[Resuelto]FanFic Brittana: Del Amor (Adaptada) Epílogo

Capitulo 28

—Buenos días—dijo mientras entraba en la sala de conferencias, donde Quinn esperaba con una computadora portátil abierta delante de ella y un bloc de notas de color amarillo por su mano derecha.

La chaqueta del traje azul marino de Quinn a juego con los pantalones y una camisa rayada azul pálido de cuello abierto parecía más elegante que el atuendo de negocios estándar en su esbelto cuerpo.

—Hola, Brittany—Quinn sonrió, con aspecto cansado debajo de su impecable maquillaje, discreto—Siento no haberlo programado contigo con anticipación. Henrietta llamó y emitió un decreto prioritario.

—Está bien—se sentó frente a ella—Henrietta nos tomó a todos por sorpresa hoy.

—Al menos ella se siente mejor—Quinn se echó hacia atrás—Así que, hoy es sólo una revisión para que puedas estar segura de que entiendes los protocolos y lo que vamos a hacer para conseguir todo en orden.

—Pensé, lo siento, no estoy segura de la etiqueta aquí, pero no pensé que fueras parte del equipo legal de la agencia.

—Técnicamente—Quinn dijo, sin parecer difundida por la pregunta—El departamento legal López Enterprises representa todas las divisiones. La agencia trabaja habitualmente con sólo uno o dos de nosotros, pero Henrietta me lo pidió. ¿Estás de acuerdo con eso?

—Por supuesto.

Quinn le dio una larga mirada.

—En realidad, Henrietta dio a entender que Santana estaba detrás de ello.

El rostro de Brittany se puso caliente.

Tanto en cuanto a mantener su relación con Santana en privado. Todo lo que tenía que hacer era escuchar su nombre y telegrafió exactamente lo que sentía por ella.

—Ah, eso es muy amable de ella.

Quinn se rió.

—Santana es muchas cosas maravillosas y exasperantes, incluyendo amable, pero no creo que eso sea lo que la motivó esta vez. Ella sabía que yo le daría a esto más que la atención normal de los negocios como de costumbre.

—Atención personal.

—Sí.

Estudió a la bella y sofisticada mujer que era Quinn Fabray.

Parecía exactamente el tipo de mujer que Santana elegiría para una amiga o una amante.

¿Santana había hablado de su relación?

Y si lo hubiera hecho, ¿qué más daba?.

—Soy consciente de eso.

—Somos amigas, Santana y yo—Quinn dijo en voz baja, como si respondiera a alguna pregunta no formulada.

—Pero estás enamorada de ella, ¿verdad?—preguntó, prefiriendo mucho las conversaciones directas a los juegos de palabras redondas.

Y estar en un terreno nivelado con Quinn, si todo lo que significaba era ser honesta, parecía importante ahora que iban a tener más que un conocimiento superficial.

Santana era parte de sus vidas, incluso si era parte de su pasado ahora. Los sentimientos permanecían, y no quería esconderlos.

Quinn soltó una breve y dura risa.

—Toda mi vida.

—¿Sabe ella eso?

—Oh, estoy segura de que sí. Y ella me ama, a su manera. En la única forma en que puede—Quinn se encogió de hombros, su expresión divertida y un poco triste—No podemos evitar a quien amamos, o a quienes no. Santana no está enamorada … de mí.

—Lo siento, no es asunto de mi incumbencia.

—¿No lo es?—Quinn dijo a la ligera.

—No. Especialmente ahora, pero realmente no siempre. Las relaciones de Santana no son mi preocupación.

—¿De verdad? Si ella fuera mi pareja, me gustaría ponerle un gran cartel en el cuello, prohibido el paso.

Se rió y negó con la cabeza.

—Ella no es mi pareja.

—Tal vez, tal vez no. Pero ella quiere estar segura de que estés aquí cuando vuelva.

Ignoró el aleteo rápido de su corazón.

Quinn no sabía eso. Tampoco ella, y no podía permitirse dejarse llevar por una falsa esperanza.

