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Mensaje por Marta_Snix Miér Jul 10, 2013 6:29 pm

aria escribió:Jaaaaa... Apuesto lo que quieras a que la que se revolcaba con El asqueroso Noah es Quinn, que hipocrita... De seguro es ella... Lo preciento!!

Ahora si que es oficial.... Esa Boca de Trucha es un bastardo de lo peor, lo odio...

Oh respecto a lo de que si duermo, si lo hago jajajaj como bien dices tenemos diferentes horarios yo vivo en NY, a veces me acuesto a las 9:00 y otras a las 12:00 todo depende... Pero me levanto bien temprano!!!

 ¿NY? ¿En serio? ¡Te odio! FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2414267551  Me encantaria ir a NY, Londres y Los Ángeles son tres lugares que me encantaria visitar
¿Salio tu vena adivina? Pronto descubriras quien era la que estaba con Noah
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 7

Mensaje por Marta_Snix Miér Jul 10, 2013 6:30 pm



 
Capítulo 7
A la mañana siguiente, cuando Brittany se despertó a las siete y cuarto, Lord. T. andaba por allí. La casa se hallaba en silencio. Se levantó y se puso los pantalones del chándal con intención de tomar un café y buscar a San. La noche anterior, después de su llegada, Jen la había acaparado nada más entrar en la casa y la había llevado a la habitación de invitados. Y San había desaparecido, como de costumbre. Brittany no se quedó en la cocina vacía, sino que pasó al zaguán y salió por la puerta de atrás. El Audi seguía en su sitio, pero la camioneta de Jen no estaba. Se dirigió a la parte frontal de la casa y admiró la terraza que la rodeaba. Cuando dobló la esquina para entrar por la puerta principal, se detuvo en seco. Ante ella estaba Santana López, alta y deslumbrante, de espaldas. Los cabellos le llegaban a los hombros y la brisa matutina los agitaba suavemente, mientras que la luz del amanecer resaltaba los rizos de color negro. Llevaba unos vaqueros de diseño con un estilo que volvería loco a un fotógrafo de moda. Las botas vaqueras elevaban su estatura hasta el metro ochenta. Contemplaba el océano con los pulgares metidos en las presillas del cinturón, apoyada en una de las vigas de la escalera. El cielo era cada vez más claro. Después de lo que a Brittany se le antojó mucho tiempo, San se
volvió lentamente y la miró a los ojos.
—No es de buena educación mirar a la gente.
De frente resultaba tan despampanante como de espaldas. Pómulos altos, barbilla fuerte y una nariz perfecta. Sus ojos, de un color café, bajo las cejas a tono con los cabellos, observaron a Brittany sin inmutarse. Las comisuras de sus labios se torcieron levemente, en un atisbo de sonrisa. Brittany reaccionó enseguida.
—Oh, buenos días. —San sostuvo la mirada unos instantes y, luego, reanudó la contemplación del océano.
—Buenos días. —De nuevo la suave voz de contralto, su primer recuerdo de San.
Temiendo hacer preguntas estúpidas, Brittany se aclaró la garganta y se acercó a San. Sin duda, el día iba a resultar muy interesante.
—¿Dónde está Jen?
Antes de que San respondiese, la verja automática se abrió y entró Jen con su camioneta cargada de comida. Brittany se sintió aliviada mientras ambas se dirigían al vehículo.
—Por cierto —dijo—, ¿dónde has aprendido a conducir así? La otra noche casi devuelvo lo poco que había cenado en aquellas curvas. No me sorprendería que el coche que nos perseguía acabase en un barranco. San siguió caminando.
—Oh, cosillas que una sabe. Vamos a ayudar a Jen con los paquetes. ¡Me muero de hambre!
“¿Cómo se puede ser tan torpe?”, se preguntó Brittany, procurando centrarse en la deliciosa comida que salía de los fogones de Jen, y apresuró el paso. Casi tuvo que correr para estar a la altura de San, pero consiguió llegar al mismo tiempo que ella.
Tras meter en la casa las bolsas de la compra, Brittany puso la mesa y preparó café, mientras San colocaba los alimentos y le daba cacerolas y ollas a Jen. A Brittany se le ocurrió que formaban muy buen equipo sin haberlo planeado. Se movían de forma coordinada. Cuando Sam se quedaba a pasar la noche con ella, esperaba a que ella preparase la cena y jamás fregaba los platos. No se había fijado antes porque casi nunca comían en su apartamento o en el de él. Pero no importaba; entre ellos no existía compañerismo. Jen metió en el horno bollitos de pacanas con jengibre y batió los huevos para hacer una tortilla. Tomaron café recién hecho y, a continuación, fueron al comedor mientras no estaba lista la comida.
—Me encantó que salierais a recibirme —dijo Jen—. A veces me siento muy sola. Ahora tengo conmigo a dos de mis personas favoritas. Por cierto, San, ¿sabes cuánto tiempo te vas a quedar?
Mientras San observaba su café, Brittany apostó a que respondería con menos de cinco palabras.
—Tengo una cosa pendiente el lunes. Aparte de eso, me fastidia no concretar más, pero la respuesta depende de la señorita Pierce. —Sonrió a Brittany, quien le correspendió automáticamente, aunque no percibió calor en los ojos de San. Brittany ladeó la cabeza con gesto interrogante.
—Creo que debo explicarte las cosas, Brittany. San, ¿puedo?
Brittany miró a Jen, consciente de que San seguía observándola.
—El caso es que San trabaja en una empresa que elabora software forense. La Comisión del Mercado de Valores es uno de sus clientes. Cuando le conté tus problemas, San dijo que estaba sobre la pista de la empresa de Sam e hizo algunas comprobaciones. Ella... San te lo explicará mejor. Te toca, San.
San se dirigió a Jen.
“¿Por qué no habla directamente conmigo?”
La voz de San interrumpió las cavilaciones de Brittany y la obligó a centrarse en la conversación.
—Parte del software que he desarrollado analiza pautas de transacciones en los mercados, busca pautas. En principio, se creó para ayudar a las empresas a predecir tendencias en sectores individuales. Fue... Sigue siendo... un éxito, pero, partiendo de esa base, lo he ampliado. Estamos comprobando las aplicaciones de un nuevo programa que rastrea modelos de transacciones sospechosas. Ya sabes en qué consisten. Los gestores de fondos compran acciones que no son seguras a bajo precio. Luego fomentan los rumores sobre grandes éxitos empresariales para subir el precio. Cuando llegan a un punto determinado, las venden y ganan un pastón. El programa rastrea ese tipo de transacciones para identificar mercados y operadores concretos. A la Comisión del Mercado de Valores le interesa mucho por razones obvias.
Por fin habló mirando a Brittany a la cara:
—El año pasado la tía Jen me comentó que había cambiado de agentes de bolsa. Meses después me dijo que tenía una nueva gestora de la empresa de Evans y que iba a colocar gran parte de sus fondos en una nueva oferta pública de acciones. Confieso que no le había prestado mucha atención, pero en ese momento mis antenas se pusieron en funcionamiento. Apliqué el programa al perfil de tu empresa y saltaron las alarmas por todas partes. Sospechamos que esa gente se dedica a desplumar millones de dólares a personas inocentes. Tal vez mi tía sea la siguiente.
Parecía como si San la estuviese valorando. Brittany bajó la vista, avergonzada al sentirse objeto de escrutinio. “¿Por qué no iba a sospechar de mí? Debo de haber causado una gran impresión. Y Sam me advirtió que no hablase sobre las inversiones. Bueno, pues al diablo con todo. Aunque pierda el trabajo, el crédito y los amigos, tengo que hacer lo correcto.”
Se inclinó hacia San.
—Escucha, sé que he sido una estúpida. Creí las palabras de Sam y opté por no hacer nada cuando comenzó a dejarse ver con compañías poco recomendables. No sé qué te ha contado Jen, pero he pecado de ingenuidad, no de falta de honradez. Colaboraré en todo lo que pueda. Tengo varias dientas en la misma situación. Sin embargo —prosiguió—, no puedo creer que mi discusión con Sam y la ruptura de mi compromiso provocasen los ataques que sufrí y que me espíen. ¿No le bastaba con despedirme? Amenazó con hacerlo el miércoles por la noche. Y hoy seguimos como antes. Es todo muy raro.
Se dio cuenta de que San y Jen intercambiaban una mirada y se enderezó en la silla.
—¿Qué pasa? ¿Hay algo más que yo no sepa?
El reloj del horno sonó en ese preciso momento y Jen se disculpó apresuradamente.
—Tu ex novio podría ser la punta del iceberg. —San escogió las palabras con mucho cuidado—. Al parecer, se ha mezclado con mala gente. Por la información que tenemos, él es un jugador relativamente nuevo e insignificante. Tal vez sea codicioso, Brittany. Nos fijamos en él cuando empezó a viajar al extranjero. Se trata de una operación internacional. De todas formas, si te interesa volver con él, puedo ayudarte.
—¡No! Quiero decir que no me interesa. Nuestra relación fue un error desde el principio. — Sorprendida ante su propia reacción, entrelazó las manos bajo la mesa para calmarse.
La expresión de San era indefinida.
—Aquí es donde entras tú. Seguramente la red interna de tu oficina está controlada. Tal vez hayan colocado aparatos de escucha en varias habitaciones, pero lo más fácil y lógico es vigilar la actividad de los empleados en Internet. Le contaste a Jen que estabas investigando por tu cuenta y haciendo un análisis técnico sobre algunas de las compañías en las que tu empresa colocaba inversiones.
Brittany asintió.
—También le contaste que Evans y tú habíais discutido por sus tácticas y elecciones empresariales. Seguramente la gente que está por encima de él te vigila. Puede que él lo sepa o puede que no. Piénsalo, Brittany: millones de dólares. Si existe la menor posibilidad de que les revientes la operación, ¿qué significa una vida? Y menos la de una mujer.
Brittany absorbió la información lentamente. Ya antes de trasladarse a San Francisco (diablos, toda su vida), otras personas la habían utilizado para sus fines. La hija obediente, la simpática debutante, la modelo perfecta, la novia estupenda, el gancho ideal para los planes de su prometido. Nadie había pensado en quién era ella ni en qué sentía. Y ella lo había consentido. Empezó a dolerle la mandíbula y se dio cuenta de que estaba apretando los dientes. Aquello tenía que acabar. Tomó una decisión:
—Se han metido con la mujer equivocada. ¿Qué tengo que hacer?
San se miró los dedos y continuó, mientras una sonrisa bailaba en la comisura de sus labios.
—De acuerdo. Empecemos por Sam. Según tía Jen, dijiste que consume drogas y que se acuesta con otras mujeres. Estoy segura de que sus nuevos amigos fomentan sus expansiones. ¿Te incluían a ti, como prometida de Sam, en los servicios de los clientes?
San estaba muy interesada; sus preguntas eran breves e iban al grano. No se perdía ni un gesto ni una palabra, y los ojos oscuros que tanto se parecían a los de Jen se volvieron duros como el granito.
Cuando Jen regresó con la comida, Brittany había sufrido un interrogatorio profesional y exhaustivo. El estremecimiento dejó paso al alivio cuando comprendió que ya no se hallaba bajo el microscopio.
—Vosotras dos, ya basta. Olvidémonos de todo eso durante un rato para disfrutar del desayuno. He trabajado como una esclava ante un horno al rojo vivo.
En cuanto Jen habló, la actitud de San se tornó mucho más agradable. Brittany se dedicó a los manjares, comió como si llevase días sin hacerlo y se fijó en que San tenía tanta hambre como ella. Tal vez el interrogatorio le había abierto el apetito. Para Brittany la comida era una oportuna interrupción que le permitía evitar más preguntas. Le dolía el cerebro de escudriñar tantos hechos. Y en realidad no quería pensar en las conclusiones que había sacado la hermosa mujer que se hallaba sentada frente a ella. San era inescrutable. Cuando Jen comentó que se alegraba de no haber metido mano en el asunto porque podría haber perdido un dedo, San les dedicó una sonrisa incómoda y Brittany se relajó. Mientras comían, Brittany ordenó sus pensamientos e interrogantes, y rechazó ayuda para fregar los platos.—No, me toca a mí. Quedaos sentadas y disfrutad de la mañana. Ya seguiremos hablando.
Las dos mujeres asintieron y tomaron café. Brittany las observó mientras fregaba los platos, fijándose en el parecido familiar, en la similitud de gestos y en el evidente amor que compartían. Nunca había tenido una relación así con una persona mayor que ella, y mucho menos con su madre. La sorprendió la transformación que sufría San cuando hablaba sólo con su tía. Tal vez fuese tímida. Aunque la idea le pareció ridícula, porque San era como para morirse de guapa y tenía éxito en su trabajo, Brittany no la descartó. La otra explicación la hizo sentirse incómoda. Quizá le cayese mal a San. Y no era de extrañar. Seguramente San creía que Brittany o bien estaba en el chanchullo o bien era una completa idiota. Sumida en sus pensamientos, no reparó en que San se acercaba por detrás. Brittany se volvió de pronto y tropezó con la misma mezcla de ternura y fuerza que había sentido la noche en que San la había rescatado en el restaurante.
—¡Oh! Disculpa, estaba... sólo estaba...
San retrocedió, farfullando:
—No pretendía asustarte. He venido a traer las tazas de café.
Brittany soltó una risita nerviosa, dominada por una repentina timidez. Le ardía la cara y no sabía por qué. Procuró no ponerse colorada, pero fue peor, así que cogió las tazas sin decir nada, se dio la vuelta para lavarlas e intentó contenerse. Jen se encogió de hombros, le guiñó un ojo a San y dijo que tenía trabajo pendiente en su despacho, aunque San sospechó que iba a llamar a Marina y a dejarla sola con Brittany Pierce. Le sorprendió que el hecho de quedarse con Brittany le resultase más emocionante que engorroso. Brittany le había parecido sincera y directa durante el interrogatorio, y sus respuestas coincidían con lo que San había averiguado sobre la empresa de Sam Evans. Pero a San le distraía la mujer. Su voz tenía una suavidad especial y sus ojos cambiaban de color según la ropa que llevase o el entorno. Era muy expresiva y sonreía con facilidad. San, desconcertada, tuvo que esforzarse para mantener en pie su bien construida muralla y terminar la entrevista. Le había venido muy bien distraerse con Jen y el desayuno. Cuando Jen hizo aquel comentario sobre perder un dedo, San miró sin pensar a Brittany, como si estuviese ante una colega de conspiración. Su muralla, su segura muralla, desapareció. Y, para colmo, se habían tocado. Se trataba de una regla fundamental, que no rompía nunca. Y ya era la segunda vez. En el aparcamiento, la señorita Pierce había estado a punto de desmayarse y a San no le quedó más remedio que sujetarla. Luego rompió a llorar y San tuvo que calmarla, para lo cual la rodeó con sus brazos. Formaba parte del trabajo. Pero el choque involuntario en la cocina, poco antes, era diferente. San se había acalorado, como si sufriese una descarga eléctrica. No formaba parte del trabajo y no sabía qué hacer al respecto. San estaba acostumbrada a impresionar a los demás con su estatura, su aspecto y su inteligencia. La mayoría de la gente quería algo de ella y algunos le tenían miedo con toda la razón. Su jefe la había enseñado bien. Sin embargo, Brittany no reaccionaba como los otros, y eso desorientaba a San. Cuando Brittany acabó su trabajo en la cocina y se dirigió hacia ella, como Jen había desaparecido, San no tenía nada en qué centrar la atención más que en aquella despampanante rubia, así que procuró sumergirse en el expediente que había imprimido aquella mañana e ignorar el nerviosismo que sacudió su vientre. Era una nueva sensación, o al menos era algo que hacía mucho tiempo que no experimentaba. Brittany se aclaró la garganta.
—¿Ese expediente tiene que ver conmigo?
—Sí. Por lo que veo, no sólo controlan tu ordenador: la camioneta que vimos delante de tu casa te vigila. Saqué algunas conclusiones y llamé a varias personas. Tu teléfono está intervenido.
Los ojos de Brittany se desorbitaron a causa de la sorpresa y la impresión.
—¡Maldita sea! Esto no es real.
San sintió la inexplicable necesidad de evitarle a Brittany la pregunta que quería hacer a toda costa. Tal vez no fuese el momento oportuno. Buscaba algo que decir cuando sus ojos aterrizaron sobre el periódico local que estaba sobre la encimera de la cocina. “Perfecto.”
—Brittany, ¿has estado alguna vez en Point Reyes Station? Este fin de semana el pueblo celebra el Día de los Fundadores. ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? Hay montones de personajes pintorescos, arte y buena comida. No tienes que regresar a tu casa hoy, ¿verdad?
Los ojos de Brittany se iluminaron; era una perspectiva estupenda.
—Bueno, deja que lo piense. “¡Si!” No me muero de ganas por volver, precisamente, y me encantaría evadirme durante un día. ¡Gracias por la invitación! Hum, ¿nos acompañará Jen?
—Se lo preguntaré. —San posó la vista en la puerta cerrada del despacho. Pero, ¿pasa algo si no viene? —San se daba cuenta de que ponía nerviosa a la mayoría de la gente y prefería que Jen las acompañase. Pero tendría que inventar una disculpa si Jen no podía ir. Y convenía que Brittany supiese que ella la apoyaba.
—No. En cualquier caso será estupendo.
San ensayó una sonrisa, que no le salió muy bien.
—De acuerdo. Quedamos junto a mi coche dentro de veinte minutos
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Mensaje por Maitehd Miér Jul 10, 2013 7:34 pm

