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FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 Primer15
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Mensaje por MissHeatherRivera Mar Nov 27, 2012 2:38 pm

8

Felices fiestas



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Un nuevo amanecer, un nuevo día.
Santana descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño oscuro en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.
«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»

—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.
El señor Lopez le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.
—Todas las navidades dices lo mismo, Santana. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.

La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.

—¿No podrías bajar un poco el volumen?
—¡No! ¡Quiero que todos escuches y se llenen del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.

La puerta contigua a la de Santana se abrió de golpe, y Brittany salió como un huracán enfurecido, vestida con su ridícula pijama de raso. Miró con asco a la morena.

—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?
—Villancicos.
—No me gustan los villancicos —aclaró.
—¿Y a mí qué me cuentas?
—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.

Santana resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Lopez salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Brittany en la cabeza afectuosamente.

—¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.
—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Maribel se marchase escaleras abajo a toda prisa.

Santana observó la divertida escena.
—¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo imaginaciones mías?
Brittany la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.
—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas…? —replicó burlóna.
—¿Llevas lentillas?
—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—. Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.
—¡Ja! Siento decirle, mi señora, que sus ojos son un tanto… repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, Princesa Brittany de inigualable belleza! —Santana hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar a la Rubia.
—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.
—¡NO ME LLAMES «NENA»!!!!
Brittany sonrió aguda, con sus ojos Azules brillando en exceso.
—Lo que tú digas, neeee…na.
—¡Uf…! ¡Cómo te odio!
—¡Quiéreme, nena, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. Santana al ver esto le dio una patada a la pared, cabreada.
¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que élla la viese así, enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.

Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada Azul, la malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos,
su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a la Rubia. Era más astuta de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de élal. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que la rodeaba hacía que Santana se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.
La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de Santana. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrida. Brittany apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y Santana supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó soñolienta cómo élla se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Lopez entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.

—Buenos días —saludó alegremente—, ¿Te estas acostumbrando a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de Invierno!
—Ese no es el dicho —le corrigió Brittany, sin dejar de untar su tostada matinal.
—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Lopez se encogió de hombros con despreocupación—Las Espero en el comedor, vengan cuando acaben de desayunar.
Y desapareció otra vez silbando animadamente. Santana resopló, al tiempo que Brittany la apuntaba con el dedo índice, acusador.
—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para servir a personas como ustedes.
—No es ningún servicio, idiota¡¡. —Santana no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatida—. Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.
—¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, Santana. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.
Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Brittany le regaló
una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.
—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.
Élla pestañeó sin comprender.
—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar de observar a Santana—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con la señorita Santana Lopez, apodada la Basurera a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.

Santana tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y la Chica que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.
—Estás Mal, Brittany. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.
Élla se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.
—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó, orgullosa.
Santana mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.
Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Brittany expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus “empleados”.
—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.
Santana la habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante resopló.
—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó ella; aumentaba su rabia por segundos.
—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.
Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.
—¿Estás contenta?
—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.
Santana descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.
—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.
—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.
Santana cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansada.
—No hace falta decorar el baño, Brittany. Así que olvídalo.
—¿Qué? —Élla la siguió mientras ella se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera—. ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.
Santana se giró hacia élla, extrañada.
—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: «¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».
—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Lopez.
—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo la última mona de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.
—¿Por pena?
—¡Estabas a punto de llorar, estúpida! No he visto cosa más tonta en mi vida.
--Brittany suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal. ---
—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió
alegremente, cambiando de tema.
—He dicho que no.
Santana cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.
—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos. Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —preguntó, recordando las palabras de la señora Lopez a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.
La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que Brittany pusiera un pie en su casa.
—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.
Élla frunció el ceño.
—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!
Brittany se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo la escaparate algo recargado de una tienda. Santana se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausta, mientras élla le echaba un vistazo rápido a la estancia.
—¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.
—¿Ni siquiera sabes anudar tú sola una cinta? —protestó Santana, abatida.
—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —La miró malévola—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.
Santana se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Brittany con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la jabonera.
—¿Contenta?
Élla se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.
—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.
—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.
Brittany frunció el ceño y siguió a Santana por el pasillo. Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza de la necesaria.



Había empezado a nevar.

Santana tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.

Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Brittany. Ciertamente, no estaba segura de que dejarla sola en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a una impulsiva Brittany re decorando sola toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.
Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Ohio, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Paramore sonaban a todo volumen.

¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Quinn. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Brittany y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco la encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.

Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Brittany estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinada. Los mechones rubios caían a los lados, anárquicos. Sus ojos Azules se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba uno pantalones de mezclilla intactos, pero estaba descalza y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquella muchacha era Brittany, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó hasta élla, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.
—¡Eeeh, Santana! —saludó agitando una mano en el aire.
Santana se arrodilló a su lado y la examinó asombrada, sin comprender.
—¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?
Brittany rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.
—¡Shoy felizzz…! Temedamete felizzz… ¡¡¡¡
Santana quiso decir algo, pero se había quedado muda. Élla se acercó más a ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinada, mirándola sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.
—¿Has bebido, Britt?
Élla parecía pensativa. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.
—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemana, que es mu’ maja, mu’ simpática tamién…
Santana se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Quinn se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?
—¡Voy a matar a Quinn! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.
Brittany negó con la cabeza, cerrando los ojos.
—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergta. —La miró sin siquiera pestañear—. La he vishto en el baño dabajo, tirada en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de Santana—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.
B
rittany se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Quinn. Después rió y se incorporó nuevamente. Santana resopló, furiosa. Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su hermana se había quedado dormida en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.
—Luego intercambiaré algunas palabras con élla.
Brittany se encogió de hombros.
—¡Pero si he disho que ta muerta, mu muerta! —repitió.
—Vamos, levántate, Tonta —le exigió ella, al tiempo que la estiraba de un
brazo.
Élla sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeca de trapo.
—¡Qué divedtido…! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de Santana.
—¿Te encuentras muy mal?
—¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.
Santana se acercó a élla y se apartó instintivamente.
—Apestas a alcohol —le informó.
Élla continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de Santana para no caerse.
—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama… se llama… ¡joder, se llama como la chucha esa…!
—¿Whisky? ¿Has bebido whisky?
—¡Shi, eso!
La miró orgullosa. Santana se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A élla le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.
—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó Santana.
Élla volvió a encogerse de hombros.
—Puesh, bueno, tu hemana me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con la Mendiga esa loca..…
—¡¡¡¿Marihuana, te ha dado marihuana?¡¡¡
—¡Ah, sí, sip, élla dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh!!! Y tener mashh beshesa!!!
Santana respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarla en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Brittany, tirándole de la camisa y élla volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos la empujó para meterla en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Élla se dejó caer en el agua.
—¡ESHTá FRÍA! —gritó.
—Te jodes. —Santana la miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte sola ni unas horas; mira cómo has acabado… borracha perdida.
—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasha, eh…

Santana resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Brittany, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho una niña de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. Santana comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Élla se quejó.
—¡Pican los ojosh!
—¡Cállate!
—Jopetaaa¡¡ JOPETAA¡¡…
Permaneció quieta unos instantes, dejando que ella terminase de enjuagarle su Largo Cabello Dorado.
—Navidá, navidá, duuulceee navidá… —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.
Santana arrugó la nariz.
—¿No odiabas los villancicos?
—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé…!
Santana negó con la cabeza en silencio.
—¡Vamos, sal de una vez de la bañera!
Élla se miró de arriba abajo, extrañada. Frunció el ceño.
—¡Pero shi todavía estoy vestida!
—¿Y qué quieres que haga yo al respecto, Chupitos?
—¿Chupitos? ¿Me hash llamado Chupitos¡¡¡? ¡Ya me eshtásh desnudando! —ordenó.
Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por élla, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Brittany conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.
—¡Me hashes coshquillash, Santyy…¡¡! —dijo alegre.
Santana le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus
hombros, que eran suaves y debiles. Intentó no admirar demasiado sus pechos y su grandioso Torso, Tuvo que reconocer que estaba muy buena la Rubia
La risa de Brittany aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma que con élla.
—¿De qué te ríes, estúpida?
—¡Ja, ja, ja…! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh… y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.
Santana dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Brittany se clavaron fijamente en la puerta del baño.
—¡Santana! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de Inviernoo¡¡?

Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de Brittany atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre Santana, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y la besó. Santana dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Brittany besaba de un modo francamente extraordinario. La rubia se separó un poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole un último beso en la comisura de los labios. Santana, asombrada, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.
—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló élla, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón no me piensas encuerar??

Santana, aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Brittany le diese aquel delicioso beso Princesa … ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. Santana se tanteó los labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.

Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.
Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.
—¡Eh, SANTANA! ¡Soy Brittany!
Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.
—¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…
Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Brittany, aturdida, con la pijama puesto al revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.
Élla sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su camino.
—¡Lárgate de aquí! De verdad, Brittany, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.
La Rubia la miró apenada.
—Es que, Santana, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash… Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertida, parecía algo contrariada.
—Es normal que dé vueltas. Estás borracha y tu imaginación te juega malas pasadas.
—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.
Santana abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. La rubia sonrió, antes de perder el equilibiro y dejarse caer sobre ella. El rostro de Brittany quedó sobre su estómago.
—¡Oye, apártate de mí, TONTA¡¡¡.. —chilló, intentando hacerse a un lado.
Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Brittany. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormida sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. Santana suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia… su bondad en general.

Empujó a Brittany contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Élla sonrió en sueños apoderándose de la almohada; Santana resopló, pensando que ni dormida dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre élla antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.
Escuchaba la respiración de Brittany, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar, pero como si se tratara de mala suerte o ¿buena? Sintió un brazo de la Rubia que la rodio abrazándola sin soltarla pegándola a ella. ¿Sera que esta noche Podre dormir Bien?







CONTINUARA


Gracias por comentar...y tambien por lees, espero les haya gustado el nuevo capitulo :D
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Mensaje por brittanasfor4ever Mar Nov 27, 2012 3:42 pm

jajajaj esa brittany me gusta lastima que actuo asi por lo que quinn le dio, espero y a la mañana siguiente no culpe a santana, y omg! se han besado y san a sentido algo, esperoo con ansias el proximo capitulo un beso hermosa:)
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Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Mar Nov 27, 2012 5:36 pm

Jejeje FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 650269930.....debo admitir que me FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 1770242605fascina la forma de escribir que tienes.......jajaja, Britt toda ebria y fiel FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 1968215193al dicho del padre de San.....¿que ira a pasar cuando FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 1790976234despierte y se de cuenta que durmio en la habitacion de San?

