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FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 Primer15
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Mensaje por Aral_Snixx Miér Dic 05, 2012 11:10 am

Lo amo enserio jejeje
San virgen? Me encanta que siempre le das la vuelta a toda la historia "original"
Hasta la actu y recuperate pronto FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 1206646864
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Mensaje por MissHeatherRivera Miér Dic 05, 2012 3:52 pm

CAPITULO 12
Confusión




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—Estoy hasta las narices de hacer mariposas de estas —protestó Brittany, mientras espolvoreaba con canela algunas de las galletas.
—No son mariposas, son lacitos. —Santana la miró seria—. No me digas que nunca los has probado…
—Eso es algo obvio. En mi casa no comemos Basura.
—¡Los lacitos no son Basura!
—Cierto, tienes razón: solo son un cúmulo de grasa bañado en azúcar. Grasa y más grasa, como conclusión —explicó con ademán reflexivo.
—Estás enferma.
Se encogió de hombros.
—Es complicado mantenerme sana si tengo que verte a todas horas; las pupilas, los tímpanos… todo acaba resintiéndose inevitablemente.
—¡Cállate de una vez! ¡Y deja de echarles canela a los lacitos!
—Solo intentaba ocultar la aceitosa realidad.

Acababan de comenzar a preparar los primeros detalles del cumpleaños de Quinn, y Santana ya se sentía agotada. Soportar a Brittany era peor que moldear y hornear quinientos lacitos con canela. Desde que la Rubia había descubierto que acudirían a la celebración todas las amigas de Quinn, se había propuesto un reto: conseguir decir más de diez estupideces por minuto que sacasen de quicio a Satana. Y, al parecer, lo estaba logrando.

—Bien. Ya está. —Santana se apartó el flequillo de la frente y se ensució la cara de harina—. Ahora enchufa el horno.
—¿Cómo se hace eso, señorita… Casper?
—¿Casper?
—Te has manchado de harina, parece que acabas de disfrazarte de fantasma para ir a un carnaval —Enarcó las cejas—, aunque… por otra parte…
—Da igual, mejor no añadas nada más. —Santana le dio un empujón al pasar por su lado y encendió el horno.
—Como decía, por otra parte… la suciedad actúa como barrera impidiéndome ver tu cara. Y supongo que eso es bueno.
Ella bufó, esparciendo aún más el desastre desatado en la cocina, y se cruzó de brazos.
—No podías mantener la boca cerrada, ¿verdad?
—Exacto. Es uno de mis dones: siempre tengo algo que decir. Soy una chica lista.
—No sé qué concepto tienes tú de lo que significa realmente ser «una chica lista», cualquiera diría que estás como una regadera, en el caso más optimista.
—¿Como una regadera? Perdona, pero no he entendido la metáfora.
—No importa, ni siquiera quiero que la entiendas —farfulló Santana bruscamente.

Se quitó el delantal y lo dejó sobre la encimera de la cocina. Por una parte, Brittany tenía razón. Tras la elaboración de los famosos lacitos, Santana estaba sucia, despeinada, cansada y asqueada, mientras que élla parecía recién salida de la ducha. Misteriosamente, ni siquiera llevaba restos de masa o harina entre sus perfectas uñas. Estos fenómenos inexplicables hacían que se sintiera en desventaja.

—Bueno, ahora, si no es mucha molestia, creo que subiré a mi habitación y dormiré un poco… —anunció la Rubia, y bostezó con disimulo.
—Pero ¿qué dices? ¡Si todavía no hemos preparado nada!
Brittany la miró confundida.
—¿Qué intentas decir, niña? —preguntó, arrugando la nariz; la última palabra sonó áspera y con un deje de hastío.
—Preparar el cumpleaños nos llevará horas, Brittany —le informó—. Y no me llames niña, idiota.
—¡Ni lo sueñes! Te dejo a ti el puesto de jornada completa, yo prefiero hacer media jornada y… creo que ya he cumplido con mi trabajo. —Sonrió ampliamente—.
Me voy a echar la siesta.

Y salió de allí a grandes zancadas, cerró la puerta de la cocina con brusquedad y dejó a Santana sumida en un tenso silencio. La joven respiró profundamente, procurando mantener la calma. Al final, presa de la desesperación, decidió darse una ducha antes de enfrentarse de nuevo a Brittany.

Era invierno y hacía muchísimo frío, pero, de todos modos, Santana se duchó con agua templada y agradeció los escalofríos que recorrían su espalda haciéndole cosquillas, como si un ejército de diminutas hormigas escalase por su piel. Todavía era capaz de sentir algo. Últimamente las horas se le antojaban más largas y densas de lo normal, y por si aquello no fuese suficientemente malo teniendo en cuenta que estaba de vacaciones, temía estar perdiéndose a sí misma.

Quizá estaba cambiando por culpa de Brittany. Cerró los ojos con fuerza, disfrutando del contacto del agua sobre su piel. No podía dejar de pensar en la última conversación que había mantenido con la Rubia. Su voz martillaba con fuerza en su cabeza una vez tras otra, incansable. Imaginaba a Brittany cogida de la mano de un Chica y sentía una extraña incomodidad al visualizar la imagen que trazaba en su mente. Aquella joven con la que élla había estado debía de haber sido perfecta dada la selectividad de Brittany, No como ella… que al parecer tenía cien mil defectos que la Rubia odiaba y le recordaba constantemente. Poco a poco, casi sin darse cuenta, comenzó a compararse con la ex novia de Brittany, a la que había ido idealizando, dando rienda suelta a su imaginación.

Enfadada consigo misma, cerró con fuerza el grifo de la ducha antes de salir y cubrirse con un albornoz de color pistacho. El espejo le devolvió la mirada: a decir verdad, tampoco se veía tan fea, y supuso que Brittany exageraba al respecto solo para hacerle daño. Era una chica corriente. Cierto que no se arreglaba demasiado, que verdaderamente no le gustaba hacerlo. Prefería invertir ese tiempo en cualquier otra actividad más provechosa. Suspiró profundamente, en realidad no sabía por qué tenía que justificar su estilo de vida; nunca antes se había preocupado por ello y le molestaba hacerlo ahora.

Se vistió con desgana y salió del cuarto de baño más cabreada que nunca. Caminó a grandes zancadas, haciendo chirriar el suelo de madera a su paso hasta su habitación. Cuando entró, encontró a Brittany revolviendo la ropa del armario. Los labios de Santana formaron una línea recta perfecta, y los apretó tanto que se tornaron blanquecinos.

—¿Se puede saber qué demonios haces en mi cuarto?
—Solo… pasaba por aquí… Te estaba buscando —acabó confesando Brittany
—¿Me buscabas dentro del armario, entre la ropa?
Brittany, con un gesto de absoluta inocencia, se encogió de hombros.
—Como estás loca, contigo nunca se sabe…
—¡BRITTANY! —gritó Santana, sumamente enfadada. Acababa de toparse con el límite de su paciencia. Ya había llegado a la frontera de la tolerancia.
—Así me llamo —aseguró élla, dando un paso atrás.
—¡Sé qué es lo que estabas haciendo! —Santana sonrió maliciosa—. Buscabas los regalos de Navidad. Eres más tonta aún de lo que pensé al principio.
—¿Qué? ¿Regalos? Yo no…
—Te he pillado.

La actitud de Santana no dejaba margen para la más mínima duda. Brittany agachó la cabeza, rindiéndose al fin. Después se abalanzó sobre ella y comenzó a sacudirla por los hombros.

—¡Dime dónde están!
—Lo siento, tendrás que aprender a tener paciencia —le indicó Santana, tal como podría haberlo hecho una madre.
—La paciencia es la filosofía de los infelices conformistas —apuntó élla—. Yo necesito saber qué me has comprado.
—¡Déjalo ya, Britt, no pienso decírtelo! —concluyó—. Y ahora baja a la cocina y ayúdame a organizar la fiesta.
—…Buu…¿Es un castigo o algo parecido?
A Santana le entraron ganas de reír, pero logró contenerse a tiempo. Definitivamente, Brittany era un niña grande. Hacía años que ella había superado aquella sana impaciencia a la hora de recibir los regalos navideños y le parecía graciosa la expresión angelical que élla había adoptado.
—Sí, es un castigo.
Ambas salieron de la habitación —Brittany tras suspirar de un modo dramático— y se dirigieron hacia el piso inferior.
—¿Sabes…? —dijo, fijando sus ojos en ella con una sonrisa pícara—, eso de que me castigues… suena un tanto erótico.
A Santana se le aceleró el corazón y se preguntó si Brittany sería capaz de advertir la delirante velocidad de sus latidos. Notó el calor arremolinándose en torno a sus mejillas y, como no sabía qué contestar, le dio un manotazo en el hombro.
—¡Deja de decir tonterías! —logró exclamar finalmente.

Élla rió con disimulo mientras descendían el último tramo de la escalera. Entraron en la cocina. Brittany apoyó la espada en la pared y se cruzó de brazos, observando los movimientos de Santana. Ella abrió la nevera preguntándose qué podría preparar para cenar.

—Bueno, al menos es un alivio saber que no piensas castigarme atándome las manos al cabezal de la cama ni nada de eso… —prosiguió—. Así pues, ¿cuál es mi condena?
Santana resopló furiosa. Quedaba poco tiempo para los preparativos y la inepta de Brittany le retrasaba la tarea aún más. Una idea pasó por su cabeza.
—Ya sé qué puedes hacer —objetó—. Camina lentamente hasta el garaje, abre la lavadora que encontrarás allí, saca la ropa limpia… ¿lo entiendes todo hasta el momento?
—Creo que sí.
—Vale. Pues después de eso, tiendes la ropa en el jardín trasero, en el tendedero, ¿de acuerdo? Te lo he explicado a prueba de idiotas, así que espero que no tengas ninguna duda al respecto.
Brittany chasqueó los dedos y sonrió levemente.
—En realidad tengo una duda.
—¡Uf! —Santana alzó la vista al techo de la cocina, presa de la desesperación—. ¿De qué se trata?
—Mi duda es… ¿por qué tengo que tender la ropa de la familia Lopez como un vulgar sirviente?
—¡BRITTANY, PORQUE TODOS DEBEMOS AYUDAR EN CASA Y YO NECESITO PERDERTE DE VISTA UN RATO!
Élla dio la impresión de querer añadir algo más, pero, al ver a Santana tan enfadada, decidió que sería mejor no llevarle la contraria en ese momento.
—Está bien —gruñó por lo bajo, y se dirigió hacia el garaje.

No estaba seguro de haber comprendido todo lo que Santana le había ordenado,
porque, sencillamente, jamás había tendido ni una sola prenda de ropa. Localizó la lavadora al fondo del garaje y la abrió, apretando la palanca. Sonrió satisfecha. Después encontró una palangana: sacó la ropa de la lavadora y la depositó allí. Una vez terminó, fue hasta la parte trasera del jardín cargado con la palangana repleta de ropa y la dejó en el suelo. Frente a élla había unas cuerdas atadas a las ramas de dos árboles, formando tres líneas rectas. Ojeó las pinzas sueltas que se encontraban colgadas ahí.

«Tú puedes hacerlo, Susan», se dijo. Cogió una camiseta. Era Rosa Fuerte, y en la parte delantera resaltaba el dibujo de una hoja verde de marihuana, así que rápidamente dedujo que pertenecía a Quinn. Suspiró, resentida por tener que llevar a cabo un trabajo tan decadente, dado su blanco historial en las tareas domésticas, y finalmente logró colgarla en la cuerda sujetándola con dos coloridas pinzas.

Tendió una segunda prenda, una tercera, una cuarta, una quinta… y entonces se quedó muy quieta. No pudo evitar sonreír.

—Vaya, vaya, qué interesante…ja ja ja —murmuró con un deje lascivo. Y estiró la goma de unas braguitas de Santana.
Eran de color azul intenso, con el dibujo de Piolín en la parte delantera y un letrero en la zona del Trasero donde se leía: «Sexy girl».

Apenas se dio cuenta cuando la imagen de Santana en ropa interior se apoderó de su mente. Sacudió la cabeza, consternada; ¿en qué estaba pensando? Suspiró. En realidad debía admitir que se había sentido aliviada tras saber que Santana nunca se había acostado con ninguno de sus muchos novios. Probablemente, incluso empezaba a cogerle un poco de cariño a causa de la intensa convivencia.
Sintiéndose un tanto estúpida, Brittany tendió las braguitas de Santana. Y entonces una pregunta curiosa se apoderó de élla, parpadeando como un luminoso cartel de propaganda en su cabeza: ¿qué talla de sujetador utilizaría la chica? No estaba seguro de ello, ya que Santana solía vestir sudaderas o chaquetas deportivas que ocultaban aquello que Brittany querría descubrir. Rápidamente rebuscó en la palangana hasta encontrar un sujetador azul que completaba el conjunto de las braguitas de Piolín.

—Pues tampoco está tan mal… —comentó Brittany en voz alta.
—¿Qué es lo que no está tan mal?
Sorprendida, dejó caer el sujetador al suelo. Era Santana, que la observaba con atención a apenas dos metros de distancia. Estaba de brazos cruzados y, a juzgar por la agria expresión de su rostro, seguía cabreada.
—Decía que…, nada, que no está tan mal esto de tender la ropa —mintió.
—Me alegra. Espero que te sirva de lección y lo hagas más a menudo.
—No lo dudes —añadió, esforzándose por no reír.
—¿Sabes?, hoy estás un poco rara.
—Así soy yo: rara y exclusiva —aclaró.
—No eres exclusiva en el buen sentido de la palabra, Brittany. En todo caso serías… repulsiva.
Brittany frunció el ceño, molesta.
—Oye, ¿por qué tienes que pagar conmigo tu mal humor?
—Pero ¿qué demonios te pasa a ti? Esto es lo que hacemos siempre: atacarnos la una a la otra.
—Ya, claro.
—¿No piensas decir nada? ¿Ni siquiera… un nuevo insulto o algo que reprocharme?
—Estoy falta de inspiración.
El enfado de Santana pareció concentrarse en la afilada mirada que le dirigió.
—¡Vete al cuerno, estúpida Rubia! —gritó, antes de dirigirse nuevamente hacia el interior de la casa. Brittany se encogió de hombros, ligeramente confuso por la reacción de Santana.

Lo cierto era que ella ya no estaba segura de qué la cabreaba más: si el hecho de
que Brittany se comportase tal como lo harían las personas normales y corrientes o que se dedicase a humillarla y dañarla con sus patéticas ironías. Posiblemente le molestaba todo en general, e hiciese lo que hiciese élla, ella jamás estaría satisfecha con el resultado final. Se sentía extraña y más irritable de lo normal tras la conversación sobre sexo que habían mantenido.

—¿Qué más tenemos que hacer? —preguntó Brittany.
—No te ofendas, pero suena un tanto misteriosa que te muestres tan colaboradora —objetó santana con desconfianza.
—Tú con tal de protestar…
—Bueno, está bien, ayúdame a hinchar globos.
—¿Globos? ¿Celebraremos la verdadera edad de Quinn o su edad mental?, porque solo en el segundo caso entiendo el asunto de los coloridos globos.
—Sabía que era demasiado bueno para ser cierto. —Suspiró—. Venga, ¡haz algo! —concluyó, tendiéndole un puñado de globos.
Brittany los observó con una mueca de repugnancia y los apartó a un lado. Santana puso los ojos en blanco.
—¿Y ahora qué es lo que ocurre, Majestad?
—No esperarás que pose mis delicados labios sobre un trozo de plástico, ¡a saber cuántas manos lo habrán tocado antes! —explotó—. Eres muy descuidada, Santana, especialmente teniendo en cuenta que nos encontramos en medio de una catástrofe higiénica desatada por la gripe de la gallina.
—Tu estúpido discurso me está durmiendo; cállate ya. Está bien, prefiero que no hagas nada —objetó.
—¡Ya te he pillado! Lo haces para luego poder quejarte de lo poco que ayudo.
—¡Pero… si has dicho que no querías hacerlo!
—Claro, ¡ahora pon excusas! —farfulló con expresión dolida—. ¡Eres una manipuladora de cuidado!
—Esto ya es insoportable… —susurró Santana.
—Desde luego, desde luego que eres insoportable. Menos mal que al fin reconoces algo —opinó élla—, mi madre siempre dice que ese es el primer paso para solucionar un problema: la aceptación. ¡Bravo, Santana!
Santana le dirigió una mueca de profundo asco. Después, conteniendo lasganas de contestarle, cogió un globo de color azul y comenzó a inflarlo hasta que adquirió un tamaño considerable. Hizo un pequeño nudo en el extremo antes de lanzarlo sobre el rostro de Brittany.
—¿Te has vuelto loca? ¿Por qué me atacas?
Continuó ignorándole e infló otro globo. También ese fue a parar a la cabeza de la Rubia
—¿Qué te propones, Santana?
Un tercer globo anaranjado le dio de pleno en la cara. Santana rió. Sin embargo, Brittany pareció reaccionar. Alzó su señorial mano y la dejó caer sobre el brazo de ella con un manotazo que resonó en el silencio de la estancia. Ella la miró sorprendida.
—¿Acabas de pegarme o me lo he imaginado?
—Te lo merecías.
—¿Qué…?
Santana no pensaba quedarse de brazos cruzados. Arremetió contra élla pellizcándole el hombro. Brittany, sentada en el suelo del comedor de la familia Lopez, abrió mucho los ojos.
—¡Eso ha dolido!
—Era mi intención, idiota.
—¡Serás…!

