[Resuelto]FanFic Brittana: El Final (Adaptada) Epílogo

Capitulo 10

Desde mi cama, en donde me había quedado acostada todo el día, podía oír el autobús de la escuela subiendo por la carretera.

Mami Querida regresó a casa después de mediodía.

Ella anduvo tropezando por el pasillo, y oí cuando cerró su puerta de un golpe.

Entonces nada más.

Tenía resaca o todavía estaba drogada y durmiendo. La puerta de mi habitación se encontraba cerrada, así que ella nunca pensó en echarle un vistazo al interior.

Esperé a que la puerta principal se abriera y a que Mike entrara, pero nunca lo oí.

Una vez que el autobús se fue y él todavía no había entrado, supe que tenía que levantarme.

Algo andaba mal.

Si perdía el autobús, me necesitaría.

Contuve el aliento y traté de no gruñir mientras me sentaba y sacaba lentamente mis piernas de la cama. Una vez que las tuve sobre la alfombra, me levanté y tomé respiraciones cortas.

Hoy me había comportado lo suficiente como una bebé.

Mañana no podría hacer eso.

Para empezar, la malvada bruja ahora se encontraba en casa. Entonces, por supuesto, si faltaba más a la escuela, empezarían a llamar aquí.

Eso sería malo.

Muy malo.

Justo cuando di un paso hacia la puerta, oí a alguien estacionándose afuera. Me congelé y esperé.

La voz de Mike atravesó la ventana. Dejé escapar un suspiro de alivio.

Había conseguido que lo trajeran. Seguí caminando hacia la puerta, pero luego oí otra voz.

Una vez más… Me quedé helada.

Santana López se encontraba aquí.

Oh no.

¿Qué había hecho Mike?

—Ese es el auto de mamá. Está en casa

¡Escuché a Mike decirle a la jodida Santana López!

¿Qué hacía?

Olvidando el dolor, abrí mi puerta, me dirigí al vestíbulo y entré en el salón justo cuando la puerta se abría y entraba mi hermano, seguido por Santana.

Santo cielo.

Era tan linda.

Al entrar en nuestro remolque, se veía tan fuera de lugar.

—Mike—gruñí, mientras mis ojos se encontraban clavados en Santana.

Su mirada cayó a mis costillas, y me acordé de lo que tenía. Envolviendo los brazos alrededor de mi cintura, traté de ocultar la cinta que habíamos usado en mis costillas.

No quise que mi ropa tocara mis costillas lesionadas, así que llevaba un sujetador deportivo y un par de pantalones cortados.

—Perdí el autobús. Me trajo en su auto—comenzó a explicar Mike.

Eso no tenía sentido.

—¿Por qué perdiste el autobús?—pregunté, todavía tratando de averiguar por qué Santana se encontraba aquí.

En nuestro remolque.

—Ella preguntó por ti. Como no apareciste en la escuela. Le dije…

Aparté mi mirada de Santana y miré a mi hermano. Seguramente no le dijo lo que sucedió.

—¿Qué le dijiste?

Mike movió sus pies nerviosamente.

Le contó de mamá.

¿Por qué habría hecho eso?

Santana López no iba a entrar corriendo para salvar el día. Se hallaba interesada en mí.

Ahora que me vio así, esperaba que su fascinación por meterse en mis pantalones desapareciera.

Mi cabello no se encontraba lavado y me veía horrible.

—Gracias por traerlo a casa—dije, tratando de sonar como si lo dijera en serio. Pero tenía la sensación de que era culpa de Santana que Mike hubiera perdido su autobús—Pero podemos encargarnos de esto. Ahora puedes irte.

Mike abrió mucho los ojos.

—¡Brittany! En serio, ¿por qué te comportas así? Ella no está...

—Ha visto lo suficiente, Mike. Mamá se despertará en cualquier momento, y ella debe irse.

—Dijo…

—No importa lo que haya dicho. Te estoy diciendo que si te preocupas por mí, volverás a tu cuarto y comenzarás tu tarea en silencio. No quiero que se despierte, y tú tampoco. Se enojará si la despertamos. Todavía no estoy lista para otra ronda.

Mike bajó la cabeza, luego asintió y comenzó a caminar hacia su habitación. Se detuvo y le hizo un gesto a Santana.

—Gracias, morena.

—Cuando quieras —respondió.

Mike me miró y pude ver la frustración en su rostro.

Sabía que pensaba que Santana estaba aquí para salvarnos. Ese niñito dentro de su gran cuerpo todavía se aferraba a la esperanza de un héroe.

Finalmente, siguió caminando por el pasillo.

Esperé a que la puerta de su habitación se cerrara y volví a mirar a Santana.

—No vuelvas a hablar con él. No necesita que lo uses para llegar a mí—dije en el tono más frío que pude reunir.

Santana no se movió. Sostuvo mi mirada, luego miró mis costillas de nuevo.

—Necesitas ver a un médico—fue su respuesta.

Dejé escapar una risa fuerte.

—¿De verdad? Eres muy pero muy brillante. Noticias de último momento: Si veo a un médico, entran los de Recursos Humanos y pierdo a mi hermano. Eso no va a suceder. Retrocede, Santana. No estoy disponible. Me encuentro tan fuera de los límites para todos los hombres o mujeres que ni siquiera es gracioso. Pierdes el tiempo y juegas con la cabeza de mi hermano. Él piensa que puedes hacer algo para ayudarnos. Detente. Aléjate.

—¿Te golpea mucho?

¿De verdad?

¿No oyó nada de lo que acabo de decir?

—Dije que te fueras —siseé.

—Deja que te ayude. Conozco a un médico que puede verte. No llamará a Recursos Humanos. Lo juro.

—¡Vete!—me mordí la lengua y cerré los ojos.

Había gritado.

Mierda.

Me volvía loca.

Debía mantener la voz baja.

—¿Puedes quedarte en cama mañana? ¿Te hará ir a la escuela?

O era sorda o pensaba que estaba por encima de escuchar lo que otros le decían.