Había tenido años de desear que la realidad pudiera ser cambiada y no volvería a verse afectada por los vanos anhelos.

—Me alegro de que esté manejando esto—Quinn se inclinó hacia delante, tirando de la computadora portátil hacia el alcance—De acuerdo entonces. Vamos a ver como manejar tu situación migratoria.

Escuchó, proporcionaba la información que podía y trataba de no entrar en pánico. Quinn sabía lo que estaba haciendo, todo saldría bien.

Tenía que hacerlo.

—Eso es todo por ahora—Quinn dijo después de media hora—Me pondré en contacto tan pronto como comencemos a presentar los formularios preliminares. Lo presionaré tan rápido como pueda.

—Gracias.

—No puedo prometer que resolveremos esto pronto. Las leyes de inmigración están cambiando casi cada minuto, y con la forma en que las cosas están en Washington, en todo el país, en realidad, las regulaciones se están endureciendo. Sumado a ello tenemos tres agencias federales involucradas, Aduanas, Patria y Trabajo, y ninguna de ellas hablan el mismo idioma o bien entre sí. Pero puesto que ya estás aquí y establecida, y pagando impuestos...—Quinn sonrió—Eso siempre ayuda. Tengo la esperanza de que esto se hará cargo antes que se convierta en un problema serio.

—¿Quieres decir antes de que tenga que irme?

Quinn asintió.

—Tal vez debería reconsiderar la oferta de Santana. Esa es una manera segura de evitar los trámites burocráticos.

Resopló.

—Ella te ha hablado de eso, ¿verdad? ¿Su plan para mí ser una novia por correo?

—Ella lo mencionó, y yo podría haber sugerido que era una idea loca en ese momento. Pero no es ilegal, sobre todo porque ambas tienen una relación. Difícilmente serías una novia por correo.

—Es una idea ridícula. No la encadenaría a una relación insensata.

—¿Y qué hay de ti?—se quedó mirando las líneas de escritura en el bloc de notas amarillo.

Ni siquiera podía pretender que Santana no le importaba.

—No, no creo que fuera insensato—Quinn se levantó y eficientemente recogió sus notas—Voy a hacer todo lo posible para ver que te quedes.

Se quedó atrás, esperando que los rápidos eventos de la mañana se asentaran.

Henrietta tenía razón, como de costumbre. Ella necesitaba alejarse por un tiempo, y ahora era el momento perfecto para su largamente y demorada visita con Hanna.

Tal vez cuando no viniera a la agencia todos los días, no estaría recordando que Santana ya no estaba ahí.

Mentalmente se rió de su propio autoengaño.

Nada la haría dejar de pensar en Santana.

Acaso Quinn tenía razón, ¿Santana se extendió desde lejos para asegurarse de que alguien que realmente le importaba la ayudaría ahora?

Santana había intentado ayudarla también, y a pesar de que su solución no era algo que Brittany podría vivir con ello, al menos debería agradecerle.

Le debía eso.






Recogió sus ganancias y se abrió camino a través de las mesas de juego al bar para tomar una copa antes de regresar a su hotel.

A las 3 de la mañana, casi todo el mundo estaba en las mesas, y el bar estaba casi vacío a excepción por una morena en un vestido de tubo rojo en un extremo y dos hombres en el otro.

Se deslizó en un taburete a mitad de camino en la barra y con la cabeza señaló al camarero con una camisa blanca y una pajarita de lazo negro.

—Macallan, solo—un minuto más tarde, el camarero colocó un vaso de whisky en un cuadrado blanco en la barra de mármol negro pulido delante de ella—Gracias.

La morena se sentó en el asiento contiguo.

—No me recuerdas, pero yo estaba en la fiesta de la compañía Speed-Pro la otra noche.

—Recuerdo—tenía una buena memoria para las caras, y se había dado cuenta de la morena con un vestido negro escotado que había exhibido su cuerpo asesino.

Recordó al corpulento hombre mayor cuyo brazo ella se había aferrado también.

