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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ene 18, 2016 2:07 pm

-22-
El lunes por la mañana cuando Britt llegó al entrenamiento, conduciendo su propio coche, la gente del Club le recibió entre aplausos. Había estado varios meses de baja y tenerle de nuevo allí fue un soplo de aire fresco para todos.
Los fisios y el médico del Club dedicaron la mañana a hacerle mil pruebas y, cuando por fin acabó en la ciudad deportiva estaba agotado.
Llegó hasta el aparcamiento y dejó la bolsa de deporte en el maletero de su deportivo biplaza.
—¿Qué tal tu primer día? —Oyó que alguien le decía.
Al mirar, vio a la entrenadora en el coche de al lado.
—Frustrada.
—¡¿Frustrada?!
—Pensé que haría algo más que contestar preguntas y dejar que me hicieran mil pruebas médicas.
Sue sonrió y mirando a la joven indicó:
—Tranquila, tenemos que volver a la normalidad paulatinamente. Mañana comenzarás un entrenamiento con el segundo entrenador. Piensa que llevas inactivo varios meses y, por forzar en tu incorporación al equipo, podríamos echar a perder el excelente trabajo que habéis hecho tu fisio y tú. —Britt asintió y la entrenadora, cambiando de tono, prosiguió:
—En referencia a mi hija, quería decirte algo, muchacha. —Britt le animó a que continuara—. Santana es una estupenda muchacha que no merece sufrir ni ser desmerecida por nadie. Creo que eres una jugador diez y una mujer que puede tener todo lo que quiere, ¿por qué mi hija?, ¿acaso no tienes suficientes mujeres a tu alrededor? Casi no nos conocemos y sé que no tengo derecho a decir lo que estoy a punto de decir, pero voy a hacerlo porque estamos hablando de mi pequeña. Santana merece ser tratada con cariño,
respeto y amor y tú eso nunca se lo vas a dar. Así que aléjate de ella antes de que le hagas daño.
Estupefacta, no supo qué responder.
—Es mi niña y no voy a permitir que sufra por ti, ¿entendido?
Cuando Sue se dio la vuelta para marcharse, Britt le agarró del brazo para detenerla, y le miró fijamente a los ojos.
—No tengo intención de faltarle el respeto a su hija, en especial porque entre su hija y yo…
—No quiero saber lo que hay entre mi hija y tú, solo quiero que te alejes de ella, de Suhaila y de Israel.
Al escuchar eso, la paciencia de la futbolista se agotó y, anclando los pies en el suelo, sacó su carácter y le desafió.
—¿Por qué? ¿Por qué he de alejarme de ellos?
—Porque te lo estoy diciendo yo. ¿No te basta?
—No, no señora, no me basta.
la entrenadora, sorprendida, le miró. No se esperaba tanta reticencia por parte de su jugadora.
—Voy a ponerte un ejemplo para que me entiendas: compara mi coche con el tuyo. — Britt frunció el ceño, no sabía de qué iba todo esto—. Mi coche es un vehículo familiar y el tuyo, un biplaza. Mi vida es familiar y la tuya no lo es en absoluto ¿necesitas más ejemplos? —Britt estaba a punto de objetar algo, cuando Sue se adelantó—. No juegues con mi hija, ni con los niños: si lo haces y ellos sufren por tu culpa, te juro que te las verás conmigo.
—No estoy jugando con nadie.
—¿Y por eso se fue contigo a la Toscana? ¿Por qué viniste al cumpleaños de Suhaila?
Mira Britt, seamos maduros, sé lo que va a ocurrir con mi hija, la conozco muy bien y tú no eres lo que ella necesita.
—¡Maldita sea, señora! —voceó—. Ya es la segunda vez que me dice eso, ¿qué es lo que necesita su hija que yo no pueda ofrecerle? ¿De verdad me ve usted tan mala persona?
Sue Sylverster se mordió la lengua, no debía continuar hablando, se pasó la mano por el pelo.
—Escuche, señora… —prosiguió Britt algo más calmada.
—No, escúchame tú a mí: no sé qué sabes de Santana, ni lo que ella te ha contado sobre su vida, pero lo que sí sé es que tú no vas a estar a la altura de lo que ella necesita. Santana es fuerte, pero está pasando por un momento de su vida en que necesita a alguien que sea más fuerte que ella, que le dé apoyo y tú, no eres esa persona.
A Britt le sorprendieron mucho aquellas palabras, no sabía de qué le estaba hablando la entrenadora.
—¿De qué está hablando? ¿Qué le ocurre?
Sue le miró detenidamente, con dureza. Había estado a punto de irse de la lengua y su hija nunca se lo hubiera perdonado. Furiosa consigo mismo, dijo levantando un dedo.
—Aléjate de ella antes de que sufra, también, por amor.
Una vez dijo eso, la entrenadora se marchó dejándole totalmente bloqueada y sin entender nada en absoluto.
Cuando aquella tarde Santana llegó a su casa para su sesión de fisio no le comentó nada de lo ocurrido con su mama. Se limitó a observarla y no vio en ella nada fuera de lo normal, ¿a qué se referiría la entrenadora?
Ella sí le notó extraña, demasiado callada y observadora. Al acabar, ella le pidió que se sentara a su lado, quería que hablasen.
—Santana, hoy hablé con tu madre.
—¿Y qué? —murmuró en un hilo de voz.
—Vamos a ver, Sanny, ¿qué ocurre? Es la segunda vez que me dice que yo no voy a estar a la altura de lo que tú necesitas y eso me desconcierta ¿tienes algo que contarme?
—No.
—¿Seguro?
—Segurísimo —mintió con mucha convicción.
—¿Y por qué tu madre me ha dicho que estás en un momento muy particular de tu vida y que necesitas a tu lado a alguien más fuerte que tú?
Durante una fracción de segundo, se bloqueó. Cuando viera a su madre ¡iba a enterarse!, ¿debía contarle la verdad a Britt? Pero reaccionó a tiempo.
—¡Oh, Dios…! el Gran Jefe ¡qué pesadita es! No le hagas caso, son cosas de madre súper protector.
—Pero, Santana, yo trabajo con ella y…
—Lo sé, tranquila, hablaré con él. —E intentando bromear cuchicheó—: Soy su niña, entiéndelo. Se preocupa por mí y conoce tu curriculum a nivel sentimental.
—Te entiendo, te juro que te entiendo San, pero cuando me ha dicho…
—Pero vamos a ver, Britt —le cortó—. ¿Tú no te preocuparías si supieras que tu hija se está viendo con una tipa tan mujeriega como tú?
Tras pensarlo, la futbolista asintió e indicó:
—Le prohibiría salir con una tipa como yo. —Britt solo tuvo que pensarlo una milésima de segundo.
Santana soltó una carcajada, Britt se parecía a su madre más de lo que ella se podía imaginar.
Esa noche, una vez terminaron de cenar en la casa de la futbolista, ella volvió del baño y se sentó a su lado. Había algo que quería aclarar.
—Quiero que sepas que, a pesar de que al principio trabajar contigo era una tortura, me lo he pasado muy bien. Has resultado ser mejor de lo que creía.
Britt sonrió y, tras dar un trago a su vaso, respondió:
—Lo mismo digo, tocapelotas.
—Entonces doy por finalizado nuestro contrato: ya no soy tu fisio, ni tú mi paciente, así que ¡ya te puedo insultar!
Al escucharla, Britt soltó otra carcajada. San y sus chispeantes comentarios. Y tirando de ella, la sentó encima de ella y la besó. Cuando sus labios se separaron ella dijo:
—Se acabó el pagarme mil euros por sesión. ¡Tío Gilito! Ah… y se acabó eso de vernos todos los días. —El gesto de Britt se frunció.
—No pongas esa cara, ¿vale?
Sin querer polemizar ella asintió con la cabeza intentando no pensar en ello.
—El que nuestro contrato finalice no significa que dejen de llegar los ingresos a La casa della nonna. — Santana le miró asombrada —Si algo me has enseñado en este tiempo es que los que tenemos más recursos económicos debemos ayudar más a los que no disponen de ellos. Por lo tanto, seguiré ingresando ese dinero para los niños, incluso hablaré con el Club
y con mis compañeros para que ayuden a otros centros de acogida.
Sonrió encantada, y acercando sus labios a los de ella, le susurró:
—Si es que eres para comerte a besos. Gracias, muchas gracias.
Abrazándola, Britt aspiró su perfume, su olor, todo en ella le gustaba mucho…
demasiado. Veinte minutos después, cuando había conseguido asumir que no la vería a diario, ella murmuró:
—Recuerda, mañana cuando vayas al entrenamiento, no te hagas la héroe o estropearás todo nuestro trabajo, ¿entendido?
—De acuerdo.
Abrió su mochila y sacó una carpeta.
—Entrégale este informe a tu fisio del Club, de hecho, deberías habérselo llevado hoy.
Quiero que sepa lo que hice contigo.
—En estos documentos, ¿le explicas todo… todo… todo?
Con picardía, ella levantó las cejas y, tras soltar una risotada, cuchicheó:
—Más o menos.
Britt sonrió, se levantó, le tendió la mano galantemente para ayudarla a levantarse, la acercó hasta ella y murmuró mirándola a los ojos.
—Voy a echar de menos verte todos los días.
—Lo superarás —se mofó con el corazón dolorido—. En cuanto comiences tu rutina diaria ten por seguro que lo superarás.
Asintió con la cabeza, convencida de que le costaría más de lo que aquella se imaginaba y, acercando su boca a la de ella, la besó. Una vez abandonó sus labios le preguntó:
—¿Te reincorporarás a tu trabajo en el hospital?
—Dentro de unas semanas.
Sorprendiéndose a sí mismo, a ella se le escapó:
—No quiero dejar de verte.
La combinación de esas palabras, con esa voz, con esa mirada, con sus manos acariciando todo su cuerpo, consiguieron que a la joven se le pusiera todo el vello de punta.
Sus ojos hablaron por si solos hasta que ella respondió:
—Lo más inteligente sería acabar con esto: créeme. Britt sonrió y sin decir nada más la izó entre sus brazos y la sentó sobre la mesa. Sin
dejar de mirarla a los ojos, la besó, la tocó, la desnudó… Y cuando por fin la tuvo como ella quería, deseosa de sexo, murmuró:
—¿Por qué he de dejar de verte?
Desabrochándole la camisa, tras acercar su boca a su pezón tatuado, lamió la estrella, la mordisqueó, la sopló y luego respondió:
—Porque voy a estar muy ocupada, y tú también. —Britt, al escuchar aquello iba a responder, cuando ella agarrándole le exigió—: Pero ahora, en este instante, céntrate en mí, ¿vale?, vamos a pasárnoslo bien, mañana será otro día.
Pero Britt no podía dejar de pensar en ello.
—¿De verdad crees que debemos dejar de vernos?
Santana suspiró, le miró a los ojos y asintió tras meditarlo.
—Sí, vamos a hacer las cosas bien.
—Me gustas Sanny, me gustas demasiado y…
Ella le tapó la boca con la mano y murmuró con sinceridad:
—No sigas.
Britt paseó la lengua por su cuello mientras ella le desabrochaba los pantalones. Su lengua estaba deseosa de entrar en ella.
la futbolista asintió, la cogió entre sus brazos y la llevó hasta su habitación a grandes zancadas. Una vez allí, la dejó sobre la cama, abrió sus piernas y posiciono su cabeza entre ellas, acerco su boca hasta el centro de placer de santana, y quería saborearla hasta que estuvieran satisfechas ambas
Aquella noche Daniela se sintió especial, muy especial. Britt la abrazó de una manera diferente y le hizo el amor con más ímpetu y deleite que otras veces.
A la mañana siguiente, cuando la futbolista se despertó eran las siete de la mañana. Se dio una ducha rápida y, al salir, se acercó a la cama donde la joven aún dormía. Con una sonrisa en los labios, se sentó junto a ella y la besó. Santana se despertó.
—Buenos días, bella durmiente.
Ella sonrió y al ver la hora que era, se desperezó con tranquilidad. Britt sin quitarle ojo, miró con detenimiento aquellos pequeños pechos que tanto le gustaban y, quitándose la toalla que llevaba anudada a la cintura, se tumbó sobre ella mientras le abría las piernas.
—Vamos… despierta.
Ella notó la que la humedad de britt y no la de agua de su ducha, se depositaba en su vagina, la cual estaba humeda ya, mezclando sus fluidos, comenzaron un roce magino, que ambas disfrutaban a placer.
—Vaya… vaya… cómo te has levantado hoy. —De una estocada, Britt la penetro con dos dedos. Ella searqueó en la cama, excitadísima— y comenzó a moverse encima de santana, igualando los ritmos para que las dos sintieran ese placer que solo ellas podían darse . ¡Oh, Dios…! me encanta despertar así. —Y a mí… te lo puedo asegurar —susurró agarrándola de la cintura para entrar más profundamente. Una y otra vez sus gemidos resonaban en la habitación hasta que, un orgasmo asolador, les hizo dar alaridos de placer. Minutos después, Britt volvía a la ducha entre risas con Santana agarrada a sus hombros.
Aquella mañana, cuando cada una tomó su camino para hacer frente al día, Britt se sintió feliz. Al llegar al entrenamiento, mientras se cambiaba de ropa, le mandó un mensaje:
¿A qué hora paso a buscarte?
Cuando Santana leyó aquello estaba en La casa della nonna con Hanna, de inmediato, le contestó:
A las siete.
No pudo evitar que se le escapase un suspiro y una sonrisa cuando tocó la tecla para enviarlo.
—Vaya… vaya… parece que alguien se está colgando de alguien… —soltó Hanna, como si se tratara de la estrofa de una cancioncilla.
Santana, tapándose la cara, susurró.
—Tengo que cortarlo y no sé cómo. Britt es tan… tan…
—¡Wooo, madre mía! ¡Estás fatal! Mírame, Sanny… mírame, a la de ¡ya! —Cuando Hanna vio la mirada de su amiga, alucinó—. Oh… oh…oh… ¿pero es que esto va en serio?
Convencida de que estaba metiendo la pata hasta el fondo, cuchicheó:
—Creo que la estoy cagando y que esto lo va a complicar todo.
—¡No me jorobes, Sanny! ¿Te has enamorado de ella?
—Hasta las trancas.
—Madre mía… madre mía… madre mía.
—Aisss Hanna, tenías que ver cómo es la verdadera Britt: es cariñosa, detallista, romántica, terrenal y es fantástica con Suhaila e Israel.
—Vamos, un dechado de virtudes.
—Sí. —Y con gesto de horror le confesó—: ¡Dios! no he sabido cortar esto a tiempo y ahora…
—¿ella se ha enamorado de ti?
—Por suerte no. Le gusto, porque ella me lo ha dicho, pero o termino esto o creo que las dos lo vamos a pasar fatal.
Cogiéndola de la mano, Hanna la llevó hasta un sofá no sin antes comprobar que los niños estaban entretenidos.
—¿Te has preguntado si Britt es esa media naranja que todo el mundo busca?. Quizá sea la tuya.
—No, no lo es.
—¿Por qué lo sabes con tanta seguridad?
—Porque lo sé, Hanna. ella y yo funcionamos de vicio en la cama. Nos lo pasamos muy bien juntas, pero ya sabes que hay ciertas cosas ella no sabe de mí y…
—Cuéntaselas.
—No.
—Estás sana. Cuéntaselo, no te ocurre nada.
—Eso no es cierto.
Hanna, intentó razonar con su amiga.
—Sanny, ¡por el amor de Dios! Eres la tía más positiva que conozco, ¿por qué no se lo dices? Si le gustas, no querrá alejarse de ti.
—No puedo, no puedo amargarle la vida con preocupaciones y…
—Sanny, repito: estás sana, no tienes cáncer y no tienes porqué volver a padecerlo. Tu vida es tan normal como la mía y…
—Eso es mentira —respondió con dureza—. Mi vida no es normal, tú no tienes que pasar cada seis meses por el oncólogo en busca de resultados; tú no tienes que tomar una puñetera pastillita todas las mañanas para controlar los jodidos estrógenos; tú no sufres náuseas, ni sudores nocturnos, ni dolores de cabeza, ni agotamiento ni mil cosas más. Y luego está el
tema de los niños, Britt quiere ser madre biológica, y yo no puedo garantizarle que pueda concebir. Hanna, ella busca una mujer técnicamente perfecta y yo no lo soy. Y si está conmigo es porque no sabe nada de lo que tú sabes y yo no quiero que lo sepa.
—Pero ¿por qué no quieres que lo sepa? Santana se quedó callada, cerró los ojos e intentó controlar las lágrimas mientras su amiga susurraba:
—Tienes miedo al rechazo Sanny, ¿verdad? Crees que todos los hombres o mujeres van a ser como el tonto de Sam y no tiene porqué ser así. Y antes de que digas nada, Sam es un capullo que está muy bueno y que entiendo que te lo tires cuando te plazca, pero es un capullo por lo que te hizo: te dejó en el momento en que más le necesitabas y…—Sam es un capullo, de acuerdo, lo admito; pero un capullo que siempre fue sincero conmigo, nunca me engañó tras saber lo que me ocurría y eso se lo agradeceré toda mi vida.
Yo quiero tener a mi lado a alguien que me quiera, no quiero a alguien que esté conmigo por pena, eso sí que no. Y sí… tengo miedo, Hanna: tengo miedo a enamorarme demasiado de Britt .
Si al contarle a Britt y que él me rechace cuando sepa lo de mi enfermedad.
—¿Y si no te rechaza?
—Lo hará, su vida y la mía apenas tienen nada que ver. Además, yo no soy el prototipo de mujer de un futbolista.
—No digas tonterías, Sanny. Tu eres una preciosidad y…
—Una preciosidad que guarda un secreto que es una bomba de relojería y que en cualquier momento puede comenzar la cuenta atrás y… y…
—Sanny ¡Basta! ¡Basta ya!
—Y encima le he prometido acompañarle a España a la boda de su hermana. Pero ¡Dios mío! ¿qué me ocurre? ¿por qué soy incapaz de decirle que no?
De pronto le llegó un mensaje al móvil. Lo leyó, se tapó la boca emocionada y lo tiró en el sofá. Hanna se sentó a su lado, cogió el móvil y lo leyó.
Tengo ganas de verte, tocapelotas
Con mimo, abrazó a su amiga y, cuando se tranquilizó, le tendió el móvil.
—Respóndele, seguro que es lo que está esperando.
—No puedo hacerlo. Debo cortar esto ¡ya!
Hanna asintió e intentó consolar a su amiga.
—Escucha, Sanny: tú te mereces ser feliz. Entiendo todo lo que dices, pero entiende también que quienes te queremos deseamos tu felicidad. Llevaba mucho tiempo sin verte tan feliz y con tanta energía, tan viva como ahora. Y mira por donde, la tía que está haciéndote más feliz que en toda tu vida es una astro del fútbol que está buenísima, que trabaja con tu mama y que se comporta contigo como un verdadero amor. Han pasado algo más de cuatro
meses. Vale… entiendo que ha superado el tiempo que te marcas para estar con alguien pero ¿por qué no piensas que quizá lo has superado porque ella es especial? En ocasiones ocurren cosas mágicas con quien menos lo esperas y ¡joder!, a ti te ha ocurrido con Brittany Pierce, ¿quién te iba a decir que esa insoportable y egocéntrica princesa era la persona que iba a
enamorarte?
—Esto va a acabar muy mal Hanna… ya lo verás.
—Lo que tenga que ser, será. Y si tú decides acabar con esto, ¡adelante! Yo solo veo dos opciones: ser sincera y continuar con ella o acabar esa relación con mentiras. La decisión es tuya.
Dicho esto, Hanna secó las lágrimas del rostro de su amiga y le entregó el móvil.
—Vamos, respóndele. Seguro que espera tu mensaje.
Insegura, Santana cogió el móvil y, con dedos nerviosos, escribió:
Yo también tengo ganas de verte, princesa
Cuando Britt lo leyó, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Susii Lun Ene 18, 2016 2:33 pm

Es todo un dilema lo que ocurre entre ellas:s ojala Santana le cuente que es lo que le sucede para saber que hace Britt:s
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por monica.santander Lun Ene 18, 2016 10:37 pm

Hola! !
Que pesimista es San cpn Britt!!!
Saludos
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 3:57 am

Susii Ayer A Las 1:33 Pm Es todo un dilema lo que ocurre entre ellas:s ojala Santana le cuente que es lo que le sucede para saber que hace Britt:s escribió:

Sip yo tambien deseo eso que santana ya decida contar a britt la verdad y ver su reaccion


Monica.Santander Ayer A Las 9:37 Pm Hola! ! Que pesimista es San cpn Britt!!! Saludos escribió:


Espero que santana cambie ya su forma de pensar negativa y britt de la talla al saber su secreto...

