[Resuelto]FanFic Brittana: Mientras II (Adaptada) Epílogo

Capitulo 15

La opresión en mi pecho finalmente se calmó para el momento en que llevé a Brittany hacia el interior de las puertas de Live Bay.

Ver su rostro surcado de lágrimas sólo empeoró el pánico.

Sí, ella realmente presionó, yo tenía que regresar aquí y encontrar al chico para disculparme.

Estaba dispuesta a hacer lo que quisiera para conseguir que me perdonara.

La llevé al Jeep así ella podría coger su bolso y arreglar su rostro antes de que regresáramos dentro. También me aseguré de conseguir un buen y largo beso.

Sólo para sentirla segura en mis brazos y no huyendo de mí, ese había sido el mayor alivio.

El hecho de que sabía a labial de caramelo del que se puso, era un extra.

Noté a una chica que estaba bastante segura de haberla jodido antes, haciendo su camino hacia nosotras.

Realmente no quería que nada más de mi pasado fuese expuesto a Brittany esta noche.

Ya había tenido su cuota de mierda de Santana.

Fue un milagro que no insistiera en que la llevara a casa.

Alcanzándola, tomé su mano y entrelacé sus dedos con los míos. El simple hecho de que me dejara hacer esto, me hizo sentir como una afortunada hija de puta.

Levanté las manos juntas y le di la vuelta mientras se reía y luego la puse cerca de mí.

—Mmmm... Hueles bien—le susurré al oído mientras encajaba su cuerpo lo más cerca que se pudiera contra el mío.

Sus manos se arrastraron hasta mi pecho, hasta que su mano izquierda sintió el piercing bajo mi camisa. Sonriéndome, corrió su dedo pulgar ahí, antes de deslizar ambas manos detrás de mi cuello.

—Son sólo los piercings los que te ponen caliente o también te gustan los tatuajes, porque tengo uno asesino justo debajo de mi braga, y dejaré que lo sientas después, si tú quieres—bromeé.

Su cabeza se echó hacia atrás en estado de shock, hasta que vio la sonrisa burlona en mi cara. Su risa era justo lo que necesitaba para hacer que el desastre que había sido la noche, se volviera mucho mejor.

—Eres una chica mala—jaló el cabello que rozaba mi cuello.

—Puedo ser muy mala. No has visto nada aún—murmuré, inclinando la cabeza para poder morder la suave piel de su cuello.

—No estoy segura de poder mantenerte el ritmo. Soy extremadamente inexperta. Somos de planetas completamente diferentes cuando se trata de experiencia sexual—su respiración era trabajosa mientras lamía y besaba diferentes puntos clave en su hombro y clavícula.

—No he dicho nada sobre sexo, Britt—sonreí antes de besar su mandíbula—Tú eres la traviesa que trajo al sexo a colación.

Ver subir y bajar su pecho rápidamente me mareó un poco. Quería bailar, pero maldición si no quería también llevar su culo de regreso a mi cama.

El ritmo de la música cambió y le di la vuelta y presioné su espalda contra mí. Tomé sus dos manos y las envolví alrededor de mi cuello.

—Esta es una muy buena vista—le susurré al oído.

Se tensó desde la nueva posición.

Esto era algo nuevo para ella.

Deslicé mis manos por su caja torácica y moví mis caderas contra ella al ritmo de la música. Poco a poco empezó a sentir la música. Cerró los ojos y apreté mis manos contra sus huesos de la cadera y moví su cuerpo con el mío.

Su cabeza estaba inclinada hacia un lado y me aproveché de su cuello expuesto. Olvidando la sala llena de gente y la banda tocando una de mis canciones favoritas, disfruté de sostener a Brittany mientras se dejaba llevar con lo que sentía.

Ningún pensamiento o precaución. Era algo hermoso para ver.

Brittany pensaba que era la inexperta, pero no lo era. Yo lo era.

Brittany sabía lo que se sentía tener a alguien en sus brazos para cuidar.

Sabía lo que se sentía estar herida cuando lo herían y desear hacerlo feliz.

Sabía lo que se sentía el ser tocada y besada por alguien que no era una aventura de una noche.

El sexo con Brittany no sería sólo sexo para mí.

Nunca sería eso.

Sería... más.

Mucho más de lo que jamás imaginé.

¿Estaba lista para eso?

La música cambió y Brittany se dio la vuelta en mis brazos para darme un beso en los labios antes de entrelazar sus dedos con los míos.

—Eso fue divertido.

Le di un beso más profundo. Tener esa conexión con ella fue incluso diferente para mí.

—Sí, fue divertido—contesté después de conseguir su sabor en mis labios—¿Estás interesada en conocer a la banda?

Levantó la vista hacia el escenario como si Jackdown anunciara su separación.

—Sí, claro.

—Te lo advierto ahora, Finn es el típico cantante principal. Él piensa que todo lo que tiene que hacer es sonreír y las chicas dejarán caer sus bragas. Me voy a asegurar de que entienda que estás fuera de los límites, pero aun así hará comentarios sugestivos. Lo llevaré afuera y golpearé su culo si es necesario.

Brittany se rió.

Pensó que bromeaba.

Obviamente no había conocido a un cantante. Sólo esperaba que Finn realmente no me molestara.




Brittany


Santana me llevó de regreso a la mesa en la que estuvimos antes.

Había mucha más gente alrededor. Otra mesa fue agregada a un costado.

Los miembros de la banda que noté anteriormente se reunieron alrededor de la otra mesa y le gritaban sus órdenes al barman.

Tina reía y empujaba al cantante principal sin camisa. Él estaba sentado en su regazo sacudiendo su cabello sudoroso sobre ella.

Me sorprendía un poco que su marido de aspecto, no estuviese molesto por eso. Entonces, el cantante levantó su cabeza y sus ojos se encontraron con los míos.


—Tal vez le dé una paliza sólo por la forma en la que lo estás mirando—gruñó Santana a mi lado.

Sorprendida por su tono molesto, volví mi atención a ella.

—¿Qué?

Le gruñía al sujeto sin camisa con un muy sudado cabello.

—¿Santana?

Finalmente rompió la intensa mirada que tenía con el cantante y me miró.

—¿Sí?

—Lo miraba porque estoy sorprendida de que estuviese sentado en el regazo de Tina estando Mike ahí. Eso fue todo.

Su ceño se alivió.

—De acuerdo, bien.

—La convicta está de regreeeso—dijo el cantante con voz cantarina.

—Brittany, el grandulón en el regazo de Tina es, Finn, hermano de Kurt. Y Finn, esta es Brittany, mantén tu mierda lejos—dijo Santana a modo de introducción.

Las cejas castañas de Finn se dispararon y saltó del regazo de su hermana sorprendiéndome.

—Miieerda. ¿Santana López ha sido atrapada? Di que no morena. Di que no es jodidamente así—el asombro en la voz de Finn era un poco inquietante.

¿Era realmente tan difícil para todos creer que Santana estaba en una cita?

¿Con una chica que no quería compartir?

—¿Qué es esto que oigo?—el bajista sin camisa que cantó un par de canciones, se inclinó sobre la mesa con un trago de algo en la mano.

—Eso—dijo Finn apuntando hacia nosotras con la mano con la que sostenía su cerveza—Santana no la compartirá. Tu horrible cara no estará disfrutando ni sacando ventaja de la cara bonita de Santana esta noche. Ella tiene a su mujer. No va a coquetear con nadie para compartir contigo.

Santana se tensó a mi lado.

No tuve que preguntar por qué.

—Brittany, ese cara de porcelana es Kurt. Toca el bajo y se pone a cantar cuando Finn comparte el centro de atención.

Lo había notado antes, cuando estaba sentada en la mesa. Mirar a alguien que sabía tocar el bajo era siempre interesante para mí.

—Eres bueno. Estoy impresionada por el hecho de que puedas lograr asimilar a Flea.

Finn y Kurt se congelaron.

—¿Sabes quién es el bajista de los Red Hot Chili Peppers?—me preguntó Kurt.

La conmoción en su rostro me hizo sonreír.

—Sí, lo sé. Flea es uno de los grandes en mi opinión. Pero Jon Paul Jones es mi favorito por siempre —contesté.

Kurt estrelló su chupito aún lleno sobre la mesa y algo del contenido salpicó alrededor.

—¡Santa mierda! Sabe quién es el bajista de Led jodido Zeppelin—desvió la mirada asombrada hacia Santana—Haré lo que sea hombre. Sólo déjame tenerla, ¿por favor?

El brazo de Santana se aferró a mi cintura y me acercó más a su lado.

—No sucederá. Retrocede.

—Rayos morena, ¿sabes cuantas chicas de las que he conocido saben siquiera qué demonios es un bajista? ¡NINGUNA! ¿Dónde la obtuviste?

Santana rió a mi lado.

—Lo siento, porcelana. No va a suceder.

—Tal vez podrías ir a una escuela de música y conocer chicas que saben cómo tocar el bajo—informé.

La mesa entera estalló en carcajadas. Santana me dio un beso en la cima de mi cabeza y apretó mi costado.

—Que Blaine no te escuche. Bien, diablos ahora yo quiero una—intervino Finn.

—Deberías traerla más seguido, Santana. Me gusta esta—dijo Tina sonriéndome.

—¿Qué quieres decir con “esta”?—preguntó Kurt antes de vaciar su chupito—Nunca ha habido otra que ella haya mantenido por más de un par de horas.

