada más.
—¿Me estás diciendo que puedes faltar y no me vas a contar porqué?
—Te avisaré cuando no pueda venir e incluso buscaré otro fisio que te atienda, pero no te voy a contar absolutamente nada. No olvides que no eres ni mi familia, ni mi amiga, ni mi amante; solo eres una paciente que se ha empeñado en que yo le atienda. Por lo tanto, si te parece bien lo que te digo ¡estupendo!, y si no te lo parece, me voy y que te atienda otro fisioterapeuta.
La rotundidad en su mirada hizo que Britt no insistiera.
—¿Prefieres que te pague los mil euros diariamente, semanalmente, o al mes?
Boquiabierta porque hubiera tomado en serio el dineral que le pidió, murmuró:
—Semanalmente.
—¿Cheque o efectivo?
—Transferencia bancaria. Tu gestor dispondrá mañana de mis datos bancarios.
la futbolista volvió a asentir. No iba a discutir con ella por dinero. Abrió su portátil,escribió con rapidez y le dio al botón de imprimir.
—¿Serías tan amable de recoger los folios que están en la bandeja de la impresora?
Ella se levantó y cogió la documentación; cuando regresó a la mesa, ella le entregó un bolígrafo.
—Léelo y fírmalo.
—¿Cómo?
—Que lo leas y lo firmes. Igual que tú pediste al director del hospital que firmara lo que habían prometido, yo lo quiero también por escrito. Por cierto, he incluido tus tres condiciones, y, la cláusula de que no me enamoraré de ti, la he destacado en negrita. Ah, y también he añadido que el primer gol que meta con la pierna averiada te lo dedicaré. Así que, si estás de acuerdo con lo que pone en el papelito lo firmaremos las dos.
Santana sonrió, se sentó, y tras leer con detenimiento el contrato, firmó las dos copias.
Seguidamente, ella hizo lo mismo y entregándole uno de los dos folios dijo:
—Muy bien, pues cuando quieras podemos comenzar a trabajar.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 4:51 am

