[Resuelto]FanFic Brittana: Mientras II (Adaptada) Epílogo

Capitulo 20

Hizo mi cama.

Maldita sea.

¿Por qué hacía esto?

Estuve trabajando duro para sacarla tanto de mi cabeza y mi sistema por tres largos días. Revolcándome en un montón de whisky y mujeres.

No funcionó.

La única forma en la que fui capaz de correrme, fue cerrando los ojos y fingiendo que era Brittany. Gritar su nombre no resultó bien con las chicas que estaban lo suficientemente sobrias como para darse cuenta de que mentalmente no me encontraba con ellas.

La esquina de mi edredón se hallaba doblada para mí y un plato de comida se encontraba en la mesa junto a la cama, cubierta con papel aluminio para mantenerla caliente.

Sólo tenía que resistir hasta el sábado por la noche.

Entonces me iría por tres días enteros. El entrenador decidió que necesitaba comenzar a practicar con el equipo desde los domingos hasta los jueves. Se suponía que trabajaría desde los miércoles hasta los sábados desde ese momento.

Wilson le dio a la entrenadora Sue un buen reporte y estaba siendo recompensada por el buen comportamiento.

Cuando Brittany me rogó más temprano, casi me rendí.

La única cosa que evitó que me girara para mirarla fue la imagen de ella con otro persona. Le permitió tocarla y ayudarla a subir a la camioneta. Aunque el tipo no actuó de forma desairada.

Fue bastante amable.

No podía hacer esto con ella.

Ser el secreto sucio de alguien nunca me molestó, hasta ese momento. No quería ser el secreto de Brittany. Las cosas se sentían diferentes con ella.

Sentí algo.

Algo real.

Había sido más. Mucho más.

Quité el papel aluminio del plato y el olor a pastel de carne y maíz me golpeó.

Me sentía famélico.

La imagen de Brittany preparando mi plato, envolviéndolo cuidadosamente y llevándolo ahí, apretó mi pecho.

Maldita sea, iba a ser difícil.

Por suerte, aprendí a una edad temprana que la auto-preservación era la única forma de sobrevivir con el alma intacta.

O tal vez ya había perdido mi alma.

Dudaba que Dios le permitiera conservar cualquier regalo suyo a alguien como yo.

Más bien creía que nací sin una.




El agua del lago se calentaba con cada caluroso día.

Aún estaba más fría que los cuarenta grados que llegaba a ser tan sofocante que se hacía difícil respirar. Metí la cabeza bajo la superficie y mojé mi cabello, sacándolo de mi rostro.

El sonido de una puerta de auto cerrándose de golpe, hizo que sacara la cabeza. Me giré en el agua para ver a Brittany caminando hacia mí.

Mierda.

¿Qué iba a hacer?

Hice todo en lo que podía pensar para que me dejara jodidamente sola.

Su largo cabello caía libre por su espalda, y su plano estómago se encontraba desnudo. El pequeño top rojo que llevaba, junto a esos malditamente cortos pantalones hicieron que mi sangre ardiera.

Debería girar la cabeza e ignorarla, pero era tan hermosa que era difícil. No me había permitido mirarla en casi una semana.

Se detuvo en la orilla y comenzó a quitarse el top.

¿Qué diablos?

Un sujetador de encaje rojo cubría sus tetas y aunque debería estar aliviada, no había nada mejor que lo desnudo.

Era bastante caliente.

Cuando sus manos bajaron para desabrochar sus pantalones cortos, abrí la boca para detenerla, pero ya comenzaba a salir de ellos. Un par de bragas de encaje a juego con una muy pequeña cobertura hicieron que se me atascara la lengua.

—Vas a hablar conmigo—demandó, entrando en el agua.

Quería discutir con ella, pero caminaba hacia el agua con ropa interior roja, maldita sea.

No podía formar las palabras.

—¿Dónde fuiste?—preguntó mientras cerraba el espacio entre nosotras.

No podía olvidarlo. No podía romperme. Ella tenía el poder de hacerlo.

Nadie había tenido ese poder antes, nunca.

Brittany podría hacerlo. Si la dejaba acercarse más, podría destruirme totalmente. Me sentía débil cuando se preocupaba.

No podía ser débil.

Ya me rechazó una vez.

¿Por qué estaba tan determinada a hablarme?

No fui yo quien la rechazó. Yo fui la rechazada.

No iba a darle a alguien la oportunidad de decidir que no era lo suficientemente buena de nuevo.

—No creo que sea de tu jodida incumbencia, ¿no, cariño?—dije aburridamente.

Se tensó y detuvo su acercamiento.

Bien.

Si se acercaba demasiado, iba a cogerla y olvidar el hecho de que pensaba que no era lo suficientemente buena para ella.

Me aferré a ese pensamiento mientras sus tetas jugaban con el agua. Burlándose de mí.

—¿Por qué estás actuando así?—preguntó.

El dolor en su voz hizo una fisura en mi pared. Tenía que alejarme de ella antes de que cometiera un error.

—Sólo estoy siendo yo misma.

Frunció el ceño.

—No. No eres fría y cruel.

Apreté las manos en puños debajo del agua para evitar estirarme y jalar ese dulce cuerpo contra mí y así poder conseguir otra probada de ella.

Otro recuerdo que me llevaría conmigo cuando me fuera. Me rechazó. Lo haría de nuevo.

—¿Qué quieres, nena? ¿Quieres que me ocupe de ese caliente cuerpo que estás patrocinando? Porque no me importaría hacerlo sentirse mejor. Puedes correrte en mis dedos, ¿o ya estás lista para que los entierre en tu interior? ¿Quieres saber qué se siente follar con una chica mala? Es malditamente bueno, o eso me han dicho. Siempre tengo a las chicas regresando por más.

—San, no hagas esto—se atragantó.

—¿Que no haga qué? ¿Decirte la verdad sobre mí? Ya me tenías descifrado. Ese es el por qué quieres mantenerme como tu sucio secreto. Estoy acostumbrada a eso, Britt. He sido la aventura salvaje de muchas mujeres.

—Detente, no eres así.

Avancé un paso hacia ella y mi corazón golpeteó furiosamente contra mi pecho. Las lágrimas que llenaban sus ojos era lo último que podía soportar. Me odié mientras las siguientes palabras salían de mi boca.

—Sí, nena, soy así. Pero no te preocupes. Estaré bien. Fui rechazada por ti, y más mujeres llegaron. Unas cuantas calientes chicas de una hermandad me hicieron sentir mejor este fin de semana.

Antes de que pudiera alejarme de ella, se giró y corrió hacia la orilla. El dolor en mi pecho se hizo insoportable. Me arrodillé y puse las manos en mis rodillas.

¡Jooooder! Eso dolía.


La camioneta rugió a la vida y la escuché alejarse. Huyó de nuevo, pero esta vez, fui yo quien la hizo huir.

Me enderecé, lanzando la cabeza hacia atrás y grité:

—¡Hija de puta!—mientras el sol caía directamente sobre mí.

Burlándose de mí.

Burlándose de mi vida.



Brittany


Casey se fue.

Sam se fue.

Santana se fue.

No tenía a nadie. No podía soportarlo.

Necesitaba hacer que el dolor desapareciera. Me sentía tan lastimada que mantenerme lejos de Santana el resto de la semana fue la única forma en la que pude tratar con el dolor.

Incluso así, todo lo que podía hacer era llorar.

Estuvo con otras mujeres. Quería creer que me mintió para lastimarme, pero sabía que no era así.

Vi la sinceridad en sus ojos.

La idea de alguien más tocándola y sintiendo sus manos sobre su cuerpo, me hacía sentir náuseas.

No podía soportarlo.

Necesitaba olvidar.

Necesitaba borrar esa imagen de mi cabeza.

El dolor sólo se hacía peor. Ella pensaba que la había rechazado y de alguna manera, así era.

Tenía razón.

Me lo merecía. Pero dolía demasiado.

Aparqué en el local de Holly. Era el único Honky Tonk del pueblo. Y también era el único lugar que permitía que las personas de veinte años bebieran.

Necesitaba sentirme entumecida.

El alcohol era la única cosa con la que podía contar que funcionaría.