Hola! Excelente el capítulo, me encantó xD Está muy interesante la historia, y es muy atrapante.
Lo otro ya te lo respondí por privado xD
Estaré esperando el siguiente capítulo. Besos! :D
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Mensaje por micky morales Miér Jul 10, 2013 8:59 pm

que buen capitulo, estuvo de lo mejor!!!!!
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Mensaje por aria Miér Jul 10, 2013 11:08 pm

Vaya, por lo visto esas gentes son bien peligrosas :/
Ya se le eata llegabdo el efecto Britt a Santana jej eso rubia deslumbra a la ruda morena...

No cabe duda que San hace muy bien su trabajo, espero que la cosas vaya asi de bien, no me gusta que vigilen a Britt ;@

oh si tengo mis poderes de adivina jajjjj

Te gusta NY?? Ah mi tambn, me encanta a penas es un mes que me mude... Tal vez un dia se te cumpla deseo de venir nunca se sabe :D si eso pasa tienes aqui a tu fiel acosadora y guia turistica personal conosco unos buenos lugar y aun no me he perdido xD

Como siempre un cap GENIAL!!!
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Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 5:31 am

Maitehd escribió:Hola! Excelente el capítulo, me encantó xD Está muy interesante la historia, y es muy atrapante.
Lo otro ya te lo respondí por privado xD
Estaré esperando el siguiente capítulo. Besos! :D
Te respondi el privado.
La historia se pondrá cada vez mejor
micky morales escribió:que buen capitulo, estuvo de lo mejor!!!!!
En el proximo capitulo, sabremos algo más del pasado de San!!
aria escribió:Vaya, por lo visto esas gentes son bien peligrosas :/
Ya se le eata llegabdo el efecto Britt a Santana jej eso rubia deslumbra a la ruda morena...

No cabe duda que San hace muy bien su trabajo, espero que la cosas vaya asi de bien, no me gusta que vigilen a Britt ;@

oh si tengo mis poderes de adivina jajjjj

Te gusta NY?? Ah mi tambn, me encanta a penas es un mes que me mude... Tal vez un dia se te cumpla  deseo de venir nunca se sabe :D si eso pasa tienes aqui a tu fiel acosadora y guia turistica personal conosco unos buenos lugar y aun no me he perdido xD

Como siempre un cap GENIAL!!!

 Sí, me gusta y me gustaria verlo de noche, debe ser impresionante. Y ya tengo un nuevo motivo para querer ir a NY, mi acosadora esta alli!!FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2414267551

El siguiente capitulo te va a gustar, vas a ver a San mini celosa
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 8

Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 6:25 am



 

