FanFic Brittana: Acuerdo (Adaptada) Epílogo

Capitulo 5

Qué manera de empezar la mañana.

No podía que había derramado café en el traje de aquella mujer. Oh bueno, no debería haber estado tan cerca de mí y no debía haber sido tan ruda sobre ello.

En todo la locura, me di cuenta cuan asombrosamente sexy era. Había algo en ella que enviaba un aleteo en mi estómago.

Era un poco más bajita que yo, probablemente un poco por encima de un metro sesenta y cinco, con largo cabello negro, ojos de marrón oscuro, casi negros, labios gruesos y perfectamente marcados.

Dios, probablemente era la persona más sexy que había visto en mucho tiempo.

Estaba furiosa y le rogué a Dios no volver a verla nunca más. Tenía el presentimiento que no me va olvidar nunca, derramando café encima de su traje de diseñador.

Caminando dentro del edificio, encontré a Quinn, quien me llevo arriba a la duodécima planta y me enseñó mi escritorio.

―Este es tu escritorio y justo delante está el de la señorita López. Espera un segundo y déjame ver si está dentro.

Coloqué mis cosas y esperé.

―Hmm. Nunca tarda. Debería estar aquí a esta hora.

―Hola―una amable voz femenina me habló―Debes ser la nueva AP de Santana―sonrió mientras extendía su pequeña mano.

―Soy Brittany Pierce―sonreí mientras la apretaba ligeramente.

―Soy Rachel López. La hermana de Santana. Encantada de conocerte.

―Encantada también de conocerte. Me encanta tu nombre.

―Gracias. Apuesto que puedes adivinar de donde viene―sonrió.

―Estoy pensando en Rachel Welch.

―Muy bien. Mi mamá estaba, o debería decir está, obsesionada con ella.

―Aquí estás―habló Quinn a la mujer caminando fuerte por el pasillo―Conoce a tu nueva asistente, Brittany.

Miré por encima del hombro de Rachel y me quede inmóvil.

Oh mierda. Oh, mierda. Oh, mierda.

Mis rodillas empezaron a temblar.

―Tú―señaló hacia mí.

―Una vez más, lo siento―mordí mi labio inferior, mi estómago empezó a torcerse.

―En mi despacho ¡ahora!―exclamó.

―¿Qué demonios, Santana?―dijo Rachel.

Entró como un huracán en su despacho y miré a Rachel.

―Puede que le haya derramado café encima esta mañana en Starbucks. No sabía que era mi jefa. ¡Mierda!

Se rio.

―Brittany, vamos a ser buenas amigas—palmeó mi hombro, caminando dentro del despacho de Santana.

―Cierra la puerta ―gritó.

Estaba temblando literalmente cuando me senté. Tomó asiento y plegó sus manos en su escritorio, mirándome sin decir una palabra; solo mirándome con esos ojos que enseñaban tanta furia.

―Tuve que ir a casa y cambiarme por ese pequeño incidente de esta mañana. ¿Siempre eres tan torpe?

―Lo siento, señorita. Fue un accidente―bajé la mirada.

―Mírame cuando hablas.

De acuerdo, esta mujer estaba jodidamente loca y ¿quién demonios se creía que era?

Actuaba como si hubiera cometido un crimen.

De repente, la rabia me cubrió mientras me levantaba y plantaba mis dedos en su escritorio.

―Tal vez no debías estar tan cerca de mí. Si no hubieras invadido mi espacio personal, no habría derramado café sobre ti. Como dije, fue un accidente y lo siento. Pagaré para que su traje sea limpiado.

Me miró pasmada mientras se apoyaba atrás en su silla. Me estudió por un momento, su mirada pasando por mi cuerpo, desde cabeza hasta la punta de los pies.

―Tienes razón. Pagarás para que el traje sea limpiado. De hecho, este es tu primer trabajo como asistente personal. Vas a llevar mi traje a la tintorería de esta calle.

―Sí, señorita―hablé tranquilamente.

―Ahora siéntate otra vez. Quiero repasar algunas cosas contigo―alcanzó el cajón de su escritorio, sacó un teléfono y me lo entregó―Esto es para ti. No es para uso personal. Es para que yo tenga un control sobre ti cuando no estás en la oficina. Mi número ya está agendado. Cuando suena, espero que me respondas. Si te envío un mensaje, tienes que responder inmediatamente. ¿Entiendes, señorita Pierce?

―Sí señorita. Entiendo.

―Bien. También vas a estar aquí a las ocho de la mañana en punto. De hecho, preferiría que estuvieras aquí unos minutos antes y tienes que estar disponible a toda hora. Incluso después del horario laboral.

―Pero señorita…

―Sin peros, señorita Pierce. Has aceptado este trabajo como mi asistente personal y tomo esto muy en serio. Si esto va ser un problema para ti, entonces tal vez deberías reconsiderar.

―No va ser un problema, señorita.

―Por el amor de Dios, por favor deja de llamarme señorita. Llámame solo señorita López.

―Sí, señorita López ―dije.

―Bien. Ahora que hemos aclarado el ambiente, mi traje está encima de la silla. Llévalo a la tintorería y vuelve de prisa.