Holly te vendía si tenías dinero. Debido a eso se las arreglaba para tener un negocio exitoso. Ninguna persona en el país pensaba en venir a comprobarla.

Conseguía un montón de cosas porque se encontraba fuera del radar. Saqué la falda de mezclilla que Casey había amado tanto y me la puse. Completé mi traje con botas vaqueras y un brillante top negro.

Iba a bailar con personas atractivas y beber suficiente tequila como para hacer que el dolor desapareciera.

Santana podría haberme dejado a un lado una vez se hubo cansado, pero no era indeseable.

Muchas personas se sentirían emocionados al tener mi atención.

Abrí la puerta de golpe. Mientras entraba en el bar lleno de humo, busqué a Becca Lynn. Me envió un mensaje diciéndome que viniera si buscaba diversión.

La vi bailando con un tipo con un sombrero de vaquero negro y un par de vaqueros ajustados. Becca Lynn frotaba su cuerpo contra él mientras la banda tocaba una vieja canción country que me recordaba al álbum de Hank Williams Jr. de papá.

Holly se encontraba en la barra y me acerqué para ordenar mi primer chupito de la noche.

—No esperaba verte aquí después de que Sam viniera a buscarte la última vez que viniste—el preocupado ceño de Holly me molestó.

¿Por qué todo el mundo se metía en mis asuntos?

—Necesito una bebida, Holly—le dije mientras me sentaba en el taburete vacío frente a ella.

Suspiró.

—Bien, niña, considerando que ahora eres una adulta—agarró un vaso de chupito y vertió algo de José Cuervo blanco en él, luego lo empujó hacia mí—¿Quieres limón y sal?

—No. Así está bien—respondí y lo puse entre mis labios.

El calor quemó mi garganta. Bajé el vaso de nuevo y se lo regresé.

—Desacelera, cariño—me reprendió y llenó el vaso de nuevo antes de entregármelo de nuevo.

—Sólo necesito dos para soltarme—tomé el vaso y bebí su contenido rápidamente.

El calor era menos intenso, pero seguía ahí.

—¿Esto se debe a que Sam se fue a la universidad?—preguntó Holly, apoyando los codos sobre la barra y estudiándome.

Su largo cabello rubio y atado en una cola de caballo. La vida había sido buena con ella y aunque probablemente aún se hallaba en sus cuarenta.

—No. Esta vez no es por uno de los chicos Evans—le informé, devolviéndole el vaso—Sólo uno más—le dije.

—¿A quién voy a llamar con Sam fuera de la ciudad si terminas mal?

—No me emborracharé, lo prometo. Sólo necesito olvidar, Holly.

Presionó los labios firmemente y me sirvió otro vaso.

No esperé a que me lo diera. Me estiré, lo cogí y me lo bebí. El entumecimiento comenzó a establecerse y Santana López pareció menos importante.

Perfecto.

Le sonreí a Holly y habría besado su mejilla fofa si pudiera. Fue quien alivió el dolor que sentía desde que Santana se deshizo de mí.

Levantándome, tuve que detenerme un segundo para estabilizarme cuando la habitación giró un poco. Una vez hube recuperado mi balance, me dirigí a la pista de baile.

Bailaría sola.

No necesitaba una persona.

—Brittany Pierce, creo que has estado bebiendo—dijo una familiar voz y levanté la mirada del suelo que había estado mirando para no caerme y encontré los sonrientes ojos castaños de Mark Ganner.

Mark fue el segundo bateador en la secundaria. Casey a menudo decía que Mark era su chico de confianza. Podía atrapar una pelota sin importar cuán mal la lanzaran.

—Mark—sonreí, feliz de ver a alguien de mi pasado.

—Luces muy bien, Brittany.

Estiré la mano y me aferré a su brazo, inclinándome contra él. Mis piernas aún se sentían algo entumecidas.

—Gracias —respondí.

—¿Quieres bailar? —preguntó Mark.

—¡Sí!

Mark se rió y me atrajo entre sus brazos. Me sentí agradecida por el apoyo.

—¿Qué has estado haciendo? —preguntó mientras nos movíamos al ritmo de la música.

—Nada. Tratando de descifrar qué hacer luego.

Mark asintió.

—Sí.

La canción cambió y tuve más control de mi cuerpo cuando el tequila se extendió a través de él.

Lanzando la cabeza hacia atrás, me reí y comencé a mover las caderas seductoramente contra Mark. El interés en sus ojos se sintió vacío. Pero bueno, ya me hallaba vacía.

Bien podría tomar lo que podía.

—¡Britt!—chilló Becca Lynn mientras el vaquero la rodeaba y se situaba junto a mí y Mark—Mírate, ya estás borracha y bailando con Mark. Estoy tan orgullosa que podría llorar—jadeó Becca—Sé bueno con ella, Mark.

—Está en buenas manos—le aseguró Mark a Becca.

Ella soltó risitas, luego le guiñó el ojo antes de seguir bailando.

—¿Aún siguen en contacto ustedes dos? —preguntó Mark.

—Sí, Becca Lynn aún me visita. Es la única amiga que tengo, aparte de Sam, que es lo suficientemente valiente para visitarme.


Mark frunció el ceño y pude ver la compasión en sus ojos. Odiaba la compasión.

Santana nunca me miró con maldita compasión en sus ojos.

—Necesito otro chupito. ¿Me traerías uno? Holly está siendo tacaña conmigo esta noche.

La compasión de Mark desapareció y me dio una sonrisa emocionada.

—Sí, claro. Ya vengo.

—¿Podrías comprarme dos? —le pregunté mientras comenzaba a dirigirse hacia la barra.

—Absolutamente.

Capitulo 21

—Trae tu triste culo, repara tu maldito dedo y consíguenos un par de bellezas. Esta noche quiero una pelirroja. Tan malditamente grandes que sean falsas—gritó Marley para hacerse escuchar sobre la música alta.

—Sólo estoy aquí para beber—contesté.

Ya le había dicho eso una vez. Simplemente no podía fingir con el sexo barato.

No ayudaba.

Sólo me hacía más hija de puta de lo que ya era.

—Vamos, morena. Puedo conseguir algunas damas, pero tú siempre obtienes la maldita crema del postre. Por favor, ve a conseguirme algunas.

Marley me caía bien, pero comenzaba a molestarme. No quería conseguirle ninguna maldita chica.

¿Se daba cuenta acaso de cuán jodidamente superficial sonaba?

—Te dije que no estaba aquí para eso.

Marley dejó su cerveza en la mesa y se sentó en el taburete vacío a mi lado.

—Por favor, no me digas que esto es por la chica que trajiste aquí hace unas semanas. Pensé que lo habías superado. No puedo atravesar esta mierda contigo también. Primero Quinn, ahora tú. Demonios, ¿qué pasó con todas? ¿Por qué alguien querría renunciar a eso?

Antes de que tuviera que contestarle, mi teléfono vibró en el bolsillo. Lo saqué y un número desconocido apareció en la pantalla. Presioné el botón para contestar y me tapé la otra oreja para poder escuchar.

—¿Hola?

—Santana. Oye, morena, soy Sam. ¿Dónde estás?

¿Para qué rayos me llamaba Sam?

—En Sea Breeze, ¿por qué?

—Necesito un enorme favor. Es Brittany.

Me puse de pie y comencé a caminar hacia la puerta, a grandes zancadas.

—¿Qué pasa con Brittany?

—Estoy en Louisiana, ella se ha ido y ha bebido de nuevo. Acabo de recibir una llamada de Holly. Dijo que Brittany estaba bailando en la maldita barra.

—Jodeeer—gruñí y comencé a correr.

Hurgando en mi bolsillo encontré mis llaves y las metí en la cerradura cuando llegué a mi Mustang. No se suponía que debía estar conduciendo, pero al carajo con eso.

Tenía que llegar con ella.

¿Y qué si alguien la tocaba?

Mi corazón latía frenéticamente contra mi pecho.

—Holly la está vigilando, pero dijo que alguien debía ir a buscarla y que no quería tener que llamar a Wilson. Él estaría furioso. Además, se ha ido a ese campamento de caza de peces.