-5-

Todos los días Santana llegaba a su hora, entraba en el impresionante gimnasio que ella tenía en casa y se dedicaba en cuerpo y alma a recuperar a la futbolista. Algo que paso a paso estaba siendo muy positivo para ella. Su mejoría era bien visible, ya comenzaba a caminar casi con normalidad, aunque todavía se ayudaba de las muletas. A su llegada cada mediodía, Santana veía siempre a una mujer distinta comiendo en la cocina con Britt
. Nunca repetía: rubia, morena, pelirroja… Siempre era distinta a la del
día anterior y a todas las llamaba «bella». Eso le hacía gracia… ¡Menuda pieza era la deseada Brittany Pierce!
Aquellas mujeres se volvían tontas cuando la guapa jugadora las miraba. Santana se percataba de que todas le adoraban dijera lo que dijera, le consentían todo. Ella, sin embargo, le habría mandado a tomar viento fresco en más de una ocasión después de oír alguno de sus comentarios.
Un día, Santana se sorprendió al ver allí a la endiosada Bimba, la súper top-model. La miró con desprecio de arriba abajo y después dijo que se iba a relajar en el jacuzzi. Pero un par de horas más tarde se le ocurrió meter sus largas piernas en el gimnasio, Britt le ordenó salir de inmediato.
—¿Me estás echando? —protestó.
—Sí, bella… sal. Espera fuera. Esto es algo entre la fisio y yo.
—Pero si no molestooo, amoreee —insistió.
Britt resopló, Santana le miró e intuyó que iba a decir uno de sus borderíos, entonces Bimba se le adelantó y dijo:
—Si salgo de aquí, me marcharé.
Sorprendida por aquello, Santana observó con curiosidad su reacción, ella sentenció implacable:
—Adiós, bella, ya te llamaré.
La top-model, al escuchar aquello, levantó el mentón y se marchó.
—Continuemos —zanjó el asunto Britt, expeditiva.
La joven no dijo nada pero se lo agradeció con la mirada. Una de las cláusulas era que no habría una tercera persona durante las sesiones y hasta el momento ella las había cumplido todas.
Cuando aquella tarde terminaron la sesión Santana comprobó que Bimba se había ido de la casa, algo que a Britt aparentemente no le había molestado. Es más, antes de que se marchase ella, le había sonado el móvil y le escuchó decir con tono alegre.
—¡Hola, bella!
Los días pasaban y, al acabar las sesiones, aquellas bellas estaban en el sofá o enredando en la cocina. Todas querían demostrarle lo maravillosas y perfectas que eran, prodigándole mil atenciones de lo más sugerentes, mientras Santana se preguntaba, ¿por qué aquellas se querrían tan poco?
En cuanto le veían aparecer, se le acercaban como gatitas ronroneantes y se le tiraban al cuello deseosas de sus atenciones. Cuando Britt aceptaba el mimo gustoso, Santana, aprovechaba para despedirse sin hacer ruido y marcharse. Tenía otras cosas más importantes que hacer que ver cómo se metían mano con descaro.Una de las tardes, llegó a la casa de la futbolista con retraso, pues había tenido un compromiso importante; Santana se sorprendió al encontrarse a la entrenadora allí y le saludó con profesionalidad.
—Llegas tarde —le recriminó la futbolista con gesto hosco.
—Lo siento, salí tarde de mi clase de yoga y el tráfico estaba fatal —reconoció mientras dejaba en un rincón su bolsa de deporte.
la entrenadora les miró, iba a decir algo cuando Britt se le adelantó.
—Te pago para que seas puntual, no lo olvides.
La joven asintió y tras cruzar una mirada con la entrenadora, que parecía realmente incómoda, dijo alto y claro:
—Tienes razón, lo siento. Vamos, tenemos que comenzar con la rehabilitación.
—Señora, le invitaría a entrar en el gimnasio pero la fisio es muy estricta. Solo quiere que estemos ella y yo —se disculpó con Sue.
—Me parece perfecto. Profesionalidad ante todo.
Santana sonrió y Britt se fijó en cómo al mirar al entrenador, los ojos de ella se
iluminaron. La confianza entre ellas hizo que se sintiera incómoda y, ayudándose de la muleta, se acercó al míster y le espetó:
—Gracias por la visita.
—Me alegra ver que todo va como queremos. Ánimo muchacha, recupérate que te necesito en el equipo —le comentó a modo de despedida mientras se dirigía a la puerta. Ambas sonrieron, pero cuando la entrenadora estaba a punto de franquear la salida, se giró y dijo:
—Santana, ¿puedes venir un instante?
La joven asintió y, bajo la atenta mirada de Britt, se acercó a ella.
—¿Todo bien?
—¡Perfecto! —respondió ella con una encantadora sonrisa, guiñándole un ojo.
Como si hablaran en un idioma propio del que no se entendía nada, así se sintió la futbolista. Supo que aquellas simples palabras contenían un gran significado para ellos. Por eso, cuando la entrenadora se marchó y entraron en el gimnasio, dijo en tono sarcástico.
—¡Qué fuerte lo tuyo!
Mirándole con curiosidad, preguntó:
—¿A qué te refieres?
—A tu rollito con Terminator —ella soltó una carcajada y Britt añadió—: ¿Siempre os miráis así en público?
—la entrenadora es muy atractiva, ¿no crees?
Boquiabierta por la poca vergüenza que demostraba ella, frunció el ceño.
—Ándate con ojo, sé de buena tinta que la mujer de Sue es una morenaza de metro ochenta y como te pille te aseguro que vas a tener todas las de perder.
—Oh ¡qué miedito! —se mofó la joven.
—Te lo digo en serio. Ten cuidado o tu vida se volverá un infierno —insistió mientras se sentaba en la camilla.
Ella soltó una carcajada y acercándose a ella, murmuró con sarcasmo:
—Soy diabólica ¡me gusta el infierno!
Aquella tarde, cuando terminó la sesión y ambas estaban en la cocina tomándose un zumo, sonó el móvil de Britt, que al ver que se trataba de su hermana Lexi, le tendió el teléfono a Santana.
—No soy tu secretaria, si no tu fisioterapeuta.
—Por favor… —le suplicó en un tono tan íntimo que logró convencerla.
Finalmente cogió el móvil y respondió. Lexi, al escuchar la voz de una mujer, dijo:
—Hola, dile a Britt que se ponga, soy su hermana.
—Hola, encantada de conocerte, pero siento decirte que en este momento no te puede atender.
—¿Por qué no se puede poner? ¿Dónde está?
Al notar su voz de enfado, Santana contestó rápidamente.
—En la ducha.
Tras un incómodo silencio,Lexi preguntó:
—¿Y tú quién eres?
—Ah, disculpa, no me he presentado, soy Santana, la fisioterapeuta de Britt. Acabamos de terminar la sesión de hoy.
—Encantada, Santana. Soy Lexi, la hermana mayor de Britt. Pensé que eras uno de sus incontables rollos.
—Pues no, me congratula decirte que no, solo soy su fisioterapeuta.
Ambas rieron y Lexi indagó.
—Y bueno, ya que tengo la oportunidad de hablar contigo, ¿va bien la recuperación de mi hermana?
la futbolista, sorprendida al escuchar la conversación entre ellas, la miró perpleja.
—La verdad es que va estupendamente, a veces es un poco gruñoncete, pero trabaja duro y está colaborando mucho.
—¿Solo «un poco gruñoncete»? —se mofó lexi al escucharla—. Mi hermana es una pésima paciente. Te lo digo yo que le conozco muy bien: soy dentista y el día que tuve que hacerle un simple empaste en una muela, casi tengo que maniatarle al sillón - Santana soltó una carcajada al ver la expresión de la cara de ella y respondió:
—Está colaborando mucho y creo que en breve podrá regresar al equipo con la pierna totalmente recuperada.
Después de varias risas, cuando Santana se despidió de lexi y colgó, la futbolista cuchicheó divertida:
—Creo que he juntado el hambre con las ganas de comer.
Ambas rieron y continuaron bebiendo sus zumos. Un par de minutos después sonó el timbre de la puerta de la casa y Santana fue a abrir. Ante ella apareció una rubia que entró sin saludarla ataviada con un minivestido rojo y se fue directamente hacia Britt, que sonrió al verla.
Al darse cuenta de que ambos se miraban con deseo, Santana decidió, como siempre, quitarse de en medio, pero al salir y cerrar la puerta maldijo. Estaba nevando con fuerza,¡menudo panorama! Hizo una llamada y, al acabar, golpeó con el puño la puerta de la casa para que le abrieran. Cinco minutos después, tras insistir también con el timbre, apareció una despeluchada Britt que, al verla, frunció el entrecejo.
—¿Qué ocurre ahora?
—¿Te importa que deje mi coche aquí?
—¡¿Cómo?!
—Mañana lo recogeré cuando regrese.
—Y eso, ¿por qué?
—No me gusta conducir cuando nieva. —Al ver que Britt no cedía, tuvo que seguir dando explicaciones, fastidiada—. He llamado a alguien para que venga a buscarme.
Esperaré fuera: no te molestaré, sigue con lo que hacías —sonríó con picardía—. Solo quería estar segura de que no te importaba que mi coche se quedara aparcado en tu parcela.
Britt negó con la cabeza.
—Gracias. —Y sin más, Santana se alejó.
Cuando la futbolista cerró la puerta, la joven que le había estado esperando fue hacia ella como una tigresa.
—Vamos a la cama —murmuró con voz aterciopelada.
—Dame un segundo.
Sin más, se acercó a la ventana y tras retirar el estor se fijó en que Santana esperaba en el exterior de la casa bajo la nieve: ¿qué hacía allí? Iba a salir a decirle que se refugiara y entrara en la casa a esperar pero la joven que estaba junto a ella lo abrazó por detrás y comenzó a besarle el cuello, su punto débil. Sin más, se dio la vuelta, se olvidó de todo y disfrutó de su manjar. En el exterior de la casa Santana se estaba quedando congelada, a pesar de que se movía nerviosamente para entrar en calor y trataba de desentumecerse las manos con su aliento. En un par de ocasiones miró hacia atrás y resopló al imaginar lo que ocurría en el interior de aquella casa. Le gustara o no, eso a ella le tenía que resultar indiferente, pero lo cierto era
que cada día le importaba más.
Veinte minutos después, un coche paró junto a ella.
—¡Dios, Ridley!, ¿por qué has tardado tanto? —le preguntó mientras subía rápidamente al coche.
—Perdona, Pitu pero está nevando mucho y no podía ir a más de noventa —respondió el chico con cariño.
Santana sonrió y le dio un beso en la mejilla.
—Gracias, hermanito ¡eres el mejor!
Cuando el coche arrancó el joven preguntó:
—¿Qué tal hoy con la futbolista?
—Bien, en su línea. Con una amiguita distinta esperándole al finalizar.
—¡Joder qué suerte tienen esas tías! Debería haberme hecho futbolista en vez de programador.
Divertida, soltó una carcajada.
—Oye… te recuerdo que a ti te va muy bien también en lo que se refiere al sexo femenino. No sé de qué te quejas.
—Vale… vale… ¿te llevo a tu casa?
—No, llévame a la casita que hoy duermo allí. Por cierto, ¿cuándo regresas a Madrid?
—Después de las navidades, mamá ya está dándome la tabarra.
—¡Qué raro! —sonrió Santana al pensar en su madre.
Al llegar a la casita, le dio un beso a su hermano y él, agarrándola de las muñecas, dijo: —Pitu, tienes que descansar y…
—Descansaré, no te preocupes, tonto, y venga, vuelve a casa con cuidado, ¿vale?
Cuando el coche se alejó, Santana se cerró el cuello de su abrigo. Hacía mucho frío. Con cuidado, caminó sobre la nieve hasta llegar a un chalé. En la puerta podía leerse «La casa della nonna». Sacó unas llaves de su bolso y abrió la puerta. Al entrar, varios niños corrieron hacia ella, y los besuqueó encantada. Aquel lugar era un sitio de acogida de niños sin hogar. Niños que nadie adoptaba por enfermedades o simplemente porque eran demasiado mayores.
Cuando por fin Santana pudo quitarse el abrigo, un joven moreno de unos quince años fue hasta ella y abrazándola dijo:
—San, he sacado un ocho en el examen de Economía.
—Bien, Israel ¡lo has conseguido!
—Lo hemos conseguido juntos —le replicó abrazándola.
Israel y su hermana Suhaila, ambos de madre marroquí, eran especiales, muy especiales para Santana. Cogidos de la mano entraron en un comedor. Al verla, Emily gritó:—San, dile a Sofia que traiga al segundo turno para cenar.
Rápidamente, hizo lo que Emily pedía e, instantes después, entró un grupo de diez niños de edades comprendidas entre los cuatro y los ocho años. Como cada noche, después entró el grupo de los mayores: doce chicos de entre los nueve y los dieciocho años.
Cuando todos terminaron de cenar, las cuidadoras procedieron a acostarlos. Algunos, como siempre, se resistían, pero al final caían rendidos de sueño. Cuando el resto de voluntarias se fue a sus casas, Emily y Santana se sentaron frente a la televisión.
—Estoy destrozada —murmuró Emily.
—¿Sabes que Israel ha sacado un ocho en el examen de recuperación de Economía?
—¡No me digas!
Santana sonrió orgullosa.
—¡Menuda paliza de estudiar con él me he dado! Pero ha valido la pena. Estoy muy orgullosa de él.
Ambas sonrieron. Todos sabían el amor que aquel muchacho y su hermana le tenían a Santana: era mutuo. Su historia comenzó cuando Santana la conoció a Suhaila, la hermana pequeña de Israel en el hospital. Ambos llevaron a Santana hasta La casa della nonna y desde entonces, no se había separado de ellos.
—San —cuchicheó Emily—, muchísimas gracias por los ingresos que hemos
recibido: es un dineral. Nunca habíamos tenido tanto dinero para la casa de acogida.
Desperezándose, la joven sonrió mientras se comía un plátano.
—De nada, tonta, y por favor, a la nonna ¡no le digas nada; ni pío!
—Vale… ya me lo has repetido mil veces, San, ¿por qué eres tan pesada?
—Si supiera que es mío no lo aceptaría. Los niños lo necesitan más que yo y sabes que por suerte, tengo todo lo que quiero. Además, si no me fui a Mauritania y acepté este trabajo es única y exclusivamente para disponer del dinero que necesitamos para la casita. Hay que hacer reformas y acondicionar la casa para el frío, ya que se acercan las navidades y como no paguemos nosotras las reformas me parece que con lo que le conceden a la nonna con las subvenciones no hacemos nada.
—Lo sé, cielo, y te lo agradecemos mucho, ¿pero estás segura de que tú no lo necesitas?
—Segurísima.
—Por cierto, ¿qué tal la reunión del otro día con la asistente social?
Santana se encogió de hombros.
—Creo que bien. Aunque la mirada de esa mujer no me gusta nada.
Santana llevaba meses reuniéndose con la asistente social para poder adoptar a Suhaila e Israel. Sabía que era difícil pero estaba decidida a seguir luchando por ello.
—No te preocupes —respondió Emily—. Estoy segura que al final lo vas a
conseguir.
—Eso espero… Entre papeleos y reuniones ¡me están volviendo loca!
Volvieron a reír cuando Emily añadió:
—Por cierto, hoy hablé con tu madre y…
—No me lo digas… ¡lo sé!
—Pero San, escucha…
La joven, mirándola directamente a los ojos, murmuró:
—No, escúchame tú a mí. Ya tengo la cita para las pruebas, son el día 20 de diciembre.
Y no, no quiero que vengas conmigo. Iré sola, ¿vale?
Emily sonrió y abrazándola admitió cansinamente.
—Valeee… —Y cambiando de tema dijo—: Por cierto, hoy llamó Rachel para
invitarnos a su fiesta de cumpleaños. Es el domingo ¿qué te parece?
—¡Perfecto! Una buena juerga nunca viene mal.
Se miraron y rieron. Se conocían desde que Santana llegó a la casita, su relación fue mágica desde el primer día, fue como encontrar a la amiga de su vida, su alma gemela. Se adoraban y se ayudaban en todo lo que podían.
Levantándose, Santana murmuró:
—Me voy a la cama.
—Que duermas bien, bonita.
Cuando Emily se quedó sola en el comedor de la casita, suspiró:Santana era la persona más fuerte y positiva que había conocido en su vida.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por micky morales Vie Ene 15, 2016 9:13 am

que excelente historia, ya me hice mis ideas de la vida de santana, lo que no me gusta mucho es lo mujeriega que es brittany, pero en fin, a ver como van las cosas!!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Susii Vie Ene 15, 2016 9:54 am

Mmm$-$ estan sintiendo algo la una por la otra, aunque sea un poquito, pero sienten algo*-*
Santana quiere adoptar a esos chiquillos?:3 aw que lenda*-*
Porque Britt tiene que ser tan mujeriega! D: NO ME GUSTA! xd
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 7:07 pm

Micky Morales Hoy A Las 8:13 Am que excelente historia, ya me hice mis ideas de la vida de santana, lo que no me gusta mucho es lo mujeriega que es brittany, pero en fin, a ver como van las cosas!!!!! escribió:

si Sanny siempre ha sido muy misteriosa, y Britt es muy calenturienta jajjajjajaj


Susii Hoy A Las 8:54 Am Mmm$-$ estan sintiendo algo la una por la otra, aunque sea un poquito, pero sienten algo*-* Santana quiere adoptar a esos chiquillos?:3 aw que lenda*-* Porque Britt tiene que ser tan mujeriega! D: NO ME GUSTA! xd escribió:

Santana es una dulzura, con Britt no se, parece necesitada de mucho amor.