Capitulo 8
Se ducharon y se cambiaron, listas para abordar el viaje con tiempo. Brittany llevaba la ropa que vestía la noche que San la había salvado junto al restaurante Pacific Heights. Cuando se despertó aquella primera mañana, la encontró sobre el tocador del dormitorio, lavada y planchada, pero la olvidó en el zaguán cuando regresó a San Francisco. Años atrás, un cliente le había regalado sus vaqueros favoritos tras una sesión de fotos para promocionar la prenda. Le había dicho que parecían hechos para ella y que, por tanto, podía quedárselos. La estaba adulando, pero los vaqueros eran cómodos, así que Brittany los aceptó. Con el paso del tiempo se habían desteñido y gastado, pero seguían adaptándose a su cuerpo, y Brittany se alegró al verlos. Sabía que le quedaban bien y necesitaba un poco de confianza. A solas con Santana López, le haría falta todo el valor que pudiese reunir. Los vaqueros, las zapatillas deportivas y un jersey sobre una camiseta sin mangas contribuían a ello. Se sentía emocionada y nerviosa al mismo tiempo. San vestía de forma muy similar, salvo por la pálida camisa vaquera, que llevaba remangada y atada en la cintura, y que dejaba ver un abdomen plano y levemente musculoso. Se detuvo junto a la puerta para esperar a Brittany, que se dedicó a admirar el Audi, inspeccionándolo, lo mismo que a San.
—¡Vaya, qué ruedas tan bonitas! Eso lo explica todo. Son muy pequeñas. ¿De qué tamaño son las llantas?
—Son llantas de competición de dieciocho pulgadas —respondió San con toda naturalidad—. Por eso los neumáticos son acanalados. Yo... los pedí a Alemania. ¿Te gustan?
—Oh, sí. Me encantan.
San mostraba su habitual expresión neutra cuando pulsó el botón de encendido automático. Seguramente se preguntaba por qué a una mujer tan excepcional le interesaban las llantas. Circularon en silencio. San no hablaba mucho y, aunque Brittany tenía un millón de preguntas que hacer, prefirió que San marcase el ritmo. San tenía la ventaja de que era la investigadora y sospechaba de Brittany. Como Brittany quería saber más cosas sobre ella, se dedicó a observarla durante un rato. Pero tuvo que admitir que iba a ser un día muy largo. Se dio cuenta de que resultaba imposible comunicarse con San, lo cual la entristeció momentáneamente, sobre todo por la propia San. San aparcó en la carretera de acceso al pueblecito de Point Reyes Station y caminaron unas cuantas manzanas hasta el lugar de la fiesta. Brittany seguía a San, que parecía sumida en sus pensamientos, y se preguntaba por qué habría aceptado ir y, sobre todo, por qué San lo había sugerido. Cada vez se sentía más frustrada. Brittany oyó el ruido de la fiesta antes de verla y, cuando al fin llegaron, se dedicó a curiosear y a admirar los trabajos de los residentes de la villa costera. Intentó entablar conversación con algunos, implicando a San en los temas. En seguida se dio cuenta de que San casi no prestaba atención a las labores de artesanía ni a las mantelerías, y que prefería probar los vinos y los quesos. Muy bien, ya tenía algo de qué hablar. Brittany compró cosas que pensó que le gustarían a Jen. Comentó en broma que con los regalos pretendía engatusarla para que preparase otra comida fabulosa, pero San se mostró indiferente, como si creyese que su tía la haría de todas formas. Brittany estaba cada vez más desesperada porque no conseguía arrancar a San más de dos palabras seguidas y se preguntó de nuevo por qué diablos la habría invitado. Supuso que sería para sacarla de la casa y obtener más información sobre Sam o tal vez para darle un respiro a Jen. Aquella mujer era un misterio. De vez en cuando San encontraba a alguien, una antigua amiga, y la saludaba. Se mostraba simpatiquísima y presentaba a Brittany, pero sólo cuando la otra persona se interesaba por ella. Todas se alegraban muchísimo de conocerla. La mayoría de las mujeres eran de la edad de Jen, así que Brittany dedujo que San casi nunca iba acompañada, y menos por alguien de su edad. Por otro lado, daba la impresión de que San toleraba la costumbre de Brittany de detenerse en casi todos los puestos y tiendas a admirar objetos y hablar con los vendedores. Parecía resignada a pasar una larga y aburrida tarde y se situó detrás de Brittany, como si fuese un guardaespaldas con gafas de sol escudriñando a la multitud. Brittany quería a comentarlo con ella y sugerirle que regresasen a casa de Jen, puesto que resultaba evidente que San lo estaba pasando mal, pero vio algo en el puesto de un artista y se interesó por él. Así pues, decidió que luego hablaría con San. En plena transacción, Brittany se dio cuenta de que San no estaba y, al volverse, vio cómo se alejaba lentamente en pos de alguien o de algo que había entre la gente. No podía apartar los ojos de ella, así que se disculpó y la siguió. La gente se separó hasta que nada se interpuso entre San y el objeto de su atención, un japonés de cierta edad. Los separaban unos cuantos metros y se miraron durante quince segundos. Brittany se puso nerviosa; se preguntaba qué ocurriría a continuación. San alzó un puño muy despacio y lo cubrió con la otra mano. El hombre la imitó. Luego, ambos se inclinaron y se sonrieron, antes de abrir los brazos y salvar la distancia que los separaba para fundirse en un abrazo. Brittany permaneció en silencio, observando con asombro cómo hablaban en japonés, idioma que San, por lo visto, dominaba. Se preguntó con cierta perversidad si San sería más expresiva en japonés. Tenía que admitir que aquella mujer la intrigaba. AI poco rato, San se acordó de ella y le indicó que se acercase.
—Brittany, te presento al señor Odo, mi maestro. Me enseñó tai chi y aikido desde niña. —San estaba relajada y muy contenta.
El señor Odo se inclinó ante Brittany y le estrechó la mano, sonriendo. Tenía unos ojos cálidos e inteligentes, con cierto matiz travieso.
—Me alegro de conocer a una amiga de San. Hacía mucho tiempo que no la veía. Pero nuestros corazones están siempre muy próximos. Es una de mis mejores alumnas.
Brittany le dio un espontáneo beso.
—Encantada de conocerlo, señor Odo.
Brittany reparó en que San se ponía colorada ante el cumplido de su maestro. Sorprendida, se preguntó a qué se debía semejante brote de emoción: ¿A que su respetado maestro la había elogiado o a que no quería que Brittany supiese tanto sobre ella? Optó por lo primero, porque aquella explicación le daba más consistencia a San, más profundidad, la convertía en alguien más agradable y, por el motivo que fuese, quería que San López le agradase. Brittany miró al señor Odo, que le dedicó una expresión afable. Luego contempló a San, recelosa al sentirse observada, ante lo cual Brittany se apresuró a decir, con las mejillas ardiendo:
—Hum, deben disculparme. He dejado a aquel hombre con la palabra en la boca cuando
discutíamos el precio de algo. Enseguida vuelvo.
San miró a Brittany mientras se dirigía a la mesa del vendedor y reparó después en la sonrisa del señor Odo.
—¿Qué ocurre?
—Oh, nada. Sólo estaba admirando a tu amiga. Tiene una poderosa energía. No la subestimes, amiga mía. Creo que le caes bien.
San se esforzó por no mirar a Brittany y alzó los ojos al cielo.
—En realidad, es amiga de Jen. Yo le eché una mano cuando... A mí también me cae bien ella, por supuesto, pero casi no nos conocemos. Me pareció que le gustaría ver West Marín y, como había una fiesta, yo... Pues eso. —“Dios mío, San, ¿es que ni siquiera puedes acabar una frase? ¿Qué te ocurre?”
—Entonces, ¿no trabaja contigo?
—Oh, no. Bueno, tal vez me ayude en algo, pero no. —Una mano le rozó el brazo con delicadeza.
—Es estupendo tener amigos, San. De cualquier tipo. Ha sido un honor conocerla y volver a verte. Ahora tengo que irme, pero ven a visitarme alguna vez. Ya sabes que no estoy tan lejos.
Se disponía a marcharse, pero se detuvo para decir algo mientras miraba a Brittany. Luego, ambos se saludaron con una inclinación, y el señor Odo se fue. San sonrió al librarse del atolladero, se volvió y vio a Brittany a escasos metros de ella, observándola. Reaccionó metiendo las manos en los bolsillos.
—Yo... hacía mucho tiempo que no veía al señor Odo. Ha sido estupendo coincidir con él.
—Háblame de él. Parece muy agradable.
San se concentró en una mesa llena de joyas de plata, mientras pensaba qué decir.
—El primer verano que pasé con tía Jen, yo tenía trece años, era casi tan alta como ahora y muy patosa. Jen y el señor Odo eran amigos desde hacía mucho tiempo, así que mi tía me mandó a su dojo para que recibiese clases de artes marciales. Tuve suerte, porque el señor Odo me tomó bajo su protección. Fui alumna suya desde entonces hasta que dejé de pasar los veranos aquí. Me enseñó mucho sobre mí misma y sobre la vida en general. Vive muy cerca de nuestra casa. —Se detuvo y miró a Brittany a los ojos—. He tenido muchos profesores, pero él ha sido mi único maestro.
A San le sorprendió haberle contado a Brittany tantas cosas y aún le sorprendió más que a la joven le interesasen.
—Estudié aikido una temporada en la universidad. Con mi mejor amigo, lo convencí para que fuese a clase conmigo. Estoy un poco oxidada, pero me gustaría ir al dojo y refrescar mis conocimientos. ¿En qué nivel estás?
—En el negro. —San odiaba que le hiciesen preguntas. Tendría que haber previsto que Brittany querría saber más; aquella mujer era un pozo sin fondo de curiosidad. Las preguntas personales la ponían nerviosa. Era normal que no desease que nadie descubriera el lado oculto de su vida. Pero desde pequeña había odiado hablar de sí misma y de su familia, por miedo a que la gente se interesase por su madre. A aquellas alturas el miedo era irracional, pero seguía allí. San divisó un puesto de sándwiches y centró su atención en él. La distracción funcionó, porque Brittany se limitó a preguntar:
—¿Tienes hambre?
Los ojos de Brittany tenían un nuevo matiz azul verdoso, a juego con el ceñido jersey de cuello de pico que dejaba ver un asomo de escote. El efecto general provocó una reacción visceral en San, aunque prefirió ignorarla.
—Sí. Vayamos a comer algo espantoso. ¿Te apetece un sándwich de salchichas?
Brittany puso la mano sobre el brazo de San y bromeó:
—Con la condición de que le pongan chucrut, mostaza, cebolla y salsa. —A continuación, tomó la iniciativa de dirigirse a los puestos de comida.
Cuando Brittany la tocó, San sintió el deseo de corresponderá. Pero no lo hizo. Tampoco se apartó y debería haberlo hecho. Con los años había aprendido a controlar sus emociones, porque las emociones provocaban errores y los errores podían llevar a la muerte. San observó con alivio que, cuando Brittany mencionó la comida, dejó a un lado las preguntas. No sabía si Brittany estaba distraída o si ocultaba su curiosidad conscientemente. Minutos después estaban sentadas en una mesa al aire libre, comiendo salchichas. Hacía calor, y Brittany se asaba con el jersey puesto. Al quitárselo y quedarse sólo con la camiseta, se dio cuenta de que San la miraba y se apresuraba a desviar la vista. A Brittany la sorprendió lo mucho que la halagaba aquella atención. “Vaya, esto es nuevo. Generalmente, no me gusta que me miren así.”
—¡Uff! ¡Qué calor hace!
San se limitó a responder con un breve gesto de asentimiento. Tras pasar unas horas comiendo, viendo cosas y comprando, Brittany oyó música y empujó a San hacia el lugar en el que bailaba la gente con sus hijos y sus amigos. Varios hombres las invitaron a bailar, pero San los rechazó. Brittany bailó con unos pocos y se disculpó educadamente con el resto. Se reunió con San, que se había sentado ante una mesa con varias botellas de agua, y bebió un buen trago.
—Gracias por el agua. Hace mucho calor. ¿Quieres bailar?
—Yo... ¿Cómo? Oh, no, gracias. No se me da nada bien.
—¿Te da corte bailar con una mujer? Es por pasar el rato.
San desvió la vista.
—No estoy de humor.
A Brittany le dolió el rechazo. Había hecho todo lo posible por entablar amistad con San, pero un paso adelante culminaba con dos pasos hacia atrás. “Si te empeñas, podemos jugar a eso las dos, nena.”
—Claro, yo tampoco. ¿Te importa sí damos por terminada la fiesta y nos vamos?
La expresión de San resultaba indescifrable.
—¿Quieres volver a casa de Jen ahora?
Brittany procuró no alterar el tono de su voz.
—San ¿y a ti qué te gustaría hacer? Has sido muy amable conmigo, pero da la impresión de que no te interesa nada. Así que considérate libre de la obligación de entretenerme. Si quieres que volvamos a casa de Jen, estupendo. ¿Algún otro sitio? Dime cuál. —Contuvo la respiración. La respuesta de San le permitiría saber el porqué de aquella invitación.
La mirada de San se endureció y, luego, buscó los ojos de Brittany.
—A decir verdad, preferiría ir a un sitio donde no hubiese tanto ruido. No me gustan las multitudes. ¿Te apetece pasear por la playa?
“Por fin estamos de acuerdo en algo.”
—Vamos.
En aquel momento, un hombre atractivo y ligeramente ebrio se acercó a la mesa, centrándose en Brittany.— Buenas tardes, señoras. ¿Están solas?
Brittany respondió con toda naturalidad, sin alterarse lo más mínimo.
—Claro que no. Estamos juntas. Adiós. —Se levantó y se dirigió al coche.
Brittany miró por encima del hombro y vio que San también se levantaba, le guiñaba un ojo al hombre, se ponía las gafas de sol y la seguía. El tipo murmuró:
—Vaya por Dios. No puedo creerlo. Es que no me lo creo.
Cuando San alcanzó a Brittany, ambas sonrieron y continuaron caminando.
—Piensa que somos lesbianas —comentó San.
—No me importa lo que piense. Estoy harta de los hombres que ven a dos mujeres juntas y empiezan a decir estupideces, como si las amigas no importasen cuando hay un hombre cerca. —Brittany se interrumpió—. ¡Oh, lo siento! ¿Te he molestado? No debería dar por sentado que compartes mis opiniones.
Sin alterar el paso, San dijo:
—Es exactamente lo que yo habría dicho, pero no de una forma tan diplomática. Muy bien hecho.
A Brittany la sorprendió el cumplido y sintió una ridícula alegría. Le complacía que San quisiese continuar el día con ella y que aprobase lo que acababa de decir. Sin embargo, disimuló una sonrisa mientras subía al coche. Temía que San se arrepintiese de ser agradable. Aquella mujer resultaba muy desconcertante. San fue a una de sus playas favoritas, que no frecuentaban apenas los turistas y en la que las olas rompían de forma gloriosa sobre la arena. La marea estaba subiendo, y Brittany procuró no mojarse la ropa mientras correteaba entre las olas. San la observaba, envidiando el buen rato que estaba pasando Brittany. “¿Cuándo dejaste de divertirte con las olas, San? ¿Cuándo te volviste tan condenadamente seria?”
—¿Santana? ¡Yuju! ¡Hola! —San se sorprendió al ver a Brittany a su lado, sonriente. Le correspondió e incluso sintió que sus ojos se relajaban, lo cual agradó a Brittany, y luego se dedicaron a caminar por la playa una al lado de la otra.
San decidió entonces: “Es un buen momento para hacerle unas cuantas preguntas”.
—Brittany, ¿puedo preguntarte algo sobre tu prometido?
—¿Te refieres a mi ex prometido? Sí, claro, adelante.
Antes de que San continuase, Brittany corrió al encuentro de otra ola, chillando mientras intentaba evitarla, y regresó junto a San un poco mojada.
—Lo siento. ¿Qué quieres saber?
San se sentía atrapada entre la necesidad de saber y la tentación de divertirse con Brittany.
—Hum, sí, ¿por dónde íbamos? ¿Lo amabas? —“¿A qué viene eso? ¿Y a ti qué te importa?”
Brittany no dejó de contemplar las olas mientras caminaban.
—Creo que la respuesta a esa pregunta es no. Pero como estuvimos prometidos, me siento como una idiota reconociéndolo. Suena mejor decir que tengo el corazón deshecho. Para serte sincera, me quitó un peso de encima al encargarse él de todo el trabajo. Ojalá no fuese tan cerdo por mis dientas. Hasta el segundo ataque y la furgoneta que tú me hiciste ver, estaba dispuesta a quedarme y buscar la forma de recuperar el dinero de las inversoras. Ahora no sé si podré hacerlo.
San escuchaba y registraba mentalmente la información, pero sin admitir lo aliviada que se sentía al saber que Brittany no amaba a Sam. Tenía la oportunidad perfecta para sacar a colación el tema de la instalación del software, pero las palabras salieron solas:
—¿Por qué te comprometiste con él? —AI menos consiguió mantener un tono neutro.
—Bueno, todo el mundo me decía que tenía mucha suerte. Y, aparte de eso, me gustaba que supiese bailar. —Brittany estuvo tentada de correr tras una ola, pero permaneció junto a San—. Llevaba seis meses en San Francisco. Un apartamento en Marina con todos los yuppies y a disfrutar de la vida. Ya sabes, patinar, voleibol en el campo de Marina, navegar, frecuentar los bares para conocer gente.
San no dijo que no tenía ni idea de lo que le estaba contando ni lo que pensaba de las personas así.
—Pero la mayoría de los tipos que conocí bailaban fatal. Supongo que no le dan importancia. Mi amigo Kurt es muy bueno y, cuando estábamos en la universidad, íbamos a los clubs. Pero no viene por aquí casi nunca. Lo echo mucho de menos. Sin embargo, Sam sí sabía bailar. No era como el tipo que encontramos en la fiesta. Bailaba samba, chacha- chá y un montón de bailes latinos y caribeños. Y te llevaba muy bien. Me encantaba cómo lo hacía. También me gustaba que fuese mayor que yo y más sofisticado que la gente de mi edad, así que compré el lote. Aunque...
—¿Aunque qué?
—Técnicamente era muy bueno, pero no tenía corazón ni alma para la música. —Brittany sonrió con aire arrepentido—. Supongo que fue una estúpida fantasía mía, pero siempre creí que mi verdadero amor encajaría conmigo perfectamente, que nos moveríamos al son de la música como su fuésemos uno.
Brittany alzó los ojos líquidos y el sol poniente arrancó destellos dorados a sus cabellos.
—¿Sabes bailar?
San se esforzó por centrarse en la pregunta y no en la hipnótica belleza de la mujer que tenía ante ella.
—Sí..., pero tendrás que preguntarle a tía Jen al respecto. —Se obligó a romper la conexión entre ambas y se dirigió al coche, gritando por encima del hombro—: Será mejor que regresemos o Jen no nos dará de cenar. Hoy he comido muchísimo, pero siempre tengo sitio para lo que ella prepara.
San reparó en su falta de tacto. Brittany seguía en la arena, así que se detuvo, se dio la vuelta y la esperó. Brittany enderezó los hombros, se acercó a San y puso una mano sobre su brazo, la miró a los ojos y dijo:— De acuerdo, como quieras. Pero tengo otra pregunta para ti. ¿Qué te preguntó el señor Odo antes de que os despidierais? Me miraba mientras hablaba contigo.
—Sólo estaba... tomándome el pelo. —San se puso tensa—. Dijo que le gustaba tu energía y que creía que encajábamos bien. —Miró a todas partes, menos a Brittany—. Él... hum... eso es todo. —La mano de Brittany seguía sobre su brazo y a San se le erizó la piel.
Brittany dudó y, luego, dijo entre titubeos:
—¡Oh, qué agradable! A mí también me cayó muy bien.
A continuación, se dirigieron al coche. Una vez dentro, San encendió la calefacción de los asientos y esperó a que se calentase el motor.
—Te he comprado una cosa en la feria —dijo Brittany—. Mientras hablabas con el señor Odo. Para... agradecerte todo.
Buscó en el asiento de atrás, sacó un paquetito rectangular y plano, y se lo dio tímidamente a San. San lo desenvolvió y encontró una fotografía de una rosa de un rojo vibrante en un jarrón.
—No me debes nada.
—Ya lo sé. Pero la vi y pensé en ti, así que la compré.
—Es preciosa. Gracias.
Brittany le dedicó una sonrisa luminosa, a la que San no tuvo más remedio que corresponder. Aquella noche, tras una cena animada por los recuerdos del día, San recogió la mesa y rechazó la ayuda de Brittany.
—No, siéntate. Me toca a mí. Relájate.
Jen se rió mientras Brittany canturreaba un sonsonete:
—Muy bien. Supongo que así tendré ocasión de preguntarle a Jen cosas sobre tu niñez.
Observó con sorpresa cómo San se tomaba la broma, encogiéndose primero y, luego, arrastrándose hasta la cocina. Cuando Jen y Brittany se dirigieron al salón, San se dedicó a trastear por la cocina haciendo ruido, como cuando Marina y ella la obligaban a fregar los platos y San montaba el número. Eso ocurría cuando estaban las tres solas y se sentía contenta y relajada. Lord. T. le cedió galantemente a Brittany su sillón favorito, que había calentado antes para ella. En cuanto Brittany se sentó, el gato saltó sobre su regazo y se acurrucó para dormir. Jen se acomodó en su sillón.
—No todo el mundo puede tomarle el pelo a San. Me alegro de que os hagáis amigas. Espero que también tú te alegres —habló con naturalidad, pero contuvo el aliento mientras esperaba la respuesta.
Brittany suspiró y acarició a Lord T., que ronroneó bajito.
—Sí, yo también me alegro. Nunca había conocido a nadie como San. Es muy inteligente y especial. Me alegro de que las dos hayáis entrado en mi vida. Y no sólo porque me salvó la vida en el restaurante. Es una persona muy singular.
Brittany hablaba con tanta ingenuidad que Jen tuvo que reprimir las lágrimas. La resistencia de Brittany a cortarse o a ocultar sus pensamientos le preocupaba. “Jovencita, espero que tengas cuidado.” Sabía de lo que era capaz su sobrina para evitar las implicaciones personales. San reapareció con unas copitas de vino de la última cosecha, se sentó en el suelo sobre unos cojines y contempló a un Lord T. en estado de éxtasis.
—¿Debería tener celos? Habitualmente, soy el único regazo al que Lord T. distingue con el privilegio de una siesta. Está claro que me han desplazado. “No sé de quién estoy más celosa, si del gato o de Brittany. Del gato. Sin duda, del gato. Contente, San”
San miró a su tía y se topó con un par de ojos que la observaban. “Ah, mierda.”
Tras beber el vino de un trago, añadió:
—Brittany, dijiste que te gustaría ayudar en la situación que tenemos entre manos. Teniendo en cuenta todo lo ocurrido, ¿aún quieres colaborar?
El ambiente del salón se heló con aquel cambio de tema. San percibió sin necesidad de verla la incomodidad de Jen.
Brittany dudó, pero respondió en un tono neutro:
—Sí. ¿Alguna sugerencia?
San, ya más capaz de controlar la situación, aunque sin dejar de sentirse culpable, continuó:
—Me gustaría que instalases un disco en tu ordenador cuando vayas a trabajar el lunes. Me permitirá acceder a su intranet y así podré hacer diagnósticos desde aquí. Seguramente tendrás que pensarlo antes de responder.
El silencio era casi ensordecedor.
—Ha sido un día muy largo. Voy a acostarme. —San se levantó, le dio un beso a Jen, rascó la cabeza de Lord T., que se hallaba acurrucado en el regazo de Brittany, con la que cruzó la mirada, y les dio las buenas noches.
Después de que San se marchase, Brittany se disculpó. Desplazó al reticente gato de su regazo y lo puso en su sillón, se despidió de Jen y se dirigió a su habitación. En la puerta del salón dudó un momento.
—Jen, hoy le he preguntado a San si sabía bailar. Me dijo que sí, pero que debía preguntarte a ti. ¿A qué viene tanto misterio?
Jen se quedó pensativa.
—La verdad es que San baila muy bien. Cuando era adolescente, hacíamos muchas fiestas con música aquí. Sólo tenía un defecto. No soportaba que la llevasen; siempre debía llevar ella a los demás.
—Oh.
—Buenas noches, cariño. Hasta mañana.
Brittany cruzó el vestíbulo en silencio y se detuvo ante la puerta de su dormitorio. Luego se acercó a la puerta de al lado y llamó suavemente. San abrió la puerta vestida con una camiseta larga y nada más. Se sorprendió al ver a Brittany. Ésta se dio cuenta de que San esperaba a Jen y procuró dominar los nervios.
—Gracias por este día maravilloso —susurró Brittany—. Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien.
San comentó, tras una pausa.
—Yo también me he divertido mucho. Buenas noches. Yo... hum... Hasta mañana.
Antes de que San cerrase la puerta, Brittany la abrazó por la cintura y la apretó contra sí; luego le dio un rápido beso en la mejilla y fue hacia su habitación.
—Buenas noches, San. Gracias de nuevo.
Brittany se fijó en que San se acariciaba la mejilla que le había besado. Parecía pensativa, pero Brittany estaba demasiado confundida por su propia reacción física ante aquel impulso como para analizar el comportamiento de San. Sentía un hormigueo en todo el cuerpo. Brittany contempló el techo durante un buen rato antes de que la rindiese el sueño. No sabía por qué había abrazado y besado a San, quizá por gratitud. Pero su mente revivía sin cesar la sensación que le había causado San: aquella piel suave, las curvas fuertes y femeninas a la vez. Era muy diferente a tocar a un hombre. Naturalmente, el hecho de que San fuese guapísima y tan misteriosa no tenía nada que ver. “¿Acaso te sientes atraída por ella?” Brittany decidió postergar aquellos pensamientos. Apenas conocía a San y no se le daba bien juzgar caracteres, como había demostrado su elección de Sam Evans. “Además, tal vez esté casada o comprometida. En otras palabras, puede ser tan heterosexual como tú. Es normal que le estés agradecida y que lo confundas con atracción.” Pero Brittany se había sentido agradecida otras veces y, si aquello era gratitud, la notaba en lugares nuevos y distintos.
Sin embargo, de algo sí estaba segura. No quería otra relación ni un vínculo de amistad en el que una persona llevase siempre la voz cantante y exigiese obediencia. A partir de aquel momento, las tareas se compartirían.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por micky morales Jue Jul 11, 2013 9:29 am

bueno, el acercamiento no fue tanto como hubiese deseado pero algo es algo, ahora a esperar la actualizacion para saber que tanto oculta san para no entregar sus sentimientos!
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por aria Jue Jul 11, 2013 10:07 am

Mmmm este cap si que ha sido interesante... Me intriga mucha la actitud de San.. Tan seria y serrada

Pero Brtitt-Britt podra con ella estoy segura, ojala acepte poner el aparato ese que dijo San asi terminan de descubrir que es lo que hace lps tiburones esos...
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Mensaje por naty_LOVE_GLEE Jue Jul 11, 2013 11:04 am

NUEVA LECTORA!