—Santana, necesito que te vayas. Necesito que olvides todo esto. Ve a jugar Softbol y a ser la estrella de la que a esta ciudad le encanta hablar. Ellos te quieren. Yo no.

Se quedó ahí de pie y me observó unos segundos más. Entonces, justo cuando pensaba que no iba a escuchar otra vez y empezaba a sentir una pequeña punzada de esperanza de que tal vez quisiera algo más que meterse en mis pantalones, se dio la vuelta y se marchó.

Su cuerpo perfecto y hermoso bajó los pequeños escalones y volvió a su camioneta.

No me miró cuando se subió y se alejó.

Se marchó.

Justo como pensé.

Quería algo que no iba a darle.

Supongo que recibió el mensaje.

Si lo admitía, me dolía.

Pero no admitiría eso.

Ni pensaría en ello.

No tenía el lujo de fantasear con nadie.

Menos con una mujer que se iría a una universidad de su elección en dos años.

Capitulo 11

Por fin llegó el viernes.

El primer partido de la temporada.

Iba a jugar esta noche, pero no desde el principio. El entrenador me mandó a la banca los primeros cinco minutos.

Era parte de mi castigo por haber llegado tarde a la práctica del miércoles.

Él me tuvo corriendo por las gradas durante tres horas. Había estado tan exhausta que después de vomitar dos veces, apenas llegué hasta la camioneta.

Papá se hallaba furioso porque necesité su camioneta de vuelta.

Toda esa mierda por nada.

Brittany Pierce dejó muy claro que no me quería cerca de ella.

No me detuvo de preguntarle a Mike sobre ella ayer cuando no apareció de nuevo. Él dijo que su mamá tenía un nuevo novio y se quedó afuera con él la noche pasada, por lo que Brittany tuvo que tomarse más de un día para sanar.

Incapaz de no mirar su maldito autobús esta mañana, esperé para ver si bajaba de él.

Cuando lo hizo, su mirada pasó a través de mí, como si nunca hubiera estado ahí.


Pasó a mi lado sin siquiera una mirada o una palabra.

Maldita sea, era invisible para ella.

Dolía esa mierda.

No hice nada para merecer eso de su parte. Solo quería ayudar. Quería estar cerca de ella.

Pero obviamente me odiaba.

Así que esta noche iba a jugar como una maldita profesional, luego saldría y festejaría cuando ganáramos.

Si tenía que sacar a Brittany Pierce de mi cabeza, lo haría.

Era ridículo dejarla consumirme de esta forma.

Sí, su vida era una mierda, ¿pero eso significaba que tenía que odiarme?



Finn se sentó a mi lado en biología y me lanzó una barra de Snickers en mi pupitre con una sonrisa.

—Mamá metió dos en mi bolsa esta mañana. Parece que necesitas algo por lo que sonreír.

Él tenía la mejor mamá en todo el maldito mundo.

Todos amábamos a Carole Hudson.

Recogí la barra de caramelo y desgarré el envoltorio con mis dientes.

—Gracias—dije antes de dar un mordisco.

—Esta noche es la noche. Pensé que serías toda sonrisas—señaló.

Normalmente, lo era. Pero Brittany Pierce jodió mi humor.

—Solo me mantengo concentrada.
Se rió.

—Mentira. Te he visto mirar a la chica Pierce como si quisieras una probada. ¿No está interesada?

Mejor que agradezca que acababa de darme una maldita barra de caramelo. Le disparé una mirada de advertencia.

—Lo superé—fue mi única respuesta.

—Siempre está Ellie Nova. Ese culo es el mejor de por aquí. Pero estoy trabajando en obtener un mordisco de eso.

Ellie Nova era la princesa de la secundaria. No era mi tipo.

Ella sabía que era hermosa y lo aprovechaba. No le dije que en realidad ya tuve una probada.

Vino hacia mí en una fiesta al final del año pasado. La besé, pero no me pasó nada.

—Es toda tuya—le aseguré, luego di otra mordida a mi caramelo.

Asintió y se inclinó hacia atrás, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Supongo que si Brittany Pierce se esfuerza, sería igual de malditamente caliente. Se esconde lejos de todos y no dice mucho. Su grupo de amigos es pequeño. Pero sí, puedo ver el atractivo. La chica tiene un buen cuerpo. Y su rostro…—soltó un silbido bajo.

No me di cuenta que mis manos se curvaron en apretados puños hasta que la mirada de Finn cayó hacia ellos.

Sonrió burlonamente.

—Sí, puedo ver que lo has superado.

Libros cayeron en el escritorio a mi otro lado.

—Demonios, F. ¿Qué has hecho para enojarlo? ¿Y de dónde obtuviste ese caramelo?—preguntó Kitty mientras se deslizaba en el pupitre.

—Está molesta por Brittany Pierce—dijo Finn, sonriendo de forma presumida.

Maldito idiota.

Largas y bronceadas piernas atraparon mi atención, y dejé que mi mirada subiera para ver una pequeña falda azul marino que no cumplía con el código de vestimenta.

Pero demonios, era bueno.

La pequeña cintura y tetas alegres tampoco eran malas.

Elaine Miller, una estudiante de último año con el cabello rojo oscuro y grandes ojos marrones, me sonrió justo antes de tomar el asiento frente a mí.

—Hola, Santana—dijo en una voz suave mientras se inclinaba y movía sus largas pestañas en mi dirección.

Seguro, usaba un montón de maquillaje, pero no todo el mundo podía verse como Brittany Pierce sin él.

La cara de Elaine era atractiva. Siempre lo fue.

—Hola, Elaine—contesté.

—¿Estás lista para esta noche?—preguntó.

Los tres botones superiores de su blusa blanca se hallaban desprendidos, mostrándome su clavícula.

No era una mala vista.

—Sí, ¿vienes?—pregunté.

Me dio una pequeña encogida de hombros, luego sonrió.

—Supongo que lo haría si supiera que tendría planes para después.

Esta era una invitación.

¿Quería ir ahí con ella?