Aqui el siguiente capitulo
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 7:12 pm

-6-

La semana pasó y, día a día, Britt iba suavizando su carácter. Se encontraba mejor. Más fuerte. Su pierna comenzaba a parecerse a lo que había sido y eso le llenaba de positividad. Ya no era tan gruñóna como al principio, aunque a veces a Santana le mataba su prepotencia. Se creía la dueña del mundo simplemente por ser rica y estar como un cañón.
Cada día se sentía más atraída por ella y decidió hacer algo al respecto. Llamó a su ex, Sam Evans. Estar con él la hacía disfrutar de buen sexo y, sobre todo, le confirmaba que no quería nada serio con ningún hombre ni mujer. Pero de lo que no se había percatado era de que la futbolista empezaba a observarla con disimulo y a valorarla como mujer. Santana era graciosa, divertida, optimista, siempre estaba de buen humor y le sacaba una sonrisa. Y lo mejor, siempre le respondía con sinceridad, nada que ver con las mujeres que acudían a su casa en busca de fama y sexo. Ella era diferente, no le bailaba el agua y eso, unido a su continua sonrisa y entusiasmo vital, era lo que más le llamaba la atención: ella era real y sincera.
Uno de los viernes cuando ella llegó para comer, se sorprendió al ver que no había ninguna de sus conquistas. Solo la esperaba ella y había cocinado unos espagueti carbonara.
Comieron entre risas y decidieron reposar la comida sentadas un rato ante el televisor.
—¿Qué te parece si vemos una película? —sugirió ella.
—Una película dura mucho y tenemos que trabajar, mejor algo más corto.
—¿Qué clase de cine te gusta?
Ella apoyó su cabeza en el sofá.
—De todo un poco y sí, antes de que me lo preguntes, me chiflan las películas
románticas. Al menos mientras las veo paso un rato agradable siendo testigo de cómo se fragua una bonita historia de amor que pocas veces tiene algo que ver con la cruda realidad.
Ambos rieron y ella susurró:
—Ey, que yo no he dicho nada, sonrisitas.
—¿«Sonrisitas»? —se mofó ella—. Vaya… creo que me gusta más cuando me llamas «tocapelotas».
Mirándola directamente a los ojos,Britt añadió:
—Eres la única persona que conozco que siempre está de buen humor y siempre sonríe.
—Me gusta sonreír.
—Pero, ¿tú nunca te enfadas?
Con un gesto de lo más cómico ella asintió.
—Me gusta ver la vida desde el lado positivo y será mejor que no me hagas enfadar, no te lo recomiendo. Cuando me enfado soy lo peor… de lo peor… de lo peor. Como dice mi padre: no tengo término medio, paso de ser un bomboncito dulce a un auténtico cardo borriquero.
Britt soltó una carcajada justo en el momento en el que a ella le sonó el móvil y ella pudo leer en la pantalla que era Israel quien llamaba: ¿quién sería ese Israel? Ella se levantó y contestó. La escuchó reír durante unos minutos y le prometió ir con él al cine. Cuando regresó, se sentó a su lado y Britt encendió la televisión. Tirados en el sofá la futbolista fue cambiando de canal hasta que ella dijo de pronto:
—Castle ¡Dios que bueno! ¿Te gusta esta serie?
—No sé, ¿de qué va?
Encantada, le explicó que Richard Castle era un escritor que colaboraba con la policía de una manera muy curiosa y decidieron ver el capítulo. Ambas rieron divertidos. Ver a aquel escritor guasón e irreverente intentar ligar con la inspectora Becket mientras resolvían un asesinato era todo un espectáculo. Cuando el capítulo terminó, Santana se levantó, le entregó las muletas a Britt y dijo:
—Vamos… llegó la hora de martirizarte.
Divertida, se levantó y la siguió al gimnasio, tenían que trabajar. A las seis y media, y tras un intenso trabajo físico,Santana se dio cuenta de la hora.
—Por hoy basta —le dijo entregándole una botellita de agua.
Ella estaba agotado. El timbre de la puerta principal sonó y ella fue a abrir. No se sorprendió al ver aparecer a una pelirroja muy guapa. Haciendo caso omiso de Santana, la recién llegada fue directa al gimnasio subida en sus impresionantes tacones. Britt, que estaba secándose el sudor del pelo, le dio la bienvenida sorprendida.
—Hola, bella, ¿cómo tú por aquí?
La pelirroja, de melena por la cintura, se acercó con paso sinuoso a la sudada futbolista y, sin importarle que la joven que entraba tras ella les viera, le dio un beso en los labios y murmuró con voz ronca:
—He venido a verte, hoy es día quince, ¿no lo recuerdas?
Santana al ver el panorama, se secó las manos rápidamente y se despidió.
—Me voy, es tarde y he quedado para ir al cine. Hasta mañana a las diez.
Pero Britt ya no la escuchaba, solo tenía ojos para aquella chica. Santana casi se atraganta al ver cómo sus manos se posaban en las caderas de la pelirroja. Sin decir más, huyó de allí.
Se fue directa a la puerta, no sin antes tocar con cariño la cabecita de la perra, que se había acercado a ella para despedirse; salió de la casa, se metió en su utilitario rojo y se marchó.
Aquella tarde recogió a Israel y Suhaila, se los llevó al cine y a comer unas
hamburguesas, estar con ellos le llenaba el alma y el corazón.
El sábado, cuando llegó a las diez, Britt, que estaba con la perra en el exterior de la casa, le abrió la verja de entrada.
—¡Buenos días! —saludó ella con una sonrisa.
—Buongiorno, bella—respondió ella mientras la observaba aparcar.
Cuando aparcó el coche se dirigió directamente hasta donde ella estaba y señalándole con el dedo indicó sin perder su sonrisa:
—No vuelvas a llamarme bella en tu vida, ¿entendido? —Y sin dejarle responder, añadió —: Yo no soy una de tus tontas muñequitas sin nombre. Mi nombre es Santana o a lo sumo tocapelotas, como sueles llamarme en ocasiones, pero bella, ¡no!, ¿entendido?
Y sin decir nada más, entraron en la casa y se dirigieron al gimnasio. Britt no se atrevió a hablar después de la reprimenda que esta le echado nada más verla. Aquella mañana la notaba cansada y decidió quedarse calladita, era lo mejor. Una vez en el gimnasio, comenzaron los ejercicios inmediatamente. En ocasiones resultaban muy dolorosos, pero eran necesarios para su recuperación. Sin descanso, las dos trabajaron durante horas, hasta
que la futbolista llegó al límite. —No puedo más. Por favor, ¿podemos dejarlo por hoy?
—Vale. —Su gesto dolorido y la amabilidad con que se lo suplicó fueron determinantes.
Santana, tras beber un trago de su botella, y con mejor humor que cuando llegó, comenzó a guardar sus cosas en la mochila, cuando, como siempre, sonó el móvil de ella.
—Me voy, seguro que tienes cosas que hacer —dijo ella sin querer perder tiempo.
Ella cortó la llamada y acercándose a ella dijo:
—Quédate a comer.
—No, gracias.
Britt se aproximó un poco más a ella. Ella no se movió y Britt dio un paso más,
insistiendo.
—Cocinaré para ti.
—¡¿Tú?!… ¡Ni lo sueñes!
Divertida, se secó el sudor.
—Soy una buena cocinera, ayer ya te lo demostré con los espagueti. Venga quédate ¿qué te apetece: pasta o carne?
—No, mejor no, y…
Britt hizo ademán de cogerla del brazo pero ella, rápidamente, se apartó. Aquel brusco movimiento no pasó desapercibido para ella, que, sin tocarla, insistió:
—Venga… quédate, por favor. No me gusta comer sola.
La cabeza de Santana decía ¡márchate!, pero su corazón gritaba ¡quédate!; al final ganó el corazón y más al escuchar el modo en que él se lo estaba pidiendo.
—De acuerdo, pero como no me guste, no me lo como, ¿entendido?
—¡Pero que tocapelotas eres! —Rio al escucharla y al ver que se rascaba los brazos preguntó—: ¿Te apetece ducharte? —La joven le miró con sorpresa—. No te estoy proponiendo nada indecente. ¡Lo juro por mi vida! Te lo pregunto porque ambas hemos sudado y como yo voy a ducharme, si tú quieres puedes pasar al baño de la habitación de invitados y hacer lo mismo. Nada más.
—Te lo agradezco. Y sí, creo que una ducha me vendría genial.
la futbolista sonrió e indicó cogiendo su muleta.
—Vamos, sígueme.
Santana le obedeció y accedieron a una parte de la casa desconocida para ella. Al entrar en la habitación principal no se sorprendió al ver aquella enorme cama justo en medio de la estancia.Britt abrió un armario lateral, cogió un albornoz negro y una toalla y se los entregó.
—En la habitación de la derecha tienes un baño. Allí puedes ducharte.
—Déjame una camiseta de manga corta. La que llevo está sudada y no tengo otra de repuesto.
Britt buscó en su armario y le entregó una gris; ella la cogió, salió de la habitación y se encaminó hacia la de invitados. la futbolista la siguió con la mirada, deseó ir tras ella y proponerle que se duchasen juntos pero sabía que lo único que conseguiría con eso sería que ella se marchara. Finalmente, se metió en su baño. Esa ducha le refrescaría las ideas.
Cuando Santana entró en el baño cerró con pestillo. Colocó su frente en la puerta y se dio dos leves cabezazos: ¿qué estaba haciendo? Tras llamarse así misma todo lo peor, finalmente se despojó de su ropa y se metió en la confortable ducha.
—Oh, Dios… ¡qué gustazo!
El agua corría por su piel y la refrescaba. Necesita enfriarse. Ver la enorme cama de Britt le había resecado la boca en décimas de segundo. Tener tanta imaginación no era siempre bueno, y esa era una de las veces en que no lo era. Cuando salió de la ducha se puso el enorme albornoz negro. Inconscientemente, lo olió y sonrió al ver que tenía su aroma. Pero cuando se quitó el albornoz y se miró en el espejo, la sonrisa se le borró del rostro. Cerró los ojos, sacó la crema hidratante de su mochila y se la extendió. Después se vistió y se peinó, dejándose la melena suelta. Cuando estuvo lista, fue