Saludos, hasta la proxima actualizacion FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 2620582621
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Mensaje por Aral_Snixx Mar Nov 27, 2012 6:17 pm

Wow se besaron jejeje sabia que el muérdago haría bien :)
Actualiza pronto please ^^
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Mensaje por Len104 Miér Nov 28, 2012 3:35 am

Hola Niueva Lctora!!.. Genial tu fic, la verdad q m llamo la atencion el nombre, me parecio super romaticon, jaja y m meti de una.. Y l fui leyndo y m gusto.. :).. Pero tipo, la actitud de Britt como q satura a veces.. Osea todo bien q vnga de otro pais, q sea mas delicada, q tnga mas plata y demas, pero eso no qita q sea asi tan directa y q diga esas cosas, porq si lo ves asi pareciera ella la qno tuviera modales.. ¬¬.. Pobre, la saca mal a San.. u.u.. y encima le dice fea?.. Pero esta chica esta ciega?.. ¬¬.. jajajaja.. Asi q se besaron.. O.o. Pero Britt estaba con muucho alcohol encima y fumo eso, seguro q ni se acuerda, pero San si, a ver q pasa ahora.. besooooo..
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Mensaje por MissHeatherRivera Miér Nov 28, 2012 2:54 pm

9
La Rubia Duende-silla




FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 Tumblrm39qfnijkf1r7ifqv





—¡SANTANA¡¡¡, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amigis, la rubita que.…

Quinn dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendida. Una risita tonta escapó de sus labios.

—¡Oh, vaya! Veo que Brittany se lo siguió pasando en grande después… —Sonrió pícara, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva las chicasl! Están realmente mal..

Brittany parpadeó confundida, mirando como loca a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta de la Rubia.

—¡Quinn ha resucitado! —explotó La rubia, admirada.
—¿Eh? —Quinn enarcó las cejas.
—Por cierto… —Bittany parecía confundida—. ¿Qué narices hacés en MI cuarto?

Santana se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Brittany de reojo, sin demasiado interés.

—Perdona,Tonta, pero este es mi cuarto —aclaró.

Élla se destapó rápidamente, mirándose a sí misma de arriba abajo. Quinn reía en el otro extremo de la habitación.

—¡Y llevo el pijama puesta al revés! ¿Qué me has hecho, Santana?, ¿qué me has hecho?

La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.

—Pero ¿qué dices, atontada? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de china feliz; dijiste que te daba miedo dormir sola.

La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Quinn rompió sin miramientos.

—Bueno, vamos al grano… ¿te la tiraste o no?
—¿Tirar?
—¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó un cabello distraída, y Brittany torció el gesto-
—¿Mojar?
Santana se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.
—Quinn, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber que hiciste ayer? Eres una irresponsable.

Su hermana se encogió de hombros.

—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Brittany, don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgullosa—; el Gato se lo pasó en grande.
—¿Qué? —Santana alzó los brazos alarmada.
—¡Pero no te preocupes! Mister lord está ahí, tirado en el pasillo. Le he tomdao el pulso y sigue vivo. O eso parece.
—¡Uuuh, mi cabeza…!

Santana se giró y reparó por primera vez en Brittany, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese un niña de un año aprendiendo a caminar. Brittany estaba más pálida de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos azules ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.

—Veo la luz… la luz… —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto de sollozar.
—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, Tonta; no tienes más que resaca.
—¿Qué? ¡Estoy enferma!
—No es una enfermedad, es un efecto secundario.
—¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupada—. ¿Dónde están mis analgésicos? ¡SANTANA, muévete!, ¡haz algo!

Quinn rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo a la Rubia.

—¡No pasa nada, Rubita! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es nada.

Brittany agradeció que Quinn desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno. Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras Santana reía al tiempo que ordenaba su habitación.
—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió élla—. Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.
Santana la miró desde arriba, de brazos cruzados.
—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solita.
—¿Yo solita…? ¿Te has vuelto loca o qué? —La miró apenada, como un perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.

Santana arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación… la castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación de la rubia arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.

La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad… era la habitación más pulcra que Santana había visto en toda su vida. Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Brittany, correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella cerró la puerta del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco…

Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro… y así hasta llegar a los colores más calidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.

Rió sola, dada la ridiculez de Brittany. Ella jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen la mostraba sonriente rodeado por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que la pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era la niña mas mimado de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. Santana dejó la foto en su lugar, confundida, preguntándose si no hubiese sido más normal que Brittany guardase una instantánea de élla con sus padres y no con el servicio de la casa.
Como era de esperar, la ropa de la rubia se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. Santana supuso que élla se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Brittany gimoteó afectada, para llamar su atención.
—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó hostilmente, para no perder la costumbre.
—No te pases, inválida borracha —Le señaló con aire amenazador—, podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú sola ante una resaca.

En eso tenía razón, de modo que Brittany procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de Santana.

—Pondré alguna película —dijo Santana, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado—. El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.
—¿Es de dibujos animados? —preguntó Brittany, al tiempo que miraba la carátula.
—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?
—Yo no veo memeces.
—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.

Santana se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.

—Presiento que va a ser un Churro —dijo Brittany. ¡Como si a alguien le importase su opinión! Santana puso los ojos en blanco.

Justo durante el nacimiento de Simba, Brittany comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del clan. Santana rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.
Para no gustarle la película, Brittany lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos Azules estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.
—Pero ¿por qué? —Miró a Santana apenada, casi sin pestañear. Y ella temió que la rubia llorara en ese momento—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo… ¡¡¡

Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Brittany no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Brittany se giró hacia Santana sonriente.
—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! —Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.
—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca —le reprochó Santana.
Lord Tubbington apareció en el salón ronroneando . Santana lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.
—Quita a ese Gato de mi vista —exigió Brittany.
—Tiene los mismos derechos que tú.
Santana lo posó sobre el sofá, y la rubia clavó sus ojos amenazadores en el animal.
—… Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él —añadió Santana.
—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Brittany, contrariada.

Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Brittany, dejándola anonadada. Sentada sobre el sofá, rígida, con los hombros tensos, giró su rostro hacia Santana a cámara lenta y la señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras élla lo sostenía en alto.
—¡Tú!¡Tuuu!¡tuu!¡tuuu! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú… me besaste anoche! —gritó, fuera de sí.
Santana sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Brittany lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furiosa.
—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracha! ¿Cómo pudiste, Santana…? ¡Qué bajo has caído! —la acusó.
Ella se volvió furiosa hacia élla, dispuesta a afrontar la situación.
—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.
—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.
—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.
—Fue culpa de tu hermanaa¡¡¡.
—Quinn no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solita.
Brittany se removió incómoda en el sofá, alternando su mirada entre el Gato y Santana, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy segura de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a Santana, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.
—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.
—Tú no eres Simba¡¡¡¡, métetelo en la cabeza, imbécil¡¡¡¡.
—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.
—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.
Brittany bufó, hastiada.
—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!
Santana se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba la Rubia. Era repugnantemente aristocrática.
—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.
Brittany cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan… sucio. Élla estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatida. Era duro soportar aquella tortura.
Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a Santana como a Lord Tubbington, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentita, sin meterse en problemas? Ahora Santana podría burlarse de élla eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.
En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Bittany le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y élla no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdida y hundida. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de Santana acudió a su mente como un huracán.
En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a élla le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.
Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que Santana le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un maullido detrás de élla y se giró bruscamente. El Gato y Brittany se miraron fijamente durante unos segundos.
—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.
—¡Miauu…!
Lord Tubbington se acerco mas a ella despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a élla a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar la pijama de raso de Brittany.
—Pero ¿qué…? ¡Ah, quita, Gato, quita! ¡Hijo de putifer!
Brittany dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El Gato acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.
—¡SANTANA, SANTANA!
Santana entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.
—¿Qué te pasa ahora, borracha?
—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso Gato se ha meado en mi pierna.
Santana no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.
—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suya, Brittany, eres suya…jajaja
*******
Lucecillas de todos los colores posibles parpadeaban desde árboles, carteles y escaparates. Frondosos abetos navideños se extendían por las aceras. Los niños chillaban alegres, correteando por las calles. Los abuelos se sentaban en los bancos del paseo, agotados tras varias horas de caminata, y algunos jóvenes se picaban con las motos, derrapando por la calzada. Y allí, entre aquel armonioso paisaje navideño impregnado de felicidad, caminaban tres Chicas tremendamente diferentes entre sí con la esperanza de encontrar los regalos para sus familias.
—¿Falta mucho? —preguntó Quinn, y se encendió el séptimo cigarro en un tiempo récord de apenas media hora.
—Ya casi estamos —contestó Santana.
Santana se sentía agobiada aun antes de empezar. A la derecha caminaba su hermana, A la izquierda se encontraba Brittany, que miraba alrededor con los ojos bien abiertos, a la espera de descubrir, seguramente, la tienda más cara de toda la ciudad. Supo de antemano que iba a ser un día largo, demasiado largo.
—Esto es un asco —se quejó la rubia.
Ya estaba tardando. Santana casi agradeció escuchar sus protestas, pues empezaba a pensar que algo raro le ocurría. Le ignoró, sintiéndose más tranquila.
—A mí tampoco me gusta ir de tiendas —añadió Quinn.
Brittany arrugó la nariz.
—No lo decía por eso —aclaró—, es solo que todas estas tiendas parecen de segunda mano. —Se paró frente a un escaparate y señaló una bonita camisa a cuadros que costaba cincuenta y siete dólares—. ¿Ves?, ¿de qué mierda está hecha para que sea tan barata? Seguro que destroza e irrita la piel.
—¿Es que pretendes que la gente se gaste el sueldo del mes en una camisa?
Santana se cruzó de brazos. Quinn se quedó atrás, acariciando a un alegre perro que pasaba a su lado.
—Que ganen más, ¿a mí qué me cuentas? —replicó, frunciendo el ceño—. Solo mis calzoncillos ya son más caros que esa prenda —añadió Brittany.
Santana rió.
—¿Tus calzoncillos valen sesenta dólares?
—He dicho que más, sorda. Unos cien dólares.
—¿Es que tus partes íntimas son de oro o qué?
—Eh, no hables de esas cosas. —Brittany sintió cómo comenzaba a sonrojarse levemente, avergonzada. Santana era demasiada descarada para su gusto.
—¡Oh, tienes la cara roja! —Le señaló, todavía riendo.
Brittany la miró asqueada.
—¡Pues mira, sí, mis partes íntimas son tan valiosas para mí como para protegerlas con un buen material!..ya que mis pechos también son de oro
Quinn se despidió del perro y se acercó a ellas, sonriente tras el último comentario, pero sobre todo curioso.
—¿Con qué las proteges?
—Con calzoncillos , como todo el mundo, pero de seda. Son exclusivos y me los traen de Italia.
—Ah. —Quinn le miró sin saber qué decir—. Yo no uso ropa interior jajaja
Las tres guardaron un incómodo silencio. Se miraron fijamente unos instantes. Intentando olvidar las palabras de Quinn, avanzaron despacio entre el gentío, más calladas que antes y quizá más pensativas.
Brittany procuraba esquivar la cantidad de obstáculos que se cruzaban a su paso. Niños en monopatín —sin casco ni rodilleras—; ancianos que apenas avanzaban tres centímetros por minuto; señoras locas por las compras, que parecían conocer aquel centro comercial mucho mejor que élla… Se giró hacia Santana.
—¿Qué piensas comprarles a tus padres? —le preguntó.
—No sé —Se encogió de hombros—, a mamá quizá unos pendientes, y creo que papá necesita alguna corbata para el trabajo.
Brittany torció el gesto.
—¿Solo eso?
—¿Acaso pretendes que me hipoteque a los diecisiete para contentarlos? —Bufó, hastiada—. El amor se demuestra de otros modos.
—¿De veras?
—¡Claro! Pasando tiempo juntos, en familia, por ejemplo. —Sonrió,sacudiendo felizmente las manos.
Brittany apretó fuertemente los labios. ¿Pasando tiempo… juntos? Intentó recordar cuándo había sido la última vez que había pasado unos días con sus padres. Algunas imágenes difusas le vinieron a la memoria. Probablemente el día que ella nació todos estuvieran en la misma habitación y, además, cuando cumplía años siempre comían juntos en el mejor restaurante de Londres. Sonrió, algo más relajada y satisfecha.
—¿Y a mí me vas a comprar algo?
—Es una broma, ¿verdad? —Santana dejó de caminar y se cruzó de brazos.
Quinn rió delicadamente
—Claroo¡¡..San¡¡¡, después de dormir juntitas algún detalle tendrás que tener con la Rubita, ¿no?
Santana cerró los ojos y respiró hondo.
—Quinn, haz el favor de mejor no decir nada
—¡Joder, vale, vale yo ya no digo nada! —Alzó las manos en son de paz.
—Entonces, ¿no pensabas comprarme nada? —gritó Brittany, dolida—. ¡Pero cómo puedes ser tan rácana! ¡Yo incluso ya tenía pensado tu regalo…! ¡Estamos en Navidad, Santana!
—Está bien, está bien. —Suspiró—. Si cierras la boca, prometo que te compraré alguna Cosa.
Se volvió decidida y reemprendió la marcha. Quinn, rezagada, se quedó embobada con los ojos fijos en el escaparate de una papelería. Brittany rió por lo bajo.
—¿Piensas deleitar a tus padres con unos lapiceros? ¡Qué original! —farfulló, malicioso.
—¡QUINN! —Santana ignoró a Brittany y llamó a su hermana—. ¡Vamos, qué haces ahí parada!
Quinn curvó los labios lentamente hacia arriba.
—He tenido una idea fantástica —explicó—. Nosotras vayan de compras, nos encontramos dentro de dos horas en el Café Shoquin.
—Pero ¿qué narices piensas hacer?
Santana había procurado planificar bien aquel horrible día de compras, y justo antes de que empezara, sus planes ya comenzaban a trastocarse. Tenía un regalo más que comprar, y su hermana la abandonaba dejándola a solas con un obsesiva compulsiva.
—Es una sorpresa, luego verán…
Y se internó en la papelería a paso lento y desganado, como de costumbre. Brittany siguió caminando, satisfecha por haber perdido de vista a la loca de Quinn. Miró a la joven, sonriente.
—¿Sabes a quién se parece tu hermana?
—Sorpréndeme, ¡oh, maravillosa ser divino omnipotente que todo lo sabe! —musitó, irónica.
—A Dianna Agron, Es como su gemela; incluso tienen el mismo cabello.
—¿Qué?
—Sí. Es el ejemplo exacto de lo que debíamos llegar a ser —sonrió—, y también ojeamos la biografía de Sid Vicius; el loco de los Sex Pistols era otro de los que estaban en la lista negra.
Pero ¿a qué colegio iba aquella pobre chica? Se llevó las manos a la cabeza, consternada. Ahora la entendía. Seguramente ni siquiera era un colegio, sino una secta. La observó cuando dejó de andar, absorto en el escaparate de una joyería. Visto así, de lejos y calladita, realmente no estaba nada mal. Es más, algunas de las chicas que pasaban por su lado le miraban pestañeando en exceso, coqueteando al igual que los chicos que le chiflaban pasando a lado de ella. Brittany tenía un perfil algo afilado. Volvía a llevar el rubio cabello totalmente repeinado pero con ondas al final, se veía muy Guapa, pero Santana la había visto en plena borrachera, desarreglada, y sabía que aquella primera imagen de chica formal podría mejorar si se mostrase más suelta y menos apretada con su ropa de Princesa. Bajó la vista por su rostro y encontró sus labios, que, de un suave color melocotón, contrastaban con la palidez de su piel. Resopló, abochornada por recordar otra vez el estúpido beso bajo el muérdago, y sacudió la cabeza.
—¿Qué haces ahí parada? —le chilló, cruzándose de brazos y adoptando su actitud habitual.
—¿No querías también tú comprarle unos pendientes a tu madre?
—Sí. Pero no en esta tienda, es demasiado cara.
—Ya veo los límites que le pones al amor maternal. —Negó lentamente con uno de sus largos dedos, moviéndolo de derecha a izquierda—. Entremos. La mía sí se lo merece.
Santana siguió sus pasos, asqueada. Una vez dentro, la dependienta, de unos cuarenta años de edad, le dirigió a ella una mirada de reproche, y a élla, la mejor de sus sonrisas; seguramente se había fijado en que la camisa que llevaba era de una de las marcas más prestigiosas del planeta.
—¿En qué puedo ayudarle?
—Buscaba un collar… —Brittany ojeó el mostrador principal—, pero no se parece en nada a todo lo que veo aquí.
La mujer arrugó la frente, mirando los productos. Después sus ojillos se clavaron en los de Brittany y descubrió que acababa de encontrar a la cliente Tonta de turno que con una sola compra amortizaría todas sus Navidades.
—¿Desea algo más… exclusivo?
—Exacto.
—Acompáñeme, por favor.
Santana pestañeó, confundida. Las siguió hacia el interior de la joyería por un pasillo que no quedaba expuesto al público. Seguramente sería la primera y última vez que entraría allí. Tras abrir una compuerta, se encontraron en una habitación circular, repleta de estanterías con cajones cerrados con llave. La dependienta inspeccionó a Santana con desconfianza antes de abrir una de las cerraduras. El cajón se abrió y dejó a la vista collares de piedras tan brillantes que casi dañaban la vista. Brittany se inclinó levemente para echarles un vistazo.
—Me gusta ese. —Señaló uno del que colgaba una pequeña piedra verde.
—Buena elección. Está hecho de oro blanco de gran calidad, y la piedra que ve es casi imposible de encontrar.
Santana también lo ojeó, y por poco se desmaya al descubrir el precio anotado en un pequeño papelito blanco, bajo el colgante.
—¡Pero si es un robo! —gritó, sin poder contenerse—. ¡Con lo que vale este collar se podría erradicar el hambre de media África!
Brittany se acercó a ella, molesta, y le dio un codazo.
—Calla de una vez, Basurera, estás haciéndome quedar en ridículo. —Sonrió y se dirigió de nuevo a la dependienta—. Me lo quedo. Cóbrese —añadió, al tiempo que le tendía la tarjeta de crédito—. ¡Ah!, y no escatime a la hora de envolverlo. Ya sabe, una cajita bañada en oro o algo parecido…
—Por supuesto, señorita, no se preocupe por eso.
Abandonaron la habitación circular y Brittany suspiró con orgulla, como si se hubiese quitado un peso de encima. Santana, demasiado anonadada todavía para hablar, se mantuvo callada sin rechistar; casi se podía oír el rechinar de sus dientes, carcomida por la rabia. ¿Cómo podía gastarse semejante dineral en un simple regalo navideño? Y, lo más importante, ¿quién era realmente Brittany, o de qué tipo de familia provenía?
Santana observó ensimismada cómo la dependienta le devolvía a la Rubia la tarjeta de crédito y esta la guardaba de nuevo en su maravillosa cartera negra de Gucci para después meterla en su bolsa Prada. Resopló asqueada. Tanta tontería zumbando a su alrededor lograba ponerla de mal humor. Brittany, por el contrario, se mostraba satisfecha con la adquisición. Salieron poco después de la joyería y continuaron caminando por la avenida del centro comercial.
—Pero ¿qué has hecho, TONTA? ¡Por algo así debería caerte cadena perpetua!
Brittany enarcó las cejas, confundida.
—Pobre Santana, las drogas la han dejado tonta…
—¡Es demasiado dinero! Ninguna madre puede llegar a sentirse orgullosa de que su hija le regale algo así —prosiguió, cabreada—, ¿por qué no le das otro destino, como alguna asociación benéfica?
Brittany soltó una brusca carcajada.
—¡Ya sé lo que te pasa! —La señaló con el dedo índice—. Te pica el bichito de la envidia… —Volvió a reír—. Además, mis padres ya donan mucho dinero a ese tipo de organizaciones.
—Eres asquerosa, Brittany, eres… ¡insoportablemente cínica! No tienes remedio.
Brittany se detuvo y la miró dolida. Agitó la bolsita donde llevaba el collar, y Santana sintió deseos de matarle de una vez por todas.
—La cuestión es… —Suspiró, meditando— que, te guste o no, pequeña amante de los vertederos, todavía tendremos que vernos las caras por narices durante más de veinte días, así que no deberías faltarme al respeto. Y te aseguro que no eres la única que en estos momentos piensa en el suicidio: yo también me lo empiezo a plantear.
—Pero ¿cómo tienes la cara dura de hablar tú, precisamente tú, de la palabra respeto? ¡Si ni siquiera sabes lo que es!
—¡Pues claro que lo sé! También lo he dado en clase de Educación Cívica. Y ahora deja de sermonearme. Me aburres. Cómprate un loro y enséñale la Constitución hasta que la recite de memoria.
Y, con porte elegante, avanzó unos pasos acera abajo. Santana suspiró. Durante la última semana, exactamente desde la llegada de la Rubia, había tenido tantos nervios en el estómago que, al final, se manifestaban en una terrible incomodidad e incluso náuseas. Procuró aguantarle y no contestar a sus palabras. Aquel era el segundo plan: si no puedes con tu enemigo, ignóralo.
Entraron en la zona de techo cubierto. Un árbol navideño, enorme y lleno de espumillones, se alzaba en el centro hasta casi el techo. En los laterales, numerosas tiendas mantenían sus puertas abiertas, de donde salían alegres notas musicales. Y, al fondo, sobre una tarima con dos elegantes doseles rojizos, un hombre disfrazado de Papá Noel contentaba a una gran cola de niños que se sentaban por turno en sus rodillas para pedirle sus regalos.
—Qué patético. —Brittany señaló a Papá Noel—. Yo nunca creí en él, porque desde el primer día me advirtieron de que no era real.
Santana tosió, alarmada.
—Pero ¿qué clase de infancia has tenido tú, bicho raro?
—¿Bicho raro? Deja de describirte tan detalladamente, Santana. —Sonrió—. Yo entiendo a mis padres, haré lo mismo que ellos… ¿Por qué engañar a tus hijos si se supone que los quieres? Es un poco ruin —meditó—. Bueno, basta de rollos, vamos a buscar esa corbata para tu padre que en el futuro terminará irritándole la piel.
—No irrita la piel.
—Ya, claro. Otra que prefiere vivir en la mentira; eres como esos niños de ahí.
Se movieron torpemente entre el gentío directos hacia una tienda de ropa. Y entonces un hombre que llevaba un extraño aparato en una de sus orejas y vestía de negro riguroso se interpuso en su camino. Apoyó las manos en los hombros de Brittany, decidido. Esta dio un pequeño saltó hacia atrás, temerosa de que fueran a atacarle.
—¡Tenemos una emergencia! —gritó el hombre—.Papa Noel acaba de decirme que se encuentra mal, problemas intestinales
—¿Y a mí qué me cuenta? —farfulló Brittany.
—Necesitamos a una Duende para que Distraiga a los Niños.
Santana sonrió con aire malicioso, pues, de improviso, acababa de encontrar su esperada venganza. Se adelantó, interponiéndose entre las dos.
—Estará encantada de hacerlo. Adora a los niños.
—¿Qué? Pero ¿qué…?¡¡¡
—¡Vale, no tenemos tiempo que perder! ¡Rápido, acompáñeme a los lavabos privados! —gritó el hombre de negro, cogiendo a Brittany de la chaqueta y arrastrándola mientras este forcejeaba confusa.
—¡Santana! Pero ¿qué está pasando? ¡Haz algo!
Y lo hizo. Le siguió hasta los lavabos. Brittany apenas tuvo tiempo de protestar de nuevo cuando llegó la noma de Papá Noel que antes había estado con las rodillas atestadas de críos.
—¡Gracias a Dios! Me muero por ir al baño… —susurró, acongojado—. Eres un ángel caído del cielo, muchacha.