Mierda, ¿por qué no?

Brittany no se hallaba interesada.

Demonios, Brittany me odiaba.

—Hay fiesta en la playa esta noche. Fogata ganemos o perdamos. Pero vamos a ganar—agregué.

Se mordió el labio inferior, luego presionó los brazos contra los lados de sus tetas para juntarlas.

Era un movimiento que conocía y apreciaba.

—No quiero ir sola.

Finn se aclaró la garganta para evitar reírse. Esto era a lo que yo estaba acostumbrado.

Lo que conocía.

Tal vez esa era la forma en la que se suponía que debía ser. No necesitaba ir tras chicas que no se encontraban interesadas.

Debía quedarme con las que me querían.

Me incliné hacia adelante en el escritorio y dejé caer mi mirada a sus tetas que ella tanto quería que mirara.

—Creo que puedo arreglar eso para ti—le dije a sus pechos—Después del juego, encuéntrame en el complejo deportivo.

Se estremeció y estuve de vuelta en el territorio que conocía.

—Está bien. Podemos usar mi nuevo auto—dijo—Es un Charger, completamente rudo. Te dejaré conducirlo.

No tendría la camioneta esta noche. Solucionado ese problema.

Alzando la mirada para encontrar sus ojos marrones brillando con atracción y entusiasmo, sonreí.

—Suena bien, nena.

—Y ella ha regresado al ruedo—dijo Finn.

Lo ignoré.

En cambio, me incliné hacia delante, metí un mechón del cabello de Elaine detrás de su oreja y le guiñé un ojo. Ella se derritió justo como sabía que lo haría.

Esto era mucho más fácil.

¿Entonces por qué no se sentía bien?

Capitulo 12

Becky abrió la puerta de la cafetería antes de que pudiera llegar.

—¡Vamos a comer!—dijo con un tono de voz alegre y brillante.

Me moría de hambre.

Esta mañana el nuevo novio de Whitney salió de su habitación mientras nos preparábamos para salir.


Flashback


Sus ojos escudriñaron mi cuerpo y entonces usó esa sonrisa espeluznante que vi antes en sus novios.

—Whitney no me contó que su hija era tan atractiva.

Fueron sus muy inteligentes palabras.

—Ella también es muy joven. Menor de edad—respondí en un tono de advertencia.

Luego me apresuré a salir con Mike.


Fin Flashback


Por suerte, él pudo comer sus cereales.

Yo, no tanto.

Aún me movía lento, y tardé más de lo normal en alistarme.

—¿Vienes al partido esta noche?—me preguntó.

Era de lo único que todo el mundo hablaba el día de hoy.

El partido de Softbol.

Me sentí harta de que hablen de ello.

El nombre de Santana siempre estaba vinculado a las conversaciones. No iba a jugar los primeros cinco minutos y todos entraron en pánico.

Me sentí culpable por eso, aunque no sabía por qué.

No era como si le hubiese pedido que faltara a su práctica y viniera a mi casa.

Pero lo hizo.

Y también se aseguró de no acercarse a mí el día de hoy.

Tenía la certeza de que iba a tratar de hablarme cuando me bajé del autobús esta mañana, pero no lo hizo.

Asimiló lo que le dije.

No le tomó mucho tiempo descubrir que no valía la pena.

—Lo dudo—respondí, parándome en la fila por la comida.

Whitney se aseguró de aplicar para el almuerzo gratis para Mike. No se molestó en hacerlo para mí.

Sin embargo, el sistema escolar me agregó al ver que veníamos de la misma casa.

Nunca le avisé. Tenía miedo de que se desquitara conmigo.

—Puedes venir conmigo—dijo Becky esperanzada.

¿Y dejar a Mike en casa?

De ninguna manera. No con un nuevo tipo andando por el remolque.

—No puedo esta noche—contesté, deseando que lo dejara pasar.

Suspiró.

—Bien. De todos modos, puede que también deba renunciar a la idea de que tuvieras algo con Santana López. Iba a vivir indirectamente a través de ti, pero se ve como que Elaine ahora tiene su atención—resopló—No me sorprende. Mírala, colgada de ella.

Por qué giré mi cabeza para mirar, no sabía.

Quizás para probar que tuve razón sobre Santana López. Por cual sea la razón, giré para ver a Santana sentando al final de su mesa como la reina del mundo, con Elaine Miller inclinada sobre ella y riendo por lo que le decía.

Las otras jugadoras también se encontraban en la mesa, con personas muy parecidas a Elaine sentadas en sus regazos o a sus lados.

Esto era lo que esperaba de Santana López.

Sonreía como si no tuviera una preocupación en el mundo. Tenía los pechos de Elaine contra su brazo y sus largas piernas envueltas alrededor suyo, como intentando evitar que se le escapara.

Cuando bajó la cabeza para susurrarle al oído, su mirada encontró la mía.

Por un breve momento hizo una pausa. Algo destelló en sus ojos, pero parpadeó y desapareció rápidamente, luego su mirada regresó a Elaine y continuó haciéndola reír.

Mierda.

Simplemente mierda.

—Ese es su tipo. Le gusta las chicas rápidas y baratas—le dije a Becky, intentando no sonar celosa.

No respondió al principio.

Lo agradecí porque necesitaba un momento para averiguar por qué me dolía el pecho.

Santana nunca fue mía.

No tenía sentido que me importara que estuviera con Elaine.

—Sí… por un momento tenía la esperanza de que no fuera como las otras personas—dijo Becky finalmente.

—Yo también—susurré antes de que pudiera detenerme.

Suavemente apretó mi brazo.

—Eres mucho más bonita que ella. Y tienes clase. Ella se lo pierde.

Mis ojos ardieron y odié eso.

Pero Becky era una buena amiga, y trataba de hacerme sentir mejor. Era triste que cualquier devoción o ánimo que conseguía de alguien me pusiera emocional.

Pero era raro.

De manera que cuando se dirigía a mí, siempre tenía ganas de llorar.