Me levanté de la silla y agarré el traje. Abriendo la puerta del despacho, observé a Quinn cerca de mi escritorio, con una mirada de pánico en su rostro.

Sonreí.

―No te preocupes. Puedo manejar a la señorita López.

Dejó salir un suspiro de alivio.

―Me estaba preparando para buscarte un reemplazo.




Santana


Miré cómo sus largas y esbeltas piernas y esculpido culo caminaban fuera de mi despacho.

Maldita sea, era hermosa y era mi secretaria.

No estaba muy segura como iba a funcionar esto. Mis otras asistentes estaban bien, pero realmente nada para mirarlas. Pero Brittany Pierce era definitivamente algo para mirar.

Qué jodida estaba que moje mis bragas cuando se puso de pie, colocó sus dedos en mi escritorio y me levantó el tono.

Quinn caminó dentro moviendo su cabeza.

―Tienes que dar algunas explicaciones―dije, mientras le apuntaba con el dedo.

―¿Yo? Qué demonios San. ¿No estuvo más de dos minutos aquí y estabas gritándole así? Pudo oírte toda la maldita oficina entera.

―Dijiste que era atractiva. No dijiste que era caliente como el infierno. Esto podría muy bien plantear un problema para mí y mi cuerpo.

Puso su mano en la cabeza.

―Ni siquiera pienses en ello. Jesucristo, San, ¿sabes la demanda que podía poner si incluso pensaras follarla? Es una chica agradable. Déjala en paz.

Incline mi cabeza hacia ella.

―¿Tienes algo por ella?

―No. Absolutamente no. Necesita este trabajo, S.

―¿Por qué lo necesita tan desesperadamente?―la miro. Tengo la sensación que hay algo que no estuvo diciéndome.

―¿Por qué todos necesitan un trabajo? Está manteniéndose sola y vive en Nueva York. Suficiente para decir. Escucha, durante el año pasado has cambiado catorce asistentes personales. Te has ganado una reputación, San. Vamos a intentar darle la vuelta y mantener ésta un tiempo.

Rodé mis ojos.

―Hago lo mejor que puedo.

Suspiró y salió.

Capitulo 6

Entré a la tintorería y le entregué al encargado el traje de Santana.

―Esto es para la señorita López.

―Ah. Usted no es Sugar ―dijo.

―No. Soy Brittany, la nueva asistente personal de la señorita. López.

―Ya veo. Otra, ¿eh? Esa mujer sabe cómo hacer sufrir a las asistentes. Tendré esto listo mañana por la tarde. Buena suerte Brittany―sonrió.

Le di una pequeña sonrisa de regreso y escuché el teléfono que Santana me dio sonando. Lo saqué de mi bolso y conmoción invadió mi rostro mientras leía su mensaje de texto.


Olvidé decirte. Cuando vuelvas, para en la farmacia y me compras una caja de pastillas anticonceptivas.


Esta era una broma, ¿verdad?

Realmente no me haría comprar pastillas anticonceptivas.

¿Verdad?

Le escribí rápidamente.


¿Habla en serio?


Muy en serio. ¿Tienes algún problema con eso?


Mierda. Hablaba en serio. Esta era una pesadilla.


No. No hay problema en absoluto, señorita López.


Entré en la farmacia, me dirigí al pasillo donde tenían las pastillas y me quedé mirando el abrumador exhibidor que estaba delante de mí. No me dio el nombre de las pastillas que ella tomaba y estoy segura que lo hizo apropósito.

Pero no quería mandarle un mensaje preguntándoselo
Tal vez debería comprar las que yo usaba.

¿Por qué demonios había tantos tipos diferentes?

Mi mente estaba abarrotada, así que llamé a Marley.

―Hola. ¿Por qué me estás llamando? No renunciaste, ¿verdad?

―No―le susurré―Me envió a comprarle una caja pastillas anticonceptivas.

—¿Y para que las puede querer? Es lesbiana no se acuesta con hombre, problemas de embarazos no tiene.

—Marley, ninguna de nosotras dos esta con hombres y las tomamos, ellas regulan nuestro periodo. Por favor solo ayúdame y no sé cuáles comprar. Hay tantas clases diferentes que está haciendo que me duela la cabeza.

Una explosión de risas llegó a través del teléfono.

―Esto no es divertido, Marley. Necesito tu ayuda.

―Lo siento, Brittany, tienes razón. Pero yo no uso pastillas para regular mi periodo. Tengo un Dispositivo Intrauterino, ¿recuerdas?

―Mierda. Lo olvidé.

―Está bien, vas a tener que elegir una caja o preguntarle cuáles prefiere―se echó a reír incontrolablemente.

―Gracias.

―Lo lamento. Realmente lo siento―continuaba riendo.

―Te llamaré más tarde―corte la llamada.

Bueno, entonces querría ¿Jasmin, Diva, o tal vez Kala?

¿Debería mandarle un mensaje?

¿Debería llamarla?

¿Comprarla todas?

¿Preguntar o no preguntar?

Joder si supiera.

Maldita por hacerme hacer esto.

Agarré una de las Ditasy y llevé la caja hasta el mostrador.

―¿Si estas no son las correctas, puedo devolverlos?―le pregunté al vendedor.