hacia la cocina. Ella ya estaba allí.
—¿Qué te parece filete de ternera a la plancha con champiñones y ensalada? —sugirió.
—Humm… ¡qué rico!
—Y de postre tengo yogurt, helado de mandarina y…
—¿Tienes plátanos?
Él asintió.
—¡Genial!
Mientras ella se encargaba de los champiñones y la carne, ella preparó la ensalada.
—¡Qué bien hueles!
Santana pensó en soltarle una fresca pero rectificó a tiempo, en el fondo le parecía divertida.
—Es por la crema hidratante, necesito ponerme toneladas porque tengo la piel muy delicada.
—Pues huele muy bien —insistió.
Conversaron con fluidez y cuando acabaron de preparar la comida, hambrientas, se sentaron en la mesa. Durante varios minutos comieron en silencio hasta que britt dijo
—Por cierto, anoche vi varios episodios de Castle. Me está encantando esa serie, no sé cómo no la conocía.
—Normal. Tenía que venir yo a enseñártela.
ella sonrió mientras ella mordisqueaba el filete y preguntó:
—¿Más vino?
—¿Quieres emborracharme?
—¿Hay alguna posibilidad de que lo consiga? —planteó ella con una sonrisa de lo más provocadora.
—Ninguna, príncesa. Y recuerda, cláusula seis, punto dos: nada de rollo entre tú y yo. La cara de ella cambió al recordar de lo que hablaba, y antes de que pudiera contestar, sonó el móvil de ella. Descolgó de inmediato y, sin moverse de su sitio, saludó en un tono afectuoso.
—Sam, ¿cómo estás?
—¡Hola,San! —respondió el mencionado—. He llamado a tu casa pero no estabas.
—Estoy comiendo con un cliente. — Britt puso cara de sorpresa—. ¿Ocurre algo Sam?
—Solo llamaba para preguntarte a qué hora paso a por ti.
—¿Habíamos quedado hoy? —preguntó sorprendida.
Sam soltó una carcajada y añadió.
—San, tú me llamaste hace unos días, ¿no lo recuerdas?
Llevándose la mano a la cabeza asintió y, sin importarle cómo la miraba la futbolista, asintió.
—Es cierto… es cierto.
—¿Quedamos o no?
La joven pensó en las posibilidades. Sam significaba sexo. Y tras mirar a Britt y sentir que la temperatura le subía por momentos, murmuró:
—Sí, necesito verte. Pero hacemos una cosa: ¿qué tal si cenamos en tu casa? —Y al escuchar al otro lado del teléfono un silbido cuchicheó—: Ya sabes, tú pones la pizza y del postre ya me encargo yo.
Britt continuó comiendo impasible, mientras la oía reírse, a pesar de que aquella conversación tan descarada no le estaba haciendo ninguna gracia. Cuando Santana colgó, le preguntó:
—¿Tienes Coca-Cola en la nevera?
Britt asintió. Ella se levantó y cogió una.
—¿Quién es Sam?
Santana se sentó, abrió la Coca-Cola y tras dar un largo trago respondió.
—Mi ex.
—¿Tu ex?
—Sí, mi ex. Pero tenemos muy buen rollito entre los dos y cuando tenemos ganas de sexo le llamo o me llama. Si nos cuadra bien y si no, pues no pasa nada. —Al ver la reacción de su cara, le preguntó—: ¿Algo que objetar?
—No… no… tú sabrás. Pero me extraña lo que me dices.
—¿Te extraña tener buen rollo con un ex para tener sexo?, ¿por qué?
—Se me hace raro. Al fin y al cabo es un ex.
—Un ex muy… muy bueno en la cama, tengo que puntualizar.
Britt no respondió, y para zanjar el tema, la joven volvió a dar otro trago a su bebida, saboreándola.
—Dios… como me gusta la Coca-Cola. —Y dejando la lata sobre la mesa preguntó—:
¿Qué tal tu visita de ayer?
—Bien, lo normal.
—La pelirroja natural es la de los días quince de cada mes, ¿verdad? —Al ver cómo la miraba, añadió con guasa—: Oye que me parece muy bien, que yo también tengo algún que otra amiga con día fijo.
—¿En serio?
—Sí.
—la entrenadora, ¿por ejemplo?
—Por ejemplo —le respondió guiñándole el ojo.
Aquella conversación empezaba a incomodar a Britt, que cambió radicalmente el tema.
—¿Puedo preguntarte algo?
Tras tragar lo que tenía en la boca ella levantó las manos y respondió.
—Si me vas a preguntar más cosas de mis amantes o de mis ex ¡definitivamente no!
—No, mejor cambiamos de tema. Es una curiosidad: ¿por qué llevas siempre ropa tan ancha?
—Porque me gusta.
—¿Y por qué siempre ropa deportiva?
—Repito: porque me gusta y porque mi trabajo me lo permite.
—Pero es poco favorecedora y nada femenina, ¿no crees?
—Los tacones los dejo para otros momentos. —Se acercó a ella con gracia—. Entre tú y yo, soy una bomba sexual y por eso me camuflo tras la ropa.
Britt rio sus ocurrentes respuestas e insistió:
—Pero ese jersey que llevas te desmerece. Estoy convencida de que es varias tallas mayor a la tuya, ¿a que sí?
—Odio que la ropa me apriete. Nunca me ha gustado. Y total, como mi trabajo no me exige ir elegante, prefiero ir cómoda. Por cierto, ¿vas a ir a la cena de Navidad que organiza el Inter?
—¿Tú vas a ir? —preguntó britt muy sorprendida.
Santana asintió y con gesto guasón, susurró:
—Esta semana he recibido la invitación. Imagino que habrán tenido la deferencia de invitarme por estar trabajando contigo, ¿no crees?
—Sí, me imagino que habrá sido por eso. Oye, ¿en serio vas a ir? —volvió a insistir.
—Sí —respondió con rotundidad—. Me muero por conocer a varios jugadores y esta es mi oportunidad.
—¿De qué jugadores hablas? —investigó Britt, ya muy seria.
—Wesley, Vid o Sinclair. ¡Oh, Dios! están buenísimos. —Suspiró abriendo
desmesuradamente los ojos, de manera cómica.
Molesta por estar excluido de aquella lista de potentorros jugadores del Inter, Britt se recostó en la silla.
—Son buenos tíos pero si no quieres problemas, aléjate de ellos.
Santana sonrió y guiñándole el ojo masculló.
—Quizá me gusten esos problemas. Pero tranquilo, sé cuidarme solita. Soy una mujer del siglo XXI y yo elijo con quién estar. Además, no sé de qué te asustas si a ti te gustan todas las mujeres, ¿no?
—Todas no, solo las bellas. —Santana rio aquel comentario—.Siento haberte llamado así esta mañana. Es la costumbre.
—¿Por qué es la costumbre?
—Es una manera de hacer que se sientan bien, aunque no recuerde sus nombres.
Alucinada al descubrir el origen de aquel apelativo asintió cuando Britt dijo:
—Y sí. Me gustan las mujeres guapas, sexys y de medidas perfectas.
—¿Tanto aprecias la perfección?
—Sí, adoro la perfección.
Britt empezó a decir algo pero el sonido del móvil de Santana le interrumpió.
—¡Hola, mamá!
—Santana, ¿se puede saber dónde estás?
Sin levantarse de la mesa puso los ojos en blanco y respondió ante el gesto divertido de Britt.
—Mamá estoy comiendo con Brittany Pierce en su casa.
—Pues tu padre no me ha dicho nada —gruñó la mujer—. ¿Le has llamado para decírselo o es que tampoco él sabe nada?
Con paciencia respondió.
—No, mamá, no he llamado a papá pero…
—¿Y qué estás comiendo? Como me entere que has comido un simple batido proteico de esos que tanto te gustan te juro que cuando te vea, te mato, ¿entendido, jovencita?
Britt oía sin querer los gritos a través del teléfono y le dijo con sorna.
—Dile que te hice carne con champiñones. Seguro que eso la tranquiliza.
Santana movió las manos y dispuesta a que Britt no escuchara más comentarios, prefirió acabar con la conversación.
—Escucha mamá, cuando llegue a casa te llamo y no… no… mañana no puedo ir a comer, tengo una fiesta por la tarde y quiero estar descansada. Mamaaá. —Y al ver que continuaba sin escuchar dijo antes de colgar—: Hasta luego mamá.
Las carcajadas de Britt resonaron por toda la casa hasta que al final contagió a Santana .Cuando consiguieron tranquilizarse la futbolista preguntó:
—¿Por qué hablas tan bien español?
—Me crié en Madrid. Ya se lo comenté a tu madre el día que la conocí. —Y para no contarle más su vida, cambió de tema—. Por cierto, sé que jugabas en el Atlético de Madrid, ¿verdad?
—Sí, señorita…
—Qué pena, la verdad.
—¡¿Pena?! ¿Te apena que jugara en el Atléti? —preguntó sorprendida.
—No… eso no —sonrió—. Lo que me apena realmente es que en cuanto un jugador despunta en el Atlético, rápidamente otro equipo con más presupuesto se lo arrebata. Eso es realmente lo que me entristece. ¿Te gusta Milán y jugar en el Inter?
—Sí, y más de lo que pensaba.
Ella sonrió y él aprovechó para preguntar.
—¿Y que hace una madrileña como tú en Milán?
Aquella pregunta le tocaba directamente el corazón pero decidió ser sincera.
—Todo fue a raíz de la muerte de mi hermana Mickaela. Mi hermana y yo estuvimos con mis padres una vez de viaje en Milán y nos enamoramos de la ciudad. Siempre fantaseábamos con regresar y pasar una temporada aquí para dejar que los guapos italianos nos piropearan.
Cuando ella murió, pasado un tiempo, decidí cumplir lo que siempre habíamos planeado. Y aquí estoy, ¡en Milán!
Sobrecogida por lo que acababa de confesarle, murmuró:
—Lo siento. No sabía que…
—No te preocupes. No tenías porqué saberlo.
—¿Y tus padres que tal llevan que vivas aquí?
Encogiéndose de hombros Santana contestó:
—Bien, aunque mi madre ¡en su línea! ¿qué te voy a contar?
—Tu madre debe ser como la mía: súper protectora, ya la viste cuando vino a visitarme al hospital, le enseñó fotos mías de bebé a todas las enfermeras. Tranquila, no sabes cómo te entiendo.
Santana dio un largo trago a su Coca-Cola
—Mamá es perfecta, ¡la mejor! Pero se preocupa demasiado por todo. Puck y yo a veces creemos que…
—¿Quién es Puck?
—Te podría decir que uno de mis amantes por darle más morbillo a la cosa, pero no, Puck es mi hermano mayor. Un amor. —De nuevo ambas rieron y Santana decidió no hablar más de su familia. —¿Dónde tienes los plátanos?