—Es suficiente. No estoy de humor para evitar que sus culos sean azotados por Santana esta noche. Si decide hacerlos callar, lo voy a dejar—habló Mike por primera vez.

—Ella sabe que estamos bromeando—Finn me lanzó una sonrisa arrogante y me guiñó un ojo.

—Broooomas, no estoy bromeando. La quiero como mi nueva amiga, yo estoy muy bien con Blaine—dijo Kurt antes de tomar otro chupito de una camarera.

—¡BLAINE!—gritó Finn a la multitud.

Me di cuenta que las chicas con demasiado maquillaje y no la suficientemente ropa, flotaban a nuestro alrededor como buitres.

¿Esperaban a que uno de los miembros de la banda las notara?

Un tipo con el pelo negro, peinado con mucho gel de cabello y pantalones vaqueros muy ajustados, se aproximó.

—Por favor no le creas nada de lo que dicen—gimió Kurt con molestia.

—Claro que sí—murmuró Santana a mi lado.

El nuevo chico finalmente miró en nuestra dirección y su mirada se centró de Santana a mí y de regreso a Santana.

—¿Ya elegiste una para la noche?

Santana hizo un sonido de disgusto con su garganta.

—Brittany, éste es Blaine, el baterista. Blaine, ella es Brittany, mi cita—la mirada de advertencia en los ojos de Santana no pasó desapercibida por mí.

La expresión de sorpresa de Blaine era algo a lo que ya empezaba a acostumbrarme.

¿Si era tan loco que para Santana tener una cita con una sola chica, entonces por qué está conmigo?

¿Si nos acostamos, eso será todo?

¿Terminaría conmigo?

¿Me engañé pensando que era una buena persona?

Porque sabía que ella no era exactamente una buena mujer.

—Que me condenen—fue la respuesta de Blaine.

—Sí, ya sabíamos que estabas condenado—Finn arrastró las palabras en un tono divertido.


—Amo a Kurt, no por eso estoy condenado—insistió Blaine.

—Bien dicho—los interrumpió Kurt y se tomó lo último de su chupito. ¿Cuántos había bebido durante su descanso de cinco minutos?—Vuélvela a traer—le dijo Kurt a Santana y luego me guiñó un ojo.

—Lo siento por él. Pero desataste un cierto conocimiento estelar en los bajistas famosos.—dijo Santana con una sonrisa.

—Eran entretenidos —le aseguré.

Me atrajo hacia ella y me estudió un momento.

—¿Quieres decirme cómo sabes de bajistas?

¿Estaba dispuesta a compartir eso con ella?

Yo sólo había tocado mi acústica una vez la otra noche. Compartir más de Casey con Santana se sentía mal.

Si Santana está solo en mi vida por el verano entonces, ¿quiero darle tanto de mí?

Si yo hubiese imaginado que habría más para nosotras, eso le pondría fin a esta noche.

Santana no se comprometía.

Yo era sólo una aventura de verano.

Me encogí de hombros.

—Me gustan las guitarras, supongo.

No se lo tragó. Podía verlo en sus ojos, pero tampoco me presionó.

—¿Estás lista para irte? —preguntó.

—Sí, creo que lo estoy.

Capitulo 16

No había dicho mucho en el camino de vuelta a mi departamento.

Brittany era cautelosa. Lo sabía. Lo había sabido desde el primer día, cuando básicamente me llamó prostituta.

Era una de las cosas que me gustaban de ella.

Y había estado progresando, hasta esta noche.

Me contó sobre Casey. La sostuve mientras lloró. Creí que eso había formado un lazo de confianza entre nosotras.

Incluirla en mi mundo había deshecho todo el trabajo duro que me había costado probarme a mí misma ante ella.

Si no tenía chicas lanzándose sobre mí y hablando sobre tríos, tenía a mis amigos actuando como si utilizara a las chicas como objetos desechables.

Había querido que mis amigos la conociesen.

Había querido que me conociese antes de que tuviese una verdadera probadita de lo que era mi vida.

Ahora, sólo quería devolverla al campo para que pudiésemos vivir en nuestro pequeño capullo, dónde mi pasado no estaba ahí para atormentarme.

—¿Estás enojada conmigo?—la pregunta de Brittany me sacó de mis pensamientos.

Levanté la mirada del punto en el piso que había estado mirando para ver a Brittany de pie en la puerta, luciendo un par pequeños pantalones de pijama rosados con puntitos y una blusa a juego.

Era la cosa más sexy que jamás haya visto.


—¿Eh?—logré preguntar en medio de la neblina de lujuria que me había rodeado.

No usaba sujetador.

Tragué con fuerza cuando sus pezones saltaron ante mi atención y se apretaron contra la fina tela de seda.

—No dijiste ni una palabra durante todo el camino desde el bar. Creí que tal vez te habías enojada conmigo por algo.

¿Enojada con ella?

¿Qué?

Aparté los ojos de sus senos y me enfoqué en su preocupado rostro.

—No, no estoy enojada contigo. Sólo tenía algunas cosas en mi mente.

Apoyó su peso sobre el otro pie y se mordió el interior de su mejilla con nerviosismo.

—Ven aquí—la invité, palmeando el espacio al borde de la cama, junto a mí.

Vino de buena gana.

Intenté enfocarme en su rostro para hacerla sentir menos nerviosa. Pero al demonio si esos shorts que apenas cubrían su trasero no me distraían.

Se sentó a mi lado, cerrando las manos en puños sobre sus piernas. Estiré mi brazo y cubrí sus manos con la mía.

—Relájate, Britt. No estoy molesto contigo. Me siento frustrada conmigo misma.

Inclinó su rostro hacia un lado y me miró. Los sedosos mechones de su cabello cubrían sus hombros desnudos.

¿Alguna vez había notado lo sexy que podían ser unos hombros al descubierto?

—¿Por qué estas frustrada contigo misma?

Porque estoy jodida y ahora lo sabes.

—Esta noche no salió tan bien como había esperado. No tengo una reputación muy estelar y al parecer todos los que me conocían querían cerciorarse de que te enteraras de lo sórdido que era mi pasado.

Sus hombros se relajaron y se inclinó hacia mí para golpear mi brazo con su hombro.

—Sabes que nunca pensé que tuvieras una reputación estelar, ¿no?—su tono juguetón me hizo sonreír.

—¿Qué? ¿Nunca pensaste que era la primera en la lista para ser la próxima Santa? Maldición, creí tenerte engañada.

Brittany se rió, sentándose sobre sus piernas para mirarme.

—Sí, todo eso de conducir bajo influencia del alcohol me dio esa impresión.

—Te crees muy graciosa, ¿verdad?—me apoyé contra mis codos para así poder verla completa.

También porque desde aquí tenía una muy buen vista de su trasero, que ahora que sus shorts se habían subido algunos centímetros, me permitían ver la curva inferior de sus perfectamente redondas nalgas.

—Me divertí esta noche. Tus amigos son muy interesantes.

Al único amigo que ella había tenido ahí, yo lo había amenazado.

—En verdad lamento lo de tu amigo. Estallé.

Su ceño se frunció un poco, luego se encogió de hombros.


—Ya te disculpaste por eso y te perdoné, pero en el futuro, si pudieses abstenerte de amenazar gente por mí, sería muy agradable.

No respondí, ya que eso probablemente no sucedería.

Si ella estuviese con alguna otra persona, yo vería rojo. No tenía sentido que hiciera promesas que no podía cumplir.

—En serio me gusta ese pijama—cambié de tema y estiré la mano para acariciar el borde de sus shorts.

No podía seguir viendo su trasero sin al menos tocarlo.

Tembló y tensó los labios.

¿Qué tan inocente era?

Había estado con Casey por una eternidad. Estuvieron comprometidas. Ciertamente no era virgen.

Ninguna persona podría soportar toda la secundaria sin tener algo de acción.

No quería saber todo lo que había hecho con ella. No podía soportar las imágenes en mi cabeza de alguna otra persona tocándola, aunque la chica estuviera muerta.

Considerando que ni siquiera podía contar el número de chicas con las que había estado, era jodido que me importara que ella hubiese estado con una sola chica.

Pero yo no había amado a ninguna de esas chicas. Ella había amado a Casey.

Eso marcaba la diferencia.

Al menos en mi mente, era así.

—Quiero… Quiero hacer cosas, esta noche. Es decir, quiero hacer más de lo que hemos hecho—tartamudeó, y su rostro se encendió con un ligero tono de rosa—Pero no estoy segura de estar lista para, ya sabes… sexo.

Me senté y cerré la distancia entre nosotras.

La verdad era que yo tampoco me encontraba segura de estar lista para el sexo.

Para mí esta vez sería diferente.

Me aterraba.

El sexo y las emociones nunca se mezclaban en el pasado, pero hacía tanto que no había estado con nadie, que no estaba muy segura de poder detenerme si llegábamos muy lejos.

No acostumbraba a detenerme y mucho menos a que me dijeran que no.

Pero esta era Brittany. Podía hacerlo por Brittany.

Deslicé una mano alrededor de su cintura y la otra entre los mechones de su cabello.

—Sólo haremos lo que tú quieras hacer. Nos detendremos cuando quieras que nos detengamos—murmuré al hacer descender mi boca hasta la suya.

Inclinó la cabeza hacia atrás y se reunió con mi boca impaciente.




Brittany


Aunque ya para este momento había besado a Santana varias veces, aún por momentos perdía todo pensamiento cuando sus suaves y carnosos labios tocaban los míos.

Sus besos siempre se deslizaban con suavidad sobre mi boca y nunca parecía repetir el mismo movimiento.

