FanFic Brittana: Acuerdo (Adaptada) Epílogo

Capitulo 11

Llegué a la oficina a las seis a.m., y cerca de las siete, Quinn entró, tomando asiento frente a mí.

―¿Cómo estuvo tu fin de semana?―preguntó

―Estuvo bien. Trabajé la mayor parte. Sabes que me iré por la Semana de la Moda a París en algunos días y siempre es agitado por esas fechas.

Me dio un ligero asentimiento mientras cruzaba sus manos y las llevaba a sus labios.

―Temo preguntar cómo le está yendo a Brittany.

―Está trabajando bien. Tiene mucho talento. ¿Por qué no me dijiste que estudió en Parsons?

―¿Hubiera importado? No te importaba una mierda lo que hicieran tus AP siempre y cuando fueran capaces de trabajar para ti.

Me encogí de hombros.

―Todavía creo que deberías habérmelo dicho. ¿Qué más sabes de ella?

―Nada. Eso es todo. ¿Por qué?

―Por nada. La llevé a cenar el viernes por la noche para discutir los detalles de la fiesta de lanzamiento e intenté que hablara de su vida personal, pero no lo hizo.

Inclinó su cabeza, entrecerrando los ojos.

―¿Tu, Santana López, llevaste a tu AP a cenar? Nunca has hecho eso.

Me encogí de hombros otra vez.

―Quería aclarar los detalles.

Se sentó ahí y me miró por un momento, sus ojos buscando dentro de mí por algo.

―Jesús Cristo, San ¡No! ¡De ningún maldito modo!

―¿Qué?―levanté mis manos.

―Ni siquiera pienses en acostarte con ella. ¡Joder, Santana! ¿Qué mierda pasa contigo?

―¿Dije que quería dormir con ella? Solo dije que quería conocerla mejor.

―Y tú conociéndola mejor terminará con las dos en tu cama y, antes de que lo sepas, ella estará lastimada y no merece eso.

Rachel entró y, al instante, Quinn cambió su tono y una sonrisa adornó su rostro.

Había estado notando eso a menudo y comenzaba a molestarme.

―¿Qué está sucediendo aquí, señoritas?―sonrió Rachel.

―Nada. Solo estamos teniendo una pequeña conversación de negocios―respondí.

―San quiere conocer mejor a Brittany―soltó Quinn.

Rachel arqueó una ceja.

―¿Por qué? Tú nunca quieres conocer a alguien personalmente.

Me apoyé en la silla.

―Por Dios santo. Es una buena AP y me gustaría conocerla mejor. Eso es todo.

―Hmm. Aléjate de ella, Santana. Es una buena chica y sucede que me gusta, lo cual es más de lo que podría decir de las otras mujeres que te acompañan.

―¿Qué mierda se supone que significa eso, Rach?

―Solo estoy diciendo que las mujeres superficiales con las que eliges dormir son justo eso. Falsas y de plástico. Brittany es una persona real y no merece ser tratada con un poco respeto por los que son como tú.

―Ustedes dos dejarán mi oficina en este instante. De hecho, les mostraré cuan amable puedo ser con ella. Voy a decirle que irá a París con nosotras. Necesitaré una AP ahí para manejar algunas cosas.

Rachel rio.

―Nunca has tenido una AP en París o en algún otro lugar, de hecho. La única cosa que necesitas controlar son tus dedos…y lengua.

Quinn estalló en risa.

―Está bien. Está bien. Ya tuvieron su diversión. ¡Ahora salgan de mi oficina!—miré el reloj.

Eran las siete y cuarto.

Tomé mi teléfono y le envié un mensaje a Brittany.


¿No estás por casualidad dándole la vuelta al edificio con mi café, no?


No. Estaré ahí en cinco. Starbucks fue una locura esta mañana.


¿Y que tiene eso de diferente con cualquier otra mañana?


Mientras miraba mi teléfono, esperando una respuesta, escuché la voz de Brittany.

―Bien. Fui a tomar el café del mostrador, lo derramé accidentalmente y tuvieron que hacerme uno nuevo―habló mientras estaba parada en la puerta.

―Bueno, al menos no fue en mi traje―tendí una mano por mi café―Ve a dejar tus cosas y luego ven aquí y siéntate. Tengo que hablarte de algo.




Brittany


Después de entregarle a Santana su café, fui a mi escritorio y acomodé mis cosas.

Pasé todo el fin de semana pensando en ella y no podría decir por qué. Lo único que sabía era que ella estaba en mi mente cuando no debería haber estado y eso en verdad me molestó.

Después de encender la computadora y tomar mi bloc de notas, un niño pequeño, de unos cinco años vino a mi escritorio.

―Bueno, hola ahí―sonreí.

―Eres bonita, ―habló.

―Gracias. Y tú eres un niño muy apuesto.

―¿Qué es esto?―preguntó, mientras tocaba el papeleo en mi escritorio.

―Algo que no deberías estar tocando―dijo Santana con irritación mientras salía de su oficina.

El niñito corrió por el pasillo y hacia su mamá.

―Eso no fue muy agradable. Es solo un niño.

―No me gustan los niños. Tráeme la lista de invitados a mi oficina y terminemos la ubicación de los asientos.

Tomando la lista de invitados de mi escritorio, la seguí a su oficina.

―¿Qué quieres decir con que no te gustan los niños?

―Exactamente eso. No me gustan los niños―su tono era plano.

―Fuiste niña alguna vez.

―Y no me gustaba a mí mismo. Ahora que soy adulta, me agrado mucho más―guiñó un ojo.

―Eso es algo terrible de decir, Santana―le entregué la lista de invitados y ella la miró.

―¿Te gustan los tiburones? ―preguntó.

―No. No particularmente.

―Y a mí no me gustan los niños.

Negué y me senté ahí sin poder creer que comparase un niño con un tiburón.

―¿Entonces no planeas tener una familia?