La futbolista soltó una risotada señalando un frutero que había en un lateral y preguntó:
—¿Por qué comes tantos plátanos?
Divertida, cogió la fruta y, mostrándosela, le indicó mientras lo pelaba:
—Es una gran fuente de potasio, hierro y fibra. Además, es rico en vitamina B, combate la depresión, absorbe el calcio y mejora la calidad de los huesos. Y si a todo eso le sumas que me encantan, ¿por qué no comerlos?
—Me has convencido —dijo extendiendo la mano—, dame un plátano a mí también.
—¿Te apetece que veamos una peli? —propuso ella al comprobar la hora—. Tengo tiempo antes de marcharme.
Britt aceptó rápidamente. Acabaron el postre, quitaron la mesa entre las dos y una vez pusieron el lavavajillas se encaminaron al espacioso y cómodo salón. Tras mirar las películas que podían alquilar en taquilla se decidieron por Los juegos del hambre.
Entretenidos, disfrutaron de la película mientras la comentaban. Y cuando terminó, Santana se desperezó.
—Bueno, creo que ahora sí que me tengo que ir.
Cuando vio que se levantaba, Britt se incorporó también.
—Pásalo bien esta noche con ese tal Sam.
—¡No lo dudes!
Se puso el abrigo rápidamente sin mirarle. Quedaba con Sam por ella. Necesitaba quitársela de la cabeza. Pero claro, eso nunca iba a confesárselo.
—¿Escuché antes que le decías a tu madre que mañana ibas a una fiesta?
—Sí. Es el cumple de una amiga, y oye, haz el favor de coger la muleta cuando te levantes —le regañó entregándosela.
—Vale, jefa —acató riéndose.
Ella recogió su mochila, se abrochó el abrigo y ambos caminaron hacia la puerta.
—Pásatelo bien.
—¡A tope!
—Conociéndote será una fiesta de café y pastitas, ¿no?
Santana sonrió y se colocó un gracioso gorro oscuro.
—Por supuesto, esas fiestas son las mejores.
Ambas sonrieron y cuando Britt abrió la puerta, ella murmuró:
—¡Dios, qué niebla!
La niebla era espesísima. Desde la puerta no se veía el coche de ella aparcado a escasos cinco metros. Santana, tocó la cabeza de la perra a modo de despedida y se encaminó hacia su coche, entonces Britt acercándose a ella le advirtió:
—Creo que no deberías conducir en estas condiciones. Quédate en mi casa ya has visto que hay sitio de sobra para las dos.
Quitándole importancia al tema respondió:
—Gracias, pero no. Tendré cuidado.
—Santana. Yo te llevaría pero no puedo conducir y…
—Que no te preocupesss. Venga… ve dentro de la casa que vas a coger frío.
Britt se dio por vencida. Ella se montó en el coche, arrancó y cuando Britt le abrió la verja para que sacara su coche salió con precaución. Apenas se veía pero no iba a dar su brazo a torcer. Con Britt no. la futbolista vio como el coche desaparecía pero cuando estaba cerrando la puerta de la casa, escuchó un enorme frenazo y posteriormente un golpe.
No lo dudó, soltó la muleta y, como pudo, corrió a la pata coja hacia la entrada principal, no veía casi nada hasta que distinguió unas luces rojas traseras. Olvidándose de su pierna, corrió como pudo hacia las luces, al llegar, Santana temblaba en el interior del vehículo.
Justo delante de ella dos coches habían colisionado.
—Estoy bien… estoy bien… tranquila —murmuró mientras salía del coche.
Con las manos temblorosas le entregó su móvil y dijo:
—Britt, averigua si necesitan ayuda. Yo no puedo. Me tiembla todo el cuerpo.
Britt comprobó que ella estaba perfectamente aunque eso sí, aterrorizada; llamó a los carabinieri, que llegaron minutos después, junto con una ambulancia. El golpe entre aquellos dos coches había sido feo pero sus ocupantes estaban bien. Santana respiraba con más tranquilidad y el color había regresado a su cara.
—Da marcha atrás, mete el puñetero coche otra vez en mi casa y llama al tal Sam para anular la cita. Y como digas que te vas a marchar con esta niebla, tú y yo vamos a tener un problema grave, y me da igual no ser tu amiga y solo tu clienta, ¿entendido?
Santana lo sopesó. Intentar conducir con aquella niebla era de locos, por lo que hizo lo que ella le pedía y metió el coche de nuevo en el interior de la parcela. Cuando finalmente cerró las puertas de la cancela Britt sentenció:
—Vamos… hoy dormirás aquí.
Cuando entraron, el calorcito hizo reaccionar a sus cuerpos. Ella se quitó el abrigo y el gorro y le siguió al salón. Ya eran las siete y veinte de la tarde. Llamó por teléfono a Sam y anuló la cita. Una vez colgó, ella preguntó:
—¿Qué ocurre? —quiso saber Britt al ver su gesto de derrota.
—Que tenía planes y me apetecían mucho. Además tengo mil cosas que hacer y…
—Las harás mañana o cuando sea. Hoy te quedas. Es de locos salir a la carretera con una niebla así.
Le gustara o no, ella tenía razón y finalmente se dejó caer en el sofá, dándose por vencida.
—Hoy hay partido, ¿lo sabías, verdad?
—Por supuesto, soy una profesional, ¿por quién me has tomado? Pensaba ir al estadio pero la entrenadora me llamó y me dijo que no acudiera —le informó Britt.
Su equipo jugaba contra La Lazio y aunque no estuviera en el campo no se lo iba a perder por nada del mundo. Miró su reloj. El partido empezaba en una hora.
—Bueno, ya que vamos a pasar la tarde y la noche juntas, ¿qué te parece si jugamos a…
—empezó a proponer Santana.
—Mmmm… —susurró britt con voz ronca—. Nunca pensé que te oiría decir eso.
Boquiabierta por cómo la miraba y, en especial, por lo que su cuerpo había
experimentado al escuchar su insinuación, se levantó lentamente del sofá y dio un paso atrás. Pero antes de que ella pudiera decir nada, britt soltó una carcajada.
—¡Que lo decía de broma, mujer! Anda, siéntate. Juguemos hasta que comience el partido.
Se sentó de nuevo, pero esta vez algo más separada de ella, no se fiaba. Aunque realmente en quien no confiaba era en sí misma. Britt era una tentación muy… muy grande y no quería parecerse a todas esas mujeres que iban a su casa de visita.
A partir de ese momento se sumergieron en jugar al Mario Bross de la wii. A veces ganaba britt, otras ella, pero lo que estaba claro era que jugaban bastante bien.
Una hora después estaban ante la enorme pantalla de plasma de la jugadora mirando el partido. Los compañeros de equipo de Britt se esforzaban por ser mejores que La Lazio.
Durante el tiempo que duró el encuentro ambos gritaron y se desesperaron y Britt fue consciente de que ella entendía de fútbol.
—¿Llevas mucho tiempo con mi entrenadora?
—¡Falta! Eso es una falta como una catedral por favorrr —gritó ella, pero mirándole respondió—: ¿A qué viene ahora esa pregunta?
—Sabes demasiado de estrategia futbolística. Me tienes muy sorprendida.
La joven sonrió y se encogió de hombros.
—Simplemente me gusta el fútbol. Aunque siento decirte que aquí en Italia soy del Milán.
—¿Del Milán?
—Aja…
—¿Rossonera?
Divertida por que la llamara por los colores rojo y negro de su club respondió.
—Sí, nerazzurro.
—¡No me lo puedo creer! —se carcajeó divertido.
—Pues créetelo.
Durante un rato hablaron de los jugadores de Milan, pero ella quiso volver al tema que le interesaba.
—Todavía no me has respondido si llevas mucho tiempo con la entrenadora.
Santana puso los ojos en blanco y para que se callara asintió.
—Sí, bastante. Y ahora, ¿qué te parece si seguimos viendo el partido?
Molesta sin saber realmente porqué, Britt prestó atención a lo que sucedía en el terreno de juego. De pronto Beletti le dio un magnífico pase a su buen amiga Quinn quien, tras hacer un amago por la derecha, en excelente posición tiró a puerta.
—¡Goool!
Gritaron al unísono y sin darse cuenta, se abrazaron, espachurrándose de felicidad contra el sillón y solo cuando Santana quedó bajo el cuerpo de Britt ambas se dieron cuenta de lo comprometida que era la situación.
—Creo que nos estamos extralimitando.
—¿Por qué? —susurró a escasos centímetros de su boca.
El corazón de Santana iba a dos mil por hora. Deseaba que la besara. Deseaba besarle y, asustada por lo que estaba a punto de ocurrir, quiso zanjar el acercamiento.
—Vamos, Britt. Suéltame.
Durante unos instantes, la jugadora dudó si obedecer la orden o no. Finalmente, la soltó y cuando ambas quedaron sentadas frente al televisor, para romper la incomodidad, le lanzó una puya con su habitual chulería.
—Tranquila, guapa. No eres mi tipo. Me gustan las mujeres técnicamente perfectas.
Le dolió escuchar aquello, pero en vez de enfadarse, replicó:
—¡Anda, mi madre! Ni que tú fueras perfecta, ¿serás creída?
Britt se calló. Lo que acababa de decirle era una grosería y ella no se lo merecía.
Tampoco dijo nada. Se limitó a seguir mirando la televisión. Cuando el árbitro pitó el final del partido Britt después de un buen rato de no tener coraje para hacerlo, le preguntó mansamente.
—¿Qué te apetece cenar?
—Cualquier cosa, por mí no te preocupes.
Las dos se levantaron y fueron hasta la cocina. Santana abrió el frigorífico y miró en su interior. Allí había absolutamente de todo. Y cuando sintió que Britt se ponía tras ella se tensó.
—¿Quieres que haga pasta? —preguntó ella.
—No.
—¿Pizza?
—¿Recién horneada con aceitunas negras, beicon y mozzarella?
—No, sería congelada —respondió la futbolista
—Entonces, paso.
Desesperada porque ella ni siquiera le miraba, insistió a sus espaldas.
—¿Te gusta el pavo, la lechuga y los tomates?
—Sí.
Ver que por fin había cambiado algo de su actitud le hizo sonreír e intentó que reinara el buen rollo.
—Muy bien, pues hacemos una ensalada o un sándwich, ¿qué prefieres?