Besaba y chupaba, y dejaba pequeñas lamidas con sólo un movimiento de su lengua. En verdad le gustaba chupar mi labio inferior y pasaba mucho tiempo saboreándome.

O al menos, así se sentía.

Besó un camino a lo largo de mi mandíbula bajando hasta mi cuello. Quería que fuera más abajo. Cuando se detuvo para jugar con la curva de mi cuello, tuve que apretar los dientes para evitar rogarle que siguiera bajando.

Un quejido se me escapó, y probablemente debía sentirme avergonzada, pero comenzó a viajar hasta las cimas de mis pechos, así que en vez de eso, me sentí agradecida.

Cualquier cosa que lo hiciera continuar era bienvenida.

Mis pechos ya sabían lo que venía. Se estremecían en anticipación.

Sus manos acariciaron mi estómago, exaltándome. Levantó la cabeza para mirarme cuando jadeé.

No preguntó pero podía ver la inquietud en su rostro. Asentí y ella movió la blusa del pijama por mi pecho y levanté los brazos para que pudiese quitármela por completo.

La manera hambrienta en la que miraba mis senos desnudos sólo hizo que el estremecimiento se intensificara.

Quería quitarle la camisa.

Quería sentir su cálida piel contra la mía.

Antes de que pudiese distraerme con su boca, alcé su camisa y, con su ayuda, se la quité rápidamente y junto a ella su sujetador. El anillo en su pezón que había sentido anteriormente sólo me excitó aún más.

Comencé a impulsarme hacia adelante cuando Santana se inclinó sobre mí y me obligó a recostarme mientras cubría mi cuerpo con el suyo.


—Por mucho que me guste ver tu pequeña lengüita lamiendo mi pezón, esta vez quiero saborearte primero—su voz era baja y áspera.

Acaricié su cabello mientras inclinaba su boca hasta mi seno e introducía uno de mis pezones dentro de su boca. Con cada tirón de su boca, perdía más y más mis pensamientos.

Quería más.

La temperatura entre mis piernas comenzaba a tornarse incómoda. Me froté, necesitando algo de alivio. Santana movió una mano sobre mi estómago y deslizó sus dedos dentro de la pretina de mis shorts. Deslizó sus dedos arriba y abajo, sólo provocando que mi necesidad se hiciera aún mayor.

Me encontraba muy cerca de rogarle que me diera más.

Dejó de jugar con mis shorts y su mano se alejó. Mi pequeño lloriqueo de frustración sólo le hizo sonreír.

Movió su peso hacia un lado y luego su mano estuvo sobre mi rodilla, abriendo una de mis piernas mientras se deslizaba por la sensible piel de mi muslo, hasta que su pulgar tocó el borde de mis bragas.

Podía escuchar mis propios jadeos al esperar que sucediera algo.

Cuando deslizó un dedo a lo largo del encaje alrededor de mi pierna, me quebré.

—Por favor—rogué.

Su cabeza se levantó y su mirada encontró la mía. Miré fijamente sus pesados ojos mientras su dedo se deslizaba debajo del encaje y se frotaba contra el mojado calor de mis pliegues.

—Oh Dios—jadeé, cerrando los ojos mientras el éxtasis de su toque me controlaba.

El cálido aliento de Santana acariciaba mi estómago mientras sus dedos se deslizaban en mi interior. Estaba a punto de estallar en millones de pedacitos. La necesidad de rogarle aún se encontraba ahí.

Se movió por mi cuerpo, besando cada pezón y lamiendo un camino entre mi escote antes de subir a mi cuello. Su dedo se mantuvo firme dentro de mí.

Apenas.

—Estoy a punto de bombear mi dedo dentro de este pequeño huequito—dijo en voz entrecortada.

Cada exhalación caliente contra mi oído me hacía temblar.

—De acuerdo —solté.

Su dedo salió lentamente para volver a entrar y creí estar a punto de morir de placer.

—¿Se siente bien eso, bebé?—preguntó, presionando un beso junto a mi oído.

—Mmmmhmmm —logré gemir.

Deslizó la punta de su nariz contra el costado de mi rostro.

—Estás tan mojada. Tan ardiente—murmuró contra mi cabello.

Me gustaba que me hablara mientras me tocaba. Escuchar en su voz el efecto que tenía sobre ella sólo hacía que todo fuese aún mejor.

—San—lloriqueé cuando empezó a bombear aún más rápido.

—¿Sí, cariño? —preguntó mientras besaba mi cuello.

—Quiero que te quites los vaqueros —logré soltar.

Su mano se detuvo y levantó su rostro para mirarme.

—¿Por qué?

—Quiero sentir más de tu cuerpo contra el mío—murmuré.

Santana dejó caer la cabeza y tomó un respiro profundo. No se movió durante varios segundos. Finalmente, subió la mirada de nuevo con los ojos llenos de tortura.

—Tengo que dejar los muslos entre nosotras y las bragas… Necesito que haya una barrera. No podemos perder el control y si nos tocamos tan íntimamente lo perderé.

Asentí en acuerdo.

Cuando deslizó su mano fuera de mis bragas, quise protestar. Pero yo había sido la que le pidió que se desvistiera. No podía hacer eso con un dedo dentro de mí.

Se levantó y lentamente desabrochó su pantalón. O me torturaba o me daba tiempo para cambiar de parecer. Una vez que los desabrochó, su mirada se encontró con la mía y sonreí. Luego Santana López deslizó sus vaqueros hacia abajo y dejó que cayeran al suelo. Las bragas de color blanca no dejaban mucho a la imaginación… y menos su humedad.

Miré su hermoso cuerpo mientras gateaba de vuelta hacia mí y dejé que mis piernas se abrieran para que así pudiera acomodar las suyas como sugirió y presionaran directamente la fuente de mi calor.

Lloriqueé en el momento justo en que se movió sobre mí.

—Joder, Britt—exhaló tembloroso y se mantuvo tieso sobre mí.

No quería que se quedara tiesa. Levantando mis caderas, me froté contra ella y sus brazos temblaron.

—No quiero perder el control contigo, Britt—su voz sonaba desesperada.

—Está bien—moví mis manos entre los mechones de su cabello y levanté las caderas de nuevo.

Todavía teníamos demasiadas capas de ropa entre nosotras. Quería quitarme mis shorts.

—Quiero estar dentro de ti. No está bien—respondió entre dientes.

Moví las manos hasta mis shorts y comencé a bajarlos. Santana gruñó ruidosamente mientras me removía para bajarme los shorts, hasta que estuvieron en mis tobillos y pude patearlos lejos.

Ahora sólo teníamos el encaje de mis bragas y las suyas entre nosotras.

—Bésame —dije, levantando mi rostro hasta sus labios.

El hambre en su beso era excitante, y pequeños gruñidos se le escapaban mientras exploraba mi boca como una mujer hambrienta.

Lentamente, descendió hasta que estuvimos tan pegadas que todo lo que tenía que hacer era mover mis caderas un poco para obtener algo de ficción.

Santana quitó sus labios de los míos justo antes de comenzar a mecerse contra mí. Froté mis manos contra su pecho y encontré el adorno que amaba tanto.

—Ah—lloriqueó cuando sintió como lo jalaba gentilmente.

Su placer tan obvio hizo que el mío aumentara. Levanté las caderas a su ritmo y ella cerró los ojos, dejando salir un gemido bajo.

—Quiero estar dentro, Britt. Me muero por estar dentro, maldición—la desesperación en su rostro y la necesidad en su voz me hicieron estallar.

Mi mundo convulsionó y lloré y grité como si cada pedazo de mi interior hubiese sido encendido en llamas.

Capitulo 17

La cabeza de Brittany estaba echada hacia atrás y sus largos rizos oscuros se desplegaron sobre la almohada mientras gritaba mi nombre.

Los temblores que recorrían su cuerpo sólo hicieron que se presionara con más fuerza contra mí, ya listo cuerpo.

De alguna manera me las arreglé para no rasgar sus bragas y empujar las mías abajo para poder unirme a ella y luego penetrarla con mis dedos y encontrar alivio.

Sus largas pestañas se abrieron lentamente a medida que su cuerpo comenzó a relajarse debajo de mí. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y de repente me sentí como una maldita estrella de rock.

Puede que estuviera más jodidamente caliente el infierno, pero la había hecho sentir muy bien.

Eso puso una sonrisa en mi cara.

—Asombroso—suspiró. Sus párpados estaban caídos.

Dormiría bien esta noche. No me importaría cansarla así todas las noches.

—Eres preciosa, pero cuando te corres, eres hermosa—susurré, apartando el pelo de su cara.

—Está claro que sabes decir las cosas correctas a una chica—dijo con una baja voz ronca.

Una parte de mí quería enojarse por su frívola suposición, pero sabía que ella sólo conocía lo que le habían dicho.

—No te equivoques. Nunca me he quedado el tiempo suficiente para decir “gracias” después de que lo saque todo. Mucho menos decirle a una chica que era hermosa cuando se corre. Nunca me he interesado por ver a nadie más.

Una pequeña “o” se formó en sus rojos labios hinchados. Me agaché y los besé, luego me levanté de ella.

Tenía que ir a terminar esto en el baño.

No había manera de que pudiese dormir así.

—¿A dónde vas?—preguntó, medio dormida mientras me levantaba.

—Tengo algunos asuntos de los que encargarme. Estaré de vuelta en un par de minutos—le guiñé un ojo y me dirigí al cuarto de baño.