Gracias por comentar, y continuamos.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 4:08 am

Espero disfruten estos capitulos, hemos llegado a un punto culminante
Aqui ya se dejan a un lado los misterios saludos.
________________________________________________________

-23-
Britt estaba agotada pero feliz cuando llegó esa tarde a casa. Por fin había podido entrenar con el grupo. No estaba al cien por cien pero por fin volvía a sentirse una más del equipo.
Recibió un mensaje de Santana, pidiéndole que no llevara el biplaza, porque Suhaila les acompañaría. A las seis y media, más que puntual, salió de su casa y fue hasta la de Santana . Al llegar, ella ya le esperaba en el portal con una bolsa de deporte en la mano y Suhaila en la otra.
Le besaron al subir al coche. Suhaila se tiró literalmente a su cuello y la futbolista divertida, sonrió; Santana  le dio un beso en los labios. Esa naturalidad le encantó, ya parecían una familia.
—Muy bien, señoritas, ¿a dónde vamos?
—¡Como mola este cocheee! —gritó Suhaila alucinada.
—¿Te gusta? —rio Britt.
—Sí… es más grande que el de Sanny. —Y tocando el cuero beige de los asientos murmuró—: Y muy suavecitooo.
Después de poner los ojos en blanco, Santana le guio entre bromas por las callejuelas de Milán hasta llegar a la via Marco, donde aparcaron. Una vez allí, cogió la bolsa de deporte y los tres se encaminaron hacia una especie de sala de fiestas. Al entrar, Suhaila se soltó de su mano y salió corriendo y ella, besándole en los labios, murmuró:
—Confía en mí, ¿vale?
Una docena de personas se les quedaron mirando nada más entrar. Todos se quedaron impresionados al ver que el acompañante de Santana era la famosísimo jugadora del Inter, y tras presentárselo, la joven indicó:
—Suhaila, siéntate con Britt y explícale lo que hacemos mientras ensayamos.
—¿Ensayos?
Abriendo la bolsa de deporte, Santana sacó una falda roja con mucho vuelo y,
poniéndosela con comicidad por encima de las mallas negras dijo dándose una vuelta:
—Somos la Escuela Profesional de Rock and Roll de Milán y estamos preparándonos para el concurso de este fin de semana en Monza.
—Sanny baila muy bien, ¡ya verás! —afirmó la pequeña sin soltarle de la mano.
Alucinada, iba a decir algo cuando uno de aquellos hombres metió prisa.
—Vamos, Sanny… comenzamos.
Sin tiempo que perder, la joven besó a la pequeña y a Britt y corrió con sus
compañeros. Segundos después, música de Elvis sonó por los altavoces y los bailarines comenzaron a bailar a ritmo de rock and roll.
Suhaila, levantándose, le agarró por el cuello y metiéndose entre sus brazos, dijo:
—Sanny me ha dicho que cuando me ponga buena de la pierna, me va a enseñar a bailar y,¿sabes una cosa? —Britt miró a la pequeña y ésta cuchicheó—: Sanny va a ser mi mamá y la de Israel, porque dice que nos quiere mucho… mucho ¿a qué mola eso?
la futbolista sonrió y abrazó a la pequeña.
—Eso es fantástico, tesoro, estoy seguro de que Sanny va a ser una mamá estupenda.
La pequeña, mirando con adoración a la joven que bailaba, murmuró:
—Para mí ya es mi mamá y el Gran Jefe y la yaya Maribel, mis abuelos.
Britt sonrió conmovido y la pequeña le sorprendió con su cómico cuchicheo.
—¿Tú crees que cuando Sanny tenga novio querrá ser mi papá?
Sin saber qué decir, tragó saliva y, sin mirar a la pequeña que lo observaba, le respondió segundos después:
—Seguro que sí, eres una niña encantadora y estoy segura…
Tapándole la boca, acercó su cara a la de ella.
—¿Te cuento un secreto?
Britt, que todavía tenía la mano de la pequeña aprisionando su boca, asintió con la cabeza; ella bajó aún más el tono de voz.
—Sanny me dijo que te quería mucho y yo creo que le gustaría que fueras su novia. —Y sin dejarle decir nada, añadió—: Ella una vez nos contó a mi hermano y a mí que en su cama solo duermen las personas a las que quiere hasta el infinito y más allá, y a ti te ha dejado dormir en su cama, por lo que te tiene que querer hasta el infinito y más allá.
Además, a mí me gustaría que fueras su novia porque eres buena, me escuchas y eres muy guapa, pero no le digas lo que te he contado porque es un secreto, ¿vale?
Conmocionada por lo que acababa de oír, carraspeó y, tras mirar a Santana  saltar y reír como una loca, le respondió:
—Tranquila, cielo, te guardaré el secreto.
Durante más de una hora, la cría y la futbolista observaron a Santana bailar al ritmo de la música. Cuando el ensayo acabó, llegaron al coche mientras Suhaila se despedía de la gente.
—¿Pero cómo no me habías dicho que bailabas así?
Se encogió de hombros, mientras se comía un plátano.
—Pues no lo sé, ¿te ha gustado?
—¿Que si me ha gustado? —rio encantada—. ¡Eres alucinante! Me encanta como bailas, ¿quién te enseñó?
—Mi madre —rio divertida—. la Gran Jefe es la mejor bailarín de rock and roll que he conocido en mi vida, ¿no lo viste el día del cumpleaños de Suhaila?
Al recordarlo, asintió.
—Estoy seguro de que ganaréis en Monza, lo hacéis todos muy bien.
—¡Gracias, —se mofó al escucharle mientras la niña corría hacia ellas—. Ya
veremos.
Aquel fin de semana, Britt fue con su equipo al estadio, jugaban en casa. Tuvo que ver el partido desde el banquillo, su pierna no estaba todavía preparada para jugar, pero agradeció a la entrenadora que le convocara y le permitiera disfrutar de volver a sentirse uno más. Santana se marchó con su grupo de baile a Monza, donde lo pasó en grande aunque le añoró a cada segundo. No consiguieron quedar los primeros pero su escuela causó muy buena impresión y se ganó el respeto del público y del resto de grupos rivales.
Britt cada día se sentía más dependiente de Santana y su entorno, con ella había descubierto lo maravilloso que era despertar abrazada a alguien especial, el sabor de un helado compartido, el sonido de la risa de unos niños felices, la diversión en casa cuando ella le enseñaba a bailar rock and roll o el disfrute de estar tirado en el salón, viendo una película y comiendo palomitas con Suhaila e Israel.
Cuando Britt propuso ir los cuatro a la Toscana, con la perra, los niños aplaudieron encantados. Todo aquello era nuevo para ellos y, aunque aquel fin de semana no fue como el que pasó con Santana a solas, lo disfrutó mucho. Compartir charlas con Israel, jugar al parchís con Suhaila y gozar por la noche de los besos ardientes de Santana, ya en la intimidad, era lo mejor que le había pasado nunca.
Su vida había dado un cambio radical sin proponérselo. Había pasado de ser una mujer independiente que compartía cada noche con una mujer diferente a ser alguien comprometida con una mujer y unos niños. Algo de lo que Quinn  se mofaba.
En ese tiempo, en varias ocasiones, Britt apareció en el entrenamiento con Israel, cuando no tenía clases. El buen rollo entre ambos era evidente y todos veían lo beneficioso que era para Israel la figura de Britt.  Sue  abrazaba al muchacho cuando le veía aparecer por la ciudad deportiva. Adoraba a Israel pero seguía mirando a su jugadora con desconfianza, tenía claro que lo mataría si hacía daño a su hija y a esos niños. Britt aprendió a convivir con aquellas miradas llenas de rencor. Santana y los niños le importaban y lo que pensara o dijera la entrenadora no era algo que a ella tuviera que
importarle ni hacerle cambiar su comportamiento.
La boda de Olivia, la hermana de Britt, se acercaba y, una tarde en la que la futbolista y la joven estaban tirados en el sofá jugando a la Wii, sonó el timbre. Habían encargado una pizza y Britt abrió la puerta de entrada a la parcela. Poco después cuando sonó el timbre de la casa, ella abrió la puerta y se quedó a cuadros. ¡Holaaa! ¡guapooo!
Cuando consiguió reaccionar, Britt respondió:
—¿Pero tú qué haces aquí?
—Me moría por verteee.
Santana, al escuchar aquello, se levantó del sillón y, al ver a una mujer, algo hippy, entrar en el salón, se quedó sin habla. Ambas se miraron y  Britt las presentó de inmediato.
—Sanny, ella es mi hermana  Lexi.
Al reconocer aquel nombre, la recién llegada sonrió, se acercó a ella y la abrazó.
—¿Eres Santana la fisioterapeuta?
—Sí.
—¡Holaaa!… hemos hablado por teléfono en una ocasión, ¿lo recuerdas?
Santana hizo memoria y le devolvió una amplia sonrisa.
—Sí, creo que hablamos de la gruñoncete, ¿verdad?
Lexy  miró a su hermana, le guiñó un ojo y, antes de que ella volviera a preguntar, aclaró:
—Estoy aquí porque tenía dos opciones: matar a Kitty y a mamá o venir a verte.
—Entonces me alegra que vinieras a verme.
Loca, la perra, empezó a olisquear a la desconocida y Lexi miró a su hermana con tensión.
—¿Puedes quitarme a esta fiera de encima antes de que me pegue un mordisco?
Britt sonrió y San la llamó.
—Loca, ven aquí.
La perra se sentó a su lado inmediatamente. Aquel gesto no pasó desapercibido para  Lexi, que se acercó a su hermana para cuchichearle.
—Vaya… vaya…vaya… hasta la perra ha caído a sus pies.
Aquella noche, cuando Santana se empeñó en irse a su casa, Britt no se molestó. No quería dejarla marchar, pero al final dio su brazo a torcer. Si Santana  se empeñaba en algo no había quien la parase y todo su afán era dejar a los hermanos a solas. Ya en la intimidad, Lexi  le cogió del brazo divertida.
—Como diría mamá: «¡príncesa, estás coladita!»
Britt sonrió sin decir nada y su hermana atacó de nuevo:
—Santana me gusta, veo que lo vuestro sigue viento en popa y a toda vela.
—¿Vas de alcahueta?
lexi soltó una risotada y se sentó en el sofá del salón junto su hermana.
—¿Tienes preparado el traje para la boda? —Ella asintió y su hermana dijo—: Yo no, tengo que comprármelo. Mañana o pasado mañana le pediré a Santana  que me lleve de tiendas, ¿te parece bien? — Britt asintió de nuevo—. De verdad, hermanita, mamá y  Kitty
son insoportables, pues no me quieren emparejar para la boda con un primo del idiota del novio llamado Romualdo, es que vamos… ¡ni loca! Antes me hago lesbiana.
Britt soltó una carcajada justo en el momento en que sonó el teléfono, era su madre. Cuando se enteró de que Lexi estaba allí, se enfadó y le recriminó la poca ayuda que estaba prestando en los preparativos de la boda. Lexi, en lugar de enfadarse, gesticuló provocando las risas de su hermana.
Dos días después, Lexi y Daniela se fueron de compras mientras Britt entrenaba. Las dos se habían caído muy bien y hacían muy buena camarilla. Durante horas, visitaron decenas de tiendas donde Lexi  se compró varias cosas. Agotadas, se sentaron a tomar un capuchino.
—¿En serio que tu madre es la entrenadora de mi hermana?
—Sí.
—¿Y qué piensa de lo vuestro?
—La verdad es que no le hace mucha gracia.
—¿Por qué?
—Soy su niña, nadie, en su opinión, es suficiente para mí.
Ambas rieron y lexi apostilló:
—Para mi madre, cualquiera es bueno,
—¿En serio?
—Totalmente en serio. Mamá está demasiado chapada a la antigua en muchas cosas. Y soy consciente que el mayor disgusto de su vida fue mi divorcio, no sé si lo superará alguna vez.
—Vaya… me dejas sin palabras.
Malena se encogió de hombros cómicamente y dio un sabroso trago a su capuchino.
—¿Te gusta mucho mi hermana?
Santana soltó una carcajada.
—¿Tú que crees?
—Que sí —rio aquella.
—Tu hermana me gusta, y mucho, aunque sé que lo nuestro será algo pasajero.
—¿Pasajero?
—Sí, pero tranquila, soy la primera que lo tengo asumido.
Boquiabierta por lo que estaba oyendo, fue a preguntar algo cuando Santana  se le adelantó.
—¿Y tú qué? ¿por qué has huido de España?
Lexi soltó una risotada.
—Mi madre y mi hermana son insoportables. Te juro que las quiero, pero son tan diferentes a mí en tantas cosas que a veces me resulta insufrible estar con ellas.
—¿Tan mala fue tu experiencia?
—Para mí, sí. Me casé enamoradita hasta las trancas con un chico al que pensaba que conocía de verdad y que era el amor de mi vida. Cuando conocí a mi ex era atento, encantador y colaboraba conmigo en todo, pero hija mía, fue casarnos y esfumarse ese hombre para no aparecer más. De pronto, el tío con el que estaba casada era un egoísta que quería que yo lo hiciera todo, y que encima me montaba un pollo porque las croquetas eran congeladas y no caseras como las de su mamá.
—Aisss… lo siento.
—¿Que lo sientes? —se mofó—. No mujer, no. Para mí fue el día más feliz de mi vida porque me di cuenta de que tenía que acabar de una vez por todas con mi aburrida vida. Fue un enorme disgusto para mamá, solo lo siento por ella. La vida solo se vive una vez y yo quiero vivir mi vida y por supuesto me quedaron bien claritas tres cosas.
—¿Cuáles?
—La primera, que me voy a acostar con todo el que me dé la gana, porque yo soy dueña de mi vida, de mi cuerpo y de mis actos; la segunda, que las croquetas las compro congeladas porque me da la gana y la tercera, que no vuelvo a lavar un calzoncillo en mi vida.
Divertida, Santana soltó una carcajada y Lexi mirándola, añadió:
—Tú ríete, pero tarde o temprano todas terminamos pensando así.
—Tranquila, yo ya lo pienso y no me he casado.
—Wooo, chica ¡lo tuyo es más grave! —se mofó Lexi.
—Mi intención es vivir con libertad y hacer lo que me dé la gana. Por eso te digo que lo de tu hermana estoy segura de que es algo circunstancial, soy consciente de quién es ella y de lo que yo necesito y te aseguro que no pisamos por el mismo caminito de baldosas amarillas.
Lexi soltó una carcajada.
—Quiero mucho a mi hermana, para mí es la mejor hermana del mundo, pero te aseguro que tampoco viviría con ella. Y está mal que yo lo diga, pero chica ¡es una mujer! Aunque oye… la he encontrado diferente.
—¿Diferente?
—Sí, te mira de una manera tan especial que…
—Uff… no me digas eso que me agobio —rio Santana abanicándose con la palma de la mano.
—Creo que mi hermana está muy colgada contigo. Solo hay que ver cómo te mira, incluso me ha hablado de los niños que vas a adoptar, Suhaila e Israel, ¿verdad? —Santana asintió y ella acercándose cuchicheó—: Creo que si te lo propones, mi hermana caminaría por ese caminito de baldosas amarillas del que hablas.
—¿Sabes Lexi? El problema es que yo no quiero que lo haga.
—Pues que pena ¡me caes de lujo!
—Tú también me caes de lujo —rio divertida.
Lexi pasó una semana en Milán. La boda de Kitty se acercaba y Santana se reía con las cosas que le contaba que vivirían durante la celebración. Ver cómo despotricaba de su hermana, era algo que ella nunca había vivido y, cada vez le intrigaba más llegar a conocer a Kitty, para poder contrastar todo lo que le había contado de ella.
Cuando Santana comunicó a sus madres que ese fin de semana se iba a España a una boda con Britt, Maribel aplaudió encantada, pero su madre no.
—Vamos a ver, papá, ¿qué te ocurre? —preguntó cuando su madre fue a la cocina.
—No me hace ni pizca de gracia que sigas viéndote con mi jugadora.
—Papá… solo somos amigas, ¿por qué te agobias?
—Mira hija, Britt es una estupenda futbolista, pero no creo que sea una buena compañera para ti. Tú te mereces algo mejor.
—mammmaa…
—Hazme caso pequeña, sé de lo que hablo y esa chica…
—Esa chica  —le cortó— está siendo amable, atenta y cariñosa conmigo. En este tiempo no se ha separado de mí. No ha salido con ninguna otra y…
—¿Le has contado a Britt lo que te ocurre?
Escuchar aquella pregunta fue como recibir un jarro de agua fría y con voz tensa, le amenazó:
—No, y tú tampoco lo vas a hacer.
Cuando su madre volvió al salón, intuyó de lo que hablaban, se sentó frente a su hija, y le preguntó:
—¿Por qué no invitas a Britt a comer un día?
—Maribel, ¡por el amor de Dios! —se quejó la entrenadora.
—No, mamá, mejor no.
—Vamos a ver —les increpó sin quitarles ojo—, yo opino que es fantástico que Santana salga con esa chica Britt.  me parece estupendo y…
—Y no sabe nada del problema de Sanny, ¿cómo crees que reaccionará en el momento que lo sepa? —la cortó la entrenadora.
Maribel al escuchar aquello fue a hablar cuando Santana contestó:
—¿Qué pretendes, mama? ¿Qué les cuente a todos los hombres y mujeres con los que salgo mis problemas de salud?
—¿Pero con tantos  sales? —preguntó Maribel tensa.
Santana miró a sus madres y para zanjar el tema, les aclaró:
—Por favor, respetad mi vida íntima como habíais hecho siempre hasta ahora, sé lo que estoy haciendo, no os preocupéis por mí.
Sue negó con la cabeza y antes de levantarse e irse dijo:
—Creo que esta vez te estás equivocando hija. Y creo que vais a sufrir las dos.


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Mar Ene 19, 2016 6:48 am, editado 1 vez
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 4:36 am

-24-
Al llegar a Barajas, el padre de Britt estaba esperándolas, pero también un enjambre de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión, así se lo advirtió en un mensaje a su hija. Al ver aquello, Britt propuso a su hermana que acompañara a Santana por otra salida, para evitar que tuviera que enfrentarse a los focos. Quedaron en encontrarse en la casa familiar.
Por su parte, Santana llamó por teléfono a su hermano y quedó en verle. Deseaba locamente volver a estar con él.
Cuando Lexi y Santana llegaron en un taxi al barrio de Chamberí,Britt y su padre ya estaban allí. La madre de Britt se tapó la boca con las manos al verla entrar en la casa familiar.
—¡Cristo del Gran poder! ¡pero si eres tú! La hermosa latina que conocí aquel día en el hospital.
—Encantada de volver a verla, señora — la saludó Santana dándole dos besos.
—Hija, ¡por Dios!, llámame Susan, corazón. —Y agarrándola del brazo, añadió—:Cuando mi Britt me dijo que traía acompañante no le creí, pero me alegra ver que era verdad. Por cierto cariño, te he preparado la habitación de invitados. Ya le he dicho a Britt que aunque vosotros sois muy modernos, yo no lo soy, y sin estar casadas no puedo permitir que durmáis en la misma habitación.
—Mamaaá —se quejó ella.
—Mira príncesa, he dicho que no y no se hable más. —Y luego mirando a Lexi que había permanecido callada murmuró—: Y tú y yo tenemos que hablar, descastada, que sepas que tienes a tu hermana muy enfadada y que, te guste o no, esta tarde-noche ella ha preparado su despedida de soltera y vas a ir.
—Venga, mamá ¡no me jorobes! No soporto a las amiguitas de Kitty, por favor, son todas una panda de niñatas reprimidas que…
—¡Por el amor de Dios, lexi! ¡cuidado con lo que vas a decir!
—Vale. Mejor me callo.
La mujer, remangándose, se plantó ante su hija y le ordenó:
—Vas a ir, claro que sí. Y Santana también va a ir con vosotras.
Britt, al escuchar aquello, fue a decir algo cuando su madre insistió:
—Santana irá, tu hermana la espera y no permitiré que me digas que no.
Lexi miró a su hermana y le susurró:
—Ni lo intentes, si la Susanita dice que va… ¡va!
Ambas suspiraron.
A Santana le pareció muy divertido ese ambiente familiar, y sonrió mientras lexi se marchaba a su casa y prometía regresar en un par de horas para recogerla. Estaba deshaciendo el equipaje en la habitación que le habían designado cuando se abrió de repente la puerta, era Britt, la cerró sin hacer ruido, echó el pestillo y se acercó a ella sonriente.
—Escucha, si a ti no te apetece ir a merendar con mis hermanas, dímelo y…
—¿Y perdérmelo? ¡Ni loca! Por cierto, he llamado a mi hermano. Espero verle mañana o pasado. ¡Dios…! me muero por darle un achuchón.
Divertido por su naturalidad, le acarició el rostro y se dirigió a ella en un tono muy íntimo.
—Preciosa, verás a tu hermano cuando quieras.
—¡¿Preciosa?!
—Hoy estás preciosa. —Britt sonrió.
—Será el agotamiento y el sueño que tengo —se mofó.
Divertida, la abrazó y la aupó entre sus brazos. Deseaba besarla y no quería esperar un segundo más, Santana, que estaba ansiosa por aquellas atenciones, se dejó llevar por el momento, ella le quitó la camiseta, empezó a besarle el cuello y su cuerpo empezaba a estremecerse cuando escuchó unos golpecitos en la puerta y oyó la voz de la madre de Britt.
—Santana, bonita, ¿necesitas algo?
—No, Susan. Muchas gracias —consiguió responder.
Britt la miró muerta de risa, y continuó con su explosión de besos mientras su madre volvía a la carga.
—Ya verás lo bien que lo vas a pasar con mi Kitty y sus amigas, son unas niñas muy buenas. ¿De verdad no necesitas nada, corazón?
—No, tranquila… —respondió acalorada—. Voy a ducharme antes de que llegue Lexi. —Y bajando la voz susurró—: ¿Te quieres estar quieta un segundo?
—No puedo, eres tan tentadora…
—¿Qué has dicho, bonita? —gritó la madre desde fuera.
Santana intentó zafarse de los brazos de Britt, pero ella no le dejó y, casi sin resuello por como la tocaba, gritó:
—Que estoy bien… y que no necesito nada.
—Muy bien, te avisaré cuando llegue Lexi. Dúchate con tranquilidad.
Cuando escuchó que las pisadas de la mujer se alejaban por el pasillo, miró a Britt y divertida, dijo mientras le desabrochaba el botón del vaquero.
—Ahora me las vas a pagar.
—¡Yupi… Yupi… Hey! —se mofó encantada.
Aquella tarde, después de despedirse de Britt, se marchó con Lexi. Al llegar a la pastelería, vieron una mesa al fondo en la que estaban sentadas media docena de jovencitas que parecían clonadas entre ellas.

