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FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final Primer15
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Finalizado [Resuelto]FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 13

Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 08, 2013 6:25 pm

 Hola!! Pues hoy mismo he acabado mi segundo FF Vidas opuestas, mientras me tomo unos dias de descanso, para que las ideas fluyan por mi mente y se me ocurra un nuevo Fic original, para no aburrirme y que vosotras disfruteis, os traigo la adaptación de un libro, lo leí hace poco y me gusto, mientras lo leia me imaginaba a Santana y Brittany como las protagonistas, así que creo que es una buena idea de mostraros este maravilloso libro. Os recomiendo que si una vez leeis el FF y os gusta compreis el libro, fomentemos la cultura.
El libro se llama Primer Impulso y es de JLee Meyer, si no os lo habéis leido, os recomiendo que no lo hagais si pensais leer el Fic, así no os adelantais a la historia FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2414267551


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Sin más demora os dejo con el primer capitulo, espero que lo disfruteis y gracias por tomaros el tiempo de leerlo








Capítulo 1
—¡Cabrón! ¿Cómo te atreves a tratarme así? —murmuró Brittany Pierce, mirándose al espejo del cuarto de baño. Se sacudió el recuerdo de la reciente infidelidad de su ex novio Sam y se apresuró a pintarse los labios con mano temblorosa, procurando no lastimar el labio herido. Comprobó el maquillaje; había disimulado los cardenales, pero tenía la mejilla hinchada.
Se le hacía tarde. Bajó los tres pisos desde su apartamento y en la calle detuvo a un taxi para ir al restaurante Pacific Heights de Union Street. Era lujoso y estaba de moda, perfecto para el tipo de nuevos ricos estirados con los que a Sam le gustaba codearse.
Se le encogió el estómago cuando el pretencioso maítre la saludó y le mostró la mesa de Sam. Lo siguió por el bar forrado de espejos hasta la zona oscura y sombría del comedor, donde Sam Evans ocupaba su mesa habitual en el medio de la sala. La mejor para ver y ser visto por los colegas. Sam estaba bebiendo el que debía de ser su primer o segundo martini con Grey Goose. A Brittany nunca le había gustado aquel lugar, sobre todo por su clientela de farsantes.
—¡Cariño! Me estaba preocupando tu tardanza. —Sam se levantó, le apartó la silla a Brittany y despidió con un gesto al camarero. A continuación se sentó, frotándose el cuello, y tomó otro trago de martini—. ¿Qué quieres tomar? ¿Una copa de vino? ¿Un cóctel?
Brittany lo miró y luego se dedicó a analizar la carta de vinos. Sam estaba nervioso y se mostraba solícito hasta el servilismo. No había repetido aquellas actitudes masculinas con ella desde su primera cita.
—Una copa de Wilson Zinfandel, por favor. —A Brittany le sorprendió que Sam pidiese otra ronda y que sudase tanto. Sin duda, estaba nerviosísimo y se sentía culpable por algo. Brittany se reclinó en la silla y esperó a que Sam hablase.
Sam le guiñó un ojo, como si compartiesen un secreto.
—He pedido ostras. Acaban de llegar de Chesapeake Bay.
Brittany reprimió las ganas de abofetearlo. Cuando apareció el camarero con las bebidas, Brittany pidió una ensalada César. Todos los aperitivos de aquel restaurante sabían igual. Bebió un sorbo de vino y se fijó en que Sam tomaba más martini. Estaba histérico, y Brittany se preguntó si sería porque ella lo había dejado. “Seguramente no. Ni siquiera ha visto las marcas de mis labios.”
—Sam, no sé cómo has podido tratarme así.
Sam enrojeció bajo el bronceado.
—Brittany, ya me he disculpado por esa pequeña indiscreción. ¿Por qué no lo olvidamos? Me ocuparé de que despidan a mi «equivocación». ¿Te parece bien?
—¡Dios mío! ¿Ella también trabaja en la agencia de corredores de bolsa? ¿Qué pretendías hacer, montar un harén?
Sam le dedicó su mejor expresión de cachorrillo herido.
—Por favor, Brittany.
Brittany se inclinó hacia delante.
—Sam, se acabó el «por favor, Brittany». Os encontré en la cama haciendo el amor. Y las drogas, ¿era cocaína? ¿Te extraña que me enfade? Eres mi... Rectifico: ¡eras mi novio, por Dios bendito! —Brittany se sentía cada vez más idiota. ¿Cómo había estado tan ciega?
Llegaron las ostras y la ensalada, y los dos se callaron. Sam pidió otro martini y apuró el que le quedaba.
—Fue un error, un disparate. No lo volveré a hacer.
Brittany bebió otro sorbo de vino y probó la ensalada para calmarse. La noche estaba resultando tan horrible como había previsto. Y Sam se dedicaba a tragar ostras y martinis como si no hubiese ocurrido nada.
—Fui a tu casa porque estaba preocupada por ti. Llevabas veinticuatro horas sin responder a mis llamadas. Y encontré la puerta principal entreabierta. Creí que te había ocurrido algo. Y entonces te encontré follando en la cama que compartíamos. ¿Cómo fuiste capaz?
Brittany apartó el plato y cogió la copa. No bastaba con desear que no le temblase la mano, así que se concentró en no arrojar el vino sobre el traje hecho a medida de Sam. ¿Para qué desperdiciar un buen vino?
Sam desvió la vista del plato de mala gana.
—Brittany, lo siento. Yo... no lo pensé. Olvidémoslo, ¿de acuerdo, cariño?
Brittany habría jurado que las disculpas de Sam eran producto del vodka, así que dijo en tono asqueado:
—Cómete tus ostras, Sam
La obedeció inmediatamente.
Jen López observaba a Brittany y a Sam desde un reservado situado en un rincón del comedor principal. Parecía como si estuviesen discutiendo. Distrajo su atención la morena alta que se dirigía hacia ella. Jen la saludó con una sonrisa, mientras aquellos ojos café tan parecidos a los suyos brillaban al reconocerla.
Su sobrina se sentó a su lado y la abrazó.
—Hola, tía Jen. Ha pasado mucho tiempo.
Jen le devolvió el abrazo.
—Sí, Santana, mucho tiempo. —Se fijó en que San torcía el gesto al oír su nombre completo y se prometió no tomar demasiado el pelo a su sobrina, que era muy suspicaz.
—Tía Jen, ya sabes que odio ese nombre. Dejo que Marina me llame así porque es griega. No sé en qué estaría pensando mamá cuando me lo puso. —San estudió el menú—. Sí, ya sé, han pasado muchas cosas. Pero al menos este trabajo nos ha vuelto a unir. Por favor, discúlpame y llámame San
—Lo siento. Me gusta bromear contigo, y sí que han pasado muchas cosas. Diablos, habría aceptado cualquier excusa con tal de tenerte aquí. Con respecto a eso, nuestra posible informante está cenando con su novio en este mismo restaurante. —Hizo un gesto en dirección a Brittany Pierce y San Evans—. Hemos tenido suerte.
San hizo como si mirase al camarero, pero Jen sabía que estaba analizando a su presa. Le sirvió a su sobrina una copa de Pinot Noir de una botella que había pedido con anterioridad. Santana López se había convertido en una hermosa mujer. La desgarbada chica de trece años que no hacía tanto tiempo pasaba los veranos con Jen, en California, era en aquel momento directora ejecutiva de una gran empresa de software, que vendía software forense no sólo a instituciones financieras, sino también al gobierno. Además, San no se limitaba a ser directora ejecutiva. Era una agente que trabajaba en casos reales y había recurrido a la ayuda de Jen para un asunto que tenía entre manos. San cogió la copa de vino.
—Resulta tan impresionante como en las fotos. Aunque no tiene muy buen gusto para los hombres. La cuestión es si se enfrentará a su novio.
—Me cuesta creer que esté metida en ese chanchullo. En mi trato con ella me ha parecido inteligente, justa y con ganas de cooperar. —Jen se encogió de hombros—. Tal vez un poco ingenua, pero no la conozco bien. Quizá sea de esas mujeres que hacen todo lo que quiere el hombre.
San miró a Brittany Pierce con disimulo.
—¿Qué te contó de sí misma?
—Veamos: se licenció en Económicas en Wharton y antes perteneció a una de las hermandades femeninas de Harvard. Seguro que tuvo muchas amistades. Es muy sociable. Sin duda, tú sabes más cosas que yo, San.
—¿Qué hay de sus orígenes?
—Procede de una familia adinerada de Boston. La riqueza viene por el lado materno. La madre tiene muy buenas relaciones. El padre es un conocido abogado de Boston. Las relaciones sociales no han perjudicado su carrera, créeme. Sin embargo, la princesita de las debutantes tenía una media de sobresaliente. No es tonta. Seguramente sus padres pensaron que no le hacía falta una licenciatura. Al fin y al cabo, podía encontrar al príncipe azul en una de sus veladas, ¿no? —San bebió otro sorbo de vino.
—Apuesto a que desbarató los planes de sus padres cuando se marchó a California. Pero bebía los vientos por Sam Evans. Diez años mayor que ella, atractivo para gustos, y dueño de una empresa de inversiones. Encajaba bien en las aspiraciones de los viejos. No sé qué clase de persona es, aunque me parece del tipo del que huyo como de la peste. —Se concentró en el menú—. ¿Te apetecen unos corazones de alcachofas? Me muero de hambre.
—Yo no quiero nada, cariño. He estado aquí antes, y sus fritos son de los que tardan dos días en digerirse. No comas demasiado. Tengo la cena preparada. Voy a interrumpir a la parejita feliz, a ver si me entero de algo.
—Bien. Oye, ¿cómo sabías que vendrían aquí esta noche?
—Ella me dijo que éste era el restaurante favorito de él. Cuando la llamé para concertar nuestra cita, me comentó que había quedado con él para cenar. Até cabos y hemos tenido suerte. —Jen asomó la cabeza fuera del reservado—. Ahora vuelvo.
Se dirigió a la mesa de Brittany y Sam.
—Hola, Brittany. Me pareció que te había visto.
Mientras Brittany sonreía automáticamente a Jen, con una mezcla de asombro y vergüenza, ésta procuró no mirar las leves marcas de su cara y el labio partido.
—¡Señora López, qué agradable sorpresa! ¿Conoce a mi..., a Sam Evans? Sam, ¿conoces a Jennifer López? Tiene grandes inversiones en algunos de tus fondos y es una excelente dienta.
Sam Evans intentó levantarse para saludarla. Jen se dio cuenta de que estaba borracho o casi. Sam acertó a hacer una mueca antes de caer sentado y Brittany se mostró disgustada. Jen se acercó a la mesa para estrechar la mano tendida de Sam.
—Tenga cuidado, señor Evans. Estas sillas son muy frágiles. Debe de estar muy orgulloso de Brittany. Me ha ayudado muchísimo. Belleza y cerebro. Es usted un hombre de suerte.
—Sí, es guapísima —dijo Sam, mirando de soslayo a Brittany.
Jen observó con curiosidad que Brittany se ponía colorada al oír aquel comentario y desviaba la vista.
—No quiero interrumpir la cena. Me he acercado sólo a saludar. Me alegro de haberte visto, Brittany. Te llamaré. —Se despidió con un gesto y regresó a su mesa.
Cuando Jen volvió al reservado, Sam dijo:
—Parece que nuestra señorita Pierce no lo está pasando tan bien como su novio. Ni siquiera lo mira y tiene la mandíbula muy tensa. Interesante.
—He visto marcas en su rostro. Y se ha hecho daño en el labio hace poco. Me preocupa. Evans está borracho y es incapaz de mantener las formas. No me extraña que ella esté enfadada.
La mirada de San se centró de nuevo en la silenciosa pareja del medio de la sala.
—Hematomas y un labio partido. No me parece el destino propio de una universitaria popular y una debutante. Supongo que no esperaba llevar unos cuantos golpes en la vida real.
—Un poco cínico de tu parte, ¿no crees? Si acepta seguir con esto, ¿cómo piensas trabajar con ella? Tendrás que reservarte tus opiniones.
—Forma parte del trabajo. —San se encogió de hombros y se dispuso a tomar su aperitivo—. Si ella acepta, tendré que soportar su adaptable hipocresía. Estupendo. He pasado por cosas peores.
Miró de nuevo a Brittany Pierce.
—He de reconocer un detalle. Brittany es realmente preciosa. Las portadas de las revistas no le hacen justicia. Lo tiene todo. Pero esos tipos gregarios, los que parecen perfectos, suelen ser muy superficiales. Una mera ilusión. Evidentemente, eso es lo que quería Evans y lo que consiguió. Y ella encontró la horma de su zapato.
Jen pinchó un corazón de alcachofa con el tenedor, reparó en la sorpresa de San y sonrió sin el menor arrepentimiento.
—Sí, tengo hambre. Tal vez subestimes a la señorita Pierce. No olvides que la educaron para ser amable y políticamente correcta. Seguramente dice las palabras adecuadas y mantiene una conversación de forma automática. Eso no indica su verdadera personalidad. En mi humilde opinión, por supuesto. —Se fijó en que, como de costumbre, su sobrina favorita, la única que tenía, no la estaba escuchando, sino que seguía observando a la señorita Pierce.
Jen suspiró. A San siempre le había gustado la soledad, consecuencia de una mente brillante, de un desarrollo prematuro y de una madre alcohólica. Una vez le había confesado que de pequeña le daba miedo llevar a alguien a casa y encontrar a su madre inconsciente, desnuda o tirada en el suelo. Sólo había ocurrido en una ocasión y fue suficiente para San.
San pasó todos los veranos con su tía desde los trece años hasta que acabó sus estudios universitarios. Jen la quería como si fuera hija suya y había disfrutado viéndola crecer y convertirse en una mujer fuerte y de gran talento.
Pero San nunca había permitido que nadie se acercase demasiado. Jen y Marina se emocionaron cuando San les dijo que era lesbiana, pero les apenó que no llevase a ninguna mujer a casa. A Marina incluso le extrañaba que San se definiese como lesbiana. Todo lo que San hacía salía bien. Así que  decidieron tener paciencia. Y tuvieron paciencia, muchísima paciencia.
¡Marina! Jen miró el reloj.
—Oh, tengo que irme. Marina va a llamar desde donde quiera que se encuentre, y quiero estar en casa y preparar la cena. ¿Has terminado?
San parecía a millones de kilómetros de distancia.
—¿Eh? ¿Qué? Hum, no. Acabaré de comer y luego me marcho. Dale recuerdos a la tía M.
Jen la miró un momento y se preguntó por qué estaría tan distraída. Pero no era el momento ni el lugar para preguntar. Recogió sus cosas y se dispuso a irse.
—Muy bien, te veo dentro de un rato.
Brittany había renunciado a la ensalada y a la noche. Sam no cesaba de repetir su promesa de despedir a la mujer con la que lo había sorprendido. Evidentemente, creía que eso era lo único que le importaba a Brittany. O tal vez su cerebro empapado de martini no podía concentrarse en otra cosa. En otra cosa que no fuese él, por supuesto.
—Sam, me importa un bledo que despidas a la mujer con la que te acostaste. No creo que ella supiese que estabas comprometido. —Brittany observó cierta expresión de sorpresa en su novio y un atisbo de culpa. Tras pensarlo mejor, decidió que la culpa era producto de su imaginación.
—Me importan las carteras de mis clientes. Las compañías en las que estás invirtiendo no tienen solidez. Los dos lo sabemos. Son un mero espejismo. Algunas no van mal, pero cada vez haces inversiones más arriesgadas. Las dientas que me asignaste son ancianas solteras que viven de la renta generada por sus acciones. La mayoría no podrían recuperarse si las inversiones explotan.
Sam dejó caer el tenedor sobre el mantel y apretó la mandíbula.
—Me ocuparé de revisar las acciones en las que invierten. Soy el experto. ¿Qué es lo que quieres, Brittany?
Un tanto sorprendida por el cambio de táctica, Brittany respondió:
—Quiero más sensatez a la hora de manejar el dinero de esas personas. Quiero que se me tenga en cuenta a la hora de decidir en qué fondos deben invertir.
Sam sacudió la cabeza, así que Brittany continuó:
—Escucha, Sam, tal vez no tenga mucha experiencia, pero sí una excelente educación. Sé hacer investigaciones e interpretar balances. Esas no son las mejores opciones para el perfil demográfico de mis dientas. Quiero intervenir en sus inversiones.
Sam la miró con gesto ausente y, luego, entrecerró los ojos.
—Brittany, los demás miembros del comité estratégico no lo permitirán. No tienes preparación para pertenecer a él. No te enfades, pero hay que contar con otras personas.
—¿Comité estratégico? ¿Cuándo se constituyó ese comité? ¿Quién lo forma y por qué no estoy yo en él? ¿Qué sucede? Mi profesor de ética empresarial hablaba mucho de ese tipo de actividades que se ven en la oficina.
Varios de los comensales que los rodeaban interrumpieron sus conversaciones y Brittany se dio cuenta de que había alzado la voz. Sam sudaba a raudales y no apartaba los ojos del bar. Brittany bajó la voz.
—Escucha. He soportado tu actitud paternalista, los intentos de ligoteo de tus colegas y que me excluyas de lo que me atañe. ¡Pero no toleraré que me digas que asesore a mis dientas basándome en un misterioso comité que no me admite en su seno!
Cuando Brittany se calló para tomar aliento, notó que le ardía la cara. Sam se reclinó en la silla, abrumado por sus palabras.
El silencio entre ellos se podía palpar, y Sam la miró con ojos cada vez más fríos.
—Brittany, escúchame con atención. El comité estratégico es idea mía. Hace poco pedí a Finn, Noah y Rory que actuasen como asesores. Llámalos mis colegas sí te apetece, pero son los mejores administradores de fondos y tienen mucho poder en este mercado. Pueden levantar empresas o hundirlas y quieren que la agencia de bolsa, yo en particular, comparta su éxito. —Apuró su martini, se le escurrió un poco por la barbilla y lo limpió con la mano—. Además, no puedo entrar por las buenas y dictarles lo que tienen que hacer. No pienso decir: «Brittany se empeña en tomar parte en las decisiones». —La miró sin inmutarse. Había recuperado la petulancia.
—¿Hablas en serio? ¿Vas a entregar tus clientes y tu reputación a esos tipos? Sam, ¿qué sabes de ellos? No son los «mejores administradores», sino gestores de medio pelo que se han subido al carro del éxito de unas cuantas acciones. Pero ¿cuánto tiempo llevan ahí? ¿Qué antecedentes tienen?
Brittany intentó hacerlo reaccionar.
—¡No sólo arriesgas tu dinero! Muchas dientas de la empresa, como Jen López, la mujer que te acabo de presentar, dependen de sus carteras para obtener créditos, para vivir y para la jubilación. Otras han vendido bonos o hipotecado sus casas para comprar más fondos porque confían en ti. Y en mí. Yo tengo la culpa de meterlas en tu mundo. Y ahora me dices que los zorros han entrado en el gallinero. ¿Cuándo pensabas darme la información? Si no te hubiese sorprendido con esa mujer, ¿me lo habrías dicho alguna vez?
El camarero se acercó tímidamente con los entrantes y Brittany se dedicó a juguetear con la servilleta hasta que el hombre acabó de servirlos, puso una copa de vino para Sam, llenó la de ella y se marchó a toda prisa.
Sam bebió unos tragos de vino y cortó un buen trozo de su filete poco hecho. Tras meterlo en la boca, la miró con gesto beligerante mientras masticaba. Lo acompañó con más vino y dijo:
—Brittany, hace poco he hecho ganar un montón de dinero a los inversores, incluidos tú y tus padres. Una de las ventajas de mi éxito es que me permite conocer y relacionarme con la plana mayor de Wall Street. Quieren que sea uno de ellos, algo con lo que siempre he soñado. Ha llegado el momento y deseo aprovecharlo, de principio a fin. Ahora quizá no pase de ser un administrador de fondos mediano, pero falta muy poco para la gran ocasión.
Su voz adoptó un tono paternalista.
—Tú vas a participar por tu relación personal conmigo. Tendrás un tinglado monísimo, con cantidad de tiempo libre para hacer la pelota a esas clientas tuyas tan ricas, como la tal Jen cómo-se-llame, que quieren que alguien las invite a comer y les sostenga la mano. Si persistes en tu actitud, serás una empleada más. Los fondos seguirán administrándose como yo quiero, con el consejo del comité. O aceptas mi dirección o te vas de la empresa. ¿Está claro?
Brittany nunca había visto a Sam comportarse así. Se le hizo un nudo en el estómago y soltó el tenedor.
—Creo que tengo que pensarlo. —Dejó la servilleta sobre la mesa—. Hablaremos por la mañana.
Sam cogió la mano de Brittany cuando hizo ademán de levantarse y se la estrujó.
—No he terminado. Siéntate, por favor.
El gesto de Sam y la presión que le provocaba dolor en la mano la obligaron a sentarse. Cuando la soltó, Brittany reprimió la necesidad de frotarse la piel para que él no viese que la había intimidado.
—Si decides marcharte, ni se te ocurra ponerte en contacto con tus dientas para darles tu opinión sobre la forma en que se gestiona su dinero. Esas dientas son mías y yo daré la información. Y otra cosa: te dije los nombres de los miembros del comité en confianza. No los repitas ni hables con nadie de la existencia del comité. Con nadie en absoluto. ¿Entendido?
El tono sonaba amenazante y la miró con ojos inexpresivos.
—Di que lo entiendes, Brittany. Dilo.
Brittany estaba anonadada. ¿Quién era aquel hombre?
—Eres un animal, Sam. Estoy harta de tu actitud paternalista y de tu vida pretenciosa. Me largo.
Sam suspiró y se reclinó en la silla, muy sonriente.
—¿Te apetece un postre? Siempre te encantó el suflé al Grand Marnier.
Brittany cogió su bolso y se levantó.
—Te equivocas. Era a ti a quien le encantaba el suflé al Grand Marnier. No, gracias.