―¿Usted no sabe si va a comprar las pastillas correctas?―preguntó con una sonrisa.

―No son para mí. Son para mi jefa, una mujer con la que acabo de comenzar a trabajar hace aproximadamente una hora. Mi primera misión fue llevar su traje a la tintorería y luego me envió a comprar sus anticonceptivos.

El empleado inclinó su cabeza.

―No serán por casualidad para la señorita López, ¿verdad?

Mi corazón empezó a correr. Tienes que estar bromeando.

―Sí, lo son―fruncí el ceño.

El empleado asintió.

―Vuelvo enseguida―llevó la caja con ella y, unos segundos más tarde, regresó con una caja de KPS―Estas son las que utiliza la señorita López.

Sacudí mi cabeza con disgusto.

―¿Y cómo lo sabe?

Rio.

―Usted no es la primera asistente personal que ha enviado a comprar sus pastillas.

―Gracias―pagué los metí en mi bolso y salí.

Ahora tenía curiosidad, pero conseguí sacar rápidamente ese desagradable pensamiento de mi cabeza.

Ella era mi jefa y no debería estar pensando en su cuerpo.



Cuando llegué a la oficina, toqué la puerta y me dijo que entrara. Metí la mano en mi bolso, saqué la caja de pastillas y los puse sobre el escritorio.

―Gracias, y escogiste las correctos―sonrió―¿Cómo lo supiste?

―Un buen hombre detrás del mostrador me lo dijo.

―Ah, debes haber conocido a Figgins. Buen tipo.

Empecé a salir de su oficina y me detuve cuando llegué a la puerta. Dándome la vuelta, dije:

―Para regular, ¿no?

Arqueó la ceja y me sonrió.

Respiré profundamente y tranquilamente fui a mi escritorio.




Santana


Ella estaba pensando en mi y eso me hizo feliz, pero mis pensamientos felices desaparecieron tan pronto como mi mamá entró en mi oficina.

―Hola Tana. ¿Aprobaste el diseño final de la revista para la edición del próximo mes?

―Sí, lo hice.

―Bien. Ahora, ¿quién está fuera de tu oficina?

―Es mi nueva asistente y su nombre es Brittany.

―¿Qué pasó con Sugar?

Me encogí de hombros.

―Renunció.

―Demonios. Eres tan mala como yo. De todos modos, quiero hacer el lanzamiento de la revista del próximo mes con la presentación de Kurt. Así que organizaremos algo. Esto es importante porque es una nueva y prometedora diseñadora con un ojo increíble y su trabajo debe ser observado. Es nuestro trabajo hacer que eso suceda.

―Claro. Me encargaré de eso de inmediato.

―Bien. Además, voy a cenar en casa esta noche y te quiero ahí. Rach y Brody también estarán ahí. A las siete en punto.

―Tengo planes para esta noche.

―Cancélalos. La familia es lo más importante. Ta-tá, cariño.

Puse los ojos en blanco y llamé a Brittany a mi oficina.

―Vamos a estar haciendo un lanzamiento para un diseñador el próximo mes. Aquí hay una lista de lugares que normalmente utilizamos. Llámalos y ve si algo está disponible para el viernes, dos de octubre. Una vez que tengamos el lugar de celebración, tendrás que pedir las invitaciones. Hay una lista de personas que debes invitar en un archivo en tu computadora.

―Sí, señorita López.

―Eso es todo, Brittany. Puedes volver a tu escritorio.

Me dio un pequeño asentimiento y, mientras salía de mi oficina, no pude evitarlo.

―Ejem, Brittany.

―Sí―se dio la vuelta y me miró con sus hermosos ojos azules.

―¿Sigues pensando en mi?―sonreí.

―En realidad, ya me olvidé y no me interesa pensar en ello de nuevo.

La pequeña sonrisa en mi rostro se disipó rápidamente cuando dijo eso.

Ella iba a ser un desafío.

Pero muy pronto, se quebraría.

Capitulo 7

Llevé mi cuaderno de dibujo al Central Park y me senté bajo el árbol a dibujar y comer mi almuerzo.

Era un hermoso día de septiembre y necesitaba salir de la oficina. Entre el derrame de café y la compra de condones, estaba exhausta y mi día solo iba a la mitad.

No podía dejar de pensar en Hope y cómo deseaba poder estar ahí después de la escuela y recogerla.

Regresar a la rutina del trabajo después de haber estado fuera dos meses era difícil.

Mientras estaba dibujando, mi teléfono de negocios timbró.

―Hola.

―¿Dónde estás?―preguntó Santana.

―Estoy en el almuerzo. Le dije que me iba.

―Es cierto. Lo olvidé. Al regreso, para en un Pickle Deli y cómprame un sándwich de carne. Solo diles que es para mí. Saben exactamente cómo me gusta.

―Sí, señorita López.

Corto.

Me quité el teléfono del oído y lo miré.

¿No podía decir gracias o adiós?

Este trabajo iba a ser un desafío. Corrección, Santana López iba a ser un desafío, pero no tenía opción.

Necesitaba este trabajo, en especial si estaba pensando en avanzar.



