[Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo

Capitulo 27

Esperaron en tenso silencio.

El teléfono de Brittany había sido parcheado en una línea en la estación, y ella, Santana, Mike y varios otros detectives estaban amontonados en una pequeña habitación llena de humo rancio y vasos de papel a medio llenar, latas de refresco y envoltorios de comida rápida.

No tuvo oportunidad de hablar con la morena en privado.

Ésta había estado en el teléfono durante gran parte de la primera hora, exigiendo el equipo de vigilancia, solicitando agentes particulares para asignación especial, estableciendo las ruedas en movimiento para crear una enorme red diseñada para atrapar a su presa.

Para los otros policías en la habitación ella parecía concentrada y autosuficiente.

Estaban acostumbrados a su calma bajo presión y no se fijaron en la tensión traicionando en el tenor brusco de su voz y los músculos de su mandíbula apretados.

Sin embargo, estaba observándola cuidadosamente.

Se había quitado la chaqueta y se apoyó en el escritorio, una cadera delgada en el borde, sus mangas enrolladas hacia arriba para revelar los antebrazos bronceados, fibrosos.

Su altura y delgadez se acentuaron por la fina calidad de la camisa y los pantalones de gabardina.

La única interrupción en la línea elegante de su forma era la barra de cuero a través de la espalda que le aseguraba su arma al lado.

Nunca se había sentido tan lejos de ella, ni más cautivada por ella.

Aquí estaba la fuerza que definía la esencia de la morena, su dedicación, determinación y capacidad fusionada para producir al profesional excepcional que ella era.

Estaba demasiado sensitiva a los matices de la conducta que perdió las señales de agitación y estrés que la detective pensó que estaba ocultando.

Quería desesperadamente tocarla, hablar, hacer algún tipo de conexión con ella, cualquier cosa para hacerle saber lo mucho que le importaba, y lo mucho que la morena significaba para ella.

Se sentía frustrada continuamente en sus intentos de sacar a Santana a un lado por la llegada de otra persona que tenía que verla o por el zumbido constante de los teléfonos.

Cuando ésta la miró hubo un parpadeo más desnudo de calor antes de que sus ojos se hicieran impenetrables de nuevo.

Lo que sea que estaba sintiendo hacia ella, lo ocultó bien.

El bajo nivel de conversación en la habitación se detuvo bruscamente cuando sonó el teléfono "rojo". Ese era el teléfono que estaba recibiendo las llamadas transferidas desde su casa.

Dos veces antes había sonado; ambos eran clientes.

Esta vez incluso el sonido parecía diferente, esperó por la señal de la pelinegra, luego ambas lo alzaron a la vez.

—¿Hola?—dijo.

Santana no pudo detectar el nerviosismo en su voz. A pesar de que lo esperaba, todavía se encogió ante las siguientes palabras.

—Hola, Doctora—dijo la voz suave y bien modulada—¿Ya encontraron a la chica?

—¿Qué chica?

—La que les deje. La que maté por ti.

—Sí—respondió a una señal de la morena.

—¿Estás lista para reunirte conmigo ahora, o tendré que matar a otra en la noche?

—¿Dónde?—respondió rápidamente, ya no mirando a morena.

Tendría que dejar que sus instintos la guiaran ahora.

Era ella, después de todo, que él había elegido para ponerse en contacto, y tenía la experiencia necesaria para tratar con él.

Eso esperaba.

—No puedo decírtelo ahora, ¿puedo? Tenemos que mantenerlo en secreto un poco más. Conduce a la estatua de San Juan en el parque. Encontrará un sobre debajo de tres ladrillos en el lado izquierdo. Lea la instrucciones y haga lo que dice. Y recuerde, doctora, te estaré viendo todo el tiempo, al igual que he visto a los otros.

—¿Cuándo?

—A las siete esta noche—la línea se cortó.

Miró a la morena, el teléfono todavía agarrado en la mano.

La detective fue a la grabadora conectada, presiono rebobinar, y reprodujo la cinta para los demás en la habitación. Para algunos fue su primer contacto con el sonido de su voz.

Mike habló finalmente, rompiendo el tenso silencio.

—No va a jugar. No hay manera de que podamos replantear el lugar de reunión, porque no vamos a tener aviso previo de donde está. Un micrófono no ayudará mucho si estamos demasiado lejos para llegar a ella aprisa. Él tiene la sartén por el mango, lo que significa que podríamos perder. No es bueno, López.