Última edición por Marta_Snix el Sáb Jul 13, 2013 1:25 pm, editado 1 vez
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por aria Mar Jul 09, 2013 7:37 am

Ahhhhhhh has vuelto!!!
Genial... Tengo para decirte que me fascina este fic... Esta super interesantisimooo... Britt es una inversionista??? Wow y San tambien lo es??? Mas Wow hahahaha xD

Ya odio al Boca de Trucha ese, ensima d que engaña a Britt le ha pegado!!!! Animal...

Esta genial historia.. Me gusta mucho! Espero la actuuuuuu
aria
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 8:11 am

aria escribió:Ahhhhhhh has vuelto!!!
Genial... Tengo para decirte que me fascina este fic... Esta super interesantisimooo... Britt es una inversionista??? Wow  y San tambien lo es??? Mas Wow hahahaha xD

Ya odio al Boca de Trucha ese, ensima d que engaña a Britt le ha pegado!!!! Animal...

Esta genial historia.. Me gusta mucho! Espero la actuuuuuu
 He vuelto!!! Como abandonaros? Y seguramente de aqui al fin de semana tendre tres Fic abiertos, este, la adaptacion de "Honor" y uno propio.

Sam es odiado en todos mi Fic, pobrecito, en los otros dos era bueno, pero como aun así era odiado de todas formas, en este lo pongo "malo" para que lo odies con razón FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2414267551

Britt es inversionista, San diseña programas de inversiones

En una hora (ahora voy a comer), tendras el segundo capitulo, espero que lo disfrutes. Y mil gracias por comentar, te has convertido en mi acosadora :P
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 2

Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 9:15 am



 

Capitulo 2
Brittany tenía ganas de correr, pero se obligó a alejarse de la mesa despacio. En el bar aceleró el paso. Tenía que salir de allí como fuese. En el exterior descubrió que había descargado una tormenta mientras estaba en el restaurante. Como hacía varios días que no escuchaba el parte meteorológico, no llevaba impermeable ni paraguas. Estaba como atontada en el aparcamiento, empapándose mientras buscaba las llaves en el bolso, cuando alguien la sujetó bruscamente por el brazo y le hizo dar la vuelta. Era el hombre que había entrado en su apartamento y le había dado una paliza a principios de la semana. Brittany iba a gritar, pero el hombre sacó un cuchillo largo y fino, cuya punta apoyó en la barbilla de la joven.
—Cállate.
Brittany lo miró y enmudeció. Los ojos del hombre eran como canicas negras y tenía el mismo aliento horrible.
—Te dije que fueras buena, ¿no? —Entrecerró los ojos con aire amenazante—. Te voy a enseñar a obedecer.
—Disculpen, ¿se encuentran bien? —preguntó una voz femenina con un sonoro y llamativo tono de contralto. Brittany estiró el cuello, pero sólo distinguió una figura detrás de ellos, envuelta en una gabardina larga y apenas iluminada por las luces del restaurante.
El hombre guardó el cuchillo en el bolsillo, dio un apretón a Brittany a modo de advertencia y se volvió, sujetándola contra sí.
—Ha bebido demasiado. La estoy ayudando a encontrar su coche.
La mujer era alta, con cabellos largos y abundantes, pero no había forma de ver sus rasgos. No se movió.— No parece estar borracha. ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? Si quiere llamo a la policía con mi móvil Sólo tengo que apretar un botón. —Alzó el teléfono.
El hombre estrujó aún más el brazo de Brittany, que se estremeció de dolor.
—Suéltela ahora mismo o llamo a la policía —gruñó la mujer.
Otros comensales salieron del restaurante y se detuvieron a mirar.
El hombre traspasó a la desconocida con los ojos, acercó la boca a la oreja de Brittany y susurró:
—Te veré en otro momento. —Después, la soltó y abandonó el aparcamiento.
Brittany sintió que se le doblaban las rodillas y supo que se iba a caer, pero unos brazos fuertes la sujetaron. Se enderezó, aunque se mareaba, y la mujer alta la sostuvo. Cuando uno de los comensales les preguntó si necesitaban ayuda, la desconocida dijo que Brittany se encontraba bien y que ella la acompañaría a casa. Encaminó a Brittany hacia un Audi oscuro y la apoyó contra el vehículo. La lluvia se había convertido en bruma.
—¿Se encuentra bien de verdad? ¿Le ha hecho daño?
Brittany hizo inventario: aparte de un brazo dolorido, de la piel empapada y de un susto de muerte, estaba bien.
—Creo que estoy perfectamente. Gracias. No sé qué habría ocurrido si usted... no hubiese aparecido.
La mujer echó un vistazo al lugar antes de hablar.
—¿Dónde está su coche?
Brittany miró a su alrededor hasta que cayó en la cuenta.
—Vine en taxi. —Se tocó los cabellos mojados con una mano temblorosa—. Dios mío. Lo habría evitado si hubiese pedido un taxi antes de salir y me estuviese esperando. ¡Qué tonta!
La mujer puso la mano sobre el hombro mojado de Brittany.
—Salió usted a toda prisa y parecía disgustada. Por eso la seguí. El hombre debía de estar esperándola. Hay gilipollas que se aprovechan de mujeres angustiadas. ¿Qué le dijo?
Brittany procuró no hiperventilar.
—Que no me estaba portando bien y que me iba a enseñar a obedecer. —Sus palabras se apagaron. Le temblaban tanto las manos que se abrazó para impedirlo.
La desconocida insistió:
—¿Qué le dijo el hombre antes de soltarle el brazo?
Brittany se esforzó por encontrar las palabras.
—Me dijo que me vería en otro momento. ¡Dios mío! Lo conozco. Entró en mi apartamento hace dos días. ¡Sabe dónde vivo!
La mujer no apartó la mano del hombro de Brittany. La leve presión atenuó los nervios de la joven, que al poco tiempo logró relajar los brazos, respirar a fondo, erguirse y apartarse del coche. Su salvadora retiró la mano.
—Debo irme. Pediré un taxi en el restaurante. Por cierto, me llamo Brittany Pierce. Gracias por su ayuda...
—San. Éste es mi coche. Permita que la lleve a casa. No creo que le convenga estar sola. Como medida de precaución.
Brittany se sintió de pronto muy cansada y no pudo contener las lágrimas.
—El lunes, cuando entró en mi apartamento, me amenazó. Creo que esta noche pretendía materializar la amenaza.
Se cubrió la cara con las manos, procurando no derrumbarse. Poco después los mismos brazos fuertes que la habían sostenido minutos antes la abrazaron y la confortaron. Los sucesos de los últimos días acudieron en tropel y la garganta de Brittany se quebró en un sollozo. Le daba vergüenza desmoronarse ante una desconocida, pero nunca se había sentido tan segura, así que intentó recordar el nombre de su salvadora. Tras unos momentos, la mujer, San, soltó a Brittany y le indicó que ocupase el asiento del acompañante del coche. Brittany oyó cómo la puerta se desbloqueaba automáticamente y se dio cuenta de que San la ayudaba a sentarse. Permaneció inmóvil, mientras la mujer se inclinaba para ponerle el cinturón. Unos cabellos suaves que olían a limpio y a lluvia acariciaron su cara, y durante unos segundos los rostros de ambas estuvieron muy próximos. San tenía los ojos oscuros, pero Brittany no pudo distinguir el color. Luego la puerta se cerró rápidamente y la desconocida ocupó el asiento del conductor. Cuando el coche arrancó, Brittany se concentró en calmarse. Estaba helada, pero enseguida sintió calor en la espalda y los muslos. “Ah, asientos con calefacción.” Los temblores cedieron. Seguridad.
—¿Y si le estropeo el asiento? Estoy empapada.
—No se preocupe. ¿Dónde vive? —San no apartó la vista de las calles que tenía delante.
Brittany le dio la dirección y unas cuantas indicaciones para encontrarla, lo cual le supuso un esfuerzo agotador. Recorrieron las calles de San Francisco y se dirigieron al distrito de Marina. Entraron en la calle en la que vivía Brittany y ésta se disponía a señalar su casa cuando el coche aceleró y pasó de largo.
—Era la casa de la izquierda —dijo Brittany, sorprendida.
San giró en la esquina siguiente y continuó adelante.
—¿Se ha fijado en la furgoneta blanca que está delante de su casa? ¿Lleva ahí mucho tiempo?
Brittany, alertada por el tono de San, hizo acopio de fuerzas y pensó la respuesta:
—Uno o dos días. ¿Por qué?
—¿Cuándo entró ese tipo en su apartamento?
—Hace dos días. ¿Por qué? —Brittany se espabiló y empezó a preocuparse.
San no respondió inmediatamente. Tras unos minutos exasperantes, dijo:
—Por dos razones. En primer lugar, las furgonetas a veces se utilizan para vigilar. Suponiendo que usted sea el objeto de la vigilancia, tal vez prefiera no entrar en casa. En segundo lugar, el animal del aparcamiento conoce su dirección y quizá se le ocurre visitarla después de que yo la deje. De hecho, creo que tenemos compañía.
San comprobó el espejo retrovisor y Brittany se volvió en su asiento.
San, adelantándose a la reacción de Brittany, dijo:
—Hay un espejo en la visera parasol. Baje la visera y deslice la tapa hacia la izquierda. —Se estiró y apretó un botón. Ante la expresión interrogante de Brittany, explicó—: He apagado la luz del espejo.
Brittany hizo lo que San le indicaba y vio las luces de un coche grande a una manzana de distancia. San giró varias veces sin acelerar, como si estuviese perdida. Las luces respetaron la distancia, pero las siguieron.
—Es imposible —se quejó Brittany—. Estoy fichada. ¡No he robado ningún secreto de estado! Vigilancia, persecución... ¡No puedo creerlo!
San no se inmutó.
—No sé por qué la acosan, pero alguien lo está haciendo. Aguante, a ver hasta dónde están dispuestos a llegar siguiéndola. —San aceleró y se saltó un semáforo en ámbar. El coche que las seguía se saltó el semáforo en rojo y se acercó al Audi.
San frunció los labios y rezongó:
—Oh, no, ni se te ocurra tocar mi cochecito. —El Audi se adelantó con gran agilidad y bajó por Marina Boulevard hacia Doyle Drive, junto al puente Golden Gate. Las luces del otro coche quedaron atrás, pero no desaparecieron. Cuando estaban cerca del puente, San giró bruscamente hacia el parque Presidio, dio varias vueltas muy cerradas, llegó casi hasta las cabinas de peaje y se encaminó al norte por el arco del puente. El coche que las perseguía brincó y coleó, pero se mantuvo tras ellas. Los dos coches atravesaron el puente respetando el límite de velocidad. En el puente había mucha vigilancia policial y Brittany supuso que el coche grande no quería llamar la atención. Lo que no sabía era
por qué. Estaba dando vueltas a la idea cuando la persecución empezó en serio en el momento en que salieron del puente y tomaron la autopista 101. El Audi cabeceó al subir por Waldo Grade con una fuerza que aplastó la nuca de Brittany contra el reposacabezas. Cuando llegaron a lo alto de la cuesta y enfilaron hacia abajo, Brittany pensó que frenarían en los montículos y en las curvas, pero San aceleró y ganó distancia. Brittany miró de reojo el perfil de San y vio que sonreía. Se encontraban en el carril rápido cuando San atravesó cuatro carriles y cogió la salida que conducía a las playas. El coche grande intentó imitar la maniobra, pero no encontró la salida. Brittany soltó una exclamación de victoria y alzó el puño al aire. La conductora, a la que Brittany a aquellas alturas no sabía si considerarla su mejor amiga o su peor pesadilla, torció a la derecha para dirigirse a Mili Valley. San resopló.
—Será mejor que busquemos un sitio para hablar. Necesitamos una estrategia.
Cuando unas luces aparecieron detrás de ellas, San apretó la mandíbula y cambió la marcha.
—Sujétese. —Arrancó como una bala, giró en la esquina de un viejo bar funky y culebreó por las colmas a tal velocidad que lo poco que Brittany había cenado corría peligro de acabar en su regazo. Cerró los ojos y agarró el asidero que el Audi tenía encima de la puerta. “Seguramente para una ocasión como ésta.” Momentos después el coche aminoró un poco la marcha y Brittany se atrevió a abrir los ojos y mirar el espejo. Nada. Suspiró
Continuaron un rato en silencio, sin que Brittany supiese dónde se encontraban. No estaban en la autopista 1, sino que continuaban ascendiendo. La carretera era estrecha y bordeada de árboles. Las luces del coche brillaban con intensidad y el paisaje desapareció rápidamente, hipnotizándola. Brittany era consciente de que aquella situación podía ser más peligrosa que asumir los riesgos de la ciudad. No sabía nada de aquella mujer. Había aparecido de pronto, en principio para ayudarla, pero... Se daba cuenta de que debió ponerse en guardia, pero estaba demasiado cansada. La descarga de
adrenalina la había agotado. Rezó en silencio para que su elección fuera acertada y se adormiló Estaba empezando a llover de nuevo y los limpiaparabrisas imitaban el sonido constante de un metrónomo, lo que contribuyó a aturdirla, mientras el coche continuaba ascendiendo por la montaña en dirección a la costa. Media hora después Brittany notó que aminoraban la marcha y se detenían un momento, luego continuaban un trecho y paraban más adelante. Se espabiló y abrió los ojos. Vio con gran sorpresa a una persona que le resultaba familiar ante la puerta de una casa, saludándolas con la mano. Se volvió en el asiento para mirar a la misteriosa desconocida que la había salvado. La mujer sonrió y extendió la mano.
—Me llamo San López.
Brittany la miró boquiabierta y le estrechó la mano.
— ¿Como Jen López?
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Elita Mar Jul 09, 2013 10:27 am