Regresé a la oficina y coloqué la bolsa de papel marrón en su escritorio.

―Gracias, Brittany―sonrió.

Mmmm.

¿Por qué estaba siendo tan amable?

Tal vez estaba sintiéndose mal por lo de antes, pero lo dudaba.

―De nada.

―¿Cómo estuvo tu almuerzo? ―preguntó.

―Bien.

―¿Qué hiciste?

―Fui a Central Park.

¿Por qué estaba preocupada por lo que hice en mi propio tiempo?

―¿Y qué hiciste?

―Comí mi almuerzo―fruncí el ceño.

―¿Entonces trajiste tu propio almuerzo?

―Sí. ¿Hay una regla en contra de eso?

―No―sacudió su cabeza―Solo tenía curiosidad.

―¿Por qué?

―No lo sé. Ahora vuelve a tu escritorio y déjame comer.



Finalmente eran las cinco en punto y no podía estar más feliz.

Corrí hacia la casa de mi mamá.



Los tres se habían sentado recién para la cena.

―¡Mami!―gritó Hope mientras se paraba de la mesa y corría hacia mí.

―Hola, bebé. ¿Cómo estuvo tu día?

―Estuvo bien. La abuela me llevó por helado después de la escuela.

―Te mima―sonreí.

―Siéntate y come algo―me dijo Nick.

Caminé hasta ahí, besé su mejilla, y entonces fui donde mi mamá.

―Pareces cansada, cariño.

―Lo estoy. Fue un largo primer día.



Después de terminar la cena, llevé a Hope a casa y la metí en la bañera.

Una vez que le leí un cuento, la besé por las buenas noches y fui a mi cuarto.

Después de cambiarme a mis pijamas, me subí a la cama y hojeé la López Magazine que había traído a casa.

De repente, mi teléfono sonó. Extendí la mano y la agarré de la mesa de noche.

Mierda.

Era mi teléfono del trabajo que se apagó. Me bajé de la cama y tomé mi bolso. Sacándolo y subiéndome de nuevo a la cama, noté un mensaje de texto de Santana.


Antes de que vengas a la oficina mañana, de hecho, hazlo cada mañana, quiero que pares por Starbucks y me consigas un Venti Americano con un triple expresso. Pero asegúrate de estar en la oficina a las ocho en punto.


Sí, señorita López.


Disfruta el resto de tu noche, Brittany.


También usted.


Trata de no derramar el café sobre mí mañana.


Ella nunca dejaría pasar eso.


No invada mi espacio personal y tampoco lo haré yo.


Bien.

Esa declaración la callaría.

Tuve mi cuota de la señorita Santana López por el día y todo lo que quería hacer era irme a dormir y olvidarme de ella.




Santana


No pude evitar reír cuando vi su respuesta.

Era la primera de todas mis asistentes en responderme y eso me excitaba.

No era como las demás.

Las numerosas veces que pasé por su escritorio, me sonreía. Pero no estaba del todo segura si era una sonrisa genuina o una sonrisa de púdrete.

Incluso después de gritarle en la forma en que lo hice, aun así me sonrió.

Tenía una hermosa sonrisa que hacia juego con su nariz bonita y su hermoso rostro.

―¿A quién, si puedo preguntar, le estás escribiendo?―preguntó mi mamá al entrar a la sala de estar.

―Mi asistente personal. Necesito asegurarme que me consiga el café en la mañana.

―Será mejor que seas amable con ella―habló Rachel mientras entraba detrás de mi mamá.

―¿Por qué todo el mundo me sigue diciendo eso? Soy amable.

―Ja. No después de lo que vi hoy.

―Eso fue solo un malentendido, hermanita.

―Un malentendido cuando todo el piso te escuchó gritándole a la pobre chica. Tina estaba prácticamente escondiéndose bajo el escritorio.

―Dios, deja de exagerar. De todos modos, me voy a ir―besé a Rachel y a mi mamá en sus mejillas y me encontré afuera con Will.





A la mañana siguiente, aproximadamente a las siete con cincuenta y ocho, estaba sentada en mi escritorio esperando por mi entrega de café.

Tenía exactamente dos minutos.

Dejé la puerta de mi oficina abierta así podría solo traerlo sin tocar.

Eran las ocho en punto cuando ella entró por la puerta.

―Buenos días. Aquí está su café―sonrió mientras dejaba la taza en mi escritorio.

―Estaba comenzando a preocuparme de que llegarías tarde.

―¿En serio? He estado aquí hace como diez minutos.

Incliné mi cabeza hacia ella y entrecerré los ojos.

―¿Dónde? No estabas en tu escritorio.

―No, no lo estaba. Dijo que estuviera aquí a las ocho en punto―miró el reloj en la pared―Las ocho en punto―sonrió.

―¿Entonces dónde estabas?―pregunté con irritación.

―Por ahí.

―¿Entonces has estado caminando por ahí con mi café por lo últimos diez minutos?

―Síp―lentamente asintió con su cabeza.

Arrugué mis labios juntos con fuerza e inhalé severamente.

―Será mejor que no esté frio, Brittany.

―No lo está―sonrió mientras salía y cerraba la puerta detrás de ella.