Y se abalanzó sobre ella descaradamente, empujándola a un lado y pellizcándole la mano derecha al mismo tiempo. Santana logró sobreponerse rodando sobre sí misma y le atestó un puñetazo en la pierna que provocó que Brittany se retorciese de dolor. En ese momento se desató la guerra, y los pellizcos, manotazos, puñetazos fueron incontables. Un globo explotó cuando Brittany empujó a Santana y ella cayó sobre este. Con la mirada repleta de rabia contenida a lo largo de todo el día, Santana contraatacó tirándose sobre Brittany, mordiéndole el hombro con ganas. Élla gritó e intentó quitársela de encima a base de rodillazos; finalmente, al no conseguirlo de ese modo, rodó sobre sí misma y terminó tumbada sobre ella. Presionó las manos de santana contra el suelo, por encima de su cabeza, con lo que la inmovilizaba.

—¡Quítate de encima, estúpida¡¡.. me estás aplastando! —se quejó.
Brittany la miró fijamente. La escasa distancia que separaba sus rostros le permitía distinguir el hermoso rostro de Santana y su perfecta Piel Acanelada, otorgándole un aire aniñado. Ambas respiraban entrecortadamente, como si acabasen de participar en una maratón de varios kilómetros. Élla se había despeinado con la pelea, y algunos mechones rubios se escurrían alborotados, rozando la frente de santana y haciéndole cosquillas. Ella se removió bruscamente, intentando desasirse de las manos de Brittany, pero élla la sujetó todavía con más fuerza, presionando su cuerpo contra el de santana.

—Si te suelto, ¿dejarás de pegarme?
—¡Nunca! —explotó ella, y le dedicó una mirada de profundo odio.
—Entonces tendremos que celebrar el cumpleaños de tu hermana así, tumbadas en el suelo del comedor una encima de la Otra. —Sonrió con ironía y sus ojos azules parecieron brillar intensamente—. Qué interesante va a ser esto…

Un tenso silencio reinó durante unos segundos que se hicieron eternos. Santana comenzó a tranquilizarse, y sus ojos se toparon con los rojizos labios entreabiertos de Brittany, los cuales, curiosamente, se hallaban cada vez más cerca de su rostro. De forma inconsciente, cerró los ojos, despacio, como si estuviese esperando algo. Un beso, quizá.
_________________________________________________continuara

HUAJAJAJAJA soy mala lo se, xD hahaha se que se quedaron a si


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jajajaja si es a si, que risa ...ok no, pero MAÑANA LA CONTINUACION muchas
pero muchas GRACIAS POR SUS COMENTARIOS¡¡ son geniales..Todas..nwn

Hasta Pronto Byeeeeee :D
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Miér Dic 05, 2012 5:00 pm

sinceramente mi FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 650269930admiracion para una persona tan paciente como San de este fic........Britt y sus objecciones podian haber FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 4095860598sacado de quicio a cualquier persona pero no a San........jejeje FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 418230605vaya vaya Britt y su interes por San FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 1968215193empieza a tomar forma

Saludos, hasta la proxima actualizacion FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 2620582621
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Mensaje por luisa triana Miér Dic 05, 2012 9:28 pm

lo repito que buen fic!
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por nicole19 Miér Dic 05, 2012 9:32 pm

me encanta
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Mensaje por rosytha britt-san Miér Dic 05, 2012 11:08 pm

EVIL! es la palabra qeee te describeee.... pff!! se qe no se van a besar. jajajajajaj pero bueno te qedoo buenillo!! :) spero sigas prontoo..bss
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Mensaje por Defi.Masei Jue Dic 06, 2012 12:09 am

Hola. Me leí todo tu Fic en un tiempo Récord. jaja. Estaba muy entretenida leyéndolo rápido porque quería sabe mas en cada capitulo y lo que pasaba.

La paciencia que debe tener San es infinita, porque para bancar esos estados repentinos de superioridad (por no decir constantes) de Brittany, debe tener aguante. jaja Igual me hacen reír las peleas. Quinn es lo mas, me encanta como es. jaja. Y encima lo dejaste en la mejor parte. Se me hace que no va a haber beso. Pero bueno, espero ansiosa el próximo capitulo

Beso
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Mensaje por Lebam_Snix Jue Dic 06, 2012 1:29 pm

la actitud de britt puede ser la mas desesperante del mundo en este fic pero san tiene una increible paciencia infinita y por eso hacen una maravillosa pareja bueno digo yo jajaja a mi me encanta la actitud de britt y quinn jajaja le falta un tornillo ella vive en su mundo loco jajaja espero con ansias el sig capitulo!!!
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Mensaje por MissHeatherRivera Jue Dic 06, 2012 1:32 pm

CAPITULO 13
El cumpleaños de Quinn Fabray





FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 Tumblrm3o33oiqpo1qmegzf







Un tenso silencio reinó durante unos segundos que se hicieron eternos. Santana comenzó a tranquilizarse, y sus ojos se toparon con los rojizos labios entreabiertos de Brittany, los cuales, curiosamente, se hallaban cada vez más cerca de su rostro. De forma inconsciente, cerró los ojos, despacio, como si estuviese esperando algo. Un beso, quizá.

—A la PTM¡¡¡ miren nada mas, qué bien se la están pasando Algunas! se nos adelantaron..jaja
Brittany dio un respingo, sorprendida, y se apartó rápidamente del cuerpo de Santana para hacerse a un lado. Quinn, acompañada por dos chicas que las miraba sonriente apoyado en el marco de la puerta.
—Joder con tu hermanita… —objetó la chica entre risa
—¡Oye, esto no es lo que estás pensando! —logró gritar Santana, avergonzada. Se puso de pie y comenzó a sacudirse las ropas.
Brittany, todavía confusa, imitó sus movimientos.
—Ah, ¿no? —Quinn sonrió ampliamente—. ¿Estudiaban anatomía?
—¡Cállate ya! —se quejó Santana. Después se giró resentida hacia Brittany apretando los puños—. ¡Todo esto es por tu culpa! ¡Te odio! —exclamó, antes de desaparecer escaleras arriba hacia su habitación.
Brittany se quedó allí anclada, en medio del comedor, como una marioneta sin dueño, Quinn se encendió un cigarrillo y le señaló con el dedo.
—No le hagas caso Rubita, así es santana, no intentes comprenderla-
—Seguro que en menos de diez minutos te envía un sms pidiéndote que la perdones o algo parecido —opinó el chico, que llevaba unas rastas por todo el cabello—. Y si no lo hace, le compras una rosa fea de esas y todo solucionado.
Brittany parpadeó confundida.
—No… no, nosotras no estamos juntas.
Quinn la miró de reojo. Después sonrió y el humo de la calada que acababa de darle al cigarro se escurrió entre sus labios.
—Pues casi mejor. A mi hermana siempre le han ido las relaciones liberales, jaja…
—En realidad, lo que quería decir es que no tenemos ningún tipo de relación.
—Ya, claro, y yo voy a la universidad… ¡no te jode! —respondió Quinn, lo que provocó que sus amigos prorrumpiesen en sonoras carcajadas.
Los tres pasaron por delante de élla y se dejaron caer sobre el sofá. El de las rasta comenzó a fumar , mientras que la otra chica se acomodaba en el brazos de Quinn para después depositarle un beso en la mejilla, Algo que confundió mucho a Brittany
—Quinn… ¿no se suponía que tú estudiabas? —preguntó.
Élla le dirigió una mirada divertida. Los tres volvieron a reír al unísono.
—Eso creen mis padres —explicó—. En realidad no hago nada. Pero si piensan que estudio me pagan mis gastos diarios, así no tengo que ponerme a trabajar —detalló—. Y Santana me encubre a cambio de que yo la encubra a ella. Ya sabes, les dice a mis padres que sale conmigo por las noches, pero luego se va con sus amigos.
Brittany la miró alarmado, abriendo mucho los ojos. No podía creer que le hiciesen aquello a la pobre Lopez, con lo bien que se había portado con élla. Suspiró, sintiéndose extraña por el simple hecho de estar preocupada por los problemas de otras personas que poco o nada deberían importarle.
—¿No te sientes culpable?
—¿Culpable de qué…? —beso la cabeza de la pequeña morena, de cabello negro y Rayos Azules, para después encender la PlayStation.
—Nada, déjalo.
—Bueno, Chica hermosa ¿cómo te llamas? —preguntó el chico de las Rastas
Brittany lo miró de arriba abajo antes de contestar: vestía unos pantalones agujereados que se ajustaban al contorno de sus gruesas piernas y contrastaban con la chaqueta de cuero repleta de remaches y parches diversos cosidos aquí y allá del modo más desordenado posible. La rubia tragó saliva despacio.
—Me llamo Bri..Brittany… —respondió al fin.
—Encantado. —El le tendió una mano, y Brittany creyó que se desmayaría al estrechársela. Afortunadamente, solo se sintió ligeramente mareado cuando lo hizo—. Yo soy Joe.
—¿Joe? —preguntó, pensando que se trataba de una broma.
—Sí. Es un mote, me lo pusieron porque soy Joe Hart, Pero me gusta mas Joe —aclaró felizmente—. Y esta chapparita loca
—eh, eh mas respeto — dijo Quinn mandándole una mirada amenazante—
—Huuy, Perdon, Bueno Esa Muchachita, Es Rachel
La tal Rach también le tendió la mano, mostrándole una larga sonrisa. Parecía una chica normal , aunque vestía de un modo raro: pantalones negros , Playera Negra , en pocas palabras TODO ERA NEGRO.
—Bueno, ¿ya habéis preparado la cena? —le preguntó Quinn, Al volver ah abrazar a la Chica— Ten, anda, fuma un poco —le tendió el cigarilo
—No, gracias. —Suspiró—. Yo… creo que será mejor que suba y hable con tu hermana.
—¡Así me gusta! Tú dale caña, Rubita. A las chicas les gusta que las hagan sufrir, son así de raras.

Brittany se dirigió hacia el baño a toda prisa mientras Quinn seguía hablando. Lo primero que hizo fue lavarse las manos tres veces seguidas, después de los afectuosos saludos de Joe y Rach. Si todos los amigos de Quinn eran como aquellos, estaba seguro de que pasaría la peor noche de su vida. Se miró al espejo y se propuso ser fuerte. Aquello era la selva, y debía sacar a flote su instinto salvaje para lograr sobrevivir en medio del caos.
Después se dirigió al cuarto de Santana. Entró sin llamar a la puerta.

—Pero ¿qué haces? —Santana le lanzó un despertador, que chocó contra la pared, a unos centímetros de su cabeza—. Avisa antes de entrar, podría haber estado cambiándome.
—Tampoco vería nada del otro mundo. —Se encogió de hombros. — ¿Tenemos lo mismo no? Aun que … Creo que yo Mejor obvio.
—¡No te soporto más!
—Oye, que vengo en son de paz.
—Métete esa paz por donde te quepa.
—La paz es un concepto abstracto, no puede depositarse en ningún lugar concreto, ¿entiendes?
—¡Por Dios, lo que una tiene que aguantar! —Alzó la vista al cielo, desesperada.
—Mira, quizá deberíamos intentar llevarnos bien durante las próximas horas. No quiero morir en pleno cumpleaños de tu hermana y, ciertamente, esas gentes parecen estar a punto de atacarme de un momento a otro. Temo por mi vida , su Novia es muy Rara.
—Novia?
—si, Aquella chica de Pelos Negros con Rayos azules.
—aaa..Rachel.
—si , ella, me da miedo, voy a morir con esas gentes, ME DAN MIEDO¡¡
—Todo lo haces siempre por interés —se quejó Santana.
—¡Pero es un interés positivo!
—¿Sabes?, ya me he cansado; esta vez no pienso ayudarte.
Fijó sus ojos en Brittany y esperó encontrar tristeza y desolación en su rostro; sin embargo, élla sonreía de un modo misterioso.
—Como quieras, tendremos que ir a malas entonces —dijo—; por explicarlo de otro modo: si no me ayudas contaré la verdad sobre la falsa vida estudiantil de Quinn y tus habituales salidas nocturnas.
Santana abrió la boca de par en par, alucinada. ¿De dónde había sacado la rubia aquella información? Seguramente la tonta de su hermana se le habría escapado. Brittany supo que ella se encontraba entre la espada y la pared.
—Y ahora, mi querida Santana, es hora de hacer la cena —anunció, con una enigmática sonrisa en su rostro—. Yo supervisaré que todo salga bien; ¡venga, andando!, ya basta de vaguear.
—¡Serás…!
—¿Qué soy, Santana? —preguntó, con un deje amenazador en la voz.
—Eres sencillamente… adorable —masculló ella.
—Gracias.
Brittany se dirigió hacia la escalera, y Santana se levantó dispuesta a seguirle. No tenía otra opción.
—Capullo. Eres un capullo, eso quería decir —añadió en un susurro que la Rubia no llegó a oír.
Una vez en la cocina, Santana abrió la nevera y observó el interior. Miró a Brittany.
—A ver, ¿cuántas hamburguesas necesitaremos…? —preguntó Santana en voz alta, pensativa.
Brittany la miró asustada.
—¿Hambur… qué?
—Hamburguesas.
—¡Aparta, niña cutre! —exclamó, le dio un empujón y la hizo a un lado bruscamente—. ¡Hamburguesas, dice! ¡Ni que estuviéramos en un bareto de mala muerte, en mitad de la carretera, en medio de la nada! —farfulló—. ¿Qué será lo próximo?, ¿patatas fritas con katchup, ketchup… o como se diga?
—Se llama Ketchup, y sí, realmente pensaba hacer patatas fritas.
—¡Oh! —Se llevó una mano al pecho—. Me agotas. Eres una cría, Santana, ¡vete a jugar con tus braguitas de Piolín!
Santana frunció el ceño, confusa.
—¿Qué has dicho?
Élla se giró y la miró fijamente. El azul de sus ojos parecía más claro, como si la frialdad se hubiese disipado.
—Bragas, calzoncillos… ¡Baja de las nubes, Santana! Todo el mundo usa ropa interior… menos tu hermana, por descontada.
—¡Eh, no me cambies de tema!
—¡No!, ¡no me cambies de tema tú! ¿Aquí quién es el jefe?, pensaba que eso ya había quedado claro en la habitación —añadió—. Anda, niña, ve sacando la masa para hacer los canapés.
Santana se cruzó de brazos y la miró como si estuviese completamente loca.
—¿He oído bien?
—No lo sé, eso tendrás que preguntárselo a tu otorrino —comentó—. Pero no dudes de mi pronunciación, mi dicción es perfecta.
Ella se echó a reír.
—¿Eres consciente de que ni con diez bandejas de tus ridículos canapés lograrás saciar el apetito de los amigos de Quinn?
—Ese no es mi problema: eres tú quien tiene que hacerlos… —le recordó—. Yo solo te diré de qué los tienes que rellenar —añadió con un ligero retintín.
—Dame el teléfono del supermercado —le pidió Brittany.
—¿Qué…?, ¿qué piensas hacer, pequeña demente?
—Pediré que traigan a casa masa de canapé preparada.
Santana se cruzó de brazos y la miró como si acabase de volverse completamente loca. Suspiró largamente.
—Mira, Brittany, en el diminuto supermercado de la urbanización no hacen pedidos a domicilio.
—Entonces esta vez será la excepción —repuso élla, sonriente—. Venga, no me cuentes historias y dame el teléfono.
Santana puso los ojos en blanco, antes de desaparecer hacia el comedor en busca de la guía telefónica. Allí se encontró con su hermana, Rach y Joe, que reían sin cesar mientras veían anonadados el programa ¿Quién quiere ser millonario? Santana no encontró la gracia del asunto y supuso que ya estaban muy mal
—¿Estás con tu amiguita? —le preguntó Quinn, dirigiéndole una sonrisa ligeramente maliciosa, mientras abrazaba fuertemente a Rachel
—No es mi amiguita —repuso Santana—. Y, en el remoto caso de que lo fuera, no sería asunto tuyo.
—Mientras las dos no se sigan montando sobre la alfombra del comedor, será asunto mío —le indicó su hermana—. ¡En esta casa hay habitaciones de sobra para hacer cochinadas, no hace falta que nos restriegues su feliz vida sexual! —gritó, y después rió atropelladamente, acompañado por las estridentes carcajadas de Rachel y Joe
—Quinn, creo que deberías dejar de fumar Hierba
—¡Pero si la fiesta solo acaba de empezar! Espera a que lleguen los demás…jaja verdad amor.
—si, cariño…—dijo Rachel al llevarse los labios de la Rubia a los de ella—
Santana cogió la guía telefónica y salió de allí dando un fuerte portazo. Estaba cabreada con el mundo en general. Brittany tenía la culpa de todo. Antes de que la rubia llegase allí a pasar las vacaciones todo había ido sobre ruedas, sin problemas. Ahora, contrariamente, las cosas comenzaban a torcerse más de lo debido.
—¿Ya tienes el maldito teléfono? —preguntó Brittany en cuanto ella entró en la cocina.
—Sí, aquí lo tienes —contestó Santana, lanzándole la gruesa guía telefónica.
Brittany logró cogerla al vuelo, pero dio un paso atrás, asustada.
—¿Quieres matarme? —Hojeó las páginas de la enorme guía—. ¿Y cómo narices pretendes que encuentre aquí el número del supermercado? ¡Búscalo tú!
Le tiró la guía, que de nuevo voló por los aires como si se tratase de una pelota de goma. Santana no consiguió alcanzarla y retumbó estridentemente sobre el suelo de la cocina.
—¡Estúpidaaaaa!!!!! —le gritó al recogerla.