Santana estudió al hombre desaliñado cuya presencia había resentido hasta ahora, y no pudo evitar preguntarse si él había hablado primero, para que ella no tuviera que hacerlo.

Ya que él tenía razón.

Y si ella hubiera dicho lo mismo, siempre habría habido alguna sospecha de que no había actuado imparcialmente, que su juicio había sido empañado por su implicación personal en el caso.

Los que la conocían bien nunca lo creerían, pero, aún así, su reputación podría estar contaminada.

Le debía, y no estaba segura de que le gustaba eso.

—Tienes razón, Chang. Vamos a enviar a alguien a recoger la nota. Tal vez hay algo en ella que nos dará un agarre en él.

—¡Espera!—Brittany gritó—No puede hacer eso! Si no voy, él va a matar otra vez. Créeme, él va en serio. Hay muchas posibilidades de que él no me hará daño. Soy especial para él, me necesita para compartir sus victorias. Soy su audiencia. Y hay una posibilidad de que podría ser capaz de convencerlo de que se rindiera a mí.

—¿Puede garantizar que no le hará daño, Dra. Pierce?—Santana preguntó directamente.

—No, no puedo. Pero puedo garantizar que va a dañar a otra persona si no estoy ahí para recoger su nota a las 7 en punto. Tiene que haber una manera.

—No—el capitán Schuester dijo desde la puerta, donde había estado de pie en silencio—Son casi las 3 ahora. Tenemos tiempo para llenar el parque con gente encubierta de aquí a las 7. Vamos a poner un micrófono en usted y un trazador en su coche por lo que sabremos a dónde va todo el tiempo. Y pondremos un detalle detrás de usted así alguien puede seguirla a pie cuando salga de su coche.

—Es desatado, Capitán—Santana interrumpió, su voz firme—Ella podría ir a donde no tenemos ninguna gente, o podríamos perder la cola. Es demasiado arriesgado.

—Quiero hacerlo—Brittany dijo, suplicando con los ojos por el apoyo de la morena.

Quién mantuvo la mirada fija en Schuester.

—Vamos—él dijo—Quiero a todos en la sala de mando en diez minutos para instrucciones—dejó tras de sí una sala de rostros aturdidos.

Cada persona ahí sabía que Santana López había puesto su carrera en la línea por abiertamente desafiar a su oficial superior, quien, a su vez, puso su carrera en la línea por aprobar una operación que era más que un poco arriesgada.

Una vez más, Mike se recuperó primero.

—Vamos a aclararnos. Tenemos diez minutos para orinar antes que las cosas realmente se calienten.

Él tuvo éxito en el vaciado de la habitación.

Brittany se encontró sola con Santana, por primera vez en dieciocho horas.

Capitulo 28

—¿Hay alguna manera de hacerte entrar en razón?—Santana preguntó, su voz pesada con la derrota.

—No.

—Por el amor de Dios, Brittany, ¿por qué?

—Porque tiene que ser detenido, San. Y esta puede ser la única oportunidad—a su corazón le dolía la desolación en los ojos oscuros.

No quería ser la causa de su angustia que era tan claro para ella.

—No soy una tonta, querida, y créeme, no tengo ningún deseo de ser un héroe. Pero, sin duda tienes que ver que soy la única que lo puede sacar.

—Lo que veo—Santana contestó con rabia—, Es que eres su próxima víctima—incluso mientras decía las palabras, su mente se rebeló ante la idea.

¿Cómo podría sobrevivir si Brittany le fuera arrebatada ahora?

¿Qué razón podía encontrar para seguir adelante, vivir día a día con tal vacío en su corazón?

—No podría soportarlo—dijo, con la voz quebrada.

Se acercó a la morena, cerrando los brazos alrededor de la forma esbelta que estaba aprendiendo a amar. Apretó la cara contra su pecho y dijo con voz apagada:

—Te amo, Santana López. Y no tengo absolutamente ninguna intención de dejarte.

Cerró los ojos, dejando fuera todo excepto la cercanía de la rubia. Sus labios rozaron la suave piel de la mejilla mientras sus manos la acariciaban suavemente.

Por un momento, todo lo que sabía era lo correcto de sostenerla.

Su breve interludio fue roto por un golpe seco en la puerta.