Rio.

―¿Quién, yo? ¿Parezco una mujer de familia para ti?

―Supongo que no.

―Está bien, ahora que establecimos que no soy una mujer de familia, terminemos la lista de asientos.



Una vez que la lista de asientos estuvo arreglada, Santana me miró.

―Tengo buenas noticias para ti―sonrió.

―¿Oh? ¿Y cuáles serían?

―Vendrás a París conmigo. Bueno, con nosotros. Mi mamá, Rach, un par de otras personas y yo.

Juro que el color se drenó de mi rostro.

Mierda. Mierda. Mierda.

No había forma de que pudiera ir a París.

Ella se iba en unos días y no podía dejar a Hope. No podía decirle eso porque acababa de despotricar sobre cuánto odiaba a los niños y no lo entendería.

―Lo siento, Santana. No puedo.

―¿Disculpa?―inclinó su cabeza.

―Me encantaría pero…―piensa, Brittany, y hazlo bien―Mi mamá está enferma y no puedo dejarla ahora.

―Oh. Lamento escuchar eso. Espero que no sea nada serio.

―Todavía no lo sabemos. Es por eso que no puedo dejar el país.

―Entiendo. Quizás el próximo año. Eso será todo―dijo.

Salí de su oficina y, cuando me senté en mi escritorio, me hundí en la silla.

No podía creer que le mentí sobre mi mamá estando enferma.

¿Qué demonios estaba mal conmigo?

No había forma de que dejara a mi hija atrás y volara a París.




A medida que el día avanzaba, su actitud hacia mí fue diferente.

Entraba y salía de reuniones todo el día y apenas me habló.

Capitulo 12

En lugar de ir a Central Park para almorzar, me encontré con Marley en la tienda de café al final de la callé.

Mientras ella hablaba de cuan horrible estaba siendo su día, dejé escapar:

―¿Puedes creer que odia a los niños?

―¿Huh?―me dio una mirada en blanco mientras mordió su croissant.

―Santana. Hoy me dijo que odia a los niños.

―¿Por qué odia a los niños?

―No lo sé. No lo dijo. Solo dijo que no le gustan.

―Nunca le contaste sobre Hope, ¿cierto?

Tomando un sorbo de mi café, suspiré.

―No. ¿Por qué lo haría?

―¿Por qué no lo harías? Ella es tu jefa y como que pienso que debería saber que tienes una hija. Pero entonces otra vez, ya que el odia los niños, quizás te despida porque tienes uno―sonrió―Mantén a Hope para ti misma.

―No tienes que preocuparte por eso. No tengo intenciones de decirle nada sobre mi vida personal.

―Buena chica―tomó su bolso y lo arrojó sobre su hombro―Tengo que correr. Tengo una reunión en diez minutos―me dio un ligero beso en la mejilla―Intenta no matarla.

―No lo haré, porque si lo hiciera, me quedaría sin trabajo―sonreí.



Antes de volver a la oficina, me detuve en Starbucks y le conseguí a Santana su usual café del mediodía.

Cuando entré a su oficina, estaba al teléfono, así que lo coloqué en su escritorio.

―Espera, Sebastián―la escuché decir―¿Brittany?

―Si―me detuve y me di la vuelta.

―¿Te pedí que me trajeras esto?

―No, pero siempre quieres uno a esta hora.

―Hoy no, por favor llévatelo.

Mi Dios, la mujer era una idiota.

Tomé la taza de su escritorio y la llevé al mío. Si ella no lo quería, yo sí.

Desde que le dije que no podía ir a París, tiene la peor actitud conmigo. Es como si tuviera rencor contra mí por no ser capaz de ir.


Salió de su oficina y no dijo una palabra sobre a dónde iba.

Buena forma de deshacerse de mi fue lo que pensé.

Cuanto menos estuviera cerca, mejor estaba. De hecho, no podía esperar a que su tonto trasero se fuera para París.

Quinn me sonrió mientras se dirigía hacia la oficina de Santana.

―No está ahí dentro―dije.

―¿Dónde está?

―No lo sé. Por el momento, no me habla.

Quinn dejó salir una risa.

―¿Por qué? ¿Derramaste café sobre ella otra vez?

―No. Quería que fuera a París con ella y le dije que no podía. Ahora está toda enojada.

―¿Le dijiste por qué no podías ir?

―Mentí y le dije que mi mamá no se sentía bien y no podía dejar el país.

―En realidad no puedes ir por tu hija, ¿cierto?

―Si. Nunca le dijiste a Santana acerca de Hope. ¿Por qué?―pregunté.

―Hay ciertas cosas que San no necesita saber y sentí que si le decía sobre tu hija, me hubiera dicho que te despidiera. No es exactamente un amante de los niños y hubiera sentido que tener un niño se hubiera mentido en los negocios.

―Lo sé. Ya tuvimos esa discusión sobre que no le gustaban los niños.

―Escucha, Brittany. No dejes que San se meta contigo. Solo ven, haz tu trabajo, y todo estará bien. San hablará contigo otra vez cuando vuelva de París.

―¿De veras? Porque me gusta cuando no me habla.

Rio.

―Eres la mejor AP hasta ahora. Tengo que irme. Tengo una reunión. Si ves a San, dile que pasé por aquí.

―Eso quiere decir que tendré que hablar con ella.

Quinn me señaló y me guiñó un ojo antes de alejarse.




Santana


Mientras estaba en el registro del aeropuerto, noté que mi pasaje de abordaje decía “asientos económicos”.

¿Qué mierda?

Saqué mi celular y llamé a Brittany.

―Oficina de la señorita López.

―Soy yo. ¿Por qué mierda estoy sentando en económica?

―No lo sé. Yo no hice sus reservaciones.

Mierda. Tiene razón. Sugar lo hizo. Esa perra.