Respiró agitada, mientras buscaba el teléfono del supermercado y prometió que, una vez lograse preparar adecuadamente el cumpleaños de Quinn, también se dedicaría a celebrarlo por todo lo alto. Pensaba darse la fiesta de su vida. Es más: necesitaba urgentemente esa fiesta. Debía despejarse de todos aquellos insufribles días.

—Aquí lo tienes —le dijo cuando lo encontró y se lo señaló con la punta del dedo.
Élla sonrió satisfecha. Cogió el teléfono, marcó el número y esperó una respuesta.
—¿Oiga?, ¿hablo con el supermercado? —preguntó—. Ah, perfecto. Soy la señorita Brittany, me gustaría hacerles un pedido a domicilio.
Santana le observó mientras élla permanecía en silencio, escuchando al parecer las palabras de uno de los encargados.
—Ya sé que no tienen ese servicio para clientes, pero pienso que podría hacer una excepción. —Suspiró—. Verá, las excepciones suelen ser bien recompensadas, usted ya me entiende…
Hubo unos instantes tensos. Y después, sorprendentemente, Brittany comenzó a indicarle la dirección de la casa y qué deseaba comprar. Luego colgó y le lanzó a Santana una mirada rebosante de orgullo.
—¿Ves? No era tan difícil —le dijo.
—Le has sobornado —farfulló la joven.
—Lo sé. —Chasqueó los dedos—. Recuerda esto, Santana: el dinero puede con todo.
—Me das asco.
—Apuesto lo que sea a que mi dinero también puede con tu asco —repuso Brittany, con ademán reflexivo.
Santana pasó el resto de la tarde siguiendo las instrucciones de Brittany. Preparó el relleno de los canapés y aguantó sus continuas quejas.
—No puedo creer que ni siquiera tengáis un poco de caviar —decía—. Sinceramente, teniendo en cuenta los nefastos ingredientes, no sé si estos canapés serán comestibles.
Santana fingió no escucharle y continuó mezclando atún con tomate en un pequeño cuenco. Aproximadamente media hora después, los canapés estaban preparados y listos para hornear. Santana contempló las dos bandejas repletas con cierta duda. Vendría mucha gente, incluidos sus amigos y amigas, así que supuso que los ridículos canapés no llenarían siquiera el estómago de dos personas.
—Vale, mételos en el horno —continuó Brittany, disfrutando como nadie del hecho de poder dar una orden tras otra—. Será mejor que vaya subiendo a mi habitación para arreglarme —añadió.
Santana se giró tras cerrar la puerta del horno y la miró fijamente.
—Brittany, hazme un favor: no te arregles demasiado —le pidió—. Solo lo justo, ¿entiendes? Iremos después a una discoteca que está en el pueblo de al lado. No hace falta que te vistas tan Elegante.
—Eso ya lo sabía… —susurró élla con desdén.
Santana rió tímidamente cuando élla desapareció de la cocina, advirtiendo que no lo sabía. Ciertamente, minutos atrás, al subir a la planta de arriba para ir al baño, había divisado un perfecto Vestido Blanco Largo y pomposo como de princesa (o algo parecido) tendido sobre la cama de Brittany; bien preparado de antemano. La rubia era tan… previsible.
Antes de ir ella también a vestirse, sacó dos pizzas de la nevera y las metió en la parte inferior del horno, omitiendo los consejos de Brittany. Estuvo a punto de ponerse a freír patatas, pero supuso que ya era demasiado tarde y los invitados aparecerían en breve.
Una vez en su cuarto, se puso unos vaqueros ajustados y para la parte de arriba eligió una camiseta de tirantes que se cruzaban en la espalda de color marrón, a conjunto con las botas. Suspiró, dejando atrás su sudadera y doblándola sobre la cama. Después se dirigió directa hacia el baño y, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, se cruzó con Brittany.
—Aparta —le espetó la Rubia, dándole un empujón y entrando en el baño.
—¡Eh, pero te has colado!
—Pues te fastidias.
Iba a cerrarle la puerta en las narices, pero Santana colocó el pie entre esta y ella marco justo a tiempo. Élla entrecerró los ojos y un brillo azul pareció emanar de ellas.
—Quita el pie de ahí —exigió. Y entonces la miró de arriba abajo. Lentamente una sonrisilla malévola apareció en sus labios—. Por cierto, bonito escote.
—¡Cállate! —se quejó ella, llevándose una mano al pecho.
—Pensaba que eras una tabla de surf. —Volvió a sonreír—. Me has estado engañando, ¿eh?...jajaja
Santana respiró hondo y alzó la vista hasta el techo del pasillo, rogándole al Dios que la había abandonado en aquel aeropuerto, cuando élla llegó a Estados Unidos, que regresara y la salvara de una muerte segura.
—¿Te importa si compartimos el baño? —preguntó ella, intentando aparentar amabilidad—. Tengo que peinarme. Si no, nos quedaremos aquí en la puerta hasta la madrugada.
—Está bien. —Brittany abrió un poco la puerta—. Pero que conste que soy como los seguratas de las discotecas: el pase se acepta o se deniega según el tamaño del escote.
—Eres un estúpida en vedad, Brittany —atajó ella, apartándole a un lado y entrando.
Élla se colocó detrás de santana, mientras ella se situaba frente al espejo y comenzaba a cepillarse el cabello con ahínco. Brittany bajó la vista y observó el contorno del trasero de la chica. Era la primera vez que se vestía con una prenda tan ajustada como para que pudiese hacer sus cálculos anatómicos. No estaba tan mal. Pero, claro, era Santana, y eso sí estaba mal.
—No te preocupes, sabes perfectamente que yo jamás te tocaría—respondió élla—. No estoy tan desesperada como para rebajarme hasta tu nivel.
Santana la ignoró y continuó peinándose, con Brittany a su lado, apenas a unos centímetros de distancia, evaluando cómo intentaba recogerse el pelo en una especie de moño desenfadado.
—No te queda bien —le indicó élla.
—¿Te importaría dejar de humillarme? —se quejó Santana, malhumorada. Su paciencia se agotaba por momentos.
—No es eso. —Brittany frunció los labios, como si le costase pronunciar las palabras que pensaba decir—. Es que el pelo suelto te favorece más —concluyó.
Santana se giró hacia élla y dejó de colocarse horquillas negras en el contorno del moño.
—¿Lo dices en serio? —Se evaluó frente al espejo, observándose de perfil e intentando decidir qué hacer—. Hum… puede que tengas razón.
Finalmente se quitó las horquillas y dejó que la melena color oscuro se deslizase libremente por su espalda. Brittany observó las ondulaciones del cabello en silencio, pensativa.
—¿Me lo plancho? —preguntó Santana, ansiosa por recibir más consejos de belleza por parte de una Chica que ah estado mucho en la Moda. Además venia de Londres.
—¿Y a mí qué me cuentas? —contestó élla, volviendo a su antipático estado natural. Contempló el decepcionado rostro de Santana—. Bueno, no, no te lo planches. Está mejor así.
Ella sonrió tímidamente, y élla deseó que la tierra se la Tragara, No le gustaba estar en aquel baño con Santana, pues era una extraña situación que daba a entender lo bien que se llevaban, la confianza que tenían la una en la otra y la intimidad que reinaba en la relación. Todo falso, obviamente.
—¿Te falta mucho? —insistió—. Quiero Bañarme. Y no pienso hacerlo delante de ti, por mucho que lo desees.
Santana le dedicó una mueca de asco, y la situación pareció volver a la normalidad.
—Me das asco —masculló—. Ya me marcho, tranquila.
Se fue poco después, dejándole a solas. Brittany corrió el pestillo de la puerta. Se miró al espejo y con un poco de agua para acomodar sus largos cabellos Rubios. Santana le había indicado que no debía arreglarse demasiado, así que intentó dotar su pelo suelto y mas ondulado. Se había vestido concienzudamente con unos vaqueros negros corrientes desgarrados muy sexys (doscientos cincuenta dólares) y una top negro tipo corset [quinientos veintes pesos] que conjuntaba con el color de sus ojos Azules. Se alboroto su cabello Rubio y Al final se puso un saco negro Chanel [novecientos veintitrés Pesos] sonrió en el espejo y dio un fuerte suspiro Estaba nerviosa.