—No recuerdo haberte visto con nadie—la voz de la morena era un ronroneo bajo, lleno de humo.

—No estoy aquí con nadie.

—Yo tampoco…Oh, estoy casada, pero mi marido prefiere pasar su tiempo en las mesas. Tenemos un entendimiento, en caso de que algo así sea importante para ti.

Saboreó su whisky.

—Aprecio que me lo digas. Hace las cosas más fáciles, pero no estoy buscando compañía.

—Todo el mundo está en busca de compañía de uno u otro tipo—la morena señaló al camarero y colocó otro martini delante de ella—Lo sepamos o no.

—Puede que tengas razón. Debería haber dicho que no estoy buscando la compañía de nadie, excepto de una mujer en particular.

—Ya veo. Alguien especial.

Giró el vaso en sus manos, el rostro de Brittany era todo lo que podía ver.

—Muy.

—Bueno, qué hay de otro tipo de compañía, entonces. Por un ratito.

—Soy Santana López—dijo, ofreciendo su mano.

—Verónica Riley.

—Encantada de conocerte, Verónica.



Ellas compartieron otra bebida, y se ofreció para ver a Verónica de vuelta a su hotel.

—Eso es amable de tu parte, pero estaré bien.

—Gracias por la compañía, entonces.

Verónica sonrió y Santana se alejó. Cuando el taxi la llevó de vuelta a su hotel a través de las calles silenciosas, oscuras una hora antes del amanecer, el malestar inquieto de las últimas semanas se instaló entre los omóplatos con un latido insistente.

Había hecho todo lo que había venido a hacer aquí. Su negocio estaba terminado, y lo que quedaba no era una promesa de placer.

El tiempo se extendía ante ella como una sentencia de prisión, pero no tenía que aceptar el veredicto. Tal vez había dejado detrás esta vida antes de que
incluso volviera.

No lo había sabido.

Cuando entró en su habitación, la luz roja en su teléfono estaba parpadeando y pulsó el botón de sus mensajes. La voz de Brittany detuvo el tiempo, paró todo mientras se concentraba en el ascensor y la caída de su voz, se estremeció cuando el calor la recorrió.

Se estabilizó con una mano en el respaldo del sofá.

¿Qué había dicho?

Las palabras no se habían registrado.

Volvió a reproducir el mensaje, y de nuevo sólo para escuchar su voz.

¿Brittany le estaba dando las gracias por ser tan amable, tan atenta?

¿Eso era todo lo que Brittany había escuchado?

Cerró los ojos.

Qué idiota había sido.

Capitulo 29 - Último

Besó la mejilla demacrada de Hanna y reflexivamente metió la colorida manta a cuadros alrededor de sus delgados hombros.

—Es casi la hora de tu cena. Regresare mañana. Te amo—asintió con la cabeza a Kitty, recogió su bolso y la chaqueta, y salió. Se detuvo frente al centro residencial para respirar el aire fresco de la noche y sacudirse la tristeza.

Le encantaba ver a su hermana, pero esta ciudad, este país, ya no era su hogar.

Echaba de menos su departamento y sus amigos en la agencia y su trabajo y su vida.

Suspiró.

Y extrañaba a Santana.

No había sabido nada de ella, y no había esperado, pero una pequeña parte de ella lo había esperado.

Había esa palabra otra vez. Esperanza. No podía sacudirla, no cuando se trataba de Hanna, y no, al parecer, cuando se trataba de Santana.

Se unió a la multitud en la acera y se dirigió de regreso a su hotel.

Cuando llegó ahí la tristeza se había disipado junto con el sol. Al cabo de unos minutos el crepúsculo daría paso a la noche. Demasiada alterada para ir adentro después de pasar el día hablando con una hermana que podría o no podría haber sabido que ella estaba ahí, mientras caminaba sin rumbo fijo a lo largo del borde de un pequeño parque enfrente del hotel.

Todo lo que tenía que esperar era otra tarde con una comida solitaria y un libro.