—Llama a Holly y dile que sacaré a Brittany de ese bar y que se asegure que nadie ponga un dedo sobre ella, o tendrá que lidiar con una jodida pelea cuando llegue ahí—gruñí.

Sam estuvo callado un segundo, luego finalmente contestó.

—De acuerdo. Lo haré. ¿Puedo preguntarte algo?

NO.

—¿Qué?

—¿Es sólo otra chica para ti? ¿O es diferente?

Me aferré fuertemente al volante intentando controlar las diferentes emociones que emanaban de mí.

—Brittany siempre ha sido diferente—dije con los dientes apretados.

—Bien—suspiró—Llamaré a Holly.

Tiré el teléfono en el asiento del pasajero.

Esto era mi culpa.

Si alguien la tocaba sería mi culpa. También sería mi culpa cuando el estúpido hijo de puta tenga el rostro hecho pedazos.




Entré en el estacionamiento de Holly y tuve la puerta del auto abierta antes de frenar completamente.

Me las había arreglado para hacer una hora de viaje en treinta minutos. Era un milagro que no estuviera tras las rejas.

La pesada puerta de madera se abrió y Becca Lynn salió tropezando en un par de zapatos, y colgando del brazo de un tipo que estaba lejos de ser un vaquero.

Sus ojos vidriosos se encontraron con los míos y me dirigió una ebria sonrisa presumida.

— Santana López, ¿qué haces aquí?

—¿Dónde está Brittany?


Ella río y luego se encogió de hombros.

—La última vez que la vi estaba bailando en la barra.

Pasé de largo a Becca Lynn y entré. Escaneando la habitación, busqué a Brittany.

—¿Estás aquí por Brittany?—me preguntó la chica que hacía de barman.

—Si —contesté, caminando hacia ella—. ¿Dónde está?

La señorita arrojó una toalla sobre su hombro y salió de detrás de la barra.

—Ven conmigo.

La seguí mientras quitaba el seguro de la puerta a la izquierda de la barra y se dirigía por un oscuro pasillo.

—La dejé aquí hace rato. No soy fanática de las peleas. Sam me contó sobre el calvario que se venía, y que si Brittany estaba bailando en la mesa destrozarías el lugar. Así que la dejé en mi oficina—abrió una puerta al final del pasillo y dio un paso hacia atrás—Aquí es. Debo volver al frente. Tómate tu tiempo—dijo, y se volvió para caminar de vuelta sobre sus pasos.

Entré a la habitación. Una sola lámpara iluminaba el lugar. Brittany estaba acurrucada en un descolorido sofá en una esquina. Sus ojos cerrados y se veía tan tranquila.

Dios, la extrañaba.

La había sostenido una vez cuando se había quedado dormida de esa forma.

Cerré la puerta detrás de mí y caminé hacia donde se encontraba. Me incliné frente a ella y eché hacia atrás los rizos que caían sobre su rostro. Sus pestañas le rozaban las mejillas. Corrí mi pulgar por la suave piel detrás de su oreja.

Estaba preocupada de romperme si la dejaba acercarse demasiado. Desafortunadamente, me preocupé por eso un poco tarde.

Porque ya estaba rota.

La Santana que era antes de Brittany ya no existía. Por mucho que no quisiera admitirlo, me había enamorado de ella.

Le había permitido a alguien entrar, y ella no me quería.

No había sido lo suficientemente buena. Nunca lo fui.

Ver su dulce, perfecto, inocente, rostro sólo hundió el clavo más profundo. No era lo suficientemente buena para ella.

Merecía otra Casey en su vida.

Merecía a una persona que no hubiera vivido su vida tan jodido que nunca sería lo suficientemente buena.

Había estado demasiado cerca del cielo y tuve un pedazo. El infierno que había vivido antes de ella no tenía ningún significado para mí.

Me puse de pie y levanté a Brittany en mis brazos. Se acurrucó contra mí.

—¿San? —susurró contra mi pecho.

—Sí, estoy aquí, Britt-Britt. Vuelve a dormir. Te llevaré a casa.




Brittany


Abrí mis ojos y observé el cielo raso.

Me hallaba en casa. En mi cama. Pero no recordaba haber ido ahí.

Aún estaba oscuro afuera. Una rápida mirada al reloj me dijo que eran las cuatro de la mañana. Un vaso de agua y una botella de aspirinas se encontraban en la mesa de noche con una pequeña nota.


Tal vez debas tomar otra aspirina cuando despiertes. Bebe el agua también. TODA.


Santana.

Podía olerla en mi camiseta.

Saltando fuera de la cama, corrí a la ventana y miré hacia el granero.

¿Se encontraba ahí?

Comencé a bajar a toda velocidad las escaleras, y respiré el olor a tabaco en mi ropa. Me desnudé y rápidamente me di una ducha.

Tenía que sacarme todo el hedor del bar.


Una vez que estuve limpia y vestida, corrí hacia el granero. No golpeé la puerta. En cambio, la abrí lentamente. La luz de la luna que se colaba por la ventana caía sobre el cuerpo de una dormida Santana.

Mi corazón se disparó.

Había venido a buscarme. Me trajo a casa.

Sus ojos se abrieron y me observó. Sabía que debía decir algo, pero el solo hecho de verla aquí y saber que había vuelto por mí obstruyó mi garganta con emoción.

—¿Qué estás haciendo, Britt?—su voz no sonaba enojada. Sino derrotada.

—Desperté y estaba en casa. Luego vi tu nota y vine a ver si te encontrabas aquí—balbuceé.

No quería que me hiciera marchar.

—Estoy aquí. Ahora vuelve a la cama—contestó.

—San, por favor háblame. Te extraño.

No era mi intención sonar tan patética, pero no pude evitarlo. Había venido por mí.

Necesitaba saber por qué.

Tenía que sentir algo por mí.

No quería ser sólo otra chica con la que hubiera disfrutado y luego la hubiera hecho a un lado.

Estar con ella había significado algo para mí.

Ella significaba algo para mí.

Santana soltó un suspiro cansado y se sentó. Las mantas cayeron a un lado y su pecho desnudo casi me hizo olvidar lo que quería decir.

—No puedes decir mierdas así, Brittany. No es justo.

—No veo por qué no es justo decirte cómo me siento. Lo que no es justo es que me tiraste tan pronto te aburriste. Tú sólo te fuiste y jodiste con unas rameras sin ningún problema.

Levantó su cabeza de golpe. La mueca de enojo en su rostro me sorprendió.

—¿Qué? No te dejé porque me aburrí. ¡Tú-Me-Rechazaste! Y al carajo con eso, Brittany. TODO lo que vi mientras estaba con ellas fue a ti. Cerraba mis jodidos ojos y te imaginaba a ti. Sólo a ti.

Había estado pensando en mí.

Debí haber estado realmente jodida, porque oírlo decir eso me hizo sentir mejor.

Odiaba el hecho de que había estado con otras mujeres, pero sólo saber que fue duro para ella, y que había pensado en mí, borraba un poco el dolor.

Yo había comenzado esto.

Mi estúpida necesidad de complacer a la mamá de Casey. Ella nunca lo habría hecho de no ser porque yo la corrí. Todo este dolor de cabeza era sólo porque la mamá de Casey me había hecho sentir culpable.

—Estaba confundida —admití.

Santana soltó una risa dura.

—Sí, bueno, yo no—di un paso adelante, pero ella negó con la cabeza—No te acerques.

—Por favor, escúchame. Déjame explicarte.

Pasó una mano por su oscuro cabello y pude ver la batalla interna en su expresión.

Tenía que hablar mientras estuviera débil.

—Cometí un error. Escuché a alguien más, quien no sabía nada sobre ti. Dejé que mis miedos tomaran lo mejor de mí y cometí un terrible, terrible error.

Santana dejó caer su mano de vuelta a su regazo y sus ojos tristes se encontraron con los míos.

—Pero escuchaste. Algo de lo que la mamá de Casey dijo tuvo sentido para ti. Por mucho que odie admitirlo, probablemente tenía razón. Hiciste bien en alejarte.

Ya había descubierto quien habló conmigo, y la había llamado la mamá de Casey, no de Sam.

El problema era con Casey.

—No, San. No, no hice bien.