Al entrar, estudié la ducha y traté de decidir si debería simplemente tomar una ducha fría o si había ido tan lejos que necesitaba solucionarlo yo misma.

—¿San?—llamó Brittany.

—¿Sí?

—¿Puedo pasar?

Mierda.

¿De verdad no se daba cuenta que vine aquí para masturbarme?

La puerta se abrió y entró. Su camiseta estaba puesta de nuevo en su lugar pero aún llevaba esas bragas de encaje que sabía a ciencia cierta se encontraban empapadas.

Mi cuerpo palpitaba más fuerte con sólo pensar en ello.

—¿Puedo hacerlo? —preguntó nerviosamente.

—¿Hacer qué?

Se acercó para pararse frente a mí y deslizó su mano por encima de mi sexo del infierno.

—Quiero hacerlo sentir mejor —susurró.

Dejé caer mi atención de su cara a su mano sobre mi sexo. Se movió hacia arriba buscando mi clítoris suavemente y mis rodillas se doblaron.

Oh mierda, sí.

—Sí—dije con voz ronca y apoyé la espalda contra la pared para no caerme.

Arrastró ligeramente la uña por mi pecho antes de tomar la cintura de mi braga y empujarla hacia abajo.

Me quedé mirando con fascinación cuando se arrodilló frente a mí hasta que mi ropa interior estaba en el suelo. Salí de ellas y las alejó antes de levantarse de nuevo y darme un beso en mi pecho.

Si seguía con esto iba a estallar sin que me tocara.

La miraba con fascinación absorta y llegué muy cerca al punto de rogar, justo cuando sus cálidos dedos empezaron a deslizarse por mi muy húmedo sexo.

—Mierda—gemí, dejando caer la cabeza hacia atrás en la pared.

Su cálida boca cubrió mi pezón perforado y sentí mis rodillas empezar a ceder de nuevo.

No iba a durar mucho tiempo.

Al abrir los ojos, vi como la lengua de Brittany se movía por mi pezón y lo jalaba cada pocas lamidas para chuparlo.

Cuando se movió de nuevo para mirar hacia abajo a sus manos, seguí su mirada.

—Mierda, me voy a correr. Apártate—le pedí, poniéndome de pie.

No se movió. En cambio, me apretó contra la pared con su cuerpo y apretó mi clítoris.

Exploté en sus manos.

—¡Ahhhhhh!—grité y miré hacia abajo, al desastre en el que estuvo tan decidida a participar.

No podía creer que acababa de hacer eso. Caray, no podía creer que acababa de dejarla.

¿Cuándo fue la última vez que fui masturbada por una chica?

¿Primero de secundaria?

Probablemente.

Pero, maldita sea, si eso no fue la cosa más caliente que jamás había visto.

¿Sería todo así con Brittany?

¿Todo sería mucho más...?

—Oh —jadeó, sonriéndome—. Me gustó.

Riendo, cogí la toalla más cercana y comencé a limpiarla primero.

—No tanto como a mí —respondí.

—Sí, probablemente no. Parece que te gustó bastante—bromeó mientras me limpiaba de sus manos.




Brittany


Santana se hallaba envuelta a mí alrededor cuando abrí los ojos a la mañana siguiente.

Su brazo me sostenía fuertemente contra su pecho y su pierna se había enredado con las mías.

Me acurruqué más cerca.

Era muy agradable.

Nunca había dormido con otra persona. Excepto por la noche en que me emborraché y dormí con Santana en el granero.

Anoche había sido increíble.

Había olvidado lo mucho que echaba de menos estar cerca de alguien así.

Casey y yo nunca tuvimos relaciones sexuales, pero tonteamos un poco. Aunque nunca nos frotamos contra la otra hasta que me corriera, la había ayudado a aliviarse muchas veces en que nuestros besos y toqueteos la dejaban toda agitada. Yo no lo necesitaba y no le daba importancia.

Nunca se había corrido en mis manos. Siempre se apartaba y se cubría primero.

Con Santana quería más.

Tal vez era porque ahora soy más adulta. Quería cosas que nunca había querido en aquel entonces.

Si no fuera por el hecho de que era una de muchas para Santana, habría estado dispuesta a llegar hasta el final. Mi cuerpo había querido y su declaración desesperada por querer estar dentro y junto a mí fue difícil de resistir.

Sin embargo, no podía dejar que lo que pasaba entre nosotras fuera demasiado importante.

El verano terminaría y se iría.

Tenía que mirar nuestro tiempo juntas como un tiempo de curación. Podía disfrutar de ella mientras duraba.

—Mmmm te sientes bien—me susurró Santana al oído con una voz ronca.


Su mano se detuvo a hacerme cosquillas en el estómago y solté una risita, retorciéndome.

—No te retuerzas—advirtió.

—Está bien, está bien. Seré buena—me di la vuelta y la miré a los ojos. Apoyó su cabeza sobre su mano y me sonrió con malicia.

—Para que lo sepas, te manoseé mientras dormías —admitió.

—¿Qué? —pregunté, sentándome un poco.

—Te estoy tomando el pelo. Bueno, tal vez no del todo. Sí metí mi mano debajo de tu parte superior y jugué con esas increíbles tetas tuyas. Pero te gustó. Estuve ahí.

Riendo, tiré mi almohada a su cabeza y me arrastré fuera de la cama.

—¡Oye! ¿A dónde vas?

Tiré mi cabello hacia atrás por encima del hombro y la miré.

—Me muero de hambre. Voy a ver si hay comida en este lugar.

Santana gimió.

—Comida. Me olvidé de conseguir comida.

Sacó las piernas de la cama y se puso de pie, se estiró. Cada músculo de su cuerpo bronceado flexionado.

De repente, la comida no parecía importante.

Terminó y me atrapó embobada.

—Normalmente cobro por ese espectáculo, pero para ti es gratis—me guiñó un ojo y tomó un par de pantalones vaqueros de su armario.

Empecé a sugerir que saliera de los vaqueros y simplemente hiciera esa cosa de nuevo, cuando un golpe en la puerta me interrumpió.

¿Quién estaría aquí tan temprano?

Di un paso atrás en la habitación y fui hasta mi bolsa para encontrar algo de ropa.

Santana no se molestó con una camisa, le basto con un sujetador deportivo y sus vaqueros colgados deliciosamente en sus caderas mostraban los dos hoyuelos en su espalda baja.

Quería lamer esos la próxima vez.

—Probablemente es Rach—dijo, dirigiéndose a la puerta y cerrándola detrás de ella para que pudiera vestirme.

No estaba segura de querer conocer oficialmente a Rachel, ahora que sabía quién era ella.

Saqué el vestido corto de verano de color amarillo que había traído y me lo puse.

Anoche había dejado mi bolsa de aseo en el baño de Santana. Mi cabello y dientes necesitaban un cepillo.

Traté de estar presentable sin molestarme en usar maquillaje. Saqué mi pelo sobre mi hombro y me hice una cola de caballo para evitar que enloqueciera.

Iba a necesitar una ducha antes de ir a ninguna parte.

Cuando abrí la puerta y entré en la cocina, el olor del café golpeó mi nariz.

Gracias a Dios.

—Ahí está—dijo Santana sonriéndome. Se encontraba sentada en el mostrador con una taza de café en la mano. Aún con sujetador deportivo y viéndose demasiado hermosa para su propio bien—Rach trajo comida—saltó del mostrador y se acercó a mí—¿Britt, recuerdas a Rach? Cometió el gran delito de cambiar mis sábanas—Santana sonreía como una niña pequeña en su intento de ser graciosa.

Rachel rió y sonó casi musical.

—Déjala en paz, San. No es bueno burlarse de las mujeres. Lo sabes bien—le regañó. Rachel levantó dos grandes bolsas de papel marrón —Sabía que no tendría nada de comer y odié el que despertaran con hambre. Así que traje galletas, salchichas, huevos y rosquillas, si prefieres dulces para el desayuno.

Mi estómago rugió. Puse una mano sobre él y Santana rió entre dientes.

—Vamos chica, te voy a dar de comer—tomó las bolsas de Rachel y empezó a abrirlas y a bajar platos del gabinete.

Volví mi atención hacia Rachel.

—Siento mucho lo grosera que fui cuando nos conocimos. No sé por qué me comporté tan ridícula sobre las sábanas y una toalla...—me callé esperando que aceptara mi momento de estupidez.

Rachel sonrió y puso los ojos sobre Santana.

—No te preocupes por eso. Entiendo completamente. No debí haberme entrometido.

Tratar de explicarme sólo sería embarazoso así que decidí dejarlo pasar. Tal vez acabaría olvidándose de ello, finalmente.

—Tu desayuno está servido—dijo Santana, trayéndome un plato de comida—Siéntate y serviré tu café.

—Gracias—contesté.

Había puesto un poco de todo en mi plato. No iba a quejarme. Me moría de hambre.

—¿Café con dos cremas y azúcar, verdad?—dijo mientras caminaba hacia la cafetera.

Empecé a responder y me detuve.

¿Cómo sabía eso?

Nunca habíamos tomado café juntas.

Cuando no contesté, me miró. Vio la pregunta en mis ojos y su sonrisa arrogante tiró de sus labios.

—Le dijiste a Sam una vez como querías tu café, mientras estabas sentada en la mecedora en el porche delantero. Él estaba adentro, por lo que tuviste que gritar. Yo descargaba el camión y te escuche —explicó.

Increíble.

—Oh —respondí, sintiendo los ojos de Rachel en mí.

