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FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" Primer15
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cerrado FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 20 Santana y Brittany

Mensaje por MissHeatherRivera Dom Nov 25, 2012 7:01 pm

Hola Muy buenas Tardes, Soy nueva y me gustaría compartirles unos de mis Ffs, No se mucho sobre este Foro y cosas por el estilo, pero me encantaría, que me ayudaran ah conocer sobre todo esto, Pongan me sus Ffs, para leerlos tambien ya que quiero conocerlas.
________________________________________________________________





1

La importancia de la primera impresión



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La gente caminaba de un lado a otro arrastrando las maletas por el pulido y brillante suelo del aeropuerto. La multitud se mostraba desorientada y acudía a toda prisa a los pequeños puestos de información como si les fuese la vida en ello. Una muchacha malhumorada, acompañada de sus padres, esperaba hastiada frente a la puerta de llegadas procedentes de Londres. Repiqueteó con el pie en el suelo con actitud desafiante, intentando mostrar sin tapujos su pésimo estado de ánimo. Su madre le dirigió una sonrisa encantadora; estaba eufórica.

—¡Levanta más el cartel, Santana!, no vaya a ser que no nos vea —dijo mientras su marido le rodeaba los hombros con un brazo.
[b]«Ojalá no nos vea; eso sería un maravilloso golpe de suerte »
, pensó Santana. Ladeó la cabeza y, sintiéndose estúpida, alzó las manos todo lo que pudo, se puso casi de puntillas y movió de un lado a otro aquel ridículo cartel, en el que se leía en letras grandes y redondas: «Somos la familia Lopez, ¡bienvenida a Ohio!!».

Debería haber estado celebrando el inicio de las vacaciones navideñas con sus amigos; sin embargo, se encontraba allí anclada con la ridícula pancarta, esperando la llegada de una completa desconocida, gracias a que sus adorables padres habían decidido acoger en casa a uno de esos aburridos estudiantes de intercambio. Una Inglesa, para ser más exactos. Santana nunca había simpatizado con aquellos amantes del té; se le antojaban demasiado refinados, y ella tendía a ser despreocupada y poco detallista.

—Como esperemos más, celebraremos el fin de año en el aeropuerto..No es Genial Mamá… —farfulló con un deje de aburrimiento para aplaudir con ambas manos.
Su madre le dirigió una mirada de desaprobación.
—Compórtate con nuestra invitada, Santana —ordenó respaldada por los continuos asentimientos del padre con la cabeza—. Pasará un mes con nosotros, así que, la quieras o no, tendrás que llevarte bien con élla.
—Entonces, ¿se supone que la famosa inquilina queda bajo mi protección? Si es así no durará ni dos días con vida. Esto es Ohio Mamá..¡¡ —espetó, y soltó un bufido.
—Chist… cállate…
El señor Lopez le indicó que guardase silencio. Santana alzó la vista hacia la puerta de llegadas, por donde había comenzado a salir gente. Todos le parecieron raros, estrafalarios o indignos de entrar en su casa. La joven era bastante reservada —contrariamente a sus solidarios padres—, así que no simpatizaba con la idea de tener que convivir con una extraña; más bien le aterrorizaba. Estaba segura de que, por callada e invisible que fuese aquella inglésa, se sentiría invadida e incómoda.

Se giró sorprendida cuando unos dedos delicados y seguros golpearon suavemente su hombro derecho. Miró de arriba abajo a la muchacha que se encontraba frente a ella y le dedicaba una mueca desagradable. Tenía el cabello rubio y lo llevaba perfectamente agarrado con una coleta —ni un solo mechón suelto rompía aquella inusual armonía— y en su rostro destacaban unos llamativos ojos azules y penetrantes.

—Yo… soy Brittany
—¿Tú eres el estudiante que…? —comenzó a preguntar Santana, pero fue interrumpida rápidamente por su efusiva madre.
—¡BRITTANY! ¡Ya pensábamos que no llegabas, cariño! —La señora Lopez la estrechó entre sus brazos, con lo que despertó de inmediato el desagrado de la joven, que, un tanto arisca, no disfrutó demasiado aquel confiado contacto físico.
—Encantado —dijo el padre de Santana, al tiempo que le estrechaba calurosamente la mano ya que la señora Lopez no soltaba a la pobre rubia.—. Ya verás lo bien que te lo vas a pasar estas vacaciones; te hemos preparado una habitación, espero que te guste. Apenas tardaremos en llegar a casa, está a veinte minutos en coche.

Santana clavó la vista en el suelo, muerta de vergüenza. ¿Por qué sus padres tenían que comportarse siempre como si estuviesen locos o dementes? ¿Tan difícil era ser un poco normal? Ser normal significaba para ella no abrazar a la chica de intercambio, ni llamarle «cariño», ni enrollarse hablándole de su nuevo hogar. Esperó impaciente, fingiendo que no estaba allí, hasta que el eufórico encuentro se calmó.

Brittany había esbozado poco a poco una mueca de terror. No era de extrañar. Ni por asomo había esperado aquel recibimiento y, teniendo en cuenta que ambos padres hablaban a la vez, apenas entendía nada. Durante el trayecto en coche asintió la pobre muchacha con la cabeza ante todo lo que le decían con la esperanza de acertar en algo.

—Bien, ya hemos llegado —anunció Abigail [el chofer ] cuando el señor Lopez aparcó frente a una acogedora casa de dos pisos.

Brittany bajó del coche sintiéndose asqueada. Hubiese dado cualquier cosa por no estar ahí en aquel instante. Observó los alrededores y deseó desaparecer de inmediato. La urbanización se encontraba en el campo, alejada de la ciudad. Élla odiaba profundamente todo lo que tuviera con que ver con la naturaleza: desde la más fina y tierna hierba que crecía en la tierra húmeda hasta los grandes abetos que invadían el terreno. Torció el gesto mientras comenzaba a planear mentalmente de qué modo podría huir de allí. Quizá si robase el coche del señor Lopez en plena noche
—¿Brittany? ¡Vamos, pasa! Aún tenemos que presentarte a nuestra hija. —le sonrió de forma exagerada—. La pobre se quedó toda la noche haciendo un trabajo en casa de un amigo y hoy estaba tan cansada que no ha podido ir al aeropuerto.
¿Más gente? Ya tenía suficiente con aquella chica que la miraba de reojo constantemente como si fuese un bicho raro. Santana vestía realmente mal, bajo su punto de vista, con unos vaqueros desgastados y una sudadera deportiva para nada femenina. [que le pasa ah esta chica, por que viste así]
—¡Quinnie! —gritó la madre, jovial—. ¡Vamos a entrar!
Abrió la puerta de la habitación, despacio, como si esperase encontrar dentro a un oso enfurecido. Brittany dio un paso atrás, temerosa ante la oscuridad que invadía aquella especie de búnker. Distinguió en la penumbra la larga silueta de Quinn, que tenía la cara adherida a la almohada, que aferraba con las manos.
—¡Desaparece, mamá! —exclamó con brusquedad.
—Ha llegado la chica de Inglaterra —explicó la mujer.
—¿Y a mí qué me importa? Bastante tengo con la existencia de santana —le espetó soñolienta
—Muérete — grito la morena pasando por detrás de ellos-
A continuación, Maribel cerró la puerta suavemente. Brittany la miró desconcertada, cuestionándose si acababa de ser testigo de una bienvenida habitual o su sorpresa se debía a que hacía mucho tiempo que no entraba en casas ajenas.
—Es una rebelde —aclaró la mujer sin perder aquel perpetuo positivismo.
—Ya veo… —respondió Brittany con una dulce sonrisa.
La señora Lopez pareció algo incómoda y, tras morderse pensativa el labio inferior, le indicó a Santana que condujese a Brittany a su habitación para dejar las maletas.

—Claro, no te preocupes mamá, ya hago yo de guía turística —le reprochó con desgana—. Vamos,Ruuubita, sígueme.

Cuando llegaron al dormitorio Santana explicó:

—Pues esto es la cama. —Señaló un solitario colchón—. Y ahí tienes un armario, que sirve para guardar ropa.

—Gracias por las aclaraciones —dijo Brittany—. No habría podido deducir todo eso sin tu ayuda…— dijo con sarcasmo —
Santana entornó los ojos y descubrió de inmediato que la nueva inquilina le traería problemas.
—Oye, no te pases rubita —le advirtió apuntándole con un dedo acusador—. Mi actitud es de lo más comprensible, estoy siendo tolerante, pero a nadie le gusta pasar las vacaciones de Navidad con una desconocida como tu.
—En eso estamos de acuerdo.
—Entonces, ¿por qué estás aquí, pudiendo haberte quedado en Inglaterra bebiendo litros y litros de té? —le acusó.
—Me han obligado —reconoció Brittany frunciendo el ceño—. Cosas de padres. Piensan que me irá bien conocer otras culturas. Obviamente se equivocan. Lo único que podría lograr conociendo a gente como ustedes es que mi ego crezca. Y no me interesa, lo tengo suficientemente alto. [sonrio]
—No hace falta que lo jures. —Puso los ojos en blanco.

Brittany se dirigió con resolución hacia la puerta de la habitación y la cerró bruscamente. Sus relucientes ojos azules se clavaron en los de santana como dos dagas afiladas.

—Hablemos de las normas —exigió.
La joven parpadeó sorprendida.
—¿Qué normas?
—De las que ahora mismo fijaremos. —Le dedicó media sonrisa que a Santana se le hizo casi tenebrosa—. Tú no quieres que esté aquí, y yo no quiero estar aquí; en eso estamos de acuerdo. Bien, lo mejor será que nos ignoremos mutuamente durante el próximo mes —explicó—. No pienso conocer a tus amiguitos americanos, ni salir contigo a ver películas . ni hacer pijamas estúpidas , ni hacer cosas para ayudarte en tu tarea, ¿queda claro?

Santana necesitó un momento para procesar toda aquella información. Quedó asombrada ante el tono de voz del que Brittany hacía uso; como si fuese una Duquesa recién llegada al nuevo continente.

—Oye, ¿quién te has creído que eres? ¡No puedes poner normas nada más llegar! —se quejó, indignada.
—¿Intentas decirme que quieres pasar tiempo conmigo?
—No, pero…
—Sabía que era eso. —Chasqueó los dedos—. De verdad, siento decepcionarte, pero no eres mi tipo. No me gustan las mujeres…

Santana rió con nerviosismo ante el nuevo rumbo que había tomado la conversación.
—¿Nos has mentido verdad? Tú no vienes de un colegio, sino de un
psiquiátrico….MALDITA LOCA¡¡..
Ella sonrió con suficiencia. Entonces abrió su maleta, ignorando las palabras de la chica, y comenzó a colgar la ropa —toda realmente acomodada por colores— en el armario. Santana estaba tan anonadada ante el desconcertante comportamiento de la desconocida que permaneció unos instantes inmóvil, observándole y reflexionando sobre aquella primera impresión. Al cabo de un rato, Brittany se giró hacia ella.
—¿Podrías respetar mi intimidad? —dijo—. Acabo de llegar, me gustaría descansar un poco…
Santana, algo confusa, salió de la habitación con la impresión de que todo era un tanto irreal, como si no estuviese pasando y fuese cosa de su imaginación. Se apoyó en una pared y entonces empezó a sentirse furiosa e indignada cuando advirtió que su nueva huésped acababa de sacarla de una habitación de su propia casa. Pensó en bajar corriendo al piso inferior en busca de sus padres, pues hubiese sido conveniente hablarles del extraño comportamiento del la tal Brittany, pero supuso que no la creerían, e inconscientemente sonrió al imaginar la cara que pondrían sus progenitores en cuanto descubriesen que habían invitado a una loca a pasar las Navidades en casa. «Esto será interesante, haber queridos papis que harán cuando se enteren que la Rubita que ah llegado ah nosotros es nada mas y nada menos que una loca desquiciada. Wow, ya quiero que sea navidad cuando TODO SE ARRUINE»







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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por valegleefama_21 Dom Nov 25, 2012 7:45 pm

Me encanto primera en comentar(? jajajaj y primera de todo me encanto espero con ansias el proximo episodios saludos primera seguidora y fan (? XD
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Mensaje por brittana-bitches!!! Dom Nov 25, 2012 7:55 pm

wooooowwwww me gusto muchoo tu fic siguelo san mala y brittany toda una perra con clase , me gusto mucho tu fic
brittana-bitches!!!
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Mensaje por MissHeatherRivera Dom Nov 25, 2012 8:29 pm

valegleefama_21 escribió:Me encanto primera en comentar(? jajajaj y primera de todo me encanto espero con ansias el proximo episodios saludos primera seguidora y fan (? XD

Hola muchas Gracias, Que bueno que seas mi primera Fan :D eso me alegra mucho en verdad, es por eso que voy a poner el segundo capitulo. Muchas Gracias por comentar

brittana-bitches!!! escribió:wooooowwwww me gusto muchoo tu fic siguelo san mala y brittany toda una perra con clase , me gusto mucho tu fic

Hola, Que bueno que te gusto, muchas gracias por tu comentarios, :D Digamos que las dos se harán la vida de cuadritos, pero bueno espero te siga gustando aqui el siguiente Capitulo

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2

El comienzo de un largo infierno


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Brittany se dejó caer sobre la cama, exhalando un suspiro de desesperación que por poco le deja sin aliento. Estaba muy enfadada con sus padres; jamás les perdonaría aquello, desde luego. Pasar las Navidades en casa de unos desconocidos era el peor castigo del mundo. No es que a Brittany le importase la Navidad —más bien la detestaba, LA DETESTABA—, pero sí odiaba conocer gente nueva, especialmente si de buenas a primeras ya se comportaban como marcianos. Supuso que serían las vacaciones más aburridas de su vida y que, en caso remoto, la única diversión que encontraría sería molestar a la chica extraña , Santana, que parecía recién salida de un basurero con aquella ropa desarreglada.

Se incorporó de súbito cuando oyó unos pasos que se acercaban a su habitación.

—¡Brittany, cariño! ¿Cómo va todo?
Era Maribel —señora de la casa y mujer más pesada sobre la faz de la tierra—.

La joven tosió para aclararse la garganta.
—¡Bien! ¡Genial! —mintió descaradamente—. ¡Gracias!
—¿Quieres que te ayude a deshacer las maletas?

Brittany pensó, en principio, que se trataba de una broma. Pero tras un incómodo silencio que no fue acompañado por risitas de ningún tipo, comprendió que estaba equivocada y con horror se precipitó hacia la puerta y se apoyó en ella a modo de refuerzo.

—No hace falta, señora Lopez, de verdad.
«Se lo juro bajo pacto de sangre si es necesario», añadió mentalmente. Y se mordió el labio inferior para no hablar de más.

—¡Vale, baja cuando termines, cielo! —se despidió Maribel excesivamente alto.

Brittany se pasó una mano por la frente y se echó hacia atrás algunos mechones rubios sin demasiado interés. Observó que había dejado la puerta del armario entreabierta y la cerró cuidadosamente, estudiando con atención que la madera encajase sin desviarse ni un centímetro. Era sumamente detallista. Y maniática. A lo largo de su vida la rubia había ido acumulando manías que, con el paso del tiempo, se terminaron adueñando de su día a día sin que apenas se diese cuenta. A Brittany le gustaba ser así.
Odiaba los números impares, así que casi siempre intentaba que todo fuera múltiplo de dos o de cuatro. Le repugnaba la carne, era vegetariana. Brittany detestaba los espejos que estaban totalmente limpios, necesitaba encontrar restos de agua en ellos o alguna mancha imperceptible para el resto de los humanos. Tampoco le gustaban los cuadros que tenían el marco de color escarlata y jamás dejaba que sus pechos se vieran, era como un tipo de princesa, muy bien refinada y no era nada Rebelde. Dormía con la ventana abierta y se tapaba con la colcha hasta cubrirse las orejas. Además, se lavaba las manos constantemente y cuidaba al detalle su higiene diaria, llegando a convertirse en alguien de buenos modales.
Tras veinte minutos de paz, alguien llamó a su puerta.
—¿Tarada? —preguntó una voz suave que al parecer se dirigía a élla—. Espero que estés lista, es hora de comer
Brittany suspiró tras escuchar a Santana al otro lado de la puerta. No contestó. Finalmente Santana abrió despacio la puerta, ligeramente asustada por lo que pudiese encontrar en el interior.