Estaba haciendo mi mejor esfuerzo por no gritar.

Tomé mi café y le di un sorbo. Todavía estaba caliente. Qué bueno para ella que así era.

Capitulo 8

Estaba sentada en mi escritorio, mirando invitaciones para el lanzamiento cuando Rachel caminó hacia mí.

―¿Cómo van las cosas con mi hermana?―preguntó, sentándose en la esquina de mi escritorio.

Le di una pequeña sonrisa.

―Está bien. Es exigente, grosera, ruda y un poco degradante pero nada que no pueda manejar.

Dejó una escapar una risa.

―Me gustas Brittany. ¿Te ha enseñado San al resto de los que hacen la revista López?

―No―moví mi cabeza.

―Vamos entonces. Te haré el gran tour.

―Pero preguntará dónde estoy. ¿Y si me necesita?

Hizo una señal con la mano delante del rostro, se levantó de mi escritorio y abrió la puerta de su despacho.

―No puedo creer que grosera eres por no darle a Brittany el gran tour. Si necesitas algo tendrás que hacerlo tú mismo, porque te la estoy robando por un rato―cerró la puerta de golpe antes de que tenga la oportunidad de responder y me sonrió.



La revista López empezaba en el décimo piso e iba hasta la planta decimoquinta.

Ahí estaba todo lo del departamento de arte y diseño.

Una planta llena de ropa y diseños, un hermoso salón, el departamento comercial y el piso editorial, el cual estaba situado arriba, donde la mamá de Santana tenía su despacho.

Estaba fascinada por todo la moda y estaba en el cielo.

Nos acercamos a un despacho con puertas de cristal y en estas puertas leí “Maribel López”.

―Este es el despacho de mi mamá. ¿Te han presentado ya?

―No.

Entramos y Maribel levantó la mirada hacia nosotras.

―Mamá, esta es Brittany Pierce, la nueva asistente personal de San.

Se levantó de su asiento y extendió su mano, pero no antes de mirarme de arriba abajo.

―Encantada de conocerte. Espero que permanezcas por aquí mucho más que las ultimas catorce.

Tragué.

No tenía idea que Santana había tenido tantas asistentes.

―Eso pretendo y el placer es mío―le sonreí mientras apretaba ligeramente su mano.

―Espero que te guste trabajar para nosotros en Revista López.

―Gracias.

Podría decir que Maribel López no era una potencia para desestimar.

Era tranquila con una alta autoestima y tenía una postura de mujer de negocios como nadie que había conocido; bueno, excepto su hija mayor.

Era de aproximadamente un metro sesenta de alta con un cuerpo voluptuoso. Su cabello marrón estaba cortado por encima del hombro con puntas onduladas y tenía una mirada seria en sus ojos marrones.

Mentiría si no dijera que me había intimidado por completo. Pero teníamos algo en común, las dos compartíamos el amor por Coco Channel.



Después del tur, Rachel y yo nos dirigimos hacia la duodécima planta.

Cuando estaba volviendo a mi escritorio, Santana estaba de pie en la puerta de su oficina.

―¿Necesitas algo? ―pregunté.

―Sí. Necesito que vengas a mi despacho.

Entrando, tomé asiento en la silla delante de su escritorio.

―No me has dicho si has reservado un lugar para el lanzamiento del mes que viene.

―Lo tengo. Será en el Lincoln Center a las siete. Estoy consiguiendo las invitaciones impresas y los sobres dirigidos a las personas de la lista de invitados.

Entrecerró sus ojos hacia mí y se echó hacia atrás en la silla.

Dios mío, era sexi y cada vez que la miraba, me sentía como perdida en su mirada.

¿Qué demonios pasaba conmigo?

Podría tener un aspecto algo especial, pero sus modales en general definitivamente apestaban.

―¿Hiciste todo esto sin decírmelo?

―Sí. Me pediste que haga algo y lo hice. ¿Querías que te molestara con todos los pequeños detalles? ¿No confías en mi habilidad para terminar algo que me has pedido hacer?

―Para ser sincera, no. He tenido malas experiencias con mis anteriores asistentes.

―Ya veo. Bueno, puedo asegurarle, señorita López, que no la decepcionaré. Si tengo alguna pregunta, vendré a preguntarle y hablaremos sobre ello.

La comisura de su boca se curvó ligeramente hacia arriba.

―Hasta que confíe totalmente en tus habilidades, quiero que todo pase por mí primero. ¿Entiendes?

―Totalmente―mis labios dieron paso a una sonrisa forzada―¿Algo más?

―No. Eso será todo.




Santana


Había algo en Brittany que estaba provocándome querer conocerla mejor.

Quizás era por cuan hermosa era.

Quizás era por lo que me imaginaba que llevaba debajo de la ropa que llevaba.

Quizás era su colonia Joe Malone que se filtraba en el aire cada vez que estaba cerca.

Le daré crédito, sabía cómo elegir su perfume. Mi última asistente, Sugar, olía siempre como colonias baratas de droguería.

Me encogía cada vez que entraba en mi oficina.

Sea lo que sea que era esto, que me provocaba tener esta ardiente necesidad de llegar a conocerla mejor, estaba sacando lo mejor de mí y me volvía loca.