WOOOOOW!!!!!!!!!!!! ESTUVO GENIAL LEÍ TODO RECIEN Y ME ENCANTO!!! NO LEÍ EL LIBRO PERO ME GUSTA MUCHO TU ADAPTACIÓN A MIS BRITTANA!!


ME GUSTA EL MISTERIO, SAN ES ALGO DIFICIL PERO SE NOTA QUE SIENTE COSAS POR BRITT y VICEVERSA!!


YA VEO QUE EL CARÁCTER DE SAN PONDRÁ OBSTACULOS EN LA RELACIÓN, ESPERO QUE NO SEA TAN CERRADA COMO LE ÉS HASTA EL MOMENTO.


BRITT PARECE TMB ESTAR CAMBIANDO, SE VE QUE ES MUY INTELIGENTE Y QUE NO SE DEJARÁ DE NADIE!!! YA QUE ESTABA CANSADA DE ESO.


JEN PARECE TODA UNA BUENA PERSONA, ESPERO QUE SEA EL CUPIDO DE MIS BRITTANA :)


SAM ES UN POBRE CRETINO……….JAJAJAJAJAJAAJ!!!!!


NOAH YA ME DA MIEDO, ESPERO NO LE HAGA DAÑO A NINGUNA DE MIS BRITTANA Y QUE TODO AL FINAL QUEDE EN AMENAZAS NADA MÁS.


ESPERO TU ACTU!!! ME ENCANTA LA HISTORIA PORFA SIGUELA HASTA EL FINAL!!!


SI ES ASÍ SMP ESTARÉ AQUÍ!!


SALUDOS!! NATY.
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Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 11:14 am

micky morales escribió:bueno, el acercamiento no fue tanto como hubiese deseado pero algo es algo, ahora a esperar la actualizacion para saber que tanto oculta san para no entregar sus sentimientos!
En el siguiente tendreis escena de "Pretty Woman"
aria escribió:Mmmm este cap si que ha sido interesante... Me intriga mucha la actitud de San.. Tan seria y serrada

Pero Brtitt-Britt podra con ella estoy segura, ojala acepte poner el aparato ese que dijo San asi terminan de descubrir que es lo que hace lps tiburones esos...

 En el siguiente capitulo saldras de dudas de si acepta o no
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 11:17 am

naty_LOVE_GLEE escribió:NUEVA LECTORA!


WOOOOOW!!!!!!!!!!!! ESTUVO GENIAL LEÍ TODO RECIEN Y ME ENCANTO!!! NO LEÍ EL LIBRO PERO ME GUSTA MUCHO TU ADAPTACIÓN A MIS BRITTANA!!


ME GUSTA EL MISTERIO, SAN ES ALGO DIFICIL PERO SE NOTA QUE SIENTE COSAS POR BRITT y VICEVERSA!!


YA VEO QUE EL CARÁCTER DE SAN PONDRÁ OBSTACULOS EN LA RELACIÓN, ESPERO QUE NO SEA TAN CERRADA COMO LE ÉS HASTA EL MOMENTO.


BRITT PARECE TMB ESTAR CAMBIANDO, SE VE QUE ES MUY INTELIGENTE Y QUE NO SE DEJARÁ DE NADIE!!! YA QUE ESTABA CANSADA DE ESO.


JEN PARECE TODA UNA BUENA PERSONA, ESPERO QUE SEA EL CUPIDO DE MIS BRITTANA :)


SAM ES UN POBRE CRETINO……….JAJAJAJAJAJAAJ!!!!!


NOAH YA ME DA MIEDO, ESPERO NO LE HAGA DAÑO A NINGUNA DE MIS BRITTANA Y QUE TODO AL FINAL QUEDE EN AMENAZAS NADA MÁS.


ESPERO TU ACTU!!! ME ENCANTA LA HISTORIA PORFA SIGUELA HASTA EL FINAL!!!


SI ES ASÍ SMP ESTARÉ AQUÍ!!


SALUDOS!! NATY.

 Hola!!! Me alegra que te este gustando y buen resumen de todos los personajes. Y tienes razón en algo, San no lo va a poner facil en la relación Brittana.
Voy a seguirlo hasta el final, no me gusta dejar las cosas a medias, así que me encantara verte por aqui
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 9

Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 11:19 am



 El video que puse es solo para crear ambiente, escuchenlo si quieren

Capitulo 9
A la mañana siguiente, Brittany, que contemplaba el océano sentada en las escaleras de atrás con una taza de café en la mano, decidió que había llegado la hora de afrontar la realidad. El aire era frío y vigorizante. Odiaba la idea de regresar a su apartamento y a los posibles horrores que en él pudiese encontrar. Tenía que mudarse de casa, porque allí no se sentía segura y le daba miedo abrir la puerta. Murmuró para sí, procurando prepararse para el momento:
—Brittany, enfréntate a las cosas. Coge el periódico del domingo y empieza a buscar... Bonita forma de pasar el día. No puedes depender de la amabilidad de estas personas para siempre. Son una familia, y tú debes cuidar de ti misma. —Parecía su madre. “Genial.”
San apareció de pronto, como caída del cielo, y se sentó junto a ella con una jarra de café recién hecho y una taza humeante. Brittany se sobresaltó ligeramente, pero sonrió al verla. San le llenó la taza, mientras ella permanecía en silencio.
—Estás muy habladora —comentó San en broma.
Brittany se avergonzó y, a continuación, se enfadó.
—Escucha, estoy intentando armarme de valor para volver a mi casa. Seguramente para ti todo es muy fácil, señorita cinturón negro, pero yo nunca me había visto en una situación semejante. Así que déjalo ya.
San estaba atónita. Se puso colorada y contempló su café; luego dijo en voz baja:
—Lo siento.
Brittany dejó la taza en el suelo y se arrebujó. Para cambiar de tema, preguntó:
—¿Hay un camino para bajar hasta aquella playa? —Señaló un extremo de la finca y un corte en el verde de la hierba y los arbustos.
San miró en la dirección que señalaba Brittany y asintió.
—Sí. Es bastante empinado, pero yo bajo con los ojos cerrados. —Se apresuró a precisar—: En la oscuridad, naturalmente. Un verano me hice el firme propósito de conocer hasta el último recoveco de este lugar. Así empecé a nadar en mar abierto.
Brittany no dijo nada. Quería saber más.
San torció la boca como si estuviese crispada, pero continuó:
—Cuando nadas en mar abierto, vas más allá de las olas y la resaca, y luego nadas en línea paralela a la costa. No te puedes poner traje de neopreno porque parecerías una foca, y a los tiburones les encanta merendarse a las focas. Es un ejercicio estupendo, y te da una nueva perspectiva ver este lugar desde el océano. A veces buceaba, a más o menos profundidad.
Brittany estaba intrigada.
—¿Tus amigos también lo hacían?
San desvió la vista y se centró en algo que había en el jardín.
—¿San?
—Mis amigas eran Jen y Marina. No había muchos niños por aquí y, además, tenía mucho que hacer
— Descubrir todos los recovecos.
—Sí. Creo que el desayuno está listo. Voy a ayudar a tía Jen.
Brittany se dio cuenta de que había pinchado a San y se sintió fatal.
—San, siéntate, por favor. Jen nos llamará cuando nos necesite. —San dudó, pero Brittany añadió— Por favor.
Finalmente se sentó, aunque manteniendo la distancia con Brittany. Por primera vez Brittany se fijó en que San tenía el pelo mojado. Seguramente habría estado nadando aquella mañana. Se la imaginó en bañador y enseguida borró la imagen de su mente, pero empezó a hablar sin contenerse:
—Tu pelo. Fue eso lo que has hecho esta mañana. Ya me extrañaba. —Cambiando de tono, añadió — Quiero decir que me di cuenta de que no estabas en la casa y de que el Audi seguía ahí, y, y... —Se dedicó a contemplar su café con gran interés y a disimular el rubor que amenazaba con cubrirle el rostro.
—Estuve a punto de llamarte antes de ir —declaró San—, por si querías acompañarme, pero me pareció que te venía bien descansar.
Brittany sonrió, contenta de que San le ofreciese la pipa de la paz, cosa que seguramente no le resultaba nada fácil.
—Sí, estaba agotada. Pero otra vez avísame. Me encantaría ir contigo.
—De acuerdo. Necesitamos un plan para volver a tu apartamento. —San se aclaró la garganta—. Te llevaré, por supuesto. Y me gustaría acompañarte cuando entres en tu casa. Tengo alguna experiencia en vigilancia y se me da bien localizar micrófonos y ese tipo de cosas. Cuando hayamos valorado la situación, decidiremos el paso siguiente. ¿Qué opinas?
Brittany dudó. Por un lado tenía ganas de abrazar a San. Por otro, ése era el problema.
—¿Siempre le planificas la vida a todo el mundo? No tienes por qué hacerlo, San. Puedo llamar a la policía para que entre conmigo.
Los ojos de San reflejaron un dolor instantáneo.
—Como quieras.
Brittany se dio cuenta de que la había ofendido y se apresuró a decir:
—Pero, si lo haces tú, te lo agradecería mucho. Jen y tú sois las únicas personas en las que confío.—Rozó el brazo de San—. Y necesito confiar en alguien. Gracias.
Había más emoción en sus palabras de la que Brittany hubiese querido. “Pero es cierto·”, pensó.
Brittany le cogió la mano y la apretó, y San le devolvió el gesto. De pronto, San se levantó y dijo:
—Será mejor que me duche y me cambie antes de que nos vayamos. —Con aire distraído, sus ojos se posaron en todo, salvo en Brittany
En aquel preciso momento Jen apareció en la puerta.
—Eh, vosotras dos. Nadie va a ninguna parte sin desayunar. ¡Entrad!
San se daba cuenta de que la conversación del desayuno resultaba un poco forzada, pero aun así se limitó a hablar sólo cuando se dirigían a ella. Se fijó en que Brittany hablaba casi todo el tiempo con Jen, como si comprendiese su malestar y no quisiese obligarla a participar en la charla. Marina también hacía eso con Jen y San, pero San nunca había adivinado por qué. De repente, Brittany se levantó y abandonó la mesa.
—¿Adónde va? —preguntó Jen.
San miró hacia donde Brittany había ido con gesto atónito.
—No tengo ni idea.
Luego se volvió hacia su tía y echó un vistazo al reloj, pero Jen no dijo nada. San refunfuñó:
—¿Qué?
—¿Por qué estás tan callada, San?
La joven se encogió de hombros.
—Ella es tan... diferente. Cuando creo que somos amigas, me salta al cuello.
—¿Por qué?
—No lo sé. Le ofrecí ayuda para que se sintiese segura en su casa y reaccionó como si fuese a robarle algo.
—¿Le explicaste el plan y le dijiste que te ocuparías de ella?
San asintió, procurando no analizar la respuesta de Brittany.
Jen se quedó callada y, luego, dijo:
—Cariño, estás tan acostumbrada a llevar la voz cantante en todo que hay un punto en el que Brittany tal vez piense que la quieres controlar. Recuerda su pasado. Está intentando romper con los hombres y con la familia que la dominaban, y de pronto aparece San para rescatarla. Dale tiempo.
—Es amiga de todo el mundo y sabe lo que hay que decir en cada momento. —San estaba perpleja
—. ¿Por qué iba a creer que pretendo controlarla?
—Tal vez proyectes la misma imagen que la mayoría de los hombres que ha conocido y que desconfiaban de que supiese valerse por sí misma.
San se quedó boquiabierta cuando las palabras de Jen dieron en el clavo. En aquel momento entró Brittany con una fotografía en la mano.
—Una de esas fotos para recordar un día señalado. ¡Mirad!
Y allí estaba, una foto de alegres colores, en la que se veía a San y a Brittany mirando a la cámara, abrazadas por la cintura y sonrientes. Jen la contempló detenidamente.
—Me encanta. ¿Puedo ponerla sobre la chimenea?
San, que reparó en la incertidumbre de Brittany, asintió. Brittany sonrió.
—Pues claro. Si quieres.
Jen colocó la instantánea cuidadosamente en medio de sus fotos más queridas y dijo:
—Oficialmente ya formas parte de la familia, Brittany. Y, de paso, así tengo una foto tuya reciente, San. Y ahora largaos. Yo fregaré los platos. Tenéis trabajo que hacer.
Brittany estaba feliz. Le dio un fuerte abrazo, lleno de agradecimiento, a Jen; luego se volvió para abrazar a San, pero se contuvo y se limitó a sonreír tímidamente. Se disculpó para ir a arreglarse.
Cuando San hizo ademán de seguirla, Jen la llamó:
—Cuídala, cariño. Esos tipos son muy brutos.
—Lo intentaré, tía Jen. —Mirando a Brittany, murmuró—: Si me deja.
Permanecieron calladas durante el trayecto hasta la ciudad. Brittany estaba nerviosa y San parecía absorta en su propio mundo. Los escasos intentos que hicieron de entablar una conversación fueron sólo eso, intentos. Cuando atravesaron el puente Golden Gate, San entró en materia:
—Hagamos un plan. Aparcaremos a varias manzanas de distancia. ¿El edificio tiene entrada de servicio?
Brittany asintió y San continuó:
—Estupendo. Entonces entramos por allí y empezamos buscando micros y cámaras. Y, si los encontramos, ¿qué hacemos? ¿Los desconectamos y llamamos a la policía? ¿Hacemos como si no los hubiésemos encontrado? ¿Desconectamos todos, excepto uno, y luego medimos mucho lo que se diga junto a ese micro? —Dejó las preguntas en el aire—. Te toca a ti decidir, Brittany. ¿Qué quieres hacer?
Brittany pensó en las opciones. Agradecía que San le permitiese tomar la decisión. Pero se sentía como un ratón de laboratorio. Aquellas personas creían que podían usar cualquier método, manipular e incluso matarla, sin la menor consecuencia para ellos.
—Depende de quién sea el responsable. Los candidatos lógicos son mi querido ex novio y sus colegas. Si los culpables son ellos, puedo: a) destruir los micros, gritar “que os jodan” mientras lo hago, procurar desaparecer de la faz de la tierra y confiar en que no me encuentren; b) fingir que no los he visto y volver al trabajo para averiguar más cosas antes de llamar a la policía, rezando para que no me maten antes; o c) comprar un kalashnikov y matarlos a tiros. No me atraen nada las opciones.
San se quedó callada unos instantes.
—Te olvidas de la d) ninguna de ellas. —Mantuvo la vista en la calzada, mientras recorría las callejuelas transversales de San Francisco sin que Brittany le quitase ojo de encima.
—Supongamos lo peor, Brittany. Hasta el momento sólo sabemos que tu teléfono está intervenido, pero, si tienen tecnología sofisticada y les pagan mucho, pueden instalarse en un apartamento enfrente o muy cerca del tuyo, y tú jamás lo sabrás. Bueno, no exactamente. Yo lo sabría porque soy una especie de obsesa de los aparatos y los artilugios, y creo en el derecho a la intimidad. Te advierto que me han espiado los mejores del gremio. Te sorprendería saber lo lucrativo que resulta el espionaje empresarial y los recursos de que disponen los agentes. Cada vez que desarrollo un nuevo programa, me asombra la cantidad de gente que intenta piratearlo y birlarme el material. Codicia, Brittany. Todo se reduce a codicia.
Brittany asimiló toda la información, pero no dijo nada, así que San continuó:
—Sin embargo, nadie lo ha conseguido. Si logran algo, es porque yo lo consiento. La venganza es traicionera, Brittany.
Había un destello en los ojos de San que la asustó y la emocionó al mismo tiempo. Brittany esperaba que su nueva amiga lo fuese de verdad y no tener que enfrentarse nunca a ella.
—Creo que ha llegado la hora de empezar con la venganza, si te apetece. Tengo un plan. ¿Quieres oírlo?
Durante toda su vida otros la habían cuidado: tomaban las decisiones por ella y la guiaban por un camino seguro y cómodo. Brittany se lo agradecía. Pero era adulta y sabía que había llegado el momento de dirigir su propia existencia. Para bien o para mal, tenía que elegir y afrontar las consecuencias de sus elecciones.
San aparcó a tres manzanas del apartamento de Brittany y permaneció en el asiento, esperando. Brittany no lo dudó.
—Me apunto. —Sabía que le había cambiado la vida tal vez para siempre y que, ocurriese lo que ocurriese, estaba dispuesta a pelear.
San la miró, muy seria. Con una ligera indicación, cogió una sudadera con capucha del asiento de atrás y se la dio a Brittany. Suspiró cuando ésta la olisqueó.
—Está limpia, Brittany. Póntela.
Brittany sonrió, avergonzada, y obedeció.
San se había recogido el pelo en una cola de caballo y llevaba una gorra de visera y un chaquetón. Las dos se habían puesto vaqueros y zapatillas deportivas. San manchó de tierra las zapatillas blancas de Brittany. Casi tuvo que atarla para que le permitiese hacerlo, pero había buenas razones. Por último, sacó un bolso mugriento del maletero, se lo echó al hombro y activó la alarma del coche con el mando a distancia antes de dirigirse al apartamento.
—Oficialmente estás ejerciendo la invisibilidad —afirmó San. Mientras caminaban, le dijo a Brittany que no estableciese contacto visual con la gente de la calle, pero que vigilase el entorno. Brittany obedeció y le sorprendió que nadie se fijase en ellas. Aquel anonimato le resultaba extraño. Estaba acostumbrada a que las cabezas se volviesen a su paso, a que le silbasen y a los piropos de los hombres. Decidió que tenía que practicar aquella “invisibilidad” más a menudo. Brittany se encaminó a la entrada de servicio, encantada de contribuir en algo. Tras comprobar que nadie vigilaba la puerta, entraron y subieron al apartamento por las escaleras de atrás. Brittany sólo las había utilizado una vez y le sorprendió lo sucias que estaban en comparación con el ascensor que utilizaba habitualmente. San abrió la puerta y observó que el vestíbulo estaba vacío, así que ambas recorrieron el pasillo que conducía hasta el apartamento. Brittany tenía la llave en la mano y estaba a punto de introducirla en la cerradura cuando una mano la detuvo. San se inclinó, examinó la cerradura y descubrió que la habían forzado con gran pericia. San explicó que hasta cierto punto era una buena noticia. Los que habían entrado en el apartamento de Brittany no querían que ella lo supiese y, por tanto, seguramente no andaban por allí para recibirla. Los intrusos habían tenido mucho tiempo para hacer registros desde el lunes por la noche. San le indicó que abriese la puerta y, antes de entrar, le puso la capucha sobre la cabeza. Luego se colocó delante de Brittany y franqueó la puerta. Brittany echó un vistazo por encima del hombro de San, pasó por su lado y caminó hasta el centro del salón, mientras San permanecía en la puerta escudriñando la estancia y su contenido. Cuando Brittany revisó la cocina, el dormitorio y el baño, supo inmediatamente que alguien había estado allí. Se fijó en la pantalla de una lámpara un poco torcida, un cajón del frigorífico revuelto, el botiquín del baño entreabierto. Lo recordaba todo muy bien, debido a la concienzuda limpieza que había realizado días antes. Un desconocido había tocado su ropa y sus objetos personales. Aquella intromisión en su intimidad hizo que le hirviese la sangre. Le ardía la cara de ira y se dedicó a dar vueltas mientras San se acercaba a ella por detrás. San salvó la distancia que las separaba en silencio, le tapó la boca con la mano y la fulminó con la mirada. Brittany se calmó al instante y se concentró en aquellos poderosos ojos oscuros. En un principio, a Brittany le había entusiasmado la idea de hacer un registro con San. De las opciones que barajaron mientras iban en el coche, había escogido la de desactivar todos los micros excepto uno. Así, los que realizaban las escuchas creerían que lo tenían todo bajo control y que no los habían descubierto. San sacó algo del bolso que llevaba, un artilugio que detectaba la presencia y localización de los aparatos de vigilancia, y emprendieron la búsqueda. San encontró primero las cámaras: en el salón, el dormitorio y el baño. Cuando señaló la del baño, Brittany estuvo a punto de perder los nervios. San la arrancó, quitó el objetivo y lo aplastó con el pie, mientras Brittany representaba un baile de la victoria bastante sexy. A continuación, fueron al dormitorio a montar el número de buscar más aparatos. Tras una pista falsa, encontraron y destruyeron el instalado allí. Por último, el salón.
—Vaya, si tenían una de esas cosas en el dormitorio y otra en el baño, como buenos mirones seguro que pusieron otra aquí —comentó San. Tras otra complicada búsqueda, identificaron unos cuantos micrófonos, observaron que eran distintos y al fin localizaron el vídeo y lo desactivaron.
San metió la última cámara en una bolsa de plástico, junto con uno de los micrófonos, y la guardó en el bolsillo. Brittany dedujo que habían dejado ciegos a los que efectuaban la vigilancia, pero con una capacidad limitada de escucha. San miró por encima los teléfonos, les dio el visto bueno y los dejó. Brittany se sentó en el sofá, desanimada ante la idea de quedarse donde los cerdos de la furgoneta podían escucharla.
—Creo que tengo que ir de compras. No pienso ponerme esa ropa interior nunca más.
—Pues vamos, entonces —dijo San—. Las tiendas no permanecen abiertas demasiado tiempo los domingos.
Mientras Hatch escuchaba y contemplaba la destrucción de su carísimo y cuidadosamente instalado equipo de vigilancia, la agobiante furgoneta le resultó más incómoda que nunca. Se había hecho a la idea de observar a la mujer sin que ella lo supiese. Invadir la privacidad de una mujer lo excitaba y avivaba sus fantasías de violación y tortura. Sabía que Noah se enfadaría si se enteraba de lo de las cámaras, así que no pensaba dar parte del incidente. Nunca lo hacía. La zorra y su amiga amazona de la otra noche lo habían dejado sin diversión. Conseguiría suficiente información con el teléfono pinchado y los restantes aparatos, pero no olvidaba aquello. De momento, tenía que llamar para recibir órdenes. Estaba de mal humor cuando cogió el teléfono. Si Simpkin no hubiese salido a comer algo, lo habría obligado a hacer la llamada.
San llevó a Leigh a Union Square, en el centro de San Francisco. Aunque detestaba ir de compras, le pareció que con Brittany no sería tan horrible. “Hace mucho tiempo que no estoy con nadie más que con un ordenador. Cíñete al trabajo, San. La estás ayudando porque necesitas que vaya a trabajar mañana. Nada más. Y no alucines con la ropa que se ponga. Esta excursión es un mal necesario.”
Brittany compró algunas cosas en Macy's y luego San la llevó a Neiman Marcus para comprar un traje, porque conocía a una asesora de ventas. La mujer registraba la tienda de arriba abajo buscando ropa para San cuando ésta la visitaba. Le habría gustado hacerse amiga de San, pero ésta mantenía la relación en términos estrictamente profesionales. Nada de vínculos ni de distracciones. San llamó por teléfono previamente para confirmar la cita con la dependienta y condujo a Brittany a la sección de diseñadores de la tienda. Brittany dudó.
—San, no suelo comprar en esa sección. Al menos desde que vivo de lo que gano.
A San le sorprendió que Brittany, siendo de una familia tan rica, no se permitiese el lujo de comprar ropa de diseño, así que tuvo que buscar una justificación para ir hasta allí.
—Acordamos que mañana volverías al trabajo para implantar el programa. Necesitas un traje clásico. Vamos.
En cuanto entraron en la sección, todo el mundo se apresuró a atenderlas. El personal, al que se le caía la baba, les ofreció capuchinos, cruasanes, agua mineral, vino y champán. San reconoció que había gastado bastante dinero allí en otra época. Ann, la asesora impecablemente vestida, una mujer despampanante, de unos cuarenta años, de cabellos oscuros y ojos color avellana, las recibió y, tras examinar a Brittany, enseguida se puso a trabajar. Le preguntó por su talla y sus colores favoritos, les sugirió que disfrutasen del café y fue a buscar trajes. Veinte minutos después se había montado un desfile de moda, con Brittany como modelo y San como espectadora. Antes de empezar, San sugirió que tomasen champán en honor a “la nueva Brittany”. En realidad, pensaba que el alcohol la ayudaría a sobrevivir al trance de las compras. Cada vez que Brittany se probaba un traje, brindaban, y no tardaron en sentirse agradablemente aturdidas. Tras un par de pruebas, Ann le preguntó a Brittany si tenía experiencia como modelo, y Brittany admitió que había trabajado en el sector mientras estudiaba. De pronto, las dos se pusieron a charlar, pues Ann había trabajado años como modelo. Cuando Brittany regresó al probador, San las oyó reír y hablar de ropa, diseñadores y experiencias, y la sorprendió escucharlas con benevolencia. Generalmente, esperar la ponía nerviosa y de mal humor. Sin duda, el champán contribuía a su buen ánimo. Trató de escuchar lo que decían; tal vez se enterase de cosas que podían serle de utilidad en el trabajo. A San no se le daban bien las conversaciones intrascendentes. Tenía que conocer bien a una persona antes de decirle algo más que palabras de trámite. “Exceptuando a Brittany. Con ella resulta más fácil.” En aquel momento apareció Brittany con un exquisito traje azul cobalto que realzaba sus ojos. La suave caída del ligero tejido de gabardina se adaptaba como un guante a su preciosa figura. El remate revelaba las piernas largas y torneadas sobre los sencillos y elegantes zapatos de salón. Completaba el cuadro una blusa de seda de color perla bajo la chaqueta. El conjunto era perfecto y San se quedó sin habla. Brittany salió del probador riendo y bromeando, pero, en cuanto vio a San, se calló y contuvo la respiración, dominada por una repentina incomodidad. Era una reacción extraña en una modelo con experiencia en la pasarela y en las portadas. Tras unos segundos, Ann se aclaró la garganta.
—Bueno, creo que hemos acabado. Prepararé el traje para llevar. ¿Quieres también los zapatos y accesorios que elegimos?
Brittany acertó a farfullar:
—De acuerdo. —Se alisó la parte delantera de la falda con timidez y preguntó en voz baja—: ¿Te gusta?
Sin apartar los ojos de ella, San respondió:
—Creo que eres... Estás impresionante.
Brittany intentó aclarar las confusas emociones que sentía.
—Nunca me había puesto tan nerviosa probándome ropa. Ni que fuera el baile del instituto. Debe de ser la histeria de mañana.
Ann asomó la cabeza tras la puerta del probador.
—¿Y la lencería, Brittany? ¿Qué te llevas?
Brittany hizo un gesto negativo, pero San la interrumpió.
—Todo. Cárgalo en mi cuenta. —Ann desapareció inmediatamente y Brittany empezó a protestar, pero San alzó la mano y la hizo callar.
—Ya me lo pagarás, Brittany. Tienen todos mis datos, lo cual significa que podemos ir a comer mucho antes. Además, necesitas esas cosas si piensas dar el resto a instituciones benéficas. No puedes andar siempre con mi viejo chándal y tus vaqueros, por muy bien que te queden. —Brittany se fijó en que San se ponía colorada antes de continuar—: ¿Has encontrado unos pantalones y un jersey para ponerte ahora? No puedo llevarte a uno de mis restaurantes favoritos hasta que los tengas. —En sus ojos había una expresión divertida.
Brittany aceptó.
—De acuerdo. Ann tiene muy buen gusto. No tardo nada.
Mientras Brittany se ponía la ropa informal, reapareció Ann.
—¿Hace esto muy a menudo? ¿Cargar en su cuenta la ropa de sus amigas?
—San nunca había venido con nadie. Te hemos declarado la chica más afortunada del año. Es toda una adquisición por tu parte. —Ann le guiñó un ojo y fue a hacer la factura.
Brittany se quedó sola en el probador, pensando en el comentario de Ana y en el rostro ruborizado que le devolvía el espejo, pero decidió pasarlo por alto. Aunque resultaba difícil ignorar que la emoción que sentía no era vergüenza, sino evidente placer.
—Dame la factura. Te extenderé un cheque en cuanto estemos en el coche —dijo Brittany, mientras salían de la tienda cargadas con bolsas. No aceptó una negativa, así que San tuvo que conformarse.
Al pasar por delante de Tiffany’s de camino al garaje, Brittany aminoró la marcha y le contó a San su secreta costumbre de devorar con los ojos los escaparates cada vez que iba por allí.
—Podemos hacer algo mejor que eso —dijo San con toda naturalidad—. Curiosear todas las vitrinas de la tienda. ¡Vamos! —Se dirigió a la puerta y entró sin darle tiempo a Brittany a protestar.
En la tienda, tranquila y sobria, en la que las joyas se exhibían con mucho gusto bajo una miríada de luces indirectas, un dependiente se ofreció a hacerse cargo de los paquetes para que pudiesen curiosear cómodamente. Admiraron varias piezas, y Brittany comentó cuáles se pondría dependiendo de las situaciones. San tenía cuenta en Tiffany's por cuestiones de negocios y para adquirir regalos de vez en cuando, pero siempre había dejado la elección en manos de los vendedores o se limitaba a llamar por teléfono y pedir algo. Nunca había pensado en los intríngulis de las joyas. En aquel momento escuchaba a Brittany con atención, sin saber por qué le interesaba tanto aquella información. Brittany lo estaba pasando genial, hasta que al fin se detuvieron ante unos exquisitos pendientes de diamantes, tanzanita y calcedonia azul. Al ver lo mucho que le gustaban a Brittany los pendientes, San pidió que se los enseñasen. Se los
probó y, luego, se los dio a Brittany para que se los probase ella también. “Preciosos.
—Envuélvalos —le pidió San al dependiente.
Los ojos de Brittany lanzaban destellos azules como la tanzanita.
—¡San, son maravillosos! Espero que te los pongas siempre, porque me encanta cómo te quedan. —Se ruborizó, como si se avergonzase de dar por supuesto que eran amigas.
A San la asombraba que Brittany se sintiera avergonzada por querer ser su amiga, pero, al mismo tiempo, le encantaba aquel sentimiento. Al fin y al cabo, San era la tímida, la que quería hacer amigos y no sabía cómo. Se limitó a asentir y, luego, dijo:
—Disculpa. He olvidado darle al dependiente mis datos. —Fue hasta el fondo de la tienda, sonriendo al recordar las palabras de Brittany. “Quiere volver a verme. Piensa que me quedan bien esos pendientes.”
Charló un poco con el dependiente antes de firmar el comprobante de compra, cosa que no hacía casi nunca. Cogió la tarjeta comercial que le extendía el dependiente, guardó la cajita turquesa en el bolso y se reunió con Brittany. A continuación, se hicieron cargo de todas las bolsas, decididas a no detenerse hasta llegar al garaje. Brittany se dejó caer en un asiento del banco de cuero rojo, en el reservado del restaurante de Market Street que ofrecía cocina de fusión asiática. Sonaba bien. San exigió un reservado concreto, un poco elevado, que tenía una excelente vista del restaurante y de la calle. Tras echar un vistazo al menú y sugerirle a Brittany que eligiese la comida, San pidió dos limonadas con ginebra y entrantes y aperitivos suficientes como para alimentar a un pequeño ejército. Luego rebuscó en el bolso hasta que encontró un pequeño teléfono móvil, apretó un botón y le susurró a Brittany:
—Voy a llamar a Jen para ver si quiere que le lleve algo.
Brittany asintió, pero se le encogió el corazón. “¡Dios mío, tengo que volver a mi apartamento! Cuando San se marche llamaré a un taxi e iré a un hotel.” Se dedicó a juguetear con los cubiertos, un poco mareada, procurando atender cuando oyó lo que San estaba diciendo.
—¿De verdad? ¡Qué maravilla! Bueno, sí, ¿lo dices en serio? Puedo quedarme en la ciudad si... — Se le apagó la voz mientras miraba a Brittany; luego se apresuró a añadir—: Me refiero a que puedo quedarme en el Four Seasons o... —Se le iluminó el rostro—. No lo sé, pero puedo preguntar. ¿Todo bien con M? Espera. —Se volvió hacia Brittany—. Jen quiere saber si vas a pasar la noche con nosotras. Ha llegado alguien a quien le gustaría que conocieras. —San dudó un instante antes de precisar—: A mí también me gustaría. Hasta que sepamos a ciencia cierta que estás preparada para volver a tu casa. Si te apetece.
Brittany estuvo a punto de saltar encima de la mesa.
—¡Sí! Me encantaría conocer a vuestra amiga. ¡Gracias! —Las lágrimas afluyeron a sus ojos y no le importó quedar como una boba. Ya había desplegado suficiente valor aquel día.
San sonrió mientras hablaba por teléfono.
—Trato hecho, Jen. Vamos a comprar cosas ricas y llegaremos dentro de hora y media. ¿Jen? Dale un beso de mi parte a tía M.
Pidieron la comida, degustaron unos deliciosos rollitos y otros caprichos, bebieron la limonada y esperaron a que les preparasen el pedido para llevar. La camarera las ayudó a llevarlo todo al Audi y seguía sonriendo, encantada con la propina que le dieron, cuando el coche arrancó. San llevó a Brittany a su apartamento para que cogiese su coche. A Brittany le daba miedo utilizarlo, aunque estaba aparcado en el garaje y San la había acompañado. San examinó el vehículo en busca de transmisores, utilizando una linterna para comprobar los bajos. Cuando se cercioró de que todo estaba en orden, se pusieron en camino. Brittany iba siguiéndola. Se sentía como una estúpida porque deseaba compartir el mismo coche. Miró repetidamente el espejo retrovisor, confiando en descubrir si alguien la seguía. Lo había pasado muy bien con San, aunque el motivo de que estuviesen juntas la aterrorizaba. La capacidad de San para hacerse cargo de la situación contribuía en gran medida a aliviar sus temores. San era muy poco convencional: torpe, frustrante y dura de mollera a veces, negada para las relaciones sociales y tímida. Pero esos detalles, en vez de molestar a Brittany, la estimulaban. Era bueno saber que San tenía una parte no tan perfecta. En ese punto se complementaban, y a Brittany le agradaba la idea. Tendría que analizar por qué le agradaba tanto. San le advirtió de que darían un rodeo para cerciorarse de que no las seguían, pero en el plazo prometido de hora y media llegaron a la finca de Jen y entraron en la casa cargadas con paquetes y comida. Lo primero que a Brittany le llamó la atención fue la música: Nat «King» Colé y su hija Natalie cantaban a dúo Unforgettable.
San estaba feliz. La música las acompañó cuando dejaron los paquetes y llevaron la comida a la cocina. El salón estaba a oscuras, aunque Brittany captó el parpadeo de las llamas en la chimenea. San le susurró a Brittany:
—Ahora vuelvo. —Se quitó los zapatos y fue de puntillas en dirección a la música. Brittany la siguió hasta la puerta del salón y asomó la cabeza para saludar a Jen, pero se detuvo en seco cuando vio a Jen y a otra mujer más baja bailando muy juntas. La ternura que emanaba de las dos mujeres llenaba la estancia y resultaba muy romántica. Brittany se sintió como una mirona, pero no se movió por miedo a romper el hechizo. Cuando San se acercó a la mujer más baja y se inclinó para besarla en la coronilla, la mujer se mostró encantada, y las tres se abrazaron y siguieron bailando. La canción estaba terminando y, cuando se separaron y se pusieron a hablar, Brittany se dispuso a escabullirse hacia la cocina antes de que la viesen.
—Brittany, ven a conocer a alguien —dijo Jen.
Brittany se acercó e identificó a la mujer cuya fotografía adornaba la mesilla de Jen, la de la foto de París, uno de los rostros más famosos y reconocibles del mundo del periodismo. Jen sonrió.
—Marina, ésta es Brittany Pierce. Brittany, te presento a Marina Kouros, la tía M de San
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Maitehd Jue Jul 11, 2013 11:56 am