_________________________________________continuara


Muchas gracias nwn , veo que hay, nuevas lectoras, eso me alegra¡¡¡...espero les haya gustado el capitulo, Sobre Brittany,luego entenderán varias cosas...de por que ella es asi, xD. Nos leemos luego y nuevamente MUCHAS GRACIAS¡¡¡..
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Mensaje por Pame_21 Miér Nov 28, 2012 4:12 pm

Jajajaja que mala santana FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 2414267551 ,ya quiero leer como va a terminar esa venganza y tambien darme cuenta de lo que planea Quinn FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 2013958314
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Mensaje por brittanasfor4ever Miér Nov 28, 2012 4:12 pm

dioos a veces que desesperante es Brittany, pero poco a poco ya se esta fijando en santana de una manera diferente, espero tu actualizacion un beso:)
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Mensaje por noeliarodriguez Miér Nov 28, 2012 6:08 pm

Jajajaja esta buenísimo este Fic la verdad che :D , a full siempre te deja con ganas de seguir leyendo . Me encanta Quinn es una mezcla de media bolida con media fumanchera y alcohólica jajaja se va de tema con sus comentarios. Re seguilo esta buenísimo che !
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Mensaje por isababela Miér Nov 28, 2012 7:32 pm

nunca voy a parar de rier! es uno de los mejores fics que lei, segui asi que cada vez te salen mas graciosos! nos leemos...
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Mensaje por rosytha britt-san Miér Nov 28, 2012 8:49 pm

ayy.. ya mas acción....!!! vamos vamos! x)
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Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Jue Nov 29, 2012 6:13 pm

jajaja FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 364988687..........no puedo parar de FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 418230605reir, me encanto FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 1770242605muchisimo el capitulo, en especial la ultima parte.........jejeje FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 650269930como reaccionara Britt cuando tome conciencia de que debe interpretar el papel de una duendecilla navideña

Saludos, hasta la proxima actualizacion FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 2620582621
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Mensaje por Len104 Vie Nov 30, 2012 1:53 am

jajajajajajajaajaja Quinn m hace reir mal.. xD.. Es lo mas.. Y lo del beso. :O.. q loco!!.. San se esta vngando.. xD.. Siii.. jajaja..

actualiza pronto.. besooo
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Mensaje por Aral_Snixx Sáb Dic 01, 2012 11:44 am

No te he comentado últimamente pero quiero que sepas que simple te leo desde el móvil ;)
Britt ya ve a San como una chica bastante guapa y menos mal porque ya empezaba a pensar que tenía miopía o algo así jejeje
Actualiza pronto porfaaaaaaa :)
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Mensaje por freakforbrittana Sáb Dic 01, 2012 1:10 pm

yaaaaaaaa pu :c actualiiiza tu fic me algra el dia y me hace reir :DDDD esta muy bueno al fin un fic sin drama corta venas ! me encanta!
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Mensaje por MissHeatherRivera Mar Dic 04, 2012 1:12 am