Cuando ella se quitó de detrás de ella respiró tranquila y cambiando su gesto le miró e indicó.
—Prefiero un sándwich, y si tienes mayonesa ¡mejor!
—¡Wooo mayonesa!… qué mujer más arriesgada.
Divertida por entender a qué se refería, se tocó el trasero y, haciéndole sentir culpable por lo de antes, añadió en tono jocoso:
—Tengo que cuidar mi gordo e imperfecto culo, ¿no crees?
—San yo…
—Mira, guapa. —Le cortó con una sonrisa en los labios—. Tengo veintinueve años y soy una mujer adulta y segura de mí misma. Uso la talla 44 ¡Oh Dios, sacrilegio! ¿Cómo puedo usar esa talla? Por favor… Por favorrr… ¡que me quemen en la hoguera por ceporra! —
Dramatizó haciéndole sonreír—. Pero ¿sabes? Estoy muy orgullosa de mi cuerpo y de mi persona. No necesito usar la talla 36, como las iluminadas de tus conquistas, para sentirme guapa y sexy, ni para conseguir que el hombre o la mujer en el que yo me empeñe babee por mí, que te quede bien clarito…
—Pero yo…
—Ah… y no se te ocurra ofrecerme una Coca-Cola Zero o Light, porque yo solo la tomo normal y con mucho hielo, ¿capicci?
Britt la miró: su personalidad le arrollaba, pero pensaba disculparse. Entonces ella soltó una carcajada y le propinó un cómplice culetazo.
—Venga, colega que no pasa nada. Ya sé que no soy perfecta, pero oye… que conste que tú tampoco lo eres, aunque he de reconocer que tienes una buena percha.
Ambas rieron y comenzaron a preparar la cena mientras charlaban en un ambiente más relajado. Una vez terminaron de preparar los sándwiches regresaron al salón, donde se sentaron y abrieron sus respectivas bebidas. Ella una Coca-Cola y Britt una cerveza. Hablaron
de cine y ambos se sorprendieron al ver que eran forofos de El Señor de los Anillos. Y como Britt tenía la trilogía en DVD, decidieron verla.
Mientras veían la primera parte, sonó el móvil de Santana: era su madre otra vez, así que se levantó para hablar sin molestar y regresó al cabo de quince minutos.
—He parado la película —le informó Britt.
—Oye… qué detalle ¡gracias! —Y guiñándole un ojo, cuchicheó—: Al final me vas a caer bien y todo.
—Tu madre, ¿bien? —Se interesó.
Santana asintió moviendo la cabeza.
—Sí, como siempre: mamá oca controlando a sus polluelos.
Reanudaron la película y a la media hora, a ella le sonó el móvil de nuevo. Esta vez resultó ser un mensaje. Lo leyó de inmediato y sonrió.
Física y química 7´5. Buenas noches. Israel
Britt cotilleó por encima del hombro.
—¿Israel es otro de tus amantes?
Ella se encogió de hombros, asintió y continuó viendo la película como si nada. Britt se sentía atraída por la vida libertina que ella parecía tener.
—Pero tú, ¿cuántos amantes tienes?
—Los que me apetece. —Y al ver cómo la miraba, añadió—: Como verás no hay que ser futbolista, ni perfecta, para tener una vida sexual activa.
—Pero ¿qué sabrás tú de mi vida sexual?
Divertida por aquella pregunta, soltó una carcajada.
—Veamos, en la prensa cada semana sales con una monada ¡Uissss, perdón! Bella diferente. Pero eso hasta cierto punto si no te conociera, pensaría que es tema de los paparazzi. Pero disculpa, melenitas…
—¿Melenitas?
—Ajá… melenitas —repitió divertida señalando su bonito pelo—. Soy tu fisio, tengo ojos en la cara y cada día te espera en el salón una mujer técnicamente perfecta, según tú, cuando terminamos la sesión. Ah… y eso sin contar con la de el día quince de cada mes y porque estás jorobada con la pierna y hay niebla fuera, que si no, te aseguro que aquí sentadita viendo El Señor de los Anillos con una imperfección como yo de la talla 44, no estabas. —Britt parpadeó—. Mira, como dice mi madre, Dios pudo haber creado al
hombre antes que a la mujer, pero siempre hay un borrador antes de la obra maestra. Y ahora si no te parece mal, continuemos viendo la peli. Me interesa mucho más que seguir hablando de ti y de tu vida.
Tras aquel chorreo que lo dejó sin habla, la futbolista fijó la vista en la pantalla. Sí, iba a ser mejor ver la película.
Sobre la una de la madrugada andaban por la segunda parte de la trilogía y a Santana le comenzó a entrar sueño. Intentó resistirse como pudo pero, al final, cerró los ojos y se dejó llevar por Morfeo. Cuando Britt se percató, se levantó y le puso una manta por encima.
Inconscientemente, ella sonrió y britt la imitó. Detuvo el DVD, y el silencio, unido a la acompasada respiración de Santana , resultó muy agradable para sus oídos. Con deleite, la observó y se sorprendió al sentir que quería besarla. ¿Se había vuelto loca? Con tranquilidad recorrió su rostro y lentamente, cuando se cercioró que estaba profundamente dormida se acercó más a ella y tocó con cuidado aquel ondulado pelo negro. Pero rápidamente, volvió a su lugar, al notar que ella se movía y se despertaba.
—Diosss ¡que calambreee!
—¿Qué te ocurre? —preguntó asustada.
—Me ha dado un calambre horroroso. ¡Qué dolorrr! —gritó agarrándose la pierna derecha.
Britt le tomó la pierna y comenzó a masajearla, ella intentó resistirse pero la futbolista no se lo permitió.
—Dame un minuto y el calambre desaparecerá.
Sus ojos y los de ella conectaron. Ella continuó masajeando en el punto justo y cuando todo pasó, la joven murmuró:
—Graciasss.
Estaban demasiado cerca y Britt murmuró con voz ronca.
—De nada. Ha sido un placer ayudarte. —Y al percatarse que se había quedado mirándola como una tonta, continuó—: Te habías quedado dormida.
Santana, incorporándose, parpadeó con gracia.
—¿Cómo me has dejado hacerlo? Estábamos viendo la película.
—Es tarde. Creo que deberíamos ir a dormir —sugirió divertida por su naturalidad.
—Me parece una idea estupenda. Dime… ¿dónde duermo yo? —preguntó somnolienta, mientras se soltaba el cabello.
Britt sonrió y ella, adelantándose a lo que britt estaba pensando, cuchicheó divertida:
—¡Ni lo sueñes!
la futbolista soltó una carcajada.
—Puedes dormir en la habitación de invitados, la del baño en el que te has duchado esta tarde, pero también puedes dormir conmigo. —Y levantándose para acercarse más a ella murmuró—: Soy un icono sexual nena, aprovéchate de mí ¡que yo me dejo! Piénsalo. Tú…
yo… una cama, estamos solos, sexo… ¿qué te parece?
El cuerpo de Santana se calentó en décimas de segundo. Imaginarse en sus brazos era algo morboso y, sin duda placentero, pero se quitó la idea de la cabeza enseguida, y le indicó muy segura de sí misma.
—No dudo que seas un icono sexual para otras, pero lo siento, no para mí. Eso sí, si fueras Naya Rivera o Heather Morris ¡no te escapabas!
De nuevo le dejó sin saber qué decir ante aquel espectacular rechazo. Le acababa de dar calabazas a lo grande. Mientras ella, entregándole la muleta, añadió con pitorreo.
—Vamos, icono sexual… venga, que te llevo a la camita.
Britt, por primera vez en su vida no supo qué decir. Nunca nadie se había resistido a una oferta así y no le gustó en absoluto esa sensación.
—¿Me prestarías un pijama o algo para dormir? —le pidió ella.
Britt asintió y ambas entraron en su habitación. Britt se encaminó hacia una cómoda y abrió un cajón, de allí sacó unas prendas y se las entregó.
—Te van a quedar muy grandes.
Ella las cogió. De pronto se puso nerviosa. El silencio, estar en aquella habitación y cómo Britt la miraba, la desconcertaban por momentos, pero trató de disimular, hechizada momentáneamente por su mirada.
—No importa, no pretendo seducir a nadie esta noche.
—¿Esta noche? —murmuró en un tono demasiado íntimo.
Un calor recorrió su cuerpo al sentir su mirada y, en especial, su voz. Britt era tan sexy, tan apetecible que en cualquier otra situación habría mandado a hacer puñetas el pijama, le habría agarrado del cuello y le habría besado.
la futbolista, al ver por primera vez la duda en ella, aprovechó y se acercó aún más.
—Ahora no.
—¿Ahora no? —repitió Britt.
—No.
Britt, desplegando todas sus armas de seducción, preguntó con voz ronca sin separarse.
—¿Y eso por qué?
—Soy tu fisio. No creo que sea bueno mezclar el trabajo con…
—¿Sexo?
Aquella aclaración tan tajante la hizo reaccionar. ella tenía razón, aquello era solo sexo.
—Sexo y trabajo no es un buen cóctel: mejor olvídalo.
—Somos dos personas libres. ¿Por qué he de olvidarlo?
—Yo no soy libre, créeme.
—Si lo dices por tus amantes, a mí eso no me importa, yo…
—No lo digo por eso Britt. —Le cortó y manteniendo su eterna sonrisa, con dulzura, aclaró—: Ahora no debo, es solo eso; quizá otro día.
—Quizá sea yo entonces quien no quiera otro día.
Con seguridad, Santana clavó sus ojos en ella y dijo con chulería:
—Dudo que tú rechaces sexo, princesa.
Nunca fue una chica tímida. Siempre había sido dueña de su vida y de su sexualidad. El problema era que aquella tipa le resultaba terriblemente apetecible, sexy, morboso… Intuía que el sexo con ella debía ser pasional, pero ahora, justo ahora, no le convenía. Si hubiera sido una mujer a la que supiera que no iba a volver a ver nunca más, no se lo habría pensado,
pero no era el caso. Por ello tras meditar su respuesta, dijo antes de desaparecer:
—Que duermas bien. Hasta mañana. —Y salió de aquella habitación como alma que lleva el diablo. Cuando entró en la suya, cerró la puerta y se horrorizó al ver que no había pestillo. Entró en el baño y se puso el pijama, le gustó el tacto, aunque lo que más le gustó al meterse en la cama fue su olor: olía a ella, a Britt.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 7:57 pm