No debía sentirme de esta manera.

Era mi asistente personal pero todo lo que podía pensar era mil maneras para que ella me asista personalmente en otras cosas que las de oficina.

Verás, era esta clase de pensamientos que tenía que parar.




Más tarde aquella noche, llevé una amiga conmigo, Jamie Walters, para cenar y después de vuelta a mi casa para follarla.

Nunca llevaba la mujer que traía escaleras arriba hasta mi cama. Tenía un dormitorio extra en la primera planta que utilizaba y nunca les permitía pasar la noche.

No estaba interesado en acurrucarme, sostenerlas, acariciarles el pelo; ninguna de estas estupideces románticas.

La única cosa que quería era un buen sexo que me dejara satisfecha y luego las enviaba a sus casas.

Algunas se iba llorando y otras se iban muy enfadadas. Era su problema, no mío.

Capitulo 9

Gracias a Dios que era viernes.

Mi último día de trabajo por dos días y luego podría pasar todo el fin de semana con mi hija.

Santana no estuvo en la oficina la mayor parte de la mañana porque estaba en reuniones consecutivas.

Finalmente fue la hora de comer, así que agarré mi cuaderno de dibujo, que estaba encuadernado en un estuche de cuero con cremallera, mi almuerzo y me dirigí al Central Park.

Sentada bajo el mismo árbol en el que había estado, trabajé en mis bocetos y comí mi almuerzo.

No pasó mucho tiempo antes de que mi teléfono de la empresa sonara con un mensaje de texto de Santana.


Sé que estás en tu hora de almuerzo, pero cuando hayas terminado, necesito que vayas a Banana Republic y recojas los vestidos que había separado. Llama a Will cuando los tengas y él te recogerá. También, para en el Starbucks y traes mi café.


Sí, señorita López.


Cuando mi hora de almuerzo terminó, hice lo que Santana me pidió.

Después de recoger los vestidos y parar en Starbucks, entré en su oficina y dejé la taza sobre su escritorio.

―Cuelga la ropa en ese estante de allá―señaló. Se levantó de su escritorio y sacó el plástico de cada uno de los vestidos―¿Qué carajo? ¡Esto no es lo que pedí!―gritó―¿Quién carajo prepara estos atuendos?―se paseó por la habitación con rabia.

Me puse de pie y miré los conjuntos de ropa, luego me acerqué a ellos y cambié algunas cosas.

―¿Qué demonios crees que estás haciendo? ―preguntó.

―Reorganizando algunas cosas. Creo que se ven mejor de esta manera.

Dio un paso atrás con las manos en las caderas y miró los vestidos y sus accesorios que combiné y luego me miró.

―¿Crees que se ven mejor?

―Sí―le hablé suavemente.

―Bueno, no lo sé.

Rachel entró en la oficina.

―Oh, perfecto. Conseguiste la ropa de Banana Republic. Luce bien, San―sonrió mientras sacaba el estante de su oficina.

Mire a la morena mayor y me encogí de hombros.

―Le dije que se veían bien.

Ella suspiró y puso los ojos en blanco.

―Fuera de mi oficina.

No sabía cuál era su problema, pero no tenía necesidad de desquitarse conmigo.




Finalmente fueron las cinco.

Agarré mi cuaderno de dibujo, mi bolso y salí del edificio. Mientras estaba tratando de llamar un taxi, mi teléfono de la empresa sonó.

Era Santana. Me espanté.

―Hola.

―Necesito que te reúnas conmigo para cenar esta noche. Tengo algunas cosas que quiero revisar contigo con respecto a la fiesta de lanzamiento.

―¿No pueden esperar hasta el lunes?

―No, señorita Pierce. No pueden. Nos vemos en The Four Seasons a las ocho en punto.

―Pero, señorita…

―Nada de peros, Brittany. Debes estar ahí o de lo contrario―corto.

No podía creer esto y su atrevimiento. Rápidamente llamé a Marley.

―Hola amiga del alma. ¿Qué pasa?

―Siento tanto pedirte esto, pero ¿crees que tú y Kitty puedan venir y cuidar a Hope esta noche? Mi estúpida jefa está haciendo que me reúna con ella para cenar en The Four Seasons.

―Buen lugar. Pero ¿por qué está haciendo que te reúnas con ella un viernes por la noche?

―Dijo que necesita revisar algunas cosas conmigo en relación a la fiesta de lanzamiento―finalmente paré un taxi y subí.

―Hmm. A mí me parece que está usando eso como excusa para verte.

―Oh por favor. Me has hecho vomitar en la boca, quiero que lo sepas.

Se rio.

―Por supuesto que iremos a cuidar a Hope. Voy a llevar algunos juegos de mesa. Será divertido.

―Gracias. Te lo debo.

―No, no lo haces.

―¿A qué hora nos quieres ahí?

―Tengo que encontrarlo a las ocho en punto. Así que en mi casa a las siete y quince.

―Está bien, cariño. Bueno, nos vemos más tarde.



Recogí a Hope de la casa de mi mamá y esperé hasta que llegamos a casa para contarle sobre mis planes para la cena.

―Nena, tengo que reunirme con mi jefa para cenar esta noche, pero las tías Marley y Kitty van a venir y quedarse contigo.