Nos observaba de cerca.

—Así que, ¿conociste a todos anoche? ¿Estás asustada ahora?—preguntó Rachel en un tono de broma mientras me sentaba en la mesa frente a ella.

—Ellos estuvieron muy bien. Muy entretenidos.

Santana rió.

—Es su forma de decir que mis amigos son todos un montón de raros.

—Eso no es cierto. Me gustaron de verdad.

Santana se acercó y puso una taza de café al lado de mi plato y luego me dio un beso en la cabeza antes de volver a arreglar algo de comer para ella.

La curiosidad en el rostro de Rachel casi me hizo reír.

¿No conocía a esta mujer mejor que nadie?

Seguramente no se sorprendería por algo que decía o hacía.


—¿Cuándo tienen que regresar hoy?—preguntó Rachel.

Acababa de tomar un bocado de mis huevos y no pude responderle.

—Creo que regresaremos a eso de las cinco o menos. Quiero regresarla antes de que su papá vuelva a casa. Y tengo que comprobar a las vacas antes de meterme en la cama.

Rachel volvió su mirada curiosa de mí y la movió a Santana. No necesitaba mirar para saber que tenían una conversación en silencio.

Solía tener de esas con Casey.

Las entendía.

Mi pecho dolía un poco ante la idea de no tener eso nunca más. Pero no me dolió casi tan fuertemente como solía hacerlo.

Mejoraba.

Tal vez algún día sería capaz de seguir adelante.

Santana se aclaró la garganta y supe que dejaba saber a Rachel que su conversación silenciosa había terminado.

Otra señal que había utilizado con Casey.

—Bueno, ¿qué están planeando hacer hoy?—preguntó Rachel.

Levanté la vista de mi plato y miré a Santana. No tenía ni idea de lo que quería hacer.

—Pensé que teníamos que pasar unas horas en la playa y eso es lo más lejos que he llegado con los planes—respondió Santana.

—Eso suena divertido—Rachel empezó a decir más, pero su teléfono comenzó a sonar. Bajó la mirada y frunció el ceño.

—¿Quién es? —preguntó Santana mirándola atentamente.

Rachel suspiró y se puso de pie.

—Es mi hermana.

Santana frunció el ceño.

—¿Quieres que me deshaga de ella?

Rachel negó con la cabeza y se dirigió a la otra habitación antes de que la escuchara decir:

—¿Hola?

Santana miraba la puerta con una extraña postura protectora. Casi parecía como si estuviera lista para arrebatarle el teléfono si su hermana le decía algo para molestarla.

—¿Es tan mala la relación con su hermana?—le pregunté, queriendo que se relajara.

Volvió la cabeza hacia mí y sus hombros se aliviaron cuando nuestros ojos se encontraron:

—Sí. Su hermana es una perra. Hizo que Rach viviera en un infierno.

Pero, obviamente, Rachel había tenido a un Santana muy leal para defenderla de los matones en su vida.

—Si tienes que ir a ver cómo está, está bien.

Me estudió un minuto y luego una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro.

—Si me necesita vendrá a buscarme. Prefiero sentarme aquí contigo y disfrutar de mi desayuno.

Capitulo 18

Brittany se había dormido mientras yacíamos bajo una gran sombrilla de playa y veíamos las olas.

Había estado preocupada por las partes de ella que no estaban completamente cubiertas por la sombra y la desperté frotando la loción en sus pies.

Esos grandes ojos azules me observaban con atención mientras frotaba la loción en sus pies para masajearlos.

—Mmm, eso es bueno. Espero que no estés esperando una propina—dijo con voz somnolienta.

—No trabajo gratis.

—Tengo miedo de preguntar qué forma de pago aceptas.

Podía pensar en algunas cosas diferentes que decir, pero decidí ser cuidadosa con mis palabras. Brittany había visto y oído suficientes cosas anoche en lo que a mí respecta.

No quería que pensara que hablaba en serio.

—¿Tienes hambre?—decidí cambiar de tema.

Se sentó un poco más erguida y me dio una sonrisa tímida.

—Sí, un poco.

Tomé su pie, descansando encima de mi pierna y lo puse de nuevo en la silla.

—Vamos a comer—contesté, sosteniendo su mano para pararla.

—¿Vamos a entrar? ¿Necesito recoger nuestras cosas?

—No, podemos dejarlo todo aquí. No lo van a robar. Conozco a un tipo—le aseguré.

Frunció los labios en una pequeña mueca.

Qué demonios.

Si ella iba a hacer mierda sexy como esa con sus labios, iba a reaccionar de la manera en que yo quería.

Me moví y apreté mis labios firmemente contra los suyos antes de jalar ese dulce labio inferior en mi boca. Sus manos me agarraron e hizo un pequeño jadeo de sorpresa.

Sonriendo, me aparté y le guiñé un ojo antes de alcanzarla para tomar su mano.

—¿Y eso por qué fue? —preguntó sin aliento.

—Haces pequeños ceños sexys y frunces esos labios tuyos y no voy a ser capaz de ignorarlo.

Una lenta sonrisa se extendió por su cara y se humedeció los labios.

—Oh.

Nos conduje hacia el Beach Shack, que era una subida hasta el lugar de los sándwiches de mariscos. También tenían algunas de las mejores patatas fritas caseras que he comido.

—Santana, mi día acaba de ponerse un poco más brillante—gritó Elaine, la prima de Mike mientras se pavoneaba hacia nosotros en un bikini de la bandera americana.

Elaine era un problema.

Había cometido el error de jugar un poco con ella una noche sólo para quitársela de encima a Quinn Fabray, porque ella estaba molesta con Rachel.

Elaine no entendía una mierda lo de sin compromisos.

Mike y yo habíamos llegado a decirnos cosas muy feas y empujones por eso. Después de alguno tiempo entre nosotros, nos sentimos mejor y decidimos dejarlo ir.

No era como si Mike no supiera que ella era una chica fácil.

— Elaine—contesté, entrelazando mis dedos con los de Brittany.

Nunca se sabía lo que Elaine sacaría.

—Escuché que te enviaron fuera del país por ser una chica mala— Elaine se me acercó y se inclinó para besar mi mejilla.

Moví mi cabeza hacia atrás, lejos de sus labios.

—Sí. Estoy libre los domingos.

A Elaine no le gustaba ser rechazada. Era una gran malcriada cuando las cosas no iban a su manera.

—Tienes que llamarme para que podamos ponernos al día cuando vuelvas el próximo domingo. Te extraño—bajó la voz a un susurro como si estuviera compartiendo un secreto entre nosotros.

—Eso no va a suceder, Elaine. No intento meterme en otro lío con Mike por ti.

Además, eres una perra loca.

Elaine se acercó y pasó su uña por mi brazo.

—Prometo no decírselo.

Solté la mano de Brittany y deslicé mi brazo alrededor de su cintura.

— Elaine, esta es Brittany. Brittany, esta es la prima de Mike, Elaine.

Brittany parecía tensa y odié que fuera mi culpa que se sintiera incómoda.

¿Sería capaz de llevarla a cualquier lugar sin que aparezca alguna chica que había follado?

Esto apestaba.

Rocé mis labios contra su sien. Se relajó un poco en mis brazos y se inclinó hacia mí.

Eso estaba mejor.

—¿Así que, estás como, en una relación?—preguntó Elaine con incredulidad.

¿Cómo diablos respondía a esa pregunta?

Brittany no era una chica al azar que había recogido para entretenerme. Pero tampoco estábamos en una relación real.

—Estamos saliendo—intervino Brittany.

Elaine frunció el ceño.

—Santana no sale.

Abrí mi boca para decir algo, para evitar que Elaine siga hablando sobre mi mal código de ética.

—Tal vez no sale contigo pero definitivamente está saliendo conmigo—respondió Brittany antes de que pudiera decir algo.

La molestia calentó la mirada de Elaine, que estaba dirigida a mí. Podía sentirla, pero no podía apartar mis ojos de Brittany. Ella misma había manejado la situación y no pude evitar la ridícula sonrisa en mi cara.

Maldición, era sexy cuando se molestaba.

Brittany inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme, se inclinó y besó la sonrisa de satisfacción de mi rostro.

—Increíble—respondió Elaine con incredulidad.

—Sí, lo es—respondí, guiñándole un ojo a Brittany.

—Diviértanse con eso—dijo Elaine con sarcasmo antes de que finalmente se fuera.




Empacar y regresar a la granja donde ella estaría lejos de mí la mayor parte del día no era atractivo.

Quería mantenerla aquí conmigo.

Anoche podría haber empezado mal, pero había dado un gran giro increíble. Tiré las maletas en el jeep y me dirigí al piso de arriba para ayudar a Brittany, que estaba decidida a limpiar antes de que nos fuéramos.

El rasgueo de las cuerdas de la guitarra encontró mis oídos cuando abrí la puerta del departamento. Una suave voz se unió a la desconocida canción.

¿Brittany podía tocar la guitarra?

Cerré la puerta silenciosamente tras de mí. No era una canción con la que estuviera familiarizado, pero conocía lo suficiente sobre tocar la guitarra para saber que lo que ella tocaba no era fácil.

Podía tocar algunas canciones, pero mi talento terminaba ahí.

La guitarra acústica que obviamente encontró en la esquina de mi habitación, era una que había ganado en una apuesta. Finn había estado enojado cuando tuvo que renunciar a ella. Pero yo quería una guitarra, así que no iba a dejar fuera de la apuesta a su culo arrepentido.