Hola! Excelente los capítulos, la historia es muy atrapante. Espero que pronto ya haya algo entre ellas, sí, soy impaciente.
¿Jen y Marina son pareja? ¿O entendí cualquier cosa? xD
Bueno, estaré esperando el siguiente capítulo. Besos! :D
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por aria Jue Jul 11, 2013 3:45 pm

Mmmm este acercamiento de Britt y San me ha gustado mucho, como que San se esta mostrando un poquito menos seria con Britt...

Ohhhhh por fin quitaron las camaras y demas cosas que puso el cochino miron ese...

Vaya Britt conocera a la famosa Marina, ella e la novia de Jen??? Seria interesante jejejje
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por aria Jue Jul 11, 2013 3:46 pm

Mmmm este acercamiento de Britt y San me ha gustado mucho, como que San se esta mostrando un poquito menos seria con Britt...

Ohhhhh por fin quitaron las camaras y demas cosas que puso el cochino miron ese...

Vaya Britt conocera a la famosa Marina, ella e la novia de Jen??? Seria interesante jejejje
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Keiri Lopierce Jue Jul 11, 2013 4:23 pm

Como he leído tus otros FF este no quedo atrás lo he leído desde el principio de hecho soy una fiel lectora jajajaja y que puedo decir me encanta esta adaptación igual que la de Honor y pues es muy interesante ver esa relación Brittana en una circunstancia pocos comunes jajajaja como siempre esperando tu actualización saludos
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 5:24 pm

Maitehd escribió:Hola! Excelente los capítulos, la historia es muy atrapante. Espero que pronto ya haya algo entre ellas, sí, soy impaciente.
¿Jen y Marina son pareja? ¿O entendí cualquier cosa? xD
Bueno, estaré esperando el siguiente capítulo. Besos! :D
Hola!! Beso Brittana muy pronto. Las tias de San, son pareja. Besos ;)
aria escribió:Mmmm este acercamiento de Britt y San me ha gustado mucho, como que San se esta mostrando un poquito menos seria con Britt...

Ohhhhh por fin quitaron las camaras y demas cosas que puso el cochino miron ese...

Vaya Britt conocera a la famosa Marina, ella e la novia de Jen??? Seria interesante jejejje
Si, San poco a poco va cogiendo más confianza, y más que cogera...
Sobre si Marina es la novia de Jen, en el siguiente capitulo lo deja más claro
Keiri Lopierce escribió:Como he leído tus otros FF este no quedo atrás lo he leído desde el principio de hecho soy una fiel lectora jajajaja y que puedo decir me encanta esta adaptación igual que la de Honor  y pues es muy interesante ver esa relación Brittana en una circunstancia pocos comunes jajajaja como siempre esperando tu actualización saludos

 Hola, que bueno verte por aqui también, en ambas adaptaciones la relación Brittana es poco común, esta bien cambiar un poco FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2414267551  . No te hare esperar mucho para la actualización, porngo ahora el siguiente capitulo
Marta_Snix
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 10

Mensaje por Marta_Snix Jue Jul 11, 2013 5:25 pm



 