Malena le comento a Santana
—Les voy a proponer ir a un sitio más divertido.
—¡Genial!
—¿Qué te parece un espectáculo de boys?
Sorprendida por aquello, Santana soltó una risotada.
—Creo que se van a asustar y van a decir que no.
—Por probar que no quede, mujer. Al fin y al cabo, es una despedida de soltera, ¿no? Cuando Lexi comentó su idea, todas callaron y miraron a la novia, que le devolvió la mirada a su hermana.
—Mamá no lo aprobaría, Lexi ,se enfadaría conmigo, ¿cómo se te ocurre
sugerir una cosa así?
Malena con cariño y mucha picardía murmuró:
—Es tu despedida de soltera, cielo. Y creo que podría ser divertido para ti ir a un sitio al que no vas a volver en tu vida. —Y mirándolas a todas, añadió—: Tranquilas, chicas, os aseguro que por mirar a esos boys no os vais a quedar embarazadas. Venga, animaos ¡que esto es una despedida de soltera!, ¿no?
—Vamos chicas, una despedida sin visitar un espectáculo de boys no es una despedida de soltera. ¡Vamos, animaos! Seguro que lo pasaremos bien —intentó motivarlas Santana, más que nada, por echarle un manita a Lexi.
Una a una, aquellas santitas se miraron y comenzaron a sonreír. Lexi, al ver que aquello se animaba, se acercó a Santana y cuchicheó con complicidad:
—Vamos a enseñarles a estas lo que es divertirse.
Tres horas después, todas gritaban como posesas en un local de Show Boys mientras observaban como un muchacho sexy vestido como Richard Gere en Oficial y Caballero, se quitaba sinuosamente la ropa.
Aquellas dulces jovencitas, tras varios cubatas, habían pasado de ser unas monjas recatadas a unas locas por el sexo. Ahora eran Lexi y Santana las que les quitaban las bebidas de las manos e intentaban que se comportasen. El problema es que eran demasiadas para poder controlarlas las dos solas, y la peor era Kitty.
—¡La madre que la parió, cógela si puedes! —gritó Lexi al ver a su hermana subirse al escenario y agarrar el pantalón del pobre boy dispuesta a arrancárselo a mordiscos.
Muerta de risa, Santana subió a la tarima para coger a Kitty, que, al verla a su lado, comenzó a reír y, con un pedo colosal, empezó a arrimarse al boy para bailar con él, y este ya no sabía cómo quitársela de encima. Con la ayuda de un par de chicos consiguieron bajar a Kitty del escenario y Lexi, con dolor de estómago de tanto reír, gritó:
—Cuando mi madre se entere de esto, definitivamente, ¡me deshereda!
—¿Pero qué han bebido? —gritó Santana.
—Un par de cubatas cada una, pero claro, estas no están acostumbradas a beber nada más fuerte que un zumo de naranja recién exprimido, así que, mira cómo van.



Cansadas de retenerlas, cuando consiguieron tener a las seis chicas más o menoscontroladas, las llevaron a los baños y las encerraron, para poder descansar un poco.
Malena y Daniela se miraron, y comenzaron a reír, pero pasados varios minutos pensaron en cómo iban a sacar de allí a aquellas locas borrachas.
—¿Qué hacemos?
—No lo sé, pero lo que sí sé, es que, como sigan así, los camareros nos denuncian.
—¿Qué te parece si llamamos a mi hermana para que nos mande una limusina a la puerta?
Así cabemos las ocho y las podemos llevar a que les dé un poco el fresco antes de devolverlas a sus casas, porque así no pueden llegar.
—Creo que es una excelente idea —le confirmó Santana.
Sin tiempo que perder, Santana mandó un mensaje a Britt; dos segundos después, la futbolista llamó.
—¿Que te mande una limusina? —preguntó desconcertada.
—Britt, si me quieres, búscame una limusina urgentemente —le respondió lexi, quitándole el teléfono a Santana.
—Son las tres y media de la mañana, ¿de dónde quieres que la saque?—contestó ella atónita, sentado en la cama.

Muerta de risa Santana le quitó el teléfono.
—Escucha, Britt…
—No, escúchame tú a mí, ¿qué ocurre?
—Prometo explicártelo todo en cuanto te vea, pero ahora necesitamos una limusina de ocho plazas y, por favor, cuanto antes llegue, mucho mejor.
—¿Pero estáis bien? ¿ocurre algo?
La risotada de Santana le tranquilizó pero continuó con tono de mosqueo.
—Vale… dame la dirección.
Santana se sacó la entrada del bolsillo del pantalón y dijo:
—Estamos en la calle Orense en un local de Show Boys y…
—¿Estáis en un local de boys?
—Sí, luego te lo cuento.
Molesta y ya bastante enfadada por lo que escuchaba, asintió mientras tomaba nota. —Oh, sí, por supuesto que me contarás, ¿cómo se llama el local?
Santana soltó una carcajada y, tapándose la cara, murmuró horrorizada:
—El Pene Bailón.
—¡¿Cómo?! —gritó Britt alucinada.
—El Pene Bailón —repitió sin poder contener la risa al ver que Lexi se desternillaba.
Boquiabierto, Britt resopló, mientras seguía oyendo reír a Santana y a su hermana.
—Cuando la limusina llegue a la puerta, te mando un mensaje para que salgáis —
concretó la futbolista, ofuscada, antes de colgar.
Estuvieron como media hora más encerradas en el lavabo hasta que Britt las avisó. La situación era hilarante. Las chicas salieron cogidas de las manos hasta la puerta, donde fueron entrando en la limusina ante la cara de estupefacción de Britt. Santana alucinó al verlo.
—¿Pero tú que haces aquí?
—Vamos, entra. —Y mirando a Lexi que con guasa le observaba añadió—: Desde luego Lexi , tú siempre liándola, como se entere mamá de esto, verás la que se va a armar. cuando quedaron a solas las tres hermanas y Santana, Kitty , horrorizada por lo ocurrido, la acusó entre sollozos:
—Lexi, ¡eres mala!
—Ah, no, hermanita, de eso, nada. Yo solo sugerí ir a El Pene Bailón.
—¡Qué horror de nombre! —gimoteó Kitty descompuesta.
—¡Ni que lo digas! —murmuró Britt ante la cara de guasa de Santana.
Lexi, conteniendo la risa, miró a su desconsolada hermana y prosiguió:
—Nadie os obligó, ni a ti ni a tus amigas a beber como cosacas; os desmelenásteis y luego ya nadie os podía parar.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 4:46 am

-25-
Al día siguiente, a las doce de la mañana, Santana se vio con su hermano Puck . Britt aprovechó para acompañar a su padre a arreglar unas cosas y quedó en que ella le llamaría por la tarde.
—Pitu, estás preciosa —le dijo Puck nada más verla, cuando se encontraron en la Puerta del Sol, frente a La Mallorquina, su pastelería preferida de Madrid.
—Tú sí que estás guapo, hermanito.
Cogidos de la mano, caminaron hacia la Plaza Mayor. Allí entraron en uno de los mesones y se pidieron unos bocatas de calamares. Se había convertido casi en un ritual cuando se veían en Madrid: primero un bocata de calamares y, de postre, una trufa gigante de La Mallorquina. Después se encaminaron a una cafetería en la calle del Carmen, para poder charlar tranquilamente frente a un café.
—¿Sabes algo del papeleo de los niños?
—No, lo último que sé es que los informes definitivos están a punto de llegar.
—¡Genial! Y ellos, ¿están contentos?
Al pensar en ellos a Santana se le iluminaron los ojos.
—Suhaila está feliz, bueno ya sabes cómo es, e Israel también está contento, aunque es más reservado.
—Es un adolescente.
—Un adolescente muy guapo —rio Santana.
—¿Estás segura de lo que estás haciendo?
—Totalmente segura, hermanito.
—Vas a ser mamá, ¿no te da miedo?
Sonrió encogiéndose de hombros.
—Estoy cagada, pero eso no se lo digas a nadie.
—Bueno… y… cambiando de tema, cuéntame que es para ti esa futbolista, yo solo te diré lo que ya sabes: mamá está encantada y nuestra otra mama , cabread. Santana soltó una carcajada.
—¿Qué quieres que te diga? Pues que me gusta mucho y que me lo paso bien con ella… pero poco más te puedo contar.
Puck, que conocía mejor que nadie a su hermana, le cogió la mano.
—A mí no me engañas, te conozco y sé que si no fuera importante no le habrías acompañado a un evento familiar. Es más, me dijo mamá que estuvo en el cumpleaños de Suhaila, que con Israel se lleva de lujo y que os habéis ido algún que otro fin de semana los cuatro a una casa que ella tiene en la Toscana. Llevas viéndole desde finales de octubre, ¿verdad?
—Sí, en octubre se lesionó, pero nuestro rollito no comenzó hasta enero. Así que no alucines tanto que solo llevamos viéndonos tres meses, ¿vale?
Puck sonrió al ver la cara de agobio de su hermana.
—Pitu…
—Vale, lo confieso: Britt me encanta y creo… creo que me he enamorado de ella como una auténtica imbécil. Pienso en ella las veinticuatro horas del día y, cuando escucho mi canción preferida de Elvis, cierro los ojos y siento que me abraza y… y…
—¡Eso es fantástico Pituuu!
—No, no es fantástico —protestó—. Ya sabes lo que opino de las relaciones largas, y eso sin contar con quién es ella y…
Su hermano no la dejó continuar, le tapó la boca con las manos.
—Tienes que contarle a Britt lo que te ocurre.
—No puedo… no puedo decírselo. Sé que si se lo digo, me mirará diferente y…
—Pero Sanny, si esa chica siente lo que tú, ¿por qué va a cambiar vuestra relación? Tragándose las lágrimas, tomó la otra mano de su hermano.
—Hace unos meses, un día que estábamos en casa me preguntó por Suhaila y le comenté su problema. Tenías que haber visto cómo se le desencajó la cara al escuchar la palabra cáncer. Cuando está con la niña, tienes que ver cómo la mira, la trata con cariño pero la mira con una pena que no puedo soportar. Yo no quiero que me mire así, solo quiero que me siga mirando como hasta ahora, ¿no lo entiendes?
Puck suspiró, entendía perfectamente lo que su hermana decía.
—Te entiendo, pero haces mal, Sanny, muy mal.
—Vale, lo asumo, estoy haciendo las cosas mal, pero es mi problema, ¿no crees?
—Por supuesto, pero deberías pensar que no todos son como Sam Evans y, sobre todo, debes entender que quien te quiera, te querrá con todas tus circunstancias, hermanita.
Aquello la hizo sonreír y al acabarse el café, se levantó y dijo:
—Venga… vamos a pasear por Madrid, lo necesitamos.

A las seis de la tarde, Britt la llamó para encontrarse con ella. Se verían media hora más tarde en la puerta de las Cortes. Santana sonrió al ver llegar a Britt, estaba hermosa. Cuando llegó hasta ellos, besó a Santana en los labios y le tendió la mano a su hermano.
—Un placer conocerte, Puck.
—Lo mismo digo, Britt.
Encantada por estar con dos de las personas que mas quería y juntos
pasaron una estupenda tarde-noche por Madrid.

Rubén fue consciente del cariño que los hermanos se prodigaban. Se despidió de Puck conun abrazo.
—Ha sido un placer conocerte y espero verte por Milán.
—Me verás, mientras tanto, cuida de mi hermana, ¿vale, tía?
Ambos se miraron y sonrieron. Tras un último beso a su hermana, Puck paró un taxi y se marchó. Cogidas de la mano y protegidas por la oscuridad de la noche, caminaron con tranquilidad hasta llegar a Chamberí, de vuelta a la casa de los padres del futbolista.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 5:21 am

-26-
La boda de Kitty fue preciosa. La novia estaba muy guapa, sus padres, muy
emocionados y sus hermanas, felices. Nadie presentó a Santana como la acompañante de Britt , iba en todo momento acompañada por Lexi, que la presentaba como una amiga.


Durante el banquete, Santana se sentó entre Lexi y Britt, que, sin poder reprimir la necesidad de tener contacto con ella, ponía su mano en el muslo de ella por debajo de la mesa en más de una ocasión. Al notarle, ella se movía y ella, quitaba la mano, aunque, de manera casi inconsciente, a la mínima de cambio, volvía a buscar el contacto. No le hizo mucha gracia verla bailar con los amigos de sus hermanas, pero dispuesto a que nadie la
pudiera relacionar directamente con ella, prefirió morderse la lengua y aguantar. Lexi , consciente de las ganas que su hermana tenía por acercarse a la joven, propiciaba encuentros entre ellas siempre que podía y ellas los aprovechaban al máximo.


Una vez solas en la casa familiar, Britt no se hizo esperar. Nada más cerrar la puerta, cogió a Santana entre sus brazos y la besó, le devoró los labios con tal ansia que ella se sintió desfallecer.
—No veía el momento… —dijo mientras desabrochaba la cremallera del vestido.
Besos y más besos regaron el cuerpo de la joven mientras, como una loba hambrienta, la desnudaba deseosa de sexo. Cuando llegaron a la habitación de Britt, el cerró la puerta y la miró fijamente a los ojos.
—Te deseo.
Ella asintió y, sin hablar, acercó su boca a la de Britt y le hizo saber que era mutuo. La ropa voló por la habitación hasta quedar desnudas sobre la cama, excitada, Santana se abrió de piernas y le tentó, deseosa de que la poseyera. Britt sonrió se posiciono entre las piernas de Santana, hasta lograr una perfecta posición en que sus centros se rozacen, comenzó un vaivén de arriba y abajo, mientras tenia una mano apoyada en el colchon y otra tocando un seno de santana, verla debajo de ella, era la cosa mas sensual que había visto, conectaron sus ojos, mientras se movían a un ritmo marcado por las dos, donde poco a poco podían sentir sus orgasmos formarse. Sus piernas chocaban cada vez que britt la embestía, y su ansia por penetrarla crecia mas y mas
—Hazlo ya —susurró.
Britt sonrió seductora y pasó delicadamente su dedo por la hendidura húmeda de ella.
—¿Me deseas?
—Mucho.
Sin dejar de mirarla, metió uno de sus dedos en su interior, lo movió con ímpetu e hizo que ella soltara un gemido.
—Bésame, cielo.
Hechizada por lo que decía, la obedeció. Un nuevo gemido salió de ella cuando Britt introdujo dos dedos en su interior con brusquedad. Ansiosa de sexo ella empezó a mover las caderas, en un movimiento semiconsciente, pero a la vez armónico.
—Así… vamos… muévete —insistió Britt.
Lo hizo sin ningún tipo de pudor, movió sus caderas con ímpetu de adelante hacia atrás para tener más contacto con sus dedos, para que entrasen más en ella, saco sus dedos por completo y , con un rápido movimiento, introdujo sus dedos de una estocada, que a ella le resultó del todo inesperada, aunque la había estado pidiendo con sus caderas. Todo su cuerpo se arqueó, y el eco de su alarido invadió la habitación. Mirándola, disfrutó de su deleite mientras gozaba del suyo propio y, cuando no pudo más, tras una certera embestida, se dejó caer sobre ella y se corrieron al mismo tiempo.
Pasados unos segundos, sin soltarla, rodó en la cama para no aplastarla y la besó en la frente.
—Me moría por hacerte esto.
Al escucharle, le sonrió agotada, pero desafiante.
—Cuando te repongas, quiero repetir.
Britt soltó una carcajada y se puso de nuevo sobre ella.
—Vaya… vaya… ¿te excitan las bodas?
Divertida, levantó la cabeza de la almohada, le besó y, cuando separó su boca de la de Britt, susurró dispuesta a todo.
—Me excitas tú.
No hizo falta decir nada más, el morbo del momento, el saber que estaban profanando la casa de sus padres, les hizo volver a hacer el amor un par de veces más, hasta que, agotadas, se quedaron profundamente dormidas.
Cuando se despertaron, desnudas y abrazadas, la luz del día entraba por la ventana.
Santana se horrorizó al escuchar ruido en el exterior de la habitación. Seguro que la madre de Britt sabía que estaban juntas.
—Britt… Britt despierta.
la futbolista, al escucharla, se despertó con brusquedad.
—¿Qué pasa?
—Nos hemos dormido y creo que tu madre sabe que estoy aquí.
ella respondió con una sonrisa, y se acercó a ella para abrazarla de nuevo, para volver a la posición en la que habían dormido.
—Buenos días, preciosa.
—Pero… Britt… tu madre…
Divertida por ver la inquietud en la cara de ella, le dio un beso en la punta de la nariz para que se callara.
—Mi madre es mi madre, tú no te preocupes por nada.
—Pero tu madre dijo…
La besó con pasión para hacerla callar y cuando separó sus labios de los de ella, añadió: —Mi madre puede decir misa, tú y yo somos mayorcitas y estamos aquí, juntos y en mi cama porque nos ha dado la gana, no te apures ni te agobies, ¿de acuerdo?

Aquella situación la hacía sentir fatal, súper incómoda. De repente, sonaron unos golpes en la puerta que precedían a la voz de la madre de la futbolista.
—Chicas… vamos ¡arriba! Son las doce y veinte.
Britt soltó una carcajada y Santana se tapó la cara con la sabana. Divertido al ver lo avergonzada que ella se sentía, la destapó de un tirón y, antes de que pudiera pronunciar una palabra, la calló con un beso. Cuando abandonó su boca, se dirigió a la mujer que esperaba al otro lado de la puerta.
—Enseguida salimos, mamá.
Roja como un tomate se zafó de sus brazos y comenzó a recoger su ropa tirada por el suelo.
—Dios, ¿cómo no me he dado cuenta de la hora?
la futbolista, levantándose desnuda, la cogió entre sus brazos.
—Dame un beso.
—Britt, ¡suéltame! Tu madre… está…
—Dame un beso —repitió.
—¡Pero Britt…!
—Hasta que no me des un beso y sonrías no te voy a soltar y vamos a tardar más en salir.
Así que ya sabes.
Sin tiempo que perder, Santana le dio un beso y, cuando se separó de ella, murmuró con una fingida sonrisa.
—Ahora me vas a soltar.
Divertida por el apuro que veía en ella, caminó hasta la cama, la dejó sobre ella y cuando ella iba a levantarse, Britt se lo impidió, sujetándola tan fuerte por las muñecas que prácticamente la estaba aplastando contra el colchón.
—Si no estuvieras tan tensa te haría ahora mismo el amor, pero creo que no lo vas a disfrutar, ¿verdad? —Ella negó con la cabeza y, tras darle un beso, la soltó y dijo—: Venga, vístete y corre a tu cuarto a cambiarte.
Como alma que lleva el diablo, ella se puso el vestido y abrió la puerta cuidadosamente, cuando comprobó que no había nadie fuera, salió a toda prisa y entró en la habitación de invitados, la que le había designado la madre de la futbolista. Una vez dentro, respiró aliviada y decidió ducharse; debía darse prisa.
Tuvo que pasar el bochornoso momento de aparecer ante la madre Britt y darse cuenta de que la mujer estaba molesta, aunque un rato después, todo estaba más tranquilo. A las dos de la tarde llegaron los recién casados para comer en familia y, diez minutos después, apareció Lexi.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó.
Britt sonrió y Santana con disimulo le dio los pormenores.
—Perfecto, si omito que me quedé dormida en la cama de tu hermana y que esta mañana tu madre nos ha pillado. ¡Madre mía, qué vergüenza!
Lexi contuvo una risotada e imitó a su madre en voz baja.
—¡Por el amor de Dios, cuánta indecencia!