Tú.. dime que es lo que tienes que me haces AMAR todos tus FF'S?? Es increibleee :D me encantan *-* & este te digoo está genial..

Jeje ahoraa ODIOO a Sam.. siempre lo he hechoo & ahora lo pones como el "malo"
Y esa persecucion me lo imaginé como en Rapidos & Furioso xD jaja

Actualiza pronto, quiero saber maas!
Besos, cuidate!
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Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 10:45 am

Elita escribió:Tú.. dime que es lo que tienes que me haces AMAR todos tus FF'S?? Es increibleee :D me encantan *-* & este te digoo está genial..

Jeje ahoraa ODIOO a Sam.. siempre lo he hechoo & ahora lo pones como el "malo"
Y esa persecucion me lo imaginé como en Rapidos & Furioso xD jaja

Actualiza pronto, quiero saber maas!
Besos, cuidate!

 Hola!! Sabes que estuve a punto de subir un video de una carrera de esa pelicula? FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2414267551
En un ratito tendrás el 3º capitulo, nos vemos ;). Besos!!
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Alisseth Mar Jul 09, 2013 1:38 pm

Woooow ... está genial..!!!FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2145353087 
siempre sabes como tenerme pendiente de lo que haces... FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 918367557 
No he leido el libro.. pero hasta ahora me pareece muy interesante ...

a Mí nunca me ha agradado Sam y ahora con su actitud peor...

bueno aquí me tienes pendiente de tu Fic..

BESOSSS

FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 1215408055 
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Mensaje por airin-SyB Mar Jul 09, 2013 1:40 pm

oohh nueva lectora

pues no me eh leido el libro pero me encanta la historia en realidad me eh leido la de vidas opuesta pero no me diste chance de comentarte y ahora vi a abriste otra y voy a leerlo jaja

me gusta mucho porfa no lo dejes

besos y hasta el rato

a y amooooooooooo la historia y solo van dos capis jajaja
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por aria Mar Jul 09, 2013 1:59 pm

Heiiii holiis!!!
Aqui tu fiel acosadora jajajajaj
Estuve super interesante cap... Estoy de acuerdo con Elita, parecia una persecucion de Fast & Furious xD

Me encanta la San de ete fic, ese toque misterioso la hace mas sexy de lo que ya es y Britt-Britt como la damisela en peligro jajjaja eso fue LO MAS!!!!

Ya vi que tiene otro fic, ahorita mis me ire a leerlo...

Besotes, te cuidas y espero la actu :D
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 2:08 pm

Alisseth escribió:Woooow ... está genial..!!!FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2145353087 
siempre sabes como tenerme pendiente de lo que haces... FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 918367557 
No he leido el libro.. pero hasta ahora me pareece muy interesante ...

a Mí nunca me ha agradado Sam y ahora con su actitud peor...

bueno aquí me tienes pendiente de tu Fic..

BESOSSS

FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 1215408055 
Lo se, pense en poner en vez de a Sam a Puck, pero me decante por Sam que de todas formas siempre terminais odiandolo FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2414267551 Besos!!
airin-SyB escribió:oohh nueva lectora

pues no me eh leido el libro pero me encanta la historia en realidad me eh leido la de vidas opuesta pero no me diste chance de comentarte y ahora vi a abriste otra y voy a leerlo jaja

me gusta mucho porfa no lo dejes

besos y hasta el rato

a y amooooooooooo la historia y solo van dos capis jajaja
Hola!! Espero que te gustara el otro FF. No lo voy a dejar, suelo acabar todo lo que empiezo, no me gustan las cosas a medias. Te pongo ahora el siguiente capitulo, que estoy terminando de adaptarlo. Lord T hara su aparición!!
Besos!!
aria escribió:Heiiii holiis!!!
Aqui tu fiel acosadora jajajajaj
Estuve super interesante cap... Estoy de acuerdo con Elita, parecia una persecucion de Fast & Furious xD

Me encanta la San de ete fic, ese toque misterioso la hace mas sexy de lo que ya es y Britt-Britt como la damisela en peligro jajjaja eso fue LO MAS!!!!

Ya vi que tiene otro fic, ahorita mis me ire a leerlo...

Besotes, te cuidas y espero la actu :D

 Si, el toque misterioso le dura bastante, a mi también me encantaba, las pocas palabras que dice, pero cuando las dice me recordaba a San
Besos, cuidate tu tambien ;)
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 3

Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 2:09 pm



 