—Sí, Brittany, lo hiciste. No soy una buena mujer. No soy la mujer de la que le podrías contar a tu papá alguna vez. Estarías avergonzada de dejarle saber a las personas de este pequeño pueblo que pasaste de la maravillosa y buena Casey Evans a la perdedora de Santana López. Te mereces una persona, un o una Casey Evans.

Mi corazón se rompió cuando vi el odio a sí mismo en su rostro.

Me odiaba por ponerlo ahí.

Ella no era Casey. No era nada como Casey. Era mucho más.

—San, por favor no—le rogué, acortando la distancia entre nosotras.

Retrocedió, tomé su rostro en mis manos y cubrí sus labios con los míos. No me respondió al principio. Cuando me senté a horcajadas en su regazo y me pegué a su cuerpo, se rindió. Sus manos se deslizaron arriba por la parte de atrás de mis piernas mientras su lengua entraba en mi boca y comenzaba a besarme en respuesta.

El gemido que brotó de su pecho me volvió loca. Quería esto, demasiado.

Necesitaba sentirme cerca de ella de nuevo. Busqué la borde de mi camiseta y me la quité, ignorando las protestas de Santana.

Tomé su cara otra vez, presionando mi pecho desnudo contra el suyo. La fría barra cosquilleó en mi pezón y me estremecí.

La probé de la misma forma que ella me probó.

Besando cada esquina de su boca, mordisqueé su labio inferior y arrastré su lengua dentro de mi boca chupando duro. Cuando sus manos ahuecaron mis pechos grité y me presioné contra ella.

Esta noche eso no era suficiente. Necesitaba estar mucho más cerca. Casi perdida en ella.

Necesitaba más.

La empujé hasta que cayó sobre el colchón debajo de mí. Verla observarme con esos ojos que reflejaban lo que yo sentía, borró cualquier duda de mi mente.

Me puse de pie y comencé a quitarme los shorts.

—Britt, no… ah, joder—gimió Santana cuando me quité las bragas y me arrastré encima de ella.

Tiré de la colcha hacia abajo para poder sacarle las suyas, pero en su lugar, vi como su depilado y húmedo sexo quedaba libre.

Santana dormía cien por ciento desnuda, no solo su parte superior.

Bajando mis manos, la acaricie y las deslicé por su sedosa y cálida textura.

Soltó un gemido.

—Ahhhh, Britt no quieres hacer esto—dijo roncamente en una desesperada súplica.

Sí, quería hacerlo.

Quería hacer esto más que querer respirar.

Deslicé mis manos arriba hasta sus pechos y los masajeé, y bajé mi cuerpo encima del suyo. Manteniendo mis piernas a cada lado de sus caderas, cerré mis ojos en puro placer cuando su muslos presionó mi mojada entrada.

Nunca había hecho esto pero había leído lo suficiente para saber que sería difícil de hacerlo la primera vez estando arriba.

Necesitaba que ella se hiciera cargo.

Me deslicé sobre ella varias veces causando que maldijera y apretara la sábana en un fuerte amarre.

—San, te quiero dentro de mí. Quiero que me hagas el amor—susurré contra su oído y la sentí temblar debajo de mí.

Era un sentimiento poderoso y me encantó.


Gimió y me tomó por la cintura. Empujó mi pecho más cerca de su boca. Cuando mi pezón estuvo frente a ella, lo alcanzó y lo cubrió con su boca. Gritando, presioné su cabeza más cerca de mí.

Quería más.

Mordió suavemente mi pezón y mi cuerpo sintió un escalofrío recorrerlo entero.

—Si, por favor—rogué.

Lo soltó para luego pasar al otro pecho y hacer lo mismo. Comencé a moverme adelante y atrás. Mientras más chupaba mejor se ponía.

Santana movió sus caderas y me congelé cuando sus dedos me penetraron. Cerré mis ojos, quería advertirle, pero se sentía tan bien que no podía encontrar las palabras.

—Joder Britt-Britt, eres tan malditamente estrecha—gruñó mientras su mano libre se aferraba a mi cadera y me mantuvo quieta.

Me presioné hacia abajo y el dolor del estiramiento fue excitante.

—Alto. No lo hagas. Voy a lastimarte. Por favor. Sólo dame un minuto. Necesito hacerlo despacio—su respiración era dura y sus palabras entrecortadas.

Dejé que me bajara más y grité cuando el dolor se intensificó. Santana se detuvo.

—¿Britt?—preguntó con su voz en pánico.

¿También la estaba lastimando a ella?

¿Estaba muy apretada?

—¿Si?

Dios, por favor no hagas que se detenga.

—Eres virgen.

Tragué con nerviosismo.

—Si…

—Oh, demonios—gruñó y comenzó a deslizar sus dedos fuera de mí.

—No, por favor, no—le rogué mientras me quitaba de encima. Me tendió sobre mi espalda y me observó desde arriba.

—Quiero esto. Así que ayúdame. Dios, no merezco esto pero lo quiero jodidamente demasiado. ¿Estás. Completamente. Segura?—su rostro se veía duro.

Extendí mi mano y tomé la tomé, frotando su mejilla con mi pulgar.

—Sí. Por favor, San. Estoy es lo que quiero—contesté.

Cerró sus ojos y soltó un suspiro irregular.

—Está bien—se posicionó entre mis piernas, sosteniéndose a sí misma sobre mí—Nunca estuve con una virgen, Britt. Voy a intentar con todas mis fuerzas no lastimarte.

—¿Te lastimará a ti?—pregunté, pensando en su expresión adolorida cuando dijo que estaba muy apretada.

Sonrió.

—Va a ser lo más cerca del paraíso que alguna vez voy a estar, Britt-Britt

Oh. Dios.

Observé su rostro mientras introducía dos dedos en mí. Mientras me estiraba para dejarla entrar el dolor no me molestó. Ver el placer en su rostro a medida que se hundía más profundamente dentro de mí me hizo querer arremeter contra sus dedos.

Me encantaba saber que podía hacerla sentir así.

Hizo un alto y sus ojos se clavaron en los míos.

—Esta es la parte en que dolerá. Lo voy a hacer rápido y luego me quedaré quieta para que te acostumbres.

—De acuerdo.

Santana cerró los ojos fuertemente y presionó duro dentro de mí. Un agudo dolor dentro me quitó el aliento. Hundió su rostro en mi cuello y comenzó a regar besos en todos mis lugares suaves mientras susurraba cuán bien me sentía.

—Estoy dentro y te sientes tan caliente y apretada. Es como un maldito guante, Britt-Britt.

Oírla decir cómo se sentía para ella hizo que mi placer volviera con más fuerza. Quería que se moviera. Levantando mis caderas golpeó más profundo dentro de mí.

—Oh, Dios, Britt—gimió mientras se deslizaba lentamente fuera y luego dentro otra vez.

Levanté mis piernas para rodear sus caderas y soltó un gemido placentero en aprobación.

—Eso es perfecto. Tú eres perfecta—jadeó.

No quería que esto terminara.

Su respiración se volvió más irregular cuando sus brazos se flexionaron con cada envestida.

—Joder, Britt-Britt, eres tan malditamente estrecha—gimió.

Me levantaba para encontrar cada una de sus embestidas, necesitando algo.

Necesitaba más.

No podía tener suficiente.

Santana gruñó y salió de mí.

—No, no lo hagas —grité mientras extendía mis piernas y enterraba su cara entre ellas.

El primer lametón de su lengua contra mí me envió volando. Escuché mi grito de placer y el nombre de Santana salió de mi pecho mientras me apretaba más contra su rostro.

Ella soltó un fuerte gemido mientras continuaba. Se detuvo de a poco y finalmente levantó la cabeza. Tan increíble como había sido eso, había disfrutado tenerlo en mi interior.

—¿Por qué te detuviste?

Se limpió la boca con el dorso de la mano y se arrastró de vuelta a mi lado.

—Quería que fuera intenso y perfecto para ti.

—Entonces tú no…—me callé, odiando de nuevo que no se hubiera liberado.

Río.

—Oh no, lo hice. Una jodida cantidad—frunciendo el ceño, me giré para verla—Voy a tener que cambiar las sábanas—explicó.