Durante la comida todos miraban las fotos de la boda junto con el
fotógrafo que las había tomado. Santana las instantáneas con curiosidad, eran las típicas fotos de boda: la novia con el padre, con la madre, con los hermanos… Sonrió al ver una en la que se les veía a ella y a Britt bailando. Por sus gestos parecían felices y divertidos, la foto le gustó, así que sacó su móvil y le hizo una foto, era un bonito recuerdo.
—Esta me la llevo yo para Milán —apostillo Britt al ver que Santana la miraba.
—De eso nada —protestó Kitty—. Que te saquen una copia y te la enviamos.
Al final se salió con la suya y, ante el gesto risueño de Santana, se la entregó.
—Guárdala, esta nos la llevamos nosotros.
Sanny ¿dónde tienes la pulsera que te di la otra noche? —preguntó de repente Lexi
—Está en la habitación, dentro del bolso rojo que llevaba en la despedida.
—¿Te importa si voy a buscarla? Es que no quiero que se me olvide.
—Para nada. Está en el bolsillo interior. Ah, el bolso está sobre la mesilla.
Lexi se levantó mientras todos seguían mirando las fotos de la boda, y fue en busca de su pulsera. Al entrar en su antigua habitación sonrió al ver lo ordenada que la tenía Santana. Vio el bolso y fue directo hacia él. Lo abrió, cogió la pulsera y, cuando iba a salir, vio un envase del perfume de 212 sexy de Carolina Herrera, dentro de un neceser abierto, ella había usado esa colonia, se la acercó para inspirar el aroma; de inmediato, dejó el bote
donde estaba y es cuando se fijó en lo que había dentro del neceser. Se quedó sin palabras cuando leyó en un envase de Tamoxifeno; bloqueada, sacó el bote de pastillas del neceser, se lo acercó a la vista y lo volvió a leer, se quedó perpleja al comprobar que, efectivamente, aquello era lo que le había parecido en un principio. Rápidamente dejó el bote donde estaba y salió de la habitación. Al llegar al salón, Santana la miró, le enseñó la
pulsera, le guiñó un ojo y ambas sonrieron.
A las seis de la tarde, Brit y sus padres fueron al aeropuerto para despedir a Kitty y su marido que se marchaban de luna de miel a Cancún.

Lexi y Santana les esperaron en la casa familiar, viendo una película. Lexi. sin poder quitarse de la cabeza lo que había visto, seguía dándole daba vueltas y más vueltas, hasta que no pudo más y apretó el stop.
—Santana … sabes que te aprecio aunque acabemos de conocernos, ¿verdad?
Santana, sorprendida por el tono de la hermana de Britt, asintió.
—Quiero que sepas que…
—¿Qué ocurre? —preguntó inquieta, al ver que Lexi se removía incómoda en la silla
—. ¿Pero qué te pasa?
Sin saber cómo afrontar la pregunta sin parecer una auténtica cotilla, finalmente Lexi dijo: —¿Por qué tomas Tamoxifeno?
Como si le hubieran echado un jarro de agua fría, así fue como reaccionó Santana: ¿cómo podía ella saberlo?
—Al coger la pulsera —prosiguió Lexi—, vi tu perfume, me acerqué a él y, sin
querer, vi las pastillas en tu neceser.
Pensó no contestar, pero no podía, la pregunta había sido clara y directa. Lexi sabía lo de su medicación y no podía mentirle. Durante unos segundos, sintió como la boca se le secaba y comenzó a retorcerse las manos. Lexi, al ver su reacción, suspiró y, tocándole
las manos, le preguntó:
—¿Britt lo sabe?
—No. Y… bueno… yo… yo… no…
Al ver el desconcierto de Santana, la abrazó y, cuando notó la tensión que atenazaba su cuerpo, sacó sus propias deducciones.
—Ella no lo sabe y tú no piensas decírselo, ¿verdad? —Ella asintió y Lexi susurró—: ¡Dios…! ahora entiendo porque me dijiste que lo vuestro duraría poco. Ay, ¡Dios míooo!…no puede ser… no puede ser…
Santana se dio cuenta de la gravedad de lo que la hermana de Britt estaba interpretando, la miró y, zarandeándola, le aclaró:
—Oye… que no me muero… tranquilízate. Yo estoy bien.
—¿Me lo prometes?
—Sí… de verdad. Te lo prometo.
Lexi respiró hondo para hacerse cargo de la nueva situación y relajarse un poco, después del susto.
—Pues claro que estás bien, qué idiota soy, claro que lo estás.
—Tomo Tamoxifeno desde hace unos años. Me detectaron cáncer de pecho en dos ocasiones, pero está superado y, hoy por hoy, estoy bien. Mi última revisión fue perfectamente y… bueno y… y…
—¿Y por qué se lo ocultas a Britt?
—No quiero asustarle, Lexi.
—¿Asustarle? Pero cielo… si aquí la única que puede estar asustada eres tú.
—La palabra «cáncer» le asusta. Y yo solo quiero que el tiempo que estemos juntas, estemos bien.
—Pero ella se merece saber la verdad, puede sentirse engañada…
—Sé que no estoy actuando bien, Lexi y también sé que se lo tendría que decir, pero nunca pensé que esto durara tanto tiempo y ahora… ahora no sé qué hacer y…—Se lo tienes que decir. Britt lo entenderá.
—No.
—¿Cómo que no?
—No puedo Lexi, lo nuestro se va a acabar cuando lleguemos a Milán.
—Ni se te ocurra hacerlo Santana, ni se te ocurra dejar a mi hermana por una maldita enfermedad que no tienes —le ordenó molesta.
Desesperada, Santana se levantó, abrió la ventana para que le diera un poco el aire de la calle y murmuró con una media sonrisa.
—¿Sabes que a tu hermana le gustan las mujeres técnicamente perfectas?
—Eso es una chorrada. Nadie es perfecto y…
—Pero le gustan así. Ella es Brittany Pierce, una de las más ligonas de la liga italiana de fútbol. Legiones de mujeres se mueren por estar con ella, se mueren incluso por hacerse una simple foto con ella. Y sé que tarde o temprano, en cuanto retome la actividad habitual con su
equipo, lo nuestro se terminará. Lexi levantándose del sillón, se sentó más cerca de ella, a ver si así se entendían mejor.
—Pero Santana, ¿cómo puedes pensar así?
—Porque soy realista, Lexi, sé que en el momento en que Britt comience a viajar y a estar con Quinn y el resto de los jugadores solteros del Inter, todo va a cambiar y yo no voy a hacer nada para que no cambie. Simplemente, dejaré que ocurra para que lo nuestro no sea traumático y…
—¿Y qué pasa contigo? ¿Acaso para ti no va a ser traumático? ¿Acaso tú no le quieres?
Santana sonrió y tomando las manos de aquella, le respondió abriéndole su corazón, o eso pensaba ella que estaba haciendo.
—Lo mejor para ella es no estar conmigo, Lexi. Piénsalo con frialdad: ella es joven y vive la vida a tope, conmigo siempre estará limitada. Como le digo siempre a Hanna, mi mejor amiga: «mi cuerpo es una bomba de relojería que en cualquier momento puede comenzar la cuenta atrás» y Britt no se merece eso.
Lo que acababa de oír hizo que a Lexi se le saltasen las lágrimas. La tranquilidad y la sensatez con la que Santana estaba afrontando algo tan duro le ponían los pelos de punta.
Quiso protestar pero no pudo, la angustia que se había instalado en su interior solo la dejaba hipar.
—Vamos, vamos, no llores, por favor… Te pido que intentes entender lo que te estoy diciendo. Britt tiene un precioso futuro por delante y yo solo tengo un presente, que se alarga o se acorta cada seis meses y… Yo no tengo futuro más allá de la próxima revisión.
—¿Cómo puedes decir eso Santana?
—Porque te estoy siendo totalmente sincera. Y quiero que Britt sea muy feliz con alguien que le de los hijos que ella quiere tener.
—Pero…
Dispuesta a que Lexi no desvelara su secreto, la tomó de las manos y le suplicó:
—Por favor… por favor… prométeme que no le vas a decir nada. Si le dices algo le vas a hacer daño y es lo último que ambas queremos, ¿verdad? —Lexi asintió—. Déjame que disfrute a su lado del poco tiempo que queda hasta que ella comience a hacer su vida de nuevo. He intentado dejarle, pero me ha sido imposible, porque pasábamos demasiado tiempo juntas, pero sé que en unas semanas todo va a cambiar. Por favor, Lexi, permíteme ese tiempo y, por favor, nunca le comentes nada de esta conversación.
Lexi sollozó y Santana, incapaz de no hacerlo, la siguió. Abrazadas, se sentaron en el sillón e incapaces de hacer nada, lloraron. Cuando Britt regresó con sus padres tres horas después, las observó sorprendida. Ambas tenían los ojos hinchados y, cuando la madre de la
futbolista le preguntó, Santana respondió con una de sus sonrisas.
—Es que hemos visto Ghost y… bueno… ya sabes, ¡somos de lágrima fácil! Y la peli es de llorar y llorar.
—De mucho llorar —afirmó Lexi que se levantó y se marchó a la cocina.
Los padres de la futbolista se miraron y, sorprendidos, siguieron a su hija mayor, esa no era una reacción normal en ella. Al quedarse solas, Britt se acercó a Santana y se sentó a su lado.
—Dime qué ha pasado aquí, no me creo que estéis así por una película.
Santana, fabricando una de sus mejores sonrisas, le tocó el pelo.
—Vale, ha sido una tarde de confidencias; hemos hablado de mi hermana Mickaela y ella me ha contado cómo se sintió tras su divorcio y tal. Hemos llorado por cosas que nos duelen, pero, por favor, no digas nada, ¿vale?
Britt, conmocionada por ver los enrojecidos ojos de Santana, no quiso preguntar más.
Sabía cuánto le dolía hablar de su desaparecida hermana Mickaela, pero lo que no entendía para nada eran las lágrimas de Lexi, ella nunca antes había llorado por su divorcio.
Al día siguiente, Britt y Santana regresaban a Milán. Malena y sus padres fueron a despedirles y a nadie se le pasó por alto cómo su hermana y Santana cuchicheaban cómplices.
—Pienso ir a visitarte aunque no estés con mi hermana, ¿entendido?
—Y yo quiero que lo hagas. Te estaré esperando en mi casa.
Lexi, mientras veía que su hermana abrazaba a su madre y que no podía oírlas, volvió a la carga.
—Díselo, Santana. Creo que mi hermana lo entenderá y…
—No, y por favor, no digas nada. Me has prometido guardarme el secreto.
Tras unos segundos de silencio Santana murmuró con los ojos vidriosos.
—Te espero en Milán, ¿vale?
—¿Otra vez vas a llorar? —le preguntó muy serio Britt al acercarse, observando a su hermana sin reconocerla.
Lexi negó con la cabeza y su padre la abrazó por detrás, dándole un beso en el pelo.
—Ni caso, hija. Cuando no es una, es otra. El caso es que estoy rodeado de lloronas.
—Papaaá —se quejó Lexi al tiempo que sonreía.
Susan, la madre de Britt, acercándose a Santana , la tomó de las manos y tras abrazarla, le demostró cómo había encajado en la familia.
—Eres bienvenida a nuestra casa siempre que quieras, cariño. Y por favor, cuida de mi príncesa en Milán, que tenga cuidado con su pierna y…
—Mamaaaá —protestó Britt
Santana, con una encantadora sonrisa, ordenó callar a la futbolista y cuchicheó mirándola:
—Tranquila, Susan. Le prometo que su príncesa estará muy bien cuidada.
Tras una última ronda de besos y abrazos, la futbolista y Santana pasaron por el arco de seguridad del aeropuerto, ella cogiéndole la mano con fuerza, le dijo con cierto alivio:
—Volvemos a nuestras vidas.Santana asintió con una prefabricada sonrisa. Sin saber nada, Britt había dado en el clavo, debían regresar a sus vidas.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 5:37 am

-27-
El lunes al regresar del entrenamiento Britt estaba muy motivada. Por primera vez en meses había entrenado al cien por cien con sus compañeros. A medida que avanzó la semana, su autoestima subió más y más. Santana sonreía al verle tan feliz, aunque su interior se desangró cuando el jueves la llamó para anular su cita, le dijo que no podía verla. Ella no entraba en sus planes.
Aceptó sin rechistar y le animó a pasarlo bien, pero cuando colgó, se sentó en el sofá y después de quitarse los tacones que se había puesto para Britt, se lo tomó con filosofía.
—Como dice el Rey en su canción «Es ahora o nunca».
Había llegado el momento de acabar con aquello de una vez por todas.
El sábado, la futbolista jugaba su primer partido tras la lesión, emocionada, Santana acudió al campo del Inter junto a Suhaila e Israel, querían animarle y aplaudirle. Britt, Quinn y un par de compañeros más iban camino del vestuario cuando se cruzaron con Santana en el pasillo. Britt levantó los brazos, feliz, y se fundió con ella en un abrazo, sin importarle las conclusiones que podrían sacar sus compañeros.
—Cuánto me alegra ver que mi tocapelotas ha venido.
—No me lo perdería por nada del mundo.
Aquel contacto, tras varios días sin verle, le supo a gloria, sonrió intentando aparentar normalidad y cuando ella la soltó, le preguntó cuando el resto de jugadores les dejaron solos.
—¿Nerviosa? —Britt movió el cuello a ambos lados Santana sonrió y tocándole en el brazo dijo—: No debes estarlo, tu pierna está perfectamente. Procura no frenar en seco, estirar y calentar muy… muy bien ahora y antes de salir al terreno de juego, y verás como todo va de maravilla.
—Espero que la pierna me funcione. Hoy voy a tener demasiados ojos clavados en mí — murmuró Britt guiñándole un ojo a una de las azafatas del Club que pasó por su lado.
—No te rindas y lucha… —comentó ella omitiendo la miradita a la azafata—. Espero que cuando metas tu primer gol me lo dediques. Me lo merezco, ¿no?
Con una candorosa sonrisa, la miró y, tras recorrer su cuerpo con deleite, la provocó.
—Te mereces eso y más.
—Con que me dediques ese gol que tienes firmado por contrato ¡me doy por satisfecha! Ambas sonrieron. Deseosa de tenerla cerca, la cogió del brazo y la llevó hasta un lateral.
Tras comprobar que nadie les podía ver, la besó con deleite y, cuando se separó de ella, le confesó:
—Llevo tres días sin verte y te echo de menos.
Con una sonrisa, la joven asintió y, tocando su preciado pelo, le respondió.
—Yo también te echo de menos.
Esta vez fue Santana quien se lanzó a besarle, y cuando se separó, Britt contraatacó verbalmente:
—Te comería entera.
—Cómeme — le respondió juguetona.
Britt asintió y, mirándola desafiante, añadió tras besarla antes de marcharse:
—Te espero esta noche en mi casa cuando termine el partido. Entonces te comeré.
Santana soltó una carcajada y caminó con seguridad por el pasillo hasta llegar a la zona noble del estadio, al palco de autoridades. Allí estaba su madre hablando con varios directivos, que, al verla, la colmaron de atenciones, todos sabían que aquella joven había sido la artífice de la estupenda recuperación de uno de sus astros.
El partido comenzó. Santana observó a Britt en el banquillo mirar
concentrada el partido y, cuando en el minuto veintidós, su madre, la entrenadora Sue, le hizo salir a calentar, un clamor inundó el estadio. Brittany Pierce regresaba al campo.
Su madre la miró orgullosa.
—Me gusta mucho esta chica para ti, Santana.
—Mamá, no te emociones.
—Se le ve un mujer… no una chiquillaa.
—Solo somos amigas. Nada más.
Sorprendida por aquello, la mujer la miró y acercándose a ella, la retó:
—No creo lo que dices, Sanny: tú sales con ella.
—No, mamá.
—Pero tu madre me dijo…
—Aisss mamá… mi madre parece una portera con tantos cuchicheos.
Maribel sonrió ante aquel comentario.
—Pues yo creía que esa mujer tan guapa y tú teníais algo bonito y bueno para las dos. Y están los niños, ellos no paran de hablar de ella, le adoran, ¿no crees que sería una buena madre?
Incómoda por aquel comentario suplicó que Suhaila e Israel no la hubieran escuchado.
—Mamaaá —protestó—. ¿Quieres callarte, que te pueden oír?
—Hija… yo creía que…
Santana soltó una carcajada ante la cara de su madre y, acercando su frente a la de ella, le susurró:
—Mamá, amigas, es solo eso, somos a-mi-gas. Que ha habito con ella algo de cama, morbito y diversión, ¡pues sí!, lo admito, pero nada más.
—¡Serás sinvergüenza! ¡Mira que decirme eso! —rio su madre al escucharla, haciéndose la antigua.
—Sinceridad ante todo, mami. No quiero que te hagas falsas ilusiones.
Britt salió al terreno de juego y el público le vitoreó. Suhaila e Israel fueron los que más celebraron su debut después de la lesión. la futbolista, emocionada por el cálido recibimiento levantó las manos y aplaudió, los tifosi corearon su nombre.

Adoraban a Brittany . Santana no podía quitarle los ojos de encima. Britt corrió, atacó, robó balones, dio pases, pero algo le indicaba que ella no se sentía segura jugando, que no tenía buenas sensaciones con su pierna derecha. Eso la intranquilizó. En el descanso, Santana corrió por las escaleras hasta llegar a la puerta del vestuario y esperó a que ella apareciera. Cuando lo hizo, sin importarle quien les mirara, le agarró del brazo y con voz tensa le preguntó:
—¿Qué te ocurre?
—Nada.
—No me engañas, princesa —siseó—. Te conozco y sé que te sientes insegura, pero déjame decirte que tu pierna se encuentra perfectamente. Así que, quiero que salgas al campo, te dejes la piel y metas un gol para todas esas personas que lo están esperando desde hace meses. —Al ver como ella la miraba, añadió—: juega como sabes, solo tienes que hacer eso. Vamos Britt po-si-ti-vi-dad, ¿dónde te la has dejado hoy?
Ofuscada, no respondió. Simplemente se alejó con el resto del equipo, mientras ella corría escaleras arriba para entrar de nuevo en el palco de autoridades. El partido comenzó. Santana no quitaba ojo a Britt y sonrió al comprobar que esta vez corría con empuje y fuerza. En el minuto veinte de la segunda parte, Quinn tras un robo de balón impresionante,
le dio una muy buena asistencia a Britt y, esta, sin dudarlo lanzó a portería y metió un magnífico gol por la escuadra.
Santana no se movió; su madre, los niños y todos los que había a su alrededor saltaban y gritaban emocionados. Sin poder apartar los ojos de Britt vio cómo todos sus compañeros le felicitaban y se le tiraban encima. Eso la hizo reír a carcajadas. Aquello era lo que ella necesitaba: un estupendo reencuentro con el equipo y con la afición. Cuando sus compañeros se le quitaron de encima, la gente seguía vitoreando enloquecida su nombre,
entonces vio que la futbolista miraba hacia la zona de autoridades y, tras localizarla, sonrió y la señaló con el dedo. Suhaila e Israel emocionados por aquella dedicatoria saltaron y aplaudieron, mientras Santana, incapaz de moverse o articular palabra por la emoción, supo que ese gol era para ella. Britt lo había firmado en su contrato.
El partido terminó con dos goles a favor del Inter. Se desató la locura en el vestuario y los jugadores decidieron salir a celebrarlo por todo lo alto.
Esa noche Santana esperó en la puerta de la casa de la futbolista hasta las dos de la madrugada. Cuando se convenció que ella no iba a aparecer, suspiró, arrancó su coche y se marchó a su casa. Definitivamente, todo había comenzado.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 6:50 am