-7-

Unos golpes en la puerta la despertaron. De pronto fue consciente de donde estaba y más cuando los golpes volvieron a sonar.
—Bella durmiente del bosque, el desayuno está preparado en la cocina.
Santana miró el reloj: las once y media. Madre mía, ¿pero cuánto había dormido? —Vale… en cuanto me duche, voy.
Apoyado en la puerta, Britt insistió:
—Deja la ducha para después y ven a tomar el café.
La joven saltó de la cama. Entró en el baño y no se sorprendió al ver un cestito en el lavabo con un cepillo de dientes sin estrenar. Lo abrió y lo utilizó, tentadora, miró la ducha pero al final decidió hacer lo que ella había sugerido, así que abrió la puerta y se dio de bruces con ella.
—Estaba esperándote.
Sorprendida asintió y caminando ante ella añadió.
—Gracias, ahora vamos a desayunar, ¡tengo un hambre atroz!
Britt la siguió y aprovechó para observar su trasero con detenimiento. No estaba tan mal bajo su pijama oscuro. Tras el desayuno en el que ella le demostró lo cargada de pilas que estaba nada más levantarse, la joven regresó a su cuarto y sin demora abrió su bolso.
Sacó un pastillero y se tomó una píldora, luego se duchó y se vistió ya con su ropa. Hizo la cama y dejó el pijama sobre ella. Cuando regresó al salón le sorprendió la presencia de Quinn quien, al verla allí, levantó una ceja.
—No pienses cosas raras, que no. —Quiso aclarar ella.
—Yo no he dicho nada —replicó ella estupefacta.
Quinn sonrió al ver la cara de las dos y ella añadió:
—No me he acostado con tu amiguita, así que, deja de mirarme con esa cara de lela. Y para tu información, si me quedé aquí a pasar la noche fue porque había mucha niebla.
Quinn miró a su amiga y esta aclaró:
—¡Que es mi fisioterapeuta, colega! No seas mal pensada.
Quinn asintió. Nada le hubiera sorprendido más que Britt se hubiera liado con la fisio. No era su tipo en ninguno de los sentidos, pero divertida por cómo la miraba ella preguntó:
—¿Te gustan los disfraces?
Sin saber el motivo de la pregunta, Santana asintió.
—El doce de enero doy una fiesta de disfraces en mi casa por mi cumpleaños. ¡Estás invitada!
—Gracias por la invitación. —Sonrió Santana cogiendo su mochila.
Dicho esto, se encaminó hacia la puerta, cogió su abrigo y se lo puso. Britt se levantó y la siguió mientras Quinn, en la cocina, trasteaba para ponerse un café.
—¿Te vas?
Sorprendida por aquella pregunta soltó una carcajada.
—Pues va a ser que sí. Ya no hay niebla y quiero llegar a mi casa.
Britt asintió y al ver que se ponía su gorro se acercó a ella.
—No olvides que mañana tienes que regresar.
—Pues claro, ¿por qué lo voy a olvidar?
—Lo digo por esa fiesta a la que vas a asistir.
—Tranquila, el té y las pastas son relajantes —le dijo ella entre carcajadas.
Asintió con la cabeza mientras procesaba la puyita.
—En serio, Britt, muchas gracias por haberme acogido en tu casa; espero poder
devolverte el favor algún día.
—Podrías devolvérmelo ahora mismo —sugirió ella hechizada por el desparpajo y la gracia en los movimientos de ella.
—¿De qué hablas?
Ambas se miraron. Un extraño silencio les envolvió mientras se escuchaba a Quinn tararear. Estaba claro que entre ellas había surgido cierto morbo y justo cuando Britt fue a besarla, ella levantó una mano y dijo dando un paso atrás:
—No.
Sin más, abrió la puerta y salió. Britt se quedó mirando el picaporte como una idiota, hasta que la tocó, abrió la puerta y vio que ella llegaba hasta su coche. Sin la muleta, fue tras Santana y cuando la alcanzó, sin tocarla le preguntó:
—¿Por qué te resistes?
Dándose la vuelta, tragó el nudo de emociones que tenía en la garganta.
—No me resisto. Simplemente intento no meterme en líos.
Desde su intimidatoria altura, Britt añadió.
—Sé que te atraigo, ¿a qué esperas?
—Lo tuyo es increíble —se mofó para quitarle hierro al asunto—. Estás tan endiosada que crees que cualquier mujer te…
—Es sexo, Santana —cortó—. Déjate de endiosamientos y gilipolleces porque sabes perfectamente a lo que me refiero.
La cabeza de Santana comenzó a dar vueltas. Britt tenía razón. Pero había ciertas cosas que ella no sabía. Aquel no era un buen momento para liarse con nadie y menos con un famosa futbolista que, con seguridad, le partiría su ya resentido corazón. Así que, con una frialdad que sorprendió incluso a ella misma, le quiso aclarar:
—Escúchame, voy a ser muy clarita: me gusta tanto el sexo como a ti y aunque hay momentos en los que tu cuerpo me abre el apetito, mi respuesta es «no, ahora…no». La rotundidad de sus palabras calentó aún más la sangre de Britt
—Pero, ¿por qué ahora no? ¿Lo dices por la entrenadora?
Ella negó con la cabeza intentando mantener la frialdad.
—No, Britt. Ya te dije ayer que a mí eso no me condiciona porque ella no dirige mi vida. Y ahora haz el favor de entrar dentro con Quinn y utilizar la maldita muleta o todo nuestro trabajo no habrá servido para nada.
Estupefacta, sin poder creer que ella cambiara de tema así, al final se dio por vencida y, sin decir nada, entró en su casa dando un portazo. Santana la miró, suspiró, y cuando ella le abrió la verja desde el interior, se marchó. Era lo mejor. Cuando llegó a su casa y soltó la mochila maldijo: ¿Por qué había tenido que decir aquello? Estaba arrepintiéndose por aquello cuando le sonó el móvil, era su madre.
—¡Hola, cariño!
—¡Hola, mamá!
—¿Dónde estás? ¿Sigues en casa de la tal Britt ?
Recostándose en el sillón se tapó con la mano la cara y murmuró:
—No, mamá. Ya estoy en casa. Y antes de que comiences a darle vueltas a la cabeza de por qué me quedé ayer en su casa, te diré que fue por la niebla, ¿entendido?
Santana sonrió al oír un resoplido al otro lado del teléfono. Su madre ¡la gran
casamentera!
—No pensaba preguntarte nada —se defendió—. Bueno, a lo que voy, que para eso te he llamado, ¿cuándo vas a…?
—Mamá —la cortó en seco—. Hasta después de las navidades no tengo que ir.
—Pero…
—Mami, por favorrr —murmuró mimosa—. Tengo cita el siete de enero. Hasta entonces no debes martirizarte, ¿vale?
—¿Ese día te hacen las pruebas, cariño?
—Sí, mamá —mintió. No quería que nadie la acompañara.
—De acuerdooo.
Estuvieron hablando durante diez minutos hasta que Santana decidió acabar la conversación. Una vez hubo colgado, se tumbó en el sofá y cerró los ojos. Durante unos segundos se permitió recordar el momento en el que Britt y ella habían estado abrazadas. Pensó en su mirada, olió su aroma y… se durmió.
Cuatro horas después se despertó sobresaltada. Se incorporó y vio que eran las cinco de la tarde. Sin muchas ganas de comer se metió de nuevo en la ducha. Tenía que reactivarse. Lo necesitaba. Después se arregló el pelo, se puso un bonito vestido y unos tacones y tras darse un último vistazo en el espejo salió de su casa. Se iba de fiesta con sus amigas. Una fiesta en la que no abundarían ni el té ni las pastitas.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por micky morales Vie Ene 15, 2016 8:07 pm