―Está bien―miró hacia abajo con decepción―¿Por qué te estás reuniendo con ella?

―Quiere revisar algo de la planificación para un evento que su revista está auspiciando―pasé la palma de mi mano por su mejilla.

―Parece una mujer mala.

―Lo es. Pero no te preocupes. Tenemos todo el fin de semana para nosotras.

―Bueno.

―¿Entiendes, verdad?

―Sí. Sé que es tu trabajo.

―Gracias nena. Te lo compensaré.

Se fue y se sentó en mi cama mientras preparaba la cena.


The Four Seasons era un lugar elegante y tenía que vestirme de manera apropiada.

Fui a la parte posterior de mi armario y saqué un vestido corto negro que hice algunos meses atrás, pero nunca tuve la ocasión de usar.

―¿Qué piensas?―le pregunté a Hope mientras lo levantaba hacia mí.

―Me gusta―sonrió.


Después de ponerme el vestido, torcí mi cabello recogiéndolo arriba con un clip y retoqué mi maquillaje.

Escuché la puerta principal abrirse y Hope saltó de la cama para correr y ver a Marley y Kitty.

―Mírate, chica sofisticada―Marley sonrió mientras entraba en el dormitorio―Luciendo toda caliente para la jefa.

―Oh por favor. Ya sabes, The Four Seasons es de lujo.

―Lo sé, pero de alguna manera, tengo la sensación que la mandíbula de la señorita López va a caer cuando entres.

―Oh, caerá, y estoy segura que algunos gritos saldrán cuando lo haga.

Ella se rio y me puse mis tacones.

―Gracias otra vez por venir.

Entré en la sala y Kitty silbó cuando me vio. La golpeé en el pecho con una sonrisa, besé a Hope despidiéndome y me dirigí al The Four Seasons.




Cuando llegué al restaurante, la anfitriona me llevó a la mesa donde ya estaba sentada Santana.

―Guao―habló―Te ves genial. Me gusta ese vestido. ¿Dónde lo conseguiste?

―Lo hice―contesté mientras me sentaba en el asiento frente a ella.

Sus ojos se abrieron.

―¿Tú hiciste eso?

―Sí.

Ladeó su cabeza.

―¿Hay algo que no sé de ti?

Dejé escapar una risa ligera.

―¿Qué quiere decir?

―Reorganizaste los vestidos en mi oficina para que se vean mejor y ahora estás usando un vestido que luce espectacular, que tú misma hiciste.

Cogí el vaso de agua que estaba en frente de mí y tomé un sorbo.

―Estudié en Parsons durante un par de años.

―Interesante. ¿No te graduaste?―preguntó.

―No. Tuve que retirarme debido a una emergencia familiar, por lo que perdí mi beca. No podía permitirme el lujo de volver.

―Ya veo. ¿Cómo fue que no sabía que eras una chica fashion?

―Nunca preguntó, supongo.

―Entonces voy a tener que empezar a hacer más preguntas―me guiñó.

Estrechando mis ojos hacia ella, hablé:

―Dijo que no le gustaban los vestidos con los accesorios que combiné.

―A mi hermana le gustaron y eso es todo lo que importa. Y no es que no me gustaron. Estaba enojada porque no eran exactamente lo que pedí.

Capitulo 10

Utilicé la fiesta de lanzamiento como excusa para cenar con Brittany.

Después de decirme buenas noches, y mientras la miraba caminar por el pasillo y entrar en el ascensor, la idea de no verla otra vez hasta el lunes me molestaba.

Ya tenía planes esta noche con Dani pero los había cancelado para cenar con Brittany, a pesar de que el sexo no sería parte de nuestros planes.

―¿Puedo ver tu mano?―pregunté.

―¿Perdone?―ladeó su cabeza.

Mis labios dieron paso a una pequeña sonrisa.

―Déjame ver tu mano―coloqué la mía cara arriba encima de la mesa.

―¿Por qué?

―Brittany, no muerdo.

Vacilando la extendió por encima de la mesa y colocó su mano en la mía.

Joder.

Su mano estaba tan suave y mi sexo tan húmedo.

Pasé los dedos suavemente a lo largo de ella.

―Tienes dedos largos y delgados, lo cual indica creatividad―sonreí.

Lo único que podía pensar en aquel momento era cuan buenos serían estos dedos dentro de mi polla.

Mierda.

―Me han dicho eso antes―me sonrió de vuelta.

Acariciarla era demasiado y el quemar de la rabia manando por mi cuerpo era insoportable. Solté su mano y tomé un trago de mi bebida.

―¿Quinn no le ha contado nada sobre mí?―preguntó.

―No, y sabe que no tiene que hacerlo. Confío en ella para contratar a las mejores personas para mí.

―Pero usted ya ha cambiado catorce asistentes.

―¿Y cómo sabes eso?―sonreí con indiferencia.

―Me lo contó su mamá. Dijo que tiene la esperanza de que permanezca más que tus últimas AP.

Solté una carcajada.

―Bueno, no puedo culpar a Quinn, o tal vez sí. Quién sabe. Pero tengo la sensación de que ha hecho la mejor elección esta vez.