Aquella noche debía enfrentarse a muchas cosas, no solo a la idiota de Santana. Tendría que ver de nuevo a sus amigos (sin contar con la idea de conocer a los amigos de Quinn). Todavía recordaba a Cloe, la loca que pretendía llevarla a su habitación para que hiciesen una película no apta para todos los públicos; Charles, el joven macarra que siempre parecía estar a punto de cometer un atraco y le trataba como si fuesen hermanos y se conociesen de toda la vida; Sam, el loco que afirmaba continuamente lo guapa que era Quinn (Brittany sintió un leve escalofrío al recordarlo). Pero, por encima de todos ellos, le preocupaba tener que volver a encontrarse con Puck
Puck era su contrincante. Vestía bien, tenía la piel cuidada y era elegante y rico. Lo odió en cuanto lo vio por primera vez. Además, Puck llevaba enamorado de Santana muchos años, y a Brittany había dejado de parecerle gracioso ese asunto. Ya que también lo malo de esto y la dejaba atrás es; Puck era Hombre, pero por ahora no importaba, Puck era una mosca que sus pulcros Tacones debían aplastar sin compasión. Brittany sonrió frente al espejo, sintiéndose más segura tras su último pensamiento.
—¿Te has ahogado en la Bañera? —preguntó Santana, gritando tras la puerta a bocajarro—. Eres tan tonta que no me sorprendería, la verdad.
—No, querida Santana. —Brittany sonrió, apoyando ambas manos en el lavabo y pensando en su próximo comentario—. Estoy ocupada… aliviando ciertas necesidades… sexuales. —Apretó los labios, aguantando una sonora carcajada—. Si quieres entras y me echas una mano; nunca mejor dicho.
—¡Guarraa¡¡! ¡Serás…! ¡Arg, te odio! —exclamó, consternada—. Por tu bien, espero que sea una de tus estúpidas bromas.
Brittany abrió la puerta del baño de golpe, disipando las dudas de Santana. Le dedicó una amplia sonrisa y le tocó la punta de la nariz con uno de sus largos dedos.
—Seguro que ya estabas fantaseando, ¿eh, pillina? —le dijo.
Santana frunció el entrecejo.
—En realidad, prefiero fantasear sobre lo mal que lo vas a pasar esta noche.
Y acto seguido comenzó a caminar escaleras abajo. A Brittany no le agradó su último comentario. Siguió los pasos de Santana algo enfurruñada e intentando calmarse. Era complicado controlarse en ciertas situaciones que nunca había tenido que vivir. La vida americana le parecía el caos más absoluto jamás conocido.
Llamaron al timbre de la puerta. Quinn, junto con Joe y su Novia, se levantó al fin del sofá (al cual podría haberse pegado;Brittany trazó una nota mental al respecto: no volver a sentarse ahí bajo ningún concepto). Cuando la puerta se abrió y un montón de extraños energúmenos empezaron a colarse en la casa de la familia Lopez, Brittany pensó que se trataba de un atraco a mano armada.
—Bienvenidos —dijo Santana.
—¿Les das la bienvenida a ellos? —le preguntó Brittany, en susurros, mientras señalaba al grupo. Necesitaba cerciorase de que aquellos eran invitados.
—Mantén la boca cerrada.
Los ojos de Brittany danzaban de un lado a otro, contemplando el desastre que se iba desatando a su alrededor. Una chica con el cabello de color Naranja chicle le dio dos besos y se presentó.
—Soy Amy —le dedicó una sonrisa.
—Ah, pues qué bien —contestó Brittany, confundida.
—Élla es Brittany —añadió Santana rápidamente, sacándole del apuro—. Perdonala, es un poco tímida.
—¡Oh, no tiene importancia! —Amy rió.
Brittany no podía apartar la vista de ella, con ese color tan llamativo de pelo. Era como si le hubiese hipnotizado. Eran tan Naranja, Llebaba todo el dia poniéndose gotas en los ojos por causa del Rosa de Quinn, AHORA ESTO
Había mucha gente. Dos jóvenes que también llevaban rastas, aunque más finas que las de Joe; dos chicas gemelas, ambas igual de feas, según catalogó la Rubia rápidamente; y un joven que parecía recién salido de un psiquiátrico de alto riesgo. Iba completamente vestido de negro y calzaba unas enormes botas militares. Su cazadora (negra, al igual que todo lo demás) estaba repleta de remaches y cadenas de plata que colgaban por doquier. El chico en sí era un arma andante. Por si aquello fuese poco, un flequillo ladeado ocultaba la mitad de su pálido rostro, sobre el cual apenas cabía un piercing más. Era alto, aunque excesivamente delgado. Así que, cuando Santana cogió al chico de la mano y lo arrastró hacia Brittany con la intención de presentárselo, a esta le entraron verdaderas ganas de convertirse en una versión Femenina y moderna de Forrest Gump y echar a correr a toda velocidad.
Sin embargo, el cabello rosa Naranja de Amy seguía ejerciendo cierto control mental sobre élla, por lo cual se contuvo y permaneció muy quieta, adivinando que se avecinaba una de las noches más extrañas de su vida.
—Mira, élla es Brittany, la estudiante inglésa que ha venido a pasar las Navidades con nosotros —le decía Santana al chico arma letal—. Brittany, te presento a Gorth.
“Hasta el nombre suena extrañamente… mortífero y peligroso”, pensó Brittany. Estiró la mano, intentando complacerle, pero Gorth la miró serio y no aceptó su saludo.
—Le cuesta entablar amistad con los desconocidos —le explicó Santana, tratando a Gorth como si fuese su chiquillo protegido.
—Créeme, no importa. —Brittany sonrió, satisfecha. Mejor si aquel psicótico no le dirigía la palabra en toda la noche. Un alivio para élla.
Quinn gritó, y su voz se elevó sobre el nivel de los murmullos en la entrada de la vivienda.
—¿Cenamos ya o qué? ¡Me muero de hambre!
Brittany se acercó con sigilo al oído de Santana.
—Palabras vulgares, muy propias de tu hermana y su falta de educación.
Santana la apartó de un codazo, pero, curiosamente, Brittany observó que Gorth había oído su comentario y ahora le sonreía. Clavó la vista en el suelo. El chico arma le intimidaba más de lo que le gustaba. Por eso, cuando Santana se alejó para explicarle a su hermana que todavía faltaban invitados por llegar, Brittany creyó que el mundo se le venía encima.
—Un buen comentario —le dijo el psicópata. Apenas movía los labios para articular las palabras.
Aguantó unos instantes mirándole fijamente. Y mágicamente agradeció la cercana presencia de la chica pelo naranja. Quizá ella se dignase salvarla si Gorth decidía atacarla de improviso. Dio un paso hacia atrás, por si las moscas.
—Gracias —dijo al fin.
Todos los invitados pasaron al comedor y se acomodaron en los sofás y las sillas que rodeaban la enorme mesa de madera. Brittany advirtió que, al parecer, Santana había puesto la mesa mientras élla se encerraba en el baño y, como era de esperar, lo había hecho francamente mal. Cubiertos desordenados y alineaciones desacertadas. Así que, mientras todos se acomodaban, se dedicó a organizar aquel caos.
—¡Deja de hacer eso, por favor! —le pidió ella—. Acabará enterándose todo el mundo de lo enferma que estás. Intenta disimular, al menos.
—El desorden también es una enfermedad, santana —le acusó élla, señalándola con el dedo índice para que todos los invitados advirtiesen que aquello no era una conversación normal, sino una disputa.
Ella la ignoró y se dirigió hacia la puerta cuando el timbre sonó de nuevo. Brittany la siguió, alejándose de todos aquellos enigmáticos elementos. Al lado de los amigos de Quinn, Santana podría haber sido una delicada princesita la mar de femenina.
Frunció los labios con desagrado en cuanto divisó quiénes se encontraban en los escalones de la entrada. Todos le saludaron amablemente, excepto Puck, que ni siquiera se dignó mirarle; en cambio, se acercó hacia Santana y le dio un pomposo beso en la mejilla.”Rata de cloaca, debes morir¡¡”, pensó Brittany, mientras contemplaba asqueada su rostro.
Puck se había arreglado muy bien, su ropa tenia mas cosas de maca, obvio de Hombre, y eso le molestaba. ¡Y todo por culpa de Santana, que le había sugerido que no se vistiese demasiado formal! Sintió ganas de romperle el maldito Traje asqueroso que llevaba puesto el Tipo, Quería desgarrar su cara con sus uñas hasta dejarlo sin rostro
—¿Qué tal lo has pasado estos días?
Brittany ladeó la cabeza, advirtiendo que se dirigían a élla, Sintió un escalofrío cuando descubrió a la emisora de aquella pregunta. Cloe. La misma Cloe que había intentado violarlo días atrás. Vestía unos vaqueros excesivamente cortos y un top de lentejuelas que dejaba poco espacio a la imaginación.
—Genial —respondió élla, secamente.
Joes, el macarra con pinta de atracador innato, le dio una brusca palmada en la espalda y le pellizcó un cachete, lo cual no le agradó demasiado a la Rubia.
—¡Esta noche lo vamos a pasar en grande, eh! Ja, ja, ya verás qué marcha nos traemos por aquí —le dijo.
—Oh, sí, me muero de emoción —masculló Brittany con un tono extremadamente monótono.
—Tan estúpida como siempre —farfulló Puck, arrugando la nariz.
—¡Eh, deja de meterte con mi Sister! —exclamó Joe, que abrazó a la Rubia como si fuera de su propiedad.
Santana arrastró a Puck a un lado, cortando por lo sano cualquier discusión, y el resto los siguieron hasta el salón. Dentro se había desatado una guerra de cojines que sobrevolaban la estancia como estrellas fugaces y terminaban estampándose contra jarrones, rostros desprevenidos o cualquiera que se pusiese por delante. Brittany contempló alarmada la escena, y sus ojos Azules se dirigieron velozmente hacia la estantería de madera donde reposaba la colección de dedales de cerámica de la señora Lopez
—¡Eh, cuidado con los dedales! —les gritó, sin poder contenerse.
Se llevó una mano a los labios, asustada. ¿Qué narices hacía élla defendiendo a la inculta madre de Lopez? Respiró hondo, intentando buscar en algún recóndito lugar de sí misma a ese Brittany malévola y fría que normalmente se apoderaba de sus sentimientos.
—¡TENGO HAMBRE! —gritaba Quinn, al compás de Joe, como un poseso depravado—. Santana, saca la cena, y los que falten, que se aguanten.
Santana asintió con la cabeza tras confiscar todos los almohadones y esconderlos en el baño de arriba. Se dirigió a la cocina, seguida por Rachel y Puck así que Brittany también lo hizo. Al contrario que el resto, élla no se dignó cargar con ningún plato, de modo que cuando llamaron por tercera vez al timbre de la puerta, élla era la única que tenía las manos libres.
—¡Brittany!, ¿puedes abrir tú la puerta? —le rogó Santana.
—¿Tengo cara de Mucama o qué?
—¡Por favor, no puedo hacerlo todo!
Brittany se mostró solidaria y se dirigió hacia la puerta de la entrada. Abrió despacio y temerosa, como si esperase encontrarse frente a él a Jack el Destripador. Pues bien, en realidad lo que sus ojos vislumbraron no se iba mucho de la línea de cosas que había imaginado.
Un chico enorme —de casi dos metros, por lo menos—, con una espalda por la cual Brittany habría podido escalar de habérselo propuesto, le sonreía ampliamente.
—Bienvenida al cumpleaños de Quinn —dijo Brittany, sintiéndose estúpida.
Observó cómo dos chicas más salían del coche recién aparcado y se retocaban el maquillaje contemplando sus rostros en los espejos retrovisores.
—Tú debes de ser el novia de Santana, ¿verdad? —comentó la grandulon.
Brittany rió.
—¡Qué va! De ningún modo.
—Oye, rubita, no me lleves la contraria —bramó el gigante, apuntándola con un dedo acusador—. Me lo ha dicho Quinnie, así que ¿estás insinuando que mi amiga es un mentirosa?
La Rubia tragó saliva despacio. El desorbitado tamaño de los puños cerrados de La Masa le aterrorizaba.
—¡Ah, je, je! ¡Claro que soy la Novia de Santana!, ¡lo había olvidado! Ja, ja, ja. —Rió con nerviosismo, de un modo entrecortado.
—Pues que no se te vuelva a olvidar si no quieres enfrentarte a Golpes —le dijo señalando su puño derecho— y Sangre —concluyó, alzando el izquierdo.
—Oh, no, no te preocupes; Santana y yo estamos muy enamoradas (ya pensamos en boda y todo). —Intentó sonreír, pero creía notar que se le había congelado la piel del rostro y apenas podía gesticular—. Además, será mejor que Golpes y Sangre descansen esta noche.
—Ya veremos… —La miró con desconfianza, antes de entrar en la casa.
Las otras dos chicas también lo hicieron, tras presentarse. Una de ellas tenía la cabeza rapada al uno o al dos, mientras que la otra llevaba el cabello largo y liso hasta pasada la altura del trasero. Brittany torció el gesto, antes de cerrar la puerta y adentrarse en una estancia repleta de seres locos y medio extraterrestres.
Cuando llegó al comedor advirtió que todos se habían acomodado y la cena estaba servida. Habían empezado a comer sin esperarle. Tampoco le sorprendió demasiado. Ojeó la estancia y distinguió al idiota de Puck sentado al lado de Santana. Se dirigió hacia allí, cabreada.
—Tu sentido matemático no calcula bien el asiento que te corresponde —le dijo.
—Se siente, haber llegado antes —farfulló el otro, y prosiguió engullendo un trozo de pizza. Después alzó la cabeza para mirarle y señaló los canapés—. Me han comunicado que ha sido idea tuya lo de hacer los canapés. Le pediré a mi cocinero que te envíe a Londres alguna receta sobre cómo son realmente los canapés.
—Son así.
—No, claro que no.
—He dicho que sí.
—Brittany, deja de comportante como una niña —le reprochó Santana—. Siéntate allí, al lado de Gorth.
Brittany sintió cómo un escalofrío ascendía despacio por su espalda. Gorth, frente a Santana, le daba un delicado mordisco a uno de sus canapés. Intentó disimular el miedo y se acercó hacia la silla libre que estaba a su lado. El psicópata la miró y le sonrió. Brittany deseó morir allí mismo.
—Están buenos los canapés —le dijo, arrastrando las palabras. Hablaba con un tono extremadamente bajo, casi en susurros, como una serpiente.
—Gracias. Ya lo sabía —contestó Brittany, sirviéndose su plato.
Miró alrededor en un vano intento por controlar lo que ocurría. En el otro extremo de la mesa, Sam miraba embobado a Quinn, que le daba un poco de pizza en la boca a Rachel que sonreía y limpiaban sus labios después de morder la Pizza y sonrían tiernamente ambas, se veian tan bien juntas , Joe parecía perdido en un mundo de nubes rosas, arcoíris coloridos y estrellitas brillantes (ya había fumado más de la cuenta). A Brittany le sorprendió que las gemelas feas comiesen de un mismo plato (unión nutritiva, pensó). Cuando siguió recorriendo a los invitados con la mirada y fijó sus ojos en Cloe, esta pestañeó en exceso y le envió un beso imaginario soplando sobre la palma abierta de su mano. El estómago de Brittany dio un vuelco en respuesta.
Al otro lado, el dueño de Golpes y Sangre masticaba un canapé tras otro, sentado cerca de la Chica Cabeza Rapada (que se hallaba tan ausente que parecía estar dialogando con Buda), al contrario que la pelo largo, que hablaba sin cesar, como Puck, quien le contaba sus aventuras y desventuras a una silenciosa Santana. Por último, volvió a ver a Quinn que reía tontamente el chiste de uno de sus amigos.
Brittany tragó saliva despacio cuando posó sus ojos sobre el psicópata, que le miraba fijamente.
—Hola —le dijo, sin saber qué más decir.
El Chico Arma volvió a sonreírle misteriosamente.
—Hola —le respondió.
Brittanytembló y, cuando oyó que Santana se disculpaba ante Puck para ir al baño, se apuntó de inmediato a la excursión, levantándose atropelladamente de la mesa.
—¿Qué haces? —le preguntó Santana, malhumorada como de costumbre.
—Te acompaño.
—Puedo ir sola.
—No me importa, necesito estirar las piernas —contestó élla, y observó gustoso la mirada envidiosa que Puck le dedicó.
Santana suspiró, pero no añadió nada más. Juntas salieron del infierno y fueron escaleras arriba. Una vez llegaron al baño, Brittany se coló ágilmente y cerró la puerta.
—Pero ¿qué haces? ¡Sal de aquí! —le gritó ella.
—¡Ni de coña! Sería un suicido —repuso Brittany. Abrió el grifo del lavabo y se lavó la cara con agua fría. Pestañeó, antes de secarse con una de las toallas.
—¿Qué es lo que te ocurre?
Santana repiqueteó con el pie sobre el suelo y se cruzó de brazos. Esperó paciente la respuesta de la Rubia, el cual se apoyó en la pared de azulejos antes de hablar.
—¿Estás loca o qué? ¡Acabo de conocer a un montón de zombis mentales!
—Pero ¿de qué estás hablando?
—¡De ellos! —Brittany señaló la puerta del baño, indicando el exterior—. ¿Qué me dices del gigante que ha bautizado a sus puños como Golpes y Sangre?
Santana rió.
—Ah, te refieres a Evan, es inofensivo jaja
—No me importa cómo se llame —replicó Brittany entre dientes—. Está empeñado en que eres mi novia y amenaza con presentarme oficialmente a Golpes y a Sangre si decido no seguirle el juego.
Las carcajadas de Santana fueron en aumento.
—¿Y el psicópata ese que se sienta a mi lado? Lleva una cruz invertida colgando del cuello, ¿crees que puedo comer tranquilamente sin pensar que en cualquier momento invocará al mismísimo Satán?
—Gorth es totalmente inofensivo —le reprochó Santana nuevamente—. Es el único cuerdo de ahí abajo.
Brittany, dramatizando en exceso, se llevó una mano al pecho.
—¡Ah, vale, pues si me dices que el psicópata es el único cuerdo de ahí abajo ya me quede más tranquila! —exclamó irónica.
—No deberías juzgarle por su aspecto físico —le indicó ella—. Además, Gorth es superdotado.
—¿Ese engendro es superdotado? Entonces, ¿yo soy Dios? —agitó las pestañas, esperando una buena contestación.
—Deja de decir tonterías y baja a cenar con todos —ordenó ella, y la empujó hacia la puerta.
—Me prometiste que no te alejarías de mí, Santana —le recordó—. Si lo haces, ya sabes, mantendré una interesante conversación con tus padres y se descubrirán todas las macabras mentiras de los hermanas Lopez
Santana suspiró.
—Está bien, te prometo que cuando terminemos de cenar me convertiré en tu sombra.
—Eso espero… —concluyó élla, alzando un dedo amenazador.
Salió del baño tambaleándose. Los demonios que ocupaban el comedor le habían robado toda su energía. Sintió unas ganas tremendas de llamar a su madre y pedirle que fuera a recogerla, pero se contuvo. Esperó en la puerta del baño hasta que Santana acabó y juntas se dirigieron, de nuevo, hacia el infierno.
Brittany abrió mucho los ojos cuando entró. Habían apartado la mesa principal, dejándola a un lado del comedor, y todos estaban sentados en el suelo formando un círculo demoníaco, como si aquello fuese un ritual satánico, con un montón de bolsas repletas de bebidas alcohólicas en el centro.
—¡ATENTOS TODOS!, ha llegado la hora de preparar… ¡la Bomba Explosiva! —gritó el chico de las Rastas.
—¿Piensan preparar un atentado terrorista en tu casa, Santana? —susurró.
—No, Tonta, la Bomba Explosiva es un cóctel que inventó Esko.
—Ciertamente, el nombre promete. Veamos cuántos estómagos revientan esta noche…
—¿Podrías callarte un rato? —le pidió ella.
—No sé, no sé… Todos estos acontecimientos merecen ser comentados. —Se encogió de hombros y siguió a Santana hasta el círculo. Se hicieron un hueco entre las gemelas feas y el Chico Arma.
Situado en el centro del círculo, Esko comenzó a mezclar un montón de bebidas diferentes en una botella vacía. Todos estudiaban con atención sus movimientos, como si se tratase de un nuevo truco de magia. Pasados unos minutos, Brittany se acercó sigiloso a Santana.
—Me aburro, ¿falta mucho para que tu comedor explote de una vez por todas?
—Brittany, te juro que no soportaré mucho más tener que escuchar tu voz.
Y decía la verdad. A Santana le desesperaba que la voz de Brittany fuese tan delicada e inocente cuando realmente solo la utilizaba para hilvanar frases humillantes e insultantes.
—No digas memeces, Santana; tú adoras mi voz.
—Adoro tus labios cerrados, Brittany.
—Mis labios, al fin y al cabo; adoras mis labios —concluyó élla, satisfecha.
Mientras Esko continuaba elaborando aquel cóctel misterioso, Brittany advirtió que Puck la miraba fijamente desde el otro extremo del círculo; así que, a propósito, se pegó todo lo que puedo a Santana y le sacó la lengua al otro.
—¡Me estás agobiando! —le dijo ella.
—Lo siento, pero la cara de las gemelas feas me asusta. Hasta tú eres una belleza en comparación con ellas.
—No son tan feas —le reprochó Santana.
—Pero ¿qué demonios les ocurre a tus ojos?
—¡Chissst, calla de una vez! Esko está a punto de terminar…
En efecto. Esko tapó la botella —ahora llena—, en la que había mezclado cien mil derivados distintos de alcohol, y la agitó con ahínco. Brittany se encogió sobre sí misma e hizo algunos cálculos científicos sobre si realmente aquello podría provocar que todos estallasen en mil pedazos.
—¡Ya está listo! —Esko se volvió hacia Quinn y le dedicó una sonrisa repleta de cariño, tendiéndole la botella—. Es honor de la cumpleañera probarlo ella primero.
Brittany susurró un largo “Oooh” fingiendo emocionarse.
—Qué bonito. —Miró a Santana agitando las pestañas con afectación—. ¡Qué buen amigo! Le cede el turno para degustar la Bomba Explosiva. Creo que voy a llorar —añadió irónica.
Y muy a su pesar, Santana se llevó una mano a la boca para no reír ante el comentario de Brittany. Contempló cómo su hermana abría la botella y después la inclinaba hasta que la boquilla tocaba sus labios. Le dio un trago largo y acto seguido se limpió con la manga de la chaqueta y por ultimo besar los labios de Rachel, Todos aplaudieron, y Brittany, sorprendida, dio un respingo en su sitio.
—¿Qué pasa, aquí probar la Bomba Explosiva es como tomar la comunión o qué? —Observó su alrededor contrariada, pensando que aquel cóctel debía de ser una tradición o algo parecido.
Fueron pasándose la bendita botella de uno a otro. Cuando llegó hasta Brittany, élla la miró con asco y se la tendió directamente a Santana.
—¿No piensas probarlo siquiera? —le preguntó ella.
—Unas ocho bocas satánicas acaban de salivar esa boquilla, ¿hace falta que añada algo más? —Enarcó las cejas.
—En realidad no sé ni por qué pregunto —concluyó ella, que bebió también y se la pasó al Chico Arma.
Aquello a Brittany le parecía nauseabundo. Casi sintió alivio cuando varios comenzaron a levantarse de allí y Quinn puso música. Algunas de las chicas comenzaron a bailar por el comedor, y ellos hicieron el mono a su alrededor. Brittany supuso que así era como antiguamente se comportaban los neandertales. En un momento dado, el amo de Golpes y Sangre tropezó con el cable de la lámpara y terminó derribando el árbol de Navidad, que cayó al suelo armando bastante revuelo.
Brittany apenas se inmutaba ya. Esperaba cualquier cosa que viniera de esos energúmenos. Su “brother”, se subió a una silla y mientras señalaba el árbol recién caído, gritó:
—¡A la mierda la Navidad!
Brittany respiró hondo y sonrió falsamente.
—¡Qué ambiente más cristiano se respira en esta… comuna hippie!
Nadie respondió con un “Cállate!” a su comentario. Asustada, buscó a Santana por la agitada estancia, pero no la encontró. Advirtió que Puck tampoco estaba allí, así que rápidamente abandonó el comedor con el firme propósito de averiguar qué estaba pasando.
Dio con ellos rápidamente. Estaban en la habitación de Santana. Prefirió que no le viesen y se quedó agazapado a un lado de la puerta entreabierta con la intención de escuchar lo que hablaban esos dos.
—Será mejor que bajemos con todos —le dijo Santana.
—Pero antes tengo que darte una cosa —respondió Puck con su característica y desagradable voz melosa.
—Oh, ¿de qué se trata?
—Es mi regalo de Navidad —informó él—. Pensé que el día de Navidad ambos estaríamos ocupados con nuestras respectivas familias, así que lo mejor sería dártelo esta misma noche.
—Pe… pero… no es necesario, Puck, de verdad… yo todavía no he ido a comprar los regalos… —mintió ella.
—No importa. —Suspiró—. Aquí tienes.
La curiosidad de Brittany iba en aumento, así que se inclinó y observó por la rendija de la puerta cómo Santana abría una pequeña caja negra y terminaba sacando un colgante brillante. Por alguna extraña razón, Brittany sintió ganas de estrangular al estúpido Puck. Se contuvo y aguantó la respiración mientras ella le agradecía el detalle y él se ofrecía a ponérselo. Cuando puck apartó el cabello de la espalda de Santana, tirándolo hacia delante y le rozó con sus desagradables dedos el cuello, logró agotar su paciencia y abrió la puerta de golpe y entró en la habitación. Sonrió malévola.
—Vaya, vaya, qué romántico —farfulló sarcástica—; es taaaaaan romántico que creo que voy a vomitar.
—Brittany, por favor, no empieces —atajó Santana, al tiempo que Puck le abrochaba el colgante.
—¿Por qué no vas al baño a mirártelo y me dices si te gusta la medida? —le preguntó él.
Santana asintió, con aire cohibido, antes de obedecer su consejo y dirigirse hacia el baño. Cuando estuvo seguro de que la joven no podía oírles, Brittany avanzó unos pasos hasta situarse frente a Puck
—En serio, eres patética —le dijo esta—. Deberías aprender a respetar la intimidad de las personas. No está bien escuchar conversaciones ajenas.
—Lo que a ti te parezca bien o mal, créeme, me trae sin cuidado —respondió Brittany.
—¿Tienes idea de lo que significa el concepto de la palabra “respeto”? —inquirió Puck, furioso.
—“Miramiento, consideración hacia una persona u cosa, deferencia. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía”—Brittany sonrió orgullosa—. Pero no comparto la definición estricta del diccionario. Yo definiría el respeto como algo así: “Considerar lo que SE DEBE considerar”. Y seamos sinceros, Puck, a mí no me apetece considerarte. Y mucho menos escucharte. Eres un muermo.
—Al menos soy un muermo que ha conseguido ganarse la amistad de Santana. Por más que intentes disimularlo, veo que tú no lo has logrado.
—¿Y por qué iba a querer ser su amiga? —Brittany le observó con curiosidad.
—No vale la pena hablar contigo —le dijo—. Solo sabes decir tonterías, burradas… cosas que hagan daño a la gente. No mereces ni un segundo de atención.
Tras las palabras de Puck, Santana apareció en la habitación, asintiendo con relación a la medida del colgante.
—¿Ya habéis dejado de discutir como dos niños de cinco años? —les preguntó, sonriente.
—Sí. Le he dicho que no valía la pena hablar con él, solo sabe hacer el mal. Y no merece ni un solo segundo de atención —musitó Brittany, felizmente, farfullando las palabras que Puck acababa de decirle a élla misma.
Puck abrió mucho la boca, con los ojos desorbitados.
—¡Acabas de copiarme! ¡Eso lo he dicho yo!
Brittany chasqueó la lengua, como dándose la razón.
—¿Ves? ¡Lo que he dicho!, se comporta como un niño… —Miró a Santana, orgullosa de sí misma.
—¡Estás loca! —exclamó Puck.
—¡Deja de meterte conmigo! ¿Por qué me odias? ¡No te he hecho nada!
—Estás fatal, definitivamente…
—Bueno, no importa, será mejor que nos marchemos con todos. —Santana sonrió. Seguía con el propósito de disfrutar de una gran fiesta aquella noche y no deseaba que ninguno la fastidiara—. Nos vamos a ir a la discoteca de Helthon.
Helthon era un pueblo que se encontraba apenas a veinte o treinta minutos de la urbanización donde Santana vivía. Allí había numerosos pubs, y también estaba la discoteca Butterfly, en la que pensaban continuar con la celebración del cumpleaños de su hermana. Estaba deseando llegar allí y deshacerse durante unas horas de todos los problemas.
El hecho de que Puck le regalase un colgante con forma de corazón la había puesto nerviosa y se había sentido tremendamente mal por no haber comprado un regalo para él. Eso sin contar con la intromisión de Brittany, que, como siempre, había empeorado las cosas todavía más.