—Vas a venir esta noche—dijo Joe Hart, metiéndose en la fila para envolver su brazo alrededor de los hombros de Becky y me sonrió—Ambas. No voy a ir a esta cosa de bárbaros llenos de testosterona yo solo.

Joe era el otro amigo de verdad que tenía en la escuela.

Era alto. Usaba rastas y vestía como si fuera un hippie.

Sin embargo, siempre sonreía y se veía feliz.

Era tan brillante.

Sería quien daría el discurso de despedida de nuestro último año. No tenía dudas.

El chico era un genio.

—Pensé que estarías en la biblioteca resolviendo el hambre del mundo—bromeó Becky.

Raramente venía a la cafetería para el almuerzo.

En realidad, pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o haciendo tareas para obtener crédito extra para una de sus clases avanzadas.

El año pasado nos vimos más, pero esta última semana Joe se esfumó.

—Hice eso durante el receso. Estoy bien como para salir a almorzar. La señora Emma dijo que debía asistir a más funciones escolares, como partidos de Softbol, y socializar más con otros estudiantes. Necesito tener más habilidades.

La señora Emma era la consejera.

Tenía que empujar a Joe a no ser solo el chico que rendía más de lo normal, académicamente, cada año… varias veces.

—Brittany no puede ir—dijo Becky como quejándose.

Los ojos de Joe se ampliaron.

—¿Qué? ¡Tienes que estar bromeando! Es lo que esta ciudad adora. Es nuestra diosa, Brittany. ¿No lo sabes? Santana López es una semidiosa. Deberíamos inclinarnos ante ella en adoración.

Esta vez me reí. Bromeaba.

Cuando Joe se dejaba llevar divirtiéndose ante el mundo alrededor de él, era divertidísimo.

—Lo siento. Odio no venir a adorar su altar, pero tengo que pasar la noche con Mike.

Joe hizo un gesto como indicando que no era un gran asunto.

—¡El Mike meister! ¡Tráelo también! Y ese amigo suyo. Turquoise, ¿es?

—Su nombre es Puck—respondí con una carcajada.

—Sí, el joven señor Puck con el nombre más raro en el mundo excepto por el de Mike. ¡Tráelos a ambos! Veremos a la semidiosa arruinar al otro equipo y gritaremos como si nos importara alguna mierda.

Sacar a Mike podría ser bueno.

Whitney estaría animada de que saliéramos. Es probable que esté feliz conmigo si llevaba a Mike a algún lado.

Podría ponerme en su lado bueno lo suficiente para que mis costillas se curasen.

—A ellos les gustaría eso. Si estás seguro. Necesitaríamos un aventón—dije.

—¡SÍ!—Joe apuñaló el aire—Mi papá me va a dejar usar la minivan. Así que saldremos de fiesta como estrellas de Santana. Podría incluso conseguir algunas hamburguesas después.

Esto sería bueno para Mike y para mí.

Incluso si era Santana a quien tendría que estar viendo en el campo de juego toda la noche.

Podría soportarlo.

Ese pequeño lo que sea había terminado.

Podía volver a ser invisible para Santana López.

Capitulo 13

Otra vez no me miraba.

¡Mierda!

Tuve su atención y lo arruiné. Susurrarle a Elaine había jodido esa mierda.

Brittany no miró en mi dirección una vez más. Ni siquiera un vistazo.

Se sentó con sus amigos. Se reía y hablaba con Becky y el chico cerebrito que apareció en la cola y la hizo sonreír.

Lo odiaba.

No lo conocía, pero odiaba que ella le sonriera tan fácilmente.

Elaine siguió deslizando la mano por mi muslo, y tuve que agarrar su mano y apretarla para que dejara de intentar agarrarme justo aquí en el maldito comedor.

—¿Por qué me detienes?—me susurró al oído.

Porque quería ver a Brittany y notar si me miraba de nuevo. Esta vez no iba a joderlo.

Jugar con alguien como ella era estúpido. Lo sabía bien.

Es que me enojó tanto que ella me rechazara y apartara.

—Aquí no—respondí, viendo a Brittany cubrirse las costillas y reír.

La risa le causaba dolor. Maldición.

Sus ojos danzaron mientras miraba al cerebrito.

¿Le gustaba?

—Vamos a algún lugar, entonces—dijo, tratando de liberar su mano de la mía.

—Ahora no.

Maldición, ya me estaba poniendo nerviosa.

Brittany me distrajo al levantarse. Varias personas se volvieron a mirarla.

Ella era inconsciente.

Siguió hablando con Becky, y luego se dirigieron hasta los botes de basura. Moví a Elaine de encima mío y me dirigí hacia ella.

No estaba segura de qué diablos iba a decir, pero tenía que obligarla a mirarme de nuevo.

Becky dejó de hablar cuando me vio por encima del hombro de Brittany.

Tenía que decirle algo o se marcharía.

—Brittany.

Su cuerpo se tensó y odié eso.

No quería ser la que la tensara.

Quería ser la que la hiciera sonreír.

Lentamente se volvió para mirarme. Aquellos ojos azules brillantes con los que soñé parecían cautelosos.

—¿Sí?

¿Ahora qué?

No tendría sentido que me disculpara por Elaine. No tenía nada por qué disculparme.

Realmente no.

Infiernos.

—Voy a irme—dijo Becky, y Brittany la miró.

—Espérame—no fue difícil perderse la súplica en su voz.

Becky asintió y dejó caer su mirada al suelo.

—¿Cómo estás? —le pregunté, necesitando decir algo.

—Bien, gracias —fue la única respuesta que recibí.

Necesitaba hacerla hablar conmigo.

¿Pero cómo?

—¿Vienes al partido de esta noche?

Mierda.

¿En serio le pregunté eso?

Como si no tuviera problemas más grandes que ir al partido de Softbol.

Miró a Becky.

—Sí, Mike y yo vamos con unos amigos.

Así que iba a venir. Bueno. Tenía que cambiar mis planes.