—El capitán nos quiere, López—Mike anunció, entrando después de un momento—Quiere revisar la operación, poner el micrófono a la Doc, y empezar a mover a la gente en su posición.

Fijó sus ojos ansiosos en los tranquilos azules.

—¿Estás absolutamente segura?

—Sí.





Las horas pasaron demasiado rápido.

De pronto ya era hora para Brittany para conducir al sitio de encuentro en el corazón de las tierras del parque que rodean el río que dividía su ciudad.

Santana y Mike la seguirían.

Era la intención la morena seguir a la ojiazul a pie e interceptar a su presa cuando él entrara en contacto con Brittany.

Razonó que había sólo tantas rutas que él podría tomar dentro o fuera del parque, y que él posiblemente no podía esperar salir sin ser detectado con la rubia arrastrando.

Había oficiales apostados en todas las áreas de estacionamiento y en el cruce de caminos que interceptaban con el Drive.

La única vez que la rubia estaría sin protección sería entre el momento en que él entraría en contacto con ella y el tiempo que le tomaría a llegar a ella.

Ellos estimaron que el intervalo seria de treinta a sesenta segundos, y si no era su intención matar a Brittany de inmediato, tendrían tiempo suficiente para cerrar la brecha.

Sabía muy bien cuán delgado era el margen de seguridad; esperaba fervientemente que la rubia no lo hiciera.

Si estaba preocupada, Brittany Pierce no lo parecía en la habitación llena de policías.

Prestó poca atención a la logística y estrategias que ellos planificaban.

Su mente ya estaba modelando su propio plan de acción.

Quería estar emocionalmente preparada para conocer al hombre que la mayoría de la gente consideraría completamente loco. Su formación le había enseñado a reservar tal juicio hasta que tuviera la experiencia de primera mano.

En este caso, no tenía idea de qué forma esa experiencia podría tomar, y sabía que ser atrapada con la guardia baja podría significar su vida.

Sin embargo, había una parte de ella que esperaba con interés la oportunidad que pocos profesionales en su posición alguna vez tendrían.

Estaba realmente asustada cuando Santana se acercó a ella y le dijo que era hora de irse.

—¿Es cómodo el micrófono?—preguntó mientras se dirigían por el pasillo hacia la salida trasera.

La rubia sonrió.

—No voy a lamentar quitármelo.

—Sabes que estaré detrás de ti todo el tiempo Si sientes algo en absoluto, un acercamiento de un desconocido que parezca extraño, un ruido que parece fuera de lugar, solamente susurra. Tendré un receptor. Te oiré.



Cuando llegaron al coche, se volvió hacia la morena.

—Sé que estarás ahí. Eso es lo que me hace sentir segura. No tomes ningún riesgo. No creo que me hará daño, al menos no de inmediato. Quiere hablar conmigo, para presumir de sus acciones. Él no quiere matarme. Y no quiero que te haga daño.

—Espero que tengas razón—Santana dijo con gravedad.

Pero no le estoy dando la oportunidad de cambiar de opinión. Tan pronto como él se muestre, se acabó.

Mike ya estaba sentado en el coche que seguiría a la rubia.

Santana indicó que estaría ahí.

Ahora que estaba enfrentando dejar que la ojiazul se vaya, no estaba segura de poder hacerlo.

Cada imagen que había suprimido de sus víctimas inundaron su conciencia, y cada una tenía la cara de la rubia.

Su le brazo rodeó la cintura, como si pudiera protegerla de lo desconocido con la fuerza de su presencia.

—Brittany, yo…—quería decir te amo, pero las palabras fueron bloqueadas por el terror de perderla.

Brittany leyó la agonía silenciosa en la cara de su amante, y suavemente se desprendió del abrazo de ésta.

—Puedes decírmelo después, querida. Cuídate—rápidamente se metió en el coche y encendió el motor.

Tenía miedo de que si miraba a esos ojos oscuros de nuevo, su propia resolución se debilitaría.

Necesitaba toda su fuerza para hacer lo que sentía que debía hacer.

Mike sacó el coche de policía sin marcar al lado de la morena y empujó la puerta del acompañante abriéndola.

—Entra, López. Es hora de ganar nuestro sueldo. Y para clavar este imbécil.

La mente de Santana mantuvo la imagen de la rubia con la claridad de una fotografía.

Sintió su miedo volverse rabia, y la rabia centrarse en un voraz incendio en el fondo de su alma.