Capitulo 3
Brittany calculó mentalmente: “Ésta debe de ser la casa de Jen en Bolinas”. Jen le había contado que su casa estaba sobre un acantilado. Brittany se ofreció a visitarla cuando se conocieron, pero Jen nunca había querido y prefería que quedasen en algún café del pueblo. A Brittany le parecía bien, porque ya le costaba bastante dar con el pueblo. No vio la casa, porque estaba lloviendo y era de noche. Jen salió y la acompañó hasta lo que debía de ser un gran zaguán. Observó a Brittany y frunció el entrecejo.
—Tienes que ponerte algo caliente y seco. Espera un momento.
San y Jen se fueron, y Brittany se quedó en medio del zaguán, empapada. Se sentía como una patética piltrafa arrastrada por un gato. Se abrazó para contener los temblores producidos por el frío y el miedo, y empezó a pensar que tal vez se hubiese equivocado. Al fin y al cabo, Jen era dienta suya y el hecho de que su... —¿qué sería?— su despampanante hija la hubiese ayudado contribuía a agravar la situación y a hacerla más humillante. Brittany tenía que solucionar el problema por Jen. Debía pensar algo. Jen reapareció con una gran toalla.
—Toma. Quítate los zapatos y la ropa, y envuélvete en esto. Luego, ve a la cocina. Está a la izquierda de la puerta. Voy a acabar de preparar la cena. ¿Te apetecen unos espaguetis al pesto, pan de ajo y una ensalada muy rica? Quizá también una copa de buen vino. Algo para calentarnos el estómago y revestir de carne esos escuálidos huesos.
Brittany descartó sus pensamientos enseguida.
—Suena demasiado bonito para ser cierto. Vamos allá.
Jen pulsó un interruptor al salir, y una luz fluorescente iluminó la estancia. Brittany parpadeó varias veces mientras sus ojos se adaptaban y, luego, contempló lo que la rodeaba. Una lavadora, una secadora, un gran fregadero y armarios llenos de objetos domésticos y de jardinería. Se quitó primero los zapatos, que estaban destrozados; después, los vaqueros de diseño, y por último todo lo demás. Se envolvió con la suave y limpia toalla de playa y abrió la puerta que conducía al vestíbulo. Oyó ruidos, se orientó por ellos y encontró a Jen en la cocina, poniendo ollas al fuego y sacando comida del frigorífico. Brittany se aclaró la garganta ligeramente; se sentía torpe y vulnerable sin su ropa. Jen la miró y sonrió.
—Muy bien, a ver si te arreglamos. —Comprobó los fuegos, ajustó un quemador e indicó a Brittany que la siguiera.
Brittany soltó un suspiro de alivio mientras seguía a Jen. El frío le caló los huesos cuando salieron de la cocina, atravesaron una habitación con una gran chimenea que crepitaba y ardía alegremente, y pasaron a otro vestíbulo. Jen se detuvo ante la segunda puerta de la izquierda, encendió el interruptor de la pared y se hizo a un lado para que entrase Brittany. Las luces suaves creaban un ambiente cálido y acogedor. Una cama de matrimonio con un edredón de plumas ocupaba casi todo el espacio. Brittany tenía ganas de saltar y aterrizar en el centro de la cama, hundirse bajo las mantas y dormir dos días seguidos. Jen le leyó el pensamiento.
—Sé que resulta muy apetecible. Si quieres, puedes ducharte, comer y acostarte. Debes de estar agotada. Hablaremos por la mañana, si te parece bien. Pero no permitiré que te marches. Voy a acabar de preparar la cena. Buscaré ropa para ti mientras te duchas. —A continuación, cerró la puerta y dejó a Brittany sola con sus pensamientos.
El ofrecimiento de un refugio sin ataduras era ideal para Brittany, que reprimió las lágrimas mientras entraba en el baño. El agua estaba tibia cuando salió de la ducha. Había un secador en el tocador y en el botiquín del lavabo un tubo de pomada antibiótica, que aplicó con delicadeza sobre el labio. Cuando entró en el dormitorio se sentía muy limpia, con la cara y el labio curados. Sobre la cama vio unos gruesos y cálidos pantalones de chándal de color azul marino y una gastada camiseta blanca con las letras M.I.T. La ropa le quedaba un poco ancha, pero era muy suave. Supuso que pertenecía a San López. La idea le provocó una sensación de timidez y se puso colorada. ¡Qué raro! Antes de vestirse, se fijó en su imagen desnuda en un espejo de cuerpo entero que había en la pared. Tenía un moretón en torno al pecho derecho, que el monstruo le había retorcido salvajemente durante el primer ataque; y en el brazo se estaban formando unas marcas de dedos, producto del asalto de aquella noche. Contempló el resto de su cuerpo y le sorprendió que se notasen tanto las costillas. Había
adelgazado mucho. “¿Qué había dicho Jen? ¿Algo sobre revestir sus escuálidos huesos?” Sacudió la cabeza. ¿Cómo diablos se había metido en aquel lío? ¿Qué había hecho para que la acosase aquel horrible hombre del apartamento? En unos pocos días su vida (y la idea la obsesionaba) estaba dominada por el terror y el caos. Brittany suspiró e introdujo los pies en un par de gruesos calcetines y en unas zapatillas peludas. Era maravilloso estar limpia y seca. Se esforzó por bajar al vestíbulo, siguiendo un olor delicioso. De pronto, tenía muchísima hambre. Buscaría respuestas al día siguiente. En aquel momento estaba cómoda y a salvo. Sólo tenía que tomar precauciones. Cuando entró en la cocina, Jen estaba de espaldas, removiendo algo al fuego. Sin volverse, preguntó:
—¿Todo bien?
Brittany se apoyó en el marco de la puerta y en ese momento entró San por el otro lado, limpiándose las manos. Brittany miró a San y la asombró su belleza. La mujer tenía un espeso cabello negro que caía sobre los hombros en suaves bucles. Parecía fuerte y confiada. Brittany la envidió.
Brittany, saliendo del momentáneo deslumbramiento, se dio cuenta de que le habían hecho una pregunta y de que estaban esperando la respuesta, así que dijo lo primero que se le ocurrió:
—Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Gracias, Jen, San. Me habéis salvado la vida.
Jen se rió.
—No creas. Deja que te ponga a trabajar. San, ¿está encendido el fuego? Abre una botella de Chianti. Y tú, Brittany, saca el pan de ajo del horno. La cena está casi lista.
San cogió un abrebotellas y le lanzó a Brittany unas manoplas de cocina. La reconfortó muchísimo hacer algo tan simple. Sam y ella siempre estaban en grupo y casi nunca solos. No cocinaban juntos ni compartían tareas domésticas. También se dio cuenta de que hacía tiempo que no se reía. Las tres se sentaron a la mesa, comieron, bebieron y hablaron del tiempo, que había empeorado y abatía las ventanas, sacudía las puertas y hacía que Brittany se sintiese muy cómoda dentro de la casa.
—Aquí las tormentas descargan con gran rapidez y violencia, como ésta —explicó Jen—. Pero mañana por la mañana habrá pasado, dejando tras de sí un mundo limpio y despejado. Me gusta coger la bicicleta y subir por los senderos después de una buena tormenta.
—Te encanta esto, ¿verdad? —preguntó Brittany.
Jen se reclinó en la silla.
—Bolinas es un pueblecito soñoliento y poblado por una mezcla de viejos hippies, nuevos yuppies y lugareños que han vivido aquí durante generaciones. Podemos estar o no de acuerdo en algunas cosas, pero coincidimos en lo esencial: el amor por la privacidad. En el condado de Marin, un chiste popular dice que, cada vez que el departamento de transportes del estado coloca un letrero en la autopista para indicar a los forasteros la dirección del pueblo, desaparece misteriosamente a las veinticuatro horas. La posesión de esos letreros constituye un timbre de honor por aquí.
La descripción sonaba acogedora y cálida. Brittany nunca había conocido ese tipo de vida; la suya se basaba en las apariencias, en la lucha por el éxito y en la competitividad. Notó una presión en el pecho, producto de la emoción. Ya la había sentido antes. Brittany observó a la mujer que tenía enfrente, sospechando que aún no había acabado de contar su historia.
—¿Cuántos letreros tienes?
Jen soltó una carcajada y se ruborizó.
—Vamos, díselo —la apremió San.
A Brittany la sorprendió la calidez de la voz de San y se dio cuenta de que eran las primeras palabras que la joven pronunciaba desde que habían entrado en casa de Jen.
—¡Ah! Me habéis pillado. En realidad, dos. Pero no todo el mérito es mío. Me ayudaron. —Los ojos de Jen chispearon al mirar a San, pero adoptaron una expresión suave cuando se fijaron de nuevo en Brittany
—¿De veras? Bolinas me parece el lugar más tranquilo del mundo. No lo cambiaría por nada.
Se produjo un silencio incómodo. Brittany, muy consciente de la presencia de San y de que la había estado observando sin disimulo durante casi toda la cena, se preguntó por qué San estaba tan callada en casa de Jen. A Brittany no le resultaba raro que la mirasen o la observasen, sobre todo los hombres. Normalmente, no hacía caso a las miradas, pero ante San se sentía como un virus bajo el microscopio. Se movió en su asiento, procurando no escurrirse. Por fin, Jen salvó la situación.
—Bebamos el vino junto a la chimenea.
Retiraron los platos y fueron al salón, donde Brittany se encontró con Lord T., el gran gato de Jen, de color marrón y negro, que ocupaba uno de los mullidos sillones situados en ángulo ante el fuego, para que la gente se calentase y conversase cómodamente, al mismo tiempo. Cuando Jen le presentó a Lord. T., el gato bostezó y mostró su amplio vientre, como si quisiera que se lo rascasen. Brittany así lo hizo y recibió como compensación un agradecido ronroneo; luego Lord. T. abandonó el sillón.
—Vaya. Debes de ser muy especial. Lord T. no deja su sitio a cualquiera. En realidad, sólo se lo cede a tres personas en el mundo. Yo soy una de ellas y le doy de comer, San es otra, la que lo encontró. — Soltó una risita—. Supongo que tú eres la cuarta. Considéralo un cumplido. Si no le gustases, se pondría violento.
Brittany observó cómo el gato se dirigía a la cocina tan tranquilo. Para ella no era más que una gran bola de peluche. Se alegraba de caerle bien, porque así se sentía aceptada. Quería preguntar quién era la tercera persona, pero le pareció inoportuno. ¿Sería el novio de Jen? Sabía que Jen no estaba casada por los impresos que había cubierto para la empresa. Tal vez fuese el novio o el prometido de San. La idea la deprimió un poco, quizá porque excluía la posibilidad de conocer mejor a aquellas mujeres. Brittany prefirió no indagar. Jen se acercó a la mesa para coger las copas y el Chianti, y San fue a la cocina para dar de comer al gato. Mientras Brittany se entretenía añadiendo leña al fuego, oyó a San y Jen hablando en voz baja y supuso que el tema de conversación era ella, pero estaba demasiado cansada para reaccionar. Jen regresó sola.
—San va a fregar los platos y a acostarse. Acaba de llegar de la costa este y está molida. La pondremos al corriente por la mañana.
—De acuerdo. —Brittany se acomodó en el sillón, contenta de que San no estuviese allí para escuchar su desdichada historia. La intimidaba confiar en alguien que apenas conocía, aunque se fiaba de Jen, y sin duda también de San, más que de nadie en aquel momento. Jen la miró sin pestañear.
—Te lo voy a decir una vez más. No tienes ninguna obligación conmigo. Me agrada tu amistad y todos hemos pasado malas experiencias. Esta noche eres nuestra invitada. Al margen de eso...
—En realidad, sí que tengo una obligación. Parte del asunto tiene que ver contigo, con tu dinero.
Los ojos oscuros de Jen no revelaron nada. En aquel instante Brittany se dio cuenta de que los ojos de Jen y de San eran del mismo color: café. Brittany tomó aliento y continuó:
—Puede que haya exagerado. Por lo que se refiere a tus inversiones, Sam está sacándoles rendimiento. La mayoría de las acciones van bien. Parte de nuestro problema, del suyo y del mío según él, es que no confío en que él sepa cuándo acabará esta racha y tampoco en algunas de las empresas en las que ha invertido el dinero de mis dientas. —Brittany se interrumpió para ordenar sus pensamientos—. El perfil demográfico de mi clientela, por interés mío y por desinterés suyo, corresponde mayoritariamente a mujeres de más de cuarenta años con importantes carteras de inversión, de las que dependen sus ingresos. El quiere que liquide los intereses de las cuentas y las anime a vender las sólidas acciones tradicionales para comprar otras tecnologías punta, Internet e industrias energéticas, muy inseguras en cuanto a la recuperación de la inversión.
—Funcionaban muy bien. ¿Cuál es el problema?
Brittany apenas oía su propia voz.
—¿Con las acciones? Ninguno, seguramente. Sam está convencido de que las posibilidades son infinitas y dice que el problema soy yo. Empecé a preguntarme cuándo acabaría este circo, pero él aseguraba que lo tenía todo controlado y que debía hacerle caso. Al fin y al cabo, estamos... estábamos... comprometidos, ¿no?
Los ojos de Brittany se llenaron de lágrimas. Dudó, pero continuó, procurando dominar el temblor de su voz. No era el momento de llorar.
—Pero no pude. Hice mi propio análisis técnico de las acciones. Leí libros y periódicos, hablé con corredores de bolsa que conocía y que tenían mucha experiencia. Creo que los mercados, sobre todo esos segmentos, van a ir cuesta abajo muy pronto. Los síntomas están muy claros. También creo que algunas empresas se han levantado sobre arenas movedizas y tienen regímenes contables muy discutibles. La economía mundial ha sufrido un retroceso, y también nos tocará a nosotros. No importa lo que digan algunos políticos: vivimos en una economía global.
Brittany procuró dominarse y se hundió en el sillón, contemplando el fuego.
—Sam no quería oír hablar del tema. Su creciente éxito en los negocios ha alterado mucho su forma de trabajar. Ahora se relaciona con un nuevo grupo de amigos. Sus colegas y él se están metiendo en asuntos que, a mi parecer, rozan las prácticas ilegales. Información privilegiada, manipulación de mercados. No quiere... Se niega... a atender mis preocupaciones al respecto. Cada vez está más distante, irritable y violento. Apenas nos veíamos antes de nuestra ruptura. Sus nuevas amistades llenan todo su tiempo.
Brittany se inclinó hacia delante y se estrujó las manos, mientras las palabras pugnaban por salir de su boca.
—Jen, sus nuevos amigos son verdaderos tiburones. Tienen mucho dinero y les gusta la juerga. No me fío de ellos. Siempre están rodeados de mujeres que no son precisamente compañeras de trabajo. — Percibió el azote del viento y la lluvia en las ventanas—. A Sam le encanta todo eso, las mujeres, la bebida, sus nuevos amigos del alma. Ni siquiera reacciona cuando esos tipos me tiran los tejos, cosa que ocurre constantemente. Dice que no van en serio, que sólo están bromeando. Pero no bromean. Y tratan a las mujeres... de una forma que me pone mala. Disculpa si te parezco cínica, Jen. Ya ves que todo esto me altera mucho.
Jen la miraba fijamente, como si estuviese absorbiendo sus palabras. Brittany continuó, pues necesitaba contar toda la historia.
—El lunes decidí que tenía que hablar con Sam de esto. No lo había visto durante el fin de semana. Dijo que estaba muy ocupado con unos clientes. Lo llamé y le dejé un mensaje, pero no respondió. Le di muchas vueltas. Incluso llamé a mis padres, que creen que es un tipo maravilloso. A veces me pregunto quién le gustaba más: mis padres o yo. —Brittany se miró las uñas, procurando reprimir las lágrimas—. ¡Ay! Nunca se lo había dicho a nadie. —Suspiró—. Pero lo pensé con frecuencia- Tomó aliento para seguir. —Mis padres se compadecieron del pobre Sam y de la presión que sufría para enriquecernos a todos y me animaron a que fuese a hablar con él. —Mientras escuchaba sus propias palabras, cayó en la cuenta de lo que no había visto hasta ese momento: había seguido ciegamente las indicaciones de sus padres, como una niña de diez años—. En aquel instante me pareció buena idea. Lo llamé y saltó el contestador, así que decidí acercarme a su casa. Sí lo encontraba, hablaríamos. Si no, le dejaría una nota. Tenía que hacerlo antes de que me faltase el valor. —“Y para poder decirles a mis padres que lo había intentado.”
Por algún extraño motivo Brittany necesitaba que Jen entendiese su estado mental.
—Me planté en su apartamento. Lo primero que me llamó la atención fue la puerta entreabierta. Me asusté. ¿Y si había entrado alguien a robar? ¿Y si estaba herido? ¿Debía llamar a la policía? Pensé en todas las posibilidades, pero las descarté. Peter se pondría furioso si era una falsa alarma. Así que decidí comprobar yo misma las cosas antes de llamar a nadie. Empujé la puerta y entré. Todo estaba revuelto. Había copas sobre la mesa y alguien había tirado al suelo los cojines del sofá. Oí ruido en el dormitorio. Ahora que lo pienso, debí de identificar el ruido. Pero... no pude evitar ir a la habitación. Me detuve en el pasillo y empujé la puerta para ver. —Se le quebró la voz.- Mi prometido estaba en la cama con una mujer a la que no había visto en mi vida, manteniendo relaciones sexuales. Me quedé allí como una voyeur, y ellos ni siquiera repararon en mí. En la mesilla vi el espejito antiguo de Sam, tan valioso, con un montón de polvos blancos encima. E imaginé de qué se trataba.
Jen abandonó el sillón y se sentó en el suelo. Llenó las dos copas de vino, y Brittany la imitó, sentándose en la gruesa alfombra ante la chimenea. Ambas contemplaron las llamas.
—¿Sabes, Jen? Creo que reaccioné en aquel momento. Entré en la habitación y fui hacia la mesilla. La mujer se fijó entonces en mí. O más bien se fijó en el diamante de mi sortija de compromiso. Sam seguía en plena faena. Cogí el espejo, lo acerqué a los labios y soplé sobre el polvo, que voló por los aires y aterrizó encima de la feliz pareja. A la mujer se le dilataron los ojos y dejó de moverse, pero Sam ni se inmutó. Repetí la operación. Sam cedió un poco y al fin se dio cuenta de que la mujer estaba inmóvil. Luego siguió la dirección de sus ojos. Nos miramos los tres, hasta que él dijo: “¡Mierda! ¿Qué estás haciendo aquí?”.
Brittany se sentía atrapada en el recuerdo.
—Puse el espejo encima de su cabeza y le arrojé el resto del polvo encima. Me quité la sortija de compromiso, agarré la mano de la mujer y se la puse en un dedo. Luego le dije a Sam: “Que se la quede, la necesita más que yo. Ah, Sam, te dejo”. Me miró boquiabierto y añadí: “Una cosa más. Que te jodan”. Y salí dando un portazo.
Se quedaron calladas durante unos instantes. Jen empezó a reír. Primero con una risa tímida y, luego, con verdadero placer. Brittany sonrió tímidamente y soltó una risita. Acabaron riéndose a carcajadas, apoyadas la una contra la otra, sin poder contener las lágrimas, mientras se esforzaban por respirar. Cuando se recuperaron, Jen dijo:
—Pero eso no explica lo que tienes en el labio y en la mejilla. Se nota mucho, aunque el maquillaje disimula lo peor. ¿Qué ocurrió después?
Brittany se miró las manos.
—Salí de allí disparada y me fui a mi apartamento. Llamé a mi amigo Kurt, de Boston, para contarle lo que había ocurrido. Kurt era el único al que no le caía bien Sam y siempre desconfió de él. Pero no lo encontré, sólo su buzón de voz. Dejé un mensaje y, cuando estaba decidiendo qué hacer a continuación, sonó el timbre del portero automático. Pensé en no contestar, pero un hombre dijo: “Traigo flores”, así que creí que ya empezaban las disculpas y lo dejé entrar.
Brittany intentó aflojar los dedos, que tenía fuertemente entrelazados.
—Cuando llamaron a la puerta, apliqué el ojo a la mirilla y vi unas flores. Quité la cadena de la puerta y, antes de que la abriese del todo, un hombre se coló y me empujó con violencia. Traté de sentarme, pero el tipo saltó sobre mí y me tiró del pelo. Su aliento olía fatal, y su cara estaba casi pegada a la mía. Dijo: “Pórtate bien, perra. Mantén la boca cerrada y haz lo que te ordenen o volveré. No te gustaría que volviese, perra. Pero lo haré”.
Brittany oyó su voz monótona y apagada. Sólo así era capaz de contarlo.
—Luego encajó su... pelvis entre mis piernas y me retorció el pecho y el pezón con tanta fuerza que casi perdí el sentido. Sin darme tiempo a reaccionar, me empujó y me abofeteó; luego permaneció a mi lado unos segundos. Yo esperaba que creyese que me había dejado inconsciente. Sin embargo, se rió y dijo: “Oh, vale, y no se te ocurra llamar a la policía, hija de puta, porque eso sí que me cabrearía un montón”. Después se marchó.
Las lágrimas de Brittany se desbordaron cuando asimiló la magnitud de lo que había ocurrido el lunes y aquella noche. Jen la rodeó con un brazo y la sostuvo, mientras la joven lloraba. Cuando se calmó, Jen la ayudó a levantarse y la acompañó a la habitación de invitados, apartó las sábanas y la metió en la cama. Brittany se quedó dormida antes de que su cabeza rozase la almohada. Tras cerrar en silencio la puerta de la habitación de Brittany, Jen fue de puntillas a la habitación contigua y llamó suavemente a la puerta. San la invitó a entrar enseguida. Jen se sentó en la silla que estaba junto a la cama.
—¿Has oído algo?
—Casi todo. Da la impresión de que la señorita Pierce es inocente, pero le falla el criterio a la hora de juzgar a la gente.
—Me cae bien, San. Creo que es buena persona.
—Tú también le caes bien a ella. —San se encogió de hombros—. Eso nos resulta muy útil a la hora de conseguir su ayuda para implantar el programa. Buen trabajo.
San se mostró sorprendida cuando Jen le espetó:
—Santana López, ¿pretendes decirme con toda la cara que no tienes el menor reparo en enviar a esa chica a semejante lugar? Alguien la considera peligrosa. La han amenazado y, si no hubiésemos estado allí, sabe Dios lo que le habría ocurrido.
San optó por ignorar la punzada que sintió en el estómago al pensar lo que podría haberle sucedido a Brittany Pierce si aquel matón le hubiese puesto las manos encima. Levantó las manos en un gesto de rendición.
—De acuerdo, tía Jen, parece una persona muy agradable. Pero eso no altera el hecho de que es el momento perfecto para pedirle que implante el software. Creí que estabas como loca por echarles el guante a esos tipos que se dedican a robar los ahorros de toda su vida a las ancianas. Lo haría yo, pero, si descubren una intromisión, toda la operación se desmoronaría. Se marcharían y montarían el mismo chiringuito en otro lugar. No se me ocurre una forma más segura de hacerlo.
Al ver la expresión de Jen, San admitió:
—Y me siento fatal por eso. ¿Estás contenta?
Los rasgos de Jen se suavizaron.
—San, a veces pareces muy dura, muy intransigente. Marina y yo no te educamos así.
San oyó unos arañazos en la puerta y se levantó para dejar pasar al gato, agradeciendo el tiempo que eso le daba para pensar. Lord T. entró corriendo y saltó sobre el regazo de Jen, y San miró a su tía a los ojos.
—No, es cierto. De eso se ocupó mamá. Por lo menos no me dedico a robar bancos, así que algo bueno hicisteis, ¿no?
En aquel momento San se sentía como la adolescente desgarbada e insegura que buscaba con desesperación el amor de su tía. La reconfortó que Jen se acercase a ella y le cogiese la mano.
—Eres una mujer maravillosa y valiente. Siempre he estado orgullosa de ti. Sólo que... me preocupa la seguridad de Brittany
Su tía nunca abandonaba el toque de ternura.
—Cuidaré a la señorita Pierce, Jen. Te lo prometo. —San se tumbó y bostezó antes de añadir—: Escucha, tengo que ocuparme de algunas cosas mañana temprano. ¿Por qué no vas a dar una vuelta con Brittany y hablas con ella? Diablos, si tanto te preocupa, invítala a vivir aquí. Estamos muy seguras y gozamos de total autonomía.
Jen se despidió de su sobrina con un abrazo y salió de la habitación, seguida por Lord T. San se quitó la bata y se acostó. Luego cerró los ojos y repasó lo sucedido durante el día. Había algo en Brittany Pierce. Y no era sólo su belleza. Algo que empujaba a San a desear protegerla. “¡Qué ridiculez! Apenas la conozco.”
Se dio la vuelta y ahuecó la almohada. Al día siguiente tenía que levantarse muy temprano
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Alisseth Mar Jul 09, 2013 2:48 pm