—Santana, ¿estás lista para ir a buscar un armario para terminar lo que empezamos?—Elaine envolvió sus brazos alrededor de los míos y susurró lo suficientemente fuerte como para que todos la oyeran.

Y así como así, los ojos de Brittany se abrieron y forzó una sonrisa que no era real.

Esto no iba bien en absoluto.

¿Por qué no podía dejar de ser una mujer por un maldito minuto para no joder esto?

—Mejor, eh… Regresa a eso—dijo Brittany, luego se volvió y se apresuró a irse.

Becky me devolvió la mirada, luego rodó los ojos antes de ir rápidamente detrás de Brittany.

—¿Por qué le hablaste? ¿Quién es siquiera? Esa ropa seguramente ha visto días mejores. Alguien tiene que decirle que ya no le quedan—el tono malicioso de Elaine no le ganó ningún punto conmigo.

El cerebrito se detuvo frente a nosotras, con su mirada disgustada en Elaine.

—Ella tiene clase. Algo que no podrías comprender—dijo. Luego me miró—Y algo para lo que no eres lo suficientemente buena—luego se alejó.

Elaine soltó una carcajada.

—¿En serio? ¿Ese idiota acaba de decirnos eso? ¿Sobre ella? Por favor. Ya quisiera.

No, yo quisiera.

Mucho.

Liberándome, me alejé de ella.

—He cambiado de opinión, Elaine. Esta noche no es buena para mí—le dije, luego la dejé de pie ahí.

Se recuperaría pronto. Simplemente no tenía tiempo para preocuparme.

Finn se acercó a mí y me dio una palmada en la espalda.

—Y ella se bajó de nuevo del caballo, gente. Brittany Pierce la tiene muy jodida.

No le respondí.

Finn era típicamente un listillo. Le gustaba decir mierda que te exalte.

Y a diferencia de Kitty y Quinn, él no podía pelear conmigo. Lo miré fijamente y me dirigí a mi siguiente clase.

—Si sirve de algo, ella no lo tomó bien cuando te vio por primera vez con Elaine. El rostro de la chica se puso pálido, y creo que le dolió. Así que tal vez tienes algo. Pero no intentes ponerla celosa. Ese no es su estilo.

Odiaba cuando Finn tenía razón.




Brittany


La multitud ya estaba ruidosa, y el partido ni siquiera comenzó.

Había grandes pancartas de papel que las animadoras pusieron alineando la cerca.

El más estúpido que vi fue “¡Santana te rockearemos!”

¿Es en serio?

Se necesita a todo el equipo. He visto Softbol antes.

Santana no podría ganar el partido entero para ellos.

Mike y Puck se fueron con otros amigos una vez que llegamos aquí. Le dije que iba a ir a verlo cada media hora. Me puso los ojos en blanco y murmuró:

—Como sea.

Esto no era algo típico para él. Yo sabía que era algo importante venir y salir con amigos.

Era algo normal que hacían la mayoría de los niños, pero estábamos limitados.

Teniendo en cuenta que nuestra mamá estaba loca.

Busqué en la multitud hasta que vi su cabeza rubia con un grupo de hombres que nunca vi antes.

Parecían más viejos.

—¿Quiénes son?—le pregunté a Becky, preocupada.

—Cálmate, mamá oso. Están en su grado. El más alto con esos brazos musculosos extrañamente impresionantes para un niño de trece años es el hermano pequeño de Finn Hudson, Archie. Es la gran mierda de su grado. Al parecer, cuando Mike escoge a sus amigos, lo hace a lo grande.

No estaba segura de que me gustara la idea de que Mike saliera con el hermano de Finn Hudson.

—Tal vez debería ir a buscarlo—dije, mordiéndome el labio inferior.

—¿Y hacer que te odie? No lo sugiero. Y Archie Hudson nunca se mete en problemas. Los Hudson son buenas personas. Su papá es dueño de Construcciones Hudson. He conocido a su mamá. Muy dulce. Vino a la oficina el año pasado para dejar un medicamento para el dolor de Finn cuando yo trabajaba en el tercer período.

Vale.

El hecho de que Santana y Kitty se acostaran con todas las mujeres de la tierra no significaba que Finn lo hiciera.

Juzgué de nuevo.

Ugh.

Desearía no haberlo hecho.

—Bueno. Tienes razón. Puedo verlo, de todos modos. Él está bien.

Una linda rubia se acercó a ellos, y Archie Hudson pasó el brazo por sus hombros y la atrajo contra él.

Tampoco me encontraba segura de que me gustó eso. Parecía demasiado familiar para estudiantes de octavo grado.

—¿Estás segura de que tiene la edad de Mike?—pregunté mientras él besaba la cabeza de la chica.

—Sí, estoy segura. Esa es Alison DiLaurentis. Es la mejor amiga de Archie—explicó Becky.

¿Cómo lo sabía?

Y ellos no parecían amigos.

—¿Cómo conoces a toda esa gente?

Se encogió de hombros.

—Pueblo pequeño. He ido a la iglesia con Alison DiLaurentis la mayor parte de mi vida.

Joe subió los escalones hacia nosotros, apartando mi atención de mi hermano.

Joe se fue a buscar “raciones”, según dijo. Tuve que sostenerme las costillas porque no podía no reírme.

Él llevaba tres nachos con queso, tres perritos calientes, tres bolsas de algodón de azúcar, y lo que parecía un surtido de dulces amontonados en la parte superior.

Había botellas de soda que salían de ambos bolsillos delanteros. Supuse que tenía una más en el bolsillo trasero.

—¿Compraste los refrescos?—preguntó Becky, levantándose y tomando las cosas de sus manos.

—No exactamente. Pero lo intenté —respondió.

Tomé los artículos que ella me entregó, y nos las arreglamos para acomodarlos alrededor de nosotros.

Era imposible que fuéramos a comer todo esto, pero sabía que probablemente Mike y Puck lo harían.

Iba a guardarle a Mike unos nachos con queso y un algodón de azúcar. Estaría dispuesto a reportarse pronto.