Esta era una mujer que él no tocaría.

Su reinado de terror sobre las mujeres de esta ciudad había terminado.

Respiró profundamente, centro los ojos en el coche de la rubia por delante de ellos, y asintió.

—Correcto. Hagámoslo.

Capitulo 29

Brittany hizo un progreso continuo a través de la ciudad en el tardío tráfico de hora punta.

Buscó varias veces por señales de Santana y Mike detrás de ella, pero no podía ver ningún rastro de ellos.

tranquilizándose con el conocimiento de que estaban ahí en alguna parte.

Se sorprendió al descubrir que sus manos temblaban mientras levantaba el sobre húmedo de su escondite y lo llevó al coche, como se le había indicado, antes de abrirlo.

—Caminar hacia el norte en el carril de bici a lo largo del agua—leyó en voz alta, preguntándose si la policía podía realmente escucharla.

Volvió a leer la simple oración varias veces, pensando que era extraño que él había elegido ese camino.

El camino de tierra apisonado había sido prácticamente abandonado después de que un camino pavimentado más amplio había sido construido cerca de la carretera.

Por supuesto, pensó, sonriendo a su propia ingenuidad, Esta ruta es perfecta para alguien que no quiere ser detectado.

Santana, sin embargo, no omitió la importancia por un segundo.

—Demonios—se quejó—Ese camino es de cuatro millas de largo y una gran parte del está cubierto de maleza. ¡Podía estar en cualquier lugar!

—Bueno, al menos tendrás una buena cobertura—Mike respondió con optimismo desacostumbrado.

—Ahí va ella—dijo, tratando de alcanzar la manilla de la puerta. Se sorprendió del agarre de restricción de Mike en su brazo.

—Dale unos minutos, López. Sabes a dónde se dirige. Si él está mirando y te ve ahora, no hay trato. Y digo que la dama está más segura ahora de lo que estaría si no supiéramos cuando él se acercara.

Se obligó a mirar la figura borrosa de la rubia en los árboles en la orilla del agua antes de salir del coche.

Mike conduciría lentamente a lo largo del camino que serpenteaba a través del parque, tratando de mantenerse en las mismas inmediaciones por las indicaciones que su compañera le transmitía por radio.

Dejó a Brittany y Santana bastante aisladas, pero era lo mejor que podían hacer.

—Hay un corredor que viene en esta camino—la voz de Brittany anunció en su oído, sorprendiéndola con su claridad.

No podía ver a la rubia, que estaba varios cientos de yardas por delante de ella. El follaje denso cerca del agua hacía una mala visibilidad, especialmente en la oscuridad rápidamente profundizándose.

—Tengo contacto con ella, Chang—retransmitido en su propio pequeño micrófono—Estamos cerca de media milla en el camino. No hay nada todavía.

—Está pasando—Brittany continuó, un toque de alivio en su voz.

Dos mujeres corredoras pasaron a la morena desde atrás. Un ciclista masculino siguió de cerca a partir de entonces.

Observó su descripción general, pero no vio nada sospechoso en él.

Retransmitió su ubicación general a Mike de nuevo, sabiendo que él dirigiría a otros oficiales apostados en el parque conjuntamente con ellos tanto como sea posible.

—Una mujer con un perro se aproxima. Lindo perro—Brittany señaló.

Esos, sabía la morena, serían Diane Thompson y Cleo.

Cleo era un perro de narcóticos. Habían decidido correr el riesgo de poner un oficial en la ruta directa de Brittany si podían, y el pequeño Yorkshire terrier parecía ser la tapadera perfecta.

Diane sacudió la cabeza casi imperceptiblemente al pasar junto a ella un minuto más tarde.

—Nada—susurró con decepción.

No había esperado mucho.

Obviamente él no iba a revelarse a sí mismo. Lo que no podía imaginar era cómo tenía la intención de alejarse, especialmente con la médico.

¿Podía ser tan psicótico que no creía que lo seguirían?

Él había establecido esto tan bien, y este defecto evidente la dejó perpleja.

—Hay algunos árboles caídos por delante—Brittany informó—Voy a tener que rodearlos.

—¡No!—Santana gritó echando a correr.

Si la rubia estaba fuera de la pista, no sólo era más vulnerable, era más fácil de perder.

Segundos después la oyó y jadear y luego reconoció la voz ronca en su oído que le heló el corazón.