―Puedo cambiar mi vuelo de ida yendo para allá. Llama a las aerolíneas y cambia para mi vuelo de regreso. No tengo tiempo para tratar con esto.

―Lamento eso, Santana. Quizás tu última AP lo hizo porque estaba planeando renunciar y tú la enojaste―habló Brittany.

―¿Disculpa?

―Solo una observación. Tendré el vuelo de regreso cambiado.

―¡Más te vale!―corte.

Había estado al borde toda la semana porque Brittany no estaba uniéndose a nosotros en París.

Esta hubiese sido una experiencia fantástica para ella y todo hubiera estado pagado. Ya que ella amaba la moda y la industria, podría haber aprendido algunas cosas en este viaje, además de que hubiera estado con ella y hubiese tenido oportunidad de pasar mucho tiempo con ella.

Quizás llegar a conocerla mejor.

Mientras hablaba con la chica del mostrador, me informó que todos los asientos de primera clase estaban reservados.

Ahora estaba realmente enojada y tenía que encontrar un modo de conseguir un asiento en primera clase.

Maldita perra esa Sugar.

Brittany tenía razón.

Apostaba a que lo hizo a propósito y probablemente estaba sentada en su casa justo ahora riéndose, sabiendo que estaba atrapado en clase económica.

Tomé asiento en mi puerta entre mi mamá y un hombre mayor. Miré su pasaporte de abordaje, que estaba en su mano, y vi que él estaba en primera clase.

―Discúlpeme, señor.

―Si―me miró.

―Veo que usted está en primera clase. Le reembolsaré su boleto, además le daré unos cinco mil dólares si cambia asientos conmigo.

Arqueó una ceja y me miró.

―¿En serio?

―Si. Y llamaré a mi asistente ahora mismo y le transferiré su dinero.

―Acabas de comprar un boleto en primera clase muy caro, hija―sonrió.

Le devolví la sonrisa y saqué mi teléfono, marcando a Brittany.

―Oficina del señorita López.

―Soy yo otra vez. Necesito que transfieras cinco mil dólares al señor Ken Tanaka. Lo pondré al teléfono así podrá darte su número de cuenta.

―Umm. Está bien.

Una vez terminó de darle a Brittany su número de cuenta, me devolvió el teléfono.

―Asegúrate de que se haga lo más pronto posible. Como justo ahora, Brittany.

―Lo estoy haciendo ahora. Entonces, déjame adivinar. Acabas de comprar el asiento del hombre en primera clase, ¿cierto?

―Si.

―Ten un buen vuelo, Santana.

―Lo haré ahora―corte.

Capitulo 13

Qué agradable y tranquila fue la semana con Santana fuera.

Lástima que estaba llegando al final y el estaría de vuelta en la oficina el lunes.

Incluso algunos días me había escabullido antes y recogido a Hope en el colegio.

Era sábado por la noche y Hope y yo empacamos nuestra comida del último picnic del año y nos encontramos con mi mamá, Nick, Marley y Kitty en Central Park.

El tiempo estaba empezando a cambiar y se estaba poniendo frío.


Después de comer, Kitty y Nick llevaron a Hope hasta los columpios.

―¿Cuándo se espera que vuelva Santana?―preguntó Marley.

―Su vuelo sale esta noche y estará de vuelta en la oficina mañana―suspiré.

―Esta mujer parece una persona horrible―dijo mi mamá―No sé cómo puedes soportar trabajar para ella.

―No tengo opción, mamá. Puede llegar a ser una persona difícil, pero nada que no pueda manejar.

―Creo que la señorita López tiene un enamoramiento con tu hija―sonrió Marley.

―¡Para con esto! No lo tiene.

―Bueno, si lo tiene, Britty no es tan estúpida como para involucrarse con un hombre así. ¿Verdad cariño?

―Sí, mamá.

―Pero… tal vez un poco de sexo casual no le haría daño―sonrió con autosuficiencia.

―¡MAMÁ! Es mi jefa.

Ella se encogió de hombros.

―Y qué. Sexo es sexo. No tiene que ser algo más. He tenido un montón de sexo con diferentes tipos después de que tu papá murió.

Cubrí mis oídos con mis manos.

―¡PARA!

Marley cayó hacia atrás en la hierba con un ataque de risa.

―Relájate Britty. ¿De verdad crees que no he tenido relaciones sexuales hasta Nick?

―Ella no ha tenido―dijo Marley cuando se sentó.

La mirada en el rostro de mi mamá mostró gran estupefacción cuando me miró.

―¿De verdad? ¿No has tenido relaciones sexuales desde Casie?

―No voy a hablar sobre esto.

―Cariño―se estiró y agarró mi mano―Eres demasiado joven como para pasar tanto tiempo sin sexo. ¿Qué pasa contigo?

―¿Qué? ¿Cómo puedes preguntar esto? Nada está mal conmigo. Solo que no he tenido interés en nadie desde que Casie murió. Hope es mi vida y no voy a cagarla saliendo y teniendo sexo sin sentido con personas extrañas.

―No estas cagándola, ¿verdad?―sonrió con malicia.

Gracias a Dios que Nick, Kitty y Hope estaban caminando de vuelta porque no podía soportar más la conversación con mi mamá.

―¿Lista para irnos, cariño? Tenemos que meterte al baño.

―¿Vas a recogerme de nuevo mañana en el cole?―preguntó ella mientras ponía las manos alrededor de mi cuello.

―No dulzura. La señorita López estará de vuelta en la oficina mañana―hablé mientras pasaba la mano por su cabello.

―Ehh, Hope, tengo una idea―dijo Marley mientras le agarraba la mano―Da la casualidad de que no trabajo mañana, por lo tanto que te parece si te recojo del colegio y vamos de compras. Necesito algunos maquillajes nuevos y me gustaría que me ayudaras elegir colores nuevos.

Los ojos de Hope brillaron y le dio una pequeña sonrisa a Marley.