_________________________________________________continuara.



Muchas Gracias nwn Espero les haya gustado el nuevo capitulo...nwn Aiiosin
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Mensaje por nicole19 Jue Dic 06, 2012 4:51 pm

me encanto
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Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Jue Dic 06, 2012 5:45 pm

jejeje FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 650269930........poco le falta a Britt para ponerse al descubierto y hacer mas notorios FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 313298198sus celos cuando ve a San y Puck juntos.....jajaja FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 418230605no pare de reir de tan solo imaginar el rostro de Britt siguiendole el juego a Evan y afirmar que FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 1968215193ella y San eran novias

Saludos, hasta la proxima actualizacion FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 2620582621
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Mensaje por Limalimon Vie Dic 07, 2012 1:03 am

Hola, me río demasiado con tu fic. Me encanta que se peleen y se traten así(ok, puede que te suene raro, pero es la verdad). A Britt le falta un látigo y se puede llamar dominadora sin ningún problema, la tiene cortita a Santana. Seria cómico ver que pasaría si Santana descubre algo para sobornarla a la otra. Me la imagino teniendo que cocinar y rellenar el pavo de navidad, seria epico jajajaja :) Obviamente el fic es genial, nos leemos
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Mensaje por Len104 Vie Dic 07, 2012 8:29 am

JAJAAJAJJAJAJAJAJJAJAJA Amo a Quinn!!! Aii estas chicas se van a terminar matando! Pero los clos de Britt por Puck porq esta con Santana son re obvios.. n.n.. San si q tiene paciencia eh!!!!!... Actualiza pronto..

Besooo.. n.n..
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Mensaje por MissHeatherRivera Vie Dic 07, 2012 3:15 pm

CAPITULO 14
Contando Estrellas





FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 Tumblrlifyd7nnbo1qf396r



Cuando Santana logró organizar a los invitados y consiguió que todos abandonaran su casa, Brittany miró a su alrededor en busca de los numerosos coches en los cuales, supuestamente, irían hacia Helthon. Pero, curiosamente, allí solo había un coche y, teniendo en cuenta que era el vehículo del dueño de Golpes y Sangre, Brittany desechó la opción de ocupar uno de sus asientos.

—Bien. —Santana respiró hondo—. Katie e Isabelle me han dicho que irán con Evan en su coche, así que quedan dos asientos libres. ¿Queréis ir con ellos, Gael, Finth? —preguntó, señalando a los dos amigos del brother de Brittany.
Ellos asintieron gustosos y se dirigieron hacia el coche siguiendo al grandullón. Brittany agradeció perder de vista aquellos puños y sintió una calma profunda que invadía su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. La chica del pelo Naranja y las horripilantes gemelas ya no parecían tan malas opciones en comparación con “aquello” que acababa de marcharse.

—¿Y cómo vamos los demás? —le preguntó a Santana.
—¡En mi superfurgoneta! —respondió Quinn, mientras salía abrazada de Rachel , con un cigarrillo en boca,
—¿Tu super… qué? —Quins miró de reojo el garaje abierto de la casa de los Lopez.

Entonces lo entendió todo, y el mundo pareció derrumbarse bajo sus pies.
Mientras todos caminaban directos hacia una furgoneta maltrecha y con un aire hippie y Gothico , pintarrajeada de grafitis, diciendo con letras GRANDES “R y Q = Amor”, Quinn permaneció quieta en el césped de la entrada, pálida como la luna que se alzaba sobre ellas.
Santana le tiró de la manga de la chaqueta.

—Venga, vamos, ¿a qué esperas?
—No pienso montar en ese estercolero con ruedas.
—Brittany, la superfurgoneta de Quinn no es un estercolero —le reprochó Santana.
—¡Pero seremos como inmigrantes, todos amontonados atrás! —clamó élla—. Y, además, ¡ni siquiera es legal!
—¿Qué importa que sea legal o no?
—Verás, he trazado ciertos planes respecto a mi futuro y, como espero puedas comprender, el hecho de que la policía me encuentre en la parte trasera de una furgoneta ilegal junto a un montón de personajes estrafalarios, y siendo conducida por un Loca de pelos rosas que no se despega de su Novia, no es lo más aconsejable para que mis magníficos planes acaben cumpliéndose.

Santana cerró los ojos con fuerza y se armó de paciencia. Después, sabiendo que
ya todos se habían acomodado en los dos banquitos que había colocado Quinn en los extremos de la superfurgoneta, miró a Brittany casi a punto de llorar.

—¿No puedes olvidar quién eres solo una maldita noche?, ¿no puedes comportarte como una chica de dieciocho años normal y corriente?
—No —contestó élla, sin un ápice de compasión.
—¡Brittany, por favor, esta noche pretendo divertirme! No me apetece seguir siendo tu niñera.
—Es que no lo eres.
—¡Ya lo creo que sí! —Le miró suplicante—. Te lo ruego, Brittany…

El rostro de la Rubia se tornó pensativo un instante. Después, sorprendentemente, asintió en silencio y caminó junto a Santana hacia la furgoneta que, probablemente, provocaría el fin de su existencia.

Los ojos de Santana la habían mirado de un modo tan desgarrador que casi había llegado a sentir cierta compasión hacia ella. Sacudió la cabeza, alejando esos desagradables pensamientos que provocaban que se sintiera ligeramente culpable.

Al llegar a la puerta trasera de la superfurgoneta de Quinn, advirtieron que no quedaban sitios libres. A decir verdad, Amy ya estaba sentada sobre joe a falta de espacio.

—Siéntate tú encima de tu hermana —le pidió Santana a una de las gemelas.
Quedó un hueco libre. Brittany, sin demasiados miramientos, se acomodó en él. Puck, situado al fondo de la furgoneta, se giró hacia Santana y agitó una mano en el aire, llamándola.
—Puedes sentarte aquí —le indicó, señalando sus piernas.
Brittany sintió que algo extraño comenzaba a bullir en su interior. Posiblemente, se trataba de una especie de rabia incomprensible. Así que, cuando vio que Santana subía a la furgoneta dispuesta a sentarse sobre el idiota de Puck, la cogió de la cintura y tiró de ella hacia atrás, sentándola sobre sus rodillas.
—También puedes sentarte aquí —dijo, sin saber demasiado bien por qué narices acababa de hacer aquello— Seguro que no pesas nada —añadió, intentando reparar el estropicio.

Santana no se movió. Y Brittany descubrió que Puck apretaba la mandíbula en exceso, cabreado tras el resultado final. Joe, con la chica del pelo rosa acomodada sobre él y Rachel recostada sobre las piernas de Quinn “ POR DIOS QUE NO SE PUEDEN DESPEGAR ESAS DOS” pensó la rubia y cerró la puerta trasera de la superfurgoneta, y Quinn se puso en marcha, adentrándose en la carretera principal de la urbanización directo hacia Helthon.



La Mendiga les deleitó con una música desconocida, una mezcla de rock y Pop, con satanico, o sabe que era…

—¿Que es eso? — Dijo la rubia frunciendo el seño
—Son las Bangles. Escuchalas te van a gustar— dijo Rachel al subir un poco mas el sonido de la cancion
y todos los que se encontraban en la parte trasera de la furgoneta comenzaron a beber, a excepción de Puck y Brittany. Esta última se animó un poco cuando Satana le tendió una botella pequeña y sin abrir de cerveza.

Aquello no estaba bien. Élla no bebía. Pero recordaba que Santana le había rogado que intentase comportarse como una chica normal de dieciocho años y supuso que, si todos allí se alcoholizaban, eso sería lo habitual y socialmente aceptada.

Casi podía escuchar el rechinar de los dientes de Puck a distancia. Le sonrió, mientras dirigía una mano escurridiza por la cintura de Santana, medio abrazándola.

—Hay muchas curvas —le dijo. Y acto seguido fijó la vista en Puck, deseosa de ver cómo reaccionaba al respecto. Sus ojos destilaban una furia incontrolada.
A decir verdad, a Brittany no le desagradó en exceso el hecho de llevar a Santana sentada en sus piernas. Desde aquella posición (y gracias a los tirantes de la camiseta que cruzaban su espalda), podía admirar la piel que quedaba al descubierto. Tenía aspecto de ser bastante suave, y eso a élla le agradaba. Respiró hondo, observando la curvatura de sus hombros y cómo su larga melena se agitaba frente a élla al compás de sus movimientos. Olía a champú de frutas exóticas… olía bien.

—¿Vas bien ahí? —le preguntó Santana, volviéndose un poco.

—Sí, tranquila.

Santana se sentía nerviosa y cohibida. Si unas horas antes le hubieran dicho que terminaría sentada sobre la Rubia, no lo habría creído de ningún modo. Le temblaban ligeramente las piernas, pero intentaba disimularlo para que élla no notase lo mucho que todo aquello llegaba a afectarle. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago, exactamente en el lugar donde Brittany había decidido posar una de sus pequeñas manos. Tomó una gran bocanada de aire y siguió hablando con Amy, intentando no advertir cómo Brittany respiraba cerca —muy cerca— de su cuello, haciéndole cosquillas y produciéndole pequeños escalofríos.

Cuando llegaron hasta Helthon y Santana se levantó de sus piernas, Brittany notó la falta de calor y la siguió rápidamente. Mientras el resto bajaban de la furgoneta, sus miradas se cruzaron. Élla sonrió tras descubrir que Santana tenía los mofletes rojizos y se sentía avergonzada. Le gustó aquel toque de inocencia.

—¡Arrasemos en Butterfly! —gritó Quinn, clamando al cielo y besar la mejilla de Rachel, Otra vez—. Eh, miren¡¡… ahí llega Evan con los demás.
“Evan… el gigante.” Brittany observó temerosa cómo se acercaba el coche hacia ellos y aparcaba al lado. Antes de entrar en la discoteca, decidieron que tomarían unos cubatas fuera; Quinn les sirvió a todos un vaso. Brittany terminó cediendo ante un poco de Vodka rojo.
—¡Menudo cuñadita que tengo! —exclamó Quinn, pellizcándole un moflete.
—Muy linda tu cuñada, ya somos Familia.. —dijo Rachel al apretarle el otro Moflete—
—Si quien iba ah decir que las dos hermanas iban ah ser lesbianas jaja..
—Yo no soy tú cuñ… —comenzó a decir Brittany, pero se calló inmediatamente en cuanto advirtió la amenazadora mirada de Evan, que agitó felizmente tanto a Golpes como a Sangre. Ambos eran igualmente aterradores. Brittany intentó sonreírle, pero no lo consiguió.
Por el contrario, Santana optó por ignorar los comentarios de su hermana y prefirió aclararle personalmente a Puck que en realidad ellos no estaban saliendo. Este respiró tranquilo.

El Chico Arma se acercó y rellenó el vaso semivacío de Brittany. Después le miró fijamente.

—¿Cómo va la noche?
—Bien, bastante bien —mintió Brittany

Santana se había alejado de élla y ahora charlaba con su grupo de amigos, a unos metros de distancia. Brittany intentó encontrar una buena excusa para huir de aquel psicópata, pero antes de que se le ocurriese nada élla continuó hablando.
—Santana me ha comentado que eres muy inteligente —le informó.
—Ah, ¿sí? ¿De veras Santana ha dicho eso de mí? —Brittany la miró largamente.

Abrigaba ciertas dudas al respecto—. Bueno, a mí me ha comentado que tú eras superdotado… o algo así.

El psicópata asintió con la cabeza y le dio un trago a su cubata.
—Yo entiendo que te sientas extraña en este ambiente —le dijo—, pero al final te acostumbras. No son mala gente —añadió, mientras ambos contemplaban cómo Quinn le arrancaba la antena a uno de los coches que había aparcado cerca para dársela a Rachel como un regalo. Por alguna extraña razón, a Brittany no le sorprendió que Joe, el atracador innato, le echase una mano entre risas.
—Ya, claro…
Intentó apartar la mirada de los ladrones y centrarse en cualquier otra cosa a su alrededor. Finalmente, volvió a mirar al Chico Arma.
—Oye, llevas los ojos pintados de negro —advirtió.
—En efecto.
—¿Y puedo saber por qué?
El psicópata se encogió de hombros y después le sonrió.
—No sé, me gusta.
—A las chicas también.
—Lo sé. —Le observó con curiosidad—. Tú tienes demasiados prejuicios.
—No, tranquilo. —Brittany sacudió las manos—. Al principio pensé que Santana me lo decía en broma, pero acabo de deducir que realmente eres el más normal de toda la tribu.
Él rió ante su comentario. Cuando Brittany vio que el gigante se acercaba hacia ellos —acompañado por la Chica Cabeza Rapada—, desapareció rápidamente de allí y regresó al lado de Santana, que estaba charlando con Sam y Cloe.
Todos se dirigieron hacia allí en tropel. Las luces de Buterffly se veían desde lejos. Un cartel enorme se alzaba en lo alto de la discoteca con su nombre. En la entrada había una cola de gente esperando que los de seguridad les permitiesen pasar; ellos se colocaron al final.
—Creo que las únicas que aún no han cumplido los dieciocho son mi hermana y Amy —dijo Quinn. Parecía increíble que todavía pudiese hacer esos cálculos, teniendo en cuenta todo el alcohol que había ingerido—. Así que, Brittany, coge a Santana de la mano, y tú, Joe, encárgate de Amy.
Brittany accedió a enlazar sus dedos entre los de Santana,. Ella tenía la mano cálida. La joven rió tontamente ante la situación.
—¿Aún tienes diecisiete?
—Sí, soy de las últimas del curso en cumplir los dieciocho. —Volvió a reírse.
—¿Ya estás borracha? —le preguntó Brittany, que en realidad empezaba a sentirse contenta aun en medio de la tribu (lo cual resultaba preocupante).
—No, claro que no… —contestó ella, y se desternilló de risa; por lo cual Brittany supuso que acaba de mentirle.


Santana continuó riendo hasta que el hombre de seguridad las dejó pasar, junto con el resto (a pesar de protestar previamente por las pintas que llevaban algunos). Dentro de la discoteca el volumen de la música era ensordecedor. La gente bailaba como loca de un lado a otro, y había varias congas dispersas aquí y allá. Las luces intermitentes de colores aturdían a Brittany, y le costó distinguir la barra que se alzaba al fondo del local. Se dirigió hacia ella, siguiendo a los demás y arrastrando a Santana tras élla.

—¡Yo quiero una cerveza! —gritó ella, cuando llegaron.
—¿Piensas seguir bebiendo? —le preguntó Brittany.
—¿Y por qué no? —contestó Santana—. ¡Llevaba semanas sin salir! Pediré otra para ti.
Brittany iba a negarse, pero no tuvo tiempo para hacerlo. Una atractiva camarera les sirvió las dos cervezas, mientras el resto del grupo seguía pidiendo cubatas y cócteles. Brittany se alegró de que las gemelas feas acorralasen a Puck, haciéndole diversas preguntas sobre su famoso libro, y consiguiendo que élla no tuviese que enfrentarse a su contrincante.
—¿Bailas?

Bajó la cabeza y encontró a Santana. ¿Acababa de preguntarle si quería bailar? No
estaba demasiado segura, así que le dio un trago largo a su cerveza y negó después con la cabeza, por si acaso.
—¡Qué aburrida eres! —exclamó, antes de apartarse unos metros, junto con la chica del pelo Naranja y sus amigas, y comenzar a bailar.

Brittany se sentó en uno de los taburetes de la barra, al lado del psicópata, y contempló cómo Santana danzaba agitando las manos al compás de la melodía. Movía las caderas lentamente y las ondulaciones del cabello seguían aquellos movimientos como si se contagiasen por todo su cuerpo. Suspiró y le dio otro trago a su cerveza.