-28-
Al día siguiente, Britt la llamó y le preguntó si lo había esperado en su casa la noche anterior, ella le mintió. Britt se quedó tranquila, pensar que ella le hubiera estado esperando le partía el corazón. Le contó que intentó zafarse de los compañeros pero le fue imposible, no le dejaron irse, y finalmente, claudicó.
Britt la llamó para invitarla a cenar fuera y después al cine, ella rechazó la oferta, le dijo que estaba cansada y que se quedaría en casa. Ella lo entendió, pero necesitaba verla, así que se presentó en su casa con una pizza de las que a ella le gustaban, con aceitunas negras, pero se encontró con la casa vacía. Llamó repetidamente al portero automático pero nadie le
abrió… ¿dónde estaba Santana?
La llamó al móvil pero no atendió sus llamadas, mosqueada, decidió esperarla en el coche. Ella apareció a las dos de la madrugada en un vehículo que ella no conocía y acompañada por varias personas que parecían muy divertidas.
Dos días después, al no recibir ninguna llamada por su parte, ella le llamó. Britt estaba con unos amigos en su casa y no la invitó. Eso le dolió pero tuvo que aceptarlo, sin saber que dos noches ante, ella comprobó que ella le había mentido.
Poco a poco, fueron distanciándose. No se decían nada pero ambos eran conscientes de lo que estaba pasando. Ella la llamaba para salir, pero ella siempre se excusaba con otros planes o fingía que estaba ocupada. Lo cierto es que cuando Santana le llamaba, ella siempre aceptaba. Necesitaba verla.
Si se veían era siempre por la buena disposición de la futbolista, pero ella se estaba comenzando a cansar de sus desplantes. Era descarado lo que ella hacía. Tan descarado como que comenzó a salir con otros futbolistas del AC Milán, el rival histórico y la prensa la había pillado.
Aquella noche, cuando llegó furiosa a la casa de Santana, tuvieron una grandísima discusión.Britt no entendía qué ocurría y Santana le recordó que ella no estaba comprometida con ella. Tras la pelea, cuando se calmaron, ocurrió lo inevitable y terminaron haciendo apasionadamente el amor. De madrugada, cuando ella se durmió, Britt la miró y le tocó el pelo con cariño. ¿Qué le ocurría a ella? ¿Por qué intentaba alejarse de ella?
Un par de días después la invitó a cenar. Sus compañeros de equipo habían organizado una cena, pero ella se excusó, le dijo que cenaba son sus padres y, el destino o la mala fortuna, hicieron que, de madrugada, coincidieran en el mismo local. Santana se quedó sin habla al verle. Allí estaba Britt charlando muy animado con una guapa rubia. Eso le revolvió el cuerpo, pero antes de poder escapar, ella la vio y caminó hacia ella con decisión.
—¿Tú por aquí? —preguntó con voz intimidatoria mirando al acompañante de ella. Con la mejor de sus sonrisas, ella asintió y agarrándose con fuerza al brazo de quien la acompañaba dijo:
—No sabía que vinieras por este local.
Britt, recorriéndola con la mirada, le espetó:
—Ni yo que tú vinieras por aquí. Por cierto, ¿no estabas con tus padres?
Con una prefabricada sonrisa asintió y respondió:
—Cambio de planes.
La actitud altanera de ella le provocaron furia, dolor y desconcierto. No podía más, no quería seguir humillándose por ella y, cuando fue a decir algo, el hombre que la acompañaba, acercó su mano a la de ella.
—¡Dios, eres Brittany Pierce!, ¿verdad? —la futbolista asintió y este dijo—: Soy Sam, encantado de conocerte.
Aquel nombre hizo que a Britt le cambiara el gesto. Sam ¿su ex? Ella, al ver su reacción, sonrió con diplomacia, a pesar de que estaba sacándole de su casillas.
—Sam, cielo… ¿puedes dejarnos un momento a solas?
Sam se alejó, sin entender nada, por supuesto.
—¿Qué haces con él? —la increpó Britt.
Intentando ser fría, resopló, y tras meditar su respuesta, le dijo con rotundidad:
—¿Tengo que recordarte, otra vez, lo que hablamos el otro día? —Y acercándose a ella murmuró—: Britt, te dejé muy claro que entre nosotras solo hay sexo ¿cuándo vas a quedarte con la copla?
—Santana…
—No me mires así y asúmelo. Tú y yo no somos nada.
Furiosa fue a contestar cuando ella, dándose la vuelta, se despidió a la francesa.
—Pásalo bien, Britt.
Ella apretó los puños, aquello estaba llegando a unos extremos que detestaba, se le estaba yendo de las manos. Nunca ninguna mujer le había tratado así. No estaba dispuesta a demostrarle nada más, así que se dio la vuelta y continuó charlando con la rubia. Aunque ya nada volvió a ser divertido esa noche.
En esos días la joven había tenido otra reunión con los asistentes sociales y todo parecía ir por buen camino. Eso era lo que a ella la llenaba de positividad, necesitaba sentir que algo en su vida iba bien.
Con el paso de los días, Britt volvió a salir en la prensa del corazón.
Leer las noticias de sus amoríos, hacía añicos el corazón de Santana pero ella se mostraba impasible, asumía lo que iba pasando sin más.
Al final de uno de los entrenamientos, el míster dijo al pasar junto a Britt:
—Me alegra ver que vuelves a tu vida de antaño.
Britt lo miró malhumorada; había captado su indirecta.
—Yo también me alegro.
Después de días sin verse ni comunicarse, Britt la llamó por teléfono, necesitaba escucharla y se sorprendió cuando ella se ofreció a ir a su casa. Necesitaba verle también y quería comentarle que el asunto de la adopción estaba en su recta final y todo apuntaba que acabaría muy bien para ella. Pero como ocurría en la mayoría de las ocasiones, nada más
entrar por la puerta y mirarse a los ojos, se lanzaron una a los brazos del otro y la pasión les enloqueció. Se necesitaban más de lo que ambas estaban dipuestos a admitir.
Un par de horas después, tras haber hecho el amor en repetidas ocasiones, mientras ella se duchaba y Santana preparaba algo de cena, sonó el teléfono. Al tercer tono, saltó el contestador
automático, y una mujer empezó a hablar:
«Ciao, amoreee! Como te dije hace dos días, mañana llegaré al aeropuerto sobre las nueve. Llevo caliente varios días pensando en nuestra cita. Me muero por verte. Llevo tanto tiempo sin saber de ti. Un beso amore.»
Escuchó aquel mensaje helada y el estómago se le contrajo. Molesta, clavó el cuchillo que tenía en las manos en la tabla justo cuando ella dijo:
—Sanny…
Mirándole con frialdad, respondió:
—Déjalo, Britt, mejor no digas nada que pueda empeorar las cosas.
—¿Ah, sí…? —respondió al ver su reacción—. ¿Acaso te importa con quien salga yo?
Ella no respondió y ella, dispuesto a conseguir una contestación, insistió:
—Todo esto lo estás provocando tú; tú eres la que ha puesto tierra entre las dos, tú eres la que prefiere salir con otros a quedar conmigo, ¿o acaso me vas a decir que es mentira?
—Britt, déjalo.
La miró ofuscado.
—El otro día… ¿qué hacías con Sam? Tú misma me dijiste que siempre que os veíais acababais en la cama, ¿fue así como terminasteis?
Enfadada con la situación que ella había provocado le miró y contraatacó:
—¿Acaso tú no terminaste en la cama con la rubia que te acompañaba?
Se lavó las manos con furia y, cuando se las secó, se le quedó mirando con una sensación entre la pena y la rabia, y ella gritó:
—Creía que estábamos bien, creía que lo nuestro era especial; tú me importas, me importas mucho, pero creo que yo a ti no te importo nada o no harías ninguna de las cosas que estás haciendo.
—Que yo sepa tú también sales con tus amigas, ¿te he reprochado yo algo?
—No.
—Entonces ¿a qué viene que me pidas explicaciones? —ella no supo qué decir, estaba agobiada. La quería solo para ella y antes de que pudiera contestar, ella cambió su gesto y susurró mirándole—: Lo siento, Britt. Al escuchar ese mensaje salió mi parte terrenal. Te pido perdón, no soy nadie para ponerme así.
—Sanny… —murmuró desesperada.
Asustada por lo que vio en sus ojos y antes de que pudiera decir nada más, ella se abalanzó sobre ella y lo besó. Pasmada por aquel arranque, la cogió entre sus brazos pero antes de que pudiera decir nada, ella le miró y dijo:
—No digas más, llévame a la cama y hazme el amor.
Dicho y hecho. Britt hizo lo que ella pedía y Santana, sin querer hablar ni un segundo más sobre lo ocurrido, le dejó hacer y le hizo; disfrutó y le hizo disfrutar. La pasión entre las dos era increíble y el morbo que había en sus miradas y sus caricias les volvía locos. Se necesitaban, se gustaban y se amaban.
A las cinco de la madrugada, se despertó sobresaltada por los calambres y, al ver a Britt durmiendo a su lado, sonrió y le observó. Durante más de veinte minutos se dedicó a observarle sin tocarle, hasta que finalmente se levantó de la cama, entró en el baño y, mirándose al espejo, la asaltó una pregunta: ¿qué estoy haciendo?
Sin más, cerró los ojos, se sentó en el suelo del baño y lloró. Debía ser fuerte y acabar con aquello de una vez por todas. Una hora más tarde, sin hacer ruido para no despertar a Britt se vistió silenciosamente y, cuando estaba en el salón poniéndose las botas, se asustó al oír su voz.
—¿Te vas? —Santana no pudo responder ni mirarle y ella insistió—: ¿Te ibas sin despedirte? ¿A esto hemos llegado?
La carne se le puso de gallina, lo que menos le apetecía era decirle adiós y sabía que una vez saliera por aquella puerta, nada volvería a ser como antes; ella retomaría su vida y ella, la suya.
—Estabas dormida y no quería despertarte —le contestó girándose, para verle, y que ella viera que ella sonreía.
Durante unos segundos se miraron a los ojos hasta que Britt finalmente dijo:
—Escucha Sanny, lo de Gina no es nada. Si te vas por la llamada quiero que sepas que…
—No me voy por eso, Britt. Me voy porque creo que esto no debe de continuar.
Se quedó pasmada por aquella respuesta, se le acercó y le dijo intentando que ella le mirase.
—¿Pero de qué estás hablando? —Y al ver que ella no respondía, añadió—: Tú me gustas y yo sé que te gusto, ¿por qué no podemos seguir como hasta ahora?
—Porque no, Britt…
—Esa contestación no me vale
—Pues no te voy a dar otra.
—¿Por qué te alejas de mí? ¿Por qué no quieres que lo nuestro continúe? —Ella no respondió y el prosiguió—. De un tiempo a esta parte no paras de hacerme desplantes, de salir con otros y de pasar de mí, ¿qué te ocurre? ¿qué hice mal? —Nada —respondió sintiéndose como una bruja—. Es solo que quiero recuperar mi vida.
—¿Recuperar tu vida?
—Sí.
—Pero Santana , ¿todavía no te has dado cuenta de lo que significas para mí?
Fue a cogerla del brazo y ella se zafó con furia del contacto, Britt supo entonces que estaba todo perdido, sin tocarla, le preguntó:
—Entonces, ¿todo se acabó?
—Sí.
—¿Para siempre?
Se les puso la carne de gallina a ambas, pero ella respondió fingiendo frialdad:
—Britt, podemos seguir siendo amigas, pero…
—Siento demasiado por ti para ser tu amiga, Santana. Contigo soy muy terrenal, ¿ya lo has olvidado?
Ella no contestó, tenía ganas de llorar y ella notaría que se le quebraba la voz.
—Eres especial para mí. Por ti he cambiado, por ti haría cualquier cosa, ¿por qué no lo valoras?
Con el corazón roto de dolor, tomó aire para acabar con la conversación.
—Yo no siento lo que tú, para mí solo eres una más.
Britt la miró hundida, aquella frase era la última que quería escuchar. En sus ojos se veía la desesperación por perder a alguien tremendamente especial, cuando ella añadió:
—Creo que llegó el momento de continuar con nuestras vidas. Tú tienes a tus bellas y yo…
—Y tú tienes a Sam y tus amigos, ¿verdad?
Tras pestañear, asintió y pudo ver que la mandíbula de ella se tensaba; quiso correr a sus brazos y contarle la auténtica razón de sus miedos, sabía que no estaba siendo justa con ella.
—¿Te importa que visite a Suhaila e Israel? —preguntó furiosa.
—Por supuesto que no me importa, sé que a ellos les encantará.
Britt asintió, y con el gesto marmóreo siseó:
—Muy bien, si todo se ha terminado entre nosotras, sal de mi casa y no vuelvas.
A Santana se le clavó en el corazón su rabia, su furia, la dureza de su mirada… Pero era lo que necesitaba para que todo acabara. Por ello, terminó de calzarse las botas y mirándole
dijo: —Me ha encantado conocerte.
Ella no respondió y ella, tras acariciar la cabeza de la perra, se marchó. Desde el interior de la casa, Britt observó que ella se metió en el coche y, sin dudarlo, apretó el botón del mando para que la cancela de fuera se abriera y ella se marchara. Una vez la puerta de la entrada a la finca se cerró, tiró furiosa el mando contra el sofá y se maldijo: ¿qué iba a hacer sin Santana?
Los días pasaron. Ni Britt se puso en contacto con ella, ni ella con Britt. Su relación había terminado y ambas lo habían asumido. Hanna era la única persona a la que Santana permitía que viera su vulnerabilidad y su dolor. Ante sus madres disimulaba, no quería que su madre viera que estaba mal y lo pagara con Britt.
Comenzó el mes de mayo y se reincorporó al trabajo en el hospital. En ese tiempo sabía que Britt había reanudado su vida por lo que leía sobre ella en los periódicos: sus salidas nocturnas eran el tema preferido de las revistas del corazón, junto a sus goles; la prensa también se había hecho eco de su cambio de actitud, el futbolista se mostraba malhumorada
y agresiva desde su regreso.
Britt seguía en contacto con Israel y Suhaila, los llamaba a menudo e intentaba visitarlos siempre que ella no estaba, la rehuía.
Llegó junio y Santana volvió a inquietarse. Tocaba nueva revisión, cada vez que se acercaba la fecha el mundo se le venía encima, la positividad desaparecía y los nervios la carcomían por dentro.
Llamó a la clínica, pidió cita y cuando colgó, ya se empezó a agobiar. Odiaba hacerse esas pruebas. Dos días después, habló con el personal del hospital y pidió vacaciones. Necesitaba tiempo para tranquilizarse.
Esa tarde, en La casa della nonna, Suhaila tenía fiebre. La pequeña tosía y Santana había acudido para estar presente cuando el pediatra fuera a visitarla. El médico, tras reconocer a la pequeña, miró con cariño a Santana e Israel y les indicó el tratamiento.
—Antibióticos y mimos y esta preciosidad se recuperará en unos días.
Israel sonrió y Santana mirándole le ordenó:
—Venga, a la cama, que mañana hay instituto.
El crío asintió y, tras despedirse con un beso de su hermana y de Santana, se marchó a dormir.
Una hora después, cuando la pequeña se quedó dormida, la joven decidió regresar a su casa, tenía que cambiarse de ropa, cenaba con Sam.
—¿Dónde iréis? —preguntó Hanna.
—No lo sé, Sam quedó en enviarme la dirección al móvil.
Cogió el bolso, miró a su amiga y le indicó:
—Si a Suhaila le sube la fiebre, llámame, ¿de acuerdo?
—No te preocupes, lo haré.
Ambas sonrieron y Hanna quiso saber el porqué de su gesto triste.
—¿Sigues pensando en Britt?
Santana, encogiéndose de hombros, asintió y su amiga añadió:
—¿Estás bien, Sanny? Esta vez has adelgazado más que nunca.
—Lo sé, me imagino que será la tensión de todo. —Sonrió como pudo—. Pero tranquila, ya sabes que pronto mi trasero volverá a ser el que era.
Rieron y Santana salió por la puerta sin querer darle más vueltas. Estaba inmersa en sus pensamientos cuando, al llegar al callejón donde había aparcado su coche, escuchó una voz a su espalda.
—Princesita mala leche, ¿cómo estás?
Al volverse, se sorprendió al encontrarse con Luppo y dos de sus muchachos. Sin cambiar su gesto, sin ningún miedo le preguntó:
—¿Qué haces tú aquí? Creí haberte dejado clarito que…
No pudo continuar, aquel delincuente le dio un empujón que la arrojó contra la parte frontal de su coche y echándose literalmente sobre ella, siseó en su cara:
—Tú y yo tenemos algo que aclarar.
—¡Suéltame! —voceó al sentirse aprisionada.
Luppo, divertido, apretó su pelvis contra la de ella y acercando peligrosamente su boca a la de la joven, susurró poniéndole una navaja en la cintura.
—Eres suave y quiero divertirme.
—Como no me sueltes… —le cortó Santana furiosa—, te juro que lo vas a lamentar. Sin ninguna intención de hacer lo que ella pedía, él paseó la navaja por la cintura de Santana. Lentamente, la subió por su abdomen, continuó hasta su pecho, hasta llegar a su garganta, quería intimidarla
—Escúchame, princesita, si vuelves a enviarme a la policía quien lo va a lamentar vas a ser tú, por tu culpa estoy teniendo muchos problemas y…
Le escuchó horrorizada por no poder moverse. Ella no había enviado a la policía contra él, como pudo, le ordenó furiosa.
—¡Suéltame, joder!
Los muchachos que acompañaban al tal Luppo miraban con incomodidad hacia los lados, vigilantes, mientras él seguía hablando y aprisionándola.
—Princesita mala leche, no te metas donde no te tienes que meter o esta vez lo que arderá no será tu coche, ¿entendido?
En ese instante, la puerta de La casa della nonna se abrió de par en par. Hanna, la nonna e Israel corrían hacia ellos.
—¡Aléjate de Santana! —gritó Hanna.
Luppo soltó a la joven y se guardó la navaja en el bolsillo. Ella, al verse liberada, ni corta ni perezosa, empujó a Luppo y gritó fuera de sí:
—Fuera de mi vista, imbécil. Y para que lo sepas, yo no he llamado a la policía. ¿Qué pasa? ¿Soy yo tu única enemiga?
—¡Sinvergüenza! ¿Qué le hacías a la chica? —voceó la nonna.
Israel, fuera de sí llegó hasta Luppo, le empujó y señalándole gritó:
—¡Aléjate de ella!
Cuando Luppo y sus compinches se marcharón. La nonna, asustada se acercó más a Santana.
—¿Estás bien, cariño?
La respiración de la joven volvía a ser normal y, a pesar del susto que esos tarados le habían dado, no quiso preocupar más a la anciana, acariciando la cara de Israel, murmuró:
—Tranquilos, estoy bien… estoy bien.
Cuando les vio más calmados, Santana se montó en el coche, ante la atenta mirada de los tres, y se fue a casa, todo lo tranquila que pudo. Tenía una cita, quería olvidarse de aquel susto y pasarlo bien.
Una hora después, cuando le llegó en un mensaje la dirección del restaurante, Santana salió para allá. Al llegar, el aparcacoches corrió a hacerse cargo del automóvil. El susto por el encontronazo con el indeseable de Luppo ya había pasado y entró en el local pisando fuerte. Preguntó por la mesa reservada por Sam Evans y el maître la acompañó, pero en el trayecto, se quedó sin habla cuando se encontró con los ojos sorprendidos de Britt, que cenaba con una risueña morena. Estaba guapísima con aquel traje oscuro.
La boca se le resecó, sus piernas parecían de chicle pero aun así, continuó caminando.
Iba a detenerse para saludarle, pero al ver que ella retiraba la mirada, como si no la conociera, continuó su camino sin mirar atrás. Eso le partió el corazón. Ella finalmente se había desligado de ella.
—Estás bellísima, Santana —dijo Sam levantándose cuando por fin Santana llegó a la mesa en la que él la esperaba.
—Gracias —respondió sentándose.
Pero la cena fue un desastre, saber que a pocos metros de ella estaba Britt con otra mujer le cerró el estómago y las ganas de pasarlo bien. E incapaz de mentirle a Sam, finalmente, cuando acabaron, le dijo que no se encontraba bien y que se tenía que marchar.
Sam, sin pedirle más explicación, la acompañó hasta el coche y, al salir del restaurante, Santana se fijó en que Britt y su acompañante ya no estaban allí.
Después de despedirse de Sam, se metió en su coche y llegó a su casa. Cuando entró, se quitó los tacones y caminó directa a la cocina, allí se preparó una tila. Estaba demasiado nerviosa, ver a Britt tan cerca después de tanto tiempo la había alterado.
Con la tila en la mano, caminó hasta el salón y, cuando iba a sentarse, sonó el timbre de la puerta. Sorprendida, se miró el reloj, eran las once y veinte de la noche. Descolgó el teléfono del portero automático extrañada.
—¿Sí?
—Soy Britt, abre.
La rotundidad en su voz le puso la carne de gallina y, sin saber porqué hizo lo que ella le pedía. Histérica, se tocó la cara. Britt estaba allí. Dos minutos después, abrió la puerta de su casa y se topó con ella y con su enfurecido semblante.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella intentando mantener la calma.
—Tengo que hablar contigo.
—Pasa, por favor.
Una vez cerró la puerta, sin quitarle los ojos de encima, la abordó:
—¿Por qué no me lo habías dicho?
La carne se le puso de gallina y la boca se le secó, cuando él añadió:
—¿Te parece bien que tenga que enterarme de algo así por otras personas?
Sin saber bien a lo que se refería, le preguntó:
—¿De qué estás hablando? —Molesta, dio un paso hacia ella.
—Si lo dices por Suhaila, ella está bien.
Confundida, le preguntó:
—¿Qué le ocurre a Suhaila?
Más confundida, respondió:
—Lleva un par de días con fiebre, pero el pediatra ha dicho que no nos preocupemos, que los antibióticos y los mimos lo curan todo.
Britt asintió, deseaba acercarse a ella, deseaba besarla, la necesitaba, pero sin cambiar su gesto duro, insistió:
—Sabes perfectamente que no me refiero a eso, ¿verdad?
Temblores es lo que le entraron al imaginar a qué se refería.
—Britt… no creo que…
—No, Santana, no creas y respóndeme.
Horrorizada por el giro que estaba dando la conversación, tragó saliva. ¿Por qué se había enterado Britt de su secreto? ¿Quién se lo había dicho?
—Vale, asumo que tenía que haber sido yo quien te lo dijera.
—Oh, por supuesto que debías haber sido tú, ¿cómo te crees que me he quedado cuando me lo han contado? ¡Por Dios, Santana ! ¿Te has vuelto loca?
—Escucha, por favor… Si no te lo he comentado era porque nunca quise que lo nuestro fuera algo más que sexo. No suelo ir contándole mis penas a…
—¿Tus penas?
Enfadada por cómo la miraba, gritó:
—No cuento mis penas a todos los tipos con los que me acuesto porque… Porque ¡no quiero! No me da la gana.
—¿He sido una tipa más de esos?
Tras una más que significativa mirada, ella susurró:
—No… pero creo que…
—Vale… —la cortó furiosa—. No me interesa. Ahora cuéntame lo que he venido a saber.
Ella respiró hondo, para ganar algo de tiempo, se sentó en el sofá y empezó a hablar:
—No sé por dónde empezar. —Intentó bromear y, al ver que ella no sonreía, al final dijo
—: Como bien dijiste una vez, no soy una mujer técnicamente perfecta, pero el tiempo que he estado contigo he intentado creérmelo porque me hacía feliz. Cuando era pequeña, siempre fui una niña enfermiza. Los médicos decían que tenía migrañas, dormía mal, vomitaba, me caía constantemente y por eso las familias que supuestamente nos querían adoptar, siempre nos acababan devolviendo a mi hermano y a mí al centro de acogida. Yo era una monada de niña, pero una monada enfermiza que ocasionaba demasiados quebraderos de cabeza. Un día, caminaba con mi hermano por la calle, me caí y comencé a convulsionar. Me pasó delante de un hombre, una mujer y una niña, que me atendieron de inmediato, nos llevaron al hospital y, tras varias pruebas, los médicos diagnosticaron que yo no tenía migrañas, el diagnóstico es que padecía un tumor cerebral. —Y tocándose el cuero cabelludo, añadió—: A eso se debe la cicatriz de mi cabeza.
Britt no pestañeaba, y ella prosiguió:
—La providencia hizo que esas personas que nos ayudaron fueran mi madre, mamá y Mickaela. Me operaron de urgencia. Ellos, al conocer nuestra situación, cargaron con los gastos y ya nunca se separaron de nosotros. —Ella sonrió, pero Britt no, así que decidió continuar.
Cogió la fotografía en la que tenía el pelo azul y prosiguió—. Cuando tenía veinte años, me diagnosticaron cáncer de mama. Este pelo azul, no es mi pelo. Lo perdí todo con la quimioterapia y mi hermana me compró esta peluca azul para que no me sintiera mal cuando me mirase en el espejo. Por eso mi mama y mi hermano me llaman Pitufa… —Sonrió
mientras la cara de Rubén se descomponía por momentos—. Fue duro enfrentarme a lo que me pasaba, pero gracias a mi familia, lo superé. El pelo creció, todo pasó y continué con mi vida. Pero cuando creía que nada peor podría pasar, mi hermana Mychaela murió en un accidente de tráfico y eso me hundió. Dos años después, decidí trasladarme a Milán para intentar salir del foso oscuro donde estaba. Comencé una nueva vida, conocí a Sam y cuando todo volvía a ir bien, en una de mis revisiones me volvieron a diagnosticar cáncer.
Yupi… Yupi… Hey… —se mofó con amargura—. Mi pesadilla volvía a estar presente , pero lo volví a superar porque me negué a dejarme vencer por la pena, la rabia y el puñetero cáncer. Pero aún habiéndolo superado, no puedo olvidarlo, porque cada seis meses tengo que pasar por el oncólogo para hacerme revisiones. Reconozco que eso me mata, me angustia y, a pesar de lo positiva que soy, en ocasiones, esas puñeteras revisiones me descontrolan.
Los ojos de Britt, fijos en ella, la angustiaban, pero aun así continuó:
—Te mentí, o mejor dicho, te oculté algo. Tomo cada mañana una pastilla de Tamoxifeno para controlar mis estrógenos y por eso, muchas veces, me duele la cabeza, me dan calambres en las piernas, me acaloro o simplemente me encuentro mal o vomito. Ocurre poco, pero ocurre. Y tras lo que te he contado imagino que ahora entenderás perfectamente las palabras de mi madre, ¿verdad? Britt asintió—. Por norma, no permito que mis relaciones duren más de uno o dos meses. Desde hace años mi vida es un caos emocional
por mis visitas al oncólogo y la angustia que me ocasiona el que puedan volver a decirme lo que no quiero oír. Cuando te conocí, nunca imaginé que lo nuestro pudiera ser algo más que un simple rollo. Tú, una futbolista mujeriega, la pasión de todas las italianas, de pronto estabas ante mí, y decidí darme un lujo para el cuerpo… pero… pero todo se fue liando, tú resultaste ser una tía estupenda al que le gustan los niños, pasear por el campo, disfrutar de
una peli con palomitas en casa y… —La emoción la pudo, pero tragándose lo que sentía, continuó—: Y… me enamoré de ti. Pero no estaba siendo justa contigo, porque yo nunca iba a poder darte lo que tú querías y sobre todo te estaba engañando, al no explicarte lo que te estoy contando ahora. Todo el mundo, incluida Lexi , me dijo que fuera sincera contigo…
—¿Mi hermana? —susurró alucinada.
Santana asintió y, tras un suspiro, añadió:
—Tu hermana vio mis pastillas de Tamoxifeno en mi neceser y ella…
—¿Lexi lo sabía?
—Sí, pero no te enfades con ella, por favor. Lexi se molestó conmigo cuando le confesé que tú no sabías nada, pero le rogué que no te lo contara porque sabía que lo nuestro, en cuanto regresáramos a Milán, se acabaría.
—¿Por qué estabas tan segura de que se iba a acabar?
—Porque lo había planeado.
El modo en que ella la miraba, la ponía muy tensa.
—Además, yo sabía que en cuanto comenzaras con tu vida y tus rutinas, todo cambiaría,porque yo no me iba a interponer en tu camino. Nunca te he reprochado nada, ni siquiera la noche de tu debut después de la lesión, en el me dedicaste el gol. Esa noche te esperé Britt… te esperé durante más de tres horas, pero tú no apareciste.
—Me mentiste —reprochó.
—Lo sé… pero yo…
—Me dijiste que no me esperaste esa noche.
—Lo sé, no quería que te sintieras mal, y te mentí, pero la verdad es que preferiste celebrar ese triunfo con tus compañeros a estar conmigo y yo simplemente lo asumí. Y lo asumí porque mi vida es así, Britt. Tengo miedo de querer y no ser correspondida, ¿no lo entiendes?
Totalmente bloqueada por aquello, Britt la miró. Apenas se había movido desde que ella había comenzado a hablar.
—Entiendo que estés molesta conmigo, lo entiendo… No debí mentirte, ni omitirte ciertas cosas, pero quiero que entiendas que no le voy diciendo a los tíos con los que tengo un rollo circunstancial que mi cuerpo es una bomba de relojería y que, cualquier día, la cuenta regresiva de mis días puede comenzar.
El rostro marmóreo de Britt la observaba sin mover un solo músculo. Aquella mirada era la que nunca había querido ver en ella.
—Has sido alguien muy especial para mí, contigo he sido muy feliz, contigo he sido yo misma no un mes ni dos, sino casi cinco y eso es mucho más de lo que he tenido en mucho tiempo. Eres una mujer maravillosa, estoy segura que el día que encuentres a tu media naranja serás plenamente feliz con ella y con los hijos que tengáis. —Britt la miró sobrecogida, cuando ella añadió—: La razón por la que no te hablé del cáncer era porque no quería que cuando lo supieras me miraras con el mismo gesto de pena con el que a veces
miras a Suhaila, que para mi desgracia, es justamente con la que me estás mirando ahora mismo.
Britt se llevó las manos a los pómulos y se los tocó, se pellizcó la cara, estaba
estupefacta, cuando ella suplicó:
—Di algo por favor, he hablado y hablado y tú no dices nada. Deja de mirarme con ese gesto y di lo que piensas.
la futbolista, sin poder apartar la mirada de la joven que lo traía de cabeza, cerró los ojos. Lo que acababa de oír le había descuadrado su vida por completo, pero mirándola susurró:
—Yo venía para saber si estabas bien, Israel me llamó para comentarme el incidente con Luppo al salir de La casa della nonna. No… desde luego no estaba preparada para escuchar lo que he escuchado.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 6:54 am