CAPITULO 10
La gripe de la gallina







FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 Tumblrm7qjvtlvhf1rsdnhj









—Es el fin…
—Pero ¿qué dices?
—No pienso salir ahí fuera.
—Hazlo o te piso.
—¿Y? Estos no son mis Tacones italianos, sino los de la noma Horrorosa esa¡¡.
Santana se cruzó de brazos y enarcó las cejas. Reprimió una sonora carcajada tras mirar nuevamente a Brittany de arriba abajo. Una pesada cortina de color azul marino les separaba del público, que, anclado en aquel centro comercial, esperaba anhelante el espectáculo asiendo con fuerza las manos de sus hijos.
—No te burles de la Nariz de una Duendecilla —le reprochó Santana—, o al menos intenta no hacerlo delante de los Nanos..
—¿Nanos? ¡Ni siquiera sabes hablar! Son niños. Niños cagados, niños meados, niños llenos de mocos verdes…AGGGHH¡¡¡
—Como no salgas al escenario de una vez por todas, comenzarán a pensar que no somos trigo limpio y llamarán a seguridad.
—Bien. —Brittany paseó sus dedos por sus largos cabellos dorados, se puso el largo sombrero de duende— Pero antes que nada prométeme que no te separarás de mí pase lo que pase.
—Tranquila, pienso convertirme en tu sombra.
Brittany suspiró y arqueó los hombros en un vano intento de relajarse.
—Creo que esta es la situación más escalofriante por la que he tenido que pasar. —Se llevó las manos a la cabeza y retorció entre sus dedos algunos de los rubios cabellos que caían alborotados por su Pechos.
—Basta de cháchara. Mi paciencia tiene un límite, y da la casualidad de que acabo de toparme con élla.
Santana cogió aire y, sin pensárselo demasiado, descorrió la cortina azul. La sangre abandonó al instante el rostro de Brittany, dándole un tono aún más pálido a su piel; sintió que le temblaban las piernas y reaccionó a tiempo dedicándole a Santana una mirada asesina.
Frente a ellas se extendía una cola infinita de padres agitados
acompañados de sus inseparables vástagos. Brittany hizo un último esfuerzo, procurando no desfallecer. Ella, satisfecha por el mal trago que estaba pasando La rubia, sonrió ampliamente antes de darle un empujoncito para sentarla en el trono de Papá Noel.
—Mira, la silla te va como anillo al dedo, Pequeña Duende silla —le susurró al oído, acariciando el recargado pasamanos de brillante color dorado y adornado con falsas gemas rojizas.
—Dime que todos esos pequeños diablos no se van a sentar sobre mis rodillas… ¿Es que quieres que me quede coja o me de una enfermedad venérea?
—Calla, ahora tienes que fingir. Hasta que llegue Papa Noel ¡Vamos, sonríe!
Brittany curvó los labios hacia arriba un centímetro en un amago de sonrisa. Tragó saliva despacio, sintiendo cómo un fuerte nudo le presionaba la garganta y le impedía respirar con normalidad. Al otro lado, el hombre que le había metido en aquel percal daba comienzo al espectáculo por el micrófono. Apenas tuvo tiempo de serenarse cuando, consternado, observó cómo un niño pelirrojo, de unos dos años, se acercaba decidido hacia élla subiendo poco a poco los tres escalones de la tarima principal.
—Qué niño más lento —le susurró Brittany a Santana—. Esta Sexy Duendesilla morirá de vieja antes de que llegue.
—Chissst… —Ella se volvió hacia el pequeño y lo cogió en brazos—. Hola, ¿cómo te llamas? Soy la amiga de la ayudante de Papá Noel. Venga, dile qué es lo que quieres que te traiga pora Navidad , Ya que por ahora Papa Noel anda en varios lugares del mundo , Asi que dile a su Fiel Ayudante lo que quieres.
Y, sin demasiados miramientos, lo dejó caer sobre las temblorosas rodillas de Brittany. Esta pareció sufrir un pequeño espasmo antes de recuperar el control. Sus ojos Azules se dirigieron ávidos hacia la nariz del niño, donde distinguieron mocos secos.
—Santana… busca un pañuelo.
—Donde esta Pa… Papá Noel… —gimoteó el pequeño, -
—Esta asciendo un Tour por el Mundo…-digo al intentar no pegase al niño-
—¿Y los renos?
—Pastando.
Santana había desaparecido en busca del pañuelo y ahora se encontraba sola en aquel infierno. Cientos de niños la miraban desde abajo, acompañados de sus curiosos padres. Tomó una enorme bocanada de aire y posó una mano en el cuello de la camisa del niño pelirrojo, procurando no mantener ningún contacto directo con su piel, pero alerta por si el muy patoso terminaba cayendo al suelo.
—Bueno, pequeña zanahoria, ¿qué quieres que te traiga Papá Noel?
—Una moto.
—¿Eh…? ¡Y parecía tonto el mocoso!
Abrió los ojos de par en par y se asustó cuando alguien le dio un codazo. Era Santana, que ahora le limpiaba los mocos al niño. Los ojos de ambas jóvenes se encontraron. La mirada de Brittany destilaba sufrimiento y la de ella diversión.
—No puede traerte una moto. —Agitó un dedo frente al niño—. La ley no te permite conducirlas hasta que no cumplas los catorce, ¡por lo menos!
—Pero y… yo quiero una m… moto —gimoteó.
—¿No te puedes conformar con un pulgoso peluche?
—¡MAMÁÁÁ!
Brittany dio un respingo en su trono. El grito del niño la había dejado casi sordo; este había empezado a patalear (sobre y contra sus rodillas) mientras sacudía frenético las manos. A lo lejos, Brittany distinguió cómo una preocupada madre daba algunos codazos intentando llegar hasta el niño. Santana se inclinó hacia ellos.
—Tranquilo, era una broma … Papá Noel, ¡claro que te traerá una moto! ¡La más chula que tenga!...
El pelirrojo dejó de llorar al instante.
—Así que fingías, ¿eh? —Bittany le apuntó con un dedo acusador.
—Bueno, es hora de que pase el siguiente o no terminaremos nunca —atajó ella, que devolvió el niño pelirrojo a su madre y dejó sobre las rodillas de Brittany a una pequeña que agitaba feliz dos graciosas coletas rubias.
Brittany le dirigió una fría mirada al realizador de aquel espectáculo, aquel hombre con coleta que hablaba sin cesar por un extraño teléfono ultramoderno en un rincón.
—¡Con más gracia, muchacha, más gracia! —le indicó en un rasposo susurro.
—wii..wii..wii…Papa Noel llegara en un momento..wii..wii..wii.… —musitó Brittany del modo más seco que pudo. La niña la ignoró descaradamente y se sentó en sus rodillas—. Hola, pequeña niña con coletas, ¿qué quieres que te traiga este año Papá Noel?
La niña sacudió la cabeza e inspeccionó detalladamente a Brittany, como si esta estuviese pasando un duro examen de aceptación.
—Tú no eres una Ayudante de Papá Noel , ni ah Nomo llegas —aseguró finalmente la niña, mirándole tan fijamente que apenas pestañeaba.
—¿Eh? ¿Cómo qué no? ¡Claro que sí, faltaría más!
—Ya… entonces… ¿dónde están tus amiguitos Duendes y donde están los Renos?
Brittany apretó los puños inconscientemente. ¿Por qué todos los niños se preocupaban por sus idiotas compañeros y lo idiotas renos? Ni siendo el mismísimo Papá Noel lograba captar unos minutos de absoluto protagonismo. Suspiró, dispuesto a repetir la misma respuesta.
—Los nomos están por ahí y los RENOS, Están pastando¡¡
—Los renos no pueden pastar en la ciudad.
Esta chiquilla parecía más avispada que el anterior. Se armó de paciencia, y de un modo involuntario se dio la vuelta, buscando la salida más próxima de aquel infernal centro comercial.
—Es que me he dejado a los renos en el Polo Norte.
—¿Y cómo es que Papa Noel y tu han llegado hasta aquí sin ellos?
Encontró a Santana Tras de élla; contenía la risa. Tenía las mejillas sonrojadas. En realidad, eran unas mejillas bonitas y bastante apetecibles, como dos suaves trozos de melocotón que… ¡Ya, ya estaba bien, aquello se le iría de las manos como siguiese observando a la estúpida de Santana de aquel modo! Volvió a centrar su atención en la niña preguntona.
—Es que hemos venidos cabalgando sobre nuestras duende cilla mágica.
—¿Quién?
—Sí, es mi esclava, mi ayudante… Mira, esta de aquí atrás, la chica con cara de tonta que es amiga del imbécil de la coleta que habla por teléfono.
—Papá Noel te va ah regañar por que no puedes decir palabrotas.
—Oye, niña, tengo quinientos años, soy la noma mas importante y conocida por el mundo, así que no vengas tú aquí a decirme qué puedo o no puedo hacer. Gracias por tu visita. ¿Siguiente…?
Y, sin pensárselo siquiera, ante la alarmada mirada de Santana, depositó bruscamente a la chiquilla en el suelo y observó al otro niño que se acercaba hacia él con la emoción dibujada en sus redondos ojos saltones.
—No puedes hacer eso, no debes hablarle así a una cría.
—Respeta las distancias, parece que quieras comerme la oreja.
Santana dio un paso atrás, abochornada.
—Cuando la gente habla en susurros, hay un acercamiento físico.
—Bien, nosotros romperemos esa norma social, si no te importa. —Suspiró, cansada—. Y ahora déjame trabajar. Al fin y al cabo, si estoy aquí es por tu culpa.
Santana comenzaba a arrepentirse de haberle jugado aquella mala pasada a Brittany, Lo cierto es que, bajo su punto de vista, al cabo de un rato, La rubia se desenvolvió mejor en el asunto y le cogió el truco a eso de fingir ser la Ayudante de Papá Noel. Seguía actuando de un modo cortante con los niños y los despachaba rápidamente, ignorándoles con un descaro abrumador. Pero los padres de los pequeños no parecían darse cuenta de ello, y la interminable fila fue disminuyendo progresivamente.
—¿No crees que vas un poco rápido? Al último niño ni siquiera le has dado tiempo de decirte qué quería de regalo.
—Mira, pequeña indigente, no me digas cómo tengo que hacer mi trabajo. Lo sé perfectamente. En realidad es facilísimo.
Y empujó a otro crío escaleras abajo. Sonrió con suficiencia. Santana, abatida, se quedó rezagada en un segundo plano, arqueando la espalda contra la pared lateral y observando de lejos el extraño procedimiento que Brittany seguía para contentar a los pequeños. Les hablaba con autoridad y, si alguno intentaba tirarle la Nariz, les regalaba un fresco cachetada en la mano.
—No poses tus sucias manos en mi HERMOSA NARIZ —les decía, mientras los dejaba sobre el suelo—. ¿Siguiente…?
El ritmo aumentaba conforme pasaban los minutos, así que en apenas una hora la enorme fila de renacuajos se esfumó como por arte de magia.
—¡Dios! Ha sido… agotador. —Se quitó el gorro rojo e intentó peinarse el cabello con las puntas de los dedos—. Creo que este es mi primer trabajo. Mi madre no se lo creerá cuando la llame para contárselo.
—No me extraña. Yo aún no me lo creo, y eso que lo he visto en persona. —Chasqueó los dedos—. De todos modos, tampoco es que te hayas lucido que digamos…
—Pero ¿qué dices? Esos niños me adoran.
—Preferiría no añadir nada al respecto —atajó—. La mitad de ellos se ha ido con la mano roja a casa.
—A Esta sexy Duende silla no le gusta que le tiren de su Nariz y de mi cabello de oro.
Brittany sonrió, orgullosa de los cachetes que había dado. Santana esperó en el centro comercial, ojeando algunas tiendas y comprando regalos para la familia, mientras élla entraba en el baño para cambiarse de ropa. Cuando finalmente estuvo sola en el servicio, se dejó caer sobre los azulejos de la pared y resbaló hasta ponerse de cuclillas. Se llevó las manos a la cabeza. Estaba muy agotada.
Fingir ser una Duende era fácil se le había dado de perlas. Pero la verdad era muy distinta. Quizá, solo quizá, Brittany comenzaba a darse cuenta de que tenía un serio problema. Cada vez que uno de esos repulsivos niños había tocado sus piernas, un extraño cosquilleo de pánico se había instalado en su estómago. Y, aun así, había logrado calmar las ganas de huir, aunque solo fuese, por ver el gesto de desilusión en el rostro de Santana.
Santana… Últimamente llevaba peor aquello de pasar las veinticuatro horas del día a su lado. Especialmente después de aquel furtivo beso en el baño de casa. Imágenes sueltas le atormentaban continuamente, recordándole el garrafal error que había cometido. Élla jamás de los jamases llegaría a sentir atracción —ni nada que se le pareciese— por una chica tan despreocupada como Santana.
Se levantó, más calmada, y observó su reflejo en el espejo del baño. Sonrió satisfecha. A pesar de estar vestida con un horrible traje rojo y blanco y llevar una horrorosa Nariz que era muy larga, pero para ella seguía estando guapa.
«Eres la mejor, Brittany», se dijo a sí misma, tras guiñarse mentalmente un ojo.
Salió del baño mucho después, vestida otra vez con un elegante pantalón negro, una camisa azul oscuro y una cara chaqueta negra Chanel que contrastaba con su rubio cabello. Encontró a Santana frente a un escaparate, con algunas bolsas de más en las manos.
—¿Ya has comprado mi regalo? —preguntó emocionada.
—¿Se puede saber por qué has tardado tanto? Estoy cansada de esperarte. Ya he visto todo el centro comercial.
Brittany ojeó las bolsas, ignorando sus palabras. Le encantaban los regalos, especialmente cuando eran para élla. Se frotó las manos.
—¿Qué es? ¿No piensas decírmelo?
—No sé de qué demonios me hablas.
—¡De mi regalo! ¡Vamos, SANTANA, vamos, dámelo YA!
La zarandeó de un lado a otro, mirándola fijamente.
—En serio, estás fatal. Eres una enferma.
—Vale, pero este atractiva enferma quiere saber qué le has comprado.
—¿Y tú? ¿Qué me has comprado a mí? —Santana se encaró con élla, alzando los hombros.
—Nada.
—¿Nada? ¡Serás desgraciada!
—¿Acaso tenía que hacerlo? —Se cruzó de brazos, confundida.
Santana, enfurecida, le dio un puntapié a la papelera que tenía al lado.