―Me encantaría. ¿No te molesta, abuela?―preguntó.

―Por supuesto que no, pequeña.

―Gracias―modulo con mis labios a Marley.





Después del baño de Hope, nos sentamos en la mesa de la cocina y empecé a garabatear un nuevo vestido mientras Hope hacía sus deberes.

De repente, escuché mi teléfono sonar desde mi bolso. Era el teléfono de trabajo y había un mensaje de Santana.


Estoy de vuelta en New York. Espero que no me hayas echado demasiado de menos... Tenemos mucho que repasar mañana, así que estate preparada para un día muy ocupado.


Maravilloso.


Bienvenida de vuelta. Te veré mañana.


No te olvides de mí café.


Puse los ojos blancos.


No lo haré. Se ha vuelto una parte de mi rutina matinal.


Muy bien. Intenta no derramarlo esta vez.


Haré lo mejor que pueda. Ten una buena noche, Santana.


Tú también.


―¿A quién le estas escribiendo mami? ―preguntó Hope mirándome.

―A mi jefa.

―Oh. La mamá de Addison y su novio llevaron a Addison al zoológico ayer. Me dijo el viernes que estaba ansiosa por ir.

―Que bien. Podemos ir al zoo si quieres.

Se encogió de hombros y volvió a sus deberes. Pude notar que algo pasaba con ella y me molestaba.





La mañana siguiente me preparé para ir a trabajar a la jaula del león.

Entrando en el despacho de Santana, me di cuenta de que no estaba ahí, así que deje el café en su escritorio y estaba saliendo cuando choqué directamente con ella en la puerta.

Quiero decir, literalmente choque con ella.

Ligeramente me tomó mi brazo.

―Buen día―sonrió.

―Buenos días. Lo siento.

―No lo hagas. Me encanta cuando mujeres hermosas chocan conmigo―guiña.

Mierda.

Sentí un hormigueo bajo y mi estómago empezó a tener mariposas. Me había llamado hermosa.

La simple vista de ella era intoxicante.

Supongo que no verla durante una semana realmente había elevado su factor sexi.

―¿Cómo estuvo París?―pregunté.

―París estuvo bien, pero podría haber sido mejor si hubieras estado ahí―dijo mientras tomaba asiento detrás de su escritorio―¿Cómo está tu mamá?

―Oh, ella está mucho mejor.

―Ya veo. ¿Fue un virus o algo?

―Si. Eso creemos.

Sus ojos me miraron fijo. Una mirada que me decía que sabía que estaba mintiendo.

―Hey San―dijo Rachel mientras metía la cabeza en su oficina―Mamá nos necesita arriba. Buenos días Brittany―sonrió.

―Buenos días.

Santana suspiró mientras se levantaba de su escritorio.

―Brittany, repasaremos unas cuantas cosas cuando este de vuelta.

Le di un pequeño asentimiento y la seguí fuera del despacho. Tomando asiento en mi escritorio, encendí mi ordenador.

La curiosidad pudo conmigo así que googleé Paris Fashion Week y apareció un montón de fotos con un señorita Santana López acompañada de una espectacular morena.

Algo dentro de mí se rompió en pedazos.

Un toque de furia, o quizás celos.

No sabía exactamente y no me gustaba.

Mi cabeza empezó a llenarse con imágenes de ellas en la cama. Algunas de las fotos eran de las dos sentadas en el balcón sorbiendo café en sus batas temprano en la mañana, mirando la belleza de París.

―“Habría podido ser mejor si hubieras estado ahí”―seguía resonando en mi mente.

Si estuvo con ella, ¿cómo cojones hubiera sido mejor?

Sacudí mi cabeza, volví a mis sentidos y cerré el navegador.



Cuando estaba intentando centrarme en mi trabajo, Santana vino caminado pavoneándose y me pidió entrar en su despacho.

―Lo primero en la agenda es que necesito que vayas a CHANNEL y recojas su nuevo bolso plegable en color borgoña. También elige unos guantes a juego y una bufanda. Después te diriges hasta Ralph Lauren y escoges una de sus chaquetas de lana en negro. También escoge una bufanda, pero asegúrate de que tenga un diseño en ella y guantes negros.

―¿Esto es todo? ―pregunté.

―Si. Puedes irte ahora.

Me levanté de mi silla y cuando estaba a punto de salir de su despacho, Santana me llamó por mi nombre.

―Oh, Brittany, necesito otra caja pastillas anticonceptivas.

Me detuve en seco y no me di la vuelta.

―Vale.

Apuesto a que necesitaba otra caja por que las regalaba a sus mujeres y más ahora después del fin de semana en París con aquella puta delgada.




Después de Channel y Ralph Lauren, me detuve en la droguería y fui directamente al mostrador.

―Hola Brittany―sonrió Figgins.

―Hola señor Figgins. La señorita López necesita más pastillas.

―Te los traigo en seguida.

―Hazme un favor y tráeme diez cajas.

―¿Diez?―preguntó sorprendida.

―Sí.




Unos minutos más tarde, había vuelto con su encargo ya embaladas. Agarrando la bolsa, salí y me dirigí directamente a la oficina.


Dejando las bolsas en mi mesa, con excepción de la de las pastillas, entré en el despacho de Santana, donde ella estaba teniendo una conversación con Quinn.

Vacié la bolsa en su mesa y deje caer todas las diez cajas delante de ella.

―Aquí tienes. Ahora deberías estar abastecida por un tiempo.

Me di la vuelta, dije hola a Quinn quien estaba sentada con una gran sonrisa en su rostro y salí furiosa del despacho.

Capitulo 14

―¿Qué carajo acaba de pasar?

Quinn no podía contener la risa.

―Eso es lo que pasa cuando mandas a tu asistente a comprarte cosas así de personales. Supongo que se está asegurando de no volver a tener que comprarte durante un buen tiempo.