Algo que solía esperar con interés en las vacaciones, pero en esta ocasión, sus placeres solitarios no eran suficientes para satisfacer.

Se detuvo bruscamente y se quedó mirando fijamente, dándose un segundo mientras que la respiración tartamudeó en el pecho para asegurarse de que su imaginación no le había pillado por sorpresa.

Santana estaba sentada en un banco justo dentro del parque, con los brazos extendidos a lo largo de la parte superior, una lenta sonrisa en su rostro.

Tomó un segundo para estabilizarse antes de caminar hacia ella. Si dejaba que su corazón abriera el camino, estaría corriendo. Y no quería estar equivocada, no podía soportar la idea de estar equivocada.

—Hola, Santana. No esperaba verte.

—Recibí tu mensaje. Disculpa por no contestar tu llamada. Quería darte las gracias.

Se rió suavemente, tambaleándose en el borde de huir y tocarla. Santana estaba realmente ahí, en carne y hueso, por supuesto que estaba.

—La mayoría de las personas simplemente me devolverían la llamada.

—Lo hice—Santana inclinó la cabeza para encontrarse con sus ojos.

Parecía cansada, manchas debajo de sus ojos, y tan increíblemente hermosa.

—No estabas en la agencia—continuo la morena.

Hizo un gesto hacia el banco.

—¿Puedo?

—Sí.

Se sentó e inmediatamente sintió la punta de los dedos de Santana tocando la parte posterior de su hombro. Incluso a través de su chaqueta, el contacto era eléctrico.

Un calor familiar se apoderó de ella.

Oh, sí, ella estaba realmente muy bien.

—Estoy de vacaciones.

—Lo sé, Blaine me dijo.

—Él no sabía dónde me alojaba.

—Rachel, mi agente de viajes, es una maga. Espero que no te importe que me haya aparecido.

—No, por supuesto que no.

¿Por supuesto que no?

¿Qué tal, Dios mío, he estado tan mal desde el momento en que te fuiste?

¿Puedes por favor simplemente no moverte durante un siglo?

—Pensé que estabas en Río en medio de negocios y… otras cosas.





—Ya he terminado con todo eso—deslizó sus dedos del algodón a la piel desnuda en nuca de Brittany.

No pudo resistirse a tocarla por más tiempo.

La conexión era como volver a casa, y la tensión en espiral en su interior se desenrolló y desapareció.

El dolor que la había atormentado durante días se disolvió en la bienvenida en los ojos de Brittany.

—Tenía que verte. Te extrañe.




—No, no lo estaba—necesitaba que Brittany creyera esto—Quise decir lo que dije por teléfono. Sé que no eres tu papá, y sé que no estabas tratando de usarme para vengarte de él.

—Gracias. Necesitaba que creyeras eso.

—Lo hago—Brittany suspiró—¿Por cuánto tiempo estás aquí?

—Hasta que no te canses de mí.





Las palabras perforadas con la dulce brizna de esperanza no podía permitirse.

—Tengo otros diez días.

—Mi reserva en el hotel está abierta.

—¿Te quedas aquí?

—Sí. Pero si no quieres verme, me iré.

Tomó la mejilla de Santana.

¿Cómo podía pensar eso?

—Por supuesto que quiero verte. Espero... espero que al menos seamos amigas.

Santana giró su mano y le besó su palma.

—No quiero ser tu amiga, Brittany—encontró sus miradas—Quiero ser tu amante.

Convocó a cada onza de voluntad.

Santana iba a romperle su corazón, y ella nunca se recuperaría.

—No puedo, Santana. Yo…

—Realmente no vas a decirme que es por el negocio, ¿verdad?

Sacudió la cabeza. No más tiempo para ocultar la verdad.

—No, no es eso. Yo…

Santana dio un gruñido impaciente y, sin soltar su mano, se deslizó con gracia sobre sus rodillas delante de ella.

Unas pocas personas que pasaban se detuvieron para mirar.