El sonido suave de su voz haría emocionar a todo un país, pero no del todo.

Brittany era musicalmente talentosa.

No había ninguna duda al respecto. Si Finn la escuchara, tendría un maldito orgasmo.

No quería que ella me viera y parara, pero no podía dejar de acercarme tanto a la puerta de la habitación como fuera posible.

Quería verla así.

Su cabeza estaba inclinada y la cortina de su pelo me impedía ver su rostro. La emoción en su voz me habló más que algo visual.

Apoyada en el marco de la puerta me crucé de brazos y miré sus manos rozar las cuerdas.

No había ningún error.

No perdió ningún acorde.

Su voz era tan baja que no podía distinguir las palabras, pero las que pude oír desgarraron mi alma.

Una vez que la canción llegó a su fin, levantó la cabeza y dejó escapar un suspiro largo y pesado.

—Es la segunda vez que he cogido una guitarra desde la muerte de Casey—dijo en voz alta y luego giró su cabeza para mirarme. La sonrisa en su rostro no era triste, no era lo que esperaba.

Parecía feliz.

Había recuperado algo más que la muerte de Casey le había quitado.

—¿Cuánto tiempo has tocado? —pregunté.

—Desde que tenía cinco años. La guitarra siempre me ha fascinado. La mayoría de los instrumentos musicales lo hacen, pero el único que aprendí a tocar es la guitarra. Siempre he querido tocar el piano, pero mi mamá lo tocaba y a papá le molesta sólo verlo. Así que, nunca lo pedí ni expresé interés en eso.

Iba a conseguir un piano. Estaría aquí la próxima vez que viniera a casa conmigo.

—Eres increíble—le dije y me acerqué para sentarme a su lado.

—¿Tocarías otra? Quiero escuchar tu voz esta vez.

Agachó la cabeza y se sonrojó.

—No puedo. Sabía que estabas ahí, pero no podía verte. Si estás donde te vea no seré capaz de tocar. Me pondrás nerviosa.

—Hmm—deslicé mi mano dentro de la calidez de sus muslos—¿Y si te soborno?

Se rió y sacudió la cabeza.

—Ninguna cantidad de besos puede conseguir que cante contigo mirándome. No puedo. Tal vez algún día, pero en éste momento simplemente no puedo.

—¿Estás segura de eso?—pregunté mientras me inclinaba y presionaba un beso en la comisura de su boca.

—Sí—dijo con la voz entrecortada.

—Mmm... No me importa tratar de todas formas—le contesté, besando la otra esquina de su boca.

—Está bien.

Tomé la guitarra de su regazo y la puse en la cama junto a ella, antes de llevarla en mi regazo. Enterrando mis manos en su pelo, devoré sus labios.




Brittany


¿Qué estás usando?


Me reí cuando leí el mensaje que Santana me envió.

Se había asegurado de conseguir mi número de celular antes de que llegáramos a casa el domingo por la noche.


Nada.


Sonriendo, esperé su respuesta.


Mierda. El lago, ahora.


Cubrí mi boca para evitar reírme muy fuerte. Papá se encontraba en algún lugar de la casa.

No lo había visto desde la cena.


Sabes que no puedo. Papá todavía está despierto.


¿El granero entonces?


Me acerqué a la ventana y miré hacia la oscuridad para ver la única luz en la parte de atrás del granero.


Mala idea también.


No estoy de acuerdo.


No me digas. Buenas noches.


Podría ser mejor.


La sonrisa en mi cara, últimamente, parecía estar permanentemente ahí. Incluso papá lo notó durante la cena.

Quería decirle todo sobre Santana, pero nunca sería capaz de hacerlo. Él nunca aceptaría a Santana y probablemente la despediría.

No quería ser la causa de que Santana perdiera su beca. Además, se marcharía en poco más de un mes.

El verano terminaría y nuestro tiempo juntas no sería más que un recuerdo.

Tenía que seguir recordándome eso.

Engancharme con Santana era malo. Había sido la clave de mi sanación. Me obligó a superar las cosas.

Nadie lo había hecho antes de ella.

Siempre la apreciaría por eso.

Dejándome caer en la cama, la felicidad que había sentido desapareció de repente.

No me gustaba enfrentar los hechos sobre Santana.

Y tan dulce como era Rachel, odié que nunca tuviera que perderlo. Siempre estaría ahí cuando la necesitara.

Envidiaba eso.

Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos melancólicos.

—Britty niña, ¿estás despierta?—llamó papá.

—Sí, entra —contesté.


Abrió la puerta y entró. Siempre parecía tan fuera de lugar en mi habitación.

Rara vez ponía un pie en ella.

—Quería hablar contigo sobre algo—dijo, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Está bien.

Odiaba cuando nuestras conversaciones empezaban así. Normalmente quería decir que no me iba a gustar lo que vendría después.

—Sam se irá pronto a la escuela. Antes de que se vaya, quiero invitarlo a él y a sus padres a cenar. Te ha ayudado a pasar por todo y son como de la familia, a pesar de que las cosas resultaran como lo hicieron...

No había pensado en eso, pero papá tenía razón. Teníamos que invitarlos a cenar.

Nos habían recibido muchas veces durante años.

—Buena idea. Llamaré en la mañana y organizaré las cosas.

Papá asintió.

—Bien entonces, bueno, buenas noches.

—Buenas noches.





Ya no era el hada invisible.

Me aseguré de que Santana estuviera cerca cuando le llevaba limonada, una toalla fría y un aperitivo. También las llevaba en cada oportunidad que tenía en vez de un par de veces al día.


Una vez que supe que papá se había ido a la ciudad, tomé una gran rebanada de la torta de chocolate de la nevera que había hecho para la cena de esta noche con los Evans, y agarré las otras cosas que sabía que Santana necesitaba.

Mirando su espalda, que solo la tapaba una mínima porción ya que solo llevaba un sujetador deportivo, mientras recogía las bolas de heno, y las arrojaba sobre la cerca, mi boca se hizo agua. Me senté en el portón trasero y decidí disfrutar del espectáculo por unos minutos.

Me vería muy pronto.

El sudor brillaba mientras el sol caía sobre ella. Sus pantalones de trabajo caían bajos en sus caderas, dándome una visión perfecta de los hoyuelos de su espalda y la parte superior de su tanga.

Se agachó para agarrar un fardo de heno y se detuvo. Se puso de pie y miró por encima del hombro. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, una sonrisa maliciosa tocó sus labios.

—¿Ves algo que quieras, nena?

—Quizás. Estoy revisando las cosas. Viendo si estoy interesada—le respondí con mi propia sonrisa maligna.

Sus oscuras cejas se alzaron y se giró completamente para darme una visión de su pecho sudoroso.

Oh Dios.

Eso nunca me cansaría.

—Veo algo que quiero—dijo lentamente mientras se acercaba.

Mi latido comenzó a hacer ese revoloteo tonto que hacía cuando ella se acercaba a mí.

—¿En serio?—pregunté cuando se detuvo frente a mí y se inclinó.

—Demonios sí—murmuró—Me encanta el chocolate.

¿Qué?

Mi emoción se volvió confusión.

Su brazo se acercó a mi lado y tomó el pedazo de torta de chocolate que le había traído.

—Eres molesta—hice un puchero.

Se trasladó para tomar asiento a mi lado.

—¿Yo? Eres tú la que viene pavoneándose aquí en un par de diminutos pantalones cortos y arruinando mi trabajo, comiéndome con tus ojos. Diablos, chica. ¿Crees que una mujer puede trabajar cuando sabe que estás mirándola como si quisieras probarla?

Un cálido placer se extendió a través de mí por sus palabras. Tomó un bocado de la torta, luego cerró los ojos e hizo un gemido en su garganta.

Dios mío.

—Maldición, Britt-Britt, esto está bueno.

Sí, era bueno.

La forma en que los músculos de su mandíbula se flexionaban mientras masticaba y su garganta se movía al tragar.

Era muy bueno.

—Britt—dijo Santana sacando mi atención de su cuello muy bonito.

—¿Hmm? —contesté.

—Si me voy a comer esta torta, entonces necesitas hablar y dejar de mirarme así. Si sigues con esa mierda, voy a comerte a ti y al carajo quien nos atrape.

No pude evitarlo. Me reí.

—No te rías. No era una broma—regañó, alzando una ceja antes de tomar otro bocado de torta.

Obligué a mis ojos a apartarse de ella.

Habían pasado dos días desde que fuimos capaces de hacer cualquier tipo de contacto.

Me excitaba muy fácilmente.

—Tienes compañía—dijo Santana, poniéndose de pie y alejándose de mí.

¿Compañía?

¿Quién?

Salté y me volví para mirar hacia el camino de entrada. Mi estómago cayó.

Conocía ese auto.

¿Ella nos había visto?

Tenía que alejarme de Santana.

—Me tengo que ir—dije sin mirarla.

No quería que viera la preocupación en mis ojos. Si se lo explicaba, ella nunca lo entendería.

No estaba segura de poder explicarlo.

Simplemente no quería que la mamá de Sam y Casey me atrapara con alguien como Santana.

Estaría muy decepcionada.

Corriendo de nuevo de la pequeña colina hasta la casa silenciosamente, rogué porque ella no hubiera estado mirando hacia el pasto de las vacas mientras conducía.

La Jessica ya había salido de su Lincoln Towncar y se dirigía a mi camino.

La amable sonrisa en su rostro me recordaba mucho. Ella había sido la única mamá que podía recordar.