Instantes después, comenzó a descubrir que había una gran cantidad de chicos que, poco a poco, se iban acercando a ellas. Finalmente, uno de los jóvenes colocó las manos alrededor de la cintura de Santana, y ella dejó caer los brazos sobre el cuello del chico. Los ojos Azules de Brittany se convirtieron en dos diminutas rendijas. No entendía qué estaba ocurriendo, tampoco entendía por qué Santana no apartaba a ese energúmeno de un brusco empujón.

“Bueno, si no lo hace ella, tendré que hacerlo yo; está claro que es por su bien. Se nota a la legua que solo pretende llevársela a la cama”, pensó Brittany, antes de bajar del taburete y acercarse a Santana.
No supo demasiado bien de dónde sacó el valor cuando se interpuso entre ellos y abrazó a Santana, pegando su cuerpo al suyo. El chico al cual acababa de apartar de un empujón la miró con cara de pocos amigos.

—¿Qué cojones haces? —le preguntó.
—Bailar con mi novia —respondió Brittany
Santana la miró con los ojos desorbitados y se echó a reír.
—Pero ¿qué dices, Brittany? Tú no eres mi…

Pero no pudo decir nada más. Los labios de Brittany presionaron los suyos. A Santana le costó descubrir lo que realmente ocurría: Brittany la estaba besando. Sintió cómo los latidos de su corazón se disparaban y se volvían mucho más rápidos. La música de la discoteca quedó amortiguada, como si alguien hubiera bajado el volumen, y la sensación de los labios de Brittany junto a los suyos se tornó más real.

Brittany sujetaba con una mano su rostro, mientras la otra presionaba su espalda acercándola más hacia sí. Santana no supo por qué no lograba apartarse de su cuerpo y terminar con aquel beso. Quizá porque los labios de Brittany eran cálidos y suaves; quizá porque todo élla olía tremendamente bien, a menta; quizá porque sencillamente había terminado por ser partícipe de ese beso cuando finalmente entreabrió sus labios y dejó que la lengua de Brittany acariciase la suya…

Santana tenía los ojos cerrados, pero gracias al ruido advirtió que la gente aplaudía a su alrededor. Fue en ese instante cuando Brittany se separó de ella y desapareció de su vista internándose entre la multitud que atestaba la discoteca.

Miró a su alrededor y descubrió que eran sus amigos los que aplaudían tras presenciar aquel beso.
Quinn se acercó a su hermana, limpiándose una lagrimilla.
—Qué bonito —le dijo—. Me encanta Brittany, creo que será la mejor cuñada del mundo.
—Felicidadez.. — Dijo Rachel —


La joven tragó saliva despacio. Todos la miraban. Incluso Puck, cuyo rostro estaba ahora rojo y repleto de ira. Se giró, buscando a Brittany, y entonces recordó que acababa de desaparecer entre el gentío.

—Yo… —balbució, confundida—. Ahora vuelvo.
Y salió disparada de allí en la misma dirección por la que había visto partir a
Brittany. Se sentía extraña. Las luces la aturdían y mareaban. En realidad deseaba meterse en su cama y no pensar en lo que había ocurrido. Brittany acababa de besarla. Y, peor aún, ella había correspondido.

Se abrió paso a base de codazos, haciéndose un hueco. De pronto le agobiaba ver tanta gente a su alrededor. Supuso que Brittany habría huido de la discoteca, así que se dirigió hacia la salida y, cuando abandonó el lugar, agradeció el frío de la noche y el brusco viento que le sacudió el cabello.

No le vio por ninguna parte. Se abrazó a sí misma y comenzó a caminar hacia el sitio donde habían aparcado la furgoneta de Quinn, fingiendo no escuchar los verdes comentarios que le dedicaban un grupo de Chicos

Distinguió su figura desde lejos. Brittany estaba apoyado en la furgoneta, con gesto pensativo, y tenía la mirada clavada en el cielo estrellado. El despeinado cabello rubio contrastaba con la oscuridad de la noche. Santana se acomodó a su lado sin decir nada y también fijó sus ojos en el manto oscuro que se extendía sobre sus cabezas.

“Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis…”, comenzó a contar mentalmente las estrellas. Aquella noche había muchas, así que perdía la cuenta con facilidad y volvía a empezar.

Habían pasado cinco minutos cuando finalmente los dedos de Brittany acariciaron los suyos, despacio, casi con miedo. Santana alzó la mirada y encontró sus ojos Azules. Respiró hondo y notó cómo su estómago daba un vuelco inesperado.
Brittany quiso decirle algo, cualquier cosa. Pero no pudo. Se perdió en la inocencia de su rostro y dejó que el silencio de la noche les envolviese.

En realidad habría podido decir muchas cosas. Como, por ejemplo, reconocer que quizá, solo quizá, acababa de darse cuenta de que sentía algo por ella. Notó que le costaba respirar mientras esa idea divagaba por su mente y prefirió pensar en otra cosa. Se puso a contar las estrellas, sin saber que Santana, a su lado, hacía exactamente lo mismo.

”… Cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y siete…” El tiempo corría rápido al compás de sus cálculos. Brittany casi había dejado de sentirse incómoda allí, junto a Santana, cuando el resto de los amigos aparecieron calle abajo, indicándoles que era hora de volver a casa.

Durante el regreso, Santana se sentó de nuevo sobre las rodillas de Brittany, que ahora temblaban incontroladas. Élla echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en la chapa metálica de la furgoneta, evitando así que el aroma del cabello de Santana lograse confundirla todavía más. Ni siquiera se movió conforme cada uno de los amigos se iba despidiendo de ellos cuando Quinn los dejaba en sus respectivas casas. Hicieron varias paradas, hasta que llegaron al hogar de los Lopez

Las tres entraron en la casa, y antes de perderse en el interior de su habitación, Quinn les dio las buenas noches tras dirigirles una sonrisa pícara.
Brittany permaneció seria, frente a la puerta del cuarto de Santana, mientras se miraban fijamente.

—Que descanses —le dijo Santana.
Y cuando caminó hacia su cama se tambaleó ligeramente. Brittany intentó no reír, pero se acercó hasta ella para asegurarse de que no caería al suelo. Fue a destaparle la cama cuando advirtió que no estaba hecha. Frunció el entrecejo.
—Ni siquiera has hecho la cama —se quejó.
Santana se giró hacia élla.
—Oye, he estado muy ocupada con el cumpleaños de Quinn.
—Ya, pero…
—¿No puedes cerrar la boca un rato y dejar de protestar? —preguntó. Después la miró y sonrió con ternura—. Ven.

Brittany dio un paso al frente, en silencio, situándose junto a ella. Cerró los ojos cuando Santana le besó y dejó que le tumbase en la cama y le tapase, una vez élla consiguió quitarse los Tacones. Brittany permaneció muy quieta cuando los brazos de Santana la abrazaron, y ella acomodó el rostro sobre el hueco entre su hombro y su propio rostro.

—Duerme conmigo —le susurró.

Y solo cuando Santana cayó rendida en un profundo sueño, Brittany alzó una mano y la pasó por su espalda, abrazándola también. Bostezó. Y se dijo que mañana sería otro día y que, seguramente, todo volvería a la normalidad.



___________________________________________________continuara


Espero les haya gustado....nwn como no soy una chica de muchas Palabras...>.< jajaja aun asi les digo: MUCHAS GRACIAS, por comentar, enserio son tan lindas nwn que me hacen ganas de escribir mas y mas nwn ....Se los agradezco¡¡ nwn hasta luego...nwn se cuidan mucho..hasta mañana Bye
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Mensaje por nicole19 Vie Dic 07, 2012 5:45 pm

que lindas
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Mensaje por luisa triana Vie Dic 07, 2012 9:06 pm

en verdad si que lindas!!!!!!!!!
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Mensaje por isababela Sáb Dic 08, 2012 1:03 am

Esto me parece un poco MUY flashero. osea... asi, Brittany buscando a Santana por cualquier cosa y despues durmiendo juntas... JAJA, seguramente al otro dia Santana se va a levantar y va a estar con la cara de WTF? y va a empezar a negar todo y Brittany para no quedar mal (logico) le va a seguir el juego y ella tambien va a negar y ahi salta Quinn con sus comentarios siempre fuera de lugar... eso me mata, en todos los fics que lei hasta ahora Quinn, ocupando el papel de la hermana mayor de Santana es el MEJOOOR! LEJOOOS!!

PD: espero la actuuu.... (con munchas ansias, esta de mas decir.. jeje) e.e
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Mensaje por Aral_Snixx Dom Dic 09, 2012 6:02 am

Que amor son FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 4061796348 Britt celosa jajajaja
No quiero que cuando despierten todo vuelva a la normalidad o si lo hacen que discutan y que acaben besandose otra vez FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 3637566961 vale creo que fantaseo un poco pero da igual jajajaja
Actualiza pronto tanto este como el de "Heart of fire" porfaaaaaaaaaaaa que me encantan FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 2145353087
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Mensaje por Keiri Lopierce Dom Dic 09, 2012 11:10 am

FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 2414267551 Como ame este capitulo brittany se avento muy bien jejejejeje no recuerdo si ya habia comentado este FF jejejejeje si no lo hice lo hago ahora esta re bueno esta historia
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Mensaje por freakforbrittana Lun Dic 10, 2012 12:01 pm

iiiiincreible el capitulo .. lo he leido como 3 veces .. encerio siguelo porfa amo el fic
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Mensaje por MissHeatherRivera Lun Dic 10, 2012 3:06 pm

CAPITULO 15
Mi princesa en la Feria





FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 Brittana_kiss_gif_3-1-








Los párpados de Brittany se agitaron nerviosos. Abrió los ojos poco después, preguntándose por qué Santana estaba durmiendo plácidamente entre sus brazos. Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior y no pudo evitar sonreír tímidamente.
Contempló los rojizos labios entreabiertos de Santana, el cabello desordenado, que se desparramaba por la almohada, los graciosos cachetes que cuando sonreía se le formaban dos hoyuelos… Era realmente adorable.

Alzó una mano, dispuesto a hundir los dedos entre las ondulaciones de su pelo, pero la dejó suspendida en el aire cuando advirtió que alguien acababa de abrir la puerta. Frunció el entrecejo, molesta por la interrupción.

—¡Buenos días, parejita! —gritó Quinn.
La Mendiga llevaba una bandeja de plástico, repleta de diferentes alimentos, que dejó sobre la mesita de noche de Santana. Ella, aturdida, se giró hacia su hermana.
—¿Qué haces, Quinn? —le preguntó.
—Les he traído el desayuno. —Se encogió de hombros—. Para desearos una vida próspera, feliz y… Bueno, todo eso…jojojo
Brittany se sentó sobre la cama. Solo entonces se dio cuenta de que había dormido con la misma ropa que llevaba la noche anterior y ahogó un gemido.
—¡Dios mío! —Agitó el cuerpo de Brittany—. ¡Levanta de una vez, estas sábanas están llenas de gérmenes!

Descubrió que ella también llevaba todavía los vaqueros ajustados y la camiseta marrón. Era asqueroso; después de haberse juntado con toda la chusma y haber entrado en una discoteca repleta de humo, sudor y demás porquería. Quinn arrugó la nariz.

—Oye, siguen Vestidas… —farfulló—. Así que anoche ni siquiera hubo marcha.
—Quinn, ¡por favor!, desaparece.

Quinn se marchó cabizbajo, quizá algo dolida por el recibimiento de las otras dos. Brittany se levantó de la cama y, tras calzarse los zapatos, tiró a Santana del brazo con tanta fuerza que ella acabó en el suelo.

—¡Au! —se quejó ella, frotándose el codo—. Pero ¿qué haces, Tonta?
—Salvarte de una muerte segura —respondió élla y, acto seguido, comenzó a quitar las sábanas de la cama, hizo una bola con ellas y las lanzó a un rincón de la habitación.

Una vez el colchón se quedó desnudo, se miró las manos y su rostro se contrajo en una mueca de asco—. Perdona, pero ahora tengo que ir al baño a lavarme —le dijo, al tiempo que salía de la habitación.

Santana se quedó allí, sentada en el suelo de su cuarto, con la vista clavada en el colchón de la cama. Se preguntó si aquello sería un despertar normal para Brittany. Probablemente sí. Respiró hondo, procurando encontrar la calma perdida. A nadie le gusta que rompan sus sueños tirándole de la cama.

Brittany regresó cinco minutos más tarde.
—¿Todavía sigues ahí, Santana?
Le dirigió una mirada de reproche antes de sacar del armario un juego limpio de sábanas y hacer de nuevo la cama —previa inspección del colchón, por si quedaba algún resto bacteriano—. Cuando terminó, Santana había logrado levantarse y situarse a su lado.
—¿No crees que es un poco exagerado? —le preguntó.
—¿No crees que tú eres un poco… sucia? —contraatacó élla.
Santana se quedó con la boca abierta y le dio un manotazo en el hombro.
—¡Acabas de llamarme guarra!
—No pretendía ofenderte —Le sonrió como si ella tuviese tres años—; pero a veces es bueno que otros nos señalen nuestros defectos para que podamos advertirlos y, seguidamente, solucionarlos.
Santana negó con la cabeza, cabreada, y se dirigió a paso rápido hacia la cocina dispuesta a desayunar algo antes de enfrentarse nuevamente a Brittany.
Pensó que quizá élla podría cambiar, creyó que Brittany se convertiría mágicamente en una chica normal y corriente después de aquel beso —como las ranas que terminan siendo príncipes, pero aquí…seria ¿Princesa?—, pero, obviamente, se había equivocado. Brittany no dijo nada mientras untaba dos tostadas con mantequilla y ella removía su café con parsimonia.
—¿Y bien…? —comentó la Rubia, cuando ambas terminaron de desayunar.
—Y bien, ¿qué?
—¿Ni siquiera piensas hablar sobre lo que pasó ayer? —le preguntó—. Por si no lo recuerdas, me pediste que durmiese contigo.
Santana rió, nerviosa.
—Por si a ti también te falla la memoria, antes de que eso ocurriera, tú me besaste.
Brittany la acuchilló con la mirada. Iba a decirle cualquier barbaridad que se le pasara por la cabeza cuando Quinn apareció en la cocina, cargado de nuevo con la bandeja del desayuno intacta que había dejado sobre la mesita de Santana.
—¡Ni siquiera se dieron el momento para probarlo! —se quejó—. Y me ha costado mucho averiguar cómo funcionaba el exprimidor de naranjas.
—Lo siento, “Q” —contestó su hermana—. Pero ahora estamos ocupadas, ¿hablamos luego?
Quins frunció los labios.
—Así que, como son parejita, Me rechazan¡¡
—Oh, no, no es eso…
—Ya, claro. —Las miró dolida—. Esperaré en el salón, con Lord Tubbington, mientras encuentras una buena excusa.
Y acto seguido volvió a desaparecer. Brittany intentó contener la risa, y Santana le dirigió una mirada punzante y amenazadora. Élla tosió y consiguió mantenerse seria.
—Entonces… —balbució—, tú y yo ahora… ¿qué somos?
—Personas —contestó Santana. No se atrevía a dar una respuesta sobre lo que realmente Brittany pretendía averiguar.
—Idiota, me refería a nuestra situación tras los acontecimientos de la pasada noche.
—Deja de llamarme idiota —se quejó Santana.
—Deja de parecerlo, entonces.
Santana suspiró, dejó el vaso sobre la pila de la cocina y se apoyó en ella. Brittany también se levantó para llevar su plato, y permaneció cerca de Santana, estudiando sus movimientos. Respiraba agitada, así que supuso que estaba nerviosa. Eso le gustó.
—¿Te gusto? —le preguntó ella.
Y Brittany tembló ante aquella complicada cuestión.
—¿Te gusto yo a ti?
—¿Quieres dejar de contestarme con otra pregunta? ¡Brittany, esto no es una competición!
Brittany iba a responder que sí, que sí le gustaba, pero justo en ese instante sonó el teléfono y Santana le apartó a un lado para poder descolgarlo.
—¿Diga?
—¡Cariño, soy mamá! —exclamó la señora Maribel al otro lado de la línea. Santana suspiró—. ¡Ya me he enterado de la noticia! ¡Y no sabes cuánto me alegro!
Santana frunció el entrecejo, y Brittany la observó contrariado, intentando adivinar con quién hablaba.
—¿De qué noticia estás hablando?
—¡Brittany es fantástica, un buen partido! En pocas palabras Buena Chica—prosiguió su madre, omitiendo su pregunta pero dándole a entender la respuesta—Yo se que estamos en una nueva Epoca y esas cosas , y la verdad es que ustedes dos. Hacen una pareja perfecta. Tú padre y yo llegaremos a casa esta tarde.
—¡Por favor, mamá! —Santana sintió ganas de llorar, pero logró contenerse—. ¿Se puede saber quién te ha dicho eso?
—Bueno, cielo, papá me está esperando fuera del hotel, vamos a visitar el museo de la ciudad —dijo, hablando atropelladamente—. Nos vemos en apenas unas horas. Cuídate, Santana, Me saludas a la Nueva Integrante de la Familia.
Acto seguido la señora Lopez abandonó la línea, y Santana se quedó atontada con el teléfono pegado a la oreja. Brittany la sacudió por los hombros.
—¿Qué te pasa?
—Nada —le dedicó una sonrisa forzada y después cogió mucho aire antes de gritar con todas sus fuerzas—. ¡¡QUINN, VEN AQUÍ AHORA MISMO!!
Como era de esperar, Quinn no apareció.
Santana cerró con fuerza los ojos y volvió a abrirlos de golpe; después le explicó a Brittany, sin entrar en detalles, la conversación que acababa de mantener con su madre. La Rubia sonrió con fanfarronería cuando ella repitió la frase «Es una chica fantástico, un buen partido».
—Qué lista es tu madre —musitó.
La joven negó con la cabeza, incrédula.
—Pero ¿es que ni siquiera te preocupa lo que mis padres puedan pensar? ¡Por Dios, mi madre ah aceptado mi…mi…sexualidad! —Santana agitó los brazos. Cuando sus padres llegaran no se atrevería a mirarles a la cara.
Brittany se encogió de hombros.
—¿Y…? Está claro que eres Lesbiana No?—dijo—. No todas aceptan eso, Es bueno que tus Padres te comprendan, Los mio luego , luego también lo aceptaron, Pero se Libanesa no tiene Nada de malo. Sal del Closet Santana