―Lo veremos. ¿No?―sonrió y mi humedad alcanzó su tope.

Mis pobres bragas.

―¿Qué otras cosas hay sobre ti que debería saber?

―Señorita López, me invitó aquí esta noche para hablar sobre la fiesta de lanzamiento, no sobre mi vida personal. Así que, si no le importa, me gustaría pasar a ello.

Arqueando mi ceja, miré en sus azules ojos.

―Parece que tienes prisa. ¿Hay un novio esperando en casa por ti?

―No.

—¿Novia?

—Tampoco.

Asique era verdad que le gustaban las mujeres. Silenciosamente dejé escapar un suspiro de alivio.

Sin marido o esposa y sin novio o novia.

Esto era bueno, pero impactante.

¿Por qué una chica tan hermosa e inteligente como ella no tenía una pareja?



Cuando estábamos comiendo nuestra cena, saqué el teléfono de mi bolsillo y vi que mi mamá estaba llamando.

―Hola.

―Tana, tienes que venir a la oficina ahora mismo. Kurt acaba de juntar la línea de ropa para el despliegue de diciembre y necesitamos repasarla. Rach también está aquí.

―Estoy en medio de una cena. ¿No puede esperar hasta mañana?

―Ponla para llevar y te la comes más tarde. Y no, no puede esperar hasta mañana. En caso de que te hayas olvidado, me voy a Los Ángeles.

Suspiré.

―Vale. Estaré ahí lo más pronto que pueda―corte―Lo siento, Brittany, pero tendremos que hablar del resto de los detalles el lunes. Mi mamá me necesita.

―¿Está todo bien?―preguntó.

―Si. Me necesita en la oficina. Ese es el motivo por el cual la mujer se ha divorciado seis veces.

Intentó no reír, pero lo hizo de todos modos. Sonreí.

―Acompáñame en el auto hasta la oficina y después Will te llevará a casa.

―No importa señorita López. Puedo ir en metro.

―No irás en metro tan tarde. No es seguro. A decir verdad, no es seguro nunca—hice una seña con mi mano a la camarera y ella nos puso la comida para llevar.

Brittany salió del reservado y coloqué mi mano en la parte baja de su espalda mientras salíamos del restaurante.

Entrando en la limusina, le dije a Will que nos llevara a la oficina y luego las instrucciones para llevar a Brittany a su casa.

Cuando llegamos a la oficina, salí de la limusina y me incliné para ver a Brittany una última vez.

―Por cierto, puedes llamarme San—sonreí y cerré la puerta.




Brittany


Permanecí ahí con una mirada confusa en mi rostro cuando ella cerró la puerta.

¿Quería que le llamara San?

¿Por qué?

La manera en que pasó sus dedos por los míos en la cena envió un torbellino por mí.

Su toque y la sensación que sentí hicieron a mi cabeza dar vueltas. Empecé a sudar y mi corazón empezó a latir más rápido.

Había perdido incluso la respiración por un momento y no podía explicar por qué.

Tal vez era porque ella era tan malditamente sexi.

Era confiada, demasiado confiada.

Era el tipo de persona a la que le gustaba el control. Odiaba a la gente así.

Pero había algo en Santana López que provocaba un dolor entre mis piernas.

Un dolor que no había sentido en muchos años.

El tipo de dolor que me asustaba y podría volverse potencialmente peligroso.

Ella se sentía atraída por mí. Eso era más de lo que podía decir, pero, ¿yo quería esto?

¿Quién no quisiera una buenorra y sexi empresaria millonaria atraída por ella?

Pero éramos totalmente opuestas y estaba bastante segura de que solo se sentía atraída por mi aspecto exterior.

Otra muesca en su cinturón era algo en lo que yo no iba a convertirme.

―Will, ¿San siempre te ha ordenado llevar a casa sus AP?

―No Brittany. Eres la primera―sonrió a través del espejo retrovisor.

―Ya veo―bajé la mirada a mis manos.

Will se detuvo en mi edificio y me abrió la puerta. Saliendo, le di las gracias y me fui a mi departamento.

―Regresas temprano―me sonrió Marley cuando caminé por la puerta.

―Ella tuvo que ir a su oficina a encontrarse con su mamá. Algo sobre la edición de diciembre.

―Oh. ¿Entonces de que hablaron?―sonrió con superioridad.

Puse los ojos blancos mientras caminaba a la cocina y me servía una copa de vino.

―¿Hope está en la cama?

―Si. Ha estado dormida más o menos una hora―contestó Kitty.

―Ella quería hablar sobre mi vida personal.

Marley sonrió mientras envolvía su brazo alrededor mío.

―Ella no puede apretar todo lo que quiere. Es una mujeriega y en lo único que piensa es en sexo.

―¿Y? No has tenido sexo en siete años y ella es extremadamente sexi.

―¡Espera un momento!―Kitty puso las manos en alto―¿Cómo coño sabes opinar así? Estoy presente Mar.

―¿No te lo he dicho?―se rio―Pero lo es amor…, pero lo eres más.

Kitty entornó sus ojos.

―Esta tipa suena como una idiota. ¿Quién se cree?

―Santana López―dije.