—Oh—contesté. Quería hacerlo de nuevo y quería que llegara unida a mi—¿Podemos hacerlo otra vez —pregunté, cambiando de posición para poder tocar su pezón perforado.

—Siempre que quieras.

Sonriéndole, besé la barra.

—¿Cuánto hay que esperar para que puedas hacerlo otra vez?

Levantó sus cejas sorprendido.

—No es sobre mí. Puedo hacerlo justo ahora pero vas a estar adolorida—corrió su pulgar sobre mi labio inferior—Porque tú estabas increíble y jodidamente apretada. Lo juro Britt, nada se le compara.

—No estoy dolorida—le aseguré, levantando mis caderas para sentarme a horcajadas sobre ella.

—Sí, lo estás. Sólo espera, en la mañana lo sentirás.

Haciendo un puchero, me bajé y crucé los brazos bajo mis pechos. Sus ojos se concentraron en ellos y tuve un momento difícil intentando no sonreír.

—¿Cuándo podremos hacerlo de nuevo?

Santana se inclinó sobre sus codos y sus ojos se encontraron con los míos.

—Cualquier maldito momento que quieras. Soy todo tuya—sonrió presumida—Si sigues haciendo puchero voy a decidir que el que estés dolorida se puede resolver de otras formas.

Con curiosidad, me incliné sobre ella.

—¿Qué quieres decir?

Presionó un beso en la parte superior de uno de mis pechos.

—Quiero decir que solo lo voy a besarte y aliviarlo.

Capitulo 22

Brittany me despertó una hora antes del amanecer, besando mi pecho y deslizando su mano arriba y abajo de mi muy húmedo sexo.

—Mmm—gemí, alcanzándola para empujarla más cerca, y así poder presionar sus labios maravillosamente hinchados contra los míos—Esta es la mejor forma de despertar—susurré antes de deslizar mi lengua dentro de su boca ansiosa.

Brittany puso su pierna por encima de mis caderas y se sentó a horcajadas.

—¿Qué estás haciendo, Britt-Britt?—pregunté mientras que hundía dos dedos en mi—¡Guau! Espera—dije mientras buscaba su abertura—Tenemos que hacerlo ambas.

—Será perfecto—dijo con una maliciosa sonrisa en su rostro.

—Oh, sí—contesté.

Una vez que ambas estuvimos cómodas me penetro de golpe y yo hice lo mismo. Ambas gritamos y nos estremecimos al unísono.

Observé con asombro mientras Brittany abría los ojos lentamente y bajaba la mirada hacia mí con placer puro brillando en ellos. Nunca me cansaría de esto.

De ella.

Nunca tendría suficiente.

Justo antes de que me perdiera dentro de ella, mi boca se abrió y no pude contener las palabras martilleando en mi cabeza con cada latido de mi corazón.

—Te amo.




Cuando salí de la ducha, mis sábanas no estaban.

Olían a sexo y a Brittany y quería quedármelas, pero sabía que no podía.

Agarré una toalla y me sequé el cabello. Luego, la envolví alrededor de mis pechos.

Había estado preocupada por haber lastimado a Brittany, pero maldita sea si ella no me había dejado adolorida.

Después de anoche, Brittany me poseía.

Empujé lejos el temor que vino con ese conocimiento. Antes, pensaba que me había roto, pero ahora ella tenía el poder de destruirme totalmente.

El sexo siempre había sido una liberación para mí. Lo que habíamos hecho era mucho más que eso.

Un fuerte golpe en la puerta del granero me sacó de mis pensamientos felices.

—¿Sí?—grité.

La puerta se abrió y Wilson irrumpió en el interior con rostro asesino. No me tomó mucho darme cuenta de que yo era la única a quien quería matar.

De alguna manera, él sabía.

Señaló con el dedo mi cara.

—Tocaste algo que no tenías derecho a tocar, chica. Ella no es una de tus putas. Es una buena chica que ha tenido un año magnífico. Debería poner una bala en tu cabeza y enterrarte en el patio—vociferó y sacudió su dedo en mi dirección—Pero no lo haré. Llamé a Sue. Le he dicho que trabajaste duro aquí este verano y que deberías ser absuelta del asunto de conducir en estado de ebriedad y permitirte volver al equipo. No le dije que has estado aporreando a mi pequeña. Tomó toda mi fuerza de voluntad no tomar el arma y venir a volarte tus jodidas pelotas cuando llegué para ver a Brittany saliendo de aquí al amanecer, ¡con los brazos llenos de TUS SÁBANAS!

¿Había visto a Brittany?

¿Se encontraba bien?

¿Por qué no me había llamado o enviado un mensaje para avisarme?

—Harás tus maletas, irás a ese pequeño auto tuyo y te marcharás. No le dirás adiós. Ni siquiera la mirarás. Si siquiera parpadeas en su dirección, me aseguraré de que lo pierdas todo. Sé todo sobre tu situación. Quieres un futuro, así que no puedes perder tu educación. Si quieres mantenerla, entonces te irás. No te engañes, muchacha, si piensas que puedes elegir a mi hija en su lugar, nunca la tendrás. Iré por el arma y le pondré fin de esa forma. ¿Me escuchaste?

¿Quería que me alejara de ella?

¿Cómo diablos se suponía que me alejara de ella?

No podía dejarla.

—No la dejaré.

—Al diablo que no lo harás. Nunca la tendrás. Puedo tomar el teléfono justo ahora y quitarte tu mundo.

El Softbol era la única manera en la que podría conseguir una educación universitaria.

No tendría otra oportunidad.

Estaría trabajando en un bar cualquiera, ganando un salario mínimo y propinas por el resto de mi vida.

Brittany merecía más que eso.

Merecía una persona que pudiera hacerse cargo de ella. Pero mierda si iba a dejarla.

No podía hacer eso.

Puede que no sea lo suficientemente bueno para ella, pero iba a tratar con todas mis fuerzas para ser digna.

—No puedo lastimarla y no la dejaré.

—Ya la has lastimado, muchacha. Ya lo hiciste. Se encontraba inestable y te aprovechaste de eso. Brittany nunca se casaría con alguien como tú. Amaba a Casey Evans. La adoraba. Nunca será feliz hasta que encuentre a otra y otro Casey. Ambos sabemos que nunca vas a cumplir con esos estándares. Para Brittany sólo eres una manera de expresarse. No significas nada para ella, muchacha. Ahora, haz tus maletas y vete antes de que cambie de opinión—Wilson dio un portazo al salir.

Me hundí en la cama y dejé caer mi cabeza en mis manos.

¿CASARSE?

Joder, ¿qué quiso decir con casarse?

No podía casarme.

Brittany nunca pensaría en mí de esa manera. No era la tipo de persona con la que a una chica le gustaría casarse.

Él tenía razón.

Era el lado emocionante de Brittany.

Nunca me había dicho que me amaba.

Nunca había dicho algo de un por siempre.

Nunca estaría a la altura de Casey, y Brittany quería otra Casey. Merecía otra Casey.

Cuando Brittany había decidido casarse, había ido en busca de alguien sin un pasado jodido y un registro criminal.

La noche anterior le había hecho el amor a una mujer por primera y última vez. Había sido increíble y tenía un recuerdo que le daría forma al resto de mi vida.

Brittany consiguió su probada del lado salvaje. Había seguido adelante lo suficientemente pronto.

No era como si estuviera rompiéndole el corazón. Pero, maldita sea, estaba arrancando el mío de mi pecho.



Con mi bolsa de lona llena, me dirigí a mi coche.

No miré a ninguna otra parte más que al frente. No sería capaz de irme si la veía. Puede que no me amara, pero yo la amaba tanto que no importaría.

Cuanto más me acercaba a mi auto sin que ella saliera gritando mi nombre, más sentía que algo dentro de mí moría.

Abriendo la puerta del coche, lancé mi bolsa en el interior y salí de la calzada por última vez.

Dejando atrás mi corazón.



Brittany


¿Dónde se encontraba?

Después de haber tomado una ducha, tomado un extra cuidado en fijar mi maquillaje y escoger un atuendo que volvería loco a Santana, bajé para prepararle un bocadillo.

Su coche ya no estaba.