Ella abrió mucho la boca y se quedó así un buen rato, medio atontada, hasta que terminó propinándole a Brittany el segundo manotazo del día. Se lo merecía de veras. Élla rió como una chiquilla y salió corriendo de la cocina, pero Santana logró alcanzarla y, cogiéndola por el cuello de la camisa —cosa que molestó mucho a Brittany—, le pidió que la acompañase para hablar seriamente con Quinn.
Su hermana se encontraba tumbada en la cama de su habitación, y una pequeña sonrisita curvaba sus labios, por lo cual Santana supuso que estaba al tanto de la llamada y que, cuando ella había gritado su nombre, había permanecido callada a propósito. Brittany se quedó rezagada en la entrada de la habitación, mirando con aire desdeñoso a su alrededor, como si aquello fuese un criadero de cerdos, mientras que Santana se adentró hasta situarse al lado de su hermana.
—¿Algún problema, hermanita? —preguntó Quinn, haciéndose la graciosa.
—¿Por qué has tenido que decirle algo así a mamá?
—Si no hubieseis ignorado mi desayuno quizá habría sido más solidaria.
—No te lo perdono, Quinn —contestó Santana y le apuntó con un dedo acusador. Brittany rió a sus espaldas—. ¿Y a ti qué te hace tanta gracia, tonto?
—Sigo disfrutando cada vez que te cabreas.
Santana salió de la habitación a paso rápido y entró en la suya. Brittany la siguió sin pensárselo demasiado. Ella se sentó en la cama y se llevó las manos a la cabeza; La Rubia permaneció muy quieta, a su lado, convirtiéndose en una estatua.
—Tampoco es para tanto —comentó Brittany, al cabo de un buen rato—. Además, tu madre me ama. Me ama casi más de lo que te ama a ti.
Santana suspiró hondo y le dirigió una punzante mirada.
—Vale, retiro lo último —rectificó la Rubia, alzando las manos en son de paz.
—Brittany, es que… no te lo tomes a mal, pero… —Se esforzó por no apartar la mirada de sus ojos Azules mientras procuraba dar con las palabras correctas—, pero… tú eres rara. Esto es raro. La situación es rara.
—Tú también eres rara para mí.
—El problema es que yo… no sé cómo podría terminar todo esto —explicó, gesticulando en exceso con las manos; cuando se dio cuenta de ello, las dejó caer sobre su regazo—. Es probable que dentro de unas horas intentemos matarnos la una a la otra.
La rubia sonrió y se encogió de hombros.
—Bueno, tampoco sería una novedad.
—Ya, pero no es lo normal.
—¿Tú quieres algo normal?, ¿es eso? —Encontró atisbos de valor escondidos en algún lugar remoto y logró mirarle a la cara.
Santana pareció dudar; entreabrió los labios, pero no logró contestar a las preguntas de Brittany. La rubia se perdió en el mar de sus ojos y se preguntó si realmente sería posible que estuviesen juntas. Juntas, como esas parejas que paseaban por el parque mientras degustaban un helado. Negó con la cabeza, absorto en sus pensamientos. Lo cierto era que a élla no le agradaba la idea de compartir su comida con nadie…
Volvió a mirarla. Se olvidó del helado, del parque y del resto de las parejas felices. Santana alzó despacio una mano, trémula, y terminó posándola sobre la mejilla de Brittany; La Rubia, sorprendentemente, agradeció el calor de su piel y se le antojó reconfortante. Sonrió y se acercó hacia su rostro regalándole un tímido beso en la comisura de los labios.
—Hagamos algo juntas —le dijo.
Santas correspondió su sonrisa, y Brittany se relajó un poco. Advirtió que llevaba media hora sentado en la cama con todos los músculos del cuerpo en tensión y la mandíbula ligeramente apretada.
—¿Te apetece ir a la feria? —preguntó Santana, alegre.
La Rubia tragó saliva despacio antes de asentir, temiéndose lo peor…Pero Todo por Aquella Morena que sonreía Enfrente de Ella, Acepto.
A pesar de que apenas eran las seis de la tarde, ya había caído la noche y las estrellas temblaban en la oscura bóveda del cielo. Brittany respiró hondo y se colocó bien los guantes de lana. Hacía mucho frío.
—¿Por qué tarda tanto en llegar nuestro taxi? —preguntó, anclado en la acera frente a la casa de Santana.
Ella terminó de atarse los cordones de las zapatillas antes de mirarle consternada.
—Britt… cielo, no vamos a ir en taxi —le explicó—. Estamos esperando a… la limusina o, tal como lo llamamos el resto de los mortales, el autobús.
Brittany le dedicó una mueca de asco y dio un paso atrás hasta apoyar la espalda contra la valla de los vecinos.
—¡No pienso montar en otra de esas cosas salidas del infierno! —chilló, mientras negaba con la cabeza para darle más énfasis a sus palabras—. Y no vuelvas a llamarme “cielo”
—Oh, lo he dicho sin pensar. ¡Lo siento, Alteza!
—Pues piensa, Santana, piensa —concluyó élla, tocándole la cabeza con la punta de uno de sus largos dedos.
Ella tragó saliva despacio, nerviosa, y se preguntó por qué demonios le había dicho a Brittany aquella palabra. “Cielo”… Brittany podía llegar a ser muchas cosas, pero desde luego no un pedacito de cielo. La palabra “cielo” connotaba un significado angelical o adjetivos como bondad, ternura o humildad. Y todos esos adjetivos eran antónimos de la verdadera personalidad de Brittany.
Pasados unos confusos instantes, Santana empezó a sentirse idiota, ¿qué narices hacía meditando sobre posibles motes cariñosos que utilizar con Brittany? Se dijo que aquello era demasiado y se prometió mentalmente no pensar en más tonterías del estilo.
—¿Llamamos a ese taxi hoy o esperamos a que amanezca?
El tono irónico de Brittany la devolvió al cruel mundo real. Se cruzó de brazos a la defensiva mientras La rubia la miraba atentamente, esperando que ella tomase las riendas de la situación.
—¿No te he dicho ya que vamos a coger el autobús?
—Sí. —Sonrió falsamente—. ¿Y yo no te he dicho ya que no pienso poner un pie en otra de esas limusinas cutres?
—Brittany, en serio, ¿por qué no te propones cerrar esa maravillosa bocaza que tienes y divertirte un rato?
—Ya sé que es maravillosa —contestó—. Y sí, pienso divertirme, pero antes dame el número de un taxi, yo mismo llamaré si hace falta.
—Oh, increíble, ¡piensas marcar un número de teléfono con tus propios dedos! Felicidades —comentó Santana, malhumorada y buscando su propio móvil para darle el número del taxi.
Como era de esperar, Brittany llamó y exigió que les recogiesen allí mismo. Fue una suerte que el coche no tardara demasiado en aparecer, pues empezaban a helarse de frío en medio de la calle, y el silencio que les acompañaba era un tanto incómodo para las dos.
Una vez se encontraron dentro del confortable taxi, Santana le indicó al simpático conductor adónde querían ir y se pusieron en marcha. Ella ladeó la cabeza y observó de reojo el rostro de Brittany. Era adorable, especialmente cuando mantenía la boca bien cerrada. Tenía los labios bonitos…Santana dio un respingo en su asiento ante la gélida mirada que Brittany le dirigió de pronto, descubriendo que ella la observaba.
—¿Qué miras?
Santana se preguntó si en una relación normal entre dos personas la novia haría esa misma pregunta cuando pillase a su enamorada contemplándole bajo el silencio de la noche. Seguramente no. Lo más probable era que la chica se girase y le dirigiese una tímida sonrisa avergonzada antes de que sus mejillas comenzasen a tornarse ligeramente rojizos. Pero no era el caso: Brittany parecía más bien enfadada.
—No te estaba mirando —mintió Santana finalmente.
—¿Me tomas por tonta o qué?
—Bueno, ¿tanto importa si te miraba o no?
El conductor del taxi les sonrió al tiempo que observaba la discusión a través del espejo.
—Chica, deja que te mire —le sugirió a Brittany.
—¿Por qué no se dedica usted a mirar la carretera, ya que para eso le pagamos? —le reprochó la rubia.
—¡BRITTANY! —Santana le regaló el tercer manotazo del día.
La rubia suspiró hondo antes de girarse y apoyar la frente sobre la ventanilla del taxi. Se sentía terriblemente nerviosa, como nunca lo había estado. Le temblaban las piernas, y se preguntó si realmente conseguiría caminar
cuando el taxi les dejase en la feria. Salir con Santana, a solas, después de haberla besado y dormir con ella, era todo un reto. No estaba seguro de estar a la altura. Por primera vez, tenía miedo de no ser la mejor en algo.
Así que, cuando llegaron al recinto ferial, dejó que Santana bajase en primer lugar y élla se quedó algo rezagada mientras pagaba al taxista. Luego salió, y el coche se alejó y se perdió en la oscuridad de la noche. Ambas se miraron en silencio anclados frente a la puerta principal.
—¿Entramos? —sugirió Santana, alzando una ceja.
—Sí. —Brittany tragó saliva despacio—. O no, más bien no.
Ella cerró los ojos con fuerza. Después, tras tomarse unos segundos para ordenar sus ideas, volvió a mirarle.
—¿Qué te ocurre ahora?
Brittany balbució algo incomprensible por lo bajo y se acercó hasta ella, torpemente. Santana sonrió por su nueva faceta patosa y rodeó con los brazos su espalda.
La estaba abrazando. A Brittany le costó un buen rato asimilarlo. Cuando finalmente lo hizo, descubrió que se estaba muy bien ahí, con el rostro camuflado entre su alborotada mata de pelo y el cuerpo pegado al suyo, infundiéndole calor. Se acercó poco a poco hasta su oído, rozando su piel.
—No sé si estoy preparada…
—Brittany, por favor, solo es una feria, ¿nunca has ido a una simple feria?
—No.
Santana respiró hondo.
—Pero he visto ferias en las películas —añadió élla rápidamente, como si aquello explicase lo normal que era su vida.
La chica acunó el rostro de Brittany entre sus manos y le miró fijamente. Los ojos de la Rubia, Azules y brillantes, siempre le habían parecido extrañamente fríos, pero en aquel momento advirtió en ellos atisbos de temor.
—No te pasará nada —le aseguró—. De verdad, no es un lugar peligroso.
—Pero hay gente —recalcó élla con la vista fija en el interior del recinto—. Mucha gente…
—La finalidad de la feria es que la gente la visite. Por eso están aquí.
Brittany ahogó un quejido. De haber sabido los planes de Santana con un poco más de antelación, seguramente habría hecho algún chanchullo para alquilar el recinto ferial durante un día entero. Y así habrían podido estar solas allí.
—Además, si en algún momento crees que estás a punto de sufrir un infarto, puedes decírmelo, en serio —le animó Santana con una sonrisa.
—Ah, vale. Eso lo cambia todo —dijo intentando sonreír.
Santana la cogió de la mano y, sin más preámbulos, la arrastró hacia la puerta y se internaron en el lugar. Todo estaba repleto de luces de colores que parpadeaban aquí y allá, confundiendo a Brittany, que nunca había visto algo parecido. Mirase donde mirase encontraba grupos de gente, colas infinitas, puestos de comida… ¡en plena calle!, y desde luego su apariencia no era nada higiénica. Los chiquillos chillaban a su antojo y corrían a lo loco, así que élla tenía que intentar esquivarlos como si aquello fuese una dura prueba que superar.
—Te dije que no era para tanto —le comentó Santana.
Brittany prefirió no añadir nada al respecto, pues no estaba segura de poder decir algo positivo. Alzó la vista y descubrió la enorme noria que parecía elevarse hasta el cielo al son de una rítmica melodía navideña.
—¿Te apetece subir? —le propuso Santana, señalando la noria.
—¿Qué?, ¿te has vuelto loca? —La miró con los ojos desorbitados—. Santana, ahí arriba la gente muere.
—Brittany, nadie muere en la noria. Es totalmente segura.
—Creo que estás un poco desinformada —le aseguró—. Yo he ojeado numerosas estadísticas al respecto y te aseguro que en ese cartel donde pone “Ven a la noria y disfruta”, debería poner más bien “Ven a la noria a suicidarte”.
Santana se quedó un poco atontada tras la respuesta de Brittany y le costó procesarla. Teniendo en cuenta que la noria era una de las atracciones más calmadas, se preguntó en cuál podrían subir. Seguramente en ninguna. Dedujo que pasarían el rato criticando las atracciones y, como punto extra, más tarde elaborarían en casa algún informe que tratase sobre la inseguridad de los recintos feriales. Ese sería el plan perfecto para su acompañante.
—Pero, bueno, pensándolo bien… —Brittany se pasó una mano por la frente y se apartó los largos mechones de cabello rubio hacia atrás—, de algo tenemos que morir, ¿no? Así que, en fin, supongo que puedo montar en la noria del suicidio.
Santana sonrió ampliamente y echó a andar directa hacia la rueda que giraba en medio de la noche. Brittany la siguió satisfecho. En realidad había oído muchas veces aquella frase salir de los labios de Quinn; especialmente cuando se liaba las ”hierbas medicinales” acostumbraba añadir: “De algo hay que morir, ¿no?”. Brittany decidia que plagiaría alguna más de sus creaciones.
Dejó que ella comprara dos tickets para la atracción, y mientras esperaban a que el turno anterior terminase, ojeó con desconfianza al tipo que vendía las entradas dentro de un pequeño puesto de cristal. Finalmente, decidió acercarse.
—Hola —le saludó.
—¿Cuántos tickets quieres? —preguntó el otro con tono monótono.
—No, ya hemos comprado.
—Ah, pues no hacemos devoluciones, lo siento.
—En realidad lo que quería era saber si usted podría enseñarme el contrato del seguro de la atracción —dijo al fin.
Santana, a su lado, deseó que la tierra se la tragase.
—¿El contrato de qué…?
—El contrato del seguro —repitió Brittany.
—Digamos que no lo tenemos aquí ahora mismo —contestó el hombre rascándose el mentón—. Pero confíe en mí: la atracción está en orden.
—Me gustaría comprobar ese orden por escrito.
—Ya le he dicho que no tenemos los papeles aquí —dijo, y, por el tono de su voz, Brittany dedujo que empezaba a enfadarse.
Santana advirtió que el turno anterior había terminado y, cogiendo a Brittany de la chaqueta, la arrastró hasta la noria. Le costó que subiese, ya que sus pies parecían haberse pegado al suelo.
—Vamos, Brittany, ya hemos pagado los tickets.
Con un brusco empujón logró meterla en la especie de carruaje donde debían acomodarse. Antes de que la noria se pusiera en movimiento, Brittany estudió los tornillos y los engranajes que encontraba a su alrededor, como si fuese una inspectora de seguridad; Santana, cansada, le permitió que hiciese lo que le viniera en gana y se dedicó a contemplar a la gente que iba y venía por el recinto.
—¿Todo en orden, inspectora? —le preguntó, cuando élla volvió a sentarse aventando su bolso realmente asustada-
—No estoy segura. —Suspiró apesadumbrada—. Uno de los tornillos está un poco oxidado.
Santana rió con ganas.
—A mí no me hace gracia.
—¡Pero de algo hay que morir, Britt..! —exclamó ella, repitiendo sus mismas palabras y riendo todavía más.
La Rubia frunció el ceño con desagrado y se cruzó de brazos, ante lo cual Santana contestó inclinándose y dándole un pequeño beso. El carruaje se balanceó por el movimiento y Brittany tembló.
—Ven aquí —le pidió ella—, siéntate a mi lado, yo te protegeré —añadió, tras proferir una sonora carcajada.
—¿Crees que soy una cobarde, verdad? —inquirió élla, entrecerrando los ojos y mirándola con odio.
—No, claro que no —le aseguró—. Lo que ocurre es que es normal que tengas miedo, teniendo en cuenta que el máximo riesgo que has corrido en tu vida ha sido coger una rosa que podía pincharte.
—Ni eso. —Sonrió con aire de suficiencia—. Tenemos varios jardineros.
¡Era tan… repelente! Santana suspiró y se levantó para sentarse a su lado. Le rodeó con un brazo con ademán protector y la atrajo hacia sí, pegando su cuerpo al suyo. Cuando sonó una especie de bocina que indicaba que la atracción iba a empezar, Brittany estuvo a punto de levantarse y marcharse, pero Santana la retuvo entre los brazos mientras reía divertida.
Su carruaje comenzó a ascender lentamente. El viento frío provocaba que su cabina se balancease un poco, dándole una sensación de inestabilidad. Brittany cerró los ojos y agradeció que Santana la abrazara de lado. Probablemente, aquella era la mayor locura que había cometido en toda su vida.
—Abre los ojos —le pidió Santana, al cabo de un minuto largo.
—Ni de coña¡¡¡¡….
—Vamos, Britt, las vistas son muy bonitas desde aquí.
—Descríbemelas, que yo te escucho y me lo puedo imaginar.
Ella jugueteó un poco con su pelo rubio, enrollando algunos mechones suaves entre sus dedos.
—Mira, si abres los ojos, te prometo que ordenaré mi armario —le dijo al fin.
Y entonces élla los abrió y sonrió. Clavó la vista en el suelo.
—¿En serio?
—Claro que sí.