—Mira, quizá esa papelera sería tu regalo perfecto… Piénsalo, podría sustituir a tu armario.
—¡Idiota, fue idea tuya que nos hiciéramos regalos!
—Ya. Pero no sabía que yo también tenía que comprarte uno a ti.
—¿Cómo puedes ser tan… tan… egoísta? ¡Me sacas de quicio!
Brittany suspiró, abochornada. Casi comenzaba a sentir pena por la tonta de Santana. La observó largamente. Y entonces, como por arte de magia, el reflejo del cristal del escaparate se posicionó sobre la joven y la respuesta llegó a élla de súbito.
—Está bien, te compraré algo. Tú espérame en la puerta, ahora mismo voy.
—Pe… pero Brittany… ¡seguro que acabas perdiéndote! No quiero que la policía aparezca en mi casa con una Inglesa loca en el asiento trasero…
Pero era demasiado tarde. Brittany desapareció en el interior de la tienda. Santana resopló, agotada. Había sido un día de compras demasiado largo. Ya ni siquiera le quedaban fuerzas para discutir o protestar. Caminó a paso lento hacia la puerta de salida y cruzó los dedos, deseosa de que Brittany recordase cómo llegar hasta allí.
En realidad sí le había comprado un regalo a Brittany e incluso se había gastado más de la cuenta en élla. Pero tenía una excusa perfecta, puesto que lo había encontrado de pura casualidad. Estaba segura de que le iba a encantar.
Cerró los ojos con fuerza y se dio una palmada en la frente, castigándose a sí misma. ¡Pero bueno! ¿Qué más daba si le gustaba o no? Al fin y al cabo, se suponía que se odiaban. No tenía ninguna razón para complacer a una imbécil tan grande como Brittany. Miró de reojo la bolsa en la que llevaba su regalo y sintió unas ganas terribles de lanzarla lejos, arrepintiéndose de ser tan estúpida.
—¡No me he perdido, SANTANA!
Era élla , Llevaba dos bolsas nuevas en la mano derecha. Visto así, de lejos, era la típica chica con la que le habría gustado coquetear un rato y…
—¡Qué asco! —Brittany olfateó el aire, poniéndose de puntillas—. Esta ciudad huele fatal. Deberían colocar ambientadores por las calles.
Era el instante en el que abría la boca cuando Santana desechaba la idea de coquetear con élla. Exhaló el aire y cerró los ojos con fuerza. La imagen de la rubia despeinada, borracha y con la camisa desabrochada acudió a su mente, atormentándola y recordándole el prohibido beso.
—Será mejor que acudamos a la cafetería donde hemos quedado con Quinn. Debe de estar esperándonos.
—No sé qué decir. Quizá sea demasiado tarde, quizá haya pasado frente al museo de la Edad de Piedra y haya decidido quedarse a vivir allí, en su hábitat natural, para siempre…
—Deja de decir idioteces y camina más rápido —Santana aceleró el paso con la vista fija en la acera—, ¿o acaso prefieres que cojamos el autobús?
—Oh, no, no. —Siguió decidida su paso—. ¿Sabes?, no me acabó de convencer aquella limusina grande. Prefiero la mía.
Santana decidió ignorarla durante el resto del trayecto. Brittany pasó el rato protestando por todo aquello que sus ojos Azules podían ver. Se quejó de la estrechez de la calzada y de las pocas zonas verdes de la ciudad. Se quejó del espacio que ocupaban los abuelos sentados en los bancos de la avenida y de lo mal que circulaban algunos coches. Se quejó del bajo precio de las tiendas de ropa y del frío aire invernal. Se quejó de lo sucio que estaba un perro que pasó a su derecha y de lo poco deslumbrante que era la luz de los semáforos…
—¿Por qué no te miras un poco al espejo y te quejas de lo que ves en él? —explotó Santana, agotada de escuchar su voz.
Brittany se encogió de hombros.
—Lo he intentado alguna que otra vez, pero nunca he encontrado nada por lo que quejarme.
—Eres una egocéntrica.
—Prefiero ser egocéntrica antes que modesta.
—No hace falta que lo jures. —Santana puso los ojos en blanco—. Y ahora cierra la boca de una vez. Hemos llegado.
Entraron en la cafetería en la que habían quedado con Quinn y la encontraron tras un rápido vistazo. La hermana loca de Santana estaba con un nuevo look, tenia el cabello rosa y estaba como loca garabateando unas hojas, con la nariz pegada a la mesa de madera. Los nuevos cabellos rosas caían y su cigarro estaba en su gruesos labios rojos—¿Quinn?
Santana pronunció su nombre temerosa, y Brittany, alerta desde que había pisado el libertario suelo americano, dio rápidamente un paso atrás y se refugió tras ella.
—¿Qué estás haciendo? —insistió su hermana.
Quinn alzó la vista al fin. Sonrió. Y después le dio un suspiro a su cigarrillo, terminándolo de golpe. Volvió a sonreír.
—Es mi regalo para papá y mamá.
Brittany se escurrió a un lado, abandonando su posición de retaguardia, y se inclinó sobre la mesa de Quinn. Después, sin poder evitarlo, soltó una carcajada estridente que resonó por toda la cafetería. Santana fue algo más discreta y se llevó las manos a la boca, aguantándose la risa.
—¿Qué pasa, acaso no les gusta? —Observó de cerca su trabajo—. Hombre, se me ha caído un poco de ceniza encima y dos o tres gotas de cerveza, pero casi no se nota —añadió, y sopló sobre el regalo como si así consiguiese arreglar cualquier tipo de desperfecto.
—Pero ¿eso qué es?
—Un dibujo.
—¿Piensas regalarles un dibujo?
—Lo que cuenta es la intención, ¿no?, eso nos han enseñado ellos siempre.
—Quinn…y ese cabello que onda?
—Es mi nuevo Look, me veo sexy, ademas me gaste el dinero para este color de tinte, a si que hice esto para ellos
Brittany siguió riendo.
—Miralo bien. No está tan mal —indicó, mientras Santana y Brittanypegaban sus narices sobre la hoja de papel—. Este rectángulo es nuestra casa. Aquí estás tú con el Gato, Lord Tubbington, papá, mamá y yo. Y esta es Brittany, lo he puesto un poco apartada porque solo va a formar parte de la familia durante unos meses.
—Muy… original —logró decir la Rubia—. Oye, ¿qué es eso que me has dibujado en la mano?
—Je, je —Quinn le guiñó un ojo—, Amiga, es una litrona, tenías que haberte visto la otra noche… te caracteriza bastante bien.
—Ah, gracias por el detalle —contestó, irónica.
—Luego le he dado un toque animado con un poco de purpurina aquí y allá —aclaró, con lo que dio por finalizada la exposición de su obra.
Santana alzó la vista al cielo, buscando a ese Dios suyo que, al parecer, hacía días que se había perdido, dejándola a solas con aquellas dos energúmenas.
—Bien, chicas, creo que será mejor que volvamos a casa.
Ambas asintieron. Caminaron por donde habían ido y siguieron en línea recta por la avenida principal. Santana, entre Brittany y Quinn, aceleraba el paso todo lo que podía, pues deseaba llegar a casa para encerrarse en su habitación e intentar encontrar unos instantes de paz. El silencio las envolvía, tan solo interrumpido de vez en cuando cuando Quinn aventaba el humo de cigarro en su cara provocando que Brittany Gritara molesta, pero Quinn despreocupada, caminaba con su dibujo en la mano izquierda, sin ofrecerse a llevar ninguna de las bolsas que cargaban las demás.
—¿Podrías decirle a tu hermana que deje de aventarnos su humo? —le preguntó Brittany a Santana en susurros.
—¿Tanto te molesta?
—Lo cierto es que sí —afirmó—. La tierra muere cuando su estúpido Homo contamina el ambiente. Y tras cada uno de sus humitos me siento como en medio de un sauna. Como espero puedas comprender, no es especialmente agradable…
—Vale, está bien, ya basta; no hace falta que me cuentes tu vida, no me interesa. —Suspiró, volviéndose hacia su hermana—. Quinn, ¿te importaría no fumar mas-
Quinn la miró confundida.
—¿Qué pasa? ¡Pero si es algo natural! No querrás que deje este vicio atras…
—Por favor…
—No sabía que fueses tan Chillona. —Rió despreocupado—. ¡Loca hermana tengo! Yo pensaba que molabas.
En realidad a Santana ya poco le importaba molar o no, estar dentro o fuera de onda. Lo único que tenía valor para ella era el silencio. Después de conocer a Brittany, había aprendido a apreciarlo más que nada en el mundo.
Afortunadamente, no tardaron demasiado en llegar a casa. Parecía que la suerte volvía a estar de su parte, pues Santana pudo pasar el resto de la tarde a solas en su habitación, escuchando música tumbada sobre la cama y perdiéndose en un mundo perfecto e idílico donde no existía ninguna Brittany Mientras tanto, Brittany era real se entretuvo dándose un largo baño de espuma durante más de una hora y, después, pasó el rato envolviendo de un modo preciso y exacto los regalos que había comprado. Fue a la hora de la cena cuando, inevitablemente, volvieron a verse las caras.
Santana puso la mesa, mientras Brittany la seguía de la cocina al comedor y vigilaba que todo estuviese en orden. Ella quiso protestar, pero, siendo las últimas horas del día, se mantuvo callada e intentó sobrellevar la situación lo mejor posible. Cuando acabó se desplomó en el sofá, y Brittany se sentó a su lado con movimientos elegantes. La morena buscó el mando del televisor, lo encendió y se relajó viendo las noticias.
—Alrededor de las tres de la tarde se ha producido un atraco en una conocida joyería del estado de Tejas. Nadie ha resultado herido. Sin embargo, las pérdidas han sido elevadas.
—Esto es muy aburrido —se quejó Brittany, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no pones alguna película como la de El rey león?
—Se suponía que no te gustaban las películas de dibujos animados —dijo Santana—. Y no, no pienso poner ninguna. Quiero saber qué está pasando en el mundo, si no te importa.
—La cuestión es que sí me importa.
—¡Cállate de una vez!
—Pasamos ahora a la noticia más importante del día —prosiguió la mujer del telediario—. Se ha desatado una fuerte gripe que ya ha sido denominada como «la gripe de la gallina». Al parecer proviene de Australia y, pese a que,todavía no se sabe demasiado sobre ella, ya son más de cuatrocientas personas las afectadas en apenas veinticuatro horas. Los casos en nuestro país ascienden a veinte. Las autoridades sanitarias esperan encontrar una vacuna lo antes posible. Les mantendremos informados.
—Gg… gri… gripe de la ga… ga… gallina… —balbució, confundida.
Santana casi creyó ver cómo un tic sacudía los párpados de Brittany. Su rostro se había tornado blanco como la nieve recién caída, e incluso sus labios parecían perder un poco de color. Temió que fuese a desmayarse.
—Majestad, ¿se encuentra bien? —bromeó, al tiempo que se inclinaba hacia élla.
Santana le posó una mano sobre la frente y élla ni siquiera se apartó. Se encontraba sumido en un profundo estado de shock. Colocó las manos sobre sus hombros para empujarla hacia atrás y acomodarle mejor en el sofá. Élla se dejó llevar como un peso muerto.
—Empiezas a asustarme, Brittany.
Santana se acercó hacia élla y pasó repetidamente la mano derecha por delante de sus ojos. Brittany tenía la mirada perdida, las grises pupilas fijas en un punto muerto. Santana se balanceó torpemente, apoyándose en el brazo del sofá para no caer. Ya no le hacía tanta gracia la alarmante actitud de Brittany frente a la gripe de la gallina. Carraspeó, intentando llamar su atención, y después la zarandeó con brusquedad. Pero la Rubia continuaba ida. No sabía qué más podía hacer y, presa de la desesperación, le propinó un bofetón. Élla sacudió la cabeza y se llevó una mano a la mejilla enrojecida.
—¿Por qué me pegas?
—Intentaba reanimarte.
—¡Santo Dios! Tengo que llamar a mi madre… ¡Un teléfono, Santana, venga, muévete de una vez! —gritó como una loca.
—Eh, tranquilízate. No es para tanto. La gripe de la gallina solo es una gripe más y no deberías alarmarte por ello…
—¿DÓNDE ESTÁ EL MALDITO TELÉFONO?
—Bien, como quieras.
Santana bufó asqueada, y le llevó el teléfono inalámbrico. Observó cómo Brittany, agitada, marcaba el número de su madre, presionando las teclas del aparato a la velocidad de la luz.
—¿Mamá?
—¡Oh, Brittany, hola! Tu madre está en una reunión, soy su secretaría, si quieres decirle algo yo se lo apunto y…
—¡SÍ, LO QUE QUIERO DECIRLE ES QUE SE PONGA AHORA MISMO AL TELÉFONO! ES UNA EMERGENCIA DE VIDA O MUERTE.
—Esto… ¿estás bien, cielo?
—¡NO! —explotó.
—Vale, ahora mismo le digo que se ponga. Espera un momento.
Santana observó anonadada las reacciones de Brittany. Su rostro ya no estaba pálido, sino más bien rojizo. Se había levantado del sofá y caminaba de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja como si se tratase de un ejecutiva sumamente ocupada.
—¿Susan? —preguntó su madre al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás? ¿Qué te pasa?
—Mamá… ¿es que no has visto las noticias? Acabo de enterarme: la gripe de la gallina anda suelta —gimoteó—. No quiero que me atrape, no… Lo que quiero es que vengas aquí a por mí, ahora mismo —añadió—. Dile a papá que mande un helicóptero o algo, ¡YA!
Brittany escuchó cómo su madre suspiraba al otro lado del teléfono.
—¡Qué susto me has dado! He salido de una reunión importantísima…
—¡Lo sé, es para asustarse!
—Mira, hazme un favor, cariño, prométeme que durante los próximos días no verás la televisión, no leerás los periódicos ni escucharás la radio. Créeme, te irá bien ignorar el mundo exterior un tiempo. Pronto estarás de nuevo en casa. Yo sé que puedes valerte por ti misma. Mientras tanto, sé buena, mi pequeña coliflor. Te quiero.
Brittany iba a protestar de nuevo, pero su madre colgó antes de que tuviese la oportunidad de hacerlo.