—Lo que no comamos, podemos darle a los pozos sin fondo que Brittany trajo con ella—explicó Joe.

—Gracias, Joe. No tenías que comprar toda esta comida—le dije.

Sabía que sus padres eran generosos con él y le dieron dinero para que no tuviera que trabajar y se concentre en entrar en Yale.

Todavía no significaba que esperaba que hiciera algo como esto.

Me guiñó el ojo.

—Tengo dos citas calientes esta noche. Debo alimentarlas bien para que regresen conmigo.

Sonriendo, agarré un perro caliente y tomé un bocado. Había pasado mucho tiempo desde el almuerzo y tenía hambre.

No iba a rechazar esto.

Antes de que pudiera terminar el perrito caliente, la gente se puso en pie de un salto y aplaudió.

Oí gritos y exclamaciones.

Se gritaban los nombres de diferentes jugadores desde las gradas. Miré fascinada mientras ellos sacudían pequeños pompones.

Becky se agachó y me levantó.

—Están entrando en el campo. Muestra un poco de espíritu escolar—gritó sobre el ruido.

Mordí el último bocado y dejé que me pusiera en pie. Ella iba a tenerme gritando por otra razón si tiraba más fuerte.

Vi por encima de las cabezas frente a mí y a través de los agitadores como un jugador de Softbol atravesó corriendo una pancarta de papel grande que decía “Somos los número uno” en el medio y tenía los nombres de las jugadoras por todas partes.

No sabía quién era quién desde aquí. Todos me resultaban parecidas.

Becky se llevó las manos a la boca y gritó algo que no pude oír.

Comenzaron los zapateos, y las jugadores alzaron la mirada a la muchedumbre y bombearon los puños.

—Número diez—me exclamó Becky.

—¿Qué?

—Es la número diez—repitió.

Sabía a quién se refería, pero aun así lo pregunté.

—¿Quién?

Puso los ojos en blanco y se echó a reír, luego miró hacia el campo.

Después de que saliera el otro equipo, el señor Will, el profesor de música, cantó el himno nacional. Entonces la multitud gritó de nuevo antes de que pudiéramos sentarnos todos de nuevo.

Una vez que todo el mundo se acomodó de nuevo, busqué la cabeza morena de Mike.

Se había trasladado a la valla, más cerca de las jugadoras. Se encontraba bien.

Luego cedí a la urgencia y busqué el número diez.

Cubierta por el traje del equipo, parecía aún más linda. Tenía el casco en sus manos mientras se sentaba en el banco.

Cuando los chicos tomaron el campo y Santana se quedó atrás, la multitud comenzó a abuchear.

Santana no miró hacia atrás al sonido. No alentó. Solo mantuvo su atención en el campo.

“¡Pon a López!” y “¡Deja jugar a Santana!” Eran solo algunas de las cosas que se gritaban desde las gradas.

—El entrenador va a hacer que todo el mundo esté enojado. Me pregunto si sobrevivirá a cinco minutos de tiempo de juego antes de que ponga a Santana.

—¡Deja que mi hija juegue!—exclamó una voz, y me volví para ver a un hombre calvo con el vientre cervecero frunciendo el ceño al campo.

No se parecía en nada a su hija.

Era más alta que Santana, y parecía que no se cuidaba a sí mismo. Su cabello necesitaba lavarse, y su camisa se hallaba desvanecida y manchada.

Me volví y miré el campo.

Ese hombre me recordó el tipo de hombres que Whitney traía a casa.

¿Santana tuvo una mala vida en el hogar?

¿Ese hombre era un buen papá?

—Dicen que se perdió la práctica del miércoles. ¿Por qué será?—dijo Becky, rellenando su rostro con nachos.

—Mike se perdió el autobús. Lo llevó a casa—le dije antes de que pudiera detenerme.

Simplemente no quería que ella pensara que Santana había perdido la práctica porque no le importaba.

Becky se detuvo con una papa en la boca y se volvió para mirarme.

—De ninguna manera—susurró.

Asentí.

Sus ojos estaban abiertos de asombro.

—Oh, Dios mío—respondió antes de meter el trozo de tortilla cubierto de queso en su boca.

Capitulo 14

Ganamos.

Por dos corridas al hilo.

Una de ellas fue mía.

Era difícil sobresalir cuando eran equipos mixtos, pero yo lo hacía.

Pero nada de eso parecía importar en este momento.

Desde el medio tiempo, cuando habíamos corrido al vestuario y yo miré hacia arriba a las gradas y vi el cabello rubio de Brittany, me llené de adrenalina.

Ella se encontraba aquí.

E iba a llevarla a casa.

Le rogaría a Quinn o a Finn que me dejen su coche. No podía dejar que esta noche terminara sin verla.

Mi corrida fue simplemente porque quería mostrarme para ella. Obtener su atención.

Me hizo jugar mejor.

Me despertó una vez que supe dónde mirar cuando me volvía para ver a la multitud.

Siempre había estado ahí.

En el mismo lugar. Y me encantaba.

Los chicos se dirigían todos al complejo deportivo, y ahí era donde yo también debía ir.

Pero ella se iría antes de que salga de ahí.

No podía arriesgar esto. Esta noche era mi noche.

Me encontraba en llamas.

No más juegos.

—Toma esto—le grité a Kitty, y le lancé mi casco y luego mi bate.

—Ve a buscarla, latina sexy—me gritó con un tono divertido.

Su comentario odioso solo me hizo sonreír.

Yo estaba montando mi euforia.

Ella no podía decirme que no. Esta vez no se lo permitiría.

Abriéndome paso entre la multitud y asintiendo en agradecimiento a la gente que me decía que había jugado un buen partido, mantuve mis ojos en Brittany.

No me vio dirigirme hacia ella.

Bien.

No quería que tuviera tiempo para correr.

Llegué al fondo de las graderías justo cuando el amigo cerebrito de Brittany guiaba al trío por los escalones. Sus ojos se clavaron en mí y él frunció el ceño.

Sabía que no era un admirador mío, pero podría arreglarlo.