—Santana, ¿qué estás haciendo?

—Lo que debería haber hecho antes.

Los ojos de Santana brillaron y enviaron su corazón a correr.

—Te amo—Santana dijo, su voz fuerte y pura—Quiero ser tu amante y tu pareja, tu amiga y tu cónyuge. Quiero que te cases conmigo, Brittany. ¿Podrías?

Su corazón dijo sí, oh sí, sí .

Las palabras no saldrían.

Santana la estaba observando con ojos claros e intensos.

—No me esperaba esto—se rió temblorosamente—Podría necesitar unos minutos.

—¿Qué tal si piensas en ello durante la cena? ¿Tiempo suficiente?

—Te amo—dijo, no dispuesta a dejar que Santana sea la única arriesgándose—Lo hago desde hace mucho tiempo.

Santana sonrió.

—Yo también.

—No estoy segura de todo lo demás.

—Está bien. Lo estoy.

Se rió.

—Ahora puedes levantarte de tus rodillas.

—Me gusta aquí.

Soltó la mano del agarre de Santana y enmarcó su cara. Inclinándose, le dio un beso adecuado, lento y profundo, que ayudó a llenar el vacío que había estado llevando dentro de ella desde el momento en que Santana salió de su departamento.

Cuando se echó hacia atrás, susurró:

—Te amo.

Santana de alguna manera consiguió ponerse en pie y jalarla con ella, atrapándola en el círculo de sus brazos.

—Dime que podemos cenar en mi habitación y pensarás en ser mía.

—Sí, está bien. Voy a pensar en ello.

Santana la besó y murmuró en su oído:

—Dime otra vez que me amas.

—Te amo—susurró.







—Nunca quiero volver a vivir sin servicio de habitaciones—apretó su agarre alrededor de su cintura de Brittany y la besó en la parte posterior de su cuello.

La rubia movió su trasero un poco más apretado en la curva de sus caderas, encontró su mano, y la llevó a los labios para un beso.

—¿Comemos?

Rió.

—Aún no. Pero podemos cuando queramos.

—No quiero moverme nunca.

—Entonces no tenemos que hacerlo. No hay otro lugar en el que quiero estar.

O cualquier otra cosa que prefiera estar haciendo. Acostada con Brittany, amándola, la llenaba de una tranquila satisfacción y emoción que nunca cedió.

—Eres todo lo que quiero, y te quiero continuamente.

—Estoy tan contenta—Brittany dio un pequeño gemido, rodó sobre su espalda, y tiró de su cabeza para besarla de nuevo—Me encanta ser tuya.

Se apoyó en un codo y acarició el cuerpo cálido, flexible de Brittany.

No podía dejar de tocarla.

No podía tener suficiente de ella.

Sabía que nunca lo haría.

—¿Lo eres? ¿Mía?

—Lo soy—la sonrisa de Brittany era pequeña y, por un segundo, un poco triste.

Su pecho se apretó.

—¿Eso no te hace infeliz?

La luz saltó a los ojos de Brittany.

—"Oh no. Nunca, ni por un segundo.

—Pero hay algo, ¿no es así?

Brittany se rió, un ligero temblor en su voz.

—Sólo estoy siendo yo. Te echaré de menos cuando te vayas.

Frunció el ceño.

—¿A dónde voy?





Sonrió, la tristeza desapareció en la cara de tanta alegría. Se había enamorado de una mujer que vivía en el límite.

Le haría frente.

—Oh, ya sabes, coches de carreras, casinos de lujo, y... todo eso.

—No hay más de todo eso, sólo tú—Santana se empujó hacia arriba en la cama y tiró de ella a sus brazos—Claramente no he hecho un buen trabajo de esta propuesta de negocio.

—Hiciste un trabajo perfectamente maravilloso. Nunca te olvidaré, de rodillas en el parque, o las cosas que dijiste.

—Bien, porque me refería a todas ellas—Santana le apartó el cabello de su cuello, besó el punto sensible debajo de la oreja, y la atrajo.