—¿No me has oído? —dijo al verla tumbada plácidamente.
—¿Oír qué?
—Te estaba llamando.
—Ah, perdona. —Bostezó descaradamente y estiró los brazos—. Lo único que he oído es que decías la palabra «iTarada» y he supuesto que te estarías refiriendo a tu Hermana o tu Madre.

Santana permaneció un instante con la boca entreabierta, incapaz de aceptar lo que acaba de oír.
—Pero ¿tú de qué vas?
Brittany se incorporó perezosamente en la cama y movió el cuello de un lado al otro, intentando calmar el dolor de hombros tras el incómodo viaje en avión.
—Entonces, ¿me espera una suculenta comida? —preguntó la sonriente sonriente—. Por cierto, se me ha olvidado mencionar que soy vegetariana.
Santana rió antes de salir a toda prisa de la habitación y bajar corriendo las escaleras en dirección al salón principal. Brittany bufó, preguntándose qué demonios le haría tanta gracia a aquella niña malcriada. Finalmente, despidiéndose de la efímera calma, se dispuso a entrar en el comedor, donde, por desgracia, le esperaba la familia Lopez al completo. Estuvo a punto de gritar cuando tuvo ante sí la silueta de la hermana, Quinn. Si Santana parecía recién sacada de un basurero, esta acababa de regresar de Talonear o de llegar de la 2° guerra mundial. Tenía el pelo largo rubio [obvio que tenia el pelo castaño como toda la rara familia nada mas que esta se lo pintaba queriendo hacer creer que era rubia, pero la Raíz es mas que notoria], tenia un estilo de una camisa gastada gris hecha trizas como si se tratara de una Pordiosera [QUE BULGAR MUJER]. Brittany se acercó dando pasos cortos, temiendo de que aquella hippiosa le contagiase piojos o algo parecido.
—¿Qué tal? —le dijo esta.
Brittany se limpió en el vestido la mano que Quinn acababa de estrecharle y se sentó en la silla que quedaba libre.

—Bi… bien —balbució, sin dejar de mirarle. Sus largas uñas de colores,

Aún estaba conmocionada, no lograba aceptar la descabellada idea de tener que pasar un mes conviviendo con aquella neandertal Rubia, Pero por un momento la voz de Santana se alzó más de lo normal para dirigirse a élla.
—¿La parte de la pechuga o el ala? [sonrio]
—¿Qué?

Arqueó una ceja, sin comprender. Entonces bajó la mirada y descubrió el enorme pollo al horno que reposaba sobre una bandeja en el centro de la mesa. Al lado, la señora Lopez la miraba fijamente a la espera de una respuesta, con un enorme cuchillo en la mano, preparada para cortarle el trozo correspondiente. Tuvo ganas de vomitar. Santana rió por lo bajo y la miró al tiempo que mordía un enorme trozo de carne, cogiendo el pringoso muslo con descaro.

—Nada, por favor —respondió.
—¿Es que no te gusta el pollo, cariño?
—Yo… no como carne —logró decir.

Ambas hermanos rieron al unísono, cosa que molestó a la Rubia. Maribel les dirigió una mirada de reproche ante la que ellas agacharon rápidamente la cabeza y metieron las narices en sus respectivos platos aún con una leve sonrisa surcándoles los labios.
—Tranquila, no pasa nada —le dijo, y le revolvió su rubio cabello, haciendo gala de aquella confianza que élla no le había dado—. Ahora mismo te preparo otra cosa —añadió antes de dirigirse decidida hacia la cocina.
Brittany suspiró aliviada.
—Así que ¿no comes carne, Miss? —le preguntó la Rubia con una ala de pollo en su mano, asciendo que la rubia girara su rostro evitando no vomitarse enfrente de todos.
—Exacto.
—¿Ni salchichas? —instó mientras se rascaba sospechosamente la cabeza.
La rubia miró alrededor de un minuto en silencio, sopesando si el último comentario de Quinn era una broma o no. Apostaba por la segunda opción.
—No, las salchichas tampoco forman parte de mi dieta.
Quinn asintió mientras le quitaba la piel a su trozo de pollo sin compasión.

—¡Qué interesante! Así, ¿tampoco puedes comer hamburguesas?
¿De verdad aquello era real? Dirigió su mirada hacia Santana, casi en busca de ayuda. La muchacha reía por lo bajo, mientras el señor Lopez permanecía pendiente de las noticias con las pupilas dilatadas fijas en el televisor. Brittany se armó de paciencia.
—No, las hamburguesas también son carne —aclaró, pronunciando despacio cada una de las palabras, como si estuviese dirigiéndose a una niña de cinco años cuando, en realidad, era de su misma edad.
—¡Pues qué putada, en verdad! —concluyó Quinn al tiempo que se encogía de hombros.
—Es que es un tanto rarita la inglesita, ¿sabes? —comentó santana.

Su hermana asintió sin ningún tipo de interés al respecto, algo que Brittany agradeció. Afortunadamente, Maribel regresó diez minutos más tarde con un enorme plato repleto de verduras a la plancha.
—He pensado que esta tarde podrías presentarle a tus amigos —le dijo a su hija, sonriente como siempre.

Santana tosió tras atragantarse con un trozo de pollo. La rubia sonrió disimuladamente.

—¿Es que quieres acabar con mi vida social? —dijo ofendida—. No pienso llevar a la señorita del Té conmigo. Sería un suicidio público.

La señora Lopez abrió la boca exageradamente tras arrugar la nariz en señal de disgusto. Se cruzó de brazos sobre la mesa; después le dio un codazo a su marido.

—¿Has oído lo que ha dicho tu hija, Roberto?

—Haz caso a tu madre, Santana —se limitó a murmurar el marido sin dejar de mirar la televisión.

Brittany carraspeó intentando llamar la atención.

—No importa, de verdad —dijo con un tono dulce que a Santana se le hizo ligeramente forzado—. Daré una vuelta sola para conocer el lugar.
—¡De eso nada! —exclamó Maribel señalando a su hija con el dedo índice—. Tú le acompañarás, te guste o no.
—Oye¡¡¡¡…¿por qué Quinn no puede hacer de cangura? —se quejó Santana, dejando el tenedor con brusquedad sobre la mesa.
—¡Élla tiene que estudiar!
Santana abrió la boca para rechistar, pero al recordar el pacto que meses atrás había hecho con su hermana, la cerró. Observó el rostro sonriente de Brittany, que parecía disfrutar siendo la protagonista de aquella disputa familiar.

—Será genial que ustedes dos pase juntas —opinó la señora Lopez—. Seguro que en cuanto se conozcan terminaran volviéndose unas mejores amigas inseparables —añadió, risueña—..como uña y carne.
— jaa —rio en voz baja— eso lo veremos.. —dijo la rubia al empezar a comer aquellas verduras mientras que la morena mordía con enojo una pierna de pollo—
—Si, eso lo veremos.



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Mensaje por brittana-bitches!!! Dom Nov 25, 2012 8:53 pm

oohhhhhhh buenisimooooooo espero tu actu jsjasjasjas , comenzo la guerra ajsajsasj espero que britt cambie pronto de opinion respecto a san jajajsasj son demaciado distintas las dos , los amigos de san todos unos reveldes jasjas
brittana-bitches!!!
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Mensaje por MissHeatherRivera Dom Nov 25, 2012 10:39 pm

3

¡ Lord Tubbington!



FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" Lordtubbington









El resplandor del sol se filtraba tímidamente entre las nubes blancas, que parecían esponjosos trozos de algodón surcando el cielo. Santana agachó la cabeza y caminó a paso rápido por el camino pedregoso frente a ella, escuchando malhumorada los continuos suspiros de su compañera.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —exigió, metiendo las manos en los bolsillos del su pantalon.
—¿Dejar de hacer qué? —le preguntó Brittany con fingida inocencia.
—Resoplar, bufar, suspirar…

La miró de reojo.

—¿Acaso en América está prohibido hacerlo? —Emitió un chasquido de fastidio casi imperceptible—. Para que luego digan que Estados Unidos es la tierra de la libertad. Ni respirar se permite.

Santana le miró asqueada y reanudó la marcha.

—No está prohibido, pero a mí me molesta.
Brittany rió con ganas.

—Me molesta esto… me molesta lo otro… —la imitó—. A mí en realidad me molesta tu cara y no me quejo.

—¡Oh, usted perdone, Reina de la Belleza, olvidaba que eres la hermana gemela de Angelina Jolie! —replicó irónica y poniendo los ojos en blanco.
—Gracias por el halago pero creo que estoy mas guapa Yo —respondió Brittany con un deje de satisfacción.

Santana se cruzó de brazos consternada.
—¡Era una broma, no iba en serio! —Agitó las manos en alto para dar énfasis a sus palabras.
Élla sacudió la cabeza de un lado a otro, negando.
—Ahora no lo intentes arreglarlo —le aconsejó—. Has admitido que soy atractiva y punto. No te sientas culpable por ello —añadió guiñándole un ojo.
Santana se llevó las manos a la cara y se frotó la frente totalmente desesperada. Gimoteó, pataleando en el suelo.
—¡Dios mío, esto es una pesadilla! —exclamó apenada.
Brittany sonrió con más ganas que nunca.
—Y eso que solo acaba de empezar… —le recordó, haciendo hincapié en el asunto.
—¡Cállate! —gritó ella, nerviosa.

Brittany simuló cerrar la boca con una cremallera invisible y lanzar la inexistente llave hacia el prado de al lado. Después respiró hondo, cerró los ojos con placer tras llenar los pulmones de aire y lo soltó todo de golpe.
—¿No te parece que es hora de regresar a casa? —preguntó la chica pasados diez minutos.
Élla la miró feliz, pero no dijo nada.
—¡Contéstame! —exigió furiosa.
Brittany se señaló los labios sellados, divertida al conseguir que su compañera estuviese a punto de entrar en un peligroso estado rayano en la histeria. Ella se cruzó de brazos, medio riendo más de pena que de alegría.
—Tú estás fatal, eres una enferma —le dijo—, pero tranquila, yo te ayudaré a hablar.

Se dibujó una mueca de horror en el rostro de Brittany cuando santana le pisó el pie decidida, dejándose caer sobre las hermosas zapatillas de la joven inglesa. Élla no pudo evitar gritar y la empujó lanzándola lejos.

—Pero ¿qué haces, estúpida? —chilló—. ¡Me has ensuciado mi CARA ZAPATILLA!
Santana se mostró satisfecha.
—¡Dame un pañuelo ahora mismo! —exigió con un tono autoritario.
Ella negó lentamente con la cabeza, saboreando el momento.
—No llevo nada encima —le informó. Sus pupilas, brillantes de emoción, se agrandaban conforme el rostro de Brittany se ponía más y más rojo.
—Ok, volvamos ahora mismo a la casa embrujada —indicó élla, cambiando de dirección.
—¿Cómo que la casa embrujada? - Brittany resopló sin dejar de mirar su zapatilla sucia mientras caminaban. —Ya me dirás con qué nombre quieres que la bautice, teniendo en cuenta los elementos que se encuentran dentro de ella.
—¿Podrías hablar como una persona normal?
—Ya…, entiendo que mi vocabulario te deslumbre, acostumbrada a vivir en la más absoluta vulgaridad —opinó mientras se colocaba con esmero el cuello de su suéter —. Me refería a tu hermana… ¿de dónde la has sacado? ¿Participa como voluntario en alguna investigación científica? de no ser así, me resulta imposible adivinar de dónde sale esa individuo.
Santana abrió mucho la boca, sorprendida y enfadada al mismo tiempo. Aceleró el paso, controlándose para no pisarle la otra zapatilla
—¿Qué tiene de raro Quinn? —preguntó—. ¡Solo es un extraña y se siente muy sexy pero yo no lo veo nada de extraña!
Brittany rió a carcajada limpia.
—Yo pensaba que la gente rara como ustedes eran pacifistas —dijo a modo de reflexión en voz alta—. Y me extraña que tu hermana lo sea. No sé si te has fijado, pero su pelo podría sustituir perfectamente a la más potente de todas las bombas atómicas —musitó rascándose el mentón con parsimonia—. ¿Te has parado alguna vez a observar a ver su cabello a detalle? Tengo la seguridad de que albergan nuevas partículas celulares jamás descubiertas por el hombre…

Santana se llevó una mano a la boca intentando no reír o, al menos, procurando que élla no la viese hacerlo. Porque si se paraba a pensarlo el hecho de que un extraña insultase a su hermana no tenía la más mínima gracia.

—Tú también podrías participar en algún experimento científico —contraatacó—. En uno titulado: «Los doctores descubren que los monos superan la capacidad cerebral de ciertos humanos». Eres la persona perfecta. Ya que tu nivel de inteligencia es como la de un chimpancé, oh que digo creo que los monos tienen mas cerebro que tu.

Brittany se disponía a contestar el último comentario de Santana cuando oyó un extraño ruido en la cuneta. Se giró sobresaltada

—¿Qué ha sido eso? —preguntó señalando la maleza.
—¿Un oso, un lobo, un tigre…? —Santana sonrió con ganas—. ¿Qué pasa, tienes miedo? …

Brittany le dirigió una mirada sombría.
—Tranquila, después de haberos conocido a ti y al resto de tu familia ya no tengo capacidad para temer nada más —dijo—. Con el día de hoy ha sido más que suficiente.