______°°Continuara°°_________



Helloooooooo Muchas Gracias por comentar en este lugar y en el Otro FanFic, :D espero les haya Gustado este Nuevo Capitulo :D , GRACIAS¡¡¡¡...nwn Hasta Mañana ADIOS nwn
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Mensaje por nicole19 Mar Dic 04, 2012 2:13 am

que linda y exagerada brit :D
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Mensaje por Len104 Mar Dic 04, 2012 5:21 am

jajajjajajjajaa Quinn m hafce reir mucho!!!!!!.. ^^.. Y Britt tratando asi a los nenes tmb.. Esta chica si q es media loca.. xD.. Ya quiero saber q se van a regalar para navidad!!!! ^^.. Ahh, y San si q tiene toda la paciencia del mundo.. n.n..

Besoooo.. :)
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Mensaje por noeliarodriguez Mar Dic 04, 2012 2:04 pm

Jajajaja esta buenisimo este fic esta en mi top 5 seguro :D , Quinn la rompe creo que nunca la vi en un papel asi ajjajaj y me encanta Britt y Santana la peleas qe tienen en fin un beso genia :D
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Mensaje por brittanasfor4ever Mar Dic 04, 2012 3:05 pm

jajajja sin dudas amo a quinn jajaj pero esta britt me saca de quisio si fuera santana desde cuando la ubiera matado jaja ok no es cierto, poco a poco entre esas dos el amor se esta dando<3 espero que subas pronto capitulo un beso::*
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Mensaje por MissHeatherRivera Mar Dic 04, 2012 5:47 pm