El aroma de Brittany la inundó con la esencia de pertenencia.

—Eres la única mujer en el mundo que quiero, lo único que necesito. Te quiero. Te necesito, necesito estar contigo.

—Santana...—Brittany puso sus labios en su garganta donde podía sentir su pulso correr, probar la vida y el poder de ella, disfrutar de la preciosidad de estar tan cerca—Te amo también, con todo mi corazón. Y quiero que seas feliz. Quiero que vivas la vida que quieres vivir, y no atrás en…

—Está contigo, Brittany. Donde te encuentres, ahí es donde está mi vida.





Tragó fuerte, deseando que la pequeña parte lógica de su cerebro se callara y dejara que simplemente creyera en este cuento de hadas.

Pero amaba a Santana demasiado como para dejar que renunciara a las cosas que le importaban.

—Siempre estaré ahí para ti, te lo prometo. Soy una mujer de una sola mujer, y tienes mi corazón.

—Entonces, ¿por qué no crees que eres mi corazón?

—No me gustaría nada mejor que ir a dormir contigo todas las noches y despertarme a tu lado cada día—dijo, dando voz al sueño—Pero no si esto significa encerrarte, haciéndote infeliz.

—No lo hará. Yo también quiero eso. Todos los días por el resto de mi vida—Santana la besó—Así que si todo está bien contigo, me iré a casa contigo. Y quedarme.

—¿Me encantaría eso, pero qué vas a hacer?

—Voy a tener que viajar a veces para las carreras de negocios, seguro, y voy a odiar cada segundo lejos de ti. Pero puedo reducir mis apariciones personales para no estar lejos muy a menudo.

—Tal vez—dijo lentamente, una nueva e impresionante imagen del futuro formándose, uno que creía que no era un sueño—Pueda ir contigo a veces.





—Me encantaría—la alegría estalló en su pecho—Siempre, donde quiera que desees ir. Me encantaría que vinieras.

—Siempre y cuando no prometas ninguna foto de celebridades.

Riendo acarició el cuello.

—No puedo prometer eso, te ves hermosa en la cámara.





Se apretó contra Santana.

Hermosa es exactamente cómo la morena la hacía sentir.

—¿Qué vas a hacer el resto del tiempo?

—Pensé que me involucraría un poco más en el negocio. Tengo un asiento en el consejo con el que nunca me he molestado. Soy buena con los números, y he acumulado un gran número de contactos internacionales—se encogió de hombros—Incluso podría ser divertido.

Rodó los ojos, la idea de los tratos de negocios eran la idea más lejana de la diversión.

Pero Santana tenía una destreza para ello, y era, después de todo, su legado.

—¿Que me cuentas de tu papá?

—Por todo lo que constantemente me ha criticado por no tomar parte, es probable que no le va a gustar—Santana sonrió y la besó—Y tenías razón en una cosa, me gusta irritarle. Así que eso es un extra.

Se rió, la ligereza inundó su corazón. No podía luchar contra lo que quería tanto.

El amor era acerca de creer, acerca de tomar los regalos que se ofrecían y regocijarse en ellos.

—Quiero que estemos siempre juntas.

Santana sonrió.

—Vas a casarte conmigo, entonces, porque quiero que nos casemos—le dio un beso rápido antes de que una pregunta o protesta pudiera formarse en los labios—No por Henrietta, no por la agencia, ni siquiera por tu visa. Quiero que seas mía y quiero que todos lo sepan. Quiero que tengamos una vida juntas, para hacer la vida lo que queramos que sea, juntas. Y … quiero que todos sepan que soy tuya.

Deslizó su mano en el pelo de Santana y dio un pequeño tirón.

—Eso significa sólo mía. Toda mía. Lo entiendes, ¿verdad?

—He sido toda tuya desde el primer beso. Todo lo que pienso es en ti, todo lo que alguna vez quise eres tú. Para bien o para mal.

—Por hoy y mañana—susurró.