Santana le ignoró no quería que Snix saliera en ese momento así que se acercó hasta los matorrales; Brittany la siguió con cautela. Observó cómo ella apartaba algunas hierbas y gritaba eufórica.
—¡Aaah!
—¿Qué, qué pasa? —Élla dio un salto hacia atrás con el corazón a mil por hora.
—¡Es monísimo! —exclamó—. ¡Ven, ven aquí, bonito, ven aquí! ¡Oh, míralo, es adorable!
Brittany parpadeó confundida. Se puso al lado de Santana y bajó la mirada hasta encontrar a un Gato pulgoso que se rebozaba en un charco de barro que se había acumulado detrás de los arbustos.
—¡Has encontrado a tu novio! —exclamó entre risas. Después, cogiendo del brazo de la morena, la obligó a girarse—. ¡Tápate los ojos, está desnudito! Esas cosas no se ven hasta la noche de bodas…-Y soltó una brusca carcajada. El Gato dejó de moverse, se quedó muy quieto y clavó sus ojillos marrones en los ojos azules de Brittany
—¿Por qué me mira así? —La rubia señaló al pequeño gato—. Santana, dile que deje de hacerlo, ¡me está intimidando!
Santana bufó, alargó las manos y cogió entre ellas al simpático Gatito. Apenas se distinguía de qué color era su pelaje a causa del barro.
—Pero ¿qué haces? —gritó Brittany alarmada—. ¡Ahora sé con certeza que estás completamente enferma! ¡Suéltalo, Santana, suelta a esa bola de gérmenes!
—La Tia Brittany es una gruñóna —le explicó Santana al Gato después de que este le diese un húmedo lametón—. Se hace la dura, pero después de un par de días contigo ya verás cómo acaba rendida a tus pies…
El Gato maulló feliz, como si comprendiese las palabras de Santana, mientras se movía frenéticamente y ronroneaba en las mejillas de la morena. Brittany dio varios pasos hacia atrás.
—¿Cómo que un par de días? —preguntó, acalorada por la cantidad de emociones negativas que se agolpaban en su interior.
Santana le miró confundida.
—¡Awww.., no lleva collar, parece que no tiene dueño! Y está solito… —Dedicó un puchero al animal mientras le daba mimos. El gato ronroneaba agradecido. Después Santana le dirigió una desagradable mirada a Brittany—. Además, si te hemos recogido a ti, ¿cómo no vamos a acoger a este Gatito, que es más adorable y simpático que tú?
El animal volvió a ronronear en su rostro dándole un pequeño lenguetaso de nuevo en la mejilla derecha. Brittany miró asqueado la feliz escena.
—¿Acabas de compararme con un Gato?
Santana sonrió.
—Perdona, pero yo jamás haría algo así, es demasiado cruel. No cabe comparación alguna entre este lindo gatito y tú, ¿verdad que no, gordito precioso? —lo achuchó entre los brazos balanceándolo como si fuese un bebé.
Brittany se llevó las manos a la cabeza.
—¡Pero mira tu camiseta! —chilló—. ¡Está llena de mierda!
—Solo es barro…
—El barro es mierda —le aclaró despacio.
—No importa, estaba para lavar, la llevo desde hace dos días. —Sonrió ante la mueca de repugnancia que élla le dirigió.
—Me da igual. No te lo llevarás. Ese Gato Horroroso no vivirá bajo el mismo techo que yo —sentenció.
Santana negó lentamente con la cabeza. Se sentía feliz al notar la mueca de amargura y tristeza que se iba apoderando del rostro de Brittany.
—Lo siento, está decidido. —Miró al Gato, sonriente—.
—que no¡¡¡….
—que si¡¡¡¡ dime como quieres ponerle..
—a los animales no se le deberían poner nombres, son solo animales, pero creo que contigo fue una excepción..
—Mira quien lo dice, Bueno anda dime..
—Yo que se ponle…Lord
—Ok ya esta¡¡, Lord Tubbington Tú te vienes conmigo, chiquitín…



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Mensaje por LoveyouHemo Dom Nov 25, 2012 11:08 pm

FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 364988687 FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 364988687esta genial, actualiza pronto, me encanta
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Mensaje por angelicarestrepo Dom Nov 25, 2012 11:40 pm

Hola, soy nueva lectora y la verdad me encanta esa idea, en un principio las chicas se odian a "muerte" digamoslo así y después se enamoran tan rápidamente que no son consientes de ello :3 Saludos y hasta la actu Pda: Me ha encantado y seré fiel lectora lo prometo :3
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Mensaje por Haruka Lun Nov 26, 2012 11:45 am

jaajjjjaj como perro y gato son, mola mucho
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Mensaje por MissHeatherRivera Lun Nov 26, 2012 12:13 pm

4

Brittany no es normal




FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" Heathermorrisheathermor







—¡Mamá!
—¿Santy?
—¡Ya estamos en casa! ¡Tengo una sorpresa!
Se oyeron los pasos presurosos de la madre corriendo por el pasillo. Su acalorado rostro asomó por el marco de la puerta del recibidor.
—¿Le ha pasado algo a Nuestra Brittany? —preguntó con la mano en la zona del corazón mientras respiraba sofocada.
Santana resopló.
—¿Nuestra Brittany? No, desgraciadamente no le ha pasado nada. Sigue aquí, tan idiota como siempre —añadió señalando a la rubia, que, demasiado ocupada con la vista fija en el nuevo miembro de la casa, no tenía oídos para nada más—. ¡He recogido a un GATITO!
—¡Eso es fantástico! ¡Hacía tiempo que no teníamos animales en casa, ya era hora! —gritó la madre.
Brittany sonrió ligeramente y, acercándose a Santana, le susurró al oído:
—Ah, ¿no? ¿Y tú hermana qué es?
—¡Cállate, tú aquí no tienes ni voz ni voto! —exclamó al tiempo que le propinaba un codazo.
—SANTANA, no le hables así a nuestra invitado —le reprochó la señora Lopez, que ahora acariciaba las orejas del Gatito—. Bueno, tendremos que buscarle un nombre.
Brittanys alzó una mano deseoso de dar su opinión.
—¿Pulga? ¿Apestoso? —preguntó sonriente.
—Oh, no, Brittany cariño… —Se llevó un dedo al mentón en actitud pensativa—. Podríamos llamarle…
—mama el gato ya tiene nombre…
—¡WTF¡¡… qué es eso! —gritó Quinn, que a causa del alboroto había acudido al lugar de reunión familiar. «Mensa, mira que no saber lo que es un Gato…», pensó la rubia, con la vista fija en los pies descalzos de la recién llegada.
—Se llama Lord Tubbington, Lo he encontrado en el bosque —explicó Santana orgullosa.
—… revolcándose en un charco de barro —añadió Brittany.
—¡Joder! Pues para ser de la calle… está bastante limpio, ¿no? —repuso la hermana mientras achuchaba al hermoso gatito
Brittany se acercó de nuevo a Santana, inclinándose ligeramente.
—Dime que eso ha sido una ironía o me muero.
Santana la ignoró. Todos dejaron de lado a la estudiante de intercambio para centrarse en el nuevo miembro de la familia.
—Lord Tubbington es feo, mejor ¡Ya sé cómo vamos a llamarle! —Quinn alzó las manos, feliz—. ¡Whisky!
—¿Y por qué no Ballantines, Ponche o JB? —preguntó Brittany intentando no reír—. También son muy bonitos —añadió con inocencia.
Santana le dirigió una mirada de reproche, repiqueteando con el pie en el suelo, de brazos cruzados.
—Me recuerdas a mi abuela —objetó él tras evaluarla—. Aunque, creo recordar, ella tenía la piel más tersa. A los ochenta —añadió.
—¡Cierra la boca! Tú no tienes derecho a opinar en este asunto.
—Santana, cielo, deja que élla también participe —la regañó su madre mientras acariciaba al Gatito, que estaba en los brazos de Quinn—. Ahora es parte de la familia.
Brittany sonrió triunfal.
—Eso, ahora somos familia, Santana. —Y le dio un codazo, con una sonrisilla traviesa surcando sus labios.
Ella la perforó con la mirada, sintiendo un electrizante cosquilleo de terror ante la idea de compartir parentesco con aquella enferma. Suspiró resignada.
—Mejor me callo —concluyó.
—Sí, esa ha sido una de las mejores decisiones que has tomado —corroboró élla.
Santana se esforzó por no contestarle. Le agradó que su madre pareciese encantada con el Gatito, pues tenía la firme determinación de quedárselo. Lo habría hecho igualmente, pero que el Gato fuese una molestia para Brittany reforzó su postura.
—¿Cómo se llamará finalmente? —preguntó Quinn.
—Ya te lo he dicho —se quejó Santana,-- Se llamara Lord Tubbington
—No santana…-interrumpió Quinn—mejor Whisky
Brittany alzó una mano, divertida.
—Déjame decirte que me parece un nombre perfecto —apuntó—. Es didáctico, original y muy… educativo.
Quinn no pilló ninguna ironía, y tras estrechar a la inglesa en un fortuito abrazo, palmeándole la espalda, exclamó:
—¡Esta es de las mías!

Brittany logró liberarse de la Rubia poco después, exhausto. Y supo que lo primero que haría —incluso antes de limpiar su pisoteado zapato— sería darse una ducha, con gel exfoliante incluido.
—Señora Lopez, ¿le importaría disculparme? Quisiera darme una ducha rápida —pidió educadamente.
Ella le sonrió con ternura.

—¡Claro que sí, cariño! —exclamó—. Las toallas limpias están en el mueble de abajo —le indicó.
—No se preocupe, traigo mi propio juego de toallas de rizo y algodón puro, cien por cien natural —sonrió tímidamente—. Es que, ¿sabe?, tengo la piel muy sensible.

Santana rió a carcajada limpia y apoyó una mano en el hombro de la señora Lopez, balanceándose ligeramente.

—¡Dios, mamá! ¿Dónde encargaste a esta engendro?, ¿en eBay? jajaja
Y volvió a reír. Quinn miró con curiosidad a Brittany, que parecía sumergido en un estado de profunda reflexión.
—¿Cómo se juega a las toallas? —preguntó la rubia, deslizando un cabello entre sus delicados dedos.
—¿Eh? —Brittany comenzó a plantearse la posibilidad de recurrir al suicidio como vía de escape—. No existe ningún juego de toallas, tan solo son un conjunto de ellas, todas del mismo modelo, ¿entiendes? —le aclaró.
Brittany negó con la cabeza ante el comentario de su hermana, Ciertamente, de seguir así, sus padres comenzarían a sospechar sobre si realmente estudiaba o se pasaba el día haciendo el golfo. Y, teniendo en cuenta el pacto acordado, mejor sería no dar demasiados indicios de estupidez o la analítica Brittany podría descubrirlo pronto.

Brittany no tardó demasiado en escabullirse hasta el baño. Se aseguró de colocar bien el pestillo de la puerta, deseoso de tener un poco de intimidad. Apenas llevaba un día allí, pero se sentía como si le hubiesen dado una brutal paliza. Discutir con Santana resultaba agotador, la chica basurera era más ingeniosa de lo que había pensado en principio. ¡Y ni qué decir de la hermana! A Brittany le había fascinado aquella nueva espécimen, jamás había conocido nada igual. El desastroso estilo de vida de América se le antojaba terriblemente extraño. Élla estaba acostumbrada a su perfecta vida en Inglaterra, viviendo en una lujosa mansión en la mejor urbanización de Londres, acudiendo cada día a la escuela más prestigiosa de la ciudad.

Brittany nunca había tenido necesidad de hacer la colada ni tampoco de prepararse el desayuno cada mañana. Para esos quehaceres cotidianos sus padres pagaban a un mayordomo profesional que, sin bien se desenvolvía extraordinariamente en su trabajo, jamás hablaba ni opinaba; era como una estatua que se encargaba sigilosamente de que todo estuviese en el más absoluto orden. Y así se había criado: entre los trabajadores del servicio doméstico, que estaban a sus órdenes, Vestidos Planchado minuciosamente y cabellos bien peinados. Así pues, pasar aquel mes en el nuevo continente era el reto más difícil que había tenido ella en afrontar en toda su vida.

Sonrió débilmente cuando el agua caliente se deslizó por su rostro, despejándole un poco tras el agonioso día en la casa del terror. No estaba muy segura de cuánto tiempo duraría allí sin volverse loca. Intentó no pensar en ello, concentrándose en exfoliar al máximo su piel, restregándose con ahínco con una esponja rasposa. Cuando terminó, sintiéndose satisfecha tras la detallada limpieza diaria, se cobijó en su albornoz y poco después se vistió con la pijama de raso Rosa que su madre le había comprado específicamente para el viaje. Suspiró cohibida y abrió la puerta del baño despacio, temeroso de lo que pudiera encontrarse fuera. Santana, apoyada contra la pared de enfrente con gesto aburrido, parecía esperar su turno para entrar, pero, en cuanto le vio, una mueca divertida se dibujó en su rostro, al tiempo que le señalaba con descaro.

—Estás de broma, ¿no? —preguntó, en medio de una carcajada entrecortada.

Brittany se miró de arriba abajo, molesta, preguntándose qué habría hecho mal ahora. No encontraba nada extraño que provocase aquella reacción en ella.

—¿Ya te has pasado con las setas alucinógenas, Santana?
Ella negó rápidamente con la cabeza.

—¡Pareces a punto de hacer una excursión al circo! —explotó risueña, con voz chistosa—. Espera, espera… —Se acercó decida hasta élla, que retrocedió enseguida—, ¡pero si te has puesto brillantina en el pelo, Dios mío!

Y se tapó la boca con las manos, como si acabase de cometer un pecado mortal. Élla se cruzó de brazos, irritada.

—¿Qué tiene de raro, piojosa?
—¡BRITTANY, la brillantina pasó de moda allá por los años cincuenta!
—¿Y? —Alzó una ceja—. Ir de mendiga por la vida nunca ha estado de moda. Pero, mira, siempre hay quien disfruta cuando le dan un dólar en la calle
por compasión.

—Oye, animal, yo no parezco una mendiga —se defendió al tiempo que ojeaba su propio atuendo.
—La animal es tu hermana—le recordó él alzando un dedo con firmeza.
—¡Pero mírate! Solo te faltan las zapatillas pomposas de abuela¡¡ jajaja.

Élla pareció recordar algo.
—¡Oh, sí, las había olvidado! —farfulló mirándose los calcetines Blancos mientras movía graciosamente los dedos—. Están en mi armario, ¿te importaría traérmelas?

Ella pensó que se trataba de un chiste.
—¿Primero me llamas mendiga y ahora pretendes que sea tu criada?
—Pues no estaría mal, la verdad. —Se encogió de hombros.

Santana resopló. La miró fijamente, decidida a poner las cosas en su sitio. Aquella niña de papá debería aprender a cambiar su estilo de vida.

—Mira, bonita, aquí cada uno se encarga de sus cosas. Así que mueve el culo hasta tu habitación y búscate tú misma las pomposas zapatillas —dijo con una firmeza arrolladora.

Brittany sonrió tímidamente y comenzó a caminar de puntillas hacia su cuarto. Se giró antes de entrar.

—Oye, me alegra parecerte bonita. Comprendo que te deslumbre mi atractivo físico —añadió señalando su pijama de raso—. Pero, por favor, Santana, no hace falta que lo grites a los cuatro vientos; tu familia acabará pensando que hacemos excursiones de habitación en habitación en mitad de la noche.

Santana abrió desmesuradamente los ojos y se llevó una mano al pecho, sin poder creerse lo que acababa de oír. Se preparó para gritarle alguna incoherencia, lo que fuese, pero no tuvo tiempo, pues Brittany cerró de un portazo la puerta de la habitación tras dirigirle una pícara sonrisa. Ella respiró hondo y se dirigió hacia el baño.

—¡La odio, la odio! —gritó desesperada—lesbiana descarada…
—¿Quién? — Dijo la Rubia de su hermana al aparecer a un lado—
—la loca esa, rubia demente…
—Si esta super loca, me cae mal, se cree mucho, ademas su pijama parece de un circo…-rio la rubia-
—pues que crees, es lo mismito que yo le dije, pero no te preocupes que a ella tu también le caes mal..
—enserio?
—si, tenemos que decirle a mi mamá que esa , esta muy mal de la cabeza,
—no creo que nos creas, ahorita esta maravillada.
—mmm…lo se, pero me da miedo, —dijo en voz baja— creo que es lesbiana,,
—NOO¡¡¡… —dijo sorprendida—
—siii…tengo miedo que me haga algo.
—que te va ah ser, aun que creo que lo mejor que podras hacer es que todas las noches pongas el seguro , osino esa rubita te va ah violar jaja
—Callate¡¡¡¡ ojala y no.