Salí y miré alrededor, buscándola. Mi corazón comenzó a acelerarse mientras el miedo se instalaba.

¿Había pasado algo?

¿Se encontraba bien?

¿Se había metido en problemas por conducir anoche?

Corrí hacia el granero y entré en el cuarto de atrás. Se hallaba vacío. Sin signos de que Santana hubiera estado ahí.

Me di la vuelta y encontré a mi papá de pie en la puerta.

—¿Qué estás haciendo, Britt?

Ya no me importaba. Papá podría superarlo. Tenía veinte años.

—Estoy buscando a Santana—contesté, desafiándolo a preguntarme por qué.

—Se fue.

Mi corazón se detuvo.

—¿De qué hablas?

¿Había necesitado devolver su auto?

¿Tenía una práctica?

—Sue quería que volviera. Dijo que había cumplido su condena y podía regresar a casa. Salió corriendo de aquí como si no pudiera esperar para marcharse.

No. No. Santana no saldría corriendo.

No se iría sin decirme cuándo me volvería a ver de nuevo.

Mi teléfono.

¿Me había llamado?

Pasé empujando a papá, y corrí hacia la casa. Tenía que conseguir mi teléfono. Lo había dejado cargando en mi habitación. Tal vez estaba en silencio y me había perdido su llamada.

Eso tenía que ser, porque Santana no me dejaría.

No después de anoche.

No lo haría.

La última vez me había dicho que me amaba.

Ella no me dejaría.

No había llamadas en mi teléfono. Ni mensajes. Nada.

Santana se había ido sin decir nada.

¿Por qué?

¿Qué había hecho mal?

¿Había sido sólo sexo para ella?

¿Habían sido todas esas dulces palabras algo que le decía a cada chica cuando tenía sexo?

Dios, no.

Lancé mi teléfono al suelo y dejé que el dolor me invadiera.

Le había dado mi corazón a alguien que no lo quería. Incluso sabiendo eso, no me arrepentía.

Sólo quería que me quisiera.

Sólo quería que ella también me amara.





Tomé mi guitarra y me dirigí al granero.

Era mi rutina diaria. Papá se hallaba molesto por ello, pero le dije que me dejara sola y permitiera que me encargara de esto de la manera que yo quisiera.

Ya no era inocente y llena de sueños y fantasías. Todo eso murió con Casey.

Entendí que el dolor era real y a veces las cosas no duran. A veces, simplemente tienes que disfrutarlo mientras dure y apreciarlo cuando se haya ido.

Abriendo la puerta de la habitación de Santana, me senté en la cama y puse la guitarra en mi regazo.

Me había escondido de mi música cuando había perdido a Casey.

La necesitaba ahora.

Había tanto que necesitaba expresar y ésta era la única manera en la que sabía cómo hacerlo.

Abrí el cuaderno nuevo que compré y las palabras en las que había estado trabajando cubrieron la primera página. Empecé a tocar la melodía que escuché en mi cabeza y anoté las que funcionaban mejor.

Mi tiempo con Santana no era algo que hubiera querido olvidar.

Quería cada emoción por escrito. La forma en que se sintió enamorarse.

Perderse en alguien.

Esos eran momentos que siempre mantendría cerca.


Casey siempre había estado en mi vida. Realmente no recuerdo enamorarme de ella.

Sólo siempre la amé.

Era segura.

Se encontraba ahí para mí y lo sabía. Éramos una parte de la otra.

Santana era tan diferente.

Me había enseñado cómo se sentía querer, necesitar, entregarse, perderse. Me alentó a dejar atrás mis inseguridades y ser yo misma.

Santana era libre y salvaje.

Era como un hermoso pájaro que nunca podría tener.

Las palabras brotaron de mí e ignoré las lágrimas que corrían por mi rostro.

Capitulo 23

—No irás a la fiesta así que traje la fiesta hasta ti—gritó Marley, mientras se adentraba en mi departamento.

Cuatro mujeres con risitas tontas la siguieron hacia el interior.

Mierda.

Dejé caer mi cerveza con fuerza sobre la mesada y la miré a través de la barra.

—Te dije que no estaba interesada.

Marley tenía sus manos alrededor de una pelirroja y extendió su mano para tocar sus tetas.

—Pero mira estas bellezas—guiñó en mi dirección—Son pequeñas chicas traviesas de fraternidad. Nuestro tipo favorito.

Aquello era repulsivo. Me alejé a regañadientes de la barra y señalé la puerta.

—Llévalas a otro lugar, Marley. No estoy de humor.

Una rubia caminó lentamente hacia mí y presionó sus enormes pechos falsos contra mi brazo.

—Ay, no seas tan mala. Puedo hacerte sentir mucho mejor—cuando su brazo paseó sobre mi sexo desinteresada y apretó, colapsé.

—Saca sus MALDITOS traseros de mi departamento. Ahora.

—Demonios, Santana. Ya no eres divertida en absoluto.

No esperé a que las llevara fuera. Me dirigí hecho una furia de regreso a mi habitación y azoté la puerta, luego le puse seguro. Había conocido chicas como esas antes.

No tomaban un no por respuesta.

—¿Puedo al menos utilizar la habitación de invitados? ¡Puedo encargarme de las cuatro por mi cuenta!—gritó Marley.

—¡NO!

Escuché quejidos mientras se fueron. Una vez que la puerta se cerró detrás de ellas, me recosté en mi cama y cerré los ojos.

Brittany.

Dios, la extrañaba tanto.

Me iba a dormir pensando en ella y despertaba cada mañana con la realidad de que nunca la sostendría de nuevo.

¿Creyó que simplemente la abandoné?

¿Pensó que tomé lo que quería y me fui?

Me dio su virginidad y simplemente me fui.

Mierda.

¿Cómo iba a vivir el resto de mi vida sabiendo que creía que sólo la dejé?

No me había llamado o enviado un mensaje.

Tal vez se sentía aliviada.

Tal vez a la luz del día se dio cuenta de que había cometido un error.

Le había dicho que la amaba. No había sido capaz de contenerlo. Aparte de Rachel, nunca le había dicho a otra persona que la amaba.

Extendí el brazo en busca de mi teléfono.

Sé que Wilson me dijo que no la contactara pero tenía que asegurarme de que estaba bien.


Lo lamento. Tuve que irme. Sólo quería asegurarme de que te encuentras bien.


Dudé si respondería. Pero tenía que intentarlo.


También lo lamento.


¿Qué significaba eso?

¿Lamentaba que me marché?

¿Lamentaba que su papá no me diera ninguna opción?

¿Lamentaba haber tenido sexo conmigo?


¿Por qué?


Por todo.


Dejé mi teléfono caer en la cama y cerré mis ojos contra el dolor.





—Sal de esa habitación y trae tu trasero aquí—llamó Rachel, desde mi sala de estar.

Necesitaba ocultar la llave extra en un mejor lugar.

Dando vueltas sobre mi cama, me puse de pie y me arrastré hacia la cocina.

—¿Qué estás haciendo aquí, Rach?

Rachel examinó mi apariencia y sacudió la cabeza.

—Luces horrible. Necesitas tomar un baño.

—Gracias. Si eso es todo lo querías decirme, voy a regresar a la cama gruñí.

—No, no vas a hacerlo. Vine aquí porque necesitamos hablar.

Me incliné contra la mesada y crucé los brazos sobre mi pecho.

—Habla —respondí.

Rachel se levantó para sentarse en la barra.

—¿Por qué estás haciéndote esto? ¿Por qué te fuiste si sólo ibas a perder el tiempo en tu departamento?

Suspirando, recorrí mis dedos a través de la cima de mi cabeza.

—Te lo dije, Rachel, su papá me obligó.

—¿Cuándo alguien alguna vez te ha obligado a TI a hacer algo? ¿Mmm? Porque la Santana que he conocido toda mi vida hace lo que demonios le plazca y jode la reglas.

—Incluso si me hubiera quedado, nunca me habría querido. No me quería para nada más que una aventura de verano. Yo era su forma de seguir adelante.

Rachel negó con la cabeza.

—No lo creo. La conocí. Vi la manera en que te miraba. No es el tipo de chica que sólo tontea por diversión.