—Por todos los mañanas—Santana se dio la vuelta, deslizó una pierna entre sus muslos y la besó en el cuello—¿Acabas de decir que sí?

—Sí, Dios, sí—arqueó su espalda y envolvió una pierna alrededor de la parte posterior de la pantorrilla de Santana—Me haces sentir muy bien.

—¿Si, que? Sí, Santana, me casaré contigo...—Santana giró su lengua alrededor de un pezón muy firme—O sí, Santana, quiero que me hagas un amor loco y apasionado para siempre y por siempre.

—Ambos—agarró el hombro de Santana—Eres tan arrogante. Dios.

—Me gustas de esa manera.

—Si, lo hago. Ahora, muéstrame lo buena que eres realmente.

Riendo, Santana arrastró besos a lo largo de la curva de su pecho y abajo por su vientre, deslizando una mano entre ellos para acariciar y probar.

—No puedo dejar de desearte.

—No, no lo hagas nunca—su mente se estaba fragmentando, las palabras la abandonaban. Se balanceó al ritmo de las caricias de Santana y, cuando una onda de choque la sacudió, agarró los brazos morenos—Abrázame. Me corro.





La sostuvo justo cuando Brittany gritó contra su hombro, atrapando un poco de piel y músculo en sus dientes.

Ella ya sin aliento y cegada por la belleza de Brittany, gimió ante la posesión inesperada.

Tan malditamente bien.

La tensión en espiral entre los muslos estalló.

—Oh si.

Débilmente Brittany empujó su hombro.

—Hecho. Hecho, hecho, hecho. Aléjate.

Riéndose, rodó sobre su costado y tiró de Brittany en su contra.

—Sólo necesitas un poco de comida, y te recuperarás.

—Puede que nunca salga de esta cama.

—Bien por mí, pero de todos modos, llamaré al servicio de habitaciones.

Brittany se aferró a ella un poco más fuerte.

—No todavía.

—Hey, ¿estás bien?—apartó un mechón de una lágrima de la mejilla de Brittany—¿Qué sucede?

—Absolutamente nada. Todo está bien. Te quiero mucho.

—Te amo. No puedo esperar a que seas toda mía.

—Ya lo soy—Brittany dijo con absoluta certeza—Pero todavía pienso casarme contigo tan pronto como lo podamos arreglar.

—Entonces, ¿esto es como una pre-luna de miel?—la besó.

—Lo que quieras. Pero realmente tendrás que darme de comer pronto, si quieres seguir celebrando.

—Llamando ahora mismo—se lanzó hacia el teléfono.

—¿Santana?

—¿Hmm?

—Cuando llegue el servicio de habitaciones, no te olvides de ponerte algo de ropa. Porque de ahora en adelante, la única que va a verte desnuda soy yo.

Se rió, ya saboreando la idea de ser toda de Brittany.

—Debe haber un albornoz por aquí en alguna parte.

Epílogo

Aquí estaba Brittany viendo jugar a su hermoso pedacito de cielo, Santiago López Pierce, jugar con su tía Hanna.

Santana había sido la primera en quedar embarazada, pero con los óvulos de su rubia.

Y sí, Hanna había dado mejoras el mes siguiente de su visita. Y ya con el pasar de los días empezó a mejorar hasta que se recuperó del todo.

Ya tres años de ese inicio.

Cuando con Santana fueron a verla al día siguiente de su llegada, la quiso trasladar de invendido a los Estados Unidos.

Claramente por una cosa del dinero que se necesitaba la ojizul se opuse al principio, pero Henrietta y Santana lograron convencerla.

Ahí fue donde empezó con la mejoría de Hanna. A veces tenía problemas con algunos dolores de cabeza, pero nada preocupante.

Pero su esposa, Emily, quién había conocido en el hospital en una de sus rehabilitaciones, la cuidada más que su vida.

Más ahora que estaban esperando a su primer hijo.


Con respecto a la empresa, Henrietta también se había mejorado, pero los doctores le dijeron que debía tomarlo con calma, es así como ella seguía siendo la dueña y presidenta.