Al oírle, Santana cerró los ojos y maldijo:
—Vete Britt, ahora que has visto que estoy bien y sabes toda la verdad sobre mí, vete. Sin moverse de su sitio, Britt empezó a hablar cuando ella, levantando la voz, insistió:
—Quiero que te vayas. ¡Fuera!
Britt, totalmente descentrada, se dio la vuelta y salió de la casa sin decir nada. Eso la destrozó.
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Mensaje por Susii Mar Ene 19, 2016 10:40 am

Ohhhhhhhhhhhhh! Pero Santana no la dejo hablar ni nada!! D:
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 19, 2016 1:52 pm

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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por micky morales Mar Ene 19, 2016 10:03 pm

vaya, santana se ha comportado como una perra sin sentimientos por lo que ella creia que tenia que ser, desde cuando es valido sentir y pensar por los demas???? en fin..... tal vez britt se fue descolocada por lo que se acaba de enterar sin proponerselo, pero santana..... bueno, hasta pronto!
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 20, 2016 3:57 am

Susii Ayer A Las 9:40 Am Ohhhhhhhhhhhhh! Pero Santana no la dejo hablar ni nada!! D: escribió:

Sippp no la dejo hablar, pero hablara y se hara escuchar ya lo veresmos


Micky Morales Ayer A Las 9:03 Pm vaya, santana se ha comportado como una perra sin sentimientos por lo que ella creia que tenia que ser, desde cuando es valido sentir y pensar por los demas???? en fin..... tal vez britt se fue descolocada por lo que se acaba de enterar sin proponerselo, pero santana..... bueno, hasta pronto! escribió:

sip, pero creo que esa es la coraza que santan ha puesto, bueno pobre britt fue por lana y salio trasquilada.


Les agradezco mucho haber leido la historia sus comentarios, y aqui les dejo los ultimos capitulos y el Epilogo, espero que sea de su total agrado
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 20, 2016 3:59 am

-29-
A la mañana siguiente, cuando Britt llegó al entrenamiento, su rostro pétreo denotaba su mal talante, no había podido dormir en toda la noche tras escuchar todo lo que Santana le había contado. Algunos de sus compañeros, al verla tan seria, le hicieron bromas, pero eso solo consiguió que se enfadara más. Incluso hubo alguna salida de tono con Quinn, cuando este le increpó.
Acabado el entreno, caminaba hacia su coche cuando se encontró con la entrenadora apoyado en él, y maldijo. Tener que hablar con ella era justo lo último que le apetecía.
—¿Todo bien, muchacha?
Britt pulsó el mando de su biplaza y las luces parpadearon, se acercó a la puerta trasera, tiró su bolsa de deporte con malos modos y, al cerrar dando un portazo, gruñó.
—De lujo.
la entrenadora, sin moverse de su sitió, se interesó por ella.
—¿Qué te ocurre?
—Mi vida privada, señora… no le interesa.
Sue asintió, pero insistió.
—Este estado de ánimo no te beneficia ni a ti, ni al equipo.
—Déjeme en paz.
—Recapacita, muchacha, si sigues con esa agresividad, harás que no cuente contigo por muy astro del fútbol que seas.
Britt blasfemó en voz baja, cerró los ojos y, cuando los abrió, fue franca.
—¿Por qué no me lo dijo?
Sue se quedó callada, mirándole y la jugadora insistió:
—¿Por qué no me dijo la realidad de lo que le ocurría a Santana, en lugar de soltarme puyitas que yo no entendía?
Desconcertada, Sue no supo qué contestar, mientras la futbolista, acercándose más de la cuenta, masculló:
—Sé lo del cáncer, ¡maldita sea!, ¿por qué no me lo dijo?
la entrenadora, al ver su desesperación, se justificó:
—Ella no quería que lo supieras.
—¿Ella?
—Sí, ella.
—¿Y usted cree que ella tenía derecho a jugar conmigo como ha jugado?
—¿Ella ha jugado contigo?
—Sí.
—¿No será al revés?
—Mire señora, mejor no me toque las narices. Estoy muy… muy enfadada —le contestó intentando mantener el control.
Incapaz de callar, Sue le agarró de un brazo.
—Te dije que te alejaras de ella.
—¿Suélteme!
—Te dije que ella necesitaba a alguien que…
—¿Y por qué no puedo ser yo ese alguien? —le cortó soltándose.
—¡¿Tú?!
—¡Sí, yo! —gritó.
—No digas tonterías, muchacha. Tu vida y la de mi Sanny no tienen nada que ver. Tú eres una mujeriega que…
—Una mujeriega que se enamoró de su hija. ¡Joder! —Su mirada estaba llena de furia—.
En el tiempo que estuve con Santana, solo ella existió para mí, ninguna otra mujer. Mi vida fue real, maravillosa y completa. El tiempo que compartí con su hija, ella fue lo más importante y verdadero que tuve. Y le guste o no escucharlo, estoy enamorada de ella como ahora sé que ella lo está de mí.
—Escucha muchacha…
—No, no voy a escucharle. Ahora el que no quiere escuchar soy yo, usted debería haber sido sincero conmigo desde el minuto uno y no lo fue, primero ocultándome que la fisioteraputa que me trataba era su hija y luego, aun sabiendo que yo estaba saliendo con ella, ocultándome su enfermedad.
—No podía, hija, ella me lo prohibió…
—¡Y una mierda! Yo nunca le he gustado para ella. Diga la verdad.
Ofuscada por lo que su jugadora estaba diciéndole, finalmente, encontró una salida.
—Y si ella te quiere y tú la quieres, ¿qué haces aquí conmigo hablando en pasado?
—Anoche, cuando me explicó lo que ocurría, no me dejó expresarme. Me echó de su casa, no me quiere a su lado, ¿qué quiere que haga?
la entrenadora, sin saber qué decir, le miró. Su cabeza funcionaba a mil por hora cuando Britt insistió.
—¿Pretende que su hija siempre esté sola y sea infeliz?
—No.
—Pues créame, si sigue prestándole este tipo de ayuda, lo va a conseguir. Santana es una persona que se merece lo mejor por su manera de ser, es la persona más maravillosa, divertida y buena que he conocido en mi vida.
—Conozco a mi hija, Britt. Tú no tienes que enseñarme cómo es Santana.
—Pues si tan bien la conoce, ayúdeme. Le estoy diciendo que quiero a su hija, que la amo con locura y usted sabe que ella me quiere a mí. —Sue no respondió y Britt bajando la voz, siseó—: Sabe que en el tiempo que he estado con ella mi conducta ha sido ejemplar. Le guste o no reconocerlo sabe que es cierto. ¿Pero tan ciega está?
—Ella no quiere que…
—Y una mierda —voceó—. la que no quiere es usted. Ve en mí, un reflejo de lo que fue usted en el pasado, ¿a que sí? —Sue no respondió y Britt añadió—: Ahora mi pregunta es: ¿tan malo ha sido usted con su mujer y sus hijos, tan mala vida les ha dado que no quiere lo mismo para Santana?
Apabullada por lo que le decía, finalmente, la entrenadora cerró los ojos y dijo:
—Cuando conocí a Maribel, mi vida cambió. Ella lo ha sido todo para mí y…
—¿Y por qué a mí no me ha podido pasar lo mismo con su hija? ¿Acaso está ciega y no ve lo desesperada que estoy por ella?
—De acuerdo —asintió al escuchar aquello—. Asumo que no lo hice bien contigo, pero como madre de Santana, quiero lo mejor para ella, y desde mi punto de vista, lo mejor nunca has sido tú.
—Gracias por su confianza, señora —voceó en tono despectivo.
—Escucha, Britt…
—¿Sabe, señora? —le cortó—. Puedo sacar cientos de fotografías y chismorreos de usted y cientos de mujeres en sus años de futbolista. A mí la prensa me llama de cualquier forma pero si mal no recuerdo a usted le llamaban Sue «Terminator». Si tiro de hemeroteca puedo restregarle en la cara un montón de noticias en las que a usted se le ha relacionado
con mujeres que no son su mujer, ¿debo creer que eso fue cierto?
—No.
—¿Y por qué le da credibilidad a todo lo que dicen de mí? ¿Por qué no puede creer que estoy locamente enamorada de su hija y que mi vida sin ella ha perdido todo rumbo y sentido?
la entrenadora, al escuchar la furia con la que se expresaba, y sobre todo la fuerza con la que defendía su amor hacia su hija, lo vio todo claro por primera vez y sorprendiéndole, dijo:—
Monta en el coche.
—¡¿Cómo?!
—Monta en el coche. Vamos a buscar a Santana.
—¿Sabe dónde está?
—Sí, está con mi mujer, hoy tiene una nueva reunión con el asistente social para el tema de la adopción de los niños.
Sin dirigirse la palabra, Sue condujo hasta un centro comercial. Cuando aparcaron y salieron del coche, la entrenador miró a la joven, con el ceño fruncido.
—Señora… la quiero, adoro a su hija, no quiero separarme de ella.
Con el vello de punta al escuchar aquello, comenzaron a caminar y, cuando entraron en el centro comercial, la entrenadora dijo:
—Britt… puedes llamarme Sue cuando no estemos en el Club.
la futbolista seguía con el gesto ofuscado, mientras miraba a su alrededor, nerviosa.
—De acuerdo, Sue.
Tras buscar en varias tiendas, Sue localizó a su mujer y a su hija en la cola de
Starbucks. Al verla, el gesto de Britt se suavizó y Sue, que detectó la impaciencia en el rostro de la muchacha, le agarró del brazo y dijo:
—Espera aquí, déjame a mí.
Britt quiso protestar, pero finalmente hizo lo que la entrenador le pedía, le había dado una oportunidad y no quería desaprovecharla. Desde su posición, vio como se aproximaba a su hija, ella le abrazó nada más verla.
Sue, cuando tuvo a su pequeña en sus brazos, le besó la frente, la agarró de la mano y, alejándola de su mujer, que siguió haciendo la cola para pedir los cafés, se sentó con ella en un sillón.
—¿Qué ocurre, mama?
Conmovido por la belleza de su hija y la dulzura con la que se dirigía a ella, Sue sonrió y dijo:
—Quiero que luches por lo que quieres.
A Santana le sorprendió la reacción de su madre.
—¿Qué luche por lo que quiero?
—Sí.
—¿A qué te refieres Gran Jefe? Si es al tema de los niños, que yo sepa estoy luchando por lo que quiero, a ellos. Sabes que este…
—Me refiero a Brittany Pierce.
Al escuchar ese nombre, a Santana el corazón le comenzó a latir con fuerza, aunque hizo lo posible por disimular sus sentimientos.
—mama, lo de Britt fue algo pasajero, ¿a qué te refieres?
—Sé que la quieres, ¿por qué me lo niegas? —Confundida fue a responder cuando ella se adelantó—: Soy la persona que más te conoce en este mundo, además de tu madre, y del mismo modo que sé que tu color preferido es el violeta, y que las galletas de chocolate blanco te apasionan, también sé cuando no me dices la verdad.
—mama…
—Durante estos meses, no he sido de ninguna ayuda, tú no has parado de darme señales de lo feliz que estabas con esa muchacha y yo no he querido verlas. Tu madre las vio desde el primer momento, pero yo me negué a aceptarlas. Pero ahora, de pronto, me he dado cuenta de todo, cariño y sé que ella es lo que tú quieres y…
—No, mama…
—Sí, Pitu. No lo niegues.
—mama.
—No he querido aceptarlo porque en ella he visto un reflejo de lo que yo fui en el pasado.
En ese momento llegó Maribel con los cafés y, sentándose con ellos, escuchó decir a su mujer.
—Tú quieres a Britt y ella te quiere a ti, y creo que deberías darle una oportunidad.
—Qué excelente idea —asintió su madre sonriendo.
Llevaba toda la mañana intentando sonsacar información a su hija, sabía que algo pasaba y la aparición de su mujer en el centro comercial, de improviso, se lo confirmó.
—la muchacha está destrozada, enamorada de ti y deseosa de una oportunidad —prosiguió la entrenadora—, y yo sé que tú no estás mejor, cariño. Te conozco, cuando te retuerces el dedo derecho de la mano al hablar sé que es porque estás preocupada por algo, lo sé, no me lo puedes negar.
—Se lo llevo diciendo toda la mañana, cariño —insistió Maribel —. Esta jovencita se cree que nos hemos caído tú y yo de un guindo y no sabemos qué le ocurre.
—¿Pero qué estáis diciendo? Entre Britt y yo solo hubo un tonteo y…
—No, cariño, no mientas. Estás enamorada de esa mujer. Solo hay que verte la carita y los ojitos cuando estás cerca de ella —corrigió Maribel.
Santana fue a protestar por lo que su madre había dicho, cuando su otra madre intercedió.
—Creo que lo vuestro comenzó sin que vosotros lo supiérais y se ha convertido en algo tremendamente verdadero. Tan verdadero como lo que tenemos tu madre y yo.
—Aisss, cariño ¡qué bonito lo que has dicho! —murmuró Maribel emocionada, poniendo una mano sobre el muslo de su mujer.
—Escucha, hija: he hablado con Britt y me ha confesado sus sentimientos hacia ti, y solo tengo que ver tu carita para saber que son recíprocos.
—¿Pero de qué hablas mama?
Sonriendo, Sue cogió la mano de su hija y murmuró:
—Me lo dicen tus ojos, me lo dice tu madre, me lo dice Suhaila y me lo dice Israel y…
—No puedo, papá, ¿no lo entiendes?
—No, no lo entiendo.
—Yo no puedo darle lo que ella quiere. Sería un error, mama, ella…
—Santana —intercedió su madre—, el error es negarte a ser feliz, cariño. Las cosas, si tienen que venir, ¡vendrán! Cuando tu madre y yo nos casamos queríamos tener una familia numerosa y luego, biológicamente solo pudimos concebir a tu hermana. Pero el destino os puso a Puck y a ti en nuestro camino, llegasteis y nuestro sueño se hizo realidad ¿Por qué te niegas a ver que la vida no se programa? La vida, cariño, te lleva y tú solo tienes que
intentar disfrutar de ese camino.
—Mamá…
—Ni mamá ¡ni mimi!… —la cortó Maribel, emocionada al ver a Britt acercarse—. Solo digo la verdad, cariño, y el día de mañana serás tú la que tenga que aconsejar a Suhaila e Israel y animarles a que vivan y sean felices.
Sue se emocionó por las palabras de su mujer y por la expresión que brillaba en la cara de su hija.
—Pitu… tu madre y yo queremos que seas feliz. Britt está aquí y solo quiere que le des una oportunidad, habla con ella, por favor.
Horrorizada por lo que escuchaba, se le puso la carne de gallina, ¿Britt? ¿allí? Lo confirmó rápidamente al ver cómo su madre miraba tras ella y sonreía. Con el gesto desencajado, se dio la vuelta. Sus ojos se encontraron y ella se dirigió a ella, agachándose para estar a su altura,
—Hola, cariño…
De pronto, un grupo de personas se acercaron a Britt para pedirle un autógrafo y,rápidamente, Sue se levantó y mirando a la joven, le gritó tirándole las llaves de su coche.
—Llévatela, y haz que entre en razón.
Britt, tras asentir y cazar las llaves al vuelo, cogió de la mano a una descolocada Santana y, tras guiñarle un ojo a Maribel, que le sonrió encantada, dijo mirando a Santana:
—Vamos, cariño… tenemos que hablar.
Como en una burbuja, así se sentía Santana. Y sin poder detener sus pies, caminó junto a Britt hasta llegar al aparcamiento. Una vez allí, por fin recuperó la cordura y le preguntó, separándose de ella.
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
—Te quiero.
—¡¿Cómo?! —consiguió susurrar tras pestañear con fuerza.
Segura de lo que decía y con una amplia sonrisa, la futbolista insistió.
—He dicho que te quiero.
Boquiabierta, Santana iba a hablar pero ella se acercó a ella y la besó con ardor, cuando se separó unos milímetros de su boca, susurró:
—No voy a permitir que acabes con lo nuestro de este modo. Lo que hay entre tú y yo es demasiado importante como para…
—Britt… —le cortó—. Por favor, calla… no sigas.
—No, tesoro, no me voy a callar. Te quiero y me quieres ¿Dónde está el problema? Tú estás aquí, yo estoy aquí… ¿Cómo pretendes que tras conocerte siga viviendo sin ti?
—Pero… pero yo… no puedo. Yo no puedo darte lo que tú quieres. Yo…
Con todo el amor del mundo, Britt le tocó el rostro y murmuró:
—Tú eres todo lo que yo quiero.
—No sabes lo que dices, Britt… ahora puede parecer bonito pero…
—Sé lo que digo, Santana. Y lo que digo es que te quiero a ti. El resto no me importa. Solo me importas tú.
Negando con la cabeza, suspiró, no podía aceptar. Aquello parecía buena idea, pero no lo era. No podía privarle a Britt de tener hijos e insistió.
—Piénsalo, por favor. Tu vida y mi vida no tienen nada que ver.
—No estoy de acuerdo.
—¿No?
Britt negó con decisión.
—Tu vida y mi vida tendrán que ver tanto como nosotros queramos. El tiempo que hemos estado juntas, sé que ha sido algo mágico y especial para las dos. En ningún momento ni tú ni yo pensamos que nada de esto podría ocurrir, pero ha ocurrido. ¡Nos queremos! ¿Por qué no quieres darte cuenta de ello?
—Porque soy realista, Britt y aunque esté mal decirlo tengo miedo de ilusionarme demasiado contigo porque creo que esto no es real.
—Lo que siento por ti es real ¡muy real! y no tienes que tener miedo. Créeme, por favor. Confía en mí.
—Yo… es que yo…
—Tú y yo podremos absolutamente con todo. —Y recordando algo que ella le había dicho el día del partido de futbol, le indicó—: Vamos, cariño, positividad, ¿dónde te la has dejado hoy?
Con el corazón a mil por el giro que habían dado los acontecimientos, después de recibir un nuevo beso por parte de ella, murmuró asustada.
—Vale, hablaremos. Te prometo que hablaremos, pero ahora tengo que ir a una reunión con el asistente social.
Al escuchar aquello, Britt asintió.
—De acuerdo, monta, yo te llevo.
—No, no hace falta. Tengo mi coche allí aparcado.
Sin querer separarse de ella susurró.
—Anoche dijiste que estabas enamorada de mí, ¿verdad? —ella asintió—. Pues si es así, demuéstramelo, cariño. Necesito sentirlo y verlo.
Sin más, la joven se acercó a ella y le besó. Lo necesitaba. Le besó con ternura, con pasión, con ardor… y cuando se separó de ella, este susurró.
—Esta noche pasaré por tu casa sobre las nueve y hablamos ¿de acuerdo?
—No, me pasaré yo por la tuya —le corrigió ella.
—De acuerdo.
Asustada por sus sentimientos y por lo que veía en ella, asintió. Después caminó hasta su coche y bajo la atenta mirada de Britt, desapareció. Tras salir del aparcamiento del centro comercial, Santana detuvo el coche, temblorosa. Lo que acababa de ocurrir la había asustado, y solo podía complicar más su vida. Se sentía perdida, llamó a Hanna, que no atendió la llamada. Santana le dejó un mensaje en el buzón de voz.
—Hanna, voy a desaparecer de Milán unos días. Todo se ha complicado de nuevo con Britt. No te preocupes por nada, estaré bien.
Colgó y se dirigió a su entrevista con el asistente social.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 20, 2016 3:59 am