—Me rechazó, Rach. Cuando fue necesario y tuvo que escoger entre su familia y amigos o yo, lo eligió a ellos. Sí, perdoné eso y la acepté de nuevo, pero era extremadamente persuasiva. Me rechazó una vez. Lo hará de nuevo. Cuando las cosas se pongan difíciles, nunca seré yo a quien escoja.

—¿Y sabes esto por que tomó una mala decisión? Estaba en un aprieto y entró en pánico, Santana.

Me alejé de la mesada.

No quería enojarme con Rachel.

Nuca había estado molesta con ella, pero me llevaba el límite. No iba a ser capaz de controlar mis emociones en cuento a esto.

—La. Amo dije, con duras palabras entrecortadas.

—Entonces toma tu propio consejo. Dale. Una. Oportunidad.

Darle una oportunidad.

Le había dicho eso con respecto a Quinn. Había estado preocupada de que la abandonara algún día.

Como yo, tenía miedo al rechazo.

Le había dicho que le diera a Quinn una oportunidad.

—Sabía que Quinn te amaba —respondí.

Rachel dio un paso en mi dirección.

—Y yo sé que alguien a quien le permitiste acercarse a ti de la forma que se lo permitiste a Brittany, no será capaz de NO amarte. Sería imposible. No tienes idea de qué tan especial eres. Ves el lado malo. Siempre has visto sólo lo malo. Pero yo veo lo bueno. Hay tanto que es bueno y maravilloso sobre ti. Tú dejas que Brittany vea eso. Nunca habías dejado a nadie verlo, excepto a mí. Pero la dejaste a ella. Sé que no puede evitar amar lo que vio—lágrimas se derramaban por el rostro de Rachel cuando terminó.

Cerré la distancia entre nosotras y la atraje en un abrazo.

—Gracias—susurré, a medida que descansaba mi mentón en la cima de su cabeza.

—No me agradezcas. Sólo ve por ella.



Brittany


Di un paso fuera del granero justo cuando la Sra. Evans se acercó.

No había estado esperando por ella, pero eso no significaba nada. Solía pasarse para verme con frecuencia. Con Sam en la escuela, probablemente sólo necesitaba hablar sobre él.

—Seguro que es bueno verte con esa guitarra de nuevo—sonrió brillantemente.

Caminé hacia el porche, en su dirección, y abrí la puerta.

—Es agradable tocarla otra vez. ¿Quieres entrar?

—Sí, quería venir y hablarte por un rato.

Genial. Otra charla de corazón.

La última había causado un montón de dolor. Esta vez iba a recordar que no era una niña que necesitaba orientación, sino una adulta que se conocía a sí misma.

—Por supuesto, acércate—dejé la funda mi guitarra encima de la mesa y fui hasta la mesada para conseguir dos vasos de té dulce.

Jessica amaba el té helado dulce.

—Escuché de tu papá que la chica que ayudaba en el granero se ha ido dijo, detrás de mí.

Se me hizo un nudo en el estómago.

No quería hablar acerca de Santana con ella. No podía. Ella no entendía.

Nadie lo hacía.

—Sí, se fue.

—Eso es bueno. No era la clase de chica que necesitabas. Hay personas tan buenas ahí afuera. Personas que serán buenos esposos o esposas y buenos personas.

Si ella no fuera la mamá de Casey y de Sam, y si no hubiera estado ahí para mí mientras crecía, le habría mostrado la puerta.

Le debía respeto por esas cosas y morderme la lengua era lo mejor.

Simplemente asentiría y me desharía de ella.

—Sabes, Rory ha estado preguntando mucho por ti. Habla conmigo cuando Sam viene a casa. Creo que está enamorado de ti—sonrió como si me acabase de confesar un gran secreto.

Era consciente de que le gustaba a Rory. No fue reservado sobre eso.

Los mensajes comenzaban a enfadarme. Le había pedido a Sam que le dijera que se detuviera.

—Él va a heredar toda la tierra y la compañía de construcción de su papá, sabes. Es un gran partido.

También era un niño de mamá que lloriqueaba cuando no conseguía lo que quería.

—Mmm respondí, bebiendo un gran trago de mi té.

Por favor, permite que esta conversación termine pronto.

—Recibiré a Rory y a sus padres el fin de semana del Día del Trabajador. Sam también estará en casa. Pensé que tal vez te gustaría venir y celebrar con nosotros. Será lo mismo que hacemos cada año. Costillas a la barbacoa. Mi ensalada de patatas que te encanta y cacerola de habichuelas.

—Um, bueno, uh, gracias, Sra. Evans, pero no estoy segura todavía de lo que papá está planeado hacer y…

—Oh, él también está invitado, por supuesto. No hemos tenido una reunión familiar en unas vacaciones desde que Casey falleció. Esto será bueno para todos nosotros.

Un portazo y gritos interrumpieron nuestra conversación.

Me puse de pie de un salto y corrí hacia el porche. Papá bloqueaba mi vista. No podía ver a quién le gritaba, pero conocía el coche que permanecía frente a él.

Era de Santana.

¿Qué hacía aquí?

—Oh por Dios. ¿Qué está haciendo esa chica aquí? ¿Debería llamar a la policía?

—Shhh, no. No llames a nadie—espeté, y regresé mi atención de nuevo al camino de entrada.

—Te dije que no volvieras por aquí, muchacha—rugió papá.

—No debí haberme ido. Quiero hablar con Brittany. Tú nunca deberías haberme dejado marchar sin hablar con ella—respondió Santana.

¿Qué?

—Te di una opción y escogiste tu carrera de Softbol sobre ella. Ninguna persona lo suficientemente buena para mi chica escogería alguna cosa sobre ella.


Santana azotó su puño contra el capó del coche.

—No escogí nada sobre ella. Tú amenazaste mi vida y mi educación. Nunca fue acerca del Softbol. ¡Al demonio el Softbol!

—Entra en el coche y vete. No vuelvas. Llamaré a la policía la próxima vez e irás a prisión. No te metas conmigo. Yo protejo lo que es mío.

Los ojos de Santana se movieron y nuestras miradas se conectaron.

No entendí lo que acababa de escuchar.

No tenía idea de lo que sucedió entre mi papá y Santana.

En el momento no me importaba. Había conseguido mirarla de nuevo.

Estaba aquí y podía verla.

No parecía una chica que quería dejarme.

—Te amo, Brittany Pierce. No importa lo que te han dicho o lo que piensas de mí. ¡Te amo!

Todo y todos se desvanecieron.

Santana gritaba para que todo el mundo escuchara que me amaba. Incluso con mi papa vigilándola de cerca.

No podía moverme.

No sabía qué hacer.

Me había abandonado. Sin decir una palabra. Ahora regresó y decía que me amaba.

¿Cuál era la verdad?

El amor simplemente no huía sin ninguna explicación.

Había roto mi corazón.

Santana se giró para abrir la puerta de su coche y se metió dentro. Aturdida, la observé encender el coche y alejarse.

La dejé ir.

¿Por qué le permití marcharse?

Capitulo 24

Sentado en nuestra mesa en Live Bay parecía vacío.

Todo parecía vacío.

Había pensado que ir a ver a Brittany y decirle que la amaba iba a hacer algo. Rachel me había hecho llegar a creer que alguien como Brittany podría amarme.

Estaba equivocada.

Brittany había elegido a su familia por encima de mí, de nuevo. Siempre lo haría.

—Sonríe, eres deprimente como la mierda—gruñó Mike mientras ponía una cerveza delante de mí.

—Gracias —le contesté.

—Nunca pensé que te vería con el corazón roto. De todas las personas, nunca creí que serías tú. Es como si hubieras entrado en una zona de penumbra de mierda y no pudieras salir.

Solté un gruñido y tomé un largo trago de mi cerveza.

—¿Quieres bailar, Santana?

Ni siquiera traté de recordar su nombre. Ella fue uno de los errores. Había tenido tantos.

Sacudí la cabeza y tomé otro trago.

—Lo siento cariño, pero ella no es una buena compañía en este momento—Tina se disculpó por mí.

—Si cambias de opinión…—comenzó.

—No lo haré—la interrumpí.

Ella captó la indirecta y se alejó. Ni siquiera la miré a la cara. De todos modos, todas eran iguales.