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Mensaje por isababela Lun Nov 26, 2012 1:28 pm

noooo!! se va al chorizoo!! esta re buenoo! seguilo, nueva lectora reportandose...
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Mensaje por Pame_21 Lun Nov 26, 2012 1:29 pm

Hola soy nueva lectora me gusta demasiado la historia FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 1206646864 el como britt es una loca pedante y san que no se le queda atrás espero que actualices pronto FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 2414267551
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Mensaje por MarisaParedes Lun Nov 26, 2012 1:34 pm

Hola! Tu historia es muy divertida, aunque dificil reconocer a Brittany en alguien tan desagradablemente prolija, prejuiciosa y, sobre todo, que deteste a los gatos!!!
Me intriga el pacto entre Santana y Quinn, y el porqué son hermanas... Quinn es adoptada?
Muchas gracias por escribir! Espero tu actualización...
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Mensaje por Lebam_Snix Lun Nov 26, 2012 1:46 pm

amoooo tu fic!!! me encanto desde el 1er capitulo todo me fascina la actitud de Brittany, ya quiero ver como se empezaran a enamorar!
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Mensaje por MissHeatherRivera Lun Nov 26, 2012 2:58 pm

isababela escribió:noooo!! se va al chorizoo!! esta re buenoo! seguilo, nueva lectora reportandose...

hola, hahaha como que al chorizoo O.o jajaja, xD que bueno que te gusto, Gracias por leerlo y comentar. nwn

Pame_21 escribió:Hola soy nueva lectora me gusta demasiado la historia FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 1206646864 el como britt es una loca pedante y san que no se le queda atrás espero que actualices pronto FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 2414267551

Hola, Nueva lectoria, xD que bueno que te gusto, Muchas gracias por leer y comentar, Britt estara cambiando no te preocupes, xD

MarisaParedes escribió:Hola! Tu historia es muy divertida, aunque dificil reconocer a Brittany en alguien tan desagradablemente prolija, prejuiciosa y, sobre todo, que deteste a los gatos!!!
Me intriga el pacto entre Santana y Quinn, y el porqué son hermanas... Quinn es adoptada?
Muchas gracias por escribir! Espero tu actualización...

hOLAAAAA¡¡ Muchas gracias¡¡ jajaja xD Brittany es asi por que fue educada con gente rica, despues se ira aflojando y se hara tierna, NTP, sobre santana y Quinn, si, si son hermanas xD

Lebam_Snix escribió:amoooo tu fic!!! me encanto desde el 1er capitulo todo me fascina la actitud de Brittany, ya quiero ver como se empezaran a enamorar!

Holaaaaa¡¡ que bueno que amas mi FF, jaja xD eso me hace sentir feliz, [bien rara yo] xD ya despues se iran enamorando pero por ahora pura risa abra entre estas dos..


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5

Excursión al supermercado


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Armoniosos rayos de sol se filtraban por la persiana de la habitación, iluminando su rostro. Brittany sonrió cuando despertó y se desperezó en la cama, estirando enérgicamente los brazos mientras escuchaba el canto de algunos gorriones.

—¡Princesa Brittany de Asburgot! —gritó Santana tras la puerta. Élla frunció el ceño, aturdido tras el brusco cambio de aquel despertar—. ¡Arrastra tus posaderas hasta la cocina, es la hora del desayuno! ¡Ah, no olvides los leotardos, que hace frío!

El rostro de Brittany se tornó agrio cuando oyó la maliciosa risita de Santana, que, a paso apresurado, bajaba las escaleras hacia el piso inferior. Se incorporó en la cama, molesta, recordando dónde se encontraba. Acostumbrada a tomar la primera comida del día en pijama, bajó tal cual a la cocina, donde la familia Lopez se encontraba sentada a la mesa. El padre estaba leyendo el periódico, mientras que Santana regañaba a Quinn porque, al inclinarse, sus cabellos se le metían en el tazón de leche.

—Mamá, pero ¿qué más da? —le reprochó esta.
Brittany se sentó en su silla y posó las manos cruzadas sobre el colorido mantel, esperando que alguien le sirviese su desayuno. Como nadie dijo nada, la Rubia finalmente optó por pedirlo.
—A mí me gustaría tomar un zumo de naranja natural, sin pulpa, un tazón de copos de avena, un capuchino con chocolate espolvoreado y… Oh, ¿por qué no? ¡Vamos a saltarnos la dieta! También unas tostadas con mantequilla. —Sonrió.

El señor Lopez asomó el rostro por encima del periódico y le miró fijamente. Quinn y Santana dejaron de engullir cereales y prorrumpieron en una sonora carcajada. Maribel, despreocupada, preparaba el café.
—Abre la nevera y mira a ver qué pillas —le dijo el señor Lopez, confundido—.
Es que estamos a principio de mes, así que todavía no hemos ido a comprar.

Brittany tardó unos segundos en comprender la situación. ¿Significaba aquello que élla misma debería prepararse el desayuno? ¿E incluso abrir la puerta de la nevera? Nunca había hecho una hazaña de tal calibre. Se sentía ligeramente aturdida; aquellas cosas no cuadraban en su mundo perfecto. Se levantó lentamente y se dirigió hacia la nevera, evaluando aquel montón de
chatarra como si fuese a atacarle de un momento a otro. Después, valerosa, posó una mano en el mango y tiró con fuerza. La luz le deslumbró. Parpadeó sin entender. Allí dentro no había absolutamente nada; tan solo quedaban dos manzanas, unos restos de zumo tropical, algunos huevos y unos sangrientos filetes de ternera. Consternada, volvió a cerrar la puerta y se dirigió hacia su silla, con la vista fija en la familia Lopez. Santana se giró hacia élla.

—Rubita, mmm… no son copos de avena, pero puedes comer Choco Krispies, están buenos —dijo, mostrándose amable por primera vez, como si sintiese pena por élla.

Brittany dirigió la mirada hacia la caja de Choco Krispies, de la cual se había apoderado Quinn. La extraña Rubia de mil colores que no dejaba de reir al ver un programa de Gente extraña en la Televisión, metía ferozmente sus garras dentro del paquete de cereales y los sacaba a puñados para engullirlos casi con violencia.

—No, gracias. —Sonrió forzadamente—. He oído que es bueno ayunar por las mañanas.
—Pero ¿dónde has oído eso? ¡Es mentira! —le reprochó Maribel—. ¡Anda, cielo, tómate un cafesito! Y he traído unos bollos de crema de la panadería… ¡moja uno en el café!

Brittany negó con la cabeza, sin saber qué decir.

—Yo… intento no comer nada que tenga demasiado colesterol.
—¡Joder, que estas loca! —exclamó Quinn—. Ni carne, ni bollos, ni cereales… pero ¿tú de qué vives,? Venga, cómete unos Krispies, que están muy buenos —le aconsejó, masticando con la boca abierta. Ver los trozos de cereales papeados no aumentó el apetito de la inglésa.

La señora Lopez se giró decidida hacia todos ellos, secándose las manos en un trapo de cocina que dejó colgando a un lado de su delantal.

—Está bien, será mejor que dejemos el tema. —Sonrió amablemente—. ¡Ahora iremos todos a comprar! Así haremos algo en familia.
Quinn se tragó sus Krispies apresuradamente.
—Mamá, tengo que estudiar —se excusó, se levantó rápidamente de la mesa y se escabulló escaleras arriba.

El señor Lopez se mordió el labio inferior, pensativo, mientras doblaba el periódico del día con delicadeza.
—Cariño, creo que debería quedarme para revisar las ruedas del coche, que están fatal —explicó.
—Bueno, no importa. —Suspiró resignada, agotada de intentar unir a aquella individualizada familia—. ¡Ahora que lo recuerdo, yo también tengo que pasarme por la tintorería! Lo había olvidado…

La mirada aterrorizada de Santana se alzó lentamente hasta dar con los ojos de su madre. La joven frunció con descaro el ceño.
—Dime que es un chiste, mamá —exigió, y echó un vistazo a la Rubia—. No pienso ir sola al supermercado con eso
.
La señora Lopez resopló, poniendo los brazos en jarras. Estaba convencida de que su inquilina era un muchacha normal y atribuía su extraño comportamiento al hecho de que se había criado en una cultura diferente. Le llevaría un tiempo acostumbrarse a la vida en América.

—«Eso» tiene nombre —le reprochó a su hija—. Llámale Brittany.

Santana miró en derredor desesperada, como buscando una salida, cualquier escapatoria válida… pero tan solo se encontró con los azules ojos de la aludida. Se dejó caer dramáticamente sobre el respaldo de su silla, lo que la hizo chirriar.

—Esta Bien…Esta Bien... —Maribel sonrió como buenamente pudo—. Brittany, te daré la lista de la compra a ti, que pareces más responsable.
Élla pareció emocionada ante el detalle y no tardó demasiado en huir escaleras arriba, dispuesta a arreglarse para salir a comprar.

—Tardo cinco minutos —le dijo a Santana.

Ella asintió con desgana, como si fuese un muñeco al que se le han acabado las pilas.

Santana tuvo tiempo de sobra para despedirse de toda su familia, que rápidamente se fueron marchando concentrados en sus quehaceres cotidianos. Después, preguntándose qué demonios estaría haciendo la idiota de Brittany, terminó viendo un aburrido documental, tumbada en el sofá, con el pequeño Lord Tubbington dormitando sobre su barriga. Cuando élla apareció sonriente en la puerta del salón, se frotó los ojos al tiempo que bostezaba, intentando despejarse.

—¿No habías dicho que solo serían cinco minutos? —le acusó, feroz—. ¡Has tardado más de una hora!

Parpadeó y le observó detenidamente. Brittany vestía unos pantalones negros realmente pegados a su magnifica Figura, que al igual de sus botan largas y de buen material , se pegaban a sus piernas, Llevaba una camisa blanca que con una chaqueta y una Pashmina de color Negro rodeaba su cuello, Como si se tratara de una Estrella de Cine, Santana supuso que, en el nefasto intento de dar un toque Formal era demasiado ya que también llevaba un sombrero negro [muy extraño en verdad]. Asi que la Morena dio una pequeña risa
—¿Qué pasa? —preguntó Brittany, cohibida y sin apartar ni un solo segundo la mirada del peligroso Lord Tubbington, que danzaba a los pies de su ama.
—¿Es que vamos a una boda y no me he enterado?
Brittany evaluó su vestimenta, sin comprender.

—Si apenas me he arreglado —apuntó—, ni siquiera llevo mis lentes de Sol
—¡Oh, eso lo explica todo! —exclamó ella risueña—. No quiero ni pensar cómo acudirías a una ceremonia.
—Pues…
Santana le interrumpió, levantándose estrepitosamente del sofá.
—Majestad, guárdese los detalles, no me interesan —farfulló, colocándose bien la capucha de la cazadora.
Salieron a la calle y caminaron avenida abajo en busca del supermercado, que quedaba a seis manzanas de distancia.

—Dame la lista —le ordenó Brittany alzando una mano con porte elegante.
—¡Que te crees tú!
—¡Eh, tu madre ha confiado en mí como portadora de la lista! —reprochó consternada, con la expresión de una chiquilla caprichosa.

Santana la miró divertida.
—Pero ¿qué te piensas, que mamá ha escrito en la lista de la compra el secreto del universo o qué?

Élla frunció el ceño.
—Me da igual, quiero mi lista —insistió—, soy la responsable —Y después la miró maliciosa—, ya que tu madre cree que no eres lo bastante madura como para ocupar tal cargo.

La joven resopló, nerviosa. Lograba sacarle de quicio por cualquier estupidez. Aquello era un infierno de carne y hueso.
—¡Toma tu lista y métetela donde te quepa!
—… en el bolsillo —añadió élla y se la guardó delicadamente.

Entraron en el supermercado. Santana se dirigió decidida hacia los carritos de la compra mientras que Brittany se quedaba pasmada, observando asombrado su alrededor. Era la primera vez que pisaba un lugar así; jamás había ido a hacer la compra, para eso le pagaban a la señorita Charlotte, su criada, que llevaba años viviendo como interna en la mansión londinense.
Reaccionó casi con sorpresa cuando una familia con niños que gritaban pasó por su lado. Suspiró e intentó asimilar lo que veía. Aquello era alucinante; un espectáculo en toda regla. Bolas enormes y pomposas colgaban del techo, junto con numerosos carteles luminosos que exclamaban: «¡Felices fiestas!». Por si aquello fuera poco, un árbol de navidad se alzaba en la entrada del supermercado repleto de espumillones, y por megafonía se emitían villancicos populares que inundaban el recinto.

—¿Qué haces ahí parada? —le gritó Santana.
Élla despertó de aquel profundo letargo y la siguió a paso rápido.
—¿Quieres sacar la lista de la compra de una vez?
—¡Oh… sí, sí!
Extrajo la nota del bolsillo, la desdobló con cuidado y alisó una esquina que se había arrugado ligeramente. Se aclaró la garganta y dijo con voz firme:

—Huevos.

Santana comenzó a caminar más rápido, recorriendo los eternos pasillos segura de sí misma. En el fondo, Brittany agradeció su compañía, pues si hubiese estado sola, habría acabado perdiéndose. Cuando llegaron al estante de los huevos, se quedó conmocionado ante la variedad de marcas, tamaños y envases que había. Santana cogió decidida media docena y la dejó en el carro. Brittany ladeó la cabeza mientras observaba detenidamente el producto.
—¿Piensas coger esos? —preguntó, y una mueca de asco surcó su aterciopelado rostro.
—No es que lo piense, es que ya están en el carro.
—Siempre puedes volver a cogerlos y dejarlos en el estante —aclaró Brittany.
—Pero es que tenemos que comprar huevos.
—Ya, el problema es que el aspecto de esos no me gusta —apuntó, señalándolos con un dedo acusador, como si los pobres huevos estuviesen malditos.
Santana fijó su vista en el estante, después miró a la Rubia confundida. Nunca lograba comprender su retorcida mente. Aunque tampoco quería llegar a hacerlo.
—¡Qué más da! Son todos iguales, ¡solo son huevos!
—¡Para mí no solo son huevos! Es el alimento y la proteína que voy a ingerir y que se acabará depositando en mi cuerpo. La nutrición influye muchísimo en la suavidad de la piel, ¿lo sabías?

Ella alzó las manos, exasperada.
—¡Oh, Dios mío! ¡Esto no es una clase de biología! Solo es una maldita caja de huevos.
—Coge esos —le indicó Brittany, señalando un envase amarillo.
—¡Pero si son carísimos! —se quejó Santana—. ¡Valen cuatro dólares más!
Élla bufó, restándole importancia.
—¡Cógelos! Ya recortaremos gastos en otras cosas.
Santana terminó cediendo con la esperanza de que se callase de una vez por todas. Continuaron avanzando por los pasillos del supermercado.
—Léeme lo siguiente —le exigió la chica.
—Leche.
La estantería de los lácteos se le antojó infinita. Brittany pasó más de veinte minutos leyendo las etiquetas de los envases, como si fuese una inspectora de sanidad.
—¿Qué leche ha elegido, Su Madame? —preguntó Santana, al borde de la desesperación.
—Esta. —Brittany le tendió una caja.
—¿Eh? ¿Leche fresca, sin lactosa, desnatada, ecológica? DIOS ESTAS LOCA amiga, tú eres muy rara
—No soy tu amiga —le recordó Brittany.
Santana suspiró profundamente, armándose de paciencia, y clavó la vista en el techo del supermercado como si esperase recibir alguna ayuda del cielo.
—Es un decir, una frase hecha —le aclaró.
—Ah, interesante —reconoció Brittany, pensativa—. Ahora entiendo por qué la neandertal de tu hermana me lo dice a todas horas.
Santana carraspeó, para aclararse la garganta antes de hablar. Después miró a la Rubia que la acompañaba, sosteniendo un bote de mostaza entre las manos mientras leía la etiqueta. Su ridícula ropa de mujer Estrellata y Rica llamaba tanto la atención dentro del supermercado de una modesta urbanización que todos los clientes se giraban para echarle una detallada ojeada.
—Brittany, siento tener que decirte esto, pero deberás darte un poco de prisa con la compra —dijo, cruzándose de brazos a la defensiva—. Sé que te encantaría, pero no podemos acampar y pasar la noche aquí; cierran a las ocho.
—Perfecto. —Sonrió satisfecha—. Entonces aún nos quedan unas horas.
Ella se detuvo y soltó el carrito de la compra en mitad del largo pasillo de salsas.
—¿Te has vuelto locaaaa¡¡¡¡¡? —gritó—. Bueno, ¡qué pregunta más estúpida por mi parte!
—Sí, la verdad es que sí —afirmó élla, distraída—. ¡Pero cuántos conservantes tiene esto!
—¡Es que siempre has estado loca!
Brittany se volvió y la miró con curiosidad.
—Nos conocemos desde hace veinticuatro horas, basurera, así que no entiendo qué quieres decir cuando dices «siempre».
—Esa es la peor parte: recordar que aún nos quedan veintinueve días por delante. Tendré que comprarme pastillas antiestrés o tapones para los oídos.
Brittany se encogió de hombros. En realidad le daba igual. Por élla como si terminaba metiéndose esas pastillas por vena. Bajo su punto de vista, aquella chica desarreglada cumplía todos los requisitos para terminar muriendo por sobredosis. No le extrañaría en absoluto encontrársela dentro de unos años en cualquier esquina, pidiendo limosna. Limosna que élla no le daría, por supuesto.