-30-
Aquella tarde, acabadas unas compras, Britt llegó a casa de la entrenadora para devolverle el coche, y ésta preguntó preocupada:
—¿Pero qué ha pasado?
Sin entender a qué se refería Britt frunció el ceño y Sue aclaró.
—Santana ha llamado hace un rato y ha dicho que estará unos días fuera de Milán porque necesita pensar y…
—¡¿Cómo?! —Se sobresaltó al escuchar aquello
—¿No te ha llamado a ti?
—No.
Maribel, que en ese momento se acercaba a ellas, suspiró al descubrir que Britt no tenía ni idea de su marcha, era una huida.
—¡Aisss, Dios mío! ¿Dónde estará esta muchacha?
Tratando de entender porqué se habría ido, Britt empezó a llamar por teléfono a Santana mientras entraba en la casa de sus madres.
—¿Ha pasado algo con el asistente social?
—Me ha dicho que todo fue bien, pero que se marchaba unos días fuera de Milán para pensar. Le he preguntado por ti, pero ella solo ha dicho: «Mamá… ahora no» —le respondió Maribel; Sue ni siquiera podía hablar, se tocaba el pelo nerviosamente.
—No lo coge —protestó la futbolista.
En el lujoso salón de la entrenadora Sue, Britt exigió, totalmente confundida.
—¿Dónde está Santana?
—No lo sé, muchacha.
—Eso quisiera saber yo, hija —cuchicheó Maribel.
Sin pensarlo,Britt insistió con las llamadas. El móvil daba señal pero ella no
descolgaba. Eso le enfureció aún más.
—¿Habéis discutido?
—No.
—¿Pero qué ha pasado entonces en vuestro encuentro? —insistió Maribel.
—Le hablé de mis sentimientos y ella pareció reaccionar bien, aunque dijo que tenía miedo. Le pedí que olvidara los miedos pero por lo que veo, no ha sido así.
—Cuando me eche a esa jovencita a la cara. ¡juro que la mato por cabezona! —siseó Maribel.
Bloqueada,Britt no sabía qué pensar, aquella huída sí que no se la esperaba.
—¿Habéis llamado a Hanna para preguntarle?
—Sí, muchacha, eso fue lo primero que hizo Maribel, pero dice que ella también recibió un mensaje de Sanny indicándole lo mismo.
—¿Y a Sam?
Maribel y Sue se miraron. Oír hablar de aquel hombre les hizo torcer el gesto, la entrenadora respondió.
—No, no tenemos su teléfono.
Sin dudarlo, Britt llamó a Hanna y le pidió el teléfono de Sam. La joven, al
escuchar su voz de enfado, prefirió no dárselo, no quería liarla más, pero prometió llamarle ella. Dos minutos después, sonó el teléfono de Britt. Era Hanna para informarle de que Sam tampoco sabía nada.
Colgó, enfadada, molesta, casi entrando en cólera. Britt miró a la entrenadora.
—Ella había quedado conmigo en vernos en mi casa.
—Pues lo siento, muchacha…
—¡Maldita sea! ¿dónde se ha metido? —susurró enfadada.
Maribel, al ver el estado de la joven, y sobre todo cómo le temblaban las manos, le cogió del brazo.
—Tómate algo, Britt, lo necesitas.
Durante unas horas se sintió arropada por la familia de Santana, estaba más angustiada que en toda su vida. ¿Dónde estaba ella? al entrenadora y su mujer, en su intención de relajarle, le contaron infinidad de cosas de Santana , que al final le hicieron sonreír. Ellos sabían que Santana estaba bien, había hecho lo que hacía siempre cuando tenía un problema, desaparecer unos días y pensar. A ellos no les extrañaba pero a Britt sí y hasta que no
vieron con sus propios ojos que se tranquilizaba, no le dejaron marcharse a casa.
Aquella noche la jugadora no pudo pegar ojo: ¿dónde estaba Santana? Repasaba mentalmente una y otra vez lo ocurrido con ella e intentaba entender porqué había reaccionado así. Y solo pudo pensar en sus miedos: miedo a la decepción, miedo al rechazo… y eso la encolerizo aún más. Santana era la mejor persona que había conocido en su vida y no se merecía tener tanto miedo y menos con ella.
A las seis de la mañana, harta de dar vueltas en la cama, se levantó. Llamó de nuevo al teléfono de ella pero no respondió. Tras dejarle un nuevo mensaje pidiéndole que le llamara, colgó. Finalmente, decidió hacer ejercicio. Se puso un chándal, cogió a su perra y salió a la calle. Necesitaba sentir el aire fresco y correr. Regresó una hora después. Al entrar en casa tenía sed, cuando abrió el frigorífico para coger agua fresca, sonrió al ver las Coca-Cola que había comprado la tarde anterior para Santana, y sin poder remediarlo abrió
el congelador donde se quedó mirando, como un tonto, el helado de plátano.
Minutos después, malhumorada por no saber dónde estaba, cerró el congelador de golpe y algo cayó al suelo. Al agacharse para recogerlo, vio que se trataba del imán para la nevera que ella había comprado en la tiendecita de Volterra. Y de pronto, su mente se despejó, su corazón latió con fuerza y supo dónde estaba Santana: estaba en Orta de San
Giulio, en el hotel de su amiga, Il Rusticone, un lugar del que ella le había hablado en alguna ocasión.
Sin tiempo que perder, encendió el ordenador y vio en un mapa de carreteras que aquel lugar estaba a menos de cien kilómetros. Se duchó rápidamente, quería salir hacia allí cuanto antes.
Ya en carretera, llamó a Sue desde el manos libres.
—Creo saber dónde está, entrenadora.
—¿Lo sabes? ¿En serio?
Britt sonrió, estaba casi segura pero prefirió ser modesta.
—No se lo aseguro al cien por cien, pero…
—¿Dónde crees que está mi hija?
Al escucharle sonrió, no pensaba darle más datos.
—Sue, si doy con ella, te volveré a llamar. Y, por favor, si llama, no le digáis nada, ¿de acuerdo?
Sue sonrió, le gustó el empeño en buscarla por parte de la muchacha, le demostraba lo mucho que necesitaba y quería a su hija.
—Encuéntrala y llámame.
—De acuerdo, Terminator. —Sonrió antes de colgar.
En el camino rogó a todos los santos que ella estuviera allí. Si no estaba, no sabría por donde seguir buscándola, no tenía un plan B. Al poner música, no se sorprendió al encontrar dentro de la disquetera uno de los CD de Santana. ¡El Rey! Elvis Presley, le acompañó durante el trayecto y su música le hizo sonreír. Cuando llegó a Orta de San Giulio, preguntó por el hotel.
Al reconocerle, los lugareños le saludaban encantados. Ante ellos estaba Brittany Pierce,. Aprovechándose del influjo de su fama, no lo dudó y les pidió información. Necesitaba saber si en el hotel Il Rusticone, se alojaba una mujer morena llamada Santana Lopez, y si así era no quería que ella se enterara
de su visita. Sin tiempo que perder uno de los paisanos se marchó en busca de noticias.
Aquel pueblo no era muy grande y podía enterarse rápidamente.
Veinte minutos después, regresó con buenas noticias. Una joven morena muy agraciada, amiga de la dueña y de nombre Santana se alojaba en el hotel. Emocionada, Britt aplaudió y llamó a la entrenadora para darle la buena noticia. Colgó, dispuesto demostrarle su amor; miró a los hombres que le rodeaban, felices por poder ayudar a su ídola.
—Necesito otro favor.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 20, 2016 4:00 am

-30-
Aquella tarde, acabadas unas compras, Britt llegó a casa de la entrenadora para devolverle el coche, y ésta preguntó preocupada:
—¿Pero qué ha pasado?
Sin entender a qué se refería Britt frunció el ceño y Sue aclaró.
—Santana ha llamado hace un rato y ha dicho que estará unos días fuera de Milán porque necesita pensar y…
—¡¿Cómo?! —Se sobresaltó al escuchar aquello
—¿No te ha llamado a ti?
—No.
Maribel, que en ese momento se acercaba a ellas, suspiró al descubrir que Britt no tenía ni idea de su marcha, era una huida.
—¡Aisss, Dios mío! ¿Dónde estará esta muchacha?
Tratando de entender porqué se habría ido, Britt empezó a llamar por teléfono a Santana mientras entraba en la casa de sus madres.
—¿Ha pasado algo con el asistente social?
—Me ha dicho que todo fue bien, pero que se marchaba unos días fuera de Milán para pensar. Le he preguntado por ti, pero ella solo ha dicho: «Mamá… ahora no» —le respondió Maribel; Sue ni siquiera podía hablar, se tocaba el pelo nerviosamente.
—No lo coge —protestó la futbolista.
En el lujoso salón de la entrenadora Sue, Britt exigió, totalmente confundida.
—¿Dónde está Santana?
—No lo sé, muchacha.
—Eso quisiera saber yo, hija —cuchicheó Maribel.
Sin pensarlo,Britt insistió con las llamadas. El móvil daba señal pero ella no
descolgaba. Eso le enfureció aún más.
—¿Habéis discutido?
—No.
—¿Pero qué ha pasado entonces en vuestro encuentro? —insistió Maribel.
—Le hablé de mis sentimientos y ella pareció reaccionar bien, aunque dijo que tenía miedo. Le pedí que olvidara los miedos pero por lo que veo, no ha sido así.
—Cuando me eche a esa jovencita a la cara. ¡juro que la mato por cabezona! —siseó Maribel.
Bloqueada,Britt no sabía qué pensar, aquella huída sí que no se la esperaba.
—¿Habéis llamado a Hanna para preguntarle?
—Sí, muchacha, eso fue lo primero que hizo Maribel, pero dice que ella también recibió un mensaje de Sanny indicándole lo mismo.
—¿Y a Sam?
Maribel y Sue se miraron. Oír hablar de aquel hombre les hizo torcer el gesto, la entrenadora respondió.
—No, no tenemos su teléfono.
Sin dudarlo, Britt llamó a Hanna y le pidió el teléfono de Sam. La joven, al
escuchar su voz de enfado, prefirió no dárselo, no quería liarla más, pero prometió llamarle ella. Dos minutos después, sonó el teléfono de Britt. Era Hanna para informarle de que Sam tampoco sabía nada.
Colgó, enfadada, molesta, casi entrando en cólera. Britt miró a la entrenadora.
—Ella había quedado conmigo en vernos en mi casa.
—Pues lo siento, muchacha…
—¡Maldita sea! ¿dónde se ha metido? —susurró enfadada.
Maribel, al ver el estado de la joven, y sobre todo cómo le temblaban las manos, le cogió del brazo.
—Tómate algo, Britt, lo necesitas.
Durante unas horas se sintió arropada por la familia de Santana, estaba más angustiada que en toda su vida. ¿Dónde estaba ella? al entrenadora y su mujer, en su intención de relajarle, le contaron infinidad de cosas de Santana , que al final le hicieron sonreír. Ellos sabían que Santana estaba bien, había hecho lo que hacía siempre cuando tenía un problema, desaparecer unos días y pensar. A ellos no les extrañaba pero a Britt sí y hasta que no
vieron con sus propios ojos que se tranquilizaba, no le dejaron marcharse a casa.
Aquella noche la jugadora no pudo pegar ojo: ¿dónde estaba Santana? Repasaba mentalmente una y otra vez lo ocurrido con ella e intentaba entender porqué había reaccionado así. Y solo pudo pensar en sus miedos: miedo a la decepción, miedo al rechazo… y eso la encolerizo aún más. Santana era la mejor persona que había conocido en su vida y no se merecía tener tanto miedo y menos con ella.
A las seis de la mañana, harta de dar vueltas en la cama, se levantó. Llamó de nuevo al teléfono de ella pero no respondió. Tras dejarle un nuevo mensaje pidiéndole que le llamara, colgó. Finalmente, decidió hacer ejercicio. Se puso un chándal, cogió a su perra y salió a la calle. Necesitaba sentir el aire fresco y correr. Regresó una hora después. Al entrar en casa tenía sed, cuando abrió el frigorífico para coger agua fresca, sonrió al ver las Coca-Cola que había comprado la tarde anterior para Santana, y sin poder remediarlo abrió
el congelador donde se quedó mirando, como un tonto, el helado de plátano.
Minutos después, malhumorada por no saber dónde estaba, cerró el congelador de golpe y algo cayó al suelo. Al agacharse para recogerlo, vio que se trataba del imán para la nevera que ella había comprado en la tiendecita de Volterra. Y de pronto, su mente se despejó, su corazón latió con fuerza y supo dónde estaba Santana: estaba en Orta de San
Giulio, en el hotel de su amiga, Il Rusticone, un lugar del que ella le había hablado en alguna ocasión.
Sin tiempo que perder, encendió el ordenador y vio en un mapa de carreteras que aquel lugar estaba a menos de cien kilómetros. Se duchó rápidamente, quería salir hacia allí cuanto antes.
Ya en carretera, llamó a Sue desde el manos libres.
—Creo saber dónde está, entrenadora.
—¿Lo sabes? ¿En serio?
Britt sonrió, estaba casi segura pero prefirió ser modesta.
—No se lo aseguro al cien por cien, pero…
—¿Dónde crees que está mi hija?
Al escucharle sonrió, no pensaba darle más datos.
—Sue, si doy con ella, te volveré a llamar. Y, por favor, si llama, no le digáis nada, ¿de acuerdo?
Sue sonrió, le gustó el empeño en buscarla por parte de la muchacha, le demostraba lo mucho que necesitaba y quería a su hija.
—Encuéntrala y llámame.
—De acuerdo, Terminator. —Sonrió antes de colgar.
En el camino rogó a todos los santos que ella estuviera allí. Si no estaba, no sabría por donde seguir buscándola, no tenía un plan B. Al poner música, no se sorprendió al encontrar dentro de la disquetera uno de los CD de Santana. ¡El Rey! Elvis Presley, le acompañó durante el trayecto y su música le hizo sonreír. Cuando llegó a Orta de San Giulio, preguntó por el hotel.
Al reconocerle, los lugareños le saludaban encantados. Ante ellos estaba Brittany Pierce,. Aprovechándose del influjo de su fama, no lo dudó y les pidió información. Necesitaba saber si en el hotel Il Rusticone, se alojaba una mujer morena llamada Santana Lopez, y si así era no quería que ella se enterara
de su visita. Sin tiempo que perder uno de los paisanos se marchó en busca de noticias.
Aquel pueblo no era muy grande y podía enterarse rápidamente.
Veinte minutos después, regresó con buenas noticias. Una joven morena muy agraciada, amiga de la dueña y de nombre Santana se alojaba en el hotel. Emocionada, Britt aplaudió y llamó a la entrenadora para darle la buena noticia. Colgó, dispuesto demostrarle su amor; miró a los hombres que le rodeaban, felices por poder ayudar a su ídola.
—Necesito otro favor.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 20, 2016 4:00 am