Capitulo 10
¡Qué bien lo había pasado la noche anterior! Brittany se reclinó en el sillón de su despacho y se desperezó mientras bostezaba. No le importaba el agotamiento; la emoción le había proporcionado energía de sobra. Y hoy el traje nuevo y, sobre todo, los pendientes que lucía habían merecido muchos piropos por parte de sus compañeros. San llamó a la puerta del dormitorio muy temprano, cuando Brittany acababa de ducharse. Tenía el pelo aún revuelto de dormir y llevaba el chándal, seguramente para ir a nadar a la playa. Preciosa. Aunque sus ojos transmitieron un cálido saludo, enseguida fue al grano:
—Tengo algunas cosas para ti. —Entregó a Brittany un finísimo teléfono móvil, como el que la propia San había utilizado en el restaurante el día anterior—. Tus teléfonos, incluido el móvil, están pinchados. Éste queda fuera de su alcance. Si intentan escuchar, sólo oirán voces distorsionadas. Aprieta este botón y me localizarás en cualquier lugar. Este otro es para hablar con Jen. Puedo programar otros números más tarde. No es sólo para casos de urgencia ni para ponerte en contacto conmigo. Utilízalo para llamadas personales o para aquéllas en las que puedas dar pistas sobre lo que estamos haciendo. Procura que nadie te vea usarlo, pero no manifiestes preocupación si te ven.
A continuación, sacó un disco del bolsillo con gesto dudoso.
—¿Estás segura de que quieres hacerlo? Puede ser peligroso. Muy peligroso.
Brittany dedicó un momento a analizar sus opciones y se recordó a sí misma que ya se había comprometido, así que, antes de amilanarse, dijo:
—Completamente segura.
San le entregó el disco.
—Cuando estés sola, instálalo en el disco duro de tu ordenador de la oficina. Luego tráelo, no lo guardes en un cajón. Tal vez hagan registros periódicamente. Con eso podré introducirme en la red, identificar a quiénes mueven los hilos y descubrir qué están haciendo para ver la participación de otras personas en tu empresa. De momento, supongamos que todos están en el ajo.
Brittany se sentía un poco desbordada, pero al mismo tiempo le hacía ilusión participar en la solución de aquel embrollo. San seguía ante ella con aire apocado, moviéndose sin parar, hasta que se armó de valor y la miró a los ojos:
—Ten cuidado, Brittany. No conozco a tu ex, pero los que están metidos en la operación son profesionales y van en serio. No te arriesgues. Ah, otra cosa más. —Le entregó la cajita de Tiffany's—. Toma, son para ti.
Brittany abrió la caja y vio los pendientes que San había comprado el día anterior.
—¡Oh, San, son tuyos! No podría...
—Hacen juego con tu nuevo traje. Póntelos hasta que todo vuelva a la normalidad. Te protegerán.
Brittany iba a reírse ante el último comentario, pensando que se trataba de un chiste, pero la expresión de San se lo impidió.
—¿Por qué me protegerán?
San se puso colorada.
—Porque te los he dado yo. —Brittany enmudeció. El corazón se le desbocó y se quedó sin aliento. ¿Qué significaba aquello?
Tras unos instantes, Brittany reaccionó:
—¿Cuándo regresas a Washington? —No sabía por qué, pero disfrutaba de cada segundo que pasaba con San.
San contempló la caja de los pendientes.
—Seguiré aquí unos días. Tengo una reunión y puedo trabajar desde el despacho de Jen, y con Marina y todo lo demás...
Brittany estaba recordando lo mucho que le había costado no abrazar a San y dedicarle, en cambio, una ridícula sonrisa, cuando su secretaria Rachel la arrancó de su ensimismamiento al anunciarle una visita. Brittany consultó su agenda de trabajo y vio que no tenía ninguna cita prevista para las once y media. Estaba a punto de pedirle a Rachel que despidiese al visitante cuando llamaron a la puerta. Se levantó, decidida a decirle a aquel idiota sin educación que se fuera, pero se encontró con su mejor amigo, Kurt Hummel, que le sonreía a dos metros escasos de distancia.
—¡Kurt! ¡Guau! ¡Kurt! —Brittany agarró a su amigo y ambos se pusieron a bailar, mientras Rachel los miraba, sonriendo—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no me has llamado? ¿Cuánto tiempo piensa quedarte? ¡Qué alegría verte! —Lo abrazó casi hasta estrangularlo y se lo presentó a Rachel.
Cuando se calmaron, Kurt dijo:
—Hasta ayer no supe que vendría. Uno de nuestros agentes está enfermo y esta semana se celebra aquí un congreso cuya inscripción cuesta una fortuna, así que me ofrecí voluntario. Me quedo cuatro días. El congreso empieza mañana y termina el viernes a mediodía, así que fenomenal. ¿Estás libre para comer?— Naturalmente. Vamos. Rachel, ¿tengo citas por la tarde? A lo mejor no vuelvo. Ah, un momento. Cambia a Johnson para las tres...
Rachel asintió y le hizo la señal de la victoria. Estaba buscando el número de teléfono de Johnson cuando Brittany y Kurt salieron zumbando del despacho. Cogidos del brazo, Brittany y Kurt caminaron por las concurridas calles del distrito financiero de San Francisco, recorriendo las manzanas que los separaban del restaurante Rubicon en unos minutos. Se sentaron en el piso de arriba, pidieron té y se dedicaron a degustar los bollitos que daban fama al lugar. Brittany pidió una mesa en un rincón, con vistas a toda la sala y alejada del paso de los camareros, para vigilar si había alguien interesado en su conversación. “Hum. La paranoia y la precaución enseguida se pegan.” Había instalado el disco nada más llegar a la oficina aquella misma mañana y estaba nerviosa.
Luego lo había guardado en el bolso.
—¡Kurt, qué contenta estoy de verte! Estas semanas han sido una verdadera locura. He roto con Sam, ese canalla. Lo sorprendí haciéndolo con una empleada temporal de la oficina. Al parecer, sus nuevos socios y él se dedican a correrse juergas con mujeres y cocaína. Está claro que me salió el tiro por la culata. —Se mesó los cabellos con gesto nervioso.
La expresión de Kurt no era de sorpresa, sino de rabia.
—Sabía que ese cabrón tramaba algo. No era sólo intolerancia o celos de nuestra amistad. ¿Puedo ayudarte, cariño? He venido por poco tiempo, pero siempre te queda la opción de volver a Boston y vivir conmigo.
Brittany le cogió la mano y la estrechó para agradecerle su apoyo.
—Aunque debo reconocer que, para haber pasado lo que acabas de pasar, estás estupenda. Y no es sólo por la ropa. A propósito, ¿dónde la has comprado? Es más que eso. ¿Qué ocurre? —Brittany sintió un calor repentino que ascendía por su cuello. —¿Has conocido a alguien? ¿A alguien especial? —Kurt se reclinó en la silla y sonrió—. ¡Sí! ¡Suéltalo! Vamos. Cuéntamelo todo sobre él. —Se acercó a Brittany con un brillo de curiosidad en sus cálidos ojos pardos.
Brittany lo miró. “¿Cómo?”
—Oh, no se trata de eso, Kurt. Tengo una nueva amiga. Al menos creo que nos estamos haciendo amigas. Una mujer que me ha ayudado en todo esto y que prácticamente me salvó la vida. Se llama San, y su tía es una de mis dientas. ¡Han sido tan buenas conmigo!
Brittany le contó la historia a Kurt, incluido el rescate en el aparcamiento del restaurante, pero omitió la parte en la que había conocido a Marina Kouros porque la consideraba privada.
—¿A qué se dedica tu nueva amiga? Por lo visto conoce tu negocio. ¿Es corredora de bolsa?
—No, trabaja en una empresa que desarrolla software para la industria de servicios financieros. Me comentó que la Comisión del Mercado de Valores utilizaba sus programas para detectar fraudes y por eso localizó a Peter. Está desarrollando más instrumentos en esa línea y ha venido a San Francisco a celebrar una reunión o a algo relacionado con su trabajo. Seguramente tu empresa utiliza software creado por ella. Es perfecto para una compañía de responsabilidad legal.
Brittany se dio cuenta de que Kurt la observaba mientras untaba el bollito con mantequilla. De pronto, sus ojos se desorbitaron.
—¡Oh, Dios mío! Esa mujer. Descríbela.
Brittany obedeció, encantada.
—Kurt, te aseguro que es despampanante. Más baja que yo, calculo que medirá uno sesenta y cinco, con largos cabellos morenos que forman rizos naturales y unos ojos café como nunca había visto. Tiene una figura sensacional, las piernas largas y la nariz...
—¿Se apellida López, por casualidad?
A Brittany casi se le cae el bollito.
—¿Cómo lo sabes?
—Pequeña, ¿acaso no sabes quién es? —Kurt le dio una palmada en el hombro.
—Está claro que no y tú vas a explicármelo. —¿Y si Kurt sabía algo malo de San? Brittany se encogió, porque no quería oír nada negativo sobre ella.
—Si San significa Santana, no trabaja para esa empresa de software, sino que ella es la
empresa. López Software, Inc. Una dio... Disculpa, una verdadera diosa en nuestro campo. No sólo desarrolla programas, también crea innovaciones. Su software de contabilidad legal es el patrón de referencia para los demás. Contratos del gobierno, contratos con el extranjero, lo que se te ocurra. Muy ética y muy, muy rica. Tiene muchos millones.
Brittany abrió la boca, pero no fue capaz de articular palabra.
—Una cosa más, Brittany. He visto vídeos de sus conferencias, pero no la conozco en persona. Al parecer es muy distante e inaccesible, muy misteriosa. Todo el mundo quiere saber más de ella. Y la mayoría de la gente la llama doctora López.
“¿Cómo es posible? San es un poco tímida, sí, pero generosa, cariñosa, divertida, agradable...”
Kurt la obligó a volver a la realidad,
—Esa es la persona que creo que se corresponde con tu amiga San y la oradora de la conferencia de mañana. ¿Quieres acompañarme?
Brittany se entusiasmó con la invitación. Le encantaba estar con San, pero la oportunidad de verla en su ambiente de trabajo era demasiado buena para dejarla pasar. Y la descripción que había hecho Kurt de ella, calificándola de “misteriosa y distante”, la fascinaba. Naturalmente, tendría que preguntarle a San sí le parecía bien, lo cual, por otro lado, le daba una buena excusa para llamarla. Había intentado buscar algo que no sonase quejica. Instalar el software la había puesto muy nerviosa y le vendría bien un empujoncito. Tal vez no fuese ésa la palabra adecuada, aunque San era cariñosa y... “Espera. Llámala más tarde.”
Brittany centró la conversación en Kurt mientras comían. Su amigo le contó que había conocido a alguien semanas atrás, un banquero de San Francisco especializado en finanzas internacionales, y comentó que esperaba verlo durante su visita.
—¡Qué pícaro! —exclamó Brittany—. Ya sabía yo que no habías venido sólo a verme. Háblame de él.
En ese momento le tocó a Kurt ponerse colorado.
—Mide uno setenta y tres, tiene grandes ojos color avellana, una excelente constitución física y...
—Increíble, ¿ahora te interesa la constitución física?
Kurt no le hizo caso.
—Fue a Boston para hablar con nuestra empresa. La suya quiere que analicemos su división internacional y que todo se haga según su criterio. Congeniamos. Pasamos juntos dos días maravillosos y me temo que estoy enganchado. No puedo dejar de pensar en él, Brittany.
La expresión del rostro de Kurt resultaba muy elocuente. Brittany se sentía protectora, pero, como nunca había visto a su amigo tan enamorado, optó por actuar con delicadeza.
—¿Crees que él siente lo mismo que tú, Kurty? —Hacía años que no utilizaba aquel diminutivo cariñoso con él, pero le salió espontáneamente.
—Dice que sí, aunque sólo hemos estado juntos dos días. Es rico, sofisticado y atractivo, Brittany, y seguramente tiene un novio en cada puerto. Asegura que soy especial, pero ¡yo qué sé!
—Kurt, se trata de una relación nueva. —Brittany le acarició el brazo—. Tenéis que pasar más tiempo juntos y vivir experiencias. Hace poco he conocido a dos mujeres que llevan dieciocho años juntas. Una de ellas, que es muy famosa, viaja continuamente y vive para su trabajo. Le pregunté si le resultaba muy difícil. Seguramente ha tenido montones de oportunidades y tentaciones.
Kurt asintió con gesto abatido.
—Me respondió que, antes de conocer a su compañera, aceptaba algunas invitaciones— Brittany le dio un cálido apretón en el brazo a Kurt—. Pero, cuando conoció a Jen, dejaron de importarle. Las dos dicen que es cuestión de ser una misma y no adocenarse. Por tanto, si le importas a ese hombre, no mirará a otros. Dale tiempo, cariño.
La camarera se presentó con los entrantes, y ambos se dedicaron a la comida.
—Por cierto, ¿cuándo lo voy a conocer? Nadie se lleva el corazón de mi chico sin pasar mi inspección.
La mirada de Kurt se enterneció.
—Gracias por actuar como mi hermana mayor y protegerme. Llega hoy de Hong Kong. Pero no lo veré hasta mañana por culpa de las reuniones con los malditos clientes y del congreso. ¿Quieres cenar mañana con nosotros? Vamos a la conferencia de la doctora López a mediodía. Luego nos saltamos el latazo de la cena del congreso y escogemos un sitio bonito. En realidad, te invitó él cuando le dije que eras mi mejor amiga.
Como Brittany dudaba, Kurt añadió:
—Lleva a San si puede escabullirse. Me encantaría conocerla, tanto profesional como personalmente. Tus nuevas amistades también tienen que pasar mi inspección. Tenemos nuestros criterios, ya sabes. ¡Será divertido!
Las dudas desaparecieron, pero, por un momento, a Brittany le preocupó que San no quisiera relacionarse con sus amigos. “Bueno, por preguntar no pierdo nada.”
—Ya veremos. Aunque ella no pueda ir, iré yo. Al menos por la cena.
Después de que Kurt la acompañase hasta el edificio en el que estaba su oficina, Brittany bajó del ascensor varios pisos antes del suyo y buscó un lugar tranquilo para utilizar el teléfono móvil especial. Al apretar el botón mágico, oyó una serie de clics. San respondió al primer timbrazo.
—Hola, desconocida. ¿Dónde has...? Hum, ¿qué tal el día?
—Mi mejor amigo me ha dado una sorpresa y se ha presentado en la oficina. Ha venido a un congreso, y hemos ido a comer. ¿Te he hablado de Kurt? Es el que iba a aikido conmigo. Sigue viviendo en Boston y ¿adivina a qué se dedica?
—De acuerdo, ¿a qué se dedica, Brittany?
—Trabaja en una empresa de responsabilidad legal.
Silencio al otro lado de la línea y luego una exclamación:
—Oh.
—¿Y sabes qué más?
—No, ¿qué más?
—¡Te he pillado! ¿Por qué no me hablaste de tu empresa, de que eres famosa y de que los programas son tuyos? Eso dijo él y añadió: “Una diosa dentro del negocio”. ¿Qué te parece eso?
Hubo una pausa, larga e incómoda. Brittany no lo soportaba, así que se rió y dijo:
—Te has puesto colorada, ¿verdad? Lo siento, San. No quería avergonzarte. En realidad, te honra que no dijeras nada. Pero tengo dos preguntas. San, ¿estás ahí?
San tosió.
—Sí, estoy aquí. Habría dicho algo si supiese que tu amigo trabajaba en el mismo campo. La mayoría de la gente nunca ha oído hablar de la “responsabilidad legal”. Y en cuanto oyen la palabra “responsabilidad”, se les ponen los ojos vidriosos. Por lo que respecta a lo de diosa, tu amigo es muy amable, pero se trata sólo de software y yo soy una pirada de la informática. Hum, has dicho dos preguntas. ¿Cuáles son?
—En realidad, tengo muchas preguntas, San, pero de momento dejémoslas en dos. Ya puestas, en tres.
—De acuerdo, dispara. —San parecía resignada.
—Primero, ¿te parece bien que mañana asista a tu conferencia con Kurt? Segundo, ¿después te gustaría ir a cenar con Kurt, un amigo suyo y conmigo? Y tercero, ¿te molesta que alguien sea gay?
Brittany oyó ruidos y, luego, un taco al otro lado.
—¿San? ¿Te encuentras bien? San.
—No pasa nada... Se me ha caído una cosa. —Se aclaró la garganta varias veces—. Supongo que no hay inconveniente en que vayas a la conferencia, siempre que no te importe aburrirte. A la segunda pregunta, claro que sí, me encantará conocer a tu amigo. Y a la tercera, ¿por qué me preguntas si me molesta que alguien sea gay? Anoche viste a Jen y a Marina, ¿no? Son dos de las personas más importantes de mi vida.
—Porque Kurt es gay, y me daría mucha pena que... mi mejor amigo y mi nueva amiga no se cayesen bien por culpa de eso.
A continuación, se produjo un silencio que puso nerviosa a Brittany, hasta que al fin San habló en voz baja:
—Será un placer conocer a tu amigo Kurt y a cualquier persona relacionada contigo que sea gay, heterosexual o lo que se te ocurra. La única referencia que necesito es saber que tú lo quieres. Así que te acompañaré. Además, me hacía falta una excusa para no comer dos veces en el mismo día esa típica comida de banquete de hotel. Me has rescatado.
San hizo una pausa y, luego, continuó:
—Cambiando de tema, el programa que has instalado está en mi pantalla y funciona. No empezaré a hacer diagnósticos hasta mañana temprano, en torno a las dos de la madrugada. Aunque el programa resulta virtualmente indetectable, no tiene sentido arriesgarse. Hum, me pregunto si te importaría pasar una noche más en casa de Jen. Puedo pasar a recogerte después del trabajo y, si te apetece, vamos a tomar algo. Necesito que me aclares algunos archivos.
—Me gusta la idea. ¿A las seis?
A San le pareció bien y así acabó la llamada. Brittany se puso eufórica ante la perspectiva de ver de nuevo a San. Pensó uno momento en aquella palabra, “eufórica”. ¿Era correcta? “Sí, Brittany, “eufórica”. Debía reflexionar, pero en aquel momento estaba demasiado emocionada. Cuando se disponía a subir por las escaleras hasta su despacho, se dio cuenta de que tendría que pasar por delante del despacho de Sam. “¿Por qué no le hablo? Tal vez me entere de algo que pueda interesar a San.”
Asomó la cabeza en la zona de recepción y vio a Quinn hablando por teléfono. Estaba tan absorta que ni siquiera se fijó en que se abría la puerta.
—No lo sé. El nombre no me sonaba. Era bajo, gay. ¿Importa tan...? —Cuando vio a Brittany apoyada en la puerta, se apresuró a decir—: Lo llamaré para darle el presupuesto, señor Jones. Adiós. — Colgó y miró a Brittany con mala cara—. Brittany, me has asustado. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
—Sólo quería saber si está Sam.
—Está en una reunión. ¿Quieres hablar con él? —Quinn le habló en un tono despectivo, otra forma de manifestar el cambio de estatus de Brittany de novia a empleada. A Brittany le daba igual, aunque el nerviosismo que transmitía la voz de Quinn le llamó la atención.
—Sí. ¿Podría ser mañana por la mañana?
Brittany salió del despacho de Sam pensando que aquella trama proverbial se volvía cada vez más complicada; en su oficina encontró a Rachel buscando algo en su mesa.
—Hola. ¿Has perdido algo?
—La llave de repuesto de tu despacho. La tenía en mi cajón y ahora no la encuentro. Debo de estar envejeciendo. Me voy a volver loca.
—¿Para qué la quieres? —Brittany se puso en guardia al instante.
—Quinn dijo que se habían perdido varias llaves de la oficina y que Sam estaba preocupado. Le enseñé las cuatro que teníamos. Durante la comida lo pensé mejor y decidí guardarlas en un lugar más seguro, pero cuando volví ya no estaban. —Rachel parecía angustiada y triste, y Brittany decidió que ya había tenido bastante aquel día.
—Rachel, vete a casa y no te preocupes. Yo las buscaré. No sabía que Quinn y tú hablaseis a menudo. ¿Sois amigas?
—En realidad, no. —Rachel se encogió de hombros—. Nunca viene por aquí. —De pronto la expresión de Rachel cambió—. ¿Crees que las cogió ella?
—No importa. Seguro que están donde menos lo esperamos. ¿Para qué iba a cogerlas? Sam tiene un juego de llaves: con pedírselas a él, asunto solucionado. Estás cansada. Márchate. Ya verás como aparecen.
Brittany cerró la puerta cuando Rachel se fue y se dedicó a revolver su despacho como si buscase las llaves. Localizó un micro y cerró su maletín, alegrándose de haber tomado la precaución de llevar el disco en el bolso. Ojalá no tuviese que esperar demasiado tiempo a San en su apartamento. Estaba aterrorizada.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por airin-SyB Jue Jul 11, 2013 7:05 pm

OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO (SALTANDO EN LA CAMA FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2145353087  ) SUBEEEEE OTROOOOOOOOOO PLISSSSS


lo siento la cafeina me tienen malll pero quiero mas capitulos me encantan FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2013958314 
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Mensaje por micky morales Jue Jul 11, 2013 7:31 pm

cada dia esta mejor esta historia y ya espero ese acercamiento entre las chicas!
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Mensaje por saibelli Jue Jul 11, 2013 9:53 pm

Me declaro adictaa aaaawww me encanta el fic otroooo capitulooooo *-*
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Mensaje por monica.santander Jue Jul 11, 2013 10:04 pm

uuuuuuufffffff cada ves mas adictiva!!!
Saludos
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final

Mensaje por Marta_Snix Vie Jul 12, 2013 5:01 am

airin-SyB escribió:OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO OTRO  (SALTANDO EN LA CAMA FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2145353087  ) SUBEEEEE OTROOOOOOOOOO PLISSSSS


lo siento la cafeina me tienen malll pero quiero mas capitulos me encantan FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 26. Final - Página 2 2013958314 
Ayer no me dio tiempo a actualizar, estuve hasta tarde con Honor, pero hoy te dejo aqui uno
micky morales escribió:cada dia esta mejor esta historia y ya espero ese acercamiento entre las chicas!
Si, cada día se acercaran un poquito más, pronto habra beso Brittana
saibelli escribió:Me declaro adictaa aaaawww me encanta el fic otroooo capitulooooo *-*
Me alegra que te este gustando, enseguida pongo nuevo capitulo
monica.santander escribió:uuuuuuufffffff cada ves mas adictiva!!!
Saludos