CAPITULO 11
Listas de amores pasados




FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 Tumblrm37tu5f5wd1r7o8eb


—Un poco más de agua, por favor. Creo que acabaré deshidratándome.
—A no ser que la gripe de la gallina te atrape antes —Santana sonrió tímidamente—; creo que le lleva ventaja a la deshidratación.
—¡No pronuncies el nombre prohibido! —le recordó Brittany, que apretó los dientes al hablar.
—Oh, perdón…-Sonrió tiernamente algo que se le hizo muy extraño-
La noche anterior habían acordado no pronunciar «la gripe de la gallina», ya que a Brittany se le antojaba demasiado doloroso escuchar aquel terminó, y sus oídos no parecían estar preparados para soportarlo. Santana abrió el botiquín de primeros auxilios que élla había llevado como parte del equipaje y buscó en el abarrotado interior otra toallita húmeda para colocársela en la frente.
—Están a la derecha —le indicó Brittany—. ¡Uf, Santana, eres una paleta total! Dame el botiquín, Yo las busco yo misma.
Le tendió la maletita.
—Cuidado, no sea que te rompas una uña… —le advirtió ella, medio riendo—. Eso sería… el Apocalipsis…jajaja
Brittany desenvolvió rápidamente otra toallita húmeda y, desechando la anterior, se la puso sobre la frente con cuidado. Se reclinó sobre el sofá y apoyó la cabeza en un almohadón de color morado.
—¿Sabes?, empiezas a repetirte —dijo Brittany—. Vas a tener que contratar a alguien para que piense estupideces nuevas por ti.
—¿No es más propio de ti eso de tener sirvientes que se encarguen de tus responsabilidades?
—Sí. Ojalá estuviese aquí Jack —Suspiró con aire nostálgico—; nadie hace los zumos de piña con coco rallado como él… —Frunció el entrecejo—. ¡Cómo odio este horrible lugar!
—Te refieres a mi casa, ¿no?
—Sí, y a todos los que la habitan, por supuesto —aclaró felizmente.
—Tranquila; para mí también es un alivio saber que cada minuto que pasa significa que falta un poco menos para que te marches de aquí.
Brittany estiró los brazos, sonriendo y ocupando prácticamente todo el sofá.
Santana cambió el canal de la televisión, molesta, apretando con Enojo las teclas del mando a distancia.
—¡Sí! Será un lujo volver a tener algo de espacio —prosiguió La rubia
—Oye, mi casa tiene dos pisos, no es pequeña.
—¡Si tú lo dices…! Apuesto a que tiene los mismos metros cuadrados que uno de mis cuartos de baño.
Santana enarcó las cejas con escepticismo. Cada vez le intrigaba más saber de dónde provenía realmente aquella extraña alumna de intercambio. Quizá todo aquello que decía era mentira, quizá solo se trataba de una persona con verdaderos problemas mentales que no llegaba a aceptar su propia realidad… y terminaba por inventársela. Ahogó un suspiro.
—Sabes que esta noche celebramos el cumpleaños de Quinn, ¿verdad?
Brittany ladeó lentamente la cabeza y miró a Santana con los ojos muy abiertos, como si acabase de ver a un fantasma. Después rió tontamente.
—¡Qué chiste más malo! Y encima casi me lo trago.
—No es un chiste, Brittany. —Santana amplió su sonrisa—. En realidad es dentro de una semana, lo que pasa es que coincide con el día de Navidad, y este año hemos decidido cambiarlo. Ya sé que es un poco precipitado… pero hemos conseguido arreglarlo.
Y era cierto. Quinn había querido celebrar su cumpleaños esa misma noche de cualquier modo. Así pues, sus padres decidieron aprovechar el día para visitar a la tía Marge y pasar la noche con ella, dejándoles la casa libre. Había sido toda una suerte que el señor Lopez cediera; terminó sucumbiendo a las amenazas de Quinn de que, si no lo hacía, dejaría de estudiar y se marcharía a recorrer mundo en la maltrecha caravana junto con Santana.
—Tendrás que ayudarme a prepararlo todo —prosiguió Santana, animada—. A las diez en punto llegarán los amigas de Quinn
—¿Qué?
Brittany negó con la cabeza. Confundida, se quitó la toallita húmeda de la frente y la lanzó sobre Santana.
—Pero ¿qué haces, loca?
—¡Me protejo de ti! Pretendes destrozarme la vida, ¿verdad?
—Yo no… —Puso los ojos en blanco—. ¡Oh, vamos, Brittany, no será para tanto! Todas son muy simpáticas.
Brittany se cruzó de brazos.
—Ya. Mira, si son tan simpáticos como tus amiguitos, prefiero no conocerlos. Gracias.
Santana se recostó en el sofá, cogió en brazos a Lord Tubbington e intentó ignorar el berrinche de Brittany. A veces podía llegar a parecer una niña de tres años, a pesar de su aspecto elegante y eternamente formal. No tenía arreglo.
—¿Estás enfadada?
Se inclinó hacia élla, sonriendo. Le tocó la punta de la nariz con el dedo, y Brittany le apartó la mano con un seco manotazo, como si se tratase de una mosca molesta. Santana recordó aquellos días en que había trabajado de niñera para la vecina y se propuso actuar con Brittany tal y como se comportaba con los críos a los que debía cuidar.
—¿Quieres que te ponga El rey león otra vez?
Otra vez… porque la noche anterior, pasado el primer susto tras escuchar la noticia de la gripe de la gallina, habían vuelto a verla. Brittany arrugó la nariz, y sus ojos Azules, fríos y penetrantes, se clavaron en Santana como si esta fuese una intrusa. Finalmente, tras pensárselo, desenvolvió otra toallita húmeda y decidió contestar.
—Vale.
Había terminado cayendo en la tela de araña tejida por Santana. Ella se levantó animada del sofá, intentando no reír, y rebuscó entre los DVD. Ojeó distraída algunas cubiertas.
—O, mejor aún, probemos con Aladdín, a ver qué te parece…
—¿Aladdín? ¿Y ese quién demonios es?
—Ahora lo verás.
Brittany se mantuvo atento a la película y opinó descaradamente en algunos momentos cruciales. Cuando terminó, casi una hora después, Santana apagó el televisor y se recostó en el sofá.
—Bueno, ¿qué te ha parecido la película?
—¿Quieres que te responda punto por punto? —Suspiró—. Uno: los escenarios son pobres y repetitivos. Dos: ¿a esa diminuta mansión blanca la llaman palacio?, ¡por Dios! Tres: ¿las alfombras voladoras existen? Cuatro: si yo hubiese sido Jazmín habría ordenado a mis espías que investigasen a Aladdín.
Santana negó con la cabeza, esforzándose por no reír.
—¿Por qué te identificas con la princesa? Para mi que eres igual de Pobre que Aladdin.
—Pero ¿qué dices? Yo no soy una pobretóna, ni robo un mendrugo de pan, ni tampoco llevo un mono pulgoso a la espalda, del que ni siquiera se sabe en qué idioma habla. —Agitó las manos con gesto señorial—. Antes me comparo con el gordo del Papa de Jazmin, que, por cierto, un poco de ejercicio no le vendría nada mal.
—No tienes remedio —bufó Santana.
—Gracias.
Pasaron unos instantes tumbadas en el sofá y sumidas en un profundo silencio. Santana había comenzado a sentir cierta curiosidad por Brittany. En realidad, deseaba conocer un poco más sobre su vida en Londres, sobre élla en general. Notaba que, con el paso de los días, la confianza entre ellas —a pesar de estar repleta de odio— iba asentando sus bases. Quizá se estaba acostumbrando a eso de tener al lado a una enferma mental.
—Brittany, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Eh… NO.
—¿Alguna vez has tenido novia?
—¿Es que no me has oído? Te prohíbo que me preguntes cosas.
—Eso significa que siempre has estado soltera, ¿verdad?
Brittany comenzó a ruborizarse lentamente, y sus mofletes se tornaron de un gracioso tono rojizo. Se incorporó en el sofá, sentándose y mirándola.
—Pues claro que no. Soy la sex symbol del instituto.
—¿De veras? No me lo creo.
—Abre los ojos, mírame fijamente y verás cómo se te despejan las dudas.
Santana rió descaradamente. Su ego no tenía límites.
—¿Y con cuántas chicas has salido?
—¡Sabía adónde querías llegar, vieja picarona! —La apuntó con un dedo acusador—. No pienso decírtelo. Te quedarás con las ganas de saberlo.
Santana se acercó a Brittany, rompiendo la normativa de espacio vital individual que ambas habían acordado. Élla pareció sentirse intimidada y la miró con una mezcla de miedo y desconcierto.
—¡Va, Brittany! ¡No te hagas la malota! —Le dio un pequeño codazo—. ¡Venga, sex symbol, cuéntame a cuántas fashion victims te has llevado a la cama!
Brittany tragó saliva despacio. La desvergüenza de Santana la ponía nerviosa. Nadie le había preguntado nunca aquello de un modo tan directo. Es más, a decir verdad, jamás se lo habían preguntado de ningún modo. Suspiró y se acercó al oído de ella. No quería darle a entender con sus silencios que no había tenido novia.
—A… dos —susurró.
Invadió la estancia un incómodo silencio que, poco después, se vio interrumpido por las risas de Santana. La señaló con un dedo y negó con la cabeza, incrédula.
—¿SOLO DOS?
Brittany pestañeó confundida. ¿Cómo que… «solo»?, ¿acaso no eran suficientes? Tenía dieciocho años. Y, ciertamente, después de lo ocurrido con su última novia, había aprendido la lección, y desde entonces evitaba tropezarse con cualquier otra mujer. Claro que ese episodio de su vida jamás se lo contaría a la idiota de Santana.
Un extraño cosquilleo comenzó a ascenderle desde el estómago cuando se preguntó con cuántos chicas habría salidoSantana. Peor aún: la imaginó en brazos de otra. Cerró los ojos con fuerza, apartando aquellos pensamientos de su mente.
—¿Con cuántas has salido tú? —le preguntó.
—No soy como tu…
—¿con cuantas haz salido Tu? — volvió a preguntar seria
—¿Te refieres a los de estar un par de meses, o a los de pasar un buen rato sin compromisos?
—No sé… todos en general… ¿Cuántas o ¿Cuántos?
—¿Te crees que me dedico a contarlos o qué?
Fue como si le tirasen encima un jarro de agua fría. Entonces, el beso que se habían dado en el cuarto de baño aquella noche, con el historial de Santana, no debía de haber significado nada para ella. Claro que para élla tampoco, ¡faltaría más! Un beso. Un beso… tonto, estúpido e insignificante. Solo eso. Sonrío falsamente e intentó pensar en algo que pudiese dañarla, porque en ese momento, sin saber por qué, élla también se sentía extrañamente dolida.
—Vaya, así que ¿los jóvenes y las jovenes salidas de la urbanización te conocen como «Santana, la chica a domicilio»?
—¿Qué estás insinuando?
Se levantó del sofá y puso los brazos en jarras. Enarcó las cejas.
—Lo que has oído, exactamente. Ni más, ni menos.
—¡No te atrevas a insultarme! ¡Ni siquiera me conoces, Brittany¡¡!
—Ya, pero tú has dicho que tu lista de..tus..Amores, es tan larga que ni siquiera puedes llevar la cuenta. —Se encogió de hombros y, muy en el fondo, advirtió la satisfacción que sentía al ver el rostro enojado de Santana. Al fin y al cabo, élla también estaba enojada.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—En Londres, al tipo de chicas que son como tú, las denominamos «put…».
—¡Cállate!
Santana notó que los nervios se apoderaban de ella. Aquello no era justo. Se llevó una mano al pecho, tratando calmarse, y procuró no derramar ni una sola lágrima.
—¡Para tu información, yo nunca me he acostado con nadie! —explotó finalmente.
Brittany la miró fijamente y supo que estaba diciendo la verdad. Aturdida, y sintiéndose algo culpable por sus acusaciones, se dio la vuelta en el sofá y evitó toparse con sus ojos. La situación era extraña y se le estaba escapando de las manos.
—Así que ¿eres virgen…? —se atrevió a decir, pasados unos insoportables segundos repletos de tensión.
—Sí. —Santana logró relajarse—. ¿Y tú?
JBrittany alzó la cabeza y sus ojos azules chocaron con los de ella. Entonces Santana adivinó que no le iba a gustar la respuesta y le molestó que un incómodo nudo presionase su garganta.
—No. No lo soy —contestó.



_______________________________________________continuara


Holaaa Muchas Gracias por sus comenatrios, xD ANDO MUY ENFERMA¡¡ tengo gripe..u.u creo que me dio Griopa de la gallina, jajaja No vuelvo ah escribir nada sobre Gripa, por que si no me da...>.< bueno espero les haya gustado el Capitulo Hasta mañana :D aiiosin nwn
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por _Claudia_100%fanGLEE_Bol Mar Dic 04, 2012 8:16 pm

jejeje......me encanta FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 1770242605cada capitulo de este sorprendente fic.....jajaja FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 418230605pero que exagerada resulto Britt por solo una noticia.......los sentimientos e intereses FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 1968215193amorosos empiezan a hacer de las suyas en San y Britt

Saludos, hasta la proxima actualizacion FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END" - Página 2 2620582621
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Mensaje por Dali<3 Mar Dic 04, 2012 9:00 pm

Hola Miss ¿tu nombre? no suelo comentar mucho pero bueeh...

¿Sabes? Britt me desespera demasiado pero mas que nada le tengo ¿Lastima? no lo se es solo que el hecho de que sus papás la ignoren, no lo se, es como que ellos provocaron todo, su falta de atención hacia ella, creo que antes de pensar en su hija piensan en los negocios pero creo que en este intercambio cambiara mientras tanto...

¡Dios! ciertamente compadezco a Santana ¿No te pido que te la lleves solo que no me mandes otra igual?

Y Quinn ¿Que le pasa? es una loca pero eso me gusta

por aquí estaré... una que otra vez

...bye...
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por brittanasfor4ever Miér Dic 05, 2012 12:24 am

en ocasiones me desespera brittany porque se me hace tan desesperante pero poco a poco se empiezan a dar cuenta de que no son tan indiferentes en el amor, bueno espero que actualices pronto un beso=)
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cerrado Re: FanFic: Britana: Besos de Invierno:CAPITULO 21 Si Quiero "THE END"

Mensaje por luisa triana Miér Dic 05, 2012 1:31 am

por favor que excelente fic!!!!!!!
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