-31-
Santana se despertó a las diez y media de la mañana. Sin muchas ganas de levantarse de la cama volvió a acurrucarse, dispuesta a dormir más. Estaba cansada, apenas había podido dormir pensando en Britt, pero estaba feliz por saber que el asistente social le había dicho que todo iba por buen camino; con un poco de suerte Suhaila e Israel vivirían con ella ya definitivamente dentro de unos meses. Pero sabía que su huída no estaba bien y estaba segura de que la futbolista se habría enfadado mucho con ella.
Cerró los ojos, para dejar de pensar y quedarse de nuevo dormida, cuando sonó la puerta de su habitación y oyó la voz de Eleonora, su amiga y dueña del hotel.
—Sanny… ¡el desayuno! Vamos… abre, que tienes que desayunar.
Desganada, la joven se levantó, resopló y caminó hacia la puerta. Eleonora, una mujer muy hippy de unos cincuenta años murmuró al verla recién levantada:
—¡Mamma mía! por esas ojeras supongo que has pasado muy mala noche, ¿a que sí?
—¿Tanto se me nota?
Eleonora, divertida por el gesto aniñado de la joven, la piropeó:
—Tú estás bellísima siempre, querida. ¡Juventud divino tesoro!
Santana soltó una risotada y, echándose a un lado, dejó que su amiga dejara la bandeja del desayuno sobre la mesa.
—¿Necesitas hablar?
Santana negó con la cabeza y cuchicheó:
—Necesito dormir, eso es lo que necesito.
Eleonora que la conocía muy bien, sonrió y tras señalarle el desayuno apremió.
—Desayuna, seguro que te vendrá fenomenal.
—De acuerdooo.
Cuando se quedó sola en la habitación,Santana entró en el baño, se aseó y una vez terminó, regresó a la habitación. Sin ganas, se puso unos vaqueros y una camiseta.
Aprovecharía el día y caminaría por aquel bonito lugar.
Ya vestida, se sentó ante la bandeja del desayuno, sacó su bote de pastillas y, tras tomarse la correspondiente al día, dio un trago de su café. Después atacó con gusto los pequeños donuts de azúcar que Eleonora le había llevado, estaban de muerte. Ensimismada con su desayuno, de pronto una música que venía de la calle captó su atención.
It´s now or never, come hold me tight
Kiss me my darling, be mine tonight
¿Elvis? ¿Estaba escuchando su canción preferida? Sorprendida, se levantó de la mesita con el donut de en la mano para asomarse a la terraza y, cuál no sería su sorpresa al ver un camión de bomberos aparcado junto al hotel, los altavoces del cual, amplificaban el sonido de su canción preferida.
Tomorrow will be too late
It´s now or never my love won´t wait
Sorprendida por aquello, salió a la terraza y observó que Eleonora y un gran grupo de gente, rodeaban el camión y miraban hacia arriba. De pronto, se le puso la carne de gallina.
Se quedó totalmente bloqueada al ver a Britt, vestida de bombero, subido en la escalerilla del camión que subía hasta su terraza. ¿cómo la había encontrado?
Inmóvil, todavía con el donuts en la mano no sabía qué hacer, mientras su canción sonaba a todo trapo y la mujer de sus sueños se acercaba a cada segundo más y más. El corazón le bombeaba con fuerza y, como pudo, se sujetó a la barandilla. Si no lo hacía, las piernas se le doblarían, tenía miedo de desmayarse.
Por la cara de Britt supo que no estaba enfadada. Estaba sonriente. Aquello era totalmente surrealista: ella en un balcón, Britt subiendo por la escalerilla del camión del bomberos, la música de Elvis a todo trapo en aquel pueblito italiano y los lugareños, presenciando la escena y haciendo fotos con el móvil.
La escalera llegó hasta ella y Britt, con una preciosa sonrisa, declaró:
—Cariño, no soy Richard Gere, ni llevo un traje gris, tampoco suena La Traviata, ni vengo en una bonita limusina blanca, pero estamos en un pueblo italiano, suena tu canción favorita de el Rey, y he agudizado el ingenio para conseguir este golpe de efecto a lo Pretty Woman.
Al escucharla tuvo que sonreír y respondió:
—Me gusta más esta canción de Elvis que La Traviata.
—¡Bien! ¡Lo sabía! —Gesticuló Britt—. Ahora solo espero que yo también te guste más que Richard Gere.
Conmovida como en su vida, Santana pestañeó. Aquella mujer estaba haciendo cosas maravillosas para demostrarle su amor.
—Eres más guapa que Richard Gere y te aseguro que me gustas mucho… mucho más.
Sin más, se acercó a la barandilla y, hechizada por el momento, posó sus labios en los de britt y le besó. El contacto entre ambas fue eléctrico y maravilloso y se separaron al oír las voces y los aplausos de la gente que les miraba desde la calle, mientras la canción continuaba.
Al ver aquello, Britt susurró a escasos centímetros de la boca de Santana:
—Yupi… Yupi… Hey
Sin más, saltó dentro de la terraza, ante los aplausos de todos los que les observaban y dijo: —¿Podemos pasar dentro de la habitación? Creo que con las fotos y vídeos que nos han hecho, hoy, salimos en todos los informativos.
Al darse cuenta de aquello, la joven volvió a la realidad y, cogiéndole de la mano, la introdujo dentro de su habitación, ante los vítores de todos los asistentes. Una vez a solas, Britt le soltó y ella dijo:
—Curiosa manera la tuya de hacerme saber que me quieres.
—Ya sabes que para todo me gusta ser diferente —respondió como pudo y preguntó—:
¿Qué haces aquí?
Quitándose el casco y el chaquetón azul de bombero, respondió:
—Vine a buscarte, cariño.
—¿Quién te ha dicho dónde estaba?
—Nadie, lo acerté.
—¿Lo acertaste? —preguntó sorprendida.
—Estaba en la cocina y al cerrar la puerta de la nevera se cayó el imán que compraste en Volterra y entonces recordé que me habías hablado en alguna ocasión de este lugar.
—Britt…
Al ver su ceño fruncido, la joven la cortó:
—Si me dices algo cariñoso, como cielo, amor o te quiero ¡te lo agradeceré! —Y tocándole con suavidad el rostro, murmuró—: He pasado una noche de locos pensando dónde podrías estar, estaba muy preocupada por ti, cariño.
Alejándose un poco de Britt, intentó ser fría y no dejarse llevar por las emociones.
—Muy bien, ya me has encontrado, ¿qué quieres?
—Te quiero a ti. Y… te quiero, como dice Suhaila, hasta el infinito y más allá.
Aquella frase, que tanto significaba para ella, le puso la carne de gallina ¿cómo sabía ella eso? e intentando mantenerse fría le cortó.
—Vamos a ver… vamos a ver… Creo que te estás acelerando. Está claro que hay un magnetismo sexual entre nosotras, pero no todo en la vida es sexo, ¿no crees?
—Ajá… lo creo.
—Y creo que te estás dejando llevar por algo que ni tú mismo entiendes, sin pensar en nada más. Te conté mi problema, pero creo que aún no eres consciente de lo que te dije.
Acercándose a ella le respondió con seguridad.
—Entiendo lo que me pasa: estoy enamorada de ti y soy consciente de lo que me dijiste, la que no eres consciente de lo que hace, eres tú, ¿por qué te niegas a darnos una oportunidad?
—Tengo miedo, ¿no lo entiendes?
—Si ese miedo es porque crees que lo nuestro no va a funcionar ¡olvídalo! Yo no soy Sam, soy Brittany tu Brittany y te quiero y estoy dispuesto a hacer por ti lo que sea.
Retirándose el pelo de la cara, la joven resopló y estirando su mano frente a ella para pararle en su acercamiento, añadió:
—Te gustan las mujeres técnicamente perfectas y yo no lo soy.
—Eres técnicamente perfecta para mí.
—Eso es mentira.
—No. No lo es. Eres preciosa, sexy, atractiva y si a eso le sumas que eres divertida, guerrera, dulce cuando quieres y encantadora, ¿qué más puedo pedir?
Agobiada por las cosas tan maravillosas que le estaba diciendo, insistió:
—Tú quieres tener hijos y yo quizá no pueda dártelos.
—Eso no me importa, si te tengo a ti.
—Dijiste que querías niños que fueran carne de tu carne, ¿no lo recuerdas?
la futbolista asintió, recordaba aquellas desafortunadas palabras e indicó:
— Creo que para nuestra suerte, ya tenemos dos. Suhaila e Israél. Por cierto, ¡tan guapos como la madre!
—Britt…
Sin darse por vencida susurró.
—Sanny…
Y sin dejar que ella dijera nada mas, retiró la mano que les separaba, la acercó hasta ella y la besó. Lenta y pausadamente, Britt degustó aquello que ansiaba y había ido a buscar. La mujer que adoraba estaba entre sus brazos y pensaba luchar por su amor el tiempo que hiciera falta. Solo importaba ella. Nada más. Cuando de nuevo separaron sus labios, ella murmuró:
—Britt… estás a tiempo de marcharte.
—¡Ni lo sueñes, preciosa! Hasta que no me digas que me quieres y que no puedes vivir sin mí, no te voy a soltar. Así que acostúmbrate a esta habitación, porque va a ser lo único que vas a ver hasta que claudiques. —Ella sonrió, aquello era buena señal y ella añadió—: Cuando estaba hundida por mi lesión, recuerdo haber conocido a una tocapelotas, cabezota,
luchadora y positiva que me decía: «señorita Pierce, ¡este partido lo vamos a ganar!». —Al escuchar eso, ella volvió a sonreír y ella prosiguió—: Pues ahora déjame decirte, señorita Lopez ¡este partido lo vamos a ganar! Iremos juntas a hacerte las pruebas al oncólogo cada seis meses o cuando haga falta, y no te voy a soltar de la mano en ningún momento pase lo que pase. Olvida tus miedos y tus inseguridades por lo que a mí respecta porque te quiero…
te quiero y te quiero y no voy a permitir que nada, ni nadie, nos separe, ¿me has entendido?
—Emocionada asintió—. Respecto al tema de los hijos, Suhaila e Israel cumplen a la perfección lo que yo siempre he querido y, si el destino nos trae más hijos, ¡bienvenidos sean! pero no voy a dejar de estar con la mujer que amo por un capricho del destino.
—Pero, Britt…
—¡Sé positiva!
—Lo soy, pero…
—No hay «peros», Santana —la cortó—. Solo danos la oportunidad de querernos como deseamos las dos, no lo niegues, me quieres tanto como yo te quiero a ti. Y acabo de abrirte mi corazón como nunca pensé que podría hacerlo ante una mujer, ¿qué tal si me dices algo cariñoso? Lo estoy deseando. Sus palabras, su mirada, su cercanía, su amor… Todo el cúmulo de cosas hizo de pronto desaparecer todos los miedos e inseguridades. Quería esa oportunidad, allí estaba ella dispuesta a quererla y a adorarla pese a todas las zancadillas que el destino les pusiese por delante. Con una sonrisa que a Britt le hizo latir el corazón, desbocado, ella le confesó:
—Te quiero, princesa.
Con una enorme sonrisa, la miró y, clavando su cautivadora mirada en ella le suplicó:
—Por favor, ¿serías tan amable de repetir lo que has dicho, tocapelotas?
—Te quiero…
—Otra vez, por favor.
Sonriendo y entrando en el juego de ella, repitió más alto.
—Te quiero
—¿Hasta el infinito y más allá?
Al escuchar aquello Santana soltó una carcajada y consciente de ello, añadió:
—Te quiero hasta el infinito y más allá y si antes pensaba que eras maravillosa, ahora pienso que eres excepcional. Me has sorprendido y espero sorprenderte tanto como tú lo has hecho hoy. Nunca pensé que Brittany Pierce, el caprichito de las italianas, pudiera enamorarse de una mujer como yo y hacerme sentir tan especial. He dudado, y he dudado de ti porque tenía miedo a defraudarte y a defraudarme a mí misma.
—Nunca me defraudarías, no digas eso y…
En ese momento sonó la puerta de la habitación y Britt, sorprendida, preguntó:
—¿Esperas a alguien?
Ella negó con la cabeza y los toques impacientes volvieron a sonar. Britt, soltó de mala gana a Santana y, al abrir, sonrió al encontrarse con Sue y su mujer, que rápidamente entraron en la habitación.
—¿Todo bien, muchacha? —preguntó la entrenadora.
Britt, con una amplia sonrisa, cogió a la joven de la mano y afirmó:
—Todo bajo control, Sue.
Ambos chocaron su mano con complicidad y Santana sonrió justo en el momento en el que su madre le cuchicheaba:
—No sé si darte dos azotes…
—¡Ni lo sueñes, mamá! —Rio la joven divertida sin soltarse de la mano de Britt, Maribel emocionada por ver a su hija por fin feliz y sin miedos, la abrazó y a ese abrazo se les unió a la entrenadora. Britt les observó y por fin sonrió con tranquilidad: la había encontrado, había encontrado a la mujer que adoraba y como le había prometido, nada, ni nadie, les iba a separar.
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 20, 2016 4:01 am

-Epílogo-
Los resultados de las pruebas de Santana fueron positivos. Eso, unido a la incorporación completa de Suhaila e Israel a la familia y a la felicidad de la joven y la futbolista, hizo que todos fueran dichosos como llevaban muchos años sin serlo.
La prensa se hizo eco de la escena del balcón protagonizada por Britt. la
futbolista más querida por las féminas y adorado por los tifosi del Inter, se había enamorado de la hija de la entrenadora Sylvester. La imagen de ella declarándose en un camión de bomberos se difundió por todos los medios, y rápidamente la prensa inventó una increíble historia de amor.
En agosto, tras unas estupendas vacaciones en Tenerife, Britt y Santana  regresaron a su casa bronceadas, relajadas y encantadas. Todo el tiempo que estaban juntas les parecía poco y, aunque les costó dejar a los niños una semana con los abuelos, al final lo hicieron y disfrutaron a solas la una de la otra.
En septiembre, Britt, cansada de dormir una noche en cada casa, decidió dar el gran paso y pedirle a Santana que se casara con ella delante de toda la familia, ella aceptó sin dudarlo. Le quería y como ella decía, «nada ni nadie les separaría».
En noviembre, en plena temporada futbolística decidieron casarse en la catedral de Milán. Su boda fue un gran acontecimiento para la ciudad y un enorme orgullo para Sue Sylvester , que entró en la catedral llevando a su hija del brazo, e hizo ver a todo el mundo que hasta las más duras tienen debilidades.
En la fiesta posterior, Santana y Brittany abrieron el baile. Cuando sonaron los primeros acordes, se miraron y enamoradas, bailaron su canción.
It´s now or never, come hold me tight
Kiss me my darling, be mine tonight
Tomorrow will be too late
It´s now or never my love won´t wait
Sin importarles que todo el mundo les estuviera observando, como dos auténticas enamoradas, se miraban a los ojos mientras ella canturreaba y ella murmuró:
—Nunca terminaste de contarme qué dice esta canción.
Encantada sonrió e indicó:
—La canción habla de un amor, dice que cuando vio por primera vez la sonrisa de su amada, cayó rendido a sus pies. Ella siempre ha estado buscando ese amor, y una vez lo ha encontrado, quiere todo de ella. Sus labios le excitan y su cuerpo le invita a abrazarla y asegura que el momento para amarse es ahora o nunca, porque ese amor no quiere esperar.
Enamorada, cuando ella acabó de explicarle lo que decía la canción, la besó y todos les vitorearon. Esa canción sin saberlo resumía su historia de amor.
Una hora después, Sue volvió a sorprender a todos cuando se marcó con su hija algunas piezas de rock and roll , ante los aplausos de invitados y familiares. Maribel y Susan  la madre de Britt, cuchicheaban y aplaudían emocionadas, mientras la futbolista se reía con sus hermanas.
—Tienes una cara de tonta ahora mismo, que no puedes con ella —se mofó Lexi.
—Gracias, hermanita ¡yo también te quiero! —Rio la futbolista sin quitarle la vista de encima a su ya mujer mientras ella bailaba con su madre.
—Ni caso, Britt, ya sabes que las bodas no son el punto fuerte de Lexi —se guaseó  Kitty  divertida.
Pero le gustara o no reconocerlo, Britt sabía que así era. Estaba tan orgullosa de su mujer que supuraba admiración por ella por todos los poros de su piel. Santana era la persona más luchadora que había conocido en su vida: había luchado de pequeña por salir adelante; había luchado de jovencita para superar la muerte de su hermana; había luchado por ella misma para superar un cáncer; había luchado por Suhaila e Israel para darles una familia y, en cierto modo, había luchado con una futbolista creída hasta hacerle ver que la
vida era algo más que belleza y mujeres técnicamente perfectas.
Aquella madrugada, cuando acabó la fiesta y entraron en la habitación del hotel, Britt como flamante esposa dejó a su mujer sobre la cama y murmuró con una sonrisa de lobezno:
—Te voy a comer entera.
Divertida y sensual, Santana murmuró:
—Cómeme.
Sin prisa, pero sin pausa, se desnudaron e hicieron el amor. Ya agotadas, se dejaron caer en la cama, y Britt dijo besándola en la cabeza:
—Siento mucho que no podamos irnos de viaje de novias todavía por mi trabajo.
—No pasa nada, cielo. —Sonrió tocando el tatuaje de su pezón—. Ya nos iremos más adelante, ahora tienes que darlo todo hasta el final de la temporada.
—Todavía no hemos decidido a dónde ir, ¿tienes alguna idea?
Acurrucándose en ella, sonrió y murmuró deseosa de más sexo:
—Me da igual el lugar si estoy contigo.
Emocionada, Britt asintió e incorporándose, cogió su chaqueta del suelo, sacó de ella un sobre y le dijo entregándoselo:
—Yo ya elegí lugar ¡espero haber acertado!
Con curiosidad, Santana abrió el sobre y, al leer el documento que había en su interior, le miró y, después de pestañear como una chiquilla, gritó:
—¿En serio?
—Sí, preciosa, ¡en serio!
Tirándose sobre ella, le besó con pasión y, cuando se separó, murmuró a escasos centímetros de su boca.
—Vamos a ir a Joulupukin Pajakylä.
—Sí —rio feliz Britt.
—A Laponia para ver la Casa de Santa Klaus.
—Sí, señora Pierce Lopez, allá vamos.
—Madre míaaa, creo… creo que me voy a desmayar de la emoción.
—¡Ni lo sueñes, preciosa…! Hoy no puedes desmayarte, tengo prevista una larga y ardiente noche contigo.
—Yupi… yupi… hey —se mofó al escucharle.
Britt soltó una carcajada, era consciente de lo feliz que la hacía aquel viaje, y le explicó los detalles:
—Salimos el dieciséis de diciembre y regresaremos el veintiuno, así podremos pasar las navidades con la familia. Nos alojaremos en un precioso hotel desde donde me han asegurado que veremos la aurora boreal. Visitaremos a Papá Noel para que le des tu carta.
—Al decir aquello, ella soltó una carcajada—. Pasearemos en trineo tirados por renos.
Jugaremos en la nieve y cuando lleguemos a nuestra habitación te haré el amor incesantemente para que digas eso de yupi… yupi… hey.
__
FIN


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Miér Ene 20, 2016 12:13 pm, editado 2 veces
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por micky morales Miér Ene 20, 2016 8:02 am

uno de los mejores fics que he leido, muchas gracias y hasta una pronta oportunidad!!!!!
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Finalizado Re: Brittana:Ni lo sueñes /adaptacion cap 29, 30, 31 mas el Epilogo

Mensaje por Susii Miér Ene 20, 2016 4:19 pm

Oooooh pero que bella historia:') y que hermoso final:3 bellobello*-*
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