Buu pobre Britt FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2824147739 
Quien es el desgraciado que la trata asii???
bueno está muuuy interesante...

San la quiere proteger.. que linda como siempre.. FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 918367557 

Espero tu actualizacion FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 4061796348 

Besoss FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 4061796348 
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Mensaje por Invitado Mar Jul 09, 2013 3:03 pm

me siento un corredor atras d ti no m di cuenta d tu amterio fic y lo lei d corrido y ahpra empiezas dos y anfo leyendo y leyendojejeje pro bno aki m tines

tengo k confesarte k estoy algo cnfunsa cn la hostoria primero ck el hombre emtro al depa d britt a k se dedican jen y san? pro em fin aki m trmdras saludos y esy bnas las historias
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 3:47 pm

Alisseth escribió:Buu pobre Britt FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2824147739 
Quien es el desgraciado que la trata asii???
bueno está muuuy interesante...

San la quiere proteger.. que linda como siempre.. FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 918367557 

Espero tu actualizacion FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 4061796348 

Besoss FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 4061796348 
No te hare esperar mucho, te pongo ya el capitulo ;)
fernanda hernandez ojeda escribió:me siento un corredor atras d ti no  m di cuenta d tu amterio fic y lo lei d corrido y ahpra empiezas dos y anfo leyendo y leyendojejeje pro bno aki m tines

tengo k confesarte k estoy algo cnfunsa cn la hostoria primero ck el hombre emtro al depa d britt a k se dedican jen y san?  pro em fin aki m trmdras saludos y esy bnas las historias  

 FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final 2414267551  Me alegro que te gusten los FF.
La historia irá revelando esas incognitas, no te preocupes, que no te dejaran con la duda mucho tiempo
Nos vemos ;)
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 4

Mensaje por Marta_Snix Mar Jul 09, 2013 3:49 pm



 