santana obstina con sus misterios, se que oculta algo mas grande que lo que hace fuera de su trabajo y el hecho de que quiera adoptar!!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 15, 2016 8:07 pm

-8-

Cuando Santana llegó con sus cinco amigas al restaurante situado en la via Monte di Pietà, entraron y fueron directamente hacia su mesa. Eran clientas habituales y sus dueños siempre las trataban con cariño.
Para no variar se pusieron hasta arriba de pizza, tortelli di zucca, picatta milanesse y, de postre, tiramisú. Felices, salieron del restaurante y decidieron ir a La Fragola para tomar algo. A la media hora de llegar, una de sus amigas les presentó a unos jóvenes. Rápidamente, el buen rollo reinó entre todos.
—Uisss, ese tal Doménico te mira mucho Hanna —se mofó Santana.
La mencionada sonrió y cuchicheó.
—Yo creo que a ti te mira el otro, el del polo azulón, ¿cómo se llamaba?
—Ricardo. —Y, tajante, añadió—: no me pone nada.
Ambas rieron y Hanna dijo:
—A ti la que te pone es la futbolista.
—¿Quién? —preguntó San sonriendo.
—No lo niegues. Te conozco y sé que esa tipa de guaperas de pelito largo es lo que siempre te ha gustado.
—Eh… mi ex, Sam, tiene el pelo rubio ¿no lo recuerdas?
—Oh, Sam… que tipo más divino, pero idiota profundo, no lo olvides. Aún me acuerdo ese fin de semana que nos fuimos con su amigo a Nápoles ¡qué pasada de viaje! Mencionar aquel episodio las hizo sonreír.
—Fue algo bonito mientras duró, ¿no crees?
—Sí… pero ya sabes que a mí, después de Sam, los rollitos no me han durado más de dos o tres meses, no quiero que…
—Eso debe cambiar, San ¿por qué te empeñas en cortar algo cuando te va bien? Santana dio un trago a su bebida y sin perder su eterna sonrisa cuchicheó.
—Porque yo no soy libre ¡ya lo sabes!
—Tonterías. Tú eres libre, como lo soy yo. La diferencia es que tú te marcas unos tiempos absurdos y…
—Wooo ¡me encanta esta canción! Vamos a bailar —cortó San al escuchar Papi de Jennifer López. Hanna suspiró. Hablar con su amiga sobre aquello era inútil, así que decidió seguirle el juego y comenzó a bailar junto a ella, pero al regresar a la barra, volvió a la carga.
—Sigo pensando que la futbolista te atrae.
San suspiró, su mejor amiga tenía razón: ¿por qué negarlo? Y tras dar un trago a su bebida indicó:
—¡Tienes razón! Britt es sexy, tentadora y una bombón de tía, pero también es una canalla prepotente que solo mira por lo que a ella le gusta y…
—Pues mira tú por lo que a ti te gusta, ¿quién te lo impide? —Y al ver que no le contestaba añadió—: Vamos a ver San, seamos realistas y partamos de la base de que no vas a permitir que su cercanía dure más de dos meses.
—Ni cuatro días —admitió divertida.
—Vale… vale… ni cuatro días. Pero piensa: ella te gusta. Es una bombón y, lo más importante, es una mujer y tú sabes que ella no dirá que no a lo que tú quieres hacer con ella, ¿verdad?
—Ajá… pero déjame decirte que a ella le van las mujeres técnicamente perfectas. Vamos lo que comúnmente tú y yo conocemos como la típica que no tiene cerebro, ni sabe decir dos frases seguidas pero que tiene un cuerpo tentador. Además…
—¿Y quién dice que tu cuerpo no es tentador?
—Me lo digo yo —se mofó San— y lo que es peor, me lo dijo ella.
—¡Será cretina! por no decir algo peor…
Santana soltó una carcajada y acercándose a su amiga añadió.
—El primer día que me vio dijo que tenía un trasero enooorme y unos pechos
inexistentes. Admitámoslo Hanna, nosotras somos mujeres de la talla 44 y, si me apuras, de la 46 después de las navidades. Y creo que a tipas como ella que lo tienen todo con chasquear los dedos, solo les gustan las mujeres de unas cuantas tallas menos. Ambas rieron cuando Hanna dijo:
—Si yo fuera tú y esa tipa me atrajera tanto, le demostraría que con mi talla 44 puedo ser mucho más sexy, interesante y explosiva que otras con diez tallas menos.
—Ganitas me dan en ciertos momentos, te lo puedo asegurar.
—Pues hazlo… Date ese capricho. ¿Por qué ella se lo puede dar y tú no?
San miró a su amiga y después de que su sonrisa se desvaneciera musitó:
—Ahora no puedo. Ya sabes que ahora yo…
—Lo sé, pedorri… lo sé… —Y al ver su gesto, afirmó—. Pero sé que todo va a salir bien.—¡Eso espero! ¡Positividad!
Hanna levantó su copa.
—Brindemos por la positividad y porque después cumplas tu morboso y caliente antojo con esa futbolista.
Chocaron sus copas, dieron un trago y San murmuró divertida.
—Si todo sale bien, que saldrá, me voy a dar un capricho.
—¡Bien!
—Seré yo la que la busque a ella y seré yo la que disfrute del manjar de su fibroso cuerpo.
Dios ¡está buenísima!
—¡Wooo nena… que te veo lanzada!
Ambas rieron y San, antes de salir a bailar con Ricardo que tiraba de ella, afirmó:
—Como dices, un capricho es un capricho, ¿por qué no dármelo?
Aquella noche terminaron en el famoso bar Tequila, un karaoke en el que todos lo pasaron maravillosamente bien y donde bebieron algo más de la cuenta.
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por micky morales Vie Ene 15, 2016 8:11 pm

bueno por lo menos santana admitio que se quiere tirar a brittany!!!!! jajajajajajajajajajajaja
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Susii Vie Ene 15, 2016 8:55 pm

Que cosas oculta Santana?-.- que misteriosa es esa chica:s por lo menos admitio que en algun momento se va tirar a Britt$-$ kshdkdv
Susii
Susii
********-*-
********-*-

Femenino Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por iFannyGleek Sáb Ene 16, 2016 12:53 pm

Santana esta enferma o que? Me encanta, espero los siguientes capítulos.
Xx
iFannyGleek
iFannyGleek
******
******

Femenino Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 26
Club Brittana Samuel


Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 1 de 3. 1, 2, 3  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.