Si era amigo de Brittany, me aseguraría de agradarle.

—Brittany—cuando dije su nombre, ella dejó de estudiar los escalones.

Su cabeza se levantó bruscamente y sus ojos azules mostraron su sorpresa. Luego su confusión.

Dios, era hermosa. Un estilo loco de belleza.

—Déjame llevarte a casa. Te invito a cenar. Lo que sea, simplemente no te vayas. Quédate. Espera a que termine en el complejo deportivo—le supliqué.

Parecía estar rogando.

Estaba desesperada.

La muchedumbre en movimiento se detuvo, y sentí todos sus ojos en mí.

Llamaba la atención.

Miró a todas las personas que ahora la observaban.

Esperando su respuesta.

Tal vez la ponía en un aprieto, pero necesitaba que diga que sí.

Que me dé una oportunidad.

Justo cuando abrió la boca para decir algo, mi papá apareció frente a mí, bloqueando mi visión de ella. Traté de rodearlo para poder verla.

Ella iba a decirme algo. Sus manos me agarraron los hombros, y me sacudió.

Se encontraba cabreado.

—Llegas tarde a la maldita práctica y tienes que sentarte por cinco minutos, ¡y ahora estás aquí afuera en vez de en el complejo deportivo! ¿Qué diablos, muchacha? Pon tu culo ahí dentro. No eches a perder todo por eso—agitó su mano hacia donde se hallaba Brittany.

La rabia golpeó mis venas y cerré los puños.

—Dame un minuto—dije, encontrando su mirada con una de las mías.

—¡NO! ¡A la mierda eso!—me cogió el brazo y trató de moverme.

No me moví.

El viejo olvidó que aunque fuera una mujer, yo le había superado hace mucho tiempo.

Podría pillarme desprevenido y sacudirme delante de todo el mundo, pero ya no iba a obligarme a moverme a su mando.

Aparté mi brazo.

—Dije que me dieras un minuto—repetí con calma, sabiendo que la gente me observaba.

—¿Vas a echar a perder esto? ¿Por una chica? ¿Le demostrarás a todos que eres basura como tu mamá? ¿Cuál es tu plan, chica? Porque no te mantendré si eso es lo que estás planeando—escupió, y su repugnante aliento a cebolla y cerveza me dio náuseas.

Lo ignoré.

No iba a pelear con mi viejo delante de la ciudad.

—Por favor, Britt. Espérame.

Mi papá rugía estupideces, y lo bloqueé, esperando mientras ella asimilaba la escena frente suyo.

Luego asintió con la cabeza. Fue un pequeño asentimiento, pero uno en fin.

Mi corazón se me salía del pecho.

No podía borrarme la sonrisa de la cara.

—Voy a ser rápido. No te vayas. Por favor—grité, y asintió otra vez, luciendo algo entre horrorizada y sorprendida.

Me volví y me dirigí al complejo deportivo.

Mi viejo se hallaba detrás de mí, todavía fastidiando. Lo ignoré y salí corriendo.

El papá de Finn se dirigía hacia nosotros y parecía aún más enojado que mi papá.

Me dio unas caricias en la mejilla.

—Buen partido, Tana—dijo el señor Hudson, antes de pasar por delante de mí. Luego dirigiéndose a mi papá, con voz dominante, le dijo—Es suficiente. Deja de gritarle así o llamo a la policía. No ha hecho nada malo.

Me apresuré adentro, lista para ducharme y cambiarme.

Brittany Pierce me esperaba.

¡Maldición!

Finn salió del camarín de los hombres con una toalla alrededor de la cintura.

—¿Tienes lo que querías?—preguntó, sonriendo.

—Dijo que me esperaría. Necesito un coche—le dije—Pensé en preguntarle a papá, pero está furioso y gritando porque estuve en la banca al comienzo del juego. Tu papá lo está poniendo en su lugar en este momento.

Finn abrió su casillero y sacó las llaves del coche.

—Tómalo. Voy a ir con Quinn a la fiesta.

Cogí las llaves de su Mustang.

—Gracias. En serio. Cualquier cosa que necesites, dime—le dije.

—Lleva tu trasero ahí antes de que se vaya—dijo, y luego volvió al camarín.

Me dirigí al camarín de las chicas hacia las duchas.


Fue la ducha más rápida de mi vida.




Brittany


—¡Santo cielo! Ese es el papá de Finn Hudson regañando al papá de Santana—susurró Becky a mi lado.

—Olvídalo. ¿De verdad le asentiste con la cabeza a Santana?—preguntó Joe, horrorizado.

Sí.

Le dije que sí.

Ella había salido corriendo a verme. Tuvo problemas con su papá, y éste se puso a gritar cosas malas y horribles sobre ella.

Los ojos de Santana se habían quedado en mí, rogándome que dijera que sí.

¿Que se suponía que debía hacer?

—Ella estaba… determinado. Y tenía miedo de que su papá fuera a golpearlo—admití.

Joe se burló.

—¿Qué, y romperse la mano? Por favor.

—Fue romántico—dijo Becky, soñadoramente—Yo habría saltado de un puente por la mujer si me lo hubiese pedido. Ella ignoró a su desagradable papá, completamente cautivada por ti.

—Corta esa mierda, Becky—murmuró Joe, molesto—Es Santana López. ¿Cuándo se ha puesto serio con una chica?

Becky se encogió de hombros.

—Nunca ha ido tras una como lo hace con Brittany. Si ella no cedía, podría haber arruinado por completo la carrera softbolística de ella. Se perdió la práctica por ella, y ahora se arriesga a meterse en problemas con su entrenador y su papá al romper las reglas y correr hacia aquí para conseguir que salga con ella. Creo que es diferente.

¿Por qué quería creer tanto eso?

Me debilitaba.

—Hoy estuvo con Elaine la zorra. ¿Qué cambió?—preguntó Joe.

—No lo sé, pero deja que ella tome sus propias decisiones. Retrocede—replicó Becky. Luego me miró—¿Quieres que te esperemos? ¿O vas a dejar que te lleve ella?