Suspiré mientras levantaba las cajas y las volvía a poner en la bolsa.

―¿Ya está todo listo para la fiesta de cumpleaños de Rach el viernes por la noche?

―Sí. Mi mamá se ha encargado de todo. O mejor dicho, sus asistentes. Irás, ¿no?

―Claro. No me lo perdería por nada del mundo. ¿Vas a invitar a Brittany?

―Sí, y mejor que venga.

―Seguro que sí. Tengo una reunión. Hablamos después, San.

Después de que Quinn se fue, pegué un grito para que Brittany volviera a entrar a la oficina. Entrando con las bolsas, las puso en la mesa y me miró.

―No me gusta tu sentido del humor en lo que concierne a mis pastillas.

―No traté de ser graciosa. Solo me estaba asegurando de que tuvieras de sobra y no tuvieras que preocuparte por quedarte sin pastillas para ti o tus sitas hasta dentro de un buen tiempo. Pero podrías probar con otro método anticonceptivo así no gastas tanto.

―De acuerdo, Brittany. El cumpleaños de Rach es el viernes y le estamos organizando una fiesta, estás invitada. Es en el 48 Lounge en el Theater District a las siete en punto.

―Vale. Suena bien.

―¿En serio? ¿De verdad puedes ir? ―le pregunté sorprendida.

―Sí, Santana. Es el cumpleaños de Rachel. No me lo perdería.

―Bien. Sé que le agradas mucho y significaría mucho que fueras. Puedes llevar a alguien si quieres.

―¿Cómo quién?―preguntó confundida.

―¿Una cita?

―No tengo una cita. Ya te dije que no tengo novio o novia.

―Cierto. Me olvidé―mentí.

No me había olvidado.

Solo quería estar segura de que nadie había entrado en su vida mientras estaba en París.

Pensé en ella cada minuto que pasé ahí. Le habría encantado y a mí me habría gustado pasar tiempo con ella.

Eso quería decir que tendríamos que pasar tiempo juntos en Nueva York, empezando con la fiesta de cumpleaños de Rachel.

Mirando el reloj, me levanté del escritorio.

―Tengo una reunión, te veré luego.

―Muy bien―sonrió mientras la acompañaba a salir de la oficina.





La semana pasó bastante tranquila.

Cada vez que Brittany salía a almorzar, siempre llevaba un libro de 30x35 cm de cuero en sus brazos.

Era viernes y decidí acompañarla a almorzar.

La vi entrar al restaurant y sentarse al lado de la ventana. No sabía que la estaba siguiendo, así que iba a hacer de cuenta que iba al mismo restaurant a comer.

Entré, fingí no verla y pedí mi comida para llevar. Agarrando la bolsa del mostrador, di la vuelta y traté de tomarlo tranquila.

―¿Brittany?―dije mientras me acercaba a su mesa.

Cerró rápidamente el libro y me miró sorprendida.

―Santana, ¿qué estás haciendo aquí?

―Almorzando―miré el reloj―Tengo algo de tiempo. ¿Te molesta si te acompaño?

Negó y puso el libro negro de cuero en su bolso.

―¿Desde cuándo vas tú misma a comprar el almuerzo?―preguntó arqueando una ceja.

―Me estaba muriendo de hambre y sabía que te habías ido a almorzar y no quería esperar. Sabes que no me gusta esperar las cosas―sonreí―No sabía que venías aquí a almorzar. Pensé que siempre comías en el Central Park.

―Hace un poco de frío últimamente y no traje almuerzo.

―Veo. Bueno, esto es agradable, las dos comiendo juntas―sonreí.

―¿Qué te propones, Santana?―contrajo el rostro.

―Nada. ¿Por qué preguntas?

―Porque desde que comencé a trabajar para ti, nunca pediste tú mismo el almuerzo, mucho menos ir a buscarlo.

―Siempre hay una primera vez para todo, ¿no?―sonreí.

Mierda.

No se lo creía. Me daba cuenta con solo ver su bello rostro.

―En fin, estaba pensando en pasarte a buscar para la fiesta.

―Gracias, Santana, pero tomaré un taxi.

―Pero Brittany, insisto―seguí.

―Voy a estar en casa de mi mamá antes de ir a la fiesta. Así que sencillamente tomaré un taxi.

Suspiré.

Era una chica dura de roer y no entendía por qué.

Las mujeres no solían rechazarme. NUNCA.

Me senté ahí y me quedé mirándola fijamente, tratando de entenderla.

―¿Por qué me miras así?―frunció el ceño.

―Porque eres hermosa Brittany, y estoy tratando de entenderte.

―No hay nada que entender, Santana, y gracias.

―De nada―miré el reloj―El almuerzo termina en unos minutos. ¿Deberíamos volver a la oficina?

―Sí. ¿Quieres que me detenga en un Starbucks para tu dosis de la tarde?―sonrió ampliamente.

―Nah. Hoy no lo necesito.

Levantó su bolso y salimos del restaurant.

―¿Vas a decirme qué hay en ese libro negro que siempre llevas contigo?

―No.

Me reí.

―Eso creía.




Brittany


―¿Cómo me veo?―le pregunté a Hope mientras daba un giro en mi vestido baby doll de gasa color crema con tres capas y tiras tipo spaghetti y un corsage rosa claro.

―Bella―sonrió―¿Puedes hacerme un vestido así? Podemos hacer juego.

―Seguro―le di un golpecito en la nariz―¿Tienes la mochila hecha para pasar la noche en casa de los abuelos?

―Síp. Ya está esperando en la puerta.

Pasé mis dedos por las puntas curvadas de mi pelo rubio por última vez antes de ponerme el perfume Joe Malone y mis tacones color crema. Agarré el bolso de Hope y salimos.



Antes de dejar la casa de mi mamá, me agaché y le di un abrazo fuerte a Hope.