Era muy joven cuando perdí a mi mamá.

Jessica había sido la suplente mientras crecía. Cuando necesité una mamá, Casey siempre me llevó a la suya.

—Hola, Britt—dijo, extendiendo los brazos para un abrazo.

Fui voluntariamente. Siempre me sentí segura cuando me abrazaba. Ella olía a primavera y galletas.

—Jessica, es tan bueno verla—contesté, abrazándola antes de dar un paso atrás.

—Sólo porque no has ido a visitarme en un par de semanas. Que Sam se esté mudando no significa que no puedas venir a visitarme.

La culpa se instaló en mis entrañas.

No había ido a verla desde el día en que empecé mi lujuria por Santana López.

Estar en la casa de Casey hacía que la diversión que tenía con Santana pareciera contaminada e incorrecta.

No quería sentirme de esa manera. Así que, me mantuve alejada.

Se inclinó y cogió mi mano izquierda desnuda.

—Sam me dijo que por fin lo quitaste. Quiero que sepas que me alegro. También la amaba, Britt, pero cariño, ya era hora de dejar el anillo—su voz era gentil y maternal.

Era a su hija a quien dejaba ir quitándome el anillo pero ella estaba feliz por eso.

¿Cómo?

—Todavía hay días que quiero agarrarlo y ponerlo de vuelta —admití.

—Lo sé. Hay días cuando quiero limpiar su habitación y hacer su cama como si volviera a casa para usarla—la emoción en su voz me desgarró.

Dios, el dolor seguía ahí.

Desvió la mirada por encima de mi hombro hacia el granero. Vi la pequeña pizca de preocupación en su expresión.

—¿Britt, es esa la chica que envió tu tía aquí para recompensar algunos problemas en los que se metió?

Nos había visto.

—Sí, señora—me atraganté.

No quería admitírselo, pero ¿qué otra cosa podía hacer?

Me había visto sentada en el portón trasero, toda sonrisas cuando llegó.

¿Qué pensaba?

¿Pensaba que le faltaba el respeto a Casey por pasar tiempo con alguien que no era tan bueno y moral como ella lo había sido?

—Sabes que te quiero como a una hija. Eres tan mía como Casey y Sam. Siempre me he preocupado por ti y recé por ti justo como lo hice con mis chicos. Todavía lo hago. Casey te amaba tanto. Tú eras su mundo desde que era una niña. Ella querría que tuvieras la vida maravillosa que ustedes dos habían planeado. Pero cariño, te puedo decir que Casey nunca hubiera querido que pasaras tiempo con esa chica—ssintió en dirección al granero—Ella no es digna de ti. Casey querría que encuentres a alguien que sea bueno y estable. Alguien que pudiera cuidarte y estar junto a ti a través de los obstáculos de la vida—su mano fría se acercó y tomó la mía con un suave apretón—Te mereces algo mucho mejor que ser alguna pequeña aventura para una chica como esa. No permitas que la tristeza y el dolor te envíen por un camino al que no puedas regresar.

Mi pecho se sentía tan pesado.

Culpa. Dolor. Pena. Pérdida.

Todo se arremolinaba en conjunto, haciéndome difícil tomar respiraciones profundas.

¿Tenía razón?

¿Lanzaba lejos el recuerdo de Casey porque Santana López tenía un cuerpo increíble y una sonrisa sexy?

¿Me había vuelto tan superficial?

Oh, Dios.

Las lágrimas escocían mis ojos y Jessica me atrajo de nuevo en un abrazo.

—No fue mi intención molestarte, cariño. A veces una mamá necesita ayudarnos a encontrar el camino correcto cuando nos desviamos. Eso es todo—alisó mi cabello mientras me tranquilizaba.

—Ahora, vamos a hablar de otras cosas. Cosas más positivas. Como cuáles son tus planes ahora que has decidido conducir ese bonito Jeep de nuevo y empezar a vivir tu vida. Quiero saber todo al respecto. Vas a la universidad, ¿no es así? Quiero decir, no puedes quedarte aquí y seguir yendo a la universidad comunitaria. Eres demasiado inteligente para éste lugar, Britt. Oh, y la guitarra. Tu papá me dijo que el otro día vino a casa y te vio tocando. Estoy tan orgullosa de ti—seguí a Jessica a la casa, pero no tenía ganas de hablar de nada de eso.


Quería ir a esconderme en mi habitación y llorar.

Si querer estar con Santana era tan malo, ¿por qué dolía que dijeran que era un error?

Ella era la razón por la que avanzaba.

¿Eso no contaba para nada?

Capitulo 19

Le había enviado a Brittany dos mensajes y llamado una vez.

Seguía sin contestarme. El hada invisible regresó pero no traía consigo delicias extra como pastel de chocolate o de fresa. Todo lo que tenía era un termo con agua y una toalla congelada.

Algo andaba jodido.

No podía ir a buscarla y obligarla a que me hablara. Su papá me echaría de culo de la propiedad.

Había perdido la beca y no tendría a Brittany.

¿Qué narices podía hacer?

No quería hablar conmigo.

Nuestra última conversación había sido cuando me trajo el pastel de chocolate. Lo único que se me ocurría era que algo ocurrió con la señora que había venido y que estaba ocupada con eso.

E incluso así, ¿por qué coño no respondería mis mensajes?

Necesitaba ir a hablar con Wilson de todos modos.

Rachel podía venir a buscarme fácilmente mañana por mi día libre. No haría nada de aquí hasta mañana por la mañana. Por mucho que no quisiera irme con Brittany mientras me daba el tratamiento del silencio, quedarme aquí me volvería simplemente loca.

Me puse una camisa limpia y luego cogí el bolso y tiré un par de cosas en él.

Wilson debía estar dentro ahora mismo. Quizás Brittany abriría la puerta.

Podría ver su cara aunque no pudiéramos hablar.

Me dirigí a la casa.

Todas las luces estaban encendidas, lo que era extraño. Incluso los focos exteriores iluminaban el patio. El camino de entrada también se encontraba lleno.

¿Era una fiesta?

Me detuve en la puerta cuando risas y varias voces se acercaban.

La puerta se abrió y Sam se hallaba ahí, sonriéndome.

—Hola, morena. ¿Qué pasa?

—Necesito hablar con Wilson—expliqué, mirando más allá de Sam, en busca de alguna señal de Brittany.

—Entra. Está en la mesa con la familia.

¿La familia?

¿La familia de quién?

Sam me condujo al interior y hacia un pequeño vestíbulo. No pude evitar detenerme varias veces para estudiar las fotos en la pared de cuando Brittany era pequeña.

Había sido hermosa toda su vida. Las coletas también habían sido su peinado favorito desde hacía mucho.

—Tenía diez en esa. Justo le habían puesto frenillos y estaba muy molesta por ello. Su papá no podía conseguir que sonriera, así que llamó a casa e hizo que Casey y yo nos acercáramos. Cuando llegamos, Britt estaba encaramada en lo alto de ese columpio con lágrimas contenidas en los ojos y una mueca enojada en su rostro. Casey se puso detrás del fotógrafo y empezó a contarle bromas de toc-toc y a poner caras raras.



Tenía la cabeza inclinada a un lado y se veía como si finalmente terminara sonriendo en la imagen.

Mi corazón saltó pensando en todos los recuerdos que tendría como este, recordándole diariamente lo que había perdido.

Sam empezó a caminar de nuevo y le seguí hacia la gran entrada de arco donde los sonidos de voces y risas se desparramaban desde afuera.

Quienesquiera que estuvieran, se lo pasaban bien.

Sam se detuvo frente a mí.

—Mamá, papá, Rory, esta es Santana López. Está trabajando para Wilson este verano. Santana, esta es mi familia. Rory es el primo de Louisiana con el que voy a convivir del que te conté.

No me esperaba una presentación completa. Aparentemente, ellos tampoco.

No me centré en ninguna persona.

Cuando mis ojos recorrieron la mesa, reconocí a la madre de Sam como la señora que se pasó el otro día.

También era la mamá de Casey.

No me gustaba a dónde se iba mi mente con eso.

Cuando mi mirada encontró a Brittany, no me miraba. Tenía la cabeza gacha y jugueteaba nerviosamente con la servilleta.

Mierda.

—¿Santana? ¿Hay algún problema? —preguntó Wilson.

Me obligué a mirar a Wilson, en lugar de a su hija.

—No quise interrumpir la cena. Sólo necesitaba preguntarte, ¿si está bien que mi aventón venga y me recoja esta noche?

Wilson se encogió de hombros y asintió.

—No veo por qué no. Claro, chica, ve. Te veré el lunes por la mañana.

—Gracias—contesté y volví a mirar a Brittany. Seguía sin alzar la vista. No quería irme así—Fue un, uh, placer conocerlos a todos.

No esperé una respuesta.

Me volví y regresé a la puerta. Necesitaba un poco de aire fresco e intentar con toda la fuerza mantener el control del pánico instalado en mi pecho.

La puerta mosquitera se cerró detrás de mí pero no me inmuté, sólo seguí caminando. Metiendo la mano en el bolsillo, le envíe un mensaje a Rachel para que me recogiera esta noche.



Tardaría al menos una hora.

En vez de regresar al pequeño espacio de mi improvisada habitación, fui a sentarme al columpio bajo el roble más grande de la propiedad.

Pocas veces veía a alguien por aquí.

Estaba oscuro y podía permanecer oculto mientras reorganizaba mis pensamientos.

La madre de Casey había venido a visitarles y Brittany no me habló desde entonces.