Mientras que Santana y Brittany eran las que están a cargo.

Henrietta solo iba cuando era realmente necesario o ella quería darse una vuelta.


Quinn, también se había unido a la fila, ya que era la principal abogada y había déjalo a Martín.

Claramente él no lo tomo nada bien, culpando de todo a Santana y su llegada. Cosa que a la morena no le importo nada.

Ellos jamás tuvieron una buena relación y tampoco había posibilidades para ello.

Santana no quiera invitarlo a su boba con Brittany, pero la rubia logro convencerla. Que asistieran ya era cosa de él…, lo cual no paso.


Pero volviendo a Quinn, quien se había convertido también en una de las mejores amigas de Brittany. Por fin había encontrado a su persona especial.

Y fue obra del destino, ya que ocurrió cuando la ojiverde estaba en el ascensor de la empresa alguien le pidió que no se cerraran las puertas de él.

La pequeña castaña le dio las gracias con una sonrisa nerviosa.

Quinn la miro más de la cuenta y se arrepintió de no haberle preguntado el nombre o algo más que el “de nada” que salió de su boca cuando la castaña salió del ascensor.

Pero la ojiverde no contaba que la misma castaña del ascensor era la misma que buscaba los vuelos de su amiga Santana, es decir, Rachel.

Y su sorpresa fue más que grata cuando encontró a la castaña en la oficina de su amiga programando el viaje de su luna de miel con Brittany.

Así fue como comenzaron a comunicarse y ya luego una cosa llevo a la otra hasta llegar donde estaban ahora… casadas y esperando mellizos.


—¿Crees que le gustara?—pregunto Santana.

—Sanny, apenas tiene dos años. Como todo niño de su edad solo le tomara unos minutos y ya luego se entretendrá con otra cosa—le respondió con una sonrisa cariñosa Brittany.

Santana la miro con una sonrisa nerviosa, mientras volvía la atención hacia el árbol de navidad.

—Siempre tienes razón—le dio un rápido beso—Espero que a Susan si le guste entonces.

Brittany se puso a reír y abrazo a su morena.

—San, Susan esta en mi panza aun. Si Santy no le pondrá mucha atención porque lo iba hacer Susan quien aún no nace.

Santiago al escuchar la risa de su rubia mamá la busco con mirada y también rio. Ocasionado la risa de risa de Hanna y Emily que estaban con él.

Las Brittanas también le dirigieron una mirada a su hijo y unos besos a distancia.

—Es que está creciendo tan rápido—dijo afligida la morena.

Brittany la miro con cariño.

—Pero seguirás siendo su mamá, pase lo que pase. Y de esta pequeña que viene en camino también—dijo tocando su vientre.

Santana se agacho para susurrarle:

—Tú no crecerás tan rápido y no dejaremos que nadie se lleve a tu hermano para que se quede siempre con nosotras—termino con un beso.

—Te amo—dijo Brittany.

La morena levando la mirada y se puso a su altura.

—Yo te amo más.

—Las Faberry llegaran un poco tarde—comento la rubia mientras colocaba sus brazos por el cuello de la morena.

—No me digas, a Rach le volvieron a dar antojos.

—Sí, pero lo bueno es que se encontraron con los chicos. Así que llegaran todo juntos.

—Lo mejor que le pudo pasar a Kurt. Se lleva muy bien con Rach. Blaine y Q no pueden con ellos.

Ambas rieron.

—Henrietta también dijo que vendría. Solo pasaba a comprar no sé qué cosa y viene.

—Tiene que ser un regalo para los niños—dijo Santana poniendo los ojos en blanco—Los consiente demasiado.

—Mira quien lo dice. Tú precisamente. Quien cada vez que va al centro comercial le compra regalos a los niños que están aquí y a los que faltan por llegar.

Santana se puso roja y desvió la mirada.

—Por eso es que te amo—continuo la rubia.

—Te amo—dijo también la morena para besarla.