―Quiero que seas buena con la abuela y el abuelo. Te traerán a casa mañana por la tarde.

―Sí, mami. Diviértete en la fiesta.

―Gracias, bebé—respiré hondo mientras me levantaba y abrazaba a mamá y a Nick―Bien, ahí voy.

―Diviértete, cariño, y no te preocupes por Hope. Tenemos planeada una noche genial.

―Gracias mamá.

―Esta noche no eres mamá. Ve y sé esa jovencita a la que siempre le gustó divertirse.

―Eso haré―sonreí suavemente.

Entré al taxi que estaba esperando en la acera y me dirigí a la fiesta.

Capitulo 15

Mi estómago era un manojo nervios mientras entraba en el 48 Lounge.

¿Por qué?

No estaba segura.

No es como si no conociese a nadie.

Entonces la vi, Santana López, apoyada contra el bar y hablando con una mujer, sonriendo y riendo.

Mi estómago revoloteó, pero algo más se deslizó en mi interior.

Si estuviese hablando con alguien que yo conociese de la oficina, el sentimiento no existiría. Pero ella no era alguien de la oficina y no era alguien que conociese.

Esta noche no vine por ella. Vine por Rachel.

Santana simplemente era un bono añadido.

¿Por qué demonios estaba pensando eso siquiera?

Caminé en dirección contraria al bar para evitarla cuando vi a Rachel sentada en uno de los sofás, hablando con Tina.

Su rostro se iluminó cuando me vio.

―¡Oh, Dios mío, viniste!―exclamó ella mientras se levantaba y me daba un abrazo.

―Feliz cumpleaños, Rachel―le tendí el pequeño bolso rosa brillante que había comprado.

―Mira ese vestido. Da la vuelta―sonrió―Quién es el diseñador? Parece un diseño de Isabelle Wright.

Me reí.

―Lo hice yo. Supongo que lo podrías llamar un Brittany Couture.

―¿Tú lo hiciste? ¿En serio? ¿Tú diseñaste e hiciste este vestido?―puso una mano en la cadera mientras sostenía su bebida con la otra.

―Sí―sonreí y asentí.

―Es fabuloso. No tenía idea de que diseñases ropa. ¡Mamá!―gritó Rachel y levantó la mano, haciéndole gestos a Maribel.

―Sí, querida.

―Mira este vestido que Brittany lleva. Lo diseñó e hizo ella.

Maribel me miró de arriba abajo y luego extendió una mano y tocó el tejido de mi vestido.

―Precioso. Sencillamente precioso―sonrió―Tienes bastante talento, Brittany.

―Gracias.

Rachel me tomó la mano.

―Venga, vamos a conseguirte una bebida―comentó mientras me llevaba hacia el bar.

Antes de que alcanzásemos el bar, Santana levantó la mirada y nos miramos a los ojos.

El corazón empezó a latirme rápidamente mientras veía cómo sus labios se curvaban en una atractiva sonrisa. Mi estómago saltó un par de veces y de repente, me volví a sentir como una chica de instituto.

Cuando alcanzamos el bar, el dejó a la mujer con la que estaba hablando y caminó hacia donde estábamos paradas.

―Te ves deslumbrante―sonrió.

Su esencia selvática femenina llenó mi espacio personal y el dolor entre mis piernas golpeó fuerte.

―Gracias.

―¿Es otra creación Brittany?―preguntó.

―Sí. Lo es.

―La apruebo altamente―guiñó un ojo.

Tragué saliva.

―¿No está hermosa?―le preguntó Rachel mientras me entregaba un Cosmopolitan.

―Por supuesto―su sensual mirada me quemó.

―Por favor, perdónenme―pidió Rachel―Parece que Brody necesita que lo rescaten.

Santana puso los ojos en blanco mientras ella se alejaba.

―Así qué, ¿quién es tu cita?―cuestioné.

―¿A qué te refieres?

―La mujer de ahí con la que estabas hablando―indiqué.

―No es mi cita. Es amiga de Rach. La conozco desde que tenía doce años.

Ups.

Asumí y no debería haberlo hecho.

No.

Debería, porque era Santana López. Pero toda mi actitud y humor cambiaron cuando afirmó eso.

Había una parte de mí que estaba satisfecha de que no estuviese aquí con una cita.

Santana se apoyó contra el bar y no podía dejar de mirarme. Estaba haciéndome sentir un poco incómoda.

―¿Por qué me estás mirando así?―pregunté con una pequeña sonrisa.

―Porque estás increíblemente hermosa y parece que no puedo apartar los ojos de ti.

Me sonrojé mientras bajaba la mirada a mi bebida. Era mi jefa y no debería estar diciéndome esas cosas.

―Santana, eres mi jefa. No creo que se te permita decir esas cosas.

―No, esta noche no lo soy. Esta noche, solo soy una mujer y tú eres una hermosa mujer con la que estoy teniendo una conversación―sonrió y se me humedecieron un poco las bragas.

Acabé mi Cosmopolitan y le hice señas al camarero para que me sirviese otro.

Cuando me giré, Quinn estaba de pie al lado de Santana.

―Buenas noches, Brittany. Estás preciosa.

―Gracias, Quinn.

―¿No lo está?―Santana sonrió burlonamente.

Me di cuenta de la mirada que Quinn le dio.

―¿Te importa si te la robo un momento?―preguntó Quinn.

―No. Adelante. Simplemente voy a mezclarme y socializar un poco―sonreí mientras me levantaba del taburete y me alejaba.




Santana


―¿Qué demonios Quinn?―pregunté con irritación.

―Tenemos un problema, San.

―¿Qué sucede?

―Mercedes, la secretaria de Bradley, me contó que él ha estado malversando dinero de la compañía. Encontró algunos documentos que dejó en su escritorio. Cuando trató de preguntarle sobre ello, ella comentó que se puso nervioso. Así que empecé a hacer algunas indagaciones. López Magazine está en un verdadero problema. Las cuentas no han sido pagadas en meses y los acreedores están amenazando con demandar.