 Y mejor que se pondra!!
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Finalizado FanFic [Brittana] Primer impulso. Capitulo 11

Mensaje por Marta_Snix Vie Jul 12, 2013 5:02 am



 

Capitulo 11
Cuando Brittany llegó ante su casa y vio la furgoneta blanca, se le encogió el estómago, pero se atuvo al plan. Siguiendo las instrucciones de San, metió el coche en el garaje subterráneo y se detuvo al otro lado de la verja, para cerciorarse de que nadie entraba detrás de ella antes de que se cerrase. Después de aparcar, echó un vistazo al garaje, por si había algún desconocido. Parecía vacío. Se acercó al ascensor, vio una sombra alargada a su derecha y dio un respingo. Estaba a punto de gritar cuando reconoció a San, que caminó hacia ella sin decir nada. Cuando la puerta del ascensor se cerró, Brittany suspiró, aliviada, reprimiendo las ganas de tocar a San.— ¡Cuánto me alegro de verte! Me aterrorizaba la idea de entrar en el apartamento. He visto la furgoneta. Supongo que no han renunciado.
San apretó el botón del piso previo al de Brittany. Cuando se abrió la puerta, salieron y se dirigieron a la escalera. San se acercó a Brittany para susurrarle unas palabras al oído. Brittany sintió algo inmediato e intenso; apenas oía la voz de San sobre los acelerados latidos de su propio corazón.
—Cuando entremos, hablaremos de cosas intrascendentes. Mete ropa para mañana en una bolsa de la compra mientras comentamos dónde iremos a cenar. Menciona algunos sitios. Guardaremos la bolsa en mi coche y nos acercaremos a Mio's a tomar una pizza. Te traeré aquí para que cojas tu coche por la mañana. ¿Te parece bien?
Brittany retrocedió un poco para mirarla a los ojos y permanecieron así, a escasos centímetros la una de la otra. Brittany no supo si había pasado un segundo o diez minutos. De pronto, una puerta se abrió de golpe varios pisos más abajo y oyeron pasos apresurados. Un hombre de treinta y tantos años, con un maletín y una bolsa al hombro, subía las escaleras a todo correr, pero se detuvo al verlas. Era más alto que San, de una belleza tosca, y en sus ojos castaños brillaba de alegría.
—¡Caramba, qué maravilla de mujeres! ¿Queréis que os invite a uno de mis partidos de rugby? Tengo unos diez amigos guapísimos a los que les encantaría conoceros.
Brittany se dio cuenta de que San se ponía tensa, por lo que decidió llevar las riendas de la conversación.
—Tus amigos juegan en el Marina, ¿verdad? Tenemos una cita, pero intentaremos ir a veros después. ¿Te parece bien?
—Lo tomo como una cita. —Les dedicó una amplia sonrisa—. Me llamo Blaine. Será mejor que vayáis o mis amigos no me creerán cuando les hable de vosotras. ¡Hasta luego! —Abrió la puerta y desapareció.
—No es nada tímido.
—Desde luego. —San hizo un gesto de indiferencia y subió las escaleras, seguida por Brittany
Tras comprobar si había aparatos de escucha, ambas charlaron mientras Brittany se ponía unos vaqueros y una sudadera, y guardaba ropa y maquillaje para el día siguiente en una bolsa de la compra. Le hizo gracia que San tuviese el detalle de irse a otra habitación mientras ella se cambiaba de ropa. Tras elegir un traje que acababa de recoger en la tintorería, sugirió cenar en un pequeño restaurante francés del Golden Gateway Center para que la oyesen los espías. Diez minutos después salieron del apartamento. San ayudó a Brittany a meter la bolsa en el maletero de su coche y luego se dirigieron a Mio’s, una maravillosa pizzería italiana a la que San solía ir cuando estaba en San Francisco. Brittany no había obedecido sus instrucciones sobre la bolsa de la compra al pie de la letra, pero daba igual. Si no daba igual, Brittany se iba a enterar. En Chestnut Street había muchos restaurantes de moda con clientela de Marina, pero aquél era el que ofrecía mejores pizzas y el más concurrido. San le dijo a Brittany que, aunque las hubiesen seguido, nadie podría escucharlas. Buscaron una mesita en un rincón al fondo del restaurante y pidieron una pizza, ensalada y una botella de Sangiovese. San escuchó a Brittany con atención cuando le habló de Quinn, del fragmento de conversación que había oído y de la misteriosa desaparición de las llaves de su secretaria.
—Interesante. Creo que no quiere que Sam se entere. Seguramente Sam no está tan metido en el ajo como supone. En estos asuntos se juega mucho con el ego y la avaricia del cabeza de turco, que al final se queda con los bolsillos vacíos, mientras que los otros se salen con la suya, se hacen ricos y montan el chiringuito en otro lugar.
—¿Quieres decir que no se trata de una operación aislada?
San asintió.
—Pero, ¿por qué? Ganarán más dinero del que cualquiera podría gastar. ¿Por qué seguir? Se arriesgan a que los cojan.
Una sonrisa asomó a los labios de San. Brittany era toda naturalidad y franqueza. “No sigas por ahí.” Suspiró.
—Algunos tienen problemas económicos y lo consideran una salida, como los jugadores compulsivos. Son aficionados y acaban cayendo. Otros son verdaderos artistas de la estafa con manías particulares: el arte del engaño, la emoción del éxito. Serían capaces de estafar incluso a las personas que aman y, de hecho, lo hacen. Los hay que incluso en la cárcel siguen orquestando planes y, si los engañas, ya darán contigo.
Llegó el vino y brindaron por la solución del asunto.
—Sam no encaja en esos tipos, a menos que sea jugador o algo por el estilo —comentó Brittany.
—El tercer tipo es el más peligroso. Se trata de los verdaderos profesionales, que lo hacen una y otra vez sin que los capturen. Cuentan con una organización que los respalda y trabajan con gran seriedad. A veces utilizan los beneficios para comprar influencias y construir sus propias organizaciones. Lo puedes ver todos los días en el gobierno. Muchos de nuestros honorables representantes se venden al mejor postor. Hay quien quiere poder y hay quien tiene otras aspiraciones más siniestras.
San se calló y se inclinó hacia Brittany, que la escuchaba con atención.
—Créeme si te digo que hay gente que sólo pretende destruir este país piedra a piedra.
Brittany cogió la mano de San y ésta la retuvo un minuto, disfrutando del contacto.
—Cambiemos de tema. El problema seguirá existiendo cuando devoremos la comida y el vino, y no tengo intención de dejar ni una migaja en el plato. Sé que tú tampoco. —Sonrió.
Brittany soltó un bufido, aliviada al dejar un tema tan absorbente.
—De ninguna manera.
Cuando se dirigían al coche, Brittany se fijó en un animado partido de rugby que se jugaba bajo unos brillantes focos. Al ver a su vecino, recordó la promesa que le habían hecho a Blaine y arrastró a San hasta la línea de banda. Contemplaron el partido un rato, hasta que Blaine las vio y las saludó. Un jugador del equipo contrario arremetió contra él, pero Blaine lo rechazó y continuó jugando sin perder la sonrisa. Durante un tiempo muerto, se acercó a ellas y las invitó a reunirse con su equipo en el Wet Whistle Brewpub después del partido. Brittany le dio las gracias, pero declinó la invitación. Cuando se disponían a marcharse, Blaine las llamó:
—Jugamos un par de veces a la semana, ¡y siempre seréis bienvenidas!
Brittany repuso, a voz en grito:
—¡Gracias! ¡Nos veremos pronto!
San apretó el paso y Brittany le dio varios codazos de broma, pero no obtuvo respuesta.
—¡Eh! ¿Qué ocurre? —Brittany tenía que esforzarse para no quedarse atrás.
San habló en tono neutro.
—Blaine es una monada. Creo que le gustas. Seguramente es un tipo agradable para una cita. Si quieres verlo en el pub, adelante.
Brittany se detuvo. Habría pensado cualquier cosa menos aquello. San siguió caminando con los hombros encorvados y las manos hundidas en los bolsillos, y Brittany se apresuró a alcanzarla. La cogió del brazo y caminó a su lado, en silencio. Luego la obligó a detenerse y se puso delante de ella hasta que quedaron cara a cara. Esperó hasta asegurarse de que San le prestaba atención, lo cual no era fácil, porque sus ojos se posaban en cualquier cosa menos en ella.
—Blaine es muy majo y agradable. También es alto, moreno y atractivo, pero nada más. Me pareció que tal vez fuese divertido quedar con ellos alguna vez, sólo eso. Por mi parte, prefiero los latinos.
San abrió la boca y la cerró de nuevo, como si aspirase bocanadas de aire.
—Y, ahora, ¿no tenemos que atrapar a unos criminales? No podremos hacerlo sin una sonrisa en la cara —dijo, pellizcando a San cariñosamente en la barbilla.
San se preguntó si Brittany estaba loca o sólo un poco ida. Por lo visto, no le había parecido raro su comentario ni interpretaba sus palabras como flirteo. En aquel momento, a la luz de los faroles de las callejuelas de San Francisco, San se dio cuenta de que Brittany le gustaba. Le gustaba porque se enfrentaba a ella y porque se arriesgaba por una especie de sentido del honor. Admiraba la facilidad que tenía para conseguir que la gente se sintiese cómoda, que ella se sintiese cómoda. San tenía que reconocer que se había equivocado con ella. ¿Y si Brittany Pierce era lo que estaba buscando? Mientras caminaba, San se sintió sacudida por un alud de emociones. Identificó la confusión y la precaución, pero había algo más, algo nuevo, tal vez un atisbo de esperanza. Cuando llegaron a casa de Jen, las luces estaban apagadas, salvo la de la puerta de atrás. Entraron en silencio, prepararon té y fueron de puntillas al despacho. San encendió el ordenador y Brittany entrechocó su taza con la de San.
—A ver si encontramos algo.
San examinó la pantalla y dejó a un lado el té para manejar el teclado.
—¿No tenemos que esperar hasta después?
—Voy a abrir el programa y a conectarme con el sistema de la oficina. Si hay alguien trabajando, esperaremos, pero podemos ver qué están haciendo.
A Brittany le sorprendió que hubiese varias terminales funcionando a las diez de la noche, una de ellas conectada a una página porno.
—Fíjate en ese santurrón. Se pasa el día diciéndole a la gente cómo ser un buen cristiano, cómo hay que vestirse y comportarse. ¡Tendrías que oírlo! Ya le hablaré yo de las casas con tejado de cristal.
—Ni se te ocurra. Se preguntaría si conoces su secreto y podría saltar la alarma. Guárdate las cosas para ti. Tenemos que pescar un pez más gordo que ese tipo.
—Bueno, bueno —concedió Brittany—. Pero es una tentación.
En la otra terminal había una mujer que Brittany no conocía y que por lo visto buscaba lugares para ir de vacaciones. Al cabo de veinte minutos las dos terminales se apagaron.
Tras explicarle el procedimiento a Brittany, San activó el programa, que analizó rápidamente el contenido de todas las terminales. Luego abrió la base de datos e inició la búsqueda de programas que pudiesen servirle al comité para identificar parámetros de inversión. Brittany, recostada en un gran sillón negro junto al ordenador, se enderezó cuando San dijo:
—Investigaste por tu cuenta. ¿Qué has averiguado?
Se levantó y acercó el sillón al monitor. Era el único asiento de la habitación y se deslizaba con facilidad sobre el suelo de madera.
—Principalmente he realizado análisis de las empresas en las que invertía Sam. Lo normal: balances, capital efectivo frente a deudas, activos inmovilizados. Por lo menos la mitad eran buenas, pero algunas sólo lo eran en apariencia, hasta que empezabas a profundizar, por ejemplo en la categoría de activos inmovilizados. Una de ellas vende juguetes, pero tiene una cantidad desproporcionada de activos inmovilizados en lujosos coches de empresa y propiedades en las B ah amas. Y hay más así. He estado investigando los antecedentes de los principales ejecutivos de las empresas más mosqueantes.
San arqueó una ceja caoba.
—¿Mosqueantes?
Brittany buscó una expresión más conocida y, al oír unos rasguños en la puerta del despacho, se levantó para dejar entrar a Lord T., que corrió hacia San y saltó sobre ella. San lo sujetó en el aire, antes de que el gato aterrizase sobre el teclado.
—¡Oh, no, de eso nada! Este es territorio prohibido para ti, señorito. —Lo abrazó y se lo entregó a Brittany, que se resignó a que sus vaqueros se cubriesen de pelusa de gato.
—Te ayudaré a averiguar cosas sobre esos ejecutivos. Mis programas pueden entrar en todas las empresas y recoger datos sobre los tipos en cuestión. Tengo acceso a una base de datos sobre antecedentes y puedo comprobar si alguien ha sido expedientado alguna vez o resulta “mosqueante”. Nos centraremos en los ejecutivos que te interesan.
San miró a Brittany y a Lord T., absortos el uno en la otra. Lord T. había puesto las patas delanteras sobre el pecho de Brittany y la acariciaba entre ronroneos, frotando la cabecita contra la barbilla de la joven y babeando. San sacudió la cabeza. “¡Qué suerte tiene el condenado gato!” Volvió al programa y descargó y marcó algunas partes para investigarlas posteriormente o para conectarse más tarde, cuando no estuviese introducida en el sistema. Tardó horas en terminar. Al fin decidió dejarlo. Brittany y Lord T. estaban acurrucados en el sillón y profundamente dormidos. “Eres preciosa.” Desconectó la base de datos y apagó el ordenador. Se inclinó sobre Brittany, cogió a un reticente Lord T. y lo puso en una de las numerosas cestas que tenía por la casa. Luego sacudió ligeramente a Brittany, que, con un mohín, farfulló:
—De ninguna manera, no lo haré.
San la sacudió de nuevo y susurró:
—Brittany, es hora de acostarse. Vamos, te meteré en la cama.
Brittany sonrió sin abrir los ojos y agarró la mano que la había sacudido, mientras se daba la vuelta y se acomodaba en el sillón. Sin duda pretendía utilizar aquella cálida mano como almohada, porque arrastró a San al mismo tiempo. En aquel momento, San se hallaba en precario equilibrio, a punto de caer sobre Brittany o de rodillas.
Consiguió sentarse en el brazo del sillón y se inclinó otra vez sobre Brittany, cuyo rostro reposaba en su mano. Adoraba el calor y el contacto de Brittany, pero se esforzó por incorporarla.
—Vamos, te llevaré a la cama.
—De acuerdo. —Brittany dejó que San la levantase, y ambas fueron a paso lento hasta la habitación de Brittany. San retiró las mantas antes de que Brittany se dejase caer sobre la cama. Permaneció con el rostro semienterrado en la almohada y los pies aún en el suelo, mientras San le quitaba las zapatillas deportivas y pensaba qué debía hacer a continuación.
San no podía dormir con vaqueros y supuso que a Brittany le pasaría lo mismo.
—De acuerdo, seguramente me pudriré en el infierno por disfrutar con esto, pero te voy a quitar los vaqueros.
Desabrochó el botón y bajó la cremallera. Luego le quitó los pantalones con mucho cuidado y la metió bajo las mantas con la sudadera puesta. “No pienso ir más allá. Es pedirle demasiado a un ser humano.”
Marta_Snix
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