—Mira, enferma, tenemos que irnos —se quejó—. No pienso pasar mi primer día de vacaciones en un supermercado. Existen cosas más interesantes en la vida.
—¿Como qué? —Brittany alzó una ceja, intrigada.
—Oh, ¿es que jamás haces nada divertido?
—Bueno, da igual, si así fuese tampoco sería asunto tuyo —farfulló con un delirante desinterés—. Y ahora, si no te importa, deja que termine de leer los componentes de la salsa roquefort.

Santana murmuró algo por lo bajo, irritada. Se despidió de Brittany indicándole que le esperaría en las cajas y dejándola a solas en mitad del pasillo. Aguardó mientras observaba cómo una muchacha rubia cobraba la compra de los clientes sin demasiada amabilidad. Desesperada, terminó rezando y pidiendo que Brittany llegara pronto. Si no lo hacía, pensaba marcharse sin miramientos; poco le importaba lo mucho que su madre la reñiría. En todo caso, lo único que la asustaba levemente era que la señora Lopez la castigara sin salir con sus amigos, teniendo en cuenta que acababan de empezar las vacaciones.

Media hora después, La rubia apareció por el pasillo de la derecha, con el carro repleto de comida como si se acabase de declarar la tercera guerra mundial y tuviesen que recolectar suministros para medio continente americano. Santana la miró intrigada.
—¿Se puede saber cómo vamos a pagar todo eso? —preguntó, señalando las extrañas hamburguesas sin carne, algo que le pareció totalmente contradictorio.
—¿Es que tu madre no te ha dado dinero? —Brittany se encogió de hombros.
—Sí, pero lo que me ha dado no llega para pagar todas estas ESTUPIDECES¡¡ —se quejó, consternada—. Vuelve a dejarlas en su sitio —añadió, al tiempo que reparaba en un desagradable trozo de queso sin sal que yacía al lado de un paquete de algas marinas ricas en vitaminas.
Brittany la miró Enojada, sin ninguna intención de devolver nada a su lugar.
—Pues ve al banco a sacar dinero —le ordenó, con aire diplomático.
—Pero ¿qué demonios te has creído? ¡No somos ricos, no podemos permitirnos todos estos caprichos, somos una familia de clase media!
—No hace falta que medio supermercado se entere de nuestra situación económica. A nadie le interesa —objetó, ante los gritos de Santana.
La muchacha respiró hondo, intentando calmarse. Era agotador mediar con aquella imbécil. Se armó de paciencia, procurando que entrase en razón.
—El problema es que no tenemos suficiente dinero —dijo, hablando claro, despacio y alto—. Así que algo tendremos que hacer.
Élla la miró sin comprender. En la vida de Brittany jamás se había presentado ningún contratiempo que tuviese que ver con el dinero. Nunca le habían negado nada, mucho menos si se trataba de comida, algo absolutamente necesario para vivir. Por lo tanto, la familia Lopez le estaba negando la vida.

Suspiró, frustrada.
—Le pediremos a la chica de la caja que sea solidaria con nosotras —concluyó, sonriente.
—Pero ¿tú en qué mundo vives? —Santana la miró extrañada—. Aquí nadie regala nada. Tienes que pagar todo lo que compras.
Brittany, pensativa, observó a la muchacha rubia de la caja. Santana siguió el eje de su mirada, advirtiendo a dos chicos y una chica, de aspecto delicado, que cuchicheaban con la vista clavada en ella
—Te están mirando fijamente —objetó Santana, extrañada.
Élla sonrió ampliamente, mostrándole su blanca dentadura.
—Claro que me miran, todo el mundo lo hace.
—¿Qué?
—Es por mi cara —dijo señalándose el rostro—. Siempre les resulto atractiva jojo.
—Estás demente.

Brittany, con gesto coqueto, les guiñó a aquellos chicos, que terminaron riendo tontamente mientras se ruborizaban. Santana pestañeó, sorprendida. No comprendía que alguien tan insoportable como élla pudiese resultar atractiva. La miró fijamente, intentando encontrar aquel punto de belleza. Sí, bueno, tenía el cabello de un rubio dorado; bien, aquello podía pasar por aceptable. Lo ojos también, Azules. Su forma de mirar anunciaba a leguas de distancia que era una cabróna en toda regla. Y, supuso, aquello solía atraer a cualquier chica o chico de cabeza hueca. Resopló, molesta por la repentina atención que había despertado a la Rubia
—No es momento para firmar autógrafos —le indicó, señalando el abarrotado carro de la compra—, tenemos problemas más serios de los que ocuparnos.
Élla enarcó una ceja, divertida.
—¿Estás celosa? ….
Santana sintió verdaderas ganas de estrangularle, de apretar con fuerza aquel delicado cuello de cisne señorial. Le dirigió una mueca burlona.
—¿Es que existe alguna razón por la cual pueda sentir celos? ¿Celos de qué, exactamente? ¿De tener que convivir bajo el mismo techo con una Naca como tu? mmm…No, te aseguro que no —puntualizó—. Si ahora mismo esos chichos o aquella chica idiota, me diesen tres dólares por ti, te vendería sin lugar a dudas.
Brittany sobreactuó haciéndose la dolida, abriendo desmesuradamente los ojos al tiempo que se llevaba una mano al corazón.
—¿Tres dólares? ¿Eso crees que valgo? —protestó.
Ella sonrió de lado, satisfecha.
—No es lo que vales tú, idiota, cobraría tres dólares porque te vendería con la vestimenta estúpida que traes, estaría todo incluido. Y, ciertamente, tiene pinta de ser caro.

Los fulminantes ojos Azules de Brittany se convirtieron en dos pequeñas rendijas brillantes. Aquel punto irónico de Santana no le había gustado en absoluto. Lo consideraba bueno, sí, era una magnífica salida. Y eso, obviamente, desestabilizaba la situación. Suspiró, con una idea divagando en la cabeza.

—Es una pena que no pueda decir lo mismo de ti —musitó, con falso gesto apenada—. No podría venderte, tendría que regalarte. Dudo que nadie fuese a darme nada por tu ropa. Es más, dudo que nadie aceptase mi regalo, por mucho que insistiese. Yo no lo haría si estuviese en tu asqueroso pellejo.

Santana cerró con fuerza los ojos, tranquilizándose mentalmente. No soportaba más el simple hecho de oír su suave vocecilla inocente. Se apartó el pelo de la cara, abrumada, antes de volver a señalar por cuarta vez consecutiva el carrito de la compra.
—Tenemos que pagar eso, desgraciada —le recordó.
—¿«Tenemos»? —Simuló mirar a su alrededor—. Querrás decir «tienes que pagar».
—¿Qué? ¡Pero si has sido tú quien ha cogido todo lo que hay ahí dentro!
Los dos muchachos que minutos atrás miraban embelesados a Brittany ahora se habían girado, y prestaba mayor atención a la situación, como si se tratase de un culebrón.
—Pero ¿a mí qué me estás contando? —Élla se encogió de hombros—. Tú madre te ha responsabilizado a ti de comprar la comida, yo solo te acompañaba. Si no has sabido apañártelas no me eches ahora la culpa. —Sonrió malévola—.Ya es hora de que empieces a madurar, Santanita.
La miró anonadada. Estaba de broma, ¿no? Porque, de no ser así, terminaría por volverse loca. Algo se encogió en su estómago cuando volvió a recordar que todavía le quedaban veintinueve días por delante junto a Brittany. Era la peor de las pesadillas.

—¿No llevas nada de dinero encima? —preguntó; comenzaba a sentirse débil y maltrecha. Tenía ganas de llorar, pero logró reponerse alzando con firmeza el rostro, orgullosa.
—No. Absolutamente nada. Cero.
—Genial. —Suspiró pesadamente.
Entonces se acercó decidida hasta el carrito de la compra, se lo arrebató
a Brittany de las manos y se dirigió hacia los pasillos del supermercado.
—Pero ¿qué haces? —preguntó élla, atónita.
—Ya que tú no quieres colaborar, lo haré sola: voy a dejar toda esta mierda light en su lugar —anunció satisfecha.
Élla la alcanzó corriendo. Extendió las manos frente a ella para impedirle avanzar.
—¡No lo harás, rata inmunda! —masculló con voz áspera y fuerte.
—Ya lo creo que sí. —Santana comenzó a silbar animadamente con la finalidad de sacar de quicio a la joven de oro.
Cogió un cogollo de lechuga y, tras leer la enorme etiqueta en la que se especificaba que había sido cultivada en un invernadero ecológico, la dejó en el estante con el resto de las lechugas.
—¡No! —gritó élla, llevándose las manos a la cabeza.
—Tranquila, sobrevivirás sin tu lechuga.
Brittany lo recogió y la siguió contrariada, sosteniendo el cogollo entre las manos como si fuese un bebé recién nacido que necesitase mimos.
—¡Está bien! Iré al banco —dijo al fin, rindiéndose ante la satisfecha risita de Santana—. Yo pagaré la compra.
—Así me gusta. —Ella asintió orgullosa—. Veo que vas mejorando, mi muñeca de oro.



- C O N T I N U A R A -


Última edición por MissHeatherRivera el Lun Nov 26, 2012 3:18 pm, editado 1 vez
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Lun Nov 26, 2012 3:07 pm

jejeje..........sinceramente tu fic me encanto e hizo que me distrajera bastante, ansío desesperadamente un nuevo capitulo

Saludos, hasta la próxima actualización
_Claudia_100%fanGLEE_Bol
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por brittanasfor4ever Lun Nov 26, 2012 3:42 pm

jajajaja por dios como me ha divertido este fic, me ha encantado, un fic en el cual santana ama a Lord T<3, y como dice el dicho "del odio al amor solo hay un paso", tienes a una fiel lectora espero pronto que actualices un beso:)
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Mensaje por MissHeatherRivera Lun Nov 26, 2012 4:04 pm

6


Viaje en limusina




FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" Tumblrm7bqcu2kai1rnx6q9



Desgraciadamente, de camino a casa, Brittany vislumbró el enorme cartel de una pequeña tienda donde anunciaban la fabulosa oferta de cuarenta Tupperware por cien dólares.

—Entremos —ordenó.
—¡Tú estás jodiendome! —se quejó Santana, cargada con gran cantidad de bolsas. Tenía los dedos entumecidos por el peso y le dolían las manos.
—Luego cogemos un taxi —objetó élla, al tiempo que sus correspondientes bolsas en mitad de la calle—. Necesito esos envases para administrar mi comida.
—¡No, no hagas eso Brittany, por Dios! —gritó Santana, pero fue demasiado tarde. Élla le había sacado varios metros de distancia y se dirigió a una velocidad descomunal hacia la tienda, como si fuese una droga para élla.
Salió poco después, cargado con dos cajas de cartón y una estúpida sonrisilla surcando su rostro. Gracias a la compra de última hora, llegaron a la conclusión de que no podían continuar su camino con quince bolsas de comida y aquellas enormes cajas de cartón que parecían a punto de reventar.
—Pero ¿qué has hecho, estúpida?
Élla la miró con una cara extraña: algo de pena mezclada con un deje de profunda satisfacción.

—He visto la oferta y no he podido resistirme —explicó élla, orgullosa—, además, ¿dónde piensas que va a caber toda esta comida? Claro, ¡es verdad! Podríamos utilizar tu cuarto como despensa, yo creo que hasta parecería más ordenado; y como el suelo es tu ropero, el armario queda completamente libre para guardar alimentos —dijo, con gesto reflexivo imitando a una de aquellas filósofas de la Ilustración.
—¡No puedo creer que estés hablando en serio! —explotó ella—. Eres tu la que ha ocupado mi casa, una inquilina indeseable. Lo más normal sería que utilizases tu habitación, y vaciases tu ridículo armario lleno de cajas de bastoncillos para los oídos, cremitas para la cara y potingues y medicamentos varios —replicó Santana.

Brittany abrió la boca para protestar, pero ella le interrumpió dirigiéndole una mirada que cortaba la respiración.
—Cogeremos el autobús —anunció Santana dirigiéndose hacia la parada
que tenían a apenas tres metros de distancia.
—¿El autobús? —preguntó Brittany intrigada.
—Sí, ese coche grande, con ruedas, que lo maneja un conductor… —explicó Santana.
Brittany sonrió orgullosa.
—¡Ah! Yo tengo uno de esos, pero nosotros lo llamamos «limusina» —aclaró contento.

Santana la miró consternada. ¿De verdad Brittany hablaba en serio? ¿Era cierto que jamás había entrado en un supermercado y ni siquiera tenía claro lo que era un autobús? Santana preguntaba en qué mundo se habría criado aquella excéntrica muchacha; desde luego, en ninguno demasiado realista. Decidió aprovechar aquella oportunidad.

—¡Oh, sí, sí! Es eso, una especie de limusina, pero más popular —le dijo, deseosa de ver su reacción cuando el autobús parase frente a ellas.
—¿A qué te refieres con eso de «más popular»? —Brittany frunció el entrecejo, insegura.
—¡Ya lo verás! —Sonrió ella malévola—. ¡Mira, ahí llega!
Brittany observó la enorme limusina que se acercaba hacia ellas, abrumada por la emoción. Aquella era más grande que la que élla utilizaba para acudir cada día a sus clases en Londres. Soltó un grito de asombro, sonriente. Entonces el majestuoso carruaje frenó secamente frente a ellas, y comenzó a distinguir algunas cabecillas curiosas que se asomaban por las ventanas. Gente desconocida.

—Pero ¿qué coño…?
—¡Vamos, sube!
Siguió a Santana, consternada.
—¡Dios mío, es el Apocalipsis! —gimió en cuanto puso un pie en el autobús.

Agarró a Santana de la manga de la chaqueta y tiró de ella insistentemente. Después reaccionó y la soltó asqueada—. Yo prefiero ir andando.