—¿Dónde está el micrófono? ¡Dime!

Oyó desgarrar la ropa antes de silencio total cuando el transmisor se cortó.

—¡Jesús, Chang. Él la tiene. Muévete, muévete—gritó en el micro mientras arrancaba en el sendero.

Vio los árboles derribados por delante, y desaceleró mientras se acercaba, su arma en la mano. Cuidadosamente, dio un paso fuera del camino hacia el agua, buscando alguna señal.

No podían estar muy por delante.

Era evidente a partir de unos arbustos pisoteados que había esperado aquí por ella.

Cogió un débil destello de color en la hierba. Ahogó un gemido cuando sus dedos se cerraron sobre uno de los botones de color crema de la blusa de Brittany.

Moviendo automáticamente, la pequeña conexión con la rubia apretada en su mano, buscó un rastro. A través de los árboles podía ver los siempre presentes remeros en el río.

La vida continuó normalmente alrededor de ella, mientras que su propia vida condensada en la sensación de un pequeño botón presionado en su palma.

Oyó pasos detrás de ella, y se volvió, su arma preparada.

Era Mike.

—¿Qué pasó?—dijo él sin aliento.

—Estaba esperando aquí, justo como sabíamos que iba a ser. Sólo estaba un minuto por detrás, pero parecen haber desaparecido—relató con una voz plana y vacía.

Mike quería casi preferir su pánico.

En este momento se veía como una granada suelta con el pasador tirado, lista para estallar en cualquier segundo.

—Ellos no pueden salir del parque, López. Eso es una cosa que hicimos bien.

—¿Y si no la saca del parque? ¿Y si sólo la viola y la mata, cincuenta yardas de nosotros, al igual que las demás?

—Es demasiado peligroso. Tenemos gente por todas partes aquí ahora. Y, además, este tipo no es estúpido. Él la puso aquí por una razón, y no sólo para cogérsela.

Se lanzó sobre él.

—¡Cierra la maldita boca, Chang!—tenía sus manos en la garganta antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Con la misma rapidez, dejó caer sus manos y sacudió la cabeza para despejarse—Dios, he enloquecido—dijo, dando un paso atrás—Lo siento.

Mike la contempló impasible, agitando su disculpa. El color volvió a su rostro y sus ojos se volvieron agudos y resueltos.

—Ellos no están aquí, Chang. Lo que significa que están en alguna parte, ¿verdad?

Él asintió con la cabeza desconcertado.

—Entonces, ¿dónde demonios se fueron? Por lo demás, ¿cómo siempre desaparece tan fácilmente? Ellos no subieron ese camino, Chang, porque dos de ellos habría dejado un buen rastro. Y no regresaron pasándome. Entonces, ¿dónde se fueron?

Ambos se volvieron al mismo tiempo. Hacia el agua.

—Hijo de puta—Mike dijo, corriendo tras la morena—¿Somos jodidos tontos o qué? Ha estado justo en frente de nuestras narices todo el tiempo. ¡La maldita agua!

Sus ojos recorrieron los equipos de la tripulación y los remeros solitarios en el río, un espectáculo tan familiar que no había podido registrarse en la mente de nadie.

—Hanna Marin se detuvo a observar la regata—reflexionó en voz alta—, Y apuesto a que si comprobamos las fechas de las otras violaciones encontremos que hubo una regata cada vez. Tapadera perfecta—se volvió hacia Mike, su voz afilada con un propósito—Él tiene que dirigirse hacia los cobertizos de lanchas. Consigue un coche y sígueme. Y por el amor de Dios, mantén esto en silencio. No quiero que Brittany termine en una situación de rehenes. Déjame ir por delante a pie. Él no lo espera. Él piensa que es más listo que nosotros.

—Voy a mantener una tapa en ello tanto como pueda, López. Eso significa que soy su único respaldo.

Lo miró a los ojos por un momento y se sintió asegurada por su solidez inquebrantable.

—Eso es suficiente.

Capitulo 30

Lo primero que notó fue el dolor palpitante en su mandíbula.

Lo segundo eran los sonidos rítmicos del agua corriendo por delante.

Intentó darse la vuelta y se encontró encajada incómodamente en un espacio estrecho en la parte delantera de algún tipo de embarcación.

—Ya casi llegamos, Brittany—él dijo—¿Puedo llamarte Brittany?