―¿Mi mamá sabe algo de esto?

―No. Vine a ti primero. Ya ha malversado unos ocho millones de dólares. ¿Sabes qué pasará si esto se filtra a la prensa?

―¿Dónde cojones está?―pregunté enfadada.

―Ese es el problema. Nadie lo sabe. Mercedes dijo que no se ha presentado los últimos días y no ha llamado. Cuando trató de ponerse en contacto con él, su teléfono estaba desconectado.

―Ponte en contacto con nuestro investigador privado y llama a Chang, Abrams, & Puckerman. Vamos a necesitar un abogado para calmar a esos acreedores. No se lo menciones a nadie más esta noche. No quiero arruinar el cumpleaños de Rachel. Lo discutiremos el lunes por la mañana cuando volvamos a la oficina.

―De acuerdo. Iré a hacer unas cuantas llamadas ahora mismo.

La furia empezó a rugir a través de mi cuerpo, como una bestia salvaje.

Detuve al camarero y le ordené un escocés doble. En cuanto me lo sirvió, lo tomé tan rápido como pude.

―¿Está todo bien?―preguntó Brittany mientras caminaba hacia mí.

―Sí. Todo bien. ¿Te estás divirtiendo?

―Sí, lo estoy. Es una fiesta genial.

Sintiéndome del modo que lo hacía, no podía permanecer sin tocarla. Se volvió una obsesión y no solo hizo que la quisiese desesperadamente, la necesitaba.

Tomé su mano sin decir una palabra y la llevé a una habitación privada por el pasillo.

―¿Dónde vamos?―cuestionó mientras la llevaba detrás de mí.

―Ya verás—abrí la puerta y entramos.

―¿Qué hacemos aquí?―preguntó nerviosa.

―Solo necesitaba estar lejos de todo el mundo durante un momento. Pensé que quizás podíamos hablar aquí en privado.

―¿Sobre qué?

―No lo sé. De lo que quieras―susurré mientras paseaba por la habitación―Escucha, Brittany, voy a ser completamente honesta contigo. Odio los juegos y no los juego. Estoy extremadamente atraída por ti y no tienes ni idea de las muchas ganas que tengo de besarte ahora mismo.

―Oh―respondió.

―¿Oh? ¿Eso es todo lo que vas a decir?

Capitulo 16

Mientras permanecía ahí nerviosa, no sabía qué pensar.

De acuerdo, mentí.

Estaba más que feliz que Santana estuviese interesada en mí. Me atraía Santana tanto como yo a ella.

No importaba lo mucho que tratase de luchar contra ello, era una batalla perdida.

Cada día que la veía, la atracción crecía con más fuerza. Seguía escuchando la voz de mi mamá en mi cabeza: Esta noche no eres mamá. Ve y sé esa jovencita a la que siempre le gustó divertirse.

Caminé hacia donde ella estaba de pie. Sus ojos estaban suplicantes y tenía una mirada de angustia.

Era una mirada que no había visto desde que la conocí.

El coraje encontró su camino en mí mientras le rodeaba el cuello con los brazos y suavemente pasaba mis labios sobre los suyos, un movimiento que finalmente llevaría a un mal final.

Me puso la mano en la mejilla mientras nos mirábamos a los ojos intencionadamente. Sus labios se encontraron suavemente con los míos.

Estaba insegura. Podía notarlo.

Pero lo comencé y ella iba a acabarlo.

Al poco tiempo, nuestro suave y amable beso cambió a uno apasionado. Su mano se posó en mi nuca y me acercó. Sus labios eran suaves y calientes, el tipo que mandaba las sensaciones más alegres entre mis piernas.

Estaba hecho.

La línea había sido cruzada y no había vuelta atrás.




Santana


Besarla era todo lo que había soñado que podía ser.

La forma en que nuestros labios se movían sincronizados y el modo en que nuestras lenguas se enredaban me arrollaban.

Había besado a un millón de mujeres en mi vida, pero besar a Brittany era diferente.

Mis bragas se humedecieron para la ocasión sin vacilación.

Necesitaba estar en su interior.

Necesitaba sentir su cuerpo desnudo contra el mío. Estaba deseando abandonarlo todo por esta única noche.

Una noche con ella era todo lo que necesitaba.

Pero aún no. No ahora. No aquí.

Rompí nuestro beso y moví la mano a su mejilla. Con una sonrisa, hablé:

―Será mejor que volvamos ahí antes de alguien note que no estamos.

―Buena idea―sonrió dulcemente.

―Ve tú primero, así nadie sospechará nada. Saldré en un par de minutos.

―De acuerdo―asintió como si estuviese a punto de huir.

Tomé su mano. Se giró y me miró. Nos miramos a los ojos y no se necesitaron palabras.

Le solté la mano y se marchó.

Tomé una brusca respiración y esperé a que mi calentura bajase.

Me sentí sin aliento. Si me hacía sentir eso con un beso, no podía esperar para averiguar cómo me haría sentir mientras estaba profundamente hundida en su interior.

Salí de la habitación y vi a Quinn al final del pasillo. Me miró con preocupación.

―¿Qué estabas haciendo ahí? ―cuestionó.

―Solo tenía que alejarme de todo el mundo y reunir mis pensamientos después de lo que me contaste.

―Llamé a Ryder Lyn, el investigador privado. Va a empezar con esto ahora mismo y encontrar a ese hijo de puta.

―Bien. ¿Y sobre Chang, Abrams, & Puckerman?

―Llamé a Jake y va a ponernos en contacto con Finn Hudson, una asociada de ahí.

―¿Por qué demonios se va a encargar de esto uno de los socios?

―Dijo que si alguien podía hacer el trabajo, era ella.

Suspiré.

―Será mejor que tenga razón.