Santana sonrió ampliamente, tras dejar las bolsas de la compra en el suelo mientras comenzaba a abrir su colorido monedero de tela. Dejó caer tres dólares en la repisa del conductor.
—De ningún modo —objetó—, la culpa es tuya por decidir comprar cien Tuperwares.
—Siempre podría devolverlos…
Santana se volvió, dándole la espalda al conductor.
—Mala suerte, ya he pagado los billetes.
—¿Y a mí qué me importa? Eres tú quien ha perdido dinero estúpidamente.
Las puertas del autobús se cerraron con un sonido chirriante y esponjoso. El conductor se puso en marcha dirigiéndole media sonrisa.
—Lo siento muchacha —le dijo al tiempo que se encogía de hombros—, la señorita manda.
—Esto no es una señorita —le corrigió Brittany, señalando a Santana.
—Pero ¿cómo te atreves?
Santana le habría abofeteado gustosamente de no ser porque sus manos estaban ocupadas sosteniendo las enormes bolsas de la compra.
—Solo te mantengo en contacto con la realidad.
—Te diré una cosa, Brittany —puntualizó Santana, enfadada—. Puede que no sea la chica más guapa del mundo…
—No, no lo eres, desde luego.
—… pero comprendo el significado de la palabra «respeto», algo que tú desconoces.
Brittany parpadeó con indiferencia.
—Bien, quédate con tu respeto —farfulló—. Yo prefiero quedarme con las mujeres guapas.
—Eres una ignorante sin remedio —concluyó ella—. Me das pena.
—¡Oh, no sé si podré soportarlo! —exclamó burlona, y se llevó una mano al pecho dramatizando exageradamente.
—Que te JODAN¡¡¡…
Santana echó a andar hacia el interior del autobús, mientras oía al fondo las carcajadas del conductor. Estaba tremendamente cabreada. Y lo estuvo aún más cuando distinguió las coquetas miradas que le dirigían a la idiota de Brittany un grupo de chicas y Chicos apoyados en el cristal derecho del autobús.
—Ciegos… —susurró ella por lo bajo.

Élla buscó su mirada antes de contestar.
—¿Ciegos? —Sonrió ampliamente—. Querrás decir afortunados. Afortunados por poder gozar de mi exquisito rostro.

Santana arrugó la nariz, molesta.
—Tú jamás te has puesto delante de un espejo, ¿verdad?
Élla sacudió las manos, despreocupado.
—¿Para qué iba a hacerlo? No lo necesito —aclaró—. Puedo ver mi reflejo en las reacciones satisfechas de todos los que me rodean.

Ella pestañeó más de lo necesario, intentando asimilar sus palabras. Se preguntó si estaría bromeando, pero Brittany tenía el rostro serio aunque levemente tenso mientras miraba a su alrededor.
—Oye, aquí hay muchos gérmenes… —murmuró—. No me gusta esta limusina, la mía es mejor.
—Sujétate o te caerás cuando frene —le avisó ella, girándose hacia la ventanilla con la intención de ignorarla.
La rubia farfulló algo.
—Pero ¿qué dices? Estas barras de metal han sido tocadas por muchas personas. No pienso posar mis delicadas manos sobre ellas —Alzó una mano frente al rostro de Santana—. ¿Ves? Mi madre siempre me ha dicho que tengo dedos de pianista.
—Tu madre miente.
—¿Por qué iba a hacer algo así?
—Para que te callaras y la dejaras en paz, seguramente —le explicó, todavía enfurruñada—. La gente te cubre de halagos sin ton ni son con la intención de perderte de vista.
—Eso no es cierto. —Sonrió tímidamente—. Yo nunca te he halagado, pero sí deseo que te pierdas de mi vista. Y de la vista del resto del mundo, a ser posible.

Santana bufó de forma pesada, cansada de escuchar su voz de algodón, que lograba sacarla de quicio. Entonces el autobús frenó en seco cuando un semáforo se puso en rojo. Brittany, que seguía de pie sin sujetarse a nada, se deslizó bruscamente hacia delante, precipitándose sin control sobre el cuerpo de ella, que gimió dolorida cuando se golpeó contra el suelo.

—¡Levantate, de mi imbécil! —ordenó, al tiempo que sacudía el cuerpo de la rubia—. ¡!¿Quieres apartarte?¡¡
—¡Por todas las vírgenes, debo estar lleno de microbios! —se quejó élla, haciéndose a un lado.
—Espero que te coman viva¡¡¡.
Santana logró levantarse del suelo a duras penas y se frotó la espalda.
—La próxima vez intenta resistir la tentación de tirarte sobre mí. Gracias —aclaró la joven, dolorida.
Brittany consiguió ponerse en pie y, tras sacarse un pañuelo blanco de tela del bolsillo, comenzó a sacudirse las ropas, como ejecutando una especie de
ritual para invocar al demonio. Santana la observó aterrorizada.
—¿Quieres dejar de hacer eso? Todo el mundo nos está mirando.
—Nunca me ha molestado que la gente me mire, al contrario —explicó élla—, resulta satisfactorio ver sus brillantes ojitos de deseo.

La chica tosió, y dio un paso atrás; intentaba fingir que la rubia del pañuelo no era su acompañante ni tenía ningún tipo de relación con ella.
Desgraciadamente, le era del todo imposible e inhumano no advertirle.
—¡Quieres cogerte a la barra de una maldita vez!
Élla negó con la cabeza.
—Lo que necesito es sentarme —objetó, cual consejera de la Corte. Entonces se giró hacia una anciana enclenque y le dirigió una mirada acusadora y penetrante, como queriéndole decir que aquel era su sitio. Reservada. Santana le dio un suave puntapié.
—Deja de mirarla así, ¿es que no tienes vergüenza?
Brittany carraspeó y se acercó al oído de Santana, que percibió su aroma vainilla , mentolado y fresa.
—Es que no es justo. Yo tengo una vida por delante, y esa mujer es obvio que no. Dile que se levante.
Santana se volvió de nuevo hacia la ventanilla, anhelando salir de allí y sintiendo cómo algunas lágrimas de pura crispación y rabia se agolpaban en sus ojos. Pestañeó inmediatamente, con lo que logró que ninguna de ellas se derramase.
No podía ser real. Necesitaba cerciorarse de que no era cierto.
—Bueno, ¿piensas decírselo algún día?
—No, claro que no —contestó secamente—. ¿Por qué no te sientas en ese otro sitio? —le preguntó, señalando un asiento libre.

Brittany sonrió satisfecha y caminó a trompicones hacia el asiento libre. Santana la siguió: quería perderle de vista, pero temía dejarla sola y que montase algún espectáculo. La Rubia extendió su pañuelo blanco sobre la silla antes de sentarse, ante la atónita mirada de todos los pasajeros. A su lado iba una mujer de mediana edad con un niño de apenas un año sentado sobre las rodillas. Brittany le dirigió una mirada acusadora al chiquillo, como avisándole de que no quería problemas.
Apenas pasaron cinco minutos cuando una imprevisible ráfaga azotó su nariz. El olor era fuerte e insistente, como si se hubiese sentado al lado de un cesto lleno de huevos podridos. Santana no tuvo tiempo de detenerle cuando Brittany giró lentamente la cabeza hacia la distraída mujer.

—Perdone… —le dijo la rubia —, pero su hijo huele a materia orgánica sucia. Muy sucia.
—¿Qué? —preguntó la mujer, confundida.
—Excremento —aclaró, tapándose la nariz con los dedos—, desecho, caca, mierda. El niño huele a mierda, señora.
La mujer abrió los ojos, alarmada. Santana bajó la mirada y la clavó en el suelo, deseando que aquel autobús fuese como los coches de los Picapiedra, abiertos, para poder escapar de él. Sentía una vergüenza ajena tan profunda que no fue capaz de interrumpir la conversación de los otros dos. Sus mofletes se habían tornado de color ciruela.
—¡Es un niño, es normal que pasen esas cosas! —exclamó la madre, que abrazó con más fuerza a su hijo—. Tú también hiciste ese tipo de cosas cuando tenías un año.
Brittany sonrió orgullosa, sin dejar de taparse la nariz en ningún momento, de forma que su voz sonaba radiofónica.
—Lo siento, pero eso jamás me ocurrió a mí. Mi asistenta tenía la orden de cambiarme cada media hora —le informó—. Es que, ¿sabe?, mi piel es increíblemente sensible.
—Esta chica está demente… —susurró la madre del niño.
—¡Y que lo diga! —la apoyó Santana que había encontrado el suficiente valor para hablar, abochornada.
Afortunadamente bajaron en la siguiente parada. Brittany se levantó al instante, satisfecha de salir del autobús. La mujer, con el niño todavía sobre las rodillas, le dirigió a Santana una mirada caritativa.
—¡Qué Dios se apiade de ti! —le dijo, en referencia a la infinita paciencia de la chica, después de que esta le contase que Brittany era su inquilina de intercambio.
—Eso espero —replicó ella, al tiempo que se santiguaba.
Brittany bufó exasperada, empujándola del autobús. Santana estuvo a punto de caer sobre un charco del arcén de la carretera, pero élla la sujetó del codo.
—Llevas mi comida en tus manos —le dijo—. Así que deja de lanzarte felizmente en busca de microbios.
—¡Me he tropezado!
—Eres pura imperfección.
Santana pataleó en el suelo, desesperada. Después le siguió calle abajo; deseando tumbarse en su sofá. Últimamente la idea de dormir se le antojaba el mejor de los planes: era el único momento de calma en su vida. Suspiró
agotada, asiendo fuertemente las bolsas con las manos.





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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por Aral_Snixx Lun Nov 26, 2012 5:02 pm

Sinceramente amo los fics donde se llevan mal pero al final claramente no jijiji
Muy bueno hasta la actu :)
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por MarisaParedes Lun Nov 26, 2012 5:10 pm

Hola de nuevo!! Está muy bueno! Realmente, lográs exasperar hasta a un santo con todas estas escenas... FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 2414267551
Pero ya me viene cansando demasiado la actitud de Santana... No te desespera? No llama la atención la actitud de Brittany, porque ella es una idiota. Pero San es una chica inteligente y de carácter, que simplemente la ignore y ya... con hacer de cuenta que no está y hacer oídos sordos a todas sus estupideces, es suficiente, ya que de todas maneras llevarle la contra parece peor... Digo... Pero muero de curiosidad por saber cómo VOS vas a seguir el desarrollo...
Gracias por esta historia!

PD: Además de ser muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy boluda, Brittany tiene algún problema en la vista?
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por MarisaParedes Lun Nov 26, 2012 6:07 pm

Dos post-datas más (se nota que estoy en día feriado):
1) Algunas (por no decir la mayoría) de las cosas que hace la rubia, son propias de alguien malo. Más allá de la crianza, o de las costumbres, o de la enseñanza... alguien que pretende que una anciana le de un asiento porque de todos modos ya está al final de su vida, es alguien sencillamente malo, tenga la educación o la malcrianza que tenga.
2) Me gusta mucho tu redacción. Nada me gusta más que las escritoras que juntan chispa y buena técnica... FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 1206646864
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Mensaje por Pame_21 Lun Nov 26, 2012 11:13 pm

jaja que buenos los dos capítulos pero el de la limusina me recordó la primera vez que obligue a una amiga a irse en bus, actualiza pronto FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 2414267551 para ver como avanza la relación de san y britt
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por MissHeatherRivera Mar Nov 27, 2012 1:28 am


7

Cómo comportarse con desconocidos




FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" Tumblrm77dza4ax71rv4izn



Maribel estrechó a la rubia en un fuerte abrazo que por poco le deja sin respiración. Se limpió una lagrimilla que le rodaba por la mejilla izquierda y volvió a abrazarle.
—¡Oh, Brittany, eres un regalo caído del cielo! —gimoteó con afectación—. Pero ¿cómo se te ocurre pagar la compra?
Logró escapar de los brazos de la señora Lopez cuando esta se distrajo por el pitido del microondas. Se sacudió la ropa. Santana resopló a su espalda, consternada por el comportamiento nada apropiado de su madre. Se dijo que desde luego no tenía ni idea de con quién estaba hablando: con la misma demonio. Un demonio despiadado e insufrible.

—He decidido encargarme de la compra durante el mes que pase aquí —informó Brittany—. Creo que es lo menos que puedo hacer. Y, como usted sabe que mi alimentación es algo compleja, será mejor que me haga responsable de ella. El supermercado me ha fascinado.

Aquello fue suficiente para Maribel, que parecía a punto de explotar de alegría. Ella prometió darle más presupuesto para la compra semanal y añadió que Santana la acompañaría cada vez que tuviese que salir, sin siquiera preguntar a la aludida.

—¿Sabes? Serías el hombre perfecto para mi hija. Pero lo malo es que eres mujer—La señora Lopez señaló a la chica, apoyada en el dintel de la puerta de brazos cruzados—. Es tan desorganizada… tú equilibrarías su desorden.

Brittany tosió. Santana también. Se dirigieron una mirada afilada que podría haberse traducido por «Ni en tus mejores sueños seríamos pareja». La madre no pareció reparar en la tensión en los hombros de ambas jóvenes.

—Yo guardaré todo esto —se apresuró a ofrecerse ella—. He comprado cien Tuperwares para poder organizar adecuadamente la comida.
—Oh, increíble. Brittany, eres increíble…

Santana cerró los ojos con fuerza y se largó de la cocina. Si su madre continuaba halagándole de aquel modo, solo conseguiría que su ego aumentase más y más —si es que aquello era humanamente posible—. Tenía que encontrar algún modo de fijar un límite, unas reglas de comportamiento que equilibrasen la situación. Aprovechó el resto de la tarde para darse un baño relajante, ya que supuso que Brittany se encontraría ocupada con la distribución de los nutrientes por orden alfabético.

Sumergió la cabeza en el agua. Después, cuando salió a la superficie, respiró con fuerza. Tenía ganas de ver a sus amigos. Echaba de menos pasar las tardes sentada en un parque cualquiera charlando. Llevarse a Brittany con ella y presentárselo a sus colegas no le hacía ninguna gracia. Temía que acabasen apedreándola. Aunque Puck, un chico que llevaba tras ella desde que tenían catorce años y que incluso había escrito un libro autobiográfico, se parecía a Brittany en ciertos aspectos. Cabía la posibilidad de que se llevasen bien. Por otro lado, también era probable que, tras conocerse, surgiese entre ambos una especie de competitividad: la lucha por el poder de la estupidez.

Se vistió lentamente antes de dirigirse de nuevo hacia la cocina. La nevera estaba repleta de Tupperwares transparentes, amontonados unos sobre otros como si fuesen una exposición de arte moderno. En casi todos ellos estaba escrito el nombre de BRITTANY seguido de una fecha. Santana supuso que había organizado qué comería cada día de la semana siguiente. Y se preguntó cómo alguien podía tener tanta paciencia para administrar al detalle todo aquello. Cerró la nevera bruscamente.
—¿Te gusta cómo ha quedado? —preguntó Brittany, al tiempo que se sentaba en una de las sillas.
—Ha quedado ridículo —espetó Santana, sirviéndose un poco de café.
—Pero ¿qué dices? Tu madre me ha felicitado varias veces por ello. —Sonrió abiertamente, orgullosa de su hazaña—. Por cierto, me he tomado la molestia de organizar también tu comida. Esta noche te toca ensalada. Ya va siendo hora de que dejes de comer fritos a todas horas —agregó.
Santana se atragantó con el café.
—Espero que no estés hablando en serio. No eres nadie para decidir cómo debo alimentarme.
—¡Encima de que me preocupo por ti! Deberías arrodillarte, besar mis pulcros Tacones y agradecérmelo.
—Pero ¿tú quién te crees que eres? ¿La REINA¡¡ de Inglaterra?
—No, pero trátame como si lo fuese. Así marcamos nuestras diferencias sociales.
Santana arrugó la nariz, furiosa.
—Esta tarde he quedado con mis amigos.
—¿Crees que me importa? Guárdate tus culebrones rosas. —Pestañeó con afectación.
—Debería importarte, Brittany, porque vendrás conmigo —le informó, entusiasmada al percibir el sufrimiento que ensombrecía su rostro.
—No se te da nada bien eso de contar chistes.
—Tienes dos opciones —le explicó Santana—. Puedes venir conmigo o quedarte en casa con Quinn. A solas….
Brittany abrió desmesuradamente los ojos.
—Soy Hermosa y joven para morir —dijo—. Ni en broma me quedaría a solas con esa mendiga harapienta. Si llego a saber que conviviría con alguien como Quinn habría pedido a mis guardaespaldas que me acompañasen.
Santana le miró fijamente, asombrada. Negó con la cabeza, intentando convencerse de que todo aquello no era cierto.