—Está bien. —Respiró hondo antes de alzar la cabeza y perderse en la vista de la enorme ciudad que se dibujaba a grandes trazos ante sus ojos. Era realmente asombroso y le gustó la lejanía de las luces del centro, tintineando en el horizonte.
—¿No te parece bonito? —pregunto Santana, emocionada.
—Lo justo y necesario.
Realmente sí, sí le parecía bonito, pero reconocerlo ante ella podría haberse considerado un delito contra la ley, así que se contuvo. Echó la cabeza hacia atrás, mientras Santana enrollaba mechones de su pelo en sus pequeños dedos, y sonrió, notando la calma que se apoderaba nuevamente de la Rubia.
Todavía se preguntaba de dónde demonios había sacado el valor suficiente para besarla, en la discoteca Buterffly. Es más, seguía preguntándose cómo era posible que se encontrase allí con Santana, en la feria, dejando que ella le acariciara el pelo. No tenía intención de apartarla, y eso, en parte, la asustó.
Cuando la atracción finalizó y bajaron de la noria, Santana corrió directa hacia los coches de choque, y a Brittany le faltó tiempo para seguirla a toda prisa. La joven señaló animadamente los coches.
—¡Qué ganas tenía de montar en esta! —exclamó emocionada.
Brittany frunció el ceño.
—¿El juego consiste en chocar contra los demás?
—Exacto, ¿a que es divertido?
—Oh, claro, ¿por qué visitar museos o bibliotecas si podemos chocar los unos contra los otros?
—Brittany, no empieces —le regañó ella.
—En serio, golpearse voluntariamente es una práctica poco productiva. —Miró alrededor, asustada—. Retrocedemos en el tiempo y nos convertimos en neandertales; de verdad, ya ni me sorprendería que los americanos vistiesen con taparrabos de piel y llevasen palos de madera ardiendo en las manos…
—Como no te calles, la que acabará ardiendo a causa de los golpes que pienso darte serás tú —le amenazó—. Y ahora junta esos bonitos labios que tienes y concéntrate en mantenerlos bien cerrados. Yo iré a comprar las entradas. Regreso
Brittany se empeñó en montar en el mismo coche que Santana. No quería estar sola cuando la guerra empezara. Se sentó —como buenamente pudo, dado el escaso espacio— en el asiento del copiloto mientras ella asía con fuerza el volante del cochecito. Brittany respiró hondo y ojeó a sus contrincantes, que se encontraban en el perímetro de la pista. En realidad la mayoría eran críos, aunque algunos iban acompañados por sus fornidos padres.
—No sé si podremos superarlo —dijo.
—Britt, no hay nada que superar —aseguró Santana—. Lo único que pasará es que te darán unos cuantos golpecitos.
Élla se cruzó de brazos y la miró cabreada.
—¿Te parece poco?, ¿estamos locas o qué? —siguió, alzando el tono de voz—. ¡He pagado para que me peguen!
—¡Chist!, ya empieza.
Sonó un pitido que se extendió por la pista e inundó sus oídos. El coche empezó a moverse. Brittany se cogió del brazo de Santana y del otro extremo de la supuesta puerta. Se miró el torso y advirtió un pequeño detalle que se le había pasado por alto.
—¡Madre mía, pero si no hay cinturones! —exclamó, consternada.
—No son necesarios —concluyó Santana, y cuando Brittany alzó la vista descubrió que estaban a punto de chocar contra un coche que llevaba un niño de unos seis años.
El impacto fue brutal, o al menos eso le pareció a la Rubia. Brittany meditó sobre si aquel juego afectaría en exceso a su delicada columna vertebral. Sin embargo, cuando vio el rostro enfurruñado del niño, se alegró de haberle dado ese golpe.
—¡Cómete esa! —le gritó y después miró a la chica—. Muy bien, Santy, veo que vas aprendiendo…
—Pero si tú no tienes ni idea, ¿por qué me dices eso? —Dio un volantazo y Brittany arqueó el cuerpo hacia el lado contrario con la intención de no caer. No es que la velocidad fuese demasiado elevada, pero siempre era mejor prevenir que curar.
—¡Venga, va, déjate de historias y machaca a la niña de allá! —le ordenó, señalando un coche azul.
Santana entornó los ojos, pero sonrió y se dirigió hacia la niña. Hasta en los coches de choque Brittany necesitaba dar órdenes y sugerencias. Esta vez, a sabiendas de lo que le esperaba, La Rubia se cogió bien antes del impacto y rió malévola ante la decepcionada expresión que surcó el rostro de la cría.
Sin embargo, su risa se apagó cuando otro coche les dio a ellas por detrás. Era el vehículo de un niño pelirrojo acompañado de su padre, un fortachón entrado en la cuarentena. Brittany se giró cabreada y alzó un puño amenazador al que el señor respondió con una suave carcajada. A Brittany no le gustaba perder, ni siquiera en los coches de choque.
—Santy, vamos, ese viejo es nuestro próximo objetivo. Tenemos que ganar.
—Cariño, cuando te emocionas así, me recuerdas a Voldemort.
Brittany arrugó la nariz, molesto. ¿Por qué la llamaba “cariño”?, eso sonaba demasiado… formal. ¿Tenían una relación formal? No estaba segura. Lo curioso era que por alguna extraña razón las palabras cariñosas que Santy le dedicaba sonaban bien. Quizá porque no las pensaba antes y se le escapaban solas, naturales, sin formar parte de frases forzadas. De todos modos, Brittany continuó en sus trece.
—Deja de llamarme cariño, cielo o Voldemort. Gracias.
Como toda respuesta Santana estampó el coche contra una esquina, adrede, lo que le pilló de improviso. La rubia respiró hondo, mientras ella daba la vuelta.
—¿Quieres romperme el cuello o qué? —se quejó, frotándose el hombro derecho.
—No sé, deja que me lo piense —contestó ella, decidida—. Aún tengo dudas.
Chocaron contra algunos coches más antes de que la bocina sonase y se acabase su turno. Salieron de la atracción, Brittany algo mareada, y ella con la adrenalina recorriendo todo su cuerpo. Señaló un puesto de maquinitas repleto de ositos de peluche.
—¡Qué monada! ¡Yo quiero uno de esos!
Brittany la siguió hasta la máquina. En el extremo superior había una especie de pinza que al parecer servía para agarrar los pulgosos osos. Pagando, claro.
—¿Y para qué quieres más peluches? Tienes toda la cama llena —le recordó, como si ella no lo supiese perfectamente—. Además, está demostrado que estos artilugios son dañinos para la salud.
Santana rió.
—¿Los peluches son malos para la salud?
—Claro. El polvo se acumula en ellos.
—Britt, me da igual. —La hizo a un lado sin miramientos—. Aparta, quiero conseguir uno de esos.
—Pareces una cría —concluyó élla. Era verdad, aunque también era cierto que todavía no sabía si esa característica suya le gustaba o no. Tenía serias dudas al respecto—. Bueno, déjame a mí.
Se hizo un hueco, y, tras echar una moneda en la ranura correspondiente, cogió con fuerza los mandos de la máquina. Parecía fácil, pero no lo era. La pinza apenas tenía fuerza, y, aunque conseguía coger el maldito peluche del oso que le miraba sonriente, después este caía inerte y volvía a mezclarse con el montón que reposaba al fondo.
—¡Es un Maldito, Santy!
—Da igual. Quiero el oso —dijo enfurruñada, y metió otra moneda.
Brittany nunca se iba sin terminar de hacer lo que se había propuesto. Así que, casi veinte minutos después, le tendió a Santana el oso que había conseguido, y comenzaron a caminar por el recinto de la feria con dieciocho dólares menos en los bolsillos. La Rubia se planteó que, por ese precio, habría podido comprarle tres o cuatro peluches en una tienda normal, pero prefirió no comentárselo.
—Y ahora, ¿qué hacemos? —preguntó, mirándola de reojo con cierta inseguridad.
Santana abrazó el peluche con una mano y deslizó la otra hacia élla, entrelazando sus dedos con los de Brittany . La Tubia tenía la piel fría, pero muy suave. Siguieron andando en silencio.
A Brittany le molestaba un poco caminar al lado de Santana, cogidas de la mano, porque ella se paraba cada dos por tres a ver cosas poco interesantes y le arrastraba allá donde iba. Sin embargo, la calidez de su mano le reconfortaba y hacía soportable la situación. Torció el gesto cuando ella le soltó para acariciar a un perro que pasaba por allí. El animal se restregó felizmente por sus piernas y le azotó el pantalón con la cola, que se movía frenética de un lado a otro.
La Rubia bostezó. Afortunadamente, a su derecha, descubrió un puesto donde hacían algodones de azúcar. Le encantaba el algodón de azúcar. Supuso que no sería tan delicioso como el que su cocinero solía elaborar, pero aun así quiso comprar uno. Contempló detalladamente cómo lo hacía, asegurándose de que la chica del puesto no lo tocase con las manos o echase algo raro en su preciado algodón. Al parecer todo estaba en orden. Pagó y regresó al lado de Santana.
Aquel algodón de azúcar estaba bastante bueno. Lo degustó y dejó quese deshiciera en su boca lentamente. Algo —o alguien; mejor dicho, alguien— interrumpió su aperitivo. Santana alzó sin miramientos una mano y le quitó un trozo de algodón.
—¿Se puede saber qué narices haces? —Brittany la miró, sorprendida.
—Coger un poco, ¿acaso es solo para ti? —Ella rió, tras metérselo en la boca.
¡Qué pregunta más tonta! Lo cierto era que sí. Era solo para élla.
—Claro. —Suspiró—. ¿Por qué no te compras tú otro?
—Este es muy grande, podemos compartirlo.
—¿Compartir? —Ladeó la cabeza—. Acabas de acariciar a un sucio perro.
—Ya, ¿y…?
—No te ofendas, pero no quiero que metas tus manos en mi comida.
Santana permaneció callada, observándole fijamente. Al parecer hablaba en serio. Al principio pensó que se trataba de una de sus tantas bromas. Pero no era así.
—Ah, vale, lo siento. —Le dedicó una mueca desagradable—. ¡Cómetelo tú todo! ¡Ojalá te atragantes!
Brittany negó con la cabeza y le tendió el algodón de azúcar.Santana lo cogió con la mano, cada vez más confundida.
—¿Lo compartes? —le preguntó.
—No. —Brittany apretó los labios con asco—. Lo has tocado, así que ya no puedo comérmelo. Gracias por estropearme la merienda.
Y comenzó a caminar de nuevo calle abajo, esquivando a los niños que correteaban descontrolados por el interior del recinto. Santana siguió sus pasos, tras darle otro bocado al algodón de azúcar, que ahora le pertenecía. Sonrió tontamente. Qué delicada era Brittany.
—¿Quieres que compremos otro? —le preguntó, con ternura.
—No. —La Rubia contempló el enorme algodón rosa—. Yo quería ese —añadió, señalándolo.
—Todos son iguales.
—Te equivocas, este era más redondeado que el resto. Lo he notado incluso antes de que la chica terminara de hacerlo.
—¿Importa realmente que sea más o menos redondeado? —Santana rió.
—Por supuesto. —La Rubia se cruzó de brazos—. A mayor redondez, mayor perfección. No sé cómo no conoces esa regla.
Santana arqueó las cejas.
—¿Porque no existe, quizá…?
Brittany respiró hondo. Tenía ganas de besarla. No quería seguir discutiendo ni tampoco deseaba explicarle el funcionamiento de “la regla de la redondez y la perfección”, porque dudaba que fuese a entenderla. Y a élla no le gustaba perder su valioso tiempo en vano. Contempló los labios de Santana; ¿tenía permiso permanente para besarla cuando le viniese en gana? Se sentía insegura al respecto. Después el algodón volvió a captar su atención, al ver que ella se lo seguía comiendo.
—Vale, terminemos con este asunto —le dijo—. Tira el algodón a la basura. Si no lo puedo tener yo, tú tampoco.
—¿Qué? Pero ¿cómo puedes ser tan egoísta? —protestó ella.
—No es egoísmo, es justicia.
—¿Tanto te molesta que me lo coma yo?
—Claro que sí.
Ella bufó y siguió su camino, dándole otro mordisco a la enorme nube rosa; no estaba dispuesta a tirar la comida por una rabieta de Brittany. Élla insistió.
—He dicho que te deshagas de él.
—No.
—Lo haré yo, entonces.
Brittany intentó arrebatarle el maldito algodón de azúcar y Santana se preguntó qué pensaría la gente de la feria que las miraba. Dos jóvenesitas discutiendo por su merienda. Santana no se iba a quedar atrás. Le mordió la mano, y la Rubia soltó el palo de madera, gritando dolorida, pero luego no tuvo miramientos cuando le clavó las uñas en el brazo.
—¡SUÉLTALO! —le exigió—. Además, lo he pagado yo, es mío.
—¡Me lo has regalado! Así que ahora me pertenece —contestó ella, en medio del forcejeo.
Una pareja de ancianos, acompañados por sus nietos, les miraban entretenidos por el espectáculo gratuito.
Brittany logró arrebatarle el algodón rosa, ySantana, sin rendirse y llena de rabia, le hizo cosquillas. La Rubia se retorció como loca. Había encontrado uno de sus puntos débiles. Desgraciadamente, a causa de las cosquillas Brittany dejó caer el algodón al suelo, marcando su final definitivo.
—¡Para, para, San..Santy, te lo ruego! —Brittany giró sobre sí misma, intentando deshacerse de ella.
—¡Te lo mereces!
La Rubia logró cogerla del brazo y, con un rápido movimiento, la estampó contra la parte trasera de una caseta de metal donde hacían perritos calientes. Santana abrió mucho la boca, sorprendida. Se miraron agitadas, respirando entrecortadamente tras la pelea. Los abuelos, al otro lado, les seguían mirando sonrientes, como si de algún modo pudiesen entender su extraña relación, el enigmático modo en que se decían “Me gustas” sin palabras. Brittany sonrió un poco, cuando recuperó el aliento.
—¿Me das un beso?
Alzó la cabeza. La voz de Santana la hizo estremecer. Dio un paso al frente y ella la rodeó con los brazos, como si intentase abarcar todo su cuerpo con sus pequeñas manos. Brittany se inclinó y la besó despacio. Ella cerró los ojos y se pegó a la rubia todo lo que pudo, intentando que nada se interpusiera entre las dos. La Rubia sonrió. Le dio otro beso, y otro más… y se preguntó si era posible vivir solo a base de besos. A élla le hubiese gustado que existiese esa posibilidad. Santana rió cuando los labios de la Rubia ascendieron lentamente por su rostro y rozaron su nariz delicadamente, luego sus párpados y las mejillas. Infinitos escalofríos se adueñaron de sus sentidos. Y después un beso fugaz, en los labios, antes de que la Rubia apoyase su frente contra la de ella y se quedase ahí, quieta, respirando nerviosa y mirándola fijamente. La frialdad de sus ojos plateados se esfumó unos instantes.
—Si quieres te compro otro algodón de azúcar —le propuso la Rubia, hablándole en susurros.
Santana se estremeció al sentir su aliento cálido tan cerca de ella.
—Olvídalo.
Y mientras la observaba casi sin pestañear, Brittany reflexionó sobre cómo habían llegado a esa situación. Apenas dos semanas atrás, ambas se odiaban. Ahora se besaban. Un cambio algo brusco. Habían pasado demasiadas horas juntas, quizá. Respiró hondo al tiempo que le retiraba algunos mechones de cabello que enmarcaban su aniñado rostro.
—¿Sabes una cosa? —Curvó los labios con ternura—. En el fondo, a veces, incluso pareces una chica dulce. Actúas muy bien.
—Y tú. A ratos llego a pensar que eres humana. —Rió tímidamente—. ¿De qué planeta te caíste, Britt..?
Élla también rió y le dio un último beso antes de separarse un poco de ella y rodear su cintura con el brazo. Suspiró y miró alrededor, perdiéndose en las luces intermitentes que se agitaban por todos lados.





________________________________________________continuara


Muchas Grcias por sus comentarioS :D SON GENIALES¡¡ espero les haya gustado este nuevo capitulo nwn hasta luego Bye
MissHeatherRivera
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por juddiith Lun Dic 10, 2012 3:44 pm

me encantan, son mas cukis :$
esta relación amor-odio es increíble!

un beso.
juddiith
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por nicole19 Lun Dic 10, 2012 4:33 pm

me encanta este fic
nicole19
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Lun Dic 10, 2012 7:07 pm

awww FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 1968215193........me fascino FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 1770242605este capitulo.........jejeje FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 364988687que ira a pasar cuando regresen los padres de San

Saludos, hasta la proxima actualizacion FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 3 2620582621
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Mensaje por isababela Lun Dic 10, 2012 10:15 pm

Simplemente PERFECTOO!!
Bastante largo, cosa de no dejarme con las ganas de matarte... Lo mas tierno es Brittany tratando de no objetar ni contradecir a Santana para no hacerla enojar...
Aunque alguna que otra vez se sarpaba con lo que decia...
ME ENCANTOOO!! NO TENGO NADA MAS QUE DECIR A PARTE DE QUE SIGAS ASI... Y QUE ACTUALICES RAPIDISIMOO!!
chiaoo...
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