Caminamos al bar, juntas, justo cuando el equipo sacaba la tarta de cumpleaños de Rachel y todo el mundo se reunía y cantaba Feliz Cumpleaños.

Miré al otro lado de la habitación a Brittany, como su sonrisa brillaba más que las veintinueve velas de cumpleaños que iluminaban la tarta.

Una vez que se apagaron las velas y todo el mundo aplaudió, caminé hacia Brittany y le tendí una copa.

―Me imaginé que probablemente podrías soportar una más.

―¿Está tratando de emborracharme, señorita López?―las esquinas de su boca se alzaron.

―Por supuesto que no. ¿Por qué haría tal cosa?―le di un guiño.




Brittany


Coraje líquido.

Era lo que necesitaba después del intenso beso que compartimos.

Ella me dejó sin aliento y a mi cuerpo ansiando por más. Un ansia que no había sentido en mucho tiempo, ni nunca, para ser honesta.

Había algo en Santana López que me fascinaba. Era un campo magnético y yo era la carga eléctrica que estaba atraída a ella.

―Creo que necesito un poco de aire fresco―comenté.

―¿Te sientes bien?

―Sí, solo que hace un poco de calor aquí―empecé a salir del club y Santana siguiéndome.

Una vez que abrí las puertas y caminé en el aire frío, sentí como si pudiese volver a respirar.

―¿Mejor?

―Sí. Mucho mejor―sonreí―No tienes que quedarte aquí. Vuelve dentro y disfruta de la fiesta.

―Nah, estoy bien. ¿Qué te parece si llamo a Will que traiga el auto y vamos a mi casa a tomar una copa?

―No estoy segura que eso sea una buena idea, Santana. Creo que simplemente voy tomar un taxi y volver a casa. Se está haciendo tarde.

Metió las manos en los bolsillos y miró el suelo.

―Sí. Tal vez tengas razón. Pero por favor déjame llevarte a casa. Creo que regresaré a casa.

―¿Estás segura? No me importa tomar un taxi.

Me miró con una pequeña sonrisa.

―Estoy segura―sacó el teléfono del bolsillo y llamó a Will para que trajese el auto. Después de volver a poner el teléfono en el bolsillo de su chaqueta, después se la quitó y me la puso sobre los hombros―Perece como si tuvieses frío―comentó con las manos apretando mis brazos.

―Gracias―llevé mi mano a la suya e, inmediatamente, mi cuerpo se calentó.

También lo sintió mientras tomaba una respiración entrecortada. Un momento después, Will estacionó y Santana me abrió la puerta. Después de entrar, cerró la puerta, rodeó el auto y se deslizó a mi lado.

―Creo que deberíamos hablar sobre lo que pasó antes―indiqué mientras la miraba.

―De acuerdo. Si es lo que quieres―pasó una mano por mi mejilla.

Tragué saliva.

―Yo... yo...―manejé con torpeza mis palabras.

―Te gustó y lo disfrutaste―aseguró mientras vi las esquinas de su boca alzarse ligeramente.

―Bueno, sí. Lo hice. Pero...

―Shh―puso un dedo sobre mis labios―Yo también y quiero hacerlo de nuevo. Se movió hacia mí y mi respiración se entrecortó.

El corazón se me aceleró y mi piel empezó a subir de temperatura, como si alguien me prendiese fuego.

No le dije que no.

No podía decirle que no, porque la verdad era que quería que me besase.

Acarició suavemente sus labios contra los míos y, en seguida, su suave beso se volvió apasionado.

Nuestros labios se engancharon y se movieron juntos, como si nos hubiésemos besado desde siempre.

Tomó mi rostro entre sus manos y su lengua se encontró con la mía. Dejó escapar un gemido bajo, incrementando mi deseo de más.

Rompiendo nuestro beso, me miró a los ojos.

―Por favor, ven a casa conmigo―susurró.

No quería hacer otra cosa que hacer el amor con ella, pero estaba asustada. Había pasado mucho tiempo y me asustaba disgustarla.

Pero asentí, diciéndole que lo haría.

Sonrió.

―Will, cambio de planes. Vamos a volver a mi ático―me besó una última vez y me acercó a ella.

Descansando la cabeza en su hombro, no podía eliminar el miedo que residía en mí.

Estaba acostumbrada a tener sexo y estaba segura que todas las mujeres con las que había estado eran experimentadas. Menos yo, que solo había tenido sexo con una persona en mi vida.

Estaba atrapada en ella, fascinada por esta mujer como nunca lo había hecho antes.


La limusina estacionó en el edificio de Park Avenue. Saliendo, Santana me abrió la puerta y extendió la mano. Después de ayudarme a salir, nunca me soltó y me llevó dentro de las dos grandes puertas de cristal.

―Buenas noches, señorita López―saludó un distinguido hombre.

―Buenas noches, Joe. Esta es la señorita Pierce.

Joe asintió hacia mí y sonrió.

―Encantado de conocerla, señorita Pierce.

―Gracias. Encantada de conocerte.

Santana me guio hasta el ascensor e insertó su llave, que nos llevó a la quincuagésima planta. En cuanto las puertas se abrieron, entramos a un vestíbulo débilmente iluminado.

―¿El ascensor es el único modo de llegar aquí?

―No. Tengo una puerta de entrada justo ahí. Este ascensor es privado, funciona con una llave o un código. Bienvenida a mi casa, Brittany.

Miré alrededor, a las paredes gris claro, que estaban completamente adornadas elegantemente con molduras blancas.

Quitándome su chaqueta de los hombros, se la entregué y la tiró sobre una silla mientras entrábamos en el salón.

Muebles modernos de color gris, que estaban perfectamente colocados, rodeando la zona. Ventanas que iban del techo al suelo ocupaban toda la habitación, creando una vista panorámica de la ciudad de Nueva York.

Era, probablemente, la vista más hermosa que había visto en toda mi vida.