Capitulo 4
Brittany se despertó agitada, moviéndose por primera vez en muchas horas. Notó una pesadez en el pecho y se esforzó por abrir los ojos, lo cual se le antojó una tarea titánica.
Entonces lo oyó. Un ronroneo grave. Se incorporó de un salto y se encontró con unos serenos ojos verdes que la miraban. Lord T., el gran gato de la noche anterior, reclamaba su colchón. La puerta estaba cerrada. ¿Cómo había entrado? “A lo mejor se coló cuando me acosté. Me acosté. No me acuerdo de eso.” Miró bajo las mantas y vio que llevaba puestos los pantalones de chándal que Jen le había prestado. Lord T. le acarició el pecho con las patas delanteras, babeando. “Como un hombre, babeando encima de los pechos.” El gato estaba en la gloria, sin duda, y era monísimo. El cuerpo de Brittany, sus piernas largas y bien torneadas, la cintura y el tórax estrechos, y los pechos abundantes atraían a los hombres desde que era apenas una adolescente. Incluso los amigos de su padre la miraban con lascivia, cosa que le molestaba mucho. Pero ¿Lord T.? Tenía barra libre. Cuando el gato se marchó, Brittany encontró su reloj sobre la mesilla. Eran las ocho de la mañana. ¿A qué hora se había acostado? El olor a café y a levadura de pan le provocó rugidos en el estómago. Se le hizo la boca agua. “Me muero de hambre otra vez.” No solía ocurrirle eso, al menos en los últimos tiempos. Supuso que había estado sometida a tanto estrés que le quitaba el apetito. A lo que había que añadir los años de entrenamiento de su madre, que vigilaba cada caloría suya y de su hija. En la universidad había trabajado como modelo y, al igual que a la mayoría de las modelos, le horrorizaba la comida. Recordó su imagen en el espejo la noche anterior.
No era de extrañar que estuviese hambrienta. Se dirigió dando tumbos al cuarto de baño y realizó las abluciones matinales mecánicamente. Mientras se cepillaba los dientes, contempló su rostro en el espejo. “¡Por Dios bendito!” Tenía los ojos rojos e hinchados, y el moretón empezaba a difuminarse en el lado derecho. Sus rubios cabellos, se erizaban sobre su cabeza, como si hubiese metido los dedos en un enchufe. Estaba pálida y demacrada, pero la hinchazón de la mejilla casi había desaparecido. También había mejorado el labio. “Menos mal. Ahora parezco un esperpento porque no tengo maquillaje para ponerme.” Su imagen la dejó tan atónita que se olvidó de cepillarse los dientes y manchó de saliva la camiseta. “Estupendo. Acabo de rematarla.” No le hubiera preocupado mucho si sólo tuviese que ver a Jen, pero su misteriosa sobrina, San, estaba allí. Se habría sentido mejor con un poco de maquillaje y otra ropa. Cerró los ojos, tomó aliento, exhaló y salpicó el espejo de pasta de dientes. Soltó una maldición, se enjuagó la boca y se mojó el pelo para aplastarlo, pero sus esfuerzos por limpiar el dentífrico del espejo sólo sirvieron para mancharlo más. Se prometió arreglarlo más tarde. Siguió la dirección de los deliciosos olores y encontró la cocina sin tropezar con demasiados muebles. Estaba un poco descolocada tras lo sucedido en los últimos días. Vio una nota sobre la mesa.
“Buenos días, Brittany, espero que hayas descansado bien. Hay café en la encimera, tazas en la alacena y el pan estará listo a las ocho y media. He salido a pasear. Hasta luego, Jen.”
Brittany buscó un tazón en el armario, eligió uno con el nombre de una empresa y lo llenó hasta arriba de café fuerte y aromático. Cogió la taza con las dos manos para calentarlas y, por primera vez, se fijó en lo grande y alegre que era la cocina. En casa de sus padres había dos cocinas: una para preparar comidas y otra para exhibir. Eran el ideal del Architectural Digest, pero resultaban frías y estériles. Aquella cocina era acogedora y además se podía cocinar en ella. ¿Qué le había dicho Jen de sus actividades? Brittany siempre había creído que provenía de una familia rica y que no trabajaba. Suponía que Jen vivía sola y que era divorciada o viuda. A pesar de sus conversaciones, en realidad sabía muy poco de ella. Tenía un millón de dólares para invertir y eso era lo único que a Sam le importaba. Con la cabeza más despejada, Brittany abrió la puerta próxima a las ventanas y entró en un comedor con una amplia mesa rústica y bancos. En la pared de la derecha, un sólido aparador contenía platos, cubiertos y fuentes. Las fuentes eran de colores alegres y encajaban con el ambiente rural de la casa. Brittany no pudo evitar compararlo con el comedor formal de la casa de sus padres, donde el servicio se encargaba de todo. El de Jen era de esos lugares en los que un grupo de amigos se pasaban las fuentes y se servían entre bromas ruidosas y simpáticas. A Brittany le gustaba. En el salón se detuvo bruscamente. Ante ella se extendía el océano Pacífico. No sólo un atisbo o un retazo. Se acercó a una ventana y contempló el paisaje. “¡Tengo ante mí todo el océano Pacífico! Kilómetros y kilómetros azules. ¡Caramba!” Distinguió un barco en el horizonte, que parecía a millones de kilómetros de distancia. Era una vista deslumbrante que la sosegaba, hacía que se sintiese insignificante y real al mismo tiempo. Aquella casa estaba viva, no sólo habitada. A menudo Brittany se había sentido como habitante de su propia vida. Rodeaba la casa un precioso jardín con rosas por todas partes y senderos que se cruzaban. Más allá había acantilados y después nada, sólo el océano. A unos treinta metros de la casa principal vio una casita. “Es más antigua, pero ¿cómo será por dentro? ¿Vive alguien en ella?” Brittany estaba sumida en sus pensamientos cuando oyó que se abría la puerta de atrás y entraba alguien. El termostato del horno se apagó y Brittany regresó a la cocina, donde la esperaba Jen.
—Vaya, tienes buen aspecto. ¿Cómo te encuentras?
Daba la impresión de que a Jen le importaba realmente la respuesta. Nadie, salvo su amigo Kurt, le preguntaba eso y se interesaba por la contestación. Tal vez su madre en otro tiempo.
—Mejor. Aunque he dormido demasiado y no tengo maquillaje para disimular los moretones, estoy de maravilla. A propósito, gracias por el cepillo de dientes. No creo que hubiese podido hacerlo con los dedos. Lord T. se enredó entre las piernas de Jen, maullando lastimosamente.
—¿Dónde te habías metido? Esta mañana no te encontraba. —Jen cogió en brazos a la gran bola peluda, que se frotó contra su barbilla. Brittany esbozó una afectuosa sonrisa.
—Conozco la solución de ese misterio. Cuando me desperté, estaba sobre mi pecho, mirándome.
—Seguro que se puso a rascar tu puerta antes de que San se marchase y ella lo dejó entrar en tu habitación. Lord T. tiene mucho ojo para las mujeres hermosas.
Brittany se puso colorada ante el cumplido.
—Bueno, no estoy tan segura. Tuvo que profundizar bastante para descubrir la hermosura.
—Eso nunca ha sido obstáculo para el viejo Lord T. —Jen le rascó la cabeza al gato antes de dejarlo en el suelo.
—¿San no está?
Jen estaba abriendo una lata de comida para el gato.
—No. Tenía asuntos que resolver muy temprano.
Tras dar de comer a Lord T,, Jen se lavó las manos y preparó con gran soltura un desayuno a base de huevos revueltos con cebolletas y queso de cabra. Brittany puso la mesa en el comedor e hizo café, tarareando muy contenta y pensando en lo tranquila y animada que se sentía. Tal vez le gustase la vida rural. O tal vez sólo aquella vida rural. Pero decidió no darle más vueltas al asunto. Carecía de verdaderos vínculos con aquellas mujeres. Entre los huevos y el pan recién hecho con mantequilla, Brittany comió como hacían antiguamente los mozos de labranza, sentados ante la larga mesa del comedor. Repitió todos los platos, incluida la mermelada de ruibarbo (que nunca había probado y que desde aquel momento se convirtió en su favorita), hasta que por fin, saciada, suspiró.
—Jen, eres una cocinera maravillosa. ¿Te has dedicado profesionalmente?
Los ojos de Jen centellearon.
—Sí, en otra vida. Sigue gustándome, pero sólo lo hago para la familia y los amigos. —Sus bonitos ojos café se oscurecieron un poco—. Brittany, deberíamos buscar una solución para ti. Tengo ideas, pero he de saber qué te parecen.
Brittany se levantó bruscamente y empezó a recoger la mesa.
—Deja que lave los platos. Yo... necesito tiempo.
—Por supuesto —se apresuró a decir Jen—. Te enseñaré dónde está todo y acabaremos enseguida. Luego haremos el recorrido.
Brittany agradeció el aplazamiento. No le apetecía enfrentarse a Sam ni volver a su apartamento. No tenía ningún plan y nunca se había sentido tan sola en toda su vida. Mientras se ocupaban de los platos y de la casa, Brittany sintió curiosidad por todo. Se fijó en lo cómodo y cálido que era aquel lugar. Muy diferente a los lugares en los que se había criado. En el fondo de su mente sabía que, cuando sus padres se enterasen de la ruptura, insistirían en que volviera a Boston. Pero aquella casa y Jen le parecían, tras un solo día, un puerto más seguro que la casa de sus padres. Y tal vez San se hiciese amiga suya en el futuro. Brittany no sabía nada de ella, pero había algo que la atraía. Quizá los ojos, tan parecidos a los de Jen. “Sí, debe de ser eso.”
En el salón, Brittany se detuvo ante la gran chimenea de piedra con la repisa de roble de una pieza, tallada por un artesano. Estaba admirándola cuando reparó en las fotos que había encima. En varias se veía a familiares y amigos de Jen. En una de ellas, una Jen más joven, con bata blanca de chef, rodeaba con el brazo los hombros de una mujer pequeñita, atractiva, de aspecto familiar; ambas sonreían a la cámara. Brittany se fijó en una foto de Jen con una muchacha, y en otra con la misma chica, un poco mayor, una adolescente morena, alta y desgarbada. Fijándose bien, ambas tenían los mismos ojos café, deslumbrantes. “Asombroso. Debe de ser San. Me pregunto de cuándo será la foto.” Le resultaba violento preguntarle directamente por San y, sin saber por qué, optó por hacer comentarios generales.
—Unas fotos preciosas, Jen. Háblame de ellas.
A Jen se le iluminaron los ojos.
—En ésa estoy yo, mi hermano, mi hermana y nuestros padres. Estábamos muy unidos en aquella época. Con los años tuvimos nuestras diferencias, sobre todo mi hermana y yo. Sigo queriendo mucho a mi hermano. Esas son amigas mías, la mayoría de las cuales viven en esta zona. Algunas son artistas, artesanas o escritoras. Nos reunimos de vez en cuando. A lo mejor un día coincides con ellas. Brittany pensó que le encantaría, puesto que no tenía amigas íntimas ni nunca las había tenido. Ser guapa conllevaba inconvenientes, sobre todo cuando se atraía tan fácilmente a los hombres. La ironía era que nunca había querido atraerlos de forma consciente. Pero muchas veces la habían acusado de robarle el novio a otra chica. Así que había aprendido a distanciarse tanto de los hombres como de las mujeres. Señaló la foto de Jen, vestida de chef, con la mujer atractiva.
—Ésa soy yo en París. Trabajé allí como chef varios años. Y conocí a esa mujer en el restaurante en el que trabajaba. Recuérdame que te cuente la historia alguna vez.
Volvió a centrarse en las fotos suyas con la muchacha y habló con un orgullo evidente.
—Y ésa es San. —No dijo nada más. Se limitó a contemplar la foto con cariño. Brittany no pudo reprimir la curiosidad.
—¿Cuántos años tenía?
—En esa foto debía de tener dieciséis años. Pasaba los veranos aquí, con nosotras. —La sonrisa de Jen se difuminó—. Pero ahora es mayor y trabaja en Washington. Esta mañana tenía que marcharse temprano para ocuparse de un asunto en Los Ángeles. No nos vemos tanto como nos gustaría, aunque nos comunicamos por correo electrónico varias veces a la semana cuando está en Washington. Es una persona muy especial. En realidad, la considero algo mío. Es hija de mi hermano.
La voz de Jen transmitía un cariño evidente. Brittany sintió una punzada de envidia, cosa que le sorprendió. Al fin y al cabo, San era sobrina de Jen. Lógicamente, estaban muy unidas. Pero Brittany no tenía en su familia mujeres mayores en las que poder confiar. Su madre no contaba. El recorrido continuó. La habitación siguiente era un despacho con un ordenador último modelo, fax, escáner, impresora, fotocopiadora y un teléfono multilínea. Jen le explicó que San había instalado el equipo y que ella se iba adaptando poco a poco a las innovaciones.
—Esto es el último grito —afirmó Brittany—. Me sorprende que no tenga un sistema inalámbrico.
Jen asomó la cabeza por la puerta y repuso:
—San dijo que los sistemas inalámbricos eran muy fáciles de piratear. Creo que está trabajando en eso. Ella es la entendida.
Jen llevó con destreza la conversación a temas mundanos, a lo mucho que le gustaban los correos electrónicos de San y de sus amigas, navegar por la red y escribir cosas con el ordenador. Suponía que se podían hacer muchas más cosas, pero a ella le bastaba con eso. San le había dicho que, cuando fuera a visitarla, necesitaba un despacho para trabajar, y así la había convencido. Jen dejó atrás la habitación de invitados en la que había dormido Brittany y pasó ante una puerta cerrada.
—Esta es la habitación de San —anunció—. Anoche fuisteis vecinas.
Brittany contempló con interés la puerta cerrada, mientras seguía a Jen por el pasillo. Quería darle las gracias a San por haberla rescatado la noche anterior. Estaba demasiado aturdida para pensar en eso durante la cena y, luego, San había desaparecido. A continuación estaba el gran dormitorio principal, con un ventanal que daba al océano y desde el que se disfrutaba de las mismas vistas espectaculares que en el resto de la casa. Junto a la ventana, en un rincón, había otra chimenea. La cama tenía un enorme edredón, como el de la habitación de Brittany. En aquel momento decidió que le chiflaban los edredones.
—¿Cómo haces para levantarte por las mañanas? ¡Yo no sería capaz!
—Bueno, digamos que depende de lo que a una le interese.
En una de las mesillas había una foto de San y un retrato de una atractiva y misteriosa mujer, la misma que aparecía en la foto de París. A Brittany le resultaba conocida, como si fuese famosa. Quería preguntar quién era, pero Jen estaba ya en el zaguán.
—Vamos, remolona, hay mucho que ver.
Mientras caminaban, Brittany se fijó en lo tranquilo que era el lugar. En el jardín abundaban las plantas adultas, pero en algunas zonas se estaban plantando especies nuevas.
—Entre el viento y la lluvia del océano, la tierra, que contiene gran cantidad de sal y cañas, desaparece durante las tormentas y estos jardines se convierten en un proyecto a tiempo completo. No hay muchos árboles crecidos por aquí. Los vendavales arrancan los árboles tiernos antes de que arraiguen. Hay que mirar mucho lo que se planta.
De pronto, Brittany reparó en un agudo gorjeo. Mientras recorrían la finca, unas pequeñas criaturas pasaron zumbando sobre ellas y revolotearon entre las flores y los arbustos. Montones de pequeñas criaturas. Brittany se detuvo a mirarlas, mientras Jen continuaba. Se trataba de colibríes y centraban su actividad en Jen, en Jen y en la miríada de flores del jardín.
—Jen, tienes compañía. —Vieron más de veinte pajarillos, que se posaron en la tierra, piando y gorjeando.
—Oh, los colibríes. Sí, nos hemos hecho amigos con los años. Aquí se han criado generaciones enteras. Planté flores que les gustan y en invierno los alimento. Granujillas hambrientos. Ni siquiera me fijo en ellos, salvo cuando están callados. Entonces sé que ocurre algo malo, por ejemplo que hay un desconocido en la casa. Si la persona está conmigo, no les importa, como ya te habrás dado cuenta.
—¿Lord T. no los molesta?
—Antes sí. Pero debieron de negociar, porque ahora se sienta al sol y los observa durante largos períodos. Cosa que también hago yo. Son muy divertidos.
Brittany nunca había oído cantar a un colibrí. Estaba encantada. Cuando llegaron a la casita, se detuvieron y Jen le explicó que se trataba del edificio original de la finca. Sus abuelos eran los dueños de la propiedad y, cuando murió su abuela, hacía veinte años, se la dejó a Jen, que vivió en la casita y poco a poco fue transformando el lugar hasta convertirlo en lo que era.
—San y yo proyectamos la nueva casa. Ella me ayudaba durante los veranos, y mis amigas también colaboraron. En esta zona hay muchas mujeres con vidas poco convencionales. Lo pasamos de maravilla haciendo todo esto. Algunos de mis mejores recuerdos se enmarcan en esta casita. A veces la echo de menos. La casita necesitaba reformas: había manchas en el techo, donde el tejado tenía sin duda goteras, pero Brittany enseguida se sintió muy cómoda en aquella casa de muñecas de una habitación.
—¡Es preciosa! Y muy acogedora. Toda la finca es así, Jen. Has hecho un estupendo trabajo en ella. Me parece muy tranquila y la atmósfera es muy relajante.
Brittany sintió de nuevo punzadas de algo que no podía expresar con palabras. Su vida era todo lo contrario a aquel mundo desde que tenía memoria. Un cansancio familiar la envolvió como una manta. Sabía que era hora de regresar al mundo real. Jen, que estaba observando el techo, se volvió para decir algo, pero se calló.
—¿Te encuentras bien? Parece como si te hubieras quedado sin aire.
Brittany suspiró.
—Supongo que ya va siendo hora de pensar qué voy a hacer con mi vida. La sola idea me agota. — Y también le daba náuseas, aunque no lo confesó.
Cuando Jen la abrazó por los hombros y la apretó contra sí, Brittany absorbió la fuerza y el apoyo de su nueva amiga.
—Vamos a la casa principal a hablar. Los años me han enseñado que siempre existe una solución y que a veces no es la que pensábamos.
Regresaron y se sentaron ante la chimenea encendida con unas tazas de té, y Lord T. acurrucado en el regazo de Brittany
—¿Has comprobado los mensajes de tu casa?
—¡No! —A Brittany le sorprendió el miedo que transmitió su propia voz. Tomó aliento y continuó—: No. He roto con Sam para siempre. Lo de la mujer es grave, pero lo de las drogas me parece aún peor. He conocido a demasiada gente que las tomaba y sé lo mucho que afectan al que las consume y a su entorno. Me niego a introducirlas en mi vida. —Acarició a Lord T. y añadió en voz baja—: Por no hablar de que aún no sé quién es el gorila de anoche ni sé si Sam tiene algo que ver con él. La idea me aterroriza.
—Cariño, no es mi intención curiosear, pero ¿puedo hacerte unas preguntas?
La amabilidad y la comprensión que emanaba de la voz de Jen empujaron a Brittany a asentir.
—Sam y tú estabais... comprometidos, ¿verdad?
Un gesto de asentimiento.
—¿Lo quieres?
Silencio.
—Y ahora la gran pregunta. ¿Estás enamorada de él?
Los ojos de Brittany se desorbitaron.
—No, creo que no.
La respuesta quedó suspendida en el aire unos segundos. Lord T. se encaramó de nuevo sobre el regazo de Brittany y empezó a ronronear, mientras la joven le rascaba las orejas con gesto ausente.
—Ya tenemos un principio —dijo Jen—. Pero debo preguntarte algo más. ¿Piensas que él está enamorado de ti?
—En realidad, no creo que lo esté, Jen. Sólo está enamorado de sí mismo. Encajo en el papel porque reúno todas las condiciones para que se case conmigo. Pertenezco a la familia adecuada y tengo la educación adecuada, y nunca se olvida de mencionar que he sido modelo. También soy diez años más joven que él, cosa que le gusta. Y, ahora que lo pienso, apostaría a que disfrutaba cuando sus amigos intentaban ligar conmigo. —¿Y tú?
—¿Disculpa?
—¿Disfrutabas cuando sus amigos intentaban ligar contigo?
Brittany desvió la vista, avergonzada.
—Caramba. Nadie me lo había preguntado antes. Si te soy sincera, no. No disfrutaba. Sobre todo viniendo de aquellos hombres. Pero estoy acostumbrada a que me ocurra y me han preparado para asumirlo. Sé cómo vestirme para atraer. Así que supongo que Sam y yo éramos perfectos el uno para el otro. No sé si es ésa la respuesta que querías, pero no tengo otra.
—No seas tan dura contigo misma —dijo Jen en voz baja.
Brittany contempló al gato.
—Incluso me ofreció un trabajo y me responsabilizó de clientes que a él no le parecían tan interesantes como los suyos. Supongo que pensaba que así podía controlarme. —Llevaba demasiado tiempo reprimiendo la rabia, y en aquel momento las palabras fluían solas—. Nuestras discusiones empezaron cuando comencé a pensar por mi cuenta. Luego cuestioné a sus nuevos amigos, cosa que lo irritó muchísimo. Nos distanciamos, pero manteníamos las apariencias. Eso se le da muy bien. Diablos, a mí me educaron para mantener las apariencias, así que seguramente ese aspecto de mi carácter coincidía
con lo que él esperaba. — Lord T. saltó al suelo bruscamente y se dirigió a la cocina agitando la cola. “Dios mío, acabo de molestar al gato.” Aquel hecho disipó su inoportuna rabia, pero dejó paso a otros pensamientos.- ¿Sabes? Tengo tanta culpa como él. No debería haber dejado que las cosas llegasen tan lejos. Ahora sólo quiero salir corriendo. Me convencí de que todo iba a funcionar, pero en realidad creo que temía decepcionar a mis padres. En la relación no había casi nada... satisfactorio.
Brittany miró a Jen, que se sentía incómoda al compartir aquellas confidencias. Antes de continuar, dedicó unos instantes a retirar pelusa de su regazo.
—Debo de ser un caso perdido. Se supone que estoy en el mejor momento de mi vida y que lo tengo todo. Y ahora... —Se echó hacia atrás y apoyó la cabeza en el respaldo de la silla. No sabía si podría levantarse.
Tras permanecer un rato en silencio, Jen dijo:
—Tengo otra pregunta para ti.
Brittany asintió.
—¿Crees que Sam intenta engañar a sus inversores a sabiendas? ¿Crees que no es honrado o que está tan pagado de sí mismo que se mueve por la avaricia y el ego?
—Me inclino por la avaricia y el ego. Ha ganado tanto dinero en tan poco tiempo que cree que todo lo hace bien. Esos tipos con los que se relaciona son como él. Lo deslumbraron. Van por ahí con la cabeza muy alta, conduciendo sus Porsches y fumando habanos. Sin olvidar las drogas. Todo eso empezó con ellos. Excepto uno, Noah, que no es como los demás. Todos lo respetan. Si te soy sincera, es el que más miedo me da. Sus ojos están..., no sé cómo decirlo..., muertos. Y creo que Sam y sus amigos también le temen. —Se frotó la frente—. Lo siento. Seguramente pensarás que me estoy poniendo melodramática.
—¿Crees que existe alguna relación entre Sam y el tipo que te atacó?
—Sin duda, fue muy oportuno. Llamó al timbre y dijo que traía flores. Me parece mucha coincidencia. Pero Sam nunca había hecho nada parecido. Grita y es un bruto manipulador, pero jamás me ha pegado. No sé qué pensar, Jen. Estoy aterrada.
—Cariño, es mejor que no saquemos conclusiones precipitadas. Debes tomar algunas decisiones, sí, pero para ello necesitas más información. Comprueba tus mensajes y habla con Sam
—Supongo que tienes razón. —Brittany suspiró—. Alguna vez tendré que volver a casa. Aquí no hago más que incordiar. Muchas gracias por tu tiempo y tu paciencia. —Hizo ademán de levantarse de la silla, pero Jen se inclinó hacia ella y le puso una mano sobre la rodilla.
—Espera, Brittany, no me refería a eso. En esta casa siempre serás bienvenida. Me ha encantado tu compañía. En realidad, me recuerdas a San en tu empeño de ser sincera. Pero ella siempre se marcha antes de que me dé cuenta de que está aquí. Si pasarais algún tiempo juntas fuera de un coche a toda velocidad, seguro que os haríais amigas, incluso pensé en... En fin, no importa. Es demasiado pronto para pensar en tu futuro.
—¿Qué?
—Últimamente me he dado cuenta de que este lugar me supera. Antes tenía ayuda, y San venía en verano, pero ahora todo recae sobre mí y a veces me agota. Había pensado poner un anuncio para buscar una casera que viviese en la casita y se ocupase de la finca, de arreglar los jardines, reparar algunas cosas, lo que surja. No lo he hecho porque soy muy cauta con las personas a las que invito. Quiero, y no te rías, a alguien que tenga la energía necesaria para ello. Ahora que lo has visto, supongo que comprendes a qué me refiero. —Jen dudó un momento—. Estaba pensando en ofrecértelo a ti. No como casera, sino como un lugar nuevo para vivir. Sin embargo, comprendo que tienes mucho que arreglar antes de eso y ni siquiera sé si te atrae mínimamente la idea. Eso es todo. —Sonrió—. Y recuerda: tú te lo has buscado.
Brittany esbozó una enorme sonrisa.
—¡Caramba! Creí que estabas intentando librarte de mí educadamente. No quería irme y me preguntaba qué podía hacer para que me invitases a volver. Al menos estamos de acuerdo. ¡Gracias!
Lord T. maulló desde la puerta de la cocina, pidiendo comida, sin duda.
—Si pudiera, no volvería a San Francisco. Pero sé que debo hacerlo. Si decido dejarlo todo, o una parte, quiero hacerlo bien. Tengo que regresar y solucionar este embrollo.
Temiendo que Jen interpretase su respuesta como una negativa, Brittany se apresuró a añadir:
—Jen, no te imaginas cuánto significa para mí tu ofrecimiento. Saber que hay un lugar como éste, con una amiga como tú, me reconforta. No tengo palabras para agradecértelo. —A Brittany se le empañaron los ojos mientras hablaba y se levantó de un salto. Jen la imitó.
—Sabes que el ofrecimiento sigue en pie y que siempre serás bienvenida. No tienes por qué vivir aquí. Te llevaré a tu apartamento ahora mismo, si lo prefieres. ¿Crees que estarás segura allí? ¿Por qué no te quedas durante el fin de semana, sólo por precaución?
Brittany suspiró.
—Sería estupendo. Pero ese tipo que me persigue no cometerá la estupidez de atacarme a plena luz. Debo afrontarlo. —Sabía que las palabras sonaban más valientes de lo que eran en realidad.
Jen la abrazó con fuerza.
—Ahora te considero mi amiga. Te ayudaré a recoger tus cosas y te prepararé una cesta con comida. Ah, Brittany, cuando vuelvas a la realidad, procura ser sincera contigo misma. Es tu vida, no la de tus padres, la de tus amigos o la de Sam. Haz lo que tu corazón te dicte. Siempre.
—Lo intentaré. No, lo haré. Ya va siendo hora de que lo haga
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por monica.santander Mar Jul 09, 2013 4:37 pm

huy me encanto!!!! seguilo por favor!!
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 5