Trató de enfocar el rostro en la oscuridad cercana.

Quería poner una cara a la voz; lo necesitaba para calmar el creciente pánico que amenazaba con inmovilizarla.

—¿Cómo puedo llamarte?—preguntó, su voz sonaba extraña a sus propios oídos.

Se pasó la lengua experimentalmente sobre el interior de su boca. Hinchada, pero nada roto.

—Raymond.

Su corazón se aceleró en este pequeño triunfo.

—¿Dónde vamos, Raymond?

—A un lugar privado, donde nadie nos moleste.

—Está bien.

No hizo ningún intento de incorporarse.

No podía ir a ninguna parte, y no tenía sentido fastidiarlo.

Se hizo muy consciente del viento frío en su pecho y se dio cuenta de su blusa estaba abierta.

Lo recordaba rasgándola para quitar los cables de los diminutos micrófonos que habían sido puestos ahí.

No había tocado sus pechos.

Tentativamente levantó la mano para tirar del material dañado cerrándola.

—¿Qué pasa, le duele la mandíbula? No quise golpearte, pero no podía dejarte hacer cualquier ruido.

—Mi mandíbula realmente duele, y tengo frío.

—Vas a estar caliente pronto.

No podía juzgar cuánto tiempo había estado en el barco, el cual reconoció ahora como un remo corto.

Sabía que se movían rápidamente, y se preguntó si Santana la encontraría.







Había quince amarres para lanchas en el río, algunas propiedad de universidades privadas, algunas propiedad de la ciudad, y algunas ya no estaban en uso.

Santana estaba apostando que él estaría utilizando una de las media docena de estructuras desocupadas.

Si apostaba mal, podría significar la vida de Brittany.

Parecía tardar muchísimo para ella y Mike llegar ahí.

Tendría que comprobar todo el perímetro de cada casa, y, posiblemente los interiores, con la esperanza de encontrar a Brittany, y estaba corriendo contra el reloj.

—Toma el lado de la calle, Chang. Voy a tomar el lado del agua. Cuando me mueva a la siguiente casa, te haré una señal.

—Correcto.

Se fundió rápidamente en la oscuridad cerca del agua, rezando para estar a tiempo.






—No puedo encender las luces, Brittany, pero tenemos velas. Las velas será más agradable, ¿no te parece?

Era un hombre de apariencia promedio, cabello rubio, de mediana estatura, y una estructura delgada.

Era la voz que capturó su atención.

Tenía una calidad de ensueño, casi como si estuviera recitando palabras bien practicadas.

Lo había oído antes, y eso le preocupaba. Tenía la sensación de que él estaba escuchando otras voces en su cabeza.

—Tengo que atar tus manos, Brittany. No puedo ser confiado, y no quiero que estropees algo.

—¿Qué podría estropear?

—No quiero que te muevas mientras te estoy cogiendo. Tienes que prestar atención a lo que estoy haciendo—mientras hablaba envolvió sus muñecas por detrás con una cuerda de nylon.

Era consciente de que sus pechos estaban expuestos, pero él no pareció darse cuenta.

Él dio un paso hacia atrás para tirar de una lona sobre el banco que corría a lo largo de la pared.

—¿Qué quieres mostrarme?—estaba echando desesperadamente sobre alguna manera de interrumpir su pensamiento.

Era evidente que él estaba interpretando un guion ya escrito en su mente, y si ella no lo podía distraerlo, no tenía esperanza.

—Quiero mostrarle lo bien que puedo coger, y lo especial que es conmigo. Más que con cualquiera de los otros—estaba arrodillado junto a ella ahora, vaciando el contenido de una bolsa de deportes en el suelo.

Había varios pares de shorts, más la cuerda, y un revólver calibre 38.

—Dime cómo será.

Él se levantó bruscamente, y tiró de su cabeza hacia atrás toscamente por el pelo.

Su rostro, antes tranquilo de manera poco natural, de repente se contorsionó con rabia.

—Haré algo mucho mejor que decírselo, Doctora. Le voy a mostrar. Y cuando haya terminado contigo sabrás lo especial que soy.






Santana había renunciado a la esperanza cuando vio el parpadeo tenue de la luz a través del postigo del ultimo cobertizo de botes en la fila.

Cuidadosamente curioseo un pedazo de madera de la ventana tapada y escudriñó el interior.

Moviéndose lentamente, levantó la radio a los labios.