—¿Tenías guardaespaldas en Londres?
—Pues claro, ¿quién si no iba a protegerme? —Se limpió las uñas distraída, observando la perfección de estas bajo la luz que entraba por la ventana de la cocina—. Ellos siempre iban detrás de mí. Y, en casa, se quedaban quietos como estatuas a la espera de recibir mis órdenes.
—Empiezo a comprender de dónde viene tu estupidez —objetó ella, consternada al escuchar todo aquello—. Creo que tus padres te han malcriado.
—¿Mis padres? —Brittany la miró sin comprender—. Casi nunca están en casa; así que no han tenido la oportunidad de malcriarme. Pero no importa, tengo a todo un equipo profesional bajo mi supervisión. Son realmente eficientes, tendrías que verlos algún día.
—No sabes la ilusión que me hace —terció ella irónica, poniendo los ojos en blanco.
—Tranquila, era un decir, por pura cortesía. —Sonrió—. Tú jamás pondrás un pie en mi mansión. Antes de que entrases, soltaría a los perros y terminarías corriendo calle abajo como una punki cualquiera.
Santana resopló, se terminó el café y dejó la taza en la pila con un golpe seco. Brittany la señaló.
—¿Es que no piensas fregarla? —preguntó consternada.
—No, lo haré más tarde —respondió ella mientras se abrochaba la chaqueta.
—Pero si la dejas ahí demasiado tiempo se llenará de moho —explicó Brittany sin dar su brazo a torcer—. Y los bichos acudirán a ella.
—¡Límpiala tú si tanto te importa!
—Lo siento, yo jamás he hecho eso. —Sonrió y se levantó—. Mis manos no están preparadas para enfrentarse a cualquier jabón doméstico. Tengo la piel sensible.
Santana se llevó una mano a la frente.
—¡Ya me lo has dicho un millón de veces! —gritó cabreada—. Y no me importa en absoluto cuán sensible llegue a ser tu piel. —Negó con la cabeza en silencio—. ¡Dios mío! Seguro que incluso utilizas toallitas de bebé para limpiarte el culo. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas.
Élla asintió lentamente.
—Sí, has acertado. Es curioso. Me lo limpio con toallitas de bebé con olor a lavanda —detalló—. Deberías probarlas. He traído unos veinte paquetes, seguro que me sobrará alguna. Ya verás qué bien huelen.
—Pero ¿tú de dónde has salido? ¿Me puedes decir quién es el malvado ser que te ha metido tantas tonterías en la cabeza?
—Nadie. Yo solitaa..¡¡¡.
—Imposible. Esas cosas no nacen de uno mismo —replicó ella, y casi sintió pena por Brittany—. La gente no tiene esos instintos hipocondríacos.
—¿Qué tiene de malo?
—¡Todo! No se puede vivir así; estás totalmente limitado.
—Santana, Querida, a ti te limita tu cara frente a la sociedad y, ¿ves?, no es ningún problema. Incluso diría que pareces ligeramente feliz. Obviamente eres un ser demasiado conformista para mi gusto, pero…
—Basta. De verdad. No me interesa seguir escuchando tus tonterías. Es hora de irnos.
Brittany la siguió hasta la calle. Se preguntaba si los amigos serían mucho peor que ella. No estaba segura de cómo debía comportarse. Hasta el momento jamás había conocido a nadie fuera de su acomodado colegio, donde todos seguían su mismo estilo de vida. Temía encontrarse con varios clones de Quinn o Santana, rodeándole sin piedad. Se frotó las manos, temerosa de tener que enfrentarse ante lo desconocido. No le gustaba aquello de no llevar las riendas de la situación. Mientras que en su casa había sido todo un reina, allí el nivel había bajado al de patético princesa.
En cuanto los vio a lo lejos, Brittany reprimió el vehemente impulso de huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de
seres extraños. La miraban de forma rara. La miraban demasiado, a decir verdad; como si le estuviesen estudiando para describirla después en un importante examen. Asió del codo a Santana y se inclinó para hablarle al oído.

—Dime Por Favor …que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra ciudad.

Santana sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos. Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Brittany. cuyo rostro estaba ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviera cubierta de deliciosa nata montada.
—Son simpáticos, tranquila.
—Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió élla en voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciega para no ver a esos elementos.

Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A Brittany se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en la curvatura de los labios. Una de las chicas, de aspecto macarra, se abrochó la chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba a la rubia un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si la mataba allí mismo o esperaba un poco antes del derramamiento de sangre.

—¿Cómo que Tu amigita nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?
—Jacob, élla es Brittany, la chica que va a pasar un mes en mi casa —los presentó Santana, ignorando el comentario de el primero.
—Encantada de conocerlos —dijo Brittany.
Todos rieron.
—¡Qué chica tan formal! —explotó Cloe, que le dedicó un seductor Guiño antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapa —dijo, y le dio un beso en la mejilla.
Brittany torció el rostro dibujando una mueca de asco. Santana se inclinó con disimulo hacia élla
—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.
Élla la miró apenada.
—Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.
Santana aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de maquillaje, Ella sonrió divertida
—Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.
Ella le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Brittany suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de Santana eran incluso más raros que ella. El tal Jacob le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo. Otros dos se dedicaban a ignorarla, hablando entre ellos. El resto eran chicas. Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a Santana preguntas sin sentido sobre élla, especialmente Cloe.
—¿Y cómo se lleva con tu hermana? —preguntó uno de ellos, Sam.
—Oh, pues… bien —balbució Santana, sin estar segura de qué decir al respecto.
—Hum… —Sam sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Quinn es tan sexy!
Brittany parpadeó confundida, ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la sensualidad de la rubia basurera no iba en serio.
—Espero que no decida nunca pintarse ese hermoso Rubio cabello, perdería todo su atractivo de princesa —añadió el chico.
—¡hahaha cálmate que es mi hermana..! —se quejó Santana.
Brittany iba a protestar a su vez, diciéndole «¡Amiga, no estoy sorda! Y tus comentarios duelen», pero se contuvo. Quería estudiar a aquellos individuos. Eran realmente curiosos, algo estrambóticos también. Rápidamente dejó a un lado al grupo de chicos, que no le hacían ningún caso, y se acercó más a ellas, como un felino sigiloso que acaba de descubrir que la carne existe.
—¿Te está gustando América, Brittany? —le preguntó Cloe, mientras se retocaba el pintalabios, de un rojo ciruela.
—Sí, mucho. El supermercado es genial —contestó.
Cloe lo miró extrañada. Después se sacudió la larga melena rujisa hacia atrás con soltura. Brittany dedujo que no le llegaba a élla ni a la suela de los Tacones en cuanto a elegancia.
—¿Te gustaría venir esta noche a mi casa? —preguntó la chica, sin ningún tipo de vacilación en la voz. Brittany tragó saliva despacio, sintiendo cómo el miedo le revolvía el estómago—. He pensado que podríamos reunirnos todos allí, para ver películas y… lo que surja.
«Y… lo que surja.» Brittany miró a Santana desesperada, deseoso de que ella le defendiese, ¡tenía que hacer algo! Era demasiada guapa como para pasar desapercibida, eso lo entendía sin problemas. Y lo aceptaba, vaya que sí. Pero, ciertamente, no estaba preparada para enfrentarse a aquella devoradora de Mujer y hombres, que parecía realmente hambrienta. Tragó saliva despacio.
—No creo. Me gusta acostarme pronto, siempre lo hago —se excusó. Y era cierto.
Cloe sonrió con malicia, Brittany lo notó en el brillo inhumano de sus ojos claros, que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.
—No importa —se acercó más a élla—, puedes quedarte a dormir en mi casa si quieres. Mis padres no estarán…
Élla palidecía por instantes. Santana la miró divertida, mientras Sam continuaba halagando a su Hermana, Quinn. Intentó pensar en algo que lograse fastidiar a las dos chicas: tanto a la insaciable de Cloe como a la idiota de Santana, que no se dignaba sacarlo de aquel apuro. Sonrió con gesto malévolo cuando una idea cruzó su mente como una estrella fugaz.
—Si me quedase a dormir en tu casa, Santana se pondría realmente celosa. Es bastante posesiva —explicó, señalando a la aludida, que le miraba con la boca abierta.
Santana apretó los puños con fuerza, furiosa. ¿Cómo podía mentir tan vilmente? ¡Ella hubiese estado encantada de que se quedase a dormir en casa de Cloe! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviese que regresar a Londres, a ser posible! Perderle de vista sería un regalo divino.
—Cloe, no te la aconsejo —le dijo a su amiga—. Tiene ladillas —añadió.
Brittany pensó que iba a desfallecer. ¿Ladillas? Sí, las conocía bien. Había estudiado todas las enfermedades existentes en el mundo por su cuenta con el objeto de evitarlas. Recordó que se trasmitían mediante las relaciones sexuales y le dirigió a Santana una mirada de ternura antes de hablar.
—Me las habrás pegado tú, cariño… —susurró delicadamente.
—¿Se han acostado? —preguntó Cloe, visiblemente molesta y decepcionada.
—¡No, claro que no, no, no! —se defendió Santana, consternada. Aquello estaba yendo demasiado lejos. Los chicos habían dejado de hablar de sus cosas para mirarlas, pendientes de la conversación.
—Ahora dice eso —farfulló Brittany, mientras negaba con la cabeza con dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí, sigue!!! oooh, Britt-Britt, oooh dame mas¡¡¡ »
Los chicos , liderados por Jacob, rieron al unísono, tanto que las chicas también reían a carcajadas. Santana se cruzó de brazos, arrepintiéndose al instante de haber llevado a Brittany con ella.
—Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí, sigue ahorcándote, Estupida¡¡» —aclaró furiosa. Sus ojos destellaban rabia.
Brittany se molestó. Deseaba con todas sus fuerzas que Santana quedara mal delante de sus amigos. Se aburría. Y no soportaba que ella le tratase con esa superioridad desmesurada, sin aceptar cuál era su lugar en aquel dúo. Su lugar era, desde luego, el de más abajo.

—En verdad que ¿Quién las entiende? —añadió Brittany, y no supo qué más decir para salir de aquel embrollo.
Sam asintió pensativo, al compás de los otros dos, que parecían imitarle en todo momento.
—Tienes razón, estas chicas son complicadas, ¿eh? —Le dio una palmada en la espalda.

Brittany se encogió de hombros.

Entonces oyó a lo lejos un silbido suave, empalagoso… que le molestó de inmediato. Se giró bruscamente cuando Sam dijo: «Ahí llega ». El susodicho vestía bien. Bastante bien. Llevaba unos vaqueros pulcros, combinados con un suéter marrón, y aun a distancia Brittany pudo apreciar la buena calidad del tejido. Frunció el ceño, conforme este se acercaba más, y advertía su cabello castaño, cuidado y repeinado. Se fijó en sus manos, en la perfecta curvatura del corte de sus uñas, en la suave piel de su rostro hidratado, la elegante forma de andar y los danzantes movimientos que le acompañaban descaradamente. Puck no le gustó. Puck era un idiota. El príncipe falso, de plástico, que pretendía robarle el trono. No estaba dispuesto a permitir que aquello sucediese.
—¿Cómo va todo? —preguntó al llegar, dirigiéndole a Santana una mirada repleta de interés. Interés que Brittany no entendió, pero que sí le molestó.
—Bien, tío —dijo Sam—. Oye, mira, una nueva chica se llama Brittany, la chica es de intercambio que está en casa de Santana. Es la monda.
Se dieron la mano. Sus miradas chocaron al instante emanando odio. Odio porque ambos pudieron distinguir la suavidad resbaladiza de las manos del contrario. Brittany se cabreó aún más cuando descubrió que Puck llevaba la misma pulsera de oro que la de ella:
—Me llamo Noah Puckerman —saludó el otro, frunciendo el entrecejo—. Quizá me conozcas por mi Disco.
—¿Qué Disco? —Brittany soltó rápidamente su mano y Se limpió en una servilleta.
—¿No te lo ha contado San? —Se giró hacia ella, que escondió el rostro entre las manos—. He Grabado un disco con solo dieciocho años. Tuve una vida difícil, una infancia terriblemente dolorosa —explicó, dramatizando canciones como si se trataran mi propia biografía, Por cierto se ha vendido muchísimo y me ha hecho rico.

—Me alegra no ser entonces la unica rica de aquí —siseó Brittany.
Santana resopló. El resto de sus amigos parecían divertidos. Ella había esperado aquello. La competencia por el poder de la estupidez había surgido, desatándose con una ferocidad abrumadora. Santana se pasó una mano por la frente, recordando que lo único por lo que no competirían sería por ella, afortunadamente. Puck llevaba desde los catorce años persiguiéndola e intentando que saliesen juntos, algo a lo que ella se había negado constantemente. Aunque parecido un poquito a Brittany, era más respetuoso que élla, y eso que ella era mujer, El era Igual de aristocrático, pero menos espabilado e irónico que ella, Santana no entendía que estaba sucediendo
.
—No, no lo eres. —Puck sonrió forzado—. Así compartiremos el puesto. Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en casa de Santana?
—Un mes —contestó Brittany incómoda.
—Oh, ¡qué barbaridad! —explotó—. Los intercambios de hoy en día duran demasiado. La educación está fatal. ¿No echarás de menos a tu familia?
—No —respondió la rubia contundente.
—Qué poca sentimental.
—Puck, déjala en paz —dijo Santana para apaciguar los ánimos.

Cloe parecía visiblemente cabreada por no poder seguir hablando con Brittany sobre el asunto de dormir en su casa.

—Entonces, ¿vendrás esta noche? —insistió poniendo morritos.
—¿Adónde tiene que ir? —preguntó el recién llegado con curiosidad.
—A mi casa, para ver unas películas —aclaró Cloe, deseosa de que no volviesen a interrumpir su conversación.
—Yo me apunto —contestó Puck, sonriente.

Brittany se disponía a responder que no, pero la seguridad de su contrincante la hizo dudar. Miró a Santana, quien se encogió de hombros deseando huir de allí.
—Yo también iré —contestó entonces, alzando la cabeza con orgullo—. Con Santana —añadió. Y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de Puck.
—Gracias por preguntarme si me apetece ir —se quejó ella.
—Oh, vamos, lo pasaremos bien —intervino Sam—.

Cloe se levantó irritada, sacudiendo su melena. Había pensado en una velada íntima con aquella apuesta rubia, no en una reunión de amigotes. Ya se las apañaría para lograr estar a solas con élla, sea como sea.
—Podrías invitar a Quinn —añadió Sam.
—Ni lo sueñes —atajó Santana molesta—. Seguro que habrá quedado con sus amigas. La semana que viene es su cumpleaños y lo celebraremos en casa; os invitaré a todos. No desesperes, Sam.
Brittany sonrió de nuevo y comenzó a trazar un plan mentalmente para vencer al enemigo. Había descubierto el punto débil de Puck: la indeseable Santana.
°°°XD°°°
Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de Cloe. Santana estaba a punto de llamar al timbre cuando Brittany alzó una mano para detenerla.