Tenía a los niños conmigo.

—No puedo dejar a Mike y Puck—les recordé—Me quedaré y hablaré con ella.

Joe suspiró.

—Estupendo. Tenemos que esperar hasta que este accidente de tren haya terminado. Oh qué alegría. Quería una hamburguesa.

Becky lo fulminó con la mirada.

—Cállate, Joe—entonces me miró—Voy a ir a buscar a Mike y Puck. Ve a esperarla fuera del complejo deportivo.


Hice lo que me dijeron y caminé lentamente hacia el complejo.

¿Qué iba a decirle?

¿Por qué estaba tan decidido a hacerme hablar con ella?

Joe tenía razón, ¿dónde se encontraba Elaine?

Supuse que estarían juntas esta noche. A menos que realmente terminaran las cosas en un armario en algún lugar de la escuela.

La quemadura de celos en mi tripa me frustró. No tenía nada de qué estar celosa, pero lo estaba de todos modos.

Las puertas se abrieron y Finn Hudson salió con Quinn Fabray.

Ambos me miraron y Finn asintió. Quinn sonrió como si supiera un secreto, y luego se dirigieron al estacionamiento.

Movía sin parar las manos y finalmente las puse en los bolsillos delanteros de mis pantalones cortos de mezclilla.

Miré a Becky y Joe para ver que mi hermano y Puck ya regresaron con ellos. Los ojos de Mike se hallaban fijos en mí mientras hablaba.

Le gustaba Santana.

Me preguntaba cómo se sentiría al respecto.

—Te quedaste—la voz de Santana me sobresaltó, y volví mi mirada hacia atrás para verla caminando hacia mí.

Su cabello oscuro lucía húmedo, y parecía que se hubiese pasado la mano para darle cierto estilo. Sus vaqueros abrazaban sus caderas y muslos. La forma en que la camiseta negra que llevaba acentuaba sus pechos creó todo el efecto perfección.

Y ella quería que la acompañara a algún lado.

—Dije que lo haría—le respondí.

Sonrió.

—Sí, lo hiciste. Pero no estaba segura.

Le señalé a Mike.

—Tengo que ir a casa con él. Asegurarme de que está bien y todo eso. No puedo ir contigo a ninguna parte.

Su sonrisa se borró, pero no pareció enojada. Pensaba en algo.

—No sabía que él también había venido. Lo entiendo. ¿Puedo llevarlos a casa?

—¿Por qué?—pregunté.

No lo entendía en absoluto.

¿Qué sacaba de llevarme a mí y a mi hermano a casa?

Una sonrisa torcida tiró de sus labios.

—Porque me gusta estar cerca de ti.

No esperaba eso.

Mi corazón reaccionó como una niña y empezó a revolotear.

Esa misma muchacha embelesada dentro de mí contestó:

—De acuerdo.

Santana sonrió, mostrando sus bonitos dientes blancos.

Maldición, era linda mirarla, y yo demostraba ser una mujer débil.

—Ahí estás—la voz dulce de Elaine me recordó todo lo que me permití olvidar—He estado esperando junto a mi coche una eternidad. Pensé que íbamos a divertirnos un poco antes de irnos a la fiesta y celebrar tu victoria.

—Elaine, te dije que se acabó—la respuesta de Santana sonaba llena de frustración.

—No, no lo hiciste—hizo una mueca, luego pasó la mano por su brazo—No llevaba bragas—agregó.

Bueno.

Ya había tenido suficiente.

Me iba ahora.

—En serio, Elaine. Esto no está bien. Te dije más temprano, después de la artimaña que hiciste en la cafetería, que esto se acabó. No voy a la maldita fiesta—su tono era frío.

O Elaine mentía o lo hacía Santana.

Di un paso atrás, pensando que podía escabullirme. Pero la mirada de Santana volvió a la mía, y sus ojos me suplicaban.

—No lo hagas. Por favor, dame un minuto.

Me pedía “por favor” de nuevo. Fue muy difícil no ceder cuando me lo pedía tan bien.

—Santana, deja de jugar con ella. No va a darte lo que necesitas esta noche. Después de una victoria como esa, necesitas un paseo salvaje, y estoy lista para darte varios antes de que acabe la noche.

Sí, eso fue suficiente.

—Debo irme. Están esperándome—dije en un apuro, antes de precipitarme hacia mis amigos y hermano.

Todos sus ojos se encontraban en mí.

—Britt—gritó la voz de Santana.

Oí a Elaine decir algo más, y luego Santana levantó la voz. Creí que no quería estar con Elaine esta noche.

Fue solo que esto era algo con lo que siempre trataría. Y yo no quería ser parte de ello.

—¡Britt, por favor!—gritó, y me di cuenta de que su voz sonaba más cerca.

Me seguía.

¿Y tenía que decir por favor otra vez?

Me volví y vi que Santana venía detrás de mí y una enojada Elaine quedó de pie donde la había dejado.

Sus ojos me lanzaban puñales.

Elaine Miller era solo una de muchas. Podría hacer mi vida un infierno en la escuela.

Y todas las otras chicas reaccionarían de la misma manera que ella.

Santana era hermosa y fuerte, y era tan difícil decirle que no. Pero no podía traer el drama a mi vida que vendría con decirle que sí.

—Solo déjame ir—le supliqué—No puedo hacer esto. Ella es solo una de muchas. Ve con ella. Tengo problemas más importantes que luchar por una mujer.

Se estremeció y me aparté.

El brazo de Mike rodeó mi hombro, y él le fruncía el ceño a Santana.

No sabía lo que había sucedido.

Tendría que explicarle a Mike que no tenía por qué enojarse con Santana.

Pero en este momento solo quería irme.

—Vamos a buscar esa hamburguesa—dijo Joe, rompiendo el silencio.

Mike me acercó más hacia el hueco de su brazo.

—Sí. Tengo hambre—concordó.

Santana no vino detrás de mí de nuevo.