Mensaje por Marta_Snix Miér Jul 10, 2013 6:33 am

Monica.santander: Ayer no me dio tiempo a poner más capitulos, pero aqui te dejo uno hoy


Capitulo 5
Brittany y Jen estaban en la autopista 101 cuando una nube de aprensión atenazó a Brittany. Tras pasar una sola noche fuera de casa, la abrumaba no saber cómo afrontar su vida. Ni siquiera la animó la vista del puente Golden Gate desde la península de Marin. Cuando llegaron al apartamento, en el distrito de Marina, Brittany decidió enfrentarse a lo que le esperaba y cambiar algunas cosas para sentirse mejor. Por desgracia, aún no sabía qué cambios debía hacer. Le aseguró a Jen que no hacía falta que la acompañase hasta su piso, le agradeció que la hubiese llevado hasta allí y se despidió de ella, procurando no fijarse en la furgoneta blanca que seguía aparcada en la calle. Cuanto más se acercaba a su apartamento, en el tercer piso, más se arrepentía de no haber aceptado el ofrecimiento de Jen. Estaba aterrada cuando abrió la puerta y echó un vistazo. No había nada raro, salvo manchas de agua en el suelo de madera, provocadas por las flores que su atacante había utilizado el lunes para ocultar su rostro. Se detuvo. No oyó nada, así que se quitó los zapatos y recorrió el apartamento de puntillas, comprobando con cautela todas las habitaciones. Incluso miró bajo la cama. Tardó otros cinco minutos en armarse de valor para descorrer la cortina de la ducha y cerciorarse de que Norman Bates no estaba detrás, con un gran cuchillo en la mano. Se rió con nerviosismo.
—Chiquilla, estás perdiendo los papeles.
Cuando se convenció de que el piso estaba vacío, examinó el salón con todo detalle y encontró manchas de sangre seca debajo del sillón. Las había pasado por alto al limpiar. No vio cámaras ni micrófonos, pero le intrigaba la furgoneta. Antes de salir de Bolinas, Jen le había sugerido que llamase a la policía y le había reiterado el ofrecimiento de pasar el fin de semana con ella. Brittany no se mostró muy dispuesta, porque su asaltante le había advertido que no avisase a la policía. Además, ya era demasiado tarde. Intentaba razonar, pero no podía presentar una denuncia. Por primera vez se fijó en que la luz del contestador automático parpadeaba. Estaba cansada. Suspiró profundamente y se dejó caer en una silla junto al contestador. Había cinco mensajes de Sam:
-          Lo siento; estaba borracho; lo has malinterpretado; si me hubieses prestado más atención, eso no habría ocurrido; démonos otra oportunidad-. Uno de su madre: -Cariño, ¿estás ahí? Llamó Sam para decir que os habíais peleado. Estoy segura de que puede explicar perfectamente lo que ocurrió. No lo desbarates todo antes de hablar con él.- Sí, claro, mamá; nunca es culpa de Sam.- Otro de Kurt: - Hola, preciosa, ¿Dónde diablos te has metido?-. Y uno de una empresa de telemarketing: - Este es un mensaje para la señora B. Pierce...- Tras preguntarse si debía responder a la última llamada, marcó el número de Kurt.
Kurt era su mejor amigo desde la universidad. Sam y él nunca se habían caído bien, así que jamás le había contado a Kurt sus recelos, pensando que Sam y ella arreglarían las cosas. Cuando Kurt la sondeaba, Brittany cambiaba de tema y había llegado al extremo de no llamarlo. Le debía una disculpa. Tras marcar el número de Kurt, Brittany dejó un mensaje en el buzón de voz: - Hola, Kurt. Siento no haber estado disponible. Mi vida es un desastre. Estoy pensando en huir con un circo. Te quiero-. Le tembló la voz al despedirse. Permaneció sentada unos minutos, procurando recuperar la compostura. Luego pulsó la tecla de Sam en el marcador rápido, y él respondió al primer timbrazo.
—Vaya, ¿así que ahora es culpa mía? Disculpa, pero no fui yo la que me estaba tirando a alguien a tus espaldas, ni consumo drogas ni voy por ahí diciéndole a la gente que cierre el pico y cosas de ésas. ¡Sí, se sentía genial!- Se calló para que Sam asimilase lo que acababa de decirle. Como no hubo respuesta, dejó que el silencio se prolongase.
—¿Brittany? ¿Sigues ahí? —preguntó Sam al fin.
—Sí, pero no tengo nada más que decir. Te toca a ti.
—Yo, pues..., no sé qué decirte. En fin, lo lamento. Me siento fatal y...
—Seguro que tienes resaca. ¿Algo más? —Aquello iba bien. Brittany esperó. Se dio cuenta de que Sam estaba buscando la forma de recuperar el control de la situación.
—¿Me vas a dejar de verdad? —preguntó Sam.
“Ah, era eso. El primer punto de su lista de prioridades...: la cartera.”
—No creo que podamos seguir juntos. Aunque prescindiese de las cuestiones personales, no estamos de acuerdo en la forma de llevar el negocio, especialmente la gestión de mis dientas.
—No te precipites, Brittany. No soy tan memo. Podemos hablarlo tranquilamente una vez más, ¿no te parece? Quizá me he apresurado a la hora de criticar tus métodos e ideas. Por favor, ven a verme a mi despacho. Te lo ruego.
Sam conocía los puntos débiles de Brittany, que dijo, de mala gana:
—Sabes que mis dientas son muy importantes para mí. Pero, si se trata de otra dosis de jarabe de pico, no cuentes conmigo. En serio.
—Estupendo, cariño. —Sam parecía aliviado—. Tengo unos planes geniales para la empresa, y tú formarás parte de ellos.
Brittany se sintió atrapada.
—Sam, ¿eso es todo? ¿No te importa que rompa nuestro compromiso si sigo encargándome de tus dientas? Gracias. Una cosa más. ¿Enviaste tú a ese matón que me atacó el lunes y anoche después de salir del restaurante? Porque, si lo hiciste, no me volverás a ver en tu vida. En serio.
—¿De qué hablas? —Parecía realmente confundido.
—Intenté decírtelo en la cena de anoche, pero, como ni siquiera te fijaste en que tenía moretones y un labio partido, decidí no molestarte. Un tipo entró en mi apartamento con el pretexto de traer unas flores, que, dadas las circunstancias, creí que me enviabas tú. Me amenazó, me dijo que era mejor que hiciese lo que me ordenara o, de lo contrario, volvería. Me pegó, Sam. ¿No sabes nada de esto? Y, para empeorar las cosas, intentó atacarme anoche cuando salí del restaurante.
Sam dudó un segundo antes de responder.
—No, no sé de qué me hablas. Me conoces, Brittany. Seré todo lo que tú quieras, pero no hago esas cosas. Ven a mi despacho hoy en cuanto puedas para que vea cómo te encuentras. Me preguntaba por qué no habías venido.
—Hoy no puedo ir a trabajar. Estoy agotada y necesito tiempo para pensar. Dejémoslo para mañana.
—Sí, claro. No hay problema.
Brittany colgó. Le venía bien tomarse un día libre y comprobar que no le había costado tanto rechazar la propuesta de Sam. Se preguntó si el ofrecimiento era una nueva táctica de Sam o si ella había declinado automáticamente las insinuaciones de apoyo emocional. Brittany examinó el apartamento con asco y decidió que limpiarlo la ayudaría a arreglar las cosas. Tenía que quitar las manchas de sangre y pensaría mejor si todo estaba en orden. Mientras intentaba borrar las manchas del suelo, se dijo: “Brittany, lo siento mucho. Brittany, metí la pata. Brittany, te amo más que al dinero, las drogas o mi trabajo. Brittany... ¡Mierda, mierda, mierda!”.
Acabó con el suelo y se dedicó a la cocina y al resto de la casa. Cuando todo quedó reluciente, se sintió mejor. Retirar los rastros de violencia y limpiar la suciedad de su espacio vital le sirvió para limpiar también su mente. Por la noche llamó a Jen y le contó la conversación que había mantenido con Sam. Jen preguntó:
—Oye, ¿te parece seguro regresar al trabajo?
—Sam es egoísta y manipulador, pero negó cualquier relación con el ataque, Jen. No parece su estilo. Todo saldrá bien. No te preocupes.
—He estado meditando, Brittany. Quiero que pienses lo que hablamos antes. Sólo que lo pienses. ¿Cuándo vas a ir a la oficina?
—Mañana. —Tras prometer que llamaría al día siguiente, Brittany colgó. Lo que le apetecía en aquel momento era desconectar ante la tele un rato y tomar una cena fría.
Más tarde, Brittany se acostó y procuró sentirse traicionada, descorazonada o tristísima por el engaño de Sam. Pero lo único que sintió fue vergüenza. Eso, y el temor a contárselo a su madre. Al darse cuenta sufrió un dolor casi físico. Seguramente había sido la última en enterarse de la infidelidad de Sam. Sus nuevos colegas consideraban esa conducta una forma de hacer negocios. Tal vez incluso lo habían animado. Decidió comentarlo con Kurt, que tenía muy buena perspectiva. Sus pensamientos se centraron luego en San. Aquellos ojos cafés. Mirarlos era embriagador. Con aquella visión en su mente, cayó en un sueño ligero.
Mientras el apartamento permanecía en silencio, dos hombres aprovecharon para relajarse en la furgoneta blanca aparcada al otro lado de la calle. Jeffrey Simpkin, el más pequeño, se dedicó a ajustar el equipo. Hizo copias de las llamadas telefónicas que habían grabado y reinició el equipo para registrar nuevas llamadas.
—Estupendo trabajo el del escondite de los micros, Hatch. Regresar después de que ella se marchase anoche fue un golpe genial. Temía que encontrase alguno cuando se puso a limpiar, pero oímos todo con claridad. Veré qué puedo averiguar de la última llamada. El número no apareció en la pantalla y me costó trabajo seguir la conversación. Generalmente, conseguimos anular el bloqueo de llamadas.
Hatch expulsó humo ante el rostro de su compañero. Simpkin se aclaró la garganta con nerviosismo, disimulando su desagrado ante el horrible aliento del otro.
—Hum, la orden que recibí no decía nada de vídeos. Para eso tendría que volver a entrar en el piso. ¿Quieres que coloque las cámaras? Es muy guapa y todo eso, pero ¿y si Noah se entera? —No sabía a quién temía más, a Hatch o a su jefe. Procuró ocultar su inquietud mientras observaba cómo Hatch cogía el disco y apagaba un cigarrillo sin filtro junto a uno de los carísimos aparatos que componían el equipo de la furgoneta. Cuando Hatch abrió la puerta y se perdió en la noche, Simpkin respiró a fondo, se colocó sus gruesas gafas y dejó la puerta entreabierta unos minutos para renovar el ambiente. Con un trozo de papel recogió la colilla y las cenizas, procurando no tocarlas.
Le tenía miedo a Hatch; Hatch lo sabía y le encantaba. A Simpkin le pagaban bien para que vigilase y mantuviese la boca cerrada. Si Hatch quería videos, no sería él quien diese la voz de alarma. Noah nunca había cuestionado sus honorarios, y Hatch lo pulverizaría si informaba de la instalación de cámaras extra. A la mierda. Era mejor así. Un escalofrío lo sacudió al cerrar la puerta de la furgoneta.
—Gilipollas —murmuró, sintiéndose a salvo.
A las tres de la mañana sonó el teléfono de Brittany, que lo cogió medio dormida.
—¿Diga?
La línea funcionaba, pero nadie respondió.
—¿Kurt? ¿Eres tú? —preguntó Brittany con voz ronca.
Nada.
Oía la respiración de alguien. Colgó el teléfono, se dio la vuelta y se puso boca arriba, contemplando el techo sin dejar de temblar.
Tras colgar el auricular, Noah se reclinó en el sillón de su despacho, cruzó las manos detrás de la nuca y se dio la vuelta para contemplar la vista de San Francisco, meciéndose mientras pensaba. La oferta pública de acciones seguía las previsiones y todo estaba en orden. El único problema era la tal Pierce. Pronto la haría desaparecer, pero debía procurar que nadie la relacionase con él. Cuando se abrió la puerta del despacho, miró por encima del hombro a una mujer que llevaba dos vasos y una botella de whisky escocés y, luego, reanudó su contemplación. La mujer dejó los vasos y la botella sobre la mesa y se acercó a él por detrás, le puso las manos sobre los hombros y deslizó unas largas uñas pintadas de color rojo sangre sobre su pecho, mientras acercaba la boca a la oreja del hombre.
—¿Quién estaba al teléfono?
—Era sólo una llamadita para sembrar incertidumbre.
—¿Va todo bien?
—Quizá —repuso Noah, que se desprendió de la mujer y giró en el sillón para mirarla—. Hablé con Hatch hace unas horas. La novia de Sam podría causarnos problemas. Creí que, después de que la tratase a la baqueta, nos la quitaríamos del medio. Pero no lo veo tan claro. Ese idiota de Sam quiere retenerla, seguramente para que trate con las viejecitas y las tenga a raya. La muchacha tiene cerebro y ética. Desafortunada combinación en una chica tan guapa. Noah se fijó en que la mujer se ponía un poco nerviosa, cosa que lo animó.
—Me alegro de que no te moleste un asunto tan inconveniente.
La mujer le entregó la bebida.
—Hay tanto dinero que nunca podremos gastarlo todo.
—¿Qué piensas hacer con ella?
Noah bebió un poco de whisky.
—La tenemos vigilada para ver qué pretende hacer. No permitiré que nadie se interponga en el camino de nuestra fortuna o nuestros fines, y mucho menos una pelusilla caída del cielo.
La mujer asintió.
—¿Vas a decírselo a Sam?
—No. Nos conviene que crea que sigue al mando. Pero, cuando el polvo deje de caer, se quedará con una gran bolsa vacía, que es lo que merece. ¿No tenemos cosas más importantes que hacer?
—¿Qué le dirás si te pregunta por qué entró Hatch en el piso de ella el lunes y trató de atacarla anoche?
—Algo muy simple. Que no sé nada. —Noah se dio cuenta de que su acompañante admiraba la forma en que trataba a sus subalternos. La excitaba.
Noah dobló un dedo y la mujer dejó el vaso a un lado, lo besó apasionadamente en los labios y deslizó las manos bajo su camisa y la hebilla del cinturón. La respiración del hombre se volvió más trabajosa, mientras ella le quitaba con mano ágil el cinturón y le bajaba la cremallera. Luego se arrodilló y lo acarició, primero despacio y, después, con urgencia, hasta que él la cogió por el pelo y la obligó a echar la cabeza hacia atrás para verle la cara. A continuación la besó, la mordió en el cuello y debajo de los pechos. La levantó y la llevó hasta la mesa de reuniones, donde le arrancó las medias y trepó sobre ella. La mujer estaba húmeda, lista para él.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por aria Miér Jul 10, 2013 8:21 am