—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás. No puedes dejarme sola¡¡¡.
—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó Brittany, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.
La Rubia se inclinó hacia ella peligrosamente.
—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—. Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que obedecer a la señora Lopez no crees.
—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre diga.

Élla insistió, contrariado.
—¡Pero soy tu protegida, Santana! —explotó, con gesto apenada—. No puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis Pechos, como cuchillos; apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo¡¡¡¡
—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Brittany.

Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Puck. Élla no quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentita en su cama, lejos de todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta, ignoró totalmente a Santana y fijó sus ojillos Verdes en los ojos azules de Brittany, que dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.

—¡Brittany! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegaríais! Pasa, pasa… —les
indicó, haciéndose a un lado.
Élla se inclinó hacia Santana. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de lo humano.

—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó Santana, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de brazos.
En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Brittany, que la miró aterrorizada como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles.
Santana rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañera tenía verdaderas razones para estar asustado.

Dentro se encontraban los demás. Brittany clavó su mirada en la de Puck, que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí estaba élla, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a arrebatarle su falsa corona o [CHICA].

—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.
Sam jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó levantando la mano. James, acompañada por otra chica llamada Agathé, también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Puck, que solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de estar bien consideradas, a Brittany nunca le habían este tipo de fiestas extrañas,

Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Brittany sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que quedaba libre a su lado.

—Brittany, cielo, siéntate aquí —le indicó.

Élla miró fijamente a Santana, esperando que ella dijese algo. Lo que fuese. Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida sonrisa casi imperceptible. La Rubia se dirigió resignada hacia el sofá.

—¿Qué vamos a cenar? —preguntó Sam, distraído, sin dejar de apretar todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Cloe, resuelta.
Brittany tosió afectada.
—Yo no como carne.
—No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso —añadió Puck, sonriendo de lado.
—Exacto. Mi paladar no está preparado para degustar mierda —aclaró Brittany, sin darse por vencido.
—No te preocupes. —Cloe se levantó enseguida—. Llamaré ahora mismo para pedir que traigan una ensalada, ¿te parece bien?

Brittany asintió. La idea de que otros se moviesen por élla no terminó de disgustarle. Estaba bien aquello de que todos estuviesen a sus pies, abiertos a sugerencias. Suspiró hondo, preparándose mentalmente para soportar la desastrosa noche. Le dirigió a Santana una mirada dramática; parecía uno de los violinistas del Titanic justo antes de morir. El último vals de su vida había llegado. La joven pareció ablandarse y, sin perder la sonrisilla malévola de su rostro, se sentó a su lado en el sofá. Puck la siguió y se hizo hueco donde no lo había.

—¿Pretendes tirarnos a todos del sofá? —preguntó Brittany, molesta.
Puck la ignoró, acomodándose, pegándose al cuerpo de Santana como lo haría un crustáceo a un acantilado. Brittany, todavía más cabreada, también se acercó a su compañera, que, a esas alturas, apenas si podía seguir respirando.
—Me estás aplastando —masculló.
—Díselo a tu amigo —se quejó Brittany—, que sería capaz de ametrallarnos a todos con tal de sentarse. Menudo egoísta¡¡¡¡
—No me hables precisamente tú de egoísmo, Brittany. Mi mente no está preparada para aceptar algo así —le reprochó Santana.

Brittany bufó. Sam gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó los brazos como si aquello fuese el más grande de todos los acontecimientos posibles. Se giró después hacia ellos.

—¿Quieren jugar? —preguntó.

´Puck negó lentamente con la cabeza. Brittany sonrió, curiosa.
—Ok —murmuró, encogiéndose de hombros.
Sam dejó el mando en sus manos.
—Pensándolo bien yo también me apunto —rectificó Puck
Santana resopló. Aquello era agotador. ¿Cómo podían llegar a ser tan sumamente estúpidos? ¿Dónde estaba el límite, tendrían algún tope? Apostaba lo que fuese a que no. Se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cuando llegó Cloe.
—Ya he pedido tu ensalada, Britt —informó, sonriente. Su rostro se volvió algo agrio cuando descubrió que habían ocupado su lugar en el sofá—. Bueno, será mejor que dejemos de jugar —añadió rápidamente—. Podríais echar una
mano para poner la mesa.

Cloe apagó la PlayStation sin miramientos. Sam resopló consternado. Les indicó que la siguiesen hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás. Una vez allí, puso en las manos de Brittany la jarra de agua. Este, con el ceño fruncido, se volvió hacia Santana.

—Yo no hago estas cosas —se quejó—. ¡Pero si somos sus invitados! ¿Cómo puede ser tan maleducada?
—Somos invitadas, Brittany, pero esto no es una cena presidencial —le recordó Santana, mientras caminaban hacia el comedor—. Cuando se juntan los amigos no existen los anfitriones, todos colaboran por igual.

A Santana le llamaba la atención tener que explicarle todo aquello. Tenía curiosidad por saber quién era realmente Brittany, pero temía que si se lo preguntaba su ego creciese aún más al proporcionarle insospechados detalles sobre su fantástica vida en la mansión de Londres.

Observó cómo Brittany dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el mantel tras recolocarlo, ya que estaba un tanto torcida hacia la izquierda. Se preguntaba por qué todo a su alrededor debía estar tan sumamente perfecto. Alguien tenía que haberle enseñado a ser así, ese tipo de cosas no salían de uno mismo. Suspiró, resignada, al advertir que Brittany llenaba todas las copas con la misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Puck enarcó una ceja.

—Esta chica está pirada —dijo.
—Y tú acabado —contestó Brittany—, estás acabado.
—¿Acabado de qué? No sabes ni lo que dices.

Se acercó hasta élla, cuando Santana estaba distraída, y le habló en susurros.
—Tienes la esperanza de que Santana termine enamorándose de ti. Sueñas con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, veinte gatos, diez perros y trescientos niños chillando y corriendo de un lado a otro —le dijo—. Bien, pues te lo adelanto: eso jamás ocurrirá.
Puck le dirigió una mirada de profundo odio que parecía llamear en el interior de sus pupilas almendradas. Apretó los puños con fuerza, furioso.
—… No ocurrirá, porque, para empezar, tu querida Julieta sería más feliz viviendo debajo de un puente. Y, como segundo apunte, te diré que nadie quiere a un Romeo como tú. Eres un tostón. Puedes ponerte toda la colonia francesa que quieras, pero seguirás oliendo a puro aburrimiento —concluyó, sin piedad.

Puck permaneció quieto. Tenía verdaderas ganas de golpearle. Pero ¿quién se creía que era además era una Mujer? Él llevaba muchísimos años detrás de Santana como para que ahora un recién llegada y Lesbiana se la arrebatase. Claro, la rubia tenía ventaja por vivir en su casa. Brittany la miró divertida, señalándole con el dedo índice.
—¡Ah, y una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu bella doncella, te contestaré que no. Jamás de los jamases. Nunca. Tengo más clase, así que mi listón está más alto¡¡¡
—Mejor, no sabes lo que te pierdes.
—… ¿Me pierdo pasar horas buscando restos entre los contenedores? Prefiero cederte el puesto. Gracias.
—No importa, nadie sería capaz aguantar a alguien como tú. Así que dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte —siseó Puck.

Brittany torció el gesto. Furiosa. Ahora estaba furiosa. ¿Cómo que nadie podría quererle? Claro que sí, todos en su casa la querían. Arrugó la nariz. Santana los llamó para que se sentaran. Hacía rato que había sonado el timbre de la puerta, cuando habían traído la ternera en salsa y la ensalada. Se sentaron mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.

—Britt ¿en Londres hay mucha marcha? —le preguntó Sam, animado.
—¿Marcha?
Santana se acercó a su oreja.
—Fiesta, ajetreo, movida… —susurró.
—Ah, ¡marcha, claro, claro! Pues, eh… supongo que sí —aclaró, dudosa—. Yo solo salgo por la urbanización. Es más segura.

—¿Tus papis no te dejan ir muy lejos? —intervino Puck.
—Mis padres me dejan hacer lo que quiera —informó, con aire de Realeza.
Cloe estaba cabreada. No le gustaba el ritmo que tomaba la noche. No le gustaba tampoco, en absoluto, que surgiesen rivalidades entre Puck y Brittany, porque eso significaba que Santana —y no ella— estaba dentro del juego de competencia. Se apartó el pelo de la cara.
—No tienes novia por allí, ¿verdad? —preguntó, con una ancha sonrisa.
Brittany pareció dudar, pero luego se mostró serio.
—No.
—¿Y no te cansas de comer tanto verde? —insistió Puck, señalando su ensalada.
Brittany lo miró extrañada.
—¿Tú te cansas acaso de comer sangre?
—No es lo mismo. Yo sigo una dieta variadísima.
—Pues no se te nota en la piel.

Santana resopló, dando a entender que no deseaba seguir escuchándoles. La noche continuó sin más percances, hasta que Cloe se decidió a poner una película.

—Tengo las películas en mi habitación —explicó, cuando todos se sentaron alrededor de la televisión—. Brittany, ¿quieres acompañarme y ayudarme a elegirla?
Brittany tragó saliva despacio y temerosa.
—No importa, escoge la que más te guste a ti —respondió entrecortadamente.
Puck sonrió de lado.
—Qué poca educación… —susurró.
Cloe pareció ofendida, also del brazo a Brittany y casi la arrastró hacia su habitación. Y, por primera vez,Santana sintió auténtica pena, Brittany no imaginaba lo que le esperaba allí dentro.
La rubia respiró hondo cuando llegaron al cuarto, sacudiéndose la manga de la fina camisa que Cloe había tocado con sus afiladas uñas rojizas. Miró alrededor. Detestaba las habitaciones rosas, repletas de flores, corazones y artilugios diversos de colorines. Se giró consternado buscando los DVD.

—¿Dónde están las películas? —preguntó, y sintió que un nudo le presionaba la garganta.
Cloe se acercó peligrosamente hacia élla, pestañeando en exceso, como si se le hubiese metido una mota de polvo en los ojos. Entonces Bittany comenzó a comprender la situación. Y se contuvo para no gritar.
—La película podríamos montarla nosotras mismas… —le susurró Cloe, al tiempo que le pasaba un dedo por el cuello.
No le gustó aquel primer contacto con su piel; no era lo suficientemente suave.
—No se me da bien actuar —repuso Brittany, con la vista fija en la puerta cerrada de la habitación.
—Yo podría enseñarte.
—Tampoco me interesa demasiado. Gracias, pero tengo otras expectativas en la vida —se excusó; su rostro se tornó más pálido de lo habitual—. Creo que deberíamos volver con los demás. Santana estará preocupada por mí —mintió.
Cloe se inclinó hacia élla, de puntillas.Brittany dio un paso atrás y tropezó.
—Te gusta hacerte la dura, ¿verdad? —preguntó la chica, con voz melosa—. Te gusta… poner las cosas difíciles. Mejor. Sabes sacar partido a todo
tu atractivo. A mí me encanta que me pongan nuevos retos…
—No finjo nada. Soy así de forma natural —admitió élla, contrariada.
—Ya, claro, claro…
—Oye, me das miedo. Quiero irme de aquí —exigió finalmente.
Cloe la ignoró. Sus manos se dirigieron hacia el cuello de la camisa de Brittany y empezaron a desabrochar los primeros botones.
—Pero ¿qué haces, loca¡¡¡? —gritó élla, consternada.
—No te resistas más, Brittany —insistió; comenzaba a enfadarse.
Nunca un chico y menos una chica se le había negado durante más de cinco minutos; todos terminaban cayendo a sus pies tarde o temprano. Sonrió tontamente. Pero la rubia intentó escapar. Ella tiró de la camisa hacia abajo, arrancando todos los botones de un tirón.
—Niña, tú tienes que ir directa a un psiquiátrico —dijo Bittany, en dirección hacia la puerta tapando sus pechos—. Si quieres contribuiré a pagar los gastos de la clínica.
—¿Adónde crees que vas? —Cloe se cruzó de brazos, cabreada.
—Lejos, muy lejos… de ti —contestó, antes de salir volando de allí.
Brittany corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera visto un fantasma.
—¡SANTANA! —gritó, fuera de sí—. ¡SANTANA, VEN!
Santana salió de la sala alarmada por la llamada. Estudió a Brittany. Llevaba la camisa desabrochada dejando a la vista la suave y blanca piel de su bien trabajado torso y de sus hermosos pechos que estaban tapados con un bracier negro realmente Sensual. Ladeó la cabeza, puntuando mentalmente su cuerpo con un merecido 9. Después observó su aterrorizado rostro.
—¿Se puede saber qué te ocurre?
Brittany se apoyó en su hombro, como si fuese a desfallecer, casi abrazándola.
—Ha intentado matarme y violarme, Santana—dijo, hablando atropelladamente—. Tu amiga está completamente loca; quería que hiciéramos nosotras una película, y no apta para todos los públicos, precisamente. Me habías prometido que no me dejarías sola. Tenías que protegerme. No volveré a confiar en ti.
—¿Qué?, pero ¿qué estás diciendo? —Le levantó la cabeza—. No te he prometido nada. —Suspiró, y reparó en Cloe que las miraba enfadada desde la puerta, apoyada en el dintel con los brazos en jarras—. Bueno, no importa. Está bien, volvamos a casa.
Santana se despidió de sus amigos mientras Brittany la esperaba en la calle. Después caminaron en silencio, bajo el oscuro manto estrellado de la noche.
—Ha sido una día duro, ¿eh? —Santana la miró divertida, de reojo.
Élla suspiró abrumado y con tristeza tapando sus pechos con su camisa.
—Lo resumiré de esta forma —explicó élla—. Tu casa es un paraíso divino e inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.
Santana rió.
—Empiezo a ver a Quinn como a un ser inofensivo y tremendamente delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí misma—. Bueno, no me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermana una loca extraña.
—Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad… —Santana puso los ojos en blanco.

Llegaron a casa. Brittany se excusó rápidamente y se dirigió a su habitación. Deseaba dormir. Se tumbó en la cama y reparó en el teléfono móvil que reposaba sobre su mesilla de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero llamadas. Suspiró. Buscó en la lista el teléfono de su madre y llamó. Respondieron al quinto tono.
—¿Diga?
—¿Mamá? Soy Britt¡¡.
—¡Hola, Brittany, cariño! Lo siento, tu madre está en una reunión importante. Soy su nueva secretaria, Helen —dijo una alegre voz al otro lado del teléfono—. La señora Pierce me ha hablado muchísimo de ti, ¿quieres que le diga que te llame en cuanto termine?
—Eh… no, no hace falta. Aquí, en América, es tarde.
—¡Es verdad, olvidaba el cambio horario! No te preocupes. Le comentaré que has llamado de todos modos.
—Gracias.
Brittany frunció el ceño cuando colgó. Se dio la vuelta en la cama, tras destapar el colchón por la parte de abajo. Siempre dormía con los pies fuera, no soportaba tenerlos tapados. Otra de sus manías. Hundió el rostro en la almohada y cerró los ojos con fuerza dejando escapar unas cuantas lagrimas, Deseando quedarse dormida cuanto antes. Mañana le esperaría otro largo día.



CONTINUARA


Muchas Gracias por sus comentarios Hasta mañana Byeeeee

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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por brittanasfor4ever Mar Nov 27, 2012 2:06 am

primer round Puck vs Brittany jajaja me ha encantado sus peleas, muy bueno el capitulo espero que actualices pronto:)
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por Pame_21 Mar Nov 27, 2012 11:37 am

En verdad que bien que escribes actualiza pronto que la historia esta divertida FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 2145353087 pobre Britt casi la violan por estar peleando con Puck FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" 4061796348
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