—Los tengo, Chang. Parte trasera de la última casa, primer piso. Voy a entrar. Te necesito ahora, Mike.

Su voz sonaba extrañamente hueca en su oído.

Esto lo asustó.

—¡Espérame, López! ¡Conseguirás que te maten!

No escuchó su mensaje.

No habría cambiado de opinión.

Capitulo 31

—Hola, Brittany—Santana dijo mientras entraba en la habitación.

Apenas podía distinguir las formas de los objetos en el otro extremo de la habitación, pero podía ver a la rubia y el hombre que estaba junto a ella con toda claridad a la luz de las velas que él había colocado en un círculo alrededor de ellos.

Él estaba mirándola, con una expresión de confusión en su rostro.

—¿Quién es tu amigo?—preguntó, dando un paso adelante lentamente, su chaqueta desabrochada, el seguro quitado de su automática.

—Este es Raymond—Brittany respondió con voz firme.

Ella se ve tan tranquila, pensó.

Él se movió rápidamente, dando un paso atrás de la rubia y presionando el revólver en su sien.

—No deberías haber venido aquí—él dijo—Ahora tengo que matarla.

—No lo creo—dijo uniformemente, sus ojos sobre su cara—No te dejaré.

—No tienes ni idea de quién soy. No sabes mi poder. No me puedes parar—él se rió, disfrutándolo.

—Tú no sabes lo poderosa que yo soy—respondió—Esta mujer es mía. He venido por ella.

—Eres una tonta. Voy a matarlas a las dos.

—No me puedes matar—dijo arrogantemente, fervientemente esperando que Mike estuviera en posición, y que él todavía podía disparar.

Contaba con él para salvar la vida de Brittany.

—Adelante. Trata de dispararme. No serás capaz, endeble excusa patética de hombre. Si fueras un hombre, no tendrías que tirar a mujeres en los arbustos y violarlas—sus ojos no se apartaban de él—Apuesto que ni siquiera se te para si ellas te miran a la cara. Apuesto a que tienes miedo de hacerles ver cuán débil eres en realidad. No tienes las pelotas para disparar…

Se giró a la izquierda en el instante en que el arma se movió de la sien de la rubia, sacando la suya simultáneamente.

Pensó que había disparado, pero el impacto de la bala que atravesó su pecho la lanzó hacia atrás.

Nunca supo si Brittany estaba a salvo.






No estaba claro cuál bala le había dado primero, la de Santana o la de Mike.

Raymond Blake había muerto instantáneamente, dejando a Brittany Pierce ilesa.

Tomó una licencia de ausencia, indicando razones de salud.

Para el observador casual, habría parecido perfectamente sana mientras hacía malabares con dos bolsas de compra de comestibles y sus llaves de la puerta de su casa de piedra rojiza.

Frunció el ceño, llave en mano, cuando la puerta se abrió.

—No se supone que tienes que estar arriba.

—Déjame hacer algo—su reacia paciente se quejó—Has estado cuidándome durante semanas.

—He estado cuidándote porque te amo, Santana, y te debo mi vida.

La morena parecía incómoda, como siempre hacía cuando ella la sacó la noche en el cobertizo de botes.

—No, no es así. Sólo estaba haciendo mi trabajo.

—¡Fue más que eso. Las dos lo sabemos!—gritó en un ataque inusual de temperamento—Sabías que podrías morir protegiéndome. ¿Realmente crees que yo podría sobrevivir si intercambiaras tu vida por la mía?

La morena miró hacia otro lado.

—No lo sé. Sólo sabía que no podría sobrevivir sin ti.

Su ira se disipó tan rápido como había llegado, producto de su miedo.

Puso sus brazos alrededor de la cintura de la pelinegra, cuidadosa de no afectar las vendas que cubrían la curación de la herida en el pecho.

—San—dijo suavemente, acogiendo el deseo de la cercanía encendía en ella—Te amo. Quiero la oportunidad de amarte por mucho tiempo. Quiero que me prometas que voy a tener esa oportunidad. Si no puedes hacer eso por mí, no voy a ser capaz de soportar viéndote salir por la puerta. Moriré por dentro cada vez que me dejes.

Los brazos morenos se apretaron a su alrededor, tantas palabras que quería decir la ahogaban.

—Lo prometo.

Se aferró a las palabras, sabiendo que era la promesa más importante que la morena alguna vez hizo.