Ninguna era Brittany.

—¿Crees que tal vez podrías ser menos temerosa?—preguntó Tina.

—No.

Mike se rió entre dientes.

—Déjalo ir, nena. Está cuidando su corazón roto y sabes que la muchacha no ha tenido uno antes. Es una nueva experiencia para ella.

—Es posible que desees advertirle a Finn antes de tomar un descanso. No quiero que Santana y él entren en ello porque no puede mantener la boca cerrada.

No pertenezco este lugar.

No quiero estar aquí.

Dejé un par de veinte en la mesa y me levanté.

—Me voy, de todos modos. He tenido toda la diversión que puedo manejar por la noche.

—No me gusta que estés sola. ¿Quieres que llame a Rach?

—No. Sólo quiero ir a casa y a la cama. Tengo que estar en el gimnasio en la mañana.

—Adiós—añadió Mike con un guiño y me di la vuelta dirigiéndome hacia la puerta.

Me di cuenta de que Jackdown había dejado de tocar y la multitud se había quedado en silencio.

Eso era extraño e inaudito.

Me detuve y miré hacia atrás en el escenario para ver qué era lo que me estaba perdiendo que había acallado la multitud.

—Hola—dijo la voz de Brittany sobre el micrófono.

¿Qué carajo?

—Yo no, eh, no toco normalmente delante de la gente. En realidad, nunca he tocado en frente de otras personas además de mi familia.

Comencé a caminar hacia el sonido de su voz. Me abrí paso entre la multitud y mantuve mis ojos fijos en el escenario hasta que estuve lo suficientemente cerca para verla.

Estaba de pie en el centro de atención, con su pelo recogido en una cola de caballo y su guitarra sobre su pecho. Aquellos ojos azules que se habían llevado mi corazón la primera vez que la miré me encontraron en la multitud.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Pero tengo esta canción que escribí para esta mujer increíble que cambió mi vida por completo, y necesito que la oiga.

Iba a tocar y cantar en frente de un bar lleno de gente. Di otro paso hacia ella y comenzó a tocar.

—No quería verte, pero invadiste mi mundo.
En cada rincón oscuro pudiste encontrar una manera de entrar.
Trayendo color a la falta de vida y perdición.
No quería tocarte pero alcanzaste mi interior.
En cada memoria perdida encontraste una manera de derretir el hielo.
Hasta el pequeño mundo cerrado se abrió el mar.
Me hiciste amarte por la sonrisa en tu rostro, la bondad en tus ojos y el calor de tu piel.
Un beso hace que todo el dolor se vaya lejos.
Me hiciste amarte por la mujer que eres en el interior.
La que nadie ve más que yo.
La mujer que escucha lo que mi corazón tiene que decir.
No quería amarte pero eres imposible de no amar.
Cada momento perfecto que paso en tus brazos me acerca.
Mostrándome que la vida no ha terminado, ya que su trayectoria da un giro repentino.
No te vi venir cuando llegaste.
Nada me preparó para el regalo de una segunda oportunidad.
He sido amada en la vida, pero lo único que importa ahora es que soy amada por ti.
Me hiciste amarte por la sonrisa en tu rostro, la bondad en tus ojos y el calor de tu piel.
Un beso hace que todo el dolor se vaya lejos.
Me hiciste amarte por la mujer que eres en el interior.
La que nadie ve más que yo.
La mujer que escucha lo que mi corazón tiene que decir.
Voy a pasar la eternidad en tus brazos si confías en mi cuando digo que…
Te amo.

El rugido de la multitud se redujo a medida que me levanté de un salto en el escenario y la atraje en mis brazos.




Brittany


Santana me levantó y me llevó fuera del escenario, mientras el público aplaudía y gritaba todo tipo de sugerencias a ella.

Siguió caminando hasta que llegó a una puerta trasera. La abrió y me empujó en una habitación que parecía ser un vestidor. Sofás de terciopelo rojo y grandes espejos cubrían las paredes.

Cerrando la puerta detrás de ella puso el candado. Luego me dio la vuelta y me presionó a la puerta. Su boca cubrió la mía con un gruñido hambriento, envolví mis piernas alrededor de su cintura y agarré sus gruesos brazos con fuerza.

Su boca se apretó ávidamente contra la mía mientras me probaba a fondo.

Una vez que me tuvo jadeando, rompió el beso y enterró la cabeza en la curva de mi cuello.

—Mierda, te amo—me reí. Esa era una respuesta muy Santana—Lo hago. Te lo juro. Nunca debí haberte dejado. Tenía miedo. Fui una estúpida. Te lo recompensaré por el resto de nuestras vidas.

—¿Tengo que decidir las maneras en que puedes hacerlo?—bromeé y pude sentir su sonrisa contra mi cuello.

—Mientras sea algo travieso —contestó.

Pasé mis manos por su cabello y por sus brazos mientras estábamos ahí.

—Tocaste para mí—dijo, levantando la cabeza para poder mirarme a los ojos.

—Lo hice.

—Fue increíble—le dio un beso a la línea de mi mandíbula—¿Vas a cantar para mí de nuevo alguna vez?

—Sí—respondí, sin poder contener la risa.

—Me gusta esta falda—susurró mientras sus manos se deslizaban por mis muslos y ahuecaban mi trasero cubierto por mis bragas—Me gusta mucho—sus manos se colaron bajo mi ropa interior.

Cuándo su dedo se deslizó dentro de mí, lloré y ella cubrió mi boca con la suya. Le devolví el beso con toda la necesidad y deseo que rodaban a través de mí. Empecé agarrando su camisa mientras nos besábamos frenéticamente.

Santana me dejó resbalarme por su cuerpo y levantarme para que pudiera quitar su camisa y su sujetador. Fui hacia abajo y mi boca cubrió su pezón haciéndolo gemir.

—Joder, voy a tener la otra terminada para mañana—maldijo.

La idea de eso me hizo enloquecer un poco más. Había estado repitiendo lo increíble que había sido el sexo con Santana todas las noches en la cama.

Ahora la tenía aquí y era todo mío.

Caí de rodillas para comenzar a desabrochar sus pantalones y luego los tiré hacia abajo junto con sus bragas. Me levantó y empujó contra la puerta.

Metió la mano debajo de mi falda, arrancó mis bragas y las arrojó a un lado. Mi camisa fue con ellas. Su boca cubrió mi pezón mientras me levantaba contra la puerta y se deslizaba dentro de mí con un empuje rápido.

Grité, Santana me besó con fuerza y empujó su lengua en mi boca de la misma manera que empujaba dos dedos dentro de mí. Retirándose, me observó.

—Mieeeeeerda—gimió y yo levanté mis caderas para presionar más duro—Tranquila, bebé —dijo con los dientes apretados.

—Por favor Santana, quiero que sea duro.

Sus ojos brillaron. Baje mi mano y la penetré y se empujó más fuerte y grité más, animándole. Cada gemido de placer lo hacía un poco más salvaje.

Lo quería salvaje.

—Oh, Dios, Britt—gimió y empujamos más rápido.

—Sí, sí, sí.

—Oh, mierda, bebé—gritó y empezó a golpear en mí haciendo que la puerta detrás de nosotras se moviera.

—Más fuerte, San. Más fuerte—le rogué—¡Ahhhh!

Nuestros cuerpos se hicieron sudorosos y la necesidad frenética de la liberación se hizo cargo.

Ninguna de las dos se preocupó por el hecho de que no estábamos ahogando nuestros sonidos.

Sólo necesitábamos liberación.

—¡MIERDA!—gruñó Santana, tensándose debajo de mí.

—¡SI!—jadeé desesperadamente.

—Como desearía poder hacer un bebé en estos momentos—dijo mientras su cuerpo temblaba bajo mis manos.

—Por favor, DIOS, simplemente no te detengas —grité.

Santana soltó un rugido y me envió a una espiral de dicha. Su grito de placer siguió al mío.

Me las arreglé para recuperar el aliento y una sonrisa tiró de mis labios.

—Es cierto lo de bebé—le susurre en su cuello.

—Sí, quiero todo contigo Britt—dijo besándome.

Estaba dejando a la chica mala fuera del mercado para siempre.