Ohhhh vaya me perdi dos caps... Ufff ayer no pude leer nada sali y llegue super tarde y fui directo a mi camita perooooo... Hoy estoy aqui tempranito jejjejeje

Cada vez se pone mejor, con que es el tipo es que esta asustando a mi Britt, mas bien quiere deshacerse de ella... Y Sam es un idiota

Me encanta Jen es tan linda y comprensiva, Britt debio haberse quedado en la casa de Jen estaria mas segura alli que en su departamento y ahora mas que tiene microfonos para vigilarla...
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por micky morales Miér Jul 10, 2013 2:34 pm

que puedo decir? excelente historia y por supuesto sere una muy fiel lectora!
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Miér Jul 10, 2013 3:10 pm

aria escribió:Ohhhh vaya me perdi dos caps... Ufff ayer no pude leer nada sali y llegue super tarde y fui directo a mi camita perooooo... Hoy estoy aqui tempranito jejjejeje

Cada vez se pone mejor, con que es el tipo es que esta asustando a mi Britt, mas bien quiere deshacerse de ella... Y Sam es un idiota

Me encanta Jen es tan linda y comprensiva, Britt debio haberse quedado en la casa de Jen estaria mas segura alli que en su departamento y ahora mas que tiene microfonos para vigilarla...
Pero tu duermes? Me acuesto tarde y me levanto temprano y siempre te veo comentando, y eso que tenemos distinto horario, ¿a que hora duermes?
micky morales escribió:que puedo decir? excelente historia y por supuesto sere una muy fiel lectora!

 Me alegra ;)
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 6

Mensaje por Marta_Snix Miér Jul 10, 2013 3:11 pm



 
Capitulo 6
A Brittany no le apetecía ir a trabajar al día siguiente, pero ya había perdido casi la semana entera. Los moretones no se notaban y, cuando llegó a la oficina, todo parecía en orden. Tal vez demasiado en orden. Prácticamente nadie la miró a la cara. Unos cuantos empleados (secretarías ejecutivas, repartidores de correo, la recepcionista) hablaban en grupos y la miraron furtivamente cuando se dirigió a su despacho. “Vaya, las noticias vuelan.” ¿Habían oído algo o habían visto que ya no llevaba el anillo de compromiso? Algunos esbozaron sonrisas irónicas, otros pusieron cara de pena y otros a punto estuvieron de darle la enhorabuena. “¡Oh, caramba!” Cuando Brittany se dirigía a la sala de la fotocopiadora pensando en sus compañeros de trabajo, casi tropezó con un rubia bajita y pechugona. Iba a disculparse por su falta de atención, pero se calló, asombrada. Era la mujer con la que Sam se estaba dando el lote. Ruborizada, la mujer retrocedió, tartamudeando:
—Oh, vaya, disculpe. Iba a hacer unas fotocopias para el señor Marks.
—¿Trabaja usted aquí? ¿Trabaja aquí de verdad?
—Yo... soy una contratada temporal de la Agencia Nelson. Sustituyo a Sharon Jones, que está de baja por maternidad.
—Claro, eso lo explica todo, ¿no? —repuso Brittany ácidamente—. ¿Cómo se llama?
—Karen... Phillips. Acabo de empezar. Escuche, lo siento. No sabía que Sam, es decir, el señor Evans, estaba comprometido. Se lo juro. No me lo comentó. ¡Me siento... fatal!
Brittany suspiró.
—Suponiendo que no mienta usted, el señor Evans... Sam le debe una disculpa. Sin embargo, tenga cuidado, porque si es capaz de mentirme a mí también puede mentirle a usted. Y hágame un favor. Aléjese de mí, ¿entendido?
Karen sonrió con nerviosismo y se inclinó como si quisiese abrazar a Brittany, pero se detuvo bruscamente y salió de la habitación. Pasó ante Rachel Berry, la secretaria de Brittany, que estaba en la puerta y parecía avergonzada tras haber escuchado la conversación. Rachel, muy colorada, miró a todas partes menos a Brittany.
—Ahora ya lo sabes —dijo Brittany—. ¿Nuestro pequeño espectáculo coincide con los rumores que circulan por ahí?
Rachel se ruborizó aún más.
—Sí, según los rumores sorprendiste al señor Evans haciendo..., haciéndolo. Lo dejaste y él te pidió que volvieras. ¿Es así?
Rachel, su servicial secretaria, era una ferviente católica dedicada a la Iglesia y a su familia, y Brittany no quería ofenderla. “¡Vaya, al diablo!”
—Más o menos. Excepto que lo mandé a tomar por el culo.
Ante eso, el rubor de Rachel se acentuó al máximo y sonrió tímidamente.
—¡Ah! ¡Muy bien hecho! —Y prosiguió—: Brittany, ¿es cierto que te vas? No creo que pueda aguantar esto sin ti. Demasiados niñatos arrogantes dando órdenes. Por favor, no te vayas. La señora Tuttle lo sentiría muchísimo. No puede cambiar de agencia de valores a los noventa y dos años. Te adora. Como todas tus dientas.
A Brittany se le hundieron los hombros. Sabía que Rachel tenía razón. Ella las había metido en aquello y, hasta que encontrase la manera de garantizar la seguridad de las inversiones, tenía que seguir adelante.
—No te preocupes. Me quedo, al menos una temporada. Tengo que ver a Sam esta mañana para buscar la forma de trabajar juntos sin que yo lo mate. A decir verdad, nuestra relación no iba bien, pero no quise afrontar la realidad. Vamos, tenemos que trabajar.
Dos horas después, Brittany cruzó el vestíbulo para dirigirse al despacho de Sam. Cuando entró vio a Quinn Fabray, la secretaria ejecutiva de Sam, jugueteando con una maquinita debajo de la mesa.
Brittany se aclaró la garganta y Quinn levantó la cabeza y guardó una pequeña cinta digital en un cajón. A Brittany nunca le había caído bien Quinn. En realidad no le caía bien a nadie. Seis meses antes Sam había sorprendido a todo el mundo presentándose con ella y diciendo que tenía una nueva secretaria ejecutiva. La mujer a la que sustituyó, una joven con dos hijos, fue despedida con dos semanas de indemnización. Quinn era muy reservada y nadie confiaba en ella. No hablaba más que para demostrar a la gente la superioridad de su talento. Unos fríos ojos verdes estudiaron a Brittany y se detuvieron en el rostro. Sin duda, no le pasaron inadvertidos los golpes que Brittany había sufrido a manos de su atacante. Quinn no comentó nada sobre el aspecto de Brittany.
—Puede pasar, señorita Pierce.
De pronto, Brittany se dio cuenta de que Quinn acababa de subrayar, con muy poco tacto, su nuevo estatus de persona sin compromiso. Era una solterona y una empleada más. Brittany pasó por delante de Quinn sin mirarla y cerró la puerta tras entrar en el despacho. Sam acababa de colgar el teléfono.
—¡Brittany! ¿Cómo estás?
—¿No te parece un poco tarde para hacer esa pregunta? Me encuentro mejor ahora que en el restaurante, Sam. Pero entonces estabas demasiado borracho para darte cuenta.
—Ya me he disculpado por eso, Brittany. No deberíamos darle más vueltas. —Sam tamborileó con los dedos sobre la mesa con gesto impaciente, lo cual indicaba que quería zanjar la cuestión. A Brittany no le sorprendió.
—Sí, dejémoslo. ¿Qué quieres de mí, Sam? ¿Qué te perdone? ¿Sigues con la idea de casarte conmigo? ¿Qué?
Sam dulcificó el tono de voz, pero Brittany no vio afecto en sus ojos.
—Brittany, hacemos buena pareja, y tus padres me adoran. Cometí un error, eso es todo. Además, soy libre de hacer lo que quiera. Aún no estamos casados.
A Brittany le dolió el comentario sobre sus padres. Sam tenía razón: creían que era el hombre perfecto.
—Entonces, ¿mantienes la idea de que nos casemos o te interesan más mis dientas, Sam? ¿Quién se encargará de las ancianas que tienen casi la mitad de tus fondos, si yo me marcho? ¿Lo harías tú? ¿Tal vez alguien de tu comité?
Sam endureció el tono.
—Brittany, sin duda te echarían de menos. Pero eso ya lo hemos descartado. Procura tenerlas contentas y yo me ocuparé de las inversiones. No me importa en qué universidad te licenciaste; eres una novata. El comité y yo haremos lo mejor para tus dientas y para ti.
Aquello fue demasiado. A Brittany se le subieron los colores.
—¡Eres igual que mi padre! ¡Igual que mis padres! Te parece una pérdida de tiempo que una chica como yo estudie una carrera, cuando lo único que necesito es encontrar a un tipo rico que me cuide, criar a sus hijos, recibir a sus clientes e incluso permitir que alguno me tire los tejos. Así te convertirías en un gran hombre, ¿no?
Una vena azul empezó a latir en la frente de Sam
—Sam, no soy una niña. Soy una mujer. Una mujer inteligente y muy preparada. Dejemos las cosas claras. Tú y yo hemos terminado. Eres libre de tirarte a quien te apetezca y de esnifar toda la mierda que quieras. Me quedo por mis dientas, porque soy responsable de ellas. ¿Está claro? —Brittany temía que le diese un ataque de hiperventilación.
El bronceado rostro de Sam adoptó un tono más oscuro durante la diatriba de Brittany. Extendió las manos sobre la mesa y dijo, en tono desabrido:
—Clarísimo. En realidad, me robabas demasiado espacio. Procura tener a tus dientas contentas mientras yo las enriquezco aún más. Luego eres libre de irte y llevarte a tus maravillosos papás contigo.
Brittany le lanzó una mirada fulminante antes de salir airadamente del despacho, dejando la puerta abierta. Percibió una sonrisa en la cara de Quinn y reprimió el deseo de gritarle. Ya en su despacho, rebuscó en el bolso la agenda electrónica y consultó el número de Jen.
—¿Jen? Hola, soy Brittany ¿sigue en pie el ofrecimiento de pasar el fin de semana contigo? Tengo que salir de la ciudad, pero no quiero que te sientas obligada.
—¡Estupendo! —exclamó Jen—. Oye, San pasará por la ciudad antes de venir aquí esta noche. ¿Quieres que te traiga?
Brittany soltó un suspiro de alivio.
—Eso sería genial. ¿A qué hora? Creo que conoce mi dirección. La esperaré.
Tras colgar, Brittany se derrumbó en el sillón y se dio la vuelta hasta quedar frente a la ventana. Estaba disgustada por la conversación que había mantenido con Sam, pero, al mismo tiempo, sentía una enorme alegría ante la perspectiva de pasar el fin de semana con Jen. En realidad, lo que la alegraba era que San la llevase en su coche y estar también con ella durante el fin de semana. Notó que le ardían las mejillas al pensarlo y se sintió confusa ante semejante reacción
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Mensaje por saibelli Miér Jul 10, 2013 3:57 pm

Me encantaa el fic... espero con ansias el encuentro de san y britt *-* graciaas x tomarte el tiempo de actualizar :*
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Mensaje por Maitehd Miér Jul 10, 2013 5:03 pm

Hola! Aparecí en este fic xD
La verdad está muy buena la historia, que bueno que decidiste adaptarlo. Aunque sigo esperando alguna historia propia tuya, me encanta como escribís y las ideas que tenes.
Por cierto, amé la historia anterior, y la manera en que terminó :3 (Iba a comentarte allá pero preferí acá xD)
"Honor" Aún no me decido si leer tu adaptación o no, es que quiero leer el libro y los que le siguen a ese, así que no sé. Quizás lea el fic y cuando tenga tiempo lea los libros, no sé. ¿Algún consejo?
Bueno, como sabes comentaré cada tanto, intentaré hacerlo lo más seguido posible. Estaré esperando el siguiente capítulo. Besos! :D
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Mensaje por Marta_Snix Miér Jul 10, 2013 5:26 pm

saibelli escribió:Me encantaa el fic... espero con ansias el encuentro de san y britt *-* graciaas x tomarte el tiempo de actualizar :*
Gracias a ti por tomarte la molestia de leerlo. Besos
Maitehd escribió:Hola! Aparecí en este fic xD
La verdad está muy buena la historia, que bueno que decidiste adaptarlo. Aunque sigo esperando alguna historia propia tuya, me encanta como escribís y las ideas que tenes.
Por cierto, amé la historia anterior, y la manera en que terminó :3 (Iba a comentarte allá pero preferí acá xD)
"Honor" Aún no me decido si leer tu adaptación o no, es que quiero leer el libro y los que le siguen a ese, así que no sé. Quizás lea el fic y cuando tenga tiempo lea los libros, no sé. ¿Algún consejo?
Bueno, como sabes comentaré cada tanto, intentaré hacerlo lo más seguido posible. Estaré esperando el siguiente capítulo. Besos! :D

 Hola!! No te preocupes que dentro de poco tendréis un Fic propio, voy a esperar a volver de mis otras vacaciones, como el 23 tengo que salir de viaje una semana y no tendré internet no quiero empezar un fic para dejaros tanto tiempo con la espera, además que asi aprovecho y veo "pequeñas mentirosas" que empezó la nueva temporada y aún no he tenido tiempo de verla

Sobre "honor" pues como tu veas, ¿que tal se te da el ingles? Los estuve buscando, pero no los encuentro en español, así que ya como tu veas, si se te da bien el ingles quizas quieras leerte el libro, así lees completamente la historia 100% original, si se te da mal el ingles, pues siempre puedes leer la adaptación. Ya como tu veas, yo tengo intención de escribir los 7 que componen la saga. Ya lo que decidas me parecerá bien ;)

El siguiente capitulo no se hara esperar mucho, estoy terminando de traducir uno de "honor" y después adapto otro capitulo de este
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Mensaje por aria Miér Jul 10, 2013 5:38 pm

Jaaaaa... Apuesto lo que quieras a que la que se revolcaba con El asqueroso Noah es Quinn, que hipocrita... De seguro es ella... Lo preciento!!

Ahora si que es oficial.... Esa Boca de Trucha es un bastardo de lo peor, lo odio...

Oh respecto a lo de que si duermo, si lo hago jajajaj como bien dices tenemos diferentes horarios yo vivo en NY, a veces me acuesto a las 9:00 y otras a las 12:00 todo depende... Pero me levanto bien temprano!!!
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