¿Qué había dicho?

¿Brittany la vio y se dio cuenta de lo que se alejaba?

Casey tenía a la buena familia americana.

Yo, por otro lado, tenía sólo a Rachel.

Mi mamá no me había cocinado ni lavado la ropa. Diablos, ni siquiera me había llevado al médico cuando me enfermaba.

Mi hermanastra y yo apenas hablábamos. Lo último que supe fue que la habían pillado en un laboratorio de metanfetamina con su último novio y que fue a prisión.

Sí, también tenía una maldita familia fantástica que presentarle a Brittany.

Si pensaba que no era digna ahora, sin saber toda esa desastrosa mierda, entonces no tenía ninguna posibilidad.

Enterré la cara en mis manos.

¿Por qué dejé que me importara?

¿Por qué narices decidí preocuparme por alguien que estaba tan malditamente fuera de mi alcance?

Las chicas como Brittany no querían mantenerme. Querían jugar conmigo por un tiempo y luego ir a buscar una persona a la que sus padres aprobaran.

No era del tipo serio.

Aprendí a una edad temprana que las mujeres no me querían. Cuando la mamá de una no la quiere, ¿por qué diablos lo haría alguien más?

Algo estaba mal conmigo.

Siempre lo había estado.

Cuando encontré a Rachel, me aferré a ella y decidí que, ya que era la única chica que quería continuar conmigo, sería la única con la que me quedaría siempre.

Sabía que nunca me dejaría.


Mis cagadas nunca la harían huir. Entonces se encontró a Quinn, que la amaba de la forma en la que yo no podía.

Por mucho que la quisiera, no podía quererla de la forma necesaria para serle fiel.

Entonces llegó Brittany.

Me había mostrado que podía querer a una sola mujer y estaba malditamente feliz por eso. Lástima que al igual que las otras, no quería mantenerme.

Esta vez no me había librado lo suficientemente pronto de ella antes de que pudiera averiguar que no merecía la pena seguir conmigo.

Lo quería demasiado.

Lo había esperado por demasiado tiempo.

Voces flotaron por el césped y observé como Brittany salía por la puerta frontal con Sam y su primo.

Podía oír sus risas.

Los tres fueron al Jeep de Brittany y el primo abrió la puerta y susurró algo en su oído antes de ayudarla a entrar.

El dolor me laceró.

Sam montó atrás y su primo se sentó en el asiento del pasajero. Brittany iba a salir.

Lo estaba superando.

Había sido la distracción de al lado.

Mis ojos ardían y odiaba las lágrimas de debilidad que lo representaban.

Que le jodan. No lloraría.

No lloré.

Ni siquiera supliqué.

Sabía lo que se sentía el suplicarle a alguien que te quisiera.

Había sido llamada patética pedazo de mierda por mi papá desde que tenía cinco. Y luego otra vez por mi mamá cuando era un adolescente rebelde por culpa de la vida que se me había entregado.

Decidí hace tiempo que si no valía nada, entonces no tenía que vivir bajo las malditas reglas de nadie.

Haría las mías propias.




Brittany


Mi móvil sonó avisándome de un mensaje, y lo agarré rezando para que fuera Santana.

Todavía no regresó y ya era martes.

Papá no parecía preocupado y me asustaba tanto preguntarle dónde se encontraba Santana.

No podía mostrar ningún interés en Santana.

Pero necesitaba saber dónde estaba.

Dejó de mandarme mensajes después del sábado por la noche. No había llamado.

La había ignorado.

Tenía que hacerlo. Me sentía tan confusa.

El mensaje era de Rory.

Me volvía loca.

Fuimos a bailar el sábado después de que Santana se marchase. Papá y Jessica pensaron que era una idea maravillosa cuando Sam lo sugirió.

Fui atrapada.

La expresión esperanzadora de Jessica cuando Rory apartó la silla por mí fue difícil de ignorar.

Ella le había invitado porque era mi pareja afine.

Rory quería saber qué iba a hacer esta noche. Quería saber cuándo regresaba a Louisiana para que así me dejara en paz.

Le escribí que no estaba de humor para hacer nada y lo dejé así.

Observando el granero para ver si Santana aparecía, me ponía ansiosa y me daba náuseas con cada minuto que pasaba y no venía.

¿Había abandonado?

Seguramente no.

Tenía que tratar con su beca.

Miré el móvil y pensé en enviarle un mensaje. Había ignorado sus intentos de intentar contactarme.

¿Respondería siquiera?

Tenía que saberlo.


¿Estás bien? ¿Dónde estás?


Sostuve el teléfono en mis manos y esperé.

El silencio en la sala era ensordecedor. Podía escuchar mi corazón latiendo. Con cada segundo que pasaba sin una respuesta, mi estómago se retorcía más fuerte en el enredo que había sido desde que Jessica me dijo cuán decepcionado estaría Casey de mí.

No quería decepcionar a Casey.

No quería cometer un error.

Santana había sido para mí una forma de sanar. Había sido divertido y emocionante.

Nada se sentía mal o incorrecto cuando estábamos juntas.

Sabía que se iría pronto. No me estanqué con la creencia de que tendríamos algo duradero a distancia.

Después de varios minutos y ninguna respuesta, lancé el teléfono sobre la cama y me recosté en la almohada.

¿Iba a dejar mi vida de esa forma?

Sin un adiós, ¿simplemente desapareciendo?

Una lágrima caliente se deslizó por mi mejilla. Por primera vez en dieciocho meses, mis lágrimas no eran por Casey Evans.

Decidí ir a buscar las sábanas de Santana y lavarlas. Podía preguntarle a papá si iba a regresar con la excusa de que necesitaba saber si debería colocarlas cuando estuvieran limpias.



La puerta del establo estaba abierta cuando salí la mañana del miércoles.

La esperanza surgió en mi pecho. Quería correr hacia el granero pero no pude.

Papá se encontraba por los alrededores.


Una vez que me acerqué, me detuve y respiré profundamente antes de entrar. Si se hallaba aquí, tenía que explicarle las cosas. No estaba segura todavía de lo que iba a decir.

Decirle a Santana que la mamá de Casey no la aprobaba no era exactamente una buena idea.

Santana no parecía del tipo que aceptaría que le dijeran que era menos que digna con un encogimiento.

Si quería librarme de ella, esa sería una muy buena forma de hacerlo. Y definitivamente no quería librarme de ella.

Santana salió del granero con una mueca en su rostro.

Tenía un sombrero de paja inclinado sobre la cabeza y su camiseta aún no se había empapado en sudor.

Era increíble.

Se detuvo en seco cuando me vio, entonces su rostro se volvió duro y frío antes de pasar más allá de mí y lanzar la pala y la caja de herramientas en el maletero de su camioneta.

Intenté hablar, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.

No sabía cómo hablar de esto con Santana. El de la sonrisa sexy y actitud arrogante se había ido.

Regresó por mi lado y se dirigió al granero.

Estaba congelada.

¿Qué le decía?

¿Me gritaría si intentaba explicárselo?

¿Le importaba siquiera?


¿La había descartado cuando ella se preocupaba?

Oh, Dios.

¿Era ahora sólo una de las muchas alejadas y olvidadas?

Volvió a salir con las manos llenas de alimento y una lata de aceite de motor. Sus ojos ni siquiera me miraban.

Realmente me sentía invisible.

Una vez que arrojó las cosas en su camioneta, fue hacia la puerta del conductor y la abrió.

Iba a marcharse. Tenía que decir algo.

—¿San?—grazné.

La única forma por la que supe que me escuchó fue por sus hombros tensos, pero no miró atrás ni respondió.

—San, por favor—supliqué, con la esperanza de que conseguiría al menos que me mirara.

Su apretón en la puerta era tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos.

—No—respondió con una voz carente de emoción antes de deslizarse dentro y cerrar la puerta.

Dio marcha atrás y se dirigió al sur sin mirarme ni una sola vez.

Mi pecho se sentía como que iba a estallar.

Quería llorar.

Quería gritar.

Quería correr detrás de ella y exigirle que hablara conmigo.

Así es cómo se siente el preocuparse por alguien que no se siente igual. Sólo sabía cómo se sentía amar a alguien que me amaba con la misma fiereza.

Nunca había conocido el rechazo.

Nunca había querido a alguien que no me quisiera.

El anhelo no se fue con el rechazo.

Aturdida, entré en el establo y me dirigí a su habitación. Seguiría lavando sus sábanas y toallas.

Necesitaba cosas limpias.

Abrí la puerta de su habitación. El colchón estaba desnudo y un juego de sábanas limpias se hallaba apilado encima. Junto a ellas, había un montón de toallas limpias y toallas de mano apiladas.

Le llevó sus cosas a Rachel.

Las había lavado por ella.

El dolor sólo aumentó.

Rachel nunca tendría que sentir el dolor del rechazo de Santana. La amaba.

Siempre lo haría.

Justo como Casey me había amado sin dudas. Había sido incondicional.

Odiaba a Rachel porque tenía algo que yo nunca tendría: el amor incondicional de Santana López.

¿Alguien más lo tenía?

Sabía que no.

Nunca hablaba de su familia. Rachel era su familia. Era todo lo que le importaba.

¿Cómo debía de sentirse?

Cogí las toallas y las puse en el pequeño estante al lado de la ducha. Luego fui a hacerle la cama.

No había sido capaz de limpiarle las sábanas pero por lo menos podía hacer algo.

Quería hacer algo por ella. Incluso si ya no me quería.